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El efecto del medio ambiente en la vida de los automóviles es otro ejemplo de la
influencia del medio ambiente sobre la conservación de bienes metálicos. La crisis
económica y el aumento en los precios han convertido al automóvil en un bien
duradero. Las estadísticas muestran que la edad media del parque de automóviles
se está elevando en muchos países. Por otro lado, el deterioro por corrosión de la
estructura del vehículo aumenta las posibilidades de accidentes. La corrosión
puede afectar a partes vitales, como los elementos de dirección, suspensión y
sistema de frenos.
La presencia de contaminantes en el aire (especialmente SO 2 y cloruros)
repercutan de manera decisiva tanto en la corrosión cosmética como en la
corrosión perforante y en la estructura del automóvil. La corrosión del vehículo es
muy sensible a la cantidad de cloruros de las atmósferas marinas y de sal añadida
a las carreteras en lugares fríos. La presencia de cloruros incrementa los peligros
de corrosión en resquicios y la formación de picaduras, y acelera el deterioro de
los recubrimientos de pintura, así como del metal subyacente.
Existen plásticos como el PVC, CPVC o el polipropileno, entre otros, que fueron
desarrollados para resistir la corrosión, el calor, humedad, impactos e incluso
químicos dañinos. Gracias a estas características, algunas piezas metálicas
pueden sustituirse, mas no siempre será el caso de muchas estructuras que
requieren la resistencia del metal.
Para que esta técnica funcione, es necesario crear una capa de óxido con un volumen
casi igual al del metal donde se formó. Así, dicha capa de óxido será uniforme e
impermeable, impidiendo el paso de la corrosión en el metal.