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En la obra de Freud hay dos momentos en los que se aborda el concepto de síntoma: antes de 1900 y

después de 1900. Al inicio de sus escritos previos al 1900 Freud defiende que la histeria es producto de
un conflicto generado por un hecho traumático que impactó en el aparato psíquico, pero que no goza de
acceso consciente en la vigilia y que las histéricas padecen principalmente de reminiscencias, es decir,
residuos de hechos que fueron olvidados y que vuelven al cuerpo provocando síntomas.

A partir de ese momento, el síntoma es visto como un mensaje cifrado que encuentra lugar para su
interpretación y elaboración en el espacio analítico.

Al observar los casos de sus pacientes, Freud se percata de que los hechos traumáticos almacenados en
la mente del individuo están relacionados con sus síntomas y están marcados por sentimientos de
vergüenza, culpa y pudor, ante un pensamiento incompatible con el contexto socio-cultural. Este afecto
liberado buscaba satisfacción en otro objeto y la encontraba en el síntoma.

A partir de 1900, con el establecimiento de la libre asociación como método propio del psicoanálisis se
enfatiza el carácter verbalizado (consciente) para acceder al inconsciente, revelando incluso las
resistencias de forma más contundente.

De esta observación Freud comienza a extraer algunas premisas: los síntomas “hablan”, tienen una
estructura, se pueden poner en palabras y aparecen en el cuerpo, como expresión de lo no-verbalizado.

Con respecto al sueno Freud dice que la esencia del sueño es el cumplimiento de un deseo reprimido (o
no cumplido) y afirma que todo sueño tiene un significado y ese significado debe ser interpretado
valiéndose del lenguaje, ya que es el medio por el que se comprenden los síntomas.

Sin embargo, la narración llevada a cabo por los pacientes mostró que los sueños carecían de sentido,
tanto para el soñador como para el analista. La causa de esta deformación del sueño fue explicada por la
fuerza coercitiva de la resistencia. Freud desarrolla entonces la noción de censura, que sería la tendencia
que domina la conciencia de una persona, con el fin de inhibir otras tendencias que se le oponen,
obligándolas así a quedarse en el inconsciente para que no salgan. Freud se refiere a la represión como
la piedra angular de toda la estructura del psicoanálisis. Según él, el trauma reprimido siempre estará
tratando de volver a la conciencia, pero la resistencia lo impedirá, provocando síntomas neuróticos o
sueños.

Ambos procesos constituyen lo que se llama procesos del trabajo onírico y se encuentran relacionados
con las estructuras del lenguaje donde encontramos los significados y sus respectivos significantes y el
acceso a ellos se produce mediante la interpretación de los sueños.

En resumen Los sueños y los síntomas, desde el punto de vista freudiano, constituyen formas de
"cumplimiento de deseo" tentativas del inconsciente para resolver un conflicto de alguna clase, ya sea
algo reciente o algo procedente de lo más hondo del pasado.

La principal diferencia entre los dos es que el síntoma encuentra una solución para que el deseo se
presente en la conciencia y hay un compromiso que se establece entre el deseo y la censura, haciendo
que ni el deseo se realice plenamente ni la censura sea plenamente efectiva.

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