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Asesino de brujas

Tomo I: La bruja blanca.

Capítulo II: Le chasseur (la pastelería).

 Personajes principales: Lou, Coco, Bas y el Chasseurs.

 Personajes secundarios: Pierre Tremblay, Johannes Pan, El rey Auguste, su

esposa, su hijo y los ladrones Andre y Grue.

 Lugares: Le chasseur (la pastelería) y las calles de la ciudad de Cesarine.

 Tiempo: en pasado la mayor parte y pequeñas partes en presente.

 Tema: literatura fantástica.

 Vocabulario: en general, se usa un vocabulario desconocido, ya que es una novela

francesa. Tanto los nombres de los personajes como los de los lugares están en

francés.

 Aspectos importantes (resumen): Lou se reunió en la pastelería con su amigo

Bas. Ella sabía que nadie podía estafar a un aristócrata mejor que Bas. La

condición era que podía robar todo lo demás que esté en la bóveda de Tremblay

como pago, pero el anillo era de ella. Bas aceptó.

Cuando Lou llegó a Cesarine, creía que Bas era bastante apuesto, y se lo demostró

en una noche de pasión intensa. Bas Se rio como si leyera si mente.

Bas tenía la particularidad de pertenecer a la aristocracia y no ser parte de ella al

mismo tiempo. La fortuna de su pariente le permitía vestir las modas más elegantes

y asistir a las mejores fiestas; sin embargo, los aristócratas no se molestaban en

recordar su nombre. Él solía asistir a esas fiestas para quitarles sus objetos de

valor.
Continuando con la conversación, Bas le decía que había hecho muy bien en

elegirlo a él para esa tarea, ya que por lo sucedido con las brujas, Tremblay había

redoblado la seguridad. En ese instante, Coco ocupó el asiento vacío entre ellos.

Lou comenzó a mirar por encima del hombro hacia el muchacho bajo y regordete

que estaba detrás del mostrador: Johannes Pan, pastelero extraordinario, con la

intención de pedirle unos bollitos rellenos de pastel. Sin embargo, lo más

importante era que él era amigo cercano de Mademoiselle Lucida Bretton y su

confidente. Él no sabía que había cometido toda clase de actos atroces contra la

pobre mademoiselle Bretton durante los últimos dos años.

Retomando el tema, Lou recibió la noticia de que el anillo desaparecería por la

mañana, así que debían el mismo día, pero con taba con que Bas se echaría para

atrás en el último momento. Le preocupaban cosas más importantes, como salvar

su propio pellejo ante el menor indicio de problemas. Después de todo, era un

hombre y lo había más que compensado con sus besos. Pero Coco no lo tomó de la

misma forma. Lo fulminó con la mirada.

El caso es que el dichoso anillo otorga más que invisibilidad al portador. Hace que

el portador sea inmune a los encantamientos. el rey ha organizado un baile de

bienvenida para su hijo, que regresa de Amandine.

Esa misma mañana, Lou recibió otra noticia más que la motivó: el rey ha

organizado un baile de bienvenida para su hijo, que regresa de Amandine. Toda la

aristocracia ha sido invitada… incluso monsieur Tremblay.

Todos en la pastelería se pusieron bastante tensos por la gran conmoción y

algarabía en la calle y clavaron los ojos en los hombres que aparecieron entre la

multitud. Los guardias de seguridad recibían el nombre de Chasseurs.


Habiendo jurado lealtad a la Iglesia como cazadores, los chasseurs protegían al

reino de Belterra de lo oculto: específicamente, de las Dames blanches o brujas

letales. La pelea milenaria entre la Iglesia y las brujas ya no la afectaba: no desde

que había dejado atrás el mundo de la brujería.

Después de eso, Bas pagó la cuenta y se fue caminando hasta alejarse de ellas.

Coco no se cansaba de repetirle a Lou que ese bastardo romperá su promesa en

cuanto desaparezca. Probablemente nos entregará a los guardias… o peor, a los

chasseurs. No sé por qué confías en él. Lou Consumió el último bollo esforzándose

por evitar la mirada de Coco, intentando no arrepentirme de mi decisión. Ahora no

tenía más opción que confiar en él.

Lou Salió de la patisserie (pastelería) pocos minutos después de que lo hicieran

Coco y Bas. En el exterior, un hombre bloqueaba la entrada. Era realmente

inmenso y atemorizante.

Tosió y le tocó la espalda. No se movió. Lo tocó de nuevo. Movió el cuerpo

levemente, pero no lo suficiente como para que pasara. Así clavó su hombro en el

lateral de su cuerpo e intentó avanzar entre su cintura y el marco de la puerta. Él

pareció notar ese contacto, porque por fin se giró… y golpeó de lleno si nariz con

su codo ¡Qué torpe, pensaba ella!

El hombre se dio cuenta inmediatamente de su grotesco acto, así que extendió una

mano ágil. —Discúlpeme, monsieur (señor). No le he visto. –Dijo el hombre.

Pero él bloqueó el paso una vez más. Su abrigo se abrió con el movimiento y dejó

expuesto el cuchillo enfundado sobre su corazón. Lou se aterrorizó bastante. De

todas formas, él no representaba un peligro con su disfraz actual. En ese momento

era un hombre, no una mujer. Por poco se olvida de eso.


Más allá de su altura obscena, su nariz recta y su boca carnosa, era

inesperadamente apuesto para ser un chasseur.

El hombre la analizó por un rato y se dio cuenta que era una mujer disfraza de

hombre. Lou lo fulminó con la mirada y el hombre sintió demasiada pena.

Ahora las personas los miraban.

—¿La he ofendido de alguna manera? – Dijo el hombre.

A lo que ella contestó: –¡Me has roto el trasero!

Quizás su vulgaridad fue lo que le impactó, pero él la soltó como si lo hubiera

mordido, mirándola con un desprecio que lindaba con la repulsión. —Nunca en la

vida había oído a una dama hablar de ese modo. Ah. Los chasseurs eran hombres

santos. Probablemente creía que ella era el diablo.

El hombre ya le iba a preguntar su nombre, pero en ese momento ocurrió un suceso

que lo hizo distraer de la muchacha. Lou logró escaparse.

Buscó un terreno más alto para esperar a que la procesión terminara. Con un salto,

se aferró al alfeizar de un viejo edificio de arenisca, escaló por el tubo del desagüe

y subió al techo.

Los vendedores ofrecían comida en cada esquina. A pesar de los olores tentadores

de sus frites, salchichas y croissants de queso, la ciudad aún apestaba a pescado.

Cesarine era la personificación del gris. Las calles destrozadas serpenteaban entre

mercados sucios y grises y puertos aún más sucios y grises.

El rey Auguste saludaba desde su carruaje dorado. Su hijo, Beauregard, estaba

sentado a su lado. La esposa de Auguste fruncía el ceño detrás.

Lou acababa de apartar la vista, ya estaba aburrida, cuando algo cambió en las

calles: Reconoció el roce débil de energía en mi piel, el latido familiar en mis

oídos. Magia. Luego, llegaron los gritos.

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