Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Se debe definir claramente las funciones y relaciones de las partes interesadas del
control y auditoria en todos los niveles de gobierno.
Se debe separar claramente las políticas y procesos de control financiero y gerencial de
la función de auditoria interna.
Existen 3 líneas de modelo de defensa que permite abordar las debilidades encontradas
entre la relación de tareas y deberes entre los diferentes actores en todos los niveles de
la organización. En la primera línea responsable de diseñar e implementar disposiciones
sobre cómo se manejan los riesgos y se cumplen los objetivos. En la segunda línea se
asocia con la supervisión de la actividad de gestión que incluye evaluaciones de
cumplimiento con revisiones y reportes directos. En la tercera línea es más objetiva
basándose en el papel y capacidad de la función de auditoria interna. En el Perú existe
enfoque abrumador del control del gasto fiscal y el cumplimiento de la asignación
presupuestaria y es escaso la falta de rendición de cuentas por desempeño
Los gestores de las entidades públicas consideran a los OCIs como los actores
responsables de las actividades de control interno y de gestión de riesgos. se espera que
el OCI ejerza control subsecuente (es decir, actúe como la tercera línea de defensa
Los comités de auditoría del sector público suelen pertenecer a uno de los tres tipos
siguientes: comités de auditoría de gobernanza, juntas consultivas centrales de auditoría,
comités de gestión de auditoría interna.
La custodia y gestión del ambiente de control debe ser uno de los objetivos prioritarios
de los funcionarios públicos con funciones de gestión, la mejora del ambiente de control
significa que la administración debe supervisar, medir y en caso de conductas no
deseada actuar para remediar esta situación. Los autores internos deben evaluar
periódicamente el entorno de control e inspirar y motivar la administración.
Se podría diseñar una política específica de gestión del riesgo de corrupción, que
incluya actividades de mapeo y evaluación para apoyar a las entidades gubernamentales
a implementar controles para prevenir, detectar y responder eficazmente a la corrupción.
En el marco normativo actual de control interno y gestión de riesgos peruano no existe
una política específica de gestión de riesgo de fraude y corrupción. La introducción de
actividades de lucha contra el fraude la lucha contra la corrupción es principalmente
responsabilidad de los funcionarios públicos que ocupan puestos directivos dentro de
una
organización pública.
El desarrollo de una política de gestión del riesgo de corrupción debería estar
respaldado por auditorías forenses e investigaciones de fraude y corrupción, haciendo
hincapié en la prevención sobre la detección. Según la teoría ampliamente aceptada del
triángulo del fraude, los tres componentes que favorecen el fraude son la presión, la
oportunidad y la racionalización, la oportunidad suele estar relacionada con la calidad
de los controles existentes. Los otros dos elementos a menudo pueden surgir de las
debilidades en la consciencia de control.
Propuestas de acción
El Perú podría adoptar las siguientes medidas para fortalecer aún más su marco de
control interno y gestión de riesgos.
Mediante la aplicación del control interno, incluida la gestión de riesgos, como parte
integrante de los procesos de gobernanza, de gestión y operacionales, el Perú podría
cerrar la brecha entre el marco conceptual de control interno y de gestión de riesgos y la
implementación a nivel de entidad.
El papel y las operaciones de los OCIs deberían ser rediseñadas para centrarse mejor en
asesorar y apoyar a la dirección superior, asegurando la adecuación de los procesos de
control interno para mitigar los riesgos y asegurando que los gerentes y el personal de
las entidades gubernamentales participan activamente en las actividades de control y
gestión de riesgos; para reflejar esto, los OCIs podrían ser renombradas como Oficinas
de Auditoría Interna y Aseguramiento (OAIA).
Se podría diseñar una política específica de gestión del riesgo de corrupción, que
incluya actividades de mapeo y evaluación adaptadas para apoyar a las entidades
gubernamentales en sus esfuerzos por implementar controles para prevenir, detectar y
responder eficazmente a la corrupción.