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Asesino de brujas

Tomo I: La bruja blanca.

Capítulo X: Consumación.

 Personajes principales: Lou y Read.

 Personajes secundarios: los otros chasseurs, la señora del aseo y el arzobispo.

 Lugares: la torre de los chasseurs.

 Tiempo: pasado y presente.

 Tema: literatura fantástica.

 Vocabulario: en general, se usa un vocabulario desconocido, ya que es una novela

francesa. Tanto los nombres de los personajes como los de los lugares están en

francés.

Aspectos importantes (resumen):

Lou

La Cathédral Saint-Cécile d’Cesarine se alzó ante mí. Estaba muy abrumada.

—Compórtate —susurró mi nuevo esposo. Sonreí.

Un chasseur se detuvo frente a mí. —Identificación. Mi esposo inclinó la cabeza, tenso.

—Es mi esposa, Louise. Lo miré, sorprendida.

—¿Su esposa, capitán Diggory?

—Sí, mi esposa.

El chasseur se detuvo e informa al paje lo siguiente: Infórma al arzobispo de que el capitán

Diggory y su… esposa han llegado.


De repente, oímos alboroto a nuestras espaldas y nos giramos: chasseurs marchaban por la

calle, cargando lo que parecía un cadáver. Aunque mi esposo me retenía, me incliné más

cerca e inhalé la dulzura familiar que emanaba del cuerpo.

—¿Qué ha sido eso?

—No es asunto tuyo.

—Suficiente. —El arzobispo entró en el vestíbulo. Se había cambiado y había limpiado

todo su cuerpo.

—¿Dónde debemos ir a buscar tus pertenencias?

—No tengo ninguna.

—No… tienes ninguna —repitió él despacio, mirándome con desaprobación.—Te

encontraremos ropa presentable. No deshonraré a Reid haciendo que su esposa parezca una

pagana, aunque lo sea. En ese momento tuve ganas de acabar con él.

Después de firmar velozmente el certificado de matrimonio, mi esposo me guio por un

pasillo angosto y polvoriento.

De repente, una escalera de caracol arrinconada al final del pasillo llamó mi atención. Era

diferente al resto. Esa era de metal y evidentemente había sido construida después de la

original. Había algo allí…

—¿A dónde lleva esa escalera?

—A ningún lugar que vayas a visitar. Solo el personal autorizado puede acceder a los

pisos superiores.

Despues había una puerta de madera sencilla. La abrió sin mirarme. En la puerta colgaba

una frase que me estremeció: NO PERMITIRÁS QUE UNA BRUJA VIVA. Aquel lugar era
la famosa Torre de los Chasseurs. La atmósfera era lúgubre y rígida como los hombres que

residían allí. Ahora no había vuelta atrás.

Me guio por el pasillo, con cuidado de no tocarme.

—Por aquí. —Señaló una de las puertas

Era terriblemente simple. Solo una cama y un escritorio llenaban el espacio. Peor, él no

tenía pertenencias ni nada parecido. Mi esposo debía de ser la persona más insípida del

mundo.

Oí que cerraba la puerta.

Él alzó las manos despacio.

—Solo me quitaré la chaqueta.

—Puedes parar ahora mismo —dije—. No… No te quites más ropa.

—No te obligaré a hacer nada.

—¿Y cómo te ha resultado comportarte como una criminal?

—Estoy viva, ¿no?

—Sí, pero ahora eres mi esposa, nos guste o no. Ningún hombre te tocará de ese modo

nuevamente.

Una vez sentados, coloqué la mano alrededor de uno de los cuchillos de su bandolera.

Pero eso sí: deberías saber —susurré—, que si un hombre me toca de cualquier modo sin

mi permiso, lo abriré en dos.

—Tenemos que consumar el matrimonio. Hundí la punta del cuchillo e hice un corte. La

sangre brotó y dejé que las gotas de sangre cayeran sobre las sábanas.
—Listo. Matrimonio consumado.

Me miró perplejo.

Si alguien me hubiera dicho esa mañana que estaría casada al atardecer, me habría reído.

—. ¿Era necesario?

—Si hay algo que soy, es meticulosa.

—Creerán que te he asesinado —dijo.

—¿Qué hacemos con las pruebas?

—Una vez incendié un almacén. Una cerilla y el lugar ardió como una chimenea.

Me miró horrorizado.

—Tu vestido. También hay que deshacerse de él.

—No tengo otra ropa.

—Es tu problema. Entrégamelo.

—Deberías haber pensado en eso antes de hacerte un corte profundo en el brazo. —

Extendió la mano, insistente.

—Bien, de acuerdo.

Intenté quitarme el vestido por la cabeza, pero mis dedos, aún tiesos y doloridos, evitaron

que tuviera éxito. Pronto, unas manos fuertes aparecieron para ayudarme. Me aparté por

instinto y mi vestido se rasgó con la misma facilidad con la que lo había hecho en el teatro.

Nerviosa, le lancé mi vestido a la cara. No estaba desnuda. La suave ropa interior cubría

las áreas sensibles.

Él apartó la vista con rapidez.


—Le diré a una criada que traiga un camisón para ti. No permitas que vea tu brazo. Pero

mientras me vestí con una de sus camisas ridículamente grandes.

Pronto, una criada entró para comprobar que hubiera manchas de sangre en las sábanas.

Satisfecha, las retiró.

—¿Tienes un camisón? —dije—.

—El mercado no abre hasta la mañana, madame. Se marchó sin decir otra palabra.

Increíble. Incluso le habían lavado el cerebro al personal doméstico.

Cuando él se fue, caminé por el cuarto en busca de algo que pudiera usar contra mi captor.

No había mucho que inspeccionar. Pero entre todo, sobresalía un cuaderno de cuero. Cuando

lo tomé, varias hojas sueltas cayeron al suelo. Cartas. Las inspeccioné de cerca y una sonrisa

apareció despacio en mi rostro. Cartas de amor.

Un chasseur de cabello cobrizo muy confundido me despertó con la mano esa noche. Yo

estaba acurrucada en la bañera.

—¿Por qué estás en la bañera?

—Bueno, no dormiré en tu cama.

—No es necesario que duermas aquí —balbuceó—. Quédate en la cama.

—No es que no confíe en ti, pero… bueno, sí, es exactamente eso.

—¿Y crees que la bañera puede protegerte?

—Puedo cerrar la puerta con llave…

En ese instante, desperté de un salto. —He cerrado la puerta con llave. ¿Cómo has

entrado?
—No eres la única que sabe forzar cerraduras.

—¿En serio?

¿Dónde aprendería semejante truco un chasseur santo?

—El arzobispo. —Por supuesto. Es un imbécil muy hipócrita.

—Nunca le faltes el respeto.

—Escucha, Chass, eres mi marido, así que siento que debo ser sincera contigo y decirte

que con gusto asesinaré al arzobispo cuando tenga la oportunidad.

—Él te mataría antes de que alzaras siquiera un dedo. Él es líder más calificado en la

historia de los chasseurs. Ha asesinado más brujas que cualquier otro hombre vivo. Lo

subestimas por ser un anciano.

—Volveré al teatro —susurré, con los ojos cerrados—. Lo poco que he visto de la obra

esta mañana parecía fascinante.

—Ahora que eres mi esposa, lo mejor será que permanezcas dentro de la Torre de los

Chasseurs.

—No creo en absoluto que eso sea lo mejor.

—Qué lástima. Creía que tenías mejor juicio que el arzobispo —repliqué —No puedes

mantenerme encerrada en esta trou à merde.

¡Dios, mujer! ¿Cómo puedes hablar así? ¿No tienes vergüenza?

—No permaneceré aquí —repliqué furiosa.

—Harás lo que se te ordena. —Sus palabras eran firmes: definitivas.

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