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Asesino de brujas

Tomo I: La bruja blanca.

Capítulo IV: El robo.

 Personajes principales: Bas, Lou y coco.

 Personajes secundarios: Tremblay, los guardias y los chasseurs (cazadores).

 Lugares: la mansión de Tremblay.

 Tiempo: mitad en presente y mitad en pasado.

 Tema: literatura fantástica.

 Vocabulario: en general, se usa un vocabulario desconocido, ya que es una novela

francesa. Tanto los nombres de los personajes como los de los lugares están en

francés.

 Aspectos importantes (resumen):

Lou

Esa noche, Bas y yo pasearíamos como una joven pareja enamorada, vestidos con

las telas lujosas de los aristócratas, mientras Coco nos seguía como acompañante.

—Gracias por ayudarnos.

—Ah, Louey, sabes que no hay bondad en mi corazón. —Bas guiñó un ojo con

picardía. Es encantador.

Después de la pesadilla del desfile, habíamos pasado la mayor parte de la tarde

planeando cómo burlar las defensas de Tremblay. El primo de Bas vivía cerca de

Tremblay, así que con suerte nuestra presencia no había levantado sospechas.

Bas había descrito el lugar de la siguiente forma: un jardín cerrado con de guardias

tanto afuera como adentro, al igual que perros entrenados para matar. Aunque el

personal de Tremblay probablemente estaría dormido cuando entráramos a la


fuerza. Y luego estaba la cuestión de localizar la bóveda, lo más difícil. Estaba

muy ansiosa por lo que podría pasar. Coco me tocó la espalda con la mano.

—No estés nerviosa, Lou. Estarás bien. Los árboles de Brindelle ocultarán la

magia.

—Sí. Lo sé.

Cientos de años atrás, los árboles habían funcionado como un bosque sagrado para

mis ancestros. Sin embargo, cuando la Iglesia había tomado control de Belterra, los

oficiales habían intentado quemarlo, pero fracasaron. Los árboles crecieron de

nuevo con sed de venganza. En cuestión de días, tenían nuevamente su altura.

—Hay algo… esperándote en la casa de Tremblay. Tal vez es el anillo. —dijo

coco. Está borroso y desdibujado, pero sin duda hay algo allí. Creo que sea lo que

sea no te hará daño. Pero sin duda es… es poderoso.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?

— Solo veo lo que tu sangre me muestra.

A pesar de las quejas de Bas, Coco había insistido en pinchar nuestros dedos antes

de partir. Como Dame rouge, Coco no canalizaba su magia a través de la tierra

como yo y las demás Dames blanches. Su magia provenía del interior. Provenía de

la sangre.

—Quizás deberíamos haber reclutado otra bruja de sangre para nuestra causa.

Quizás Babette habría sido mejor para… —pensó Bas.

—No podemos confiar para nada en Babette —añadí.

—Sugiero que pospongamos esta conversación. No quisiera que me asaran en una

hoguera esta noche.

Coco pateó un guijarro suelto hacia la espalda de Bas, pero cuando abrió la boca

para discutir, Coco le dedicó una sonrisa felina.


—Cuidado. Aún tengo tu sangre en mi sistema.

—¡Increíble! Por favor, dime cuál ha sido el objetivo de permitir que succionaras

mi sangre si no planeabas compartir lo que…

—Ya te lo he dicho: mi tía puede ver miles de posibilidades solo con saborear una

gota.

—Fascinante. No imaginas cuánto disfruto estas conversaciones, pero preferiría no

saber de la adivinación del futuro por sangre.

—Coco resopló y le lanzó otro guijarro con una patada, sonriendo cuando este lo

golpeó de lleno en el pecho—. Eres la persona menos caballerosa que conozco.

Él nos fulminó con la mirada, intentando en vano detener nuestras risas.

—Entonces esta es mi recompensa por ayudaros.

—Ah, cállate, Bas. —Pellizqué su brazo. Imagina todo lo que podemos sacar de

acá.

La mansión de Tremblay apareció ante nosotros.

La vegetación subía con firmeza desde la base. Había un naranjo excesivamente

exótico. El viento sacudía las hojas secas por el jardín enrejado.

—¿Tienes el sedante? —le susurró Bas a Coco.

—Sí.

—¿Estás segura de que no matará a los perros?

—Los hará dormir.

Me coloqué la capucha sobre la cabeza y caminé en silencio hacia la reja de hierro

que rodeaba la propiedad. La cerradura de la puerta era simple y fuerte y estaba

hecha del mismo hierro que la reja. Podía hacerlo. podía romper un cerrojo

sencillo.
Después de un rato, vi volver a la tierra en un torbellino de polvo dorado. La

satisfacción recorrió mi cuerpo cuando la cerradura se abrió como respuesta. La

primera fase de mi trabajo estaba completa.

Coco entró conmigo por la puerta frontal, Bas la seguía de cerca.

Tres guardias estarían en el exterior, pero Bas se ocuparía de ellos. Era bastante

habilidoso con los cuchillos.

Ni siquiera había pasado un segundo cuando el primer guardia apareció rodeando

la mansión, y entonces me vio.

Mis ojos brillaban más de lo habitual. Mi piel resplandecía bajo la luz de la luna.

Le hice señas para que se aproximara. Él obedeció. Continuamos mirándonos hasta

que apareció el segundo y tercer guardia. Repetí el proceso.

De repente, tuve un recuerdo con Bus y en un abrir y cerrar de ojos los guardias

cayeron al suelo, inconscientes.

Después, Coco encontró los perros de Tremblay y los inyectó.

El silencio invadía el interior de la mansión. No podía oír a Bas y a Coco. Avancé

por el vestíbulo y asimilé mi entorno que, a decir verdad, era una porquería en

comparación con la casa de cualquier otro millonario de la zona.

El siseo de Bas surgió de la escalera y estuve a punto de morir del susto. Ignoré el

escalofrío que bajó por mi columna y aceleré el paso para unirme a él.

Para mi sorpresa y satisfacción, Bas había encontrado una palanca en el marco del

gran retrato de Filippa dentro del estudio de Tremblay.

Bas movió la palanca, el retrato se abrió y expuso la bóveda oculta detrás de la

pintura.

—¿Puedes abrirla?
—Solo hazlo —dijo él con impaciencia— y rápido. Los guardias podrían despertar

en cualquier momento.

Cierto. Un gemido leve escapó de mí cuando me rompí un segundo dedo. La

cerradura cedió y Bas abrió la bóveda.

Tremblay había guardado muchos artículos allí: documentos legales, cartas y

acciones. Bas vio con avaricia unas joyas detrás de los objetos. Eran más que nada

rubíes, aunque vi un collar de diamantes particularmente atractivo. La caja entera

resplandecía con las couronnes doradas que cubrían sus paredes. Lo aparté todo

con impaciencia, ignorando las quejas de Bas. Si Tremblay había mentido, si no

tenía el anillo…

Bas guardó el resto de las joyas y las couronnes en su bolso y miró el anillo con

expectación—. No parece gran cosa, ¿verdad? Tres golpes precisos resonaron

desde el piso inferior. Una advertencia. Bas entrecerró los ojos y avanzó hacia la

ventana para mirar el jardín. Me coloqué el anillo en el dedo mientras él estaba de

espaldas a mí.

—¡Mierda, Tenemos compañía! —dijo Bas.

Los guardias invadían el jardín camino a la mansión, pero eso no hizo que el miedo

apuñalara mi estómago.

—Chasseurs. Mierda. Para mi horror, uno de los guardias ya había comenzado a

despertar. No dudaba qué les diría a los chasseurs cuando recobrara por completo

la consciencia.

Bas ya estaba en movimiento; cerró la bóveda y colocó el retrato en su lugar.

—¿Puedes sacarnos de aquí?

—De acuerdo. —Apretó mis hombros una vez—. Buena suerte.

Luego, se giró y salió corriendo de la habitación.

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