Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
XII
1a El espíritu libre actúa desde sus impulsos, esto es, de acuerdo con
intuiciones que él escoge del total de su mundo de ideas, por medio del
pensar. Para el espíritu no libre, la razón por la que escoge de su mundo de
ideas una intuición determinada sobre la que basar sus actos, reside en el
mundo de la percepción que le es dado, es decir, en sus experiencias
pasadas. Antes de tomar una decisión recuerda lo que otro ha hecho o
considerado conveniente en un caso similar al suyo, o lo que Dios ordena
para este caso, etc., y actúa de acuerdo con ello. Para el espíritu libre estas
condiciones previas no son los únicos impulsos de su actuar. Toma una
decisión totalmente original. No le preocupa ni lo que otros han hecho, ni
lo que han ordenado para este caso. Tiene razones puramente ideales que le
mueven a escoger de la suma de sus conceptos justamente uno determinado
y llevarlo a cabo con su acción. Esta, sin embargo, pertenecerá a la realidad
perceptible. Lo que él realiza será idéntico, por lo tanto, a un contenido de
percepción bien determinado. El concepto tendrá que realizarse en un
hecho particular concreto; pero como concepto no podrá contener este
hecho particular. Sólo podrá relacionarse con él como se relacionan
generalmente un concepto con una percepción, como por ejemplo el
concepto león con un león particular. El nexo entre concepto y percepción
es la representación (ver cap. VI).
1
conceptos: “¡No robarás!”, “¡No cometerás adulterio!”. Estas leyes influyen
sobre el espíritu no-libre sólo por referencia a una representación concreta,
por ejemplo, al castigo correspondiente en esta vida, al cargo de conciencia,
a la perdición eterna, etc.
2
lo general los hombres están mejor dotados para encontrar los conceptos
del mundo ya dado, que para determinar creativamente, por medio de la
imaginación, los actos futuros todavía no realizados. Por esto es muy
posible que hombres sin imaginación moral tomen las representaciones
morales de otros y que las apliquen con destreza a la realidad. También
puede suceder lo contrario, que haya hombres con imaginación moral pero
sin habilidad técnica, y tiene entonces que valerse de otros para llevar a
cabo sus ideas.
3
leyes.2
4
de los amniotas primitivos, pero el naturalista no puede derivar de ese
concepto el de los reptiles. Las ideas morales posteriores se desarrollan de
las anteriores; pero la ética no puede desarrollar de los conceptos morales
de un periodo cultural anterior los de uno posterior. La confusión se debe a
que como naturalistas partimos de los hechos que tenemos ante nosotros, y
sólo después los observamos para llegar a conocerlos; mientras que en la
actividad moral somos nosotros mismos los que creamos primero los
hechos que luego incorporamos a nuestro conocimiento. En el proceso
evolutivo del orden moral del mundo realizamos lo que la Naturaleza hace a
un nivel inferior: transformamos lo perceptible. Por lo tanto, la norma ética
no puede se objeto de conocimiento como lo es una ley de la naturaleza,
sino que tiene que ser creada. Sólo cuando ya existe, puede ser objeto del
conocimiento.
10 Así pues, ¿no podemos entonces juzgar lo nuevo según lo antiguo? ¿No
se ve todo hombre obligado a comparar lo producido por su imaginación
moral, con las doctrinas éticas tradicionales? Para aquello que debe
manifestarse como algo moralmente productivo, esto sería tan absurdo
como si uno quisiera comparar una forma nueva de la naturaleza con la
antigua, y dijera: como los reptiles no concuerdan con los amniotas
primitivos, son formas no justificadas (patológicas).
5
como la aparición de una nueva especie animal a partir de otra. Sólo que
esta teoría, como concepción monista del mundo, tiene que rechazar, tanto
en la vida moral como en la natural, toda influencia trascendente
(metafísica), meramente deducida y no vivenciable a nivel ideal. Con ello
sigue el mismo principio que también la guía cuando busca las causas de
nuevas formas orgánicas, pero sin invocar la intervención de un ser
extraterrenal, que produce toda nueva especie como resultado de un pensar
creador nuevo por influencia sobrenatural. Así como el monismo no
necesita ningún pensamiento creador sobrenatural para explicar un ser
vivo, le es también imposible deducir el orden moral del mundo a partir de
causas que no se hallen dentro del mundo sensible. Para el monismo, no se
puede explicar la esencia de la voluntad moral de una persona
atribuyéndola a alguna influencia sobrenatural que actúa de continuo en la
vida moral (por ejemplo: desde afuera, un gobierno universal divino), o a
una revelación determinada en el tiempo (los de los Diez Mandamientos), o
al advenimiento de Dios en la Tierra (Cristo). Todo lo que de esta manera
sucede al hombre y en el hombre sólo llega a ser algo moral cuando en la
vivencia humana se transforma en algo propio en los individuos. Para el
monismo, los procesos morales son, como todo lo que existe, productos del
mundo, y hay que buscar sus causas en el mundo, esto es, en el hombre,
puesto que el hombre es el portador de la moral.
14 Por lo tanto, el individualismo ético llega a ser aquella cima del edificio
que Darwin y Haeckel buscaban para las ciencias naturales. Es teoría
evolutiva espiritualizada, llevada a la vida moral.
6
como acto libre, a la observación directa del acto. En realidad sólo afirma
que el hombre proviene de antepasados no humanos. Como están formados
los hombres hay que comprobarlo a través de su propia observación. Los
resultados de esta observación no podrán estar en contradicción con una
historia de la evolución correctamente enfocada. Sólo la afirmación de que
esos resultados excluyen un orden natural del mundo, impediría su acuerdo
con la nueva orientación de la ciencia natural.3
7
“Es absolutamente cierto que la voluntad siempre está determinada por
motivos, pero es absurdo decir que sea no-libre por ello; pues no se puede
desear ni imaginar una libertad mayor que la de realizarse uno mismo de
acuerdo a su propia capacidad y determinación”.
Claro que sí se puede desear una libertad mayor, y sólo ésta es la verdadera,
a saber: determinar por uno mismo los motivos de su querer.
8
que es reflejo de la intuición, es que la actividad orgánica necesaria también
se ha retirado de dicha volición. El acto volitivo es libre. No podrá observar
esta libertad del querer quien no sea capaz de ver que el querer libre
consiste en que primero se paraliza, se reprime la actividad necesaria del
organismo humano, por el elemento intuitivo, siendo sustituida por la
actividad espiritual de la voluntad impulsada por las ideas. Sólo quien no es
capaz de hacer esta observación del doble aspecto de la volición libre cree
que todo acto volitivo carece de libertad. Sin embargo, quien sea capaz de
hacer dicha observación, llegará a comprender que el hombre no es libre
mientras no logre completar el proceso de represión de la actividad
orgánica; pero que esta falta de libertad tiende a la libertad, y ésta no es en
absoluto un ideal abstracto, sino una fuerza directriz inherente a la
naturaleza humana. El hombre es libre en la medida en que es capaz de
realizar en su querer la misma disposición anímica que vive en él cuando es
consciente de la formación de intuiciones puramente ideales (espirituales).
1 Sólo un criterio superficial podría considerar el uso del término “facultad” aquí y en otros pasajes de
este libro, como una vuelta a la teoría de la psicología antigua relativa a las facultades del alma. El
sentido de esta palabra viene dado exactamente en relación con lo expresado en el capítulo V.
2 Cuando Paulsen dice en el libro mencionado: “Las disposiciones naturales y las distintas condiciones
de vida exigen, lo mismo que una dieta corporal distinta, también una dieta espiritual-moral
diferente”, se acerca al conocimiento correcto, pero no da con el punto decisivo. En tanto que soy
individuo no necesito dieta. La dietética es el arte de armonizar cada ejemplar de una especie con las
leyes generales de la misma. Pero como individuo no soy un ejemplar de la especie.
3 Considerar los pensamientos (las ideas éticas) como objetos de la observación está justificado. Pues
aunque durante la actividad pensante las imágenes del pensar no entran en el campo de la
observación, si pueden, sin embargo, ser después objeto de la observación. Y así como hemos llegado
a nuestra caracterización del actuar.