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SAN FRANCISCO INESPERADO

HERMANOS WALKER #4
MARCIA DM
Este libro electrónico está disponible sólo para su disfrute personal. Este libro
no puede ser revendido o regalado a otras personas a menos que se haya
comprado una copia por separado. Gracias por respetar el arduo trabajo de
este autor. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación
puede ser reproducida en cualquier forma sin el permiso escrito, excepto en el
caso de citas breves en artículos críticos y revisiones este libro es una obra de
ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la
imaginación del autor, son usados de manera ficticia y no debe ser interpretado
como real. Cualquier parecido con hechos reales, lugares, organizaciones o
personas vivas o muertas, es pura coincidencia.

Copyright © 2022 Marcia DM

Edition:Natalia Ortega
Portada:eshopia1419

www.MarciaDM.com
SINOPSIS

El infame, seductor y carismático Killian Walker, o sea yo,


se encuentra en una situación nunca antes vivida por nadie
en esta humanidad.
Bueno quizás alguno, pero nadie tan especial como yo.
Bianca Burke aparece en mi vida con un tobillo hinchado
en medio de la nada y no tengo otra alternativa mas que
cargarla hasta el hospital más cercano. En el camino
descubro que la pelirroja es puro fuego, no solo me hace
reír, sino que también es arisca y original.
Todo muy bonito, solo hay un problema.
Bianca está decidida a casarse con uno de los
empresarios más reconocidos de Silicon Valley.
Y no, no soy yo.
Es alguien mucho peor, alguien a quien conozco.
Con mi indeseado nuevo papel de amigo, no tengo otra
opción mas que guiarla por el camino contrario y si llega a
mi puerta… Bueno, hice lo que pude. 😈
ÍNDICE

Introducción

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Epílogo
Epílogo
Postfacio
Agradecimientos
Adelanto: -El color del Anhelo-

Acerca del Autor


Otras Obras de Marcia DM
“Puedo caminar por las calles de San Francisco, y
aquí soy normal”

Robin Williams
INTRODUCCIÓN

Normalmente tengo playlist de todos mis libros, aunque no


suelo promocionarlas, creo que en este libro es
particularmente especial.
Y necesario.

Así que si quieres, aquí dejo la playlist de San Francisco


Inesperado, sé que hay una escena que será mucho mejor
con esa canción de fondo.
CAPÍTULO UNO
KILLIAN

—¡H ola gente guapa! Aquí KillK informando desde


Muir Woods, San Francisco, California —digo
mientras enfoco la cámara a mi rostro en lo más alto del
camino.
El sol está justo frente a mí, mis ojos verdes parecen
más claros de lo que en realidad son gracias a cómo me da
la luz. Mi cabello oscuro está oculto con una gorra negra
hacia atrás. Dentro del plano de la cámara se puede ver mi
camiseta negra sin mangas, mis brazos tatuados están
embadurnados en protector solar, así que brillan un poco,
haciéndolos parecer más grandes y definidos de lo que en
realidad son.
Oye, esto es internet, nada es lo que parece.
Detrás de mí se ven los árboles gigantes, altos y
frondosos típicos de California, el verde intenso de este
microclima húmedo y mágico brilla gracias al rocío de la
mañana que intensifica su color, y el olor… Demonios, este
olor a oxígeno puro solo lo encontré en el rancho de Oliver.
El despertador sonó temprano en la mañana para poder
venir a esta hora a grabar y sacar fotos sin todo el público
metido en medio, arruinando el encanto de este lugar.
—Como podéis ver, estoy en el camino difícil y este es el
pico más alto del bosque, para aquellos que estén
interesados en venir, recordad que tenéis que reservar
primero. —Comienzo a caminar ligeramente mientras
relato mi caminata—. Pájaros, paz y verde, ¿qué más se
puede pedir? Para los que vivimos en la ciudad esto es
realmente…
Algo gime a lo lejos y no, no suena a placer, más bien a
dolor.
Apago la cámara, la guardo en mi bandolera cruzada
sobre mi pecho y agudizo mis oídos, mientras miro a mi
alrededor. Parece que no hay nadie cerca.
Siseos y gemidos vuelven a sonar, definitivamente
alguien tiene una urgencia y vienen del norte.
—¿Hola? —grito.
Nadie responde, pero los sonidos siguen apareciendo,
así que me dispongo a caminar, buscando la fuente de lo
que sea o quien sea que necesite ayuda.
La grava cruje bajo las suelas de mis zapatillas, el
camino a esta altura del bosque es de tierra y muy angosto.
—¡¿Hola?! —vuelvo a gritar a medida que el gemido es
más alto y claro.
—¡Hola! ¡Aquí! —grita una voz femenina.
Su voz me redirecciona y me lleva hacia la dirección
correcta, que es a no menos de diez metros. Me salgo del
camino y detrás de unos arbustos secos encuentro a una
mujer en el suelo.
De espaldas a mí, esta mujer gime sin control. Su
cabello rojo intenso y rizado cubre casi toda su espalda
hasta la cintura. Está sentada sobre la tierra y por la
posición que tiene puedo darme cuenta que sufrió alguna
especie de torcedura, probablemente en su tobillo ya que
se lo agarra con fuerza.
No sé cómo no soy médico después de esa explicación.
—¿Estás bien? —pregunto a medida que me acerco.
Ella levanta los ojos cuando aparezco en su rango de
visión, por su expresión puedo ver que realmente le duele
mucho.
—Sí, no, ¡no lo sé! Me doblé el tobillo y no puedo
caminar, lo intenté, juro que lo intenté, pero eso lo ha
empeorado y ahora no puedo levantarme —balbucea.
Me pongo de cuclillas delante de ella y me enfoco en su
tobillo, está muy inflamado y rojo.
Como dije antes, debería ser médico.
Su zapatilla está tirada a un lado con su calcetín
correspondiente.
—No tiene buena pinta —digo cogiendo mi bandolera y
abriendo el cierre para darle un poco de agua—. Ten, bebe
un poco.
—¿De… de la misma botella que has bebido tú? —dice
mirando mi botella con horror.
Me río por lo aterrada que se ve.
—Sí, toma…
—No, no, gracias. —Mira lejos de mí.
Examino la botella con detenimiento, buscando algo que
la espante, quizás baba o tierra, no lo sé, algo que
justifique que no quiera tomar agua cuando hace cuarenta
grados a la sombra a las nueve de la mañana.
—¿Qué tiene mi botella?
—Mira, no te lo tomes mal, pero soy germofóbica.
—¿Y…? —insisto.
—Y no comparto botellas, no es personal, como dije, solo
que…
—Ahh, eres de esas… —digo cerrando la botella y
guardándola en mi bandolera.
—¿Esas? —Su tono cambia y una ceja roja se arquea.
Pareciera que el dolor se pierde en la nebulosa.
Me dedico a observarla un poco mejor, sin el apuro que
sentí cuando creí que esto era una situación de vida o
muerte y encuentro sus ojos llamativos, verdes con forma
almendrada, pecas rojas se desparraman por su nariz,
pómulos y frente.
Para lo malhumorada que es, se ve muy adorable.
—No importa, concentrémonos en lo importante, voy a
llamar al guardabosques para ver si él puede enviar a
alguien. —Meto mi mano en el bolsillo de mi pantalón de
chándal y saco el móvil de allí—. Oh mierda…
—¿Qué?
—No hay señal, estamos demasiado arriba.
—Oh Dios… —se lamenta, apoyando su frente en la
rodilla.
—Hey, tranquila, yo puedo llevarte.
Sus ojos se abren con terror, su cuerpo entero se
contrae sin moverse del lugar.
—No, no, esperaré, seguro que alguien pasa por aquí
para revisar que no haya público a la hora de cierre, eso
pasa en estos lugares, ¿no? ¿Hacen eso?
—No —devuelvo con media sonrisa.
Su caos me hace sonreír.
—¡Mierda! —se queja pateando el suelo con sus dos
pies, por supuesto vuelve a retorcerse de dolor.
Miro de soslayo su tobillo, puedo ver cómo empeora a
cada segundo.
—Mira, no quiero alardear, pero levanto pesas más
grandes que tú, dos veces al día, déjame llevarte hasta
abajo, allí podremos llamar al 911.
Dentro de su cabeza roja debate si aceptar mi ayuda o
no, sabe que no tiene muchas opciones.
Casi nadie viene hasta el pico más alto del bosque, se
necesita experiencia y estar preparado para cualquier
imprevisto. Y si la analizo rápidamente, puedo darme
cuenta que esta chica no tiene ni la experiencia, ni el
preparamiento físico para afrontar este lugar.
Pero por suerte (o mala suerte depende cómo lo mires),
aquí estoy yo, el caballero de la armadura reluciente.
—Venga, vamos—Deslizo mis brazos por debajo de sus
piernas y la chica comienza a retroceder.
Me detengo porque no quiero estresarla, pero se me
están acabando las estrategias.
—No, no, de verdad, gracias, prefiero morir y que me
coman los carroñeros que hacerte pasar por esto.
Su dramatismo es fenomenal, primero se asquea por mis
gérmenes, luego porque quiero cargarla hasta abajo…
Demonios, tengo que reprimir la risa.
—Primero, no te vas a morir, es un tobillo inflamado,
segundo no me cuesta nada y…
—¡Me da vergüenza! —dice arrojando sus brazos por el
aire—. Hala, ya lo he dicho.
Sus mejillas están extremadamente coloradas y en su
frente hay gotitas de sudor camufladas con sus pecas, así
que me levanto y me posiciono justo donde le da el sol para
darle un poco de sombra.
Sí, soy un tipo alto y ancho así que tiene sombra para
aprovechar.
No es el momento de ser humilde.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho, confundido.
—¿Por qué te daría vergüenza?
—Soy pesada, ¿vale? No puedo ocultar esos kilos de más
si me levantas, aparte es probable que te arrepientas a
mitad de camino.
La risa incontenible viene de mi estómago primero,
luego termina en mi garganta.
¡No sé qué es lo que dice esta mujer!
—Primero, no eres pesada, eres un ser humano con
órganos y músculos y gracias a Dios, huesos. Segundo,
prometo tomarme mis recreos si no puedo con tu peso
descomunal —digo haciendo comillas en el aire y usando el
tono más irónico que tengo en mi repertorio, ya que es
absurdo todo esto—, tercero, eres graciosa, sé que podrías
entretenerme de camino abajo.
Ella me mira con derrota en sus ojos y suelta todo el aire
de sus pulmones.
Sí, derrota total.
Punto para Killian.
—Pero prométeme que dirás algo en caso de agotarte.
—Lo prometo. —Extiendo mi mano esperando por la de
ella y cuando las estrechamos me tomo más tiempo del
necesario sintiendo su piel solo para despertar su
germofobia.
Ella parece resistirse a su necesidad de soltarme la
mano, ese tobillo sí que le debe doler.
La ayudo a levantarse y con solo los movimientos
ínfimos que hace, sisea de dolor y se estremece, no quiero
imaginarme el nivel de dolor que está soportando, ni hace
cuánto lo está haciendo.
—Ten, tú llevas mi bandolera. —Se la entrego y su brazo
cede con el peso—. Cuidado, llevo una cámara muy cara ahí
dentro.
—Se nota —devuelve cruzando la bandolera con cuidado
sobre sus hombros—. Oh, ¡mi zapatilla! —dice.
En un movimiento rápido la guardo en la bandolera.
Entonces yo volteo, dándole la espalda y preparo mis
manos para recibirla.
Ella pone una mano sobre mi hombro y con cuidado
levanta la pierna que tiene mala.
—¡Espera! —grito, ella se detiene inmediatamente—. No
puedo cargar a alguien si no sé su nombre.
Volteo solo para ver cuán irritada está y en la escala de
uno al diez, es un veinte.
Suelta un bufido.
—Bianca.
—Hola Bianca, soy Killian. —Estiro mi mano otra vez,
pero ella choca el puño embarazosamente con mi mano.
Punto para Bianca.
Vuelvo a la posición inicial. Ella escala por mi espalda y
yo la sostengo sujetando la parte de atrás de las rodillas.
—¿Lista?
—Sí. —Se sujeta con fuerza por mi cuello.
—Allá vamos…
CAPÍTULO DOS
KILLIAN

O bviamente Bianca no me resulta pesada, en ningún


sentido de la palabra. A medida que bajamos, puedo
ir sacando cada vez más palabras de su boca y
sorpresivamente disfruto mucho de su compañía.
En California es difícil encontrar una conversación que
no mencione la palabra yoga, orgánico o vegano.
Especialmente en San Francisco, la cuna de los hippies
millonarios.
Sí, yo soy uno de ellos, pero lo que me diferencia de
ellos es que yo amo el dinero por sobre todo lo demás, el
yoga me aburre tanto como chupar un clavo y el veganismo
lo ignoro solo para llevarle la contraria a mi cuñada Lauren
y a mi sobrino Julián, que copia a la madre en todo lo que
hace.
Ya bastante le di el gusto comprando una flota entera de
Teslas para no contaminar el ambiente. Aunque tengo un
Porsche escondido en el garaje de mi casa…
Y tres motos.
Pero ella nunca se va a enterar.
—Ese sería un gran lugar para una foto —digo cuando
miro entre los troncos, puedo ver que abajo hay un
acantilado bañado de árboles.
—Déjame aquí, yo te tomo la foto.
—¿En serio?
—Sí, solo bájame con cuidado.
Eso hago y cuando toca la tierra con la pierna buena, se
apoya contra un tronco y busca en mi bandolera la cámara
que le comenté antes.
—¿Puedes? —digo mirando lo que hace con la cámara,
pero parece que tiene todo dominado.
—Sí, ve…
Me quito la camiseta y la dejo sobre mi bandolera,
entonces camino hasta el lugar perfecto, acomodo mi gorra
y cruzo mis brazos, la sonrisa viene después.
Pero Bianca no mira a la cámara, sino a mí.
—¿Está todo bien?
Parece atónita.
—Sí, por supuesto —responde levantando la cámara
para enfocar donde estoy—. ¿Listo?
—Sí, señorita.
La cámara comienza a hacer click click click, mientras
cambio de poses, en la última le doy la espalda y pretendo
mirar el paisaje con una mirada pensativa. Entonces volteo
y antes de acercarme me parece escucharla decir engreído,
pero sus labios no se mueven, creo que fue mi imaginación.
Una vez a su lado, quito la cámara de su mano y digo…
—¡Selfie! —Aprieto el disparador y sonrío mirando a la
cámara.
—¡Oye, no! No quiero fotos.
—¿Por qué no? Mira, salimos increíbles.
En la foto yo sonrío abiertamente y ella me mira con su
ceño fruncido y mucho mal humor, es muy graciosa.
—Sí claro, es fácil decirlo para ti, pareces un… —Se
silencia, mirando lejos de mí y tragando saliva con
dificultad.
—¿Un qué? ¡Vamos dilo! —Presiono, dándole toques con
mi codo en su brazo, mientras vuelvo a colocarme la
camiseta.
—Uno de esos personajes que leo en mis novelas
románticas, ya sabes, el tipo físicamente perfecto pero que
también tiene una gran personalidad y cerebro, lo opuesto
a lo que ocurre en la vida real.
Me pongo de espaldas a ella y vuelvo a cargarla.
—Opuesto a la vida real, ¿eh? No sé si ofenderme o
sentirme halagado.
—No te adelantes, no te conozco lo suficiente, pero
puedo darme cuenta por este acto heroico que eres una
buena persona.
—Gracias, hago lo que puedo —digo con un tono jocoso
—. Así que… ¿qué haces en tu vida?
—Me pierdo en los caminos y me doblo los tobillos —
responde secamente.
Lo cual me hace explotar otra vez de la risa.
—¿Y por qué fuiste tan arriba en el bosque? Digo, si
sabías que no podías.
—Quise seguir mis propios consejos.
—No entiendo —digo sobre mi hombro, pero vuelvo mi
rostro hacia el frente ya que nuestras narices se chocan.
—Tengo un podcast de consejos amorosos, ese es mi
trabajo, le doy consejos a la gente y uno de ellos es
prepararte para las citas, en mi caso, mañana tengo una
cita con un chico que me invitó a pasar el día aquí y quería
venir hoy para conocer el territorio, saber dónde iba a
estar, así no me pillaba desprevenida.
—Y ahora terminaste con el tobillo hecho una pelota de
tenis y sin una cita.
—Exacto —devuelve—, así que me estoy planteando
seriamente mi carrera.
Como dije antes, nadie viene hasta aquí y se nota en lo
solitario que se encuentra el camino. No está tan
desgastado como los caminos de abajo y creo ver las suelas
de mis zapatillas de la subida que hice hace un rato.
—Bueno, si te sirve de consuelo, llegar hasta arriba no
es nada fácil.
—Claramente —dice bajo su aliento.
—No te sientas mal Bianca, seguro que no es nada,
quizás en una semana puedas venir y quedar como una
profesional cuando le demuestres qué tan dominado tienes
esto del hiking.
—Pfff, soy la persona más torpe que conocerás, Killian,
créeme.
Su tono hace que me silencie, quizás no sea el mejor
momento para tirar un chiste y pretender que no noto cuán
seria es cuando habla de ella misma, como si sintiera un
odio propio que está muy arraigado dentro de ella.
—Tú porque no conoces a mi sobrina Mila, eso es torpe.
—¿Cuántos años tiene? —pregunta.
—Cinco.
—¿Me estás comparando con una niña que acaba de
salir del horno? Tengo veintiocho años y pareciera que
camino sobre cáscaras de huevo, inclusive cuando llevo
zapatillas.
—Nunca te vi caminar, así que no puedo afirmar o negar
lo que estás diciendo.
Hablando de caminar, el camino comienza a empinarse,
recuerdo esta parte cuando subía, fue un reto y ahora
también. Mis pies tienen que estar más firmes que antes,
debo tener cuidado de no pisar mal y resbalarme con
Bianca cargada a mis espaldas, porque si no este tobillo
hinchado puede terminar en costillas fisuradas también y
nadie quiere eso.
Especialmente este médico buenmozo.
Bianca percibe mi concentración, ya que su agarre se
vuelve tenso y comienza a apretar mi cuello.
—Bianca, cariño, no suelo negarme a ningún
experimento BDSM, pero en este momento necesito
respirar bien.
—¡Oh! ¡Lo siento Killian! —dice avergonzada mientras
suelta su agarre—. Es que el camino está empedrado y
encima va para abajo.
—Lo sé, dímelo a mí que lo estoy caminando —digo por
lo bajo.
Ella se ríe por primera vez, su voz es cantarina y alegre.
Me gustaría poder verle la sonrisa en sus labios.
Nota mental, hacerla reír cuando lleguemos abajo.
—¿Eres uno de esos Californianos que tienen que hacer
actividades en el exterior todo el tiempo? —pregunta con
un tinte de burla.
—Hey, presiento un tono despectivo, señorita —digo
mirando sobre mi hombro con una ceja arqueada—. Los
estereotipos son dañinos.
—Pero reales —agrega, siento sus pies zarandeando a
los costados de mi cuerpo.
—A veces, pero en este caso… —devuelvo con un tono
imperativo— puede ser, es que hay tanto que hacer en
California, es imposible quedarse quieto.
—Supongo que con tu estado físico debe ser hasta
entretenido salir, en mi caso es siempre una tragedia,
ejemplo, estoy a caballito encima de un hombre que no
conozco.
Una ráfaga de perfume satura mis orificios nasales, creo
que es jazmín y creo que proviene de ella. Me gusta.
—Puedes conocerme si quieres, vamos, dispara una
pregunta.
Bianca hace ruiditos con su boca como “Mmm”, “Eh”
mientras piensa, volteo sobre mi hombro una vez más para
ver su expresión.
—¿A qué te dedicas?
—Bienes raíces —respondo sin entrar en detalle.
No es que me considere una persona famosa, nivel
Leonardo DiCaprio, pero quizás sí sea reconocido en el
ambiente. Los magnates de Silicon Valley saben mi nombre
y probablemente tengan mi número en su móvil. Así que
decir que estoy en bienes raíces quizás me quede un poco
pequeño, cuando en realidad manejo negocios millonarios,
planeo complejos tecnológicos y gano al menos cien mil
dólares por nombrar una marca en mis redes sociales en
menos de un segundo.
—Interesante, ¿puedes conseguir un apartamento más
grande por menos dinero? —pregunta— Eso de cocinar
desde la cama me está empezando a incomodar.
Me río.
—Sí, San Francisco puede ser un grano en el culo
cuando se trata de conseguir vivienda, puedo ayudarte.
—Genial —dice satisfecha.
Llegamos a la zona más turística del bosque y la gente
que da vueltas por ahí nos mira con ojos extrañados cuando
paso caminando con una pelirroja cargada a mis espaldas.
Yo estoy acostumbrado a las miradas curiosas, a la
atención, pero Bianca esconde su cara dentro de mi cuello
con vergüenza todo el camino hasta que llegamos a las
oficinas del guardabosques.
Para ser alguien que acabo de conocer, el gesto se siente
enteramente íntimo.
El señor nos mira fijamente mientras siento a Bianca en
una silla dentro de la diminuta y precaria oficina. Y no
estoy siendo un exagerado cuando digo que es diminuta, es
literalmente enana, no serán más de dos metros por dos
metros. Joder, tengo medio baño en mi casa que es más
grande que este lugar. Las paredes están forradas con
madera anaranjada y tiene marcas donde las sillas
estuvieron apoyadas hace diez años probablemente. El
escritorio es pequeño pero el monitor es de esos grandes y
pesados que tenía Silas cuando iba a la universidad. Detrás
del escritorio hay un mapa del bosque enmarcado con un
vidrio rajado y en el reflejo puedo ver que el tipo juega al
solitario con Windows XP.
Es como entrar en el pasado.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunta.
Es uno de esos hombres que tiene esos bigotes de los
ochenta sobre los labios, de esos largos y triangulares con
algunas canas mezcladas con vello más oscuro. El bigote es
un concepto lejano para mí, no solo porque está
absolutamente pasado de moda, sino porque no puedo
controlar mi barba de lo tupida que es a veces, mucho
menos dejar crecer el vello en sólo una parte de la cara e
ignorar el resto.
—Me torcí el tobillo pisando una piedra —dice Bianca
mostrando la pelota de tenis—, no puedo caminar, ¿puede
llamar a una ambulancia?
El hombre se sujeta de su cinturón con las dos manos
como si sintiera que sus pantalones están a punto de caerse
y los levanta un poco, observando su tobillo.
Él debe ser médico como yo.
—Podría, pero nunca pueden llegar hasta aquí por la
cantidad de coches aparcados de manera ilegal, señorita, le
recomendaría que le pida ayuda a algún buen samaritano y
que vaya al hospital más cercano.
Frunzo el ceño.
—¿Me está diciendo que el bosque más turístico de San
Francisco no tiene como brindar auxilio?
—Lamentablemente sí, eso es lo que estoy diciendo, en
caso de emergencias reales siempre puede venir un
helicóptero, pero no es el caso.
No soy alguien que se enfade fácil, por no decir nunca
(excepto cuando hay idiotas conduciendo por la calle), pero
esto me indigna lo suficiente como para explotar en la cara
del bigotudo.
—Encontré a esta mujer en el pico de la colina tirada en
el suelo, ¿eso no entra en la categoría de emergencia?
—Lo siento mucho —dice él dándose la vuelta para
volver a su escritorio—, puedo llamar al 911 y esperar.
—¿Cuánto cree que pueden tardar? —pregunta Bianca
con una voz tímida y pequeña, eso capta mi atención ya que
ella no se comportó así conmigo.
—Para el final del día ya no hay tantos coches, si puede
esperar…
—No, no puede —interrumpo acercándome a Bianca
para cargarla otra vez.
—Killian, puedo esperar no te preocupes…
—Dije que no, vamos. —Giro para que trepe otra vez y
ella lo hace sin discutir.
Qué suerte, porque no me gusta usar ese tono con ella,
ni con nadie, pero casi que puedo leerla con facilidad y esta
mujer con tal de no molestar a nadie es capaz de quedarse
aquí hasta el anochecer.
Antes de salir de la oficina, volteo para encarar al
bigotudo, con Bianca a mis espaldas.
—¿Una advertencia? El gobernador va a escuchar de
esto —digo usando un tono imperativo.
—Está fuera de mi alcance, señor.
—Lo sé, pero esto necesita cambiar y no me
sorprendería si el cambio empieza por usted, después de
todo, para qué demonios le pagan el sueldo, si lo único que
viene hacer es jugar al solitario con un ordenador de 1994.
Sin esperar una respuesta salgo al aparcamiento.
Bianca se mantiene en silencio y creo que quedó
sensible después de mi respuesta inesperada.
—¿Puedes hacerme un favor? —digo sobre mi hombro—
El móvil está en mi bolsillo izquierdo, necesito que lo
pongas frente a mi cara.
—Está bien —dice mientras su mano se desliza por el
bolsillo derecho.
Sí, está rozando mis huevos, pero prefiero no pensar en
eso ahora, a menos que queramos una erección sorpresa.
Bianca apunta a mi cara, entonces la pantalla se
desbloquea.
—Ahora entra a la aplicación de Tesla y pulsa el botón
que dice Invocar —indico.
Bianca busca la manera de sostener la pantalla con las
dos manos cerca de mi boca y sigue mis indicaciones paso
a paso. Un coche negro con los vidrios tintados se desliza
por el asfalto hasta detenerse delante nuestro.
—Guau, eso es impresionante —dice ella.
Las puertas del coche se abren y con mucho cuidado
apoyo a Bianca en el asiento del acompañante.
—Es un buen coche —digo acariciándolo como si fuese
un perro—. Por cierto, ¿viniste en coche?
—No, Uber.
—Genial.
Rodeo el vehículo y me siento frente al volante. Las
puertas se cierran solas y me dedico a buscar el hospital
más cercano en la pantalla gigante de mi Modelo X.
—Killian, lo siento, no deberías interrumpir tu día por
esto.
—¿Y perderme la oportunidad de ser el héroe? Nunca.
Es curioso el destino, nunca creí que iba a venir solo y
volver acompañado de un bosque, pero un hombre como yo
sabe cuándo se abre una puerta, inclusive cuando es una
puerta que no estaba buscando…
Sonrío seductoramente hacia Bianca y salgo pitando de
este lugar.
CAPÍTULO TRES
KILLIAN

B ianca propone usar una silla de ruedas para entrar al


hospital y por alguna razón me niego. Cargarla es una
tarea interesante, divertida (para mí al menos), esas
del tipo de primer encuentro. No lo tengo claro aún, lo que
sí tengo claro es que no quiero soltarla hasta que tengamos
un médico adelante.
Uno real, no la versión sexy de un médico de telenovela.
—¡Killk! —dice la recepcionista rubia cuando levanta los
ojos de su pantalla.
Yo desplazo mi sonrisa por todo mi rostro.
Una fan.
Genial.
—Hola —devuelvo—, necesitamos un médico urgente,
tiene el tobillo hinchado. Enséñaselo Bianca.
Ella levanta su pierna y se lo enseña a la recepcionista,
pero esta no le presta mucha atención y por más que me
siento halagado de que sus ojos recorran el brazo tenso con
el que sostengo a Bianca, me gustaría que se pusiera en
acción.
—Tengo al menos dos horas de espera —dice mirando
sobre mi hombro.
Bianca y yo miramos a la recepción y vemos a todo el
mundo esperando.
—Está bien —dice Bianca.
—Pero… —ronronea con una sonrisa que conozco muy
bien, el tipo de sonrisa que usan las mujeres para
conseguir lo que quieran—, si me das tu número de
teléfono, puedo hacer algo al respecto.
Allá vamos.
La historia de mi vida.
—Claro —digo con una sonrisa—, apunta. —Dicto el
número y ella escribe con rapidez en su móvil—. Ahora,
¿dónde está ese doctor?
Mi sonrisa ya no es tan real, más bien forzada y un poco
irritada.
—Por aquí —dice caminando por un largo pasillo.
Camino detrás de ella y cuando indica la salita con una
silla, apoyo a Bianca allí.
—El doctor vendrá pronto.
—Gracias.
Ella me guiña una vez más y cierra la puerta mirándome
hasta el último centímetro de abertura.
—Joder —digo por lo bajo.
Las fans pueden ser muy intensas.
Por eso ya no muestro la localización de donde estoy en
el momento, ni fotos dentro de casa.
Este cuarto es más grande que la oficina del bigotudo,
blanco inmaculado, con una silla de plástico envuelta en
papel de camilla.
—No tenías que hacer eso, podía esperar.
—Oh valdrá la pena, créeme, lástima que no vamos a
estar cuando esa mujer llame a la pizzería.
Bianca abre esos ojos verdes, sus cejas rojas se levantan
también.
—¿Le diste un número falso?
Cruzo mis brazos sobre mi pecho y me apoyo sobre la
pared contraria a ella.
—Claro que sí. —Mi sonrisa es orgullosa.
Bianca comienza a reír.
—¡Killian! —Suelta una carcajada—. ¡Pobre mujer!
Al fin puedo ver su boca cuando se ríe, se extiende por
su rostro y arruga un poco la nariz, resaltando todas esas
pecas desparramadas que tiene. Sus ojos se cierran tanto
que se forma una delgada línea negra.
Es… encantadora y me hace sonreír verla reírse así.
Levanto mis hombros con despreocupación en
respuesta.
—Pobre la pizzería que se pasa todo el día atendiendo
mujeres que preguntan por Killian. De todas maneras, se lo
merece por extorsionarnos, qué descarada, ¿qué hubiera
pasado si fueras mi novia o amante? Las mujeres así me
dan rabia.
La risa de Bianca comienza a calmarse hasta que se
pone seria, triste inclusive.
—Ella sabía que no éramos pareja.
Frunzo mi ceño y la observo, cuando no encuentro
explicación alguna, la presiono para que me la de.
—¿Por qué? —Muero por saber su teoría.
Bianca iguala mi cara de confusión, como si ella
tampoco me entendiera, esta comunicación necesita mucho
trabajo.
—¿Por qué? Porque no somos compatibles tu y yo. Tu
eres —me señala con las dos manos abiertas— atractivo,
deportivo y… yo… no.
Mis ojos recorren su cuerpo, tiene una camiseta sin
mangas verde oliva, exponiendo sus brazos, su piel es
pálida y cremosa y algunas pecas y lunares se desparraman
por sus hombros. El escote es predominante y quiero decir,
predominante, ya que sus senos son turgentes y justos para
que llenen mis grandes manos. Sus caderas son anchas
pero su cintura pequeña. ¿Cuánto debe medir? ¿Un metro
cincuenta? no mucho más.
¿Qué hombre no quisiera follar con una pelirroja así de
caliente?
Estoy indignado.
—¿No tienes espejos en tu casa?
—No —devuelve con seriedad.
—Se nota, Red, se nota.
Sus ojos se encuentran con los míos, nuestro tono de
verde es diferente, el de ella es más esmeralda mientras
que el mío es aguado.
Justo cuando Bianca intenta contraatacar, la puerta se
abre y un médico de unos treinta y largos años entra.
—¿Bianca Burke? —dice mirando una carpeta en su
mano— Soy el doctor Conroy.
Estrechan las manos y el médico me mira de reojo.
—Soy el amigo —aclaro saludándolo también—, Killian.
El médico me mira por encima de unas gafas similares a
las que uso en mi casa, de marco cuadrado ancho y negro.
Luego se sienta en un taburete con ruedas y examina el
tobillo de Bianca.
—Bonito color morado tiene ya, ¿hace cuantas horas te
lo has hecho?
—¿Dos? Creo.
¿Dos horas? ¿Significa que ella estuvo tirada en el suelo
del bosque durante una hora antes de que yo llegara? Esta
chica tiene resiliencia.
—Bueno, esto puede ser un esguince o una rotura, para
estar seguros tenemos que hacer rayos X.
—Está bien —responde ella con su voz baja.
—Bien —dice él anotando cosas, pero de golpe se
detiene—. ¿Burke? ¿Es irlandés?
—Sí —dice ella con una sonrisa repentina, su rostro se
ilumina con orgullo.
—Ya me parecía, ese cabello rojo y acento irlandés solo
vienen de Boston.
El doctor pronuncia Boston diferente, suena más como
“Baaston”.
Levanto una ceja cuestionando al médico, ¿todo eso vio
en dos segundos de conversación? Claro, es pelirroja, su
acento es el típico que encuentras en Boston y su apellido
es tan irlandés que quiere beber cerveza a las nueve de la
mañana.
—Sí —se ríe colocando su cabello tímidamente detrás de
las orejas—, mis padres son de allí.
—Los míos también, pero veo que eso no nos detuvo
para salir de allí, ¿hace cuánto vives en San Francisco?
¿Qué cojones está pasando?
¿Está este médico flirteando con Bianca? Ya sé que la
respuesta es sí, no sé para qué me lo pregunto.
Normalmente soy yo el que conversa con las damas con
tanto entusiasmo, verlo desde afuera es como ver un
documental en Discovery.
—Hace dos años, me mudé después de la universidad.
Este hombre está sacando más información de ella que
yo en todo ese rato de caminata, tengo que aprender de él.
Continúe, maestro.
—Bien, no hace tanto entonces, siempre digo que los
descendientes de irlandeses deberíamos mantenernos
unidos, así que, bienvenida a California.
—Gracias. —Sonríe y sus mejillas se encienden.
—¿Lista para esos rayos? —Bianca asiente— Bueno
ahora viene el enfermero con una silla y te lleva a la sala,
luego veremos el veredicto.
El médico me mira una vez más antes de salir y me
guiña el ojo con media sonrisa.
¡Qué demonios tiene este hospital que son todos tan
descarados!
Miro a Bianca, atónito.
—¿Qué cojones acaba de pasar?
—Oh, ¿no escuchaste? —pregunta inocentemente— Van
a hacerme unos rayos X.
—¡No! El médico estaba flirteando contigo como un
adolescente en celo —camino hacia ella y me siento a su
lado, el lugar es estrecho, pero me las arreglo—, y yo suelo
flirtear continuamente, casi compulsivamente, ¡pero esto es
inaudito!
Puede que esté siendo un poco exagerado, pero por lo
poco que observé de ella, necesita darse cuenta de que los
hombres a su alrededor gravitacionan hacia ella.
Yo incluido.
Bianca se ríe y me empuja con su hombro.
—No seas tonto, estaba siendo amable, aparte los
bostonianos somos así.
Conmigo no fue así.
—No puedes aceptar que un hombre te encuentre
atractiva, ¿no?
—Sí que puedo, solo que no es el caso.
Un enfermero entra segundos después y se la lleva.
Bianca me rogó que me fuera, que ya había hecho
mucho por ella, pero no quería irme, le dije que iba a
pensarlo, pero era una mentira, quiero quedarme,
cerciorarme que esté bien.
Así que la espero pacientemente en la salita como un
nene bueno.

C uando vuelve tiene el pie aún más grande y morado.


Eso no puede ser un simple esguince, tiene que ser
algo peor.
El enfermero y yo la ayudamos a sentarse y cuando se
retira, me mira enfadada.
—¿Qué he hecho? —pregunto inocentemente.
—Estás aquí, te dije que te fueras, seguro que tienes mil
actividades que hacer hoy, después de todo, es sábado, ¿no
es como un día santo para los californianos?
Le sonrío con un poco de maldad y me apoyo en mi
pared favorita, cruzando mis brazos y mis piernas al nivel
del tobillo.
Bianca le da un repaso a mis brazos tan rápido que creo
imaginarlo.
Puede ser que tuviera varias cosas que hacer, pero todas
han dejado de ser importantes. La compañía de esta
pelirroja es divertida y entretenida.
—Solo quiero saber el veredicto, después de todas estas
horas, no voy a quedarme sin saber el final de esta historia.
Ella asiente derrotada y se mira el huevo en el pie con
preocupación.
—¿Quieres algo de comer? Estoy famélico —digo
caminando hacia la puerta—. Bueno, ¿sabes qué? Haz como
que no te he preguntado nada, sé que me vas a decir que
no.
Vuelvo con varias cosas para compartir, principalmente
la comida chatarra que venden en las máquinas
expendedoras de los hospitales, patatas fritas y agua.
Sin preguntarle, dejo un paquete en sus manos y ella lo
atrapa antes de que se le caiga.
—¿Ya le dijiste a tu cita que no vas a poder asistir
mañana? —pregunto haciendo mucho ruido con el paquete
cuando lo abro.
—No, me costó mucho conseguirla, quiero ver si puedo
convencerlo de pasarlo para más adelante.
—¿Convencerlo? —digo con la boca llena— ¿Qué es? ¿Un
cura?
Bianca suelta una risa relajada entre los dos.
—No, pero no fue fácil llegar a donde llegamos.
—Suena demasiado complicado para mí. —Abro la
botella de agua y se la entrego, ella la recibe sin rechistar
porque no tiene mi baba encima.
—La vida es complicada, ¿por qué tener citas no lo
sería?
—¿Ese es uno de los consejos que das en tu podcast?
Asiente, dándole un sorbo a la botella.
—Si tan importante es este chico, yo puedo ayudarte, sé
lo que los hombres quieren.
Bianca me mira como si una idea atravesara su cerebro,
casi que puedo ver la lamparita flotando sobre su cabeza.
Luego me doy cuenta que es todo sarcasmo.
—¿Qué es esto? ¿Una película de Hollywood? ¿La chica
que no sabe nada de citas reales le pide ayuda al chico que
no tiene citas?
Levanto mis hombros con despreocupación.
—¿Cómo sabes que no tengo citas? —folladas de una
noche son citas, ¿no?— Hasta quizás te de material para tu
podcast, aparte, dos cabezas son mejor que una.
—¿Y qué ganas tú en todo esto?
Levanto los hombros.
—¿Entretenimiento? Piénsalo, total, tienes tiempo hasta
que puedas verlo otra vez.
No puedo evitar sentir pena por ese bastardo, perderse
la oportunidad de salir con ella debe ser igual que un tiro
en las bolas.
El doctor entra a la sala y esta vez no me aparto de ella.
—Bueno Bianca, tengo malas noticias.
Lo sabía.
—¿Oh?
—Tienes una fisura, es leve, pero vas a necesitar una
bota y reposo.
Bianca me mira deprimida y resopla.
—¿Crees que puedes esperar a que terminen para
llevarme a mi casa?
—Será un placer, Red —digo reposando mi brazo sobre
sus hombros.
Intento darle un poco de consuelo a ese rostro
derrotado, mi voz suena angelical y ligera, pero el diablillo
dentro de mí sonríe contento y victorioso.
El problema es que no sé por qué.
CAPÍTULO CUATRO
KILLIAN

B ianca vive en el distrito Mission, que es el corazón de


San Francisco. Este distrito es de lo más interesante
si buscas mezclas de culturas, colores y olores en la
ciudad, aquí puedes encontrar raíces latinas, mezclado con
hípsters fanáticos del cine en blanco y negro, cervecerías
artesanales y el parque más visitado por los amantes de la
marihuana, Dolores Park.
Como ciudad, es activa, inclusive los fines de semana, la
gente transita por sus calles a toda velocidad como lo
hacen todos los ciudadanos cosmopolitas y este es un caos
que busco de vez en cuando, uno donde me siento cómodo
hasta que lo detesto y me encierro en mi casa en las colinas
de Oakland.
El edificio no es el más moderno, pero tampoco apesta
hasta niveles inmanejables. Estos tipos de edificios son de
los ochenta y por supuesto no tienen ascensor, por eso la
cargo por las escaleras y con cuidado abrimos la puerta de
su piso.
Cuando dijo que cocinaba desde la cama no estaba
mintiendo, este piso es diminuto. Lo que se llama Studio en
la ciudad. Al menos tiene tres simples ventanas sobre el
cabezal de la cama que dejan entrar la luz, la cocina está
justo enfrente y asumo que la única puerta aparte de la
salida es la del baño.
A pesar de ser mi peor pesadilla, lo tiene bastante
arreglado, limpio, claro, tiene algo que lo hace parecer más
amplio de lo que es, los colores neutros quizás o las luces
navideñas encendidas que cuelgan del techo sobre su cama
le dan un no sé qué muy acogedor.
Bianca me usa de muleta y señala su cama para que
camine hasta allí, cuando se sienta deja salir aire de sus
pulmones y apoya sus manos sobre sus piernas pálidas.
—Gracias —dice—. Realmente no sé cómo agradecerte
lo que hiciste hoy.
—Deja de agradecerme, mujer, ya lo sé, soy el mejor —
digo cruzando mi bandolera sobre mis hombros—. Ahora
dime, ¿quieres que llame a alguien para avisar de lo
ocurrido?, ¿tus padres?
—No, está bien, no creo que viajen para esto, no es una
urgencia.
Miro a mi alrededor con curiosidad genuina, nunca
estuve en un piso tan pequeño, nací en cuna de oro y
probablemente muera en una también, mis amigos en esta
ciudad son de mi mismo círculo y si soy sincero, nunca
vengo para estos lados.
Hay un escritorio al lado de la cama, pequeño y
desgastado, está poblado de cables negros serpenteando
por la superficie, un micrófono en el medio y un ordenador.
—Lo bueno de vivir en un lugar tan pequeño es que no
tienes que caminar mucho —digo levantando uno de los
cables y mirándola con una ceja arqueada—. ¿Aquí es
donde grabas tu podcast?
—Sí —dice con tensión en sus hombros—. En serio, no
quiero robar más tiempo de tu día, ya fuiste el héroe, me
sentiría mucho mejor si volvieras a tu vida normal.
Una media sonrisa angelical derrapa por mi boca.
—¿Me estás echando Bianca? Porque presiento que me
quieres fuera de este lugar cuanto antes. —Pretendo estar
ofendido, apoyando una mano sobre mi pecho y poniendo
esa expresión de sorpresa que los diseñadores de interiores
ponen en la televisión.
Sí, miro programas de remodelación, ¿y qué?
Cuando abre la boca para responder la interrumpo
caminando hacia su cocina de juguete y abro la nevera sin
importarme nada.
Vacía, excepto un bote de mayonesa a la mitad y un
queso cremoso, lo cojo y abro la tapa, solo para encontrar
una colonia de hongos verdes.
—Creo que necesitas que vaya de compras por ti.
—Puedo pedir a domicilio, no te preocupes.
—No digas disparates, déjame hacer un pedido rápido…
—Cojo el móvil y comienzo.
—Killian… —dice en un tono tan firme que me detengo—
Yo puedo encargarme, me rompí el tobillo, no el cerebro, en
serio, gracias, pero necesito dormir un rato, ha sido un día
largo.
Está bien… ya lo entendí.
—Perfecto, puedo entenderte, debo apestar con todo lo
que sudé en ese bosque.
Por suerte ella se ríe, relajando la tensión que se formó
en el ambiente, cuando termina de reír, suelta aire por su
nariz y me mira con media sonrisa.
Demonios, esta mujer está pidiéndome que me vaya de
su piso, nunca me pasó algo así, normalmente es al revés.
—Bueno, Bianca, cariño —digo caminando hacia la
puerta—, fue un placer pasar este sábado contigo.
Hago una reverencia y ella la imita reprimiendo una
sonrisa.
Solo yo sé que este es mi tono más falso, tenso y
complaciente que tengo. No porque no sea verdad, el tono
es el que uso cuando no quiero contradecir a nadie para
evitar conflicto o decepcionar a la persona. El tono que uso
cuando mi padre me llama, porque soy el único hijo que
atiende sus llamadas o cuando estoy negociando un
contrato. Creo que desde pequeño aprendí que la gente se
deja seducir por la amabilidad y sonrisas, especialmente
con alguien atractivo como yo. En este caso no sé bien
cómo aplica, solo sé que estoy obligando a mi cuerpo a
irme de aquí.
—Igualmente, Killian, gracias otra vez. —Escucho su voz
hasta que cierro la puerta y suelto el aire que estaba
reteniendo en mis pulmones como un imbécil.
¿Desde cuándo quiero pasar más tiempo del necesario
con una mujer? Una mujer que ni siquiera me quería allí
por el amor de Dios.
Patético.
Mientras bajo las escaleras busco entre los contactos del
móvil a mi secretario y amigo Valentino Ricci.
Valentino es especial, para empezar, es más pequeño
que yo, con tan solo veinte años, este niño está manejando
mi agenda como un maldito experto. Tenemos al menos
catorce años de diferencia, pero… o él es muy maduro o yo
soy muy inmaduro, las dos opciones pueden ser verdad.
—Es sábado —dice con una voz de ultratumba cuando
atiende la llamada, seguro que estaba durmiendo.
—¿Y? —pregunto mientras salgo a la calle. El bullicio de
San Francisco interrumpe la paz que había en el piso de
Bianca, risas de personas que pasan caminando, los
autobuses ruidosos y ese olor a tacos que abre mi
estómago, preparándolo para comer.
—Y que se supone que no debería estar trabajando.
—¿Cómo sabes que te llamo para trabajar y no para
hablar con mi amigo? No me respondas —agrego
rápidamente—. Encima el sueldo que te pago lo justifica, ¿o
prefieres ir a trabajar para Mark Johnson y vivir
encadenado a su escritorio?
Mark Johnson es el exjefe de Valentino, alguien con
quien… digamos que, si tuviese enemigos en esta vida,
Mark Johnson sería el mío.
Puedo escuchar cómo Valentino se levanta de la cama,
fingiendo tener dolores corporales, lo cual es una gran
mentira, ya que este tipo le dedica más horas al gimnasio
que yo, solo lo hace para hacerme sentir culpa.
Una pérdida de tiempo total, ya que tengo la habilidad
de no sentirla.
Nunca.
—¿Qué puedo hacer por ti? Oh, gran sultán —dice con
voz muerta.
—Necesito varias cosas, así que busca algo en donde
anotar, primero necesito que envíes unas muletas a una
dirección que estoy a punto de enviarte y segundo, una
compra de supermercado, ya sabes, lo básico para alguien
que tiene la nevera vacía.
Valentino escribe todo en su ordenador.
—¿Algo más?
—No, eso es todo, ¿sigue en pie lo de esta noche? —
pregunto cuando me acerco al parquímetro para verificar
que no me haya pasado con el tiempo.
—Sí, nueve y media, en el club A.M.
—Nos vemos luego.
El Tesla dice que son las dos de la tarde, es increíble
cómo vuela el tiempo cuando estás pasando un buen rato.
Bueno, quizás Bianca no piense lo mismo, pero no todos los
días te encuentras a alguien con quien se pueda conversar
tan libremente. Y no hablo de una charla del clima, hablo
de un diálogo real, donde el sujeto A dice algo y el sujeto B
responde o hace un chiste al respecto (yo soy el sujeto B).
Eso fue lo que ocurrió hoy y había olvidado lo bien que se
siente charlar con las personas.
Qué puedo decir, soy una mariposa social y disfruté cada
minuto.
Los últimos años fueron revolucionarios en la familia
Walker y mis hermanos tienen la tendencia a escudarme de
todos los acontecimientos vividos. No sé si es porque soy el
menor o el más inmaduro. El tema es que viví en una
burbuja hasta que mi hermano Silas tomó el control de la
empresa como un dictador ruso.
Me río de mi propio chiste mientras miro mi reflejo en el
espejo retrovisor del Tesla.
Silas no hizo eso, lo que sí hizo fue liberarnos de la
tiranía de mi padre y darnos la libertad de trabajar como
queramos. ¿Por qué? Bueno, Silas estaba tan estresado que
terminaba hospitalizado ante cualquier acontecimiento, mi
hermano Luca descubrió que su mujer le había dejado
plantado en el altar porque mi padre la había amenazado y
mi hermano Oliver admitió haber sido víctima de acoso
sexual por un enfermero que mis padres habían contratado.
¿Cuál es la persona de interés en todo esto? Mi padre,
claro.
Alguien con quien tengo una relación de amor y odio
que no puedo controlar normalmente. ¿Qué quiero decir
con esto? Según mi terapeuta, la doctora Bannon, mi
problema está en querer impresionar a mi padre
constantemente, por eso pasé muchas horas al teléfono
explicando a mi padre todo lo que Silas estaba haciendo en
la compañía.
Sí, soy el villano, el doble-cara, la rata infiltrada.
Todo cambió el día que Oliver nos pidió una charla
presencial en su rancho y después de muchos años, nos
confesó lo que había pasado. Ese día se me rompió el
corazón de tal manera que no he vuelto a responder ni una
sola pregunta que mi padre hace, a menos que sea personal
o sobre sus nietos.
¿Cuántas veces pregunta algo así? Si tu respuesta fue
nunca, acertaste.
Pero de vez en cuando lo llamo, especialmente esos días
donde necesito escuchar su voz, saber que respira
básicamente, y no culpo a mis hermanos por eliminarlo
completamente de sus vidas, pero yo…, no lo sé, no puedo.
Luca al menos lo intentó, hubo un tiempo donde mi
padre se involucró en la vida de Mila y pasó a ser un gran
abuelo, pero al poco tiempo explotó la bomba de Oliver y
todo se fue a la mierda.
Mis tres hermanos eliminaron el contacto de nuestro
padre en sus móviles, también el de mi madre y yo… yo
comencé terapia, porque si no tengo a nadie a quien
impresionar, entonces ¿qué demonios hago con todo este
éxito?
¿Sueno engreído? Bienvenidos al mundo Killian, lo soy y
lo seré toda mi vida.
Puedo darme cuenta de cuándo estoy llegando a mi
barrio cuando comienzo a ir cuesta arriba. Las colinas de
Oakland son famosas por albergar las mansiones más
exclusivas de San Francisco y sí, ahí es donde vivo.
Mi casa es moderna, simple y sofisticada, con todas las
comodidades que necesita un hombre millonario de treinta
y cuatro años. Y no hablo de cosas básicas como un
gimnasio, una piscina y un balcón con vistas a San
Francisco, hablo de un salón de juegos (no al estilo
Christian Grey eh, no necesito eso para pasarlo bien), una
sala de juegos real, con una mesa de pool, juegos Arcade y
un bar para cuando mis invitados necesitan un trago.
El Tesla se estaciona solo en mi garaje de cuatro coches
y cuando salgo de allí me dirijo directamente a la nevera.
Cuando dije que estaba famélico no era mentira, viene
en el pack de ser una persona atlética, la comida es
constante y en grandes cantidades.
La cocina es relativamente pequeña (en la escala de
mansiones de esta zona), bueno, más grande que el piso
entero de Bianca es, diría que es el doble quizás. No es que
esté comparando, claramente nuestras vidas son opuestas
en todos los sentidos.
Los armarios de la cocina son negros opacos y el
fregadero, el grifo y los tiradores son dorados. La isla es de
un granito negro opaco también y termina con un
desayunador, donde generalmente como todas mis comidas.
Y eso es lo único que hago aquí, comer, porque este es el
territorio de Rosa, mi cocinera y ama de llaves (y a veces
mamá también).
Hay un pollo asado esperándome y sin darle más vueltas
lo llevo a la barra y me siento allí mientras enciendo la
televisión que está a mis espaldas, no necesito verla, lo que
necesito es el sonido. Sí, patético, pero sentirme
acompañado últimamente es imperativo.
Mientras trago comida como un cavernícola recuerdo
que tengo videos e imágenes que subir a mi Instagram así
que cojo la cámara y comienzo a repasar las imágenes del
día, deslizando rápidamente para encontrar la foto
perfecta.
Siempre me ha gustado mucho la fotografía, y tengo la
suerte de tener el dinero y el tiempo para dedicarme a uno
de los hobbies más caros que existen.
Mi casa está decorada con fotos que tomé durante toda
mi vida, lugares que me enamoraron y que son especiales
para mí, por supuesto las fotos con mis hermanos y mis
sobrinos están repartidas por la casa y alguna que otra
mía, pero solo en lugares donde nadie ve, soy narcisista,
pero tengo mis momentos de humildad también.
Me detengo cuando me topo con el selfie que saqué con
Bianca, me río otra vez al verla de tan mal humor por una
simple foto, pero me pone contento haberla sacado, al
menos tengo el recuerdo de este día y de esta chica tan
peculiar.
Aprendí con el tiempo a publicar imágenes cuando estoy
lejos de la zona, porque algunas fans a veces se
amontonaban a mi alrededor para sacarse fotos y eso es
algo que suele arruinar el momento, especialmente si tengo
compañía. Así que solo subo mis fotos cuando estoy lejos
del lugar, inclusive a veces acumulo imágenes para subirlas
luego.
<<Valentino Ricci: Está hecho.>>
Leo en el móvil y me río de solo pensar en la cara de
Bianca cuando Valentino apareció en la puerta de su piso
con muletas y bolsas llenas de comida.
¿Podría haberlo hecho yo? Sí, claro, pero sabía que si me
encargaba del tema, hubiese sido mucho más difícil
sacarme de allí.
CAPÍTULO CINCO
BIANCA

—A y hija —dice mi madre con ese tono novelesco


que le gusta usar—, ¿cómo puede ser? ¿Estás
bien?
Tengo el móvil entre el hombro y la oreja, mis dedos
sobre el teclado, pasando imágenes del Instagram
aburridamente, mi pierna derecha encima de un taburete.
—Estoy bien, los calmantes ayudan bastante —digo sin
prestar mucha atención a la conversación con mi madre.
—Claro, bueno, pero ten cuidado, ya sabes cómo son
estas cosas, una semana de sedentarismo se puede traducir
en al menos tres kilos.
Ah sí, mi madre tiene un problema con respecto a
cuánto peso y qué como.
—Tengo las pesas a mano para no estar tan quieta —
respondo mirando las pesas que ella me regaló de reojo.
Están en el suelo y llenas de polvo por no usarlas nunca.
El ejercicio nunca fue algo que me cautivara demasiado,
recuerdo obligarme a levantar pesas o correr y padecer
cada minuto, por eso renuncié y acepté mis rollitos en la
barriga.
—Bien, no dejes que nada te detenga para alcanzar el
cuerpo que quieres lograr —El que tú quieres que tenga,
mamá—. Tu padre está en el taller ahora, pero estoy segura
que te llamará en cuanto se lo cuente, así que no dejes el
móvil en silencio como haces siempre, cógelo por favor.
—Sí, mamá.
Mis padres aún viven en Boston y honestamente creo
que nunca van a irse de su ciudad. Los dos descendientes
de irlandeses, se casaron con solo veinte años y mi padre
alimentó nuestra pequeña familia con un taller mecánico en
el centro de la ciudad. Mi madre es una versión mejorada
de mí, nuestro cabello es el mismo, eso sí, rojo intenso y
rizado pero ella se dedicó a alisarlo con todos los métodos
habidos y por haber en este mundo. Su piel es de
porcelana, sus pecas ya no existen gracias a un tratamiento
que se hizo hace muchos años. Mi padre por otro lado es un
tipo un poco más tranquilo y sí, como todos los mecánicos,
suele tener la raja del trasero al aire todo el tiempo, pero
es el mejor padre que alguien podría tener.
—Bueno, hablamos en unas horas —dice cantarina—,
que los Davis vienen esta noche y tengo que tener todo
listo.
Cuando dice los Davis, se refiere a unos amigos que
conocen desde que yo me fui a la universidad. Los padres
de Liam Davis, el hombre con quien mi madre sueña que
me case.
El mismo con quien debía tener una cita mañana en los
Muir Woods.
—Perfecto, que paséis una buena noche —digo cogiendo
el móvil con mi mano, ansiosa por terminar esta llamada.
Cuando finalmente colgamos, subo el sonido del móvil y
lo dejo apoyado sobre los cables que están sobre el
escritorio y sigo pasando imágenes.
Lo que tengo abierto puntualmente es el perfil de KillK,
uno de los Instagramers más famosos de San Francisco y la
zona de la bahía.
Por supuesto que sabía quién era, tendría que vivir en
un contenedor en medio de uno de esos bosques donde vive
una tribu que nunca adoptó la civilización para no saber
quién es KillK y tengo que decir que me sorprendió.
Normalmente en sus historias parece ser uno de esos
solteros que creen ser los dioses de la noche, engreído y
egocéntrico, pero en la vida real fue otra cosa.
Ligero, amigable y gracioso, un perfil nunca visto.
Uno asume que conoce a los Instagramers por alguna
razón, consumimos tanto de sus vidas que creemos que en
realidad son una pantalla directa a su casa, pero hoy me di
cuenta que no es así y eso me hace sentir un poco mal,
quizás lo juzgué demasiado rápido.
De pronto se actualiza la pantalla y aparece la foto que
conozco, la que costó toda mi energía para concentrarme
en el cuerpo de este adonis, porque lo que se veía del otro
lado de la cámara era tan hermoso y devastante que creí
tener un ACV y un tobillo hinchado. Entre el verde del
fondo, con el sol iluminando su piel dorada y sus ojos, joder,
tuve que controlar que no se me cayera la baba de golpe.
Debajo de la foto dice:
Hoy haciendo Hiking en Muir Woods, el día lo
ameritaba, ¿no? El sol salió, los caminos fueron
inesperados y la compañía muy grata.
Se me retuerce el estómago un poco. ¿Está hablando de
mí?
Voy a la parte de los comentarios, principalmente
mujeres poniendo corazones y fueguitos para decirle lo
bueno que está, pero también hombres poniendo el
emoticono del brazo musculoso.
Estoy a punto de poner algo, un gracias algo que le diga
que lo estoy mirando, pero me detengo cuando suena el
timbre.
Creo que es la primera vez que suena desde que me
mudé aquí hace dos años.
—¿Quién es? —Pregunto bajando la pierna del taburete
y rodando mi silla de escritorio hasta la puerta.
—Mi nombre es Valentino Ricci, vengo de parte de
Killian Walker.
Abro la puerta solo un poco, el hombre del otro lado me
busca a la altura de los ojos y luego se da cuenta que lo
espío desde abajo, sentada en la silla.
—Oh, ahí estás —dice y señala hacia atrás—. Tengo
varias cosas para ti.
Yo sigo mirándolo con la boca abierta.
Valentino Ricci tiene el rostro más simétrico y perfecto
que he visto en mi vida, podría hasta hacerle competencia a
la belleza de Killian. Demasiado joven para mí, pero
prometedor sin ninguna duda. Su quijada es dura y afilada,
barba de tres o cuatro días, cabello color caramelo hasta
los hombros, pero lo lleva estilo despeinado y hacia atrás.
Una chaqueta de cuero negro y unas botas que tienen
cadenas.
Todo muy sexy y un poco intimidante a la vez.
Abro la puerta un poco más, detrás de él hay al menos
diez bolsas de supermercado.
—¿Qué es eso? —digo señalando una caja alta y angosta.
—Oh, sí, muletas, Killian dijo que necesitabas unas y…
—mira mi silla y mi pierna en el aire— creo que tenía
razón.
Oh Killian…
—Killian no sabe cuándo parar ¿no? —Me alejo de la
puerta para que pase adentro todas las cosas.
—No —responde secamente, pero sus ojos me analizan
detenidamente, como si buscara en su memoria de dónde
me conoce. Algo que me pasa seguido, la gente que me
escucha reconoce mi voz, solo que a veces no recuerda de
dónde.
Valentino deja las muletas cerca mío y luego mete todas
las bolsas.
Sin decir mucho más, abre la nevera y deja todo lo que
necesita frío allí dentro.
Parece que eso de pedir permiso ya no está de moda, ya
que Killian hizo lo mismo.
—¿Eres amigo de Killian? —pregunto, mi voz suena
tímida y tengo que carraspear un poco para soltar la
vergüenza que me da todo esto.
—Sí, bueno, depende a quién le preguntes —antes de
que saque mis propias conjeturas, agrega—. Me refiero a
que soy su asistente también. —Sigue sacando comida de
las bolsas.
—Ah, no debería haberte molestado, le dije que no
necesitaba nada.
—Bueno, Killian es así, aprendí a no discutir ya, cuando
quiere algo no busca conseguirlo, directamente lo coge y se
apropia.
No sé por qué me deja intranquila el comentario.
—Bueno, igual, gracias.
—De nada —dice juntando todas las bolsas en una gran
bolsa y la guarda debajo del fregadero—. ¿Hay algo que
pueda hacer por ti antes de irme?
—Creo que ya estoy cubierta para toda la semana —
respondo señalando la nevera y todas las cajas de cosas
que no sé qué son, desparramadas por la encimera.
—Genial, te he dejado mi tarjeta en la encimera por si
necesitas algo —Camina hasta la caja que hay junto a mí y
la abre dejando las dos muletas a mi lado— ¿Necesitas
que…?
—Oh no, yo puedo, gracias —respondo familiarizándome
con las muletas.
—¡Está bien, adiós! —Sin más cierra la puerta y el futuro
adonis desaparece.
Qué día más atractivo tuve.
CAPÍTULO SEIS
KILLIAN

—R osa, ¡me voy! —grito sobre mi hombro a medida


que camino hacia el garaje.
—¡Killian! —grita como gritaría cualquier madre a su
hijo.
Me detengo en el lugar y vuelvo sobre mis pasos por el
pasillo. En el trayecto me topo con un espejo y me miro de
reojo.
Impecable, como siempre.
Traje a medida, zapatos negros, el cabello arreglado,
barba perfectamente recortada y perfume exótico.
—¿Qué? —pregunto deteniéndome en la puerta del
cuarto de lavado.
Mi ama de llaves viene de familia colombiana, es bajita
pero que eso no te engañe, tiene pólvora para mandarte a
volar lejos si la agarras en un mal día.
—¿Qué se supone que tengo que hacer con una sola
zapatilla?
La zapatilla de Bianca, la que guardamos en el bolso
hace una semana atrás.
La sonrisa del Grinch aparece en mis labios.
Me estaría engañando si dijese que no me muero por
saber cómo está o cuál es el nivel de dolor que tiene
después de una semana o si necesita que le ayude con algo
más.
—Yo me encargo —digo arrancándola de sus manos.
Me voy silbando por la casa, de golpe de buen humor,
jugando con una zapatilla en mi mano.
Cuando llego a la oficina, encuentro a Valentino con la
seriedad de siempre, está detrás de su escritorio,
escribiendo un email con mucha concentración.
—Buenos días, asistonto —digo usando el sobrenombre
que le puse cuando empezó a trabajar para mí, me detengo
delante del escritorio— ¿Cómo pinta mi día?
Valentino no levanta la vista y mientras sigue
escribiendo, responde:
—La primera cita es a las nueve, con Liam Davis, tienes
media hora para prepararte, al medio día tenemos que ir a
Silicon Valley a la inauguración de Silicon Check y a las
cuatro me voy a mi casa.
—Excelente —respondo retomando mi caminar, pero me
detengo cuando me acuerdo— ¿Qué pasó con la rubia del
sábado?
Los domingos suelen ser los días que le doy libre a este
pobre muchacho.
El sábado por la noche nos encontramos en el club A.M.
como hacemos casi todos los sábados. Dos mujeres se nos
acercaron y cuando me di cuenta, Valentino había
desaparecido con una de ellas y como no tenía nada que
hacer, me fui con la morena.
No estuvo nada mal.
Detiene el tecleo y dice:
—Era demasiado chillona. —Una sonrisa maliciosa se
desparrama por su rostro.
Me río y sigo mi camino.
Liam Davis es el nuevo niño tecnológico en Silicon
Valley. Con apenas treinta años, lo llamaron el nuevo Mark
Zuckerberg (sí, tiene la misma estatura, sí, tiene la misma
cara de vampiro famélico). Después de lanzar una red
social exclusivamente para gamers y tras solo tres años de
vida en el mercado de las apps, el tipo se hizo
multimillonario de la noche a la mañana y ahora busca
expandir sus horizontes.
Aquí es donde vengo yo, el mago que le provee las
oficinas, en el epicentro tecnológico más reconocido del
mundo.
Valentino deja los papeles en mi escritorio, con los
planos del proyecto, me da un par de indicaciones y se
retira.
Esto es casi un juego y sé tratar con esta gente, los
conozco como la palma de mi mano y conozco lo que
quieren escuchar al momento de concretar un negocio.
Ellos quieren a alguien que le derrame miel al oído y yo no
tengo problema en hacerlo.
—Está aquí —dice Valentino por el intercomunicador.
Me levanto y abrocho mi traje, mientras camino con
firmeza hasta la oficina donde me espera.
Liam es… un idiota.
Sí, mira, no tengo nada en contra de él, pero no caben
dos egos tan grandes dentro de una oficina, así que para
que esto funcione debo desinflar un poco el mío.
—¡Liam! —digo exageradamente, eso lo aprendí de mi
hermano Silas, siempre tienes que hacerlos sentir
importantes.
Liam mira su móvil con atención y responde un mensaje
antes de demostrar interés en mí.
Sé que mi altura está por encima de lo normal en
Estados Unidos pero este hombre me queda bajito. Lleva
una camiseta negra que dice “Yo inventé GamerSoul”, unos
vaqueros al menos dos tallas menos de la que él que
debería usar, ah y no ignoremos las zapatillas naranjas
chillonas. El corte de cabello es cien por ciento hípster,
rapado a los costados y más largo por arriba, sus ojos
negros, su barba descuidada y frondosa.
Cuando termina de mandar un mensaje, levanta la vista
y me encuentra delante de él.
Sí, tiene que mirar para arriba.
—Killian —dice estrechando nuestras manos—, lo siento,
sabes cómo es esto, si no respondes el mensaje en los
primeros diez segundos, la bruja se pone nerviosa.
Me río falsamente.
Es tan de los dos mil decirle “bruja” a la esposa y este
chico no es un Boomer.
—Mujeres, no podemos vivir con ellas, ni sin ellas, ¿no?
—Qué asco, obviamente no coincido con ese mensaje, pero
si Liam le llama “bruja” a su mujer, entonces debo seguir
ese rumbo.
—Exacto y no me malinterpretes, es una chica muy
dulce, pero a veces es pesada como un collar de melones.
Señalo la mesa para invitarlo a sentarse y el maldito se
sienta en la cabecera.
Está bien, dije que iba a desinflar mi ego un poco.
—¿Hace cuánto estáis casados? —pregunto mientras me
siento y abro mi ordenador.
No me importa un comino su estado civil, solo necesito
un poco de conversación para romper el hielo. No puedo
gritarle en la cara que me de sus millones, no todavía.
—Oh no, por Dios no, estamos saliendo, bueno,
“saliendo”—dice haciendo comillas en el aire—. Nos
estamos conociendo, pero nunca fui un hombre que coma
de un solo plato, ¿me entiendes?
—Claro que sí. —Mentira.
Mi soltería es simple, no ando prometiendo ramos de
flores a nadie, yo propongo, la que quiera seguirme que me
siga, pero que sepa que mi tren no conduce a ningún lado.
Nunca entendí a la gente que se compromete en una
relación que luego termina arruinando.
Liam se ríe, buscando complicidad en mí y yo pretendo
ser el mismo idiota que él.
—¿Estás casado?
—Oh no —digo abriendo la carpeta que me dio Valentino
—, estoy esperando a la indicada.
No es totalmente cierto, pero los hombres de negocios
necesitan tener una imagen un poco más familiar, al menos
de eso se trata Property Group, la empresa que tenemos
con mis hermanos, ellos ya están casados, felices y con
familia, yo soy la única oveja negra.
Pero no por voto propio, solo que… nadie despierta en
mí lo que mis hermanos se cansan de hablar, ese no sé qué,
esa pieza que encastra a la perfección y que tiene más
poder que cualquier anillo.
“Cuando la encuentres lo vas a sentir” dijo Oliver
cuando habló de su esposa, Cala.
Por ahora solo siento esa conexión con el ejercicio y la
fotografía.
Liam mira hacia todos lados, buscando orejas chismosas
y cuando se da cuenta que somos los únicos dos en la sala,
se acoda sobre la mesa y dice:
—¿Un consejo? No pierdas el tiempo, están todas locas.
Me río sin mostrar mis dientes, la otra opción es poner
los ojos en blanco y ya quiero su dinero con muchas ansias.
—¿Empezamos?
Liam aplaude una vez y se acomoda en su asiento,
preparándose para mi propuesta de trabajo.
Dentro de toda mi presentación, Liam asiente
pensativamente, escuchando mi propuesta. La idea es
construir las oficinas de GamerSoul basándonos en sus
necesidades primordiales y al mismo tiempo competir con
oficinas como Google y Facebook. El plano azul está sobre
la mesa y yo indico con el dedo la zona de recreación,
donde los empleados puedan descansar y vivir sus hobbies
en el mismo lugar.
—Las alternativas son infinitas, normalmente hacemos
una encuesta para conocer los gustos de los empleados y
basarnos en eso, puede ir desde una simple mesa de Ping
Pong a algo más complejo como una sala VR, pero esos son
detalles que podemos ver más adelante.
Una hora y media después, Liam se deja caer sobre el
respaldo de la silla y suelta aire por su nariz.
—¿Y la sostenibilidad? —cuestiona.
—Todo es sostenible, depende de cuánto dinero quieras
invertir en ello y cuál sea la política ecológica de la
empresa.
—Escuché que Property Group New York hace sólo
edificios sostenibles ahora.
Este muchacho hizo la tarea antes de venir.
—Así es —respondo dejando caer el peso de mi espalda
en la silla, mi postura relajada no se le pasa por alto a Liam
y sus ojos espían mis hombros y mi pecho—, hace años que
se especializan en ello, de hecho es mi cuñada quien se
encarga, podríamos traerla a la mesa si quieres llevar esto
a un nivel estratégico —Solo espero que Lauren esté
disponible.
—Sí, me gusta —dice mirándome fijamente—. Mira
Walker, voy a ser sincero contigo porque creo que tú y yo
tenemos mucho en común —espero que no—, hoy tengo la
entrevista con Mark Johnson, quiero escuchar su propuesta
antes de dar un paso adelante.
Mi estómago se retuerce de solo escuchar el nombre de
ese hijo de…
Mark Johnson lleva sobre sus hombros los grandes
proyectos de San Francisco y es conocido por contratar a
los arquitectos más extravagantes para generar edificios y
oficinas únicas. No me llama la atención que Liam quiera
toda esa atención para él solito.
Mark por otro lado, es una persona desagradable,
engreído y… muy parecido a mí.
Mierda.
—Entiendo. —Mi rostro es una máscara bien puesta, sin
mostrar ninguna molestia mientras junto los planos y los
guardo en la carpeta que Valentino me dio—. Cuando tomes
una decisión házmelo saber, cuanto antes empecemos
mejor.
—Dalo por hecho —responde cogiendo el móvil otra vez,
una sonrisa engreída aparece en su cara y si quiero
conseguir este proyecto, tengo que pretender estar
interesado en su vida.
—Parece que es una persona insistente —digo mirando
el móvil en sus manos.
—Un poco desesperada también —responde, cuando
termina de enviar su mensaje, deja el móvil en la mesa,
comienza a hablar—. El otro día la invité a pasear, no sé por
qué razón me canceló el plan, pero podía escuchar en su
voz lo desesperada que estaba, me dio pena, así que
reprogramé la cita, cualquier otra mujer me hace eso y dala
por muerta, pero esta se comportó como un perrito
asustado, ¿entiendes? Me gusta que sean así. El problema
es que nuestras madres se conocen y están intentando
atarnos, pero le dije a mi madre que no le prometía nada.
—Claro, claro —por favor que alguien me traiga un cubo
porque estoy a punto vomitar— Y ¿dónde planeas llevarla?
—No lo sé todavía, algún restaurante probablemente,
¿alguno que puedas recomendar?
Miro el móvil una vez, mirando la hora. Quiero irme de
aquí.
—Sur Le France es muy bueno, excelente servicio —
respondo automáticamente mientras me levanto.
Liam se levanta y estira sus brazos por sobre su cabeza,
incluso así, sigue siendo bajito a mi lado.
—Excelente, voy a hablar con mi secretaria para hacer
la reserva. Por cierto —golpea mi brazo un poco—, qué
buena estrategia esa de tener un asistente hombre, me
hubiese ahorrado muchos problemas y juicios. —Se ríe
mostrando hasta la campanilla detrás de la lengua y yo
intento imitar la gracia, pero no tiene ninguna.
—Bueno, uno aprende con el tiempo —digo mintiendo
entre mis dientes.
—Tengo que aprender mucho de ti entonces, Killian
Walker —estrecha mi mano—, estamos en contacto.
Cuando lo veo irse por la oficina me siento otra vez en la
silla, desplomándome del agotamiento mental que siento.
Esta es la parte nefasta de mi trabajo, fingir, fingir y fingir.
Fingir que me divierto.
Que soy divertido y mujeriego.
Que la fiesta es algo primordial para mí.
Que sonrío todo el maldito tiempo.
Valentino lo acompaña hasta la puerta y luego viene
hacia mí.
—Qué imbécil —dice por lo bajo.
—¿Qué dijo? —pregunto entrelazando mis dedos sobre la
nuca y tirándome hacia atrás, la silla cede un poco, pero
sostiene mi espalda.
—Nada, pero nadie que se vista así puede ser normal. —
Se sienta delante mío—. ¿Cómo ha ido?
Levanto mis hombros.
—Tiene una entrevista con Mark hoy.
—Mierda.
—Lo sé —respondo—, solo esperemos que deteste su
propuesta como nosotros detestamos a Mark.
Como dije antes, Mark solía ser el jefe de Valentino, y sí,
si lo que piensas es que robé el asistente de Mark Johnson,
la respuesta es sí. En algunos encuentros podía darme
cuenta que Valentino era subestimado por este personaje y
no solo eso, lo maltrataba delante de todos como si fuese
un insecto molesto zumbando en su oído. Yo sabía que
Valentino tenía una mente brillante, así que no lo dudé ni
un segundo, él tenía que trabajar conmigo. Le dije que lo
iba a poner a prueba por dos años y que si funcionaba iba a
tener carrera dentro de Property Group San Francisco.
Ya ha pasado un año y medio y Valentino no es solo mi
asistente personal, también lo es en todos los otros ámbitos
de la empresa. Quiero que lo sea, que conozca cómo
funciona y que tenga renombre.
El muchacho se lo merece.
Valentino se ríe un poco, no es alguien que sonría
demasiado, pero cuando digo cosas así, no puede evitarlo.
—Tenemos que salir en unos minutos… —Me recuerda.
—Sí, lo sé —suelto mis brazos y arrojo la cabeza hacia
atrás, bufando—, dame un minuto para recomponerme,
Liam me dejó los huevos secos.
Miro al techo perdiéndome en mis pensamientos,
pensando en mi plan para esta tarde y preguntándome qué
me impulsa a hacer esto.
—Pensé que ibas a decir los ojos, esas zapatillas casi me
dejan ciego. Supongo que es cierto lo que dicen.
Eso me despierta y me enfoco en él otra vez.
—¿Qué dicen?
—Que el dinero no te da buen gusto.
Los dos nos reímos y nos levantamos, la última parte de
trabajo del día, y después, a divertirme…
Con Bianca, por supuesto.
CAPÍTULO SIETE
BIANCA

—E ntonces, ¿qué significa esto? ¿Que si la


convivencia es nefasta tenemos que terminar la
relación? No, claro que no, significa que
tenemos que trabajar juntos, comunicar nuestras molestias
y expresarnos, con templanza, con madurez. Por ejemplo,
Mary89 pregunta: Mi marido deja las tazas del desayuno en
la encimera, justo encima del lavavajillas y se va. ¿Por qué
no puede guardarla en el lavavajillas y hacer mi vida más
fácil? Bueno Mary, porque tú se lo has permitido. ¿Cómo?
No diciendo que te molesta y haciéndolo tú cuando él no
está cerca. Como dije antes, co-mu-ni-ca-ción. Te sientas
con tu marido y le señalas el problema y como siempre, la
solución, sin solución entonces no podemos guiar a la
persona a entendernos y si la solución es poco viable para
los dos, se busca un punto en común, una tregua donde los
dos estén cómodos, como cuando una vez…
Toc Toc.
Oprimo el botón de pausa y miro con irritación hacia la
puerta.
—¿Y ahora qué? Estoy trabajando, joder.
Pongo las muletas bajo mis brazos y camino con cuidado
hacia allí, son solo cuatro pasos hasta la puerta, pero si
estoy de mal humor se sienten como veinte. Giro el
picaporte y me asomo por un pequeñísimo espacio, sin
abrir la puerta del todo.
Me asusto al ver una zapatilla delante de mis ojos, una
que conozco muy bien.
—Voy a asumir que esa cara es porque tienes una
zapatilla menos y no porque estoy aquí.
Creí que no volvería a verlo, especialmente porque envió
a su asistente a hacerse cargo de mí.
Cuando la baja, apoyo mis ojos en su rostro sonriente,
lleva unas gafas negras redondas, un traje del mismo color,
los tres primeros botones abiertos, dejándome ver su ancho
cuello y unos tatuajes que se asoman por debajo.
—Killian. —Mi voz suena sorprendida y asustada al
mismo tiempo, nunca creí que podía ser posible esa
combinación de sentimientos.
La sonrisa de Killian está firme en su rostro, mientras
dice:
—Necesitas luz solar, vamos. —Abre la puerta por
completo y entra a mi piso sin permiso ni nada.
—¿Por qué?, ¿a dónde? —digo estúpidamente mientras
veo a este hombre que me debe sacar al menos dos cabezas
mirar mi hogar con curiosidad.
Deja la zapatilla en el suelo y coloca las manos en los
bolsillos de su pantalón relajadamente.
—¿Por qué? Porque estás demasiado pálida, más de lo
normal para una descendiente de irlandeses, ¿a dónde?
Bueno, donde tú quieras, mientras haya sol estoy OK.
Apoyo la muleta en la pared y me siento en mi silla con
rueditas.
—No puedo ahora, estoy trabajando. —No busco sonar
grosera, es solo la verdad.
Y ¿por qué este hombre quiere pasar tiempo conmigo?
No quiero tener a alguien así en mi vida, que solo lo haga
por lástima. Los dos sabemos que un hombre como él no
busca mujeres como yo.
—Bueno —se sienta a los pies de mi cama—, puedo
esperar, continúa.
Mi corazón se desboca de solo imaginarme a KillK
escucharme hablar.
—Ni de coña amigo, no, eso no va a pasar —respondo
inmediatamente.
Killian arquea una ceja.
—¿Por qué no? Prometo no hacer ruido. —Eso dicen sus
palabras, pero su cara de diablillo dice lo contrario.
—Son las cuatro y media de un lunes, ¿no tienes trabajo
que hacer?
—Ya está hecho, ¿vamos?
Tomo aire y lo suelto poco a poco, reconociendo que
acabo de perder esta discusión. Él no se va a ir y trabajar
con él a mi lado es imposible, así que mejor terminar con
esto cuanto antes.
—Déjame cambiarme de ropa al menos —digo
pesadamente ya que estoy con el pijama, el mismo que me
puse hace tres días.
—Tienes diez minutos. —Coge el móvil y comienza a leer
con interés un artículo del periódico.
Miro a mi alrededor, casi irónicamente señalando todo.
—Killian, adiós, necesito cambiarme.
Pone cara de asombro, abriendo su boca y levantando
sus cejas.
—Oh claro, no tienes donde cambiarte —se levanta y
camina hasta la ventana—, me quedaré mirando afuera, no
te preocupes.
Con los ojos obsesivamente clavados en el cuerpo
gigante que acaba de interrumpir mi día, me cambio
mientras estoy esperando el momento exacto en el que se
de la vuelta y se ría de mi cuerpo. Pero sorprendentemente
Killian comienza a describir todo lo que ve en la ventana.
—No podría vivir en un lugar donde pueda estar
mirando la calle todo el día. Mira, tantas cosas pasando al
mismo tiempo, no podría concentrarme —comienza a reírse
—, esa señora no está recogiendo la caca de su perro.
—La señora Hoover, siempre hace lo mismo —respondo
automáticamente.
—¿En serio? —Voltea y yo grito—. ¡Lo siento! ¡Lo olvidé!
Prometo no volver a girarme.
Cuando termino carraspeo, Killian se da la vuelta poco a
poco y con los ojos cerrados.
—¿Puedo?
—Sí… ya está.
Cuando los abre me mira de la cabeza a los pies. Llevo
una camiseta negra tres tallas más grande de lo que me
corresponde, me llega hasta los muslos y tiene llamas de
fuego en el pecho. Debajo, un short vaquero deshilachado y
gastado, unas zapatillas adidas superstar y mi cabello
recogido con un moño suelto y mal hecho.
Killian sonríe.
—Te ves increíble.
Sí, claro, quiero decirle, pero solo pongo los ojos en
blanco, él me ignora y camina hasta la puerta dejándome
hueco para pasar.
—Déjame llevarte hasta abajo, luego vengo a por las
muletas.
Cuando me deja en el asiento del Tesla, me coloca el
cinturón y cierra la puerta. Minutos después deja las
muletas en el maletero y se sienta a mi lado.
—¿Qué te dijo el médico? —cuestiona mientras conduce
por San Francisco.
Me sorprende que me pregunte esto, ya que nunca le
dije que tenía una cita con el doctor una semana después.
—Que esto tiene para dos semanas más por lo menos,
pero me siento mejor, apoyar todo mi peso hace que me
duela un poco, pero no como el primer día —respondo
mirando la bota en mi pierna.
—Excelente noticia, ¿vamos a Dolores Park? —Levanto
mis hombros, lo que sea con tal de terminar con esto—.
Dolores Park entonces.
Quiero hacerle mil preguntas, tipo… ¿no crees que te
van a reconocer allí? Que te vean con una pelirroja llena de
pecas y una bota y se burlen de ti, ¿no te da vergüenza?
Pero mi boca se mantiene sellada y lo observo como si
fuese un bicho raro.
En solo diez minutos, Killian aparca el Tesla y se prepara
para cargarme.
—Yo puedo no te preocupes, solo necesito las muletas.
Sus ojos me transmiten decepción solo por un segundo,
pero lo cubre con una sonrisa y me ayuda a salir.
¿Todos los influencers sonríen constantemente?
Dolores Park es un parque que frecuento solo cuando no
hay gente, sí, lo se, qué antisocial de mi parte, pero es que
los fines de semana está tan concurrido que es difícil
encontrar un lugar donde sentarse. Es entendible, este
parque tiene las mejores vistas de la ciudad desde un
rincón verde. Los árboles y palmeras le dan un toque
silvestre, el sonido de la ciudad se escucha a lo lejos a
pesar de estar en el centro y la brisa fresca es agradable.
Encontramos un pedacito de césped libre, solo hay
personas haciendo deporte o descansando en su tiempo de
almuerzo.
—Si te sientas sobre el césped vas a arruinar ese traje —
digo cuando estoy a punto de sentarme.
—No me importa —responde—, puede que le importe a
Rosa, pero…
—¿Por qué no vamos a las mesas de allí?
Killian asiente.
—Déjame llevarte Red, está muy lejos. —Lo tengo
encima en un segundo, su espalda delante de mí.
Miro a mi alrededor, buscando ojos curiosos, por suerte
a nadie le parece interesante nuestra interacción.
Las mesas de picnic son de color granate y espaciosas
como para tener una gran comida, pero ninguno trajo nada,
ni una taza de café (o un vaso de vodka entero para calmar
los nervios).
Killian me deja en el asiento y vuelve con las muletas
segundos después. Se sienta delante de mí, se quita el traje
y arremanga la camisa por encima de los codos. Los
tatuajes que bien tenía ocultos bajo las mangas de esa
camisa tan cara se dan a conocer y los observo con
curiosidad.
—¿Tienes alguno? —pregunta.
—Oh no, a mi madre le da un infarto si me hago uno —
digo riéndome de solo recordar su rostro atónito cuando le
dije que pensaba hacerme uno.
—Qué suerte que tu madre no está aquí entonces, ¿no?
—devuelve con una sonrisita pícara.
—Se nota que no la conoces, mi madre es omnipotente.
Killian sonríe y por un segundo creo ver tristeza en su
rostro.
—¿Qué te harías?
Pretendo pensar el diseño cuando lo cierto es que me lo
sé de memoria, solo que está almacenado lejos de cualquier
deseo.
—Siempre fantaseé en hacerme el brazo completo, con
flores que representan a cada miembro de mi familia.
—Uuuh esa es una muy buena idea —dice con su mano
en la barbilla—, puedo recomendarte mi tatuador si
quieres, probablemente te haga un descuento.
Resoplo, no puedo ni considerar esa propuesta, sé que
nunca me lo voy a hacer.
—Gracias Killian, pero no, es demasiado permanente
para mí.
—Bueno, si alguna vez cambias de parecer, házmelo
saber —dice mirando directamente las pupilas de mis ojos,
con tanta intensidad que miro lejos de él para calmar el
rubor de mis mejillas—. ¿Cómo te fue en la cita?
Me encorvo un poco, recordando el desastre que fue.
—Un horror.
—Cuéntamelo todo —dice enlazando sus dedos sobre la
mesa de madera, su rostro ansioso por saber.
Por un momento analizo esta situación, como lo hago
con cada segundo de mi vida donde convivo con mi cerebro
y me pregunto ¿por qué quiere saberlo?, ¿qué le interesa a
él la vida amorosa de una chica promedio?
Entonces lo entiendo, él solo busca una amistad
conmigo, claro, ahora todas las fichas encajan a la
perfección. Killian nunca se fijaría en alguien como yo, con
unos kilos de más, con pecas invasivas como estas y
piernas que podrían pertenecer a un gnomo de jardín.
Killian solo quiere una amistad y darme cuenta de eso me
hace sentir lo suficientemente cómoda para que mi lengua
se desate y mi mente se abra a esta nueva amistad.
—Fuimos a un restaurante muy conocido en la ciudad —
comienzo— y uno de mis consejos como ya sabes, es
prepararme.
—Fundamental —agrega Killian con media sonrisa.
—Exacto, bueno, investigué cuál era la etiqueta y seguí
todo al pie de la letra, pero una vez allí…
—¿No te gustó la comida? —pregunta intrigado.
—Oh no, eso es imposible, amo la comida —suelto como
si hablara con una amiga—, pero él estaba distraído,
especialmente con la muchacha que nos traía todo, no
podía conseguir su atención.
Killian arquea una ceja.
—Me imagino que hiciste algo al respecto. —No es una
pregunta, es una afirmación.
—Sí, lo intenté, traté de mostrar mi lado más divertido,
pero…
—Espera, espera, ¿qué? —interviene— ¿El tipo está
mirando a la camarera y no te fuiste inmediatamente de
allí?
Frunzo mi ceño mirándolo con curiosidad.
—¿Debería haberme ido?
—¡Mujer! —grita golpeando la mesa, las personas cerca
nuestro nos miran con ojos curiosos—, ¡pues claro que sí!
Estamos en otra era, no deberías aguantar esas cosas.
Me quedo en silencio, contemplando esta alternativa.
Apoyo mis codos sobre la mesa y sostengo mi cabeza con
preocupación.
—Tú no lo entiendes Killian, mujeres como yo no
podemos darnos esos lujos.
Killian se yergue, como si mi comentario fuese un
puñetazo directo a su estómago.
—¿Mujeres como tú? ¿Por qué presiento que te refieres
a algo completamente distinto que yo?
—Ya sabes a lo que me refiero —digo irritada—, no hace
falta pretender algo que ya tengo asumido, no soy ciega,
cuando digo mujeres como yo, me refiero a las que no son
perfectas, las que tienen kilos de más y no son modelos.
Somos una especie real, ¿sabes? Vivimos por ahí, sentimos
y…
—Stop. —Levanta la mano y me silencio—. Bianca,
cariño, creo que tienes lo que se llama distorsión de la
imagen. —Mira hacia un costado y luego al otro y antes de
seguir baja la voz—. No sé qué ves tú en el espejo, pero no
te mereces una basura como compañero.
—Lo sé… —digo mirando cómo mis dedos se retuercen
entre sí—. No es que esté ignorando todo el feminismo de
los últimos años, es solo que… —mi garganta se cierra,
pareciera que no quiere decir las cosas que mi mente
almacena—, cuando llegas a los veintiocho las opciones se
reducen y…
—Oh, ya veo por donde va esto… —dice asintiendo
lentamente, sorpresivamente indignado.
Levanto los ojos, buscando desesperadamente alguien
que me comprenda, alguien que esté pasando por lo mismo
que yo.
—¿Por dónde…?
Killian me mira fijamente con esos ojos acuáticos, no hay
sonrisa en sus labios perfectos esta vez, pero sí hay una
severidad que nunca vi antes, una que hace que me encoja
en el lugar, inhibida por él.
Pero Killian toma aire y una máscara sonriente aparece.
—¿Quieres comer algo? —inquiere cambiando el rumbo
de la conversación casi ciento ochenta grados.
—Bu-bueno…
La decepción es imposible de ocultar en mi voz, creí que
al fin había encontrado a alguien que comprendía lo que
estoy pasando, pero en realidad encontré a alguien que se
guarda los sentimientos, tal como lo hago yo.
CAPÍTULO OCHO
KILLIAN

U na vez, jugando con Oliver en la casa de mis padres


me caí por las escaleras, rodé y rodé, golpeándome
con cada uno de los escalones, que, por cierto, eran
como cuarenta y cuando llegué finalmente al suelo, la
adrenalina se disparó tanto dentro de mis venas, que me
levanté como si nada y seguí jugando.
Aquella vez sentí que era invencible, pero al día
siguiente los moretones eran violetas y no me dejaban
moverme con naturalidad.
La sensación con Bianca es similar, cuando la vi
angustiada por un idiota, fue como un golpe, luego, dejé de
sentir y ahora, que la tengo delante mío en un restaurante
de comida rápida siento todo junto.
Me siento raro, magullado por sus palabras, por su baja
autoestima y su miedo a algo que nos acecha a todos.
La maldita soledad.
Y vaya si la conozco, esa maldita vigila mi cama
inclusive cuando hay más de una persona durmiendo allí.
Pero yo puedo con ella, sé manejarla y silenciarla cuando
grita tan agudo que rompe mis tímpanos. ¿Pero Bianca?
Puedo ver cómo controla su vida y en base a su miedo,
dicta su comportamiento, sus elecciones.
Tras observar a Bianca limpiar la mesa y cada objeto
que hay sobre ella con un antibacterial, pedimos comida,
una ensalada que es noventa por ciento lechuga y tres
pedazos de pollo (para ella) y para mí una hamburguesa de
tres pisos.
Monster Burger se llama. La que suelo pedir una vez por
semana cuando me libero un poco de la comida limpia y
saludable que como en casa.
Mancharse con barro de vez en cuando no está nada
mal.
Miro la ensalada de Bianca con un poco de asco y pena y
ella detiene el tenedor justo delante de su boca cuando me
detecta siendo grosero.
Es que no puedo evitarlo.
—¿Por qué comes esa mierda? —Señalo el bowl verde.
—No puedo comer una hamburguesa un lunes —
responde como si esa frase tuviera sentido alguno.
—¿Qué cojones…?
—Es simple, si el lunes empiezo comiendo algo así de
calórico entonces, ¿cómo termino la semana? Los sábados
son mi día de comida chatarra, no puedo cambiarlo.
Boquiabierto la miro y ya que estoy meto una patata
frita.
—Tu lógica no tiene sentido.
Bianca se ríe, pinchando una y otra vez la lechuga.
—No lo entenderías —niega con la cabeza y una media
sonrisa.
—Ilumíname, Bianca —insisto.
Ella levanta la mirada inmediatamente, como si mi voz la
hubiese hipnotizado y si soy cien por ciento honesto, me
gusta su reacción.
—Tú vienes con un buen cuerpo de fábrica, yo tengo que
trabajar el doble de duro para bajar de peso y con solo un
vaso de agua lo subo otra vez.
Me río.
—¿Quién te convenció de que tienes que bajar de peso?
—¿La sociedad? —responde levantando sus hombros,
despreocupación total en sus ojos.
Resoplo, entretenido por este caso insólito delante de
mí.
—Recuérdame el sábado venir a verte, quiero ver qué es
lo peor que comes.
Eso la hace detenerse.
—No es una imagen muy agradable.
—Lo dudo muchísimo, Bianca —respondo resoplando
cuando imagino a Bianca comiendo pizza sentada en el
suelo de su piso.
Cuando estaba intentando distraerme hace unas horas
mientras ella se cambiaba, sin querer encontré el reflejo de
ella en el vidrio, principalmente su silueta, ya que estaba
encendida la luz de la pequeña cocina. Las curvas de
Bianca fueron de esas que no te dejan apartar la mirada,
inclusive cuando sabes que mirar está mal, inclusive
cuando ella me pidió que no lo hiciera.
Pero joder… las curvas de su cadera, de sus pechos… no
entiendo por qué esta mujer no puede ver lo sexy que es.
Cuando los dos terminamos de comer seguimos
conversando. Cosas triviales y nada demasiado importante,
pero dentro de esa sencillez encuentro calma y
entretenimiento.
Cosas que no encuentro en todos lados.
La tarde se pasa rápido, y el atardecer está aquí. Estoy
pasándolo tan bien que siento decepción cuando Bianca me
pide que la lleve a su casa, excusándose de que tiene que
terminar el capítulo de su podcast.
—Por cierto, ¿cómo se llama? —pregunto mientras
conduzco por Mission St.
—Lovecast —responde inmediatamente. Ella mira la
ciudad pasar, luego se enfoca en mí con pánico en sus ojos
—. No lo escuches.
Me río.
—No puedes detenerme —respondo con una risa
maligna y en ese momento un coche se pasa de carril
delante mío, sin poner la luz de giro. Mis manos aprietan el
volante hasta que mis nudillos se ponen blancos—. ¡Qué
coño hace! —grito.
Bianca se sobresalta.
—Lo siento —respondo rápidamente—. La gente que no
tiene respeto por los demás me saca de las casillas.
—Ya veo —dice sonriente.
El tráfico en la ciudad es caótico a esta hora y detesto
cada segundo que paso atrapado en él.
Ese es otro tema que hablo con la doctora Bannon, mi
problemita con la ira al volante.
—¿Y por qué sonríes? —replico sintiéndome
inmediatamente de buen humor.
—Bueno, para empezar, acabo de encontrarte un defecto
—dice reprimiendo una risa.
Detengo el Tesla en la puerta de su casa y la miro
estupefacto.
—¿Y eso es gracioso?
—¡Sí! —dice dejando correr la risa—. No podías ser así
de perfecto.
Me río y dejo mis manos caer sobre mis muslos en
rendición.
—Me alegra que mi rabia te haga reír.
Un sonido interrumpe nuestra risa, el móvil de Bianca
suena con un mensaje. Ella lo mira con atención.
—¡Es él!
—¿Y qué quiere? —Mi tono menos emocionado que el de
ella.
No significa nada, es solo alguien que interrumpe un
buen momento.
—Quiere verme mañana, pero tiene reuniones todo el
día.
Bianca suena decepcionada y eso me hace sentir una
sensación nueva en el pecho, como si alguien lo presionara
con un yunque. Miro hacia adelante y me pregunto: ¿quién
demonios le dice eso a una chica que quieres conquistar?
¡Dile el día que sí puedes y ya! Pero tomo aire
profundamente como dice la doctora y me retengo esos
pensamientos.
—¿Entonces? ¿Puede algún día o está inventando
excusas?
Bien Killian, dijiste que ibas a callarte.
Bianca levanta los ojos de la pantalla hacia mí con rabia.
—¡No seas así! —Me empuja un poco con su mano—. Lo
está intentando, tengo que apreciar el esfuerzo.
Suspiro con frustración.
—Bueno, trata de ir a un lugar donde no haya otras
mujeres, no vaya a ser que no pueda controlarse. —
Resoplo.
Bianca me mira con ojos heridos y con una velocidad
que me asusta (para alguien tan bajita y averiada), abre la
puerta del coche e intenta salir por su cuenta.
—Bianca… —digo saliendo del coche. La intercepto
antes de que se mate cayendo en la calle—. Lo siento —
digo con honestidad, tomo su brazo y lo coloco sobre mis
hombros hasta que llegamos al maletero y le doy sus
muletas—. En serio, no quise molestarte.
—No pasa nada —sonríe tensamente—. Nos vemos,
Killian.
—Red… —llamo usando su apodo—. Déjame llevarte
hasta arriba, no seas terca.
Pareciera que no me escucha y camina hasta la entrada
del edificio y yo como un acechador, la sigo.
—No, puedo sola —dice subiendo el primer escalón.
En el tercero se le resbala la muleta.
Mis dedos se hunden en sus costillas para atraparla
antes de que caiga. Su cabello se pega a mi nariz y siento
su perfume a jazmín entrando por mis fosas nasales. Para
no perder el agarre la envuelvo con mi brazo justo por
debajo de sus pesados pechos y la sostengo contra mí.
—No se discute más —digo acomodándola un poco mejor
para dejar de tocarla por todos lados, pero mis manos
siguen sobre ella, enviando pulsos eléctricos directos a mi
entrepierna.
—Killian, bájame.
—No —respondo con una firmeza primitiva.
Como si me costara desprenderme de ella...
Siguiendo mi nuevo instinto volteo su cuerpo con
cuidado y la cargo sobre mi pelvis tal como hice hace unos
días con una morena que no recuerdo el nombre. Mis
manos buscan sostener su trasero de la manera menos
indecente que puedo encontrar, pero su short es demasiado
corto y mis dedos quieren resbalarse a los lugares más
prohibidos.
En el sexto escalón un dedo hace lo que quiere y roza su
coño milimétricamente. Se siente tibio y acogedor…
Joder, Killian, no eres un chaval desesperado por un
coño, deja de ser tan desvergonzado.
Ninguno de los dos vuelve a hablar hasta que llegamos a
su piso, entonces desciendo su cuerpo con cuidado sobre la
cama, Bianca evita la mirada, probablemente sintiéndose
incomoda por lo idiota que puedo ser a veces.
Lo bueno es que tengo que ir por las muletas y eso me
va a dar tiempo para calmar la erección latente que tengo
dentro de mis pantalones.
Cuando vuelvo a entrar, la encuentro sentada donde la
dejé y cuando me ve entrar borra las lágrimas que caen de
su rostro.
Ah mierda, no solo me siento mal, sino que me siento un
depravado ahora.
Me pongo de cuclillas delante de ella y con cuidado
apoyo mi mano en su rodilla derecha.
—Lo siento, no sabía cómo cargarte hasta…
—No es eso… —interrumpe.
Qué alivio, entonces el problema es mi bocaza.
—Te mereces un hombre que no pueda dejar de mirarte,
Bianca, uno que quiera lamer el suelo donde caminas, no te
conformes con menos.
Lágrimas atacan otra vez y las borra con furia en sus
manos, entonces con una tormenta en sus pupilas enfoca su
mirada en mí.
Nunca había visto odio en esos ojos tan cálidos que
tiene.
—Tú no sabes lo que es estar en mis zapatos, eres solo
un chico bonito de internet que no conoce cómo es el
mundo exterior, ¿consejo? —dice, imitando la manera en la
que hablo—, no asumas que todos tenemos una vida tan
fácil como la tuya.
Me pongo de pie, alejándome de ella.
Sé que solo quiere hacerme daño por venganza, que está
herida y confundida porque tiene que arrastrarse por un
tipo que no vale su tiempo.
Asiento y levanto mis hombros.
—Al menos piensas que soy bonito —digo con una
sonrisa que tengo que forzar.
Cierro la puerta con más fuerza de la que debería haber
ejercido y me voy de allí con la cola entre las piernas.
CAPÍTULO NUEVE
BIANCA

N o suelo encontrar hombres de mi estatura, o son muy


altos o son muy altos. Ese es el problema de vivir un
nivel más abajo que todo el mundo, todos parecen
inmensos y las cosas siempre están lejos de mi alcance.
Liam, por suerte, es casi de mi estatura, pero sospecho
que usa ese corte de pelo hípster para aparentar ser más
alto. De todos modos, me gusta poder mirarlo a los ojos.
Estamos en un restaurante con toques modernos y
rústicos al mismo tiempo, tiene una terraza increíble con
vistas al puente Golden Gate, que durante la noche tiene
tanta presencia como durante el día. La mesa está cubierta
con un mantel blanco impoluto, en el medio una vela
encerrada en una esfera de vidrio que le da un toque
romántico e íntimo.
No se si es obra de Liam, pero no hay nadie a nuestro
alrededor y eso me gusta, me siento más relajada.
Menos ojos a mi alrededor, menos ansiedad escalando
en mi cerebro.
El camarero (por suerte es un hombre) nos trae unas
copas con bebidas de colores y Liam le da las gracias
mientras levanta la copa para chocarla con la mía.
Sonrío y la levanto también.
—Lamento haber tardado tanto en liberar mi agenda —
dice—, esta semana fue una locura, mucho trabajo, muchas
decisiones que tomar.
—No te preocupes, no ha sido una semana liviana para
mí tampoco —miento entre mis dientes, cuando en realidad
lo único que hice fue ir al parque con Killian—. ¿Cómo va el
proyecto de las oficinas?
Liam se desploma sobre la silla y se toma la copa entera
de un solo trago.
—Mal —murmura mirando hacia la vista de la terraza.
Regla número uno, siempre muéstrate interesada.
—Oh, lamento escuchar eso, ¿qué ocurrió? —pregunto
pretendiendo tener interés.
Liam me mira con ojos indiferentes.
—Cosas de empresas, no te preocupes.
—Quizás pueda ayudarte.
Cruza sus brazos sobre la mesa y con una sonrisa
burlona comienza:
—Tengo que decidir entre dos contratistas, uno me
asegura tener oficinas modernas y prácticas, el otro me
asegura que el edificio será una declaración sobre la
posición de la empresa en Silicon Valley. —Mira hacia el
puente y menea la cabeza de un lado a otro—. Son
arriesgados los dos.
—¿Por qué?
La comida llega a la mesa, Liam pidió langosta, mientras
que yo pedí una ensalada de mar.
Nunca pediría langosta, es demasiado difícil comer
delante de alguien con quien no tienes confianza,
prácticamente tienes que ponerte en modo caníbal y comer
con las manos.
Parece que él no tiene problema con eso.
—Las dos empresas tienen renombre, las dos me pueden
dar lo que quiero, pero solo una me da status, ¿entiendes a
lo que me refiero?
—Claro —no soy idiota, Liam—, pero la otra te asegura
tener una oficina perfecta para tus empleados.
Liam resopla.
—Bianca, los empleados van y vienen, lo importante es
el edificio.
—Puede ser, pero, ¿qué importancia tiene un edificio
vacío? —replico.
Liam se mantiene en silencio, apoya su mano bajo la
quijada y me mira.
—Ese es un punto interesante—admite con una sonrisa,
se estira sobre la mesa y toma mi mano—. Mira quién tiene
mente de empresaria, mi madre tiene razón, no eres como
las demás chicas —dice con el mismo tono que usaría con
un perro cuando me da la pata.
Sonrío sin mostrar los dientes y me dedico a comer mi
ensalada para llenar mi boca y no explicarle que el
concepto de “No eres como las demás mujeres” es arcaico
y solo genera conflicto entre el mismo género.
Killian aparece en mi cabeza, con su razonamiento
lógico y estúpido de que no debería arrastrarme así por un
hombre. Pero él no siente la presión que siento todos los
días, él no tiene que atender las llamadas de mi madre
cuando me pregunta cuándo voy a concretar una relación
con alguien y cuándo voy a tomarme en serio que “la
apariencia lo es todo” cuando se trata de tener citas.
Yo solo quiero casarme para dejar de sentir el mundo
sobre mis hombros, para que la presión desaparezca y que
finalmente pueda vivir una vida en paz, donde mi madre
esté contenta con el resultado y deje de taladrarme el
cerebro.
—Bianca… —dice Liam—, ¿dónde estabas? Te estoy
hablando.
Pensando en un futuro oscuro y depresivo.
—Lo siento, ¿decías?
Maldita sea Killian, sal de mi cabeza.
—Que, si quieres venir a mi casa luego, podríamos
tomar algo, ver una peli.
Traducción: follar.
Miro mi bota debajo de la mesa con odio.
—Con el pie así prefiero dejarlo para otro momento si no
te importa, si paso muchas horas de pie la fractura
comienza a molestarme. —Especialmente cuando tuve que
subir las escaleras de este restaurante mientras él me
esperaba en el segundo nivel.
—Oh cierto, ¿cómo te hiciste eso?
—En una clase de yoga —miento tomando la copa y
tragando todo el líquido que pueda para no tener que
hablar más.
—Oh, esas clases son muy difíciles, ten cuidado —dice
mirando su plato y metiendo un bocado en su boca. Sus
dedos grasientos van bien adentro y los chupa cuando
termina.
Puaj.
Sonrío genuinamente, pero no por lo que dijo, sino por
lo que hace.
—Gracias, lo sé, fui un poco bruta en los movimientos,
pero ya aprendí.
¿Quién se hace una fractura en el tobillo haciendo yoga?
Liam no es tan inteligente como mi madre dijo que era.
Cuando llegamos a mi piso, me acompaña hasta la
puerta, esta vez sí me ayuda a caminar con muletas.
—Bueno —digo sonriendo—, gracias por esta noche, fue
increíble.
Él sonríe y debo admitir que su sonrisa es adorable.
—De nada. —Mira mi boca, movimiento estratégico.
Quiere besarme.
Así que pretendo perder el equilibrio y él me ataja entre
sus brazos, en el movimiento apoya sus labios sobre los
míos y me besa.
Es un poco descuidado, va mucho más rápido de lo que
esperaba y su lengua se mueve dentro de mi boca como
una manguera sin control. Pero lo acepto y sigo su ritmo.
Los besos nunca fueron mi fuerte o al menos eso me
dijeron mis compañeros anteriores, soy un poco
descoordinada y nunca sé para qué lado inclinar mi cabeza.
Cuando termina se aleja un poco de mí y con ojos
lascivos me dice:
—¿Segura que no quieres que suba?
Oh Dios no, si esto fue el beso, para el sexo tengo que
prepararme mentalmente.
—Lo siento —digo como si realmente me doliera decirle
que no.
—Está bien, tú te lo pierdes. —Intenta hacer el chiste,
pero no me río—. Te llamaré en los próximos días.
—Vale, buenas noches —digo y entro al edificio.
Miro las escaleras como un reto imposible de lograr y un
bufido sale de mis pulmones.
—Allá vamos, para arriba otra vez.
CAPÍTULO DIEZ
KILLIAN

—L os rumores dicen que va a quedarse contigo, al


menos eso es lo que se comenta por ahí —dice
Valentino.
El muchacho está sentado en mi oficina, delante de mí
en la pequeña sala que tengo dentro de mi despacho.
Nada demasiado lujoso, unos sillones blancos de West
Elm y una mesa de café que es el tronco de un árbol
cortado con un óvalo de vidrio encima.
Ecológico, todo ecológico para las oficinas de Property
Group.
(Mandato de Lauren)
Desde donde estoy sentado puedo ver toda la bahía de
San Francisco, el puerto marítimo, las montañas en el
horizonte. El mar frío, pero hermoso, brilla como si tuviera
diamantes con la luz del sol.
Suspiro con la mirada perdida.
—Kill… —llama Valentino, despertándome de mis
pensamientos profundos y lejanos—. ¿Qué mierda ocurre?
Tú no haces eso.
—¿Hacer qué? —pregunto sentándome erguido y
enfocando la mirada en él.
—Ya sabes qué, rumiar en tu cerebro, apagar la luz,
cerrar la puerta, llámalo como quieras.
Tiene razón.
Y sé por qué estoy así.
—Lo siento, volvamos al tema.
—No —dice firmemente—, quiero saber qué te ocurre,
como asistente tengo que prepararme para todo.
Me río.
—Mi vida privada no es tu problema, no te preocupes y
tu sueldo seguirá apareciendo a fin de mes en tu cuenta de
banco, esté rumiando o no.
—Es mi problema si me ignoras cuando te doy el reporte
que tú pediste.
Suelto aire y apoyo mis codos en las rodillas.
Quizás hablar sobre ello me deje concentrarme por un
rato.
—Tuve una discusión con una amiga, la herí sin querer y
ahora me siento mal, eso es todo.
Valentino arquea una ceja y deja su ordenador en la
mesita del tronco de árbol.
—Tú no tienes amigas.
Me río.
—No, es verdad, pero ella lo es, quise ayudarla y lo
empeoré todo.
—¿Le pediste perdón?
—Sí, claro, reiteradas veces.
—¿Y qué se siente ser ignorado? —pregunta con una
sonrisa maligna, sé que disfruta esto.
Maldito idiota.
—¿Esto es lo que siente la gente que no tiene mi
belleza? Guau, tu vida debe apestar —respondo con una
media sonrisa.
Valentino suelta una carcajada y se levanta con su tablet
en la mano.
—¿Hace cuánto de esto ya?
—Una semana. —Seis días y veintitrés horas para ser
exactos.
—Bueno, es un buen tiempo para darle espacio, quizás
debas pegarle una visita, “tantear el territorio” como dice
Bianca B.
Me alerto ante ese nombre y levanto mis cejas.
—¿Bianca B?
—Sí, ¿no la escuchas? tiene un podcast sobre relaciones
amorosas, creo que todo el país la escucha sinceramente,
es buenísimo.
—¿Y tú escuchas eso?
No estoy juzgando, solo que Valentino no parece ser un
hombre que se interese en esas cosas. Es mujeriego y
nunca lo vi con la misma mujer más de dos veces. Está
bien, a esa edad yo era así, solo que cuando pasas los
treinta, las prioridades cambian, la sed de follar no sacia la
necesidad de encontrar una compañera. Quizás él no lo vea
así porque no presenció el cambio que mis hermanos
tuvieron cuando encontraron a sus mujeres.
Encontraron, reencontraron, lo que sea.
—Por supuesto que sí, no quiero llegar a los treinta y
cuatro soltero y solo como tú —responde caminando hasta
la puerta, mira por sobre su hombro con un gesto malicioso
y yo me quedo con la boca abierta.
Agarro un cojín y lo lanzo con una precisión impoluta.
Con una risotada se retira y en cuanto la puerta se cierra y
desaparece dentro de su oficina doy grandes zancadas
hasta llegar a mi ordenador en el escritorio y googlear el
podcast.
El último capítulo se llama “¿Qué hacer cuando la
familia está involucrada en la vida de la pareja?”
Debería enviarle esto a Luca…
La voz de Red suena pacífica, etérea y clara. Por
momentos se vuelve profunda y seria y luego vira a un tono
más jocoso y una risita ñoña se le escapa de vez en cuando.
Habla con sabiduría, con conocimiento, que no sé de dónde
lo sacó, porque los dos sabemos que en su vida privada las
relaciones son complicadas y su elección de hombres deja
mucho que desear.
Eventualmente me atrapa en su relato y me olvido que
es la misma chica que hace una semana se arrastraba por
un idiota que no la corresponde. Cada capítulo es de
cuarenta minutos y ya llevo como seis cuando Valentino
entra otra vez.
Oprimo el botón de pausa inmediatamente.
—¿Qué quieres? —Mi tono claramente incómodo.
—La secretaria de Liam llamó, quiere una reunión
contigo.
—Perfecto —digo cerrando el podcast—, ¿cuándo?
—Esta noche, dice que tiene un compromiso por la
tarde, pero que luego hace reservas para cenar.
Asiento lentamente, procesando esa información. Si se
está tomando todo este atrevimiento es porque está
realmente interesado.
Una media sonrisa aparece en mi rostro y Valentino la
reproduce.
—¿Acabamos de derrocar a Mark Johnson? —pregunto
sosteniendo mi barbilla con el puño cerrado.
—No cantes victoria todavía, ¿me necesitas esta noche?
—Sí —respondo soltando todo el aire de mis pulmones—,
lleva todo por si necesitamos reforzar conceptos.
—Lo pides, lo tienes jefe —dice Valentino cuando gira
sobre sus talones y se va a preparar todo para agregar un
proyecto gigante más a nuestro portfolio.

E spero en la puerta del restaurante que Valentino eligió,


reconocido por ser uno de los mejores en la ciudad.
Mis manos enterradas en los bolsillos de mi
pantalón negro. Mi traje se ajusta a mi cuerpo
impecablemente porque, aunque es verano, San Francisco
no se entera, siempre tiene esa brisa fría que nos mantiene
a todos atentos.
Valentino está a mi lado, vestido casi igual que yo, la
única diferencia es que él no puede tener trajes a medida,
dice que, aunque puede gastar ese dinero, se niega a
hacerlo, como siempre él está mirando el móvil como el
adicto que es, trabajando sin parar.
—Si sigues mirando ese aparato vas a quedarte ciego.
—Está bien, papá —responde mirando firmemente la
pantalla.
Resoplo y pongo mis ojos en blanco porque detesto que
me llame viejo y él lo sabe, por eso lo repite
constantemente.
Antes de que pueda atacar a Valentino con todo lo que
tengo, un taxi aparca en la puerta del restaurante. Hay
tanta gente caminando hacia un lado y el otro en la acera
que me es difícil ver si Liam se dignó a llegar a tiempo.
Pero entre el tumulto puedo verlo en el coche y no está
solo, está hablando con alguien.
Mirando disimuladamente para aparentar ser mucho
más relajado de lo que en realidad soy, me parece ver
cabello rojo.
No…
Pero no son sus rulos salvajes, su cabello es liso y largo.
Doy un paso al frente, mi cuerpo quiere ver mejor,
comprobar que es una ilusión óptica, una equivocación…
No lo es.
El perfil de Bianca es imposible de ignorar, ella conversa
con Liam pero su mirada apunta hacia donde estoy
esperando y me hundo en las sombras para poder verla
mejor. Enfoco mis ojos, le sonríe tensamente a Liam
mientras él parece darle algún tipo de explicación, luego le
deja un casto beso en su boca y se baja del taxi con una
superioridad tan asquerosa que me da una pequeña arcada.
—Qué cojones… —gruño mirándolos fijamente. Siento
que mi corazón palpita incontrolablemente dentro de mi
pecho y mis dientes rechinan al punto que Valentino los
escucha.
—¿Qué pasa? —pregunta confundido mientras me ve
seguir el taxi con ojos depredadores, con ojos que acaban
de entender todo.
Mis puños se cierran cuando recuerdo las frases que
dijo Liam hace unas semanas sobre la chica con la que
estaba saliendo.
—Es una chica muy dulce, pero a veces es pesada como
un collar de melones.
—Un poco desesperada también. El otro día la invité a
pasear, no sé por qué razón me canceló el plan, pero podía
escuchar en su voz lo desesperada que estaba, me dio
pena, así que reprogramé la cita, cualquier otra mujer me
hace eso y dala por muerta, pero esta se comportó como un
perrito asustado, ¿entiendes?
Liam nos localiza y fuerza una sonrisa engreída. Cuando
está a nuestro lado Valentino da un paso más cerca de mí,
como si supiera que estoy a punto de enterrar mis puños en
sus pómulos hundidos.
—Lamento llegar tarde —dice el duende señalando
sobre su hombro—, esa pelirroja habla sin parar.
Liam golpea mi hombro amigablemente y se ríe, yo
siento que hiervo por dentro.
Pero, ¿qué puedo hacer en este preciso momento? Nada
más que dejarlo firmar el contrato y luego hablar con ella,
advertirle qué clase de tío es.
Alejarla de él.
Protegerla de idiotas que creen que son mejores que
nadie.
Toda la rabia y el fuego que brotó en mi pecho segundos
atrás, los reprimo y enmascaro todo, todo hacia adentro y
la sonrisita diabólica aparece como todo el mundo espera
que haga.
Killian el mujeriego.
Killian el alegre.
El complaciente.
—¿Asumo que el restaurante que te recomendé
funcionó?
—Asumes bien amigo mío, pero no hablemos de mujeres,
tú y yo tenemos que abrir una botella de champán y
festejar.
Sonrío de lado, como si me interesaran sus millones en
mi cuenta en este momento.
—Música para mis oídos.
Tanto Valentino como yo solemos vestirnos bien y por
bien me refiero a buen gusto. Los dos tenemos afinidad
cuando se trata de nuestra ropa, es importante nuestra
imagen, especialmente cuando la gente quiere sacarse
fotos contigo en cualquier lugar o momento.
Liam por otro lado…
No puedo creer que haya ido así vestido a una cita con
Bianca. Joder, no puedo creer que el idiota sea él, bueno, no
sé por qué me sorprendo, por lo que Bianca dijo de él
estaba claro que Liam entraba en esa categoría.
Egocéntrico.
Mujeriego.
Machista.
Desde que salió una nota de prensa en el SF Gazette
diciendo que los verdaderos millonarios o multimillonarios
como Mark Zuckerberg o Bill Gates se visten como
pordioseros perdidos en Mission ST, todos en Silicon Valley
comenzaron a hacer lo mismo. Ya sabes a lo que me refiero,
vaqueros, camisetas simples de algodón sin ninguna marca
impresa en el pecho y zapatillas desgastadas.
Pero joder, Liam se lo tomó al pie de la letra.
Lleva una camiseta verde loro que dice NOT OK y unos
vaqueros que tiene que arremangar en los tobillos porque
los arrastra. Una gorra de Mario Bross y encima una
chaqueta blanca.
A la gente de la fashion week le sangrarían los ojos solo
por ver ese dobladillo, bueno, quizás no necesite ir tan
lejos, Valentino está a punto de llorar.
El restaurante es elegante, todo el mundo aquí viste
bien y con las mejores ropas, mujeres, hombres y niños por
igual, por eso cuando la recepcionista nos acompaña a
nuestra mesa exclusiva, todas las personas miran a Liam
como si un gorila con una escopeta acabase de entrar.
El encargado de pedir bebidas soy yo y cuando Liam
comienza a mirar el móvil con esa sonrisita sardónica que
un día voy a borrar de su rostro, hago la pregunta
incontenida:
—Así que las pelirrojas son tu tipo…
Valentino levanta la mirada, extrañado, sabe que no
hablo así, nunca.
—Sí —responde Liam apoyando su brazo sobre el
respaldo de la silla a su lado—, no es muy espabilada, pero
con esas tetas no necesitas que sepa el diccionario.
Se ríe y Valentino es el único que lo acompaña con la
liviandad del momento.
Mis dedos se curvan hasta cerrar mi puño con tanta
fuerza que clavo mis uñas en la palma de mi mano.
—Pero la mandaste para casa… —digo con media
sonrisa.
Sola, quiero agregar y con esa bota en su pie que hace
que subir las escaleras sea una tarea imposible.
—See —dice arrastrando la e—, está jugando a hacerse
la difícil, la entiendo —continua aceptando una copa que
trae la mesera que por supuesto la mira cuando se va—, las
mujeres hoy no quieren parecer tan rápidas, por toda esa
basura del feminismo.
Mi respiración es estable solo porque la estoy
controlando, si me dejo llevar por este sentimiento puede
que le rompa la nariz con la mesa.
—Bueno —dice Valentino interviniendo—, ¿Killian estás
listo?
Su tono suena a que está apretando los dientes, claro
que no entiende nada el pobre, él no sabe que está
hablando de su podcaster favorita, Bianca B.
De mi amiga, Red.
—Sí —digo tomando la oportunidad de cambiar de tema
—, ¿brindamos?
Los tres levantamos las copas.
—Por un futuro millonario —dice él con una sonrisa
viciosa.
Los tres brindamos y tomamos un sorbo.
—Valentino se encargará de la parte burocrática —digo
enlazando mis dedos sobre la mesa, mi expresión física de:
Hablemos de negocios—, él es el encargado de que en el
contrato no falte nada, obviamente tus abogados tendrán
una copia en cuanto esté redactado, yo por otro lado —
Valentino desliza una carpeta por encima de la mesa hasta
mí— soy el encargado de recoger tu firma donde dice que
acordamos el comienzo del edificio, no te ata legalmente a
nada, es solo una formalidad.
—Mañana mismo comenzamos con los abogados —
agrega Valentino con seriedad.
—Excelente, no me decepciones Walker, este proyecto es
uno de los más grandes de tu carrera —amenaza.
Quiero reír… y golpearlo.
Deslizo la hoja donde tiene que firmar y entrego un
bolígrafo especial que tengo para estos momentos, uno
Gucci bañado en oro con diseños geométricos.
—No te preocupes Liam, estás en manos de los mejores,
pero tengo una curiosidad, ¿qué te hizo elegirnos?
Liam tiene la copa siempre entre sus dedos y cada dos
por tres levanta la mano para pedir que se la llenen otra
vez, sospecho que tiene un serio problema con el alcohol.
—Bueno, fue mi novia quien me hizo darme cuenta de
algo —¿Novia? era “la pelirroja” hace solo unos momentos
—, Mark Johnson puede que me dé un edificio que se
superponga sobre los demás, pero qué valor tiene un
edificio así si los empleados no se sienten bienvenidos.
—No es tan boba como dijiste entonces —digo con una
sonrisa partida y con triunfo me dejo caer lentamente sobre
la silla, sintiendo que abarco más lugar del que me toca.
—Tiene sus momentos. —Levanta sus dos hombros y
mira a dos mujeres que pasan caminando.
Siento la mirada de Valentino sobre mi sien y quiero
alejarlo de mí por leerme tan fácil. Sabe que algo me
molesta, solo que no entiende qué.
—Quizás debamos traerla a todas las reuniones así nos
encarrila —digo jugando con el cuchillo plateado que tengo
delante.
—Oh no, negocios y mujeres no se mezclan.
¿Cómo puede encontrar Bianca… BIANCA atractivo a
este tío? No lo entiendo y sinceramente mi ego está un
poco afectado. ¿Por qué? Porque yo podría ser mejor pareja
que él, yo podría hacerla reír y venirse en el mismo
segundo. Yo podría tratarla con el respeto que se merece,
felicitar sus logros, alabar su cuerpo…
Pero tú eres solamente su amigo, Killian…
Cierto.
La comida llega minutos después y tal como predije,
Liam quiere más detalles o al menos que le recuerde todo
lo que le dije en la presentación, que olvidó, pero recuerda
que le gustó.
Aquí dejo a Valentino lucirse, explicándolo todo al
detalle, son estos los momentos que le enseñan sobre esta
profesión, a forjarse y terminar siendo lo que visualizo para
él, no mi asistente, sino mi mano derecha. Alguien en quien
confíe ciegamente y que se haga cargo de mi empresa
cuando yo esté ocupado viviendo la vida loca.
Todavía puedo comentar algo cuando Valentino se ve
acorralado con alguna pregunta, pero en el fondo de mi
cerebro aún estoy pensando en Bianca subiendo esas
escaleras sola.
Sola, sin la ayuda de este imbécil.
El momento donde mi dedo se resbaló cerca de su coño
aparece como una sombra líquida en mi mente y tengo que
tomar un trago de mi copa para bajar el calor que siento de
golpe. Me pregunto, ¿qué tan lejos lo dejó llegar? ¿Se
besaron? ¿Se tocaron? ¿Tuvieron… sexo?
La rabia que siento se desborda.
—¿Qué hace tu novia? —interrumpo la charla.
Los dos me miran boquiabiertos y yo pretendo no darme
cuenta con una sonrisa llena de saña.
—Trabaja en comunicación —responde Liam con
cuidado, sus ojos sospechan de mí.
Asiento lentamente y los dos vuelven al tema anterior.
Abro la boca para volverlos a interrumpir, pero Valentino
me patea por debajo de la mesa, así que me quedo en
silencio… y planeo maldades.
—¿Q ué demonios Kill? —pregunta Valentino
inmediatamente después de que Liam se subiera
a un taxi, borracho y apenas manteniendo el equilibrio.
Yo lo miro con ojos neutros, casi aburridos, mis manos
en los bolsillos. El muchacho tiene mi altura, así que no
tengo que mirar hacia abajo como me pasa siempre.
—Ese tío es un idiota.
—Lo sé, tú lo sabes también, entonces ¿por qué
demonios te irrita tanto ahora que ya cerramos el trato?
Al ser el hermano más pequeño nunca tuve la
oportunidad de tener a alguien a quien proteger, siempre
esa fue la tarea de mis hermanos, pero con Valentino tengo
que admitir que tomé el papel de hermano mayor
demasiado rápido. Ahora que los papeles se revierten, me
siento raro.
—¿Recuerdas la amiga que te comenté? —digo
observando el taxi perderse en el tráfico de la noche.
Los coches iluminan con sus luces traseras rojas toda la
calle. La avenida con su ruido perpetuo, los tacones de las
mujeres que caminan por la calle en manada, riendo
después de una noche de chicas y los turistas
experimentando la ciudad por primera vez.
Cuando Valentino no me responde, poso mis ojos en él y
puedo verlo, simplemente con su expresión puedo ver que
entiende a dónde va esto.
—Mierda.
—Sí. —Comienzo a caminar hasta el aparcamiento
donde dejé el Tesla—. Tengo que irme, tengo que decirle
qué clase de hombre es.
—Killian… —dice con un tono de advertencia—. No te
involucres, tenemos el trato casi concretado, esto podría
elevarte, inclusive dentro de Property Group.
Detengo mi caminar, pensando en lo que está diciendo.
Sé que tiene razón, este proyecto nos dejaría primeros en
el mercado, podría traer más fama y reconocimiento a la
empresa, a mis hermanos.
—No puedo dejarla caer en manos de este imbécil.
—La ciudad es pequeña, sabes que puede enterarse que
te relacionas con ella, sabemos que es un hombre de ego
muy frágil, puede dejarte sin proyecto en un abrir y cerrar
de ojos.
Escucho a mi asistente, porque que no te engañen los
años, Valentino tiene la adultez de un viejo milenario y sé
que tiene razón.
Pero la culpa…
El peso en los hombros y el agujero en el estómago no
se me quitan.
Volteo con una media sonrisa.
—No te preocupes, asistonto, no voy a arruinar este
proyecto.
CAPÍTULO ONCE
BIANCA

U n papel se desliza por debajo de mi puerta. La única


razón por la cual lo escucho es porque acabo de
terminar el capítulo de hoy y no tengo los cascos puestos.
Miro sobre mi hombro al pequeño papel arrugado y con
mis muletas camino hacia él.
El papel dice lo siguiente:

Abro la puerta con precaución y sonrío cuando veo la


caja de pizza en las manos de un Killian que está de rodillas
en el suelo, con su cabeza gacha como si literalmente
estuviera ofreciendo algo a un dios.
—Dijiste que el sábado es tu día de comida chatarra, lo
sé, pero no sabía si tenías el día ocupado, así que espero
que no te moleste, tomé una decisión radical y ahora los
viernes son tu día de comida chatarra —dice bajando la
caja al suelo y levantando dos bolsas más—. No sabía a cuál
te referías, así que traje un poco de todo.
Cojo las bolsas de sus manos y abro la puerta con
dificultad, pero con entusiasmo también. La última vez que
lo vi fue hace dos semanas, cuando nuestro día terminó
sexualmente tenso e incómodo por sus comentarios
relacionados a Liam. Después de tener tiempo de
recapacitar tuve que admitirme a mí misma que no estaba
siendo del todo justa, especialmente la última parte.
No puedes solo escuchar lo que te gusta, debes
escuchar lo negativo también.
Ese es uno de mis consejos y es hora de que me los
aplique a mí también.
—Esto es para varios viernes —digo cuando veo el
contenido de las bolsas, luego las dejo en la encimera y
Killian deja la caja a mi lado.
Tiene puesto unos vaqueros gastados con unas zapatillas
blancas que parecen nuevas, por encima una simple
camiseta blanca que resalta su pecho ancho y pectorales
fuertes.
No lo mires así… me digo a mí misma cuando obligo a
mis ojos a dejar de inspeccionarlo. Pero Kill aleja su cabello
negro azulado de su rostro y lo tira hacia atrás, su brazo
tatuado llama mi atención otra vez y trago saliva, que más
que saliva parece una roca incrustada en mi garganta.
En vivo es mucho mejor que en Instagram.
—Bueno, no tengo otra alternativa mas que venir los
viernes restantes —dice caminando por mi diminuto piso,
mirando todo a su alrededor como si fuese un mundo
nuevo.
Cojo la caja de pizza y se la entrego.
—¿Qué quieres beber?
—Lo que sea que tengas en tu nevera —responde
llevando la caja de pizza a mi cama.
Supongo que lo que buscaba antes era una mesa, objeto
que no tengo en este lugar por la simple razón de que no
cabe.
Lo sigo con dos botellas de cerveza y me desplomo en la
cama, dejando las muletas a un lado.
Él se quita esas zapatillas impolutas y las deja en el
suelo, no sé por qué se molesta, si las suelas están nuevas
también.
—Gracias —dice abriendo una de las botellas, luego la
otra y me la entrega—. Así que, ¿cómo anda la vida de Red?
—pregunta acomodándose en el colchón y agarrando una
porción que chorrea queso, levanta la pizza y atrapa el
queso lánguido con su lengua, enroscándolo allí.
Maldición, es como leer literatura erótica.
Levanto mis hombros.
—Trabajando.
Sus cejas se unen en el medio de su frente y con la boca
llena, agrega:
—¿Eso es todo?
—Sí —respondo, ahora agarro yo una porción, la
mozzarella se estira hasta que la llevo a lo alto, pero seguro
que yo no me veo así de sexy, más bien debo verme como
un perro hambriento.
—Tu vida debe ser turbulenta entonces —devuelve con
esa media sonrisa.
—¿Cómo anda la vida de KillK? —contraataco.
Killian toma una servilleta y se limpia la boca.
—Así que sabías quién era… —Sus ojos desafiantes me
miran fijamente y debo concentrarme en la porción delante
de mí para controlar el calor que me sube.
Asiento masticando lentamente, observando su reacción
de soslayo. Killian me sorprende una vez más, dejando caer
su espalda sobre las almohadas y poniendo una mano sobre
su frente muy dramáticamente.
—¿Qué voy a hacer ahora? ¡Mi identidad está
comprometida!
Me río, relajando los músculos tensos de mi espalda y le
tiro una servilleta hecha una bola, él la atrapa con facilidad
mientras se vuelve a inclinar sobre su pizza.
—¿Qué pretendías que hiciera?, ¿qué te pidiera un
autógrafo? —me burlo.
Levanta sus hombros.
—Mi teléfono, al menos —responde llevándose una
segunda porción a la boca.
Al menos tres segundos de silencio transcurren, hasta
que pregunto:
—¿Quieres darme tu teléfono?
Asiente, sus ojos puestos en mí, no hay media sonrisa, ni
nada que desvele lo que piensa. Solo hay una orden
escondida en un chiste.
Cojo el móvil de mi mesita de noche, lo desbloqueo y se
lo lanzo. Él lo atrapa en el aire.
—Escribe tu número —digo con un tono neutro,
pretendo que no es la gran cosa, que esto es normal entre
amigos que se están conociendo, pero por dentro siento
que mi corazón palpita a una velocidad poco natural.
Killian hace exactamente eso y se manda un mensaje a
él mismo para tener mi número.
—Hecho, ahora dime, ¿cómo está ese tobillo?, ¿sigue
siendo una pelota de tenis?
—Creo que es una pelota de golf ahora —digo mirando
mi bota—. Casi no me duele ya, solo es incómodo. Tengo
esperanzas, mañana tengo cita en el médico, puede que
quiera quitarlo.
—¿Mañana? —pregunta—, ¿a qué hora?
—Temprano por la mañana, a las ocho, los sábados solo
atiende hasta el mediodía.
Killian mira su reloj inteligente y con su dedo índice
hace algo.
—Listo —dice volviendo a su pizza—, mañana vengo por
ti.
Mi estómago da un giro.
—No Killian, gracias, pero no.
—Si prefieres puedo pasar la noche aquí, sería mucho
más fácil para los dos —Mueve sus dos cejas arriba,
incitando los pensamientos detrás de su cerebro.
Agarro mi almohada y se la lanzo a la cabeza.
—¿Eso te funciona con alguien? —me burlo.
Por supuesto que le funciona, un hombre como él solo
tiene que pestañear un par de veces y alguna cae, seguro.
De todos modos, sé que no puede evitar coquetear, no
significa nada.
—Siempre —dice acomodando mi almohada bajo su
cabeza mientras estira sus piernas sobre mi cama, sus pies
quedan afuera y me pregunto de qué tamaño será su cama,
ya que es demasiado alto.
Alejo la caja un poco e intento imitar su postura,
acostándome relajadamente, la botella de cerveza en mi
mano, mis ojos posados en las lucecitas sobre mi cama.
Que cómodo sería tener una relación amorosa con
alguien así, alguien quien te hace sentir a gusto y que
puedas ser tú misma. No siento que deba impresionarlo, ni
actuar de cierta manera, Killian fue testigo de mi mal
humor, mis bordes ásperos y, sin embargo, sigue aquí.
—Me da envidia —admito—, mi vida sería mucho más
fácil si fuese como tú.
Killian mira al techo también y al principio no responde,
parece perdido dentro de su cabeza, luego pregunta:
—¿Por qué buscas pareja con tanto…? —No termina la
frase.
—¿Ímpetu?
—Sí, eres joven para estar tan…
—¿Desesperada? —termino la frase otra vez.
Él se ríe y me mira.
—¿Vas a terminar todas mis frases?, ¿qué es esto?, ¿una
peli de Nicholas Sparks?
Una carcajada explota de mi pecho y Killian se ríe
conmigo, mientras se pone de costado. Yo lo imito para
estar frente a frente.
—No puedo creer que conozcas a Nicholas Sparks.
—¿Por qué? —cuestiona uniendo sus cejas.
¿Cómo que por qué? No me digas que esto es normal.
—Porque es muy romántico —me río—, creí que solo las
mujeres veían pelis de romance.
Con cara de ofendido replica:
—Primero, qué maleducada, deja de estereotipar a la
gente, segundo, me vi todas las películas y tercero, amo y
repito, amo ver películas románticas —dice con orgullo.
Me levanto, usando mi codo para sostenerme.
—¿De verdad?
—Sí, Red, ¿por qué te sorprende tanto?
—No lo sé, creí que…
—Eran de mujeres… ya estamos. —Pretende estar
irritado, pero veo cómo en sus comisuras aparece una
sonrisa.
—Lo siento, tienes razón, no debería asumir nada de
nadie, nunca.
—Exacto, las tres enes, nada, nadie, nunca, recuérdalo
así y no lo olvidarás, volvamos a lo importante, ¿de dónde
viene todo este meollo de tener novio a toda costa?
Suspiro y dejo caer mi cabeza otra vez sobre el colchón,
Killian mira con atención mi pecho que inevitablemente se
zarandea con el movimiento.
—El día que conozcas a mi madre me vas a comprender
un poco más —suelto—. Su única meta en esta vida es
verme casada y cada año que pasa, se vuelve peor. Este año
hizo un complot con la madre del chico que estoy viendo
para juntarnos y me llama todos los días para saber cómo
avanza la relación.
—Espera… —dice con seriedad—, ¿me estás diciendo
que voy a conocer a tu madre? —Una sonrisa maliciosa se
desparrama por su rostro perfecto, cuando ve mi reacción
se ríe y sigue hablando—. Está bien, entonces ¿solo quieres
pareja para que tu madre no te pregunte más?
—No cualquier pareja, ella quiere a este chico en mi
vida.
—¿O sea que tu madre planeó un matrimonio arreglado?
—Si lo dices así suena espeluznante, pero no sabes cómo
es ella Kill, es muy intensa. Hay días que siento que no
puedo respirar cuando me presiona y me dice cosas como
que “el reloj biológico está corriendo” o que a medida que
me voy haciendo más mayor quedan “los peores” o los que
vienen con “equipaje” esas son sus palabras, no las mías.
Yo solo quiero encontrar a alguien con quien pueda
convivir, alguien que me dé un anillo y la silencie.
—¿Y qué pasa si te casas con un idiota? —susurra.
—Prefiero estar casada con un idiota a tener que
escucharla un día más.
Los ojos acuáticos de Killian me analizan y yo no puedo
leerlos. Son tan inciertos y están tan bien enmarcados con
sus cejas anchas negras que siento calor en las mejillas.
¿Inhibición? Eso creo, él es uno de esos hombres tan
atractivos que cuesta mirar por mucho tiempo.
Esos que todas desean, pero pocas obtienen. Yo estoy en
ese grupo.
—No quiero sonar insensible Red, pero sabes que tu
madre no va a vivir para siempre, ¿no?
El pensamiento me comprime el pecho y siento que me
falta el aire de solo pensar una vida sin ella, sin mi padre,
pero asiento en silencio, con miedo que mi garganta me
traicione y que las lágrimas empañen mis ojos.
Por supuesto que Killian lo nota.
—¿Tienes hermanos? —pregunta.
—No, hija única —respondo volviendo a mi posición
inicial, espalda sobre el colchón, ojos pegados al techo.
—Ah, ahí está el problema —dice—, con mis hermanos
nos repartimos el peso de mis padres.
—¿Son así también? —pregunto levantando la cabeza,
esperanza en mi tono.
—Oh no —suelta una carcajada—. Créeme, me
encantaría que mis padres se interesaran por mi vida
privada, no, ellos son… diferentes.
—¿Diferentes cómo?
Killian se toma unos segundos de más para responder,
tanto que cambio mi posición para verificar que esté aquí
presente en la conversación. Sus ojos de golpe cargan con
una pena que nunca había visto antes, algo pesado y
sofocante que enmascara con sonrisas y coqueteos.
—Digamos que a veces me pregunto por qué quisieron
tener hijos, pero bueno, si seguimos hablando de esto nos
vamos a deprimir los dos y todavía no he probado el postre.
Se levanta de la cama inmediatamente y revuelve las
bolsas que trajo. Vuelve con dos porciones de pastel de
manzana.
—¿Tienes helado por casualidad? El pastel de manzana
sin helado de vainilla es como el sexo sin orgasmo.
Me río.
—No, pero hay una tienda en la esquina que tiene.
—Nah… —responde buscando tenedores en los cajones,
va abriendo uno por uno—. Tengo la sensación de que si
bajo no vuelves a abrir esa puerta.
Cuando voltea para volver, pretendo estar pasmada con
los ojos bien abiertos y mi boca abierta.
—¿Puedes leer la mente? —digo con seriedad.
Killian le da un toque a mi cabeza con el recipiente de la
porción.
—No pretendas odiarme, sabemos que es imposible.
—Guau, ¿quién te puso en ese pedestal KillK?
—¿El millón y medio de seguidores admirando mi cuerpo
y diciéndome las cosas que le harían? —Se sienta dónde
estaba antes y comienza a comer sin ningún tapujo.
Resoplo pretendiendo estar irritada, pero sé que tiene
razón, también sé que un hombre como él no suele pasar
los viernes por la noche por la casa de una chica que no
puede caminar. Entonces, ¿por qué está aquí? ¿Por qué no
sale en busca de alguien de su nivel que le dé la mejor
noche de su vida?
Creo que nunca voy a conocer la respuesta y mientras
tanto, planeo disfrutar de esta inesperada amistad.
Después de categorizar las mejores películas románticas
de los últimos veinte años, Killian encontró más cerveza en
la nevera (gracias a él y lo que envió su asistente la otra
vez). No soy alguien que suele tomar alcohol, demasiadas
consecuencias trae, sin mencionar las calorías, pero se
siente raro ver a Kill beber plácidamente en mi cama y no
acompañarlo.
Tres botellas después, el sueño comienza a acumularse
en mis ojos, seguir el hilo de la conversación se vuelve cada
vez más difícil. A esta hora el ruido de la ciudad es nulo,
solo escucho su voz masculina y segura a la deriva, hay
tonos que son olas violentas que se estrellan en mi oído y
me despiertan, pero luego hay otras más suaves y
relajantes que me adormecen.
Antes de darme cuenta, estoy soñando con cuerpos
fornidos y risas de esas que hacen suspirar.
CAPÍTULO DOCE
KILLIAN

P retendo dormir como un angelito cuando Red se


despierta y jadea al verme durmiendo a su lado.
Tampoco es que esté desnudo, ni siquiera me deslicé por
sus sabanas anoche cuando se quedó dormida tras mi
monólogo sobre: Por qué el romance está arruinando
nuestras relaciones reales.
Spoiler Alert: Son las expectativas altas.
Espío con un ojo entreabierto cómo Red mira por debajo
de la manta que coloqué sobre su cuerpo anoche para que
no tuviera frío y se relaja cuando ve su ropa intacta.
¿Qué tan malo sería follar conmigo?
—Killian… —dice moviendo mi hombro.
Abro los ojos, actuando como si me despertase de un
sueño profundo y letárgico.
—¿Red?
—¡Nos quedamos dormidos!
Dios mío, esta chica es caótica.
—Corrección, te quedaste dormida mientras hablaba,
qué grosera.
La luz de un nuevo día entra por las ventanas, se puede
escuchar la ciudad despertando a la par nuestra. Los taxis
apurados y la gente hablando en la calle. No sé cómo hace
para dormir Bianca, en mi casa en la colina solo escucho
los pájaros y el sonido de la cascada de la piscina.
—Lo siento, es el alcohol, no estoy acostumbrada a
beber, no hice nada estúpido, ¿no?
Su cabello es un nido de pájaros y lo adoro, frondoso y
enmarañado, parece Brave la princesa de Disney. Sus ojos
están dormidos todavía y me pregunto cómo será el sexo
somnoliento con Bianca Burke.
No te pertenece Killian Walker, no es tuya, ni lo será si
sigue con el duende.
—Tu reputación está intacta… como también otras
partes —digo mirando su cuerpo, especialmente entre sus
piernas y no sé si mis ojos me engañan o qué, pero juraría
que la vi apretando sus muslos cuando mis ojos la miraron
allí.
Bianca bufa pretendiendo estar irritada y dice:
—Tenemos media hora, mi cita es a las ocho,
¿recuerdas?
Qué bueno que anoche decidí pagar veinticuatro horas
de parquímetro, si no el Tesla estaría remolcado hace horas
ya.
—Lo recuerdo, ¿te ayudo a cambiarte?
Con los ojos entrecerrados sale de la cama con muletas
y cojea directa al baño. Yo, por otro lado, me estiro en su
cama de matrimonio con una sonrisa triunfante y la espero
pacientemente.
Una vez los dos sentados en el Tesla, Bianca resopla y
dice:
—Siempre consigues lo que quieres, ¿no?
—Sí, pero ¿a qué te refieres específicamente? —digo con
media sonrisa, mis ojos puestos en el camino.
Los sábados por la mañana suele haber la misma
cantidad de tráfico que cualquier otro día laboral en San
Francisco, eso significa que tengo la misma cantidad de
idiotas conduciendo a mi lado y que mi concentración tiene
que ser un diez.
Y puede que mi rabia en la carretera tenga que
mantenerse a raya para no ahuyentar a Bianca con esa ira.
—Anoche me preguntaste si podías quedarte a dormir,
dije que no y sin embargo…
—¡No puedes culparme por quedarme dormido! —
Miento, ella fue la primera en dormirse y sí, podría
haberme ido y dejarla en paz, pero decidí quedarme y
contar cuántas pecas tiene en su rostro.
Sesenta y dos solo en su nariz y pómulos.
—No te estoy culpando —dice mirando por la ventanilla
—, lo siento, me asusté cuando te vi esta mañana a mi lado,
creí que…
Se silencia.
—¿Creías que…?, ¿que habíamos follado?
—Sí, es estúpido lo sé —responde incomoda, sujeta su
bolsa cerca de su pecho y no hace contacto visual conmigo.
Mmm.

L legamos a la oficina del doctor Conroy a las 8:01 y


según Bianca, ya es tarde.
Qué exagerada es.
Cuando abro la puerta de la recepción no hay
absolutamente nadie y le sonrío con suficiencia. Ella
entiende a lo que me refiero, no llegamos tarde y me
merezco algo por conducir como un desquiciado por la
ciudad.
Tengo que pensar bien qué voy a pedirle a cambio.
Cuando el doctor la llama, me levanto del asiento
inmediatamente y los dos me miran como miraría un perro
policía a un narcotraficante en un aeropuerto.
Está bien, me quedo sentado aquí.
—Vengo en un segundo —susurra ella con un gesto de
incomodidad absoluta.
Estúpido, no eres su pareja, no caminas con ella a la
cita, eso fue solo una vez y por circunstancias diferentes.
Me vuelvo a sentar y para quitar la vergüenza ajena,
reviso el móvil. Mis hermanos están planificando nuestras
próximas vacaciones. Un nuevo ritual que comenzamos
cuando nació Astor, la familia entera (menos mis padres,
claramente) sale de vacaciones a algún destino irrisorio por
una semana, donde los primos puedan pasar tiempo juntos
y los tíos con sus sobrinos.
Aunque la realidad es que la mayoría de las noches
trabajo de niñero mientras mis hermanos y sus mujeres
tienen un poco de intimidad. No puedo culparlos y adoro a
mis sobrinos lo suficiente para resignar mi soltería en todos
esos destinos y dedicarme solamente a ellos.
Lo que puedo leer por encima de la conversación es que
eligieron las Bahamas y todos están confirmando
asistencia. Justo cuando estoy a punto de confirmar la mía,
un mensaje de Valentino dándome una actualización del
contrato aparece y me pierdo en el trabajo.
Media hora después Bianca sale con una sonrisa y sin la
bota.
Yo me levanto y aplaudo como solía hacerlo El Joker en
la película de Batman mientras ella camina hacia mí, con
una cojera insegura, pero hombre, esa sonrisa le hace
cosas raras a mi estómago.
—Esto se merece una celebración —digo caminando con
ella hacia la salida, mi brazo colocado para que se
sostenga.
—Estoy de acuerdo —dice con un muy buen humor,
contrario al estado de ánimo irritable de esta mañana por
verme dormido en su cama, progreso—. ¿Dónde?
—Conozco el lugar perfecto.
Sausalito es una ciudad marítima al otro lado del puente
Golden Gate, pensé en vivir aquí más de una vez. Las casas
en las colinas verdosas tienen vistas directas a San
Francisco y a los veleros que navegan entre las ciudades.
Definitivamente podría vivir aquí, tener mi velero en el
muelle y salir como hace mi hermano Luca cuando (según
él) tiene crisis existenciales. Es como una ciudad antigua,
pacífica y moderna.
Pero está al otro lado del puente de San Francisco y
honestamente solo tardo veinte minutos en llegar aquí y
disfrutarla.
—Siempre soñé con vivir aquí —suelta Bianca.
Alto, retroceder, retroceder.
Quizás no sea tan mala idea tener una casa aquí después
de todo.
—Estoy considerando comprar una casa —miento—,
puedo alquilarte una habitación si quieres.
Su sonrisa se extiende y sus ojos viajan dentro de su
imaginación mientras aparco el coche en una colina
empinada, debo dejar la rueda inclinada hacia la acera para
evitar que el coche se deslice por la calle y termine en el
mar.
—Acepto, con la condición de que me des la habitación
que da al mar —dice con suficiencia, como si esto fuese una
negociación real.
Y pobre Bianca, no sabe con quién está hablando.
—Está bien, pero… —agrego inclinando la cabeza hacia
el costado—, si mi habitación no tiene vistas al mar, no
puedes enfadarte si me paso a la tuya alguna que otra vez.
Red extiende su mano y yo la estrecho con fuerza.
—Trato hecho.
Oh, Bianca, cariño, no sabes dónde te acabas de meter.
CAPÍTULO TRECE
BIANCA

D esayuno frente al mar, en un restaurante sobre el


muelle.
No necesitas música en Sausalito, el Pacífico, las
gaviotas en busca de alimento y el agua asomándose
tímidamente por la orilla musicalizan todo. Desde aquí
puedo ver San Francisco y como buena ciudadana puedo
reconocer algunos de los imponentes y eclécticos edificios
en el horizonte como La Aguja y el Salesforce, los edificios
más altos de la ciudad. Escuché alguna vez que hay tours
donde puedes ir hasta la azotea del edificio, pero nunca me
atreví a ir, no sé bien por qué, creo que estoy acostumbrada
a ver el mundo desde abajo y la inmensidad a veces me da
claustrofobia (no tiene sentido, lo sé).
Los ojos de Kill están escondidos detrás de unas gafas
de sol negras, pero puedo sentir cómo me observa, oculto
en ellas. ¿Qué demonios mira? Mi inconsciente comienza a
repasar todas las cosas que aborrezco de mi físico con
detalle y me pregunto cuál de todas ellas estará mirando,
¿las pecas?, ¿el cabello revoltoso?, ¿el rollo que se me
marca en la barriga por estar sentada?
Se lleva la taza de café a sus labios y una mueca
engreída aparece en su rostro.
Odio que sea tan guapo, inclusive cuando no busca
serlo.
—¿En qué piensas? —pregunta apoyando la taza en un
platito, luego enlaza sus dedos tatuados sobre su estómago
y espera por mi respuesta.
No puedo decirle lo que estaba pensando. Verbalizar mis
debilidades solo hará que las note aún más, así que actúo
un poco, mirando al horizonte, mientras pienso en qué
mentira puedo decirle ahora.
—Estaba pensando en la vista del Salesforce, me
gustaría ir un día y ver todo desde allí —Lo miro de vuelta,
analizando su reacción, comprobando si mi mentira fue
creíble.
Su sonrisa se agranda.
—Eso se resuelve fácil, ven a mi oficina.
Abro los ojos ampliamente y mis cejas se levantan.
—¿Trabajas en Salesforce? —Es uno de los edificios más
prestigiosos de la ciudad, nuevo también, fue el último
rascacielos que hicieron y vaya si me acuerdo, toda la zona
fue intransitable, durante varios años.
—Mi oficina está allí, en el piso cincuenta —responde
mirando hacia el edificio a lo lejos—, creo que son sesenta
pisos, pero los últimos son pent-houses. Deberías venir un
día y apreciar las vistas, son increíbles.
Dijo que trabajaba en Bienes Raíces, pero, ¿en dónde
trabaja para poder costear una oficina así?
Y entonces caigo en cuenta de algo, Killian está forrado.
Claro que lo está, el coche, la ropa, la actitud, ¿por qué no
lo había notado antes?
Porque te preocupas tanto por tu imagen que dejas de
observar al resto, Bianca.
—Puede que te tome la palabra, siempre me dio
curiosidad.
Él sonríe con esa media sonrisa altanera que tiene.
—Ahora, dime lo que de verdad estabas pensando —
Mierda—. No mires para otro lado Red, somos amigos, ¿no?
Sí.
No.
Qué sé yo.
Tomo aire, llenando mis pulmones y luego lo exhalo por
la nariz.
—¿Qué mirabas antes?
Killian apoya su brazo en la mesa y descansa su barbilla
en su mano relajadamente. Su brazo se flexiona haciendo
que esos músculos se tensen.
—Tus pecas… me fascinan —confiesa.
Mi estómago da un vuelco.
—¿Por qué? Son horribles…
—La belleza es tan subjetiva, Red, te sorprendería a
veces lo que le gusta a la gente.
Sus palabras repiquetean en mi cerebro por unos
segundos, un concepto que entiendo, pero cuando entro a
internet se me olvida por completo.
Nunca soy suficiente, siempre tengo algo que mejorar.
—Sin embargo, cuando se habla de belleza hay
parámetros muy marcados, tú lo sabes mejor que nadie, si
te faltara pelo y posaras con unos kilos de más en
Instagram, nadie te seguiría.
Kill piensa unos segundos antes de continuar.
—Verdad, pero no piensas en toda la gente que no me
sigue porque no me encuentra entretenido o bonito de ver.
Ese es un buen punto.
—Sí, puede ser… —admito considerando sus palabras,
muerdo las comisuras de mis labios pensando en lo
expuesta que estoy con este hombre.
Entonces agrega:
—Pareciera que solo ves el vaso medio lleno, pero no te
preocupes, estoy aquí para llenarlo a hasta arriba. —Guiña
un ojo y le da el último sorbo a su taza.
Mi estómago se estruja con voluntad propia ante lo que
aparentemente entiendo como una amenaza.
La gente como Killian es peligrosa, es de aquellas que te
convencen que el mundo está a tus pies, que no hay nada
imposible si te lo propones verdaderamente y que todo es
un gran arcoíris de colores.
Yo era así también, pero crecí y me di cuenta que más
que arcoíris, hay volcanes furiosos en todos lados.
Después del desayuno caminamos con lentitud al coche
por una rambla donde se pueden apreciar artistas pintando
el horizonte.
El pie está bien, pero no puedo apoyar todo mi peso
sobre él, así que esta velocidad es justa.
—¿Tienes planes para esta noche? —pregunta Killian,
sus manos en los bolsillos de su vaquero. Su caminar es
pausado para poder ir a mi ritmo.
—No lo sé, estoy esperando que se decida —digo
mirando el suelo—, aunque prometió hacer un esfuerzo.
Killian asiente silenciosamente y eso hace que arquee
una ceja.
—¿Qué?, ¿no hay burla? ¿No hay una charla Ted sobre
cómo valorarme a mí misma?
Una carcajada larga y explosiva hace que varias
personas lo miren, pero él parece no notarlo mientras
expone sus dientes blancos que brillan con el sol.
Ojalá me gustase la atención como a él.
—Ya dije todo eso y parece que la bala no te entra
Bianca, cariño, no hay mucho más que hacer. —Levanta sus
hombros con desinterés y un pequeño ataque de pánico se
arrastra por mis piernas cuando siento que Killian deja de
sentirse interesado en nuestra amistad.
—¿Y tú?, ¿qué haces hoy?
—No lo sé, normalmente voy a un club los sábados por
la noche, pero no tengo nada confirmado. ¿Quieres venir?
Si tu amante está libre, claro.
Ahí está, la mordida que estaba esperando.
—No lo sé, no soy de bailar y esas cosas, menos aún con
el pie recién salido del médico.
Llegamos al coche, las puertas se abren solas y me
siento como lo hace una vieja que no soporta más su dolor
de espalda. Bufando y agotada por el poco ejercicio que
hice por primera vez en semanas.
—Hay una sola cosa que me hace bailar… —dice
encendiendo todo para volver a la ciudad.
—¿Y eso es…?
—El alcohol. —Sonríe y el coche sale disparado por las
calles de Sausalito.

P or la tarde estoy de vuelta en mi piso. Aunque ya


pueda pisar mucho mejor, Killian insistió en
acompañarme hasta la puerta y me dejó allí como si
fuese un paquete de FedEx. Prometió escribirme en un rato
y se fue.
Ahora en la cama, lucho por ignorar el perfume que dejó
en mis sábanas y miro las historias de Instagram con
aburrimiento, todas estas personas y celebridades
exponiendo su vida, las salidas lujosas, sus cinturas ceñidas
y pestañas kilométricas.
Suspiro pesadamente y absorbo como una esponja lo
lejos que estoy de ser así, de tener ese cuerpo, ese dinero.
La ansiedad se eleva y comienzo a hacerme promesas que
sé que voy a romper en minutos.
El lunes empiezo la dieta.
Mira esas uñas, ¿se supone que las debería tener así?
Voy a buscar un tutorial de cómo hacerme las uñas.
¿Cómo hace esa mujer para tener el cabello así?, ¿qué
productos usa? Oh, aquí lo dice. Comprar.
Repentinamente aparece una imagen que mi cerebro
reconoce, un paneo de la mesa donde desayuné esta
mañana. La cámara de Killian enfoca la mesa, nuestras
tazas decoradas con crema de café y las tartas con moras
espolvoreadas con azúcar, finalmente la cámara sube y me
graba, mirando hacia San Francisco.
Mi estómago se retuerce cuando reconozco mi cabello
rizado y rojo y el contorno de mi nariz.
—Voy a matarlo.
Dejándome llevar por mi cólera, busco su contacto en mi
móvil. Por supuesto que se guardó como “Killian, el
semental”, no sé por qué esperaba otra cosa.
<< Bianca: ¿Alguna vez has oído hablar del
consentimiento? >> Envío.

<<Killian, El Semental: No, pero escuché que las trampas


funcionan… >>

¿Trampas?, ¿de qué coño…?


¡Oh!
¡Maldición!
Lo hizo a propósito, sabía que no iba a resistirme y que
iba a escribirle alterada por aparecer en el Instagram de
uno de los influencers más reconocidos de esta ciudad.
<<Bianca: Elimina este video, Killian.>>

<<Killian, El Semental: Oblígame, Red.(¬‿¬) >>

¡Ahh!, ¡qué odioso! No quiero imaginarme cuántas vistas


puede tener esa imagen por segundo y él quiere jugar a
hacerse el difícil.
<< Bianca: Hazlo Killian, no quiero aparecer en tus
historias >>
La gente se va a burlar de mí, van a preguntarle si soy la
prima o la hermana seguro.

<<Killian, El Semental: Hagamos algo, en cuanto te vea, te


doy el móvil y lo borras tú misma, ¿qué tal? >>

<<Bianca: No puedo esperar, hazlo ahora>>

<<Killian, El Semental: O… o… puedes venir al club en vez


de esperar como Penélope por tu noviecito y hacerlo tú
misma, piensa que es un proyecto DIY. ;)>>

Suspiro otra vez.


<<Bianca: No>>

<<Killian, El Semental: Bueno, entonces vivirá para


siempre en mis historias.>>

Golpeo los almohadones a mi lado con furia, porque sé


que está ganando y estoy haciendo un berrinche.
—No puedo creerlo, ¡quién me manda ser amiga de un
influencer!
<< Bianca: ¿Qué club? >>

<< Kilian, El Semental: Paso por ti a las diez. >>


CAPÍTULO CATORCE
KILLIAN

E scucho un “¡Está abierto!” y lentamente abro la


puerta, con una mezcla de emoción y ansiedad.
Perfume de mujer satura mi nariz, el jazmín es dulce y
me gusta… mucho.
Bianca está mirándose en un espejo de cuerpo completo,
uno que está colgado en la puerta del baño. Alisa su ropa
compulsivamente, mientras mira su reflejo primero un lado
y luego el otro.
Tiene puesta una camisa verde esmeralda, con varios
collares plateados sobre el pecho, encima una cazadora de
cuero que la hace parecer una estrella de rock. Debajo
tiene unos vaqueros negros pegados a sus curvas y unas
botas que le hacen algo a mis rodillas.
Me mira rápidamente y antes de volver a mirarse en el
espejo, me mira otra vez.
—¡Oh no! —dice muy preocupada, sus ojos sobre mi
pecho.
Miro detrás mío mientras cierro la puerta y levanto una
ceja confundido.
—¿Qué?
—¡Vamos iguales! —señala mis ropas.
Yo llevo unos vaqueros negros rotos a la altura de las
rodillas, una camiseta negra y una cazadora de cuero.
—Me faltan las botas —digo señalando mis zapatillas
Gucci. Levanto la mirada para verla sonreír, pero Bianca
luce aterrada—. ¿Hablas en serio?
—No… —dice sentándose a los pies de la cama para
subir el cierre a las botas—, pero se van a pensar que nos
vestimos parecido a propósito.
—¿Quiénes? —cruzo mis brazos y apoyo mi cadera en la
encimera. Mantener distancia parece ser lo más sabio que
puedo hacer en estos momentos. Especialmente después de
la mañana que tuvimos, una mañana que involucró un
desayuno con una mujer que no intento descartar de mi
vida rápidamente como lo hice con otras amantes. No es
que Bianca sea una amante, no la veo así, es absurdo
pensar en ella de esa manera. Y ella quiere salir con el
imbécil de Liam Davis y yo solo estoy aquí para mostrarle
que hay otros peces en el mar.
Peces con zapatillas de Gucci y mansiones en Oakland.
—No lo sé, la gente.
—¿Qué gente? No conoces a esa gente… —reviro los
ojos—. Vamos…
Ella parece aferrarse a su cama con más fuerza.
—Bianca… —gruño caminando hacia ella—, vamos.
Puedo ver cómo recula y no pienso permitirlo, estamos
cada vez más cerca de… no sé, algo, cuando sepa lo digo. Y
quedarme aquí no es una opción, no cuando puedo
visualizar esas botas sobre mis hombros mientras la
embisto.
—No quiero.
—¿Estoy hablando con Bianca o con la ansiedad de
Bianca? Vamos a llamarle Biansiedad.
—Es Biansiedad —susurra con el tono más tierno que
tiene.
Rompo el campo de fuerza que me puse y me pongo de
cuclillas delante de ella, de golpe veo terror en sus ojos y
no me gusta para nada. ¿Quién le hizo esto? ¿Por qué tiene
tanto pánico a estar en público? Ahora entiendo por qué se
esconde tras un micrófono.
—Biansiedad, me gustaría hablar con Bianca, saber si
prefiere hacer otra cosa, estoy abierto a diferentes
posibilidades.
Una sonrisa pequeña se asoma por sus labios y sé que
ya rompí un ladrillo, solo me queda el resto de la maldita
muralla que la rodea.
—Estoy nerviosa.
—Lo sé.
—No me gusta sentirme así.
—También lo sé.
—¿Y qué hago?
Pretendo pensar mi respuesta, colocando mi dedo índice
sobre mi barbilla, ella mira mi dedo y sé que observa el
pequeño tatuaje que tengo ahí, una corona simple de líneas
delgadas que me hice hace unos años.
—Tienes dos opciones —explico—, puedes enfrentar tus
miedos, decirles que se vayan a la mierda porque tienes
una gran noche por delante con uno de los agentes de
Bienes Raíces más guapos de California o puedes dejarlos
anidar en tu mente y controlar todo lo que haces. Por
supuesto van a ganar territorio hasta reducirte a la nada
misma y —agrego con énfasis— van a hacerte desperdiciar
un maquillaje increíble.
Su sonrisa ilumina ese rostro lleno de pecas.
—Me he pasado varias horas delante del espejo —
admite.
—Por eso, ¿vas a dejar que el miedo gane o vas a
alardear esas pestañas?
—Voy a alardear las pestañas —asiente levantándose.
Yo sonrío y extiendo la mano.
—Esa es mi chica.
Bianca imita el movimiento y dice:
—Ahora entrega ese móvil, tengo una historia que
borrar.

L a vida nocturna en San Francisco es rara, los clubes no


suelen ser el entretenimiento más deseado por los
sanfranciscanos. Verás, la ciudad es muy rica en
cultura, arte moderno y comida. Sí, creo que la mayor
atracción siempre es la comida. ¿Quieres restaurantes
exclusivos? Los tienes, los conozco todos. ¿Quieres museos
y exposiciones? Los tienes también.
Pero cuando a veces la casa es demasiado grande para
este cuerpo y el silencio rompe mis tímpanos, prefiero venir
aquí, al ruido, a las masas.
Al no sentirme tan solo.
Solo necesito enviar algunos mensajes para que
aparezcan las personas con las que realmente quiero
charlar y ¡voilà! Ruido.
El club se llama ADN y el dueño es mi buen amigo
Benjamín Born, B.B. para los conocidos. Él fue el que
encargó una mesa en la zona VIP solo para mí y mis
amigos.
Normalmente somos Valentino y yo, pero es probable
que seamos más hoy y no hablo solo de Red.
El guardia de la entrada asiente una vez cuando me ve y
abre la puerta para que Bianca y yo pasemos. Ella está de
brazos cruzados, puedo ver su rostro contraído y sus
hombros hundidos por los nervios que tiene.
Apoyo mi mano en su espalda baja y prácticamente la
obligo a atravesar el club para llegar a nuestra mesa. De
camino me saludan personas que sí conozco, algunas que
no tengo idea quiénes son y otras que piden una foto.
Intento ser lo más rápido posible con todos, siempre me
siento grosero cuando voy acompañado y tengo que
cumplir con todos.
El lugar está igual que siempre, una pista de baile
cuadrada atestada de gente, música House suena y todos
bailan como robots. El DJ festeja los sonidos que salen de
su consola como si fuese la mejor noticia que escuchó en su
vida.
No los juzgo, pero no es lo mío.
Seguimos nuestro caminar mientras Bianca mira todo
como si fuese la primera vez que ve luces de colores
moviéndose frenéticamente por un club.
—¡Rob! —digo chocando el puño del segundo guardia—,
¿cómo está tu hija?
A Rob le brillan los ojos cada vez que pregunto por ella.
—Cada día más grande, señor Walker. —Saca el móvil
del bolsillo interno de su traje y busca una foto.
La pequeña tiene dos años y en la foto que me muestra
está sentada sobre los hombros de Rob, gritando una
sonrisa.
—Ohh —dice Bianca espiando detrás mío, tiene que
ponerse de puntillas para poder ver, su rostro se ablanda
como nos pasa a todos los que miramos un pequeño
humano—. Es preciosa.
—Gracias —responde con orgullo.
Se estira para quitar la cadena que nos divide a los VIPs
del resto y nos sonríe.
—Felicidades Rob —digo dejando mi mano en su ancho
hombro.
—Gracias, que paséis una buena noche. —Se aleja para
dejarnos pasar y vuelvo a empujar a Bianca levemente
hacia mi mesa.
Valentino está allí y cuando nos acercamos levanta la
mirada del móvil. Frunce el ceño como siempre, solo que
esta vez es más profundo.
—Valentino, creo que conoces a mi amiga, Bianca.
Valentino tiene los modales de un príncipe inglés
perdido en los Estados Unidos, por eso se levanta, abrocha
su traje y extiende una mano.
—Un gusto verte otra vez, Bianca.
Para alguien tan joven debo admitir que se comporta
como un adulto.
Invito a Bianca a sentarse y yo me deslizo a su lado,
mientras Valentino se sienta donde estaba. La mesa es
redonda, del estilo cabina con asientos de cuero rojo. La luz
es tenue, aunque tenemos un candelabro de cristal justo
sobre nuestras cabezas. La música desde aquí se escucha,
pero no al punto donde deberíamos gritar para
escucharnos.
—Cierto que ya os conocéis —digo apoyando una mano
en el respaldo sobre Bianca, me acerco a su oído—.
Valentino es un fan tuyo.
Bianca abre sus ojos con terror.
—¿Qué? ¿M-me escucha? —susurra.
—No sabe quién eres, puedo mantenerlo en secreto,
pero ya sabes, todo tiene un coste —vuelvo a susurrar.
La mirada irritada de Valentino es increíble.
Bianca entrecierra los ojos llenos de malicia cuando me
mira, pero cuando cambia a Valentino sonríe dulcemente.
—¿Escuchas Lovecast?
Mi amigo asiente de golpe y se enciende por completo,
como si cobrara vida, sus mejillas cambian tanto de color
que me preocupa su salud.
Hizo dos más dos y se dio cuenta quién es la pelirroja
delante de él.
—¿¡Eres Bianca B?!
Bianca asiente.
Lo siguiente que hace Valentino es mirarme, él sabe que
yo no tenía idea que el podcast de Bianca era tan famoso y
está jurando con la mirada que eso me va a salir caro por
no advertirle.
Yo asiento con suficiencia.
—Tu podcast es increíble —verbaliza con entusiasmo—,
siempre quise preguntarte de dónde sacas tanto
conocimiento.
Bianca me mira, perdida en la respuesta.
Yo levanto mis hombros, desprendiéndome
completamente de la conversación, mientras llamo a la
camarera para pedirle lo de siempre. Solo interrumpo a
Bianca para preguntarle qué quiere tomar y luego la dejo
seguir conversando mientras observo el movimiento a
nuestro alrededor.
Nunca vi a Valentino tan FanBoy.
Eventualmente los escucho dialogar, los dos apasionados
sobre temas filosóficos que solo mi hermano Luca podría
interesarse por ellos. Nunca entendí bien la filosofía y no es
porque sea tonto, pero el pensar y repensar y analizar y
contemplar temas no es lo mío.
Yo vivo el momento, ahora, ya.
Excepto cuando la ola depresiva pega y me tumba en la
cama, pero no pensemos en ello ahora.
Después de un rato, dos amigas de Valentino aparecen,
se sientan en la mesa saludando con entusiasmo. Las dos
son guapas y llevan muy poca ropa, creo que una es
diseñadora y la otra arquitecta. No es la primera vez que
las veo y no sé de dónde conocen a Valentino, pero son
divertidas.
Bianca se apaga inmediatamente, se cierra como un
cofre embrujado y deja de participar. Hasta su rostro
cambia, volviéndose triste y vacío.
Mi brazo reposa sobre su lado del asiento, pero no la
toco en ningún lado, aunque quiero. Quiero empujarla a ser
libre y conversar sin miedo. No sé de dónde salió esta
necesidad, pero veámoslo como un favor para acumular
puntos Karma.
—Señoritas, no sé si ustedes conocen el podcast más
famoso de San Francisco —digo altaneramente—, pero aquí
tienen a su locutora.
Las dos miran a Bianca, casi en forma de escrutinio y
ella se achica bajo mi brazo.
Puedo darme cuenta que las experiencias sociales de
Bianca no fueron buenas, no solo porque se esconde tras
un micrófono, sino cómo físicamente se pone a la defensiva.
—¿Qué podcast? —pregunta una de ellas, la morena.
—Lovecast —dice Valentino llevando su copa de
champán a los labios.
No puedo explicar cómo las dos abren sus ojos y sus
bocas. Creo que físicamente es imposible, pero estas dos
mujeres lo logran.
—¡¿Eres Bianca B?! —Allá vamos otra vez.
Estoy sintiendo un poco de celos, ¿acaso todos la
conocían menos yo?
La otra la agarra del brazo y la sacude incrédula como si
tuviera a Madonna delante suyo.
Mi pecho se llena de orgullo y la miro de soslayo,
ansioso por ver su reacción también.
Bianca retuerce sus dedos bajo la mesa, su sonrisa es
tensa y un poco embarazosa, así que cambio la posición de
mi mano y tomo las de ella, es tan pequeña que mi mano
cubre las dos suyas. Su tensión disminuye y Bianca me
mira con una sombra de confusión sobre sus ojos verdes, yo
le sonrío y asiento, dejando en claro que está bien sentirse
así, que es normal y que estoy aquí para ella.
—Sí —dice con una risita—, ¿escucháis el podcast?
Valentino observa la interacción entre las chicas de la
mesa, pero luego sus ojos se posan sobre los míos, una
media sonrisa sardónica aparece en su rostro, yo, como
buen hermano menor entrenado para ignorar hombres que
buscan burlarse de mí, lo ignoro pretendiendo no notar su
existencia.
—¿Escucharte? —responde la rubia—, eres nuestra
biblia mujer, literalmente seguimos tus consejos al pie de la
letra.
—¡Sí! Es más —acota la morena—, nuestra amiga se
casó hace un mes por los consejos que tú le diste, ella era
Rose465, ¿la recuerdas?
Bianca piensa un segundo, mi pulgar acaricia el revés de
su mano, ¿puede que me esté sobrepasando? Sí, ¿puede
que esté aprovechando que no puede ser arisca y áspera
delante de sus fans? También.
Sonrío con satisfacción por dentro.
—Oh, ¿era la chica que lo conoció en el parque cuando
su perro había hecho sus necesidades en sus pies?
—¡Sí! —responden las dos agarrándose de las manos—.
Ella es tu fan número uno, es más, ¿crees que puedas hacer
un video para ella? No nos creerá si le decimos que te
hemos conocido.
—Ehh… yo… —comienza a titubear.
—¿Qué tal un audio mejor? —Intervengo y en ese
preciso momento Bianca quita sus manos de mi agarre,
maldición—. Bianca es muy reservada con su imagen.
—Oh, sí —responde la morena—, lo comprendemos
totalmente.
Bianca me agradece con una sonrisa tímida, pero puedo
ver por debajo de la mesa cómo frota sus manos justo
donde mi pulgar estaba.
¿Tanto rechazo le provocó?
Las tres se van de la cabina para poder mandar un audio
en un lugar más silencioso, yo las sigo con la mirada hasta
que dejo de divisarlas. Cuando mis ojos se posan en
Valentino tiene una ceja arqueada.
—Qué demonios te pasa… —gruño sin entusiasmo.
—¿Estás saliendo con Bianca B.? —Su tono es
amenazante más que inquisitivo.
—No, somos amigos nada más —respondo llevando mi
vaso de whiskey a mis labios. Intento ignorar el tono
acusatorio de Valentino, pero fallo estrepitosamente y mis
sistemas de defensa se levantan como si fuesen creados por
Tony Stark—. ¿Qué pasaría si estuviera saliendo con ella?
Valentino se inclina sobre la mesa, uniendo sus manos
siniestramente como lo haría el villano de James Bond.
—Es Bianca B, Killian, no una mujer que encontraste en
el club.
—¿Y?, ¿a dónde quieres llegar?
—Esa pelirroja es especialista en relaciones, amor y
otras cosas, no estás listo para salir con alguien así, tú eres
un bebé que aún mama de la teta al lado de ella.
—¿Perdona? ¿Estamos hablando de la misma Bianca? —
Mis dedos aprietan el vaso.
No me gusta que me digan lo que no puedo conseguir.
—Sí, tú escuchaste el podcast, sabes lo que cree que es
sano en una relación y tú, querido jefe, eres exactamente lo
contrario, hasta ella inventó un término para los hombres
como tú.
—¿Y cuál es? —pregunto con un tono aburrido mientras
me dejo caer sobre el respaldo.
—Manwhore.
Auch.
(Man=hombre, whore=prostituto)
—Es solo una advertencia que hago como amigo, ella no
es una mujer para pasar el rato.
Lo sé, joder, lo supe desde que la vi con la pelota de
tenis en su pie.
—Díselo a Liam Davis entonces —gruño por lo bajo,
terminando el vaso de golpe, hasta yo puedo escucharme
amargado.
—¿Liam? —pregunta Valentino confundido, parece que
las fichas se acomodan en su cerebro cuando abre la boca
en forma de O—. ¿Ella es la pelirroja con la que…?
Asiento señalándole a la camarera que traiga otra ronda,
la necesito.
—Con razón estabas hecho un estúpido en la cena…
Mierda. —rumia la información, apoyando sus codos sobre
la mesa con derrota—. La humanidad está perdida, ¿cómo
puede ser que salga con él? Ese tío es un idiota.
—Exactamente como yo lo hubiese descrito amigo —
Ahora juego con el móvil entre mis dedos.
No lo miro a Valentino, pero puedo sentir sus ojos sobre
mí.
—¿Por qué lo eligió a él? Ella podría apuntar a algo de
mejor categoría, ¿sabe al menos que tiene un club de fans?
Todos los hombres tienen fantasías con su voz.
Eso me hace sentir un escalofrío por la piel, ¿quiénes
son esos asquerosos?
—Espero que tú no estés en esa lista… —advierto.
—No seas idiota, sabes que no. Pero ya sabes cómo es
internet, está lleno de depravados.
¿Quizás por eso ella es tan reservada?
De todas maneras, sé que Valentino no es de esa calaña,
es un hombre simple, folla con quien quiere, trabaja duro y
se duerme temprano. Mi asistente no dice más nada, pero
puedo verlo pensativo mientras aparece una segunda copa
delante de él.
No sé por qué busco su mirada, necesito saber que no
estoy loco quizás, que mi odio a Liam proviene de una
amistad genuina que tengo con Bianca y no puros celos.
Celos.
¡Ja!
Qué gracioso, yo no soy celoso, nunca lo fui, con nadie,
ni de mi empresa por el amor de Dios. Solo estoy
preocupado por ella, Bianca tiene un corazón sensible y no
quiero verla sufrir por este idiota.
—Hablando de Roma… —susurra Valentino.
Mis cejas se unen en medio de la frente en total
confusión, cuando sigo la línea de su mirada, lo veo. Entre
la multitud está Liam Davis. Cuando nos ve, levanta la
mano entusiasmadamente y los dos nos hundimos en el
sillón, esperando desaparecer milagrosamente.
CAPÍTULO QUINCE
BIANCA

A mber y Renata son dos personajes sacados de una


comedia romántica.
Cuando llegaron a la mesa lo único que pude hacer fue
atacarme a mí misma. Comparé nuestros cuerpos, sus
formas femeninas de moverse, de hablar, el maquillaje
perfecto, su pelo liso. Me hundí en un pantano de toxicidad
que detesto y suelo frecuentar más veces de las que quiero
admitir. Hasta que Kill dijo quién era con orgullo y eso me
quitó de ese lugar mental casi inmediatamente. No podía
concentrarme mientras acariciaba mis manos para darme
coraje y alardear que tengo el podcast más escuchado de la
ciudad. Eventualmente esos pensamientos fueron
reemplazados por una conversación de lo más interesante
con ellas.
Nunca he tenido muchas amigas mujeres, en el colegio
mi madre se peleaba con la mayoría de las otras madres
por cuestiones estúpidas, eso hizo que nadie quisiera pasar
tiempo conmigo. Y luego en la universidad ya estaba
acostumbrada a la soledad, y no es que intente sacar
violines y dar pena, pero estaba bien yo sola. Sé convivir
conmigo misma y no soy tan mala compañera.
Después de grabar un audio para su amiga, donde
inventé algunas frases para mantener el matrimonio vivo,
volvemos al meollo de gente con la intención de volver a la
mesa, cuando Amber (la rubia) toma mi brazo y me detiene.
—¡Esta es mi canción favorita! —grita en mi oído.
Agarra a Renata también y nos arrastra a las dos hasta
la pista de baile donde los cuerpos no tienen lugar para
bailar realmente, solo se balancean y mueven mucho los
brazos.
—Oh no, Amber —grito—. Prefiero ir a la mesa, a mí no
me gusta mucho…
—¡Es solo una canción! —devuelve mientras disfruta la
melodía.
Haz el esfuerzo Bianca, puedes pretender bailar por dos
minutos.
Imito sus movimientos, moviendo mis brazos tan
robóticamente que pienso que tengo que engrasar mis
extremidades. Eso del baile nunca fue para mí, menos
todavía con una pierna averiada.
Una vez intenté bailar en el colegio con el novio que
tenía en ese momento, no solo le pisé el dedo del pie, sino
que cuando levanté la mirada, golpeé su barbilla con mi
frente haciendo que cerrase su mandíbula de golpe.
Sí, su lengua quedó en el medio.
Conozco esta canción, se llama Love Tonight de David
Guetta, es un remix y va más rápido de lo que la recuerdo,
solo espero que no dure el doble también.
Los hombres que rodean a Amber y a Renata se
muestran interesados y lo demuestran acercándose a ellas,
pero las chicas los ignoran, enfocándose en el momento
divertido entre las tres y honestamente, lo aprecio
muchísimo. Como dije antes, nunca fui de tener amistades
fuertes y creo que la vida me entrenó para esperar que se
dispersaran por la pista y me dejaran sola.
Nada de eso ocurre.
Cuando la canción termina, estoy agotada, no moví
mucho el pie, pero me molesta lo suficiente como para
querer sentarme.
Señalo sobre mi hombro y digo:
—Voy a volver a la mesa, vosotras pasarlo bien. —Volteo
sobre mis talones y golpeo una pared.
Y por pared me refiero a un muro de músculos muy
duros.
Killian.
—¿A dónde vas, Red? —dice con entusiasmo, sus
hombros se mueven al ritmo de la siguiente canción que no
reconozco.
—A la mesa —digo esquivándolo, seguro que Killian
querrá pasar un rato con estas chicas y yo me estoy
entrometiendo.
—Nahh —dice tomando mi mano—. Quédate a bailar una
más, por mí. —Hace un mohín adorable para un hombre
adulto que mide al menos dos metros y está lleno de
tatuajes.
—De verdad, Kill, me duele el pie, quiero sentarme. —
Intento escaparme para el otro lado.
Eso quita la sonrisa de su rostro inmediatamente.
—Qué suerte —dice agachándose y levantándome por
las rodillas en el medio de la pista, todos los que están a
nuestro alrededor comienzan a gritar exaltados y
probablemente leyendo mal la situación—. Ya tenía ganas
de volver.
—¡Killian! —grito escurriéndome entre sus brazos—.
Bájame ya mismo, por favor.
—En la puerta.
—¡No! Dios. —Tapo mi rostro mientras Killian camina
esquivando gente bailando—. ¿Por qué no podemos volver a
la mesa?
—Valentino está con una chica, prefiero no mirar
mientras intercambia saliva con alguien, ¿quieres ir a
tomar un helado?
En ese momento salimos a la calle y como prometió me
deja en el suelo con cuidado.
Un viento frío atraviesa la tela de mi camisa y cazadora,
típico de San Francisco, la ciudad de la primavera eterna,
por eso nunca guardo mi ropa de invierno.
—¿No quieres quedarte? En serio…
Killian junta sus cejas en el medio de su frente y sigue
caminando, sus pasos son largos pero lentos, mientras los
míos son cortos y rápidos.
Sospecho que baja la velocidad por mí o quizás esté
leyendo con demasiada profundidad esta situación.
—¿Por qué querría volver?
—No lo sé, asumí que ibas a irte con alguna de las dos.
Mi amigo entierra las manos en los bolsillos de su
vaquero roto y mira el suelo mientras caminamos hasta el
Tesla.
—Son amigas de Valentino, no mías —Eso es todo lo que
dice así que lo dejo ir—. ¿Helado?
—No lo sé… —Calorías, azúcar… todo lo que deseo
ahora mismo.
Killian observa mi titubeo y agrega:
—¿Quieres que te convenza?
Asiento con una sonrisa y a Killian le explota una
carcajada, lo siguiente que hace es deslizar el brazo sobre
mis hombros, atrayéndome a él, luego deja un beso sobre
mi frente.
Y me paralizo.
Él también lo hace.
Me suelta inmediatamente, metiendo sus manos en los
bolsillos y el resto del camino vamos mirando el suelo.
Cuando llegamos al coche, la temperatura dentro de
este robot ecológico ya es tibia, aunque mis cachetes
siguen rojos.
—La heladería más cercana tiene servicio por ventanilla,
así que podemos comernos el helado en el coche, ¿qué te
parece?
Y así los dos nos olvidamos de ese momento confuso.

—C uando dijiste helado creí que te referías a un


helado de verdad, no el de McDonald’s —
reprocho mientras lamo el cono con mucha
concentración.
Nunca fui buena comiendo helado, mis manos terminan
chorreadas y pegajosas y ya me conoces, tener manos
sucias puede ser muy estresante. Por eso siempre tengo
alcohol a mano y lo repongo al menos una vez por semana.
Killian no me mira desde que tengo el cono en la mano y
cuando me responde lo hace mirando hacia los cristales
delanteros.
—¿Qué heladería real está abierta a la una de la
mañana, Red? —Parece irritado.
Trago nerviosamente.
—Lo siento, soné como una chica malcriada.
Kill suelta el aire de sus pulmones, su mirada es fría
mientras parece juntar pensamientos en su mente.
—No, no es eso… soy yo el problema.
—¿Qué pasa? —¿Se arrepintió y quiere volver?
—Esto fue una muy mala idea.
Bajo el helado hasta mi regazo y un nudo en mi
estómago me deja quieta, atenta a lo que va a decir.
—¿Quieres volver? Puedo coger un taxi desde aquí, no
hace falta que me lleves…
—Red… —dice exasperado—, ¿por qué quieres
eliminarte de mi vida todo el tiempo? No es eso, Dios.
Trago saliva inquieta, nunca lo vi así de malhumorado.
—¿Entonces?
Se deja caer sobre el volante muy dramáticamente, su
helado bien sujetado en la mano izquierda.
—No puedo verte chupar ese helado.
Estoy por preguntar por qué, mi boca se abre inclusive
para decirlo, pero la cierro.
Mi puño conecta con su hombro gigantesco
inmediatamente.
—¡Killian!, ¡me asustaste! —respondo con una media
sonrisa.
Él levanta la mirada, esa sonrisa vuelve a su rostro.
—¡Esto es serio Red! No puedo, pareces muy…
profesional.
Volteo mirando por la ventanilla y sigo tomando mi
helado con mucha paz.
—Eres un idiota —digo con seriedad, pero no puedo
contener la risa cuando escucho a Killian soltar una
carcajada.
D urante el domingo por la mañana me dedico a
recoger y ordenar mi piso, es algo que llevo
aplazando hace meses y me apetece probar el
minimalismo. El problema es que no soy minimalista, tengo
muchas cosas y las que no uso no las tiro ni las dono.
Así que recojo mi cabello en una coleta alta, enciendo
mis cascos y coloco mis manos en jarras. Tengo una bolsa
con la palabra donaciones, otra con basura y otra con un
símbolo de pregunta.
La última es para las cosas que no se bien qué hacer con
ellas.
Escucho una playlist de Spotify de las Spice Girls, mi
banda favorita de la niñez, creo que son la banda sonora
perfecta para generar energía, la primera canción es Stop y
bailo haciendo la misma coreografía que hacía de pequeña.
Para el mediodía el piso se ve muchísimo mejor, al menos
puedo ver el suelo. Ayer cuando vino Killian me dio un
ataque cuando miré al lado de mi cama y vi que había una
braga tirada en el suelo, tuve que patearla para que no la
viera.
Ya no más, no más Bianca descuidada.
El móvil suena y ese shock de dopamina que siento
últimamente aparece cuando pienso que es Killian. Ayer
cuando terminamos de comer ese helado (puede que haya
exagerado mis lengüeteadas un poco solo para enfadarle)
me dejó en mi piso y me dijo que hablaríamos luego.
<<Liam: Hola princesa.>>
Oh… es Liam.
Guau, creo que es la primera vez en semanas que no
pienso en él cada vez que suena el móvil. No le digo que la
palabra princesa hace que me den escalofríos por mi
espalda, ¿no?
<<Bianca: Hola Liam, ¿cómo estás? ¿Qué tal el evento?>>

Antes de confirmarle a Killian le pregunté a Liam si


tenía algún plan para los dos, pero dijo que lo lamentaba
mucho, que tenía un evento del que no podía escapar. Lo
entiendo, en los negocios como los que maneja él, esos
eventos son casi obligatorios.
<<Liam: Aburrido, te extrañé.>>
Ahhh, mi corazón se estruja un poco, es la primera vez
que dice algo así.
Me siento a los pies de la cama para responder.

<<Bianca: ¡Yo también! ¿Quieres hacer algo hoy?>>

Es importante mostrar interés, inclusive cuando nos da


un poco de vergüenza.
<<Liam: Estoy en la puerta de tu piso, baja cuando
estés lista.>>
Mi corazón da un salto y corro (es una manera de hablar
ya que no sé correr sin caerme) hacia la ventana y
efectivamente veo su coche en la puerta.

<<Bianca: Bajo en diez minutos.>>


CAPÍTULO DIECISÉIS
KILLIAN

—K illian, te puedes caer y romper la nuca si sigues


haciendo eso —ladra Valentino sin siquiera
levantar los ojos de su tablet.
Está sentado frente a mí, al otro lado del escritorio en
mi despacho.
Puede que esté jugando con la silla, que tiene rueditas y
no se dobla naturalmente como la estoy obligando. Es la
tercera que he tenido que comprar este año.
—Sabes que estás listo para ser padre, ¿no? —pregunto
con un tono jocoso, me encanta molestarlo.
Eso lo hace mirarme.
—¿Niños? No, gracias.
—Dices eso porque no conoces a mis sobrinos —
respondo cogiendo el móvil y revisando con aburrimiento el
Instagram.
—Digo eso porque tengo hermanos menores y sé lo que
son, no quiero tener hijos, nunca.
Alguien está de mal humor.
Estamos en este limbo donde esperamos que el abogado
responda un email importantísimo sobre la compañía y el
nuevo proyecto. Obviamente en proyectos tan grandes
como estos se necesitan contratos más largos que el
diccionario para establecer las bases, los importes y las
multas en caso de que las dos partes no cumplan con algo.
Nos esposamos por decirlo de alguna manera más
mundana, nos unimos al punto donde si uno muere, el otro
también.
—Yo sí quiero —digo, aunque él no me haya preguntado.
Dejo el móvil sobre el escritorio, me levanto y miro por
los ventanales a esta magnífica ciudad, es fácil perderse en
estas vistas que parecen no tener fin. Es fácil sentirse
importante cuando puedes ver algo que ni la mitad de la
población puede.
—No te pregunté —murmura Valentino exasperado.
—¿Sigues enfadado porque te dejé tirado con Liam el
sábado? —pregunto sobre mi hombro, una ceja bien
arqueada e inquisitiva.
Valentino bufa y deja la tablet sobre el escritorio.
—¿Y tú qué crees? Tuve que entretenerlo para que tú te
robaras a su novia.
Volteo sin quitar las manos de mis bolsillos y lo miro
directamente a los ojos. No siento culpa, le hice un bien a
Red y él tiene que aceptar que a veces se pierde en la vida,
especialmente si trabaja para un Walker.
—Número uno, no me la robé, ella sentía dolor en el pie
y decidí llevarla a la casa —Valentino pone los ojos en
blanco, pero lo ignoro—. Número dos, el maldito le dijo que
tenía un evento y andaba borracho en ADN, eso iba a
destruir a Bianca.
—Justamente, ¿qué haces que no le dices quién es este
tipo? Tanto que te jactas de ser su amigo, ¡díselo!
¿Y luego qué?
—Ya lo intenté, ella no me escucha. —Apoyo mi hombro
en la ventana, con los brazos cruzados y miro para afuera.
Mi cabeza corre a toda velocidad, buscando soluciones a
estos problemas.
Si le digo quién es, ella va a justificarlo, me ignorará
cuando le demuestre que no es un buen hombre para ella y
que el hombre adecuado es... es…
—Bueno, esa era la mejor oportunidad para que viera
quién es y la arruinaste.
—No es así, si Liam me veía con ella podía entender
toda la situación mal, especialmente cuando me habló de
Bianca como si fuese una mujer arrastrada, lo va a poner a
la defensiva y no queremos alterarlo, no hasta que firme el
contrato de una maldita vez.

P or la tarde estoy en la tumbona, al lado de la piscina,


delante mío tengo unas vistas infinitas y pacíficas de
Oakland, montes de diferentes tamaños algunos
inmensos, otros medianos, verdes y frondosos con
mansiones donde viven los más poderosos de la costa
Oeste.
Todos tenemos el privilegio de mirar el atardecer todos
los malditos días, solo que algunos como yo nos
obsesionamos un poco más al respecto. Lauren me dijo que
es un fenómeno que muchas personas lo experimentan y
creo ser una de ellas.
Cuando volví del trabajo estaba tan cansado después de
horas y horas de reunión con los abogados que pasé de
largo mis dos horas de gimnasio diario, simplemente saludé
a Rosa con un rápido beso en la mejilla y me tiré aquí a
disfrutar un poco del sol con mi tablet, auriculares y un
podcast que suelo escuchar todo el día últimamente.
“Love Casters, siento mucho si me repito, pero sin
comunicación entonces, ¿qué esperamos?, ¿cómo puede
saber tu pareja lo que esperas de él o ella? O ellos, ¿por
qué no? Muchas amigas mías se enfadan cuando sus novios
no responden tal como ellas esperaban, ¿por qué? Porque
asumieron que sus compañeros sabían de antemano lo que
ellas querían, no señores, así no, comunicación. Expresad
vuestros deseos, vuestras intenciones, visualizaciones para
el futuro y ¿por qué no? Vuestras fantasías más ocultas.”
Me pregunto cuáles son las fantasías más ocultas de
Red, si las cumplió alguna vez o si planea hacerlo con Liam.
Liam…
Me rechinan los dientes de pensar en él.
Lo que sea que planee hacer con ella, no se lo merece.
Encima, Liam… ¿qué puede hacer? Si se fatiga por subirse
a un ascensor, maldita sea.
Siento una gota de sudor deslizándose por mi pecho y es
indicador suficiente de que necesito un chapuzón y que
hace falta silenciar mi mente por unos segundos. Me tiro de
cabeza y el agua cristalina de la piscina me envuelve
mientras se escucha el sonido atenuado del exterior, las
burbujas moviéndose con gracia a mi alrededor y la
sensación refrescante en mi piel cuando el agua fría calma
la temperatura. No paso mucho tiempo allí, porque escucho
el móvil sonar por una videollamada.
Salgo chorreando agua, las gotas caen por mi piel y mi
traje de baño pegado a mis piernas, pero no me importa,
los vecinos no pueden verme, me encargué de tener
privacidad aquí cuando se filtraron fotos mías tomando el
sol en mi piscina. Si alguien quiere verme desnudo, tendrá
que pagar extra.
Todo va de dinero en esta vida.
Deslizo mi dedo sobre la pantalla, dejando una línea de
agua encima y atiendo con una sonrisa en mi rostro, la
cámara apuntando a mi cara.
—¿Cómo está la chica más bonita de Miami?
Mi sobrina está sentada sobre las piernas de Luca, mi
hermano sostiene el móvil, pero ella me mira con una
sonrisa que me desarma. Amo a mis tres sobrinos, pero
Mila… Mila es mi punto débil, siempre lo fue. Es que es la
niña más adorable, sensible y bonita que conocí.
—¡Hola tío! —dice con los encantos de su madre, todos
sabemos que no heredó esa sonrisa de Luca.
—Hola tío —repite Luca—, estamos llamando porque la
otra opción era un berrinche —agrega con mala cara.
Me río, porque Luca pretende estar irritado, pero al
final del día le da todos los gustos.
—¿Querías hablar conmigo, Mila? —pregunto
sentándome en la tumbona, paso una pequeña toalla por mi
rostro y mi cabello ya que algunas gotitas estaban entrando
en mis ojos.
—Sí… —Asiente con su cabeza, pero se distrae viendo su
propia imagen en la pantalla.
Ella sabe que es guapa, le encanta mirarse. Es vanidosa
como el tío Kill.
—¿Sobre qué querías hablar?
No responde, se sigue mirando.
—Mila, cuéntale… —insiste Luca.
—Sobre… sobre… sobre… —Se pierde en la espiral de
sus pensamientos, hasta que dice— ¡Sobre mi nuevo traje
de baño!
Me río.
Luca aparece por atrás y aclara.
—El que te compró mamá para las vacaciones, explícale
mejor Mila.
—Sí, eso, ¡adiós tío Kill! —Se escurre del agarre de Luca
y sale disparada hacia vete tú a saber dónde.
Luca suspira y la ve irse.
—Se enteró que se aproximan las vacaciones y le rogó a
Emma un nuevo traje de baño, así el tío Kill lo ve, porque
tiene un elefante levantando pesas y dijo que le recordaba
a ti.
—Demonios… —digo mirando mi propio reflejo en la
cámara—, ¿crees que debería pasar por el quirófano?
Nunca pensé que mi nariz fuera tan grande.
—Me alegro que tu chiste vaya por ese lado y que no lo
relaciones con tu miembro —dice Luca con seriedad—.
¿Cómo estás?
Lo pensé, no voy a mentir.
—Oh, bueno, ya sabes, descansando de un arduo día de
trabajo, el proyecto GamerSoul está a punto de
concretarse.
—Eso es bueno, avísame si necesitas que le dé un repaso
al contrato, últimamente parece que lo único que hago es
eso. —Su voz suena cansada.
—Necesitas esas vacaciones, por lo que veo…
—Sí, hablando de eso, eres el único que no ha
confirmado, ¿qué estás esperando?
Golpeo mi frente con la palma de la mano, obviamente
poniendo un poco de teatro en todo esto.
—Cierto, es que no estoy desesperado por irme de la
rutina, ¡porque no tengo una! Que tonto… —Luca levanta
una ceja en desaprobación—. Está bien, ahora confirmo.
—Bien, hablamos luego, hermano —dice Luca mirando
por encima de la cámara—. Mila, te dije que no…
La llamada se corta y me río del caos que tiene mi
hermano, el filósofo, en su casa.
Me pongo mis gafas de sol y enciendo el podcast otra
vez perdiéndome en la dulce voz de Bianca Burke, la
pelirroja más cascarrabias y adorable que conozco.
CAPÍTULO DIECISIETE
BIANCA

L os jueves suelen ser los días donde me siento con mis


sponsors y productores. En estas reuniones se hablan
de números donde mi productor básicamente les
justifica que su inversión estuvo bien y eventualmente los
convence de seguir promocionando mi podcast.
La diferencia es que esta vez los patrocinadores buscan
invertir en más contenido y mi productor tuvo la brillante
idea de destinar los viernes a sesiones en vivo.
EN VIVO.
Donde tengo que interactuar con preguntas y
responderlas EN VIVO, (por si no quedó claro).
Dios me ayude, no sé si voy a poder con toda esa
presión.
También parece que el jueves es el día donde Killian
decide que es apropiado enviar un mensaje después de casi
cinco días de silencio absoluto.
No es que lo estuviera esperando con ansias.
Somos amigos, ¿recuerdas? No hay nada más que una
pura, magnífica amistad platónica. No importa que él sea
físicamente perfecto y yo sea… el personaje secundario de
la vida de la novia de Killian.

<<Killian, El Semental: Mañana hay fiesta en mi casa.>>

Levanto una ceja mirando la pantalla del móvil. Me río


mientras escribo la respuesta.
<<Bianca: Me alegro mucho por ti.>>

<<Killian, el semental: *Ojos en blanco* ¿Paso por ti a las


ocho?>>

Miro mis anotaciones desparramadas sobre el escritorio,


pilas de papeles relacionados a los últimos episodios
parecen que están inundando mi casa, pero no estoy
pensando en trabajo ahora, estoy pensando en la propuesta
de Killian. Porque no sé si es buena idea rodearme de los
amigos de este influencer/magnate. Me los imagino a todos
los adonis y diosas del Olimpo sonriendo y tomando
champán y me dan escalofríos.
<<Bianca: Tengo que hablar con Liam primero.>>
Esa es una buena excusa.
Me encanta pasar tiempo con él, pero ¿una fiesta?
Mmm, dudo muchísimo que pueda encajar en su círculo.

<<Killian, El Semental: ¿Tienes que pedirle permiso? Qué


progresivo de tu parte.>>

Aquí empieza a atacar.


Por eso no respondo, prefiero no enfadarme ahora o
terminaré diciendo algo que arruine nuestra relación.
Relación de amistad, eh.
Diez minutos después, el móvil vuelve a sonar.

<<Killian, el semental: *Pone los ojos más en blanco que


antes* Paso por ti a las ocho.>>

¡Qué canalla!
<<Bianca: No hace falta, puedo ir yo sola, Killian, el
semental.>>
Mis nervios se elevan a la décima potencia y miro mi
pequeño perchero con ropa mal colocada y algunas
prendas tiradas en el suelo.
Si esto es como lo imagino, debo prepararme.
Siempre es preferible estar vestida de más que de
menos, ¿no?
—Nos vamos de compras.
Dos horas después estoy con dolor de espalda de todas
las perchas que moví para encontrar la prenda perfecta.
Miro sobre mi hombro, una chica detrás de mí parece estar
en el mismo estado que yo, hasta que encuentra una blusa
negra y la levanta para inspeccionar. Tiene grabados en
dorado en el cuello y en los puños, parecen estrellas. La
chica la mira por un ratito más y luego la vuelve a poner en
el perchero. Quiero verla de cerca, inspeccionarla como
hizo ella, pero esta chica es tan rápida como un caracol y
me está poniendo los pelos de punta.
Finalmente avanza, dejando atrás la posibilidad de
encontrar algo que le guste aquí y ahí es cuando ataco.
El móvil empieza a vibrar en mi mochila y el nombre de
Liam brilla con promesas de una salida, pero al mismo
tiempo, por el rabillo de mi ojo, detecto una nueva chica
avanzando directamente hacia la blusa, así que ignoro la
llamada por completo y clavo mis garras sobre mi premio.
Los probadores son el peor enemigo de cualquier mujer,
no importa el tamaño. No hay nada más tortuoso, bajador
de autoestima que un maldito probador. Siento que tengo
diez kilos de más, la luz es horrorosa y me veo tan pálida
que puedo ver a través de mí y el calor… ¿Por qué siempre
hace calor en estos lugares? Todavía no tuve tiempo de
estrenar esta blusa y ya estoy sudando.
Basta.
Me la llevo sin pensarlo demasiado.

M e siento como en la película de Orgullo y Prejuicio,


donde Lizzy (Keira Knightley) baja del carruaje
cuando pasa a visitar la mansión del señor Darcy con
sus tíos y mira la inmensidad de ese caserón y se ríe.
Todas sabemos exactamente lo que está pensando en
ese momento en la película.
“Que estúpida fui en rechazar su propuesta de
matrimonio.”
Y todas nosotras gritando SÍ delante de la pantalla.
Bueno, en el momento en que el Uber se detiene frente
a la MANSIÓN de Killian trago saliva y repaso la dirección
para verificar que no se haya equivocado de casa.
No, es esta la casa, estoy en el lugar correcto.
Trago saliva otra vez.
Ya sé que Killian no me propuso matrimonio, ni mucho
menos, aunque sería muy gracioso verlo de rodillas con sus
piernas tonificadas y sus brazos tatuados sosteniendo una
caja pequeña de felpa roja y…
Bianca, ¿qué demonios haces? No sería gracioso,
termina con esto.
La mansión es moderna, del estilo de las casas en las
costas griegas con ese blanco brillante, ventanales del
suelo al techo, plantas de jardín seco perfectamente
cuidadas con piedras blancas a su alrededor. Casas que
solo he visto cuando veo pelis como Mamma Mia!
—Guau… —vuelvo a decir por lo bajo mientras subo una
escalinata de cemento que me lleva hasta la puerta de
madera oscura, perfectamente pulida y limpia.
Este barrio es tan exclusivo que no hay ruidos, solo
grillos y una noche estrellada y tibia.
Algo malo que tiene San Francisco y la zona de la bahía
son los micro climas, gracias a las montañas cerca de mi
piso puede hacer frío, pero aquí, a tan solo treinta minutos,
hay una brisa tibia de verano atractiva para cualquiera con
piscina.
Toco el timbre una vez y se escucha cómo tintinea una
melodía muy pacífica. La puerta se abre y por instinto miro
para arriba esperando ver a Killian con su altura y
esplendor, pero de golpe me encuentro mirando a alguien
de mi estatura.
Una señora.
No me hace falta preguntarle quién es, recuerdo a
Killian hablando de Rosa.
—Buenas noches —digo con una sonrisa, mis manos
sujetadas delante de mí, sí, los nervios están peor que
nunca.
Aunque Rosa no me pone tan nerviosa, más bien es lo
que me espera detrás de ella. La ama de llaves de Kill es
bajita y fornida (diría mi madre) el cabello corto con rizos,
unos anteojos sobre el puente de su nariz y una sonrisa
muy (muy) adorable.
—Hola querida, pasa, pasa… —invita abriendo la puerta,
puedo ver que sus pasos son un poco tiesos, como si tuviera
dolor de caderas—. ¡Kill! —llama pegando un gran grito.
—¿No hay nadie todavía? —susurro inspeccionando el
gran palier de paredes blancas y suelo de cerámica blanco
tan brillante que puedo ver el reflejo de mi cabello rojo.
Rosa voltea y me mira confundida.
—¿Quién más tenía que venir?
—Oh, no lo sé, Killian dijo que había una fiesta…
Rosa levanta sus hombros despreocupada y comienza a
caminar con un pequeño cojeo.
—Prefiero no saberlo…
En ese momento Killian entra como si viniera corriendo,
sus últimos pasos se calman. Tiene puesto un simple
vaquero gris y una camiseta blanca pegada al cuerpo,
pareciera que su piel está más dorada que hace una
semana.
—¡Red! —dice con una gran sonrisa, sus pasos se
detienen a centímetros de mí mientras se agacha para
darme un abrazo.
Un abrazo.
A mí… a la germofóbica.
Devuelvo el gesto con incomodidad y le doy palmaditas a
su espalda firme como hacen los hombres cuando se
saludan.
—Hola…
Lo primero que noto de la casa es que está bastante
vacía o al menos parece vacía ante la inmensidad y los
techos altos, pero dentro de ese vacío hay orden y
equilibrio. Como la sala que está a solo unos pasos de
donde estoy, con sillones grises en forma de L, una
alfombra oscura debajo y una mesa de café simple y
adorable.
Lujo simple, nada extravagante.
—Bienvenida… —Da un paso atrás y cruza sus brazos
sobre el pecho—. ¿No tuviste problemas en encontrar la
casa? Normalmente la gente se pierde en las curvas de la
colina.
—No… —susurro.
Es imposible no verla, ¿de qué está hablando?
Rosa aparece a mi lado, su bolso colgado firmemente de
su hombro.
—Bueno, este cuerpo debe reposar.
Killian da un paso más cerca y la abraza.
—Ve, descansa, ¿está José en la puerta?
—Así es —me mira—, un gusto conocerte Bianca.
—Igualmente —Sonrío y me aparto de la entrada,
mientras Killian la acompaña hasta la puerta.
¿Le dije mi nombre en algún momento?
Aprovecho el momento de soledad para levantar la
mirada y apreciar los techos altos, un segundo piso puede
verse también, con vistas a la sala y sus grandes
ventanales.
Una casa tan grande para una sola persona parece
excesiva.
—Bueno pues… —escucho su voz detrás—, esta es mi
casa… —dice señalando a su alrededor con las palmas
abiertas.
—Es preciosa.
—Gracias —responde orgulloso—. Ven, déjame hacerte
un tour.
—¿“Hacerme un tour”? —imito su voz—, ¿así es como los
jóvenes lo llaman hoy en día?
La sonrisa de Kill se vuelve sardónica.
—Llámalo como quieras, yo solo quiero dártelo.
Tengo que recordar que, en la batalla de los dobles
sentidos, siempre pierdo.
La casa de Killian tiene más baños que habitaciones,
exactamente ocho baños y seis dormitorios. Ese dato
destruye mi lógica por completo, pero es tan bonita la casa
que me siento fuera de lugar, como si este espacio fuese
demasiado hermoso para mis curvas, rollos y pecas.
Pero Killian parece encajar a la perfección con el lugar
mientras se mueve y señala los materiales con los que se
construyó la casa como si quisiera venderla, supongo que
no puede salir del papel de agente de bienes raíces. Hay
habitaciones para invitados, salas de juegos y hasta…
—Esta es mi sala favorita —dice abriendo una puerta
que parece pesada, inclusive con su fuerza—, la sala
multimedia.
¿Qué demonios es eso?
Él se queda en la puerta, pero mi cabeza se asoma.
Un cine…
Killian tiene un cine en su casa.
—Guau… —susurro arrastrando mi cuerpo entero a la
sala, la acústica es impresionante, ya que aplaudo una vez
para ver cuánto rebota el sonido y no lo hace, parece que
estoy en un tupper.
—Sí… aquí es donde está todo mi dinero, no se lo digas a
mis hermanos —se ríe mientras pasa a mi lado—, ellos
piensan que lo gasto en fiestas y viajes.
Hay cuatro sillones de cuero negro, colocados en forma
de gradas. Algunos más elevados que otros y en cada uno
entran al menos dos personas. Una pantalla gigante y al
menos cuatro altavoces que parecen ser la torre de Sauron,
altas y un poco intimidantes. En las paredes cuelgan
telones de terciopelo rojo y el techo tanto como el suelo es
absolutamente negro opaco.
—¿Y por qué prefieres que piensen eso?
—Porque si se enteran que lo gasto en estas cosas solo
para ver películas románticas se van a reír hasta que estén
en la tumba y allí también se reirían un poco más.
Una carcajada sale de mi pecho, haciendo que me sienta
más liviana y despierta. Síntomas usuales cuando Killian
está a mi alrededor.
—Bueno yo pienso que es muy cool, siempre soñé con un
espacio así, especialmente para el podcast, donde tengo
que tener silencio absoluto y mi barrio no es exactamente
el más silencioso.
—Ven a grabar aquí —propone levantando sus hombros
con despreocupación—, los sonidos no entran ni salen.
La generosidad de Killian es innegable en este punto de
nuestra amistad y eso solo resalta la falta que hay de mi
parte y sí, lo sé, no tengo los medios que él tiene, pero eso
no significa que no pueda devolver lo que me da.
—Gracias, pero estoy bien. ¿Y los invitados? —pregunto
saliendo de la sala, Killian camina detrás mío, centra su
atención en mí enteramente, lo cual me pone hipersensible.
—Llegan en un rato. ¿Qué pasa Red, tienes miedo de
estar sola conmigo? Déjame recordarte que dormimos en la
misma cama hace poco. —Una mueca diabólica aparece en
su rostro.
Mi codo se clava en sus costillas y aparentemente mi
intención de molestarlo solo le hace reír.
Seguimos caminando por el corredor hasta que aparece
la escalera, moderna de escalones flotantes negros.
—Ven, quiero que veas las vistas.
Los dos subimos en silencio, excepto por las pisadas en
los escalones, las mías se escuchan livianas, mientras que
las de Killian parecen hacer vibrar la casa entera.
El corredor es amplio y largo, y en el lado izquierdo está
la barandilla con vistas a la sala. Decorando las paredes
hay fotografías a gran escala. En su mayoría relacionadas a
playas y ciudades en blanco y negro.
—Estas fotos son geniales —digo cuando veo una que
distingo, es la calle Market, el típico trolley tan pintoresco
que tenemos en la ciudad transita sobre las vías.
—Gracias —dice deteniéndose—. Me gusta sacar fotos.
Mis ojos se abren cuando vuelvo a mirar la imagen con
detenimiento. Hay profesionalismo detrás de la lente, hay
equilibrio en los contrastes y las luces, hay vida e impronta.
Killian.
—¿Tú sacaste esta foto?
—Sí… —dice cruzando sus brazos sobre el pecho, sus
tatuajes parecen inquietarse como él—. ¿Es tan difícil de
imaginar? —Su tono defensivo y expectante por mi
respuesta.
—No, tiene sentido, esa cámara era muy pesada —
Sonrío pícaramente haciéndolo recordar cómo nos
conocimos hace dos meses ya, eso parece aflojar los
músculos tensos en su rostro—. ¿Fuiste a todos estos
lugares? —pregunto señalando las playas.
Camina a mi lado e inspecciona las fotos como si fuese
la primera vez que las ve.
—Sí —Mira la imagen, pero en sus ojos puedo verlo
viajar, moverse por las memorias del pasado, algo en mis
tripas dice que me hubiese gustado ver a Killian explorar
esos paisajes—. Ven… —Estira su brazo para que lo agarre
y su cercanía ya es natural y orgánica.
Los marcos de las puertas son arcos altos, con puertas
de madera clara, así que la impresión que tuve de las casas
griegas no estaba tan errada.
—Tu casa es increíble, Kill —susurro mirando
anonadada esta casa de revista—. Sé que ya lo dije, pero no
puedo dejar de repetirlo.
—Gracias —dice con esa sonrisa brillante muy cerca de
mi rostro, mis ojos se fijan allí y mi estómago comienza a
aletear sin control, tengo que cambiar mi foco al suelo para
calmarme.
Todo se detiene cuando entramos a lo que sería su
habitación.
Una cama enorme cubierta con mantas de lino color
terracota, quizás parezca desgastada, pero es en la
naturaleza de esa tela (la apariencia de desgastada y las
arrugas) lo que la hace tan bonita. Como mesa de noche
hay una silla de diseñador, de cuero anaranjado trenzado y
rústico. Decorando la pared, una foto en blanco y negro tan
ancha como el cabezal de la cama. Sospecho que también
la sacó él, pero no puedo identificar dónde es, se pueden
reconocer las colinas californianas, pero nada más que dé
una pista de dónde. Una planta de al menos tres metros a
su lado, creo que es algún tipo de palmera, pero dudo que
sea real, esas plantas cuestan mucho de mantener y no
imagino a Kill regándola con un termómetro como lo hacen
los profesionales.
—Esto no es una peli porno donde te enseño mi cama y
te invito a probarla, no te preocupes.
Me río, primero porque es gracioso y segundo porque
nunca se me pasó algo así por la cabeza. Puede que Killian
flirtee compulsivamente, pero porque es parte de su
personalidad, no tiene nada que ver conmigo.
—No sé qué clase de porno ves, yo nunca vi una así.
Kill resopla dramáticamente mientras camina hacia un
ventanal o lo que podría ser la puerta al balcón.
—No puedes culparme por interesarme en la trama
también, a mí me gusta el sexo con contexto, no dos
genitales follando violentamente. Ven, quiero impresionarte
con las vistas de mi terraza.
Con nuestros brazos aún unidos, caminamos hasta el
gran ventanal y cuando desliza la hoja salimos a una
terraza increíble.
La ciudad de San Francisco por la noche es
arrebatadora.
Las luces brillan como una galaxia en movimiento. Los
puentes que conectan la parte continental con las islas se
ven desde aquí, son gigantes e imponentes y están
iluminados como si fuesen dioses indestructibles que
favorecieron una batalla.
Mi boca está abierta, las palabras atoradas en mi
garganta.
—¿Y? ¿Te impresiona? —pregunta.
Mis manos se apoyan con suavidad en la barandilla
mientras él se reclina casi completamente sobre la misma,
apoyando todo su peso sobre sus brazos cruzados en el
pecho.
—La casa es preciosa, así como es, pero esto… esto es lo
que la hace especial —murmuro, mis ojos pegados al
paisaje nocturno.
La voz de Killian susurra sobre mi oído.
—Ahora mira hacia abajo…
Una piscina enorme está iluminada en lo que aparenta
ser una boca oscura de la noche, alrededor puedo ver que
hay mucha naturaleza, tumbonas y grillos cantando
furiosamente.
—Guau… Parece mágico —susurro mirando hacia abajo.
En mi rostro siento el calor del cuerpo de Killian,
nuestros brazos se rozan, aunque no recordaba tenerlo tan
cerca.
Él también mira para abajo.
—Tu blusa hace juego con la noche —dice, todavía sus
ojos están enfocados en la piscina y el movimiento
tranquilizador del agua—. Me gusta.
Miro mi ropa, recordando las estrellas bordadas y mi
estómago reacciona cuando me doy cuenta que notó mi
esfuerzo para verme bien esta noche.
—Gracias, fui de compras hoy.
—¿Fuiste a comprar ropa solo para venir a mi casa? —
indaga—. Bianca, cariño, me siento halagado.
Su mueca es asquerosamente engreída.
Lo empujo un poco mientras los dos soltamos una risita
silenciosa, pareciera que no queremos molestar la
tranquilidad de la noche.
—No sabía qué tipo de fiesta era, no fuiste muy
específico en tus mensajes.
Intento levantar la mirada, pero sus ojos están fijos en
mí y no sé si puedo sostenerla por mucho tiempo, así que
me enfoco en el paisaje galáctico deliberadamente.
—¿Todavía no entiendes que cuando se trata de mí no
hay formalidades, Red? La ropa me importa un bledo,
aunque tengo que admitir que me gusta saber que te
vestiste así para mí.
Vuelvo a empujarlo.
—No me vestí así para ti, cavernícola, me vestí así
porque no quería parecer de menos, no sé quiénes vienen.
Killian se ríe ante mi insulto.
—No importa quién venga o qué llevan puesto, tú serás
la estrella de esta noche —señala las estrellas bordadas.
Y sí, mi estómago da vueltas y muerdo mis labios para
calmarme.
—Que cursi Kill… Deja de ver tantas pelis románticas…
—Pretendo tener una arcada.
Eso hace que él libere una carcajada y se yergue. No es
que se me olvide cuán alto es, es solo que cada vez que
está a mi lado lo siento gigante.
—Tu trabajo es literalmente hablar de amor, ¿y yo soy el
cursi? Aparte, no te das suficiente crédito, Red.
Resoplo y miro para el lado contrario de donde está él,
siento mis mejillas calientes y no quiero darle el gusto de
que vea cómo me afectan sus palabras.
—Cállate Oprah, deja de querer levantarme la
autoestima.
—¿Tan difícil es creer que te encuentro atractiva?
Sus palabras ya no tienen sonrisas y lo compruebo
cuando me vuelvo hacia él y no hay nada más que seriedad
absoluta en sus ojos.
—Killian… —Suena a una advertencia.
No arruines esto.
No alimentes mi mente de positivismo y arrogancia
porque no soy esa persona.
No te burles de mí…
Esa última plegaria me desestabiliza, todavía no me
acostumbro a escuchar esa versión de mí que destila odio
propio. Pero aparece de vez en cuando y tengo que
aprender a lidiar con ella.
Levanta sus manos en rendición.
—Que no te sorprenda si más de uno te pide el teléfono
esta noche, Red… Yo ya lo hice hace rato, hay que ver si
alguno más tiene suerte.
Estoy por contraatacar cuando escucho:
—¡Killian! —proveniente de la piscina.
Los dos miramos abajo y vemos a Valentino con un par
de personas más.
Killian enseña el camino de vuelta con una sonrisa
pícara.
—Después de ti, Majestad.
CAPÍTULO DIECIOCHO
KILLIAN

L a sonrisa en mi rostro se siente artificial.


No es un sentimiento nuevo, siempre fui
complaciente con todos, con mis padres, mis amigos,
mis hermanos… Sé lo que es querer evitar situaciones
incómodas, querer evitar enfrentamientos, discusiones,
poner al otro en una posición injusta. Por eso me detuve
antes de que fuera demasiado tarde y Bianca me viera
como alguien que no quiero ser, alguien que no quiero
mostrar.
Mi boca tomó control de mí y no pude evitar flirtear con
ella como un muchacho inexperto, no sé para qué lo
intenté, ella no me ve como alguien a largo plazo.
La historia de mi vida.
Las personas que me llenan me ven como un fiestero,
mujeriego y halagador.
Las personas que me vacían me ven como un premio que
hay que ganar, una meta a cumplir, un status quo.
Ya lo sé, pobre niño rico, buscando compañía
desesperadamente en personas que huyen de él.
Soy un cliché.
Una telenovela.
Una serie de adolescentes calidad C.
Pero es quien soy y quien estoy condenado a ser por el
resto de mis días.
Killian el alegre, el sonriente, el influencer.
¿Puedo culpar a Bianca por querer alejarme? No, claro
que no. Por eso es más fácil mostrar una vida de lujos,
músculos tonificados y felicidad en internet que enfrentar
este pozo de barro que siento en el pecho cada vez que
estoy solo con mi cabeza, esta arena movediza que me
hunde con cada minuto que paso mirando a mis hermanos
siendo felices, amando a alguien y a su vez siendo amados,
no por la pareja, sino por sus hijos… Joder, ese sentimiento
debe ser indescriptible.
Abrumador.
Externo a mí en todo sentido.
Mi mano está en su espalda baja, es lo único que me
permitiré hacer esta noche, porque no se trata de mí, sino
de ella, quiero que experimente lo que es ser venerada por
fanáticos, por personas de mente abierta que rompen
estereotipos.
Mientras bajamos por las escaleras dejo mi rostro caer,
disfrutando de estos momentos de intimidad donde puedo
descender a pensamientos autodestructivos sin que nadie
lo note.
Cuando llegamos al jardín trasero, despliego esa sonrisa
seductora como si fueran alas y me enfoco en Valentino,
quien tiene una ceja arqueada cuando ve a Bianca y cuán
cerca de mí está. Es ignorado por supuesto, porque él tiene
veinte años y no conoce la sensación, la sed que uno siente
a veces por un poco de conexión humana.
Bienvenidos al mundo del revés.

A mber y Renata se roban a Bianca y las tres se sientan


en las tumbonas, lo poco que puedo escuchar desde
aquí (porque la música está alta) es que una de las
dos, creo que Amber, tuvo una cita y quiere contárselo a
Bianca.
A mí me rodean Valentino y dos amigos, Christian y
Dylan, los dos empresarios brillantes en Silicon Valley, cada
uno con una copa de vino que asumo que se tomaron el
atrevimiento de sacar de mi vinoteca. Pero no puedo
culparlos, ellos solo saben hablar de negocios, mujeres y
vinos.
A veces logran interconectar los tres temas en uno solo.
Valentino está a mi lado, sus ojos se posan sobre mí más
de una vez, inclusive cuando no acoto ninguna palabra, el
niño quiere información y yo como el increíble jefe que soy,
se la niego.
Durante la siguiente hora llegan más personas, algunas
que ni conozco, pero esto es normal en estos barrios. Para
las doce de la noche la piscina está rodeada de gente,
algunos hasta la disfrutan. A Bianca la perdí de vista hace
horas, pero supongo que es lo mejor, tanto para mí y mis
pensamientos invasivos como para ella, para conocer gente
nueva, explorar el mundo más allá de su diminuto piso.
Voy por mi cuarta copa de algo, no sé si es vino o vino
mezclado con algo más, a estas alturas ya no me interesa
mucho. Lo importante es pasar la noche.
—Podrías ir echando el freno con las copas, jefe —dice
Valentino.
—Podrías ir buscándote una vida, asistonto —respondo
con un tono un poco más cruel del que planeaba utilizar.
Valentino bufa y pone los ojos en blanco, de golpe
pareciera que nuestras edades están invertidas.
—Nunca pensé que llegaría el día donde una mujer te
hiciera comportarte así.
Eso hace que fije mis ojos en él, cargados con un
sentimiento que no suelo llevar a la superficie.
Ira.
—No, no hagas eso… no hagas a Bianca un tema de
conversación, ella es mi amiga, vete, deja de molestarme.
—Sí, claro… —dice llevándose la copa a los labios—,
¿por eso miras a Christian con ese odio?
Efectivamente Christian está charlando con ella con
mucho entusiasmo, Bianca parece tener la misma energía.
Es mejor que Liam.
Liam, el duende que se ahoga en una mancha de
humedad.
Que Bianca hable con una de las palmeras de mi jardín
es inclusive mejor que hable con Liam, así que Christian no
está tan mal.
Pero… efectivamente me siento incómodo al respecto,
como si mis huevos estuvieran apretados entre dos ladrillos
o como si el cuello de la camisa estuviera abrochado hasta
no dejarme respirar y fuese dos tallas menos, pero no hay
nada que hacer, ella está aquí porque yo quería que
experimentara esto.
La atención.
Ser la estrella, como le dije con tanta sinceridad que
hasta yo me sorprendí por decirlo.
—Ella es libre de hablar con quien quiera… —gruño
antes de terminarme el contenido de mi copa en un solo
movimiento—. Si alguien tiene que estar preocupado, es
Liam, no yo.
Parece que mi cambio de actitud le llama la atención a
Bianca y sus ojos se posan en los míos, ella me sonríe
tímidamente y yo levanto la copa vacía hacia ella posando
una sonrisa falsa.
Ella responde con su mano y Christian mira sobre su
hombro para encontrarme perforando su espalda con mis
ojos láser. Pero ignora mi advertencia y continúa hablando
con ella como si fuesen amigos de toda la vida.
—Eso fue duro de ver… —murmura Valentino—. Vuelvo
en un rato, cuando no puedas ponerte de pie.
—Gracias… —gruño.
Idiota.
En algún momento termino en la terraza de mi
habitación, mi copa llena una vez más, mis ojos caídos y
con sueño de todo el alcohol que está en mi sistema. No soy
de beber, (mucho) o al menos tengo buena tolerancia, pero
hoy…
Hoy no es un buen día.
Es uno de esos días que siento todo, pero nada a la vez,
donde el oxígeno es demasiado y escaso, donde mi corazón
late tan fuerte que pareciera que quiere explotar en mi
pecho solo para sentir… algo.
Secuelas de una llamada con mi padre que terminó muy
mal. Luchar conmigo mismo es mucho más difícil de lo que
creí, mi instinto de besar el suelo que pisa es asqueroso y
me desgasta mentalmente.
Soy un hombre patético, con problemas paternales.
Unas sillas (que nunca uso porque prefiero estar de pie)
decoran la terraza, pero hoy mis rodillas no encuentran
firmeza suficiente para sostener mi peso, así que me siento
en una de ellas y mientras apoyo mis labios en la copa,
miro la ciudad. Siempre hay una neblina que cubre la
ciudad en la noche y primeras horas de la mañana. Parece
que se arrastra siniestramente por las colinas, dándole un
ánimo diferente a todo lo que toca.
Soy de los que no le gusta, siempre me quejo de lo
mismo, pero hoy… hoy me siento cómodo en esa neblina
espesa, pareciera que refleja el conflicto interno que tengo.
—¿Kill?
Volteo inmediatamente.
Todo me da vueltas y mi estómago me advierte que, si lo
hago otra vez, puede que termine vomitando todo.
Red está en medio de mi habitación, con sus manos
enroscadas sobre su estómago como cada vez que está
nerviosa.
—Red… —siseo.
—¿Estás bien? —pregunta dando pasos nerviosos hasta
la terraza—, pensé que estabas con alguien, pero luego te
vi aquí desde abajo, solo…
Resoplo con ironía y vuelvo a enfocarme en la ciudad.
—Siempre crees que estoy revolcándome con alguien…
Qué obsesión…
—Perdón… —Su voz ahora está más cerca, hasta que la
veo sentarse a mi lado.
La siento cerca, no me hace falta usar los ojos.
—No es tu culpa… —murmuro mirando la copa vacía en
mi mano, ¿en qué momento la terminé?, ¿y por qué la
sostengo todavía?—, es mía por venderle esa imagen a
todos.
Después de todo, hace solo unos minutos subí una foto
al Instagram rodeado de mujeres. No sé por qué me hago
esto.
De soslayo puedo ver a Bianca con el ceño fruncido, sus
ojos me miran con pena y por alguna razón me irrita más.
—¿Qué quieres Red…?
—Acabo de entenderlo todo… —susurra ella con un tono
ansioso.
Mis ojos se fijan en ella inmediatamente y no aparto la
mirada por nada del mundo.
Mi corazón da un salto en mi pecho.
—¿Entender que…? —murmuro con cautela.
Mi corazón otra vez se desboca.
Bianca se pone de pie y camina por la terraza como lo
haría un detective que está a punto de descifrar el caso
más importante del año.
—Claro, cómo no lo vi antes…
—Habla Bianca —ordeno, mis ojos despiertos ahora, mis
palpitaciones imposibles de controlar.
—La imagen que vendes —comienza a enunciar—, las
horas en el gimnasio, las fiestas, las mujeres —voltea y me
mira—. Kill, lamento no haberme dado cuenta antes y
asumir cosas.
Lentamente me levanto, mientras dejo la copa en el
suelo.
—¿Asumir qué? —digo sin poder contener mi ansiedad.
Bianca me mira con pena, pena que me pone a la
defensiva pero que no quiero exteriorizar hasta que lo diga,
que diga lo que tengo enterrado en mi pecho y no me
atrevo a admitir.
El momento donde dejo de mentirme a mí mismo y dejo
de llamarla amiga. Donde admito mi derrota y ruego por
que esta alma frente a mí sienta estas cosas confusas
también.
—Eres gay…
Un escalofrío corre por mi espalda.
Mis hombros se caen, soltando la tensión y la ilusión que
de golpe pensé que iba a copar mis venas.
—¿Gay? —repito con ácido en mi lengua—, ¡¿crees que
soy gay?! —Mi tono es elevado, tan elevado que todos en la
fiesta miran para arriba.
Cojo a Bianca de la muñeca y la arrastro a mi
habitación, cerrando la puerta corrediza de la terraza.
—¿No lo eres? —pregunta con miedo.
Me río… me río como un loco que acaba de perder una
batalla. El villano a punto de explotar.
—¿GAY? —grito esta vez—, ¿de dónde demonios sacas
eso?
—Bueno… —susurra ella, mientras se agarra un mechón
de pelo rizado y del mismo color que veo ahora todo a mi
alrededor—. Siempre intentas hacerme sentir bien, me das
aliento para que me sienta mejor con mi imagen… —señala
hacia mí con la palma de la mano derecha abierta—, ves
pelis románticas, no lo sé, asumí que…
—No puedo creer esto… —susurro caminando alrededor
de mi cama—, ¿tan escaso es tu amor propio que crees que
mis halagos son porque soy gay? Que quiero pasar tiempo
contigo porque “quiero una amiga”… Abre los malditos ojos
Bianca…
Y lo hace, sus ojos verdes están muy abiertos e intento
enfocarme en ellos, pero mi equilibrio sigue mal y me caigo
sobre la cama.
Ella camina hacia mí, pero le advierto que no dé un paso
más con la mirada.
Ella obedece, por suerte.
—Kill… —Su voz suena a súplica y destruye mi corazón
borracho.
No puedo atacarla, no es natural en mí.
—Me gusta pasar tiempo contigo, sí, pocas veces logro
encontrar a alguien que me interese —levanto la vista,
aunque todo me dé vueltas— y cuando lo hago es con una
mujer que se arrastra por un idiota que no hace más que
ningunearla, que la tiene en pausa hasta que puede
dedicarle algunas horas.
Sí, lo dije, sí hay veneno en mí, ¿y qué?
El mundo da vueltas.
Mi boca no se silencia como quiero que haga.
Sigue y sigue diciendo cosas que ni yo estoy seguro de
sentir…
Cierro los ojos, intentando calmar esto, pero mi
estómago toma protagonismo, tensando mi garganta y mis
labios, sé lo que se aproxima.
—Liam no es un idiota… —dice, aunque ella no cree sus
propias palabras—, solo está ocupado…
Resoplo.
—¿Ocupado? Si alguien quiere estar contigo fabrica
tiempo, Bianca. Debería dejar de dormir para obtenerlo, de
vivir con tal de obtener un segundo contigo. ¿No es eso lo
que dices en tu podcast? —Me mira boquiabierta— Sí,
escuché todos los capítulos y nunca en mi vida escuché a
alguien tan hipócrita.
Bianca toma aire como si la hubiese golpeado, sus ojos
cargan con tanto dolor que tengo que apartar la mirada,
porque soy un cobarde, porque no puedo ver las
consecuencias de mis acciones.
Solo se escucha la música enlatada a lo lejos y las risas
de algunas personas en la fiesta.
Ninguno de los dos dice nada más.
Ella gira sobre sus talones.
—Bianca… —gimo listo para pedirle perdón, pero toda
mi visión perimetral se pone oscura y cierro los ojos.
Cuando los abro otra vez hay un barreño delante de mí.
—Toma, tira el veneno ahí, yo no lo quiero —ordena
dejándolo entre mis piernas.
Mi estómago lo toma como vía libre y comienzo a
extirpar todo el alcohol que tenía, retorciéndome sobre mi
cama con tanta fuerza que temo caerme.
Su mano aparece en mi frente, su brazo rodea mi pecho
sosteniéndome para que no pierda el equilibrio mientras mi
cuerpo se contrae con cada arcada. Cuando creo terminar,
Bianca saca el barreño a la terraza y cuando vuelve me
habla como si no hubiese pasado nada.
—¿Puedes caminar hasta el baño?
No debería hablarme así, no me merezco que me hable
como si yo no fuese una mierda, un cobarde…
Asiento de todos modos y ella me ayuda a caminar hasta
el lavabo y cepillarme los dientes, lavarme la boca y
mojarme el pelo sudado.
Aparezco en mi cama.
Siento su mano acariciando mi cabello, o al menos eso
creo, no importa, dentro de esa caricia me pierdo en el
inconsciente.

D olor.
Dolor punzante y horripilante en mi cabeza.
—Ahhh… —gimo sobre mi almohada.
Olvidé correr las cortinas opacas y la luz del sol entero
entra por mis pequeñas pupilas. Las palpitaciones en el
cerebro no me dejan pensar con claridad, ni escuchar.
Me muevo un poco y siento ropa puesta.
¿Qué demonios?
Yo duermo desnudo… ¿Por qué…?
Entonces miro mi cuerpo y veo una manta sobre mí, mis
pies sin zapatillas y la misma ropa de anoche.
Bianca.
Esto fue obra de Bianca.
Tapo mi rostro con la mano gimiendo de vergüenza
cuando recuerdo todo.
Lo que le dije, mis palabras, ella llamándome gay…
Obviamente no hay nada de malo en eso, solo que… ¡Ahh!
Claro que tenía que pensar que era gay…
Esa escena tiene mi suerte escrita por todos lados.
Miro sobre mi hombro, buscándola sobre la cama.
Obviamente no está aquí, ella huyó despavorida como haría
cualquier ser pensante.
Con pies pesados que se arrastran, logro darme una
ducha y espabilarme un poco más.
Abajo, en el comedor, está Valentino, desayunando como
un Lord inglés. Hay tostadas sobre la mesa, fruta, café,
zumo de naranja, por supuesto todo orgánico y de la mejor
calidad. Cuando me ve entrar me inspecciona de arriba a
abajo, asumo que buscando que me falten partes.
—Buenos días… —susurra.
—Demasiado fuerte, habla más bajo —gruño
sentándome a su lado.
Mi cuerpo se desploma en la silla del comedor. Una
mesa que usé solo una vez, siempre desayuno en la barra
de la cocina.
Solo, como loco malvado.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto masajeándome los
párpados.
—Bianca me pidió que te vigile…
—¿Y por eso asaltaste mi nevera? —gruño sin mirarlo,
en cambio observo a mi alrededor, buscando rastros de la
fiesta.
No quedó nadie, sorprendente. He encontrado gente
dormida en las tumbonas de la piscina más de una vez.
—Por eso me quede aquí en vez de irme con María, me
debes una, grande.
—¿Y ella?
—¿María? —pregunta sosteniendo la taza sobre sus
labios.
Eso hace que deje de masajear y lo mire con cara de
pocos amigos.
—Bianca, Valentino, Bianca.
—Ah, ella está en su casa, sana y salva, no te preocupes.
Por cierto, no sé qué hiciste, pero se fue muy enfadada.
Gruño de vuelta al recordar el gesto de dolor en su
rostro.
Tengo que arreglar esto, hacer algo al respecto.
—Ya puedes irte… —suelto levantándome para ir a la
cocina y comer mi desayuno como un ser normal y no como
alguien con complejo de rey.
Valentino me sigue pisando los tobillos.
—¿Qué ocurrió anoche, Kill?
Abro la nevera y saco un cartón de leche, la taza es lo
siguiente. Todo lo hago con el piloto automático ya que la
dopamina no existe en mi cerebro hoy, porque no hay lugar
para nada más, solo tengo una cosa en mi cabeza.
Levanto la mirada y me enfoco en Valentino.
—Nada que no pueda arreglar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
BIANCA

L iam tiene puesta una camiseta con un estampado en el


pecho, son dos mujeres besándose, sus lenguas son
viperinas y sus cuerpos irreales.
Mientras habla sin parar sobre los negocios de esta
semana, yo observo la camiseta con una curiosidad asquerosa.
¿Quién decide que usar esa camiseta está bien? Es de mal
gusto. Si alguien me dijese en el LoveCast que su cita usó esta
camiseta, le diría que corra lejos y no mire atrás.
Estamos en un pequeño restaurante asiático en China
Town, supuestamente aquí hacen el mejor sushi en todo San
Francisco.
—La semana que viene tengo un viaje de negocios —dice
trayéndome a tierra—, Los Ángeles, Nueva York y Carolina del
Norte, estamos pensando en abrir sucursales allí y necesito
estar.
Lleno mi boca con un pedazo de sushi para solo asentir y no
decir una palabra.
Liam me examina con cuidado, viendo cómo lucho con
semejante pedazo.
—Qué divertido —digo con la boca llena, no pude resistir la
presión de hablar y llenar el silencio.
—No, no lo es, es puro trabajo, pero estaba pensando que,
¿quizás quieras venir conmigo?
Casi escupo el roll entero en su cara, pero lo escondo
tragando el pedazo entero.
Si Killian estuviera aquí seguro haría algún chiste sexual al
respecto.
—¿Ir contigo?
—Sí, puede ser divertido, cuando esté libre podríamos salir
por ahí…
Si alguien quiere estar contigo fabrica tiempo, Bianca.
Las palabras de Kill hacen eco en mi mente y mi estómago
se estruja porque sé que tiene razón.
Pero mi vida no es una comedia romántica, no busco a mi
gran amor, busco que mi madre se silencie.
Hoy por la mañana me llamó y así fue la conversación:

e dijo la señora Davis que hoy habíais quedado, ¡qué emoción!


—Sí, vamos a ir a China town a comer sushi.
—Cuidado con el arroz, ya sabes que tiene
—M demasiados carbohidratos, ¿ya elegiste qué te vas a
poner?
—Sí, un vaquero y…
—¿Nunca una falda, Bianca? Cuando eras pequeña no te
cansabas de usarlas…
—Cuando tenía diez años mamá… —Luego me crecieron los
muslos y me daba vergüenza mostrarlos.
—¡Oh! Aquí viene tu padre, te lo paso…
—¡Hola Pecas! —Así es como me llama.
Sonrío al escuchar la voz de mi padre, siempre dulce y
alegre conmigo.
—¡Hola papá!, ¿cómo estás?
—Ahora que te escucho, mejor, vine a almorzar a casa, pero
ya vuelvo al taller, ¿escuché que vas a comer sushi?
—Sí —digo pesadamente—, tengo una cita…
—Bueno, pásalo genial y recuerda tus propios consejos, no
termines con cualquier imbécil por…
—¡Riley! —escucho a mi madre gritar de fondo.
Los dos nos reímos.
—Ya escuchaste a la jefa, pero… —susurra— hazme caso.
—¡Lo haré!

—N o puedo dejar de grabar el podcast, Liam. —Apoyo


mis manos sobre la mesa con cuidado, mi madre
siempre dice que una mujer debe tener
movimientos suaves.
—Podrías traer todo lo que necesitas contigo, grabar en la
habitación del hotel.
—No lo sé, los viernes tengo que hacer transmisión en vivo,
se lo prometí a los patrocinadores, realmente es un mal
momento para que yo viaje.
Liam apoya los palillos sobre la mesa con más fuerza de la
normal, de su garganta sale un sonido que parece un gruñido.
—No está funcionando esto Bianca —dice—, yo quiero
pasar tiempo contigo, pero tú nunca…
—¿Perdón? —interrumpo— Porque no puedo viajar al otro
extremo del país, ¿quieres terminar todo?
—No —suspira—, no quiero, pero no veo otra solución.
Mis alarmas se encienden.
Houston tenemos un problema.
Tomo aire y trato de rescatar esa emergencia.
—Mira Liam, los dos estamos muy ocupados, esta es la
realidad de muchas parejas de nuestra edad, lo importante es
intentar buscar estos momentos donde podamos pasar tiempo
juntos.
Liam asiente y estira una mano sobre la mesa, buscando la
mía. Yo aprecio el gesto, pero tengo que obligarme a estirar mi
brazo para darle acceso a mí, aunque cada molécula de mi
cuerpo me pida retraerme.
—Tienes razón, lo siento.
Ufff.
—Está bien, es normal ponerse a la defensiva.
Creo.
—Prometo llamarte todos los días, hasta podríamos hacer
videollamadas.
—Me encantaría. —Sonrío tensamente.
La siguiente parada es un paseo por el Muelle 39. Uno de
los muelles más hermosos que tenemos en la ciudad, es más
un paseo que un muelle per se, donde hay comercios de todo
tipo, desde locales donde puedes elegir tu propia perla de una
almeja, hasta puestos de helado y hot dogs.
Es un lugar meramente turístico y sí, he venido aquí
muchas veces, pero yo no soy como esas personas que odian a
los turistas y huyen de cualquier punto turístico de la ciudad.
Mi filosofía es que, si el lugar es famoso, por algo es y me
encanta estar aquí.
Liam compra unos helados y vamos disfrutándolos a medida
que charlamos sobre la vida. Sé que Liam está diciendo algo
relacionado a un acontecimiento de su infancia, pero yo no
puedo olvidar el recuerdo de Kill evitando la mirada porque yo
estaba lamiendo un helado con mucho entusiasmo.
—¿De qué te ríes? —pregunta Liam con una sonrisa
curiosa.
¡Mierda!
—No me reía —miento—, sonreía al imaginarte siendo un
niño.
Él asiente, orgulloso de mi reacción y sigue relatando.
Tengo que dejar de pensar en Killian cada vez que estoy
con Liam. Él es el prospecto que busco, la salvación antes de
que mi madre me vuelva completamente loca.
Me encuentro lamiendo el helado con más confianza, si a
Kill que es un adonis le resultó erótico, quizás ocurra también
con Liam. Así que deslizo mi lengua por el helado como si
fuese una actriz porno profesional, al principio no lo miro
mucho pero eventualmente busco su mirada, esperando
encontrar el mismo instinto primitivo que Kill.
Nada.
Liam mira su móvil con mucha atención, nuestros pasos son
lentos hasta que llegamos al final del muelle y nos relajamos
en la barandilla que nos separa del agua.
Cuando termina con el móvil, levanta la mirada y
rápidamente lamo de vuelta.
—Lo siento, temas de trabajo. —Su mirada pasa de largo y
se concentra en el mar.
—¿No era tu día libre?
Liam resopla.
—Los CEOs no tenemos días libres, Bianca —dice—. ¿Falta
mucho para que te termines el helado? Tengo muchas ganas
de besarte.
Mi desilusión aparece y desaparece. Es muy confuso, Liam
quita y da en la misma frase y no estoy segura de cuánto me
gusta o me disgusta esto.
De todas maneras, sonrío y tiro el helado en la papelera
más cercana.
Liam replica mi sonrisa y en cuanto me acerco entierra su
boca en la mía y nos besamos frente al océano Pacifico.
L
os viernes a las siete de la tarde, hora local, tengo mi prime
sesión en vivo con los seguidores. La idea principal es leer
las preguntas o situaciones que los oyentes envían y yo los
guío. Esto altera cada fibra de mi cuerpo, porque no
puedo equivocarme, editar y pretender que soy perfecta…
Dubitar no es una opción. Pero también sé que puede ser
divertido y soy una de esas pocas personas que disfruta de su
trabajo, ayudo a muchos haciendo esto, sin mencionar que
estoy en la comodidad de mi casa, con el silencio de la noche
en San Francisco, las cortinas cerradas para que nada me
distraiga de la calle y mi vaso lleno hasta arriba con Coca-Cola
light a mi lado.
—¡Buenas noches comunidad! Os habla vuestra amiga,
Bianca B y hoy os traigo algo distinto, muchos sabéis por mis
redes sociales de lo que se trata, hoy tendremos una sesión de
consejos y preguntas ¡en vivo! —Mi tono es calmado, mi voz
suena un poco más grave de lo que suelo tener y modulo con
mucho detenimiento—. Por lo que pude espiar en mi casilla de
correo electrónico, tengo muchas y poco tiempo para
contestar todas, así que, sin dar más vueltas, comencemos.
» La primera pregunta viene de Antón y dice: Bianca, mi
novia pierde cada día más interés en mí y no sé qué hacer. —
Posiciono mi boca cerca del micrófono para comenzar a hacer
lo que mejor se me da—. Antón, esto es normal y que la
ansiedad no te carcoma, habla con ella, dile lo que sientes y tu
percepción sobre lo que está pasando, quizás ella esté
teniendo otro problema y no sabe cómo decírtelo, no asumas
que, porque esté distraída, significa que está aburrida de ti.
Muevo el mouse sobre el escritorio para abrir el siguiente
correo.
—Vero pregunta: ¡Hola Bianca! Mi novio (ahora prometido)
me pidió matrimonio hace dos años, pero no quiere concretar
fecha, ¿qué tengo que hacer para que por fin decidamos
casarnos? —Carraspeo un poco—. Vero, si ya pasaron dos años
hija mía, déjame decirte que esto no pinta nada bien, no estoy
diciendo que no quiera casarse, pero hay algo que lo está
frenando definitivamente, siéntate a hablar con él y si no
quiere hablar, entonces es el momento del ultimátum.
Busco unos papeles sobre el escritorio y empiezo a hablar
de los patrocinadores. Odio tener que hacer publicidad, pero
es lo que me da de comer.
—Siguiente correo, Ross dice: Mi novio últimamente sale de
fiesta todos los fines de semana con su grupo de amigos,
nunca me invita y estoy empezando a sospechar que hay un
tercero en nuestra relación, ¿quizás seguirlo para saber qué
ocurre sea una buena opción? —Aquí es cuando tengo que ser
muy cuidadosa con el consejo—. Uy Ross, esto no pinta nada
bien, pero hagas lo que hagas, no lo sigas, eso no está bien
amigo mío, hay que respetar la privacidad de la gente, no
importa cuán inquietos estemos, déjame decirte qué haría yo,
planearía una cena el sábado noche y lo invitaría a cenar
conmigo, entonces durante la cena plantéale tus dudas,
pregúntale sin dar vueltas si hay alguien más, luego cuéntame
qué dijo, voy a estar esperando tu mensaje.
» K.W pregunta: me interesa alguien que no me
corresponde o al menos no lo demuestra mucho, somos amigos
y nos llevamos muy bien, pero no sé cómo hacer para dar el
primer paso. Ay K.W qué difícil… —digo pensando bien la
situación—. Las amistades se vuelven frágiles cuando se
involucran nuevos sentimientos. Yo lo pensaría bien, analizaría
sus respuestas, intenta flirtear de vez en cuando, fíjate cómo
responde, si se pone a la defensiva, detente allí mismo, pero si
te sigue el juego o quizás se ponga colorada, solo ahí puede
que tengas una oportunidad amigo mío, mucha suerte.
Una hora y media de maratón de consejos (así lo llamo en
las redes sociales) y cuando finalmente leo el ultimo correo,
me despido de la audiencia y me recuesto en la cama,
totalmente agotada.
Los mensajes de mi productor son positivos, diciendo que
me escucharon al menos cuarenta mil personas en esa hora y
media y que los patrocinadores están muy satisfechos.
Suspiro mirando al techo y cuando me canso de perderme
dentro de mi mente, cojo el móvil y me reconecto con el
mundo otra vez.
<<Mamá: Hija, te mando este link, es una dieta nueva,
parece que es muy efectiva.>>
Gracias mamá.
<<Papá: Escuché la sesión en vivo, cada día más suelta
hija, felicidades.>>
Sonrío ante las palabras de mi padre, él siempre es tan
dulce conmigo, le respondo un agradecimiento y sigo.
<<Liam: Subiendo al avión, me hubiese gustado que
estuvieses aquí.>>
Ahg…
Me encuentro suspirando pesadamente y en vez de sentir
mariposas en mi estómago siento ladrillos hundiéndome en la
cama. Respondo con corazones y le digo que yo también lo voy
a extrañar, aunque no esté muy convencida de ello.
El último mensaje es de Killian.

<<Killian, El Semental: Tengo en mis manos la última peli de


Nicholas Spark, ¿quieres verla?>>

¿Así que ésta es la bandera en son de paz que Killian quiere


darme? Bueno, la acepto.
<<Bianca: Pensé que no salía hasta dentro de un mes.>>

<<Killian, El Semental: Tengo recursos.>>

<<Bianca: ¿En tu cine?>>

<<Killian, El Semental: Donde tú quieras.>>

<<Bianca: ¿Cuándo?>>

<<Killian, El Semental: Paso a por ti en diez minutos, sigo en


la oficina.>>

Miro la hora, son casi las nueve de la noche.


<<Bianca: ???>>

<<Killian, El Semental: C'est la vie, te veo en un ratito.>>


<<Killian, El Semental: Por cierto, ponte algo cómodo.>>

Me río. Qué requerimiento más raro.


<<Bianca: ¿Qué es algo cómodo?>>

<<Killian, El Semental: No lo sé, lo que sea que tengas, ¿un


pijama?>>

Repaso mi cuerpo y aprecio el juego de pijama que compré


hace unos meses en una página de internet que no conocía,
decían que eran frescos, cómodos y bonitos y fui a por ellos.
Este tiene un estampado de ositos y lo elegí sólo porque me
recordaba a la bandera de California. Es decente y no es una
de esas camisetas gigantes con agujeros que uso para dormir,
suficiente para mí.
Espero a Killian abajo con una cazadora que me llega a las
rodillas, zapatillas y mi pijama debajo. Mi cabello está
recogido sin demasiado esmero y mi rostro no tiene una gota
de maquillaje.
El Tesla aparece segundos después y se detiene
silenciosamente en la puerta. Cuando me deslizo en los
asientos de cuero, mi amigo me mira con curiosidad.
—¿Qué? —pregunto a la defensiva.
—Nada… ¿Lista?
Antes de asentir, Killian ya está conduciendo por la ciudad.
Pensé que el silencio iba a ser incómodo, ninguno de los
dos rompe el hielo tras nuestra pelea, que a estas alturas no
estoy segura de que la recuerde. Pero yo sí y mi única
respuesta fue pretender que nunca había ocurrido.
Cobarde.
—¿Qué hacías trabajando hasta tan tarde?
Killian gira en Market y se posiciona para subir a la
autopista 80, la que desemboca en el puente San Francisco-
Oakland.
—Hay días de poco trabajo y hay días de trabajo arduo, hoy
es uno de esos días —me mira de soslayo—, ¿tú?, ¿qué hacías?
—Hace un rato terminé con las sesiones en vivo —digo con
entusiasmo—, ha sido la primera vez y creo que salió todo
bien, aunque mi cerebro terminó frito, así que ver una peli
romántica es exactamente lo que necesito.
Killian asiente lentamente, música electrónica tranquila y
melódica suena de fondo.
—Bueno, me alegra poder colaborar.
Guau, sí que está tenso Killian, parece que alguien apagó
su energía y ese lado salvaje con una mueca fija. Quizás
abordar el tema no sé si es lo correcto ahora mismo, así que
me dedico a mirar el paisaje oscuro del mar nocturno que se
ve cuando atravesamos el puente.
Cuando llegamos a la mansión del señor Darcy, Killian
entra por el garaje, un rincón de la casa que no había
explorado nunca y cuando digo rincón, me refiero a un garaje
para cuatro coches y tres motos.
El suelo está impecable y brilla como si fuese nuevo y las
luces blancas iluminan todo como si fuese una exhibición en
un museo.
—¿Tienes cuatro coches y conduces siempre el mismo? —
pregunto señalando los otros dos Teslas y un Porche.
—No ignores las motos —dice burlándose de sí mismo—,
fueron una gran inversión.
Hacia la izquierda puedo ver dos Harley Davidson y una
Yamaha.
Me río, pero con indignación.
Killian señala hacia donde está la puerta de salida y lo sigo,
no sin dejar de observar todo este lugar, que parece ser un
taller súper exclusivo para millonarios como él.
Si Killian está forrado, entonces, ¿por qué está aquí? A
punto de ver una peli romántica con alguien tan…tan básica
como yo…
Sin voltear y sin detener su caminar dice sobre su hombro:
—Lo que sea que estés sobreanalizando ahora, detente, no
vale la pena.
¿Cómo lo supo?
Hace una parada en la cocina y comienza a colocar sobre
una bandeja refrescos, caramelos de goma, chocolates y
palomitas. Yo lo miro acodada sobre la isla con una sonrisa,
claramente Killian no sabe medir cantidades, somos dos por el
amor de Dios.
—¿Cuántas personas van a ver la película? —indago, ahora
yo llevo la mueca burlona.
Killian eleva la mirada, sus ojos verdes enmarcados por
cejas oscuras y gruesas me miran como diciendo “¿Segura
quieres jugar a este juego?”, luego sonríe y responde:
—Tengo hambre y ganas de comer comida poco saludable,
¿te unes a mi club?
Asiento con una sonrisa ancha y agrega:
—Tú llevas esto al cine, yo voy a cambiarme. —Desliza la
bandeja sobre el mármol de la isla y cuando la rodea me mira
de arriba abajo—. Déjame ver tu pijama, Red.
Ay…
No sé si es el tono o la orden, pero un calor corre por el
centro de mi cuerpo como un rayo enviado por el mismísimo
Zeus.
¿Qué me ocurre?
La cazadora termina en mis manos y Killian le echa un
vistazo a mi atuendo.
—Adorable —ronronea dándome un guiño y luego
desaparece por las escaleras.
Uf, madre mía.
La sala de cine es mucho más grande de lo que la
recordaba. Los asientos te abrazan como lo haría el muñeco
Michelin y son lo suficientemente grandes para albergar a dos
personas por sillón. Así que estoy desparramada sobre uno y
juego con los M&M arrojándolos en mi boca con aburrimiento
mientras espero que vuelva.
—Yo también quiero —dice sobre mi oído y me sobresalto lo
suficiente como para desparramar los M&M por el suelo.
Claro, la alfombra ocultó todo el sonido de sus pies.
Killian se ríe y me pide perdón al mismo tiempo.
—Yo debería pedirte perdón, ensucié todo. —Me tiro al
suelo y comienzo a juntar todos los pedazos de chocolate.
—Odio decir esto, créeme, no me reconozco, pero deja de
estar a cuatro patas y siéntate en el maldito sillón. —Se deja
caer donde estaba sentada dejando un estrecho lugar para mí,
así que me siento en el siguiente—. Red…
—¿Qué?
—Ven aquí, no muerdo.
Eso creo.
Todo mi lado izquierdo está en contacto con todo su lado
derecho. Killian emana calor, ¿o soy yo? No importa, estamos
apretados y es sumamente innecesario, tenemos una sala
entera para los dos.
Killian, el semental, tiene puesto un pantalón de chándal
gris (sí, se le marca el paquete) con una camiseta estirada y
vieja, probablemente su preferida para dormir, solo tiene
calcetines en los pies y los apoya en un pequeño puff que
tenemos delante.
La película comienza y la experiencia no es en absoluto la
que tenía en mente. Estoy demasiado tensa, no puedo comer
un solo bocado de nada y apenas estoy siguiendo la trama de
la historia.
Killian abre un nuevo paquete de M&M y tira un puñado
sobre su boca, cuando me los ofrece selecciono con mucho
cuidado el color. Él arquea una ceja, demandando explicación.
Así que susurro:
—Cuando era niña pensaba que los de chocolate no tenían
colorante —me río—. Me quedó la manía de comer solo esos.
Killian me observa detenidamente con sus ojos verdes
poblados de pestañas y unas cejas gruesas que los enmarcan a
la perfección. Entonces vierte todo el contenido del paquete
en su mano y aleja los marrones, luego los deja en mi palma y
me regala una sonrisa cálida.
Ese gesto, ese detalle hace que mis tripas se retuerzan de
golpe y mis ojos observan mi mano llena de M&M marrones
con detenimiento.
Killian tiene la boca llena, pero me sonríe inocentemente
mientras yo… Mientras yo estoy teniendo pensamientos que
no debería tener y como si me leyera, como si percibiera mi
cambio de energía, su sonrisa se desvanece.
—Siento mucho lo que dije el otro día, no es lo que pienso,
nunca creí que eras una hipócrita.
—Y yo lamento haber asumido cosas porque sí.
Killian pone su gran mano abierta entre el estrecho espacio
entre los dos para estrecharla conmigo y espera por mí. Lo
hago, pero esta vez mi germofobia no explota con adrenalina
en mí, esta vez hay una sensación nueva.
Una brillante y única.
Trago saliva con dificultad.
En ese preciso momento algo importante ocurre en la
película y los dos desviamos la mirada a la gran pantalla, pero
Killian en vez de soltar mi mano, la sujeta con fuerza hasta que
descansamos nuestras manos unidas sobre las piernas.
El rayo de Zeus vuelve a hacer estragos y siento todos mis
músculos ardiendo y tensionados.
No puedes hacer esto cuerpo, él no es Liam, no caigas en la
cara bonita.
Pero ¿Killian es solo eso? ¿Una cara bonita? ¿Acaso su
personalidad es nula? No, es exactamente lo contrario. Killian
es cariñoso y considerado con todos, es espontáneo y gracioso
y… y… mi amigo.
Joder.
Sin despegar los ojos de la pantalla, susurra:
—¿Es raro que estemos de la mano?
Levanto mis hombros intentando soltar toda la rigidez de
mi cuerpo.
—Es raro si lo haces raro.
Su cuello gira para estar a centímetros de mí.
—Me gusta, tienes la piel suave.
Su rostro se ilumina con destellos blancos y grises gracias a
las imágenes que transcurren en la pantalla, eso no quita que
no pueda leer algo pesado y penetrante bañando sus ojos, algo
que no puedo manejar sin tropezar con mis propios
pensamientos.
¿Qué está queriendo decir? ¿Qué está haciendo?
Alerta roja, alerta roja.
—Eso es porque no hago nada —respondo con una media
sonrisa y él suelta una carcajada genuina.
A estas alturas los dos sabemos que no tenemos idea de lo
que ocurre en la película, pero sí tenemos una idea de lo que
ocurre entre los dos.
Una trama completamente diferente a la que teníamos
planeada.
CAPÍTULO VEINTE
KILLIAN

E staba en la oficina cuando (esto sonará como un


acertijo, lo advierto) Hice algo que no tenía idea que
quería hacer, hasta que lo hice y lo hice bien. Sonreí
maliciosamente y con victoria con el resultado, porque supe
en ese momento que algo iba a cambiar en mi vida.
Los primeros pasos de un camino que estoy dispuesto a
transitar. Donde tiro todo por la borda.
Gracias a una conversación que tuve con Oliver el
miércoles:
—Dice Cala que algo debe ocurrirte porque ya no subes
fotos todos los días —mi hermano el vaquero preguntó sin
demasiado interés— ¿Tiene razón?
—Tu mujer tiene mucho tiempo libre… —gruñí mientras
entraba a mi casa silenciosa y gigante.
—Ojalá —respondió con un tono resentido—,
últimamente tiempo es lo último que tiene.
—¿Problemas en el paraíso, hermano?
—No lo entenderías…
—Prueba.
—No, retomemos esta conversación cuando tengas una
compañera, alguien quien absorba toda tu atención cuando
entra a casa o alguien a quien extrañes, aunque pases tan
solo unas horas separados, en fin, ¿qué te ocurre?
Las palabras de Oliver hicieron eco en mi mente y por
un momento casi dije que sí tengo alguien así en mi vida,
alguien con la que quiero pasar tiempo y extraño durante la
semana, alguien con quien invento excusas con tal de
verla… Maldición.
— Exactamente eso…
—¿Qué? Kill hablas sin sentido.
—Tengo alguien así… solo que no lo había notado
antes… —Me detuve frente a un espejo y vi mi rostro.
Estúpido.
Confundido.
¿Enamorado?
—Espera, ¿qué? Maldita sea Cala, ¡siempre tiene razón!
¡Quién es! ¡Cuéntamelo todo!
Sonreí con exaltación, con miedo, en vez de malicia,
sonreí con un nudo en el maldito estómago por ella…
Tres días transcurrieron desde esa conversación, por
supuesto terminé la llamada abruptamente porque esta
realización trajo ataques de pánico, risas sin sentido, un
atracón de un pollo entero, tres horas de gimnasio y una
siesta en la tumbona.
Bianca me tiene en la palma de su pequeña mano. Sí, lo
admito, esa pelirroja de un metro cincuenta tiene más
poder sobre mí que Property Group entero. No tiene
sentido que siga pretendiendo que somos amigos o que no
fantaseo con su piel cuando estoy solo en mi cama o que
sueño en eliminar a Liam de su vida para siempre.
Ah, pero los dioses me escucharon, no lo eliminé, pero
me enteré por su secretaria que tenía un viaje de negocios
de dos semanas. El contrato tarda en concretarse justo ese
tiempo, mis abogados están trabajando sin parar y en solo
dos semanas voy a sentar en mi oficina a ese gnomo de
jardín y obligarlo a firmar para liberarme de esta tortura.
Porque eso es lo que es, una tortura.
No estoy acostumbrado a esto, ¡estoy indignado! Las
mujeres normalmente se tiran a mis pies con tal de
tenerme, demonios, antes de Bianca solía disfrutar de ello,
pero cambios se acercan por el horizonte y si me pongo
poeta es porque estoy hecho un idiota por ella.
No me importa lo que dice Valentino, la consejera de
San Francisco está a punto de ser tomada, consumida por
el soltero más codiciado de la ciudad y nadie podrá
detenerlo.
El plan está en marcha y va rápido. Escribí a la casilla
de correo de LoveCast pretendiendo ser K.W y ella
respondió. Literalmente me dio el manual para conquistarla
y eso que no terminé.
Por eso me quedé hasta tan tarde en la oficina, quería
escuchar su respuesta, conocer qué (según ella) debería
hacer para salir de la friendzone y pegar el zarpazo. Y vaya
si lo estoy pegando, apretados en un sillón, a oscuras y sin
mirar una película que pretendí querer ver solo para pasar
tiempo con ella.
YO, Killian Walker caminando alrededor de una mujer
como si fuese un campo de minas con tal de tenerla.
Patético.
Mis hermanos se echarían unas buenas risas si lo
supieran, si se enteraran que alguien me tiene así.
Y sí, ¿pueden culparme? Después de tres matrimonios y
tres sobrinos, estaba claro que iba a desear eso, siempre lo
deseé, sólo que… siempre creí que los cuatro
terminaríamos consumidos por mi padre, lidiando con el
estrés y viviendo una vida frívola de fortunas sin compartir.
Silas fue el primero en demostrarme que no tenía que
ser así necesariamente, Luca fue el que me liberó de las
presiones de nuestro padre y Oliver fue el que le dio el lazo
final a la familia, mostrándome que la familia se construye,
no se hereda o al menos eso hizo él con Cala y Astor, su
círculo de fuerza. Ellos, mis hermanos, son felices con sus
mujeres y sus hijos, viven en paz, realizados y no solo eso,
me hacen partícipe de todo, me extendieron ese núcleo que
formaron y me mostraron que yo también puedo tener una
vida así si lo quisiera.
Solo que nunca apareció alguien en mi vida con quien
me apeteciera tener todo eso.
Hasta Bianca.

—H ablando de hacer cosas—digo casualmente a


Bianca—, mañana quiero ir a Carmel a sacar
unas fotos, estás invitada si no tienes nada que
hacer.
Carmel-By-The-Sea es una ciudad playera en la
península de Monterrey, una ciudad que parece sacada de
un cuento de hadas, medieval por momentos, europea
moderna por otros, fui solo una vez cuando acababa de
mudarme a esta ciudad y solo tengo recuerdos bonitos de
ese lugar.
Bianca parece dudar si aceptar mi propuesta, parece
sentir que algo está cambiando entre los dos y no estoy
seguro de querer presionar mucho, pero mi boca sigue
hablando sin control.
—Bajo ninguna circunstancia pienses que estás obligada
a venir, solo pensé que sería divertido. Hace mucho que no
subo contenido relacionado con el turismo y por supuesto,
fotos mías con un poco más de producción.
Una media sonrisa aparece en mi rostro y levanto mis
cejas insinuando algo más, ella siempre sonríe cuando
pretendo ser un engreído, un narcisista, pero esta vez,
Bianca se mantiene seria.
—¿Quién más va?
—Mi cámara, yo y mis preciosos ojos verdes —respondo
pestañeando rápidamente.
Ella parece más tensa que antes. Suelto su mano y me
acomodo dándole un poco de espacio, quizás la esté
asfixiando con todo mi plan.
—Podríamos ir temprano y después de recorrer la
ciudad ir a la playa, aunque el agua es difícil de soportar,
siempre está fría.
Para de hablar maldita sea.
—¿Playa? —pregunta ella, sus ojos se vuelven inquietos.
Cierto, es Bianca.
—Sin bañadores, no te preocupes —agrego presionando
mi dedo índice en su adorable nariz llena de pecas.
—Está bien —asiente—. Pero, ¿cómo de temprano? —
Mira su reloj FitBit que marcan las nueve y media—.
Tendría que ir a casa para dormir algo.
Pretendo pensar la respuesta seriamente.
—Bueno, entre que termine la película —digo señalando
la pantalla con una película completamente ignorada, mi
tono lento y molesto— y cenemos algo porque no sé tú,
pero estos chocolates no me llenan ni la muela del juicio y
sí, todavía las tengo y charlemos sobre algún tema largo y
tedioso como hacemos siempre y que tendría que llevarte a
tu casa, no sé si vale la pena volver.
—Killian, me obligaste a venir en pijama, ¿recuerdas? —
Agarra su ropa y tira de ella para que la vea.
—Vamos mañana temprano a tu piso.
—No me voy a quedar a dormir.
—¿Por qué no? —digo como si no estuviera nervioso—.
Tengo muchas habitaciones de invitados ¿y de dónde viene
este rechazo a mi casa?, ¿tienes miedo que me meta en tu
cama por la noche?
Roja.
Bianca se pone tan roja como su cabello y celebro por
dentro porque mi plan funciona. Gracias a ella.
Yo exploto en una carcajada aliviada y triunfante. Ella
me empuja con furia y seguramente un poco de humillación
porque debe sentir sus mejillas hirviendo, no hay forma que
no las sienta, es más, creo que es un riesgo que estemos
rodeados de cortinas, el peligro de incendio es real.
Cuando los músculos de mi boca comienzan a doler de
tanta risa, me tranquilizo.
—No te preocupes Red —digo seriamente—, el día que
me meta en tu cama será porque me lo pidas de rodillas.
Guiño un ojo y la ignoro por el resto de la película.

P ara el momento que aparecen los créditos, ninguno de


los dos tiene idea de qué ocurrió en la película, así que
Bianca tiene la extraordinaria idea de googlear la
trama.
Ella tiene los pies descalzos sobre el sillón con las dos
rodillas arriba y yo apoyo mi cabeza en su hombro para ver
en la pantalla los resultados.
—Era la amiga, no la hermana —dice leyendo para mí—,
ahora tiene más sentido que antes.
—Ya me parecía raro —digo—, definitivamente tenemos
que verla otra vez.
—Eso creo.
Abandono su hombro para estirar mi mano.
—Vamos, tengo que alimentarte.
Rosa dejó algo de comida en el refrigerador, pero me
entretiene más la idea de pedir. Bianca elige comida
tailandesa y mientras esperamos a que llegue, nos
sentamos en las tumbonas a respirar el aire fresco de
Oakland Hills.
Las luces de la piscina iluminan el jardín lo suficiente
para poder ver el reflejo de las ondas del agua sobre los
árboles y el rostro de Bianca, pareciera que la noche le
sienta bien y la hace más hermosa.
Maldición.
Estoy perdido, absolutamente perdido por esta mujer,
pareciera que caigo por un precipicio que no tiene fin y el
sentimiento es refrescante.
Tuve enamoramientos, tuve mujeres que entraron y
salieron de mi cama incontables veces, pero nunca tuve
una visión de futuro con ninguna de ellas. Nunca me vi
riendo con alguien en nuestros años de vejez, ni tuve una
amistad con ninguna de ellas.
Con Bianca empezó al revés, la amistad se fundió rápido
y no me dio tiempo a darme cuenta cuánto la deseaba y
aunque me cueste hacerle entender que muero por deslizar
mi lengua en su piel cremosa, sé que eventualmente va a
comprenderlo.
Sé que voy a experimentar lo que es tenerla entre mis
brazos.
—¿Cómo son tus padres? —pregunto con mis dos manos
sobre el estómago, mi cabeza inclinada hacia ella.
Bianca toma aire antes de empezar.
—Mi padre tiene un taller mecánico en Boston, es buen
padre, siempre escucha mis episodios, excepto los que
hablo de sexo —aclara con una media sonrisa—, dice que
no quiere saber de dónde saqué todo ese conocimiento —se
ríe y yo con ella—. Mi madre es ama de casa —no hay
sonrisas ni información extra sobre ella—, ¿los tuyos?
—Mis padres son… —miro las estrellas, buscando
palabras para describirlos—, complicados, nuestra relación
es complicada, si les preguntas a mis hermanos, no existe
relación alguna.
—Lo lamento mucho —dice ella, puedo sentir sus ojos en
mí.
Levanto mis hombros despreocupadamente.
—Es lo que es y como dice mi hermano Silas, es mejor
aceptar que ellos solo nos dieron la vida y que ahora
tenemos que seguir adelante y crear nuestra propia familia.
—Bianca me mira con curiosidad—. No fueron los mejores
padres del mundo, especialmente con mis hermanos, yo
creí que haciendo la vista gorda estaba haciendo bien, pero
después de Oliver…
—¿Oliver?
—Uno de mis hermanos, soy el más pequeño y sí, la
teoría dice que soy el peor y es verdad, no hace falta que
preguntes —digo señalándome con el pulgar—. Tengo tres
hermanos, Silas, Luca y Oliver.
—¿Y qué ocurrió con Oliver?
No tendría que estar hablando de él, no es mi historia
para contar…
—El día que lo conozcas puedes preguntarle, yo solo
puedo decir que no fui tan valiente como mis hermanos y
que a pesar de saber las cosas terribles que hicieron yo
solo… —¿Qué estoy haciendo? Mi plan es conquistarla no
asustarla—. Lo siento, no quiero arruinar nuestra noche.
—No, dime, no la arruinarías… —insiste ella, interesada
en mí y mi vida privada como nadie más se interesó.
—Mis padres demostraron una y otra vez que son
personas nefastas. Nos hirieron física y mentalmente a los
cuatro reiteradas veces al punto donde ya no debería haber
retorno. Mis hermanos lograron salir de ese estado mental,
ese estado donde alguien te lastima y tú sigues poniendo
excusas por ellos. Yo en cambio no pude salir de allí y solo
alguien que es un traicionero es capaz de ignorar estos
hechos.
—Kill… —susurra—, no entiendo, ¿qué estás diciendo?
—A pesar de que mis padres lastimaron a mis hermanos,
yo seguí apoyándolos, seguí arrastrándome por solo un
poco de cariño, por impresionarlos a toda costa. Pero,
¿sabes qué es lo más patético de todo esto? Ellos siguen
siendo personas horribles, entonces me di cuenta que no
debería gastar mis energías en querer ser el hijo perfecto,
porque ellos ya tenían hijos perfectos, casados, con familia
y teniendo una vida llena de éxitos y si a ellos los seguían
tratando horrible, entonces, ¿qué quedaba para mí?
Bianca estira su mano y la deja apoyada sobre mi pierna,
solo esa demostración de cariño me rompe por dentro,
porque si ella, que me está conociendo, puede darme esa
cantidad de cariño, entonces ¿cuál es la excusa de mis
padres?
—Mi madre tiene una forma muy particular de
demostrar cariño —confiesa—, yo sé que lo hace desde la
ignorancia, pero ella fomenta todos los días mi problema
con mi imagen, con esa fobia de verme al espejo desnuda o
que cualquier persona más lo haga. Ella solo le da valor a
los estándares de belleza que yo no poseo, ya sabes, cuerpo
esbelto, cabello liso, piel perfecta. En cambio, me tuvo a
mí, que soy bajita y mi cabello a veces juro que tiene mente
propia y no puedo controlar quién soy o que una porción de
pizza sea mucho más tentadora que una ensalada. Yo sé
que ella representa una mentalidad antigua, pero a veces
me encuentro queriendo llegar a esos estándares sólo para
complacerla, para que al menos una vez diga, qué orgullosa
estoy de mi hija.
—Ella tiene mil razones para estar orgullosa de ti —
interrumpo al no contener la rabia. Los padres pueden ser
dañinos y odio eso, porque nunca le haría algo así a un hijo
mío.
—Sí, pero para ella esas razones no son suficientes, ella
quiere ser ama de casa trofeo, casada con un magnate, sin
hacer nada en la vida más que verse bonita.
Resoplo, totalmente asqueado.
—Lo que intento decirte es que es normal querer
complacer a nuestros padres, a pesar de que ellos no sean
justos con nosotros, no te sientas traicionero. Al menos tú
abriste los ojos y te diste cuenta que es mejor verter todo
ese cariño en tus hermanos y sobrinos que derrocharlo en
personas que nunca van a sentirse completas.
Apoyo mi mano sobre la de ella y con mi pulgar acaricio
su piel. Intento ahogar lo que siento en el pecho, pero está
a punto de explotar en cualquier minuto.
Entonces digo:
—El día que nos casemos, tu madre va a sentirse
orgullosa. —Mi sonrisa maliciosa vuelve en mí.
Bianca responde maldiciones murmuradas mientras
vuelve al interior de la casa, pero yo vi el color de sus
mejillas, yo sé lo que está pasando dentro de su mente.

L os tuppers de comida tailandesa están desparramados


sobre la mesa de café en la sala, yo tengo una botella
pequeña de cerveza en la mano y Bianca tiene la suya
sobre el posavasos.
La escucho con atención y qué suerte que no hay nadie
más en la casa, si no se reirían de mi mirada extasiada, mi
risa desmedida cuando es graciosa y la tensión en mis
hombros cuando hace un movimiento muy particular con
los labios que le envía electricidad a mi entrepierna.
Ella con su pijama, un poco borracha ya que es su
segunda botella (qué poco aguante) y una calma que pocas
veces vi. Ya no acomoda su pijama en la zona del estómago
compulsivamente, ni alisa su cabello con sus manos, lo
tiene recogido y algunos rizos salen hacia afuera como
rayos. Es solo Bianca, sin preocupaciones, sin ocultarse en
tres tallas más grandes que ella o el maquillaje que usa
para camuflar esas pecas.
Yo estoy igual de cómodo, tirado sobre el sillón, con mi
trasero casi en el borde del asiento, tanto que mi camiseta
está un poco levantada sobre el estómago y con la botella
en la mano podría simular ser un marido borracho en una
historia de terror, pero no soy idiota, veo la mirada de
Bianca deslizarse sobre la piel desnuda de mi estómago.
También sé que no tengo un gramo de grasa en el cuerpo y
lo único que estoy mostrando son músculos.
Sí, quizás la connotación del marido borracho no sea la
más acertada, pero tú me entiendes, estamos cómodos los
dos y espero que ella se percate de lo mismo.
Que sienta esta sinergia.
Funcionamos como las dos piezas restantes en una
máquina.
Su boca se abre y un bostezo la ataca tan rápido que
casi no llega a tapar su boca.
—Creo que es hora de ir a la cama, Red —ronroneo.
Eso la despierta.
—Voy a pedir un Uber.
Pongo los ojos en blanco y bufo con exasperación
mientras dejo la botella en la mesa de café y camino hacia
ella con mis pies descalzos. Sin una sola palabra de
advertencia, la cargo sobre mis hombros.
Ella patalea entre pánico y risas pidiendo que la baje.
—No.
Llego a las escaleras y ella parece moverse con más
violencia.
—¡Killian!, ¡bájame ya mismo!
Mi respuesta es una nalgada, que entra perfectamente y
sé que le deja picando el culo.
La habitación que elijo para ella es la más próxima a mi
habitación, la razón es simple, la quiero cerca y esta casa
es demasiado grande, inclusive para dos.
Abro la puerta de una patada y cuando llego a la cama
de matrimonio extragrande la arrojo como si fuese una
bolsa de patatas.
Mi sonrisa es triunfante y maliciosa.
Ella no se ríe más.
—¡Qué demonios Killian! —grita con los ojos cerrados,
parece que la sacudida activa el alcohol en sus venas.
Levanto mis hombros y guardo mis manos en los
bolsillos, ya que se sienten ansiosas de golpe.
—Duerme aquí esta noche, mañana salimos temprano,
haremos una paradita rápida en tu piso para que te
cambies y luego salimos a Carmel.
Deja caer su cuerpo sobre las almohadas mullidas, su
cabello la rodea ya que la coleta desapareció cuando la
cargaba sobre mis hombros y en menos de cinco segundos
escucho un pequeño ronquido.
—Ni siquiera te has metido en la cama, Bianca —
rezongo.
Intento moverla mientras abro la cama y murmura cosas
obscenas que me hacen reír. Una vez que logro taparla,
acaricio su cabello una vez. Ella se acomoda y puedo verla
hundirse en un sueño profundo.
Sonrío al verla tan cómoda y deposito un beso en su
frente antes de irme a mi habitación y darme una ducha
fría.
Muy fría.
CAPÍTULO VEINTIUNO
BIANCA

D etecto movimiento dentro de la habitación,


puntualmente en el techo. Las ondas movedizas
provienen del reflejo de la piscina de Killian.
Killian.
Estoy en la casa de Killian.
Tapo mi cara con una almohada y gimo al recordar
anoche, la cercanía de su cuerpo, su mano tatuada
sosteniendo la mía como si no fuese un asunto importante,
su cabeza apoyada tiernamente sobre mi hombro…
¡LA NALGADA!
—Dios mío… —susurro.
No entiendo qué hace, por qué lo hace…
Yo no soy una modelo de esas que vi en la fiesta que hizo
en este mismo lugar, no tengo la belleza que él tiene, ni la
cantidad de músculos, soy solo yo. Una chica promedio que
tiene que apuntar a hombres de su misma altura.
Hasta recuerdo una vez, un novio que tuve en el colegio
me dijo lo siguiente:
“Hay mujeres que pueden elegir y hay mujeres como tú
que tienen que esperar a ser elegidas.”
Esa frase me quedó marcada en la piel y nunca se me
borró. Por eso cuando Liam mostró interés en mí, pensé
que era mi momento de brillar, solo que siento que nuestra
relación (si es que se puede llamar así), no va a ningún
lado.
Pero Killian…
Killian es un corazón roto asegurado. Estoy segura que
enamorarse debe ser muy fácil, el problema es cuando todo
termina y la burbuja se rompe.
Dos golpecitos en la puerta.
—¿Red? —pregunta del otro lado—, ¿estas despierta?
Mi corazón se aprieta cuando escucho el tono suave y
considerado que usaría alguien que no quiere despertar a
su amigo de golpe.
—Sí —digo muy bajito, así que acomodo mi garganta y
repito—. Sí, Kill, pasa.
La puerta se abre y Killian entra haciendo malabares
entre una bandeja con comida y su móvil en la otra mano.
Cubro mi rostro con las dos manos, si tuviera más,
también las usaría.
—¿Qué haces? —digo arrastrando las palabras entre
risas, mi voz sigue dormida.
Killian se detiene en medio del camino entre la puerta y
la cama, como un venado iluminado por las luces de un
coche en medio de la noche.
—El desayuno, para ti, creí que tendrías hambre. ¿Hice
mal?
Por supuesto que no hizo mal, al contrario, y ese es el
problema.
—Déjame ayudarte. —Amago a levantarme de la cama.
—No, no, no señorita Bianca B. —Apura sus pasos hasta
dejar la bandeja sobre mis piernas.
Hay dos tazas de café humeantes y productos de
pastelería colocados en pequeños platos, todo está tan
perfecto y bonito que parece sacado de Instagram.
Eso me recuerda…
—¿Le sacaste una foto? —pregunto mirándolo de
soslayo.
—Por supuesto —responde seriamente mientras se tira
en el otro lado de la cama y levanta la taza de café—. Y ya
la subí también.
—¿No crees que la gente va a preguntar por qué tienes
dos tazas el sábado por la mañana?
Cuando termino de preguntar, Killian ya tiene algo en la
boca y mastica exageradamente, esta es su forma de
decirme que le importa una mierda. Suspiro, derrotada y
afronto la bandeja más dulce que vi en mi vida.
—Mi madre se volvería loca si se enterase que estoy
desayunando esto.
—Bueno, qué suerte que no está aquí entonces, porque
hasta que no comas algo, no nos vamos.
Son las seis de la mañana y como estamos en verano el
sol sale temprano y se desliza por los grandes ventanales
iluminando cada rincón. Se siente sereno y silencioso,
contrario al sonido de la ciudad que se filtra por mis
ventanas.
Después de un desayuno en la cama (sin sexo) Kill dice
que tiene que cargar uno de los coches con “cosas” que no
me especifica bien qué son, si se quiere hacer el misterioso,
que lo haga. Mientras yo observo las vistas desde al lado de
la piscina, las mansiones que me rodean y el viento tibio,
promesa de un día de mucho calor.
—Podría acostumbrarme a estas vistas —susurro
tomando el aire más puro que puedo conseguir en San
Francisco.
—Preparo la mudanza entonces —suelta desde atrás
Killian con una voz entusiasmada.
Yo lo miro con ojos entrecerrados, cualquier cosa con tal
de disimular el nudo en mi estómago.
—¿Terminaste de cargar todos tus instrumentos de
belleza? —pregunto con un tono burlón.
Killian se pone sus gafas de sol y con una sonrisita
responde:
—Solo te necesito a ti, Red.

D urante la primera hora de viaje con Kill charlamos y


reímos como si nuestra amistad fuera de toda la
vida. Todavía recuerdo cuando miraba su instagram
antes de conocerlo y creía que era el hombre más engreído
del planeta, bueno, quizás no estaba tan errada, Killian
sabe que parte la tierra que pisa, sabe que sus ojos verdes
son perfectos, que su mandíbula es bien definida y varonil,
que su cuerpo es esculpido, pero no al punto de parecer
uno de esos tipos del gimnasio que no paran de mirarse al
espejo, y que su sonrisa es amplia y hermosa e ilumina su
rostro.
Él sabe todo eso.
Yo también, me parece.
Esta vez decidió ir en el Porsche, dijo que hace mucho
que no lo usaba y que no necesitábamos demasiado espacio
dentro del coche. Se siente un poco comprimido, los coches
sport son así, pero estoy a gusto de todas maneras.
Observo sus brazos tatuados sosteniendo el volante, los
dibujos parecen no tener mucha coherencia entre sí, pero
son una sinfonía placentera a la vista.
—¿De dónde vienen los tatuajes?
Se los mira como si se hubiese olvidado de ellos y luego
vuelve a posar los ojos en la carretera.
—Ideas que van y vienen, experiencias…
recomendaciones de mi tatuador, esas cosas, por cierto,
está esperando que lo llames.
Resoplo.
—No tengo tanta personalidad como para llevar un
tatuaje
Miro por la ventana a los paisajes californianos que son
maravillosos. Las colinas que ahora están amarillas porque
el sol intenso quema el césped, pero eso no las hace menos
hermosas, el cielo es tan celeste que la luz te encandila y
me pongo mis gafas de sol para paliar la intensidad que hay
por fuera del coche, como también por dentro.
—A veces eres absurda, Bianca, ¿quién puede tener más
personalidad que una pelirroja adorable como tú?
Resoplo otra vez, no sé recibir un cumplido, nunca pude,
durante mi infancia, los cumplidos eran un preámbulo para
una crítica.
“Tú sabes que te quiero mucho y pienso que eres la
chica más bonita de todo Boston, pero estas perdiendo la
figura.” Mi madre.
—Por favor, llama a mi madre y díselo. —El tono es más
resentido de lo que estaba dispuesta.
—Encantado de hacerlo, solo necesito su número —
responde Kill ligeramente.
La curiosidad tira fuerte dentro de mí y un poco de
alimento para mi autoestima no viene nada mal.
—¿Qué le dirías?
Killian se endereza como si no hubiese esperado que
hiciera esa pregunta, nunca.
—Bueno… —dice acomodando un poco la garganta—, le
diría, hola suegra, me presento, mi nombre es Killian…
Empujo levemente su brazo gigante con mi mano y él se
ríe con inocencia.
—¡Hey! ¿Quieres que conduzca mal? Bueno, está bien, le
diría que perdió el tiempo intentando transferir sus propios
miedos en ti, que la perfección es un concepto banal y
mundano y que en el mundo real, la belleza es tan subjetiva
que no hay una sola, pero que su hija es la excepción de
todo lo que acabo de decir, porque ella es hermosa,
admirable y por sobre todo, buena persona. Una cualidad
que ya casi no existe y que es difícil de encontrar, por eso
no puedo alejarme de ella.
El sonido blanco de la carretera llena el silencio dentro
del coche.
El tiempo parece estirarse y volverse niebla.
No tendría que haber preguntado, no tendría que
haberme permitido este sentimiento repentino.
Mis ojos lo miran con curiosidad como si hubiese
hablado de otra persona, como si yo hubiese dejado de
estar a su lado en este coche.
Killian, KillK acaba de decir palabras que ponen patas
arriba mi mundo, que cambia el paradigma de mi futuro y
me dejan sin habla.
Él me mira de soslayo, buscando leer mi reacción, pero
no creo tener ninguna.
—Gracias —susurro obligando a las palabras a salir de
mi garganta—, gracias.
Kill une sus cejas, más que confundido, parece enfadado
como si comprendiera que estas son las primeras palabras
cálidas que alguien me dice.
Y no estaría tan equivocado.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
KILLIAN

C armel es una ciudad única por su encanto.


Solo vi pueblos así cuando estuve de viaje en
Europa y me adentraba en las callejuelas angostas,
buscando la foto perfecta.
Aquí las calles están atestadas de árboles y pareciera
que cada uno es una especie única en cuanto a colores,
forma y hojas. Las enredaderas se arrastran por los
rincones y terminan dando sombra de flores fucsias,
blancas y violetas. El centro de la ciudad es sereno, solo
escuchamos algún coche ocasional que pasa y los cuervos
que chillan desde los árboles.
Bianca camina a mi lado sonriendo todo el tiempo
gracias a este lugar y me tiene mucha paciencia mientras
me detengo a tomar fotos de cada rincón que me parece
pintoresco. Me sigue cada vez que tomo su brazo y la
arrastro a un callejón que nos lleva a un patio interno lleno
de macetas con plantas multicolores y me toma fotos
cuando se lo pido (no sin burlarse por mi “narcisismo” esa
fue la palabra que usó).
Es una ciudad romántica, es innegable eso, quizás por
eso el impulso de coger su mano va y viene, me quema con
necesidad, pero me restrinjo porque entiendo que no es el
movimiento adecuado.
Debo reprimir una risa cada vez que imagino su rostro
rojo cuando la bese por primera vez.
Porque va a ocurrir.
Nos detenemos en una chocolatería tipo cabaña
medieval y compro secretamente cada chocolate que ella
señala porque le parece adorable y cuando salimos vamos a
comer a un restaurante frente al océano, con una terraza
vidriada donde nos rodea el celeste del cielo y del mar y el
verde de las altas montañas californianas.
La mesa es para dos y el mantel blanco tiene las marcas
del doblaje de la tela cuando lo guardaron. Le cedo a
Bianca el asiento que da hacia el mar, mientras yo me
siento a espaldas. Sé que hay una sola cosa que quiero ver
y es ella.
El rojo de su cabello hace contraste con los colores
saturados que nos rodean y juro por Dios que nunca vi a
una chica tan hermosa como ella.
Los dos pedimos marisco, quizás yo no sea muy fanático,
pero quería ir acorde con ella, saborear las mismas cosas
que ella, sentir las mismas texturas… maldición, lo quiero
todo.
—¿Por qué me miras así? —pregunta con una sonrisa
curiosa.
¿Cómo no voy a mirarte? Quiero preguntarle. ¿Cómo
hago para detenerme?, ¿para romper la barrera?
—Estaba pensando en el maravilloso día que estamos
teniendo —digo, no una mentira, pero una omisión— y en
qué tentador sería que todos nuestros días fueran así.
Bianca asiente y desvía la mirada como lo hace cada vez
que me pongo muy personal, cuando revelo demasiado, sus
ojos siguen una gaviota que vuela cerca nuestro.
—A veces pienso en mudarme a un lugar recóndito como
este, sé que San francisco es muy caro para mí y que puedo
hacer mi podcast en cualquier lado, pero… algo me detiene
cada vez que pienso en irme.
Dime que soy yo… piensa mi lado más narcisista.
—Es una ciudad muy atractiva —devuelvo y me regaño a
mí mismo por no saber responder nada interesante, nada
inteligente, ni alguna frase llena de flirteo.
—Sí, pero todas las ciudades tienen su atracción, creo
que en realidad vivo aquí porque es lo más lejos que
encontré de mis padres. —Se ríe y yo junto con ella.
—Brindo por eso —digo levantando mi copa de vino
blanco, ella levanta la suya.
Brindo por haberte encontrado.
Por revivir la llama que se había apagado en mi pecho
hace muchos años.
Las copas chocan y nuestra mirada se solidifica.
—¿Quieres ir a la playa conmigo? —Mis ojos ruegan algo
más, la pregunta carga con otro significado al menos en mi
mente cobarde.
—Quiero.
L as playas en la zona de Carmel son anchas y extensas.
Nadie está pegado al otro y hay suficiente espacio
para poder ser sin que nadie me reconozca, aunque
una chica en el restaurante me reconoció y me pidió una
foto justo cuando nos íbamos.
Por eso ahora uso una gorra hacia atrás y mis gafas de
sol.
Vine preparado para pasar un buen momento en la
playa, una manta para apoyar nuestro trasero, toallas en
caso de que ocurra un milagro y queramos meternos al
agua helada, comida, bebida y los chocolates que compré a
escondidas.
—¡Killian! —dice Bianca, su rostro se ilumina cuando ve
la caja delicada con todas esas trufas que admiró desde
lejos—. ¡Estás loco!
Sonrío porque su tono es de regaño, pero su sonrisa me
demuestra que le encanta. Hacerla sentir así todos los días
se siente como una droga demasiado adictiva.
Sin pensarlo tomo una de las trufas y la llevo a su boca
con cuidado.
Bianca mira mis dedos y traga con dificultad, no sabe si
rendirse o batallar. Lo que ella no sabe es que no importa
qué camino tome, voy a pelear por ella hoy y mañana.
Hasta donde sea necesario para lograr lo que quiero.
Finalmente, sus labios se separan y deslizo la trufa
sobre su lengua. Entre mis piernas hay un salto eléctrico
por solo sentir sus labios en las puntas de mis dedos, no
quiero pensar lo que será cuando la bese.
Ella mastica sin romper el contacto visual conmigo y yo
para distraerme cojo la primera trufa que encuentro y la
llevo a mi boca.
—Se están derritiendo —dice con la boca llena.
—No importa, valió la pena. —Guiño un ojo y miro el
horizonte para descomprimir la tensión que hay entre los
dos.
Lamentablemente Bianca decidió venir con unos shorts
y una camiseta blanca para estar en la playa, se embadurnó
con protector solar y se acostó en la manta con sus gafas
de sol puestas, digo lamentablemente porque imaginarla en
bañador no es suficiente, quiero verla, enterrar mi mano
entre sus piernas y sentir su excitación, mientras gime mi
nombre.
Joder, detente.
Yo por otro lado, elegí quitarme la camiseta para tomar
el sol, extiendo mis piernas a través de la manta, aunque mi
altura hace que mis pies toquen la arena y me sostengo con
las palmas de mis manos mientras escucho las olas romper
en la orilla.
Estoy casi seguro que se durmió porque su respiración
es pausada y tranquila, mientras yo me siento que voy en
un coche de Fórmula 1 con mis pensamientos. Pero no
puedo quejarme ya que la germofóbica, superconsciente de
su cuerpo y siempre con la guardia alta Bianca Burke, se
siente tan cómoda y segura conmigo a su lado, que se
queda dormida.
Eso tiene que significar algo, ¿no?
Mientras ella duerme aprovecho a sacarle fotos y
cuando se mueve un poco, pretendo sacar fotos a la gente a
nuestro alrededor, al mar o a una maldita gaviota. Sé que
estas fotos van a ser vistas por mí cuando ella no esté
cerca, probablemente seleccione las que más me gustan y…
no sé, no puedo decir lo que pienso hacer.
Mierda, se va a enfadar si se entera de todas las fotos
que tengo de ella en mi cámara.
—Bianca, cariño —digo suavemente acariciando sobre
su rodilla para despertarla—, el atardecer está aquí, estoy
seguro que no quieres perdértelo.
No sé si es el contacto de mi mano contra su piel o la
idea de perderse el atardecer, pero Bianca Burke salta de
su sueño y se sienta sobre la manta para poder observar
todo lo que está a nuestro alrededor. Su cabello revoltoso
se acomoda sobre sus hombros libremente.
—Guau… —susurra viendo todos los colores que
explotan en el cielo.
Trazos naranjas, amarillos y azules se mezclan con las
nubes teñidas de fucsia, es intenso y hermoso. Todos
hablaban del atardecer en Carmel, solo que la única vez
que vine, me volví antes de poder verlo. Es más, recuerdo
haberme negado a disfrutar semejante paisaje porque
estaba solo y amargado y me convencí de que no iba a ser
la gran cosa. Ahora aquí con ella me doy cuenta que en
realidad tenía terror a sentirme solo ante este gran
momento que todo el mundo comparte con sus más
allegados. Todos en la playa observamos con cierto respeto
este fenómeno impresionante, definitivamente es
arrebatador.
Bianca busca en su bolsa el móvil e intenta sacar fotos,
pero la decepción aparece en sus ojos cuando ve que la
imagen en su pantalla no se asemeja a la real.
—No esperes reflejar lo mismo que ven tus ojos, Red —
digo observándola sin mis gafas esta vez, quiero ver los
colores auténticos.
—¿Por qué ocurre eso? Nunca puedo tener buenas fotos.
—Ella mira con sus cejas fruncidas la imagen en su móvil.
Una imagen que parece aguada a comparación de la
intensidad que tenemos delante.
—El problema es tener una mala cámara. Recuerda esto
cuando te saques un selfie. Tú puedes ser el atardecer más
hermoso y arrebatador que exista, el problema es que la
cámara no puede contener esa belleza.
No hay media sonrisa en mi rostro, ni un guiño,
simplemente honestidad y una confesión que espero que
escuche.
Bianca por otro lado, levanta la vista y se conecta
conmigo. No hay sonrisas, ni burlas por lo cursi que puedo
ser, no hay incredulidad, ni oídos sordos. Ella escuchó lo
que dije, alto y claro. Escuchó mi grito, mi intento de que
despierte y me vea, que vea lo que siento.
Sus ojos esmeralda interactúan con mis acuarelas.
No hay objeción, ni repulsión.
No hay ojos en blanco, ni un manotazo de amigos.
Es ahora o nunca.
Lentamente y con cuidado me acerco a ella, con un
miedo que nunca sentí, como si estuviese a punto de tocar
la pieza más frágil del museo. Mis ojos encendidos
observan su boca con desesperación, con ilusión. Ella mira
la mía con confusión y cautela. No voy a permitirle pensar
lo que está a punto de ocurrir, no voy a dejarla razonar sin
antes besarla al menos una vez.
Mis labios tocan los de ella, dándole una muestra de lo
que puedo darle, los dos tomamos aire profundamente
como si fuese una sorpresa, pero los dos sabíamos que esto
podría pasar y no hablo solo de la electricidad que destella
entre los dos. Presiono sobre la suavidad de sus labios de
algodón, observando con terror cuál será su reacción.
Ella cierra los ojos y se deja sentir.
Mis nervios desaparecen y vuelvo a tomar control de lo
que ocurre aquí, lo que quiero hacer hace tanto ya. Mi
mano se apoya levemente en su mejilla y abro mi boca para
profundizar el beso. Siempre con ternura, con devoción y
lentitud. Elevando la necesidad que puedo sentir de
nuestros cuerpos, la desesperación por al fin encontrarse.
Mi lengua danza contra la de ella, acariciando, tomando
todo lo que ella me da, aquí y ahora, con este atardecer
anaranjado y la pelirroja más hermosa que tuve en mis
brazos.
Un pequeño gemido sale de su garganta y antes de
contenerme me acerco hasta tenerla acostada en la manta,
debajo de mí. Solo mi torso presiona sobre el suyo, no me
atrevo a abrirle las piernas con mi rodilla y frotarme contra
ella como un perro en celo, no todavía.
Bianca acaricia mi cabello, es la primera vez que me
toca desde que empecé a besarla y una adrenalina deliciosa
corre por mi espalda dándole la bienvenida a su tacto, tan
deseado. Me inclino para profundizar, ir más allá y besarla
como lo imaginé un millón de veces, no importa dónde me
mueva sobre sus labios, el sabor es exquisito, único, tan
Bianca que mi beso cambia el rumbo y reacciona con
ferocidad, transformándose en algo que no deberíamos
hacer en una playa pública.
Pero qué demonios me importa, que miren mientras la
hago mía.
Mis dos manos tatuadas sostienen su rostro con firmeza
y mi lengua acaricia su labio inferior con hambre. Sé que
debo contenerme, no quiero apurar esto, quiero hacerlo
bien, pero joder…
Entonces rompo nuestro beso lentamente y abro los ojos
después.
Todo vuelve, el sonido del mar, el viento, la textura de la
arena bajo nuestra manta.
Bianca está agitada, sus ojos cerrados, sus labios más
rojos que antes, los miro orgulloso de saber que yo fui el
causante de eso.
—Kill —susurra—, ¿qué hiciste?
—Te hice mía… —respondo acariciando su mejilla con mi
nariz hasta que mi boca encuentra la de ella otra vez y nos
perdemos en otro beso apasionado.
Dios, podría besarla por horas, días… toda mi maldita
vida.
Pero algo en mi respuesta detiene a Bianca y su cuerpo
se tensa.
Demonios Killian, tú y tu bocaza.
Aquí viene la lógica, mi peor enemiga.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
BIANCA

E mpujo su pecho duro y tatuado y camino sin un


sentido específico por la arena de Carmel. Bueno, eso
no es cierto, camino lejos de él, no importa dónde.
El cielo cambió en algún momento y ahora es gris claro,
algunas nubes parecen copar todo el resplandor que vimos
hace un rato. El sol ya no se ve en el horizonte. Tampoco
hay gente, pareciera que somos nosotros solamente.
¿Cuánto tiempo nos besamos?
Dios mío, Killian acaba de besarme. ¿¡Qué demonios
está pasando!?
—Bianca… —escucho una súplica detrás de mí, mientras
pierdo la cabeza.
—No, Kill… necesito un minuto —digo levantando el
índice con advertencia.
Camino hasta la orilla, que son unos buenos quince
metros de distancia de Killian e, incluso así, parece no ser
suficiente para calmarme.
Me besó.
No solo me besó, le hizo el amor a mi boca como si no
hubiera un mañana.
Hizo que de mi pecho explotaran cosas que nunca sentí,
el maldito rayo de Zeus cayó justo en mi entrepierna y mi
cuerpo respondió como si él fuese la flauta de Hamelin y yo
las ratas.
Cuando estoy nerviosa hago demasiadas analogías.
Sigo agitada y confundida y… empapada entre mis
piernas.
¡Ahh!
El mar rompe a mis pies y es hermoso de ver, pero
quiero girarme, quiero girarme en este preciso momento
para ver su reacción, para entender por qué hizo esto,
¿tendrá una media sonrisa de sobrado?, ¿tendrá
arrepentimiento?, ¿se sentirá satisfecho de saber que la
única mujer que no mostraba interés por él acaba de pasar
de estado sólido a líquido en sus brazos?
Oh no… Liam.
Esta no soy yo, yo no hago estas cosas, cuando me
comprometo a un hombre, soy fiel siempre, entonces, ¿por
qué hice esto? No solo acepté ese beso, sino que lo disfruté
tanto como este día, se sintió… ¡ahh!
Increíble.
Alucinante.
Finalmente me giro y lo que encuentro no es algo que
pensé que iba a ver. Kill está de brazos cruzados, de pie
junto a la manta, sus pies escondidos hundidos en la arena,
su camiseta ahora puesta, su gorra hacia atrás sigue firme
en su cabeza.
Luce triste, tan triste y con remordimiento y eso
revuelve mis tripas.
Voy a vomitar.
—Red… —llama—. No me dejes de lado, hablemos.
Hablar.
Comunicación.
¿No es eso siempre lo que recomiendo? Yo… la que da
consejos de amor y acaba de traicionar a su novio.
Sé que tiene razón, él no se merece que yo reaccione
así.
—Kill… —digo caminando de vuelta—. Sabes que lo mío
con Liam…
—¡A la mierda Liam! —grita—. Él no tiene esto Bianca…
ni se imagina lo que puede tener contigo.
Sé de qué habla, de la conexión, de la sinergia entre
nosotros, pero, ¿no era amistad? Yo creí que lo era…
—No entiendo… —digo mirando la arena escurrirse
entre mis pies—. ¿Por qué? Tú… tú…
—¿Yo qué? —insiste.
—Tú eres un nivel superior Killian, no tienes que estar
con alguien retacona como yo, tienes que…
—¿De verdad vas a decirme con quién tengo que estar?
Eres mejor que eso, Bianca —pone una mano sobre su
pecho—. Tú me conoces, tú me llenas, me haces reír y me
cautivas y…
—¡Para ya! —grito cuando no soporto el dolor en mi
estómago—. Creí que éramos amigos.
Se ríe con la burla más cruel que vi alguna vez en su
rostro. Una maldad que Killian no posee naturalmente,
pero que está dispuesto a usarla con tal de hacerme
entender qué demonios ocurre aquí.
—¿Amigos? ¡Bah!, ¡parezco un cachorro enamorado,
Bianca! —Fuerza una carcajada.
Ahora es él quien comienza a caminar sin sentido,
rodeando nuestro pequeño campamento como un tiburón a
su presa.
¿Dijo enamorado?
¿Escuché bien?
Cuando se detiene está justo delante de mí.
—Déjame demostrarte con más que un beso lo que estoy
dispuesto a hacer con tal de tenerte.
—No puedo arriesgarme… Tú… —Las palabras me
ahogan— Me vas a romper el corazón. —Finalmente
exteriorizo el pensamiento que carcome mi mente hace
mucho, mi voz es un susurro resquebrajado.
El viento comienza a ser más frío y se me pone piel de
gallina.
Killian lo nota, porque cruzo mis brazos sobre mi pecho
y hundo mis hombros para que no se escape el calor de mi
cuerpo. Sin decir nada más, busca algo en un bolso, una
toalla y me envuelve en ella.
Sus manos se mantienen sujetando la improvisada
manta sobre mi pecho, su proximidad inunda mis sentidos y
no me deja pensar con claridad por la misma razón que
llevo ocultando en mi corazón todo este tiempo, lo deseo,
anhelo por él.
—Si puedo ser capaz de romperte el corazón, significa
que tú sientes lo mismo que yo. —Sus palabras tienen
firmeza, sus ojos determinación y yo siento que me hundo
en la arena.
Porque tiene razón…
Su altura me sobrepasa y Killian tiene que tomar mi
barbilla para levantar mi mirada.
—Sé que puedo hacerte feliz, sé que podemos estar
juntos y disfrutarnos, déjame demostrártelo. —Estampa mis
labios contra los suyos otra vez, esta vez más crudo que
antes, sus manos envuelven mi cintura y me aprietan
contra su cuerpo duro, sujetándome firmemente contra él,
cerca de él.
Su intensidad me dice que no puede describir con
palabras lo que siente y me domina física y mentalmente.
Sus labios cambian de objetivo y recorren mi cuello, sus
manos acarician con el dedo pulgar el contorno de mis
pechos a través de la toalla.
Mis rodillas se vencen cuando lo siento en mis zonas
más sensibles y él lo nota, por eso me carga como lo hizo el
primer día, sobre su pelvis y me lleva hasta la manta.
La toalla se pierde en el camino.
La arena se siente mullida y suave a medida que me
apoya allí y él se coloca entre mis piernas besando y
lamiendo mi cuello como un lobo hambriento.
—Kill…
—No. Sé que me deseas, mira cómo estas Bianca. —Sus
ojos miran mis pezones en punta a través de la tela de mi
camiseta.
—No aquí… no en público —logro susurrar entre besos.
Entonces Killian se detiene.
Las siguientes palabras son firmes, autoritarias incluso,
nunca me habló así y nunca creí que podía excitarme solo
con su voz.
—Voy a llevarte al mejor hotel de la ciudad, voy a follarte
toda la noche, hasta que tus piernas tiemblen tanto que no
puedas caminar y luego te voy a llevar de vuelta a la
ciudad. Bianca, cariño, créeme, no te arrepentirás.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
KILLIAN

D entro del coche, percibo la tensión de Bianca y una


culpa sofocante se arrastra desde mi pecho a mi
garganta.
No debí presionarla.
No debí besarla.
La observo de soslayo, su pierna está un poco roja por el
sol y la mueve frenéticamente. Se está comiendo la uña del
pulgar con ansiedad y su mirada está perdida en sus
pensamientos.
—Red… —susurro con cuidado.
Ella me mira de golpe.
—¿Qué?
—No tenemos que hacer esto… siento mucho si lo
sentiste como una presión, no era mi intención. —Mis dos
manos están apretando el volante, mis pies firmes sobre los
pedales.
Ella traga con dificultad.
Busca palabras que no encuentra o que no se anima a
decir y como me ocurre con ella, cuando estoy nervioso no
paro de hablar y hablar invadiendo el tiempo con un
tsunami.
—No voy a mentir y a decir que no te deseo, que deseo
enterrarme en ti desde el día que te vi en el bosque. Creo
que es el momento de ser honesto contigo, decirte lo que
quiero, no significa que debas corresponderme, ni hacer
algo que no quieras… yo…
—Ese es el problema —finalmente dice, sus ojos
angustiados—, quiero.
Mi corazón palpita fuerte dentro de mi pecho, el alivio
levanta muchos kilos de mi conciencia.
—Pero…
Siempre hay un pero en mi vida.
Eres bueno en tu trabajo, pero no tan bueno como Silas.
Eres el más joven de los Walker, pero el más inmaduro.
Eres hijo de tu padre, pero no el preferido.
—¿Qué pensarías de una mujer que se acuesta con
alguien mientras sale con otro?
—Tú no eres…
—No personifiques el ejemplo, piensa en una mujer
cualquiera o piensa en una que está saliendo contigo y
termina en la cama con otro…
Asiento.
—No es lo mismo, tu no sientes nada por él y él…
—Él lo está intentando…
Es el colmo esta conversación.
—Bianca, ese hombre no siente nada por ti, créeme, ¡lo
sé!
—¡No importa! Yo me sentiría una traicionera Kill…
Y ahí está Bianca, la misma razón por la cual me
enamoré de ella, me apuñala el corazón y me aleja.
Asiento en silencio, sabiendo que hasta que Liam no
desaparezca no voy a tener lugar en su vida. No importa, si
el duende juega sucio, entonces yo también, tengo los
recursos y la energía para demostrarle a Bianca que su
lealtad no vale nada cuando se trata de Liam Davis.
—Voy a preguntarle al hotel si tienen dos habitaciones,
estoy demasiado cansado para volver ahora a la ciudad.
En silencio asiente, mirando sus manos con tristeza.
Me duele porque sé que me desea y que se puso un
bozal para separarnos por alguien insignificante.
La recepcionista del hotel es una señora de la edad de
mi madre, sonríe amablemente (no como mi madre) y
escucha mi petición con cuidado. Sus dedos se mueven
sorprendentemente rápido sobre el teclado para ser una
señora tan mayor.
—Lo lamento, solo tengo una habitación disponible.
—¿Con dos camas?
Mueve el mouse y hace algunos clicks.
—Sí, dos camas de matrimonio.
—Está bien, la quiero —extiendo mi tarjeta de crédito
negra y agrego—, voy a buscar a mi acompañante.
—Por supuesto, gracias señor Walker —dice leyendo mi
nombre en la tarjeta.
Cuando vuelvo al coche, Bianca parece más tranquila
que antes y eso alivia mi pecho un poco.
—Hay una sola habitación, pero con dos camas.
—Bueno, no hay problema.
Espero a que baje del coche en la puerta del hotel
boutique. Una vez a mi lado caminamos hasta la recepción
y la señora le sonríe a ella también.
Parece que los dos podemos fingir una sonrisa.
La recepcionista me entrega un juego de llaves y nos
indica dónde está la habitación.
Como todo hotel boutique, esto parece más un caserón
antiguo que un hotel. Aunque éste tiene un patio lleno de
plantas tropicales bien cuidadas. Nuestra habitación tiene
acceso desde el exterior y cuando paso la tarjeta, dejo
pasar a Bianca primero.
Ella se detiene justo cuando cierro la puerta detrás de
mí.
—¿Qué ocurre?
—Hay una sola cama… —dice.
Enciendo la luz y efectivamente, una sola cama de
matrimonio yace en el medio de la habitación.
—Joder, me dijo que…
—Te creo —interrumpe con calma—, no te preocupes,
somos adultos, ¿no?
Habla por ti, Bianca.

N inguno trajo nada para dormir, no era algo que


teníamos pensado hacer, pero el día dio un giro
inesperado y aquí estamos.
Los dos nos bañamos, quitamos la arena de nuestros
pies y volvemos a ponernos la misma ropa.
El olor a sol sigue en nuestra piel como también la
tensión de un beso que dejó rastros no solo en mi cuerpo
sino en mi estúpido corazón.
Bianca, por otro lado, está sentada en la cama, mirando
el móvil con atención y yo en una silla demasiado pequeña
para mi cuerpo cerca de la ventana, haciendo lo mismo,
pretendiendo ver cosas interesantes en una pantalla,
cuando en realidad la habitación palpita de deseo entre los
dos, tensando nuestros pensamientos.
Puedo verla espiándome por encima de la pantalla y
probablemente ella me sienta también, hasta que su
estómago gruñe con furia, por supuesto que haciendo ver
que nada ocurre. Pero soy Killian Walker, eso significa que
soy complaciente y que no puedo ignorar el hecho de que
Bianca tenga hambre y no diga nada.
—Puedo escuchar tu estómago desde aquí —digo con
cara de pocos amigos.
—Estoy bien —responde sin levantar los ojos de su
móvil.
Me levanto y doy pasos lentos hacia ella, pasos
tramposos y ella lo sabe, por eso levanta la vista y me
inspecciona expectante.
—Entonces si traigo una hamburguesa con patatas fritas
a la habitación solo para mí, ¿no vas a pedirme?
—Nop.
—¿Ni desearla?
—Nop.
Me agacho para estar a la altura de sus ojos, mis manos
en mis rodillas.
Bianca me mira, mordiendo sus labios, hay una sonrisa
que se desespera por salir y yo con mi dedo pulgar aflojo el
agarre que tienen sus dientes.
Una imagen de ella chupando mi pulgar aparece en el
lóbulo frontal de mi cerebro, lo reprimo con rapidez y
extiendo mi mano hacia ella, para invitarla.
—¿Quieres cenar conmigo?
Bianca asiente, una media sonrisa se desparrama por su
cara.
Y yo estoy satisfecho.
Una hora después, los dos estamos comiendo
hamburguesas en la cama, decidimos unir las dos cajas de
patatas fritas en un plato sobre el colchón, mientras
miramos La Boda De Mi Mejor Amigo. Pareciera que todo
volvió a la normalidad, los dos charlamos sobre la película,
criticando escenas absurdas o los extraños labios de Julia
Roberts y nos reímos como lo hemos hecho siempre.
Creo que los dos estamos más tranquilos por ello, sé que
yo lo estoy.
Dos horas después estamos llenos y cansados.
Bianca se desliza bajo las sábanas con su ropa puesta y
yo la imito solo porque no quiero arruinar nada de todo
esto. Los dos estamos hipersensibles y cualquier paso en
falso puede detonar otra bomba.
Me da la espalda, aunque puedo ver la luz de su móvil
moviéndose dentro de la oscuridad de la habitación. Yo
apoyo mi cabeza sobre mis brazos cruzados y miro el techo
con anhelo.
Esto está mal, tendríamos que ser libres de explorarnos,
saborearnos en esta habitación por horas y horas. Sin
embargo, Bianca es demasiado moral y yo demasiado
indecoroso, pero eso nunca me ha detenido. Menos aún
ahora que entiendo que puedo tener una compañera que no
solo deseo con cada molécula de mi cuerpo, sino alguien
con quien quiero vivir mi vida, compartirla, tener un futuro,
maldición.
Eventualmente el sueño llega, junto con imágenes de un
día de playa que, en vez de terminar destruido, termina con
nuestros cuerpos frotándose como dos almas en celo.
Gemidos y lamentos que se sienten reales, calientes,
mojados…
Me despierta movimiento en la cama y en las sombras
puedo ver a Bianca buscando calor con las mantas.
—¿Estás bien? —pregunto con un ojo abierto y uno
cerrado.
—Sí, solo tengo frío, sigue durmiendo.
—Déjame ver si hay mantas extras en el armario —digo
mientras me levanto. Gracias a Dios en la oscuridad de la
noche no hay forma de que Bianca vea la erección punzante
que tengo.
Ella murmura algo que pareciera ser una queja mientras
abro las dos puertas del armario. Solo encuentro cuatro
perchas y una plancha.
—Mierda.
—No te preocupes, creo que en realidad estoy insolada,
por eso tengo frío.
Me siento al borde de su lado de la cama y apoyo mi
mano en su frente.
—No parece que tengas fiebre, pero podrías darte un
baño caliente para estar más cómoda.
—No te preocupes, Kill, sigue durmiendo, no quiero que
te desveles.
Tarde. Después de ese sueño no hay manera de poder
dormir.
Me acuesto de mi lado de la cama y me arrastro hasta
ella.
—Prometo que es solo calor, cuando estés caliente otra
vez, dímelo y vuelvo a mi lugar.
Mis piernas se enredan entre las de ella, mi brazo la
envuelve sin tocar nada impropio.
—Kill… —advierte sin aliento.
Lo sé, Red… lo sé.
—Sólo son unos minutos —miento entre mis dientes,
apretando más contra su cuerpo que efectivamente está
frío—, ¿sientes mi calor? —susurro sobre su oreja y eso le
pone la piel de gallina en su cuello.
Bianca asiente, su cuerpo comienza a derretirse entre
mis brazos y se vuelve receptiva, dejándose fundir en mi
calor.
Por instinto acaricio su cuello con mi nariz y luego
deposito un beso en su piel cremosa. Ella suelta un gemido
entrecortado en respuesta, como si no pudiera contener lo
que le provoca mi tacto. Vuelvo a besarla con delicadeza
mientras mi mano acaricia su brazo por debajo de las
sábanas para darle calor.
Puedo sentir que su piel es sedosa y que ya está tibia,
eso no significa que vaya a detenerme y sinceramente no
creo que ella lo quiera tampoco.
Imperceptiblemente y con astucia, mi mano cambia de
rumbo, en vez de seguir en su brazo, sigo en su cadera y
pierna, acariciando y acariciando. Su short está
entremedio, sí, pero la presión de mi mano sobre su piel
nos enciende como si estuviéramos desnudos.
Solo haciendo eso.
La señal que espero llega. Las caderas de Bianca se
mueven conmigo, su trasero roza mi dura polla y tengo que
respirar profundamente para no volverme loco y arrancarle
la ropa con los dientes.
—¿Me sientes, Red? —vuelvo a susurrar, ahora beso su
cuello como quisiera besar su boca, mi lengua se arrastra y
mis dientes muerden.
Ella asiente en silencio.
Yo sonrío y mi mano cambia de camino una vez más.
Próximo destino: su coño.
CAPÍTULO VEINTICINCO
BIANCA

K illian arrastra su mano sobre mi short, justo donde


quiero que me toque.
Mierda, ¿qué estamos haciendo? Kill presiona con las
puntas de sus dedos mi coño y mi cuerpo intenta abrir mis
piernas en busca de más.
Más calor.
Más frotación.
Más de él, todo de él.
—Mmm —susurro inconscientemente.
La otra mano de Kill se desliza por debajo de mí hasta
llegar a mi pecho y estrujarlo con necesidad.
Voy a explotar de lujuria.
—Mira lo mojada que estás Red… has manchado tu
short. —Su voz suena como una burla, pero la sonrisa
orgullosa está ahí.
Aunque no hay vergüenza en mí y creo que es la primera
vez que me siento tan desinhibida con un hombre en la
cama, quizás sea porque mi ropa está puesta o porque la
luz está apagada… o porque es Kill, mi amigo y la confianza
que tengo con él, no la tengo con nadie del sexo opuesto.
Con una habilidad poco vista, Kill desabrocha mi short,
botón por botón. Su boca sigue en mi cuello, su otra mano
se desliza por debajo de mi camiseta y sujetador y juega
con mi pezón, apretándolo entre sus dedos. Cuando
termina de desabrochar todo, su mano se escurre por
debajo de mi braga, hasta llegar a mis pliegues.
Yo levanto mi pelvis para sentirlo de una maldita vez.
Kill libera una risa profunda, sensual...
—¿Quieres mis dedos dentro de ti, Bianca? —ronronea.
—Sí, por favor…
Primero me penetra con uno, largo y grueso, sus
movimientos son lentos, como si saboreara cada centímetro
de mi interior.
Un sonido gutural sale de su garganta, su agarre se
vuelve más intenso y posesivo que antes. Volteo para
buscar su boca y cuando su lengua danza con la mía,
imagino lo bien que se debe sentir entre mis piernas.
Nuestro beso es ruidoso, devastador.
Un segundo dedo entra y con el pulgar acaricia mi
clítoris, haciendo que jadee dentro de su boca.
—Bianca… —gime, apoyando su erección en mi trasero,
su voz no suena como él, no es alegre y ligera, más bien
pesada o poseída, sus ojos son pura seriedad y están
enfocados solo en mí y en mi boca cuando gime—. Eres tan
sexy… ¿cómo voy a hacer para sobrevivir?
¿Me está hablando a mí?
La velocidad de sus dedos se incrementa. Mi cuerpo ya
no me pertenece, los sonidos que salen de mí no parecen
ser míos o de un humano. El beso de Kill se transfiere a mi
cuello y luego a mi escote.
Estoy tan rendida ante las caricias que quito mi
camiseta sin pudor para darle más acceso.
Los párpados de Killian están pesados y se enfocan en
mis senos descubiertos, con voracidad los recorre.
Los lame y succiona obscenamente.
Los muerde y restriega su rostro sintiendo mis pezones
duros contra su piel.
La tensión entre mis piernas se vuelve casi dolorosa, sé
que estoy a punto de venirme y no hay nada que pueda
hacer para detenerlo.
No hay lógica, ni ética aquí, solo puro instinto animal.
Y como si mi cuerpo me atacara, mi orgasmo hace que el
aire de mis pulmones desaparezca, haciendo que deje de
respirar mientras me vengo y me vengo y me vengo en los
dedos de Kill.
Intento respirar bajo el agua.
Creo escucharlo decir algo, con una voz excitada y
poseída, algo que dice que él está disfrutando de mi
orgasmo tanto como yo.
Pero perdí cualquier rasgo humano que quedaba en mí,
y jadeo y jadeo y él presiona más fuerte sobre mi clítoris
para extenderlo y joder, pareciera que el placer no quiere
bajar.
Los labios de Killian aparecen en mi boca y absorbe mis
gritos hasta que el placer se disipa, mi respiración agitada
busca calmarse y mis ojos se abren.
No estoy acostumbrada a ver tanta seriedad y excitación
pesada en sus ojos verdes, pero aquí estamos, los dos en
silencio, en una habitación en Carmel a oscuras, agitados y
con una realización. Killian me observa con una mirada
intensa, su cuerpo completamente inmóvil, hasta que
muerde sus labios y dice:
—Eso fue lo más sensual que vi en mi vida…
Lo que sea que haya bajado con mi orgasmo, vuelve a
subir con tan solo su mirada.
Cuando quita su mano de mi interior, se la lleva a la
boca y chupa sus dedos descaradamente. Gime y cierra los
ojos cuando se encuentra con mi sabor.
—Sabes increíble… —susurra.
—Yo… —digo con dificultad—, yo quiero darte placer
también.
Killian abre los ojos y sonríe con ternura.
—No estás obligada a nada —responde acariciando mi
mejilla—, darte placer es todo lo que me interesa ahora.
—Lo sé, pero… —miro mis manos y luego elevo la
mirada otra vez— quiero.
Killian traga saliva visiblemente y dice:
—Vas a hacerme llegar con solo esos ojos, Bianca Burke.
Sus palabras me hacen sentir segura y sexy y de allí
viene una confianza que nunca tuve.
Killian me besa una vez más, con cuidado, tanteando mi
respuesta, pero esto ya es imparable, mi cuerpo se
enciende inmediatamente como también el de él.
Con manos menos expertas y un poco nerviosas,
desabrocho su pantalón de playa y él con apuro lo baja
hasta sus rodillas dejando emerger eso…
Esa cosa gigante, furiosa, venosa y despierta.
Trago saliva con nervios y lo miro a los ojos.
—No tienes que seguir —dice con apuro, parece
avergonzado por tener semejante…
¿Poste de luz?
—No es eso, es que… nunca vi algo… tan grande.
Esa sonrisa astuta aparece una vez más, su ego se infla
sin control, pero esta vez no me importa, es la realidad, no
puedo mentir ante esto.
Mi mano envuelve su polla, las puntas de mis dedos
apenas se tocan, Dios mío.
Killian deja caer su cabeza sobre las almohadas, sus
dientes se clavan en su labio inferior y gime cuando me
muevo hacia arriba y hacia abajo.
La fricción no se siente sedosa, así que deslizo mi lengua
por la palma de mi mano y vuelvo a intentarlo. Cuando
siento sus ojos fijos en mí, me doy cuenta que Killian me
mira con los ojos muy oscuros.
—Haz eso otra vez —ordena.
Vuelvo a deslizar mi lengua por mi mano.
—Maldición…
Con su mano en mi nuca, me lleva hasta él y me besa
con furia y fuego y algo que nunca sentí de parte de un
hombre, una intensidad que hace que me corra adrenalina
por la superficie de mi piel.
Mientras nos besamos mi mano se mueve con ligereza
sobre él, subiendo y bajando. Se siente tan dura, tan gruesa
que no puedo evitar pensar cómo se sentirá tenerla dentro
de mí.
Deseo tenerla dentro de mí.
—Oh, Dios… —Jadea, su cabeza se hunde más en la
almohada y se retuerce como si no pudiera resistirlo más—.
Voy a venirme muy rápido Bianca y quiero que sepas que es
tu culpa.
Sonrío como hace él, con el diablo en mis venas, siento
poder dentro de mí y una idea me golpea el pecho.
Queriendo llevar esto un paso más allá, quiero verlo
retorcerse de placer por mí y solo por mí. Me coloco entre
sus piernas y sin aviso su polla desaparece en mi boca.
Quiero probarlo, saber su sabor.
Kill levanta la cabeza, sus ojos transmiten una expresión
de placer doloroso e intenso. Sus cejas están unidas en el
centro de su frente, su boca entreabierta.
—Quieres matarme, lo sé, Dios… Bianca, cariño, tu
boca… —dice mientras desliza su mano sobre mi cabeza y
agarra mi cabello con fuerza—. Lo supe, el día que… que
ahhh —lo interrumpe un gemido—, el día que te vi chupar
ese helado supe que sería así…
Sus caderas comienzan a moverse dándole el ritmo que
necesita, su polla golpea contra el fondo de mi garganta y
creo que otro orgasmo se forma en mi pelvis solo por la
excitación que siento en estos momentos.
—Oh Dios… Oh Dios… —grita—. Bianca me vengo.
Busca alejarme, protegerme de lo que esté a punto de
ocurrir, pero quito su empuje y me esfuerzo el doble.
Quiero todo en este momento y puede que me
arrepienta si no lo hago.
Su polla se tensa y sus movimientos se detienen
mientras derrama todo de él en mi boca.
Nunca escuché a Killian gemir así, tan primitivo y
salvaje y poco humano, y puedo asegurar que es una de las
cosas más hermosas y excitantes que experimenté jamás.
Cuando vuelve en sí, se toma unos segundos para
calmar su respiración. Coge mi brazo y me arrastra sobre
su pecho y me abraza.
Me abraza con ternura y con necesidad.
Sus brazos me envuelven y acomoda mi cabeza entre su
cuello y su hombro.
Toma aire profundamente y deja un beso sobre mi
frente.
Los dos nos dormimos abrazados, hasta que el sol vuelve
a salir.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
KILLIAN

A brir los ojos no es una opción, ¿quién demonios quiere


salir voluntariamente del paraíso?
Anoche con Bianca fue un punto de no retorno y al fin
pude demostrarle lo bien que funcionamos juntos.
Finalmente se rindió y por más que no follamos pude
tenerla para mí solo en esta cama, en esta arruga que se
hizo en el tiempo de nuestra amistad.
Ahora ella duerme, su espalda contra mi pecho. Mi mano
la mantiene cerca desde sus pechos y sí, no puedo dejar de
tocarla, son tan turgentes y perfectos que me es imposible
parar de sentirla.
Aunque por dentro corre el pánico de que Bianca se
levante y niegue absolutamente todo, que le reste
importancia a lo que ocurrió anoche y que se termine
nuestra ¿amistad?, ¿relación? Qué demonios sé yo lo que
ocurre aquí.
Lo único que sé con convicción es que la deseo, la deseo
tanto que estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario con
tal de hacerla mía. ¿Eso significa que tengo que romper el
contrato con Liam Davis? Perfecto, hay mil Liam Davis en
California.
Todo el mundo es reemplazable en el mundo de los
negocios.
¿Qué no es reemplazable? Encontrar a alguien por quien
me desvivo o que me desvele al punto donde creo entrar en
la locura más profunda. Alguien que me haga mejor
persona, pero que también me transforme y me convierta
en un ser humano desconocido.
Bianca se mueve, su cuerpo comienza a despertar tras
una noche de caricias y besos eternos, y yo pretendo
dormir cuando presiento que ella se despeja.
No hay tensión en su cuerpo, lo cual es buena señal.
Con cuidado quita mi mano de su pecho, como si tuviera
que despegarse con fuerza, ya que mi brazo es demasiado
pesado para ella.
Diabólicamente pretendo acomodarme y vuelvo a
sujetarme en ella. Hundiendo mi erección entre sus nalgas.
El lugar exacto donde quiero estar ahora.
Tengo que hacer fuerza para no reírme por verla
padecer esta situación.
—¿Kill? —susurra, su voz dormida y adorable.
—¿Ajá? —devuelvo.
—Necesito desesperadamente ir al baño, no aguanto
más.
Mi sonrisa se extiende sobre la almohada.
—Te dejo ir con una condición… —digo cerca de su oído.
—¿Y cuál es?
—Que cuando vuelvas, vuelvas a la cama.
Bianca voltea y busca algo en mis ojos. Yo por otro lado
despejo su rostro ya que su pelo lo cubría casi por
completo.
—Kill… —advierte intentando desprenderse de mí.
—Prométemelo, Red.
—¡Está bien!, ¡está bien! —Sale de la cama gruñendo
malas palabras y cierra la puerta del baño.
Por otro lado, me siento triunfante y coloco mis brazos
por debajo de mi cabeza junto con una sonrisa arrogante
para algunos, feliz para mí.
No puedo esperar y comenzar a tocarla otra vez. Besar
su piel cremosa, lamer sus pechos y besar esa boca que
está desgastada después de tantos besos.
Después de sentir su sabor en mis dedos, bueno,
digamos que chupar su coño es lo único en lo que pienso
desde anoche.
Escucho que enciende la ducha, sé que va a tomarse
todo el tiempo necesario para pensar y probablemente
evitarme antes de caer en mis garras otra vez, así que
busco el móvil y comienzo a revisar mis redes sociales.
Subo algunas fotos con mi cámara y algunas historias de mi
cara de dormido (al público le encanta ver eso) y luego me
dedico a mirar los correos del trabajo, no debería, pero
prefiero hacer eso, a tener que pensar si interrumpir su
ducha o no.
Entonces el móvil de Bianca comienza a sonar, solo por
cautela observo la pantalla y mi estómago se retuerce
cuando veo el nombre de Liam y una videollamada
esperando por Bianca.
Los celos trepan por mi pecho como una peste,
transformándome en el camino, haciendo que quiera hacer
cosas que no debo, que no me corresponden.
Miro la puerta del baño y presto atención a los sonidos
que salen de allí dentro, todavía el agua corre y puedo
imaginarme a Bianca desnuda, con su cabello empapado y
su cuerpo enjabonado y me pongo peor.
Más posesivo.
Más celoso.
El móvil sigue sonando.
No lo hagas Killian, no lo hagas.
Solo vas a traer problemas.
Pero mi lado más primitivo aún está en la superficie, la
necesidad de hacerla mía y gritarlo a los cuatro vientos se
siente como un tirón.
El macho necesita marcar territorio y no puedo
detenerlo.
Cojo el móvil en un movimiento ágil, me levanto de la
cama y camino hacia el balcón.
Deslizo el botón verde y sonrío para la cámara.
CAPÍTULO VEINTISIETE
KILLIAN

—¿W alker? —pregunta Liam del otro lado.


De fondo se ve un hotel que podría ser lujoso
si no fuera porque todos los hoteles de cinco estrellas se
ven malditamente iguales.
La diferencia real está entre los de seis y siete estrellas.
—¡Liam! —sonrío más de lo que debería, su confusión es
graciosa—, ¿cómo estás?, ¿cómo va la gira, Tech-Boy?
Dije que iba a jugar sucio.
¡Lo dije! Y nadie me creyó.
—¿Qué… qué haces con el móvil de Bianca…?
Está pasmado, pero todavía no entiende nada, claro, un
hombre tan egocéntrico como él no puede comprender
cómo alguien podría no estar tan interesado en su persona.
—¡Oh! ¡Tengo un dato curioso para ti! Resulta que
Bianca y yo nos conocemos desde hace mucho y anoche,
mientras cenábamos me dijo que conocía a un Liam Davis y
yo dije, ¡no puede ser!, ¡hago negocios con él! Nos reímos
mucho al respecto.
Nos. Los dos. Ella y yo.
Liam sigue atónito.
—¿Y por qué respondes su móvil?
Miro hacia atrás, sigo escuchando agua correr.
—Oh, Red se está bañando.
Sonrío abiertamente.
Con malicia y tiranía.
El ojo de Liam comienza a titilar, como si fuese un
tambor sin ritmo.
Si, enfádate, corta con ella.
—¿Te estás follando a mi novia Walker? —Al fin lo
entendió, le ha costado, pero bueno, no todos somos igual
de ágiles.
—¿Novia? —pregunto confundido— Novia es un término
un poco fuerte para lo que tenéis ¿no?
No se le pasa por alto que no niego ni afirmo lo que
acaba de preguntar.
—Walker… —gruñe, ira desparramándose por sus ojos.
Mientras yo me regocijo.
—Creo que es algo que Bianca puede contestar, cuando
tenga tiempo, claro. Aparte, Liam, amigo mío, por lo que
me dijiste de ella, tenéis una relación abierta ¿no? Si mal
no recuerdo, Valentino me dijo que te vio irte con Abril de
ADN.
Abril es una chica conocida por haber probado a cada
CEO de Silicon Valley, para nada algo que alardear.
—Creo que Valentino y tú tenéis demasiado tiempo libre
para seguir mis pasos.
Me río y cambio el plano detrás mío para enseñarle la
cama deshecha, ojalá pudiera hacerle sentir nuestro olor en
las sábanas.
—Puede ser, nos gusta el chisme no lo podemos negar,
pero bueno, Liam, creí que esto era algo más informal,
como dije antes, puedes hablarlo con ella, aclarar todo.
¿Cuándo vuelves?, ¿en dos semanas?
—Sí… —responde apretando los dientes.
¡Ja! El pobre no puede ni disimular el odio que me tiene.
—Auch, dos semanas es mucho tiempo, muchas cosas
podrían pasar en dos semanas. —Escucho el grifo cerrarse
y me doy prisa para terminar esto—. Bueno querido, te veo
a la vuelta, la construcción empieza en un mes, avísame
cuando quieras conocer el edificio y con gusto te llevaré,
¡adiós!
Cuelgo rápido la llamada y dejo el móvil en el mismo
lugar que estaba.
Me lanzo sobre la cama y espero a que Bianca salga del
baño.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
BIANCA

L a sonrisa de Killian cuando salgo del baño es


angelical.
Lo cual me preocupa.
—¿Qué hiciste? —pregunto.
Mi ropa está puesta, mi pelo mojado y pesado cae sobre
mis hombros.
Después de una ducha pensativa, estaba decidida a
decirle a Killian que esto fue algo puntual, que no significa
nada y que no va a ocurrir nada entre los dos.
Eso fue fácil.
Ahora verlo con el cabello despeinado, sus brazos
tatuados y su quijada masculina cambia todo otra vez.
Joder, no tienes control Bianca.
—Te follé con mis dedos —responde con una mueca.
Un calor sube por mi cuello hasta hacer explotar mi
rostro.
—No… eso, Kill —digo evitando su mirada lasciva—.
Tienes cara de haber hecho una maldad.
Se levanta y camina hacia mí lentamente, hasta
encerrarme entre la pared y su pecho.
—Lo único que hice fue hacerte mía, Bianca.
Lo empujo un poco, necesito espacio y camino hasta la
ventana más cercana, puedo ver el mar desde aquí. El
mismo mar que presenció uno de los besos más ardientes y
novelescos que he vivido.
—Con respecto a eso, Kill, no deberíamos haber…
—Ya estamos… —dice detrás de mí—. Después de lo que
hicimos, mejor dicho, lo que me hiciste anoche, no puedes
rechazarme más, quizás tus palabras no quieren decirlo,
pero tu cuerpo habló por ti, Red, me deseas y aquí me
tienes.
No es una mentira.
No significa que esté bien. Liam estaba haciendo un
esfuerzo antes de irse, hasta me invitó a ir con él, eso no lo
hace alguien que no está interesado, ¿no?
Tomo aire y exhalo lentamente.
—Tengo que darle una oportunidad, mis padres cuentan
con ello. —Sigo dándole la espalda como una cobarde.
—¡A la mierda tus padres! —grita y eso hace que voltee
para verlo.
Está muy enfadado.
—¡Killian! —lo reprendo.
— Lo siento, ¡pero sabes a lo que me refiero! Esto no es
el siglo VI, ni estamos en países donde eso sea normal, eres
una bostoniana viviendo a miles de kilómetros de tus
padres y con veintiocho años. ¡Cómo puedes permitirles
ese control sobre ti!
Sé que tiene razón, por eso me enfurece más toda esta
conversación.
Por eso hablo sin pensar…
—¡Porque si lo nuestro es pasajero me quedo sin nada!
—grito la verdad más oculta que tengo, mi respiración
agitada, en mis ojos cargo con una angustia que Killian
nunca vio.
El silencio entre los dos es pesado e incómodo.
El teléfono de la habitación suena y cuando voy a
atender, Killian me intercepta.
—Es hora de dejar la habitación —dice —, déjalo que
suene.
—No, vamos, no podemos quedarnos más tiempo.
—Sí que podemos, ellos tienen mi tarjeta. Bianca, lo
nuestro no es pasajero.
Resoplo y me alejo, su calor me confunde y no me deja
pensar. Su olor me recuerda a sus caricias sensuales y
tiernas en mi piel.
—Sí lo es —digo con una mirada enfurecida—. Tú no
sabes lo que es el compromiso, vas a aburrirte de mí en
unos meses y no voy a encontrar palabras para explicarle a
mi madre que no dejé pasar un candidato, ¡sino dos! No, no
pienso pasar por eso.
Killian empieza a desesperarse, entiendo que no puede
tener mucha más paciencia. ¿Cuánto rechazo un hombre
como él está dispuesto a aguantar?
Me sorprende cuando dice:
—Casémonos hoy mismo, vayamos a Las Vegas, a que
nos case alguien y dile a tu madre que tienes el futuro
asegurado.
Qué.
Cojones.
—¡Killian! —mi voz sale nerviosa, histérica, rota y más
aguda de lo normal—. Deja de decir estupideces.
Él me acorrala otra vez, toma mis dos manos y se las
lleva a su pecho, mientras me hace caminar hacia atrás,
hasta llegar a los pies de la cama.
—Solo, déjame mostrarte lo que quiero de ti, escúchame
a mí y no a esa vocecita dentro de tu mente que susurra
mentiras —toma aire profundamente—. Biansiedad esta
separándonos. Estoy dispuesto a casarme contigo hoy si
eso me asegura tenerte conmigo en el futuro y que,
principalmente dejes de preocuparte por tu madre.
Me suelto de su agarre, pero él vuelve a tomar mis
manos, esta vez las lleva a su rostro y besa el revés con
cariño.
—Dame una oportunidad. —Envuelve mi rostro con sus
manos y me besa una vez más.
Mis manos buscan empujarlo, pero mi boca busca la de
él desesperadamente. El beso es confuso, como si yo
quisiera quitarlo de encima, pero mi boca se abre y deja
entrar su lengua suave para que baile con la mía. Killian
sujeta las manos que lo alejan y me empuja hacia la cama
una vez más, su cuerpo pesado cae sobre el mío y aunque
quiera, no puedo alejarlo.
Los dos sabemos que estoy fingiendo, los dos sabemos
que lo necesito cerca, así que dejo de contraatacar y
envuelvo su cuello con mis manos, su cadera con mis
piernas.
El teléfono sobre la mesa de noche comienza a sonar
otra vez y Killian lo atiende bruscamente.
—¡Cobren una noche más, maldita sea! —Lo cuelga con
fuerza y vuelve a mí.
Con desesperación besa mi boca, con sus manos intenta
desgarrar mi ropa.
—Kill… —digo entre besos, quiero que suene de una
manera más firme y sin embargo suena como un gemido.
—Te necesito —susurra sobre mi oído.
Su lengua recorre mi oreja haciendo que corra un
escalofrío por toda mi piel.
Sin verbalizar sus planes, desabrocha mi short y lo
arroja lejos de nosotros.
Su mirada se clava entre mis piernas y con su lengua
relame sus labios.
—Espero que no tengas prisa, me gusta tomarme mi
tiempo con el desayuno. —Desliza mis bragas con lentitud
por mis piernas y antes de tirarlas, las huele.
Qué descarado.
Tengo que mirar para otro lado, la vergüenza es muy
fuerte, nadie hizo eso conmigo, ni puso esa cara de placer
al sentir mi olor.
Killian coloca sus manos en mis rodillas y abre mis
piernas, dejándome expuesta para él.
—Perfección —dice al mirar mi vello rojo.
No soy de depilarme, pero me gusta tener todo
controlado allí abajo. Gracias a Dios, porque los ojos de
Killian fijos sobre mi pelvis y mis labios me dejan tan
expuesta física y mentalmente, que da pavor.
Killian deja una sola lamida, viendo cómo reacciono a
medida que pasa mi lengua por mis labios.
Mis ojos se ponen en blanco inmediatamente.
Y eso fue luz verde para seguir y lamer y succionar todo
de mí.
Las manos de Kill me sostienen desde mi trasero, su
lengua lame pornográficamente todo mi coño y yo aprieto
las sábanas con una fuerza desconocida por mí.
Solo un hombre en mi vida hizo esto y no fue placentero,
más bien vergonzoso.
¿Pero ahora?
Ahora mi cuerpo se mueve al ritmo de sus lamidas,
buscando el punto exacto donde quiero que chupe y Kill
entrega todo de él, aferrándose a mí, hundiendo su rostro
entre mis piernas y gimiendo mi nombre mientras lo hace.
Todo es demasiado.
Todo es…
—¡Ah! —grito cuando el cosquilleo sube por mis piernas
haciendo que mi cuerpo tiemble sin control.
Killian lame mas rápido, voraz, como un león dándose un
festín.
Mis manos sujetan su pelo, fijándolo donde lo quiero y el
orgasmo sube y sube y sube y…
—Killian… —jadeo cuando exploto con su boca en mi
coño y su nombre en mi boca.
Cuando bajo a tierra, miro hacia abajo y Kill mira mi
coño con hambre, estoy a punto de advertirle que se
detenga cuando vuelve a sumergirse.
Y en menos de cinco minutos, otro orgasmo ataca mi
cuerpo, entonces sí se levanta y limpia su boca con el revés
de su mano.
—Deliciosa, ahora voy a solucionar algo personal,
cuando salga quiero que Biansiedad desaparezca de esta
habitación, ¿entendido? —Sin decir nada más, se da media
vuelta y se encierra en el baño.
Sospechosamente la ducha comienza a sonar y tengo la
sensación que Killian está calmando la erección que tenía
entre las piernas cuando entró.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
KILLIAN

S u sabor todavía está en mi boca mientras mi mano se


mueve furiosamente sobre mi polla.
Ella sabe lo que estoy haciendo en esta ducha, no estoy
conteniendo los gemidos que mi cuerpo libera. Nunca mi
mente fue tan inventiva como cuando imagino a Bianca
debajo de mí, con sus piernas abiertas y sus talones
enterrados en mi espalda baja. Ella gime y gime, su rostro
es de placer doloroso e intenso y yo embisto y embisto,
poseído por esta pelirroja.
Loco y hambriento por ella.
Dos veces tengo que masturbarme para tranquilizar el
fuego que corre por mis venas.
Dos veces.
No me ocurre eso desde que tenía trece años y me
escondía entre los arbustos de la casa de mi padre. Hasta
que Oliver copó el territorio, buscando un refugio donde
sentir otra vez después de que un hijo de puta lo tocara
cuando deliraba de fiebre. En ese entonces no tenía idea de
lo que le había ocurrido a mi hermano, pero sabía que algo
importante había pasado en su vida y que realmente
necesitaba el espacio.
Cuando salgo, Bianca me encuentra fresco y más
calmado.
—¿Lista para volver? —pregunto mientras coloco mi
ropa con olor a playa y Bianca, la mejor combinación que
descubrí.
—Sí —responde analizando detenidamente mi rostro y
sí, también mi entrepierna.
Debo verme o demasiado contento o demasiado
triunfante, y ninguna de las dos opciones es errónea.
Después de ignorar la cara de pocos amigos de la
recepcionista que intentaba cobrar una noche más por solo
una hora de retraso, nos subimos al coche y emprendemos
camino a casa. Ahora, ¿cómo voy a hacer para dejarla en su
piso y no pedirle de rodillas que venga a mi casa? ¿Qué
sigue después de esta victoria?
Nunca fui en busca de nada, nunca sentí estas ansias
por otro cuerpo o mente, nunca fui más allá de una follada
o dos, tampoco había paciencia de por medio.
No, esto es un territorio nuevo para mí, por suerte la
chica que quiero tiene un podcast de cómo lograrlo.
Bianca está más silenciosa que de costumbre, solo
responde las preguntas que le hago, pero no engancha una
conversación, así que la dejo ser, aunque sea por estas dos
horas.

M entí.
Después de una hora de viaje no lo resisto más, ni
la música me acompaña, así que le pregunto:
—¿Qué música escuchas en tu casa?
Ella me mira de soslayo, su rostro avergonzado.
—Quieres que te diga la banda que le digo a todo el
mundo o la que escucho verdaderamente.
—Siempre la verdad —respondo.
—Bueno, me gustan mucho las Spice Girls, las
escuchaba de pequeña y hace unos años volví a
escucharlas.
Muerdo mis labios para no reírme.
—Podría ser peor —digo mientras lanzo el móvil a su
regazo—. Quiero escucharlas, vamos.
—Oh no, Kill, no te haría eso.
—¡Dije que quiero! Siempre escuchamos mi música, es
hora de compartir.
Bianca busca en el móvil y eventualmente una canción
suena por los altavoces del coche. La pantalla dice “Do It -
Spice Girls”.
—Creo que puedo sentirlo —digo moviéndome al ritmo
de la canción.
Bianca comienza a reírse al verme haciendo el ridículo,
pero a estas alturas hago lo que sea con tal de eliminar a
Biansiedad de nuestra vida. Para el final de la canción, los
dos bailamos y movemos los brazos, la siguiente canción es
Wannabe y la buena energía desborda el coche.
Ella está cómoda de nuevo y yo con eso soy feliz.
Cuando comienza 2 Become 1, Bianca se apaga de
vuelta. La canción habla de sexo y quizás no sea el mejor
tema ahora mismo.
—¿Quieres hablar al respecto? —pregunto con cautela,
mis ojos van desde la carretera hasta la pensativa Bianca.
—Creo que no.
Okey…
—Bueno, cuando estés lista, aquí estoy.
Killian el maduro soy ahora, aparentemente, no importa
lo que hice hace unas horas. No importa cómo lamí cada
centímetro del coño de Red, ni cómo besé sus labios o cómo
acaricié su lengua con la mía, ahora soy un Lord Inglés.
Excepto por la parte en la que robé su móvil y hablé con
su novio.
Esa parte podemos ignorarla por el momento.
—Gracias por darme tiempo.
—Tiempo es todo lo que tengo… —Mi voz suena
apagada.
¿Será porque no estoy acostumbrado a que una mujer
me rechace y me desee así?
¿Será porque estoy enamorado de ella y ella no muestra
los mismos sentimientos que yo?
—¿Cuál es tu lenguaje de amor? —pregunto
pretendiendo que no es una gran pregunta para hacerle a
alguien en un coche tan cerrado como este.
Sé que sabe a lo que me refiero. Cada persona
demuestra el amor de diferentes maneras, joder, lo aprendí
gracias a su podcast. Algunos necesitan palabras de
afirmación, otros contacto físico, regalos, tiempo en pareja
o actos serviciales.
Yo sé el mío, contacto físico y palabras de afirmación. Sé
lo que no le gusta a ella, regalos, Bianca no sabe
aceptarlos…
—Creo que estoy entre tiempo en pareja y contacto
físico.
—Bien. Puedo trabajar con ello, es más, creo haberlo
hecho desde anoche.
Ella se ríe silenciosamente, pero creo que busca
reprimir la risa.
—¿Tú?
—Palabras de afirmación, siempre me gusta escuchar
cosas bonitas sobre mí —se ríe con mi respuesta—, pero el
contacto físico es muy importante para mí.
Extiendo mi mano y tomo la de ella, mi piel contra su
piel se siente especial, natural y adictiva.
Ella me sonríe con un poco de timidez y me devuelve el
agarre. Entonces llevo su mano a mi boca y deposito un
beso allí.
Te amo.
Susurra mi cerebro.
¿Qué demonios? ¡No estoy listo para decirlo y ella
mucho menos escucharlo!
Cuando llegamos a la puerta de su piso, la detengo
cuando intenta bajar del coche.
—No estoy bromeando, ni es un capricho, quiero estar
contigo Bianca —digo con seriedad— y si tienes que saber
algo de mí, es que cuando quiero algo, soy capaz de jugar
sucio con tal de conseguirlo.
—Suena como una amenaza… —dice preocupada.
—Es solo un aviso, nunca insistiría si no obtuviera
respuesta tuya, pero está ahí, me deseas, lo sé, solo dame
una oportunidad para demostrarte lo serio que me tomo
este tema.
—Déjame pensar Kill —sus palabras salen con dolor de
su garganta—, cuando estas cerca no pienso con la lógica.
—Dímelo a mí… —susurro sintiendo la erección que está
por explotar en mis pantalones—. Te llamaré mañana, ¿está
bien?
Ella asiente y una vez más intenta salir del coche, antes
de dejarla hacerlo, la agarro de la nuca y la beso.
Que recuerde lo que se siente cuando estamos en
contacto.
Que se lleve mi impresión en sus labios y que conviva
conmigo hasta que se dé cuenta qué tan bien funcionamos
juntos.
—Adiós, Red —susurro sobre sus labios, mis ojos fijos en
ellos.
Ella asiente con ansiedad y sale disparada del coche
como un perrito asustado.
Me río mientras la veo entrar a ese edificio horrible,
tengo que hacer algo para sacarla de allí.
Por eso llamo a Valentino y cuando el maldito no me
responde, dejo un mensaje de voz.
—El lunes quiero saber qué casas están disponibles en
Sausalito, asistonto, gracias.
CAPÍTULO TREINTA
BIANCA

—M e dijo la señora Davis que Liam está de gira


por el país.
—Aha… —digo sin prestarle mucha atención a mi madre,
en cambio leo los emails que tengo atrasados.
Uno se sorprendería de la cantidad de gente que busca
consejo de una desconocida.
—No entiendo por qué no fuiste con él…
—¿Porque tengo un trabajo que tengo que cumplir? —Mi
sarcasmo normalmente le pone de muy mal humor, pero
hoy no tengo paciencia para mi madre y me siento un poco
rebelde.
Un poco nada más.
—Bianca, las dos sabemos que eso del podcast es
temporal, yo ya te lo digo, si no le das atención, Liam se
aburrirá de ti.
Sería lo mejor que podría pasarme en este momento. Me
facilitaría la vida, menos opciones, más relajación mental.
—Si él no puede aceptar que tengo una vida fuera de la
relación, tal como tú no puedes aceptarlo mamá, entonces
no es mi problema. El podcast es mi trabajo, me da de
comer, un techo sobre mi cabeza y libertad, algo que no
muchas mujeres pueden disfrutar.
El corazón martillea fuerte dentro de mi pecho.
¡No me reconozco!, ¡nunca le hable así a mi madre!,
¡bien por mí!
Mi madre bufa del otro lado del móvil y una risa
triunfante aparece en mi rostro.
Pareciera que hay un ladrillo menos dentro de mi
mochila. Me pregunto de dónde sale esta valentía.
El susurro de su nombre se desliza dentro de mi mente,
sé quién es él, pero lo ignoro, por ahora al menos.
—¿Cómo está mi padre? —pregunto para alivianar la
conversación.
—Preocupado por ti, tiene miedo que seas una solterona
de por vida.
—¡Yo no dije eso! —Se escucha en la lejanía.
Sonrío, sintiéndome protegida por él.
—Bueno, bueno —dice mi madre—, ya que sois tan
cómplices, ven y dile a tu hija lo que dijo el médico de tu
colesterol.
—¡Bah!
—¿Qué dijo? —pregunto por encima de los gritos
malhumorados de mi padre.
—Que tiene que empezar a comer mejor, pero no me
escucha Bianca.
—Dile que se ponga.
Escucho el sonido del móvil siendo pasado de una mano
a la otra, rompe mi oído por un segundo, pero no puedo
criticarlos, ellos no nacieron con esta tecnología en la
mano.
—Qué… —dice mi padre, aunque el tono es enfadado,
puedo escuchar su sonrisa.
—Tienes que cuidarte, ¿quién va a protegerme de mamá
sino? —digo con un tono serio, un poco chiste y un poco de
verdad.
—Tú puedes protegerte sola, solo que todavía no te has
dado cuenta.
Suena muy como Killian eso.
—Bueno, no, te necesito, así que cuídate, solo trata de
no comer tanta comida comprada, sé que los mediodías en
el taller son de locos, pero llévate un tupper de casa.
Suspira pesadamente.
—Está bien, está bien, prometo cuidarme. ¿Puedo irme
ya?
—Sí…
El móvil vuelve a mi madre, pero no habla, espera que
mi padre se vaya.
—Estoy preocupada Bianca, las cosas no están bien.
—¿A qué te refieres? —Su voz me alerta y dejo de hacer
todo lo que estaba haciendo.
—Las cosas en el taller no están funcionando, abrieron
un nuevo taller a dos calles que nos está robando todos los
clientes, tu padre está preocupado por eso, es nuestro
único ingreso.
—Ay mamá, ¿quizás pueda ayudar con ideas de
marketing? Tengo un equipo que se encarga de eso en el
podcast quizás…
—No Bianca, esto no tiene salvación, solo tenemos que
pensar en retirarnos unos años antes de lo planeado, eso es
todo.
Cuando termino la conversación siento un agujero en mi
estómago, no me gusta pensar que mis padres están mal
económicamente y quisiera ayudarlos con todo lo que
tengo.
Pero, ¿qué tengo?
No mucho, apenas me alcanza para mí.
El resto del día transcurre con normalidad, por la
mañana comienzo a programar el nuevo capítulo,
escribiendo todo lo que quiero decir, los minutos que voy a
dedicarle a cada tema y selecciono los mensajes que me
llegaron durante el fin de semana y quiero exponer. Por la
tarde me dedico a investigar, algo que hago al menos una
vez al mes, de qué temas se habla en internet, ejemplos de
casos con estrellas de Hollywood o simplemente lo que esté
en boca de todos. Así mantengo los temas interesantes y
frescos.
A la noche no puedo ocultar más la ansiedad que me da
que Killian no me haya llamado y esa vocecita interna que
él siempre nombra, Biansiedad, me dice que no sea tóxica,
que no me obsesione.
Tú le pediste tiempo, ¿recuerdas?
Sí, pero él dijo que iba a llamarme y ahora que no lo
hizo…
Suspiro y miro mi reflejo en el pequeño espejo de mi
baño.
—No seas desesperada, ni histérica, a los hombres no
les gusta eso.
Puaj, sueno como mi madre.
Y sí, es imposible salir de ese estado mental después de
años de escuchar las mismas frases una y otra vez.
Me lavo la cara y me pongo el pijama por más que sean
las siete de la tarde.
Busco con mucho aburrimiento qué ver en Netflix y me
doy cuenta de algo fundamental. Liam no me llamó como
dijo que iba a hacerlo y, sin embargo, la ansiedad no está
colocada en ese pensamiento.
Es en Killian donde está ubicada.
—Oh Dios…, ¿qué estoy haciendo? —digo dentro del
silencio de mi pequeño piso.
Cuando finalmente me decido por ver Crepúsculo una
vez más, el móvil suena y reacciono tan efusivamente que
me da vergüenza.

<<Killian, El Semental: Asómate>>

¿Q ué demonios quiere decir con…?


Oh…
Noooo
Me levanto de la cama y corro la cortina con mucho
cuidado para ver la ciudad de noche, con las luces de los
coches detenidos encendidas, los semáforos más brillantes
que de costumbre y pocos peatones en la calle. Pareciera
que todos se fueron a dormir, excepto Killian que está en la
acera de enfrente, con una bolsa de papel madera en la
mano y una sonrisa.
Hace señas diciendo que va a subir y mi estómago da un
vuelco tan agresivo que creo que voy a vomitar.
El golpe en la puerta es juguetón, rítmico y alegre, y tan
Killian que me hace sonreír.
Cuando abro la puerta levanta la bolsa de comida.
—¡Cena sorpresa! Juro que es saludable así no empiezas
con la culpa y todo eso.
Sonrío con mis labios apretados, mi emoción por verlo
es tan grande que no la puedo contener y antes de darme
cuenta lo estoy abrazando como una niña necesitada.
—Red, ¿estás bien? —susurra acariciando mi espalda.
Asiento sin responder verbalmente, porque sea lo que
sea que diga, sonará como la patética que soy.
Killian me aleja y me observa con preocupación.
Observo su barba que está prolijamente cortada, su traje
lujoso sin corbata y sus zapatos costosos. No parece el Kill
de ayer, el chico rebelde que me empujó a la cama y me
besó como un profesional.
—¿Qué ocurre?
—Nada, solo estoy contenta de verte.
Eso lo hace sonreír, Dios, sonríe tan amplio y con tanto
alivio con esos dientes blancos y esos labios carnosos que
un cosquilleo aparece en mi vientre.
—Yo también…
Deja la comida en la encimera, quita su traje y
arremanga su camisa. Me gusta verlo ponerse cómodo, se
siente doméstico y cómodo y… feliz.
—Me encanta cuando no usas maquillaje, puedo ver esas
pecas con más definición. —Sus manos envuelven mi
rostro, sus ojos recorren cada rincón de mi piel—. Te
extrañé… —confiesa.
Yo también… quiero gritar, pero sello mis labios, aunque
parece que no es necesario decirlo, porque Killian sonríe.
—Mi intención principal era alimentarte, pero ahora que
te vi no puedo funcionar bien.
Me río.
—¿Cuál es la segunda intención?
—Besarte hasta que nos duelan los labios. Hasta que no
podamos respirar… —responde con ojos cazadores, oscuros
y fijos en mí, su respiración acelerada.
Basta con que mire sus labios para que Killian apoye
suavemente los de él con sus manos aún sosteniendo mi
rostro con cuidado. Eventualmente envuelve mi cuerpo con
sus fuertes brazos y me atrae hacia él.
Su cabeza se mueve de un lado a otro mientras su
lengua explora mi boca y no mintió cuando dijo que quería
besarme hasta que no podamos respirar, porque cuando
finalmente terminamos el beso, los dos respiramos
entrecortadamente.
Sé lo que estamos pensando, lo que estamos
necesitando. Más… más del otro.
—Ve a buscar los platos, a menos que estés dispuesta a
terminar con tu ropa rasgada por mis dientes.
Cubro mi pijama pretendiendo estar asustada y él suelta
una carcajada, cuando camino hasta la alacena, con su
mano me da una nalgada de esas que pican, cuando volteo,
lista para insultarlo, su media sonrisa y ojos traviesos están
allí.
Esta vez vuelvo a cerrar mi boca, pero no por miedo,
sino porque estoy amando esta nueva dinámica entre los
dos.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
KILLIAN

E stuve a punto de no venir.


El pánico me petrificó durante todo el maldito día,
imágenes de Bianca irritada por mi insistencia de
estar cerca de ella me acechaban, haciéndome sentir denso
y delirante. Resistir esa necesidad fue tan difícil como
resistir sus labios, así que me convencí que era algo que
debía hacer, abandoné mi puesto de trabajo y compré
ensaladas para cenar con ella.
La alternativa era cenar solo en mi casa,
preguntándome qué estaba haciendo, con quién o si estaba
hablando con Liam.
No mentí cuando dije que la extrañaba. Durante todo el
día en la oficina tuve que pedir que me repitieran las cosas
diez veces porque siempre estaba ella en mi mente.
Valentino odió cada minuto, pero no me importó, ella ahora
está abarcando toda mi energía y por lo que percibo de
ella, creo que siente lo mismo. Pareciera que es otra
persona. La que dejé ayer por la tarde en este mismo piso
estaba confusa, alejada y cautelosa, la Bianca de hoy
reaccionó como si nos reencontramos después de meses.
¿Es buena señal no? Tendría que preguntarle a ella en el
podcast.
Sentí ayer cómo sus ladrillos se derribaron cuando la
besé, cuando lamí su cuerpo. Ahora puedo espiar por
detrás del muro de Bianca y amo todo lo que veo.
El futuro, juntos.
Estamos comiendo en su cama. Me quité los zapatos
para estar más cómodo y ella puso una película horrible de
vampiros en su ordenador de fondo.
—¿Qué tal tu día? —pregunto cuando el vampiro le pide
que diga en voz alta lo que es.
A mí me gusta el romance, pero esto es demasiado…
—Bien… —responde pinchando su ensalada César.
Levanto una ceja en respuesta de su corta y seca
respuesta. Ella me percibe, suspira y continúa.
—Estoy preocupada por mis padres, mi madre dijo que
están teniendo problemas económicos.
—Oh… —dejo mi ensalada terminada en el suelo y
enfoco mi atención en ella—. ¿Es el taller?
—Sí… —dice mirando su ensalada con tristeza—, dice
que abrieron un taller nuevo y que está robando a todos los
clientes.
—Demonios —digo, pensando en cómo resolver este
problema.
—Sí, no es que estén mal, pero mi madre sonaba
preocupada, mi padre pretende que no, pero encima tiene
problemas de salud…
—¿Qué puedo hacer? —pregunto apoyando la mano en
su rodilla. Su pijama cubre su cuerpo, pero no dejo de
sentir electricidad cada vez que nuestras pieles están en
contacto.
Bianca levanta la mirada, casi oculta tras sus rizos rojos.
—Nada Kill, no es tu responsabilidad —dice con sus
cejas unidas—. Con que me escuches es suficiente.
Pero no es suficiente para mí, necesito resolver lo que
sea que le angustie. De todas maneras, asiento y la dejo
seguir comiendo.
Ahora la peli no parece tan mala, especialmente cuando
estoy planeando todo dentro de mi cabeza.
Bianca eventualmente termina y deja el recipiente de
plástico en el suelo, cuando me mira, tiene salsa César en
la comisura de sus labios.
Sonrío.
—Ven aquí, tienes algo —digo agarrándola de su brazo y
atrayéndola hacia mí. La cama no es muy grande, así que
no le cuesta mucho estar a centímetros de mi boca.
Confundida y con inocencia, ella acerca su rostro y yo,
como el demonio que soy, quito la salsa lentamente con mi
lengua.
Ella me mira atónita, luego esa mirada cambia, se
enfoca en mí y lo que veo ahora es mejor que lo que vi
antes…
Lujuria.
Lo sé porque la siento también, subiendo por mi cuerpo
como una sombra negra, hasta llegar a mi cabeza, haciendo
que no piense con claridad. Por eso ataco su boca mientras
la recuesto del todo en su cama, luego escalo sobre ella,
encontrando mi polla entre sus piernas.
No voy a follarla, no todavía, como dije antes, ella tendrá
que rogarme.
En el mientras, disfruto de sus besos, sus pechos bajo
mis manos, su coño frotando contra mi polla.
—¿Cuánta salsa tenía? —inquiere resistiendo la risa.
—Mucha, no sabes comer como un adulto, claramente —
digo besando su cuello—. Qué suerte tienes que estoy aquí
para ayudarte. —Mi lengua recorre el límite de su oreja y
mi mano lentamente viaja a donde yo quiero estar.
Bianca gime cuando siente mis dedos penetrándola.
Entreabre su boca buscando exteriorizar el placer,
gemidos y jadeos y yo dejo que el pulgar de mi mano libre
sea chupado por ella.
—Maldición… —digo mirando cómo lo chupa, con sus
ojos encendidos, mirando mi reacción—. Estoy pensando
seriamente en raptarte, Red.
No hay una pizca de chiste en lo que digo, hoy lo pensé
más de una vez y me recomendé llamar a Oliver y
preguntarle si estos pensamientos son normales cuando
una mujer te tiene así.
Parece que le gusta lo que digo, porque hay un nuevo
nivel de excitación en sus ojos.
Más fuego y ansias.
Qué traviesa.
Qué suerte que estoy aquí para cumplir sus fantasías.
—Listo —digo haciendo desaparecer mis dos manos de
su cuerpo—, vamos.
—¿A dónde?
—A mi casa… —Tomo su mano y la levanto hasta tenerla
sobre mi hombro.
—¡Killian! —patalea—. ¡Bájame!
—No, no estaba bromeando, voy a llevarte a mi casa,
atarte en mi cama y manosearte como nadie hizo nunca.
Ella ríe, pero yo estoy colocando mis zapatos a tientas y
buscando mi traje para irnos.
—¡Es lunes!, ¡no puedo desaparecer!, ¡necesito grabar
mi podcast!
—Hazlo en mi casa.
—¡No! —grita riendo y pataleando—. Bájame.
Lo hago, pero en vez de dejarla en el piso, la apoyo en la
encimera, abriendo sus piernas y empujando mi erección
contra ella.
—¿Qué tengo que hacer para convencerte de que vengas
conmigo?
—¿Ser adulto y contenerte? —su rostro rojo.
Niego con la cabeza, pero mi sonrisa está allí.
También mi erección.
Vuelvo a levantarla, esta vez me doy el lujo de acariciar
su trasero. No como la primera vez que la cargué hasta su
piso y padecí cada momento, cada escalón subido mientras
mis dedos estaban peligrosamente cerca de su coño. La
dejo en la cama otra vez.
—Imposible. Nunca supe o pude ser ninguna de esas dos
cosas —digo besando su mejilla—. Ahora, tócame antes de
que prenda fuego a tu piso y muramos los dos consumidos
por esta lujuria.

—T engo una serie de preguntas, ¿tienes tiempo para


responder? —pregunto mientras conduzco de
vuelta a casa.
La erección todavía me molesta, pero estoy aprendiendo
a convivir con ella, somos mejores amigos ahora.
—Sí, solo necesito un segundo —responde Oliver.
Del otro lado escucho puertas cerrarse y el silencio de la
media noche texana.
—Ahora sí.
—Tengo una situación…
—¿Laboral? —pregunta con un tono inquietante.
—No —pongo los ojos en blanco—, no todo en mi vida es
trabajo.
—Lo sé, quería descartar opciones.
A pesar de ser el Walker menos hablador, sé que cuando
se trata de un consejo, Oliver siempre está listo para
desarrollar una tesis. No importa la hora.
—Es alguien… —El semáforo se pone en rojo y el Tesla
se detiene silenciosamente.
La ciudad duerme ya. Es un lunes a las doce de la noche,
solo hay taxis yendo o volviendo del aeropuerto, hombres
sin techo caminando por ahí y yo con mis preguntas y
miedos y todo esto que no pedí, pero apareció en mi vida.
—¿Ajá? ¿Una mujer?
—Sí, alguien nuevo que no conoces.
—¿Y el problema es…?
El semáforo cambia a verde y avanzo por la calle
desolada.
—Tengo pensamientos difíciles cuando se trata de ella,
posesivos, me asustan.
—Ah… —dice como si entendiera todo—, te enamoraste.
No respondo, en cambio trago saliva.
—Puede ser… ¿Es normal?, ¿te ha pasado alguna vez?
Oliver se ríe.
—Una vez interrumpí una cita que tenía Cala con tal de
tener su atención, pretendí ser buena persona cuando en
realidad solo quería subirla a mi todoterreno y alejarla de
ese cabrón que la había invitado a comer.
Me río.
—No puedo creerlo, ¡Oliver Walker el hombre de las
cavernas!
—Cien por ciento, estaba celoso y no pensé con
coherencia, no te preocupes, es normal y viene con el
paquete cuando amas a alguien.
—¿Qué más viene en el paquete? —pregunto buscando
entretenimiento.
Me subo al puente y me enfoco en la autopista iluminada
por grandes faroles blancos.
—Oh bueno, pensar se complica, a decir verdad, sentir
pánico de vez en cuando, pensar que todo lo que haces va a
ahuyentarla, estar muy muy caliente todo el tiempo…
—Bueno, bueno, qué estás hablando de la madre de mi
sobrino.
—Parecíamos conejos.
—¡Oliver! —regaño, pero me río por el inesperado
comentario.
Mi hermano se ríe y luego suspira, probablemente
pensando en su mujer y en las travesuras que hacían
cuando se conocieron.
—¿Quién es la afortunada?
No puedo creer esto, nunca hablé de alguien tan
importante para mí y me encuentro siendo reservado al
respecto.
—Se llama Bianca, es una amiga.
—Todas son tus amigas, Kill.
—Oh no, no, ella empezó siendo mi amiga de verdad,
luego…
—¿Las líneas se borronearon? —pregunta la voz de mi
hermano por los altavoces del Tesla.
—Sí, no hay líneas ya, más bien un mejunje de
sentimientos y hormonas… muchas hormonas.
—Entiendo perfectamente, ¿qué otra pregunta tienes?
—¿Cómo sabes si realmente es amor y no una erección
constante cuando piensas en ella?
—Bueno, creo que la respuesta se responde rápido con
una simple pregunta.
Mis oídos se afilan, esperando con ansias esa maldita
pregunta. Conduzco por inercia, sin pensar en los coches a
mi alrededor, ni que estoy manejando una máquina.
—Escucho…
—Imagina tu vida sin ella, ¿crees poder sobrevivir?
—Absolutamente no —respondo rápido y con tanta
seguridad que me sorprendo.
—Ahí tienes tu respuesta, hermano. —Sonrío aliviado
por entender todo un poco más—. ¿Cuándo vamos a
conocerla?
—Uf, qué pregunta, tengo que matar al novio primero.
—¿NOVIO? —grita Oli.
—Bueno, no es novio, novio, es el tipo con el que sale de
vez en cuando, el problema es que ese tipo es Liam Davis.
—¿El Tech-Boy?, ¿no estamos haciendo un edificio para
él en Silicon Valley?
—Exacto…
—Oh no, Kill… Esos tipos tienen abogados como tú y yo
tenemos habitaciones extras. Ten cuidado.
—Sí, sí, no estoy preocupado por el proyecto, solo quiero
sacarlo de esta ecuación, tres son multitud.
—Ya lo creo, es difícil calmar al macho alfa cuando hay
otros merodeando la zona.
Me río y pongo la luz de giro, ya estoy más cerca de
casa.
—¿Cómo está Cala?
—Bien, durmiendo, Astor está teniendo problemas para
dormir, ya sabes cómo es esto.
No, pero me gustaría.
—Sí… oye gracias por escucharme tan tarde.
—Cuando quieras, aquí estoy, ¿nos vemos la semana que
viene?
Uno mis cejas en el medio de la frente mientras espero
que se abra mi garaje.
—¿Hay reunión?
—No tonto, las vacaciones familiares…
—¡Oh! —¡Maldición! Me olvidé completamente de ello—.
Sí, sí, no veo la hora de veros a todos.
No puedo dejar a Bianca, así como estamos, estoy
desarrollando un avance nunca visto por la humanidad,
irme ahora es un error.
—Genial, nos vemos en la playa entonces.
Cuando termino la llamada, apoyo mi cabeza en el
respaldo del coche y suspiro.
Esto se puso más complicado de lo que pensé.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
BIANCA

—A lguien me hizo una pregunta esta semana y esa


fue: ¿Cuál es tu lenguaje de amor? Es un tema
que me apasiona y si estás escuchando este
podcast es porque tú sientes lo mismo. Entonces, teniendo
en cuenta que para fortalecer vínculos afectivos y resolver
conflictos es necesario comprender el origen de estas faltas
de compatibilidad, es importante entender las diferentes
formas para expresar amor. Por ejemplo, con palabras, si
eres una persona que necesita escuchar el cariño
verbalizado o elogios quizás este sea tu lenguaje. Quizás
sea el tiempo de calidad, no confundir con ir a cenar juntos,
hablo de pasar tiempo, escuchando a la pareja, viviendo la
relación donde los dos están cómodos con la compañía del
otro…
Hago una pausa por un segundo de más, escuchando
mis palabras.
Kill es alguien con quien puedo pasar horas y no
aburrirme o tener largos baches de silencio sin sentirme
incómoda por ello.
—Luego tenemos a las personas que sienten que los
regalos son la demostración perfecta de cariño y antes de
que juzguéis, pensemos en alguna situación en la que
alguien vio algo que le hizo recordar a nosotros y se lo
trajo, eso puede ser un lenguaje muy expresivo. Luego
tenemos actos de servicio y eso me recuerda a una oyente,
ella estaba encantada de que su marido echara gasolina
por ella, ya que ella odiaba ir y siempre se sentía incómoda,
eso es un gran acto de servicio. Finalmente tenemos el
contacto físico y sé lo que estáis pensando, Bianca, todos
queremos tener contacto físico con nuestra pareja. Sí, os
escucho, pero para algunas personas es mucho más
importante un abrazo que un regalo o un te amo.
Las manos de Killian se filtran por mi mente. Cómo su
abrazo se profundizó con cada segundo que transcurría.
Mis piernas se cierran al recordar su agarre firme sobre mi
piel, su lengua arrastrándose por mi cuello.
Glup.
—Si alguna vez sentís curiosidad sobre este tema, hay
miles de test en internet donde podéis descubrir cuál es el
vuestro, ahora vamos a leer algunos mails que llegaron esta
semana…

D espués de enviar el audio en crudo a mi editor,


recuerdo que soy un ser humano, que tiene que
alimentarse y que momentáneamente tiene la nevera
vacía.
Una vez en la calle, me asombro por el día hermoso que
hace. Déjame decirte que en San Francisco los días
despejados son escasos. Siempre hay nubes en el cielo o
viento frío. Quizás por eso todos están en la calle y en el
parque disfrutando de un día como este.
Coloco mis cascos y Tennis Court de Lorde suena
mientras camino y sonrío al respirar este día. Hace mucho
que no hago esto y se siente refrescante explorar la ciudad
sin brújula.
Sin destino.
Y con espacio mental para pensar en todo lo que ocurre
en mi vida.
En cómo Liam está haciendo fácil esta decisión.
En cómo Kill sonríe cada vez que abro la puerta de mi
piso y mi estómago se retuerce de emoción.
En cómo los dedos de mis pies se contraen cuando
siento sus manos sobre mí.
Cuando llego a la calle Mission me alegro al ver el
edificio más alto de San Francisco, el más imponente,
fuerte y bello, como el hombre que trabaja allí.
Saco una foto al edificio, hoy celeste por el reflejo del
cielo en los cristales y se lo envío a Kill.
<<Bianca: ¡Hola desde abajo!>>
Su respuesta es inmediata.

<<Killian, El Semental: Nada nuevo en tu vida, Red >>


<<Killian, El Semental: Ven a verme, te extraño.>>

Cuando leo el segundo mensaje, me topo contra alguien.


—¡Mira por dónde vas! —me grita un hombre mayor.
—¡Disculpe! —digo apenada.
Si supiera lo que acabo de leer me entendería.
<<Bianca: ¿No tienes que trabajar?>>

<<Killian, El Semental: No, soy el jefe, ¿recuerdas? Puedo


dejar de trabajar cuando quiera, ven.>>

<<Bianca: Está bien, pero solo por las vistas eh, que no
se te suba el ego>>

<<Killian, El Semental: Entendido <3>>

Siete calles después llego al Salesforce y en la puerta


está Valentino mirando el móvil con cara de pocos amigos.
Cuando me ve sonríe y me da un pequeño abrazo.
—Qué suerte que estás aquí.
—¿Qué ocurrió? —pregunto nerviosa, fueron solo siete
calles, pero quizás pasó algo… Mi estómago vuelve a
reaccionar, pero ante sentimientos opuestos a los que dije
antes, pensar en que podría pasarle algo a Killian levanta
solo desesperación.
—Nada —dice señalando el camino para que lo siga,
pasa una tarjeta de acceso y las puertas se abren—. Killian
está insoportable últimamente y cuando le dije que tenía
una videoconferencia con los hermanos en tres minutos,
empezó a gritarme porque dijo que estabas viniendo de
visita.
Me detengo.
—¡Le pregunté si estaba ocupado! —me defiendo.
No quiero parecer esas novias que…
¿Novia? ¡Bianca!,¡no eres su novia por el amor de Dios!
La recepción del edificio es imponente, con grandes
estructuras de hierro pintado de blanco, me recuerda a un
esqueleto masivo de una ballena y el escritorio de las
recepcionistas debe medir diez metros y detrás de ellas hay
una pantalla tan grande como la del cine, donde
transcurren videos publicitarios. La gente que entra y sale
está muy bien vestida, de trajes a medida como Killian y las
mujeres se ven como Claire de House of Cards.
Yo por otro lado, llevo un suéter negro gastado y extra
grande y mis shorts vaqueros están deshilachados y
completamente fuera de lugar. Estiro las mangas del suéter
para cubrir mis manos, buscando refugio de alguna manera
y guardo mis rizos detrás de mis orejas.
Valentino oprime el botón de uno de los cinco
ascensores y me responde mientras entramos.
—No le puede decir que no a Silas Walker —responde
mirándose en el espejo del ascensor, se acomoda el cabello
—. Oh, por cierto, me gustó mucho el capítulo de la semana
pasada, ¿de qué se trata el siguiente?
Sonrío, contenta de conocer a alguien que escucha del
otro lado.
—Los lenguajes del amor.
—Uuh… —dice exageradamente—. Interesante.
El ascensor tarda como diez minutos en llegar al piso de
Killian y cuando se abren las puertas un gran cartel que
dice Property Group aparece frente a mí.
La recepcionista me sonríe sin enseñar sus dientes y yo
respondo de igual manera.
—No le prestes atención a Mary, odia su vida y a todos
los que trabajamos aquí.
Me río y avanzo en una oficina llena de escritorios, salas
de conferencias del tipo pecera y las vistas más
arrebatadoras que vi en mi vida. Nunca estuve en una
oficina tan fresca, se siente como un salón moderno y
minimalista.
Valentino me guía por el medio de los escritorios,
miradas curiosas por sobre los monitores me observan y
bajo la mirada porque realmente me siento como un pez
fuera del agua aquí.
Ni siquiera tengo maquillaje puesto.
Esto está definitivamente fuera de mi zona de confort.
Al final del largo camino hay una oficina enorme y
detrás de los cristales puedo ver a Killian. Está sentado
detrás de un escritorio, tiene tres monitores delante de él,
pero solo mira el del medio. Por un segundo me cuesta
reconocerlo, es casi otra persona, se ve imponente, serio,
metódico mientras expone algo que no puedo escuchar
desde aquí.
Podría decir inclusive que me siento un poco inhibida
por él y toda su vibra CEO.
Valentino coloca la mano en su puerta de cristal y me
dice:
—Me pidió que te hiciera entrar y que te dijera que
puedes esperar en la sala mientras él termina.
—Pero está en reunión.
Valentino levanta los hombros y los desploma con
pesadez.
—Nuevas reglas se aplican cuando estás cerca, Bianca.
Abre la puerta y me enseña unos sillones hermosos justo
al lado del ventanal.
Miro a Kill de costado, puedo escuchar las voces de sus
hermanos discutiendo un proyecto, cuando me ve, solo sus
ojos se mueven y me siguen con la mirada hasta que hace
un guiño y sigue hablando.
Si dijera que eso no me afectó en las tripas, estaría
mintiendo.
De todas maneras, espero por él mientras observo la
bahía de San Francisco y me enamoro un poco más de la
ciudad.
Como también del hombre detrás de mí.
C uatro fotos, dos videos y un selfie mal sacado
después, Killian camina hacia la sala que tiene dentro
de su oficina gigante. Se abrocha el botón de la
chaqueta mientras lo hace, su caminar es confiado, como
un hombre que sabe que es hermoso y vanidoso también.
—¿Acaso mis ojos vieron correctamente?, ¿te has sacado
un selfie?
Pongo mis ojos en blanco y me levanto del sillón,
siempre me siento pequeña a su lado, pero estando sentada
es peor.
—¿No estabas en reunión?
—Sí, la reunión más difícil de mi vida, no podía quitarte
los ojos de encima —susurra dando un paso más cerca para
besarme, pero yo retrocedo, mirando a toda su oficina
moverse y mirar de reojo. Kill se da cuenta y los saluda a
todos con una gran sonrisa.
—¡Killian! —lo reprendo sentándome otra vez, hay una
planta que me protege de la mirada del resto.
—Ellos deberían sentir vergüenza, Red, solo buscan
cotilleo. —Se sienta a mi lado y apoya su brazo sobre el
sillón justo detrás de mí, Kill siempre busca cómo estar en
contacto conmigo, aunque sea solo un centímetro—. Ahora,
Bianca, cariño, quiero un selfie yo también.
—¿De los dos?
—¡Sí! —dice arrebatando el móvil de mi mano y
abriendo la cámara.
Los dos sonreímos en la primera foto, en la segunda Kill
saca la lengua y en la tercera deja un beso en mi mejilla.
Este hombre va a matarme.
—Preciosa —dice.
Sus ojos recorren la imagen de los dos con un brillo
especial, uno que nunca vi y eso le hace algo a mi alma.
Cuando levanta la mirada conecta conmigo y dice:
—¿Qué voy a hacer contigo, Red?
Qué voy a hacer con esto que siento, qué voy a hacer
con tu histeriqueo, tu indecisión, con mi corazón.
Eso es lo que me dice y me siento tan abrumada por la
intensidad de su pregunta que debo recordar respirar y
soltar el aire lentamente, para centrarme.
—No me respondas —agrega rápidamente antes de que
pueda formular algo que no sea una estupidez total—,
prefiero no saber la respuesta, por ahora. ¿Qué haces
caminando por aquí?
Gracias a Dios por el cambio de tema.
—En realidad salí a hacer la compra cuando me di
cuenta que hacía un día hermoso afuera y decidí seguir
caminando.
Se ríe, pero ese brillo sigue allí, gritando sentimientos
que se sienten como fuego entre mis piernas.
—Y ese camino te guió hasta aquí… me gusta tu
espontaneidad, podríamos decir que tu espontaneidad es
mi amiga.
Me río y arrebato el móvil de su mano.
Killian, en respuesta, quita mis cascos colgados en el
cuello y se los coloca.
—A ver qué estabas escuchando.
Nos pasamos media hora, sentados en el sillón
cómodamente. Killian escucha a Lorde y revisa cuáles
fueron las últimas canciones que escuché. No se sorprende
cuando ve que la mayoría son las Spice Girls.
Valentino entra a la oficina, nos mira con una ceja arriba
mientras nos peleamos por quién pone la siguiente canción.
Cuando no obtiene nuestra atención, carraspea.
—Todo muy lindo y adorable, pero me voy —le avisa.
—Vete asistonto, estoy bien acompañado —responde Kill
mirando mi móvil con atención.
—¡Killian! —lo empujo con mi codo—. No puedes
llamarlo así.
—Estoy acostumbrado —dice Valentino caminando hacia
la puerta—. El día que me canse, se va a dar cuenta de lo
que se perdió.
Killian toma un cojín del sillón y lo arroja hacia su
asistente.
—Cállate, que amas trabajar para mí.
Valentino pone los ojos en blanco y me sonríe.
—Adiós Bianca, suerte con este eterno adolescente. —
Cierra la puerta tras él y entonces me percato que el
atardecer ocurre afuera y que estaba tan concentrada en
Killian que casi me lo pierdo.
Creo que aquí arriba puedo darme cuenta del poder que
Killian tiene, estas vistas son para ojos afortunados, creo
que solo pagando un ticket de avión puedo ver algo así y él
lo ve todos los días.
Me levanto y camino hasta el ventanal, mis dos manos
apoyadas sobre el cristal, mi nariz también. Esto me hace
pensar que nunca vi realmente San Francisco, hasta ahora.
El sol desaparece tras el Golden Gate y los colores
anaranjados y rojos tiñen las nubes del cielo, dándole
contraste a las montañas.
Sus manos se arrastran sobre mi estómago y me tenso lo
suficiente para que se dé cuenta que algo está mal.
Me suelta.
—¿Qué hice?
—Nada… —digo con una sonrisa tensa—. No me hagas
caso…
Eso levanta una curiosidad imposible de contener (es
Killian después de todo) y me rodea, apoyando un hombro
relajadamente sobre el ventanal, creo que me daría vértigo
a mí.
—Dímelo.
—Es una tontería… —niego con la cabeza y cruzo mis
brazos.
—Quiero saberlo igual.
—Es que no me gusta que me toquen la barriga —suelto
evitando la mirada—, me da mucha vergüenza.
Mi inseguridad siempre fue una barrera para mí,
especialmente en la intimidad, el otro día fue fácil porque
las luces estaban apagadas, pero ahora con toda esta luz y
exposición, necesito cubrirme.
—Lo siento, no lo sabía —dice mirándome con pena, lo
cual odio.
Pero no es su culpa, yo soy el problema, yo y mis kilos de
más que me dan vergüenza y fantaseo con eliminar algún
día.
—Tus hermanos tienen voces aterradoras —digo
cambiando de tema, necesito hacer desaparecer esta
tensión y funciona porque Killian resopla.
—Son todos ositos cariñosos —dice colocándose a mi
lado y dejando su brazo sobre mis hombros.
—¿Cómo funciona el dinamismo de cuatro hermanos en
una empresa, no se pelean por el poder?
—Pfff — Killian se ríe livianamente—, ninguno está
desesperado por eso, pero mi hermano mayor Silas tomó la
responsabilidad, en los papeles él es el CEO de Property
Group y el resto somos Managers Regionales. La realidad
es que cada uno maneja su oficina con libertad, es como
que cada uno es el CEO del estado donde vive.
—Ohh… —respondo entendiendo—. Increíble, los
hombres normalmente…
Killian me mira, con cara de pocos amigos.
—Nunca, nadie, nada —digo repitiendo las palabras que
me enseñó.
—Exacto, gracias. —Sonríe diabólicamente y deja un
beso en mi cabello—. Ahora que estamos solos, ¿Crees que
puedo besarte?
Miro hacia atrás, buscando esos ojos curiosos de antes,
pero la oficina está vacía.
Killian habrá leído en mis ojos que sí, porque me empuja
hasta encerrarme entre su cuerpo y la ventana. La
inmensidad de San Francisco detrás mío, pero Killian roba
mi mirada cuando lo siento sobre mis labios. Nos besamos
con el atardecer detrás nuestro, solo que esta vez no hay
ataque de pánico de por medio, esta vez los dos flotamos
hasta gemir, hasta que entierro mis dedos en su cabello y
ruego por un lugar privado.
Cuando se despega de mí, mis ojos siguen cerrados,
intento contener la euforia que siento en mi estómago.
El tira y afloja entre mi mente y mi cuerpo.
Killian sonríe triunfal cuando me ve luchar conmigo
misma y dice:
—El día que sueltes esa soga que te detiene, Red, voy a
ser el hombre más feliz del mundo.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
BIANCA

E l martes por la mañana me encuentro finalmente con


un mensaje de Liam.
<<Liam: volviendo antes, paso por ti a las doce>>
La culpa que había aprendido a ignorar estos últimos
días estaba disminuyendo lentamente, pero después de este
mensaje, empieza a subir desde mi estómago hasta
ahogarme. No sé qué me altera más, si ver a Liam o si
decirle lo que pasó cuando él no estaba.

<<Bianca: Creí que te quedaba al menos una semana más


de viajes>>

En otra ocasión hubiese puesto emoticonos felices y


símbolos de admiración, ahora solo siento una condena en
mi pecho y la necesidad de esconderme en una cueva y no
salir nunca más.
<<Liam: Sí, pero te extraño y quiero verte, ¿está mal?
>>
Oh Dios… este mensaje me hunde más en mi cama y
tapo mi boca con la almohada para gritar en ella y que
ningún vecino llame a la policía.

<<Bianca: En absoluto, te espero a las doce.>>

Lo primero que hago cuando entro al baño es buscar la


plancha de pelo, pero cuando estoy a punto de enchufarla
me detengo, recordando cómo Killian jugaba con mis rizos,
tirando suavemente de ellos para verlos volver a subir.
Sonrío ante ese recuerdo y cuando veo mi reflejo en el
espejo me observo feliz.
Liviana.
Segura.
Todos mis dientes están expuestos cuando me doy
cuenta de mi cambio y decido enroscar el cable alrededor
de la plancha para guardarla. No voy a cambiar mi cabello,
voy a dejar mis rizos libres para que salten con cada paso
que dé por la calle. No sé por qué se me ocurrió ocultar el
hecho de que tengo el cabello diferente al resto y
especialmente mis raíces irlandesas.
Eso no está bien, debería estar orgullosa de quién soy.
Tampoco me voy a poner diez litros de maquillaje, con
solo un poco de máscara de pestañas y labios rojos es
suficiente.
Lo mismo con la ropa, hoy es un día de mucho calor y
con un short blanco y una camiseta verde estoy más que
bien. Cómoda, fresca y lista para correr en caso de que
Liam quiera matarme cuando le diga que en cuanto se fue
de California me acosté con KillK.
Bajo los escalones del edificio rápidamente, mis pies se
mueven otra vez con naturalidad y el miedo que tenía de
sentir dolor desapareció. Al llegar a la puerta veo a Liam
apoyado sobre un coche sport con un ramo de flores en la
mano.
Mierda.
Nunca trajo flores, ni me esperó afuera del coche,
siempre dentro y con el móvil en la mano.
Tomo aire profundamente y lo suelto poco a poco, no sé
por qué estoy tan nerviosa. No es la primera vez que
termino una relación, pero supongo que la sombra de mi
madre deambula detrás mío y eso aumenta la presión.
Tú puedes hacer lo correcto, no es justo para él que tu
mente esté puesta en otro hombre. No importa cuán
apuesto, gracioso, sexy y bueno en la cama sea ese hombre.
Liam se merece tu tiempo y tu explicación.
Una risa se filtra en mis pensamientos al imaginar a Kill
pretender estar ofuscado por todo lo que acabo de decir de
él.
Abro la puerta y salgo a la ciudad.
Liam posa los ojos sobre mí un segundo y luego desvía la
mirada hacia el resto de la calle.
Luego los vuelve a posar sobre mí.
—¿Bianca? —pregunta con una ceja arriba—. No… no te
he reconocido. —Baja el ramo de flores y se despega del
coche para saludarme con un beso en la mejilla—. ¿Qué le
ha pasado a tu pelo? —pregunta con una sonrisa incómoda
pintada en su rostro.
—Este es mi pelo natural, normalmente me lo plancho —
explico.
—Oh… y ¿por qué no lo hiciste hoy?
Mi sonrisa se difumina.
—Porque… no… —Sus ojos no me transmiten nada
positivo y siento que me hundo en el suelo de cemento—.
Porque no tuve tiempo —río masajeando mi nuca, toda mi
seguridad se fue a la mierda en menos de siete palabras—,
lo siento.
Luego recorre mi rostro y mi cuerpo.
—Creí que querrías ir a comer a Sur le France, pero con
ese atuendo vamos a tener que cambiar los planes, ten,
esto es para ti. —Entrega el ramo de flores.
—Gracias —devuelvo mientras las llevo a mi nariz, pero
estas flores no tienen perfume.
Nada en Liam parece extraordinario a comparación de
Kill.
Mis pies quieren retroceder, volver a las escaleras y
finalmente la protección de mi hogar. Nada de todo esto se
siente correcto, ni cómodo, pero necesito hablar con él y
explicarle por qué no puedo seguir viéndolo, no importa lo
que nuestras madres quieran.
Señala su coche y abre la puerta para dejarme entrar,
una vez que se sienta pregunta dónde quiero ir, le respondo
que cualquier lugar está bien.
Asiente silenciosamente mientras se sumerge en el
tráfico de San Francisco.
—Cuéntame algo, ¿qué has estado haciendo estos días?
—pregunta conduciendo concentradamente.
No menciones Carmel.
No menciones a Killian besando tus labios con urgencia.
No pienses en su lengua entre tus piernas.
—No mucho… —respondo—, los productores están
contentos con el resultado de los viernes, así que estamos
negociando agregar un día más a la semana.
—Oh, excelente —responde ausentemente—. ¿No hiciste
nada el fin de semana?
—No… —miento entre mis dientes—. ¿Tú? ¿Qué ocurrió
con el viaje?
—Puedo posponerlo, tengo cosas más importantes que
atender aquí —sonríe mirándome de soslayo—. Hay una
casa de ensaladas cerca de Civic Center, supongo que
quieres ir ahí, ¿no?
Su pregunta suena rara, no sé si estoy leyendo entre
líneas, pero me siento ofendida por dentro. Antes de abrir
la boca y asumir cosas solo porque yo estoy alterada,
asiento con educación, convenciéndome que no debo leer
entre líneas.
Sigue tus propios consejos, Lovecaster.
Liam hace todo al pie de la letra, abre las puertas para
mí, sonríe y principalmente me presta atención cuando
hablamos, algo que nunca ocurrió.
Parece a propósito que este hombre haga todo bien justo
cuando pienso decirle que hay alguien más en mi corazón y
que no es justo para ninguno de los dos seguir con esta
pantomima.
—Me dijo mi madre que no están bien las cosas con tu
familia —dice distraídamente—. Que el taller está en
bancarrota.
El tenedor se detiene justo delante de mi boca, lo apoyo
con cuidado dentro del aburrido bol de ensalada verde.
Respondo con cuidado.
—Bancarrota es una palabra muy grande, solo están
perdiendo clientes por un nuevo taller.
—Sí, Davis's Engine Repair, es de mi primo —dice
masticando apresuradamente como un conejo—. Lo abrió
hace unos meses.
Mis ojos se fijan en Liam.
—¿Tu primo abrió un taller mecánico a dos calles de
otro taller? —pregunto pasmada—, ¿nunca ha oído hablar
sobre el análisis de mercado?
Liam escucha mi tono acusatorio y cortante y parece
que se acabara de percatar que yo soy la hija de mi padre.
—Bueno Bianca, el mercado es competitivo, no puedes
culparlo si le va mejor…
Tomo aire profundamente. Está haciendo esto más fácil
para mí…
—Liam, debo hablarte de algo…
Eso lo alerta.
—Te entiendo, puedo hablar con mi primo, ver cómo
puede convivir con tu padre para que no le golpee tan
fuerte en sus finanzas.
Eso me detiene. Pausando todo lo que pensaba decirle
hasta hace un segundo atrás.
—¿Puedes hacer eso?
—Claro Bianca, por ti hago lo que sea. —Sonríe
dulcemente, pero pareciera que el veneno se oculta tras
sus dientes, una mano se arrastra sobre la mesa hasta
acariciar mi brazo.
Siento rechazo físico y mi primer impulso es quitar la
mano de su alcance, pero no lo hago, solo me quedo
petrificada.
—Gracias —susurro.
—No hay de qué, ahora, ¿de qué querías hablarme?
Mi garganta se cierra y las palabras que pensaba
confesar se disuelven.
—Oh, nada importante.
Todo mi plan se viene abajo, mi estómago también y no
puedo pasar un pedazo de lechuga más por mi garganta.
Siempre supe que sería capaz de todo por mis padres,
pero nunca creí que sería capaz de firmar un pacto con el
diablo con tal de protegerlos.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
KILLIAN

C on Valentino estamos viajando a Silicon Valley,


tenemos que supervisar la construcción que acaba de
comenzar y mientras conduzco por la autopista, obligo a
Valentino a llamar a un viejo amigo.
—¡Cameron! —grito con entusiasmo.
—La última vez que me llamaste Walker, terminé
internado en Ibiza.
—Y gracias a eso conociste a tu mujer —devuelvo con
una sonrisa.
Valentino me mira extrañado y con muchas ganas de
saber qué historia hay detrás de esa frase.
—Y le doy las gracias a Dios todos los días —agrega—,
¿qué puedo hacer por ti, Walker?
—Luego te cuento —susurro a Valentino y continúo
hablando—. Necesito ayuda con algo, Cam, tengo unos
conocidos con un taller mecánico en tu ciudad, Riley's
Motors se llama, ellos son muy importantes para mí y las
cosas no están yendo bien, ¿crees que podrías pasar el dato
a tus amigos sobre ellos? Darle trabajos y eso.
Cameron Silva es un magnate en Massachusetts, es
dueño de una empresa de logística marítima, él importa y
exporta absolutamente todo lo que usamos los americanos,
desde un bolígrafo a maquinaria específica, coches, barcos
y lo que se te ocurra. Sé que con que se corra la voz, todos
sus amigos van a ir al taller de los padres de Bianca.
Estamos hablando de los coches más caros del mercado,
Audi, Mercedes Benz, Bentley, el que se te ocurra, ellos lo
tienen.
—Por supuesto, envía la dirección a mi secretaria, yo me
encargo del resto.
—Gracias —digo mientras me paso de carril—. Te debo
una.
—No Killian, si no fuese por ti, no tendría la familia que
tengo ahora, estoy en deuda eterna.
Sus palabras me retuercen las tripas y no me
malinterpretes, me pone muy contento saber que él es feliz.
Solo que, por una vez en la vida, me gustaría ser yo el que
diga esas malditas palabras. Ser yo quien rompa con el
círculo vicioso de sentir soledad y cubrirla con multitudes
de gente, alcohol y música tan fuerte que elimina tus
propios pensamientos.
Ser suficiente para alguien, que confíe en ti para plantar
raíces y crecer.
—Me alegra escuchar que todo va bien en la casa de los
Silva —respondo con mi garganta seca.
Valentino nota mi cambio de energía inmediatamente,
pero mis ojos siguen firmes en la autovía.
Después de intercambiar cortesías con Cameron,
termino la llamada justo cuando tengo que salir de la
autovía.
—¿Vas a explicarme qué demonios quiso decir con Ibiza?
—Oh —me río—. Lo llevé de viaje una semana, se
emborrachó tanto un día, que se cayó y se golpeó la
cabeza. La enfermera que lo cuidó terminó siendo su mujer,
la trajo a Estados Unidos y tienen tres hijos.
Valentino me mira extrañado.
—Eres un cupido más, deberías contarle esta historia a
Bianca para que la cuente en su podcast.
Su nombre despierta algo dentro de mí, emoción y
anhelo y no veo la hora de volverla a ver. Quiero prepararla
para lo que voy a decirle antes de irme de viaje, necesito
asegurarme de que estamos en la misma página y que
esperará por mí mientras paso una semana con mi familia.
—Quizás lo haga —respondo pensando en cuánto le
gustan las historias románticas a ella y cuánto me gusta a
mí la nuestra.

M e saco un selfie con el casco amarillo y la lengua


afuera. Se la envío a Bianca inmediatamente y
comienzo con mi trabajo. Sí, tengo uno y debo
cumplir de vez en cuando a menos que quiera escuchar a
Silas gritar por el micrófono.
Este tipo de supervisiones son más que nada una
formalidad, tengo un equipo de primera calidad trabajando
en esto y no soy esa clase de hombre que cree que sabe
más que cualquier otro. Yo me limito a hacer preguntas
adecuadas y señalar las cosas que no comprendo del todo.
Cuando me mudé a la sucursal de San Francisco, lo
único que hacía era llevar a los millonarios a las mansiones
y enseñarles qué clase de vida podrían tener allí. Sabía que
no era suficiente para mí y un día conocí en una fiesta a un
nuevo Tech-Boy, un niño millonario como le decimos por
estos lares, listo para expandir su empresa. Lo convencí de
que Property Group estaba lista para dar un paso más allá
y que podíamos darle las mejores oficinas de Silicon Valley.
Silas no podía creerlo cuando le mostré el proyecto.
Luca no confiaba en el potencial de esta oportunidad y
tenía miedo de que una gran demanda millonaria nos
esperara en la puerta.
Oliver dijo que sí sin discutir.
Mi padre dijo que no y cerró toda posibilidad de
negociación.
Y como mi tendencia fue siempre complacer a mi padre,
me llevé al silencio, hasta que un día las puertas de
Property Group San Francisco se abrieron y mis tres
hermanos entraron caminando.
Me quedé atónito viéndolos desfilar como alfas dentro
de la manada. Ocuparon mi oficina y decidieron llevar el
proyecto adelante. Me apoyaron de principio a fin, ellos
estaban más experimentados, yo solo tenía entusiasmo por
hacer algo diferente.
Ese día Silas dijo una frase que ha estado resonando en
mi cerebro todos estos años:
“Nunca dejes que alguien marque tu camino, mucho
menos alguien cobarde que no entiende lo que es el riesgo.
Tú ves algo que quieres, cógelo y hazlo tuyo, después de
todo, eres un Walker, eso es lo que hacemos.”
A partir de ese proyecto, Property Group New York se
sumergió en la construcción también. Hoy mi hermano
Silas es el dueño del primer edificio sustentable de la
ciudad de Nueva York y Luca y Oliver construyen barrios
enteros en sus estados, barrios… es una locura lo lejos que
hemos llegado.
Bianca responde una hora más tarde y gracias a Dios
que lo hizo, porque estaba a punto de llamarla para ver si
se encontraba bien.
Sí, me volví el novio meloso y pesado.
Sí, dije novio, no puedes culparme por visualizar mi
futuro, agradece que no dije: mi esposa.
<<Red: Apuesto que no subes esa foto al Instagram>>
Me río mientras caminamos hacia la salida. El casco ya
no está sobre mi cabeza y estoy libre para ir a su casa y
hacer cosas para mayores de dieciocho años.

<<Killian: Es una colección privada solo para mujeres que


quiero impresionar >>

—¿Otra vez con esa cara de perrito enamorado? —


pregunta irritado Valentino mientras abre la puerta para
que pase, luego agrega— Kill…
Su tono hace que se borre mi sonrisa y despegue la
mirada del móvil.
El coche de Liam aparca justo al lado del Tesla.
Cuando desciende, sonríe abiertamente, creo que nunca
lo vi sonreír así antes. Creo que vendrá hacia mí, pero en
vez de caminar hacia nosotros rodea el vehículo y abre la
otra puerta para dejar bajar a alguien más.
Bianca.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
KILLIAN

T engo que bloquear las rodillas para no caerme de boca


al suelo.
Mi estómago es una piedra.
Bilis sube por mi garganta.
Bianca baja del coche y tengo segundos para
prepararme antes de que me vea aquí y se dé cuenta de
todo.
—¿Le dijiste que lo conoces? —murmura apurado
Valentino sin mover los labios.
—No —respondo tragando duramente los nervios en la
garganta—. No lo hice.
—Estás cagado, jefe.
—Lo sé.
Mis palpitaciones se sienten en mis oídos, ojos, boca y
hasta en los codos. Todo en mí está en alerta y la
adrenalina en vez de darme claridad, me petrifica en el
lugar.
Bianca se ve hermosa, libre como me gusta decir cada
vez que la veo siendo fiel a ella. Su cabello se mueve con
estilo, sus pechos cubiertos con una camiseta verde
ajustada y esos shorts… maldición, marcan las curvas de su
cintura y sus caderas.
Trago saliva al recordar cómo acaricié esos muslos hace
tan solo unos días.
¿Qué hace con Liam?
¿Qué hace Liam aquí?
¿Qué demonios hago ahora?
Quiero enfadarme, porque siento traición en mi corazón,
pero, ¿qué puedo decirle si yo no fui del todo sincero con
ella?
Levanta la mirada y al principio parece no reconocerme,
hasta que lo hace y esa sonrisa falsa que tenía en sus labios
se borra inmediatamente, para reemplazarla con
preocupación.
Yo provoqué esto, yo solito.
Solo escuchamos los sonidos de la construcción detrás
nuestro y el móvil de Valentino sonando sin parar. Por
supuesto que mi asistente no mira ninguna notificación, no
estoy seguro que respire tampoco.
Yo estoy petrificado, pero mi rostro estoico.
—Walker… —saluda Liam con una sonrisa llena de odio.
Afloja los hombros, Kill, que aquí viene tu presa.
Estiro la mano y con una sonrisa apretada, estrecho la
mano de Liam.
—No creí verte por aquí tan rápido, Davis —digo
ignorando la mirada penetrante de Bianca y el pánico que
transmite—. ¿Que te ha hecho volver tan pronto?
Ahora yo sonrío con maldad.
—Extrañaba a mi novia —dice tomándola de la mano,
mis ojos miran fijamente el contacto de los dos y siento que
Valentino se acerca a mí, esperando que reaccione como
una bestia enfadada.
Créeme que lo que más quiero es empujarlo lejos de ella
en este momento, pero la mirada atónita de Bianca sigue
en su rostro y yo no sé qué demonios hacer.
Finalmente la miro, su pánico está allí también, en la
superficie.
Abro la boca para explicar lo que está ocurriendo aquí,
que este duende está haciendo esto a propósito para
hacernos sentir incómodos a los dos, pero sé que ella es
quien va a sentirse peor y eso me revuelve las tripas.
Trabajé tanto en su autoestima, en demostrar lo
hermosa que es por dentro y por fuera, detesto que esto le
afecte.
Joder, todo se va a ir a la mierda en segundos.
—Hola —dice ella estirando su mano—, un gusto.
Oh no…
No, no, no…
Ella está pretendiendo no conocerme cuando Liam sabe
que algo pasa entre nosotros. Él solo planea humillarla y
aquí tengo dos opciones, o seguir la corriente y pretender
que no la conozco, logrando así que se vea como una tonta
delante de Liam o prenderme fuego y decir la verdad.
Decisiones, decisiones…
Las palabras de Oliver retumban en mí, supongo que no
solo no puedo imaginarme un mundo sin ella, sino que
prefiero poner en riesgo nuestra relación con tal de
protegerla de esto, de este juego enfermo que Liam quiere
jugar.
Valentino se tensa aún más cuando la escucha
presentarse y la observa con curiosidad. No sé por qué está
haciendo esto, pero el terror en sus ojos me dice que aquí
pasa algo más.
Lo que sea que esté ocurriendo, no voy a permitirlo, por
más que sea el momento exacto donde la pierdo, donde un
pedazo de mi alma se descompone y se cae a nuestros pies.
La última vez…
Tomo su mano y tiro de ella, dejando a Bianca a
milímetros de mi boca. Dejo un beso allí, rápido, bruto y
casi obligado, luego la arrastro a mi lado.
—Qué… —ella dice, pero Valentino la coloca detrás de
mí.
Sabe que esto está a punto de irse a la mierda.
Sabe que alguien se va a ir con la nariz rota y no soy yo.
Naturalmente.
Doy un paso adelante, acercándome a un Liam atónito
por mi reacción.
—¿Creías que podías humillarla delante mío? —gruño.
El terror se disuelve y pura furia animal lo reemplaza.
—Kill… —susurra Bianca, hay miedo en su voz y lo odio.
Liam se ríe, en realidad se esfuerza para hacerlo porque
no pensó que yo sería capaz de hacer esto. Tiene que mirar
para arriba para responderme, de golpe la cabeza y media
que le saco debe intimidar, pero le doy crédito ya que saca
valentía de algún lado y dice:
—Quería darme el gusto, sí. —Una media sonrisa
maligna en su boca—. Quería ver como una puta
cazafortunas pretendía no conocerte con tal de no perder la
oportunidad de estar con un millonario.
Mis nudillos rápidos se incrustan directos a su mejilla.
—¡Killian! —gritan tanto Valentino como Bianca.
Miro sobre mi hombro y los ignoro a los dos. Puede que
acabe de perder a Bianca por mentirle, pero eso no
significa que vaya a permitir que este duende la insulte.
Liam limpia sangre de su nariz, como predije que iba a
ocurrir. Con ojos enfadados corre hacia mí, intentando
empujarme, pero no me muevo del lugar.
Pobre, al menos lo intentó.
Cuando yo hago lo mismo, termina en el suelo otra vez.
—Bianca no es una cazafortunas, duende asqueroso, es
una mujer que se sintió obligada a lidiar con un ser odioso
como tú, no podías dejarla ir ¿no? Tenías que humillarla
como el cobarde que eres.
Acomodo mi traje, volviéndolo a poner en su lugar y
estiro las mangas de mi camisa para perfeccionar mi
imagen. Volteo para volver con Bianca, mi Bianca y
explicarle todo antes de que vuele por los aires, pero
entonces Liam dice:
—Estás muerto Killian, me voy a encargar que todos
sepan qué clase de persona eres.
Giro sobre mis talones lentamente.
—¿Qué clase de persona soy? —En mi voz se escucha la
gracia que me da esta conversación.
—Un hombre sin escrúpulos, que destruye familias, eso
es lo que eres. —Se levanta del suelo y pone sus manos en
defensa.
Me río por lo bajo cuando lo veo moverse pretendiendo
ser un boxeador.
—Pero, ¿de qué familia me hablas? —digo caminando
hacia él con mis manos en los bolsillos—. Si lo único que
decías de Bianca era que era pesada como un collar de
melones.
Escucho a Bianca tomar aire en conmoción.
—¡Mentira! —dice mirando detrás de mí, probablemente
a Bianca—. Yo no dije nada de eso.
—Sí lo hiciste—digo con un tono más elevado, esto me
está cansando—. También sé que intentas hacerla sentir
culpable por estar conmigo cuando tenemos pruebas de ti
yéndote a tu casa con otras mujeres. —Miro sobre mi
hombro para aclararle a Bianca a lo que me refiero—. Cada
vez que te decía que estaba en un evento, en realidad
estaba con alguien, tengo pruebas.
Valentino susurra algo a su oído, mientras se mantiene
cerca, Bianca parece que está a punto de desmayarse.
—Yo… no, ¡no estábamos en una relación en ese
entonces!
—Tampoco ahora, acéptalo perdiste a una mujer
extraordinaria por ser un pedante sin motivos, porque
seamos honestos, no entiendo de dónde sacas tanta
confianza, eres un perdedor con suerte nada más y esto es
solo el comienzo de lo deplorable que será tu vida. De aquí
a veinte años, cuando mires tu reflejo te preguntarás qué
hubiera ocurrido si hubieras hecho las cosas bien con ella,
porque esa soledad no va a dejarte respirar. —Estoy cerca
de él ahora y en un tono más bajo, agrego—. Ella es mía y
tú, querido, perdiste ante un hombre de verdad, no un niño
que no sabe lo que quiere todavía.
Eso levanta en Liam puro odio, sus ojos se enfocan en mí
y sus labios se aprietan conteniendo la rabia. Porque esta
escena trata de esto, de él compitiendo conmigo, no le
importa una mierda Bianca, ni su autoestima, ni cuán
lastimada puede salir de aquí, él quería competir conmigo,
CONMIGO, ¡ja! Como si tuviera la posibilidad de estar en
mi misma categoría.
—Este proyecto se cancela, prepárate para recibir
noticias de mis abogados.
—Me importa una mierda —respondo con la mirada fija
en él—. Ahora vete a llorarle a tu mami, que los adultos
tienen que resolver el desastre que dejaste atrás.
Liam se mantiene en el lugar y con un solo movimiento
repentino mío, se mueve rápidamente lejos de mí. Antes de
irse, mira por sobre mi hombro para agregar más veneno.
—Espero que tu novio esté listo para mantener a tus
padres, porque van a morir en la ruina.
No entiendo de qué habla, pero sospecho que tiene que
ver con el pánico que tenía Bianca antes.
Lo veo caminar agitadamente a su coche de niñato que
busca llamar la atención, mis manos siguen enterradas en
los bolsillos, mi postura relajada y altanera.
Miro cada segundo donde el coche se retira y cuando
finalmente lo pierdo de vista, tomo aire profundamente y
volteo para enfrentar las consecuencias de mis actos.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
BIANCA

S iento la mano de Valentino en mi espalda baja, listo


para atajarme como si fuera a romperme en mil
pedazos.
Y quizás lo haga, quizás quiera romperme en mil
pedazos y desaparecer de este momento en mi historia. O
quizás junte fuerzas suficientes para gritar y empujarlo
lejos de mí y romperle el corazón como acaba de hacer
conmigo.
Corazón que talla un hueco en mi pecho, vacío de
emociones, listo para ser llenado con lo que sea que quiera
experimentar.
Yo sabía que Killian era la clase de hombre que quiere
competir con otros, no sé por qué me sorprende todo esto.
No hace falta sacar la información de él, todo está más que
claro. Killian sabía quién era Liam y cuando me conoció,
encontró una oportunidad para demostrar el “macho alfa”
que es.
Me llenó de mentiras, de halagos, besos y orgasmos solo
para reafirmar lo que ya sabe. Él obtiene todo lo que
quiere.
Y aquí quedo yo, vacía.
Siendo usada por dos hombres a quienes les importaba
poco y nada.
Dios, me siento tan estúpida.
Tan… tan frágil e inexperta.
Yo, la presentadora de Lovecast acaba de ser aplastada
por alguien que solo quería demostrar quién tenía el poder.
—Bianca… —susurra Killian, quien está delante mío—.
Di algo, grítame, insúltame, pero no te quedes en silencio.
En algún momento Valentino desaparece, ya no siento su
mano en mi espalda, ni su presencia a mi lado.
Levanto la mirada, Killian está aquí y sus ojos tienen una
angustia que sería dura de ver si no supiese que es falsa y
superficial. ¿Cómo pude creer que un hombre como él
podría estar interesado en alguien como yo?, ¿qué tan ilusa
fui pensando que Killian Walker tenía sentimientos por mí?
Finalmente, algo aparece dentro de mí, algo que aprieta
mi pecho.
Odio.
Paso a su lado, golpeando su hombro.
—¡Bianca! —llama caminando detrás mío—. No me
apartes, hablemos…
—Vete a la mierda —digo sobre mi hombro, camino con
rapidez, con un propósito, irme lejos de aquí, lejos de él.
Su mano toma mi brazo y me detiene.
—Bien, insúltame, pero no te vayas.
Me suelto de un manotazo y lo señalo con mi dedo índice
justo sobre su rostro.
—No me toques, no me mires, ni respires mi puto
oxígeno Killian, maldigo el día que te conocí.
Eso le da una sacudida a su cuerpo, como si hubiera
golpeado su estómago con todas mis fuerzas. Siempre supe
que no necesitaba de la fuerza bruta, cuando sé manipular
las palabras para destruir a mi contrincante.
Retomo mi escapatoria, por más que no haya un solo
coche por esta zona, ni autobuses, ni gente en realidad.
Esta construcción está en medio de la nada y yo necesito
salir de aquí cuanto antes.
Pasos acelerados se escuchan sobre la tierra y estoy
lista para arremeter contra él, cuando Valentino aparece a
mi lado.
—Déjame llevarte a tu casa.
—Estoy bien, gracias.
—Bianca, estamos a veinte minutos de la calle más
cercana, prometo no hablarte, solo déjame devolverte a la
ciudad.
—¿Y él? —pregunto por Killian quien desapareció del
lugar por arte de magia.
—Puede volver solo, vamos. —Señala el camino de
vuelta y lo miro con duda—. Te prometo que seremos solo
los dos.
—Más te vale Valentino, porque si esto es una
emboscada…
—No lo es, Killian se fue para darte espacio.
Valentino se ve compungido, lo cual es raro, porque
siempre se le ve frío y distante o al menos es la clase de
persona que se limita a ser amable con algunas personas
por un tiempo limitado, pero ahora veo una emoción real
por primera vez.
—Está bien.
El coche es silencioso.
Valentino es una tumba, pero mi mente grita y llora y se
rompe.
Solo aguanta hasta llegar a casa.
Sé que las lágrimas están al borde y que estoy
manteniéndome entera porque no quiero darles la
satisfacción de verme así.
Dios, soy tan estúpida.
Y Liam… ¡Ahh! Lo odio tanto como a Killian.
Su amenaza, su veneno escondido entre palabras
amables acaba de morir en mí. Y es alivio lo que siento,
como si tuviese diez ladrillos menos en la mochila, solo
falta quitarme los otros doscientos que equivalen a Killian
Walker.
Al fin reconozco algo de la ciudad a medida que
Valentino avanza, estamos más cerca de casa y creo que
cumplió con su palabra hasta que se detiene en la puerta
del edificio.
—Bianca…
—No lo defiendas. —Mi voz ya no aguanta y se
entrecorta.
—No lo pienso hacer, solo quiero decirte que esto no fue
un plan macabro para ver quién mea más lejos, esto se dio
así, fue una casualidad incómoda y destinada a suceder.
—No existen las casualidades —respondo mirando
directamente mis piernas y juego con el final del short, el
que creí que me permitía enseñar mis curvas, el que me
hizo sentir espléndida esta mañana. Ahora me siento una
niña, una básica, una…
Valentino resopla.
—Después de escuchar tu podcast obsesivamente en
busca de la persona perfecta, créeme, sé que existen. Mira
lo que tienes con Killian, ¿sabes cuándo fue la última vez
que lo vi así por una mujer?
No quiero saberlo, pero no quiero ser ruda.
—¿Cuándo?
—Nunca —responde rápido—, nunca lo vi así y estoy
feliz por él, pero internamente la envidia me carcome,
porque él tiene todo lo que quiero y lo consiguió sin
esfuerzo, sin estudiar, ni hacer trampa. Él te ama, no
significa que le debas nada, pero recuerda eso cuando
tomes una decisión.
—Me mintió, Valentino. —Mi tono áspero y enfadado, las
lágrimas se acumulan en mi párpado.
—Él no miente, solo evitó decirte la verdad porque no
quería que pensaras que quería alejarte de él y
honestamente creo que se vio tan envuelto en lo que siente,
que se olvidó de hacerlo.
—No es una excusa.
—Lo sé.
Deja una mano sobre mi espalda y acaricia con cuidado,
probablemente sintiendo pena por mí.
—Si necesitas algo, aquí me tienes —dice.
—Gracias —respondo y salgo eyectada del coche.
Tres pasos hasta llegar a la puerta.
Dos pasos.
Uno.
Cierro la puerta detrás de mí y mientras subo las
escaleras, dejo que mi angustia se desarrolle en paz.
Cruda.
No tan bonita.
Pero es real y duele, duele tanto pensar que no voy a
verlo nunca más que me acuesto en mi cama y me hundo
en mí misma hasta que el llanto trae el sueño.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
KILLIAN

E stuve a punto de cancelar el viaje.


No podía levantarme de la cama sin gemir de dolor,
cada célula de mi cuerpo dolía, gritaba, ardía...
Literalmente no había fuerza física en mí.
Siempre supe que había fuego en ella, pero nunca me
quemé con él hasta que vi el odio en sus ojos, el
desprecio…
No me toques, no me mires, ni respires mi puto oxígeno
Killian, maldigo el día que te conocí.
Pero el móvil sonó y aunque decía Luca la pantalla, sabía
quién era en realidad.
Mi princesa, Mila.
Me preguntó si estaba preparándome, si estaba
emocionado por verla y eso me destrozó el corazón un poco
más. Saqué fuerzas de lo más profundo de mí y me subí al
avión.
Y aquí estoy, en el paraíso, sintiéndome la escoria más
grande del planeta.
Las Bahamas.
Rodeado de agua cristalina, arena blanca entre los
dedos de mis pies y mis sobrinos retándose para ver quién
hace el mejor castillo de arena.
Hace cinco días que no sé nada de ella, que no me
habla, ni responde mis mensajes. El único momento donde
pude escuchar su voz fue en los dos capítulos del podcast
que transmitió, que los escuché como un obsesivo,
buscando rastros, pistas que me indiquen cómo está, qué
piensa, qué siente…
Nada.
Bianca es una profesional, por supuesto que no iba a
mostrar ningún síntoma. El odio que debe sentir por mí
todavía la alimenta y eso debe estar dándole fuerzas.
—Tío, ¡no estás mirando! —se queja Mila cuando me
atrapa mirando el horizonte, buscando alguna respuesta de
qué deparará mi vida.
—Sí que estoy mirando —miento—, solo que soy tan
bueno haciéndolo que no te das cuenta cuando lo hago.
Julián levanta la cabeza del pozo que hace y me mira con
cara de pocos amigos. Sí, nadie puede engañar a Julián
Walker, es un calco de su padre en cuanto a lógica y
manipulación.
Levanto mis hombros, intentando decirle que no me
toque los cojones y él parece entenderlo porque sigue
escarbando.
Astor duerme a mi lado plácidamente en una tumbona
bajo la sombrilla. El sol se asoma por uno de sus piececitos,
así que lo cubro con una toalla.
El resto de los Walker salieron a caminar o al menos eso
me dijeron. Honestamente me importa una mierda, solo
estoy aquí por mis sobrinos.
La otra opción es llorar así que quizás me quede con los
castillos de arena.
Julián se levanta irritado y limpia sus manos en la orilla
del mar caribeño.
—¿Cansado de hacer castillos? —cuestiono.
Se sienta sobre la otra tumbona a mi lado.
—No, estoy cansado de verte con la misma cara que yo
pongo cuando no me dejan ver dibujos animados.
Reprimo una risa en mi garganta mientras lo miro
anonadado.
Este chico es increíble.
—Lo siento Juli, prometo ser más entretenido.
—Nah —dice sentándose con las piernas bien abiertas,
encuentra unas gafas de sol de Mila, unas de Frozen y se
las pone. Es el niño más cool de la playa. No se me escapa
que hable como yo, sé que ni su padre, ni su madre hablan
así—. Está bien, a todos nos pasa.
—Espero que no te pase nunca… —digo por lo bajo
mirando el móvil una vez más.
Nada.
Ni un mensaje.
Estaría mintiendo si no dijese que envié mensajes al
podcast, fingiendo ser K.W como la última vez, parece que
se dio cuenta porque nunca leyó mis preguntas.
¿Cómo se salva una relación que no comenzó?
¿Cómo le pido perdón a la mujer de mi vida?
¿Qué tengo que hacer para volver atrás en el tiempo?
Nunca leyó ninguna o simplemente las ignoró.

L a cena es el momento de adultos, los niños se van a


dormir temprano mientras el resto toma el vino más
caro y la comida más exclusiva de Bahamas en un hotel
de cinco estrellas. He estado en lugares mejores, pero
entiendo lo atractivo de los Todo Incluido cuando tienes
niños.
Estamos bajo un gazebo de paja, al lado de una piscina
enorme iluminada bajo el agua, rodeada de palmeras altas,
todo muy bonito, lástima que me importe una mierda.
Mis hermanos y sus mujeres conversan libremente, a
carcajadas incluso, me alegra que puedan pasar un buen
momento en familia. Sin la sombra densa de mi padre
controlando todo lo que dicen o hacen, quizás me costó
entenderlo, pero finalmente lo veo, pareciera que los tres
sienten una libertad indescriptible. Especialmente Oliver.
En otros viajes estuve más activo en las conversaciones,
normalmente soy el que hace chistes que hacen que las
mujeres se mueran de risa y que mis hermanos me miren
con odio por hacerlas reír tanto o burlarme de ellos
también, mi especialidad.
Esta vez no.
Ahora solo quiero comer e irme a dormir.
Cuando todos terminamos, Emma propone a Lauren y a
Cala una excursión que se da solo de noche. Ninguno de los
hombres está muy entusiasmado por ir y ella les dice que
en realidad nunca estuvieron invitados.
Eso me hace reír un poco.
Me levanto de la mesa para irme cuando Oliver me
llama.
—¿A dónde vas?
—A mi habitación —respondo distraídamente mientras
dejo la servilleta sobre la mesa.
—¿No vienes? Luca dijo que hay una barra en el hotel
que no suele frecuentar nadie.
—No gracias… —respondo, pero cuando volteo, Silas
está justo detrás de mí y nuestros pechos chocan
inesperadamente.
—No era una sugerencia, hermanito —dice seriamente.
Y aquí es cuando sé que una intervención está a punto
de ocurrir.
Mierda.

L uca tenía razón, nadie viene a esta barra y es


entendible, está muy lejos de las habitaciones. Nadie
llegaría hasta su cama sin golpearse contra algo o
tropezarse gracias al alcohol.
Ese será mi destino esta noche, probablemente. No sé
por qué no ponen un médico a mitad de camino y ya.
Ah… qué irritado que estoy.
Los cuatro nos sentamos en una mesa cercana a la
barra, los cuatro tenemos un vaso en la mano con algo
mucho más fuerte de lo que estamos acostumbrados.
Yo lo necesito, ellos no sé por qué demonios planean
emborracharse.
—¿Cómo se llama? —pregunta Silas acomodándose en la
silla. Lleva una camisa blanca de lino, los primeros tres
botones están abiertos y enseña un poco sus pectorales.
Siempre le gustó presumir su cuerpo, igual que a mí.
—Bianca —responde Oliver por mí. Él tiene una
camiseta azul oscura y unos pantalones blancos
arremangados en los tobillos.
—¿Y qué ocurrió? —pregunta Luca, su expresión de
aburrimiento, como siempre.
Agarro el vaso y bebo el líquido en un solo movimiento.
Fuego baja por mi garganta y cuando dejo de sentir el
ardor suelto todo.
Les explico cómo la conocí, qué tipo de persona es, lo
mucho que me hace reír, pero también sentir. Relato las
curvas de su cuerpo, que no dejan de atormentarme cada
vez que cierro los ojos y el problema de, del duende, Liam
Davis.
Los tres resoplan ante el nombre.
—Valentino está manejando la demanda, no hay mucho
que hacer, él firmó un contrato y nuestros abogados están
combatiendo esto.
Silas mueve la cabeza de un lado a otro.
—No nos interesa eso, los tres sabemos que eres
completamente capaz de manejar al idiota ese, el problema
aquí eres tú, hermano.
Levanto una ceja en desaprobación.
—Sí —agrega Luca—, ¿qué demonios haces aquí?
—Ella dijo que no quiere verme —respondo con un
agujero en el estómago al recordar su mirada. Los tres
comienzan a reírse con miradas cómplices—. ¿De qué
mierda os reís, idiotas?
—Creo que los tres escuchamos esa frase en algún
momento, Kill —dice Oliver—. Es normal después de una
pelea decir eso.
—No, pero vosotros no la conocéis, Bianca tiene fuego
dentro de ella, lo dijo con tanto odio que…
—¿Cuántos días han pasado ya? —interrumpe Silas.
—Cinco.
Los tres se ríen otra vez, me están irritando.
—Es suficiente, llámala y te encontrarás con alguien
diferente, confía en mí —dice Silas sin titubear.
—No lo sé, estáis pidiendo algo que puede arruinarlo
todo, mucho más de lo que ya está.
—Yo solo digo que cuanto más tiempo la dejes encerrada
en su cabeza es peor —murmura Luca con su vaso en los
labios, luego se bebe todo el líquido.
—Estoy de acuerdo —dice Silas.
Los cuatro nos quedamos en silencio, yo procesando
esto, ellos esperando por mi respuesta.
El nudo en mi estómago se tensa más todavía.
—¿La amas? —insiste Silas.
—Dímelo tú, hermano, que desde que dejé San
Francisco no puedo respirar.
Silas me atraviesa con la mirada, ya no hay risitas en su
rostro, solo un rostro estoico y sabio.
Sus siguientes palabras suenan irritadas y autoritarias.
—Entonces súbete al maldito avión y ve a recuperarla,
idiota.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
BIANCA

B oston no cambió desde la última vez que estuve aquí.


Desde el taxi puedo ver la ciudad industrial. La
gente sigue caminando como si llegara tarde a todo y
el ruido en la ciudad caótica es igual al de San Francisco.
El acento del taxista me hace sentir en casa, como los
olores y la humedad que nunca creí que iba a extrañar. Mis
rizos están felices desde que me bajé del avión y me subí al
taxi, todo lo contrario a lo que ocurre en mi cabeza y mi
pecho, que sienten la pesadez de mil elefantes encima.
Por supuesto que Liam iba a querer rematar todo esto.
Movió contactos y envió inspecciones ridículas al taller de
mi padre, obligando a pagar tarifas irrisorias y poco a poco,
hizo realidad mi peor pesadilla.
Mi padre está internado.
Mi madre me llamó llorando hace veinticuatro horas,
diciendo que tuvo un pico de presión tan alto que tuvo que
llevarlo directo al hospital, que no sabía qué hacer y que
ninguna de sus amigas le estaba echando una mano.
Qué sorpresa, especialmente cuando estoy segura que la
madre de Liam tiene mucho que ver con esto.
Me subí al primer avión disponible.
—Gracias —le digo al taxista quien asiente mirándome
por el espejo retrovisor, seguramente debe detectar las
lágrimas en mis ojos.
Lágrimas que nunca se detuvieron desde que vi a Killian
por última vez.
Bajo con prisas del taxi y corro a la recepción más
cercana del hospital.
—¿Riley Burke? —pregunto sin darle vueltas al asunto.
La recepcionista busca en su ordenador rápidamente y
una enfermera detrás de ella pregunta:
—¿Eres Bianca? —Asiento frenéticamente—. Yo puedo
indicarte dónde está, tengo que ir para allá de todas
maneras. —Sonríe con sus labios sellados e indica el
camino.
Qué raro.
Entramos a un ascensor y subimos hasta el último piso,
mientras tanto ella dice:
—Hicimos el cambio de habitación hace unas horas,
espero que tu padre esté contento con las mejoras que
consiguió, al menos sabemos que va a poder relajarse
mucho mejor.
—¿Cambio de habitación? —pregunto.
Mi madre no dijo nada sobre ello.
—Sí… —dice con una sonrisa, ahora muestra sus dientes
y cuando está a punto de explicarme con más detalle, se
abren las puertas del ascensor.
Hombros anchos, con una espalda masiva voltean en el
mismo segundo. Con camisa blanca y unos pantalones
negros, Killian parece sorprendido por verme.
No entiendo.
—Bianca… —exhala. No ver su sonrisa es raro, su
mandíbula está apretada y puedo ver cómo visiblemente
traga saliva con nervios.
—Kill… ¿qué haces aquí? —Salgo del ascensor con pasos
lentos.
La enfermera lo mira con una sonrisa seductora y sigue
su camino, ahora entiendo por qué quería venir conmigo.
Killian abre la boca para responder cuando mi madre
nos interrumpe copando el tiempo y el espacio.
—¡Oh Bianca! —dice—. Estoy tan feliz de verte. —Me
abraza con fuerza, pero mis ojos siguen clavados en Killian,
quien se aleja de nosotras para darnos espacio.
—¿Qué está pasando? —susurro, nunca me sentí tan
confundida en mi vida.
Realmente Killian es la última persona que creí ver en
este hospital.
Mi madre apoya su mano sobre el hombro de Kill y lo
mira con cariño. Killian en cambio, se muestra incómodo y
pareciera que quiere fugarse del momento cuanto antes.
—Muy amablemente Killian nos ofreció cambiar de
habitación a tu padre, por supuesto me negué al principio,
yo siempre digo que un desconocido no hace caridad con
nadie, pero luego me explicó que erais amigos y que quería
ayudar. —Mi madre lo mira con una sonrisa y luego a mí—.
No me dijiste que tenías amigos tan guapos, hija.
Oh no…
No es el momento mamá.
Killian me lanza una sonrisa tímida, tan poco natural en
él que me quedo observándole como si fuese un alienígena.
—¿Dónde está mi padre? —pregunto atragantando cosas
que quiero decir, pero no es el momento ni el lugar.
—La enfermera que vino contigo está comprobando sus
signos vitales, él está bien, no te preocupes —aclara Kill.
Asiento.
—¿Sabéis qué? Me dijeron por allí que hay una cafetería,
voy a buscar cafés para todos. —Mi madre me mira con
intención y yo pongo los ojos en blanco.
Ni en momentos como este deja de venderme.
Cuando finalmente estamos solos y mi madre está lejos
para escuchar, lo miro.
—Red… —comienza.
—¿Qué haces aquí? —interrumpo.
Mi tono sale enfadado y prefiero que suene así, no
quiero que sepa cuánto lo…
—Valentino se enteró de lo que hizo Liam,
aparentemente su asistente le contó que Liam andaba
pavoneándose por ahí, contando lo que hizo con tu padre.
Me informó ayer y yo estaba más cerca. —Cuando nota la
confusión en mi rostro continúa—. Estaba en las Bahamas,
de vacaciones familiares —aclara.
Mi mirada sospechosa lo vuelve precavido, asustado me
atrevo a decir. Nunca sentí a Killian tan inseguro.
—¿Dejaste tus vacaciones por esto?
Ahora es su turno de unir las cejas en confusión, da un
paso adelante, titubeando si acercarse a mí o no.
Su perfume caro invade mis fosas nasales y debo cerrar
los ojos para no apoyarme en su pecho y romperme otra
vez.
Siento sus dedos debajo de mi mentón y lo eleva
lentamente. Hasta que no abro los ojos no dice nada.
El verde agua de sus ojos se derrama sobre mí, tan
intensos y fijos que siento que mis rodillas se van a vencer.
—Por ti, Red… —su voz suena ahogada, sofocada—, soy
capaz de destruir el mundo entero. —Esta vez solo
encuentro verdad en su mirada y mi estómago se llena de
nervios y alegrías y cosas que nunca experimenté—. Cometí
el error de no decirte que sabía perfectamente quién era el
idiota con el que salías, decidí jugar sucio solo porque no
estaba acostumbrado a pelear por nadie y porque cada vez
que sabía que estabas con él sentía un cuchillo en mi
estómago, retorciéndose hasta sacarme las tripas —se ríe
con amargura—. La única mujer que logró colarse en mi
corazón no demostraba interés por mí y si te soy sincero,
estaba desesperado por tu atención, por que vieras lo que
sentía por ti, lo que quería para los dos, —y con un tono
más pesado, agrega—, lo que sé que puedo brindarte.
Bajo la mirada, inundada y abrumada por esta
sinceridad absoluta, Kill vuelve a tomar control de mí,
obligándome a mirarlo.
—Estoy loco por ti y esa locura me hizo hacer las cosas
más absurdas e inmaduras que puedo imaginar. Sé que no
es excusa, pero si me das una oportunidad más…
—Kill… —susurro, es un jadeo necesitado, algo que no
quiero admitir, pero desde que Valentino me dejó en mi
piso no paré de llorar, no por lo que hizo… sino porque lo
extrañaba tan intensamente, sentí tanto miedo de perderlo
que…— Yo…
—¡Cafés para todos! —escucho la voz de mi madre y los
dos nos alejamos como si hubiésemos tenido un golpe de
energía en el medio de nuestros cuerpos.
Pero Killian sigue con sus ojos puestos en mí, esperando
ansioso por mis siguientes palabras y allí comprendo, creo,
que no era una competición, no era su ego intentando
dominar la existencia de Liam.
Era Killian todo el tiempo, real y crudo y…
Y está enamorado de mí.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
KILLIAN

N o le dije que lo sentía, Dios, qué idiota puedo ser a


veces.
Bianca y su madre están reunidas con el médico y yo
espero afuera, con mis codos en mis rodillas, mi espalda
encorvada, la camisa arremangada en mis antebrazos, mis
tatuajes expuestos.
Siento calor y siento frío.
Cuando hice la llamada para informarle a Valentino que
volvería a San Francisco me dijo que el padre de Bianca
había tenido un problema de salud y que Bianca estaba
viajando para Boston. Ni siquiera tuve que explicarle a
Valentino que necesitaba un pasaje, él ya lo tenía todo listo.
No sabía si Bianca iba a tomárselo bien o no, pero era lo
que mi corazón dijo que debía hacer.
Cuando llegué me presenté a su madre y ahí comprendí
por qué ella tenía tantos problemas con su aspecto. Su
madre se ve irreal, un rostro que padeció cirugía plástica,
su cabello liso y encrespado, su cuerpo esbelto y demasiado
flaco. No quería ser grosero con ella, pero joder, ella fue la
causante de que mi Bianca se odie al mirarse al espejo y
creo que nunca podría perdonar algo así.
Su padre, por otro lado, es alguien con los pies en la
tierra, humilde y me agradeció tantas veces que tuve que
rogarle que parara. Encontré similitudes con Bianca en su
rostro, las formas de hablar, de juntar las cejas en su
frente, me reí con él y hablamos de los Boston Brawlers, su
equipo favorito de fútbol americano. Fue extraño, creo que
nunca tuve una conversación con un hombre de la edad de
mi padre que no sea de negocios, fue hasta liberador pasar
tiempo con él, me alegro que sea el padre de Bianca y que
al menos uno de sus ellos sea lo que siempre quise para mí
y para mis hermanos.
Un padre que sea padre, no un socio de negocios.
Después de todo, con la doctora Bannon llegamos a la
conclusión de que mi padre nos tuvo solo para asegurar su
legado y que debo hacer las paces con eso.
Hablando de la doctora Bannon, tengo que cancelar mi
próxima sesión. Busco el móvil en mi pantalón cuando la
puerta de la habitación de Riley se abre. Bianca sale
primero, su rostro está más relajado que antes. Cuando
llegó estaba tan angustiada, que ver una pequeña sonrisa
en su rostro hace que me sienta mucho más tranquilo por
ella.
—¿Y? —pregunto ansioso, acercándome a ella con
cuidado de no tocarla en ningún lado.
—Quieren que duerma una noche más aquí, solo para
estar seguros, mañana ya podrá volver a casa.
Sonrío con alegría real e intento abrazarla, pero me
detengo, recordando lo que acabo de decir. Entonces la
madre se “tropieza” a mi lado, obligándome a acercarme a
ella.
Esta señora tiene más fuerza que Liam.
Bianca me mira avergonzada, con sus mejillas rojas y
sus pecas vivas, pero sus brazos envuelven mi cintura y no
puedo resistirme a eso. La abrazo con fuerza, inhalando su
perfume, su esencia.
—Hija —dice su madre—, necesito ir al taller antes de ir
a casa, ¿tienes todavía tu copia de las llaves?
—No… —dice Bianca despegándose de mí, nunca creí
que me costaría tanto soltarla—. Salí tan rápido que las
olvidé.
La madre me mira.
—¿Y tú Killian?, ¿dónde pasarás la noche?
—Tengo una habitación de hotel a unas calles de aquí,
no se preocupe.
—Oh, perfecto entonces —dice colocando su bolso en el
hombro—, Bianca, puedes dormir allí y nos encontramos
mañana aquí mismo para llevar a tu padre.
Bueno, por una vez creo que la madre me cae bien.
Esta vez sonrío como debería, con astucia y sagacidad y
sin dudarlo, tomo la mano de Bianca y digo:
—No se preocupe, yo me encargo de su hija.
A medida que caminamos por los pasillos del Four
Seasons mis nervios se elevan hasta preocuparme
seriamente por mi salud.
Bianca se mantuvo silenciosa todo el viaje hasta aquí y
ahora que vamos a estar en una misma habitación los dos
solos, bueno, no sé cuál puede ser el resultado.
Abro la puerta de nuestra habitación, dejándola pasar y
antes de llegar a cerrarla, voltea y se arroja en mis brazos.
Termino de cerrar con mi pie y la envuelvo con fuerza,
hundiendo mi rostro en su cuello.
—Gracias —susurra.
—No tienes que darme las gracias, Red —respondo,
acariciando su espalda, dando grandes círculos.
—Liam es un imbécil —dice despegándose de mí, su tono
es animado y gracioso y Dios… esta mujer.
—Lo sé —respondo con una sonrisa, mis dedos buscan la
textura de su cabello—, pero no te preocupes, esas deudas
están siendo investigadas por mis abogados mientras
hablamos.
Ella asiente, mirándome con indecisión y quizás este sea
el momento adecuado.
—Bianca, siento mucho todo lo que pasó, lo que menos
quería era hacerte daño. —Cojo sus manos, se sienten
suaves y pequeñas al lado de las mías.
—Lo sé, tuve tiempo para reflexionar y me di cuenta que
a medida que pasaban los días lo único que sentía era que
te extrañaba tanto que…
—No podías respirar… —termino la frase por ella.
Eso eleva su mirada con sorpresa y asiente.
—Lo sé —continúo—, lo viví desde que te fuiste con
Valentino ese día. —Doy un paso al frente, encerrándola
entre mis brazos, nuestros labios se rozan y juegan,
buscando tocarse—. Y tu madre me ama… así que…
Eso hace que explote una carcajada de su estómago y yo
aprovecho para enterrarme en esos labios carnosos que
tanto extrañé.
Bianca responde a mí con un gemido y eso solo me
empuja más al borde con el que estuve coqueteando desde
que la conocí.
Con cuidado la recuesto sobre la cama y la beso, la beso
y la beso. Hasta que nuestros labios se sienten en llamas.
—Estaba aterrado por perderte —confieso sosteniendo
su rostro con mis dos manos, no puedo quitarle los ojos de
encima, quizás no lo haga nunca—. Tenía miedo que te
enfadaras si me encontrabas aquí.
Bianca recorre mi rostro y lo acaricia.
—No —me besa una vez más—, al contrario, cuando te vi
lo único que sentí fue alivio.
Alivio… Sí, esa es la palabra que flota entre los dos, eso
es lo que ella le da a mi vida, ella cura mis dolores, rellena
los agujeros de mi corazón, me da paz y tranquilidad.
Acaricio sus muslos y distraídamente rozo su coño.
—Necesito hacerte el amor, no puedo estar un minuto
más sin enterrarme en ti, Bianca —gruño haciendo mi
caricia más profunda a través de sus vaqueros.
—Soy tuya, Killian —responde con una voz pesada y
sensual, su mirada lívida y enfocada solo en mí.
Pierdo la cabeza.
La pierdo.
Y arranco sus ropas con una brutalidad que nunca sentí,
una euforia desbordante que toma posesión de mi cuerpo.
Ella ante su desnudez intenta cubrirse, pero…
—No… —ordeno—. Quiero verte, besar tu estómago, tus
caderas de muerte, no te ocultes de mí, te necesito.
Y eso hago, acaricio sus pechos expuestos y pesados
mientras mi boca recorre la única parte de su cuerpo que
nunca he podido idolatrar.
Todavía.
Su piel cremosa bajo mis labios se tensa con mis besos,
estoy tan perdido en mi lado más salvaje, en ella, que solo
me dedico a demostrar lo que me hace. Por eso desabrocho
mis pantalones y mi polla se despliega delante de ella.
Tomo su mano y la llevo directamente allí, para que
sostenga la dureza, la presión y el descontrol que siento en
este momento.
—Mira Bianca, mira como me pones… —Mi voz pesada,
brusca, rozo sus labios hasta lamer el inferior con mis ojos
puestos en mi presa.
Bianca observa mi polla como le ordené y lame sus
labios en el deseo más crudo y puro.
Miro al techo, pidiendo clemencia, pidiendo serenidad,
pero nadie responde mis plegarias por eso abro sus piernas
aún más y me entierro en su coño sin pensarlo dos veces.
CAPÍTULO CUARENTA
BIANCA

G rito.
Grito y me pierdo.
Grito y me caigo por un precipicio.
Killian se hunde en mí y su falta de precaución me
excita, su decisión final de tenerme en este momento me
vuelve loca. Quizás este mal de la cabeza, quizás mis
hormonas no me están dejando pensar con claridad, pero
su dominación me lleva al borde y entierro mis uñas en su
espalda.
Entonces noto que tiene la camisa puesta y con dedos
ansiosos se la quito, exponiendo su pecho tatuado y
cincelado, sus abdominales perfectamente marcados y el
vello en su estómago que me guía a su polla entrando y
saliendo de mí.
Apoyo mi cabeza en la almohada, intentando controlar la
oleada de placer.
—Míranos —ordena, su tono firme—, míranos, Red.
Somos perfectos el uno para el otro
Cuando levanto la mirada, lo abrazo para retenerlo
cerca mío hasta encerrarlo con mis piernas.
Killian se acuesta de costado, llevándome con él, su
ritmo se mantiene firme, su boca en la mía, su lengua
lamiendo la mía, mis dientes, mis labios.
—Te amo —gime cambiando de posición una vez más,
boca arriba, me lleva con él y clava sus dedos en mis
caderas, con sus manos guía el movimiento—. Te amo
Bianca —repite perdido en la necesidad.
Lo beso mientras me muevo sobre él.
—Yo también Kill, siempre lo hice, solo que fui muy
buena ocultándolo.
Eso le hace rugir, al punto donde me detengo para ver si
está bien, pero entonces sale de mí y me deja boca abajo en
la cama. Tomas mis caderas y las levanta hasta ponerlas en
su pelvis.
Sus embestidas son frenéticas, dementes, no llego a
procesar una sin sentir la siguiente dentro de mí y mis
gemidos se pierden en mi boca abierta pero que no suelta
ningún sonido… ni aire.
—Mira este culazo —dice dándome una nalgada que me
deja picando la piel—. Créeme Red, soy un caballero, pero
contigo así, en cuatro y tan mojada… Dios, me siento
salvaje.
Su falta de vergüenza me hace sonreír, sus alabanzas me
desinhiben y nunca me sentí tan sexy, tan femenina y
descarada.
Inclino mi cadera, elevando mi trasero para sentirlo más
profundo y Kill vuelve a gruñir, esta vez toma mis pechos y
se aferra a ellos, pellizcando mis pezones y estrujándolos
con rabia, luego agarra mi cabello y lo sujeta con fuerza,
tirando hacia atrás, usándolo de correa.
—Mírate, joder, eres la cosa más hermosa que he visto
en mi vida, Bianca Burke. —Su mano recorre la curva de mi
cintura, hasta enterrar sus dedos allí y embestir con más
velocidad y brutalidad.
Y ese es mi fin.
La tensión en mi cuerpo se expande a todos lados, lo sé
porque siento que exprime la polla de Killian mientras me
corro y me corro y me corro.
—¡Dios! —grito apretando la almohada más cercana con
mi mano, mis ojos cerrados, mi mente un universo de
estrellas y terremotos.
Él jadea, clavando sus uñas en mi piel, mordiendo sus
labios mientras se desahoga en mí y espeta mi nombre
entre dientes apretados.
—Bianca… Bianca… —repite, ruega, implora.
Hasta que el mundo se detiene.
Y lo único remanente son nuestras respiraciones
agitadas y nuestros corazones desbordados.
El agarre de Killian se afloja y una última caricia erótica
se desliza desde mi cuello hasta la raja de mi trasero.
Lentamente Killian sale de mí y entonces siento el
líquido tibio chorreando por mi pierna.
¡Oh no! ¡Cómo no me di cuenta antes de lo que
estábamos haciendo!
Me alerto, cerrando mis piernas con fuerza y volteo
buscando a Killian con desesperación.
—¿No usamos…?
—No —responde tranquilamente mientras se acuesta a
mi lado y deja una mano sobre mi trasero.
—¡Killian! —grito levantándome o al menos intento
hacerlo, ya que él me retiene a su lado y me encierra en sus
brazos, impidiendo cualquier movimiento.
—Bianca… —dice con un tono templado y para nada
alterado como el mío. Con una mano en mi rodilla izquierda
abre mis piernas y observa todo sus fluidos con orgullo. Mis
mejillas se encienden inmediatamente—. Déjame verte…
Sus ojos se vuelven posesivos mientras observa con
altanería y con la punta de sus dedos acaricia y desparrama
el líquido sobre mi coño.
Nuestras miradas conectan, yo excitada hasta ver
nublado y él con esa media sonrisa diabólica que tanto
extrañé y dice:
—Siempre me gustó jugar con fuego. —Y sin dudarlo,
entierra sus dedos en mí otra vez, haciendo que todo
empiece de vuelta.
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
KILLIAN

L legamos a San Francisco ayer por la mañana, Bianca


dijo que tenía que hacer cosas así que me instalé en su
piso sin pedir permiso.
Todo fue una gran excusa para follar incontrolablemente
cada hora, ese era mi plan inicial.
Les envié a mis hermanos una foto de los dos y estas
fueron sus respuestas:
<<Silas: Bienvenido al horrible mundo del amor,
hermano, prepárate para obsesionarte, sufrir y amar cada
maldito segundo.>>
<<Luca: Al fin… verte depresivo casi me trauma.>>
<<Oliver: Estoy muy feliz por ti, Kill, pero por favor, que
la boda sea cerca, conozco tus aires de grandeza y estoy
seguro que querrás lucirte.>>
Me río con el último mensaje, porque no conocen a
Bianca en absoluto, si planeara una gran boda me cortaría
las pelotas.
Ella está en su escritorio, preparando su sesión en vivo,
yo estoy en su cama, con el móvil en mi mano, pero mis
ojos clavados en ella, en su cabello rojo desparramado
locamente sobre su espalda, sus piernas cruzadas sobre la
silla y desnudas por supuesto, a esta altura vestirse es
completamente innecesario.
Joder, la amo tanto que no puedo pensar.
—Ven a vivir conmigo —suelto en el silencio
observándola fijamente, por más que esté de espaldas
puedo ver la tensión en sus hombros.
Bianca mira sobre su hombro izquierdo, lleva puesta una
camiseta mía que cae por su hombro haciendo estragos con
mi cabeza.
—¿Qué?
—Ya has escuchado, Red… —digo levantándome de la
cama en calzones y nada más. Camino hasta ella y giro la
silla para estar uno frente al otro—. Odio decirte esto, pero
no entramos los dos aquí y no pienso perderte de vista, ven
a mi casa, podemos poner un periodo de prueba si quieres
—agrego al ver el pánico en sus ojos—, me haré cargo del
alquiler de este piso por mientras. —Me pongo de rodillas
delante de ella y cojo sus manos—. Es eso o casarnos, tú
eliges.
—¡Killian Walker!, ¿ya estás hablando de bodas? —dice
empujándome desde los hombros, me río al ver como se
sobresalta.
—Dime que sí —insisto—, dime que sí y seamos felices
de una maldita vez.
Bianca observa mis ojos, mirando cada uno de ellos,
probablemente buscando mentiras, pero me hace gracia
que piense que no estoy hablando en serio.
—Entiendes que voy a estar allí todo el día, ¿no? Que
voy a trabajar y hacer ruido probablemente, las Spice Girls
van a sonar al menos dos veces al día y… —se detiene
cuando ve mi sonrisa expandirse por mi rostro—. Deberías
estar asustándote, no alegrándote.
—Acabas de describir algo perfecto para mí —confieso
—. No sabes cuánto te quiero en mi casa, Red.
Cuánto la necesito conmigo, en ese caserón solitario.
Ella toma aire profundamente y lo libera con lentitud.
Yo sigo esperando pacientemente.
—De acuerdo —dice con una sonrisa que le llega a los
ojos verde esmeralda.
Yo la levanto de la silla desde su cintura y la arrojo sobre
la cama otra vez.
—Esto hay que festejarlo.
—¡Killian! ¡En menos de media hora comienza la sesión
en vivo! —se queja, pero veo esa sonrisa picarona en su
rostro, ella ama hacerse la difícil.
Mi boca está en su cuello mientras se retuerce debajo de
mí, su piel reacciona ante las olas de escalofríos por mí.
Me fascina la reacción de su cuerpo cuando la toco, que
ya esté lista para mí hace que quiera gritar posesivamente.
Mía.
¡Mía!
Mi polla desaparece dentro de ella en la vieja posición
del misionero, quién iba a decir que el sexo con Bianca
siempre es placentero, no importa la posición, superficie,
hora ni lugar.
Ella gime mientras me hundo lento y profundo, mis
manos están apoyadas en la cama, al lado de su rostro y la
observo fijamente mientras le doy placer. Piel contra piel,
no hay protección entre los dos porque sé que ella es la
indicada, no necesito comprobarlo, lo supe el día que la vi
en los bosques californianos.
—Te necesito… —susurro exteriorizando mis
pensamientos.
—Aquí me tienes, Kill —responde acariciando mi rostro
con dulzura.
—Lo sé… —respondo, mi voz suena ahogada, sofocada
por todo esto que siento en mi pecho, lo que siento por ella
—. No tienes idea lo feliz que soy por tenerte.

L a pantalla de su ordenador la ilumina, el micrófono


está delante cerca de su boca y el piso en completo
silencio.
Nunca la vi prepararse para una sesión en vivo y ella
muy profesionalmente tiene todo preparado para responder
las preguntas de aquellas personas que necesitan un
consejo con desesperación.
Los entiendo más que nunca y un tirón de orgullo se
siente en mi pecho al verla tener todo tan dominado.
—Buenas noches Love Casters, ¿listos para otra sesión
exprés de preguntas y respuestas? —dice—. Tengo todo
listo para comenzar.
Intenta recoger esos rizos rebeldes con una coleta baja y
se acomoda en la silla.
—La primera pregunta es de AnubisInLove, déjame
decirte que me encanta tu apodo Anubis y pregunta: ¿Cómo
saber cuándo realmente estoy enamorado?
Bianca mira sobre su hombro y sonríe con astucia hacia
mí, mi estómago se contrae de golpe y me quedo quieto
esperando por su respuesta.
—Guau, Anubis, creo que los planetas se alinearon
porque tengo la respuesta en la punta de la lengua y hoy
más que nunca puedo decir que la conozco. —Bianca toma
el micrófono y gira la silla sobre su eje para mirarme a los
ojos mientras responde a ese oyente desconocido—.
¿Recuerdas cuando eras pequeño y decías frases como
“Nunca saldría con alguien que escuche la música que yo
odio?” o “Nunca podría estar con alguien que no sea
parecido a mí.”? Bueno, todas esas frases y palabras que
dijiste sobre un futuro desconocido se pulverizan en el éter.
¿Por qué? Porque el amor no se explica Anubis, el amor se
siente en el estómago, en la locura y en lo irracional. El
amor no puede cuantificarse, ni medirse con nada material,
pues cuando uno está enamorado no tiene principio ni fin,
no hay límites en cuanto a lo que uno esté dispuesto a
hacer por esa persona. —Nuestras miradas unidas, los dos
serios—. Cuando uno está enamorado no hay un por qué, ni
un cuándo, las razones dejan de existir y las respuestas son
impalpables. Ese es el sentimiento al que debes enfocarte,
cuando no tienes una respuesta, pero el frenesí te inunda
cuando tu pareja entra a la habitación y te sonríe. Ahí es
cuando sabéis que os amáis realmente.
El nudo en mi garganta aumenta mis palpitaciones, las
palabras de Bianca atraviesan mi cuerpo y tengo que juntar
toda la energía que tengo para quedarme quieto y no saltar
sobre ella.
Bianca sigue hablando…
—Ayer me di cuenta de todo esto cuando al fin encontré
a esa persona que buscaba hace años, esa persona que
parecía sacada de un libro romántico, alguien que me
impulsaba para ser fiel a mí misma, quien me aceptó en
crudo y no buscó modificar nada de mí. —Sonríe
abiertamente y yo le devuelvo la sonrisa—. Te amo Killian,
gracias por enseñarme a aceptarme tal como soy, a
quererme inclusive cuando esa vocecita dice que no lo haga
y a aprender a que soy alguien que se merece ser amada.
Hasta ahí.
No puedo más.
Y me levanto de la cama decidido a llegar a ella. A la
mierda el público, que escuchen cómo beso a mi chica.
Mía.
Bianca abre los ojos cuando presiente lo que está a
punto de pasar, pero no le doy tiempo a reaccionar cuando
envuelvo su rostro entre mis manos y beso sus labios
apasionadamente.
Sus cascos caen sobre sus hombros, el micrófono
termina en el suelo.
Inclino nuestras cabezas para profundizar más el beso
antes de soltarla, para acariciarla con mi lengua y volverla
loca de excitación.
—Te amo Bianca B —digo—. Te amo con locura.
Bianca sonríe y levanta el micrófono del suelo.
—Bueno amigos, creo que acaban de comprobarlo, el
amor existe, solo que a veces hay que buscarlo en lo más
profundo del bosque.
EPÍLOGO
BIANCA

E l reflejo del
desconozco.
espejo muestra una mujer que
El vestido es color crema y llueve sobre mi estómago
hasta mis muslos. Los tatuajes que siempre soñé con
hacerme resaltan en mis brazos descubiertos.
Seis meses después de convivir con Kill y escucharlo
todos los días hablar de cómo debería hacer lo que quiera
con mi cuerpo, tomé la decisión de explorar el mundo del
tatuaje. Él me advirtió que una vez que comenzara no iba a
poder detenerme y como siempre, tuvo razón. Mis dos
brazos terminaron con flores de colores y dijo que lo
excitaban más que nunca.
No voy a quejarme.
Sobre mi cabello hay una corona de hojas de eucalipto
con flores blancas, se ven adorables honestamente y por
más que me siento segura de esta decisión, mi estómago se
tensa al recordar que voy a ser el centro de atención en
esta boda.
Killian me propuso matrimonio hace exactamente un
mes, estábamos en Sausalito, eligiendo nuestro nuevo
hogar y cuando finalmente nos enamoramos de una casa de
amplios balcones que daban al océano Pacífico. Se puso de
rodillas e hizo la gran pregunta. Obviamente mi respuesta
fue que sí y los dos lloramos con emoción en nuestra futura
casa. Prometió que iba a ir con calma con respecto a los
preparativos, aunque sabía que su “calma” se igualaba a
euforia en mi idioma.
Tampoco puedo arrebatarle este día, solo tengo que
lidiar con la atención de todos como una mujer adulta
enamorada de su prometido. Al menos la ceremonia será en
el hermoso jardín de nuestra casa (Killian me obliga a
llamarla así y no “su casa”).
Nos despedimos hoy por la mañana y ahora cada uno
está preparándose en una habitación diferente. Durante la
mañana tuve una sesión con la maquilladora y la estilista,
junto con el resto de las mujeres que presencian este día
conmigo.
Y hablando de Roma… las mujeres de los Walker entran
antes del gran momento.
Lauren, Emma y Cala.
Las conocí a las tres el día de Acción de Gracias cuando
todos vinieron a nuestra casa y recuerdo haber encontrado
un grupo de amigas por primera vez. Las tres son
parecidas a mí y nos llevamos muy bien. Ellas me
incluyeron en su grupo de WhatsApp y vivieron conmigo el
minuto a minuto de los preparativos, involucrándose,
ayudándome con detalles que la misma Wedding Planner
había olvidado.
—Vinimos a comprobar que seguías aquí… —dice Emma
con media sonrisa.
Las tres llevan un vestido color lavanda que les queda
hermoso.
—En realidad nos envió Kill —agrega Lauren—, tiene
pánico que salgas pitando de todo esto.
Me río y volteo para verlas, las tres abren la boca.
—Estás increíble, Bianca —dice Cala con lágrimas en los
ojos—. ¡Eres la novia más bonita que he visto!
—Ay… —digo sintiendo calor en mis mejillas—, no seas
exagerada.
—No está siendo exagerada —escucho a mi madre
detrás de ellas—. Estás hermosa hija.
Creo que nunca escuché a mi madre decir eso y siento
que la emoción se arrastra por mi pecho.
—Gracias… —digo con la garganta apretada, mientras
aliso el vestido hippie chic que elegí.
—Apuesto que Kill va a derramar unas lágrimas cuando
te vea —dice Emma tomando el ramo de flores para
entregármelo.
—Todo internet muere por ver esta boda, no me
sorprendería que se filtre alguna foto —Cala agrega, pero
cuando ve mi pánico, enmienda el comentario—. Oh, pero
Kill tomó precauciones, nadie puede tener el móvil durante
la ceremonia, solo los fotógrafos pueden sacar fotos.
El día que medio millón de personas escucharon la
sesión en vivo donde le declaré mi amor a Kill, todo salió
volando por los cielos. Contratos y patrocinadores cayeron
sobre mí y el podcast pasó a ser el más escuchado en
Estados Unidos. Todos querían saber quién era la chica que
había robado al soltero más reconocido de Instagram.
Por supuesto Kill tuvo que lidiar con una ola de
comentarios dañinos y horribles sobre cómo yo no estaba a
su altura, que era muy gorda para él, muy baja y retacona,
que mi cabello era un nido de pájaros y que no era tan
talentosa como la gente piensa.
Fue duro lidiar con todo ello.
Pero Killian es no solo el mejor novio (pronto marido)
que exista, sino como persona se excede en todo sentido.
Agarró al toro por los cuernos, hizo una declaración
diciendo lo decepcionado que estaba con sus fans y que
como habían insultado al amor de su vida, iba a cerrar su
Instagram permanentemente.
Le pedí que no lo hiciera, que no era buena idea, pero él
se negó a escucharme, nunca lo vi tan enfadado en su vida,
bueno excepto cuando tuvo que lidiar con Liam.
—¿Lista hija? —pregunta mi madre—. Tu padre está
afuera listo para llevarte.
Que los nervios se vayan a la mierda.
Mi padre sonríe cuando me ve y besa mi mejilla.
—Ya le dije a ese vanidoso que si jode con Pecas alguna
vez…
—¡Papá! —grito consternada.
Mi padre larga una carcajada que suena igual a la mía y
estira su brazo para llevarme.
—No te preocupes hija, sabes que lo quiero.
Es cierto, para mi padre la actitud de Kill cuando estuvo
enfermo fue demasiado generosa, sin mencionar que Killian
envió a todos sus amigos millonarios a trabajar
exclusivamente con Riley's Motors y eso trajo como
consecuencia que mi padre inaugurara una segunda
sucursal.
El camino está cercado con flores blancas y sillas del
mismo color sobre el lado izquierdo y el derecho. Nos
rodean árboles con luces colgantes, es la hora del
atardecer y el sol tiñe todo magníficamente.
Es mágico este momento y sé que nunca voy a olvidarme
de este día.
Los hermanos de Kill están a su lado y es Oliver quien le
avisa que estoy en camino.
Entonces Kill voltea y me ve.
Sonrío con tensión, porque es la primera vez que me ve
vestida así, tan elegante y arreglada.
Los ojos verde agua de Kill se emocionan a tal punto que
tiene que mirar el suelo para ocultar las lágrimas y sonrío
complacida sabiendo que hice un maldito buen trabajo y
que toda esta producción valió la pena solo por esa mirada.
Oliver acaricia su espalda y susurra algo en su oído, algo
que hace que Kill vuelva a mirarme con una alegría que
arrebata todo el oxígeno en mis pulmones.
Todas las miradas están sobre mí, observando
detenidamente mi reacción ante la emoción de Killian y mi
futuro marido sabe que me achico con solo sentirlas. Mi
padre sostiene mi brazo con fuerza queriendo dar apoyo,
pero la ansiedad es perversa y escala por mi garganta.
Miro al suelo, intentando paliar lo abrumada que me siento
y deseo con todo mi corazón que Killian no piense que es
por él, ni que tengo dudas con respecto a este momento.
Jamás dudaría de Killian, sé que quiero pasar mi vida
con él, tener una familia con él y todo lo que un matrimonio
conlleva.
Bum, bum, bum.
Mi corazón está por salirse de mi pecho y mis
palpitaciones suenan en mi oído, creo que me voy a
desmayar…creo que…
Entonces de la nada comienza a sonar una canción, no
cualquier canción sino Never Give Up On The Good Times
de las Spice Girls y Killian sonríe cuando ve mi sorpresa. Lo
siguiente que hace es aplaudir al ritmo de la canción y
comenzar a bailar haciendo el completo ridículo ante todos.
Los hermanos lo siguen, como también mis damas de
honor.
Mi carcajada explota de mi pecho y tengo que cuidar las
lágrimas que salen de mis ojos para no arruinar el
maquillaje.
Solo alguien que te ama así es capaz de hacer el ridículo
con tal de sacar la atención de mí. A mitad de camino, Kill
camina hasta mí, dando pasitos rítmicos mientras todos lo
aplauden y silvan incentivando a que siga. Cuando llega a
mi lado hace una reverencia extravagante a mi padre,
quien se ríe a carcajadas y deja que Kill me lleve al final del
camino. Los dos vamos hacia el cura con carcajadas y
bailando ridículamente al son de las Spice Girls.
Todo el mundo parece más liviano y hasta yo siento que
mi pecho vuelve a la normalidad.
Cuando finalmente llegamos al hermoso altar lleno de
flores, Kill entierra sus labios en mi oído y susurra:
—Siempre voy a protegerte de Biansiedad.
Mi respuesta es abrazarlo con una fuerza imparable, la
fuerza del amor y los dos sonreímos con nuestras frentes
apoyadas y nuestras manos enlazadas.
En el momento que Kill busca mi boca, el cura carraspea
su garganta y nos recuerda que todavía tenemos una
ceremonia que cumplir.
Todos estamos riendo y no puedo explicar cómo el peso
que sentía en mis hombros desaparece por completo y lo
único que resta es la necesidad de casarme con este
hombre.
La canción llega a su fin y en un volumen más bajo
suena Oxygen también de las Spice, la canción perfecta
para los dos.
Kill toma mis manos mientras el cura comienza a recitar
palabras, pero nuestra mirada está enfocada solamente en
nosotros. Sus ojos siguen mojados y los míos están iguales.
Dios, este hombre…
El cura dice:
—Ya puedes hacer la pregunta, Killian.
—¿Quieres ser mi esposa? —suelta, su voz firme y
decidida.
Escucho cómo todos suspiran encantados con esta boda.
—Sí —respondo, una lágrima cae por mi mejilla—,
¿quieres ser mi esposo?
Kill sonríe ampliamente, como si escuchar esa frase
fuese un sueño hecho realidad.
—Obviamente que sí, Red.
Killian desliza el anillo por mi dedo, yo hago lo mismo
con el suyo, la diferencia es que su dedo tiene una B
tatuada, algo que hizo cuando nos mudamos juntos.
Sus manos envuelven mi rostro inmediatamente después
y Killian me besa sin tapujos delante de toda la familia y
amigos.
Cuando volteamos puedo verlos a todos sin sentir una
pizca de ansiedad, mis padres, Valentino, los amigos de Kill
y sí, también sus padres están aquí.
La mano de Killian rodea mi cintura y me atrapa bajo
sus brazos otra vez, su beso es fogoso y está al límite de
hacernos perder la cabeza.
Escucho aplausos alrededor, gritos y alegría, pero solo lo
siento a él, vibrante a mi lado. Este hombre que me conoce
como nadie, que me cuida ferozmente y me protege
inclusive de cosas absurdas como la vergüenza. KillK me
ama y yo no sé a qué otro dios agradecerle por este
milagro.
—Te amo, Bianca Walker.
EPÍLOGO
KILLIAN

D espués de un día largo de trabajo en la oficina, no


puedo esperar a volver a mi hogar y perderme en
Bianca.
Bianca Walker, mi esposa, mi amiga y confidente.
El puto amor de mi vida.
Nuestra casa en Sausalito tiene todo lo que los dos
deseamos, espacios amplios y luminosos, vistas
majestuosas a la bahía de San Francisco, un cine donde
solemos acurrucamos para ver pelis románticas y un
estudio de grabación donde Bianca trasmite su nuevo
podcast. Uno que la hizo millonaria de la noche a la
mañana gracias a sus palabras de amor.
Aparco el Tesla en la puerta, no hay tiempo para
guardarlo en el garaje y camino rápidamente hacia la
imponente puerta de hierro negra.
—Bianca… —grito mirando hacia el segundo piso—,
espero que estés esperándome en la cama en este preciso
momento porque…
Bianca aparece en la sala, con algo en la mano y ojos
llenos de lágrimas.
Lo que sea que estaba haciendo o pensando se va a la
basura inmediatamente y camino hacia ella dando grandes
zancadas.
—¿Qué ocurre?, ¿estás bien? —pregunto repasando su
cuerpo rápidamente para ver si hay alguna herida.
—Sí —dice, sus ojos no paran de producir lágrimas y me
estoy desesperando.
—Bianca, cariño, dime qué te pasa o pierdo la cabeza.
Deja algo en mi mano y cubre su rostro esperando que
lo mire.
Un test de embarazo.
Positivo.
—No… —digo incrédulo mientras observo las dos rayitas
azules.
Cuando vuelvo a ella, detecto que las lágrimas son en
realidad de alegría y que su falta de palabras son por la
conmoción.
—Bianca… —digo dando un paso más cerca—, Red… mi
amor… —Tomo su rostro entre mis manos y borro sus
lágrimas con mis pulgares.
Nos fundimos en un abrazo, firme y lleno de amor.
—Vamos a ser padres, Kill —dice ella en mi pecho y
siento que no puedo abrazarla lo suficiente para contenerla
y meterla dentro de mí.
—Dios, Bianca… —susurro y ella levanta la mirada para
encontrar la misma emoción, mis ojos no lo resisten y
lloran con alegría, pero mi sonrisa está allí, presente—. No
sabes lo feliz que acabas de hacerme. Tú sabes que
siempre quise hijos, pero tener hijos contigo es un sueño
hecho realidad.
Ella sonríe y besa mis labios.
—Sabía que iba a gustarte…
—¡¿Gustarme?! —grito finalmente dejando mis
emociones correr—. Red, estaba esperando este momento
desde que te follé en aquel hotel de Boston.
Bianca se ríe, liberando toda la tensión que seguro tenía
acumulada en su cuerpo.
Y me desarmo por ella, pierdo la maldita cabeza.
—Ven aquí… —ordeno tomando su mano hasta que la
cargo en mis brazos.
Subo los escalones con precisión y rapidez mientras
beso sus labios.
Una vez en nuestra habitación, deposito a Bianca con
cuidado sobre nuestra cama y me dedico a besarla hasta
que mi barba raspa su piel y la marco.
Mía.
Solo mía.
Bruscamente quito sus ropas, y cuando bajo sus
pantalones encuentro que no tiene ropa interior.
—Estabas esperándome… —digo con media sonrisa.
Ella asiente con travesura en sus ojos verdes y Dios,
como me pone.
En un segundo tengo mi cabeza entre sus piernas.
Mi lengua besando, lamiendo de principio a fin sus
labios hasta penetrarla con perversión...
Debo verme como un hombre sediento, un macho en
celo de rodillas frente a su pareja.
Bianca siempre es muy receptiva conmigo y con un poco
de tacto está empapada por mí, no es que quiera alardear,
pero sí, mi mujer se excita con mis caricias eróticas y eso
me encanta.
—Llevo todo el día pensando en este coño —gruño
deslizando un dedo en ella, mi lengua se concentra en su
clítoris—, todo el día pensando cómo iba a follarte en
nuestra cama, nunca creí que harías de mi fantasía una
mucho mejor.
—Kill… —jadea sus pechos descubiertos se mueven al
ritmo de mi boca.
—¿Qué, mi amor?, ¿quieres esto? —pregunto pincelando
mi polla sobre su coño empapado.
—Sí… por Dios sí.
—Aquí lo tienes… —Me deslizo en ella y embisto
lentamente hasta verla retorcerse de placer.
Sonrío con arrogancia.
Agarro sus brazos absolutamente tatuados y los
aprisiono contra la cama, sus pechos en mi rostro, mi
lengua en sus pezones.
—¿Tienes idea de lo que me haces, Red? Creo que no…
—gruño sintiendo cómo juego con la locura.
Ella lame mis labios obscenamente y mi polla se
retuerce con furia mientras embisto más fuerte y más
rápido y más bruto y mi esposa grita de placer.
—¡Oh, Dios! —jadea.
Con sus tobillos en mis hombros sigo dándole placer, mis
manos en sus pechos, apretándolos con deseo.
—Joder —digo acercándome a su boca—, te amo Bianca.
Bajo sus tobillos e hinco su cuerpo en la cama. Ella
envuelve sus manos y sus piernas en mí y susurra en mi
oído:
—Te amo, Killian.
Y me vengo en ella, sin aviso, sin saber que esas
palabras me atrapan cada vez que las dice.
Mis dedos juegan con su clítoris mientras Bianca gime y
se aferra a mí en un temblor imposible de controlar.
Satisfechos los dos, beso su mejilla, todavía la cubro con
mi cuerpo y probablemente con mi sudor, pero Bianca se ve
feliz y satisfecha y esa es la única misión en mi vida.
Bueno, esa y ser el mejor padre del mundo.

Fin.
POSTFACIO

Todas somos Bianca Burke.

Mi hermana es Bianca, mi mamá, mi amiga, la vecina de


enfrente, mi prima, mi tía, esa chica del colegio que me
trataba mal y tú.
Cuando Bianca tomó control de la historia me di cuenta
que necesitaba ser fiel a ella misma, a verbalizar lo que
todas pensamos muy dentro nuestro, lo que no le decimos a
nadie porque a veces el autoestima se convierte en odio
propio.
Y ahora con 35 años la historia sigue igual, ¿cambiaré
alguna vez? Podremos aceptarnos como somos y dejar de
compulsivamente compararnos con mujeres que no
existen?
Una vez le pregunté a una amiga quien estaba
obsesionada por su cuerpo:
¿Dónde están esos cuerpos increíbles en la playa? 
¿Notaron eso? Nunca vi a nadie. Todo lo que vemos en
las redes sociales se queda allí porque inclusive la más
flaca odia algo de ella y lo modifica para mostrar una
mentira online.
Lo sé, es fácil decir querámonos como somos cuando el
mundo nos bombardea con inseguridades.
¿No me crees? Cuéntame cómo te sientes cuando
quieres comer algo que guste mucho y en el momento que
terminas sientes culpa o cuando no puedes salir a la calle
sin cubrir tu rostro con diez productos diferentes de
maquillaje.
Hey, cada uno hace lo que puede y está bien, el cambio
nunca es repentino, debe ser lento y a conciencia.
Usualmente escribo mujeres fuertes, mujeres que saben
usar armas y que no le tienen miedo a nadie, bueno Bianca
es otro tipo de heroína, una que verbaliza sus miedos y los
enfrenta, pero principalmente, una que escucha a los que
no ven una imagen distorsionada de ella.
Escuchemos a los que no tienen ese velo de odio sobre
sus ojos.
Querámonos por lo que somos y lo que queremos ser.
Valoremonos por nuestras acciones y no por cómo nos
vemos, porque estoy segura que nunca le dirías a tu mejor
amiga las cosas que te dices a ti misma.

Sé que yo nunca te diría algo así.


Marcia DM


AGRADECIMIENTOS

Llegamos a un fin.
No puedo creer que los cuatro hermanos estén en mi
biblioteca y en la tuya. 
Fue un gran viaje, pude tocar temas que me importan
mucho, como el autismo, los traumas, las inseguridades y
las segundas oportunidades.
Creo que es importante hablar de ellos, como también
escribir personajes imperfectos, personas con conflictos
internos que a veces no los dejen tomar la decisión
adecuada.
De eso se trata la lectura, de viajar, comprender y
absorber nuevos puntos de vista.
Me pone muy feliz que los cuatro hermanos hayan sido
tan exitosos, sus historias merecen ser contadas y
entendidas por todas!

Solo recuerda algo cuando termines este libro y suspires de


amor, estos hombres fueron escritos por una mujer :P así
que no me hago cargo por tus altas expectativas cuando
vuelvas al mundo. Muajaja

Una vez más, quiero agradecer a todas las lectoras por


acompañarme en esta saga, a las chicas del grupo de
Facebook por participar siempre, a mis seguidoras en
Instagram y ahora en Tiktok! Pensé que era vieja, pero no
tan vieja cuando abrí esa app y no entendí nada, ¡pero ahí
estoy todos los días!
¡Ah! Tengo una historia en Wattpad, si necesitas un poco de
romance oscuro en tu vida, te invito a leer Malas
Intenciones!
Y las veo en la siguiente saga, Walker Segunda Generación.

Julian, Mila, Astor y Bernardo vienen con una fuerza


imparable.

Les dejo un adelanto de Julian Walker en la siguiente


página.

¡Gracias por leer!


ADELANTO: -EL COLOR DEL ANHELO-
JULIAN WALKER
(Sujeto a cambios y edición)

Raven

Aparentemente no vestir Chanel en la tienda de


comestibles es un problema en Paris.
Cuando vine a esta ciudad sabía que se esperaba cierta
elegancia de mi parte, pero nunca creí en mis sueños más
aventurados que vería mujeres tan elegantes comprando
limones.
¡Limones!
Es mi última noche aquí y aunque amé los siete días que
pasé en la ciudad, es hora de volver a Nueva York.
Mi vuelo sale mañana por la mañana y vine a esta tienda
a buscar una cena rápida para irme a dormir temprano.
Una ensalada en un recipiente de plástico y una botella
de vino es suficiente para mi. No puedo irme de esta ciudad
sin tomar vino francés, creo que eso se le llama pecado en
algunos rincones del mundo.
La fila para pagar no es tan larga, solo cuatro personas,
pero la señora muy elegante que está siendo atendida por
el cajero se está quejando de algo, por supuesto que no
entiendo de qué, ya que no importa cuanto lea el libro
“Frases para sobrevivir tu viaje en Francia” sigo sin
entender una sola palabra y honestamente me pone
demasiado nerviosa, porque los franceses odian a los
Americanos que pretenden llegar al país y hablar inglés y
con razón, pero eso no deja de hacerme sentir que tengo
una pistola en mi cabeza cada vez que alguien me habla.
Finalmente la señora consigue lo que quiere y da un
paso adelante.
Aquí es cuando los nervios se manifiestan físicamente,
tengo la tendencia a tocarme el pelo como una adolescente
que flirtea sin vergüenza cuando me pongo así, pero en
realidad solo quiero que se abra la tierra al medio y tirarme
de cabeza.
Una persona.
Y tiene solo un producto, Dios, no estoy lista.
El cajero me mira cuando se retira la persona que tenía
delante, sus ojos me dicen que está absolutamente
fastidiado, seguro que es culpa de la señora elegante.
Abro la boca para saludarlo, pero el muchacho estira la
mano para que le de los productos. Los pasa por el escáner
y dice el precio.
Si pudiera detener el tiempo, buscaría el libro y leería la
frase que tengo que decir, en cambio, busco mi cartera del
bolso como si me estuviera robando y con manos
temblorosas le entrego la tarjeta de crédito.
Él hace todo lo que tiene que hacer y cuando me
devuelve mi ensalada y el vino salgo corriendo.
Mis pies se mueven tan rápido como palpita mi corazón.
No soy así de nerviosa, esto es un remanente de un
hecho traumático que ocurrió hace dos semanas, el mismo
hecho que hizo que borracha compre un boleto a París para
el día siguiente.
—Excusez-moi—escucho detrás de mi—, excusez-moi,
madame.
Una mano toca mi hombro y volteo inmediatamente.
Un hombre de al menos una cabeza más que yo me mira
extrañado. Creo que es una de las miradas más intensas
que recibí en mi vida. Sus ojos claros están enfocados en
mí, su cabello color caramelo reposa relajadamente sobre
el lado izquierdo de su frente.
—Vous oubliez la voiture de crédit.
Miro hacia abajo y veo mi tarjeta de crédito en su mano,
puedo interpretar que me está diciendo que la olvidé en la
tienda.
—¡Oh! —digo exaltada— Gracias, digo—me corrijo
rápidamente—Merci.
—¿Americana? —pregunta.
—Oui,oui—sonrío mirando al suelo, su belleza me pone
más nerviosa que el cajero.
—Yo también —dice y eso hace que levante la mirada, su
sonrisa es igual de perfecta.
—Oh, gracias a Dios —digo con alivio y una mano en el
pecho— .No sabía qué palabras usar para agradecerte —
Guardo la tarjeta en la bolsa y trago con dificultad—
.Gracias.
—De nada —responde, sus ojos miran para abajo con
curiosidad, un poco de entretenimiento también— ¿Vives
aquí?
—Oh no —suspiro—, el francés y yo no nos llevamos
nada bien, como acabas de comprobar.
Los dos nos reímos y él entierra las manos en los
bolsillos de sus vaqueros.
Creo que nunca vi un hombre tan hermoso en mi vida,
no puedo dejar de repetir esa frase en mi cabeza, una y
otra vez.
Su quijada es cuadrada y simétrica, su nariz varonil y
triangular, sus cejas anchas y del mismo color caramelo
que su cabello.
Un silencio extraño flota entre los dos y cuando estoy
por decirle adiós, vuelve a decir algo apresuradamente,
como si buscara una excusa para seguir hablando conmigo.
—Dicen que es el idioma más difícil de aprender y el
más fácil de olvidar, así que no te sientas mal.
—¿Más difícil que el chino? —pregunto inclinando mi
cabeza hacia el costado.
Vuelve a reírse y creo haber encontrado ese hobbie que
mi padre pide a los gritos que encuentre.
Hacer reír a este hombre.
—No, supongo que no —señala la ensalada—, con la
comida magnífica que tiene este país, ¿planeas comer solo
una ensalada?
Mira el contenedor con pena, la verdad no se ve para
nada apetecible.
—Quería una cena rápida —sus ojos observan el vino— ,
este es el postre—agrego.
—Permiso —dice tomando el vino de mis manos, lee su
etiqueta con cuidado y pone cara de desaprobación—. No
es la mejor opción.
Sus manos son varoniles, pero sus uñas son elegantes,
los tendones en el dorso de la mano se tensan al sostener la
botella y su piel parece bronceada.
¿Tengo un fetiche nuevo?
—¿No? —pregunto mientras devuelve la botella—.
Maldición.
Vuelve a meter las manos en los bolsillos. Noto el suéter
color crema que lleva, se lo ve estirado y gastado, pero
puesto en él parece la pieza a la moda.
Vuelve el silencio y en vez de mirar el suelo, lo miro, que
parece tan entretenido conmigo como lo estoy yo con él.
Creí no estar lista para estar físicamente con alguien,
luego de lo que ocurrió con Cole, pero este hombre está
haciendo que me plantee hasta mi propia existencia.
¿Qué tan descabellado sería perder el control en mi
última noche en París? Dejar de ser la buena y predecible
Raven y ser…Ray.
Ray es quien soy cuando estoy sola en mi casa, la chica
que lee libros románticos y le dice al resto que ella no lee
esas cosas, la que se viste de taco aguja, pero ama las
zapatillas, Ray Hill, la persona que era yo hasta que me
mudé a Nueva York buscando algo que todavía no encontré.
—No. —responde sin agregar más, quizás esta sea mi
oportunidad.
—Oye…—digo dejando en el aire mis pensamientos
reales.
—¿Si? —insiste.
—Tienes…no sé, ¿algo qué hacer?
El hombre frente a mí sonríe, es más una media sonrisa
fanfarrona que natural. Como si esto fuese algo que vive
todos los días de su vida.
No me sorprende.
—¿Qué tienes en mente? —Cruza sus brazos sobre su
amplio pecho.
—Es mi última noche en la ciudad antes de volver a casa
y estoy pasando por una crisis existencial, quizás tú estés
pasando por lo mismo y quieras tomar este vino barato que
encontré en una tienda de comestibles.
—¿Sin ataduras? —pregunta con una de esas cejas
caramelo arqueadas.
—Sin ataduras, sin nombres si quieres.
—Interesante…—murmura refregándose la barbilla.
Mi estómago se retuerce hacia un lado y luego hacia
otro, esta no soy yo, pero ¿cómo puedo no intentarlo?
miralo , es hermoso.
Pero puedo ver duda en su semblante, lo está pensando.
No es algo que debería pensarse demasiado, ¿no?, o me
encuentra atractiva o no.
Demonios,¿por qué hago esto?
—¿Sabes qué? Fue una mala idea, siento mucho ser tan
directa —mis pies se alejan, él los observa con curiosidad.
Toma mi muñeca con fuerza.
—Espera, no me diste tiempo a contestar…
—No hace falta, como dije antes fue una mala idea…
—¿Dónde está la mujer impulsiva de hace segundos
atrás? Déjame hacer una llamada primero.
—¿Una llamada? No tienes una novia esperando, ¿no?
Se rie.
Yo no.
—No, solo le voy a decir a mis…
—¡Sin detalle! 
—Cierto, solo dame un momento.
Da unos pasos lejos de mí y yo me quedo sin saber qué
hacer con mi cuerpo, gracias a Dios tengo objetos con que
ocupar mis brazos.
Él murmura palabras en el móvil, dándome la espalda,
que por cierto, es ancha y termina en forma triangular en
su cintura.
Cuando voltea camina hacia mí y toma el vino de mi
mano.
—Tengo una condición…—dice.
—Escucho.
—Dejame comprar una cena decente.

Raven

D urante los primeros tres pasos decido ponerle un


sobrenombre, Thor.
Thor camina junto a mí en silencio, una mano se
entierra en el bolsillo y por un breve momento, me
pregunto si es que no tiene un anillo escondido allí.
—¿Qué haces en París? —finalmente pregunta.
—¿Cuánto tiempo tienes para escucharme? —respondo
con una sonrisa tensa.
—Toda la noche —dice con seriedad, sus ojos atraviesan
los míos.
Algo nuevo ocurre en mi pecho. Creo que es una
comparsa brasileña que tengo que calmar cuándo me mira
así.
Nuestro caminar es lento y ninguno pregunta hacia
dónde vamos, así que tomo aire profundamente y lo suelto,
eliminando el apuro que tenía antes.
—No es la historia más creativa del mundo, estaba
borracha cuando decidí que lo mejor que podía pasarme
era comprar un boleto a París. —sonrío mirando a mi
alrededor, la calle se termina y nos topamos con el río
Sena.
Thor se ríe con su mirada fija en el cielo, rápidamente
toma el móvil y saca una foto al atardecer.
Mira de soslayo hacia mi y por lo bajo aclara:
—Es un chiste familiar, siempre nos mandamos fotos de
los atardeceres. —parece que la vergüenza lo ataca y
guarda el móvil otra vez.
Quiero detenerlo, decirle que no me dé detalles, pero
quiero saberlo.
—Qué dulce —sonrío abiertamente.
Thor levanta los hombros como si no fuese importante y
pregunta:
—¿Por qué estabas borracha? Por tu advertencia parece
que hay una gran historia detrás.
—Bueno, mi mejor amiga y mi novio decidieron que
querían follar como animales en mi cama, así que…
Es la primera vez que lo digo en voz alta, ni mi padre
sabe lo que ocurrió.
Thor levanta la mirada del suelo y me observa con ojos
abiertos, pero rápidamente se controla y vuelve a un rostro
neutro.
—Alguien no obtendrá el trofeo al mejor novio del año —
dice por lo bajo, pareciera que tiene preocupación real y
eso hace que me ría abiertamente—. Lo siento, ¿fue muy
crudo?
—No, de hecho es la primera vez que me río sobre el
tema, gracias, lo necesitaba desesperadamente.
Su sonrisa se extiende, su rostro luce complacido por
verme reír.
  Cuando llegamos a la esquina, Thor señala el puente
que atraviesa el Sena.
—Hay un buen restaurante al otro lado del río. —señala
el camino.
—¡Oh! —digo cuando siento su mano en mi espalda baja
— Excelente, vamos.
***
Cuando abandoné la habitación de hotel hace tan solo
una hora atrás, nunca creí que terminaría en un
restaurante con un hombre que iba a darle el apodo de un
dios nórdico.
Ray ha tomado control de mi como nunca.
Thor está sentado delante mío en una pequeña mesa
redonda en la calle, el Sena a nuestro lado.
Pide algo en un francés perfecto y yo solo señalo lo que
creo que puedo digerir en el menú.
Gracias a Dios no volveré a ver a este hombre nunca
más en mi vida, sino me sentiría muy avergonzada de mi.
—¿Y qué ocurrió con tu novio? —pregunta mientras
esperamos la comida.
Quiero repetir sin detalles, pero mi lengua comienza y
no puedo detenerla.
—No lo sé, me fui, apagué el móvil y me mudé a una
habitación de hotel, al día siguiente me subí a un avión y no
lo he vuelto a encender.
—Valiente.— dice uniendo sus manos sobre la mesa.
¿Qué tengo con esos dedos?
¿Por qué no puedo dejar de mirarlos?
—Al contrario, soy demasiado cobarde para
enfrentarlos, pero supongo que eventualmente tendré que
hacerlo si quiero recuperar mis cosas.
—Te ayudaría, pero tengo al menos dos semanas más en
Europa.
Solo ese gesto me entibia el pecho, sentir contención es
algo de lo que siempre me escapo y recibirla de un extraño
se siente sorprendentemente bien.
Llega el camarero con una botella de vino, la abre
delante de nosotros y nos sirve elegantemente en las copas.
—¿Y qué te trajo a París? ¿Una novia psicópata?
Se ríe otra vez y Dios, junto mis rodillas de la emoción
que me da.
—No, es algo que hago todos los años.
Mil preguntas se atoran en mi garganta
¿Por que?
¿Con quién?
¿A quién has llamado antes?
Pero debo contenerme, yo puse las reglas, no puedo ser
la primera que las rompa.
Aunque ya hablé de Cole.
—Qué guay…—respondo mordiendo mis labios.
Le doy un sorbo a la copa y saboreo el vino, alguna
expresión plácida habré hecho, ya que Thor parece
satisfecho consigo mismo.
—Tomar tu vino será mucho más difícil luego de probar
este, créeme.
—Te creo, hasta la botella es más bonita —digo—.No
hace falta que lo tomemos, probablemente lo deje en la
habitación antes de irme.
—Oh no, no te escaparás de ese vino, Onyx. —Cierra los
ojos con fuerza y maldice por lo bajo.
—¿Onyx? —pregunto con una sonrisa. La curiosidad me
mata.
Thor abre los ojos, pero su cabeza sigue apuntando
hacia abajo y con un tono vergonzoso dice:
—Ese es el nombre que te puse en mi cabeza, no saber
tu nombre es extremadamente odioso, lo siento.
Mi padre siempre dice que mi risa real, la que hace que
pierda el control de mi cuerpo, luce como si estuviera
llorando en silencio, que mis hombros se mueven como si
estuviera compungida y que mi voz desaparece. Será por
eso que Thor estira una mano sobre la mesa, consternado
por mi reacción a mi sobrenombre.
—Lo siento, no…no era mi intención ofenderte…
Pero cuando levanto la mirada, se sorprende cuando ve
lágrimas en mis ojos, pero una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Es eso una risa? —pregunta perplejo.
Asiento sin poder explicarle que así me río cuando algo
me da mucha gracia. 
—Lo siento —agrego—, es que es muy gracioso.
—¿Por qué? —su mano sigue sobre la mía— Onyx es la
descripción exacta para alguien como tú.
Onyx es una piedra absolutamente negra, la conozco
porque mi padre es colector de esas cosas, ah y los
cristales, ama los cristales. Y como mi cabello es negro
noche, Thor eligió ese nombre para mí y por eso mi padre
eligió el nombre Raven cuando me tuvo.
—Lo sé, lo sé, me da mucha gracia porque yo también
busqué un nombre para ti, pero el mio es mucho menos
elegante que el tuyo.
Thor quita la mano de mí y se yergue en la silla,
esperando que se lo diga, pero los platos llegan y espero a
que se retire el camarero para decírselo.
—¿Cuál es mi sobrenombre? —pregunta con
impaciencia.
Con la servilleta de tela tapo mi rostro.
—Thor.
—¿Thor? —repite reprimiendo una sonrisa— , ¿me
llamas Thor dentro de tu cabeza?
—Oh vamos, tu cabello es color caramelo, tus ojos claros
y tu barba también, fue lo primero que se me ocurrió.
Eso y que está muy fuerte.
Thor toma el tenedor y con delicadeza pincha un pepino
de su ensalada. Yo intento seguirlo con la mía, pero sigo
riéndome de la vergüenza.
—No me ofenderé si quieres irte en cuanto termines ese
plato —agrego.
Una sonrisa seductora aparece en sus labios.
—Oh no, de aquí no me iré sin ti, Onyx.

P uedes reservar El Color del Anhelo aquí.


ACERCA DEL AUTOR

Marcia DM es una argentina que vive en


Estados Unidos hace seis años. En su
travesía por encontrar nuevos territorios,
Marcia retomó un gran amor que era la
escritura y hoy lleva publicados doce
libros en español y tres en inglés.
Marcia vive en una pequeña ciudad de
Texas, le gusta mucho la decoración de
interiores, hacer proyectos en su casa (sus
manos lo pueden demostrar) y dibujar.
Puedes seguirla en tus redes sociales
favoritas, pero Marcia tiene que admitir
que Instagram y el grupo privado de
Facebook es donde más interactúa con sus
seguidoras.

WWW . MARCIADM . COM


OTRAS OBRAS DE MARCIA DM

Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber
Rage
Carter

Saga Mujeres Robadas:


Mentiras Robadas

Romance distopico:

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