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Trabajo Práctico N° 7: Inflación

1. ¿Cómo se define la inflación?


2. ¿Qué es un número índice y cómo funciona?
3. ¿Cómo se define el Índice de Precios al Consumidor (IPC)? ¿En cuántas regiones se
presenta dicho indicador?
4. ¿Qué divisiones componen el índice de precios al consumidor? ¿De dónde surgen?
5. Según Novak (2020), ¿cuáles son los efectos de la inflación?
6. Según Novak (2020), ¿qué problema significa la inflación para la política económica?

La inflación es uno de los mayores y más controvertidos problemas para las economías,
sobre todo, de los países de América Latina.
Ésta es definida como “el aumento sostenido y generalizado de los precios de una
economía” (De Santis, 2015:163). Al introducir los términos “sostenido” y “generalizado” nos está
dando indicadores: por un lado, el aumento de los precios se mantiene en el tiempo, por ejemplo,
todos los meses (aunque si se produce suba y estancamiento seguido de un proceso igual, no es
inflación sino suba de precios sencillamente). Por otro lado, el carácter “generalizado” alude a que
la suba involucra a la mayoría de los precios en una economía (una gran cantidad de precios
suben).
Asimismo, la inflación podemos considerarla como una pérdida sostenida de valor del
dinero con respecto a la mercancía.

Para medir la inflación se utiliza como herramienta unos indicadores que evalúan a cuánto
aumentan los precios en promedio en un cierto período de tiempo, por ejemplo, un año o un mes.
Esto permite medir las variaciones de todos los precios de la economía o solo de una parte de
ellos, puesto que no se presentan de la misma manera dichos aumentos para todos los bienes y
servicios, ya que algunos suben más que otros. Además, estos bienes y servicios no tienen la
misma relevancia económica, obteniendo en cada caso su importancia relativa.
Existen varios indicadores que evalúan estos aumentos, y a medida que el proceso
inflacionario es más significativo, estos indicadores tienden a diferir cada vez más entre sí. Cada
medición se realiza con el indicador que ciertamente se tenga que utilizar.

Uno de esos indicadores que miden el proceso de inflación es el Índice de Precios al


Consumidor (IPC), que mide la evolución promedio de los precios del conjunto de los bienes y
servicios representativos del gasto de consumo de los hogares residentes en un área determinada.
Desde julio de 2017, el IPC obtiene los resultados de 39 aglomerados urbanos y se presentan
desagregados para 6 regiones estadísticas definidas por el INDEC: Gran Buenos Aires, Cuyo,
Noreste, Noroeste, Pampeana y Patagonia.
Esta medición se organiza mediante la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares, el cual
permite conocer de qué manera se forma el gasto de los hogares y cuáles son los artículos más
consumidos. Esta información se clasifica en base a un nomenclador internacional, que incluye 12
divisiones:

1- Alimentos y bebidas no alcohólicas.


2- Bebidas alcohólicas y tabaco.
3- Prendas de vestir y calzado.
4- Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles.
5- Equipamiento y mantenimiento del hogar.
6- Salud.
7- Transportes.
8- Comunicación.
9- Recreación y cultura.
10- Educación.
11- Restaurantes y hoteles.
12- Bienes y servicios varios.

Aunque la inflación sea moderada, presenta ciertas complicaciones al funcionamiento de


la economía, aunque existe el planteo por parte del Estado de que si se trata de un breve período
de tiempo se puede “convivir” con ella o por lo menos adaptarse a los ajustes que implican la
política antiinflacionaria. No obstante, la situación se complica cuando la inflación es alta y se
extiende por un periodo largo de tiempo. La adaptabilidad a esta situación es defensiva; una de
estas posturas “consiste en que los agentes económicos pierden la ilusión monetaria, es decir,
diferencian claramente entre valores nominales y valores reales” (Novak, 2020:318). Un
asalariado, luego de comparar su salario en relación con el ajuste inflacionario anterior, se dará
cuenta si la capacidad de compra de su salario permanece igual, es mayor o menor que antes.
El dinero, entonces, pierde poder adquisitivo y se reduce drásticamente su demanda. Se
percibe una redistribución de los ingresos y junto con el aumento general se modifican los precios
relativos, es decir, cambia el valor de cada precio en relación con los demás.
En el escenario de las inversiones, la especulación en este caso es un enemigo que —en
combinación con una alta inflación— pone en jaque toda posibilidad de aumentar unidades o
capacidad de producción. Aunque, para sortear el obstáculo, las empresas se adaptan de
diferentes maneras. “Una de ellas es compensar tal incertidumbre con una mayor demanda de
tasa de utilidad que la normal para decidir efectivamente inversiones, por lo cual solo se llevarán a
cabo inversiones con rentabilidades mayores a las normales. La otra alternativa es que las
empresas se limiten a tomar solo las decisiones de inversión que requieren plazos muy cortos de
recupero” (Novak, 2020:321), reduciendo así el volumen normal de inversión de la economía.

La inflación alta y persistente tiene costos en términos económicos, donde podemos hallar
el impacto en la tasa de crecimiento del producto y en la capacidad de generar empleo debido a la
incertidumbre. Pero la mayor parte de las políticas antiinflacionarias generan caídas en los
productos, el empleo y los salarios reales por un tiempo prolongado. Los gobiernos, entonces,
tienen este dilema:
a- Convivir con una inflación moderada, evitando el impacto recesivo y de redistribución
regresivo que implican los ajustes de la política antiinflacionaria; y evadiendo también
que se torne en hiperinflación.
b- Implementar la reducción de la tasa de inflación como objetivo de las políticas
públicas, lo que implica primero pagar los costos y luego esperar los resultados, sin
nada que los garantice.

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