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La Población Económicamente Activa está determinada por aquellas personas que tienen
una ocupación o que sin tenerla la están buscando. Se compone de la población ocupada más la
población desocupada.
Existe una radical diferencia entre una persona que está desempleada o desocupada y una
que se encuentra en situación de inactividad. La primera pertenece a un grupo en donde es difícil
acceder al mercado laboral, aunque centra bastante esfuerzo en poder conseguirlo, mientras que
las personas inactivas no tienen empleo, presentan desocupación y además no tienen intención de
acceder al mercado laboral (inactivos típicos), aunque otro grupo podría presentar algún interés
en conseguir empleo (inactivos marginales).
Podemos decir que la diferencia primordial entre desocupación y tasa de desocupación es,
principalmente, que la tasa de desocupación se obtiene mediante un cálculo matemático, lo que
arroja un resultado que no representa una proporción entre la cantidad de personas que están
desempleadas del total de la población.
El desempleo propiamente dicho es un carácter cualitativo de una persona, que determina
si posee o no empleo.
La tasa de actividad es calculada como porcentaje entre la población económicamente
activa y la población total de referencia, mientras que la tasa de empleo es calculada como
porcentaje entre la población ocupada y la población total de referencia.
Cuando se habla acerca de los “techos de cristal” estamos refiriéndonos a una cuestión
que se centra en la división sexual del trabajo. Este concepto, según Brossio (2020), denomina una
“serie de barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a puestos jerárquicos y de
decisión en una figurativa escala organizacional”. Se trata del impedimento que tienen las mujeres
de poder ingresar a puestos de alto valor dentro del mercado laboral, donde confluyen varios
factores para que esto no suceda; es de destacar, por ejemplo, la asimétrica distribución del
trabajo doméstico y del cuidado no remunerado. Si bien se han mercantilizado las tareas que
requiere el trabajo doméstico, este tipo de empleos se presentan, por lo general, de manera
informal, desorganizada, de baja calidad y con salarios bajos, pero para muchas mujeres esta es la
única alternativa que tienen de poder “conciliar” sus infinitas obligaciones hogareñas con la
necesidad de acceder a algún tipo de ingreso, aunque éste sea escaso. Este concepto suele ir
acompañado de otro término, el de los “pisos pegajosos”, que refiere al “proceso mediante el cual
las mujeres tienden a quedar estancadas en los puestos de trabajo de menor calificación” (Brossio,
artículo del diario Perfil, 2020).