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Psicopatología-Colette Soler 2014

La manía: pecado mortal

PECADO MORTAL Lacan: definición de la manía.

Psiquiatría-Debate-Psicoanálisis
Comenzó con Freud: cuando se planteó la cuestión de aplicar el psicoanálisis a lo que constituía el
objeto de la psiquiatría: LA LOCURA. Lo que estaba en juego era demostrar la fuerza y coherencia de la nueva
teoría. Freud aboga por la potencia de la doctrina psicoanalítica pero también por la impotencia de la
terapéutica analítica en materia de psicosis.
= debate Lacan- Psiquiatras. “Sobre la causalidad psíquica” texto 1946 en el que discute el órgano-
dinamismo de Henry Ey. Trataba de considerar la locura no como un simple déficit de los aparatos del cuerpo,
sino como un fenómeno del sujeto.
Freud abogaba por el psicoanálisis y Lacan lo hizo por “los derechos de los sujetos”. Se trata de dar
derecho a su presencia en este campo.
En la actualidad ni la Psiquiatría ni el psicoanálisis son ya lo que eran entonces:
 La definición social del psicoanálisis fue diluyéndose a causa de su extensión, pero ahora dispone de
inmensos recursos doctrinarios que se sedimentaron en la enseñanza de Lacan.
 La psiquiatría: es palpable que el avance de los nuevos conocimientos biológicos le hizo dar un salto.
Los medicamentos funcionan, al menos en parte, como nuevos instrumentos de discriminación. El
saldo de esta ganancia no obstante es una pérdida la cual se observa a nivel del enfoque propiamente
clínico de los fenómenos.
Esta evolución muestra que, con el avance de la ciencia, es la forclusión del sujeto la que gana. La forclusión
adopta una forma muy precisa en este terreno: consiste en reducir la enfermedad mental a una enfermedad
del organismo.
No se trata de objetar a la ciencia sino de ajustar nuestros métodos a nuestro objeto. El debate se centra en
demostrar la presencia del sujeto en los hechos de la psicosis. Considerando esto abordaremos la manía.
Evocarla como pecado mortal implica recordar que no se encuentra fuera del campo de la ética. No se insiste
lo suficiente en que así la entiende Freud toda vez que vincula la manía con la problemática de la prohibición.

MANÍA Tesis freudiana culmina en fracaso.


Lo que en la actualidad llamamos humor maníaco aparece descripto por Freud:
 En el plano del afecto: como una alegría y un alborozo aparentemente inmotivados,
 En el plano de la conducta: como un levantamiento de la inhibición.
La definición es muy sucinta, muy condensada. Sucede que Freud va en pos del mecanismo y de la causa. Su
tesis es simple: la manía aparece como lo simétrico de la melancolía. El duelo había sido considerado como un
análogo de la tristeza melancólica, y la fiesta lo será de la elación maníaca. La alegría de la transgresión pasa a
ser así la clave de la manía, como lo era de la melancolía el dolor de la pérdida. Según Freud, la fiesta es un
levantamiento, una puesta en suspenso, periódica y socialmente orquestada, de las limitaciones y
prohibiciones que yugulan las pulsiones. Se trata de un momento de libertad libidinal donde lo que estaba
sofrenado, reprimido, puede darse libre curso. De este modo la festividad maníaca se deja concebir como la
derrota de la instancia que censura, en provecho de la afirmación narcisista y triunfal de las exigencias
pulsionales.
Freud considera el afecto maníaco no como un fenómeno primario sino como un efecto producido por una
causa antecedente, causa que él identifica con un avatar de la libido, con una liberación de esta. Esto le
permite poner al humor maníaco en serie con esos fenómenos de retorno de lo reprimido que son los sueños,
los chistes y los síntomas.
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En 1924 cree legítimo reconocer la causa de la represión en las instancias ideales del sujeto, precisamente en
el ideal del yo. Así puede completar su antigua construcción, la cual opera con dos términos:
 Lo reprimido: implica una exigencia de satisfacción rechazada per siempre insistente;
 El ideal del yo: es la instancia que juzga y que rehúsa.
La tesis es simple: las formaciones del inconsciente son forzamiento de una censura en ejercicio, mientras que
la manía la pone (a la censura) fuera de juego, quedando sus exigencias momentáneamente suprimidas.
Este esquema permite comprender la desinhibición del maníaco, que es apenas una transgresión, pues esta
supone la subsistencia de lo prohibido. La satisfacción pulsional no implica en sí misma el afecto del triunfo.
Freud recurre a una explicación económica (=chiste): el júbilo maníaco sería el efecto de la cesación del gasto
psíquico que la represión exigía, convirtiéndose la energía liberada en afecto.
 1914: Freud no podía decir sobre qué cosa ha triunfado el sujeto maniaco;
 1924: Freud completa su explicación, reconociendo en el ideal del yo, ligado para él a la figura del
padre, aquello sobre lo que el sujeto de la manía habría vencido.
MANÍA Tesis freudiana culmina en fracaso.
No sincroniza con su más allá del principio del placer.
El esquema del conflicto es el mismo que interviene en el malestar en la cultura pero se
desconocería hasta qué punto la pulsión de muerte y la naturaleza del superyó complejizan este esquema;
sería olvidar que el superyó no es tanto un principio de limitación como un principio de exceso, al servicio de
la exigencia del goce.
Freud no alcanza a integrar estas últimas elaboraciones en la comprensión de la manía.
El yo y el ello reactualiza su interpretación de la melancolía en función de sus nuevas
concepciones sobre el superyó, pero la manía queda al margen.
Freud no llego a decir que la manía es el Eros en acción, pero en cualquier caso no logró- con
su idea de la manía como fiesta- dar cuenta del riesgo mortal a ella enlazado.
La posición de Freud parece haber dejado huellas en muchos autores; a decir verdad, después de él, muchos
dejaron escapar la justa distinción que impondría la incidencia de la forclusión. Estos autores apuntan a captar
un más acá de la castración, pero no consiguen marcar verdaderamente la frontera de la psicosis. La
descripción ofrecida por Henry Ey cae bajo el mismo reproche. Ey evoca “Ser maníaco es jugar y gozar”. La
formula es bella, pero el maníaco no es un jugador ni un gozador.
De este modo, la manía, al menos en su aspecto negativo, va a ser captada como una anomalía, como un
defecto a nivel de la supuesta estructura trascendental de la constitución del tiempo y del alter ego. El humor
maníaco es pintado como una efervescencia que ha perdido, a la vez que la dirección que orienta, el control
que atempera.
Volviendo a Lacan, éste reduce toda esta profusión a una palabra: excitación. No dice “la manía” sino “la
excitación maníaca” de la psicosis: se apunta a un tipo de fenómenos. Permite dar cuenta del conjunto de los
fenómenos de la manía mejor que cuanto pudo hacerlo Freud, mejor también que la psiquiatría y esto sin
excluir la implicación del sujeto.
Lacan nos invita a “reconsiderar el afecto” a partir de sus decires, y al hilo de una redefinición de la tristeza.
Dice: “se califica a la tristeza de depresión, dándole el alma por soporte (…), pero no se trata de un estado del
alma, simplemente de una culpa moral, un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral (…). Y lo que de
esto resulta es que esa cobardía, por ser rechazo del inconsciente, llegue a la psicosis, es el retorno en lo real
de lo que es rechazado, del lenguaje (incc·); es la excitación maníaca por la cual este retorno se hace mortal.”
Tal es el hilo secreto que enlaza las contrastadas manifestaciones de exaltación maníaca con lo que llamamos
depresión. De la una a la otra, el mismo pecado.
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 Freud decía: el mismo contenido;


 Abraham decía: los mismos complejos;
 Lacan dice: la misma causa subjetiva, la cobardía. Así pues es una causa que adopta la forma de la
culpa, y no deja de evocar las resonancias de la libertad, con lo que Lacan denominaba “la insondable
decisión del ser”.
Esta cobardía que menciona Lacan consiste en ceder sobre el deseo de saber; de saber, no de cualquier cosa,
sino precisamente lo que la ciencia forcluye, asea el inconsciente que determina al sujeto. Ella es pecado
contra “el deber de bien decir o de situarse en el inconsciente, en la estructura”. El pecado de manía es mortal
en sentido propio, por cuanto conduce a la muerte.
Tenemos, pues, una tesis. Esta unifica la tristeza, que no es melancolía, con la excitación maníaca, a nivel de
una misma causa subjetiva. Estos efectos de humor muy contrastados se suponen referibles a esa única causa
que es la cobardía moral.
Estas pocas líneas incluyen claramente a la manía en la doctrina general de la psicosis. El “rechazo del
inconsciente”, o rechazo del lenguaje, no es sino otro nombre de la forclusión, un nombre que tiene la ventaja
de implicar a la causalidad subjetiva. Se nos invita a deslindar:
 una cobardía forclusiva, aquella que va a la psicosis, (la cobardía forclusiva es pecado mortal)
 de otra, en la cual el “no quiero saber nada de eso no sería compatible con la admisión del
inconsciente (la cobardía represora, la cual sería pecado venial)
 ¿
NEUROSIS PSICOSIS
De qué modo se
TRISTEZA EXITACIÓN MANÍACA
traduce el retorno
Causa subjetiva Cobardía moral Cobardía moral
en lo real de lo
Sus grados Pecado venial Pecado mortal forcluido, es decir
Mecanismo Represión Rechazo del inconsciente del inconsciente,
(Forclusión) el lenguaje en
palabras de Lacan, como una excitación maníaca?
 ¿Cómo es que la mera noción de retorno en lo real funda la fuga de ideas, la anarquía y la
desorientación de la intencionalidad, tanto como la desregulación de los ritmos vitales?
LACAN
Los fenómenos de retorno del significante en lo real caracterizan a la psicosis.
La alucinación es la forma paradigmática del retorno en lo real, pero no es el único ejemplo, la
manía da aquí ocasión para completar la paleta de estos fenómenos.
Distingamos entre la estructura y su traducción fenoménica. De la primera, Lacan dio una definición precisa: el
retorno en lo real es ruptura del encadenamiento del significante. Se presenta cada vez que un elemento del
lenguaje se emancipa de la estructura binariamente ordenada de todo mensaje, para imponerse en su
presencia de “uno”.
Los fenómenos de la manía se ordenan en su totalidad y se dejan concebir como defecto del punto de
almohadillado.
Por ejemplo, la fuga de ideas, esa logorrea en la que se pierde la intención de significación en provecho de una
yuxtaposición de frases desorientadas, es poner fuera de juego el almohadillado del sentido del discurso. El
grafo de Lacan nos permite situar aquello que falla en la palabra maníaca. Esta, lejos de redondear su sentido
entre la anticipación del término significativo y la retroacción del sentido, en la puesta en cadena de los
significantes que simbolizamos mediante el binario S1 – S2, se reduce a la yuxtaposición no orientada de
elementos de lenguaje que podemos simbolizar mediante una sucesión de unos: S1, S1, S1. Si parece tan festiva
y despreocupada, pero también desorientada, es porque se ha liberado de las obligaciones de la semántica, y
emancipado de ese real que está en juego en la gramática.
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(Discurso Sujeto “normal”) Punto de almohadillado de la significación


Retroacción
S1 S2
Anticipación
Lenguaje maníaco: S1, S1, S1…

En la manía, la huella de la pregunta misma, está casi siempre ausente. Del sujeto maníaco no se puede decir,
como del alucinado, que el nombre de su ser de goce le vuelve en lo real de la injuria escuchada, ni tampoco
que está disperso en lo infinito de su delirio. Más bien está disperso en lo infinito del lenguaje que lo atraviesa,
en el automaton de los signos de los que él es marioneta, pues, al no estar localizado ahí, no puede ni parar, ni
tampoco reconocerse. Para eso no solo le falta el significante amo (significante del nombre del padre),
localizador, sino así mismo la metonimia como lugar de la deriva del plus de goce.
Refiriéndose a la manía, Lacan, habla de no función de “objeto a”. Debemos advertir que este está implicado
en la constitución de todo mensaje. El es lo real que juega en la gramática, hasta el punto de que podemos
decir que si la lengua es la “condición del sentido”, el objeto es su causa. Esto es lo que explica la eficacia de la
asociación libre, diferente de la fuga de ideas: todo su artificio descansa sobre el hecho de que “decir
cualquier cosa” es, precisamente, imposible. Imposible, salvo para el maníaco.
Distinción
Metonimia del goce
=
Deriva maníaca

Un daño a nivel del discurso es siempre un daño a nivel de la regulación del goce. La excitación maníaca no es
solo desenfreno de la palabra y desorden de la historicidad; es sobre todo esa conmoción de la homeostasis
del viviente que reduce las necesidades vitales del cuerpo, lo hace infatigable, insomne, animado por una vida
paradójica que marcha hacia la muerte con la misma firmeza que el suicidio melancólico.

El lenguaje trastorna sin duda el cuerpo vivo. Afecta su goce, negativizándolo, pero el discurso también lo
regula, y especialmente cuando el Nombre-del-Padre está en su lugar. En esta regulación sobre un fondo de
desregulación del ser hablante, el sujeto es “función de la castración”, con la consecuencia de que el goce es
extraído del cuerpo, externalizado en objetos fuera del cuerpo que compensan, con un plus de goce, el menos
de la castración. Desde ese momento, el “sujeto es feliz”. Lo que significa que (el sujeto) no puede no estar
liberado a la repetición del encuentro que le hace recuperar, siempre, el objeto de su fantasma. Pero, esto no
lo garantiza contra el humor sombrío, este humor es el cuerpo afectado “por no hallar alojamiento a su
gusto”. A menos que sea pecado o grano de locura, este mal humor será “toque de lo real”, traducción del
hecho de que el goce que se acomoda con el dos del encuentro deja al margen el del uno del cuerpo; efecto
de la imposibilidad, con sus dos goces de no formar sino uno, y manifestación de que el primero permanece
como sobrante. Esto se llama excepción maniaca. El sujeto maníaco no es feliz: no se repite en el encuentro
con “a”, no conoce el dos. Pero por eso, tampoco está taciturno, y no podría sufrir de que uno y “a”… formen
dos. Tampoco sueña que le uno y el Otro formen Uno, enteramente apresado como él está en el uno: los unos
del lenguaje y el uno del cuerpo; narcisismo. La excitación maníaca es ese goce que la función fálica no regula
y en el cual el uno del cuerpo es asediado por los unos múltiples del lenguaje en lo real, hasta que sobrevenga
la muerte para el ser viviente.
(“a”: objeto perdido- Dos: goce del encuentro con el objeto “a”- Uno: Goce del cuerpo)

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