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Facultad de Filosofía y Letras

Grado en Historia

Comentario de la lectura del Bloque 1:


Revista Veleia 17, Guerra y Sociedad en los
etruscos

Alejandro Revenga Palenzuela


Prof.: José Ortiz Córdoba
Historia Antigua II
Año académico 2022/23
Comentario Bloque I | Alejandro Revenga Palenzuela

1. Introducción
En esta publicación se pueden apreciar dos visiones contrapuestas sobre la
civilización etrusca, ambas dos inspiradas en las fuentes clásicas, es decir; Virgilio y
Tito Livio entre otros. El primero sostenía la visión de que la civilización etrusca era
guerrera ya que sirven de ayuda como guerreros profesionales en las distintas luchas de
Eneas, mientras que Tito Livio sostenía la visión de esta civilización como un ente
social dedicado a la religión. Bien es cierto que estas dos visiones no son exclusivas y se
deben de tener en cuenta como visiones pretéritas.
Otra visión clásica, algo más lógica bajo mi punto de vista, es la propuesta por
Aristóteles, que divide la civilización en tres etapas según el dominio militar, haciendo
un símil con el mundo griego. Sin embargo, el mundo etrusco al no conformar una liga
sino ciudades-estado refleja claramente las dos primeras estadías y la postrera no es tan
clara como propone Aristóteles en su modelo.
Estos tres estados los podemos diferenciar fácilmente, el primero de ellos se
comprende en el espacio de tiempo en el que está la cultura villanoviana en auge (s. IX-
VIII a. C); en segundo lugar, se encuentra el mundo orientalizante que se manifiesta
relacionado con la cultura de base preexistente (s. VIII-VI a. C); y, por último, los siglos
VI y V a. C que refleja el espacio-tiempo en el que comienza y culmina la conquista
romana y su integración en el horizonte romano de las ciudades-estado etruscas.
2. Etapa Villanoviana
Desde tiempos prehistóricos se documentan urnas funerarias en la Península Itálica
hasta el desarrollo y difusión de metales (bronce y hierro).
Para contextualizar podemos distinguir varios fenómenos, como son la
intensificación de la sedentarización además de un abandono de la economía ganadera
de trashumancia, lo que implica el control de un territorio con suficientes medios que
aseguren la supervivencia. En este momento comenzaron las luchas y disputas por
territorios y por recursos. En estos territorios los autores clásicos como Claudio y Verrio
Flaco hablan de hasta 12 ciudades etruscas fundadas por Tarconte, con lo que explican
el dominio de Tarquinia y de la Etruria meridional en el proceso de “colonización
interna”.
Este proceso se ve reflejado en la arqueología en dos aspectos diferenciales que son
la disminución del tamaño de las chozas de la población en la transición del Bronce
final y el comienzo del Hierro, explicando el nacimiento de los primeros gobernantes o
soberanos (gran construcción frente a construcciones de dimensiones reducidas respecto
a las anteriores). Y como segundo aspecto arqueológico, las necrópolis, donde se ve que
a partir del s. VII a. C se aumenta progresivamente los ajuares de algunas tumbas.
Todo esto claramente nos permite reconocer el nacimiento de un grupo social
dominante en este horizonte que decide sobre el control de territorios y recursos y sus
correspondientes reparticiones donde el jefe es el mejor provisto de botín, seguido de
sus acompañantes (tal y como narran los poemas homéricos).

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Se atestiguan también intercambios con Fenicia y Grecia, donde sobresalen los


intercambios con los segundos que se pueden notificar desde el fin del s. IX y el primer
cuarto del s. VIII a. C, como una primera etapa (pocos restos en ciudades como Capua,
Veyes, etc.); y una segunda de organización tipo emporion griego y donde la
diversificación de los puntos de contacto es mayor.
El segundo fenómeno histórico (cuantitativo) para contextualizar es la panoplia que
esta civilización utilizaba, encontrada en las necrópolis y pocas veces de forma
completa. Se compone de un casco (madera o bronce), un escudo de madera
(excepciones en bronce), pectoral, espada corta o daga, lanza de hasta y algunos
accesorios. Que la panoplia tenga estos componentes indica un dato revelador en el
desarrollo de esta civilización de un ejército que solo desarrollaba emboscadas y
guerrillas a incluir factores defensivos implicando una guerra más organizada.
En las tumbas de Tarquinia y Veyes tan solo contienen panoplia etrusca un 15%,
esto da información sobre la población masculina movilizable era muy escasa. Bien es
cierto que las diferencias entre estas proto-ciudades son muy significativas ya que en la
zona de Tarquinia y Veyes existen amurallamientos mientras que en la zona Emilia no
hay testigos de ningún amurallamiento. Y para dificultar más este proceso, el mundo
etrusco se divide en cuatro zonas muy heterogéneas y su ritual funerario es la
incineración, por lo que las fuentes arqueológicas que son las más abundantes siguen
siendo de una escasez tremenda.
Y por último el tercer fenómeno (cualitativo) es el hecho de que los objetos de
prestigio son muy escasos, solo algunos escudos y pectorales de bronce y bocados de
caballo. Estas manifestaciones se dan algo antes de la llegada de la cultura
orientalizante, debido a que las diferencias de riqueza-prestigio eran prácticamente
nulas.
Como cierre de esta primera etapa se pueden sacar dos conclusiones, formación de
una aristocracia gracias a la sedentarización y la consecuente necesidad de controlar
ciertos territorios y recursos; y la panoplia defensiva es el resultado de una
transformación de las técnicas de combate que pasan de ser de guerrilla o emboscada a
tener una mínima organización. Además, algunos de estos elementos defensivos son
relacionados con elementos de prestigio, como los bocados de caballo que indican
hipotrofia en las clases dirigentes para distinguirse del resto.
3. Etapa orientalizante
La cultura orientalizante llega a la Península Itálica a comienzos del siglo VIII a. C,
y desde el 730 al 580 a. C tiene lugar el momento más álgido del resultado entre la
cultura autóctona y el componente exógeno. Es posible que este fenómeno aparezca
gracias al triunfo de la mentalidad y organización aristocrática.
La cultura orientalizante es un fenómeno complejo de raíz griega, que a su vez
contacta con los pueblos del Levante; sin embargo, el orientalizante etrusco no se puede
comprender sin tener en cuenta la cultura de Creta, de Corinto y la euboico-cicládica.
Su difusión se debe al gusto de la aristocracia de rodearse de monumentos y bienes
de prestigio en vida y muerte, ya que se han hallado túmulos del s. VII a. C por los

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valles del Amo y Tíber y costa tirrénica, y también palacios o construcciones palaciegas
de entre mediados del s. VII y últimos decenios del s. VI a. C.

Hay dos palacios que se han conservado mejor que otros hallados, estos son los
palacios de Mulo y de Acquarossa, que representan diferencias con los modelos
orientales, siendo un fenómeno de mayor envergadura y mediante el cual se difundió el
proceso de urbanización. Existen algunas diferencias entre ellos, pero lo que representan
es el surgimiento de unas construcciones de gran tamaño, que emulan los palacios
minoicos.
Un marco de nuevas relaciones sociales y la asimilación de conocimientos técnicos
difundidos en los siglos VIII y VII a. C, se definen con algunos elementos como la
consolidación del ordenamiento gentilicio de la aristocracia (gracias a la epigrafía)
donde se establece un ordenamiento por nombre individual y apellido gentilicio. A su
vez este nuevo ordenamiento no está sincronizado en el espacio y en el tiempo, pero
tiene una doble implicación social y económica.
La implicación social tiene que ver con el poder gubernamental del pater familias
aristocrático, mientras que la implicación económica reseña presencia de una nueva
realidad que da prestigio. El heredium, una realidad productiva que pertenece al heres,
confundido habitualmente con el pater familias.
Otro elemento es la aparición de redes clientelares dependientes en Veyes en el
siglo V a. C, sabido gracias a Dioniso de Halicarnaso, o en Arezzo durante la primera
mitad del s. IV a. C, gracias a Zonaras.
Las innovaciones técnicas que se asimilaron fueron de distintos ámbitos,
destacando en economía la olivicultura y las ánforas como recipientes; en cultura,
escritura en tres sistemas, decoración subgeométrica en urbanismo y nuevos elementos
urbanísticos tanto en el mundo de los vivos como en el de los muertos. En el ámbito
militar podemos distinguir entre el ofensivo (transformación de panoplia villanovense a
elementos hoplíticos y orientales, cambio de bronce a hierro, lanza como arma esencial
y cambio de espada larga a corta) y defensivo (ampliación del uso del escudo
villanovense de materia orgánica, ya que los de materiales nobles solo están en tumbas).
Además, se introdujo el carro de combate, ya que en las tumbas se han encontrado tiras
de hierro; sin embargo, la función no es análoga a la de origen ya que en Levante los
carros de combate significaban una complejización burocrática, mientras que en Etruria
eran elementos de prestigio y poca utilidad.
La aparición de las relaciones gentilicias también propiciaron la aparición de
ejércitos gentilicios que pueden reconocerse gracias a la iconografía y a la tradición
literaria.
La iconografía nos indica que en marchas militares de vasos (como el oinocoe) se
reconocen emblemas específicos, ejemplo en oenochoe de Tragliatella (630 a. C). Esto
contrasta con el olpé de Chigi, donde en cada escudo se refleja un emblema, posible
expresión de la naturaleza del propio ejército gentilicio. Finalmente, en Vetulonia se han
hallado unos cascos de bronce (datados hacia el 500 a. C), lo que puede ser una

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proyección más alá del horizonte orientalizante sino como una característica del mundo
etrusco.
Sin embargo, la tradición literaria ha idealizado este elemento (Tito Livio y Dioniso
de Halicarnaso). Tito Livio cuando relata la batalla de Cremera, donde la familia Fabia
se encarga de este suceso, se intenta dar la visión de guerra privada familiar.

4. Ejércitos cívicos
Estos tienen lugar al formarse ciudades y gracias al expansionismo de estas,
cuestión problemática ya que la formación de ciudades es un proceso de larga duración
y tendría sus raíces en la transición de cultura villanovense a etrusca. Bien es cierto que
la fundación de estas ciudades es por sinecismo o por absorción de otras doblegadas y
no por colonias (reflejado en la unificación de necrópolis como se ve en Veyes, de tres a
una necrópolis).
Aun así, el factor colonizador sí es relevante, ya que existen diferencias regionales;
es decir, en las ciudades más condicionadas hay más población, consumen más de lo
producido, hay más lugares de culto y defensas comunes. No aparecen construcciones
de administración pública.
Plinio habló de que el expansionismo fue consecuencia de la conquista y entonces
se formaron dos dodecapoleis en la llanura del Po y en Campania. Sin embargo, esta
teoría se ha rebatido mediante la cronología (formación de las dodecapoleis en Etruria
es tardía, aprox. S. VI a. C) y la arqueología (las ciudades de la dodecapoleis padana y
campana son autóctonas, gracias a las necrópolis). Sí es cierto que existía alguna
relación entre Etruria y las llanuras que iniciaron en el 616 a. C con la monarquía
etrusca en Roma, y, que finalizaron, tras la derrota naval de Cumas y en 423 a. C
cuando Capua es tomada por los samnitas; igual que en el s. V a. C cuando las
migraciones celtas desplazaron hacia el sur a los etruscos de la llanura del Po.
Existen algunos elementos técnicos y sociales de estos ejércitos cívicos. Técnicos
como la expansión de la panoplia hoplítica que ya existía en el horizonte orientalizante,
pero reducido a la aristocracia, ejemplificado en relieves, estelas, bronces, votivos, etc.
Y sociales como la táctica hoplítica, que diverge entre la guerra de los Fabii en Cremera
(477 a. C) y Servio Tulio (s. VI a. C).
En resumen, existen dos modelos: el primero en el que se acepta la isonomía y que
esta propicia la introducción de un ejército hoplítico; y el segundo que es observable en
Vulci, Chiusi, etc. que define que no hay un ejército cívico sino un ejército en servicio
de las ciudades, donde priman las relaciones personales de dependencia (proyectadas en
el ámbito funerario), de panoplia hoplítica pero no su táctica.
Para concluir, podemos decir que el mundo etrusco es heterogéneo en el que
difieren la tradición literaria clásica y la historiografía moderna. La formación de la
aristocracia y su posterior integración en el marco cívico propicia modelos políticos
isonómicos, no siempre, adecuados a la difusión hoplítica. Mientras que otras veces el
ejército heroico se adapta absorbiendo algunos elementos (permitidos por un marco de
relaciones dependientes, aunque en una ciudad). En ambos casos, la organización
política corresponde a una organización militar adscrita a la aristocracia.

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Bibliografía
- González Román, C., “Guerra y sociedad entre los etruscos”, Veleia, 17, 2000,
pp. 37-50.

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