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DEPENDENCIA Y SUBDESARROLLO EN AMERICA LATINA

Por Olmedo Beluche

El libro Dependencia y desarrollo en América Latina de Fernando H. Cardoso y


Enzo Faletto se ha constituido en un clásico del análisis social latinoamericano.
Su temática está enfocada hacia los problemas del desarrollo y el subdesarrollo.
Desde 1969, cuando se publicó por primera vez, el libro se ha convertido en
referencia obligada para los estudiosos de la historia socio-económica de nuestro
continente.
Como señalan los autores en el prefacio, la intención de este trabajo era dialogar con
economistas y planificadores respecto a la naturaleza social y política de los
problemas del desarrollo. "Diálogo" que empezó a manifestar "dificultades" cuando
hubo que señalar de manera concreta la relación entre el desarrollo económico y los
aspectos sociales y políticos en Latinoamérica, "y qué implicaciones surgen del tipo
de combinación que se establece entre economía, sociedad y política en momentos
históricos y situaciones estructurales distintos".
Cardoso y Faletto proponen un modelo de interpretación teórico del desarrollo
económico del capitalismo latinoamericano, en el que "integran" como elementos
explicativos tanto los factores externos como internos, así como los factores
económicos y socio-políticos, que han caracterizado cada una de las fases por la que
han pasado nuestros países en su relación con el mercado mundial. Sólo de ese
"análisis integrado" puede surgir una explicación cabal de los problemas del
desarrollo.
Antes de establecer su propuesta teórico - metodológica, Cardoso y Faletto
establecen una crítica puntual de las principales modelos de interpretación
prevalecientes, especialmente de los desarrollistas y funcionalistas.
1. Crítica a las teorías desarrollista y funcionalista:
a. El desarrollismo
La teoría desarrollista fundamentó teóricamente la fase abierta entre la crisis
económica mundial de 1929 y la década de los años 1950, período en que parecía
que, gracias a la gran acumulación de divisas producidas por la coyuntura favorable
para las exportaciones latinoamericanas, se podía completar el ciclo de "sustitución
de importaciones", y empezar la etapa de producción de bienes de capital.
La amplitud alcanzada por el mercado interno y el paso de mano de obra de los
sectores de baja productividad a los de alta productividad, parecía que garantizarían
un desarrollo autosostenido del sistema económico. De acuerdo a esta concepción,
las exportaciones industriales se mantendrían, fundamentalmente para asegurar la
capacidad importadora de los países, pero el motor de la economía sería el propio
mercado interno. Se pasaría de la fase de "desarrollo hacia a fuera" a la de
"desarrollo hacia adentro".
Desde el punto de vista económico la política para promover el desarrollo debería
basarse exclusivamente en la absorción de tecnología (para diversificar la estructura
productiva y el aumento de la productividad), en la definición de una política de
inversiones estatales que crease una infraestructura de apoyo a la industrialización, y
en medidas que aseguraran una redistribución más equitativa de la renta.
Posteriormente, conforme se deterioraban los "términos del intercambio" comercial
para América Latina, se agregaron en el plano del enfoque desarrollista propuestas
tendientes a la redefinición de los términos de la cooperación internacional, a través
de programas de financiamiento exterior al sector público, o mediante una política
indirecta de sustentación de precios.
Sin embargo, la evolución histórica real no confirmó en las décadas siguientes las
optimistas previsiones de la teoría desarrollista.
Cardoso y Faletto señalan que gran parte del problema del modelo desarrollista es su
esquema eminentemente económico, que tiende a ignorar a dejar de lado los factores
sociales y políticos que inciden en el desarrollo.
Estableciendo los autores los diferentes caminos tomados en este proceso por
Argentina y México, en los que el último país logró continuar avanzando mucho
más que el primero, se preguntan los autores: "¿Hasta qué punto el hecho mismo de
la Revolución mexicana, que rompió el equilibrio de las fuerzas sociales, no habrá
sido el factor del desarrollo logrado posteriormente?" ([1]).
Incluso en el marco económico la teoría desarrollista se mostró incapaz de prever la
evolución posterior, señalan Cardoso y Faletto. Y, sin embargo, dicen los autores,
no basta reemplazar el análisis meramente económico con uno sociológico. Insisten,
es necesario un "análisis integrado" que responda a los interrogantes generados por
las posibilidades de desarrollo o estancamiento de los países latinoamericanos.

b. El funcionalismo:
Frente a la teoría desarrollista han surgido interpretaciones sociológicas, igualmente
insuficientes, como las propuestas principalmente por el estructural-funcionalismo
norteamericano. Entre otros, se mencionan trabajos de R. Redfield, Hoselitz, Gino
Germani, Talcott Parsons, como representantes de una vertiente de interpretación
que formula una tipología de sociedades, tradicional y moderna, para explicar el
desarrollo latinoamericano.
Según esta interpretación las sociedades latinoamericanas estarían a medio camino
entre ambas, constituyendo un híbrido explicable mediante
la noción de "dualismo estructural", que se asemeja a la dicotomía
comunidad - sociedad propuesta por Tönnies.
Esta interpretación es criticada por Cardoso y Faletto aduciendo los
siguientes criterios:
- Los conceptos tradicional y moderno no permiten distinguir los
componentes estructurales que definen las sociedades analizadas.
- No hay nexo entre las etapas económicas y los tipos de estructura
social, y de manera especial no los hay que permitan explicar el paso de
un tipo al otro.
- Esta teoría se torna equívoca al igualar el concepto tradicional al de
subdesarrollo, y moderno por desarrollo. Pues en la realidad puede
producirse, por ejemplo, una modernización de las pautas de consumo, sin
que exista un verdadero desarrollo estructural. Por otro lado, la
modernización no implica siempre la exclusión de los grupos sociales
tradicionales.
Cardoso y Faletto acometen también la crítica de la concepción que del
proceso histórico tiene esta teoría, su concepción del "cambio social".
Citan en este ámbito a W.W. Rostow, W. Moore y Dunlop Kerr entre los
proponentes de una interpretación que considera que América Latina debe
transitar etapas logradas por las sociedades modernas. Estos autores
consideran que Latinoamérica se encuentra atrasada en algunos aspectos
del desarrollo y no en otros. Por ejemplo, se considera un índice de
modernización el alto grado
de urbanización. Esta vertiente propone apoyarse en los rasgos modernos para
impulsar el avance en las áreas rezagadas.
El alto grado de urbanización ha comportado la incorporación de las
masas al proceso de consumo, a través del cual se puede crear una
especie de puente "que tendería a hacer semejantes las pautas sociales y
las orientaciones valorativas en las sociedades desarrolladas y en las
sociedades subdesarrolladas" ([2]). El esquema mencionado es lo que se
ha dado en llamar el "efecto de demostración", que en el plano económico
implica la modernización mediante el consumo.
Cardoso y Faletto objetan a esta perspectiva, ya que en el plano
económico las inversiones para el desarrollo, si éste ha de ser
autónomo, deben provenir del ahorro interno, por lo que la presión
modernizadora del consumo jugaría en contra del desarrollo. Por otro
lado, en el plano sociológico hay que considerar los fenómenos
relacionados con el efecto de demostración como resultados y no como
elementos causales del proceso.
Ellos consideran más adecuado un procedimiento que acentúe el análisis
de las condiciones específicas y el tipo de integración social de
clases como condicionantes principales del proceso de desarrollo. A los
que se sumarían los fenómenos relacionados como "efecto de demostración"
en un plano explicativo subordinado.

2. El análisis integrado del desarrollo:


Realizada la crítica de los esquemas interpretativos desarrollista y
estructural funcionalista, Cardoso y Faletto hacen su propuesta teórico
metodológica: el análisis integrado del desarrollo.
No se trata, dicen, de añadir al análisis económico una interpretación
sociológica. Se trata de establecer las relaciones recíprocas entre las
condiciones estructurales y los procesos sociales. En este enfoque el
desarrollo se torna en un resultado de la interacción de grupos y clases
sociales. Y a través del análisis de los intereses y valores que
orientan la acción al cambio social, éste (el cambio social) deja de
presentarse como un resultado de factores "naturales". El cambio social
y el desarrollo serían el
resultado de la interacción de intereses contrapuestos de diversos grupos sociales.
Su propuesta metodológica señala que debe sobrepasarse lo que se conoce
como el enfoque estructural para alcanzar una interpretación en términos
de "proceso histórico". En este marco, es necesario buscar las
categorías que expresen los distintos momentos y las características
estructurales del desarrollo.
Señalan Cardoso y Faletto, "el problema teórico fundamental lo
constituye la determinación de los modos que adoptan las estructuras de
dominación, porque por su intermedio se comprende la dinámica de las
relaciones de clase" ([3]). Cada cambio histórico importante en América
Latina ha estado acompañado de un cambio en las relaciones de
dominación, ha producido una modificación de las relaciones entre los
diversos grupos sociales.
La explicación teórica de las estructuras de dominación conlleva
establecer la conexión íntima entre los determinantes externos e
internos; no en una relación "causal-analítica", ni mecánica. Justamente
aquí juega un papel importante el concepto de dependencia, pues permite
la integración de factores externos e internos en una relación correcta.
Es decir, en la que lo externo se expresa también como forma particular
de relación entre clases sociales en el ámbito nacional.
En este sentido, el análisis de la dependencia debe centrarse en su manifestación
interna.
El objetivo del análisis integrado sería explicar los procesos
económicos como procesos sociales, para lo cual se necesita buscar un
punto de intersección teórica donde el poder económico se exprese como
dominación social.
Ahora bien, el análisis debe tomar en cuenta desde un inicio la relación
entre las sociedades subdesarrolladas y las desarrolladas, ya que
justamente el concepto de subdesarrollo emana de la relación entre
sociedades "periféricas" y "centrales". En este sentido es útil
comprender que subdesarrollo es diferente de carencia de desarrollo,
siendo esta última la situación de las regiones que no se han vinculado
en absoluto con los países industrializados.
La "situación de subdesarrollo se produjo históricamente cuando la
expansión del capitalismo comercial y luego el capitalismo industrial
vinculó a un mismo mercado economías que, además de presentar grados
diversos de diferenciación del sistema productivo, pasaron a ocupar
posiciones distintas en la estructura global del sistema capitalista"
([4]). Insisten los autores que subdesarrollo no sólo implica un nivel
de desarrollo distinto, sino también una función distinta en el sistema
económico mundial.
La interpretación común del concepto de subdesarrollo caracteriza un
sistema económico marcado por el predomino del sector primario, fuerte
concentración de la renta, poca diferenciación del sistema productivo y
predominio del mercado externo sobre el interno. Esta interpretación es
insuficiente, a juicio de los autores, ya que no establece la forma
concreta en que se vinculan las economías periféricas al mercado
mundial, y cómo se constituye la relación de dominación interna.
"Tal enfoque implica reconocer que en el plano político-social existe
algún tipo de dependencia en las situaciones de subdesarrollo, y que esa
dependencia empezó históricamente con la expansión de las economías de
los países capitalistas originarios" ([5]). La dependencia implica una
forma de dominación en que la toma de decisiones productivas o de
consumo se hacen en función de intereses externos.
Aquí, Cardoso y Faletto establecen los límites en que deben comprenderse
los conceptos de dependencia, subdesarrollo y relación centro -
periferia:
- Dependencia alude a condiciones de existencia y funcionamiento del
sistema económico y del político mostrando las vinculaciones entre
ambos, tanto en el plano interno como externo.
- Subdesarrollo subraya el grado de diferenciación del sistema
productivo, sin acentuar en el problema de las estructuras de
dominación.
- Centro - periferia señala las funciones que cumplen las economías
subdesarrolladas en el mercado mundial, sin atender a los factores
políticos y sociales ([6]).
Ejemplificando se alude a que una sociedad puede alcanzar un alto grado
de desarrollo, sin que esto implique lograr autonomía respecto a los
centros de decisión mundial (Argentina, Brasil); y, viceversa, se puede
alcanzar un alto grado de autonomía sin superar el subdesarrollo (Egipto
con Nasser, Yugoslavia de Tito, etc.).
El análisis integrado no separa los factores internos y externos, por el
contrario, los considera en su íntima relación, al igual que busca el
punto de intersección de lo económico y el factor socio-político. La
relación entre todos estos factores es evidente en la situación de los
enclaves coloniales, pero en las sociedades que han constituido estados
nacionales se torna confusa. Por eso, es necesario que el análisis
integrado saque a flote la relación específica entre estos factores en
cada una de las etapas del desarrollo.
El análisis integrado debe establecer el vínculo entre países
periféricos y centrales, sin que se "atribuya a estos últimos la
determinación plena de la dinámica del desarrollo" ([7]). En este
sentido, el subdesarrollo nacional supone a la vez que una subordinación
exterior, la reorientación interna del comportamiento social, político y
económico en función de intereses nacionales. Por eso, el análisis
integrado consiste en determinar las vinculaciones económicas y
político-sociales que tienen lugar en el ámbito de la nación ([8]).
Visto de esta forma, la dependencia ya no constituye una variable
externa. La dependencia encuentra su verdadero carácter como relaciones
estructurales, o sea, un tipo de relaciones de clase que implica una
determinada forma de dominación, que conlleva un vínculo estructural con
el exterior.
Por eso, no cabe esperarse que las relaciones de clase en los países
subdesarrollados repitan el camino seguido por los países centrales.
Latinoamérica, por ejemplo, desde la colonia ya ha estado integrada en
una relación con dichos países, pero esta relación ha sido como "países
periféricos". Entonces, los diversos momentos del desarrollo capitalista
no deben estudiarse para saber cómo lo repetirán los países
subdesarrollados, sino para saber cómo se produjo la relación concreta
entre centro y periferia.
Cardoso y Faletto identifican tres momentos distintos de la relación
América Latina con los países de centro: la relación con España (Pacto
Colonial), la relación con Inglaterra (capitalismo de concurrencia,
siglo XIX) y la relación con Estados Unidos (capitalismo monopólico,
siglo XX).
Cada fase de estas ha significado un realineamiento distinto de las
relaciones clase al interior de nuestros países, a partir de una
situación dada que venía de la fase anterior. Así por ejemplo,
Inglaterra basó sus relaciones hacia grupos productivos nacionales, que
ya existían desde el pacto colonial; Estados Unidos centró sus vínculos
con sectores de industriales urbanos, que existían de modo subordinado
en la fase anterior. "Lo que se quiere señalar... es que si la nueva
forma de dependencia tiene explicaciones exteriores a la nación, tampoco es ajena a
ella la relación interna entre las clases que la hacen posible y le dan su
fisonomía" ([9]).
En este sentido, hay que considerar que el sistema económico en los
países subdesarrollados presenta una doble dimensión, interna y externa,
que en el plano social fuerza una estructura con doble conexión, que
responde a las presiones y vinculaciones externas según el
condicionamiento de los factores internos que inciden en la
estratificación social. Las sociedades subdesarrolladas son, pues,
sociedades complejas en las que coexisten profundas contradicciones
"valorativas", con grupos sociales que responden pautas
de "sociedades industrializadas de masas", de "situaciones de clase" y hasta de
"situaciones estamentales".
Cardoso y Faletto finalizan sugiriendo que hay que integrar esta
realidad contradictoria en conceptos e hipótesis que la expresen. Y,
señalan que hay que admitir que estas contradicciones de clases y grupos
pueden producir situaciones que no siempre se saldan a favor del
desarrollo nacional. El estancamiento y la heteronomía son "posibles".

FASES DEL DESARROLLO LATINOAMERICANO


Cardoso y Faletto proponen un modelo de interpretación del desarrollo
latinoamericano postcolonial que reconoce tres fases históricas, con
algunas variantes particulares: el período de "expansión hacia afuera",
en el que el factor dinámico lo constituyó el mercado externo; el de
"crecimiento hacia adentro", donde la dinámica se basó en la creación
del mercado interno; y, finalmente, el momento en que los capitales
externos retornan y toman control del mercado interno.
Para cada uno de estos momentos, como se ha dicho, se establece un
determinado modo de dominación, de relación entre las clases nacionales,
y una articulación distinta con el mercado mundial.

1. Fase de expansión hacia a fuera:


Al momento del nacimiento de los estados nacionales en Hispanoamérica,
éstos heredaron de la fase colonial una manera específica de
relacionarse con la metrópoli. Según los autores que estudiamos, tres
eran las formas como las metrópolis integraron al mundo periférico en la
era colonial:
colonias de población, colonias de explotación y reservas territoriales.
En las primeras, las colonias de población, se produjo una explotación
extensiva de la tierra, fundamentalmente dedicada a la producción
agrícola. Las segundas, llegaron a desarrollar un nivel de producción
con recursos tecnológicos, especialmente en las minas. Y las terceras,
permanecieron virtualmente inexplotadas.
Estas características marcaron las emergentes naciones. Así tenemos que
el proceso de formación nacional fue más exitoso en los países que se
habían organizado en torno a la producción agrícola para la exportación
(azúcar, café, cacao, etc), lo que les garantizó una continuidad del
mercado. Lo cual, a su vez, favoreció la constitución de una élite local
exportadora, entorno a la cual se pudo organizar el estado nacional y el
aparato estatal.
Las otras dos variantes estuvieron más debilitadas en el proceso de
constituir el estado nacional, durante todo el siglo XIX, especialmente
porque su vínculo con el exterior fue mediado por capitales extranjeros
que controlaban la extracción de recursos mineros o forestales.
En todos los casos, el eje en torno al cual se organizó el estado
nacional fue el sector exportador, ya fuera en el sentido económico, ya
como eje de las alianzas de clase que determinaron la forma de
dominación que se estableció. Lo que diferenciaba a las primeras
formaciones nacionales (colonias de población), de las
segundas (colonias de explotación y las exreservas) era en manos de quién estaba el
control del sector exportador.
De manera que, de acuerdo a Cardoso y Faletto, surgieron dos
variantes de estados nacionales en Hispanoamérica según
quién controlara la producción destinada al mercado mundial:
- Los países con control nacional del sistema productivo, en
los que la producción para la exportación estaba en manos de
productores autóctonos.
- Los países en los que se constituyeron enclaves, en los
que el sector exportador estaba controlado desde fuera, por
capitales foráneos. De los que había dos variantes:
plantaciones y minas.
En ambos casos, los capitales de la metrópoli, Inglaterra, imponían al
sector exportador hispanoamericano las condiciones de comercialización,
gracias al control del mercado mundial y sobre los sistemas de
transporte. Pero a principios del siglo XIX la expansión industrial
inglesa no se centraba en la inversión de capitales productivos en la
periferia, sino en asegurar la comercialización y abastecimiento de las
materias primas necesarias para su industria. Por eso, se
caracterizó por ser un capitalismo comercial y financiero, cuyas inversiones en la
periferia se dirigieron esencialmente (con excepción del sector minero) a áreas no
explotadas por capitales autóctonos.
Por eso, en los países caracterizados por un control de las
exportaciones por productores nacionales, éstos se vieron más bien
estimulados que obstaculizados en su relación con los capitales
metropolitanos. De manera que "las probabilidades de éxito para imponer
un orden nacional estuvieron condicionadas tanto por la "situación de
mercado" regida por el grupo que controlaba las exportaciones -monopolio
de los puertos, dominio del sector productivo fundamental, etc.-, como
por la capacidad de algunos sectores de la
clase dominante de consolidar un sistema político de dominio"([10]).
Este sistema político de dominio, se basó en la alianza del sector
exportador (plantadores, mineros, comerciantes y banqueros) con las
oligarquías locales, no vinculadas al mercado externo. La relación entre
ambos sectores no fue siempre cordial, pues hubo guerras en que las
oligarquías disputaron la hegemonía al "sector moderno" (como lo llaman
Cardoso y Faletto). Pero, una vez superada la fase anárquica y de
guerras civiles (1850) que siguió a la independencia, la alianza entre
ambos grupos emergió con claridad.
A cambio de que los primeros garantizaran el control de la tierra de los
latifundistas, obstaculizando el libre acceso de los colonos a la tierra, los otros
respetaron su papel hegemónico, tanto económico, como político.
En las economías cuyo sector exportador cayó en manos extranjera
(enclaves), ya fuera porque fueron desplazados los capitales autóctonos
o porque desde un principio fue desarrollado este sector mediante
inversiones externas, también se establece una alianza de este sector
con las oligarquías tradicionales. Pero, en este caso, el grado de
autonomía y de toma de decisiones a nivel nacional se vio debilitado.
En este caso, la formación del sector moderno "era una especie de
prolongación tecnológica y financiera de las economías centrales" ([11]).
En las economías de enclave, el éxito del crecimiento hacia afuera no
logró siempre crear un mercado interno, pues la concentración de
ingresos quedó en manos extranjeras. Aquí Cardoso y Faletto establecen
una diferencia entre los enclaves cuyo eje eran las plantaciones y los
mineros. Pues mientras los primeros ocupaban gran cantidad de mano de
obra, lo que podía ayudar a la creación de un mercado interno; los
segundos, se fundaban sobre el desarrollo tecnológico y el poco empleo
de trabajadores.
Los sistemas económico y político de los países relacionados con el
mercado mundial por la vía de los enclaves se caracterizan porque:
- Su producción está doblemente condicionada por la metrópoli, ya que el
control de las decisiones de inversión provienen de fuentes externas; y
porque los beneficios generados van a parar en su mayoría afuera.
- Casi no existen conexiones con la economía local, "pero sí con la
sociedad dependiente, a través de canales como el sistema de poder". En
algunos casos, parte de las clases dominantes locales orientan su
actividad hacia el ejercicio de la administración y el poder político,
lo cual fortaleció funciones reguladoras del estado y creó las bases
sociales para la llamada clase media tradicional.

2. La fase de "expansión hacia adentro"


Cardoso y Faletto consideran que la creación del mercado interno y la
industrialización, así como de las clases sociales urbanas que lo
encarnan, no fue un salto repentino, sino que empezó con un proceso
paulatino de creciente división social del trabajo y consecuente
diferenciación social iniciado desde el siglo XIX, durante la fase de
expansión hacia afuera. Por esta razón, ellos consideran que este
proceso se produjo en dos fases:
- Un momento de transición en que empezaron a surgir las condiciones
sociales y económicas del mismo, sin que fuera todavía predominante.
- La fase plena de la alianza desarrollista, en que los sectores
sociales que impulsan la creación del mercado interno pasan a constituir
el eje de la forma de dominación.
Cada fase de éstas presentará variantes según la forma particular que
hayan adquirido las relaciones de clase en cada país. Estas variaciones
estarán principalmente marcadas de acuerdo a si se trata de un país cuyo
sector exportador está nacionalmente controlado, o si se éste constituye
un enclave.
A su vez, cada una de las dos variantes principales presenta
subvariantes, de acuerdo a la fortaleza o debilidad de los sectores
sociales medios que encarnan el proyecto industrializador. Las variantes
y subvariantes, sostienen el modelo explicativo general de los autores,
interpretando los diversos caminos que el proceso social tomó en cada
país.
a. Fase de transición:
En general, en el plano social, la fase de transición está
caracterizada por el surgimiento paulatino de las llamadas clases
medias modernas: una burguesía industrial, profesionales, la burocracia
civil y militar, asalariados, etc. En un principio, estos sectores
ocupaban claramente un lugar secundario, y eran subordinados de la
alianza entre los sectores exportador-importador y la oligarquía.
Sin embargo, en el plano político, esta forma de dominación
(oligárquica) inició su crisis antes de que la crisis económica de 1929
diera un impulso definitivo al sector burgués industrial.
Esta crisis germinal de la dominación oligárquica forzó, en diversos países a
reacomodos en la alianza de clases dominantes, en las que se fue abriendo las
puertas a los nuevos sectores medios emergentes. La forma particular que adquirió
dicha integración constituye las subvariantes del proceso de desarrollo de la que
hablamos antes.
a.1. Fase de transición en países con producción nacionalmente controlada:
En estos países se conformó claramente una burguesía de expresión
nacional, pero la forma de dominación tuvo dos variantes: en algunos
países (como Argentina) el sector "comercial-exportador" a partir de su
fortaleza y el control de las relaciones externas (puertos, aduanas,
etc) constituyó el sistema financiero e impuso su predominio a toda la
nación; en otros casos, la unidad de clase no se alcanzó (Brasil) y la
confederación de oligarquías expresa la forma de dominio.
Desde el punto de vista económico se presentaron tres situaciones
distintas: uno, el sistema exportador era monoproductor, por ende no
hubo una significativa diferenciación del sistema productivo produciendo
un reducido mercado interno
(América Central); dos, poco o nada diversificado el sistema exportador, pero sí
produjo mercado interno (Uruguay y Argentina); tres, un sistema exportador muy
diversificado, produjo un sector productivo y mercado interno importante (Brasil).
Cardoso y Faletto insisten en su propuesta metodológica: más que la
diferenciación económica, importa la diferenciación social para
determinar el rumbo que tomó el proceso de desarrollo ([12]). Por
ejemplo, pese a lo que cabría esperarse, la crisis económica del 29
produjo en Argentina un robustecimiento del sector oligárquico. Es en lo
social, y en la alianza de clases que caracterizan la forma de
dominación donde centran su atención.
Al respecto, sobre cómo intentaron acceder a la forma de dominación las
clases medias urbanas consideran las siguientes variantes:
1. Argentina, en la que en dos ocasiones con Yrigoyen y el Partido
Radical, las clases medias accedieron a la alianza encabezada por el
sector exportador. Sin embargo, en ambas ocasiones, la incapacidad para
controlar los movimientos reivindicativos de los sectores obreros y
populares llevaron al fracaso de estas tentativas, y a nuevos
realineamientos "sin participación política ampliada", bajo los
regímenes de Alvear y Uriburu.
2. Brasil, en la que la crisis de la dominación oligárquica se dio en
tres momentos que produjeron la incorporación de los sectores medios
"tradicionales" a la alianza dominante:
- Durante el Imperio (1860-70), la alianza dominante está
encabezada por la oligarquía y el sector exportador
(azucareros del noreste y cafetaleros del centro y sur).
Aquí es el estado quien garantiza el interés general y crea
una importante burocracia social y políticamente importante.
- La cristalización de una situación social capitalista
burguesa se da dentro del sistema agroexportador (1870)
cuando los cafetaleros de San Pablo empiezan a sustituir la
mano de obra esclava por inmigrantes asalariados. Empieza
aquí el deterioro del sistema esclavista y caída del imperio
(1889). El Partido Republicano expresa la nueva realidad con
la incorporación a sus filas de los "fazendeiros" (clase
media tradicional) . La economía de
plantación no permitió una rápida diferenciación de clases, dando lugar a una
alianza en el poder integrada por sectores oligárquicos tradicionales, la burocracia
civil y militar, cafetaleros y sectores no esclavistas. Esta alianza se encarna en
el gobierno del mariscal Floriano Peixoto y la Constitución de 1891.
- A partir de 1930, se incorporan sectores medios modernos a
partir de la crisis de dominación oligárquica. Las clases
medias se integran a sistema de dominación del que hacen
parte grupos regionales (azucareros, ganaderos) contra el
sector cafetalero.
3. Uruguay, país en el que las clases medias son integradas a la alianza
de poder, a través del partido Colorado y el presidente Batlle (1917),
abriendo un período de equilibrio en la alianza dominante. El sistema
bipartidista, Colorado - Blanco, tiende a expresar las dos alas del
sector exportador uruguayo los hacendados (Blanco) y los comerciantes
(Colorado).
4. Colombia, país que se caracterizó por un predominio del sector
oligárquico y una debilidad de la clase media. La confrontación
liberal-conservadora no fue una división tajante entre oligarquía y
sector exportador-importador, sino que en cada partido hubo mezcla de
ambos, y realmente fue un enfrentamiento entre sectores exportadores. El
gobierno y la Constitución de Rafael Núñez (1886) impone la
unidad entre ambos proyectos políticos, la que se mantiene pese a los momentos de
crisis que hubo. La debilidad de un sector burgués industrial y del sector obrero y
popular, llevó a que los líderes de populares de este período salieran del sector
oligáquico y fueran reabsorvidos con el tiempo. Hasta después de la II Guerra
Mundial pudo la nueva clase media acceder al poder.
a.2. Fase de transición en economías de enclave:
Los sistemas de enclaves se establecieron hacia fines del siglo XIX y
principios del XX. Por lo que el capital extranjero al afincarse se
encontró con una clase oligárquica tradicional con la cual se alió para
dar conformar el sistema de dominación. Aquí no hubo un sector
exportador nacional, por ende hubo poca diferenciación social y un magro
mercado interno. En el otro extremo social, los enclaves originaron un
numeroso y pujante proletariado.
Esta situación determinó la forma de dominación específica que se dio,
en la que la característica central fue la explotación económica por la
vía política. Dada su debilidad, la oligarquía sólo pudo relacionarse
con el enclave ofreciendo su capacidad para controlar (reprimir) a los
sectores obreros. Esto marcó un sistema de dominación altamente
excluyente y represivo.
El problema económico de la transición en los países con enclaves fue la
inexistencia del mercado interno, salvo México, Chile y Venezuela. De
modo que la crisis del 29 afectó directamente al sector moderno (el
enclave) sin amenazar el dominio oligárquico. Los movimientos sociales
de la década del 30 fueron respondidos con regímenes militares. Para
lograr la transición y formar el mercado interno fueron necesarios
cambios políticos. El populismo desarrollista no encontró bases sociales
y fue desde el estado que se
creó la burguesía industrial. Sector que recién se fortalece post Segunda Guerra
Mundial, asociado a inversiones extranjeras en el sector productivo.
Se reconocen tres variantes en cuanto a la evolución que tomó la forma
de dominación:
1. México y Bolivia, países en los que la oligarquía
mantenía un sistema sumamente excluyente, los sectores
medios accedieron a la alianza dominante encabezando
revoluciones campesinas, con un programa nacionalista. En
México, el predominio del programa los sectores medios se
dio en dos momentos, con Madero (1910) y con Cárdenas
(1934).
2. Chile, donde la dominación tuvo más elementos burgueses,
con una economía más compleja, y sectores medios y urbanos
numerosos. Con el "alessandrismo" en los años 20 la clase
media accede al poder.
3. América Central, en la que los terratenientes mantienen
una forma de explotación agraria que rompe la hacienda
tradicional, pero sin llegar a constituir una economía
urbano-industrial. Los campesinos que no llegan a ser
absorbidos por el enclave, se convierten al precarismo, a la
economía de subsistencia. Dada la reducida magnitud y
debilidad de los sectores medios, no es sino hasta después
de
la Segunda Guerra Mundial que se inicia la industrialización.
b. El populismo desarrollista
"...la fase llamada de industrialización sustitutiva de importaciones se
caracterizó por un doble movimiento convergente: la expansión del sector
privado de la economía y, consecuentemente, el robustecimiento de la
burguesía industrial y la creación de áreas nuevas de inversión,
concentradas alrededor de la "industria básica" y de las obras de
infraestructura, en donde fue acentuada la participación estatal"
([13]).
Este proceso va acompañado en lo social por la aparición de lo que se ha
dado en llamar las "sociedades urbanas de masas", en las que se
incorporaban enormes sectores de población a las ciudades como
asalariados o proletarios. La aparición de las masas, junto a la
industrialización, es lo que va a caracterizar el período inicial de
"desarrollo hacia adentro".
Durante esta fase el estado aumenta su papel y muda su carácter, de
mediador en la política de financiamiento de inversiones extranjeras, en
defensor del mercado interno por la vía de los aranceles.
Sin embargo, el proteccionismo y los incentivos para la formación del
mercado interno no se dieron como producto de un desarrollo evolutivo
del sector industrial. Más bien, fue el resultado de una política de
alianzas concientemente concebida. Su objetivo era armonizar una base
económica para los nuevos sectores emergentes (burguesía industrial) con
una política que permitiera la inserción socioeconómica de los sectores
populares, que amenazaban la forma de dominación.
La forma de dominación pasó a integrarse con una alianza conformada por
las clases medias ascendentes, la burguesía urbana, los sectores del
antiguo sistema importador-exportador y hasta por algunos latifundistas.
En el otro extremo social se ubicaban los llamados "sectores populares":
la clase obrera, los sectores populares urbanos y los campesinos.
En el plano económico, se dieron dos orientaciones políticas que juntas
dan origen al concepto de populismo desarrollista: por un lado, una
tendencia al "distributismo", buscando responder a las exigencias de las
masas de ser incorporadas social, política y económicamente; por otro,
una tendencia al "nacionalismo", respondiendo a la necesidad de los
nuevos sectores dominantes cuyo objetivo es consolidar el mercado
interno.
"La necesidad de una ideología como la del "populismo desarrollista",
donde coexisten articulándose metas contradictorias, expresa el intento
de lograr un grado razonable de consenso y legitimar el nuevo sistema de
poder, que se presenta a la nación apoyado sobre un programa de
industrialización que propone beneficios para todos" ([14]).
Para Cardoso y Faletto, un proceso de desarrollo de este tipo tiene una
serie de requerimientos mínimos que caracterizaron las políticas de esta
fase: disponibilidad de capitales para ser reinvertidos; disponibilidad
de divisas para financiar industrialización; posibilidad de
redistribución de la renta, para permitir algún grado de incorporación
de las masas; capacidad empresarial y pública de expandir la economía;
eficiencia en la administración estatal; y capacidad para
consolidar un liderazgo político que logre presentar los intereses contradictorios
como una conciliación en función del interés "nacional".
Pero como la disponibilidad de capitales y divisas estaba concentrada en
manos del sector exportador, es contra él que deberá enfrentarse la
burguesía industrial. Lograr trasladar capitales de uno al otro
requerirá la coincidencia de: una coyuntura favorable del mercado
internacional, una política de retenciones sobre el tipo de cambio, una
política arancelaria y monetaria que favorezca el sector industrial
sobre los grupos tradicionales. Esta disputa va a producir choques con
consiguientes repercusiones políticas.
Según la relación que llega a adquirir la burguesía industrial con el
estado se producen tres variantes:
a. Industrialización Liberal (Argentina). La conducción del proceso está
impulsada por el sector exportador importador que, gracias a su
fortaleza, tiene nexos directos con la industrialización. En este
modelo, la base económica anterior permitió a los sectores privados
llevar adelante la industrialización sin necesidad de que el estado
jugara un rol decisivo. Este modelo fue posible porque hubo recursos
suficientes para transformar en asalariado al trabajador agrícola
que emigraba a la ciudad. En este sentido, el papel éxitos del peronismo consistió
en conjugar los intereses del sector hegemónico con el deseo de participación
creciente de las masas.

b. Nacional populista (Brasil). En este modelo, el período de expansión


hacia afuera no consolidó un sector exportador suficientemente fuerte
para que neutralizara los grupos tradicionales, a partir del cual
financiar la industrialización y unificara tras de sí a las masas.
Aquí el estado surge como un instrumento directo de la constitución del
sistema industrial a través de grandes
empresas públicas. Acá la industrialización se produce con mayor autonomía
respecto
al sector exportador, y cuando éste entra en crisis. Es impulsada por una alianza de
burgueses industriales, capas medias y masas unificadas en torno al "populismo" del
régimen de Vargas.
c. El "Estado desarrollista" (México y Chile). En este modelo la
debilidad del sector importador -exportador es tal que el estado toma la
batuta, incluso en el sistema productivo. Acá juegan un papel central
los sectores medios de la sociedad, los que desde una reforma del
estado, incorporan al componente popular, y sacan los recursos
financieros para la industrialización. Encarnaron esta alianza de
clases, en México el régimen de Cárdenas, y en Chile el Frente Popular
de 1937.
c. Límites estructurales al proceso de industrialización nacional:
El modelo de crecimiento hacia adentro encontró una coyuntura
desfavorable a partir de la década de 1950, cuando se conjugó una nueva
situación del capitalismo mundial (a la que nos referiremos más
adelante) y se dio un vuelco de la situación interna. Pero, previamente
hay que establecer, como lo hacen Cardoso y Faletto que este modelo
tenía límites estructurales que, si no se rompían, apuntaban a su
agotamiento.
Por un lado, sostener la industrialización implica ingentes necesidades
de acumulación e inversión de capitales. La disponibilidad de estos
recursos en manos nacionales era limitada. Fundamentalmente porque la
acumulación y el financiamiento industrial se hacen a través de las
exportaciones, de la que se sacan dichos recursos. Pero el mercado
mundial está controlado desde afuera.
Esto se expresó con mayor claridad cuando, en la postguerra, cambió la
coyuntura favorable para los precios de las materias primas e
industriales que América Latina exportaba, y éstos empezaron a caer. Por
ende, la capacidad de destinar mayores recursos que sostuvieran el
proceso industrializador se vio limitada. Los recursos tecnológicos,
imprescindibles para mantener el aumento de la productividad, tampoco
están en manos nacionales. Las potencias imperialistas los controlan y,
a partir de los años 50 fueron un
arma esencial en la recolonización del mercado interno de nuestros países por el
capital extranjero.
Por otra parte, el proceso de industrialización da como resultado social
un alto grado de diferenciación de clases a lo interno de estos países.
Un numeroso proletariado y enormes masas urbanas se crean y presionan
por demandas económicas y sociales, las cuales no pueden ser
satisfechas. Esta situación genera inestabilidad social y crisis
política que, a la larga, forzó la ruptura de la alianza hegemónica,
imponiéndose alternativas políticas de carácter restringido.
En fin, Cardoso y Faletto analizan una serie de circunstancias en las
que hipotéticamente hubiera sido posible sostener el modelo
desarrollista, y que van desde una buena coyuntura de precios hasta el
proteccionismo, la moratoria de la deuda externa, o cargar sobre el
sector importador-exportador los costos del desarrollo. Todas estas
variantes son desestimadas, en el modelo y la realidad, por su falta de
viabilidad. Su aplicación requiere una ruptura de la alianza hegemónica
y una vía no capitalista de desarrollo.
Los autores consideran que sólo dos alternativas quedaban para sostener
el proceso de industrialización: o abrir el mercado interno al capital
extranjero; o el socialismo. Obviamente, la primera fue la variante que
se impuso en América Latina, salvo Cuba, país en el que se adoptó la
segunda ([15]).

3. Fase del mercado interno abierto al capital extranjero:


El agotamiento del modelo desarrollista en los años 50 coincide con una
nueva modalidad que adquieren los capitales imperialistas, los cuales
retornan luego que han superado la coyuntura de la guerra mundial.
Coincidiendo con el agotamiento interno del modelo desarrollista, debido
a las limitaciones señaladas se produce una transferencia de capitales
de las metrópolis hacia la periferia.
Ahora, los capitales imperialistas, estimulados por los mercados
internos que se han consolidado y las leyes proteccionistas, no se
conforman con meras inversiones financieras y préstamos para
infraestructuras. El capital imperialista pasa a hacer inversiones
industriales directas tratando de controlar el mercado interno emergente
en Latinoamérica. Estas inversiones son de dos tipos, ya sea en
colaboración con capitales nacionales preexistentes, o tratando de
lograr un monopolio de áreas importantes de dicho mercado.
En un principio, este vuelco de los capitales extranjeros no se vio como
una contradicción, pues los capitales internos tenían muchas áreas
nuevas de explotación (fase de "industrialización creciente"). Pero al
llegar a la denominada "fase de auge de la sustitución de
importaciones", el proceso empieza a bajar de velocidad. Se decanta
entonces un sector industrial nacional en contradicción con el capital
externo y relativamente aislado del impulso tecnológico, confrontado con
el capital transnacional o asociado a éste, que pasa a constituir el
sector industrial "moderno".
"Por lo tanto, si bien es cierto que no puede explicarse la
industrialización latinoamericana como una consecuencia de la expansión
industrial del centro -pues, como vimos, ésta se inició durante el
período de crisis del sistema económico mundial y fue impulsada por
fuerzas sociales internas-, tampoco puede dejar de señalarse que en la
industrialización de la periferia latinoamericana la participación
directa de empresas extranjeras asigna un particular significado al
desarrollo industrial de la región..." ([16]).
En esta situación la dependencia adquiere un nuevo carácter pues, las
características de "la situación de desarrollo" (industrialización)
cambian de sentido, ya que pasa a depender cada vez más de elementos
externo; pero, a la vez, la relación es distinta que en las economías de
enclave, puesto que en estas últimas las decisiones se hacían desde
afuera para el mercado externo, ahora la dirección del proceso también
es externa pero su objetivo es el mercado interno.
En el plano político-social hay un nuevo realineamiento en los sectores
dominantes. Ahora la alianza de poder está constituida fundamentalmente
por el sector público, las empresas monopólicas internacionales, el
sector financiero y el sector capitalista moderno nacional. Pasan a
ocupar un lugar secundario en la alianza dominante, los otrora
importantes sectores terratenientes, exportadores y hasta la industria
nacional no vinculada al capital extranjero.
Las masas urbanas constituyen otro sector excluido, ya que se conforman
regímenes políticos represivos. Esto se debe a que el sistema industrial
moderno implica un aumento de la productividad y de la marginalización
social. Lo que hace difícil la canalización de las demandas obrero
populares como en la fase anterior. Parte de la estabilidad de los
nuevos regímenes, la atribuyen los autores a que ocurre una división de
intereses a lo interno del propio movimiento obrero,
entre el sector vinculado a la industria tradicional y el moderno (vinculado al
capital extranjero), en el que éste último obtiene beneficios económicos del proceso
de internacionalización de la economía. Es decir, se constituye en una especie de
aristocracia obrera.
El estado y la tecnocracia civil-militar llegan a jugar un rol
fundamental en la nueva situación. Es directamente a través del estado
que la burguesía urbano industrial llega a manifestar sus expresiones
políticas. Pero el cambio está marcado por "...las grandes
organizaciones nacionales, como el ejército y la burocracia pública, más
que las burguesías nacionales o internacionalizadas, quienes actúan y se
reorganizan" ([17]).
Producto de este nuevo realineamiento, durante este período se cortan
los regímenes populistas y democrático representativos, surgiendo un
nuevo tipo de dictaduras militares, diferentes a las dictaduras
tradicionales (oligárquicas) de fines del siglo XIX. Sobre la base de la
doctrina de la seguridad nacional y de un impulso a la modernización,
los militares asumen el poder en muchos países de Latinoamérica.
Cardoso y Faletto concluyen que el éxito de los sectores asalariados y
medios de la sociedad para volver a influir sobre las decisiones
políticas va a depender del grado de modernización, y vinculación a la
industria, de sectores en que se forman sus alas técnicas, como la
Universidad.

CRITICAS A LA TIPOLOGIA DE CARDOSO Y FALETTO


Dentro de las diversas variantes de críticas que se puedan hacer a la
tipología aportada por Cardoso y Faletto, en su libro Dependencia y
desarrollo en América Latina, hemos seleccionado la efectuada por Vania
Bambirra ([18]) para resumirla aquí.
Bambirra parte por otorgar un carácter limitado al aporte de Cardoso y
Faletto en función de la "extensión y complejidad temática" de este
trabajo. "La obra que nos ocupa contiene, más bien, un conjunto de
hipótesis y de sugerencias que sirven como punto de partida para una
reinterpretación del estudio de América Latina, que un aporte definitivo
y exhaustivo de la problemática" ([19]).
Pese a que Bambirra inicia aceptando como correcta la concepción
teórico-metodológica de estos autores, les señala las siguientes
críticas:
1. El análisis es esencialmente sociologista, dejando de lado un
profundo estudio de la evolución de las determinaciones económicas.
Bambirra critica que Cardoso y Faletto sólo toman lo económico como un
marco muy general, para centrarse inmediatamente en el análisis del
comportamiento de las fuerzas sociales. Pero al tomarse lo económico de
modo tan general se pierde el hilo de los intereses que realmente mueven
a los diversos sectores sociales. Esto haría que los intereses de
diversos sectores sociales
aparecieran diluidos en un concepto general como "capas medias". Señala Bambirra
que
este tipo de análisis es como ver un baile sin escuchar la música.
"En la medida en que el análisis económico no se realiza pari-passu al
análisis sociológico, la legalidad de lo económico tiende a aparecer
como estática y no como un proceso económico que se desarrolla bajo
leyes y contradicciones que engendran una dinámica específica, en
función de la cual y sobre la cual actúan los hombres, que reflejan
posiciones específicas de clases y las modifican" ([20]). Y concluye
esta primera crítica señalando que hay una disparidad entre el modelo
teórico y su aplicación práctica.
2. Según Bambirra, existe una incongruencia entre los tipos elegidos por
estos autores y los hechos históricos. Es insuficiente el análisis que
divide a los países según la forma en que se dio su nexo con las
metrópolis durante el período colonial, y que deriva básicamente dos
vertientes: colonias con base agrícola - economía nacionalmente
controlada; colonias extractivas - economías de enclave. El esquema
tipológico contendría un déficit en cuanto al análisis de las relaciones
sociales de producción.
Este esquema, dice Bambirra, es insuficiente para explicar la
complejidad del proceso de desarrollo latinoamericano y entra en
contradicción con los siguientes hechos: Guatemala y Chile eran colonias
agrícolas en el período colonial, y se transforman luego en economías de
enclave; Chile, a su vez, siendo economía de enclave durante el siglo
XIX, pasa a tener cierto grado de industrialización propia; México,
siendo economía de enclave también tuvo un importante desarrollo de la
economía nacionalmente controlada durante el siglo pasado, etc.
"El hecho de que en varios países, como, por ejemplo, los
centroamericanos y Guatemala en particular, no se hayan generado las
condiciones para un proceso de industrialización a fines del siglo XIX y
en las primeras décadas del siglo XX, no puede ser explicado sólo por la
presencia del enclave, sino también por el tipo de relaciones de
producción existentes en la agricultura, como en aquella del café en
Guatemala que no generó las condiciones para la constitución de un
mercado interno" ([21]).
3. Bambirra considera que algunos países no encuadran correctamente en
la clasificación efectuada por Cardoso y Faletto. Particularmente se
aduce que México, durante el siglo XIX, si bien tuvo importantes
enclaves, tenía un importante sector agrícola controlado por productores
nacionales, al igual que una industria artesanal. Considera que los
enclaves no tuvieron en México los mismos efectos que en Centroamérica,
por lo que habría que establecer una clasificación diferenciada para
ambos casos.
4. Finalmente, Bambirra señala que al análisis del período posterior a
1945, es decir el del mercado interno abierto al capital internacional,
es insuficientemente analizado por estos dos autores. El análisis
"adquiere un carácter excesivamente genérico, dificultando la tarea de
delimitar claramente en qué medida la existencia de estos dos tipos
(economías nacionalmente controladas y enclaves) se altera en función de
los cambios que acaecen en la economía mundial y que determinan el nuevo
carácter de la
dependencia" ([22]).

CONCLUSIONES
1. Como decíamos al inicio, el libro Dependencia y desarrollo en América
Latina de Fernando Cardoso y Enzo Faletto, constituye un clásico de la
sociología latinoamericana que, de ninguna manera, puede pasar
inadvertido. Coincidimos plenamente con su crítica de los modelos
desarrollistas y funcionalistas.
Destacamos como su principal aporte, la propuesta teórico metodológica
del análisis integrado del desarrollo. Análisis que debe considerar
tanto la esfera económica, como la social y política para poder explicar
los diversos momentos de la historia latinoamericana. Análisis en el
cual, la dependencia es el resultado no sólo de fuerzas externas, sino
de la interacción de ellas en un marco nacional de relación de fuerzas
entre clases y fracciones de clase.

2. La principal crítica que hacemos al modelo de interpretación de estos


autores es que efectúan un análisis demasiado genérico de los intereses
de clase que se mueven en cada una de las coyunturas. Y este déficit no
se refiere sólo a la falta de un acucioso análisis de los intereses
económicos de clase, como dice Bambirra, sino a que impera en estos
autores una visión de los conflictos de clases que no compartimos. Pues
pareciera que, tal y como lo presentan Cardoso y Faletto, los sujetos
sociales actuaran en cada coyuntura de manera bastante consciente
realizando y deshaciendo acuerdos entre sí.
En nuestra opinión los procesos de cambio (políticos, económicos y
sociales) son producto de un choque de intereses de clases y sus
fracciones que producen resultados que, en apariencia parecen emanados
del azar, pero que en el fondo responden a fuerzas objetivas y
tendencias que se desarrollan y determinan su curso. Obviamente,
descubrir estas fuerzas objetivas y tendencias, para explicar el curso
pasado, presente y futuro de los acontecimientos, es el objetivo de la
ciencia social.
Pero en el análisis de Cardoso y Faletto pareciera que las clases
sociales actuaran como si fueran sujetos individuales. De ahí proviene
una categoría muy utilizada por ellos y que consideramos que se maneja
erróneamente y da origen a equívocos: la idea de "pacto" social entre
clases, alianzas, etc. La forma como se maneja esta visión de "pacto"
entre clases, para explicar las diversas coyunturas, tiene mucho de
herencia de los clásicos de la politología burguesa (Rousseau, etc.).
Seguramente esta concepción de los procesos sociales explique por qué no
se utiliza categorías como modo de producción y formación social,
propias del análisis marxista. Es que el concepto modo de producción
implica, por supuesto relaciones de clase que explican momentos diversos
del desarrollo histórico, pero relaciones contradictorias.
No creemos que en la realidad se hayan producido tales "pactos". Lo que
existen son clases y fracciones de clases con proyectos y con políticas.
Y en cada coyuntura histórica, la máquina estatal, que responde al
sector social que en ese momento detenta la hegemonía, se da políticas
para impulsar las decisiones que mejor convengan a dicha fracción, a la
vez que realiza propuestas hacia los otros sectores sociales
subordinados que integran el modo de producción.
Y si bien, es posible que fracciones distintas de la burguesía pacten,
momentáneamente, una determinada alianza contra otras fracciones de su
propia clase y contra los sectores populares; consideramos que no es
posible el "pacto" entre estos mismos sectores obreros y populares y los
burgueses con quienes se enfrentan a diario en el proceso productivo.
Es posible que un gobierno populista, como el de Perón en Argentina, se
de la política de ganarse al movimiento obrero otorgando determinadas
concesiones sociales y económicas, a la vez que neutralice sus intereses
mediante una ideología y una propuesta política. Pero esto no significa
que su gobierno represente una alianza de clases en la que caben y se
cumplen los intereses de la clase obrera, junto con los de los
empresarios industriales. Los intereses de clase a que
respondía su gobierno eran netamente burgueses, y no un pedacito para la burguesía
y
otro para el proletariado.
Justamente se trata de que, mediante dichas políticas, se neutralizó por
décadas la formación de clase obrera argentina de acuerdo a sus propios
intereses como clase, como clase para sí, en beneficio de la burguesía
argentina. Si luego Perón y otros líderes populista fueron derrocados
por una alianza de clases reaccionarias (burguesas también) encabezada
por el imperialismo, fue porque, como señala el análisis de Cardoso y
Faletto, hubo una recolonización de Latinoamérica por el imperialismo
yanqui. No porque Perón amenazara con el socialismo.

3. Este enfoque "pactista" o "aliancista" ha tenido sus repercusiones


en Panamá, con el régimen del General Omar Torrijos, ya que si bien éste
tuvo muchos elementos que lo encajan en el esquema del populismo
desarrollista de Cardoso y Faletto, algunos autores panameños, como R.
Soler ([23]) y M. Gandásegui ([24]), dejan entrever que se trataría de
un régimen de alianza de clases (burguesía industrial, sectores
populares, etc.).
Incluso, llega a proponerse: "Sólo queda como alternativa democrática en
Panamá la construcción de un proyecto nacional encabezado por los
sectores populares organizados al cual pueden sumarse sectores de la
burguesía y las FDP (Fuerzas de Defensa de Panamá). El proyecto tendría
como prioridad cumplir las tareas inconclusas iniciadas por la burguesía
en la década de 1940, profundizadas por los militares en la década de
1970 e interrumpidas en la actualidad. En el plano económico, concluir
la formación del mercado
interno, en el plano social, desarrollar la reforma educativa, en el plano político
fortalecer la base de representación que garantice la participación democrática. En
el plano internacional, perfeccionar la reciprocidad que corresponde economía
nacional y el canal de Panamá" ([25]).
Definitivamente, no estamos de acuerdo con estos esquemas. Porque
olvidan que si bien, el régimen militar de Torrijos tuvo elementos
"desarrollistas", éste se dio en la fase en que los capitales
financieros e industriales imperialistas copaban nuestro mercados
internos. Así que su carácter "independiente" del imperialismo es muy
relativo. Lo que se expresó en su política de sostener el proceso de
industrialización, pero a
partir de fortalecer el sector servicios de la economía (Centro Bancario
Internacional, etc.).
Además de que está demostrado que, en la industrialización sustitutiva
panameña ha jugado un papel preponderante el capital norteamericano. Es
más, cabe preguntarse si, dada la especial "relación" de sometimiento de
Panamá hacia Estados Unidos gracias al canal, Panamá hubiera podido
vivir en algún momento una relativa independencia, como sí la tuvo la
burguesía sudamericana, en las décadas 1930-50.
Inclusive, revivir las condiciones políticas, económicas y sociales en
las que se dio el régimen torrijista es imposible en la actualidad. Los
militares tomaron el poder a principios de los años 70, cuando estaba en
auge el período de sustitución de importaciones y se manifestaban los
efectos mundiales del boom económico de la postguerra. El propio
Torrijos se vio obligado a modificar muchas de las políticas cuando, a
partir de 1974, entró a fondo a producirse un ciclo de crisis económica
capitalista internacional.
Hoy, en la década de los 90, la crisis de la economía capitalista
mundial se ha hecho crónica, y las políticas neoliberales que atacan el
mercado interno, constituyen la respuesta a dicha crisis por parte del
imperialismo. Que es una ilusión imposible de revivir una "alianza de
clases" que nunca existió, lo deja fehacientemente demostrado la
actuación del actual gobierno "torrijista" del PRD, encabezado por
Ernesto Pérez Balladares.

4. La única alternativa de desarrollo viable para Panamá y Latinoamérica


es la que Cardoso y Faletto mencionan al final de su trabajo, pero la
que se niegan a estudiar: la vía no capitalista, el socialismo. La única
alternativa que permitirá superar las barreras que impiden el desarrollo
autónomo de nuestros países, que permitirá defender la construcción del
mercado interno, la superación de la dependencia, y de las lacras
sociales capitalistas (como el desempleo crónico y la miseria): es la
derrota del
imperialismo. Un análisis más detallado de la viabilidad de esta propuesta se
apartaría del objetivo de este trabajo, por lo que no vamos a entrar en ello. Sólo
diremos que la realidad muestra todos los días que, contrario a lo que dice la
propaganda, es el capitalismo lo que sigue fracasando.
BIBLIOGRAFIA
1. Bambirra, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano. Siglo XXI
Editores.
México. 1977.
2. Cardoso, F.H. y Faletto, E. Dependencia y desarrollo en América Latina. Siglo
XXI
Editores. México. 1987.
3. Gandásegui, Marco. La democracia en Panamá. Editorial Mestiza. UNAM.
México. 1989.
4. Soler, Ricaurte. Panamá, nación y oligarquía. En Las clases sociales en Panamá.
CELA. Panamá. 1993.

NOTAS
1. Cardoso, F.H. y Faletto, E. Dependencia y desarrollo en América Latina. Págs.
8-9.
2. Ibidem, pág. 15.
3. Ibid., pág 19.
4. Ibid., pág. 23.
5. Ibid., pág. 24.
6. Ibid., pág. 24-25.
7 Ibid., pág 28.
8. Ibid., pág. 29
9. Ibid., pág. 36.
10. Ibid., pág. 44.
11. Ibid., pág. 49.
12. Ibid., pp 79-80.
13. Ibid., pág. 103.
14. Ibid., pág. 106
15. Ibid., pág. 138.
16. Ibid., pág. 144.
17. Ibid., pág. 155.
18. Bambirra, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano. Siglo XXI
Editores. México. 1977.
19. Ibidem, pág. 16. Surayado OB.
20. Ibid., pág. 17.
21. Ibid., pág. 19.
22. Ibid., pág. 21.
23. Soler, Ricaurte. Panamá, nación y oligarquía, en Las clases sociales en
Panamá. CELA. Panamá. 1993.
24. Gandásegui, Marco. La democracia en Panamá. Editorial Mestiza. UNAM.
México. 1989.
25. Ibidem, pág. 50.
[1]. Cardoso, F.H. y Faletto, E. Dependencia y desarrollo en América Latina.
Siglo Veintiuno Editores. México, 1987. Págs. 8-9.

[2]. Ibidem, pág. 15.

[3]. Ibid., pág 19.

[4]. Ibid., pág. 23.

[5]. Ibid., pág. 24.

[6]. Ibid., pág. 24-25.

[7] Ibid., pág 28.

[8]. Ibid., pág. 29

[9]. Ibid., pág. 36.

[10]. Ibid., pág. 44.

[11]. Ibid., pág. 49.

[12]. Ibid., pp 79-80.

[13]. Ibid., pág. 103.

[14]. Ibid., pág. 106

[15]. Ibid., pág. 138.

[16]. Ibid., pág. 144.

[17]. Ibid., pág. 155.

[18]. Bambirra, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano. Siglo XXI


Editores. México. 1977.

[19]. Ibidem, pág. 16. Surayado OB.

[20]. Ibid., pág. 17.

[21]. Ibid., pág. 19.

[22]. Ibid., pág. 21.

[23]. Soler, Ricaurte. Panamá, nación y oligarquía, en Las clases sociales en


Panamá. CELA. Panamá. 1993.

[24]. Gandásegui, Marco. La democracia en Panamá. Editorial Mestiza. UNAM.


México. 1989.

[25]. Ibidem, pág. 50.Nuevo MSN Messenger Una forma rápida y divertida de
enviar mensajes

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