Curso: MARIOLOGÍA

Sesión: 02
APORTE
Colaborador: Israel Rodríguez Meza Fecha:
17/08/2022

2. LA MARIOLOGÍA EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

GRAEF, H., María. La mariología y el culto mariano a través de la historia, Editorial

Herder, Barcelona, 1968.
2.1. LOS PRIMEROS SIGLOS. EL
PERIODO DE ORO PATRISTICO
Los comienzos de la tradición hasta la
disputa nestoriana.
En la Biblia la figura de María quedó «Dios envió su hijo, nacido de mujer» (Gál 4,
en la penumbra. En el Antiguo Testamento,
estaba velada en múltiples profecías; en el
Nuevo Testamento, sólo sale a la luz en los
primeros capítulos de Lucas, para volver de
nuevo a la oscuridad durante la vida pública
de su Hijo y fundirse, más adelante, una
figura de la Iglesia en las visiones del
Apocalipsis. Esta alternancia de luz y sombra
se repite también en los primeros siglos
cristianos.
Cuando el cristianismo comenzó a
propagarse no solo entre las comunidades
judías del imperio romano, sino también, por
obra de Pablo, entre los gentiles, la primera
labor de los Apóstoles y sus sucesores hubo
de ser: aceptar de manera inequívoca que
había un sólo Dios, que se había hecho
hombre en Cristo, y no toleraba rivales
masculinos ni femeninos y era, a la par,
creador y redentor del mundo. En aquella
situación, poner de relieve a la Madre-Virgen
hubiera podido inducir a comparaciones y
hasta a identificaciones erróneas. Habría que
recalcar el verdadero nacimiento de Cristo de
una mujer puramente humana.
Pablo que predicaba el cristianismo
en centros de inmoralidad pagana, como
Corinto y Éfeso, sólo mencionó una vez a
María, en una carta a los Gálatas, para
demostrar la realidad de la Encarnación:
4). En la carta de Clemente Romano a los
Corintios, en la Didakhé y/o Parte de Bernabé
no se menciona el nombre de María. El único
autor que la menciona es Ignacio de
Antioquía.
Una de las peligrosas herejías del
gnosticismo fue la que enseñaba una
cristología docética, según la cual Cristo
había asumido un cuerpo aparente, no un
verdadero cuerpo humano. La mejor defensa
contra tan peligrosa doctrina atacaba la
substancia misma del cristianismo, o sea la
Encarnación y, consiguientemente, la misma
redención, se quiere recalcar la realidad del
nacimiento de Cristo del seno de María. (cf.
Ignacio de Antioquia, Ep. Ad Trall. 9 1; cf.
También Ep. Ad Smyrn 9, 1).
A fines del siglo I se la menciona en
la ascensión de Isaías, obra judeocristiana de
fuerte cuño gnóstico. Es el primer documento
conocido que enseña la virginitas in partu
(citado según la versión inglesa de R.H.
Charles, The ascención of Isaiah (1900) 76).
Del año 150 d.C., se describe también
el nacimiento de Cristo se trata de las Odas

1
de Salomón. Esta obra presenta más que su
madre enteramente humana, se ajustan a la
diosa Isis, madre de Horus.
Otro texto importante es el propio
Evangelio de Santiago compuesto
probablemente a mediados del siglo II. Aquí
muestra a María en el espejo de la fantasía
cristiana, a la que no le bastaban los escuetos
relatos de los evangelios. Según este proto
evangelio, los padres de María son Joaquín y
Ana. Se describe en pocas palabras la
infancia de María.
Los primeros teólogos: Ireneo, Tertuliano,
Orígenes
Ireneo en su obra principal Adversus
haereses «Contra los herejes» se encuentran
algunos pasajes que tratan de María y son
particularmente interesantes en contraste a las
historias o leyendas de los apócrifos sobre su
pureza sobrehumana. Es Ireneo quién acepta
el tema de la segunda Eva. Tertuliano en su
obra De carne Christi, discute la profecía de
Isaías sobre la “almah” y toma luego de
Ireneo la comparación de la tierra Virgen del
que fue creado Adán, una Virgen María, de
que nació Cristo. Tertuliano acepta
naturalmente la doctrina bíblica del
nacimiento virginal, pero rechaza la
virginitas in partu. Niega además la vida
virginal de María después del nacimiento de
Jesús. Orígenes es el primero que usó la
palabra Theotokos. En la segunda mitad del
siglo III se habla poco de María.
2.2. ORIENTE BIZANTINO. OCCIDENTE
El Concilio de Éfeso y sus consecuencias
Nestorio fue un cristiano sirio del
siglo V. Fue patriarca de Constantinopla. Se
aprobó la costumbre, arraigada en el pueblo,
de llamar a María Theotokos. Nestorio se
había formado en la escuela teológica de
Antioquia, la cual subrayaba muy netamente
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la diferencia entre la naturaleza divina y la
naturaleza humana de Cristo. Siguiendo esta
línea, la historia afirmaba que en Cristo había
dos naturalezas: una divina y otra humana
hasta aquí él se movía dentro de la fe de la
Iglesia. Pero luego radicalizó su postura
diciendo que así como hay dos naturalezas en
Cristo, es necesario admitir también que
existen en el dos sujetos o personas distintas,
las cuales se hallan ligadas entre sí por una
simple unidad accidental. Por tanto, el
hombre llamado Cristo no es Dios, sino
portador de Dios. San Cirilo fue quien
encabezó la polémica contra Nestorio,
argumentando que sí de María sólo nació un
hombre, entonces no fue Dios quien sufrió,
sino un hombre, por tanto, no estamos
salvados. En Cristo coexisten dos naturalezas,
la divina y la humana; pero lejos de que a
cada una le corresponda una persona (una
portadora de la divinidad y otra portadora de
la humanidad), ambas están unidas en una
sola y única persona del verbo. Así, se puede
decir que Dios nació y murió o que Cristo es
El Salvador. En virtud de ello es permisible
decir que María es la Theotokos, No en
cuanto que ella ha dado a luz a la naturaleza
divina, y no en cuanto que el Hijo nacido de
ella tiene, además de la naturaleza humana, la
divina.
La alta Edad Media. Influencias griegas en
la mariología occidental de la alta Edad
Media
Una investigación moderna muestra
cuán grande fue la influencia de Oriente en la
mariología occidental de la baja Edad Media.
El libro de Wenger tiene un sermón anónimo
sobre la Asunción de María que se difundió
ampliamente en la Edad Media y vino a hacer
una fuente de la famosa Legenda Aurea de
Jacobo de Vorágine. Esta homilía es una
compilación de los sermones de Andrés de
Creta, y Germán de Constantinopla, en la
historia Euthymiaca. Este sermón ostenta casi
todos los rasgos principales de la mariología
bizantina: María es más pura que los cielos y
más sublime que los serafines; ella ha
anulado la maldición de la muerte que vino al
mundo por Eva. Así, por no haber sido
violada por el parto de su hijo, ha escapado a
la corrupción de la muerte, pues Cristo la ha
llamado así, para que viviera para siempre
con él en la luz del cielo, aquella ha de estar
donde esté Él. María es el arca de los
redimidos, el puente y la escalera por la que
suben al cielo, y Cristo le dice que la hará
«reconciliación de los pecadores». Ella haya
subido junto a su hijo, el glorificará más aún
su nombre. Todo cuanto se dice de la
Bienaventurada Virgen es posible.
Literatura popular del siglo X
En el siglo no hubo apenas más
grandes teólogos y la mariología solo hizo
escasos progresos en Occidente; por eso
fueron tanto más populares las visiones y
milagros de la Virgen. Hacia el año 945,
cuando Salerno escribió La Vida de Odón, el
famoso Abad cluniacense bajo el cual
empezó el gran influjo de Cluny sobre el
monacato occidental. En esta vita se cuenta la
historia de un bandido, se convirtió y se hizo
luego monje. Antes de su muerte, se le
apareció una mujer maravillosa que le
preguntó si la conocía. Cómo lo negara, ella
dijo: «yo soy la madre de la misericordia»,
título de María encontrado en autores griegos.
Una de las mujeres más grandes de la Edad
Media fue la monja benedictina Rosvita de
Gandersheim, erudita escritura dramática. En
su prólogo al Evangelio de Santiago llama a
María la única Esperanza del Mundo, La
Gloriosa Señora del Cielo, que devuelve al
mundo la vida perdida por la Virgen Eva.
Según ella, María, que había pasado su niñez
en el templo orando y ayunando, fue a José
acompañada de 5 vírgenes que la ayudaban a
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tejer una preciosa cortina para el templo: la
fantasía medieval daba flores desprovistas de
todo sentido histórico. También Rosvita
presenta a María como la poderosa Reina del
Cielo, única que por su intercesión reconcilia
a los pecadores, consuela a todos los
cristianos y los toma en sus brazos
maternales, les promete que no cesará nunca
de suplicar a su Hijo.
El siglo XII. La primera escolástica y la edad
de oro de la mariología
Anselmo de Canterbury
El autor de la llamada prueba
ontológica de la existencia de Dios, he tenido
generalmente como padre de la escolástica.
María ocupa un lugar relativamente pequeño
en la obra de Anselmo, su doctrina ejerció
una enorme influencia sobre la mariología
medieval. Esa doctrina se halla
principalmente en tres obras: la famosa Cur
Deus Homo (sobre el motivo de la
Encarnación), el estudio de conceptu
virginali et originali peccato (sobre la
concepción virginal del pecado original) y las
oraciones.
Eadmer y la Inmaculada Concepción
Eadmer escribió dos obras muy
importantes: una trata de la grandeza de
María, el Liber de excellentia Virginis Marie,
y un Tractatus sobre su concepción. La
primera está clara y fuertemente influida por
Anselmo, y expresa a menudo opiniones muy
ingenuas que ostentan los rasgos antes
mentados de la devoción popular. María
impera sobre todo el mundo, pues el Espíritu
Santo, que descansó sobre ella, la ha hecho
reina y emperatriz del cielo, de la tierra y de
cuanto en ellos hay. Sobre la concepción de la
Bienaventurada Virgen, primer trabajo a
fondo sobre la concepción Inmaculada,
Eadmer una vez escrito su defensa de la
Inmaculada Concepción para justificar la
introducción de esta fiesta de María por el
recién nombrado Abad Anselmo, en la abadía
de San Edmundo, en Bury. En San Sabas, el
monasterio de San Juan Damasceno se
celebraba desde siglos la fiesta de la
concepción de María, y los monjes
continuaron esta costumbre. Anselmo antes
de venir a Bury, había sido Abad de aquel
monasterio y como tal continuó la tradición
griega, y luego la introdujo en Inglaterra.
Oposición a la fiesta de la Inmaculada
Concepción
A pesar de Eadmer, la fiesta de la
concepción de María halló resistencia en la
misma Inglaterra, y más aún la idea de que
fuera concebida sin pecado original. Así se ve
por las cartas de Osberto de Clare,
particularmente por la carta siete, dirigida a
Anselmo de Bury, sobrino de Anselmo de
Canterbury.
El pseudo-Agustín y la Asunción
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Hasta comienzos del siglo XII, la
autoridad del pseudo- Jerónimo había
impedido en Occidente la propagación de la
creencia en la asunción corporal de María al
cielo. Un nuevo escrito sobre este tema
tomaba otro punto de vista: muy pronto fue
atribuido a San Agustín y bajo su nombre,
desterró poco a poco la influencia del seudo-
Jerónimo. Este escrito insiste en que la carne
de Jesús es carne de María y, por tanto, el
cuerpo de ella ha de estar donde está el suyo.
La obra afirma primeramente que después de
la crucifixión, la Escritura sólo una vez habla
de María, muy brevemente, el acontecimiento
de Pentecostés, él se alude a su presencia
entre los apóstoles. sin embargo, hay
verdades sobre las que calla la Escritura, pero
no la razón. A ellas pertenece la Asunción de
la bienaventurada María. Así, la Escritura se
pone al lado de la razón como descubridora
de verdades religiosas, principio admisible
con ciertas limitaciones.
Una controversia sobre la Inmaculada
Concepción
Veinte años después de la muerte de
San Bernardo, estalló una controversia acerca
de la Inmaculada Concepción entre Nicolás
de San Albano y Pedro de Celle. Nicolás
había escrito «sobre la fiesta de la concepción
de la bienaventurada María contra el
bienaventurado Bernardo». En su escrito
explica que no puede comprender por qué los
contrarios de la fiesta admitían que Juan
Bautista hubiera sido santificado en el seno
de su madre, y negarán a María el privilegio
de ser concebida sin pecado.
De la Fundación de las órdenes mendicantes
hasta los comienzos de la reforma
protestante
En el siglo XII la mariología debió
principalmente su desenvolvimiento a los
cistercienses; pero en el siglo XIII, las
órdenes monásticas quedaron a la zaga
respecto a las órdenes mendicantes, las
recientes fundaciones, principalmente
dominicos y franciscanos. Estos llevaron a
pleno florecimiento el método escolástico
fundado por Anselmo de Canterbury, y
fueron los principales responsables de que la
creencia en la Inmaculada Concepción no
hiciera nuevos progresos, pues a ella se
oponía no la autoridad de San Bernardo, y no
la de Pedro lombardo. Este, entre 1148 y
1150 había escrito su famoso libro de las
sentencias, obra dogmática que, en lo
esencial, es una compilación de los padres
latinos y de Juan Damasceno, poco conocido
hasta entonces en Occidente. En el libro
tercero de esta obra hay un pasaje
especialmente importante para la mariología.
Muestra la Encarnación y plantea el problema
de si la carne de Cristo, tomada de la Virgen,
estuvo sujeta al pecado. Pedro Lombardo
contesta que así fue en efecto, lo mismo que «
El resto de la carne de la Virgen», pero que
de tal modo la purificó el Espíritu Santo, él se
unió con el verbo sin contagio de pecado; y
que desde aquel momento María fue también
completamente sin pecado. De ahí que todos
los grandes escolásticos del siglo XIII,
invocando a la autoridad de Pedro Lombardo,
llegar a la Inmaculada Concepción, hasta que
Duns Escoto puso la cuestión sobre otra base.
Alberto magno
En su Tractatus de natura boni,
escrito antes de 1940, presenta a María como
mediadora, por haber dado a luz al Salvador y
porque ruega por nosotros en el cielo. Su
«plenitud» sobrepasa la de todos los santos,
pero está por debajo de la de Cristo, que es
plenitud de la naturaleza. Admite la asunción
como «creencia piadosa». Alberto Magno
mira a María no sólo como madre, sino
también como esposa de su Hijo, que había
recibido todos los dones del Espíritu y cuya
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vida interior estaba maravillosamente
ordenada. Ella es Madre de todos los
creyentes, que deben sus virtudes y méritos a
la intercesión de María.
Tomas de Aquino
Discípulo de Alberto Magno negaba
la Inmaculada Concepción, este tema lo trata
en su Summa theologiae, dónde explica que
María fue santificada en el seno de su madre,
pero no antes de su animación, pues en ese
caso no hubiera necesitado ser redimida por
Cristo. Él sabe muy bien que algunas Iglesias
celebran la fiesta de su concepción, pero
Roma no lo hace; no puede, sin embargo,
probarse completamente desde el momento
que Roma lo tolera. En el caso de la
mediación de la Virgen María Tomás toma
reserva. Como hijo de Dios, Cristo tenía «tal
plenitud de gracia que según Jn 1, 16: “de su
plenitud todos hemos recibido”, a todos a
fluido. Más la bienaventurada Virgen recibió
tal plenitud de gracia que estuvo lo más
próxima posible al autor de la gracia, mi
suerte que concibió al que está lleno de toda
gracia, y, haberle dado a luz, derivo, en cierto
modo, las gracias sobre todos». Así, para
Tomás, la mediación de la gracia de María
depende estrechamente del Encarnación, y
aun así solo transmite la gracia «en cierto
modo», es decir, su mediación no es directa.
Buenaventura
La doctrina Mariana de Buenaventura
se halla principalmente en su comentario de
las sentencias, su tratado sobre los dones del
Espíritu Santo y sus sermones, de los que por
lo menos uno, el n. 6 sobre la Asunción, no es
auténtico como todos sus contemporáneos,
Buenaventura niega la Inmaculada
Concepción, y cita la famosa carta de
Bernardo a los canónigos de León. Además,
alega una serie de razones en pro de su
opinión, entre ellas la de Santo Tomás, de
qué, y María no hubiera sido concebida en
pecado, no hubiera podido ser redimida, lo
que hubiera redundado en menoscabo de la
gloria de su hijo, es Salvador de todos los
hombres sin excepción. Buenaventura conoce
la proposición de que todo honor tributado a
la madre redunda en honor del hijo, pero no
quiere si la intérprete en el sentido de que
todo honor reconocido al hijo se atribuya
también a su madre. aunque María, por su
naturaleza, estuvo sujeta al pecado original,
en su alma estuvo libre de él, y por eso está
entre nosotros y su hijo «pues ella es la
mediadora entre nosotros y Cristo, como
Cristo es mediador entre nosotros y Dios».
La Inmaculada Concepción
Guillermo de Wuare y Duns Escoto
Guillermode Were enseñó antes del
1300 en la casa de estudios de los
franciscanos de Oxford. Según datos suyos,
habrían defendido la Inmaculada Concepción
Roberto Grosseteste y Alejandro Neckham
hace un resumen de las opiniones contrarias,
Guillermo declara querer defender a la
Inmaculada Concepción, por qué, en caso de
errar, más prefiere equivocarse por dar mucho
a la bienaventurada Virgen que no demasiado
poco, principio y luego formular a Duns
Escoto con mucha más precisión.
Duns Escoto desenvolvió más las
ideas de su maestro y las redujo a un sistema
que a la par del sobrenombre de doctor sutilis
le mereció el de doctor marianus; sumario
logia es también muy sutil. Escoto como los
restantes escolásticos, pero tú la cuestión de
la Inmaculada Concepción en un comentario
al libro de las sentencias de Pedro Lombardo.
Para el doctor sutil la doctrina de la
Inmaculada Concepción no quiere decir que
María no esté obligada a su hijo. Todo lo
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contrario: «una persona no está obligada en
sumo grado al mediador, no tiene de él el
sumo bien que es posible tener por el
mediador: conseguirá aquella inocencia, es la
preservación de toda culpa presente o futura;
por tanto, nadie estaría obligado a Cristo en
sumo grado, como mediador, si nadie hubiera
sido preservado del pecado original». Si
muchos deben a Cristo la gracia y la gloria,
¿por qué no había de haber por lo menos una
que le debiera la inocencia absoluta? Duns
Escoto puede plantear esta cuestión, porque
sigue la sentencia de Anselmo, según la cual
el pecado es mera carencia de la gracia, y no
está inseparablemente ligado a la
concupiscencia, sentencia agustiniana
entonces dominante. Por eso era de todo
punto posible que, «En el primer momento de
su existencia, infundir a Dios en el alma de al
ser humano tanta gracia como le diera a otra
alma por la circuncisión o el bautismo». y
esta persona hubo de ser María, porque así
precisa Escoto la fórmula de su maestro: « si
no contradice a la autoridad de la Iglesia o de
la Escritura, parece probable que deba
atribuirse a María lo más excelente».
2.3. CRISIS Y DIVISIONES. LA PIEDAD
MARIANA EN LOS SIGLOS XVI-XVIII
Desde la era de la reforma hasta el siglo
XVIII
Los artistas del Renacimiento
representan a la Virgen como una bella mujer
de su tiempo, muy de este mundo y llena de
gozo sensual. Los humanistas apenas se
interesaban por ella; pues o bien no trataban
en absoluto los temas de la fe, o bien
rechazaban por principio la devoción popular,
concentrada casi enteramente en la Virgen y
en los Santos. Un ejemplo es el caso de
Erasmo de Rotterdam, sus más mordaces
ataques al culto o devoción a María de su
tiempo se hallan en sus Colloquia familiaria,
señaladamente en el naufragium, la
peregrinatio y la Ichthyophagia. En el
naufragio los navegantes invocan a María y
cantan la salve. Se pregunta qué tendrá que
ver con el mar la Virgen María que jamás
navegó por él. La respuesta es qué Venus fue
antaño la protectora de los navegantes y que
María vino luego a ocupar su lugar,
explicación que no deja de tener fundamento
histórico. Porque en el naufragio quería
combatir eran la superstición de que un voto
era inválido, no ir ligado a un santuario
determinado de María. Aprovechó además a
los cristianos de su tiempo que, en los
peligros, solo se vuelvan a María y los
Santos, más a Dios. En la peregrinación ataca
una idea en el que Cristo no puede negar
nunca nada a su madre. Erasmo da a su crítica
la forma de una carta que María misma
escribe o un protestante llamado
Glaucoplutus, y le hace decir que está
contenta de que el útero haya puesto dique a
la corriente de oraciones que continuamente
subían hacia ella. porque si él invocaba
siempre como si su hijo fuera aún un niño de
pecho, y nunca se atrevería a decirle que no,
por miedo de que le dejase sin leche. Y por
último en la Ichthyophagia impugnará que
solamente se ore a María y que jamás se
invoca el Espíritu Santo y que se venere a
María con imágenes, velas tantos, mientras
ofenda Cristo con una vida pecadora.
Lutero
El mismo Lutero y los demás
reformadores de su tiempo no abandonaron,
sin embargo, todo su amor a María, aunque
sus principios pronto llevarán a ello. Pues ni
Lutero ni Calvino querían admitir que el
hombre pudiera contribuir para nada a la
salvación de su alma. la gracia de Dios lo
hace todo, el hombre nada. en opinión de
Lutero, el hombre permanece siempre
pecador, haga lo que hiciere, Dios le aplica
solamente los merecimientos de Cristo, que
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cubren sus pecados; Calvino, por su parte,
enseña que, desde toda eternidad, el hombre
está predestinado para la salvación o la
condenación. Lutero, sin embargo, era menos
lógico que Calvino, aún concedía que María
pueda rogar por nosotros, a la manera que
nosotros rogamos unos por otros, cosa que
rechaza Calvino. Lutero conservó aún
muchos elementos de doctrina católica, luego
fue desechada por sus sucesores. la imagen de
María, en Lutero, es la de una muchacha
conmovedora, sin santidad o merecimientos
propios, que tiene pocos puntos de contacto
con la idea católica de la Virgen Purísima y
reina poderosa del cielo. Antes de su ruptura
con la Iglesia, Lutero profesó la doctrina
católica sobre María. En 1516 pronunció un
sermón latino sobre la Inmaculada
Concepción y otro sobre la Asunción todavía
para el 1520 posterior de que clavara las
famosas 95 tesis en la puerta de la Iglesia del
Castillo de Wittemberg citaba a Santos como
Agustín y Bernardo y declaraba que María
concibió a Cristo en su alma antes de
concebirlo en su seno, pero posteriormente
cambió de parecer.
El Rosario
En los países católicos, aún después
de la reforma, la piedad Mariana siguió su
curso acostumbrado, y desde que Alano de
Rupe, hacia 1470, a sus hermandades del
Rosario que ni siquiera entre los dominicos
tenía su actual forma fija. Alano fue el
primero que puso el Rosario en relación con
Santo Domingo. Hasta el siglo XVI el
Rosario no adquirió su forma actual de
meditación de los quince misterios
determinados, A los que acompañan 150
avemarías y 15 padres nuestros y glorias. Las
fiestas del Rosario fueron establecidas por el
papa dominico Pio V, bien atribuyó a los
rosarios rezados por las hermandades
romanas la victoria naval de Lepanto que, el
domingo 7 de octubre de 1571, obtuvieron los
cristianos sobre los turcos.
2.4. DE FINALES DEL SIGLO XVIII AL
XX.
La doctrina de los papas a fines del siglo XIX
y comienzos del XX
León XIII es conocido
principalmente por su doctrina social: son
varias logias se halla sobre todo en sus
encíclicas sobre el Rosario. León 13
recomendó esta devoción particularmente en
los malos tiempos en que la iglesia y, sobre
todo, el papa, eran violentamente atacados
por todas partes. En la Octobri mense, El 22
de septiembre de 1891, León 3 se explica que
todas las gracias nos vienen por María.
Explicó que aunque Cristo sea ciertamente
nuestro amoroso redentor, pudiéramos
temerle como nuestro juez inexorable; por
eso vamos a María que es solo amor, y nos
fue dada por madre bajo la Cruz. En otra
encíclica, Fidentem piumque, sobre el mismo
tema, el papá expone en qué sentido pueden
variar ser llamada mediadora.
Por otro lado, el sucesor de León XIII
San Pío X Celebró el año jubilar
cincuentenario del dogma de la Inmaculada
Concepción con una nueva encíclica Mariana,
Ad diem illum. En esta encíclica papal salude
a dos temas, se discuten en nuestro siglo en
innumerables publicaciones: la mediación de
María en las gracias y la corrección. también
se habló mucho de su Asunción corporal al
cielo.
De la Primera Guerra mundial hasta la
actualidad
Con la definición de las función
corporal de María al cielo y con las
apariciones marianas del siglo XX la
devoción a la Virgen ha alcanzado un nuevo
punto culminante. si bien los mariólogos
siguen discutiendo las cuestiones de la
mediación universal de las gracias y la
corredentora, tanto en obras independientes
como en innúmeros artículos, muchos de los
cuales han aparecido en Marianum. Sin
embargo, dada la creciente importancia del
movimiento ecuménico, no parece probable
qué, tiempo previsible, defina la iglesia un
nuevo dogma Mariano. La mariología sigue
las líneas del resto de la teología, que hoy se
vuelve más a sus fuentes bíblicas y patrísticas
sobre todo en un gran movimiento de
renovación y adaptación.
En la clausura de la sesión tercera del
Concilio, decía el Papa Pablo VI: «Es la
primera vez que un Concilio ecuménico
presenta una síntesis tan extensa de la
doctrina católica sobre el puesto que María
Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de
la Iglesia». El capítulo VIII de la
Constitución Lumen Gentium pone de relieve
el papel incomparable de María en la historia
salvadora, siempre en relación con Cristo y a
la Iglesia. María es presentada como la
esclava de Cristo y de su designio redentor y
como figura de la Iglesia. Terminado el
Concilio, el mismo Pablo VI llamó a María
«Madre de la Iglesia». Así aparece en el texto
conocido como El Credo del Pueblo de Dios.
Posteriormente, el mismo Papa dedicó a
María todo un documento concreto que
llevaba por título Marialis Cultus.