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Universidad Andrés Bello

Facultad de Educación y Ciencias Sociales


Programa de Pedagogía en Educación Media para Licenciados
Didáctica de la Especialidad

TALLER I
Rosa Ester Valencia Bustos

El presente texto tiene como propósito identificar algunos de los puntos expuestos
en el texto “problemas y retos en la enseñanza de la Historia”, pasando por su utilidad a la
clase política, su carácter factual y los desafíos que se deben enfrentar para generar un
cambio.
La enseñanza de la historia, su problemática para quienes la enseñan y para quienes
la aprenden. ¿Cómo enseñarla haciéndola interesante para los alumnos, quienes la
consideran una pérdida de tiempo y sin sentido? El autor indica que, desde los inicios, la
Historia sí tiene un uso singular: fortalecer la identidad y la idea de la conciencia nacional,
desarrollar un sentido de pertenencia a un país, a un Estado-nación.
Hay una cuestión histórica detrás de esto. La educación en general actual, legado del
siglo XX, fue útil a la clase obrera, cuyos conocimientos eran de hecho aprovechados por la
clase media. Eso en términos económicos. En términos políticos, el carácter de utilidad de
la historia como herramienta, sobre todo por el sector de la derecha, cuyo propósito es
adormecer las preguntas y las mentes de los jóvenes, haciendo la historia algo lejano, ajeno,
abstracto, que no se puede relacionar con el presente y que sólo ocurre en una sala de
clases.
¿Cómo desafiamos aquello, los futuros profesores de Historia? ¿Cómo fomentar el
pensamiento crítico, el acercamiento al análisis; a la premisa de que la Historia es una
interpretación, una reconstrucción del pasado desde el presente, que permea una corriente
historiográfica y una subjetividad inevitable?
¿Cómo hacer de la Historia algo más que hechos, nombres y fechas? Sin duda una
de las cosas que se deben aprender aún, todos los días en la labor de docente.
Sin duda, la enseñanza de la historia preocupa a quienes confían en el valor
educativo de formar a los jóvenes para que se ubiquen en su mundo y sus orígenes, y sean
los auténticos protagonistas de la construcción del futuro. Un currículum cargado de
contenidos factuales ha impedido frecuentemente que aquello ocurra, no permite
profundizar en la complejidad de los saberes históricos y convertir al alumnado en
protagonista de su aprendizaje.
¿Cómo cambiar aquello? El autor propone varias desarrollar algunas de las
siguientes capacidades en los alumnos: utilizar y analizar evidencias, formularse preguntas,
sintetizar y comunicar información, comprender los mecanismos del cambio y la

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complejidad de la causalidad histórica, argumentar los propios puntos de vista y respetar la


diversidad cultural (p. 5). Esto, aunque suena esperanzador, significa también un desafío.
Hay que predisponer al alumno a aceptar los retos que significan el conocimiento histórico.
Luego, comunicarles el propósito de esa enseñanza, ya que tal como señala el propio autor,
“el profesor de historia ha de ser […] un buen conocedor y un apasionado del presente y
sus problemas” (ídem).
Podemos concluir, entonces, que la enseñanza de la historia hasta hoy consta de dos
características fundamentales para el autor: es útil a la política para fomentar la consciencia
nacional, y es de carácter factual. Puntos que sin duda resultan problemáticos a la hora de
lograr que los alumnos desarrollen pensamiento crítico, una opinión formada y
fundamentada, y una intención transformadora y conocedora de su propio presente. Este
presente no se encuentra en las situaciones actuales porque sí, o por una sola razón. La
historia cuenta con muchas causalidades, las visiones reduccionistas no son contempladas
en la educación superior, tampoco deberían serlo en la educación media. Pero ¿cómo
defendernos del factor tiempo?
Sin duda es uno de los desafíos más importantes para las futuras generaciones de
profesores, pero que puede lograrse con esfuerzo y cariño por la profesión, la labor docente
y la esperanza en los jóvenes del presente, para que sean los adultos conscientes del futuro.

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