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Facultad de Filosofía y Letras

Grado en Historia

Comentarios de texto Bloques III y IV

Alejandro Revenga Palenzuela


Historia Antigua II
Profesor: José Ortiz Córdoba
Curso: 2020-2021
Comentario de Textos Bloques III y IV | Alejandro Revenga Palenzuela

1. Comentario de texto “Los poderes de Augusto”


El texto de Augusto al que nos enfrentamos es un fragmento del Res Gestae, texto en el
que se ensalza la figura del Príncipe de la República y toda su obra política, social,
económica, etc. Por tanto, el texto es de un carácter histórico-literario; es decir, un texto
autobiográfico del primer emperador de la historia de Roma.
El texto fue escrito poco tiempo antes de su muerte, en el año 14 d. C. Concretamente se
escribió en el año 13 d. C, ya que él mismo escribe: “este texto fue escrito el septuagésimo
sexto año de mi vida”1. Lo escribió con una finalidad propagandística muy grande de su
persona y de su familia (problema de sucesión con Tiberio). También sirvió como
legitimación de todos los poderes que había recibido en vida y, a su vez, negar aquellas
atribuciones que lo asemejaban a un dios en vida o a un rey, pese a que ambas cosas fueron
llevadas a cabo de una manera secundaria o menos visible.
El autor como se ha referido con anterioridad es el propio Augusto, el cual tenía una gran
voluntad de que se extendiese este texto por todo el Imperio ya que hay diferentes copias de
este en templos de Oriente y de Occidente, inscripciones, etc. Pero la localización principal de
este texto sería en su mausoleo, una monumental edificación donde sería enterrado el
emperador. César Augusto, previamente Octaviano, fue el primer emperador de Roma y llegó
al poder tras la victoria en una guerra civil contra Marco Antonio y una reorganización del
Imperio que le permitió ser el rey, pero sin ser visto como tal por sus contemporáneos, gracias
a la acumulación de poderes entregados por el Senado y su teórica función de “Protector de la
Res Publica”.
La finalidad y los objetivos de este texto ya han sido mencionados con anterioridad, pero
es un claro ejemplo de propaganda personal y divinización ya que él mismo ensalza sus
acciones y las glorifica. Y, además, se encarga de que ese texto llegue a todos los confines del
Imperio con la idea de crear un carácter religioso sobre la figura del emperador.
El texto presenta un hilo argumental cronológico de los distintos méritos que Octaviano
reunió a lo largo de su vida, incluida su transformación a Augusto. Por orden del Senado y el
pueblo le fue concedido el poder de supervisar las leyes y las costumbres, coexistiendo con
los cónsules, pero él no admite esta concesión ya que se excede de la costumbre tradicional
(siendo este un claro ejemplo de su intención de negar cualquier parecido a una monarquía).
Tras esto enumera algunos de sus títulos en base al poder consuetudinario que posee con
una justificación similar en todos ellos, la concesión dada por el Senado y el pueblo. Entre
ellos destacan sus poderes tribunicios para administrar el Senado, sin embargo, pide un colega
que le ayude (mostrando posiblemente su humanidad); fue triunviro para restaurar la
constitución (justificación de su aparición en la guerra civil contra Marco Antonio); fue
Príncipe del Senado hasta el momento en el que escribe el texto, de igual manera que augur y
pontífice máximo (indicando el carácter vitalicio de algunos de sus poderes); cónsul durante
varios años donde por orden del Senado y del pueblo romano aumentó el patriciado con
familias afines a su persona; incluso en el sexto consulado, ayudado por Agripa (fiel
partidario y uno de los que pudieron ser sucesores al principado de no ser por la longevidad
de Augusto) realizó un censo.
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Guillermo Fatás y Manuel Martín-Bueno, XXXV, 1987

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Tras la guerra civil, ya siendo dueño de todas las cosas (por acuerdo de todos no por su
poder sino como restaurador de la res publica) cedió dicho poder al Senado que le congratuló
con el título de Augusto, su casa fue adornada con laureles (como señal de ser superior) y con
la corona cívica, y la curia Julia recibió el escudo de oro con forma de clípeo en el que se
remarcaban los nuevos valores del romano (valor, clemencia, justicia y religiosidad) en
muestra de gratitud por haber salvado a los ciudadanos y la constitución romana.
Entonces teniendo más prestigio que nadie, mantuvo un poder similar al de cualquiera del
resto de integrantes de las magistraturas tradicionales. Y en el decimotercer consulado fue
nombrado por el Senado, pueblo y ordo ecuestre Padre de la Patria (nominalización similar a
la de rey, pero sin serlo), siendo inscrito en su casa, en su foro y en la curia Julia como forma
de mostrar quien realmente mandaba en el devenir de la sociedad romana de su época.
El texto nos muestra la manera en la que Augusto quería que su reinado y su forma de
actuar fuese vista por la sociedad romana. De esta forma también justificaba todas sus
acciones que de otro modo podrían haber sido vistas como atentados contra el orden
sociopolítico romano, de igual forma que fueron vistas las de Sila y las de César en el siglo I
a. C.
Al ser tan concienzudo en respetar la tradición y en maquillar las acciones e intitulaciones
que el Senado, el pueblo y el ordo ecuestre le entregaban parecía que eran las instituciones y
la sociedad que le aclamaban de manera necesitada como supervisor y salvador de un sistema
que tenía muchos detractores.
Bien es cierto que la mayoría del nuevo patriciado, como él dice en su propio texto, es
afín a su ideología ya que la anterior había sido eliminada en las distintas batallas que se
habían dado en la última guerra civil contra Marco Antonio; por lo tanto, tenía el camino un
poco más decantado hacia su postura por esa razón.
También el texto nos relata que pese a tener todos los poderes del Imperio, se mantuvo la
tradición e incluso en su texto incluye los nombres de los distintos cónsules en ejercicio con
los que coinciden los distintos títulos y poderes que, sobre todo el Senado, le conceden solo
poderes que ya existían previamente por ese afán de Augusto de no salirse de la tradición para
no ser visto como una persona con ansias de obtener la monarquía sino como un primo inter
pares, figura que se refleja en el título de Príncipe del Senado que ostenta y mantiene durante
40 años.
Por otro lado, el texto muestra la humildad de Augusto que, tras poner fin a la guerra
civil, cede los poderes otorgados por el Senado anteriormente ya que, bajo su punto de vista,
la Res Publica ya está libre de personajes que quieran ultrajarla a través de corrupción y de
pagos de dinero para obtener cargos, etc. Sin embargo, el Senado le concede el título de
Augusto y el clípeo de oro (entre otros galardones) por su valor, religiosidad, justicia y
clemencia; en vez de deponerlo por haber finalizado su cometido como salvador de la
sociedad romana.
El texto es bastante subjetivo ya que es escrito en primera persona por el propio Augusto
y por ello no relata pasajes de su gobierno que no sean puros y dignos de un buen romano, por
ese aspecto podemos decir que no es una fuente de buena calidad. Pero en contraparte, el
texto sobre la vida de Augusto es una gran fuente de información cronológica sobre distintos

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acontecimientos de la obra política de Augusto, los distintos títulos que recibió o la


importancia que posee este texto al verlo en tantos sitios copiado y expuesto ante los ojos de
todos los romanos para que pudiesen contemplar la vida y obra del primer emperador de la
historia de Roma.
Es inevitable pensar que esta fuente sobre el primer siglo después de Cristo sea poco
fiable o que no pueda ser utilizada como objeto de estudio. De este texto creo que lo que más
puede interesar más allá de los hechos como tal que están relatados, es entre otras cosas la
importancia de la simbología en el mundo romano, la forma de legitimar un poder que, a
César, su propio padre adoptivo, no le había funcionado, ya que fue asesinado.
Y para concluir quiero matizar que el sesgo del texto es bastante claro y que por lo tanto
no podemos dejarnos llevar por las palabras de Augusto sola y exclusivamente, sino que
debemos de contrastar las diferentes fuentes, hecho un tanto difícil ya que no coexisten
muchas fuentes escritas con las que contrastar, para poder construir un discurso crítico, pero
la arqueología u otras fuentes auxiliares nos pueden facilitar el trabajo de análisis.

Bibliografía
- Guillermo Fatás y Manuel Martín-Bueno, Res gestae divi Augusti: autobiografía del
Emperador Augusto, Zaragoza, Universidad Popular y Ayuntamiento de Zaragoza,
1987.

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2. Diocleciano y los cristianos


El texto que escribe Lactancio es de carácter histórico-literario ya que está narrando unos
hechos que ocurrieron en el año 303, concretamente el 23 de febrero ya que el autor indica
que tuvo lugar en las Terminales; cuando Diocleciano (durante la tetrarquía que gobernaba
junto a Maximiano) publicó un edicto en el que mandó la persecución de los cristianos y sus
templos de culto.
Diocleciano, que había subido al trono poniendo fin a la crisis del s. III y que comandó
distintas batallas militares en distintos puntos del Imperio (contra los bárbaros y contra
usurpadores) y logró una mayor burocratización del Imperio gracias a fundar centros
administrativos más cerca de las fronteras como Tréveris, Nicomedia, Antioquia, etc. Sin
embargo, todos estos avances suponían un gran gasto para las arcas imperiales por lo que trató
de hacer reformas fiscales y económicas para controlar la inflación y los distintos tipos
impositivos, pero no tuvieron éxito.
Las persecuciones habían estado latentes en el Imperio desde el siglo I cuando Plinio,
gobernador de la provincia Bitinia-Ponto, avisó de linchamientos y existencia de cristianos; a
los que debía de ejecutar. Sin embargo, estas persecuciones o la de Nerón en el año 64,
culpando a la comunidad cristiana del incendio eran meros sucesos aislados y poco comunes.
En el siglo III las hostilidades aumentaron su violencia hasta que Diocleciano en el 303
emite el edicto que prohíbe la religión cristiana por estar menospreciando la religión romana
tradicional, y como restaurador de la época dorada romana se quiso apoyar en la religión
tradicional y en los valores históricos romanos (donde el cristianismo no tenía cabida).
El autor, Lactancio de origen africano, fue profesor de retórica en Nicomedia a
instrucción de Diocleciano (quien más tarde le despediría por convertirse al cristianismo). Fue
un escritor y apologista cristiano coetáneo a la que algunos llaman la “Gran Persecución”.
Escribió sobre ella como algo negativo ya que él se incluía en el grupo social al que
pretendían eliminar, incluso en el texto: “como si con ella se quisiese poner término a nuestra
religión”. El texto es un fragmento de De mortibus persecutorum, escrito en la Galia en el año
318 donde relata las violentas acciones ejecutadas en su tiempo contra la comunidad cristiana
con objetivo de su exterminio. Claramente este objetivo no se cumplió ya que en el 313 se
publicó el Edicto de Milán que ponía la religión cristiana como religión oficial del Imperio.
El texto va dirigido a la comunidad cristiana para que tengan consciencia de lo que ha
ocurrido e intentar evitar futuras persecuciones, además de difundir la imagen negativa que la
tradición romana tenía sobre el cristianismo y que volver a un gobierno de personas fieles a la
tradición supondría un gran peligro para el mundo cristiano, que cada vez era más numeroso
por todos los rincones del Imperio.
El texto tiene distintas partes. La primera, deja ver que se los superiores preguntaron a
otros funcionarios y militares que se debía hacer con los cristianos, su respuesta, la
destrucción por ser enemigos de la tradición (religión), Lactancio escribe que a veces tomaron
esta decisión por odio personal.
La segunda parte es aquella en la que se nos data muy precisamente el día elegido para
dicha aniquilación de cristianos, el 23 de febrero del 303, coincidiendo con la fiesta de
Terminales (fiesta al dios Término, dios de los hitos fronterizos).

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La tercera parte es en la que se relata detalladamente como sucedió la persecución. Desde


el amanecer se presentaron en iglesias destruyendo, saqueando y provocando el caos en las
calles. Justo al día siguiente se publicó el edicto que privaba de honor y de dignidad a los
cristianos, se les rebajó su condición y se les prohibió tanto llevar a cabo su culto como
recurrir a la justicia.
La cuarta parte trata de las muertes que se efectuaron destacando eunucos 2 de gran
importancia en la corte, presbíteros3 y ministros del culto (condenados sin prueba y sin
confesar). No importaba la edad o el sexo, eran tratados todos por igual.
Y la quinta y última parte, la que habla de la difusión de este edicto, Lactancio cree que
es una medida ilegítima ya que no se consultó a Maximiano antes de actuar, que acató el
edicto en Italia. Constantino que también recibió el edicto, destruyó los lugares de culto, pero,
de manera más clemente, y según dice Lactancio: “conservó intacto el verdadero templo de
Dios que se encuentra dentro de las personas”.
El texto nos plantea una serie de ideas que son interesantes como por ejemplo que se
preguntase a los generales militares y funcionarios si querían la persecución o por el contrario
preferían un descenso de su puesto (conllevando la ruina de su familia en muchos casos) 4, la
importancia de la destrucción de los lugares de culto, de las imágenes del “falso Dios” de los
cristianos con el objetivo de frenar su expansión, el hecho de que Diocleciano según
Lactancio (autor de este texto) y Eusebio de Cesárea afirman que era Galerio quién estaría
más interesado en la persecución,5 incluso que Diocleciano tenía en su corte algunos
cristianos como empleados. Sin embargo, y de manera casi increíble, el propio Galerio sería
quien finalizase la persecución. Además, el hijo de Constancio, Constantino I, fue uno de los
promulgadores del Edicto de Milán que aceptaría el cristianismo como religión oficial del
Imperio. Y su padre en el Edicto de los cristianos, no había llevado a cabo las persecuciones
del modo que sus superiores le indicaron, sino que fue bastante menos violento como
podemos leer en las líneas finales del texto.
Otro detalle que destacar es que una de las muchas prohibiciones que los cristianos tras la
persecución de Diocleciano y Galerio, era la permisión de cualquier acción judicial contra
ellos y, además, los cristianos perdían la capacidad de queja ante cualquier acusación, robo,
etc.6
La opinión de Lactancio, en contra del Edicto de forma clara y mostrándose dentro del
grupo de cristianos perseguidos, hace que la fuente tenga un sesgo algo mayor, ya que los
datos hablan en torno a unos 3000-35007 cristianos que sufrieron la persecución. Otros datos
afirman que en torno a 24.000 cristianos sufrieron el martirio8.
El texto nos habla con una precisión temporal muy elevada ya que el autor vivió los
hechos y es coetáneo a los mismos, y por ello, además, conoce lo sucedido como testigo,

2
Hombres castrados.
3
Sacerdotes que servían a la misma diócesis.
4
Liebeschuetz, 1979, a).
5
Barnes, Timothy D., 1981.
6
Potter, 2005, p. 33.
7
Liebeschuetz, 1979, p. 251-2, b).
8
Shin, Min Seok, 2018, p. 227.

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quizás incluso ocular y tuviese que escapar de la propia persecución ya que estaba trabajando
como profesor de retórica en Nicomedia. Y los hechos son de clara autenticidad.
Sin embargo, el texto tiene algunos matices que quizás no sean todo lo objetivos que
pudieran ser, por el mero hecho de que el autor sufrió en primera persona la violencia ejercida
por parte del Imperio a la comunidad cristiana.
El texto en sí es de elevado interés histórico ya que nos da datos que de otro modo sería
muy difícil de obtener, ya que en la posterioridad triunfó el movimiento religioso cristiano y
algunos de los nombres podrían haber desaparecido al sufrir un proceso de damnatio
memoriae. Sin embargo, en el propio proceso histórico no es un texto significativo ya que fue
escrito con varios años más tarde que la persecución a los cristianos, en la Galia en 318.

Bibliografía
- Liebeschuetz, J. H. W. G, Continuity and change in Roman religion. Oxford: Oxford
University Press, 1979.
- Liebeschuetz J. H. W. G., Martyrdom and Persecution, 393–94, 1979, p. 251-52.
- Barnes, Timothy D., Constantine and Eusebius, Harvard University Press, 1981.
- Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 315, p 34 citado y traducido en
Potter, David S., The Roman Empire at Bay: AD 180–395, Nueva York: Routledge,
2005.
- Shin, Min Seok, The Great Persecution: A Historical Re-examination, Turnhout:
Brepols, 2018, p. 227.

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