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LA MAFIA AND

HIS ANGEL
PARTE 1
Tainted Hearts Series

Por Lylah James

Traducción:

Nath <3

Corrección:

Mora y Nath <3


Sinopsis
The Mafia And His Angel: Parte 1

Alessio

Frío. Implacable. Asesino. Soy respetado y temido por todos.


No fui puesto en esta tierra para amar o ser amado. Me pusieron aquí para
acabar con todos los miembros de la maldita mafia de los Abandonato, para
hacerles pagar la muerte de mi madre.
Cuando encuentro a una chica extraña escondida, golpeada, debajo de mi
cama, no la dejo vivir por compasión. Ella es una baratija, mi juguete.

Ayla

Pensé que Alessio era solo un hombre más que quería usarme, lastimarme
y tirarme. Ya no sé en qué confiar. No podía encontrar mi corazón bajo el
dolor.
Alessio lo encontró. Lo tocó y lo trajo nuevamente a la vida.
Pero si descubre lo peligrosa que soy para él... perderé la vida.

(Tainted Hearts #1)


***ADVERTENCIA DE CONTENIDO***
No está destinado a lectores menores de 18 años.
Este libro contiene representaciones oscuras, y a veces violentas, del
mundo del crimen organizado, la agresión sexual y el suicidio, y algunos
eventos pueden ser desencadenantes para algunos lectores.
Índice
Prologo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Prologo
Alessio

—Tenemos un problema —dijo una voz áspera a través del teléfono. Era mi
segundo al mando.
—Ya voy —le dije. No me gustó su tono. Podría decir que era algo realmente
malo. Su nerviosismo me hizo ponerme nervioso. Viktor era un bastardo loco, y
si algo lo tenía tan enojado, entonces era algo grande. Algo que realmente no me
gustaría.
Salí de mi oficina y encontré a algunos de mis hombres parados en el pasillo,
alineados y en guardia. Inclinaron la cabeza con respeto mientras pasaba.
Cuando entré al oscuro pasillo que conducía al sótano insonorizado, mi
cuerpo se tensó. El aire a mi alrededor era rancio y mis pasos eran firmes contra
el silencio mientras me preparaba para lo peor.
Cuando abrí la puerta, vi a Viktor apoyado contra la pared, con la cabeza
gacha por la derrota. Mi entrada ni siquiera lo desconcertó, estaba tan perdido
en sus propios pensamientos. Me aclaré la garganta y levantó la vista.
Su expresión transmitía horror y asco. —Es malo —dijo Viktor, señalando
hacia la habitación. Asentí, luego caminé dentro, liderando el camino mientras
Viktor se ponía detrás de mí.
Pisoteando hacia adelante, encontré a un hombre ensangrentado atado a
una silla. La sala del sótano estaba vacía, excepto por la silla en el medio y una
mesa en la parte de atrás. Cuatro de mis hombres estaban parados a su alrededor.
Eran mis hombres de confianza.
No reconocí al prisionero, pero cuando me miró, sus ojos estaban llenos de
terror. Cuando me acerqué, su rostro ya pálido se retorció de dolor. Se retrajo
contra la silla cuando me detuve frente a él.
— ¿Qué demonios está pasando? —Mi voz retumbó por la habitación. No
aparté mis ojos del hombre, pero cuando lo vi estremecerse, la satisfacción
recorrió mi cuerpo. Será mejor que el hijo de puta este petrificado.
Viktor me rodeó para estar detrás del hombre. Agarró el cabello del
prisionero y tiró con fuerza hasta que su cuello se echó hacia atrás
dolorosamente. El hombre gritó y se sacudió.
Levanté los ojos del maltratado prisionero para encontrarme con la mirada
de disgusto de Viktor.
—El hijo de puta nos traicionó. Lo escuché hablar con los putos italianos. Él
está trabajando para ellos — gruñó Viktor.
Miré al hombre y sus ojos estaban cerrados. Se negó a mirarme. La ira que
se apoderó de mi cuerpo fue indescriptible. Me traicionó. A mí. El. Maldito. Rey.
La persona que poseía su vida.
Nadie me traicionó y se salió con la suya. Confiaba en todos mis hombres.
Eran mi familia, pero cuando uno de los míos me traicionó, pagaron el precio
final. Muerte. Muerte muy dolorosa.
Respirando profundamente, me alejé del hombre atado.
—Tráiganme una silla —grité. Vi a uno de mis hombres retroceder,
haciendo lo que le ordenaba.
—Aquí tiene, Jefe—dijo Phoenix un minuto después. Colocó la silla detrás
de mí y lentamente se alejó.
Me senté y me enfrenté al hijo de puta. Abrió los ojos y me miró
directamente. Mi temperamento estalló. Inclinándome hacia adelante, le gruñí a
la cara. — ¿Por qué?
Su cuerpo tembló de miedo, pero se negó a responder. Miré hacia arriba y
señalé a Viktor. Soltó al hombre y caminó hacia la mesa al fondo de la habitación,
solo para regresar con una cuchilla en la mano.
Sonreí casi maliciosamente y me recosté contra la silla, cruzando los brazos
sobre mi pecho.
—Disfruta —dije, asintiendo hacia Viktor.
Cuando se puso a trabajar, los gritos del hombre llenaron la habitación. La
sangre goteaba por todo el piso, pero mantuve mi mirada fija en él todo el tiempo.
Cuando comenzó a perder el conocimiento, levanté la mano. Viktor detuvo
instantáneamente sus tortuosas atenciones.
Inclinándome de nuevo, pregunté—: ¿Quién y por qué?
Me reí cuando me miró furiosamente. Viktor se inclinó hacia delante y lo
golpeó. —Muestra respeto.
—Voy a preguntar por última vez. ¿Quién y por qué? —dije
amenazadoramente mientras tomaba su rostro en mi mano. Mis dedos
presionaron con fuerza en su mejilla hasta que la sangre brotó de sus heridas.
Cuando todavía no respondía, solté su rostro y me puse de pie, apartando
mi silla. No tenía planeado ensuciarme las manos esta vez. Pero el hombre atado
contra la silla frente a mí forzó mi mano. El resto de mis hombres necesitaban
verme matar. Necesitaban ver las consecuencias de traicionarme.
Necesitaban ver lo peor de mí. Cuán brutal podía ser. Parecía que lo habían
olvidado.
Todos me temían y nadie me traicionaba.
Caminando hacia la mesa, recogí los alicates. Cuando me volví, todos los
hombres dieron un paso atrás. Viktor sonrió sádicamente y sacudió la cabeza.
—Joder, sí. De esto estaba hablando.
Viktor sostuvo la cabeza del prisionero contra la silla. Me paré frente a él y
le agarré bruscamente la barbilla, sin importarme si lo lastimaba. Forcé su boca
para que la abriera y sostuve los alicates contra sus dientes.
El hombre trató de gritar, pero nunca le di la oportunidad. Me llevó horas
estar satisfecho.
Y cuando terminé, ya no respiraba.
Que esta sea una lección aprendida.

***

Ayla

Corre, sigue corriendo, me dije.


Escapar no era fácil. Lo había planeado durante años, pero nunca encontré
el coraje para hacerlo realmente.
Pero esta noche tenía que escapar de la pesadilla en la que había nacido.
A mi padre nunca le importé. No importaba que le suplicara que me
escuchara. Siempre hacía la vista gorda. A mi padre solo le importaban sus
ganancias. Después de todo, era el jefe. Los italianos, la Famiglia lo respetaba. Era
el líder temido.
Y yo era solo un peón en su cruel juego.
No tenía otra opción, ni voluntad. Ni respeto. Ni amor.
No tenía nada.
Mi compromiso con el segundo al mando de mi padre tampoco había sido
mi elección. Después de todo, ¿qué opción tenía a los dieciséis años?
A los veintitrés años, después de todos los años de tortura que pasé en las
manos de Alberto, decidí escapar. Durante años, deseé que mi padre pusiera fin
a la violencia contra mí, pero nunca sucedió. Alberto hacia lo que quería conmigo.
Solo era un juguete para el placer y el dolor.
Después de que me dejó ensangrentada y golpeada por otra noche tortuosa,
me arrastré fuera de la cama y salí por la ventana. No importaba cuán pensara y
planificara mi fuga, no era fácil. Nada nunca era fácil.
Pero todavía corría por mi vida.
Lo que sea que quedaba de mi cordura dependía de ello.
— ¡Detente!
Escuché gritos detrás de mí, sacándome de mis pensamientos.
—No. No. No —jadeé. Estaba casi fuera de la propiedad, me ardían las
piernas mientras corría.
Corre, sigue corriendo.
Solo necesitaba tiempo, pero los hombres se acercaban a mí.
—Señorita Ayla. Deténgase. Pare —escuché a uno de ellos gritar detrás de
mí.
Arrastrándome más profundamente en el bosque, me obligué a moverme
más rápido. Aceleré, corriendo hasta que sentí que mi cuerpo se estaba
rompiendo. Ya estaba sangrando mucho.
Todo me dolía, pero seguí adelante. Solo importaba escapar.
Seguí corriendo hacia la oscuridad hasta que los gritos de los hombres se
desvanecieron. Cuando ya no pude escucharlos, me detuve y me apoyé contra un
árbol.
Mi seguridad aún no estaba garantizada, pero tenía que descansar. Mi
corazón latía con fuerza y mis piernas temblaban demasiado para que pudiera
continuar.
Pero cuando escuché un ruido a mi izquierda, mis ojos se abrieron y me
aparté del árbol, alejándome unos pasos. Los sonidos se hicieron más fuertes.
Sin perder otra mirada en esa dirección, me di la vuelta y comencé a correr
nuevamente, rezando para encontrar a alguien que pudiera ayudarme. Debe
quedar una buena persona en este mundo cruel.
Cuando se acercaba el amanecer, estaba demasiado cansada para seguir. Ya
no estaba en el bosque, sino al lado de un camino desierto. Sabía que la propiedad
de mi padre estaba en las afueras de Nueva York. Había dicho algo sobre un día
gobernar toda la ciudad. Pero por ahora, pertenecía a alguien más. Alguien más
poderoso que él.
Cojeando a lo largo del camino, continué hasta que encontré casas.
Un suspiro de alivio escapó de mis labios. Estaba a salvo. Alguien me
ayudaría.
Me acerqué a una de las casas y llamé suavemente a la puerta. Una anciana
abrió la puerta y jadeó al verme. Antes de que pudiera decir algo, me cerró la
puerta en la cara.
Mis ojos se abrieron y miré la puerta cerrada en estado de shock. ¿Qué?
Mi puño se levantó para tocar de nuevo, pero vi algo más por el rabillo del
ojo.
Los hombres de Alberto. Estaban caminando, buscándome.
Con el corazón en la garganta, rápidamente me escondí detrás de la casa.
Mientras trataba de averiguar mi próximo plan, las luces se encendieron a la
vuelta de la esquina. Miré a mi izquierda y vi un vehículo negro desacelerando.
Me quedé quieta cuando un hombre corpulento salió del auto. Llevaba un
traje negro, similar a los que vestían Alberto y mi padre. No podía verlo bien, la
oscuridad ocultaba su rostro. Entró en una de las casas.
Mirando hacia atrás en el auto, me decidí. Después de asegurarme de que
los hombres de Alberto no estuvieran mirando, rápidamente me alejé de mi
escondite y corrí hacia el auto. Tiré de la manija de la puerta trasera.
La puerta se abrió. Lágrimas de alivio cegaron mi visión e hipé un sollozo.
Miré a ambos lados, asegurándome de que nadie me viera. Mi camino estaba
despejado cuando me subí al auto y cerré la puerta detrás de mí.
Mi cuerpo se dobló sobre sí mismo mientras me agachaba entre los
asientos, tratando de hacerme lo más invisible posible. Mis ojos se cerraron
mientras trataba de calmar mi respiración.
Después de unos minutos, la puerta se abrió y el hombre se sentó. Salté un
poco cuando cerró la puerta de golpe. Mi estómago se retorció en nudos mientras
mi respiración se calmaba. Mis manos temblaban de miedo.
Escuché algunos ruidos y luego él comenzó a hablar. —Viktor, vuelvo a casa.
Ten todo preparado.
Mi cuerpo estaba tenso, pero cuando el auto de repente se arrancó y el
hombre comenzó a conducir, dejé escapar un suspiro de alivio.
Estaba a salvo. Por ahora. Y eso era todo lo que importaba.
Capítulo 1
Ayla

Mi cuerpo temblaba de tensión durante el viaje. El hombre estaba en


silencio, pero el aire que lo rodeaba era intenso y melancólico. Cuando el auto
finalmente se detuvo, me congelé.
Mi corazón dio un vuelco cuando abrió la puerta. Esperé una reacción de él.
Pero él solo salió del auto y la puerta se cerró detrás de él.
Luego, silencio absoluto.
Exhalé un suspiro de alivio, mi cuerpo se hundió contra el respaldo del
asiento del automóvil. Estaba a salvo. Después de esperar unos minutos más, me
puse de rodillas y miré afuera a través de la ventana polarizada.
Jadeé, mis ojos se abrieron en estado de shock. La belleza más allá de la
ventana me dejó sin aliento.
Había un largo camino circular bordeado de pinos y estacas altas de vidrio
rojo. Hermosos arbustos rodeaban una fuente gigantesca en medio del camino
de entrada. La fuente central era fascinante, hecha de azulejos de cerámica
vidriada y rodeada de flores.
Podía ver árboles en la distancia, que continuaban por el largo camino de
entrada hacia la puerta principal. Este lugar era tranquilo.
Cuando me sentí segura de que estaba sola, abrí la puerta rápidamente y
bajé. Cuando salí de la propiedad de mi padre, todavía estaba oscuro, el amanecer
se acercaba lentamente, pero ahora la luz del sol era brillante. Hice una mueca y
tuve que parpadear para acostumbrarme al resplandor.
Dándome la vuelta, me quedé sin palabras. Esta propiedad parecía mucho
más grande que la de mi padre. Había columnas de mármol blanco alrededor de
la entrada de la mansión. Las torres estaban rematadas con cúpulas plateadas y
una intrincada piedra decoraba las paredes. La gran puerta doble de madera
probablemente costaba más de lo que podría imaginar.
Mi padre era rico, pero nunca había visto algo así. La mansión en la que vivía
era mucho más pequeña en comparación con esta.
Me di cuenta de repente y se me ocurrió que este hombre era mucho más
rico que mi padre, y posiblemente igual de peligroso, si no más.
Había aprendido mi lección. Los ricos estaban cegados por su poder y
dejaban de actuar como seres humanos. No tenían emociones. Y no iba a correr
el riesgo con este extraño.
Retrocedí varios pasos y me topé con el auto. Tragué saliva y luego cerré los
ojos. Tenía que irme. Tenía que encontrar un lugar más seguro.
Me di la vuelta, pero mis ojos se abrieron en estado de shock cuando vi a
dos hombres caminando hacia mí. Se miraban el uno al otro, su vista lejos de mí.
Aprovechando la oportunidad, rápidamente me escondí detrás del auto.
Mi cuerpo temblaba de miedo y podía sentirme sudada.
Me tenía que ir. ¡Ahora! Pero mi seguridad se vio comprometida. Cuando los
hombres entraron a la mansión, mi cuerpo cayó hacia adelante aliviado, pero la
tensión todavía se enroscó dentro de mí. El miedo se alojó profundamente en mis
entrañas y mi estómago se encogió. Cuando me volví hacia la puerta principal,
me congelé de nuevo.
No había escapatoria. Era imposible.
Por primera vez, noté a cuatro hombres parados en la puerta principal,
vigilando. Nadie entraba o salía sin que ellos lo notaran. Era lo mismo en la finca
de mi padre. Siempre había guardias en el patio, asegurándose de que no hubiera
ataques inminentes.
Tragué saliva y miré detrás de mí. Mi corazón dejó de latir por un momento
cuando vi que se abrían las puertas. Pasar por las puertas principales ya no era
una opción. Y no estaba familiarizada con el terreno.
Lágrimas de frustración cegaron mi visión mientras trataba de pensar en
una salida.
Di un paso hacia la puerta abierta, mi corazón latiendo fuerte y rápido
contra mi caja torácica. Podría entrar. Podría esconderme allí y muy
probablemente nadie me vería. Estaría a salvo por algún tiempo, hasta que
tuviera un plan.
Antes de que pudiera dar más pasos hacia la puerta, un grito vino detrás de
mí.
— ¡Oye!
Me congelé y me di la vuelta para ver a dos de los guardias corriendo hacia
mí con toda su fuerza.
— ¡Alto ahí! —gritó uno de los hombres, su expresión furiosa. Vi a los dos
sacando sus armas y apuntándome.
Mi corazón empezó a latir rápidamente y mi visión se volvió borrosa por el
pánico. Sin pensarlo dos veces, me di la vuelta y corrí hacia la puerta abierta.
Los sentí detrás de mí. Se estaban acercando y sus pasos sonaban firmes y
enojados.
Se me aceleró el pulso en la garganta. Se me cortó el aliento y lo olí: miedo.
El miedo me rodeó.
Las puertas estaban muy cerca. Estaba casi dentro de la mansión.
Se acercaron, su calor en mi espalda. Sintiendo un toque en mi brazo, solté
un pequeño grito y aceleré hasta que crucé la puerta.
Corrí a ciegas. Entre sofás, sillas, una mesa y luego las escaleras. No presté
atención a dónde iba. Solo corrí.
Cuando llegué al segundo piso, me tropecé con mis piernas y casi caigo.
Ahorrándome tiempo con la ayuda de la barandilla, seguí corriendo.
Todo lo que podía escuchar eran gritos furiosos. Incluso cuando varios
hombres vinieron de diferentes direcciones, no dejé de correr.
Los pasillos eran grandes y estaban llenos de muchas puertas. Cuando
escuché gritos distantes, me moví ciegamente hacia una puerta y la abrí. Entré
corriendo y la cerré detrás de mí.
Mi cuerpo se erizó por la tensión, como miles de cuchillos puntiagudos
perforando mi cuerpo. Mi corazón latía tan rápido como las alas de un pájaro
enjaulado. Sonaba como un tambor para mis oídos. Era lo único que podía
escuchar.
Cerré los ojos y me apoyé pesadamente contra la puerta.
La mansión era demasiado grande. Les llevaría algún tiempo encontrarme.
Lentamente me deslicé hasta que mi trasero tocó el piso. Tirando de mis rodillas
hacia mí, las abracé con fuerza contra mi pecho. Puse mi cabeza sobre ellas e
intenté calmar mi respiración.
Cuando finalmente pude respirar normalmente y mis jadeos ya no llenaban
la habitación, levanté la vista. Al darme cuenta de que estaba en una habitación,
me puse de pie con las piernas temblorosas y me alejé de la puerta.
La habitación era enorme. Había una cama King-size en medio de la
habitación y una mesita de noche a cada lado. Un banco estaba frente a la cama.
Me acerqué y presioné mi mano contra los suaves cojines.
Mirando a mi izquierda, noté un cofre contra la pared. Me di la vuelta para
ver una sala de estar. Había dos sofás y una mesa de café en el medio, frente a
una chimenea.
Miré a mi derecha y vi que, en lugar de paredes, había grandes ventanas con
paneles enmarcadas por elaboradas cortinas. La habitación era acogedora, pero
oscura.
Mi respiración se aceleró cuando escuché a alguien en la puerta. La perilla
se movió y mis ojos se abrieron en pánico. Mi corazón latía más rápido. No. No.
No.
Busqué en la habitación un lugar donde esconderme. La cama era la más
cercana a mí, así que me metí debajo.
Me acosté de lado. Llevé las rodillas al pecho, las rodeé con los brazos y
cerré los ojos con fuerza, rezando para que quien estuviera en la puerta no me
encontrara.
Capítulo 2
Alessio

Abrí la puerta de mi habitación y la cerré de golpe. Viktor había estado


ocupado con los problemas de los clubes, para asegurarse de que todos nuestros
negocios funcionaran sin problemas, por lo que los controles de la casa cayeron
sobre mí. Ese era el trabajo de Viktor y no confiaba en nadie más para encargarse
de ello. Entonces lo hice yo mismo.
Moviendo mi peso sobre mis pies, tiré de mi corbata con fuerza hasta que
se soltó y me la quité del cuello. Mientras me quitaba la chaqueta del traje, mi
teléfono vibró en mi bolsillo.
Al sacarlo, vi el nombre de Phoenix parpadeando en la pantalla.
— ¿Qué paso? —bruñí al teléfono.
—Jefe —dijo, sonando aterrorizado y sin aliento. Casi ruedo los ojos.
— ¿Qué paso?
—Jefe…
No escuché el resto de su oración, sino que lo desconecté.
Mis ojos se abrieron cuando noté una tela blanca que se extendía debajo de
mi cama. Me acerqué, con el teléfono aún en mi oído.
Cuando alcancé la tela, me agaché y la toqué.
Cuando levanté las sabanas de la cama y miré hacia abajo, mi boca se abrió
ante la vista, luego la ira me atravesó. Podía sentir mis ojos entrecerrarse en
rendijas.
Una mujer. Una chica de aspecto sucio se escondía debajo de mi cama.
—Jefe, jefe, ¿está ahí? —gritó Phoenix a través del teléfono.
— ¿Qué? —bramé, mientras mantenía mis ojos en la pequeña intrusa.
Ella saltó ante mi tono y comenzó a temblar, su barbilla temblando y las
lágrimas formándose en la esquina de sus ojos.
Le enseñé los dientes y ella trató de alejarse de mí, pero no le di la
oportunidad. Agarrando su vestido blanco, desmenuzado y sucio, la sostuve
quieta. Ella no iba a ir a ninguna parte.
Apreté el material en mi mano y tiré hasta que ya no estaba debajo de la
cama.
— ¡Jefe! Alguien irrumpió en la finca —grito Phoenix a través del teléfono,
sonando frustrado.
Sonreí. La chica mantuvo las rodillas contra su pecho, luego se abrazó la
cabeza como para protegerse de mí.
Me reí de la idea. Pobre chica. Ni siquiera sabía en qué se había metido.
Irrumpir en la casa del jefe de la Bratva, el Pakhan, y luego esconderse debajo de
su cama.
— ¿Jefe? —dijo Phoenix, sonando confundido.
—Tengo esto —gruñí a través del teléfono, mirando a la intrusa. Terminé la
llamada antes de que él pudiera responder.
Volviéndolo a guardar el celular en mi bolsillo, la agarré del brazo y la jalé
hacia arriba. Ella gimió dolorosamente y sus sollozos llenaron la habitación.
Mantuvo la cabeza baja, su cabello caía como una cortina alrededor de su rostro,
protegiéndola de mí.
Cuando intenté acercarla, ella se resistió y trató de alejarse. Apreté mi
agarre en su pequeña muñeca y supe que la estaba lastimando. Sus muecas me
lo dijeron, pero no la solté.
Si quisiera, sin apenas esfuerzo, podría romperle las manos por la mitad.
La dejé ir y di un paso atrás. Hizo exactamente lo que esperaba. Corrió
directamente hacia la puerta.
Sonreí, sacando mi arma de la parte trasera de mis pantalones. Se la señalé
y hablé con calma.
—Otro paso y te dispararé.
Se detuvo. Su cuerpo temblaba mucho y supe que era por miedo. Lo que ella
no sabía era que me alimentaba del miedo.
Me reí y sonó cruel incluso para mis propios oídos. Saltó, pero no corrió por
su vida.
—Date la vuelta.
No se dio la vuelta.
Una ira candente recorrió mi cuerpo. Nadie se atrevía a ignorarme. Sin
embargo, esta chica...
—Daté la vuelta —le grité a la espalda.
Mi pequeña intrusa saltó de nuevo, pero esta vez giró rápidamente. Ella
mantuvo la cabeza hacia abajo.
Quería verla.
Parpadeé ante el repentino pensamiento. ¿Qué?
Sacudiendo la cabeza, fruncí el ceño mientras la miraba. ¿Qué estaba
haciendo ella aquí? ¿Por qué estaba aquí? Por su aspecto, ella no pertenecía a un
lugar como este. No en una casa de la mafia. Especialmente no en mi casa.
—Mírame —dije antes de que pudiera detenerme. Mis dedos se apretaron
alrededor del arma mientras esperaba que ella hiciera lo que le dije.
Tardó más de lo que esperaba. Si ella fuera uno de mis hombres, ya le habría
disparado por desobediencia. Pero no pude moverme.
Por alguna razón desconocida, la forma en que cubría su rostro con su largo
cabello oscuro, luciendo tan infantil, me hacía doler el pecho.
¿Qué mierda?
—Mírame —dije de nuevo, esta vez mi voz rechinando. Lentamente levantó
la cabeza y vi unos ojos de cierva asomando por su cabello. Contuve el aliento y
di un paso hacia ella.
Mientras continuaba levantando la cabeza, vi una pequeña nariz redonda y
luego unos labios carnosos y rosados. Sus mejillas eran redondas, pero
obviamente estaban magulladas. No podía ver su rostro correctamente, estaba
tan cubierto de suciedad y moretones.
Se abrazaba a sí misma, su cuerpo temblaba con silenciosos
estremecimientos. La pequeña intrusa obviamente estaba asustada. Era una
chica pequeña y sentí que mi corazón se retorcía ante su frágil estado.
Dando un paso adelante, vi unos ojos verdes mirándome por debajo de sus
largas pestañas. Parpadeó las lágrimas cuando me vio acercarme, mi arma
todavía la apuntaba.
Cuando estaba cerca, lentamente bajé el arma y la miré amenazadoramente.
Cuando ella se estremeció, sentí que mi resolución disminuía.
Dio un paso atrás.
—No te muevas —gruñí.
Se estremeció de nuevo. Mi corazón latía rápido en mi pecho. ¿Qué
demonios me pasa?
Me acerqué hasta que nuestros pechos casi se tocaban. La sentí temblar
contra mí, y ella gimió de miedo. Abrazó su cuerpo con más fuerza y se dobló
sobre sí misma, como si estuviera tratando de esconderse de mí, incluso a simple
vista.
Llevé mi mano vacía a su cara. Ella hizo una mueca, pero no se movió.
Lágrimas silenciosas corrieron por su mejilla y toqué una gota, alejándola. Se
congeló y sentí como respiraba hondo.
También me congelé. Algo estaba mal conmigo.
Antes de que pudiera detenerme, mis manos fueron a los mechones de
cabello que colgaban sobre su rostro. Lentamente moví su cabello hacia un lado
hasta que su rostro completo fue visible para mí. Tal vez mi corazón latió
rápidamente por un momento. No lo sabía.
Lentamente levantó la cabeza hasta que me miró con sus ojos verdes
vidriosos, del color de la selva tropical.
Tragué saliva, moviendo lentamente mi pulgar sobre su suave mejilla.
Cuando hizo una mueca de dolor, la dejé ir, retrocediendo varios pasos.
Una ola de emoción me atravesó. Primero tristeza, luego ternura, y
finalmente ira. Decidí aferrarme a la ira y dejar que me consumiera.
No había lugar para la ternura en mi vida. La ternura te hace débil. Cualquier
otra emoción que no sea la ira te debilita.
Y no podía ser débil. Tenía miles de personas detrás de mí y tenía miles que
liderar.
Entonces, me aferré a la ira y dejé que me atravesara hasta que mi cuerpo
temblara.
Ira al rojo vivo. La fulminé con la mirada y apunté con mi arma nuevamente.
Sus ojos se abrieron y dejó escapar un grito, su mano se acercó a su pecho.
Sacudió la cabeza repetidamente, abriendo y cerrando la boca en silencio
como si quisiera decir algo.
— ¿Quién diablos eres y por qué estás aquí? —gruñí, mi voz baja, pero mi
tono era peligroso, decía mucho y era obvio que la chica lo entendió.
Si no me daba una respuesta con la que estuviera satisfecho, le dispararía
sin pensarlo dos veces.
Capítulo 3
Ayla

Miré al hombre parado frente a mí, mi cuerpo temblando con un miedo


indescriptible. Cuando me sacó de debajo de la cama, no noté su rostro. Estaba
demasiado asustada para mirarlo.
Pero cuando me ordenó mirar hacia arriba, me sorprendió. Me dejó sin
aliento. Por un minuto, dejé de pensar que estaba a punto de dispararme. Dejé
de pensar que se suponía que debía huir.
Todo lo que pude hacer fue mirar los ojos de acero azulado que me
recordaban al cielo de pleno invierno.
Cuando dio un paso hacia mí, mi corazón latió rápidamente. Sus pasos
fueron poderosos y firmes. Se movió con confianza. Traté de dar un paso atrás,
pero él me detuvo con su arma.
Su presencia era la de un líder. Un líder peligroso. El aire a su alrededor se
sentía helado.
Cuando se detuvo frente a mí, con nuestros pechos casi tocándose, mi
cuerpo tembló de miedo y anticipación. Debería haber estado gritando y
corriendo, pero algo en él me hizo permanecer inmóvil.
Su toque se sintió eléctrico. Mi cuerpo zumbó en respuesta y ya no sentía
frío. Su cálida mano acarició mi mejilla y quise frotarla contra su palma como un
gatito que ansía atención.
Me di cuenta de lo grande que era. Comparado con mi pequeño tamaño, era
gigantesco. Mi cabeza solo llegaba al medio de su pecho ancho y musculoso. Me
sentí frágil y pequeña a su lado.
Pero por alguna razón desconocida, mi cuerpo se estaba calentando en su
presencia. Aunque el miedo me recorrió, no me importó que estuviera cerca de
mí.
Odiaba cuando Alberto estaba cerca de mí. Mi piel siempre estaba llena de
asco y miedo, pero con este extraño hombre, solo sentía consuelo. Incluso con su
arma apuntando hacia mí, me sentí extrañamente segura.
Pero eso cambió cuando su rostro se puso duro y luego enojado. Salté
sorprendida cuando él dio un repentino paso atrás. Todo su cuerpo se tensó y
me apuntó con el arma. Mis ojos se abrieron y mi corazón latió más rápido.
¿Fue todo un juego? ¿Actuó como si se estuviera ablandándose conmigo,
solo para calmarme y poder dispararme?
Las lágrimas cayeron por mis mejillas sucias y magulladas.
Sus ojos estaban fijos en mis lágrimas. Su mirada siguió las gotas. Cuando
llegaron a mi barbilla, lo vi sonreír. Su boca se arqueó hacia un lado, pero su
sonrisa parecía peligrosamente maliciosa.
Oh Dios. Este hombre me iba a matar.
— ¿Quién diablos eres y por qué estás aquí? —gruñó profundamente, su
voz baja pero el tono peligroso y enojado. Conocía ese tono.
Alberto lo usaba cuando estaba a punto de matar a alguien. También lo
usaba conmigo, cada vez que me tomaba en contra de mi voluntad... todas las
noches.
Me estremecí de terror, mi angustia probablemente evidente en mi rostro y
la forma en que temblaba. Sentí mi pulso latir en mis oídos, bloqueando todos los
demás sonidos, excepto mi respiración jadeante.
Me sentí cada vez más fría. Sus ojos duros penetraban los míos y tuve que
cerrar las rodillas para evitar dar un paso atrás. Sabía que, si me movía, me
dispararía.
Dio varios pasos hacia atrás, el arma todavía apuntándome mientras
esperaba mi respuesta. Cuando llegó al sofá, se sentó y cruzó el pie derecho sobre
la rodilla izquierda. La pistola todavía apuntaba a mi pecho.
—Yo... yo soy... —tartamudeé, encontrando difícil hablar. Alberto y mi
padre tenían muchos enemigos. ¿Y si él era uno de ellos?
—No voy a repetirlo, así que mejor comienza a hablar. Tienes treinta
segundos —dijo el hombre. Estaba perdiendo la paciencia. Era evidente en la
forma en que su rostro se retorcía enojado con cada palabra.
—Ayla. Mi nombre es Ayla —dije apresuradamente, mi voz ronca.
—Ayla —susurró, mi nombre salió de su lengua como si la palabra en sí
hubiera sido mezclada con miel. Su voz era profunda y vibraba por todo mi
cuerpo.
—Ayla —dijo de nuevo. Odiaba admitirlo, pero me gustó cómo sonaba mi
nombre cuando provenía de él. Me gustó cómo lo dijo, casi gentilmente.
Contrólate, Ayla. Este hombre está a punto de dispararte. Estúpida, Ayla.
Estúpida. Céntrate.
— ¿Cuál es tu apellido, Ayla? ¿Y por qué estás aquí? —preguntó, esta vez
lentamente mientras continuaba mirándome.
Respiré profundamente, tratando de averiguar cuánto debería decirle. Su
mirada nunca abandonó la mía, y cuando no respondí lo suficientemente rápido,
se echó hacia delante con enojo.
—Ahora, Ayla. Tienes mucha suerte de que sea paciente. Pero no volveré a
preguntar.
Asentí, pero él continuó.
—Permítame presentarme. Estoy seguro de que has escuchado mi nombre.
Alessio Ivanshov —dijo el hombre, su tono bajo.
Mi cuerpo se congeló. Miré al hombre sentado frente a mí, sin palabras,
cuando mi cuerpo comenzó a entumecerse. No. No puede ser.
Mi corazón latía alarmado mientras miraba sus ojos inmóviles y fríos. Oh
Dios. Por favor no. No podría ser él.
— ¿Se ilumino tu mente? —preguntó.
Mi estómago se retorció dolorosamente y mi visión se volvió borrosa. Me
sentí tropezar hacia adelante. Rápidamente, me enderecé antes de que mi cara
tocara el suelo.
Oh, definitivamente se ilumino mi mente. El miedo y el horror me llenaron.
Pensé que me había escapado de los hombres peligrosos, pero este hombre
sentado frente a mí era más peligroso que cualquiera de ellos. Era temido por
todos.
Pero lo más importante, estaba atrapada porque era su mayor enemigo. Mi
familia era su mayor enemigo. Los italianos. Los Abandonato.
Los rusos y los italianos habían sido enemigos durante tantas décadas. Pero
los Ivanshov y los Abandonato, su enemistad era profunda.
Y estaba parado frente al Jefe, quien me mataría sin piedad si descubriera
que yo era una Abandonato.
Miré a los ojos de Alessio. Hui de un hombre mortal, y ahora estaba
esperando mi destino frente a otro. Uno más mortal y más peligroso.
Cerré los ojos e intenté calmar mi respiración. Piensa, Ayla. Huiste de uno.
Puedes hacerlo de nuevo.
Al abrir los ojos, me encontré con su mirada. Con mi cuerpo todavía
temblando con temblores silenciosos, me puse de pie más erguida.
—Ayla Blinov. Mi nombre es Ayla Blinov —dije lentamente. No estaba lista
para morir. Me escapé porque quería una vida mejor para poder finalmente ser
yo misma. No estaba dejando que este hombre me quitara la libertad recién
encontrada.
Entonces mentí.
Tragué saliva y continué.
—He estado viviendo en las calles durante unos meses, y algunos hombres
me encontraron y querían que trabajara en un burdel. Me escapé y me escondí
en tu auto. Cuando tus guardias me encontraron, entré en pánico, así que me
escondí debajo de tu cama.
La mentira salió de mí sin esfuerzo. Mi corazón latía con fuerza contra mi
caja torácica. Este era un gran riesgo, y esperaba, rezaba, que él me creyera.
Alessio se recostó y descruzó las piernas.
—Hmm —dijo, sin apartar su mirada de mí.
Ambos nos quedamos en silencio por unos minutos, mi cuerpo se tensaba
más con cada segundo que pasaba. Mi estómago se encogió de miedo.
Alessio avanzó nuevamente, hasta que sus codos quedaron sobre sus
rodillas y sus dedos se cruzaron. Fue entonces cuando noté que ya no tenía su
arma con él.
Mi mirada se movió a sus costados, y vi su arma junto a su cadera, en el sofá.
Volví a mirarlo a la cara, y seguía mirándome, su mirada ahora más intensa.
¿Me creyó? Alessio Ivanshov era un hombre con muchos secretos. Secretos
oscuros. También era muy impredecible.
—Tengo un trato para ti —dijo de repente. Salté ante su voz, mi cuerpo
temblando.
—Tienes tres opciones —continuó, mientras me paraba delante de él
temblando—. Uno: trabajas para mí —dijo. Su voz era monótona, así que no
estaba segura de lo que podría estar planeando.
—Dos: vuelves a las calles, insegura. —Se detuvo cuando mi cuerpo se
congeló—. Tres: o te disparo por allanamiento —finalizó.
Se me cortó la respiración cuando dejó de hablar. Los labios de Alessio se
arquearon en una pequeña sonrisa mientras esperaba mi respuesta.
Mis ojos se abrieron mientras intentaba pensar. Llevé una mano temblorosa
a mi garganta y la froté suavemente, un gesto de nerviosismo e incomodidad.
La opción tres obviamente no era una opción. Ni siquiera lo estaba tomando
en consideración. La opción dos significaba estar sin hogar, sin dinero, insegura
en las calles y muy fácil para los hombres de Alberto encontrarme. La opción uno
significaba que tendría dinero y probablemente un lugar para vivir. Pero solo
había un problema.
Estaría muerta si alguna vez descubriera quién era yo.
Con mis ojos aún fijos en su rostro, pensé en mis opciones. Pero lo más
importante, pensé en mi supervivencia. Y solo una opción podría ayudarme.
—Uno —susurré roncamente, mientras miraba a los ojos de Alessio.
Parecía sorprendido, pero luego sus labios se estiraron en una sonrisa completa.
Y allí lo supe.
Con esa respuesta, me había sentenciado a él. Ya no era mía. Yo le pertenecía
a él.
Alessio se levantó y caminó lentamente hacia mí, con pasos seguros. Cuando
estuvo cerca, extendió la mano y tocó un mechón sucio de mi cabello.
—Buena elección, Ayla —dijo Alessio. El sonido de mi nombre proveniente
de él me hizo temblar de nuevo. Dios, ¿por qué su voz tenía que sonar tan...
íntima? Mis ojos se abrieron con el pensamiento repentino. No. No, Ayla. No te
dejes llevar.
—Me alegra que hayas decidido... trabajar para mí. —La forma en que dijo
esas palabras hizo que mi cuerpo se congelara. Me miró intensamente.
Alessio se acercó para que nuestros cuerpos se presionen juntos. Él movió
su dedo por mi mejilla magullada.
—Me aseguraré de que no te arrepientas de esta decisión —susurró con voz
ronca.
Espera, ¿qué? ¿Quiso decir...? No, no pudo. Él no lo haría.
Oh, pero lo haría. Era Alessio Ivanshov. Nunca se le había negado nada. Y
acabo de decir que sí a su oferta.
Mi respiración y el latido de mi corazón eran demasiado fuertes. Estaba
segura de que podía escucharlo. Alessio se inclinó hasta que sus ojos estuvieron
a mi nivel.
—No te preocupes. No te lastimaré.
Tragué y lamí mis labios rápidamente. Su mirada siguió mi movimiento
cuando sus ojos azules cambiaron de fríos a calientes. Se lamió la suyos.
—No, a menos que quieras que lo haga —susurró.
Contuve el aliento e hizo que mi pecho se moviera contra el suyo. La fricción
hizo que mi cuerpo temblara. ¿Fue aprensión? ¿O anticipación?
—Umm... qué... querías decir con... trabajo —pregunté en voz baja,
tropezando con mis propias palabras.
Dio otro paso más cerca, obligándome a dar un paso atrás. Alessio me
acorralo, su presencia tan fuerte que me hizo sentir débil y pequeña.
—Exactamente lo que significa... trabajo —continuó con voz ronca.
Oh Dios mío. Por favor no. Eso no. Todo menos eso.
— ¿Qué... qué trabajo? —pregunté de nuevo.
Alessio me miró a los ojos. Azul contra verde.
Ambos nos miramos el uno al otro, sin pestañear. La tensión vibró a nuestro
alrededor. Pero no podía entender qué tipo de tensión era. No. Me negué a
entenderlo. Me negué a reconocerlo.
De repente dio un paso atrás. Exhalé al movimiento y mis músculos tensos
se desenrollaron de alivio. Alessio se puso de pie en toda su altura, ahora
mirándome, sus ojos duros otra vez.
—Mis criadas necesitan un poco de ayuda. Estarás ayudando con la
limpieza y la cocina —dijo enérgicamente.
¿Eh? ¿Quería que limpiara y cocinara?
Lo miré confundida. Alessio debe haber sido el hombre más desconcertante
que he conocido. Confuso, extraño y peligroso.
— ¿Quieres que limpie... y cocine? —pregunté desconcertada. Ladeó la
cabeza hacia un lado, todavía mirándome. Luego sonrió. La misma sonrisa
maliciosa que antes.
—Sí —dijo mientras daba un paso hacia mí, llenando de nuevo mi espacio
personal.
— ¿Crees que quise decir algo más? —preguntó en voz baja, con un tono
sugestivo mientras pasaba un dedo por mi brazo derecho.
Si. Sí, pensé que querías decir algo más. Pensé que querías que fuera tu pu…
Detuve el pensamiento. No vayas allí, Ayla.
Sacudí la cabeza rápidamente, mi cabello cubría mi rostro con la acción
enérgica. Alessio levantó la mano y apartó mi cabello, mostrándole mi rostro
nuevamente.
Tragué nerviosamente mientras esperaba su próximo movimiento. Su
cálida mano en mi cara estaba haciendo que el entumecimiento de mi cuerpo se
desvaneciera. Odiaba que su toque pudiera hacer eso. Odiaba que él tuviera tal
efecto en mí. Ya estaba claro que podía hacerme temblar de miedo un minuto y
hacerme sentir cálida al siguiente. Por dentro y por fuera.

***

Alessio

La mujer parada frente a mí, con cabello negro y ojos verdes, se llamaba
Ayla. Aparté mi mano de su rostro y retrocedí varios pasos, cortando nuestra
conexión.
La miré y sonreí. Ella pensaba que podía engañarme.
Una chica tan inocente.
Era obvio que su apellido no era Blinov. Ella no debe haberlo sabido. Yo era
el Pakhan. Sabía cuándo alguien estaba mintiendo. Puedo sentirlo. Y sus mentiras
estaban escritas en toda su cara. Era una mentirosa y no pude evitar burlarme
de sus nervios.
Ayla. Ese era su nombre. Lo sabía porque no tartamudeaba cuando lo decía.
Ella no estaba mintiendo sobre eso, pero el resto... todo era una mentira.
Encontraría la verdad, pero esa no era la razón por la que la estaba
reteniendo.
La miré, sus brazos envueltos alrededor de su cintura. Se veía tan pequeña.
Tan inocente.
Pobre niñita. No sabía lo que acababa de traer sobre sí misma.
Había una cosa que todos sabían. Lo que Alessio Ivanshov quería, Alessio lo
conseguía. Y la chica herida y magullada delante de mí...
La quería.
Gatita inocente. Me reí de la idea. Mi gatita. Me pertenecía ahora.
Iba a tocarla como a un violín.
Y ella lo disfrutaría.
Capítulo 4
Ayla

Cuando Alessio dio un paso atrás, sentí que mi cuerpo se calentaba bajo su
penetrante mirada. Era como si mi cuerpo no fuera mío bajo su cuidadosa e
intensa atención.
Lamí mis labios repentinamente secos y vi sus ojos siguiendo el
movimiento. Lentamente lamió los suyos, manteniendo sus ojos en los míos. Hizo
que la acción pareciera tan sensual que tuve que desviar mi mirada.
¿Por qué me estaba haciendo esto? En un momento actúa como si quisiera
matarme, mientras que al siguiente parecía que quería besarme sin sentido. ¿Era
todo un juego para él?
Me burlé. Por supuesto, era un juego. Eso era lo que hacía. Había escuchado
rumores sobre él. Te tocaría magistralmente, como las notas de un piano. Y
cuando terminara, te echaría sin pensarlo dos veces. O te mataría.
Yo solo era un peón para él. Y debido a eso, tenía que caminar con
inteligencia. Si él estaba jugando un juego, entonces yo también jugaría uno,
porque de una forma u otra, tenía que salir viva de aquí.
—Nikolay —gritó Alessio de repente. Su voz áspera me sacó de mis
pensamientos y salté cuando la puerta se abrió detrás de mí.
Me di vuelta rápidamente para ver a un hombre enorme entrando por la
puerta. Por la forma en que sus pies estaban separados y con su ancho hombro,
el hombre casi tomó toda la puerta. Tenía el pelo muy corto. Una cicatriz larga y
profunda cruzaba desde el lado derecho de su frente y bajaba hasta su barbilla.
Lo hacía parecer aún más perverso. Llevaba un traje negro de tres piezas, similar
al de Alessio. Dos pistolas estaban atadas a su funda.
Me sentí temblar cuando el hombre me lanzó una mirada de odio.
—Nikolay, muéstrale a Ayla la habitación junto a la mía. Ahora es de ella —
dijo Alessio en un tono familiar y duro. Mi padre y Alberto usaban el mismo tono
cuando ordenaban a sus hombres que hicieran algo. Significaba que querían
acciones inmediatas, sin preguntas ni dudas.
—Cuando se haya establecido, debes llevarla con las criadas. Estará
trabajando con ellas —continuó. Todo el tiempo, la cara de Nikolay no mostraba
emociones. Ni siquiera hubo una contracción. Y estaba segura de que ni siquiera
parpadeó.
Cuando Alessio terminó, Nikolay asintió y esperó a que me moviera. Miré a
Alessio y vi que me estaba mirando, esperando a ver lo que hacía.
— ¿Necesito hacer... umm... qué necesito hacer? —tartamudeé
nerviosamente. Estando con dos hombres grandes y poderosos en la habitación,
me hacían sentir como una presa. Tal vez lo era.
Alessio se acercó hasta que estuvimos a solo unos centímetros de distancia.
Se inclinó y me susurró al oído—: Cualquier cosa que te diga.
Di un paso atrás rápidamente, mi corazón latía más rápido ante su
admisión. — ¿Perdóname? —pregunté, mi tono nervioso.
—Por ahora, las criadas te dirán lo que debes hacer —dijo Alessio mientras
se acercaba un paso más—. Pero si quiero que hagas algo más... —Dejó la frase
colgando, su mirada intensamente sobre la mía—. Entonces te lo haré saber.
Sus palabras no me calmaron de ninguna manera. De hecho, me pusieron
aún más nerviosa. Por la forma en que terminó su oración, era obvio que no tenía
nada que decir. Lo que él quería que hiciera, tenía que hacerlo. Sin ninguna duda.
—Nikolay, llévatela. Tengo negocios que hacer —exigió Alessio, alejándose
un paso. Su mirada estaba fija en mí cuando sentí que Nikolay se acercaba.
Nikolay se acercó tanto que sentí su aliento en el cuello. Temblé y di un paso
adelante, lo que me acercó a Alessio. Estaba atrapada de cualquier manera. Entre
dos hombres depravados, me hicieron querer escabullirme y esconderme.
—Ven —dijo Nikolay, su voz sonando en mis oídos. Miré a Alessio y lo vi
asentir, como si me diera permiso para ir. Nikolay me agarró del brazo
bruscamente y comenzó a sacarme de la habitación. Su agarre era fuerte y sentí
mi brazo entumecerse.
Con todos los moretones cubriendo mi cuerpo, me dolía por todas partes.
La debilidad comenzaba a apoderarse de mi cuerpo y de repente me sentí
mareada.
Me tropecé con mis propios pies, pero rápidamente me enderecé cuando
Nikolay gruñó. Tragué saliva e hice mi mejor esfuerzo para caminar
normalmente mientras él me empujaba a la fuerza a la habitación al lado de la de
Alessio.
Cuando abrió la puerta y me empujó dentro, jadeé cuando un dolor
indescriptible se apoderó de mi cuerpo. La habitación estaba oscura, pero de
repente, la luz estaba encendida. Jadeé de nuevo, pero por otra razón.
La habitación era enorme, al menos tres veces más grande que la mía. Pero
la mejor parte era la magnífica vista, que daba al hermoso jardín trasero.
Mientras me acercaba a la ventana y miraba afuera, una sensación de paz me
invadió. Por un momento, me sentí libre.
Me preguntaba cómo era posible que algo se viera tan sereno cuando el
mundo a mí alrededor se derrumbaba, una clara contradicción en mi situación.
—Límpiate y luego te llevaré con las criadas. Ellas te traerán ropa. —La voz
de Nikolay rompió mis pensamientos. Me di vuelta para verlo parado en la
puerta. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, sus músculos abultados.
Tragué saliva contra el nudo que crecía en mi garganta. Cuando asentí, dio
un paso atrás y cerró la puerta.
Suspiré aliviada cuando su intensa presencia ya no abrumaba la habitación.
Miré a mí alrededor y vi la cama, que ocupaba la mitad del espacio de la
habitación. Había una mesita de noche a cada lado de la cama, un armario a juego
a mi izquierda. Delante de la cama había un banco con dos almohadas a cada lado,
como en la habitación de Alessio.
Me acerqué a la cama y me senté en ella, saltando un poco. El edredón
sedoso era suave bajo mis manos y todo lo que quería hacer era dormir.
Mi cuerpo se sentía débil y el cansancio nubló mi visión. Cuando bostecé,
me estiré lentamente en la cama, luego me acurruqué más profundamente en el
suave colchón y el edredón hasta que mi cuerpo se relajó. Sintiéndome cálida y
acogedora, mis ojos se cerraron lentamente.
Solo por unos minutos, pensé.

***

Me desperté sobresaltada cuando la puerta se abrió de golpe. Se estrelló


contra la pared con fuerza, y salté de la cama, temblando violentamente.
Balanceándome ligeramente hacia un lado, mi cuerpo se sentía débil.
Mis ojos estaban borrosos por el sueño y tuve que parpadear un par de
veces para acostumbrarme a las luces. Cuando finalmente pude ver, tragué
saliva. Nikolay estaba parado allí, viéndose peligrosamente enojado.
—Se suponía que tenías que limpiarte —dijo con los dientes apretados.
Nikolay entró en la habitación, con pasos firmes contra la madera—. Escucha, el
Jefe da órdenes y tú las sigues. Sin ningún problema. ¿Entendido?
Asentí solo porque no podía formar palabras.
Nikolay me asustaba. Parecía alguien que no tomaba tonterías de nadie. Lo
más importante, también era un asesino. Si no me equivocaba, brutal en eso.
Todos eran asesinos aquí. No había inocencia en esta vida.
Sin más palabras, señaló la puerta a mi izquierda. Caminé hacia ella
nerviosamente, mi cuerpo estaba al tanto de su presencia.
Abrí la puerta blanca, y al ver una bañera, una ducha, un champú y jabones,
sentí lágrimas en los ojos. Cuando me escapé de casa, pensé que estaría viviendo
en la calle, tratando de arreglármelas, desesperada por las necesidades básicas.
Pero me paré frente a un baño fabuloso, tenía una habitación grande con
una cama acogedora. Tenía trabajo y comida. Aunque no era mi situación ideal,
la gratitud llenó mi cuerpo.
Cuando cerré la puerta detrás de mí, noté que no había accesorios
femeninos. Me encogí de hombros—. La limpieza es lo único que importa.
Miré al espejo y mis ojos se abrieron en estado de shock.
Estaba sucia. Mugrienta. Mi cara estaba roja de moretones y algunas partes
ya estaban verdes. Mi vestido blanco estaba sucio y destrozado. Todo lo que
quería hacer era sumergirme en la bañera, pero solo podía darme una ducha
rápida.
Hice una mueca mientras me quitaba el vestido rápidamente. Volví a mirar
el espejo y noté rasguños en mis brazos.
Me veía horrible ¿Realmente estuve parada frente a Alessio, luciendo así?
¿Por qué no estaba disgustado? Lo más importante, ¿por qué incluso me dejo
quedarme? Me asusté con solo mirar mi reflejo en el espejo.
Sacudiendo mi cabeza, me metí a la ducha. En el momento en que el agua
tibia me golpeó, deslizándose por mi cuerpo desnudo, calentando el
entumecimiento, sentí mis músculos tensos aflojarse. Al principio, mis
moretones picaban y dolían bajo el agua tibia, pero después de unos minutos,
todo lo que sentí fue calor.
Respiré profundamente mientras mi cuerpo se relajaba. Levantando mi
cara hacia el rocío, dejé que el agua cayera en cascada a mí alrededor. Un
sentimiento de felicidad me consumió cuando extendí la mano, exprimí un poco
de champú en mi palma y comencé a masajearme el cabello sucio.
Deje que el agua fluyera por mi cabello. Agua marrón, hojas y pequeñas
ramitas se arremolinaban en el desagüe. Cuando el agua finalmente salió clara,
comencé a lavarme el cuerpo. Después de que terminé, me quedé debajo del agua
durante unos minutos más, dejando que el calor penetrara en mi cuerpo.
Salí de la ducha con piernas temblorosas, y cuando el aire frío golpeó mi
cuerpo, me estremecí. Tomando una toalla de un estante cercano, comencé a
secarme el cabello y luego el cuerpo. Envolví la toalla a mí alrededor y me pare
delante del espejo.
Me veía mucho mejor. Mis contusiones no lucían tan horribles como antes.
Mi cara ya no estaba pálida. Mis mejillas estaban rojas por el agua tibia y mis ojos
verdes brillaban intensamente. Sonriendo, abrí la puerta y miré afuera.
Cuando vi que Nikolay no estaba allí, salí y caminé hacia la cama, donde me
esperaba un vestido negro y ropa interior.
El vestido de algodón era simple, y cuando me lo puse, me llegó hasta la
mitad del muslo. Fluía desde las caderas y me quedaba perfectamente,
mostrando mis curvas. Me puse los zapatos negros que encontré al lado del
banco y volví al baño.
Abrí varios cajones, buscando un cepillo para el pelo. Cuando finalmente
encontré uno, peiné mi cabello enredado hasta que quedó liso y brillante.
Después de apretarme las mejillas y morderme los labios, enrojeciéndolos
aún más, estaba lista. Caminé hacia la puerta, mis pasos seguros y mis hombros
rectos. Al abrirlo, vi a Nikolay esperándome, apoyado contra la pared.
Cuando me miró, sus ojos brillaron por un momento, su expresión mostraba
sorpresa.
—Vamos —dijo después de enmascarar sus emociones de nuevo. Su
semblante se endureció, y me miró. Probablemente es lo único que conoce. Estar
siempre gruñendo y enojado.
Sin esperar mi respuesta, comenzó a caminar hacia las escaleras. Lo seguí,
mis pasos cercanos detrás de los suyos.
Estaba lista para esto. Lo que sea que me arrojaran, estaba lista. Porque esta
vez, iba a luchar por mi libertad.
Capítulo 5
Alessio

Estaba recostado en el sillón, con la cabeza inclinada hacia el techo, mis ojos
estaban cerrados cuando se abrió la puerta. Sabía quién era sin abrir los ojos. Solo
una persona se atrevería a entrar a mi habitación sin permiso.
Al abrir los ojos, vi a Viktor entrar. Cerró la puerta detrás de él, se apoyó contra
ella y cruzó los brazos frente a su pecho.
— ¿En serio? —preguntó mientras me miraba, su rostro inexpresivo.
—Necesito una verificación de antecedentes completa de Ayla Blinov —
respondí sin responder su pregunta. Sabía de qué estaba hablando, pero no tenía
ganas de discutir ese asunto. No era de su incumbencia lo que decidía mantener o no.
Me puse de pie y caminé hacia el pequeño bar—. Estoy seguro de que su apellido
no es Blinov, pero todavía quiero una revisión, en caso de que encuentres algo.
Después de verter un poco de whisky en dos vasos, Viktor tomó uno de mi mano
y sorbió lentamente.
Ambos nos miramos el uno al otro, el aire tenso a nuestro alrededor. Cuando su
vaso estuvo vacío, lo colocó en la barra y se volvió hacia mí.
— ¿Qué estás planeando, Alessio? —preguntó, dándome una extraña mirada.
Me encogí de hombros. — ¿Por qué crees que estoy planeando algo?
Viktor se burló y sacudió la cabeza. —Porque nunca haces nada sin un plan. La
chica entró sin autorización y la estás reteniendo. Suena como un plan para mí. —
Hizo una pausa por un segundo—. ¿Es una rata? ¿Es por eso que la mantienes? ¿Para
saber con quién está trabajando? —preguntó lentamente.
Sacudiendo la cabeza, lo fulminé con la mirada. Si fuera alguien más quien
cuestionara mi decisión, estaría en el suelo retorciéndose de dolor. Pero Viktor era mi
segundo al mando.
Nacimos con dos semanas de diferencia. Su padre era el segundo al mando de mi
padre. Cuando me hice cargo, nunca fue una pregunta que él sería mi segundo. Él era
mi hermano.

31
— ¿De verdad crees que me quedaría con ella si fuera una rata? —pregunté con
los dientes apretados. A veces él me ponía de los nervios.
—Cualquier cosa es posible contigo. ¿Por qué la conservas, de todos modos?
—No es asunto tuyo. Haz lo que te dicen —respondí con dureza.
Viktor asintió y se alejó de la barra. —Te haré saber lo que encuentre.
Me volví hacia los grandes ventanales y lo despedí. Escuché sus pies arrastrarse
y luego la puerta se cerró.
Bajé la vista al vaso que tenía en la mano mientras lo movía alrededor de mis
dedos.
—Veamos qué obtenemos de ti, gatita —susurré, llevándome el vaso a los labios.
Estaba intrigado. Mi cuerpo estaba vibrando de emoción.
La descubriría lentamente, capa por capa hasta que supiera todo. Hasta el último
detalle. Y cuando terminara, la devoraría hasta que no quedara nada.
Unos minutos más tarde, todavía estaba parado frente a los grandes ventanales
que daban al majestuoso jardín trasero. Mi teléfono sonó en mi bolsillo y rápidamente
lo saqué, respondiendo la llamada sin mirar quien era.
— ¿Qué? —ladré.
—No hay nada sobre ella —dijo Viktor. Mi mano se apretó alrededor del teléfono
y sonreí.
Lo sabía.
—Ella ni siquiera existe en la base de datos —continuó, su voz suave y tranquila
como si supiera que la información no me sorprendería.
Solté una pequeña risa. Sacudiendo la cabeza, pensé en la chica aparentemente
inocente que encontré acurrucada debajo de mi cama. En el momento en que la vi,
supe que era un problema, y en lugar de deshacerme de ella, la invité.
¿Por qué?
Sencillo. Ella me intrigó.
—Entendido —dije por teléfono, y colgué sin esperar una respuesta.
Bien, esto va a ser divertido.
Me alejé de la ventana y salí de la habitación.

***

Ayla

Mientras seguía a Nikolay por las escaleras, finalmente pude mirar la casa.
Mansión, me corregí interiormente.
Tenía el techo más alto que había visto en mi vida, decorado con la moldura de
corona más hermosa. Mientras caminábamos por la escalera de caracol, noté otra a
mi derecha. Ambas conducían al segundo piso y se encontraban en el medio en un
estilo de escalera imperial. Me aferré a la barandilla de madera y sentí lo suave que
estaba debajo de mi mano. La mansión era impecable, con mármol blanco brillante.

32
Miré hacia arriba y noté un gran candelabro de cristal de estilo veneciano que
colgaba del techo, decorada con cientos de cristales en forma de lágrimas. Evocaba
una sensación muy vintage y elegante.
Todavía lo estaba mirando cuando de repente choqué contra una pared de
músculos duros. Poniéndome rígida, me alejé. Nikolay se dio la vuelta y me miró
agresivamente.
— ¿Estás ciega? —ladró. Sacudí la cabeza.
—Entonces mira por dónde vas. —Esta vez asentí. Me asustó mucho.
Nikolay me dio una última mirada antes de darse la vuelta. Bajamos las escaleras
y él comenzó a caminar hacia el corredor izquierdo.
Cuando comencé a relajarme de nuevo, continué inspeccionando la mansión. Yo
también viví en una mansión. Mi padre era rico, pero nuestra finca no era tan grande
y hermosa como esta. Mi casa era sencilla, fría y poco atractiva.
Quien haya decorado este lugar tenía buen gusto y era obvio que lo hicieron con
amor. Los detalles habían sido refinados y mezclados. Mientras seguía a Nikolay,
estaba asombraba por el entorno.
Cuando se detuvo, rápidamente me detuve en seco, deteniéndome a unos
centímetros de él. Mis ojos se abrieron y retrocedí unos pasos. Le saqué la lengua a su
espalda y torcí los labios con pesar. No quería que me regañara de nuevo. Era un
hombre malhumorado.
—Lena, tengo otra criada para ti —dijo, con voz suave. Sentí mi boca caer
mientras miraba su enorme espalda en estado de shock. ¿Él habló suavemente?
¿Estaba mi boca en el suelo? Esperaba que no.
—Ohh, querido. Que adorable. ¿Dónde está ella, cariño? —Escuché a una voz
preguntar.
¿Cariño? ¿Me acababan de transportar a un universo alternativo?
La espalda de Nikolay estaba bloqueando mi vista, así que me hice a un lado y
mis ojos se abrieron. Una mujer, probablemente de unos cincuenta años, estaba
parada frente a él, con un vestido negro similar, aunque el suyo estaba debajo de las
rodillas. Le sonrió dulcemente a Nikolay mientras se limpiaba las manos con su
delantal blanco.
Cuando me vio, su sonrisa se ensanchó. —Ah, ahí estás —dijo mientras caminaba
hacia mí—. Mírate. Qué hermosa jovencita.
Antes de que pudiera hacer algo, fui alejada de Nikolay. Tomándome de las
manos, Lena me llevó a la cocina a través de una puerta marrón y moderna de madera.
La cocina era muy similar a la nuestra en casa, excepto que era más grande. Los
grandes armarios eran de color beige y había una gran isla en el medio. Las encimeras
brillantes estaban hechas con una mezcla de diferentes tonos de marrón.
Había cuatro sillas altas colocadas frente a la barra y vi a dos mujeres paradas
allí, vestidas con vestidos iguales al el mío.
Definitivamente eran más jóvenes que Lena, pero mayores que yo. Ambas
parecían tener más de treinta años. Levantaron la vista cuando nos oyeron entrar.

33
Cuando me acerqué, me miraron de arriba abajo como si estuvieran inspeccionando
un objeto.
Sentí que mi palma comenzó a sudar en la mano de Lena y agarré la parte inferior
de mi vestido con la otra mano.
—Tenemos una nueva criada —anunció Lena con entusiasmo.
—No necesitamos una nueva criada —dijo la mujer rubia.
Vi a Lena abrir la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, una
voz la interrumpió.
—En realidad, la necesitan.
Mi espalda se enderezó ante el sonido de su voz y mi cuerpo se tensó. Tragué
saliva cuando vi que los ojos de las mujeres se abrieron. De repente parecían
asustadas y rápidamente miraron hacia abajo.
Lena soltó mi mano y se dio la vuelta, con las manos en las caderas mientras
miraba al intruso.
No era un intruso. Esta era su casa, de todos modos.
Lamiéndome los labios, lentamente me di la vuelta e hice contacto con los ojos
azules de Alessio.
Azul contra verde, chocando entre sí mientras nos miramos en silencio. Sentí
que mi corazón se aceleraba mientras él mantenía su mirada inquebrantable sobre la
mía.
Mi estómago se retorció en nudos mientras me movía inquieta en el acto. Me
sentí liviana y un sentimiento extraño abarcó mi cuerpo.
Mi estómago se retorció nuevamente cuando lo vi dar un paso adelante, su gran
cuerpo moviéndose suavemente. Contuve el aliento sorprendida cuando me di cuenta
de que sentía mariposas.
Su presencia me hacía sentir nerviosa. Asustada. Y mareada.
—Ayla va a trabajar aquí con ustedes. Lena, puedes asignarle su horario de
trabajo —dijo Alessio de manera uniforme. Tragué varias veces cuando escuché su
voz de nuevo.
Sus ojos se alejaron de los míos, pero solo porque estaba mirando mi cuerpo. Vi
su mirada viajar hasta mi cintura, caderas y luego mis piernas. Mi cuerpo comenzó a
calentarse bajo su mirada escrutadora. Sus ojos permanecieron allí por unos
segundos antes de volver a mi cara.
La mirada que me dirigió me hizo retroceder un paso. Ante mi reacción, sus
labios se inclinaron ligeramente hacia arriba en una pequeña sonrisa que era difícil
de ver. Pero que estaba ahí. Esa sonrisa diabólica. Una sonrisa diabólica y sexy.
Sacudí la cabeza y cerré los ojos rápidamente mientras trataba de controlarme.
Era imposible. Sin siquiera intentarlo, Alessio Ivanshov se había hecho cargo de
mi mente con éxito.
Al abrir los ojos, miré a los suyos. Me dio la misma mirada que antes, claramente
sin tratar de ocultar lo que quería.
Lujuria pura sin adulterar. Sus ojos estaban llenos de deseo y hambre.

34
Capítulo 6
Alessio

Cuando vi a Nikolay salir de la cocina, supe dónde estaba la gatita. Me dio un


fuerte asentimiento cuando pasé junto a él.
Cuando llegué a la cocina, me quedé paralizado instantáneamente por la vista
frente a mí. La espalda de Ayla estaba frente a mí y estaba junto a Lena. La parte
posterior de su vestido se estiraba perfectamente sobre su culo redondo. Qué vista,
pensé con una sonrisa.
Sacudiendo mi cabeza después de unos segundos, respiré hondo. Contrólate.
Al levantar la vista, vi a las otras dos criadas mirando a Ayla con expresiones
aburridas, visiblemente no contentas con otra criada uniéndose a ellas.
—Tenemos una nueva criada —anunció Lena con entusiasmo, saltando
ligeramente sobre los dedos de sus pies. No pude evitar sonreír ante su alegría.
Lena había estado trabajando para la finca durante unos treinta años, incluso
antes de que yo naciera. Ella había sido una de las primeras criadas que contrató mi
padre. Lena había demostrado lealtad a lo largo de los años y rápidamente se
convirtió en nuestra criada favorita: nuestra madre.
—No necesitamos una nueva criada —dijo Moira, su tono era sarcástico.
Caminando hacia la luz para que pudieran verme.
—En realidad, la necesitan—dije.
No, no la necesitaban. Pero eso no importaba. Si decía que necesitaban una,
ninguna de ellas me cuestionaría. Cuestionarme significaba perder su trabajo. Ni
siquiera lo pensaría dos veces antes de echarlas.
Tenía cero tolerancias con las personas que me exigían respuestas. Mis palabras
eran ley.
Avancé, enviándole a las dos criadas una mirada fulminante. Al instante se
encogieron e inclinaron la cabeza, evitando mi mirada.
Ahora, eso era lo mejor.

35
Lena se dio la vuelta, con las manos en las caderas mientras me miraba. Pero no
la estaba mirando. No podía porque la pequeña niña rota parada junto a ella tenía
toda mi atención. Su cuerpo se tensó ante mi voz y se movió nerviosamente sobre sus
pies.
Ayla se dio la vuelta lentamente e instantáneamente hicimos contacto visual, sus
grandes ojos verdes mirándome con sorpresa. Noté que su cuerpo temblaba bajo mi
mirada inquebrantable.
Ella definitivamente se veía afectada por mi presencia.
—Ayla va a trabajar aquí con ustedes. Lena, puedes asignarle su horario de
trabajo —continué mientras mantenía mis ojos en Ayla. Ella tragó saliva y se retorció
nerviosamente en el acto.
Mi mirada lentamente bajó por su cuerpo. Su vestido le quedaba perfecto,
mostrando sus curvas en los lugares correctos. Y sus piernas. Maldición, esas piernas.
Mientras miraba sus piernas, lo único en lo que podía pensar era en envolverlas
alrededor de mi cintura mientras empujaba en su interior implacablemente.
Cuando sentí que me ponía cada vez más duro, rápidamente sacudí mis
pensamientos, alejando mis ojos.
Miré hacia arriba y la vi respirar profundamente. Ella me miró, sus ojos
temerosos mientras daba un paso atrás.
Mi deseo por ella estaba escrito en toda mi cara. No lo escondí. La dejé ver lo que
quería y luego cerré mi expresión nuevamente.
Todo era parte del juego. Dejarlos ver pero no demasiado. Dejarlos sentir y luego
quitarlo.
Les asentí bruscamente y luego comencé a salir de la cocina. Vi a Lena dándome
una mirada sospechosa antes de girar hacia Ayla.
Salí.
Le daría una semana para establecerse. Una semana para recuperarse.
Y luego me lanzaría.

***

Ayla

Cuando Alessio salió de la habitación, solté un suspiro de alivio. Lena se dio


cuenta y me dio una mirada extraña.
— ¿Está todo bien? —ella preguntó.
No sabía si debía reírme o caerme y llorar.
No. Por supuesto que todo no estaba bien.
En cambio, dije: —Sí —mi voz pequeña.
Lena me miró con recelo pero no insistió. Dándome una pequeña sonrisa, se
volvió hacia las otras dos criadas.
—Esta es Moira —dijo, indicando a la rubia, que me miró fijamente.

36
Asentí en saludo.
—Y esta es Milena —La mujer bajita con piel color caramelo, su cabello negro
recogido en un moño apretado, me saludó con una sonrisa. Le devolví la sonrisa y
sentí que me relajaba.
—Bienvenida —dijo Milena suavemente.
Al menos había dos personas que no parecían querer matarme.
—Ahora que se hicieron las presentaciones, Milena y Moira, vuelvan al trabajo
—dijo Lena con voz severa.
Ambas mujeres no dijeron nada antes de salir de la cocina. Lena me agarró de
los brazos y me empujó suavemente hacia los taburetes.
—Siéntate —dijo ella. Hice lo que me dijo.
— ¿Ya desayunaste? — Preguntó Lena mientras revisaba el refrigerador.
Sacudí la cabeza pero luego me di cuenta de que no podía verme.
—No. —respondí.
—Ya me lo imaginaba. —Cerró la nevera, con los brazos llenos de ingredientes.
Extendí la mano para ayudarla, pero ella negó con la cabeza.
Volviendo a sentarme, esperé su próxima instrucción.
Lena preparó el desayuno mientras hablaba animadamente todo el tiempo.
Estaba emocionada, como si no hubiera tenido la oportunidad de hablar con alguien
durante mucho tiempo.
Ella hablaba de todo y nada. A veces nada de lo que decía tenía sentido. Ella me
contó sobre su experiencia trabajando como criada. También descubrí que era la
criada más joven aquí, lo que la sorprendió.
—Hmm. Alessio nunca contrata a criadas jóvenes. Él dice que son
incompetentes.
No le dije cómo Alessio llegó a contratarme, y ella nunca preguntó, así que me
quedé callada. Mientras seguía hablando, empecé a sentirme relajada.
Los músculos tensos en mis hombros comenzaron a aflojarse y me hundí en mi
taburete. Cruzando las piernas, moví los codos sobre la barra y coloqué la barbilla en
las palmas de mis manos, mirando a Lena hablar. Su voz me tranquilizaba y sonreí.
Ella era dulce y adorable, y me sentía cómoda con ella. No sé cuánto tiempo
estuve sentada allí y la escuché hablar, pero finalmente me trajo un plato. Colocándolo
frente a mí, Lena sonrió y asintió con la cabeza hacia la comida.
—Come, cariño.
El plato estaba lleno de tostadas, huevos revueltos, tocino, papas fritas en
cubitos y un pequeño tazón de diferentes frutas.
Ella me miró con una expresión suave. Mi nariz comenzó a hormiguear y sentí
lágrimas calientes en el fondo de mis ojos. Olfateé y miré el plato de comida.
Nadie nunca me había hecho comida así. Claro, tenía criadas en la casa de mi
padre y siempre tenía comida. Pero nadie lo preparó con amor. A nadie le importaba
si comía o no. Simplemente no existía. Vivía como una sombra.
Mi corazón se encogió y sostuve el tenedor con una mano temblorosa.

37
Cuando tomé el primer bocado, una lágrima cayó por mi mejilla. Retirándola
rápidamente con la otra mano, di un segundo bocado. Luego un tercero. Con cada
bocado, sentía que mi corazón explotaría en cualquier momento.
Cuando Lena me dio una suave palmada en la mano, levanté la vista con los ojos
enrojecidos. Ella me dio una sonrisa triste y luego asintió, como diciéndome que todo
estaría bien. Lena no hizo ninguna pregunta. Ella solo me aceptó.
Se dio la vuelta y volvió a llenar los otros platos. Volví a mirar la comida, luego
miré la mano que había tocado.
La amabilidad no era algo de lo que vi mucho. De hecho, nunca había
experimentado la verdadera amabilidad en mi vida.
Mis días los pasé encerrada en mi habitación y mis noches estuvieron llenas de
terrores. No sabía qué era la amabilidad.
Pero con esa simple acción de Lena, vi amabilidad por primera vez. Lo sentí por
primera vez.

38
Capítulo 7
Ayla

Mientras limpiaba la superficie lisa, escuché a Lena preguntar: —Cariño, ¿has


terminado?
Alejándome de la barra, me volví hacia ella. Sonreí, agitando el paño de limpieza
en el aire.
—Casi. Solo necesito terminar de limpiar la barra.
—Bueno. Date prisa y termina, entonces ya acabaste por hoy.
Ha pasado una semana desde que empecé a trabajar en la finca. No sabía nada
sobre cocinar o limpiar. En la casa de mi padre, tuve criadas que lo hicieron todo
mientras estaba atrapada en mi habitación.
Pero Lena me ayudó con la transición, y siempre fue amable. Cuando me asignó
a trabajar, se aseguró de que solo estuviera haciendo la limpieza. Y siempre estaba
con ella, por lo que las otras criadas no me juzgarían.
Aunque sabía que la casa estaba llena de gente, me sorprendió no haber visto a
nadie más que a algunas criadas aquí y allá, como si todos estuvieran en las sombras.
Pasé la mayor parte del tiempo en la cocina, ayudando a Lena a preparar la
comida, y luego limpiaba cuando terminaba. Los primeros tres días fueron horribles
y estaba segura de que Lena se río de todos los líos que hice. Pero finalmente me
estaba acostumbrando.
Unos minutos más tarde, había terminado. Limpiándome la frente con
cansancio, me desplomé contra el mostrador. La mayoría de las veces, terminaba
alrededor de las siete u ocho. Pero tuvimos invitados, así que la finca estaba muy
ocupada. Ahora era cerca de la medianoche.
Después de hacer una revisión rápida por la cocina para asegurarme de que
había terminado, apagué las luces y salí. Cuando cerré la puerta, vi a Lena venir hacia
mí.
—Ya terminé —anuncié con una rápida sonrisa. Ella se acercó y me envolvió en
un abrazo.

39
—Buen trabajo —dijo mientras se alejaba. Lena era una mujer muy cariñosa. En
mi poco tiempo aquí, ella se había convertido en una madre para mí.
Mi madre murió cuando yo solo tenía un año. Nunca supe lo que era tener una
madre cuidando de mí, así que me aferré al lado cariñoso de Lena. Dejé que mi
corazón aceptara el hecho de que había alguien que se preocupaba por mí, como la
niña solitaria que era.
Asintiéndole y después de decir buenas noches, me dirigí a mi habitación. Mis
piernas se sentían pesadas mientras subía las escaleras, el cansancio me sobrecogía.
Me detuve cuando noté que la puerta de la sala estaba abierta. La sala de estar
estaba entre mi habitación y la de Alessio. Miré a mí alrededor. Nadie estaba allí. Con
un trago nervioso, lentamente me dirigí hacia la habitación. Cuando me acerqué, vi
que las luces estaban encendidas. Inclinándome hacia delante, miré dentro.
No había nadie.
Entré y fui directamente al piano junto a los grandes ventanales. Dos días antes,
me habían asignado limpiar la sala de estar, que también era una biblioteca. Cuando
entré, lo primero que me llamó la atención fue el gran piano.
La música siempre había sido mi consuelo. Solía tocar el piano todos los días en
la casa de mi padre. Me ayudaba a olvidar.
La única forma en que podía bloquear los recuerdos de lo que Alberto me hacía
todas las noches era perdiéndome en la música. El ritmo. Los suaves y apacibles
sonidos que llegaban a través de las teclas.
A medida que me acercaba al piano, mi corazón comenzaba a latir más rápido.
Sabía que no debería haber estar aquí, pero no podía detenerme. Me detuve frente al
banco y me incliné, colocando mi mano suavemente sobre las teclas del piano.
Me picaban los dedos por tocar. Solo una canción.
Pero no podía. Me dijeron que no entrara a esta habitación, excepto para limpiar.
Moviendo suavemente mis dedos sobre las teclas, me aseguré de no presionarlas.
Con un profundo suspiro, me alejé, mi mano cayó del piano. Dándole una última
mirada triste, me alejé, mi cuerpo girando sobre sí mismo con desolación. Cerrando
la puerta de mi habitación detrás de mí, me apoyé en ella con un suspiro y luego cerré
los ojos con cansancio. Las luces estaban apagadas, excepto por la pequeña lámpara
en mi mesita de noche.
Mientras hablaba con Lena, también descubrí que yo era la única criada que no
vivía en los cuartos de las criadas. Ambas nos sorprendimos, pero ¿podría realmente
cuestionar la decisión de Alessio? No lo creía.
Comencé a desvestirme, quitándome lentamente el vestido, mi cuerpo
extenuado. Arrojando el vestido negro sobre la mesita de noche, busqué a ciegas mi
camisón para dormir en la cama.
Justo cuando estaba a punto de ponérmela, una voz profunda y áspera vino
detrás de mí.
—Tengo que decir que tienes un cuerpo encantador.

40
Grité fuertemente y giré hacia la voz. Traté de concentrarme en el intruso, pero
estaba sin esfuerzo escondido en la oscuridad.
No tenía que verlo para saber quién era.
Conocía esa voz. Mi cuerpo conocía esa voz.
Alessio
Di un paso atrás con miedo, mi camisón presionado contra mi cuerpo, ocultando
mi desnudez de sus ojos. Temblando de la cabeza a los pies, tragué saliva y mi
estómago comenzó a encogerse de miedo, tal vez con anticipación también.
De repente, las luces estaban encendidas. Tuve que parpadear un par de veces
para ajustar mis ojos.
Alessio estaba sentado en mi sillón, recostándose cómodamente. Su tobillo
izquierdo estaba cruzado sobre su rodilla derecha y había un pequeño control remoto
en su mano, que probablemente usaba para encender las luces.
No llevaba traje. Pero sí tenía sus pantalones negros y una camisa de lino negra,
que estaba desabotonada en la parte superior, para revelar algo de su pecho.
Su duro y musculoso pecho. Aleje la idea.
Manteniendo mis ojos en él, vi su mirada intensamente enfocada en mi cuerpo.
No había vergüenza. Ni torpeza. Alessio estaba completamente tranquilo y confiado
cuando sus ojos recorrían mi cuerpo.
—Hmm —murmuró, luciendo pensativo mientras me miraba.
Se recostó contra el sillón. Sus músculos eran perceptibles debajo de su camisa,
haciéndolo lucir grande.
Me obligué a no moverme, pero era difícil. No podía mostrar miedo. Los hombres
como él se alimentaban del miedo. Lo usaban para su ventaja.
Mis dedos se apretaron alrededor de mi camisola. Mi garganta se sentía pesada
y seca. Cuando comencé a sentirme mareada, me di cuenta de que había estado
conteniendo la respiración durante demasiado tiempo.
Exhale con un fuerte sonido y luego respiré profundamente de nuevo, pero no
tenía sentido.
Su ardiente mirada recorrió todo mi cuerpo. Estaba congelada y sin palabras
desde donde estaba parada. Cuando mi cuerpo comenzó a calentarse bajo su mirada,
cerré los ojos con fuerza. Pero el hormigueo no se detuvo.
Cuando se puso de pie y caminó hacia mí, me alejé. Su presencia oscura llenaba
la habitación, y de repente sentí calor. El sudor goteaba en mi cuello y entre mis senos
mientras se acercaba.
Cuando se detuvo ante mí, me estremecí de miedo y mi cuerpo se tensó
alarmado. Alessio se acercó hasta que estuvimos a media pulgada de distancia, tan
cerca que mi nariz comenzó a hormiguear con el aroma de su colonia y podía sentir
su aliento junto a mi oído.
Mis labios estaban repentinamente secos. Cuando los humedecí con la lengua,
los ojos de Alessio siguieron el movimiento. Si es posible, su mirada ya lujuriosa se
volvió más acalorada.

41
También se lamió los labios, haciendo que la acción pareciera tan
profundamente sensual que tuve que apretar las piernas juntas, tratando de detener
el hormigueo repentino entre ellas.
¿Qué me está pasando?
Alessio inclinó su cabeza hasta que sus labios se cernieron sobre los míos. Mi
cuerpo se congeló, mi mente se quedó en blanco por un momento.
¿Me iba a besar?
Su mano se levantó y envolvió mi camisón. Le dio un tirón, pero me negué a
soltar la tela. Frunció el ceño y tiró más fuerte.
Tragué saliva de miedo cuando sus ojos cambiaron y él me dio una mirada
fulminante. El camisón se me cayó de las manos. Dio un paso atrás y me miró. Excepto
por mi sujetador negro y las bragas, estaba casi desnuda. Cruzando mi mano sobre mi
pecho, traté de esconder mi cuerpo de él.
—Mueve tus manos —ordenó, su voz áspera. Sacudiendo mi cabeza
salvajemente, di un paso atrás pero choque con la pared.
No había donde esconderse. Estaba atrapada mientras él se acercaba.
Alessio invadió mi espacio y envolvió sus dedos alrededor de mis muñecas,
tirando hacia abajo hasta que ya no estaba cubriendo mi pecho.
Puso su mano sobre mi pecho pero no lo tocó. Me estremecí cuando mi cuerpo
se calentó bajo su mirada escrutadora. Aunque todavía no me había tocado, mi cuerpo
ya estaba en llamas.
Cuando la punta de su dedo hizo contacto con mi piel, salté y lo miré con los ojos
muy abiertos. Mantuvo sus ojos en los míos mientras lentamente arrastraba su dedo
por mi pecho, deteniéndose entre mis senos.
Mi pecho se agitó, y cada vez que mis senos rozaban su camisa, la sensación de
hormigueo en mi región inferior aumentaba. Mi cuerpo se tensó, muy consciente del
toque de Alessio.
Levantó su otra mano y la dejó viajar por mi cuello. Estaba segura de que podía
sentir mi pulso palpitar de miedo, y odiaba admitirlo, pero también de anticipación.
Mi cuerpo estaba reaccionando a su toque, esperando ansiosamente su próximo
movimiento. No importa cuánto trate de detener mis reacciones, mi cuerpo no
escuchaba.
—Tienes una piel encantadora. Suave como la seda —murmuró mientras pasaba
suavemente su pulgar sobre mi palpitante vena—. Tan jodidamente hermosa —
Luego frunció el ceño, como si no pudiera creer que yo fuera atractiva para él. O tal
vez estaba sorprendido de haberlo dicho.
Su rostro se volvió inexpresivo, pero su ardiente mirada no podía ser mal
entendida. Mostraba todo lo que sentía.
Él me quería, y mi cuerpo estaba reaccionando en consecuencia.
Mientras continuaba mirándome a los ojos, la mano que estaba sobre mi pecho
se movió hacia mi seno derecho. Estaba tan cautivada por sus pálidos y atractivos ojos
azules que no me di cuenta cuando movió la copa de mi sujetador hacia abajo.

42
Cuando sentí el aire frío en mi piel, mis ojos se abrieron y miré hacia abajo para
ver mi pecho derecho desnudo. Mi pezón se irguió y contuve el aliento cuando Alessio
movió suavemente su pulgar sobre la punta.
Mi cabeza se echó hacia atrás y él todavía me miraba, su mirada intensamente
sobre la mía mientras observaba mi reacción.
Frotó su pulgar sobre mi pezón y solté un grito ahogado, mis ojos se cerraron
lentamente. Cuando escuché un gemido, mi cuerpo se tensó. Mis ojos se abrieron de
nuevo cuando me di cuenta de que venía de mí.
Los labios de Alessio se inclinaron hacia arriba en una sonrisa, y luego tomó mi
pezón entre su pulgar e índice. Me pellizcó el pezón con fuerza.
Jadeando, me alejé de su toque con un gemido.
Oh Dios, ¿qué me estaba pasando? Sentí que me mojaba entre las piernas.
—Shhh. No tengas miedo, gatita. No voy a lastimarte.
Solté otro gemido cuando él rodó mi pezón alrededor de sus dedos, provocando
la punta hasta que sacudí la cabeza, mi estómago se apretó mientras gemía de nuevo.
Alessio se inclinó más cerca hasta que su boca estuvo al lado de mi oreja. Sopló
mi piel y luego me mordió el lóbulo de la oreja. —No, a menos que quieras —susurró
con dureza en mis oídos, diciendo las mismas palabras que dijo cuándo nos
conocimos.
— ¿Qué... qué... qué estás haciendo? — Tropecé con mis palabras, mi voz ronca.
Soltó una carcajada y retrocedió.
— ¿Qué crees que estoy haciendo? Por tu reacción, creo que es bastante obvio.
Sacudí mi cabeza y lo miré en silencio. No, no era obvio. Él estaba jugando
conmigo. ¿Pero por qué?
Traté de alejarme, pero Alessio me rodeó la cintura con los brazos y me atrajo
hacia su cuerpo. Mis pechos presionaron con fuerza contra su pecho. Cuando mis
sensibles pezones rozaron la aspereza de su camisa, no pude evitar gemir.
Oh, Dios. No. Sálvame de esto.
—Por... por favor no me hagas daño.
Su cuerpo se sacudió con una risa silenciosa.
—Aww, bebé. El placer y el dolor van de la mano. —Alessio se inclinó hacia
delante y lentamente lamió mi cuello—. ¿No lo sabes? El mejor placer proviene del
dolor —susurró bruscamente contra mi piel.
No. Conocía el dolor. Estaba acostumbrada al dolor y lo sentía todas las noches
cuando Alberto me torturaba sin piedad. No había placer en eso.
Mi cuerpo se congeló, y luego comencé a luchar contra su agarre.
—Déjame ir. Por favor. Por favor, déjame ir —rogué mientras mis ojos se
llenaban de lágrimas no derramadas. Me equivoqué al pensar que estaba a salvo. Era
un monstruo como Alberto. Él tomaría lo que quisiera y luego me dejaría sangrando
y cicatrizando.
—Deja de luchar —ordenó con dureza.

43
—No. No. No. Por favor. —Sacudí la cabeza y empujé con fuerza contra su pecho,
pero fue como empujar una pared. Ni siquiera se movió un paso.
— ¡Suficiente!
Gimoteé y me alejé. Me soltó y volví a la pared, pegándome contra ella.
Alessio me miró sin comprender. Mi respiración agitada llenó la habitación y
estaba temblando. Mis piernas apenas me sostenían.
Dio un paso adelante, pero cuando dejé de llorar, se detuvo.
—Me tienes miedo —dijo.
Tragué saliva pero no dije nada. ¿Qué podía decir? Ya me tenía comprendido.
—Pero también disfrutas mi toque —continuó. Mi cuerpo se quedó quieto, y esta
vez sacudí la cabeza. Sus ojos se endurecieron y se acercó.
—No me mientas. Si aún no lo sabías, entonces déjame iluminarte —dijo con los
dientes apretados—. Siempre sé cuando alguien miente. Por lo tanto, estaría mejor si
no lo haces
No respondí. No pude. Mi garganta estaba seca y mi lengua se sentía pesada en
mi boca. Alessio acercó su mano a mi cabello y lo giró alrededor de su puño. Aunque
su agarre era firme, gentilmente inclinó mi cabeza hacia arriba, asegurándose de no
lastimarme.
—Ahora respóndeme, gatita. ¿Te gustó cuando te toqué?
Pensé en mentir nuevamente, pero ¿qué me traería? No ayudaría a mi situación.
Asentí. Fue tan pequeño que habría sido fácil para él perdérselo. Pero no lo hizo.
Alessio Ivanshov nunca se perdía nada.
Ante mi asentimiento, él sonrió y me dejó sin aliento. Fue la primera sonrisa real
que vi de él. Sus labios se estiraron y noté un hoyuelo en su mejilla derecha.
La sonrisa cambió su rostro por completo. Ya no parecía tan aterrador.
Se veía gentil.
Mis ojos se abrieron cuando mi corazón se contrajo.
—Ahora, que eso está fuera del camino. Hablemos de por qué estoy aquí —dijo,
perdiendo la sonrisa. Tragué nerviosamente y asentí de nuevo
Traté de alejarme pero sus dedos se apretaron en mi cabello. Cuando parecía
seguro de que no me movería, Alessio me soltó. Puso sus manos en la pared detrás de
mí, una a cada lado de mi cara, encerrándome en su cuerpo.
—Te deseo —dijo sin dudarlo.
Oh, sabía que iba a suceder, pero lo que no esperaba era cómo reaccionaba mi
cuerpo a sus palabras.
Mis piernas se debilitaron y mis bragas se mojaron instantáneamente. Mi región
inferior latió y me mordí los labios con fuerza para detener el gemido que amenazaba
con escaparse.
— ¿Qué? —Pregunté, mi voz temblando.
Alessio se inclinó hasta que sus labios se cernieron sobre los míos. Vi que se le
escapaba la lengua y suavemente lamió mis labios. Mi cuerpo se tensó en estado de
shock.

44
—Exactamente lo que dije. Quiero follarte.
No quería admitirlo, pero podía verme haciendo lo que él quisiera que hiciera.
Sabía cómo jugar con sus palabras y cómo tocar mi cuerpo. El único temor que tenía
era que me lastimara. De repente me sentí enferma.
Era exactamente lo que dijo Alberto. Una puta ¿Qué tipo de mujer se siente
excitada por un hombre extraño que susurra palabras tan vulgares? Fui violada
repetidamente por mi prometido. Y ahora me sentía excitada por un monstruo
exactamente como él.
— ¿Qué pasa si no quiero? —Le pregunté, tratando de permanecer coherente
mientras sentía que mis rodillas comenzaban a doblarse.
Alessio sonrió. —Oh gatita. Lo quieres. Te estoy excitando en este momento,
¿no? Puedo verlo. —Estaba lleno de tanta confianza y arrogancia. Lo odiaba.
Lamió mi cuello nuevamente, luego me mordió. Gemí mientras chupaba mi piel
torturada.
—Puedo sentirlo —murmuró contra mi piel. Sacudiendo mi cabeza, traté de
alejarme pero fue inútil—. Lo puedo oler.
No me dejaba ir. Me sentía mareada. Era surrealista. Lo quería, pero al mismo
tiempo, quería hundirme y llorar.
Se alejó un poco, pero no demasiado, todavía invadiendo mi espacio.
—Nunca tomaré a una mujer contra su voluntad —dijo mientras me miraba a
los ojos. Ante sus palabras, mi corazón comenzó a calmarse—. Pero, gatita, me
quieres. Lo sé y tú lo sabes. No te voy a follar hasta que me lo supliques. Sus palabras
vulgares pasaron por mi cuerpo y temblé.
Alessio se inclinó de nuevo. Podía sentir su aliento en mis labios. —Me debes,
gatita. Y no lo olvides. Soy tu dueño. Haces lo que te digo. Entonces, es simple. ¿Me
deseas?
Comencé a decir que no, pero él llevó su dedo a mis labios. —Y ni se te ocurra
mentir. Mentir solo te meterá en más problemas.
Tragué saliva, mi corazón latía con fuerza contra mi caja torácica y mis palmas
comenzaron a sudar. Mi respiración era irregular y sentía que me sofocaba. Los ojos
azules de Alessio estaban fijos en los míos.
Azul contra verde.
Nos miramos el uno al otro con una mezcla de emociones. Deseo. Lujuria.
Emoción. Temor. Anticipación.
Dios mío, ¿en qué me he metido?

45
Capítulo 8
Mientras estaba allí, atrapada en sus brazos, me quedé sin palabras. ¿Qué podía
decir?
Sí significaba someterse a él. Significaría que estaba lista para ser su puta.
Cuando me escapé de Alberto, me prometí que nunca volvería a estar a merced de
otro hombre.
Sin embargo, aquí estaba, acorralada por Alessio y ni siquiera podía decir que
no.
Me miró por unos segundos, su mirada intensa mientras esperaba mi respuesta.
Pero desafiantemente me quedé callada, apretando los labios, negándome a
pronunciar una respuesta. No responder era mejor que responder, ¿verdad?
Eso fue lo que pensé. Pero estaba equivocada.
Alessio me dio otra de sus sonrisas diabólicas y tragué con fuerza contra el nudo
en mi garganta.
Esa sonrisa no se veía bien. Definitivamente no era bueno.
Se inclinó, sus labios rozaron ligeramente mi oreja. —Te gusta probarme, ¿no?
Mi cuerpo estaba temblando. Pero incluso bajo las capas de miedo e ira, mi
cuerpo estaba respondiendo a él. Su voz áspera y dura envió un escalofrío a través de
mi cuerpo. Me negué a reconocer lo que estaba sintiendo. Estaba mal. No debería
sentirme así.
Pero por mucho que quisiera actuar fuerte, me sentí débil.
La voz de Alberto hizo eco en mi cabeza mientras miraba el pecho duro de
Alessio.
Débil. Tan patética. Mírate. Todo rota. No eres más que una barata y sucia puta.
Los viejos recuerdos se detuvieron cuando sentí una mano en mi barbilla,
inclinando mi cabeza hacia arriba. Mis ojos se abrieron de golpe y miré a Alessio.
Sus dedos estaban firmes en mi barbilla, manteniéndome quieta mientras se
acercaba más hasta que nuestros cuerpos estaban juntos. Tan cerca que hubiera sido
imposible incluso empujar una cuerda delgada entre nosotros.

46
Su calor envolvió mi cuerpo y ya no sentí frío. Mi corazón latía con fuerza en mi
pecho y estaba segura de que él lo sabía.
La punta áspera de su pulgar frotó mis labios suaves y llenos, y jadeé ante la
sensación. Su toque viajó hasta mi cuerpo y presioné mis piernas juntas.
¿Por qué? ¿Por qué me sentía así con él?
Inhalé un aliento desesperado, alejando mis ojos de los suyos, mirando a todos
lados menos a él. Mis ojos se movieron desesperadamente por la habitación, tratando
de encontrar algo que me mantuviera en tierra.
Piensa, Ayla. Piensa.
Sentí a Alessio moverse, su camisa rosando mi piel sensible, me mordí los labios,
tratando de ocultar otro gemido.
Envolvió un brazo alrededor de mi cintura, sujetándome contra su cuerpo
mientras lentamente bajaba su otra mano.
—Entonces, ¿tenemos un acuerdo? —preguntó. Alessio empujó su rodilla entre
mis piernas, separándolas un poco.
La idea de que él me follara era muy degradante, pero incluso a pesar de mi
disgusto, tan difícil como era para mí admitirlo, también encontré ese pensamiento
muy atractivo.
Alessio me abrumaba. Me asustaba, pero al mismo tiempo, no podía evitar que
mi cuerpo respondiera a sus palabras y su seducción.
¿Qué me pasaba?
Antes de que pudiera decir algo, o incluso pensar en una respuesta adecuada, se
inclinó y chupó mi pezón. Siseé ante su repentina acción y luego mi cabeza cayó hacia
atrás cuando un gemido se escapó de mi boca.
Me chupó el pezón, tirando de él con fuerza, y luego giró suavemente su lengua
sobre la punta. Sentí el raspado de su ligero rastrojo contra mi piel sensible, y sin
pensarlo, empujé mi pecho hacia adelante.
Oh Dios, ¿qué me está pasando?
Liberó su agarre de mis caderas, acercó su mano a mi otro seno y provocó mi
pezón a través de la tela de mi sujetador. Frotando lentamente su pulgar en
movimiento circular, su lengua siguió el mismo movimiento en mi otro pezón.
Gemí y mi cabeza se movió salvajemente de izquierda a derecha, tratando de
deshacerme de la sensación que estaba ocurriendo en mi región inferior.
Traté de apretar las piernas pero la rodilla de Alessio me detuvo. —Oh…
Inconscientemente levanté una mano temblorosa y ahuequé su mejilla mientras
me chupaba. Sin siquiera pensarlo, suavemente moví mi mano sobre su mejilla,
sintiendo su suave piel debajo de las yemas de mis dedos. Mi mano envolvió su cuello
mientras lo sostenía contra mí.
Mi cuerpo no era mío. No sabía lo que estaba pasando. Todo iba demasiado
rápido.

47
Mis dedos se apretaron alrededor de su cuello cuando sentí su mano moverse
hacia mi núcleo húmedo. Mis uñas rascaron suavemente su piel. Fue una caricia casta
y lenta, pero erótica. En un instante, lo sentí endurecerse contra mi vientre.
Me mordió el pezón y me retorcí contra él, pero el movimiento solo me hizo
rozarme en su dureza.
Alessio rio entre dientes cuando lo sentí empujar su rodilla hacia adelante,
separando más mis piernas para que su mano tuviera acceso para moverse
libremente entre mis muslos.
Lentamente apartó mis bragas negras y localizó mi clítoris palpitante.
—Uh —jadeé cuando él movió su pulgar sobre él. Gimiendo fuerte, me sacudí
contra él.
¿Qué está pasando?
Mi cuerpo se tensó con fuerza y sentí que mis músculos comenzaron a encogerse.
La sensación era intoxicante. Él llenó mis sentidos.
Empecé a temblar sin control. Los músculos de mis piernas se contrajeron
cuando Alessio continuó frotando su pulgar sobre mí.
Presionó su pulgar contra mi clítoris y me sacudí, dejando escapar un grito
agudo.
—Alessio...
Levantó la vista y me miró a los ojos por unos segundos. Mi piel se erizó y estaba
sensible. Estaba tensa como una cuerda de arco y mi cuerpo temblaba con una mezcla
de dolor e intenso placer.
No podía describirlo. No sabía de qué se trataba. Era algo que nunca antes había
sentido.
Mis sentidos estaban abrumados y mi visión se nubló mientras Alessio
continuaba su lento y tortuoso movimiento a mi cuerpo.
— ¿Que me está pasando? —Susurré, mi voz desconcertada.
Los ojos de Alessio se abrieron y contuvo el aliento sorprendido.
Luego, lentamente, las comisuras de sus labios se alzaron. Me sonrió
perversamente antes de responder.
—Estás a punto de tener tu primer orgasmo, gatita —dijo con voz ronca—.
Confía en mí. Déjate ir. No luches contra eso. Será lo más maravilloso que jamás hayas
sentido.
Sacudí mi cabeza e intenté alejarme, pero Alessio rápidamente envolvió su brazo
alrededor de mi cintura, negándose a dejarme ir.
Aun manteniendo sus ojos en mí, frotó su pulgar sobre mi clítoris una vez antes
de empujar lentamente hacia adentro. Me tensé a su alrededor y luego gemí, mis ojos
se cerraron lentamente de placer.
—Mantén tus ojos en mí —ordenó, su voz áspera. Mis ojos se abrieron
rápidamente y lo miré.
Apreté su dedo mientras se deslizaba dentro de mí. Se introdujo más
profundamente, hundiéndose a través de mis paredes apretadas.

48
Todo era demasiado. Cada movimiento aumentaba la sensación y yo me retorcía
sin control. Mis caderas se movieron hacia arriba cuando movió su dedo
profundamente dentro de mí.
Solté otro gemido cuando mi mano se apretó alrededor de su cuello, como si
suplicara por más.
Mi cuerpo era hiperactivo de cada toque de Alessio. Me sentía desesperada.
Nerviosa. Mi piel se sentía tensa y mi cuerpo estaba en llamas.
—Oh Dios —jadeé, y Alessio se río por lo bajo ante mi reacción.
Comencé a sentirme mareada y mi cabeza cayó hacia atrás contra la pared. No
podía soportarlo.
Era demasiado.
Cuando Alessio empujó más profundamente dentro de mí, apreté sus dedos. Mis
gritos resonaron a través de la pared de la habitación cuando me vine, mi primer
orgasmo me golpeó tan fuerte que mi visión se volvió borrosa y aparecieron puntos
negros frente a mis ojos.
Alessio se apartó y mi cuerpo se balanceó mientras trataba de concentrarme en
él. Pero no podía. Estaba flotando, mi cuerpo tan ligero. Todos los sonidos estaban
silenciados a mí alrededor y estaba entumecida.
Se llevó la mano a los labios y la lamió para limpiarla.
—Lo tomaré como un sí —murmuró con esa voz ronca que comenzaba a odiar.
Y luego me desmayé.

***

Alessio

Mientras me lamía su venida de los dedos, la vi balanceándose inestablemente


sobre sus pies.
Pobre gatita ni siquiera lo sabía.
Ella era mía ahora.
Ese orgasmo que acababa de tener, bueno, había marcado su destino.
MÍA, mi cabeza gritó. Y no podía esperar para tomar lo que era mío. No podía
esperar hasta que estuviera follando su apretado coño. Hasta que se retorciera y
gimiera debajo de mí. No podía esperar hasta que la estuviera haciendo gritar de
placer y dolor.
Mi polla dura me rogó que lo hiciera. Ahora. Tómala. Úsala. Fóllala.
—Tomaré eso como un sí —murmuré.
Tan pronto como dije las palabras, su cuerpo se inclinó hacia adelante y sus ojos
se volvieron hacia arriba.
—Joder —siseé, avanzando rápidamente y atrapándola en mis brazos.
Ayla yacía sin fuerzas en mis brazos. Con los ojos cerrados, parecía tan tranquila.
Serena. Contenta. Sentí que mi corazón se encogía mientras la miraba.
49
Tan hermosa, un pensamiento fugaz pasó por mi mente. Pero rápidamente
sacudí mi cabeza, tratando de deshacerme de mis estúpidos pensamientos.
Envolviendo un brazo detrás de sus rodillas y el otro alrededor de su espalda, la
acerqué a mi pecho y caminé hacia la cama. Suavemente colocándola, le arreglé el
sostén y luego puse las mantas sobre su cuerpo.
Me senté en la cama y la miré. No podía quitarle los ojos de encima. Durante una
semana intenté alejarme. Fue la cosa más dura que había hecho, cuando todo lo que
quería hacer era follarla.
Pero me mantuve alejado, dándole tiempo para calmarse, observándola,
esperando la oportunidad adecuada. Tan pronto como se cumplió una semana, estaba
allí, esperándola.
Ayla ahora sabía lo que quería. Ella trató de negarse, pero la vi tan claramente
como el día. Ella me deseaba. No había cómo negarlo.
Cuando escuché su primer gemido, supe lo que era esto. No había vuelta atrás.
Siempre obtenía lo que quería, y la quería a ella. Nada ni nadie me iba a impedir
obtener lo que quería.
Su primer orgasmo fue mío. Me pertenecía y lo tomé. Ahora, no había vuelta
atrás. Reclámala, gritó mi mente. Tómala.
Ni siquiera tuve que poner demasiado esfuerzo en ello. Un movimiento de mi
pulgar y ella se estaba viniendo.
Ese pequeño orgasmo, eso no era nada.
Mientras miraba su rostro dormido, sentí que estaba sonriendo.
Oh, gatita, cuando te despiertes, te mostraré la realidad.

50
Capítulo 9
Ayla

Mis ojos se abrieron lentamente. Mi visión aún estaba borrosa por el sueño y
cerré los ojos nuevamente. Girándome a mi lado, me enterré más profundamente bajo
las suaves sabanas.
—Hmm... —gemí cuando mis músculos doloridos protestaron.
Necesitaba un descanso de trabajar.
Mi cama se movió, y sabiendo que no era yo, mis ojos se abrieron de golpe y me
encontré cara a cara con Alessio.
Estaba sentado en la cama, pero se inclinó hasta que su rostro estuvo cerca del
mío.
—Buenos días —dijo.
Mis ojos se abrieron y solté un grito. Cuando traté de levantarme de la cama, las
mantas se enredaron en mi prisa y terminé en el suelo.
Lo miré con el pecho agitándose. Estaba segura de que parecía asustada,
mientras él parecía listo para lanzarse.
Mi cabeza giró cuando los recuerdos de la noche anterior me vinieron a la mente
como olas interminables.
—Oh, Dios mío —susurré, tratando de desenredarme de las sábanas. Cuando
finalmente fui libre, me puse de pie y me alejé varios pasos, tratando de mantener una
distancia segura entre nosotros.
— ¿Cómo pudiste? —Pregunté.
Alessio se levantó e hizo un acto de arreglar su traje. Se tomó su tiempo, como si
lo estuviera haciendo a propósito para irritarme y extender el suspenso.
Cuando terminó, me lanzó una mirada en blanco.
— ¿Qué quieres decir?
—Tú... —Tartamudeé mientras trataba de encontrar palabras.
Él te dio un orgasmo, dijo una voz en mi mente.
Contra mis deseos, me respondí, horrorizada por el pensamiento.

51
— ¿Yo que? —Su voz rompió mis pensamientos. Levanté la vista para verlo
moverse hacia mí, sus pasos decididos.
—Tú... —Su cuerpo estaba tan cerca del mío que su calor me envolvió.
— ¿Qué? —Alessio preguntó mientras se inclinaba ligeramente para que
tuviéramos contacto visual.
Tragué saliva pero no respondí.
—Dilo —instó.
Sacudiendo mi cabeza, traté de dar un paso atrás, pero sus brazos se dispararon
y al instante me rodearon la cintura, acercándome. —Quiero que lo digas. Dime. ¿Qué
hice anoche? —susurró, sus labios peligrosamente cerca de los míos.
Colocando ambas manos sobre su pecho, traté de empujarlo lejos de mí, pero ni
siquiera se movió una pulgada.
—Señor Ivanshov, por favor, déjame ir —le supliqué, luchando en sus brazos,
desesperada por liberarme.
Sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura. —Oh, gatita, creo que
deberíamos dejar atrás las bromas ahora —Inclinándose hacia adelante para que sus
labios estuvieran al lado de mi oreja, continuó—. Después de lo que te hice anoche,
creo que deberíamos quedarnos con Alessio —Terminó su oración con un pellizco en
el lóbulo de mi oreja y salté ante su repentino toque.
—Bueno. Alessio, por favor, suéltame.
—Lo haré cuando me digas lo que te hice anoche. Dilo —murmuró en un tono
ronco.
Estaba tratando de avergonzarme. ¿Cuán despiadado podría ser? Él era un
monstruo.
Alessio apoyó su rostro en mi cuello y cuando sentí sus cálidos labios sobre mi
piel fría, me estremecí y me quedé sin fuerzas. Solo sus brazos me sostenían en
posición vertical.
Puso besos húmedos en mi cuello. Mordiendo y luego chupando la piel torturada.
Sus labios trazaron rastros húmedos a lo largo de mi cuello.
Sacudiendo mi cabeza, llevé mis manos a su cabello y tiré con fuerza hasta que
su rostro ya no estuviera enterrado en mi cuello.
—Joder —Alessio maldijo en voz alta mientras yo continuaba tirando.
Levantó la cabeza y se irguió lentamente toda su altura hasta que se alzó sobre
mí. Se puso rígido, sus brazos como una banda de acero alrededor de mi cintura. Solté
un pequeño silbido y luché con un ligero malestar y dolor.
Levantó una de sus manos y agarró mi barbilla, su agarre firme y duro mientras
inclinaba mi cabeza, obligándome a mirar a sus ojos duros y fríos. La ira brilló detrás
de los iris azules y me encogí bajo su mirada hirviente.
—Realmente no me gusta repetirme, pero lo haré por última vez —dijo, su tono
plano y chirriante—. Dime lo que te hice anoche y te dejaré ir. Es simple.
—Me diste un orgasmo. —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera
pensar.

52
La ira en sus ojos desapareció de inmediato, pero la dura mirada permaneció.
Jugué con el león salvaje y ahora tenía que pagar las consecuencias. — ¿Y lo
disfrutaste?
—Eso no fue parte del trato —susurré, mi voz apenas audible.
Alessio acercó mi rostro mientras sus labios se estiraban en una pequeña
sonrisa.
—Oh gatita. Yo hago las reglas. Hago los tratos y puedo cambiarlos cuando
quiera. No puedes hacer una elección. ¿Entendido?
Asentí en silencio y luego traté de mirar hacia al suelo, queriendo escapar de su
mirada intensa y cruel, pero su control inquebrantable de mi barbilla me impidió
moverme.
—Contéstame, gatita.
—Umm, yo...—comencé, pero no pude terminar mi oración. ¿Cómo podría
responder tal cosa? ¿Disfruté cuando me dio un orgasmo? ¿No? ¿Si? Incluso yo estaba
confundida. No quería que me gustara. No debería haberme gustado, pero lo hizo.
Cerré los ojos con fuerza, incapaz de creer mis propios sentimientos. Algo estaba
muy mal conmigo, porque este monstruo me retuvo en su mansión contra mi
voluntad y luego me dio un orgasmo a pesar de que no lo quería, y me había gustado.
— ¡Ayla, respóndeme!
— ¡Si! —Grité
Cuando estaba cerca de él, mi cuerpo no era mío. Mi cerebro se convertía en un
revoltijo caótico y no podía pensar con claridad.
Él jugó magistralmente con mi cuerpo y mi mente.
Él sostenía las cuerdas y yo me convertía en una marioneta.

***

Alessio

Ella se relajó en mis brazos, la pelea se le fue de las manos.


Escucharla admitir sus deseos había sido todo lo que quería, y me dio
satisfacción. Por un rato. Estaba asustada y yo le daría tiempo.
Sin embargo, mi paciencia se estaba agotando porque ya le había dado suficiente
tiempo, en lo que a mí respecta. Tenerla tan cerca de mi cuerpo hacía que la bestia
dentro de mí comenzara a ponerse furiosa.
Su calor y su olor se habían apoderado de mis sentidos. Todo lo que quería hacer
era arrojarla sobre su espalda, extender esas largas piernas cremosas y follarla duro
hasta que gritara con su orgasmo ordeñando mi polla.
Aunque quería que me tuviera miedo, no quería que lamentara lo que sucedió.
Nunca había tomado a una mujer contra su voluntad y no comenzaría con ella.
Oh, ella me deseaba, pero era obvio que estaba aterrorizada. Su confusión estaba
claramente escrita en toda su cara.

53
Seduciría a Ayla hasta que me suplicara que la follara.
Liberando mi agarre en su barbilla, suavemente aparté su cabello de su rostro.
Dejé que mis dedos permanecieran en su mejilla por unos segundos y luego
lentamente moví mi pulgar sobre su piel aterciopelada. Se calentó bajo mis dedos y
un pequeño toque de rosa apareció en su carne pálida, mostrando el efecto que tenía
en ella.
—Ves. Eso no fue tan difícil de admitir, ¿verdad? —Observé su sonrojada mejilla,
hipnotizado por el color y la suavidad de su piel.
Ayla trató de alejarse y la dejé ir sin resistencia.
Vamos a darle un descanso a la gatita.
Se alejó varios pasos de mí, luego puso una mano temblorosa sobre su pecho
agitado. Estaba temblando, el miedo era evidente.
¿Pero por qué demonios estaba tan asustada? El miedo no era solo por mi culpa.
Había algo más, y aún no lo había descubierto.
Ayla era un gran misterio para mí. Actúa como si odiara mi toque, pero había
gemido de placer al mismo tiempo.
Ella me fascinaba, capturaba mi atención y yo no tenía ganas de luchar.
Ella podría haber sido la que hizo la primera acción escondiéndose debajo de mi
cama, pero ahora yo tenía el control. No la dejaría ir hasta que me saciará.
Mirándola inquebrantablemente, dije.
—Ahora, Ayla. No tengas miedo. No tienes nada de qué asustarte. ¿Te he
lastimado?
Ella sacudió la cabeza, observando cada uno de mis movimientos y reacciones.
Realmente me recordó a un gatito tratando de salir del peligro. Pequeño, asustadizo.
Y completamente indefenso.
Sentí que mi teléfono vibraba en mi bolsillo, lo saqué y vi el número de Viktor
parpadeando en la pantalla.
— ¿Si? —Respondí.
—Hay algo que tenemos que decirte. Está jodido —respondió rápidamente.
Sonaba en pánico. Mierda.
— ¿Ahora qué?
—Deberíamos discutir esto en persona, Alessio.
Al mirar a Ayla, que ahora estaba pegada a la pared, sentí la ira creciendo dentro
de mí. Viktor llamo en un mal momento.
—Estoy ocupado ahora —dije con dureza.
—Es importante.
—Bien. Nos vemos en mi oficina —ordené antes de colgar.
Me acerqué a Ayla y, en tres largas zancadas, estaba parado frente a ella. Ella se
dobló sobre sí misma, sus hombros se agruparon de manera protectora.
Ella gimió, como asustada de que la golpeara.
—Cálmate —dije, mi voz sorprendentemente gentil.

54
La empujé hacia adelante hasta que estuvo al ras contra mi cuerpo. Mi agarre era
ligero y me incliné para que mis labios estuvieran al lado de su oreja.
—Volveré, gatita. Todavía no hemos terminado —susurré con dureza, luego
envolví mi mano en su cabello, girándolo alrededor de mis dedos y empujé su cabeza
hacia atrás.
Sin previo aviso, estrellé mis labios con los de ella. El beso fue duro, rápido y
contuso, destinado a hacerle saber que me pertenecía. Solo a mí.
Ayla dejó escapar un grito ahogado cuando lamí las comisuras de sus labios.
Mordí, chupé, besé, hasta que estuve seguro de que lo entendiera.
Alejándome, miré su cara sonrojada. Estaba roja y sin aliento. Me dio ganas de
reír. Ni siquiera la besé correctamente y ella ya estaba reaccionando de esta manera.
Ayla se llevó una mano a los labios hinchados y los tocó suavemente. La vi
estremecerse mientras me miraba con ojos inocentes.
Ah, gatita. Tan inocente.
Le di una última mirada acalorada, me di la vuelta y salí de la habitación,
dejándola sola con sus pensamientos.
Cerré la puerta detrás de mí con fuerza y caminé directamente hacia mi oficina
en el ala izquierda. Cuando llegué allí, la puerta ya estaba abierta. Viktor, Nikolay,
Phoenix y Artur ya estaban allí.
La frustración era evidente en sus expresiones. Al entrar, gruñí. — ¿Qué paso?
Me senté detrás de mi escritorio, cruzando los brazos sobre mi pecho mientras
me recostaba. Phoenix cerró la puerta antes de enfrentarme.
—Descubrimos que alguien está espiando —comenzó Viktor, su voz áspera por
la ira.
— ¿Qué?—grité. Me levanté rápidamente y empujé la silla hacia atrás.
—Si. Para el maldito Abandonato. Los bastardos sabían dónde íbamos a abrir el
próximo club. Primero llegaron allí y Alberto dijo que deberíamos tener un mejor
control sobre en quién confiamos. —La voz de Phoenix salió en un siseo mientras
trataba de controlar su propia irritación.
Mi cuerpo tembló de furia y mis manos se apretaron en puños hasta que me
dolieron los nudillos por la presión.
Agarrando mi silla, la tiré al otro lado de la habitación. Nikolay tuvo que saltar
fuera del camino para que no se estrellara contra él.
— ¿Quién diablos es? —Rugí
Me picaban las manos. Quería derramar sangre, y mis ojos temblaron mientras
intentaba recuperar el control. Quien me haya traicionado tendría una muerte lenta
y tortuosa. No le ahorraría piedad.
— ¡Descubran quién es!
Ninguno de ellos se movió.
Vi a Viktor tragar nerviosamente y Nikolay mirándolo fijamente.
Cuando no dijo nada, Nikolay le lanzó una mirada fulminante y luego se volvió
hacia mí, controlando rápidamente sus rasgos.

55
—Creemos que es Ayla —dijo.

56
Capítulo 10
Ayla

Alessio me dejó de pie en estado de shock y salió de mi habitación sin darme otra
mirada.
¿Qué fue eso?
Mis dedos todavía tocaban mis hinchados y hormigueantes labios. Se sentían en
carne viva. Nunca me habían besado así.
Oh, definitivamente Alberto me había besado, pero como Alessio, fue diferente.
Aunque el beso fue posesivo y duro, se sintió gentil. No me besó como si quisiera
lastimarme. Alessio me besó como si quisiera que lo sintiera, como si quisiera que lo
disfrutara. Era sexy y me hacía sentir fuera de control.
Estaba sin aliento y no podía entender por qué. ¿Por qué no lo encuentro
repulsivo?
Eché un vistazo alrededor de mi habitación, sin aliento. Traté de encontrar algo,
cualquier cosa, que me trajera a tierra y me ayudara a comprender lo que estaba
sucediendo. Mi mente se sentía apresurada y mi cuerpo hormigueaba por su toque.
El efecto que tenía sobre mí era peligroso. Podría fácilmente perderme en él. No
podía pensar a su alrededor.
Era cautivador y exigente.
Despiadado, pero gentil.
Alessio era un hombre peligroso, pero cuando me tocaba, mi cuerpo respondía
sin miedo.
El miedo era una emoción constante viviendo dentro de mí. Lentamente,
comencé a sentir nada más que miedo. Pero con Alessio, su toque me libró de ese
miedo. Me hizo olvidar por qué debería tener miedo.
Lentamente, me acurruque en el piso y jalé las rodillas hacia mi pecho, cruzando
los brazos sobre ellas de manera protectora. Cerrando los ojos, respiré hondo.

57
No importa cuánto trate de evitarlo, siempre me encontrará. No podía negarme
y no podía detenerlo. Si seguía jugando conmigo como lo hacía, me perdería
lentamente hasta que no me quedara nada. Al abrir los ojos, sacudí la cabeza.
No. No podía permitir que eso sucediera.
Me puse de pie y rápidamente me puse una camisa negra y los jeans azules que
Lena me había comprado. Mirando alrededor de mi habitación, sentí una punzada de
tristeza. Pensé en Lena y sentí lágrimas ardientes pinchar mis ojos. La extrañaría. Ella
era la pequeña luz en mi mundo oscuro. Y a Maddie. Pero no tenía otra opción. Era
hora de seguir adelante. No podía quedarme más tiempo en la finca. No estaba tan
segura como había pensado.
Alessio era el nuevo peligro. Su toque, su voz, su mirada controladora.
Antes de que pudiera romper lo que quedaba dentro de mí, tenía que salvarme.

***

Alessio

— ¿Qué? —Gruñí ante la declaración de Nikolay.


Viktor asintió y dio un paso adelante.
—Tiene sentido. Ayla es una extraña. ¿No crees que es una gran coincidencia que
tan pronto como se instaló, los italianos comenzaron a obtener información sobre
nosotros?
Viktor parecía un poco en conflicto y luego sacudió la cabeza, su expresión
volviéndose dura de nuevo. —No podemos encontrar nada sobre ella. No tenemos
idea de quién es ella.
Por un segundo, quise gritar en negación. No quería creer que Ayla pudiera ser
una espía, pero cuando las palabras de Viktor comenzaron a penetrar en mi mente,
tenía sentido.
Él estaba en lo correcto. No sabíamos nada sobre Ayla, y fue una coincidencia
que me encontrara y decidiera esconderse en mi auto. Y luego, unos días después, los
putos italianos estaban recibiendo información sobre mis planes.
— ¡Mierda! —Grité mientras golpeaba el escritorio. Pasé la mano dolorida por
mi cabello y la agarré con fuerza mientras la furia latía por mi cuerpo. — ¡Esa perra!
Phoenix se aclaró la garganta y lo vi encogerse de hombros. —Es difícil de creer.
Quiero decir, se ve tan inocente, pero a veces lo más inocente puede ser cruel.
Generalmente es el tímido quien es la víbora.
—Simplemente lo esconden bien —agregó Nikolay. Mis cuatro hombres
parecían tristes, como si no pudieran creer que Ayla pudiera ser la espía.
Me di la vuelta, dándoles la espalda. Mirando afuera a través de mis grandes
ventanas, dejé que mis pensamientos vagaran. Tampoco quería creerlo, pero si era
una posible sospechosa, no podía pasarlo por alto.

58
Cuando el silencio cayó sobre la habitación, mi ira comenzó a disminuir, pero
mis músculos tensos se negaron a relajarse. La gatita me había envuelto con éxito
alrededor de su dedo. Pensé que era el maestro, pero claramente ella me la había
estado jugando.
De repente, sentí que mi teléfono vibraba en mi bolsillo. Solté un suspiro
frustrado y lo saqué.
— ¿Qué mierda quieres? —Abrí el teléfono.
—Jefe, Ayla está escapando por su ventana.
Mis ojos se abrieron y la ira regresó, con toda su fuerza.
—Detenla —ordené con dureza antes de colgar y enfrentar a mis hombres. —
Ayla está escapando —les dije con los dientes apretados. Juraron simultáneamente—
. Quiero que vayas tras ella —le dije a Viktor.
—Iré contigo —sugirió Nikolay. Le asentí y comenzaron a retroceder. Pero antes
de que pudieran cerrar la puerta, agregué: —Llévenla al sótano —Mi voz era
quebradiza y llena de veneno.
Vi a Viktor suspirar y, por un segundo, sus ojos brillaron de pena, pero se disipó
rápidamente. Miré a Phoenix y Artur, mi mirada inquebrantable cuando les ordené
que salieran de la habitación.
—Salgan. Llámenme cuando la tengan en el sótano. —Asintieron, sus rostros
impasibles mientras salían de la habitación y cerraban la puerta detrás de ellos.
Colocando mis manos sobre el escritorio, me incliné hacia delante y miré a la
puerta. Mis nudillos estaban blancos por la presión y mis venas palpitaban en mi
garganta.
Mi mandíbula se tensó, mis dientes rechinaron en un intento de controlar mi
furia. Quería golpear algo. A alguien.
La bestia dentro de mí estaba furiosa, exigiendo que matara. Derramar la sangre
de quien me traicionó. Solo entonces me sentiría en paz.
Sentí que mis ojos se convertían en rendijas mientras seguía mirando la puerta.
Lentamente rodando el cuello, intenté liberar la tensión.
Gatita, podrías pensar que me has engañado, pero este es mi juego ahora. De una
forma u otra, no importa cómo, te sacaré la verdad.
Esperaba que por su bien no me hubiera traicionado de verdad.
Porque si lo hubiera hecho, no habría piedad.

59
Capítulo 11
Ayla

Mi corazón latía con fuerza como las alas de un pájaro. Salí por la ventana, y
cuando llegué al suelo, mis piernas se sintieron débiles. Tropecé por un momento.
Miré a mí alrededor, no vi a nadie.
El alivio me llenó y salí corriendo hacia el bosque detrás de la casa. Era un largo
camino, y los músculos de mis piernas ardían mientras corría con toda mi fuerza.
Vamos, Ayla. Vamos. No te rindas. Ahora no.
De repente, escuché gritos detrás de mí y mi corazón latió rápidamente. Girando
la cabeza, vi unos cuantos guardias corriendo detrás de mí. Miré hacia el bosque y
mantuve mis ojos enfocados en mi escape.
Estaba casi en el bosque cuando los pasos se acercaron y, de repente, alguien me
agarró del brazo. Grité e intenté escapar, pero fui arrastrada al suelo y alguien se sentó
en mi espalda. Mis brazos fueron retirados y mi atacante me sostuvo con fuerza.
Las lágrimas corrían por mis mejillas. No había manera. No importa cuánto
pelee, no me dejarían ir. Me levantó y me paré con las piernas temblorosas. Cerrando
los ojos con fuerza, sollocé y rogué.
—Por favor. Por favor déjame ir. Por favor.
Una mano áspera me agarró firmemente el mentón y las uñas se impregnaron
en mi piel. Gimiendo, intenté alejarme, pero él se aferró con fuerza.
—Si vienes con nosotros en silencio, no tendremos que lastimarte. Y estoy
seguro que no quiero lastimarte, Ayla.
Dejé escapar un sollozo. Conocía esa voz. Al abrir los ojos, vi la expresión enojada
de Viktor.
Hice un débil intento de lucha. —Deja de moverte —otra voz gruñó en mis oídos.
Nikolay. Él era el que me sostenía.
— ¿Entiendes, Ayla? —Exigió Viktor. Siempre se veía tan aterrador, y un aura
peligrosa lo rodeaba, al igual que a Nikolay y Alessio.

60
Mientras me miraban, me encogí de miedo. Parecía asesino y su voz estaba llena
de furia.
—Por favor —susurré.
—Ayla, ¿entiendes? —Viktor gruñó. Asintiendo, me dejé flotar en los brazos de
Nikolay.
—Bien —dijo con los dientes apretados mientras soltaba mi barbilla. Mi piel
ardía y picaba donde él me había tocado. Moviendo mi mandíbula un poco, me
estremecí ante el dolor.
Dando unos pasos hacia atrás, asintió con la cabeza a Nikolay y comenzó a
caminar de regreso a la mansión. Él abrió el camino cuando Nikolay me empujó hacia
adelante. Mis pies se arrastraban hacia atrás y me resistí.
—Joder, niña. Realmente no lo entiendes.
Me soltó, pero antes de que pudiera escapar, Nikolay me rodeó la cintura con el
brazo. Enviándome una mirada feroz, su agarre fue inquebrantable cuando me tiró
sobre su hombro.
Traté de patear, golpear, abofetear, rascar y gritar, pero nada funcionó. Nikolay
siguió caminando, su cuerpo duro como una roca.
Cuando entramos, en lugar de llevarme a mi habitación, giraron a la izquierda y
caminaron por un pasillo oscuro. El aire estaba frío y estaba oscuro. Al instante me
congelé en su hombro.
Una sensación de temor surgió en la boca de mi estómago, y una ola de frío me
invadió cuando los pelos se irguieron en la parte posterior de mi cuello y mi boca se
secó. Estaba paralizada sobre el hombro de Nikolay. Un aura amenazante se apoderó
de mí.
Nos detuvimos por un momento, y luego escuché una puerta abrirse y me
estremecí ante el sonido. Hubo un traqueteo de un metal, sonó como una cadena
pesada.
Un escalofrío me recorrió cuando sentí que se me helaba la sangre. Mis manos
se apretaron en puños y cerré los ojos aterrorizada.
La puerta se cerró de golpe y vi luz debajo de mis párpados cerrados.
Lentamente abriendo los ojos nuevamente, lo primero que vi fue un brillante piso de
mármol blanco. Me pusieron de pie.
Mi cabeza giró ante el repentino movimiento y tropecé, pero Nikolay me atrapó.
Alzando la vista hacia sus ojos oscuros, rogué en silencio. Por favor déjame ir.
Pero él me devolvió la mirada, inexpresivo, con los ojos fríos.
Sentí una mano agarrar mi brazo, y luego me empujaron hacia atrás. Abrí la boca
para gritar, pero descubrí que no salían palabras. Mi garganta se cerró y no podía
respirar. El pánico me llenó y me quedé atontada.
Viktor me llevó a una silla y me empujó para que me sentara. Me retorció los
brazos. Nikolay pasó junto a mí hasta que no pude verlo.
Unos minutos más tarde, sentí algo alrededor de mis muñecas y me di cuenta de
que me estaban atando.

61
— ¡No! —Mis gritos resonaron por la habitación. Traté de moverme, pero la
cuerda me mantenía inmóvil. Mientras luchaba, la dureza me mordió la piel y me
rascó hasta que mi piel se sintió cruda y caliente.
—Solo te estás haciendo daño a ti misma. Si sigues moviéndote, tus muñecas
sangrarán por la cuerda —dijo Viktor detrás de mí. —Sugiero que dejes de moverte.
—Por favor…
Había ruidos detrás de la puerta. Un momento después, se abrió con tanta fuerza
que golpeó contra la pared. Parpadeando ante el sonido, me empujé contra la silla, mi
cuerpo temblando de pánico.
Mi cuerpo se congeló de terror. Alessio entró en la habitación con otros dos
hombres.
Uno de ellos cerró la puerta mientras Alessio caminaba hacia mí.
Llevaba el mismo traje que la última vez que lo vi, pero esta vez sus manos
estaban cubiertas con guantes de cuero negro. Lentamente llevé mis ojos a su rostro,
solté un grito ahogado cuando me encontré con su feroz mirada. Sus ojos brillaban
con tanta ferocidad que me dejó sin aliento.
Su presencia oscura se cernía sobre mí, el temor me llenaba cuando mi columna
se erizó de inquietud. Los pequeños pelos de mis brazos y la parte posterior de mi
cuello se irguieron y me picaba la piel.
Alessio se inclinó sobre su cintura para que pudiéramos tener contacto visual.
Gemí mientras miraba sus ojos fríos.
Lo había visto enojado antes, pero esta vez, parecía mortal. Sus ojos azules
crepitaron con furia, su cara roja y su mandíbula temblando.
El Alessio parado frente a mí era despiadado, y pude ver al asesino que
realmente era: el monstruo del que siempre había oído hablar.
Y allí estaba yo, atrapada en la guarida del monstruo que todos temían.
Mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo en mi garganta. Mis uñas se
clavaron en mis palmas y el leve dolor me trajo consuelo.
El dolor significaba que todavía estaba viva, aun respirando.
¿Pero por cuánto tiempo?

62
Capítulo 12
Alessio

—Jefe, la tenemos en el sótano —dijo Phoenix sin aliento a través del teléfono.
Sentí las comisuras de mis labios inclinarse hacia arriba ante las noticias.
Veamos si puedes escapar de la verdad ahora, gatita.
—Ya voy —espeté y luego colgué. Me puse la chaqueta del traje, me arreglé la
corbata y abrí el cajón para sacar mis guantes de cuero negro.
Siempre los usaba cuando teníamos un problema en el sótano, por si tenía que
ensuciarme las manos.
Cerrando el cajón con fuerza, salí rápidamente de mi oficina. Con cada paso que
daba, dejaba que la ira dentro de mí aumentara nuevamente. Me consumía, y todo lo
que veía era rojo para mi traidor.
La sangre rugió en mis sienes y podía sentir palpitar las venas. Me aferré a la
furia feroz dentro de mí y tiré con fuerza.
Mi cuerpo se tensó, mis músculos se bloquearon cuando pisoteé el oscuro
corredor. El aire frío crujió con mi furia ardiente, y solo mis pasos sonaron en las
paredes cuando la atmósfera helada se volvió mortal. Mi cuerpo se alimentaba del
aroma de la muerte.
Quería exprimir la vida de alguien. Quería ver la vida dejando los ojos de mi
traidor hasta que no quedara nada, solo otro cadáver.
El monstruo dentro de mí estaba furioso, rogando que lo desataran. Lo había
retenido durante demasiado tiempo y era hora de dejarlo libre. Y así lo hice.
Cuando me acerqué a la puerta, vi a Phoenix y Artur. Empujé la puerta de madera
negra para abrirla con tanta fuerza que golpeó con fuerza contra la pared.
Dentro, Ayla había sido atada a la silla de madera. Estaba doblada sobre sí
misma, sollozando y rogando que la liberaran. Sus ojos se abrieron al verme y se
encogió, aterrorizada.
Mi monstruo se río y se alimentó de eso. Él quería más.

63
Manteniendo mis ojos fijos en la gatita asustada, caminé directamente hacia ella,
deteniéndome a solo una pulgada de su silla. Me agaché hasta que hicimos contacto
visual y ella sollozó. Perfecto. Justo como la quería.
Ella se encogió y retrajo en la silla, tratando de escapar de mi mirada fría y
enojada.
Me miró por unos segundos, con la boca abierta mientras lágrimas silenciosas
corrían por sus mejillas redondas y rosadas. Sus ojos estaban rojos e hinchados por
el llanto, y al ver su cara vulnerable, mi corazón se contrajo. Solo un poco, pero fue
suficiente para debilitar mi resolución.
El monstruo rugió, furioso por mi demostración de debilidad. Arañó dentro de
mí y una ira cegadora me envolvió nuevamente.
No había lugar para la debilidad en mi vida. Mi corazón estaba frío y sin vida, y
no tenía derecho a sentir. No quería sentir nada más que ira.
Agarré su mentón en mi mano, mis dedos cavaron con fuerza en sus mejillas. Ella
gimió de dolor y se sacudió contra mi agarre.
—Por favor —murmuró, su cara se puso roja.
— ¿Por qué demonios estás espiando para los italianos? —Gruñí, mi voz dura.
Ella dejó de luchar por un momento, pareciendo sorprendida, una reacción que
no había esperado. Después de unos segundos de silencio, sacudió la cabeza y luego
comenzó a llorar de nuevo, susurrando no una y otra vez.
—Por favor no. No. No estoy espiando. Por favor. No. No —dijo ella
apresuradamente, sacudiendo su cabeza de izquierda a derecha, su cabello cubriendo
su cara sudorosa en el proceso.
Esperaba esa respuesta. ¿Quién sería tan estúpido como para aceptar su
traición? Mentirían hasta que no quedara nada por lo que mentir. Solo cuando vieron
su vida destellar ante sus ojos, justo antes de que su último aliento abandonara su
cuerpo, solo entonces dirían la verdad.
Soltando su mejilla, moví mi mano hacia abajo, prolongando el suspenso antes
de agarrar su cuello firmemente en mi mano y apretarla. Se ahogó, escupió y se agitó,
pero no pudo escapar de mi inquebrantable agarre.
Sus mejillas se hincharon y emitió un sonido de gorgoteo. Cuando la vi comenzar
a perder el conocimiento, le solté el cuello. Giró la cabeza hacia atrás y jadeó. Ayla
trataba de respirar profundamente.
Jadeando y gimiendo de dolor, rogó de nuevo. —Por favor... por favor. Créeme...
—Ella tosió violentamente, con el pecho agitado y la baba corriendo por la barbilla.
Ella tembló con estremecimientos salvajes.
— Te... estoy... dici... diciendo... la... ver... verdad. —Ayla sollozó. —Yo... no... no
hice... nada... no hice... nada.
—No me mientas maldita sea—Mi voz retumbó en la habitación estéril y gélida.
Sacudiendo su cabeza otra vez, Ayla me miró directamente a los ojos.
—Por favor, Alessio. No lo hice. No sé de qué estás hablando —Ella tosió de
nuevo, luego respiró hondo, haciendo una mueca de dolor. —Créeme por favor. Por

64
favor, Alessio. No te espié. Alessio, por favor, créeme. —Ella lo repetía una y otra vez,
cada palabra se debilitaba a medida que comenzaba a perder su resolución.
Su cuerpo cayó inerte contra la silla, y apenas podía mantener los ojos abiertos.
Gruñendo, pasé una mano por mi cabello. ¿Y si ella es inocente? ¿Podría ser?
¿Vale la pena torturar a alguien que podría ser inocente? La voz persistente en mi
cabeza persistió.
Mi monstruo respondió. Rugió. Él quería la muerte. Matar. Matar. Matar.
Ella podría ser la traidora. No la dejes ir.
Confundido, le di la espalda a Ayla. No podía mirarla más. Sus lágrimas. Su dolor.
Su vulnerabilidad. El ruego. Su voz mientras decía mi nombre. Ella me hacía débil.
Hizo que mi corazón hiciera algo extraño. Me hizo... sentir.
Un dolor repentino atravesó mi pecho y lo odié.
¿Qué me está pasando?
Por primera vez en mi vida, luché contra mi monstruo. Quería ser libre, pero lo
empujé hacia adentro. Luchó y rugió, pero yo seguí luchando.
¿Por qué estaba luchando por ella?
Mirando hacia arriba, vi a Artur y Phoenix mirándome de manera extraña, con
los ojos inquisitivos. Los fulminé con la mirada y les enseñé los dientes con rabia.
Ambos desviaron rápidamente sus miradas, sus rostros se convirtieron en una
máscara de impasibilidad.
Me enderecé, no me di vuelta, negándome a mirar a Ayla. Respiré hondo y
caminé hacia la puerta. Artur y Phoenix me siguieron afuera y la puerta se cerró
detrás de nosotros.
—Mantenla aquí y sigue preguntándole. Eventualmente se derrumbará.
—Sí, jefe —dijo Phoenix.
Di un paso adelante, pero luego me detuve. Dándome la vuelta, me enfrenté a
mis hombres y gruñí en un tono mortal. —Nadie le pone una mano encima.
Si alguien se atreviera a ir en contra de mi orden, entonces moriría. Tanto
Phoenix como Artur parecían sorprendidos, pero luego asintieron.
Mi orden también me tomó por sorpresa. No sabía de dónde venía, pero todo lo
que sabía era que no quería que nadie tocara a mi gatita. Esa admisión también me
sorprendió.
Sin darles otra mirada, me alejé con el estómago hecho un nudo. Todavía me
sentía enojado conmigo mismo por la debilidad que había mostrado.
Y luego me enojé con Ayla.
Todavía no tenía mis respuestas. Quería creerle, pero ¿podría realmente? Mi
imperio estaba en juego y ella era una posible sospechosa. No importaba lo que
sintiera por ella o por qué su dolor era el mío. Todavía tenía que obtener respuestas,
y no importaba si jugaba limpio o no.
Lentamente, sentí que mi corazón dolorido volvía a su estado insensible. En mi
habitación, respiré hondo y miré la pared, dejando que la frialdad volviera a mi
cuerpo.

65
Ella no me haría débil. No la dejaría.

***

Ayla

No sabía cuánto tiempo me mantuvieron allí, y no estaba segura de si era de día


o de noche. Todo lo que sabía era que quería que el dolor terminara. No podría
soportarlo más. Mi cabeza zumbaba y mi cuerpo se sentía débil.
Me dolían las muñecas y cada vez que la cuerda presionaba contra mi piel
sensible, gemía de dolor. Mi piel estaba arañada y estaba sangrando por mi lucha.
— ¿Qué información les diste a los bastardos? — Viktor preguntó de nuevo.
Viktor, Nikolay y Phoenix se turnaban para interrogarme, y comenzaba a notar que
mis respuestas los exasperaban.
—No lo hice —dije.
¿Por qué apoyaría a monstruos como Alberto y mi padre? Los detestaba. Pero
Alessio y sus hombres no lo sabían, porque no había revelado la verdad.
Mi vida ya estaba en peligro. Admitir que era hija de Alfredo y la prometida de
Alberto no me ayudaría.
La verdad me pondría en mayor peligro. Yo era italiana y su enemigo, por lo que
nunca me creerían.
No importaba cuánto suplicara y sollozara, ellos no me escuchaban. Se negaron
a dejarme ir. — ¡Ayla, maldita sea! ¡Mentir no te sacará de aquí! —Nikolay gritó
mientras paseaba por la habitación.
Tampoco la verdad, pensé mientras lloraba.
Respirando hondo, me estremecí con la garganta seca.
—Por favor... Viktor, Nikolay. No lo hice Créanme. No sé nada—susurré, con la
voz áspera por horas de llanto. Apenas podía hablar por el dolor punzante constante
en mi garganta.
Nikolay dejó de pasearse y me miró con los ojos llenos de lástima. Dirigí mi
mirada a Viktor y vi que me estaba mirando con la misma simpatía.
Sabía que los debilitaba lentamente. Ellos querían creerme. Parecían casi
convencidos de que no lo había hecho. Simplemente no sabía cuánto tiempo más
podría mantenerme fuerte. Todo lo que quería era volver a mi cama y acurrucarme
en mis suaves sábanas, olvidando esta pesadilla.
Todavía nos estábamos mirando en silencio cuando de repente se abrió la
puerta. Parpadeé varias veces, tratando de deshacerme de la niebla en mis ojos. Sentí
que mi corazón se encogió de pánico cuando Alessio entró.
Llevaba su traje negro normal de tres piezas. Tenía las manos desnudas, sin
guantes de cuero negro. Alessio me miró por unos segundos, con los ojos
inexpresivos.

66
Se quedó en la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho. Mirando a Viktor, le dio
un asentimiento. Mis cejas se fruncieron en confusión cuando Viktor se levantó y se
acercó a mí. El miedo se abrió camino dentro de mí.
Unos segundos después, sentí sus manos en la cuerda. Hubo algunos tirones y
me estremecí ante la incomodidad y el dolor.
Entonces mis manos quedaron libres.
¿Ellos me creen? No sabía qué hacer ni cómo actuar. ¿Me iban a liberar o me iban
a torturar un poco más?
—Levántate —ordenó Alessio con voz ronca. Rápidamente hice lo que me
dijeron y acuné mis manos heridas contra mi pecho.
—Ve a tu habitación. Eres libre —dijo con la misma voz sin emociones. Contuve
el aliento, tropezando contra un pecho duro. No tuve que dar la vuelta. Sabía que era
Viktor.
Me agarró por los hombros y me sostuvo en alto hasta que mis débiles piernas
pudieron sostenerme. Me estremecí tanto que si no hubiera sido por Viktor, habría
estado en el suelo.
— ¿Puedes caminar? —preguntó, su voz extrañamente suave, como si estuviera
hablando con un animal herido.
Asentí y él me dejó ir. Tropecé y caminé lentamente hacia Alessio, con las piernas
pesadas. Mis ojos permanecieron enfocados en él mientras me dirigía a la puerta. No
se movió ni dijo nada mientras continuaba mirándome.
Cuando pase por la puerta, la voz fría de Alessio me detuvo en seco.
—Ni siquiera pienses en escapar.
No lo miré cuando asentí. Escapar ni siquiera pasó por mi mente. Sabía que no
podía escapar. No tenía sentido.
Sus hombres me atraparían y, al final, tendría que pagar por mi desafío. No tenía
ganas de volver a este sótano o de sentir la ira de Alessio.
Viviría mi vida como una criada tranquila y trataría de ser lo más invisible
posible.
Escuché la voz de Artur. —Jefe, ¿por qué estás…
Alessio levantó la palma y lo silenció. Mis hombros se hundieron y quise llorar
de alivio.
Seguí a Phoenix mientras él me guiaba. Subimos las escaleras, llevándonos al
nivel principal. No podía ver a nadie y la casa estaba completamente en silencio.
— ¿Qué hora es? —Pregunté nerviosamente.
—Dos y media de la mañana —respondió Phoenix.
Mis pasos vacilaron. Casi diecisiete horas. Había estado en ese sótano durante
casi diecisiete horas.
— ¿Vienes o no? —preguntó cuándo me detuve. Asintiendo, lo seguí a las
escaleras mientras me conducía a mi habitación.
—Ve a tomar una ducha y duerme —dijo.
—Gracias —susurré, mirando hacia abajo mientras le ocultaba las lágrimas.

67
Entré y él cerró la puerta detrás de mí. A ciegas buscando el interruptor de la luz,
lo encendí y la habitación se iluminó al instante con luz.
Estaba cansada, débil, hambrienta, somnolienta y entumecida. Todo lo que
quería hacer era dormir y nunca despertarme.
Me quité la ropa rápidamente y me metí en la ducha. El agua tibia cayó en
cascada a mi alrededor y sentí el calor cubrir mi cuerpo frío. Me castañetearon los
dientes mientras me lavaba. Lágrimas silenciosas corrieron por mis mejillas.
Lágrimas de alivio. Me hundí en el piso de la ducha y lloré mientras dejaba que el agua
tibia cayera sobre mi débil cuerpo. No sabía cuánto tiempo estuve en la ducha, pero
cuando mi cuerpo se sintió completamente caliente y mis lágrimas finalmente se
secaron, me levanté y salí.
Después de ponerme el pijama negro, me sentí sonreír. Dormiría y olvidaría
todo. Pero esa sonrisa se convirtió en un grito de horror cuando vi a Alessio sentado
en mi cama. Al tambalearme, me acurruqué, el miedo se extendió por mi cuerpo.
Se levantó apresuradamente de la cama cuando me vio acurrucada detrás de la
puerta.
—Shhh, no tengas miedo. No estoy aquí para lastimarte. No voy a lastimarte.
Mis ojos se abrieron sorprendidos por su tono, que era gentil y suave.
He perdido la cabeza. Debo estar soñando.
Sacudí mi cabeza y farfullé. —Tú... tú... yo...
Mi cabeza se mareó cuando lo vi dándome una dulce sonrisa. Mis piernas
cedieron, pero antes de que pudiera caer al suelo, él se precipitó hacia adelante y me
agarró de los brazos, empujándome contra él. Me acunó contra su pecho e
instintivamente envolví mis brazos alrededor de su cuello y me sostuve, asustada de
que me dejara ir.
—Está bien. Te tengo — susurró, caminando hacia mi cama y colocándome
suavemente.
Se sentó en el colchón, y fue entonces cuando noté el botiquín de primeros
auxilios en la cama. Alessio lo puso sobre su regazo, sacó algunas vendas y una bolsa
de toallitas antisépticas. Levantó la vista y nuestras miradas se encontraron. Me
congelé cuando vi sus ojos brillando de emoción.
Inclinándose hacia adelante, Alessio agarró suavemente mis manos y las colocó
sobre sus rodillas. Sacó las toallitas del paquete y frotó suavemente mis muñecas
crudas. Siseé y él murmuró rápidamente. — Lo siento.
¿Realmente dijo eso?
Inclinándose, sopló mis muñecas y continuó limpiando la pequeña herida. Dolía,
pero al soplar suavemente sobre la piel ardiente, el dolor lentamente comenzó a
disminuir.
Mis ojos estaban cerrados cuando él envolvió los vendajes alrededor de mis
muñecas.
—Allí. Todo listo —susurró, frotando lentamente su dedo sobre el vendaje

68
Abrí los ojos y lo miré. ¿Por qué estaba haciendo esto? Mi corazón latió
rápidamente cuando levantó mis muñecas y le dio un beso en cada una de ellas. Mi
boca colgaba abierta. Esto realmente no estaba sucediendo, ¿verdad? —Lo siento,
Ayla —dijo Alessio contra mi muñeca. Dejé de respirar por un segundo. Se disculpó
conmigo. El jefe de la mafia rusa, Alessio Ivanshov, un hombre que probablemente
nunca pronunció la palabra perdón a nadie, acababa de disculparse conmigo.
Estaba en estado de shock. Mi corazón latía violentamente en mi pecho y luché
por respirar. Me miró y mi cuerpo comenzó a calentarse bajo su suave mirada.
Esto no es posible. Alessio no podría estar sentado frente a mí en este momento
y disculpándose. No podría ser así de... gentil.
—No debería haberte tratado así. No puedo disculparme lo suficiente. Pero, por
favor, tienes que saber que lo siento mucho —continuó mientras colocaba mis manos
sobre sus rodillas de nuevo. Acercó su mano a mi cara, movió mi cabello detrás de mis
orejas, dejando que sus dedos permanecieran en mi mejilla—. Te creo—agregó
Alessio.
Jadeé, luego tragué saliva y seguí mirándolo con los ojos muy abiertos. No dije
nada. No pude
—Por favor, perdóname por mis horribles acciones. Esto no volverá a suceder.
Estás a salvo aquí. Nadie volverá a maltratarte nunca más —murmuró, su voz un poco
áspera pero aún gentil.
Me miró por unos segundos más, sus ojos azules brillaban con algo que no podía
precisar. Alessio siempre era grosero, arrogante, mezquino, vulgar y amenazante.
Pero este lado de Alessio era extraño, y contra mi propia resolución, mi corazón
dio un vuelco. Su amabilidad y suavidad no eran naturales, pero mi corazón se aferró
a él y lo apretó con fuerza.
Para un hombre como él pedir disculpas, significaba algo, ¿verdad?
De repente, se apartó, pero luego sus labios se inclinaron hacia arriba en una
pequeña sonrisa. —Hay comida aquí. —Él asintió con la cabeza hacia mi mesita de
noche donde había una bandeja de comida.
Lo miré de nuevo cuando continuó. —Por favor come. Debes sentirte débil. Le
diré a Lena que no vas a trabajar mañana. Necesitas descansar.
Asentí, aun mirándolo a los ojos, tratando de encontrar alguna señal de trampa
o engaño. Pero solo vi sentimientos honestos. Realmente se sintió culpable.
Todavía confundido por el nuevo giro de los acontecimientos, me quedé sin
palabras. Alessio suspiró cuando no dije nada. Alejándose, se levantó y me miró.
—Buenas noches —dijo con la misma voz suave.
Su expresión era triste y abatida. Casi afligida.
Mi corazón se contrajo y mis cejas se fruncieron en confusión. ¿Por qué me sentía
triste por él? Se merecía sentir la culpa y la pena por causarme un dolor innecesario.
¿Pero por qué me sentí mal por él?

69
Cuando traté de comprender mis propios sentimientos sobre toda esta terrible
experiencia, me dio una última mirada y se dio la vuelta. Sin decir nada más, Alessio
salió de mi habitación y cerró la puerta detrás de él.
Me dejo en mi cama, sin palabras y confundida.
¿Quién era este nuevo Alessio?

70
Capítulo 13
Miré la bandeja de comida y mi estómago gruñó.
Pero luego volví a mirar hacia la puerta cerrada, mi corazón latía con fuerza
mientras esperaba que Alessio entrara y me arrastrara de vuelta al sótano.
Cuando nada de eso sucedió, me apoyé en mi cabecera y miré mi muñeca
vendada.
Me había vendado la muñeca, me trajo comida y se disculpó. Mis sentimientos
estaban por todo el lugar. Tenía miedo, pero su amabilidad había calentado mi
corazón. ¿Estaba siendo genuino?
Oh Dios, eso espero.
Frotando mi pulgar sobre mi muñeca, pensé en cómo besó mis muñecas
suavemente, casi como si tuviera miedo de lastimarme. Nunca pensé que fuera capaz
de ser amable, pero demostró que estaba equivocada.
Sus ojos habían mostrado culpa y remordimiento. Mirando hacia la puerta, mi
corazón se contrajo.
O realmente lo sentía o era un muy buen actor.
Había tantas incertidumbres en mi cabeza y ninguna de ellas era útil. Todas
llevaban a la misma conclusión.
Alessio era impredecible.
No podía confiar en él, no después de la forma en que me había tratado. No
cuando sabía el tipo de hombre que era. Me sentía vulnerable y, a veces, podía ser
crédula, pero no era tan estúpida.
Pero por ahora, todavía estaba viva. Y eso era todo lo que importaba.
Cerrando los ojos, respiré hondo y sentí que mis músculos se relajaban.
Estaba hambrienta, dolorida y cansada. Mi mirada fue a la bandeja y mi
estómago volvió a gruñir. Me incliné y llevé la bandeja a mi regazo. Mis músculos
protestaron con el movimiento y gemí.
Comí hasta que sentí que mi estómago explotaría. Huevos, arroz, curry, frutas.
Suspiré, sintiéndome contenta. A veces esta nueva vida se sentía mejor que mi
vida anterior: mi vida con Alberto. Después de volver a colocar la bandeja en su lugar

71
original, puse las sabanas sobre mí y me acurruqué más profundamente en la
suavidad.
Miré fijamente a la puerta, parpadeando varias veces cuando mi visión se volvió
borrosa. La somnolencia se apoderó de mi cuerpo y no tenía ganas de luchar contra
ella. Mi cuerpo estaba lánguido y mis ojos se cerraron.
Cuando no pude mantenerlos abiertos por más tiempo, le di una última mirada
a la puerta y luego cerré los ojos, entregándome lentamente al agotamiento. Antes de
sucumbir a la oscuridad, un pensamiento extraño corrió por mi cabeza.
No te enamores de él.
Pero nunca tuve la oportunidad de analizarlo. El sueño ya se había apoderado
de mi cuerpo.

***

Alberto

—Todavía no la hemos encontrado.


— ¡Mierda! —Rugí antes de tirar mi teléfono por la habitación.
Alejando mi silla de mi escritorio, me puse de pie y paseé por mi oficina. Esa
perra. Una semana. Una semana desde que escapó.
Una semana desde que engañó a todos y se fue. Y todo este tiempo, la había
estado buscando. Tenía docenas de hombres buscándola. Día y noche. Pero nadie la
encontraba todavía.
¿Dónde diablos podría estar ella?
Golpeando la pared con rabia, sentí que mi control se rompía lentamente. Ella
pagaría por dejarme.
Ella era mía, solo mía.
Ella me pertenecía. Su lugar estaba en mi cama, con las piernas abiertas,
esperándome.
Desde que tenía siete años, su destino había estado entrelazado con el mío.
Cuando la vi por primera vez, supe que tenía que tenerla. Ella estaba hecha para mí.
Pero ella se fue.
Y la haría sangrar por dejarme. Lamentaría haber pisado un pie fuera de mi
propiedad.
Cuando se abrió la puerta, me di la vuelta para ver entrar a Alfredo.
— ¿Ya la han encontrado? —preguntó.
Sacudí mi cabeza, recostándome contra la pared, mirándolo caminar.
— ¿Dónde podría estar ella? ¿Cómo es posible que ninguno de nuestros hombres
la haya encontrado todavía? Son los mejores rastreadores que tenemos —gruñó,
pasándose la mano por el pelo.

72
—No sé —dije con los dientes apretados. Me estaba cansando de que el viejo me
preguntara todo el tiempo.
Dando un paso adelante, Alfredo me envió una mirada penetrante.
— ¡Estaba bajo tu cuidado! ¿Y vuelvo para encontrar a mi hija desaparecida?
Estoy reconsiderando tu posición como mi segundo al mando, Alberto. ¡Así que será
mejor que la encuentres, y pronto! —Salió de la habitación y cerró la puerta detrás de
él con un golpe.
Ese jodido viejo. Había terminado con su mierda.
Segundo al mando. Resoplé por sus palabras y solté una risa áspera.
Yo era el maldito jefe.
— Tu tiempo ha terminado, Alfredo —siseé, mirando a la puerta cerrada.
Cuando me volví hacia la ventana, pude ver la foto de Ayla en mi escritorio.
Llevaba un vestido negro y tenía mis brazos alrededor de su cintura. Su sonrisa rígida
como siempre. Sus ojos vacíos y sin alma.
Ruega para que no te encuentre. Porque cuando lo haga, te arrepentirás de haber
nacido.

73
Capítulo 14
Ayla

Me desperté con el sonido de golpes continuos. Vibró a través de mis oídos y


gemí.
Alejando el edredón de mi cara, levanté la vista, pero rápidamente cerré los ojos
contra la brillante luz del sol que entraba en mi habitación.
El día anterior estaba borroso y todo parecía surrealista. Parpadeando de nuevo,
miré la puerta confundida. ¿Por qué estaba en mi habitación? ¿No estaba en el sótano?
Pero luego mis ojos se abrieron cuando el resto de mis recuerdos volvieron a su
lugar. Alessio me había dejado ir y se disculpó por su comportamiento. Me había
vendado las muñecas y me había traído comida.
Dejando caer mi cabeza sobre la almohada, dejé escapar un fuerte suspiro. Debe
haber sido un sueño. Un hermoso sueño. Cuando volví a escuchar el golpeteo contra
la puerta, hablé sin pensar: —Adelante. —Pero tan pronto como las palabras salieron
de mi boca, me tensé.
Oh Dios. ¿Qué pasa si es Alessio?
Sentándome rápidamente, llevé las mantas hasta mi barbilla y miré la puerta
nerviosamente. Vi girar la perilla y luego la puerta se abrió lentamente.
Temblé con un poco de miedo, pero cuando Maddie asomó la cabeza, mis
músculos se relajaron y me hundí contra las almohadas en alivio.
Maddie era la hija de Lena. Ella era unos años mayor que yo, pero nos
conectamos instantáneamente. Además de Lena, Maddie era alguien en quien había
comenzado a confiar.
—Ayla —susurró, entrando en mi habitación y cerrando la puerta detrás de ella.
Corrió hacia mí y se sentó en mi cama, su expresión llena de preocupación.
— ¡Oh, Dios mío, estábamos tan preocupadas! —exclamó ella, tomando mi mano
entre las suyas. Cuando vio las vendas, un jadeo sorprendido escapó de sus labios.
—Oh, Ayla —susurró Maddie. Se mordió los labios y frunció las cejas.

74
—Está bien. Estoy bien —murmuré, retirando mi mano, no queriendo llamar
más la atención.
—Ayla, no está bien. ¿Cómo podría hacerte eso? ¡Cuando oímos que te llevaron
al sótano, creo que mi madre casi tuvo un ataque al corazón! —Se puso de pie y se
llevó las manos a las caderas.
Me dolía el pecho al pensar que Lena estaba preocupada, y miré hacia abajo con
tristeza.
—Pensó que era una traidora —susurré cuando las lágrimas comenzaron a
acumularse en mis ojos. Sollocé, pestañeando las lágrimas.
En cambio, comencé a llorar, pero me detuve, limpiando las lágrimas.
—Lo sé —respondió Maddie, volviendo a sentarse en la cama.
— ¡Pero no lo soy! —Mirando hacia atrás, la miré a los ojos con convicción y
esperé que ella me creyera. Pero Maddie solo sonrió.
—Lo sabemos, Ayla. Está claro como el día que no lo eres. Pero Alessio es terco.
Si sospecha que eres un espía, no te dejará ir.
Asentí, volteé un poco la cabeza hacia un lado y miré a Maddie confundida. —
Pero él me dejó ir. Y se disculpó por tratarme mal. Entonces, no entiendo.
Vi que sus ojos se abrieron en estado de shock y luego volvió a sonreír.
Colocando su palma sobre mi mano, me dio un suave apretón. —Alessio es muy
impredecible. Pero si se disculpó, lo que nunca hace, y te dejó ir, entonces
probablemente lo decía en serio. Entonces, no te preocupes demasiado. Estás a salvo
ahora.
Su voz era suave, y me encontré relajándome, cualquier duda se evaporó
rápidamente.
— ¿Estás segura? —pregunté.
Maddie asintió y me dio una pequeña sonrisa. —Si. Estoy segura. Confía en mí,
cariño, Alessio nunca se disculpa. Quiero decir, es raro que lo haya hecho. Eso debería
borrar todas tus dudas.
—Se veía muy arrepentido.
Riendo, Maddie sacudió la cabeza. —Entonces, ahí lo tienes. Tienes tu respuesta.
Mi corazón dio un vuelco y sentí mis labios contraerse en una pequeña sonrisa.
Con la promesa tranquilizadora de Maddie, me sentí liviana y mis hombros se
relajaron de alivio.
—Gracias —susurré, girando mi palma para sostener su mano.
—Está bien. Por cierto, mamá está muy preocupada por ti. Alessio le dijo que no
trabajarás hoy. Ella me envió a ver cómo estabas —explicó Maddie.
Empujé el edredón, salí de la cama y me puse de pie. —Quiero verla.
No podía soportar la idea de que Lena estuviera preocupada por mí.
En poco tiempo, se había convertido en una segunda madre para mí. Nunca tuve
a nadie que me abrazara cuando lloraba. Lo más importante, nadie nunca había
estado preocupado por mí.

75
Pero Lena lo había estado, y todo lo que quería hacer era abrazarla. Necesitaba
su toque reconfortante y suaves sonrisas. Me sentí como una niña desesperada por su
madre.
—Está bien —dijo Maddie, su voz volviendo al presente. Miré hacia atrás para
verla de pie y arreglando su vestido negro.
—Te veré abajo —Me dio un rápido abrazo y luego salió de mi habitación,
cerrando la puerta detrás de ella.
Me puse mi vestido negro. Después de cepillarme los dientes y arreglar mi
cabello en una coleta apretada, bajé las escaleras. Tan pronto como entré en la cocina,
Lena jadeó.
—Oh mi señor. Mi dulce niña ¡Estaba muy preocupada! —Ella aplastó mi cuerpo
contra el de ella, abrazándome fuerte.
—Lena, no puedo respirar —logré decir. Al instante aflojó su agarre y dio un
paso atrás.
—Déjame mirarte. —Antes de que pudiera decir algo, Lena agarró mi rostro
entre sus manos y lo giró a la izquierda y luego a la derecha, buscando contusiones.
Cuando no encontró ninguno, dio un paso atrás y me inspeccionó de pies a cabeza.
—Lena, estoy bien —murmuré, apretando el nudo en mi garganta. Pensé que
mis palabras la calmarían, pero cuando vio mis muñecas vendadas, sus ojos se
tornaron tormentosos.
—Hombre terco —siseó—. Le dije que eras inocente. Le tomó el tiempo
suficiente para darse cuenta de su error. —Sus labios se fruncieron en un triste ceño.
Dando un paso más cerca, la envolví en mis brazos y le di un abrazo. Respiré
profundamente, su perfume de jazmín llenó mi nariz y me tranquilizó al instante.
—Mientras él crea que no soy una traidora, entonces no tengo ningún problema
—le dije. Lena estaba en silencio, así que agregué con un tono tranquilizador: —Estoy
bien. De Verdad. —Después de unos segundos, finalmente asintió y se dio la vuelta.
—Siéntate. Maddie y yo casi terminamos el almuerzo —dijo, señalando los
taburetes junto a la barra. Mientras me acomodaba en un taburete, Maddie me trajo
un plato de tostadas, huevos y papas.
—Gracias —dije, luego comí en silencio mientras veía a Maddie y Lena
trabajando en la cocina.
Lentamente estaba sorbiendo mi jugo cuando Maddie habló, y sus palabras me
dejaron sin aliento.
—Mamá, ¿por qué los Ivanshov y los Abandonato se odian tanto? Quiero decir,
sé que es más profundo que solo dos grupos de la mafia luchando. Pero nunca
pregunté por qué.
Casi me ahogo con mi jugo.
Tosiendo, puse el vaso sobre el mostrador y llevé una mano temblorosa a mi
boca. Maddie y Lena se volvieron hacia mí, preocupadas. Simplemente le quite
importancia con un movimiento de mi muñeca, haciéndoles saber que estaba bien.
En realidad, no estaba bien. Apenas podía respirar.

76
—Oh querida, es una larga historia —dijo Lena, suspirando.
Enderezando mis hombros, instantáneamente me animé. Sabía que nuestras
familias se odiaban con una pasión feroz, pero no sabía por qué. Algunas veces,
escuché a Alberto hablar sobre los Ivanshov y cómo acabarían con los Abandonato si
alguna vez tuvieran la oportunidad.
—También me preguntaba sobre eso —dije aclarándome la garganta.
Cuando Lena me lanzó una mirada extraña, rápidamente puse una excusa. —
Quiero decir, cuando Alessio pensó que yo era un espía para los Abandonato, él estaba
realmente furioso. Entonces, me preguntaba por qué.
—Realmente los odia —Limpiándose la mano con el delantal, caminó hacia el
bar y se sentó en un taburete. Maddie y yo nos sentamos a cada lado de ella.
—Maddie, todavía eras un bebé. Entonces, no recuerdas nada. Hubo una gran
pelea entre las dos familias. Quiero decir, siempre fueron enemigos, pero después de
esa noche... —Lena hizo una pausa y sacudió la cabeza con tristeza—. Alfredo invadió
la finca. Lyov, el padre de Alessio, no estaba en casa. —Una lágrima escapó del ojo de
Lena—. Fue todo un desastre sangriento. Tantos hombres murieron esa noche. Y
pobre María, la madre de Alessio. Ella fue asesinada. Alfredo la mató y luego dejó una
nota en su cuerpo. Decía: "Que sea una lección para ti". Estaba embarazada. —Lena se
interrumpió y comenzó a llorar, sus sollozos llenaron la habitación.
Mis ojos se abrieron y sentí que mi corazón estallaría en cualquier momento. Mi
estómago se retorció tan dolorosamente que pensé que vomitaría. Mi cuerpo
hormigueó. Me sentí como si me estuvieran metiendo en una pequeña caja. El
entumecimiento nadó a través de mí.
Todo se enmudeció a mí alrededor y las únicas palabras que seguían sonando en
mis oídos fueron: Alfredo mató a la madre de Alessio. Mi padre había matado a la
madre embarazada de Alessio.
Sentí como si me hubiera hundido profundamente bajo el agua, y me sofoqué
cuando intenté desesperadamente tomar aire en mis pulmones, pero ardían con la
presión.
Colocando mis manos temblorosas sobre mis muslos, los apreté con fuerza,
obligándome a quedarme quieta y escuchar el resto.
—Estaba embarazada de cinco meses. Lyov y María estaban muy felices. Estaban
teniendo una niña. Pero todo terminó esa noche. Y pobre Alessio —continuó Lena con
voz ronca, sus palabras rompiendo mi corazón—. Alessio vio todo. Se estaba
escondiendo debajo de la cama. Pobre muchacho, solo tenía siete años y vio a su
madre siendo asesinada ante sus ojos. Nada fue igual después. La oscuridad llenó la
casa. María, nuestra luz, se había ido. Ella era nuestra reina. Rompió los corazones de
todos. Finalmente, todos aprendimos a seguir adelante. Pero Lyov y Alessio nunca
volvieron a ser lo mismo.
Mis mejillas estaban húmedas con mis lágrimas silenciosas. Mi corazón se
contrajo de dolor y mi pecho se hinchó con la pena que me consumió.
¿Cómo podría mi padre ser tan cruel?

77
Mi mente se nubló y sentí mis labios temblar mientras trataba de no llorar en
voz alta. Era demasiado. Demasiado dolor llenó mi pecho.
Yo era realmente el enemigo.
Nunca sobreviviré si descubren la verdad.
—Alessio no habló durante tres años —dijo Lena—. No mostró ninguna
emoción, y Lyov, se apagó por completo. Cuando Alessio finalmente volvió a hablar,
sus primeras palabras fueron: "Vengaré a mi madre". Desde entonces, ese ha sido su
objetivo. Prometió matar a cada Abandonato. Para que todos paguen. —Se atragantó
con las lágrimas y enterró la cara en sus manos, su pecho se agitó casi dolorosamente
con la fuerza de sus lloriqueos—. Maddie, tu padre también murió entonces. Murió
mientras intentaba proteger a María. No solo perdí a mi mejor amiga, también perdí
a mi esposo ese día.
La cocina estuvo en silencio por unos minutos, solo nuestros sollozos y gritos
llenaron la habitación. Cerré los ojos y me llevé una mano a la boca mientras lloraba,
mi cuerpo temblaba. Se me puso la piel de gallina y me quedé sin aliento.
—Espero que Alessio les haga pagar a todos —dijo Lena, levantando la cabeza y
secándose las lágrimas—. Todos merecen morir, cada uno de ellos.
Sus palabras fueron una bofetada en mi cara, y me congelé por un momento,
conteniendo la respiración. Lo dejé salir en un sollozo y me levanté del taburete. Llevé
mi mano a mi estómago, frotándola suavemente, tratando de deshacerme de la
sensación de malestar. Lena y Maddie me miraron, probablemente pensando que
estaba loca.
Me sentía loca y comencé a perder la cabeza.
Respira, Ayla, respira.
Mi pecho se sentía apretado, dolorosamente apretado. Apretando los puños con
fuerza, jadeé por aire cuando entré en un ataque de pánico.
Mis ojos estaban muy abiertos por el terror cuando retrocedí unos pasos.
— ¿Ayla? —Preguntó Lena, su voz llena de preocupación mientras se levantaba.
Mi cuerpo se sentía frío.
Fuera. Aire. Respirar. Ahora.
Presioné mi mano con fuerza contra el ardor en mi pecho y rápidamente me di
la vuelta, salí corriendo de la cocina. Pero antes de que pudiera escapar, golpeé un
pecho duro como una roca.
Recuperándome, tropecé cuando una mano fuerte me agarró del brazo y me
levantó de nuevo. Mi visión se volvió borrosa por el mareo y sentí que mi cabeza
rodaba ligeramente hacia atrás.
Mi cabeza se levantó de golpe y me encontré con fríos ojos de acero azulado. Solo
una persona tenía estos hermosos ojos cautivadores. Alessio
Mientras lo miraba a los ojos, las palabras de Lena sonaron en mis oídos,
haciéndome gemir de miedo y dolor.
Prometió matar a cada Abandonato.
Y yo era una Abandonato.

78
Capítulo 15
Alessio

Viktor caminó a mi lado mientras nos dirigíamos a mi oficina.


— ¿Todavía vamos a revisar los clubes esta noche? —preguntó.
Medio gruñí en respuesta, asintiendo con la cabeza.
Cuando llegamos, Artur, Phoenix y Nikolay ya estaban esperando. Se pusieron
de pie al verme y asintieron a modo de saludo. Esperaron a que me sentara primero
y luego tomaron sus respectivos asientos.
—Alberto nos envió otra advertencia —anuncié—. Él va tras otro club, y no le
importa a quién mata en el camino. Quiere el burdel como suyo. Quiero al menos una
docena de hombres allí, protegiendo el lugar.
No dijeron nada, se concentraron en mí mientras hablaba, mi voz resonaba con
autoridad.
Nikolay asintió con la cabeza. —Me haré cargo de ello.
—Los malditos italianos no están retrasando. Creo que nos hemos quedado en
silencio por mucho tiempo —agregó Phoenix con los dientes apretados, sus ojos
chisporroteando de ira.
Me recosté en la silla y crucé el tobillo derecho sobre la rodilla izquierda. Al hacer
contacto visual con Phoenix le di una mirada fulminante, hablé suavemente. Mi voz
era lenta y silenciosa, bordeada por la amenaza. —Los italianos pueden intentar todo
lo que quieran, pero no van a derribar mi imperio —Solté una risa áspera—. Lo han
intentado durante años sin éxito.
Phoenix suspiró y se echó hacia atrás, llevándose las manos a la cabeza en un
gesto de rendición.
Sacudí mi cabeza. Idiota gracioso, eso era. Todos nos quedamos en silencio por
un momento.
— ¿Qué está pasando con los anillos de prostitución? —Le pregunté a Artur.
Alberto había estado administrando tales establecimientos, que eran diferentes a los
míos en que tenía un enfoque despiadado con respecto a sus productos—. No tendré
mujeres abusadas en esos burdeles —añadí—. Están allí porque han optado por
ganarse la vida de esa manera, pero no me quedaré a un lado y veré cómo son
abusadas.

79
—No hay forma de que podamos controlar eso —dijo Artur—. Ni siquiera somos
dueños de los burdeles.
— ¿Parece que me importa una mierda si los tengo o no? No me importa cómo
lo haces, pero hay que detenerlo. ¿Entendido?
Inmediatamente retrocedió. —Bueno. Me haré cargo de ello.
— ¿Algo más? —pregunté.
—Estamos bien, Alessio —dijo Viktor—. Necesitamos que esta mierda se mueva.
No te preocupes, vigilaré a todos y me aseguraré de que nada se salga de control. Te
cubro la espalda.
Viktor era un hombre de pocas palabras, pero su silencio no era una debilidad.
Cuando decía que me cubría la espada, sabía que podía confiar en él.
Si alguien podía ser más despiadado que yo, era Viktor. Todos mis hombres eran
viciosos, los cinco contra el resto del mundo.
—Ya terminamos —dije, apartando la silla y levantándome. Me arreglé el traje y
me dirigí hacia las puertas, pero la voz de Artur me detuvo en seco.
—Jefe, hay algo que no entiendo. ¿Por qué dejaste ir a Ayla? No tenemos pruebas
de que ella no sea la espía.
—Cállate, Artur —advirtió Nikolay, pero ya era demasiado tarde. Me di la vuelta
y me abalancé sobre Artur, aferrándome a su garganta y empujándolo con fuerza
contra la pared.
— ¿Te atreves a cuestionar mi decisión? —Rugí, apretando su tráquea hasta que
su rostro comenzó a ponerse púrpura. Sus ojos giraron hacia atrás en su cabeza pero
no lo solté. Viktor me apartó antes de que pudiera matarlo.
Sin embargo, esa no había sido mi intención. Aún no. Quería advertirle, por
ahora.
Phoenix ayudó a Artur a pararse, y el pobre bastardo estaba luchando por
respirar, sus jadeos llenaron la habitación.
—Lo... Lo... Lo siento... —dijo Artur, su mano agarrando su garganta.
—Ayla ya no es sospechosa —dije, apretando los puños. En realidad, ella todavía
lo era, pero no necesitaban saber eso.
Torturarla no era la mejor manera de sacar la verdad. Había otras formas de
encontrar la verdad, pero exploraría eso solo.
Les di una mirada final y salí de mi oficina, cerrando la puerta ruidosamente.
Traté de calmar mi respiración. Artur me había irritado, pero su pregunta no era
la única fuente de mi ira.
Intentaba no pensar en Ayla. Pero luego fue y dijo su nombre. Mierda. Lo estaba
perdiendo de nuevo. Una puta mujer me estaba haciendo perder la mierda.
¿Qué tenía ella?
Cuando la dejé ir la noche anterior, no podía dejar de pensar en ella. Cabello
negro brillante. Sus ojos verdes brillaban con lágrimas mientras gritaba su inocencia.
Oh, cuánto quería creerle.
Ella me tenía atado y yo, maldita sea, lo odiaba.

80
Mi mente volvió a la escena en su habitación. Ella se había sorprendido por mi
cambio de carácter. Demonios, yo también estaba sorprendido.
Su vulnerabilidad me llamaba, y sorprendentemente tenía el deseo de
protegerla. Cuando la vi dolorida, me dolió el pecho.
Perdido en mis pensamientos, pasé junto a la cocina, pero la voz de Lena me
regresó al presente y me detuve.
—Espero que les haga pagar a todos. Merecen morir, cada uno de ellos.
Mis cejas se fruncieron en confusión y me acerqué, de pie justo afuera de la
entrada de la cocina. Ayla estaba allí, sentada junto a Lena en la barra.
Estaba a punto de dar un paso adelante, pero me detuve cuando ella
rápidamente saltó del taburete. Su pequeño cuerpo se sacudió violentamente y su
cara estaba roja e hinchada por el llanto.
Se dio la vuelta y trató de salir corriendo de la cocina, pero yo estaba en el
camino. Golpeó mi pecho y rebotó, luego tropezó sobre sus pies y rápidamente
extendí la mano para atraparla.
Estaba sin aliento, con el pecho agitado.
Ayla tembló en mis brazos y levantó su cabeza, sus ojos se encontraron con los
míos. Se le cortó la respiración por la sorpresa. Ella se quedó quieta en mis brazos, y
si no me equivoqué, contuvo el aliento.
Mientras la miraba a los ojos, me di cuenta de que estaba petrificada. Mis manos
se apretaron en sus brazos y ella jadeó, encogida de miedo.
—Yo... —Ella respiró hondo, pero comenzó a toser. Se llevó las manos al cuello y
se frotó furiosamente—. Yo... no puedo... respirar... —Ella estaba teniendo un ataque
de pánico, y salió de mis brazos. La dejé ir. Ella tropezó y luego pasó corriendo a mi
lado.
Eché un vistazo a la cocina, donde Lena y Maddie me miraban preocupadas. No
esperé una explicación. Me di la vuelta, corrí tras la gatita asustada y la vi correr hacia
la puerta trasera, que daba al jardín. Ella corrió afuera. Reduje la velocidad a un paseo
y la seguí.
Entrecerrando los ojos ante la brillante luz del sol, encontré a Ayla sentada en la
cima de la colina, acurrucada debajo de un árbol.
Le di unos minutos a solas y luego me dirigí hacia ella. Ella abrazó sus rodillas
contra su pecho, sus brazos las envolvieron con fuerza, su rostro enterrado entre
ellos.
Cuando me acerqué, ella se tensó. Poniendo los ojos en blanco con un suspiro,
me senté en la hierba junto a su cuerpo tembloroso. Estaba bajando lentamente de su
ataque.
No sabía por qué la seguí, y estoy seguro de que no sabía por qué me senté a su
lado. Por algunas extrañas razones, me dolía el corazón por su dolor. Quería ofrecerle
consuelo.
Me froté la cara con cansancio. Esta chica. Cerré los ojos con fuerza y pellizqué
la punta de mi nariz con frustración. Ella estaba jugando con mi cabeza.

81
La escuché sollozar en voz baja, pero finalmente se calmó. — ¿Por qué me
seguiste? —ella preguntó, su voz áspera.
—Estás llorando. —Mi voz salió fuerte, así que rápidamente me aclaré la
garganta e intenté suavizar mi tono—. ¿Por qué estás llorando? —Traté de sonar
gentil, pero en cambio sonaba exigente.
Así se hace, Alessio. Gran manera de lograr que se abra.
—Esa no fue una respuesta —respondió ella, su voz apenas audible. Estaba
seguro de que ella no quiso que la escuchara, pero lo hice.
Me ericé ligeramente por su tono pero respiré hondo, no queriendo sonar
áspero. Este no era el momento de asustarla.
—Bueno, esa es la única respuesta que estás recibiendo —le dije, volviéndome
a mi lado para mirarla. No tenía otra respuesta para ella.
Ayla levantó un poco la cabeza y apoyó la barbilla en sus brazos, mirándome
fijamente a los ojos. —Lena me habló de tu madre.
Me sorprendió. Ayla se dio cuenta y se mordió el labio nerviosamente.
—Lo siento —murmuró, formando lágrimas en sus ojos de nuevo.
Tragando con fuerza contra el nudo en mi garganta, me encogí de hombros. —
¿Por qué te estas disculpando? No es tu culpa.
—Lo sé. Pero lamento tu pérdida. —Una lágrima se deslizó por el rabillo de su
ojo.
Seguí la única gota mientras bajaba por su mejilla rosada. Sentí que mi corazón
tartamudeaba ante su admisión. Ella lo lamentaba por mí. Ella estaba llorando por mi
pérdida.
La miré, lleno de confusión. ¿Quién era esta chica? ¿Y qué me estaba haciendo
ella?
—Está bien —le respondí, mi voz áspera. No podía decir nada más porque no
sabía qué decir.
Ayla siendo amable conmigo fue una gran sorpresa. Nunca lo esperé. Siempre
parecía asustada de mí, pero ahora me daba sus condolencias por la muerte de mi
madre.
Cerró los ojos y suspiró ruidosamente, como si le hubieran quitado una gran
carga de los hombros. La vi temblar y se acurrucó con más fuerza.
Sin pensar, me quité la chaqueta del traje y me incliné hacia adelante,
colocándola suavemente alrededor de ella.
Ella se calmó al instante.
—Hace un poco de frío hoy —le dije, luego me alejé de ella.
¿Por qué demonios le estaba dando explicaciones?
Con el cuerpo rígido, me puse de pie y sacudí la hierba de mi ropa. Evité mirarla.
Me sentí molesto conmigo mismo y la forma en que reaccioné ante ella.
Concéntrate, Alessio. Concéntrate en tu deber. No te pierdas en sus hermosos ojos
y alma gentil.

82
Mis manos se apretaron en puños, y sin mirarla otra vez, me di la vuelta y regresé
a la casa.

83
Capítulo 16
Ayla

Cuando le dije que lamentaba su pérdida, temí que se enojara.


Había estado en lo cierto cuando dijo que no era mi culpa. Pero mi padre había
matado a su madre. Y si mi padre no se disculpara por sus errores y fechorías,
entonces yo lo haría. Se había convertido en mi carga para llevar.
Estaba viviendo en la casa de Alessio, dependiendo de él, pero no tenía idea de
que yo era su peor enemigo. Podría ser personalmente inocente, pero mi sangre no lo
era.
Desearía haberle dicho la verdad, pero él no lo entendería. Nadie lo haría, ni
siquiera Lena o Maddie. Ven a mi familia como un enemigo, pero lo que no sabían y
no entenderían era que me había convertido en una víctima y también sufría.
No quería sufrir más.
Quería ser feliz
Entonces, no podría decirles la verdad, nunca.
Comprendía lo que se sentía perder a alguien, porque había perdido a mi madre.
No la recordaba, pero seguía llorando.
Alessio me confundía. En un momento era amable, y al siguiente estaba enojado
y era frío. Me ajusté la chaqueta alrededor de mi cuerpo. Todavía se sentía cálido por
el calor de su cuerpo.
El olor de su colonia tocó mi nariz y solté un suspiro.
Me quedé en la colina que daba al gran jardín trasero y comencé a relajarme.
Desde donde estaba sentada, la vista era impresionante. El jardín florecía con varios
colores, cada flor formaba parte de una escena que me recordaba a una pintura.
Una enorme fuente de agua, más grande que la del frente, dominaba el paisaje.
Se veía tan sereno. Mientras miraba la majestuosa belleza, una sensación de paz
envolvió mi cuerpo y me sentí ligera.

84
Esperé unos minutos más, disfrutando del maravilloso entorno, y luego me puse
de pie, sintiéndome más fuerte que antes. Sosteniendo la chaqueta de Alessio
apretada contra mi cuerpo, volví a la casa.
Mis pasos eran ligeros y sin prisas. Toqué los suaves pétalos de las flores al pasar
y sonreí.
Cuando llegué a la cocina, entré y encontré a Lena y Maddie sentadas junto a la
barra, con la mirada alicaída. Lena levantó la vista cuando entré y rápidamente saltó
de su taburete.
La jalé a mis brazos y le di un fuerte abrazo, luego retrocedí y sonreí
nerviosamente.
—Lamento tu pérdida. Y lamento haber reaccionado como lo hice. Tuve un
ataque de pánico, yo... —Lamí mis labios repentinamente secos y tragué el pesado
nudo en mi garganta—. Yo... yo también perdí a mi madre. Eso... me pone ansiosa. Fue
muy emotivo escuchar sobre la madre de Alessio, y también me entristeció su
pérdida.
Lena sonrió dulcemente, sus ojos amables mientras acariciaba mi mejilla. —Está
bien, cariño. Debes estar muy emocional después de todo lo que ha sucedido. ¿Por qué
no almuerzas y luego descansas, de acuerdo?
Cuando asentí, ella se alejó y se volvió hacia Maddie, quien me dio una mirada
lastimera.
—Maddie, llama a las otras criadas —dijo Lena—. Es hora de servir el almuerzo.
Alessio y los demás vendrán pronto.
Maddie sacó su teléfono y rápidamente escribió un mensaje antes de volver a
guardarlo en su bolsillo. Ella entrelazó su brazo con el mío y me llevó hacia el taburete.
— ¿Estás bien?—ella preguntó. Asentí.
—Sí, estoy bien. Perdón por ese repentino colapso.
—No, está bien. Totalmente comprensible —respondió ella.
Pronto, las otras criadas llegaron a la cocina, y cada una de ellas tomó algo para
servir en la mesa del comedor.
Les llevó algo de tiempo, pero cuando terminaron, la cocina volvió a estar en
silencio. Lena se había ido, y Maddie y yo estábamos solas.
— ¿Tienes hambre? —ella preguntó.
Sacudí mi cabeza y me apoyé contra el taburete. —Realmente no. Tal vez comeré
más tarde.
—Está bien —dijo en un tono adorable e infantil, antes de servir un plato de
comida para ella. Se sentó frente a mí y comenzó a comer. Solté una carcajada cuando
la escuché gemir al primer mordisco.
—Muy rico—dijo—. Maldición, no sabía que tenía tanta hambre.
Sacudiendo mi cabeza, tomé una servilleta de la mesa y se la tiré a la cara. —
Cierra la boca cuando comas.

85
Comenzó a masticar ruidosamente con una expresión burlona en su rostro,
luego me guiñó un ojo y se metió otra cucharada en la boca. Y luego ella gimió en voz
alta.
Crucé los brazos sobre mi pecho y rodé los ojos. Detrás de mí, alguien se aclaró
la garganta. Mi espalda se enderezó y me volví hacia el sonido solo para encontrar a
Artur apoyado contra la puerta.
Ni siquiera me dio una mirada. Solo miraba a Maddie, cuyos ojos se abrieron
cuando lo vio y sus mejillas se pusieron rojas.
Ella se sonrojó y desvió la mirada. Lo miré y vi que sus labios se inclinaban hacia
arriba en una sonrisa confiada.
Cuando lo vi ajustándose los pantalones, aparté la vista, avergonzada.
Artur se aclaró la garganta. — ¿Está Lena aquí? Alessio la está buscando —dijo.
Maddie sacudió la cabeza y continuó mirando su plato. Su cabello cayó sobre su
rostro, ocultándola de la vista de Artur, pero vi la pequeña sonrisa que se deslizaba
por su rostro.
—Está bien —dijo, y salió de la habitación. Maddie levantó la vista, su expresión
se suavizó, y la escuché suspirar. Un suspiro de ensueño.
— ¿Maddie? —Pregunté, mi tono lleno de preguntas. Se giró hacia mí y se mordió
los labios antes de soltar una pequeña risita. Me miró por unos segundos antes de
asentir, confirmando mis sospechas.
— ¿Artur y tú? Dios mío, Maddie. ¿Desde cuándo? —Pregunté, inclinándome
hacia adelante con anticipación.
—Hace unos seis meses. No pude resistirlo más, Ayla. ¡Ósea, solo míralo! Él es
muy sexy. Y Dios, tan de ensueño. Él es perfecto. Yo solo... no lo sé. No pude evitarlo.
—Ella se encogió de hombros nerviosamente—. Me estoy desmayando, ¿no?
—Lo estas —respondí, riendo. Era muy linda.
— ¡Él es tan caliente, Ayla!
Bueno, no podría negar eso. De hecho, era guapo.
—Y él es bueno en la cama. Realmente bueno —agregó Maddie, inclinándose más
cerca para poder susurrar—. Él es una bestia.
— ¡Maddie! No necesitaba saber eso.
—Solo te estaba diciendo —murmuró.
Nos miramos la una a la otra, luego sonreímos antes de estallar en risas.
Se sintió bien reír. No podía recordar la última vez que me sentí tan libre. Al
mirar a los ojos sonrientes de Maddie, mi risa se apagó y mi nariz comenzó a picar.
Podía sentir las lágrimas en el fondo de mis ojos pero no las dejé caer.
Nunca me di cuenta de que ser feliz me haría tan emocional. Tal vez era porque
nunca experimenté amistad, risas o felicidad. Pero Lena y Maddie me mostraron la
amabilidad que nunca pensé que existiera.
Y siempre estaría agradecida por eso.
Inclinándome hacia adelante, toqué su mano. —Gracias —susurré, mi voz un
poco ronca.

86
Ella inclinó la cara hacia un lado confundida y luego preguntó: — ¿Por qué?
—Solo... gracias por ser mi amiga —le dije, no queriendo dar más detalles. Me di
cuenta de que acababa de hacer mi primera amiga a los veintitrés años.
¿Qué tan patética era mi vida?
Mirando al suelo, traté de ocultar mis lágrimas. Pero cuando Maddie me apretó
la mano, volví a levantar la vista. Ella sonrió. —No tienes que agradecerme por eso,
Ayla.
Le di un apretón a su mano y luego me recliné. Así fue como pasamos las
siguientes horas. Hablamos, reímos y bromeamos. Cuando la casa comenzó a
calmarse y cesaron todas las actividades, nos dimos cuenta de que estaba cerca del
atardecer.
—Oh, Dios mío —exclamó Maddie—. Lo siento mucho, Ayla. Se suponía que
debías descansar y perdí la noción del tiempo. —Se puso de pie y limpió el mostrador.
—Oye, está bien. Me divertí. Disfruto hablando contigo.
—Aun así. Deberías descansar ahora o nunca terminare de escuchar al respecto
de parte de mamá —dijo, rodando los ojos con exageración.
—Bueno, tienes razón en eso. —Riendo, le di un abrazo rápido y ella me empujó
hacia la puerta.
—Ve. Ve. Ve.
Cuando llegué a mi habitación, cerré la puerta suavemente detrás de mí. Sin
siquiera quitarme el vestido, salté a la cama y me acurruqué debajo del cálido y suave
edredón.
Aunque me divertí con Maddie, estaba muy cansada. Ahora que estaba en la
cama, mi cuerpo se sentía pesado y lánguido. Suspirando alegremente, me volví hacia
mi ventana. Las cortinas estaban abiertas y tenía la vista perfecta del atardecer.
Vi el sol ponerse detrás del jardín trasero. Vi como el cielo cambiaba de color
rojo a naranja y luego a una mezcla de púrpura claro. La magnífica belleza me dejó sin
aliento.
La vista podría ser una pintura tan hermosa. Ya podía imaginar el gran lienzo
manchado de colores atractivos, creando un paisaje suave y tranquilo.
Cuando el cielo se oscureció, mis ojos comenzaron a ponerse pesados. Bostecé y
parpadeé somnolienta. La oscuridad me rodeó cuando sucumbí a mi fatiga.

—Shhh. No hagas ningún ruido —dijo con dureza, apretando su mano sobre mi
boca mientras luchaba contra él—. No te muevas. Terminará rápido. Ni siquiera
sentirás nada.
Traté de gritar, pero no salió ningún sonido. Luchaba contra él pero era inútil. Era
inamovible.
No. No. Por favor no.
Bajó su mano por mis piernas desnudas y lentamente levantó mi camisola de
dormir. Abrió mis piernas con sus rodillas y se acomodó entre mis muslos.

87
Sollozando, seguí luchando pero no tenía ningún efecto en él. Cuando llegó a mi
ropa interior, la rasgo sin pensarlo dos veces, desnudándome ante él.
— ¡Eres mía! ¡Mía! Ya es hora de que te folle —siseó enojado. Escuché su
cremallera abrirse e intenté mover mis piernas juntas, pero sus rodillas me detuvieron.
Su mano permaneció en mi boca, evitando que cualquier sonido escapara. Se movió
sobre mí y luego lo sentí cerca de mi entrada. Quería gritar
—Terminará pronto, amor —dijo en mi cuello, colocando besos húmedos a lo
largo, mordiendo con fuerza y torturando la piel con los dientes.
Me adormecí y dejé de luchar. Cuando se dio cuenta de que me quedaba sin fuerzas,
se río en mis oídos. El miedo que sentía era indescriptible. No solo lo sentí. Podía olerlo.
Estaba a mí alrededor. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Lágrimas calientes
se derramaron por mis mejillas.
Cuando lo sentí empujar dentro de mí, mi corazón se partió en un millón de
pedazos. Dolor. Mucho dolor. Estaba cegada por el dolor. Se sentía como si estuviera
sangrando por dentro. Me ardía la piel y mi cuerpo entero se contraía violentamente.
Todo lo que sentía era una profunda agonía. Lloré contra su palma y para mi horror me
encontré paralizada e incapaz de moverme.
Empujando más profundamente dentro de mí, gruñó.
—Mierda. Estas tan apretada. Hecha para mí. Soy tu dueño.
Sus fuertes empujes llenaron mis oídos y eso fue todo lo que pude escuchar. Me
dolió mucho. Todo dolía. Mi cuerpo. Mi cabeza. Mi corazón. Mi alma.
Cuando dejó de moverse, no sentí nada. Mi cuerpo se sentía entumecido. Paralizado
por el dolor y el miedo. Alejándose de mí, retiró su mano y colocó sus palmas sobre el
colchón a ambos lados de mi cara. Se inclinó sobre mí y sonrió.
—Feliz dulces dieciséis, amor.
Nunca olvidaría esa sonrisa. Estaba grabada para siempre en mi memoria.

Me desperté tratando de gritar y me levanté en la cama, cubierta de sudor.


Respiré pesadamente, mi corazón latía con fuerza contra mi caja torácica. Las venas
de mi cuello palpitaban y me dolía la cabeza.
Me sentía caliente. Demasiado caliente. Estaba ardiendo y mi cuerpo se sacudió
violentamente con temblores silenciosos. Apenas podía respirar. Me levanté
rápidamente de la cama, me puse de pie y paseé por la habitación.
Inestable con mareos, todo a mí alrededor se volvió borroso. Mis oídos hacían
un ruido extraño y punzante y luego todo estaba en silencio.
—Una pesadilla. Fue solo una pesadilla, Ayla. Solo una pesadilla —me dije.
Pero no era solo una pesadilla.
Era mi realidad. Mi verdad. Las imágenes pasaron por mi cabeza, todas de una
vez y caí de rodillas. Fue demasiado. Cerré los ojos contra la explosión de agonía que
atravesó mi cuerpo.
Enterrando mi rostro en mis manos, lloré. La presión se acumuló en mi pecho y
mi estómago se agitó. Me sentía vacía por dentro.

88
Mis lágrimas eran interminables y comencé a vomitar. Todo mi cuerpo tembló
cuando me incliné hacia adelante y tiré en seco. Me acosté en el suelo, acurrucándome
mientras seguía llorando.
Pensé que había escapado de mi pasado, pero me siguió. Aunque ya no estaba en
la trampa de Alberto, él todavía sostenía las cuerdas.
Solo deseé por una vez poder vivir sin miedo. Solo una vez, quería ser
absolutamente libre.
Quería gritar. Rabiar por la injusticia que se me había otorgado. Pero no podía.
Quería olvidar, pero era estúpido el creer que podría ser feliz. Mi realidad
siempre me seguiría al final.
Mi llanto se convirtió en respiraciones bruscas cuando el cansancio me venció.
Al abrir mis ojos ardientes, lo primero que vi fue la chaqueta de Alessio en mi sillón.
Sin pensarlo, me arrastré hacia el sillón y agarré la chaqueta. Enterré mi cara en
la tela y lloré en silencio.
Cuando mis lágrimas e hipo finalmente se calmaron, me desplomé contra el
sillón y respiré hondo, y una vez más pude oler la colonia de Alessio. Empecé a
relajarme.
No sabía por qué o cómo, pero su olor me calmó. Respiré en la chaqueta de
Alessio. Aparte de su colonia, podía olerlo. Y eso fue suficiente para hacerme sentir
segura de nuevo.
Todo lo que quería era paz e incluso si era por un tiempo, la había encontrado.
No lo cuestioné. No quise hacerlo. Solo lo acepté.
Acostada en el suelo junto al sofá, me hice un ovillo y acerqué la chaqueta de
Alessio a mi pecho y enterré mi cara en ella.
Así fue como me volví a dormir.
Esta vez mi sueño estaba libre de pesadillas y de la sonrisa malvada de Alberto.
Todo lo que sentía era paz.

89
Capítulo 17
Ayla

Los rayos del sol brillaban en mi rostro y apreté mis ojos fuertemente contra el
resplandor. Dándome vuelta, me estremecí por el dolor en mi espalda y sentí mi frente
arrugarse por la confusión. ¿Por qué mi cama suave y cálida se sentía tan dura?
Aturdida, abrí los ojos y me encontré cara a cara con el fondo del sofá de mi
habitación.
Me froté los ojos en un esfuerzo por deshacerme de la somnolencia. Un bostezo
perezoso escapó de mi boca y gemí, volviendo a caer al suelo nuevamente mientras
cruzaba los brazos sobre mi pecho.
Girando la cabeza hacia un lado, vi la chaqueta de Alessio junto a mi cara. Fruncí
el ceño confundida y lentamente acerqué mi mano a la chaqueta, pasando mis dedos
suavemente sobre la tela.
—Hmm —murmuré mientras trataba de recordar la noche anterior,
sintiéndome extrañamente desorientada.
¿Por qué estoy sosteniendo su chaqueta?
Tan pronto como el pensamiento pasó por mi mente, me senté rápidamente, el
mareo me recorrió. Mi respiración agitada llenó la habitación y anoche apareció ante
mis ojos.
Estaba agotada, cansada de pensar constantemente en el pasado. Cansada de
luchar contra mis demonios.
Sintiéndome entumecida, llevé su chaqueta a mi pecho, sosteniéndola allí
mientras cerraba los ojos. Odiaba mis pesadillas. Cuando escapé, las primeras noches
fueron horribles. Apenas podía dormir. Pero luego, durante dos noches, no tuve
pesadillas.
Me sentí esperanzada.
Anoche, toda esa esperanza se derrumbó a mí alrededor. Era tan ingenua como
para pensar que podría escapar de una realidad tan horrenda. Sacudiendo mi cabeza
ante mi propia estupidez, me puse de pie y tropecé hacia mi baño.

90
Ni siquiera me miré en el espejo. En cambio, caminé directamente hacia la ducha
y dejé que el agua tibia cayera sobre mí.
El calor comenzó a filtrarse debajo de mi piel y mis músculos se relajaron.
Permanecí bajo el chorro por más tiempo de lo habitual, tratando de recuperarme.
Detuve el agua, me quedé quieta por un momento y cerré los ojos. Mantente
fuerte. No te rompas. No muestres debilidad.
Respirando hondo, abrí los ojos nuevamente y salí de la ducha.
Mantente fuerte. No te rompas. No muestres debilidad.
Al secarme rápidamente, me vestí con la misma ropa que había estado usando
durante semanas. Mi vestido negro de criada.
Cuando terminé, me miré en el espejo, mirando mi reflejo en silencio.
Mis ojos estaban rojos e hinchados. El cansancio estaba claramente escrito en
toda mi cara. No me sorprendía. La cara en el reflejo... La había visto un millón de
veces. Viéndose exactamente así.
Mantente fuerte. No te rompas. No muestres debilidad.
Me alejé sin una segunda mirada. La chaqueta de Alessio permaneció en el suelo,
donde la había dejado antes.
Me agaché y tomé la chaqueta en la mano.
Estaba tratando de evitar lo que sentí anoche. No había forma de describirlo. Sin
palabras. Nunca me había sentido así antes y todavía estaba tratando de entenderlo.
Paz. Eso fue lo que sentí. En medio de otro ataque de pánico, la chaqueta de
Alessio me trajo paz.
Él me trajo paz.
¿Cómo era eso incluso posible?
Mi mente estaba hecha un lio cuando entré en la cocina, donde Maddie y Lena
me estaban esperando. Cuando entré, ambos me regalaron verdaderas sonrisas
felices.
—Buenos días —dijo Lena, de pie junto al fregadero.
—Buenos días —murmuré, tratando de actuar alegre.
— ¿Qué estás haciendo con eso? —Maddie preguntó, señalando la chaqueta en
mi mano.
Pasé la mano sobre la tela suave antes de responder. —Olvidé devolverlo ayer.
Entonces, voy a devolverlo ahora. —Me sentí como si estuviera aturdida.
Maddie dio un gran mordisco a su manzana.
Ella me miró con una expresión extraña y una sonrisa en su rostro. Casi como si
estuviera teniendo una broma interna consigo misma. Ella torció sus labios con
tristeza, tratando de ocultar esa sonrisa, pero aun así lo vi.
Puse la chaqueta en el taburete antes de volverme hacia Lena. —Te ayudaré a
poner la mesa para el desayuno.
Ella asintió y me entregó una bandeja de fruta. Estábamos preparando el último
plato cuando vi a Alessio y sus hombres bajando las escaleras.

91
Todos iban vestidos con sus trajes negros, como siempre. Si no fuera por las
armas atadas a ellos, habrían parecido hombres de negocios de clase alta.
Pero las armas los alejaba de parecer eso. Los hacia parecer mortales en su lugar.
Todos tomaron asiento en silencio mientras Maddie y yo discretamente nos
alejábamos. En lugar de ir a la cocina, me detuve en la entrada. No sabía qué me
pasaba, pero me volví ligeramente y miré a Alessio por el rabillo del ojo.
Contuve el aliento cuando vi que ya estaba concentrado en mí. Viktor estaba
hablando animadamente pero Alessio no estaba escuchando. Sus ojos, toda su
atención estaba en mí. Mordiendo mis labios inconscientemente, un escalofrío
recorrió mi cuerpo y rápidamente me di la vuelta, rompiendo la conexión.
—Ayla, date prisa. Quiero terminar esto —dijo Maddie desde el interior de la
cocina.
—Ya voy —dije suavemente. Entré y encontré a Maddie comiendo su desayuno,
con otro plato lleno a su lado. Ella asintió con la cabeza hacia el plato. Comimos
rápidamente y luego limpiamos mientras los hombres seguían comiendo.
Para cuando la cocina estaba impecable, habían terminado su desayuno. Maddie
y yo salimos para verlos levantarse, y todos se dispersaron por la casa, volviendo a lo
que habían estado haciendo antes del desayuno.

***

Entré en la cocina para ver a Maddie sosteniendo una bandeja. Tan pronto como
me vio, su rostro se iluminó y me dio una gran sonrisa. —Oh, Dios mío, literalmente
eres un salvavidas.
Dándole una mirada confusa, desaté el delantal de mi cintura. — ¿Qué quieres
decir?
En lugar de responder, empujó la bandeja en mi mano. Puso un vaso lleno de
cosas blancas sobre él.
— ¿Qué es esto?—pregunté.
—Proteína. Para Alessio. Necesito que le des esto —dijo ella.
— ¿Qué? —No quería verlo. Y estaba segura de que no quería estar en la misma
habitación que él. Él era demasiado intenso. Tenía que alejarme.
—Por favor. Haz esto por mí —rogó ella.
Sacudí mi cabeza. —Maddie, ¿por qué no puedes hacerlo?
—Porque —respondió ella, mordiéndose los labios nerviosamente—. Ya
sabes…
— ¿Maddie? —Pregunté, levantando mis cejas en cuestión.
Estaba a punto de decir algo más, pero luego se detuvo. Me giré para ver qué
estaba mirando y vi a Artur caminando.
— ¡Ayla! —Maddie se quejó. Cuando no me moví, ella me miró y se inclinó para
susurrarme al oído—. Él quiere un rapidito.
Jadeé, pero no dije nada.

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— ¡Ves! Ahora entiendes —dijo ella—. Vamos, no puedo negarle nada. Y no
pudimos hacerlo durante dos días. Estoy sexualmente frustrada, Ayla.
No podía creer que estaba teniendo esta conversación.
—Cierra la boca, Ayla.
Lo hice pero luego sacudí la cabeza. —Maddie, no voy a ir a ver a Alessio. De
ninguna manera —dije.
— ¿Por qué? Se supone que debes verlo de todos modos. Tienes que devolverle
su chaqueta, ¿verdad?
Estaba a punto de negarme otra vez, pero ella juntó las manos y las presionó
debajo de la barbilla, mirándome con ojos grandes y esperanzados. — ¿Por favor?
No podía decirle que no. No cuando estaba haciendo esa cara. —Bien.
Maddie se sobresaltó de emoción y rápidamente me lanzó un beso antes de salir
corriendo de la cocina. Suspiré y miré la bandeja. Dios, realmente no quería hacer
esto.
Balanceando la bandeja en una mano, tomé la chaqueta en la otra y salí de la
cocina. La oficina de Alessio estaba en el ala izquierda y se veía igual que el resto de
la casa.
Caminé por el largo pasillo hacia su oficina y admiré las grandes pinturas de
paisajes en la pared. Eran hermosas. Tan serenas. Un gran contraste con las personas
que viven en esta casa. Al acercarme a la puerta doble de madera, vi a Nikolay parado
afuera. Tenía las manos detrás de la espalda, los pies separados y la espalda rígida
mientras miraba al frente. Sus ojos estaban sobre mí, observando cada uno de mis
pasos.
—Estoy aquí para darle a Aless... quiero decir, el Sr. Ivanshov su bebida.
Sin responder, alargó la mano a su lado y abrió la puerta. Tragando con fuerza
contra el nudo en mi garganta, le di una sonrisa apretada y entré con las piernas
temblorosas. Dentro de la oficina, enormes ventanas daban al jardín trasero.
El cuarto estaba iluminado. El gran escritorio estaba frente a las ventanas, y
Alessio estaba sentado detrás de la mesa, su silla estaba echada hacia atrás mientras
miraba hacia la puerta. Pero luego vi una cabeza de cabello rubio en su regazo.
Espera, ¿qué?
Oh Dios mío.
Mi corazón latió rápidamente cuando vi su cabeza moverse hacia arriba y hacia
abajo. La mano de Alessio estaba apretando su cabello, controlando sus movimientos
mientras empujaba su cabeza contra el respaldo de su silla mientras gemía.
Y entonces escuché un fuerte gemido.
Me congelé, y él miró en mi dirección, sus ojos haciendo contacto directo con los
míos. Estallaron de sorpresa pero él no se movió. Vi su boca inclinada hacia arriba en
una pequeña sonrisa. Lo odie.
De ninguna manera estaba avergonzado. En cambio, sostuvo mi mirada hasta
que llegó al orgasmo. Me quedé completamente sin palabras, y cuando sentí que la

93
bandeja temblaba en mis manos, me di cuenta de que todo mi cuerpo también estaba
temblando.
—Hemos terminado aquí. —Su voz dura me hizo saltar. No sonaba ni parecía
afectado por lo que acababa de suceder.
Soltando el agarre que tenía sobre el cabello de la mujer, la empujó. —Vete —
ordenó mientras se abrochaba los pantalones y se metía la camisa.
Ella se apartó de él y agarró su bolso, luego pasó junto a mí, sus pasos seguros.
No parecía que le importara que alguien más la hubiera visto en esa posición. La
mirada malvada que me dio me dijo todo lo que necesitaba saber. Estaba enojada
porque habían sido interrumpidos.
La puerta se cerró detrás de mí, pero me quedé quieta. — ¿Qué estás haciendo
aquí? — Alessio preguntó.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y de repente me sentía mareada. Estaba
completamente tranquilo cuando sus ojos recorrieron mi cuerpo, mientras yo estaba
prácticamente hiperventilando.
— ¿Bien?
Mi cuerpo tembló ante su voz y lamí mis labios nerviosamente. Cuando vi sus
ojos siguiendo el movimiento, rápidamente guarde mi lengua y apreté los labios. —
Maddie... yo... —Tropecé con mis palabras, luego di un paso adelante y puse la bandeja
en la mesa de café.
—Tu proteína. —Mantuve mi enfoque en la bandeja. No podio mirarlo, no
después de lo que acababa de ver.
Escuché su silla chirriar y por el rabillo del ojo, lo vi de pie. Después de arreglar
su traje, rodeó su escritorio y se dirigió hacia mí.
El pánico llenó mi cuerpo y retrocedí.
Dejé caer su chaqueta en el sofá, mantuve la cabeza baja.
—Y aquí está tu chaqueta. Olvidé devolverla ayer. — murmuré
apresuradamente
—Es…
Había comenzado a hablar, pero sin darle la oportunidad de responder, salí
corriendo de su oficina.
Cerrando la puerta detrás de mí, me apoyé en ella. La sangre rugía en mis oídos
y mi corazón latía con fuerza.
—Lo siento por eso. No sabía que el jefe la tenía adentro —dijo una voz
profunda.
Soltando un chillido, me alejé asustada.
—Woah. Soy solo yo —dijo el hombre.
Me di vuelta para encontrar a Nikolay parado allí con las manos en alto en señal
de rendición. No había forma de que no supiera lo que Alessio estaba haciendo allí.
—Mira, lo siento. Realmente no lo sabía —dijo, con una pizca de simpatía.

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Abrí la boca para decirle lo que pensaba de él, pero lo pensé mejor. No quería
meterme con la víbora. Sacudiendo la cabeza, me alejé sin darle a él ni a la puerta otro
vistazo.
Había terminado con los hombres furiosos.
Es un cerdo absoluto.
Pero un cerdo caliente. La voz molesta había regresado.
Un cerdo asqueroso.
Quería golpear mi cabeza contra la pared.

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Capítulo 18
No debería haber esperado nada más. Alessio era un jefe de la mafia, un rey.
Implacable. Frío. Cruel. Despiadado. No le importaba lo que la gente pensara de él.
Los hombres como él se comportaban exactamente así. Tenía la experiencia de
primera mano, y debería haberlo sabido, pero por razones estúpidas pensé que tal
vez él era diferente.
Claramente, no lo era.
Cuando bajé las escaleras, Maddie salió de un armario al lado de la cocina. Su
cabello estaba despeinado, su vestido torcido y tenía una expresión de satisfacción en
su rostro.
Cuando me vio, me guiñó un ojo y luego entró en la cocina. Artur salió tras ella y
miró su trasero mientras se alejaba.
—Hombres —murmuré para mí misma.
Miré hacia abajo cuando pasé junto a él, sin querer ver sus ojos lujuriosos.
—Hola, Ayla —dijo.
Asentí pero no me di la vuelta. — Buenos días.
En la cocina, Maddie se apoyó contra el mostrador, con un vaso de jugo de
naranja en la mano. Ella lo sorbió, una pequeña sonrisa jugando en sus labios.
— ¿Por qué me miras así? —pregunté.
—Te ves sonrojada. Sin aliento. —Maddie dejó su vaso sobre la mesa.
Crucé mis brazos sobre mi pecho y sacudí mi cabeza. —Estoy bien. ¿De qué estás
hablando?
Ella rió. Entrelazando nuestros brazos, ella me condujo fuera de la cocina. —No
me vas a decir, ¿hmm?
—No entiendo, Maddie.
— ¡Deja de jugar conmigo! ¿Te besó? ¿Hizo más que besarte?
Mis ojos se abrieron en estado de shock cuando me di cuenta de lo que estaba
hablando. Soltando un grito ahogado, aparté el brazo. — ¿Por qué piensas eso?
Ella no respondió, sino que se río de mi expresión. Maddie levantó su mano y me
pellizcó en la mejilla. —Eres tan linda.

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La fulminé con la mirada, pero no estaba segura de que pareciera de la manera
en que pretendía. Había estado viviendo separada de las emociones. Mientras el
pensamiento pasaba por mi mente, me encerré en mi misma.
Me sentía feliz aquí, pero estaba asustada, porque había aprendido por las malas
que la felicidad se te puede quitar en un segundo.
Estaba esperando que me quitaran la felicidad que encontré aquí.
El momento en que volvería a mi cuarto frío, encadenada a mi cama, esperando
a Alberto.
Alguien me apretó el brazo. — ¿Dónde fuiste? —Maddie preguntó.
—A ninguna parte —respondí, forzando una sonrisa tensa y uniendo nuestros
brazos de nuevo. Me estaba guiando hacia las habitaciones de las criadas. Abrió la
puerta y entramos en la acogedora sala de estar. Olía dulce, a rosas. Solo unas pocas
criadas selectas vivían realmente en la mansión. Era grande y bellamente cincelado,
todo lo contrario de cómo se veían las habitaciones de las criadas en la propiedad de
mi padre. Maddie no vivía en las habitaciones de las criadas. Tenía su propia
habitación arriba, igual que Lena. Pero ella disfrutaba de la gran televisión de pantalla
plana en las habitaciones de las criadas.
Maddie me llevó al sofá. Dobló las piernas debajo de ella y se apoyó contra el sofá
de lado, de frente a mí. — ¿Entonces? Vamos. Necesito todos los detalles jugosos—
exigió, sus ojos brillaban alegremente.
Sacudí mi cabeza. —Maddie, no pasó nada. Seriamente.
—Mentirosa.
—Maddie
— ¡Dime!
— ¡Bien! Una mujer le estaba dando una... una...
Sus ojos se abrieron en estado de shock. — ¿Qué? ¿Qué estaba haciendo ella?
—Ella le estaba dando una... ya sabes. —Dios, esto era tan vergonzoso.
— ¿Dándole qué? — Su boca se torció de diversión.
—Ya sabes…
— ¿Huh? —dijo ella, fingiendo confusión.
Lanzando mis manos en el aire con exasperación, hablé con firmeza. — ¡Una...
una mamada!
Tan pronto como las palabras salieron de mis labios, Maddie echó la cabeza hacia
atrás y soltó una carcajada. Ella sostuvo su estómago, riendo histéricamente.
Hundiéndome en el sofá, cerré los ojos. No me parecía gracioso.
—Oh, Dios mío, cariño. Eres tan linda —dijo entre risas.
—Y tú tan mala
—Pero aún me amas —Su risa finalmente se había calmado, pero aún llevaba su
hermosa y dulce sonrisa.
Me encogí de hombros. Ella tenía razón. Aún la amaba. Ella era mi única amiga.
—Entonces, esa mujer. ¿Qué pasó? —preguntó. Maddie se acercó a mí, con los
ojos muy abiertos mientras me miraba expectante.

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—No pasó nada. Entré y los vi. Cuando terminó, le ordenó que se fuera. Dejé la
proteína en la mesa de café y me fui sin darle la oportunidad de decir nada.
— ¿Te fuiste? ¿Por qué me resulta tan difícil de creer?
—Bien vale. Me escapé —murmuré.
—Así que acaba de terminar justo en frente de ti. ¿Ninguna decencia para
detenerse y disculparse?
Sacudí la cabeza en silencio. ¿Realmente esperaba que él se detuviera? Era el
hombre más irritante e impredecible del planeta. De ninguna manera iba a detener
sus actividades extracurriculares y actuar decente. No tenía tiempo para la decencia o
la privacidad para el caso.
—Maldición, él realmente es irritante —dijo Maddie—. ¿Quién era ella? Quiero
decir, ¿cómo se veía ella?
—No recuerdo mucho. Estaba realmente avergonzada y conmocionada, así que
no le presté atención. Pero tenía el pelo rubio y era alta. Delgada. Ella era hermosa.
—Ah. Es Nina. Ella siempre viene por más. No importa que Alessio la trate como
basura después de que haya terminado. Sin embargo, no diría que es su culpa. Él tiene
sus reglas y les hace saber a las mujeres antes de involucrarse. Sin apego, solo follando
y luego se van. Pero ellas todavía quieren involucrarse. —Ella puso los ojos en blanco.
— ¿Por qué se dejarían tratar así, por su propia voluntad?
Nunca tuve otra opción.
Fui atada y golpeada hasta la sumisión. No importaba cuánto suplicara, nunca
tuve otra opción, así que tuve que aceptar mi realidad. Pero otras mujeres podrían
tener mejores vidas y una relación amorosa.
La atención de Maddie estaba en la televisión.
—Maddie —le dije.
— ¿Qué pasa?
— ¿Por qué las mujeres aceptan tal comportamiento... cuando tienen otras
opciones?
Puso el control remoto en su regazo y se volvió para mirarme. —No lo sé, Ayla.
¿Quizás quieren lo mismo? Quizás no quieren una relación. Tal vez eso es lo que les
funciona. Es su elección. Pero ya sabes, incluso si eres el juguete sexual de un
despiadado jefe de la mafia, todavía estás bajo su protección. Lo que significa dinero,
una vida un tanto lujosa, y nadie se mete contigo.
—Hmm. —Estaba tratando de entender, pero aún no le encontraba sentido.
—Olvídalo —dijo Maddie, luego me dio una palmada en la rodilla para llamar mi
atención.
— ¿Qué?
—Bien, ¿cómo te sentiste cuando lo viste con esa mujer? ¿Estabas celosa? —Ella
guiñó un ojo.
Su pregunta me sorprendió. — ¿Celosa? ¿Por qué estaría celosa?

98
Ni siquiera sabía cómo se sentían los celos porque nunca tuve la oportunidad de
sentir celos. Cuando las emociones son lo último en tu vida, eventualmente olvidas lo
que significa sentir algo.
—Vamos Ayla. Puedo ver algo entre tú y Alessio. La forma en que te mira... —
Ella se abanicó la cara con las manos—. ¡Tan caliente! ¡Literalmente te folla con la
mirada todo el tiempo!
— ¡Maddie! —Puse mi mano sobre su boca. Ella no tenía control. Sentí algo
húmedo en mi palma y aparté mi mano cuando me di cuenta de que me había lamido.
—Eww.
—Tú fuiste quien puso su mano sobre mi boca mientras hablaba. ¿Muy ruda? —
Ella cruzó los brazos sobre su pecho, con una sonrisa en su rostro—. Entonces,
¿sientes algo por él? ¿Estabas siquiera un poquito celosa?
—No lo sé, Maddie. ¿Cómo se sienten los celos? —Tan pronto como las palabras
salieron, agaché la cabeza avergonzada. Sonaba tan patética.
Eres patética, perra. Una patética puta. Eso es lo que eres. Inútil. La voz de Alberto
sonó en mi cabeza. Odiaba su voz. Nunca me dejaba. No importa cuánto intenté
bloquearlo, siempre volvía.
Sentí una mano reconfortante en mi rodilla y supe que era Maddie. Ella nunca
me cuestionó cuando le preguntaba algo estúpido.
Ella creía que había estado viviendo en las calles durante algún tiempo, así que
me compadeció. Me sentí agradecida de que no hiciera preguntas, porque no tenía
respuestas.
—Bueno, describiría los celos como una ola. Viene estrellándose en tu corazón
con tantos sentimientos encontrados. Ira y tristeza. La mayoría de las veces, no es la
mejor sensación, pero duele. Lo sientes aquí mismo —dijo ella, colocando su mano
sobre su corazón—. Duele. Tu pecho se tensa y se siente como si no pudieras respirar.
A veces puedes sentir ganas de llorar. O ira hasta el punto de la violencia. Como
golpear a alguien en la cara. No sé cómo describirlo exactamente, pero es bastante
abrumador.
Colocando mi mano sobre mi corazón, miré mi pecho. —No lo sé. No sentí nada
de eso. Estaba confundida, conmocionada y disgustada. No estaba celosa.
— ¿No lo estabas? —Escuché decepción en su voz y alcé la vista.
—No lo creo. ¿Por qué estaría celosa?
—No lo sé. Pensé que tal vez sentías algo por él. Quiero decir, el aire está
prácticamente crepitando entre ustedes dos.
No podía sentir. Eso era un absoluto no. No podía apegarme o sentir amor,
especialmente por un hombre como Alessio.
Apegarse emocionalmente significaba un corazón roto. Había aprendido a no
confiar en los hombres. No podía. Porque la sonrisa malvada de Alberto quedó
grabada para siempre en mi memoria, arruinándome por cualquier otro hombre.

99
—Hay tanta tensión sexual entre ustedes dos. Ni siquiera pienses en mentir
sobre eso. Es así —continuó, sin darse cuenta de que me había cerrado—. ¿Sientes
algo por él? —Su voz sonaba muy lejana—. ¿Ayla?
Parpadeé un par de veces y me di cuenta de que me estaba sacudiendo. —Lo
siento —dije.
— ¿Estás bien?
Me puse de pie con las piernas temblorosas. —No me siento tan bien. Creo que
descansaré un poco y luego volveré cuando sea hora de servir el almuerzo.
Cuando ella asintió lentamente, forcé una sonrisa antes de alejarme.
Me sentida confundida. No sabía qué sentir o cómo me sentía. Con el corazón
acelerado ligeramente, fui a mi habitación sintiéndome completamente agotada.
Pero cuando llegué allí, mis ojos se abrieron y me congelé.
—Ayla —dijo.
Alessio estaba sentado en mi sillón, con el tobillo cruzado sobre la rodilla
opuesta. Se recostó contra el asiento con facilidad, luciendo como si perteneciera allí.
—Sabes, una cosa que desprecio totalmente es cuando hablo con alguien y no
me prestan atención. Me diste la espalda mientras hablaba antes. Eso fue muy
grosero, gatita —arrastró las palabras perezosamente.
Cuando me llamó así, me corazón se apretó.
Y lo odiaba absolutamente.
Mi estúpido corazón traicionero.
No sabía cómo era Alessio, pero sentía curiosidad por él. Todavía estaba
asustada. Pero bajo todas las capas de miedo, me intrigaba.
Estaba enojado un minuto pero gentil al siguiente. Tantas señales mixtas, y todas
tiraban de mi corazón roto.
Me enojaba no entender, y lo odiaba por eso. Por hacerme sentir.
—Ven aquí —ordenó, torciendo el dedo.
No me moví
Suspiró en voz alta y sacudió la cabeza, con una pequeña sonrisa en sus labios.
Alessio se levantó lentamente, tomándose todo su tiempo arreglando su traje antes
de caminar hacia mí. No, acecharme. Sus pasos fueron largos, poderosos y confiados.
—Sabes, odio repetirme, pero para ti, resulta que no me importa —dijo. Se
detuvo justo en frente de mí, invadiendo mi espacio como siempre lo hacía. Pero esta
vez, tenía una ventaja justa.
No estaba bloqueada por detrás, así que rápidamente di un paso atrás, poniendo
algo de distancia entre nosotros. Pero luego dio un paso adelante.
Él nunca se rinde, ¿verdad?
Di otro paso atrás. Y como se esperaba, tomó otro adelante.
— ¿Vamos a seguir haciendo esto? Es aburrido, gatita. Encontremos algo más
interesante que hacer. ¿Qué piensas? —preguntó, sus ojos brillando maliciosamente.
Sacudí mi cabeza, mi cabello cayó frente a mi cara mientras daba otro paso atrás,
pero esta vez me congelé cuando entré en contacto con la puerta.

100
Alessio se río y se acercó nuevamente hasta que su cuerpo presionó el mío
contra la puerta. — ¿Ves lo que pasa cuando intentas escapar? —Hizo un tsk con su
lengua, sacudiendo la cabeza con falsa pena.
Se inclinó hacia delante hasta que su rostro estuvo al lado de mi oreja derecha.
Su aliento me hacía cosquillas en la oreja y los pequeños pelos de mi cuello se
erizaron. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y acerqué mi mano a su pecho para alejarlo,
pero en cambio, Alessio sostuvo mi mano allí, atrapándome contra él.
—Pero me encanta esta persecución —dijo en mi cuello. Su voz me hizo congelar
y jadeé. Alessio se apartó lo suficiente como para mirarme a los ojos.
— ¿Te gustó lo que viste? —preguntó, sonriendo.
Mis ojos se abrieron ante la pregunta y mi corazón cayó a mi estómago. ¿Qué tipo
de pregunta fue esa? Él era horrible.
—Déjame ir —traté de decir, pero sonaba más como si estuviera balbuceando.
— ¿Realmente quieres que lo haga, gatita? —Alessio preguntó bruscamente.
Asentí en silencio porque no quería avergonzarme más de lo que ya lo había
hecho.
—Dilo, entonces.
—Déjame... —Pero nunca tuve la oportunidad de terminar mi oración.
Antes de que las palabras salieran, Alessio golpeó sus labios contra los míos.
Tomándolos posesivamente, ásperamente. Me empujó más fuerte contra la puerta y
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia arriba para que
tuviera un mejor acceso a mis labios.
Sus toscos besos enviaron mis sentidos a una caótica sobrecarga. Mi mente se
adormeció y colgué sin fuerzas en sus brazos. Sin pensar, mis labios se movieron
vacilantes sobre los suyos, mientras él continuaba devorando los míos. Me sentía
caliente. Demasiado caliente. Estaba ardiendo.
Sentí su mano en mi muslo y lentamente me subió el vestido. Cuando su mano
entró en contacto con mi muslo desnudo, aparté mis labios de los suyos.
¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo podría comportarme de una manera tan vulgar?
¿Cómo podría dejar que un hombre como él me afectara de esta manera?
Nuestra fuerte respiración llenó la habitación. Mi pecho se agitaba con cada
respiración. Mirando fijamente sus ojos azules, temblé ante la ardiente mirada que
me dirigió.
Tragué fuerte. Contrólate, Ayla. No dejes que te afecte.
Agarré la mano que todavía tocaba mi muslo y la aparté de mí. Sus ojos se
abrieron ligeramente en estado de shock por mi acción audaz y levantó una ceja
sorprendido.
—No me toques. No soy como... esas mujeres —dije con mi respiración agitada
mientras jadeaba cada palabra.
— ¿Cómo quién? —preguntó, sonando divertido. Sabía muy bien a qué me
refería, pero como siempre, le encantaba sacarme la respuesta.

101
—Como esa mujer. No soy como ella. No me trates... como a una —chillé,
empujando su pecho otra vez, pero él no se movía.
— ¿Quieres decir que no eres una puta? —preguntó, su voz dura.
Me estremecí con la palabra y cerré los ojos con fuerza mientras los recuerdos
dolorosos me asaltaban.

Mírala. Rota, tendida en el suelo, nuestra venida goteando de ella. Exactamente


como una puta.
Eso es lo que eres, Ayla. Nunca lo olvides. ¿Me escuchas?

Sentí una mano en mi mejilla. Mi mente estaba tambaleándose cuando me


trajeron de vuelta al presente. Odiaba esa palabra. Alberto me llamaba así más de lo
que decía mi nombre.
—Ayla, nunca dije que eras una —escuché decir a Alessio. Su voz era
sorprendentemente suave—. Si pensara que eras una puta, entonces te habría
enviado a uno de mis anillos de prostitución. Pero no lo hice, ¿verdad?
Nunca dije que eras una.
Sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza. No creía que yo fuera una
puta. No me llamó palabras tan crueles.
Mi corazón latió rápidamente cuando su pulgar acarició mi mejilla. — ¿Bien?
No respondí
Suspiró y luego deslizó su mano hacia abajo hasta que descansó en la base de mi
cuello.
—Bien, no te tocaré —declaró, alejando su mano de mi cuello.
Me sorprendió su admisión y lo miré con recelo.
—No te tocaré. No hasta que me lo pidas —aclaró, doblando ligeramente las
rodillas para que estuviéramos a la altura de los ojos.
Bien, eso no sucedería. Nunca. Lo que significaba que nunca me tocaría. Mis
músculos se relajaron de alivio, pero aún estaba llena de sospecha.
Por ahora, tomaría en su palabra.
— ¿Bien?
Asentí y luego tragué fuerte contra el nudo en mi garganta. ¿Habíamos
terminado? Esperaba que sí, porque si él seguía jugando así con mi mente, me
rompería. Y no podía permitir que eso sucediera.
Asentí de nuevo.
Una pequeña risa retumbó en su pecho. Se movió contra mí, y fue entonces
cuando me di cuenta de que su cuerpo todavía estaba pegado al mío.
Bajé la vista y luego volví a mirarlo a la cara. Me estaba mirando de manera
divertida. Aclarando mi garganta, traté de empujarlo nuevamente y esta vez se alejó
un poco. Pero todavía estaba invadiendo mi espacio, todavía atrapándome contra la
puerta con su cuerpo.

102
—Di... dijiste que no me tocarías —tartamudeé. Cerrando la boca con un
chasquido, respiré hondo y luego continué—. Pero me estás tocando en este
momento.
— ¿Lo estoy?
¿Era eso incluso una pregunta? Su cuerpo prácticamente cubría el mío.
—Lo estas —le dije.
—Bien, entonces. —Alessio se alejó de mí y deslizó sus dedos por su cabello,
revolviéndolo en el proceso.
Estaba a punto de decir algo pero sonó su teléfono. Su frente se arrugó por la
frustración y rápidamente sacó su teléfono del bolsillo. Con sus ojos todavía en mí,
respondió la llamada.
— ¿Si? —Estuvo en silencio por unos segundos—. Bien. Ya voy —dijo con voz
fría y mortal. Alessio guardó su teléfono y caminó hacia mí. Rápidamente me alejé de
la puerta para darle acceso. Mantuve la cabeza baja, negándome a mirarlo.
Escuché que la puerta se abría pero no se oía que se cerraba. Confundida, estaba
a punto de darme la vuelta cuando sentí un aliento caliente en la parte posterior de
mi cuello. Mi cuerpo se congeló en pánico. Cuando escuché la voz de Alessio, mis
músculos se relajaron ligeramente.
—No te tocaré. No hasta que me lo ruegues.
Sus palabras me pusieron tensa. Y mi corazón se aceleró.
Con eso, lo escuché alejarse nuevamente y la puerta se cerró detrás de él.
Llevando una mano temblorosa a mi pecho, respiré profundamente.
¿Rogarle?
Burlándome de su suposición, me acerqué a mi cama y me acosté de espaldas.
Eso nunca iba a suceder.

103
Capítulo 19
Alessio (siete años)

Mi mamá se sentó en el sofá con un libro en su gran barriga redonda. Parecía muy
cómoda y tenía una pequeña sonrisa en su rostro. Desde donde estaba sentado en el piso,
mientras jugaba con mis rompecabezas, la vi frotando círculos lentamente sobre su
estómago.
Mi hermanita estaba allí. Papá y mamá la llamaron princesa. ¿Por qué no me
llamaron príncipe? ¡Quería ser un príncipe!
Pero mamá me llamó su dulce chico, así que estuvo bien.
—Mami, ¿puedo sentir al bebé? —Pregunté suavemente. Mamá levantó la vista
con ojos del mismo color que los míos. Ella sonrió.
— Por supuesto bebé. Ven acá. —Me indicó que me levantara mientras colocaba
el libro en la pequeña mesa a su lado.
Rápidamente me levanté y corrí hacia ella. Mami acarició su regazo, yo trepé y me
senté en su regazo, acurrucado en su pecho. Tomó mi mano y la colocó sobre su vientre
redondo. Tan pronto como mi palma hizo contacto con su estómago, sentí una fuerte
patada. Mis ojos se abrieron y contuve el aliento conmocionado.
—Ella patea fuerte —susurré.
—Solías patear más fuerte —respondió mamá, riendo.
— ¿De verdad? —La miré con los ojos muy abiertos.
Ella asintió e hizo un zumbido. —Eras un bebé muy fuerte.
— ¡Me gusta ser fuerte! —El bebé volvió a patear y yo sonreí. No podía esperar
para ver a mi hermanita—. ¡Mami, siempre protegeré a la princesa! —Dije, mirando su
estómago con asombro. Papá siempre decía que, como su hermano mayor, tenía que
protegerla. Y juré que lo haría.
Nunca dejaré que le pase nada a la princesa, pensé mientras frotaba mi pequeña
mano sobre el estómago redondo de mamá.
Mami me dio un beso en la sien y comenzó a tararear algunas canciones. Le
gustaba tocar el piano y siempre tarareaba. Esa era nuestra rutina diaria. Antes de irse

104
a dormir, ella tocaba el piano por un tiempo mientras tarareaba. La mayoría de las
veces, me dormía en el sofá, escuchando su pieza.
Nos sentamos allí por un rato y luego escuché un golpe en la puerta. Al levantar la
vista rápidamente, vi a papá apoyado contra la puerta, mirándonos a mamá y a mí con
una sonrisa divertida en su rostro.
— ¡Papá! —Exclamé en voz alta, saltando rápidamente del regazo de mamá y
corriendo hacia sus brazos abiertos. Me levantó y me abrazó con fuerza contra su
cuerpo. Lo extrañé mucho. Se había ido por unos días, pero ahora había vuelto.
—Hola, muchacho. ¿Cómo estás? —preguntó.
—Estoy bien. Estaba sintiendo a la princesa moverse.
—Oh, ¿enserio? Yo también quiero sentirla —dijo con una pequeña risa,
caminando hacia donde mamá estaba sentada. Se detuvo al lado del sofá y le sonrió.
Mami tenía una gran sonrisa en su rostro, y se veía tranquila mientras miraba a papá.
Él puso una mano sobre su estómago y le preguntó: — ¿Cómo está nuestra princesa?
—Ella está pateando mucho últimamente —dijo mamá, colocando su mano sobre
la de él.
Papá me bajó y luego se inclinó hacia adelante, besando a mami en los labios. Se
besaron por un tiempo, olvidándose totalmente de mí. Crucé mis brazos sobre mi pecho
y resoplé. Ellos siempre hacen eso.
Papá se apartó pero luego presionó su frente contra la de mamá.
—Te extrañé, Ángel —susurró.
Ángel. Así era como papá llamaba a mami. Pero nunca entendí por qué.
Moviéndome, me paré al otro lado de Mami.
—Papá, ¿por qué llamas a mamá " ángel "?
Se apartaron y me miraron. Papá soltó una pequeña carcajada mientras las
mejillas de mamá se pusieron rojas. Se agachó delante de mí. — ¿Qué es un ángel? —
preguntó.
Sentí mi frente arrugarse en confusión y luego me encogí de hombros. — ¿No es un
ángel alguien con alas? Un mensajero de Dios. Ellos son buenas personas. Se supone que
deben ayudar a los demás.
—Correcto. Pero un ángel también es alguien dulce, amable, cariñoso y tranquilo.
La mujer más bella del planeta. Alguien que es increíble en todos los sentidos. Un ángel
es la chica que hace que tu corazón lata más rápido cuando entra en la habitación. La
chica que necesitas donde quiera que vayas. La chica que te hace querer ser mejor. Un
ángel es alguien que es tu roca. La persona que amas con todo tu corazón. La persona
sin la que no puedes verte viviendo.
Miré a papá con asombro. Era un hombre de pocas palabras. Nunca esperé que me
diera tal explicación. Y mientras hablaba, miró a mami, sus ojos brillaban con emociones
que no podía entender.
—Oh —murmuré en voz baja. No sabía que decir. Lo escuché reír mientras miraba
al suelo. Mami también se río suavemente. Sentí una mano en mi brazo y levanté la vista

105
para ver a mamá tirando de mí hacia ella. Me paré frente a ella y ella pasó sus dedos
por mi cabello.
—Y un día, encontrarás a tu ángel —susurró. Mis cejas se fruncieron en confusión
y rápidamente sacudí mi cabeza.
—Pero tú eres mi ángel, mami.
Ella jadeó y luego sonrió. —Mi dulce niño. —Sacudiendo la cabeza, puso un beso
en mi frente—. No, cariño, no soy tu ángel. Tu ángel te está esperando en alguna parte.
—Ella se recostó y palmeó mi mejilla—. Y cuando la encuentres, nunca la dejes ir.
—Porque si la pierdes, estarás para siempre incompleto —agregó papá.
— ¿Será ella como tú, mami? —Pregunté, pensando en mi ángel. ¿Cómo se vería
ella? ¿Sería tan hermosa y tan dulce como mamá?
—Oh, cariño, ella podría ser mejor que yo —dijo, riendo.
—Imposible —murmuró Papa en voz baja.
—Silencio, Lyov —regañó mamá, golpeando su brazo juguetonamente.
Él gruñó algo que no podía entender y luego se puso de pie. Sacó a mamá del sofá
y luego se sentó, tirando de ella sobre su regazo. Él acarició su cuello y la escuché reír.
Los miré, sacudiendo mi cabeza con un suspiro. Me habían olvidado de nuevo.
Regresé a mis rompecabezas. Mamá y papá hablaban en voz baja mientras yo
jugaba. No sabía cuánto tiempo estuvimos así, pero el teléfono comenzó a sonar después
de un tiempo. Levanté la vista y vi a papá respondiendo la llamada.
Parecía frustrado y lo escuché gruñir enojado. Después de unos segundos de
escuchar a la otra persona desde la línea, colgó.
— ¿Qué pasa? —Mami preguntó, frotando su pecho suavemente.
—Tengo que ocuparme de algunas cosas —dijo, sacudiendo la cabeza.
—Oh, está bien —murmuró mamá, y luego torpemente se bajó del regazo de papá.
Ambos se pusieron de pie y papá la abrazó, abrazándola lo mejor que podía con su gran
estómago en el camino. Se inclinó y la besó de nuevo. Un beso largo y profundo.
Cuando se echó hacia atrás, lo escuché susurrar: —Te amo, Ángel.
—Yo también te amo, Lyov —susurró ella, su voz un poco ronca. ¿Estaba llorando?
Mi corazón se retorció un poco. No quería que ella llorara. Papá le dio un beso en
la frente y luego se volvió hacia mí. —Alessio, ven aquí.
Rápidamente me levanté y fui hacia él. Se agachó y luego me miró a los ojos.
—Tengo que irme por un tiempo —dijo.
Mis cejas se fruncieron en confusión. — ¿De nuevo?
—Si. Mientras estoy fuera, quiero que seas un buen chico y cuides a tu mamá y a la
princesa, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza. Yo era un niño grande ahora. —Si. Lo hare.
—Bien —dijo, colocando un beso en mi frente y poniéndose de pie. Él asintió con
la cabeza a mamá y luego se alejó.
La escuché suspirar. Se sentó de nuevo y se frotó los ojos. —Mami, ¿por qué papá
tiene que irse tanto?
—Es su trabajo, bebé. Tu papá es un hombre muy ocupado. Tiene mucho que hacer.

106
Fui a ver a mami y volví a subir a su regazo. Apoyando la cabeza sobre su hombro
adormilada, suspiré. —Quiero ser como papá. Él es muy fuerte. Y todos lo escuchan.
Quiero ser duro como él.
Mami negó con la cabeza. —No, Alessio. No eres como tu papá. —Ella palmeó mis
dos mejillas y luego continuó—. No estás listo para luchar contra el mundo. Eres mi
dulce chico. Mi dulce chico gentil. Y quiero que te quedes así. Coloco un beso en mi frente.
—Deja que tu papá pelee. —susurró.
No dije nada más. Mami siempre sabía cómo hacerme sentir especial. Siempre
sería su dulce chico. Eso nunca cambiaría.
Asintiendo con la cabeza, cerré los ojos. Mamá me estaba frotando la espalda de
manera suave, y en poco tiempo me había quedado dormido. Y mi sueño estaba plagado
de un ángel de pelo negro. Ella tenía los ojos verdes.
No sabía que sería la última vez que dormía tranquilamente. Nuestras vidas
cambiarían para siempre.

***

10 años

Entré en el sótano frío, cerrando la puerta detrás de mí en silencio para que nadie
me escuchara. Un hombre estaba atado a la silla en el medio de la habitación. Su rostro
y su ropa estaban ensangrentados. Estaba hundido contra la silla y desde donde estaba
parado podía escuchar sus gemidos de dolor.
Al mirarlo, sentí una ira candente recorriendo mi cuerpo. Rabia asesina.
Matar. Matarlo. Derramar su sangre. Hacerle pagar, mi mente gritó cuando mi
cuerpo comenzó a temblar con la fuerza de mi furia.
Él era uno de ellos. Un Abandonato. Los italianos. Todavía recuerdo su rostro de
esa noche. Su rostro risueño mientras torturaba a mi madre con los demás.
Avanzando a propósito, llegué a pararme frente a él. Levantó la vista y, si era
posible, sus ojos hinchados se abrieron.
Abrió la boca para decir algo, pero solo un sonido balbuceante salió a través de la
mordaza. Mis manos se apretaron en un puño y lo golpeé con fuerza en la cara, su nariz
hizo un crujido cuando mis nudillos entraron en contacto con su cara.
Él gritó y yo me reí.
Su dolor me hacía sentir bien. Mi corazón se aceleró, pero necesitaba más.
Necesitaba su sangre. Necesitaba verlo sufrir.
Necesitaba matarlo.
Solo entonces estaría satisfecho.
Caminando hacia la mesa en el fondo de la habitación, miré todas las armas
dispuestas. Había tantas. Diferentes estilos. Grandes, pequeñas. Nunca antes había
estado en el sótano, pero escuché los rumores en la mansión.

107
Tomando el gran cuchillo con la hoja en espiral, caminé de regreso hacia el
hombre. El hombre que detestaba con todo mí ser.
Él gimió de miedo y comenzó a sacudir la cabeza e intentó alejarse, pero no pudo.
Estaba atado a la silla a mi merced.
En realidad, no iba a mostrarle misericordia. La misericordia ya no estaba en mi
vocabulario.
Sosteniendo el cuchillo firmemente en mi mano, lo presioné con fuerza contra su
mejilla. Tirando hacia abajo, hice una gran herida. Intentó gritar de nuevo.
Observé la sangre y mi corazón latía más rápido. La adrenalina me llenó y mi
mente me rogó. Más. Más. Más.
Hice otra herida en su otra mejilla. Y luego en sus brazos. Cortes grandes, largos y
profundos. La sangre estaba en todas partes. Luego en su pecho. Tan profundo que podía
ver sus huesos.
Él ya no podía moverse. Su cabeza colgaba hacia abajo mientras sangraba. Pude
ver que rápidamente estaba perdiendo el conocimiento.
Pero aún no había terminado.
Seguía vivo.
Su corazón todavía latía mientras que el de mi madre no.
Necesitaba morir. Necesitaba sentir el dolor.
Rugiendo de ira, aparté el cuchillo y luego lo hundí profundamente en su corazón,
retorciéndolo dolorosamente. Sin piedad.
Su cabeza cayó hacia atrás y golpeó contra la silla. Sus ojos doloridos comenzaron
a opacarse, perdiendo lentamente todas las señales de vida.
Unos segundos después, ya no respiraba. Sus ojos muertos se abrieron, mirándome.
Saqué el cuchillo de su pecho y miré hacia abajo. Mis manos estaban cubiertas de
sangre. Ni siquiera había una pulgada de mi piel limpia. Sangre. Estaba en todas partes.
Sobre mí. En mi ropa Me cegó.
Jadeé al darme cuenta de lo que acababa de hacer. Pero no sentí ningún
remordimiento. Me sentí aliviado y satisfecho.
Pero no era plena satisfacción. Los otros todavía tenían que pagar.
Y los iba a encontrar, uno por uno, y los iba a matar a todos.
Escuché la puerta abrirse detrás de mí con un golpe. Me di la vuelta para ver a mi
padre corriendo con algunos de sus hombres. Sus ojos se abrieron al verme y escuché el
grito de asombro de mi padre.
— ¡Alessio! —gritó, corriendo hacia mí. Se detuvo frente a mí y me arrebató el
cuchillo, tirándolo al suelo junto al sangriento muerto.
— ¿Qué has hecho? Oh, Alessio, ¿qué has hecho?
Lo miré a los ojos. —Vengaré a mi madre —dije, con la voz áspera.
Los ojos de mi padre se abrieron sorprendidos y me miró en completo shock.
Comprendí por qué estaba en estado de shock. Esa era la primera vez que pronuncié
palabras en tres años. Desde esa noche cuando todo cambió. La noche que perdí todo.

108
—Prometo matarlos a todos. Cada Abandonato —dije. No podía reconocer mi voz.
Sonaba tan extraño incluso para mis oídos. Mi padre no dijo nada al principio. Después
de unos segundos, se puso de pie y su expresión cambió.
—Está bien —respondió, su voz dura y mortalmente fría. Sin emociones
Con eso, me alejé. No miré a sus hombres, mantuve mis ojos hacia adelante, mis
hombros se cuadraron con un propósito y mi barbilla en alto.
Esta era mi vida ahora.
Mi madre se había equivocado.
Ya no era su chico dulce, gentil y tranquilo.
Yo era un monstruo.
Cuando salí de la habitación y me adentré en el pasillo oscuro, rápidamente aparté
de mi mente la idea de "mi ángel".
Los ángeles no existían.
No tenía un ángel, porque un monstruo nunca podría tener un ángel.

***

Ahora

Me desperté sobresaltado, los recuerdos aún parpadeaban en mi cabeza. Eran


dolorosos y los enterré rápidamente dentro de mí. No tenía tiempo para la debilidad.
No podía pensar en el pasado.
No sabía por qué tuve ese sueño, por qué el pasado estaba regresando, pero me
hizo querer enojarme.
Cerrando los ojos, me tranquilicé. Bloqueé mis sentimientos y mis recuerdos.
Ninguna debilidad.

109
Capítulo 20
Ayla

Estaba casi medio dormida cuando escuché un golpe en mi puerta. Mis ojos se
abrieron de golpe y me senté sobresaltada, mi corazón se aceleró.
— ¿Ayla? —Escuché la voz de Maddie al otro lado de la puerta.
Cerré los ojos con alivio y llevé mi mano al pecho, tratando de calmar mi corazón
que latía rápidamente.
—Si. Ya voy —grité, con la voz cargada de sueño.
—Bueno. Date prisa. Es casi la hora del almuerzo.
Salí de la cama y rápidamente arreglé mi vestido y mi cabello.
Al abrir la puerta de mi habitación, vi a Maddie apoyada contra la puerta. Ella
sonrió cuando me vio. —Hola, dormilona.
Sonreí y cerré la puerta.
—Vamos. Mamá nos está esperando —dijo Maddie mientras me agarraba del
brazo y comenzaba a tirarme por el pasillo.
Mientras nos dirigíamos a las escaleras, no vi a Alessio ni a sus hombres en
ninguna parte.
Viktor, Nikolay, Phoenix y Artur siempre estaban con él donde quiera que fuera.
Eran sus socios de mayor confianza.
Artur era el único que parecía amable. Tal vez lo creía así porque Maddie estaba
con él.
Nikolay siempre fulminaba a todos con la mirada. No creía que él siquiera
supiera sonreír. La única vez que lo escuché hablar amablemente fue con Lena,
probablemente porque es la madre de la casa. Nadie le hablaba con dureza ni
intentaba ser grosero. Incluso Alessio.
Cuando Maddie y yo bajamos la última escalera, vi entrar a Alessio, seguido de
sus hombres.
Estaban susurrando en voz baja. Cuando Alessio hizo contacto visual conmigo,
su boca se congeló. Me miró fijamente, sus ojos inquebrantables mientras me acogía.

110
Y luego, sus labios se torcieron en esa sonrisa que odiaba.
Mirando hacia otro lado, seguí a Maddie a la cocina. Tiempo de trabajar.
La comida fue servida y estábamos a punto de regresar a la cocina cuando
alguien nos detuvo.
—Tú y Maddie se quedan esta vez —dijo una de las otras criadas, una chica
llamada Lila.
Por cada comida, dos de nosotras tenemos que quedarnos y servir si los hombres
necesitaban algo. Durante los últimos dos días, Maddie y yo habíamos escapado de
ese deber.
—Está bien —le dije.
Maddie frunció el ceño. Ella lo odiaba, y yo también lo odiaba. Solo porque tenía
que estar donde estaba Alessio.
—Ayla, pásame el pan al ajo. —La voz exigente de Alessio penetró en mi mente.
Mi cabeza se levantó y lo miré confundida.
— ¿Huh?
—Dije que me pasaras el pan —repitió, sonando molesto. Maddie estaba más
cerca del pan.
Volví a mirar a Alessio, pero él me miraba expectante. Levantó una ceja cuando
no me moví. Girando la cabeza, tragué saliva y luego asentí a Maddie. Sus ojos se
abrieron con diversión.
—Maddie, ¿puedes por favor darle el pan a Alessio? Estás más cerca —dije tan
suavemente como pude, mi voz tranquila.
Su boca se abrió en estado de shock, y por el rabillo del ojo vi a todos los hombres
mirándome con expresiones divertidas. Yo tampoco podía creerlo. Acababa de
enfrentarme a Alessio y lo hice frente a sus hombres.
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me arrepentí.
La boca de Maddie se cerró y ella se río por lo bajo. Antes de que pudiera cambiar
de opinión, agarró la canasta y caminó hacia Alessio al otro lado de la mesa.
Colocándolo frente a él, dijo, sonando casi sarcástica: —Ahí tienes, Alessio. Su pan al
ajo caliente, crujiente y mantecoso. Disfrútalo.
Alessio apartó sus ojos de mí y fulmino a Maddie con la mirada. Ella sonrió
ampliamente y luego se alejó.
Estaba jugando con fuego pero sabía que Alessio no le haría ni diría nada.
Alessio, Viktor y Maddie eran cercanos cuando eran pequeños. Crecieron juntos,
hermana y hermanos de otra madre.
Maddie me contó historias sobre cómo siempre jugarían juntos y cómo ella
siempre las seguiría y se meterían en problemas juntos.
Salí de mis pensamientos cuando sentí que alguien me estaba empujando.
Girando la cabeza hacia un lado, vi a Maddie parada a mi lado. —Estás jugando con
fuego, cariño. No provoques a la bestia o no podrás lidiar con ella —me susurró al
oído antes de alejarse y pararse detrás de Artur.

111
Suspiré, mis hombros cayendo en derrota. Ella tenía razón. No sabía lo que me
pasó.
Parada allí, cambie de pie un par de veces, de repente me puse nerviosa cuando
noté su atención sobre mí. Vi a Viktor sonriendo, y luego volvió a comer. Cuando
Alessio se aclaró la garganta, todos miraron hacia otro lado.
Mantuve mi enfoque alejado de Alessio, pero aún sentía su mirada sobre mí. A
medida que pasaba cada minuto, mis manos se enfriaban y mi interior temblaba de
tensión.
—Ayla, ¿puedes alcanzarme el arroz? —preguntó.
Lo sabía. Solo lo sabía. Sabía que iba a hacer esto.
Levanté la vista y vi que sus ojos brillaban de alegría y su ceja derecha estaba
levantada en desafío. Miré hacia abajo y vi que el cuenco estaba justo a mi lado.
Soltando un largo suspiro, tomé el tazón de arroz en mi mano y caminé
lentamente hacia él. Sus ojos estuvieron sobre mí todo el tiempo y su sonrisa regresó.
Se lamió los labios.
Cuando me detuve junto a él, puse el cuenco en la mesa, pero él no se movió.
Alessio me miró expectante y luego asintió con la cabeza hacia el arroz.
Suspirando, agarré la cuchara y puse un poco de arroz en su plato. Algo me tocó
la pierna, salté de miedo y luego bajé la vista.
Alessio había acercado su pierna y ahora su muslo tocaba el mío.
Agarré la cuchara con más fuerza antes de volver a ponerla en el tazón y alejarme
rápidamente.
—Gracias, Ayla —dijo, su voz suave.
Sintiéndome un poco nerviosa, asentí y luego me alejé. El resto del almuerzo
transcurrió sin problemas. Alessio no volvió a llamarme y no me miró.
Cuando todos se dispersaron, finalmente pude respirar normalmente.
—Woah, cariño. Eso fue... —comenzó Maddie—. Intenso.
No estaba en desacuerdo.

***

Estaba agarrando la última bandeja con una mano, mientras rápidamente


limpiaba la mesa del comedor con la otra.
Me enderecé y me alejé de la mesa. Miré mi vestido y noté la pequeña mancha
sucia.
Todavía estaba mirando hacia abajo cuando choqué contra una pared dura de
músculos. Mis ojos se abrieron cuando sentí que caía.
Grité, tratando de recuperar el equilibrio, pero estaba resbalando rápidamente.
Cerrando los ojos con fuerza, esperé a que mi cuerpo entrara en contacto con el suelo.
Pero nunca lo hizo.
En cambio, un brazo se envolvió alrededor de mi cintura, manteniéndome
quieta. Con el corazón en la garganta, abrí los ojos.

112
Alessio
Mi cuerpo estaba inclinado hacia atrás, pero él me sostenía firmemente contra
su pecho.
—Cuidado. Tienes que mirar a dónde vas —dijo.
Mi corazón latió rápidamente y un escalofrío recorrió mi cuerpo al oír su voz.
Mordiéndome los labios nerviosamente, asentí con la cabeza. Mi juicio era un desastre
cada vez que estaba cerca y no importaba cuánto intentara entender el por qué, no
podía.
Miré su brazo a mí alrededor y luego recordé lo que dijo en mi habitación. Mi
frente se arrugó por la confusión. —Se supone que no debes tocarme —dije.
Él solo me salvó de caer de bruces y ni siquiera le agradecí.
El pecho de Alessio retumbó de risa y vi que sus ojos brillaban con picardía. Oh
no. No me gustaba esa mirada.
—Vaya —dijo.
Y luego estaba en el suelo. La bandeja se me cayó de la mano y se estrelló.
—Ow —dije cuando mis caderas golpearon los azulejos dolorosamente.
Sosteniendo la parte dolorida, miré a Alessio en estado de shock.
—Culpa mía. Lo olvidé —dijo, sus labios se arquearon en una sonrisa.
Levanto las manos sobre sus hombres en señal de rendición, como si me
mostrara que ya no me tocaba.
Idiota. Un absoluto idiota.
Me asintió y luego se alejó, dejándome desconcertada en el suelo. Al menos
podría haberme levantado, en lugar de dejarme caer.
Pero ese no fue el caso.
Agarrando la bandeja en mi mano, me levanté pero luego hice una mueca por el
dolor en mis caderas. Estaba bastante segura de que iba a haber un moretón mañana.
Eché un vistazo a la retirada de Alessio y resoplé de frustración.
Cuando entré a la cocina, vi a Maddie llenando el lavavajillas. Se dio la vuelta y
frunció el ceño ante mi mirada agria. — ¿Qué pasó?
— ¿Alessio es siempre tan frustrante? —Pregunté, colocando la bandeja en el
mostrador.
— ¿Te acabas de dar cuenta de eso ahora? —Ella soltó una carcajada—. Sí, lo es.
Todavía estaba frotando mis caderas y Maddie se dio cuenta. Ella señaló mi
mano y preguntó: — ¿Y qué pasó?
Soltando un suspiro pesado y cansado, me dejé caer en el taburete. —Es… una
larga historia.
— ¿Involucra a Alessio?
Asentí y sus labios se estiraron en una amplia y emocionada sonrisa. Corriendo
hacia mí, sacó otro taburete y se sentó frente a mí. —Bueno. Tenemos un montón de
tiempo. Date prisa. Dime.
Comenzar desde el principio era la mejor opción. Solo entonces tendría sentido.
—Comenzó el primer día que vine aquí.

113
Le conté cómo Alessio amenazó con dispararme si no le decía quién era. Le conté
sobre las opciones de Alessio. También le conté sobre el beso y el orgasmo que me
dio. Y luego le conté sobre esta mañana.
Maddie me interrumpió mucho y se asustó un montón de veces. —Maldición...
maldición... ¿Qué? No... Tú... cómo... ¿cómo no pudiste decirme esto antes? —
Agarrando mis hombros, ella me sacudió—. Ayla, esto es grande. Como grande. ¡No
puedes ocultarme algo así! Dios mío, ¿te besó? ¿Te dio un orgasmo? ¡Oh Dios mío!
—Maddie, cálmate —le dije, alejándola. Se sentó de nuevo en su taburete pero
sus rodillas rebotaban.
—Está bien, estoy tranquila —dijo y luego hizo una pausa. Pasaron unos
segundos y luego sacudió la cabeza—. No. No lo estoy.
—Maddie, no fue nada. Él fue grosero. No puedo creer que hizo eso, pero
prometió que no volverá a tocarme. Entonces eso es bueno, ¿verdad?
Maddie me miró sin comprender y luego se echó a reír. —Eres graciosa. ¿De
verdad crees que no te va a tocar? Cariño, puede que no te toque, pero encontrará
otras formas. Y definitivamente encontrará formas de hacerte rogar por él. ¿Qué
puedo decir? Él es muy ingenioso.
—Eso no me hace sentir mejor —dije, cerrando los ojos y frotando mi frente con
ligera agitación. Este hombre me va a volver loca.
—Lo siento, cariño. Es la verdad. Él está interesado en ti y no se dará por
vencido. Cuando quiere algo, lo toma. No importa lo difícil que sea conseguirlo o si
algo se interpone en su camino. En su libro, nada es imposible.
Ante sus palabras, mi corazón tropezó y sentí el pánico corriendo por mi cuerpo.
—Entonces, ¿estás diciendo que no se va a rendir?
—No.
—Maddie, no lo quiero. ¿Por qué no puede entender eso? Lo odio. —Sentí
lágrimas en el fondo de mis ojos y mi nariz comenzó a hormiguear. ¿Por qué estaba
llorando?
—Ayla, perdón por empeorar las cosas.
—No. Prefiero escuchar la verdad. Pero solo no lo sé —Limpiándome las
lágrimas, cerré los ojos con fuerza. Respirando hondo, conté hasta diez antes de
volver a abrir los ojos—. Lo siento. Me he estado poniendo muy emotiva contigo.
—Está bien. Tengo esto, cariño.
—Gracias.
—No hay problema. Bueno. Levanta el culo. Tenemos que hacer algo de limpieza
antes de la cena.

114
Capítulo 21
Cayó la noche y casi todos se habían acostado. La casa estaba en silencio y en
paz.
Perezosamente me subí a la cama y tan pronto como mi cabeza tocó la almohada,
cerré los ojos y ya estaba medio dormida.
Acurrucándome bajo las sabanas, suspiré de satisfacción cuando mis músculos
comenzaron a relajarse y el sueño se apoderó de mi cuerpo y mi mente.

Estaba inclinada sobre su escritorio, mi vestido me subido hasta las caderas para
que mi trasero estuviera completamente desnudo. Nunca se me permitía usar bragas.
Dijo que era para el fácil acceso.
Dijo que quería poder tomarme cuando y donde quisiera. Y si desobedecía, sería
severamente castigada. Había aprendido de la manera más dolorosa que no debería
darle la contraria.
Sentí su mano áspera y fría corriendo por mis mejillas desnudas. Y luego una fuerte
bofetada cayó en un lado, tan fuerte que me estremecí y las lágrimas se acumularon
rápidamente en mis ojos.
Una segunda bofetada cayó al otro lado. Igual de fuerte.
—Me encanta tu trasero así. Todo rojo de mi palma. Qué hermoso —murmuró
roncamente en mis oídos.
No dije nada. No me moví. No se me permitía hacerlo tampoco.
Lo escuché desabrocharse los pantalones detrás de mí. Respiré profundamente
mientras el miedo corría por mi cuerpo. Sabía lo que vendría después.
Se situó entre mis muslos y cuando sentí su punta en mi entrada, me estremecí de
asco. De pánico. Dolor. En absoluto miedo paralizante.
Cerré los ojos, mis lágrimas fluyeron silenciosamente por mis mejillas. Me mordí el
interior de la mejilla para evitar llorar de dolor cuando se estrelló contra mí,
enterrándose hasta la empuñadura.
Mi interior estaba ardiendo. Se sentía como si me estuvieran cortando por dentro.

115
Sus gemidos de placer llenaron mis oídos cuando me despojaba de mi pureza y
dignidad. Una y otra vez. Todos los días.
El me follaba. Sin piedad. Dolorosamente. Despiadadamente.
Y todo el tiempo, dos de sus hombres estaban mirando.
También escuché sus gemidos de placer. Al abrir los ojos, vi que se estaban
masturbando, sus ojos llenos de lujuria mientras me miraban.
No podía soportarlo más. Humillada de la peor manera posible, cerré los ojos
nuevamente y me hundí más en la oscuridad.
Alberto se vino con un gruñido y salió de mi cuerpo. Sentí su venida correr por mis
muslos pero me quedé quieta mientras esperaba su próxima orden.
—Mi prometida es tan hermosa, ¿no? —Dijo Alberto.
—Joder, sí, jefe. La mujer más sexy que he visto nunca —respondió uno de los
hombres.
—Sí, jefe. Tengo que estar de acuerdo Tienes a una linda dama —agregó el otro
hombre.
—Hmm. —Alberto tarareó mientras pasaba su palma sobre mi trasero. Sus dedos
se clavaron en mi piel e hice una mueca—. Comparto, ya saben —dijo.
Mis ojos se abrieron de golpe y mi corazón cayó al fondo de mi estómago.
No. No. Por favor. Dios. No.
— ¿Quieren follarla? —preguntó, su voz fría como siempre.
No. No. Por favor. Di no. Por favor.
—Sí, pero solo si nos lo permite —dijo uno de los hombres.
— ¿Bueno, qué están esperando? Vengan aquí. —Sentí que Alberto se alejaba y vi
a los dos hombres de pie, caminando hacia mí, con los ojos llenos de lujuria y hambre.
Caminaron alrededor de la mesa hasta que estuvieron fuera de mi visión. Los sentí
parados detrás de mí y Alberto vino a pararse frente a mí. Me agarró de la barbilla y me
levantó la cabeza para que lo mirara a los ojos.
—Mantendrás tus ojos en mí mientras te follan. Y lo tomarás como una buena
chica —siseó en mi cara. Sus uñas me rasguñaron la barbilla y yo hice una mueca.
Dejando mi barbilla, agarró mis dos brazos y tiró de ellos hacia adelante,
manteniéndome quieta. Mi corazón se partió en un millón de pedazos cuando sentí a
uno de ellos en mi entrada.
Todo mi cuerpo temblaba violentamente y rápidamente me quedé entumecida. El
primer hombre se estrelló contra mí. Una y otra vez. Llegó con un rugido. Y luego el
segundo hombre tomó su turno.
Con cada empuje, perdía una parte de mí misma. Con cada gemido, perdía los
pedazos de mi corazón destrozado. Con cada gemido, perdía un pedazo de mi alma.
Ya no sentía nada. Solo era un cascarón vacío. Sentía que había un gran agujero
en mi pecho y mi estómago se retorció dolorosamente cuando el hombre terminó dentro
de mí. Mi garganta se atoró y antes de que pudiera detenerme, vomité sobre la mesa.

116
Alberto se rió y luego sacó su arma y apuntó detrás de mí. Cerrando los ojos, dejé
caer mi cabeza sobre la mesa, mi cuerpo roto, devastado y flácido. Silenciosamente
supliqué piedad.
Escuché dos disparos.
Mis ojos se abrieron de golpe y vi sangre.
Estaban muertos
Grité.
Mis gritos llenaron mis oídos mientras sollozaba. Mis gritos estaban llenos de dolor
y miedo.
Por favor. No más. No podía soportarlo. No más. Por favor.

Me desperté llorando y temblando. Mis oídos aún resonaban por los gritos en mi
pesadilla. No podía respirar. La presión en mi corazón era dolorosa. Jadeé y luego
respiré hondo, pero me sofoqué.
Mi cuerpo se sacudió violentamente y me atragante varias veces. Mi camisón
estaba empapado de sudor. Me picaba la piel. Se sentía como si miles de hormigas se
movieran debajo de ellas. Me rasqué y rasqué.
Pero vi sangre. Estaba cubierto de sangre.
No. No. No.
Agarrando mi cabeza, tiré de mi cabello. Mi cuero cabelludo me dolía y quemaba.
Mi visión se nubló con lágrimas y los mareos me atiborraron.
Estaba ardiendo
Estaba muriendo.
Mi corazón latía tan fuerte en mi pecho que me dolían las costillas. Mi estómago
se revolvió cuando mis piernas se contrajeron.
Empujé el edredón con manos temblorosas, salí de la cama y caí al suelo. Mis
piernas no pudieron sostenerme. Me miré las manos y vi que estaban limpias. Sin
sangre.
Jadeando, sacudí la cabeza y cerré los ojos. Apreté los dientes cuando un dolor
punzante me atravesó el cráneo.
Mi respiración salía en soplos duros y mi pecho estaba tan apretado que no podía
respirar. Al abrir los ojos, me miré las manos para ver sangre nuevamente.
Sangre. Su sangre
Froté mis manos sobre mi vestido, tratando de deshacerme de ella. Me
estremecí, mi cuerpo se inclinó dolorosamente. Los mocos me corrían por la cara y
las lágrimas corrían por mis mejillas mientras lloraba, cayendo al suelo.
Quería morir. No podía soportarlo más.
El dolor.
No podría vivir más con eso.
Quería paz
Necesitaba paz
Por favor, te lo suplicó. A quien sea que este escuchando. Te lo ruego. Por favor.

117
No sabía qué me pasaba, pero comencé a gatear hacia mi puerta. Mis fuertes
jadeos llenaban la habitación y, a través de una visión borrosa, llegué a la puerta. Me
levanté y la abrí. Tragando saliva, tropecé afuera y me caí. Mis piernas no me
sostenían.
Me arrastré hasta el dormitorio por el pasillo. Mis gemidos llenaron el pasillo y
las lágrimas corrían continuamente por mis mejillas.
Paz.
Solo por un momento.
Lo necesitaba.
Necesitaba respirar
Cuando llegué a la puerta que quería, me desplomé contra ella. Mi corazón se
apretó fuertemente. Jadeé, mis pulmones luchando contra el aire que estaba tomando.
Me quedé sin aliento mientras intentaba ponerme de pie. Sosteniéndome a la puerta,
me arrastré y me desplomé contra ella.
—Alessio —susurré, mis ojos poniéndose en blanco cuando comencé a perder
el conocimiento.
Paz.
Alessio traía paz.
Y lo necesitaba.
Mi mano golpeó la puerta. Apenas podía mover mis manos pero lo intenté.
Justo cuando estaba a punto de rendirme y caer, dejando que mi muerte
inminente se apoderara de mi cuerpo, la puerta se abrió y caí hacia adelante. Justo en
sus brazos.
Paz.
Apretando su camisa en mi puño, lloré.
—Hazlo… parar. Por favor. No puedo... soportarlo...
Sollocé.
—Hazlo parar.

118
Capítulo 22
Alessio

Estaba a punto de apagar las luces cuando escuché un golpe en la puerta. Mi


frente se arrugó por la confusión cuando me paré y miré la puerta. Escuché el golpe
nuevamente.
Era tarde. ¿Quién podría ser?
Esperé el golpe otra vez, pero no llegó. En su lugar, escuché algo crujir contra la
puerta. Caminando rápidamente hacia allí, agarré el pomo y abrí la puerta de par en
par.
Antes de que pudiera parpadear o ver quién era, alguien cayó hacia mis brazos.
Mis ojos se abrieron. Ayla
Estaba temblando de pies a cabeza, todo su cuerpo temblaba tan violentamente
que apenas podía mantenerse en pie. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la
sostuve contra mi cuerpo.
Sus dedos agarraron mi camisa con un apretón mortal, sus uñas clavándose en
mi piel. Ella estaba llorando. Su cuerpo temblaba con sus sollozos y enterró su cara en
mi pecho.
Mi mente estaba llena de confusión y preguntas sin respuesta mientras sostenía
su cuerpo flácido en mis brazos. Ella jadeó y se atragantó con sus gritos.
—Hazlo… parar. Por favor. No puedo... soportarlo... —lloró en mi pecho.
Me congelé y mi corazón se encogió.
—Hazlo parar.
— ¿Ayla? —Cuando comencé a alejarme para poder ver su rostro, lloró más
fuerte y agarró mi camisa con más fuerza, negándose a moverse.
—Por favor. Por favor. Hazlo parar. No puedo... no puedo... respirar. No puedo
soportarlo más.
—Ayla, ¿de qué estás hablando? —Lo que decía no tenía ningún sentido y yo no
sabía cómo reaccionar ante esto.

119
¿De qué estaba hablando ella? Nunca hubiera esperado que ella viniera a mí de
esta manera.
Ella soltó su agarre en mi camisa y quedó completamente flácida en mis brazos.
Sus piernas cedieron, y si no hubiera sido por mis brazos alrededor de ella, se habría
caído al suelo.
—Mierda. —La alcé en mis brazos, acunándola contra mi pecho. La llevé a mi
cama y la puse sobre el colchón. Arrodillándome frente a ella, tomé su barbilla en mi
mano y la hice mirarme. Ayla se negó a abrir los ojos. Ella gimió y se llevó las manos
al pecho, enroscándose. Estaba jadeando por aire y cubierta de sudor. Tenía el pelo
pegado a la frente y las mejillas mojadas por las lágrimas.
Tembló, y cuando mis dedos apretaron su barbilla, se encogió y dejó escapar un
grito agudo.
Mis ojos se abrieron en estado de shock y rápidamente la solté. —Mierda. No voy
a lastimarte.
Ella gimió en respuesta.
—Ayla, háblame. ¿Qué está pasando? —Dije suavemente. Se llevó las manos a la
cabeza y se pasó los dedos por el pelo, luego sacudió la cabeza varias veces y comenzó
a llorar de nuevo.
—Duele. Duele mucho. Por favor.
Ella repetía eso una y otra vez.
¿Tenía ella una pesadilla?
—Ayla.
Sus ojos se abrieron de par en par, muy abiertos por el pánico y el miedo, y ella
se abalanzó.
Mucho dolor. Sus ojos estaban llenos de tanto dolor. Mi corazón se contrajo al
verlo.
Ayla se miró los brazos y su cara se arrugó de pánico. —No. No. No —murmuró
por lo bajo.
Comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás y sus dedos se rascaban los
brazos, volviendo la piel color rojo brillante con las uñas. Dejaron largas líneas rojas,
y si continuaba así, sacaría sangre.
—Mira. Mira —gritó ella, empujando sus brazos contra mi cara—. Sangre. Estoy
cubierta de sangre...
¿Qué mierda?
—Ayla, no estás cubierta de sangre —la tranquilicé, tomando su brazo en mi
mano y frotando suavemente mi pulgar sobre su piel.
— ¡No! —Gimió, alejando sus brazos—. ¡Mira! Sangre. Haz que pare —susurró
Ayla, mirándome con ojos llorosos. La mirada que me dirigió rompió mi corazón. Sentí
un dolor punzante atravesar mi pecho por su agonía—. Puedes... hacer... que... pare.
Por favor —jadeó entre respiraciones superficiales, mirándome expectante. Me
estaba rogando con los ojos.

120
Pero lo que decía no tenía ningún sentido y no podía entender el dolor que
llenaba mi pecho.
Cuando no respondí, vi que sus ojos se volvían vacíos. Había visto muchas
miradas así. Cada vez que mataba, miraba a los ojos sin vida, y los de ella se veían así.
Aunque Ayla respiraba viva, sus ojos estaban muertos.
Sus hombros se hundieron y lentamente se deslizó fuera de la cama hasta que
sus rodillas tocaron el suelo frente a mí. Ella cerró los ojos y empujó las piernas hacia
su pecho, envolviendo sus brazos alrededor de ellas.
Sentada allí, parecía una niña perdida. Parecía alguien que estaba
completamente roto, sin esperanza.
—Ayla —Tragué fuerte contra el pesado nudo en mi garganta.
Se balanceó de un lado a otro y la escuché murmurar algo por lo bajo.
Inclinándome más cerca con mi corazón golpeando salvajemente contra mi caja
torácica, traté de escuchar lo que ella decía. Y lo que escuché me dejó sin aliento.
—Hazlo parar. Hazlo irse. No más sangre. Hazlo irse.
— ¡Ayla, mierda! —Maldije en voz alta, alejándome mientras pasaba mis dedos
por mi cabello con frustración.
Se encogió de miedo por mi arrebato y acercó sus piernas a su cuerpo, como si
se estuviera protegiendo de mí. Cuando me acerqué, ella se encogió y abrió mucho los
ojos mientras esperaba mi próximo movimiento.
Ella estaba teniendo un colapso mental. Había visto a hombres pasar por lo
mismo después de su primer asesinato.
Extendí mis manos, las palmas hacia ella. —No voy a lastimarte —le dije,
acercándome lentamente para no asustarla.
Ella observó cada uno de mis movimientos pero nunca respondió, sus ojos tan
sombríos y sin espíritu como antes. Cuando nuestras rodillas se tocaron, miró hacia
abajo y la vi tragar con fuerza.
—Ayla —le susurré, tratando de volver su atención a mi cara—. Ayla —dije por
segunda vez.
Lentamente se movió y me miró con recelo.
— ¿Todavía hay sangre en ti? —Pregunté, señalando hacia sus brazos. Miró
hacia abajo y vi una lágrima escapar de la esquina de su ojo izquierdo. Ella continuó
mirando sus brazos y asintió lentamente.
—Por favor —susurró.
—Ayla, mírame —le dije. Ella hizo lo que le dije. Cuando sus ojos se encontraron
con los míos, continué: —Vamos a deshacernos de la sangre, ¿de acuerdo? Te
lavaremos y luego no habrá más sangre, ¿de acuerdo?
Sus cejas se fruncieron en confusión y volvió a mirar sus brazos. Ella movió sus
manos arriba y abajo a lo largo de sus brazos. Parecía perdida en sus pensamientos.
—Ayla —dije de nuevo. Ella no levantó la vista, pero dejó de frotarse los brazos,
así que supe que me había escuchado—. Te voy a tocar. ¿Estás de acuerdo con eso? —
Pregunté, inclinando la cabeza hacia abajo para mirarla a los ojos verdes.

121
Ella no respondió. No dijo ninguna palabra. Puse mi mano sobre mi rodilla y
esperé unos segundos.
Cuando ella no retrocedió ni se alejó, me acerqué y envolví un brazo detrás de
su espalda y el otro debajo de sus rodillas. Rápidamente me puse de pie con ella
acunada contra mi pecho y escuché su asombrada exclamación.
—Shhh. Está bien. Te tengo —susurré contra su cabello, caminando hacia mí
baño. Ayla levantó lentamente una mano y la puso sobre mi pecho. Contra mi propia
voluntad, mis brazos se apretaron alrededor de ella.
Caminando hacia la bañera, la puse en el borde. Me puse delante de ella. Me
estaba mirando, sus ojos llenos de confusión y asombro.
La mitad de su rostro estaba cubierto con su cabello y estaba temblando. Sus
brazos estaban colocados en su regazo pero noté que sus dedos rascaban la piel. Ella
lo hacía sin pensar.
Inclinándome hacia adelante, aparté sus dedos de sus brazos. —No hagas eso —
dije suavemente, mi voz salió un poco áspera.
Ella mantuvo sus ojos en mí cuando regresé. Tenía los brazos flácidos sobre su
regazo y estaba sentada allí congelada. Le di un pequeño asentimiento antes de
caminar hacia el fregadero. Agarrando la pequeña toalla blanca en mi mano, la
humedecí con agua caliente y luego exprimí el exceso de agua.
Ella observó todos mis movimientos en silencio pero con atención.
Deteniéndome frente a ella, me arrodillé y tomé su mano derecha en la mía. Miré hacia
arriba y nuestros ojos se encontraron. Mi corazón tropezó con el tormento que vi allí.
Pero eso no era todo.
Vi confianza en las profundidades de sus intensos ojos verde bosque. Ayla estaba
esperando que le quitara el dolor.
Manteniendo mis ojos en los de ella, moví suavemente la toalla sobre su brazo.
Ella frunció el ceño pero no miró hacia abajo. La vi estremecerse un poco mientras
frotaba la toalla sobre su piel.
Seguí limpiando su brazo, y con cada roce de la toalla, los tensos hombros de Ayla
comenzaban a relajarse. Ni una sola vez apartó la vista de mí, ni siquiera cuando
comencé a limpiar su otro brazo.
Nuestros ojos se quedaron fijos el uno en el otro mientras le traía paz. Sus ojos
sin vida, que antes me miraban con miedo, ahora me miraban maravillados.
Cuando terminé, tragué las emociones que me ahogaban. Mis labios se separaron
pero no salieron palabras.
—Mira. No hay sangre ahora — dije después de aclararme la garganta varias
veces.
La cabeza de Ayla se agachó y jadeó, sus ojos se abrieron por la sorpresa. Levantó
los brazos y vi lágrimas que se acumulaban en sus ojos, haciendo que sus ojos
estuvieran vidriosos.
—No hay sangre —susurró con voz ronca. Su voz estaba áspera por el llanto—.
No hay sangre. —Se frotó el pulgar sobre la longitud de sus brazos.

122
Parpadeó y las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos cayeron por sus
mejillas ya mojadas y sonrosadas.
Antes de poder detenerme, levanté la mano y rocé mi pulgar sobre sus suaves
mejillas, limpiando suavemente sus lágrimas.
Ella apartó la mirada de su brazo y me miró de nuevo. Ayla tragó saliva varias
veces y me di cuenta de que estaba luchando por encontrar palabras, así que solo me
miró sin palabras.
Mi mano seguía ahuecando su mejilla, así que la moví un poco hacia arriba y le
aparté el pelo de la cara. Levanté la toalla y la froté sobre su frente y mejillas. Sus
hombros se hundieron en alivio y cerró los ojos, un suspiro de satisfacción escapó de
sus labios.
Mierda. ¿Qué demonios me pasa? Estoy actuando como un puto coño.
Rápidamente aparté mis manos cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo.
Sacudiendo mi cabeza, me puse de pie y Ayla parpadeó sorprendida. Ladeó la
cabeza pero no dijo nada.
—Te ves mejor —le dije.
Se lamió los labios secos pero aún parecía un poco confundida. Todavía estaba
saliendo de su ataque de pánico, por lo que no entendería completamente lo que
estaba sucediendo.
Suspiré y tomé sus manos en las mías, tirando de ella. Ella tropezó hacia adelante
y la acerqué a mi pecho nuevamente antes de salir de mi baño. Ayla puso su cabeza
sobre mi hombro con un suspiro.
Deteniéndome frente a mi cama, la coloqué y saqué las sabanas. Se movió debajo
del edredón negro y se acostó. Lo puse alrededor de su cuerpo y sus ojos comenzaron
a cerrarse somnolientos.
De pie, miré a Ayla. Se veía tan inocente acostada allí. Tan frágil y vulnerable.
No podía entender lo que acaba de pasar. ¿Tuvo ella una pesadilla? ¿O era un
recuerdo que la perseguía?
No sabía nada de Ayla. Su identidad. Su verdad. Su pasado. Nada. Y estaba
intrigado. Me hizo querer descubrir su verdad oculta.
Ella suspiró adormilada, y cuando la miré, ella parpadeó hacia mí, con una
pequeña sonrisa somnolienta en sus labios.
Comencé a alejarme, pero un repentino grito de pánico me detuvo en seco.
Girando rápidamente con el corazón en la garganta, la vi sentada en mi cama.
Tenía los ojos muy abiertos por el terror y el pánico indescriptible.
—No. Por favor, no me dejes... sola —tartamudeó.
—Ayla —comencé a decir, pero ella sacudió la cabeza. Alejando el edredón con
prisa, salió tambaleándose de mi cama.
—Mierda —murmuré. Moviéndome rápidamente hacia su cuerpo tembloroso,
la levanté en mis brazos y la volví a colocar en la cama. Me agarró del brazo con fuerza
y me miró con temor.
—Por favor. No me dejes —rogó, lágrimas corriendo por sus mejillas.

123
Cuando quería que Ayla me suplicara que la tocara, no era así como imaginé que
sucediera.
Que jodido desastre.
—Oye, oye, oye —la tranquilicé, sentándome en la cama frente a ella. Empujé los
mechones de su cabello detrás de las orejas, para que su rostro fuera completamente
visible para mí, ahuequé sus mejillas tranquilizadoramente. —Está bien. Estoy aquí.
No me estoy yendo.
Hipó un sollozo y sus dedos se apretaron en mi brazo. —Está bien —dije de
nuevo. Agarrando suavemente sus hombros, la empujé hacia la cama. Después de
poner el edredón sobre ella, le palmeé la rodilla—. Estoy aquí.
Mantuve mis ojos en ella mientras me levantaba. Ella siguió mi movimiento con
sus ojos inquebrantables pero llorosos. Cuando subí al otro lado, Ayla se volvió y me
miró.
Nos miramos el uno al otro, nuestras miradas inmóviles mientras nos
acomodamos debajo del edredón.
No supe cuánto tiempo nos quedamos así, pero finalmente sus ojos comenzaron
a caer soñolientos, sus largas pestañas oscuras revolotearon contra su piel pálida. El
cansancio se apoderó de su cuerpo y se quedó sin fuerzas. Un suspiro casi inaudible
escapó de sus labios cuando se durmió, su cuerpo cálido y seguro envuelto bajo mi
edredón y mi mirada vigilante.
Lo que sucedió esta noche lo cambió todo. Me hizo querer saber más sobre ella.
Podía hacer suposiciones sobre lo que le sucedió, pero quería escucharlo de ella.
Unos minutos más tarde, cerré los ojos cuando la oscuridad me envolvió.
Lo último que vi fue el rostro tranquilo y dormido de Ayla.

124
Capítulo 23
Ayla

Me sentía desorientada y mi cabeza latía con fuerza. Parpadeé con los ojos
abiertos pero luego los cerré nuevamente debido a la brillante luz del sol.
Espera, ¿qué?
Mis ojos se abrieron en alarma y rápidamente me senté en la cama. No estaba en
mi cuarto. Miré el suave edredón negro. El pánico llenó mi pecho; Miré alrededor de
la extraña habitación. Me era familiar.
Girando la cabeza hacia la izquierda, grité de sorpresa. Alessio estaba sentado a
mi lado, con la espalda apoyada en la cabecera mientras me miraba en silencio.
Estaba en su cuarto.
Lo último que recordaba era caerme cansada en mi cama mientras el sueño se
apoderaba de mi cuerpo y mi mente. Pero después de eso, todo estaba en blanco.
— ¿Cómo llegué aquí? —Pregunté, llevando el edredón hasta mi hombro. Alessio
levantó una ceja sorprendido.
— ¿No te acuerdas? —preguntó, su voz ronca por el sueño.
Sacudí mi cabeza. Me miró por unos segundos, el aire crujió con la tensión entre
nosotros. Hubo una pausa incómoda antes de continuar.
—Viniste a mí anoche —dijo.
Eso no tenía ningún sentido.
— ¿A qué… a qué te refieres?
Suspiró molesto. —Tuviste un ataque de pánico. Llegaste a mi habitación,
llamaste a mi puerta y me rogaste que lo hiciera desaparecer. Lo hice, y luego te
quedaste dormida en mi cama —explicó Alessio. Cuando terminó, me miró
expectante.
Llevándome la mano a la cabeza, me froté la frente, tratando de aliviar el horrible
dolor de cabeza. Cuando cerré los ojos, repentinas imágenes recortadas de la noche
anterior se estrellaron detrás de mis párpados cerrados.

125
Mi pesadilla. Las alucinaciones. Llorando. Rogándole a Alessio que lo detenga. Lo
recordé limpiando mis brazos, diciéndome que no había sangre en ellos.
Mis ojos se abrieron de golpe y miré a Alessio en estado de shock. Levantó una
ceja divertido e hizo un tsk con la lengua. —Ah, así que recuerdas ahora. —La
vergüenza me llenó cuando aparté los ojos de la mirada penetrante de Alessio. Mi
garganta se secó y mi cuerpo se enfrió.
El silencio llenó la habitación. Ninguno de nosotros se movió.
Después de unos minutos llenos de tensión, me lamí los labios nerviosamente y
comencé a moverme hacia el final de la cama. Cuando Alessio no dijo nada, mantuve
los ojos bajos y aparté el edredón antes de levantarme de la cama.
Solo vete, Ayla. Aléjate. Pon tus pensamientos juntos. Inventa una excusa.
Cerré las rodillas juntas y continué hacia mi escape.
Cuando llegué a la puerta, la voz de Alessio llenó la habitación. Me tensé y mi
mano se congeló.
— ¿En serio te vas a ir sin decir nada? —preguntó, riéndose por lo bajo.
Ese era el plan. Pensé que no diría nada, pero claramente estaba equivocada. Qué
ingenuo de mi parte que seguir pensando en él como un buen tipo.
Él es un buen tipo, sin embargo, discutí conmigo misma.
—Ayla, date la vuelta —ordenó Alessio con voz dura y fría.
Me puse rígida ante su tono y me di la vuelta. Mi cabeza se mantuvo baja, y me
negué a ver su mirada juiciosa e inquisitiva.
La cama rechinó y, por el rabillo del ojo, lo vi levantarse. Por primera vez me di
cuenta de que vestía un atuendo diferente al habitual. Llevaba pantalones de chándal
grises y una larga camisa negra que le apretaba el pecho.
Se movió hacia mí, sus pasos fluidos y seguros.
Cuando se detuvo frente a mí, mi corazón se encogió de ansiedad y mi estómago
se retorció de tensión.
Sabía lo que iba a preguntar y no tenía las respuestas a sus curiosas preguntas.
No eran las respuestas que él querría.
Me agarró la barbilla entre los dedos e inclinó la cabeza hacia arriba para que lo
mirara. Tenía los ojos fríos y vi ira en ellos.
Un escalofrío me atravesó y apreté mis manos en puños, mis uñas arrancando la
piel de mi palma. El ligero dolor me mantuvo en la realidad.
—Explica —exigió, sus ojos se convirtieron en rendijas.
No podía.
—No hay nada que... explicar —tartamudeé. Ante mis palabras, sus dedos se
apretaron en mi barbilla y la ira recorrió sus ojos.
—Ayla, sé cuándo mientes. Y odio cuando la gente me miente. Será mejor para ti
si me dices la verdad. Explica lo que pasó anoche.
Alessio enojado daba miedo. Su cuerpo se tensaba y sus ojos estaban
mortalmente fríos, mostrando su verdadero carácter como el despiadado jefe de la
mafia.

126
—Yo estoy diciendo la verdad. Fue... solo una pesadilla.
Esa era la verdad parcial. No entendería toda la verdad. Solo me vería como la
hija de su peor enemigo, no como una víctima.
—Maldita sea —gruñó mientras soltaba mi barbilla—. Estás mintiendo, Ayla. —
Cuando me envió una mirada intensa, me acobardé un poco y rápidamente bajé la
mirada.
Pero mentir me mantenía con vida. Por ahora.
—No, estoy diciendo la verdad —susurré y sin saberlo, retrocedí un paso. Se dio
cuenta y dio un paso adelante.
—Tuviste un ataque de pánico. Tenías alucinaciones sobre sangre en ti. Estabas
llorando. Perdiéndolo totalmente. Eso. No. Era. Una. Pesadilla —dijo, puntuando cada
palabra con furia.
—No. —Sacudí mi cabeza—. Si lo era. Tengo pesadillas muy vívidas. —
Rápidamente puse una excusa, esperando desesperadamente que me creyera. E
incluso si no lo hiciera, esperaba que lo dejara pasar.
Pero siendo Alessio, no lo dejó pasar.
— ¿Fuiste testigo de un asesinato? —preguntó, su tono un poco más suave que
antes, pero aún duro.
Ante su pregunta, solo quería derrumbarme y llorar. Me dolía el corazón al
pensarlo. Si. Sí, había sido testigo de un asesinato. Ni uno. No dos. Sino varios
asesinatos.
Alberto los mataba sin piedad delante de mí. Nunca le importaron mis gritos de
terror.
Mirando a Alessio a los ojos, sacudí la cabeza. —No —susurré. La mentira dejó
un sabor amargo en mi boca.
Sus rígidos ojos azules se estrecharon. Su mirada dura y ardiente me hizo
temblar de inquietud y miedo.
—Joder, ¿mataste a alguien? ¿Estás huyendo? ¿Es eso? —Su voz fuerte y áspera
retumbó a nuestro alrededor.
Mis ojos se abrieron y me estremecí ante su suposición. ¿Realmente pensó que
podía matar a alguien?
—No. No. —Sacudí mi cabeza salvajemente. —No maté a nadie.
—Ayla, estabas alucinando sobre sangre sobre ti. Entonces, o mataste a alguien
o fuiste testigo de un asesinato. ¿Cuál es la verdad? —Estaba perdiendo la paciencia.
—No maté a nadie y no presencié ningún asesinato. Yo estoy diciendo la verdad.
Fue solo una pesadilla. Una mala y lo perdí. Eso es todo. —Miré a los ojos de Alessio y
vi la incredulidad en ellos.
Entonces, lo intenté por última vez.
—Por favor. Créame. Por favor. —Esta vez supliqué, esperando que tuviera un
efecto en él.
Me miró y se pasó los dedos por el pelo con frustración. —Puedes parecer
inocente, Ayla, pero eres tan jodidamente terca.

127
Dio un paso más cerca de mí hasta que nuestros cuerpos estuvieron a solo un
respiro.
—Puedo protegerte. Si me dices la verdad, puedo protegerte. Entonces, dime —
dijo.
Oh, cómo quería creerle. Mi corazón tropezó con sus palabras y mis ojos
ardieron con lágrimas. Desearía que fuera verdad. Ojalá realmente tuviera a alguien
que me protegiera.
Pero Alessio no me protegería si supiera la verdad. Me mataría en su lugar. Era
tan simple como eso.
No podía mirarlo más a los ojos. La vergüenza y la culpa llenaron mi cuerpo.
Vergüenza por lo que había pasado. No era quien él pensaba que era.
No era inocente
Y luego la culpa. Culpa porque le mentí a la cara y vivía en su casa, viviendo de
su generosidad cuando no lo merecía.
También me sentí confundida porque no podía entender por qué fui con él
anoche. ¿Por qué fui a él en mi punto más bajo?
¿Por qué él era mi paz? Alessio hizo un sonido frustrado y luego se alejó un paso
de mí. Mi frente se arrugó por la confusión y lentamente levanté la cabeza para
mirarlo.
Me miró sin comprender, completamente desprovisto de cualquier emoción.
—Bien —dijo, su voz extrañamente tranquila.
¿Qué?
A este hombre le encantaba jugar con mi mente. Nunca podría leerlo realmente.
— ¿Tú me crees? —Pregunté atónita.
Soltó una risa áspera. — ¿Te creo? No, gatita No te creo. Pero aceptaré lo que
estás diciendo por ahora. —Dio un paso adelante y se inclinó para que sus labios
estuvieran al lado de mis oídos—. Eventualmente me dirás la verdad. Es solo cuestión
de tiempo.
Sus palabras se sintieron como latigazos contra mi cuerpo. Retrocedí en estado
de shock y Alessio se alejó. Me asintió y se dio la vuelta, caminando hacia su baño.
—Te veré en el desayuno —dijo, despidiéndome sin una segunda mirada.
Miré a su espalda con los ojos muy abiertos. Cerró la puerta del baño detrás de
él, escondiendo su vista de mí y solté un suspiro de alivio. Mis músculos tensos se
relajaron pero sus palabras seguían jugando en mi cabeza.
Es solo cuestión de tiempo.
Dándome la vuelta, salí de su habitación y entré en mi habitación aturdida.
Él estaba en lo correcto. Era sólo cuestión de tiempo. ¿Cuánto tiempo más podría
seguir ocultando la verdad?

128
Capítulo 24
Alberto

Bajé al sótano frío, mis músculos se relajaron ante la sensación y el olor familiar.
Cuando llegué al fondo, me detuve y mis labios se estiraron lentamente en una
sonrisa.
—Hola, Alfredo —dije con calma, mi voz fuerte, vibrando alrededor de la
habitación silenciosa.
La cabeza de Alfredo se levantó y me envió una mirada feroz.
—Maldito bastardo. ¿Cuál es el punto de esto? Déjame ir —rugió con furia,
mientras luchaba contra las cadenas alrededor de sus tobillos y muñecas.
Me reí de su intento fallido y me apoyé contra la pared. Había sido encadenado
contra la pared, con los tobillos atados y las muñecas, ensangrentadas por sus luchas.
Su cabeza sangraba de donde lo golpeé con la parte de atrás de mi arma.
Su rostro estaba cubierto de sudor y mugre. Unos mechones de su cabello se le
pegaban a la frente y respiraba con dificultad por el cansancio. Sabía que había estado
luchando por horas.
Parecía un pobre bastardo, un hombre indefenso. Me reí de la idea. Nunca estuvo
en condiciones de ser el jodido rey. Era demasiado débil. Y ahora era el momento de
su fin y el comienzo de mi reinado.
Tenía que sacarlo de la escena, permanentemente.
Y tal vez lo disfrutaría.
—Ahora, ahora. Cálmate —dije.
Su rostro se puso rojo brillante y escupió a mis pies. —Alberto, te lo advierto...
—comenzó, su voz mezclada con ira. Nunca tuvo la oportunidad de terminar su
oración.
Me arrodillé frente a él y agarré su rostro, mis dedos cavaron profundamente en
su mejilla. Me acerqué y siseé con los dientes apretados. — ¿O qué? ¿Qué vas a hacer?
¿Dispararme? Alfredo, déjame recordarte. Eres el que esta encadenado a la pared.

129
Hizo una mueca por la presión que estaba poniendo en su mejilla y su dolor me
estimuló. Hundí mis uñas más profundamente y luego moví mis manos hacia abajo y
las envolví alrededor de su cuello. Sus ojos se abrieron cuando presioné mis manos
más fuerte alrededor de su cuello, ahogándolo.
Luchó, su rostro se volvió casi púrpura, y se quedó sin aliento. Cuando lo vi
comenzar a perder el conocimiento, lo dejé ir.
—Ahora, ¿dónde estábamos? —Pregunté, moviéndome a la silla en la esquina.
Me senté y me recosté, cruzando el tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha y
esperándolo.
— ¿Por... por qué? —preguntó a través de su ataque de tos. Después de que las
palabras salieron, levantó la vista y me miró con una mirada fulminante, sus ojos me
mostraron exactamente cuánto me odiaba.
Sacudiendo mi cabeza ante su actitud, me encogí de hombros. —Es simple.
Quiero ser el jefe.
—Maldita mierda —rugió Alfredo e intentó ponerse de pie, pero cayó de rodillas.
—Después de todo lo que he hecho por ti, ¿así es como me pagas?
— ¿No fuiste tú quien me enseñó que no hay gratitud? La gratitud es una
muestra de debilidad, ¿no? Después de todo, hacemos lo que más nos beneficia.
—Te di todo, Alberto. Te hice mi segundo al mando. Te di el poder. ¡Te di a mi
hija!
Su ruego no me perturbó. En cambio, me hizo sentir poderoso.
Su vida estaba en mis manos. Lo controlaba todo.
El poder y el dominio recorrían mi cuerpo mientras lo miraba luchando contra
sus cadenas. No pude evitar reír de nuevo. Sonaba cruel contra las paredes del frío
sótano.
—Quiero más, Alfredo. Y es simple, lo tomaré —dije en respuesta antes de
levantarme y caminar lentamente hacia él. Dejó de luchar contra los grilletes y me
miró directamente a los ojos.
Vi asco y odio allí. Pero nada de eso importaba. No podía hacer nada. Estaba
indefenso. Y él lo sabía. En el fondo de sus ojos, vi resignación y miedo.
Moviendo mi mano hacia mi espalda, saqué mi arma y apunté directamente a
Alfredo, con el cañón frente a su frente, colocado en el centro de sus ojos. Lo vi tragar
con dificultad, su prominente manzana de Adán se balanceaba casi dolorosamente en
su garganta.
—Le entregué mi hija a un monstruo —se erizó, mientras el arma estaba
presionada contra su frente. Mis ojos se abrieron cuando mencionó a Ayla y una
repentina furia intensa recorrió mi cuerpo.
Alejé mi arma, la traje hacia delante con fuerza y golpeé la parte de atrás contra
la mejilla de Alfredo. Su cabeza se giró hacia un lado y sus ojos se cerraron
fuertemente por el dolor, pero no hizo ningún un sonido.

130
—No eres mejor —siseé, arrodillándome frente a él. Agarrando su barbilla, hice
que me mirara antes de continuar. — ¿Te olvidaste de Leila, tu esposa? ¿La misma
esposa que asesinaste a sangre fría porque era jodidamente rusa?
Los ojos de Alfredo se abrieron en estado de shock y me reí de su reacción. — ¿O
qué hay de la esposa de Lyov? Ah, esta fue la mejor. Atacaste su mansión, mataste a la
mitad de sus hombres y luego mataste a la desprotegida María. Estaba embarazada,
¿no?
Sacudiendo mi cabeza hacia él, solté su barbilla y empujé su cabeza hacia atrás
con fuerza. Golpeó contra la pared y esta vez hizo una mueca.
—Así que ya vez, no eres mejor que yo. Aprendí del mejor, después de todo —
hice una pausa y le guiñé un ojo—. Pero superé al maestro. Deberías estar orgulloso.
Vi sus dedos apretarse en puños y me gruñó. —Maldito bastardo —bramó. Tuve
suficiente. Aburriéndome de la ida y venida, apunté el arma a su frente de nuevo.
Es hora de que conozca a su creador.
— ¿Algún último deseo?—Pregunté, la comisura de mis labios se alzó
ligeramente en una sonrisa. Alfredo luchó y trató de tambalearse hacia adelante, pero
sus cadenas lo detuvieron.
—Jóde…
Apreté el gatillo y se escuchó un fuerte estallido. Pop. Se quedó sin aliento y luego
solo silencio.
Un silencio absoluto y completo.
Miré a Alfredo con los ojos completamente negros, pero vidriosos y sin vida.
Vacío. Hueco. Abierto de par en par en su agonía final.
Estaba inerte contra la pared. Y en el medio de su frente había un pequeño
agujero donde había ido mi bala. Espesa sangre corría por su rostro y mi sonrisa se
amplió ante la vista.
Finalmente.
Los italianos eran míos, y muy pronto, los rusos también me pertenecerían.
Yo sería el maldito rey.

131
Capítulo 25
Alessio

—Rastreé todos los teléfonos. Y todavía nada —gruñó Viktor mientras se pasaba
los dedos por el pelo con frustración.
Estaba sentado detrás de mi mesa, mis brazos cruzados sobre mi pecho. Viktor
caminaba por la habitación como un animal enjaulado, su ira claramente evidente.
Phoenix estaba sentado en el sofá, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.
Parecía completamente agotado.
—No puedo creer esto. ¿Cómo es posible que aún no hayamos encontrado al hijo
de puta? —Viktor continuó.
—Él es bueno. Él es muy bueno. El maldito bastardo sabe cómo permanecer
escondido — murmuró Phoenix
Tenía que estar de acuerdo con eso. Mis hombres llevaban unos días buscando
al traidor. Tenía los mejores rastreadores y, sin embargo, nada.
Moviendo mi cabeza de un lado a otro, intenté aliviar los músculos tensos allí.
Me froté la frente con frustración y me incliné, colocando los codos sobre la mesa.
—Tienes razón. Definitivamente es bueno. Pero no puede permanecer
escondido para siempre —dije.
— ¡Pero cuanto más nos demoremos en encontrarlo, más daño causa! —Viktor
replicó.
—Lo encontraremos. —Aunque parecía tranquilo, estaba todo menos tranquilo.
La ira que corría por dentro era indescriptible. Iba a hacerle pagar. Severamente.
Sangrientamente. Tenía suerte de que aún no lo había encontrado. Le quedan unos
días más de vida.
Phoenix abrió los ojos y me miró. Sus labios se separaron y estaba a punto de
decir algo, pero la puerta se abrió de golpe y Nikolay entró corriendo.
Estaba jadeando, sus ojos muy abiertos por la sorpresa y su rostro se retorció
enojado. Todos lo miraron sorprendidos, incluyéndome.

132
Alejando mi silla, me puse de pie. Esa fue la primera vez que vi a Nikolay tan
tenso. Su pecho se agitaba con cada respiración que tomaba. El sudor se formaba en
su cara roja, las venas abultadas en su frente y cuello.
—Está muerto. El hijo de puta está muerto —gruñó entre jadeos.
Mi frente se arrugó por la confusión y ladeé la cabeza hacia el lado en cuestión.
Nikolay tragó saliva antes de responder mis preguntas no formuladas.
Y su respuesta fue como un disparo en mi corazón.
—Alfredo está muerto.
— ¿Qué dijiste? —Pregunté, puntuando cada palabra con cuidado.
—Alfredo está muerto.
—Mierda —gruñó Viktor.
La ira se construyó como corrientes de aguas profundas dentro de mí. Salió más
rápido que el magma pero igual de destructivo. Mi cuerpo estaba vibrando con eso.
Alfredo estaba muerto.
Estaba muerto y no fui yo quien lo mató.
No obtuve mi venganza.
Me sentí vacío cuando la ira me consumió. Mi piel estaba ardiendo y me calenté
hasta que sentí que me sofocaba. Mi visión se nubló con furia y todo lo que veía eran
los ojos sin vida de mi madre.
— ¡Maldita sea! — rugí, con los músculos tensos, el cuello rígido y la espalda
estirándose.
Me incliné y empujé todo fuera de la mesa, fragmentos de vidrio volando por
todas partes. Pateé mi silla contra la pared y paseé.
¡Se suponía que yo debía quitarle la vida! ¡Su sangre debería haber estado en mis
manos! Tenía que vengar a mi madre.
Pero ahora…
Todos los músculos de mi cuerpo se contrajeron, picaban y ardían.
Mis manos se apretaron en puños, tan fuertes, tan apretados que mis nudillos
comenzaron a doler y mis manos lentamente se entumecieron. Me agarré del pelo y
tiré.
— ¡Era mío para matar! —Rugí antes de golpear la pared, creando un hoyo
profundo. El panel de yeso se dobló con la fuerza y la pintura se desprendió cuando
retiré mi puño sangrante.
Sentí una mano en mi espalda y me di la vuelta, envolviendo mi mano alrededor
del cuello de la persona. Viktor me miró sin comprender, esperando que me calmara.
Mis dedos se apretaron ligeramente pero su expresión aún no cambió.
Solté su cuello con un gruñido y lo aparté. Se tambaleó, pero rápidamente
recuperó el equilibrio.
—No me toques, joder. No seré responsable de mis acciones —gruñí antes de
dar un paso amenazador hacia él.

133
Viktor enderezó la espalda antes de girarse hacia Phoenix y Nikolay y asentir a
la puerta. Se fueron sin mirar atrás. Cuando la puerta se cerró de golpe, me desplomé
contra la mesa.
Había demasiada furia corriendo dentro de mí. Tenía que liberarlo antes de
perderlo por completo.
Me quité la chaqueta del traje, me quité la corbata y tiré del cuello para aflojarlo.
Me pasé una mano temblorosa por la cara.
Mirando mis manos, las apreté lentamente en puños, con los nudillos crujiendo.
Con un suspiro frustrado, caminé hacia la puerta y la abrí de par en par.
El pasillo estaba vacío y mis pasos duros resonaron mientras bajaba las
escaleras al gimnasio. Mi vista estaba en los sacos de boxeo. Sin pensarlo dos veces, le
di un puñetazo a la bolsa, mis nudillos desnudos golpeándola con un crujido.
No sabía cuánto tiempo lo mantuve así. Puñetazos. Patadas. Rugiendo de ira con
cada golpe y patada. Mis nudillos estaban sangrando, la piel estaba desgarrada. Me
dolían los dedos y un dolor paralizante me atravesó las manos y los brazos, pero seguí
adelante.
El dolor. Se sentía bien. Lo necesitaba.
Oí que se abría la puerta y me detuve a mitad de camino. Colocando mi mano en
el saco de boxeo, evité que me derribara. Siseando con los dientes apretados, me di la
vuelta para mirar al intruso.
Viktor avanzó, sus pasos lentos. Lo miré de cerca, siguiendo su movimiento con
ojos inquebrantables.
Cuando se detuvo a unos metros de distancia, mis cejas se fruncieron en
confusión. Viktor se quitó la chaqueta del traje y la tiró al suelo antes de enrollar las
mangas de su camisa, mostrando los tatuajes que cubrían el largo de sus brazos.
Mantuvo sus ojos en mí todo el tiempo, y cuando terminó de enrollarse las
mangas, extendió la mano y desabrochó los dos primeros botones de su camisa
blanca. Girando el cuello, dio dos pasos hacia adelante y luego se detuvo.
Viktor separó las piernas. Chasqueó los nudillos antes de señalarme y luego
mover su dedo hacia su pecho. —Ven a mí —ordenó, su voz fría y dura.
Mis ojos se abrieron ligeramente y la furia se apoderó de mí. Con un rugido
ensordecedor, mis pies se tambalearon hacia adelante. Una niebla roja de ira nubló
mi visión cuando di el primer golpe
Nos peleamos. Pateamos. Golpeamos. Peleamos como animales. Viktor no lo
tomo con calma conmigo. Él tomó represalias. Ambos luchamos por el poder, cada
uno de nosotros dejando salir nuestra ira.
Vi su puño moverse hacia mi cara y lo esquivé rápidamente antes de golpearlo
en el estómago. Viktor gimió de dolor y cayó de rodillas, sosteniendo su estómago. No
lo dejé ir. Empujándolo hacia abajo, continué mi asalto. Él todavía se defendió.
Cuando noté que se debilitaba, lo aparté de mí. Viktor se tumbó de espaldas en
el suelo, con las manos sobre el pecho mientras jadeaba.

134
Hundiéndome sobre mi trasero, me senté a su lado. Lamiendo mis labios, probé
mi sangre.
— ¿Mejor? —Viktor jadeó, girando su rostro hacia mí. Me miró con los ojos
hinchados y sacudí la cabeza.
—Ni siquiera cerca. —Todo mi cuerpo estaba sensible y dolorido, pero aun así,
no podía deshacerme de la ira.
—Mierda. No creo que pueda moverme —gimió y luego hizo una mueca de dolor.
Viktor echó la cabeza hacia atrás y gritó a todo pulmón.
— ¡Nikolay!
La puerta se abrió y él entró.
—Es tu turno —dijo Viktor, con los labios en una pequeña sonrisa.
Nikolay asintió y luego se quitó la chaqueta del traje. Después de enrollarse las
mangas de la misma manera que lo hizo Viktor, se preparó y me dio un asentimiento.
No esperé otra señal. Dejando que la ira se apoderara, corrí hacia él.
Antes de que pudiera golpearlo, Nikolay se apartó y me dio un puñetazo en el
hombro.
Me molestó más.
Moviéndome a un lado, le di una patada en la pierna. Se tambaleó pero
rápidamente se puso de pie y luego corrió hacia mí otra vez. Seguimos así, de un lado
a otro, con los dientes chocando en ira mientras nos deleitábamos con nuestra furia.
Cuando Nikolay terminó, Phoenix tomó su lugar. La adrenalina me mantuvo en
marcha. Artur era el siguiente.
Mi cuerpo finalmente comenzó a debilitarse y apenas pude dar un puñetazo.
Después de que Artur cayó al suelo junto a Viktor, Phoenix y Nikolay, yo también me
hundí en el suelo y me quedé allí, mirando al techo.
Estos hombres me respaldaban. Eran mis hermanos, no por sangre sino por
elección.
—Alessio —comenzó Viktor, pero rápidamente lo interrumpí.
—No lo hagas. Simplemente no digas nada. —Luché por sentarme, luego suspiré
antes de pasar mi mano dolorida por mi cabello sudoroso.
Girando el cuello, me estremecí ante el dolor y luego me puse de pie con las
piernas temblorosas. Les asentí y salí del gimnasio.
La furia dentro de mí, la bestia, el monstruo dentro de mí finalmente se calmó.
¿Pero por cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo antes de perderlo de nuevo?
Fui directamente arriba. Pero en lugar de ir a mi habitación, caminé hacia la
habitación de al lado, la que estaba entre mi habitación y la de Ayla. Empujé la puerta
y encendí las luces.
Mi mirada fue al gran piano en la esquina de la habitación. Mi corazón se encogió
de dolor al verlo y mi estómago se retorció dolorosamente.
Me dirigí al piano. Mientras me acercaba, me dolía el corazón y mis ojos
comenzaban a arder. Me detuve frente al piano y lentamente levanté mis dedos,
presionando suavemente sobre las teclas.

135
No pude detener los recuerdos que vinieron a mí.

Un fuerte estallido me despertó y mis ojos se abrieron de miedo. — ¿Mamá? —


Llame. Sentí sus manos sobre mí y ella me sacó de la cama. Las luces estaban encendidas
y cuando parpadeé para alejarme de la somnolencia, escuché otro golpe. Me estremecí
cuando escuché gritos.
—Mami, ¿qué está pasando? —Pregunté, mi voz llena de miedo.
Se arrodilló frente a mí y mis ojos se abrieron al ver el terror en la cara de mi
mamá. Se me cayó el estómago y mis pulmones se apretaron.
—Mami —susurré.
—Alessio, escúchame atentamente. Quiero que te escondas debajo de la cama. ¿Si?
—Ella comenzó, su voz pequeña y temblorosa—. No importa lo que pase o lo que veas o
escuches, no sales. ¿Lo entiendes? —Mamá me agarró por los hombros y me sacudió
suavemente. Asentí pero no entendía lo que estaba pasando.
El miedo en su rostro me asustó. Mi mami nunca tenía miedo. Ella siempre estaba
riendo y sonriendo. Nunca había visto a mi mami así. Su pequeño cuerpo temblaba y vi
lágrimas en sus ojos. Pasó las manos arriba y abajo por mi cuerpo y me atrajo hacia su
pecho.
Me salpicó la cara de besos y luego se apartó. —Mami, ¿qué hay de ti? ¿Por qué me
estoy escondiendo debajo de la cama? —Pregunté.
—Alessio. No me hagas preguntas, ¿vale? Por favor, cariño, solo escucha a mami.
Escóndete debajo de la cama y no salgas. No hasta que papá, Lena o Isaak vengan a
buscarte —dijo mamá con urgencia.
Pero, ¿por qué?
Estaba a punto de preguntar de nuevo, pero ella sacudió la cabeza y una lágrima
escapó por el rabillo del ojo. —Por favor, mi bebé. Prométele a mamá que no saldrás —
rogó.
Le prometí rápidamente y ella lloró. Acercándome de nuevo a su pecho.
—Te amo. Te amo mucho, mi dulce chico. Nunca olvides eso. — me susurró al oído
Nos separamos cuando se escuchó otro golpe desde afuera de la habitación. Los
sonidos estaban más cerca. Me estremecí de miedo y los ojos de mamá se abrieron de
horror.
Me empujó hacia la cama y se levantó. —Ve, mi bebé. No salgas. No hagas ningún
ruido. ¿No importa qué? ¿Me escuchas? —Mamá susurró, su voz llena de lágrimas
mientras me empujaba debajo de la cama.
Me sentí mal y mi garganta comenzó a cerrarse. Así que solo asentí. Ella me dio
una última mirada antes de bajar la sábana y separarnos.
Mi corazón latía violentamente en mi pecho e intente respirar profundamente un
par de veces, pero no podía. Me dolía el corazón. Estaba confundido. Y estaba asustado.
Escuché la puerta abrirse y se estrelló contra la pared con un ruido fuerte. Salté un
poco y acerqué mis rodillas a mi pecho mientras yacía debajo de la cama. Traté de mirar
debajo del edredón y vi los pies de mi mamá.

136
Cuando escuché una voz extraña y desconocida, mis manos se enfriaron y mi
corazón se retorció.
—María. Qué lindo verte de nuevo.
—Alfredo —respondió mami, su voz fría.
—Me sorprende que Lyov te haya dejado sin protección.
— ¿Por qué estás aquí? —Mami preguntó en el mismo tono temeroso. Esa fue la
primera vez que escuché a mi mamá hablar de esa manera.
—Sabes exactamente por qué estoy aquí, dulce María.
Mami gritó y me estremecí. No. La estaba lastimando. El hombre malo estaba
lastimando a mi mami. Mis ojos se abrieron cuando vi a mi mami caer al suelo. Su rostro
golpeó el suelo y su gran barriga redonda fue empujada con fuerza contra él. Mamá se
agarró el estómago mientras gritaba de dolor.
Sosteniendo su estómago, ella gritó.
No. ¡La princesa! Mi mente gritaba.
El hombre malo también estaba lastimando a la princesa. No podía soportarlo.
Prometí proteger a mamá y la princesa. Estaba a punto de moverme de debajo de la
cama cuando mamá abrió los ojos e hizo contacto directo con los míos. Las lágrimas
caían por sus mejillas y ella sacudió ligeramente la cabeza. Fue tan pequeño que casi
me lo perdí, pero estaba allí.
Y sus ojos me rogaban que no saliera.
Mi nariz hormigueaba y mis mejillas estaban húmedas. Me di cuenta de que estaba
llorando.
Mami me dio una última mirada y luego se dio la vuelta mientras todavía sostenía
su estómago. —Por favor, no hagas esto. Te lo ruego. Ten compasión.
Una risa retumbó por la habitación y el hombre se arrodilló. Traté de ver su rostro.
Fue difícil pero pude verlo un poco.
Lo odié a primera vista. ¿Cómo se atrevía? Hirió a mi mamá y a la princesa.
—Puedo mostrarte misericordia si aceptas venir conmigo. Sé mi puta y luego tal
vez podría mostrarte misericordia.
No entendí lo que quería decir pero sentí alivio. Dijo que no iba a lastimar a mi
mami. Oh, gracias a Dios.
Los ojos de mamá se agrandaron y arrugó la cara con disgusto. —Nunca —
escupió—. Nunca permitiré que otro hombre toque mi cuerpo. Solo pertenezco a Lyov.
Prefiero morir a que me toques.
¡No! Quería gritar No digas eso, mami. Por favor, mami, haz lo que él dice. No te
hará daño. Yo quería rogarle.
El hombre gruñó. — ¿Es esa tu decisión final?
Mami no respondió pero mantuvo sus ojos fríos e inquebrantables en el hombre.
—Bien, entonces está dicho —dijo.
Y luego estaba apuntando con un arma a la frente de mi mamá.
¡Oh no! ¡No! ¡Por favor no!
— ¿Por qué estás haciendo esto? —Mami susurró, su voz se rompió.

137
— ¿No lo sabes, María? La mejor manera de derribar a un hombre es por su
debilidad. Y tú, mi dulce, eres la debilidad de Lyov.
Y con eso, una fuerte explosión llenó la habitación.
Cerré los ojos con fuerza y mi corazón se estrelló contra mi caja torácica.
Acercándome las rodillas al pecho, las rodeé con mis brazos. Enterrando mi rostro entre
mis rodillas, traté de contener mi grito. Lo prometí. Prometí que no haría ningún sonido.
No podía romper la promesa que le hice a mamá.
Me dolía mucho el corazón y mi cuerpo lentamente comenzó a entumecerse. No
podía sentir nada. Después de contar hasta diez, levanté la cabeza y lentamente abrí los
ojos.
Lo que vi me dejó sin aliento. Me sentí mareado y mis ojos se nublaron con lágrimas
cuando cayeron por mis mejillas en un flujo interminable.
La cabeza de mi mamá rodó hacia mí y su rostro estaba cubierto de sangre. Sus
ojos estaban abiertos y mirándome directamente. Pero en lugar de ver la mirada cálida,
dulce y amorosa que siempre me daba, sus ojos de color azulados estaban sin vida.
Mi corazón latía con fuerza. No. No. No. No.
Mi mami. Esto no podía estar sucediendo.
Mami.
Mami.
Quería gritar. Pero no salió nada.
Mis labios se separaron y un grito silencioso salió. Jadeé y temblé violentamente.
Manteniendo mis rodillas juntas, enterré mi rostro en ellas nuevamente, llorando en
silencio.
Mientras lloraba, pensé en cómo nunca tuve la oportunidad de decirle que también
la amaba.

Caí de rodillas. Los recuerdos repitiéndose una y otra vez en mi cabeza. Me


estaba sofocando y me llevé las manos a la garganta, frotando con fuerza hacia arriba
y hacia abajo.
Mi estómago se encogió cuando jadeé por aire. La presión en mi corazón era
dolorosa. Mis pulmones se apretaron fuertemente y presioné una mano contra el
ardor en mi pecho, tratando de aliviar el dolor. Pero nada funcionaba.
Nunca funcionaba.
Mi dolor era constante.
Había vivido con eso durante veintidós años. Ya debería haberme acostumbrado,
pero cada vez era peor. El dolor nunca cesaba. Estaba encadenado a mi pasado.
Sosteniendo el costado del piano, puse mi cabeza sobre él mientras las lágrimas
caían por mis mejillas. No pude detenerlas. Cayeron libremente y apreté mis ojos
ardientes con fuerza.
—Lo siento. Lo siento mucho. Lo siento mucho —susurré con voz quebrada.

138
Capítulo 26
Ayla

Maddie chilló a mi lado. — ¡Oh Dios mío! ¡Eso fue muy gracioso! —Ella se volvió
hacia mí, todavía riéndose—. Tienes que admitir que este fue bastante divertido.
Me encogí de hombros y volví a ver la película. Estábamos viendo Hangover 2.
Era demasiado vulgar para mi gusto.
Aunque descubrí que me dolía el estómago de la risa cuando un hombre
descubrió que había tenido relaciones sexuales con otro hombre que creía que era
una mujer. Me estremecí cuando se reveló la verdad. Demasiada desnudez.
Maddie finalmente detuvo la película y se volvió hacia mí.
—Bueno. ¿Qué quieres ver? Claramente no estás disfrutando esto. Vamos, elige
algo divertido y lo veremos —sugirió.
Desde mi pesadilla anoche y mi encuentro con Alessio esta mañana, había estado
un poco deprimida y callada. Constantemente vivía con miedo.
Maddie se dio cuenta y ella hizo de su trabajo alegrar mi día. Tuvo éxito un par
de veces. Era difícil no reírse de su entusiasmo e intentos fallidos. Se avergonzaba
para hacerme reír. Y estaba agradecida por eso.
—Es bastante tarde —comencé y luego sonreí—. Creo que deberíamos ir a la
cama. Estoy muy cansada.
Maddie hizo un puchero y se apoyó contra el brazo del sofá. —Pero apenas pude
hacerte reír.
—Y ahí es donde te equivocas. Me hiciste reír al menos cinco veces y eso es
increíble en mi libro. Me hiciste el día mejor, Maddie —dije suavemente. Colocando
mi mano sobre su rodilla, le di un apretón.
— ¿Vas a contármelo? —ella respondió, su tono tan suave y acogedor.
Quería. Quería decírselo. Era tentador, pero mi miedo me impidió dar un paso
en esa dirección.

139
Así que, sacudí la cabeza tristemente antes de mirar hacia abajo. —Está bien —
murmuró Maddie antes de envolverme con sus brazos—. Puedes decirme cuando
estés lista.
Abrazándola, asentí y luego me recosté. Ella sonrió y sentí mis labios estirarse
en otra sonrisa.
Nos levantamos y nos dirigimos a la cocina. Encendió las luces, rebuscó en el
refrigerador y sacó el poutine que Lena preparó para el postre.
— ¿Quieres un poco? —Maddie preguntó mientras cerraba el refrigerador.
Sacudí mi cabeza y ella se encogió de hombros.
—Vamos —murmuró poniéndose una cucharada en la boca.
Maddie y yo estábamos a punto de decir buenas noches cuando escuchamos que
se abría una puerta. Los dos nos dimos vuelta y vimos a Alessio saliendo del gimnasio.
Mis ojos se abrieron y mi cuerpo se congeló cuando se acercó a la luz.
Alessio no llevaba puesto su traje completo. En cambio, tenía puesta su camisa
de lino negra, que estaba medio desabrochada y sus mangas enrolladas hasta los
codos. Pero eso no fue lo que me sorprendió.
Él era un desastre. Un desastre sangriento. Tenía cortes en la cara y las mejillas
hinchadas. Su ojo izquierdo también estaba ligeramente hinchado y sus labios
sangraban. Cojeaba, su cuerpo se caía hacia adelante.
—Oh, Dios mío —jadeó Maddie.
Parecía perdido, sumido en sus pensamientos. Se aferró a la barandilla y
lentamente subió las escaleras, arrastrando las piernas. El dolor era evidente en su
rostro y en su postura.
Mi frente se arrugó por la confusión y me volví hacia Maddie. Sus ojos ya no
estaban en Alessio pero estaba mirando la puerta del gimnasio.
—No quiero saber cómo se ven los otros chicos —susurró, con los ojos muy
abiertos. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, la puerta se abrió y
salieron.
Esta vez fui yo quien jadeó. Se veían aún peor. Maddie se apresuró y yo la seguí
rápidamente.
— ¿Qué pasó? —preguntó ella, horrorizada.
—Mierda —dijo Viktor, frotándose la cara con cansancio, pero hizo una mueca
cuando su mano hizo contacto con su cara.
—Alfredo está muerto —respondió Nikolay, su voz tan mortal como siempre.
Ante sus palabras, mi aliento salió en un suspiro. Se sentía como si alguien me
hubiera golpeado en el estómago.
Mi mente dio vueltas, mi visión se volvió un poco borrosa. Parpadeé y jadeé, mi
mano yendo a mi cuello mientras comenzaba a frotarme de arriba abajo.
— ¿Qué? —Susurré, mi voz tan pequeña que apenas era audible.
—Alfredo está muerto —repitió Nikolay antes de cerrar los ojos con un suspiro
cansado.
Mi padre estaba muerto

140
Llevé una mano temblorosa a mi boca mientras trataba de mantener las lágrimas
a raya. No sabía por qué estaba llorando. Las lágrimas cegaron mi visión y cerré los
ojos, tratando de hacer que se fueran.
—Alessio no lo está tomando tan bien. ¡Demonios, no lo estoy tomando bien! Se
suponía que esto era nuestra venganza —siseó Viktor.
—Oh, cariño —susurró Maddie a mi lado. — ¿Lo está pasando mal, entonces?
—Bastante mal —dijo Phoenix.
Estaban apoyados contra la pared, todos ellos sumidos en sus pensamientos.
Pero la ira en sus rostros no podía confundirse.
—Deberían ir a curarse. Alessio no puede tener que perder demasiado —sugirió
Maddie.
— Debería irme — susurré. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, tenía
que salir de allí. No podían verme derrumbarme.
Asentí con la cabeza a Maddie y rápidamente me alejé antes de que pudieran
responder. Cerrando mi puerta, me apoyé contra ella y me hundí en mi trasero.
Juntando mis rodillas, puse mi cabeza sobre ellas e intenté respirar.
Mis ojos ardían con lágrimas no derramadas y mis silenciosos jadeos llenaron la
silenciosa habitación oscura. No debería haber lágrimas. No para mi padre, un
hombre que me entregó a un monstruo e hizo la vista gorda ante mi dolor. Pero aun
así, no podía detener las lágrimas.
Mi pecho se apretó con dolor y las lágrimas cayeron libremente por mis mejillas.
Lloré por él y por el dolor que me causó.
Lloré por el amor que podría haber tenido pero que nunca experimentaría por
culpa de él. Al final, lloré por mí.
Tomó mi paz, mi libertad, mi todo. Aunque debería haberlo odiado, no lo hacía.
Solo me sentía triste. Me sentía vacía. Hueca. Débil.
Finalmente, me encontré en mi cama. Miré a lo lejos, solo la lámpara de mi mesita
de noche estaba encendida, proyectando un suave resplandor alrededor de la
habitación.
No sabía cuánto tiempo me quedé así, pero no podía cerrar los ojos. Pensé en mi
padre y Alberto. Tenía miedo de las pesadillas.
Me di vuelta en la cama e intenté encontrar otra posición cómoda, pero era en
vano. Nada funcionaba.
Soltando un suspiro cansado, me froté la cara con frustración y me senté en la
cama. Mis pensamientos fueron a Alessio, y mi cuerpo instantáneamente se puso
tenso. Podía entender su ira y dolor. Después de lo que había hecho mi padre, esta era
la venganza de Alessio.
Él estaba pasando por un momento más difícil que yo. Cuando lo vi, su dolor era
obvio y me dolía el corazón.
Ver a un hombre como Alessio desmoronarse, dolía. Era doloroso.
Y extrañamente, quería ofrecerle consuelo.
Quizás porque lo entendía. ¿Era simpatía o culpa?

141
No lo sabía, pero a través de mi dolor, sentí el suyo. Y mi corazón se rompía por
este hombre, que era mi enemigo.
La ironía de esto. Un Abandonato que quiere consolar a un Ivanshov.
Mi mente estaba desordenada y solo quería silencio por un momento
Cerré los ojos y lo primero que apareció detrás de mis párpados cerrados fue mi
piano de cola. Mis ojos se abrieron instantáneamente.
Eso era todo.
El piano.
Sabía que no se nos permitía entrar a la habitación, pero todos dormían. Tal vez
podría colarme. Me levanté rápidamente de la cama, me acerqué a mi puerta y la abrí
en silencio. Mirando a izquierda y derecha, me aseguré de que no hubiera nadie en el
pasillo antes de salir.
Suavemente fui de puntillas a la habitación de al lado pero inmediatamente me
detuve cuando vi las luces encendidas. La puerta estaba ligeramente abierta y me
incliné, mirando dentro.
Mi corazón se encogió al verlo.
Alessio estaba sentado en el sofá, frente al piano en la esquina. Tenía un vaso en
la mano y miraba intensamente el piano. Lentamente se llevó el vaso a los labios y
tragó el resto de la bebida de un trago.
Se veía horrible.
Con el corazón pesado y acelerado en mi pecho, comencé a alejarme
silenciosamente de la puerta, pero su voz me detuvo.
—Sé que estás ahí.
Me congelé y mis ojos se abrieron.
Colocando mi mano sobre mi pecho, me mordí los labios nerviosamente.
¿Debería irme? Mi mente y mi corazón estaban en una batalla constante.
Al final, lentamente abrí más la puerta y entré, pero me detuve en la entrada.
Alessio no me miraba mantenía sus ojos en el piano.
Me arrastré sobre mis pies nerviosamente. Después de unos minutos de silencio,
habló.
— ¿Vienes aquí a menudo? —preguntó, su voz áspera y dura. Me estremecí y
sacudí la cabeza rápidamente.
—No —susurré cuando me di cuenta de que no podía verme
Luego hubo silencio de nuevo.
Aparté la vista de él y miré el piano de cola. Era hermoso e instantáneamente me
sentí en paz.
Envolviendo mis brazos mí alrededor, di unos pasos en la habitación y me paré
en el medio. Mis ojos todavía estaban en el piano y mis dedos me picaban por tocar.
Quería sentir las teclas suaves.
Mis hombros se hundieron en la derrota. Aparté la vista del piano y me volví
hacia Alessio. Ya me estaba mirando, sus ojos intensos pero ilegibles.
Nos miramos el uno al otro, nuestras miradas nunca vacilaban.

142
Después de unos segundos, tragué saliva y aparté la vista. Moviendo mi mirada
hacia su pecho, seguí el camino hacia abajo y casi jadeé en voz alta.
Le sangraban las manos y sus nudillos estaban magullados. Había cortes por
todas partes, la piel arrancada de sus nudillos. No se había limpiado en absoluto.
Mi corazón se apretó al verlo.
Miré al suelo y vi sus ojos todavía sobre mí. Lamiendo mis labios nerviosamente,
apreté mis manos frías en puños. Alessio me miró sin expresión y luego miró el piano.
Silencio de nuevo. No hubo movimiento y parecía que ni siquiera estábamos
respirando.
— ¿Tocas? —Preguntó bruscamente.
Mi boca se abrió ante sus palabras. Nunca esperé que me hiciera esa pregunta.
Con el corazón acelerado, tragué contra el nudo que se formaba en mi garganta.
—Sí —respondí.
Silencio. Esperé a que dijera algo, pero no lo hizo. Era como si ya no estuviera
allí. Pero aún esperaba. No sabía exactamente porqué, pero mis pies permanecieron
en tierra.
Tiré del dobladillo de mi vestido. ¿Qué estaba esperando?
Lentamente retrocedí. Alessio necesitaba tiempo a solas.
Sin mirarlo, me di la vuelta y salí. Pero antes de que pudiera salir de la habitación,
su voz me detuvo. Mis pasos vacilaron y ante sus palabras, mi corazón empezó a latir
rápidamente.
— ¿Quieres tocar?
— ¿Puedo tocar? —Pregunté, dando un paso lejos de la puerta.
Se giró hacia mí. — ¿Quieres hacerlo?
Asentí, mi cuerpo temblando de la emoción. No podía contener la sonrisa que se
extendía por mis labios. Me sentía mareada.
Me miró con los mismos ojos muertos, pero asintió ligeramente hacia el piano.
Esa fue la única indicación que necesitaba.
Caminé hacia el piano y me detuve frente a él. Con la luz de mi corazón, puse mis
dedos en las teclas y cerré los ojos.
Cuando miré a Alessio, él me miraba fijamente, esperando.
Con nuestras miradas aún conectadas, dejé que mis dedos se movieran.
Suavemente. Pacíficamente. Y llegó una dulce melodía. La música nos envolvió como
una ola lenta y suave, y sonreí.
Los ojos de Alessio se abrieron. Se llevó la mano al pecho y presionó con fuerza,
como si tuviera problemas para respirar.
Cerré los ojos y seguí tocando. Con el corazón lleno de paz, me sentía contenta.
La felicidad envolvió mi cuerpo mientras mis dedos se movían rápidamente sobre las
teclas del piano.
Esto. Esto era lo que necesitaba.
Paz.

143
Capítulo 27
Alessio

Nadie había tocado el piano, no desde la muerte de mi madre. Este era su piano.
Me dolía el alma, me dolía el corazón.
Entonces, las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Por
alguna razón, la presencia de Ayla me trajo consuelo.
Cuando llegó la primera melodía, un dolor punzante atravesó mi corazón y
levanté la mano, presionándola con fuerza contra mi pecho.
Veintidós años desde que escuché a alguien tocar el piano. Veintidós años desde
que escuché esta melodía exacta.
Ayla abrió los ojos y me miró directamente. Seguía sonriendo y luego los volvió
a cerrar. Ella continuó tocando, ajena al mundo que la rodeaba. Su rostro estaba
sereno y estaba perdida en la música. Una pequeña sonrisa permaneció en sus labios.
Parecía feliz y en paz.
Y mientras escuchaba, el dolor en mi corazón comenzó a disminuir. Seguía allí,
pero podía respirar de nuevo. Mis músculos tensos comenzaron a relajarse. Mi
corazón se encogió y me llevé una mano temblorosa a la cara.
Cerré los ojos y sentí algo húmedo en mi dolorida mejilla. Estaba llorando. Una
sola lágrima. La música fluyó y aparté la lágrima.

— ¡Mami, toca para mí, por favor! —rogué.


Ella río y me llevó al piano. —Está bien, mi bebé. —Se sentó y me colocó en su
regazo—. Aquí tienes —dijo, dándome un beso en la mejilla antes de dirigir su atención
al piano. Mami pasó los dedos sobre las teclas suavemente al principio y luego comenzó
a tocar. Tan pronto como sonó la música, me relajé contra ella y suspiré de satisfacción.
En poco tiempo, me estaba quedando dormido lentamente, como siempre.
Esta era mi parte favorita del día. Solo mami y yo, y el piano.

144
Cerré los ojos ante el recuerdo. Me dolía, pero mi corazón no estaba apretado de
dolor como antes.
Podía respirar sin sentir que me cortaban con cien cuchillos afilados.
Con los ojos aún cerrados, escuché a Ayla tocar. Después de una canción, ella
tocó otra. Y entonces ella comenzó a tararear.
Mis ojos se abrieron y la miré. Tenía los ojos cerrados, su cuerpo se movía
lentamente con la música. Mi estómago se retorció y me dolía el corazón al verla.
Con su cabello negro cayendo en ondas alrededor de sus hombros, sus mejillas
enrojecidas y su vestido blanco, solo un pensamiento me vino a la mente.
Algo que mi padre me contó hace tantos años. Sacudí mi cabeza y apreté mis
manos en puños. Un dolor punzante atravesó mis dedos, pero eso no fue suficiente
para sacarme de mis pensamientos.
No podía quitarle los ojos de encima a Ayla.
Mientras la suave, gentil y hermosa música continuaba fluyendo a nuestro
alrededor, envolviéndonos en una melodía pacífica, solo podía pensar en una cosa.
Ayla.
Ella parecía un ángel.

***

Lena

Estaba despierta, mi mente dando vueltas. Era una de esas noches en las que no
podía dejar de pensar en María.
Mis ojos estaban cerrados, pero cuando escuché una hermosa melodía, los abrí
nuevamente, mi frente se arrugó por la confusión. Me senté rápidamente. Miré al
techo y jadeé. Provenía de la sala de estar. El piano.
¿Pero cómo era posible? Nadie era permitido en la habitación. Nadie excepto el
propio Alessio.
¿Quién podría estar tocando? Caminé hacia la música. A medida que me
acercaba, sonaba tan hermoso, inquietante pero pacífico.
Nadie había tocado el piano desde la muerte de María. Lyov y Alessio lo habían
prohibido.
La puerta estaba abierta. Apoyada contra la pared, miré dentro. Alessio estaba
sentado en el sofá. Sus ojos estaban concentrados en el piano, pero fue su expresión
lo que me dejó sin aliento.
Parecía completamente hipnotizado.
Me incliné hacia adelante, y esta vez tuve que presionar mi mano sobre mi boca
para detener el jadeo que amenazaba con escapar.
Ayla estaba tocando el piano, con los ojos cerrados mientras tarareaba, una
sonrisa suave en su rostro.
Miré de un lado a otro entre ellos. Ambos estaban cautivados.

145
Ayla se perdía tocando el piano mientras que Alessio se perdía en ella.
Sollocé mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Qué hermosa vista.
Lentamente alejándome de la puerta, sonreí. Este era el momento que había
estado esperando.
Él va a estar bien, pensé.

Mirando hacia arriba, susurré suavemente: — Él va a estar bien. La encontró,


María. —Las lágrimas cegaron mi visión—. Ahora puedes descansar en paz. Tu dulce
chico ha encontrado a su ángel.

146
Capítulo 28
Ayla

Después de tocar la primera canción, no pude contenerme, así que no me detuve.


En cambio, toqué otra. Una de mis canciones favoritas, llamada I Won’t Give Up. Solía
tocarla todos los días.
Mientras la canción fluía a mí alrededor, sentí que cantaba la melodía. Mi voz era
un susurro silencioso, suave incluso para mis oídos. Mi corazón acelerado disminuyó
a un ritmo relajante.
Después de tanto tiempo, me sentía en paz y extrañamente esperanzada.
El piano siempre había sido mi escape. Cuando la vida me fallaba, mi piano nunca
lo hacía. Siempre me dio el santuario que necesitaba. Siempre me traía la paz por la
que estaba desesperada. Y estaba agradecida de poder sentirme así de nuevo.
La segunda canción terminó y toqué otra, esperando que Alessio no me dijera
que pare. Pero cuando no lo escuché, seguí tocando. Esta vez toque A Thousand Years.
Mientras mis dedos fluían sobre las teclas y la tercera canción llegaba a su fin,
lentamente abrí los ojos, encontrándome instantáneamente con la mirada de Alessio.
Su mirada era intensa, inquebrantable, y parecía absorto en sus pensamientos, y tal
vez un poco perdido.
Mis manos aún descansaban sobre el piano mientras nos mirábamos el uno al
otro. La sonrisa en mi rostro se disipó cuando el nerviosismo llenó mi cuerpo.
Mientras tocaba, no me importaba lo que sucediera a mí alrededor. Nada
importaba. Pero ahora, mirando a Alessio, con los ojos tan intensos como siempre, me
sentí ansiosa.
Pero aunque su mirada era intensa, al mismo tiempo, era cálida. Algo que nunca
vi en él antes.
Cuando no se movió ni dijo nada, me aclaré la garganta. Ante el sonido repentino,
sus ojos se abrieron y miró hacia otro lado. Se pasó los dedos ensangrentados por el
pelo.

147
Me estremecí al verlo, me levanté y me paré frente al piano. Desde esta posición,
Alessio no estaba lejos de mí, a solo unos metros de distancia.
Podía ver su rostro magullado claramente e hizo una mueca de nuevo. Sus
mejillas estaban rojas y rápidamente se convertían en un ligero tono púrpura. Había
un corte en su ceja y la sangre seca cubría sus labios.
—Puedes irte —dijo Alessio con voz dura. Parpadeando ante su repentino
cambio de tono, di un paso atrás y choqué con el piano. Mis manos jugaban con el
dobladillo de mi vestido con nerviosismo.
Lo estaba haciendo de nuevo. De cálido a frío en segundos.
—Debes curar tus heridas para que no se infecten —le dije. Manteniendo mis
ojos en él, observé su reacción.
Su expresión no me dio nada. En cambio, miró a la pared a su lado, con la
mandíbula apretada.
Mi corazón comenzó a acelerarse nuevamente mientras la preocupación me
llenaba. Tal vez había sobrepasado mis límites. No debería haber tocado el piano. Ni
siquiera debería haber estado allí.
Mientras continuaba jugando con mi vestido, me mordí los labios mientras mis
manos se volvían más frías.
— ¡Dije que te vayas! —Alessio gruñó.
Mis ojos se abrieron y me escabullí del piano. En la puerta, mis pasos vacilaron
y lentamente miré sobre mi hombro. Tenía la botella de vidrio marrón en una mano
y la estaba mirando, su otro puño apretado. Con los hombros pesados por la derrota,
salí de la habitación.
Sabía que él no iba a curar sus heridas. Alessio estaba demasiado perdido en su
dolor, y entendía sus sentimientos. Su dolor hizo que me doliera el corazón porque
sabía lo que se sentía estar sin esperanza.
Caminando hacia mi habitación, entré y encendí las luces. Rápidamente
rebusqué en mi cajón y encontré el botiquín de primeros auxilios. Sosteniéndolo cerca
de mi pecho, dejé escapar otro suspiro.
Estaba un poco temerosa de volver allí. Pero tal vez si el botiquín de primeros
auxilios estuviera frente a él, curaría sus heridas. Sin pensarlo dos veces, cerré el cajón
y salí rápidamente de mi habitación y regresé.
La puerta estaba parcialmente cerrada, exactamente como la dejé. Me encontré
mordiéndome las uñas, pero me obligué a bajar la mano. Después de unos segundos
de estar afuera, cambiando de un pie al otro, abrí la puerta.
Mirando adentro, vi a Alessio todavía sentado en el mismo lugar. Esta vez su
cabeza descansaba sobre el respaldo del lujoso sofá y sus ojos estaban cerrados.
Seguía sosteniendo la botella en su muslo, pero estaba vacía. Había estado medio llena
cuando me fui.
Mi corazón se retorció al pensar en él bebiendo hasta el olvido.
Entré y sus ojos se abrieron de golpe, la molestia y la frustración claramente
escritas en su rostro mientras miraba al techo, negándose a mirarme.

148
Con manos temblorosas, puse el botiquín de primeros auxilios en la mesa de café
y luego enterré mis manos en mi falda para ocultar el nerviosismo que estaba dentro
de mí.
Su mirada se movió hacia la mesa de café y luego cerró los ojos, silenciosamente
descartando mi presencia.
Es hora de que me vaya, pensé, mirando el rostro sin emociones de Alessio.
Aunque sentía dolor, no lo demostraba.
Para un hombre como él, los sentimientos significaban debilidad. Y no había
debilidad en esta vida. Nuestras debilidades solo nos matarían.
—Por favor, cura tus heridas —le rogué suavemente. Después de darle otra
mirada, me alejé.
Cerrando la puerta detrás de mí, me apoyé contra ella y cerré los ojos. Después
de los momentos que tenía con Alessio, no importaba cuán incómodo y extraño fuera,
no quería volver a mi habitación sola.
También tenía miedo de las pesadillas. Tenía miedo de los recuerdos que
vendrían a perseguirme tan pronto como cerrara los ojos. La cara de Alberto me
perseguía.
Tuve solo unos momentos llenos de serenidad y ahora estaba petrificada de
sentir el dolor que todo lo abarcaba y que me cegaba.
El temor me invadió cuando me acerqué a mi habitación.
Cerré los ojos y me ordené abrir la puerta. Solo deseaba poder dormir tranquila
sin que los recuerdos me persiguieran.
Justo cuando el pensamiento pasó por mi cabeza, mis ojos se abrieron de golpe
cuando recordé la escena en mi habitación hace unas noches.
Tuve un sueño tranquilo.
La chaqueta de Alessio.
Mantuvo las pesadillas lejos.
Con los ojos muy abiertos, mi cabeza giró hacia la izquierda en dirección a la
habitación de Alessio. La que estaba justo al lado de la sala del piano. Tal vez, solo tal
vez, si tuviera su chaqueta conmigo, podría volver a dormir.
Parecía patético, pero solo quería dormir. Sin miedo, sin dolor retorciendo mi
corazón.
Decidiéndome rápidamente, me alejé de mi habitación y caminé hacia la de
Alessio. Mis pasos eran lentos, pero determinados.
Cuando no vi a nadie, abrí la puerta y entré. La habitación estaba oscura y busqué
un interruptor de luz.
Tan pronto como lo encontré, encendí las luces y la habitación se iluminó al
instante. Sin perder el tiempo, me dirigí a su armario, lleno de trajes a medida y
camisas de vestir. La mayoría de sus trajes eran de colores oscuros, una
representación de él. No podía imaginar a Alessio usando nada más que colores
oscuros.

149
Con el corazón latiendo violentamente, saqué una chaqueta negra de la percha y
la sostuve contra mi pecho. Coloqué la percha vacía en la parte de atrás del armario
para que no la encontrara.
Levantando la chaqueta, enterré mi cara en la tela suave e inhalé. El mismo
aroma a colonia llenó mi nariz. Mis músculos tensos comenzaron a relajarse y suspiré.
No podía explicarlo. ¿Cómo podría Alessio traerme paz? Aunque el miedo era un
factor constante, él calmaba mi corazón de una manera extraña.
Salí rápidamente de su habitación y me metí en la mía.
Con mí mirada aún fija en lo que estaba sosteniendo, me dirigí sin pensar a mi
cama y me deslicé debajo del suave edredón.
Llevé la chaqueta al lado de mi cara sobre la almohada, sosteniéndola con fuerza,
como si temiera que alguien me la quitara.
Mis ojos comenzaron a cerrarse. Un bostezo cansado se me escapó y me instalé
más profundamente debajo del edredón.
Lo último que vi antes de quedarme dormida fue la chaqueta de Alessio.
Mientras el sueño se apoderaba de mi cuerpo y mi mente, recé para que los recuerdos
dolorosos no volvieran.

***

El sol se asomaba por mi ventana, iluminando la habitación como un halo de


fuego. Levanté la cabeza de la almohada, mi cabello negro me caía por la espalda como
una cascada.
Ya era de mañana.
Alberto no había visitado mis sueños. Cerré los ojos una vez más, los rayos del
sol calentando mi cuerpo. Me sentí cálida por dentro también. Llena. Aliviada. Quizás
un poco contenta.
Los recuerdos de la noche anterior pasaron por mi mente adormilada y no pude
evitar sonreír.
Alessio me había dejado tocar el piano. Mi corazón se aceleró ante la idea y mi
sonrisa se amplió. Alessio, a pesar de que era frío y cruel. A veces grosero y malo. Él
podría ser dulce.
Me di la vuelta y vi su chaqueta negra junto a mi cara en mi almohada suave.
Acercándolo, puse mi cabeza sobre él.
Debido a esto, dormí bien, un sueño sin que ninguno de mis recuerdos pasados
me persiguiera.
Tal vez esta era la clave para detener mis pesadillas. Miré esta chaqueta, mi
corazón latía contra mi pecho.
Después de darle una mirada final, me senté en la cama, doblé la chaqueta y la
puse cuidadosamente debajo de la almohada.
—Eres mi secreto —susurré, saliendo de la cama.

150
Rápidamente hice mi rutina matutina. Después de tomar una ducha caliente,
hacerme un moño en el pelo y luego ponerme el vestido negro. Atando el delantal
blanco alrededor de mi cintura, miré mi reflejo.
Me veía diferente de alguna manera. Mis mejillas estaban sonrosadas y llenas.
No había círculos negros debajo de mis ojos, en su lugar, mis ojos verdes brillaban
intensamente. Una pequeña sonrisa estaba jugando en mis labios.
Era raro. Mi padre había muerto anoche, pero me sentía contenta.
Colocando ambas manos sobre el mostrador, exhalé. ¿Quién diría? Al vivir en la
casa del enemigo, había encontrado amigos y una figura materna. Yo era feliz aquí.
En mi camino hacia las escaleras, pasé por la sala del piano. Mis pasos vacilaron
frente a él y miré la puerta cerrada.
¿Estaba Alessio todavía allí?
Curiosa, caminé hacia la puerta y lentamente gire el pomo. La puerta se abrió y
me tensé.
Miré dentro y contuve el aliento al verlo. Alessio seguía sentado en el mismo
lugar, ensangrentado y con la misma ropa sucia. El botiquín de primeros auxilios
estaba sobre la mesa de café, intacto.
Mi corazón se retorció cuando entré y mi nariz comenzó a hormiguear. Mi visión
se nubló ligeramente con lágrimas no derramadas. Su cabeza descansaba contra el
respaldo del sofá con los ojos cerrados.
Su respiración era constante, su pecho se movía lentamente hacia arriba y hacia
abajo. Alessio estaba dormido. Lo miré mientras dormía.
Caminé y me detuve justo en frente de él. Unos mechones de su cabello caían
sobre su frente, y antes de que pudiera detenerme, me incliné y los aparté
suavemente. Líneas de tensión se arrugaban en su frente, mostrando que incluso
mientras dormía, estaba plagado de dolor.
Pero mientras seguía mirando su rostro adormilado, no pude evitar pensar que
se veía más amable. Mi mirada recorrió la longitud de su cuerpo. Su camisa negra
estaba desabrochada en la parte superior, revelando un poco de su musculoso pecho.
Las mangas estaban enrolladas hasta los codos y me detuve en sus manos.
Se veían peor que la noche anterior. La sangre seca cubría sus nudillos y dedos
hinchados. Me estremecí al verlo. Tenía la sensación de que no me escucharía, pero
aun así esperé que lo hiciera.
Tuve la tentación de limpiarle las heridas, pero no quería traspasar mis límites.
No quería enojarlo más, no cuando ya estaba pasando por tanto.
Me mordí los labios mientras continuaba retrocediendo, pero a cada paso que
me alejaba de Alessio, mi estómago se hundía más.
Me detuve y miré al hombre roto frente a mí.
No podría ser tan cruel, ¿verdad? No podría dejarlo en este estado cuando podía
ayudarlo.
Colocando mi mano sobre mi corazón latiendo, me mordí los labios. Me acerqué
a él, lentamente.

151
Manteniendo mis ojos fijos en su forma dormida, me arrodillé frente a él. Aparté
los ojos de su rostro y miré sus manos magulladas. Abrí el botiquín de primeros
auxilios y saqué las toallitas antisépticas y algunas vendas. También había una
pequeña toalla de mano doblada debajo de los vendajes, así que también la saqué.
Después de colocarlos en la mesa de café, me volví hacia Alessio.
Con el corazón acelerado en mi pecho, puse mi mano temblorosa sobre la suya
para ver si estaba despierto.
No se movió.
Suspiré aliviada y luego tomé su mano en la mía.
Esperé de nuevo.
No se movió.
Tomé una toallita antiséptica y limpié suavemente sus manos. Me aseguré de
que mis movimientos fueran suaves y cuidadosos para no lastimarlo.
Cuando salió la sangre, vi que sus nudillos estaban magullados, pero no mucho.
La sangre hacía que se viera peor. Sus dedos estaban ligeramente hinchados, pero
afortunadamente no estaban rotos.
Después de limpiar su mano izquierda, envolví suavemente el vendaje alrededor
de su mano, asegurándome de que no estuviera demasiado apretado. Cuando
terminé, me recliné y puse su mano sobre su muslo nuevamente.
Miré a Alessio, esperando que aún estuviera dormido, pero ese no era el caso.
Contuve el aliento sorprendida cuando vi sus intensos ojos azules enfocados en
mí.
Había estado tan pérdida en la limpieza de sus heridas que no me di cuenta de
que estaba despierto.
—Alessio —susurré.
Su mirada recorrió mi rostro y luego se movió a su mano vendada.
Ambos miramos fijamente su mano. El sudor se formó en la parte posterior de
mi cuello mientras el nerviosismo me llenaba.
—Vi... vi que no te curaste las manos —tartamudeé. Respirando profundamente,
continué rápidamente—. Pensé que tal vez podría curarlas por ti.
Esperé a que respondiera pero no lo hizo.
—Podría infectarse. Por eso la cure —dije.
Él todavía no respondía.
Oh no. Lo arruiné. Realmente lo arruiné.
Empecé a jugar con el dobladillo de mi vestido otra vez. Mirando su otra mano,
tragué ante la vista. Todavía necesitaba ser curado.
Lentamente alejándome, dije: —Deberías curarte la otra mano.
Su expresión mostraba confusión mientras seguía mirando su mano vendada.
Soltando un suspiro, comencé a levantarme pero sus brazos se deslizaron tan rápido
que fue borroso. Sus dedos se envolvieron alrededor de mi muñeca y, con un tirón,
me hizo retroceder para que me arrodillara frente a él nuevamente. Pero esta vez,
entre sus muslos abiertos.

152
Me sostuvo la muñeca con la mano vendada. Eché la cabeza hacia atrás para
mirarlo a los ojos mientras me miraba con emociones indescriptibles.
Lo vi tragar fuerte y luego miró hacia abajo. Mis cejas se fruncieron en confusión
y también miré hacia abajo, solo para encontrarlo empujando su otra mano aún
sangrienta hacia mí.
Mis ojos se abrieron al darse cuenta y mi corazón dio un vuelco cuando mi
estómago se retorció en nudos. Lo miré, con los ojos llenos de preguntas, pero Alessio
no respondió. Simplemente continuó mirándome en silencio. Expectante.
Me soltó la muñeca y solté un suspiro tembloroso. Con mi corazón latiendo
vigorosamente contra mi caja torácica, tomé su mano en la mía.
Su cabeza estaba inclinada hacia un lado mientras me miraba. Olvidé lo oscuro,
lo siniestro y lo enorme que era. Cuando me arrodillé entre sus muslos, sentí su
energía poderosa y peligrosa a mí alrededor.
Mirando nuevamente su mano, me puse a trabajar.
No se dijeron palabras.
Solo el silencio entre nosotros.
Pero incluso a través del silencio, se sentía reconfortante.
Limpié sus heridas con tanto cuidado y delicadeza como antes, y luego vendé su
mano derecha también. Todo el tiempo, era consciente de sus ojos sobre mí. Podía
sentir su mirada en mi piel. Y me hizo sentir calurosa.
Cuando terminé, mis ojos se quedaron en su mano, que todavía estaba en la mía.
Alessio tampoco se apartó.
Inconscientemente, descubrí que estaba frotando mi pulgar sobre sus nudillos.
Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, rápidamente solté su mano. Cayó
sobre su regazo.
Levanté la mirada y nuestros ojos se encontraron de nuevo.
Azul contra verde. Ambos sin pestañear.
Nos quedamos mirando.
Respiramos. Juntos.
Cuando ya no podía sostener sus ojos, miré hacia abajo.
Unos segundos más tarde, antes de que pudiera moverme, sentí un tirón detrás
de mi cabeza y luego mi cabello cayó sobre mis hombros en ondas.
Y vi mi banda para el cabello en la mano de Alessio.
Lo miré sorprendida, y sus penetrantes ojos me devolvían la mirada.
Luego habló. Y sus palabras fueron directamente a mi corazón. Mi respiración se
entrecortó.
—Te ves más hermosa con el cabello suelto —dijo, su voz ronca por el sueño.

153
Capítulo 29
Alessio

Cuando Ayla trajo el botiquín de primeros auxilios, no quería que me viera así,
roto y dolorido, así que la ignoré. Ella ya había visto lo suficiente.
Emociones que nunca quise experimentar estaban recorriendo mi cuerpo y el
odio por mí mismo tomó su lugar. Los sentimientos eran un signo de debilidad. Y le
mostré a Ayla mi debilidad.
Cada vez que ella estaba cerca, no podía pensar con claridad. No importa cuánto
trate de ser indiferente, ella siempre sabía romper las paredes.
Cuando estaba tocando el piano, vi a mi madre sentada allí.
El dolor en mi cuerpo me recordó por qué estaba en esta posición.
Alfredo. Cualquiera que haya sido la muerte que experimentó, no fue suficiente.
No debería haber muerto tan fácilmente.
La imagen del cuerpo ensangrentado y sin vida de mi madre brilló detrás de mis
ojos cerrados y el dolor en mi corazón era casi insoportable.
Todos estos años, lo mantuve dentro. Lo encerré dentro de mí, negándome a
sentir.
— ¿Qué se supone que debo hacer ahora? —Me susurré a mí mismo.
Había vivido con un objetivo. Matar a Alfredo, acabar con su familia y su imperio.
Mi venganza era contra él. Pero lo único que le quedaba ahora era su familia.
Cuando terminara, no quedaría nada.
Cada Abandonato sería borrado de la Tierra. Sus aliados. Todo sería mío.
Ese fue mi último pensamiento antes de cerrar mis ardientes ojos. Mi sueño
inquieto era perseguido por las imágenes de una risueña y feliz ángel de cabello
negro, ojos verdes. Pero lejos de mi alcance. No importaba cuánto intentaba
alcanzarla, ella siempre se deslizaba entre mis dedos. Siempre me dejaba sintiéndome
vacío mientras ella se desvanecía.
En algún momento, escuché la puerta abrirse.

154
A medida que los pasos se acercaban, mi cuerpo se calentó al instante. No tenía
que abrir los ojos para saber que Ayla estaba parada frente a mí. Manteniendo los ojos
cerrados, fingí dormir mientras esperaba su próximo movimiento. La necesitaba lejos
de mí. Su dulce olor. Su melodiosa voz.
Se acercó tanto que podía oler su champú de vainilla. Luego se arrodilló frente a
mí y me resultó difícil mantener los ojos cerrados. Quería verla. La contradicción total
de lo que quería hace unos segundos.
Mi corazón la quería cerca mientras mi cerebro me decía que la empujara lejos.
Sintiéndome en conflicto, mantuve los ojos cerrados en su lugar. Y luego sus
pequeñas manos estaban sosteniendo las mías. Resistí el impulso de alejarme
rápidamente. Ella estaba tan cerca. Tocándome.
Control. Mantén el control, me amoneste mientras Ayla frotaba sus dedos sobre
mis nudillos magullados. Y entonces sentí algo húmedo rozando sobre el dorso de mis
dedos. Me dolió y me mordí los labios para no silbar de dolor.
Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, mis ojos se abrieron de golpe.
Miré a Ayla y la vi inclinada sobre mi mano mientras limpiaba mis heridas con un
paño antiséptico.
Se tomó su tiempo, limpiando lenta y suavemente cada nudillo, luego el resto de
mi mano. Me puso el vendaje, luego suspiró y se alejó.
No podía quitarle los ojos de encima. Ella era tan malditamente hermosa.
Al pensarlo, mi corazón se encogió y tragué fuerte.
Contrólate, Alessio.
Y luego levantó la vista, abrió mucho los ojos y sus labios se abrieron en estado
de shock.
—Alessio —Mi nombre era un susurro en sus labios.
Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y eso la hacía aún más hermosa.
Alejando la mirada de su rostro, miré mi mano vendada.
—Vi... vi que no te curaste las manos —tartamudeó—. Pensé que tal vez podría
curarlas por ti.
Ella no tenía idea de lo que eso me hacía. Ella curó mis heridas. Ella todavía se
preocupaba por mí cuando yo era cruel con ella.
—Podría infectarse. Por eso la cure —continuó.
¿Cuándo fue la última vez que alguien me cuidó? Mi corazón se aceleró
salvajemente.
—Deberías curarte la otra mano —dijo. Ella suspiró y luego comenzó a
levantarse.
El pánico llenó mi pecho y antes de que pudiera pensar, mi mano se deslizó y
envolví mis dedos alrededor de su muñeca y tiré hasta que se arrodilló nuevamente.
Ella cayó de rodillas delante de mí.
La necesitaba más cerca. Todavía no estaba listo para dejarla ir. Ayla echó la
cabeza hacia atrás y me miró sorprendida.
Necesitaba una razón para mantenerla aquí, así que extendí mi otra mano.

155
Mientras trabajaba, el silencio me trajo consuelo. Pero lo más reconfortante era
Ayla compartiendo el silencio conmigo. Su presencia me traía consuelo incluso
cuando intentaba negarlo.
Cuando Ayla terminó, no soltó mi mano de inmediato, sino que frotó suavemente
su pulgar sobre mis nudillos vendados.
Luego me soltó y me miró de nuevo, nuestras miradas se encontraron, ambos
sin pestañear. Los dos perdidos el uno en el otro.
Y luego ella rompió la conexión. Mi mirada se dirigió a su cabello negro, retorcido
en un moño apretado.
Era una mujer hermosa, pero quería volver a verla con el cabello suelto. Antes
de que ella pudiera moverse, me incliné y le quité la banda de cabello.
Cuando le dije lo hermosa que era, supe que esas eran las palabras más honestas
que había dicho en mucho tiempo.
Con sus brillantes ojos verdes, sus labios rojos, sus mejillas enrojecidas y su
largo cabello negro cayendo por su espalda, era una imagen imposible de olvidar. La
mirada que me dirigió hizo que mi corazón se acelerara.
Tan jodidamente hermosa.
Ella se había metido profundamente debajo de mi piel y tenía que sacarla lo
antes posible.
Solo hay una forma de hacerlo.
Una follada y luego seguiría adelante.
Ayla no sería diferente para mí. Tenía que asegurarme de eso.

156
Capítulo 30
Ayla

Ante sus palabras, mi corazón dio un vuelco y mi estómago se retorció. Me llamó


hermosa. Rápidamente agaché la cabeza.
Él tosió y luego se aclaró la garganta. —Gracias por curar mis heridas.
Asentí y luego levanté la vista. —Quiero agradecerte también. Por cuidarme la
noche anterior. —Jugando nerviosamente con el dobladillo de mi vestido, continué—
. Debería haberte agradecido antes, pero no tuve la oportunidad.
— ¿Es por eso que me vendaste la mano? —Alessio preguntó.
Sacudí la cabeza rápidamente.
—No — susurré.
— ¿Fue por compasión entonces? No necesito tu compasión, Ayla —gruñó.
—No fue compasión. Solo quería ayudar. —Y era verdad. No me compadecí de
él. Lo sentía por él en su lugar. Sentía su dolor y mi corazón me rogaba que le ofreciera
consuelo. Entonces hice lo que pude.
— ¿Por qué es tan malo que haya vendado tu mano? — Pregunté.
Alessio me miró y soltó un suspiro frustrado.
—Quería ayudar, Alessio. No fue compasión. E incluso si no me hubieras cuidado
esa noche, todavía te habría curado las heridas. —Él me miró con ojos nublados y
apretó la mandíbula.
Me puse el cabello detrás de las orejas y lo alisé. —No puedo decir que entiendo
totalmente por lo que estás pasando...
—No —siseó.
—Pero sé lo que se siente tener tanto dolor que sientes que vas a morir. —
Necesitaba que él entendiera, para que pudiera ver que yo también estaba rota—.
Entonces, quizás entiendo un poco tu dolor. Porque yo también lo sentí. No por las
mismas razones, pero sé cómo se siente. —Miré sus manos vendadas—. Cuando hice
eso, fui yo mostrándote lo que entendí. Estaba tratando de dar consuelo a cambio. —
Me atraganté con las últimas palabras.

157
—No necesito tu consuelo, Ayla —dijo con los dientes apretados.
Mi cabeza se levantó de golpe ante sus palabras y sacudí la cabeza. —Todo el
mundo necesita consuelo a veces.
— ¿Por qué mierda haces todo tan difícil? —Alessio gruñó, poniéndose de pie.
Ante su repentina acción, caí de espaldas, pero rápidamente me puse de pie. Se alejó
de mí y se volvió hacia la pared, dándome su rígida espalda.
—Lo siento. —Las lágrimas cegaron mi visión y mi nariz comenzó a hormiguear.
¿Por qué estaba siendo tan cruel? ¿Por qué no podía simplemente aceptarlo?
—Tienes que quedarte dentro de tus límites, Ayla —advirtió. Ante sus palabras,
mi cuerpo se congeló y el miedo tomó lugar. Él estaba en lo correcto. Sobrepasé mis
límites. Estaba pérdida en el momento, tan pérdida en sus dulces palabras y su gentil
mirada que olvidé quién era él y quién era yo.
—Lo siento —le susurré de nuevo, mi voz temblando.
— ¡Vete! —Ordenó Alessio.
Se sintió como una bofetada en la cara y rápidamente me arrastré hacia atrás.
Cuando no me moví lo suficientemente rápido, gritó: — ¿No escuchaste lo que dije?
¡Vete maldita sea!
Contuve un sollozo y rápidamente me di la vuelta, luego salí corriendo, pero
tropecé con un duro pecho al salir.
Miré hacia arriba y vi la cara enojada de Nikolay. Sus ojos recorrieron mi rostro
y luego miraron detrás de mí.
— ¿Qué estabas haciendo allí? —él chasqueó.
—Yo…
—Mantente lejos de esa habitación. —Me fulminó con la mirada—. Y mantente
alejada del jefe. No tiene tiempo para tratar contigo. ¿Entendido?
Asentí sin decir nada mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Nikolay se
mostró indiferente cuando pasó junto a mí y entró en la sala del piano. La puerta se
cerró detrás de él.
Me dolía el corazón al pensar en Alessio sufriendo solo. Necesitaba
desesperadamente consuelo, pero se negaba a aceptarlo incluso cuando se le estaba
dando libremente.
¿Por qué no podía ver mi dolor? ¿Por qué no podía ver que yo era igual que él?
Estaba demasiado cegado por su propio pasado.

158
Capítulo 31
Ayla

Me sequé las lágrimas mientras bajaba las escaleras aun aturdida. No podía
entender a Alessio. Era impredecible y de mal genio, y ocultaba bien sus sentimientos.
Solo deseaba que bajara la guardia y me dejara entrar. Quería saber qué estaba
pensando.
Por extraño que pareciera, quería ayudarlo.
Pero siempre me excluía, primero era gentil, luego grosero y despiadado.
Cada vez que estaba con él, sentía atracción. Su toque era fuego, su voz de seda.
Y sus ojos penetraban mi alma.
Debería temerle. Le temía, pero bajo las capas de miedo, me importaba. Me hacía
sentir incluso cuando no quería.
Ninguno de nosotros quería sentir. Ambos intentábamos ocultarlo.
Entré en la cocina y encontré a Maddie y Lena allí. —Oye —chilló Maddie desde
su lugar detrás del mostrador.
Lena se volvió para mirarme y se limpió las manos en el delantal.
—Buenos días, Ayla —dijo con una dulce sonrisa.
Le devolví la sonrisa y le di un abrazo. —Buenos días —le dije mientras salía de
su cálido abrazo. Las ayudé en la cocina, tratando de no pensar en esa mañana.
—Les enviaré un mensaje a las demás para que pongan la mesa —murmuró
Maddie mientras sacaba su teléfono. Todavía estaba escribiendo el mensaje cuando
vi a Viktor caminando hacia la cocina, con el rostro duro y frío.
—El jefe quiere su desayuno en su oficina —dijo enérgicamente antes de irse. Ni
siquiera tuvimos la oportunidad de responder.
¿Alessio iba a comer solo? Pensé en nuestro encuentro anterior, su furia cuando
me dijo que saliera de la habitación y el destello de dolor que vi en sus ojos antes de
que me gritara que me fuera.
Sentí que alguien me empujaba, saliendo de mis pensamientos. Maddie me miró
confundida.

159
— ¿Qué pasa? Has estado callada esta mañana —preguntó, apoyando los codos
en el mostrador mientras esperaba una respuesta.
Me encogí de hombros.
Maddie se inclinó hacia delante. — ¿Se trata de Alessio?
Me reí. —Eres una adivina, Maddie.
Sus ojos brillaron y guiñó un ojo. —Lo sé. Entonces, ¿qué pasó?
—Bueno, anoche fui a la sala del piano y Alessio me atrapó allí. Pero cuando
estaba a punto de irme, me dejó tocar...
— ¿Qué? —ella chilló—. ¿Tocaste el piano? ¿Alessio te dejó tocar el piano? —Su
boca se abrió en estado de shock.
Asentí.
—Espera. ¿Tocaste el piano delante de Alessio?
Antes de que pudiera responder, ella continuó: — ¡Ayla, esto es grande! Nunca
deja que nadie toque el piano. Está prohibido. Era de su madre, y desde su muerte, a
nadie se le permitió tocar.
La noticia me dejó sin aliento y la miré en estado de shock.
Si por eso estaba enojado conmigo, ¿por qué me dejó tocar en primer lugar?
Me mordí los labios con frustración. Alessio era un hombre desconcertante.
— ¡Mamá! ¿Escuchaste eso? ¡Alessio dejó que Ayla tocara el piano! —Maddie
exclamó en voz alta junto a mi oído. Haciendo una mueca, me alejé un paso.
—Si. Lo escuché —respondió Lena, su voz suave. Me volví hacia ella y vi que me
estaba sonriendo, sus ojos brillaban alegremente.
Volviendo a Maddie, continué: —Pero no terminó bien. Me ordenó que me fuera
después. Estaba realmente enojado. Y esta mañana también.
— ¿Esta mañana?
—Volví a ver cómo estaba para asegurarme de que había curado sus heridas.
Pero no lo había hecho. Entonces, las curé por él. Fue amable al respecto, pero luego
se enojó de nuevo —murmuré.
—Espera. ¿Curaste sus heridas y se enojó contigo? —Maddie se erizó
ligeramente. Cuando asentí, ella colocó sus manos en sus caderas y golpeó su pie en
el suelo con molestia. —Dios, es muy frustrante. ¿Qué dijo el exactamente?
Ante su pregunta, me puse sombría. —Le dije que a veces todos necesitábamos
consuelo y que no debería tener que lidiar con eso solo. Pero se enojó mucho y me
dijo que me quedara en mis límites. Y me gritó que me fuera.
—Qué. Bastardo. Ingrato —gruñó Maddie.
— ¡Maddie! Cuida tu lenguaje —la regañó Lena.
—Hablo en serio, mamá. ¿Cómo se atreve? ¿Ayla lo ayudó y así es como la trata?
—Todos sabemos cómo es él. A Alessio no le gusta la atención. O comodidad. No
le va bien con las emociones. —Lena puso una mano reconfortante en mi espalda.
—Lo sé —susurré.
Maddie todavía parecía enojada. —Tal vez deberías haber dejado sus manos
ensangrentadas para que se infecten. Seguro como el infierno se lo merece. Idiota.

160
— ¡Maddie! ¡Suficiente! —Lena la reprendió en voz alta.
— ¡Bien! —Ella cruzó los brazos contra su pecho. Lena la fulminó con la mirada,
pero no parecía amenazante en absoluto. No creía que ella pudiera parecer enojada,
incluso si se esforzara mucho.
Después de darle a Maddie otra mirada seria, se volvió hacia mí y me palmeó la
mejilla.
—No te tomes a Alessio demasiado en serio. Él es así con todos. Dale algo de
tiempo —dijo suavemente, antes de sonreír y luego salir de la cocina.
Tan pronto como Lena se perdió de vista, Maddie comenzó a maldecir. —Ese
pequeño idiota. Tiene suerte de que no estuviera allí. Le habría pegado un puñetazo
por hablarte así. Estúpido. Imbécil.
Continuó, moviéndose por la cocina casi furiosamente. Puso furiosamente un
plato lleno de desayuno en una bandeja y luego preparó un vaso de proteína mientras
yo estaba allí observando su ira. Cuando Maddie terminó, empujó la bandeja en mi
mano.
—Ve y dáselo —me ordenó.
¿Estaba loca? ¿Por qué me enviaría de vuelta a la guarida del león?
— ¿Qué? No. —Empujé la bandeja hacia atrás.
—Nuh-uh, niña. Vas a subir y darle el desayuno. Y vas a actuar como si nada
hubiera pasado.
Cuando no me moví, ella suspiró y sus hombros cayeron. —Considerando cuánto
tiempo lo conozco, estoy bastante segura de que se siente culpable en este momento.
Entonces vas a ir allí y hacer que se sienta más culpable y una mierda de sí mismo.
¿Si?
—Maddie…
—Créeme. Probablemente incluso se disculpe. Pero vas a actuar indiferente y
alejarte. ¿Entendido? Hazlo. Sentir. Culpable —resopló ella.
Traté de negarme pero ella ya estaba hablándome. —Ayla, eres demasiado dulce
para tu propio bien. Lo que lo hace mucho peor. No merecías cómo te trató. Entonces,
compláceme, ¿de acuerdo? Por favor.
—No —le espeté.
Maddie lanzó sus manos al aire con frustración.
—Maddie, no quiero lastimarlo. Está enojado y no quiere verme —respondí.
—Y ahí es donde te equivocas. Alessio quiere verte. Te dejó tocar el piano, por el
amor de Dios. Significa algo. Significa mucho. Solo está frustrado consigo mismo y es
por eso que se desquitó contigo —explicó Maddie apresuradamente—. Lo conozco,
Ayla. Solo haz lo que te digo y todo saldrá bien.
—Pero…
Maddie sacudió la cabeza. —No. Se te está haciendo tarde. Ve a darle el desayuno
a Alessio. —Cuando no me moví, ella me empujó suavemente hacia la puerta—. Ve. ¡Y
buena suerte! Puedes hacerlo.

161
Mientras salía lentamente de la cocina, escuché a Maddie gritar detrás de mí: —
Te estaré esperando aquí.
—Está bien —murmuré, mi voz temblando.
Pasé junto a Nikolay y Viktor mientras subía las escaleras. Los pequeños pelos
en la parte posterior de mi cuello se erizaron cuando sentí sus miradas en mi espalda,
pero mantuve mi mirada baja, evitándolos deliberadamente.
Con cada paso que daba hacia la oficina de Alessio, mi corazón latía casi
dolorosamente en mi pecho. Se me enfriaron las manos y me goteó un poco de sudor
por el cuello y entre los omóplatos.
Me detuve frente a la puerta, respiré hondo y luego levanté la mano. Tan pronto
como mi puño golpeó la puerta, la voz de Alessio sonó.
—Adelante.
Entré para encontrarlo de espaldas a mí. Solo llevaba su camisa negra y
pantalones negros. Me aclaré la garganta y él rápidamente se dio la vuelta, sus ojos se
abrieron al verme.
Suspiré aliviada cuando noté que se había duchado. Llevaba una camisa de vestir
limpia y su cabello parecía mojado. Su cara también estaba libre de sangre.
También noté que estaba luchando por envolver sus vendas nuevamente.
—Te traje el desayuno —le dije, sorprendentemente sin tartamudear. Me miró
en silencio, su rostro impasible, y luego asintió con la cabeza hacia la mesa de café.
Puse la bandeja allí antes de enderezarme y girarme para mirar a Alessio. Nos
miramos el uno al otro por un segundo antes de que yo mirara sus manos.
Dando un paso más cerca, me aclaré la garganta nuevamente antes de preguntar
nerviosamente: — ¿Quieres que los vendé de nuevo?
Había dejado en claro que no quería mi ayuda antes, pero no había nada de malo
en ofrecer ayuda de nuevo. ¿Verdad? Era su elección aceptar o no.
Alessio se miró las manos y luego sacudió la cabeza. —No. Está bien. Lo haré.
— ¿Estás seguro?
—Sí —respondió enérgicamente. Trató de envolver las vendas alrededor de sus
manos y me quedé quieta mientras lo veía luchar con ella.
Era un desastre. Sin pensar en las consecuencias, caminé hacia él y tomé sus
manos entre las mías. Alessio se puso rígido y sentí su aliento en mi frente. Con la
cabeza inclinada, comencé a envolver los vendajes alrededor de sus manos.
Se quedó perfectamente quieto, sus músculos apenas se movían. Su respiración
era ligeramente errática. Mi corazón latía en mi pecho y mi estómago se retorcía
nerviosamente por estar tan cerca de él.
Cuando terminé, retrocedí y le di una sonrisa pálida. —Hecho —susurré cuando
nuestros ojos se encontraron.
Alessio no respondió. No esperaba que lo hiciera. Dándole otra sonrisa, me di la
vuelta y comencé a alejarme. Justo cuando me acercaba a la puerta, su voz me detuvo.
—Espera —exigió.

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Me detuve. Cuando lo escuché suspirar, decidí enfrentarlo. Dándome la vuelta,
lo vi pasándose la mano por el pelo. Miró hacia abajo y luego se apoyó contra su
escritorio, cruzando los tobillos.
—Sobre lo de esta mañana —comenzó Alessio mientras miraba hacia arriba—.
No debería haberte gritado. Eso fue un error.
Parecía un poco incómodo. A pesar de que sus palabras estaban destinadas a ser
agradables, su rostro aún era duro y frío. Pero no me importó. Eran las palabras las
que importaban. No era una disculpa, pero era suficiente para mí.
Eso era todo lo que necesitaba escuchar.
Mi corazón se aceleró ante lo que dijo y sonreí de nuevo. —Está bien —le
respondí.
Alessio asintió y, si no me equivocaba, parecía aliviado.
Maddie había estado en lo cierto. Se había sentido culpable. Pero me alegré de
que mi aceptación le quitara esta carga.
Cuando la habitación se llenó de silencio nuevamente, lo tomé como mi señal
para irme. Pero Alessio volvió a hablar. Sus palabras me dejaron sin aliento, mi mano
yendo a mi pecho.
—Puedes seguir tocando el piano si quieres.
Lo miré confundida mientras mi corazón se volvía loco. Tuve que cerrar las
rodillas para evitar caer al suelo.
La esperanza floreció en mí ante sus palabras y todo lo que quería hacer era
llorar.
— ¿Puedo?
Alessio asintió y su expresión cambió a una leve vergüenza. —Esa es mi manera
de compensarte —respondió.
¿Cómo podía ser dulce y gentil pero despiadado y cruel al mismo tiempo?
Sus palabras significaban una cosa, mientras que sus acciones hablaban algo
completamente diferente.
Tenía miedo de esperar... solo porque él podía cambiar de opinión en un abrir y
cerrar de ojos y eso me aplastaría. Pero no pude evitar que la sensación de felicidad
recorriera mi cuerpo.
—Gracias —dije, mi voz llena de emoción y agradecimiento mientras las
lágrimas cegaban mi visión.
Asintió nuevamente sin decir nada. Parecía tragar casi nervioso.
Después de unos segundos evitando el contacto visual conmigo mientras lo
miraba con los ojos llenos de lágrimas, decidí que era hora de que me fuera.
Me di la vuelta y alcancé el pomo, pero no abrí la puerta. En su lugar, me detuve
y limpié mis lágrimas antes de susurrar de nuevo: —Gracias.
No sabía si lo escuchó o no, pero no le di la oportunidad de responder. Al abrir
la puerta, salí con el cuerpo iluminado de alegría.
Bajé las escaleras, apenas conteniendo la sonrisa en mi rostro.

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Tan pronto como llegué a la cocina, corrí hacia Maddie y la abracé con fuerza.
Ella rió.
—Supongo que las cosas salieron bien. Diría muy bien por esa expresión en tu
cara —dijo Maddie ligeramente mientras me devolvía el abrazo.
Asentí y luego me reí alegremente. — ¡Me dijo que puedo seguir tocando el
piano!
Los ojos de Maddie se suavizaron aún más y sonrió brillantemente. —Ahí tienes.
Mira, te lo dije.
—Maddie. Creo que estoy... feliz.
—Lo sé. Yo también estoy feliz.
Asentí y le devolví la sonrisa. Me dolían las mejillas por sonreír demasiado y
demasiado fuerte.
¿Cuándo fue la última vez que sonreí y me reí así?
No lo sabía. No me importaba
Todo lo que importaba era lo que sentía ahora.

164
Capítulo 32
2 semanas después

— ¡Maddie, detente! —Me reí mientras ella seguía haciéndome cosquillas en los
costados—. Ay. Duele. ¡Detente!
—Eso es lo que obtienes por tirar crema batida en mi cara. —Ella rió.
—Lo hiciste primero —discutí a través de mi risa.
—Ahh, detente... demasiado... no puedo respirar...
— ¿Aceptas la derrota? —ella gruñó, tratando de imitar la voz de Alessio. Eso me
hizo reír aún más fuerte.
—Si. Si. Oh Dios mío. —Exhalé mientras ella detenía lentamente su ataque a mis
costados.
Pero tan pronto como me dejó ir, me di vuelta y la agarré por las piernas.
Dándole una mirada desafiante, atrapé sus piernas debajo de las mías y comencé a
hacerle cosquillas.
Fue mi turno de reír.
— ¡Te tengo!
Estaba luchando y jadeando por aire a través de su risa.
— ¡Maddie! ¡Ayla!
Rápidamente dejé de hacerle cosquillas cuando escuché la voz de Lena detrás de
mí.
—Atrapadas—susurró Maddie.
Rodando fuera de ella, me puse de pie y me alisé el vestido mientras ella hacía lo
mismo.
— ¿Qué le hicieron a mi cocina? —ella jadeó. La expresión de horror en su rostro
era divertida. Levantando mi mano, tosí en mi palma para enmascarar mi risa. Maddie
ni siquiera trató de ocultarlo.
— ¡Hay crema batida por todas partes! ¡Se suponía que debían hacer postre, no
convertir la cocina en postre! —Dijo Lena casi enfadada, con las manos en las caderas
mientras nos miraba a los dos con una mirada fulminante.

165
—Lo siento, Lena. Lo limpiaremos. Lo prometo —dije con una sonrisa y
parpadeé inocentemente.
—No trates de actuar inocente conmigo, señorita. Maddie te está influenciando
—comentó ella.
Maddie volvió a reír y entrelazó sus brazos con los míos. —Definitivamente —
dijo con un guiño. Lena sacudió la cabeza, pero vi la sonrisa asomando por la comisura
de sus labios.
—No te preocupes, mamá. Ayla y yo lo limpiaremos en poco tiempo.
—Más les vale. Vamos. Dense prisa para hacerlo ahora —respondió Lena antes
de darse la vuelta y salir de la cocina.
—Lena tiene razón. Hicimos un desastre en la cocina —dije con un suspiro
mientras miraba a mi alrededor.
Habían pasado dos semanas y sentí que me habían dado una nueva vida. Dos
semanas y no había tenido pesadillas, mi sueño estaba lleno de tranquilidad. Dos
semanas de solo risas y sonrisas.
Sentía una felicidad que nunca antes había sentido. Al principio, tenía miedo de
que tal vez todo esto fuera un sueño. Tenía miedo de que me lo quitaran todo. Pero
cuando me despertaba cada día y todavía vivía esta vida, comencé a esperar que tal
vez sería así.
Este era mi nuevo comienzo.
— ¿Hecho? —Maddie preguntó. Su voz me sacó de mis pensamientos y sonreí.
Mirando los mostradores limpios, asentí.
—Hecho —respondí.
—Ven, vámonos. Todavía quedan unas dos horas antes de la cena. Podemos ver
una película —dijo alegremente mientras me sacaba de la cocina.
Mientras subíamos las escaleras a mi habitación, Maddie habló sobre su día con
Artur. Definitivamente estaba perdida en él. Le pregunté si lo amaba, pero su
respuesta fue que no lo sabía.
No le creí.
Estaba segura de que ella lo amaba, pero tenía miedo de admitirlo. No tenía nada
de qué asustarse. Por lo que había presenciado, a Artur realmente le importaba
Maddie.
Cuando llegamos a la cima de las escaleras, me detuve en seco. En el proceso de
hacerlo, Maddie tuvo que detenerse también.
— ¿Huh? ¿Qué pasa? —ella preguntó.
Todo lo que podía hacer era mirar delante de mí en estado de shock.
No otra vez.
Entonces escuché a Maddie murmurar enojada. — ¿En serio?
Ahí estaba él. Alessio. Pero no estaba solo. Estaba con Nina, la misma rubia que
había visto en su oficina.

166
Alessio la tenía presionada contra la pared, con sus piernas envueltas alrededor
de su cintura. Se estaban besando y no parecían darse cuenta de que estábamos
paradas allí.
—Enserio, amigo. Quieres follar, entonces consigue una habitación. Para eso
están las habitaciones —siseó Maddie en voz alta.
La cabeza de Alessio se echó hacia atrás y nos miró con la lujuria en su mirada.
Alejé mis ojos.
—Bueno, puedes irte si no quieres ver nada —respondió Nina.
—Este es un pasillo. Cualquiera puede pasar y nadie quiere ver tus tetas caídas
colgando, así que consigue una habitación —dijo Maddie, su voz tranquila pero llena
de veneno.
—Sabes... —comenzó a decir Nina, pero no terminó. Alessio había abierto su
puerta y estaba a punto de entrar, con Nina todavía envuelta alrededor de él como un
tornillo.
Ella volvió la cabeza hacia nosotros y nos sonrió antes de enterrar su rostro en
su cuello. Eso fue lo último que vi cuando la puerta se cerró.
—Esa maldita perra. Lo juro por Dios, algún día arrancaré esas extensiones de
cabello falso de su cabeza. Ella me pone muy violenta. Y lo juro, no soy una persona
violenta. —Maddie echaba humo a mi lado.
— ¿Por qué la odias tanto? —Pregunté cuando entramos en mi habitación.
— ¿Es eso incluso una pregunta, Ayla? Ella es malditamente molesta. Nina piensa
que solo porque Alessio se la folla, ella es especial. Ósea, perra, por favor, él se folla a
cualquiera con tetas y un coño.
La vi saltar sobre mi cama y acostarse.
—Nina probablemente piensa que él se casará con ella algún día. Muy delirante.
Alessio ni siquiera se preocupa por ella. Ella solo es tan fácil y siempre viene por más.
Si ella nunca regresa, Alessio ni siquiera pestañearía ni iría a buscarla. Tiene muchas
otras mujeres haciendo cola por él.
—Hmm —dije, estirándome a su lado.
—Pero la odio porque está arruinando mi ship.
Mi frente se arrugó por la confusión ante sus palabras. — ¿Qué quieres decir?
Los ojos de Maddie se abrieron por un segundo y luego sacudió la cabeza.
Mordiéndose los labios, se encogió de hombros. —Nada.
— ¿Qué ship? ¿De qué estás hablando?
—No es nada —dijo Maddie mientras se sentaba. Se inclinó sobre mí y tomó el
control remoto—. ¿Qué quieres ver?
La miré por un segundo antes de girar hacia el televisor que Artur me instaló
hace unos días. Maddie definitivamente estaba cambiando el tema y sentía curiosidad
por lo que quería decir.
Pero decidí dejarlo ir. Lo sacaría de ella más tarde.

***

167
—Buenas noches —dije, despidiéndome de Maddie. Sonriendo, subí las
escaleras.
La cena terminó hace mucho y después de limpiar el comedor y la cocina,
decidimos que era hora de dar la noche por terminada.
Me detuve en la sala del piano pero no llamé. Esta era mi rutina. Bueno, nuestra
rutina. Alessio y yo nos evitábamos durante el día, pero por la noche, tocaba para él
antes de volver a nuestras habitaciones. Era nuestro acuerdo tácito.
El dulce y gentil Alessio solo era de noche. Durante el día, era Alessio, el frio. Y
un idiota también. Volví a ser llamada "gatita".
Si había un momento en que nos cruzamos por accidente, me daría la misma
mirada acalorada. Él se burlaba de mí con su ligero toque y luego se alejaba como si
nada hubiera pasado.
Pero hoy, después de lo que vi en el pasillo, me sentí un poco temerosa. Mi
estómago estaba retorcido en nudos. Estaba avergonzada por él y por mí. Sabía que
no le importaba, pero a mí sí. Se sentía extraño atraparlo en una posición tan
comprometedora.
Pero también quería tocar el piano. Se había convertido en mi obsesión. Pero no
era solo el piano.
Atesoraba el pequeño, gentil y silencioso momento que Alessio y yo
compartíamos todas las noches. Apenas hablamos. Tocaba y él escuchaba. Y luego nos
íbamos a dormir. Pero aun así, era importante para mí.
Entonces, levanté la mano y llamé a la puerta.
Cuando lo escuché llamarme, abrí la puerta y entré antes de cerrarla detrás de
mí. Esta noche, Alessio estaba sentado en el sofá como siempre, pero esta vez tenía su
computadora portátil. Estaba escribiendo furiosamente, pero cuando me acerqué,
levantó la vista y se detuvo.
Sonreí pero no lo respondió. Como siempre.
Alessio cerró su computadora portátil y la colocó sobre la mesa de café antes de
recostarse contra el sofá y estirar las piernas frente a él.
Eso significaba una cosa. Estaba listo para que yo tocará. Dándole otra sonrisa,
caminé hacia el piano y me senté detrás de él. Mis ojos se cerraron y mis dedos se
movieron.
La dulce melodía llegó y mis músculos se relajaron. Tocaba esta canción todas
las noches, mientras cantaba en silencio la letra.
Con cada canción, mi pecho se llenó de satisfacción. Se sentía como si estuviera
volando. Yo era libre.
Después de dos canciones, abrí los ojos y miré a Alessio. Y como todas las noches,
sus cálidos ojos azules se fijaban intensamente en los míos mientras me miraba tocar.
Toqué la tercera canción, nuestras miradas aún mantenidas. Nos quedamos
mirando. Respiramos. Yo tocaba. Cantaba. El veía. Y era lo más hermoso que jamás
había experimentado.

168
Después de la tercera canción, me detuve. Alessio mantuvo sus ojos en mí
mientras me levantaba. Caminando lentamente hacia él, me detuve a unos metros de
distancia.
—Buenas noches —susurré.
—Buenas noches —dijo.
Y cada noche, esas eran las únicas palabras que decíamos.
Dándole una sonrisa suave, salí de la sala del piano. Cerré la puerta detrás de mí
y me apoyé contra ella. Mi corazón continuó con el golpeteo.
Caminé a mi habitación con la misma incesante sonrisa en mi rostro. Cuando
entré, rápidamente me quité el vestido negro y me puse el camisón rosa claro que
Lena me compró. Me metí en la cama y cerré los ojos. Moviendo mi mano debajo de la
almohada, busqué la chaqueta de Alessio.
Pero mi mano solo hizo contacto con el colchón. Mis ojos se abrieron de golpe y
rápidamente me senté. Alejando mis almohadas, busqué la chaqueta.
No podía encontrarla.
No. No. No.
Saltando de mi cama, rodeé mi habitación, buscando desesperadamente su
chaqueta. Mi paz.
No podía dormir sin ella.
¡La necesitaba!
Pero no se encontraba en ninguna parte.
Estaba respirando con dificultad, mi cabello era un desastre salvaje. Levantando
mi mano, la presioné contra mi pecho mientras el pánico recorría mi cuerpo.
Milena había limpiado mi habitación esta mañana. Ella debió haberla
encontrado y se la llevó. Fui tan estúpida. Debería haber sabido. Pero lo había
olvidado por completo.
Al hundirme en la cama, las lágrimas cegaron mi visión y cayeron libremente por
mis mejillas.
No podría dormir sin ella. Las pesadillas volverían.
Me acosté y abracé mis piernas contra mi pecho, sollozando en mi almohada.

— ¿Lo querías? ¿Eh? ¡Respóndeme! —Alberto siseó mientras continuaba moviendo


el látigo por mi espalda desnuda.
— ¡No! —Grité cuando el dolor cegó mi visión. Mi espalda y mis piernas estaban
en llamas. Estaba desnuda y atada en una posición de águila extendida. Cadenas del
techo estaban envueltas alrededor de mis muñecas, sosteniéndome en alto. Mis dedos
apenas tocaban el suelo.
— ¡Vi la mirada que le estabas dando! Querías follarlo, ¿no? Querías su polla
dentro de ti, ¿eh?
Sacudí la cabeza violentamente y grité cuando el látigo volvió a hacer contacto
con mi espalda.
—No —jadeé—. No hice nada. No lo quiero.

169
Eso era cierto. El hombre me dio miradas extrañas toda la noche. Incluso trató de
tocarme, y yo hice todo lo posible para mantenerme alejada de él. Apenas lo miré. Hacía
que mi piel se erizara.
Pero Alberto siendo Alberto, solo creía lo que quería.
Si un hombre me quería, era mi culpa. Lo tenté. Fue mi cuerpo. Yo. Todo era mi
culpa.
Y tenía que pagar por ello.
Porque lo traicioné. Mi cuerpo lo traicionó.
—Alberto, por favor.
Pero era implacable. No me mostraba piedad.
Apretando mi cabello alrededor de sus dedos, tiró de mi cabeza hacia atrás
bruscamente. Hice una mueca por el dolor que me atravesó el cuello. Me abofeteó con
fuerza y probé sangre donde su anillo cortó mis labios.
—Mentirosa —escupió en mi cara.
—Por favor. Créeme —le supliqué.
— ¡Eres mía! ¡Mía! Tu cuerpo es mío. Tus labios son míos. Tu coño es mío. Tu
trasero es mío. ¡Lo entiendes! ¡Todo mío! —Alberto siseó con los dientes apretados. Sus
dedos rasgaron mis mejillas mientras agarraba mi barbilla, haciéndome mirarlo
directamente a los ojos.
Rápidamente asentí y acepté, esperando que él detuviera su tortura en mi cuerpo.
—Si. Si. Soy tuya, Alberto. Te pertenezco. ¡Sólo tú! Mi cuerpo es tuyo. Por favor. Lo
siento. No lo quería —sollocé.
Mi cuerpo estaba ardiendo. Me dolían las mejillas. Mi corazón estaba latiendo. Y se
estaba rompiendo.
—Necesitas que te enseñen una lección. Entonces lo entenderás —dijo, soltando
mi barbilla. Levantando el látigo en sus manos, me estremecí antes de que hiciera
contacto con mi cuerpo. Y cuando lo hizo, grité en agonía.
Cuando terminó de abusar de mi cuerpo, dejó caer el látigo y comenzó a
desabrocharse los pantalones. Su polla ya estaba dura.
Cerrando los ojos, esperé lo que vendría después.
Pero no importaba cuánto trataba de prepararme, el dolor siempre era el mismo.
Siempre sentía que me cortaban por dentro. Grité cuando él se enterró en mí, mis pies
completamente dejando el suelo.
Dolorosamente embistió dentro de mí unas cuantas veces y luego rugió su
liberación. Alejándose de mí, agarró mi barbilla de nuevo. — ¡Mírame! —ordenó con
dureza.
Mis ojos se abrieron de golpe y miré sus furiosos ojos negros. Sus labios se
estrellaron sobre los míos e hice una mueca. Dolía. Alejándose, presionó sus uñas en mis
mejillas.
—Eres mía, Ayla. Nunca olvides eso.

170
Mis ojos se abrieron de golpe. Sentada en la cama, me sentía enferma y me ardía
la piel. Se sentía como si me acabaran de azotar. Mi estómago se retorció
violentamente y salí de mi cama. Cojeé hasta el baño y me caí frente al inodoro antes
de vomitar.
Me dieron nauseas. Vomite. Y lloré.
Estaba temblando incontrolablemente y los mareos nublaron mi visión mientras
continuaba sollozando. El dolor. Oh Dios. Estaba presionando mi pecho y no podía
respirar.
Todo iba demasiado bien.
Se suponía que este era mi nuevo comienzo.
Tenía esperanza. Realmente pensé que había seguido adelante.
Pero cuán falso era.
No había esperanza, no había paz.
Todo era un sueño. Una fantasía. Esperanza falsa. Esperanza hastiada.
Estaba viviendo una pesadilla constante.
¿Cuál era el punto de vivir? ¿Qué sentido tenía continuar cuando todo lo que
sentía era dolor, un dolor indescriptible?
Al levantar la vista, noté la navaja de afeitar que Maddie me había dado. Estaba
en el mostrador. Justo a mi lado, como si hubiera sido colocada allí para que lo use en
este momento. Moviéndome de rodillas, la alcancé. La sostuve en mis manos
temblorosas mientras mi respiración agitada continuaba llenando el baño.
Me temblaban tanto las manos que la navaja casi se me cayó, pero la agarré con
fuerza. Al retroceder, me senté contra la bañera y acerqué las rodillas al pecho
mientras miraba la navaja.
Quería silencio.
No quería lastimarme más.
Las lágrimas seguían corriendo libremente por mis mejillas, la evidencia de mi
pasado y mi dolor.
No sabía lo que estaba haciendo. No podía pensar con claridad.
Todo lo que quería era paz. La voz de Alberto en mi cabeza me estaba volviendo
loca.
Extendiendo mi muñeca, sostuve la navaja. Cerrando los ojos, dejé caer la cabeza
contra la bañera. No sentí nada cuando lo presioné con fuerza sobre mi piel y lo
arrastré hacia arriba. Abrí los ojos y vi una larga línea roja. Sangre.
Se filtraba por el corte que había hecho. Pero todavía no sentía nada.
¿Por qué no sentía la quemadura?
¿Por qué no dolía?
Frustrada, puse la maquinilla de afeitar en mi otra muñeca y la presioné con
fuerza, retorciéndola en mi piel. Hice un corte similar al de la otra muñeca.
Dejé caer la navaja y contemplé el desastre que hice. Mi piel estaba abierta y
había sangre por todas partes. Me cubría los brazos. Mi vestido. El piso.

171
El baño nadaba frente a mí y mi visión se nubló tan terriblemente que apenas
veía nada. Mi cabeza rodó hacia atrás y mi cuerpo comenzó a hundirse en el suelo. Me
caí de lado, mi cabeza golpeó el piso con fuerza.
Aparecieron puntos negros frente a mi visión y comencé a adormecerme. No
sentía nada.
Y por un breve momento, fue hermoso.
Cuando mis ojos comenzaron a cerrarse y me hundí más en la oscuridad, sonreí.
Silencio. Solo había silencio.
Y eso era todo lo que necesitaba.

***

Maddie

—Hmm... —murmuré contra los labios de Artur.


—Te extrañe —respondió antes de darme un beso rápido.
Riendo, empujé mis dedos en su cabello y acerqué sus labios a los míos,
besándolo profundamente. —Me viste anoche.
—Te extrañé en el momento en que te fuiste.
—Deja de ser tan dulce —le respondí, mordiéndole los labios.
—Solo para ti, bebé.
Era tan dulce a veces. Ayla tenía razón. Lo amaba. Pero estaba asustada. ¿Era
esto lo correcto? ¿Era él realmente el indicado?
Siempre quise un amor épico. ¿Es este mi amor épico?
Era dulce, cariñoso y gentil. Pero él nunca dijo que me amaba. Estaba esperando
que él confesara primero. Y me estaba desesperando a medida que pasaba cada día y
no había confesión.
Sentí sus manos en mi trasero y me atrajo más cerca. Estaba sentada en el
mostrador de la cocina con las piernas alrededor de su cintura. Podía sentirlo contra
mi núcleo.
—No aquí —le susurré—. Mamá nos va a matar.
—Lo sé —gruñó Artur. Se apartó un poco y puso mala cara—. Joder, bebé, te
necesito.
— ¿Después del desayuno?
—Tortura —respondió él. Bromando tiré bofetadas en su pecho y lo aparté de
mí. Estaba a punto de desenvolver mis piernas de sus caderas cuando vi a mi madre
detrás de la espalda de Artur.
Oh, mierda.
Atrapados.
— ¡Oh Dios! No en el mostrador. ¡Por favor, no en el mostrador de la cocina! —
Mamá jadeó.

172
Rápidamente alejé a Artur y salté del mostrador. —Lo juro, solo nos estábamos
abrazando. No íbamos a llegar tan lejos.
Las mejillas de Artur estaban ligeramente rojas y me sentí sonrojar también.
—Maddie —advirtió mamá.
—Lo sé. Lo sé. No volverá a suceder —suspiré.
—Bueno, debo irme. Nos vemos en el desayuno —dijo Artur antes de irse. Antes
de salir de la cocina, me guiñó un ojo.
Cobarde. No podía creer que me dejara sola para lidiar con esto.
Mamá me estaba mirando y yo hice un puchero, dándole mis mejores ojos de
cachorrito.
—Mamá. Juro que no íbamos a hacer nada en el mostrador. Está limpio —dije.
—Maddie, ¿estás usando protección? Por favor, dime que estás protegida.
Aquí vamos de nuevo.
—Creo que tengo eso cubierto.
—Bueno. Solo estaba revisando. —Ella se encogió de hombros antes de ir hacia
el horno—. ¿Dónde está Ayla?
Esa era una buena pregunta. Ella llegaba tarde.
—No lo sé. No la he visto —le dije, cada vez más preocupada.
Mamá dejó de hacer lo que estaba haciendo y también me miró preocupada. —
¿Quieres ver cómo está?
—Sí, debería, —estuve de acuerdo antes de salir de la cocina. Subí rápidamente
y me detuve frente a su habitación. Pero ella no respondió cuando toqué.
Cada vez más preocupada y con pánico atravesando mi cuerpo, abrí la puerta y
entré.
— ¿Ayla? —Llame. No hubo respuesta. Ella no estaba en su habitación.
¿Estaba ella con Alessio?
Estos dos eran tan adorables. Si no se juntaban pronto, tendría que ocuparme yo
misma. Ambos eran demasiado tercos.
Definitivamente necesitaban una mano amiga.
Estaba a punto de darme la vuelta cuando vi la luz del baño encendida. Mis cejas
se levantaron en confusión y caminé hacia ella.
Ella probablemente la dejó encendida.
Empujé la puerta para abrirla, pero la vista que me contemplaba me dejó sin
aliento, haciendo que mi corazón cayera en mi estómago.
Soltando un grito, corrí al baño y caí junto a una inconsciente Ayla. Estaba
cubierta de sangre.
—No. No. No —susurré con pánico y miedo.
Tirando de su cuerpo al mío, la abracé y noté la larga herida en sus brazos.
— ¡Oh Dios! —Lloré—. ¡Ayla! ¿Por qué? —Jadeé mientras las lágrimas corrían
por mis mejillas.
Mi estómago se encogió y me sentía enferma. Mi corazón estaba pesado como si
una presión invisible estuviera estrujando con fuerza.

173
— ¡No! —Tirando de ella más fuerte hacia mí, su sangre cubrió mi vestido.
Grité.
— ¡Mamá!
Acariciando el cabello de Ayla, seguí llorando.
— ¡Alessio!

174
Capítulo 33
Alessio

—Está amenazando a la gente. Tienen miedo —dijo Phoenix mientras salíamos


de mi oficina. Traté de mantener mi ira bajo control, pero corría por mi cuerpo con
tanta ferocidad que estaba temblando.
Desde que salió la noticia de que Alberto había matado a Alfredo, mi gente estaba
asustada. Teniendo en cuenta que mató a un jefe y se hizo cargo, sabían que hablaba
en serio con sus amenazas.
— ¿Cuál es tu plan? —Viktor preguntó a mi lado.
—No llegará a mi gente. Me aseguraré de ello. Artur, quiero que vigiles a todos.
Asegúrate de que los Vigilantes estén en la tarea e informando todo de nuevo —
respondí con voz tranquila, a pesar de que sentía algo distinto.
—Sí, jefe —respondió rápidamente antes de asentir y alejarse.
Volviéndome hacia Phoenix, le asentí. —Que las familias principales sepan que
estaremos visitándolos. Quiero hablar con ellos personalmente.
Él asintió en respuesta y rápidamente sacó su teléfono de su bolsillo. Después de
escribir furiosamente durante unos segundos, lo volvió a guardar en su bolsillo. —
Hecho —dijo Phoenix.
Si Alberto realmente pensaba que podía dominarme y tomar mi Imperio,
entonces estaba muy equivocado. Había construido este imperio con mis jodidas
manos desnudas durante casi diez años. La mitad de mi vida la dediqué a convertirla
en la familia mafiosa más fuerte. No me estaba rindiendo ahora y estoy seguro de que
no estaba perdiendo ante ese idiota.
Estábamos bajando las escaleras cuando un grito repentino nos detuvo en seco.
Nikolay ya tenía su arma afuera y vi a Phoenix y Viktor alcanzando las suyas.
Mis ojos se abrieron cuando escuché mi nombre. Alcanzando a mis espaldas,
saqué mi arma también.
—Esa es la voz de Maddie —silbó Phoenix, pero yo ya estaba subiendo, tomando
dos escaleras por paso.

175
Cuando llegué a la cima de las escaleras, me detuve, mirando a izquierda y
derecha mientras trataba de averiguar dónde estaba. La escuché gritar de nuevo, y
con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me volví hacia su voz.
—Mierda —susurré. Provenía de la habitación de Ayla.
La puerta estaba abierta. Apuntando mi arma hacia adelante, empujé la puerta
con la otra mano. Miré por encima del hombro y vi que mis hombres estaban en una
posición similar.
Les di un asentimiento antes de entrar. Me siguieron de cerca. Caminando más
adentro de la habitación, me tensé cuando no vi nada.
La habitación estaba vacía, excepto por alguien sollozando.
Al girar hacia un lado, vi que la puerta del baño abierta y las luces estaban
encendidas. Antes de que pudiera moverme, Phoenix se acercó a la puerta y la abrió.
— ¡Oh, mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Él entró en pánico y corrió adentro.
Mi corazón estaba frenético y mi estómago cayó al oír el grito de Maddie. Seguí
a Phoenix, pero cuando me acerqué, el olor a sangre me golpeó. Mis ojos se abrieron
alarmados y corrí adentro.
La vista casi me puso de rodillas.
Maddie me miró con ojos llorosos y sollozó. —Ayla. Ella…
Ayla estaba cubierta de sangre. Tenía los ojos cerrados y se veía mortalmente
pálida. Una mirada que nunca quise ver en ella. Corriendo, me puse de rodillas junto
a Maddie.
—Aquí —escuché a Viktor decir a mi lado. Levanté la vista y vi que me estaba
entregando algunas toallas—. Necesitamos presionar sus heridas para detener el
sangrado.
Él estaba en lo correcto. Teníamos que detener el sangrado.
— ¡Llama a Sam! —Ordené con dureza, sin apartar los ojos de la cara de Ayla.
Tomando las toallas de Viktor, las puse en los cortes y presioné suavemente. Ella no
se movía. Ni siquiera un estremecimiento. Maddie seguía llorando en silencio, su
pecho se agitaba con cada sollozo silencioso.
Inclinándome, tomé a Ayla de sus brazos y la acerqué a mi pecho, sin importarme
un poco que me manchara de sangre.
Levanté una mano y palmeé su fría y pálida mejilla. — ¿Ayla? —Susurré, mi voz
sonaba ronca y extraña incluso para mis propios oídos.
Ella no respondió. En cambio, ella yació inerte y todavía en mis brazos. Pero ella
estaba respirando. Era débil, pero estaba allí. Ayla estaba viva y forcé a mi cerebro a
aceptar ese hecho a pesar de que sentía que mi corazón se estaba dividiendo en dos.
La presión que se acumulaba allí era insoportable y mi estómago se encogía casi
dolorosamente.
La última vez que me sentí así fue cuando presencié la muerte de mi madre.
Contuve el aliento doloroso ante la idea y sacudí la cabeza. No. Esto no volvería
a suceder. No lo dejaré pasar.

176
Envolviendo mis brazos alrededor de Ayla, me puse de pie. Mantuve mis ojos en
ella mientras salía del baño y me dirigía a su cama. Suavemente colocándola sobre el
colchón, me senté a su lado y tiré de sus brazos hacia adelante para poder seguir
presionando las heridas.
Con los ojos cerrados, su rostro tan pálido y su cabello negro cayendo en cascada
sobre la almohada, parecía tan frágil. Vulnerable. Y tan rota.
La vista hizo que me doliera el corazón y cerré los ojos ante el destello de dolor.
No me debería estar sintiendo así, pero me dolía ver a Ayla en este estado. Y no
podía entender por qué haría algo así. Ella parecía feliz.
Al abrir los ojos, miré sus brazos. ¿Por qué iba a tratar de suicidarse?
Aunque hiciera la pregunta cien veces en mi cabeza, podía adivinar la respuesta.
Pero quería saber la verdad. No quería asumir más.
Me incliné un poco y alejé los pocos mechones de cabello que cubrían su rostro.
Dejé que mis dedos permanecieran allí, esperando una reacción de ella. Cuando no
recibí nada, suspiré y aparté la mano.
El pecho de Ayla se movía lentamente hacia arriba y hacia abajo, su respiración
un poco dificultosa. Me sentía impotente mientras la miraba.
Alejando mis ojos de ella, miré a Viktor, que estaba de pie detrás de mí. Su rostro
estaba sombrío y preocupado. — ¿Dónde está Sam? —Gruñí
Sam era nuestro médico personal, que vivía en la finca. El hospital no siempre
era una buena opción y necesitábamos a alguien que se pusiera de pie rápidamente
sin hacernos preguntas. La mejor opción era tener a alguien con el mismo estilo de
vida.
Y Sam encaja perfectamente en el papel.
—Estoy aquí —dijo Sam mientras corría dentro de la habitación.
Su mirada recorrió a Ayla. —Maldita sea —susurró. Sam se inclinó y
lastimosamente solté a Ayla y me puse de pie, apartándome de su camino.
Se sentó en mi lugar y quitó la toalla de la mano de Ayla, siseando un poco al
verlo.
— ¿Es malo? ¿Qué tan malo es? —Le pregunté mientras alfileres y agujas
ascendían por mis piernas. Me asusté más cuando vi la cara pensativa de Sam.
Sacudió la cabeza y susurró mientras continuaba inspeccionando el corte de
Ayla.
—Necesito limpiar la sangre para ver qué tan malo es. Su respiración es
superficial, pero está bien. Su ritmo cardíaco tampoco es tan malo.
Eso era bueno. Eso debería ser bueno. Seguía repitiendo las palabras una y otra
vez en mi cabeza mientras trataba de calmarme.
Sam limpió un poco de la sangre del brazo de Ayla y vimos un corte largo que
subía verticalmente por sus brazos. Quería rugir. No podía imaginar el dolor que ella
debió haber pasado. La idea de que ella pasara por esto se sentía como un filo
aserrado sobre mi corazón latiente.
—Gracias a Dios —escuché a Sam exhalar.

177
— ¿Qué? —Pregunté, inclinándome.
—El corte no es tan profundo. Cortar verticalmente podría ser mortal, pero ella
no ejerció mucha presión en el corte, por lo que no se dañaron las arterias o venas
principales —explicó—. Tiene suerte de estar todavía viva. Es obvio que ha perdido
algo de sangre, pero no mucha. Fue encontrada bastante rápido. Desearía poder usar
el pegamento para la piel. Sería menos doloroso, pero la mejor opción son los puntos.
—Me miró, esperando una respuesta.
¿Por qué demonios estaba esperando?
—Solo hazlo entonces. ¡Para de perder el tiempo!
Él asintió y se puso a trabajar.
Le llevó unas horas limpiar la herida, coser los cortes y vendarla con cuidado.
Todo el tiempo, paseé por la habitación, cada vez más impaciente. No podía librarme
de la sensación incómoda. A medida que pasaban los minutos y las horas, no
importaba cuánto intentara ocultarlo, no podía.
Estaba preocupado. Asustado. E indefenso.
Maddie seguía llorando en silencio. Phoenix la abrazaba, tratando de calmarla.
Nikolay y Viktor estaban apoyados contra la pared, tratando de parecer
desinteresados, pero estaban claramente preocupados por la expresión en sus
rostros.
La cara fría de Nikolay estaba pálida y mantenía los ojos en Ayla, mientras Viktor
estaba inquieto, mostrando claramente su nerviosismo.
Y Lena. Casi se desmayó cuando entró en la habitación. Viktor tuvo que llevársela
mientras lloraba.
—Hecho. —Sam suspiró desde su lugar junto a Ayla.
Dejé de pasear y cambié mi mirada hacia ella.
— ¿Va a estar bien? —Maddie preguntó, su voz suave y ronca por las lágrimas.
—Si estás hablando de su herida, sí. Detuve el sangrado. Ella respira bien. Pero
emocional y mentalmente, no lo sé. Esto podría haber sido un intento de suicidio, pero
si lo fuera, ella habría cortado más profundo. Mientras ella permanezca inconsciente,
no obtendremos nuestras respuestas. Pero lo más importante es descubrir por qué
para que podamos ayudarla.
—Pero no había nada malo en ella —argumentó Maddie mientras salía del
abrazo protector de Phoenix.
— ¿Intentó esto antes? —Sam preguntó.
—No que yo sepa —respondió Maddie. Se acercó y se sentó junto a Ayla.
—Podría haber muchos factores en juego. El más grande de todos es la
depresión. Obviamente, algo la llevó a hacer esto. ¿Tiene pesadillas?
Mis ojos se abrieron. —Ayla tiene pesadillas. Incluso estaba alucinando que tenía
sangre en ella.
—Pesadillas, alucinaciones y un intento de suicidio —dijo Sam, con la mirada
fija en Ayla—. Mi mejor conjetura es el trastorno de estrés postraumático.

178
—Joder —juré, pasando mis dedos por mi cabello con frustración. Estaba justo
delante de mí. Era tan jodidamente obvio y, sin embargo, no lo vi.
O tal vez no quería verlo. Me había negado a reconocer su dolor.
Vi a Nikolay alejarse de la pared y dio un paso protector hacia adelante. Cruzó
los brazos sobre su pecho mientras miraba a Sam expectante.
— ¿TEPT? —Maddie cuestionó—. ¿Quieres decir que algo le pasó?
—Es lo único que tiene sentido. Podría ser cualquier cosa. Violación, abuso o ella
fue testigo de algo —explicó Sam—. Algo sucedió que la afectó hasta el punto en que
tiene pesadillas, alucinaciones, y estaba tan lejos que incluso intentó suicidarse.
—Ella nunca dijo nada —susurró Maddie.
—Muchos pacientes con TEPT no dicen nada. Ayla no nos conoce lo
suficientemente bien. Es necesario que haya mucha confianza entre el paciente y la
persona con la que comparte su experiencia.
— ¿Cómo nos enfrentamos a esto? ¿Cómo la ayudamos? No podemos dejarla
vivir así. —Maddie comenzó a entrar en pánico nuevamente, su voz se elevó una
octava.
—Vamos a ayudarla —dijo Nikolay detrás de mí. Esas fueron las primeras
palabras que pronunció desde que encontramos a Ayla sangrando en el piso.
— ¿Pero cómo? —ella lloró, miedo en su voz.
—Antes que nada, ser pacientes y comprensivos con ella. No empujes si ella no
dice nada. Podrías convencerla, pero no demasiado. La mejor manera de tratar con
un paciente con TEPT es ser lo más amoroso posible. Demuestra que te preocupas y
la apoyas. No dejes que se sienta sola. Bromea con ella. Aligérale el estado de ánimo.
Asegúrate de que sea feliz —sugirió Sam.
Tenía que haber un factor desencadenante. Frotándome la nuca con frustración,
intenté aliviar la tensión allí, pero era inútil. Mis músculos estaban tensos. Me dolía la
cabeza. Me dolía el estómago y me dolía el corazón.
Estaba tan perdido mirando a Ayla que casi me perdí lo que Sam decía.
—Voy a recetarle un antidepresivo. No tratará su trastorno de estrés
postraumático, pero por ahora, podría calmarla y hacerla sentir menos triste,
preocupada o nerviosa. También le voy a dar pastillas para dormir. Podría mantener
a raya las pesadillas. Solo asegúrate de que no tome demasiadas a la vez —dijo Sam—
. Sugeriría mantener las píldoras lejos de ella para que no tenga acceso a ellas. Uno de
ustedes debería ser responsable de darle las píldoras a la hora prescrita.
—Lo haré —dijo Maddie.
—Bueno. Ella necesita que la cuiden. Sean gentiles.
Gentiles. Eso no estaba en nuestro vocabulario. No sabíamos qué era ser gentiles.
—Jefe. ¿Puedo irme? —Sam preguntó después de unos minutos de silencio.
Asentí sin apartar la vista de Ayla.
—Maddie, deberías limpiarte —escuché a Phoenix decir detrás de mí.
—Déjame cambiar la ropa de Ayla primero. Ella está cubierta de sangre.
También cambiaré la ropa de cama y luego iré —dijo Maddie.

179
***

Después de que Maddie exigiera que saliéramos de la habitación, esperamos


fuera de la puerta. Ninguno de nosotros habló.
Me paseé. Cada minuto que pasaba sin Ayla era pura agonía. No me gustaba estar
lejos de ella cuando estaba en este estado. La idea me hizo encogerme. Todas las
emociones que recorrían mi cuerpo se sentían extrañas. Ayla me estaba haciendo
perder el control.
Joder, ya había perdido el control y ni siquiera me había dado cuenta todavía.
Ella estaba profundamente debajo de mi piel. Ayla hizo que mi corazón frío e
insensible... sintiera. Sentía dolor. Sentía tristeza. Todo por ella.
Apoyado contra la pared, me golpeé la cabeza derrotado y cerré los ojos con un
suspiro.
Cuando escuché la puerta abrirse, mis ojos se abrieron de golpe y me alejé de la
pared.
— ¿Despertó? —pregunté. Maddie sacudió la cabeza abatida.
—La vigilaré —dije, mi voz sonaba con firmeza mientras entraba a la habitación.
Cerrando la puerta detrás de mí, moví la silla de madera al lado de la cama de Ayla y
me senté pesadamente sobre ella.
Tenía que tocarla, sentirla. Para asegurarse de que ella estaba realmente viva,
respirando y real. Inclinándome en la silla, froté suavemente mi pulgar sobre sus
dedos y luego me moví hacia el interior de su muñeca que no estaba cubierta con los
vendajes. Acaricié la piel sensible allí y pasé el pulgar sobre su pulso constante.
Había aprendido a enmascarar mis emociones y sentimientos, pero esta mujer
sabía cómo cambiarlo todo. En el poco tiempo que la conocía, ella me hizo sentir más
que de lo que había sentido en veintidós años.
Alejando mi mano, las pasé por mi cabello. No había tiempo para las debilidades.
Y las emociones eran definitivamente una debilidad. Solo me matarían.
Sentándome junto a Ayla, mientras esperaba que despertara, intenté perforar
ese pensamiento en mi cerebro.
Y cuando finalmente despertó, tenía mis emociones bajo control. Optando por
mis rasgos para ser impasible, me enderecé en la silla cuando la vi moverse en la
cama.
Sus ojos se abrieron y miró al techo, confundida. La vi estremecerse y lentamente
se giró para mirarme. Sus ojos se abrieron y dejó escapar un grito de asombro.
—Buenos días —le dije.
—Buenos días…
— ¿Cómo te sientes?
Su frente se arrugó y parecía absorta en sus pensamientos. —No lo sé. Extraña.
Me duele la cabeza.
180
Ayla levantó la mano pero volvió a hacer una mueca. Sus ojos se abrieron al ver
las vendas envueltas alrededor de sus brazos. Ella se congeló, su mano todavía en el
aire sobre su rostro.
— ¿Te acuerdas? —Pregunté, inclinándome hacia adelante.
Ella guardó silencio por unos segundos y luego asintió, lenta y cautelosamente.
—Ayla, ¿por qué lo hiciste? —Traté de mantener mi voz suave, asegurándome
de no asustarla con mis preguntas.
Pero ella no respondió.
Ella suspiró y su mano volvió a caer sobre el colchón. Su mirada se dirigió
nuevamente al techo y evitó deliberadamente el contacto visual conmigo.
—Si no nos hablas, no podemos ayudar, Ayla. Y queremos ayudar —susurré—.
Di algo —le supliqué cuando ella no respondió.
Era como si ya no estuviera allí.
Moví mi mano para que quedara junto a la de ella, nuestros dedos descansando
a solo centímetros de distancia.
—Ayla —Respirando profundamente, traté de calmar mi corazón que latía
rápidamente—. Puedo asumir lo que pasó. Puedo adivinar. Pero no quiero asumir.
Quiero escuchar la verdad de ti. Di algo. Cualquier cosa.
No se pronunciaron palabras de su parte.
Nada.
Ella permaneció tercamente silenciosa.
Froté mi otra mano con cansancio sobre mi cara y pellizqué el puente de mi nariz
antes de soltar un suspiro frustrado.
Esto era más difícil de lo que pensaba.
Después de unos minutos de silencio absoluto entre nosotros, me incliné más
cerca.
—Vales más de lo que piensas —susurré suavemente, esperando que las
palabras tuvieran algún efecto en ella—. Traes felicidad a los demás. Traes luz, Ayla.
Tienes personas que se preocupan por ti. Personas que quieren ayudar. Permítanos
ayudarte.
Pero ella no reaccionó. Su cuerpo permaneció rígido mientras seguía mirando al
techo, casi inquebrantablemente.
Odiaba la injusticia por la que Ayla tuvo que pasar. Quería saber la verdad. No,
estaba desesperado por la verdad. Necesitaba saber quién era ella y quién la
lastimaba.
Bajé la vista a nuestras manos. Estaban uno al lado del otro pero no se tocaban.
Acerqué mis dedos a los de ella, sintiendo la fuerte tensión y la angustia saliendo de
ella en ondas.
— ¿Puedo tocarte? —pregunté.
Alcé la vista justo a tiempo para ver sus ojos ensancharse por mi pregunta.
— ¿Puedo tomar tu mano? —Murmuré, queriendo otra reacción de ella.

181
Pero Ayla permaneció en silencio. Sus ojos verdes volvieron a perder el foco. Si
era posible, ella se puso aún más tensa y comencé a preocuparme si había presionado
demasiado, demasiado rápido.
En lugar de responder, Ayla movió lentamente su mano. Pero ella no se movió
hacia mí. En cambio, apartó su mano y la colocó sobre su estómago.
Esa fue toda la respuesta que obtuve. Pero hablaba mucho.
Estaba apartando y rechazando cualquier consuelo.
Solté un fuerte suspiro y luego suspiré mientras me levantaba. —Solo quiero que
sepas que eres amada. Tú importas. A Maddie. A Lena. —Me detuve y tragué fuerte. Y
a mí. Pero no lo dije en voz alta.
Silencio.
Ayla cerró los ojos y me excluyó. Ella estaba recluida. Insensible.
La miré por última vez antes de darme la vuelta y alejarme. Con cada paso que
me alejaba era más doloroso, pero me obligué a irme.
Necesitaba tiempo sola. Pensar y aceptar lo que sucedió. Pero solo esperaba que
ella escuchara las palabras que dije.
Porque eran la verdad.

182
Capítulo 34
Ayla

La noche anterior se sintió como un borrón. Me daba vergüenza que Alessio y


los demás me hubieran encontrado así. Tuvieron que verme en mi momento de
debilidad.
Alessio continuó haciéndome preguntas. Me coaccionaba para que revelara la
verdad. Sus palabras parecían caer bajo el agua y mi cuerpo parecía flotar.
El rogó. Me engatusó. Sonaba desesperado. Me dijo que valía más de lo que
pensaba, pero que yo no podía responder.
Él estaba equivocado. No valía nada. Yo era una puta. Sucia. Usada. Yo solo era
un recipiente vacío.
Sus palabras dolieron porque estaba mintiendo.
Quería grita. Lo odiaba. Deja de mentir, por favor. Me dolía el corazón. Dolía
mucho. Yo no traía felicidad. No era luz. Yo era oscuridad. No le importaba a nadie.
Estaba sola.
Alessio se inclinó y sentí su calor junto a mi mano que estaba sobre la cama. Su
mano estaba cerca de la mía. Tan cerca pero sin tocar.
— ¿Puedo tocarte?
Me puse rígida. No. No podía tocarme. No creía poder soportar el toque de un
hombre en ese momento. O el toque de cualquiera.
Sentía que me desmoronaría y me desvanecería en el aire.
Por favor, vete. Por favor, vete. Déjame.
Lo escuché respirar hondo y se puso de pie, apartando la silla. Él se iba.
—Solo quiero que sepas que eres amada... tú importas. A Maddie. A Lena —
murmuró Alessio suavemente.
Sus palabras se sintieron como un cuchillo afilado contra mi corazón.
Cerrando los ojos, solo le di silencio. No dije nada. No podía.
Sus palabras dolían. Desearía que no lo hicieran, pero sus mentiras rompían mi
corazón ya fracturado. Confié en él, pero me dio mentiras.

183
Mientras se alejaba, sus pasos se desvanecieron hasta que ya no los escuché.
Cuando escuché la puerta cerrarse, suspiré y mantuve los ojos cerrados.
Froté mis dedos sobre las vendas llenas de baches y mi nariz hormigueó cuando
las lágrimas comenzaron a formarse detrás de mis párpados cercanos. Nunca pensé
que daría ese paso. Ni siquiera recordaba que sucediera. Estaba tan perdida, tan lejos
que no me di cuenta de lo que estaba haciendo.
Pero recuerdo el silencio que sentí cuando perdí el conocimiento. Se sintió bien.
Me sentí poderosa. Sentí que estaba a cargo de mis emociones por una vez. Sin
embargo, sabía que estaba mal.
Cuando una lágrima se deslizó por el costado de mi cara, subí las mantas hasta
debajo de mi barbilla. Girando hacia mi lado izquierdo, me enfrenté a la ventana pero
aún mantenía los ojos cerrados. Deslizando el rastro de lágrimas, suspiré y dejé que
el cansancio se apoderara de mi cuerpo.
Unos minutos más tarde, estaba dormida nuevamente. Y la voz de Alessio nunca
me abandonó.
Vales más de lo que piensas.

***

Mis ojos se abrieron de golpe y rápidamente parpadeé cuando oí que mi puerta


se abría. Mi cuerpo se puso rígido.
Unos segundos más tarde, sentí que mi cama se movía a mi lado y el aroma del
perfume de rosa se burló de mi nariz.
Maddie
Levanté la vista y la vi mirándome con cara triste. Tenía los ojos rojos e
hinchados y parecía demacrada.
—Oye —susurró.
—Hola —respondí suavemente.
Me miró en silencio durante unos segundos y luego sollozó. Mis ojos se abrieron
cuando vi los de ella llenos de lágrimas no derramadas.
—No vuelvas a hacer eso nunca más —dijo, secándose rápidamente las lágrimas
que caían por sus mejillas.
—Maddie —Mi pecho se sintió imposiblemente apretado al verla llorar.
— ¿Sabes... lo difícil que fue... verte así? ¿Encontrarte en ese estado? —lloró.
Cerré los ojos mientras la culpa abarcaba mi corazón y mi cuerpo.
—No puedes volver a hacer eso nunca más, Ayla. No puedes.
—Lo siento.
Maddie se apartó el pelo de la cara y se secó las lágrimas caídas.
—Ayla, podemos ayudarte. Solo tienes que decirlo. Háblame. Por favor. No
puedo verte así. No te mereces esto. Permítanos ayudarte —susurró ella, su mano

184
lentamente se movió hacia arriba para que descansara sobre mi cabeza.
Ausentemente acarició mi cabello, sus ojos todavía en los míos—. Lo siento.
¿Lo siento? ¿Por qué estaba arrepentida? Parpadeé hacia ella, confundida, y ella
miró hacia otro lado con tristeza.
—Debería haber sabido. Debería haberlo notado, pero en su lugar me había
dejado creer que eras feliz. Debería haber estado allí para ti.
—Estas equivocada. —Cuando finalmente me puse de pie, tomé la mano de
Maddie en la mía—. Era feliz —admití—. Lo más feliz que había sido jamás. Y me diste
eso. Tú. Lena. Alessio.
Ella me miró confundida, sus ojos mostraban sospecha. Parecía estar tratando
de encontrar alguna pista de que estaba mintiendo. Pero no lo estaba. Eran las
palabras más verdaderas que había pronunciado.
Tragando con fuerza, alcancé la pequeña determinación dentro de mí.
—Tuve una pesadilla anoche.
Tal vez podría decirle. No toda la verdad. Pero partes de eso. Quizás entonces
ella lo entendería.
—No recuerdo mucho, pero fue horrible. Fue malo. Me dolió mucho —susurré—
. Incluso cuando me despertaba, no me dejaba. Solo quería que se fuera. Solo quería
silencio.
Sus ojos estaban muy abiertos y su boca se abrió por la sorpresa. — ¿Tienes
muchas de estas pesadillas? —Preguntó suavemente, su rostro se suavizó mientras
me miraba con ojos tristes.
La estaba mirando, pero miraba más allá de ella cuando las imágenes de mis
pesadillas aparecían frente a mí.
—Si. La mayoría de las veces —susurré, mi voz sonaba un poco perdida. Y así
era exactamente como me sentía. Perdida. Ya no sabía a dónde pertenecía. No sabía
qué sentir o querer—. No los tuve por un tiempo. Pero anoche regresaron —admití.
La única razón por la que no tuve pesadillas fue por Alessio. Por su chaqueta. Pero mi
paz me fue arrebatada.
— ¿Hay alguna razón por la que se mantuvieron lejos y luego volvieron de
nuevo? —Maddie preguntó, su tono cauteloso. Sus dedos estaban envueltos alrededor
de los míos y los estaba frotando suavemente.
Encogiéndome de hombros, miré hacia otro lado, evitando el contacto visual con
ella. Ese era mi secreto. No podía decírselo. Sonaba patético incluso en mi cabeza. Solo
podía imaginar lo mal que le sonaría a Maddie.
—Está bien —dijo. Estaba agradecida de que ella no insistiera—. Gracias por
decírmelo. —Ella apretó mi mano de una manera reconfortante.
Asentí en silencio.
—Ayla, siempre puedes hablar conmigo. Estoy aquí para ti. Entonces, cuando
estés lista, estaré esperando. No voy a presionar. Es tu elección. Pero quiero que sepas
que estoy aquí para ti. No solo yo, sino también mamá y Alessio. Y todos los demás. —
Maddie se inclinó y me dio un beso en la frente—. Siempre hay luz al final del túnel

185
oscuro —susurró antes de retroceder. Sus palabras me dejaron sin aliento y las
lágrimas picaron el fondo de mis ojos nuevamente.
—Maddie. —Me sorbí la nariz.
—Shhh, estoy aquí —dijo, envolviendo sus brazos a mí alrededor. Enterré mi
cabeza en sus hombros y lloré. Lloré por los años de dolor que me fueron conferidos.
Lloré por la vida dolorosa que tuve que vivir. Lloré por mi desesperanza.
Y lloré por la amabilidad que me mostraban. Se suponía que eran mis enemigos,
pero en cambio me habían mostrado más bondad de lo que había visto en toda mi
vida.
—Gracias —me ahogué en lágrimas mientras Maddie me frotaba la espalda de
manera suave.
—Está bien. Va a estar bien. Vas a estar bien —susurró ella, su voz suave y llena
de compasión.
No sabía cuánto tiempo pasó. Pero cuando mis lágrimas se secaron, me sentí
completamente agotada. Pero más ligera. Mi corazón no me dolía tanto y podía
respirar mejor. Más tranquila.
Alejándome de Maddie, limpié mis lágrimas mientras me daba una pequeña
sonrisa alentadora.
—Debes tener hambre —dijo ella, cambiando el tema. Estaba agradecida por su
comprensión. Asentí y puse mi palma sobre mi estómago.
—Un poco —le respondí.
—Bueno. Quédate quieta. Te traeré tu desayuno.
—Espera —llamé cuando estaba cerca de la puerta. Maddie se detuvo y volvió a
mirarme.
Mordiendo nerviosamente mis labios, aparto los pocos mechones de cabello de
mi cara.
— ¿Dónde está Lena? —Pregunté, finalmente expresando la pregunta que había
temido hacer.
Maddie perdió su sonrisa. —Mamá está abajo. Cuando baje, le haré saber que
estás despierta. Aparecerá tan rápido que no tendrás tiempo de pestañear.
— ¿Está enojada? — Sabía que los decepcioné y lastimé con mis acciones. Pero
no quería que Lena se enojara conmigo.
Maddie rápidamente sacudió la cabeza, sus ojos se abrieron ante mi pregunta.
—No —jadeó. —Nunca. Ayla, mamá estaba muy preocupada. Ella se alegrará de que
estés despierta. Ella nunca podría estar enojada contigo.
—Está bien —respondí, mi corazón se aceleró de nuevo.
Maddie me dio otra sonrisa y luego guiñó un ojo. —Ya vuelvo.
—Bueno.

186
Capítulo 35
Evité mirar cerca de la bañera cuando apagué la luz y salí del baño. Estaba
impecablemente limpio, pero no quería que volvieran los recuerdos.
Caminé hacia mi cama, me senté en el borde. El sol se estaba poniendo y
proyectaba un brillo naranja claro en la habitación, llenándola de serenidad.
Aunque había pasado la mayor parte del día durmiendo, todavía me sentía
cansada. Después de que Maddie me trajo el desayuno, Lena apareció. La expresión
de su rostro me había roto el corazón. Ella me regañó. Ella lloró. Lloramos juntas.
Y luego, me tiró sobre la cama y su dulce voz de canto me hizo dormir. Sus manos
acariciaron mi cabello reconfortantemente y cuando me quedé dormida, una pequeña
sonrisa se extendió por mis labios.
Quizás Alessio tenía razón.
Quizás era amada. Quería desesperadamente creerle.
Un golpe me sacó de mis pensamientos. — ¿Si? —Respondí, mirando la puerta.
La puerta se abrió lentamente y me quedé boquiabierta cuando vi a Nikolay
entrar.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó, su tono impasible como siempre.
—Bien…
¿Qué estaba haciendo él aquí?
— ¿De verdad? —Ladeó la cabeza mientras me miraba expectante. Puse mis
manos sobre la cama y tracé distraídamente patrones sobre ella. Su presencia hacía
que la habitación pareciera más pequeña y su mirada oscura e intensa hizo que un
escalofrío recorriera mi columna vertebral.
—Me siento... mejor —me corregí. Él asintió y mantuvo sus ojos en mí. Nikolay
pareció pensativo por un segundo antes de caminar y detenerse frente a mí.
Gotas de sudor me corrían por la espalda mientras mi nerviosismo crecía. ¿Por
qué estaba aquí? ¿Vino a burlarse de mí? La idea me hacía encogerme.
Nos miramos el uno al otro en silencio y luego él se movió. Manteniendo sus ojos
en mí, se quitó la chaqueta del traje y la dejó sobre la silla a su lado. Mis ojos se
abrieron cuando lo vi comenzar a desabotonar su camisa de vestir blanca.

187
— ¿Qué… estas…?
— ¿Sabes cómo conseguí esta cicatriz? —preguntó, levantando una mano para
señalar su rostro. Aparté mis ojos de su pecho y levanté la vista. Sus ojos no
mostraban expresión, pero sus labios se habían adelgazado en una línea dura.
La mayoría de las veces, ni siquiera le prestaba atención a la cicatriz en su rostro.
Probablemente porque siempre había evitado mirar su rostro frío y enojado. Pero
ahora que señaló su cicatriz, yo la miré. La cicatriz corría desde su ceja derecha hasta
su barbilla. Era profunda y parecía un corte serrado.
Debió haber dolido mucho. Hice una mueca al pensarlo, pero me pregunté cómo
lo consiguió.
Cuando finalmente sacudí la cabeza ante su pregunta, él asintió y continuó
desabotonándose la camisa. Nikolay se apartó de mí y me dio la espalda mientras
miraba hacia la pared opuesta. En un instante, se quitó la camisa.
Levantando mi mano, cubrí mi boca mientras jadeaba al verlo.
—Oh, Dios mío —respiré.
Su espalda estaba cubierta de cicatrices. Parecían viejas, pero ninguno de ellas
se había desvanecido. Algunos eran largas y profundas. La agonía por la que debe
haber pasado.
Vi sus músculos de la espalda contraerse cuando su cuerpo se tensó ante mi
jadeo. Nikolay se volvió hacia mí y solté un gemido, esta vez las lágrimas cegaron mi
visión.
Su pecho y estómago también estaban cubiertos de cicatrices.
— ¿Cómo? —pregunté.
—Hace seis años, los italianos me llevaron. Me mantuvieron cautivo durante casi
cuatro semanas, torturándome día y noche. Querían información.
Mi corazón tropezó con sus palabras y traté de calmar mi respiración. ¿Los
italianos? Oh Dios. No. No otra persona.
¿A cuántas personas destruyó mi familia?
— ¿Lo hiciste? Quiero decir, ¿dijiste algo? —Susurré, manteniendo mi mirada en
su pecho marcado.
Cuando lo escuché burlarse, mis ojos se levantaron. Me miró como si hubiera
perdido la cabeza. Sacudiendo la cabeza, suspiró. —No, Ayla. No dije nada. Tomaría
una bala por Alessio. ¿De verdad crees que lo traicionaría?
No, no pensé que lo traicionaría. Nikolay era frío y cruel. Parecía insensible, pero
por lo que había visto durante mi corto tiempo aquí, era leal. Y protector de Alessio.
Cuando dijo que tomaría una bala por Alessio, le creí. Parecía orgulloso cuando
pronunció las palabras.
—Apenas estaba vivo cuando Alessio y los demás me encontraron. Debido a la
pérdida severa de sangre, daño a los nervios e inflamación del cerebro, estuve en
coma durante tres semanas. —Nikolay hizo una pausa y respiró hondo—. Cuando
desperté, tuve que aprender a caminar nuevamente. Y dos días después, me
diagnosticaron TEPT.

188
Mi corazón se rompió por su confesión. Nunca esperé esto. Aunque su expresión
se había endurecido, vi un destello de dolor en sus ojos. Y las lágrimas que se habían
acumulado en la mía cayeron libremente por mis mejillas. Los ojos de Nikolay se
abrieron al ver mis lágrimas y vi su garganta moverse casi dolorosamente cuando
tragó saliva.
—Pesadillas, alucinaciones, ira profunda, depresión y autodesprecio. Se
convirtieron en una constante en mi vida —continuó, sus ojos se apartaron de los
míos.
Su dolor me habló. Porque yo sabía cómo se sentía.
—Me recuerdo apuntando un arma a mi sien, queriendo terminar con todo —
dijo.
No.
—Pero Alessio me alejó de eso. Viktor. Phoenix. Artur. Lena. Estaban todos allí.
A ellos les importaba. Hoy estoy vivo gracias a ellos —dijo.
Cuando su expresión se suavizó, la fría mirada desapareció de su rostro, respiré
hondo.
—Debes preguntarte por qué te estoy diciendo esto —Soltó una risa áspera
antes de sacudir la cabeza—. Te digo esto porque quiero que sepas que entiendo. Lo
que sea que estés pasando, lo entiendo. Entendemos. Nadie es perfecto en esta
mansión. Algunos de nosotros tenemos pasados dolorosos, mientras que otros tienen
pasados menos dolorosos. Pero lo sabemos. Entendemos. Y queremos ayudarte.
Nikolay era un hombre de pocas palabras y para él decirme esto, me dejaba sin
aliento.
Tal vez lo entenderían, pero yo seguía siendo la hija del enemigo.
Tal vez si fuera otra persona, tal vez si no fuera una Abandonato, no habría
importado. ¿Pero se sentirían igual si supieran que era la hija de Alfredo? ¿Una
italiana? La misma familia que tanto odiaban.
—No sé por lo que has pasado. Pero si has llegado hasta aquí, entonces eres una
luchadora. No eres débil —continuó con una voz sorprendentemente suave.
Nikolay se movió lentamente hacia mí y se detuvo a solo unos centímetros de
distancia. Estaba tan cerca que sus piernas casi tocaban las mías. Tragué
nerviosamente, y desde mi posición sentada, tuve que inclinar la cabeza hacia atrás
para mirarlo. Era tan alto que la parte superior de mi cabeza solo llegaba hasta su
estómago. Nikolay se elevó sobre mí cuando parpadeé hacia él con ojos llorosos.
Sus oscuros ojos eran intensos y penetrantes, imposibles de leer, y brillaban a la
luz del atardecer.
Mis ojos se abrieron cuando sentí algo cálido en mi brazo. Miré rápidamente a
su mano colocada suavemente sobre mis vendajes. Frotó el pulgar hacia adelante y
hacia atrás, haciendo que mi estómago se rebotara.
—Vales más que esto —susurró.
Ante sus palabras, recordé lo que dijo Alessio esta mañana. Su voz sonó en mi
mente.

189
Vales más de lo que piensas.
Levanté una mano y cubrí mi boca cuando un sollozo se abrió paso.
—Eres una luchadora, Ayla. Así que sigue luchando. No te rindas ahora. —
Suavemente acarició mi brazo por última vez antes de alejar su mano y dar un paso
atrás.
Se alejó en silencio, y yo seguí llorando, mis ojos seguían fijos en mi brazo
vendado.
Nunca me consideré una luchadora. Yo era débil. Estaba rota.
Pero me había llamado luchadora. Tenía razón, había llegado hasta aquí. Soporté
años de tortura, entonces ¿por qué me rendía ahora?
Me acosté en la cama y miré al techo mientras las lágrimas seguían corriendo
por mis mejillas.
Vales más de lo que piensas.
La voz de Alessio se repetía una y otra vez en mi cabeza. Tenía a Maddie, Lena,
Alessio... y Nikolay. Ellos me entendían. No hicieron preguntas. Ellos simplemente lo
aceptaron.
Tal vez sí importaba, pensé.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero todavía estaba perdida en mis
pensamientos cuando escuché otro golpe en la puerta.
Sentándome en la cama, grité: —Entra.
La puerta se abrió y Maddie entró con una gran sonrisa en su rostro. Y en sus
manos había un gran ramo de flores rosadas.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó alegremente.
—Bien —respondí, mis ojos en las flores. Eran tan hermosas. Señalando hacia
ellas, miré a Maddie con curiosidad—. ¿Qué estás haciendo con estas?
Sus ojos color avellana centellearon y me dio otra sonrisa. —Son para ti, tonta.
— ¿Para mí? —Pregunté, asombrada.
—Uh-huh. Son calas rosadas —respondió ella, caminando hacia mi mesa de
noche. Maddie sacó las otras flores para poner las que trajo.
—Son muy hermosas. —No podía quitarles los ojos de encima.
Maddie hizo una pausa en lo que estaba haciendo y se volvió hacia mí. —Alessio
las consiguió para ti —dijo lentamente—. Dijo que espera te mejores pronto.
Mi espalda se enderezó ante sus palabras. La miré en estado de shock, mis ojos
llenos de preguntas. Ella sonrió y asintió.
Extendiendo mis manos, susurré. — ¿Puedo sostenerlas?
Ella me dio las flores. Tan pronto como mis dedos envolvieron los tallos, los
acerqué a mí e inhalé el dulce aroma. Olía refrescante. Dulce.
Pero eso no fue lo que hizo que mi corazón se acelerara.
Nadie me había regalado flores antes. Nadie.
Pero Alessio me compró flores. Era la primera persona en darme flores. Las
flores más bellas de la historia.

190
Mi corazón dio un vuelco y no pude evitar la pequeña sonrisa que se extendió
por mis labios. Era pequeño y tenue, pero una sonrisa, sin embargo.
—Son tan hermosas —le susurré, sosteniendo el ramo cerca de mi pecho.
—Lo sé —susurró Maddie.
La miré y ella sonrió, mirándome directamente a los ojos. —Por una vez, estoy
de acuerdo con su elección. —Murmuró algo entre dientes que no entendí, pero no le
presté atención.
Todo lo que me importaba era el ramo de flores que sostenía en mi mano.
Acercándolas nuevamente a mi cara, inhalé su dulce aroma.
Eres amada. Importas.
La voz de Alessio sonó en mi cabeza cuando cerré los ojos.
Cuando me dijo esas palabras por primera vez, las odié. Lo odié. Me habían
cortado profundamente el corazón, hiriéndome. Sin embargo, en este mismo
momento, esas mismas palabras me trajeron paz.

191
Capítulo 36
Alessio

Recorrí mi oficina, mi mente llena de Ayla. Ella era todo lo que podía pensar en
todo el maldito día. No podía deshacerme de su rostro. Su frágil cuerpo mientras la
sostenía en mis brazos, su sangre rodeándonos.
Me había encerrado en la oficina para no tener la tentación de ir a Ayla.
Necesitaba tiempo, me dije. Pero era una lucha estar lejos de ella cuando todo lo que
quería era ofrecer consuelo.
Solo quería que se abriera, pero se mantenía terca.
Cuando llamaron a la puerta, le gruñí a la persona que entrara. La puerta se abrió
y me di la vuelta para ver a Nikolay entrar.
— ¿Entonces? —Exigí cuando cerró la puerta—. ¿Ella dijo algo?
El rostro de Nikolay era inexpresivo, sus cejas juntas mientras me miraba
impasible. Sacudió la cabeza ante mi pregunta y luego suspiró.
Cuando Ayla se cerró, negándose a escuchar una palabra de lo que decía, pensé
que tal vez se conectaría con Nikolay si él le contaba por lo que había pasado. Era un
hombre de pocas palabras. Odiaba hablar de lo sucedido, pero sabía que no se negaría.
Tan pronto como puse mi pensamiento sobre la mesa, Nikolay asintió y se fue sin
decir nada.
Tenía la esperanza de que quizás Ayla se abriera. Si no era para mí o Maddie, tal
vez para Nikolay. Pero ella claramente no lo hizo.
— ¿Nada en absoluto? —Dando un paso atrás, me apoyé contra la mesa y crucé
los brazos sobre mi pecho.
—No, jefe. Lo intenté, pero ella no está lista. No creo que esté lista en un tiempo
—respondió Nikolay.
Sentí una pizca de comprensión en su tono. Le llevó años superar finalmente su
TEPT e incluso ahora, no estaba completamente recuperado.
—Solo tenemos que darle tiempo —continuó, su voz se suavizó ligeramente. Si
había alguien que entendía a Ayla hasta la médula, entonces era Nikolay.

192
Maldije por lo bajo, pasándome la mano por el pelo con frustración.
—No podemos presionarla demasiado.
—Lo sé —le dije, mirándolo.
— ¿Qué va a hacer ahora? —preguntó con curiosidad.
Y esa era una pregunta para la que no tenía respuesta. Estaba perdido en qué
hacer o cómo tratar con Ayla. Era tan frágil que tenía miedo de dar un paso que
terminaría lastimándola. O peor, que se cierre aún más.
—No sé —respondí con sinceridad. Se quedó en silencio ante mi respuesta. La
habitación estaba llena de tensión y le di la espalda a Nikolay, frente al gran ventanal
que daba al jardín trasero.
—Pero lo resolveré —dije con convicción.
— ¿Me necesitas para algo más? —Nikolay preguntó
Sacudiendo mi cabeza, lo despedí. —No. Puedes irte.
Puse ambas manos sobre la mesa y me incliné hacia adelante. — ¿Qué voy a
hacer contigo, Ayla? —Susurré, mis ojos fijos en la ventana.
Después de unos minutos de mirar a lo lejos, me enderecé y me puse la chaqueta
del traje antes de salir de la habitación. Mi plan era bajar las escaleras para cenar,
pero en cambio, cuando me acercaba a las escaleras, mis pasos vacilaron.
Mirando a mi derecha, miré el pasillo que conducía a la habitación de Ayla. Era
tentador. Pasé todo el día lejos de ella y ahora estaba parado a solo unos pasos de
distancia.
Pero, ¿y si ella no quiere verme?
Sintiéndome frustrado por la incertidumbre, apreté mis dedos en puños y bajé
las escaleras, pero luego me detuve.
— ¡A la mierda! —Siseé antes de regresar y caminar hacia la habitación de Ayla.
Me detuve frente a su puerta, respiré hondo y la solté rápidamente antes de llamar a
la puerta. Mi corazón comenzó a latir un poco más rápido mientras esperaba su
respuesta.
¡Maldición! ¿Estaba nervioso?
Tragué con fuerza al darme cuenta, comencé a pensar que era una mala idea. Me
alejé un paso de la puerta y estaba a punto de irme cuando escuché su dulce voz.
—Adelante.
Eso lo hizo. Esa palabra y su suave voz fueron suficientes para evitar que me
fuera. Colocando mi mano sobre la manija, lentamente abrí la puerta y entré.
Encontré a Ayla sentada en la cama, el edredón cubría sus piernas mientras
miraba las paredes pensativamente. Su cabeza se giró hacia mí cuando entré en la
habitación.
—Alessio —susurró, sus labios apenas se movían.
—Ayla —Nos miramos el uno al otro, los dos sin palabras.
Instintivamente, di un paso adelante y me acerqué, deteniéndome junto a su
cama. Sus ojos verdes parpadearon hacia mí sorprendentemente y se lamió los labios
nerviosamente.

193
Aclarándome la garganta, pregunté suavemente: — ¿Cómo te sientes?
— Mejor —respondió ella rápidamente. Me sorprendió que incluso respondiera.
No pensé que lo haría. Ladeando la cabeza, la miré inquisitivamente. Apartó sus ojos
de los míos y miró su regazo, sus dedos se retorciéndose en el edredón.
— ¿Ya comiste? —Pregunté cuando sentí que el aire se volvía incómodo a
nuestro alrededor. Quería verla, pero no sabía qué decir. Nada sobre esta mujer tenía
sentido para mí y mis reacciones hacia ella tampoco tenían sentido. Ella me confundía.
Y mis sentimientos en conflicto solo lo hacían más confuso.
Ayla asintió con la cabeza. —Almorcé un poco tarde. Así que no tengo hambre.
—Bien.
Ayla volvió a guardar silencio y esta vez no supe qué decir. Así que me aclaré la
garganta una vez más y comencé a alejarme de su cama. Levantó la cabeza y vi que su
cuerpo se movía ligeramente hacia mí. Su boca se abrió para decir algo pero luego la
cerró.
—Solo quería ver cómo estás —le dije suavemente, manteniendo mis ojos en
ella—. Debería irme. Necesitas descansar.
Los hombros de Ayla se hundieron y ella asintió, sus ojos cada vez más tristes.
Mis cejas se fruncieron ante su expresión. ¿No quería que me fuera? Pero cuando
ella no dijo nada, suspiré y me di la vuelta.
Tan pronto como me alejé, su voz me detuvo. —Espera —llamó en voz baja.
Girándome, la volví a enfrentar.
— ¿Si? —Perplejo por su abrupta llamada, simplemente asentí en su dirección,
curioso por lo que me diría.
Su mano revoloteó hasta su garganta y luego empujó unos mechones de su
cabello detrás de sus ojos, sus manos temblaron ligeramente de nerviosismo. La vi
tragar varias veces con visible esfuerzo, tratando de encontrar su voz nuevamente.
Esperé, sorprendentemente paciente.
—Quería... quiera agradecerte... quiero decir... —Ella tropezó con sus palabras,
tartamudeando peor cada una. Ayla cerró rápidamente la boca y sus labios formaron
una línea dura. Sus cejas se fruncieron juntas y parecía algo frustrada.
Ayla cerró los ojos y respiró hondo. Ella suspiró y luego volvió a abrir los ojos.
—Gracias por las flores —dijo tan rápido que casi me lo perdí.
Sus mejillas se colorearon en un hermoso tono rojo y su mirada cayó. Se limpió
las manos en el edredón una y otra vez mientras esperaba.
Pero estaba completamente perdido.
¿Flores?
¿De qué demonios está hablando?
— ¿Flores? —Repetí, no del todo seguro de lo que acababa de decir. ¿Por qué me
estaba agradeciendo por flores?
—Sí —dijo, señalando con la cabeza hacia su mesita de noche. Seguí sus ojos y vi
algunas flores rosadas en un florero. Eran hermosas.
Pero no eran de mí parte.

194
—Maddie me dijo que las conseguiste para mí. Son tan hermosas —murmuró
Ayla suavemente, haciéndome girar hacia ella otra vez.
¿Maddie? Mierda. Esta chica. ¿Qué demonios estaba pensando? Mi mandíbula
tembló de ira. Había sobrepasado sus límites esta vez.
—Muchas gracias —susurró Ayla de nuevo, mirándome. Su expresión me dejó
sin aliento. Sus ojos verdes brillaban y su rostro se había suavizado, sus mejillas
enrojecidas.
Ante sus dulces palabras y su suave expresión, no pude decirle la verdad.
—Correcto. Flores. Me alegro de que te gusten —dije.
—Sí —respiró, volviendo a mirar las flores, una pequeña sonrisa apareció en las
comisuras de sus labios.
Ayla miró las flores, y cuando no se dio la vuelta, lentamente comencé a alejarme.
—Debería irme.
—Está bien —susurró.
—Bien. —Después de darle una mirada final, aparté la mirada. Salí rápidamente
de su habitación, y tan pronto como la puerta se cerró detrás de mí, dejé que la ira
tuviera lugar.
—Maddie —siseé.
Alejándome rápidamente de la habitación de Ayla, bajé las escaleras y me dirigí
directamente a la cocina, donde sabía que encontraría a Maddie.
Con cada paso que daba, me enojaba más con las mentiras que le decía a Ayla. Al
entrar en la cocina, espeté en voz alta, mi voz resonaba con mi molestia y furia.
— ¡Maddie!
Ella saltó y giró con un jadeo, su mano yendo hacia su pecho en estado de shock.
Abrió mucho los ojos, pero cuando me vio, sus hombros se hundieron en alivio. —Me
asustaste muchísimo.
—Alessio, ¿qué pasa? —Preguntó Lena, acercándose a su hija.
—Tengo que hablar con Maddie —gruñí.
La frente de Lena se arrugó por la confusión y se enfrentó a Maddie. — ¿Qué
hiciste ahora?
— ¿Yo? No hice nada —respondió ella, su voz rechinaba mientras fingía
inocencia.
Dando un paso adelante, la agarré del brazo y comencé a sacarla de la cocina.
Escuché a Lena suspirar detrás de mí y se quejó. —Aquí vamos de nuevo.
Empujé a Maddie contra la pared, con los dedos todavía apretados alrededor de
su brazo. —Me estás haciendo daño, Alessio.
La solté y ella se frotó los brazos, mirándome. —Esto va a dejar una marca
mañana.
Y no me importaba una mierda.
—No me pruebes ahora, Maddie. ¿Por qué le mentiste a Ayla? —Le espeté en la
cara.
—Ahh, eso. —Ella puso los ojos en blanco.

195
Sonriendo ampliamente, colocó su mano sobre mi pecho y me dio una palmadita.
—Tengo esto. Sólo déjamelo a mí. Tengo todo planeado. La boda. Los bebes.
La miré boquiabierto. —Maddie —le advertí.
—Alessio.
— ¡Suficiente! Ya he terminado con tu mierda. —Apuntando con un dedo hacia
ella, la miré furiosamente mientras mi cuerpo vibraba con la fuerza de mi ira.
—No. ¡Detente! —ella reprendió, mirándome igual de ferozmente. Si ella fuera
uno de mis hombres, mis dedos ya estarían envueltos alrededor de su cuello. Tenía
suerte de que la considerara una hermana y no alguien que trabajara para mí. Maddie
sabía que podía salirse con la suya, así que lo usaba como ventaja. Cada. Maldita. Vez.
— ¿Por qué eres tan terco? ¿Qué estás tratando de ocultar? ¿Tus sentimientos?
—Siseó enojada—. ¿Adivina qué? Es demasiado tarde. Deberías haber pensado eso
antes de dejar que Ayla toque el piano. Tan pronto como ella tocó para ti, te entregaste
a ella.
Cada palabra era como un cuchillo para mi corazón. Y me ponía furioso. Comencé
a interrumpir, pero ella continuó, su voz temblando de ira.
— ¿Crees que no lo sé? Ella toca el piano todas las noches. Para ti. Te importa,
Alessio, pero intentas ocultarlo. Detente. Solo detente y admite por una vez, que te
importa. ¿Por qué es tan difícil? Deja de esconderte detrás de tu ira.
Fruncí el ceño más fuerte y espeté. — ¡Maddie! —Mi voz salió más fuerte de lo
que esperaba y sus ojos se abrieron. Ella cruzó los brazos sobre el pecho, cerrando la
boca—. No me dices qué hacer. A ti no te incumbe. Y quiero que te quedes fuera de
esto.
Ella permaneció callada, su boca endureciéndose en una delgada línea. Me alejé
de ella y me pellizqué el puente de la nariz con frustración antes de soltar aliento en
una larga bocanada.
Sus palabras solo me enojaban más porque eran ciertas.
Era una verdad que no quería reconocer, pero Maddie lo había dicho en voz alta,
sin darme más remedio que enfrentarlo.
Me importaba. Odiaba admitirlo, pero me importaba. Ayla había llegado con
éxito a mi corazón, haciéndome sentir después de tantos años.
—Deberías haber visto su cara cuando le dije a Ayla que le diste las flores —
susurró Maddie—. La forma en que su rostro se iluminó, sus ojos brillaron y sonrió.
Ante sus palabras, sentí que mi furia abandonaba lentamente mi cuerpo. Suspiré
y me hundí contra la pared opuesta.
—Le estás dando falsas esperanzas, Maddie. Ella solo saldrá lastimada al final.
No soy el hombre para ella.
—Pero…
—No. Para lo que estés pensando o planeando. ¿Boda? ¿Bebés? ¿Estás loca,
Maddie? No seas delirante. No hay nada de eso en esta vida.
—Pero si dejas que suceda, entonces tal vez...

196
Me burlé y luego me reí, porque ¿qué más podía hacer? ¿Olvidó lo que sucedió
hace veintidós años?
—Mi padre dejó que sucediera y ve a dónde nos llevó —dije, mi tono
escalofriante.
Ella se estremeció y se encogió contra la pared, su mirada cayó. —Eso no
significa que siempre terminará así. Quizás solo necesites ver la luz y aceptarla.
—No. Ahí es donde te equivocas. Lo que siento es una debilidad. Una debilidad
que solo lastimará a Ayla al final. Esto no se trata de mí. Se trata de ella.
Y con eso, giré sobre mis talones y me alejé de ella, pero no antes de ver los
hombros de Maddie hundidos en la derrota.

***

La cena fue la más dolorosa. Solo hubo silencio. Ninguno de nosotros habló. Solo
el ruido de nuestros utensilios raspando los platos llenó la habitación. Todos estaban
perdidos en sus propios pensamientos. Pero era obvio que todos estábamos
pensando en lo mismo. Ayla
Después de mi conversación con Maddie, mi pecho se sentía apretado, mi
corazón pesado y dolorido. Tenía muchas ganas de bajar la guardia, pero no podía.
Era una agonía mantenerlo dentro, cuando todo lo que quería era subir y sostener a
Ayla en mis brazos.
Cuando terminó la cena, silenciosamente aparté mi silla y me puse de pie.
Asintiendo a mis hombres, me alejé sin decir una palabra y subí las escaleras. Estaba
a punto de entrar a mi habitación cuando vi la puerta de la sala del piano abierta.
Mis cejas se alzaron y me encontré frunciendo el ceño mientras me dirigía a la
habitación. Me detuve frente a la puerta, la abrí más y di un paso adelante. Mi corazón
latió rápidamente cuando vi a Ayla sentada al piano.
Cuando no se movió, me aclaré la garganta, alertándola de mi presencia. Levantó
la cabeza bruscamente, sus ojos brillaron con alarma. Su postura se volvió
inmediatamente defensiva, pero cuando me vio, vi que sus hombros caían aliviados,
y el pánico en sus ojos desapareció.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunté, mi voz suave para no asustarla.
Ayla parpadeó y luego movió su mirada hacia el piano. —Quería tocar.
Eso tenía sentido, pero ¿por qué no estaba tocando?
Sus siguientes palabras me dejaron sin aliento, y tuve que cerrar los ojos
mientras la ola de emociones me atravesaba.
—Te estaba esperando.
Abriendo mis ojos nuevamente, hice contacto con los de ella. —Está bien —
respondí, caminando más dentro de la habitación. No creía que pudiera negarle nada.
Tomando mi lugar en el sofá, me recliné y extendí las piernas delante de mí,
esperando que tocara.

197
Y ella lo hizo. Pero esta vez no cerró los ojos. En cambio, Ayla mantuvo su mirada
en mí. Ella tocó una canción diferente, una que no reconocí, pero era igual de hermosa.
Y la persona que tocaba con su dulce belleza, su mirada amable y sus suaves
ojos... hizo sentir a mi corazón insensible. Mi corazón frío se aceleró con cada segundo
en su presencia. Ella era tan jodidamente hermosa. Como un ángel.
La idea no me hizo encogerme ni enojarme. Estaba demasiado perdido en ella.
Y cuando terminó la tercera canción, Ayla se quedó sentada, como si no quisiera
irse. Sorprendentemente, tampoco quería irme.
— ¿No estás cansada? —pregunté.
Ella sacudió su cabeza.
— ¿Qué quieres hacer? —Mi voz estaba justo por encima de un susurro, nuestros
ojos enfocados el uno en el otro.
Ayla se encogió de hombros y miró a su regazo.
También aparté mis ojos y miré alrededor de la habitación. Mi mirada cayó sobre
los estantes que estaban llenos de los libros de mi madre.
Respirando hondo, pregunté: — ¿Te gusta leer?
—Sí —respondió ella.
Señalé los estantes. —Hay muchos libros aquí.
Fue difícil decir las palabras. Se estaba envolviendo cada vez más
profundamente en mi mundo. El piano. Y ahora los libros. No sabía por qué le
pregunté sobre los libros. Las palabras acababan de salir de mi boca antes de que
pudiera pensar con claridad.
Escuché a Ayla moverse y por el rabillo del ojo, la vi de pie. — ¿Puedo usar estos
libros?
Cuando asentí, ella rápidamente se dirigió a los estantes. Ayla se tomó su tiempo
para elegir un libro y cuando finalmente consiguió uno, se dio la vuelta para mirarme.
— ¿Me prestas este?
—Puedes leer lo que quieras, Ayla.
—Gracias —dijo. Ayla se sentó en el sofá a mi lado y acurrucó las piernas debajo
de ella. Apoyó la cabeza en el brazo del sofá y abrió el libro.
La sala se llenó de silencio. Pero se sintió tranquilo. Después de unos minutos,
aparté la vista y acerqué mi portátil que estaba en la mesa de café a mi regazo.
Ella leía mientras yo trabajaba, tratando de mantenerme ocupado. Pero apenas
me estaba concentrando en mis correos electrónicos.
Mi mirada seguía volviendo a Ayla.
Y comencé a verla dormirse lentamente. Sus ojos verdes se cerraron, su
respiración era suave mientras sucumbía al cansancio y al sueño.
Colocando mi computadora portátil nuevamente sobre la mesa de café, me
levanté y di un paso hacia la forma dormida de Ayla. Saqué el libro de su alcance y lo
puse al lado de mi computadora portátil. Inclinándome, cuidadosamente envolví un
brazo detrás de su espalda y el otro detrás de sus rodillas. Suavemente levanté a Ayla
y la acuné contra mi pecho, asegurándome de que no se despertara.

198
Ella gimió adormilada, pero luego apoyó la cabeza en mi hombro. Sus ojos aún
estaban cerrados y estaba seguro de que todavía estaba dormida.
Entré en su habitación y la puse en la cama. Ayla se acurrucó de inmediato
mientras yo cubría su cuerpo con las mantas. Me alejé y miré su cara dormida.
Se veía tan frágil. Pequeña. Una sensación de protección recorrió mi cuerpo.
Respirando profundamente, traté de calmar mi corazón acelerado. Le di una
última mirada a Ayla y me alejé, cerrando suavemente la puerta detrás de mí.
Debería haber sido más cuidadoso con ella desde el principio. No debería haber
permitido que se metiera tan profundamente. Y ahora ya era demasiado tarde.

199
Capítulo 37
Ayla

—Todavía lo recuerdo claramente. Estaba actuando como un imbécil, pero


luego, al minuto siguiente, estaba en el suelo. —Maddie se echó a reír. Estaba tumbada
a mi lado en mi cama, mientras yo estaba de mi lado frente a ella.
— ¿Si? —Sonreí ante su historia.
Habían pasado tres días desde que me rompí y me corté. Y había estado tratando
de entenderme a mí misma durante estos últimos tres días.
Apenas me dejaban sola. Maddie estaba conmigo la mayor parte del tiempo. Si
no lo estaba, entonces estaba Lena. Y pasaba la mayor parte de mis noches con Alessio.
Ese era el mejor momento de mi día. Todas las noches, esperaba ansiosamente
el momento en que iría a la sala del piano. Después de la cena, entraría y esperaría a
Alessio. Tocaba el piano mientras él me miraba en silencio desde lejos. Y luego leía
mientras él trabajaba en su computadora portátil.
Estos momentos estaban llenos de paz. Estaba agradecida porque me mantenían
cuerda.
—Sip. Y Alessio también estaba parado allí riéndose a carcajadas también. Pero
Viktor siendo Viktor, se puso de pie y actuó como si nada hubiera pasado —la voz de
Maddie interrumpió mis pensamientos.
—Hmm —tarareé con una sonrisa. Ella siempre me contaba historias sobre su
infancia, el tiempo que pasó con Viktor y Alessio. Y siempre me hacían reír. Eran un
trío tan travieso y divertido.
Maddie abrió la boca para continuar, pero un golpe en la puerta la detuvo. Ella
miró y gritó: —Adelante.
La puerta se abrió y entró Milena. —Hola.
Ella me había traído el desayuno antes. Tomando la bandeja vacía en su mano,
me dio una pequeña sonrisa. —Dile a mamá que bajaré pronto —le dijo Maddie. Ella
asintió y comenzó a alejarse, pero luego se detuvo a unos metros de mi cama.

200
Se dio la vuelta y me miró inquisitivamente. —He querido preguntarte esto por
algún tiempo, pero nunca tuve la oportunidad —comenzó Milena.
Ante sus palabras, mis ojos se abrieron y comencé a entrar en pánico.
— ¿Por qué estaba la chaqueta de Alessio debajo de tu almohada?
Aunque sabía lo que iba a preguntar, me dejó sin aliento y tragué saliva mientras
el miedo llenaba mi cuerpo congelado.
— ¿Qué? —Maddie preguntó incrédula a mi lado.
—Encontré la chaqueta de Alessio debajo de la almohada de Ayla cuando estaba
limpiando su habitación hace unos días —explicó Milena, su intensa mirada aún sobre
la mía mientras esperaba mi respuesta.
No tenía que ver a Maddie para saber que me estaba mirando en estado de shock.
Sentí sus miradas quemando agujeros en mi piel. Mi pánico crecía con cada segundo
que pasaba.
Mis dedos se apretaron alrededor del edredón. Girando la cabeza hacia un lado,
miré a Maddie alarmada, rogándole con mis ojos que me salvara de esto.
Ella debe haber visto la desesperación allí porque su rostro se volvió duro y miró
a Milena.
—Eso no es asunto tuyo. Vete —ordenó ella con dureza. Milena le devolvió la
mirada y luego resopló molesta antes de alejarse y cerrar la puerta con más fuerza de
lo habitual.
Maddie volvió la cabeza hacia mí otra vez, sus ojos se suavizaron mientras me
miraba expectante.
—Ayla, ¿qué estabas haciendo con la chaqueta de Alessio? —preguntó.
—Maddie… —Miré hacia otro lado. No podía obligarme a mentirle. No después
de todo lo que ella había hecho por mí.
Tragando con dificultad, volví a mirar a los ojos comprensivos de Maddie. Ella
me entendió. Y ella había estado allí para mí cuando más la necesitaba. Quizás ella
también lo entendería esta vez.
—No tienes que…
—Duermo con ella —dije.
La boca de Maddie se abrió en estado de shock mientras me miraba con los ojos
muy abiertos. — ¿Qué? —farfulló.
—Duermo con ella. —Mis dedos estaban fuertemente entrelazados, mis nudillos
casi blancos. —Mantiene las pesadillas lejos. —Mi voz era baja, ya que la vergüenza
se apoderaba de mi cuerpo.
Maddie debe pensar que soy patética, pensé mientras las lágrimas nublaban mi
visión.
— ¿La chaqueta de Alessio mantiene lejos tus pesadillas?
Asentí, y luego sentí su mano en mi hombro.
—Ayla, mírame —instó.
Observé sus compasivos ojos color avellana. Estaban libres de juicio, en cambio
brillaban con comprensión.

201
—Ayla, ¿es por eso que tuviste la pesadilla hace tres noches? ¿Fue ese el
detonante? ¿Porque no tenías la chaqueta?
Sentí que el color desaparecía de mi rostro cuando mi cuerpo se adormeció, mis
músculos se apretaron con fuerza ante sus palabras. —Si. —Fue difícil decir la
palabra. Empecé a respirar hondo, tratando de calmar mi corazón acelerado.
—Ay, Ayla. Ven acá. —Antes de que pudiera moverme, ella me había atraído más
cerca, sus brazos fuertemente apretados alrededor de mis hombros. Ella movía su
mano hacia arriba y hacia abajo sobre mi espalda, suavemente, mientras yo contenía
un sollozo. —Déjalo salir. Estoy aquí.
Se sintió bien ser finalmente entendida. Tener un hombro para llorar.
Sin embargo, no lloré esta vez. Parpadeando las lágrimas, dejé que Maddie me
abrazara y me ofreciera consuelo.
Palmeando mis mejillas, me hizo mirarla directamente a los ojos. —Voy a
preguntarte algo. Contéstame honestamente, por favor —comenzó ella. Tragué saliva
ante su confesión, pero asentí—. ¿Es su chaqueta la que mantiene alejadas las
pesadillas, o es él?
Mi corazón se precipito con sus palabras y cerré los ojos. La verdad era evidente.
No quería creerla. No quería reconocerla, pero estaba allí y ya no podía esconderla.
—Él — susurré, mi voz ronca por las lágrimas.
Era la verdad. Alessio me traía paz. Él fue quien hizo que todo desapareciera. El
me dio vida. Él fue quien me hizo... sentir.
Alessio era mi paz.
Al abrir los ojos, miré a Maddie, solo para verla dándome una sonrisa vacilante.
—Eso es todo lo que quería saber. ¿Por qué no se lo dices?
— ¡No! —Dije con la voz quebrada. Sacudiendo la cabeza, la agarré por los
brazos—. No. No se lo puedes decir. Por favor, prométemelo. No se lo digas. No
puedes.
Estaba aterrorizada, el miedo se acumulaba dentro de mi cuerpo.
Alessio no podía saberlo. No podía. No quería que él pensara diferente de mí. No
quería que él pensara que era estúpida o lastimosa.
Aunque era todo lo anterior, no quería que él pensara eso. Tal vez ya lo hacía,
pero esta verdad solo empeoraría las cosas.
Maddie me tranquilizó suavemente. —No voy a decir nada. Está bien. Cálmate.
Está bien.
—Promételo —susurré, mi respiración era áspera.
—Lo prometo.
Maddie me frotó las manos y luego asintió con la cabeza hacia el baño. — ¿Por
qué no vas a tomar un baño caliente? Tengo que ir a ayudar a mamá con el almuerzo,
y luego volveré a subir.
—Está bien —estuve de acuerdo, dándome cuenta de que necesitaba eso. Ella
asintió y esperó a que me bajara de la cama antes de hacer lo mismo.
—Te veré más tarde —dijo con una sonrisa.

202
Asintiendo, fui al baño. Cerré la puerta detrás de mí y abrí el grifo, dejando que
la bañera se llenara de agua. Me quité el camisón y me recogí el cabello en un moño
apretado.
Después de que se llenó la bañera, entré y dejé que el agua rodeara mi cuerpo
frío. Me aseguré de que mis brazos estuvieran al borde y no sumergidos en el agua. El
médico dijo que no debería empaparme los puntos o que podrían infectarse.
El calor comenzó a penetrar mis poros, me relajé y cerré los ojos. Se sentía tan
bien. No sabía cuánto tiempo me quedé así, pero cuando el agua comenzó a enfriarse,
me lavé y salí, envolviendo rápidamente la toalla alrededor de mi cuerpo y
manteniendo alejado el aire frío.
Rápidamente me vestí y salí del baño. Mientras me dirigía hacia la cama, algo en
ella me llamó la atención. Mis pasos vacilaron y solté un jadeo.
La chaqueta de Alessio. Corrí hacia ella, me detuve frente a mi cama y agarré la
chaqueta, llevándola a mi pecho. Mis dedos estaban envueltos fuertemente alrededor
de la tela, mi respiración era fuerte mientras trataba de envolver mi cabeza alrededor
de ella.
La miré, mi mente, mi respiración y mi cuerpo se calmaron instintivamente.
Maddie.
Debe haber sido ella. Esa era la única opción. Lágrimas felices cegaron mi visión,
y le envié un silencioso agradecimiento.
Gracias. Oh muchas gracias.
No podía esperar a verla para poder darle las gracias en persona. Se sentía como
si me hubiera devuelto la vida. Mi paz. Esto era todo lo que necesitaba.
Estaba sosteniendo la chaqueta con fuerza contra mi pecho cuando escuché un
golpe en la puerta. Mi cuerpo se puso rígido por el sonido y me tambaleé, levanté la
almohada para poder esconder la chaqueta debajo. Enderezándome, llamé
suavemente. —Adelante.
La puerta se abrió para revelar a Alessio. Mi corazón latió rápidamente al verlo.
Entró y se quedó parado en el marco de la puerta.
— ¿Estás ocupada en este momento? —preguntó.
Sacudí mi cabeza y él asintió, pareciendo satisfecho con mi respuesta.
—Ven. Quiero mostrarte algo —ordenó suavemente.
Mis cejas se fruncieron en confusión y no me moví.
Alessio dio un paso adelante. — ¿No confías en mí?
No podía creer que me hiciera esa pregunta. ¿No era obvio? Aunque no debería
confiar en él, lo hacía. Era mi enemigo, sin embargo, confiaba en él más de lo que
nunca había confiado en nadie.
Caminé hacia él, mi corazón haciendo el mismo baile de siempre cuando él
estaba cerca. Deteniéndome frente a Alessio, lo miré a través de mis pestañas gruesas
y noté un leve movimiento en la comisura de su boca y la leve hendidura del hoyuelo
en su mejilla.
—Confío en ti —susurré.

203
—Bien. —Él asintió con la cabeza, la esquina de sus labios se volvió lentamente
en una leve sonrisa. Apenas estaba allí. Tan débil que me la habría perdido si no
estuviera prestando atención—. Vamos —dijo Alessio, dándose la vuelta. No miró
hacia atrás para ver si lo seguía porque sabía que lo haría. Y así lo hice. Sin hacer
preguntas, lo seguí.
Bajamos las escaleras en silencio, y cuando me llevó al jardín trasero, mis pasos
vacilaron.
— ¿A dónde vamos? —pregunté.
—Sólo espera y mira. No quiero arruinar la sorpresa —murmuró. Un suspiro
resignado rozó mis labios y asentí de acuerdo.
Pero tenía curiosidad. Y estaba un poco mareada de emoción.
Mi emoción se evaporó rápidamente cuando nos condujo al bosque detrás de la
finca. A medida que avanzábamos, comencé a ponerme nerviosa. Hojas y ramitas se
aplastaron bajo mis pies mientras seguía a Alessio en silencio. Parecía decidido en su
liderazgo.
Esto no estaba bien. No estaba bien en absoluto.
Mis ojos se abrieron y dejé de caminar. Alessio debe haberlo sentido porque se
dio la vuelta y me miró expectante.
— ¿Qué pasa? —preguntó, inclinando la cabeza hacia la dirección a la que nos
dirigíamos.
— ¿Por qué... a dónde... vamos? —Tartamudeé llena de miedo y pánico.
—Te lo dije, es una sorpresa. Vamos. Ya casi llegamos. —Cuando no me moví,
suspiró—. Ayla, confía en mí. ¿Bueno? No voy a herirte.
Ante sus palabras, el miedo se calmó lentamente, pero todavía estaba allí.
Estúpidamente, lo seguí.
Y cuando finalmente descubrí lo que quería mostrarme, me alegré de haberlo
seguido.
Cuando el bosque comenzó a volverse menos denso, mis ojos finalmente se
posaron en una abertura donde la luz caía en cascada alrededor del bosque, trayendo
vida y belleza a los árboles que tocaba. Y débilmente podía escuchar el sonido del agua
cayendo. Se sentía refrescante y aceleré el paso para estar justo detrás de Alessio.
Finalmente liberándonos de los árboles, Alessio se detuvo. Casi me tropecé con
su espalda, pero rápidamente me enderecé. —Estamos aquí —murmuró suavemente.
Mis cejas se levantaron en cuestión y caminé hacia un lado, de modo que estaba
parado junto a él. Y cuando finalmente vi lo que él quería que viera, jadeé en voz alta.
Mis manos se levantaron para cubrir mi boca en estado de shock, mientras miraba la
magnífica belleza frente a mí.
—Oh, Dios mío —susurré en completo shock.
Di un paso vacilante hacia el arroyo que corría en medio del bosque. Las rocas
brillaban en múltiples tonos de marrón, negro y rojo. El agua que corría sobre ellas
brillaba bajo la brillante luz del sol.

204
Hermosas y coloridas flores silvestres rodeaban el borde del arroyo. Todas eran
de diferentes colores. Púrpuras, amarillas, rojas, blancas. Solo intensificaban la
impresionante belleza frente a mí. Al otro lado del arroyo, había un campo lleno de
las mismas flores.
Los únicos sonidos que podía escuchar eran el movimiento del agua y el dulce
canto de los pájaros. Estaba completamente asombrada y sin palabras.
Era lo más hermoso que había visto en mi vida. No podía apartar mis ojos.
Mi cuerpo se sintió ligero y libre. Mi estómago se retorció con mariposas y sonreí
ampliamente.
—Esto es tan hermoso —respiré. Sentí que Alessio se acercaba. Estaba tan cerca
que sentía su calor penetrar mi cuerpo.
—Lo es —estuvo de acuerdo en voz baja.
Estuvimos en silencio por unos minutos, los dos disfrutando de la belleza.
—Vengo aquí cuando quiero aclarar mi mente —dijo. Apartando los ojos del
arroyo y del campo, me volví hacia él. Él ya me estaba mirando, sus ojos brillaban a la
luz del sol.
Manteniendo su mirada en la mía, continuó gentilmente: —Pensé que tal vez
querrías verlo. Lo necesitas más que yo.
—Gracias.
Esto me hizo delirantemente feliz.
—Pensé que esto ayudaría. No sé cómo hacerte sentir mejor. Estoy perdido, pero
tal vez esto pueda darte la paz que necesitas. Incluso por un momento —confesó
Alessio, luciendo un poco nervioso.
No sabía que ya me había traído paz. Lo que acaba de darme era más de lo que
podría pedir. No lo sabía, pero él era mi paz.
—Gracias —dije de nuevo, mi garganta se cerró alrededor de las palabras—.
Esto es realmente tan hermoso.
Alessio asintió y permaneció en silencio, sus ojos nunca se apartaron de los míos.
Pero fui yo quien rompió la conexión. Volviéndome, miré de nuevo el arroyo y el
campo, otra sonrisa se extendió por mis labios.
Gire mi cara hacia el cielo y hacia la luz del sol. Cerrando los ojos, me regodeé en
la serenidad y di la bienvenida al calor que rozaba mi piel.
Siempre estuve atrapada en la mansión de mi padre. Nunca se me permitía salir.
Solo se me permitía caminar por el patio trasero, pero no más lejos. Cuando escapé,
esa era la primera vez que estuve fuera de las puertas y en el mundo real.
Manteniendo los ojos cerrados, sentí que Alessio me miraba. Me hacía sentir
cálida y feliz. Abrí los ojos pero no lo miré. En cambio, miré al frente.
No sabía cuánto tiempo estuvimos así. Yo admiraba la belleza mientras Alessio
mantenía su mirada sobre mí. Pero después de un tiempo, mis pies comenzaron a
doler por estar de pie y sentí a Alessio moverse a mi lado.
—Deberíamos regresar. Es casi la hora del almuerzo —dijo en voz baja.

205
Me volví hacia él y parpadeé, decepcionada. —Podemos volver mañana —
sugirió.
Asentí y luego volví a mirar el arroyo. —Vamos —instó. Cuando sentí que Alessio
se alejaba, un pánico repentino llenó mi pecho. Me di la vuelta para verlo de espaldas.
No supe qué me pasó, pero me adelanté y agarré la parte trasera de su chaqueta,
deteniendo su movimiento.
Alessio miró hacia mí, sus cejas fruncidas por la confusión y la pregunta. Me
temblaba la mano y no sabía por qué.
Quería... no... necesitaba algo, pero no sabía qué era. Mis dedos se apretaron
sobre la tela de su chaqueta y sus ojos se movieron hacia ellos. Alessio se dio la vuelta
y no tuve más remedio que dejarlo ir. Me sentí vacía.
Levantando mi mano, la puse sobre mi pecho, tratando de calmar mi corazón
acelerado.
— ¿Ayla? —cuestionó.
Sus ojos eran intensos en los míos mientras esperaba que dijera algo.
Respirando profundamente, me acerqué a él. Sus ojos se abrieron un poco y ladeó la
cabeza a un lado, esperando.
Me detuve y luego miré hacia abajo.
— ¿Puedes, por favor, abrazarme? —Pregunté suavemente.
Alessio me había dado esta belleza pero necesitaba algo más.
Lo necesitaba a él, su calidez. Sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome a salvo.
Necesitaba la paz que solo él podía darme.
Simplemente lo necesitaba.
Cuando sentí que Alessio se acercaba, mi corazón latió rápidamente. Se detuvo
a solo una pulgada de mí. Sentí su dedo en mi barbilla y lentamente inclinó mi cabeza
hacia arriba para que lo mirara a los ojos. Parecía sorprendido.
— ¿Estás segura? —preguntó. Tragué saliva y luego asentí. Esa fue la única
respuesta que Alessio necesitó. Envolvió sus brazos alrededor de mí y suavemente
me atrajo hacia su cuerpo, sosteniéndome firmemente en su abrazo.
Mi cabeza estaba justo sobre su corazón y cerré los ojos. Su corazón latía tan
fuerte y rápido como el mío. Colocando mis manos sobre su pecho, me acurruqué en
su cuerpo, hundiéndome en su cálido y gentil abrazo.
Mis dedos se apretaron alrededor de la tela de su chaqueta mientras lo sostenía,
sin querer soltarme. Su calor me rodeó, hasta que lo único que podía oler, sentir y
pensar era él.
Nos quedamos así por lo que pareció la eternidad. Y cuando comenzó a alejarse,
no quería dejarlo ir. Entonces no lo hice. Mis dedos permanecieron envueltos
alrededor de la tela mientras inclinaba la cabeza para mirar a Alessio.
Parpadeó hacia mí y lo vi levantar las manos. Sus dedos envolvieron mis mejillas
y suspiré de satisfacción.
La mirada de Alessio era suave y cálida sobre la mía, mientras acariciaba mis
mejillas suavemente. Se inclinó ligeramente, sus labios a centímetros de los míos.

206
Mi corazón dio un vuelco al pensar en sus labios sobre los míos. Apreté mis
dedos sobre su chaqueta e instintivamente me acerqué aún más hasta que nuestros
cuerpos se presionaron.
No me sentía rechazada. En cambio, todo lo que sentía era... paz.
Alessio me miró a los ojos y luego dirigió su mirada a mis labios. Lo vi tragar con
dificultad y volvió a mirarme a los ojos. Sabía lo que quería.
Entonces, le di un pequeño asentimiento.
Sus ojos brillaron de sorpresa, pero luego sus labios presionaron muy
suavemente los míos.
Jadeé contra la plenitud de su boca y me relajé en su abrazo. Me abrazó tan
suavemente, como si estuviera hecha de vidrio y tenía miedo de romperme. Sus labios
eran suaves sobre los míos.
Alessio fue extremadamente tierno mientras exploraba mi boca. Sus labios se
movieron sobre los míos, casi como una pluma, y luego creó la más mínima presión.
Fue intoxicante. Sentí un torrente que nunca antes había sentido, y nunca quise
que terminara. Mientras continuaba besándome, su lengua rozando ligeramente mis
tiernos labios, sentí sus dedos acariciar mis mejillas y luego profundizó el beso solo
un poco.
Cuando dejé escapar otro suspiro, él se apartó ligeramente, sus labios a solo una
pulgada de los míos. Estaba respirando con dificultad, su pecho se agitaba bajo mi
palma. Me sentía exactamente de la misma manera.
Al mirarlo, lo encontré mirándome con los ojos muy abiertos, lleno de emociones
que no podía identificar.
Cuando levanté una mano y toqué mis tiernos labios, sus ojos se suavizaron aún
más.
De lo que no se dio cuenta fue que este beso...
Este beso fue mi primer beso real.

207
Capítulo 38
Alessio

La mirada de Ayla estaba fija en la belleza frente a ella, mientras que todo lo que
yo podía ver era a ella. La pequeña pero dulce sonrisa que se extendía por sus labios
había iluminado todo su rostro. Sus intensos ojos verdes brillaban de emoción y pura
felicidad. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y no podía quitarle los ojos de
encima.
Todo lo que podía pensar era en lo hermosa que se veía en este momento.
Ella inclinó la cabeza hacia el cielo y cerró los ojos. Di un paso más y luego me
detuve. Tragando con fuerza contra la bola de emociones en mi garganta, aparté mi
mirada de ella y miré al frente.
Ambos estuvimos en silencio por un tiempo. Por alguna razón, me sentía
nervioso. Este lugar era sagrado. Después de la muerte de mi madre, venía aquí casi
todos los días, tratando desesperadamente de aclarar mi mente.
Se sentía como si le hubiera dado todo lo que tenía. Todo lo que tenía cerca de
mi corazón, ahora era de ella. Y no sabía cómo sentirme al respecto.
Estaba confundido. La forma en que mi corazón latía rápidamente cuando la
miraba. Y la forma en que siempre me encontraba perdido en ella. No entendía esas
emociones. Desearía saber cómo tratarlas. Solo me frustraban.
Respirando profundamente, miré hacia abajo y luego me aclaré la garganta.
—Deberíamos regresar. Es casi la hora del almuerzo —dije suavemente. Sentí a
Ayla moverse a mi lado y levanté la vista justo a tiempo para verla girando hacia mí.
Parecía decepcionada, perdiendo su sonrisa. —Podemos volver mañana —le
dije.
Y ahí estaba. Esa hermosa sonrisa de nuevo. Ella asintió y luego volvió a mirar la
corriente.
—Vamos —insté, alejándome un paso de ella y volviéndome hacia el camino que
conducía al arroyo.

208
Pero me detuve repentinamente cuando sentí un tirón en la parte posterior de
mi traje. Frunciendo el ceño, miré hacia atrás para ver a Ayla mirándome con pánico
en los ojos.
Dándome la vuelta para poder enfrentarla, Ayla lentamente soltó mi chaqueta.
Levantó la mano y la colocó sobre su pecho. Podía verla respirar más fuerte que antes,
su rostro lleno de incertidumbre y nerviosismo.
— ¿Ayla? —Pregunté preocupado.
Respiró hondo y luego se acercó. Mis ojos se abrieron ante su audaz movimiento
y contuve el aliento.
Ayla miró hacia abajo y esperé, mi corazón latía violentamente en mi pecho.
Sus siguientes palabras fueron mi ruina.
— ¿Puedes, por favor, abrazarme? —Preguntó suavemente, su voz apenas un
susurro.
Nunca esperé que pronunciara esas palabras. Cuando traje a Ayla aquí, todo lo
que quería era darle esta pequeña paz. Pero nunca esperé nada a cambio.
No me di cuenta de lo mucho que realmente quería sostenerla en mis brazos. No
hasta que ella lo dijo.
Con el corazón en la garganta, di un paso hacia Ayla, hasta que estuvimos a solo
una pulgada de distancia. Estábamos tan cerca; podía sentir su calor. Seguía mirando
hacia abajo, evitando deliberadamente mi mirada. Pero quería esos hermosos ojos
verdes sobre mí.
Levantando mi mano, coloqué un dedo debajo de su barbilla e incliné su cabeza
hacia arriba hasta que sus cálidos ojos se encontraron con los míos. — ¿Estás segura?
—Pregunté, queriendo su confirmación. Estaba asustado. Asustado de que ella se
arrepintiera, dejándome sin esperanza otra vez.
Pero luego asintió. Y esa fue toda la respuesta que necesitaba. Sin perder tiempo,
envolví mis brazos alrededor de la pequeña cintura de Ayla, atrayéndola suavemente
hacia mi cuerpo hasta que la tuve firmemente envuelta en mis brazos.
Se sentía tan pequeña contra mí. Tan frágil. Y me sentí intensamente protector.
Mis brazos se apretaron ligeramente alrededor de ella mientras descansaba su cabeza
sobre mi pecho, justo sobre mi corazón acelerado. Ayla puso una mano sobre mi
pecho y se acurrucó en mi cuerpo, poniéndose cómoda.
Cerré los ojos, dejando que su calor y su dulce olor llenaran mis sentidos.
¿Cuándo fue la última vez que sostuve a alguien en mis brazos?
Nunca.
¿Cuándo fue la última vez que me sentí así? Tan pacífico. Y lleno de vida.
Era como si Ayla me hubiera dado vida.
Con ella envuelta en mis brazos, no quería moverme. No quería que este
momento terminara.
No sabía cuánto tiempo estuvimos así, perdidos el uno en el otro. Perdido en este
momento perfecto. Pero sabía que tenía que terminar.

209
Alejándome lentamente, miré a Ayla. Sus dedos todavía estaban envueltos
alrededor de mi traje, negándose a dejarlo ir. Ella echó la cabeza hacia atrás y me miró.
Parpadeé, completamente hipnotizado por ella.
Cada vez que intentaba controlarme, ella me hacía perderme. Ayla ni siquiera
tenía que hacer nada. Una mirada y estaba completamente perdido en ella.
Sin pensarlo, levanté una mano y pasé un dedo por su suave mejilla, mi toque
casi ligero. Ella suspiró de satisfacción y una pequeña sonrisa apareció en su rostro,
atrayendo mi atención a sus labios.
Podía sentir que perdía el pequeño control que me quedaba. Palmeando sus
mejillas suavemente, incliné mi cabeza hacia la de ella hasta que nuestros labios
estuvieron a solo centímetros de distancia. Pero me detuve.
Ayla se acercó a mí, hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados. Mi corazón
latía con fuerza, pero aun así no toqué sus labios con los míos. La miré a los ojos y
esperé.
Le había prometido a Ayla que no la tocaría hasta que ella me lo pidiera. Hasta
que tuviera su permiso. Y en este momento, quería que fuera su elección.
Quería que ella eligiera. Quería su aceptación.
La mirada de Ayla se suavizó y me dio un pequeño asentimiento. No le di la
oportunidad de pensarlo dos veces, en vez de verla asentir, mi cabeza ya descendía
hacia la de ella hasta que mis labios se presionaron suavemente sobre los de ella.
Esperé a que Ayla se alejara, pero cuando suspiró contra mis labios y se derritió
en mis brazos, mi corazón latió rápidamente ante su reacción. La abracé suavemente,
como si fuera una joya preciosa. Mis labios exploraron los de ella a paso lento. La besé
como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Mis labios se movieron tiernamente sobre los de ella, tomándome mi dulce
tiempo. Cuando puse la más mínima presión, profundizando un poco el beso, sentí sus
dedos apretarse alrededor de la tela de mi traje.
No presioné por más.
Fue solo un beso. Un beso pequeño y dulce.
Eso fue todo. Nada más. Sin embargo, se sentía más.
Cuando Ayla dejó escapar otro suspiro, me aparté. Ambos respiramos con
dificultad. Podía sentir lo rápido que latía su corazón. Coincidía con el mismo ritmo
que el mío.
Las mejillas de Ayla estaban sonrojadas, sus labios un poco hinchados y rojos
por mi beso. Ella parpadeó hacia mí, y la mirada en sus ojos... me dejó sin aliento.
Sus ojos eran cálidos y suaves. Pero eso no fue todo. Fue la mirada de pura
adoración lo que me dejó sin aliento.
En ese momento, me di cuenta de que era la primera vez que le daba un beso.
Nos besamos antes. Dos veces para ser exactos. Pero esos besos... los tomé. Sin
considerar sus sentimientos. Todo lo que importaba era yo. Lo que quería.
Pero este beso... se lo di de todo corazón. La mirada en sus ojos, le di esto.

210
Sus ojos estaban llenos de asombro cuando levantó la mano y se llevó un dedo a
los labios. Ante su reacción, sentí que me suavizaba aún más.
Durante años, había vivido en la oscuridad sin emociones. Había permanecido
insensible.
Sin embargo, con una mirada de Ayla, sentía todo.
Y eso me asustaba.
Cada vez que sentía algo por Ayla, la voz de Alfredo resonaba en mi cabeza.
Nunca olvidaría las palabras que le dijo a mi madre.
La mejor manera de derribar a un hombre es por su debilidad.
Lo que le dije a Maddie era la verdad. Esto no se trataba de mí. Se trataba de Ayla
y de lo que era correcto para ella.
La dejé ir, y ella parpadeó sorprendida cuando di un paso atrás, obligándola a
soltarme.
—Tenemos que volver —le dije, dándome la vuelta, negándome a mirar su
expresión confundida.
—Está bien —susurró, su pequeña voz insinuando su tristeza.
Ambos nos quedamos en silencio en nuestro camino de regreso a la mansión. A
medida que nos acercábamos, el sonido del agua corriendo comenzaba a
desvanecerse hasta que ya no lo escuchamos. Alejándome del bosque, respiré hondo
mientras caminábamos hacia el jardín trasero.
Ayla estaba justo detrás de mí, sus pasos tan cerca que casi se tropezó con mis
pies. Cuando entramos, disminuí la velocidad y me volví hacia ella.
Ella también se detuvo y agarró nerviosamente el dobladillo de su vestido. —Te
veré más tarde —murmuré. Ayla asintió y luego se alejó sin decir nada.
Sentí mis cejas fruncirse en confusión cuando la vi caminando hacia la cocina.
Avanzando rápidamente, agarré su codo, deteniendo su movimiento.
Ella jadeó en estado de shock y se giró, mirándome con los ojos muy abiertos.
— ¿A dónde vas? —Exigí, soltando su brazo.
—A la cocina —respondió Ayla.
Cruzando mis brazos sobre mi pecho, la miré. — ¿Por qué?
Ladeó la cabeza hacia un lado, como si debatiera qué decirme. —Para ayudar a
Maddie y Lena.
—Se supone que debes estar descansando, Ayla. No hay trabajo para ti.
—Pero he estado descansando durante tres días. Puedo trabajar. Me siento bien.
—No —dije.
—Pero es aburrido. Quiero ayudar.
—No, Ayla. Estás subiendo las escaleras para descansar.
—Pero…
—No. Para de discutir.
Su boca se cerró de golpe y se encogió. La hermosa sonrisa desapareció.
No me gustaba su expresión triste.
Frustrado, me pasé los dedos por el pelo y aparté la vista. Mierda.

211
—Bien. Puedes ir. Simplemente no trabajes demasiado. No quieres rasgar esos
puntos —le dije.
Pero valió la pena cuando me di vuelta para verla mirándome con ojos verdes y
brillantes, y luego una sonrisa impresionante se extendió por sus labios.
—Gracias —dijo antes de darse la vuelta y alejarse rápidamente. Permanecí
congelado, mis ojos pegados a ella retirándose.
Mierda. Lo estaba perdiendo.

***

El resto del día lo pasó evitando a Ayla. Me quedé encerrado en mi oficina y luego
fui al gimnasio para desahogar mi frustración en el saco de boxeo.
Apoyado contra la pared, traté de recuperar el aliento.
—Nos vas a matar algún día —dijo Viktor.
—Eres demasiado terco para morir —le dije sin aliento.
—Bueno, tengo que estar de acuerdo con eso —Se encogió de hombros.
Me aparté de la pared y caminé hacia el banco, agarrando una toalla. — ¿Artur y
Phoenix volverán mañana? —Pregunté, frotando la toalla sobre mi cara.
—Se supone que deben informar de nuevo. Vamos a ir a la casa de Mark mañana
—respondió Nikolay desde su posición en la puerta.
— ¿Alguna noticia sobre los clubes? —pregunté.
Nikolay sacudió la cabeza. —No. Mark dijo que nos dará los detalles cuando nos
veamos.
Desde que Alberto se hizo cargo, había hecho su misión hacerse cargo de mis
clubes. Hasta ahora, no había tenido éxito, pero todos estaban tomando precauciones
adicionales. Mark era uno de mis principales gerentes, manejando más de diez clubes,
burdeles y anillos subterráneos.
Asintiendo con la cabeza hacia Nikolay y Viktor, salí del gimnasio. Era tarde en
la noche y la mayoría de las luces estaban apagadas.
Después de que Ayla tocó el piano y se fue a su habitación, no pude dormir.
Permanecí sentado un rato, mirando a la nada y sintiéndome frustrado. Cuando no
pude soportarlo más, bajé las escaleras y pasé más tiempo en el gimnasio.
Cuando volví a subir, me detuve frente a mi habitación. En lugar de entrar, giré
a la izquierda y miré la puerta de Ayla.
Sabía que era tarde y que ella estaría durmiendo, pero todavía no podía evitarlo.
Di varios pasos hacia adelante, pasando la sala del piano, hasta que estuve frente a su
habitación. Colocando mi mano sobre el pomo, lentamente lo giré y abrí la puerta.
El cuarto estaba oscuro. Solo la pequeña lámpara al lado de su cama estaba
encendida, apenas iluminando la habitación. Caminando más adentro, me detuve al

212
lado de Ayla. Estaba de lado, acurrucada en una bola con el edredón hasta la cintura.
Tenía los ojos cerrados, su respiración tranquila mientras dormía profundamente.
La lámpara emitió un brillo suave en su rostro, haciéndola parecer tan pacífica.
Inclinándome, pasé suavemente un dedo por su suave mejilla, alejando los pocos
mechones de cabello. Ante mi toque, ella gimió adormilada y se movió un poco. Me
congelé, esperando que despertara, pero en cambio siguió durmiendo.
Suspirando de alivio, sentí mis labios contraerse en una pequeña sonrisa
mientras miraba su forma dormida. Mis ojos se movieron de su rostro, hacia sus
hombros, y luego su pecho.
Ella sostenía la chaqueta de mi traje contra su pecho, sus dedos apretados
alrededor de la tela.
No pude evitar sonreír ante la vista. Entonces, era verdad.

Al salir de mi habitación, me dirigí a la de Ayla, decidido a ver cómo estaba. Pero


cuando vi salir a Milena, con cara de ofendida, me detuve en seco. Pareció sorprendida
de verme, pero luego inclinó la cabeza con respeto antes de pasar sin decir una palabra.
— ¿Qué demonios fue eso? —Murmuré para mí mismo, antes de reanudar mi
caminata hacia la habitación de Ayla. Al llegar a su puerta, estaba a punto de abrirla
cuando escuché la voz de Maddie.
—Ayla, ¿qué estabas haciendo con la chaqueta de Alessio?
Ante sus palabras, me congelé, mis ojos se abrieron en estado de shock.
¿Qué mierda?
Inclinándome, puse mi oreja contra la puerta, esperando que nadie estuviera
vagando por el pasillo.
Esperé una respuesta, pero todo lo que escuché fue silencio.
—No tienes que... —dijo Maddie.
—Duermo con ella
— ¿Qué?— Maddie farfulló. Tuve la misma reacción.
—Duermo con ella —repitió Ayla, haciendo que mi corazón volviera a latir.
Y luego sus siguientes palabras fueron suficientes para ponerme de rodillas. Mis
manos se apretaron en puños contra la puerta y cerré los ojos.
—Mantiene las pesadillas lejos —admitió, su voz tan suave que apenas lo escuché.
Pero lo hice. Lo escuché como si me lo hubiera susurrado al oído.
Pasándome una mano por la cara, paseé por el pasillo fuera de su puerta, tratando
de comprender lo que acababa de escuchar.
Mis ojos se abrieron cuando escuché a Maddie en la puerta, diciéndole a Ayla que
volvería pronto.
Rápidamente corrí a la sala del piano y cerré la puerta detrás de mí. Apoyado
contra la puerta, cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, sintiéndome inseguro sobre
si debía actuar sobre esta nueva revelación.

213
Cuando sentí que Ayla se movía debajo de mi mano, salí de mis pensamientos.
Sabía una cosa con certeza.
Si mi chaqueta mantenía alejadas las pesadillas de Ayla, eso era todo lo que
importaba.
Froté mi pulgar sobre su mejilla por última vez antes de alejarme. Ayla suspiró
mientras dormía, con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Dulces sueños —susurré.
Le di una última mirada, me di la vuelta y salí de su habitación, cerrando la
puerta suavemente detrás de mí.

***

Me quedé mirando las paredes de color beige. La casa de Mark era hogareña. Los
juguetes se extendieron sobre la alfombra.
—Hasta ahora, Alberto no se movió hacia los clubes de los que me estoy
ocupando —dijo Mark. Mi atención volvió a él cuando se recostó contra su sofá—.
Estoy sorprendido. Son los lugares más populares. Si quisiera ir a lo grande, esos
habrían sido sus primeros objetivos.
Alberto tenía algún tipo de plan, pero cada pista que seguían mis hombres los
llevaba a un callejón sin salida.
Cada vez que hacíamos un movimiento, él estaba listo para ellos. Quienquiera
que fuera el infiltrado, había estado devolviendo la información a Alberto
rápidamente, apenas dándonos tiempo para poner nuestros planes en acción.
— ¿Qué vas a hacer? —Mark preguntó.
Me burlé. —La pregunta debería ser, ¿qué no voy a hacer?
Levantó una ceja y luego se echó a reír. —Bueno, definitivamente tienes algo
planeado.
—Siempre. Quiero que vigiles de cerca a todos los clubes. Cada uno de ellos. Si
no puedes hacerlo solo, enviaré a uno de mis hombres para que te ayude —le dije con
voz fuerte.
—Puedo manejarlo. He estado haciendo esto durante años, jefe. Pero creo que
sería mejor si envías a otro hombre. De esta manera, podemos mantener una mejor
vigilancia
Asintiendo, me recosté contra el sofá. En ese momento, una niña pequeña entró
corriendo en la sala de estar, con una sonrisa brillante en su rostro.
Llevaba un vestido morado, su corto cabello negro colgando suelto de su cuello.
Ella nos sonrió.
—Sophia —Mark advirtió suavemente. —Se supone que no debes venir aquí.
Pero la niña no le prestó atención a su padre. Ella solo tenía dos años. Toda su
atención estaba centrada en Nikolay, que estaba parado estoicamente a mi lado.

214
Sophia dio un paso más hacia él y se detuvo justo en frente de él. Levanté la vista
para ver su mandíbula temblar por lo duro que estaba apretando los dientes.
Bajó la vista hacia la pequeña niña frente a él y lo vi tragar con fuerza. Sophia
levantó los brazos y dijo: —Arriba.
Cuando Nikolay no se movió, Sophia perdió su sonrisa y exigió nuevamente: —
Arriba. Arriba.
Mark se puso de pie. —Lo siento, jefe. —Parecía avergonzado. Pero justo cuando
estaba a punto de moverse hacia Sophia, Nikolay se inclinó y tiró de la niña a sus
brazos.
— ¿Qué mierda? —Viktor murmuró a mi lado, expresando lo que había estado
pensando.
Sophia se rio. —Hola —dijo ella.
Nikolay no respondió, sino que fulminó con la mirada a la niña en sus brazos.
Pero Sophia no parecía afectada por su mirada.
En cambio, dirigió su atención a sus cicatrices, y su mano se movió para ahuecar
su mejilla, su pequeña palma justo sobre sus cicatrices.
—Mierda —murmuró Mark.
Pero en lugar de que Nikolay estallara de ira por el toque de la niña, se quedó
quieto, tenso y completamente en silencio.
—Boo... ¿duele? —Sophia preguntó.
Escuché un grito ahogado y me di vuelta para ver a Bree, la esposa de Mark,
parada en la puerta, con los ojos muy abiertos.
Pero rápidamente volví mi atención a Nikolay y Sophia.
Cuando él no respondió, Sophia repitió su pregunta nuevamente.
—Ella pregunta si duele —tradujo Bree. Nikolay tragó saliva y luego sacudió la
cabeza.
—No. Ya no más —dijo.
—Bien. No duele —respondió ella con una sonrisa, y luego comenzó a girar en
sus brazos, claramente queriendo bajarse.
Nikolay la bajó y luego corrió hacia su madre, que nos dio una mirada tímida.
—Lo siento. Estaba ocupada y ella corrió antes de que la pudiera parar.
—Está bien —le dije. Me levanté y Viktor me siguió—. Te veré el próximo mes
—le dije a Mark.
—Claro, jefe. Te mantendré informado.
Nikolay todavía estaba visiblemente conmocionado por lo que acababa de
suceder. Joder, incluso yo lo estaba. Eso nos tomó a todos por sorpresa.
Estábamos casi fuera de la puerta cuando algo llamó mi atención. Me detuve y
las miré. Flores. Eran diferentes de las que Maddie le había dado a Ayla, pero todavía
me recordaban a ella.
—Bonitas flores —dije secamente, tratando de parecer desinteresado.
Bree sonrió. —Gracias. Mark me las dio para nuestro aniversario.
Asintiendo, aparté la vista de las flores y salí, seguido de Viktor y Nikolay.

215
Cuando Viktor nos llevó de regreso a la finca, en lo único que podía pensar era
en las flores. Y la hermosa sonrisa en el rostro de Ayla cuando las miraba.
Flores. La sonrisa de Ayla. Y las palabras de Maddie.
Suspirando, pregunté en voz alta: — ¿Dónde se consiguen flores?
— ¿Qué? —Preguntó Viktor, confundido.
— ¿Dónde se compran flores? —Pregunté de nuevo.
— ¿Flores? ¿Qué mierda quieres hacer con flores? —Me miró por el espejo
retrovisor antes de volver a mirar hacia la carretera.
—Nikolay —dije, con la voz dura.
—Si jefe. —Él asintió y sacó su teléfono. Lo vi escribiendo algo y después de unos
minutos, me pasó el teléfono.
—Ya marqué el número —dijo.
Colocando el teléfono en mi oído, esperé a que alguien contestara.
—Hola, Starbright Floral Design. ¿Cómo puedo ayudarte? —dijo una mujer.
—Quiero flores —le dije abruptamente. Escuché a Viktor reírse desde el asiento
delantero y fulmine con la mirada la parte posterior de su cabeza.
— ¿Bueno? —Esperé, pero ella no dijo nada más.
—Dije que quiero flores.
—Si. Lo escuché, señor. ¿Pero qué tipo de flores?
—Cualquier flor —murmuré impaciente.
— ¿Cualquier flor? Pero, señor...
—Solo dame las mejores flores que tengas —espeté.
—Bueno. ¿Cuántas?
Pellizcándome el puente de la nariz con frustración, apoyé mi cabeza contra el
respaldo del asiento. ¿Por qué demonios ordenar flores era tan complicado?
—Veinte, treinta... —gruñí al teléfono.
—Necesito un número exacto, señor. —La mujer sonaba impaciente. Eso era un
eufemismo de lo que estaba sintiendo.
—Maldición, solo dame treinta.
—Bueno. ¿Cuándo los quieres...?
—Dentro de una hora.
— ¿Una hora? Señor, no podemos hacerlo en una hora...
—Dije que lo quiero en una hora.
—Solo deme un minuto. —La escuché hablar en el fondo y luego regresó. —Está
bien señor. Deme su dirección. —Rápidamente recité la dirección y luego colgué,
arrojando el teléfono en el asiento a mi lado.
—Así que, ¿flores? —Preguntó Viktor.
— ¡Ahora no! —Gruñí en advertencia antes de cerrar los ojos.
Cuando el auto se detuvo por completo, había una camioneta afuera de la puerta.
Las palabras Starbright Floral Design se escribieron audazmente en el costado de la
camioneta.

216
—Buen momento —dije cuando el conductor salió de la camioneta. Tenía un
gran ramo de flores rosadas y blancas en sus manos.
Caminando hacia él, asintió saludando.
—Señor, ¿fue usted quien ordenó las flores?
—Sí —respondí bruscamente.
—Aquí tiene. Tiene que firmar aquí. —Empujó un papel en mi mano. Después de
firmar, me entregó el ramo. El ramo muy grande.
Lo miré con curiosidad. — ¿Realmente ordené tanto?
Escuché a Viktor toser a mi lado. —Si no recuerdo mal, ordenaste treinta. Eso
me parece treinta. —Mirándolo, me di cuenta de que hice esa pregunta en voz alta.
Le hice un gesto al guardia para que abriera las puertas.
No me importaba si eran cinco o treinta, mientras Ayla las quisiera. Eso era todo
lo que importaba.

217
Capítulo 39
Ayla

Estaba acostada en la cama completamente perdida en el libro que estaba


leyendo, cuando mi puerta se abrió de golpe. Sentándome sobresaltada, dejé caer el
libro. Cayó sobre mi colchón sin hacer ruido mientras mi corazón latía ruidosamente
contra mi caja torácica.
Maddie entró, con la cara brillante y en sus manos había un gran ramo de flores
rosadas y blancas. — ¡Alessio te consiguió flores!
¿De nuevo?
Mis ojos se abrieron cuando ella se acercó y pude ver mejor las flores.
Extendiendo mi mano, mi corazón bailaba de emoción. Maddie me dio las flores y
jadeé.
Eran tan hermosas. Incluso más hermosas que las flores que me regaló antes. Y
era un ramo tan grande.
Acercándolo a mi pecho, le sonreí a Maddie. — ¿Cómo se llaman?
—Peonías. Son hermosas, ¿no es así?
Asentí, completamente sin palabras. Eran impresionantes. Y la mezcla de colores
hacia que el ramo fuera aún más hermoso.
No podía evitarlo. Estaba sonriendo con fuerza y luego una pequeña risita
escapó de mis labios. —No puedo creer que me haya regalado flores de nuevo —
susurré.
Mi corazón se estaba volviendo loco en mi pecho y mi estómago estaba lleno de
mariposas. Sosteniendo las flores cerca de mi pecho, suspiré de satisfacción.
Mientras sostenía las flores, todo lo que quería era ver a Alessio. Desearía que él
fuera quien me las diera. Desearía que estuviera aquí, para poder darle las gracias.
Desearía que estuviera aquí, para que pudiera ver lo feliz que me hacía.
Mirando a Maddie, la vi sonriéndome. —A veces puede ser romántico —bromeó
con un guiño.

218
Me escuché reír de nuevo. Estaba riendo. Increíble. Colocando mi mano sobre mi
boca, miré las flores y luego asentí.
—Él me besó —admití, mi sonrisa tan amplia que me dolían las mejillas.
Maddie jadeó. — ¿Qué? —ella chilló.
Agaché la cabeza con timidez y me mordí los labios cuando Maddie se volvió loca
a mi lado.
— ¿Te besó? ¿Alessio te besó? ¿Cuando? ¿Cómo?
Cerrando los ojos, inhalé el dulce aroma de las flores. —Ayer. Cuando me llevo
al arroyo.
Todavía podía sentir sus labios sobre los míos, moviéndose suavemente
mientras me sostenía en sus brazos. El beso y nuestro dulce momento en el arroyo,
eso era todo en lo que podía pensar desde que sucedió.
Y nunca olvidaría la forma en que me abrazó o besó. Como si significara algo para
él. Como si yo fuera preciosa. Lo apreciaría por siempre en mi corazón.
—Oh, Ayla —respiró Maddie a mi lado—. No puedo creer esto. No tienes idea de
lo feliz que estoy.
—Yo también estoy feliz. Delirantemente feliz —susurré, mis ojos aún
cerrados—. Me hace muy feliz, Maddie.
Al abrir los ojos, la miré. — ¡Debería ir a agradecerle por las flores!
— ¿Ahora? —Maddie preguntó. Asentí con entusiasmo. Ella se rio y luego dio un
paso atrás—. Adelante, cariño. Estaba abajo la última vez que lo vi.
—Gracias —le respondí, poniéndome rápidamente mis zapatos, todavía
sosteniendo el ramo en mis manos. Salí corriendo de la habitación, sintiéndome
mareada. Mi corazón estaba dando varias vueltas.
Reduje la velocidad cuando bajé las escaleras y vi a Viktor y Nikolay entablando
una acalorada conversación.
Se detuvieron a mitad de la oración cuando me acerqué a ellos. —Ayla —dijo
Nikolay en saludo. Viktor asintió y luego miró las flores en mis manos, sus cejas se
alzaron sorprendidas.
— ¿Saben dónde está Alessio? —Pregunté suavemente.
Vi las cejas de Nikolay fruncidas antes de responder. —Él está en su oficina.
—Oh. De acuerdo, gracias —les di una sonrisa a ambos antes de caminar de
regreso.
—Espera —gritó Viktor.
Deteniéndome en seco, me di la vuelta. — ¿Si?
— ¿A dónde vas? —Nikolay preguntó.
—A la oficina de Alessio. Quiero agradecerle por las flores.
Sus ojos se abrieron y se miraron el uno al otro. —No —Nikolay espetó
rápidamente.
— ¿Huh? — Me estremecí ante su tono. Su expresión se suavizó ante mi reacción
y parecía avergonzado.

219
—Esa no será una buena idea —tragó Viktor con nerviosismo. ¿De qué estaban
hablando?
—No lo molestaré, lo prometo. Solo diré gracias y luego me iré. Eso es todo. —
Tenía muchas ganas de verlo. Me sentía... desesperada. Y extrañamente, lo había
extrañado.
—Quizás puedas ir más tarde. Él está ocupado en este momento —argumentó
Nikolay. Viktor asintió rápidamente de acuerdo, su expresión casi dolorida.
Mis hombros se hundieron en derrota y miré las flores. —Está bien —susurré.
Mirando hacia atrás, vi a Nikolay y Viktor suspirando de alivio. ¿Por qué se veían tan
tensos?
Me encogí de hombros y les sonreí de nuevo. —Iré más tarde.
—Si. Más tarde —estuvo de acuerdo Viktor. Dándome la vuelta, volví a subir las
escaleras sintiéndome pensativa. Desearía poder verlo ahora mismo.
Llevando las flores a mi pecho otra vez, sacudí mi cabeza. —Oh, bien. Lo veré
más tarde —murmuré, antes de enterrar mi cara en el ramo. El sentimiento de
derrota me abandonó y me sentí sonriendo de nuevo.
Cuando llegué al rellano superior, giré a la izquierda hacia mi habitación, pero
algo llamó mi atención a la derecha.
Alessio
Dándome la vuelta, estaba a punto de llamarlo cuando vi a alguien más. No
cualquiera. Sino Nina
Mi sonrisa se perdió en un instante.
Él me estaba dando la espalda así que no podía verme. Pero Nina me vio y sonrió.
Su sonrisa fue diabólica. Fue una que se llenó de triunfo. Levantó una mano y la puso
sobre el brazo de Alessio y se acercó más.
—Alessio —canturreó lo suficiente alto como para que yo escuchara.
Él le respondió, pero no lo escuché. Todo lo que veía era lo cerca que estaba Nina.
Estaba prácticamente pegada al cuerpo de Alessio.
Mi estómago se retorció casi dolorosamente y di un paso atrás. Mis brazos
cayeron flácidos a mi lado mientras me picaba la nariz.
Toda la felicidad, todo lo que sentí hace unos segundos se evaporó, dejándome
vacía.
Pero luego sentí algo que nunca antes había sentido hirviendo dentro de mí,
como olas rompiendo a mí alrededor. Mi pecho se apretó, oprimiendo más mientras
continuaba dando pasos hacia atrás.
¿Por qué hizo esto?
Me dejó tocar el piano. Tocaba para él todas las noches. Él compartió el arroyo
conmigo. Él me besó. Me sostuvo en sus brazos. Y él me dio flores. Pensé que teníamos
algo especial.
Pensé que significaba algo. Pensé que yo significaba algo para él.
Me di cuenta de que estaba llorando. Me sequé las lágrimas.
Me dolía el corazón.

220
Colocando una mano sobre mi boca, amortigüé cualquier sonido que pudiera
surgir.
Lo describiría como una ola. Viene chocando en tu corazón con tantos sentimientos
encontrados... duele.
La voz de Maddie sonó en mi mente mientras miraba a Nina y Alessio. Cuando
los vi entrar a su oficina, rápidamente me di la vuelta y pestañeé las lágrimas de
frustración. Puse mi mano sobre mi pecho, donde mi corazón estaba furioso.
No podía entenderlo. ¿Podría Maddie tener razón?
¿Estaba... celosa?

221
Capítulo 40
Bajo la capa de dolor y decepción, estaba enojada con Alessio y conmigo misma.
¿Por qué me importaba?
Era una sensación nueva y extraña recorriendo mi cuerpo. Enfado. No recordaba
la última vez que me permití sentir tanta emoción. Había aprendido a apagar todas
mis emociones, entumeciéndome de todo y de todos los que me rodeaban. Sin
embargo, me sentía herida, decepcionada, enojada y celosa.
Alessio me dio risas, sonrisas y paz. Y ahora, en mi corazón, dolía. Se sentía como
si se hubiera llevado todo eso.
Se suponía que no debía importarme, pero no importaba cuánto traté de evitar
involucrarme emocionalmente, había fallado.
Aparté la vista de la puerta y miré el ramo que tenía en la mano.
Un suspiro lleno de abatimiento escapó de mis labios, y me aparté de su oficina,
caminando lentamente hacia mi habitación. Al entrar, encontré a Maddie sentada en
mi cama, con mi libro en su regazo. Su cabeza se levantó de golpe cuando me escuchó.
— ¿Ayla? —Maddie preguntó, con las cejas fruncidas en confusión. Colocando el
libro sobre la cama, me indicó que me acercará—. ¿Qué pasa? Pensé que ibas a ver a
Alessio.
Tragando con fuerza contra la bola de tristeza, sacudí la cabeza y acerqué las
flores a mi pecho. —Estaba con Nina.
Hubo silencio al principio y luego estalló. — ¿Qué? —Dijo ella, levantándose
enojada de la cama—. Ese pequeño…
—No tuve la oportunidad de hablar con él. No me vio. —La imagen de ellos
apareció ante mis ojos, causando una repentina ola de ira dentro de mí. Miré las flores
y luego, sin pensar, las tiré sobre la cama.
—Aww, bebé... —escuché a Maddie susurrar a mi lado, su voz casi
tranquilizadora. Girándome, la enfrenté, colocando mi mano sobre mi pecho.
— ¿Qué es este sentimiento? Lo odio. ¿Es así como se sienten? ¿Los celos? Si es
así, entonces no me gustan.

222
Los ojos de Maddie reflejaban simpatía y comprensión. Ella se acercó y colocó
ambas manos sobre mis hombros. — ¿Cómo se siente?
—Duele. Me siento sin esperanza. Triste. Y luego enojada. Tal vez conmigo
misma, porque odio sentirme así.
Mirando otra vez a las flores que había tirado descuidadamente, me sentí
culpable. Otro sentimiento confuso. Inclinándome, agarré las flores nuevamente y
acerqué el ramo a mi pecho. Enterrando mi cara en los pétalos suaves, cerré los ojos
con un suspiro.
Una lágrima escapó de la esquina de mi ojo, cayendo sobre los pétalos. —Pensé
que lo que compartíamos juntos significaba algo para él.
—Lo hace. Sé que lo hace. Solo es demasiado terco para admitirlo —argumentó
Maddie.
Pero sacudí mi cabeza en respuesta.
Soltó un suspiro cansado detrás de mí y luego sentí su mano sobre mis hombros.
—Dime algo —susurró. — ¿Por qué crees que te sientes así?
Me encogí de hombros.
Maddie sonrió ante mi respuesta. —Sientes algo por él —dijo confiadamente.
Respiré profundamente, mi corazón latía con fuerza ante sus palabras, mientras
mi estómago se retorcía en nudos. Sus palabras eran impactantes pero muy ciertas.
Maddie tenía razón. Sentía algo por Alessio. Cada vez que él estaba cerca, mi
mente y mi cuerpo sentían que ya no eran míos. Cuando estaba cerca, me sentía ligera
y libre. Y cuando estaba lejos, mi corazón lo llamaba, deseando que estuviera cerca
nuevamente.
No quería admitirlo, pero Alessio se había convertido en el motivo de mi
felicidad. Me había dado una felicidad que nunca antes había sentido. Me hacía
sonreír, sin siquiera intentarlo. Mi corazón estaba en paz cuando estaba con él.
Me negué a admitir que Maddie tenía razón. Soltó una pequeña risa, sus ojos
brillaron con picardía.
— ¿Confías en mí? —preguntó.
Sorprendida por la repentina pregunta, asentí lentamente. —Si. Por supuesto.
— ¿Harás lo que te diga?
Mirándola confundida, hice una pregunta. — ¿Qué quieres decir?
—Solo confía en mí, ¿de acuerdo? Tengo esto. Solo sígueme la corriente y haz lo
que te diga.
Sacudí mi cabeza y le di una mirada seria.
—Maddie, ¿de qué estás hablando?
—Lo siento mucho. Realmente lo siento. Me disculparé más tarde —Se mordió
los labios nerviosamente y parecía extremadamente culpable. La vi estremecerse y
luego sentí un dolor agudo en el tobillo. ¿Ella me acaba de patear?
— ¡Ay! —Grité, inclinándome.
—Lo siento. —Maddie tomó el ramo de mi mano y me empujó sobre la cama, de
modo que estaba sentada.

223
Me estremecí ante el dolor y me incliné, frotando una mano sobre mi tobillo
dolorido.
Miré a Maddie y ella hizo un puchero.
— ¿Por qué fue eso? —Pregunté, completamente aturdida.
—Confía en mí, ¿de acuerdo? Solo aguanta el dolor. Ahora vuelvo —dijo,
caminando hacia atrás. Antes de que pudiera responder, ella salió corriendo de la
habitación.
Maddie estaba absolutamente loca. ¿Qué estaba haciendo ahora?

***

Alessio

Sentándome en mi sillón, vi a Nina colocar su bolso en la mesa de café mientras


se sentaba frente a mí.
— ¿Entonces? —Pregunté, sintiéndome impaciente. Justo cuando estaba a punto
de ir a ver a Ayla, Nina hizo su aparición. Se suponía que debía informarme, pero me
había olvidado por completo. Solo había estado pensando en Ayla.
E incluso ahora, todo lo que quería saber era si le habían gustado las flores.
—No pasó mucho —dijo Nina—. Alberto y sus hombres todavía tratan mal a las
mujeres. Sigue siendo lo mismo. Nada ha cambiado. Ahora tiene más poder, por lo que
será más difícil detener el abuso en los burdeles y clubes.
La había enviado a vigilar los clubes, actuando como una prostituta para que me
informara con información interna. Hasta ahora, nada había cambiado.
Suspirando de frustración, pasé mi mano por mi cabello. —Mierda.
—Lo siento. Desearía poder ayudar más, pero...
—Has hecho más que suficiente. Pero te quiero fuera de allí ahora. Se está
volviendo demasiado peligroso, y cada vez que vas allí, te estás poniendo en riesgo.
Tus servicios ya no serán necesarios — le dije.
Pareció confundida por un momento, y luego asintió. — ¿Qué hago ahora?
—Eres libre de hacer lo que quieras. No te quiero cerca de los clubes,
¿entendido? —Respondí, mi tono firme.
Nina asintió, manteniendo la mirada baja en respeto.
Recostándome contra el sillón, crucé los brazos sobre mi pecho.
—Puedes irte —ordené.
—Oh. —La boca de Nina se abrió en estado de shock. Sabía lo que esperaba, pero
no lo iba a tener. Hoy no. Ya no.
Sus ojos se abrieron por un segundo, y luego sonrió, su expresión se volvió
seductora y sensual. Se lamió los labios y luego se adelantó, su falda corta subió más
en el proceso hasta que sus muslos apenas se cubrían.
—Alessio —susurró, levantándose del sofá y caminando alrededor de la mesa
de café hacia mí. Apreté los dientes molesto por su desesperado intento de seducirme.

224
Hace unos días, habría aceptado sus avances, y la hubiera inclinado sobre mi
escritorio, mi polla dentro de ella en cuestión de segundos.
Pero en este momento, todo en lo que podía pensar era en Ayla. Su dulce sonrisa,
sus mejillas sonrojadas y sus labios hinchados después de mi beso. Se había
apoderado de mi mente y mis sentidos, haciendo que todo y todos los demás
parecieran sombríos en comparación con ella.
Levanté una mano para detener los avances de Nina cuando se inclinó hacia
adelante, mostrándome su escote apenas cubierto.
—Nina… —Antes de que pudiera terminar, la puerta se abrió de golpe,
sorprendiéndonos a los dos. Girando la cabeza, vi a una Maddie sin aliento corriendo
dentro.
—Ayla —jadeó—. Ella está herida.
Mis ojos se abrieron y rápidamente me puse de pie, haciendo que Nina perdiera
el equilibrio y tropezara.
— ¿Qué pasó? —Exigí, mi voz llena de pánico.
Maddie respiró hondo y miró a Nina antes de responder. —Se torció el tobillo
muy mal y no puede caminar. Está en su habitación.
Maldije, saliendo corriendo de mi oficina. Me dirigí a la habitación de Ayla y
encontré la puerta ya abierta.
— ¿Ayla? —Entré. Estaba acostada en su cama pero rápidamente se sentó al
escuchar mi voz.
—Alessio —dijo, y luego la vi hacer una mueca, su frente se arrugó con
incomodidad.
Corriendo, me detuve frente a ella. — ¿Estás bien?
—Estoy bien —dijo.
Miré su tobillo enrojecido, luego me arrodillé frente a ella, pero no la toqué,
temiendo que pudiera lastimarla más.
Cuando ella acercó sus pies a la cama y se alejó de mí, puse una mano sobre su
rodilla, deteniéndola. —No te muevas. —Suavemente tomando su pie en mi mano, lo
inspeccioné—. ¿Duele cuando te mueves?
—Un poco.
Miré a Ayla. Ella me estaba mirando, aparentemente confundida.
Me puse de pie, me incliné y envolví un brazo detrás de su espalda y uno debajo
de sus rodillas, levantándola para acunarla contra mi pecho.
— ¿Qué estás haciendo? —ella preguntó.
—Te llevaré con Sam. Él sabrá si estás bien o no —le respondí, sacándola de su
habitación y bajando a la habitación de Sam.
Ayla guardó silencio en mis brazos. Cuando nos acercamos, la escuché suspirar.
— ¿Cómo sabías que estaba herida? —ella preguntó.
—Maddie me dijo que te torciste el tobillo. Ella dijo que no podías caminar —le
respondí.

225
—Oh. —Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Fue débil y rápida, pero
definitivamente estuvo allí.
Me detuve frente a la habitación de Sam y Ayla se inclinó para llamar a la puerta.
Se abrió en unos segundos y Sam se paró en la puerta. Sus ojos se abrieron al ver a
Ayla en mis brazos y rápidamente retrocedió, indicándome que entrara.
— ¿Qué pasó? —preguntó.
Puse a Ayla en su cama y me paré a su lado. —Ella se torció el tobillo.
Sam se arrodilló frente a Ayla e inspeccionó su tobillo. Sus labios se torcieron
pensativamente y le hizo varias preguntas a Ayla mientras yo me cernía sobre ella,
ansioso y preocupado. La idea de que ella tuviera dolor no me sentaba bien.
La sensación de protección que sentía hacia ella era la primera. La necesidad de
mantenerla segura y feliz era un sentimiento primario dentro de mí. Todos los días se
hacía más fuerte, hasta que solo ella me importaba.
—No está mal. Nada de qué preocuparse. Solo un esguince muy pequeño que ni
siquiera dolerá después de dos días —dijo Sam.
Levantó la vista y le sonrió amablemente a Ayla, sus ojos marrones se arrugaron
en las esquinas. —Te daré un poco de crema para aliviar el dolor. Simplemente frótalo
sobre tu tobillo dos veces al día hasta que ya no duela —dijo.
Ayla asintió y me miró tímidamente mientras un tenue color teñía sus mejillas.
Cuando me vio mirándola, rápidamente bajó la mirada nerviosamente.
Sam regresó con un pequeño tubo en la mano. —Aquí. Esto debería ayudar con
el dolor. Frota suavemente sobre el área adolorida y debería hacer el trabajo.
—Gracias —dijo.
Maddie entró en la habitación. — ¿Entonces? —preguntó ella, caminando
directamente hacia Ayla.
Ayla le dirigió una mirada extraña y sacudió la cabeza. —Estoy bien —respondió
ella antes de murmurar algo por lo bajo.
Se puso de pie y se tambaleó un poco, y yo instintivamente envolví un brazo
alrededor de su cintura, acercándola a mí.
Puso una mano sobre mi pecho e intentó salir de mi abrazo, pero mis brazos se
apretaron alrededor de ella, deteniendo su movimiento.
—Puedo caminar —dijo ella, su voz saliendo un poco entrecortada.
—No debes presionar demasiado el tobillo.
Ayla miró a Maddie. —Ella me puede ayudar. Estoy segura de que tiene otras
cosas que hacer.
—Cierto. Yo la ayudaré. No quiero molestarte de tu trabajo y todo eso —agregó
Maddie, mirándome.
Antes de que pudiera responder, Maddie ya estaba alejando a Ayla de mí y no
tuve más remedio que dejarla ir. Cuando salió de mi abrazo, de repente me sentí vacío
y ya extrañaba tener su pequeño cuerpo contra el mío.
Cuando estuvieron fuera de mi vista, asentí a Sam y luego subí las escaleras. Vi a
Nina en lo alto de la escalera. Ella sonrió brillantemente, sus ojos centelleaban.

226
—Alessio —susurró.
—Necesitas irte —ordené, mi voz áspera e inflexible.
— ¿Qué? —farfulló, sus ojos se agrandaron.
—Exactamente lo que dije. Vete. Ya no te quiero aquí. —Nina era buena en su
trabajo. Ella era una ventaja, pero ya no la necesitaba, excepto por su trabajo en el
campo.
—Pero Alessio…
—Te lo dije, tus servicios ya no serán necesarios —le dije con los dientes
apretados, puntuando cada palabra para que ella entendiera el significado.
Su boca se abrió conmocionada. — ¿Quieres decir…?
—Lo escuchaste. Ya no quiere follarte más. Así que piérdete.
Ante la voz de Maddie, cerré los ojos con frustración y me pellizqué el puente de
la nariz. Tomando algunas respiraciones profundas, abrí los ojos para verla
mirándonos.
La cara de Nina se tornó furiosa y torció los labios con enojo, luego me miró,
esperando.
Le di una mirada fría y crucé los brazos sobre mi pecho, levantando una ceja en
cuestión.
—Me voy —espetó ella. Su expresión era fría mientras me rodeaba. Nina era una
perra insensible y amaba ser así. Y Maddie tenía que caminar con cuidado antes de
meterse en problemas.
—Adiós, Felicia —llamó Maddie mientras rodaba los ojos.
Cuando llegué al rellano superior, Maddie se paró frente a mí, bloqueándome el
paso.
—Lo juro por Dios... si estás jugando con Ayla... —advirtió, la ira brillando en sus
ojos.
— ¿Por qué diablos piensas eso? —Gruñí, dando un paso adelante,
completamente indignado por su pregunta.
Indicó dónde había estado Nina hace unos momentos. Cuando me di cuenta, la
ira me abandonó y me estremecí ante la idea.
—Nada iba a suceder —dije.
Maddie parecía sospechosa. —Ayla te vio entrar a la oficina con Nina. Ella
pensó... ella estaba completamente desconsolada, Alessio.
La culpa recorrió mi cuerpo y juré por lo bajo.
—Imagina cómo te sentirías si vieras a Ayla con otro hombre —agregó Maddie.
El pensamiento me hizo ver rojo. Mis manos se apretaron en puños hasta que
me dolieron los nudillos. Apreté los dientes.
Ella levantó una ceja. —Exactamente —murmuró antes de regresar a la
habitación de Ayla.
Miré su espalda y luego me apoyé en la barandilla, mi mente se llenó de
pensamientos peligrosos.

227
Cuando vi a Ayla por primera vez y le propuse que trabajara para mí, esto no era
lo que tenía en mente.
Se suponía que debía trabajar para mí y la mantendría cerca porque quería
follarla. Esa era mi intención. Pero ya no se trataba de lujuria. No se trataba de follarla
y terminar con ella.
Era más, algo que no podía entender. Un sentimiento que no entendía.
Pero ya no estaba en contra. Me permití disfrutar de esta emoción extraña,
esperando ver a dónde me llevaría, esperando que no nos destruya a ninguno de los
dos en el proceso.
Suspirando, pasé mi mano por mi cabello. Pensé que era el único que sentía lo
que había entre nosotros. Pero Ayla también lo sentía y yo la había lastimado.
Una conexión tan profunda, tan irrevocablemente bella pero inquietante y
peligrosa. Nos trajo paz, incluso a través del dolor.

228
Capítulo 41
Ella me estaba esperando, sentada al piano, con la mirada fija en la pared frente
a ella, parecía completamente perdida en sus pensamientos.
Al verme, ella sonrió y yo me senté en el sofá frente al piano, manteniéndome
enfocado en ella todo el tiempo.
No había tenido la oportunidad de hablar con ella desde esta mañana. Si no me
equivocaba, ella me estaba evitando.
Tan pronto como me viera, caminaría hacia otro lado o actuaría como si no me
viera. Si sus ojos captaban los míos, su expresión era impasible, sus labios se
adelgazaban en una línea dura.
Mientras continuaba mirándola, el piano lo único entre nosotros, me dio una
mirada extraña y luego su expresión quedó en blanco otra vez antes de mirar las
teclas.
Mientras escuchaba la música inquietantemente hermosa, me sentí
completamente paralizado por su belleza y la mirada pacífica en su rostro.
Todo lo que tenía que hacer era sentarse allí en silencio y ya tenía toda mi
atención.
Después de tres canciones, se detuvo y luego abrió los ojos, haciendo contacto
visual directo conmigo. Sonreí, tratando de parecer lo más amable posible, pero ella
lo ignoró y luego fue al estante de libros.
Se tomó su tiempo para elegir un libro, poniéndome nervioso con cada segundo
que pasaba.
Agarrando un libro en la mano, regresó y se sentó en el sofá a mi lado. Todo el
tiempo, lo hacía en silencio mientras mantenía sus ojos lejos de los míos.
Esperé a que ella dijera algo.
No sabía cuánto tiempo estuvimos así. Traté de hacer algo de trabajo, pero
estaba demasiado perdido en Ayla para pensar.
Mi mirada seguía moviéndose hacia ella, y algunas veces me daba cuenta de que
me estaba mirando, pero rápidamente apartaba la mirada cuando notaba que la
miraba. Incluso la vi fruncir el ceño ante el libro y luego torcer los labios con molestia.

229
Cuando ya no pude soportar el largo y frustrante silencio, me aclaré la garganta
y me moví un par de veces en mi asiento, tratando de atraer la atención de Ayla hacia
mí.
Pero ella era terca. Aclarando mi garganta otra vez, abrí la boca para decir algo,
pero rápidamente la cerré cuando me di cuenta de que no sabía qué decir.
Miré a la pared con frustración, pero la pintura me llamó la atención. Era una
hermosa pintura de un campo de flores vibrantes y coloridas.
Eso es, pensé.
— ¿Te gustaron las flores? —Pregunté, rompiendo el doloroso silencio entre
nosotros.
—Estaban bien —respondió con rigidez antes de mirar de nuevo el libro.
¿Qué tipo de respuesta era esa?
— ¿Entonces te gustaron?
Ayla se encogió de hombros. —No fueron malas.
—Oh —murmuré, mis hombros cayeron decepcionados.
A ella no le gustaron.
Tragando saliva, me recosté contra el sofá. Ayla estaba tan feliz con las flores que
Maddie le había regalado que pensé que las amaría.
Me pasé una mano por la cara y cerré los ojos con cansancio. En mi intento de
hacerla sentir mejor, me equivoqué.
Después de unos minutos, me di cuenta de que me estaba mirando. Ella se puso
rígida y su mirada se desvió rápidamente. Vi un ceño desafiante en su rostro.
De repente, ella se levantó y comenzó a irse.
— ¿A dónde vas? —Pregunté, levantándome también. Sus pasos vacilaron y se
dio la vuelta, mirándome de nuevo. Sus hombros fueron empujados hacia atrás con
valentía y me miró directamente, sus ojos verdes vibrantes y llenos de emociones
indescifrables.
—Me voy a dormir —dijo—. Ya es tarde.
¿Eso es todo? Me aclaré la garganta y luego asentí. —Bueno. Buenas noches.
Nos miramos el uno al otro en silencio por unos segundos. Asintiendo
silenciosamente hacia mí, se dio la vuelta y salió de la habitación.
La miré alejándose, sin palabras. ¿Qué mierda acaba de pasar?
Di un paso atrás hasta que golpeé el sofá.
Ayla ni siquiera había dicho buenas noches.

***

Habían pasado tres días. Gruñí de frustración y aparté los papeles. Tres días de
Ayla apenas diciéndome una palabra.
Me recosté en mi silla y giré el cuello de un lado a otro, tratando de liberar la
tensión.

230
No entendía lo que hice mal. Intenté todo, pero ella se quedó completamente
cerrada. Sabía que ella no era así con los demás. La vi hablando animadamente con
Maddie, una sonrisa siempre en su rostro, sus ojos brillando intensamente.
Pero conmigo, ella fruncía el ceño en mi dirección. O a veces, su expresión era
completamente impasible.
Y me estaba desesperando. Solo una vez, quería que me sonriera. Quería ver sus
ojos brillar de felicidad mientras me miraba. Al igual que en el arroyo o cuando tocó
el piano por primera vez.
Cerrando los ojos con fuerza, me froté la frente, un suspiro cansado escapó de
mis labios. Cuando escuché que se abría la puerta, mis ojos se abrieron de golpe y me
incliné para ver a Maddie entrar a mi oficina.
Cerró la puerta y luego se apoyó contra ella en silencio.
— ¿Qué pasa? —Pregunté, colocando ambos codos en mi escritorio mientras
esperaba la respuesta.
— ¿Qué es Ayla para ti? —Preguntó Maddie, acercándose.
Su pregunta me sorprendió por completo. Alejando mi silla del escritorio, me
puse de pie y la rodeé. — ¿Qué tipo de pregunta es esa?
—Una importante.
No estaba de humor para discutir. Le envié una mirada escalofriante.
—Escucha…
—Ayla no es alguien con quien jugar. Si solo quieres follarla, entonces no lo
hagas. No la lastimes, Alessio. Ella no se lo merece y no es como esas putas con las que
follas —escupió Maddie.
— ¿De qué estás hablando? —Gruñí—. ¡Nunca trataría a Ayla así! —Cuando di
un paso adelante, ella solo empujó sus hombros hacia atrás en desafío.
— ¿Cómo te sientes acerca de ella? —Maddie me iba a volver loco.
—No es asunto tuyo —siseé.
— ¡Sí lo es! Porque si la lastimas...
— ¡No voy a lastimarla!
Sus hombros cayeron y ella suspiró. —Ayla estaba realmente herida cuando te
vio con Nina.
—Lo sé —murmuré.
—A ella le gustas, Alessio. Mucho. Ella ya está involucrada emocionalmente.
Mi corazón se aceleró y mi estómago se sintió extraño. Una bola de emociones
se sentó en la base de mi garganta mientras mi pecho se sentía insoportablemente
apretado. La idea de que Ayla sintiera incluso un poco de lo que yo sentía hizo que mi
corazón se volviera loco.
El miedo siempre sería una constante. No quería estropear esto, pero nunca supe
cómo lidiar con mis sentimientos. Cada vez que se volvían demasiado, los apagaba. Y
no quería que Ayla sintiera el impacto de ello. Quería protegerla del dolor.
—Si no sientes lo mismo, déjala ir. No la lastimes —agregó Maddie.

231
Tragué saliva y luego aparté la mirada. —Lo que siento por Ayla... no lo entiendo.
Pero no puedo soportar verla herida o triste. Cuando estoy con ella, estoy
completamente perdido en ella. Ella es todo en lo que puedo pensar.
Sus ojos se abrieron en estado de shock.
—No voy a lastimarla, Maddie. Herirla es lo último que quiero hacer.
Ella sonrió radiante. Sacudiendo mi cabeza hacia ella, sonreí.
— ¿Es por eso que viniste aquí? ¿Para saber lo que siento por Ayla?
Maddie asintió con la cabeza. —Solo estoy preocupada. Ella no es alguien con
quien jugar. Ella es inocente y frágil. Necesitas cortejarla suavemente y con paciencia.
—Lo sé.
Maddie juntó las manos y rebotó sobre los dedos de los pies. —Está bien —dijo.
— ¿Es eso todo?
—Sip. Puedes volver a trabajar ahora.
Maddie me envió otra sonrisa y luego se volvió para irse. —Espera —le dije.
— ¿Si?
¿Cómo se suponía que iba a decir esto sin parecer un completo idiota?
Tragué fuerte.
— ¿Qué tipo de flores les gusta a las mujeres?
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, quise golpearme.
Maddie me miró por unos segundos en completo silencio. Y luego se echó a reír.
Le envié una mirada feroz y rápidamente se cubrió la risa con una tos. — ¡Lo
siento!
Cruzando los brazos sobre mi pecho, esperé con impaciencia su respuesta.
Maddie sacudió la cabeza. —Eres tan tonto —dijo.
—No creo que a Ayla le hayan gustado las flores que le di —respondí en mi
defensa.
En lugar de contestarme, se dio la vuelta y abrió la puerta.
—Ella amó las flores, Alessio.
Luego guiñó un ojo y se fue, cerrando la puerta detrás de ella.
Me quedé sin palabras, asombrado.
¿Ayla amó las flores?
Cuando me di cuenta, me apoyé contra el escritorio y solté una risita.
Ah, entonces la gatita está jugando, pensé con una sonrisa.

232
Capítulo 42
Ayla

— ¿Cuánto tiempo se supone que debo seguir así? —pregunté.


Maddie se acostó a mi lado y miró al techo.
—Tienes que hacerlo trabajar por ello.
—No creo que pueda mantener esta fachada por más tiempo.
—Solo un poco más.
Después del drama de Nina, Maddie me dio una conferencia durante una hora,
diciéndome cómo debería y no debería actuar con Alessio. Todos los días, luchaba por
ser indiferente a su alrededor.
Cada vez que él sonreía y yo no, me sentía culpable. Podía ver que estaba
perdiendo la esperanza y se frustraba cada día. Esperaba que el plan de Maddie
funcionara y todo este drama no fuera por nada.
Sentándome, levanté las rodillas y apoyé la barbilla sobre ellas. —Maddie, no
entiendo. ¿Cómo va a funcionar esto? Me… gusta...—Tartamudeé las últimas palabras.
Era difícil de admitir, pero era la verdad.
— ¿Qué quieres decir? Si lo quieres y él también siente lo mismo por ti, entonces,
¿qué hay para pensar?
Suspiré y me levanté de la cama, parándome frente a la ventana.
— ¿Cómo funciona una relación? —Lo que tuve con Alberto no fue una relación.
No sabía cómo estar en una.
Sobre las relaciones que había leído o visto en la televisión, solo podía soñar con
ellas. Nunca fueron mi realidad.
— ¿Nunca has estado en una relación antes? —Maddie preguntó.
Cerré los ojos con fuerza contra la ola de dolor. Colocando mi mano sobre el
cristal, me estabilicé e intenté calmar mi corazón acelerado.
—He estado en una —susurré.
La frente de Maddie estaba arrugada por la confusión y ella me miró
pacientemente, esperando que diera más detalles.

233
—Pero no era lo mismo que allí —dije, señalando el libro que tenía en la mano—
. No creo que se pueda llamar una relación. Me hizo mucho daño.
Las lágrimas cegaron mi visión. Nunca pensé que admitiría tal cosa. Cuando aún
vivía con Alberto, pensé que así debía ser una relación. Aunque sabía que estaba mal,
lo acepté.
Lo que tuve con Alberto fue disfuncional.
El me destruyó. Corazón, cuerpo y alma.
Pero en el poco tiempo que había estado viviendo con Alessio, comencé a pensar
que tal vez podría ser arreglada. Podría ser feliz
Tal vez podría ser feliz con Alessio.
—Ayla. —Maddie se levantó y se acercó a mí. Estaba a punto de quitarme las
lágrimas, pero ella lo hizo por mí.
Inclinándose, colocó un beso en mi frente y luego me abrazó.
Ella se apartó de mí y luego me dio una sonrisa pálida, tratando de aligerar el
estado de ánimo. —Una relación... Hmm... —Sus ojos brillaron—. Diría que una
relación es cuando ambas partes se apoyan mutuamente, se consuelan, se traen
felicidad y risas el uno al otro. Es una conexión llena de amor, aceptación y
comprensión. No tienes que amar a alguien para tener una relación. A veces el amor
viene después. Alessio es un hombre terco, pero está loco por ti. Puedo verlo en sus
ojos. Es muy obvio. Él tiene sentimientos pero solo necesita un pequeño empujón. No
sé cómo sería una relación con Alessio, pero él ama profundamente. El ama con su
corazón. Algo de lo que tiene miedo. Pero puedes cambiar eso. Puedes ser su fuerza.
—Él es el mío —susurré—. Él es mi fuerza.
—Alessio se dará cuenta pronto. Y cuando lo haga, no podrá mantenerse alejado
de ti. Joder, ni siquiera puede mantenerse alejado de ti ahora. ¿Lo ves? Siempre te
sigue como un pequeño cachorro. Dios mío, fue una comparación tan mala. Alessio no
está cerca de un pequeño cachorro.
Me reí.
—Esperamos a que haga un movimiento —dijo Maddie.
—Ha estado haciendo un movimiento durante los últimos tres días. —Había
hecho varios intentos de hablar conmigo.
—Bueno, él necesita hacer un mejor movimiento entonces. Si sabes a lo que me
refiero. —Ella movió las cejas con picardía.
— ¡Maddie!
Ella se encogió de hombros. —No en serio. Quizás debería traerte flores otra vez.
O tal vez solo otro beso. Este hombre me está volviendo loco.
No sabía lo que iba a hacer sin Maddie. Ella siempre sabía cómo hacerme sentir
mejor.
—Esperamos entonces —le dije con una sonrisa.
Ella me guiñó un ojo y me reí.
Esperaría... porque lo necesitaba.

234
***

Entré en la sala del piano para esperar a Alessio. Nunca llegaba tarde. Siempre
estaba allí exactamente a las diez.
Podría tocar el piano incluso si Alessio no estuviera aquí, pero no lo hacía.
Yo quería tocar para él. Quería disfrutar del calor de él mirándome mientras
tocaba.
Suspirando, miré el teléfono por la hora. En cualquier momento.
Algo me llamó la atención. Mi mirada se dirigió a la silla del sofá en la que
normalmente me sentaba y solté un grito audible.
Levantando mi mano, me tapé la boca en estado de shock. Pero no pude detener
la sonrisa que apareció en mis labios.
Una sola peonía blanca yacía en el asiento.
Ligeramente agachándome, tomé la peonía en mi mano y la acerqué a mi pecho.
Enderezándome, lo sostuve allí.
Alessio
Él era muy dulce.
No podía creer que él pusiera la peonía allí para mí. Este no era un gran ramo.
Era solo una peonía, pero tenía el mismo valor y significado. Todavía me dio un vuelco
el corazón, y mis mejillas me dolían por mi amplia sonrisa.
—Puedo asumir con seguridad que amas la peonía.
Mis ojos se abrieron y rápidamente me di vuelta para ver a Alessio apoyado
contra la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la cabeza ladeada, una
pequeña sonrisa en su rostro.
Quería decir que odiaba esa sonrisa... pero realmente, no lo hacía.
Traté de ocultar mi sonrisa. —Yo... —me detuve y luego suspiré. No podía
mentir—. Es hermosa. Me encanta.
Lentamente caminó hacia mí, sus ojos intensos mientras mantenía su mirada
sobre mí. A medida que se acercaba, mi corazón se volvía loco y mi estómago se
retorcía con mariposas, una sensación que siempre tenía cuando él estaba cerca.
Alessio se detuvo frente a mí. Podía sentir su calor en mi piel desnuda. Lo miré a
los ojos. Era muy alto.
Su mirada, llena de necesidad, se movió a mis labios y los lamí instintivamente.
Alessio dio un paso más cerca hasta que estábamos apenas a una pulgada de distancia.
Respiré profundamente y mi pecho rozó el suyo.
Levantó su mano, arrastrando un dedo por la longitud de mi brazo desnudo. Me
estremecí y mis dedos se apretaron alrededor de la flor.
—Alessio...
—Ayla —susurró, bajando la cabeza.
Nos miramos el uno al otro, y luego se inclinó más cerca hasta que sus labios
estuvieron a solo una pulgada de los míos. —Voy a besarte —dijo.
—Bien…

235
Vi una pequeña sonrisa en su rostro y luego bajó sus labios para capturar los
míos. Me quedé sin aliento. Sus labios rozaron suavemente los míos y suspiré.
Alessio movió lentamente su lengua sobre mis labios, esperando pacientemente
a que abriera la boca. Me persuadió gentilmente, sin prisa. Puso la más mínima
presión sobre mis labios, y jadeé. Aprovechó la oportunidad para deslizar su lengua.
Rozando suavemente la mía, me besó lentamente, como para saborear el beso.
Esta vez le devolví audazmente el beso. Me había agarrado a mi coraje y lo había
puesto todo en juego. No creía que besar a Alessio era algo de lo que alguna vez me
cansaría. Se sentía como si me hubiera estado muriendo de hambre por su beso.
Su mano se deslizó por mi cuello, justo debajo de mis orejas, y sus dedos se
extendieron, su mano ahuecó mi mandíbula. Su otra mano se deslizó por mi cabello,
inclinándome un poco hacia arriba para un mejor acceso a mis labios.
Puse ambas manos sobre su pecho y me incliné más cerca de su cuerpo, dejando
que su calor me envolviera. En su abrazo, me sentía segura. Me sentía querida.
Alessio no se apresuró y me dejó dirigir el beso. Lamió las costuras de mis labios
y solté un pequeño suspiro. Tan suave, tan cálido, tan dulce.
Estaba borracha de sus besos.
Me mordió suavemente los labios inferiores y luego volvió a reclamar mis labios.
Esta vez su beso fue un poco más duro, un poco más exigente.
Y se lo di.
Ambos respiramos con dificultad cuando él se alejó. Alessio puso su frente
contra la mía mientras luchaba por recuperar el aliento.
—No creo que alguna vez me canse de besarte —dijo con voz ronca.
Parpadeé hacia él para ver su mirada ya fija en la mía. Sus ojos eran suaves y
llenos de adoración, una mirada que me dejó sin aliento. En la profundidad de su
mirada, vi su necesidad allí. Su deseo por mí.
Estaba completamente paralizada por sus ojos. Su mano se movió de mi cara
hacia mis caderas. Envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, me atrajo hacia
él, anclando mi cuerpo al suyo. Mi corazón latía con fuerza y mis rodillas se debilitaron
por el fervor en su mirada.
Me abrazó como si fuera preciosa. Me miró como si yo fuera lo único que podía
ver.
Me sentía hermosa
—Alessio —le dije. No sabía qué más decir.
Se inclinó y me dio un rápido beso en los labios antes de alejarse. Él asintió hacia
el piano con una sonrisa. —Ve —instó.
Mis labios se estiraron en una amplia sonrisa y asentí, apresurándome
rápidamente hacia el piano con la flor todavía en mi mano.
Nuestras miradas se mantuvieron conectadas, los dos completamente
cautivados el uno por el otro mientras pasaba los dedos por las teclas.
No cerré los ojos ni una sola vez. No aparté la vista de Alessio.

236
Cuando terminé, dejé que mi mano descansara en la tecla del piano y tragué
saliva, sintiéndome repentinamente nerviosa y tímida bajo su penetrante mirada.
— ¿No vas a leer esta noche? —preguntó.
—Oh. —Sonreí y luego me levanté.
Me acerqué a él y me detuve frente a la mesa de café, recogiendo mi libro. —Lo
haré. Estoy en el medio de este. No puedo esperar para terminarlo.
Se rio entre dientes. —Pareces emocionada por eso.
—Lo estoy —respondí, tomando asiento en la silla del sofá junto a la suya—. Es
un libro realmente bueno.
—Me alegro de que te guste.
Lo abrí y sentí los ojos de Alessio sobre mí todo el tiempo que estaba leyendo.
Fue muy difícil evitar mirarlo.
Y perdí esa batalla muchas veces.
Cada vez que nuestros ojos se encontraban, Alessio sonreía y yo le enviaba una
sonrisa propia.
Mi corazón estaba dando vueltas. Mi estómago estaba lleno de mariposas. Me
sentía llena de euforia. Y una sensación de paz me venció.
Quería quedarme así. Pero luego bostecé.
—Deberías ir a dormir —dijo Alessio, sonando anhelante.
—Hmm. —Cerré mi libro. Alessio se inclinó y apartó los pocos mechones de
cabello de mi cara, dejando que sus dedos permanecieran en mis mejillas más tiempo
del necesario.
Pasó su pulgar sobre mi mandíbula y luego de repente se inclinó hacia mí. Solté
un suave gemido cuando presionó sus labios sobre los míos. Me dio un beso rápido y
luego se echó hacia atrás, dejándome ir.
Extrañé su toque casi de inmediato.
Colocando mi libro sobre la mesa de café, me levanté y me paré frente a Alessio.
Sonriéndole, le susurré: —Buenas noches.
—Buenas noches —respondió.
Mordiéndome los labios, mis hombros cayeron ante la idea de estar lejos de él
después de pasar un tiempo tan exquisito con él.
Le di una última mirada y comencé a alejarme, pero sentí un brazo envolver mi
cintura y tirarme hacia atrás. Grité cuando caí en el regazo de Alessio. Mis ojos se
abrieron en estado de shock y lo miré.
Me dio un beso rápido en los labios y luego se retiró con una sonrisa. No pude
evitar reírme.
Respiró hondo. Colocando un dedo en la esquina de mis labios, susurró con
completo asombro: —Esta es la primera vez que te escucho reír.
Agaché la cabeza con timidez y presioné una mano sobre su pecho.
Alessio puso un dedo debajo de mi barbilla e inclinó mi cabeza hacia arriba
nuevamente. —Deberías hacerlo con más frecuencia. —Pasó su pulgar sobre mis
labios—. Tienes una risa hermosa.

237
Antes de que pudiera decir algo, sus labios reclamaron los míos nuevamente,
esta vez casi posesivamente. Tiró de mi labio inferior, exigiendo entrada. Su brazo era
como una banda de acero alrededor de mi cintura y su otra mano se acercó a mi
mandíbula.
Me besó con tanta intensidad que mi corazón latió rápidamente y me fundí con
él.
Su beso finalmente se ralentizó y suspiré contra sus labios. Sus ojos eran
intensos por la necesidad. Su toque era fuego, y sus besos eran intoxicantes.
Él era todo lo que podía pensar.
Cerré los ojos y me perdí en sus dulces besos y sus suaves caricias.

238
Capítulo 43
— ¡Se van! —Maddie hizo un puchero mientras entraba a mi habitación. —Artur
dijo que se irán por unos días.
Me enderecé y miré a Maddie con los ojos muy abiertos. — ¿Alessio también va?
Ella asintió y puso mala cara. —Si.
Él no dijo nada. Lo vi anoche pero nunca dijo una palabra. La idea de estar sin él
hizo que me doliera el corazón.
Había pasado una semana desde la primera vez que me besó en la sala del piano.
A veces, durante el día, me llevaba al arroyo. Y luego pasamos la mayor parte de la
noche juntos.
Siempre se inclinaba y me besaba profundamente en los labios. Robaría besos
mientras yo leía. A veces, me tiraba de su regazo. Apoyaría mi cabeza sobre su hombro
y leería mientras jugaba con mi cabello. Nunca presionó por más.
Estos días habían sido los más hermosos. Cada día, mi corazón se llenaba más.
Alessio se había abierto paso en mi corazón y no quería dejarlo ir. En cambio, lo
abracé.
Y ahora, me sentía angustiada ante la mera idea de pasar incluso un día sin él.
— ¿Cuánto tiempo se irán? —pregunté.
—No lo sé. Artur dijo unos días.
—Oh —murmuré, mirando mis manos, que estaban entrelazadas.
Ella se levantó. —Ven, vámonos.
— ¿Dónde? —pregunté.
—Probablemente estén a punto de irse ahora. Vamos a despedirnos de nuestros
hombres
Cuando rápidamente me puse de pie ante sus palabras, ella sonrió. La seguí fuera
de mi habitación, mi corazón latía con fuerza mientras avanzábamos por el pasillo.
Mientras bajábamos las escaleras, vimos a los hombres al pie. Nikolay y Viktor
estaban hablando, mientras Artur se apoyaba contra la pared. Alessio estaba mirando
su teléfono.
Cuando nos escuchó, levantó la vista y vi que su mirada se suavizaba al verme.

239
Maddie bajó corriendo el resto de las escaleras y saltó a los brazos de Artur.
Continué bajando lentamente, manteniendo mis ojos en Alessio. Me dio una pequeña
sonrisa cuando me detuve en la última escalera, sintiéndome nerviosa.
Agaché la cabeza con timidez y jugué con el dobladillo de mi vestido. Lo sentí
acercarse y se detuvo frente a mí. Alessio colocó un dedo debajo de mi barbilla e
inclinó mi cabeza hacia arriba hasta que estaba mirando sus suaves ojos azules.
—Estaba a punto de ir y decir adiós —dijo.
—Oh.
—Algo surgió y tengo que ocuparme de ello. Me iré por unos días.
Asentí. —Entiendo.
Bajando el último escalón, me paré a su lado. Vi a Artur sumergirse en Maddie y
ella se echó a reír. La besó profundamente en los labios.
Miré a Alessio y vi que me estaba mirando. Levantó una mano y deslizó
suavemente un dedo por mi mejilla. Pasó el pulgar sobre mis labios y luego susurró:
—Te veré luego.
—Adiós —susurré.
—Adiós.
Alessio se alejó un paso y después de darme una mirada final, se dio la vuelta y
se alejó. Los otros hombres lo siguieron de cerca y Maddie vino a pararse a mi lado.
Soltando un suspiro abatido, levanté una mano y la puse sobre mi pecho.
Mientras observaba cómo se iba, mis hombros cayeron y mi pecho se sintió
apretado.
Ya lo extrañaba.
A medida que pasaban los días, me di cuenta de cuánto necesitaba a Alessio. Su
presencia se había vuelto adictiva. Su toque. Sus besos. Sus ojos azules. Sus suaves
caricias. Sus sonrisas. Todo sobre él estaba profundamente arraigado en mí.

***

Alessio

Habían pasado tres largos y tortuosos días sin Ayla. Todas las noches, deseaba
estar con ella.
Cuando entré en la mansión, mi pecho se aligeró al pensar en estar cerca de ella
otra vez.
Ella estaba constantemente en mis pensamientos.
Y estaba jodidamente feliz de finalmente regresar.
Miré mi reloj y vi que eran casi las dos de la mañana. Ella debería estar
durmiendo en este momento. Mi corazón se hundió en decepción mientras subía las
escaleras.
—Mañana —susurré.

240
Pero cuando pisé el segundo piso, sentí la necesidad de verla. Estar tan cerca de
ella y no verla, el pensamiento en sí mismo era doloroso.
Tenía que verla, incluso si estaba durmiendo. Solo un vistazo a su hermoso
rostro y sería feliz.
Mientras me dirigía a su habitación, me detuve en seco cuando vi que la puerta
de la sala del piano seguía abierta. ¿Ayla seguía despierta?
Mi corazón dio un vuelco ante la idea y rápidamente entré. Mis pasos vacilaron
cuando la vi acurrucada en el sillón, durmiendo.
Pero eso no fue lo que me dejó sin aliento y me hizo sonreír.
Ella no estaba durmiendo en su sillón; en cambio ella estaba acurrucada en el
mío.
Caminando más cerca, me detuve frente a la bella durmiente.
Había una pequeña sonrisa en sus labios, su rostro se veía tranquilo mientras
dormía. Agachándome, tomé suavemente el libro de su mano y lo puse sobre la mesa
de café.
Me di vuelta y envolví un brazo debajo de su espalda y uno debajo de sus rodillas,
levantándola cuidadosamente y suavemente del sofá, asegurándome de no
despertarla. Ella gimió adormilada, instintivamente poniendo su cabeza sobre mis
hombros.
Sonreí y la saqué de la sala del piano. Empujé la puerta de su habitación para
abrirla, entré y la acosté en el medio de la cama. Pero cuando estaba a punto de
retroceder, sentí algo apretarse alrededor de mi solapa, impidiéndome alejarme.
Los dedos de Ayla estaban envueltos alrededor de mi camisa. Ella todavía estaba
durmiendo.
Puse mi mano sobre la de ella y suavemente desenvolví sus dedos. Se tensaron
ligeramente pero pude quitármelos, manteniendo mis ojos en su rostro todo el
tiempo. Cuando vi sus cejas fruncirse, suspiré y me senté en la cama a su lado.
No pude obligarme a irme. En cambio, me sorprendí al acostarme junto a Ayla.
Envolví un brazo alrededor de su cintura y la acerqué. Ella se enterró más en mi
pecho, como si buscara el calor y la comodidad que le ofrecía. Sus dedos envolvieron
mi chaqueta otra vez mientras se aferraba a mí con fuerza.
Y estaba tan contento de abrazarla con la misma fuerza a cambio.
Puse un beso en su sien y miré su cara dormida. Por mucho tiempo, me acosté
allí con ella en brazos, su cabeza metida debajo de mi barbilla.
Solo por un momento, me dije. Solo por unos minutos más.

241
Capítulo 44
Ayla

Podía sentir la cálida luz del sol, pero me negué a abrir los ojos. En cambio, me
acurruqué más cerca del calor a mi lado. Estaba demasiado cómoda y lánguida como
para moverme.
Tan cálido, pensé para mí misma, envolviendo mis brazos con más fuerza
alrededor del calor. Suspiré completamente satisfecha y enterré mi cara en el pecho
a mi lado.
Pero cuando me acurruqué más cerca, un extraño pensamiento se registró en mi
mente.
Mis ojos se abrieron de golpe y rápidamente parpadeé para alejarme de la
somnolencia, solo para encontrarme mirando un pecho ancho y duro.
El pánico me llenó y rápidamente levanté la vista mientras mi corazón seguía
martilleando. Entonces dejé escapar un pequeño jadeo.
Alessio
Parecía tan tranquilo mientras dormía, todo lo contrario de lo que representaba
cuando estaba despierto. Su rostro era suave y sus labios ligeramente abiertos. No
pude evitar sonreír ante la vista frente a mí.
Traté de moverme pero sentí algo apretarse alrededor de mis caderas. Mis ojos
viajaron hacia abajo para ver su brazo envuelto alrededor de mí. También vi que tenía
una pierna sobre la suya, enredándonos juntos.
Sintiéndome completamente mortificada, lentamente alejé mi pierna y traté de
escapar de su abrazo, pero su agarre era implacable. Entonces, me rendí con un
suspiro y volví a mirar su cara dormida.
Le llevé la mano a la cara, dejándola flotando allí, justo sobre su mejilla.
El pensamiento de mi mano haciendo contacto con su piel, tocándolo libremente
sin miedo, era tentador. Era una imagen atractiva flotando en mi mente, y mientras
seguía mirando la cara de Alessio, descubrí que no podía detenerme por más tiempo.

242
Suavemente puse mi mano en su mejilla, buscando cualquier indicio de que
pudiera estar despertando. Cuando no se movió, pasé el pulgar por su mejilla,
sintiendo el ligero rastrojo bajo mis dedos.
Tracé su frente, su nariz y luego sus carnosos labios. Sentí mis mejillas calentarse
mientras le pasaba el pulgar por el labio inferior y luego tracé la curva de su
mandíbula y sobre sus mejillas.
Una sonrisa tiró de mis labios mientras continuaba deslizando mis dedos hacia
arriba hasta que se encontraron con los pocos mechones de cabello que cubrían su
frente.
Mi toque era ligero y suave, mientras mi corazón era salvaje en mi pecho. Lo que
estaba haciendo me parecía prohibido. Pero al mismo tiempo, me emocionaba. Tener
este pequeño poder sobre Alessio. Para poder tocarlo tan libremente
Pero, sobre todo, estaba feliz de poder tocar a un hombre sin sentir asco y mi
cuerpo vibrar de miedo.
Puse mi mano sobre su mejilla con un suspiro de satisfacción y cerré los ojos,
dejándome sentir su calor mientras me rodeaba.
Pero la próxima vez que abrí los ojos, sus ojos estaban abiertos y me estaba
mirando.
—Buenos días —susurró bruscamente, su voz mezclada con el sueño.
Abrí la boca para decir algo pero rápidamente la cerré. Al mirar mi palma que
todavía descansaba en su mejilla, mis dientes rozaron mis labios nerviosamente.
Oh no, me atraparon.
Mis dedos se flexionaron en su mejilla y estaba a punto de alejar mi mano cuando
de repente su mano estaba sobre la mía, atrapando mi palma contra su mejilla. Jadeé
y miré sus fascinantes ojos.
Cuando los labios de Alessio se arquearon en una pequeña sonrisa, agaché la
cabeza con timidez mientras mis mejillas se calentaban de vergüenza. Mientras
escondía mi rostro en su pecho, lo sentí retumbar con una pequeña risita.
Era un hombre tan irritante. No podía creer que se estuviera riendo de mí.
Traté de alejar mi mano otra vez, pero él se aferró con fuerza, entrelazando
nuestros dedos.
—No dijiste buenos días de regreso. Eso es grosero, gatita —murmuró Alessio
en mi oído.
Entonces, volvía a ser gatita.
—Buenos días —murmuré. Se rio y soltó mi mano. Traté de alejarme de su
abrazo reconfortante, pero su brazo se apretó alrededor de mi cintura, negándose a
dejarme mover ni una pulgada.
En cambio, me atrajo más cerca hasta que mis senos se presionaron contra su
pecho. Podía sentir todo. Incluso su erección presionando contra mi estómago.
Estaba completamente mortificada. Presionando mis ojos fuertemente cerrados,
respiré profundamente por la nariz.
—Ayla, mírame —exigió Alessio.

243
Sacudí mi cabeza y la presioné más fuerte contra su pecho.
—Sabes que no te dejaré ir hasta que me des lo que quiero —bromeó.
Cuando no respondí, presionó sus dedos suavemente en mis caderas. —Hmm...
O tal vez solo quieres que te abrace.
Ante sus palabras, mis ojos se abrieron de golpe y levanté la vista rápidamente,
mirándolo ampliamente a los ojos. Otra risa burbujeó profundamente de su pecho
ante mi reacción. Sus ojos brillaron con picardía y me guiñó un ojo.
—Ahí estas. —Susurró tan suavemente que me hizo doler el corazón. —No
apartes la vista de mí otra vez.
Asentí. No creía que podría mirar hacia otro lado, incluso si lo intentaba. Alessio
había capturado completamente mi atención.
Con nuestros ojos aún juntos, sentí su brazo comenzar a aflojarse alrededor de
mi cintura hasta que ya no me sostuvo más. Respiré hondo y me moví ligeramente,
probando mi libertad.
Pero cuando me alejé, me di cuenta de que no me gustaba.
Me gustaba más cuando me abrazaba. Cuando sus brazos se envolvían de forma
segura y gentil a mi alrededor. Sentimientos tan conflictivos.
Le di una última mirada a Alessio, me senté, me puse las mantas en la barbilla y
aparté la vista.
—Estás apartando la mirada de mí otra vez —murmuró.
Él era muy frustrante.
Soltando el aliento, me volví hacia Alessio y lo miré directamente a los ojos. —
Ahí —dije.
—Mejor.
— ¿Por qué estás en mi habitación? —Pregunté, llevando mis rodillas hacia mi
pecho.
Vi los ojos de Alessio ensancharse por la sorpresa como si acabara de darse
cuenta de que estaba aquí. Rápidamente se sentó y se aclaró la garganta. —Te
quedaste dormida en la sala del piano y te traje de vuelta a tu habitación.
Estaba en silencio, esperando que continuara. Lo vi tragar nerviosamente y se
levantó de la cama.
—Te estaba acostando pero no me soltabas la chaqueta. Y no quería despertarte
—se quejó Alessio. Miró hacia otro lado y luego se aclaró la garganta otra vez. —Te
veré en el desayuno.
—Bien.
Alessio me envió una mirada por el rabillo del ojo y luego se alejó sin decir nada
más. Me recosté en la cama tan pronto como la puerta se cerró detrás de él.
Alessio me había mantenido a salvo en su abrazo, alejando todos los malos
recuerdos. Me había envuelto en su calor y cuando me recosté en la cama, me sentí
extrañamente vacía. Mire al lado donde Alessio había estado durmiendo.
Puse mi palma sobre el colchón y la deslice hacia arriba y abajo, justo donde
había estado hace unos momentos.

244
Mi corazón estaba haciendo el mismo baile que cuando Alessio estaba cerca,
mientras mi cuerpo se sentía ligero. Colocando mi otra mano sobre mi pecho, cerré
los ojos.
¿Qué es este sentimiento?

***

Después de que todos los hombres se sentaran a la mesa, Maddie y yo nos


quedamos, listas para ofrecer ayuda si fuera necesario. Mis dedos jugaban con el
dobladillo de mi vestido negro mientras cambiaba de un pie a otro.
No creí que fuera tan estresante. Estar tan cerca de Alessio pero evitando el
contacto visual. Estábamos a unos metros de distancia, pero parecía que estaba justo
a mi lado. Podía sentirlo mirándome. Su mirada ardía en mi piel, marcándome.
—Ayla.
La voz de Alessio interrumpió mis pensamientos. Me dio una sonrisa burlona y
luego asintió hacia la canasta en el centro de la mesa.
— ¿Puedes alcanzarme eso?
Miré a Maddie y la vi esconder una sonrisa detrás de su mano. Con un suspiro
molesto, tomé la canasta y se la llevé a Alessio.
Después de que tomó la tostada, estaba a punto de alejarme, pero sus siguientes
palabras me detuvieron.
—Gracias, gatita.
Mi boca se abrió. No podía creer que me acababa de llamar así delante de todos.
Sus palabras fueron pronunciadas en voz baja, pero aun así. Esperaba que no lo
hubieran escuchado. Cuando parecía que no estaban prestando atención, suspiré de
alivio.
No dije nada y volví a colocar el tazón en el centro de la mesa.
El resto del desayuno transcurrió sin incidentes. Los ojos de Alessio estaban
sobre mí la mayor parte del tiempo, pero lo evité.
Cuando todos los hombres se pusieron de pie y se fueron, mis hombros cayeron
aliviados y finalmente me relajé. — ¿Por qué es tan...? —Comencé a preguntarle a
Maddie, pero no pude encontrar palabras para describir a Alessio.
— ¿Exasperante? ¿Molesto? ¿Frustrante? ¿Caliente? ¿Sexy como el infierno? —
Maddie dijo.
La fulminé con la mirada. —Los tres primeros.
—A él le gusta molestarte, pero creo que es venganza.
— ¿Venganza?
Maddie asintió con la cabeza. —Por ignorarlo antes.
—Es tan irritante —me quejé, mientras ayudaba a Maddie a limpiar la mesa.
—Lo sé.

245
***

Maddie estaba hablando animadamente cuando escuchamos un golpe. Ambas


nos volvimos hacia la puerta con una expresión confusa. —Adelante —dije.
La puerta se abrió y Alessio se paró en el marco. Mis ojos se abrieron y me senté
rápidamente mientras Maddie intentaba parecer ocupada con el libro en la mano.
— ¿Quieres ir al arroyo? —preguntó, su mirada ligeramente moviéndose hacia
Maddie.
Mi corazón se aceleró y asentí con una sonrisa. —Si.
—Te esperaré abajo —dijo, saliendo y cerrando la puerta detrás de él.
Colocando una mano sobre mi boca, traté de ocultar la risita que amenazaba con
escapar.
—Eres demasiado linda para tu propio bien, Ayla. —Maddie se echó a reír.
Salté rápidamente de la cama y estaba casi en la puerta cuando la voz de Maddie
me detuvo. —Espera.
— ¿Qué?
— ¿Por qué no te cambias? ¿En lugar de usar tu uniforme? —sugirió, sentándose
en mi cama.
—Realmente no tengo ningún otro atuendo —dije—. Excepto el par de jeans y
la camisa blanca que Lena me consiguió.
—Ningún problema. Dame un minuto. —Maddie se levantó de la cama, pasó
corriendo a mi lado y salió de la habitación.
Mientras esperaba, me ponía más nerviosa e impaciente.
Después de unos minutos, volvió corriendo a la habitación con un vestido. Ella
contuvo el aliento y me lo metió en las manos. —Apresúrate. Cámbiate.
Mirando el vestido, di un paso atrás. —Qué…
—No hagas preguntas. Estás perdiendo el tiempo. Date prisa —espetó Maddie.
Fui al baño y me cambié, luego miré mi reflejo. —Wow —dije.
El vestido de encaje blanco era simple pero elegante. Llegaba hasta la mitad de
mi muslo y había un cinturón marrón alrededor de mi cintura. Había pasado mucho
tiempo desde que usé un color claro, pero este vestido era absolutamente hermoso.
Pasé una mano por mi cola de caballo.
Te ves más hermosa con el cabello suelto.
La voz de Alessio sonó en mi cabeza y me mordí los labios nerviosamente cuando
una sensación de vértigo me venció.
Sin pensarlo dos veces, me quité la banda, dejando que mi cabello cayera por mi
espalda en ondas. Alessio lentamente se estaba apoderando de mi mente y no había
forma de detenerlo.
En lugar de luchar contra eso, estaba dejando que sucediera. Ya no tenía la fuerza
para luchar contra mis sentimientos.
Salí del baño y Maddie aplaudió.

246
—Definitivamente te ves más bonita en el vestido que yo —dijo con un guiño—
. Alessio no podrá quitarte los ojos de encima.
—Silencio —murmuré, mirando hacia abajo con timidez.
—Bien. Ve ahora. Alessio es un hombre impaciente. No le gusta esperar.
Me reí mientras ella rodaba los ojos con exasperación. —Lo sé.
Rápidamente salí corriendo de mi habitación y bajé las escaleras. Él estaba
afuera.
Cuando salí, cerré los ojos y respiré hondo. El dulce olor de las flores y el aire
fresco llenaron mi nariz, relajándome al instante. Me volví hacia un lado y vi a Alessio
apoyado contra la pared.
Sus ojos se abrieron al verme. Su mirada recorrió mi cuerpo, descansando un
poco más sobre mis piernas antes de volver a mi cara.
Bajo su penetrante mirada, me sentí sonrojar y un ligero escalofrío recorrió mi
cuerpo. Se alejó de la pared y dio un paso hacia mí antes de detenerse.
Alessio se aclaró la garganta y asintió hacia el bosque. —Vamos —dijo. Asentí y
él comenzó a caminar, guiándonos por el camino hacia el hermoso arroyo.
Una ola de desilusión me atravesó cuando no dijo nada más. Lo seguí en silencio,
hojas y ramitas crujiendo bajo nuestros pies.
Caminamos más dentro en el bosque y fuera de la vista, uno al lado del otro.
Mi respiración latió rápidamente cuando tomó mi mano. Mi mirada volvió a
levantarse, mirando su rostro.
Una pequeña sonrisa tiró de mis labios. El toque de Alessio era suave y gentil.
Sus dedos se movieron sobre el dorso de mi mano, casi como una pluma. Y luego
lentamente se entrelazaron con la mía, sosteniendo mi mano firmemente en la suya
mientras nos dirigíamos hacia el arroyo.
Mi corazón latía en mi pecho. Instintivamente, mis dedos se apretaron alrededor
de los suyos y él suavemente apretó mi mano hacia en respuesta, haciéndome saber
que sentía lo mismo.
Guardé la imagen en mi mente y corazón, porque siempre la atesoraría. Mi
pequeña mano pálida estaba envuelta protectoramente en la mano áspera y mucho
más grande de Alessio. La imagen representaba más que solo dos manos
sosteniéndose.
Era un vínculo que compartíamos en nuestro punto más oscuro y más débil.
—Ya casi llegamos —dijo Alessio.
Tarareé en asentimiento.
Finalmente nos libramos de los árboles.
Solté su mano, luego me detuve frente al arroyo y me arrodillé sobre la hierba.
Inclinándome, mis manos se cernieron sobre el agua corriente durante unos
segundos antes de sumergir mis dedos en la corriente.
El agua estaba fría pero era relajante. Dibujé círculos y algunos patrones
extraños en el agua, completamente perdida en el momento.
— ¿No está fría el agua? —preguntó, dando un paso detrás de mí.

247
—No está tan mal. —Tomando un poco de agua en mis manos, me paré—. Aquí
—dije, moviéndome hacia él.
Bajó la mirada hacia el agua ahuecada en mis manos. —No está mal —susurró,
sintiendo la temperatura. Deje que el agua se deslizara entre mis dedos.
Cuando levanté la vista, Alessio estaba mirándome fijamente.
Estaba a punto de dar un paso atrás, tratando de poner algo de distancia entre
nosotros, pero Alessio envolvió su mano alrededor de mi cintura, tirando de mí con
fuerza contra su duro cuerpo.
Mi aliento conmocionado resonó a nuestro alrededor y una pequeña sonrisa
apareció en sus labios, mostrando la muesca de su hoyuelo en la mejilla. Me fundí en
su abrazo, mis rodillas se debilitaron mientras él continuaba mirándome con los
mismos ojos azules intensos.
Alessio levantó una mano y tomó un mechón de mi largo cabello negro,
envolviéndolo flojamente alrededor de su dedo índice.
—Me gusta tu cabello así. Cuando está suelto.
Su voz era suave. Ante sus palabras, luché por reprimir la sonrisa que se formaba
en mis labios.
Sus palabras eran dulces y simples, pero tiraron de los hilos de mi corazón.
Trajeron vida a mi corazón roto. Una verdad tan simple... fue suficiente para
reconstruir un fragmento destrozado.
Cada día, Alessio lentamente volvía a poner los pedazos rotos de mi corazón. Con
solo suaves caricias y dulces palabras, estaba devolviéndome la vida.
—Deberías dejarlo suelto más a menudo —continuó, sus dedos rozaron
suavemente mi mandíbula.
—Bien. —En ese momento, estaba lista para hacer cualquier cosa que me
pidiera.
Alessio inclinó lentamente la cabeza hacia abajo hasta que su frente se apoyó
contra la mía, sus labios a solo una pulgada de los míos. Todo lo que tenía que hacer
era avanzar un poco y nuestros labios se tocarían.
Pero no lo hice.
—Alessio —susurré.
— ¿Si?
— ¿Qué es esto? —Pregunté, finalmente sacando el coraje de mi interior.
Las cejas de Alessio se fruncieron en confusión y apartó la frente pero mantuvo
sus brazos adheridos a mí alrededor. — ¿Qué?
—Esto, entre nosotros. ¿Qué es esto? ¿Cómo va a funcionar?
Durante su ausencia, esas mismas preguntas me persiguieron día y noche.
Alessio invadió mis pensamientos y mi corazón. Él era todo en lo que podía pensar
pero también estaba asustada. La incertidumbre me estaba haciendo perder el
control lentamente.
Necesitaba saber lo que él realmente quería.

248
Alessio me miró a los ojos, su rostro impasible por un segundo. Mi estómago
cayó en un hoyo vacío ante la expresión de su rostro.
Mi corazón se encogió. Sentí las lágrimas en el fondo de mis ojos, pero luego sus
ojos se suavizaron y sus labios se estiraron en una sonrisa, mostrándome su hoyuelo
de nuevo.
—No sé —susurró. Mis ojos se abrieron, pero él siguió hablando—. No sé qué es
esto. No puedo ponerle un nombre porque no hay un nombre para describir esto.
Todo lo que sé es que te quiero y no puedo dejarte ir. Incluso cuando lo intenté, no
pude.
Contuve el aliento ante su confesión, sintiendo mi corazón derretirse ante sus
palabras. Nunca esperé que Alessio dijera algo como eso cuando le hice la pregunta.
Pero me había dado más de lo que necesitaba.
Me había dado esperanza.
—Quiero ver a dónde va esto. Quiero intentarlo. —Alessio puso su frente
nuevamente sobre la mía, sus dedos se enredaron en mi cabello.
Mis ojos se cerraron y tomé aire profundamente antes de abrirlos nuevamente,
mirándolo intensamente a los ojos. —Yo también quiero intentarlo —susurré.
Estaba jugando con fuego. Al final me quemaría, pero a veces, cuando el fuego
arde en tu interior, no puedes soltarlo. Y no pude. Estaba manteniéndolo
desesperadamente, incluso cuando sabía que el fuego nos iba a quemar al final.
Los ojos de Alessio se iluminaron, como si le hubiera dado lo único que quería.
Esperé que me besara pero no se movió. En cambio, sus brazos se quedaron
alrededor de mi cintura como una banda de acero, su frente descansaba sobre la mía
mientras sus labios estaban a solo una pulgada de los míos.
Lo miré a los ojos por alguna indicación de que me besaría. Y vi la necesidad allí,
pero cuando no lo hizo, me confundí.
Sus ojos volvieron a mis labios y sus manos se tensaron alrededor de mi cintura.
Cuando me di cuenta del porqué, agarré su chaqueta por apoyo y me puse nerviosa.
Mis dedos se apretaron alrededor de la tela y sentí que tragaba con dificultad.
Avanzando hasta que nuestros cuerpos se moldearon juntos, incliné la cabeza
hacia arriba y luego me puse de puntillas. Nuestras miradas se mantuvieron
conectadas cuando presioné suavemente mis labios contra los suyos, y mis ojos se
cerraron.
Escuché un gruñido retumbar en su pecho y presionó sus labios con más fuerza
contra los míos, exigiendo acceso. Jadeé y él aprovechó la oportunidad para deslizar
su lengua dentro. Exploró mi boca lentamente. Al principio dudaba, pero cuando me
mordió los labios y luego me chupó la lengua, fui valiente.
Soltando su chaqueta, subí mis manos hasta que mis dedos quedaron envueltos
en su cabello. Cuando chupé su lengua, sus dedos se apretaron alrededor de mi cuero
cabelludo, un gemido vibrando desde su pecho. Gemí en respuesta.

249
Alessio lamió mis labios y me estremecí contra él, mis dedos tirando de su
cabello. Se apartó un poco y maldijo. —Mierda. —Ambos respirábamos con dificultad.
Ver a un hombre como él deshecho fue impactante para mí.
Antes de que pudiera decir algo, sus labios se estrellaron contra los míos
nuevamente. Esta vez tomó mis labios posesivamente, como si se estuviera muriendo
de hambre por mí. Y le devolví los besos con el mismo fervor.
Alessio me presionó contra un árbol, sosteniéndome fuertemente contra él.
Nunca rompió el beso. En cambio, reclamó mis labios, marcándome como suya.
Soltando mi cintura, su mano comenzó a moverse más abajo hasta que estuvo en
el borde de mi vestido. Se echó hacia atrás y luego lamió mis labios hinchados. Estaba
abrumada, sus besos me volvían loca.
— ¿Te dije lo hermosa y sexy que te ves en este vestido?
Sus palabras sonaban como si estuvieran bajo el agua, pero las entendí.
Entonces, sacudí mi cabeza. Alessio se inclinó más cerca hasta que sus labios
estuvieron justo al lado de mi oreja.
Mordió el lóbulo de mi oreja. —Te ves tan jodidamente hermosa con este vestido
—susurró bruscamente, su voz sonaba ronca y llena de deseo.
Su movimiento fue lento, pero me estremecí cuando lo sentí mover mi vestido
hacia arriba. Alessio volvió a tomar mis labios.
Demasiado. Estaba sucediendo demasiado rápido. Mi cabeza daba vueltas. Mi
piel ardía. Mi cuerpo se sentía ligero y caliente... demasiado cálido. Sentí mis rodillas
temblar y me aferré a sus hombros, mis dedos apretándolo. Alessio siseó en mis
labios.
Cuando no se movió, envolví mis dedos en su cabello nuevamente y tiré. Alessio
gimió infelizmente pero separó sus labios de los míos. Nuestra respiración agitada
llenó el bosque silencioso y luché por aire.
— ¿Demasiado rápido? —Alessio preguntó.
—Un poco —respondí, con el pecho agitado.
—Bien. —Puso su frente contra la mía otra vez y abrí los ojos, haciendo contacto
visual con los suyos. Me dio una pequeña sonrisa antes de inclinarse para colocar un
dulce beso en mis hinchados labios.
Alessio me soltó y se alejó. Extrañé su calor casi de inmediato. La mirada en sus
ojos me dijo que sentía lo mismo.
Levantó una mano y frotó su pulgar sobre mis labios. —Me gustan tus labios así...
hinchados y rojos por mis besos.
—Alessio...
Él sonrió y luego se inclinó para besarme otra vez antes de alejarse. —Tendré
que besarte muy seguido para mantenerlos luciendo así.
Este hombre era imposible.
No pude evitar reírme ante la expresión de su rostro y sus palabras. Agachando
la cabeza con timidez, sonreí. Pero Alessio no iba a tener nada de eso. Puso un dedo
debajo de mi barbilla e inclinó mi cabeza hacia arriba.

250
— ¿Qué te dije? —preguntó, sus ojos feroces e intensos.
Mi boca formó una "o" y ladeé la cabeza hacia un lado. —Dijiste que nunca
apartara la vista de ti.
Alessio movió los pocos mechones de cabello que caían sobre mi cara detrás de
mí oreja, antes de ahuecar mi mandíbula, frotando su pulgar suave pero
posesivamente sobre la curva.
—Bien. Recuérdalo, gatita.
—Hmm. — Sonreí.
—Ven. Volvamos —dijo.
Esta vez, no se me adelantó. En cambio, tomó mi mano entre las suyas,
entrelazando nuestros dedos con fuerza antes de alejarse del arroyo. Nuestros pasos
eran lentos y sin prisas, casi como si estuviéramos perdidos en nuestros
pensamientos.
Pero, sinceramente, estábamos perdidos el uno en el otro. Ninguno quería que
este hermoso momento perfecto terminara.
Felicidad no podía ser una palabra para describir lo que estaba sintiendo. Por
dentro, el sentimiento era alegre. Me sentía mareada. Cálida y completamente
eufórica. Mis mejillas me dolían por mis amplias sonrisas, pero sobre todo, mi
corazón... estaba completo.
Se agitaba cada vez que los dedos de Alessio se apretaban alrededor de los míos.
Bailaba de felicidad cada vez que pensaba en nuestro beso. Y cantaba con la
intensidad de los ojos de Alessio sobre los míos.
Mientras caminábamos hacia la mansión, recé para que esta felicidad, y lo que
sea que estuviera entre nosotros, no se apagara antes de que pudiera florecer.

***

—Buenas noches —le susurré a Alessio, con la cabeza apoyada en su hombro


mientras me estaba sentada en su regazo.
—Buenas noches —murmuró en respuesta.
Pero aun así nos negábamos a dejarnos ir.
—Debería irme.
—Deberías.
—Estoy cansada —dije.
—Lo sé. Yo también —respondió, sus palabras suaves.
—Realmente debería irme. —Mi voz apenas era un susurro cuando levanté la
cabeza y miré a los ojos de Alessio. Él asintió y suspiró, soltando su agarre sobre mí.
¿Eso era un puchero? Era muy pequeño, pero definitivamente estaba allí. Pero
luego se fue. Pensé que era solo mi imaginación, pero lo había visto.
—Estabas haciendo pucheros —le dije.
Alessio me miró y luego gruñó algo por lo bajo. —Estás delirando por la falta de
sueño, gatita. Ve a dormir. Lo necesitas.

251
—No lo estoy.
Me envió una mirada de nuevo. —Ayla.
Con un suspiro, me bajé de su regazo y me paré frente a él. —Buenas noches.
Me miró y luego sonrió. —Buenas noches, gatita.
Cuando salí y cerré la puerta, murmuré por lo bajo: —Él definitivamente estaba
haciendo pucheros.
Después de lavarme los dientes y la cara rápidamente, cerré el grifo y me sequé
la cara. Cuando me puse mi camisón rosa claro, abrí la puerta del baño y salí.
Pero me detuve cuando vi a Alessio sentado en mi cama.
— ¿Alessio? —Di un paso más cerca pero luego me detuve nuevamente.
Él sostenía su chaqueta, la que yo guardaba debajo de mi almohada.
Comencé a entrar en pánico, mi estómago se retorció dolorosamente en nudos
mientras mi corazón se aceleraba salvajemente en mi pecho.
Tomé varias respiraciones profundas, tratando de controlarme.
—Puedo explicarlo —susurré, esperando desesperadamente que él entendiera.
Alessio se levantó, todavía sosteniendo su chaqueta. Nuestros ojos se
encontraron.
Su mirada era intensa mientras la mía estaba llena de miedo.
Alessio dio un paso más y luego arrojó la chaqueta sobre mi sillón.
Manteniendo sus ojos en mí, susurró sus siguientes palabras.
Y me dejaron sin aliento. Esta vez mi corazón se aceleró, pero por una razón
diferente.
—Ya no la necesitarás.

252
Capítulo 45
Miré a Alessio en completo shock, mis labios se abrieron con asombro. Mi mirada
se movió de él al sillón donde estaba la chaqueta.
— ¿Cómo? —Volviendo a mirar a Alessio, me miró con ojos conocedores.
Me di cuenta y mi estómago cayó. Me llevé una mano al cuello y la froté
nerviosamente. Sus ojos siguieron mi movimiento y luego se aclaró la garganta.
— ¿Tú fuiste quien puso la chaqueta allí? — Pregunté, mi voz apenas audible.
Había hecho la pregunta pero la respuesta ya estaba claramente escrita en su rostro.
La cara de Alessio se suavizó ante mi pregunta y me dio un fuerte asentimiento.
Sacudiendo mi cabeza, traté de deshacerme de la red de confusión. — ¿Pero
cómo?
Alessio dejó escapar un pequeño suspiro y se pasó los dedos por el cabello, en
señal de nerviosismo, frustración o enojo. Pero en este momento, no sabía lo que él
estaba sintiendo.
—Te escuché hablando con Maddie. Cuando te preguntó por mi chaqueta. —Sus
cejas se fruncieron cuando di un paso atrás.
—Ayla…
A él le importaba.
Y eso no era algo que esperaba de Alessio. No de un hombre que se suponía que
era despiadado, cruel y un asesino.
Las lágrimas cegaron mi visión y tragué más allá del pesado nudo que se formaba
en mi garganta. Este momento se sentía surrealista. Un fragmento de mi imaginación.
Pero era real.
Abrí la boca para decir algo. Cualquier cosa. Simplemente no quería que este
momento desapareciera. No quería perder el sentimiento que estaba floreciendo en
mi corazón.
Pero cuando finalmente hablé, mis palabras salieron como una acusación.
— ¿Estabas espiando? —pregunté.
Me estremecí ante mi propio tono y vi que los ojos de Alessio se abrieron antes
de que su espalda se enderezara en una postura rígida.

253
—No —respondió él, muy ofendido—. Te escuché hablando con Maddie cuando
caminaba por el pasillo —Hizo una pausa y luego se frotó la mandíbula, dándome una
mirada tímida—. Bien, me detuve cuando escuché a Maddie preguntar por la
chaqueta. Tenía curiosidad.
Se encogió de hombros y caminó hacia mí, deteniéndose justo frente a mí.
Alessio levantó una mano y deslizó un dedo por mi mejilla, limpiando mis lágrimas.
—No me puedes culpar. Cualquiera tendría curiosidad.
Acunando mis mejillas en sus manos, Alessio levantó mi cabeza. — ¿Por qué
lloras, Ayla?
—Me diste tu chaqueta —susurré entrecortadamente y luego cerré los ojos.
Sonaba tan patética.
—Lo hice —estuvo de acuerdo. Sentí su pulgar justo debajo de mis ojos y él frotó
la mancha suavemente. Instintivamente, mi mano se levantó y agarré su chaqueta con
un apretón mortal, sosteniéndolo cerca de mí. Alessio era mi ancla.
—Abre los ojos —murmuró. Mis dedos se apretaron alrededor de él y mis ojos
se abrieron con su suave comando.
—Pero ya no la necesitarás —dijo Alessio. Sus palabras sonaron con firmeza y
me estremecí en sus brazos.
— ¿Qué quieres decir? —Murmuré, sonrió ante mi pregunta y se inclinó,
rozando sus labios suavemente sobre los míos.
—Prefiero mostrarte —susurró contra mis labios antes de reclamarlos en un
beso duro. Me soltó la cara y bajó sus manos, envolviéndolas alrededor de mi pequeña
cintura mientras me acercaba a su cuerpo.
Mi cuerpo moldeado al suyo. Duro contra suave. Su agarre era inquebrantable
cuando le devolví el beso con la misma intensidad. Estaba perdida en él cuando se
apartó y gemí en protesta. —Shhh. Te tengo —murmuró a través de la niebla en mis
pensamientos.
Alessio se inclinó, deslizando un brazo detrás de mi espalda y otro detrás de mis
rodillas antes de levantarme en sus brazos, acunándome contra su pecho.
— ¿Qué? —Dije.
Él se río por lo bajo en mi oído y puso un beso allí. —Relájate, Ayla —me
tranquilizó, su voz profunda y áspera.
Ante sus palabras, instantáneamente me relajé en sus brazos y envolví mis
manos alrededor de su cuello. — ¿A dónde me llevas?
—Haces demasiadas preguntas —dijo. Alessio me miró, sus labios se arquearon
en una pequeña sonrisa, sus ojos brillaban con intensidad, la misma intensidad que
debilitaba mis rodillas y hacia que mi corazón latiera cada vez.
—Pero…
Sus brazos se apretaron a mí alrededor en advertencia. Cuando Alessio nos
encamino por el pasillo y se detuvo frente a su habitación, no tuve que hacer ninguna
pregunta. No me miró cuando abrió la puerta, pero vi una sonrisa fantasma en sus
labios.

254
Entró y pateó la puerta para cerrarla. Tan pronto como estuvimos en el medio
de la habitación, me bajó hasta que mis pies tocaron el suelo. Alessio me dio la vuelta
para que estuviera frente a él.
—Ya no necesitarás mi chaqueta porque dormirás conmigo.
Sabía que se acercaba. Sabía lo que diría, pero las palabras aún me
sorprendieron.
—Alessio —susurré, dando un paso más cerca de él. Él acunó mi mandíbula y
frotó su pulgar sobre la curva. Presioné mi mejilla en su palma y un suspiro de
satisfacción salió de mis labios.
—Pero, ¿por qué? —Pregunté, queriendo entenderlo más.
Alessio sonrió ampliamente y descansó su frente contra la mía. —Anoche dormí
mejor —dijo.
Me acerqué. Él era igual que yo. Me derretí por su cuerpo y sus dulces palabras;
sus ojos suaves y caricias suaves se apoderaron de mis sentidos.
—Es simple. Me necesitas, y de alguna manera, yo también te necesito —
continuó Alessio, su mirada intensa. Tragué saliva y levanté mi mano, colocándola
sobre la suya. —Tú... me calmas.
Tal como él era mi paz... Yo era la suya.
Levantando mi otra mano, la puse sobre su mejilla. —Me traes paz. No sé cómo.
Pero lo haces. Haces que todo desaparezca. El dolor. La oscuridad. El sufrimiento.
Siento paz cuando estoy contigo.
Vi a Alessio sonreír y lentamente acercó sus labios a los míos. —Lo sé —susurró
antes de tomar mis labios. Él movió su mano a la parte posterior de mi cabeza,
sosteniéndome firmemente. Su beso era suave y dulce.
—Deberíamos ir a dormir —dijo, retrocediendo. Su voz era ronca y áspera. Por
la forma en que sus ojos brillaban peligrosamente a la luz, sabía que eso era lo último
que quería hacer.
Pero estaba agradecida de que se detuviera allí. No estaba lista para más. Lo que
sea que estuviera entre nosotros en este momento... ya era demasiado.
Alessio me soltó y di un paso atrás. —Necesito cambiarme. Ponte cómoda. —
Asintió hacia la cama.
Lo vi entrar al baño y cerrar la puerta detrás de él. Tan pronto como se perdió
de vista, volví a su cama.
Todavía recordaba la primera vez que nos encontramos, sus ojos se llenaron de
furia y su arma me apuntó.
Todo lo que podía ver ahora era afecto en su suave mirada. Todo lo que sentía
eran suaves caricias. Ya no era el asesino que conocí la primera vez.
Él podría ser un monstruo allá afuera, pero para mí era mi salvador. Mi ancla
Momentos después, regresó usando solo pantalones de chándal grises, su pecho
desnudo

255
—Oh. —Mi boca se abrió cuando lo vi, mi mirada atraída por su cuerpo
musculoso. Delgado, grande y duro. Estaba esculpido, bellamente robusto. Intenso,
oscuro, peligroso.
Todavía había algunas gotas de agua en su cuerpo perfectamente bronceado.
Pero lo que más me llamó la atención fueron los tatuajes tejidos alrededor de sus
brazos, que terminaban justo por encima de sus codos. El diseño más prominente
parecía celta y casi tribal, pero no pude distinguir el otro diseño.
Era oscuro, intenso y feroz... como él.
Alessio caminó hacia mí, mi mirada recorrió sus hombros y su ancho pecho. Se
detuvo frente a mí y tuve que levantar la cabeza Era tan grande y poderoso.
— ¿Te importa si duermo así? —preguntó—. Normalmente duermo desnudo,
pero pensé que no te sentirías cómoda con eso. Puedo adaptarme con los pantalones
de chándal, pero odio dormir con camisas.
—Umm... cierto. —Sacudiendo mi cabeza, traté de encontrar mi voz—. Quiero
decir: sí. Estoy de acuerdo con eso.
Alessio levantó su mano y arrastró un dedo desde mi mandíbula hasta mi oreja,
moviendo mi cabello hacia un lado. —Bien.
Se inclinó hasta que sus labios estuvieron justo al lado de mi oreja.
—Vamos a dormir —dijo, colocando un beso allí antes de alejarse. Tenía una
sonrisa en su rostro y ni siquiera estaba tratando de ocultarlo. Sus ojos azules
resplandecían con un brillo diabólico mientras asentía hacia la cama.
En lugar de ponerme de pie, me empujé de nuevo a la cama y me arrastré hacia
atrás hasta que estuve en el lado derecho, cerca de la ventana. Alessio siguió cada uno
de mis movimientos, sus ojos brillaban con intensidad.
Mis dedos se apretaron alrededor del edredón y tragué saliva, mi cuerpo
temblando ligeramente bajo su mirada feroz. Debe haber visto mi nerviosismo
porque se aclaró la garganta y miró hacia otro lado.
Me volví hacia la ventana, alejándome deliberadamente de él.
Lo escuché arrastrarse por la habitación y luego las luces se apagaron,
proyectando oscuridad alrededor de la habitación, con solo un pequeño resplandor
proveniente de detrás de mí.
Gracias a Dios. Odiaba dormir en la oscuridad.
La cama se movió bajo su peso cuando se echó. El edredón se movió y luego sentí
su calor a mi lado. Los dos nos quedamos en silencio, inmóviles. Solo nuestra lenta
respiración llenaba la habitación. Puse una mano sobre mi pecho, tratando de calmar
a mi palpitante corazón, esperando que él no lo escuchara.
Luego se acercó. Mi corazón latía rápidamente mientras esperaba su próximo
movimiento. Me mordí los labios cuando sentí su brazo rodeándome.
Alessio me atrajo hacia su cuerpo hasta que mi espalda estuvo contra su pecho,
enredando sus pesadas piernas con las mías mientras su brazo se curvaba casi por
completo alrededor de mi cuerpo.
—Alessio —susurré, mi corazón se volvía loco en mi pecho.

256
Acercó su rostro al mío y sentí sus labios en mi sien. Cuando él no dijo nada y su
respiración se calmó, puse mi mano sobre la suya, que estaba envuelta alrededor de
mi estómago.
— ¿Alessio?
Su brazo se apretó a mí alrededor y me dio un fuerte apretón. —Duerme —
ordenó, su voz suave incluso con su tono exigente. Mi mano presionó con fuerza
contra la suya mientras contemplaba lo que acababa de suceder.
—Ayla, deja de pensar tanto. Duerme.
Ante sus palabras, suspiré y me relajé, acomodándome en su cuerpo.
Y así fue como me quedé dormida. Con Alessio envuelto alrededor de mí como
una enredadera, sus labios en mi sien y nuestras manos entrelazadas.

***

Una semana después

Habían pasado tres semanas desde que me corté y desde mi última pesadilla. Se
suponía que debía quitarme los puntos hace unos días, pero Sam dijo que era mejor
mantenerlos un poco más para asegurarme de que el corte estuviera sellado
correctamente.
Tanto sucedió en esas semanas.
Mi relación con Alessio se fortalecía cada día. Su paciencia y gentileza hacían
cantar a mi corazón. Era considerado y nunca presionaba por más.
Mis sentimientos por él eran indescriptibles, y Maddie estaba en el séptimo cielo.
Finalmente entendí lo que quería decir cuando dijo que su ship estaba en buen
camino. Sacudiendo mi cabeza, sonreí. Era tan tonta pero era la mejor amiga y
hermana que alguien podría pedir. Si no fuera por ella, no estaría aquí, feliz.
Mirando el reloj, dije: —Casi es la hora. Me dijo que lo viera antes del almuerzo.
— ¿Quieres que vaya contigo?
—Por supuesto. Espero que lo hagas —respondí, poniendo las verduras
cortadas en el tazón junto a mí.
— ¿Qué pasa con Alessio? —ella preguntó.
—Dijo que está ocupado —murmuré.
La escuché suspirar a mi lado, haciéndome mirarla.
—Artur también ha estado muy ocupado últimamente. Algo está mal con los
clubes, por lo que he escuchado.
Asentí y limpié mi mano en mi delantal. —Alessio ha estado un poco estresado.
Siempre perdido en sus pensamientos. Traté de que hablara conmigo, pero dijo que
no quería preocuparme con sus problemas.
Maddie sacudió la cabeza con un suspiro exasperado. —Artur dijo lo mismo.
Hombres. —Se lavó las manos—. Vámonos.

257
Sam ya nos estaba esperando en su oficina. Nos dio una pequeña sonrisa cuando
nos sentamos.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Estoy genial —dije.
— ¿Alguna pesadilla?
Sacudiendo mi cabeza, le mostré mi brazo mientras él preparaba sus cosas.
—No. No más pesadillas.
Él asintió y tomó mi brazo en su mano. —Bien. ¿Tomas tus medicamentos a
tiempo? —Esta vez, miró a Maddie.
Ella asintió y puso una mano sobre mis hombros. —Le doy las medicinas a
tiempo. Está todo bien.
—Si te sientes un poco incómoda cuando te quito los puntos, simplemente
aparta tu mirada. Terminaré en poco tiempo —sugirió Sam.
—Está bien —dije, mirando hacia otro lado.
Mientras Sam trabajaba para sacar mis puntos, Maddie hablaba. Sam incluso se
unía a veces, haciendo algunas bromas al azar. Ni siquiera me di cuenta cuando
terminó hasta que lo dijo.
—Hecho —dijo Sam, inclinándose y alejando su silla. Bajé la vista a mis brazos.
Estaban libres de los puntos pero no de las cicatrices. Desde donde solían estar
los puntos, había una tenue línea rosa.
Sam me notó mirando. —Las cicatrices tardarán un tiempo en desaparecer.
Las palabras hicieron que mi corazón doliera. Él podría haber estado hablando
de las cicatrices en mis brazos, pero las palabras significaban más para mí.
Llevaría algún tiempo que mis cicatrices se desvanecieran. Mis cicatrices físicas
y emocionales. No sabía cuánto tiempo me tomaría deshacerme de ellas.
Finalmente estaba viviendo una vida pero las cicatrices eran demasiado
profundas. A veces, me preguntaba, ¿alguna vez olvidaría y seguiría adelante
completamente?
—La manteca de cacao es una excelente manera de ayudar. Sugiero que lo
apliques en tus cicatrices todos los días o cada dos. Depende de ti. Te recetaré un tubo
de crema para decolorar cicatrices. Eso podría ayudar —dijo Sam.
Asentí. —Bien. Gracias.
—Pero llevará algún tiempo. Incluso años —agregó.
—Lo sé —respondí, finalmente levantando la mirada. Enviándole una sonrisa,
continué: —Al menos se desvanecerán, ¿verdad? Incluso si lleva años.
La mano de Maddie se apretó sobre mi hombro.
—Ese es el espíritu —dijo Sam.
—Tus cicatrices son tu fuerza —agregó Maddie y la miré—. Muestran por lo que
has pasado y que todavía estás aquí, luchando. Son parte de ti.
—Me vas a hacer llorar —bromeé ligeramente a pesar de que sus palabras
significaban todo.
Pero luego se agregó otra voz a la mezcla. Esta vez sí lloré.

258
—Y demuestra que ahora eres más fuerte.
A través de los ojos llenos de lágrimas pude ver a Alessio parado en la puerta.
Me envió una de sus hermosas sonrisas y entró en la habitación. —Lo siento,
llegó tarde. Me detuvieron en el último minuto.
—Está bien —le dije mientras se detenía frente a mí. Se inclinó y me dio un beso
rápido en los labios antes de enderezarse.
— ¿Todo bien? —preguntó.
—Perfecto —respondí.
—Bien. Hemos terminado aquí. —Sam se aclaró la garganta. Maddie me dio otro
apretón y luego me soltó.
—Te veré luego —dijo con un guiño antes de irse.
Alessio me pasó un brazo por la cintura y me atrajo hacia su cuerpo. Puso un
beso en mi frente antes de volverse hacia Sam. —Gracias —dijo. Sam asintió y Alessio
me llevó fuera de la habitación.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Bien. Me alegro de que los puntos se hayan salido. Eran muy molestos y
picaban mucho.
Alessio se río y me besó mientras hacía un puchero. —Lo sé. Te has estado
quejando de ellos durante días.
Cuando se alejó, no me gustó. Apoyándome en los dedos de los pies, acerqué mis
labios a los suyos y lo besé. Fue rápido y luego me alejé. —Eres tan bromista —gruñó
Alessio, su brazo se apretó a mi alrededor con casi un demasiada fuerza.
Una pequeña risita escapó de mis labios ante sus palabras y me encogí de
hombros. Colocando una mano sobre su pecho, miré sus brillantes ojos azules. —Te
fuiste antes de que me despertara esta mañana —dije.
Alessio asintió solemnemente. —Tuve que ocuparme de algunas cosas. Parecías
demasiado tranquila mientras dormías, no quería despertarte.
—Te extrañé.
Mi admisión fue una sorpresa para los dos. Sus ojos ardieron peligrosamente y
temblé en su abrazo. —Bien, mierda —susurró con dureza antes de golpear sus labios
con los míos.
Me empujó contra la pared, sus labios devorando los míos. Absorbí sus besos
con hambre, como si me estuviera muriendo de hambre por él. Sus manos se
hundieron en mi cabello y lo apretó con fuerza en su puño, inclinando mi cabeza hacia
atrás.
Mis dedos se clavaron en sus hombros, gemí cuando me chupó la lengua y me
besó más profundamente. Sus besos eran duros y toscos, como si me estuviera
reclamando.
Y de repente, ya no estaba en mis brazos.
Se apartó con dureza y se alejó varios pasos, respirando con dificultad, sus ojos
brillando de necesidad. —Si no nos detenemos ahora, no podré hacerlo más tarde. Y
estamos en el pasillo —dijo.

259
—Está bien —respondí.
—Te veré al almorzar —dijo Alessio, sus ojos mostrando su hambre
desesperada por mí, pero se contuvo. Por mí. Todo por mí. Todo lo que había hecho
hasta ahora... era por mí.
Asentí sin palabras y rápidamente se dio la vuelta, alejándose. Cuando estuvo
fuera de vista, me hundí contra la pared y envolví mis brazos alrededor de mi cintura,
manteniéndome unida.
Sabía lo que Alessio quería. Estaba claro en sus ojos y cada vez que me miraba.
Se contenía, esperando que yo hiciera el siguiente movimiento. Su necesidad de mí se
hacía más fuerte cada día. Lo veía cada vez que perdía el control.
Pero no estaba segura si estaba lista.

260
Capítulo 46
Cuando escuché que la ducha se cerraba, solté un suspiro de alivio y cerré mi
libro, girándome hacia la puerta mientras esperaba que saliera.
Había pasado casi media hora y todavía estaba adentro.
Se detuvo en seco cuando me vio en el sofá. —Todavía no estás en la cama —
murmuró, secándose el cabello con la toalla—. ¿No tienes sueño?
Sacudí mi cabeza y miré el libro en mi regazo. —Quería terminar el libro antes
de irme a dormir. Y no tengo tanto sueño.
—Hmm —Alessio arrojó la toalla sobre el banco de felpa frente a la cama, antes
de sentarse en la cama, frente a mí.
— ¿Cuántas páginas te quedan? —preguntó.
Al abrir el libro, lo revisé y luego me encogí de hombros antes de mirarlo de
nuevo.
—Treinta y dos páginas. Me quedan dos capítulos.
—Hazlo entonces. Léelo y luego nos iremos a dormir.
— ¿Vas a mirarme así mientras leo? —Bromeé con una pequeña risa.
— ¿Eso es un problema, gatita?
—Es un poco espeluznante.
—Me gusta mirarte. Me di cuenta que no puedo quitarte los ojos de encima
cuando estamos en la misma habitación.
Sonreí, volviendo a leer mi libro. Tuve que leer cada párrafo dos veces, porque
no entendía lo que estaba leyendo.
Mi mente... mi cuerpo estaba hiperconsciente de la mirada de Alessio. Con cada
minuto, mi cuerpo se calentaba bajo su penetrante mirada.
Cuando finalmente terminé el libro, lo cerré de golpe, apoyándolo en el sofá.
— ¿Terminado? —Alessio cuestionó. Asentí y cerré los ojos.
Pero sentí que se acercaba cada vez más, hasta que lo sentí justo frente a mí. Su
calor hizo que mi corazón diera un vuelco y lamí mis labios nerviosamente mientras
mis ojos se abrían.

261
—Eres tan hermosa, ¿lo sabes? —susurró, inclinándose para tocar mis labios.
Frotó su pulgar sobre ellos y luego lo acercó a mis mejillas, arrastrando su dedo hacia
arriba. Mis ojos lo miraron.
—Párate —ordenó suavemente. Mi cuerpo tembló como lo hacía a sus órdenes.
Tantos sentimientos... sentimientos extraños recorrían mi cuerpo mientras me
paraba frente a él.
—Estos labios, nunca me cansaré de besarlos —continuó, sus labios a pocos
centímetros de los míos.
—Por favor. —No sabía por lo que suplicaba. Todo lo que sabía era que lo
necesitaba. Y él entendió.
Alessio acercó sus labios a los míos y me besó suavemente, dulcemente. Envolvió
sus brazos alrededor de mi cintura y me acercó a su cuerpo, y mis manos
instintivamente fueron a su pecho, haciendo contacto con su piel.
Me besó mientras yo exploraba cada centímetro de su piel desnuda, mis manos
subían por su pecho hasta sus hombros y luego bajaban por sus bíceps y la longitud
de sus brazos.
Cuanto más lo tocaba, más duros y profundos se volvían sus besos. Nuestras
lenguas bailaban juntas, en perfecta armonía. Nos besamos como si hubiéramos
estado besando esos mismos labios durante años. Nos tocamos como si nuestros
cuerpos estuvieran acostumbrados el uno al otro.
Su agarre sobre mí se apretó y me atrajo más profundamente dentro de su
cuerpo hasta que estuve completamente pegada a él. Nuestros cuerpos se moldearon
juntos. Encajábamos como si estuviéramos destinados a estar juntos.
Podía sentir su corazón latir con fuerza, y sonreí contra sus besos. Nuestros
corazones bailaban como si hubieran reconocido a su pareja.
Con ese pensamiento en mente, me deshice en el abrazo de Alessio y le di la
bienvenida a sus besos. Estaba nerviosa pero no estaba asustada. No de Alessio.
Continuó besándome con el mismo fervor. Mordió, chupó, mordisqueó y besó
mis labios.
Me estaba reclamando.
Sus manos se movieron por mi cuerpo hasta que estuvieron al final de mi
camisón y lentamente subió el dobladillo, deteniéndose a mitad del muslo. Alessio se
apartó un poco y gemí por la pérdida.
—Ayla, este es el momento de decir que no. Si continuamos ahora, no creo que
pueda parar. Te necesito demasiado —susurró.
Lo miré con ojos nublados y llevé una mano a su mejilla. Se frotó contra mi palma
y vi una pequeña sonrisa aparecer en sus labios, su hoyuelo haciendo aparición. Mis
dedos acariciaron la muesca en su mejilla.
Al encontrar el valor dentro de mí, lo miré a los ojos y le susurré, expresando mi
propia necesidad. —No quiero que pares.

262
Los ojos de Alessio se abrieron de sorpresa y luego sonrió. Sus manos
continuaron moviéndose hacia arriba con mi camisón, pero no lo quitó. En cambio,
me miró a los ojos y me pidió permiso.
Me pareció entrañable que fuera tan dulce, gentil y considerado. Cuando le
asentí, no perdió el tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, mi camisón estaba fuera y él
lo dejó caer al suelo a nuestro lado.
El aire frío besó mi piel desnuda y temblé bajo la intensa mirada de Alessio. —
Tan jodidamente hermosa —murmuró, dando un paso más cerca. Llevó su mano a mi
espalda y sentí sus dedos en el broche de mi sostén. Sus manos temblaron contra mí.
Fue impactante ver a Alessio igual de nervioso.
Cuando desenganchó mi sostén, retiró lentamente las copas de mis senos,
alejándolo de mi cuerpo y dejándolo caer al suelo a nuestros pies. Tan pronto como
estuve desnuda, intenté esconderme.
—No. No te escondas de mí —reprendió suavemente. Alessio levantó sus manos
y cuidadosamente apartó mis brazos. Mi corazón se apretó y tragué con fuerza contra
la bola de nerviosismo.
Cuando vi que sus ojos brillaban de satisfacción mientras observaba mi cuerpo
desnudo, mi coraje volvió. Me sentía poderosa. Me sentía deseada y hermosa bajo su
mirada.
Alessio se inclinó y me besó de nuevo. Sus besos fueron una mezcla de
posesividad y gentileza. Sin romper nuestro beso, me acompañó hacia la cama hasta
que la parte de atrás de mis piernas chocaron contra colchón.
Él se echó hacia atrás, apretando sus dedos alrededor de mis caderas.
—Acuéstate —ordenó bruscamente, su voz mezclada con deseo. Hice lo que me
dijo y me acosté en el medio de la cama con nada más que mis bragas negras.
Alessio me miró fijamente, su mirada llena de lujuria.
No era ajena a la lujuria porque había mirado ojos lujuriosos durante siete años.
Alberto me había mirado como un hombre decidido a poseerme, a arrancar mi
identidad hasta que yo solo fuera su puta. Quería poseerme... mente, cuerpo y alma.
Pero la forma en que Alessio me miraba era diferente. Podía ver la lujuria allí,
pero también veía la gentileza. Su mirada era suave cuando me veía. Me miraba como
si yo fuera su todo.
Me miraba como si yo fuera lo único que podía ver.
Su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber.
A él le importaba. No era solo un juguete o alguien de su propiedad. No era una
puta a sus ojos. Alessio me miraba como si fuera una joya preciosa, alguien a quien
apreciar y amar.
Y lo absorbí, manteniendo este momento cerca de mi corazón, saboreando cada
mirada, cada toque, cada hermoso susurro. Me dolía el corazón en el buen sentido.
Con los ojos aún fijos en mí, se bajó rápidamente los pantalones de chándal y los
bóxers, parándose completamente desnudo frente a mí.
Él ya estaba duro.

263
Agaché la cabeza con timidez, sintiendo mis mejillas arder al verlo. Alessio se rió
entre dientes y luego sentí la cama hundirse cuando se unió a mí. Él acunó mi
mandíbula.
—Tan dulce —susurró antes de tomar mis labios de nuevo. Alessio me tiró de
costado para que estuviera frente a él.
Mientras continuaba besándome, sentí sus manos moviéndose sobre mi cuerpo
hasta que se detuvieron en mis senos. Mis pezones se endurecieron como si
suplicaran por su toque. Yo lo quería. Mi necesidad de él era tan poderosa y
abrumadora como la suya por mí.
Mi cuerpo era hipersensible a cada uno de sus toques cuando pasaba un dedo
sobre la hinchazón de mi pecho y luego rodeaba mi pezón fruncido.
Gemí contra sus labios. Me mordisqueó la mandíbula hasta la oreja, mientras
jugaba con mis pezones. Jugó magistralmente con ellos, volviéndome loca mientras
mis gemidos llenaban la habitación.
Me moví inquietamente bajo sus manos, mi cabeza cayó hacia atrás, dándole un
mejor acceso a mi cuello. Pasó sus dientes por la curva de mi cuello, encontrando mi
dulce punto sensible lo que provocó otro gemido de mí.
Me estremecí contra sus labios, mis manos subieron para hundir mis dedos en
su cabello.
Sus labios continuaron bajando, dejando un rastro húmedo y caliente sobre mi
piel. Besó mi clavícula, y luego se detuvo justo sobre un pezón rígido.
Alessio sopló sobre la punta y mis dedos se apretaron alrededor de su cabello
con anticipación. Lamió la punta fruncida de mi pezón y jadeé, arqueando la espalda
mientras empujaba mi pecho contra él, exigiendo más.
Envolvió sus labios alrededor de mi pezón y chupó con fuerza. Gemí fuerte, mis
uñas se arrastrándose sobre su cuero cabelludo. Lamió, chupó y probó, volviéndome
loca con cada movimiento de su lengua sobre mi pezón.
—Alessio...
Y luego se movió hacia el otro pezón, prestándole la misma atención. Ya estaba
mojada y me estremecí contra él, presionando mis muslos juntos.
Soltando mi pezón con un pop, me dio una última lamida antes de moverse sobre
sus codos. Alessio rodó encima de mí, balanceándose sobre sus codos para que su
peso no me aplastara.
Acercó una mano a mi garganta y lentamente arrastró un dedo hacia mi
estómago. Dibujaba pequeños círculos alrededor de mi ombligo, me estremecí y gemí
contra su toque.
—Tienes la piel más suave. Tan hermosa —susurró. Y luego sus labios siguieron
el mismo camino que sus dedos. En poco tiempo me quitó las bragas y estaba
completamente desnuda para él.
Alessio usó sus manos para separar mis muslos, posicionándose entre ellos
mientras continuaba arrastrando besos por mis senos y luego por mi estómago.

264
Cuando no se detuvo y continuó allí abajo, mis ojos brillaron de sorpresa y mi cabeza
se levantó de golpe.
—Alessio. No. ¿Qué estás haciendo?
Él se río por lo bajo y presionó una mano sobre mi estómago. —Acuéstate, Ayla.
Déjame mostrarte cómo se hace.
Empecé a discutir pero él me mordió el estómago.
—Shhh... Me aseguraré de que te encante —susurró antes de continuar.
Cuando sentí los dedos de Alessio sobre mi coño, un gemido desvergonzado
escapó de mis labios y mi cabeza cayó sobre la almohada.
Extendió mi humedad sobre mis pliegues y gemí ante la nueva sensación.
—Estás goteando —gruñó con voz ronca.
Sus dedos se aferraron a mi clítoris y me sacudí, dejando escapar un grito agudo.
—Oh Dios…
Mis dedos se apretaron alrededor del edredón mientras un placer indescriptible
llenaba mi cuerpo. Cuando él bajó la cabeza allí, jadeé, mis dedos instantáneamente
fueron a su cabello.
Él llenó mis sentidos. Me abrumó. Sus toques, sus labios me estaban volviendo
loca de placer. Solía ser un recipiente para el placer de los demás, pero Alessio hizo
su misión darme este nuevo sentimiento.
Sentí su lengua sobre mi entrada y arqueé mi espalda, mis caderas dejaron el
colchón cuando presioné más fuerte contra sus labios.
—Tan jodidamente receptiva —gimió, pasando la lengua por mi entrada y luego
hacia arriba mientras lamía la humedad allí reunida.
Me sacudí incontrolablemente, apretando los dedos en su cabello. Empujó mis
piernas hacia arriba, hasta que las plantas de mis pies estuvieron sobre la cama y yo
estaba abierta para él y su boca magistral. Alessio empujó lentamente un dedo dentro
de mi abertura mientras continuaba lamiendo la pequeña protuberancia.
Gemí cuando él metió un dedo dentro de mí y su lengua jugó. Y luego deslizó otro
dedo dentro de mí, esta vez hundiéndose más profundo y más rápido.
Mis caderas se mecían contra su boca y dedos mientras me retorcía sin control.
Suspiré y gemí cuando su gemido se mezcló con el mío.
Cuando se aferró a mi clítoris y chupó con fuerza, al mismo tiempo que empujaba
un tercer dedo dentro de mí, mis caderas se levantaron con un grito.
Esta sensación dentro de mí fue creciendo, fuerte y rápidamente. Apreté
alrededor de sus dedos, mis caderas se movían contra él, aumentando la dulce fricción
tortuosa.
—Alessio... —gemí, mientras él estiraba mi interior, bombeando más fuerte y
más rápido.
Cerré los ojos cuando mi cuerpo se arqueó hacia arriba y dejé escapar otro
gemido.
—Alessio —grité. Estaba tensa como una cuerda de arco mientras una mezcla
de dolor y placer intenso llenaba mi cuerpo y mi mente.

265
—Oh... por favor... —Estaba colgando sobre el borde del éxtasis y mi cuerpo
tembló violentamente contra el suyo.
—Te tengo, Ayla —dijo en voz baja mientras retiraba sus dedos,
reemplazándolos con su lengua. Mis paredes se apretaron alrededor de él, queriendo
más.
Giró la punta alrededor de mi abertura y luego se deslizó dentro.
Mis ojos se abrieron, jadeé y luego gemí fuerte. Soltando un grito, apreté mis
muslos fuertemente alrededor de su cabeza. Me moví debajo de él, pero nunca tuve la
oportunidad de pensar, porque presionó sus dedos con fuerza contra mi
protuberancia al mismo tiempo.
—Ahhhh... —Lloré, mis caderas dejando el colchón cuando mi orgasmo llegó, mi
cuerpo retorciéndose mientras me venía.
Lo escuché gruñir y gimoteé.
Levantó la cabeza y me miró con ojos azules y cálidos. Su barbilla estaba mojada
con mis jugos y mi cuerpo tembló al verlo.
Nunca había sentido tanto placer. Me había dado un orgasmo antes, pero este
me había llevado al límite.
Alessio se limpió la barbilla con el dorso de la mano y sonrió. —Eres tan
jodidamente hermosa cuando te vienes. Tu cara enrojecida, tus ojos nublados por el
placer... tan hermosa.
Separando mis muslos más, se colocó entre ellos y se acomodó encima de mí.
—Pero aún no he terminado —susurró con voz ronca.
Mis ojos se abrieron y agarré su hombro. Lo sentí en mi entrada y gemí. Su mano
agarró mi muslo, extendiéndome un poco más. Los ojos de Alessio se habían
oscurecido, el hambre allí claramente escrita. Pasó su polla arriba y abajo por mi
humedad, cubriendo su punta con mi crema.
Mi cuerpo temblaba debajo de él... en deseo, anticipación y leve miedo.
Agarrando mi cadera con una mano, envolvió su otra alrededor de mi muslo
mientras empujaba lentamente dentro, llenándome por completo.
Pero tan pronto como estuvo dentro de mí, jadeé, mis ojos se abrieron cuando
una oscuridad cayó sobre mí.
No. No. No, grité en mi cabeza. Ahora no. Por favor no ahora.
Pero era demasiado tarde.
En lugar de Alessio...
Vi a Alberto.
Todo lo que sentí fue dolor cuando mi cuerpo y mi corazón se rompieron en un
millón de pedazos.
Lágrimas cegaron mi visión cuando mi cuerpo se congeló. Las palabras de
Alberto invadieron mi mente. Sus sonrisas malvadas, su rostro mientras me tomaba
repetidamente en contra de mi voluntad... todo se estrelló a mí alrededor.
Fue un momento tan perfecto, y ahora volví a la pesadilla que me cegó.

266
Alessio empujó nuevamente dentro de mí, ajeno a lo que estaba sucediendo en
lo profundo de mi alma.
Los gemidos de Alessio fueron reemplazados por los gemidos y gruñidos de
placer de Alberto.
Me dolía el cuerpo, el corazón me apretaba tanto el pecho que me faltaba el aire...
por piedad.
Sentí que me adormecía, mi cuerpo y mi mente se cerraron lentamente. Dolía
mucho. Estaba sangrando por dentro. El dolor era como miles de cuchillos afilados
contra mi piel.
Todo lo que vi y sentí fue Alberto. Él era el que se movía dentro de mí,
empujando, golpeando implacablemente dentro de mí.
Por favor, te lo supliqué. Hazlo irse.
Cuando el entumecimiento se apoderó de mi cuerpo, dejé este mundo. Ya no
estaba aquí. Me había ido. Mi espíritu se desvaneció, roto en mil pedazos.

267
Capítulo 47
Alessio

Empujándome por segunda vez dentro de Ayla, gemí. Joder, estaba tan apretada.
No creía poder aguantar mucho más y apenas estaba dentro de ella por unos
segundos.
Ella fue muy receptiva cuando comí su coño. Cuando ella se vino, pensé que me
iba a venir allí mismo como un jodido adolescente cachondo.
Estaba a punto de empujar nuevamente cuando noté sus ojos. Estaban llenos de
lágrimas y vi el cambio justo en frente de mí. Sus hermosos ojos verdes lentamente se
quedaron en blanco... entumecidos.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba congelada debajo de mí.
— ¿Ayla? —Susurré, mi voz ronca.
Pero ella no respondía.
Mi corazón se encogió casi dolorosamente en mi pecho al ver debajo de mí. Ella
me miraba como si no me estuviera viendo. Como si yo ni siquiera estuviera aquí.
Oh no, no, no, gritaba en mi cabeza, rápidamente sacando mi polla de su húmedo
calor.
— ¿Ayla? —Lo intenté de nuevo, mis manos temblaban mientras las acercaba a
su cara, acariciando suavemente sus mejillas.
Se apartó de mí y una lágrima se deslizó de su ojo, cayendo por su mejilla,
dejando un solo rastro húmedo. Y esa vista me rompió el corazón. Estalló hasta que
mi cuerpo se entumeció de dolor y rabia.
Ayla rodó sobre su costado y se llevó las rodillas al pecho mientras se
acurrucaba. Sollozaba en voz baja.
Frotando una mano sobre mi cara, sentí algo húmedo en mis mejillas. Joder, me
senté sobre mi trasero mientras mis lágrimas corrían sin vergüenza por mis mejillas.
Esto no estaba sucediendo. No podía ser verdad. No a mi Ayla. No a mi dulce y
bella Ayla.
No a mi ángel.

268
—Ayla —susurré, acercándome a ella, tratando desesperadamente de traerla de
vuelta a mí, pero ella lloró de miedo y dolor. Ella hizo un sonido herido y se acurrucó
aún más fuerte en su cuerpo. Detuve cualquier movimiento, mi corazón se abrió por
su dolor.
Levantando una mano temblorosa, la puse sobre mi boca mientras me ahogaba
las lágrimas.
La oscuridad se asentó a nuestro alrededor, arrojándonos de vuelta al pozo del
dolor.
Cerrando los ojos, hundí mi cabeza en mis manos.
No quería creerlo.
No quería creer que mi Ayla tuvo que pasar por ese dolor.
Pero por mucho que odiara admitirlo, tanto como deseaba que no fuera cierto...
Mi suposición fue correcta todo el tiempo.
Ayla había sido violada.

269
Capítulo 48
Quería golpear la cara de ese bastardo. Quienquiera que fuera, pagaría de la peor
manera posible.
Las señales estaban justo en frente de mis ojos. Las vi. Todos las vimos pero no
queríamos pensar lo peor. No queríamos creer que Ayla había pasado por eso.
Pero sabía por lo que ella había pasado. Mi corazón frío, insensible y jodido lo
sintió. Su dolor
El pequeño cuerpo de Ayla temblaba violentamente con sus gritos. Y mientras
se acurrucaba más y enterraba la cara en la almohada, mi pecho se apretó. Me dolía
el corazón al verla tan rota.
Pero aparte del dolor punzante que llenaba mi pecho, sentía una furia inmensa.
Profunda ira y resentimiento hacia el bastardo que ha llevado lágrimas a sus ojos.
Era un hombre muerto caminando. Iba a ponerle las manos encima pronto. Pero
no antes de torturarlo hasta que me suplicara por su propia muerte. Y luego con gusto
lo enviaría al infierno.
Pero en este momento, lo que más importaba era Ayla.
Dejaría salir mi ira más tarde. Derramaría sangre más tarde.
Todavía no podía dejar salir al monstruo. Tenía que frenar la necesidad de
matar.
Acercándome más a ella, acerqué mi mano para tocarla, pero ella se apartó y
sollozó con más fuerza. Se presionó con más fuerza contra el colchón y la escuché
murmurar algo incoherente. Sus palabras se perdieron entre sus gritos.
—Ayla —le susurré suavemente, tratando de convencerla.
Pero mis siguientes palabras fueron cortadas abruptamente cuando vi sus
manos moverse ciegamente debajo de las almohadas. Tenía los ojos cerrados con
fuerza mientras buscaba algo, sus movimientos frenéticos y casi desesperados.
—No, no, no, no... por favor no... —murmuró entre sollozos, su pecho se agitaba
con fuertes hipos mientras seguía llorando.
Cuando me di cuenta de lo que estaba buscando, rápidamente salté de la cama.
La chaqueta. La maldita chaqueta.

270
Caminando rápidamente hacia el sillón, me puse los pantalones de chándal y
volví a la cama, acercándome a Ayla. Acostado, me acerqué un poco más.
Ella no abrió los ojos, pero se quedó completamente quieta cuando me acerqué,
sus músculos se tensaron visiblemente por el miedo y la tensión.
—Shhh... —la tranquilicé con voz suave. —No voy a herirte.
—Chaqueta. Necesito mi chaqueta Por favor... no puedo... la necesito... —Jadeó
entre lágrimas.
Ella no lo estaba entendiendo. En cambio, ella me iba a tener.
Esta vez, yo iba a quitarle sus pesadillas y su dolor. Yo iba a traerla de vuelta. Y
yo sería quien secaría sus lágrimas.
No mi chaqueta. Sino yo.
Los ojos en blanco y la expresión entumecida, iba a cambiar eso.
Traería a mi Ayla de regreso.
Acercándome un poco más, susurré: —Ayla, abre los ojos.
Ante mis palabras, ella se tensó. Sus manos se apretaron y retrocedió, pero
rápidamente envolví mis brazos alrededor de su cintura, atrayéndola hacia mi
cuerpo. Ayla dejó escapar un grito agudo. Uno que estaba lleno de miedo y pánico.
Pero tan pronto como su cuerpo hizo contacto con el mío, se congeló, sus manos
aterrizaron sobre mi pecho.
—Estoy aquí. Estoy aquí, Ayla. No dejaré que te pase nada. Estoy aquí —dije en
su cabello, mi voz suave y áspera mientras luchaba por contener mis lágrimas.
Colocando un beso en su sien, dejé que mis labios permanecieran allí—. Por favor
mírame.
Pero ella se negó a abrir los ojos. En cambio, se acercó a mi cuerpo y se acurrucó
en mi abrazo, como si se estuviera escondiendo en mí. Sus manos temblaron en mi
pecho y levanté una mano, agarrando la suya y apretándola contra mi piel.
—Soy yo. Alessio. Estoy aquí. Estoy contigo, Ayla, y no me voy a ir. Vamos a
superar esto juntos. Estoy aquí —continué con una voz suave—. ¿Puedes sentir eso?
—Pregunté, sosteniendo sus manos sobre mi corazón salvajemente acelerado.
Me llevó algo de tiempo traerla de vuelta del pozo negro y los recuerdos
dolorosos en los que fue arrojada nuevamente. La persuadí por horas. Ayla
continuaba llorando, cada lágrima rompía mi corazón aún más. Llené sus oídos con
palabras suaves y amables, esperando que hicieran la diferencia. Con la desesperada
esperanza de que Ayla vuelva a mí.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero luego vi un cambio. Un ligero cambio
que hizo que mi corazón saltara de puro júbilo e intenso alivio.
Sus sollozos disminuyeron lentamente en hipos silenciosos y enterró su rostro
en mi pecho, descansando su mejilla sobre nuestras manos entrelazadas.
Ayla dejó escapar un suave suspiro, apenas audible, y sentí que sus músculos
tensos comenzaban a aflojarse. Se relajó por completo en mis brazos, dejando caer
sus hombros rígidos con otro suspiro.
Mi brazo se apretó alrededor de su cintura y puse otro beso en su frente.

271
—Estás segura. Nunca dejaré que te pase nada.
Esas palabras eran un voto que vino de mi interior y de mi frío y roto corazón.
Y era un voto que nunca rompería.
Ayla era mía. Mi dulce e inocente Ayla.
Y protejo lo que es mío, pensé, mirándola en mis brazos.
Tenía los ojos cerrados y se acomodó contra mi pecho. Podía sentir que Ayla se
estaba dejando ir rápidamente, entregándose al sueño, la fatiga y el estrés mental. Sus
mejillas estaban rojas y veteadas de lágrimas.
Quitando mi mano de sus caderas, rápidamente limpié sus lágrimas antes de
envolverla en mis brazos nuevamente. Murmuró algo en voz baja y luego suspiró
adormilada.
—Alessio. —Mi nombre era un susurro contra sus labios.
Y luego, para mi absoluta sorpresa, una pequeña sonrisa apenas visible apareció
en sus hermosos labios rojos y exuberantes. Era como si estuviera soñando, su mente
en otra parte.
Ante su expresión pacífica y somnolienta, la insoportable opresión en mi pecho
lentamente comenzó a aflojarse hasta que pude respirar normalmente otra vez.
Colocando otro beso en su sien, dejé mis labios allí mientras cerraba los ojos,
permitiéndome relajarme también contra ella.
—Duerme, ángel. Te cuidaré —susurré contra su piel.
En cuestión de segundos, su respiración se tranquilizó, su pecho se movía suave
y lentamente hacia arriba y hacia abajo mientras se dejaba llevar y sucumbía a su
somnolencia.
Pero no dormí.
No pude.
Porque cada vez que cerraba los ojos, todo lo que veía era que los ojos de Ayla
se quedaban en blanco y su rostro se retorcía de dolor. Era todo lo que podía ver, y la
sola idea de que estuviera en tanta agonía me volvía loco.
La rabia alimentada en lo más profundo de mí.
Y no podía esperar para desatarlo sobre el hijo de puta que había lastimado a mi
Ayla.

***

Ayla

Mi cabeza latía y me dolían todos los músculos. Me sentía lánguida cuando abrí
los ojos y presioné la cara con más fuerza contra la almohada, tratando de entender
lo que sucedió ayer.
Todo estaba borroso y parecía que me faltaban piezas del rompecabezas.
Frotándome los ojos, me di vuelta en la cama para encontrarme sola. Alessio ya se
había ido.

272
Me di cuenta de que estaba completamente desnuda, aire frío en mi pecho
desnudo, y los recuerdos comenzaron a volver.
No podía recordar mucho después de que empezamos. ¿Alessio se dio cuenta?
¿Había seguido adelante?
La idea casi me ahogó y una sola lágrima cayó por mi mejilla.
Todo lo que recordaba era sentir repentinamente paz mientras me dormía. Solo
un sentimiento de paz me había rodeado.
Miré alrededor de la cama y no vi la chaqueta en ningún lado.
Al caer sobre las almohadas, lloré suavemente cuando me di cuenta.
Alessio...
Fue él.
Me había calmado la noche anterior. Me regreso de la oscuridad.
Todavía estaba perdida en mis pensamientos cuando se abrió la puerta del baño.
Mis ojos se abrieron y me senté en estado de shock cuando Alessio salió, vistiendo
una camisa de vestir blanca desabrochada y pantalones negros.
Sus ojos se encontraron con los míos, y lo vi susurrar mi nombre. Cuando dio un
paso adelante, agarré el edredón, ocultándome de él.
Alessio tragó visiblemente fuerte y miró hacia el suelo, pellizcando el puente de
su nariz mientras lo hacía. Respiró hondo varias veces y luego me miró de nuevo.
Agaché la cabeza nerviosamente, sintiéndome avergonzada de que me viera en esa
posición anoche.
Lo sentí acercarse y luego la cama se movió bajo su peso. Cerrando los ojos con
fuerza, mis dedos se apretaron alrededor del edredón.
—Aquí. Ponte esto —dijo Alessio.
Mi camisón yacía frente a mí. Tragué saliva y temblé ligeramente cuando se
arrodilló, y con una mano, apartó el edredón, su movimiento suave mientras
observaba todas mis reacciones cuidadosamente.
Tuve que mirarlo a la cara y rápidamente me puso el camisón sobre la cabeza y
esperó a que cruzara los brazos por las tiras. Ni una sola vez apartó la vista de mi cara.
Ni siquiera miró mi cuerpo desnudo.
En cambio, mantuvo sus ojos lejos, dándome respeto.
Respeto... algo que nunca antes había tenido en mi vida. Sin embargo, Alessio
estaba aquí, siendo gentil, dulce y tan considerado que me dolía el corazón.
Manteniendo mis ojos en los suyos, puse mis brazos a través de la prenda y
Alessio tiró del camisón por el resto de mi cuerpo, eventualmente cubriéndome de
sus ojos.
Levantó lentamente una mano y apartó suavemente el cabello de mi cara,
empujando los mechones detrás de mis orejas para que mi cara fuera completamente
visible para él. Alessio acunó mi mandíbula y pasó su pulgar sobre mi mejilla y luego
debajo de mis ojos.
—Ayla —murmuró, sus ojos me mostraban emociones crudas. Ya no podía
mirarlo a los ojos azulados.

273
Veía dolor allí. Enfado. Desesperación. Tristeza. Dolor. Desamor
Entonces aparté la vista de sus fascinantes ojos. Aparté la vista antes de poder
ver el asco.
Porque debería estar allí, ¿no?
¿Por qué me estaba tocando? ¿Por qué estaba siendo tan dulce y gentil?
¿No estaba disgustado conmigo?
Las palabras de Alberto resonaron en mis oídos y cerré los ojos con fuerza contra
los recuerdos, tratando de callarlos.
Ningún hombre te querrá jamás.
Quizás tenía razón.
¿Quién me querría?
No después de lo que Alberto había hecho. No después de que me arruinó.
—Ayla, mírame. No apartes los ojos así.
Sacudí mi cabeza y se alejé de mí. —Necesito usar el baño.
Necesitaba salir de aquí. Lejos de él, de sus dulces palabras y sus comprensivos
ojos.
—Ayla… —Sacudí mi cabeza otra vez.
—Alessio, por favor —le rogué esta vez, mi voz ronca por las lágrimas. Suspiró,
soltando mi mandíbula. Me levanté rápidamente de la cama y salí de su habitación
con las piernas temblorosas.
Tan pronto como estuve en la mía, cerré la puerta y fui directamente al baño,
limpiando mis lágrimas en el camino.
No me miré en el espejo. En cambio, mantuve mis ojos lejos de él mientras me
cepillaba los dientes y me lavaba la cara, eliminando la evidencia de mi llanto.
Después de ponerme el uniforme, me peiné mecánicamente, sintiéndome
extraña y débil. Después de tanto tiempo tuve un colapso. Casi olvidé cómo se sentía.
Estaba tan perdida en mi felicidad que había olvidado la dolorosa verdad que
había estado ocultando a Alessio y a todos los demás.
Seguía siendo la hija del enemigo. La prometida de Alberto. Yo era una
Abandonato.
Sacudiendo mi cabeza ante mi propia estupidez, me apoyé contra el lavabo
mientras una nueva ola de lágrimas me asaltaba. Estaba demasiado profundo y ahora
era imposible volver.
Incluso si intentara olvidar lo que tenía con Alessio... no podría olvidarlo. Los
recuerdos estaban grabados en lo profundo de mi corazón y alma.
Sus toques. Sus suaves caricias. Sus suaves y posesivos besos. Sus dulces
palabras. Sus cautivadores ojos de acero azulado. Nuestros momentos juntos... no
podría olvidarlo.
Porque lo sentía. Cada día. Cada minuto. Cada segundo. Lo sentía en lo profundo
de mi alma.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y llevé una mano a mi boca, cubriendo el
sollozo que amenazaba con salir.

274
En lugar de escapar, terminé atrapándome a mí misma.
Lloré por los horripilantes recuerdos que seguían asaltando mi mente. Y luego
lloré por los sueños y el futuro que quería mantener desesperadamente... pero que
parecían imposibles.
Después de que mis lágrimas se secaron, me puse de pie y me lavé la cara
nuevamente. Rápidamente me peiné el cabello en una trenza francesa y luego salí al
baño.
Pero mis pasos vacilaron y me congelé al ver a Alessio paseando por mi
habitación.
Debe haberme escuchado porque rápidamente se giró hacia mí, sus hombros
cayeron aliviados. —Te estabas tomando tanto tiempo. Me preocupé —dijo. Dio un
paso hacia mí pero se detuvo cuando retrocedí—. ¿Ayla? —Su ceño se frunció—. No
hagas esto, Ayla.
—Por favor, vete —le susurré entrecortadamente.
Sacudió la cabeza y dio un paso hacia mí otra vez. —No voy a ir a ninguna parte.
—Alessio, vete. Por favor. No te quiero aquí
—No.
Frustrada por su terquedad, mi cabeza se levantó y lo miré a los ojos. — ¿Por
qué no me dejas en paz? —Grité.
—No te voy a dejar sola así. No te dejé anoche y no te voy a dejar ahora.
—Alessio... por favor... no hagas esto. No puedo hacer esto ahora.
En lugar de ceder a mi suplica, caminó hacia adelante, deteniéndose justo frente
a mí. Alessio me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia su pecho. —No te dejaré ir.
Mis manos subieron instintivamente y agarré su camisa con fuerza. — ¿Por qué
sigues haciendo esto? —sollocé.
—Porque no puedo permitir que vuelvas a ese lugar oscuro. Te necesito aquí
conmigo —respondió suavemente. Se inclinó, envolvió un brazo alrededor de mi
cintura y luego detrás de mis piernas antes de levantarme y acunarme contra su
pecho.
Puse mi cabeza sobre su hombro mientras él me llevaba a la cama. Alessio se
sentó, manteniéndome en su cálido y protector abrazo mientras me acomodaba de
lado en su regazo.
—Ayla, háblame —dijo después de unos minutos de silencio. Cuando no
respondí, suspiró, su brazo se apretó a mí alrededor—. Por favor.
— ¿Qué quieres que diga, Alessio? —Susurré cansadamente, manteniendo mi
rostro enterrado en su cuello.
—Cualquier cosa. Sólo háblame. No me dejes afuera.
— ¿Qué quieres saber? Ya sabes la verdad, pero si quieres que lo diga, lo diré.
Fui violada, Alessio. Fui violada —dije amargamente, apartándome con dureza. Luché,
pero su agarre era fuerte.

275
Acunó mis mejillas en las palmas de sus manos, inclinando mi cabeza hacia
arriba para mirarlo. —Ayla, ¿sabes lo fuerte que eres? Eres la mujer más fuerte que
he conocido. Tu fuerza brilla más que nadie.
—Alessio... —Nunca en un millón de años hubiera pensado que Alessio Ivanshov
me diría esas palabras. El me daba esperanza.
—No sé exactamente qué sucedió, y no voy a presionar por más. Puedes decirme
cuando estés lista. Esperaré —dijo—. Pero por favor no me dejes afuera. No huyas de
mí.
Los dos estuvimos en silencio por unos segundos. Puso un beso en mi frente,
dejando que sus labios permanecieran allí. —No esperaba que dijeras nada, pero
ahora que lo has dicho, por favor, dime quién te hizo daño, para que pueda matar al
hijo de puta.
Lo miré a los ojos.
Brillaban con furia y una intensidad tan feroz que me dejó sin aliento. También
veía el sufrimiento y el dolor allí.
Pero lo que más me sorprendió fue que no vi asco. No me miró como si me
odiara.
Recordando su pregunta, sacudí la cabeza. Sus ojos perdieron la luz y suspiró.
No podía decírselo.
No quería que este sueño terminara ahora. Quería seguir viviendo en este
mundo.
—Ayla…
—Por favor no me preguntes sobre él. No quiero hablar de él. Por favor, Alessio.
Me miró a los ojos por un segundo antes de asentir a regañadientes. —Bien.
Cuando estés lista.
Puse mi cabeza sobre su hombro nuevamente y cerré los ojos mientras sus
brazos se envolvían alrededor de mi cintura nuevamente. Ambos estuvimos en
silencio por un tiempo. Solo se podía escuchar nuestra respiración y sentía su corazón
latir bajo mi mano cuando la puse sobre su pecho.
Los dos estábamos contentos, abrazados en silencio.
—Alessio.
— ¿Si?
— ¿Piensas en mí de manera diferente ahora? ¿Por lo que pasó? —Mi voz era
tranquila, solo un susurro mientras pronunciaba las palabras. Me temblaban las
manos.
El brazo de Alessio se apretó a mí alrededor y me dio un beso en la cabeza. Se
apartó, obligándome a levantar la cabeza de su hombro. Nuestros ojos se encontraron.
Azul contra verde. El mundo se detuvo por un momento y él era todo lo que podía ver.
Palmeando mis mejillas, me dio una pequeña sonrisa. —No. Ni es siquiera una
opción, Ayla. Ese pensamiento nunca llegó a mi mente. Lo que sucedió no fue tu culpa.
La violación nunca está justificada. Eres una víctima y ese bastardo merece morir.

276
Apoyando su frente contra la mía, continuó con la misma voz suave. —Si. Pienso
en ti de manera diferente. Pero no de la forma en que estás pensando. Ahora, creo que
eres fuerte. Has soportado eso, pero aún estás aquí, luchando. Eso es todo lo que
importa. Lo que te ha pasado nunca cambiaría mi opinión sobre ti. Nunca. —Poniendo
un beso en mi nariz, sonrió—. No creo que nada pueda cambiar lo que siento por ti.
Mis mejillas se sentían húmedas y fue entonces cuando me di cuenta de que
estaba llorando de nuevo. Sollozando, levanté una mano y ahuequé su mejilla.
Él sonrió un poco más. Froté mi pulgar sobre el hoyuelo en su mejilla, mis
lágrimas corrían por mi rostro.
—No soy buena para ti, Alessio —susurré—. No soy digna de ti.
Mi corazón se apretó con mis palabras.
— ¡Ayla, no! —Alessio dijo, con los ojos muy abiertos.
Sonriendo tristemente, pasé mis dedos suavemente sobre su mejilla. —Es la
verdad. Eres muy bueno. Demasiado bueno. Eres un buen hombre con un corazón
amable, pero no soy buena para ti.
Porque no soy quien crees que soy, continué en mi cabeza.
—Detente —me regañó, sacudiendo la cabeza con furia. —No digas eso, Ayla.
—No soy la indicada para ti. Crees que sabes toda la verdad, pero no la sabes —
Continué, mis dedos trazando sus cejas y luego su frente—. Desearía poder ser otra
persona. Desearía no tener el pasado que tengo. Tú y yo... nunca podremos ser.
Cerró los ojos con fuerza, su cuerpo temblando ligeramente con la fuerza de sus
emociones. —No digas eso, Ayla.
—Me odiarías si supieras mi verdad —susurré. Las palabras salieron de mi boca,
mi corazón se hizo añicos en el proceso.
—Lo que te pasó no fue tu culpa. No te culpes a ti misma. No me importa. Todo
lo que quiero eres tú —confesó, presionando sus labios muy suavemente sobre los
míos.
Si tan solo supiera toda la verdad. No me diría esas palabras.
—Solo te lastimaré al final, Alessio —murmuré contra sus labios.
—Me arriesgaré —respondió él.
—Alessio…
Me interrumpió con un beso abrumador. Cerrando los ojos, absorbí su beso
mientras mis labios se movían contra los suyos.
Ligeramente alejándose, sus dedos apretaron mi trenza. —Soy yo quien no es
digno de ti, Ayla. Tengo sangre en mis manos. He matado a tanta gente que he perdido
la cuenta. Soy un monstruo, Ayla. No soy un buen hombre. Pero tú... eres perfecta. Eres
un ángel.
Jadeé ante sus palabras y lentamente abrí los ojos.
—Lo tienes al revés. Lo que dijiste, es todo lo contrario —continuó.
—Soy fuego. Al final solo te quemaré —murmuré contra sus labios.

277
Él sonrió. —El fuego está ardiendo, entonces. No sé si me quemaré al final o no.
Pero no quiero renunciar a nosotros. Si me quemo, lo haré con una sonrisa, sabiendo
que tuve este pequeño momento contigo. Incluso si fue un poco de tiempo.
—No hagas esto, Alessio.
Me besó de nuevo. No pude rechazarlo. Era débil ante sus palabras. Eran
palabras que quería escuchar... que necesitaba desesperadamente, así que aguanté
incluso cuando sabía que no debía.
No podía alejarlo. Lo jalé hacia mí, devolviéndole el beso con el mismo fervor.
Nos besamos todo el dolor cuando nuestros corazones se unieron, la atracción entre
nosotros era demasiado fuerte como para luchar.
Esta conexión intangible... la sentía en lo profundo de mi alma.
—No voy a renunciar a ti, Ayla. Así que tampoco te rindas con nosotros —
murmuró antes de reclamar mis labios de nuevo.
Y en este mismo momento, estaba agradecida de haberme subido a su automóvil.
Porque él había restaurado mi corazón destrozado y mi alma rota.
Alessio me había regresado de nuevo a la vida.

278
Capítulo 49
Ayla

Estaba saliendo de mi habitación cuando vi a Alessio cojeando escaleras arriba,


con la cara y las manos ensangrentadas. — ¡Alessio! —Exclamé en pánico.
El hizo una mueca. —Ayla, pensé que estabas abajo —murmuró, su voz llena de
dolor.
—Estaba en mi habitación. Me dirigía a abajo ahora para ayudar a Lena y Maddie
con la cena —dije. Levantando una mano, estaba a punto de tocar su rostro, pero
luego me detuve, asustada de que pudiera lastimarlo más. — ¿Qué pasó? —Pregunté
preocupada.
—Nada. Estaba entrenando con Viktor y Nikolay. —Movió la muñeca y se
encogió de hombros con indiferencia, como si no importara.
— ¿Entrenando? Estás ensangrentado y herido. ¿Qué tipo de entrenamiento es
ese? —Tomé su mano y lo jalé hacia su habitación—. Curaré tus heridas.
—No. Está bien. Tienes que ayudar a Lena. Lo haré yo. —Trató de alejar su mano
pero apreté mis dedos. Cuando siseó de dolor, lo solté rápidamente.
—Estás herido, Alessio. Déjame ayudarte —dije, mi pecho dolía al verlo sentir
dolor. Él sonrió y se inclinó, dejando un beso rápido en mis labios.
—Estoy bien. De Verdad. Simplemente se ve mal porque no estoy limpio. Ni
siquiera estoy tan adolorido.
—Pero…
Me interrumpió con otro beso. —Ayla. Vamos. Deja de preocuparte tanto.
Me guiñó un ojo y entró en su habitación, cerrando la puerta detrás de él.
La mayor parte del día la pasé con Alessio. Desayunamos juntos en mi habitación
y luego fuimos al arroyo. Después de nuestras confesiones esta mañana, no volvimos
a hablar de eso.
Pensé que podía dejarlo ir, pero no pude.
Solo esperaba que no me odiara cuando supiera toda mi verdad.

279
Después de atar el delantal alrededor de mi cintura, salí de mi habitación pero
me detuve cuando vi a Viktor y Nikolay parados frente a mi puerta, ambos con
expresiones ilegibles. Estaban limpios en comparación con Alessio, pero podía ver
moretones en sus caras y manos.
— ¿Puedo ayudarlos? —Pregunté nerviosamente.
Nikolay se quedó callado, así que Viktor respondió.
—No. Solo queríamos ver cómo estabas.
Confundida, jugué con el dobladillo de mi vestido.
—Lo estoy haciendo bien.
Nos miramos el uno al otro en tenso silencio y luego se aclaró la garganta.
—Bien. Escuchamos que no te iba tan bien esta mañana. Es bueno verte sonreír
de nuevo.
Respiré profundamente ante sus palabras y luego asentí. —Gracias.
En ese momento sonó su teléfono y respondió la llamada.
— ¿Si? —Escuchó por un momento, su rostro cada vez más frustrado—. Bien.
Limpia el desastre antes de que venga la policía.
— ¿Era Phoenix? —Nikolay preguntó cuándo Viktor colgó.
Él asintió. —Si. Hay un desastre en el club. Voy a echarle un vistazo. Phoenix está
limpiando.
—Yo voy —dijo Nikolay.
Viktor se río entre dientes y luego sacudió la cabeza. —Deja que el chico solo un
poco. Creo que puede manejarlo sin que seas una mamá gallina.
¿Mamá gallina? ¿Nikolay?
Escondí mi risa con una tos.
—No soy una puta mamá gallina —gruñó Nikolay, mirando a Viktor antes de
enviarme una mirada suya. Mi risa murió rápidamente, pero la sonrisa seguía ahí.
—Entonces no actúes como tal. —Viktor se echó a reír, alejándose rápidamente.
—Jódete.
Nikolay se frotó la cara y emitió un sonido frustrante.
— ¿Viktor es siempre así? —pregunté.
— ¿Molesto como la mierda? Sí —respondió.
—Creo que es divertido —dije encogiéndome de hombros.
—Nunca le digas eso. Nunca se detendrá entonces.
Esta vez solté una carcajada, mientras sacudía la cabeza.
Vi su expresión suavizarse y luego asintió. —Es bueno verte así.
Agaché la cabeza con timidez y murmuré un rápido gracias.
Los dos estábamos en silencio y por el rabillo del ojo, lo vi apoyado contra la
pared al lado de mi puerta. Nikolay suspiró y luego se aclaró la garganta. —Después
del incidente en el baño, tuvimos algunas conjeturas pero nunca preguntamos porque
no queríamos presionarte —dijo—. Sé lo que pasó.
—Yo…

280
—No te digo esto para hacerte sentir avergonzada. Te digo esto porque quiero
que sepas que nadie pensaría en ti de manera diferente solo por lo que te pasó. Todos
tenemos un pasado aquí. Todos tenemos secretos así que no te juzgaremos. Una cosa
que encontrarás aquí es que nadie te va a juzgar. Estamos todos jodidos, ¿sabes?
Sus palabras trajeron lágrimas a mis ojos y rápidamente las aparté. Nikolay me
demostraba que estaba equivocada cada vez. Recordé la primera vez que lo conocí.
Era tan aterrador, malo y grosero. Parecía despiadado, cruel y sin emociones. Justo
como Alessio.
—Especialmente Alessio —continuó—. Él es un buen hombre.
— ¿Te lo dijo Alessio? —Susurré.
—No. No tuvo que hacerlo. Cuando vino al gimnasio y entrenó con nosotros, sus
acciones fueron suficientes para hacernos saber.
Limpiando las lágrimas que habían caído, miré mis pies. — ¿Por qué pelean así?
—Ayla, matamos gente. Somos parte de la Bratva, temida por todos. A veces,
cuando no podemos derramar la sangre de quien queremos, tenemos que liberar la
ira en otro lugar.
—Oh —murmuré.
—Correcto. Te dejaré trabajar ahora —dijo, alejándose de la pared.
—Espera —llamé. Se dio la vuelta y me miró, su rostro impasible como
siempre—. Dijiste que Alessio era un buen hombre... —Caminando hacia él, puse una
mano sobre su corazón—. Tú también eres un buen hombre.
Se le cortó la respiración en la garganta, pero permaneció en silencio.
—Sé la diferencia entre alguien que es malo y alguien que es bueno. Y tú... eres
bueno. Te importa aunque trates de ocultarlo —dije.
Nikolay era un hombre que se escondida detrás de una máscara de ira, al igual
que Alessio. Pero en el fondo, les importaba.
Levanté mi mano y la puse en su mejilla, justo sobre la cicatriz. Se estremeció
pero no se alejó.
—Te escondes detrás de tus cicatrices. Las usas como barrera, pensando que
alejarían a las personas. Funcionó, ¿no?
—Ayla —dijo, su voz llena de dolor.
—Crees que son feas. Crees que representan una debilidad. Pero no lo hacen.
Tus cicatrices representan tu fuerza —dije, las palabras de Maddie salieron de mi
lengua. Esperaba que tuvieran el mismo efecto en Nikolay que en mí.
Y lo hicieron. Vi que sus ojos se suavizaron un poco y se aclaró la garganta
nuevamente. —Tienes un corazón amable, Ayla.
Sonreí y luego solté una pequeña carcajada, frotando un dedo sobre su cicatriz.
—Sabes... tus cicatrices no te hacen feo... te hacen ver... —Me detuve por un momento,
tratando de pensar en la palabra que Maddie usó para describir a Nikolay. Cuando
finalmente me vino a la mente, lo dije rápidamente—. Sexy.
Sus ojos se abrieron en estado de shock.
¿Acabo de decir eso?

281
Aparté mi mano de la cara de Nikolay y retrocedí un paso. Levantó una ceja hacia
mí.
—Esa fue lo que Maddie…
—Entonces, ¿no crees que soy sexy?
— ¿Qué? No. Eres sexy. Espera, no, quiero decir que tus cicatrices no te hacen
ver feo. Ellas son agradables. Quiero decir, te ves bien con ellos. Sí... —Tropecé con
mis palabras, divagando mientras trataba de arreglar lo que dije pero en cambio
empeoraba las cosas.
Cerrando la boca, miré a Nikolay en silencio. La esquina derecha de sus labios se
torció en lo más mínimo, pero parecía doloroso, como si tuviera problemas para
levantar los labios con una sonrisa.
La cicatriz llegaba hasta sus labios y me pregunté si era por eso que no podía
sonreír.
—Simplemente no le digas a Alessio que me llamaste sexy —bromeó, sus ojos
brillaban con picardía.
—Correcto. Debería ir a trabajar. Ya he perdido suficiente tiempo —dije.
—Si. Adelante. —Nikolay se apartó de mi camino y rápidamente me alejé.
Mientras bajaba las escaleras, tenía una sonrisa en mi rostro.
Me acababa de dar cuenta de que estaba rodeada de mucho amor

282
Capítulo 50
Nikolay

Mientras veía a Ayla alejarse, sacudí la cabeza. Ella era demasiado inocente.
Demasiado amable y dulce para vivir en este mundo. Ella no debería estar aquí.
Pero Alessio la había reclamado. El jefe ya estaba demasiado profundo para
dejarla ir ahora. Le importaba demasiado.
Amaba demasiado, incluso si aún no lo veía o no se daba cuenta, estaba allí. En
sus ojos.
El amor no debería existir en esta vida. Era muy peligroso Solo nos quemaríamos
al final. No podríamos tener ninguna debilidad.
Esa era la regla de Alessio.
Sin amor. Sin debilidad.
Pero Ayla era ahora la debilidad de Alessio.
Cuando se desvaneció de mi vista, me apoyé contra la pared nuevamente. Ella
dijo que yo era un buen hombre. Tan ingenua.
Mi teléfono sonó en mi bolsillo y respondí la llamada sin mirar el identificador
de llamadas.
—Necesito verte ahora —dijo una voz exigente.
—Bien —respondí antes de colgar.
Ayla estaba equivocada.
No era un buen hombre. Había hecho cosas horribles y ni siquiera me sentía
culpable por ellas.
Yo era un asesino a sangre fría. Cruel. Implacable. Un traidor
Caminando hacia la oficina de Alessio, lo encontré sentado detrás de su
escritorio. Levantó la vista cuando entré y asintió.
—Necesito ocuparme de algunas cosas.
Alessio me miró por unos segundos, su mirada penetrante. —Bien —dijo. Me di
la vuelta, pero antes de que pudiera salir, su voz me detuvo—. Deberías curarte la
mano.

283
Bajé la vista a mi puño y vi los nudillos ensangrentados. El mismo puño que
acababa de golpear en la pared antes de entrar a su oficina.
—Lo haré —respondí, mi voz sin emoción.
Cerrando la puerta detrás de mí, fui a mi habitación y rápidamente me cambié
de ropa. Usando jeans negros y un suéter negro, salí de la finca y subí a mi auto.
Cuando llegué a mi destino, me puse la capucha sobre la cabeza, ocultando la
mayor parte de mi cara cuando salí del auto. Dos hombres me saludaron. —Te está
esperando en su oficina.
Sin responder, entré en el club. La puerta de su oficina ya estaba abierta,
esperando mi llegada. Al entrar, cerré la puerta y crucé los brazos sobre el pecho,
esperando que el hombre comenzara.
—Nikolay —dijo con brusquedad.
Mirando fijamente sus ojos marrones, asentí en su dirección. —Alberto.

284
Sobre la autora
Lylah James vive con sus padres y su hermano menor en algún lugar de Canadá. Usa todo
su tiempo libre para escribir. Si no está estudiando, durmiendo, escribiendo o trabajando, se
la puede encontrar con la nariz enterrada en un buen libro de romance, preferiblemente con
un macho alfa caliente.
Escribir es su pasión. Las voces en su cabeza no se detendrán y ella cree que merecen ser
escuchadas y leídas. Lylah James escribe sobre los machos alfa dignos de baba, con heroínas
fuertes y dulces. Hace llorar a sus lectores, sollozar, desmayarse, maldecir, enojarse y
enamorarse. Principalmente conocida como la Reina del Cliffhanger y el
#evilauthorwithablacksoul, a ella le gusta romper los corazones de sus lectores y luego
repararlos nuevamente.

285
PROXIMO LIBRO:
The Mafia And His Angel: Parte 2
(Tainted Hearts #2)

Ayla

La oscuridad nunca me dejó realmente.


Siempre estuvo ahí, esperando el momento
adecuado para atacar.
Han pasado meses desde que escapé de la
pesadilla que me estaba matando lentamente.
Corrí por mi vida, directo a los brazos de un
hombre que pensé que sería peor que la
pesadilla que había dejado atrás.
Poco sabía que se convertiría en mi salvador.
Pero mi final feliz fue arrancado de mí en un
abrir y cerrar de ojos. Lo tenía todo... y lo perdí
todo.

Alessio

No creía en los ángeles. Pero entonces la vi.


La toqué. La besé. Le hice el amor.
A cambio, ella salvó mi alma.
Ya no era incapaz de ser amado, porque mi
Ángel encontró en su corazón amarme.
La tuve... y luego la perdí.
Pero no me detendré hasta que la encuentre.
Incluso si eso significa comenzar una guerra
y derramar la sangre de todos los que se interpongan en mi camino.
Encontraré a mi Ángel.

286
THE MAFIA AND
HIS ANGEL
PARTE 2
Tainted Hearts Series

Por Lylah James

Traducción y corrección:

Nath<3
***ADVERTENCIA DE CONTENIDO***
No está destinado a lectores menores de 18 años.
Este libro contiene representaciones oscuras, y a veces violentas, del mundo
del crimen organizado, la agresión sexual y el suicidio, y algunos eventos
pueden ser desencadenantes para algunos lectores. Este es el libro 2 de 3. The
Mafia and His Angel: Parte 1 debe leerse antes para comprender completamente
la historia.
Sinopsis

Ayla

La oscuridad nunca me dejó realmente. Siempre estuvo ahí, esperando el


momento adecuado para atacar.
Han pasado meses desde que escapé de la pesadilla que me estaba matando
lentamente. Corrí por mi vida, directo a los brazos de un hombre que pensé que
sería peor que la pesadilla que había dejado atrás.
Poco sabía que se convertiría en mi salvador.
Pero mi final feliz fue arrancado de mí en un abrir y cerrar de ojos. Lo tenía todo...
y lo perdí todo.

Alessio

No creía en los ángeles. Pero entonces la vi. La toqué. La besé. Le hice el amor.
A cambio, ella salvó mi alma.
Ya no era incapaz de ser amado, porque mi Ángel encontró en su corazón
amarme.
La tuve... y luego la perdí.
Pero no me detendré hasta que la encuentre.
Incluso si eso significa comenzar una guerra y derramar la sangre de todos los
que se interpongan en mi camino.
Encontraré a mi Ángel.

The Mafia And His Angel: Parte 2


(Tainted Hearts #2)
Índice
Prologo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30
Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41
Prologo
Ayla

Por lo general, llega un momento en que la oscuridad se vuelve demasiado y te


rindes a ella. Te ahogas en ella, te sofocas hasta que te quedas sin aliento.
La oscuridad realmente nunca te deja. Siempre está ahí, esperando el momento
adecuado para atacar.
Y justo así, la oscuridad nunca me dejó realmente. Han pasado meses desde
que escapé de la pesadilla que me estaba matando lentamente. Corrí por mi vida.
Corrí por mi libertad.
Hasta que me topé con un hombre que pensé sería peor que mi pesadilla.
Oh, poco sabía...
Se convirtió en mi salvador, y todavía estaba disfrutando de nuestros tiempos
felices.
Capitulo 1
Maddie y yo estábamos caminando de regreso a mi habitación después de la
cena cuando de repente se detuvo en la escalera superior. Deteniéndome, la miré de
reojo. — ¿Qué pasa?
En lugar de responder, ella gritó: —Alessio.
Mi cabeza se giró en la dirección opuesta, y vi que Alessio estaba de vuelta con
nosotros. Estaba caminando hacia su oficina. Ante el sonido de la voz de Maddie, se
dio la vuelta, sus cejas fruncidas en cuestión.
— ¿Qué pasó? —murmuró, acercándose a nosotras.
Maddie me arrastró hasta el último escalón y se detuvo frente a Alessio. —
Estaba pensando en llevar a Ayla de compras mañana. Ella ha estado viviendo con
nosotros por algún tiempo y no tiene nada de ropa, excepto sus vestidos de criada y
el único atuendo que mamá le consiguió el primer día.
¿Compras? Sorprendida, miré a Maddie. Ella no me dijo nada sobre esto.
Por el rabillo del ojo, vi a Alessio mirándome. Levanté la vista y nuestros ojos
se encontraron. Lamiéndome los labios nerviosamente, jugué con el dobladillo de mi
vestido mientras su penetrante mirada hacía temblar mi cuerpo.
—Por supuesto. Puedes llevarla —dijo Alessio, manteniendo sus ojos azules
sobre mí—. ¿Pero por qué me preguntas? —preguntó, ahora mirando a Maddie
sospechosamente.
Maddie puso los ojos en blanco. Soltando un resoplido de molestia, cruzó los
brazos sobre su pecho. —No te estoy preguntando, te estoy diciendo. Hay una
diferencia. Solo te lo digo para que no te vuelvas loco y comiences a entrar en pánico
cuando no veas a Ayla.
No presté atención a las palabras de Maddie porque mi mente todavía estaba
tratando de registrar lo que dijo Alessio.
Se me permitía salir. Alessio me estaba dejando salir. Miré a Alessio, sin
palabras, mi cuerpo temblando ligeramente.
Nunca se me permitió abandonar la propiedad de mi padre, ni siquiera un paso
fuera de las puertas. Lo más lejos que había ido alguna vez fue a nuestro jardín
trasero. No se me permitía deambular libremente. Nunca. Todos mis días y noches
los pasé encerrada en mi habitación o en la sala del piano. No sabía mucho sobre el
mundo exterior.
Pero ahora, podría ir a ver el mundo.
Podría ir de compras... algo que nunca tuve la oportunidad de hacer. Alberto
era quien elegía toda mi ropa. Solo tenía que ponerme lo que me daba, una muñeca
que le gustaba vestir y poseer.
Alessio y Maddie estaban hablando, pero sus voces sonaban como si estuvieran
bajo el agua. Solo podía concentrarme en la cara de Alessio. Lentamente me estaba
dando cosas que había perdido. Alessio me estaba devolviendo mi vida.
Libertad. Finalmente era realmente libre.
La única cosa que siempre había deseado, esperado y rezado todas las noches
mientras lloraba hasta quedarme dormida, mi alma rompiéndose. Después de cada
noche tortuosa, eso era lo que soñaba.
Los ojos de Alessio estaban sobre mí otra vez. Vi su frente arrugarse por la
preocupación. — ¿Ayla?
Salí de mi aturdimiento y luego asentí con la cabeza. — ¿Si?
— ¿Estás de acuerdo con ir de compras mañana? —preguntó en voz baja.
Asentí de nuevo, pero esta vez mis labios se estiraron en una sonrisa. —Sip.
—Bueno. —Me dio una pequeña sonrisa, luego se dio la vuelta y se alejó.
Girándome, agarré las manos de Maddie, la emoción recorría mi cuerpo haciendo
que me estremeciera.
— ¿Puedo ir de compras? —Pregunté, mirándola a los ojos, mi corazón se
sentía esperanzado.
—Claro que sí, cariño. ¿Por qué no? Necesitas desesperadamente ropa. —Ella
rió.
Reanudamos nuestra caminata hacia mi habitación. Estaba extasiada, como una
niña que compra un juguete nuevo por primera vez. — ¿Cuándo nos vamos?
— ¿Quizás después del almuerzo? ¿Mañana? —sugirió.
—Eso suena bien. No puedo esperar —murmuré, cerrando la puerta detrás de
nosotras.
Maddie saltó a la cama y tomó el control remoto en su mano. — ¿Entonces?
¿Qué película?
Me encogí de hombros y me uní a ella en la cama. Apoyándome en la almohada,
miré la televisión mientras buscaba algunas películas. —No lo sé. Quizás algo
gracioso. —Hice una pausa y luego miré a Maddie por el rabillo de mis ojos—. ¿Y
romántico? —Terminé.
Ella rió. —Te tengo, cariño. Será The Notebook.
— ¿The Notebook? —pregunté cuando comenzó la película.
—Prepara tus pañuelos, Ayla. Te va a encantar esto.

***
Me desperté con un beso detrás de mi oreja. La sensación de cosquillas me sacó
de un profundo sueño, y dejé escapar un bostezo. Gemí, estirándome mientras la luz
del sol brillaba detrás de mis ojos cerrados. Podía sentir su calor bañando mi cara, y
sonreí.
Mis ojos se abrieron, solo para ver a Alessio sentado a mi lado. Él ya estaba
vestido con su traje, su cabello estaba un poco húmedo con algunos mechones
pegados a su frente.
—Buenos días —murmuró, alejando suavemente el cabello de mi cara.
—Buenos días —le susurré adormilada.
—Te veré en el desayuno —dijo Alessio mientras se levantaba. Asintiendo, lo vi
sonreír antes de salir de la habitación. Cuando la puerta se cerró detrás de él, me di
la vuelta y me enterré más en mi almohada.
Hoy era el día. Iba a ir de compras.
Soltando una pequeña y emocionada risa, me levanté y fui al baño. Después de
refrescarme, me puse el vestido negro de criada. En lugar de trenzar mi cabello
como solía hacerlo, lo dejé suelto. Caía en pequeñas olas detrás de mi espalda, justo
como lo amaba Alessio.
Mi sonrisa cayó cuando vi mis cicatrices en el espejo. Tragando saliva, miré mis
brazos y tracé las líneas rosadas con mis dedos. Pensé en Alberto.
Lentamente, perdí la pequeña esperanza que florecía en mi pecho. Mi corazón
se apretó.
No podía ir de compras.
Eso no era posible. No cuando Alberto todavía me estaba buscando. Si salía, sus
hombres me encontrarían y me llevarían de vuelta al infierno en el que había estado.
Tendría que volver a vivir mi pesadilla.
No creía ser lo suficientemente fuerte como para volver a pasar por eso.
Después de encontrar tanta felicidad, si tuviera que regresar, esta vez... no saldría
con vida.
Acababa de encontrar mi corazón; No estaba lista para perderlo.
Tomando varias respiraciones profundas, traté de calmar el pánico que crecía
dentro de mí. Puse una mano sobre mi pecho y controlé mi respiración como Sam
me enseñó.
El mundo finalmente dejó de girar y mi visión ya no era borrosa. Sacudiendo la
cabeza, salí del baño y de la habitación de Alessio, cerrando la puerta detrás de mí.
¿Cómo iba a explicarle esto a Maddie? Estaba realmente emocionada de ir de
compras conmigo.
Tenía todo planeado: ir de compras e incluso ir tan lejos como hacer planes
para ver una película después y luego cenar antes de regresar a casa.
Me sentía culpable, sabiendo que tenía que arruinar su pequeño momento feliz.
Después de servir el almuerzo, rápidamente me disculpé por no sentirme bien,
esperando que pareciera natural.
—Creo que me voy a acostar. No me siento tan bien —dije en voz baja al lado
de Maddie.
Ella me miró y sus labios se torcieron con tristeza. —Bueno. Ve a tomar un
descanso —respondió antes de volver a la mesa.
Sentí los ojos de Alessio en mi espalda mientras subía las escaleras, pero no
miré hacia atrás. En mi habitación, me caí en la cama con la cara enterrada en la
almohada, sintiéndome completamente agotada emocional y físicamente.
Mis dos vidas se seguían cruzando. Mi pasado y mi presente. No había forma de
dejar atrás el pasado.
Cuando escuché la voz de Maddie, rápidamente me senté. —Ayla, soy yo.
¿Puedo entrar?
Presionando una mano temblorosa sobre mi frente, temblé con tensión. Tragué
fuerte contra la bola de nerviosismo y me puse de pie, dando pasos cuidadosos hacia
la puerta.
Pensar. Piensa, Ayla. Piensa en algo.
—Ya voy —grité con voz temblorosa.
Apoyé una mano en el pomo de la puerta y sostuve mi estómago con la otra,
mordiéndome los labios mientras mis hombros se tensaban. Al abrir la puerta, le di
a Maddie una sonrisa forzada.
—Oye, ¿estás bien? —Preguntó preocupada, empujando la puerta para entrar.
—No. No me siento tan bien Me duele la cabeza y, un poco, el estómago —
murmuré, sosteniendo mi estómago mientras me apoyaba contra la pared.
Maddie me dio una mirada compasiva antes de asentir con tristeza. —Es esa
época del mes, ¿no? Sé que es un dolor en el culo. O vagina, debería decir.
Asentí de vuelta. Al menos eso era cierto, así que funcionó con mi mentira
inventada.
—Podemos ir de compras en otro momento. Sin preocupaciones. Podemos
comprar en línea hoy, si quieres —sugirió.
—Está bien —le respondí con una sonrisa. Eso sonaba mejor, aunque no sabía
que podíamos comprar en línea. ¿Cuánto me perdí realmente mientras vivía con mi
padre y Alberto?
—Ya vuelvo. Déjame coger mi computadora portátil. —Maddie salió de la
habitación rápidamente.
Regresé a mi cama y me senté. Frotando mis manos sobre el edredón de satén,
encontré la suavidad relajante. Cerrando los ojos, traté de deshacerme de los
negativos y dolorosos pensamientos. Necesitaba dejar de pensar en el pasado.
— ¡Volví! —Maddie anunció cuando regresó a la habitación—. Bueno. ¡Vamos a
comprar! —colocó la computadora portátil entre nosotras.
No pude evitar reírme de su entusiasmo. Ella sabía cómo hacer una situación
más ligera. Lo más importante, sabía cómo hacerme reír, y eso era exactamente lo
que necesitaba.
Compramos por un tiempo. Bien, definitivamente fueron horas. Maddie era una
bestia en las compras. Ella definitivamente estaba poseída. —Compra hasta que te
caigas —murmuró, finalmente cerrando su computadora portátil.
— ¿Cuánto costo eso? Pagaste por mí —pregunté rápidamente. Maddie se
encogió de hombros y se volvió de lado para mirarme.
—Está bien. Puedes usar tu salario la próxima vez que vayamos de compras.
— ¿Pero cuánto costo? Compramos mucho, Maddie. Y ese vestido azul era caro
—discutí.
—No lo sé. Fueron dos mil algo —murmuró en voz baja—. Y antes de que
empieces, tengo el dinero. Podría ser una criada —enfatizó la palabra criada
mientras rodaba los ojos— pero Alessio me paga mucho. Gratificaciones y todo.
— ¿Beneficios de hermana?
Ella asintió con una risa. —Maldición, eso me hace sonar como una persona
horrible.
—No. Te ama como a una hermana y a Lena como a una madre. Es muy obvio.
Estoy segura de que los otros hombres sienten lo mismo —dije, acostada de
espaldas junto a Maddie. Todos respetaban a Maddie y Lena.
El vínculo de esta familia siempre me dejaba sin palabras. Eran la verdadera
definición de familia. No por sangre, sino por elección. Algo que nunca tuve con mi
propia sangre, pero con los Ivanshovs, encontré una familia.
Maddie y yo estuvimos en silencio por un tiempo, ambas mirando al techo,
perdidas en nuestros pensamientos. Cuando ella finalmente rompió el silencio, no
era algo que esperaba que dijera.
— ¿Ayla?
—Hmm... ¿Sí?
—Soy rara, ¿no?
Ante la pregunta, me sentí confundida. Girándome de costado, me apoyé en los
codos y la miré mientras ella seguía mirando al techo.
—No. De ningún modo. ¿Por qué estás preguntando esto? —Pregunté.
—Siempre dicen que soy rara. Que debería ser más madura y blah blah blah.
— ¿Quién dice eso? Eso es horrible. —Me indignó la idea. Ella era la persona
más dulce que conocía.
—Mis amigos —citó de nuevo, sin dejar de mirar los techos. —No tengo
muchos amigos. Perdí muchos de ellos con los años.
— ¿Qué quieres decir? —Pregunté, mi corazón se apretó por la expresión triste
y distante en su rostro. Ella permaneció en silencio por unos minutos, la tensión a
nuestro alrededor se hizo más espesa, como si una nube oscura se hubiera asentado
sobre nosotras.
—Estaba enferma —admitió finalmente. Fue una admisión silenciosa, y la miré
confundida.
— ¿Enferma? ¿Cómo en gravemente enferma? —pregunté, acercándome a ella.
Maddie asintió con la cabeza. —Tenía Hepatitis C cuando tenía diecinueve años.
Después de que me curé, tuve leucemia un año después. Han pasado dos años desde
que he estado libre de cáncer.
Su admisión me dejó conmocionada. No sabía que decir. Ni una vez habría
adivinado que ella había estado mortalmente enferma.
—A veces, cuando te acercas a la muerte, te das cuenta de lo que te estás
perdiendo y de lo que has dado por sentado. Y estaba dando mi vida por sentado.
Después de curarme, decidí que iba a vivir mi vida como si fuera mi último día. Sería
feliz para no arrepentirme más adelante.
Hizo una pausa, una lágrima se deslizó por el rabillo de sus ojos. Levantando mi
mano, la aparté. Antes de que pudiera alejarme, ella agarró mi mano. —Pero cuando
salí del hospital, después de años de luchar por sobrevivir, descubrí que había
perdido a mis amigos. Habían seguido adelante. Traté de volver a mi vida, tratando
de encajar de nuevo, pero sabes cuándo alguien ya no te quiere. Así me sentí. No
querida. Era infeliz.
Mis dedos se apretaron alrededor de los suyos, dándole fuerzas para continuar.
Sus palabras trajeron lágrimas a mis ojos. Sabía lo que era sentirse no querida.
Sentirse infeliz Así que le presté un poquito de fuerza de mi parte.
—Entonces dejé la escuela. Siempre quise un título. Quería ser abogada. Ese
siempre fue mi plan, pero ya no podía hacerlo. Ya tenía veinticinco años, perdida y
sin objetivo para mi vida. Se sintió sofocante. Me sentí débil y no necesitada. Así que
volví a vivir aquí con mamá y los demás.
Maddie dejó escapar una pequeña risa antes de girarse de lado para mirarme.
—No sabía que encontraría felicidad aquí, pero lo hice —Ella se encogió de hombros
antes de continuar—. Esta es mi vida ahora, pero no quiero vivirla con madurez.
Quiero vivirla libremente.
—Me alegra que hayas podido seguir adelante —le susurré, limpiando las
lágrimas de su rostro. —No creo que seas rara. Creo que eres la mejor.
—A decir verdad, eres mi primera amiga en mucho tiempo. Eso suena bastante
patético, ¿no?
Soltando una carcajada, sacudí la cabeza. —No. Porque tú también eres mi
primera amiga.
—Wow —susurró.
—Si.
—Ahora te toca a ti —dijo Maddie, señalando mi pecho.
— ¿Huh? —Pregunté confundida.
—Compartí algo. Es tu turno.
Solté su mano y volví a acostarme. ¿Compartir algo? ¿Qué tenía que compartir?
Mi verdad... todo estaba liado. Y ni siquiera podía decirle toda la verdad.
Pero tal vez algo de eso...
—Estoy comprometida —le susurré al techo.
Maddie estaba en silencio a mi lado. Luego se sentó rápidamente. — ¿Qué? —
farfulló.
Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Estaba
aturdida, mi mente perdida cuando volví a mi pasado. Imágenes tras imágenes,
recuerdos tras recuerdos aparecieron frente a mis ojos.
—Él no era un buen hombre. El me golpeaba. Fui violada muchas veces. No sé
nada de los demás porque nunca me dejó salir. Él era realmente controlador.
Cuando no podía soportarlo más, me escapé, y así fue como encontré a Alessio. Me
escondí en su auto para escapar de él.
—Ayla —jadeó Maddie, sus manos se doblaron sobre las mías.
—Dijo que me amaba. Que me amaba demasiado. Su amor se convirtió en su
obsesión.
—Eso no era amor, Ayla —dijo Maddie, sus manos apretando las mías en
consuelo.
—Lo sé —susurré. Ahora que lo pensaba, sabía que Maddie tenía razón.
Alberto nunca me quiso. Para él, yo solo era un objeto para ser poseído. No un
humano... no alguien a quien amaba. Alberto jugó un papel importante en mi ruina.
Yo era su obsesión, y él era mi perdición. Mi pesadilla.
Ahora, sabía lo que realmente significaba el amor.
El amor significaba besos suaves, caricias suaves, palabras dulces y ojos
amorosos.
Y Alberto no era nada de eso...
Pero lo encontré aquí.
— ¿Quién es él? Alessio va a matar a esa pequeña mierda de ser humano. Dios,
ni siquiera sé cómo llamarlo. No puedo esperar a que Alessio le ponga las manos
encima. Deseará nunca haber puesto los ojos en ti —gruñó Maddie enojada, sus
manos apretando las mías.
Cuando guardé silencio, Maddie se acercó y me puso una mano sobre el
hombro. —Ayla, ¿Alessio lo sabe? ¿Le dijiste?
Sacudí la cabeza en silencio, mi garganta se cerró contra mis palabras.
—Tienes que decirle. Necesita saberlo.
—Él sabe que me han violado, pero no estoy lista para contarle las otras cosas.
Lo haré pero no ahora. No creo que alguna vez esté lista, pero sé que tengo que
decírselo algún día.
—Ayla…
—Y tampoco se lo puedes decir. Por favor, Maddie —le supliqué, sentándome
rápidamente y agarrando sus manos en las mías.
—Esa no es mi historia para contar. Tienes que decírselo tú misma. Pero no
puedes ocultarle esto por mucho tiempo. Al final, solo lo lastimarás a él y a ti. Alessio
necesita saberlo.
—Lo haré... le diré. Pero no ahora. —Estaba retrasando la verdad, esperando
que me hiciera ganar tiempo. Solo estaba tratando de encontrar el coraje.
No quería perder lo que acababa de encontrar.
Aún no.
Capítulo 2
—Ayla, ten cuidado. Vas a caer sobre esas rocas —gritó Alessio detrás de mí.
Me reí libremente, saltando de una roca a otra antes de aterrizar en la corriente
fría. El agua fría corrió por mis pies descalzos y subió un poco por encima de mi
tobillo. —Esta tan fría —grité.
—Sin embargo, todavía insistes en mojarte los pies —murmuró, acercándose.
—Se siente bien. Deberías intentarlo también —le sugerí, volviéndome hacia él
con una sonrisa.
—No, estoy bien —dijo Alessio, deteniéndose en el borde del arroyo, con las
manos enterradas en los bolsillos de sus pantalones negros.
Había pasado una semana desde mi conversación con Maddie. Todos los días,
tenía la tentación de decirle a Alessio la verdad, pero mi miedo por su reacción me
detenía cada vez. No quería ver el odio o el asco en sus ojos.
Quería que me siguiera mirando con los mismos ojos amorosos, gentiles y
suaves. Quería sus sonrisas. Sus tiernas palabras y suaves caricias. Quería todo ello
para siempre.
Todos los días con Alessio se sentía como el cielo. Era un respiro de aire fresco.
Un resplandor de felicidad. Él era mi felicidad. Y había llegado al punto donde
ansiaba su atención.
Era como una droga, mi adicción.
— ¿No quieres meterte al agua? —Pregunté con un puchero. Alessio sacudió la
cabeza en silencio. Las pequeñas manchas grises en sus ojos azules brillaban a la luz
del sol.
Enviándole una sonrisa, me incliné y recogí un poco de agua en mis palmas. Mis
pasos eran lentos mientras caminaba hacia él. —Aquí. —Me reí.
Antes de que pudiera hacer algo, le tiré el agua fría a la cara. Alessio se encogió
y retrocedió sorprendido. — ¿Qué mier… —gruñó Alessio, deslizando sus manos
sobre su rostro mojado.
Escondiendo una risa detrás de mis manos, retrocedí unos pasos cautelosos. —
Ups. —Le saqué la lengua.
Alessio levantó una ceja inquisitiva, con una sonrisa en su rostro. Sus ojos
brillaron traviesamente mientras ladeaba la cabeza hacia un lado. Sin decir nada, se
quitó la chaqueta del traje y la arrojó sobre la hierba. Mientras enrollaba las mangas
de su camisa blanca, sacudió la cabeza.
—Te estoy dando una ventaja, gatita —dijo, su voz profunda y juguetona.
Mis ojos se abrieron y solté una pequeña risa. —No podrás atraparme —
bromeé antes de saltar fuera del agua y correr pasándolo.
—Veremos eso —gritó. Mirando hacia atrás, lo vi venir hacia mí con toda su
fuerza.
Soltando un grito, corrí más rápido, dando vueltas y corriendo hacia la
corriente de nuevo. Lo sentí acercarse, y tan pronto como estuve al borde del
arroyo, su brazo arremetió y envolvió mi cintura con fuerza, tirando de mí hacia
atrás.
Alessio me recogió y me hizo girar en círculos, mi risa resonó alrededor del
arroyo.
—Te tengo —susurró Alessio en mis oídos. Me dio un beso en la nuca—.
Siempre te atraparé, gatita. —Me derretí en sus brazos, presionando mi espalda
contra su frente—. Has sido muy mala. Qué pequeña descarada.
—Alessio —respiré mientras él colocaba un beso detrás de mi oreja.
Estaba a punto de darme la vuelta en su abrazo, pero mis pies resbalaron sobre
la hierba mojada. Mis ojos se abrieron de par en par cuando solté un grito, mis
manos fueron al cuello de Alessio para agarrarme.
—Joder —maldijo.
Todo sucedió muy rápido. Primero, me estaba cayendo, y luego no. Pero tan
pronto como me enderecé, escuché un chapoteo de agua y un manantial de
maldiciones provenientes de Alessio. Girando rápidamente, me miré la corriente,
solo para soltar una carcajada cuando lo vi.
Estaba tumbado en el agua, completamente mojado, su rostro era una máscara
de asombro.
Rápidamente perdí mi sonrisa cuando vi su rostro volverse inexpresivo. Parada
congelada en mi lugar, me mordí los labios nerviosamente, asustada de que él se
enojara. Solo hubo silencio por unos momentos.
Pero entonces una repentina risa me sobresaltó, y salté un poco.
Miré a Alessio, sorprendida. Se reía. Alessio Ivanshov se estaba riendo.
Nunca lo había visto o escuchado reír antes. Siempre fue un hombre
melancólico, su rostro impasible y duro. De vez en cuando, tenía una sonrisa
completa en su rostro pero nunca una risa. Era como si estuviera prohibido de
alguna manera.
Un sonido tan alegre proveniente de Alessio sonaba tan extraño. Su risa era
profunda y exquisita. Toda su cara estaba iluminada. Mientras todo su cuerpo
temblaba, todo lo que pude hacer fue mirarlo con asombro.
Un sonido tan hermoso que proviene de un hombre roto. ¿Cuándo fue la última
vez que se rió tan libremente?
Esto... lo que sea que estaba sintiendo en mi corazón cuando mi pecho se
llenaba de emociones sin nombre... esto era el cielo. Esto era la verdadera felicidad.
Una sonrisa se extendió por mis labios hasta hacer que me dolieran las mejillas.
—Nunca te había escuchado reír antes —susurré, arrodillándome en la orilla.
Alessio perdió rápidamente la risa y pareció confundido por un segundo, como
si no pudiera creer que en realidad se estaba riendo. Ladeó la cabeza y me miró con
una expresión extraña en su rostro.
Y luego sonrió. —No creo que haya tenido alguna razón para reírme antes —
respondió susurrando.
Estábamos perdidos en los ojos del otro. Azul contra verde. Ni una vez
miramos hacia otro lado, ambos nos negábamos a romper esta conexión.
Cuando finalmente aparte la vista, miré hacia el agua corriendo. —Dijiste que
no querías meterte al agua, ¿verdad? —Bromeé
Alessio dejó escapar una pequeña risa. — ¿Cómo diablos me caí y tú no? —
murmuró por lo bajo.
Me encogí de hombros ante su pregunta. —Dame una mano —dijo,
tendiéndome la mano. En cambio, puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza.
—Sé lo que estás haciendo, Alessio. No voy a caer en eso.
Puso dramáticamente una mano sobre su corazón. —Me heriste, gatita.
Sacudiendo mi cabeza ante su expresión burlona, me puse de pie. —Deberías
salir del agua o te enfermarás. Está muy fría.
—Realmente necesito una mano, Ayla. Creo que me lastimé la espalda.
Ante sus palabras, dejé escapar un grito ahogado. — ¿Qué?
Con el corazón lleno de pánico, corrí hacia el arroyo y me agaché para tenderle
una mano. —Oh Dios mío. Lo siento mucho. ¿Dónde?
Cuando me di cuenta de mi error, ya era demasiado tarde. Su expresión de
dolor se convirtió en una sonrisa. Alessio agarró mi mano y tiró. Lo siguiente que
supe fue que estaba medio tumbada sobre su pecho.
—Ups —imitó mis palabras de antes.
Golpeándolo suavemente en el brazo, lo miré. —Alessio —lo regañé.
— ¿Qué? —Fingió inocencia.
—Eres tan malo —murmuré, sacudiendo la cabeza.
Sentí su mano en la parte posterior de mi cabeza, sus dedos enredados en los
mechones oscuros. Bajó la cabeza hasta que nuestros labios estuvieron a escasos
centímetros de distancia.
—Nunca dije que era bueno —respondió, su voz bajando a un tono más ronco.
Y luego reclamó mis labios en un duro y abrumador beso.
Este beso no era gentil o dulce. Era posesivo. Su lengua lamió mis labios,
persuadiéndome a abrirme a sus exigentes avances. Cedí fácilmente, separando mis
labios para permitirle entrar. Su otra mano enmarcó mi rostro para atraerme más
fuerte contra él.
Había tanto sentimiento detrás de este beso que quería que durara para
siempre.
Jadeando por aire, me separé el tiempo suficiente para tomar un respiro antes
de que Alessio tomara mis labios nuevamente. Su lengua bailaba con la mía,
tocándome, lamiéndome, reclamándome.
Sus labios se movieron hacia la esquina de mi boca, y colocó un beso allí antes
de arrastrar sus labios por mi mandíbula y el costado de mi cuello. Eché la cabeza
hacia atrás y le di un mejor acceso, completamente pérdida en él, sus besos y
caricias volviéndome loca.
Alessio se sentó y me movió hasta que mis piernas se envolvieron alrededor de
su cintura. Se puso de pie, sus labios nunca dejaron mi piel mientras salía del agua.
Luego fui recostada contra un árbol. Sus dedos se clavaron en mis caderas
cuando acercó sus labios a los míos nuevamente. Mi cabello estaba firmemente
envuelto en su puño, tirando de mi cabeza hacia atrás. Sentí su dura longitud
descansando entre mis piernas, y mis dedos se apretaron alrededor de sus hombros.
Alessio de repente se apartó con dureza. Mis ojos se abrieron de golpe por la
sorpresa. Ambos estábamos sin aliento cuando él puso su frente contra la mía. —
Tenemos que parar aquí —dijo con brusquedad, con los ojos aún cerrados.
Gracias.
Mis manos se movieron desde sus hombros hasta su cuello, y me aferré, como
si fuera mi gracia salvadora. —Está bien —le susurré.
Respiró hondo y abrió los ojos. Lujuria. Eso fue lo que vi. Su necesidad de mí.
Sus ojos azules brillaban con ella.
—Alessio.
Sacudió la cabeza. —Solo necesito un minuto —dijo antes de cerrar los ojos de
nuevo, con la respiración agitada.
Alessio siempre se detenía. Por mí. Ponía su necesidad a un lado, dándome lo
que yo necesitaba. Siempre pensando en mí primero. Después de mi colapso, nunca
presionó por más. Esta fue la primera vez que perdió el control así, pero no lo dejó ir
demasiado lejos.
Palmeando su rostro, froté suavemente mis dedos sobre sus mejillas. Puse un
beso en la punta de su nariz y luego le di un beso rápido en los labios. —Gracias —
susurré contra sus labios.
Capítulo 3
Estaba recostada en la bañera, con los ojos cerrados y las manos sobre el agua
tibia. Era tarde en la noche, y después de tocar el piano para Alessio, no podía
dormir.
Todo lo que podía pensar era el momento en el arroyo esa mañana. Cada vez,
las mismas imágenes aparecían detrás de mis ojos. Alessio besándome. Nuestra
necesidad el uno por el otro.
Y luego recordaría cómo fue cuando le hizo el amor a mi cuerpo.
Mi cuerpo se calentó bajo los pensamientos de sus labios y manos sobre mí
otra vez. Soltando un suspiro cansado, abrí los ojos y salí del agua, secándome con la
gran toalla blanca. Pero en lugar de ponerme el camisón, envolví la toalla sobre mi
hombro, mirándome en el espejo.
— ¿Qué estoy haciendo? —Le susurré a mi reflejo —. ¿Puedo hacer esto?
Alessio me quería... y yo también lo quería a él.
Ansiaba su toque.
Colocando una mano sobre mi pecho, sentí mi corazón palpitar. —Ya no quiero
tener miedo.
Quería ser libre. Quería vivir. Quería sentir... todo.
Quería a Alessio.
Abrí los ojos, haciendo contacto directo con mis propios ojos verdes en el
reflejo.
Sosteniendo la toalla más fuerte a mí alrededor, miré al espejo por última vez
antes de darme la vuelta. Mi mano descansó en el pomo durante varios minutos,
tirando de la fuerza y el coraje dentro de mí para abrir la puerta y dirigirme a
Alessio.
Estaba en una constante batalla en mi mente. El miedo por un lado, mientras
que el otro exigía libertad y felicidad.
Con mi decisión final tomada, respiré hondo y abrí la puerta. Alessio estaba
sentado en la cama, apoyado contra la cabecera con solo sus pantalones negros.
Estaba mirando su teléfono, pero rápidamente levantó la vista cuando entré en la
habitación.
— ¿Ayla? —preguntó, sus cejas se fruncieron al verme. — ¿Por qué estás solo
en toalla?
Sentado en la cama, colocó el teléfono en la mesita de noche. — ¿Estás bien? —
preguntó preocupado, la tensión recorría los músculos de sus hombros.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y me aferré a mi decisión. El me daba
fuerzas. —Ya no quiero tener miedo —le dije.
—Ayla —comenzó, la confusión clara en su voz y expresión.
Dejé caer la toalla rápidamente para revelar mi cuerpo desnudo y di un paso
nervioso hacia adelante. Mis manos se hicieron puños a mi lado mientras caminaba
hacia la cama, deteniéndome junto a Alessio.
Debe haber entendido lo que quise decir, porque sus ojos se suavizaron. —Ayla
—suspiró. Estirando su brazo hacia mí con la palma hacia arriba, me dio su mano —.
Ven acá.
Tragando con fuerza, puse mi mano en la suya y él agarró la mía. Me temblaba
la mano, pero Alessio me dio un suave apretón antes de empujarme hacia él. Me subí
a la cama, y él me movió, tirando de mí sobre su regazo para que me sentara a
horcajadas sobre él, con las rodillas a cada lado de sus caderas.
Levantando su otra mano, frotó suavemente su pulgar sobre mis labios. —
¿Estás segura?
Asentí en silencio, encontrando difícil expresar algo. —Ayla, necesito las
palabras. Necesito saber que estás cien por ciento segura de esto.
—Estoy segura —respondí, mi voz apenas audible. Colocando su frente contra
la mía, dejó escapar otro suspiro.
—Bien. Lo haremos así. Contigo arriba —dijo.
¿Yo? ¿Arriba?
El pánico me llenó, y mi mano apretó la suya. —Yo…
Pero él rápidamente me hizo callar. —Lo sé. Está bien.
No sabía hacer nada. Nunca había hecho esto.
—Aquí. —Me levantó de su regazo y me colocó en la cama junto a él. Alessio se
quitó rápidamente los pantalones de chándal y los bóxers, tirándolos al suelo para
que él también estuviera desnudo. Me puso de nuevo en su regazo, en la misma
posición que antes.
—Alessio, no sé... —murmuré.
Él sonrió y sacudió la cabeza. —Tú lo haces. Deja ir tu mente y tu cuerpo. Tu
cuerpo sabe qué hacer. Tú estás a cargo, Ayla. Haz lo que quieras.
Tenía el control. Por primera vez.
Enviándole una sonrisa temblorosa, puse mis manos sobre su pecho y empujé
hasta que estuvo reclinado sobre la cama. No estaba segura de qué hacer después,
pero cuando sentí su longitud contraerse entre mis piernas, temblé y me moví
ligeramente, causando que su punta rozara contra mi sensible núcleo.
Me tocó la última vez, pero nunca tuve la oportunidad de explorarlo. Mis manos
se movieron sobre su pecho y su estómago, sintiendo sus músculos ondularse bajo
mi descuidado toque.
Cuando mis manos llegaron a su pelvis, justo por encima de su longitud
endurecida, me detuve. Mi cabeza giró hacia Alessio, buscando ayuda, sin saber qué
hacer.
Su mano agarró la mía, y la colocó sobre la cabeza rígida, envolviendo mis
dedos a lo largo. Nuestros ojos permanecieron conectados mientras movía mis
manos hacia arriba y hacia abajo. Y luego me soltó.
Mirando hacia abajo, froté mi pulgar sobre la punta y le di un pequeño apretón.
—Joder —juró Alessio. Creyendo que hice algo mal, alcé la vista rápidamente, solo
para encontrar sus ojos cubiertos de lujuria.
Sintiéndome confiada en mis acciones, moví mis manos nuevamente,
apretando la longitud al mismo tiempo. El dedo de Alessio se clavó en mis caderas, y
dejó escapar un gruñido.
—De esta manera —murmuró, volviendo a poner su mano sobre la mía,
apretando mi agarre. Movió de arriba a abajo, apretando y aflojando nuestro agarre
hasta que se formó humedad en la pequeña hendidura. Frotando mi pulgar sobre él,
cubrí la punta completamente.
—Ayla, si sigues haciendo eso, me voy a venir.
— ¿No es eso algo bueno? —pregunté.
—Pequeña descarada —respondió, su voz un poco ronca.
Con mi mano todavía envuelta alrededor de él, me incliné, moviendo
ligeramente las caderas hacia arriba, mis senos se balanceaban hacia Alessio. No
estaba segura de qué hacer, me sentía perdida.
Estaba a punto de bajar, pero las manos de Alessio eran como una banda de
acero alrededor de mis caderas, deteniendo mi movimiento. —Todavía no estás lista
para esto.
— ¿Huh? —Pregunté confundida. Sonriendo, me sacó de su dureza y me movió
sobre su pecho.
—Alessio, ¿qué estás haciendo? —Pregunté, presionando mis manos contra su
pecho mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.
—Te estoy preparando, gatita. Sube. Monta mi cara—ordenó.
¿Montar su cara? Sus manos bajaron a mis muslos, manteniéndome quieta.
Nerviosa, lentamente me moví a la posición que me dijo. Con mis rodillas a cada lado
de su cara, me aferré a la cabecera.
Su aliento rozando mi apretado núcleo. Mi cabeza cayó hacia atrás ante la
extraña sensación. Cuando sentí su lengua en mi entrada, dejé escapar un gemido.
Cuando mi cuerpo respondió con una oleada de humedad, los dedos de Alessio
se apretaron en mis muslos. Pasó su lengua sobre mis labios húmedos, lamiendo la
humedad allí. Lamió, probó, chupó y me volvió loca con la lengua hasta que
temblaba incontrolablemente. Mi cuerpo se apretó, desesperado por mi liberación.
—Alessio —gemí, mis nudillos casi blancos por lo fuerte que estaba
sosteniendo la cabecera. Mis caderas se mecieron contra su boca, apretándose
contra su cara. Suspiré y gimoteé contra su tortuoso movimiento.
Estaba tan cerca, colgando del borde pero sin venirme.
Empujó su lengua dentro de mí y gimió, y mis ojos se cerraron ante la
sensación en mi región inferior. Él era despiadado, empujándome al borde tantas
veces pero negándose a dejar que me venga. Solté un grito agudo cuando levantó
una mano y presionó un dedo contra mi pequeño nudo.
— ¡Alessio! —Cuando el orgasmo me atravesó, mis muslos se apretaron
alrededor de su cabeza.
Todavía estaba perdida en el intenso éxtasis que rodeaba mi mente y mi
cuerpo cuando Alessio me levantó de su rostro y me empujó sobre su polla
nuevamente.
—Espera —murmuró, inclinándose hacia un lado para abrir el cajón y sacar
una caja. Lo miré mientras sacaba el condón y se lo ponía.
Él sonrió. —Ahora estás lista. Tómame, Ayla. —Sus palabras eran profundas y
llenas de necesidad.
Mi entrada estaba justo sobre su punta, y tragué nerviosamente, mis muslos
aún temblaban por mi orgasmo. Los ojos de Alessio brillaban, y él agarró mis
caderas nuevamente, levantándome un poco. Su rígida longitud se tensó cuando me
colocó sobre su polla y comenzó a tirarme hacia abajo. —Justo así.
Ambos jadeamos cuando se hundió lentamente en mí, mis ojos casi se cerraron
ante la maravillosa sensación. Me detuve cuando llegó a mi profundidad, mi cuerpo
se estremeció a su alrededor.
Pero cuando los repentinos recuerdos oscuros comenzaron a rodearme, me
quedé quieta. Las manos de Alessio se apretaron a mi alrededor. —Ayla, abre los
ojos —exigió rápidamente.
Mis ojos se abrieron de golpe ante su orden, y lo miré en busca de ayuda,
asustada de volver a caer en la oscuridad.
—Mantén tus ojos en mí, Ayla. Solo en mí. Mírame. Sólo yo. Solo soy yo, Ayla —
susurró suavemente, su pulgar acariciando suavemente mis costados.
Sólo él. Solo era Alessio. Solo él.
—Ahí lo tienes. Sigue mirándome. No me quites los ojos de encima —continuó
con la misma voz grave.
Alessio levantó una mano y me quitó el moño del cabello, dejándolo caer sobre
mi espalda y hombros. Me acarició el cabello suavemente, tranquilizándome con una
sonrisa suave. —Lento y con calma. Lo estamos tomando con calma.
Me soltó el pelo, volvió a agarrarme las caderas y me ayudó con el movimiento.
Levantándome lentamente, comencé un lento descenso nuevamente, todo mi cuerpo
temblaba con la sensación.
Solo Alessio. El me rodeaba. Abrumaba mis sentidos hasta que era el único al
que podía sentir, ver u oír. Él era todo.
Mientras introducía su polla dentro de mí, yendo tan profundo como podía,
seguí mirándolo. Su respiración era irregular, casi dolorosa. El sudor se formó sobre
su frente, igual que a mí.
—Alessio —respiré. Sus dedos se clavaron en mi piel, dándome confianza para
seguir moviéndome de nuevo. Di un giro tentativo, y él gimió, arqueando las caderas
en la cama.
—Ayla.
No pude evitar sonreír. A él le gustaba. Volviéndome tímida bajo su mirada,
puse mis manos sobre su pecho, levantándome, su dureza se deslizó dentro de mi
calor húmedo. Moviéndome lentamente arriba y abajo, observé todas sus
reacciones. Cuando giré mis caderas sobre él, levantó sus caderas para encontrarse
con las mías, la acción lo empujó más dentro de mí.
Gemí más fuerte, y él juró. —Mierda.
Alessio lentamente tomó el control, empujando sus caderas hacia arriba, lento
y profundo cada vez. —Ayla, voy a voltearnos —dijo con voz ronca.
Cuando asentí, rápidamente nos dio la vuelta hasta que estuve boca arriba y se
colocó entre mis piernas.
Cuando solté un grito ahogado, él besó mis labios. —Mantén tus ojos en mí.
Sólo soy yo. Nadie más que yo.
Asentí, manteniendo nuestros ojos conectados mientras empujaba dentro de
mí otra vez. Su gemido vibró desde su pecho, y lo absorbí todo.
Mis manos volaron frenéticamente hacia sus hombros, sosteniéndome
mientras mi cuerpo temblaba con la ferocidad de la sensación que lo recorría.
Alessio hizo una pausa, nuestras miradas se mantuvieron. — ¿Bien?
—Bien.
—Agárrate a mí, Ayla. No me sueltes.
Asintiendo de nuevo, entrelacé mis manos detrás de su cabeza. Cuando se
retiró, mis dedos se curvaron alrededor de su cuello. —Oh... Alessio.
Y luego empujó de nuevo, estirándome con su totalidad. Sentí mi coño estirarse
para adaptarse, la presión dentro de mí crecía más rápido que antes.
Se echó hacia atrás y empujó. Instintivamente, incliné mis caderas hacia arriba
y él empujó con fuerza hacia dentro. Solté un grito ahogado, seguido de un
desvergonzado gemido fuerte, y mis uñas se clavaron en su espalda.
Alessio comenzó a moverse, encontrando un ritmo mientras nuestros ojos
permanecían pegados el uno al otro. Dentro y fuera. Lentamente al principio y luego
un poco más rápido. Más fuerte. Más profundo. Mi cuerpo temblaba. No había
espacio entre nosotros. Nuestros cuerpos se movían con fluidez como si se
conocieran durante años.
No se dijo nada. Solo nuestros cuerpos hablaban, moviéndose uno con otro
cómodamente. Nuestra respiración agitada llenó la habitación, y nuestros ojos
permanecieron el uno en el otro durante todo momento.
Apoyando su frente en la mía, agarró mis muslos y los empujó hacia arriba
hasta que me abrí a él.
—Te tengo —murmuró.
Estaba balanceándome sobre el borde, lista para caer, y le rogué a Alessio en
silencio. Mi cuerpo estaba tenso, mis músculos rígidos. Necesitaba alivio. Lo
necesitaba a él.
Sabía que estaba cerca cuando su empuje se hizo más rápido. Alessio buscó
debajo de mí y ahuecó mi espalda, inclinándome hacia arriba mientras se lanzaba
hacia adelante nuevamente.
Tan pronto como descansó profundamente dentro de mí, mi orgasmo explotó
con tanta ferocidad. Mi visión se volvió borrosa cuando mi cuerpo quedó flácido
bajo Alessio. Mi cuerpo ya no era mío. Estaba roto en pedazos pequeños. Estaba
flotando, un desastre flácido.
Se empujó dentro de mi una última vez. Más profundo y más duro. Y lo escuché
gemir fuerte y profundo, su rostro se torció casi dolorosamente mientras se retorcía
sobre mí con su orgasmo. Sus caderas se sacudieron contra las mías. Se estremeció
con su liberación cuando nos unimos.
En ese momento, yo era suya. Solo suya.
Nuestros ojos estaban conectados, pero nuestras almas también se unieron,
abrazándose, negándose a dejarse ir.
Alessio me soltó y se acostó sobre mi cuerpo tembloroso, jadeaba
desesperadamente mientras yo hacía lo mismo. No podía procesar lo que acaba de
suceder. Mi mente estaba borrosa, mi corazón lleno mientras envolvía mis brazos
alrededor de los hombros de Alessio.
¿Era así como se sentía? ¿Estar con alguien... así?
Las lágrimas cegaron mi visión cuando rápidamente las aparté. Alessio enterró
su rostro en mi cuello y colocó un beso allí.
Finalmente levantando la cabeza, me miró con suaves ojos azules. — ¿Estás
bien?
—Mhm...
— ¿Segura?
—Mhm.
Soltó una pequeña risa. — ¿Eso es todo lo que puedes decir?
—Mhm.
Realmente no podía decir nada más. Mi cuerpo estaba dolorido y lánguido.
Apenas podía mantener los ojos abiertos.
— ¿Te he agotado, gatita? —susurró antes de tomar mis labios en un dulce
beso.
—Mhm.
Alejándose, se rió de mi falta de palabras. Me dio un rápido besito en la nariz
antes de rodar fuera de mí.
Cerré los ojos, mi cuerpo aún extendido sobre la cama, demasiado cansada
para moverme. Escuché correr el agua en el baño, y unos minutos después, sentí
algo cálido entre mis piernas.
Mis ojos se abrieron para ver a Alessio limpiándome con una toalla tibia. —Te
tengo —susurró las mismas palabras de nuevo.
Regresó al baño para deshacerse de la toalla antes de salir nuevamente con
toda su desnudez. Alessio se unió a mí en la cama y nos cubrió con la manta.
Acostado sobre su espalda, me atrajo hacia él hasta que estaba medio encima de él.
Mi cabeza descansaba sobre su pecho, mis brazos en su cintura y mis piernas
enredadas con las suyas.
Suspiré y me acurruqué más fuerte en su cálido y seguro abrazo.
Alessio me dio un beso en la frente, sus brazos se apretaron alrededor de mi
espalda de manera protectora.
—Duerme, Ayla.
Con el sonido de su corazón latiendo en mi oído, dejé que el sueño se hiciera
cargo, dejando que mi mente y mi cuerpo se rindieran al sueño.
Pero antes de quedarme dormida, un pensamiento se registró en mi mente.
Sonreí adormilada, mi corazón bailaba de felicidad.
Alessio no me folló.
Él me hizo el amor.
Capítulo 4
Alessio

Ayla hizo un lento descenso sobre mi polla, y tan pronto como descansé
profundamente dentro de ella, vi el pánico en sus ojos, su cuerpo se congeló por un
segundo. Mis dedos se apretaron instintivamente en sus caderas.
Podía sentirla bajando en espiral hacia la oscuridad, pero no iba a dejar que se
perdiera de nuevo.
—Ayla, abre los ojos —exigí rápidamente. Sus ojos se abrieron
instantáneamente, el miedo brillaba en sus suplicantes ojos verdes. Ella quería esto,
tanto como yo, pero tenía miedo de volver a caer en la oscuridad.
Traté de calmarla, y lentamente, el miedo comenzó a desaparecer de sus ojos.
—Lento y con calma. Lo estamos tomando con calma —la tranquilicé con mis
palabras.
Lento. Una palabra extraña para describir el sexo. Nunca lo he hecho lento
antes. Solía ser solo una follada cruda. Pero con Ayla, era diferente.
Ayla pareció aceptar mis palabras y su cuerpo se relajó.
Solo estábamos ella y yo.
Ni pasado ni el de ella. Solo éramos nosotros. Alessio y Ayla. Ambos perdidos en
los ojos del otro. Los dos perdimos el uno en el otro.
Nunca pensé que fuera posible sentirme así. Sentirme tan profundamente
conectado con una persona, pero con Ayla, lo sentía. Su miedo, su dolor... era mío. En
este momento, sentí todo.
Un gemido escapó de sus labios, y eso fue suficiente para romper la pequeña
pizca de control que tenía.
—Ayla, voy a voltearnos. —Gemí cuando su coño se apretó alrededor de mi
polla.
Cuando ella asintió, rápidamente nos di la vuelta y me coloqué entre sus
muslos abiertos antes de empujar profundamente dentro de ella. Un jadeo salió de
sus labios separados, y puse un beso allí. —Mantén tus ojos en mí. Sólo soy yo. Solo
yo. Nadie más que yo.
Di un empujón tentativo, y ella gimió, arqueando la espalda. —No me sueltes —
susurré. Ayla asintió y sus manos se movieron frenéticamente hacia mis hombros
mientras empujaba dentro de ella nuevamente. Descansando profundamente dentro
de su apretado coño, mis músculos se tensaron con la necesidad de venirme.
Me aparté un poco antes de empujar de nuevo. Tomando sus piernas, las
empujé hacia arriba hasta que las plantas de sus pies descansaban sobre la cama y
ella estaba abierta para mí. Aceleré, mis movimientos era urgente mientras ambos
corríamos hacia nuestra liberación. Más rápido y más profundo, encontramos un
ritmo, nuestros cuerpos se movían juntos.
Quería que esto durara más, pero sabía que ella estaba cerca. Yo también, mi
polla se hinchó dentro de ella, estirando sus apretadas paredes.
Ella gimió, sus uñas rasguñando mi espalda. Su cuerpo estaba tenso, sus
músculos rígidos, por el placer intenso. Sus ojos me rogaban por su liberación, y con
mucho gusto se lo di.
Agarrando su trasero, incliné sus caderas hacia arriba, golpeando dentro de
ella, mi pelvis presionando contra su clítoris. Ella jadeó, y luego la sentí apretarse
fuertemente a mi alrededor cuando se vino. Su cuerpo tembló con su liberación, y su
rostro se suavizó, sus ojos se volvieron vidriosos.
Su apretado coño me absorbió más profundamente, volviéndome loco.
Empujando por última vez, también encontré mi liberación. Me sacudí dentro de
ella, mis dedos apretando sus muslos en un apretón contuso. Nuestros ojos
permanecieron conectados cuando nos veníamos, y ese fue el momento más íntimo
de mi vida.
Esto era más que solo follar. Era más. Significaba más. No la folle. Le hice el
amor, algo que nunca antes había hecho.
Pero Ayla lo era todo.
Ella era un Ángel. Ella merecía más que un simple polvo. Ella merecía dulce
amor.
No pensé que podía sentirme así, pero con Ayla, no tenía control de mis
sentimientos. Ella abrumaba mis sentidos, rodeándome con su dulce y gentil alma.
Ella me hacía sentir.
Colapsando sobre su blando cuerpo, enterré mi rostro en su cuello mientras
ambos sentíamos nuestros orgasmos, los dos perdidos en esta dicha. No se dijo
nada. No era necesario.
Mi respiración era áspera hasta para mis propios oídos mientras mi corazón
latía rápida y ruidosamente contra mi caja torácica, coincidiendo con el de Ayla.
Colocando un beso sobre su hombro desnudo, levanté la cabeza y miré sus
brumosos ojos verdes. — ¿Estás bien?
Ella murmuró un Mhm. La había agotado.
Soltando una risita por su falta de palabras, salí de ella, y sus ojos se cerraron
con un suspiro, su cuerpo se debilitó. Sonriendo, le di un rápido besito en la nariz y
salí rodando de la cama.
Me dirigí al baño y me quité el condón, dejándolo caer en la papelera al lado del
mostrador. Empapé una toalla y me limpié antes de volver a la habitación con otra
toalla tibia.
Ayla todavía estaba en la misma posición en que la dejé, y no pude evitar
sonreír. Podría hacerlo toda la noche, pero ella todavía no estaba lista para eso.
Arrodillándome en la cama junto a ella, limpié el desorden que hicimos entre
sus muslos. Ella me sonrió atontada antes de volver a cerrar los ojos. Sacudiendo mi
cabeza con una risita baja, fui al baño y tiré la toalla a la canasta.
Me uní a ella en la cama otra vez y envolví mis brazos alrededor de Ayla,
atrayéndola hacia mi cuerpo. Su cuerpo se encogió contra el mío, y mi corazón latió
extrañamente. —Duerme, Ayla —le dije suavemente.
Vi los ojos de Ayla cerrarse, y casi de inmediato se quedó dormida, su
respiración suave y uniforme. Mi brazo se apretó alrededor de su cintura, y ella se
acurrucó más fuerte en mí, un suspiro de satisfacción escapó de sus labios.
Pasé una mano por su cabello, mis dedos se deslizaron suavemente detrás de
su espalda. Después de todo lo que había pasado, ella confiaba en mí. Pero había un
miedo inculcado dentro de mí. No tenía control sobre lo que sentía por Ayla.
La idea de tener cualquier tipo de sentimientos por cualquier mujer casi me
paralizó. No podía permitirlo. No podía suceder. La historia no podía repetirse.
Pero era demasiado tarde.
Ayla se había convertido en mi debilidad. Mi única debilidad. Una debilidad que
no podía tener.
Aunque este miedo era constante en mi mente, era una pelea que no podía
ganar. Había tratado de retenerme, construyendo un muro entre Ayla y yo. Pero ella
había roto esas paredes.
Sin siquiera hacer mucho, ella había llegado a mi corazón. Ayla había ganado.
No importaba cuánto intentara contenerme, estaba perdido en ella. Completa y
profundamente perdido en ella.
Capítulo 5
Entré a la cocina a la mañana siguiente para encontrar a Maddie y Lena
terminando el desayuno. Tan pronto como Maddie me vio, ella saludó. —Buenos
días. ¿Dónde está Ayla?
—Todavía está durmiendo. Voy a llevar nuestro desayuno arriba —dije,
señalando con la cabeza hacia una bandeja.
—Oh. —Maddie me levantó una ceja, sus ojos brillaban con picardía, pero yo
solo la fulminé con la mirada. Ella se encogió de hombros. —Te prepararé una
bandeja —murmuró, inclinando la cabeza hacia abajo mientras ocultaba su sonrisa.
Apoyado contra la pared, la esperé —. Ahí tienes —dijo, dándome la bandeja.
Tomándola de su mano, me di la vuelta para irme. —Gracias —dije antes de
salir de la cocina y subir las escaleras.
Cerrando la puerta detrás de mí, entré más en la habitación para encontrar la
cama vacía. Fruncí el ceño y puse la bandeja en la mesa de café, buscando a Ayla por
la habitación.
— ¿Ayla? —la llamé
Cuando escuché que se abría la puerta del baño, rápidamente me di vuelta y vi
a Ayla salir con una toalla en la mano. Estaba vestida con su vestido de mucama.
—Alessio —suspiró al verme—. Pensé que te habías ido.
—Fui a buscarnos el desayuno —murmuré, caminando hacia ella.
—Oh —susurró, mirando hacia abajo casi con timidez. Me pareció entrañable
que se sintiera tímida incluso después de anoche.
Colocando un dedo debajo de su barbilla, incliné su cabeza hacia arriba. — ¿Por
qué siempre apartas la mirada de mí?
Se mordió los labios nerviosamente, y la rodeé con mis brazos, acercándola.
Con su cuerpo suave pegado al mío, me sentí endurecer al recordar la noche
anterior.
Ayla se encogió de hombros ante mi pregunta y colocó sus manos sobre mi
pecho. Se lamió los labios regordetes, y antes de que pudiera detenerme, mis labios
estaban sobre los de ella.
Sus labios eran suaves como el terciopelo, y lamí los alrededores, exigiendo
entrada. Ella cedió a mis demandas, y nuestras lenguas se movieron juntas en un
ardiente baile. Encontró mi beso con la misma intensidad, acercando su cuerpo al
mío.
Ayla me consumía. Mente, cuerpo y alma. Ella tenía razón; ella era fuego e me
iba a quemar. Los dos nos íbamos a quemar.
Jadeando, rompimos el beso. Sus dedos se apretaron alrededor de la chaqueta
de mi traje y suspiró.
— ¿Tienes hambre? —Pregunté, alejándome.
Ella asintió con una sonrisa y puso una mano sobre su estómago. —Estoy
famélica.
Tomando su mano en la mía, nos guió hacia el sofá. Me senté y agarré sus
caderas, tirando de ella hacia mi regazo. Ayla se rio y se acurrucó en mi abrazo.
— ¿Me vas a alimentar? —bromeó, levantándome una ceja.
— ¿Quieres que te alimente?
—No. —Ella rió.
Tuve que sonreír. La expresión libre y feliz en su rostro era algo que quería
saborear y nunca olvidar. Su risa hizo algo en mi corazón.
Su felicidad me hacía feliz. Ella me calmaba. De la misma manera que yo le traía
paz, ella también me la traía también. No había sentido paz desde la muerte de mi
madre. Ahora era una emoción extraña. Pero con Ayla, podría olvidar toda la
oscuridad dentro de mí.
Colocando un beso en su frente, me incliné, tomé un pedazo de galleta y lo
acerqué a sus labios.
Ayla me miró extrañamente y dudó un segundo antes de morderlo. Alterné
entre darle de comer bocados de huevos, tostadas y algo de fruta. — ¿Quieres jugo?
—Pregunté, quitando las migajas que descansaban en la esquina de sus labios.
—Hmm...
Estaba a punto de agarrar el vaso cuando Ayla me detuvo con una mano en mi
brazo.
—Todavía no has comido nada —murmuró.
Me reí por lo bajo. Ni siquiera me había dado cuenta de eso. Ayla sonrió y luego
se inclinó, tomando una tostada en la mano y presionándola lentamente contra mis
labios.
La sorpresa me llenó y abrí la boca, dejándola alimentarme con la pieza.
Alentada por mi respuesta, esta vez ella tomó su turno para alimentarme. Era algo
inusual, pero se sentía íntimo. Este momento compartido entre nosotros era algo
especial.
Cuando llevaba el vaso de jugo a mis labios, la detuve. — ¿Qué estás haciendo,
Ayla?
—Te estoy alimentando —respondió ella, inclinando la cabeza hacia un lado.
— ¿Por qué?
—Porque quiero. —Ayla levantó su otra mano y la colocó sobre mi mejilla,
frotando su pulgar hacia adelante y hacia atrás—. No sé cómo pagarte por esto,
Alessio. Por todo lo que has hecho por mí. Supongo que solo quiero hacer las
pequeñas cosas que puedo, para hacerte saber cómo me siento.
Ella acarició ligeramente mi mandíbula y luego presionó sus dedos contra mis
labios. —A veces las palabras no son suficientes —susurró.
Sus palabras hicieron locuras en mi corazón.
Ayla acercó el vaso y separé mis labios por ella. Nuestra mirada nunca se
apartó mientras bebía del vaso. Cuando terminé, ella tomó un sorbo y luego colocó
el vaso en la bandeja.
Ella nunca dejaba de sorprenderme.
Ayla me miró por unos segundos, su expresión cambió de feliz a incierta. La vi
tragar con fuerza, y luego se inclinó hacia mí, rápidamente besando mis labios antes
de retroceder.
Arquee una ceja en cuestión, y ella agachó la cabeza tímidamente. Levanté su
barbilla y bajé la cabeza, bajando hasta que nuestros labios estuvieron a escasos
centímetros de distancia. Los ojos de Ayla se llenaron de sorpresa y se inclinó hacia
mí nuevamente hasta que nuestros labios se unieron.
El primer toque de nuestros labios se sintió electrizante, casi como la primera
vez que la besé. Cada vez que la besaba era como la primera vez. Nuestro beso fue
ligero y exquisitamente gentil. Ella suspiró casi soñadoramente en mis labios
cuando interrumpimos el beso.
Ayla hizo un pequeño sonido de satisfacción y se acurrucó más profundamente
en mi pecho. Puso un beso en mi hombro y descansó su cabeza allí.
Una sensación de alivio llenó mi corazón mientras la envolvía entre mis brazos.
Nunca pensé que necesitaría esto. Sostener a alguien, siendo solo así. Silencioso
pero aún conectados. Esto no era lo que estaba buscando, pero Ayla se estrelló en mi
vida y me dio algo que ni siquiera sabía que necesitaba.
Mi padre tenía razón.
Un ángel es alguien dulce, amable, cariñoso y tranquilo. La mujer más bella del
planeta. Alguien que es increíble en todos los sentidos. Ella es la chica que hace que tu
corazón lata más rápido cuando entra en la habitación. La chica que necesitarás
donde sea que vayas. La chica que te hace querer ser mejor. Un Ángel es alguien que es
tu roca.
Renuncié a la esperanza de encontrar a mi Ángel hace mucho tiempo. Después
de perder a mi madre, la única persona que era mi todo, creí que los Ángeles no
existían. Pensé que todo era una mentira.
Pero Ayla... ella realmente era un ángel.

***
Al entrar en mi oficina, vi que mis hombres que ya me esperaban. Verlos me
recordó quién era en realidad. Durante los últimos días, había estado tan perdido en
Ayla, solo enfocándome en ella. Pero ahora era el momento de ser Alessio Ivanshov.
No era fácil, llevar casi una doble vida... un empresario experimentado y conocido de
día y un señor del crimen de noche. Pero esta era una segunda naturaleza para mí.
Fui criado para hacerlo desde mi primer aliento.
—Dame un breve resumen de todo —exigí mientras me sentaba detrás de mi
mesa.
Nikolay se alejó de la pared y comenzó. —He hecho rondas por los clubes.
Quince en total. Alberto ha estado silencioso a su alrededor, y no ha habido mucha
actividad de sus hombres. Las mujeres están a salvo. Tan a salvo como puedan estar
en un lugar como ese.
Asentí y miré a Artur. — ¿Qué pasó con las otras mujeres?
Él negó con la cabeza, el desánimo en su rostro. —No llegamos a tiempo.
También había niños con ellas.
Golpeando el puño sobre la mesa, me puse de pie mientras una ira feroz me
asaltaba. — ¿Cómo diablos no llegaste a tiempo? Lo supiste por una semana.
—Jefe, él sabía que estábamos espiando. Sus hombres tomaron una ruta
diferente para entregar a las mujeres y los niños al comprador.
— ¡Mierda! —Juré, pasando mis dedos por mi cabello con frustración—.
¿Cuántas?
—Unas veinte mujeres —dijo, mirando hacia abajo en derrota.
Alberto era parte de una red de trata de personas. Debido a su alianza con el
cartel mexicano, era demasiado fuerte para detenerlo.
Acababa de fallarle a veinte mujeres. Veinte mujeres y niños que podría haber
salvado.
—Ya no tienes el control de este trabajo —le gruñí a Artur. Levantó la cabeza y
me miró en estado de shock.
—Nikolay se está haciendo cargo —le dije con los dientes apretados—. La
próxima vez, no quiero un jodido error en esto.
—Jefe —asintió Nikolay, su rostro lleno de convicción.
—Viktor —espeté hacia él.
—He estado vigilando a Alberto, y Mark volvió a llamar con detalles —
comenzó con calma y luego se detuvo—. Alberto es débil por sí solo, pero si tenía
una alianza con otro, entonces es mucho más fuerte. Está en involucrado lo máximo
posible del cartel mexicano. Quiere expandir su imperio. Él sabe que la única forma
de debilitarte es poner a los demás de su lado, desde el punto de vista comercial.
Sentándome, pasé una mano por mi cara, mi cuerpo vibraba de rabia y sed de
sangre de mis enemigos. Apretando mis manos en puños, cerré los ojos. Pensé en
pedir apoyo de las otras familias.
Aunque yo era el Pakhan, el Jefe, la mafia rusa estaba formada por cuatro
familias en total. Vendrían en mi ayuda si se lo pidiera... pero tenía que lidiar con
esta mierda por mi cuenta. Por ahora.
Cuando escuché la puerta, mis ojos se abrieron de golpe para ver entrar a
Phoenix. —Jefe —saludó con un movimiento de cabeza.
— ¿Qué diablos te pasó? —Preguntó Viktor, mirando a Phoenix con asombro.
Me preguntaba lo mismo.
El lado derecho de la cara de Phoenix estaba rojo, rápidamente se puso morado
y formó un hematoma, y su nariz sangraba un poco.
—Maddie me dio un puñetazo —dijo con calma, su rostro inexpresivo.
La cara de Artur se puso estoica ante la mención del nombre de Maddie, y se
volvió hacia Phoenix, moviéndose hacia su cara. — ¿Qué le hiciste a ella?
Phoenix se enderezó, sus hombros se tensaron. Sus ojos se volvieron un poco
más oscuros cuando respondió, actuando casi indiferente. — ¿Por qué no le
preguntas a ella?
La expresión de Artur era casi asesina, pero Nikolay rápidamente intervino. —
Phoenix, ¿qué significa esto?
En lugar de responder, se volvió hacia mí e informó de nuevo. —Hubo una
pelea en uno de los clubes. Dos resultaron gravemente heridos. El desastre se limpió
antes de que llegara la policía. Todo está limpio.
Asentí. — ¿Y los anillos subterráneos?
—Los anillos subterráneos están funcionando perfectamente. Tenemos dos
luchadores más. Son realmente buenos. Los mejores, diría yo —respondió Phoenix
—. Luchan por la sangre. —Y eso era exactamente de lo que trataban los anillos
subterráneos. Sangre. O la muerte o la victoria. Podríamos ganar millones en una
noche. Maldito dinero fácil.
Asintiendo, cerré los ojos y me recosté contra la silla. No tuve que decir nada
más. Sabían que la reunión había terminado. Escuché a mis hombres yéndose y la
puerta abriéndose.
—Viktor —lo llamé sin abrir los ojos.
— ¿Si?
—Llama a Lyov e Isaak.
Quizás necesitaba su ayuda.
Viktor maldijo por lo bajo pero no dijo nada más. La puerta se cerró y luego
silencio.
El silencio era casi sofocante y mi piel se erizó por la tensión. Apreté mis manos
en puños y luego las abrí de nuevo. Haciendo eso por un tiempo, traté de controlar el
monstruo dentro de mí.
La cara de Ayla de repente brilló detrás de mis ojos cerrados. Solo pensar en
ella me calmaba, y sentí que la rabia disminuía lentamente.
Ángel.
Capítulo 6
Maddie

Me dolían los músculos cuando me desvestí rápidamente. Necesitaba dormir.


Como ahora mismo. Pero sabía que Artur iba a visitarme, así que esperé.
Me estaba peinando cuando vi que la puerta se abría en el reflejo del espejo.
Cerró la puerta detrás de él y caminó hacia mí. —Hmm... Eso es lo que me gusta ver
—murmuró, sus ojos lujuriosos rastrillando sobre mi cuerpo desnudo. Artur se paró
detrás de mí y pasó un brazo alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él—.
¿Sabes lo hermosa que eres? —preguntó, colocando un beso en mi hombro.
—Me lo dices todos los días, pero no me quejo. No me importaría si lo dices
una vez más —respondí, colocando mi mano sobre su brazo.
—Eres tan hermosa que me quitas el aliento. La mujer más sexy que he visto en
mi vida —murmuró, sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura en un agarre
casi contuso—. Y todo mía —gruñó posesivamente.
—Tuya —gemí.
Su mano vagó hacia mi coño ya húmedo, y sentí que apretaba con anticipación.
Pero luego se detuvo. Gemí en protesta, mi cabeza cayó hacia atrás contra su
hombro. —Maldición. Artur, deja de molestarme.
Mis ojos se abrieron y miré nuestro reflejo en el espejo. Lo vi fruncir el ceño,
sus cejas se juntaron pensativamente.
—Me preguntaba. ¿Por qué golpeaste a Phoenix?
Mis ojos se abrieron ante su pregunta y me congelé. ¿Cómo sabia eso?
— ¿Q-qué? —Farfullé.
—La cara de Phoenix estaba hecha un desastre esta mañana. Y él dijo que lo
golpeaste. ¿Qué hizo? ¿Está siendo un problema? —preguntó, colocando su barbilla
en mi hombro mientras me miraba a los ojos a través del reflejo.
Mi garganta se secó ante la pregunta, mis manos se apretaron en puños, mis
uñas se clavaron en mi piel.
Mis piernas estaban envueltas alrededor de las caderas de Artur cuando me
presionaba contra la pared. Sus labios reclamaban los míos en un beso contuso. —
Buenos días —murmuró.
—Me gusta cómo dices buenos días —me reí contra sus labios. Sus dedos se
apretaron en mis caderas, y lo besé nuevamente.
Cuando me alejé, pude ver a Phoenix parado detrás de Artur, su expresión casi
dolorosa y asesina.
—Artur, Jefe te está buscando —espetó.
Artur se apartó de mí y miró a Phoenix a sus espaldas. —Bien. —Bajándome, me
dio un beso rápido en los labios—. Te veré esta noche.
—Está bien —le respondí sonriendo. Se dio la vuelta y asintió con la cabeza a
Phoenix antes de subir las escaleras.
Phoenix no se movió. Mantuvo sus ojos fijos en los míos. Vi sus manos apretadas a
sus costados.
— ¿Cuál es tu maldito problema? —Pregunté casi enfadada—. Cada vez que me
ves con Artur, actúas como algún tipo de hombre de las cavernas. Esto ha durado
demasiado tiempo ahora.
Él silenciosamente dio un paso adelante, y me detuve en mi furioso discurso.
Phoenix me invadió y se detuvo cuando nuestros cuerpos estaban a solo centímetros de
distancia y casi presionándome contra la pared.
Tragando nerviosamente por su proximidad, respiré hondo y luego lo miré. —
Aléjate, idiota. ¿Has oído hablar del espacio personal?
Cuando no lo hizo, puse mis manos sobre su pecho para alejarlo. — ¿Cuál es tu
maldito problema? —Siseé, pero él no se movió.
En cambio, agarró mis manos y las sostuvo contra su pecho. Antes de que pudiera
parpadear o pensar, su otro brazo rápidamente serpenteó alrededor de mi cintura. Me
atrajo hacia su cuerpo, su agarre inquebrantable.
—Qué mier... —comencé a decir, pero él me interrumpió.
—Cállate.
Y luego golpeó sus labios con los míos. Jadeé en estado de shock, y él aprovechó la
oportunidad para deslizar su lengua en mi boca. Al principio no me moví, pero
instintivamente, me rendí a su beso. Mis labios se movieron sobre los suyos,
tentativamente al principio. Él gruñó bajo en su pecho y profundizó el beso.
Se echó hacia atrás y me fulminó con la mirada. —Esto. Esto es mi maldito
problema —dijo, pasando su pulgar sobre mis labios sensibles.
Jadeando, lo empujé y me tropecé con la pared.
—Bastardo —susurré, limpiándome los labios con el dorso de la mano—. ¿Cómo
te atreves?
—Me devolviste el beso. Tú quieres esto.
—Estoy con Artur —murmuré en estado de shock.
—Él no importa —respondió, su rostro inexpresivo.
— ¡Jódete! —Dije con los dientes apretados, mi respiración era dura para mis
propios oídos.
—Eso es lo que estoy diciendo.
Avanzando en un instante, retrocedí y lo golpeé en la cara. Maldijo en voz alta y
se tapó la nariz.
—Mantén tus manos lejos de mí. Lo juro por Dios, si vuelves a acercarte a mí, te
lastimaré.
Me alejé, dejándolo atrás. Pero a medida que avanzaba, mis ojos se llenaron de
lágrimas ardientes. Parpadeándolos, me negué a dejarlos caer.
¿Cómo se atreve?
Después de todo... después de tanto tiempo... ¿por qué ahora?

El sonido de mi nombre me trajo de vuelta al presente. Parpadeé en estado de


shock y miré a Artur a través del espejo. Me dio una mirada confusa y me dio la
vuelta en sus brazos. — ¿Estás bien?
—Si. Estoy bien. Phoenix solo me estaba tomando el pelo y me estaba
molestando. Me enojé y le di un puñetazo en la cara. Ya sabes cómo soy.
— ¿No va a ser un problema? Puedo hablar con él si quieres —sugirió Artur,
dándome un rápido beso en los labios.
—No, está bien. Tengo todo bajo control —respondí sacudiendo la cabeza.
Artur todavía me miró con recelo. Le sonreí dulcemente, tratando de distraerlo.
No quería que pensara en Phoenix.
Y yo no quería pensar en Phoenix. No era importante. Ya no. Solo éramos Artur
y yo. Y quería perderme en el hombre que estaba parado frente a mí, mirándome
como si fuera su todo.
Pasé las manos sobre su pecho y su estómago duro, bajé hasta que palmeé su
polla a través de sus pantalones negros. Le di un apretón, y él siseó, endureciéndose
instantáneamente bajo mi toque burlón.
— ¿Bueno, dónde estábamos? Creo que me debes un orgasmo, señor. O tal vez
varios —bromeé.
—Joder —murmuró. Agarrándome por la cintura, me arrojó sobre la cama
antes de caer encima de mí. Extendiendo mis muslos, se instaló entre ellos.
—Esta va a ser una noche larga, bebé.
—Oh, esperaba que fuera así —respondí tímidamente, moviendo mis manos
sobre sus hombros.
Capitulo 7
Ayla

1 semana después

Me estaba vistiendo rápidamente cuando vi a Alessio salir del baño con solo
una toalla envuelta alrededor de su cintura. Mis ojos siguieron su movimiento a
través de la habitación, y lo vi sonreír cuando captó mis ojos en él.
Deteniéndose frente a mí, arqueó una ceja con picardía. — ¿Te gusta lo que
ves?
Soltando un suspiro, sacudí la cabeza con exasperación. Alessio podía ser
irritante a veces. Era tranquilo y arrogante. Sin no olvidar confiado en todo. Pero
esas eran las pocas cosas que me gustaban de él. No era tirano ni grosero.
Alessio sabía que era caliente y lo usaba para su ventaja cada vez.
—Sabes que sí —murmuré por lo bajo mientras blanqueaba los ojos.
—Más fuerte. No escuché eso —dijo, acercándose a mí.
Sacudiendo mi cabeza, me reí. —Nop. No lo digo más fuerte. Claramente lo
escuchaste.
—Gatita —advirtió Alessio.
Me estremecí por su apodo para mí. Ya no estaba en negación. Me encantaba
cuando me llamaba así. Había algo tan primitivo, intenso y tentador en la forma en
que lo decía.
—Alessio, voy a llegar tarde. Necesito ayudar a Maddie y Lena con el desayuno
—le advertí, alejándome un paso de él.
Se cruzó de brazos y me miró expectante. Sacudiendo mi cabeza, sonreí. Era
tan difícil de resistir. —No.
Dándole otra mirada, me di la vuelta y fui al baño a arreglar mi cabello. Estaba
recogiéndome el cabello en una cola de caballo cuando vi a Alessio entrando, ya
vestido con su traje negro.
Él caminó hacia mí y envolvió su brazo alrededor de mi cintura, atrayéndome
hacia su cuerpo hasta que mi espalda estuvo en su pecho. —No me diste mi beso de
buenos días —murmuró, mirándome por el espejo.
Oh, lo olvidé. También era muy exigente.
Empujando mi cabello hacia un lado, Alessio colocó besos húmedos a lo largo
de mi cuello. Él mordió, chupó y lamió hasta que fui masilla en sus brazos.
Me fundí en su abrazo, empujando mi cuerpo contra el suyo. Encontró mi
punto dulce detrás de mi oreja y me provocó con su lengua. Rozando la piel sensible
con sus dientes, se rió entre dientes cuando temblé contra su toque burlón.
Mi cabeza cayó hacia atrás contra su pecho mientras arrastraba sus labios
hasta la base de mi cuello y me mordía el hombro antes de chupar la piel torturada.
Solté un gemido, empujando de nuevo contra su cuerpo duro. —Alessio...
Él tarareó contra mi piel, sus brazos se apretaron a mi alrededor.
—No podemos... Voy a llegar... tarde... —jadeé mientras él continuaba
burlándose de mí con su tortuoso toque. Mi cuerpo tembló cuando sentí sus dedos al
final de mi vestido, empujando lentamente hacia arriba, mostrando mis muslos.
Me estaba seduciendo lentamente, y no tenía la fuerza para decir que no. Sus
dedos se movieron hacia mis bragas, y presionó contra la tela, justo sobre mi
caliente núcleo. Gimoteé mientras se burlaba de mi en el satén. Me retorcí en su
abrazo, sintiendo su longitud endurecerse contra mi espalda.
—Puedo sentir lo mojada que estás, y apenas te he tocado, gatita —gruñó
contra mi oído.
Colocando un beso allí, quitó su mano de debajo de mi vestido, dejándome
sintiendo extrañamente vacía. —Vas a llegar tarde, ¿verdad? —murmuró—. No
queremos que Maddie se enoje.
Solté un suspiro y me di la vuelta en sus brazos. Después de una semana, lo
conocía lo suficiente como para saber que Alessio me estaba tomando el pelo. Le
encantaba dejarme al borde, colgando, rogando por mi liberación. Solo entonces me
daría lo que quería.
—Eres tan malo para mí —murmuré, descansando mis manos sobre su pecho.
—Lo sé —respondió —. Tú también eres mala para mí.
Riendo ante su respuesta, puse un beso sobre su pecho. Alessio agarró mis
manos y las sostuvo sobre su pecho. Colocando un dedo debajo de mi barbilla,
levantó mi cabeza y bajó la suya antes de reclamar mis labios. El beso comenzó lento
y suave al principio, pero luego me besó como si se estuviera muriendo de hambre.
El beso fue brutal y posesivo. Me besó como si yo fuera su todo.
El agarre de Alessio era inflexible alrededor de mi cintura mientras me
acercaba. Soltó mis manos y envolvió sus dedos alrededor de mi cabello, retorciendo
mi cola de caballo con fuerza en su puño, hasta que sus nudillos se clavaron en mi
cuero cabelludo. Inclinando la cabeza hacia arriba, me besó profundamente. En
lugar de rechazarlo, me fundí en su abrazo, tomé su beso y exigí más a cambio.
—No creo que pueda tener suficiente de ti —exhaló contra mis labios.
—Hmm... —susurré en un aturdimiento completo.
Su pecho vibró con una risita baja, y lentamente me soltó. —Te veré para el
desayuno. —Dándome un rápido besito en la nariz, sonrió y luego se fue.
Sonriendo a su espalda, me recosté contra la repisa, sintiéndome feliz. Me giré
hacia el espejo y me quité la cinta para rehacer mi cola de caballo nuevamente. Pero
algo más me llamó la atención.
Soltando un grito ahogado, me incliné, acercándome al espejo y girando
ligeramente mi cuerpo hacia un lado. Ahí estaba, en la base de mi cuello.
Una mancha roja donde Alessio había mordido y chupado la piel. Dejó un
chupetón.
Sacudiendo mi cabeza ante mi reflejo, sonreí. Hombre exasperante.
Puse la cinta para el pelo en el mostrador, decidiendo dejarme el pelo suelto.
Era la única forma de ocultar la marca que me dejó Alessio.
Al pensarlo, mi sonrisa se amplió. Alessio había presentado su reclamo.
Dándome una última mirada en el espejo, salí de mi baño y de Alessio, nuestra
habitación. Solía usar mucho la habitación de Alessio. Dijo que cuál era el punto de ir
y venir entre habitaciones cuando ya estaba durmiendo en la suya. En otras
palabras, decía que era nuestra habitación. Él fue el primero en decirle así. Nuestra
habitación.
Bajé las escaleras para ver a Maddie poniendo la mesa. —Llegas tarde,
señorita. De nuevo —se quejó al verme.
Le di una mirada tímida. —Lo siento. —Maddie y yo fuimos de ida y vuelta
desde la cocina y el comedor, colocando los platos sobre la mesa.
— ¿Puedes decirles a Milena y Sophia que les toca servir hoy? Están en el
jardín —dijo Maddie mientras colocaba el último plato.
Asentí en respuesta, caminando hacia atrás.
Pero casi me tropecé con mis pies cuando mi espalda golpeó algo. O alguien.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa, y rápidamente me di la vuelta.
Lo primero que me vino a la mente fue que era alto. La parte superior de mi
cabeza llegaba solo a su pecho. Mirando hacia arriba, me congelé.
Ojos grises me miraron. Pero en esos ojos grises había pequeñas motas azules.
Esos ojos casi me recordaban a los de Alessio.
Dando un paso atrás, cerré los ojos y rápidamente me disculpé.
—Lo siento. No quise... debería haber estado viendo... lo siento.
Cuando no escuché una respuesta, abrí los ojos. Me alejé unos pasos de él,
finalmente vi al hombre claramente por primera vez. Todo lo que pude hacer fue
mirarlo con completo asombro.
Se parecía a Alessio. Casi exactamente como él. Había algunas arrugas en la
esquina de sus ojos y labios, la única indicación de que era mayor. ¿Estaba
relacionado con Alessio?
Mis ojos todavía estaban pegados a él cuando vi a otro hombre dar un paso
adelante hasta que estuvo de pie junto al parecido de Alessio.
Con los dos hombres parados juntos, temblé bajo su inquebrantable y tensa
mirada. Escuché un fuerte jadeo resonando detrás de mí, pero estaba demasiado
obsesionada con lo que veía frente a mí.
Los ojos del otro hombre se apartaron de los míos, y lo vi mirar a mis espaldas.
El asintió. —Lena.
—Isaak —escuché a Lena decir.
El parecido de Alessio me dio una última mirada antes de mirar detrás de mí
también. —Lena —saludó con voz ronca y profunda.
—Lyov —ella exhaló, la sorpresa evidente en su voz.
Lyov. El nombre sonaba muy familiar.
Cuando me di cuenta, di un paso atrás, mis manos temblando a mis costados.
Ahora entendía por qué se parecía tanto a Alessio.
Lyov era el padre de Alessio.
Capítulo 8
Tan pronto como me di cuenta de quién estaba parado frente a mí, me congelé.
Cuando sentí un brazo alrededor de mis hombros, me estremecí de miedo, pero
rápidamente me tranquilicé cuando me di cuenta de que era Alessio. Me dio un
apretón reconfortante.
Los ojos de Lyov se movieron hacia el brazo de Alessio alrededor de mi
hombro, su mirada ardía en mi piel. Su mirada se movió hacia la mía, y casi me
estremezco ante el vistazo que me envió. Moviéndome más contra el cuerpo de
Alessio, busqué consuelo en su toque.
—Isaak. —Alessio asintió con la cabeza hacia el otro hombre.
Dirigiéndose a su padre, hizo lo mismo. —Lyov. —Su voz era fría y vacía de
emoción, una forma extraña de dirigirse a su padre.
—Desayunaremos y luego discutiremos el asunto —continuó Alessio.
Lyov me rodeó sin una segunda mirada, mientras los ojos de Isaak se movían
hacia los míos nuevamente. Me miró durante unos escalofriantes segundos, su
mirada penetrante y casi aterradora. Había una expresión extraña en su rostro, pero
luego sacudió la cabeza, como si estuviera despejando su mente. Sin darnos otra
mirada, siguió a Lyov.
Tan pronto como estuvieron fuera de vista, mis hombros se hundieron en
alivio, y respiré hondo, tratando de calmar mi acelerado corazón. Tragando
nerviosamente, me asomé por encima del hombro para verlos subir las escaleras.
—No tienes que preocuparte por ellos. No te harán daño —murmuró Alessio
en mis oídos.
—Se ven aterradores —le susurré. Su pecho se crispó con una risita baja, sus
brazos se apretaron a mi alrededor en el proceso. Puso un beso en mi sien, y me di la
vuelta en sus brazos, frente a él.
— ¿Más aterrador que yo? —bromeó.
—No. Eres peor —admití sinceramente. Todos los hombres que vivían en esta
casa eran peligrosos, tenían una vibra oscura y tensa a su alrededor, pero Alessio
tenía el aura más escalofriante.
— ¿Y tienes miedo? ¿De mí? —Alessio preguntó, acercándome más.
Sacudiendo mi cabeza, coloqué un beso en el medio de su pecho. —No. Sé que
no me lastimarías. —Poniéndome de puntillas, le di un rápido beso y me alejé—. Te
veré más tarde.
Alessio me dejó ir con un asentimiento. Enviándole una sonrisa, me alejé hacia
el jardín trasero. El aire fresco de la mañana golpeó mi rostro de una manera suave,
y cerré los ojos. ¿Cómo podría enfrentar a Lyov sin derrumbarme?
Mi padre mató a su esposa. Cruelmente y sin piedad.
Cada vez que volvía a esto... yo era una Abandonato. La hija del hombre que
destruyó una familia que una vez fue perfecta.
Deseaba que hubiera una manera de borrar mi pasado. Todo sería más fácil si
no fuera una Abandonato. La culpa de mentirles a todos lentamente me estaba
comiendo viva. Me dolía el corazón por mi propia traición.
¿Cuánto tiempo más puedo guardar este secreto antes de que todo se desmorone
bajo mis pies?

***

No vi a Alessio ni a los demás durante el resto del día. Estaba tensa, como si en
cualquier momento todo terminara.
—Nikolay y Phoenix vivían en las calles cuando Alessio los encontró. —La voz
de Maddie me sacó de mis pensamientos. Correcto. Estábamos hablando de Nikolay.
—No sé mucho de su historia, pero Alessio sí. Todo lo que sé es que son primos
y tenían padres irresponsables —explicó.
— ¿Nikolay siempre fue así de taciturno? —Pregunté.
Ella asintió antes de morder su manzana. —Oh sí, definitivamente. No habla
mucho.
Colocando el último plato en el armario, me volví hacia Maddie. — ¿Y Phoenix?
Su expresión cambió un poco, y se encogió de hombros. —Es callado pero es
mucho más expresivo que Nikolay. Cuando era un nuevo recluta, estaba mucho con
Viktor. Entonces podrías decir que ahora es un segundo Viktor.
Cada vez que la conversación se tornaba sobre Phoenix, Maddie se callaba y
cambiaba el tema. Tenía curiosidad del por qué, pero ella no dijo nada.
—Todos son muy cercanos. Viktor, Artur, Phoenix, Nikolay y Alessio. La lealtad
que tienen hacia Alessio es realmente entrañable —dije, apoyándome contra el
mostrador.
—Él confía mucho en ellos —dijo Maddie asintiendo.
Levantándose del taburete, Maddie se alejó. —Iré a cambiarme, luego
podremos ver algo.
—Bien. Te espero en mi habitación. —Asentí con la cabeza. La vi salir de la
habitación.
Echándole un último vistazo a la cocina limpia, salí con una sonrisa, pero mis
pasos vacilaron en el primer escalón cuando vi a Isaak bajando, con el teléfono en la
oreja.
Cuando me vio, se detuvo a medio paso, su mirada recorría mi rostro. Mi
garganta repentinamente se secó de nerviosismo, y miré hacia abajo rápidamente
antes de continuar subiendo las escaleras. A medida que me acercaba a donde
estaba parado, mi cuerpo se enfriaba, los pequeños pelos en la parte posterior de mi
cuello se irguieron de miedo y pánico.
Enterré mis manos temblorosas en la falda de mi vestido cuando pasé junto a
Isaak, mis hombros se hundieron en alivio cuando caminé delante de él.
Pero mi alivio fue de corta duración. Su voz me detuvo en seco, mi cuerpo se
congeló ante sus palabras.
— ¿Nos hemos visto antes?
Cerrando los ojos con horror, tragué varias veces. ¿Descubrió mi verdad?
Respiré hondo y me aseguré de que mi rostro fuera una máscara de
indiferencia antes de darme la vuelta para mirarlo.
Echándole una mirada inexpresiva a Isaak, sacudí la cabeza, tratando de
parecer convincente y no culpable. —No. Eso no sería posible. No recuerdo haberlo
conocido —le respondí. Al menos eso no era mentira. La verdad era más fácil de
decir.
Isaak ladeó la cabeza y subió un escalón. Sus ojos pasaron por mi rostro antes
de asentir. —Me recuerdas a alguien que conocía —explicó.
Sus palabras fueron una sorpresa, y me quedé congelada cuando él se detuvo
frente a mí. Aunque estaba un escalón por sobre él, estábamos casi a la misma
altura.
Isaak acercó una mano a mi cara, su dedo se movió debajo de mis ojos, pero no
me tocó. Como si se diera cuenta de lo que estaba haciendo, su brazo cayó. Su rostro
presentaba una expresión resignada y casi dolorosa.
—Tienes los ojos de mi Leila —murmuró tan bajo que casi no lo escuche.
Contuve el aliento por el nombre. Leila. Ese era el nombre de mi madre. ¿Cómo
era esto posible? Pero luego me di cuenta de que dijo mi Leila. La persona no podría
ser mi madre.
—Ella también tenía una hija llamada Ayla —continuó con el mismo tono
sombrío.
Una coincidencia como esta era imposible. Mi madre murió cuando yo era solo
un bebé. Isaak era el enemigo, entonces, ¿cómo iba a conocer a mi madre? Llamó a
Leila suya, reclamándola como su mujer.
—Lo siento. El nombre de mi madre no es Leila. —La mentira salió de mis
labios sin esfuerzo, pero el pánico se apoderó de mí. Respirando profundamente,
continué—. Ella no podría ser yo.
Isaak me miró por otro segundo antes de soltar una risa áspera y sin
emociones. —Por supuesto que no eres tú —estuvo de acuerdo sin pensarlo dos
veces, sorprendiéndome aún más.
Mis dedos se apretaron alrededor de la tela de mi vestido y le envié una sonrisa
temblorosa. Bajo un escalón, metiendo las manos en el bolsillo de sus pantalones
negros.
Pero sus siguientes palabras fueron suficientes para provocar un escalofrío en
mi columna vertebral.
—La otra Ayla está muerta.
¿Qué? Mi mente gritó ante esta nueva revelación.
Lo miré en estado de shock, pero él no se dio cuenta. Isaak ya estaba dándose la
vuelta y bajando las escaleras, pero no antes de que percibiera un destello de dolor
en su expresión. Observé la retirada de Isaak, sintiéndome completamente
horrorizada y aterrada por sus palabras.
Las últimas palabras que me dijo seguían sonando en mis oídos mientras
entraba a mi habitación.
La otra Ayla está muerta.
No sabía nada de mi madre. Nunca nadie hablaba de ella. Era como si ella
nunca hubiera existido. ¿Pero era posible? ¿Isaak conocía a mi madre?
—No, no podría ser —susurré. Dijo que la otra Ayla estaba muerta. Y yo estaba
viva. Todo era un gran malentendido. Traté de calmarme con ese pensamiento.
Desearía saber más sobre mi pasado. Sobre mi propia familia. Pero no sabía
nada. Viví mi vida como una fantasma, completamente olvidada por mi propio padre
y todos los demás. Solo Alberto fue una constante en mi vida.
Pero no hizo nada excepto arruinarme aún más. Cada día que pasaba con él,
perdía una parte de mí misma hasta que no me quedó nada.
¿Podría Isaak ser la clave de mi pasado? ¿Era mi madre su Leila?
Quería saberlo, pero no podía permitirme dejarme al descubierto. Mi identidad
necesitaba permanecer oculta, y la única forma de continuar con esta fachada era
ser indiferente. No me debería importar. Por lo que sabía, era solo una gran
coincidencia.
Pero las palabras de Isaak estaban grabadas profundamente en mi mente.
Todo era muy incierto.
Incluso mi destino.
Capítulo 9

Alessio

— ¿Quién es ella?
Eso fue lo primero que Lyov preguntó cuándo entró en mi oficina. Sabía de
quién estaba hablando, pero ignoré su pregunta. Estaba parado en lo alto de las
escaleras cuando Lyov e Isaak hicieron su primera aparición. Vi a Ayla congelarse
desde la distancia. Mi primer instinto fue ir hacia ella. Y lo hice... sin pensarlo dos
veces.
Pero me di cuenta demasiado tarde de lo que había hecho.
—Alessio, te hice una pregunta —gruñó Lyov.
—Y elegí ignorarla. Ahora, ¿podemos discutir por qué estás aquí?
Mi cabeza se levantó de golpe cuando él golpeó sus puños sobre el escritorio.
— ¿Eres jodidamente estúpido? ¿Después de todo lo que pasó, jodidamente te
permitiste ser débil por una chica?
—Eso no es asunto tuyo —siseé. Alejando mi silla, me puse de pie y lo fulminé
con la mirada. Vi a Isaak y Viktor parados en la puerta, ambos con los brazos
cruzados sobre sus pechos, con una expresión impasible en sus rostros. De tal palo
tal astilla.
Caminando alrededor del escritorio, empujé a Lyov. —Quédate jodidamente
fuera de esto. Lo digo en serio, Lyov. No me digas qué hacer.
—Te enseñé mejor que esto. Lo perforé en tu cabeza antes de irme. Ninguna
debilidad. Asegúrate de no tener ninguna debilidad porque eso es lo primero que
perseguirán tus enemigos —espetó, moviéndose frente a mí.
Agarrando su cuello en mi puño, lo empujé antes de gritar: — ¡Lo sé!
Lyov se rió de mi respuesta. — ¿Lo sabes? —se burló de mí, su risa áspera
alrededor de las paredes de mi oficina y hasta mis oídos. —Entonces explica esa
mirada en tus ojos cuando la miraste.
Me detuve ante su pregunta, sintiendo la ira corriendo por mi cuerpo. Me
estaba presionando, obligándome a pensar en lo que intentaba enterrar en lo más
profundo de mí.
—Sabes muy bien cuál será el resultado de esto, pero aun así te dejas debilitar
—continuó con el mismo tono agitado, su rostro completamente rojo de ira. Mis
puños se apretaron ante sus palabras.
Él estaba equivocado. La historia no se repetiría. No dejaría que pasara.
—Te entregué este imperio, esta familia porque pensé que no cometerías el
mismo error que yo —dijo Lyov, con el pecho agitado por la furia.
— ¡No soy tu! —Rugí, tambaleándome hacia él con ira. Mis puños hicieron
contacto con su rostro en un fuerte crujido, y cayó de espaldas contra la mesa de
café.
Por el rabillo del ojo, vi a Isaak moverse hacia nosotros, pero Lyov levantó una
mano para detenerlo. Se levantó y se limpió los labios agrietados y sangrantes con
las mangas.
—Ese fue tu error. Fue tu culpa. No el mío —siseé—. Amabas a mamá. La
trajiste a este jodido mundo y tú dejaste que fuera asesinada.
Sus ojos se volvieron locos de ira, y vino hacia mí con toda su fuerza. Sus dedos
agarraron mi camisa y me empujaron contra la pared detrás de mí. —Tienes razón.
Fue mi error, y tú estás cometiendo el mismo jodido error.
Dejándome ir, se alejó un paso. —Después de todo, pensé que lo sabrías mejor.
Será asesinada. Entonces te perderás. Y al final, traerás a toda esta familia abajo
contigo.
Eso fue lo que sucedió en el pasado. Lyov casi arruinó este imperio, y yo fui
quien lo salvó. Pero no iba a cometer el mismo error que él.
— ¡Deja de compararme contigo!
Los dos nos acercamos el uno al otro al mismo tiempo. No tuve la oportunidad
de alejarme antes de que me golpeara el estómago. Rápidamente tomé represalias,
golpeándolo en el hombro.
Deje ir una ira que no tenía límites. Lyov había roto el último hilo de mi control.
Rodamos en el suelo, ambos perdidos en nuestros años de furia contenida.
Sus dedos se envolvieron alrededor de mi cuello, apretando. Su agarre se
resbaló cuando lo golpeé en la cara. Sentí que alguien me tiraba hacia atrás, pero
luché contra su agarre.
—Alessio, suéltalo. Maldita sea, Alessio. ¡Suéltalo! —Viktor espetó, alejándome.
Isaak ayudó a Lyov a ponerse de pie y lo detuvo cuando trató de venir hacia mí
otra vez. Viktor también me estaba reteniendo. Nuestra respiración agitada llenó la
habitación, el aire a nuestro alrededor se enfrió y se tensó.
—Tienes razón. Me enseñaste mejor que esto. No voy a cometer el mismo error
—gruñí, mirando a Lyov.
— ¿Escuchaste eso, Isaak? No va a cometer el mismo maldito error. —Lyov se
rio sin apartar la vista de mí—. Eres un tonto y estas delirando completamente. De
lo que no te das cuenta es que ya cometiste el mismo error. Ella ya es tu debilidad.
Deja de vivir en la negación.
Solo pude mirarlo. Ante mi expresión, se quitó de encima a Isaak y avanzó.
—Vuelve a tus sentidos antes de que sea demasiado tarde. Líbrate de ella.
Construye ese maldito muro alrededor de tu corazón otra vez. No hagas lo mismo
que yo hice.
Con un suspiro abatido, sacudió la cabeza.
—No quiero que pases por lo mismo, Alessio —susurró—. Te estoy salvando
de años de angustia.
Se alejó un paso de mí y se dio la vuelta, alejándose sin una segunda mirada.
Isaak lo siguió sin decir nada.
Al abrir la puerta, se detuvo en el umbral. Sus siguientes palabras fueron un
golpe en mi pecho. Cerré los ojos y me di la vuelta, alejándome de él.
—Los Ángeles no pertenecen a nuestro mundo.
Con eso como sus últimas palabras para mí, escuché la puerta cerrarse, y luego
fue solo silencio. Un silencio insoportable y doloroso. De repente me sentí vacío, me
dolía el corazón al pensar en Ayla.
—Alessio... —Viktor comenzó, pero rápidamente lo interrumpí.
—Vete. Solo… vete.
Suspiró pero se fue sin decir nada más. Rodeé el escritorio y me caí en la silla,
mirando al techo.
Las palabras de Lyov resonaban en mis oídos. Quería decir que estaba
equivocado, pero no lo estaba. Estaba viviendo en la negación. No quería pensar en
Ayla como mi debilidad, pero lo era.
El miedo a perderla se instaló dentro de mí... pero yo era testarudo. En lugar de
alejarla, la sostenía cada día más cerca.
Ayla consumía cada fibra de mi ser. Ayla era todo lo que no podía tener, pero
todo lo que necesitaba.
Ella era mi luz. La había dejado entrar en mi corazón donde me había bañado
con su dulce veneno.
Estaba tan perdido en ella, olvidando que no podía sentir lo que estaba
sintiendo. Todo era una dicha y felicidad temporal, pero ahora la realidad sabía
agria.
Ayla era mi ángel, pero no podía tenerla.

***

No supe cuánto tiempo estuve así. Tal vez horas, pero no podía moverme.
Finalmente, llamaron a mi puerta y abrí los ojos. —Adelante —le ordené. La puerta
se abrió para revelar a Sasha, una de las criadas, sosteniendo una bandeja.
—Señor Ivanshov, Viktor me dijo que trajera su cena a su oficina —dijo.
¿Cena? Mirando el reloj en la pared, vi que ya eran más de las siete.
—Colóquelo en la mesa de café —le respondí antes de cerrar los ojos
nuevamente. Esperaba escuchar la puerta cerrarse, pero cuando nada de eso
sucedió, mis ojos se abrieron de golpe.
Sasha estaba parada frente a mi escritorio. Sus ojos recorrieron mi pecho y se
mordió el labio inferior.
—Alessio —comenzó, su voz se volvió más suave y sensual—. Te ves realmente
estresado. ¿Puedo ayudar de alguna manera?
Con un suspiro, cerré los ojos de nuevo. Solía follarla. Un pasatiempo cuando
necesitaba la distracción. Pero desde que Ayla entró en mi vida, ni una sola vez
pensé en volver a Sasha. Ayla tuvo mi absoluta atención.
Sentí algo en mi entrepierna, y mi mano rápidamente se deslizó alrededor de
los dedos errantes de Sasha, deteniendo su movimiento. —Vete de aquí maldita sea
—le espeté, apartando su mano.
—Puedo hacerte sentir bien. Como siempre —me susurró al oído.
—No. Vete.
Escuché su suspiro frustrado mientras se alejaba. Pero las palabras de Lyov
resonaron en mis oídos, y mis puños se cerraron con ira mientras luchaba por el
control.
Vuelve a tus sentidos antes de que sea demasiado tarde. Líbrate de ella. Construye
ese maldito muro alrededor de tu corazón otra vez. No hagas lo mismo que yo hice.
Los Ángeles no pertenecen a nuestro mundo.
Mis ojos se abrieron de golpe y moví mi silla hacia atrás. Levantándome,
rápidamente agarré la mano de Sasha y la atraje hacia mí.
Puse una mano sobre su espalda y empujé su frente contra el escritorio,
inclinándola hacia adelante para que su trasero fuera empujado. Escuché su jadeo
de sorpresa, pero luego gimió, moviendo su culo contra mi polla.
—Fóllame, Alessio.
Agarré un puñado de su cabello y eché su cabeza hacia atrás. —No me digas
qué hacer —siseé en su oído.
—Hmm, ok. Haz lo que quieras —murmuró con voz ronca. Soltando su cabello,
subí su vestido hasta que su tanga de encaje rojo fue visible.
Los Ángeles no pertenecen a nuestro mundo.
Apreté mis ojos cerrados ante las palabras, mis dedos cavando en las caderas
de Sasha. Moviendo ciegamente mi mano hacia su tanga, la arranqué y la dejé caer al
suelo. La solté para desabrocharme los pantalones y sacar mi polla.
Los Ángeles no pertenecen a nuestro mundo.
Le abrí las piernas y presioné mi cuerpo contra el de ella. Sin tocarla, ya sabía
que estaba mojada y lista para mí. La punta de la suave polla rozó su muslo interno.
Sasha dejó escapar un gemido y se me acercó.
Ante el sonido de su gemido, mis ojos se abrieron de golpe. Mierda. No.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Alejándome de su cuerpo, tropecé hacia atrás, completamente horrorizado por
lo que estaba a punto de hacer. No podía hacer esto. No a mi Ayla. Ella confiaba en
mí. Ella se entregó a mí. No podría traicionarla así.
La vergüenza llenó mi cuerpo y contuve una respiración dolorosa. —Vete. Vete
ahora maldita sea —gruñí, abrochándome los pantalones otra vez.
—Pero... —Ella miró por encima de sus hombros, su rostro una máscara de
confusión. En ese momento, la puerta se abrió de golpe y vi entrar a Viktor. Sacó su
arma y apuntó a Sasha.
—Sal antes de que te explote el cerebro —espetó. Sasha jadeó en estado de
shock y miedo antes de inclinarse rápidamente y agarrar sus bragas rasgadas. Salió
corriendo de la habitación y cerró la puerta detrás de ella con fuerza.
— ¿Es en serio? —Viktor me rugió, sus ojos brillaban de ira y asco.
—No. —Levanté una mano, pero él habló antes que yo.
— ¿La ibas a follar?
— ¡No! —Respondí rápidamente—.Me detuve.
Sacudiendo la cabeza, caminó hacia mí. — ¿De verdad vas a dejar que las
palabras de tu padre se apoderen de tu cabeza? ¿Vas a dejar que controle tu vida?
—No —gruñí.
Viktor sacudió la cabeza. — ¿Qué es Ayla para ti?
—No se suponía que fuera así, Viktor. Se suponía que nada de esto sucedería.
Mi plan era acercarme a Ayla para hacerla revelar su verdad. Teníamos que saber si
ella era una traidora. Ese era el maldito plan —espeté, pasando mis dedos por mi
cabello con frustración.
Ese fue el plan desde el principio. Acercarse a Ayla, ganar su confianza y hacer
que revele su verdad. Pero no terminó así.
—Se suponía que no iba a sentir nada —terminé quebradamente.
—Lo sé —estuvo de acuerdo en voz baja—. Pero ese ya no es el plan. Ese plan
terminó el mismo día en que se hizo. Terminó en el momento en que le diste tu
chaqueta y sentiste sus lágrimas como si fueran tuyas.
—Él tiene razón. Ayla será mi perdición —susurré, dándome la vuelta para
mirar hacia la ventana.
Estaba completamente negro afuera, muy similar a la oscuridad dentro de mí.
Cerré los ojos y apoyé la frente contra el cristal. —No puedo perderla, Viktor. Ella lo
es todo.
—Si algo le sucede por mi culpa... —comencé pero no terminé la oración. No
pude decir las palabras. No podría imaginarme sin Ayla. Ella era parte de mí.
—Estoy de acuerdo. Lyov tenía razón. Ella es tu debilidad —respondió Viktor
con frialdad. Respiré con dificultad, mi pecho apretándose fuertemente en dolor.
—Pero ella también es tu fuerza —finalizó. Mi corazón se aceleró ante sus
palabras, y abrí los ojos, girando para enfrentarlo.
Él asintió con un suspiro, sus ojos se volvieron un poco más suaves. —Has
cambiado mucho desde que ella entró en nuestras vidas. Ayla es tu fuerza. Ella es la
que va a evitar que tropieces en la oscuridad cada vez. Depende de ti elegir si
dejarás que ella sea tu debilidad o tu fuerza.
Hundiéndome en mi silla, puse mi cabeza en mis manos. ¿Cómo iba a proteger
a Ayla?
—No la lastimes, Alessio. Después de todo lo que ha pasado, ella no merece ser
lastimada por ti.
—No quiero hacerlo, Viktor. Por primera vez en mi vida, no sé qué hacer. —
Dije mis pensamientos desgarradores, las palabras sabían amargas contra mis
labios.
—Solo tú puedes responder eso. Sin embargo, solo recuerda una cosa. —Viktor
hizo una pausa, y miré hacia arriba, esperando que continuara—. Ella es tu ángel.
Con eso, él asintió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Mi ángel.
Frotando mis manos sobre la parte posterior de mi cuello, traté de aliviar los
músculos tensos allí. Pasé horas pensando en lo que dijeron Lyov y Viktor. Caminé
de un lado a otro, la frustración crecía dentro de mí con cada minuto que pasaba.
La próxima vez que vi el reloj, eran casi las diez. Ayla me estaría esperando en
la sala del piano. Cerrando los ojos, suspiré. La cara sonriente de Ayla brilló detrás
de mis párpados cerrados. Después de muchas horas frustrantes, llegué a una sola
conclusión.
Necesitaba a Ayla.
Recordando las palabras de mi padre de hace veinte años, me puse de pie.
Un ángel es la persona sin la que no puedes verte viviendo. Nunca la dejes ir.
Porque si la pierdes, estarás para siempre incompleto.
Él estaba en lo correcto. Estaría incompleto sin Ayla. Pensé en su dulce voz,
suaves caricias y besos, y sus ojos amorosos. Ella era mía.
Mientras salía de mi oficina, recé para que Ayla pudiera perdonarme. Tenía que
decirle la verdad sobre Sasha. No la folle, pero sí la toqué. No iba a mentir. Ayla no
merecía nada menos.
También recé para que ella me aceptara. No iba a cambiar. Seguía siendo el Jefe
y lo sería hasta mi último aliento. Recé para que estuviera lista para esta jodida vida.
Me detuve frente a la sala del piano y respiré hondo, tratando de calmarme.
Todo lo que quería era sostenerla en mis brazos y olvidar todo.
Al abrir la puerta, me detuve cuando vi la habitación vacía y oscura.
¿Qué mierda?
Saliendo rápidamente de la sala del piano, me dirigí a nuestra habitación. Abrí
la puerta y vi que solo estaba suavemente iluminada con la lámpara de la mesita de
noche.
Ayla estaba sentada al borde de la cama, de cara a la pared. El suave resplandor
bailaba sobre su hermoso rostro mientras se sentaba estoicamente.
— ¿Ayla? —Pregunté, entrando más en la habitación y cerrando la puerta
detrás de mí.
—Frío. Implacable. Cruel. Arrogante. Asesino. Alessio Ivanshov no puede amar
o ser amado. Esas son todas las palabras por las que te conocen, ¿verdad?
Las palabras de Ayla me detuvieron en seco, mi corazón se encogió ante su
tono sombrío y distante. Ella soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza.
—Ayla, ¿de qué estás hablando? —Pregunté, el pánico surgió dentro de mí. No
me gustó su tono o la forma en que evitaba mirarme. Ella no sonaba como mi Ayla.
—Quería creer que eras diferente —susurró, esta vez su voz se rompió al decir
las palabras.
Me tambaleé, desesperadamente queriendo envolverla en mis brazos y borrar
toda su tristeza. La cabeza de Ayla se giró hacia mí y contuve un suspiro doloroso
ante su expresión.
Tenía los ojos llenos de lágrimas, la cara roja llena de dolor y pena. Ella me
miraba como si la hubiera traicionado.
La mirada en sus ojos fue suficiente para decirme lo que necesitaba saber.
No. No. No. Entré en pánico.
—Pensé que eras diferente. —Se secó las lágrimas—. Pero estaba equivocada.
Capítulo 10
Ayla

—Ayla, ¿de qué estás hablando? —Alessio preguntó. Estaba en pánico,


asustado por lo que significaban mis palabras, mientras yo me rompía por dentro.
—Quería creer que eras diferente —susurré roncamente, odiando cómo mi voz
se rompió al decir esas palabras. Odiaba cuánto poder tenía Alessio sobre mí. Él era
mi paz, mi fuerza, pero también era mi debilidad. Tenía el poder de romperme.
Y eso fue exactamente lo que hizo.
Después de juntar mi corazón, después de darme esperanza, me lo quitó todo,
dejándome vacía y rota nuevamente.
—Pensé que eras diferente —continué con la misma pequeña voz. Era cierto
que sabía qué tipo de hombre era, pero conmigo era diferente.
El Alessio que conocía era dulce y gentil. Allá afuera era despiadado y un
asesino, pero conmigo era todo lo que necesitaba.
Pero todo fue una mentira.
Limpiándome las lágrimas, finalmente me volví hacia Alessio. Incluso en la
oscuridad, podía ver su cuerpo tenso y sus hombros rígidos. Su rostro estaba
retorcido de pánico y temor.
—Pero estaba equivocada. —Me ahogué con las palabras.
No tuve que decir nada más. La comprensión brilló en sus ojos azules. Él
entendió que yo sabía la verdad.
— ¿Por qué? —Pregunté, mi voz bajando a un simple susurro. Dio un paso
adelante pero se detuvo cuando sacudí la cabeza. Una repentina oleada de ira
recorrió mi cuerpo, lo que me llevó a levantarme rápidamente y enfrentarlo.
—Ayla... —respiró, su voz temblorosa. No sabía por qué, pero su voz me hacía
enojar más. Me recordó cuando mi mundo se vino abajo a mi alrededor,
aplastándome sin piedad.

— ¿A dónde vas? —Maddie me preguntó mientras subía las escaleras.


Sin parar, dije sobre mi hombro: —Voy a ver a Alessio.
Desde la mañana, después de que Lyov e Isaak hicieron su aparición, no había
visto a Alessio. Su ausencia había dejado un agujero doloroso en mi pecho, y solo
quería estar cerca de él nuevamente, aunque fuera solo por unos minutos.
Sonriendo, me dirigí a su oficina. Estaba a solo unos metros de distancia cuando
vi que la puerta se abría, y Sasha salía corriendo, con el rostro en pánico. Mis cejas se
arquearon con el ceño fruncido al verla.
— ¿Qué pasa? —Pregunté, acercándome. Se quedó sin aliento al verme, sus
manos subieron a su pecho. Mis ojos se abrieron cuando vi lo que estaba sosteniendo.
Una tanga roja rasgada.
Mis ojos se fijaron en los de ella, y ella apartó la mirada culpable, mordiéndose los
labios nerviosamente.
No. Por favor.
— ¿Por qué estás sosteniendo tu ropa interior? —Pregunté secamente después de
un momento de silencio. Antes de que ella pudiera responder, la fuerte voz de Viktor
llegó desde la oficina de Alessio.
Confundida, volví a mirar a Sasha, pero ella evitó el contacto visual conmigo. Sin
responder a mi pregunta, ella me rodeó. Me quedé estupefacta, mientras estaba
congelada en mi lugar.
Me temblaban las manos y temblé ligeramente mientras Viktor seguía gritando.
Cuando escuché la voz de Alessio, finalmente salí de mi aturdimiento y caminé hacia
adelante hasta que me paré frente a la puerta.
No sabía qué esperar, mi mente todavía estaba perdida en lo que acababa de ver.
Pero entonces mi corazón se detuvo, mi pecho se contrajo dolorosamente cuando
escuché sus palabras... las palabras de Alessio. Mis piernas se debilitaron y mi
estómago se retorció. De repente sentí náuseas.
—Mi plan era acercarme a Ayla para hacerla revelar su verdad. Teníamos que
saber si ella era una traidora. Ese era el maldito plan.
Reprimí un sollozo cuando entendí su significado. Todavía pensaban que era un
espía. Todo era una mentira. Nunca me creyeron.
Habiendo escuchado lo suficiente, me aparté de la puerta.
Alessio y yo... lo que sea que haya dicho, sus dulces palabras, sus besos, sus suaves
caricias, ¿eran todas mentiras? ¿Fue solo una estratagema para acercarse a mí?
Estaba paralizada al solo pensarlo. Llevando una mano temblorosa a mi boca,
traté de controlar mi respiración. Pero sentía que mi mundo acababa de terminar a mí
alrededor. Podía sentirme bajando en espiral hacia la oscuridad otra vez.
Escuché gritos, pero ninguna de las palabras tenía sentido para mí. Solo podía
pensar en lo que escuché. Las mismas palabras repetidas una y otra vez en mi cabeza.
Mis oídos resonaban por su dolorosa traición.
Echándole un último vistazo a la puerta, me di la vuelta y corrí ciegamente a mi
habitación. Necesitaba escapar de esta dura realidad. No quería creerlo. No Alessio. No
mi Alessio.
La puerta se cerró detrás de mí y me dejé caer al suelo, sosteniendo mis rodillas
contra mi pecho mientras sollozaba.
Él no haría eso. Le importaba... Lo vi en sus ojos.
Pero se sabía que Alessio Ivanshov era engañoso. Si él pensaba que yo era una
traidora, no se detendría ante nada para encontrar la verdad.
Incluso si eso significaba romperme hasta que no tuviera nada más que dar.

Cuando vi a Alessio dar otro paso hacia mí, salí de los recuerdos dolorosos y
retrocedí un paso. Sus ojos brillaron de dolor y extendió una mano como para
consolarme.
— ¿Qué hiciste con Sasha? —Pregunté, mi voz casi sin emoción, ocultando la
verdadera agitación dentro de mí. La cara de Alessio se contorsionó por la culpa, y
tragó nerviosamente. Sus ojos se alejaron por unos segundos, sus manos se
apretaron en puños.
Ante su reacción, sentí mi corazón ya frágil romperse aún más, profundizando
los agujeros en él. No tenía que decir nada. Ya tenía mi respuesta.
—Ayla, no es lo que piensas… —comenzó, pero rápidamente lo interrumpí.
— ¿La tocaste? —Se detuvo ante mi pregunta, sus ojos se cerraron con fuerza
por un segundo. Alessio se paseó frente a mí, sus dedos yendo a su cabello con
frustración.
— ¿La tocaste, Alessio? —Pregunté de nuevo.
—Ayla... —gruñó.
— ¿Lo hiciste? —Esta vez mi voz era más fuerte.
Girándose hacia mí, me miro directamente. —Maldita sea, Ayla. No es lo que
piensas.
Solté una pequeña risa áspera, recostándome contra la pared. —Así que lo
hiciste.
Alessio perdió la mirada y sacudió la cabeza. Se movió hacia mí, pero levanté
una mano y lo detuve nuevamente.
—No te acerques a mí.
—Te escuché hablar con Viktor —admití, mi voz extrañamente suave. Alessio
se estremeció, si es posible todo su cuerpo se tensó—. ¿Es verdad? ¿Crees que soy
una traidora?
En el fondo, recé para que dijera que no y que todo era un malentendido. —No
soy la espía —continué suavemente, esperando desesperadamente que me creyera.
Vi a Alessio visiblemente tragar con fuerza, y sacudió ligeramente la cabeza. —
Lo sé, Ayla.
Aceptó mi alegato, pero todavía no podía olvidar esas palabras. Todavía dolían.
Todavía sentía que me estaba rompiendo. Bajo las capas de dolor, la ira estaba
ardiendo. Nunca me había sentido así. Ni siquiera cuando fui torturada.
Odiaba que Alessio pudiera hacerme sentir de esta manera.
Mi cuerpo vibró con la fuerza de mi ira, y mientras miraba el rostro culpable de
Alessio, espeté. Me estaba aferrando a la cuerda, desesperada por no perder el
control, pero justo en este momento, lo perdí.
Sacudiéndome hacia adelante, me estrellé contra el cuerpo de Alessio,
agarrándolo del cuello con fuerza.
— ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Fue todo una mentira? ¡Dime!
Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, pero lo empujé lejos, con
fuerza. Tropezó sobre sus pies antes de enderezarse rápidamente, su rostro era una
máscara de completo desconcierto.
— ¿Quieres saber la verdad, verdad? Bien. Te la diré —grité, con el pecho
agitado por el esfuerzo. Mi respiración agitada llenó la habitación, y Alessio parecía
dolorido.
—Creo... —comenzó a decir, pero hablé antes que él terminara.
—Tenía dieciséis años cuando fui violada. —La boca de Alessio se cerró de
golpe, su mandíbula se apretó cuando sus ojos brillaron con una repentina rabia.
Pero continué, dejando salir mi propia ira.
—El hombre con el que debía casarme me violó en mi decimosexto
cumpleaños, y continuó haciéndolo todas las noches durante siete años. —Me
ahogué con las últimas palabras.
Las lágrimas cegaron mi visión cuando los recuerdos me asaltaron. Brillaron
frente a mis ojos, y mi cuerpo tembló como si estuviera experimentando todas las
noches de tortura nuevamente.
—Mi padre nunca hizo nada. Ni siquiera me prestaba atención. Estaba sola,
nunca se me permitía salir de la casa. Y luego me entregó a él. Un hombre cruel que
me destruyó.
Cuando revelé mi verdad, vi que la cara de Alessio cambiaba. Tanta furia. Podía
sentirlo desde donde estaba parada. El aire a nuestro alrededor se puso rígido
cuando mis palabras resonaron a nuestro alrededor.
— ¿Quién te lastimo? —gruñó, su cuerpo merodeando hacia mí. Su voz era
mortal, sus palabras tan agudas que se sintió como si un látigo hubiera cortado el
aire. Y sus ojos... la mirada que me dirigió era completamente feroz.
Pude ver al monstruo allí. Al que todos temían.
Sentí que mi pecho comenzaba a arder con la presión que se acumulaba allí. No
sabía cómo sentirme. Se veía adolorido por mí... pero también era la causa de mi
dolor.
—Solía pegarme. Me encadenaría a nuestra cama y luego me azotaría si hacía
algo mal o lo que él percibía que estaba mal.
Su rostro ya era una máscara de rabia, pero se oscureció más siniestramente
cuando admití otra verdad. Contuve el aliento cuando lo vi apretando y luego
abriendo los puños. Alessio lo hizo varias veces, y cada vez que apretaba el puño, mi
corazón se apretaba.
—Estaba huyendo de casa cuando te encontré y me escondí en tu auto. Así nos
conocimos. No soy una espía, Alessio. Solo soy alguien huyendo de su pesadilla,
buscando desesperadamente la paz —murmuré mientras mis hombros se hundían,
la ira abandonaba mi cuerpo hasta que me sentía vacía.
Mi mente estaba perdida en algún lugar al que no quería ir.
—No soy tu enemiga. Solo soy otra víctima —susurré entrecortadamente,
esperando que pudiera escuchar la verdad en mis palabras. Podría ser una
Abandonato, pero no era la enemiga de Alessio. Mi verdadero enemigo era mi propia
familia.
La cara de Alessio era tormentosa cuando se adentró a mi espacio. Incluso
cuando extendí mis manos para alejarlo, no se detuvo. Siguió moviéndose hasta que
estuvo frente a mí, mis hombros apretados fuertemente en sus manos. Me estremecí
cuando sus dedos se clavaron en mi piel.
— ¿Quién? —Una simple palabra que decía mucho. La energía bruta
proveniente de Alessio nos envolvió. Exudaba peligro, sus ojos llenos de intenciones
asesinas.
Cuando no respondí, me sacudió, sus hermosos ojos azulados se oscurecieron
aún más. — ¿Quién diablos te lastimó, Ayla? —Alessio rugió.
— ¡Tú! —Grité, empujándolo lejos de mí. Una repentina oleada de ira recorrió
mi cuerpo de nuevo—. Me lastimaste. Me estas lastimando.
Se estremeció ante mis palabras, su cuerpo se tensó ferozmente. El dolor brilló
sobre su rostro, sus cejas se tensaron.
—Nunca tuve esperanzas para mi padre o el hombre al que me entregó. Me
adormecí en sus manos, aprendiendo a bloquear el dolor. Pero tú. —Señalé a
Alessio—. Me lastimaste porque confiaba en ti. Te di todo. Deje que me tocaras... —
Me interrumpí con las últimas palabras. Te dí mi corazón.
Un profundo arrepentimiento estaba escrito en su rostro mientras permanecía
inmóvil. —Ayla, por favor déjame...
—Cuando escapé, no esperaba encontrar paz. Ni siquiera sabía lo que quería
hasta que te encontré. Me trajiste la paz. Estaba tomando el sol en esa luz hasta que
la quitaste —espeté, mi voz elevándose.
Sentí algo mojado en mis mejillas y levanté la mano. Ni siquiera me di cuenta
de que estaba llorando. Alessio hizo un sonido agonizante al ver mis lágrimas, y
avanzó nuevamente, envolviendo sus brazos alrededor de mí antes de que pudiera
decir algo más.
Mi cabeza estaba justo sobre su acelerado corazón. Sus brazos se apretaron a
mi alrededor en mis siguientes palabras.
—Eras mi salvador. Mi propio ángel guardián.
Ante la palabra Ángel, sentí que respiraba con dificultad, sus brazos se
apretaban increíblemente fuerte a mi alrededor.
—Pero parece que mi corazón se está partiendo en pedazos en este momento,
Alessio.
Alejándose de mí, palmeó mis mejillas. —Lo siento, Ayla. Lo siento mucho. Solo
déjame explicarte —suplicó.
— ¿Qué quieres explicar, Alessio? Lo escuché fuerte y claro. La verdad estaba
justo ahí. Sasha salió de tu oficina. La tocaste Y luego admitiste estar cerca de mí
porque pensabas que era una traidora. ¿Qué queda por decir? —Murmuré
suavemente, perdiendo toda la batalla en mí.
—Tú no…
—Necesito que te vayas.
Ambos hablamos al mismo tiempo, nuestras palabras chocando entre sí.
Alessio se encogió y mi corazón se apretó.
—No. No me iré hasta que me escuches —dijo con firmeza.
—No puedo hacer esto ahora mismo. Solo vete, Alessio.
—No.
— ¡Vete! —Grité, alejándolo. Dios, ¿por qué no podía entenderlo? Si no se iba,
me iba a derrumbar justo allí delante de él. Mis pensamientos y sentimientos
estaban en crisis.
Vi a Viktor aparecer en la puerta. Entró y se detuvo detrás de Alessio. —
Alessio, vámonos. Dale algo de tiempo —dijo suavemente.
—No. Maldita sea, Viktor, aléjate de esto —le espetó él con voz dura. Su mirada
todavía estaba pegada a la mía, y miré hacia otro lado.
—Quiero que te vayas —murmuré.
Sacudió la cabeza tercamente. —No me iré hasta que me escuches.
— ¡No quiero escucharte! Solo vete —espeté de vuelta. Se movió hacia mí, pero
Viktor lo detuvo.
—Vamos, Alessio.
Alejándome de ellos, me enfrenté a la pared y me desconecté. Los escuché
discutir, y la puerta se cerró después de unos minutos.
Luego completo y absoluto silencio. Me quedé en la oscuridad mientras el
silencio me rodeaba. Las lágrimas cayeron por mis mejillas, y no hice ningún
esfuerzo por limpiarlas.
Con un suspiro de resignación, me metí en nuestra cama y me tapé con las
mantas. La cama se sentía grande y vacía sin Alessio. Era la primera vez que
dormiría sin él desde que me llevó a su habitación.
Mis lágrimas empaparon su almohada cuando me acosté a su lado de la cama.
Su aroma me envolvió, y me dolía el corazón, sabiendo que él no estaba aquí
conmigo. Lo había alejado, pero ahora extrañaba su presencia.
Le dije la verdad sobre mi pasado. Parte de ella. Todavía omití la parte donde
era una Abandonato. Durante nuestra pelea, la verdad estaba en la punta de mi
lengua. Desearía haberle dicho, pero el miedo a su reacción siempre me detuvo.
La ironía de esta situación era casi risible.
Lo acusé de traicionarme. Pero yo también lo estaba traicionando. Al ocultarle
esta verdad, estaba traicionando su confianza.
Estaba enojada con Alessio, pero algo de esa ira también estaba dirigida a mí. Y
eso era exactamente por lo que necesitaba que se fuera. Con Alessio, era débil. Mis
emociones eran incontrolables cuando él estaba cerca.
Cerrando mis ojos ardientes, abracé su almohada contra mi pecho. Recé para
que el sueño llegara rápido.
Pero no fue así. Mi pecho todavía estaba insoportablemente apretado.
Capítulo 11
La mañana siguiente estuvo llena de tensión y ansiedad. Mi estómago se
retorció peligrosamente y mi corazón me dolía constantemente. Al salir de nuestra
habitación, vi a Viktor caminando por la esquina. Sus pasos vacilaron al verme.
Dándome un asentimiento, se acercó. —Deberías haber dejado que Alessio se
explicara —dijo secamente sin ningún saludo.
—Escuché lo que necesitaba saber. Nada de lo que él diga puede cambiar la
verdad —respondí, sosteniendo sus ojos fríos, y ellos quemaban en los míos.
Sacudió la cabeza. —Y ahí es donde te equivocas. Deja que te explique y lo
entenderás.
—Me hizo daño —le susurré.
Los ojos de Viktor se suavizaron, y dio un paso más cerca hasta que estábamos
a solo centímetros de distancia. —Es un hombre confundido, pero se preocupa
profundamente por ti.
—Si le importara, no habría tocado a Sasha. —Mi voz apenas era un susurro
cuando las palabras de Viktor se registraron en mi mente. Tenía tantas ganas de
creerle.
Le importaba a Alessio. Lo sabía. Lo vi en sus ojos. Pero su traición todavía dejó
un agujero en mí.
La mano de Viktor llegó a mi cara, y presionó su pulgar ligeramente sobre mi
mejilla, quitando la única gota de lágrima que había escapado. Levanté la vista y lo vi
mirando brevemente por encima de mi cabeza. Algo brilló en sus ojos. Fue tan
rápido que no tuve la oportunidad de atraparlo.
Y luego todo sucedió muy rápido.
Un minuto, Viktor estaba parado frente a mí, consolándome de alguna manera,
y luego sus labios estaban sobre los míos.
Parpadeé rápidamente y solté un grito ahogado, mis manos yendo a su pecho.
No me besó. Sus labios estaban justo allí, presionando los míos suavemente, casi
como una pluma ligera.
Cuando escuché un rugido detrás de mí, me estremecí y rápidamente me alejé,
Viktor me soltó sin ninguna dificultad.
Fue casi borroso. Viktor fue arrancado y golpeado contra la pared; Alessio lo
apretó con fuerza en la pared mientras le daba unos cuantos golpes furiosos en la
cara.
—Oh, Dios mío —chillé, mis manos yendo a mi boca en estado de shock —.
¡Detente! —grité.
La cara de Alessio estaba llena de intenciones asesinas. Viktor le devolvió el
golpe, pero solo lo enojó. —Si la tocas de nuevo, te mataré —siseó en la cara de
Viktor.
Corriendo hacia ellos, traté de alejar a Alessio de Viktor. Pero él era inamovible.
Sosteniendo su brazo, tiré con fuerza, finalmente atrayendo su atención hacia mí.
Alessio levantó la vista, su mirada intensa y feroz.
— ¡Detente! Déjalo ir, Alessio.
Sentí sus músculos tensos relajarse bajo mis dedos. Fue entonces cuando noté
mi mano en su espalda, y sin pensarlo, estaba frotando sus hombros, casi de manera
tranquilizadora. Quitando rápidamente mi mano, retrocedí un paso y él se apartó de
Viktor.
Alessio trató de envolverme con sus brazos, pero lo rodeé, alejándome de su
toque. — ¿Qué está mal contigo? —Sin esperar su respuesta, me volví hacia Viktor—
. ¿Y tú? No vuelvas a hacer eso nunca más. —Mirando a Alessio, continué—. No te
rebajes a su nivel. Eres mejor que eso —dije, mis palabras dirigidas a Viktor.
Vi a Alessio estremecerse ante mis palabras, con dolor en sus ojos. Quería que
le doliera. Quería que él sintiera lo que yo estaba sintiendo.
Le di una última mirada al hombre que sostenía mi corazón en las palmas de
sus manos y me alejé. Lo escuché decir mi nombre, pero seguí caminando.
Necesitaba a Maddie.
Al dirigirme a la cocina, la encontré vacía. Todavía era temprano en la mañana.
Probablemente ni siquiera estaba despierta todavía. Regresé arriba, donde sabía
que estaba su habitación.
Escuché una respuesta somnolienta, y unos segundos después, la puerta se
abrió para revelar a Maddie medio dormida. — ¿Ayla? —ella cuestionó—. ¿Está todo
bien? Escuché gritos.
—No. Nada está bien —respondí, entrando y cerrando la puerta detrás de mí.
Abrió mucho los ojos y rápidamente agarró mi mano y me llevó a la cama.
— ¿Qué pasa? ¿Alessio hizo algo? —preguntó ella, su voz alzándose con alarma.
Respirando profundamente, dejé salir todo. Sus ojos brillaron de ira por mis
palabras, y finalmente dejó escapar un suspiro cansado cuando terminé. Ella puso
una mano reconfortante sobre mi rodilla.
—Esto es un desastre. —Estuve de acuerdo—. ¿Por qué no lo dejaste
explicarse? —cuestionó.
—No lo sé, Maddie. Estaba tan enojada y dolida. Si lo hubiera dejado que
explicarse, probablemente no habría creído nada de lo que hubiera dicho —
murmuré, mirando mi regazo.
—No puedo creer que él hiciera algo así —se quejó Maddie en voz baja—. ¿Qué
vas a hacer ahora?
Cerré los ojos con un suspiro. —No lo sé.
No sabía cómo sentirme. Así que me iba a retraer y lamer mis heridas,
necesitaba tiempo para pensar y comprender.
Necesitaba estar lejos de Alessio. Hasta que este dolor desapareciera y pudiera
respirar normalmente de nuevo, sin sentir que mi pecho estaba apretado
fuertemente.

***

Estaba sentada en mi cama cuando escuché un golpe en la puerta. —Adelante


—grité, cerrando mi libro.
La puerta se abrió y Viktor entró, sosteniendo una bandeja de comida. Me
estremecí al verlo. Su rostro tenía múltiples tonos de rojo y púrpura. Cuando le
levanté una ceja en cuestión, gruñó algo por lo bajo.
— ¿Qué es esto? —Le pregunté mientras colocaba la bandeja en la mesita de
noche y se sentaba en la cama a mi lado.
—Te traje la cena. Escuché de Maddie que no comiste nada desde esta mañana
—respondió enérgicamente.
—Oh. —Miré la bandeja y luego otra vez a él —. Gracias.
— ¿Hablaste con Alessio?
Mis hombros se pusieron rígidos ante su nombre. No nos habíamos visto desde
esta mañana, cuando peleó con Viktor. No fue por su falta de esfuerzo. Alessio había
tratado de hablar conmigo en numerosas ocasiones, pero siempre me alejaba.
—No. No he hablado con él —le respondí antes de volver a tomar el libro en
mis manos. Observé las páginas pero no pude leer. Mi concentración estaba en otra
parte.
Viktor y yo estuvimos en silencio por unos minutos. —Sobre esta mañana, me
disculpo.
Alzando la vista hacia él, esperé a que continuara. Él estaba mirando la pared, y
vi sus labios levantarse en una pequeña sonrisa. —Olvida eso. No me disculpo por
besarte —Se giró hacia mí antes de continuar —. Nunca me disculpo por besar a una
bella dama.
Me burlé mentalmente y volví a mirar el libro. —Pero tenía mis razones para
hacer lo que hice. Necesitaba expresar mi punto de vista.
Curiosa por saber a dónde iba con esto, volví a levantar la vista, esta vez
dándole toda mi atención. —A ti, necesitaba que vieras su reacción. Si no le
importaras, no habría reaccionado como lo hizo. No le importa una mierda si follo
con las otras mujeres con las que durmió. Pero tú... solo tú puedes sacar ese tipo de
reacción de él.
Mi estómago se calentó ante sus palabras.
—Y apenas fue un beso. Le importas mucho, Ayla.
Mis dedos se apretaron alrededor del borde de mi libro mientras él continuaba.
—Y a él. Es un terco hijo de puta. Necesitaba volver a sus sentidos, y esa era la
manera perfecta de hacerlo.
Sentí que mi corazón se retorcía y mis ojos picaban con lágrimas no
derramadas. Parpadeando, me negué a llorar de nuevo.
Cuando no respondí, se levantó y me dio un asentimiento antes de alejarse.
Cuando se acercaba a la puerta, lo llamé, deteniendo su movimiento.
Mi mirada se movió a la bandeja en mi mesita de noche. Manteniendo mis ojos
en ella, hice la pregunta para la que ya sabía la respuesta.
—Fue Alessio quien te envió aquí, ¿verdad?
Por el rabillo del ojo, vi a Viktor darse la vuelta para mirarme. —Él sabía que
no comiste. Alessio te estaba trayendo la bandeja, pero se dio cuenta de que no sería
bienvenido. No quería causarte más dolor.
Sus palabras hicieron que me doliera el corazón. No en el buen sentido. Una
sensación de culpa me invadió, pero rápidamente la aparté. Una cosa que sabía con
certeza era que Alessio tampoco comía.
— ¿Puedes por favor asegurarte de que coma? —Pregunté suavemente. Viktor
suspiró y luego asintió antes de salir de la habitación.
Tan pronto como se cerró la puerta, aparté mi libro y me tumbé de espaldas,
mirando pensativa el techo.
Tal vez estaba siendo demasiado terca, pero había llegado a un punto en el que
no sabía cómo enfrentarlo.
Toda mi vida nunca tuve elección. Lo que me hicieron, tuve que aceptarlo sin
ninguna queja. No quería que Alessio pensara que aceptaría todo, porque no lo
haría. Tenía elección ahora.
No sabía cuánto tiempo estuve allí, perdida en mis pensamientos, pero cuando
revisé la hora, eran casi las diez de la noche. Este era nuestro tiempo. Solo nosotros.
Alessio me estaría esperando en la sala del piano.
Me picaban los dedos por tocar. Quería estar allí, pero una pequeña parte
molesta me detuvo.
Capítulo 12
Alessio

Mi corazón se aceleró mientras me dirigía a la sala del piano. El sudor


resbalaba en mi frente y la parte posterior de mi cuello. Deteniéndome frente a la
habitación, puse mi mano en el pomo. Contuve el aliento tembloroso, sintiendo que
mi garganta se contraía.
Me sentí muy inseguro. Preocupado. Asustado. El pánico se elevó como la bilis
en mi cuerpo, y mis nervios hormigueaban.
Cada minuto que pasaba sin Ayla, sentía que me estaba volviendo loco. Me
dolía el corazón sin ella. La necesitaba. Mi Ángel.
Desearía que me diera la oportunidad de explicarle. Por cómo terminó esta
mañana, ni siquiera estaba seguro de que ella estaría en la sala del piano. Pero aun
así tenía la esperanza.
La sangre corrió por mis oídos, y mi pulso se disparó cuando abrí la puerta. Un
mar de ansiedad se curvó en mi estómago cuando encontré la habitación oscura y
vacía.
Mi Ángel no estaba aquí.
Una ola de dolor me atravesó cuando salí a trompicones. ¿Cómo me equivoqué
tanto? Debería haber aceptado mis sentimientos en lugar de tratar de combatirlos.
Ahora... ahora podría haber perdido a mi Ángel.
Mi corazón se encogió, mis ojos se agrandaron. No. Ella era mía. Mi todo. Ella
me escucharía, incluso si tuviera que atarla a la cama. Pero ella me escucharía.
Al pensar en atarla a la cama, las palabras de Ayla resonaron en mis oídos.
Solía pegarme. Me encadenaría a nuestra cama y luego me azotaría si hacía algo
mal o lo que él percibía mal.
Me quedé quieto, mi pecho se apretó. Cerrando los ojos, una nueva ola de dolor
me golpeó con una intensidad feroz. Cada una de las palabras de Ayla se sintió como
un filo dentado sobre mi corazón.
Nunca pensé que Ayla había pasado por todo esto. La idea de que ella sufriera
tanto dolor hizo que mi sangre hirviera, hasta que el monstruo dentro de mí estaba
furioso por derramar sangre. Su sangre.
Cuando pongo mis manos sobre el bastardo, él va morir.
Abriendo los ojos otra vez, miré el pasillo vacío. Ayla necesitaba saber lo que
significaba para mí, lo importante que era para mí.
Acechando a nuestra habitación con una nueva confianza, abrí la puerta pero
fruncí el ceño cuando encontré la habitación vacía.
Ella debe estar en su habitación. Anoche fue pura tortura. Descubrí que no
podía dormir sin ella. Pero esta noche, eso iba a cambiar. Moviéndome a su
habitación, llamé a la puerta, pero no obtuve respuesta. Mi puño se movió sobre la
puerta varias veces, pero solo hubo silencio.
Confundido, abrí la puerta pero encontré esta habitación vacía y oscura
también.
¿Qué mierda? ¿Dónde estaba?
Al salir, el pánico se apoderó de mí. Mi corazón latía más fuerte mientras mi
estómago se revolvía por la tensión. Rápidamente caminé por el pasillo, mis manos
subiendo a mi cabello en frustración, mis dedos cavando en mi cuero cabelludo.
— ¿Ayla? —La llamé
Vi a Viktor salir de su habitación y me miró confundido. — ¿Dónde está Ayla?
—pregunté.
—Estaba en su habitación la última vez que la vi —respondió, alarma
parpadeando en sus ojos.
— ¡Ella no está ahí!
Mis pies rápidamente me llevaron por las escaleras mientras miraba alrededor
de la casa en pánico. Mi cuerpo tembló ante la idea de perder a Ayla.
Al detenerme en el último escalón, vi a Maddie que venía hacia mí. Su mirada
era dura, y frunció el ceño antes de apartar la cara, ignorándome.
— ¿Dónde está Ayla? —Gruñí bajo, mirando a la obstinada mujer frente a mí. Si
había alguien que podía responder a esta pregunta, entonces era Maddie.
Su barbilla cayó en un movimiento desafiante, y resopló, cruzando los brazos
sobre el pecho. ¡Mierda! La ira recorrió mi cuerpo, y rugí, sin importarme que
estaría despertando a todos.
— ¿Dónde está?
Los ojos de Maddie se enfriaron y me miró sin comprender antes de dar un
paso adelante. Mirándome, ella siseó, —Jódete.
Con eso, ella me rodeó y subió las escaleras. Todo mi cuerpo vibraba con furia.
Y miedo. Me pasé los dedos por el pelo y los apreté con fuerza mientras el músculo
de mi mandíbula se contraía por la forma en que apretaba los dientes.
—La vi entrar a la habitación de Maddie.
La voz de Nikolay me sacó de mis terribles pensamientos, y me di la vuelta para
verlo de pie junto a Viktor en la parte superior de las escaleras. Él asintió y solté un
suspiro tembloroso, el alivio llenó mi cuerpo.
Sin darles una mirada, rápidamente volví a subir las escaleras y llamé a la
puerta de Maddie. Escuché pasos silenciosos acercándose desde el lado opuesto, y
mis hombros se hundieron aliviados. Ella estaba allí. La podía sentir.
La puerta se abrió unos segundos después, y allí estaba ella, vestida con su
camisón rosa claro. Mi corazón se apretó al ver a Ayla, y solo quería envolverla con
mis brazos. Solo quería abrazarla, sentirla.
Sus ojos se abrieron al verme, e hizo un movimiento para cerrar la puerta, pero
detuve su movimiento con el pie. —Ayla. Detente —gruñí.
Sus labios se torcieron tristemente, y el fuego centelleó en sus ojos enojados. —
Alessio, te dije…
—Sé lo que dijiste, pero esta vez me vas a escuchar —continué, hablando antes
de que ella terminara.
—No —espetó ella, sus hombros empujados hacia atrás obstinadamente.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —Dije con un suspiro, una sensación de
derrota se apoderó de mí.
Ayla me miró por unos segundos. Vi el dolor allí. Dolor, culpa, ira, tristeza. Mi
Ángel estaba dolida, y ella ni siquiera me dejaba consolarla.
—Me enseñaste a ser fuerte —comenzó, con voz suave.
Parpadeé hacia ella, confundido. Pero sus siguientes palabras fueron como un
cuchillo apuñalando mi corazón.
—Esta soy yo siendo fuerte.
Con eso, ella cerró la puerta en mi cara. No tuve la oportunidad de detenerla.
Estaba abrumado por la sorpresa mientras miraba la puerta.
Colocando mi frente en la puerta, cerré los ojos.
¿Cómo voy a arreglar esto?
Capítulo 13
Ayla

Temía abrir los ojos. Dormir anoche sin Alessio fue doloroso. Tenía que tomar
mis pastillas para dormir, por si volvían mis pesadillas.
En el fondo de mi mente, tenía esta voz molesta que me susurraba que era mi
culpa. Pero la otra voz se defendió, diciéndome que necesitaba tiempo para pensar.
Sosteniendo la otra almohada contra mi pecho, me enterré más profundamente
debajo del edredón con un suspiro antes de abrir los ojos. Pero rápidamente me
cubrí la boca con la mano para sofocar el jadeo que amenazaba con escapar al ver
frente a mí.
—Alessio —exhalé, mis ojos fijos en su forma dormida.
Aparté el edredón púrpura de mi cuerpo, me levanté de la cama y caminé hacia
él. Estaba durmiendo en la silla al lado de la cama, con las piernas estiradas frente a
él, la cabeza hacia un lado en lo que parecía una posición incómoda.
Su chaqueta estaba arrojada descuidadamente en el piso mientras su camisa
negra estaba desabrochada en la parte superior, sus mangas enrolladas hasta los
codos, mostrando solo un poco de sus tatuajes que terminaban allí.
Me detuve frente a él, mi corazón latía con fuerza al ver su rostro. Sus cejas
estaban fruncidas, su frente pellizcada por la tensión incluso mientras dormía.
Parecía cansado, con los labios fruncidos. Inclinándome hacia adelante, mis dedos
rozaron ligeramente su frente, suavizando las líneas tensas.
Alessio se movió ligeramente bajo mi toque, y rápidamente alejé mis manos.
Siempre se veía tranquilo mientras dormía... pero esta vez, parecía casi adolorido. Y
lo odiaba.
Lo odiaba aún más sabiendo que podía ser la causa de su dolor.
Cerrando los ojos, aún podía ver su expresión atormentada de la noche
anterior cuando le había cerrado la puerta en la cara.
Abrí mis ojos nuevamente y lentamente moví mis dedos sobre la cara de
Alessio, acariciándolo pero sin tocarlo. Tracé sus labios, sus ojos, su nariz, sus cejas,
mis dedos a solo una pulgada de su piel.
—No sé qué hacer, Alessio. No sé qué sentir. Estoy tan confundida —susurré
antes de alejar mi mano.
Cuando vi su frente fruncirse ante el sonido de mi voz, rápidamente retrocedí.
Echándole un último vistazo a la forma dormida de Alessio, me di la vuelta y caminé
hacia el baño. Tan pronto como la puerta se cerró detrás de mí, me apoyé contra ella
y cerré los ojos.
Alessio era tanto mi fuerza como mi debilidad. Con él, mi corazón se disparaba
de felicidad. Sin él, me sentía vacía.
Abriendo mis ojos nuevamente, sacudí mi cabeza. —Deja de pensar en eso,
Ayla —me dije, frente al espejo. Mi reflejo me devolvió la mirada, mi cara parecía tan
demacrada como me sentía.
Después de refrescarme y vestirme, salí a la puerta pero dudé.
¿Seguía allí? ¿Ya se despertó?
No pensé que tuviera el coraje de volver a verlo. Si lo volviera a ver, sabía que
lo perdonaría en un instante y le rogaría que me abrazara.
Finalmente, rodeé el pomo con los dedos y abrí la puerta. Respiré hondo y salí.
El cuarto estaba vacío.
Alessio se había ido.
Mis hombros cayeron mientras miraba la silla en la que había estado
durmiendo antes. No sabía si estaba triste o aliviada. Mientras mis ojos permanecían
pegados a la silla, me di cuenta de que secretamente esperaba que él todavía
estuviera aquí.
Estos sentimientos eran confusos. Frustrantes y definitivamente molestos.
Eché un vistazo a la silla, mis labios se torcieron con pesar. Sacudiendo mi
cabeza, salí de la habitación sin una última mirada.
Maddie me estaba esperando en la cocina, y tan pronto como entré, levantó una
ceja en mi dirección. —Vi a Alessio saliendo de mi habitación —comentó, cruzando
los brazos sobre el pecho.
—Sí —suspiré —. Probablemente pasó la noche allí. Me desperté y lo vi
durmiendo en la silla.
— ¿Hablaste con él? —Preguntó Lena. La miré por el rabillo del ojo y la vi
mirándome expectante. Cuando sacudí la cabeza en silencio, sus hombros cayeron
tristemente.
— ¿Cuánto tiempo vas a evitarlo? No te estoy diciendo que lo perdones, porque
él no merece ser perdonado tan fácilmente después de ese estúpido acto, pero creo
que debes dejar que te lo explique. No por su bien, sino por el tuyo —explicó
Maddie, su expresión un poco esperanzada.
Sabía que tenía razón, pero ahora tenía que encontrar el coraje para enfrentar
a Alessio.
***

Había evitado con éxito a Alessio toda la mañana y durante el almuerzo. Me


dolía hacerlo, pero había pasado la mayor parte del día pensando. Sobre él, nosotros
y lo que había sucedido.
Pero cada vez, llegaba a la misma conclusión.
Estaba asustada.
Tenía miedo de que lo que sentía por mí fuera una mentira. Tenía miedo de que
pudiera seguir adelante tan fácilmente, olvidándose de mí. Después de todo, tenía
tantas mujeres haciendo fila por él.
Siempre era la segunda... incluso con Alberto. Aunque él afirmaba que yo era
suya, él nunca fue mío. Tuve que compartirlo con otras mujeres. Las follaría frente a
mí, obligándome a mirar. Y luego me follaría justo después.
Cerrando los ojos contra los recuerdos dolorosos, mis dedos se apretaron
alrededor del edredón. Detrás de mis párpados cerrados, todo lo que vi fue a Sasha
saliendo de la oficina de Alessio, sosteniendo sus bragas rasgadas. Era doloroso
pensar que Alessio la había tocado tan fácilmente.
Perdí la noción de cuánto tiempo estuve sentada allí perdida en mis
pensamientos, pero cuando finalmente miré la hora, era hora de preparar la cena. Al
levantarme de la cama, salí de mi antiguo dormitorio.
Estaba bajando las escaleras cuando mis pasos vacilaron al ver venir a Alessio.
Su cabeza estaba baja mientras miraba fijamente su teléfono. Mi garganta se secó de
repente y mi mano apretó la barandilla.
Continuó subiendo, completamente ajeno a que yo estaba en su camino. Pero
cuando estaba unos escalones debajo de mí, se congeló, su cabeza lentamente se
levantó para mirarme.
Contuve el aliento al ver su hermoso rostro cansado. Su rostro se suavizó, y
lentamente subió las escaleras hasta que estuvo un escalón debajo de mí. En esta
posición, teníamos casi la misma altura.
Sus ojos azules, llenos de dolor y anhelo, recorrieron mi rostro mientras me
miraba con una expresión triste. Sus ojos decían mucho.
Por primera vez, me dejaba ver lo que sentía. Estaba allí abiertamente, con los
ojos brillantes de vulnerabilidad, algo que estaba segura de que nunca le había
mostrado a nadie antes.
Pero aquí estaba, dándome otra parte de sí mismo.
Su mano subió lentamente hasta que su dedo trazó una línea por mi mejilla. Su
toque era suave, casi ligero como una pluma.
—Ayla —susurró, mi nombre se deslizó por sus labios como si estuviera
susurrando una plegaria. Su pulgar rozó mis labios mientras sus ojos permanecían
en los míos.
Con Alessio tan cerca, me perdí en sus ojos cautivadores y llenos de dolor. Mi
cuerpo fue atraído instintivamente hacia él antes de que pudiera pensar.
—Alessio —exhalé, acercándome un poco más. Ante el sonido de mi voz, él
acunó mi mejilla, sosteniendo mi rostro suavemente.
Pero entonces la conexión se rompió. El hechizo que nos había unido en ese
momento se desvaneció en el aire, dejándonos aturdidos y completamente abatidos.
—Jefe.
Sentí el cálido toque de Alessio desaparecer de mi rostro cuando se apartó y se
volvió hacia la voz que lo había llamado. Phoenix miró entre nosotros y luego fijó sus
ojos en Alessio.
Mirando rápidamente hacia abajo, liberé el aliento que ni siquiera me había
dado cuenta de que estaba conteniendo. Phoenix estaba diciendo algo, pero me
desconecté.
Sintiéndome decepcionada de que mi momento con Alessio fuera
interrumpido, evité el contacto visual con él y Phoenix, y continué bajando.
Sentí los ojos de Alessio sobre mí todo el tiempo, su mirada quemando agujeros
en mi espalda. Mi cuerpo estaba rígido por la tensión, y froté mis manos sudorosas
sobre mi vestido, tratando de controlar mi respiración y mi acelerado corazón.
Al entrar en la cocina, le envié a Maddie una sonrisa rápida, actuando como si
todo estuviera bien cuando estaba de todo menos bien.
No podía seguir haciendo esto por más tiempo. Solo me estaba haciendo daño.
Pero en el proceso, también lastimaba a Alessio. Y la idea de que él estuviera herido
se sentía como un cuchillo apuñalando en mi pecho.
Era un hombre confiado. Arrogante y tan seguro de sí mismo, pero el Alessio
parado en esas escaleras, era un hombre completamente diferente.
Por el bien de ambos, me obligué a ser fuerte.
Una mano en mi brazo me sacó de mis pensamientos. Maddie me miró con una
ceja levantada en cuestión.
Tragando nerviosamente, miré mis pies y volví a mirar hacia arriba, finalmente
dije lo que pensaba.
—Necesito tu ayuda.
Capítulo 14
Mis piernas se balanceaban arriba y abajo casi frenéticamente. En su
movimiento nervioso, encontraron un ritmo aleatorio. Coincidió con los latidos de
mi palpitante y acelerado corazón.
Si el balanceo de mis rodillas no fuera suficiente para mostrar mi ansiedad,
entonces mis manos la mostraban claramente. Mis manos temblorosas descansaban
sobre mi regazo, mis dedos se apretaban y luego se soltaban alrededor de la tela de
mi vestido.
No era una sorpresa que lentamente me estaba volviendo loca de tensión.
Después de todo, estaba sentada en el banco del piano, esperando a que Alessio
apareciera.
Habían pasado dos noches desde la última vez que toqué el piano. Las últimas
dos noches, fue Alessio el que esperaba que fuera a la sala del piano y tocara para él.
Y ahora, era yo esperándolo a él.
¿Iba a venir? ¿O estaba enojado conmigo? ¿Me iba a hacer esperar, como le hice
con él?
Con cada segundo que pasaba, me alarmaba más la idea de que Alessio no iba a
venir.
¿Qué estaba haciendo ahora?
¿Recibió mi nota?
¿La flor?
¿Sonrió mientras lo leía? ¿Estaba contento por ellas?
¿O las ignoró?
Mis labios se fruncieron con el ceño fruncido al pensar en él rechazando mis
regalos. Pero luego sacudí la cabeza.
—Basta, Ayla —murmuré.
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, escuché un sonido en la
puerta, y mi cabeza giró bruscamente hacia ella.
Ahí estaba. Alessio
Estaba de pie, con las manos apoyadas en la puerta mientras luchaba con su
respiración. Parecía que había corrido todo el camino hasta aquí. Había gotas de
sudor en su frente, algunos mechones de cabello se aferraban a su piel mientras sus
ojos se fijaban en los míos. Su respiración era casi frenética, sus ojos presentaban
una mirada salvaje mientras caminaba adentrándose a la habitación.
Lo vi tragar nerviosamente varias veces, su garganta subía y bajaba con el
movimiento. Alessio caminó hacia su sofá, que estaba directamente frente al piano.
Tomando asiento en su lugar habitual, extendió las piernas hacia adelante en la
misma posición que tomaba todas las noches mientras yo tocaba el piano.
No dijimos nada. Solo hubo silencio.
Pero el silencio entre nosotros era suficiente. Siempre era suficiente. Solo
necesitábamos la presencia del otro, nuestros ojos el uno en el otro. Nunca se
necesitaron palabras para expresar lo que estábamos sintiendo.
Así que mantuve mis ojos en él, y él hizo lo mismo.
Azul contra verde.
Respirando profundamente, traté de relajar mis tensos hombros y puse mis
manos temblorosas sobre las teclas del piano. Mi toque era ligero, apenas tocando.
Mis dedos se movieron suavemente sobre las teclas, y mi boca se curvó en una
pequeña sonrisa.
Extrañe esto.
No solo el piano, sino este momento entre Alessio y yo.
Lo extrañe. Su presencia, su sonrisa, sus brillantes ojos azulados de color acero.
Extrañaba todo sobre nosotros.
Entonces toqué.
Aunque nunca nos quitábamos los ojos de encima, tocaba para él como todas
las noches. Toqué para nosotros.
La música fluía y nos envolvía en su calidez. Una dulce y suave melodía. Algo
que aprendí mientras trataba de escapar de la oscuridad en la que Alberto siempre
me arrojaba.
Siempre me traía paz, pero en este momento, no lo estaba haciendo por mí.
Lo estaba haciendo por Alessio, esperando que le trajera paz y aliviara el dolor
que le había causado.
No tenía mucho que darle, así que le di lo único que tenía. Lo único que sabía
que tenía. Algo que había atesorado cerca de mí durante años.
Después de tocar la canción una vez, la toqué por segunda vez. Mis ojos
captaron los hombros de Alessio cayendo cuando comenzó a relajarse en la silla de
su sofá. Un suspiro entrecortado escapó de sus labios, y la expresión de dolor en su
rostro comenzó a desvanecerse lentamente, hasta que me miró con ojos suaves.
Me fundí en su mirada, mi corazón se aceleró cuando lo acogí.
Cuando la canción llegó a su fin por segunda vez, me detuve, mis dedos se
posaron suavemente sobre las teclas mientras respiraba. Alessio se quedó quieto y
esperó mi próximo movimiento.
Empujé lentamente el banco, me puse de pie y rodeé el piano hasta que me
paré frente a él, frente a Alessio. No había nada entre nosotros. Solo tenía que
caminar unos pasos y estaría en sus brazos.
Y eso fue exactamente lo que hice.
Un segundo estaba parada lejos de Alessio y al siguiente, estaba justo frente a
él, parada entre sus piernas abiertas. Mis rodillas tocaron su sofá mientras lo
miraba.
Mis ojos se movieron sobre su pecho duro y musculoso y luego por la longitud
de sus brazos hasta que aterrizaron en su mano derecha.
Todavía sostenía la flor que le había dado.
Una sola peonía blanca.
Sus dedos estaban envueltos alrededor del tallo como si nunca quisiera
soltarlo. Pero incluso entonces, su agarre parecía casi gentil, como si tuviera miedo
de arruinar la delicada flor.
Contuve un sollozo mientras mis ojos se movían hacia su otra mano.
Estaba sosteniendo la nota que le había enviado antes de venir a la sala del
piano. Sabía lo que decía. Lo había mirado durante horas antes de finalmente tener
el coraje de enviárselo.

Por favor ven a la sala del piano. Quiero tocar para ti

Eso era lo que decía. Palabras simples, sin embargo, significaban mucho para
los dos.
Apartando la vista de sus manos, volví a mirarlo a los ojos. Sin pensarlo más,
me senté en su regazo, acomodándome de lado y apoyándome en su pecho.
Sentí el aliento conmocionado de Alessio, y luego sus brazos me rodearon, tan
rápido que me tomó por sorpresa. Me aplastó contra él y enterró su rostro en mi
cuello.
Mi nombre apenas era un susurro contra sus labios, pero lo escuché. Lo sentí.
Colocando mi cabeza sobre su hombro, envolví un brazo alrededor de su cintura.
Los dos estuvimos en silencio por unos minutos. Alessio mantuvo su rostro
enterrado en mi cuello, y sentí que me besaba suavemente antes de apretarme con
sus brazos.
—Ayla —comenzó, pero le apreté la cintura, deteniéndolo.
—Solo déjame hablar, ¿de acuerdo? Necesito decir algo —respondí.
—Está bien —estuvo de acuerdo rápidamente—. Lo que quieras, Ayla.
Moviendo mi cabeza de su hombro, lo forzó a alejarse de mi cuello también. Me
senté derecha en su regazo, nuestras caras separadas unos centímetros. Mis manos
se alzaron para ahuecar sus mejillas, mis dedos frotando suavemente sobre el ligero
rastrojo.
—Lo siento —susurré.
Los ojos de Alessio se abrieron y rápidamente sacudió la cabeza. —No. No... —
Pero sus palabras fueron detenidas por mi dedo presionado sobre sus labios.
—No, escúchame, Alessio. Por favor, déjame sacar esto, ¿de acuerdo?
Suspiró y me dio un fuerte asentimiento, sus dedos cavando en mis caderas. —
Lamento haberte lastimado. Estaba enojada y herida, y quería lastimarte. Todavía
estoy enojada y dolida por lo que hiciste, pero no puedo lastimarte. Me atormenta
pensar que estabas sufriendo por mi culpa.
Alessio hizo un sonido estrangulador. Levantó su mano sobre su rostro y la
colocó sobre la mía. Miré su rostro deslumbrante, mi corazón latía con fuerza por lo
hermoso que era, incluso cuando se veía tan cansado y triste.
—Entiendo por qué lo hiciste —continué—. Entiendo por qué pensaste que era
una espía. Tiene sentido, así que no te culpo por no haber confiado en mí antes.
Estos dos últimos días, seguí pensando si era posible que lo que sea que tuviéramos
fuera una mentira. Estaba y sigo asustada.
Frotando mis dedos sobre sus labios y luego trazando su nariz, mis dedos
continuaron su camino bajo sus ojos. —Puedo perdonarte por eso.
Me detuve y luego tragué saliva antes de pronunciar las siguientes palabras. —
Pero no creo que pueda perdonarte tan fácilmente por lo que sucedió con Sasha.
Alessio abrió la boca, pero lo volví a callar. —Incluso si no tuviste sexo con ella,
igual la tocaste. —Me ahogué con las últimas palabras.
La idea de que Alessio tocara a otra mujer era desgarradora. Podría estar
mintiendo también. Estaba guardando un gran secreto de Alessio, era igual de
culpable, pero no podía aceptar el hecho de que Alessio había tocado a otra mujer.
—La idea de que toques a otra mujer, la idea de que estés con alguien más tan
fácilmente, es dolorosa, Alessio. No creo que vaya a superar eso pronto. Podría
perdonarte por el resto, pero me llevará tiempo perdonarte por tocar a Sasha.
—Ayla —susurró entrecortadamente, con los ojos llenos de culpa—. Lo siento
mucho.
—No sé toda la historia. Lo único que sé es que la tocaste. Tengo mis razones
por las que no quiero que me expliques —murmuré, mis dedos rozaron sus cejas, mi
cuerpo entero hormigueaba como siempre lo hacía cuando lo tocaba.
—Porque si me explicas ahora, dudaré de ti y de tus intenciones. Mis juicios se
verán nublados por mi ira y dolor. Y no quiero dudar nunca de ti.
Ahuequé su mandíbula nuevamente, y él se apoyó en mi palma, frotándose en
mi toque. Sentí que mi corazón se partía y luego lentamente se unía en la muestra de
afecto.
Inclinándome, coloqué un dulce beso en la punta de su nariz. Sentí a Alessio
suspirar casi contento.
—He pensado en esto por tanto tiempo. Me has demostrado tantas veces que te
importo, Alessio. Me ayudaste, me apoyaste y me hiciste fuerte. Nunca te diste por
vencido y nunca me dejaste en la oscuridad, incluso cuando era tan estúpidamente
terca. Cuando pienso en todo lo que hemos pasado y todo lo que has hecho por mí,
creo que puedo perdonarte. Eventualmente te perdonaré.
—Y eso es todo lo que necesito. Solo necesito tu perdón, Ayla. —Las palabras
fueron pronunciadas en voz baja y casi ferozmente.
Dándole una sonrisa tentativa, continué. —Cuando sea hora de que me
expliques, quiero estar lista para creerte. Y para eso solo necesito algo de tiempo
para superar esta ira y este estúpido dolor que me está llenando el corazón en este
momento.
— ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo necesitas, Ayla? —preguntó, con los ojos
muy abiertos con precaución, capas de desesperación nublando su expresión.
—Sólo unos pocos días. Eso es todo lo que pido.
Después de decir esas palabras, nos quedamos en silencio. Apoyé mi frente
contra la suya y respiramos. Mis manos fueron a la parte posterior de su cuello, mis
uñas arrastraban suavemente la piel hacia arriba y hacia abajo, tal como sabía que
amaba. Lentamente comenzó a relajarse, sus músculos tensos se aflojaron bajo mi
toque.
—Estar lejos de ti duele, Ayla. Es doloroso.
Mis ojos se abrieron de golpe ante sus palabras, y rápidamente parpadeé para
quitarme las lágrimas no derramadas. —Lo siento.
—Pero no quiero que lo lamentes —interrumpió rápidamente—. Tienes todo
el derecho de estar enojada y herida. La cagué muy mal. Este lío en el que estamos
ahora es mi culpa. Así que, entiendo. Si viera a otro hombre tocarte, probablemente
lo mataría sin pensarlo dos veces.
Ante sus palabras, recordé la escena que tuvo lugar ayer, cuando Viktor me
besó. Alessio se rompió y se puso loco al ver a Viktor tocarme.
—Así que no te culpo, Ayla —dijo —.Te daré el tiempo que quieras. Solo, por
favor, no tardes demasiado. No creo que pueda esperar mucho tiempo.
Alessio hizo una pausa antes de confesar suavemente, sus siguientes palabras
me dejaron sin aliento. —Te necesito.
Yo también te necesito, quería decirle.
—Está bien —estuve de acuerdo antes de colocar mi cabeza sobre su hombro
de nuevo. Alessio me rodeó con sus brazos y me abrazó.
— ¿Dónde vas a dormir? —De repente rompió el silencio que ambos
estábamos disfrutando.
—En mi cuarto. No creo que pueda dormir en nuestra habitación sin tocarte.
No puedo soportar tener ningún tipo de distancia entre nosotros —respondí con
desánimo, odiando la idea de dormir sin él.
—Tampoco creo que pueda dormir en nuestra habitación sin ti —confesó, sus
dedos trazando patrones aleatorios en la longitud de mis brazos desnudos.
Levantando la cabeza, miré a Alessio, mi mirada buscó la suya en cuestión. —
Nuestra habitación permanecerá vacía hasta que estés lista para que te lo explique.
Cuando estés lista, nos encontraremos en nuestra habitación —explicó, sus ojos
azulados me mantenían cautiva.
Eso sonaba perfecto. —Está bien —estuve de acuerdo de nuevo. Alessio me
envió una pequeña sonrisa y rápidamente me dio un besito en los labios.
Presioné mi frente contra la suya y cerré los ojos nuevamente, dejándome
sentir sus brazos a mi alrededor. Dejo que este momento llegue a mi corazón,
manteniéndolo cerca. Absorbí su calor por última vez, sabiendo que ya casi era hora
de irme.
Después de unos minutos, me eché hacia atrás y los ojos de Alessio se volvieron
tristes. —Me tengo que ir ahora —susurré.
Alessio asintió y lentamente me bajé de su regazo. Sus brazos cayeron sobre su
regazo, y un tembloroso suspiro abandonó su cuerpo, una expresión agonizante
pasó por su rostro.
Dándole una última mirada, me di la vuelta para alejarme, pero un agarre en mi
muñeca me detuvo. Mirando hacia abajo, vi que la mano de Alessio me rodeaba mi
muñeca, negándose a dejarme ir. Lo volví a enfrentar y me miró con los ojos
brillantes a la luz.
—No tardes demasiado —ordenó bruscamente de una manera autoritaria que
hizo que mis dedos se curvaran. Su voz era dura, exigente, y tenía una clara
advertencia.
No pude evitar sonreír antes de asentir.
Todavía no me soltaba. Entonces, esta vez, respondí verbalmente. —Bien.
Cuando estuvo satisfecho con mi respuesta hablada, sus dedos se
desenvolvieron de alrededor de mi muñeca mientras me dejaba ir.
Retrocedí un par de pasos antes de darme la vuelta y salir.
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta y me metí en la cama. Después de
tomar mi pastilla para dormir, me enterré profundamente debajo del suave edredón
y cerré los ojos.
Pero el sueño no llegó tan rápido como espere.
En cambio, todo en lo que podía pensar era en Alessio.
Mi cuerpo hormigueaba y estaba caliente bajo el edredón. A pesar de que
Alessio ya no me abrazaba, todavía lo sentía en mi piel. Era como si él me hubiera
marcado, haciéndome saber que era suya.
Y no había forma de negarlo.
Yo era suya.
Capítulo 15
— ¿Es en serio? —Maddie gruñó mientras entraba a su habitación, cerrando la
puerta detrás de ella. Mi cabeza se alzó bruscamente ante su tono, y cerré mi libro,
dándole una mirada inquisitiva.
— ¿Huh? —pregunté.
—Tres malditos días. No, tacha eso, ¡cinco días, Ayla! ¿Cuánto va a durar esto?
—me fulminó con la mirada. Sabía exactamente de qué estaba hablando, y cuando
expresó su frustración, miré hacia abajo con culpa.
—No sé qué hacer contigo, y esto ya no puede seguir así —gritó, su impaciencia
oculta evidente en su tono y expresión.
Suspirando, asentí con la cabeza. —Lo sé…
Pero ella me interrumpió, sin darme la oportunidad de hablar. —Alessio está
prácticamente volviéndose loco. No está comiendo y apenas duerme. ¿Lo has visto?
¡Se ve horrible! Y no olvidemos la ira. Oh Dios, me estremezco con solo pensarlo. Él
está golpeando a todos y amenaza con disparar a las personas de izquierda a
derecha. Voy a admitir esto solo una vez, pero incluso ahora le tengo miedo —Hizo
una pausa y contuvo el aliento antes de continuar con su discurso.
—Nunca lo había visto así. Es como este dragón que respira fuego, y todos
temen acercarse a él. Cada miembro de la casa se mantiene alejado de él, incluso
Viktor y Nikolay. Y mamá también. Hemos terminado con esta mierda y queremos
que se solucione, ¡ahora mismo! Y solo tú puedes arreglar esto —espetó Maddie,
apuñalándome con un dedo.
En los últimos tres días, la única vez que lo veía era por la noche cuando tocaba
el piano. Pero eso era todo. Después de tocar, me levantaba y me alejaba.
Era tortuoso y dejaba un dolor profundo dentro de mí. Peor aún, sabía que
también estaba lastimando a Alessio.
Maddie tenía razón. Había mantenido esto durante demasiado tiempo. El
problema era que ya lo había perdonado, pero no sabía cómo decirlo. O tal vez no
tenía el coraje de decirlo. De cualquier manera, ahora todo descansaba sobre mis
hombros, y tenía que pedirle su perdón también.
Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, Maddie siguió mientras
cruzaba los brazos sobre el pecho, tratando de parecer muy intimidante. Pero con la
forma en que su mirada estaba centrada en mí, no tuvo que esforzarse demasiado.
Ella daba miedo cuando estaba enojada.
—Tú también te estás lastimando, Ayla. Esto les está haciendo daño a los dos.
No estás comiendo bien tampoco, y puedo ver que te falta sueño. Esas ojeras no te
quedan bien. ¡Puedes por favor, por el bien de todos, dejarlo en paz y dejar que el
pobre hombre se explique!
Sip. Ella definitivamente daba miedo.
Cruzando mis brazos sobre mi pecho también, la enfrenté con una mirada. —
Lo sé.
Maddie se burló, pero luego su expresión se suavizó. —Sé que te lastimó.
Sacudiendo la cabeza, murmuró algo por lo bajo antes de hablar en voz alta. —
Y es por eso que debes dejar que te explique para que ambos puedan resolver esto
juntos. Se necesitan el uno al otro. También sé que ya lo has perdonado, pero tienes
demasiado miedo para decirlo. ¡Solo deja que te lo explique!
— ¿De qué lado estás, de todos modos? —lancé en respuesta.
Maddie hizo una pausa, abrió la boca, pero luego volvió a cerrarla. Ella resopló
y torció los labios en un puchero. —El lado de Aylessio.
¿Aylessio? ¿Qué?
Ella me miró expectante, moviendo las cejas burlonamente.
Ayla y Alessio. Aylessio El nombre de su ship para nosotros.
Solté una carcajada cuando me di cuenta. Ella realmente no se rendía.
—No te rías. Esta ship no se hunde, ¿me oyes? ¡Ha navegado y seguirá
navegando! No se está hundiendo bajo mi vigilancia —Ella me entrecerró los ojos,
pero su tono había tomado un tono burlón ahora.
—La líe, ¿no? —Pregunté, pensando en Alessio.
—Realmente no. Solo necesitas hablar con él y arreglar este malentendido —
respondió ella, viniendo a sentarse a mi lado —. Entiendo por qué reaccionaste de la
manera que lo hiciste. Hubiera hecho lo mismo. Pero ahora es el momento de
arreglar el dolor que ambos se causaron.
—Lo sé. Hablaré con él esta noche —respondí. Era hora de reparar esta
relación rota. Tenía que hacerle saber a Alessio que lo había perdonado, y tenía que
pedirle su perdón a cambio.
Maddie dio un suspiro de alivio a mi lado. —Oh, gracias a Dios. Asegúrate de
que Alessio vuelva a su estado normal, por favor. Nos asusta mucho en este
momento. Aunque me alegro de que se esté desquitando con todos los demás
excepto contigo.
No pensé que sería capaz de soportarlo si su ira se dirigía a mí.
Maddie se encogió de hombros y luego me animó con una dulce voz: —Ve a
buscar a tu hombre. Él te necesita. Simplemente no te rindas con él.
Ella tenía razón. Alessio siempre luchaba por todos, incluso por mí. Luchó por
mantenerme. Luchó para deshacerse de mi oscuridad y nunca se rindió conmigo. Y
ahora era mi turno de luchar por él.
Maddie se levantó de la cama y sonrió.
—Mientras tanto, voy a buscar a mi hombre. —Ella me guiñó un ojo y luego
salió de la habitación.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás de ella, fui rápidamente al baño.
Después de lavarme la cara, me peiné y decidí dejarlo suelto. Fluía
maravillosamente por mi espalda, tal como Alessio amaba.
Salí del baño pero me detuve en seco cuando vi a Alessio parado en el medio de
la habitación. Estaba de lado, de cara a la pared.
Se veía aún peor que la noche anterior. Su áspero rastrojo había crecido una
pulgada más, y era obvio que no se había afeitado durante días. Su traje estaba
arrugado, como si hubiera dormido con el puesto. Los lados de sus labios estaban
fruncidos.
Aunque parecía completamente desgastado, Alessio seguía siendo el hombre
más atractivo para mí.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando se volvió para mirarme. Mis
ojos se abrieron cuando vi el cambio en su expresión. Alessio cruzó los brazos sobre
el pecho; sus piernas estaban separadas tanto como el ancho de sus hombros
mientras me fulminaba con la mirada.
Me estaba mirando tan ferozmente que casi di un paso atrás.
—Alessio… —comencé, pero él me interrumpió.
—Ya no estoy haciendo esto.
Oh no. Por favor no. ¿Nos rompí más allá de la reparación?
Alessio comenzó a caminar hacia mí, sus pasos eran lentos. No, él merodeaba
hacia mí, luciendo peligrosamente como un depredador cazando a su presa.
Levanté una mano para explicar, pero mi boca se cerró cuando un gruñido
profundo y enojado vibró desde su pecho.
Maddie estaba equivocada sobre una cosa.
Esta vez, Alessio definitivamente estaba sacando su ira sobre mí
—Te dije que no esperaría mucho. No soy un hombre paciente, Ayla —dijo
Alessio en voz baja y mortal.
—Alessio, por favor… —murmuré temblorosamente.
Mientras él avanzaba, yo retrocedía, pero luego choqué contra la pared. Maldita
sea, el muro siempre se interponía en mi camino. Cada vez.
Alessio levantó la barbilla mientras me miraba con ojos azules furiosos. Mi
pecho se apretó dolorosamente, y tragué nerviosamente bajo su penetrante e
intensa mirada.
—Estaba a punto de ir y hablar contigo —traté de explicar, esperando que esto
lo calmara un poco.
Pero no fue así.
—Oh, ¿enserio? — Él escupió.
Asentí en silencio, rogándole con los ojos.
Alessio se detuvo a centímetros de mi cuerpo mientras me acorralaba contra la
pared.
—De verdad —murmuré.
—Pensé que habías dicho que no ibas a tomarte mucho tiempo —susurró en
mis oídos. Mi corazón latía más rápido ante sus palabras, y puse una mano
temblorosa sobre su pecho, tratando de alejarlo de mí.
Mal movimiento. Solo lo enojó más.
Su dedo se envolvió alrededor de mi muñeca y apretó en advertencia. —No me
pongas a prueba, Ayla —gruñó bajo.
—Me hiciste daño, y necesitaba tiempo —espeté de repente.
Otro mal movimiento. Esta vez estaba furioso.
Alessio ladeó la cabeza y me miró, sus ojos midiéndome.
Dio un paso adelante hasta que su cuerpo quedó pegado al mío. Sus manos
envolvieron mi cintura, sus dedos cavaron en mis caderas.
—Esto era mucho más fácil cuando me tenías miedo —respondió bruscamente.
Mis ojos se abrieron y jadeé. Luchando contra su agarre, vi sus ojos azules
chisporrotear con feroz intensidad.
Alessio me apartó de la pared, y vi la comisura de sus labios alzarse en una
pequeña sonrisa. Eso debería haber sido suficiente advertencia.
—Estamos haciendo esto a mi manera ahora, gatita —dijo con brusquedad, su
voz grave y baja.
Pero no tuve tiempo para pensar.
En un segundo, me encontraba sobre sus hombros, colgando boca abajo.
—Alessio, suéltame —exigí, luchando contra su agarre. Alessio no escuchó. En
cambio, salió de la habitación y caminó por el pasillo que conducía a la escalera.
—Alessio! ¡Para! —Espeté—. Bájame.
Cuando sentí una palmada en mi trasero, mis ojos se abrieron y mi boca se
cerró de golpe. ¿Me acaba de azotar?
Desde mi posición en el hombro de Alessio, vi a Viktor, Nikolay, Maddie y Lena
parados en la sala de estar, mirándonos con grandes sonrisas en sus rostros.
Bueno, Nikolay no sonreía a lo grande. Sus labios solo se alzaron en una
pequeña sonrisa apenas visible. Viktor estaba sonriendo mientras Maddie y Lena
tenían grandes sonrisas en sus caras. Maddie parecía extremadamente orgullosa de
sí misma, y me movió las cejas.
No podía creer que estuvieran viendo esto.
A cambio pellizqué el trasero de Alessio, y eso me valió otra palmada en el
trasero. El lugar que abofeteó ardía un poco, aunque no dolió. Me retorcí y luché
contra su agarre.
Eso me ganó otro azote. Y otro. Cuatro en realidad. Dos en cada nalga. Fueron
duros y rápidos, y me dejaron sin palabras.
—Menear ese lindo trasero tuyo en mi cara no está ayudando a tu caso, gatita.
Entonces te sugiero que dejes de moverte. O no. Puedes seguir luchando. Me está
poniendo muy duro en este momento.
Sintiéndome completamente mortificada y sorprendida de que él lo dijera
frente a todos, cerré los ojos y dejé de moverme, acostada sin fuerzas sobre los
hombros de Alessio.
Estuve colgando boca abajo mucho más de lo que quería, y mi cabeza comenzó
a sentirse pesada mientras él subía las escaleras. Se dirigió a nuestra habitación y
entró, pateando la puerta cerrada detrás de él y acechando a nuestra cama.
Me tiró encima y reboté en el colchón. Al abrir los ojos, me quedé boquiabierta
cuando Alessio se subió encima de mí. Con las rodillas a cada lado de mis caderas,
me mantuvo inmóvil.
Mi corazón se detuvo por un segundo antes de latir más rápido de nuevo.
—Alessio, escucha...
—Cállate.
Sus labios encontraron los míos y me callaron con éxito. Tomó mis labios
posesivamente y me besó sin aliento.
Oh sí, definitivamente me hizo callar. Sabía exactamente cómo callarme.
Cuando se alejó, intenté mover mis manos y me di cuenta de que estaban
atrapadas. Mientras me besaba, Alessio me había levantado los brazos por encima
de la cabeza y ahora me tenía cautiva.
Estaba completamente inmóvil y a merced de Alessio debajo de su cuerpo.
Sus labios estaban a solo centímetros de los míos cuando habló la próxima vez.
—Esta vez hablaré y tú escucharás. Ni una palabra, gatita. No hasta que
termine de hablar.
Capítulo 16
Alessio me había dejado sin aliento y completamente aturdida con su beso, y
ahora sus palabras hicieron que mi corazón saltara. Mi cuerpo se derritió bajo el
suyo, y miré sus ojos furiosos pero con dolor en ellos. Debería haber tenido miedo,
pero no lo tenía. No de Alessio.
Él podría haber estado enojado conmigo, pero aún era gentil. Incluso mientras
miraba furiosamente, sus dedos acariciaban gentil y suavemente mi mejilla. Alessio
lo estaba haciendo casi sin saberlo, como si necesitara tocarme, sentirme.
Nos miramos el uno al otro por unos segundos, Alessio parecía repentinamente
sin palabras. Lentamente, la ira en sus ojos desapareció hasta que se suavizaron con
emociones no expresadas. Todavía sosteniendo mis manos cautivas sobre mi cabeza
y mi cuerpo debajo del suyo, se inclinó lentamente hasta que nuestras frentes se
tocaron suavemente.
—Te voy a contar una historia —dijo.
Confundida, solo parpadeé hacia él. ¿Una historia? ¿Es por eso que me arrastró
aquí... por una historia?
—Alessio… —comencé, luchando debajo de él, torciendo mi cuerpo con la
esperanza de que me dejara ir.
Pero no lo hizo. En cambio, su agarre sobre mí se apretó y la mirada regresó.
—Deja de moverte y escucha. Ni una palabra, Ayla.
Con un suspiro, me quedé sin fuerzas y esperé a que comenzara su historia. De
hecho, tenía curiosidad por lo que tenía que decir. Así que iba a escuchar su historia.
Y luego le haría saber que lo perdoné.
Alessio perdió su mirada nuevamente, y sus labios tocaron la punta de mi nariz
en un pequeño beso ligero como una pluma. —Había una vez una mujer con ojos
azules y hermoso cabello largo y negro. Ella era tan hermosa y la persona más
amable del mundo. Sus sonrisas y risas eran contagiosas. Un hombre la vio y ella lo
vio a él. Fue amor a primera vista, dijeron. Se enamoraron irrevocablemente el uno
del otro.
¿Una historia de amor? Más confundida que nunca, escuché en silencio, mi
corazón se aceleró un poco.
—Tuvieron un niño. —Alessio hizo una pausa y respiró hondo antes de
continuar—. Era su dulce y gentil niño. —Su voz se quebró ante las últimas palabras,
sus dedos se apretaron alrededor de mis muñecas—. Eran una familia feliz.
Mi cuerpo se erizó de nerviosismo. Tenía la sensación de que esto no
terminaría felizmente.
—El hombre siempre llamaba a su esposa Ángel. El niño tenía curiosidad por
saber el por qué. Entonces le dijeron que eran los Ángeles y por qué ella era un
Ángel.
Ángel.
Duerme, Ángel. Voy a cuidarte.
Un recuerdo repentino brilló en mi cabeza. Era borroso, la voz apenas un
susurro en mi cabeza, pero lo escuché. La voz de Alessio, susurrando a mis oídos una
vez.
Duerme, Ángel. Voy a cuidarte.
Ni siquiera tuve la oportunidad de reaccionar porque Alessio continuó
hablando. —El padre respondió que un Ángel es alguien dulce, amable, cariñoso y
tranquilo. La mujer más bella del planeta. Alguien que es increíble en todos los
sentidos. Un ángel es la chica que hace que tu corazón lata más rápido cuando entra
en la habitación. La chica que necesitarás donde sea que vayas. La chica que te hace
querer ser mejor. Un Ángel es alguien que es tu roca. La persona que amas con todo
tu corazón. La persona sin la que no puedes verte viviendo.
Su respuesta fue casi monótona, como si lo hubiera practicado. Como si esto
hubiera estado rondando en su cabeza durante mucho tiempo y lo sabía de
memoria.
Y tuve la sensación de que esta historia, la definición de Ángel, Alessio, la sabía
de memoria.
Por la forma en que su voz se había quebrado levemente sobre las palabras y la
forma en que sus músculos estaban apretados por la tensión, sabía que esta historia
no era una historia cualquiera.
—También dijeron que si encuentras a tu Ángel, nunca la dejes ir. Porque
siempre estarías incompleto sin ella. —Su voz se había suavizado un poco, justo por
encima de un susurro ahora. Sus dedos en mi muñeca ya no estaban apretados, así
que giré un poco las manos para ver su reacción.
En lugar de luchar para liberarme de sus manos, mis manos fueron a sus
hombros. Mis dedos se apretaron alrededor de ellos mientras lo sostenía. Cuando
Alessio se estremeció de alivio, no me arrepentí de aferrarme a él.
Mi cuerpo estaba llamando al suyo; la necesidad de sostenerlo y ser sostenida
era una necesidad imposible de rechazar. Entonces no peleé. Me rendí y me aferré a
este hombre roto mientras seguía contándome su historia.
—El niño estaba contento con la explicación, y no podía esperar a conocer a su
Ángel un día, aunque estaba empeñado en creer que su madre era su Ángel. —Una
pequeña sonrisa jugó en sus labios cuando dijo esas últimas palabras.
Cuando perdió la sonrisa y su rostro se retorció con una oleada de dolor, mi
corazón se detuvo antes de reiniciar con un latido dolorosamente acelerado. Mi
agarre se apretó sobre Alessio, mis dedos acariciaron suavemente sus hombros.
Quería ofrecerle cualquier tipo de consuelo.
—Pero entonces la madre murió. Una muerte lenta y dolorosa. Una muerte
cruel que dejó a todos desconsolados, especialmente al niño pequeño.
Contuve el aliento y lo supe... solo sabía... que no era una historia. Era realidad.
—Todo lo que sintió fue oscuridad y dolor. Estaba cegado por eso, pero con los
años, aprendió a ser insensible. No sentir. Se convirtió en oscuridad. Se convirtió en
un monstruo. —Alessio hizo una pausa y luego me dio una pequeña sonrisa triste.
—Frío. Implacable. Cruel. Arrogante. Asesino. Estas son todas las palabras con
las que el niño pequeño era descrito ahora. Es respetado y temido por todos. No
puede amar o ser amado.
Me estremecí, mis ojos se cerraron por un segundo con pena. Esas palabras
eran las mismas palabras que le había arrojado a Alessio en mi intento de lastimarlo.
—El niño hace mucho tiempo había perdido la esperanza de encontrar a su
Ángel. Pensó que era una idea estúpida. Se negó a creer en los Ángeles, porque creía
que un monstruo nunca podría tener un Ángel. Y él era un monstruo. —Su voz era
baja y áspera, casi adolorida.
Nunca dejó de tocarme mientras hablaba. Y nunca lo dejé ir.
—Alessio, no. —Sacudí mi cabeza, tratando de detener su agonizante historia.
Pero era imposible detenerlo una vez que había comenzado. Suavemente
continuó acariciando mis mejillas.
—Pero luego todo cambió cuando encontró a una chica escondida debajo de su
cama. Estaba sucia y muy asustada de él. Pero él fue instantáneamente tomado por
ella. Había algo en ella que lo llamó y lo hizo... sentir. Él lo odiaba. Odiaba la idea de
sentir. Se resistió hasta que ya no pudo más. Ya no podía negar la verdad.
Mientras hablaba, colocó otro beso en la punta de mi nariz y luego continuó
con su historia, esta vez quitándome el aliento una vez más. Las lágrimas brotaron
de mis ojos, y una sola gota se deslizó por la esquina y desapareció en mi cabello,
dejando un rastro húmedo.
—Ella era la más dulce, la más amable y muy gentil. Tan hermosa que no podía
quitarle los ojos de encima. Ella era la verdadera definición de belleza, por dentro y
por fuera. Ella era amor, mientras que él era odio. Ella era amable mientras él no lo
era. Ella era dulce y gentil mientras él mataba a sangre fría y no sentía
remordimiento. Ella era luz mientras él era oscuridad. Se dio cuenta de que había
encontrado a su Ángel. No podía negarlo más. Porque la necesitaba. No podría vivir
sin ella. No quería imaginar un mundo en el que ella no estuviera.
Alessio hizo una pausa por lo que pareció el tiempo más largo, dejando las
palabras colgando a nuestro alrededor, nuestros ojos conectados. Respiramos
juntos, nuestro corazón latía al unísono.
Otra lágrima se derramó de mi ojo y corrió por mi mejilla. Alessio lo atrapó
rápidamente con sus labios y lo besó. Cuando otro cayó por mi cara, hizo lo mismo.
Cerrando los ojos, me dio un sollozo.
—Ese niño era yo, Ayla —susurró Alessio en mi oído, su aliento me hacía
cosquillas allí—. Y la chica que encontró debajo de su cama, su Ángel, ella eres tú. Tú
eres mi Ángel.
—Yo… —comencé pero luego cerré la boca rápidamente. No sabía que decir. Su
confesión realmente me había dejado con una mezcla de emociones.
Me sentí ligera, casi como si estuviera flotando. Mi corazón latía tan rápido
como las alas de un colibrí, y cantaba como la misma ave. Cantaba con alegría y
tanto... amor. Estaba lleno de euforia pura.
Los labios de Alessio se quedaron en mis mejillas antes de alejarse un poco,
mirándome con sus hermosos ojos azules. Su expresión era suave pero determinada.
—Tienes razón. Toqué a Sasha.
Parpadeé para quitarme las lágrimas, mis dedos cavaron dolorosamente en sus
hombros. No hizo una muestra de dolor, no es que yo esperara que lo hiciera.
Al instante notó mi cambio de comportamiento. Me tranquilizó, acariciando
mis mejillas una vez más. —La toqué, pero no la besé. La toqué, pero no la folle. No
hice nada con Sasha.
Solo parpadeé hacia él, confundida y sintiéndome un poco desconcertada. —
Seré franco y honesto. Sí, estuve tan cerca de follarla. Sí, le rasgue las bragas y la
incline sobre mi escritorio, pero no, no la folle. No pude, Ayla. Eras todo lo que podía
pensar. Tú. Cada minuto. Todo lo que podía ver era tus ojos, tus hermosas sonrisas,
tu expresión serena mientras tocas el piano y caminas hacia el arroyo. Todo lo que
podía escuchar era tu risa y tu dulce voz.
Alessio respiró hondo y profundo antes de soltarlo con un suspiro cansado. Su
expresión era demacrada, su voz llena de incertidumbre y tanta pena que me dolía
el corazón. Me dolía su dolor. —Estaba molesto. Con mi padre y con todo. Mis
sentimientos. Mi debilidad por ti. Y estaba muy asustado. Mi madre murió porque mi
padre la amaba. Un ángel viviendo en el mundo de los demonios, y al final, fue
asesinada por eso. Estoy tan jodidamente asustado de perderte también a ti. La sola
idea de perderte me vuelve loco.
—No hice nada con Sasha —dijo de nuevo, su voz casi llena de ferocidad
mientras rogaba que le creyera con los ojos. Me rogaban que viera la verdad—. Di
que me crees, Ayla.
Mis manos dejaron sus hombros, pero en lugar de alejarme, palmeé sus
mejillas. —Te creo —susurré.
Realmente lo hacía. Sus palabras y su cara mostraban honestidad. Estaba justo
allí para que lo creyera. Ni una vez me llené de dudas cuando dijo que no tocó a
Sasha. Si tenía dudas antes, ahora estaban borrabas.
—Te creo, Alessio —le dije de nuevo, mis dedos presionando suavemente sus
mejillas. Alessio se estremeció de alivio, sus ojos se cerraron cuando finalmente se
relajó en mi abrazo.
Nos quedamos así por unos segundos, conmigo tranquilizándolo. Cuando
volvió a abrir los ojos, esta vez los orbes azulados brillaban con intensidad. —El plan
era acercarse a ti para descubrir si eras una traidora —comenzó.
Parpadeando, comencé a soltarlo, pero él rápidamente agarró mis manos,
sosteniéndolas firmemente contra sus mejillas.
—Pero era solo una excusa —agregó rápidamente—. Lo estaba usando como
una excusa para acercarme a ti. Desde la primera vez que te vi, tuve la necesidad de
estar cerca de ti. Para abrazarte. Pero eso era una muestra de debilidad. Así que
traté de encontrar todas las excusas para acercarme a ti. El plan terminó el mismo
día en que se hizo, porque no importa qué, no podía mentirme a mí mismo. Seguía
diciéndome que era lo que tenía que hacer por la seguridad de todos, pero en el
fondo, sabía que lo estaba haciendo por mí mismo. Te necesitaba, desde el principio.
—Me miró a los ojos.
—Me equivoqué —Alessio exhaló con tristeza—. Sé que lo hice, pero te pido
que me perdones. Para darme otra oportunidad de probarme a mí mismo. Por favor,
déjame entrar en tu corazón otra vez. Dame esta oportunidad y nunca te dejaré ir de
nuevo. Nunca te romperé de nuevo.
Hizo una pausa y respiró hondo antes de continuar con la misma voz suave. —
Nunca seré el hombre que mereces, pero seré el hombre que necesitas. Seré el
hombre que te haga reír y sonreír, el que aleje todas tus pesadillas, el que te de un
beso de buenos días y de buenas noches y tantos besos entre esos. Seré tu salvador.
Ahora y por el resto de mi vida.
Las lágrimas brotaron de mis ojos ante su confesión, y le di una sonrisa
vacilante. —Definitivamente tienes un don con las palabras —le respondí.
Alessio dejó escapar una pequeña risa y sacudió la cabeza, sus labios se alzaron
en una pequeña sonrisa.
—Solo para ti, Ángel.
Mis ojos se abrieron cuando me llamó Ángel, las lágrimas cayeron antes de que
pudiera detenerlas. —Me estás haciendo llorar —murmuré mientras Alessio secaba
las lágrimas.
— ¿Son lágrimas de felicidad? —preguntó, luciendo un poco dudoso.
Asentí, sin palabras, y él me regaló una de sus impresionantes sonrisas. —Bien.
De ahora en adelante, las únicas lágrimas que saldrán de ti serán las de felicidad.
—Eres dulce.
Alessio parecía ofendido por mi admisión y me envió una mirada fulminante
fingida. No pude evitar reír. Parecía que al Jefe de la Mafia no le gustaba que lo
llamaran dulce, aunque realmente era... dulce.
—Soy un asesino, Ayla. Definitivamente no soy dulce —dijo, mirándome
profundamente a los ojos.
Sonriendo, me incliné y le di un beso en la nariz como lo había hecho conmigo.
—Puedes ser un asesino allá afuera, un monstruo, como dijiste, pero aquí —
presioné mi mano sobre su corazón—, aquí, eres dulce. Para mí, eres dulce.
Otra sonrisa impresionante de Alessio. Esta vez, la sonrisa iluminó su rostro y
sus ojos con tanta felicidad que me hizo doler el corazón... en el buen sentido. Se
sacudía, y me fundí en su abrazo.
Finalmente, el dolor que había visto antes ya no estaba. Él parecía esperanzado.
Respirando profundamente, Alessio continuó. —Cuando estoy contigo, siento
que finalmente puedo respirar. He estado viviendo en la oscuridad durante tanto
tiempo, pero me trajiste luz y paz. Me haces reír y sonreír, algo que no había hecho
en mucho tiempo. Cuando estoy lejos de ti, me siento vacío, como si me faltara un
pedazo de mí mismo. Nunca quiero estar sin ti, Ángel. No creo que pueda sobrevivir.
Cuando estoy contigo, siento que soy el rey del mundo. Puedo lograr cualquier cosa
contigo a mi lado. Solía creer que eres mi debilidad. Lo eres. Siempre serás mi
debilidad, pero también eres mi fuerza.
Oh wow. Wow. Mi garganta se apretó ante su confesión hasta que me pareció
imposible respirar. —Alessio —murmuré, con una sonrisa en mis labios.
—No sé qué es el amor —murmuró Alessio, rozando sus labios contra los míos
en el beso más ligero—. Pero si lo que siento por ti es amor, que así sea.
—Yo tampoco sé qué es el amor —admití, mis dedos se movían suavemente
sobre sus mejillas y luego sus labios.
Besándome nuevamente en los labios con la más mínima presión, como si
tuviera miedo de romperme, Alessio sonrió. —Entonces lo aprenderemos juntos,
Ángel.
Ángel. No creía que alguna vez me cansaría de que Alessio me llamara así.
—Me llamaste Ángel una vez. Cuando tuve mi colapso —murmuré.
Alessio sonrió. —Si. Siempre supe que eras mi Ángel, pero era demasiado terco
para admitirlo.
Ya no importaba si era terco o no.
—Tú eres mi Ángel.
Sí lo era. Yo era suya. Yo era su ángel
Y él era mío. Mi mafioso. Mi monstruo. Quienquiera que fuera, ya fuera el
asesino o el hombre dulce que estaba conmigo, lo aceptaba.
Lo inhalé. Cerrando los ojos, dejé que mis sentidos se hicieran cargo, sintiendo
a Alessio, saboreando su toque y su voz. No podría vivir sin él. Este hermoso hombre
roto me había dado su corazón, y a cambio, yo había puesto el mío en sus palmas.
Éramos dos corazones rotos. Dos mitades rotas haciendo un todo.
—No puedo prometerle que todo será perfecto. —Mis ojos se abrieron de golpe
ante la voz de Alessio, y esperé a que continuara—. Mi vida no es perfecta. El mundo
está jodido y es peligroso. La vida no va a ser color de rosa. Pero puedo prometer
que será lo más perfecto posible. Todo lo que sé es que te necesito. Esto me hace un
hombre egoísta, Ayla. Debería dejarte ir. Estarías mejor sin mí, pero soy egoísta
cuando se trata de ti.
Mis dedos fueron a sus labios para silenciarlo. —Está bien. Eso es todo lo que
necesitaba escuchar, Alessio. No puedo vivir sin ti tampoco. Esto es suficiente para
mí. Es más que suficiente. No necesito ni quiero nada más. Solo te quiero a ti.
Antes de que pudiera decir algo más, Alessio me aplastó contra su pecho,
abrazándome fuertemente. Sentí que mis costillas estaban a punto de romperse. —
No puedo respirar —chillé, pero seguía envolviéndolo con mis brazos,
devolviéndole el abrazo con la misma ferocidad.
Besó la parte superior de mi frente, sus labios persistieron allí. —Tú eres mi
Ángel.
Allí estaban. Esas palabras de nuevo.
Suspire en satisfacción. El Te amo era necesario. Éramos más que eso. Las
palabras que Alessio me había susurrado significaban más que esas dos palabras
comunes.
Tú eres mi Ángel. Esas tenían más poder.
—Y tú eres el hombre que me trae paz. —Susurré las palabras muy
suavemente—. El hombre que hace latir mi corazón y me llena el estómago de
mariposas. Solo una mirada tuya, una simple palabra, solo un dulce beso o una suave
caricia, es suficiente para hacerme la mujer más feliz. Eres mi fuerza, Alessio.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor y sonreí. Oh sí, mis palabras tuvieron el
mismo efecto en él que sus palabras en mí.
Alessio era un hombre de pocas palabras, pero fue capaz de decirme mucho.
Desearía tener más que decir. Deseaba tener más palabras para mostrar lo que mi
corazón... lo que realmente sentía. Pero no tenía.
Preferí solo mostrárselo. Acercando sus labios a los míos, lo besé. Suave y
gentilmente. El beso no fue rápido ni duro. Fue dulce y lento. Nos tomamos nuestro
tiempo, nuestros labios se movieron en sincronía y nos saboreamos el uno al otro.
Alessio me dejó dirigir el beso. No presionó por más. Me dejó besarlo. Así que lo hice,
por el mayor tiempo posible.
Nuestras lenguas se unieron en un lento y dulce beso. Nos besamos hasta
quedarnos sin aliento. Y cuando nos separamos, sentí que mi corazón había sido
restaurado. Por la mirada que me estaba dando Alessio, me di cuenta de que sentía
lo mismo.
Mis labios todavía hormigueaban por el beso. Todavía podía sentirlo, y una
sonrisa soñadora se extendió por mis labios.
—Soñé contigo antes de que vinieras a mi vida. Cuando aún era un niño
pequeño, soñaba contigo. Cabello negro y ojos verdes, con una hermosa sonrisa —
dijo Alessio bruscamente, su voz tensa por las emociones.
Tartamudeé y él sonrió. —Siempre fuiste destinada para mí, Ayla.
—Lo fui —Asentí de acuerdo—. Solo deseaba haberte encontrado antes,
Alessio. Entonces no hubieras tenido que esperar tanto tiempo.
—No importa. Me encontraste ahora y nunca te dejaré ir.
—No quiero que me dejes ir nunca. Incluso si lo intentas, volveré —bromeé,
aunque las palabras eran dichas con honestidad.
—Bien. —Esta vez, fue Alessio quien tomó mis labios.
El beso no fue tan dulce como antes. El me devoró. Me besó como un loco.
Como un animal ansioso por su compañera. Tomó mis labios profunda y
posesivamente. Alessio me besó con todo lo que tenía.
Su lengua pasó por mis labios, besándome con una desesperación frenética.
Gemí contra sus labios, mis manos yendo a su cabello, mis dedos apretados. Me
mordió el labio inferior, y me incliné más en su beso, exigiendo más.
Cuando se apartó, pude sentir su corazón latiendo contra el mío. Alessio me
miró con ojos suaves, aunque la lujuria ardía allí con intensidad feroz. Temblé de
anticipación por él.
— ¿Me perdonas? —preguntó, su voz áspera por el deseo.
Sonriendo, le pasé los dedos por el pelo y le pasé las uñas suavemente por la
nuca, tal como a él le encantaba. —Lo hago. Ya te había perdonado antes de que
incluso me arrastraras aquí. En realidad, iba a hablar contigo pero me ganaste.
— ¿Si? —preguntó, sus ojos recorrían mi rostro y luego miraban
profundamente los míos, buscando confirmación.
—Sí, Alessio —asentí —. Te perdono.
Y luego sus labios se estrellaron contra los míos de nuevo. Dándome un beso
fuerte y contundente, me dejó sin aliento. Cuando se apartó, gemí un poco. Podía
sentir su dureza entre mis muslos.
Estaba excitado. Lo necesitaba. Lo perdoné.
—Te perdono, pero todavía estoy un poco enojada porque tocaste a Sasha —
murmuré cuando sus labios comenzaron a descender hacia los míos de nuevo.
Alessio se congeló, sus labios a escasos centímetros de los míos. —Lo sé —
murmuró en respuesta.
Y entonces allí estaba. Esa sonrisa que tanto amaba. La esquina de sus labios se
inclinó un poco, y tuve que reprimir mi gemido.
Antes de que pudiera decir algo más, nos dio la vuelta rápidamente,
provocando que gritara de asombro. Alessio se tumbó de espaldas, con la cabeza
apoyada en la almohada mientras lo montaba a horcajadas, con las rodillas a cada
lado de sus caderas.
Alessio me regaló su sonrisa perfecta antes de empujar ligeramente hacia
arriba y rodar sus caderas contra las mías. Esta vez un gemido desvergonzado
escapó de mis labios cuando su polla dura se presionó contra mí.
—Lo sé —dijo de nuevo.
Y luego otro giro de sus caderas.
Se burlaba de mí, su longitud rígida frotaba deliciosamente contra mi
entrepierna cubierta. Incluso a través de sus pantalones y mis bragas, lo sentí. Duro,
cálido y listo.
—Puedes darme el castigo que quieras —respondió Alessio gruñonamente. Lo
miré con ojos nublados, y él me guiñó un ojo, alzando una ceja en señal de
sugerencia.
Alessio subió lentamente el dobladillo de mi vestido, sus dedos se movieron
sobre mis muslos desnudos. Me volvió loca con su toque burlón. Cuando finalmente
entendí lo que quería decir, solté una pequeña carcajada.
Él era imposible. Insaciable.
Tarareé, dando a mis caderas un giro tentativo. Alessio gimió, ligeramente
sacudiéndose hacia arriba. Mis manos se interpusieron entre nosotros y lo toque
sobre sus pantalones.
—Joder —siseó.
Le di un pequeño apretón, burlándome de regreso. Casi dejo escapar otro
gemido al sentirlo, su dureza, presionando mi palma. Lo froté sobre sus pantalones,
mis ojos nublados sobre los suyos lujuriosos.
— ¿Cualquier castigo? ¿Cualquier cosa que quiera? —Pregunté, continuando
con mi lento toque burlón.
—Sí —gimió—. Cualquier cosa.
Inclinándome hasta que mi cara estuvo a centímetros de la suya, nuestros
labios casi tocándose, susurré, mi voz salió roncamente. — ¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa, gatita —accedió de inmediato, volviendo a rodar sus caderas
hacia arriba, presionándose en mi palma.
Sonriendo, le di un beso rápido en los labios y luego me aleje. Soltando su polla,
levanté una ceja.
—Bien. No puedes tocarme durante tres días.
Los ojos de Alessio se abrieron cuando se congeló, su boca se abrió por la
sorpresa. — ¿Qué? —farfulló. Antes de que pudiera detenerme, me aparte de él y
salí rápidamente de la cama.
Se sentó, todavía mirándome desconcertado. —Me escuchaste. No puedes
tocarme durante tres días.
—No —espetó Alessio—. No estamos haciendo esto. Una jodida semana de
estar lejos de ti, sin tocarte. ¿Y ahora otros tres días? De. Ninguna. Jodida. Manera.
—Sí —respondí con calma—. Ese es tu castigo.
Frotándose la cara con la mano, frustrado, gruñó. —Tenía otro tipo de castigo
en mente.
Oh sí, definitivamente él lo tenía en mente. Tampoco me hubiera importado,
pero esta vez, era mi turno de molestarlo. Lo iba a disfrutar.
Alessio me miró sin comprender por unos segundos antes de sonreír, sus ojos
volviéndose oscuros por la lujuria nuevamente. —Gatita —dijo con voz ronca.
Oh no. No. Sabía lo que estaba haciendo.
Me alejé un paso de la cama cuando él se bajó, avanzando hacia mí. —No,
Alessio.
—Sé que me quieres —continuó, bajando su mano para tocarse. Todavía
estaba duro.
Estaba en problemas. No podía negármelo, especialmente cuando estaba así.
Extendiendo una mano, traté de mirarlo, aunque ya podía sentir que me
mojaba. ¡Ah! Contrólate, Ayla.
—No. Quieto —ordené.
Hizo una pausa y ladeó la cabeza. —No soy un perro, Ayla.
—Esta vez tu voz sexy y tu cuerpo pecaminosamente delicioso y hermoso no
van a funcionar conmigo —murmuré. Fue dicho para mi misma, pero él escuchó las
palabras.
Queriendo golpearme a mí misma, solo miré a Alessio cuando se rió por lo
bajo. —Hmm... Así que, ¿te gusta mi cuerpo pecaminosamente delicioso y hermoso?
Poniendo los ojos en blanco, me crucé de brazos. —Para.
Alessio se acercó hasta que estuvo parado frente a mí, nuestros cuerpos casi
tocándose. —No hay nada de malo en ello. Eres mi mujer. Tienes todo el derecho de
apreciar mi cuerpo y llamarlo como quieras —murmuró en mi oído, su aliento me
hacía cosquillas allí.
—Y si dejas de ser terca, también puedes hacerle lo que quieras. —Puso un
beso en mi oreja, su lengua se movió hacia mi cuello, dejando un rastro húmedo. Me
besó, lamió y chupó hasta que fue casi imposible rechazarlo.
—Alessio —exhalé.
— ¿Quieres mi polla dentro de ti, no? Sé que estás mojada ahora mismo,
goteando por mí.
Él estaba en lo correcto. Este irritante hombre.
—Alessio. —Colocando mi mano sobre su pecho, lo aparté—. Compórtate. Son
solo tres días.
— ¡Exactamente! ¡Tres malditos días de tortura! —Gruñó, cruzando los brazos
sobre el pecho—. Un día —trató de negociar.
No estaba pasando.
—Nop. Tres días.
—Un día, gatita. Eso es todo lo que obtendrás.
—No.
— ¡Bien! Un día y medio.
—No. Tres días.
—Ayla, deja de ser terca — Alessio me miró.
—Tú deja de ser terco. Dijiste cualquier castigo. —Le devolví la mirada.
— ¡Dos días! Eso es todo. No más —espetó Alessio.
—No.
—Dos días, Ayla. Te guste o no, vendré por ti en dos días —dijo, con la promesa
clara en sus ojos y voz.
Lanzando mis manos al aire, resoplé. — ¡Bien! Dos días sin tocarnos.
— ¿Puedes esperar tanto? —preguntó, acercándose de nuevo.
No. Sería una tortura.
—No —le respondí honestamente. —Tienes razón. Va a ser una tortura.
Alessio suspiró antes de envolverme en sus brazos. —Entonces, ¿por qué?
— ¿Quizás todavía estoy un poco enojada? —Devolviéndole su abrazo, coloqué
un beso sobre su pecho—. Te perdoné. Pero eso no significa que no siga un poco
herida.
—Bien. Dos días —murmuró en mi oído.
Alessio se echó hacia atrás y yo me apoyé de puntillas, besándolo
profundamente en los labios. Alejándome, presioné mi palma sobre su pecho. —
Necesito volver al trabajo.
Levantó su mano y deslizó un dedo por mi mejilla. —Te veré abajo para la cena.
Capítulo 17
Dejé a Alessio en nuestra habitación y me uní a Maddie en la cocina. Sin darle
ninguna advertencia, la aparté del horno y nos hice girar. Al principio parecía
sorprendida, pero rápidamente soltó una carcajada.
Al detenerme, la abracé fuerte antes de dejarla ir. —Veo que todo salió bien —
comentó.
—Si. Fue perfecto. Maddie, él es simplemente asombroso —dije alegremente —
. A veces siento que no lo merezco. Pero soy egoísta. No quiero estar sin él.
Maddie sonrió, su rostro brillaba de felicidad. —Estoy muy feliz por los dos. No
te rindas con él, ¿de acuerdo?
Sacudiendo la cabeza, prometí: —Nunca.
Era una promesa que iba a mantener cerca de mi corazón. Era mío e iba a
luchar por él todos los días.
—Me sorprende que hayas bajado tan rápido. —Maddie me levantó una ceja
antes de volver al horno para sacar el pollo asado.
—Uhmm... sí sobre eso. Ledijequenopodíatocarmeportresdías. —Dije las
palabras tan rápido que salieron juntas antes de cerrar la boca avergonzada.
— ¿Huh? —Maddie preguntó, confundida.
Sentada en el taburete, me aclaré la garganta antes de volver a hablar. —Le dije
que no podía tocarme por tres días porque todavía estaba enojada.
Maddie me miró por un segundo antes de estallar en carcajadas. — ¿Estás
reteniéndole el sexo? Dios mío, esto no tiene precio.
Me encogí de hombros. —Pero son dos días ahora. Trató de negociar conmigo.
—Por supuesto. Estamos hablando de Alessio. Me sorprende que incluso haya
aceptado dos días.
—Fue una negociación difícil —estuve de acuerdo.
—Estoy orgullosa de ti, chica —dijo Maddie, con el pecho hinchado con
orgullo—. Alessio necesita saber qué hizo mal y que eso no será olvidado fácilmente.
Asentí y la ayudé. Maddie y yo cambiamos a pequeñas charlas sobre todo
cuando escuché una voz muy familiar.
Mi espalda se enderezó y vi a Maddie congelarse.
La voz se acercó y sostuve mi cuchillo con más fuerza.
Nina
¿Qué estaba haciendo ella aquí?
Vi a Maddie mirando a la puerta y respiré hondo. Y entonces la escuché.
—Maddie —saludó —. Solo necesito un vaso de agua.
Maddie no respondió. Me di la vuelta en mi taburete y la enfrenté. Llevaba un
vestido negro muy ajustado que apenas llegaba a la mitad del muslo. Sus tacones
rojos eran bonitos pero tan altos que me preguntaba cómo caminaba en ellos. Su
cabello rubio rizado maravillosamente alrededor de sus hombros. Su rostro brillaba,
sus labios rojos con lápiz labial. En otras palabras, se veía absolutamente hermosa.
Nina me miró de arriba abajo, antes de burlarse, rodando los ojos. —Me
sorprende que todavía estés aquí —murmuró.
— ¿Qué? —Pregunté, colocando el cuchillo sobre el mostrador.
—Después de lo que viste, pensé que estarías completamente herida y
ridiculizada que estarías huyendo avergonzada —respondió con franqueza.
—Todavía estoy aquí —dije.
—Puedo ver eso. ¿Pero por cuánto tiempo? Ninguno de sus folladas pasajeras
dura mucho tiempo —respondió ella—. Excepto yo. —Nina volteó su cabello sobre
su hombro y se alzó con una mirada.
¿Hablaba en serio?
Vi a Maddie haciendo agujeros en Nina por el rabillo del ojo. Oh, ella
definitivamente da miedo cuando está enojada.
—Oh, bueno, no es como si todavía estuviera interesado en ti después de unas
semanas. —Ella se encogió de hombros.
— ¿Por qué dices eso? —Pregunté tan calmadamente como pude. En el fondo,
me sentía un poco avergonzada, pero eso no era lo que estaba tratando de controlar.
Era la ira hirviendo dentro de mí lo que estaba tratando de mantener a raya.
Dándole mi mejor sonrisa, esperé su respuesta.
Ella se burló, sacudiendo la cabeza. — ¿Te has visto a ti misma?
Confundida, me miré. —Me veo todos los días en el espejo —murmuré.
—Eres tan... frígida —dijo con los dientes apretados—. ¿De verdad crees que
puedes mantener a Alessio interesado por mucho tiempo?
— ¡Eso es suficiente, perra! —Maddie gruñó a un lado.
—Oh por favor. Solo digo la verdad. La verdad duele, ¿no? —Nina respondió
bruscamente. Volviéndose hacia mí otra vez, continuó lanzando sus insultos.
—Eres tan simple. Frígida. Mirándote, ya puedo decir que probablemente eres
una mierda de polvo. Alessio necesita a alguien aventurera. Alguien que pueda
mantenerlo alerta. Alguien que no sea tan frígida como tú.
Cálmate, Ayla. Toma una respiración profunda. Está bien. Ella solo está tratando
de lastimarte. No la dejes ganar.
—Tu pequeña… —Maddie comenzó a decir, pero Nina habló por encima de
ella.
Caminando más cerca de mí, ella continuó. — ¿De verdad crees que me dejaría
por ti, alguien que acababa de conocer?
Mis manos se apretaron en puños y la miré fijamente.
—Me parezco más a él. Siempre hemos sido compatibles. En la cama y fuera de
ella. Así este follándome o si solo estamos trabajando.
Los celos eran una neblina roja frente a mis ojos. Y tanta ira.
Se lamió los labios rojos y luego sonrió. La sonrisa no fue amigable en absoluto.
Se estaba burlando de mí, retándome a demostrar que estaba equivocada. —Lo
conozco desde hace años, y siempre vuelve a mí. Alessio siempre regresa por más. Y
cuando haya terminado contigo, volverá a mi cama. Estarás olvidada por mucho
tiempo, como cualquier otra mujer estúpida en su vida.
Eso es todo. ¡He tenido suficiente!
Levantándome rápidamente, pillé a Nina por sorpresa, y ella dio un paso atrás,
sus cejas se juntaron en confusión. Sin pensarlo, extendí la mano sobre el mostrador,
mi mano buscando ciegamente algo. Cualquier cosa.
Lástima, mi mano atrapó el pastel que Lena había horneado esta mañana.
Todo sucedió muy rápido entonces.
Un segundo estaba parada frente a Nina mientras ella me miraba, y al siguiente,
el pastel fue plantado en su cara.
Ella chilló y retrocedió varios pasos, el pastel cayó de su cara al suelo. Nina se
pasó las manos por la cara con furia.
—Maldita perra. Vas a pagar por esto.
No le di la oportunidad de reaccionar. Agachándome, agarré el pastel sobrante
y lo volví a estrellar en su cara, untándolo sobre su hermoso cabello rubio y su
perfecto rostro.
— ¡Estúpida perra fea! —Gruñí
Capítulo 18
Mi fuerte voz resonó en mis oídos y sonó alrededor de la habitación. Nunca
maldije. Nunca. Y nunca antes había estado tan enojada. Estaba hirviendo, mi
corazón latía con fuerza con la necesidad de vengarse de la mujer parada frente a
mí.
¿Cómo se atrevía?
Ella no solo me insultaba, sino también a Alessio. Ella insultaba lo que Alessio y
yo teníamos. Nuestra relación no era perfecta, pero nuestros sentimientos mutuos
eran puros. No iba a pararme allí y ver a alguien más contaminarlo.
La cara de Nina estaba cubierta de pastel de chocolate... mi pastel favorito, en
realidad. Lena me lo había horneado y, por un momento, sentí una punzada de
tristeza porque se echó a perder, pero la ira, mi cuerpo temblaba con ella. Estaba
cegada.
Todo lo que podía escuchar eran las horrendas palabras de Nina.
Ella trató de alcanzarme, pero rápidamente salí del camino y alcancé su cabello,
envolviendo mis dedos alrededor de los mechones que el pastel no había
estropeado.
— ¡Suéltame! —gritó. Mis dedos solo se apretaron más fuerte.
—Nunca hables así de mi relación con Alessio —siseé en su rostro—. Estás tan
equivocada y tan cegada por tu odio como para ver lo que Alessio y yo tenemos. Tal
vez si abres un poco tu corazón, tal vez entiendas qué es el amor y qué tan puro es.
—El amor es estúpido. Y eres estúpida al pensar que Alessio te ama. Él no
puede amar. Él no sabe amar —espetó ella.
—Estás equivocada de nuevo. —Mis dedos se apretaron en su cabello y
acerqué su rostro al mío—. Todo el mundo dice que no tiene corazón, pero he visto
al hombre detrás del monstruo cruel. Él puede ser duro y despiadado... —Hice una
pausa, pensando en Alessio y sus confesiones. Pensé en todas sus dulces palabras,
besos y suaves caricias. Volviendo a mirar a los furiosos ojos de Nina, continué—.
Pero él puede amar. Yo creo en él.
—Y ese será tu primer y último error —respondió ella, su risa áspera resonaba
en mis oídos cruelmente.
Mi paciencia había estado colgando en el extremo de un hilo pequeño, pero
simplemente se rompió. Estaba cegada por una ira repentina que sabía amarga pero
sorprendentemente satisfactoria.
—Mi error sería escuchar tus palabras de odio —Antes de que ella pudiera
decir algo más, la estaba arrastrando fuera de la cocina, tirando de ella por su
cabello.
— ¡Suéltame! —Nina gritó, su voz ruidosa en la finca.
Los dedos de Nina se envolvieron alrededor de mi muñeca, sus uñas se
clavaron casi dolorosamente en mi piel. Hice una mueca pero no la dejé ir. Ella me
rasguño, y cuando una sensación punzante se extendió por mi muñeca y brazo, supe
que había sacado sangre.
Ignorando la sensación de ardor, finalmente llegué a las puertas principales,
que afortunadamente ya estaban abiertas. Arrastré y empujé a Nina fuera, soltando
mi agarre de su cabello.
Ella tropezó y cayó de rodillas antes de ponerse de pie rápidamente. Girándose
para mirarme, estaba furiosa. Su cuerpo estaba temblando de furia.
—No vuelvas de nuevo y deja de propagar tu odio e inseguridad en los demás.
No solo nos has insultado a Alessio y a mí, sino que también te has insultado a ti
misma en el proceso. Quédate con un hombre que pueda amarte y hacerte el amor.
No con alguien que solo te follará y luego te dejará para dormir con otras mujeres.
No hay de qué estar orgullosa.
Ante mis palabras, vi la mirada de Nina ensombrecerse un poco, solo un poco.
Fue solo por un fugaz momento. Sus labios se torcieron con tristeza, y aunque su
rostro estaba cubierto de pastel, todavía vi la mirada furiosa que me estaba
enviando.
—Oh, por favor, no necesito tus conferencias. ¿Que eres? ¿Una santa?
Sacudiendo la cabeza con tristeza, dejé escapar una pequeña risa arrepentida.
Ella no tenía esperanza.
—No, no soy una santa. —Hice una pausa, mis propias palabras me tomaron
por sorpresa. Eso era cierto. Yo no era una santa. Era una mentirosa, traicionando la
confianza del único hombre que me hacía sentir algo. Estaba traicionando la
confianza de la familia, que de muchas maneras me adoptó.
La culpa era casi insoportable, me dolía el corazón. Casi corrí adentro para ir y
contarle todo a Alessio, pero mis pies permanecieron fijados en el mismo lugar.
El miedo a lo desconocido era algo amargo y aterrador.
—No, no soy una santa —repetí, mirando a Nina—. Pero sí sé la diferencia
entre el amor y el odio. Dolor y amor. Amabilidad y crueldad. Pero tú no lo
entiendes. Elegiste el odio sobre el amor y la amabilidad.
Dándole una última mirada, di un paso atrás para estar dentro de la casa
nuevamente. —No vuelvas. Y Quédate. Lejos. De. Alessio. —Marqué cada palabra,
tratando de hacerle entender que hablaba en serio.
— ¿Qué vas a hacer si no lo hago? —ella se burló.
Enviándole una mirada feroz, crucé los brazos sobre mi pecho. —Haré algo
peor que tirarte un pastel en la cara y arrastrarte. No me pruebes. No conozco mi
propia ira y lo que puedo hacer. No quieres ser un experimento.
—Eres inútil. Marca mis palabras. Alessio volverá a mí —gruñó Nina,
esperando que sus palabras fueran una bofetada en mi cara.
Pero no dolieron. Yo sabía la verdad. Confiaba en Alessio.
—Alessio no te quiere. Él me eligió a mí. —Respirando profundamente, mis
labios se arquearon en una pequeña sonrisa al pensar en él.
Sin ver su reacción, cerré la puerta en su cara. Un suspiro escapó de mis labios
cuando me di la vuelta, pero me detuve al ver a todos allí parados.
Viktor, Nikolay y Maddie estaban parados en la sala de estar, mirándome en
estado de shock absoluto. Maddie tenía una gran sonrisa en su rostro y estaba
prácticamente saltando sobre los dedos de los pies.
Viktor sacudió la cabeza, con una sonrisa en su cara, y era obvio que estaba
tratando de no reírse. —Recuérdenme que nunca la moleste —dijo con una tos
falsa—. Maldición, la gatita tiene garras.
Nikolay simplemente asintió, su rostro inexpresivo como siempre.
— ¡Eso fue épico! —Chilló Maddie—. Oh Dios mío. ¡Si! Me siento como una
mamá orgullosa. Mi niña ha crecido mucho.
Mientras Maddie chillaba orgullosamente, me miré las manos con asombro
cuando finalmente me di cuenta de lo que había hecho.
Todavía me estaba recuperando de mi encuentro con Nina cuando Maddie se
acercó y me abrazó. —Fuiste increíble y definitivamente le mostraste a Nina su
lugar.
¿Qué se supone que debía decir? —Uhmm... ¿gracias?
Maddie se echó a reír, sacudiendo la cabeza ante mi evidente desconcierto.
Viktor me envió un asentimiento antes de alejarse, Nikolay lo siguió de cerca.
Maddie comenzó a tirar de mí hacia la cocina, y fue entonces cuando noté que
Lyov e Isaak estaban parados en las escaleras. Los ojos de Lyov se centraron
intensamente en mí, siguiendo cada uno de mis movimientos.
Me estremecí bajo su intensa mirada. Lyov e Isaak no se quedaban en la finca, y
apenas los veía. Pero cada vez que estaban aquí y nos encontramos, siempre sentía
sus ojos en mí, mirándome. A veces, parecía que podían ver al verdadero yo, como si
supieran quién era realmente.
Pude ver y sentir el disgusto en la mirada de Lyov. Me odiaba, aunque no
entendía por qué.
Mirando rápidamente hacia el suelo, evité mirarlos a los ojos y me apresuré a
la cocina. Cada vez que estaban en la casa, me mantenía alejada. Tanto como podía,
sin llamar la atención.
—Pobre pastel, sin embargo. Se echó a perder en su fea cara. El pastel no lo
merecía. —La voz de Maddie me sacó de mis pensamientos y miré el desastre.
— ¿Crees que Lena se enojará? —Pregunté, empujando el pensamiento de Lyov
al fondo de mi mente.
—Oh, no lo creo. Sé que mamá se enojará.
Uh oh.
Capítulo 19
Mis ojos estaban clavados en la puerta del baño. Alessio estaba allí,
duchándose.
Unos minutos después, escuché que la ducha se cerraba. Y luego se hizo el
silencio.
El silencio solo hizo que mis palmas comenzaran a sudar, y las froté sobre mi
camisón. La puerta se abrió unos segundos después, y Alessio salió, vestido solo con
pantalones de chándal negros.
Sus ojos se posaron instantáneamente en mí, y cuando se dio cuenta de que lo
estaba mirando, parpadeó casi burlonamente. Caminando más cerca, se detuvo al
lado de la cama, su gran cuerpo se cernía sobre mí.
Mi mirada siguió un camino por su pecho, sus abdominales rasgados y luego un
poco más abajo, pero mi cabeza se levantó rápidamente cuando vi el notable bulto.
Alessio se rió entre dientes mientras yo miraba su pecho, negándome a mirarlo
a los ojos cuando mis mejillas se calentaron de vergüenza.
—Entonces, ¿cómo va a funcionar esto? —Su voz era baja y profunda. Agarré el
edredón para evitar acercarme a él.
— ¿Qué? —Levanté la vista para verlo asintiendo hacia la cama.
—Se supone que no debemos tocarnos. ¿Cómo vamos a dormir? —preguntó,
levantando una ceja en cuestión.
Oh. Cierto.
Eché un vistazo al sofá en la esquina de la habitación y sonreí. —Puedes dormir
en el sofá.
Alessio lo miró y luego volvió a mirarme con expresión de sorpresa. — ¿En
serio me estás echando de mi cama?
—Dijiste que es nuestra cama. Así que yo también puedo decidir, ¿verdad? —
Batí mis pestañas hacia él inocentemente, tratando de poner la cara más inocente
posible.
Alessio simplemente me fulminó con la mirada mientras caminaba hacia el
sofá, arrojando su toalla sobre la mesa de café con agitación. Vi sus hombros
tensarse, y la sonrisa en mi rostro se deslizó.
Estaba siendo injusta. No importaba si la llamábamos nuestra habitación;
todavía era su habitación. Hacerlo dormir en el sofá no era razonable ni bueno.
Con un suspiro, comencé a salir de la cama. —Debería ir a mi habitación —
sugerí en voz baja.
Los ojos de Alessio se abrieron, y él espetó: —No.
Señaló la cama, mirándome en el proceso. —Vuelve allí —ordenó—. Prefiero
tenerte en la misma habitación y no tocarte que tenerte en otra habitación, tan lejos
de mí.
—Alessio… —comencé pero nunca tuve la oportunidad de explicar antes de
que me interrumpiera.
—No. No hay mi habitación o la tuya. Esta cama es tan tuya como mía. Es
nuestra. Esta es tu habitación ahora. ¿Entendido? —Respondió, sus palabras
puntuadas como si quisiera que entendiera y nunca dudara de lo que estaba
diciendo—. Así que pon ese lindo trasero tuyo en la cama y ve a dormir.
Perdí la pelea y me senté al borde de la cama, todavía sintiéndome un poco
culpable. Mis ojos estaban bajos, pero escuché el audible suspiro de Alessio, y
rápidamente se acercó a la cama. Se detuvo frente a mí y miré sus pies.
Cuando sus manos descansaron sobre el colchón, a cada lado de mis caderas,
encerrándome, no tuve más remedio que mirarlo a los ojos. —Deja de pensar tanto,
Ángel —me calmó en voz baja.
Ángel. Mi corazón se derritió ante la palabra y sonreí. Alessio se inclinó hacia
mí, su frente a solo unos centímetros de la mía, pero no nos tocamos. Estábamos tan
cerca, pero sin tocarnos. Todo lo que tenía que hacer era inclinarme un poco hacia
adelante y nos estaríamos tocando.
Pero ninguno de nosotros se movió.
—Buenas noches —susurró.
—Buenas noches —le respondí con la misma suavidad.
Todavía no se movía, y yo tampoco. Y cuando finalmente lo hizo, pude ver la
decepción en sus ojos, y sentí la mía, me dolió el pecho cuando se alejó.
Ese pequeño momento entre nosotros había durado menos de lo que
queríamos.
—Quiero besarte tanto ahora, Ayla —confesó. Sus palabras enviaron un
escalofrío por todo mi cuerpo. Yo también quería eso. Pero los dos sabíamos que no
podíamos simplemente besarnos. Llevaría a más, y no podríamos detenernos.
—Pero esperaré. Por ti, esperaré.
Era perfecto y decía las palabras más dulces. Fue difícil resistirse a él.
Podía sentirme dudando, olvidando su castigo. Podía sentirme alcanzándolo,
pero él ya se estaba alejando.
—Ve a dormir, Ángel.
Asintiendo, me acosté debajo de las sábanas mientras él apagaba las luces, solo
la lámpara a mi lado proyectaba un suave resplandor alrededor de la habitación. Me
enfrenté al sofá y vi a Alessio acostado, cruzando los brazos sobre el pecho. En la
oscuridad, no podía ver si tenía los ojos cerrados o no.
Tal vez era demasiado grande para el sofá. El realmente lo era. El sofá parecía
delicado con Alessio acostado sobre él.
Me enterré más profundamente debajo del edredón y me apreté contra el
suave colchón, dispuesta a dejar de preocuparme y dormir.
Horas después, todavía no estaba dormida. Miré a Alessio y me pregunté si ya
estaba dormido. Sin pensarlo mucho, salí de la cama en silencio y me dirigí a Alessio.
Mis pies se detuvieron frente a él para ver sus ojos cerrados, su rostro calmado
por el sueño. Era tan hermoso. Cuando miré a Alessio, no veía al hombre cruel, al
asesino o al monstruo. Todo lo que veía era a él, el hombre que me llamaba Ángel. Vi
al verdadero él.
Puse la sábana sobre su cuerpo, mi corazón se aceleró un poco. Esperaba que
no se despertara. Cuando no lo hizo, mis manos se movieron hacia su cabeza, mis
dedos rozaron ligeramente su frente mientras apartaba los mechones de cabello.
Lo acaricié, casi con dulzura, deseando que estuviera despierto para sentir mi
toque.
—Creía que no debíamos tocarnos.
Al oír su voz, aparté mi mano. Alessio abrió un ojo, enviándome una sonrisa
suya. Burlándome de su mirada burlona, crucé los brazos sobre mi pecho. —
¿Estuviste despierto todo este tiempo?
—Sí —respondió, mirando la sábana que cubría su cuerpo.
— ¿Por qué no dijiste nada? —Murmuré por lo bajo.
— ¿Y perderme la oportunidad de que me toques? —respondió.
—Bueno, eso es trampa —respondí.
—Tú eres la que me tocó. —Levantó una ceja antes de cerrar los ojos
nuevamente.
—Ve a dormir. —Esta vez fui yo quien lo ordenó. Su pecho retumbó con una
risa baja, y le devolví la sonrisa. Dos días. Podríamos hacer esto.
Con renovada confianza, volví a la cama. Tan pronto como mi cabeza golpeó la
almohada, cerré los ojos y esperé a que llegara el sueño.

Estaba oscuro. Lloviendo y nublado. Mi cuerpo temblaba con cada


estremecimiento. El viento soplaba violentamente a mi alrededor. Estaba oscuro. Tan
oscuro. ¿Por qué estaba oscuro? ¿Dónde estaba?
No podía ver nada. Solo oscuridad. ¿Mis ojos estaban cerrados? Traté de
abrirlos... pero ya estaban abiertos.
Ayuda. Traté de gritar, pero no salieron palabras.
Y entonces escuché su voz. Su siniestra voz. Mi piel se erizó, mi espalda se puso
rígida y un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
No. No. Quería gritar.
Ahora entendía por qué solo era oscuridad. Estaba de vuelta en el infierno. Me ha
encontrado. El diablo me tenía y no me dejaría ir esta vez.
Quería gritar de nuevo, pero mi voz se había ido.
— ¿Realmente pensaste que podrías escapar?
Su voz estaba justo al lado de mi oído, pero no podía ver nada. Solo lo sentía. Una
pequeña parte de mí murió al sentir su aliento en mi cuello.
—Siempre te voy a encontrar.
Me aleje de él, pero su mano se cerró dolorosamente sobre mis brazos y grité.
Esta vez, lo escuché. Mi voz salió ronca y mi grito sonó en mis oídos.
—Grita. Grita todo lo que quieras. Nadie te salvará esta vez. Ni siquiera él.
Ni siquiera él.
Alessio. No. Alessio, ¿dónde estás? Quería gritar, pero mi voz se había ido de
nuevo.
Y luego lo vi. Incluso en la oscuridad, lo vi. Estaba caminando hacia mí. Mi
Salvador. Mi paz. Él estaba aquí. El me salvaría. Me salvaría del diablo y de esta
pesadilla.
Pero todo lo que vi fue ira en sus ojos. Brillaban con eso. Tanta ira. Tanto odio
Jadeé cuando me di cuenta de que todo estaba dirigido a mí. Traté de sacudir la
cabeza, traté de explicar, pero estaba entumecida.
Se detuvo frente a mí, su gran cuerpo se cernía peligrosamente sobre el mío. En
lugar de sentirme seguro, todo lo que sentía era miedo. Podía sentir toda su furia y
odio por mí. Estaban vibrando fuera de su cuerpo, haciéndome saber exactamente
cómo se sentía.
Lo traicioné. Y ahora tenía que pagar el precio.
—Te odio. —Siseó las palabras, destrozando mi corazón en mil pedazos—. Te
mereces lo que tienes. Tu alma pertenece al diablo.
No. No. No. Por favor. Créeme.
Se estaba alejando. Lejos de mí, dejándome atrás con el diablo.
No, vuelve. Por favor, regresa. No me dejes
Él comenzó a desvanecerse. Grité y grité, pero ningún sonido salió de mí. Solo se
podía escuchar la risa del diablo.
—Te odio. —Esas palabras resonaron en mis oídos.
—Ella es tuya —le dijo al diablo. ¡No! ¡Soy tuya! Solo tuya. Por favor regresa.
—Nunca más me muestres tu cara. Estás muerta para mí.
Lo siento. Por favor perdóname. Por favor. Por favor.
Luego se fue, desvaneciéndose en la oscuridad, dejándome atrás con el demonio
que torturó mi mente, cuerpo y alma. Me hice añicos al perder de vista a mi salvador.

— ¡NO!
Me levanté en la cama, mi cuerpo empapado en sudor. Mis oídos resonaban por
mis gritos. La luz se encendió instantáneamente y Alessio estuvo a mi lado en
cuestión de segundos, pero me aparté.
Todo lo que podía ver era a él alejándose de mí, desvaneciéndose en la
oscuridad y dejándome atrás. No.
Oscilando en la cama, envolví mis brazos alrededor de su cuello, sosteniéndolo
fuerte contra mí. Mi agarre era inquebrantable. Me negué a dejarlo ir. Rápidamente
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí sobre su regazo,
abrazándome igual de fuerte.
—No me dejes. Por favor, no me dejes. Nunca me dejes. No puedo. Por favor. No
me dejes, Alessio —murmuré en su pecho, mi corazón se aceleró ante la idea de
estar sin él. Mi cuerpo temblaba con estremecimientos silenciosos.
Las lágrimas corrían por mis mejillas en un flujo interminable. Seguí rogándole.
—Shhh... Estoy aquí. No me estoy yendo. Estoy aquí, Ángel.
Sus palabras fueron relajantes, pero el miedo dentro de mí no se calmó. Alessio
continuó tranquilizándome mientras lloraba en su pecho. Nunca me soltó, sus
brazos permanecieron apretados a mi alrededor. Sentí sus dedos acariciando
suavemente mis caderas.
—No me estoy yendo. Nunca te dejaré. No llores, Ángel. No puedo soportar tus
lágrimas. Estoy aquí. Te tengo —continuó Alessio dulcemente en mis oídos,
deseando que le creyera.
Ojalá pudiera. Quería creerle. Era solo un sueño, solo una pesadilla, traté de
convencerme.
¿Pero realmente lo era? Tal vez solo estaba mostrando la verdad, mi realidad
cuando Alessio supiera la verdad.
Después de todo, me odiaba. A la verdadera yo. Odiaba a los Abandonatos, y no
importaba cuánto deseara que no fuera mi realidad, lo era... y yo era su enemiga.
Mis dedos se apretaron alrededor de su cuello ante la idea de perderlo. Mi
culpa sabía amarga. Me dolía el corazón y mi mente se sentía entumecida. Quería
olvidar. Solo quería vivir en esta burbuja feliz con Alessio, pero ¿por cuánto tiempo?
Mis lágrimas finalmente se detuvieron, mis sollozos se convirtieron en
pequeños hipidos. Las palabras relajantes de Alessio finalmente penetraron en mi
mente nublada, y me quedé sin fuerzas contra él. Seguíamos abrazados, negándonos
a soltarnos.
Ni siquiera podría si lo intentara. Sentía que si lo dejaba ir, me desmoronaría.
—Por favor no me dejes —susurré una última vez.
—No lo haré —prometió.
—Prométemelo.
—Te lo prometo, Ángel.
—Dijiste que no incumplías tus promesas. —Mi voz sonaba apagada mientras
enterraba mi rostro en su duro pecho.
—Y no lo hago. Nunca romperé mi promesa, Ayla. Soy tuyo tanto como tú eres
mía. Nunca te dejaré ir —me tranquilizó en el pelo y me dio un beso en la parte
superior de la cabeza.
Sus palabras eran las que quería escuchar. Eran más de lo que quería. Excepto
por las promesas que me hizo, no significarían nada si supiera mi verdad.
Pero todavía le hice prometérmelo. Fue egoísta de mi parte. Tal vez... solo tal
vez, si él hizo esta promesa, ¿no me dejaría?
Alessio era el tipo de hombre que nunca rompería su voto, sin importar qué.
Así que traté de atarlo a mí de cualquier manera posible.
Mis manos fueron a su pecho, un lugar justo sobre su corazón. Sentí su latido
contra mi palma. Corría tan duro como el mío.
Él estaba preocupado. Incluso asustado.
Mis dedos acariciaron suavemente su pecho mientras respiraba
profundamente y confesaba una cosa.
—Mi nombre no es Ayla Blinov.
Fueron las palabras más difíciles que alguna vez haya pronunciado. Se rompió
un pedacito de mi corazón. En ese momento, deseé ser Ayla Blinov. No una
Abandonato.
Todavía no estaba lista para perderlo. Pero podría confesar algo. Cualquier
cosa. Un paso a la vez.
Pero sus siguientes palabras me tomaron por sorpresa.
—Lo sé.
Mi cabeza se alzó bruscamente y lo miré, el miedo deslizándose por mi
columna vertebral. Su rostro era casi ilegible, pero sus ojos eran suaves,
considerándome como si fuera alguien precioso.
— ¿Lo sabes? —Farfullé.
—Hice una verificación de antecedentes el primer día que viniste aquí —
respondió simplemente—. Y no obtuve nada. Buscamos a todos los Ayla del país.
Incluso se realizaron algunas verificaciones de antecedentes de nombres que
sonaban similares a los suyos. Pero aun así no obtuve nada. Era como si nunca
hubieras existido. Entonces supe que mentías sobre tu nombre.
— ¿Sabías que estuve mintiendo todo este tiempo? —Pregunté,
completamente asombrada por esta nueva revelación.
—Si. —Una simple palabra, una sílaba, pero fue suficiente para volcar mi
mundo al revés.
— ¿Pero por qué? ¿Por qué me dejaste quedarme?
—Tenía curiosidad al principio, pero luego me di cuenta de que no podía
dejarte ir. Ya no importaba que me estuvieras mintiendo. A veces, me olvido de que
incluso estás mintiendo —explicó en voz baja.
—Pero, ¿y si hubiera resultado ser el espía? ¿O el enemigo? —Me ahogué con
las palabras, mi garganta se cerró cuando de repente sentí náuseas—. ¿Qué habrías
hecho?
Alessio me miró por un segundo, sus ojos azulados penetraron en mi alma. —
Hubiera tenido que matarte.
Llevándome la mano a la boca para detener el grito repentino, enterré mi
rostro en su pecho nuevamente. —No soy tu enemiga —susurré.
—Lo sé —respondió con la misma suavidad. Sus manos acariciaban mis brazos,
y me fundí en su abrazo.
— ¿Por qué mientes, Ayla? ¿Ayla es incluso tu nombre? —Alessio preguntó de
repente.
—Sí, me llamo Ayla. No mentí sobre eso.
—Entonces, ¿por qué mentiste sobre tu apellido? ¿Qué tratas de esconder? —
Empujó por más—. ¿Estás en peligro? ¿Alguien te persigue?
Le di un fuerte asentimiento. Solo un simple asentimiento, y luego nos
quedamos en silencio. Alessio no preguntó nada más. Sabía que estaba esperando a
que respondiera.
—El hombre con el que debo casarme.
Lo susurré, y Alessio se congeló, su cuerpo se tensó, sus brazos se apretaron a
mi alrededor como bandas de acero.
— ¿Qué? —preguntó, su voz calmada y baja, pero sabía que él estaba sintiendo
cualquier cosa menos calma.
Sabía que cuando hablaba en este tono estaba más enojado.
—Él me quiere, Alessio. No importa que me haya escapado; nunca descansará
hasta que me encuentre, viva o muerta. —Respirando hondo, sollocé, tratando de
mantener las lágrimas a raya—. Soy su obsesión, su preciada posesión, y no dejará
de buscarme hasta que vuelva a estar en su cama.
Los dedos de Alessio se clavaron en mis caderas, e hice una mueca. — ¿Quién
es él?
Sacudí mi cabeza. —Ayla, ¿quién es él? —preguntó, su voz mortal.
—No.
— ¡Maldición! —gruñó —. ¿Por qué lo estás protegiendo?
Mi cabeza se levantó y sacudí la cabeza salvajemente. — ¡No! ¡Te estoy
protegiendo a ti! Y a mí. Es un hombre peligroso, Alessio. Un hombre loco.
Sus ojos se convirtieron en rendijas. — ¿Más peligroso que yo?
—No lo sé —respondí honestamente. Sabía que Alberto estaba obsesionado
conmigo, pero hasta qué punto iría, no lo sabía.
—Es un hombre muerto, Ayla —prometió—. Dime su nombre.
La furia en sus ojos era inconfundible. Pero no era contra mí. Era por mí. Estaba
dirigida al hombre que me había hecho daño.
Me quedé callada. Pensé que iba a insistir, pero no lo hizo. En cambio, apoyó su
frente sobre la mía. — ¿Por qué eres tan terca?
—Porque quiero seguir con vida. Quiero vivir contigo. Y no quiero perderte.
—Ángel —murmuró—. No me vas a perder.
—Puedo estar mintiendo sobre mi nombre, sobre quién soy, pero eso es lo
único sobre lo que estoy mintiendo. Lo que siento por ti es verdadero —confesé,
esperando que cuando llegara el momento, él recordaría esas palabras.
— ¿Alguna vez me dirás la verdad? —Alessio cuestionó.
Desearía nunca tener que decirte la verdad, Alessio. Porque la verdad te romperá.
Y no puedo soportar romper tu corazón. Pero tengo qué. Algún día, tendré que
decírtelo. Y ese día podría ser el día en que lo pierda todo.
—Lo haré. Cuando esté lista. En este momento, quiero olvidar. No quiero vivir
en el pasado.
La comprensión brilló en sus ojos, y suspiró. —Te protegeré, Ángel. —Allí
estaba. Otra promesa.
No dije nada más. Apoyando la cabeza sobre su hombro, exhalé un suspiro,
dejando que mi cuerpo se relajara en su abrazo. Alessio nos tumbó en la cama y tiró
del cobertor sobre nuestros cuerpos. Ni una sola vez me dejó ir.
—Sé que se supone que no debo tocarte, pero ambos sabemos que no podemos
dormir el uno sin el otro. Te abrazaré esta noche, y mañana cumpliré mi promesa —
dijo Alessio en mi oído antes de besarme allí.
Uno de sus brazos estaba envuelto alrededor de mi estómago, mi espalda
contra su pecho. Me abrazó con fuerza, encerrándome en su cuerpo. Puse mi mano
sobre la suya y cerré los ojos. —Sé que cumplirás tu promesa.
—Duerme, ángel. Voy a cuidarte.
Manteniendo su promesa en mi corazón, dejé que el sueño se apoderara de mí.
Esta vez estaba llena de paz. Después de todo, estaba en los brazos de mi salvador.
Capítulo 20
Me deslicé por la habitación, moviéndome al ritmo de la canción mientras
doblaba la ropa de Alessio. Tarareé, mi cuerpo ligero.
Habían pasado dos días desde mi pesadilla. Alessio y yo no volvimos a hablar
de eso. Nunca presionó por más o hizo más preguntas. Me estaba dando el tiempo
que necesitaba, y siempre estaré agradecida por eso.
Debería estar contando mis días. Debo decir la verdad. Pero pronto lo haría.
Solo quería vivir este momento un poco más antes de dejar mi vida en manos
del destino.
Una vez que le dijera mi verdad a Alessio, él sería el juez, el jurado y el verdugo.
No tendría más remedio que aceptar su decisión, incluso si eso significara mi
muerte.
Solo quería disfrutar de esta felicidad por un tiempo más. Quizás era una
persona horrible por eso.
No lo sabía... pero tampoco me importaba. Solo quería seguir siendo feliz.
Después de doblar la última ropa de Alessio, rápidamente me até el cabello en
una cola de caballo. Sonriendo, pensé en Alessio tirándolo otra vez.
Habían pasado dos días. El castigo de Alessio había terminado. Vendría por mí
pronto. La anticipación y el deseo se abrieron paso a través de mi cuerpo, y me
estremecí, presionando mis muslos juntos.
Estaba a punto de alejarme de la cama cuando noté mi libro en el suelo.
Sacudiendo mi cabeza, me incliné, mis dedos agarraron el libro.
Fui a levantarme. Mi espalda estaba casi enderezada, pero nunca tuve la
oportunidad.
Un cuerpo duro me envolvió. Solté un grito y una mano cubrió mi boca,
amortiguándome. Luché mientras las lágrimas picaban mis ojos, pero el fuerte
cuerpo me mantuvo en donde quería.
El miedo se deslizó en mi cuerpo, y mi mente comenzó a acelerarse, mi corazón
latía con fuerza. Fui empujada hacia adelante y caí sobre la cama, mis ojos se
cerraron con el impacto.
Mi cuerpo estaba volteado de modo que estaba boca arriba y el cuerpo se
acomodó sobre el mío. Cerré los ojos con fuerza, negándome a mirar al hombre.
¿Y si el diablo me había encontrado?
Capítulo 21
Mis pensamientos se volvieron locos. El hombre se acomodó sobre mi cuerpo y
me congelé, temiendo lo que vendría después. Tomando un tembloroso aliento, me
obligué a relajarme y pensar. Mi mente se negó a cooperar. Todo en lo que podía
pensar era en las siniestras risas de Alberto.
Pasó un segundo y luego otro. Él no se movió, y yo tampoco. Cuando los
segundos pasaron, el miedo que me asfixiaba lentamente comenzó a deslizarse.
Incluso a través de mis desordenados pensamientos y alarma, sentía que conocía a
la persona.
La forma en que su cuerpo se presionaba contra el mío, cada centímetro, lo
sabía. Había pasado noches explorándolo, sintiéndolo. Su aroma me envolvía, y
sentía que mis músculos comenzaban a aflojarse.
Mi cuerpo lo conocía y reaccionó en consecuencia.
Yo lo conocía. Y él no era el diablo.
Mis manos instintivamente fueron a sus hombros, y me aferré casi
desesperadamente. Mis ojos se abrieron de golpe para encontrarse con los de color
azulado. Lo miré a los ojos fundidos. Eran duros pero llenos de tanto deseo y lujuria.
Otro segundo más, y mi cuerpo se derritió bajo el suyo, el miedo se evaporó,
mis músculos se desbloquearon cuando le di el control.
Y luego sonrió, luciendo tan pecaminosamente guapo y endiabladamente sexy.
—Alessio —espeté, mis dedos cavando en sus hombros en advertencia —. ¡Me
asustaste!
Él tarareó, sus ojos cada vez más calientes si es posible. Alessio se inclinó hasta
que su rostro estuvo en mi cuello, su cuerpo presionaba el mío contra la cama. Pasó
su nariz a lo largo de mi cuello, colocando pequeños besos a medida que avanzaba.
—Has sido una gatita muy mala —murmuró, su voz ronca y profunda. Oh
Dios—. Coqueteando con mis hombres.
¡Oh! Era eso. Apreté mis ojos cerrados al darme cuenta. Estaba en serios
problemas. En mi intento de provocar a Alessio, jugué a ser una descarada. Maddie
tenía razón. Había estado jugando con fuego.
Alessio me dio otro beso y luego mordió suavemente en señal de advertencia.
—Intentando ponerme celoso. Semejante gatita mala.
Besó a lo largo de mi clavícula y luego otra vez, dejando rastros húmedos de
sus besos, lamiendo, chupando y mordisqueando la piel hasta que me hice masilla
en sus brazos. —Oh —gemí sin vergüenza.
Sus dientes rozaron la piel sensible justo por encima de mi clavícula, y mi
espalda se arqueó en la cama cuando me presioné contra él. Sentí su dura longitud
entre mis piernas, y él gimió.
—Alessio —exhalé. El miedo ahora fue reemplazado por el deseo y la
anticipación. Ya no tenía miedo. Él era todo lo que necesitaba.
Se apartó un poco para mirarme. —Ahora estoy colgando de un hilo delgado,
Ayla. No seré gentil.
Alessio se inclinó de nuevo hasta que sus labios estuvieron al lado de mi oreja,
sus siguientes palabras me hicieron temblar de emoción. —Voy a follarte. Esto va a
ser duro y rápido.
Traté de apretar mis piernas juntas cuando sentí un cosquilleo entre ellas por
sus palabras, mezclado con la aspereza en su voz. Pero las caderas de Alessio se
asentaron entre ellas, deteniendo mi movimiento.
Con ojos brumosos y lujuriosos, Alessio me miró fijamente. —Dime si se vuelve
demasiado, porque estoy a punto de empujar tus límites. —Su voz contenía una
advertencia, pero también desesperación, casi como si ya no pudiera mantenerse
bajo control.
Solo pude asentir, mi cuerpo era hiperconsciente de cada uno de sus
movimientos. Tan pronto como vio mi asentimiento, no tuve la oportunidad de
parpadear o pensar antes de que él se alejara abruptamente. Entonces escuché un
sonido de rasgadura, haciendo eco en la silenciosa habitación.
Mis ojos se abrieron y me miré para ver la parte superior de mi vestido
rasgada. Y luego Alessio estaba sobre mí otra vez, sin darme la oportunidad de
reaccionar. Sus labios se estrellaron contra los míos, besándome posesivamente. Mi
mente y mi cuerpo se descontrolaron por su beso.
Estaba claro que su control se había roto.
En lugar de tener miedo, todo lo que sentí fue placer. Me entregué a él,
confiando en él para que me diera el placer que necesitaba, que los dos
necesitábamos.
Sus labios nunca dejaron los míos, incluso cuando se movió ligeramente para
bajar mi vestido. Luché por ayudarlo, ambos nos negamos a romper el beso. Cuando
mi vestido finalmente llegó a mi cintura, sus manos volvieron a subir y él bajó las
copas de mi sujetador.
Gemí en sus labios cuando sus dedos encontraron mis pezones. Se tensaron en
brotes perfectos hacia él, rogando por su toque y atención. Su lengua se deslizó en
mi boca, y el beso se profundizó, su boca devorando la mía, saboreando y
mordisqueando mis labios.
Sus dedos acariciaron mis pezones, y yo temblé en su abrazo, empujando
contra su toque, queriendo más. Y él me dio más.
Sus labios dejaron los míos, pero no dejaron mi piel. Alessio arrastró besos por
mi cuello hasta que llegó a mis pezones. Ya estaba mojada y goteaba entre mis
piernas. Me dolía, queriendo ser llenada. Alessio giró su lengua sobre la punta,
arqueando la espalda por más. —Uhmm...
— ¿Te gusto eso? —bromeó.
No respondí. Pero él me dio lo que quería. Lamió, chupó y jugó con mis
pezones, dejándome caliente y fría al mismo tiempo. Mi piel hormigueaba, pero me
sentía extrañamente vacía.
Mis dedos se envolvieron en su cabello, empujándolo hacia mí, rogándole por
más sin palabras. Sus labios dejaron mi piel, y gemí de arrepentimiento. —No.
Alessio se echó hacia atrás y me dirigió una mirada acalorada. — ¿Estás
rogando, gatita?
Lo fulminé con la mirada y él se echó a reír. — ¿No? De acuerdo, no te
preocupes. Pronto estarás rogando.
Su cuerpo dejó el mío. Alessio se quitó la ropa rápidamente. Tiró de su corbata
casi con enojo y luego la tiró al suelo con la chaqueta del traje y la camisa desechada.
— ¿Estás tomando las píldoras anticonceptivas que Maddie te dio? —preguntó.
Solo pude asentir, dándole la respuesta que quería. Sus pantalones y boxers fueron
los siguientes.
Y luego él estaba parado frente a mí en toda su gloria desnuda. Su dureza se
elevó hacia su estómago, y gemí al verlo.
Otra risita salió de él, y él envolvió sus dedos a lo largo de su dura longitud. —
Quítate el vestido —ordenó bruscamente mientras se frotaba.
Miré su mano, mordiéndome los labios con anticipación. —Ayla —gruñó. Me
senté ante su tono y rápidamente me quité el vestido desmenuzado y lo tiré al suelo,
junto a la ropa desechada de Alessio.
Mi cuerpo se tensó cuando el aire frío besó mi piel desnuda. Me quité el sostén,
mis ojos todavía estaban en las pulgadas gruesas, duras y largas de Alessio.
—Quítate todo. Te quiero desnuda para mis ojos —exigió. Tragando con fuerza
y repentinamente nerviosa, lentamente me bajé las bragas de encaje por las piernas
y las tiré al suelo.
Me arrodillé, mirando a Alessio, esperando su próxima orden. Sus ojos
ardieron y se mordió los labios, dándome otra sonrisa sexy.
—Tu cuerpo está hecho para ser adorado.
Quería ser adorada por él. La mirada en sus ojos, la quería solo para mí. Y a
cambio, quería darle todo lo que necesitaba o quería. Quería ser suya, de todo
corazón.
—Abre las piernas —dijo Alessio.
Lo hice, casi al instante. Sus ojos se quedaron pegados entre mis piernas, y dejó
escapar una serie de maldiciones. Antes de que pudiera parpadear, él estaba sobre
mí otra vez. Alessio me dio la vuelta hasta que estuve de rodillas y manos, de
espaldas a él.
Jadeé por la sorpresa pero no me quejé. Su cuerpo se moldeó sobre el mío, y
con las rodillas, extendió mis muslos más para acomodarlo.
No podía verlo de esta manera. Me vi obligada a concentrarme en mi audición y
en cada toque. Con la mejilla presionada contra la almohada, esperé con
anticipación. Pensé que me tomaría rápidamente, pero en cambio, su polla se colocó
entre mis piernas, sin empujar hacia adelante.
En cambio, se frotó contra mí, cubriendo su punta con mi humedad, y gemí
ante la sensación. Moví mis caderas con él, queriendo más fricción, pero sus dedos
se apretaron alrededor de mi cintura, manteniéndome quieto.
— ¿Estás mojada para mí? —preguntó, su voz profunda y cálida contra mi
cuello.
—Sí —gemí cuando sentí la cabeza de su dura longitud en mi entrada.
—Entonces muéstramelo.
Lamí mis labios nerviosamente, sin saber qué hacer.
—Yo… —comencé pero Alessio me interrumpió.
—Coloca tu mano entre tus piernas, juega contigo misma —ordenó.
Toqué entre mis piernas con dedos tentativos, y tan pronto como sentí mi
humedad, me congelé. —Muéstrame, Ayla.
Alejando mi mano, le mostré, mis mejillas se calentaron cuando él agarró mis
dedos y lo llevó a sus labios, probándome, lamiendo mi humedad de mis dedos. Él
gimió apreciando mi gusto, sus caderas meciéndose contra las mías.
—Alessio... —gemí de nuevo.
— ¿Qué quieres, gatita?
—A ti.
Él se rió por lo bajo, su pecho vibraba detrás de mi espalda.
—Tienes que ser más específica.
¡Ah! ¿Por qué me estaba haciendo esto?
—Por favor —le rogué.
Sus labios estaban al lado de mi oreja, su aliento le hacía cosquillas en la piel. —
¿Quieres mis dedos? ¿Mis labios? —se detuvo por un segundo mientras mis caderas
empujaban, rogándole sin palabras. —Hmm... O ¿quieres mi polla? ¿Follarte
profundo y duro hasta que estés sin aliento y rogando por más?
—Si. ¡Alessio, por favor!
— ¿Si a qué? ¿Mis dedos? ¿Mi boca?
— ¡No! —Lloré
— ¿Qué? —se burló descaradamente —. Dilo. Estoy esperando.
—Quiero… —jadeé y me detuve cuando él empujó solo una pulgada dentro de
mí. Pero luego se retiró otra vez, dejándome vacía de nuevo. —Estoy esperando,
gatita.
Extendió la mano y provocó mis pezones con sus dedos.
—¡Maldición! ¡Te deseo! ¡Quiero que me folles! —Dije, su toque y mi deseo por
él me volvía loca.
Eso fue suficiente para él. Tan pronto como las palabras pasaron por mis
labios, Alessio se estrelló dentro de mí de un golpe implacable. El aire dejó mis
pulmones en un grito áspero, y me sacudí debajo de él.
Su grosor duro me llenó casi dolorosamente. Sin el condón, sentía cada
centímetro de él, pulsando dentro de mi húmedo calor. Presionando mi cara contra
la almohada, gemí ruidosamente.
Alessio se retiró por completo, solo para volver a entrar con tanta fuerza que
luché por respirar. Me folló implacablemente, y conocía cada empuje con cruda
necesidad.
—Mierda —juró en mi cuello—. Te sientes tan jodidamente bien.
Me apretaba a su alrededor cada vez que se estrellaba contra mí. Más fuerte.
Más rápido. Más profundo. Sus golpes controlados perdieron su control.
— ¡Eres mía! —gruñó en mi oído, su respiración era áspera.
— ¡Si! —Estaba dolorosamente consciente de su necesidad porque sentía lo
mismo.
La sensación era demasiado. Mi cuerpo estaba hormigueando y fuera de
control. Solo Alessio podía librarme de ese sentimiento, pero no me estaba dando lo
que quería.
El deseo se acumuló en mi estómago, y me apreté, la necesidad de venirme
llenando mi cuerpo, llevándome al borde.
Alessio salió de mí, dejándome vacía y colgando. —Alessio —protesté.
—No, no puedes venirte. Todavía no he terminado contigo, gatita —gruñó
antes de empujar dentro de mí otra vez—. Mañana, cuando estés adolorida,
palpitante y agotada, recordarás que te hice sentir así. Recordarás que fui yo quien
te folló.
Me llenó hasta el borde con su polla dura. —Te voy a arruinar para cualquier
otro hombre.
Alessio se estrelló contra mí repetidamente con golpes furiosos, mostrándome
que quería decir cada palabra que decía. Sus dedos se clavaron en mis caderas, y
supe que dejarían hematomas mañana.
Mis dedos se apretaron alrededor de la almohada mientras contenía mis
gemidos y gritos. Me estaba volviendo loca, pero no podía hacer nada más que
rendirme a sus profundos empujones y someterme bajo su duro cuerpo.
Mis caderas se sacudieron contra él, queriendo más, exigiendo más, pero él se
contenía. Él sostenía mi placer y me conducía al borde cada vez antes de alejarse,
dejándome vacía una y otra vez.
La humedad se acumuló entre mis muslos y me mordí los labios para no gritar
de frustración. Mis músculos estaban tensos con la necesidad de venirme. Escuchaba
sus gemidos cada vez que se introducía, y escuchaba mis gemidos desesperados
cada vez que se retiraba.
Tan cerca. Tan cerca. Podía sentirme trepando por el borde, casi cayendo. —
Alessio... —Grité en la almohada cuando él se retiró de nuevo.
Los dedos de Alessio me rodearon el cabello y me echaron la cabeza hacia atrás
casi con dureza. —Grita mi nombre. Quiero escuchar tus gritos. Quiero que todos
sepan que te estoy follando, que mi polla está muy dentro de ti ahora mismo.
El gruñido posesivo y cuando me empujó por completo, enterrado hasta la raíz,
me envió al borde. El aire dejó mis pulmones ante el brutal impacto cuando golpeó a
casa, muy dentro de mí. Mis gritos llenaron la habitación, su nombre hizo eco en la
pared.
— ¡Alessio!
Lo perdí. Sollocé, rogué y supliqué por más. Lo necesitaba con tanto fervor, y
solo él podía dármelo. Finalmente lo hizo. Alessio se estrelló contra mí, tirando de
mi cabello, obligándome a enfrentar cada uno de sus duros empujes.
Y tal como dijo, no dejé de rogar. Me tomó como un animal muerto de hambre
por su compañero. Me folló brutalmente. Más fuerte. Más rápido. Más profundo.
Le rogué, su nombre siempre en mis labios, hasta que finalmente estallé. Mi
orgasmo me asaltó con tanta ferocidad que me fallaron las rodillas, pero las manos
de Alessio me sostuvieron y continuaron levantándome para enfrentar sus empujes.
Me rompí en un millón de pedazos, mi cuerpo temblaba con la fuerza de mi
orgasmo.
Mientras flotaba, sentí que Alessio me bombeaba dos veces más antes de
plantarse profundamente. Se vino con un rugido, mi nombre en sus labios.
Lo sentí... dentro de mí. En todas partes. En mi mente y en mi corazón. Se sintió
tan bien. Dentro de mí, encima de mí, su cuerpo se moldeó sobre el mío. Yo era suya
y él era mío.
Nuestra respiración agitada llenó la habitación y podía sentir su corazón
palpitante en mi espalda. Alessio soltó mis caderas, y caí en la cama con él
colapsando sobre mí, su cuerpo cubriendo el mío como una cálida manta.
Tan pronto como mi cabeza golpeó la almohada, cerré los ojos y sentí a Alessio
rodando fuera de mí. Gemí en protesta y escuché su profunda risa.
Sentí un golpe en el trasero y mis ojos se abrieron de golpe. Girando la cabeza
para mirarlo, miré su hermosa y tosca cara.
—Woah —susurré. Él sonrió, mostrándome sus hoyuelos, y mi corazón se
apretó.
— ¿Te lastimé? —preguntó, repentinamente serio.
Sacudí mi cabeza. Definitivamente estaba adolorida en todas partes, pero él no
me hizo daño. En cambio, me dio un placer que nunca antes había experimentado.
—Bien, porque no he terminado contigo.
Mis ojos se abrieron. Alessio me rodó sobre mi espalda y se acomodó entre mis
piernas abiertas. —Ese pequeño truco que hiciste... tratando de ponerme celoso.
Déjame decirte que estoy muy enojado. Voy a follarte toda la noche... para darte una
lección.
Gemí ante su promesa.
Y cumplió su promesa. Me folló una y otra vez. A veces rápido, a veces lento. Me
folló hasta que estuve completamente agotada y adolorida.
Perdí la cuenta de cuántas veces nos vinimos, pero cuando se derrumbó
encima de mí, le rodeé los hombros con los brazos y le acaricié el cuello. —Creo que
he aprendido mi lección —exhalé a través de mi jadeo.
Capítulo 22
Apenas podía mantener los ojos abiertos. Alessio se echó a reír antes de
besarme en el cuello, donde su rostro estaba enterrado actualmente.
— ¿Estas adolorida?
—Si.
—Bueno. —Alessio se apartó y cayó sobre su estómago a mi lado, mostrándose
de espaldas. Me puse de lado para enfrentarlo.
Alessio sonrió casi somnoliento, sus ojos atraídos por mi cuello. Extendió la
mano y acarició suavemente la piel con un dedo. —Te marqué —susurró, luciendo
extremadamente orgulloso de sí mismo. Sus ojos resplandecían con un brillo
posesivo.
Sacudiendo mi cabeza, sonreí. Nunca había visto a Alessio perder el control así.
Por primera vez, había visto el alcance de su posesividad. Debería haber tenido
miedo, pero no lo tenía. En cambio, me sentía querida y deseada. Y por último, me
sentí amada.
Me acerqué a Alessio y vi su espalda. Recostando mi cabeza sobre su brazo,
suspiré soñadoramente. Sabía que nunca me haría daño. Alessio solo me daría
placer.
Mi mano se movió hacia su espalda, y mis dedos trazaron el tatuaje del pájaro
que cubría la mitad de su espalda y alrededor de sus omóplatos. Parecía que el
pájaro se levantaba del fuego, pero el diseño fue bellamente ejecutado. Cada vez que
lo miraba, estaba completamente hipnotizada.
Los músculos de Alessio se flexionaron bajo mi toque errante y explorador. —
¿Qué tipo de ave es este? —Pregunté con curiosidad, mis dedos trazando sus alas
extendidas.
—Es un Fénix —murmuró en respuesta—. Lo obtuve el día que asumí el cargo
de Jefe.
—Oh. —Mis dedos continuaron tocando el pájaro mientras hacía mi siguiente
pregunta—. ¿Es el que se levanta de entre el fuego?
Lo sentí asentir. —Fuego y cenizas.
— ¿Cenizas? —Pregunté.
—Cuando me hice cargo, las familias casi estaban destruidas. Después de la
muerte de mi madre, Lyov lo perdió por completo. Estaba borracho todo el tiempo y
apenas cuidaba a las familias. Estábamos casi arruinados y estábamos tan cerca de
perderlo todo. Ya no estaba en condiciones de ser Jefe. No era lo suficientemente
fuerte. Cuando cumplí los diecinueve años, me entregó el título y me convertí en el
Jefe —explicó Alessio. Ante la mención de la muerte de su madre y el nombre su
padre, mi mano curiosa se congeló y el aire salió de mi cuerpo.
Alessio no pareció darse cuenta al principio mientras continuaba con su
historia. —La ceniza representa a las familias cuando me hice cargo. Todo y todos
fueron destruidos. Perdimos mucho, y tuve que comenzar de nuevo, construir
nuestro imperio nuevamente. He construido un ejército más fuerte y más grande, mi
imperio de las cenizas.
A veces se me olvidaba quién era él. Controlaba y gobernaba la ciudad de
Nueva York y todas las demás partes que le pertenecían con puño de hierro. Él era
un Jefe. Uno de los más poderosos. Incluso más que los italianos. —El Fénix eres tú
—me ahogué con mis palabras.
Sentí su asentimiento otra vez. — ¿Por qué dejaste de tocarme? —preguntó,
flexionando sus músculos como si exigiera mi toque.
—Lo siento —murmuré y continué con mi suave caricia, a pesar de que estaba
temblando de miedo repentino—. ¿Qué pasa con el fuego?
—El fuego es lo que tengo ahora. Me elevo por encima de todo y de todos. Soy
el maestro, el juez, el jurado y el verdugo. Todos los demás se inclinan frente a mí. —
Su voz era fuerte y llena de poder.
Tragando con fuerza contra mi nerviosismo, cerré los ojos. ¿Cómo iba a decirle
mi verdad? Confiaba en él, en muchos sentidos, pero todavía le temía... su reacción.
—Te detuviste de nuevo.
Mis ojos se abrieron nuevamente y murmuré otra disculpa rápida. Cuando mi
mano se movió sobre su espalda, escuché a Alessio suspirar de alivio y satisfacción.
—Me encantan tus manos sobre mí.
—Me encanta tocarte —admití suavemente.
—Me calmas, Ayla. Calmas el fuego que arde dentro de mí —confesó.
Puse un beso en su hombro cuando mis dedos comenzaron a trazar el tatuaje
de la cadena en su brazo. Comenzaba desde su cuello y se curvaba alrededor del
Fénix antes de continuar a lo largo de su brazo, deteniéndose justo por encima de su
codo.
— ¿Qué hay de este? ¿Qué significa? —Pregunté, relajando mi mano sobre las
pesadas cadenas negras.
Alessio se congeló debajo de mi toque.
También me congelé. Comencé a desviar la conversación cuando respondió, su
voz baja y profunda.
—Significa que estoy encadenado a mi pasado.
Respiré profundamente, tratando de calmar mi corazón acelerado. No me
gustaba a dónde iba esta conversación, pero eso no me detuvo. — ¿Qué quieres
decir?
—Representa mi venganza.
Sus palabras fueron un golpe en mi pecho, y sentí una grieta en mi corazón. Fue
casi tan doloroso como la idea de perder todo lo que acababa de encontrar. Miré la
cadena que marcaba el cuerpo de Alessio, y las lágrimas llenaron mis ojos, pero
rápidamente las aparté.
—Cada vez que lo veo en el espejo, me sirve de recordatorio. Es un
recordatorio de que necesito vengarme de los italianos. Cada vez que miro la
cadena, alimenta mi ira y mi odio.
Oh, su voz, estaba llena de tanto odio y asco. Sus palabras estaban mezcladas
con años de furia. Su cuerpo estaba tenso, sus músculos tensos mientras sus
palabras llenaban la habitación, su confesión pesaba mucho a nuestro alrededor.
Odiaba a los italianos, los Abandonatos, tanto que había marcado su cuerpo
como un recordatorio.
—Cada vez que miro la cadena, veo los ojos sin vida de mi madre, su sangre a
mi alrededor. —La voz de Alessio se quebró en las últimas palabras, pero luego sentí
que respiraba hondo. Se estremeció bajo mi toque, y presioné mis labios para evitar
que un grito agonizante escapara.
—Estoy consumido por eso. Es lo que me mantiene en marcha, todos estos
años e incluso ahora. Mi necesidad de venganza me ha mantenido vivo —continuó
Alessio con la misma voz tensa.
Estaba angustiada ante la idea de que él sufriera tanto tiempo. Deseaba poder
quitárselo todo, borrar todo su dolor y los años de sufrimiento.
No me atreví a levantar la cabeza de su brazo. Mantuve mi rostro oculto de
Alessio mientras lo calmaba con mi toque gentil. —Alfredo ya está muerto. ¿Qué
harás? ¿A los italianos? —Pregunté suavemente.
—Alberto sigue vivo. Él es su llamado Jefe. Puede que Alfredo esté muerto,
pero ese pequeño hijo de puta se ha hecho cargo y necesita morir. —Alessio hizo
una pausa por un momento mientras mi corazón se aceleraba, el sudor se formaba
en mi frente en tensión.
Cuando continuó, tuve que contenerme de alejarme de él. —Cada uno de ellos.
Mataré a cualquiera que se cruce en mi camino. Mataré hasta que sea su jodido jefe.
No me detendré hasta que los tenga bajo mis pies.
Alessio se rió sin humor, su cuerpo temblando bajo mi mano. —Esa es la
recuperación final. Haciendo que su imperio, su ejército se arrodille ante mí y me
adore como su Dios.
Había visto al dulce y gentil Alessio. Había visto a Alessio enojado. Pero este... el
que estaba lleno de tanto odio y venganza, esta fue la primera vez que lo veía o
escuchaba hablar.
Y de todas las diferentes sombras de Alessio, esta era la que más me asustaba.
Pero incluso a través de mi miedo, sentí un alivio repentino. Y a salvo en los
brazos de Alessio.
Durante su confesión, no me perdí la única promesa que hizo.
Alessio había prometido matar a Alberto, mi torturador. No sabía cuánto
significaba eso para mí, saber que algún día, me libraría de este hombre, el demonio
de mi vida.
—Alessio —susurré.
— ¿Si?
Mis dedos trazaron la cadena y luego el Fénix. —Dijiste que matarías a
cualquiera en tu camino. ¿Pero qué hay de los inocentes?
Alessio se tensó. — ¿Qué? —dijo lentamente. Oh no, conocía ese tono. Pero
seguí empujando. Necesitaba saberlo.
Mi voz temblaba mientras hablaba. — ¿Y los inocentes? ¿Perecerán ellos
también? ¿Solo porque estaban condenados a ser italianos, un Abandonato?
Como yo. Las palabras estaban en la punta de mi lengua, pero las detuve justo a
tiempo.
No habló por lo que se sintió como el tiempo más largo de mi vida. Luego habló.
Y cuando lo hizo, supe que no importa qué... mi final siempre sería el mismo.
—No hay inocencia en esa familia. Todos son el engendro del diablo. Están
contaminados con la sangre de mi madre y mi hermana.
Llevándome una mano a la boca, contuve un sollozo. No importaba que fuera
una víctima e inocente, porque al final del día, era una Abandonato.
—Dime algo, Alessio —dije con voz ronca—. Dijiste que no hay inocencia en
esa familia. Los odias. Pero... —Me detuve y respiré hondo—. ¿Qué hubieras hecho si
yo fuera uno de ellos? ¿Qué pasa si te digo que soy una Abandonato?
Mi pregunta fue recibida con silencio. Rápidamente limpié mis lágrimas y
esperé. Y esperé. Y esperé. Los segundos pasaron... y luego minutos. Todavía
esperaba mientras el silencio nos envolvía.
Alessio de repente se movió debajo de mí, y luego estaba de espaldas, y él se
cernía sobre mí, su mirada intensa, sus cejas fruncidas en cuestión.
— ¿De qué estás hablando? —él gruñó.
Palmeando sus mejillas, susurré: —Es solo una pregunta, Alessio. Sólo me lo
preguntaba.
—Ayla, esa es una pregunta estúpida. ¿Por qué preguntarías eso? —Me fulminó
con la mirada—. No digas eso nunca más.
Se inclinó y besó mi nariz. —No quiero que te vuelvas a asociar con esos
cabrones de nuevo. Ni siquiera como una maldita broma. ¿Me escuchas?
Mi corazón se encogió ante sus palabras, y antes de que pudiera detenerme, lo
bajé hasta que nuestros labios se encontraran. Lo besé con todo lo que tenía. Lo besé
hasta que me quedé sin aliento. Lo besé con tanto fervor como si fuera mi último
beso.
Alessio gruñó en mis labios y lentamente se alejó, ambos respirando con
dificultad, nuestros corazones latían con fuerza, cantándose el uno al otro con el
mismo ritmo.
—Eres demasiado inocente, dulce y gentil como para ser una Abandonato. Tu
corazón es puro. Un ángel no puede pertenecer a los Abandonato —susurró contra
mis labios.
Se me cortó la respiración y mis dedos se apretaron en su cabello.
—Alessio... —dije suavemente. Me miró con ojos amorosos. Y sabía que él
podía ver lo mismo en mis ojos, porque me había entregado a él. Mi corazón, mi
cuerpo, mi alma y mi amor.
Incluso a través del dolor punzante en mi pecho, sonreí.
Y luego él lo hizo también.
Nuestras sonrisas habían aligerado el corazón del otro. Pude ver el dolor
desvanecerse de sus ojos hasta que fueron suaves.
—Suficiente con esto ahora. Deberíamos dormir. Es tarde —advirtió en voz
baja. Al levantarse de la cama, apagó las luces, dejando solo la lámpara de noche
encendida antes de reunirse conmigo en la cama nuevamente.
Alessio nos dio la vuelta hasta que estuvo boca arriba y yo estaba medio
acostada sobre él. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y puse mi cabeza
sobre su pecho, justo sobre su latiente corazón. Envolvió un brazo alrededor de mis
caderas, sosteniéndome cerca de él, y tiró del edredón sobre nosotros.
Cerré los ojos con un suspiro.
La venganza de Alessio pesaba sobre sus hombros. Sabía que pronto mataría a
Alberto. Se acercaba. Su muerte había sido firmada en el momento en que se hizo
cargo.
Por primera vez en mi vida, recé para que la muerte de alguien llegara más
rápido. Recé por el día en que Alessio pusiera fin a la vida de mi torturador y nos
liberara de las cadenas de nuestro pasado.
El momento en que Alessio se negó a creer que yo era una Abandonato fue el
mismo momento en que tomé una decisión.
Era un pensamiento ingenuo. Estúpido incluso. Tal vez mi ingenuidad podría
hacer que me matara al final.
Pero en ese momento, había decidido que ya no era Ayla Abandonato.
Solo era Ayla.
La Ayla de Alessio.
El Ángel de Alessio
Con eso como mi último pensamiento, el latido del corazón de Alessio me llevó
a un sueño tranquilo. Soñé con nosotros en el arroyo, besándonos y haciendo el
amor mientras la felicidad irradiaba a nuestro alrededor.
Capítulo 23
Dos meses después

Gemí mientras miraba el espejo. Alessio había dejado chupetones, mordiscos


de amor, por todo mi cuerpo otra vez. Dejó su marca en mi cuello a plena vista para
que todos lo vieran. Entonces sabrían a quién pertenecía. Esas fueron sus palabras.
A lo largo de las semanas, finalmente pude ver al verdadero hombre posesivo
detrás del dulce y gentil Alessio. Era un hombre celoso, y a propósito lo volvía loco
de celos. A veces, solo un beso rápido e inocente en las mejillas de sus hombres, solo
para irritarlo.
Admito que solo lo hice por el sexo después.
Como anoche. Al pensarlo, apreté mis piernas juntas mientras la sensación de
hormigueo se intensificaba. Me folló una y otra vez. En la cama, contra la pared, en el
suelo, en la mesita de noche y en el sofá. Habíamos consumado nuestro amor en
todas las superficies de la habitación.
Era una bestia, pensé sacudiendo la cabeza, aunque no pude evitar la sonrisa
que apareció en mis hinchados labios rojos.
Me vestí rápidamente, me peiné para que las marcas quedaran ocultas. Bueno,
intenté ocultarlas lo mejor que pude.
Cuando estaba lista, bajé las escaleras para unirme a Maddie. —Buenos días,
Lena. Maddie.
—Buenos días, cariño.
—Buenos días, querida.
Me até el delantal a la cintura y comencé a ayudarlas con el desayuno.
Finalmente había aprendido a cocinar, y descubrí que lo disfrutaba.
Después de poner la mesa para el desayuno, Lena se fue a descansar mientras
Maddie y yo limpiábamos. —Sabes, creo que necesitamos paredes insonorizadas —
dijo casualmente.
Me atraganté con mi manzana, mis ojos lagrimeando. Sintiéndome
completamente mortificada, miré mi manzana.
— ¿Fui ruidosa? ¿De nuevo?
—Sip. —Ella rió.
—Bien, ¡fuiste ruidosa la noche anterior! —Dije en respuesta.
Su risa murió. — ¿Escuchaste eso?
—Si. —Esta vez, fue mi turno de reír.
— ¡De ninguna manera! —ella jadeó, pero luego se detuvo. Maddie me miró
con curiosidad, apoyando una cadera contra el mostrador—. ¿Por qué parece que
los chicos están haciendo un concurso de esto? Como quién puede hacer que su
mujer grite más fuerte.
Mis ojos se abrieron y sacudí la cabeza vigorosamente. — ¡No!
Ella solo asintió. —Confía en mí, harían algo así. Van todos hombres de las
cavernas cuando se trata de nosotras.
—Wow.
Nos miramos la una a la otra por un segundo antes de estallar en carcajadas. —
Son imposibles.
—E insaciables —agregó. Eso era verdad. Alessio tenía una resistencia como
ninguna otra. A veces, no podía seguirle el ritmo. Las últimas noches, me dormía casi
instantáneamente en el momento en que salía de mí.
Mi cuerpo casi siempre estaba adolorido y agotado. Pero Alessio era un
caballero de principio a fin. Se aseguraba de que siempre me cuidaran. Baños cálidos
y relajantes después de nuestras frenéticas sesiones de sexo. A veces me daba un
masaje. Solo pequeñas cosas para mostrar que le importaba.
Nunca pasó un día que no me sintiera apreciada y completamente amada por
él.
—Voy a tomar una siesta. Artur apenas me dejó dormir anoche —murmuró
detrás de un bostezo. Salí de mis pensamientos y la despedí con la mano.

***

Estaba tan completamente perdida en la lectura que no oí que se abría la


puerta.
—Ángel —llamó Alessio. Mi cabeza se levantó y cerré el libro con una sonrisa.
—Alessio —le respondí, extendiéndole las manos, llamándolo en silencio. Él
entró y cerró la puerta detrás de mí. Al acercarse a mí, me agarró las manos y me dio
un beso en la frente antes de enderezarse.
—Me tengo que ir —anunció abruptamente.
Mi corazón se detuvo antes de volver a latir. — ¿Tienes que irte?
Alessio hizo un sonido de arrepentimiento, sus ojos tristes cuando asintió. —
Tengo que ocuparme de algunos asuntos. Fuera del estado. Así que me iré por unos
días.
— ¿Cuando? —Pregunté, mis dedos moviéndose nerviosamente sobre el
edredón. Odiaba la idea de estar sin él.
—Nos vamos esta noche —dijo suavemente, mirándome a los ojos.
Mis hombros cayeron y un suspiro de resignación escapó de mis labios.
—Quiero que vengas conmigo.
Mi boca se abrió en estado de shock y alcé la vista sorprendida. Los ojos azules
de Alessio brillaban por los rayos del sol que caían en la habitación, y una pequeña
sonrisa apareció en sus labios, mostrando la pequeña hendidura en su mejilla.
— ¿Qué? —Farfullé.
— ¿Alguna vez has estado en la playa? —preguntó, inclinando la cabeza hacia
un lado en pregunta.
Sacudí mi cabeza en silencio.
—Nos vamos a Florida. Hay algunas hermosas playas allí —murmuró.
No podía irme. Alberto todavía estaba afuera. El pensamiento envió escalofríos
por mi columna vertebral, y sacudí mi cabeza.
—Pero…
Alessio no me dio la oportunidad de pronunciar ninguna excusa. —Estarás a
salvo.
No respondí. Quería desesperadamente ir con él a ver la playa. Estar con
Alessio.
Alessio tomó la decisión por mí. Se inclinó hacia delante y me besó
profundamente en los labios, dejándome sin aliento. —Te quiero conmigo. Necesito
a mi Ángel.
Solo tuve una respuesta. —Está bien —susurré contra sus labios.
Alessio me envió una de sus hermosas sonrisas antes de enderezarse a toda su
altura. Me sacó de la cama hasta que me paré frente a él. —Bien. No tienes que
empacar una maleta.
Confundida, comencé a protestar, pero él puso un dedo sobre mis labios. —
Está bien, Ángel. Me encargaré de todo.
Después de darme otro beso, salió de la habitación, dejándome sola con mis
pensamientos. Iba a salir de la finca por primera vez desde que escapé de Alberto.
El miedo invadió mi cuerpo y luché por respirar.
Las palabras de Alessio resonaban en mi cabeza, fuertes y claras,
tranquilizándome un poco.
Estarás a salvo.
Necesito a mi Ángel
Era peligroso, pero estaba dispuesta a correr un riesgo tan grande. Solo porque
confiaba en Alessio... solo porque no podía soportar estar sin él. Y sabía que él sentía
lo mismo.
Durante todo el día, me propuse ser fuerte. Me dije repetidamente que todo iba
a estar bien. Estaba a salvo
Maddie vino a mi habitación y se lo dije. Estaba emocionada, delirantemente
feliz por mí. Ella habló animadamente sobre la playa y cuánto me iba a encantar,
pero aun así el pánico nunca me dejó.
Y luego, finalmente había anochecido, y era hora de que nos fuéramos. Alessio
entró en la habitación, y salté de la cama, tragando nerviosamente.
Se dirigió hacia mí, sus cejas se fruncieron ante mi expresión tensa. —Oye. —
Ahuecó mi cara, inclinándome para que mis ojos estuvieran en los suyos—. ¿Qué
pasa, Ángel?
—Yo... —Las palabras me fallaron y me quedé sin aliento.
Alessio rápidamente me envolvió en sus brazos, sosteniéndome fuerte contra
su cuerpo. Respiré hondo y mis músculos lentamente comenzaron a relajarse. Me
aferré a él como si mi vida dependiera de ello y presioné mi oído contra su pecho,
escuchando su corazón latir.
—Ayla, si no quieres ir, entonces no tienes que ir. No quiero obligarte —
susurró suavemente en mi oído, su mano frotando suavemente mi espalda.
Mis dedos se apretaron alrededor de la chaqueta de su traje, y sacudí la cabeza.
—No.
— ¿Qué es? Háblame, ángel.
—Quiero ir —murmuré.
— ¿Estás segura? —preguntó, su voz un poco ronca.
Asentí. —Si. Llévame contigo, Alessio. —Esta vez, era mi elección, no la
demanda de Alessio.
Alessio se apartó y me miró con ojos orgullosos. —Esa es mi chica. Siempre me
dejas asombrado con tu fuerza.
Cerré los ojos, sintiéndome un poco aliviada. Sentí sus labios sobre mis
párpados. Besó cada uno y luego besó la punta de mi nariz. Sus labios tocaron mis
mejillas en los besos más suaves, y luego estuvieron sobre los míos, besándome
lenta y profundamente.
Alejándose, envolvió sus dedos en la parte posterior de mi cuello, acariciando
suavemente, y luego me dio un apretón tranquilizador. — ¿Lista?
Simplemente asentí. Bajamos las escaleras, mi mano apretada en la suya. Él era
mi fuerza.
Pero cuando llegamos a la puerta principal, mis pasos vacilaron. Vi a Nikolay,
Viktor, Phoenix, Artur y otros dos hombres parados allí, esperándonos a Alessio y a
mí.
Cuando nos acercamos a las puertas, comencé a sudar mucho, el pánico me
arañaba la garganta. Tenía miedo de que esto terminara en hiperventilación llorosa.
Lancé una mirada temerosa a la puerta, y mis manos se apretaron alrededor de las
de Alessio.
Me dio un apretón y redujo la velocidad de sus pasos para que coincidieran con
los míos, dándome el tiempo que necesitaba.
Mi estómago se revolvió y se retorció. Mi cabeza latía con fuerza, la sangre
corriendo en mis oídos hasta que se sintió insoportable.
Quería esto... pero aún estaba asustado.
Alessio me dio otro apretón en la mano. Allí estaba. Su apoyo silencioso
mientras me enviaba su fuerza. Yo podría hacer esto. Tenía que hacer esto. Tenía
que superar este miedo.
Tan pronto como salimos por la puerta y entramos en la noche, mi respiración
vaciló y mis piernas casi se rindieron, pero Alessio rápidamente envolvió su brazo
alrededor de mi cintura, sosteniéndome.
—Te tengo, Ángel.
Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Tengo que hacer esto. Por
Alessio. Por mí. Ya no puedo vivir con miedo. Tengo que ser fuerte. Tengo que ser
valiente.
Caminamos hacia el auto y Viktor abrió la puerta. Me deslicé en el asiento
trasero primero, y Alessio se unió a mí segundos después. La puerta se cerró y la
oscuridad nos envolvió. Alessio me llevó a su regazo y me dio un beso en la frente.
—Te tengo —repitió de nuevo.
Colocando mi cabeza sobre sus hombros, exhalé un suspiro de alivio. —Gracias.
—Nunca me agradezcas por cuidarte —murmuró en mi oído. Alessio deslizó
una mano alrededor de mi nuca, debajo de mi cabello, y la apretó suavemente.
Escuché la puerta cerrarse de golpe, y luego la voz de Viktor llenó el auto.
— ¿Listos?
Alessio no respondió. Me di cuenta lentamente de que estaban esperando mi
respuesta.
Puedo hacer esto. Respirando profundamente, les di las palabras que
necesitaban. —Listos.
El auto comenzó a moverse, y abrí los ojos, mirando por la ventana. Nos vi
saliendo de la finca, y la puerta se cerró detrás de nosotros.
Estaba fuera. El pánico comenzó a abrirse camino en mi cuerpo nuevamente,
pero la mano firme de Alessio alrededor de mi cuello me calmó. Enterré mi rostro en
su cuello y cerré los ojos.
Esto iba a ser un largo viaje.
—Duerme, Ángel —susurró Alessio.
Y lo hice. Dormí profundamente durante horas, y la próxima vez que me
desperté ya era de mañana, la luz del sol iluminaba el interior del automóvil.
— ¿Cuánto tiempo más hasta que lleguemos? —Pregunté en el pecho de
Alessio. Ya no estaba en su regazo; en cambio estaba sentada a su lado. Aun así,
estaba envuelta alrededor de él como un tornillo. Estaba usando su pecho como
almohada, y mis brazos estaban alrededor de su cintura.
—Ocho horas más o menos, —respondió, su pecho retumbó con su voz—.
Tenemos que hacer algunas paradas en el camino. —Debo haber dormido por algún
tiempo.
Se rio por lo bajo. —Debes haber estado cansada, y el estrés que sufriste
anoche ha pesado mucho en tu mente y cuerpo.
— ¿Alessio?
— ¿Si?
—Necesito el baño —dije tan silenciosamente como pude.
—Nikolay, toma la próxima salida. Necesitamos descansar para el desayuno —
ordenó.
—Jefe —Nikolay reconoció la demanda de Alessio.
Cuando el auto se detuvo, Viktor y Nikolay salieron primero. Protegieron
nuestra puerta, y luego Alessio salió, empujándome detrás de él. Entramos en una
cafetería, y después de que Alessio me entregara una pequeña bolsa, fui
rápidamente al baño para refrescarme.
Después de considerarme presentable nuevamente, salí y casi me encuentro
con la espalda de Nikolay. Dio la vuelta. —El jefe te está esperando allí. —Él asintió
con la cabeza hacia la entrada. Nos unimos a Alessio y Viktor y caminamos de
regreso al auto.
—Viktor te trajo donas y muffins —dijo Alessio, entregándome una bolsa
marrón.
—Gracias, Viktor.
—De nada, pequeña.
Me reí del nombre mientras Alessio gruñía a mi lado. —No la llames así.
Habían pasado algunas semanas desde que Viktor me dio el nuevo apodo.
Después de varios intentos de coquetear con él, también se unió a la diversión para
poner celoso al taciturno hombre que estaba sentado a mi lado. Viktor encontró la
mejor manera de presionar el botón de Alessio.
Su nuevo apodo para mí: pequeña. Alessio lo odiaba y parecía que estaba
asesinando a Viktor de múltiples maneras en su cabeza cada vez que se pronunciaba
el nombre.
— ¿Qué tipo de nombre es pequeña, de todos modos? —él chasqueó.
Viktor se rio y me guiñó un ojo. —Mira quien habla. El que llama a su mujer
gatita.
— ¡Jódete! A ella le encanta —dijo Alessio, levantándome una ceja.
—Ayla, te gusta cuando te llamo pequeña, ¿verdad? —Viktor preguntó, solo
para burlarse de Alessio.
—Me encanta —dije, escondiendo una risita detrás de mi mano.
La mano de Alessio se posó sobre mi muslo, sus dedos presionaron mi piel en
advertencia. Se inclinó hacia mí y me susurró al oído, su voz adquirió un tono más
ronco. —Vas a pagar por eso, gatita.
Oh, lo sé.
Sonriéndole inocentemente, le di un rápido besito en los labios. Los ojos de
Alessio se fundieron por el deseo, y me mordí los labios. Sacudí mi cabeza, dándole
una mirada de advertencia.
Debo haberme quedado dormida en el hombro de Alessio, porque lo siguiente
que supe fue que alguien me sacudía para despertarme.
Mis ojos se abrieron para encontrarse con los sonrientes azules de Alessio. —
Estamos aquí.
Mi cabeza se levantó de golpe y miré por la ventana. Estábamos aquí. Lo hice
sin una crisis nerviosa o ataque de pánico.
Alessio abrió la puerta y salió primero. Tomó mi mano y me sacó del auto. Lo
primero que escuché fue el sonido de las olas. Y luego sentí el viento en mi piel. Todo
estaba en silencio, excepto por las olas del océano. El olor del océano llenó mi nariz y
sonreí.
Paz. Se sentía como la paz.
Miré a Alessio para ver que ya estaba mirándome, su mirada llena de
adoración.
— ¿Dónde estamos? —pregunté.
—Compré esta casa de playa ayer. Este lugar es nuestro. Y la playa también es
nuestra. Es una playa privada. Aquí no se permite a nadie excepto nosotros —
explicó.
— ¿Somos los únicos aquí? —Pregunté asombrada.
Él asintió y comenzó a alejarme del auto. Pero en lugar de caminar hacia la
casa, caminamos en sentido contrario.
El sonido del océano se acercó, y su olor me golpeó más fuerte. La emoción y la
anticipación llenaron mi pecho.
Tan pronto como vi por primera vez el océano, se me cortó la respiración. La
belleza que vi me robó el aliento. Parecía irreal.
Alessio me soltó la mano. —Ve —instó—. Siente la arena bajo tus pies
descalzos.
Rápidamente me quité los pisos y di mi primer paso en la arena. La suavidad
hizo cosquillas en mis pies un poco, y meneé los dedos de los pies, mis pies se
hundieron más en la arena. Miré a Alessio y él sonrió alentadoramente.
Di otro paso... y luego otro. A cada paso, mi corazón se llenó de amor por el
hombre que me dio esto.
Me agaché y recogí un puñado de arena antes de dejar que se soltara entre mis
dedos. Una onda de emociones me atravesó y me picaron los ojos. ¿Era posible ser
tan feliz?
Levanté la cabeza hacia el cielo y cerré los ojos, dejando que el sol besara mi
cara. Después del tiempo más largo, me puse de pie y caminé hacia el agua. Sentí a
Alessio a mis espaldas. No estaba lejos, pero tampoco me detenía.
Alessio me dejaba explorar... por mi cuenta. Me estaba dando libertad para
hacer lo que quería mientras me vigilaba.
La arena estaba húmeda cuando me acerqué a la marea. Al primer paso que di,
sentí el agua pasar sobre mis pies, dejé escapar un pequeño jadeo. Me quedé allí,
dejando que el agua bañara mis pies.
Cuando sentí un brazo alrededor de mi cintura, sonreí. Alessio me atrajo hacia
su cuerpo y puse una mano sobre el brazo que descansaba posesiva y
protectoramente sobre mi estómago.
Cuando las mareas chocaron suavemente a nuestro alrededor y una sonrisa se
extendió por mis labios, solo pude pensar en una cosa.
Las palabras pasaron por mi mente, pero no las dije.
Las palabras fueron un mero susurro en mis pensamientos. Palabras que solo
estaban destinadas a Alessio.
Te amo
Capítulo 24
Alessio

La vi vagar hacia el océano, la vi experimentar la sensación de la arena por


primera vez. Los pasos de Ayla eran casi ligeros, como si estuviera flotando hacia la
paz. A medida que se acercaba y el agua corría alrededor de sus pies, vi que sus
hombros se relajaban aún más, e inclinó su cabeza hacia el cielo.
He estado en muchos lugares con playas pero nunca me importaron. Nunca
pensé en tomar el tiempo para sentir la arena o el océano. Pero al ver a Ayla
experimentar esto, me demostró que a veces necesitábamos estar agradecidos por
lo que tenemos.
Y estaba agradecido por ella. Mi Ángel.
Enrollando mis pantalones por encima de mis tobillos, me acerqué a Ayla.
Cuando estaba cerca de ella, mis brazos instintivamente rodearon su cintura,
tirando de su pequeño cuerpo hacia el mío hasta que su espalda presionara contra
mi pecho. Ella apoyó una mano sobre mi brazo y yo sonreí.
Esto... esto era lo que necesitaba. Ella. Nosotros.
Cuando las mareas se colaron suavemente a nuestro alrededor, solo pude
pensar en una cosa.
Nunca la estaría dejando ir. Ahora que había probado la verdadera felicidad, no
creía que pudiera vivir sin Ayla. Ella era todo y más.
Colocando un beso al lado de su oreja, dejo que mis labios permanezcan allí.
Ayla suspiró y luego se dio la vuelta en mis brazos. Sus manos fueron a mi cintura, e
inclinó su cabeza hacia arriba.
Ayla me sonrió, su sonrisa tan grande, sus ojos verdes iluminándose... en
realidad toda su cara se iluminó. Fue suficiente para hacerme recuperar el aliento
mientras miraba con asombro su belleza.
—Gracias por traerme aquí —dijo ella, con sus ojos fijos en los míos.
— ¿Te gusta aquí? —Pregunté, mis dedos rozaron ligeramente su mejilla.
—Si. Y todavía tienes que mostrarme la casa —murmuró ella. Inclinándose
hacia adelante, colocó un beso en el medio de mi pecho y luego apoyó la cabeza allí.
Los segundos se convirtieron en minutos, y no tenía ganas de moverme.
Finalmente, me alejé suavemente. —Vámonos. Te mostraré la casa. Y luego
tengo que ocuparme de algunos asuntos.
— ¡Bien! —Dio un paso atrás y agarró mi mano, tirando de mí hacia la casa con
entusiasmo. Caminamos hasta el porche que daba al océano, pero en lugar de entrar,
me congelé en los escalones.
—Cierto. Necesito hacer algo primero —murmuré, mirando la cara confundida
de Ayla. Sin darle una oportunidad, me agaché y la levanté, acunándola contra mi
pecho.
—Woah. ¿Qué estás haciendo? —Sus brazos me rodearon el cuello, pero yo
solo sonreí, caminando dentro de la casa con ella en mis brazos.
—Cargándote bajo umbral —anuncié, casi con orgullo. Gracias a Dios que los
chicos no estuvieron presentes o nunca pararía de escuchar sobre esto.
— ¿Por qué?
—Maddie dijo que tenía que hacerlo. No sé porque. Ella dijo que es importante.
—Puse los ojos en blanco, recordando su orden y su intención asesina si no hacía lo
que me dijo.
—Eso es raro.
Estaba de acuerdo. Tampoco sabía por qué teníamos que hacer esto, aunque no
me estaba quejando. Llevaría a Ayla a cualquier parte, y tenerla en mis brazos era
suficiente para hacerme un hombre feliz.
Maldición, realmente era un coño dominado.
Volviendo a bajar a Ayla, caminamos por la casa, mostrándole todo. A Ayla le
encantó. Si no me equivocaba, a ella le encantaba más que la finca. Era una casa de
playa sencilla.
Nuestra última parada fue nuestra habitación. Ayla empujó la puerta para
abrirla.
—Wow. Podemos ver la playa desde aquí. —Corrió hacia el balcón y se echó a
reír—. Alessio, esto es hermoso. ¡Me encanta!
—Me alegro de que te encante. —Vi a Ayla saltar de puntillas mientras me
dirigía al armario—. Ayla —la llamé, volviendo su atención hacia mí.
Se dio la vuelta y sus ojos se abrieron como platos. — ¿Cómo? —Ella caminó
hacia mí con asombro.
—Contraté a una doncella cuando compré la casa. Se aseguró de que estuviera
limpio y le dije que te comprara algo de ropa.
—Eso no es solo algo de ropa. ¡Eso es mucho! —Murmuró Ayla, mirando el
armario y luego otra vez a mí.
Me encogí de hombros, de repente encontrándome inquieto bajo su intensa
mirada. Ayla dio un paso adelante y deslizó su mano en la mía. Una sonrisa
impresionante apareció en su rostro. —Eres tan dulce.
Genial. Ahora era dulce
—Ya hemos hablado de esto antes, gatita
Ella asintió furiosamente. —Y estoy segura de que llegamos a la conclusión de
que eres dulce.
—No. Tú llegaste a la conclusión de que yo era dulce.
— ¿Y qué tiene de malo ser dulce? —argumentó, su sonrisa ahora era un ceño
fruncido mientras me miraba.
Sentí mis labios levantarse en una pequeña sonrisa. Agarrando su cintura, la
atraje hacia mí, su cuerpo se moldeó al mío. Suave contra duro. Se mordió los labios
nerviosamente.
— ¿Quieres que te muestre por qué no soy dulce?
—Me estás tomando el pelo ahora —murmuró —. Me retracto. Eres una bestia.
—Oh, gatita, te mostraré cuán bestia soy cuando regrese a casa —prometí
antes de alejarme. Después de besarla profundamente en los labios, salí de nuestra
habitación.
Mientras salía, vi a Nikolay, Viktor, Artur y Phoenix de pie junto al auto. —
Viktor, quiero que te quedes con Ayla. No quiero dejarla sola.
Viktor asintió y entró. Sin decir una palabra a los demás, me subí al auto. No
tenía que decir nada. Ellos ya sabían la rutina.
Tenía varios anillos de combate subterráneos operando en varios estados. Se
realizaban varios chequeos durante todo el año, y este mes tocaba Florida.
Era hora de reclutar más miembros. Solo los mejores luchadores, los asesinos,
tienen el honor de trabajar para mí.
Ahora que Ayla estaba en mi vida, se necesitaba más protección. No quería
arriesgar nada. Iba a protegerla con todo lo que tenía.
Cuando el auto se detuvo, ya estaba extasiado. Caminé hacia la puerta, Nikolay,
Artur y Phoenix muy cerca de mí.
Los hombres inclinaron la cabeza cuando entré. Caminando dentro, escuché los
gritos de la multitud. La gente estaba animando, presionando por más, cantando por
la muerte.
Subí a la sala VIP, donde teníamos la mejor vista de la pelea. Mi mirada se
quedó en la ventana de cristal cuando me senté.
Mi sangre rugió mientras veía la pelea. El anillo se parecía más a una
mazmorra. Era una jaula, y solo una persona salía después de la pelea. Solo el
ganador. Los luchadores se cortaban, apuñalaban, sangraban y luchaban por vivir.
Eran brutales, casi animales en sus ataques.
Después de mirar durante varios minutos, ya tenía mi favorito, y sabía que él
era el que debía ganar. Era, después de todo, despiadado. Lo vi jugar con su
oponente, convirtiéndolo en una marioneta con sus movimientos.
— ¿Cuál es su nombre? —pregunté.
—Se le conoce como KILLER1. Tiene veintitrés años y ha estado luchando
desde los trece años. Es uno de los mejores y nunca pierde una pelea. Gana unos
cinco millones de dólares por cada pelea —informó rápidamente Nikolay.
—Hmm... Contrátalo.
—Jefe, él también hace el trabajo sucio de Alberto. Supongo que se podría decir
que es un mercenario.
—Contrátalo. Le daré tres veces lo que Alberto le está dando.
— ¿Y si te traiciona? —Phoenix preguntó detrás de mí—. No se puede confiar
en él.
—No me traicionará. Si lo hace, entonces simple: pondré una bala entre sus
ojos. Si él es el hombre de Alberto, entonces tenerlo de nuestro lado es importante.
Nos llevará al hijo de puta. Y además, no rechazará el dinero que le estoy dando.
En este mundo, cuando se trataba de negocios, solo se trataba del dinero. Lo
que sea que funcionaba en tu beneficio, lo hacía.
No tuve que ir muy lejos para saber que KILLER no era un hombre leal. Podría
haber estado trabajando para Alberto, pero no había forma de que fuera leal. Los
hombres como él no se inclinaban ante los demás. Todos temían a asesinos como él.
No vi el resto de la pelea. No tenía que hacerlo. Era obvio quién ganó.
Levantándose, la multitud explotó, el volumen ensordecedor cuando se anunció el
ganador.
Los gritos todavía resonaban en mis oídos mientras caminaba hacia el auto. El
final de Alberto llegaría pronto. Podía saborear mi necesidad de venganza. Los
italianos se inclinarían ante mí. Cada uno de ellos. Me iba a asegurar de eso.

1 Asesino
Capítulo 25
Cuando llegué a la casa de la playa, el sol ya estaba desapareciendo detrás del
horizonte. Entré para ver a Viktor sentado en el sofá, puliendo sus pistolas y
cuchillos. Al bastardo le encantaba mantener sus juguetes brillantes.
—Ayla está arriba —murmuró sin apartar los ojos de la daga que sostenía.
Nuestra habitación estaba vacía, pero podía escuchar un suave canto desde la
habitación contigua a la nuestra. Por supuesto, ella estaba allí. Debería haberlo
sabido.
Caminando más cerca, silenciosamente abrí la puerta, solo para que mi corazón
se apretara ante la vista frente a mí.
Ayla se movía por la habitación. Una canción lenta sonaba en el fondo mientras
giraba, con una sonrisa presente en su hermoso rostro.
Ella era ajena a mi presencia, y aproveché la oportunidad para admirarla.
Apoyado contra la puerta, no quité los ojos de mi Ángel.
Ayla llevaba un vestido rosa claro que le llegaba hasta las rodillas. Su cabello
negro le caía suelto a la espalda mientras bailaba descalza. Ella se veía angelical.
Imposiblemente hermosa.
Cuando se giró y me vio, un pequeño jadeo escapó de sus gruesos labios rojos.
Ayla se congeló y me miró por un segundo.
Caminé hacia ella hasta que estuvimos a un pie de distancia. Me miró, su cabeza
inclinada hacia un lado, esperando mi próximo movimiento, lo que nos sorprendió a
los dos.
Extendiéndole la mano, pronuncié las palabras que nunca pensé que diría. —
¿Puedo tener este baile, Ángel?
Su boca se abrió y luego se cerró de golpe. Vi una pizca de color en sus mejillas
mientras agachaba la cabeza con timidez, con una pequeña sonrisa en sus labios.
Me pareció absolutamente entrañable que después de todo el tiempo que
habíamos estado juntos y todas las cosas que habíamos hecho, ella todavía era
tímida conmigo.
Oh, ella también era definitivamente audaz y se había convertido en una
pequeña descarada bajo la influencia de Maddie, pero había momentos en que era
tímida y nerviosa, la dulzura en sus acciones casi me apretaba el pecho.
—No sé bailar —susurró Ayla.
Agarrando su cintura, coloqué un beso en su frente. —Yo tampoco.
Ayla sonrió, y cuando me reí entre dientes, agachó la cabeza otra vez,
escondiendo su rostro en mi pecho. Mis brazos se apretaron alrededor de sus
caderas mientras ella colocaba los suyos alrededor de mi cintura.
Y luego nos movimos. Lentamente, igualando el ritmo de la canción.
Ayla suspiró de satisfacción mientras nos abrazábamos. No diría que bailamos.
Solo nos movíamos en pequeños círculos, pero era suficiente para nosotros. Ese
momento de silencio dijo cientos de palabras entre nosotros.
Cuando nuestro baile llegó a su fin, levanté a Ayla por la cintura y la hice girar.
Su risa resonó a nuestro alrededor. Mi corazón se apretó cuando su rostro brilló con
completa felicidad. Ayla era preciosa.
La necesidad de protegerla era tan abrumadora. No podía imaginar perderla
nunca.
Bajándola, nos miramos a los ojos. —Eres tan hermosa —le susurré.
De nuevo. Allí estaba. Esa sonrisa tímida y dulce.
Cuando nuestros labios hicieron contacto entre sí, fue un dulce beso. Ligero,
suave y muy dulce. Nos besamos hasta quedarnos sin aliento.
Nos separamos solo para recuperar el aliento, y luego nuestros labios se
encontraron nuevamente. Esta vez, nuestros labios eran firmes y exigentes, ambos
perdiendo lentamente el control. La tuve contra la pared en cuestión de segundos
con sus piernas alrededor de mi cintura.
— ¿Qué te… gusta? —Ayla preguntó, su voz un poco ronca.
—Hmm... Tú —le dije contra su cuello, besando mi camino hacia abajo.
—No... quiero decir... para comer. ¿Qué te gusta comer?
—Tú. Voy a comerte. —Mordí la piel de su clavícula y la escuché gemir.
—Comida —jadeó.
¿Qué mierda? ¿Por qué estaba hablando de comida en un momento como este?
Los dedos de Ayla me rodearon el cabello y ella apartó mi cabeza. — ¿Cuál es tu
comida favorita? ¿Cómo postre?
— ¿Por qué? —Pregunté, completamente confundido por el repentino giro de
los acontecimientos.
Ella se encogió de hombros. —Quiero cuidarte. Cocinar tu comida favorita y
todo. Haces tanto por mí, Alessio, pero a cambio te doy muy poco.
Su sonrisa se perdió, su felicidad reemplazada por tristeza.
Puse un beso en sus labios antes de responder. —Ya me cuidas, Ángel. Haces
más de lo que piensas.
—Pero... —ella comenzó a discutir.
—No. —La corté.
—Sin embargo, todavía quiero hacerlo. ¿Cuál es tu pastel favorito? —ella
preguntó de nuevo. Durante las últimas semanas, también descubrí que Ayla era
muy terca. No tenía sentido discutir porque ella siempre ganaba al final. Aunque
solo porque la dejaba ganar.
—El de chocolate —respondí. En realidad, no me importaba. No comía pastel,
pero si ella quería hornear para mí... si esto le devolvía su dulce sonrisa, entonces no
iba a detenerla.
Y ahí estaba. Su dulce sonrisa impresionante.
— ¡Bien! —ella anunció con entusiasmo. Sus piernas se abrieron alrededor de
mí y empujó mi pecho. No tuve más remedio que dejarla ir.
Ayla se puso de puntillas y me dio un beso. —Voy a hacer el mejor pastel de
chocolate para ti.
Antes de que pudiera decir algo más, ella ya estaba corriendo fuera de la
habitación.
Sacudiendo mi cabeza, no pude evitar reírme. Salí detrás de ella, pero no antes
de echar un vistazo al piano en la esquina de la habitación. Me aseguré de tener uno
antes de llegar.
El piano era parte de nosotros. Sabía lo mucho que significaba para Ayla.
Aunque no estábamos en la finca, ella todavía iba a tocar para nosotros.
Entré en la cocina para ver a Ayla hablando animadamente por teléfono
mientras colocaba los ingredientes en el mostrador. —Tengo todo. Maddie, para. No
es gracioso.
Escuchó a Maddie hablar por un segundo y luego gruñó de frustración. —Lo
haré bien esta vez. Voy a hacer el mejor pastel... eres muy mala.
No supe cuánto tiempo estuve allí y vi a Ayla hablar mientras trataba de
hornear. Escuché, miré y sonreí.
Y luego su voz angelical me sacó del momento. —Alessio, ¿puedes probarlo por
mí?
Ayla me mostró la cuchara llena de masa de chocolate. Metió el dedo en él y me
saludó. Acercándome, tomé su mano en la mía y chupé el dedo. Escuché a Ayla
jadear, y luego se lamió los labios.
—Hmm... Dulce —murmuré, lamiendo su dedo para limpiarlo—. Como tú.
—Uhmm... está bien —respondió aturdida.
— ¡Oh, hola, Alessio! —Escuché la voz de Maddie desde el altavoz. Jodido
bloqueador de pollas.
—Hola —murmuré, mirando el estúpido teléfono.
Ayla soltó una pequeña risa antes de darse la vuelta otra vez. Me acerqué a su
espalda y envolví mi brazo alrededor de su cintura, abrazándola mientras
continuaba horneando.
Ayla miró por encima de su hombro, sus ojos verdes se encontraron con los
míos mientras brillaban alegremente.
Tenía razón. Ella era demasiado preciosa.
Capítulo 26
Ayla

— ¿A dónde vamos? —Pregunté probablemente por décima vez mientras


Alessio y yo subíamos al auto.
—A algún lugar —murmuró en respuesta.
—Esa no es una respuesta. —Lo fulminé con la mirada, pero él solo sonrió,
dándome esa mirada endiabladamente sexy que no podía resistir.
—Es una sorpresa, gatita. Retrae tus garras.
—Pero yo quiero saber.
—Es una sorpresa, mujer. Dale un descanso al cachorro enfermo de amor,
pequeña —dijo Viktor desde el frente. Phoenix soltó una carcajada.
Tuve que evitar que mi propia risa escapara cuando Alessio lo fulminó con la
mirada.
—Jódete —espetó Alessio—. Conduce.
—Oh, él está irritable esta mañana. ¿No recibió algo de amor anoche?
Viktor realmente tenía un deseo de muerte.
—Te dispararé. No me pongas a prueba —advirtió Alessio en un tono mortal.
—Dale un descanso al Jefe. Si te dispara, tendré que limpiar el desastre después
—Phoenix murmuró.
—Lo que sea. Solo me detengo por mi pequeña. No queremos manchar sus
inocentes ojos. —Viktor me guiñó un ojo a través del espejo retrovisor.
Vi las manos de Alessio apretarse en puños, y rápidamente puse mis manos
sobre las suyas. Soltando mi cinturón de seguridad, avancé hasta que me senté de
lado en su regazo.
Con mis labios al lado de su oreja, susurré mis siguientes palabras para que
solo él pudiera escuchar. —No tienes nada de qué estar celoso, Alessio. Soy tuya.
Incondicionalmente. Me tienes. Mente, cuerpo y alma. Nada ni nadie va a cambiar
eso.
Su cuerpo se relajó al instante. —Siempre sabes cuándo decir lo correcto —
murmuró.
—Es la verdad, Alessio.
—Lo sé, Ángel. —Me dio un beso en la frente y yo puse mi cabeza sobre su
hombro. Nos quedamos así hasta que el auto se detuvo por completo.
—Estamos aquí —anunció Alessio—. Cierra tus ojos.
Hice lo que me dijo, confiando en él. La puerta se abrió y luego me sacaron. Fui
arrancada del suelo cuando Alessio me sostuvo contra su pecho.
— ¿Puedo abrir los ojos ahora? —Le pregunté, sintiéndome repentinamente
mareada, mi corazón saltando de emoción.
—No. Te diré cuándo —respondió con brusquedad.
Caminamos unos minutos, y luego Alessio me colocó hasta que estuve de pie
junto a él nuevamente.
—Anoche, dijiste que ibas a extrañar el arroyo. Abre los ojos, Ángel.
Lo hice, y luego mi corazón se encogió. Oh Dios mío.
La belleza frente a mí me dejó sin aliento. Un campo lleno de flores. Tantas de
ellas y todas de colores diferentes.
—No es el arroyo. Pero cerca.
—Esto es hermoso —respiré con completo asombro—. No tengo palabras,
Alessio.
Las lágrimas picaron mis ojos mientras miraba el paisaje frente a mí. Estaba de
pie en medio de un campo, donde florecían miles de flores de colores.
La ligera brisa tocó mi rostro y sonreí. Tan pacífico.
Dándome la vuelta, me enfrenté a Alessio y corrí a sus brazos, abrazándolo lo
más fuerte que pude. Cubrí su rostro con besos antes de alejarme y reí alegremente.
—Gracias por esto. Te a… —Amo. Mis labios se cerraron antes de que pudiera
pronunciar la última palabra. Las palabras siempre estaban en mis labios, rogando
por ser liberadas.
Pero todavía no podía decirle a Alessio cómo me sentía realmente. Algo en mi
corazón me estaba deteniendo. Cada vez que quería decirle, mi pecho se sentía
apretado y me dolía el corazón. Entonces esas dos palabras se quedaron sin decir.
Tragando nerviosamente mientras Alessio me miraba, casi anticipadamente,
reuní la mejor sonrisa que pude.
—Te agradezco. Me encanta —dije en su lugar.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, atrayéndome de nuevo a su
cuerpo. Nos miramos a los ojos cuando habló. —Lo sé, Ángel. Lo sé. Me encanta
también.
Allí estaba. Su afirmación. No necesitábamos las palabras entre nosotros.
Estaban allí sin siquiera decirlo. De nuestras acciones y a través de nuestros ojos.
Sabía cómo se sentía y sabía dónde pertenecía mi corazón. Eso era suficiente para
nosotros.
No sonrió, pero sus ojos suaves lo dijeron todo. Oh, como lo amaba. Él era todo
lo que necesitaba y quería. Era perfecto... para mí.
Pero yo no era... para él.
Al pensarlo, mi pecho se apretó.
No podía mentir más.
Esto había durado demasiado tiempo y ya no podía traicionarlo. Todos los días,
tenía que vivir sabiendo que estaba traicionando al hombre que amo. No solo él, sino
mi nueva familia.
Todas las noches rezaba para poder encontrar el coraje para decirle, mientras
que todos los días me torturaba sabiendo que era débil y traidora. Para él y su
corazón. Era una traidora para nosotros. Para nuestro amor
Me dolía... el corazón y el alma. Me sentía bacía. Estaba hueca por dentro.
Tenía que decirle la verdad.
Incluso si eso significara mi muerte. Estaba lista para recibir cualquier castigo
que Alessio tenía que darme. Soportaría su ira y dejaría que se vengara, pero no iba
a mentir más.
Vi a Alessio frunciendo el ceño y supe por qué. Había perdido mi sonrisa.
Palmeé su mejilla y dije suavemente: — ¿Podemos volver a la casa de la playa?
No podría decirle aquí. No en un lugar lleno de serenidad. No iba a
contaminarlo con nuestra dura realidad.
—Tengo que decirte algo.
La cara de Alessio se preocupó. —Ayla, ¿qué pasa?
—Por favor, Alessio —murmuré. Incluso podía escuchar la derrota en mis
palabras. Mi labio inferior temblaba mientras trataba de mantener mis lágrimas a
raya, y mi estómago se apretaba en nudos.
—Es algo importante. Pero no quiero decirlo aquí —finalmente logro salir de
mi respiración dificultosa.
No tengas un ataque de pánico. Ahora no, Ayla. Tienes que hacer esto.
La mirada de Alessio se movió a mi rostro, y cuando vio la angustia allí, su
cuerpo se tensó por el pánico y el miedo brilló en sus ojos, pero desapareció
rápidamente.
Envolvió sus brazos alrededor de mí y me atrajo hacia su pecho. —Sea lo que
sea, va a estar bien —susurró tembloroso.
Salí un poco de su abrazo para poder ver su rostro. Mis dedos trazaron sus
labios y nariz hasta que se posaron suavemente en sus mejillas. —Mis sentimientos
por ti son reales, Alessio. Lo que sea que haya entre nosotros es real. Por favor, no lo
olvides.
Alessio tragó saliva, sus brazos se apretaron a mí alrededor. Parecía
confundido, preocupado, pero aun así asintió.
Presionando contra su cuerpo, rocé mis labios contra los suyos. —Tú eres mi
todo, Alessio. La razón por la que sigo viva. La razón por la que sonrío todos los días.
—Ayla, ¿por qué... —comenzó a preguntar, pero lo interrumpí con un beso
abrumador. Él gruñó y me devolvió el beso con la misma ferocidad, posesivamente
asumiendo el control.
—Cuando te diga mi verdad, por favor, recuerda esas palabras —susurré.
Alessio no dijo nada, pero me besó de nuevo. Me besó hasta que ambos
estábamos sin aliento. Y lo besé a cambio, como si fuera mi último beso. Tal vez lo
era. Y quería recordar esto.
Caminamos de regreso al auto, tomados de la mano. El viaje estuvo envuelto en
silencio. Nadie dijo una palabra. Mi cabeza estaba apoyada en el hombro de Alessio
mientras jugaba con mi cabello. El silencio entre nosotros siempre estuvo lleno de
paz. Nos encantaba el silencio, y tal vez esta fue la última vez que podría
experimentar esto.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, y rápidamente las aparté.
No puedo… No debería llorar.
Después de todo, por una vez estaba a punto de hacer lo correcto. Algo que
debería haber hecho antes, pero ahora estaba lista. Después de obtener el pequeño
pedazo de felicidad y ser amada de todo corazón por Alessio, estaba lista para
enfrentar lo que fuera necesario.
Me dolía el corazón al pensar en romperlo, en rompernos.
Alessio me lo había dado todo. Me entrego a sí mismo, una parte de él que
nadie más conocía excepto yo. Me amaba, aunque las palabras nunca se fueron
dichas.
Me dio paz y felicidad. Él era mi felicidad.
Y ahora... estaba a punto de quitarle su felicidad.
Podía soportar el dolor, cualquier cosa que él desatara sobre mí, pero no podía
ver a Alessio adolorido, sabiendo que yo sería la causa. Me mataría... lenta y
dolorosamente.
Pero incluso cuando me estaba preparando para enfrentar su ira, todavía tenía
esperanza. Tal vez, solo tal vez, Alessio me perdonaría. Tal vez él entendería por qué
lo hice, por qué le mentí.
Quizás todavía me aceptaría como su Ángel. Tal vez viviríamos felices para
siempre. Eran pensamientos infantiles.
Pero aún esperaba que su amor fuera más fuerte que su ira y su necesidad de
venganza.
Me sacaron de mis pensamientos cuando el auto se detuvo. Temía este
momento, pero estaba aquí y ahora tenía que enfrentarlo.
—Joder —Viktor maldijo en voz alta en la parte delantera y golpeó el volante.
— ¿Qué demonios está haciendo aquí? —Phoenix gruñó.
Alessio se congeló a mi lado, su cuerpo se apretó, sus músculos tensos se
agolparon debajo de mi cabeza. También me quedé quieta, mi corazón saltando en
mi garganta.
Vi las manos de Alessio apretarse en puños sobre sus muslos, y el aire a
nuestro alrededor se enfrió. Cuando se movió, levanté la cabeza de sus hombros. De
repente sentí náuseas y el mareo se hizo cargo. Mi visión nadó frente a mí como olas
cuando mi garganta se cerró.
Alessio miró hacia adelante, sus labios se estrecharon en una línea recta. Había
perdido la mirada suave en sus ojos. Ahora, él solo parecía un asesino a sangre fría.
Sin emociones, vicioso y asesino.
—Alessio —exhalé, mi corazón latía rápidamente mientras veía a Alessio
cambiar de un hombre amoroso al monstruo por el cual era conocido, justo en
frente de mis ojos.
Viktor salió del auto primero, y luego Phoenix. Vi sus manos ir a la parte
posterior de sus cinturillas, justo sobre sus armas. Alessio me agarró del brazo, casi
con demasiada brusquedad, e hice una mueca cuando él me sacó del auto.
Estaba escondida detrás de su gran espalda, Alessio cubría mi cuerpo con el
suyo mientras Viktor, Phoenix y Artur se paraban a nuestro lado, formando un
círculo, mientras yo me paraba en el medio.
Con cuatro hombres grandes y musculosos parados a mí alrededor, su postura
protectora, no podía ver nada desde donde estaba parado. No entendía de qué me
estaban protegiendo.
Mi garganta se secó de repente y me estremecí de miedo. El aire a nuestro
alrededor era tenso y frío... muy frío. Podía sentir el odio y la ira saliendo de los
hombres que me protegían como olas.
Viktor se acercó a mi lado, y vi su mandíbula apretada, su rostro tan frío y sin
emociones como el de Alessio.
— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿En mi propiedad? —Alessio gruñó por lo bajo, su
espalda tensa, su voz llena de ira.
—Estoy aquí para recuperar lo que es mío, lo que me pertenece.
Capítulo 27
Me congelé, todo mi cuerpo se entumeció.
Esa voz. La misma voz que me atormentaba no solo mi sueño todas las noches,
sino toda mi vida.
Esa voz me quebró, hasta que pensé que estaba más allá de toda reparación.
Esa voz pertenecía al diablo.
Alberto, mi mente gritaba. No. No. No. Por favor, no. Ahora no.
Quería llorar y gritar ante esta injusticia. Quería caerme y convertirme en polvo
hasta que no me quedara nada. De esa manera. Alberto no me alcanzaría.
Mi cabeza se volvió loca hasta que pude sentir que casi me desmayo. Respira.
Respira, Ayla.
Respiré hondo y di un paso adelante, mirando por encima de los hombros de
Alessio. Todavía estaba escondida detrás de él; solo la parte superior de mi cabeza
era visible mientras miraba al hombre frente a mí.
Me vio y sonrió. Una vez pensé que era guapo y encantador. Incluso estaba un
poco enamorada de él cuando nos conocimos. Cuando finalmente encontré su
verdadera verdad, me di cuenta de que todo era solo una cara bonita, su corazón era
negro. No sabía amar.
Él era la verdadera definición del mal.
Y esa sonrisa en su rostro, algunas mujeres caerían en ello. Pero conocía esa
sonrisa. Era sádico y estaba lleno de la promesa del dolor.
—Amor, es hora de que vuelvas a casa ahora —dijo Alberto, mirándome
mientras extendía su mano como si esperara que la tomara.
Me estremecí y me escondí detrás de Alessio, mi mano yendo a su espalda, mis
dedos apretando alrededor de su chaqueta mientras me aferraba a mi vida.
Esto no podría estar sucediendo. Se suponía que debía estar a salvo.
Mi respiración salió en exhalaciones duras cuando mi pecho se apretó. Lo
estaba perdiendo, perdiéndome de nuevo.
Alessio Oh no. No. No se suponía que sucediera de esta manera. Se suponía que
no debía descubrir mi verdad de esta manera.
Todos se congelaron a mi alrededor. Viktor, Phoenix, Artur y Alessio. Silencio.
Un silencio absoluto. Viktor me miró con el ceño fruncido. Cuando me vio encogido a
espaldas de Alessio, dio un paso hacia mí para protegerme.
Phoenix y Astur parecían confundidos mientras Alessio permanecía congelado.
Sus músculos estaban tensos debajo de mis dedos, y deseé poder mirar esos ojos
para que él pudiera ver mi auténtica verdad. Que lo amaba y nunca quise
traicionarlo.
El aire pasó de frío a mortal. Olía a muerte a pesar de que nadie había muerto
todavía. Me heló hasta los huesos y me estremecí, el miedo se deslizó por mi
columna vertebral. Se me doblaron las rodillas, pero me aferré a Alessio, negándome
a caer.
Nadie había muerto todavía.
Pero solo habría un final. Matanza. Guerra. Todos íbamos a bañarnos en sangre
hasta que una familia quedara en pie.
Y en este momento, no estaba segura de cuál.
Los Ivanshovs o los Abandonatos.
—Quítale los ojos de encima —espetó Alessio —. Y vete de mi propiedad. No
quieres comenzar la guerra.
—No estoy aquí para comenzar la guerra. Tan pronto como obtenga lo que
estoy buscando, me iré. Esto no tiene que terminar en derramamiento de sangre,
Alessio. Dame lo que quiero y me iré sin ningún problema —dijo Alberto con calma,
como si estuviera discutiendo un acuerdo comercial.
Y fue entonces cuando sucedió.
Se sacaron las armas y me empujaron hacia atrás. Viktor, Phoenix y Artur
apuntaron sus armas a Alberto y sus hombres. —Vete —gruñó Viktor—. O voy a
tener tu jodido cerebro salpicado en el suelo.
Temblé ante el pensamiento de una amenaza como esa dirigida a mí. Esto iba a
terminar mal, y a través de todo, iba a dejar a Alessio roto.
No podía dejarlo. Yo era su Ángel. El me necesitaba.
Desde mi lugar a sus espaldas, vi a Alberto levantar las manos y soltar una
risita. — ¿Ves a mis hombres apuntándote con armas? No. Como dije, solo estoy aquí
para recuperar a Ayla, mi futura esposa. Ella viene conmigo y no hay que derramar
sangre.
¡No! Quería gritar, pero mi voz se había ido. Estaba paralizada de miedo. Tanto
dolor y miedo. Mi corazón se partió bajo la presión.
— ¿Tu qué? —Viktor farfulló mientras parpadeaba hacia mí.
Alessio todavía no había dicho nada. Estaba callado, muy callado. ¿Por qué no
decía nada? ¿Por qué no estaba gritando?
Di algo, Alessio. Por favor. Di algo.
—Oh, veo que aún no te lo ha dicho. Qué lástima —chasqueó Alberto—. Bueno,
déjame informarte entonces. La mujer que estás protegiendo detrás de ti ahora es
Ayla Abandonato. La única hija de Alfredo. Y también, mi muy futura esposa. La
reina de los Italianos. Tú enemiga.
—No —gemí. No. ¡Basta! Me llevé las manos a los oídos y sacudí la cabeza, pero
no pude bloquear sus palabras, su voz.
Phoenix me miró en estado de shock, Artur me fulminó con la mirada y Viktor
solo me miró con sus ojos sin emoción. Mientras Alessio, nada. Él no me dio nada. Su
espalda todavía estaba frente a mí mientras mantenía sus ojos en Alberto.
No había sacado su arma. No, solo se quedó allí. Mirando. Inmóvil.
Pero podía sentir... la furia saliendo de él. Sabía que estaba rogando por el
control. Estaba tratando de mantener al monstruo adentro.
¿Por el bien de quién? No lo sabía
—Vamos, amor. No seas tímida. Es hora de que vuelvas a casa. Te has alejado
por mucho tiempo —dijo Alberto, su voz casi tranquilizadora, pero sabía que se
estaba burlando.
Miré a Viktor, rogándole con los ojos, diciendo las palabras que no podía
pronunciar. Por favor, no dejes que me lleve. Por favor.
Viktor sacudió la cabeza y luego miró a Alessio. Sus ojos volvieron a Alberto,
deslumbrante. —Solo sobre mi cadáver llevarás a Ayla —gruñó finalmente
amenazadoramente.
—Esto no tiene que ser difícil. Alessio, como Jefe, estoy seguro de que tu gente
es más importante que una simple puta que mantiene caliente tu cama. —Alberto se
rio entre dientes.
Su risa resonó en el aire y mi sangre rugió. Se sentía como si mis oídos
estuvieran sangrando. Su voz, su presencia, su risa sádica, era demasiado para mí.
Sus últimas palabras finalmente obtuvieron una reacción de Alessio. Pero no
una que esperara.
—Viktor, llévala adentro —dijo Alessio, su voz tranquila, pero fría y mortal.
Viktor asintió y tomó mi brazo, tirando de mí hacia las puertas. Vi a Alessio,
Artur y Phoenix todavía de pie, frente a Alberto. Pero los ojos de Alberto estaban
sobre mí, entrenados en mi cuerpo y en cada movimiento que estaba haciendo.
Viktor se detuvo en las puertas, y me acurruqué más cerca de él, buscando
protección.
—Vete de aquí, Alberto. Esta es la última vez que voy a decir esto. Solo se
necesita una bala disparada y la guerra comenzará. Deja mi propiedad o mis
hombres se verán obligados a disparar.
Alberto levantó una ceja y comenzó a retroceder lentamente. —Tienes razón.
Dejaremos que Ayla decida.
Los puños de Alessio se apretaron aún más, su rostro asesino.
Alberto me guiñó un ojo. —Estaré esperando, amor. —Con eso, se metió en su
auto, sus hombres lo siguieron mientras se alejaban.
Y luego estuvimos solos.
Alberto se había ido, pero mi corazón latía con fuerza, el miedo seguía
corriendo por mi cuerpo hasta que estaba débil en mis rodillas. Me iba a enfermar.
Me incliné hacia adelante mientras mi estómago giraba, y vomite en la acera.
Alessio pasó a mi lado y me dejó allí. Artur y Phoenix lo siguieron de cerca. —
Alessio —jadeé a través de mi ardor seco, mi garganta se cerró, las lágrimas me
picaron los ojos mientras saboreaba la amargura en mi lengua—. Alessio...
Pero él nunca se volvió. Viktor me palmeó la espalda torpemente hasta que mi
estómago se calmó. Me agarró de nuevo los brazos y me atrajo hacia adentro,
cerrando las puertas detrás de nosotros antes de cerrarla.
Me encogí de hombros y corrí tras Alessio. — ¡Alessio! Por favor, escúchame.
Por favor.
Pero mis piernas se debilitaron. Caí en un montón pero luché contra Alessio. —
Dame la oportunidad de explicarte, por favor. Te iba a decir la verdad. Por eso
quería volver. Dejadme explicar. ¡Alessio!
Pero él nunca me miró. Ni una sola vez. Ninguno de los hombres se volvió. Me
dejaron en el suelo, llorando tras Alessio, rogándole que escuchara.
—Alessio. Por favor —gemí—. Solo déjame explicarte.
Viktor se detuvo y se volvió hacia mí. —Déjalo ir, pequeña.
—No. Viktor, déjame explicarte, por favor. —Pero él también siguió a Alessio a
la casa.
Y luego me quedé sola. Me dejé caer al suelo y lloré. Envolviendo mis brazos
alrededor de mis rodillas, me balanceé de un lado a otro, mi mente rápidamente se
adormeció, mi cuerpo se volvió más frío con cada segundo que pasaba.
Eres mi Ángel.
El arroyo. El piano. Las flores. Las sonrisas de Alessio. Dulces besos, suaves
caricias y palabras suavemente pronunciadas.
Llené mi mente con lo bueno e intenté olvidar lo malo. Está bien, Ayla. Estás
bien. Todo está bien. Perfecto. Completa felicidad. Risas, amor y hermosas sonrisas.
Floté y fui a mi lugar feliz.
Me sacudí suavemente y sonreí. Me acosté en el suelo. Feliz. Yo era feliz. Alessio
me estaba besando. Me estaba haciendo el amor. Éramos felices.
Estábamos en el arroyo, jugando en la corriente. Alessio corría detrás de mí.
Risa. Felicidad. Éramos felices.
Estábamos bailando. Alessio me hacía girar por la habitación. Éramos felices.
Yo era su Ángel. Era amada. Éramos amados.
Feliz. Feliz. Feliz.
Sonreí, tirando de mis piernas hacia mi pecho. Está bien, Ayla. Eres feliz. Todo
está bien. Nada está mal.
Y luego, de repente, volví a la realidad. No sentí nada por un minuto. Me sentía
tan fría.
Pero luego mi piel estaba en llamas. Estaba ardiendo Mi piel se erizó como si
miles de pequeños insectos se arrastraran debajo de mi piel. Me rasqué y me rasqué.
Estaba sollozando de nuevo, mi pecho apretándose con tanto dolor que era
imposible respirar.
Tenía que explicar y hacer que Alessio me escuchara. Incluso si tuviera que
rogar de rodillas, lo haría. Pero necesitaba saber la verdad, por mi parte.
Limpiándome las lágrimas, me puse de pie pero volví a caer. Mis piernas no me
sostenían. Mi cuerpo estaba débil por mi ataque de pánico, y mi visión aún estaba
borrosa con mareos.
Entonces me arrastré. Tenía que llegar a Alessio, sin importar qué.
Cuando llegué a los escalones, tragué y me limpié el sudor de la cara.
Sosteniendo la barandilla, me puse de pie y subí los tres escalones.
Me paré frente al porche y fui a dar un paso.
Pero nunca tuve la oportunidad.
Artur se paró frente a mí, bloqueándome el paso. Exhalé un suspiro de alivio.
—Necesito hablar con Alessio. Por favor, déjame entrar. Déjame hablar con él y
explicarle —le supliqué, agarrándolo del brazo.
Pero él me envió una mirada tan fría que me acobardé. Artur me agarró el
brazo con brusquedad, y chillé cuando el dolor atravesó mis músculos. Me apartó y
mis rodillas se doblaron debajo de mí. Pero aun así no se detuvo.
Me arrastro hasta bajar los escalones y sacudí la cabeza salvajemente. —No,
déjame ir. Artur. ¡Déjame ir! Necesito hablar con Alessio.
Pero no se detuvo. En cambio, me arrastró hacia las puertas, tirando mis
piernas detrás de mí mientras intentaba obligarlo a soltarme.
Él era más fuerte. Estaba mareada, enferma y débil por mi derretimiento. No
era una pelea justa.
—No. Déjame ir. ¡Artur! ¡Detente!
Él hizo. Choqué contra su espalda, y él giró, su rostro lleno de odio e ira.
— ¡Perra! ¿De verdad crees que Alessio quiere verte? ¿Después de lo que
hiciste? —Espetó, sus labios se curvaron con disgusto—. Estás más loca de lo que
pensaba.
—No. ¡Déjame ir! —Dije, la frustración y la desesperación se acumulaban
dentro de mí—. No me importa. Tengo que hacerle entender por qué lo hice.
Se rio, sacudiendo la cabeza. —Estás realmente loca —dijo, escupiéndome.
Me quedé allí, completamente conmocionada por su acción. Me estaba
arrastrando de nuevo. Le rogué que se detuviera. Ahogué un grito.
—Tu pequeña puta. No quiere verte la cara. Nunca más. Él te quiere fuera de su
vida y lejos de él —, pronunció, rompiendo mi corazón aún más.
Esto no podía estar sucediendo.
Metí mis uñas en sus brazos y lo rasguñe, esperando que Artur me soltara. —
¡No! Él no haría eso. Alessio no haría eso.
Artur se dio la vuelta y me arrojó sobre sus hombros. — ¡No! —Golpeé su
espalda repetidamente—. Déjame ir. ¡No te creo! Alessio no diría eso. No lo haría.
— ¡Alessio! —Grité, mi voz ronca. Era inútil. Mi voz se rasgó en carne viva.
Sonaba como un gatito recién nacido.
—Artur, déjame ir. Alessio te matará. No me toques. Él no diría tal cosa. Nunca
me echaría de su vida así.
Quería creer las palabras que le lancé a Artur. Pero en lo profundo de mis
pensamientos, tal vez tenía razón.
Grité mentalmente en negación.
Tenía que creer en Alessio. Incluso si me odiaba, estaba seguro de que él me
hablaría. No enviar a uno de sus hombres. ¿Pero que si?
¿Y si me odiaba tanto que no podía soportar verme la cara?
No. Alessio, el Alessio que conocía, él nunca haría tal cosa.
—Estás mintiendo. Déjame ir —le di una patada a Artur.
—Tu padre mató a su madre y hermana. Te odia, Ayla. Odio profundo. Si te ve,
él te matará sin pensarlo dos veces. Nunca tendrías la oportunidad de hablar. Él no
es el hombre que crees que es. Él es un asesino. Y tú eres su enemiga —dijo Artur,
riéndose de las últimas palabras.
— ¡Alessio! —Grité, pero mi voz era baja y ronca por las lágrimas. Nunca me
escucharía.
—Haznos un favor a todos y vete de aquí —dijo Artur, tirando de mí hacia
abajo. Estábamos fuera de las puertas ahora, y sentí una oleada de pánico.
Empujé a Artur. — Si Alessio me odia y realmente me quiere fuera de su vida,
tendrá que decirlo a la cara. Solo entonces lo creeré. Si él me mata, que así sea.
Traté de regresar, pero Artur me agarró del brazo y me alejó. —Vete a la
mierda, perra. —Luché, sin rendirme sin pelear. Tenía que luchar, por mí, por
Alessio y por nosotros.
Artur me empujó, y me habría caído si no fuera por otro par de brazos.
¡NO!
Su toque... mi piel ardía debajo. Mi voz se fue otra vez cuando me retrae en mi
cabeza. Grité internamente. Gritando tanto hasta que sentí que mis entrañas iban a
arder.
Su solo toque fue suficiente para volverme loca.
Mis ojos se abrieron y jadeé fuerte, mi respiración se volvió más fuerte cuando
sentí el pánico en mi garganta. El miedo se deslizó por mi cuerpo y mi mente hasta
que mi alma no conoció nada más que miedo y dolor.
Su agarre era fuerte, y no podía alejarme de él. Estaba paralizada cuando vi a
Artur caminando hacia dentro, dejándome sola con el diablo.
Traté de luchar, pero mi cuerpo no se movía. Me sometí bajo el control del
diablo porque mi cuerpo no sabía qué más hacer. Estaba tan acostumbrado a
someterse a ese hombre, que era lo único que era capaz de hacer.
Mis músculos se tensaron y bloquearon hasta que me dolió. El pánico se
extendió a través de mí cuando lentamente comencé a sentirme insensible.
—Ella es toda tuya —dijo Artur antes de cerrar las puertas.
Y luego estaba sola. Con Alberto
Estaba demasiado abrumada con miedo y dolor. Mi cabeza se sentía como si
fuera a explotar en dos. Mi corazón ya estaba roto. ¿Cómo vive alguien sin su
corazón? Porque el mío se había roto en miles de pedazos. Lo sentí romperse. Todo
mi cuerpo y mi alma lo sintieron.
Y esta vez, sabía que era irreparable.
El agarre de Alberto se apretó y mi estómago se hundió. Reprimí el impulso de
vomitar cuando los mareos se hicieron cargo nuevamente. Una obsidiana oscuridad
me rodeó y quise gritar.
¡Alessio! Pero no se pronunciaron palabras.
Alberto me apartó, y cuando me empujó dentro del auto, grité.
— ¡Alessio!
Pero era demasiado tarde.
La puerta se cerró y Alberto se sentó a mi lado. Me arrastré lejos de él,
pegándome contra la puerta cuando el auto comenzó a moverse. No. No. No.
Tiré de la puerta, tratando de abrirla, pero Alberto envolvió su mano alrededor
de mi cabello, apartándome bruscamente hasta que mi cuero cabelludo ardió bajo su
asalto.
Golpeó mi cabeza contra la puerta. Una vez. Dos veces. El dolor se astilló en mi
cráneo y me dolió la mejilla. Podía saborear la sangre en mi boca.
—Has sido muy mala, amor. Pero es hora de que vuelvas a casa ahora —dijo
Alberto, manteniendo mi mejilla presionada firmemente contra la puerta. Hice una
mueca cuando las lágrimas salpicaron mis mejillas.
Me tiró para que lo enfrentara. Alberto sonrió, pero sus ojos estaban en llamas.
Se me heló la sangre.
Mi muerte había llegado antes de lo esperado.
—Es hora de que te vayas a dormir.
Mis cejas se fruncieron, y luego grité cuando sentí una picadura en el muslo.
Miré hacia abajo para ver una jeringa en su mano y la aguja en mi muslo. —No —
arrastre la palabra.
Su mirada era fría e insensible, como él. El dorso de su mano me golpeó en la
cara y volé contra la puerta, con la cabeza agrietada por la presión.
Me estaba perdiendo mientras la oscuridad nublaba mi visión.
—Alessio —gimoteé.
Alberto rugió y presionó mi rostro con más fuerza contra la ventana. —
Aprenderás a no decir nunca más su nombre. Creo que olvidaste que te entregó a mí.
Traté de sacudir mi cabeza, forzando a mis ojos a abrirse aunque me estaba
desvaneciendo lentamente.
—Creo que he sido demasiado fácil contigo antes. Ahora, sentirás lo que es el
verdadero dolor. —Alberto susurró su promesa en mis oídos, sus uñas clavándose
en mis mejillas dolorosamente.
Una oleada de entumecimiento me llenó, y me estremecí violentamente, mi
cuerpo se desmoronó y se debilitó bajo su agarre y la droga que me dio.
Mis ojos rodaron en mi cabeza. Esto era. Mi realidad. Mi destino.
Todo lo que pude hacer fue llorar y quedarme quieta cuando la droga se hizo
cargo y el mareo me arrojó a una nube de oscuridad y desesperación.
Me sometí a la fuerte sujeción que me empujaba y cerré los ojos.
Mi último pensamiento cuando la oscuridad se hizo cargo fue Alessio.
Lo siento, Alessio. Te amo.
Su nombre era un simple susurro en mi cabeza cuando perdí el conocimiento.
Alessio.
Capítulo 28
Alessio

La visión de Alberto había provocado que una lava de ira recorriera mi cuerpo.
Pero había tratado de mantener la calma lo más que podía.
Mi único pensamiento era mantener a Ayla a salvo. Lejos de Alberto.
No podía saber que ella era mi debilidad.
Pero luego miró a Ayla como si la conociera. Como si ella fuera algo que
poseyera. Quería sacarle los ojos, ponerle una bala en el medio de los ojos. Solo
porque estaba mirando a Ayla. Mi Ángel.
Lo que nunca esperé fue la sorpresa que vino después. Y el dolor de la traición.
Escuché a Ayla gemir detrás de mí y sentí sus uñas clavándose en mi piel. Sentí
su pánico. Estaba vibrando fuera de ella. El aire que nos rodea creció con su miedo.
Pero solo las palabras de Alberto resonaban en mis oídos. Todo lo demás era
borroso.
La mujer que estás protegiendo detrás de ti ahora es Ayla Abandonato. La única
hija de Alfredo. Y mi muy futura esposa. La reina de los Italianos. Tú enemiga.
Ayla Abandonato. Una maldita Abandonato.
Ella me mintió. Todo este tiempo, había sido una mentira.
Me dolía el hombro por la tensión, pero mantuve el rostro tan en blanco como
pude.
Ninguna debilidad. Alberto no necesitaba saber cómo me afectaban sus
palabras. Ayla no necesitaba saber lo que su traición me estaba haciendo.
Confié en ella. La dejé entrar
Ella era mi jodido Ángel.
Me tragué la roca de emociones que me tapaba la garganta y miré directamente
a los ojos de Alberto.
—Viktor, llévala adentro —dije, mi voz tranquila pero la frialdad y la
advertencia mortal estaban allí.
Las palabras salieron instintivamente. Ella era el enemigo, pero mi necesidad
de protegerla nunca disminuyó. No importa lo mucho que mi mente hacía estragos,
todavía tenía sentimientos por ella.
Ella me traicionó, pero seguía siendo mi Ángel.
Por el rabillo del ojo, vi a Viktor tirando de Ayla hacia las puertas. Ella me
devolvía la mirada, sus ojos nunca dejaron de mirarme, rogándome que le diera una
oportunidad.
Vi todo allí. Su dolor. Su miedo. Su pánico. Y por último, su amor.
Mi estúpido corazón traicionero se aferró a ello. Quería creer esa mirada.
Mi decisión podría haber sido estúpida, pero era la única que tenia sentido.
Le di toda mi atención a Alberto y le envié una mirada escalofriante. —Vete de
aquí, Alberto. Esta es la última vez que voy a decir esto. Solo se necesita una bala
disparada y la guerra nos atacará. Deja mi propiedad o mis hombres se verán
obligados a disparar.
Alberto levantó una ceja y comenzó a retroceder lentamente. —Tienes razón.
Dejaremos que Ayla decida.
Estuve tentado de dispararle ahora. Poner una bala justo en sus ojos. Pero eso
solo nos traería la guerra.
Y Ayla estaría justo en el medio. Su seguridad no podía verse comprometida.
Mi intención asesina debió haberse mostrado en mi rostro, porque Alberto
sonrió y luego miró a Ayla, su mirada lasciva. —Estaré esperando, amor.
Sentí la mano de Phoenix en mi brazo, haciéndome dar cuenta de que había
alcanzado mi arma. Estaba vibrando con la necesidad de terminar con la vida del
bastardo. Lenta y dolorosamente.
Ese día llegaría. Ahora no. Pero pronto.
Vi a los autos alejarse antes de finalmente tomar el coraje de girar hacia Ayla.
La vi inclinarse hacia adelante, y comenzó a vomitar, hiperventilando allí mismo, en
el camino de entrada. Su pequeño cuerpo temblaba violentamente, sus sollozos
hacían que mi corazón se apretara con fuerza.
Quería tomarla en mis brazos, abrazarla con seguridad y decirle que todo iba a
estar bien. Pero me detuve.
Sabía que me desquitaría y la lastimaría. Y lo último que quería hacer era
lastimarla... a pesar de que ella era la razón de mi dolor en este momento.
Entonces me alejé. De ella.
Lo hice para protegerla.
Me habían disparado antes. Varias veces. Pero la traición de Ayla era más
dolorosa que las balas que atravesaron mi cuerpo.
Ella gritó detrás de mí, mi nombre en sus labios. Ella me rogó que escuchara,
pero estaba entumecido. Demasiado entumecido para preocuparme. Demasiado
entumecido para entender sus mentiras, su traición. Confié en ella, pero ella no me
dio nada a cambio.
Después de entregarme y abrirle mi corazón, ella todavía mintió.
Pero incluso a través de las mareas de ira, entendí por qué.
Odiaba a los Abandonatos.
Y ella era una de ellas. La hija del hombre que mató a mi madre y mi hermana.
— ¡Mierda! —Maldije, golpeando la pared al lado de la puerta. Ella debe haber
estado asustada. Tan malditamente asustada. No es de extrañar que nunca nos lo
haya contado.
¿Qué pasa con aquellos que son inocentes? ¿Perecerán ellos también? ¿Solo
porque estaban condenados a ser italianos, un Abandonato?
La pregunta de Ayla sonó en mis oídos, y me froté el pelo con frustración, mis
dedos se hundieron en mi cuero cabelludo. Ella quiso decirme. Muchas veces, ella
quería decirlo, pero mi odio por los Abandonatos siempre la detenía.
Todavía recordaba mis palabras claramente, como si las hubiera dicho ayer.
No hay inocencia en esa familia. Todos son el engendro del diablo. Están
contaminados con la sangre de mi madre y mi hermana.
¿Cómo podría haber esperado que Ayla me dijera la verdad cuando esas fueron
las palabras que le di?
Dijiste que matarías a cualquiera en tu camino. ¿Pero qué hay de los inocentes?
Cuando me di cuenta, me sentí mal. Ella estaba hablando de sí misma. Ella era
inocente.
Estaba huyendo de casa cuando te encontré y me escondí en tu auto. Así nos
conocimos. No soy una espía, Alessio. Solo soy alguien huyendo de su pesadilla,
buscando desesperadamente la paz.
Todo lo que ella dijo vino de regreso a mí hasta que mis pensamientos se
volvieron locos. Y fue entonces cuando perdí el control.
Con un rugido, alcancé la mesa de café y la volteé, enviándola contra la pared.
Cientos de fragmentos de vidrio volaron por todas partes.
Mis manos se apretaron en puños, y golpeé la pared otra vez, más fuerte que
antes. Mi piel sobre mis nudillos se rasgó, pero eso no fue suficiente.
Estaba jadeando, luchando por respirar, luchando contra el monstruo que
quería ser desatado.
La repentina avalancha de realización hizo que mi cabeza girara. Mis pulmones
se contrajeron. — ¡Mierda! —bramé.
El hombre que odiaba, el hombre que prometí matar... mi enemigo, él era quien
había lastimado a mi Ángel. Él fue quien le causó dolor. La razón de sus pesadillas.
Alberto. Había arruinado a mi Ayla.
Mi sangre rugió con la urgencia de matarlo. De acabar con su vida. De acabar
con la pesadilla de Ayla.
Dándome la vuelta, vi a Artur, Viktor y Phoenix parados allí. Sus caras estaban
impasibles mientras me miraban, esperando que les diera órdenes.
Pero algo más me llamó la atención. Alguien faltaba. Mi corazón se aceleró en
pánico mientras miraba alrededor de la habitación casi furiosamente.
— ¿Dónde está Ayla? —Gruñí, me dolían los nudillos mientras apretaba los
puños.
Las cejas de Viktor se levantaron en cuestión, y miró hacia atrás. —Ella estaba
justo detrás de mí —se quejó, su rostro se torció con un poco de pánico.
— ¡La dejaste sola!
Tiré mi puño, y se conectó con su rostro. Una grieta resonó alrededor de la
habitación, pero no me importó.
—La dejé contigo. Se suponía que debías traerla adentro.
Confié en Viktor para llevarla adentro, para mantenerla a salvo mientras
trataba de controlarme.
—Pensé que ella me seguiría. Ella probablemente esté afuera. Cálmate —dijo
Viktor, sosteniendo su boca sangrante.
Artur vino a pararse a mi lado. —La encontraré, jefe.
Asentí, alejándome de Viktor. —Tráela adentro —le ordené. Artur asintió y se
fue sin mirar. La necesidad de protegerla, protegerla de cualquier sufrimiento, era
abrumadora. Alberto no se estaba acercando a ella.
Mi cabeza se inclinó hacia un lado y le lancé una mirada fulminante a Viktor. Él
me devolvió la mirada.
— ¿Ya terminaste? Porque no puedes actuar así cuando Ayla entra. La
asustarás hasta la muerte.
No dije nada. Solo porque sabía que tenía razón.
Tenía que salir de aquí, pensar claramente, lejos de Ayla para no lastimarla.
Aunque ella era mi Ángel, todavía me traicionó. Mi corazón y mi mente estaban
en una batalla constante.
En ese momento, me di cuenta de que me dolía más que ella me mintiera que el
hecho de que era una Abandonato.
Ayla podría haber sido una Abandonato, pero era inocente. Ella era otra
víctima. Y no podía lastimarla por eso.
Sacudí mi cabeza ante ese pensamiento. Eso era exactamente por qué tenía que
ser despiadado. Implacable. Por eso nunca quise acercarme a ella en primer lugar.
El corazón humano era una cosa extraña. Era traicionero y débil. Nos hacía
débiles. Me fue fácil olvidar mi venganza, solo porque lo que sentía por Ayla era más
poderoso.
Lo que teníamos era más poderoso que mi necesidad de venganza.
Me dejé caer en el sofá y me froté la frente con cansancio. ¿Cómo pasó esto? En
un minuto todo era perfecto, y ahora... estaba arruinado.
Lo que más me preocupaba eran los sentimientos de Ayla. Qué asustada y
preocupada debía haber estado.
— ¿Qué vas a hacer? —Preguntó Viktor, sentándose en el sofá frente a mí. Me
miró con ojos curiosos pero sospechosos—. ¿Con Ayla?
Me incliné, colocando los codos sobre mis rodillas. — ¿Es eso incluso una
pregunta? —Siseé—. ¿De verdad crees que la lastimaré?
Viktor me miró en silencio y luego sacudió la cabeza. —Sé que no la lastimarás.
— ¿Y si lo hiciera?
Necesitaba saber su respuesta. Necesitaba saber dónde estaba Ayla con mis
hombres, cuánto significaba para todos.
Necesitaba saber que cuando llegara el momento, todos estarían frente a ella,
protegiéndola.
—Hubiera tenido que ir en tu contra —respondió simplemente, encogiéndose
de hombros como si no significara nada. Pero sus ojos eran intensos y me dijeron
todo lo que necesitaba saber.
Mi cabeza giró hacia Phoenix mientras esperaba su respuesta. Sacudió la
cabeza. —No podemos dejar que la lastimes, Jefe.
Sentí una sensación de alivio. Eran los campeones de Ayla. Si sucediera algo, la
protegerían.
Pero el alivio fue de corta duración.
Vi a Artur parado en la puerta. Solo. Su rostro estaba triste, y cuando captó mis
ojos, miró hacia abajo, sacudiendo la cabeza.
— ¿Dónde está Ayla? —Pregunté, poniéndome de pie.
—Jefe, lo siento —respondió, con la cabeza gacha.
— ¿Dónde. Esta. Ayla? Pregunté con los dientes apretados, puntuando cada
palabra mientras mi corazón se aceleraba casi dolorosamente.
—Jefe, traté de detenerla. Realmente lo hice. Pero ella se fue. Con ese maldito
bastardo. Tampoco podía creer lo que veía.
— ¡No! —Bramé, corriendo pasando a su lado.
El pánico me atravesó mientras bajaba los escalones y me dirigía a la entrada.
Las puertas estaban cerradas y las abrí, pero era demasiado tarde.
No había señal de Alberto. No hay señales de Ayla. Mi Ángel. No se la veía por
ninguna parte.
Escuché a Viktor, Phoenix y Artur detrás de mí. El aire crujía por la tensión.
—Ayla estuvo jugando contigo todo este tiempo. Ella nos mintió. Esa pequeña
perra —dijo Artur con disgusto.
Dándome la vuelta, agarré a Artur por el cuello. — ¡Estás mintiendo!
Era imposible. Ayla no podía traicionarme. Ella no me traicionaría... no así.
Artur hizo una mueca cuando presioné mis dedos alrededor de su cuello. —
¡Nunca la llames perra! ¿Dónde está?
—Jefe, vi a Ayla yendo hacia él. Ella estaba en sus brazos —jadeó cuando
presioné mis dedos más fuerte alrededor de su garganta.
Quería gritar Rabia. Golpear a alguien. Quería matar... necesitaba matar.
—Ella te traicionó, Jefe —dijo Artur, con voz ronca.
Y fue entonces cuando exploté. Lo perdí.
— ¡Cállate! ¡Jodidamente cállate!
Sacando mi arma de la cintura, apunté debajo de la barbilla de Artur. Su cabeza
se alzó sorprendido, y sus ojos brillaron con repentino miedo. — ¡Estás mintiendo!
—Gruñí, empujando el cañón contra su garganta. Me picaban los dedos para apretar
el gatillo y acabar con su vida.
Tragó saliva y sacudió la cabeza ligeramente.
Casi apreté el gatillo entonces. Si no fuera por Viktor alejándome, Artur habría
estado muerto.
— ¡Alessio! ¡Maldición! —Viktor siseó en mis oídos. Miré a Artur mientras tosía
por aire.
— ¿Has perdido la cabeza? Apuntando con un arma a tu hombre. Somos una
hermandad, Alessio —trató de razonar conmigo. Pero apenas escuché a Viktor.
Las únicas palabras que sonaron en mis oídos fueron las de Artur.

Ella te traicionó, Jefe.


Ella se fue. Con ese maldito bastardo. Tampoco podía creer lo que veía.
Ella estuvo jugando contigo todo este tiempo.

— ¡No! —Me agarré el pelo por la frustración, por la negación—. ¡Ayla no


estaba mintiendo!
Era una mentira. Ayla no me traicionaría. No lo creía. No lo podía creer.

Tenía dieciséis años cuando fui violada.


Me violó en mi decimosexto cumpleaños, y continuó haciéndolo todas las noches
durante siete años.
Mi padre nunca hizo nada. Ni siquiera me prestaba atención. Era un solitaria,
nunca me dejaban salir de la casa. Y luego me entregó a él. Un hombre cruel que me
destruyó.
Solía pegarme. Me encadenaría a nuestra cama y luego me azotaría si hacía algo
mal o lo que él percibía mal.

Cada palabra, cada momento regresó a mí hasta quedar cegado por el dolor.
Mis pulmones se contrajeron mientras luchaba por respirar, mi corazón dolía de la
manera más dolorosa.
Cuando Ayla estaba contando su pasado, escuché la verdad en sus palabras. Sus
ojos llenos de dolor, sus pesadillas, no eran mentiras. Eran reales. Su sufrimiento era
real.
¿Pero por qué ella se iría? Con él... ¿el mismo monstruo que la destruyó?
No tenía sentido. Nada de esto tenía sentido.
Me negué a creerlo.
Porque yo le creía. Yo creía en nosotros.
—Ella no se fue —dije, mirando las puertas—. Ella no volvería con Alberto.
—Estoy de acuerdo —dijo Viktor a mi lado—. No hay forma de que ella se haya
ido por su propia voluntad. Vi lo asustada que estaba Ayla de él.
Solo había una conclusión.
Alberto se la llevó. La arrastró justo debajo de mi nariz.
Mis ojos se abrieron, y un dolor repentino atravesó mi pecho y casi me doblé.
Mi estómago dio un vuelco y mis manos temblaron a mi lado. Me estremecí al
pensar en las cosas que Alberto le había hecho. Y ahora ella estaba con él otra vez. A
su merced. La habían empujado de vuelta a la oscuridad de la que había estado
huyendo.
Y todo era mi culpa.
Tenía un trabajo simple que hacer. Protegerla. Pero fallé. Le fallé a mi Ángel.
— ¿Estás seguro de que la viste irse con Alberto? —Escuché a Phoenix
preguntar detrás de mí.
—La vi subir a su auto —respondió Artur.
—Entonces es posible que Alberto la haya amenazado —agregó Viktor.
No importaba.
Nada de eso importaba. ¿Cómo o por qué sucedió?
Lo único que importaba era recuperar a Ayla de forma segura. Y asegurarse de
que Alberto ya no fuera una amenaza.
En ese momento, mi venganza fue olvidada. Se me olvidó la razón por la que
necesitaba terminar con los Abandonatos.
Fue reemplazado por otro propósito.
Deshacerme de cada persona que había lastimado a mi Ángel. Lenta y
dolorosamente. Hasta que desearon no haberla visto nunca.
Capítulo 29
Me di la vuelta y volví a entrar. Mis hombres me siguieron de cerca.
—Jefe, lo siento mucho. No lo sabía. Pensé... —Artur comenzó, pero luego se
interrumpió rápidamente.
Me enfrenté a él, y él se arrodilló, inclinando la cabeza, su arma colocada frente
a él. Una postura de sumisión.
—Les he fallado a ti y a Ayla. Tienes todo el derecho de quitarme la vida.
Agachándome, tomé su arma en mi mano. —Tienes razón. Puedo quitarte la
vida ahora mismo. Solo porque llamaste a mi mujer perra. Cometiste un error, pero
ese será tu último error.
Me puse de pie a toda mi altura, pero en lugar de apuntarle con la pistola a la
cabeza, le di una orden.
—Levántate.
Se puso de pie, mirándome con la cabeza aún inclinada. —Tienes una
oportunidad más. Protege a Ayla con tu vida y serás perdonado.
No podría condenarlo por pensar lo que cualquiera de nosotros hubiera
pensado. Era más fácil pensar que Ayla nos había traicionado.
Pero sabía que... mi Ángel nunca haría tal cosa.
—Viktor, rastrea su teléfono —le ordené. Él asintió y sacó su teléfono.
Me pasé una mano cansada por la cara mientras miraba alrededor de la
habitación. —Phoenix, llama a los otros hombres. Nos vamos tan pronto como
tengamos la ubicación de Ayla.
Todavía estaba hablando cuando vislumbré el pastel que Ayla me preparó la
noche anterior. Caminando hacia la mesa del comedor, mi pecho se apretó con una
presión inquebrantable. Todo lo que pude ver fueron sus dulces sonrisas. Escuché
su risa, su melodiosa voz. Y sentí sus suaves besos.
Cuando llegué a la mesa, me congelé, mis ojos se dirigieron al artículo al lado
del pastel.
Escuché a Viktor maldecir detrás de mí antes de hablar. —Alessio, su teléfono…
Traté de respirar, pero no podía respirar. Apreté mis puños juntos mientras mi
corazón caía. Gritando de rabia, tomé el teléfono de Ayla y lo tiré a la pared.
Sin pensar, también tiré el pastel. Salpicó contra la pared. No pude parar. Mi ira
se avivó aún más con la idea de que mi Ángel estaba con Alberto y no tenía forma de
encontrarla.
La idea de que él lastimara a Ayla me volvió loco.
Mi visión estaba cubierta con una capa roja mientras me arremolinaba. Destruí
todo a mi alrededor. Nadie me detuvo, porque sabían que yo también los destruiría.
Mi cuerpo tembló con la necesidad de matar. Estaba atrapado en la sed de
sangre.
Habría derramamiento de sangre. La gente iba a morir, incluso aquellos que
eran inocentes. Solo había muerte para quienes estuvieran en mi camino.
—Esto es la guerra —gruñí, mi voz tan aguda como cuchillas de afeitar. Mi
pecho estaba agitado, mi respiración era irregular cuando imaginaba sangre a mi
alrededor.
Quería ver la sangre de Alberto derramando su cuerpo mientras respiraba su
último aliento. Lo necesitaba.
Mi sangre hirvió bajo mi piel, ardiente con una quemadura abrasadora,
incitándome a matar. Muerte. El monstruo rugió, y esta vez lo desate. Abracé la
oscuridad dentro de mí.
Porque esto era la guerra.
Alberto la comenzó.
Y yo iba a terminarla.
Capítulo 30
Nikolay

Mi auto se detuvo frente a la casa de playa de Alberto. Me senté en silencio por


un segundo, contemplando qué hacer y qué estaba pasando.
Cada vez que teníamos una reunión, me llamaba a sus clubes, pero nunca a sus
propiedades. Pero ahora, estaba sentado justo afuera de una de sus casas. Me llamó
y me pidió que lo encontrara con urgencia.
Y vine sin pensarlo dos veces.
No porque quisiera. Sino porque tenía que hacerlo.
No podía soportar su fea cara. Cada vez que lo veía, tenía que reprimir el
impulso de cortar su maldito cuerpo en pedazos y dárselo a los perros. Mi odio hacia
Alberto no tenía límites. Estaba disgustado por el aire que respiraba.
Y deseé que cada vez que lo viera, tuviera el poder de matarlo y ver cómo la
vida lentamente abandonaba sus ojos mientras arrancaba su jodido corazón negro.
Pero no podía hacer nada de eso.
Me recosté contra mi asiento con un suspiro. Respirando profundamente, traté
de calmar mis pensamientos furiosos y la necesidad de sed de sangre. Estaba aquí y
tenía que hacer mi trabajo.
Aunque una pregunta quemó mis pensamientos.
¿Qué estaba haciendo en Florida? No le conté sobre el viaje del Jefe.
Esa fue una gran coincidencia de que él estaría aquí al mismo tiempo que el
Jefe.
Sacudiendo mi cabeza, aclaré mis pensamientos y salí del auto. La puerta ya
estaba abierta, así que entré sin tocar. No tuve que hacerlo. Sus hombres ya sabían
que había llegado.
Vi a una criada que limpiaba la cocina, de espaldas a mí. — ¿Dónde está
Alberto? —Pregunté, mi voz estridente.
Saltó casi cinco pies en el aire antes de darse la vuelta, su mano sobre su pecho.
—Uhmm... él estaba en su oficina la última vez que lo vi —chilló, sus ojos llenos de
alarma.
— ¿Dónde está su oficina? —Señaló en silencio hacia el final del pasillo. Sin una
segunda mirada, seguí su dirección.
Cuando llegué al final del pasillo, vi a un hombre parado frente a la puerta,
protegiéndola. Asentí hacia la puerta antes de hablar. —Necesito ver a Alberto. El
me llamo.
— ¿Quién eres tú? —preguntó, su mano alcanzando su arma.
—Nikolay.
El reconocimiento brilló en sus ojos. —Él no está aquí. El Jefe salió hace una
hora. Tenía algo de qué ocuparse.
—Lo esperaré —anuncié, enviándole una mirada escalofriante, desafiándolo a
que me rechazara. El hombre resopló y me abrió la puerta.
—Debería volver pronto —dijo, señalando con la cabeza hacia la habitación.
Entré y él me siguió, cerrando la puerta detrás de él. Por supuesto, él me seguiría. De
ninguna manera me habría dejado solo en la oficina de Alberto. Para él, yo era un
extraño.
De lo que no se dio cuenta era que yo también era la información privilegiada.
No me senté. En cambio, me paseé por la oficina.
Algo se sintió mal. Alberto nunca me llamaría a su casa, especialmente si no
estuviera aquí. Y lo más importante, ¿qué estaba haciendo aquí? Al mismo tiempo
que nosotros.
¿Tenía más espías de lo que pensábamos?
Froté mi mano sobre mi cabeza con frustración e intenté reprimir el gruñido
que amenazaba con escapar.
Todavía estaba caminando cuando algo me llamó la atención. Fue solo un
pequeño vistazo, pero fue suficiente para que me detuviera en seco.
De ninguna manera. Joder no.
Pisoteé hasta el escritorio de Alberto y tomé el marco en mi mano. Pensé que
mi mente estaba jugando conmigo. Tal vez lo estaba. Parpadeé varias veces, pero la
imagen seguía allí. Ella todavía estaba allí.
Estaba mirando sus ojos verdes.
Ayla
Mi boca se abrió, pero rápidamente la cerré, mi mandíbula se apretó con
fuerza. Miré fijamente la foto, mi mente se quedó en blanco por un segundo.
— ¿Quién es ella? —Pregunté en voz alta, aunque ya sabía la respuesta.
—La mujer del jefe —respondió simplemente el hombre.
Mis dedos se apretaron alrededor del marco. — ¿Cuál es su nombre?
—Ayla Abandonato. La perra se escapó hace meses. Pero el jefe la acaba de
encontrar. Ahí es a donde fue. Ella se estaba escondiendo con los malditos rusos
todo este tiempo. ¿Puedes creerlo? —dijo con disgusto.
Se me cayó el estómago y me congelé, mis músculos se apretaron por sus
palabras. Esto no podría estar sucediendo.
Ella era un Abandonato. Y la mujer de Alberto. ¿Era ella la traidora?
Mi pecho se apretó ante ese pensamiento. No. No lo creía. No había forma de
que nos traicionara.
Me quedé mirando la foto. Ayla se veía muy diferente allí. Sus ojos no brillaban,
como lo hacían ahora. Eran sombríos, casi sin vida. Ella no tenía una sonrisa. Su cara
y postura estaban rígidas.
Esta Ayla se parecía a la que había conocido la primera vez. Cuando estaba
sucia, herida y tan jodidamente asustada. La que estaba rota.
Alberto fue quien la rompió. Era el atormentador de Ayla.
La voz del hombre sonaba como si estuviera bajo el agua mientras continuaba
hablando.
—Probablemente se folló a todos los hombres allí también. Para eso es buena.
Aunque no me voy a quejar. Su coño es uno de los mejores. Se ajustó a mi polla como
un guante.
Me enfurecí y vi rojo. Colocando la imagen hacia abajo, alcancé mi arma. No
tuvo la oportunidad de reaccionar o alcanzar su arma. Vi sus ojos brillar de sorpresa
cuando apunté mi arma hacia él. Y luego apreté el gatillo.
Un disparo. Una bala, justo en el medio de su garganta. Eso fue todo lo que se
necesitó para matarlo.
Se dejó caer al suelo sin hacer ruido, su sangre rodeando su gigante cuerpo.
Había sangre por toda la oficina y la pared detrás de él, donde había salpicado.
Nadie habla de la mujer del Jefe así. Nunca mostraría piedad con hombres
como él.
Sin darle otra mirada, salí de la oficina y me metí en mi auto. Mi visión estaba
cegada con la foto de Ayla. La mirada rota en su rostro.
Y luego sus palabras sonaron en mis oídos.
La perra se escapó hace meses. Pero el Jefe la acaba de encontrar. Ahí es a donde
fue. Ella se estaba escondiendo con los malditos Rusos todo este tiempo.
— ¡Mierda! —Bramé, golpeando mi volante. Tenía que advertir a Alessio. Salí
del camino de entrada y llamé a su teléfono celular al mismo tiempo.
Pero él no respondió. Lo que nunca sucedía. Él siempre contestaba.
Me dolían los hombros por la tensión, y mi garganta se sintió repentinamente
seca. Mantuve mis ojos en el camino y conduje sin pensar mientras trataba de llamar
a los demás.
Pero nadie respondía a sus teléfonos.
Maldije en voz alta, tirando mi teléfono en el asiento a mi lado. El camino
estaba lleno. Nunca llegaría a tiempo. Alberto se fue hace una hora. Ya debería haber
llegado. ¿O tal vez estaba esperando para atacar?
Ese hubiera sido el momento perfecto. No había suficientes hombres para
proteger a Ayla o al Jefe.
Joder. No.
No podía permitir que eso sucediera. El Jefe no podía perder a Ayla.
No ahora. Ni nunca.
No lo sobreviviría. Porque sabía que si Ayla se perdía, El Jefe también se
perdería a sí mismo, se rompería.
Y no podía permitir que eso sucediera.
Golpeé el volante nuevamente, y el dolor atravesó mis dedos. Rápidamente
haciendo un cambio de sentido, cambié la ruta. Durante los siguientes treinta
minutos, violé todas las reglas de tráfico.
Cuando llegué a la casa de la playa, salí rápidamente. El camino de entrada
estaba inquietantemente silencioso. Pero la muerte flotaba en el aire. Era casi
escalofriante.
Subí corriendo las escaleras y entré en la casa, pero me congelé en mis pasos al
ver frente a mí.
La casa estaba hecha un desastre. Completamente destruida.
Phoenix y Artur estaban sentados en el sofá, con la cabeza en las manos, su
postura derrotada. Viktor estaba apoyado contra la pared, con los ojos cerrados y el
rostro retorcido de dolor.
Ambas manos del Jefe estaban apoyadas contra la pared. Su rostro estaba
apartado de mí, pero podía ver sus hombros tensos. Todo su cuerpo estaba rígido.
Y noté algo más, también.
Ayla no se encontraba por ningún lado.
La realización casi me puso de rodillas.
Llegué demasiado tarde.
Capítulo 31
Ayla

Mis ojos se abrieron parpadeando mientras lentamente ganaba consciencia. Me


latía la cabeza y me dolían los músculos. Me dolía todo el cuerpo.
Cuando mi visión finalmente se aclaró, solté un grito ahogado. Mi cuerpo se
congeló, y de repente las náuseas me asaltaron. Tuve que tragarme la bilis que se
abría camino desde mi estómago hasta mi garganta.
No podía mover mis brazos o piernas. Me sentí atrapada. Estaba atrapada.
Alberto me tenía. Estaba completamente a su merced.
Mi pecho se apretó y me atraganté con un sollozo. ¿Cómo pasó esto? Todo era
perfecto, pero había sido arrojada nuevamente a la oscuridad.
Lágrimas cayeron silenciosamente por mis mejillas mientras pensaba en
Alessio. Lo amaba tanto que me dolía el corazón al pensar en no volver a verlo nunca
más. Él era mi todo, y ahora estaba sola otra vez, sin mi salvador.
Estaba viviendo mi pesadilla de nuevo.
Traté de levantar el brazo, pero me horroricé al descubrir que no podía. Traté
de mover mis piernas, pero no pude.
Se sentían pesados, y no había duda de la frialdad del acero envuelto alrededor
de mis muñecas o tobillos. Me moví de nuevo, y el sonido del metal sacudiéndose
llenó la oscuridad.
Estaba encadenada.
En pánico, traté de moverme. Retorcí los brazos y las piernas, pero solo grité de
dolor cuando el metal me atravesó la piel.
Me apoyé contra la pared y cerré los ojos con desesperación. Mis manos y
piernas estaban esposadas a un muro húmedo de piedra. Estaba encadenada a la
pared como una esclava.
Mi garganta se contrajo mientras luchaba por respirar. Mi visión se volvió
borrosa, y mi cabeza se inclinó contra la pared mientras trataba de mantener los
ojos abiertos.
Escuché pasos acercándose, y mi estómago se encogió. Gimoteé de miedo. Mi
pulso golpeó dolorosamente contra mi sien y garganta. Mi pecho se sentía pesado
bajo la presión de mi pánico y miedo.
Temblé contra la pared, esperando mi inminente destino.
Y luego, de repente, ya no estaba en la oscuridad. La luz estaba encendida y mis
ojos se cerraron instantáneamente ante el repentino resplandor. Me aparté y me
recosté más fuerte contra la pared, como si pudiera protegerme.
Traté de cubrirme la cara con las manos, pero fueron tiradas cruelmente. Mis
ojos se abrieron de golpe, y estaba mirando directamente a los ojos de Alberto.
Lloré de dolor cuando él apretó sus dedos alrededor de mi brazo. Cuando
sonrió, me estremecí.
—Shhh, amor —dijo en mi oído, su lengua lamiendo mi cuello.
El miedo me dejó inmóvil. Sus dedos se enredaron alrededor de mi cabello y
echó mi cabeza hacia atrás hasta que lo mirara fijamente.
— ¿Realmente pensaste que no te encontraría? —Siseó, su cara roja de ira—.
Puedes escapar, pero siempre te encontraré.
Mi corazón se hundió. Sabía que este día llegaría. Era infantil pensar que estaba
a salvo.
Alberto parecía enloquecido cuando su mano se retorció en mi cabello. Hice
una mueca cuando mi cuero cabelludo ardía como el fuego.
— ¿Dejaste que te follara? —preguntó, agarrando mi barbilla. Sus dedos se
clavaron en mi piel, y tuve que morderme los labios para no llorar —. Por supuesto
que sí. Él te tocó. ¿Olvidaste que eres mía? —Alberto me gruñó en la cara. Me
acobardé y sacudí la cabeza.
¿Cómo podría olvidarlo? Después de todo, estaba encadenada a mi pasado.
Pero por un pequeño momento, me dejé creer que era de Alessio.
Alberto me miró por un segundo. Él vio mis lágrimas deslizarse por mis
mejillas, y vi sus ojos brillar de alegría.
Me soltó y se puso de pie. Me desplomé contra la pared, mi cuerpo de repente
débil. Alberto caminó hacia atrás y se sentó en la silla colocada en el centro de la
habitación. Se echó hacia atrás y cruzó los brazos sobre el pecho, luciendo
peligrosamente intimidante.
Rápidamente miré alrededor de la habitación, pero estaba vacía. No había
ventanas y la habitación parecía inacabada.
Cuando me di cuenta, respiré hondo. No era una habitación. Era un calabozo.
Mis ojos se alzaron. Los labios de Alberto se curvaron mientras me lanzaba una
mirada escalofriante. Temblé ante su mirada y miré hacia abajo. No podía mirarlo.
Su rostro era un recordatorio de cada cosa mala por la que había pasado.
—Arruinaste el plan de tu padre —comenzó Alberto. Mis cejas se fruncieron,
pero no levanté la vista—. Todo este tiempo, te mantuvo oculta para que los rusos
no supieran de ti. Y ahora, saben sobre tu existencia.
Lo miré a través del cabello que me cubría la mitad de la cara. Alberto sacudió
la cabeza. —Eras una jodida carga. Una debilidad. Si supieran quién eras, te habrían
perseguido. ¿Te has preguntado alguna vez por qué nunca se te permitió salir de la
finca?
No respondí. No importaba cuál fuera mi respuesta. Alberto diría lo que
quisiera.
—Porque eres una mujer muerta. Moriste en un incendio hace veintiún años.
Mi cabeza se alzó, mi corazón latía rápidamente con esta nueva revelación.
Alberto se rió de mi expresión, su rostro siniestro. —Pero eso es lo que piensa el
mundo. Tu muerte fue inventada, para que el enemigo de tu padre no te perseguiría.
De repente, su rostro cambió. La ira había vuelto con toda su fuerza. —Pero
jodidamente arruinaste todo eso. Tuviste que escapar. Y tenías que terminar con
esos malditos rusos. Ahora, ellos saben la verdad.
Sacudiendo la cabeza, sonrió maliciosamente y me estremecí. —Pero creo que
todo salió bien.
No entendí lo que quería decir. Solo vi su sonrisa. La misma que atormentaba
mis recuerdos. Nunca olvidaría esa sonrisa.
Alessio. ¿Dónde estás? Rogué en silencio. Lo necesitaba. Sentía que no podía
respirar sin él.
Vi a Alberto levantarse de su silla y caminar hacia mí. Arrodillándose, me
agarró la cara.
— ¿En qué estás pensando, amor?
Hizo un tsk cuando no respondí. — ¿No me digas que estás pensando en
Alessio? —se burló en mi cara.
Tragué saliva cuando sus palabras me golpearon en el corazón. Él se rió entre
dientes, su rostro justo al lado de mi oreja. — ¿Has olvidado? Él te entregó a mí.
No.
Él no me entregó. Él me ama. Lo sabía. Alessio vendría por mí.
—Te entregó como si no fueras nada. ¿De verdad crees que vendrá a salvarte?
—susurró en mis oídos.
Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear sus tortuosas palabras. No le
creía. Ni lo haría.
Yo creía en Alessio. En nosotros.
—Amor, mírame —exigió Alberto.
No tuve más remedio que mirar al demonio. Él tenía todo el control. Cuando
finalmente abrí los ojos, vi que la cara de Alberto se suavizaba. Sus ojos cambiaron a
un tono más claro mientras me miraba casi con amor.
— ¿No lo ves? Yo soy el que se preocupa por ti —dijo, arrastrando un suave
dedo por mi mejilla.
El miedo se disparó en mi pecho, apretándome hasta que no pude respirar.
Sabía lo que estaba haciendo. Alberto siempre hacia eso. Él cambiaría justo en frente
de mis ojos. Pasar de un monstruo a un hombre gentil.
Lo hacía para jugar con mi mente. Para engañarme para que crea lo que él
quería. Para hacerme creer que a él realmente le importaba.
Al principio, funcionó. Pero ahora sabía la verdad. Todo era un juego para él. Ni
siquiera había una onza de humanidad en él. Él era un monstruo.
—Todo lo que he hecho es por nosotros. Por ti. Siempre te he protegido y
mantenido a salvo para que mis enemigos no te lastimen —continuó.
Traté de suprimirlo. Realmente lo hice, pero sus palabras burlonas resonaron
en mis oídos, negándose a irse.
—Alessio no se preocupa por ti. Nunca lo hizo. Pero yo lo hago. Estoy aquí para
ti. —Alberto se inclinó hacia delante y me dio un beso en la mejilla. Sus labios se
movieron hacia los míos y me besó. Casi dulce y disculpándose—. Eres mi reina.
Gimoteé y me alejé. Pensé que me golpearía, pero no lo hizo. Alberto me pasó
un dedo por la mejilla. —Verás que a él nunca te quiso. Él no viene por ti, Ayla.
Quería gritar ¡Detente! Por favor, detente.
Él estaba mintiendo. Alessio me quería. Yo era su Ángel. Él vendría por mí.
Confiaba en él.
Alberto continuó susurrando en mis oídos mientras su mano vagaba por mis
muslos desnudos. Fueron debajo de mi vestido, su toque suave. Pero la suavidad era
engañosa. La suavidad solo contenía las promesas del dolor.
—Está bien. Todo irá bien. Ahora que estás en casa, estás a salvo. No puede
lastimarte.
Cerré los ojos con fuerza cuando sentí un dedo sondeándome a través de mis
bragas de encaje. Dolor. Todo lo que sentía era dolor. Esto no podría estar
sucediendo nuevamente.
Tal vez era solo un sueño. Una pesadilla. Pero sabía que era real. Esta pesadilla
era mi realidad.
Agarró mi muslo posesivamente, sus dedos cavaron en mi piel, dejando sus
marcas. Sollocé mientras lágrimas seguían corriendo por mis mejillas.
No dije nada. Sabía cómo funcionaba con Alberto. Mientras me quedara callada,
no sería tan malo.
Y luego, de repente, la gentileza desapareció. El dorso de su mano golpeó mi
cara y mi cabeza golpeó contra la pared. Grité cuando la agonía atravesó mi cabeza y
cuello.
Alberto me agarró del pelo y me sacudió. Tiró de mí hasta que los grilletes me
mordieron la piel dolorosamente. Lloré de nuevo, el dolor era demasiado intenso
para soportarlo.
No me dolía solo físicamente. También me dolía el corazón. Me estaba
rompiendo por dentro, perdiéndome lentamente en la oscuridad que me rodeaba.
— ¿Realmente pensaste que sería amable contigo, amor? —Me escupió en la
cara.
Sacudí mi cabeza, mi estómago se encogió violentamente ante la promesa
tácita en sus palabras. Mi corazón latía pero estaba paralizada.
Su puño hizo contacto con mi cara, y mis labios se abrieron. No grité esta vez.
Solo esperé porque sabía lo que vendría después.
—Me traicionaste, Ayla. Me estás haciendo hacer esto. Todo es culpa tuya —
dijo contra mi cuello mientras rasgaba mi vestido.
Me estremecí cuando sus manos tocaron mi cuerpo. Mientras me tocaba,
Alberto me besaba la cara. Una mezcla de gentileza y dolor. Me estaba dando ambas
cosas, tratando de confundirme, tratando de engañarme.
—Voy a follarte y mostrarte exactamente a quién mierda perteneces —gruñó
en mis oídos.
Mi corazón se hundió y mi mente se quedó en blanco.
Me resistí al principio. Algo que nunca había hecho antes. Pero eso solo lo enojó
más. No lo quería a él. Solo quería a Alessio. Quería el toque de mi Alessio. En
cambio, me vi obligada a sentir el toque del monstruo.
Traté de ser fuerte, pero al final, fui débil.
Alberto me dio la vuelta hasta que estuve de rodillas, mi espalda contra su
frente. Forzó mi cara contra la pared hasta que quedé atrapada. No podía hacer
nada, no con las cadenas tan apretadas a mi alrededor.
Me abrió los muslos y sentí su punta en mi entrada. — ¡Eres mía! Nunca lo
olvides, Ayla. ¡Mía!
Se estrelló dentro de mí, dolorosa e implacablemente. No pude detener el grito
que escapó de mis labios.
Sentí su aliento en la parte posterior de mi cuello mientras me tomaba brusca y
dolorosamente. Golpeaba su polla dentro de mí repetidamente, sus dedos envolvían
mi garganta todo el tiempo, asegurándose de que supiera que él tenía el control.
Me estaban cortando por dentro. Se sentía como si me estuvieran pinchando
con fragmentos de vidrio. Estaba sangrando por dentro. Mi corazón estaba
sangrando. Mi alma estaba sangrando, suplicando piedad. El dolor era demasiado.
Permanecí en silencio mientras mi cuerpo y mi corazón se rompían en pedazos. Me
sentía desconectada.
Se sentía como si este castigo cruel nunca terminaría. Me tomó una y otra vez
hasta que me deslicé en la oscuridad.
Y sabía que esta vez no podría volver.
Cuando se vino con un rugido, mi cabeza giró. Alberto salió y sentí que su
semen se deslizaba desde el interior de mis muslos, marcándome de la manera más
humillante.
Me dolía todo el cuerpo por su asalto. No podía moverme, así que simplemente
me recosté allí, mi cabeza colgando sin fuerzas contra la fría pared.
Sentí los labios de Alberto al lado de mis oídos. —Él no vendrá por ti. No
importa cuánto ruegues, él no vendrá. Él nunca te encontrará. Nadie vendrá por ti.
Cerré los ojos, negándome a aceptar sus palabras.
—Eres un fantasma, Ayla. Un fantasma olvidado. Siempre viviste en las
sombras.
Sus palabras empalaron mi corazón de la manera más horrenda y dolorosa
posible. Porque sabía que eran la verdad.
Pero lo que empeoró el dolor fue la constatación de que siempre viviría de esta
manera. En la oscuridad. Oculta y sin escapatoria.
Yo era realmente un fantasma. Una olvidada.
Mis ojos rodaron en mi cabeza mientras lentamente sucumbía a la agonía que
corría por mi cuerpo.
Pero incluso a pesar del entumecimiento, todavía pensaba en Alessio.
No importaba lo imposible que fuera, todavía deseaba poder sentirlo de nuevo
y escuchar su corazón latir. Sólo una vez más.
Solo por última vez, quería sentir su corazón latir.
Capítulo 32
Alessio

Me sentí entumecido cuando salí del auto. De pie en el camino de entrada, me


quedé mirando la finca. Las puertas delanteras estaban abiertas, pero mis pies
estaban paralizados, negándose a moverse.
Había un dolor en mi pecho. Me fui con Ayla pero volvía sin ella. Al pensar en
volver a casa sin mi Ángel y saber que ella no estaría allí para saludarme o besarme,
el dolor en mi pecho se intensificó.
Viktor vino a pararse a mi lado y esperó. Sentí a Nikolay en mi lado izquierdo. Y
luego Phoenix y Artur. Nadie dio un paso adelante. Todos me esperaban.
No importaba cuánto dolor sufriera, todavía era un Jefe: el Rey. No podía
dejarme debilitar en un momento como este. Tragando más allá del nudo en mi
garganta, di un paso adelante y caminé hacia la puerta. Cada paso que daba era
pesado, un recordatorio de mi fracaso.
Entré y, tan pronto como crucé las puertas, Maddie estaba sobre mí. Agarró mi
cuello, su rostro era una máscara de ira e incredulidad.
— ¿Donde esta ella? —Su voz era escalofriante mientras gritaba—. ¿Cómo
pudiste haber dejado que esto sucediera?
Sus ojos se nublaron con lágrimas cuando contuvo un sollozo, su pecho se agitó
con el esfuerzo.
—Prometiste protegerla, Alessio.
No dije nada.
Ella tenía razón. Prometí proteger a Ayla, pero no pude. Mi padre también tenía
razón. Pensé que no dejaría que sucediera. Pensé que era fuerte, pero la historia se
repetía.
La opresión en mi pecho había vuelto de nuevo. Maddie me soltó el cuello, y se
dejó caer de rodillas, sus gritos de angustia resonaban en mis oídos.
—Lo prometiste —sollozó en mis rodillas—. Lo prometiste.
Escuché otro grito y mi cabeza se alzó bruscamente hacia Lena. Ella sostenía su
pecho, sus ojos muy abiertos mientras jadeaba.
— ¡Lena! —Viktor corrió hacia ella y la llevó al sofá antes de que pudiera
caerse—. Llama a Sam —ordenó mientras Lena seguía jadeando por aire, su rostro
retorcido en agonía.
—Mi dulce niña —susurró, con la voz quebrada.
Esto era demasiado. Todas sus emociones me invadieron; decepción, dolor,
pena tan profunda que me dolía el corazón. Me pasé una mano temblorosa por la
cara, tratando de mantener la calma. Tratando de ser fuerte por todos.
Por Ayla. Ella necesitaba que fuera fuerte.
Artur tiró de Maddie a sus brazos. Ella enterró la cara en su pecho mientras
sollozaba. Tragando contra el nudo de emociones alrededor de mi garganta, sacudí
mi cabeza y caminé.
Maddie se detuvo frente a mí. —Ayla podría ser una Abandonato, pero ella es
inocente.
Su voz era un simple susurro, pero me llegó. Y las palabras fueron un duro
golpe para mi corazón.
—Lo sé —murmuré, mirando fijamente a la nada mientras pasaba junto a ella.
—Alessio, tienes… —Se interrumpió, con la voz quebrada—. Ni siquiera puedo
imaginar por lo que está pasando en este momento.
Mis ojos se cerraron, mis dedos se apretaron en puños ante la idea de que Ayla
estaba sufriendo.
—La encontraré —dije, mi voz áspera por el esfuerzo de mantener mis
emociones bajo control.
La encontrare. Fue un voto pronunciado en voz alta.
Maddie se puso delante de mí, una lágrima soltando su mejilla. — ¿Lo
prometes?
Rompí una promesa antes, pero no esta vez. Entonces asentí. Maddie parecía
bastante satisfecha con mi respuesta, y sus ojos no tenían dudas. Solo brillaban con
absoluta confianza.
Ella se apartó de mi camino y yo seguí subiendo. Caminando por el pasillo hacia
mi oficina, solo escuché la hermosa risa y la dulce voz de Ayla. Estaba en todas
partes pero en ninguna parte.
Una repentina oleada de ira recorrió mi cuerpo. Alberto tenía que morir.
Pero primero tenía que encontrarlo. Y el hijo de puta era inteligente. Un
cobarde, pero inteligente. En el momento en que Ayla estaba en su trampa,
desapareció. No estaba por ningún lado.
Solo habían pasado horas desde que se llevó a Ayla, pero parecían años.
—Joder —dije, abriendo la puerta de mi oficina, solo para detenerme en seco.
Lyov estaba mirando por la ventana, mientras el cuerpo de Isaak se hundía
contra el sofá, con la cabeza entre las manos como si toda su energía hubiera
abandonado su cuerpo.
Entré, analizando a ambos hombres de cerca. Odiaban a los Abandonatos con
pasión, pero no iba a dejar que se interpusieran en mi camino para encontrar a Ayla.
Las consecuencias sean condenadas.
Por el rabillo del ojo, vi que mis hombres me seguían al interior. Mi expresión
se mantuvo fría y sin emociones cuando me enfrenté a mi padre e Isaak.
—Debería haberlo sabido —dijo Isaak, causando una nube de confusión a
nuestro alrededor. La espalda de Lyov se puso rígida ante la voz de Isaak, sus ojos se
cerraron con fuerza.
—Se parecía mucho a Leila, pero no quería creerlo. Me negué a creerlo —
continuó Isaak, con la voz quebrada por las últimas palabras.
¿La esposa de Alfredo?
— ¿Qué? —Espeté, avanzando.
Isaak levantó la vista y me sorprendió ver sus ojos rojos. No, no estaba
llorando. Pero la agonía en su rostro hablaba más de lo que lo habrían hecho las
lágrimas.
— ¿Conocías a Leila? —Pregunté cuando nuestros ojos se encontraron. Se
estremeció y miró a Lyov, que todavía no se había dado la vuelta para reconocer
nuestra presencia.
—Si. Yo conocía a Leila. Más que solo conocerla —murmuró.
Ladeando la cabeza, miré y esperé. Podría haber adivinado la respuesta, pero
necesitaba escucharla de él. La verdad.
Mis pensamientos se volvieron locos mientras esperaba que Isaak me
explicara.
—Para entender, tendrás que saber el comienzo.
Mis ojos se abrieron cuando escuché la voz gutural de Lyov. —Díselo —ordenó
sin darse la vuelta.
Isaak se levantó y paseó por la habitación. —Después de la muerte de tu
madre, nuestro único objetivo era acabar con los Abandonatos. Me enviaron para
encontrar la debilidad de Alfredo.
Hizo una pausa, respiró hondo, como si le doliera continuar. —Pensamos que
Leila era su debilidad, así que durante meses la vigilé. Desde muy lejos. Observé
cada movimiento y esperé. Después de semanas de observación, comencé a ver
signos de abuso. A veces ella tenía un labio sangrante. Sus mejillas estarían rojas o
de un tono púrpura. Una vez la vi caminar cojeando.
¿Por qué sonaba tan familiar?
Ayla. Su nombre era un susurro en mi cabeza, y apreté la mandíbula, apretando
más aun los dientes.
—Todos los días, a la misma hora exacta, Leila iba a una cafetería. La vi cruzar
la calle. Observé hasta que ya no pude mantenerme alejado. Ella estaba muy triste.
Tan rota —continuó Isaak. Había dejado de pasearse hacía mucho tiempo. Sus ojos
ahora estaban pegados a la pared. Estaba perdido en sus recuerdos.
—Pero ella nunca estaba sola. Ella siempre tenía un bebé en sus brazos. La
única vez que la veía sonreír era cuando jugaba con el pequeño bulto. Me acerqué a
ellas, desesperado por conocer a la mujer rota frente a mí.
Sabía a dónde iba esto, pero no detuve a Isaak. Entonces siguió hablando. Y al
hacerlo, sus palabras apuñalaron mi corazón ya frágil.
—El nombre del bebé era Ayla. Ayla Abandonato. Ella era la bebé más dulce.
Solo tenía tres meses cuando la conocí. —La voz de Isaak se quebró ligeramente al
pronunciar el nombre de Ayla.
Mis ojos se cerraron de golpe cuando me hundí en el sofá.
—Leila y yo nos conocimos, pero ella no sabía quién era yo. No mi nombre real.
Nosotros... comenzamos una aventura. Estaba prohibido, y ambos lo sabíamos. Pero
eso no nos detuvo. Duró varios meses. Vi a Ayla crecer. Dio su primer paso delante
de mí, y fue hacia mí.
Escuché a Viktor maldecir e Isaak hizo una pausa. De repente, la sala se llenó de
silencio, y el silencio era sofocante.
— ¿Qué pasó? —Pregunté, mi voz áspera resonó en la silenciosa habitación.
Isaak respiró hondo antes de continuar. —Leila estaba enojada cuando
descubrió la verdad sobre mí, pero entendió por qué lo hice. Esa noche, planeamos
su escape. Era la única forma de protegerla a ella y a Ayla. Pero llegué un poco tarde.
—Leila murió en un incendio —le dije.
—No —Isaak gruñó de repente—. Ella no lo hizo.
Mi cabeza se giró hacia él cuando se volvió para mirarme. —La escuché morir.
La escuché gritar cuando Alfredo la mató. Le disparó. El bastardo me llamó y me
hizo escuchar. Tres disparos y luego solo silencio.
Sacudiendo la cabeza, se pasó una mano por la cara, su cuerpo temblando. Con
coraje. Y profunda pena.
—Leila había muerto y no pude hacer nada. Pero sabía que tenía que llegar a
Ayla. Le prometí a Leila que Ayla no viviría la vida que ella tuvo. Ayla sería libre y
feliz. Prometí protegerla y sacarla de ese infierno. —Isaak se rompió con una risa
áspera y sin emociones.
Él negó con la cabeza, todavía riendo. —Llegué demasiado tarde. De nuevo.
Ayla...
—...murió en un incendio —terminé.
Todos sabían esa historia. La mitad de la propiedad de Alfredo se incendió. Se
tomaron tantas vidas, incluida su esposa e hija. Esa era la historia, pero claramente
no sucedió de esa manera.
—Ayla solo tenía un año. No lo creí al principio. Pero vi su ataúd. Era muy
pequeño. Ella era muy pequeña. Se veía tan frágil cuando fue bajada al suelo junto a
su madre —la voz de Isaak era un susurro ahora.
Conocía a Isaak desde hacía muchos años, pero nunca lo había visto tan roto.
Me froté la nuca, tratando de liberar la tensión allí.
Todo ha cobrado sentido ahora. Por qué nunca obtuvimos nada de Ayla... sin
importar cuán intensa fue nuestra investigación. Por qué ni siquiera pensé por un
momento que Ayla podría haber sido una Abandonato.
Ella era una fantasma. Alfredo se había asegurado de ello.
—Ese maldito bastardo —siseó Isaak, sus ojos repentinamente se encendieron
con fuego—. Él sabía. Él sabía que iba a ir por Ayla. Puede que no tenga mi sangre,
pero yo la amaba como si fuera la mía.
—Nos hizo creer que Ayla murió. Era la única forma de mantener alejado a
Isaak. Todos estos años pensamos que estaba muerta. —Lyov finalmente volvió a
hablar cuando quedó claro que Isaak no podía decir nada más.
Solo hubo silencio durante unos segundos, hasta que Isaak explotó. Él se
adelantó y me agarró, casi frenético en sus acciones.
—Tienes que encontrarla. Por favor, Alessio. Ella no sobrevivirá allí. No otra
vez. Tenemos que salvarla. Tenemos que encontrarla. Ella... ella... tú... —Isaak me
rogó, su respiración entró en pánico.
Mi pecho se apretó, tan apretado que era casi imposible respirar. Y la ira, arañó
mi cuerpo, burlándose, sacudiéndome, rogando por su liberación.
Mis puños temblaron mientras Isaak se alejaba cuando no le respondí.
Era un círculo vicioso. Dolor, sufrimiento e ira. Nos nubló hasta que nos cegó.
Pero a pesar de todo, solo había una luz.
Ayla.
Poniéndome de pie, caminé hacia la gran ventana del panel. Lyov estaba a mi
lado, donde había estado durante toda la confrontación.
Y entonces Viktor estaba a mi otro lado. Isaak del lado de Lyov. Nikolay al lado
de Viktor. Phoenix al lado de Nikolay y Artur justo al lado de Phoenix.
Una hermandad.
Respirando hondo, exhalé lentamente. Cuando hablé, mis palabras sonaron con
firmeza.
—Voy a traer a Ayla a casa.
Alberto no sabía lo que venía por él. Puede que se haya llevado a mi Ángel, pero
yo iría por ella.
Puede que haya sido un monstruo. Un asesino. Cruel. Implacable. Pero lo peor
para Alberto era que yo era el monstruo de Ayla.
No pararía hasta haber entregado todos sus cadáveres a los pies de Ayla. Mi
sangre rugió con la necesidad de vengarme de los hombres que le causaron dolor a
Ayla.
Quemaría todo en mi camino para encontrarla. Era el comienzo de la
destrucción. Un baño de sangre.
Y no iba a dejar de buscar. No hasta que encuentre a mi Ángel.
Capítulo 33
Mis nudillos crujieron cuando mi puño hizo contacto con su rostro. El sonido
era ensordecedor en la habitación silenciosa. No sentí nada, y el pobre bastardo en
el extremo receptor de mi furioso puño estaba gimiendo de dolor.
Cuando me aparté y me senté en la silla, me miró con los ojos hinchados. Sus
labios agrietados sangraban profusamente, y sus mejillas estaban rojas y rezumaban
con sangre de varios cortes. No eran profundos, pero eran suficientes para causarle
un cegador dolor.
Su boca se abrió, pero los sonidos que salieron de sus labios eran casi
demasiado suaves para escuchar. —Si me vas a matar, solo hazlo. No sé dónde está.
Habían pasado dos horas desde que lo ataron a la silla. Uno de los hombres de
Alberto. Pero no sabía nada del paradero de Alberto.
Había pasado una semana desde que se llevaron a Ayla. No importaba que ya
hubiera matado a ocho de los hombres de Alberto. Los torturaba hasta que
suplicaban por la muerte. Nadie sabía dónde estaba.
Al avanzar, agarré el dedo índice de su mano derecha. Lo miré a los ojos
mientras doblaba el dedo hacia atrás. Su cuerpo se sacudió mientras trataba de
escapar de mi cruel martirio. Pero no tenía a dónde ir.
Estaba a mi merced.
Escuché un pop; su dedo crujió, su hueso se rompió. Dejé ir el dedo roto
mientras lloraba. Sus gritos aún resonaban en la habitación cuando agarré dos
dedos más, doblándolos en un ángulo imposible hasta que escuché otro crujido. O
varios, debería decir.
Esta vez, los huesos atravesaron la piel. Se quedaron fuera, burlándose de él.
— ¿Donde esta? —Dije con los dientes apretados.
—No... No... lo... sé... —sollozó, mirando sus dedos mutilados.
Viktor envolvió su mano alrededor del cabello del hombre y tiró de su cabeza
hacia atrás, su cuello presionando dolorosamente contra el respaldo de la silla. Una
tela húmeda golpeó su rostro antes de que pudiera protestar.
Viktor sostuvo la tela, pesada y húmeda con agua helada, sobre la cara del
cabrón. Él farfulló y luchó contra la invasión cuando Viktor presionó más fuerte,
deteniendo su circulación.
Entonces la tela se fue. Jadeaba por aire pero apenas podía respirar por la nariz
hinchada.
—Voy a preguntar por última vez. ¿Dónde está Alberto? —Espeté, empujando
la silla mientras me levantaba.
Sacudió la cabeza varias veces. —Él... no me dijo... Por... por favor... Cree…
créeme.
Mi puño golpeó su estómago cuando Viktor volvió a colocar la tela sobre su
rostro. Esta vez estaba más húmedo, y sabía que el agua le llenaba la boca y la nariz,
asfixiándolo.
Cuando vi que su cuerpo lentamente renunciaba a la vida, le hice un gesto a
Viktor para que retirara la tela mojada. Me cerní sobre el cuerpo del hombre,
mirándolo con todo el odio que sentía.
Mis dedos se envolvieron alrededor de su mano, y presioné con fuerza, girando
hasta que su muñeca se rompió bajo mi agarre. Sus ojos se abrieron cuando un grito
salió de su garganta.
—Por favor... Mátame... —rogó, estremeciéndose pero demasiado débil para
luchar.
Sabía que su muerte se acercaba. Y él lo suplicaba. Qué jodido cobarde.
Mis ojos se entrecerraron sobre él. Siempre se trataba de esto, los hombres de
Alberto me rogaban por la muerte sin darme la respuesta que quería... que
necesitaba.
Alberto era inteligente. Se escondió sin decirle a nadie. Fui tras sus hombres de
confianza, e incluso ellos no lo sabían.
Pero debe haber habido alguien ayudándolo a permanecer oculto tanto tiempo.
Quienquiera que fuera, no iba a parar hasta que lo encontrara.
Sacando mi arma, apunté a su rodilla. Dispare y una bala le atravesó la rótula.
Gritó en agonía, y yo me reí entre dientes. Solo me reí por fuera, por dentro, mi
monstruo estaba riendo a carcajadas. Exigía más sangre para ser derramada.
Más sangre de los torturadores de mi Ángel.
Otro disparo. Otra bala. Justo en su otra rodilla. Su grito atravesó mis oídos,
pero no fue suficiente. Nunca era suficiente.
Metí la mano en el bolsillo y saqué mi cuchillo en espiral. Los ojos del hombre
se abrieron y sacudió la cabeza, sus gemidos cada vez más fuertes. Pensó que iba a
terminar su vida fácilmente.
Qué ingenuo de su parte.
Viktor sonrió y también sacó su cuchillo. Un corte en su cuello. Rápido y fino.
Tan profundo que su sangre se derramó a nuestro alrededor y sus huesos se
mostraban.
El hombre emitió un sonido gorgoteante, la sangre manaba del corte a un ritmo
acelerado.
Pero no había terminado. Aún no.
Sosteniendo mi cuchillo con fuerza, retrocedí y luego lo hundí en su pecho,
justo en su corazón. Su boca se abrió en un grito silencioso, su sangre chorreando a
nuestro alrededor. El piso estaba cubierto de ella. El aire olía a muerte y el olor a
cobre de la sangre.
Sonreí mientras él convulsionaba y luego se desplomó contra la silla, con los
ojos bien abiertos. Estaban llenos de miedo hasta que estuvieron sin vida. Solo otro
cadáver.
Otro paso para encontrar a mi Ángel.
— ¿Ahora qué? —Viktor preguntó, sus labios se curvaron en una sonrisa
sádica. Se frotó las manos enguantadas con anticipación.
—El siguiente hombre en la lista —le respondí, mi voz escalofriante. Cualquier
otra persona se habría enojado con ese tono, pero no mis hombres. Después de todo,
anhelamos lo mismo.
La sangre y la muerte de nuestros enemigos.
Dando la espalda al cadáver frente a mí, salí de la habitación. Pero no antes de
ver a Nikolay sacando su encendedor.
Al final del día, el cadáver no sería más que cenizas.
Cuando salí a la luz del sol, respiré hondo y cerré los ojos. Como siempre, vi la
sonrisa de Ayla y sus brillantes ojos verdes. Ella irradiaba belleza.
Sentí mis labios curvarse al pensar en ella.
Estoy yendo, Ángel. Espérame.

***

1 semana después

Entré en la habitación y el hombre tembló al verme. Estaba de rodillas, y


Nikolay tenía sus brazos alrededor de su espalda. Otro prisionero. Otro de los
hombres de confianza de Alberto.
—Veamos qué tienes que decir —dijo Phoenix a mi lado.
—Por favor... no sé nada —rogó.
Mi pecho retumbó de risa. ¿Qué más podría haber hecho?
Ni siquiera hice nada todavía, y él ya estaba rogando. Me preguntaba qué haría
él cuando comenzara.
—Tengo... una… esposa —tartamudeó, suplicándome con los ojos—. Y una hija.
Por favor, ellas me necesitan.
Burlándome, caminé hacia él y lo jalé por el pelo. —Deberías haber pensado en
eso antes de meterte con los Ivanshovs.
Nikolay se alejó y golpeé al hombre contra la pared. Su cabeza golpeó con un
chasquido, e hizo una mueca.
— ¿Dónde crees que se escondería Alberto? —Gruñí, mis dedos se envolvieron
alrededor de su cuello. Presioné contra su tráquea, mi pulgar se movía hacia arriba y
hacia abajo. Luchaba por respirar, su rostro se volvió de un color púrpura.
Sus dedos agarraron mi mano, tirando, rascando con el intento de soltar mi
agarre, pero todo fue por nada.
Escuché un jadeo detrás de mí y luego un grito. Al mirar por encima del
hombro, vi a una mujer horrorizada parada en la puerta; En sus brazos había un
bebé dormido.
Ah. La esposa y la hija.
Me volví hacia mi prisionero, y sus ojos temerosos se encontraron con los míos.
Intentó mirar a su esposa, pero mi cuerpo estaba ocultando su vista.
Su cuerpo comenzó a temblar por la falta de oxígeno. Pero eso no fue todo.
También fue por miedo. Por su esposa e hija.
No pude evitar sonreír. Interesante.
—Adelante, señora. Estoy seguro de que querrás quedarte con tu esposo
mientras él toma su último aliento. No queremos que muera solo. Hazle compañía —
me burlé sin apartar la vista de los ojos del hombre.
Soltando mi agarre en su garganta, me alejé. Cayó de rodillas y mi corazón se
disparó con poder. Otro de los hombres de Alberto arrodillado, inclinándose ante
mí.
Me di vuelta para ver a Phoenix escoltando a la mujer y su bebé a una silla. Se
sentó, pero todo su cuerpo temblaba como una hoja.
— ¿Quién eres tú? —Ella susurró.
—Soy el verdugo de tu marido —le respondí con voz letal. Ella se encogió y
sostuvo a su bebé con más fuerza contra su pecho.
—Pero... él... —tartamudeó, pero la interrumpí rápidamente.
—Él se lo merece.
Las lágrimas corrían por su rostro mientras sacudía la cabeza. —Por favor no
lo lastimes.
—Tu ruego solo hace que quiera lastimarlo más. —Me reí, señalando con una
mano enguantada a su esposo, que todavía estaba sin aliento.
Viktor se echó a reír, cruzando los brazos sobre el pecho mientras miraba a la
mujer con gran interés. —Por favor sigue rogando. Solo será más divertido —dijo.
—Eres malo. Todos ustedes. Monstruos ¿Cómo pueden hacer esto? —ella lloró.
—Ah, nunca dije que no era malvado. —Me encogí de hombros cuando ella se
encogió en su silla. Phoenix mantuvo una mano sobre sus hombros y ella se
estremeció.
—No soy tan repulsivo —murmuró en voz baja.
Sacudiendo mi cabeza a la pobre mujer asustada, me volví hacia su esposo. Vi a
Nikolay sosteniendo un bate de béisbol. Él se encogió de hombros. —Necesitamos
ser creativos a veces.
Y luego golpeó el bate contra la espalda del hombre. —Aquí tienes, Jefe —dijo
Nikolay, dándome el bate mientras retrocedía.
— ¿Vas a hablar o no? —Pregunté, mirando al hombre a mis pies.
—Estoy diciendo la verdad. Alberto... no... me dijo... nada —jadeó a través de la
sangre que brotaba de su boca y nariz.
Se me había agotado la paciencia y me quebré. Apreté el bate contra sus
piernas hasta que escuché crujir los huesos. Él gritó. Su esposa gritó. El bebé lloró.
Pero eso no me detuvo.
Me estimuló. El bate entró en contacto con su estómago. Sus costillas se
rompieron bajo la madera sólida, y su cuerpo se convulsionó de dolor.
—Por favor, detente. ¡Detente! —la esposa gimió.
¡Detente! ¡Por favor, detente! La voz de Ayla resonó en mis oídos, y me tropecé
en estado de shock. Mi pecho se apretó por su voz mientras sonaba en mi cabeza.
Ángel. Mi Ángel.
Miré al hombre mientras se retorcía en agonía, su cuerpo golpeado e hinchado
bajo la presión. Me alejé y enfrenté a la mujer. Sollozaba fuertemente y el bebé
seguía llorando.
Phoenix capto mi mirada y asintió. Ni siquiera tuve que decir nada. Él entendió
lo que quería. Agarró a la mujer por el brazo y comenzó a alejarla y sacarla de la
casa.
La esposa y el bebé tendrían un lugar seguro donde quedarse. Los inocentes
estarían a salvo, mientras que el mal estaría encadenado.
—Una última oportunidad. Cualquier cosa que puedas saber. Dímelo y podría
dejarte volver con tu esposa e hija —siseé en su rostro.
Era una mentira. No iba a salir de esta casa con vida. Él sabía que era una
mentira. Todos lo sabíamos.
—No... sé... Realmente... no sé. Pero por favor… No... lastimes... a mi esposa y a
mi hija...
Suspiré y sacudí la cabeza. Me puse de pie y enfrenté a mis hombres. Viktor
parecía enojado. Nikolay estaba listo para asesinar a alguien. Artur estaba mirando
al hombre con veneno.
Phoenix volvió a entrar y se pasó la mano por la cara, en señal de cansancio.
Todos estábamos cansados. Muertos en nuestros pies. Pero todavía no nos
rendíamos. No hasta que encontremos a Ayla.
Vi los ojos de Viktor ensanchándose y luego los de Nikolay. — ¡Alessio!
Las armas fueron desenvainadas, y giré, mi arma apuntó al hombre en una
fracción de segundo. Cinco disparos sonaron en el aire y el sonido resonó en las
paredes de la casa.
Cinco balas.
Y los cinco habían perforado el cuerpo del hombre.
Uno en el pecho, dos en el estómago, uno en el cuello y el último entre los ojos.
Una bala de cada uno de mis hombres. Y uno de mi parte.
Se hundió en el suelo sin hacer ruido, la pistola que me apuntaba cayó sin
fuerzas entre sus dedos.
—Otro estúpido hombre muerto —escupió Viktor.
Sin una segunda mirada al cadáver, salí de la casa. Mi teléfono sonó en mi
bolsillo, mis cejas se alzaron sorprendidas.
Cuando vi que la identificación de la persona que llamaba era desconocida,
contesté la llamada, sabiendo quién era.
—Te dejé otro regalo —dije antes de que Alberto pudiera decir algo.
—Matar a mis hombres no te llevará a mí —se burló.
—Tal vez deberías dejar de ser tan cobarde y enfrentarme —siseé con los
dientes apretados.
Todos los días recibía una llamada de él. Todos los días se burlaba de mí. Y
todos los días estaba indefenso mientras escuchaba los gritos de Ayla.
Si tan solo su teléfono no fuera imposible de rastrear. Al bastardo le gustaba
jugar conmigo todos los días.
Era un juego. Uno que los dos estábamos jugando. Era un juego peligroso, y uno
de nosotros iba a perder al final.
Y me iba a asegurar de que no fuera yo.
—Ah, ¿por qué haría eso? Estoy disfrutando mi tiempo con mi mujer aquí.
Estamos recuperando el tiempo perdido. —Se rio cruelmente.
Se me heló la sangre cuando mi ira ardió como lava. Quemaba debajo de mi
piel, y mi cuerpo temblaba de ella.
—No voy a dejar que la rompas —le dije, mis dedos se doblaron en un puño a
mi lado.
—Ah —Alberto chasqueó la lengua y luego se rió—. Llegas muy tarde. Ya la he
roto. He arrancado cada pluma de sus alas. Tomé hasta que ya no tenía nada que dar,
y aun así, seguí tomando.
Me dolía el corazón, me revolvía el estómago y casi me doblé de dolor. Ayla.
Ayla. Mi dulce Ángel.
—Así que ya vez, al final, he ganado.
Me negué a creerlo. Solo tenía que llegar a Ayla. Desecharía todas sus
pesadillas. Me llevaría todos los malos recuerdos. Lo había hecho antes. Lo volvería
a hacer hasta que vuelva a estar completa.
—No —le espeté—. Aún no has ganado. Se acerca tu muerte, Alberto. Comienza
a contar tus días.
Colgué antes de que él pudiera decir algo más.
Arrojando mi teléfono contra el auto, cerré los ojos.

Lo siento. Lo siento mucho, Ángel. Lamento haberte hecho esperar, pero ya voy.
Capítulo 34
3 semanas después

Me quedé mirando el piano.


Ayla estaba sentada allí, como siempre. Su cabello estaba suelto, fluyendo en
hermosas ondas suaves en su espalda. Tenía los ojos cerrados, una pequeña sonrisa
en sus labios mientras tarareaba y tocaba el piano. Para mí. Para nosotros.
Yo también sonreí. Ella era tan bella. Mi Ángel.
Ayla levantó la vista lentamente y sus cautivadores ojos verdes se encontraron
con los míos. Me lanzó un beso, y yo extendí la mano para agarrarlo. Ella se rió y yo
sonreí de regreso.
De repente la risa se detuvo. Ayla miró hacia abajo y las lágrimas corrían por
sus mejillas.
No. No llores, quería decir. Estiré la mano y, así, mi Ayla desapareció.
Cerré los ojos con fuerza, mis dedos apretaron la botella de alcohol. Mi cabeza
daba vueltas y el dolor de corazón nunca me abandonaba. Estaba borracho, como
todas las noches.
Quería olvidar. Pero luego me sentía culpable y avergonzado. No podía olvidar.
Aunque ya no estaba, Ayla nunca me dejaba. Incluso cuando estaba demasiado
borracho para recordar mi nombre, nunca olvidaba a Ayla. Ella siempre estaba allí.
Podía sentirla. A veces también la veía.
Habían pasado cinco semanas desde que Alberto me quitó a Ayla. Cinco
semanas de buscar a mi Ángel como un loco. Pero ella no se encontraba en ninguna
parte.
Solo quería tocarla. Sostenerla. Besarla
Abrí los ojos de nuevo y miré el piano. El banco estaba vacío. Mi Ángel no
estaba allí. Dolía. Me dolía tanto que a veces no podía respirar.
Ella no estaba. Y yo estaba solo. Completamente solo.
La anhelaba. Ansiaba la paz que solo ella podía darme. Anhelaba su amor.
Pero mi Ángel se había ido. Y sin ella, estaba perdido.
Una cáscara rota y vacía.
Ayla dijo una vez que yo era su paz. Pero ella también era la mía. Ella era la luz
de mi oscuridad.
Pero la luz se había ido, y solo la oscuridad me rodeaba. Estaba acostumbrado a
la oscuridad, pero ahora solo me asfixiaba. Solo me dejaba roto.
De pie, me tropecé hacia el piano. Toqué las teclas y pensé que Ayla estaría allí
ahora mismo.
No puedo vivir sin ti, Ángel. No puedo

***

Viktor

2 semanas después

Abrí la puerta de la sala del piano, contuve el aliento al verlo. Era la misma
vista que todas las noches desde que Ayla se había ido, pero aun así me seguía
sorprendiendo hasta la médula.
Alessio estaba acostado en el piso al lado del piano, su cuerpo acurrucado en
una bola.
Puse una mano en mi cara, tratando de contener las emociones.
Nunca había visto a Alessio tan roto. Tan desconectado del mundo. Tan
perdido.
Caminando hacia él, me arrodillé y envolví un brazo debajo de sus brazos,
levantándolo. Se tambaleó, con los ojos cerrados. —Vamos, chico grande. Vamos a
llevarte a la cama —murmuré cuando su peso cayó sobre mí.
Lo arrastré a su habitación y lo empujé sobre la cama. Alessio no se despertó.
Por supuesto que no lo hizo. Se emborrachó hasta el olvido.
Después de quitarle la chaqueta, le quité los zapatos y los tiré al piso. El sudor
estalló en mi frente por el esfuerzo de arrastrar a Alessio y cuidarlo.
Cuando terminé, puse el edredón sobre su cuerpo. Sus cejas se juntaron en
tensión y murmuró algo por lo bajo.
Acercándome, mi corazón se encogió cuando escuché lo que estaba diciendo.
Me froté el pecho, tratando de deshacerme del dolor allí.
—Ángel —susurró.
Suspiré y masajeé la parte de atrás de mi cuello, rodando mi hombro,
deshaciéndome de los músculos rígidos. Que jodido desastre.
Alessio era el hombre más fuerte que conocía, el más despiadado, pero aquí
estaba... destrozado por la mujer que tanto amaba.
Sin embargo, no lo culpaba.
Era imposible no amar a Ayla. Ella trajo luz a la oscuridad de nuestro mundo.
Ella era la luz.
Me di la vuelta para irme pero me detuve cuando vi a mi padre parado en la
puerta. Miró a Alessio y luego movió sus ojos hacia mí.
—He hecho esto muchas veces —murmuró. Ladeé la cabeza, esperando que se
explicara.
—Por Lyov. Cuando perdió a María, estaba exactamente así, y al igual que tú,
tuve que cuidarlo. Tenía que ayudarlo a recoger las piezas. Pero el problema es que
hay demasiadas piezas. Lyov sigue siendo un hombre roto... —Hizo una pausa,
señalando a Alessio antes de continuar—. Y ahora Alessio.
Miré hacia la cama y vi a Alessio moviéndose, como si estuviera luchando
mientras dormía. Las pesadillas plagaban su sueño todas las noches.
—Por eso Lyov le advirtió. No enamorarse. No permitirse ser débil. Esa fue
exactamente la razón. Había pasado por eso. Lyov había pasado por eso, y todo lo
que quería hacer era salvar a Alessio del mismo sufrimiento.
—Vamos a encontrar a Ayla —le respondí, negándome a creer cualquier otra
cosa.
El asintió. —Espero que lo hagas. Por el bien de todos. Ella necesita ser salvada,
y Alessio la necesita.
Se giró para alejarse pero luego se detuvo. Mirando por encima de su hombro,
dijo palabras que no quería escuchar.
—No cometas el mismo error que nosotros.
Con eso, se fue. Y me hundí en la cama.
Mis ojos captaron el marco de fotos en la mesita de noche. Lo tomé en mi mano
y miré a la cara a Ayla. Ella se reía, sus ojos brillaban con tanto amor.
Frotando mi pulgar sobre su mejilla, volví a mirar a Alessio y luego volví a
mirarla a la cara en la fotografía.
—A veces, desearía que nunca te hubieras escondido debajo de su cama —
susurré—. Y nunca haberte conocido.
Mi padre llegó demasiado tarde para advertirme.
Porque ya había cometido el mismo error.
Capítulo 35
Ayla

Mi cuerpo estaba extrañamente cálido. Estaba flotando, y una sensación de paz


me rodeaba. Mis ojos se abrieron, parpadeé varias veces, tratando de acostumbrarme
a mi entorno.
Cuando mis ojos finalmente se adaptaron a la luz, solté un grito ahogado, mi
corazón latía como las alas de un colibrí.
No estaba en el calabozo.
No, estaba en una hermosa habitación. Me senté y mis ojos se abrieron cuando vi
a Alessio sentado a mi lado.
¡Alessio!
Estaba justo ahí. Cerca de mí. ¡Me encontró! Él vino... realmente vino por mí. Justo
como sabía que lo haría.
Se me aceleró el corazón y salté a sus brazos con un grito. —Alessio. Te amo. Te
amo. Te amo mucho. Por favor no me dejes. Por favor —sollocé en su pecho.
—Shhh... Te tengo, Ángel.
Oh, su voz. Esas palabras. Eran exactamente lo que quería escuchar. Lo que había
estado tan desesperada por escuchar.
Sus brazos me envolvieron, sosteniéndome contra su cuerpo. Él acarició mi
cabello y colocó suaves besos sobre mi cara, aliviando todo el dolor.
—Alessio, tú... me encontraste. —Solté un sollozo cuando él me miró con sus
cautivadores ojos azules, los que tanto amaba.
—Siempre te encontraré. —Colocando un beso en mi frente, dejó que sus labios
permanecieran allí por un momento—. Lamento haberte hecho esperar tanto.
Mis dedos se apretaron alrededor de su chaqueta, y sacudí mi cabeza. —Viniste
por mí. Eso es todo lo que importa.
Alessio me abrazó más fuerte. —Voy a quitar todo lo que Alberto te ha hecho.
Me estremecí en sus brazos ante la mención del nombre del demonio. —Me
lastimó, Alessio —admití con lágrimas corriendo por mis mejillas en un flujo
interminable.
—Lo sé. Pero nunca volverá a lastimarte —dijo Alessio, apartándose de mí. Me
acomodo de espaldas y se cernió sobre mí.
— ¿Dónde te tocó, Ángel? —murmuró, besando mis labios gentilmente y muy
suavemente.
—En todas partes —gemí al pensar en Alberto tocándome, contaminándome y
humillándome de la peor manera posible.
—Lo voy a quitar todo —prometió Alessio antes de quitarme los labios. El beso
fue lento y gentil. Me besó con cuidado, como si fuera un tesoro, una joya preciosa,
alguien que mereciera ser amado.
Y lentamente, Alessio reemplazó el contacto de Alberto con el suyo. Trazó mi
cuerpo con sus dedos y labios. Lenta, suave y gentilmente. Exploró mi cuerpo con
cuidado y amor. Tanto amor.

Pero mi cielo no duró mucho.


Porque de repente fui arrojada al infierno.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando sentí un dedo sondear mi entrada.
— ¡No! —Grité, mi voz llena de horror.
—Hmmm... ¿Esto es para mí, amor? ¿Estás mojada para mí?
Horrorizada, me congelé, y el entumecimiento se apoderó de mí. Alberto me
acunó bruscamente contra mis piernas, su palma presionando con fuerza contra mí.
Me estremecí de miedo y asco.
Estaba chupando mi pezón, mordiendo y torturando la piel. Alberto se apartó
un poco hasta que me poder mirarme bien.
La sonrisa en su rostro hizo que mi estómago se revolviera tanto que me pensé
que me iba a enfermar. Me aferre a varias promesas. Oscuras promesas. Todos los
días eran dolorosos. Todos los días mi cuerpo era abusado. Todos los días mi
corazón se rompía un poco más. Todos los días deseé estar de vuelta en los brazos
de Alessio.
Y todos los días esperaba que Alessio me encontrara.
Pero no había venido por mí. Todavía. Todavía esperaba. Aún creía. En él.
Alberto se apartó y empujó mis rodillas hacia arriba hasta que estuve
completamente abierto a él. Me mordí los labios para no llorar o gritar. Aprendí
rápido que pelear solo empeoraba las cosas.
Las lágrimas cayeron sobre mis mejillas, y no me molesté en limpiarlas. Alberto
sonrió al verlas, y me dolió el corazón.
Débil. Era muy débil. Alessio se avergonzaría de mí. Estaba avergonzada de mi
mismo.
Estaba sucia. Usada. Una puta
No era un Ángel. Ya no.
En lugar de moverse sobre mi cuerpo y follarme como siempre, Alberto sacó su
teléfono. Sus rodillas mantenían mis muslos separados y en su lugar. Su torso
sostenía mis caderas contra la cama. No podía moverme. No, estaba completamente
indefensa debajo de él.
Sostuvo el teléfono sobre mí, justo entre mis piernas.
Sus siguientes palabras me enviaron al límite y me hicieron caer. Cayendo en lo
profundo del oscuro abismo.
— ¿Por qué no le envío una foto a Alessio, eh? Para hacerle saber que su mujer
está mojada y goteando por otro hombre.
Mi respiración se detuvo con un fuerte silbido, y luché por respirar. No. No. No.
Por favor no. Cualquier cosa menos esto.
Sacudí la cabeza, o pensé que lo hice. Me sentía muy desconectada. Paralizada
por el miedo y la humillación. Empecé a hiperventilar y se me heló la sangre.
—No —protesté débilmente, mi voz apenas salía en un susurro.
Mi corazón latía contra mi pecho casi dolorosamente, y mi boca sabía a bilis.
Me iba a enfermar. Mi estómago se revolvió y se apretó.
Las lágrimas nublaron mi visión y mis labios temblaron con el esfuerzo de
contener mis gritos.
Alberto solo se rió. Cuando vi el flash del teléfono, de repente me saqué de la
bruma y luché debajo de su cuerpo.
La nariz de Alberto se ensanchó y sus labios se apretaron en un gruñido. Me
abofeteó con fuerza en la cara y lloriqueé.
Mi cuerpo ya estaba dolorido por días de abuso. ¿Cuánto tiempo había pasado
desde que Alberto me llevó? ¿Unos pocos días? ¿Semanas? No lo sabía. Después de
todo, estaba atrapada en el calabozo todos los días. Solo conocía la oscuridad.
Excepto hoy. Hoy estaba en una habitación.
¿Fue este el plan de Alberto todo el tiempo?
Empujé su pecho, pero él no se movía. Déjame ir, grité en mi cabeza. Mi voz se
había ido. Me dolía la garganta y me sentía mareada.
Alberto arrojó el teléfono en algún lugar de la cama, y luego se puso sobre mí.
Lo sentí cerca de mi entrada y cerré los ojos.
Mi cuerpo se llenó de temor y mi garganta estaba demasiado apretada. Me
dolía el pecho al saber lo que venía. Me agarró brutalmente el cuerpo mientras se
alineaba conmigo.
—Eres mía —me silbó en la cara.
Aparté la vista de él, moviendo mi rostro hacia un lado. Pensé en Alessio y
nuestros momentos felices.
Escuché su voz en mi cabeza y sonreí.

Solo quiero que sepas que eres amado... tú me importas.


Traes felicidad a los demás. Traes luz, Ayla. Tienes personas que se preocupan
por ti.
Vales más de lo que crees.
Eres una luchadora, Ayla. Así que sigue luchando. No te rindas ahora.
Ayla... ¿sabes lo fuerte que eres? Eres la mujer más fuerte que he conocido. Tu
fuerza brilla más que cualquier otra.

Fuerte. Alessio pensaba que era fuerte. Incluso Nikolay y Maddie pensaban que
era fuerte. Pero estaban equivocados. No lo era. Era débil.
Mis ojos se posaron en la lámpara, y por un breve momento, escuché a Alessio
gritándome que peleara.
Alberto empujó dentro de mí, y mi alma ya rota se rompió aún más. Pero aun
así escuché a Alessio diciéndome que peleara. Animándome a pelear.
Miré fijamente la lámpara cuando Alberto comenzó a moverse dentro de mí.
Era más lento de lo habitual, tomándose su tiempo. Me estremecí, mi cuerpo picaba
con la necesidad de esconderse y desvanecerse.
Pelea, Ayla.
Sin pensar, alcancé la lámpara. Todo sucedió muy rápido. Un minuto Alberto
estaba dentro de mí, y al siguiente, estaba golpeando la lámpara en su cabeza. Le
golpeé la cabeza dos veces, lo suficientemente fuerte como para hacerlo sangrar.
Rugió de dolor y se apartó de mí.
Mi cuerpo se sintió ligero tan pronto como él se alejó, y sin perder un segundo,
estaba rodando de la cama. Mis piernas cedieron debajo de mí y me caí.
Apenas podía pararme. Todo mi cuerpo estaba temblando. Me arrastré hacia la
puerta y finalmente pude ponerme de pie. Tropezando, llegué a la puerta.
Pero fui demasiado lenta.
Alberto estaba sobre mí otra vez. Él agarró mi cabello y lo envolvió alrededor
de su muñeca antes de golpear mi cara contra la puerta, justo sobre el pomo.
El dolor se astilló en mi cabeza y mi cráneo. Me dolía el cuello por el impacto y
mi visión se nubló.
¿Me rompió la mandíbula? ¿Mi pómulo?
Toda mi cara dolía, ardiendo como si estuviera en llamas.
El dolor viajó por mi columna hasta que aparecieron puntos negros frente a
mis ojos. Parpadeé, tratando de despejarlos, pero el dolor era demasiado.
Golpeó mi cabeza contra la puerta otra vez, sosteniendo mi mejilla allí.
Presionó sus nudillos en mi cráneo, y grité cuando la cegadora agonía se extendió
por mi cuerpo.
Manchas bailaron frente a mis ojos por el punzante dolor. Gotas rojas cayeron
frente a mis ojos. Mi sangre.
—Pensé que habías aprendido tu lección, pero claramente no —dijo Alberto—.
¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedes escapar de mí?
Él se rió entre dientes, su pecho se movió contra mi espalda. — ¿Y por qué
estás corriendo? ¿A quién? Alessio? ¿Olvidaste que él te entrego? Te dejó aquí a mi
merced —se burló en mis oídos.
Esas fueron las palabras que me daba todos los días. Pero no le creía. No
importa cuántas veces las haya dicho, nunca le creería.
— ¿Por qué corres hacia él, eh? A él no le importas, Ayla —continuó Alberto,
apretando sus dedos alrededor de mi cabello.
Cerré los ojos e intenté bloquearlo. Pero Alberto era un hombre imposible de
bloquear. Era una enfermedad que se infiltraba en todas partes.
—Probablemente esté enterrado en el fondo de otro coño ahora mismo. Eso es
lo que significas para él, amor.
¡Detente! Lloré contra la puerta. Mi corazón se rompió y las piezas volaron por
todas partes. Vacía. Así era como me sentía.
—Aww, ¿te duele la idea de que Alessio se folle a otra mujer? —Incitó,
acariciando un dedo por mi cuello—. Puede conseguir el coño que quiera. No eres
nada especial, Ayla.
Sollocé más fuerte, mi cabeza y mi cuerpo pesaban demasiado como para hacer
otra cosa. — ¿Lo estás imaginando ahora? ¿Las piernas de otra mujer envueltas
alrededor de su cintura mientras la folla?
Por primera vez, rogué.
—Detente. Por favor... por favor... detente... por favor... —rogué. Me dolía todo.
Incluso mi alma estaba adolorida, gritando de dolor.
Alberto jadeó, pero era falso. — ¿Estás rogando, amor? Bueno, es la primera
vez. Nunca te había escuchado rogar antes. Así que suplica. Vamos, ruega que pare.
—Por favor…
—No le importas a Alessio—susurró—. No. Porque si lo hicieras, ya habría
venido por ti.
Traté de sacudir mi cabeza, pero no pude.
—Por supuesto, él no vendrá. Probablemente se ha olvidado de ti. —Él se rió y
yo lloré.
—Él no viene por ti. Olvídate de él. Cualquier esperanza que tengas, no
importa. Porque no le importas. Ha pasado más de un mes.
¿Más de un mes? No. Eso no podía ser cierto.
Más de un mes y Alessio aún no había venido.

No le importas.
Él no viene por ti.
Las palabras de Alberto resonaron en mis oídos y las lágrimas me cegaron.
¿Qué pasa si me estaba aferrando a una esperanza que ni siquiera estaba allí?
—Eres un fantasma, amor —susurró antes de arrastrar mi cuerpo lejos de la
puerta. Me arrastró por el pelo y me empujó sobre la cama hasta que estuve boca
abajo. No peleé con él.
Mi cuerpo se había rendido cuando lentamente comencé a perder el
conocimiento, el dolor era insoportable.
Alberto montó mi cuerpo, y cuando se estrelló dentro de mí, no hice ruido.
Ningún sonido en absoluto. Pensé en Alessio.
Mientras se adentraba más rápido, Alberto se burló de mí en mis oídos.
Pero no escuché.
Mientras me más hundía en el olvido, solo pensaba en Alessio. Mi Alessio. Mi
Salvador.
Eres mi Ángel.
Su voz era un simple susurro en mi cabeza, pero lo escuché. Era lo único que
me mantenía cuerda. Manteniéndome viva.
Yo vivía por él.
Porque sabía que vendría por mí.
¿Dónde estás, Alessio?
Capítulo 36
Alessio

Dos semanas después

Miré las fotografías en mi mano. Las miré más de lo que debería.


Las imágenes temblaban solo porque me temblaban las manos. La ira había
sido una emoción constante dentro de mí desde que me quitaron a Ayla. Vivía con la
ira dentro de mí. Me mantenía vivo. Me mantenía lo suficientemente cuerdo como
para encontrar a mi Ángel.
Pero ahora, estaba furioso. Hay una gran diferencia entre ira y furia. La ira era
suficiente para volver loco a alguien. Pero la furia, hacia a las personas psicóticas.
Y así era exactamente como me sentía.
Ya no tenía sentía nada. Ya no sentía nada más que profundo odio y furia. Nada
más importaba. La poca humanidad que quedaba dentro de mí desapareció en el
instante en que vi las fotos en mis manos.
La furia hirvió dentro de mí mientras imaginaba las múltiples formas de
mutilar el cuerpo de Alberto.
Mis dedos apretaron las imágenes hasta que se desmoronaron en mi puño.
Cerrando los ojos, tiré la foto al otro lado de la habitación, sin importarme dónde
aterrizaban. Solo las necesitaba fuera de mi vista.
Mi mandíbula se apretó con el esfuerzo de mantenerme bajo control.
La cara de Ayla brilló detrás de mis párpados cerrados, y mi cuerpo se tensó
cuando una ola de dolor me atravesó. Bajo las capas de furia, me dolía el corazón.
Me dolía tanto que me asfixiaba bajo presión.
Pero el dolor no era nada comparado con lo que Ayla estaba pasando. La idea
era suficiente para volverme loco.
A través de mi ira, escuché la puerta abrirse. Mis ojos se abrieron de golpe,
haciendo contacto con los de Viktor cuando entró en mi oficina.
Se detuvo frente a la puerta, sus ojos se movieron a sus pies. Sus cejas se
fruncieron en confusión, y se inclinó.
Viktor agarró la foto firmemente en sus manos y la miró fijamente. Sabía lo que
estaba viendo.
La imagen de Ayla desnuda, con las piernas abiertas, los ojos asustados, llenos
de lágrimas, quedara grabada para siempre en mi memoria.
Pasó un segundo. Y luego otro. Pasó un minuto completo antes de que Viktor
finalmente reaccionara.
Su cara estaba roja de ira. — ¿Qué es esto? —gruñó.
—Alberto nos envió un regalo —respondí aturdido, mi voz un poco ronca por
las emociones acumuladas.
—Voy a cortarle la polla y dársela de comer —espetó Viktor, poniéndose de
pie.
Me senté derecho en mi silla y lo fulminé con la mirada. —Él es mío para matar.
Dando un paso adelante, se detuvo frente a mi escritorio, su mirada
inquebrantable. —No eres el único que se preocupa por ella.
—Él. Es. Mío. Para. Matar —siseé, poniéndome de pie.
Viktor sacudió la cabeza con un suspiro. —Nunca te quitaré ese derecho.
Cuando lo encontremos, es tuyo para matar. Pero el resto de nosotros también
participará.
Nos miramos el uno al otro. No se dijo palabras. El aire a nuestro alrededor se
llenó de tensión. Se hizo más frío y pesado bajo nuestra necesidad de venganza.
—Suficientemente justo —le respondí. Viktor asintió y se sentó en el sofá,
colocando el pesado archivo que sostenía en mi escritorio.
—Todos los nombres que están conectados a Alberto. Los que son como sus
manos derechas. Sus familias también están en la lista. Todo lo que hay que saber
sobre ellos —dijo Viktor, señalando con la cabeza hacia el archivo.
Me senté y lo jalé hacia mí. —Ya tenemos muchos de sus hombres. Nadie sabe
nada. Fue lo suficientemente inteligente como para mantener su escondite en
secreto. Sus hombres son un montón de cobardes. Si supieran la verdad, me habrían
dicho por la oportunidad de vivir.
— ¿Qué hay de Enzo? —La misma pregunta se había estado gestando en mis
pensamientos, pero era otro callejón sin salida.
—Según la información de Nikolay, él también se escondió. Es el segundo al
mando de Alberto. Sabía que sería nuestro objetivo —dije, recostándome contra mi
silla. Me dolían los músculos del cuello. Presionando mis dedos contra la nuca,
masajeé los músculos, con la esperanza de aliviar la tensión.
Mi cuerpo estaba débil por la fatiga. Si continuaba así, no le serviría de nada a
Ayla cuando la encontrara.
—Si encontramos a Enzo, entonces sería un paso más cerca de encontrar a
Alberto —murmuró Viktor, con una mirada pensativa en su rostro—. Alberto se ha
salido de la red y su segundo al mando no se encuentra por ningún lado. Su imperio
es vulnerable, y él lo sabe. Incluso si Alberto no le contó a Enzo nada sobre su
escondite, tendrá que contactarlo.
—Su única comunicación con su imperio es a través de Enzo —agregué,
sentándome con anticipación.
—Pero primero tenemos que encontrar a Enzo —dijo Viktor con los dientes
apretados.
Si no pudiéramos encontrar a Enzo, solo habría una persona que nos llevaría a
él. O traerlo a nosotros.
—Su esposa —sugerí.
Viktor sacudió la cabeza. —Ella está fuera del país.
— ¿Cuándo va a estar de vuelta? —Pregunté en voz alta.
—No lo sé. Se fue el mismo día que Ayla fue llevada. Probablemente fue por su
protección.
Al escuchar el nombre de Ayla, mi corazón se encogió y otra ola de dolor me
atravesó. Mis manos se apretaron en puños hasta que mis nudillos se pusieron
blancos.
Me quedé mirando el archivo frente a mí. —Uno de estos hombres, al menos
uno de ellos, debería saber sobre el paradero de Enzo. O incluso de Alberto. Esta es
nuestra única opción.
—Vamos a llegar a ellos. Todos ellos. Todos en esta lista serán interrogados. No
nos detendremos hasta que encontremos a Ayla —prometió Viktor.
No. No había forma de que nos detuviéramos. Ayla sería encontrada. Hoy o
mañana. O al día siguiente. Pero ella sería encontrada.
— ¿Qué quieres hacer después de que los interroguen? —Preguntó Viktor.
Pero él ya sabía la respuesta. Solo preguntó porque necesitaba confirmación.
Necesitaba un empujón, un nuevo propósito de nuevo.
Miré el marco de fotos en mi escritorio. Era una foto de Ayla. Maddie tomó esa
foto unos días antes de que me quitaran a Ayla.
Ella se estaba riendo, su rostro se había iluminado y sus ojos verdes brillaban
intensamente. Su belleza, sus sonrisas, su risa, toda ella era fascinante.
—Mátalos a todos —susurré, sin dejar de mirar la foto de Ayla.
Ninguno de ellos era inocente. No había inocencia cuando se trataba de los
hombres de Alberto. Todavía recordaba cuando Ayla me contaba sobre su abuso.
Cómo los hombres de Alberto la violarían mientras el bastardo enfermo observaba.
Iba a vengar a mi Ángel de la única manera que sabía.
Iba a destruir a los italianos. Uno por uno, hasta que se inclinaron ante mí. Ante
Ayla
Al inclinarme, toqué la mejilla de Ayla a través de la foto. Espérame, Ángel.
Me sacaron de mis pensamientos cuando la puerta se abrió de golpe. Aparté la
vista de Ayla para encontrar a mi padre e Isaak entrando.
Lyov estaba furioso, su pecho se agitaba con cada respiración que tomaba. —
Las Familias están cuestionando tus capacidades como Jefe.
Viktor se giró para enfrentarlos. — ¿Qué? —gruñó, poniéndose de pie.
Lyov ignoró el estallido de Viktor. En cambio, me miró fulminantemente,
retándome a responder. Pero no tenía respuesta. Sabía que llegaría a esto.
—Mientras buscabas a Ayla, olvidaste que eres el Jefe de cuatro familias. No
estás cuidando el negocio ni nada más. Cuando hay un problema, se los envías a
Viktor. Las familias tienen todo el derecho de interrogarte como su Jefe —agregó
Isaak mientras se paraba al lado de Lyov.
—Tú eres el Pakhan. El Jefe de los jefes. Si continúa así, perderán la fe en ti —
murmuró Lyov.
— ¿Cómo hace once años? ¿Cuándo perdieron la fe en ti? ¿Cuándo no tuviste
otra opción que hacerme el Jefe, para que los Ivanshovs no perdieran el título? —Le
respondí sacudiendo la cabeza.
Sus ojos se volvieron locos por la mención de su caída, cuando casi lo perdimos
todo. —Te enseñé mejor que esto, Alessio —gruñó, dando un paso adelante.
—Si fallas, como lo hice yo, perdemos todo —espetó Lyov. Él caminó hacia mí,
deteniéndose frente a mi escritorio.
Se inclinó hasta que su rostro estuvo a escasos centímetros del mío. —Si
continúas este espiral descendente, Solonik podría hacerse el Padrino. Jodidamente
lo sabes. Ha estado buscando todas las oportunidades para hacerlo, y ahora se la
estás dando.
La Mafia Rusa estaba compuesta por cuatro familias. Los Ivanshovs, Soloniks,
Agrons y Gavrikovs.
Cada familia tenía a su propio jefe, pero yo era el Jefe de todos ellos. El Padrino.
Las otras familias estaban debajo de los Ivanshovs. Pero Solonik había querido
hacerse cargo. Si Lyov no me hubiera entregado este imperio, habría sido el Pakhan
hace mucho tiempo.
Y ahora estaba buscando otra oportunidad, solo porque me había mostrado
débil.
Lyov me agarró del cuello y me empujó. —Te dije que no te enamoraras. Y
ahora te has vuelto inútil. Pensé que eras más fuerte que yo. Claramente me
equivoqué.
Soltando mi cuello, se puso de pie, su mirada inquebrantable mientras me
miraba. —Me estoy haciendo cargo.
No me sorprendió cuando se pronunciaron las palabras. No, sabía que se
acercaba. Lo esperaba y estaba preparado para ello.
Pero Viktor no lo estaba. — ¿Qué? —explotó, avanzando, pero Isaak lo detuvo
con una mano sobre su brazo.
—Eres inútil mientras buscas a Ayla. Entonces es mejor si te concentras en
encontrarla. Yo me encargaré de las Familias. Cuando la encuentres y esté a salvo,
recuperarás tu posición —anunció Lyov.
No esperó mi respuesta. No es que le importara. Salió de mi oficina, Isaak justo
detrás de él.
— ¿Por qué no dijiste nada? —Viktor exigió tan pronto como la puerta se cerró
detrás de ellos.
—Es mejor de esta forma. No quiero preocuparme por las Familias mientras
busco a Ayla. Ella es mi prioridad —murmuré, mi mirada atraída de nuevo hacia su
foto.
Hubo unos minutos de silencio entre Viktor y yo antes de que finalmente me
pusiera de pie. —Llama a los demás. Tenemos negocios que cuidar.
El siguiente hombre en la lista. Otro paso hacia mi ángel. Eran pequeños pasos,
pero sabía que al final me llevarían a donde quería. Tenían qué. No iba a parar hasta
tener lo que quería, lo que necesitaba.
Salí de la oficina con Viktor siguiéndome de cerca. Cuando mis pasos vacilaron
frente a la habitación al lado de la oficina, Viktor se alejó sin decir una palabra más.
Él siempre sabía lo que necesitaba, incluso sin que yo lo dijera.
Y en este momento, necesitaba privacidad.
Al abrir la puerta de la sala de estar, entré antes de cerrar la puerta
suavemente. La luz ya estaba encendida, aunque no sorprendentemente. Solo se
permitían dos personas en esta sala. Si no era yo, entonces fue mi padre.
Simplemente estábamos en la habitación al mismo tiempo.
Estaba de pie frente a la pared, con la mano detrás de la espalda, las piernas
separadas al ancho de los hombros en una postura defensiva. Lyov se parecía mucho
al hombre poderoso por el que era conocido.
Pero estaba sufriendo por dentro.
Lo sabía porque estaba parado mirando el retrato de mi madre. Era un retrato
familiar, en realidad. El marco era grande y ocupaba casi la mitad de la pared. Mi
madre estaba sentada en un sillón, cual digna reina, con un hermoso vestido dorado.
Mi padre estaba junto a ella, mientras una versión más joven de mí estaba sentada
en su regazo. Su estómago se redondeaba con mi hermanita.
Al lado del retrato había otra foto de mi madre con mi padre parado a su lado.
Pero esa fue antes de que yo naciera, justo después de que mis padres se casaran.
Era una tradición.
Y casi podía ver otro retrato en esa pared. De Ayla y de mí, mientras estaba
sentada en la misma silla que mi madre, se parecía mucho a la reina que sería.
Pero la imagen fue rota de repente por la voz de Lyov.
—Extraño a tu madre todos los días. Todos los días, me pregunto por qué sigo
vivo mientras ella no está. La amaba más de lo que debería haberlo hecho. —Hizo
una pausa y luego se rió secamente—. ¿A quién estoy engañando? Todavía la amo
tanto como antes. El tipo de amor que nunca muere, Alessio.
Él estaba en lo correcto. Nunca moriría. Hace varios meses, me habría reído en
su cara, pero no ahora. Porque sabía cómo se sentía. El dolor de perder a la mujer
que amas con cada fibra de tu ser.
— ¿Cuánto la amas? —preguntó de repente.
Me estremecí ante la pregunta y miré fijamente la pared. —Mataré por ella —
respondí—. Y moriré por ella. ¿Eso responde tu pregunta?
No se dijeron palabras al principio. Solo silencio entre nosotros antes de que
Lyov finalmente continuara con la misma voz monótona, su espalda aún frente a mí.
Mi corazón se apretó ante sus palabras, y me froté el pecho, tratando de
deshacerme de la sensación de ardor. —Tienes ese tipo de amor. Si soy honesto,
nunca quise que te sintieras así. Cuando vi a Ayla por primera vez, vi a tu madre. Y
sabía que sería imposible que no cayeras. Ahora que has caído, no hay nada que
podamos hacer.
Me quedé en silencio, demasiado abrumado por las emociones para hablar.
Pero mi padre habló lo suficiente por los dos. —Solo recupérala, protégela con tu
vida y ámala como ella necesita y merece.
—Lo haré —dije con firmeza, mirando el retrato de mi madre y mi padre. Con
una última mirada, me di la vuelta para salir de la habitación, pero la voz de Lyov me
detuvo nuevamente.
—Tu madre estaría orgullosa de ti.
Soltando una risa temblorosa y sin emociones, sacudí la cabeza. —No mientas.
Lo escuché resoplar. Cuando habló esta vez, su voz era pesada, mezclada con
tanta emoción que me hizo doler el corazón. —Si ella encontró en su corazón una
forma de amarme, a un monstruo, entonces te hubiera amado tanto, si no más. El
corazón de tu madre era puro y lleno de amor. Ella hubiera querido que fueras feliz.
Nada más importaba. No quién eres o qué haces. Siempre recuerda eso.
Mi pecho se apretó ante sus palabras. Sin decir nada, salí de la habitación. Mi
corazón estaba pesado y me dolía. Dolía por muchas razones diferentes. Pero todos
se unieron hasta que todo lo que sentí fue un dolor cegador. Dolía sin Ayla. Me dolía
más saber que estaba indefenso.
Pero también me dolía porque siempre quise escuchar esas palabras de mi
padre. Había anhelado esas palabras y su apoyo. Y ahora que las tenía, no sabía qué
hacer con ellas.
Sacudiendo mi cabeza para aclarar mi repentina mente nublada, caminé por el
pasillo con un solo propósito en mente. Encontrar a mi Ángel. Eso era todo lo que
importaba.
Pero incluso con mi mente decidida, no podía sacudir un pensamiento.
En la sala de estar, eso fue lo máximo que mi padre y yo habíamos hablado en
veintidós años.
Capítulo 37
3 semanas después

Mi cabeza estaba enterrada en la almohada de Ayla. Todavía olía a ella. Me


negaba a lavarla. Necesitaba algo de ella, y su dulce olor a vainilla era lo único que le
quedaba.
Inhalé y sentí mis ojos arder. Me sentí patético
Pero estaba demasiado lejos. Casi tres meses sin Ayla y lentamente me estaba
perdiendo. Todos los días, era peor. Todos los días, se hacía más difícil hasta que ya
no sabía cómo vivir.
Olvidaba comer. A veces incluso se me olvidaba dormir. Solo miraba la pared,
perdido en los recuerdos de mi Ángel.
Nunca dejaba de buscar. Ni un solo día. Pero no importaba cuánto buscara, qué
tan lejos mirara, no se la veía por ninguna parte.
Era como si ella nunca hubiera existido. Nunca aquí. A veces me preguntaba si
todo fue un sueño. Me preguntaba si ella realmente había estado aquí. Conmigo.
Pero ella estaba aquí. Todavía podía olerla. Verla a veces. Escucha su dulce voz
y su risa. Estaba en todas partes pero aún se había ido.
Y estaba vacío sin ella.
¿Fue así como se sintieron mi padre e Isaak?
Toda la casa había estado decaída. Realmente nadie hablaba. Todos dejamos de
preocuparnos por todo lo demás. La única que nos importaba y en la que
pensábamos era Ayla.
Maddie perdió a una amiga que era más como una hermana. Para Lena, Ayla
era una hija. Otro niño para mimar y amar. Mis hombres se sintieron como un
fracaso.
Mientras yo perdí a la mujer que era mi todo.
Con un suspiro, me puse de espaldas y miré al techo. A través de mi dolor,
pensé en lo que estaba pasando Ayla.
Su dolor no era comparable al mío. Dolía más saber que estaba sufriendo. Mi
dolor no importaba, pero el de ella sí.
Sentía su dolor, y fue suficiente para romperme.
Alberto solía llamar, pero habían pasado tres semanas desde su última llamada.
Tres semanas de nada más que silencio desde el otro lado.
Me di cuenta de que estaba algo agradecido por su llamada diaria. Al menos
sabía que Ayla estaba viva. Ahora no lo sabía. No sabía nada, y todo lo que podía
hacer era tener esperanza.
Pero la esperanza era una emoción tan tonta. ¿Cómo podría esperar cuando me
sentía tan impotente y sin esperanza? Todo era una desgastada esperanza.
En lugar de esperar, decidí creer en nuestro amor. Tal vez fuera lo
suficientemente fuerte como para mantener viva a Ayla.
Sabía que cuando la encontrara, Ayla nunca volvería a ser la misma.
Pero también sabía que cuando llegara el momento, no iba a renunciar a ella.
La curaría de nuevo, como lo hice antes. Le enseñaría a vivir de nuevo, a sonreír, reír
y amar de nuevo.
Puede que Alberto le haya cortado las alas, pero me iba a asegurar de que
volviera a volar.

***

2 semanas después

Me paré en la entrada y vi a Nikolay romper la cerradura, y luego se abrió la


puerta. Entré en la casa, mis hombres siguiéndome.
La casa estaba en silencio, casi parecía vacía. Pero la mujer en la sala de estar
traicionó la percepción de que la casa estaba vacía.
Estaba de espaldas a nosotros, y al escuchar nuestros pasos, se dio la vuelta
rápidamente, su mano yendo a su pecho en pánico. Sus ojos ardieron de miedo y dio
varios pasos hacia atrás, golpeando la pared detrás de ella.
—Hola, Anna —comencé, adentrándome más en la casa, haciendo que el aire
pareciera más peligroso y mortal.
Anna tembló contra la pared, todo su cuerpo temblando de terror. Decir que
me sorprendió que ella volviera era irrelevante Ella debe haber sabido qué esperar
en el momento en que regresó a Nueva York, pero aun así regresó.
Y ahora ella nos llevaría directo a Enzo.
— ¿Cómo estuvo tu viaje? —Pregunté, sentándome en el sofá frente a ella. Me
recosté y crucé el tobillo sobre la rodilla opuesta, observando su reacción como un
halcón.
— ¿Tú... qué...? —tartamudeó, mirando salvajemente alrededor de la habitación
y a mis hombres. Buscó un escape, pero no había ninguno. No esta vez.
Sin embargo, eso no le impidió intentarlo. Corrió hacia la cocina y suspiré con
frustración.
—No tengo tiempo para un juego de gato y ratón, Anna —grité lo
suficientemente fuerte como para que mi voz resonara a través de las paredes.
La escuché gritar y le gritó a alguien que la dejara ir. Frotándome la cara con
frustración, esperé a que volviera a la sala de estar.
Me di vuelta para ver a Nikolay arrastrándola de regreso mientras se sacudía.
Anna arrojó su cuerpo al suelo, tratando de detener a Nikolay. En lugar de
detenerse, él la agarró del brazo y arrastró su cuerpo por el suelo.
—No. ¡Déjame ir! No me hagas daño, por favor —gimió cuando Nikolay la
depositó frente a mí.
—Si cooperas, no te lastimaré —le respondí estoicamente, nivelando su
mirada.
Ella se encogió y se revolvió hacia atrás. Sacudiendo la cabeza, susurró: —No sé
nada sobre Ayla.
Mis cejas se alzaron en sorpresa, y una risa despiadada vibró desde mi pecho.
— ¿Cómo sabes que estoy aquí por Ayla?
Abrió mucho los ojos y cerró la boca. Demasiado tarde. Ella ya estaba atrapada.
— ¿Dónde está tu marido? Dime dónde está Enzo, y te dejaré ir —gruñí,
sentándome hacia delante de modo que mi cara estuviera a escasos centímetros de
la suya.
Ella sacudió la cabeza repetidamente. —No lo sé. Realmente no lo sé. Por favor,
estoy diciendo la verdad.
—Realmente odio cuando la gente miente —hice un tsk antes de sentarme,
dándole a la mujer asustada algo de espacio para respirar.
—No estoy mintiendo —rogó, con los ojos muy abiertos por el miedo. Miró a
mis hombres, sus ojos rogando, como si le pidiera a alguien que la ayudara.
Pero nadie la iba a ayudar. Ella estaba a mi merced.
—Sé en qué cosas has participado. Cada detalle. Puede que tengas una cara
inocente, pero estás lejos de ser inocente —siseé, mi voz cada vez más fuerte.
Enzo era parte del negocio de la trata de personas con Alberto. Lo que me
sorprendió fue cuando descubrí que su esposa también era parte de eso. Ella
entrenaba a las víctimas para convertirse en esclavas.
Me enfermaba pensar que una mujer le haría eso a otra. Me dolía el corazón
saber que Ayla podría haber sido una de esas víctimas.
Su temblor empeoró, su cara se arrugó cuando las lágrimas se deslizaron por
sus mejillas. No me desconcertó ni un poco. Su miedo era inútil, y ella estaba
indefensa.
— ¡Empieza a hablar! —bramé. Su espalda se enderezó cuando se aplastó
contra la pared, encogida en la esquina. Cuando no dijo nada, Nikolay dio un paso
adelante y la levantó.
Viktor trajo una silla y la colocó frente a mí. Ella luchó contra Nikolay mientras
él la empujaba hacia la silla. Ella gritó y lloró cuando Viktor ató su cuerpo a la silla,
dejándola inútil y a nuestra merced.
—Por favor, no me hagas daño —gimió de horror cuando saqué mi arma—. Por
favor. Créeme, no sé nada.
—No voy a lastimarte —simplemente respondí, mi voz tan impasible como
antes.
—Ten piedad —rogó cuando me puse de pie, elevándome sobre su cuerpo
mucho más pequeño.
—Como dije, no voy a lastimarte —me burlé de su intento de rogar. Si tan solo
ella hablara.
Inclinándome hacia adelante hasta que nuestras caras estuvieron cerca,
continué. —Nunca lastimaré a una mujer.
Era la verdad Nunca lastimaría a una mujer ni siquiera pondría una mano
sobre ellas en un intento de matarlas. No era así como trabajábamos mis hombres y
yo.
Su cuerpo se hundió contra las cuerdas, y una mirada de alivio brilló en sus
ojos. — ¿No me lastimarás? ¿Me dejaras ir? Por favor, no sé nada.
Esta vez sonreí. Una sonrisa fría y despiadada.
Sus ojos se abrieron. La expresión de angustia en su rostro casi me hizo reír.
Qué ingenuo de su parte. El pánico y el horror pintaban su rostro mientras temblaba
con la incertidumbre de su destino.
Esperé.
Un segundo. Dos. Tres. Cuatro.
Con cada segundo que pasaba, su pánico crecía.
Cinco. Seis. Siete. Ocho.
Ella lloró en silencio. Solo sonreí, ¿o fue una sonrisa medio sádica?
Probablemente.
Nueve. Diez. Once. Doce.
Escuché la puerta detrás de nosotros abrirse. Se cerró con un estruendo.
Escuché el sonido de tacones altos golpeando contra el piso duro.
— ¿Alguien me llamó? —dijo una voz a mi espalda. Sentí la sonrisa en la voz de
la intrusa.
No respondí. Mi mirada se quedó en Anna, inquebrantable. Aunque ella estaba
mirando detrás de mí ahora. Sus ya abiertos ojos se abrieron más.
—Dije que no iba a lastimarte. Pero eso no significa que alguien más no pueda
—murmuré para que solo ella pudiera oír.
—No, no, no —susurró alarmada mientras yo me alejaba, mi espalda se
enderezó cuando me puse de pie en toda mi altura—. ¿Quién eres tú? —Su voz
temblaba, pero las palabras fueron pronunciadas lo suficientemente claras para que
todos las oyeran.
—Mi nombre no es importante.
Las palabras fueron pronunciadas suavemente, pero la voz tenía promesas tan
oscuras. Di un paso atrás y vi a Anna temblar de miedo. El temor llenó su expresión,
y sus labios temblaron con el esfuerzo de mantener a raya sus lágrimas.
Me di la vuelta y me enfrenté a la intrusa. El lado de mis labios se alzó en una
pequeña sonrisa.
Solo ella se vestiría para un trabajo como este. Chaqueta de cuero negro.
Pantalones ajustados de cuero negro. Tacones rojos. La capucha de la chaqueta
estaba sobre su cabeza, cubriendo la mitad de su rostro. Fue utilizado para camuflar
su apariencia.
Pasó un segundo. Otro.
Levantó las manos y bajó la capucha, mostrando su rostro. Su rostro estaba tan
impecable como siempre, con sus labios pintados de rojo. Solo que esta vez, ella se
veía diferente. Su expresión no mostraba emoción.
El cabello rubio le caía por la espalda mientras miraba directamente a la mujer
atada detrás de mí.
Una sonrisa se extendió por sus labios, aunque no era nada agradable o
amable. No, era una sonrisa sádica. Una depredadora listo para cazar a su presa.
La mujer parada frente a mí se parecía mucho a la asesina que era.
Nina.
Ella trabajaba encubierta para mí, pero también era una asesina. Un asesina
entrenado. Alguien que hacia mi trabajo sucio.
Y por trabajo sucio me refería a torturar las respuestas de las mujeres que se
negaban a cooperar.
Ella dio un paso adelante. Otro. Unos pasos más hasta que pasó junto a mí y se
paró frente a Anna.
—Lo que necesitas saber es que cuando termine, no recordaras tu nombre. O la
diferencia entre la vida y la muerte —comenzó ella, su voz baja y mortal.
Inclinándose hasta que sus caras estuvieron cerca, las narices casi tocándose,
los labios de Nina se curvaron. —Soy tu peor pesadilla, bebé. Soy lo que llamas...
Death2.
Esas eran las mismas líneas que decía a sus cautivos. Temblarían de miedo y a
veces se mearían los pantalones. La reacción que recibió de Anna no fue diferente.
Nina era buena en su trabajo. Mejor que la mayoría. Ella hacia su trabajo con
pasión.
Nina tenía la misma oscuridad que mis hombres y yo teníamos en nosotros.
Ella ansiaba sangre. Tenía la necesidad de matar.
—Tus herramientas y todo lo que necesitas están en la bolsa junto a tus pies —
anunció Viktor, finalmente hablando.
—Gracias —respondió ella, sin apartar la mirada de su cautiva.

2 Muerte.
Sacudiendo mi cabeza, rodé mis hombros, tratando de aliviar la tensión allí. —
Ella es toda tuya —murmuré antes de darme la vuelta y alejarme.
Salí de la casa con mis hombres siguiéndome de cerca.
Nina trabajaba sola, no es que necesitara ayuda.
Nikolay cerró la puerta mientras me apoyaba contra la pared. — ¿Entonces? —
Preguntó Viktor.
Mi respuesta fue simple. —Esperamos.
Eso fue exactamente lo que hicimos. Esperamos.
Casi todo estaba en silencio, pero si escuchaba atentamente, se podían
escuchar los gritos amortiguados. Nos llenaron los oídos mientras nos quedamos
junto a la puerta. No debería haberle tomado horas romper a Anna, pero conociendo
a Nina, solo se estaba tomando su tiempo y disfrutando de esto.
Podía imaginar lo que estaba pasando allí, pero dejé de pensar después de unos
minutos. A Nina le gustaba ser creativa. Ella siempre nos sorprendía, pero todo lo
que hacía siempre era efectivo. Al final del día, obtuvimos las respuestas que
necesitábamos, y eso era todo lo que importaba.
Cómo lo conseguimos no importó.
Después de tres horas, aunque me sorprendió que Anna durara tanto, la puerta
finalmente se abrió. Nina salió, luciendo fresca y sorprendentemente decente por lo
que acaba de ocurrir dentro.
Pero, de nuevo, Nina era una asesina limpia. Tan limpio como podría ser un
asesino.
Se detuvo a mi lado, su rostro impasible mientras miraba al frente. Su sonrisa
sádica desapareció y ahora fue reemplazada por una más relajada y contenta.
Nina se quitó los guantes de cuero negro. Definitivamente estaban manchados
de sangre, pero lo que pasaba con el negro era que la sangre que derramamos nunca
se veía.
Le pasó los guantes a Phoenix, que estaba de pie junto a ella, con los ojos en las
manos mientras se inspeccionaba las uñas.
—Necesito otra manicura —murmuró y chasqueó la lengua.
Sacudiendo mi cabeza, miré a la puerta.
Se dio cuenta de dónde estaba mi atención y suspiró. —Enzo se esconde en el
Black Club.
Mis cejas se fruncieron en cuestión. — ¿El MC?
—El único. Ellos trabajan para Alberto. Clandestinamente. No es de extrañar
que estén ayudando a esconder a Enzo —respondió Nina con un resoplido
exagerado.
— ¿Anna finalmente lo admitió? —Pregunté en voz baja.
Nina asintió con la cabeza. —Me tomó un poco más de tiempo romperla. —Ella
se encogió de hombros antes de continuar—. Pero no importa cuánto tiempo tome,
para cuando termine con alguien, siempre se quedan rotos.
Eso era verdad. Nina era buena en lo que hizo. Le gustaba llamarse a sí misma
Death. Aunque se ganó ese nombre.
—Ella es bastante leal —agregó Nina. Desafortunadamente, cuando se trataba
de la vida y la muerte, su lealtad voló por la ventana.
— ¿Está viva? —Pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Bueno, lo estaba cuando me fui... pensé que sería bueno dejarla pensar en su
vida. Estaba de un humor generoso, con suerte. Pero dejó de respirar hace unos dos
minutos —respondió Nina secamente, mirando su reloj.
Viktor se burló. —Humor generoso —murmuró por lo bajo.
Nina escuchó y le envió una mirada fulminante. —De repente, ya no estoy de
buen humor. No me pongas a prueba, Viktor.
Se volvió hacia mí y perdió su mirada fulminante en el proceso. Su rostro aún
estaba frío, pero había un toque de simpatía en sus ojos, si era posible que sintiera
algo.
—Sobre Ayla, lo siento —dijo con pesar—. Sé qué tipo de hombre es Alberto. Vi
cómo trata a las mujeres en los clubes, y no puedo imaginar lo que está pasando
Ayla en este momento.
Mi pecho se apretó ante sus palabras, y mi cuerpo se enfrió. Sacudiendo la
cabeza, Nina miró hacia abajo antes de continuar. —También le debo una disculpa.
Por lo que dije. Aunque realmente no quise decir lo que dije. La estaba probando.
Para ver si ella era lo suficientemente fuerte.
Viktor sacudió la cabeza y resopló. Los otros rodaron los ojos. Nina los fulminó
con la mirada y sus ojos dispararon veneno.
—Oh, por favor, todos ustedes saben que podría haberle roto el cuerpo por la
mitad antes de que ella tuviera la oportunidad de poner un dedo sobre mí —dijo
entre dientes, su ira evidente—. Eso es suficiente para demostrar que no lo dije en
serio.
Cerré los ojos con un suspiro cansado. —Puedes disculparte con ella cuando la
encuentren.
Cuando abrí los ojos, vi a Nina asintiendo. Cuando nos quedamos en silencio,
ella salió del porche. —Si necesitas cualquier otra ayuda, para cualquier cosa,
simplemente llámame —dijo, con la espalda recta, una expresión de determinación
y verdadera lealtad en su rostro.
—Espero que la encuentres pronto —murmuró Nina antes de alejarse—. Ella
merece más que la vida que obtuvo.
Luché por respirar, mi pecho se agitaba con el esfuerzo de tener el control.
Observé como se iba Nina y, después de unos minutos, finalmente me encontré
calmado.
Aunque mi sangre aún rugía con la necesidad de matar, mantuve la ira debajo
de las capas de mi piel.
Miré hacia la puerta. Debería haberme marchado y dejar que Phoenix se
encargara de la limpieza, pero la curiosidad se apoderó de mí.
Regresé a la casa y me asalto el olor a sangre. Miré a la mujer atada a la silla. O
lo que quedaba de la mujer.
No sentí dolor. Ni remordimientos. Ni emociones en absoluto.
Me acerqué a ella lentamente y me detuve a unos metros de distancia.
Viktor dijo detrás de mí. —Joder, sí. Ahora eso es lo que yo llamo arte.
—La creatividad en su mejor momento —agregó Nikolay en voz baja. Phoenix
y Artur se rieron entre dientes.
Solo me quedé mirando. Su cabeza cayó sin fuerzas contra el respaldo de la
silla, su cuerpo se hundió cuando su sangre se derramó a su alrededor.
Le faltaban todos los dedos de la mano derecha. Todas sus uñas de su mano
izquierda. Sus dedos cortados estaban en el suelo en un charco de sangre. Le faltaba
un ojo.
Parecía que había sido tallado de la manera más dolorosa y horrible posible. No
es que me haya sorprendido. Su otro ojo miraba al frente, sin vida. La luz la había
dejado. Su rostro estaba cubierto de sangre; su ropa estaba empapada con eso.
El olor a muerte flotaba en el aire. Una muerte desafortunada para una
situación desafortunada.
Emociones guerreras corrieron violentamente por mi mente, pero
rápidamente las aplasté. Ahora no era el momento de debilitarse por una muerte.
—Phoenix. Artur. Limpien —ordené, apartándome de la mujer sin vida.
Salí de la casa y respiré hondo tan pronto como salí al aire fresco.
Sentí a Nikolay y Viktor a mi lado. — ¿Qué sigue? —Preguntó Viktor.
—The Black Club —fue mi única respuesta.
Capítulo 38
No nos llevó mucho tiempo encontrar a Enzo después de recibir su ubicación.
Pasó más suavemente de lo que pensaba. Una pequeña pelea, algunas armas
desenfundadas. Algunas balas volaron a nuestro alrededor, y luego estaba
arrastrando a Enzo fuera del club.
Y ahora estaba atado a una silla, encerrado en mi sótano.
Lo habían interrogado durante horas, pero aún no había recibido las
respuestas que necesitaba.
No sabía dónde estaba Alberto.
Pensé que estaba mintiendo, pero la verdad estaba escrita en toda su cara.
Realmente no lo sabía. Su miedo traicionó su dura armadura. Él estaba asustado.
Alberto era un hombre inteligente, pero ¿cuánto tiempo permanecería oculto?
Me senté frente a Enzo mientras tosía de nuevo, escupiendo un diente roto. La
sangre goteó y se deslizó por su barbilla. Respiraba pesadamente, su pecho se
agitaba casi dolorosamente. Cada toma de aire se le hacía difícil.
Soltó una pequeña carcajada y mis cejas se arquearon sorprendidas. Su risa
sonaba divertida, casi forzada. Inclinándome hacia delante, esperé a que hablara.
— ¿Por qué no le preguntas a Nikolay? —él jadeó.
Mi columna vertebral se enderezó y mis músculos se tensaron por sus
palabras. —Estás tan seguro... de ti mismo, pero tu... hombre de mayor confianza... es
un traidor. Preguntarle…
Su cabeza cayó, como si decir esas pocas palabras lo hubiera cansado.
Nikolay, que estaba parado detrás de él, envolvió sus dedos alrededor de su
garganta y lo apretó. Enzo se esforzó por respirar, su rostro se puso rojo y morado.
Incluso vi los vasos sanguíneos romperse en su piel.
Cuando sus ojos comenzaron a perder el foco, levanté la mano y Nikolay lo
soltó de inmediato. Una risa repentinamente brotó de mi pecho. Era una risita baja,
pero sonaba mortal y fría. Peligrosa incluso.
Le di tiempo a Enzo para luchar por su respiración antes de hablar. —Él no es
el traidor —respondí con calma, sentándome en mi silla.
La cabeza de Enzo se alzó bruscamente mientras tosía repetidamente. Sus ojos
ardieron de sorpresa. —Él... está... espiando... para…. Alberto.
—Incorrecto —murmuré de vuelta—. No lo está. Lástima que Alberto piense
eso.
— ¿Qué? —Enzo farfulló, la confusión escrita en todo su rostro ensangrentado.
En lugar de responder, me puse de pie. La frustración creció dentro de mí
cuando salí de la habitación. Si los hombres de Alberto pensaban que Nikolay era el
traidor, entonces no sabían quién era el verdadero traidor.
Otro movimiento inteligente de Alberto. Alguien de mi finca trabajaba para
Alberto, pero nadie más lo sabía excepto Alberto.
— ¡Mierda! —Bramé, golpeando la pared. Escuché mis nudillos crujir, pero el
dolor no me desconcertó. Solo me molestó más.
— ¿Qué quieres hacer? —Nikolay preguntó en voz baja. Siempre estaba
tranquilo, siempre listo para el siguiente paso.
—No lo mates. Aún no.
Enzo era el segundo al mando de Alberto. Alberto lo iba a necesitar. Después de
todo, su imperio estaba actualmente en manos de Enzo. Alberto necesitaría
contactar a Enzo un día.
Y cuando lo hiciera, estaríamos listos.
Cerré los ojos y apoyé la frente contra la pared.
La cara de Ayla brilló detrás de mis párpados cerrados. La misma dulce sonrisa.
El sonido de su risa.
Solo que esta vez, la escuché susurrar. Dos palabras prohibidas.
Te amo
Palabras que nunca fueron pronunciadas entre nosotros, pero estaban allí.
Por primera vez, deseé que lo dijera. Deseaba tener esas palabras a las que
aferrarme mientras mi Ángel se había ido.
Capítulo 39
Ayla

Una semana despues

¿Cuál es mi nombre?
Intenté recordarlo. Traté de susurrar mi nombre, pero mis labios no se
movieron.
¿Cuál es mi nombre?
Me hice esa pregunta varias veces, tratando de recordar. Pero todo estaba
borroso. Nada tenía sentido. No podía recordar mi nombre... mi vida... ni nada.
Solo estaba entumecida. Perdida. No sentía.
No sabía dónde estaba. Siempre estaba oscuro, con un poco de luz. El frío se
filtraba en mi piel hasta que temblaría incontrolablemente.
Mi nombre. Tenía que recordar mi nombre.
Ay... A... comenzaba con una A.
Al... Ay... Ay...
Cerrando los ojos, me acosté en el frío suelo y acerqué las rodillas al pecho.
Todos mis recuerdos estaban rotos, destrozados por todo el lugar.
Ay... Ayla...
Ayla
Sonaba correcto. Familiar. Sonaba como yo.
Ayla
Me llamo Ayla
Me aferré a esta nueva revelación. Ayla. Mi nombre era Ayla y tenía que
recordarlo. No podía olvidarlo de nuevo. Era una rutina. Lo recordaría pero luego lo
volvería a olvidar.
Me llamo Ayla
Mientras repetía la frase en mi cabeza, escuché un susurro. Todo estaba en mi
cabeza, pero el susurro continuó. Fue una palabra. Dos sílabas.
No era mi nombre.
Pero sonaba muy bien. Como si necesitara saberlo.
Cada vez que intentaba recordar mi nombre, la palabra Ángel siempre era un
susurro en mi cabeza.
Ayla. Ángel. Ayla. Ángel.
No tenía sentido, pero lo repetía una y otra vez en mi cabeza.
¿Quién era yo? No lo sabía.
¿De dónde vengo? No lo sabía.
Estaba viviendo en un borrón. En un mundo completamente oscuro. Yo no era
nada. Me sentía como nada. Yo solo era un recipiente vacío.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me encerraron en este calabozo?
Los días y las noches se mezclaron entre sí hasta que perdí la cuenta. ¿Días,
semanas, meses?
Desearía saberlo, pero el diablo se aseguró de que me dejaran en la oscuridad.
Me había despojado de todo, incluso de mis recuerdos.
Acurrucada contra la pared, con los grilletes alrededor de mis tobillos y
muñecas, me balanceé de un lado a otro. Mis ojos se cerraron mientras caía
lentamente en el olvido, otro abismo oscuro donde no había escapatoria.
Me desperté con el sonido de la puerta abriéndose. Se cerró de golpe y abrí los
ojos para ver al diablo que se acercaba a mí.
Esperé su orden, mi cuerpo y mi mente estaban listos para cumplir sus
órdenes.
Sostuvo un tazón en la mano y el olor a comida llenó mis fosas nasales. Mi
estómago se apretó cuando el hambre repentinamente me asaltó.
No me alimentaba regularmente. A veces, pasaba días sin comida, hasta que me
dolía tanto el estómago que me costaba respirar.
Me dejaría en el suelo frío hasta que temblara tanto que pareciera que me
temblaban las entrañas.
El cuenco fue colocado en el suelo entre nosotros. La pateó a unos metros.
—Come.
Mantuvo sus ojos en mí cuando me dio la orden de una sola palabra. El tono de
su voz tenía un toque de ira, pero tampoco tenía espacio para preguntas.
Me senté y miré el tazón a unos metros de mí. Sin perder otro segundo, me
puse de rodillas obedientemente. Eso era lo que él quería.
Y se lo daba. Solo porque necesitaba la comida que me estaba ofreciendo.
Sentí el suelo frío y duro debajo de mis rodillas y palmas mientras me
arrastraba hacia el tazón. Mi dignidad fue hecha trizas hace mucho tiempo. Mi alma
estaba aplastada y mi corazón se había fracturado.
No me quedaba nada. Yo era la definición de un caparazón vacío. El diablo se
aseguró de eso.
Cuando me agaché para comer, lo pateó a unos metros de nuevo. Me arrastré
de nuevo. Pateó el tazón de nuevo.
Este proceso se repitió una vez más hasta que usé todo el largo de mis grilletes
y me esforcé por alcanzar el tazón.
Todavía de rodillas, me incliné y lamí la sopa. Tratando de meter todo lo
posible en mi frágil cuerpo. Mi estómago se revolvió cuando el líquido tibio llenó mi
boca.
No tenía sabor, pero aun así comí. Era lo único que podía hacer.
Mi cuerpo se sacudía cada vez que tragaba. Cuando escuché al diablo
desabrocharse los pantalones, mi mente se quedó en blanco y esperé lo que vendría.
Seguí comiendo mientras lo sentía detrás de mí. Todavía comí mientras él se
inclinaba sobre mí, moldeando su cuerpo sobre el mío. Si dejara de comer, me
lastimaría más.
Sentía su pesada longitud en mi entrada, y cerré los ojos. Empujó dentro, solo
penetrando ligeramente. Todo era un juego para él.
Seguí comiendo, tomando todo el líquido que podía poner en mi cuerpo.
Se empujó lentamente hasta que se enterró profundamente. Presioné mis
manos con más fuerza contra el piso, tratando de mantenerme inamovible.
Sus dedos se clavaron en mis caderas, y casi me estremezco de dolor. Mis
grilletes se sacudieron cuando comenzó a empujar dentro de mí, cada vez más
profundo y más rápido. Un gruñido casi salvaje surgió de sus labios cuando inclinó
mi cuerpo a su voluntad.
Empujó dentro de mí con fuerza y dolor. Se sentía como si mi cuerpo se
estuviera astillando por la mitad mientras me tomaba una y otra vez.
Observé la sopa, mis ojos borrosos, mi mente entumecida, mi cuerpo vacío.
Mi estómago se revolvió dolorosamente. Mi garganta se apretó mientras
saboreaba la bilis en mi lengua. Mi boca estaba llena de un sabor amargo, y aleje la
sopa.
Cuando terminó dentro de mí, no pude evitarlo. Vomite, mi cuerpo agitado
mientras vomitaba. El vómito me recorrió la barbilla y el cuello.
La mazmorra ya olía mal, pero el vómito solo se sumó al horrible olor. Fue
suficiente para hacerme vomitar de nuevo.
El diablo rio. Su risa hizo eco en mis oídos. Me dolía el cuerpo. Todo dolía.
Cuando se alejó de mí, caí al suelo junto a mi cuenco. Puse mi mejilla en el
suelo, justo donde estaba el vómito. Traté de respirar, pero era demasiado difícil.
Me sentí lisiada por el dolor.
El demonio se echó a reír cuando salió de la habitación. Incluso cuando ya no
estaba aquí, todavía escuchaba su risa. En mis oídos resonaba eso. Nunca olvidaría
su risa.
No sabía cuánto tiempo estuve en esa posición. Cuando mis ojos comenzaron a
cerrarse, me puse de rodillas y me arrastré hasta mi lugar al lado de la pared.
Me acosté y me acurruqué, cerrando los ojos.
Traté de ir a algún lugar en mi mente, un lugar donde pudiera escapar de esta
pesadilla. Pero no podía recordar nada.
No, eso era una mentira.
Me acordaba de algo.
Incluso cuando olvidaría mi nombre. Incluso cuando había olvidado todo, había
algo que no olvidaba.
Ojos azules. Ojos de un color azulado.
Una cara con esos ojos azules siempre brillaba detrás de mis ojos cerrados.
Aunque la cara estaba borrosa, siempre veía los ojos.
Era lo único constante en esta pesadilla.
A veces, veía una sonrisa en la cara. Muchas veces, intenté concentrarme más, y
ocasionalmente casi podía ver al hombre detrás de los ojos azules.
Cuando todo lo demás eran recuerdos rotos, el hombre de ojos azules era mi
salvador. Lo llamé mi salvador porque me impedía perderme por completo.
No sabía quién era, pero aunque había olvidado todo lo demás, había algo que
me impedía olvidarlo. Y a esos ojos azules.
Mi mente no me dejaba olvidarlo. Quienquiera que fuera, donde sea que
estuviera, probablemente no lo sabía, pero era mi salvador.
Era extraño que si bien no sabía nada, él estaba allí. Siempre en mis
pensamientos.
¿Quién era él para mí? Me preguntaba.
Con los ojos cerrados, escuché una voz que me llamaba. El hombre de ojos
azules me estaba llamando.
Me sorprendió cuando lo escuché decir Ángel. Me estaba llamando Ángel.
¿Ese era mi nombre? ¿Ángel?
No, mi nombre era Ayla.
Confundida, me empezó a doler la cabeza, pero aun así me obligué a recordar.
El piano. Flores blancas. El bosque. Un rio.
Todo eran solo imágenes borrosas en mi cabeza. Destellaban detrás de mis
párpados cerrados antes de que tuviera la oportunidad de entenderlos.
Alessio.
El nombre era un susurro en mi mente. Escuché risas. Y el nombre de Alessio.
Alessio. Lo sentía en mi corazón.
Dulces besos. Suaves caricias. Amorosos ojos.
Los recuerdos eran rompecabezas rotos que no tenían sentido.
Pero una cosa segura es que en todos los recuerdos destrozados que me
asaltaron, el hombre de ojos azules siempre estaba allí. En cada recuerdo, él estaba
allí.
Alessio.
¿Se llamaba así?
Se sentía... bien. Se sentía como... él.
Mi salvador finalmente tenía un nombre. Alessio
Con los ojos aún cerrados, lentamente me hundí en otro pozo de oscuridad. El
sueño se apoderó de mi cuerpo mientras sucumbía lentamente a mi cansancio y
dolor.
Y como cada vez que me dormía, el hombre de ojos azules me encontraba en
mis sueños.
Alessio.
Con su nombre como un simple susurro en mi mente, me quedé dormida
contra el suelo frío y duro con los grilletes alrededor de las muñecas y los tobillos.
Capítulo 40
Maddie

Miré el reloj en la sala de estar. Eran las 9:30 p.m. Los hombres todavía no
estaban en casa. Me preocupaba a medida que pasaba cada minuto.
Esperaba que esta noche fuera la noche en que trajeran a Ayla a casa.
Así que me senté en el sofá en mi camisón con bata a mi alrededor. Esperé.
Recé para que, por algún milagro, Ayla apareciera frente a mí, sana y salva.
Pero de nuevo, esta noche ese no fue el caso.
Los hombres cruzaron las puertas y yo me puse de pie de un salto, mirando a
su alrededor sin ver a Ayla. Cuando vi sus cabezas colgadas, su hombro hundido con
otra noche llena de derrota, mi garganta se cerró.
Mi pecho se apretó y casi me caigo al suelo. La desesperación me llenó, y mis
mejillas ya estaban húmedas con mis lágrimas.
Lloré cuando Alessio pasó junto a mí sin decir una palabra. Unos minutos más
tarde, cuando su rugido de dolor resonó por toda la casa, lloré.
Nikolay se alejó. Y luego Viktor. Nadie dijo una palabra.
Phoenix se quedó en la puerta, con la cara llena de tristeza. Fue entonces
cuando noté la sangre en él. Mis ojos se abrieron y me encamine en pánico hacia él.
— ¡Phoenix! —Jadeé, mis brazos se movieron sobre su cuerpo, buscando la
herida—. ¿Qué te ha pasado?
Mis lágrimas nublaron mi visión. Con el pensamiento de Ayla dolorida y ahora
Phoenix herido, lentamente me estaba volviendo loca.
Agarró mi mano, sosteniéndola aún sobre su pecho. —Shhh... Estoy bien,
Maddie. No es mi sangre.
Me palmeó la mejilla, frotando suavemente su pulgar sobre la piel. Debería
haberme alejado. Estaba mal que me tocara así. Fue peor de mi parte preocuparme
como lo hice.
Pero me di cuenta que no podía alejarme.
— ¿No estás herido? —Susurré, mirando su traje cubierto de sangre.
Sacudió la cabeza. —No.
El aire salió de mi cuerpo en un fuerte silbido, y suspiré de alivio. Pero el alivio
duró poco cuando escuché la voz de Artur detrás de mí.
Mis ojos se abrieron y rápidamente me alejé de Phoenix. No me soltó la cabeza.
Giré la cabeza para ver a Artur mirándonos. Sus ojos mostraban lo que sentía.
Me miró como si lo hubiera traicionado.
Me dolía el corazón al pensar en lastimar a Artur. Mirando hacia Phoenix,
nuestras miradas se encontraron. Me rogó con sus ojos.
Pero no podía darle lo que quería.
Miré nuestras manos entrelazadas y lentamente me aparté. Me agarró con más
firmeza, pero torcí la mano hasta que me liberé. Sin mirarlo, retrocedí y me volví
hacia Artur.
Caminé directamente hacia el brazo de Artur y enterré mi cara en su pecho.
Respirando hondo, inhalé su aroma familiar. Esto era lo que necesitaba.
Me alzó en sus brazos y me llevó a su habitación. Tan pronto como la puerta se
cerró detrás de nosotros, me tuvo contra la pared, sus labios sobre los míos.
Artur me besó furiosamente mientras nos empujaba hacia la cama. Me caí
sobre el suave colchón mientras él se acomodaba encima de mí. Antes de que
pudiera pensar, me sacó del camisón hasta que me estuve desnuda debajo de él.
Su beso fue contuso, sus manos duras contra mi piel. Su toque no estaba
buscando. No me tocaba para darme placer.
Artur parecía casi perdido en su mente.
— ¿Artur? —Pregunté.
El no respondió. En cambio, continuó arrastrando besos por mi cuello. Debería
haberme sentido bien, pero esta vez, solo me sentía fría. Casi desconectada.
— ¿Artur? ¿Qué estás haciendo?
Cuando me ignoró, creció mi pánico y empujé contra sus hombros. —Artur,
detente.
No lo hizo. Siguió besando mi estómago hasta que su rostro estuvo entre mis
piernas. El Artur tocando mi cuerpo no era él.
Mis uñas se clavaron en su hombro mientras lo empujaba con fuerza. —Artur.
¡Detente! —Grité más fuerte.
Levantó la cabeza, sus ojos mostraban una mezcla de lujuria e ira. Pareció
confundido por un segundo y luego ladeó la cabeza, dándome una mirada acalorada.
—Me estás asustando. ¿Qué sucede contigo? —Dije alejándome de él. Agarré el
edredón y lo jalé para cubrir mi cuerpo.
Su expresión cambió a una arrepentida, sus ojos brillando con pesar. Artur se
pasó los dedos por el pelo casi enojado, aunque esta vez parecía enojado consigo
mismo.
—Háblame —le rogué, mirando al hombre que amaba luchando con algo
dentro de su cabeza.
Se dejó caer a mi lado en la cama, mirando al techo. Frotando una mano sobre
su rostro, un pequeño gruñido vibró a través de su pecho.
— ¡Mierda! Lo siento. Lo siento mucho, Maddie. No sé qué me pasa. Me vuelve
jodidamente loco cuando lo veo tocarte —respondió con los dientes apretados—.
Sus manos estaban sobre ti, y quería cortarlas de su cuerpo.
La imagen me hizo estremecerme. —Artur —le espeté.
Se giró para mirarme. Nos miramos en silencio antes de que finalmente
levantara la mano. Palmeó mi mejilla suavemente, una mirada suave en sus ojos.
—Odio que te haya tenido primero —susurró.
Me estremecí ante el recordatorio y me alejé de él. —Prometiste que nunca
mencionarías esto. Está en el pasado. Déjalo ahí, Artur. Me tienes ahora. Te elegí.
—Lo sé —murmuró.
—Entonces deja de pensar tanto. Por favor, Artur. No dejes que Phoenix se
interponga entre nosotros. Lo dejé en el pasado y debes hacer lo mismo —le
supliqué.
Incluso mientras decía las palabras, mi mente gritaba mentiras. ¿Realmente
dejé Phoenix en el pasado? ¿Realmente lo había superado?
Amaba a Artur. Lo elegí a él.
Pero cuando pensé que Phoenix estaba herido esta noche, sentí que mi corazón
se iba a dividir en dos. ¿Cómo era posible seguir sintiéndome así después de tantos
años?
—Lo siento, Maddie.
Miré a Artur y sentí que mi corazón se expandía un poco más. Este hombre
estuvo a mi lado cuando más lo necesite, cuando Phoenix no estaba allí para mí.
Artur estuvo allí para mí cuando Phoenix me dejó rota.
Inclinándome, besé a Artur lentamente. Él gimió en mis labios y me devolvió el
beso con el mismo fervor. Cuando me aparté, una pequeña sonrisa apareció en mis
labios. Mi corazón ya no se sentía tan pesado.
Moviendo mis dedos por su cabello, le sonreí. —Necesito ir al baño. Ahora
vuelvo —murmuré antes de saltar de la cama.
Cerré la puerta detrás de mí y fui al lavabo. Mirando mi reflejo, rápidamente
me peiné. Y luego me lavé la cara.
Envolví la bata blanca a mi alrededor y respiré hondo.
Empujé fuerte... más fuerte que antes. Empujé a Phoenix fuera de mi cabeza y
corazón. Me negaba a pensar en él. En nosotros.
Artur era el que necesitaba. El hombre que amaba. Ahora solo necesitaba el
coraje para decírselo. Lo había guardado por demasiado tiempo. Necesitaba saber
cómo me sentía realmente.
Desde el secuestro de Ayla, nos habíamos separado, pero nos necesitaba de
nuevo.
También aprendí que el amor no debe guardarse para nosotros. Alessio y Ayla
se amaban, pero nunca tuvieron la oportunidad de decirlo. Me dolía el corazón por
ellos, por lo que ambos estaban pasando.
No quería lo mismo entre Artur y yo.
No necesitábamos las palabras, pero quería decirlo. No quería que Artur
pensara que no lo amaba lo suficiente. Tenía que saber cuánto significaba para mí.
Porque de todos modos, estábamos a punto de dar otro paso en la vida. Juntos.
Cerrando los ojos, respiré hondo. Cuando sentí que mi corazón se aceleraba,
abrí los ojos y sonreí a mi reflejo.
Sin una segunda mirada, abrí la puerta pero me detuve en seco. Mi corazón casi
se detiene.
—No te preocupes. No encontrarán a Ayla.
Mis ojos se abrieron y me quedé completamente en silencio. Incluso tenía
miedo de respirar. Artur estaba de espaldas a mí mientras miraba las ventanas, su
teléfono al lado de su oreja.
Mi pecho se apretó cuando él continuó hablando. —Han pasado casi cuatro
meses y todavía no la han encontrado. Todo gracias a mí.
Mis puños se apretaron. No. Esto no podría estar sucediendo. No Artur
Escuchó a la otra persona y luego respondió: —Sé cómo hacer mi trabajo. Me
aseguraré de que no te encuentren.
A pesar de que estaba susurrando, las palabras resonaron en mis oídos en voz
alta. Mi corazón se aceleró y latió como un tambor. Las venas de mi cuello
palpitaban mientras mi cuerpo se enfriaba de pánico.
E ira. Tanta ira. La furia se acumuló dentro de mí como lava caliente hasta que
estuve lista para explotar.
—Tengo que irme. No me vuelvas a llamar. Es demasiado arriesgado —
murmuró antes de colgar.
Me quedé parcialmente oculta detrás de la puerta, mis piernas se sintieron
repentinamente débiles.
¿Artur era el traidor?
No quería creerlo. Mi mente luchó violentamente contra mí. No puede ser
verdad. Traté de sacar el pensamiento de mi mente, pero ¿cómo podría hacerlo
cuando la verdad estaba justo frente a mí?
Lo escuché hablar. Lo admitió claramente. ¿Cómo no vi eso antes? ¿Cómo me lo
perdí?
Lágrimas de ira y frustración me nublaron la visión. Pero también me dolía la
idea de que Ayla sufriera por el hombre que amaba.
El bastardo. ¿Cómo pudo?
Alessio nunca lo dejaría vivir. Demonios, yo no lo dejaría vivir.
Dando un paso, marché hacia Artur. Escuchó mis pasos y rápidamente se dio la
vuelta, la sorpresa evidente en su rostro.
— ¿Maddie? —Tragó nerviosamente, pero rápidamente lo ocultó con una
sonrisa seductora.
Cuando me detuve frente a él, hice un puño antes de golpearlo en la nariz. —
Maldito idiota.
Se tropezó sorprendido antes de enderezarse rápidamente. Sus ojos se
agrandaron. — ¿Qué demonios, Maddie?
—Te escuché —siseé. Había un destello de horror en su rostro, pero
desapareció rápidamente, y recuperó la compostura.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó, fingiendo inocencia.
Esta pequeña mierda. No iba a funcionar en mí. Me enfurecí por dentro. Mi piel
se erizó con ella, como llamas bailando debajo. Mi cuerpo se sacudió de furia.
—No finjas ser inocente, Artur. ¡Estás loco!
La fachada de inocencia desapareció repentinamente y él me fulminó con la
mirada. —Mantén tu voz baja.
Me burlé y di un paso atrás. —Nos traicionaste —le dije.
Cuando ni siquiera me convenció de lo contrario, me reí sin humor a pesar de
que las lágrimas se derramaron por mis mejillas. — ¿Cómo pudiste? —Me ahogué—.
Después de todo lo que Alessio ha hecho por ti, ¿así es como le pagas?
Su rostro era una máscara de ira. — ¡No hizo nada por mí!
Me tropecé con su arrebato. —Eres muy estúpido. ¿Por qué? ¿Por qué lo
hiciste?
— ¿Es realmente una pregunta, Maddie? Estás actuando como la estúpida aquí
—siseó.
Mis ojos se abrieron cuando me dio cuenta. —Dios, estoy tan disgustada ahora.
¡Tu padre era un traidor, y tú también!
— ¡Mató a mi padre!
— ¡Porque era un traidor! Y Alessio te compadeció. Te dejaron en la calle para
morir, y él te dio un hogar. Pensaba que eras diferente. Él confió en ti —dije más allá
del nudo en mi garganta.
Sacudiendo mi cabeza, retrocedí varios pasos. —Le hiciste confiar en ti. ¿Ese
era tu plan todo el tiempo?
Cuando él no dijo nada, tuve mi respuesta.
— ¡Me das asco! —Le escupí.
Me di la vuelta para salir de la habitación, pero la voz de Artur me detuvo. — ¿A
dónde vas?
Volviéndome, lo fulminé con la mirada. — ¡Lejos de ti! Ni siquiera puedo
mirarte en este momento.
Él era un traidor, pero yo no. Si él pensaba que me quedaría callada, entonces
estaba tan equivocado.
Me dolía la traición de Artur. Resultaba difícil respirar, pero solo se hizo más
difícil cuando de su espalda sacó un arma.
Me apuntó. —Otro paso y te dispararé.
El miedo se deslizó por mi cuerpo, y el sudor estalló en mi piel. Me quedé
congelada, debatiendo si debía correr.
Artur me miró y su expresión se suavizó un poco. —Maddie, no quiero
lastimarte.
Un sollozo escapó de mis labios. —Traicionar a mi familia me lastimo, Artur.
Esto me está haciendo más daño de lo que puedas imaginar.
Arrepentimiento cruzó por su rostro. —Maddie...
Mis sollozos llenaron la habitación. Me froté el pecho, tratando de deshacerme
del dolor allí.
— ¿Y qué hay de Ayla? ¿Qué te hizo ella? ¿Cómo pudiste hacerle esto?
Artur sacudió la cabeza. —Simplemente estaba en el medio. Alberto la quería, y
yo quería mi venganza contra Alessio. Era invencible, pero luego Ayla entró en su
vida. Ella es su debilidad. ¿Qué mejor manera de destruir a Alessio que destruir su
única debilidad?
Jadeé ante sus crueles palabras. Nunca había esperado escuchar esas palabras
de Artur. ¿Dónde estaba el dulce hombre que conocía?
Mis estremecimientos comenzaron de nuevo, solo que esta vez fueron una
mezcla de ira y miedo. Ira hacia Artur por ser tan despiadado. —Ayla es inocente. La
condenaste al monstruo que la destruyó. Sabías las cosas que le hicieron, pero aun
así la enviaste allí.
Artur se encogió de hombros. —Eran dos pájaros de un tiro.
—Ella no se merece esto. Lo que le has hecho es suficiente para hacerme
odiarte con todo lo que soy. —Mi voz estaba llena de odio y desesperación total.
Mi piel se sentía cruda mientras el pánico recorría mi cuerpo. De repente me
sentí mareada como si el mundo se moviera a mi alrededor. Tenía que llegar a
Alessio.
Retrocedí un paso, pero Artur lo vió. Sus ojos se abrieron. —Maddie, no me
hagas hacer esto —advirtió, sus ojos me rogaban.
En ese momento, me pregunté si realmente me dispararía. Los pensamientos
se aceleraron en mi cabeza. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y mi estómago
se revolvió. Cuando mi estómago se apretó dolorosamente, supe que me iba a
enfermar.
Miré a mi lado hacia la cómoda. Mi arma. Solo unos pocos pasos y podría
alcanzar mi arma. Miré a Artur y pensé en formas de desviar su atención.
Lamiendo mis labios secos, tragué el pesado nudo en mi garganta. — ¿Qué pasa
con nosotros? ¿Alguna vez me amaste, Artur, o también fue falso?
Rápidamente sacudió la cabeza. Vi su brazo caer solo un poco. —No. Somos
reales, Maddie —admitió en voz baja.
Di un paso hacia la cómoda. Él no pareció darse cuenta, así que seguí hablando.
— ¿Que pasará ahora? ¿Con nosotros? ¿Conmigo?
Las lágrimas caían por mi mejilla mientras esperaba su respuesta.
—Ven conmigo. Huye conmigo, Maddie —respondió. Su voz era tan suave,
dulce incluso, como si me estuviera haciendo el amor.
Otro paso hacia la cómoda.
Pero esta vez se dio cuenta, y el arma me apuntó directamente otra vez. —No
te muevas, Maddie. No me hagas lastimarte.
Estaba a solo dos pasos de la cómoda, de mi arma. Mis manos temblaron a mi
lado mientras mi estómago se sacudía por la tensión.
— ¿Realmente me dispararás? —Pregunté, mi cuerpo lentamente comenzó a
entumecerse.
Di otro paso. Artur no respondió.
Pero cuando un disparo sonó en la habitación, tuve mi respuesta.
No lo sentí al principio. Tropecé cuando la bala hizo contacto con mi cuerpo.
Pero me sorprendió demasiado sentirlo.
Pasó un segundo. Dos. Tres.
Y luego me dolía todo. Mi hombro ardía como si estuviera en llamas. Mi piel se
sentía en carne viva, y casi me vomito cuando el dolor me recorrió el hombro y toda
la columna vertebral.
Miré el lado izquierdo de mi hombro, donde la sangre se derramaba a través de
mi bata y la bala me atravesaba la piel.
Artur hizo un lamentable gemido. Levanté la vista para verlo caminar hacia la
ventana abierta. Sabiendo que tenía la intención de hacerlo, salté a la acción.
La adrenalina bombeó a través de mi cuerpo, y alcancé el cajón, sacando mi
arma. Lo apunté al mismo tiempo que otro disparo resonó por la habitación.
Cuando una segunda bala atravesó mi cuerpo, caí de rodillas. Dolor. Mucho
dolor. Fue una sensación de ardor insoportable, y esta vez la sentí en el estómago.
Miré hacia abajo para ver mi bata rápidamente empapada con mi sangre.
No. Por favor no.
Estaba congelado en el acto, y mi cuerpo seguía latiendo en agonía. Estaba
perdiendo sangre rápidamente. No solo me dolía el cuerpo. Mi corazón y mi alma se
habían roto en ese momento.
Grité mientras mi cuerpo se convulsionaba de dolor. Sentía calor. Mucho calor.
Estaba ardiendo Mi visión se nubló frente a mí y grité.
— ¡Alessio!
Vi a Artur moverse rápidamente hacia la ventana. Actuando por reflejo, apunté
mi arma y apreté el gatillo.
Lo perdí
La bala golpeó la ventana, y el cristal se hizo añicos, arrojando fragmentos por
todas partes en la habitación.
Artur salió por la ventana, y cuando caí al suelo, acurrucada en posición fetal,
volví a gritar.
— ¡Alessio!
Mi corazón se encogió un par de veces. Cuando vi a Alessio corriendo dentro de
la habitación, seguido de los demás, no sabía si llorar o sentir alivio.
Hubo jadeos de sorpresa y miradas de sorpresa. Alessio se arrodilló a mi lado y
me tomó en sus brazos. — ¿Maddie? —se atragantó.
—Artur... —jadeé a través del dolor—. Él... es... el... el... traidor... espía...
La expresión de Alessio tronó con furia. Seguí hablando, sabiendo que me
quedaba poco tiempo.
—Él... sabe… —me interrumpí cuando un dolor ardiente recorrió mi cuerpo.
Sentí la sangre gotear en la esquina de mis labios.
Iba a morir. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras intentaba
hablar. —Él... sabe... dónde... está... Ayla...
Alessio bramó algo. Vi a Viktor salir corriendo de la habitación. Nikolay saltó
por la ventana.
Volví a mirar a Alessio, esta vez mi cuerpo temblaba por lo fuerte que era mi
sollozo. Colocando mi mano sobre mi estómago, justo por donde atravesó la bala,
cerré los ojos.
—Mi… bebé…
Mi corazón se había roto en el momento en que me di cuenta de que nunca
vería a mi bebé. Solo me entere ayer. Pero ahora, lo había perdido antes de tener la
oportunidad de verlo.
Ni siquiera sabía si estaba teniendo una niña o un niño. Era muy temprano
Al abrir los ojos nuevamente, vi a Alessio mirándome con una expresión
horrorizada. —Bebé... mi... bebé... —Lloré en sus brazos.
A sus espaldas, vi a Phoenix entrar corriendo a la habitación, seguido de mi
madre. Su rostro era una máscara de horror mientras corría hacia mí, cayendo de
rodillas junto a Alessio.
Me sacó del brazo de Alessio, que permaneció congelado, con los ojos vacíos y
sin alma. Estaba en shock.
Aparté la vista de Alessio y miré a Phoenix. Cuando vi lágrimas en sus ojos, mi
corazón ya magullado se rompió un poco más.
Nunca había visto a Phoenix llorar. Nunca. Pero justo delante de mis ojos, lo vi
romperse.
—Maddie —se atragantó, tirando de mí hacia su pecho—. ¿Dónde está Sam? —
bramó.
—Maddie, espera allí. ¿Bien? Estoy aquí —dijo contra mi mejilla.
Mis dedos se apretaron alrededor de mi estómago mientras el dolor se
intensificaba hasta que me resultaba cada vez más difícil respirar.
Phoenix me besó la cara y lloré en silencio.
Fui estúpida... tan estúpida.
—No me dejes, Maddie —Phoenix susurró, besando mis labios suavemente.
¿Por qué me mantuve alejada de él por tanto tiempo? ¿Por qué nos separamos?
Mi corazón seguía doliendo mientras la oscuridad me rodeaba lentamente,
empujándome más lejos.
Levanté la mano y ahuequé su mejilla. Traté de sonreír.
Quería darle mi sonrisa. Él amaba mi sonrisa.
Pero mis labios se sintieron rígidos. Intenté hablar, decirle la verdad.
Mirándolo fijamente a los ojos, presioné mi palma contra su mejilla, deseándole
que entendiera lo que no podía decir.
Te a…
Mi mano cayó, demasiado débil para sostenerla por más tiempo. Perdí de vista
a Phoenix y todo lo demás cuando fui arrojada a la total oscuridad.
Me entumecí. Todos los sentimientos se habían ido. Nada dolía... no sentía
nada.
Cuando sucumbí al olvido, deseé tener la oportunidad de decir esas palabras al
hombre que realmente amaba.
Te amo.
Capítulo 41
Alessio

El sonido de un disparo fue un shock en mi cuerpo. Todo estaba en silencio,


frío, mientras miraba el piano pensando en Ayla.
Y entonces el silencio se fue. Reemplazado con el sonido de un disparo. Escuché
un grito. Luego otro disparo.
Todo lo demás sucedió en un borrón. Mis pies actuaron por su propia cuenta y
salí corriendo de la sala del piano sin pensarlo dos veces.
Otro grito adolorido. La voz de Maddie. Era la voz de Maddie.
Seguí el grito hacia el final del pasillo, mi corazón latía salvajemente en mi
pecho. Escuché pasos detrás de mí, y sin mirar, supe que eran Viktor y Nikolay.
Estaban a unas pocas habitaciones de la mía. Sin duda, también deben haber
escuchado el disparo.
Mis pies se detuvieron ligeramente cuando me di cuenta de que el grito venía
de la habitación de Artur. Sentí mis ojos abrirse en pánico y aceleré el paso. ¿Estaba
la finca bajo ataque?
Joder, ¡no! ¡No otra vez!
Mis manos se apretaron en puños mientras mi cuerpo se apretó con alarma. Me
apresuré a abrir la puerta, mis ojos buscando salvajemente por la habitación,
buscando la amenaza.
Lo primero que vi fue la ventana rota, y solo por un breve momento, la cara de
mi madre brilló frente a mis ojos.
Este momento. El disparo. Los gritos. Se sentía tan familiar.
Mis ojos se clavaron en el suelo cuando escuché un gemido de dolor. Mis
músculos se apretaron cuando mi cuerpo se puso rígido ante la vista frente a mí.
Casi me tropecé en estado de shock, pero me detuve a tiempo mientras miraba
a Maddie con completo horror. Mis ojos siguieron el charco de sangre que la
rodeaba y mi estómago se revolvió.
La sangre no era algo nuevo para mí. Estaba acostumbrado a la sangre y al
horror que la acompañaba. Hice sangrar a la gente. Me reí cuando sangraban.
Demonios, me complació verlos rogando por sus vidas mientras se desangraban.
No, no tenía miedo a la sangre. No fue por eso que mi estómago se revolvió y
mis rodillas se sintieron débiles.
Fue este momento, este sentimiento de déjà vu que me enfermó. Vi esto cuando
tenía siete años, cuando mi madre tomó su último aliento.
Y ahora lo estaba viendo de nuevo.
Me apresuré al lado de Maddie y me arrodillé a su lado antes de tomarla en mis
brazos. — ¿Maddie? —Me ahogué.
Sus siguientes palabras fueron llenas de dolor, pero las escuché. Claro como el
día. Trajeron otro tipo de dolor en mi pecho. Dolor y luego ira. Tanta ira.
—Artur... —jadeó a través del dolor. —Él... es... el... traidor... el... espía...
Maddie hizo una mueca cuando su cuerpo convulsionó. Ella me miró con ojos
asustados, rogándome. No tuve que ver mi rostro para saber que mi expresión
tronaba con furia. La sentía vibrar a través de mis huesos.
Maddie siguió hablando incluso a través de su dificultosa respiración.
—Él... sabe —se interrumpió y su rostro se retorció, el sudor estalló en la piel
de su frente. La sangre goteaba en la esquina de sus labios.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras intentaba hablar. —Él...
sabe... dónde... está... Ayla...
Ayla. Al escuchar su nombre, mi corazón se aceleró. Mis brazos se apretaron
alrededor de Maddie.
El entumecimiento se había ido. Mi mente estaba clara una vez más. En lugar
de la frialdad que se filtraba por mi cuerpo, todo lo que sentía era una ira ardiente.
— ¡Atrápenlo! —bramé. Vi a Viktor salir corriendo de la habitación. Nikolay
saltó por la ventana.
Me sentía caliente, me picaba la piel con la necesidad de matar. De hacerlo
sangrar.
Artur, uno de mis hombres más confiables. ¿Cómo no lo vi? Confié en él, pero
me traicionó. ¿Por cuánto tiempo?
Estaba muriendo, frío, sin hogar, hambriento. Pero lo recogí, le di un hogar. Una
familia. Incluso cuando su padre era un traidor, creía en él.
Estúpido. Tan jodidamente estúpido. No confiaba en la gente fácilmente, pero
confiar en Artur había sido un error. Un jodidamente grande.
Sacudiendo mi cabeza, miré a Maddie. Ella tuvo que pagar el precio. Ayla tuvo
que pagar el precio de mi estupidez.
Maddie lloró en mis brazos, su cuerpo entero temblando con lo fuerte que era
su sollozo. Se puso la mano sobre el estómago, justo por donde atravesó la bala.
Cerrando los ojos, susurró. Su voz era baja, sus palabras tan suavemente
pronunciadas. —Mi… bebé…
¿Qué…?
La miré, completamente horrorizado.
Escuché mal. Mi mente me estaba jugándome una mala pasada. Quería
preguntarle, tratar de aclarar esta confusión, pero mi lengua se sentía pesada.
Ella volvió a abrir los ojos. —Bebé... mi... bebé... —gritó en mis brazos.
No había error. No había confusión Mi mente no me estaba jugando una mala
pasada. Lo escuché claramente y me dolió. Las palabras duelen, y no puedo imaginar
lo mal que la está pasando Maddie.
Mis labios no se movieron. Solo me quedé mirándola. Incluso cuando Maddie
fue sacada de mis brazos, por Phoenix gritando, llorando, rogándole que no lo
dejara, no me moví.
Mis ojos lentamente se dirigieron al estómago de Maddie, donde estaba
sangrando profusamente. No había forma de que el bebé lo lograra. Era imposible.
¿Incluso Maddie lo lograría?
No sabía malditamente nada.
Sacudí mis pensamientos cuando Sam entró corriendo a la habitación. Phoenix
llevó a Maddie a la cama y rápidamente me puse de pie.
Mi sangre rugió ante la injusticia. No, rugió de ira, con la necesidad de
respuestas. Estaba furiosa, mi cuerpo temblaba con la fuerza de mi furia.
Mis ojos se movieron alrededor de la habitación, haciendo contacto con Viktor
cuando volvió a la habitación.
Vi la furia, la impaciencia y la preocupación en su expresión. También sabía que
estaba luchando por el control. Yo también. Todos lo estábamos.
Artur no iba a salir con vida.
Viktor me miró y asintió antes de salir de nuevo. Un movimiento de cabeza fue
todo lo que se necesitó para llevarme al punto de la locura.
Artur había sido capturado y mi control se había roto.
Echándole un último vistazo a Maddie, salí de la habitación. No llamé a Phoenix.
No tenía sentido. No iba a dejar el lado de Maddie ahora.
Caminando hacia el sótano, dejé que la furia hirviera. Me permití sentir la ira,
sabiendo que me serviría mucho más tarde.
Solo la ira me mantendría en marcha. No había tiempo para la debilidad.
Empujé la imagen de Ayla asustada y herida, Maddie sangrando y cerca de la
muerte, en el fondo de mi mente.
Viktor me estaba esperando frente a la puerta, su expresión era feroz. No dijo
nada. No había nada que decir. Uno de los nuestros nos traicionó. Alguien en quien
confiamos y tratamos como un hermano.
Pero no podríamos detenernos en esa traición ahora. No había tiempo para
eso. Nuestro único propósito era obtener respuestas y encontrar a Ayla.
Viktor abrió la puerta y entré, mi paso confiado a propósito. Lento incluso a
través de mi ira.
Artur estaba atado a una silla, frente a mí. Tenía la cabeza baja, pero sabía que
me escuchó entrar. La forma en que su cuerpo se tensó lo delató.
Nikolay estaba de pie detrás de él, con una mirada asesina en su rostro.
Caminé hacia él, deteniéndome a solo medio metro de Artur. La sala se llenó de
silencio. No se pronunciaron palabras, pero el aire era pesado y tenso. Casi
sofocante.
Dejé que el silencio se prolongara unos minutos más. Artur se puso más tenso.
Todo era un juego, un juego de dominación, y en ese momento, tenía el poder y
Artur era solo un peón.
Cuando apenas me sentí colgando del delgado hilo de control, avancé. Le daría
crédito. No se movió ni se estremeció.
Agarrando su barbilla, levanté su cabeza. Me miró sin expresión,
completamente vacío de emoción. Impulsado por el odio y la ira, me aparté y lo
golpeé. Escuché su nariz crujir bajo la fuerza de mis nudillos.
Ansiaba su grito, su sangre. Cuando no emitió ningún sonido, lo golpeé de
nuevo, más fuerte que antes. Hubo un sonido muy satisfactorio. Otro hueso roto.
Esta vez hizo una mueca, sus ojos se cerraron por el dolor.
Agarré su garganta y la apreté, viéndolo luchar por su aliento. Su rostro se
volvió rojo y luego púrpura. Las células se rompieron en su piel, pequeños puntos
rojos mientras sus grandes ojos me miraban con pánico.
El blanco de sus ojos se puso rojo cuando se asfixió bajo mis manos. Sus pupilas
se agrandaron, y sonreí, viéndolo luchar por su vida, por otro jadeo de aire.
La comisura de su boca estaba hinchada, y había una laceración sobre su
pómulo. Su nariz ya estaba hinchada, volviéndose un feo tono verde.
Presioné mis dedos, un poco más fuerte, sintiendo su tráquea. Se atragantó con
la presión que se acumulaba en su garganta mientras esta iba hacia su cara.
Luché contra el impulso de reírme de su sufrimiento.
Ayla estaba sufriendo por su culpa. Era inocente, pero pagaba por algo que no
merecía. Todo por culpa de este hombre delante de mí. Lo que sea que se le hiciera
nunca sería suficiente. Nunca estaría satisfecho
Cuando vi los ojos de Artur rodando hacia su cabeza, presioné una vez más
antes de soltarlo. Su cabeza cayó hacia adelante, y tosió peligrosamente, jadeando
desesperadamente por su próximo aliento.
Todo su cuerpo se sacudía con el esfuerzo de tomar tanto aire como podía.
Cuando me di cuenta de que tenía el control de su respiración dificultosa, le
agarré el pelo y le eché la cabeza hacia atrás. Sostuve su cuello contra el respaldo de
la silla y lo fulminé con la mirada.
— ¿Por qué? —Simplemente pregunté.
Dos palabras. Una pregunta. Artur era uno de mis hombres. Él entendía cómo
trabajaba. Él entendía lo que quería sin siquiera preguntar.
Pensé que la traición dolería. Me dolía, pero la ira me consumía principalmente.
La furia nubló mi visión y cualquier otra emoción.
Tenía que encontrar a Ayla, y Artur era mi única esperanza. La idea de que ella
estuviera en peligro y herida por alguien en quien confiaba envió una ola de dolor a
través de mi cuerpo.
¿Era mi culpa? Era un pensamiento constante en mi mente, algo que
lentamente me mataba todos los días desde que me la quitaron.
— ¿Por qué mierda lo hiciste? —Le gruñí a la cara. Ni se inmutó, pero la forma
en que sus ojos se desviaron hacia un lado traicionó su miedo y dolor. Sabía que mi
mirada prometía violencia y venganza. Mi voz tembló con eso.
Cuando no respondió, lo golpeé de nuevo, perdiendo rápidamente la paciencia.
— ¡Respóndeme!
Había una herida al lado de su ojo, e hizo una mueca cuando mi golpe cayó
sobre ella. Parecía que Nikolay ya le había dado un adelanto de lo que venía.
Bajé la vista a mi mano y vi su sangre. No estaba usando mis guantes, y en ese
momento, no quería hacerlo. Quería ver su sangre en mis manos, sabiendo que
estaba adolorido y sufriendo.
Al pensar en Ayla, le di otro puñetazo furioso en la cara. Sentí mi mandíbula
apretarse y escuché mis dientes apretarse. Si pudiera, lo colgaría de sus jodidos
intestinos por lo que había hecho.
Artur tosió y se atragantó, escupiendo la sangre que se acumulaba en su boca.
Me miró con los ojos hinchados. —Mataste a mi padre.
Oh, sabía que esto iba a suceder. Solo había una razón por la que me
traicionaría.
Su padre traicionó mi vida, mi padre, y cuando asumí el cargo de Jefe, lo maté.
Sin ningún remordimiento o incluso una onza de culpa. Lo dejé en el suelo frío,
desangrándose. Cuando volví por la noche, su cuerpo ya había desaparecido y había
sido enterrado.
Artur había sido expulsado de la casa. Tenía diecisiete años. Cuando lo
encontré unos días después, se estaba muriendo de hambre. Vagabundo. Y solo.
Lo traje de vuelta a mi casa. Éramos amigos, hermanos no de sangre, pero aún
hermanos.
Nunca pensé que llegaría a esto. Pero todo este tiempo, había sido traicionado.
Durante diez años, me traicionó.
Sacudiendo mi cabeza, me alejé. Con las manos a la espalda, miré a Artur.
Finalmente se estremeció bajo el peso de mi mirada asesina. Sentí la comisura de
mis labios contraerse de satisfacción.
— ¿Fuiste el traidor todo este tiempo? —Viktor gruñó detrás de mí.
Artur lo miró y luego se echó a reír. Se interrumpió y gimió de dolor antes de
responder. —Si. Todo este tiempo... fui... fui yo... pero... estabas demasiado... ciego...
para verlo.
La cara de Nikolay tronó, y extendió la mano, golpeando a Artur en el
estómago. Se dobló en agonía y jadeó por la nariz rota.
—Joder —murmuró por lo bajo.
Frotándome la cara con frustración, respiré hondo. No podía matarlo. No
ahora. No hasta que encuentre a Ayla. Y sabía que no me lo iba a decir fácilmente.
Mis dedos picaban con la necesidad de matarlo. Pero por ahora, iba a lastimarlo
hasta que sintiera el peso del dolor que le causó a mi Ángel.
— ¿Por qué Ayla? Tu enemistad era hacia nosotros... no hacia ella —preguntó
Viktor, acercándose a mí.
Artur sacudió la cabeza. —Tienes razón. Mi enemistad era con ustedes. —Se
interrumpió y jadeó. Respirando profundamente, continuó en un tono bajo y
doloroso—. Ni siquiera sabía quién era ella hasta el día que fuimos a la playa.
Alberto podría haber confiado en mí, pero era inteligente. Nunca me permitió entrar
a su casa. Solo sus clubs. Pero ese día, me llamó a su casa. Vi la foto de Ayla allí. Sume
dos mas dos, y ahí tienes. Ella era una Abandonato.
—Eso no explica por qué la entregaste —espetó Viktor. Cuando lo vi avanzar
enojado, lo agarré del brazo y lo detuve.
Artur continuó hablando. —Alberto la quería de regreso, y yo quería hacerte
pagar. Fue fácil. Dos pájaros de un tiro. La mejor manera de derribarte era
golpeándote en tu debilidad. Y ella era tu única debilidad.
Me quedé en silencio, obligando a mi ira a controlarse. Si me movía, lo mataría.
—Durante años esperé, planeando. Buscando tu debilidad. Eras un hijo de puta
fuerte. Tu lema era matar o ser matado. Y entonces Ayla entró en tu vida. Fue casi
demasiado fácil —dijo Artur a través de su respiración agitada.
Vi su labio contraerse en una pequeña sonrisa mientras se reía secamente. —
Solo cometiste dos errores. El primero fue confiar en mí.
Respiró hondo antes de dar el golpe final. —El segundo fue enamorarte de
Ayla. Entonces, ya ves, al final... fue tu... culpa. La dejaste... convertirse en tu
debilidad.
Viktor extendió la mano y golpeó a Artur con tres puñetazos furiosos. —
¡Maldito bastardo! —rugió.
Extendió la mano para otro golpe, pero Nikolay fue más rápido. Cerré los ojos y
respiré hondo. Cuando escuché la voz de Nikolay, mis ojos se abrieron de golpe.
— ¿Sabía Alberto que no estaba traicionando al jefe? —siseó en los oídos de
Artur.
Artur rio a través de su dolor. —Joder... sí... él lo sabía todo. Fue nuestro plan.
Te haríamos creer que él le te creía, mientras yo estaba a sus espaldas, dándole la
información correcta. ¿Cómo pensaste que siempre supo tus movimientos cuando
Nikolay le estaba dando información falsa?
— ¿Entonces todo fue por nada? —Viktor gruñó, alejándose con frustración.
Artur asintió con la cabeza. —Era… obvio. Nikolay era... muy... leal. Incluso
cuando estuvo... cerca de... la muerte... nunca soltó... nada.
Hizo una pausa, tomando aire desesperado a través de sus pulmones
comprimidos. —Él... sabía... que nunca traicionaría a Alessio. —Mirando hacia
Nikolay, sonrió con los labios rotos—. Eres... como... un... jodido perro leal.
Los ojos de Nikolay brillaron ferozmente con furia. —Tú pequeña mierda —
escupió.
—Ya no importa —finalmente hablé—. ¿Dónde está Ayla?
Nada importaba. Por qué Artur me traicionó o cómo... solo importaba Ayla.
Odiaba que dependiera de Artur para encontrarla, pero no había otra manera.
Levantó una ceja hacia mí. — ¿Realmente... pensaste... que sería así de... fácil?
Esta vez, una sonrisa apareció en mis labios. De ninguna manera fue una
sonrisa amable. No, solo prometía dolor.
—No, no pensé que sería fácil. —Me encogí de hombros, inclinándome hasta
que nuestras caras estuvieron a escasos centímetros de distancia —. No va a ser fácil
para ti. De ningún modo.
Me enderecé y asentí a Nikolay. Empujó un paño blanco en la boca de Artur y
dio un paso atrás, mirando su práctico trabajo.
Viktor se acercó a la mesa del fondo y regresó con su equipo favorito. Tijeras.
Por lo general, cortaban los dedos rápido y sin mucho esfuerzo.
Nikolay también regresó con un cuchillo en espiral. Mi favorito.
Me lo entregó mientras veía a Viktor ponerse a trabajar. Comenzó lento. Unos
cuantos golpes, asfixiando a Artur, y cuando todavía no hablaba, Viktor se acercó a
sus uñas.
Eso dolía como un hijo de puta. Los gritos de Artur eran amortiguados por la
tela, pero por la forma en que su cuerpo temblaba, era obvio que tenía un dolor
terrible.
Aún no había perdido los dedos. Solo tres uñas.
Levanté la mano y Viktor se detuvo de inmediato. Nikolay arrancó la tela de la
boca de Artur, y gritó cuando el dolor de sus dedos recorrió a su cuerpo.
Su mano estaba atada al reposabrazos, y vi la forma en que le temblaban los
dedos. Estaban cubiertos de sangre, y me reí al verlo.
— ¿Quieres hablar ahora? —pregunté, mirando su sangriento desastre.
—Jode... te... —jadeó.
— ¿No? ¿No quieres? —Me burlé—. Bien entonces. Diviértete.
Viktor sostuvo las tijeras sobre el dedo índice de Artur, justo debajo del primer
nudillo.
Él esperó. Esperar era una forma de tortura mental. La mejor manera de
romper a alguien. Esperar los ponía tensos, más alarmados, y su miedo no tendría
límites.
Conté los segundos en mi cabeza.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Artur gritó. Él bramó tan fuerte que resonó en mis oídos. Su dolor era música
para mis oídos, y me senté en la silla detrás de mí.
—Eso fue apenas un dedo —murmuró Viktor mientras miraba el nudillo
ensangrentado en el suelo.
—Asegúrate de que no muera desangrado —espeté. Aún no habíamos
terminado con él. No hasta que tengamos nuestras respuestas y Ayla a salvo en
nuestra habitación.
Pasaron unos minutos, otro dedo perdido. Uno en cada mano.
Esperé para ver si hablaba, pero Artur permaneció obstinadamente callado.
Sacudiendo mi cabeza para reprimir mi gruñido frustrado, me levanté y Viktor se
apartó del camino.
Inclinándome, agarré la barbilla de Artur. —Si hablas, será fácil para ti —
advertí.
—Te... conozco... —jadeó—. No... importa... si hablo... o no... no... saldré... vivo...
de ninguna manera.
Ladeé la cabeza, mirándolo con ojos curiosos. —Inteligente. Tienes razón. No
saldrás vivo de ninguna manera. Pero haré que tu muerte sea más rápida si hablas.
Otra mentira y él lo sabía.
Cuando no habló, suspiré solo para pensar bien. Tomándome mi dulce tiempo,
paseé alrededor de su silla, dándole tiempo para recuperar el aliento.
Me detuve frente a él nuevamente. Estaba mirando sus pies, sus labios
hinchados en una línea apretada y terca.
Arrastré ligeramente el cuchillo en espiral por su mejilla, no lo suficiente como
para romperle la piel. Pero fue suficiente para hacerle saber lo que estaba por
suceder después.
Cuando el cuchillo alcanzó su otra mejilla, apreté más fuerte, y la sangre
manaba de la piel rota. Hizo una mueca pero permaneció callado, mordiéndose el
labio para detener el grito.
Sabía que el cuchillo en espiral ardía donde cortaba y Artur probablemente
estaba en agonía.
Arrastré el cuchillo hasta su cuello, dejando un rastro de sangre. Su piel se puso
roja y me aparté. Su respiración era áspera y laboriosa. Cada respiración parecía
difícil de inhalar y exhalar.
Moví el cuchillo hacia sus muslos, haciendo cortes a medida que avanzaba. Los
cortes no eran demasiado profundos, solo lo suficiente como para causar un dolor
que sería insoportable después de unos minutos.
— ¿Estás listo para hablar ahora? —Le pregunté después de que sus gritos se
calmaron.
Él siseó y me fulminó con la mirada. Sacudí mi cabeza. Nikolay caminaba de un
lado a otro mientras Viktor volvía a trabajar.
Dos uñas y dedos más.
Y luego hice cortes sobre su cuerpo.
A veces salíamos de la habitación, dejando a Artur solo para que respirara a
través de su dolor. Y luego volvíamos. Siguió así... durante horas. Hasta que comencé
a sentirme impotente y completamente desesperado.
La próxima vez que entramos en la habitación de nuevo, la cabeza de Artur
estaba baja. Ya era de mañana. Durante una hora, caminé fuera de la habitación de
Maddie, debatiendo si debía entrar o no.
Pero la culpa pesaba mucho en mi corazón. En cambio, me quedé afuera.
Luego, estaba en la sala del piano, deseando que Ayla estuviera allí. Otra
punzada de culpa. Otra ola de dolor.
Después de una hora de revolcarse en la autocompasión, me alejé y me dirigí al
sótano.
La furia había vuelto con toda su fuerza. El aire olía a sangre. Se sentía pesado
de la muerte y la incertidumbre.
Miré a Artur, esperando una reacción de él. Cuando comencé a caminar hacia
él, lentamente levantó la cabeza. Su rostro era casi irreconocible. Hinchado, rojo, una
mezcla de verde y morado. Varios cortes. Algunos profundos, algunos apenas allí.
Me miró con los ojos hinchados, y vi su mandíbula trabajando. Abrió la boca,
pero no salieron palabras.
Lo intentó de nuevo, pero sonó como un gorgoteo. Artur trató de aclararse la
garganta y tosió varias veces antes de respirar profundamente.
Vi su garganta moverse mientras tragaba e intentaba nuevamente. —Ella…
Mis ojos se abrieron y di un paso adelante. — ¿Donde esta ella? —Exigí, mi
corazón se aceleró y latió tan salvajemente como un pájaro enjaulado.
—Ella... esta... —Se atragantó antes de continuar lentamente —. Está... en... mi
casa.
— ¿Tu casa? — Viktor gruñó.
Artur asintió lentamente. —Ahí es... donde... Alberto... se esconde... Usa... mi
casa… como un… escondite.
Me pasé los dedos por el pelo y me di la vuelta, golpeando la pared. Todo este
tiempo. Ella estaba justo debajo de nuestra maldita nariz.
—Muévanse—ordené a Viktor y Nikolay.
—Por tu bien, realmente espero que ella esté allí —le dije a Artur.
Me miró sin comprender, pero vi algo en sus ojos. Casi parecía
arrepentimiento. —Ella… está… ahí.
— ¿Por qué nos dices eso ahora? ¿Por qué esperar hasta que estés medio
muerto? —Nikolay cuestionó.
Me preguntaba lo mismo. Artur no respondió. Miró hacia abajo y vi sus labios
moverse. No se hizo ningún sonido, pero sus labios me dijeron lo que necesitaba
saber.
Maddie
Con una respiración profunda, asentí hacia mis hombres. Salieron, y con una
última mirada a Artur, yo también salí.
Nos encontramos con Phoenix en el pasillo. Echó un vistazo a la puerta cerrada,
sus ojos asesinos.
— ¿Está vivo?
—Lo está. No lo mates todavía —ordené. Por si acaso estaba mintiendo.
Cuando se encontrara a Ayla, se firmaría su muerte.
Di un paso pero me detuve. — ¿Cómo está Maddie?
Phoenix dejó escapar un gemido de dolor, su rostro retorciéndose. —Sam sacó
las balas. Ella está bien.
Respirando profundamente, miró fijamente la pared, con los ojos llenos de
tanto dolor. —Pero... pero el bebé no lo logró.
A pesar de que sabía que el bebé no lo lograría, escuchar las palabras fue un
duro golpe para mi pecho. Miré hacia el suelo, deseando que esto no fuera real.
Quería destrozar a Artur pieza por pieza.
— ¿Era tuyo? —Pregunté en voz baja. Pensaban que no era obvio. Pero lo era.
Durante años, incluso después de lo que sucedió entre ellos, todavía les importaba el
otro. Quizás todavía se amaban.
Phoenix apretó los puños y volví a levantar la vista. Cerrando los ojos con
fuerza, sacudió la cabeza. —No —se atragantó—. No... Maddie... ella nunca... —Hizo
una pausa, respirando profundamente—. Maddie nunca engañaría. Ella nunca haría
eso. El bebé era de Artur.
Con el corazón encogido, asentí a Phoenix. —Encontramos el paradero de Ayla.
Miró a la puerta. —No puedo dejar a Maddie.
—Nunca te iba a pedir que dejaras a Maddie. El resto de nosotros iremos.
Me lanzó una mirada agradecida y me alejé. Subiendo las escaleras, me detuve
en la sala de estar cuando vi a Nina entrar a la finca.
Ella corrió hacia nosotros. —Nikolay llamó.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunté, limpiándome las manos con la toalla
que Viktor me entregó.
—Me dijo que Artur es el traidor. Esa pequeña mierda —gruñó ella, sus ojos
encendiendo fuego.
—Nos dijo dónde está Ayla —murmuró Viktor.
Los ojos de Nina se abrieron. — ¿Lo hizo? ¿Dónde está?
—La casa de Artur —respondió Viktor. No había emoción en su voz. No había
luz. No había ira. Nada. Me sentía de la misma manera.
—Voy —anunció.
— ¿En serio? ¿Así? —Viktor replicó, señalando el atuendo de Nina.
Ella se miró a sí misma. —Estos tacones son tacones asesinos. Pueden ser
útiles. ¿Quién sabe?
—Serás una carga —argumentó Nikolay—. No tenemos tiempo para salvarte el
culo.
Nina ladeó la cabeza hacia un lado. — ¿De verdad?
Sucedió rápido. Pero lo siguiente que supimos fue que Viktor estaba en el suelo
con las piernas de Nina envueltas alrededor de su cuello.
— ¿Qué demonios fue eso? No dije nada —espetó Viktor.
— ¿Todavía piensas que soy una carga? —escupió, su voz contenía veneno.
Ella se levantó y me miró. —Otro cuerpo para proteger a Ayla —agregó,
levantándome una ceja. Ella sabía que no podía rechazar eso—. Creo que necesitarás
una mujer contigo cuando la encuentres.
Viktor se levantó y miró la espalda de Nina. —Perra —articuló.
Mirando a Nina, vi su determinación y finalmente asentí. Ella tenía razón.
Cuantos más cuerpos protegieran a Ayla, mejor. Y Nina estaba lejos de ser una carga.
Ella era más un activo. Una asesina que fácilmente podría tomar a cualquiera.
Salí, seguido de Nikolay, Viktor y Nina. Algunos de mis hombres ya estaban
esperando al lado de los autos. Entré sin decir una palabra mientras Viktor tomaba
el asiento del conductor.
El viaje a la casa de Artur fue tenso.
Cuando el auto se detuvo, salí rápidamente. Esta vez, Nikolay y Viktor tomaron
la delantera, mientras que Nina y yo nos quedamos en la parte trasera.
Nikolay abrió la puerta y entramos en cuestión de segundos.
Tan pronto como entramos, las armas flameaban y las balas volaban.
¡El cabrón! Estaba listo y no estaba solo.
Sus hombres rodeaban la casa, y rápidamente me agaché, evitando una bala
que podría haberme perforado la cabeza. Gruñí de frustración y disparé al hombre
frente a mí, mi bala atravesó su corazón.
No tenía tiempo para juegos de niños.
Me di la vuelta y disparé a cualquier hombre que se cruzara en mi camino.
Balas en sus piernas, algunas en el cuello y algunas en la cabeza.
A pesar de todo, Alberto no se encontraba en ninguna parte. Un cobarde. Por
supuesto, no estaba en ningún lado.
Cuando la mayoría de sus hombres estaban acabados, asentí a Viktor y Nikolay.
Buscaron en la casa mientras yo continuaba disparando al resto de los hombres,
Nina a mi lado haciendo lo mismo. Ella era despiadada en sus ataques. Sus balas
perforaron sus cuerpos con una asombrosa ferocidad.
Vi a un hombre parado frente a mí, apuntando con su arma a mi pecho. Apreté
el gatillo, pero no pasó nada.
Un disparo resonó en la pared. Esperaba un fuerte dolor en mi pecho, pero
cuando vi al hombre caer muerto, miré a Nina a mi lado.
Frotó su arma contra sus pantalones de cuero y me guiñó un ojo. —De nada.
Viktor bajó corriendo las escaleras, su expresión frenética. —Ayla no está allí.
Nikolay vino a pararse a mi lado. —Busqué en el primer piso. Ella tampoco
estaba.
— ¿Qué? —Bramé, mi cuerpo temblando de pánico, miedo y, por último, rabia.
— ¡Mira por todos lados! ¡Ella tiene que estar aquí!
Miré salvajemente alrededor de la sala de estar, pasando de la cocina al
comedor. Luego las habitaciones de arriba. Busqué en cada rincón de la casa.
Cuando no la encontré, busqué de nuevo. Frenéticamente Desesperadamente.
Busqué una y otra vez. Ella tenía que estar aquí.
Mi Ángel no se encontraba por ningún lado. De nuevo.
Estaba de pie en el medio de la sala de estar, me dolía la cabeza y me dolía el
pecho. Ella no estaba aquí, pero la sentía. Era un sentimiento inexplicable, pero tan
pronto como entré en la casa, mi corazón se aceleró. Casi como si supiera que Ayla
estaba aquí.
La sentía. Mi piel se erizó con una sensación extraña, y cerré los ojos. No, ella
no estaba aquí. Buscamos en todas partes, pero ella no estaba aquí.
Mi corazón se sentía pesado en mi pecho comprimido, me dolían los pulmones
mientras respiraba la agonía de fallar una vez más.
Ayla. Ayla. ¿Dónde estás?
Escuché un grito.
— ¡Jefe!
— ¡Alessio!
Mis ojos se abrieron de golpe y miré a un hombre que me apuntaba con su
arma. No tuve la oportunidad de levantar mi arma o incluso moverme del camino.
Traté de agacharme, cayendo al suelo, y luego el disparo sonó en mis oídos.
Unos segundos después, sentí un dolor punzante en la pierna derecha. —
¡Mierda! —bramé.
Escuché un grito y luego un grito de dolor detrás de mí. Bajé la mirada a mi
pierna para ver que sangraba por donde había atravesado la bala.
Todavía en el suelo, me di la vuelta para ver a Nina sacando su tacón del pecho
del hombre. — ¡Jódete! Esos eran unos tacones Louboutin. Ahora está cubierto de tu
sucia sangre.
Ella nos miró de nuevo. — ¿Estás bien, Alessio?
—Solo un rasguño —murmuré de vuelta. Era mentira. La bala me había
atravesado la pierna y ahora estaba alojada dentro.
Nina se dio cuenta de que la estábamos mirando y volvió a mirar su tacón
ensangrentado.
— ¿Qué? Te dije que es útil. Me quedé sin balas.
— ¿Así que solo le lanzas el tacón a un hombre, esperando que lo mate? —
Nikolay preguntó mientras me levantaba, ignorando el ardor en mi pierna.
—Bastante si —respondió ella, quitándose el otro tacón y poniéndose de pie
descalza.
— ¿Qué hacemos? —Viktor me preguntó, su expresión triste.
Ignoré su pregunta, mis ojos recorrían la casa por última vez. Buscamos en
todos lados. ¿Artur mintió?
¿O tal vez Alberto ya se había llevado a Ayla? Nunca había querido lastimar a
alguien tanto en toda mi vida como lo hacía aquí mismo.
Solté una risa áspera y ladradora. Estaba vacío, sin ninguna emoción. Iba a
perder la cabeza si no encontraba a Ayla pronto.
Cojeé lejos, pero mis pies se retorcieron en la alfombra y casi me caigo.
Rápidamente me enderecé y miré la maldita alfombra, queriendo romperla con mis
propias manos.
Pero algo más me llamó la atención, y todo pensamiento de desgarrar la
alfombra se había ido.
La alfombra estaba apretada alrededor de mis pies, y debajo había una puerta
de madera. Mis cejas se fruncieron en confusión, y aparté la alfombra por completo.
Escuché a Nina jadear.
La alfombra no estaba allí por decoración. Estaba allí para cubrir algo, para
ocultar una jodida puerta en el suelo.
Viktor maldijo por lo bajo, mirando a la puerta cerrada.
—No hay sótano. Lo comprobamos —añadió Nikolay con los ojos muy abiertos.
— ¿Qué demonios es esta puerta entonces? —Gruñí, sin esperar una respuesta,
me agaché y abrí el pesado pestillo. Abrí la puerta y esta golpeó el suelo con un
fuerte golpe.
—Escaleras —murmuró Nina—. ¿Qué demonios? Conduce a un sótano.
No dije nada. Ni siquiera podría si lo intentara. Mi lengua se sentía pesada, mi
cuerpo entumecido. Ella estaba allí. Lo sabía. Lo sentía.
Nikolay se paró frente a mí y encendió su teléfono, encendiendo la linterna. Di
el primer paso, mi corazón se aceleró, latiendo con fuerza.
Bajamos las escaleras en la oscuridad, solo los teléfonos de Nikolay y Viktor se
usaban como linternas. Tan pronto como llegamos al rellano, Nina presionó su mano
contra la pared, buscando un interruptor de luz.
Unos segundos después, el sótano estaba iluminado.
El sótano estaba incompleto. Sin pared ni azulejos. Se parecía más a una
maldita mazmorra.
Mis piernas temblaron cuando di un paso más adentro. Otro pasó. Un poco más
y me detuve.
Un olor desagradable tocó mis fosas nasales y me estremecí. El olor era
horrible. Era casi imposible respirar. Olía a días de orina y vómito. Ayla ¿Estaba mi
ángel aquí? ¿En este lugar?
Mi corazón se apretó dolorosamente y di un paso adelante con las piernas
temblorosas. Cuanto más nos aventuramos, peor era el olor.
Escuché a Nina vomitar detrás de mí. —Creo que me voy a enfermar —jadeó.
—Joder, ¿qué es esto? —Viktor gruñó.
No me estaba muriendo. Estaba muy vivo, pero en ese momento, realmente
sentí que me estaba muriendo. La idea de que Ayla estuviera en un lugar como este
era casi insoportable.
Cuando finalmente llegué al otro lado del sótano, me detuve en seco, mi
estómago se retorció dolorosamente.
—No —gemí, mis ojos se abrieron ante la vista frente a mí.
Cuando los escuché maldecir detrás de mí, supe que estaban viendo lo que yo
estaba viendo.
Ella nos estaba dando la espalda, dando frente a la pared. No veía su rostro,
pero sabía que era ella. Lo sentía en mi corazón.
Ella estaba ahí. Mi Ayla Ella estaba justo delante de mí. Estaba tumbada en el
suelo frío y duro, empujada contra la pared. Había cadenas alrededor de sus tobillos
y muñecas.
Y apenas estaba cubierta, su vestido blanco rasgado hasta que nada cubría su
cuerpo.
—No. No. ¡No! —Me apresuré hacia ella, ignorando el dolor ardiente en mi
pierna. Al caer a su lado, tenía demasiado miedo de tocar su cuerpo.
Ayla se veía tan frágil. Tan pequeña. Tan rota. Había perdido peso, algunos de
sus huesos prácticamente se veían. Estiré la mano y aparté suavemente su grasiento
cabello de su cara.
Su rostro estaba cubierto de tierra y parecía ligeramente magullado.
— ¿Ayla? —Susurré entrecortadamente, tocando suavemente su mejilla. Tan
fría. Estaba tan fría, helada.
Mi corazón se encogió y miré frenéticamente detrás de mí. Sus rostros eran
máscaras de horror.
—Ella tiene frío. Tiene mucho frío —repetí.
Miré a Ayla, mi mente y mi corazón se volvieron locos. La agonía recorrió mi
cuerpo. Dolía. Todo dolía. No era mi pierna, era mi corazón el que más me dolía.
Mi Ayla. Mi dulce Ángel.
Acostada helada, tan quieta. Demasiado quieta.
Sentí mi corazón romperse. Cuando la perdí, pensé que sentí dolor. Pero
ahora... ahora sabía cómo se sentía el verdadero dolor.
Y mi ángel pasó por algo peor que eso.
—Ángel —susurré, inclinándome junto a su oreja—. Soy yo. Alessio. Estoy aquí
ahora.
Un pequeño grito gutural escapó de mis labios cuando ella no respondió.
Estaba desesperado por ver sus hermosos ojos verdes. Por escuchar su dulce voz.
La necesitaba.
Y sabía que ella me necesitaba tanto como yo a ella, si no más.
No pude protegerla. Le había fallado, y la idea se sintió como una bala en mi
corazón. Había sido descuidado y ella tuvo que pagar el precio.
Mis ojos pincharon con lágrimas no derramadas, y lentamente me incliné hacia
adelante. Tan gentilmente como pude, envolví mis brazos debajo de Ayla.
Tomé a mi Ángel en mis brazos y la acerqué a mi pecho. Su cabello estaba
enmarañado con vómito y otras cosas en las que ni siquiera quería pensar.
Me balanceé de un lado a otro, sosteniéndola contra mí, rogándole que abriera
los ojos.
Suavemente presioné mis brazos sobre su cuerpo, buscando otros moretones.
Mi visión se volvió borrosa cuando todo golpeó a la vez. Todo su dolor y sufrimiento.
Tenía la cara vuelta hacia mi pecho y le puse un beso en la nariz. —Ángel —gemí.
Mis ojos siguieron mis manos.
Oh joder no. Joder. ¡No! ¡No!
Mi corazón se encogió dolorosamente. Me obligué a respirar. Me sacudí cuando
mis ojos captaron lo que estaba viendo.
Se me encogió el estómago y apreté a Ayla contra mi pecho.
Esto no podía estar sucediendo. No a mi Ángel
Mis ojos permanecieron fijos en su cuerpo, su estómago.
—No —gemí, sacudiendo la cabeza salvajemente.
Mis ojos volvieron a su rostro. Ella todavía estaba inconsciente.
Mi Ángel. Mi Ángel hermoso.
Mis ojos se movieron de nuevo a su vientre. Su redondo, prominente y rígido
vientre.
Esta vez dejé escapar un rugido enfurecido que resonó a través de los muros de
piedra.

FIN DEL LIBRO 2

La historia de Ayla y Alessio continúa en el libro 3,


The Mafia and His Angel: Parte 3
Sobre La Autora
Lylah James vive con sus padres y su hermano menor en algún lugar de Canadá. Usa todo
su tiempo libre para escribir. Si no está estudiando, durmiendo, escribiendo o trabajando,
se la puede encontrar con la nariz enterrada en un buen libro de romance, preferiblemente
con un macho alfa caliente.
Escribir es su pasión. Las voces en su cabeza no se detendrán y ella cree que merecen ser
escuchadas y leídas. Lylah James escribe sobre machos alfa dignos de baba, con heroínas
fuertes y dulces. Hace llorar a sus lectores, sollozar, desmayarse, maldecir, enojarse y
enamorarse. Principalmente conocida como la Reina del Cliffhanger y el
#evilauthorwithablacksoul, a ella le gusta romper los corazones de sus lectores y luego
repararlos nuevamente.
The Mafia And His Angel: Parte 3
(Tainted Hearts #3)

"La guerra continúa... Una batalla por su


Ángel".

Ayla

Mis alas estaban listas para volar, pero él las


recortó. Pluma por pluma, hasta que no me
quedó nada.
Entonces vino mi salvador.
Dejó un baño de sangre para encontrarme. El
me ama. Él quiere que su Ángel sea libre.
Pero, ¿cómo puedo volar de nuevo cuando
mis alas están rotas?

Alessio

Esta guerra no ha terminado. Si pensaba que


podía romperla y simplemente desaparecer,
estaba equivocado. Voy a encontrarlo y
romperlo como él la rompió.
Le hice un voto a mi Ángel.
Prometí dejarla volar... Prometí salvar su
alma.
Y nunca rompo mis promesas.
THE MAFIA AND
HIS ANGEL
PARTE 3

Tainted Hearts Series

Por Lylah James

Traducción y corrección:

Nath<3
***ADVERTENCIA DE CONTENIDO***
Este libro contiene representaciones oscuras, y a veces violentas, del mundo
del crimen organizado, la agresión sexual y el suicidio, y algunos eventos
pueden ser desencadenantes para algunos lectores. Este es el libro 3 de 3. The
Mafia and His Angel: Parte 1 y Parte 2 deben leerse antes para comprender
completamente la historia.
Sinopsis
"La guerra continúa... Una batalla por su Ángel".

Ayla

Mis alas estaban listas para volar, pero él las recortó. Pluma por pluma, hasta
que no me quedó nada.
Entonces vino mi salvador.
Dejó un baño de sangre para encontrarme. El me ama. Él quiere que su Ángel
sea libre.
Pero, ¿cómo puedo volar de nuevo cuando mis alas están rotas?

Alessio

Esta guerra no ha terminado. Si pensaba que podía romperla y simplemente


desaparecer, estaba equivocado. Voy a encontrarlo y romperlo como él la
rompió.
Le hice un voto a mi Ángel.
Prometí dejarla volar... Prometí salvar su alma.
Y nunca rompo mis promesas.

The Mafia And His Angel: Parte 3


(Tainted Hearts #3)
Índice
Prologo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epilogo
Prologo
Ayla

Lo tenía... y luego lo perdí. Lo perdí todo.


Mis alas estaban listas para volar, pero el Diablo las cortó, pluma por pluma,
hasta que no me quedó nada.
Entonces vino mi salvador, provocando un baño de sangre para encontrarme.
El me ama. Él quiere que su Ángel sea libre.
Pero, ¿cómo podría volar de nuevo cuando mis alas estaban rotas?

***

Alessio

La tenía... y luego la perdí. Perdí a mi Ángel, la razón por la cual respiraba.


Si él pensaba que podía romperla y simplemente desaparecer, estaba
equivocado. Iba a encontrarlo y romperlo, como él la rompió.
Esta guerra no había terminado.
Le hice un voto a mi ángel.
Prometí dejarla volar... Prometí salvar su alma.
Y mis votos nunca se rompen.
Esta era una batalla por mi Ángel.
Capítulo 1
Viktor

Él se rompió.
Vi a Alessio romperse justo en frente de mis ojos.
Lo conozco desde hace años, desde que éramos bebés, y muy pocas veces lo
había visto en su momento más débil.
Desde la muerte de su madre, nunca lo había visto llorar. Nunca. Era el jefe de
cuatro familias. El Pakhan de la Bratva más brutal. Era cruel y despiadado.
Alessio Ivanshov no lloraba.
Pero en este momento, se estaba rompiendo.
No le importaba que sus hombres estuvieran mirando. Todo su enfoque estaba
en Ayla.
Lo vi llorar. Mientras mecía a Ayla de un lado a otro, abrazándola con fuerza, vi
a mi jefe, el hombre que conozco como despiadado, llorar por su mujer.
Me quedé congelado, a solo unos metros de ellos. Mis ojos se movieron hacia
Ayla y mi pecho se apretó. Fue un pequeño cambio de emoción, pero fue doloroso.
Doloroso porque nunca me había sentido así antes.
Nikolay se movió para pararse a mi lado, y rápidamente sacudí mi cabeza,
tratando de aclarar mi mente.
—Esto es jodido—murmuró, una mirada de horror enmascarando su rostro.
Cuando asentí, vi a Nina pasar a mi lado. Se arrodilló frente a Alessio y Ayla.
Nina estaba quieta y conté los segundos en mi cabeza.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Se dio la vuelta, su expresión fría, pero sus ojos decían mucho. Ella sacudió
ligeramente la cabeza.
Entendí lo que quería decir. Era malo. Muy malo.
Nina se dio la vuelta y la vi quitarse rápidamente la chaqueta.
—Alessio, tenemos que irnos —dijo, colocando la chaqueta sobre el cuerpo casi
desnudo de Ayla.
No se movió. Alessio estaba tan perdido que ni siquiera nos escuchaba.
—Mi chaqueta es muy corta. Apenas la cubre.
Nikolay avanzó y se quitó la chaqueta. Cerré los ojos y respiré hondo.
Estábamos perdiendo el tiempo.
¡Joder! No teníamos tiempo que perder. Por lo que sabíamos, estábamos a
punto de ser emboscados cuando saliéramos.
Esperé a que Nina envolviera la chaqueta de Nikolay alrededor del cuerpo de
Ayla tanto como pudo con Alessio en su camino.
Cuando terminó, le asentí para que se alejara. Tomando su lugar frente a
Alessio, miré a Ayla. Su cara estaba presionada en el cuello de Alessio, y estaba
oculta por su cabello grasiento y enmarañado.
Me incliné, ignorando el sonido de Alessio ahogando sus gritos. Incluso ignoré
la forma en que mi estómago se encogió al ver a Ayla así. Moviendo su cabello hacia
un lado, para que su cara y cuello magullados fueran visibles, coloqué mi dedo a un
lado de su cuello, justo sobre su pulso.
Era tenue. Lento, pero a un ritmo constante. Estaba bien. Por ahora.
Mis ojos se movieron hacia su pecho, observando la lenta subida y bajada. Era
demasiado lento, casi como si estuviera luchando por respirar.
Mi mirada siguió un camino por su cuerpo hasta los grilletes a su alrededor.
Toqué la pesada cadena y tiré del pequeño pestillo de su tobillo izquierdo. Se abrió.
Los grilletes no estaban cerrados alrededor de sus muñecas y tobillos. Uno tras otro,
los quité hasta que ya no estaba encadenada.
Suspirando, miré a Alessio. —Tenemos que irnos
Cuando no respondió, le toqué el hombro. —Alessio, tenemos que salir de aquí.
¡Ahora!
Ninguna respuesta. ¿Qué estaba pasando en su maldita cabeza en este
momento? ¿Se había ido demasiado lejos?
Sacudiendo mi cabeza, aparté el pensamiento.
Mi mano se apretó sobre su hombro. Solo había una forma de sacarlo de su
aturdimiento.
—Necesitamos sacar a Ayla. Ella no está segura aquí —murmuré en voz baja.
Levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Mi corazón podría
haberse detenido por un segundo. La mirada en sus ojos era desgarradora.
Me acordé del día del funeral de su madre. O incluso en el momento en que lo
encontramos después de la muerte de su madre. No lloró. No, se quedó allí sin
emociones, observando todo lo que sucedía a su alrededor.
Uno pensaría que un hombre así no sentiría un corazón roto.
Pero la mirada en sus ojos en este momento mostraba tanto dolor que incluso
yo lo sentía.
La mirada estuvo allí por un breve momento. Alessio cambió casi demasiado
rápido su expresión, enmascarando sus emociones.
Sus ojos ardieron peligrosamente y supe que mis palabras habían dado en el
blanco. Bien. Necesitaba reaccionar.
Alessio miró a Ayla de nuevo. Su expresión se suavizó un poco. —Ella... yo... —
se atragantó, empujando a Ayla en su pecho más.
—Lo sé. La cuidaremos en la finca. En este momento, nuestra prioridad es
llevarla a un lugar seguro —razoné.
Respirando profundamente, asintió. Alessio acarició la mejilla de Ayla, sus
dedos apenas tocando su piel. Él la manejó con una gentileza de la que no pensé que
fuera capaz.
Miré a Ayla, mis ojos se movieron hacia su cuello. Mis dedos todavía estaban en
su cuello también, pero ahora estaba acariciando su pulso sin pensar, mi toque
ligero en su piel.
Alejando rápidamente mi mano, me puse de pie. Mis manos se apretaron a mi
lado, mi mandíbula se apretó con repentina frustración.
Alessio movió a Ayla en sus brazos y se levantó lentamente. Mis ojos se
posaron en sus piernas cuando lo vi cojear.
—Vamos —nos llamó Nikolay. Asentí y rápidamente me alejé. Siguiendo a Nina
y Nikolay, comenzamos a subir las escaleras.
Llegaron primero a la planta principal, pero me detuve en el medio para ver a
Alessio todavía en el primer escalón. Bajé corriendo las escaleras, deteniéndome
frente a él.
—Dámela —le dije con los brazos extendidos.
Alessio sacudió la cabeza, sus brazos se apretaron protectoramente alrededor
de Ayla. —Alessio, no puedes sacar a Ayla así. No puedes mantenerla a salvo con una
pierna lesionada.
Sus ojos brillaron con ira, y gruñó: —Puedo protegerla. Sal de mi camino,
Viktor.
Con un suspiro, lo miré a los ojos. —Después de todo lo que hemos pasado, ¿no
confías en mí?
—Viktor —advirtió—. Muévete.
—Dámela. ¡Maldición! Deja de ser tan malditamente testarudo.
Cuando Alessio no se movió para hacerlo, finalmente entendí. Al ver a Ayla así,
no había límite para sus instintos protectores. Demonios, no había forma de que
dejara que otro hombre se acercara a ella.
—La sacare de aquí, Alessio. Piénsalo. No puedes mantenerla a salvo con tu
pierna. Soy más rápido. —Suspiré, mis ojos se movieron una vez más hacia Ayla—.
La protegeré como si fuera mi mujer.
Los ojos de Alessio brillaron peligrosamente. Avanzó, su cara a escasos
centímetros de la mía.
—Ella no es tuya —espetó. Aunque la ira estaba allí, vi que su resolución se
desvanecía.
Miró a Ayla de nuevo. —Si algo le sucede, te mataré.
—Lo sé —respondí con un movimiento de cabeza.
Alessio finalmente movió a Ayla a mis brazos, y rápidamente la traje a mi
pecho. Ayla era ligera, apenas pesaba. Se sentía frágil en mis brazos, y mis ojos se
movieron hacia su redondeado vientre.
Evité mirarlo antes, pero ahora que ella estaba en mis brazos, no había forma
de evitar ver la redonda protuberancia.
Ni siquiera podía imaginar los horrores que Ayla tuvo que atravesar con
Alberto.
Alessio le tocó la mejilla en una suave caricia antes de asentir. Le devolví el
asentimiento y rápidamente subí las escaleras con Alessio justo detrás de mí.
No nos detuvimos hasta que salimos de la casa. Después de que Alessio se
subiera al asiento trasero del auto, puse a Ayla en su regazo. Inmediatamente la
rodeó con sus brazos.
—Llévanos a casa lo más rápido que puedas —ordenó.
—Jefe —Nikolay reconoció sus palabras antes de subir al asiento del
conductor. Nina estaba al lado de Alessio mientras yo me movía al asiento al lado de
Nikolay.
—Ella va a estar bien —dijo Alessio. Miré el espejo retrovisor y vi la mirada de
Alessio fija en Ayla. Él le dio un beso en la nariz—. Nada le va a pasar. No lo
permitiré.
Cerré los ojos, apoyándome contra el reposacabezas.
Esperaba que tuviera razón. No había otra opción.
Ayla tenía que estar bien. No solo por su bien, sino por la cordura de Alessio.
Capítulo 2
Alessio

El camino a casa fue rápido, gracias a Dios. Pensé que me estaba volviendo loco
lentamente. Nadie dijo una palabra durante el viaje.
Mis ojos solo estaban en Ayla. La miré, esperando cualquier indicio de que
estuviera bien.
Pero ella permaneció inconsciente. Inmóvil.
La acaricié, tocándola, esperando que despertara. Pero nada. Ni siquiera un tic.
Nada que me dé un poco de paz.
Cuando el auto finalmente se detuvo, abrí la puerta y salí con Ayla todavía en
mis brazos. Viktor vino a cargarla, pero pasé junto a él, llevando a Ayla cerca de mi
pecho.
No había forma de que la volviera a sostener. Tomó todo en mí entregársela
antes.
Pero no ahora. No importaba que sintiera que mi pierna estaba a punto de
caerse. No, necesitaba a Ayla. Tenía que sostenerla yo mismo.
La necesitaba cerca de mí, sabiendo que finalmente estaba a salvo en mis
brazos.
Mi pierna herida se arrastró detrás de mí cuando entré. Sin parar, subí las
escaleras a mi habitación.
La puerta ya estaba abierta. Entré y encontré a Lena de pie junto a la cama. Ella
corrió hacia mí tan pronto como entré en la habitación.
—Nikolay llamó. Tengo la bañera llena —murmuró ella, deteniéndose frente a
mí. Lena se inclinó hacia mí, contuvo el aliento al ver a Ayla.
Las lágrimas llenaron sus ojos. —Mi dulce niña.
—Deberías limpiar a Ayla antes de que la vea —escuché a Sam decir detrás de
mí.
Pasé junto a él y entré al baño. Tal como dijo Lena, la bañera ya estaba llena. Me
senté en el borde, colocando a Ayla en mi regazo.
Lena me ayudó a quitarle las chaquetas que le rodeaban los hombros.
Sosteniendo el vestido desgarrado, arranqué lo que quedaba de su cuerpo.
—Déjame limpiarla. Estás sangrando por todo el piso, Alessio. Sam puede
mirarte la pierna mientras yo cuido de Ayla —le sugirió Lena.
—No —le espeté. No había forma de que alguien más cuidara a Ayla. Ni
siquiera Lena.
Yo la bañaría. Yo cuidaría de ella. Ella era mía.
Mía para cuidar. Mía para amar.
Después de casi cuatro meses, finalmente la tenía en mis brazos. No la iba a
dejar ir pronto.
—Alessio —suspiró Lena pero no insistió.
Poniéndome de pie, coloqué suavemente a Ayla en el agua tibia. Hice una
mueca cuando mi pierna hizo contacto con el piso. Dolía como el infierno. Cerrando
los ojos, ignoré el dolor por un segundo antes de concentrarme en Ayla nuevamente.
Sostuve a Ayla en una posición sentada, dejando que el agua tibia envolviera su
cuerpo. Ella todavía tenía tanto frío y temí que nunca volviera a calentarse.
Lena se arrodilló detrás de la cabeza de Ayla e hizo un rápido trabajo lavar y
enjuagar su cabello. El agua se volvió un marrón sucio, el olor tocó mis fosas nasales,
casi haciéndome vomitar.
Lo siento. Lo siento mucho, Ángel.
Ella estaba más adolorida de lo que pensaba. Y no tenía idea de cómo iba a
traerla de vuelta a mí. Tenía miedo de que estuviéramos rotos para siempre.
Pasé mi mano sobre su cuello y brazos. Cuando mi mano se acercó a su
estómago, me detuve, y de repente me resultó difícil respirar.
De todos los escenarios que tenía en mi cabeza, este no era uno de ellos. ¿Cómo
vivió Ayla en ese infierno en este estado? ¿Cómo se mantuvo viva?
Respirando profundamente, lentamente froté mi mano sobre su vientre. Estaba
rígido y la piel se sentía tensa. Me ardía la garganta y me dolía el corazón cuando
aparté rápidamente la mano.
No sabía cómo sentirme por esto, ¿él... o ella?
—Alessio.
Giré la cabeza para ver a Lena mirándome expectante. Ignoré la expresión de
simpatía en su rostro y volví mi atención a Ayla.
Con un poco de jabón en la mano, le lavé rápidamente las piernas y luego la
espalda. Cuando terminé, saqué a Ayla del agua.
Lena drenó rápidamente el agua sucia. Coloqué a Ayla en la bañera vacía
nuevamente, la lavé nuevamente, asegurándome de que estaba limpia de toda
suciedad. Vertí agua sobre ella y enjuagué el jabón. Cuando estuvo limpia, Lena
envolvió una toalla alrededor del cuerpo de Ayla.
Conteniendo el aliento agonizantemente, me puse de pie y tiré de Ayla a mis
brazos nuevamente. Entré cojeando en el dormitorio para ver a Sam, Viktor y
Nikolay de pie junto a la cama.
Los ojos de Viktor se movieron hacia mi pierna lesionada, y su rostro se tensó
por la frustración.
—Sam, tienes que echar un vistazo a la pierna de Alessio. Está sangrando
demasiado.
—Estoy bien —gruñí, colocando a Ayla en la cama. Envolví la toalla más fuerte
alrededor de ella y levanté el edredón.
—Jefe, déjame ponerle puntos primero —sugirió Sam cuando vino detrás de
mí.
La ira que tenía dentro de mí finalmente estalló. — ¡No tenemos tiempo para
esto! —bramé.
— ¡Estás sangrando! ¡No eres bueno para Ayla así! —Viktor gritó de vuelta, sus
ojos furiosos.
Me volví hacia Sam. —Asegúrate de que ella esté bien. Quiero que ella esté
bien. ¡Cúrala!
—Pero, Jefe... —comenzó.
Salté hacia adelante y envolví mi puño alrededor de su cuello, quitando sus pies
del suelo.
— ¿Escuchaste lo que acabo de decir?
Tragó saliva y asintió. Lo solté y él arregló su camisa. ¿Cómo pensaban que lo
dejaría ponerme puntos antes de siquiera atender a Ayla?
Miré a Viktor y él sacudió la cabeza con exasperación. —Sam, haz lo que él dice.
Nunca escuchará a ninguno de nosotros. Cura a Ayla primero.
Viktor fue al baño y volví a mirar a Ayla. Sam se inclinó, colocando una rodilla
al lado de Ayla en la cama.
Él agarró la toalla pero no se la quitó. Me miró con expresión pensativa. —Jefe,
¿puedo? Con su permiso, necesito ver qué tan malo es.
Mis manos se apretaron a un lado. Odiaba la idea de que otro hombre viera su
cuerpo, pero ¿qué opción tenía?
Sam esperó mi permiso. Sentí la necesidad de gritar y sacarle los ojos, pero en
lugar de eso me quedé helado.
Cuando sentí que alguien me tocaba el brazo, me di la vuelta para ver a Viktor
sosteniendo una toalla. —Átatelo alrededor de la herida. Detendrá el sangrado por
ahora.
Me agaché y rápidamente lo até alrededor del área sangrante. Después de
asegurarme de que estaba en su lugar y de que no derramaría sangre por todas
partes, caminé hacia el otro lado de la cama.
Por el rabillo del ojo, vi a Viktor y Nikolay saliendo silenciosamente de la
habitación, dándonos privacidad. Lena estaba junto a Sam, tan preocupada como
antes. Sus lágrimas habían desaparecido hace mucho tiempo, pero su rostro
mostraba tristeza y agotamiento.
Primero fue Maddie. Y luego, Ayla. ¿Cuánto más podría soportar?
Me subí a la cama junto a Ayla. Acercándome, moldeé mi cuerpo alrededor del
de ella. La abracé por un segundo, respirando su aroma fresco.
Le envié a Sam una mirada feroz y luego asentí. Lena se acomodó a los pies de
Ayla, con las manos anudadas en su regazo. Volviendo mi atención a Ayla, vi a Sam
cuidadosamente tirando del edredón y luego la toalla lejos del cuerpo de Ayla.
Lo escuché tomar aliento y levanté la vista para ver su ceño fruncido mientras
observaba los moretones que empañaban la piel pálida de Ayla.
También había evitado mirar las contusiones, temiendo romperme al ver la
evidencia de lo que ella había pasado.
Profundos moretones morados cubrían sus brazos y piernas. Algunos se
desvanecían, pero otros parecían bastante nuevos. Quizás unos días. Sus rodillas y
codos estaban raspados. Probablemente por el duro suelo. Su piel se veía irregular
en algunos lugares.
Mientras continuaba mirando su cuerpo, mi respiración se volvió errática y mis
pulmones se apretaron. El costado de su pierna izquierda era casi negro, y uno de
sus brazos comenzaba a ponerse de un tono horrible verde. Ese moretón
probablemente tenía menos de una semana.
Había otros pequeños cortes en todo su cuerpo. Su cara estaba ligeramente
magullada pero se veía mucho mejor que el resto de ella.
Una cosa que me tomó por sorpresa fue su estómago. La piel desde su pecho
hasta la plenitud de su estómago estaba pálida y sin hematomas. Ni siquiera uno
solo. Parecía que no se había visto afectado ni tocado.
No tenía idea de cómo Ayla se protegió en este estado, todo lo que sabía era
que la encontré viva. Ella estaba respirando, y haría cualquier cosa para mantenerlo
así.
Con la cara enterrada en su cuello, cerré los ojos. No podría perderla ahora. La
perdí una vez, y eso fue todo. Nunca más.
—Está muy lastimada, Jefe —Sam finalmente murmuró después de
inspeccionar el cuerpo de Ayla.
Levanté la cabeza lo suficiente como para mirar a Sam. —Puedo ver eso —
gruñí—. Quiero saber qué puedes hacer.
Si él fuera inútil para mí, tendría que encontrar a alguien más para cuidar de
Ayla. Quería saber si ella estaba bien o no. Si ella estaría bien.
—Puedo tratar sus heridas, por supuesto —comenzó Sam. Hizo una pausa y
sus ojos se dirigieron al estómago de Ayla—. Ella está embarazada y no sé mucho
sobre embarazos.
Apreté la mandíbula con fuerza, apretando los dientes. Las palabras que no
quería reconocer.
Ella está embarazada.
¡Joder! Lo sabía, pero escuchar las palabras lo hacía más real. Era real. Esto era
real. Mi Ángel estaba embarazada
Y ni siquiera sabía si el bebé era mío.
Mis ojos se movieron de nuevo a su redondo vientre. Miré fijamente la
redondez por unos segundos antes de que mi mirada se levantara ante la voz de
Sam.
—Durante su cautiverio, no sabemos el trauma que sufrieron su mente y su
cuerpo. Y cómo eso podría afectar su embarazo y al bebé —continuó.
Odiaba que me recordara su cautiverio y lo cerca que había estado de perderla.
Pensé que sacarla de ese infierno sería el final. Mientras ella estuviera en mis brazos,
todo estaría bien.
Pero nada parecía estar bien.
Sam puso una mano sobre el pecho de Ayla. —Su respiración no es trabajosa.
Esa es una buena señal. Probablemente solo esté en un sueño profundo. Muchas
veces, las personas que pasan por un trauma, tienden a cerrarse en sí mismas.
Dormir es una forma de hacerlo. Ayla probablemente dormirá durante el día y la
noche. Es mejor que descanse. Pero tendrás que seguir vigilándola.
—Lo hare. No la dejaré sola —dije, colocando un beso al lado de su oreja—.
Estaré con ella.
Tanto como ella se tardara en sanar, no me iría de su lado.
Continué salpicando la cara y la cabeza de Ayla con besos mientras Sam
limpiaba sus heridas. Las desinfectó y envolvió vendajes alrededor de las peores.
Luego aplicó ungüento sobre las contusiones.
Susurré dulces palabras en sus oídos. Las palabras venían de mi corazón, el
mismo corazón que dolía mientras ella permanecía quieta. Le dije lo hermosa y
valiente que era. Cómo era mi hermosa y perfecta Ángel.
Ella era mi todo. Todo lo que podía decir, le susurré al oído, esperando que
incluso mientras dormía, ella pudiera oírme.
La acaricié. Mis manos vagaron sobre su suave piel, sin detenerse ni una vez
mientras Sam terminaba.
La toqué, la abracé, la besé. Y todo el tiempo, ella permaneció inmóvil. Si no
fuera por el ascenso y la caída de su pecho, habría parecido muerta.
Me asusté muchísimo, y recé, deseé que despertara rápido. Necesitaba sus
hermosos ojos verdes. Su dulce voz.
Cuando Sam terminó, se reclinó y rápidamente ajusté la toalla de Ayla
nuevamente. Después de cubrirla adecuadamente, la acerqué más a mí.
—Jefe, hice lo que pude. Pero no estoy especializado en embarazos.
Necesitará…
—Ya me ocupe.
Sam fue interrumpido por la voz de Nina. Levanté la cabeza para ver a Nina y
otra mujer entrando en la habitación. —Ella se hará cargo desde aquí —dijo Nina,
señalando a la extraña.
—Señor Ivanshov —dijo en un saludo—. Soy un obstetra. Con su permiso... —
Ella asintió hacia Ayla.
— ¿Qué tan calificada estás? —Gruñí cuando ella comenzó a acercarse a la
cama. Mis brazos rodearon a Ayla protectoramente, mirando a la mujer frente a mí.
—Alessio, ella es buena. La conozco desde hace años. Y ella sabe bastante sobre
nosotros —dijo Nina con un suspiro.
La mujer sonrío. —Mi padre es uno de tus hombres. Erik Cooper. Soy Ivy
Cooper.
El nombre definitivamente me sonó. Su padre se hacía cargo de mis clubs con
Mark.
Finalmente asintiendo con la cabeza hacia ella, se acercó a la cama y se
acomodó junto a Ayla. Ivy separó la toalla. Cuando colocó su mano sobre el redondo
vientre de Ayla, cerré los ojos y la ignoré.
Empujé mi rostro en el cuello de Ayla; Su dulce aroma ayudó a calmarme.
Unos minutos después, mis ojos se abrieron al escuchar la voz de Ivy. —Hay un
latido del corazón.
No me di cuenta de que estaba esperando que dijera algo tranquilizador. Tan
pronto como escuché sus palabras, una sensación de alivio abrumador me llenó.
Me estremecí y respiré hondo. Colocando un beso en el cuello de Ayla, susurré:
—Vamos a estar bien.
—Usé un estetoscopio y un monitor fetal Doppler1. Si pude escuchar un latido
del corazón, entonces definitivamente ha pasado las doce semanas. Pero
desafortunadamente, no puedo decir con certeza qué tan avanzada está o qué tan
saludables están la madre y el bebé. Tendré que hacer una ecografía para eso y
algunas pruebas. Ella también necesita despertarse, para que yo pueda hacerle
algunas preguntas —continuó Ivy.
Mis dedos se apretaron alrededor de Ayla donde nuestras manos estaban
entrelazadas entre nosotros. — El bebé tampoco se mueve. Su vientre es demasiado
rígido para mi gusto. Mientras haya un latido, es bueno. Pero deberá asegurarse de
que el bebé se mueva pronto. Si pasa horas o incluso días sin movimiento, no es una
buena señal.
—Estás diciendo que algo está mal con el... —Hice una pausa, encontrando
difícil decir la palabra.
Bebé. Un jodido bebé.
Ivy ignoró mi error y continuó. —No puedo decir nada con seguridad. Sugeriría
vigilarla hoy y mañana. Volveré mañana para buscar cualquier cambio. Sam dijo que
puedo usar una parte de su oficina para las máquinas de ultrasonido. De esta
manera, no tendrá que mover mucho a Ayla o sacarla de la finca para chequeos.
Puso una mano sobre el estómago de Ayla, acariciando la firme protuberancia
suavemente.

1 Un monitor fetal Doppler es un transductor de ultrasonido portátil usado para detectar los latidos de
un feto durante los cuidados prenatales
—Ayla es una mujer pequeña. Por el tamaño de su protuberancia, diría que
tiene más de cuatro meses. A pesar de que estaba en cautiverio, su vientre parece de
un tamaño bastante saludable. Tendría que hacer la ecografía para obtener más
información.
—Te llamaré cuando despierte —murmuré, mirando la mano que actualmente
acariciaba a Ayla.
¿Por qué me resulta difícil tocar su estómago? Ni siquiera podía obligarme a
mirar la protuberancia por mucho tiempo.
Sintiéndome completamente disgustado por mi reacción, parpadeé y miré la
cara dormida de Ayla. Parecía tan tranquila, su rostro pálido y relajado. Mi Ángel
parecía una bella durmiente.
Pero su sueño probablemente estaba plagado de pesadillas.
Estaría allí para mantenerlas lejos. Lucharía contra sus demonios por ella.
Después de todo, prometí devolverle sus alas.
Mi pecho se apretó y mis ojos se pincharon con lágrimas no derramadas. Por
primera vez en mi vida, me sentía... débil.
Lágrimas. Estúpidas jodidas lágrimas. Estaba llorando.
—Esperaré tu llamada —murmuró Ivy antes de ponerse de pie. Lena
rápidamente tomó su lugar y ajustó la toalla alrededor de Ayla. Tiró del edredón
sobre ella y se alejó.
Vi a Nina mirando a Ayla, su rostro inexpresivo como siempre. Después de
unos segundos, se fue con Ivy sin decir una palabra.
Sam vino a mi lado. — ¿Puedo ponerte los puntos ahora?
Sin responder, empujé mi pierna lesionada en su dirección. Mis dientes se
apretaron cuando él sacó la bala y cosió la herida. Fue doloroso y ardió como el
maldito infierno, pero mirar la cara dormida de Ayla alivió el dolor.
Estaba perdido en ella, ignorando la aguja cuando Sam terminó. Después de
inspeccionar su trabajo, presionó un vendaje nuevo sobre la herida y se levantó.
Sam no dijo nada cuando salió de la habitación. Lena estaba preocupada por
Ayla, su frente arrugada con líneas de preocupación.
— ¿Cómo está Maddie? —Pregunté sin pensar, quitando el cabello de Ayla de
su cara.
—Está durmiendo —respondió Lena en voz baja.
Asentí en silencio. Tanto sucedió que me preguntaba cómo íbamos a volver de
esto.
Comencé a tirar del edredón sobre mí cuando vi a Viktor entrar en la
habitación.
—Analgésico —murmuró, entregándome el vaso y las píldoras que llevaba.
— ¿Qué dijeron Sam e Ivy?
Me encogí de hombros, tragando rápidamente las pastillas. —En cuanto a las
contusiones, ella sanará. Ivy quiere hacerse una ecografía.
—Alessio, el bebé…
—Ahora no. —lo detuve—. No quiero pensar en eso ahora. Mi prioridad es
Ayla.
Cuando me alejé de él, lo escuché suspirar. Después de esperar unos segundos,
finalmente salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él.
Colocando un beso en la frente de Ayla, envolví un brazo alrededor de su
pecho, atrayéndola hacia mí. Ignoré el dolor punzante en mi pierna y cerré los ojos.
—Lo siento, Ángel. Por fallarte. Decepcionarte. Si tan solo hubiera escuchado.
No sé cómo me perdonarás, pero prometo que nunca te volveré a fallar —murmuré
en su oído.
—Tú eres mi todo, Ayla. Solo necesito que te despiertes. Resolveremos todo lo
demás después de eso. Prometo que no me apartaré de ti —susurré.
Ella no se movió. Ni siquiera un tic.
Su falta de movimiento se sentía como cuchillos apuñalando mi corazón. Me
dolía por ella.
A medida que pasaban los segundos, minutos y horas, lentamente perdí mi
determinación. Mis ojos se cerraban, y no importaba cuánto trataba mantenerlos
abiertos, se volvió casi imposible.
¡Qué mierda!
Cuando mi visión se volvió borrosa y me debilité por el cansancio, maldije.
Mis brazos se apretaron alrededor de Ayla una vez más. Cuando mis ojos se
cerraron y la oscuridad me nubló, finalmente entendí.
El jodido idiota. Me drogó. Estúpidas pastillas para dormir.
Capítulo 3
Adormilado, mis ojos se abrieron. Mi visión estaba borrosa y me tambaleaba en
el borde de la conciencia.
Mis ojos finalmente se ajustaron a la deslumbrante luz del sol unos segundos
después. Ayla todavía estaba envuelta en mis brazos, su cuerpo anclado al mío.
Mis ojos se abrieron cuando encontré mi mano sobre su redondo vientre.
Permanecí congelado por un segundo, demasiado asustado para moverme.
Mi garganta se sintió repentinamente seca, y tragué más allá del nudo que se
estaba formando allí. Presioné mi mano más firmemente en la redondez. La toalla se
había caído, y ahora estaba piel con piel con su vientre.
Su estómago estaba estirado, pero la piel todavía era sorprendentemente
suave.
Observé el contraste de mi mano sobre su piel. Mi mano era grande y áspera,
mi palma tomaba aproximadamente la mitad de la plenitud de su estómago. Aun
estando lastimada, irradiaba belleza.
Todavía estaba mirando el abdomen de Ayla, e instintivamente, comencé a
frotar pequeños círculos. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, fui a
quitar la mano, pero me detuve.
Mis ojos se abrieron y mi respiración dejó mis pulmones en un fuerte silbido.
¡Qué demonios!
Allí. Sucedió de nuevo.
La primera vez fue tan ligera que apenas lo sentí. Pero esta vez, fue más fuerte.
Mi mano se movió cuando lo sentí.
¿Eso era…?
Me incliné más cerca, mi rostro a solo unos centímetros del estómago de Ayla.
Esperé y conté los segundos en mi cabeza.
Cuando comencé a rendirme, sucedió nuevamente. Y luego otra vez. Más fuerte
esta vez. Me estremecí y me alejé rápidamente.

—Mami, ¿puedo sentir al bebé?


Tomó mi mano y la colocó sobre su redondo vientre. Tan pronto como mi palma
hizo contacto con su estómago, sentí una fuerte patada.
—Ella patea fuerte —susurré.
—Solías patear más fuerte.
—Siento que la princesa se mueve.

Tragando con fuerza contra los recuerdos no deseados, puse mi mano sobre el
vientre embarazado de Ayla nuevamente.
Lo sentí de nuevo. Una patada. ¿O fue un golpe?
El bebé, se movió y yo lo sentí.
Sin pensar, acaricié el lugar donde el bebé acaba de patear. —Finalmente has
decidido dar a conocer tu presencia —susurré.
Hubo otro leve movimiento, y miré el estómago de Ayla con asombro.
Completamente hipnotizado.
Había llegado a un punto en el que no sabía cómo sentirme, no entendía lo que
estaba sintiendo.
En un momento odiaba la idea del bebé, mientras que al siguiente me fascinaba
su movimiento.
La forma en que mi pecho se apretó y mi corazón se revolvió me contaba una
historia diferente. No odiaba la idea del bebé. Odiaba la situación.
Pero el bebé vino con esta situación.
Fui sacado de mis pensamientos cuando el bebé se movió de nuevo. Alejando
mi mano, sacudí mi cabeza y miré hacia arriba.
Mi corazón empezó a latir rápidamente y podría jurar que se detuvo por un
segundo.
Hermosos ojos verdes me devolvían la mirada.
Le mire, tratando de recuperar el aliento.
Durante mucho tiempo, quise mirar esos ojos. Y ahora lo estaba haciendo.
Mis labios temblaron en una pequeña sonrisa, y me senté, inclinándome hacia
ella. Sus ojos tenían un tenue color esmeralda. Brillaban más a la luz del sol de la
mañana. Su cabello negro estaba extendido sobre las almohadas mientras
parpadeaba adormilada hacia mí.
Tan hermosa. Parecía una diosa. Un verdadero Ángel
Mi Ayla había vuelto.
No pude evitar sonreír cuando pude alcancé a acariciar su mejilla.
—Ayla —gruñí, frotando mi pulgar sobre su suave piel aterciopelada.
Su mirada se suavizó un poco, y una dulce sonrisa apareció en sus labios.
—Tú... tú... tienes... sus ojos.
Mis ojos se abrieron ante su suave y ronca voz. ¡Ayla estaba hablando!
Pero entonces la confusión nubló mi mente. — ¿Los de quien, Ángel?
Esperé, pero ella no volvió a hablar. Mis músculos comenzaron a tensarse.
Ella los miró y luego finalmente susurró, tan suave que apenas la escuché —
Al... Al... Alessio.
¿Qué?
—Ayla... ¿de qué estás hablando? Soy yo. Alessio. Soy Alessio.
Y luego cerró los ojos.
—No. No No. —Me entró el pánico—. Ángel, abre los ojos. Vamos, muéstrame
esos bonitos ojos verdes.
No fue suficiente. Apenas los vi. Tenía que mantenerse despierta. Tenía que
escuchar su voz. Le suplicaría si tuviera que hacerlo.
No tenía vergüenza. Nada más importaba.
—Ángel —le dije, sacudiendo sus hombros—. Por favor, di algo.
Ella ni siquiera se movió.
¿Cuánto tiempo estuvo despierta? ¿Me lo perdí? ¿Estuve durmiendo todo el
tiempo que estuvo despierta?
¿Cómo pude haber sido tan jodidamente irresponsable?
Esta vez no dormiría. No había forma de que volviera a cerrar los ojos.
Mi corazón se aceleró como las alas de un pájaro enjaulado. Me sentía
enjaulado, y era sofocante.
Se sentía como si estuviera viendo todo desde afuera. Ayla estaba muy lejos, y
no importaba cuánto tratara de alcanzarla, siempre terminaba desvaneciéndose en
la oscuridad.
Ella siempre se desvanecía y me dejaba vacío.
¡No!
Tomé su mano en la mía y hablé. Hablé por horas
Le supliqué que despertara. Rogué por su perdón. Rogué por su amor.
Hice promesas de quererla y cuidarla.
Pero no importa cuánto me quejaba y trataba, Ayla no se movió ni un poco.
Capítulo 4
Ya era al día siguiente. Lena vino con comida, pero no comí.
Me quedé al lado de Ayla, abrazándola, acariciándola y esperando que
despertara pronto.
Mis hombres iban y venían. Viktor intentó que me diera una ducha, pero me
negué. Lena dijo que cuidaría de Ayla mientras descansaba, pero me negué a todo.
Hablé hasta que mi garganta estuvo completamente seca y adolorida. Pensé
que quizás ella escucharía mi voz y se despertaría.
Quizás... quizás... tantos quizás y yo todavía esperaba.
Incluso cuando todo parecía tan desesperanzador, todavía esperaba.
Incluso cuando sentía que me estaba rompiendo lentamente desde el interior,
todavía esperaba.
Porque mientras tuviera a Ayla en mis brazos, podría esperar.
Fui su salvador una vez. Sería su salvador otra vez.
Me ardía el pecho, me froté el corazón con la mano, frustrado. El sentimiento,
las emociones, el corazón. Todo ello era una debilidad.
Me reí secamente y apoyé mi cabeza contra la cabecera. Ya era demasiado
tarde. No había vuelta atrás.
Ahora entendía lo que significaba lo que dijeron Lyov e Isaak.
Sin pensar, pasé una mano sobre el brazo de Ayla. Mirando hacia abajo a su
forma dormida, la vi agitarse lentamente. Su frente se arrugó y sus labios se
torcieron.
Me senté, mi corazón latía salvajemente. Mis manos comenzaron a temblar, y el
sudor estalló en mi frente.
—Ángel —susurré mientras despertaba de sus largas horas de sueño.
Ella parpadeó para abrir los ojos. Somnolienta al principio, y luego finalmente
estaba completamente despierta.
Nos miramos el uno al otro. Y al igual que la primera vez que mis ojos se
encontraron con los de ella, mi corazón empezó a latir rápidamente y mi estómago
se apretó en nudos.
Pude haber saltado y gritado de alegría desde lo más alto de mis pulmones.
Pero solo sonreí.
Me incliné y besé su frente. —Mi Ayla. Mi hermoso Ángel. —Salpique su cara
de besos.
Cuando Ayla no se movió, mis cejas se fruncieron en tensión y me aparté.
Rápidamente perdí mi sonrisa.
Finalmente me di cuenta de que todavía no me había respondido. — ¿Ayla? —
Dije, tocando su mejilla y pasando un dedo por sus secos labios.
No había reconocimiento en sus ojos verdes.
De repente me sentí enfermo.
Ella todavía no había pronunciado una palabra. No, ella solo miraba.
Sabía que ella no me estaba viendo.
Ella solo miraba al espacio sin decir nada. Ni siquiera estaba segura de si ella
entendía lo que estaba sucediendo.
Pasé unos minutos tratando de traerla de vuelta. Pero fue inútil.
—Ayla —le susurré—. Soy yo. Alessio.
Nada.
Y ese fue el momento en que mi corazón se rompió.
Ella solo me miró fijamente. Su rostro estaba completamente desprovisto de
emoción, sus ojos carecían de la luz que siempre había estado allí. Estaban vacíos.
Estaba equivocado.
Finalmente tenía a Ayla en mis brazos; Ella estaba a salvo. Ella estaba conmigo,
pero no estaba aquí.
Mi Ángel se había ido.
Y en su lugar había una cáscara vacía.
Capítulo 5
Miré a Ayla, completamente congelado. Durante mucho tiempo, quise que sus
ojos estuvieran en mí, pero no de esta manera.
No vacíos y sin vida.
Ella no me estaba viendo. Como si ni siquiera estuviera aquí.
Toqué su mejilla suavemente, esperando que llamara su atención hacia mí.
Pero en cambio, apartó los ojos. La vi mirar alrededor de la habitación. Su atención
permaneció en la pared mucho más de lo que me hubiera gustado.
Luego su mirada se movió de nuevo, asimilando cada pieza. A pesar de que
miraba atentamente alrededor de la habitación, sabía que no estaba viendo nada.
Estaba perdida en su mente.
Sus ojos veían lo que había aquí, pero su mente no lo reconocía.
Temía que esto fuera el resultado de su cautiverio.
Sabía que estaría herida... tal vez incluso más allá de lo posible... pero pensé que
al menos me reconocería.
Esos hermosos orbes verdes regresaron a los míos. Recordaba claramente el
día que vi esos ojos por primera vez. Estaban llenos de miedo en aquel entonces.
Pero lentamente, los había visto cambiar a otra cosa. Hubo asombro, extrañeza,
felicidad y finalmente amor.
Pero ahora todo eso se había ido. En su lugar no había nada... sus ojos no
mostraban nada.
Al mirar en ellos, incluso me sentí vacío. Me di cuenta de que vivía a través de
Ayla. Su felicidad había sido la mía. Su sonrisa y su risa me habían traído a la vida. La
mirada en sus ojos, el amor en ellos me había traído compasión y amor. Me
enseñaron a sentir.
Ahora me quedé sintiendo demasiado mientras ella se cerraba en sí misma.
Su mirada se clavó en la mía.
Azul contra verde.
Mi corazón latió fuertemente en mi pecho mientras observaba cualquier
cambio. Cualquier señal de vida. Cuando nada de eso sucedió, la comprensión se
asentó a mi alrededor como una nube pesada. Nos habían arrojado de vuelta al pozo
de la oscuridad.
Solo era un extraño para mi Ángel.
De repente tuve miedo de presionar demasiado y quizás demasiado rápido.
Sacudiendo la cabeza con miedo, tragué el nudo en mi garganta. No podia
rendirme. Ahora no. Jamas. Pelearía hasta que no me quedara nada que dar, hasta
que me asegurara de que ella estuviera totalmente de vuelta conmigo.
Me obligué a sonreír.
Estaba tenso, pero sonreí por ella.
Mi dedo le recorrió suavemente la mejilla y moví el cabello de Ayla detrás de su
oreja. Ella no se movió. Su mirada permaneció fija en la mía.
Si no supiera mejor, habría dicho que se veía hipnotizada por mis ojos. Como si
fueran lo único que podía mirar.
Me moví para que nuestras caras estuvieran a solo centímetros de distancia.
Mis labios tocaron la punta de su nariz antes de inclinarme un poco hacia atrás. —Sé
que probablemente no me escuches. O incluso si lo haces, no lo entenderás. Pero
quiero que escuches mi voz. Quiero que sepas que estoy aquí.
Moví mi cabeza hacia un lado. —Ángel —susurré en su oído. Colocando un
beso en su cabeza, me recosté—. Eres muy hermosa; ¿lo sabes?
Cuando ella no respondió, sonreí y le froté las mejillas. Solían ser redondas,
pero había perdido peso. No era saludable para ella ni para el bebé.
Al pensar en el bebé, mis ojos se movieron hacia su estómago. Respirando
profundamente, puse mi mano sobre la redondez.
En el fondo, quería sentirlo de nuevo. El impulso de sentir al bebé moverse, de
conectarme de alguna manera con él o ella, era fuerte.
Tan pronto como puse mi mano sobre el estómago de Ayla, el bebé se movió.
No pude evitar sonreír. Me sentí extrañamente mareado ante la idea de que el bebé
se moviera con mi toque.
Me froté la protuberancia. —Seguro que te encanta bailar —le dije al vientre
cuando se movió de nuevo—. ¿O tal vez luchar? —Una pequeña risa burbujeó de mi
pecho. Estaba jugando práctica de tiro allí.
Una fuerte patada presionó contra mi palma. —Entonces, luchar.
Otra patada. Inclinándome hasta que mi cara estuvo sobre el vientre, presioné
mi mano un poco más firme. —Necesitas dejar que Ay… tu —hice una pausa, mi
garganta de repente se cerró—, tu mami descansa. Ella está cansada.
Esperé otra patada. Cuando sucedió, sacudí la cabeza, mi corazón se sentía un
poco más lleno que antes.
Levanté la vista para ver que Ayla todavía me miraba. — ¿Tienes hambre? —
Pregunté, sentándome. Ella no respondió, no es que esperara que lo hiciera.
—Necesitas comer. —Seguí hablando incluso cuando no hubo respuesta su
parte—. Si le digo a Lena que traiga algo de comida, ¿comerás?
Ya estaba alcanzando mi teléfono. Rápidamente llamando a Lena, le dije que
trajera una bandeja de comida para Ayla.
Miré a Ayla nuevamente.
—Lena hizo tus fideos fritos favoritos. ¿Recuerdas cuánto los amabas? —Me
senté a su lado y le acaricié el pelo—. Hubieras peleado con cualquiera por el último
plato.
Hablé y hablé, contándole sobre Maddie y las cosas que harían juntas. Le dije a
Ayla que Lena la adoraba.
Esperé cualquier señal de vida en sus ojos verdes, pero no había ninguna. Ella
se quedó en silencio. Solo observándome.
Cuando Lena finalmente trajo la bandeja, ayudé a Ayla a sentarse.
Ella miró la comida y luego me miró de nuevo. Llevé el tenedor a sus labios,
esperando a que comiera. Pero no lo hizo. Lena la acarició y la instó a comer, pero
Ayla permaneció inmóvil.
Con mis manos temblando, bajé el tenedor y aparté la bandeja. —Ella no va a
comer.
—Pero Alessio, ella necesita comer. No es saludable que no lo haga —
argumentó Lena.
Sentí a Ayla moverse a mi lado. Ella se acostó y se volvió hacia mí. Ayla me miró
una última vez antes de cerrar los ojos.
Su respiración se equilibró en un lapso de segundos, su cuerpo se debilitó
cuando se durmió.
Mi Ángel realmente estaba rota, sus alas cortadas cruelmente.
—Alessio —susurró Lena, su voz ronca por sus lágrimas. Sacudí mi cabeza,
manteniendo mis ojos en mi Ángel dormida.
Lena tomó la bandeja y la escuché irse, la puerta se cerró detrás de ella.
Con el corazón pesado, me acerqué a Ayla y la abracé.
Cuando suspiró adormilada en mi pecho, mis brazos se apretaron alrededor de
su cintura. Su protuberancia estaba presionada contra mi estómago, y sentí al bebé
moverse por última vez antes de que se tranquilizara también.
Unos minutos más tarde, tanto la madre como el bebé estaban profundamente
dormidos.
Pero me quedé despierto, mi mente se negaba a dejarse llevar por el sueño. Fue
imposible cerrar los ojos. Cada vez que la oscuridad me rodeaba, todo lo que veía
era a Ayla atrapada en el calabozo. Embarazada, herida y sola.
Así que sostuve a Ayla y la vigilé mientras dormía.
Por primera vez en mi vida, no tenía idea. Y débil. No solo le fallé a Ayla, sino
que también le fallé al bebé que llevaba.
No importaba si era mío o de Alberto. El bebé era inocente. Formaba parte de
Ayla. Mi mano se movió nuevamente hacia su redondo estómago. Sosteniendo la
protuberancia en mi mano, una repentina oleada de posesividad me llenó.
En lugar de alejarlo, lo di la bienvenida. Y con eso, dejo que mi ira se
alimentara. Alberto no solo iba a pagar por lastimar a Ayla. No, su dolor sería el
doble ahora.
Ayla se movió en mis brazos, sacándome de mis pensamientos. Miré el reloj
para ver que había pasado un tiempo desde que se durmió. Ayla, adormilada, abrió
los ojos e hicieron contacto con los míos.
Nos miramos el uno al otro, nuestras dos miradas inquebrantables. Después de
un tiempo, la sentí moverse ligeramente en mis brazos. Liberando mi fuerte agarre
sobre ella, la vi sentarse.
Miró alrededor de la habitación, sus ojos enfocados en la pared en la esquina.
Sin echarme otra mirada, Ayla se levantó y rápidamente me senté en estado de
shock. Mis ojos la siguieron como un halcón, buscando alguna reacción.
Pero incluso cuando se movía lentamente hacia la pared, su expresión no
mostraba nada.
La seguí, con el estómago hecho un nudo mientras esperaba su próximo
movimiento. Si tan solo ella hablara. Me quedé tratando de entender a Ayla. Y con su
silencio, era difícil pensar como ella.
Me detuve en mis pasos cuando la vi detenerse frente a la pared.
Confundido, di un paso adelante pero me congelé cuando Ayla se arrodilló y se
sentó contra la pared. Finalmente llevo sus ojos sin vida a los míos. Mi corazón pudo
haber dejado de latir entonces.
¿O tal vez dejé de respirar?
Me estaba sofocando mientras veía a Ayla acostarse contra la pared, enroscada
en sí misma. Cuando finalmente me di cuenta, cerré los ojos con fuerza, tratando de
borrar la imagen frente a mí. Mi puño se apretujó a mi lado, mi mandíbula se apretó.
Mi cuerpo tembló con venganza. Y dolor. Mucho dolor. Ver a mi Ayla así me
estaba rompiendo lentamente. Cuando se trataba de Ayla, ella era mi debilidad, pero
estaba luchando por ella.
Fuerza y debilidad. Ambos luchando juntos.
Abriendo los ojos de nuevo, miré a Ayla mientras estaba acostada en la misma
posición que la encontré en el calabozo. Durante meses, ella se quedó así. Esta
posición había sido su constante.
Mis dedos se apretaron en puños. Respirando profundamente, di un paso
adelante.
Ahora, yo iba a ser su constante.
Deteniéndome frente a Ayla, me arrodillé junto a ella. Palmeando su mejilla, la
acaricié. Sus ojos se cerraron con un suspiro, y no se volvieron a abrir.
Me acosté a su lado en el piso duro y la jalé a mis brazos. Ella medio se acostó
sobre mí, y la abracé.
—No te voy a dejar, Ángel. No importa cuánto luches contra mí, no me voy a ir.
No me daré por vencido. Puede que me hayas olvidado, pero te haré recordar de
nuevo. Esa es mi promesa, Ángel.
Esas palabras fueron simples susurros, pero fueron todo para mí.
Puse un beso en su frente y cerré los ojos.
Así fue como nos quedamos dormidos.
En el piso, contra la pared pero en los brazos del otro.
Capítulo 6
Me desperté sobresaltado. Mi corazón latía salvajemente, mi cuerpo empapado
en sudor. Las pesadillas todavía me perseguían, incluso despierto. No creía que
alguna vez se fueran a ir. Esos recuerdos estaban grabados en mi mente.
Pero no fue solo la pesadilla lo que me sacó de mi problemático sueño.
No, había sido porque estaba solo.
La cama estaba vacía a mi lado.
Miré frenéticamente alrededor de la habitación, pero Ayla no se encontraba
por ningún lado. Ella nunca salía de la habitación. Demonios, si no fuera yo quien la
cargara, ella nunca saldría de la cama.
Salí de la cama en un instante y fui a buscarla al baño. El pánico se abrió camino
en mi cuerpo cuando encontré este vacío también. Mi pecho se sentía pesado cuando
salí corriendo de la habitación.
— ¿Ayla? —La llamé. Mis pies se detuvieron frente a la sala del piano y miré
hacia la puerta. No quería esperar, pero mi corazón se aceleró a medida que me
acercaba.
Con los ojos cerrados, mi mano tembló cuando abrí la puerta. Pestañeé varias
veces para solo encontrarme con la oscuridad.
Mi Ángel no estaba aquí.
El miedo brotó dentro de mí, y temblé de miedo. Una oleada de ruido salió de
mi garganta.
— ¿Ayla? —Grité mientras bajaba corriendo las escaleras.
Mis dedos se clavaron en mi cuero cabelludo con alarma y frustración. Gritando
sobre mis pulmones, esperaba que lograra escuchar mi voz.
— ¡AYLA!
Vi a Viktor y Nikolay corriendo escaleras abajo. Lena y las criadas salieron de la
cocina. Algunos de mis hombres llegaron corriendo por las puertas, con expresión
de pánico en sus rostros.
— ¿Alessio? —Viktor cuestionó, llegando a pararse a mi lado.
—Ayla no está —dije temblorosamente.
Sus ojos se abrieron. — ¿Qué? ¿Cómo?
— ¡No lo sé! —Gruñendo de frustración, me pellizqué el puente de la nariz y
me paseé—. Estábamos durmiendo. Ella estaba conmigo. No sé cómo se levantó sin
que yo lo supiera.
Vi a Nikolay asentir con la cabeza a los otros hombres, y todos corrieron por la
casa. Las criadas hicieron lo mismo para buscar a Ayla.
— ¿Revisaste la sala del piano? —Preguntó Lena.
—Sí —espeté—. Ese fue el primer lugar que revisé.
— ¿A dónde iría? —Viktor murmuró.
Eso era de lo que tenía miedo. Ayla no estaba en su sano juicio. Había pasado
una semana desde que la rescatamos, pero todavía estaba tan perdida como el
primer día.
El único cambio fue que ella comenzó a comer ayer. Eso fue solo después de
días de intentarlo. Finalmente conseguí que dejara de dormir en el suelo. Eran
pequeños cambios, pero no significaban nada mientras ella permaneciera sin vida.
Recorrí la casa, con la garganta seca, mi cuerpo se sentía pesado mientras
buscaba a Ayla. Mis músculos estaban apretados mientras caminaba por la casa.
— ¿Ayla? ¡Ayla! —Llamé, corriendo escaleras abajo de nuevo.
Viktor me seguía de cerca. Maldijo con frustración. Sostuve la parte posterior
de mi cuello, mis dedos presionando contra el músculo para liberar la tensión que se
acumulaba allí.
No estaba en ninguna parte. ¿A dónde iría?
Si no estaba en nuestra habitación o en la sala del piano, entonces...
Mis ojos se abrieron en estado de shock y casi me tropecé. No.
— ¿Alessio? —Escuché a Viktor llamarme.
No me di la vuelta. Con solo un destino en mente, salí corriendo de la casa.
¿Era posible? Los recuerdos de Ayla permanecieron obstinadamente
encerrados, sin importar cuánto intenté recuperarlos.
Ayla se negaba a sentir. Como si prefiriera quedarse entumecida.
Corrí ciegamente, a veces resbalándome sobre las ramas rotas pero
rápidamente acelerando el ritmo nuevamente. Mi herida se estaba curando, pero
correr con tanta fuerza estaba causando que mi pierna se debilitara bajo la presión.
Una dolorosa sensación de ardor subió por mi pierna y tropecé.
Maldije, aferrándome al árbol. Me torcí la pierna y luché para avanzar. Jodida
pierna inútil.
Empujando el dolor al fondo de mi mente, pensé en Ayla.
Con mi pierna herida arrastrándose fuertemente detrás de mí, avance
cojeando.
Cuando los árboles comenzaron a aclararse, convirtiéndose en el hermoso
campo, mi corazón latió un poco salvajemente con esperanza.
Escuché el agua corriendo, mis ojos se erizaron al recordar las veces que Ayla y
yo pasamos allí. No había estado allí desde que me la quitaron.
Cuando finalmente apareció el campo, me detuve y me apoyé contra el árbol.
Luché por recuperar el aliento cuando mi mirada finalmente encontró a Ayla. Estaba
de espaldas a mí mientras miraba el agua corriendo. Se sentó en silencio sobre la
roca, su largo cabello negro colgando suelto en su espalda.
Caminando hacia ella, me detuve a su lado. Miró hacia adelante, ignorando por
completo mi presencia. Bajé la vista a su rostro, esperando ver una sonrisa o tal vez
incluso un poco de luz en sus ojos.
Cuando no encontré ninguno, mi corazón se hundió y mi estómago se apretó en
nudos.
Ella solo miraba el arroyo, su rostro carente de emoción. Ayla no se veía
afectada por la belleza frente a ella, no como la primera vez que había estado aquí.
Sabía que el arroyo era algo enterrado profundamente en su mente. ¿Podría ser
que ella estaba recordando lentamente? O tal vez ella estaba buscando la paz, como
antes.
La sala del piano y el arroyo eran los lugares que ella amaba absolutamente, los
lugares que le daban paz.
Y ahora estaba alcanzándolo ciegamente de nuevo. Sin siquiera darse cuenta.
Me arrodillé frente a Ayla, haciendo una mueca cuando mis músculos
protestaron frente al dolor en mi pierna. Ella mantuvo sus ojos en el arroyo detrás
de mí.
Sonreí, acostumbrado a esta reacción. Ella no me estaba ignorando. Ella sabía
que estaba aquí. Mi Ángel simplemente no quería dejarse sentir.
Aunque pensé que me había dado cuenta de eso, no detuvo el dolor en mi
corazón. No detuvo el corazón roto que sentía cada vez que ella me miraba con esos
ojos verdes vacíos.
El dolor empeoraba todos los días. La soledad me arañaba, la agonía a veces era
demasiado que soportar. Pero seguía adelante. Por Ayla, me mantenía fuerte. Vivía
para ella.
Palmeando sus mejillas, froté su piel suave. —No puedes irte así. ¿Sabes lo
preocupado que estaba, Ángel? Todos te están buscando. Despertar y no encontrarte
a mi lado fue lo peor. No puedes volver a hacer eso.
Ninguna respuesta.
No esperaba una. Era otra cosa a la que estaba acostumbrado: hablar con Ayla
mientras solo me respondía el silencio. En el fondo, ella conocía mi voz. Y
estúpidamente, creía que ella me escuchaba.
—Tienes que hacerme saber a dónde vas la próxima vez —le advertí
suavemente—. Lena casi tuvo un ataque al corazón. Vamos a darle un descanso a la
pobre mujer.
—Ángel —le dije, besando su nariz—. ¿Vas a decirme algo? Cualquier cosa. Sólo
di algo. No puedo soportar más tu silencio.
Sus ojos finalmente se movieron a los míos. Casi salté de alegría. Una cosa tan
pequeña, pero que significaba mucho.
—Por favor —finalmente supliqué—. Por favor, di algo, Ángel. Quiero oír tu
voz. Necesito escuchar tu voz. Di algo. Solo una palabra... —mi voz se quebró.
Respirando profundamente, continué—. ...para hacerme saber que me estás
escuchando, que sabes que estoy aquí".
Cuando se quedó completamente en silencio, miré hacia el suelo, tratando de
contener mis estúpidas lágrimas. Lo que vi me hizo respirar dolorosamente.
Esta vez... mi alma lloró.
Ayla estaba descalza y tenía los pies magullados y ensangrentados. Había
caminado desde la casa hasta el arroyo descalza.
—Ángel —gemí. Podía escuchar la forma en que se me quebró la voz. Las
lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Solo unas pocas gotas, pero tan jodidamente
dolorosas.
Enterré mi cara en el regazo de Ayla y lloré. —Te lo ruego. Di mi nombre.
Quiero escuchar mi nombre de tus labios. Quiero oír tu voz.
Sosteniendo sus rodillas, presioné mi cara en sus muslos. —Solo mi nombre.
Eso es todo lo que pido. Por favor, Ayla. Por favor.
Sin ningún cuidado del mundo, sollocé y rogué. Mi corazón se rompió mil veces
entonces.
Con mi cara aún enterrada en su regazo, esperé. Sentí a Ayla moverse. Casi
sentí su mano en mi brazo, pero luego nada. Mi Ángel no me tocó. Ella no me abrazó.
Ella no habló.
Esperé un poco más. Esperé, no sabía por cuánto tiempo.
Pero solo conseguí silencio.
Cuando mis lágrimas finalmente se secaron, me recosté y me limpié las mejillas
húmedas. Ayla me miró inexpresiva y sus ojos se movieron nuevamente hacia el
agua.
—Siempre fuiste testaruda, ya sabes —susurré, tocando su mejilla
suavemente—. No me voy a rendir, Ángel. Puede que no lo recuerdes, pero una vez
te dije que no iba a renunciar a ti, y te dije que no te rindas con nosotros.
Me incliné hacia ella, colocando un beso ligero como una pluma en sus labios.
—Te estoy diciendo esto de nuevo. No me estoy rindiendo contigo, así que no te
rindas con nosotros.
Mi labio se alzó en una pequeña sonrisa. —Soy más testarudo que tú. Lo que
quiero, lo consigo. Y te quiero.
Sus ojos permanecieron fijos en el arroyo, y me senté en el suelo. Esperé,
dándole tiempo para admirar la vista. Palmeé su estómago, sintiendo al bebé
moverse con mi toque.
Él bebé siempre se movía cada vez que tocaba el estómago de Ayla. No
importaba si era en medio de la noche, el bebé siempre respondía a mi toque.
A veces sentía que tal vez nos uníamos. No había forma de parar la forma en
que mi corazón se apretaba cada vez que sentía que el bebé se movía.
Después de un tiempo, me levanté y cargue a Ayla en mis brazos. Sosteniéndola
contra mi pecho, caminé de regreso a la casa.
Cuando finalmente entré, vi que los ojos de Lena se abrieron y corrió escaleras
arriba. Viktor se adelantó para ayudarme, pero pasé junto a él. Caminando hacia mi
habitación, entré al baño rápidamente. Lena me seguía de cerca.
—Está bien. La limpiaré. ¿Puedes traer una bandeja? Necesita comer —dije,
colocando a Ayla en el borde de la bañera.
Lena asintió en silencio y salió del baño arrastrando los pies. Le di la vuelta a
Ayla para que sus pies estuvieran en la bañera.
—Esto va a doler un poco —murmuré. Le limpié los pies, enjuagando toda la
suciedad y la sangre. Todo este tiempo, Ayla no emitió ningún sonido ni siquiera
movimiento. Era yo haciendo una mueca de dolor por ella.
Cuando sus pies estuvieron limpios, vi que la suciedad y la poca sangre habían
hecho que pareciera peor de lo que era. Suspiré aliviado y le sequé los pies antes de
ayudarla a salir de la bañera.
— ¿Te sientes mejor? —Pregunté, abrazándola. Ella suspiró en mi pecho y yo
sonreí, frotando su espalda. Con su vientre en el camino, no podía abrazarla
correctamente. Pero la sostuve lo más cerca que pude.
Cuando mi pierna comenzó a doler insoportablemente, llevé a Ayla a la cama y
le puse las mantas a su alrededor.
La bandeja ya estaba en la mesita de noche. Sentándome frente a ella, tomé la
cuchara.
— ¿Necesitas algo más? —Preguntó Lena.
Sacudí la cabeza y acerqué una cucharada de arroz a los labios de Ayla. Tomó el
primer bocado en silencio, y mi corazón se disparó. Después de tantos días de
intentarlo y rogar, comenzó a comer ayer.
Durante una semana, Sam la tuvo conectada por vía intravenosa. Era la única
forma de obtener algo en su cuerpo.
Le di otro bocado a Ayla, y ella comió, masticando y tragando lentamente.
Lena se alejó de la cama. — ¿Cómo está Maddie? —Pregunté antes de que ella
saliera de la habitación.
Ella no respondió por un tiempo, y supe cuál sería su respuesta. —No hay
cambio.
La puerta se cerró y suspiré, mi corazón estaba pesado por Maddie. Ella se
había negado a salir de su habitación. O comer. Era una fantasma viviente. Cuando
Maddie escuchó que Ayla había regresado, pensé que vendría a verla, pero se
mantuvo alejada.
Maddie aún no había visto a Ayla. De alguna manera, era mejor así. No creía
que ella tuviera la fuerza para ver a Ayla en este estado.
Seguí alimentando a Ayla, tomando algunos bocados mientras la veía comer. Su
mirada permanecía fija en mí, como siempre. Era casi como una rutina.
Entonces yo la alimentaba y hablaba. Ella comía en silencio y... tal vez me
escuchaba.
Hablé de todo, a veces mencioné a Isaak y Lyov.
Mi padre había estado ocupándose de los negocios todo este tiempo. No se
quejó. No, volvió a caer en la posición del Jefe. Aunque me negué a admitirlo,
agradecí que él e Isaak se ocuparan de las cosas.
Visitaron a Ayla una vez. No se dijo nada. Fue rápido, pero vi la mirada en sus
ojos. Sabía que estaban viendo a sus mujeres en Ayla. Cuando Lyov vio la
protuberancia del bebé, palideció y salió aturdido. Desde entonces, no había vuelto.
Cuando la bandeja estuvo finalmente vacía, me levanté y me estiré. La mirada
de Ayla siguió mi movimiento y le guiñé un ojo. — ¿Quieres ir a la sala del piano?
Silencio.
Me reí entre dientes y la levanté de la cama. Colocando un beso en su cabeza, la
llevé a la sala del piano. La traía aquí todos los días, esperando que le traiga
recuerdos.
Coloqué a Ayla en el banco. Ella me miró y le di una pequeña sonrisa, incluso
cuando el dolor se intensificaba.
Este solía ser nuestro momento. Y ahora, incluso eso se había ido.
— ¿Recuerdas que solías tocar? —Pregunté, arrodillándome junto a su banco.
Ayla miró las teclas del piano pero no respondió.
—Solías tocar para mí todas las noches. Era nuestro momento favorito del día.
Solo nosotros juntos. Tocabas el piano mientras yo te miraba —continué—. ¿Te
acuerdas, Ángel?
Cuando ella no respondió, solté un suspiro. —Está bien. Sé que lo recordarás.
Quizás no ahora. Pero un día lo harás. ¿Sabes por qué?
Me incliné hacia ella. —Porque soy un imbécil testarudo, y no me voy a rendir
—le susurré al oído—. Un día pronto, esos hermosos ojos verdes tuyos me mirarán
con la misma cantidad de admiración y amor que antes. —Colocando un beso al lado
de su oreja, terminé: —Prepárate, gatita.
Me puse de pie y caminé hacia el sofá. —No juego limpio cuando se trata de
cosas que quiero.
Me senté frente a ella. Me miró por un segundo antes de volver a mirar al
piano. Nos sentamos así durante horas, tal vez.
Hasta que ella tocó.
Solo una tecla. Una nota.
Mi cabeza se levantó, mis ojos se abrieron. Me acomode, esperando escuchar
más.
Pero eso fue todo.
Sonreí. Tan fuerte que me dolían las mejillas.
Quería estar decepcionado de que no hubiera más, pero ¿cómo podría hacerlo
cuando mi Ángel finalmente hizo un movimiento?
Ayla me miró y allí estaba, era muy pequeño. Estoy casi allí. ¿O tal vez lo estaba
imaginando?
Pero luego se fue tan rápido que me lo habría perdido si no estuviera mirando
con tanta atención.
Un pequeño atisbo de emoción en esos ojos verdes sin vida. Ayla me miró con
los ojos vacíos de nuevo.
Pero mi pecho de alguna manera se sintió un poco más ligero que antes.
Me puse de pie y caminé hacia ella, su mirada me seguía. Me detuve a su lado y
vi que sus dedos aún estaban en las teclas. Aunque solo tocó una tecla, se sintió
como si hubiera tocado una canción completa.
— ¿Sabes lo hermosa que te ves? Eres impresionante, Ángel —susurré,
volviéndola a abrazarla—. Especialmente cuando tocas el piano.
La llevé de regreso a nuestra habitación y me sentí sorprendentemente ligero.
Ayla se acostó en la cama y yo le puse las mantas encima. — ¿Quieres dormir?
Ella solo cerró los ojos. Sonreí. Esa era mi respuesta.
Me uní a ella en la cama y la abracé. El bebé se movió y yo froté el vientre. —
Cálmate. Tu mami necesita dormir.
Se movió de nuevo. Otra patada. Tan jodidamente testarudo.
Sacudiendo la cabeza, cerré los ojos. Después de un tiempo, el bebé finalmente
se acomodó y Ayla se durmió. Justo cuando el sueño comenzó a nublar mi mente,
escuché un golpe en la puerta.
Lentamente me alejé de Ayla. Después de asegurarme de que todavía estaba
dormida, me dirigí a la puerta y la abrí suavemente.
Mis ojos se abrieron en estado de shock al ver quién estaba frente a mí.
— ¿Maddie?
Maddie me miró con lágrimas en los ojos. — ¿Puedo verla, por favor?
Su voz sonaba tan pequeña y frágil. Parpadeé un par de veces, tratando de
entender lo que estaba pasando.
Maddie miró hacia el suelo, las lágrimas corrían por su rostro. —Debería haber
venido antes, pero no pude encontrar valor. Lo siento, Alessio. Por dejarte esto. Es...
yo... Dios, no puedo creer que la haya dejado sola cuando más me necesitaba.
Vi su rostro retorcerse de frustración mientras se limpiaba las lágrimas con
enojo. — ¿Pero puedo verla ahora? Por favor.
Solo asentí, saliendo de su camino. Maddie entró rápidamente. Cerré la puerta
y la vi detenerse al lado de la cama. Ella lloró suavemente.
Cuando se unió a Ayla en la cama, mi corazón se llenó de alegría. ¡Finalmente!
Esto era lo que ambas necesitaban. Se necesitaban la una a la otra.
Avancé y vi a Maddie abrazar a Ayla. Abrió los ojos y miró a Maddie sin
comprender.
Ella susurró algo al oído de Ayla y sollozó. Ayla volvió a cerrar los ojos y supe
que en segundos estaba dormida.
Maddie también cerró los ojos. Siguió llorando suavemente, tratando de no
despertar a Ayla. Moví el sillón al lado de la cama, al lado de Ayla, y me senté.
Me recosté y vi a Maddie llorar hasta quedarse dormida. Después de un tiempo,
escuché que se abría la puerta y vi entrar a Phoenix. Sus ojos se dirigieron
instantáneamente a la cama, y cuando vio a Maddie allí, vi que sus hombros se
hundían en alivio.
Me asintió y acercó una silla al lado de Maddie. Vimos a nuestras dos mujeres
dormir.
No me perdí la forma en que Ayla se enterró un poco más en el abrazo de
Maddie.
Mis labios se arquearon en una sonrisa fantasma.
Un rayo de luz. Pequeño y apenas ahí. Pero definitivamente ahí.
Había esperanza.
Capítulo 7
1 semana después

—Estaremos allí en diez minutos, jefe —dijo Nikolay desde el asiento del
conductor.
—Hmm...
— ¿Qué pasa si es una trampa?
—No creo que lo sea. No después de que torturé a su presidente y matamos a la
mitad de sus hombres en un lapso de minutos. Estaban demasiado asustados —
murmuré, mirando por la ventana.
Odiaba estar lejos de Ayla. Pero cuando el Black Club llamó y me dijo que
tenían una idea del paradero de Alberto, no tuve otra opción.
Dos semanas y volvió a esconderse. Era un jodido cobarde. Había salido del
país el mismo día que encontramos a Ayla.
Sacudiendo mi cabeza con disgusto, luché contra el impulso de romper algo.
Era una amenaza de la que tenía que deshacerme lo más rápido posible. Mientras él
estuviera vivo, Ayla estaba en peligro. El bebé estaba en peligro.
Bajé la vista a mi teléfono, debatiendo si debía llamar a Maddie o Viktor. Era la
primera vez que había estado lejos de Ayla desde que la rescatamos.
Ayla seguía siendo la misma. Poca o ninguna mejora.
No había vuelto a tocar el piano. No importaba cuánto la instaba.
Ella todavía no había dicho una palabra. Parecía que habían pasado años desde
que escuché su voz.
Si no la alimentara, no comería. Y rápidamente nos dimos cuenta de que ella
solo comería si yo la alimentaba. Maddie lo había intentado una vez, y Ayla se negó a
comer siquiera un bocado.
Miré mi reloj. Veinte minutos desde que había dejado la finca. Ayla estaba
dormida cuando la dejé, y esperaba que se quedara dormida hasta que llegara a
casa.
Cinco minutos más. Entraría, obtendría la información, saldría, y luego
regresaría a Ayla.
Cinco malditos minu…
Mi teléfono sonó, sacándome de mis pensamientos. Al mirar la pantalla, vi a
Viktor llamando. Rápidamente respondí la llamada. — ¿Qué es? ¿Qué pasó?
—Alessio —comenzó, pero nunca tuvo la oportunidad de terminar.
Escuché un grito en el fondo. — ¡No!
El pánico me atravesó y me enderecé con las manos temblorosas. — ¿Que está
pasando? —Espeté, mi voz cargada de miedo. Vi a Nikolay mirándome por el espejo
retrovisor, su expresión mostraba preocupación.
Hubo más gritos, y luego alguien estaba sollozando.
¡Ayla!
—Alessio, es Ayla —dijo Viktor rápidamente—. Se despertó y no te encontró
aquí. ¡Mierda! Ella perdió el control por completo. No sé qué hacer. —Su voz sonaba
extraña. Mi corazón se apretó. ¿Estaba llorando?
—Intenté que se calmara, pero tan pronto como me acerqué a ella, comenzó a
gritar. Incluso Maddie y Lena no pudieron calmarla. No deja que nadie se acercara a
ella, y nos preocupa que se lastime —continuó Viktor.
Algo se estrelló en el fondo, y me senté, horrorizado, mientras escuchaba a Ayla
gritar y llorar.
—Alessio, ella te quiere aquí. Ella no reaccionará ante nadie más. Tratamos. Lo
intentamos, pero tan pronto como te fuiste, ella se despertó. Maddie estaba con ella,
y Ayla se rompió por completo cuando no te vio.
— ¡Viktor, haz algo, por favor! —Escuché a Maddie llorar por el teléfono—. Se
va a lastimar a sí misma.
Escuché a Viktor maldecir y mi corazón se encogió dolorosamente. Cerré los
ojos cuando una ola de dolor me atravesó.
— ¿Puedes acercarte lo suficiente como para darle el teléfono? —Exigí—.
Asegúrate de que no se lastime.
Escuché gritos de nuevo. Estaba lleno de mucho dolor y parpadeé para quitar
las lágrimas.
¿Qué he hecho?
Nunca debería haberla dejado.
Abrí los ojos para ver a Nikolay asintiendo. Sin que yo dijera nada, él ya estaba
cambiando la ruta y haciendo un cambio de sentido.
A la mierda el Black Club y Alberto. Mi Ayla me necesitaba ahora.
Escuché sollozos a través del teléfono y mi corazón dio un vuelco. —Ángel —
dije suavemente.
Ella solo lloraba.
—Lo siento, Ángel. Lo siento muchísimo. Estoy regresando a casa, ¿de acuerdo?
Estaré allí rápidamente. No te dejé. Nunca te abandonaría. Solo tenía algo que hacer,
y ahora vuelvo a casa contigo —susurré, esperando que mi voz la trajera de vuelta.
—Eres muy fuerte; ¿lo sabes? La persona más fuerte que conozco, y estoy tan
orgulloso de ti. No llores, mi dulce Ángel. Estoy llegando a casa y no te dejaré de
nuevo. No voy a ninguna parte.
Mi voz se quebró con las palabras y cerré los ojos mientras Ayla seguía
llorando en silencio. Sus gritos eran desgarradores. Era una agonía escucharlos.
—Shhh... Está bien. Todo irá bien. Cuando regrese, te llevaré al arroyo.
Pasaremos un rato allí. Solo tú y yo, ¿de acuerdo? ¿Qué te parece? ¿Te gustaría eso?
—Dije, mis dedos apretando alrededor del teléfono.
— ¿Tocarás para mí esta noche? —Pregunté suavemente—. ¿O tal vez quieres
bailar? Recuerda cómo bailamos antes y estabas sonriendo, riendo. Eras tan
hermosa, mi Ángel. Me dejaste sin aliento ese día. —Apreté el teléfono con más
fuerza, desesperado por transmitirle mis sentimientos.
—Estoy llegando a casa. Solo unos minutos más y estaré en tus brazos otra vez.
—Seguí hablando incluso cuando sabía que no habría respuesta.
Sus sollozos se disolvieron gradualmente en pequeños hipos. Cuando el auto
finalmente se detuvo frente a la casa, exhalé. —Estoy en casa, Ángel —dije antes de
colgar.
Abrí la puerta y salí rápidamente. Subí corriendo las escaleras, estaba casi en la
puerta cuando un dolor agudo atravesó mi pierna herida.
Cojeé dentro de la casa. Desde lo alto de las escaleras, escuché sollozos.
Siguiéndolos a mi habitación, abrí la puerta.
Mis rodillas casi cedieron ante la vista frente a mí. La habitación estaba
completamente destrozada. Lena y Maddie se abrazaban al lado de la puerta,
llorando. Phoenix paseaba por la habitación mientras Viktor estaba parado en el
medio, frente a la esquina al lado de la cama.
Mis manos se cerraron en puños a mis costados, y avancé lentamente.
Ayla estaba en el suelo, al lado de la mesita de noche. Estaba sentada contra la
pared, con las rodillas pegadas al pecho, balanceándose de un lado a otro mientras
lloraba. Estaba acurrucada en sí misma, como si se escondiera de todo y de todos.
Mi corazón se encogió al verla. Parecía tan rota, tan frágil.
Me volví hacia Viktor. Parecía adolorido. Sacudiendo la cabeza, salió de la
habitación.
Mi mirada volvió a Ayla. Su rostro estaba escondido detrás de sus brazos.
Avancé y me arrodillé frente a Ayla. —Ángel —susurré.
Levantó la cabeza bruscamente y contuvo un sollozo. Sus ojos estaban rojos y
llenos de lágrimas. Sus mejillas enrojecidas y húmedas. Ella me miró con tanta
emoción que me fue imposible tomarla toda.
Mucho dolor. Tristeza. Enfado. Traición. Sufrimiento.
Supe en ese momento que sentía demasiado, demasiado rápido.
Ayla dejó escapar un fuerte grito, y en un instante, estaba en mis brazos. Nos
hundimos en el suelo y ella se subió a mi regazo. Con su rostro escondido en mi
pecho, se enterró más profundamente en mi cuerpo como si quisiera esconderse en
mí.
Envolví mis brazos alrededor de ella y la balanceé de un lado a otro. —Shhh...
Está bien, Ángel. Estoy aquí ahora y no te voy a dejar.
Colocando besos en su cabeza y cara, la abracé más fuerte. —Te tengo, Ángel.
Sus brazos me rodearon, sosteniéndome. Sus dedos se clavaron en mi costado
mientras lloraba en mi pecho. Ella no pronunció una palabra. No la insté a que lo
hiciera.
La abracé y supe que eso era suficiente para ella. Mientras ella estuviera en mis
brazos, lo era para mí también.
La puerta se cerró detrás de nosotros cuando todos se fueron. Nos quedamos
en el suelo mientras Ayla seguía llorando. Hablé con ella como lo hice antes.
La llevé a la cama. Nos acostamos debajo de las sábanas, abrazados.
Sus lágrimas finalmente se detuvieron, y cuando el silencio cayó sobre
nosotros, dejé de hablar también. Me aparté un poco y vi que tenía los ojos cerrados.
Le aparté las lágrimas y acaricié suavemente sus mejillas.
Nos quedamos así por un rato y, finalmente, Ayla abrió lentamente los ojos.
Traté de sonreír pero me resultó difícil. Mi corazón estaba en agonía. Me dolía
muchísimo, era casi imposible respirar.
Cuando Ayla me miró, contuve el aliento.
Las emociones que había visto en su mirada antes se habían ido.
—Ángel —susurré—. Déjame verte... llorar, estar enojada. Pégame. Grítame.
Pero ya no puedo soportar mirar tus ojos vacíos.
Ella continuó mirándome en silencio y luego cerró los ojos.
Eso fue todo. Suspiré y esperé a que su respiración se nivelara.
Me alejé lentamente y me levanté de la cama. Mi pierna seguía doliendo, los
músculos se contraían dolorosamente mientras cojeaba.
Después de quitarme el abrigo y los pantalones, examiné la herida. No
sangraba, pero dolía como si me estuvieran arrancando los puntos de sutura de la
piel.
Me estaba quitando la camisa cuando me congelé.
—Estás… he… herido.
Mis ojos se abrieron, mi boca se abrió.
Esa voz. Esa hermosa voz.
Las palabras se pronunciaron tan suavemente, su voz ligeramente áspera. Pero
la escuché.
Mi garganta se secó repentinamente y mi corazón latió tan fuerte que lo
escuché en mis propios oídos. Mi pecho se apretó. Girando, me enfrenté a mi Ángel.
Estaba mirando mi pierna con sus ojos verdes sin vida. Pero ella jodidamente
me habló. A mí.
Me llevé el puño a la boca y contuve las emociones antes de aclararme la
garganta.
—Estoy... bien —respondí, dando un paso adelante.
Su mirada permaneció fija en mi herida durante otro minuto antes de que me
mirara a los ojos.
Nos miramos el uno al otro. Azul contra verde.
Ella no dijo más palabras.
Finalmente, cerró los ojos y se enterró más profundamente debajo del edredón.
Esta vez sonreí.
Había prometido devolverle a Ayla sus alas.
Y seguiría luchando hasta que mi Ángel pudiera volar de nuevo.
Capítulo 8
Ayla

Lo odio.
Al hombre con esos hermosos ojos azules, lo odio.
Odiaba que me hiciera sentir. Odiaba que su toque me hiciera sentir.
Quería volver a estar entumecida, pero él era persistente, nunca me dejaba
sola.
Alessio.
Ese era su nombre. Mi Salvador. Pero ya no era mi salvador. No quería que lo
fuera.
Quería que se fuera. Quería volver a no sentir nada.
Había luchado por tanto tiempo. Luché contra él por tanto tiempo. Su voz, su
toque, sus gentiles besos, sus suaves ojos azules. Luché para mantenerme sin
sentimientos.
Pero cada día, se hacía más difícil.
Sin embargo, todavía me preguntaba. ¿Es todo sueño?
Nada tenía sentido.
Todo estaba borroso. Todo dolía.
El Diablo ya no estaba aquí. El Diablo ya no me haría daño.
Solo él estaba aquí. Alessio
No importaba si mis ojos estaban abiertos o cerrados, él estaba allí.
Simplemente no me dejaría en paz.
A veces, no sabía cómo sentirme.
Esperaba que mi salvador viniera. ¿Pero era él real? ¿O era este un truco del
Diablo?
El toque de Alessio no me hacía daño. No como el del Diablo.
No, su toque me tranquilizaba. Cuando todo dolía, me tranquilizaba.
Me abrazaba con fuerza y me susurraba al oído. Como lo estaba haciendo
ahora.
Cerré los ojos y me negué a escucharlo. No quería escuchar su voz. Su voz traía
recuerdos.
A veces buenos. A veces dolorosos. Todo era doloroso.
Incluso los buenos recuerdos. Pero no tenían sentido. Siempre fui feliz Y en
esos recuerdos, Alessio siempre estaba allí.
Le odiaba. Lo odiaba mucho.
No quería que me tocara. No quería que me susurrara al oído.
Quería gritar.
Pero no podía encontrar mi voz. El Diablo odiaba cuando hablaba. Entonces me
quedaba callada.
Incluso cuando Alessio hablaba sin cesar y me rogaba que hablara, no podía. No
lo hice. Con mi silencio, esperaba que se fuera.
—Ángel, háblame.
Su voz era suave y dolorosa a la vez.
Soñé contigo antes de que vinieras a mi vida. Cuando era un niño, soñaba contigo.
Cabello negro y ojos verdes, con una hermosa sonrisa. Mi Ángel.
Cerré los ojos con fuerza contra el destello de recuerdos. Sentí mi pecho
apretarse. Cada vez que hablaba, traía recuerdos.
No sabía si eran reales. El piano, las flores, o incluso ese hermoso río.
Incluso me llamaba Ángel. Justo como en mis sueños.
Mi garganta se cerró y abrí los ojos. Lo miré a los ojos azules. Siempre me
encontraba perdida en ellos.
Tenía esos mismos ojos azules, tal como los había soñado. Realmente era mi
salvador.
— ¿Tocarás para mí, por favor? —Sonaba como si estuviera rogando.
¿Quieres tocar?
Puedes seguir tocando el piano si quieres.
¿Había hecho eso antes?
— Quiero bailar contigo, Ángel. Quiero verte sonreír como antes. Sigo
recordando ese día. Eras tan feliz, sonriendo y riendo. Todavía puedo escuchar tu
hermosa risa mientras te giro.
¿Puedo tener este baile, Ángel?
Escuché su voz en mi cabeza, aunque sabía que no las decía ahora.
Allí estaba. Otro recuerdo que me dificultaba la respiración.
Sentí sus labios en mi frente. —Quiero verte así de nuevo.
Cerré los ojos ante sus palabras. Sus brazos se apretaron alrededor de mi
cintura.
—Mírame, Ángel. Vamos, dame esos hermosos ojos verdes.
Ayla, mírame.
Sabes que no te dejaré ir hasta que me des lo que quiero.
No vuelvas a apartar tu mirada de mí.
Mis ojos se abrieron de golpe y vi a Alessio sonreír.
Su voz estaba en mi cabeza otra vez.
—Ahí tienes. —Él inclinó la cabeza hasta que nuestras narices se tocaron—. No
vuelvas a apartar tu mirada de mí.
Mi corazón latió rápidamente. Esas palabras, era otro recuerdo. Odiaba cuando
apartaba la vista de él.
Tantas emociones se agolpan dentro de mí. Me estaba volviendo loca. Nada
tenía sentido. Estaba tan perdida.
Pero ya no quería perderme.
Alessio levantó su mano y su dedo tocó mi mejilla. Su toque era gentil, lo
opuesto al del Diablo.
—Voy a cambiarme y luego dormiremos. ¿Está bien?
Se levantó y volví a cerrar los ojos.
Te ves más hermosa con el cabello suelto.
Abrí los ojos nuevamente cuando escuché a Alessio. Nuestros ojos hicieron
contacto. Me había llamado hermosa.
Mi piel se sentía cálida y sentí una extraña sensación en mi corazón. Se me
encogió el estómago.
Lo vi quitarse la camisa. Solo llevaba pantalones grises.
Normalmente duermo desnudo, pero pensé que no te sentirías cómoda con eso.
Puedo acomodarte con los pantalones deportivos, pero odio dormir con camisas.
Su voz sonaba en mis oídos mientras caminaba hacia mí. Lo vi cojear un poco,
arrastrando las piernas detrás de él.
Sentí una repentina oleada de emoción. Al igual que antes, cuando lo había
visto herido.
Cuando hablé.
Estás herido.
Verlo herido me hizo sentir dolor. Me recordó a cuando yo estaba herida.
Me recordó a cuando quería que alguien me consolara. Cuando quería que
alguien me hablara, para hacerme sentir mejor.
Entonces hablé.
Y luego me di cuenta de mi error.
Lo había dejado ganar.
Después de luchar tanto tiempo para no sentir, me había dejado sentir.
El sentimiento hizo que todo doliera. Doliera mucho.
Desearía estar de vuelta allí. Con el Diablo.
Porque entonces, estaba entumecida. Eso era mucho mejor. Nada dolía. Los
recuerdos no eran dolorosos porque no tenía recuerdos.
Quería que siguiera así.
No quería lastimarme. Ya no.
Me aparté de Alessio. Él solo me sostenía, su brazo alrededor de mis caderas,
su palma sobre mi estómago.
Me frotó el vientre suavemente. —Cálmate ahora, pequeño luchador.
Proteger a mi bebé. No importa qué. Tengo que proteger a mi bebé.
Escuché las palabras en mi cabeza. Cerrando los ojos, respiré.
La voz en mi cabeza me pertenecía. No entendía lo que significaban las
palabras; Todo lo que sabía era que tenía que proteger a alguien.
Incluso cuando estaba con el Diablo, protegí al bebé. Incluso cuando no me
entendía, nunca dejé que tocara mi estómago. Mis acciones fueron hechas
inconscientemente. Como si hubiera sido perforado en mi cabeza.
—Duerme, ángel. Te cuidaré.
Duerme, ángel. Te cuidaré.
Lo odio. Odiaba su voz, odiaba los recuerdos que traía.
Pero también odiaba querer esos recuerdos.
Aunque odiara todo eso, muy dentro de mí, vivía por esos pequeños vistazos de
mi pasado.
Capítulo 9
Alessio

Sentí a Ayla moverse en mis brazos. Suspiró casi adormilada y se enterró más
profundamente en mi abrazo. Al abrir los ojos, con mi visión aún nublada por el
sueño, la miré.
Estaba durmiendo tranquilamente, una imagen contradictoria después de la
pesadilla que tuvo hace unas horas.
Habían pasado unos días desde que habló, pero las pesadillas la habían
acosado todas las noches desde entonces.
Ella estaba sintiendo de nuevo. Sus emociones eran pequeñas, casi invisibles,
pero definitivamente allí. Las pesadillas eran prueba de ello.
Ayla pensaba que permanecer entumecida sería mejor, sin darse cuenta de que
lentamente se estaba destruyendo a sí misma al no sentir nada.
Ella tenía que dejarlos salir. No me detendría hasta romper todas las paredes
alrededor de su corazón.
—Buenos días, Ángel —le susurré al oído. Colocando un beso allí, me sostuve
sobre mis codos. Ella suspiró de nuevo y abrió los ojos parpadeando.
Ayla me miró fijamente por un momento y luego volvió a cerrar los ojos,
negándose a reconocerme. Como todos los días.
Gatita. Que inocente. Parecía haber olvidado que yo era un terco hijo de puta.
Ella podría pelear conmigo todo lo que quisiera, pero al final ganaría.
Había ganado antes. Iba a ganar de nuevo.
—Ya es tarde. Necesitas despertar y comer —insistí, besándola en la nariz.
Me di cuenta de que arrugó la nariz y volvió a abrir los ojos.
Ayla se apartó de mi abrazo y luchó por sentarse. Colocando un brazo detrás de
su espalda, la ayudé a sentarse.
Descansé mi palma sobre su firme abdomen. Cuando sentí una patada, sonreí.
Era imposible no hacerlo. —Buenos días a ti también.
Ayla trató de alejarse de mi mano, pero la presioné más firmemente contra su
estómago, sintiendo que el bebé jugaba al blanco.
Aparté mi mano y Ayla colocó la suya sobre la redondez, sosteniéndola
protectoramente. Al menos ella estaba reconociendo al bebé.
Miré a Ayla hasta que ella miró hacia otro lado. A veces mostraba emociones
sutiles, pero se iban rápidamente.
Ella estaba luchando contra sí misma.
Supuse que también tenía que luchar contra ella.
Me moví rápidamente entonces, sorprendiéndome incluso a mí mismo.
Siempre fui paciente. Parecía que mi paciencia se estaba acabando lentamente.
Moviéndome sobre Ayla, con mis muslos en cada lado de sus caderas, acerqué
mi rostro al suyo.
Sus ojos se abrieron en estado de shock. Allí estaba. Finalmente, una emoción.
La vi tragar con fuerza, y su mirada se movió lentamente sobre mi cara.
Palmeé sus mejillas suavemente, nuestras narices se tocaron ligeramente. —
Vuelve a mí, Ángel. Te estoy esperando. Déjame ayudarte. Dame la oportunidad de
curarte de nuevo. Danos una oportunidad. Lucha por nosotros.
Ella cerró los ojos. Mujer obstinada.
—Ayla, abre los ojos.
Sus ojos se abrieron de golpe. —Te lo dije antes y te lo diré de nuevo: no
apartes la vista de mí. Quiero tus ojos en mí. Mirándome. Viéndome. Solo a mí, Ayla.
No me perdí cómo su aliento se quedó atrapado en su garganta y cómo me
miró con los ojos muy abiertos.
Ayla se lamió los labios y trató de apartar la mirada. Noté que sus manos se
frotaban el estómago, casi con enojo. Estaban temblando. Cuando la miré a la cara, vi
que parecía perdida y asustada.
Ayla parecía agitada.
¡Mierda! Empujé demasiado.
—Ángel —murmuré, besando la comisura de su boca—. Si no me hablas, no
puedo ayudarte. Y quiero ayudarte.
Ayla parpadeó varias veces y giró la cabeza hacia mí, con expresión de
asombro. Ladeó la cabeza como si esperara que continuara.
Sentí mis propios ojos abrirse mucho. Le había dicho esas palabras antes.
Mi corazón se apretó ante la posibilidad de que ella recordara. Mis manos
temblaron mientras acariciaba sus mejillas.
—Vales más de lo que piensas —susurre suavemente. Varios meses atrás le
había dicho esas palabras exactas. Y ahora las susurraba de nuevo, esperando que
hicieran otra diferencia.
Presioné nuestras frentes juntas, sosteniéndola contra mí. —Traes felicidad a
los demás. Traes luz, mi Ángel. Me cambiaste. Me hiciste sentir. No me di cuenta de
que estaba dejando que las sombras me controlaran todo este tiempo. No hasta que
llegaste a mi vida. Me trajiste luz. Como un verdadero Ángel.
Fui débil antes. Cuando se cortó y le dije esas palabras, mantuve mis
verdaderos sentimientos ocultos. Me había negado a decirle la verdad que le dije
ahora.
Pero las cosas habían cambiado desde entonces. Yo había cambiado
Y ahora iba a reescribir nuestra historia.
Con un suspiro, me alejé de ella. Ella exhaló ruidosamente, el edredón apretado
fuertemente en sus manos.
Puse mi mano justo al lado de la de ella. Estaban a centímetros de distancia.
Tan cerca pero sin tocarse.
— ¿Puedo tocarte?
Su mirada se movió a nuestras manos, pero no respondió. Sabía que no lo
haría.
— ¿Puedo tomar tu mano?
Ayla abrió la boca y se quedó sin aliento. Su cabeza se levantó de golpe, sus ojos
sorprendidos se encontraron con los míos.
Sentí que mi pecho estaba siendo abierto cuando vi lágrimas formándose en
sus ojos. Ella miró nuestras manos. Tan cerca. Quería tocarla. Sabía que podía si
quería.
Pero no me moví. La esperé
Sus lágrimas no cayeron. Ella tragó varias veces antes de pasar su mano sobre
su estómago, dándome su respuesta.
Sentí un déjà vu.
Me reí por lo bajo. —Bien. Así es como vas a jugar.
Me puse de rodillas hasta que nuestras caras casi se tocaron. —Jugaré tu juego
entonces —continué—. No te tocaré. No hasta que me lo pidas.
Casi podía ver el recuerdo parpadeando detrás de sus ojos. La forma en que sus
labios se separaron con sorpresa, la delató.
—No te tocaré. No hasta que me lo supliques —terminé, mi voz baja y
deliberadamente seductora.
Estábamos a punto de volver al principio.
Ayla se estremeció antes de cerrar los ojos con fuerza. Estuve tentado de
tomarla en mis brazos y abrazarla. Quitarle todo el dolor. Mantener sus pesadillas
lejos.
Pero había estado haciendo esto por semanas. No hacía mucha diferencia.
Así que íbamos a jugar de otra manera.
—Lena traerá nuestro desayuno. Después de darte de comer, tengo que
ocuparme de algunas cosas. Sin embargo, no estaré lejos —le expliqué.
Esto era casi una rutina. Después de su ataque de pánico, le explicaba lo que
estaba haciendo y hacia dónde iba. Era para mantener su mente tranquila. Para
hacerle saber que siempre estaba allí.
Alejándome de la cama, miré el espejo de cuerpo entero, mirando a Ayla de
cerca. Se levantó de la cama y me siguió al baño.
Bien. Poco a poco estaba haciendo las cosas por sí misma.
Me lavé los dientes y ella me copió. Nos lavamos la cara y, mientras me
cambiaba, ella mantuvo su vestido.
La bandeja del desayuno ya nos estaba esperando cuando salimos del baño.
Ayla se sentó a su lado de la cama, esperando.
Colocando la bandeja entre nosotros, le di pequeños bocados mientras comía
también. No dije ni una palabra. Ayla me miró confundida, pero nunca pronunció
una palabra.
Cuando llamaron a la puerta, me levanté de la cama. —Esa debe ser Maddie —
le murmuré a Ayla.
—Adelante —grité, poniéndome la chaqueta del traje. Maddie entró y le sonrió
a Ayla.
— ¿Estás lista para la gira? —preguntó ella, mirando a Ayla expectante. No es
que Ayla haya respondido alguna vez.
—Hoy puedo llevarte al jardín trasero —continuó Maddie, ayudando a Ayla a
levantarse de la cama.
Después del ataque de pánico de Ayla, Maddie pensó que sería bueno ayudar a
Ayla a familiarizarse con la finca nuevamente.
Ayla me miró, esperando mi respuesta. Ella siempre hacia eso. Como si pidiera
mi permiso. Si dijera que sí, ella iría. Si dijera que no, ella nunca diría nada, pero se
quedaría en la habitación.
Ya no.
— ¿Quieres ir con Maddie? —pregunté.
Vi sus cejas fruncidas en cuestión, sus manos temblando a su lado.
Vamos Ángel. No tengas miedo. Estaré allí para atraparte si caes.
—Ayla, ¿quieres ver el jardín trasero con Maddie? —Insistí.
Se quedó callada, pero vi que su respiración se había acelerado. Maddie me
miró preocupada, pero me quedé concentrado en el hermoso Ángel que tenía
delante.
Ella me miró fijamente. Ayla respiró hondo, su mirada nunca se apartó de la
mía. Era como si estuviera sacando valor de mí.
Como si le estuviera dando la fuerza.
Sonreí alentadoramente. Todavía mirándome a los ojos, ella asintió levemente.
¡Sí joder!
Quería gritar, lanzar mis manos al aire y saltar. ¡Ella lo hizo!
Sosteniendo mi puño contra mis labios presionados, me aclaré la garganta,
pero las emociones se desbordaban.
—Estaré en mi oficina. Disfruta tu día con Maddie. Ella cuidará bien de ti —dije.
Ella asintió nuevamente. Esta vez, fue imposible ocultar la sonrisa.
Asintiendo con la cabeza a Maddie, salí de la habitación. Saqué el teléfono del
bolsillo y llamé a la única persona que sabía que podría ayudarme.
— ¿Qué es? —la voz respondió.
—Nina, te necesito en mi oficina en una hora.
—Estaré allí —respondió. Colgué antes de que ella pudiera decir algo más.
Nikolay y Viktor ya me estaban esperando afuera de mi oficina. Asentí con la
cabeza y me siguieron al interior.
— ¿Qué están haciendo Isaak y Lyov? —pregunté.
—Las empresas funcionan sin problemas. Sorprendentemente. Parece que
todavía no han perdido el toque —se quejó Viktor.
—Eso es bueno. —Asentí. Sabía que mantendrían todo en línea.
— ¿Las mujeres de los clubes?
—Con Alberto fuera del país y sus hombres escondidos, tenemos control total
sobre los clubes. Incluso los que le pertenecen. Bajo estrictas órdenes de Lyov, las
mujeres reciben un trato justo —respondió Nikolay.
—Las que han sido abusadas de forma intensiva están bajo cuidado —agregó
Viktor—. Si tan solo tuviéramos a Alberto en nuestras manos. Él es el único jodido
problema ahora.
— ¿Alguna noticia de él? —Pregunté, recostándome en mi silla.
Sacudieron la cabeza en silencio.
— ¡Necesito respuestas! —bramé—. La información de los miembros del Black
Club nos llevó a un callejón sin salida. No nos trajo nada.
Dijeron que Alberto se estaba escondiendo en Canadá. Cuando mis hombres
llegaron allí, ya se había ido.
Alberto era inteligente. Nunca se quedaba en un lugar. Se movía cada pocos
días y no dejaba huellas. Era casi imposible rastrearlo.
—Estamos haciendo todo lo que podemos, Alessio —murmuró Viktor. Se pasó
la mano por la cara con frustración—. Pero no lo olvides. Podremos ser poderosos,
pero él es igual de poderoso. Él tiene conexiones en todas partes. Cuando un hombre
de la mafia quiere salir de la red, es imposible encontrarlo. Lo sabes mejor que
nadie. Lyov e Isaak lo lograron. Tú también lo hiciste una vez.
—No me importa quién es o qué está haciendo. Todo lo que sé es que mientras
él esté vivo, Ayla y el bebé no estarán a salvo. Lo necesito muerto. Necesito su sangre
en mis manos. Hasta entonces, no descansaré —gruñí peligrosamente.
—No nos detendremos hasta que lo encontremos. Mark dijo que también tiene
información. Iré allí mañana. Veremos qué tiene y cómo puede ayudarnos —agregó
Nikolay.
—Bien —murmuré.
— ¿Qué quieres hacer con Artur y Enzo? —Preguntó Viktor, cruzando los
brazos sobre su pecho.
Ante la mención de Artur, una repentina oleada de furia me atravesó. Sostuve
la mesa con fuerza hasta que mi nudillo se volvió blanco.
—Mantenlos vivos —gruñí—. Los necesito vivos hasta que Alberto sea
encontrado.
Viktor sacudió la cabeza.
— ¿Estás seguro? Artur está prácticamente muerto. También lo está Enzo.
—No me importa cómo lo haces. Los necesito vivos. Cuando Alberto sea
encontrado, los acabaré a todos juntos. Como una pequeña reunión familiar. Estoy
seguro de que les gustará —gruñí.
Respirando profundamente, liberé la mesa de mis manos. —Después de todo,
todavía no he terminado con ellos. No han derramado suficiente sangre. Su dolor no
es ni la mitad de lo que Ayla ha tenido que pasar.
Miré directamente a Viktor. —Cuando termine con ellos, ni siquiera podrán
rogarme que los mate. Ni siquiera si quisieran.
Vi a Viktor levantar una ceja y sonrió casi sádicamente. —Ahora eso es lo que
me gusta escuchar. Casi pensé que te estabas ablandando. Parece que me equivoqué.
Sigues siendo un maldito loco.
Sacudí la cabeza ante su estúpida suposición. —Siempre seré uno.
Antes de que pudiera decir algo más, cambié de tema. No quería que me
recordaran quién era, que hice.
Era un monstruo. He matado sin ningún remordimiento. No me importaba
Lo que siempre me preocupaba era... ¿qué pensaría Ayla de mí? ¿Cuándo
descubriera lo que había hecho para llegar a ella?
— ¿Hay algo más? —Pregunté rápidamente, tratando de aclarar mis
pensamientos.
Nikolay asintió y habló de todas las cosas que me había perdido mientras
cuidaba a Ayla. Lyov e Isaak habían podido encargarse de cosas que casi había
arruinado.
Nikolay hizo una pausa cuando llamaron a la puerta.
—Adelante —grité, sabiendo quién era.
La puerta se abrió, revelando a Nina. Entró antes de cerrar la puerta de un
puntapié. — ¿Qué necesitabas?
—Necesito hablar con Nina a solas —dije en voz alta. Vi a Viktor levantar una
ceja, pero salió sin decir una palabra.
—Nikolay, necesito que te quedes afuera en la puerta —ordené. Él asintió y
salió también, cerrando la puerta detrás de él.
Miré a Nina mientras se sentaba en el sofá. —Así que, ¿qué es? ¿Alguien que
necesite matar? Podrías haberme dicho el nombre por teléfono.
—Desnúdate.
Su boca se abrió y luego se cerró de nuevo. — ¿Qué? —farfulló.
Me crucé de brazos. —Me escuchaste.
—Mira, ya no estoy de encubierta en los clubes. No soy una stripper. Y ya no
soy tu follamiga. Así que no.
—Yo tampoco quiero follarte. No es por eso que estás aquí. No estoy interesado
en ti —respondí secamente.
—No sé si sentirme insultada o no—respondió ella, enviándome una mirada
feroz.
—Parece que tengo que deletrear todo para ti —le dije, acomodándome en mi
asiento.
Ella puso los ojos en blanco. —Oh, por favor, ilumíname.
Así que lo hice.
Y ella se rio. — ¿De verdad crees que funcionará?
Tragué saliva con la pregunta y me froté la frente con cansancio. —Esto podría
ir realmente mal o darnos un buen resultado.
— ¿Y si sale mal?
—Entonces volvemos al punto de partida. Pero estoy esperando buenos
resultados.
—Genial, lo haré —estuvo de acuerdo. Nina se quitó su chaqueta negra y su
camisa.
Cuando solo estaba en ropa interior, caminó hacia mí. Empujé mi silla hacia
atrás, dándole espacio para que se acomodara entre mis piernas.
Solté un fuerte suspiro y cerré los ojos. La sentí arrodillarse entre mis muslos
abiertos. Cuando sus manos hicieron contacto con mis piernas, me congelé.
Temblé de pánico y miedo. ¿Qué pasa si esto salió mal?
Agarré la mano de Nina. —No me toques —gruñí, quitando sus manos.
—Lo tengo —murmuró.
Conté los segundos en mi cabeza, y cada segundo fue abrumador.
Cuando escuché la voz de Maddie y la puerta abrirse, mis dedos se cerraron
sobre el cabello de Nina y acercaron su cabeza a mi entrepierna.
Sera mejor que esto funcionara.
Guie su cabeza hacia arriba y hacia abajo, imitando el movimiento de ella
chupándome. Abrí los ojos y vi a Ayla mirándome.
Sonreí e incliné mi cabeza hacia atrás. Mi Ángel se quedó helado, su mirada se
dirigió a la cabeza de Nina antes de volver a mis ojos.
Allí estaba. La chispa que estaba buscando.
Había una pizca de ira en esos hermosos ojos verdes. Se llevó las manos al
estómago y se frotó el vientre redondeado, tratando de calmarse.
Su pecho se movía más rápido, su respiración se hacía más fuerte.
Gemí y jodidamente lo odié.
Ayla sacudió la cabeza y vi lágrimas en sus ojos. Parecía herida.
Debería haber estado avergonzado. Esperé el dolor punzante en mi pecho.
Estaba allí. Definitivamente estaba allí al ver a Ayla herida.
Pero también estaba jodidamente extasiado.
Al menos no era insensible a lo que estaba viendo.
Cuando gemí de nuevo y actué como si me viniera, vi una lágrima deslizarse
por su mejilla. Me rompió el corazón, e instintivamente aparté a Nina.
Se puso de pie y rodeó el escritorio, apoyando las caderas contra él. —Hola —
dijo con voz ronca.
Ayla se encogió y dio un paso atrás. Eso solo confirmó mi sospecha.
Al ver a Nikolay en la puerta de nuevo, Nina y yo juntos, definitivamente le
trajo algunas cosas del pasado. Un recuerdo lejano de nosotros.
Solo esperaba que esto no la alejara más de mí.
Miré a Maddie. Ella asintió y tomó el brazo de Ayla, sacándola de la habitación.
Tan pronto como se cerró la puerta, me puse de pie y miré hacia la ventana,
mis músculos se tensaron. —Odie hacer esto.
Golpeando la pared a mi lado, cerré los ojos.
—Si soy sincera, fue bastante incómodo. ¿Pero encontraste lo que buscabas? —
Nina preguntó en voz baja.
—Sí, lo hice. Solo necesito ver las consecuencias ahora —murmuré, mi pecho
se sentía pesado. Mis pulmones estaban apretados y era más difícil respirar.
—Espero que funcione —dijo antes de irse.
Me quedé en la oficina unos minutos más. Caminando a lo largo, no pude
borrar la imagen de las lágrimas de Ayla.
El miedo y la preocupación se instalaron dentro de mí, ahogándome. Cuando
no pude soportarlo más, salí de la oficina. Sabía que Ayla me estaría esperando en
nuestra habitación. Maddie recibió instrucciones estrictas de llevarla de vuelta allí.
Me detuve fuera de la puerta, sintiéndome repentinamente nervioso.
Frustrado por la incertidumbre, mis dedos se apretaron en puños y respiré
hondo.
Abrí la puerta y entré para encontrar a Ayla sentada en la cama. Su cabeza se
giró hacia la mía, sus hombros tensos. Vi miedo en sus ojos, pero desapareció
rápidamente cuando vio que era yo.
Se puso de pie y se llevó la mano a la garganta. Era nerviosismo.
Ayla me miró, su pecho subía y bajaba, su respiración era áspera. Di un paso
adelante y Ayla contuvo un sollozo.
Ella retrocedió hasta que tocó la pared. Ayla sacudía la cabeza varias veces y se
frotaba la garganta con furia.
Vi su rostro desmoronarse y luego lloró en voz baja. Cuando intenté avanzar
otra vez, ella negó con la cabeza. Sus ojos se agrandaron y jadeó.
—Yo... yo... respirar... no puedo... respirar...
— ¡Mierda! —Maldije, avanzando a toda prisa. Tomándola en mis brazos, llevé
a Ayla a la cama.
Me senté en el borde, colocándola en mi regazo. —Cálmate. Está bien. No
intentes respirar demasiado rápido. Tómalo con calma. Shhh... Te tengo, Ángel.
Respira lentamente. Inhala y exhala.
Ayla apoyó su cabeza sobre mi hombro, pero la escuché respirar lentamente,
tal como le dije.
Cuando su respiración finalmente se calmó, la escuché llorar suavemente en mi
hombro. Seguí sosteniéndola en mi abrazo, sin dejarla ir ni una sola vez.
Ayla tampoco intentó alejarse. No, ella tenía un apretón mortal en mis brazos.
Sus lágrimas hacían que me doliera el corazón de la manera más dolorosa.
Había una extraña mezcla de emociones que se acumulaba dentro de mí.
Agonía y felicidad. No sabía a cuál aferrarme.
Entonces, en cambio, solo sostuve a mi Ángel. La dejé ser mi ancla, mientras yo
era la suya.
Cuando sus lágrimas finalmente se secaron, la moví en mis brazos y la acosté
en la cama.
Tenía los ojos cerrados, pero su cara estaba roja e hinchada por el llanto. Esta
era la segunda vez que lloraba desde que la rescatamos. Ambas razones no tenían
nada que ver con su cautiverio, sino todo que ver conmigo.
En ese momento, me di cuenta de que todos mis esfuerzos no se iban a perder.
Ella me conocía. Ayla me sentía en lo profundo de su corazón.
Tenía que seguir creyendo en nosotros.
Dándole una última mirada, fui a levantarme pero sentí algo apretarse
alrededor de mi muñeca.
Mis ojos se abrieron y miré hacia abajo para ver a Ayla sosteniendo el borde de
mi manga, evitando que me alejara.
Mi cabeza se levantó de golpe y vi que tenía los ojos abiertos. Nuestras miradas
hicieron contacto y nos quedamos viéndonos. Respiramos. Un ritmo a juego entre
nosotros.
Vi a Ayla tragar varias veces. Ella miró mi mano antes de mirarme a los ojos
otra vez.
Esperé... no sabía cuánto tiempo, pero esperé.
Sus labios finalmente se separaron, y su voz era melodía para mis oídos.
— ¿Puedes... por favor… abrazarme?
Las palabras fueron pronunciadas suavemente. Ella tartamudeó pero nunca
apartó sus ojos de los míos.
Mi corazón dio un salto. Mi estómago se apretó, y con el corazón en la garganta,
asentí.
—Te abrazaré, Ángel. Te sostendré por el tiempo que quieras que lo haga.
Inclinándome hasta que nuestras narices se tocaron, dije: —E incluso cuando
no quieras que te abrace más, todavía no te dejaré ir.
Vi sus mejillas enrojecerse. Colocando un beso en la punta de su nariz, me
acosté a su lado.
Antes de que pudiera moverme, se volvió hacia mí y se enterró en mi pecho.
Entonces sonreí.
Envolví mis brazos alrededor de sus caderas, acercándola. Su estómago estaba
en el medio, pero la rodeo lo mejor que pude. Cuando finalmente la abrazó
firmemente, besé su mejilla.
Ella suspiró en mi pecho, sus brazos apretados alrededor de mi cintura. Mi
corazón salto de alegría.
Los dos estábamos callados.
Estaba casi dormido cuando ella rompió el silencio.
Sus palabras me tomaron por sorpresa. Demonios, su voz fue un shock para mí.
No esperaba que volviera a hablar. Pero ella lo hizo.
Y nunca había esperado que pronunciara esas palabras.
—Eres mi salvador —susurró suavemente en mi pecho.
Sus brazos eran una banda de acero alrededor de mis caderas. Yo era su
salvador. Justo como antes.
Mi nariz se erizó. Era casi demasiado para soportar, así que solo podía
imaginar lo que Ayla estaba pasando.
—Eres mi salvador —susurró de nuevo—. No el de ella.
Mis ojos se abrieron en asombro, finalmente entendiendo a dónde iba. Sus
palabras estaban llenas de inocencia, su voz sonaba tan infantil, casi asustada.
—No eres de ella —continuó con voz quebrada, robándome el aliento.
Levantando mi mano, coloqué un dedo debajo de su barbilla e incliné su cabeza
hacia arriba. Ella me miró con lágrimas en los ojos. Sus ojos verdes estaban
vidriosos. Me recordó a la primera vez que nos conocimos.
— ¿No... me dejarás? —preguntó suavemente.
Sacudí mi cabeza y presioné nuestras frentes juntas. —No. No. No. Ayla, no te
dejaré.
— ¿Ella no... te alejará... de mí? —Su expresión estaba tan rota. Se veía tan
herida y asustada.
Acerqué su cuerpo al mío. —No, Ayla. Nunca te voy a dejar. Te hice una
promesa antes. Dije que nunca te dejaría. Cumpliré esa promesa. Ella no me alejará
de ti.
Nuestros labios se unieron en un toque ligero como una pluma. —Tú eres mi
Ángel.
Ayla cerró los ojos y sentí que la tensión en sus hombros desaparecía
lentamente.
—Cuando... estaba con... el Diablo... eras mi salvador. No eres de ella. No
puedes... ser suyo —continuó Ayla, rompiendo mi corazón aún más.
—Shhh... No soy de ella. Soy tuyo, Ángel. Solo tuyo. Era tuyo antes. Lo soy
ahora. Y siempre seré tuyo. Igual que tú eres mía —susurré en sus oídos, esperando
que ella recordara esas palabras más tarde.
—Al igual que yo soy tu salvador. Tú eres mi bello Ángel.
Ella tarareó contra mi pecho. Tenía los ojos cerrados y supe que se estaba
quedando dormida rápidamente.
Sonriendo, miré la belleza en mis brazos.
Te voy a esperar, Ángel. Siempre. Este es mi jodido voto para ti.
Capítulo 10
1 semana después

—Date la vuelta —ordené suavemente. Ayla hizo lo que le dije y se giró.


— ¿El agua está demasiado caliente? —Pregunté, enjabonando su columna
vertebral.
—No —respondió en voz baja.
Sonreí ante su respuesta y continué bañándola. Froté sus piernas y luego le di
vuelta. Exprimiendo un poco de champú en mi palma, masajeé su cabello.
Ella cerró los ojos y se inclinó hacia mí. Me reí entre dientes y rápidamente la
enjuagué. —Ahí tienes. Todo listo.
Ayla abrió los ojos y me miró con los ojos desprovistos de cualquier emoción.
—Gracias.
Besé sus labios y la ayudé a salir de la ducha. Después de envolver las toallas
alrededor de los dos, le sequé el cabello.
Ella suspiró casi soñadoramente antes de recostarse contra mi pecho. — ¿Eso
se siente bien?
—Si. —asintió.
— ¿Quieres que te cepille el cabello?
Ella asintió nuevamente. —Por favor.
Entramos en el dormitorio y ella se acomodó en la cama. Me subí detrás de ella
y comencé a peinarle hasta que su cabello quedó liso y brillante.
—Todo listo"—murmuré, besando su hombro—. Te ves hermosa, Ángel.
Vi un pequeño indicio de sonrisa en sus labios. Me aturdía ver nuestro
progreso.
—La más hermosa. —La esquina de sus labios se alzó en una sonrisa
fantasma—. ¿Qué hay de mí? —Bromeé
Me levanté de la cama y me paré frente a ella. Ayla me miró con la boca abierta.
Sabía que la estaba presionando. Ayla no hablaba más que unas pocas palabras.
Si. No. Está bien. Por favor. Gracias.
A veces decía una oración si era algo que realmente quería decir. Pero eso era
raramente.
Si ella hablaba, era solo para mí.
Enloquecía a Maddie que Ayla no le hablara.
Ayla estaba mayormente callada y solo observaba.
Si mostraba alguna emoción, era porque hice algo que le recordaba el pasado.
Ella todavía no había tocado una canción en el piano.
Pero sabía que estar en esa habitación le daba paz. Justo como el arroyo.
Siempre llevaba una mirada serena en su rostro cada vez que estaba allí.
Sus ojos brillarían de la manera más leve, mostrando los pequeños trozos de
felicidad que sentía en esos momentos.
Ayla se aclaró la garganta, sacándome de mis pensamientos. Se mordió los
labios nerviosamente y miró su regazo.
—Está bien —enmendé rápidamente.
Sosteniendo su barbilla, sonreí. —No tienes que decir nada que no quieras.
Le di un beso en la frente y me alejé. —Necesito ir a cambiarme.
—Eres hermoso.
Mi boca se abrió, y rápidamente la cerré. Casi me quedo sin aliento y tuve que
tragar varias veces.
Lo había dicho tan rápido, y ahora estaba evitando mis ojos.
Sonreí. Era tan preciosa.
No pude evitar sonreír cuando respondí. —Gracias, Ángel. Aunque no me
hubiera importado si me hubieras llamado pecaminosamente delicioso y sexy.
Hubiera hecho grandes maravillas para mi gran ego.
Ella contuvo el aliento en sorpresa, con los ojos muy abiertos. — ¿Recuerdas
eso también? — Murmuré
Cuando ella no respondió, besé sus labios y me aparté. — Necesito ocuparme
de algunas cosas. Puedes tomar una siesta, e iremos a la sala del piano cuando
regrese.
Ayla asintió en silencio y yo entré en el armario. Después de vestirme, salí para
ver a Ayla ya en la cama.
Dándole una última mirada, salí.
Encontré a Viktor en el gimnasio. —Ayla habló por primera vez cuando me vio
herido — comencé.
Viktor me miró sorprendido y luego sonrió antes de estallar en carcajadas. —
Oh, esto va a ser divertido.
—Jódete — gruñí, golpeando el saco de arena. Mis nudillos estaban desnudos, y
sabía que pronto sangrarían.
—Lo siento no estoy interesado. Me encantan los coños mojados —se rió
Viktor, subiéndose las mangas.
Aterricé más golpes furiosos contra la bolsa, mis nudillos ya estaban crudos y
la piel sangraba.
— Entonces, ¿cuánto quieres que te joda? — preguntó, acercándose.
— ¿Pensé que habías dicho que estabas interesado en coños?
— ¿Puedo usar tu cuchillo en espiral?
—No —le espeté.
Viktor resopló. —Bien.
No tuve tiempo de bloquear su golpe. Aterrizó dolorosamente en mi caja
torácica, y gemí. Bramé: —Tienes ganas de morir.
—Tú lo pediste.
—Mierda. ¡Ella solo necesita verme un poco herido! Solo para desencadenar
sus recuerdos.
—Oops, está bien. Deberías haber dicho eso antes. —Viktor se encogió de
hombros.
Lo fulminé con la mirada y pateé su rodilla. El bajó. — ¡Hijo de puta loco!
Fue mi turno de encogerme de hombros. —Lección uno. Siempre mantente en
guardia.
Luchamos por horas. Resultó que era más que solo tratar de hacer sentir a
Ayla. Luchamos contra nuestra ira y nuestro odio hacia nosotros mismos.
Nuestra ira hacia los hombres que habían lastimado a Ayla fue eliminada el uno
del otro. Phoenix y Nikolay pronto se unieron a nosotros.
—No puedo respirar. Creo que me rompí algo—jadeó Viktor.
—Nenita —Phoenix respiró a través de su dolor.
—Te rendiste antes que todos nosotros —Nikolay le recordó a Phoenix.
Sacudí la cabeza y salí cojeando del gimnasio. Era hora de ir con mi Ángel.
Abrí la puerta y vi a Ayla sentada en la cama, mirando fijamente la pared. Sus
ojos se dirigieron a los míos. Me quedé escondido en las sombras.
—Te espero en la sala del piano.
Sin una segunda mirada, salí de la habitación y fui al lado. Acomodándome en
mi silla, la esperé.
La puerta se abrió y escuché un jadeo. —Alessio —exhaló.
Cerré los ojos ante su voz. El sonido de mi nombre saliendo de sus labios era el
cielo. Durante mucho tiempo, esperé esto. Para que ella diga mi nombre.
Al abrir los ojos nuevamente, vi a Ayla venir hacia mí. Ella se arrodilló entre
mis piernas.
— ¿Qué… pasó?
Su voz era suave. Pero fueron sus ojos los que me atraparon. Ella me miraba
como si sintiera mi dolor.
—Estás herido —susurró, mirando mis manos ensangrentadas.
Ella estaba sintiendo mi dolor.
Ayla buscó en mi rostro e hizo una mueca cuando vio los moretones allí. —
Estaba entrenando. No es nada.
—Pero estás herido —dijo Ayla, tomando mis manos entre las suyas. Se mordió
los labios nerviosamente antes de mirar alrededor de la habitación.
Sabía lo que estaba buscando.
—La caja de primeros auxilios está en nuestra habitación. Primer cajón del
armario —murmuré. Ayla me miró por un segundo. El reconocimiento brilló en sus
ojos antes de asentir.
Se levantó y salió de la habitación.
Cerré los ojos con un suspiro. Estaba tan jodidamente orgulloso de ella.
Cuando regresó, abrí los ojos y la vi arrodillada entre mis piernas nuevamente.
Ayla revisó el botiquín de primeros auxilios y yo la ayudé a elegir las toallitas y los
vendajes antisépticos.
Ella me miró las manos por un segundo, sus cejas fruncidas. Su mirada se
dirigió a la mía antes de volver a mis manos.
Y luego, Ayla me limpió lentamente los nudillos. Suavemente y con cuidado.
Ella limpió la sangre y sopló suavemente sobre mi piel rasgada.
No podía quitarle los ojos de encima. ¿Ella también sentía esta conexión? ¿Este
momento significaba algo para ella?
Cuando terminó, envolvió los vendajes alrededor de mis manos.
—Gracias Ángel.
Ella asintió en silencio, aun mirando mis manos vendadas, confundida.
— ¿Te parece familiar? —Finalmente pregunté.
Ayla me dio un firme asentimiento. —Ya has hecho esto antes. En esta misma
sala. Y al igual que hoy, estabas sufriendo por mí.
Sus dedos acariciaron mis nudillos vendados. —Es posible que me hayas
olvidado, pero aún te recuerdo. Aún nos recuerdo. Solías tocar el piano para mí
todas las noches. Leerías sentada en mi regazo. Jugaría con tu cabello mientras
trabajaba. A veces íbamos al arroyo. Jugarías en el agua. Siempre tenía miedo de que
te cayeras y te lastimaras —expliqué, con voz áspera por la emoción.
Se acercó a mí y apoyó la cabeza en mi muslo.
—Tu flor favorita es la peonía blanca. Pero también te encanta la rosada. Te
encanta leer. No sabes bailar. Yo tampoco sé. Pero bailamos juntos. Me encanta tu
cabello suelto, así que siempre lo dejarías suelto. Tu comida favorita es la pasta. Te
gusta el chocolate, especialmente el chocolate blanco. Odias el chocolate negro, es
demasiado amargo para ti. Te enojarías si no te despertara por la mañana cuando
me fuera. Me enojaría si no me dieras mi beso de buenos días.
Ayla cerró los ojos mientras acariciaba su mejilla. —Dijiste que era tu paz. Tu
ancla y tu salvador. Tú eres mi Ángel. Somos uno. Solo necesito que lo recuerdes.
Ayla permaneció en silencio, pero pude ver la mirada tranquila en su rostro.
Después de unos minutos de silencio, hablé.
—Toca para mí, Ángel.
Ayla se sentó y me miró. Nuestros ojos haciendo contacto. Verde a azul.
Ella dejó escapar un suspiro de resignación. Sabía que era más difícil para ella
recordarlo. —Dale una oportunidad.
Se levantó y fue al piano. Cuando Ayla se sentó en el banco, me puse de pie y fui
hacia ella. De pie detrás de ella, puse mi mano sobre su redondo estómago.
Cuando una fuerte patada presionó contra mi palma, sonreí. —El pequeño
luchador es enérgico. Él también te está animando.
Ayla puso los dedos en el teclado y yo esperé. Ella presionó una tecla. Una nota
tocada. Y luego otra tecla.
Dos notas y se detuvo. Su hombro cayó en derrota.
Cuando ya no pude soportar la mirada abatida en su rostro, me incliné hacia
ella. —Está bien, Ángel. Tenemos todo el tiempo del mundo. Puedes probar cuando
estés lista. No te presionaré.
Ayla permaneció callada, y besé su mejilla antes de mover mis labios a su oído.
Y luego susurré lo único que había estado desesperado por decir durante
mucho tiempo.
Ella se puso rígida y vi que le temblaban las manos.
Mis labios formaron una sonrisa.
Cuando vi una sola lágrima deslizarse por su mejilla, la besé y susurré las
palabras nuevamente.
—Te amo, mi Ángel.
Capítulo 11
Las palabras pasaron por mis labios sin esfuerzo. Las dije sin ningún
remordimiento pero lleno de adoración por la mujer frente a mí.
Hace un año, no hubiera creído que esas palabras fueran posibles. Pero ahora,
sentía que me asfixiaría si no las decía.
Mi pecho se sintió más ligero y finalmente pude respirar. Desde que me
quitaron a Ayla, lamenté no haberle dicho esas palabras.
Tal vez fue porque nunca me había dado cuenta antes. Nunca pensé en amar a
alguien. Demonios, nunca pensé que fuera capaz de amar a alguien.
En el momento en que me arrebataron a Ayla, me di cuenta de mi error.
Ella era todo y más. La apreciaría por el resto de nuestras vidas.
Mi mano se demoró en la mejilla de Ayla. Otra lágrima cayó, y seguí la gota con
la punta de mi dedo. Vi cambiar su respiración y sus mejillas se sonrojaron
hermosamente.
Ayla cerró los ojos con fuerza y respiró hondo. Esperé su reacción. Esperé a
que ella dijera algo, cualquier cosa.
Cuando ella no respondió, besé su mejilla y me recosté, dándole espacio. La
esperaría, por el tiempo que sea necesario.
Ayla volvió a abrir los ojos y miró el piano. Con sus dedos descansando sobre el
teclado, acarició las teclas del piano suavemente. Parecía perdida en sus
pensamientos. Sus cejas estaban fruncidas en concentración.
Un sonido frustrado escapó de sus labios, y vi gotas de sudor comenzar a
formarse en su frente y cuello. Cuando sus manos se apretaron en puños, mi corazón
se hundió.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, la levanté. Después de tomar
su lugar en el banco, puse a Ayla en mi regazo. Ella se congeló por un momento. La vi
tragar con fuerza antes de acostarse lentamente contra mí. Ella se enterró en mi
pecho y suspiró casi soñadoramente.
— ¿Quieres recordar, no? —Pregunté, sosteniendo sus manos en las mías. Ayla
asintió, escondiendo su rostro en mi pecho.
Suspiré, entrelazando nuestros dedos. —Quiero que recuerdes también.
No dijo nada. El silencio cayó sobre nosotros y, por primera vez, no me gustó el
silencio entre nosotros. Quería su voz.
Ayla sacó sus manos de las mías y las volvió a colocar en el piano. Contuve el
aliento cuando sus dedos hicieron contacto con las teclas del piano.
Sentí que mis pulmones estaban presionados mientras luchaba por respirar.
Ayla presionó las teclas y unas pocas notas llenaron la habitación. Mi corazón
se encogió cuando cerró los ojos, una expresión de dolor en su rostro.
Mi Ángel dejó escapar un sollozo y empujó su rostro contra mi pecho
nuevamente. Su voz era un mero susurro. —No... No puedo...
Inclinando la cabeza, la besé suavemente. —Déjame entrar, Ángel. Solo dame la
oportunidad de demostrarte que hay un mundo hermoso aquí fuera. Déjame amarte
como te mereces —le supliqué contra sus carnosos labios.
Me quedé helado cuando Ayla levantó las manos. Sus manos se cernieron sobre
mis mejillas por un segundo. Capté el destello de incertidumbre en su rostro antes
de que ella finalmente acariciara mis mejillas. Tenía los ojos cerrados, pero sus
dedos se movían sobre mi rastrojo.
Ayla acariciaba mi mejilla sin pensar mientras dejaba escapar un suspiro de
dolor. —No me acuerdo. Lo intento, pero no puedo.
Ella puso su cabeza sobre mi hombro, su mano todavía me tocándome. —Me
duele la cabeza... cuando lo intento.
Ayla llevó su otra mano a mi pecho. —Y duele aquí también. No quiero
recordar... porque duele.
No me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que mi pecho
comenzó a arder. Me obligué a relajarme aunque sentía algo más que calma.
Una mezcla de pena, dolor, arrepentimiento y amor me inundó mientras
luchaba por recuperar el aliento. Tanto dolor. Por todo lo que habíamos perdido. Y
amor por esta mujer.
Sostuve su mano firmemente contra mi pecho, justo sobre mi corazón que latía
salvajemente.
—También tengo dolor, Ángel —dije en voz baja—. Cada vez que te veo con
dolor, me duele.
Su mano se detuvo sobre mi mejilla. —No... No quiero que... te duela. No me
gusta.
La sostuve más fuerte, la tristeza tan espesa en mi pecho que apenas podía
respirar. Me dolía el corazón por sus palabras y el dolor en su voz.
Esta mujer. Sacudí mi cabeza. Estaba herida y dolorida, pero estaba
preocupada por mí.
—Alessio —murmuró. Mis pulmones se apretaron al oír mi nombre.
— ¿Sabes cuánto amo escuchar mi nombre de tus labios? —Le dije. Nunca me
cansaría de escuchar a Ayla decir mi nombre.
Ella murmuró contra mi cuello. —Recuerdo tu nombre. Y… tus ojos.
Mis labios se convirtieron en una pequeña sonrisa. Ella realmente me
recordaba. —Di mi nombre otra vez —rogué suavemente.
—Alessio —susurró. La sentí sonreír sin siquiera verla. Mi propia sonrisa se
ensanchó, mi pecho finalmente se sintió más ligero. Colocando un beso en su frente,
me puse de pie con Ayla en mis brazos.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, sosteniéndose mientras me llevaba
de regreso a nuestra habitación. Justo cuando estaba a punto de colocar a Ayla en la
cama, escuché un golpe en la puerta.
—Adelante —grité, ya sabiendo quién era. Ayla se acomodó en la cama y miró
por encima de mi hombro. Una media sonrisa curvó sus labios, y su rostro se
suavizó.
—Ah, ahí está mi chica —dijo Lena, deteniéndose junto a la cama. Me apartó y
se sentó junto a Ayla.
Lena colocó un tazón pequeño de aceite de coco tibio en la mesita de noche. —
¿Estás lista para tu masaje? —preguntó con un guiño.
Ayla asintió con entusiasmo. Me miró, con una hermosa sonrisa jugando en sus
labios. Sus mejillas estaban ligeramente enrojecidas por la vertiginosa emoción. Ella
se veía... feliz. Un poco tímida, pero en paz.
—Aquí —dijo Lena, ajustando la almohada y ayudando a Ayla a reclinarse. Ayla
se subió el vestido hasta que su estómago redondeado quedó desnudo. Sus manos
fueron a su vientre, y lo acarició suavemente.
No podía quitarle los ojos de encima. Con su cabello negro extendido sobre la
almohada, sus mejillas sonrosadas y sus ojos verdes centelleando, parecía un Ángel.
Estaba radiante.
—Me encantaba que me frotaran el vientre cuando estaba embarazada de
Maddie —dijo Lena, su voz me sacó de mis pensamientos. Puso un poco de aceite en
su mano y la llevó al estómago de Ayla.
Lena había estado haciendo eso por algunas noches ahora. Y era algo que Ayla
esperaba con entusiasmo. Podía ver cómo Lena y ella se unían de nuevo.
Vi a Ayla mirar su estómago mientras Lena frotaba el aceite de coco tibio sobre
la redondez. Vi al bebe moverse bajo el toque de Lena.
—Ah, ella está bailando allí dentro —se rió Lena—. Un bebé tan feliz.
Lena continuó masajeando suavemente el estómago de Ayla. —Tienes un
hermoso vientre embarazado. ¿Pero ves cómo se tensa la piel?
Ayla asintió, esperando que Lena continuara. —El aceite de coco suavizará tu
vientre apretado. De esta manera no te sentirás demasiado incómoda. Y también
alivia la picazón en la piel.
Ayla asintió de nuevo. Se mordió los labios, de repente parecía nerviosa. Sus
ojos se encontraron con los míos antes de regresar rápidamente a los de Lena. —Se
siente bien —susurró.
Lena hizo una pausa, sus labios se abrieron por la sorpresa. Era la primera vez
que Ayla le hablaba. Desde donde estaba parado, vi lágrimas formándose en sus
ojos, y miró hacia el estómago de Ayla.
—Me alegro —respondió Lena, su voz un poco ronca. Retrocedí unos pasos,
dándoles privacidad. Este era su momento.
Lena habló inconscientemente. Y Ayla, escuchó atentamente, asimilando cada
palabra.
Después de masajear la protuberancia del bebé y la espalda de Ayla, Lena tiró
del edredón sobre ella.
Ayla estaba casi dormida. Sus ojos estaban caídos, su respiración se agotaba.
Una pequeña sonrisa de satisfacción todavía estaba en sus labios.
Lena vino a pararse frente a mí. Me palmeó las mejillas. —Sigue haciendo lo
que estás haciendo. Ella... me habló después de tanto tiempo. Y sé que si no fuera por
ti luchando por traerla de vuelta, ella nunca habría dado ese paso. Es todo tú.
Mi pecho se apretó ante sus palabras. Mis ojos se movieron hacia la forma
dormida de Ayla, y casi podía sentir mi corazón contraerse.
—Ella ha pasado por el infierno. Pero le das tanto amor, todo el amor que
puedes dar, por lo que borrará su dolor y sufrimiento. No dejes de amarla —susurró
Lena antes de irse.
Cerró la puerta, dejándome solo con sus palabras resonando en mis oídos.
Ella ha pasado por el infierno.
Cerré los ojos con fuerza al recordarlo.
Mi hermoso Ángel.
Me lleve la mano a mi cabello. Yo fui la causa de su dolor y sufrimiento. Si la
hubiera protegido, esto no habría sucedido. Jodidamente le fallé.
Mis ojos se abrieron para ver a Ayla profundamente dormida. Ella estaba
sosteniendo su vientre, y mi garganta se sentía apretada.
Ayla debería haber sido amada, apreciada y mimada durante todo su
embarazo. Ella debería haber sido atendida y tratada como una reina.
Pero en cambio, tuvo que vivir en el infierno. Él la rompió.
Di un paso hacia la cama, luchando contra las lágrimas. Si tan solo pudiera
reescribir el pasado.
No dejes de amarla.
Nunca. Nunca podría dejar de amarla. Era imposible. Estaba debajo de mi piel,
grabada profundamente en mi corazón. Ayla había roto mis paredes y estaba allí
para quedarse.
Mi padre tenía razón. Estaba incompleto sin ella.
Ayla era como una droga. Del tipo más adictivo.
Deteniéndome frente a la cama, acaricié el cabello de Ayla. Ella gimió
adormilada pero no se despertó. Sonriendo, me subí a la cama y la jalé a mis brazos.
Ayla se acomodó en mi abrazo y envolvió su brazo alrededor de mi cintura.
Empujó su rostro en mi pecho y suspiró adormilada.
Ayla dijo una vez que ella era fuego. Tenía que estar de acuerdo. Ella era fuego.
Los dos estábamos ardiendo, pero ya era demasiado tarde. No había forma de
detener nuestro amor, era indestructible.
Capítulo 12
Ayla

¿Quieres tocar?
Pasé los dedos por las teclas pero no presioné ninguna. Abriendo mis ojos
nuevamente, miré directamente a Alessio. Me estaba mirando atentamente, esperando.
Con nuestras miradas aún conectadas, dejé que mis dedos se movieran.
Suavemente. Lentamente. Y llegó una dulce melodía. La música nos envolvió como una
ola lenta y suave, sonreí.
Puedes seguir tocando el piano si quieres.
Toca para mí, Ángel.
Quiero escucharte tocar.

Me desperté sobresaltada, mis ojos se abrieron de par en par.


¿Quieres tocar?
Las palabras resonaron en mis oídos.
Toca para mí, Ángel.
Miré a Alessio y lo vi despertarse también. Rápidamente se sentó, mirándome
confundido.
— ¿Ángel?
Toca para mí, Ángel.
Me froté el pecho, tratando de deshacerme de la tensión allí.
Puedes seguir tocando el piano si quieres.
Mis ojos se movieron hacia la puerta, mi respiración saliendo más rápido que
antes.
—Ayla, ¿qué pasa? —preguntó Alessio.
Toca para mí, Ángel.
Me picaban los dedos. El impulso era feroz e intenso. Mi cuerpo zumbaba con la
necesidad de tocar. No entendí el sentimiento.
Pero sentía que me asfixiaría si no tocaba.
La voz de Alessio seguía sonando en mis oídos.
Todos los recuerdos venían como destellos detrás de mis ojos.
Toca para mí, Ángel.
Jadeé, tratando de respirar mientras mis pulmones se contraían. Sin pensar, me
levanté de la cama. Sentí un dolor agudo en el estómago pero lo ignoré.
Escuché a Alessio gritar mi nombre... También lo ignoré. Salí corriendo de la
habitación, mis pies me llevaron a la sala del piano. Abrí la puerta y entré.
Encendí las luces y la habitación se iluminó al instante. Sentí a Alessio detrás de
mí, y mis hombros tensos comenzaron a relajarse.
Respirando hondo, me adentre y me detuve frente al piano.
—Ángel —susurró Alessio. Podía escuchar la sorpresa en su voz.
¿Quieres tocar?
Si. Si. Si. Quería tocar. Había una ardiente desesperación en mi corazón. Quería
romperme y llorar por el sentimiento. Era demasiado. Se sintió demasiado.
Toca para mí, Ángel.
Quería. Quería tocar para Alessio.
Pero no sabía cómo.
Cerré los ojos, sintiendo un leve dolor en la sien.
Toca para mí, Ángel.
Me senté en el banco, manteniendo los ojos cerrados.
En el momento en que mis dedos hicieron contacto con el piano, me perdí.
Perdida en el sentimiento que se apoderó de mí.
Ya no era yo misma. Mi mente volvió a tantos días atrás.
Mis dedos se deslizaron sobre el piano. No lo pensé. Solo dejé que sucediera.
Suavemente. Lentamente. Toqué.
Las notas se derramaban desde el piano, y formaban una dulce melodía. La
música se apoderó de mí como una dulce y suave ola.
Abrí los ojos e hice contacto visual con los ojos azules de Alessio. Estaba
sentado en el sofá, su expresión llena de asombro.
La vi cambiar a otra cosa. No entendía lo que era, pero su rostro se suavizó y
una sonrisa apareció en sus labios.
Se llevó los puños a los labios. Noté que le temblaban las manos.
Mis labios se movieron... estaba sonriendo.
Con la melodía sonando a nuestro alrededor, miré a Alessio.
Nos miramos el uno al otro.
Azul contra verde.
Sentí que finalmente podía respirar.
En ese momento, olvidé todo. Todo el dolor. Todo el sufrimiento. Todo mal
recuerdo.
Solo existía este momento.
Yo tocando el piano. Alessio mirándome.
Sentí... paz.
No me di cuenta de que la canción había terminado y había dejado de tocar
hasta que Alessio se puso de pie. Saliendo de mi aturdimiento, lo vi moverse hacia
mí.
Alessio se arrodilló a mi lado y tomó mis manos entre las suyas. — ¿Recuerdas,
Ángel?
Mi corazón se hundió ante su pregunta. Sacudiendo la cabeza, cerré los ojos
con desesperación.
—Solo recuerdo tocar... el piano. Ni siquiera recuerdo la canción o cómo toqué.
Simplemente... sucedió —dije en voz baja.
—Abre los ojos, Ayla.
Mis ojos se abrieron de golpe ante su demanda. —Está bien. Tomate tu tiempo.
Te esperaré —me tranquilizó.
Me acunó las mejillas. —Oírte tocar, eso fue lo más bello de todo. Siento que
finalmente puedo volver a respirar, Ángel.
Él era como que yo. Cerré los ojos cuando me empezaron a picar. Alessio me
levantó en sus brazos y me sacó de la habitación.
En la cama, me enterré más profundamente en su pecho. Sus labios tocaron mi
frente suavemente.
Así fue como nos quedamos dormidos. En los brazos del otro.
Y nada dolía.

***

—Sabes, me siento muy celosa en este momento. Hablas con Alessio e incluso
hablaste con mamá hace unos días. ¿Cómo es eso justo?
La mujer con cabello oscuro envolvió sus brazos con los míos. Se llamaba
Maddie. Ella siempre estaba conmigo si Alessio no lo estaba. Ella me llevó a todas
partes de la casa. Maddie también hablaba mucho.
—Todavía no me hablarás —murmuró.
Mi pecho se apretó ante su expresión de dolor. — ¿Por qué no me hablas?
¿Estás enfadada conmigo?
Sacudí mi cabeza rápidamente. Tragando saliva, la miré a los ojos. Parecía
familiar, pero no podía recordarla.
Cuando no dije nada, ella suspiró y me dio una sonrisa triste. No me gustó la
triste sonrisa en su rostro. Ella era agradable y dulce. Al igual que Alessio y Lena.
Maddie comenzó a caminar de nuevo, pero yo no. Se dio la vuelta y me miró. —
¿Qué pasa?
Cerré los ojos y respiré hondo. Abriendo mis ojos nuevamente, la miré. —No…
te recuerdo.
Su boca se abrió. Nos miramos la una a la otra en silencio antes de que ella
comenzara a reír.
No entendía por qué se estaba riendo. Se secó las lágrimas de los ojos y me
atrajo a sus brazos.
—Ayla, me has hecho la mujer más feliz —dijo en mi cuello.
Le correspondí el abrazo.
Su risa murió y escuché un sollozo. Mi corazón se encogió cuando sentí la
humedad en mi cuello. ¿Estaba ella llorando?
Fui a alejarme, pero sus brazos se apretaron. —Lo siento, Ayla. Lo siento
mucho. Si tan solo lo hubiera sabido —lloró.
¿De qué estaba hablando?
Maddie siguió sollozando. —Me duele, Ayla. Duele mucho. A veces parece que
no puedo respirar. Lo perdí. Lo… perdí. Nunca lo sostendré.
Confundida, la abracé. No entendía lo que estaba pasando. No sabía cómo
ayudarla, así que la abracé. Como Alessio me abrazaba cuando me dolía.
Esperaba que eso fuera suficiente para Maddie.
Cuando Maddie finalmente se calmó, se apartó. Me dio una dulce sonrisa.
—Gracias —susurró —. Necesitaba eso.
Levantando mi mano, limpié sus lágrimas. —Está bien —le respondí.
Los labios de Maddie se tambalearon y ella cerró los ojos. —Maldita sea, Ayla.
No me hagas llorar de nuevo.
—No... Me gusta... cuando lloras.
—Realmente eres un Ángel —rió.
Asentí. —Alessio me llama Ángel.
Maddie puso los ojos en blanco. —Sí, porque él es muy romántico
empedernido.
Ella levantó una ceja hacia mí. —Te contaré un secreto.
—Está bien —le dije mientras me acercaba.
—Si no fuera por mí, ese hombre duro de la mafia y su ángel nunca hubieran
sido uno. Digamos que soy la capitana del ship
Maddie guiñó un ojo y sonrió. Ella era muy bonita cuando sonreía.
—No entiendo —finalmente dije.
—No tienes que entender. Solo sé que este ship nunca se hundirá bajo mi
vigilancia —respondió Maddie.
Bajamos las escaleras, pero mis pasos se congelaron cuando vi quién estaba
parada al pie. Maddie también se detuvo a mi lado.
—Ayla, qué bueno verte de nuevo.
La mujer con cabello rubio me sonrió, pero no se parecía cordial. Era la misma
mujer que estaba con Alessio antes.
Sentí una repentina oleada de emoción dentro de mí.
No me caía bien.
—Nina —gruñó Maddie a mi lado.
El nombre sonaba muy familiar. Sentía que la conocía desde antes. Pero no
podía recordarla.
—Bien, no diré nada esta vez.
—Por favor, no lo hagas. Nadie quiere escuchar tu mierda —espetó Maddie.
Nina puso los ojos en blanco y subió las escaleras. Ella mantuvo sus ojos en mí,
y casi me estremecí por la mirada fría que me dirigió.
—No sé por qué Alessio todavía está interesada en ti —murmuró, caminando
junto a mí.

Eres tan... frígida.


¿De verdad crees que puedes mantener a Alessio interesado por mucho tiempo?
Me parezco más a él. Siempre hemos sido compatibles.

Mis labios se separaron cuando el recuerdo me atravesó.


—Te recuerdo —le dije, dándome la vuelta. Nina se detuvo y me miró.
—Oh, ¿enserio? —preguntó ella, alzando una ceja.
No entendía los recuerdos, pero estaban allí. Ella estaba ahí.
Me froté la frente, tratando de deshacerme del pequeño dolor.
—No me agradas —susurré.
Vi sonreír a Nina. Pero se fue rápidamente.
—Lo sé —dijo antes de alejarse.
Maddie resopló a mi lado y comenzó a tirar de mí por las escaleras. —Juro que
la patearé algún día.
Todavía estaba perdida en mis pensamientos, tratando de entender lo que
acababa de pasar, cuando Maddie se detuvo en sus pasos.
Me detuve y levanté la vista para ver a Alessio entrar por la puerta. Al verme,
rápidamente se dirigió hacia nosotras.
Alessio presionó sus labios en mi mente y luego dijo: — ¿Quieres ir al arroyo?
Simplemente asentí, perdida en su abrazo y hermosos ojos azules.
Rápidamente me olvidé de Nina. Solo veía a Alessio.
Él asintió con la cabeza a Maddie y me llevó. Me despedí de Maddie y seguí a
Alessio.
Nos alejamos de la casa hacia los árboles. Mi mano se sostuvo firmemente en la
suya, mucho más grande, mientras nos dirigíamos al arroyo.
Los árboles comenzaron a aclararse y pude escuchar el sonido del agua
corriendo. Mi corazón latía más rápido y me sentí mareada.
Nos detuvimos en medio del claro, rodeados de flores.
Alessio se arrodilló frente a mí y me quitó las sandalias. —Te encanta estar
descalzo aquí.
—Gracias —murmuré cuando se puso de pie.
Dio un paso atrás y caminó hacia el agua que fluía. Me acordé de esto.
Cerrando los ojos, dejé que los recuerdos se apoderaran de mi mente. Mi
corazón se sentía más ligera y respiré el aire fresco.
Mis ojos se abrieron cuando me acerqué al agua. Miré de nuevo a Alessio. Sus
brazos estaban cruzados sobre su pecho mientras me miraba.
Mi mirada retrocedió hacia el agua. Di un paso adelante, mis pies haciendo
contacto con el agua fría. Me estremecí al caminar hasta mojarme los tobillos.
Sentí el agua corriendo contra mis pies y cerré los ojos, dejando que esta nueva
sensación me cubriera.
No me dolía.
Se sentía bien... Me sentía contenta.
Cuando sentí un brazo alrededor de mi cintura, me recosté contra el pecho de
Alessio.
— ¿Puedo tener este baile, Ángel?
Mis ojos se abrieron de golpe.
¿Puedo tener este baile, Ángel?
Habíamos hecho esto antes. Me di vuelta en sus brazos, y Alessio nos sacó de la
habitación. Mis pies se clavaron en la hierba mientras lo miraba a los ojos.
—No sé bailar —murmuré, completamente perdida en su mirada.
Alessio se rio entre dientes. —Yo tampoco.
Acercó mis manos a sus hombros y envolvió las suyas alrededor de mi cintura.
Y luego nos movimos. Nos deslizamos por el campo, y con cada paso, mi pecho
se sentía más lleno.
Mi estómago se revolvió y retorció. Mi corazón latía un poco más rápido.
Nunca rompimos el contacto visual.
Estábamos perdidos el uno en el otro.
Alessio me acercó aún más a él, sus brazos apretados a mi alrededor.
En ese momento, todo lo que sentía era paz. Me sentía protegida. Segura.
Él era mi salvavidas.
Y sabía que, mientras mi salvador estuviera conmigo, estaba a salvo.
Capítulo 13
Estaba sentado en la cama esperando a mi Alessio. Tenía la mano sobre mi
estómago redondo, sintiendo al bebé moverse.
La puerta se abrió y Alessio salió del baño. Su toalla estaba alrededor de sus
hombros mientras se secaba el cabello. Su pecho estaba desnudo; solo llevaba
pantalones de chándal negros.
Alessio me miro a los ojos y sonrió. — ¿Por qué no vas y me esperas en la sala
del piano?
Asentí y me levanté. Alessio me dio un beso rápido en los labios cuando salí de
la habitación. Me paré frente a la sala del piano.
Respirando profundamente, entré. El piano fue lo primero que vi. Sintiéndome
emocionada, mi cuerpo zumbó en respuesta.
Desde que empecé a tocar hace unos días, Alessio y yo nunca nos perdíamos
una noche.
Tocar me hacía sentir en paz, y quería disfrutar del calor de las miradas de
Alessio.
Al entrar más en la habitación, me detuve al lado del sofá de Alessio. Un
pequeño suspiro escapó de mis labios mientras esperaba a Alessio.
Mientras miraba hacia abajo, algo más me llamó la atención.
Mi mirada se movió hacia el sofá al lado de Alessio, y di un paso hacia él. Mi
aliento se congeló en mi garganta.
Di otro paso, deteniéndome justo en frente del sofá.
La escena, justo aquí, se sentía tan familiar.
Incluso a través del shock, mis ojos no perdieron el foco en la vista frente a mí.
Una sola flor blanca yacía en el asiento.
Se veía tan suave y delicada. Extendiendo la mano, tomé la flor en mi mano y la
llevé a mi pecho.
Tenía razón. Era suave y delicada. Los pétalos estaban abiertos y se veía
absolutamente hermosa.
¿Alessio me dejó esta flor?
No pude evitar sonreír. Por supuesto que lo haría.
Él era muy dulce.
Sostuve la flor cerca de mi corazón acelerado y cerré los ojos.
Se me revolvió el estómago y sentí que mi corazón estaba bailando.
—Puedo asumir con seguridad que amas la peonía.
Mis ojos se abrieron ante la voz de Alessio, y me di la vuelta, mirándolo de
frente. Estaba apoyado contra la puerta, mirándome con ojos curiosos pero
adoradores.
Su cabeza estaba inclinada hacia un lado, y la comisura de su boca estaba
estirada en una media sonrisa.
Me ardían las mejillas y miré hacia abajo. —Me encanta —respondí
suavemente—. Es realmente hermosa.
Alessio se acercó y se detuvo frente a mí. Levantó mi barbilla para que nuestras
miradas se encontraran. La suya estaba llena de calidez. Sus ojos se movieron hacia
mis labios, y los lamí nerviosamente.
Se acercó aún más, hasta que nuestros pechos se rozaron. Respiré
profundamente y esperé a que se moviera.
—Voy a besarte —murmuró, su mirada volviendo a mis labios.
—Está bien —le susurré.
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, un destello de dolor
atravesó mi cráneo. Hice una mueca, mis dedos se apretaron alrededor de la flor.´
Recuerdo tras recuerdo aparecieron detrás de mis ojos cerrados.
No podía detenerlos. Seguían viniendo sin pausa. Tanto. Demasiado al mismo
tiempo. Sentía que me iba a explotar la cabeza.
Mi corazón se aceleró cuando cada recuerdo llegó a mis pensamientos.
Otra ola de dolor me atravesó. Era paralizante, y dejé caer la flor, mis manos
yendo a mi cabeza.
Metí mis dedos en mi cabeza, el mundo giraba a mi alrededor.
No. No. No. No.
¡Deténganse!
Dolía. Dolía mucho.
— ¡Ayla! —Escuché que una voz gritaba mi nombre.
Alessio. Él me estaba llamando.
Traté de responder, pero mi lengua se sentía pesada. Mis labios se separaron,
pero un grito herido salió de mi boca.
Mi garganta se cerró y me froté el cuello con furia, tratando de luchar por mi
próximo aliento.
Se me doblaron las rodillas, pero un brazo me atrapó. — ¡Ayla! Mierda.
Mi cabeza golpeaba mientras me hundía en el olvido.
Esto. Por esto no quería recordar.
El dolor. Se sentía como si mi corazón se estuviera abriendo. Estaba sangrando.
Desde adentro, me estaban cortando.
Nunca olvidaría el dolor. Quería olvidarlo; Quería estar entumecida.
Pero ya era demasiado tarde.
Lo recordaba y ahora tenía que vivir con esos recuerdos.
Capítulo 14
Me dolía la cabeza cuando mis ojos se abrieron lentamente. Me sentía pesada.
Parpadeé con los ojos abiertos, tratando de entender lo que acababa de pasar.
Me concentré en el techo, mi cabeza un poco borrosa.
— ¿Ayla?
Al oír mi nombre, volví la cabeza hacia la voz. Mis ojos hicieron contacto con
unos azules.
¡Alessio!
Mi corazón se aceleró y dejé escapar un grito ahogado. Me acordaba de todo.
Cada momento. Cada palabra que dijo. Y todo después.
Alberto
Mis ojos se abrieron y me senté rápidamente. No había forma de escapar de él.
—Shhh... Estoy aquí, Ángel —me calmó Alessio. Tomó mis manos entre las
suyas mientras intentaba sonreír. Parecía preocupado, y veía el miedo en sus ojos.
No pude detener las lágrimas. Alessio me encontró. Él estaba aquí. Él realmente
estaba aquí.
Él me salvó…
Estaba a salvo
Me alejo del infierno.
Se me aceleró el corazón y rápidamente me subí a su regazo. —Alessio —
sollocé, envolviendo mis brazos alrededor de él.
Enterrando mi rostro en su cuello, lloré. Había creído en Alessio. Había
confiado en él.
Por una vez, estaba feliz de nunca perder la esperanza.
No importaba qué, sabía que vendría por mí.
Mi corazón se aceleró aún más y lo abracé más fuerte. Nunca quise dejarlo ir.
Nunca lo dejaría ir. Era mío tanto como yo era suya. El día que nuestros ojos se
encontraron, nuestro destino había sido sellado.
—Te tengo, Ángel.
Esas palabras. Su voz. Tenía el mismo efecto en mi corazón que antes. Su voz
era exactamente lo que necesitaba escuchar.
Y esas palabras... había estado desesperada por ellas.
Sabía que me tenía. Él siempre me tuvo.
Alessio me sostuvo contra él, y susurró dulces palabras en mis oídos,
haciéndome saber que estaba aquí.
Puso suaves besos sobre mi cara, aliviando todo el dolor.
—Alessio —le susurré entrecortadamente—. Lo recuerdo, Alessio.
Sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura. Sus labios presionados contra
mi sien.
— ¿Recuerdas? — preguntó con voz ronca.
Podía escuchar la emoción en su voz. Sus manos temblaban en mis caderas, y lo
sostuve más fuerte. Asentí contra su cuello. —Lo recuerdo todo.
Alessio se apartó para poder mirarme. Sus ojos recorrieron mi rostro y luego
me miraron profundamente. Vi la mirada vidriosa en la suya.
— ¿Realmente recuerdas? —preguntó de nuevo, su suave voz me acariciaba.
Cuando asentí, Alessio me aplastó contra su pecho. —Ayla. Mierda. Estaba
preocupado. Tan asustado. Pensé... que nunca...
—Me encontraste —hipé entre sollozos.
—Te encontré. Siempre te encontraré, Ángel —estuvo de acuerdo. Levante la
mirada hacia sus cautivadores ojos azules.
—Alessio, no soy una traidora.
Su mano presionó contra mis labios, deteniendo mi flujo de palabras. —No. No
lo eres. Sé que no lo eres. Nunca pensé que lo fueras. Antes confiaba en ti, y ahora
confío en ti.
— ¿Tú me crees? Pero... antes... en la playa...
Alessio se estremeció al recordarlo, e incluso sentí un dolor agudo en el pecho.
—Estaba herido, Ayla. Me acabo de enterar que la mujer que amo
desesperadamente era una Abandonato. Estaba enojado, pero nunca pensé que eras
la espía. Solo necesitaba algo de tiempo a solas. Cuando tuve tiempo de pensar,
entendí por qué no dijiste nada —explicó.
Lo vi tragar fuerte. Él inclinó la cabeza hasta que nuestras frentes se tocaron. —
No me alejé de ti porque eras una Abandonato. Me di la vuelta porque me dolió que
me mintieras. Cuando finalmente llegué a un acuerdo con todo, era demasiado tarde.
Ya no estabas. Corrí detrás de ti, pero era demasiado tarde. Ayla, ese día... nunca
había sentido tanto dolor. Se sintió como si me estuvieran destrozando.
Mi garganta se cerró. —Luché, Alessio. Luché contra él. No me fui fácilmente.
Grité tu nombre. Dijo... dijo que no querías verme. Dijo que me estabas entregando.
La expresión de Alessio tronó con furia. — ¿Quién? —gruñó. Pero vi una pizca
de reconocimiento en sus ojos.
—Artur —susurré —. Me entrego a Alberto. Dijo que nunca querías... volver a
verme.
Cuando su rostro se retorció de dolor, rápidamente agregué: —Pero no le creí.
Alessio presionó sus labios muy suavemente sobre los míos. El beso era tan
suave, casi ligero como una pluma. Podía saborear nuestras lágrimas cuando
nuestros labios hicieron contacto.
—Nunca dije esas palabras, Ángel. Eres mi todo. Nunca pensaría en entregarte
—admitió, su voz llena de angustia.
—Lo sé. Creí en nosotros, Alessio —dije, envolviendo mis brazos alrededor de
su cabeza. Lo sostuve contra mí, nuestros labios aún se tocaban.
—Yo también creí en nosotros. Nunca dejé de creer.
Ante sus palabras, mi corazón se aceleró. Mi pecho no sentía pesado. Me
sentía... más ligera.
—Impedías que me volviera loca —murmuré, cerrando los ojos mientras él
salpicaba mi rostro con besos.
Alessio me abrazó y nos abrazamos. Suspiré y me enterré más profundamente
en su abrazo. Me sentía amada... apreciada... adorada y protegida.
Sentí su mejilla en mi palma, sintiendo su áspero rastrojo. ¿Cuándo fue la
última vez que se afeitó? Mis manos recorrieron su rostro, tocándolo, sintiéndolo.
Pasé mis dedos por sus labios, y él besó las puntas. Cerré los ojos cuando un
sentimiento de amor me invadió.
Me enderecé en su regazo y besé sus labios. No quería dejar de tocarlo.
Pero mis pensamientos se detuvieron cuando sentí una patada. Mirando hacia
abajo, miré mi redondo estómago. Sentí que Alessio seguía mi mirada.
Me dolía la nariz mientras luchaba contra las lágrimas.
Cuando sentí otra patada, fue imposible. Lloré, sosteniendo mi estómago,
sintiendo a mi bebé moverse.
Alessio puso su mano sobre la mía. Sostenemos la protuberancia con firmeza,
de manera protectora.
—Me lastimó, Alessio —le susurré—. Me hizo mucho daño. El continuaba. No
importaba que llorara y le rogara que se detuviera. Él solo... continuaba. Me seguía
haciendo daño. Una y otra vez —lloré, mis manos presionando firmemente contra
mi estómago.
Las lágrimas corrían por mis mejillas cuando el bebé se movió de nuevo. Oh,
bebé.
Presioné mi cara en el cuello de Alessio. —Fue muy cruel. Nunca se detenía,
Alessio. No sé cuánto tiempo continuó. Simplemente no tenía la fuerza... para pelear
más. Solo... quería que todo... se fuera. Solo quería... ser feliz. Quería estar... contigo
otra vez.
—Ángel —Alessio gimió de dolor. Me abrazó más fuerte cuando sentí la ira
correr a través de él.
Cuando el bebé se movió de nuevo, cerré los ojos. —Dijo que mataría... a mi
bebé.
Alessio se congeló debajo de mí. Sus músculos se tensaron. Pensé que dejó de
respirar por un segundo. — ¿Qué?
Su tono era peligroso. Incluso yo temblé ante su voz.
Me dolía el corazón por el recuerdo. Alberto fue despiadado. Trató de
romperme todo lo que pudo. Me folló hasta que no tuve nada más que dar. Aun así,
siguió tomándome. Me siguió rompiendo.
Como si sus acciones no fueran suficientes, trató de romperme con sus
palabras.
—Dijo que me dejaría dar a luz, pero... que te entregaría al bebé muerto —me
ahogué, mi respiración salió más rápido en pánico.
El brazo de Alessio se curvó protectoramente alrededor de mi estómago. —Es
un hombre muerto, Ayla. Cuando lo encuentre, lamentará haberte lastimado.
Lamentará incluso haber pensado en lastimar a nuestro bebé.
Mis ojos se abrieron de golpe, mi aliento me dejó en un fuerte silbido.
Lamentará incluso haber pensado en lastimar a nuestro bebé.
Nuestro bebe.
Mi corazón se apretó, y miré su rostro enojado. Vi al asesino allí. El
Monstruo. Pero no estaba asustada. Sabía que el Monstruo me protegería.
Él era mi monstruo.
Acuné sus mejillas, mirándolo a los ojos azules. —Dijiste nuestro bebé.
Las cejas de Alessio se fruncieron ante mis palabras. Su mirada se movió hacia
mi estómago y luego retrocedió. —Si. Nuestro bebe.
Tragué el nudo en mi garganta. — ¿Cómo sabes que el bebé es tuyo?
Alessio levantó su mano y secó mis lágrimas. — ¿Lo es? ¿El bebé es mío, Ayla?
Hice una mueca ante la pregunta, una sensación de desesperación cayendo
sobre mí. Cerrando los ojos, apoyé mi frente contra la suya. —No sé —susurré. Se
me quebró la voz cuando el bebé volvió a moverse—. No lo sé. Lo siento. Lo siento
mucho, Alessio.
— ¿Por qué te disculpas, Ángel?
Cuando fui a responder, presionó sus dedos contra mis labios, deteniendo mi
marea de palabras. —Ni una palabra, Ayla. No tienes nada por qué disculparte. En
este punto, ni siquiera me importa quién es el padre. El bebe es mío. Eres mía. Es
nuestro. Eso es todo lo que importa.
Su mano fue a mi vientre redondeado. Acarició suavemente. —Creo que ya lo
amo, Ángel.
Mi mano fue sobre la suya. —Lo quiero, Alessio.
Una oleada de protección y posesividad me atravesó.
No sabía quién era el padre de mi bebé. No quería saberlo. Solo quería amar a
mi bebé.
Quería darle a mi bebé todo el amor que nunca tuve.
Alessio presionó sus labios contra los míos nuevamente. Me besó con tanto
cuidado y amor, como si me atesorara. Me abrazó suavemente, como si fuera de
cristal.
Me sentí apreciada.
Su toque era suave y gentil. Sus palabras fueron dulces.
Él era todo lo que necesitaba y quería.
Te amo.
Las palabras quedaron atrapadas en mi garganta. No las dije. Quería hacerlo,
pero algo me detuvo.
Me dijo que me amaba, pero no podía decir las palabras. No sabía por qué.
No creía que necesitara decirlas de todos modos. Lo que teníamos era más
poderoso que esas palabras. Solo teníamos que sentir nuestro amor mutuo.
Incluso sin esas palabras, nuestros corazones estaban entrelazados.
—Alessio —dije en voz baja—. Eres mi paz.
Él sonrió contra mis labios. —Lo sé.
Su respuesta trajo una sonrisa a mis propios labios. Nos besamos, nuestros
labios se tocaron suavemente. Fue lento, gentil y suave. Su lengua se emparejó con la
mía, y suspiré en su beso.
Un golpe en la puerta nos separó. Antes de que Alessio pudiera responder, vi a
Maddie corriendo dentro, seguida de Lena.
Se detuvo en medio de la habitación, sus ojos en los míos. —Sam me dijo que
Ayla se desmayó.
Su mirada vagó por mí, el miedo en sus ojos. Lena se detuvo a su lado, su
expresión también en pánico.
Alessio se rio ligeramente. —Ella recuerda —anunció.
La boca de Maddie se abrió y Lena jadeó. Antes de darme cuenta, fui barrida en
sus brazos. Me abrazaron demasiado fuerte. Lloramos juntas
Las extrañé mucho.
—Lamento haber tardado tanto —respiré entre lágrimas.
—Has vuelto a nosotros. Eso es todo lo que importa —advirtió Lena
suavemente.
Maddie no me dejó ir por mucho tiempo. Lena se había ido hace tiempo, pero
Maddie todavía me sostenía. —Estaba tan asustada, Ayla. No tienes idea. Estoy tan
feliz. Siento que cada sacrificio que hice valió la pena.
Mi frente se arrugo confundida, y miré los ojos en blanco de Alessio. Maddie
hizo una pausa y se alejó. Se secó las lágrimas y sonrió, sus ojos brillaban
alegremente.
— ¿De qué estás hablando? —Pregunté confundida.
Ella sacudió su cabeza. —No te preocupes por eso. Seguro que sabes cómo
estresar a alguien. Por cierto, todavía estoy un poco enojada porque me hablaste
última. No es justo que Alessio haya escuchado tu voz primero.
Agaché la cabeza con timidez, sintiendo mi corazón cálido con sus palabras.
—Ayla necesita descansar. Puedes hablar con ella mañana, Maddie —dijo
Alessio, tomándome en sus brazos. Estaba de espaldas a su pecho mientras me
sostenía.
Maddie asintió con la cabeza. —Tienes razón.
Ella me besó en la frente antes de alejarse. —Necesitas descansar y dormir
mucho. Estoy segura de que recordar que todo te ha pasado pasa factura.
—Me siento un poco débil —admití, relajándome en los brazos de Alessio.
—Eso es todo —gruñó, sacándome de mis pies—. Lo debería haber sabido.
Me colocó en la cama y tiró del edredón sobre mí. —Necesitas descansar —
ordenó, mirándome duramente.
Escuché la puerta cerrarse cuando Alessio me dio una píldora. —Sam me dijo
que te diera esto. Es por tu dolor de cabeza.
Tomé la píldora y Alessio llevó el vaso de agua a mis labios mientras bebía.
Cuando terminé, me empujó sobre mi espalda y apagó la luz.
Se subió a la cama detrás de mí, acercándome a su pecho, sus brazos alrededor
de mi cintura, su mano sobre mi vientre. Coloqué la mía al lado de la suya. El bebé se
movió una vez antes de establecerse.
—Duerme, Ángel.
Cerré mis ojos.
Duerme, Ángel. Te cuidaré.
Sabía que me cuidaría. Como siempre.
Cuando el sueño comenzó a apoderarse de mi mente y cuerpo, mis labios se
arquearon en una pequeña sonrisa.
Vino por mí, como sabía que lo haría.
—Gracias por amarme —susurré en la oscuridad.
—Nunca me agradezcas por amarte, Ángel —murmuró.
Capítulo 15
Me puse un vestido rosa. Se estiró sobre mi estómago redondo, y me miré en el
espejo.
El vestido era de un hermoso color rosa bebé y me llegaba hasta la mitad de los
muslos. Estaba tan agradecida de que Maddie comprara estos vestidos.
Encajan perfectamente sobre mi vientre embarazado.
Me volví de lado a lado, mirando mi reflejo. El día anterior, Maddie me había
cortado el pelo. Ahora yacía en el medio de mi espalda, la misma longitud que tenía
antes de que me llevaran.
A propósito lo dejé suelto, sabiendo que Alessio lo amaba de esa manera. Mis
mejillas estaban más redondas y sonrojadas después de mi baño. Mis labios estaban
rosados por horas de besar a Alessio.
Habían pasado cuatro días desde que recuperé mis recuerdos. Cuatro días y
cada día parecía un cuento de hadas.
Desde el espejo, vi a Alessio saliendo del baño. Llevaba una camisa de vestir
negra, los botones superiores sin hacer y pantalones negros.
— ¿Lista? —preguntó, llegando a pararse detrás de mí. Asentí a nuestro reflejo.
Íbamos a ver a Ivy. Para una ecografía. Par ver a nuestro bebé por primera vez.
Tragué nerviosamente y me apoyé contra el pecho de Alessio. Él frotó la
protuberancia del bebé, y lo vi sonreír cuando el bebé se movió.
Colocando un beso a un lado de mi cuello, me sacó de la habitación. —
Vámonos.
Bajamos las escaleras hacia la oficina de Sam. La puerta ya estaba abierta, así
que entramos. Ivy estaba sentada detrás del escritorio.
Ella nos envió una cálida sonrisa y se puso de pie. —Buenos días.
—Buenos días —le respondí. Ella me hizo un gesto para que me subiera a la
camilla. Alessio me ayudó a reclinarme. La sala estaba llena de máquinas que no
reconocía.
— ¿Cómo te sientes esta mañana? —preguntó. Ivy midió mi bulto y escribió
algo en el bloc de notas
—Estoy bien. Solo un poco nerviosa.
Ella se rio entre dientes. —Por supuesto.
— ¿Sientes náuseas en la mañana o cuando comes?
Sacudí mi cabeza. —No realmente. Estoy muy cansada la mayor parte del
tiempo.
—Ah, debes estar feliz. Es una excusa para dormir todo el tiempo —bromeó—.
¿Puedes levantarte el vestido? Necesito tu estómago desnudo.
Antes de que pudiera moverme, Alessio rodeó la mesa y puso el vestido sobre
mi estómago. Se apretaba contra mis senos, ocultando la mayor parte de mi vista.
Ivy aplicó el gel frío en mi estómago y me estremecí ante la frialdad. — ¿Qué
estás haciendo?
—Preparándote para el ultrasonido. Haré un sonograma rápido para fechas y
medidas para asegurarme de que todo esté bien.
Asentí e Ivy comenzó a mover la varita sobre la redondez de mi estómago. Ella
escribió algo en su computadora. —Todo se ve bien. El bebé se ve saludable. Ahí está
el pequeño —dijo Ivy, señalando la pantalla. Esa es la cabeza.
Alessio se apiñó, casi empujando su cabeza hacia la pantalla. — ¿Por qué es tan
pequeño?
—La medida del bebe está bien. No tienes nada de qué preocuparte.
Desde mi posición y Alessio frente a la pantalla, no podía ver nada. Estiré la
cabeza y los ojos de Alessio se volvieron hacia mí. Se apresuró a mi lado y me ayudó
a sentarme a medias. Alessio sostuvo mi cuello para poder ver la pantalla.
—Estas son las manos.
—Son tan pequeñas —murmuré. Sus pequeños dedos pequeños. Era muy lindo
Se me llenaron los ojos de lágrimas y sollocé mientras Ivy seguía mostrándonos
a nuestro bebé.
—Es tan hermoso —susurré.
Cuando Alessio no dijo nada, volví la cara hacia la suya. Vi sus ojos llenos de
lágrimas. Estaba completamente hipnotizado. Su mirada estaba paralizada en la
pantalla mientras miraba a nuestro bebé.
Vi el amor en sus ojos. Ya adoraba al pequeño. También vi la posesividad allí.
Sabía que protegería a nuestro bebé con su vida.
— ¿Él está bien? —Alessio preguntó con voz ronca. Las lágrimas corrían por mi
rostro por el tono emocional en su voz.
—Lo seta. No hay nada de qué preocuparse —nos aseguró Ivy.
Ella continuó moviendo la varita sobre mi estómago. Justo entonces, el bebé se
movió. Sonreí, sintiéndome contenta.
—Sigues diciendo “él”. ¿Quieres saber lo que van a tener? —Preguntó Ivy,
mirándonos expectante.
Alessio y yo nos miramos el uno al otro. Me mordí los labios y asentí. Alessio se
volvió hacia Ivy.
—Si.
Ivy movió la varita unos segundos. —El bebé es tímido.
Y luego ella sonrió.
—Es una niña.
Mis labios se separaron y un jadeo escapó. Alessio se congeló a mi lado. Miré
fijamente la pantalla, mirando a mi bebé.
Una niña. Íbamos a tener una niña.
—Una niña —susurré.
Alessio seguía en silencio, sus ojos pegados a la pantalla. Se llevó un puño a la
boca y cerró los ojos. Se me encogió el corazón cuando no dijo nada.
¿Quería un niño? Me di cuenta de que Alessio seguía diciendo “él”. Incluso yo
había comenzado a dirigirme al bebé como un niño.
Cuando Alessio volvió a abrir los ojos, inclinó la cabeza y me besó suavemente
en los labios.
—Una princesa.
Sus palabras fueron un mero susurro, pero mi corazón se saltó de alegría.
—Vamos a tener una princesa, Ángel.
Escuché el amor en su voz. Y lo sabía, él era tan feliz como yo, si no más.
Ivy nos sonrió y apagó la pantalla. Sacó un papel y lo cortó en dos pedazos. Le
entregó uno a Alessio. —Aquí hay una foto.
Miró la imagen mucho más de lo que debería. Pero no me quejé. Acabo de verlo
mirar a nuestra hija.
Hija. Una bebé. Una sonrisa se extendió por mis labios.
—Ayla, ¿sabes cuándo fue tu último período? Sé que no es fácil de recordar,
pero realmente sería útil saberlo. De esta manera puedo obtener una fecha de parto
exacta —explicó Ivy.
Miré a Alessio en pánico, mi pecho se sentía repentinamente apretado. Me
tomó la mano y me lanzó una mirada alentadora. —Realmente no me acuerdo. Pero
sé que tuve mi último período antes...
Mi voz quedó atrapada en mi garganta, pero Ivy asintió, como si entendiera. —
Según la medición, diría que tienes aproximadamente veinticuatro semanas de
embarazo. Eso son cinco meses y medio. Tienes casi seis meses de embarazo.
Tienes casi seis meses de embarazo.
Alessio me dijo que me llevaron hace dieciocho semanas, hace casi cuatro
meses y medio.
Eso significaba…
Mis ojos se encontraron con los de Alessio. —Ella es tuya.
Tragó saliva y asintió. Su frente tocó la mía, y colocó un beso en la punta de mi
nariz. —Ella es nuestra.
Sonreí, mis mejillas mojadas por mis lágrimas. Alessio las quitó. —No más
lágrimas, Ángel.
—Son lágrimas de felicidad.
Alessio sonrió. —Está bien, las lágrimas de felicidad son aceptables.
Ivy se aclaró la garganta y nos separamos el uno del otro. —El bebé está sano y
tú también. Volveré a revisarte en cinco días. Me quedaré aquí dos semanas más,
como precaución en caso de que me necesites.
Asentí. Alessio tomó algunas toallas de papel y me limpió el gel del estómago.
Me bajó el vestido y me acomodó en una posición sentada.
—Ahora, debido a tu trauma, necesito que tengas cuidado. Sin estrés. El reposo
en cama también es importante. Come sano. Una madre feliz es un bebé feliz —
terminó Ivy, dándome palmaditas en la rodilla.
Alessio me ayudó a levantarme y me acercó. —Gracias —dije suavemente.
Salimos de la habitación, me dolían las mejillas por sonreír demasiado. Maddie
y los demás nos estaban esperando en la sala de estar.
— ¿Entonces? —ella preguntó.
Alessio y yo nos miramos el uno al otro. Él sonrió antes de girarse para mirar a
todos.
—Una princesa —anunció con orgullo.
Maddie chilló y me abrazó.
Lena sonrió dulcemente y vino a abrazarme también. —Felicidades, querida.
Gracias por darnos una princesa. Han pasado muchos años desde que tuvimos un
bebé en esta casa.
Ella se apartó para darle un abrazo a Alessio también. Maddie me tomó en sus
brazos otra vez.
—Estoy muy feliz, cariño.
Cuando ella se apartó, noté a los hombres discutiendo. Phoenix sonrió a Viktor.
—Dame mi dinero.
— ¡Jódete! Es un niño, te lo digo —espetó Viktor—. Ayla, vuelve allí. Ivy está
equivocada. Es un niño.
—No, es una niña —gruñó Maddie.
—Es una niña —estuvo de acuerdo Alessio.
—Cinco mil dólares, Viktor. Deja de ser una nenita —dijo Phoenix.
¿Hicieron una apuesta?
Sacudí mi cabeza cuando Viktor miró a Phoenix. Nikolay permaneció en
silencio, como siempre, pero esta vez no estaba tan taciturno. Había una media
sonrisa en su rostro.
Por el rabillo del ojo, vi a Isaak y Lyov salir del gimnasio. Lyov se detuvo en
seco cuando me vio. Sus ojos se movieron hacia mi vientre y apartó su mirada.
Alessio me pasó un brazo por el hombro y me atrajo hacia su pecho. Cuando
Lyov e Isaak se acercaron, Alessio se aclaró la garganta.
—Estamos teniendo una niña.
Lyov se congeló y lo vi tragar con fuerza. Hubo un destello de dolor en sus ojos,
y su rostro se retorció de tristeza. Me dolía el corazón por él.
Sus manos se apretaron a su lado y, sin decir una palabra, se alejó. Alessio
suspiró a mi lado. Me aparté de Alessio y fui a seguir a Lyov.
No podía soportar la idea de que él sufriera. Le seguía doliendo. La muerte de
su esposa e hija todavía lo perseguía. Si pudiera... quería aliviar su dolor.
Alessio me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás. —Déjalo ser, Ángel.
—Necesito hacer esto, Alessio. Por favor —supliqué, mis ojos seguían a Lyov
mientras él subía las escaleras.
Aparté mi brazo y le di una pequeña sonrisa. —Estaré bien.
Le di un beso a Alessio en los labios y seguí a Lyov. Mis pasos vacilaron cuando
llegué a su habitación.
Cuando mi puño hizo contacto con la puerta, temblé ligeramente de
nerviosismo.
El no respondió. Esperé y esperé.
Finalmente, abrí la puerta y miré dentro. La habitación estaba oscura excepto
por una lámpara de noche. Proyectaba un suave resplandor alrededor de la
habitación.
Entré y cerré la puerta detrás de mí.
Lyov estaba sentado al borde de la cama, con un marco de fotos en la mano.
Caminando hacia la cama, me senté a su lado.
Solo hubo silencio entre nosotros. Ahora que estaba aquí, no estaba segura de
qué decir, de cómo calmar su dolor.
Finalmente, rompió el silencio.
—Me recuerdas mucho a mi María.
Su voz se quebró y mi estómago se retorció. —Ella era igual que tú. Dulce,
hermosa y muy gentil.
—Te miro, y todo lo que veo es a mi Ángel —susurró, sus dedos se quedaron
sobre el marco. Vi que era una foto de una mujer. Supuse que era María.
—Lo siento —murmuré, mirando mi regazo.
—No es tu culpa. —Lyov abrió el cajón y sacó otra foto. Me la entregó. Parecía
un sonograma.
—También íbamos a tener una princesa —dijo, señalando al bebé.
—Lo sé —dije suavemente. Mis dedos trazaron la imagen. Mi corazón estaba en
agonía por su pérdida.
Lyov me entregó el marco de fotos. —Esta es mi esposa.
Esta es mi esposa.
No era. Incluso después de tantos años, María seguía siendo su esposa.
Al mirar la foto, vi que Alessio tenía sus ojos. —Ella es hermosa.
—La más hermosa —estuvo de acuerdo con una pequeña sonrisa.
—Siento tu pérdida. María y tu hija no se lo merecían. No merecías pasar por
ese dolor. Me duele el corazón por tu pérdida —admití sinceramente—. Pero tal vez
están en un lugar mejor en este momento. Estoy segura de que nos están cuidando.
— ¿Lo están? —Preguntó entrecortadamente, mirando la foto.
—Son Ángeles.
Una lágrima cayó sobre la foto, y rápidamente me di cuenta de que Lyov estaba
llorando. —Tu María te amaba mucho. No creo que ella hubiera querido que te
castigaras así. Ella hubiera querido que fueras feliz. Honra sus recuerdos viviendo y
recordándola con una sonrisa. Estoy segura de que ella hubiera querido eso para ti.
El silencio cayó sobre nosotros. Me puse nerviosa y comencé a jugar con el
dobladillo de mi vestido. Después de un tiempo, finalmente habló. —Te pareces
mucho a ella.
Cuando no sabía cómo responder a esto, me puse de pie. Justo entonces, la
pequeña princesa se movió. Tal vez estaba destinado a ser. Tal vez fue el destino,
pero en ese momento, supe lo que tenía que hacer.
Me agaché y tomé la mano de Lyov. Levantó la cabeza y me miró sorprendido.
Tomando su mano, la puse sobre mi estómago justo donde la bebé estaba
bailando.
Respiró hondo y su rostro se arrugó cuando las lágrimas corrieron por sus
mejillas. La foto cayó en su regazo cuando se llevó el otro puño a la boca.
Me recordó a Alessio. Había tantas similitudes entre padre e hijo. Solo que lo
estaba viendo por primera vez.
Lyov era solo otro hombre roto.
La princesa lanzó una fuerte patada a mi lado y yo hice una mueca.
—Ella es fuerte —murmuró Lyov. Había una sonrisa fantasma en sus labios.
—Al igual que su papá —Me reí.
—Y su madre.
Nunca esperé que dijera eso, pero mi corazón dio un vuelco y sonreí. —Gracias
—susurré mientras nuestra princesa seguía moviéndose.
—Lyov, sé que realmente no te agrado, pero esta pequeña princesa aquí,
necesita a su abuelo —comencé—. Nunca tuviste la oportunidad de conocer a tu
princesa, pero por favor, no te alejes de esta. Ella es igual de preciosa.
Se movió de nuevo, golpeando directamente en la palma de Lyov. Parecía que
ella estaba de acuerdo.
—Puedes ser parte de su vida si quieres. Nunca te detendré. Por favor, no
huyas de esto, de ella —agregué.
Lyov no respondió, y después de un tiempo, el bebé dejó de moverse. Se le cayó
la mano y miró las fotos en su regazo.
Esperé su respuesta. Cuando no lo hizo, cerré los ojos cuando una ola de
tristeza se apoderó de mí. Di un paso atrás y comencé a irme cuando su voz me
detuvo.
—Me gustaría eso.
Mi corazón se aceleró y presioné una mano contra mi estómago. ¿Escuchaste
eso, princesa?
—Nunca tuve la oportunidad de abrazar a mi princesa. Pero quiero sostener a
esta.
Sus palabras fueron confirmación suficiente. —Creo que a ella también le
gustaría.
Capítulo 16
Salí de la habitación, dejando a Lyov solo con sus pensamientos. El estaría bien.
Esta pequeña princesa nos dio esperanza a todos.
Alessio estaba apoyado contra la pared. Tan pronto como salí de la habitación,
él me tomó en sus brazos.
Sollocé en su pecho. —Va a estar bien, Alessio.
Alessio no dijo nada. Solo me dejó llorar. Cuando mis lágrimas finalmente se
secaron, coloqué un beso en el medio de su pecho, justo sobre su corazón.
— ¿Podemos ir al arroyo? —Pregunté, alejándome.
Él sonrió. —Vamos.
Bajamos las escaleras y saludé a Maddie. Ella le devolvió el saludo y fue a la
cocina.
Nuestra caminata hacia el arroyo fue lenta. Nos tomamos nuestro dulce tiempo,
nuestras manos entrelazadas. No dijimos nada. No era necesario. El silencio era
suficiente. Era cómodo. Éramos nosotros.
Cuando llegamos al arroyo, me instalé en una roca, mis pies en el agua. Alessio
se paró detrás de mí, sus manos sobre mis hombros.
— ¿Estás feliz? —Pregunté, frotando pequeños círculos alrededor de mi
vientre embarazado.
—Estoy más que feliz, Ángel. Estoy jodidamente extasiado.
—Siempre te dirigiste al bebé como un niño. ¿Estás feliz de que sea una niña?
Cuando él no respondió de inmediato, me puse nerviosa. Finalmente, sentí sus
labios al lado de mi oreja. Puso un beso allí antes de decir: —Estoy feliz.
Suspiré de alivio, y cuando continuó, mi corazón se aceleró con alegría. —Creo
que en el fondo siempre quise una princesa. Después de perder... —Hizo una pausa,
pero entendí lo que quería decir—. Solo estaba asustado. No quería tener esperanza.
Pero cuando escuché que era una niña, sentí que mi corazón simplemente dio un
vuelco. Juro que se detuvo por un segundo. Soy lo más feliz que puedo ser en este
momento.
Me recosté contra su pecho e incliné mi cabeza hacia atrás. Alessio me miró de
nuevo.
—También estoy feliz.
Alessio sonrió y besó mi frente, mi nariz y finalmente mis labios. Me tomó los
labios con dulzura.
—Un momento tan dulce. Casi me siento mal por interrumpir.
Mis ojos se abrieron y mi corazón se detuvo. Me congelé y lentamente me
adormecí.
No. No. No. Por favor, no.
Mi mente gritaba, mi corazón lloraba y de repente me dolía en todas partes.
Esa voz.
Esto no podría estar sucediendo.
No otra vez. No ahora.
Sentí a Alessio congelarse detrás de mí. Desde nuestra posición, vi sus labios
curvarse en un gruñido. Incliné mi cabeza hacia abajo, el miedo nubló mi visión. Me
estremecí de terror.
En ese momento, solo quería desaparecer en el aire. No quería existir. Quería
estar lejos... muy lejos del Diablo.
Alessio se enderezó y sentí que se daba la vuelta. Lentamente me levanté y me
di la vuelta también, pero me quedé escondida detrás de Alessio.
No podía ver a Alberto desde donde estaba. Estaba completamente escondida,
protegida a espaldas de Alessio.
Alessio se llevó la mano a la cintura, donde estaba su arma.
—Ah. Ah No te muevas o dispararé. Confía en mí, esta vez lo haré —advirtió
Alberto—. Aléjate de ella.
Alessio no se movió. —Aléjate de ella o dispararé. ¿Cuál es el punto de ser un
héroe? Después de dispararte, puedo dispararle. Así que aléjate de ella.
La mano de Alessio permaneció en su cintura y todavía no se movió. Escuché a
Alberto reír. Me zumbaban los oídos y cerré los ojos.
Sin pensarlo, me aparté de la espalda de Alessio y me paré a su lado.
Los ojos de Alberto vagaron sobre mí y vi su vil sonrisa. —Ahí estás, amor.
Me estremecí ante su voz pero mantuve mis ojos en él. Se veía diferente. Tenía
barba y su ropa estaba arrugada.
Sus ojos parecían rojos, cansados... y delirantes. Su brillo maníaco me atravesó
hasta que todo lo que sentí fue miedo absoluto.
Mi cabeza se volvió loca; Se me encogió el estómago. Me dolía el corazón. Dolía
mucho.
—Si tan solo no hubieras huido —chasqueó la lengua—. Te habría mantenido
viva. Pero ahora me has cabreado. Ya no me siento generoso.
El pánico me arañó la garganta y miré a Alessio. Estaba mirando a Alberto
estoicamente. ¿Cómo se llegó a esto? Todo era perfecto hace solo unos momentos.
Alberto dio un paso hacia nosotros, apuntando el arma en mi dirección. Su
mirada se dirigió a Alessio. —Un movimiento y le dispararé el cerebro. Sabes que
solo lleva unos segundos.
Las manos de Alessio se apretaron a su lado. Yo quería caer y suplicar piedad.
Mi respiración se aceleró y mi pecho se apretó. Alberto siguió caminando hacia
mí hasta que estuvo a solo unos pasos de distancia.
Apuntó el arma a Alessio y luego a mí. —Hmm... Me pregunto a quién debería
disparar primero.
Alberto me apuntó con el arma. — ¿A la pequeña Ángel?"
Ladeó la cabeza antes de apuntar con el arma a Alessio. — ¿A su salvador?
Mi corazón se encogió de dolor y me froté el estómago. Apenas podía respirar.
—Eres un cobarde, Alberto. ¿Por qué no peleas como un hombre? —Alessio
gruñó.
Alberto chasqueó y apuntó el arma hacia mí otra vez, pero esta vez hacia mi
estómago. — ¿O al bebé?
¡NO! Quería gritar Mi corazón estaba tratando de salir de mi pecho. Me
temblaban las manos, pero acuné mi vientre embarazado protectoramente.
—Aww, qué lindo —se burló—. Al bebé, entonces.
Mis ojos se abrieron. Todo sucedió muy rápido. Vi a Alessio tambalearse hacia
adelante, y su pierna pateó. Cogió a Alberto en la mano y la pistola se fue volando.
Alessio derribó a Alberto al suelo, y yo me quedé helada, mirando a los dos
hombres rodar por el suelo, luchando.
No podía perder a Alessio. Simplemente no podía.
Estaba cegada de terror mientras los veía pelear. Estaban en busca de sangre, y
en este momento, no sabía quién ganaría.
Con los ojos muy abiertos, busqué el arma. ¿A dónde fue la pistola?
Cuando finalmente la noté al lado de un árbol, di un paso adelante pero me
detuve cuando Alberto empujó a Alessio para alejarlo de él.
Tenía otra pistola en la mano.
Oh, por favor, no.
Él se rio, una risa llena de tanta locura que hizo que mi piel se erizara de miedo
y asco.
Alberto ni siquiera parecía sin aliento. Parecía un hombre en una misión. Había
algo que lo hacía más fuerte, más loco.
Alessio avanzó lentamente hacia mí.
Alberto movió sus ojos muertos a los míos, sonriendo sombríamente. —
¿Realmente pensaste que podrías escapar? Ayla, pareces haberlo olvidarlo. Eres mía.
Realmente era el Diablo. Por una fracción de segundo, me pregunté cómo era
posible que alguien fuera tan cruel.
Pero la idea desapareció rápidamente cuando apuntó con el arma justo en al
centro de mi estómago. —Dile adiós al amado bebé.
Gemí, sosteniendo mi estómago como si estuviera tratando de esconder a mi
princesa de este horror.
Pero el Diablo nos había encontrado, y esta vez no había escapatoria.
Esto era todo. Este era mi fin.
Mi corazón latió con fuerza cuando lo vi apretar el gatillo. Mis ojos se cerraron
cuando sonaron dos disparos. El terror me invadió mientras esperaba el dolor.
Los segundos pasaban y no sentía nada.
Mis ojos se abrieron de golpe.
Jadeé y grité cuando vi a Alessio parado frente a mí, su rostro era una máscara
de shock y dolor.
— ¡No! —Grité, avanzando hacia él. Envolví mis brazos alrededor de él,
moviendo mis manos sobre su cuerpo, buscando dónde estaba herido.
No. Por favor. Esto era una pesadilla. Esto no estaba sucediendo. No podía
perder a Alessio. Mi cara se contrajo cuando una ola tras otra de dolor me atravesó.
—Alessio —sollocé, pasando mis manos sobre él—. No. ¿Por qué, Alessio?
Alessio me agarró por la cintura y me atrajo hacia su pecho. Sus manos fueron
a mi estómago, sosteniendo la protuberancia. Su otra mano recorrió todo mi cuerpo,
como yo estaba haciendo al suyo.
— ¿Dónde estás herida? Ayla, ¿dónde estás herida? —Preguntó con urgencia,
su voz ronca—. ¡Por favor, di algo!
Una pena agobiante me invadió. Lloré en su pecho. —No estoy herida. Tú...
tomaste... la bala...
— ¡Ayla! —Alessio me sacudió, su cara horrorizada—. No. ¡Te dispararon! No
lo evite. Llegué demasiado tarde.
Sollozos agonizantes cayeron de mi boca, mis pulmones se contrajeron
dolorosamente mientras sacudía mi cabeza. Mi estómago comenzó a encogerse por
la severidad de mis sollozos, y palmeé las mejillas de Alessio. — ¿No estás herido? —
pregunté.
Vi confusión en sus ojos, y él se apartó un poco, sus ojos recorrieron mi cuerpo,
inspeccionándome. Hice lo mismo por él.
—No estás herida —afirmó.
Y él tampoco.
Mis ojos se abrieron cuando mi sangre corrió tan rápido por mi cuerpo que de
repente me sentí débil. No podía escuchar nada más que el latido salvaje en mis
oídos. ¿Qué estaba pasando?
—Entonces... ¿quién tomó la bala? —Susurré. Alessio tragó saliva y me abrazó.
Nos dimos la vuelta, Alessio protegiéndome con su cuerpo.
La vista que me contemplaba me dejó sin aliento. La agonía me destrozó el
corazón y me puse de rodillas, demasiado débil para mantenerme erguida,
demasiado débil para pensar.
Lloré de angustia.
— ¡NO!
Capítulo 17
Alberto

Realmente pensó que podría escapar.


Qué ingenuo de su parte. Estúpido también. Pensé que ella había aprendido su
lección mucho antes, e incluso ahora, pero parecía que todavía tenía mucho que
aprender.
Lástima que había alcanzado mi límite. Ya no era paciente. Ella me puso a
prueba todos los días. Cada vez que ella escapaba. Cada vez que ella pronunciaba su
nombre.
Ayla era mía. Incluso si ella no quería serlo. No era su elección. Nunca fue su
elección.
Solo porque ella no tenía otra opción.
¿Cuánto tengo que romperla hasta que finalmente lo entienda?
Pensé que la tenía doblada a mi voluntad. Ella era mía. Ningún otro hombre la
tocaría.
Pero claramente la había evaluado mal. Ese fue mi primer error.
Desde la primera vez que la vi, solo éramos Ayla y yo. Pero luego vino Alessio y
lo jodió todo.
Si no fuera por él, Ayla aún seguiría siendo mía.
Desde mi lugar en las sombras, los observé. Lo vi abrazarla, sus brazos
alrededor de mi mujer.
La vi sonreír, reír con él.
Mis dedos se apretaron alrededor de mi arma. La furia rodó sobre mí en fuertes
olas.
Este era el final.
Era hora de su fin.
Mis ojos se movieron hacia el estómago redondo de Ayla. Su bebe. No el mío.
Cada vez que la miraba, me servía de recordatorio.
El la toco.
Debería haberme librado del bebé cuando tuve la oportunidad.
Al pensarlo, mis labios formaron una pequeña sonrisa. Ya no importaba. Me
desharía del bebé ahora.
Tomaría todo de ella hasta que no le quedara nada. Hasta que no tuviera más
remedio que caer a mis pies.
Los observé.
Cuando la besó, froté mi dedo sobre el gatillo. Tenía ganas de tirar de él. Para
acabar con sus vidas.
Eso sería demasiado fácil.
Quería ver el miedo en sus ojos. En los ojos de Alessio. Quería verlo indefenso.
Me había quitado todo.
Y le iba a devolver el mismo favor. Después de todo, la venganza es una perra.
Con mis dedos envueltos firmemente alrededor del arma, salí de las sombras.
—Un momento tan dulce. Casi me siento mal por interrumpir.
Me reí cuando giraron para mirarme. La sorpresa en la cara de Alessio fue casi
cómica.
Pero él no era mi objetivo.
Mi objetivo era la mujer que se escondía a sus espaldas.
Cuando ella apareció, sonreí. Esto era todo, amor.
Ayla no se dio cuenta de lo que quería, lo conseguía. No importaba si tenía que
tomarlo por la fuerza; Al final, siempre obtenía lo que quería.
Ella no era diferente.
Apuntando con el arma a Ayla, la miré. Vi el miedo y el pánico. No me
desconcertó.
Iba a arrastrarla al infierno conmigo.
Ella sería mía al final.
Capítulo 18
Ayla

Me dolía la garganta por gritar. Ya no me quedaban lágrimas. Ni siquiera podía


encontrar mi voz. El shock me atravesó, y me congelé al ver frente a mí.
Esto no podía estar sucediendo.
No después de todo lo que habíamos pasado. Después de recorrer un largo
camino, este no podía ser el final.
Mis palmas se encontraron con la hierba, me dolían las rodillas al mirar mi
regazo. Mi bebé se estaba volviendo loco, moviéndose salvajemente. Era como si
pudiera sentir mi estrés. Ella sabía que algo malo había sucedido.
Oh, bebé.
Hubo gritos. Podía escuchar a la gente peleando, pero decidí ignorar todo.
Cuando alguien me agarró por los hombros, mis ojos se alzaron para
encontrarse con los azules de Alessio. También pude ver el pánico y el shock allí,
pero toda su atención estaba en mí.
— ¿Estás bien? —preguntó con pánico.
Asentí y miré por encima de sus hombros. —Pero él... él...
Alessio cerró los ojos con fuerza. Después de respirar profundamente, me miró
de nuevo.
— ¿Puedes ponerte de pie?
—Creo que si —murmuré. Alessio me ayudó a levantarme, y me abrazó.
—Va a estar bien —susurró en mis oídos.
—No. No lo estará. Tu padre... —me detuve, mis palabras atrapadas en mi
garganta —. ¿Cómo… por qué…?
Isaak se arrodilló junto a Lyov. Él tosió en la hierba. Cuando vi sangre, me
aparté de Alessio.
— ¡Tenemos que ayudarlo! Dios mío, tenemos que ayudarlo. Está sangrando
mucho... y está tosiendo sangre.
Mis dedos se apretaron alrededor del brazo de Alessio. Miré a mi alrededor
desesperadamente, buscando algo que trajera a la tierra. Mi piel picaba con
inquietud y mi cabeza palpitaba.
Cuando mis ojos hicieron contacto con la escena detrás de Lyov, mis pulmones
se contrajeron.
Alberto estaba en el suelo con Nikolay encima de él. Viktor estaba de pie junto
a ellos, su arma apuntaba a la cabeza de Alberto.
Se necesitaría solo una bala para acabar con su vida, pero Viktor no hizo
ningún esfuerzo para hacerlo.
Vi a Nikolay lanzar golpes furiosos en la cara de Alberto. Quien intentó cubrirse
la cara, evadir los despiadados golpes, pero no tenía escapatoria.
Lo único que podía escuchar era el sonido de nudillos haciendo contacto con la
piel. Sonaba áspero. Alzando mis manos, cubrí mis oídos. No quería escucharlo. No
quería verlo. No quería pensar en ello.
Mis ojos volvieron a donde estaba Lyov, inmóvil. Mi respiración salió más
fuerte y más dura.
— ¡Alessio, tenemos que ayudarlo!
— ¡Ayla, cálmate! No deberías estar estresada así. No es bueno para el bebé —
espetó Alessio, su mano acunó mi estómago protectoramente.
Mis ojos se abrieron y aparté sus manos. — ¿Estás loco? ¡Tu padre ha recibido
un disparo! Tomó la bala por nosotros. ¿Cómo puedes estar preocupado por mí y el
bebé ahora mismo?
Sin darle la oportunidad de responder, corrí al lado de Lyov. Sentí una fuerte
patada e hice una mueca cuando me arrodillé junto a él. Los ojos de Lyov estaban
cerrados, su respiración era dificultosa. Contuve un sollozo cuando vi su estómago
ensangrentado.
Había tanta sangre.
Su rostro estaba pálido, sus ojos cerrados. Vi la línea de estrés en su frente. Mi
palma presionó contra su piel húmeda e intenté calmar su movimiento adolecido.
—Por favor, no te muevas. Solo te lastimarás más —dije suavemente.
Escuché a Isaak maldecir. Alessio vino a pararse a mi lado. —Vamos a moverlo
—murmuró.
Me puse de pie y me aparté del camino. Isaak y Alessio ayudaron a Lyov a
ponerse de pie.
—Ayla, camina delante de nosotros —ordenó Alessio. Su tono no tenía espacio
para discutir. Sus ojos me rogaban. Sabía lo que él lo necesitaba.
Alessio me necesitaba delante de él. Sus ojos en mí. Necesitaba asegurarse de
que estuviera a salvo. Dándoles una última mirada, me di la vuelta.
Los otros ya se habían ido. Los había desconectado y ni siquiera me di cuenta
de que se habían llevado a Alberto. Exhalé un suspiro de alivio, mis hombros caídos.
Alberto finalmente había sido atrapado.
***

Nos dirigimos a Sam. Incluso Ivy estaba allí. Maddie y Lena estaban paradas
frente a la puerta.
Isaak y Alessio arrastraron a Lyov a la habitación y lo empujaron sobre la cama.
Antes de que pudiera entrar, Maddie me agarró del brazo. —Creo que deberíamos
esperar aquí —sugirió en un suave tono.
Mis ojos se dirigieron a Alessio y lo vi venir en mi dirección. Abrió sus brazos y
entré en ellos con gusto. Enterrando mi cabeza en su pecho, dejé salir mi peor
miedo. — ¿Estará bien?
Cuando no escuché ninguna respuesta de su parte, mis brazos se apretaron
alrededor de su cintura. Fue entonces cuando noté que le temblaban los brazos. Fue
una ligera sacudida pero fue suficiente para darme cuenta de lo que estaba
sintiendo.
Sentí sus labios en mi sien, y mis ojos picaron con lágrimas no derramadas.
Puse un beso sobre su corazón latiente, no queriendo dejarlo ir.
Nos quedamos encerrados en un abrazo. En ese momento, yo era su fuerza. —
Va a estar bien, Alessio. Prometió que sostendrá a Princesa. Lyov necesita conocer a
su nieta.
Las palabras eran difíciles de hablar. Mi voz salió áspera mientras trataba de
mantener a raya las lágrimas. No podía llorar. No podía ser débil. No ahora. Tenía
que ser fuerte.
Lyov nos salvó... él tomó la bala por nosotros.
Tenía que ser fuerte para todos nosotros.
Ahora que Alberto fue capturado, todo estaría bien. Estábamos a salvo.
Miedo. Enfado. Alivio. Tristeza. Aversión. Shock.
Por el momento, mis sentimientos eran un volcán inactivo. Enterré todo dentro
y me concentré en Alessio y Lyov.
—Ayla.
Mi nombre me sacó de mis pensamientos y miré a Maddie. — ¿Por qué no
descansas? Cuando Sam termine, te llamaremos.
Sacudí la cabeza y abracé a Alessio con más fuerza. —No. Me quedaré aquí
hasta que sepa que está perfectamente bien.
—Ayla —advirtió Alessio.
Antes de que pudiera decir algo, me aparté y me puse de puntillas. Llevando
mis labios a los suyos, lo besé suavemente. —No voy a ninguna parte, Alessio. Por
favor, déjame quedarme aquí —susurré contra sus labios.
Suspiró, cerrando los ojos. —Eres tan testaruda.
—Lo sé —murmuré, abrazándolo de nuevo—. Esperaremos juntos, Alessio.
Y eso fue exactamente lo que hicimos.
El aire a nuestro alrededor estaba cargado de incertidumbre, como una nube
oscura que se asentaba sobre nosotros.
Con cada minuto que pasaba, me asustaba más. Me helé hasta los huesos al
pensar que Lyov no saldría con vida.
—Ayla... Ayla... despierta.
Parpadeé aturdida, abrí los ojos y miré la cara sonriente de Maddie.
Quitándome la somnolencia, fui a levantarme. —Lo siento. Me quedé dormida.
—Sam pudo sacar la bala. Lyov está bien. Está descansando ahora —dijo
Maddie con entusiasmo.
Mi boca se abrió y mi corazón dio un salto ante las palabras de Maddie. Cuando
sentí una patada, mi mano instintivamente fue a mi estómago.
Froté círculos suaves alrededor de mi vientre. Girándome, busqué a Alessio. Su
espalda estaba hacia mí mientras miraba la pared. Me acerqué y puse una mano
sobre su hombro.
Al instante se relajó bajo mi toque, y lo escuché soltar una respiración larga y
dolorosa. —Está bien, Alessio.
Me dio un fuerte asentimiento. —Lo sé.
— ¿Quieres verlo? —Pregunté cuándo cayó el silencio sobre nosotros.
Me puse delante de Alessio y palmeé sus mejillas. — ¿De qué tienes miedo?
Contuve el aliento cuando vi el dolor en sus ojos. —Pensaba que nunca le
importe, Ayla. Él no era realmente un padre. Después de que perdí a mi madre, él
nunca actuó como un padre. Solo fui un hijo olvidado la mayor parte del tiempo.
Alessio inclinó la cabeza y enterró la cara en mi cuello. —No sé cómo mirarlo a
los ojos y agradecerle por salvarte. Él tomó esa bala por ti.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cabeza, froté mis dedos en la espalda
de su cuello. —Te equivocas. Él nos salvó. Si no fuera por él, te habrían disparado.
En ese momento, no creo que le importara a quién estaba salvando. Ya fuera yo, tú o
la princesa. Es un buen hombre, Alessio. Solo un poco perdido y roto, pero un buen
hombre.
Sentí el suspiro de Alessio contra mi piel antes de alejarse. —Vamos.
Sonreí, mirando sus cautivadores ojos azules. Tomando mi mano, entrelazó
nuestros dedos antes de llevarme a la habitación.
Lyov estaba en la cama con Isaak a su lado. Cuando nos acercamos, su mirada
se dirigió a nosotros. Su rostro era una máscara de dolor, pero nos envió una
sonrisa. —Me alegra... que… estén... bien.
Le di una sonrisa vacilante. —Gracias, muchas gracias.
Él se rio entre dientes pero rápidamente jadeó, su rostro palideció. —No... me
agradezcas.
Isaak nos miró antes de ponerse de pie. —Los dejaré solos —murmuró antes
de salir de la habitación.
Tomé su lugar en la silla al lado de la cama. Tomando la mano de Lyov, miré su
estómago.
Estaba cubierto con la sábana, pero hice una mueca al recordar la escena
ensangrentada de antes. — ¿Duele mucho?
Lyov sacudió la cabeza. —En absoluto.
Alessio resopló. —No hay necesidad de actuar todo duro, viejo.
Esas eran las primeras palabras que pronunció desde que entramos a la
habitación. Su voz sonaba áspera, y levanté la vista para verlo mirando a Lyov.
De hecho, ambos se estaban mirando el uno al otro.
Un momento tenso pasó entre ambos hombres antes de que dejaran de verse.
Suspiré cuando ambos se quedaron en silencio. Teníamos un largo camino por
recorrer.
Alessio rodeó la cama y se paró a mi lado. —Ayla, vámonos. Necesitas
descansar. También necesito... —Alessio se detuvo, su expresión se puso furiosa.
Comprendía lo que quería decir.
Alberto fue capturado y Alessio estaba ansioso por vengarse.
Vi sus manos apretarse en puños. Tomándolas en mis manos, puse un beso en
sus nudillos.
—Anda tú. Voy a estar aquí. Cuando me canse, subiré a dormir.
Abrió la boca para discutir, pero continué. —Estaré bien, Alessio. De verdad.
Por favor, vete. Haz lo que tengas que hacer.
Esta era yo haciéndole saber que estaba de acuerdo con todo lo que había
planeado para Alberto. Me negué a pensar en el Diablo, porque eso me traía todos
los recuerdos que quería enterrar. Mis ojos se encontraron con los de Alessio. Azul
contra verde. Sonreí, tomando fuerza de su furiosa mirada.
Después de un largo momento de silencio entre nosotros, titubeó. Inclinándose,
besó mis labios.
—Vendré por ti —declaró Alessio antes de alejarse.
Sonreí, sabiendo que él cumpliría su palabra. Levantó su mano y pasó su pulgar
sobre mi mejilla. Su toque fue suave; Su mirada tenía la misma gentileza.
Alessio se apartó. Observé como se iba cuando de repente se detuvo.
Sentí mis cejas fruncirse cuando la confusión floreció dentro de mí. Sus
hombros se tensaron antes de hablar. Las palabras fueron pronunciadas en voz baja,
pero fueron tan impactantes para mí como para Lyov.
—Gracias por salvarnos.
Con eso, Alessio se alejó.
No pude evitar sonreír. Mi taciturno hombre. Era tan testarudo.
Volví a mirar a Lyov para verlo mirando la puerta cerrada. — ¿Estoy soñando?
Esta vez me reí. —No. No lo estas.
Cerró los ojos con un suspiro. —Nunca pensé que escucharía a mi hijo decir
eso.
Mi garganta se cerró y miré mi regazo. Fue un momento tan hermoso. Quería
capturarlo y mantenerlo en mi corazón para siempre. Todavía recordaba cuando
padre e hijo una vez se odiaban.
—Deberías descansar —susurré, ajustando su sábana.
Sus ojos ya estaban cerrados. Unos minutos más tarde, su respiración se niveló.
Sabía que estaba dormido. No pasó mucho tiempo antes de que mis ojos
comenzaran a ponerse pesados. Lo último que recordaba era mirar la forma
dormida de Lyov, pensando cuánto se parecían padre e hijo.
Me desperté sobresaltada cuando sentí que alguien envolvía sus brazos debajo
de mis rodillas. Mis ojos se abrieron cuando fui cargada en los brazos de Alessio. Me
acunó contra su pecho e instintivamente puse mi cabeza sobre su hombro.
Tarareé somnolienta y cerré los ojos de nuevo.
—Te dije que te fueras a la cama, Ángel —advirtió —. Has estado sentada en
esta silla durante horas. Nunca escuchas. No es bueno para ti ni para el bebé.
—Estoy bien —murmuré, sosteniéndome de su cuello.
—La llevaré arriba —oí decir a Alessio. Al abrir los ojos, vi que Lyov estaba
despierto. Él asintió con la cabeza a Alessio y me dio una pequeña sonrisa.
Alessio no esperó a que me despidiera; ya me estaba sacando de la habitación.
—Eres tan testaruda. ¿Cuántas veces tengo que decirte? Necesitas cuidarte mejor.
¿Incluso comiste? Joder, Ayla. Por favor, dime que comiste algo.
Me estremecí ante el recordatorio. Se iba a molestar.
—Ayla —gruñó en advertencia—. ¿Comiste?
Apreté mis labios, negándome a responder. Resopló frustrado pero permaneció
en silencio. Le eché un vistazo a su rostro y vi que sus labios se adelgazaron en una
línea recta enojada.
Puse un beso a un lado de su cuello. —Por favor, no te enfades.
—No lo estoy.
Cerré mis ojos. Definitivamente lo estaba.
Cuando llegamos a nuestra habitación, no encendió las luces. Alessio me colocó
en la cama y tiró del edredón sobre mí. Se subió a la cama y me abrazó.
De espaldas a su pecho, me abrazó. Puso su mano sobre mi estómago, y yo puse
la mía sobre la suya.
Había una pregunta ardiendo en mi cabeza.
Se había ido por horas.
— ¿Está muerto?
La pregunta fue susurrada en la oscuridad, pero mi corazón latía
dolorosamente en mi pecho.
—No —respondió.
Mi aliento me dejó con un fuerte silbido. Mi mano se apretó alrededor de la
suya, mi pecho se sentía más apretado.
—No va a tener una rápida muerte, Ángel.
Me mordí los labios, cerrando los ojos ante sus palabras.
No sabía si era alivio lo que estaba sintiendo o algo más.
—Ve a dormir. No quiero que pienses sobre eso. No hablaremos de él en
nuestra cama —dijo Alessio. Su voz era suave en mis oídos, pero sabía que la ira se
estaba alimentando dentro de él.
Era un hombre enojado, impulsado por la furia y la venganza. No sabía de lo
que era capaz, y en ese momento, no quería saberlo.
Entonces hice lo que me dijo. Dormí.
Sostenida a salvo en el abrazo de Alessio, me quedé dormida mientras el
hombre que me lastimó durante años permanecía cautivo en el sótano, siendo
torturado sin piedad.
Capítulo 19
El cuenco fue colocado en el suelo entre nosotros. La pateó a unos metros.
—Come.
Mantuvo sus ojos en mí mientras daba la simple orden. El tono de su voz tenía un
toque de ira, pero tampoco tenía espacio para preguntas.
Me senté y miré el cuenco a unos metros de mí. Sin perder otro segundo, me puse
de rodillas obedientemente. Eso era lo que él quería.
Cuando llegué al cuenco y me agaché para comer, lo pateó a unos metros de
nuevo. Me arrastré de nuevo. Pateó el cuenco de nuevo.
Este proceso se repitió hasta que usé todo el largo de mis grilletes y me esforcé
para alcanzar el cuenco.
Todavía de rodillas, me incliné y lamí la sopa.
No tenía sabor, pero aun así comí. Era lo único que podía hacer.
El diablo se desabrochó los pantalones y esperé lo que estaba por venir.

Me incorporé sobresaltada, mi mente nublada por el sueño y la pesadilla.


No, fue mi realidad.
Los recuerdos aparecieron detrás de mis párpados cerrados en imágenes
rápidas. Todo dolía... incluso mi alma.
No quería recordarlo, pero era imposible. Los recuerdos siempre volvían a
perseguirme.
Siempre escuchaba la risa del Diablo en mis oídos. No importaba cuánto
quisiera desconectarlo y olvidarlo, simplemente no podía.
Siempre volvía a esto. Recordando. Los dolorosos recuerdos. Reviviéndolos
una y otra vez.
Cuando sentí una mano en mi hombro, me estremecí. Mi mente se puso negra.
El Diablo me había encontrado de nuevo.
Se me revolvió el estómago y probé la bilis en mi lengua. Mis pulmones se
contrajeron dolorosamente y cerré los ojos con fuerza.
—Ayla, soy yo.
La suave voz penetraba a través de la niebla negra. Abrí los ojos para ver a
Maddie sentada a mi lado. Ella me dio una mirada amable y levantó las manos en
señal de rendición.
—No voy a herirte. Alessio tuvo que irse, pero no quería dejarte sola —explicó
en voz baja.
Sentí que mis músculos se relajaban, mi respiración volvía a la normalidad.
El Diablo no estaba aquí.
Fue capturado, esperando su destino. Su muerte.
Una repentina oleada de energía me atravesó al pensar en Alberto.
—Quiero verlo —anuncié.
Salí de la cama y Maddie me siguió. — ¿Alessio? —cuestionó.
—No. —Sacudí mi cabeza, dirigiéndome hacia la puerta. No la esperé. Mi
cerebro se apagó... cada pensamiento se había ido excepto uno.
Quería ver al Diablo por última vez.
Quería ver su rostro... quería ver el miedo en sus ojos. El mismo miedo que
había infundido dentro de mí, quería ver lo mismo reflejado en esos ojos sin alma.
Quería ver a mi Salvador elevarse por encima de él.
Mi corazón latía con fuerza mientras bajaba las escaleras. Maddie me pisaba los
talones. Ella estaba hablando, pero no la escuchaba.
Me concentré solo en mi destino.
Quería sentirme segura... y la única forma de sentirme así era verlo capturado.
Cuando llegué al sótano, vi a dos hombres en la puerta. Sus ojos se abrieron al
verme y dieron un paso adelante.
—Señorita Ayla. No debería estar aquí.
Miré más allá de sus hombros, mirando la puerta cerrada. —Quiero verlo.
—El Jefe dijo que no se permitía a nadie —respondió uno de ellos, dándome
una mirada extraña.
El aire a nuestro alrededor era más frío. Estaba cargado con la esencia de la
muerte. El ambiente se sentía vil y sofocante.
Un escalofrío me recorrió. Me froté los brazos, tratando de deshacerme de los
escalofríos. —Por favor, déjenme pasar. Quiero verlo.
—Señorita…
Maddie no le dejo terminar. —Déjala. Ella necesita hacer esto.
Los cuatro hombres se miraron. Una expresión de desconfianza apareció en sus
rostros, y supe que estaban preocupados por la ira de Alessio. Si desobedecían sus
órdenes, pagarían severamente.
—Le diré a Alessio que los forcé. No dirá nada —intenté negociar.
Los hombres se separaron para dejarme pasar. — ¿Está segura, señorita? Este
no es lugar para usted.
—Estoy segura —respondí.
No, no estaba segura. Tenía miedo de lo que estaba a punto de ver, pero sabía
que tenía que hacer esto.
La puerta se abrió y mi corazón latió con fuerza. Creí que se saltó un latido
debido a lo fuerte que golpeó contra mi caja torácica.
Me temblaban las manos, pero las apreté en puños. Entré para ver a Alessio
girando, mirándome en estado de shock.
Me estremecí al verlo.
Lo primero que noté fue lo ensangrentada que estaba su ropa. Sus manos
también tenían sangre.
Lo segundo que vi fue a Viktor, Nikolay y Phoenix mirándome con los ojos muy
abiertos. También tenían sangre en ellos.
Y lo último... fue Alberto.
Estaba atado a una silla, con los brazos atados a la espalda. Su cabeza colgaba
baja, su barbilla casi tocaba su pecho.
Parecía muerto.
Pero sabía que no lo estaba.
Podía escuchar su dificultosa respiración.
La sangre estaba en todas partes. El olor a cobre de la sangre en la habitación
me daba náuseas y mi estómago se revolvió dolorosamente.
—Ayla —respiró Alessio. Dio un paso hacia mí y mis labios se tambalearon,
tratando de contener las lágrimas.
— ¿Qué…? —Sacudió la cabeza y dejó caer el cuchillo al suelo. Mis ojos lo
siguieron. También había sangre en la hoja. En realidad, todo el cuchillo estaba
cubierto de sangre.
Mis ojos fueron a la mano de Alessio. La misma mano que me sostenía
suavemente y me amaba.
Debería haber tenido miedo, pero no.
Porque sabía que esas manos me mantendrían a salvo. Estaban ensangrentadas
por mí.
Miré a Alberto de nuevo.
Se movió un poco. El Diablo levantó la cabeza con gran dificultad.
Y cuando sus ojos se encontraron con los míos, mi corazón encontró su camino
hacia mi garganta. Se sentía como si me estuvieran perforando cuchillos afilados. Su
mirada me ponía enferma.
Este hombre me rompió. Me humilló de la peor manera posible. Fue mi
pesadilla durante tantos años. El Diablo en mi vida.
Temblé mientras mantenía mis ojos en él. Él representaba cada fealdad en mi
vida.
Quería hundirme en el suelo. Quería hundirme en un pozo de oscuridad. Para
olvidar todo. Todo el dolor. Todo el dolor que el Diablo me causó.
Quería desvanecerme en la nada.
No quería sentir. Mis piernas se sentían entumecidas, y todo mi cuerpo se
sentía pesado.
Dolía mucho. Todo dolía.
Delante de mí, vi al Diablo. Pero también vi cada recuerdo doloroso.
Cada violación. Cada risa siniestra. Toda la tortura que pasé. Recordé haber
sido encadenada a la pared, ser alimentada, golpeada y luego violada.
Recordé los años que dejó que sus hombres me follarán una y otra vez hasta
que me desvanecía en la oscuridad. Hasta que no sintiera nada más que dolor.
Lo vi todo. Lo sentí todo.
La agonía me mareó.
Todas esas emociones que estaban latentes dentro de mí, todas estallaron.
Furia, asco, tristeza, dolor. Corrieron a través de mí, alimentando algo dentro
de mí. Algo de lo que ni siquiera me di cuenta que era capaz.
Sin pensar, me lancé hacia adelante. Alessio retrocedió en estado de shock
cuando agarré su arma.
Sostuve el arma en mi mano y apunté a Alberto.
Vi a Viktor avanzar, pero Alessio lo detuvo alzando la mano.
Mis manos temblaron alrededor del arma, pero mi agarre nunca resbaló. Solo
tenía que apretar el gatillo.
Quería hacerle daño, tal como me hizo daño a mí.
Mis ojos volvieron a Alessio por un segundo. Su mirada ya estaba en mí. Parecía
sorprendido pero orgulloso.
Cuando lo vi sonreír, me relajé.
No era una dulce sonrisa. No, era una sonrisa llena de promesas de oscuridad.
Una sonrisa sádica.
— ¿Quieres dispararle? —Alessio preguntó, caminando hacia mí. Sus pasos
fueron deliberadamente lentos. Parecía poderoso y despiadado. Alessio Ivanshov se
parecía al Rey que realmente era.
Parecía el mismo monstruo que me describieron. El monstruo que todos
temían.
Asentí con la cabeza, manteniendo mis ojos en Alberto.
Alessio se detuvo a mi lado. — ¿Realmente quieres hacer esto?
Asentí de nuevo.
Quería dispararle. Pero ahora que el arma estaba en mi mano, no podía
moverme.
Me congelé, mi garganta se cerró, las lágrimas corrían por mis mejillas.
—Viktor —gruñó Alessio. Viktor miró a Alessio antes de asentir. Desató a
Alberto y lo levantó de la silla.
Viktor lo sujetó por la nuca y lo arrastró por el suelo hacia mí. Limpiándome las
lágrimas, sentí un repentino miedo.
Viktor pateó la pierna de Alberto y lo hizo arrodillarse frente a mí. Me puse
rígida, dando un paso atrás. Mi espalda golpeó un pecho, y supe que era Alessio.
¿Cuándo se movió detrás de mí?
Contuve el aliento y sostuve el arma con más fuerza. Mi dedo sobre el gatillo,
pero no pude hacerlo.
—Ángel, no tienes que hacer esto —susurró Alessio en mis oídos.
Sacudí mi cabeza salvajemente.
—No —respondí con voz quebrada—. Quiero…
Maldijo en voz baja. —Te dejo hacer esto solo porque quieres. Solo un tiro,
Ayla. Eso es todo.
Mi estómago se apretó mientras miraba al Diablo arrodillado frente a mí. Tenía
el poder, pero no podía hacerlo.
—Alessio... —rogué.
Suspiró y envolvió su mano alrededor de la mía. Sosteníamos el arma, juntos.
—Te ayudaré, Ángel.
Su voz era áspera en mis oídos, casi impaciente pero llena de mucho orgullo.
El arma apuntaba a la rótula de Alberto. —Una bala, Ángel. Pero no lo mates.
Todavía no he terminado con él.
Cuando no me moví, Alessio me instó. —Adelante.
Nuestros dedos se apretaron al gatillo.
¡Bang!
Mis oídos resonaron, e hice una mueca, cerrando los ojos.
Alberto gritó tan fuerte que sonó alrededor de la habitación. Mi corazón dio un
salto y mi respiración salió más áspera.
Su grito de agonía continuaba. Cuando abrí los ojos, lo vi retorciéndose en el
suelo. La sangre estaba en todas partes, incluso en mi vestido.
Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, Alessio estaba frente a mí. Me
quitaron la pistola de la mano y me empujaron hacia atrás.
Alessio me abrazó. Enterré mi cara en su pecho. Alberto seguía gritando
mientras Alessio me sacaba cargada del sótano.
La puerta se cerró de golpe y yo me estremecí. Sonó tanto como el disparo.
Me estremecí de frío y dolor. Mucho dolor.
Creía que nunca terminaría el dolor.
Lloré en el pecho de Alessio. Olía a sangre. Estaba cubierto de ella.
Pero yo también estaba cubierto con ella.
La idea me hizo vomitar, y me aparté de Alessio.
Acabo de dispararle a otra persona.
¿Cómo…?
Mi bebé se movió y sentí una fuerte patada. Mi princesa.
Alessio me atrajo hacia su pecho otra vez. —No te alejes de mí, Ángel.
—Lo lastimé —susurré— Lo lastimé, Alessio.
—Lo sé. Fuiste tan valiente. Tan hermosa. Como un Ángel vengador —
susurró—. Estoy asombrado y tan jodidamente orgulloso de ti.
Me sentía mareada y me hundí en Alessio, toda la energía me abandonó.
—Nunca quise que lo vieras así. Sé que quieres matarlo, Ángel. Pero no podrás
vivir con eso —dijo Alessio, su voz baja pero llena de comprensión.
—Matar a alguien nunca es fácil. Te perseguirá para siempre. Tus manos
siempre estarán contaminadas con su sangre. Te conozco. Aunque se lo merece, no
podrás vivir con el hecho de que le quitaste la vida a otra persona —continuó.
Sollocé y lo abracé más fuerte. El me entendía. Por supuesto que me entendía.
Alessio podía leerme como un libro abierto.
A veces sentía que él me conocía mejor que yo misma.
—No quiero que te ensucies las manos mientras esté vivo. Déjame hacer esto.
—Alessio hizo una pausa y acunó mis mejillas. Inclinó mi cabeza hacia arriba,
mirándome a los ojos.
—Déjame ser tu monstruo. Déjame matar por ti, Ángel.
Asentí en silencio. Juntando nuestros labios, nos besamos. Suave y gentilmente.
Un contraste de lo que sucedía a nuestro alrededor.
Alejándome, puse mi mano sobre su corazón. Sus latidos igualaban el ritmo de
los míos. Respiramos juntos, nuestros ojos nunca se separaron.
—Haz que pague, Alessio. Quiero que le duela... como él me hizo que me doliera
—susurré—. ¿Eso me hace una mala persona? ¿Por desearle la muerte a alguien
más?
Alessio sacudió la cabeza. —Nunca. Se merece todo lo que obtuvo y obtendrá.
Cuando termine con él, ni siquiera podrá rogar por su muerte.
Me sequé las lágrimas. —Solo quiero estar a salvo de él. Quiero que nuestra
princesa esté a salvo de él.
—Él nunca volverá a lastimarte —prometió Alessio. Nos besamos de nuevo,
nuestras lenguas bailando juntas. Alessio profundizó el beso, y lo abracé más fuerte.
La Princesa lanzó una fuerte patada a mi lado, y Alessio se apartó, mirándome
el estómago. —Maldición, esa fue una patada fuerte. ¿Está practicando allí?
— ¿Lo sentiste?
Él asintió, frotando la redondez. —Sube las escaleras y toma una ducha
caliente. Vendré por ti por la noche. Espérame en la sala del piano —exigió Alessio,
sus ojos se suavizaron un poco.
Su rostro no era suave ni gentil. Mi dulce hombre se había ido. En su lugar
había un hombre lleno de venganza y necesidad de matar.
También aprendí a amar este lado de Alessio.
Y ahora esperaría pacientemente a que mi dulce hombre regrese.
Mientras tanto, lo dejaría causar catástrofes.
Puse otro beso en sus labios. —Haz lo peor, Alessio.
Capítulo 20
Me dolía la espalda mientras subía las escaleras. Hasta las plantas de mis pies
me dolían. Y apenas hice nada hoy. Nadie me dejaba hacer nada. No se me permitía
salir de la cama o del sofá.
Suspiré, mis hombros cayeron. Estaba aburrida y extrañaba a Alessio.
Dieciocho horas sin él.
La última vez que lo vi fue la noche anterior, cuando toqué el piano para él.
Después de eso, nos fuimos a dormir.
Pero me desperté sin él, su lado de la cama frío. Como si ni siquiera hubiera
estado allí.
Debe haberse ido tan pronto como me quedé dormida.
Ni siquiera pude verlo, y ya era de noche. Pasó todo el día en el sótano. Intenté
no pensar en eso.
Actué como si él estuviera fuera, tratando con algún otro tipo de negocio.
Simplemente no es ese tipo de negocio. Con el que sabía que estaba lidiando en
este momento.
Todavía me estremecía cuando pensaba en lo que le hice a Alberto. Podría
haber sido solo una bala, pero sus gritos aún resonaban en mis oídos.
Todo el dolor que estaba pasando en este momento a manos de Alessio era casi
impensable.
La idea de ello debería haber sido repugnante. Incluso si me asustaba, no me
sentía mal. Se lo merecía. Después de todo lo que había hecho, Alberto se lo merecía.
Su fin estaba aquí.

Cuando llegué al rellano, me detuve, respirando profundamente. Frotando mi


dolorida espalda, me dirigí a la sala del piano.
—Phoenix, está bien. Puedes irte ahora. Alessio estará aquí pronto —dije
cuando llegué a la puerta.
—El Jefe dijo... —Lo corté sacudiendo la cabeza.
—Sé lo que dijo. Pero es solo por unos minutos. Ve y descansa un poco. Debes
estar cansado —dije, enviándole una sonrisa.
Phoenix sacudió la cabeza. —Lo siento, pero no debes quedarte sola. Es una
orden estricta del Jefe, y me han asignado como tu guardaespaldas por el momento.
Un sonido frustrado vino de mi garganta. Había sido así desde que Alberto fue
capturado y Alessio pasaba la mayor parte de su tiempo en el sótano.
Me seguían a todas partes. Si no era Phoenix, entonces era Viktor o Nikolay.
Siempre estaban detrás de mí, vigilando.
—Alessio estará aquí en cualquier momento —traté de razonar con él. Había
una sensación incómoda dentro de mí, teniendo a los hombres siempre
siguiéndome.
—Me iré cuando él llegue aquí y tú estés bajo su protección —Phoenix colocó
sus manos detrás de su espalda, sus piernas se abrieron en una postura protectora.
Su rostro era inexpresivo. En ese momento, me recordó a Nikolay.
Estaban relacionados después de todo, y el parecido estaba allí. Especialmente
cuando Phoenix hablaba en serio.
—Hombres tercos —murmuré por lo bajo.
—Su mente estará tranquila si sabe que estás a salvo y bajo nuestra vigilancia.
Concédele este deseo, Ayla.
Con los hombros caídos en derrota, suspiré. Entendía su punto, pero eso no
significaba que estaba de acuerdo. Tenía una sensación extraña dentro de mí, mi
pecho se sentía imposiblemente apretado al pensar en estos hombres
protegiéndome.
Era casi como si no les importaran sus propias vidas. Siempre era sobre... mi.
Mi seguridad. Mis necesidades.
Me entristeció pensar que podrían preocuparse menos por ellos mismos.
Phoenix debe haber notado mi cambio de emoción porque me envió una
sonrisa amable. —Estás llevando nuestro futuro, Ayla. No sé si entiendes esto, pero
ese bebé continuará con el legado Ivanshov. Tu protección y su protección son
nuestra primera prioridad. No lo protegemos solo bajo la orden del Jefe. Te
protegemos porque queremos hacerlo.
Todo lo que dijo tenía sentido. —Entiendo —murmuré, mis ojos yendo a la
escalera.
Lo sentí incluso antes de verlo. Su presencia hacía que mi corazón latiera más
rápido. Mi estómago revoloteaba y me sentía mareada. ¿Era eso lo que llamaban
mariposas? Lo sentía cada vez que pensaba en Alessio o lo veía. Incluso ante la
mención de su nombre.
Cuando finalmente lo vi, mis labios se estiraron en una sonrisa. Como si mi
cuerpo ya no fuera mío, me deslicé hacia él. Abrió sus brazos y me acurruqué en su
abrazo. Alessio tenía este efecto en mí.
El tirón que sentí hacia él era demasiado fuerte para luchar. Y no quería luchar
contra ello. En cambio, quería disfrutar de su presencia y vivir en él.
—Puedes irte —dijo Alessio, su voz dura y chirriante en mis oídos. Mis ojos se
abrieron de golpe, mis brazos se apretaron alrededor de su cintura.
—Jefe. —Phoenix reconoció la orden de su Jefe con un movimiento de cabeza y
se alejó, pero no sin antes inclinarse levemente en nuestra dirección.
Miré a Alessio y vi su rostro sin emociones. Fue entonces cuando noté el aura
oscura a nuestro alrededor, el aire sintiéndose helado. Su cara estaba dura, sus ojos
brillaban peligrosamente. Había una sensación de crueldad a su alrededor.
Cuando me miró, sus ojos se encontraron con los míos, su expresión no cambió.
Su cabeza descendió hasta que nuestros labios estuvieron a centímetros de
distancia. Nuestros labios se encontraron en un beso entrecortado. Comenzó
lentamente antes de presionar sus labios con más fuerza contra los míos, exigiendo
acceso.
Mis labios se separaron, su lengua se deslizó en las comisuras de mis labios
antes de encontrarse con la mía. Gemí en su beso, poniéndome de puntillas,
queriendo estar más cerca de él.
Cuando finalmente se apartó, estaba sin aliento y me quedé con ganas de más.
Me sentía sonrojada cuando lo miré.
Mi corazón se hundió cuando vi sus ojos. No tenían emociones.
Mi gentil hombre aún estaba desaparecido. La realización atravesó mi corazón.
Lo extrañaba y quería que volviera.
Pero sabía que no volvería hasta que Alberto estuviera muerto. Este era un
lado de él al que tenía que acostumbrarme. Él era, después de todo, un asesino. El
Pakhan. Un despiadado en ello.
Suspiré y agarré su mano, entrelazando nuestros dedos. Su mirada se quedó en
mi cara. Eso era algo que nunca cambiaría.
Su atención. Cuando él estaba conmigo, tenía toda esta atención. Cuando
estábamos en la misma habitación, sus ojos estaban sobre mí. Siempre.
—Vamos. Quiero tocar para ti —dije, llevándolo a la sala del piano.
Alessio tomó su lugar en el sofá mientras yo me dirigía al piano.
La Princesa se movió, casi ansiosa, cuando puse mi mano sobre las teclas del
piano. Cuando comencé a tocar, sonó la melodía, una ola suave nos envolvió. La
pequeña casi instantáneamente se calmó.
Mis ojos se dirigieron a Alessio, y también lo vi relajado en su asiento. Sus ojos
nunca dejaron los míos, y me deleité con el hecho de que tenía toda su atención.
Él era mío... y yo era suya. Éramos uno
Después de la primera canción, me detuve. El bebé pateó, y una pequeña risa
salió de mí. — ¿Te gusta escucharme tocar? —Susurré, mi mano acariciando el
bulto.
Otra patada. Una fuerte.
Toqué otra canción y sus movimientos se detuvieron nuevamente.
Al igual que su papá, pensé mientras tocaba una tercera canción.
Cuando terminé, me dirigí a Alessio. Me atrajo a su regazo, sus brazos me
rodearon.
Colocando mi cabeza sobre sus hombros, me relajé en su abrazo, dejando que
me abrazara. Enterró su rostro en mi cuello, y sentí que inhalaba mi aroma. Sus
labios presionaron contra mi cuello, un suave beso que me hizo temblar.
—Te extrañé — susurré. Alessio no respondió.
Levante la mirada y acuné sus mejillas. Fue entonces cuando noté que tenía el
pelo mojado. No había prestado atención antes, pero solo llevaba una camisa de
vestir negra y pantalones negros.
No había sangre en ellos.
De hecho, olía a limpio.
¿Se duchó antes de venir a mi encuentro?
Acaricié su mejilla, sintiendo el rastrojo bajo la yema de mis dedos. Por
supuesto que se duchó. No por sí mismo. Sino para mí.
Después de un rato, Alessio se puso de pie, aun sosteniéndome en sus brazos.
— ¿Dormirás? —Antes de que pudiera detenerme, la pregunta ya estaba hecha.
Sabía la respuesta, pero aun así esperaba otra.
Sus pasos se detuvieron por un segundo antes de continuar a nuestra
habitación. Alessio me colocó debajo del edredón antes subir a la cama detrás de mí.
Tirándome a sus brazos, dio una simple orden.
—Duerme, Ángel.
Con los ojos cerrados y a salvo en los brazos de Alessio, me quedé dormida.
Nuestro bebé finalmente se calmó también.
La sentí moverse a mi lado. Con mi mente nublada por el sueño, sentí que
Alessio se levantaba de la cama.
Quería llamarlo, decirle que se quedara, pero el sueño me estaba arrastrando.
Mis ojos permanecieron cerrados y mi mente se quedó dormida.
El último pensamiento que registre fue que Alessio nunca respondió mi
pregunta.
Pero ahora tenía su respuesta.

***

Me sequé el cabello con la toalla, asegurándome de que mi vestido no se mojara


en el proceso. Me desperté con Maddie a mi lado. Alessio ya se había ido. Se había
ido justo después de que me durmiera, y nunca regresó.
Tampoco pude verlo en el desayuno. Con el corazón encogido, volví arriba y
pasé un tiempo en la bañera, dejando que mi mente pensara en algo feliz.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Mi espalda se enderezó,
mi corazón latía más rápido.
Aunque sabía que estaba a salvo, el miedo siempre estaba ahí. Estaba inculcado
en mí.
Me preguntaba cuánto tiempo iba a ser así. ¿Siempre estaría tan asustada?
¿Terminarían mis pesadillas alguna vez?
Mi pasado me perseguía, cada recuerdo seguía jugando en mi cabeza. Tenía la
sensación de que no era algo de lo que pudiera escapar fácilmente.
— ¿Ayla? —Escuché a Viktor llamar.
Mis hombros se hundieron en alivio, mi aliento dejó mis pulmones demasiado
rápido.
— ¡Yendo! —Le respondí. Entonces, era el tiempo de Viktor.
Peinándome rápidamente el cabello, lo dejé caer en mi espalda. Con un suspiro,
abrí la puerta para encontrar la mirada preocupada de Viktor.
—Te estabas tomando demasiado tiempo —dijo, sus ojos rastrillándome
protectoramente, como si estuviera buscando algún tipo de lesión.
Sacudí mi cabeza y cerré la puerta. —Solo me estaba dando un baño. Es
relajante, especialmente para mi dolor de espalda y pies.
Viktor asintió antes de retroceder, dándose cuenta rápidamente de que estaba
invadiendo mi espacio. Nerviosamente se frotó la cabeza antes de aclararse la
garganta.
— ¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó, esperando que me moviera.
¿Cómo era posible que hablaran tan casualmente cuando sabía exactamente lo que
estaban haciendo hace una hora en el sótano?
Cambiaban muy rápido. Un momento, un asesino despiadado, mientras que al
siguiente, parecían un hombre típico. Alguien gentil.
—Nada en realidad. Creo que lo pasaré con Maddie.
Y esperaré a que Alessio vuelva a mí.
Mis pasos vacilaron cuando noté que Lyov subía las escaleras, luciendo
demasiado pálido. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, y rápidamente me tambaleé
hacia él.
Viktor hizo lo mismo, agarró a Lyov por los brazos y lo ayudó a subir las
últimas escaleras. Mi brazo estaba envuelto alrededor de su cintura, apoyando su
otro lado.
— ¿Qué estás haciendo? Deberías estar en la cama —lo reprendí.
Lyov trató de ignorarnos. —Estoy bien. Me acaban de disparar... no soy un
inválido.
Mis cejas se fruncieron. —No está bien, Lyov. Sam dijo que deberías estar
descansando. Te romperás los puntos si sigues caminando.
— ¿Estoy siendo regañado? —Él se rio secamente, mirándome duramente.
Tragué saliva y me puse nerviosa bajo su inquebrantable mirada. Por un
momento, había olvidado quién era él en realidad.
—No... no quise decir... —tartamudeé.
—Sólo mi esposa me regañaba —susurró. No era algo que él quisiera que
escucháramos. Pero lo hicimos. Los ojos de Viktor se encontraron con los míos, y
ambos escondimos nuestras sonrisas. No estaba enojado conmigo.
Viktor y yo ayudamos a Lyov a ir a su habitación. Cuando finalmente se
acomodó en su cama, puse la sábana sobre él. Su respiración era trabajosa,
mostrando signos de dolor.
— ¿Debería conseguirte un analgésico? —Pregunté en voz baja.
Lyov sacudió la cabeza. Hombre terco. Al menos ahora sabía de dónde sacó
Alessio su forma de ser. Eran exactamente el mismo.
—Gracias —exhaló.
Me congelé en estado de shock y parpadeé. Y parpadeé de nuevo. Finalmente,
sonreí, acariciando su mano. —No me agradezcas. Solo recupérate pronto.
Di un paso atrás y lo vi estremecerse de dolor. Se movió, buscando una
posición cómoda.
Verlo dolorido me trajo otro pensamiento a la mente. Mi mirada se dirigió a
Lyov, y finalmente hice la pregunta que me ardía en la cabeza.
— ¿Cómo sabías que Alberto estaba allí? —Pregunté, acercándome. Mirando
hacia a Viktor, esperé sus respuestas.
—Estaba... observándote a ti y a Alessio. Mi ventana da al camino del arroyo —
murmuró Lyov, respirando con dificultad por el dolor. Mis ojos fueron a sus
ventanas y vi que tenía razón.
—Después de que desaparición en el bosque... vi otra sombra. No vi la cara.
No... sabía quién era. Solo corrí. Solo sabía que tenía que llegar a los dos. Isaak y los
demás me vieron salir corriendo de la casa. Me siguieron, sin saber realmente por
qué estaba corriendo hacia el arroyo.
Lyov hizo una pausa y miró por la ventana. —No supe que era Alberto hasta
que fue demasiado tarde. No tuve tiempo de sacar mi arma ni nada.
—Estamos contentos de haber llegado a tiempo —continuó Viktor cuando
Lyov se calló—. Si algo les hubiera sucedido a ustedes, a ustedes tres...
No terminó su oración, dejando sus pensamientos suspendidos. Pero sabía lo
que quería decir.
—Gracias. No sé cómo agradecerte adecuadamente por esto. Siempre estaré
agradecida. Nos salvaste la vida. Si algo le hubiera pasado a Alessio o a mi bebé, no
creo que hubiera sobrevivido.
Sabía que mis palabras afectaron a ambos hombres, porque ambos miraron
hacia otro lado. Vi a Viktor cerrando los ojos y apretando los puños.
Sonreí, colocando una mano sobre su brazo. —Vamos. Lyov necesita descansar.
Viktor y yo dejamos dormir a Lyov, cerrando la puerta detrás de nosotros.
Colocando mi frente contra la puerta, solté un suspiro. Podríamos haber perdido
tantas vidas. El pensamiento se sentía pesado en mi corazón.
—Alessio es un hombre afortunado por tenerte.
Mis ojos se abrieron de golpe y me di la vuelta para mirar a Viktor.
— ¿Por qué dices eso?
Me miró por un momento, sus ojos se volvieron suaves. —Tienes un corazón
amable. Ves lo bueno en las personas, incluso cuando realmente no hay nada que
ver. Ignoras todo lo malo y te enfocas en lo bueno.
Mi corazón se aceleró y pude sentir mis mejillas calentarse ante sus elogios. —
Tal vez es porque a nadie nunca le importe. No quiero que otros sientan el mismo
dolor que yo he sentido. Lentamente te come vivo.
Viktor dio un paso adelante, acercándose. Levantó su mano y yo me quedé
congelada, obligándome a no retroceder ante el toque desconocido de este hombre.
Sus dedos acariciaron mi mejilla suavemente. —Has pasado por mucho, pero
tienes mucha fuerza. Intentó contaminarte. Trató de romperte, pero en cambio
saliste más fuerte.
—Alessio es mi fuerza —le susurré, pensando en él—. Si no fuera por él,
entonces tal vez no habría salido con vida. Me mantuvo con vida, Viktor. Alessio me
mantuvo en marcha.
Viktor se detuvo ante mis palabras y lo vi tragar con dificultad. Parecía que
estaba sufriendo.
La confusión nubló mi mente mientras lo miraba. — ¿Cuánto lo amas? —
preguntó en voz baja.
—Más de lo que puedo amarme a mí misma —respondí, la verdad era tan fácil
de decir—. Él es todo. Te has equivocado. Soy yo quien tiene la suerte de tener
Alessio.
—Tal vez. —Él se rio entre dientes, pero la mirada en sus ojos... ¿Por qué se
veía tan desconsolado?
—Dime cuánto lo amas de nuevo —dijo, acercándose aún más.
Un escalofrío me recorrió la columna y me lamí los labios nerviosamente.
Viktor no estaba actuando como él mismo.
—Lo amo. Él es mi razón de vivir —respondí, tratando de alejarme de su toque.
Sabía que no me haría daño, pero eso no significaba que su toque fuera bienvenido.
Así no. Había algo demasiado íntimo en nuestra posición.
—Viktor... ¿qué estas…? —Comencé, pero rápidamente me quedé sin aliento
cuando colocó su frente contra la mía. Cerró los ojos con fuerza, su pecho se movió
contra el mío mientras trataba de controlar su respiración.
—Dilo de nuevo —exigió. Sus ojos aún estaban cerrados, pero sus dedos
continuaban acariciando mi mejilla, su toque era ligero. Apenas lo sentía.
—Lo… amo.
Viktor abrió los ojos y vi su mirada a la deriva hacia mis labios. Mis ojos se
abrieron y mi corazón saltó a mi garganta.
No. Esto no. Por favor... Esto no.
—Bien —murmuró.
Me quedé congelada contra la puerta, sin atreverme a mover un músculo. ¿Esto
realmente estaba sucediendo? ¿Viktor tenía...?
No. No podía.
—Bien —dijo de nuevo. Y luego sonrió—. Sigue amándolo.
Casi me estremezco cuando él levantó la cabeza. Cuando sentí sus labios en mi
frente, tragué saliva, esperando que esto terminara.
Sus siguientes palabras hicieron que mi corazón latiera. —Nunca dejes de
amarlo. Porque ningún otro hombre es digno de tu amor.
Mis hombros se hundieron y dejé escapar un fuerte suspiro. Viktor se apartó,
su calor me dejó. Me quedé contra la puerta, mirándolo.
—Ambos se merecen el uno al otro —continuó—. Estoy realmente feliz de que
Alessio te haya encontrado.
Hizo una pausa, sus ojos brillaron con picardía. —O debería decir que lo hayas
encontrado.
Viktor guiñó un ojo, recordándome el momento en que conocí a Alessio. Él
estaba en lo correcto. Fui yo quien lo encontró. Todo comenzó cuando entré en su
auto.
—Nunca dejaré que Alessio olvide eso. Pobre bastardo. Su mujer tuvo que
venir a buscarlo mientras él se revolcaba en la autocompasión.
Su risa me hizo sentir mejor, toda la tensión me dejó. —Oye. Eso no es
divertido. —Le di un manotazo en el brazo—. No creo que quieras que te maten,
Viktor.
Se rio por lo bajo. —No. Me ama demasiado para matarme. Hablando en serio,
soy como su primer amor.
Sacudiendo mi cabeza, froté la protuberancia de mi bebé. Cuando nuestra risa
finalmente se calmó, Viktor asintió hacia las escaleras.
—Después de ti, pequeña. —Él sonrió mientras me daba un guiño.
Este... este era el Viktor que conocía. El de antes... me había confundido. No era
él.
Murmurando un agradecimiento, me alejé, Viktor me siguió de cerca.
—Bastardo con suerte —lo escuché susurrar.
Sacudí la cabeza pero seguí caminando. No tenía sentido pensar demasiado en
ello.
Viktor se preocupaba por mí. Lo sabía.
Pero también sabía que nunca traicionaría a Alessio.
Y nunca me traicionaría tampoco.
Viktor era el hermano de Alessio. La confianza que tenían entre ellos era algo
que no podía romperse. También confiaba en Viktor de todo corazón.
Cuando Maddie me tomó en sus brazos y Viktor besó a Lena en sus mejillas,
sonreí.
Éramos una familia
Sentada en el taburete, vi a Maddie y Viktor discutir sobre cosas pequeñas.
Mi mente se desvió hacia Alessio. Sentí una punzada en el pecho. Estoy
esperando, Alessio. Te extraño, pero te esperaré.
Solo tenía que esperar a que mi gentil hombre volviera.
Mientras lo esperaba, sabía que se estaba vengando por mí de la manera más
horrible. Su sed de venganza había nublado su mente.
Pero no me importaba.
Lo amaba de cualquier manera.
Porque como dijo Alessio; Él era mi Monstruo. Igual que yo era su Ángel.
Capítulo 21
Alessio

Sentí su hueso crujir bajo la fuerza de mi golpe. Fue tan fuerte que vibró a
través de mis oídos.
Escuché su grito, pero solo alimentó más mi ira. Solo me estimuló a por más.
Agarrando su cabello, golpeé su rostro una y otra vez.
Dos días. Dos días desde que el maldito bastardo fue capturado y torturado sin
piedad bajo nuestras manos.
Pero aun así mi sed por su sangre no ha sido saciada. La furia que sentía
todavía estaba hirviendo dentro de mí, amenazando con romperlo.
No había terminado. No estaba cerca de terminar.
De hecho, recién comenzaba.
Iba a hacerlo sangrar. Pagaría de la manera más horrible posible.
Teníamos un largo camino por recorrer hasta que estuviera satisfecho.
De lo que Alberto no se había dado cuenta era que estaba tan trastornado como
él.
Empujando su cabeza hacia atrás, sentí que se golpeaba contra el respaldo de la
silla. Solté mi agarre sobre Alberto, su cabeza cayó hacia adelante. Él gimió de dolor,
su sangre goteando sobre él.
Retorciendo mis dedos en su cabello, eché su cabeza hacia atrás bruscamente
hasta que me estaba mirando. Tenía los ojos tan hinchados que apenas podía
mantenerlos abiertos. Tenía un corte largo en la frente. Era profundo, la piel se
despegó tanto que podía ver sus huesos.
Tomé mi cuchillo y presioné el mango contra el corte profundo. Alberto se
revolvió en mis brazos mientras giraba el mango en la herida. Gritó, pero su voz casi
había desaparecido por las horas de gritos.
Solo podía gemir de dolor, su voz sonaba como un bebé.
Cuando vi que estaba sangrando demasiado, me alejé. Nikolay se adelantó y
empujó la toalla contra el corte, deteniendo el sangrado.
No podía hacer que se desangre hasta la muerte.
Todavía no.
Todavía lo necesitaba vivo.
— ¿Cómo se siente? —Me burlé de él, vertiendo todo mi odio en mis
palabras—. Se siente bien, ¿no? Es refrescante estar en el otro extremo, ¿no?
Él tosió, lanzándose hacia mí. Lo empujé, sosteniendo mi cuchillo contra su
pecho. No presioné la cuchilla contra su piel.
No, jugué con él.
Justo como él jugaba con mi Ángel.
Arrastrando el cuchillo sobre su pecho, lo dejé sentir la hoja. Rozó su piel pero
no la cortó.
Alberto se estremeció de dolor, con los ojos en blanco. Estaba a punto de
perder el conocimiento. Mi palma se encontró con su rostro en una fuerte bofetada.
—No te atrevas, maldita sea. Si lo haces, te cortaré la polla.
Sus ojos se abrieron de golpe y me miró con puro disgusto. Me reí de su
audacia. Apenas podía abrir los ojos y, sin embargo, allí estaba, pensando que tenía
una oportunidad.
Al presionar la hoja con más fuerza en su pecho, sentí que respiraba con
dificultad. Todavía no le cortaba la piel. Ya había varios cortes sobre su pecho y
cuerpo. Pero en este momento, tenía otros planes.
La hoja viajó por su hombro, dejando un rastro frío. Luego bajó por su brazo
derecho. Alberto se quedó quieto cuando mi cuchillo comenzó a presionar más y
más contra su piel.
Cuando llegué al dorso de su mano, me detuve. Todo el tiempo, mis ojos
estaban en los suyos, y me deleité cuando vi miedo en ellos.
—No... no... no... —rogó.
— ¿Fue así como te rogó Ayla? Te rogó que te detuvieras, ¿no? —Rugí,
sosteniendo su garganta en mi otra mano.
Presioné contra su tráquea, sintiéndola bajo mis dedos. Mis dedos presionaron
contra sus huesos. Podría haberlos estrujado fácilmente.
Cuando su rostro comenzó a ponerse rojo, luego púrpura por asfixia, solté su
frágil cuello.
—No te detuviste. Entonces, ¿por qué yo debería hacerlo? —Siseé en su rostro,
sosteniendo el cuchillo contra su mano. Nikolay vino a pararse detrás de él y sostuvo
el brazo de Alberto quieto.
Sostuve la punta de mi cuchillo en espiral en el dorso de su mano. Mis ojos lo
vieron mirar el cuchillo. Lo vi estremecerse de miedo. Lo vi sangrar y me reí.
Me reí de su agonía mientras retiraba mi cuchillo y lo hundía en su piel. Fuerte.
Gritó y gritó, sus lamentos llenaron la habitación. Era una canción para mis
oídos.
Alberto trató de alejar su brazo, pero yo giré el cuchillo, manteniendo su mano
quieta. Contemplé mi trabajo, mis ojos siguieron la longitud de mi cuchillo. La mitad
de la hoja estaba en la mano de Alberto.
La sangre se derramaba a nuestro alrededor, pero no me importaba. Esa era la
menor de mis preocupaciones.
— ¿Sabes por qué amo este cuchillo? —pregunté—. Porque es el más doloroso.
Duele como un hijo de puta. Probablemente sientas que tu mano se va a caer,
¿verdad?
Alberto gritó cuando volví a torcer el cuchillo. Podía escuchar el sonido de su
carne desgarrándose, sus huesos crujiendo, rompiéndose. El sonido de la piel y la
carne contra la sangre.
—No te preocupes, sin embargo. No se va a caer —traté de calmarlo—. Todavía
no de todos modos.
—Por… favor…
Chasqueando mi lengua ante su débil intento, me aparté y lo miré. —Aww
pobre bebé. ¿Estás rogando? Es música para mis oídos, Alberto. Continua. Ruégame.
Tal vez si me gusta la forma en que ruegas, te perdonaré.
Verlo retorcerse bajo mi asalto hacía que todo valiera la pena.
—Por... fa... fa... vor... no… más... por... favor...
Su ruego me retorcía el corazón porque todo lo que podía escuchar era como
Ayla le rogaba a Alberto que se detuviera. Ella rogaba y rogaba, pero él nunca se
detenía. Él seguía lastimándola... una y otra vez.
—Ruegas muy bien. Casi me siento mal. —Saqué el cuchillo de su mano antes
de clavarlo nuevamente en su carne—. Pero desafortunadamente, no me gusta la
forma en que ruegas.
—Tráiganme las navajas —gruñí. Phoenix hizo lo que le ordené y me entregó
las navajas rojas que había afilado la noche anterior. Un regalo para Alberto.
—Esos dedos, lastimaste a mi Ayla con ellos, ¿verdad? Esos repugnantes
dedos...
Alberto trató de sacudir su cabeza, sus ojos se abrieron considerablemente.
Tan anchos como pudieron con lo hinchados que estaban.
Nikolay sostuvo su brazo derecho mientras yo sostenía la navaja contra su
meñique. —Tal vez deberías contar este. Podría ayudar —sugerí con una sonrisa
burlona.
No le di tiempo a Alberto para pensar.
Presionando la navaja contra su meñique, lo corté.
No me detuve allí. No, corté todos sus dedos. En un solo corte. De su meñique a
su pulgar.
En pocos segundos, perdió todos sus dedos en su mano derecha.
Vi la sangre gotear mientras veía sus dedos caer a mis pies.
Alberto se miró la mano en estado de shock. Y cuando el dolor finalmente se
registró, rugió.
Nikolay liberó su brazo, y retrocedí, dejándolo disfrutar de su agonía recién
descubierta.
Tomé la toalla y limpié su sangre de la hoja de mi navaja.
La puerta se abrió detrás de mí y Nikolay se fue. Viktor tomó su posición detrás
de Alberto.
Miré a Viktor, nuestros ojos se encontraron. El asintió.
Ayla estaba bien.
Al pensar en Ayla, mi mente volvió a la escena cuando le disparó a Alberto.
Estaba tan jodidamente orgulloso de ella. Ella era mi igual.
En ese momento, ella parecía un verdadero Ángel vengador.
Si le hubiera hecho más daño, habría estado allí para apoyarla. Joder, le habría
tomado las manos y la habría dejado abrirlo.
Pero esto no era para ella.
Conocía a Ayla. Disparar a Alberto tomó todo en ella, toda su fuerza y odio.
Pero matar a alguien... ese no era mi Ángel.
Déjame ser tu monstruo. Déjame matar por ti, Ángel.
No creía poder decir palabras más verdaderas que esas. Quise decir cada
palabra. Era suyo. Mataría por ella. Lo había hecho antes, lo haría ahora, y también
mataría por ella en el futuro.
Haz lo peor.
Sonreí al recordar sus palabras.
Sí, Ayla... estaba a punto de hacer lo peor.
Después de todo, mi Reina ha hablado, y su deseo era mi orden.
Saliendo de mis pensamientos, vi a Viktor tomar su turno sobre Alberto.
Golpeando, pateado, rebanando y cortando. Alberto ya había sido un desastre, pero
ahora era irreconocible.
El olor a sangre era pesado en el aire, pero ya me había acostumbrado.
Levanté la mano y Viktor detuvo su asalto. Estaba respirando con dificultad,
sus miradas ardiendo en Alberto.
—Phoenix, trae a Enzo y Artur. Es hora de una reunión familiar —ordené con
calma. A veces, la calma era igual de mortal.
Vi la cara de Phoenix retorciéndose de puro odio ante la mención de Artur.
Alberto se dejó caer contra su silla y casi se cae. Teníamos un largo camino por
recorrer.
Mis ojos se movieron hacia la puerta mientras veía a Phoenix arrastrar a unos
golpeados Enzo y Artur. Los empujó delante de Alberto. Me acerqué y cayeron de
rodillas, arrodillados frente a mí.
Su miedo era tan fuerte que saturaba el aire. Casi podía probarlo. Simplemente
alimentaba al monstruo dentro de mí.
Saqué los guantes de látex de mi bolsillo y me los puse. Lo hice lentamente,
tomándome mi tiempo. Me miraban con terror, mucho terror.
La navaja estaba firmemente sujeta en mis manos, y me puse en cuclillas frente
a Artur. Él era mi hombre. Uno de mis hombres más confiables.
Lo llevé a mi casa. Le di mi nombre. Pero al final, no mostró respeto. No tenía
lealtad.
Viktor lo agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás. Él gimió de dolor
cuando le abrí la mandíbula. Se estremeció y se retorció, tratando de escapar.
Él sabía lo que venía. Pero no tenía escapatoria. No esta vez.
Viktor lo empujó hasta que Artur estuvo tumbado en el suelo, peleando por su
vida. Sostuve su mandíbula firme en mi mano, mis dedos rasgando sus mejillas.
Golpeó sus puños contra el suelo, intentó quitar mi agarre, pero fue inútil.
Le mostré la navaja, moviéndola frente a su cara. Viktor sostuvo la mandíbula
de Artur, forzándolo a abrir la boca para mí.
Gritó, pero solo salió como un gorgoteo. Mis dedos se aferraron a su lengua,
mis dedos presionaron con fuerza. Sostuve el pedazo de carne firmemente en mis
dedos.
Sus ojos se abrieron con horror cuando acerqué la navaja a su lengua. Sonreí
mientras trataba de sacudir su cabeza.
Me rogó con sus ojos.
Pero era demasiado tarde.
Mi ángel sufrió por su culpa. Y ahora era su turno.
Sosteniendo la navaja contra su lengua, ladeé la cabeza. Esperé, contando los
segundos en mi cabeza.
Cuando vio que no estaba tomando medidas, Artur me miró con recelo.
Esperé y esperé.
Y luego dejó de pelear, se quedó en silencio.
Sus músculos comenzaron a relajarse; su guardia cayó.
Yo corté.
Un solo corte y estaba sosteniendo su lengua en mi mano. Ya no estaba unido a
su cuerpo. Levantándome, lo vi retorcerse en el suelo, su agonía era demasiado para
soportar.
Artur gritó. Lloriqueó. Gritó. Sollozó.
Y yo sonreí.
—Elegiste hablar demasiado. Y elijo terminar con tu habilidad de hablar. Creo
que es una decisión justa, ¿no? —Pregunté casualmente, sosteniendo su lengua para
que todos la vieran.
Enzo me miró horrorizado, su rostro se puso blanco. Alberto parecía que
estaba a punto de desmayarse. Me reí por la debilidad que mostraban.
Phoenix me trajo una bolsa de plástico y bote la lengua dentro de ella.
Haciendo un nudo, cerré la bolsa y se la tiré a Artur. —Ahí tienes. Tu lengua. ¿Quién
sabe? Puede que la necesites.
Agarró la bolsa y se la llevó al pecho. La sangre se acumulaba en su boca. Una
vista tan patética.
Me giré para mirar a Enzo, y él negó con la cabeza. Trató de alejarse, pero
Phoenix lo sujetó.
—No vas a ir a ningún lado —siseé, deteniéndome frente a él.
Le di una patada en el estómago, sintiendo que su costilla se rompía ante la
fuerza. Aulló de dolor.
Pero era solo el comienzo.
Asintiendo a Viktor, se acercó a Enzo y le bajó los pantalones. Enzo gritó,
tratando de liberarse.
—No... no... por favor... no —rogó, pero sus palabras cayeron en oídos sordos.
No significaban nada para mí.
Agarré su polla en mi mano y me reí entre dientes cuando volvió a gritar.
Presioné la navaja contra su carne, moviendo la cuchilla hacia arriba y hacia abajo.
No corté. Solo lo dejaba sentir la cuchilla.
—Por favor... —rogó de nuevo.
—Cada vez que suplicas, me recuerda a Ayla. Cómo ella te rogó. Simplemente
me enoja más. Así que, realmente, creo que sería mejor si no ruegas —siseé,
presionando la navaja un poco más fuerte.
Enzo asintió con la cabeza. —No... no… rogaré... no hagas esto... —Hipo un
sollozo, todo su cuerpo temblando violentamente.
—No obstante, no te dije que hablaras. Ahora estoy más enojado.
No le di la oportunidad de reaccionar o rogarme otra vez.
Mi navaja cortó su polla, separándola de su cuerpo.
Me puse de pie y lo vi gritar de dolor. Todo su cuerpo se estremeció en agonía,
sus continuos gritos llenando la habitación.
Después de verlo revolotear, le tiré su flácida polla. Artur ya no gritaba, pero
seguía sollozando y gimiendo de dolor.
—Asegúrense de que no se desangran hasta la muerte —dije con voz mortal.
Sonaba cruel incluso para mis propios oídos.
Girándome hacia Alberto, miré su pálido rostro. Estaba demasiado blanco,
como un fantasma. Su cabeza colgaba flácida contra el respaldo de la silla, como si
no tuviera fuerzas para sostenerla.
—Eso fue solo una advertencia. Para ti. Solo para darte un pequeño vistazo de
tu futuro. Diría que estés preparado, pero no importa cuánto te prepares, no será
suficiente.
Con esas como mis últimas palabras, salí del sótano.
Volvería. Pronto.
Pero en este momento, era hora de ver a mi Ángel.
Mi corazón se sintió ligero al pensar en ella. El dolor dentro de mí, la furia...
todo se calmó en una ola tranquilizadora.
Subiendo las escaleras, me dirigí a mi oficina. Después de ducharme y ponerme
ropa limpia, fui a la sala del piano.
Mis pasos vacilaron, mi corazón martillaba en mi pecho cuando vi que las luces
estaban apagadas.
Mi pecho se apretaba mientras caminaba hacia nuestra habitación. Abrí la
puerta, mis ojos cayeron en la oscuridad. Solo había una lámpara encendida,
proyectando un suave resplandor en la habitación.
Mis ojos recorrieron la habitación, buscándola.
Ahí estaba ella. En la cama. Dormida.
El alivio me atravesó cuando cerré la puerta detrás de mí. Caminando me
acerqué a la cama, miré a mi Ángel dormida. Ella se veía tan hermosa.
Tenía las cejas juntas y sabía que su sueño no era tranquilo. Suavemente froté
mi dedo sobre las líneas estresadas, alisándolas.
Me subí a la cama y la atraje a mí. Sosteniéndola cerca, moldeé mi cuerpo al
suyo. Mis manos frotaron círculos suaves alrededor de la protuberancia del bebé.
Ayla gimió mientras dormía y se dio la vuelta en mis brazos. Debió haber
estado realmente cansada si no me esperó en la sala del piano.
—Alessio —dijo adormilada, frotándose los ojos.
Mis labios presionaron contra su frente en un suave beso. —Estoy aquí. Vuelve
a dormir.
—Hmm...
Se acurrucó en mi abrazo y se durmió en poco tiempo.
Permanecí despierto, mi mente se negaba a cerrarse. Después de unas horas
abrazando a Ayla, me aparté de ella. Le di un beso en los labios antes de salir otra
vez de la habitación.
Regresé al sótano en segundos. Artur y Enzo estaban apoyados contra la pared,
mientras que Alberto todavía estaba sentado en la silla.
Sus ojos se encontraron con los míos cuando entré en la habitación. No me
acerqué más.
En cambio, esperé. Había alguien que necesitaba unirse a nosotros.
Phoenix y Viktor estaban apoyados contra la pared. Nikolay se paseaba.
Esperamos.
Entonces se abrió la puerta.
El sonido de tacones golpeando el suelo sonó en el silencioso sótano.
Me reí entre dientes cuando la sentí a mi lado. Llevaba el mismo atuendo que
siempre usaba. Pantalones de cuero negro. Chaqueta de cuero negro. Sin embargo,
sus tacones siempre eran diferentes.
Esta vez llevaba tacones de color rosa oscuro.
Me di vuelta para verla bajándose la capucha. Nina le sonrió a Alberto.
—Hola, amor. ¿Me extrañaste?
Alberto la miró en estado de shock para luego fulminarla con la mirada. Eso era
algo que ni siquiera Artur sabía. Nadie lo hacía. Fue solo entre Nina y yo.
La puse como encubierta en uno de los clubes. Ella se acercó a Alberto,
interpretando a la prostituta perfecta para él.
Le tomó todo en ella someterse a un hombre como Alberto, pero lo hizo. Su
lealtad hacia mí fue lo primero.
Nina dio un paso adelante y vi cómo se desarrollaba la escena. Sentí a alguien
más a mis espaldas. Girándome, vi a un hombre desconocido.
Era joven. Probablemente veinte años. Tenía una larga cicatriz en la cara, muy
similar a la de Nikolay. Había otra cicatriz en su cuello.
Sus ojos oscuros solo se enfocaban en Nina, y levanté una ceja.
—Está conmigo —dijo Nina sin que yo siquiera hiciera la pregunta.
—Ven aquí, chico. —Ella chasqueó su dedo. Rápidamente se movió a su lado,
como un perro obediente. Era más alto que ella, su cabeza solo llegaba a sus
hombros incluso con los talones puestos.
Nina le dio unas palmaditas en el pelo y la vi sonreírle. En ese momento, supe
que esa sonrisa solo estaba reservada para él.
—Está bajo mis alas. Bajo mi protección. Lo estoy entrenando —explicó Nina—
. Cuando esté listo, te lo enviaré. Él será perfecto. Estoy segura de ello.
Viktor, Phoenix y Nikolay la miraron sorprendidos, pero nadie dijo nada.
Girándose para mirar a Alberto, Nina camino hacia él. — ¿Lo recuerdas? Hace
tres años. Mataste a su familia. Lo asustaste. No se suponía que sobreviviera.
Los ojos de Alberto se abrieron, mirando al chico.
—Pero lo hizo. Sobrevivió a tu cruel broma —siseó, golpeando la mano en la
que había hecho un agujero.
Alberto aulló de dolor.
Nina se volvió para mirar al chico otra vez. Ella extendió la mano, esperando
que él la tomara. Él la tomó casi de inmediato.
Ella palmeó su mejilla. —Adelante. Te dejaré divertirte un poco. Pero no lo
mates, ¿de acuerdo?
Él asintió, mirando a Alberto con entusiasmo. Nina dio un paso atrás y dejó que
su protegido se divirtiera. Ella vino a pararse a mi lado.
Y vimos.
Tenía que admitir que el chico era bueno. Después de todo, fue entrenado por
Nina. No hubiera esperado nada menos.
— ¿Cuál es su nombre? —Pregunté, mirándolo sostener un cigarrillo en la
mano. Sabía lo que vendría después.
—Xavier —respondió ella, sus ojos nunca dejaron al chico.
Encendió el cigarrillo y Nikolay fue a sostener a Alberto. No importaba cuánto
gritara, no tenía efecto en nadie.
El chico presionó el cigarrillo contra la piel de Alberto, viéndolo echar chispas.
En todo su pecho, dejó marcas de quemaduras.
Giró el cigarrillo en la carne de Alberto, haciendo un agujero en su estómago.
Casi podía oler la carne quemada.
Una y otra vez, lo hizo. Encendiendo más cigarrillos, presionándolos contra la
piel de Alberto, mirándolo arder.
Cuando Alberto comenzó a perder el conocimiento, Nina dio un paso adelante.
—Detente.
El chico se detuvo y regresó al lado de Nina. Ella le acarició la mejilla. —Ahí
tienes. Estoy orgullosa de ti. ¿Estás satisfecho? ¿Es eso suficiente para tu venganza?
—El chico suspiro—. Sé honesto conmigo —exigió Nina.
El chico negó con la cabeza. —Sé que no estás satisfecho. Pero él no es tuyo
para matar. Esta es tu lección. Necesitas saber cuándo parar y cuándo continuar. Si
continuabas, él habría muerto. Necesitas aprender paciencia y control. Aprende a
jugar con tu presa.
Él asintió con el cabeza, ansioso por complacer a Nina.
Lentamente sacudí mi cabeza hacia ellos. Al mirar a Alberto, vi que tenía la
cabeza baja. Perfore a Nikolay con una mirada, y él asintió. Llenó un cubo con agua
fría y lo arrojó sobre Alberto.
Él farfulló e hizo una mueca de dolor, pero sus ojos se abrieron.
Me puse otro par de guantes de látex. Caminando hacia la mesa, obtuve la única
cosa que quería usar durante mucho tiempo. Sosteniendo un látigo en mi mano, me
acerqué a Alberto.
Mis dedos se enredaron alrededor de su cabello, haciendo un puño para
arrastrarlo fuera de la silla. Mis rodillas se levantaron con fuerza contras su cuerpo,
rompiendo sus costillas. Cuando escuché el sonido satisfactorio de los huesos
rompiéndose, lo solté.
Alberto cayó al suelo a mis pies.
Viktor y Nikolay vinieron a sujetarlo. Phoenix sostuvo sus piernas. Me puse en
cuclillas junto a él.
Sostuve el látigo en mi mano, pero no me sirvió de nada. No quería el látigo.
Quería el mango, el mango astillado. Estaba hecho de madera, perfecto para lo que
tenía en mente.
Le bajé los pantalones y me reí mientras él intentaba golpearme, pero estaba
completamente atrapado. Ningún lugar a donde ir. Justo como había atrapado a mi
Ángel.
—Vas a disfrutar esto —le susurré al oído—. Tómalo como un buen chico, ¿de
acuerdo?
Al verlo luchar debajo de mí, me reí oscuramente. Lentamente empujé el
mango en su trasero. Sus gritos resonaron en mis oídos, pero los saboreé. Saboreé
su dolor.
El mango estaba solo unos centímetros dentro de su recto. Me detuve,
esperando, dejando que su agonía lo volviera loco, empujándolo aún más en la
oscuridad.
Sollozó contra el suelo. Con un gruñido enojado, empujé el mango
completamente en su trasero. Alberto gritó, pero seguí empujando, sacándolo un
poco antes de volver a meterlo. Una y otra vez, lo torturé.
Su agujero sangraba severamente. El mango astillado estaba cubierto con su
sangre, pero seguí adelante. —La violaste. Una y otra vez. Cuando ella no quería,
todavía la violabas. ¿Qué se siente tener algo en el culo cuando no lo quieres? ¿Eh?
—Rugí
Alberto gimió y gritó. Le palmeé la espalda. —Shh... ¿No te lo dije? Tómalo
como un buen chico. Te gusta esto, ¿no?
La sangre continuó goteando mientras empujaba el mango nuevamente,
alojándolo profundamente dentro de él. Su cabeza cayó al suelo mientras su cuerpo
se sacudía en agonía absoluta.
Dejé el mango allí y me giré para mirarlo. Su rostro estaba mojado no solo con
su sangre, sino también con sus lágrimas.
—Ella también lloró. Pero seguiste agrediéndola. Tus lágrimas solo me
recuerdan que Ayla sufrió —me burlé, agarrando su cabeza y golpeándola contra el
suelo.
Saqué el mango, girándolo dolorosamente mientras lo hacía. Parándome, me
alejé de Alberto.
Me acerqué a Nina y le entregué el látigo. —Diviértete —le dije, levantando una
ceja. Tomó el látigo de mi mano y caminó hacia Alberto.
—Oh, definitivamente me divertiré —respondió, sus labios se abrieron en una
sonrisa sádica.
Vi como ella presionaba su talón en la parte posterior de la rodilla de Alberto.
El talón se hundió en su carne y él gritó, tratando de escapar del cruel asalto.
— ¿Sabes lo desagradable que fue dejarte tocarme? Me enfermas —siseó, a
horcajadas sobre la espalda de Alberto. Sin previo aviso, volvió a empujar el mango
en su agujero.
Asentí con la cabeza a Viktor, y él rápidamente vino a mi lado. Sus ojos estaban
igual de trastornados. Sabía que me veía igual.
Los mismos monstruos que todos sabían que éramos.
—Haz lo que quieras con él. No me importa. Vendré por él por la mañana —dije
y luego me detuve cuando Alberto dejó escapar otro fuerte grito.
—Quiero pasar esta noche con Ayla.
Viktor asintió entendiendo. —Ella te extraña.
Suspiré, ya sabía eso. Yo también la extrañaba. Cada minuto lejos de ella se
sentía como un dolor punzante en el pecho.
—Solo mantenlos vivos —dije, señalando a Alberto, Enzo y Artur.
—Mañana se encontrarán con su fin. Terminaré lo que comenzaron los
malditos Italianos —gruñí, apretando los dedos en puños.
Viktor asintió nuevamente. —Te cubro la espalda, Alessio.
Sabía que lo hacía. Él siempre me respaldaba.
Después de apretarle el hombro en señal de gratitud, salí del sótano y me dirigí
a mi Ángel.
Capítulo 22
Abrí la puerta en silencio y entré. Me detuve al lado de la cama, mirando a mi
Ángel. Estaba durmiendo tranquilamente, con una pequeña sonrisa en sus labios.
Debe estar teniendo un buen sueño.
Asegurándome de no despertarla, retrocedí unos pasos. No quería que me
viera así. Esto era lo último que necesitaba.
Sabía que no me tenía miedo... de quién era realmente. Pero no creía que ella
estuviera lista para saber las cosas que había hecho. Y seguiría haciéndolo.
Al final, realmente era un monstruo.
Eso nunca iba a cambiar, y no quería cambiar. Era lo quien soy.
Miré a Ayla y, por un breve momento, me permití pensar en una posibilidad
diferente. ¿Y si yo fuera un hombre diferente? ¿Alguien que Ayla podría decir con
orgullo que era su hombre?
No un monstruo trastornado. No Alessio Ivanshov.
Con un suspiro y un corazón pesado, me alejé. Cerrando la puerta del baño, me
quité la camisa.
Me metí en la ducha, dejando que el agua fría cayera sobre mí y lavando la
sangre. Lavando cualquier evidencia de lo que había hecho en las últimas horas.
Con mis manos presionadas contra la pared, traté de respirar a través de mi
apretado pecho.
Me quedé allí parado, sin moverme hasta que oí que se abría la puerta. Mis ojos
se cerraron, sabiendo quién era.
Hubo algunos movimientos y luego se abrieron las puertas de la ducha. Sentí
una mano suave en mi hombro y escuché su dulce voz.
El agua pasó de fría a caliente, y supe que ella la cambió.
— ¿Alessio?
No me moví. —Alessio, mírame.
Sin moverme, me apoyé contra la pared.
—Por favor, Alessio. —Tan pronto como un por favor salió de su boca, me di la
vuelta, mirando a mi Ángel.
Me acunó las mejillas y se puso de puntillas. Ayla puso un suave y gentil beso
en mis labios. Fue un beso dulce.
No podía moverme. Sus labios se movieron hacia mis mejillas, besando cada
lado. Ella mordisqueó juguetonamente mi nariz antes de besarla.
Y luego sus labios se movieron hacia mi frente. Se quedaron allí por un segundo
antes de que ella le diera otro suave beso también.
Mi Ángel envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, su vientre embarazado
presionando contra mi estómago. Me abrazó, su cabeza sobre mi acelerado corazón.
Puso un beso allí y luego murmuró casi amorosamente. —Te extrañé, Alessio.
Mi garganta se cerró. El amor en su voz hizo que mi corazón saltara.
Envolviendo mis brazos alrededor de ella, jalé a Ayla contra mí.
Nos abrazamos así, nuestros brazos firmes alrededor del otro. No nos soltamos
mientras el agua caía en cascada a nuestro alrededor.
Ella me abrazaba y yo a ella.
—Te amo, Ángel —susurré en sus oídos. —Te amo jodidamente tanto.
Capítulo 23
Ayla

El sonido de la puerta siendo abierta me despertó.


Vi a Alessio acercarse a un lado de la cama. Se mezclaba casi completamente en
la oscuridad, pero lo vi. Lo sentí.
No me tocó. Pensé que me tomaría en sus brazos, pero nunca sentí su calor.
Alessio guardó silencio mientras yo mantenía los ojos cerrados, esperándolo.
Cuando lo sentí moverse, busqué encontrarlo alejándose. Mi corazón latía,
sintiendo su pérdida.
El aire se sentía pesado a nuestro alrededor. Los hombros de Alessio estaban
encorvados, como si sintiera dolor. No me gustaba eso. El dolor de Alessio era mi
dolor.
Lo vi entrar al baño, cerrando la puerta detrás de él. Esperé unos segundos, mis
dedos ansiaban tocarlo, sentirlo, abrazarlo.
Cuando no pude soportarlo más, tiré las mantas y salí de la cama. Llegue a un
punto donde era más difícil levantarse que acostarse.
Me dirigí al baño en silencio. Mis dedos se quedaron en el pomo de la puerta,
debatiendo si debía darle privacidad a Alessio. Mi mente me dijo que sí, pero mi
corazón se negó. Me empujaba dentro, diciéndome que abrazara a Alessio. Para
darle consuelo.
No sabía qué lo estaba comiendo por dentro, pero tenía que quitárselo.
Estaba de espaldas a mí cuando entré. Alessio me escuchó, pero se quedó
quieto. Sus manos estaban contra las paredes, su cabeza colgaba. Alessio se quitó la
camisa, pero todavía llevaba los pantalones.
Observé la cascada de agua a su alrededor mientras me quitaba el vestido.
Dejándolo caer al suelo, mis ojos se movieron hacia su camisa desechada. Era negra,
del mismo color que siempre usaba.
Lamí mis labios nerviosamente cuando vi las manchas mojados. No podía ver el
color, pero sabía que era sangre.
Mi corazón se encogió al verlo, y mis ojos se movieron al hombre frente a mí.
Debería estar disgustada, pero no lo estaba.
Alessio Ivanshov era el hombre que amaba. Así fuera un monstruo, un asesino
despiadado o mi dulce hombre, amaba cada parte de él.
Cada parte era lo que lo convertía en Alessio. Él no sería el hombre que amaba
si no fuera el asesino.
Respirando profundamente, entré en la ducha. Los hombros de Alessio se
apretaron, pero no se movió. El agua estaba helada, así que rápidamente giré el grifo
hacia el lado cálido.
Mi mano entró en contacto con su piel fría, mi cuerpo acercándose al suyo. —
¿Alessio?
No me miró. —Alessio, mírame.
Alessio se apoyó pesadamente contra la pared y me acerqué aún más. —Por
favor, Alessio —le rogué.
Tan pronto como un por favor salió de mi boca, se dio la vuelta y me miró. Su
expresión era dolorosa, como si estuviera luchando contra algo en su mente.
Sin decir una palabra, acuné sus mejillas y le salpiqué la cara de besos. Con
cada beso, le mostraba mi amor. No se eran necesarias las palabras. Solo lo abracé.
Lo amaba con mi toque.
Poniéndome de puntillas, besé sus párpados cerrados y luego su frente. Alessio
dejó escapar un suspiro tembloroso, su hombro se desplomó en lo que parecía
derrota.
Lo abracé. Mi vientre embarazado estaba en el medio, pero aún podía recostar
mi cabeza sobre su pecho. Su latido constante sonaba en mis oídos, y puse un beso
en su pecho, justo sobre su latiente corazón.
—Te extrañé, Alessio —susurré la verdad. Mis dedos frotaron su piel con amor
mientras me abrazaba, sus brazos me envolvieron con fuerza.
Su aliento dejó su pecho en un fuerte silbido mientras aplastaba mi cuerpo
contra el suyo. Sentí sus labios en mi oreja.
—Te amo, Ángel —susurró con dureza—. Te amo jodidamente tanto.
Me sentí mareada ante su declaración de amor. Una pequeña sonrisa serena se
formó en mis labios cuando me aparté de su abrazo. Sostuve su rostro en mis manos
y me acerqué hasta que nuestros labios estuvieron a centímetros de distancia.
Cuando nuestros labios se encontraron, se sintió como fuegos artificiales.
Creamos magia mientras nuestros labios se movían uno contra el otro. Lo besé con
todo lo que tenía. Lento y profundo al principio, nuestras lenguas se movían juntas
en un baile de apareamiento.
Alessio gimió contra mis labios mientras profundizaba el beso aún más. Inclinó
mi cabeza hacia un lado antes de mordisquear mis labios. Mis dedos agarraron su
cabello, atrayéndolo más hacia mí.
Iba a mostrarle a Alessio cuánto lo amaba.
Nuestra respiración agitada llenó la ducha mientras nos alejábamos. Alessio
inclinó la cabeza para otro beso, pero yo retrocedí. Sus cejas se arquearon con el
ceño fruncido cuando mis manos fueron a su cinturón.
—Déjame cuidarte —le dije, bajando sus pantalones. Levantó los pies sin decir
una palabra y me permitió quitarle los pantalones y los calzoncillos. Los aparté y me
puse de pie nuevamente.
Alessio me miró con curiosidad, sus ojos más oscuros de lo habitual. — ¿Qué
estás haciendo? —preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de mí.
—Nunca me das la oportunidad de cuidarte. Déjame hacer esto —murmuré
antes de apretar un poco de jabón en mi palma.
Alessio abrió la boca para discutir, pero lo callé con un beso rápido. Me miró
estupefacto, y yo sonreí, casi descaradamente. Sabía cómo dejarlo sin palabras.
Le enjaboné el cuerpo, incluso me arrodillé para lavarle las piernas. Alessio
intentó detenerme nuevamente, pero solo miré antes de continuar con mi tarea.
Lo empujé debajo de la ducha, dejando que el agua cayera en cascada a nuestro
alrededor. Alessio se quedó quieto para mí mientras lo lavaba, frotando mis manos
sobre su piel suavemente y con cuidado. Entrelacé nuestros dedos y acerqué
nuestras manos a mis labios. Después de besar el dorso de su mano, me lavé.
Alessio me miró con sus intensos ojos azules, su mirada nunca vaciló. Toda su
atención estaba en mí, y me deleité bajo sus amorosos ojos.
Cuando terminé, salí y tomé la toalla en la mano. Alessio me siguió de cerca y lo
sequé con la toalla grande. Estaba extrañamente silencioso mientras yo lo cuidaba.
Tomó la otra toalla e hizo lo mismo por mí. Cuando traté de detenerlo, me
silenció con un beso. Su beso contuso me dejó caliente y con ganas.
Mis manos sostuvieron las suyas mientras nos sacaba del baño. Empujé a
Alessio sobre la cama. Sus ojos se abrieron ligeramente mientras me miraba con
curiosidad. Alcé una ceja en cuestión, pero él permaneció en silencio.
Sin palabras. Sólo silencio. Solo nosotros.
Me subí a la cama a su lado. Cuando me acosté, él se volvió hacia mí,
acercándome.
Sus labios descendieron sobre los míos, y nos besamos. Lamió mis labios,
exigiendo acceso. Gemí, abriendo mi boca para su beso. Me estremecí con
anticipación, mi cuerpo ardía más a medida que pasaban los segundos.
Empujó su lengua entre mis labios, buscando la mía. Mis manos se levantaron
hacia su cabeza, mis dedos envolvieron su cabello y lo acercaron.
No rompimos el beso cuando su mano fue a mi muslo, separándome
ligeramente las piernas. Jadeé en su boca, pero Alessio solo me besó más
profundamente.
Mis uñas se clavaron en sus hombros, un pequeño gemido escapó de mí. Él
gimió en el beso, mordisqueando suavemente mis tiernos labios.
Cuando sentí su mano entre mis piernas, acariciando mi muslo interno, su dedo
acercándose a mi núcleo, rompí el beso. Mi corazón latía con fuerza contra mi caja
torácica. Mi pecho subía y bajaba más rápido con mi respiración agitada.
Los labios de Alessio se movían hacia mi cuello mientras continuaba besando
un camino descendente. Lamiendo la piel, mordisqueando suavemente, dejando su
marca. Un profundo retumbar resonó en su pecho cuando mis uñas rasguñaron su
espalda.
El muslo de Alessio separó mis piernas y me lamí los labios. Él rodó sobre mí y
mis ojos se cerraron. Alessio bajó su cuerpo sobre el mío, su torso inferior se instaló
entre mis muslos separados.
Sentí su dura longitud descansando contra mi núcleo goteante, y mis ojos se
abrieron de golpe. Sus labios siguieron arrastrando besos húmedos hasta mi pecho.
Mis manos fueron a sus hombros y empujé. —No.
Los ojos de Alessio se abrieron de golpe en estado de shock. Empujé de nuevo,
mi voz salió ronca mientras repetía mi palabra. —No.
Sus ojos brillaron en estado de shock, decepcionado y luego disgustado. Con él
mismo.
Alessio maldijo, alejando rápidamente su cuerpo del mío. — ¡Joder! Mierda. Lo
siento mucho, Ayla. ¡Mierda! No lo pensé. No debería haberte empujado por más.
Al verlo golpearse por un error que ni siquiera cometió, sentí que mi corazón
se contraía. Sacudí mi cabeza y acuné sus mejillas, volviendo su atención hacia mí.
—No, eso no es lo que quise decir. Deja de culparte cuando no hiciste nada
malo —lo tranquilicé suavemente, moviendo mis dedos sobre su áspero rastrojo.
Abrió la boca para decir algo, pero lo empujé de espaldas. Alessio cerró la boca
y tragó saliva varias veces. — ¿Qué estás haciendo, Ayla?
—Cuidar de ti —simplemente respondí.
Cuando moví mi cuerpo sobre el suyo, sus ojos se abrieron en comprensión.
—No...
Besé sus labios profundamente. Mis manos viajaron por su estómago hacia su
dura polla. Se puso duro y firme contra su bajo vientre.
Mis dedos se envolvieron alrededor de su longitud. Alessio contuvo el aliento,
rompiendo el beso en el proceso.
Sus ojos ardieron peligrosamente cuando mis dedos se apretaron a su
alrededor.
—Ayla —gimió, y yo sonreí. Me encantaba cómo lo afectaba tan fácilmente.
Acaricié su dura longitud, viendo a Alessio, este asesino despiadado,
deshaciéndose con mi toque.
Su mandíbula se apretó, su respiración salió más fuerte y más rápida. Me
humedecí entre los muslos, pero ignoré el dolor allí.
Un gruñido profundo escapó de sus labios separados cuando mi pulgar se
movió sobre su punta. Estaba rígido mientras continuaba moviendo mis manos
arriba y abajo, más rápido ahora. Alessio contenía el aliento mientras yo acariciaba
su longitud.
Baje la mirada, viendo mi mano moverse sobre su hinchada polla. Apreté mis
muslos y lamí mis labios.
Lo trabajé más rápido cuando sus caderas comenzaron a moverse con mi
mano. Alessio envolvió sus dedos alrededor de los míos, apretando mi agarre sobre
su dureza. Mis ojos se fijaron en los suyos y contuve el aliento ante la mirada
primitiva que me estaba dando.
Me dolían los senos, mi cuerpo vibraba de necesidad bajo la intensidad de su
mirada.
—Así —ordenó bruscamente, moviendo nuestras manos más rápido y más
duro. Soltó mi mano y me dejó hacer el resto.
Sus caderas se sacudieron mientras me follaba la mano. Mi pulgar se
arremolinó sobre la punta, cubriéndolo con líquido preseminal.
Él gimió, tensándose. Sabía que estaba cerca. Inclinándome sobre él, tomé sus
labios en un beso. Alessio agarró mi cuello, mordiendo mi labio inferior antes de
besarme fuerte.
Se puso rígido debajo de mí y rompió el beso. Sosteniendo mi mirada con sus
ardientes ojos azules, Alessio se vino sobre mi mano y su estómago.
Sintiéndome sin aliento, miré el resultado, mis ojos se movieron hacia mi
mano. Alessio se inclinó sobre la cama para recuperar la toalla desechada.
Limpió mi mano, su polla y su estómago antes de dejar caer la toalla al suelo
nuevamente. Mi corazón latía salvajemente en mi pecho, mis muslos internos
mojados por mi excitación mientras miraba a mi hombre.
No podía dejar de mirarlo. Alessio me agarró las rodillas y me atrajo hacia él,
así que estaba a horcajadas sobre él. Sonriéndole, apoyé mi frente contra la suya.
Cuando sentí su mano moverse lentamente hacia mi muslo interno, me sacudí
de sorpresa. Empujó un dedo contra mi húmedo núcleo, y dejé escapar un gemido
desvergonzado.
Rápidamente dándome una sacudida mental, agarré su mano, deteniendo su
movimiento. Quité su mano de mi pierna. Alessio me miró sorprendido, pero solo lo
besé.
—Solo tú esta noche, Alessio —susurré contra sus labios—. Sólo tú.
Quería amarlo y cuidarlo. Esta noche, Alessio me necesitaba más de lo que yo lo
necesitaba a él.
Necesitaba mi amor, así que se lo di libremente.
Los ojos de Alessio se oscurecieron posesivamente, y un gruñido bajo vibró
desde su pecho. Cuando sus labios hicieron contacto con los míos, me mostró
exactamente a quién pertenecía.
Mordí sus labios inferiores, exigiendo control, y él me lo dio sin dudar. Me dejó
tomar y dar lo que quisiera.
A cambio, le di todo.
Con mi beso, le mostré cuánto lo amaba. Lo hice para que él nunca cuestionara
mi amor por él.
Capítulo 24
Mis ojos se abrieron a la mañana siguiente cuando sentí que Alessio se
levantaba de la cama. Me dio un beso rápido en la frente antes de levantarse. Mis
ojos lo siguieron en silencio.
Usualmente me despertaba más tarde en el día. Pero hoy, quería pasar la
mañana con Alessio.
Mi pequeña princesa me dio una patada fuerte en el costado, casi como si
estuviera desaprobando que nos despertáramos tan temprano. Froté mi mano sobre
mi redondeado vientre, esperando que se calmara.
Mi preciosa princesita.
Sonreí ante el pensamiento. No podía esperar para conocerla y malcriarla.
Amarla como se merecía. Darle todo el amor que Alessio y yo nunca tuvimos.
Mi bebé nunca viviría la vida que yo tuve. Pelearía con uñas y dientes si alguien
se opusiera.
Pero sabía que nadie lo haría. Por mucho que la amara, sabía que Alessio y
todos los demás la amaban igual. Ella era la princesa de todos... el milagro que todos
esperaban pero nunca se dieron cuenta que querían.
Finalmente se calmó cuando caminé hacia el baño. Al abrir la puerta, entré y vi
a Alessio cepillarse los dientes. Me paré a su lado e hice lo mismo.
Termino antes que yo. Alessio vino a pararse detrás de mí. Sus brazos se
envolvieron alrededor de mis caderas en un abrazo, y besó mi cuello antes de salir
del baño. Después de lavarme la cara y cepillarme el pelo, salí para ver a Alessio
poniéndose la ropa.
Ya llevaba puesta la camisa y los pantalones. Pude ver sus músculos de la
espalda amontonándose debajo de su camisa de vestir ajustada mientras se ponía su
chaqueta de traje.
Aproveché la oportunidad para mirarlo. Cuando se dio la vuelta, Alessio me dio
una sonrisa torcida y sexy. Sus ojos estaban oscuros y feroces con poder. Casi me
estremecí ante su intensa mirada.
Alessio estaba en su elemento. Exudaba poder y control total. Su expresión era
dura. Casi parecía aterrador mientras caminaba hacia mí. Sus ojos, sus pasos, la
forma en que se caminaba... todo decía: dominio.
Alessio parecía el despiadado Jefe de la mafia que era.
Bajo su escrutadora mirada, me volví más audaz. Más poderosa. Este hombre...
era mío.
Cuando se detuvo frente a mí, su brazo me agarró rápidamente. Jadeé cuando
me acercó.
—Buenos días —susurró bruscamente en mi oído.
—Buenos días —le respondí. Él se rio por lo bajo y mis brazos se apretaron su
alrededor—. ¿Quieres desayunar conmigo? —pregunté.
Alessio hizo una pausa y se apartó. —Tengo cosas que hacer, Ayla —respondió
secamente. Una mirada de pura furia apareció en su rostro, y supe exactamente a
qué se refería.
Colocando una mano sobre su pecho, froté suavemente. —Por favor.
Alessio suspiró, su hombro cayó ligeramente. Justo entonces, llamaron a la
puerta. Sonreí tímidamente. —Ese es nuestro desayuno.
Sacudió la cabeza, una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Bien.
Solté un chillido y le di un beso rápido antes de correr hacia la puerta.
Abriéndola ampliamente, le sonreí a la criada y le quité la bandeja de la mano. —
Gracias —dije antes de cerrar la puerta.
Coloqué la bandeja sobre la mesa de café y esperé a que Alessio tomara asiento.
Me llevó a su regazo y me acomodé de lado contra su pecho.
Alessio tomó una tostada y me la acercó a los labios, esperando que diera el
primer bocado. Lo hice, y luego lo alimenté.
Nos alimentamos como lo habíamos hecho antes. Cuando la bandeja estuvo
vacía, Alessio besó mi sien. —Necesito irme.
Asentí de mala gana. — ¿Qué vas a hacer? —Pregunté en voz baja.
Sin responder, Alessio me levantó y caminó hacia la cama. Me colocó debajo de
la manta y tiró del edredón hacia mi cuello. Después de meterme, besó mi frente y
luego mis labios.
—Voy a terminarlo hoy. Voy a terminar con todo —dijo bruscamente contra
mis labios.
Sus palabras me dieron escalofríos. Casi temblé ante su tono. Con esas
palabras, me dio una última mirada antes de alejarse.
Cerré los ojos, soltando el largo aliento que no me di cuenta que estaba
conteniendo.
Esto era todo. El final que Alessio había estado esperando. El final por el que
estaba desesperado.
Cerrando los ojos, esperé a que mi hombre regresara.
Después de que terminara de matar a sus enemigos. Nuestros enemigos.
***

Alessio

Bajé las escaleras para ver a Viktor y Nikolay esperándome en el rellano. Se les
veía pensativos, pero sabía que estaban esperando lo mismo que yo.
Asintiendo en su dirección, me dirigí al sótano. Me siguieron de cerca.
—Perdieron demasiada sangre —dijo Viktor, colocándose a mi lado.
—No importa —espeté. Mi mente se enfureció al pensar en ellos muriendo.
Quería torturarlos más. Quería que sangraran y que les doliera más.
—No es como que estarán vivos al final del día —terminé con una risa oscura.
Viktor sacudió la cabeza, pero no me perdí la siniestra sonrisa que apareció en su
rostro.
Nikolay estaba estoico como siempre, pero podía sentir su nerviosismo.
Ninguno podía esperar el momento en que esos bastardos dejaran de respirar.
Me aseguraría de terminar sus vidas tan dolorosamente como pudiera, porque
no merecían nada menos.
Mis pasos resonaron alrededor de las paredes silenciosas mientras entraba al
sótano. Phoenix y Nina estaban allí, de pie sobre los flácidos cuerpos.
—Detente —gruñí. Nina detuvo de inmediato su cruel tortura, pero Phoenix
tardó más en salir de su bruma asesina. Viktor tuvo que alejarlo.
—Tienes que aprender a controlarte —le siseé a Phoenix, dándole una dura
mirada.
Tragó saliva, sus vengativos ojos aún en Artur. —Lo siento, Jefe. La vista de su
rostro me pone enfermo. Necesita pagar.
Por lo que le ha hecho a Maddie. Palabras silenciosas pero aun así sonaron en
nuestros oídos.
Agarrando su hombro, le di un fuerte apretón. —Pagará —dije, mirando el
cuerpo ensangrentado frente a mí.
Me acerqué a Alberto. Estaba en el suelo, su brazo retorcido en un ángulo
imposible. Casi me reí de la patética vista frente a mí. En realidad, me reí.
Le di una patada en el costado y él gimió antes de levantar la cabeza. Alberto
me miró con los ojos hinchados. Podía ver el odio allí, pero no me desconcertó.
Su odio por mí ni siquiera se acercaba a lo mucho que yo lo odiaba.
Agarré su cabello, enmarañado con sangre, y golpeé su cabeza contra el duro
piso. Gritó de dolor, pero incluso eso sonó débil, como un cordero recién nacido.
— ¿Cómo se siente tu trasero? —Siseé en sus oídos—. Se siente bien, ¿verdad?
¿Probar tu propia medicina?
Alberto gimió y yo me reí oscuramente. —La única diferencia es que Ayla está
segura y viva. Ella es amada y todavía respira. Mi bebé está a salvo. Pero tú... Tú.
Eres. Carne. Muerta.
—Se lo di mucho anoche —dijo Nina arrastrando las palabras, acercándose a
él—. Creo que incluso lo escuché decir que lo disfrutaba. —Ella se rio, pateando al
hombre ensangrentado—. ¿Puedo hacerlo de nuevo? —preguntó inocentemente.
Sacudí mi cabeza. Sin mirar, supe que estaba haciendo pucheros. Solo Nina haría una
mueca por no tener la oportunidad de torturar y matar a alguien.
—Muévanse. Tenemos que irnos —dije con gran autoridad. Mi voz fue baja
pero con autoridad. Nadie me cuestionó.
—Creo que es hora de que visitemos a los Abandonatos —continué.
La cabeza de Alberto se levantó de sorpresa y yo sonreí. —Es hora de que tus
hombres vean tu caída.
Lo verían tomar su último aliento mientras yo me levantaba como Rey. Como el
maldito Jefe.
Intentó decir algo, pero solo salió un gorgoteo. Sacudiendo mi cabeza, me puse
de pie.
—Vámonos.
Viktor agarraba a Alberto por el cabello mientras lo arrastraba fuera del
sótano. Phoenix tenía a Artur por el cabello, mientras que Nikolay tenía a Enzo.
Iba a ser un desfile. Todos verían a estos hombres mientras luchaban por sus
vidas. Era una lección para que nunca traicionarán.
Caminé adelante, Nina detrás de mí, mientras los demás me seguían. El aire olía
a muerte, y me deleité en él. Me alimentaba de él, sacando mi poder de su
desesperanza.
Fue muy triste para ellos. Enojaron al hombre equivocado.
Escuché a mis criadas jadear mientras miraban la escena frente a ellas. Algunos
de mis hombres sonrieron mientras veían pasar los flácidos cuerpos.
Algunos gritaron casi victoriosos. Luego se inclinaron cuando pasé junto a
ellos.
Por el rabillo del ojo vi a Maddie parada cerca de las escaleras. Las lágrimas
corrían por su rostro mientras contenía sollozos.
Todo su cuerpo se sacudía. Lena estaba a su lado, tratando de consolar a su
hija.
Los ojos de Maddie siguieron el cuerpo de Artur. Mis pasos vacilaron y me di la
vuelta. Nina me dirigió una mirada curiosa, pero no pronunció una sola palabra. Mis
ojos se movieron hacia Artur para verlo mirar a Maddie también.
Su cara estaba adolorida, y sabía que no era por sus heridas. Parecía un hombre
desconsolado mientras miraba a Maddie.
Miré a Phoenix, pero él ya estaba sacudiendo la cabeza. —Él ni siquiera va un
metro cerca de ella. Voy a romperlo, Jefe.
Suspiré, pellizcándome el puente de la nariz. Antes de que pudiera tomar una
decisión, vi a Maddie acercarse.
—Aléjate, Maddie —Phoenix espetó en voz alta.
Ella lo ignoró, acercándose aún más. —Maddie, te lo estoy advirtiendo —gruñó,
sus ojos brillaban furiosamente.
—No me ordenes, Phoenix. Te arrepentirás —le siseó ella.
—Maddie...
—No puedes tomar ninguna decisión por mí —espetó ella.
Sentí mis cejas llegar a la línea de mi cabello. Parecía que las cosas todavía
estaban en mal estado entre ellos. Maddie era difícil de descifrar. Phoenix iba a tener
dificultades con su espíritu de fuego.
Maddie se detuvo a unos dos metros de Phoenix y Artur.
—Libéralo —le ordené.
Phoenix tragó saliva. Su primer instinto era negarse, pero su control finalmente
se aflojó. Se alejó, su pecho se agitaba con furia.
Artur se puso de rodillas, sus ojos hinchados mirando a Maddie. Vi que su
mirada se movía hacia su estómago. Se arrastró más cerca hasta que estuvo a solo
unos centímetros de Maddie.
La vi estremecerse, pero se mantuvo firme, con la barbilla levantada en desafío.
Con la fuerza de un corderito, enterró la cara en el estómago de Maddie.
Estaba temblando, un grito estrangulado provenía de su pecho.
Vi tambalearse la barbilla de Maddie, pero ella no lloró. Todos se quedaron
congelados, mirando la escena frente a ellos. Casi me sentí mal por el bastardo. La
pérdida de su hijo... sabiendo que él fue la causa de la muerte de su bebé... podría
quebrar a cualquiera.
En este momento, Artur era un hombre roto.
Siguió llorando y Maddie se quedó quieta. Lentamente, ella levantó su mano y
la colocó sobre su cabeza, acariciando su cabello. Fue un breve toque antes de
apartar la mano. Su rostro aún estaba enterrado en su estómago plano, y asentí a
Phoenix. Se acercó y apartó a Artur.
Lo supe en ese momento, si Artur podría hablar... sus palabras habrían sido: Lo
siento.
Pero no le quite la oportunidad de decirlo. Esperaba que Maddie viera las
palabras en sus ojos. Ella lo necesitaba.
Cuando una sola lágrima corrió por su mejilla, supe que ella las vio. Maddie
asintió y se alejó sin una segunda mirada.
Sentí que mi piel se erizaba bajo una mirada intensa. Inmediatamente supe
quién era. Era casi como si me atrajera.
Mi cabeza giró bruscamente hacia lo alto de las escaleras para ver a Ayla
parada allí. Se quedó quieta, y mi corazón golpeó en mi pecho.
El lado monstruo de mí quería que ella viera esto. El sangriento desastre.
Quería que ella viera lo que hice por ella.
Pero el otro lado, el lado amable que nunca supe que tenía... ese lado quería
protegerla de todo esto.
—Vamos —gruñí. Rompiendo nuestra mirada, me di la vuelta.
—Esperen.
La suave voz era firme pero gentil. Me detuve. Mis hombres se detuvieron.
Todos se congelaron ante el suave comando.
Casi sonrío. Ella realmente era la Reina.
Dándome la vuelta, la vi bajar las escaleras. Todos los ojos estaban puestos en
ella mientras hacía su descenso, pero sus ojos solo estaban en mí.
Ayla continuó caminando hasta que estuvo a solo unos metros de nosotros. La
vi tragar con dificultad, y luego respiró hondo. Sus hombros se enderezaron
firmemente, y su barbilla estaba en alto.
Sus ojos se movieron hacia Alberto. Sentí que los míos se ensanchaban, y di un
paso protector hacia adelante, un pequeño gruñido escapó de mis labios.
Pude ver a Phoenix levantándome una ceja, burlándose de mí.
Avancé hasta estar a su lado. Ayla me sonrió dulcemente y se puso de puntillas.
—Déjame hacer esto —susurró antes de besar mis labios rápidamente.
Iba a negarme, pero ella ya se estaba inclinando al nivel de Alberto. Me moví
detrás de ella, mi postura protectora. Una oleada posesiva me atravesó al verla estar
tan cerca del bastardo.
Agarró la cara de Alberto y la levantó para que se miraran el uno al otro. Él hizo
una mueca de dolor pero no hizo ningún movimiento.
Ayla se inclinó hacia él hasta que sus labios estuvieron junto a su oreja.
—Te perdono —murmuró lo suficientemente fuerte como para que yo también
lo escuchara.
Alberto se puso rígido, y cuando ella se apartó, sus ojos estaban muy abiertos.
Lo vi tragar con dificultad, casi como si la acción de Ayla fuera increíble.
Sin embargo, no me sorprendía. En cambio, todo lo que sentía era orgullo.
Estaba asombrado de su fuerza.
—No sé por qué me lastimaste, pero si no fuera por ti, no habría encontrado a
Alessio. Te perdono... No sé si eso te dará paz, pero pensé que esas palabras debían
ser dichas. Por el bien de ambos. Especialmente el mío.
Su voz era suave, casi angelical. Alberto la miró en estado de shock y sacudió la
cabeza. Abrió la boca para decir algo, pero no salió ni una palabra.
Envolví mi brazo alrededor de la cintura de Ayla y la alejé. Se giró en mis
brazos y sonrió.
—Necesitaba esto para seguir adelante. Haz lo que tienes que hacer, Alessio.
Estaré justo aquí esperándote.
Ayla salió de mi abrazo y dio un paso atrás. Lena y algunas de las criadas
vinieron a pararse detrás de ella. Algunos de mis hombres hicieron lo mismo,
flanqueando sus costados protectoramente.
Dándole un asentimiento, me alejé. Era hora de terminar esta puta guerra y
volver con mi mujer.
Me acerqué al auto y miré a Nina. Ella asintió. —Me quedaré aquí.
Ella se burló de Alberto cuando Viktor lo empujó dentro del auto. Me subí al
asiento delantero y esperé a todos los demás.
Cuando los autos estuvieron llenos y listos, salimos del camino de entrada.
Tenía la espalda rígida mientras íbamos hacia la finca Abandonato. Cuando el
auto finalmente se detuvo, salí y respiré hondo.
Los hombres de Alberto salieron corriendo con armas en mano. Me reí entre
dientes y sacudí la cabeza.
—Si valoran sus vidas, les sugiero que guarden sus armas —les dije a la ligera,
avanzando.
Mis hombres estaban rodeados por los hombres de Alberto, pero no nos
asustaba. De hecho, sus hombres deberían estar encogidos de miedo. Después de
todo, tenía a su jefe.
Podía ver el miedo en sus ojos, pero todavía no se acobardaban. Sin embargo,
no había problema. Estarían arrodillados frente a mí en poco tiempo.
—Sácalo —le ordené a Viktor. Él asintió y abrió el auto, sacando a Alberto.
Levantaron sus armas hacia mí, y yo chasqueé la lengua ante la acción. —No
quieren hacer esto.
Sus ojos se abrieron al ver a su jefe. Hubo jadeos. Algunos palidecieron.
Algunos retrocedieron y otros se congelaron en estado de shock.
Me encantó la expresión de miedo en sus caras. Pero me encantaría más la
apariencia de rendición.
Nikolay empujó a Enzo al suelo frente a mí. Yo controlaba sus vidas. No había
escapatoria. Acababa de ganar este sangriento juego.
—Viktor, creo que estos hombres son sordos —arrastré las palabras—.
¿Puedes hacer algo por ello?
Sonó un disparo en el patio. Un hombre cayó... muerto.
Antes de que pudieran tomar represalias, Nikolay, Phoenix y Viktor ya habían
derribado a diez hombres. Me aparté, mirando la escena frente a mí.
—Retrocedan y no se perderán más vidas —gruñó Viktor—. No es que me
importe matarlos a todos ustedes. Pero es por su propio bien.
Lentamente guardaron sus armas y yo levanté una ceja. Eso fue fácil.
Todos ellos eran un montón de coños. Débiles. Cobardes
Sacudiendo mi cabeza con disgusto, di un paso adelante. Agarré el cabello de
Alberto y levanté su cabeza. —No tiene sentido si me disparan. La guerra se acabó.
Alberto está en mis manos, prácticamente muerto.
Levanté la cabeza, a todos y cada uno de sus hombres les di una dura mirada.
—Así que les sugiero que se mantengan donde estén y disfruten el espectáculo.
Mantuve mis ojos inquebrantables en ellos mientras continuaba. —Les guste o
no, voy a asumir como su Jefe. No importa si están de acuerdo conmigo. Si no estás
de acuerdo, tomarás tu último aliento. Es simple. Cállate y mira lo que estoy a punto
de hacer.
Más de mis hombres salieron de los autos, flanqueando mis costados. Viktor y
Nikolay se pararon frente a mí.
—Phoenix, saca a Artur —exigí.
Soltando a Alberto, me acerqué a Enzo. Vi a algunos de los hombres de Alberto
dando pasos protectores hacia adelante. Pero con las armas de mis hombres
apuntando en su dirección, se detuvieron.
Saqué mi arma y apunté a la frente de Enzo. —Estoy a punto de mostrarles lo
que sucede cuando te pones del lado de las personas equivocadas. Deberían
aprender de esto.
Nikolay me entregó una bolsa transparente. La levanté para que todos lo
vieran. Varios hombres dieron un paso atrás. La polla cortada de Enzo estaba allí.
Tiré la bolsa al suelo junto a sus pies.
Su mirada sorprendida se movió hacia él antes de mirarme de nuevo. —Esto es
lo que sucede cuando eliges el lado equivocado.
Mi dedo presionó el gatillo. Sonó un disparo y sonreí. Enzo cayó a mis pies, sus
ojos abiertos, mirándome sin vida. Un hombre menos.
El camino de entrada estaba en silencio mientras pateaba el cuerpo de Enzo.
Manteniendo mis ojos en los hombres de Alberto, caminé hacia Artur. Phoenix
me entregó la bolsa con la lengua de Artur dentro. Para que todos la vieran, la tiré al
suelo también.
Esta vez, apunté la boca de mi arma al cuello de Artur. El tragó. Después de
darme una última mirada, cerró los ojos. No peleó.
Mi mirada se movió hacia la multitud. —Y eso es lo que sucede cuando me
traicionas.
Otra disparo. El cuerpo inerte de Artur cayó al suelo. La sangre salpicó mi traje
cuando me alejé.
—Lección número uno. Nunca me traiciones. No te gustarán las consecuencias
—gruñí en voz alta para que todos escucharan.
Me dirigí a Alberto. Todo su cuerpo estaba temblando. Trató de pelear
conmigo, pero estaba demasiado débil.
Agarrando a Alberto por el cabello, lo levanté. Se puso de pie sobre sus
temblorosas piernas.
— ¿Cómo se siente? ¿Que tus hombres vean tu muerte? No tienes honor. No
tienes poder. No te queda nada.
Mis palabras fueron susurradas para que solo él las oyera. Se ahogó con su
propia sangre, su cuerpo cayó sin fuerzas hacia adelante.
—Y en unos minutos, no serás más que un cadáver —terminé, escupiendo en
su rostro. Alberto se estremeció y pude escuchar el rugido enojado de sus hombres.
Pero nadie hizo nada para salvar a su jefe.
Me aparté un poco antes de acercarme nuevamente. Mi pie golpeó su rodilla,
un fuerte crujido resonó a través del patio. Alberto se dobló hacia adelante, sus
piernas cedieron mientras rugía de dolor.
Lo solté y cayó de rodillas delante de mí. Justo donde necesitaba estar. Bajo mis
pies. Cayó de lado, rodando en agonía.
Me puse en cuclillas junto a él, mi boca al lado de su oreja. —Sé cómo romper
doscientos seis huesos de mil maneras. Eres afortunado de que no haya usado los
mil métodos contigo —Aunque la idea me parecía muy tentadora.
—Te daré una muerte más rápida, solo porque quiero volver con mi mujer más
rápido. La escuchaste. Ella me está esperando. Y es muy grosero hacer esperar a una
dama —le dije a la ligera, jugando con su mente.
— ¡Quiero que todos vean! —Bramé, levantando la cabeza.
Dejando que mi ira se apoderara, saqué mi cuchillo en espiral. Había hecho mi
primer asesinato con este cuchillo. Era justo que vengara a mi mujer con el mismo.
Presioné el cuchillo contra el cuello de Alberto.
Mi cuchillo hizo el corte, cortando su cuello. Gorgoteó y salió de mi agarre. El
corte no fue lo suficientemente profundo como para cortar las arterias principales.
Tenía otros planes para él. Ese corte fue solo el comienzo.
La hoja de mi cuchillo en espiral se deslizó hacia su pecho. Sus ojos se abrieron,
el reconocimiento destellando allí. Sin embargo, no le di la oportunidad de pensar.
Gritó cuando el cuchillo lo apuñaló en el pecho.
La sangre estaba en todas partes. En el piso. Mi ropa. Mis manos. Mi cara.
Pero continúe.
Empujé la hoja repetidamente en su pecho. Alberto había dejado de luchar hace
mucho tiempo.
Por supuesto que lo hizo. Ya no respiraba.
El sonido del cuchillo cortando su carne llenó mis oídos. La sangre y la carne se
unían, su sangre se acumulaba a nuestro alrededor.
Se lo merecía todo y más. Estaba enojado porque no podía torturarlo más. Su
muerte fue demasiado rápida. Demasiado rápida.
— ¡Esto es lo que sucede cuando tomas algo que no te pertenece! —Rugí,
girando el cuchillo más profundamente en el pecho de Alberto.
Cuando el agujero fue lo suficientemente grande, dejé caer mi cuchillo en
espiral en el suelo. Empujé mi mano desnuda contra su cuerpo sin vida. Entonces
mis dedos hicieron contacto con lo que quería.
Le arranqué el jodido corazón.
Me puse de pie, cubierto de sangre. Arrojando el corazón al suelo, miré a todos.
— ¡Soy su maldito Rey!
Mi voz retumbó fuerte y clara. Todos entendieron el significado.
—Inclínense —gruñó Viktor.
Eso era lo peor. De rodillas delante de su enemigo. Sirviendo a su enemigo.
Inclinándose frente a él.
Pero no tenían otra opción. Los poseía ahora.
Cuando nadie se inclinó, sonreí. — ¿Alguien quiere desafiarme?
Abrí los brazos de par en par, invitando a cualquier oponente. Sin pensarlo dos
veces, un hombre grande vino hacia mí. Ni siquiera llego un pie cerca de mí. Viktor
lo agarró a medio camino.
Arrojándolo al suelo, yacía allí... muerto.
Más hombres corrieron hacia mí, tratando de acabar con mi vida.
Pero ninguno de ellos lo logró.
Di un paso atrás, mirando a mis soldados... mis hombres luchando por mí. Se
derramó sangre. Hombres yacían en el suelo, muriendo. Algunos ya estaban
muertos. Vi el caos a mi alrededor, riendo.
Realmente pensaban que tenían una oportunidad. De ninguna manera. No esta
vez.
Esta vez era mi turno de gobernar. Con mi reina... mi Ángel a mi lado.
Cuando los oponentes dispuestos dejaron de moverse, caminé hacia al frente.
Por el rabillo del ojo, vi uno que venía en mi dirección. Tomando el cuchillo de mi
espalda, hice el lanzamiento.
Directamente en el ojo izquierdo.
El hombre cayó al suelo sin vida.
Girando hacia la multitud, levanté una ceja en cuestión. — ¿Alguien más?
Silencio.
Mis palabras fueron recibidas en silencio.
Y luego, uno por uno, se arrodillaron frente a mí, rindiéndose.
Lo único que mi padre no pudo hacer, lo logré hoy. Dos décadas de dolor y
enemistad, las terminé hoy.
Los Italianos nos pertenecían.
—Tengo reglas. Pero los revisaré la próxima vez. Por hoy solo recuerden, no
me traicionen. Nunca. Lo que viste hoy fue solo una muestra. No me pongan a
prueba. No les gustarán las consecuencias.
Me detuve, limpiándome las manos con un pañuelo. —Viktor, junta los cuerpos.
Alberto, Enzo y Artur fueron puestos en una pila de cadáveres. Nikolay me
entregó el encendedor. Abrí el encendedor y vi la llama bailar alrededor.
Manteniendo mis ojos en los hombres de Alberto... ahora mis hombres... arrojé
el encendedor sobre los cuerpos. Nikolay también arrojó otro encendedor sobre los
cuerpos. Se inflamaron al instante. El fuego bailaba alrededor de los cadáveres, el
olor a carne quemada llenaba mis fosas nasales.
Vi arder los cuerpos, el torturador de mi ángel era uno de ellos. Su pesadilla
finalmente había terminado. Ayla finalmente estaba a salvo. Nuestra hija estaría a
salvo.
Había vengado a mi Ángel de la única manera que sabía.
—Respeto. Exijo respeto de todos ustedes. No solo yo sino su Reina, Ayla
Abandonato. Si alguna vez escucho a alguien faltarle el respeto, tomara su último
aliento. Están debajo de ella, Ella te ordena, y tú jodidamente haces lo que ella dice,
como un jodido perro leal. —Gruñí bajo, asegurándome de que todos entendieran la
regla.
Agacharon la cabeza.
Una sonrisa apareció en mis labios.
Había terminado aquí. Me di la vuelta y me metí en el auto.
Estoy yendo por ti, Ángel.
Capítulo 25
Ayla

Maddie se sentó a mi lado, pintándose las uñas de los pies de un rojo intenso
mientras yo intentaba concentrarme en mi libro. Pero simplemente no podía.
Mi mente seguía volviendo a Alessio.
—Ayla, relájate —murmuró Maddie —. Puedo sentir la tensión desde aquí. No
es bueno para el bebé.
—Solo estoy preocupada —le dije, volviéndome hacia ella.
Su frente se frunció. — ¿Preocupada? ¿Por quién? ¿Alessio?
Asentí tímidamente. —Chica, deberías preocuparte por los hombres que
capturó. Definitivamente no por Alessio. —Ella rio.
—Pero está tardando tanto —respondí.
—Porque él está prolongando su muerte —respondió ella con un guiño.
Eso me callo. Porque probablemente era cierto.
Permanecí en silencio hasta que Maddie soltó un fuerte aliento. Se levantó de la
cama y caminó hacia mi tocador. —Sabes, no puedo creer que esta sea la habitación
de Alessio. Nunca pensé que vería el día. Un tocador. Armario lleno de ropa y
zapatos de mujer. Un pequeño toque femenino en la habitación —dijo Maddie,
mirando alrededor de la habitación—. Lo tienes envuelto alrededor de tu dedo
meñique, cariño —dijo Maddie, volviendo a la cama con un esmalte de uñas
diferente.
Se acomodó frente a mí, sentada con las piernas cruzadas. Maddie agarró mis
pies y gentilmente los acercó a su regazo.
—Espera. ¿Qué estás haciendo? —Pregunté, tratando de alejarme.
—Deja de moverte. Déjame hacerte las uñas. No es como si pudieras alcanzar
tus pies —murmuró, quitando la tapa de la botella de esmalte de uñas.
Era en parte la verdad. Debido a mi gran redondez, se había vuelto más difícil
alcanzar mis pies. Solo podía imaginar cómo sería más adelante en mi embarazo.
¿Incluso vería mis pies? Probablemente no.
— ¿Está bien este color? —preguntó ella, mostrándome la botella rosa claro.
Asentí. El color era bonito y uno de mis favoritos. En silencio, vi a Maddie
aplicar el color a mis uñas.
Estos últimos días, Maddie había estado callada. Más callada que de costumbre.
Había una sombra oscura en sus ojos. A veces notaba la expresión triste, las lágrimas
en sus ojos.
No importaba cuánto intentaba esconderlo, veía más allá de su falso exterior.
Artur nos traicionó a todos. Pero Maddie estaba sintiendo la mayor parte del
dolor. Mi pecho se apretó ante la idea, y agarré su mano.
—Maddie —comencé—. Háblame.
Ella me miró inquisitivamente y luego se echó a reír. — ¿Hablar de qué, tontita?
Sacudí mi cabeza. Ahí estaba ella otra vez. Riendo cuando probablemente era lo
último que quería hacer.
—Deja de mentir y deja de esconderte de mí, Maddie. Te conozco. Sé que lo de
Artur te lastimó más de lo que dices, pero por favor no lo guardes dentro. Solo te
dolerá más —traté de que hablara.
Su barbilla se tambaleó y se apartó las lágrimas. —No sabes nada —susurró.
—Porque no me lo dirás. Podría preguntarle a cualquiera, pero quiero que me
lo digas tú —respondí, acercándome a ella.
Una lágrima cayó por su mejilla, y rápidamente se la quité. Estaría allí para
limpiar sus lágrimas, solo si ella me dejara.
Maddie abrió la boca para decir algo, pero la cerró rápidamente cuando
llamaron a la puerta. Ella cerró los ojos y respiró hondo.
—No es nada, Ayla. Por favor, déjalo ir —murmuró.
Podía sentir el fondo de mi garganta cerrarse, las emociones me asfixiaban. —
No es nada —le susurré cuando llegó otro golpe.
—Déjalo ir, Ayla. Por favor.
Cuando llegó un tercer golpe, cerré los ojos. —Adelante.
Mis ojos se abrieron al ver a Nina parada en la puerta. Mi boca se abrió en
estado de shock, y Maddie se volvió para mirar hacia la puerta también. Vi que sus
ojos brillaban de ira.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —siseó, poniéndose de pie.
Nina entró en la habitación. —No estoy aquí para discutir. Quiero hablar con
Ayla.
Su voz era tranquila, sus ojos nunca se apartaron de los míos. Ella me miró y yo
le devolví la mirada.
—Bueno, ella no te quiere aquí. En realidad, nadie te quiere aquí. Fuera, —
gruñó Maddie a la defensiva.
— ¿Puedes dejar de hablar por ella? Ella tiene boca —espetó Nina.
—Ayla —dijo Maddie, volviéndose hacia mí.
Me encogí de hombros, mire a Nina nuevamente. — ¿Qué pasó? —pregunté.
Nina se burló y se cruzó de brazos. —Lo haré rápido y solo lo diré una vez.
Levanté una ceja, esperando que continuara. Se echó el pelo rubio por encima
del hombro y se acercó a la cama, sus tacones golpeando con fuerza el suelo.
Nina hizo una pausa y respiró hondo. —Estoy aquí para hacer las paces.
—Pequeña perra —maldijo Maddie.
— ¿Puedes dejar de hablar por un minuto para que yo pueda hablar? ¿Se te
rompió el botón de apagado o qué? —Nina se burló.
Maddie miró a Nina, boquiabierta. —Gracias —bromeó Nina, volviendo su
atención hacia mí.
—Como decía, no estoy aquí para pelear. En realidad, estoy aquí por lo
contrario. Es hora de que haga esto. Lo que dije antes, estaba fuera de lugar. No
debería haberte insultado así —comenzó Nina, su voz firme.
Tenía los ojos fríos, su rostro inexpresivo. En este momento, me recordaba a
mucho de los hombres Ivanshov.
Sus palabras trajeron de vuelta la escena en la cocina. Miré al suelo, recordando
todas las cosas que dijo y cómo las palabras habían perforado mi corazón.
—Sé que es difícil de creer que no lo decía en serio —continuó.
Mi cabeza se levantó, y Maddie se burló, rodando los ojos. Nina hizo agujeros
en la cabeza de Maddie viéndola. —Bien —gruñó ella—.Tal vez lo dije en serio. Pero
estaba amargada y enojada. No es excusa, pero ten en cuenta que no tenía intención
de causarte un grave dolor.
Me froté el estómago, buscando consuelo de mi princesa mientras trataba de
asimilar las palabras de Nina.
—Fue principalmente una prueba. Para ver tu fuerza. Si realmente eras lo
suficientemente fuerte para Alessio. Para liderar con él.
—Bueno, ella es mucho más fuerte que tú —escupió Maddie.
Esta vez, una pequeña sonrisa apareció en los labios de Nina. Era una sonrisa
fantasma. Estuvo allí por un segundo y desapareció en el siguiente. —No tengo
ninguna duda de ello.
Sus palabras fueron directas a mi corazón. Sabía que ella no estaba hablando
físicamente. Sus palabras tenían un significado más profundo, y en ese momento,
agradecí que las dijera.
—Por eso estoy aquí para disculparme. Lo siento por lo que dije. Me veras más
por aquí, así que pensé que sería mejor si estuviéramos en buenos términos —
explicó Nina—. No quiero a Alessio. Sí, lo folle antes. No voy a mentir, y estoy seguro
de que no voy a endulzarlo por ti. Pero Alessio y yo hemos terminado. Habíamos
terminado el momento en que se enamoró de ti, y respeto esa decisión —continuó
Nina con la misma voz monótona.
Respirando profundamente, Nina se puso a mi lado. Maddie dio un paso
protector hacia mí.
—No voy a lastimarla. Dios, ¿quién demonios crees que soy? —Nina dijo,
claramente ofendida porque Maddie quería protegerme de ella.
—Alguien que necesita perderse muy pronto —respondió Maddie, mirando a
Nina.
—Bien, eso no va a suceder —respondió Nina.
Ambas se miraron la una a la otra, y puse los ojos en blanco. ¿Por qué tenía la
sensación de que iba a estar atrapada con dos Maddies? ¿O eran dos Ninas?
Oh Dios mío.
Me aclaré la garganta, y sus atenciones volvieron a mí. —Entiendo lo que dices.
Y creo que te perdoné hace mucho tiempo, Nina.
Encogiéndome de hombros, le di una pequeña sonrisa. Ella no me devolvió la
sonrisa. Me preguntaba si ella sabía sonreír adecuadamente.
—Creo que podemos comenzar de nuevo —dijo Nina después de unos
segundos de silencio. Ella me dio la mano, esperando que la estreche.
—Nina Ivanshov—se presentó.
Tomé su mano, mi corazón latiendo salvajemente. —Ayla—me presenté de
nuevo. Tragando con fuerza más allá del repentino nudo en mi garganta, continué—.
Ayla Abandonato.
La mano de Nina se apretó alrededor de la mía, y esta vez sonrió. Sin embargo,
no llegó a sus ojos. Se quedaron fríos.
—No por mucho tiempo —respondió ella con una ceja levantada—. Serás Ayla
Ivanshov en poco tiempo.
Mis cejas se fruncieron en cuestión, y cuando finalmente entendí, miré al suelo,
sintiendo mis mejillas sonrojarse.
Maddie de repente chilló cuando solté la mano de Nina. —Oh Dios mío. ¡Si! ¡Ella
está en lo correcto! Oh Dios mío. Ayla Ivanshov. Eso suena perfecto, ¿verdad?
¿Cierto? Tenemos mucho que planear.
Mis mejillas se calentaron ante sus palabras, y me mordí los labios con timidez.
Ayla Ivanshov.
Me gustaba el sonido de ello. En realidad, me encantaba.
—Serás Ayla Ivanshov en poco tiempo—dijo Maddie—. Estoy segura de ello.
—Eso es lo que acabo de decir—dijo Nina, rodando los ojos.
Maddie colocó sus manos sobre sus caderas. —Lo que sea, perra.
—Sí, lo que sea, estúpida vaca—murmuró Nina por lo bajo.
— ¿Acabas de llamarme vaca estúpida?
—Si. ¿Entonces?
— ¡Jódete!
—Nop. No me interesa —Nina espetó secamente.
Las vi pelear de un lado a otro, con los ojos muy abiertos. ¿En qué universo
acababa de ser transportada?
Maddie hizo una pausa y luego se echó a reír. —Nunca pensé que diría esto.
Creo que me gustas, perra.
Nina sacudió la cabeza y se volvió hacia mí. Dándome un guiño, se dio la vuelta
para alejarse.
—Espera —la llamé. Una pregunta estaba ardiendo en mi mente.
—Dijiste que te llamabas Nina Ivanshov. ¿Cómo es que tu apellido es Ivanshov?
—Pregunté con curiosidad.
Nina me miró y se cruzó de brazos. —Solo un pequeño grupo de personas tiene
el privilegio de tomar el apellido Ivanshov. Solo los más leales. Yo soy uno de ellos.
Alessio me confía su vida. Y la tuya. Mi lealtad a esta familia es lo primero... antes
que nada. Y ahora mi lealtad se extiende a ti.
Maddie asintió con la cabeza. —Me olvidé de decirte. Mi nombre es Maddie
Ivanshov también. Igual que mamá. Viktor Nikolay y Phoenix. Todos llevamos el
apellido Ivanshov. Es una especie de tradición para las personas más ferozmente
leales al Jefe.
—Aunque nunca pensé que Nina tomaría el apellido —continuó Maddie,
mirando a Nina con curiosidad.
—No sabes nada sobre mí. Pero no es como si tuviera que ocultar mi identidad
por más tiempo. Pronto conocerás mi verdad, así que sería mejor que no me enojes.
Odio las molestas plagas —respondió Nina perezosamente.
La amenaza estaba allí, pero Maddie solo se rio entre dientes.
—Creo que seremos buenos amigas. —Guiñó un ojo mientras se reía.
La espalda de Nina se enderezó y su expresión cambió a una mirada dura. —No
estoy aquí para hacer amigos.
Esa frase me hizo algo. Me recordó mucho a Alessio. Al que se esforzó tanto por
alejarme.
Quería reprender a Nina, decirle que todos necesitaban amigos, pero me quedé
callada.
Ella nos miró por un segundo. Los brazos de Maddie me envolvieron y yo me
estaba inclinando hacia ella. Nina sacudió la cabeza y sacó su teléfono celular.
—Están viniendo —dijo Nina simplemente.
Con eso, salió por la puerta. Maddie y yo nos miramos la una a la otra.
Alessio había vuelto. Mi corazón de repente se sintió cien veces más ligero.
Maddie me ayudó a salir de la cama y bajamos las escaleras juntas. Cuando
llegué al último rellano, vi a Alessio entrar por las puertas principales.
Él entró primero, luciendo grande y feroz. Su postura exudaba dominio. Detrás
de él, a su izquierda, Viktor y Phoenix caminaron de cerca. Nikolay estaba a su
derecha.
Sus hombres de mayor confianza flanqueaban sus costados mientras entraba a
la casa. Todos tenían el mismo aura oscura rodeándolos. Sus trajes caros no hacían
nada para que parecieran menos peligrosos.
Mis pies me llevaron hacia adelante, moviéndome hacia Alessio antes de que
pudiera detenerme. Nos encontramos en el medio, nuestros cuerpos moldeándose
juntos.
Alessio sostuvo la parte de atrás de mi cuello, acercándome. Sus dedos
envolvieron mi cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás. Su respiración era
irregular mientras me miraba con intensos ojos azules.
Sus dedos se apretaron alrededor de mi cabello y acercó mi cabeza. Sus labios
descendieron hacia mí, y mi corazón se encogió cuando su boca se encontró con la
mía.
Alessio me besó bruscamente, exigiendo acceso. Abrí mis labios, rindiéndome a
él. Su lengua se arremolinó alrededor de la mía en una feroz batalla. Me agarró el
pelo por la nuca y me dio un tirón agudo.
Me besó desesperadamente, casi salvajemente. Le devolví el beso con el mismo
fervor, con mis manos en sus hombros para agarrarme.
Sus labios se movieron sobre los míos, ni una sola vez rompió nuestro beso. Su
beso se hizo más profundo, más agresivo. Estaba borracha de sus besos mientras él
parecía perdido en mí.
Alessio me reclamó frente a todos.
Escuché un fuerte rugido. Desde el camino de entrada, el patio, toda la mansión
explotó. Los hombres rugieron su victoria. Las mujeres aplaudieron, uniéndose a
este alegre momento.
Alessio y yo nos besamos mientras nuestra gente celebraba.
Los orgullosos gritos continuaron y supe que no terminaría pronto.
Después de todo, la guerra acaba de terminar.
Los Italianos habían perdido.
Y los Rusos habían ganado.
Capítulo 26
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho cuando la comprensión se apoderó de
mí.
Los besos de Alessio no disminuyeron. No, él continuó reclamando mis labios
en un beso posesivo, haciendo que mi corazón latiera con tanto amor.
Le devolví los besos con el mismo fervor, como si nos estuviéramos muriendo
de hambre. Tal vez fue la adrenalina de haber ganado.
Sus dedos se apretaron en mi cabello mientras mordía mi labio inferior.
—Estoy en casa —murmuró con brusquedad.
Me aparté, mis dedos aún sujetaban la parte posterior de su cuello. Sonriéndole
a Alessio, me incliné para otro beso.
—Bienvenido a casa, mi amor —susurré contra sus labios.
Él gimió, su brazo se apretó más alrededor de mi cintura. Si no fuera por mi
vientre redondeado, nuestros cuerpos se habrían moldeado juntos.
—Dilo de nuevo —exigió.
—Bienvenido a casa, mi amor.
—La última parte. Dilo de nuevo —ordenó, besando mis labios.
Solté una pequeña risa, sintiendo mis mejillas calentarse. Me estaba
sonrojando. ¿Cómo era eso posible después de todo lo que habíamos hecho juntos?
Mis dedos acariciaron la parte posterior de su cuello mientras miraba
amorosamente sus azulados ojos. —Mi amor —le susurré de nuevo, solo lo
suficientemente fuerte para sus oídos.
Alessio sonrió y echó la cabeza hacia atrás, rugiendo de felicidad. — ¡Hemos
ganado!
Me reí, sosteniéndolo contra mí.
Si. Hemos ganado.
Tragué el nudo alrededor de mi garganta. Mi padre ya no estaba. Alberto ya no
estaba. Los Italianos estaban debajo la familia Ivanshov.
No creí que este día llegaría, pero aquí estaba, viéndolo con mis propios ojos.
Experimentándolo.
Debería haberme destrozado que mi familia, los Abandonatos, habían perdido.
Pero no lo hizo. Simplemente porque los Abandonatos no eran mi familia.
Nunca lo fueron.
Mi verdadera familia había ganado e iba a celebrar con ellos.
Los muchachos vinieron y le dieron una palmada en la espalda a Alessio. Luego
me abrazaron. Hubo muchos abrazos y besos. Risas y grandes sonrisas.
Me trataron y me empujaron como si fuera de los suyo.
Cuando los rugidos de la victoria finalmente se calmaron, Alessio inclinó su
cabeza hacia mi oído. —Tengo que ocuparme de algunas cosas. Te veré esta noche.
Mis ojos encontraron los suyos y puse una expresión triste. — ¿Tienes que irte?
Acabas de regresar.
Los intensos ojos azules de Alessio brillaron ferozmente ante mis palabras. Casi
posesivamente. —Tengo que hacerlo, Ángel. Es importante. Ahora que él ya no está,
tengo que limpiar su jodido desastre. Poner todo bajo nuevas reglas.
Por la forma en que se burló, casi me estremezco.
Estaba en la punta de mi lengua preguntarle a Alessio cómo había matado a
Alberto. Cómo lo terminó. Pero me contuve en el último segundo.
Tal vez era mejor que no tuviera los detalles.
Alessio puso otro beso rápido en mis labios antes de alejarse. No pude evitarlo.
Mis labios se fruncieron en otro puchero.
Suspiró antes de besar mi puchero. Fuerte. Un beso contundente que tenía su
dominio por todas partes.
—No hagas pucheros. Estás haciendo que sea más difícil irme —gruñó bajo.
Ese era el plan. No es que fuera a decirlo en voz alta.
Alessio me guiñó un ojo antes de subir las escaleras, los muchachos lo
siguieron.
Un suspiro escapó de mis labios cuando Maddie vino a pararse a mi lado.
—Un poco menos DPA2 la próxima vez, cariño. Sería muy apreciado Muchas
gracias —bromeó con una ceja levantada.
Cerré los ojos con fuerza, sintiendo mis mejillas arder bajo su mirada. —Oh.
¡Ahora te estás sonrojando! Mírate a toda roja. ¿Y cuándo Alessio prácticamente te
estaba atacando frente a otras veinte personas?
Escuché un golpe, y mis ojos se abrieron para ver a Lena mirando a Maddie.
—Compórtate.
Maddie se rió y me guiñó un ojo. Me agarró del brazo y me llevó a la cocina.
—Vamos, cariño.
Me senté en el taburete, viendo a Maddie traernos algo de almuerzo. —
¿Necesitas algo de ayuda?

2 Demostraciones Publicas de Afecto


Ella sacudió su cabeza. —Nop. Solo siéntate. Ni siquiera deberías estar fuera de
la cama. ¿Recuerdas lo que dijo Ivy? Ella quiere que descanses en la cama la mayor
parte del tiempo. Me sorprende que Alessio no te haya devuelto a la cama.
Maddie hizo una pausa y sacudió la cabeza. —No importa. Estaba ocupado
haciendo otra cosa.
Su tono burlón solo hizo que sus palabras fueran más divertidas. Mis hombros
temblaron con una risa silenciosa.
Maddie trajo dos platos al mostrador. Antes de que ella pudiera sentarse, mis
manos arremetieron, mis dedos agarraron su muñeca.
—No vamos a comer hasta que me hables, Maddie.
Mi voz era firme pero gentil. Ella necesitaba hablar conmigo. Maddie estaba
sosteniendo todo dentro. Sabía que lentamente la estaba comiendo viva.
Sus ojos atormentados encontraron los míos, y sacudió la cabeza. —Ayla.
Ignoré su tono de advertencia y seguí adelante. — ¿Qué estás escondiendo?
¿Por qué no quieres decirme? Sé que Artur te lastimó, y sé que es difícil de imaginar.
No podía creerlo al principio tampoco. Traicionó a Alessio. Pero él también te
traicionó. Sé que duele, pero estás escondiendo algo más.
Maddie me arrebató su muñeca de la mano. — ¡Basta, Ayla!
Me puse de pie para poder abrazarla. Mis brazos se envolvieron alrededor de
sus hombros. —Sabes que puedes decirme cualquier cosa, Maddie. Estaré aquí para
ti. No puedo verte así. Me recuerdas a mí misma. Como solía ser antes. No es fácil
verte así.
Ella luchó fuera de mis brazos, su mirada intensa. La había visto enojada antes
pero nunca enojada conmigo. Esta vez su mirada se dirigió a mí.
— ¡No sabes nada! —ella gritó.
—Porque no me lo dirás —respondí suavemente.
Su pecho se agitaba con cada respiración que tomaba. Vi lágrimas llenando sus
ojos, y sollozó, dando otro paso lejos de mí.
Me rompía el corazón verla así.
— ¡Lo perdí! —siseó.
Mis hombros se hundieron. —Lo sé. Lo siento, Maddie. Lamento mucho que
resultará ser el traidor —respondí, mi voz también se quebró.
Maddie sacudió la cabeza, sus lágrimas corrían libremente por sus mejillas. —
No. Lo perdí. Perdí... a mi bebé.
Sus palabras ahogadas, pero sonaron tan claras. Sus palabras parecían fuertes a
pesar de que fueron susurradas.
Las rodillas de Maddie cedieron y ella se dejó caer al suelo sin hacer ruido. Ella
se encorvó mientras sostenía su estómago en posición fetal. Sus sollozos eran
fuertes y desgarradores.
Perdí... a mi bebé.
Miré a Maddie, sin palabras. Mi corazón se encogió, y de repente me sentí débil
en mis rodillas. Mi mano instintivamente fue a mi estómago, sosteniendo mi vientre.
¿Maddie estaba embarazada?
Las lágrimas cegaron mi visión mientras sus sollozos se dirigían directamente a
mi corazón. Sus palabras seguían sonando en mis oídos.
Miré a Maddie con el corazón roto, me dolía el corazón por ella. No podía
imaginar perder a mi pequeña princesa. Me rompería sin remedio.
Justo en ese momento, dio una pequeña patada y mi mano se frotó sobre la
protuberancia.
—Él me disparó... me malditamente me disparó... y mató a mi bebé. ¿Cómo
pudo hacer eso, Ayla? ¿Por qué? —Maddie se lamentó.
Me acerqué, tratando de arrodillarme junto a Maddie. Fue difícil, pero
finalmente me senté a su lado. Mis brazos rodearon sus hombros, tirando de su
cuerpo tembloroso al mío.
Maddie enterró su rostro en mi cuello, sus lágrimas fluyendo sin fin. —Él
mató... a mi... bebé.
Sabía lo que Artur había hecho, pero no sabía el alcance del daño. —Mató a su
propio bebé. Nuestro bebé.
Mis brazos se apretaron alrededor de Maddie mientras lloramos. Lloró por su
pérdida mientras yo la abrazaba. Su dolor se filtró en mis poros como si lo sintiera
por mí misma.
—Lo siento, Maddie. Lo siento mucho —susurré.
Eran las únicas palabras que tenía para ella. ¿Qué podía decir? Su pérdida no
era algo que pudiera arreglarse con simples palabras.
—No lo sabía —continué. La Princesa continuaba pateando, rodando en mi
estómago, y de repente me sentí enferma.
Maddie tenía que cuidarme todos los días. Tenía que mirar mi vientre y
recordar su pérdida. ¿Cómo sobrevivía?
¿Cómo no me odiaba?
Era el recordatorio vivo de lo que ella podría haber tenido.
La mano de Maddie se trasladó a mi estómago, su toque ligero como una
pluma.
—En este momento, todavía habría sido demasiado pequeño para que yo lo
sintiera moverse.
Apreté mis ojos cerrados. —Lo siento.
Hubo otra pequeña patada de la Princesa cuando Maddie acarició la
protuberancia.
—Ahora, nunca sentiré a mi bebé patear —susurró entre lágrimas—. Nunca
tendré la oportunidad de abrazarlo. —Maddie siguió llorando. Ella seguía acunando
la protuberancia del bebé, casi protectoramente.
Siempre me pregunté por qué a Maddie le gustaba tanto sostener mi estómago.
A veces se acostaba a mi lado y dejaba su mano sobre mi vientre durante horas
hasta que me dormía.
Ella siempre encontraba la oportunidad de tocar mi estómago y sentir que el
bebé se movía.
Ahora entendía por qué lo hacía.
Puse mi mano sobre la suya, las das sosteniendo a la princesa.
—Habrían crecido juntos —susurré.
Maddie asintió con la cabeza. —Lo habrían hecho. En un mundo perfecto,
puedo verlos jugando juntos. Peleando. Riendo. Pero siempre amándose el uno al
otro. Tal vez incluso una boda más tarde.
Mi barbilla se tambaleó con el esfuerzo de contener las lágrimas. Tenía que ser
fuerte... para Maddie.
—Hubieran sido inseparables —continuó.
—Maddie—traté de tranquilizarla.
Permanecimos en silencio por unos minutos, las das perdidas en el mundo
perfecto que imaginamos.
—Ya no puedo tener hijos.
Mis ojos se abrieron de golpe ante sus palabras. Mi corazón pudo haber dejado
de latir por un segundo, y luego golpeó mi caja torácica más fuerte que antes.
— ¿Qué? —Farfullé.
—Por mi cáncer, era casi imposible para mí tener hijos. Renuncié a la
esperanza hace mucho tiempo. Pero entonces sucedió. Estaba embarazada y estaba
feliz, Ayla. Muy feliz. Fue un milagro. Iba a tener un bebé —se interrumpió al final.
Un fuerte sollozo sacudió su cuerpo. —Luego me lo quitaron. Arrancado lejos
de mí. Y luego descubrí que ya no puedo tener hijos. La bala dañó mi útero. No
puedo... cargar... a un bebé otra vez.
—No—dije, completamente horrorizada.
Maddie asintió con la cabeza. —Me quitaron la capacidad de tener un bebé
antes. Me dieron una oportunidad, y esa también me fue arrancada.
Sus lágrimas empaparon mi cuello y mi vestido. Mis propias lágrimas dejaron
un rastro húmedo por mis mejillas.
¿Cómo mantuvo Maddie todo eso dentro de sí por tanto tiempo?
Me dolía el corazón por ella.
—Sabes, Ayla, desde que lo perdí, me he preguntado... ¿por qué yo? ¿Por qué
tuve que perder a mi bebé?
Permanecí en silencio, pero mis manos nunca dejaron de acariciar su espalda,
tranquilizándola con mi toque cuando mis palabras me fallaban.
Maddie apartó su rostro de mi cuello y me miró. Limpié sus lágrimas y ella
cerró los ojos. —Estaba destinado a ser. Lo veo como un sacrificio. Es la única forma
en que puedo superar esto. Suena extraño cuando lo digo en voz alta. —Ella se rio
secamente—. Al perder a mi bebé, te recuperamos.
Las palabras me golpearon y la miré con los ojos muy abiertos. —Así que
estaba destinado a ser. Quiero creer que participé en salvarte. Si no atrapaba a Artur
ese día, tal vez nunca te hubiéramos encontrado. Si todo no hubiera pasado, tal vez
no estarías aquí con nosotros en este momento. Así es como lo veo —continuó
cuando me quedé en silencio—. Fue un sacrificio para recuperarte, y nunca me
arrepentiré.
Sacudí la cabeza, negándome a creer lo que estaba escuchando. —Maddie, no
puedes decir eso en serio.
Ella me dio una pequeña sonrisa rota. —Sí, perdí a mi bebé. Nunca volveré a
tener esa oportunidad, pero te recuperé. Le di a Alessio a su Ángel. No es algo de lo
que me arrepienta nunca.
Sus dedos acariciaron mi redondeado vientre. —Y también salvé a la Princesa.
No pude salvar a mi bebé, pero la salvé. Perdimos uno pero ganamos otro.
—Maddie...
—Querías la verdad. Esa es la verdad, Ayla.
Mis hombros se hundieron en derrota, y miré su mano, la que descansaba
sobre mi estómago. —Lo siento.
Maddie sacudió la cabeza y me acercó para abrazarme. —No es tu culpa, y no
quiero que lo lamentos por mí. Es difícil. A veces duele mucho, Ayla. A veces no
puedo dormir. Todo lo que hago es llorar. Es difícil cerrar los ojos. Es difícil seguir
adelante, pero tengo que hacerlo. Mi corazón siempre dolerá por mi pérdida, pero
sé... que eventualmente el dolor será menor.
Ella se apartó y me envió un guiño. —También tengo una princesa. Ella hará
menos el dolor. —Maddie hizo una pausa y luego sonrió—. ¿Qué estoy diciendo? Ella
ya hace que mi corazón se desborde de amor.
Maddie se inclinó y le dio un dulce beso a mi vientre. —Nunca me arrepentiré
de esto.
Estaba asombrada con esta mujer. Cómo se las arreglaba para ser tan fuerte...
No lo sabía.
—Maddie —comencé a decir, pero ella me hizo callar.
—Prométeme que nunca más volveremos a hablar de esto. Querías saberlo, así
que te lo dije, pero ya no quiero hablar de ello. Quiero enterrarlo detrás de mí y
seguir adelante. Por favor, Ayla. Prométemelo.
No pude hacer nada más que asentir. Nos abrazamos, abrazadas la una a la
otra.
—Te amo —susurré.
—También te amo, cariño. Tenemos esto.
Asentí. —Si. Pero solo prométeme que no te lastimaras manteniéndolo dentro.
Cuando sea demasiado, háblame. Estaré aquí para ti. A veces solo hablar hace que
todo sea más fácil.
—Lo prometo —dijo ella, apartándose.
Nos dimos una sonrisa llorosa, nuestras manos sosteniendo mi vientre.
— ¿Qué está pasando aquí?
Un gruñido fuerte y enojado hizo que mi cabeza se volviera sorprendida. Me
encontré con los ojos de Alessio mientras se acercaba hacia nosotras.
— ¿Por qué estás en el piso? —exigió, llegando a pararse a mi lado. Parado nos
miró, su rostro enojado pero preocupado.
Sus ojos me recorrieron protectoramente.
— ¿Estás herida? Mierda. ¿Estás adolorida? —comenzó a entrar en pánico.
Alessio se inclinó y me agarró del brazo. Maddie se paró, sosteniendo mi otro
brazo. Ambos me ayudaron a levantarme, y Alessio me abrazó.
Sus manos susurraron sobre mi cuerpo, buscando cualquier tipo de lesión. —
Ayla, ¿estás herida? ¡Respóndeme! —Se desesperó.
Sacudí mi cabeza. —No. No estoy herida. Cálmate, Alessio.
—Entonces, ¿qué estabas haciendo en el suelo? —preguntó, sus ojos
acusadores se dirigieron a Maddie.
—Estábamos hablando —respondió ella, cruzando los brazos.
— ¿En el piso? —Viktor se metió en la conversación. Estaba apoyado contra la
puerta, mirándonos a todos—. Sus ojos están rojos. Las dos estaban llorando.
Excelente. Él acaba de agregar combustible al fuego.
Los ojos de Alessio se convirtieron en rendijas. Colocando mi mano sobre su
pecho, traté de calmarlo. —Estoy bien. De verdad. Estábamos hablando. Se puso
emocional, eso es todo. Ahora deja de gruñir.
Suspiró, sus hombros cayeron en señal de alivio. —No estás herida.
Alessio no planteó la oración como una pregunta. Fue sobre todo una
declaración de alivio.
Dándole una dulce sonrisa, puse un beso en sus labios. Fue instinto... no pude
evitarlo.
Me devolvió el beso. Más de lo que había planeado. Cuando escuché un gruñido
detrás de mí, retrocedí, sintiendo un profundo sonrojo llegar a mis mejillas.
—Necesitas estar en cama. Prométeme que descansarás mientras estoy fuera
—dijo Alessio en mi oído, sus brazos como una banda de acero alrededor de mi
cintura.
—Bien. Lo prometo. —Estuve de acuerdo. Sabía que no tenía sentido discutir
con Alessio. Él solo me llevaría escaleras arriba él mismo y pondría a varios guardias
en mi puerta para evitar que saliera.
Alessio me dio una mirada feroz. — ¿No has comido todavía?
Asentí con la cabeza hacia la comida. —Lo iba a hacer.
Sus labios eran ligeros en mi frente. Colocando un beso allí, se apartó. —Bien.
Me voy ahora, pero volveré esta noche.
Tarareé en su pecho antes de salir de su abrazo. Él asintió con la cabeza a
Maddie antes de darse la vuelta para irse. Viktor me dio una sonrisa antes de seguir
a Alessio.
Desde la esquina de la puerta, vi a Isaak. Tenía las manos en los bolsillos
mientras estaba allí mirándome. Tenía una mirada extraña en su rostro. No era la
primera vez que notaba que me miraba desde lejos.
Cuando captó mi mirada, lo vi tragar con dificultad antes de irse rápidamente.
Un sentimiento extraño me atravesó ante el encuentro, pero no tuve la oportunidad
de pensarlo antes de que Maddie entrara en mis pensamientos.
—Vamos a comer, cariño
Asentí, volviéndome al taburete.
Capítulo 27
Dos semanas después

Mi mirada siguió a Alessio por la habitación. No podía quitarle los ojos de


encima. Se movió con fluidez, sus pasos llenos de propósito.
Alessio se movió como si fuera el dueño de la habitación... como si fuera el
dueño de todo. Y era verdad.
Me gustaba la fuerza y el dominio que exudaba. El tirón que sentí hacia él hizo
que mi cuerpo zumbara de placer.
Alessio se puso su camisa de vestir y se la abrochó rápidamente. Su cuerpo era
el más perfecto que había visto en mi vida. No es que haya visto mucho.
Pero él era absolutamente perfecto a mis ojos. Dentro y fuera.
Me levanté de la cama y tomé su chaqueta de traje en mi mano. Me dio una
mirada cálida mientras lo ayudaba. Mis manos se dirigieron a su pecho.
Puse mis palmas allí, sobre su estómago cincelado. Podía sentir cada definición
muscular a través de su camisa. Las manos de Alessio agarraron mis caderas,
acercándome.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó, pasando sus dedos sobre mis caderas.
—Perfecta. —Le sonreí.
Él asintió y una sombra repentina cruzó su rostro. Alessio pareció pensativo
por un momento, y luego tragó saliva, como si comiera algo grande.
Pude sentir que estaba repentinamente nervioso. — ¿Qué pasa?
—Esto va a ser enorme, Ayla. Pero pensamos que es hora de que lo sepas —
comenzó.
— ¿Saber qué? ¿Qué pasa? —Mis ojos se abrieron cuando el pánico comenzó a
recorrer mi sistema.
Alessio puso un dedo gentilmente sobre mis labios. —Shhh... Cálmate, Ángel.
Todo está bien. Pero Isaak quiere hablar contigo.
Mis cejas se fruncieron en confusión. — ¿Isaak? ¿Pero por qué? —Pregunté.
Isaak apenas me había dicho alguna palabra. Él nunca hablaba. Pero captaba su
mirada de vez en cuando. Se sentía como si quisiera hablarme, pero simplemente no
sabía qué decir.
Si no me equivocaba, me estaba evitando. Solo observando desde detrás de las
sombras a veces. Era extraño, pero nunca pensé mucho en ello.
—Tiene mucho que decirte, Ángel, pero tiene buenas intenciones. ¿Este bien?
Solo tenlo en cuenta. Él no es el malo —explicó Alessio, mirándome expectante.
Asentí, pero luego me sobresalté cuando un golpe repentino sonó en la puerta.
Estaba demasiado tensa, mis músculos apretados.
—Ese es él —murmuró Alessio antes de llamar—. ¡Adelante!
Me puse de pie, mirando a Alessio cuando la puerta se abrió. Me dio una
pequeña sonrisa y me dio la vuelta para que me mirará a Isaak.
—Oye —comenzó Isaak con una sonrisa tensa. Se veía realmente nervioso.
Tenía los puños a los costados y jugueteaba con sus pies.
Era una vista única en la vida. Ver a un hombre como él nervioso.
—Hola —respondí casi tímidamente.
Alessio nos acompañó hasta el sofá y se sentó antes de tirarme a su regazo. Me
acomodó de lado, sus manos dibujando círculos sobre mi vientre redondeado.
Exhalé un suspiro de alivio y miré a Isaak expectante.
Tragó de nuevo y miró a su alrededor antes de volver a mirarme.
—Esto va a sonar loco, e incluso podrías odiarme después de esto, pero creo
que necesitas saberlo. Necesito decirte. Me está volviendo jodidamente loco
mantenerlo dentro por tanto tiempo —comenzó.
—Sea lo que sea, estoy segura de que todo va a estar bien—respondí, tratando
de hacerlo sentir lo más cómodo posible.
Después de mis años de tortura, aprendí que era más fácil ver lo positivo en las
cosas.
Deja que la ola de negatividad fluya a tu alrededor pero nunca dejes que te
afecte. Supuse que era mi propia medicina contra el virus.
Mis ojos atraparon los de Alessio. Su atención ya estaba en mí.
¿O tal vez él era mi medicina?
Sonreí internamente ante la idea. Mi Salvador. Tuve la repentina urgencia de
besarlo otra vez, pero rápidamente me mordí los labios y traté de concentrarme en
Isaak nuevamente.
Cuando Isaak comenzó a hablar, ya no tenía que forzar mi atención. Tenía toda
mi atención.
Me quedé sin aliento mientras él continuaba su historia. Me dolía el corazón
con cada palabra, y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.
Alessio las atrapó por mí. Me calmó con su toque.
Pero cada palabra que Isaak decía, me rompía el corazón aún más.
Cuando terminó de hablar, dejó escapar un fuerte suspiro y me miró,
observando mi reacción. Me quedé quieta y lo miré en estado de shock.
Mi garganta se cerró mientras intentaba hablar. — ¿Conocías a mi mamá?
El asintió.
— ¿La amabas? —Él asintió nuevamente, una ola de dolor cruzó su rostro.
Mis ojos se nublaron con lágrimas. —No puedo recordarte.
—Por supuesto que no puedes. Tenías solo un año de edad —respondió
suavemente.
Mi corazón se encogió ante su paternal voz.
—Pero desearía poder recordarte —susurré—. Fuiste más mi padre que el
biológico. Me cuidaste cuando él no lo hizo.
—Siempre te he querido, Ayla. Desde la primera vez que te vi. Incluso cuando
pensaba que estabas muerta, todavía te amaba. Eras mi hija.
Gemí y contuve un sollozo. ¿Cuánto tiempo había deseado escuchar palabras
como esas? ¿Tener un padre que me amara y protegiera?
Durante años, soñé con mi padre mirándome con ojos suaves... aunque solo
fuera una vez. Pero nunca lo hizo. Me trataba como si ni siquiera existiera.
Pero este hombre parado frente a mí, me estaba mirando con el amor que mi
padre debería haber tenido por mí.
Me levanté del regazo de Alessio y fui hacia Isaak. Se paró al instante, de pie en
toda su altura.
—Nunca tuve un padre —dije, deteniéndome frente a él—. Recé y deseé
haberlo hecho, pero eso nunca sucedió. No tenía a nadie.
Antes de que pudiera mover un músculo, envolví mis brazos alrededor de él en
un abrazo. Estaba sorprendido, congelándose en estado de shock. —Lo que no sabía
es que tenía un padre que me amaba desde lejos.
Isaak suspiró, hundiéndose con alivio. Sentí que todos los músculos tensos de
su cuerpo se relajaban, y él lentamente levantó los brazos y me abrazó con fuerza.
—Lamento no haber podido salvar a tu madre. Lo siento, no pude salvarte.
Todos estos años... —se interrumpió.
Mis emociones me obstruyeron el corazón y la garganta. —No te odio. No es tu
culpa. No es la mía. No podemos culparnos por algo que no estaba en nuestras
manos.
—Te pareces mucho a tu madre, Ayla —dijo suavemente.
— ¿Soy como ella? —Pregunté con curiosidad, mi corazón latía un poco más
rápido.
—Te pareces mucho a ella. La primera vez que te vi, pensé que era un sueño.
Pensé que estaba siendo perseguido —respondió Isaak, alejándose un poco para
poder mirarme a la cara.
—Y también tienes su sabiduría. Tan gentil. Justo como mi Leila. No creo que
alguna vez me perdone por no poder cumplir mi promesa. Pero tenerte aquí ahora,
segura y amada, creo que puedo vivir y respirar un poco mejor —terminó, sus ojos
contenían lágrimas no derramadas.
Mi barbilla se tambaleó y asentí. Respirando profundamente, pronuncié la
pregunta más importante.
— ¿Todavía puedo ser tu hija?
Me sentía como una niña, esperando y buscando un rastro de amor.
Mi mente volvió a cuando tenía solo unos años. Siempre esperé a que mi padre
viniera a verme. Quería que jugara conmigo, que me acostara, que me leyera
historias.
Cualquier cosa... solo quería un poco de su tiempo y atención. Quizás solo unos
minutos. Una mirada suave y amorosa.
Pero no tuve nada de eso.
En este momento, entendí todo eso. En solo unos segundos, Isaak Ivanshov me
dio años de amor que anhelaba de un padre.
—Eras mi hija y aún lo eres. Siempre lo serás, Ayla.
Sollocé y cerré los ojos. Isaak me tomó en sus brazos otra vez. —Gracias —
murmuré entre lágrimas.
—Siempre estuviste destinada a ser una Ivanshov. Desde el principio —
respondió mientras nos alejábamos.
Sentí a Alessio parado detrás de mí, su calor calentándome la espalda, y
retrocedí un poco. Nuestros cuerpos se moldearon juntos, y sus brazos me rodearon.
Sentí su rostro en mi cuello cuando colocó un beso allí.
Isaak sonrió y sacudió la cabeza, murmurando algo por lo bajo. —Los veré a los
dos abajo para el almuerzo.
Me dio una última mirada y sonrió, una gran sonrisa cálida que iluminó toda su
cara. Le devolví la sonrisa, sintiendo que mi corazón latía con absoluta felicidad.
Isaak se alejó y me di la vuelta en los brazos de Alessio, lo miré. —Gracias por
darme esto. Estaba destinado a ser, ya sabes. Yo encontrando mi camino hacia tu
coche.
Se rio entre dientes. Sus labios aparecieron en una pequeña sonrisa sexy. —
Gracias a Dios, estacioné mi auto allí.
Nos reímos, y luego él me besó, nuestra risa quedó en silencio.
Nos separamos cuando sentimos una patada. Una patada fuerte.
—Ya es una bloqueadora de pollas. —Él resopló, enviando a mi estómago una
mirada burlona.
Suspiré, tirando de su brazo. —Hora de almorzar. Tiene hambre, lo que me da
doble hambre.

***

Nos acomodamos en la mesa, Alessio y yo nos sentamos en la cabeza. Ya no


trabajaba como criada. Eso estaba fuera de discusión.
Alessio probablemente se fundiría si alguna vez lo mencionara.
Me senté a su derecha cuando los demás comenzaron a tomar asiento.
Incluyendo a Maddie.
Ella ya no trabajaba como criada tampoco. A las dos nos pareció muy extraño
que ella me sirviera, así que eso también estaba fuera de discusión. De todos modos,
ella era más una hermana que una criada. Maddie solo trabajaba como empleada
doméstica porque no tenía nada más que hacer.
No es que ella hiciera mucho de todas formas como criada. Solo ayudaba a Lena
a cocinar.
Alessio se aseguró de tener mi comida primero antes que él. Él siempre hacía
eso.
Los chicos hablaban mientras comían. Acabé de comer, contenta de que mi
estómago tuviera comida. Estaba hambrienta. Maddie estaba extrañamente
silenciosa, pero seguía mirando a Alessio de vez en cuando.
Alessio escuchaba a Viktor, pero su mano izquierda estaba sobre mi muslo
desnudo. Como siempre. Comía con su mano derecha mientras sostenía mi muslo
posesivamente debajo de la mesa.
No sabía por qué hacía eso, y no le pregunté.
Solo porque me encantaba.
Su pulgar dibujó círculos sobre mi piel, y me estremecí cuando sus dedos
subieron mi vestido, su pulgar se acercó a mi entrepierna.
Mis ojos se abrieron y agarré su muñeca, deteniendo su movimiento. Capté su
sonrisa.
Él era imposible.
Alessio continuó con sus tortuosas caricias, dejando mi piel caliente y ardiente.
Me dejó con ganas de más.
Se inclinó más cerca. — ¿Estás mojada para mí en este momento?
Las palabras eran solo para mí, pero casi me ahogo con mi pollo.
Tosí, sosteniendo mi pecho. Todos dejaron de comer, mirándome,
preocupados. Alessio acercó un vaso a mis labios, esperando que bebiera.
Después de que terminó mi ataque de tos, asentí a todos y envié una mirada
fulminante a Alessio.
—No —siseé por lo bajo.
Él sonrió de lado. ¡Me estaba volviendo loca!
Su mirada se volvió feroz, sus ojos azules se fundieron de deseo. Me mordí los
labios y miré mi plato.
Su aliento caliente tocó mi oreja, y la piel se me erizó. —Hmm. ¿Debo
comprobar, gatita?
Se me cortó la respiración cuando su muñeca se subió, cada vez más cerca de
mi entrepierna. Abrió mis muslos debajo de la mesa, su mano se movió entre mis
piernas abiertas.
Traté de detenerlo, pero mi agarre en su muñeca no era nada comparado con
su fuerza.
—Alessio, detente —rogué por lo bajo.
—Solo quiero comprobar si estás mintiendo o no, gatita.
Continuó burlándose de mí y volvió su atención a Viktor. Su mano se detuvo
pero se quedó entre mis muslos.
Cuando no hizo ningún movimiento, exhalé un suspiro de alivio. Mi cuchara
llegó a mi boca pero se detuvo en el aire.
Sin previo aviso, Alessio presionó su pulgar sobre mi núcleo.
La delgada barrera de mi lencería no detuvo el choque electrizante que sentí
atravesarme.
Salté ligeramente ante el repentino contacto y me mordí los labios, bajando mi
cuchara nuevamente. Alessio continuaba hablando como si no hubiera hecho nada.
Me senté allí, tratando de mantener una cara seria.
Y luego su pulgar comenzó a moverse, toques ligeros, dibujando círculos sobre
mi núcleo húmedo.
No. No. No. ¡Maldito sea!
Presioné mis muslos juntos, pero su mano me detuvo. Apreté los dientes y
pellizqué su muñeca con fuerza.
Nada lo inquietaba.
Él hablaba y reía mientras jugaba magistralmente debajo de la mesa.
Llevé mi vaso a mis labios con una mano temblorosa e intenté tomar un sorbo.
Alessio siendo el mismo diablo, presionó su pulgar más fuerte contra mi clítoris.
Apretando los ojos cerrados, respiré a través de esta tortura.
Mi lencería ya estaba empapada, me temblaban las piernas. Mi corazón latía y
latía como las alas de un pájaro.
Y luego se detuvo.
Los ojos de Alessio se encontraron con los míos, y me guiñó un ojo antes de
apartar su mano.
Levantó su mano... el dedo que estaba empapado con mis jugos... y lo lamió
para limpiarlo. Justo en la mesa.
Sip. Estaba a punto de tener un ataque al corazón.
—Eso estuvo bueno. —El asintió.
— ¿Huh? —Preguntó Viktor.
—La salsa. Sabe muy bien. Debería probarla otra vez más tarde —explicó
Alessio, con esa sonrisa diabólica presente en su rostro.
Maddie me estaba mirando y parecía que estaba a punto de ahogarse.
Oh Dios. Que mortificante.
Todos los demás estaban comiendo, completamente ajenos a lo que acababa de
suceder. Simplemente me senté allí, mirando mi plato, contemplando lo que iba a
hacer con el hombre imposible y molesto que estaba sentado a mi lado.
—Tenía razón. Estás goteando por mí, gatita. Tenía tus jugos por todo mi dedo.
¿Me quieres dentro de ti ahora? ¿Mi dedo o mi polla? —Susurró en mis oídos.
Iba a matarlo.
— ¡Detente! —Siseé, pellizcando su muslo con fuerza.
Finalmente se estremeció y luego sonrió. —Bien. Me detendré.
Y lo hizo. Sorprendentemente.
Sabía lo que quería. Los dos lo queríamos, pero nos resistíamos.
No sabía si estaba lista, y Alessio nunca presionaba. Nos besábamos mucho,
pero nunca fuimos más allá de eso.
Esta era la primera vez que daba ese paso. Y en la mesa del comedor. Sacudí mi
cabeza.
Alessio solo estaba siendo Alessio.
Lo miré y mi corazón se desbordó de amor. ¿Podría darle lo que quería? ¿Lo
qué los dos queríamos?
Los ojos de Alessio se movieron hacia mí como si sintiera mis estresantes
pensamientos. Acercó sus labios en mi oído y susurró tan suavemente que me hizo
doler el corazón con su gentileza.
—No te presiones. Te esperaré. Cuando estés lista.
Mi corazón se calmó cuando su mano volvió a mi muslo. No intentó nada
travieso. No, él solo sostuvo mi muslo firmemente. Mostrándome que le pertenecía.
Me gustaba eso. En realidad, me encantaba.
—Así que…
La voz de Maddie me sacó de mis pensamientos y volví mi atención hacia ella.
Tenía una ceja levantada, mirando a Alessio con curiosidad.
— ¿Ya te has propuesto?
Gracias a Dios, no estaba comiendo o me habría atorado. Mi corazón se detuvo
y luego comenzó de nuevo. Más rápido y más duro contra mi caja torácica.
¿Qué estaba haciendo Maddie?
Le envié una mirada de advertencia antes de voltear a ver a Alessio.
Su cuchara se detuvo en el aire.
Estaba congelado en su asiento. Se me secó la garganta y quise golpearme la
cabeza contra la mesa.
Maddie! ¡Esta chica!
Alessio bajó la cuchara lentamente y se aclaró la garganta. — ¿Qué?
—Me preguntaba si ya te propusiste. —Maddie preguntó de nuevo.
— ¿Por qué tengo que proponerme? —Alessio preguntó, con las cejas
fruncidas.
Viktor y Phoenix parecían estar escondiendo su risa detrás de sus puños.
Incluso Nikolay parecía que estaba sonriendo.
Lyov e Isaak solo sacudieron la cabeza y siguieron comiendo.
—Tú mismo lo dijiste hace unos días. Ayla era una Ivanshov. ¿Pero se lo
propusiste?
Alessio me echó un vistazo antes de mirar a Maddie nuevamente. — ¿Se
suponía que debía proponerme?
La cara de Maddie se puso roja, sus ojos saltones. Sostuvo el tenedor y el
cuchillo con más fuerza y lanzó una mirada fulminante a Alessio.
Tenía la sensación de que ella estaba tramando su asesinato.
— ¿Incluso le preguntaste si quería casarse contigo? —Maddie siseó.
Alessio parecía completamente confundido y ajeno.
Podía sentir mis mejillas calentarse, y miré mi plato.
— Ayla, ¿quieres casarte?
¿Qué? ¿QUÉ?
La pregunta de Alessio quedó impresa en mi cerebro. ¿Realmente acaba de
preguntar eso? ¿En frente de todos?
Miré a Maddie nuevamente. Ella estaba a punto de sufrir un ataque al corazón.
Pero iba a matar a Alessio primero.
Me volví hacia Alessio. —Emm...
Me miró expectante, esperando mi respuesta. En realidad, todos esperaban mi
respuesta.
Sintiéndome nerviosa, jugué nerviosamente con el dobladillo de mi vestido.
— ¿Si? —Le respondí vacilantemente.
No, no era una opción. Nunca fue una opción.
Alessio asintió, luciendo orgulloso de sí mismo. —Bien. Nos vamos a casar
entonces.
Si no fuera por Phoenix sujetándola, Maddie habría saltado sobre la mesa. —
Esa no fue una propuesta —siseó con una sonrisa tensa.
Alessio parecía confundido de nuevo. —Pregunté, y ella dijo que sí. Nos vamos
a casar.
Mis hombros se hundieron. ¿Eso fue todo?
Alessio volvió a comer. Viktor se echó a reír y tosió, ocultando su diversión.
Phoenix hizo lo mismo antes de que seguir comiendo también.
Unos segundos después, también tomé mi tenedor. Maddie seguía haciendo
agujeros en la frente de Alessio con la vista, pero sus hombros cayeron derrotados.
Cuando nuestros platos estuvieron casi limpios, Alessio se inclinó más cerca. —
Te amo Ángel. No me importa casarme. No cambia nada. Pero te daré mi apellido.
Serás Ayla Ivanshov. Esa es mi promesa para ti.
Sus palabras fueron lo suficientemente bajas para que solo yo las escuchara, y
se dirigieron directamente a mi corazón. Me volví hacia él, mis labios se estiraron en
una sonrisa. Era imposible no sonreír.
Alessio me devolvió la sonrisa, sus ojos llenos de tanto amor por mí.
—Está bien —estuve de acuerdo.
Supongo que no necesitaba una propuesta después de todo. Solo estar con
Alessio... era suficiente para hacerme la mujer más feliz del mundo.
Más tarde esa noche, después de tocar el piano, me senté en el regazo de
Alessio. Nos quedamos así por un tiempo, los dos nos negábamos a movernos.
Jugó con mi cabello, mi cabeza apoyada en su hombro. Puse un beso allí, y él me
abrazó más fuerte.
— ¿Qué necesitas, Ayla? ¿Que necesitas de mi? Quiero ser el hombre que
mereces —dijo, rompiendo el silencio.
Levanté la cabeza y lo miré. Parecía un poco perdido.
Sosteniendo su rostro en mis manos, junté nuestros labios. Lo besé
suavemente, vertiendo todo mi amor en el beso.
— Sólo a ti. Solo te necesito a ti —susurré contra sus labios.
Los ojos de Alessio sostuvieron los míos. Azul contra verde.
Besó la punta de mi nariz y me abrazó a él.
Capítulo 28
Una semana después

Maddie sostenía mis brazos mientras bajábamos las escaleras. — ¡No puedo
esperar a que la conozcas! —dijo emocionada.
Me reí. Ella era muy linda. —No puedo esperar para conocerla tampoco.
La amiga de Maddie se acercaba. Más que una amiga, en realidad. Habían sido
mejores amigas desde que eran niñas. Era casi como si fueran hermanas. Ella solía
vivir aquí también, en la finca, hasta que se mudó hace cuatro años.
Maddie no tuvo la oportunidad de decirme mucho. Ella solo recibió una
llamada hace una hora y llamó a mi puerta.
Cuando llegamos al rellano, Maddie estaba prácticamente rebotando sobre sus
pies. Estaba radiante. —La he extrañado mucho —hizo un puchero—. Esa pequeña
perra. Odio que se haya ido.
Caminamos hacia la puerta, preparándonos para encontrarnos con su amiga.
También estaba emocionada.
— ¿Es ella como tú? —Bromeé con un guiño.
Maddie se echó a reír. —Ja. ¡Ella es peor!
Mis ojos se abrieron. — ¿Quieres decir más loca que tú?
Ella asintió. — ¡Está loca! Pero la vas a amar, Ayla.
Oh querida. Miré a la puerta con impaciencia y entusiasmo, Maddie haciendo lo
mismo.
Escuché un fuerte chillido.
— ¡Maddie!
Luego un destello de cabello rubio.
Lo siguiente que supe fue que Maddie estaba en el suelo.
Jadeé, alejándome, mis ojos muy abiertos por la sorpresa.
Ella la abordó. Enloqueció y derribó a Maddie al suelo.
Me puse de pie, boquiabierta y mirando a Maddie y a la mujer. Se reían y
levantándose se abrazaban fuertemente.
— ¡Te extrañé! —Exclamó Maddie.
—También te extrañé. ¡Mierda! Voy a llorar —respondió ella.
Se separaron y sus ojos se dirigieron a mí.
— ¿Hola? — Le di un pequeño saludo.
Ella me sonrió impresionante. Se deslizó hacia mí, y antes de que pudiera
moverme, estaba en sus brazos.
—Finalmente te conozco —murmuró en mis oídos. Alejándose, se aferró a mis
manos—. ¿Sabes lo desesperada que he estado? No podía esperar para verte.
Maddie y Viktor me han contado mucho sobre ti.
—Gracias. Yo también estaba muy emocionada de conocerte —respondí. Su
sonrisa era contagiosa. Me dolían las mejillas por sonreír demasiado fuerte.
Ella era una burbuja de alegría. Una belleza impresionante también. Su cabello
rubio se detenía en el medio de su espalda. Era más pequeña que Maddie pero más
alta que yo. Sus ojos color avellana prácticamente brillaban de felicidad.
—Soy Evaline. —Me dio su mano para estrecharla.
—Ayla —le respondí, dándole la mano. Ya sabía su nombre, pero supuse que
las presentaciones eran imprescindibles.
—Lo sé. —Guiñó un ojo. Sus ojos se movieron hacia mi vientre redondeado—.
¿Puedo?
Sin responder, llevé su mano a mi estómago. Esperamos a que la princesa
hiciera saber su presencia. Y siendo ella misma, la buscadora de atención, pateó de
inmediato.
Evaline se echó a reír. —Oh mi... Esa fue una patada fuerte. Finalmente, Alessio
hizo algo bien.
Pero cuando sus ojos volvieron a mirar a Maddie, se entristecieron. Una ola de
dolor cruzó su rostro y se alejó de mí.
Maddie sacudió la cabeza. —No.
—No puedo creer que nadie me lo dijo, Maddie. ¿Te das cuenta de lo enojada
que estoy? Lo descubrí hace dos días. ¡Han pasado semanas! —Evaline siseó,
enojada—. ¿Nadie llamó y pensó que necesitaba saber? Ni siquiera Viktor. No dijo
nada.
—Porque les dije que no dijeran nada. No quería que te preocuparas. Ya lo
hemos superado, Evaline —respondió Maddie.
—Te lastimaron y tú… —Evaline se interrumpió, sus ojos se movieron hacia el
estómago de Maddie. Mi corazón también cayó.
—Debería haber estado allí para ti, pero nadie dijo nada. Hubiera estado allí
para ti, Maddie. Si solo…
Maddie envolvió sus brazos alrededor de Evaline. —Quería hacer esto sola,
cariño. Lo superé. ¿Podemos no hablar de esto ahora, por favor?
Evaline asintió, secándose las lágrimas. — Phoenix…
La cara de Maddie se puso furiosa. —Ni siquiera.
Los hombros de Evaline se hundieron en derrota, pero no dijo nada más.
Sabía que algo estaba pasando entre Phoenix y Maddie, pero me quedé en
silencio. Solo por la reacción de Maddie.
Estuvimos en silencio por unos segundos, y luego Evaline intervino. — ¿Por
qué estamos aquí paradas como cachorros perdidos? Necesito un trago y tengo que
echar un polvo. Esta noche.
Me rompí a reír por eso. Lo mismo hizo Maddie. —Yo también necesito echar
un polvo.
Evaline se volvió hacia mí. — ¿Tú?
¿Qué?
—Sé que se puede tener relaciones sexuales durante el embarazo. ¿Ya lo
probaste? —ella continuó.
¿Ella acaba de preguntar eso?
Capté los ojos de Maddie. Te lo dije, articuló.
Ella no tenía filtro. —Entonces, ¿se siente mejor? Escuché que nos ponemos
más calientes y queremos sexo todo el tiempo. Y nuestras sensaciones aumentan
durante el embarazo.
—No lo sé.
Ambos se detuvieron. Maddie me miró confundida. — ¿Estás diciendo…?
Solo me encogí de hombros.
Evaline y Maddie se miraron y asintieron. Como si mentalmente hicieran un
plan juntas. No me gustaba la mirada que me estaban dando.
—Ella necesita tener sexo —anunció Evaline.
—Lo necesita —acordó Maddie—. Lo resolveremos.
—Si.
Estaba parada allí, pero ellas hablaban como si no. Discutían sobre mi vida
sexual.
Estaban locas... locas. ¡Ambas!
Evaline me guiñó un ojo y comenzó a tirar de mí hacia la cocina. Maddie estaba
a mi lado derecho, su brazo unido al mío.
Cuando llegamos a la cocina, Evaline estaba con Lena en segundos. — ¡Mamá
Lena!
—Oh, querida ¡Mírate! Te he extrañado, mi pequeña niña —dijo Lena,
abrazándola con fuerza.
—Yo también te he extrañada —ella hizo un mohín, alejándose.
—Entonces, ¿por qué te mudaste? —Lena le envió una mirada.
—Exactamente. Díselo, mamá —añadió Maddie. Sonreí, observando la
interacción entre las tres. Maddie tenía razón. Eran realmente cercanas.
—Tenía que hacerlo. Era la única forma —respondió Evaline suavemente.
Lena parecía confundida. — ¿Qué quieres decir?
Maddie parecía enojada y murmuró algo por lo bajo.
—No te preocupes, mamá Lena. Me encanta el norte. Canadá es como mi hogar
ahora. Pero extraño a mis muchachos. A todos. A veces desearía estar de vuelta aquí.
—Evaline nos dio una sonrisa triste—. Justo como antes.
Sacó el champán de la nevera y nos dio la espalda. Había un toque de tristeza y
dolor en sus palabras. Sabía que Maddie también lo escuchó.
Maddie sacudió la cabeza y miró su regazo.
—Olvídenlo. ¿Saben dónde están los chicos? —preguntó, cambiando
rápidamente el tema.
—Como si alguna vez me dijeran a dónde van —respondió Lena, con un toque
de diversión. Ella sonrió y besó a Evaline en la mejilla.
—Las veré más tarde, chicas. Estoy segura de que tienen que ponerse al día.
Lena se alejó y nos acomodamos alrededor de la mesa. Evaline amaba
conversar. Hablaba mucho. Maddie y ella eran muy parecidas.
Pero ya estaba encariñada. Evaline no era el tipo de persona que te hacía sentir
incómoda. No, ella te atraía como si fueras un familiar perdido hace mucho tiempo.
Hablamos durante lo que parecieron horas hasta que Viktor nos interrumpió.
Entró y Evaline se levantó de un salto, yendo directamente a sus brazos. Se
abrazaron y murmuraron algo en voz baja el uno al otro.
Me recosté en la silla y sonreí, mirándolos a los dos. Cuando se apartaron,
Viktor le revolvió el pelo y volvió su mirada hacia la mía.
—Veo que ya conociste a mi pequeño erizo.
Evaline gruñó, acomodando su cabello. —No hagas eso.
—Somos medio hermano y hermana. —Evaline repitió lo que dijo antes.
Ya sabía eso. Maddie me había informado. Solo miré a los dos hermanos. Eran
muy similares, y podía ver cuánto amaba Viktor a su hermana.
Hablaron y bromearon, ambos peleándose entre sí. Cuando Viktor se fue,
Evaline volvió a sentarse a mi lado.
—Mismo padre, diferente madre. En realidad, nuestras madres eran hermanas
—dijo—. Parecía que papá no tenía control. Era la verdadera definición de playboy
cuando era más joven.
¿Isaak un playboy?
En ese momento, me di cuenta de que Evaline era mi hermana. Mis ojos se
abrieron y la miré. Esta era mi oportunidad. Para saber más sobre Isaak. ¿Sabía ella
quién era yo?
— ¿Siempre fue así? —Pregunté con curiosidad, tratando de actuar con
indiferencia.
Evaline se encogió de hombros. —Bastan… —Las palabras se quedaron
atrapadas en su garganta.
Vi sus ojos ensancharse, y luego su expresión cambió. Sus ojos mostraban tanto
dolor.
Parecía que su corazón se había roto en ese momento.
—Si. Bueno.
Otra voz llevo mi cabeza hacia el otro lado.
Nikolay entró en la cocina.
—Se lo haré saber al Jefe…
También se detuvo a mitad de la oración.
En realidad, se congeló, parado en la puerta. Sus ojos se abrieron y volví a
mirar a Evaline.
Ambos se miraron el uno al otro, sus ojos atraídos el uno al otro, como si fueran
las únicas dos personas allí.
Volví a mirar a Nikolay. Parecía que también estaba sufriendo. Tragó saliva
varias veces, sus ojos se movieron sobre la cara de Evaline.
—Nikolay —escuché a Evaline decir. Su voz era suave. Tan suave y gentil. Dijo
su nombre como si estuviera susurrando una oración.
Y luego ira. Tanta ira. El rostro de Nikolay se veía atormentado. Le envió a
Evaline una mirada penetrante antes de alejarse.
Me quedé quieta.
¿Nikolay y Evaline?
Ella contuvo un sollozo. —Lo siento. Discúlpenme.
Antes de que pudiera decir algo, Evaline se levantó y corrió hacia atrás. La
puerta del jardín trasero se cerró cuando ella salió corriendo.
—Ese maldito imbécil —siseó Maddie—. Lo juro por Dios, estoy harta de su
mierda.
— ¿Qué acaba de suceder? —pregunté.
—Larga historia, cariño. Larga historia. Déjame darte una bebida, un jugo, y te
lo diré.
Capítulo 29
Una semana después

— ¿Ya terminaste? —Maddie llamó a la puerta con fuerza.


Rápidamente envolví la toalla a mi alrededor y abrí la puerta. —Sí, he
terminado.
— ¿Te afeitaste? —Evaline preguntó.
—Si.
— ¿En todas partes? —Maddie agregó.
La fulminé con la mirada. —Si. De todos modos, solo voy al arroyo. ¿Por qué
tengo que afeitarme?
Sin responder, Maddie empujó un vestido en mi mano. —Ten. Ve a cambiarte.
Miré el vestido confundida. —Este no es el vestido que elegí.
Miré por encima de su hombro, buscando mi vestido morado, pero no se
encontraba por ningún lado.
—Pensamos que esto se vería mejor —dijo Evaline—. Date prisa, ve a
cambiarte. Alessio está esperando.
—Pero… —comencé a negarme. Maddie me fulminó con la mirada y me callé
de inmediato.
Con un suspiro, volví al baño y me puse el vestido.
Era un vestido blanco largo y suelto, que bajaba hasta mi tobillo. Era sin
espalda y sin mangas, pero muy simple y elegante. Encaja perfectamente sobre mi
vientre.
Miré mi reflejo y sonreí. Me sentía... hermosa.
Arreglé el vestido correctamente sobre mis hombros y luego me peiné
rápidamente. Cayó en ondas por mi espalda, y cuando estuve satisfecha con mi
apariencia, salí.
Maddie y Evaline me atacaron antes de que pudiera decir algo. Después de
ponerme un poco de maquillaje, finalmente me dejaron respirar.
— ¿Por qué? —Simplemente pregunté, mirando mis brillantes labios rosados y
mis pestañas recubiertas. Incluso tenía una ligera sombra de ojos.
—Simplemente teníamos ganas arreglarte como si fueras nuestra muñeca —
respondió Evaline. Sacudí mi cabeza, viendo todo sospechosamente.
Pero, de nuevo, ellas estaban locas. Dejé de tratar de entenderlas hace mucho
tiempo. Lo mejor era seguirles la corriente.
Maddie colocó una peonía sobre mi oreja. Se aseguró de que estuviera pegada a
mi cabello sin que se cayera o me lastimara.
—Aquí. Te ves impresionante, cariño. Ya estás listo para irte —anunció
Maddie. Le sonreí.
—Alessio odia esperar —le respondí, poniéndome de pie. Evaline me entregó
un bonito par de sandalias negras, y rápidamente me las puse.
Maddie murmuró algo entre dientes que no pude entender, pero no me
importó. Toda mi atención estaba en llegar a Alessio.
No lo había visto desde la mañana, y estaba un poco decepcionada de que ni
siquiera me despertara antes de irse. Él tampoco estuvo en el desayuno.
—Bien. ¡Puedes irte ahora, niña bonita! —Dijo Evaline. Suspire y rodé los ojos.
—Gracias.
Antes de salir de la habitación, me di la vuelta. —De verdad. Lo digo en serio.
Gracias.
Ambos sonrieron. —Nos agradecerás más después. ¡Ve! ¡Ve! ¡Ve! —Evaline dijo
con una sonrisa.
Sacudiendo la cabeza, salí de la habitación. Maddie seguía a mi lado,
ayudándome a bajar las escaleras.
Alessio se enojaría mucho si me viera bajar las escaleras sola. Siempre tenía
que acompañarme alguien.
Cuando terminamos de bajar las escaleras, Maddie me soltó y me guiñó un ojo
antes de volver corriendo escaleras arriba. Parecía demasiado emocionada hoy.
Salí por las puertas para ver a Viktor esperándome en la entrada. No estaba
solo. Nikolay y Phoenix también estaban allí.
—Debemos escoltarte al arroyo —explicó Phoenix.
Mi boca formó una O, y asentí. Sonriéndoles amablemente, les respondí: —Está
bien. Gracias
Viktor estaba a mi izquierda y Nikolay a mi derecha. Avancé, pero se quedaron
dónde estaban. Miré hacia atrás, confundida.
Viktor suspiró y volvió a mi lado. Nikolay lo siguió. Me quedé allí, esperando.
Y luego ambos me presentaron sus codos. Los miré con la boca abierta. ¿Qué?
Esperaron y yo me quedé quieta. Nikolay tosió. Era falso, pero probablemente
era para sacarme de mi repentino aturdimiento.
— ¿Quieren que... tome sus brazos? —Pregunté despacio.
—Sí —simplemente respondió Viktor.
—Oh. —Me mordí los labios y tomé sus codos. Se sentía raro pero
extrañamente cómodo.
Phoenix tomó la delantera, guiándonos. Caminamos lentamente,
asegurándonos de no tropezar con nada. La caminata fue silenciosa pero cómoda.
No podía esperar para ver a Alessio.
Cuando llegamos al claro, mis pasos vacilaron.
Alessio estaba parado allí. Estaba de espaldas a mí; una de sus piernas estaba
colocada sobre una roca mientras se apoyaba contra ella.
Me moví instintivamente hacia él, pero Viktor y Nikolay me detuvieron. Les di
una mirada impaciente.
Viktor fue el primero en moverse. Se inclinó hacia delante y me sorprendió con
un beso en la frente. Me quedé quieta, mi corazón se aceleró.
—Ambos se merecen el uno al otro —susurró antes de alejarse.
Y luego Nikolay tomó su lugar. Otro beso en la frente.
Él también susurró en mis oídos. —Se feliz.
Cuando dio un paso atrás, Phoenix avanzó. Colocando un beso en mi frente,
sonrió.
—Hazlo un hombre feliz.
Y luego se alejaron, dejándome en estado de shock. Parpadeé varias veces,
tratando de entender lo que acababa de pasar.
Pero estaba totalmente en blanco.
Me volví hacia Alessio para verlo mirándome. Tenía una pequeña sonrisa en su
rostro. Y en sus manos, sostenía un gran ramo de peonías blancas.
Podía sentir mis labios moverse, extendiéndose en una sonrisa amorosa.
Lentamente, me dirigí hacia él. Alessio me tendió la mano e inmediatamente la tomé.
Su mano era cálida y gentil mientras envolvía sus dedos alrededor de los míos.
Acercándome, me sostuvo contra él.
—Ángel —susurró suavemente antes de reclamar mis labios.
Su beso fue tentativo al principio, pero luego me besó más fuerte, besándome
como si fuera mi dueño. Me encantaba cuando hacía eso.
Me besaba como si nunca tuviera suficiente. Cuando nos separamos, ambos
estábamos sin aliento. Sin embargo, no me importaba. Quería que me besara más.
Su mano encontró su camino hacia mi cuello, sus dedos acariciaban
suavemente allí. Su suave toque enviaba escalofríos a mi cuerpo.
La forma en que acariciaba mi piel, su toque, todo sobre él... me encantaba. Mi
corazón latía como loco. Mi estómago se revolvió con mariposas nerviosas.
—Ayla —gruñó, su voz de repente más áspera.
—Alessio —susurré en respuesta, acercándome aún más. Tan cerca como
pude.
—Te ves tan hermosa en este momento. Como un verdadero Ángel —dijo, sus
ojos sonriéndome—. Te amo de blanco. Es el mejor color para ti.
Sentí mis mejillas sonrojarse ante su cumplido y miré tímidamente su pecho.
—Y esto —continuó Alessio, colocando un dedo debajo de mi barbilla y echándome
la cabeza hacia atrás—. Me resulta tan entrañable que sigues siendo tímida conmigo.
Eso me hizo sonrojar aún más. No pude evitar la sonrisa. Me sentía tan en paz.
Tan amada y adorada. Alessio me hacía esto.
Se apartó un poco y me entregó las flores. —Estas son para ti.
Tomé las flores con un suave agradecimiento. —Me encantan estas flores. Son
mis favoritas.
—Lo sé —respondió con arrogantemente.
Miré alrededor del arroyo. Al lado del árbol, vi algunas almohadas, una canasta
y una gran manta puesta. Mis ojos volvieron a los de Alessio y señalé el árbol.
— ¿Qué es esto?
Se encogió de hombros y se aclaró la garganta.
Alessio maldijo por lo bajo y evitó mis ojos por unos segundos. Respiró hondo
antes de encontrar mi mirada de nuevo.
Esperé a que hablara.
Abrió la boca pero luego la cerró de nuevo.
Siseó, pasándose los dedos por el pelo con agitación.
—Tenía esto planeado. Incluso practiqué —gruñó por lo bajo.
— ¿Bien?
Sostuve las flores más cerca de mi pecho, esperando que continuara.
—Correcto —dijo, aclarándose la garganta de nuevo—. Te lo mereces todo, lo
sabes, ¿verdad? Incluso una propuesta romántica. Quiero hacer esto bien.
Oh. Oh. ¡OH!
Lo miré boquiabierta. ¿Él se estaba proponiendo?
¿Era posible que mi corazón latiera más rápido? No lo sabía, pero segura que se
sentía como que no.
—Las flores... —dijo de repente. Alessio señaló las flores, y asentí lentamente.
Bien. Flores
—Eres tú... quiero decir, las flores representan la belleza. Esa eres tú. La más
hermosa.
Eso fue realmente dulce. Como muy, muy dulce. Entonces le dije. —Gracias. Eso
es realmente considerado y dulce.
—Se supone que las peonías rosas son románticas —continuó.
Miré hacia abajo para ver dos peonías rosas claras en medio del ramo blanco.
Aww.
—Pero te doy la blanca porque esa es la primera flor que te di. Fue el comienzo
de nosotros —Alessio se interrumpió al final y se detuvo—. ¿Por qué diablos estoy
hablando de flores? —preguntó de repente.
—Creo que es dulce. El significado detrás de por qué me diste las flores. Me
encanta —respondí honestamente. Realmente lo pensó, incluso si estaba siendo un
poco divertido en este momento.
Se veía tan perdido y tímido, confundido pero realmente determinado.
—Bien. —Asintió. Alessio respiró hondo de nuevo.
Lo vi sacudirse la corbata con frustración. Incapaz de verlo así, me acerqué y
puse una mano sobre su corazón salvajemente acelerado.
—Está bien, Alessio. Deja de esforzarte tanto —lo tranquilicé suavemente—.
Solo sé tú mismo. Solo te necesito a ti.
—Arruiné la propuesta, ¿no? —preguntó con el ceño fruncido.
Me incliné y le di un rápido beso en los labios. —Nop. Hasta ahora es perfecto.
Solo di lo que quieres decir. Desde tu corazón. Eso es todo lo que quiero.
Él asintió y se alejó un paso de mí.
Solo para arrodillarse sobre una rodilla.
Llevé una mano temblorosa a mi boca y contuve las lágrimas.
Alessio tomó mi mano entre las suyas. Puso un suave beso en el dorso de mi
mano, dejando que sus labios permanecieran allí. —Te amo Ángel.
Con sus labios todavía contra mi piel, continuó. —Fui un imbécil cuando nos
conocimos.
Hizo una pausa y soltó una risita. —Bien. Quizás a veces todavía lo soy. Pero me
cambiaste, Ayla. Me hiciste sentir cuando no quería. Cuando no creía ser capaz de
sentir.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Levantó la cabeza y siguió sosteniendo
mi mano.
—Me enseñaste a amar cuando ni siquiera creía en el amor. Creía que no
existía ningún Ángel. Había perdido la esperanza hace mucho tiempo, pero luego
llegaste a mi vida y me demostraste que estaba equivocado —dijo Alessio, su voz un
poco áspera por las emociones.
—Sé que no soy el hombre perfecto. Pero sé que puedo ser el hombre perfecto
para ti. Seré el que te abrace por la noche, te limpie las lágrimas. Él que te hará
sonreír y reír. Seré el hombre que haga latir tu corazón. Él que te hará el amor
dulcemente. —Hizo una pausa y su mirada se movió a mi cara.
Vi una pequeña sonrisa. Debería haber adivinado lo que vendría después, pero
no lo hice porque estaba tan perdida en sus dulces palabras y cautivadores ojos
azules.
—También seré el hombre que te folle. Lento. Rápido. Profundo. Duro.
Sacudí mi cabeza, una pequeña risa burbujeando de mi pecho. —Eres
imposible.
Se encogió de hombros antes de tragar con fuerza. Alessio guardó silencio unos
segundos antes de volver a hablar.
—Dame la oportunidad de amarte, Ángel. Déjame amarte como te mereces.
Déjame ser el hombre para ti. ¿Quieres casarte conmigo, Ángel?
No pude hacer nada más que asentir. Mi voz... mis palabras me fueron robadas.
Tenía la garganta cerrada por la emoción y me tragué el sollozo. Alessio
continuaba rompiendo y reparando mi corazón con sus palabras.
Buscó detrás de él, sacando algo de su bolsillo. Y luego me estaba mostrando
una caja. Una pequeña caja roja. Abrió la tapa y un pequeño jadeo escapó de mis
labios.
El anillo que se encontraba en el medio era hermoso. Era simple, pequeño, pero
tan hermoso. Muy elegante. Había un diamante redondo en el medio. A cada lado del
diamante más grande había varios más pequeños.
— ¿Me harás el honor de ser mi esposa? ¿Serías Ayla Ivanshov? ¿Dirigirás
conmigo... gobernarás conmigo... a mi lado como mi reina?
—Sí —susurré, mi voz apenas audible.
Alessio sonrió y sacó el anillo de la caja. Lo colocó en mi dedo anular. Brillaba a
la luz del sol.
Se puso de pie, elevándose sobre mi altura. —Alessio, me haces la mujer más
feliz. No creo que nunca pueda ser más feliz que este momento.
—Sé que ninguno de nosotros quiere una gran boda. Ya nos hemos hecho votos
el uno al otro antes. Así que quería que esta fuera nuestra pequeña boda. Solo
nosotros. No necesitamos a nadie más —explicó Alessio.
Y era absolutamente perfecto. Me encantaba.
Él estaba en lo cierto. No necesitábamos una gran boda. Esto era mucho mejor.
Solamente nosotros. Solo nosotros.
Miré la mano de Alessio. —Pero no tienes un anillo.
Me dio una mirada tímida. —Tengo todo planeado. Bueno, obtuve un poco de
ayuda de los demás.
—El vestido. Es blanco. Como un vestido de novia. El ramo —dije
pensativamente, finalmente entendiendo lo que sucedió.
Alessio asintió con la cabeza.
Me di cuenta de repente y mis ojos se abrieron. —Los chicos —exclamé.
Él sonrió y me atrajo más cerca. — ¿Me estaban llevando por el pasillo?
—Ellos querían hacerlo. Pensamos que era apropiado. Ellos son tus
campeones. Te entregaron... a mí.
Eso fue realmente dulce. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y sollocé.
Alessio se secó las lágrimas.
— ¿Quieres terminar esta ceremonia? —bromeó en mi oído.
Asentí. Alessio se echó hacia atrás y me besó en la frente. —Te tomo como mi
esposa. Prometo honrarte, apoyarte. Seré tu salvador. Prometo amarte y apreciarte
hasta que tome mi último aliento.
Respiró hondo antes de continuar. —Y prometo protegerte a ti y a nuestros
hijos.
Su voz se hizo más baja, solo para mis oídos. —Mataría por ti... Te amo, Ángel.
Me quedé sin aliento que se quedó atrapado en mi garganta. — ¿Entonces me
tomas como tu esposo? ¿Me aceptas?
—Si. Acepto.
— ¡Joder, sí! —Me aplastó contra él y tomó mis labios apasionadamente.
—Espera —murmuré—. Mi turno.
Bajé las flores mientras él asentía y me entregó otra caja. Lo abrí y allí estaba su
anillo. Era una simple alianza de boda, pero tenía mucho poder. Colocándolo en su
dedo anular, dije mis votos.
—Te tomo como mi esposo. Te acepto, Alessio. Cada parte de ti. Eres mío como
yo soy tuya. Puedo ser tu Ángel, pero tú eres mi Ángel guardián. Mi Salvador. Te
elegí para ser mi amor, mi esposo y el padre de mis bebés. Prometo abrazarte y
amarte para siempre, hasta que tome mi último aliento. Estás en mi corazón, Alessio
Ivanshov.
Alessio apretó los labios, sus ojos azules brillaban. — ¿Me tomas como tu
esposa? ¿Me dejarás amarte como te mereces?
—Si. Acepto.
Sonreí mientras Alessio inclinaba la cabeza. —Eres mi esposa, Ayla Ivanshov.
Y entonces me besó.
Lentamente al principio. Se tomó su dulce tiempo.
Hasta que se impacientó. Lo cual era tan Alessio.
La mano de Alessio ahuecó mis mejillas e inclinó mi cabeza hacia un lado,
empujando su lengua dentro de mi boca. Nos besamos, tomándonos el uno al otro.
Nuestras lenguas se unieron, al igual que nuestros corazones.
Sus dedos acariciaron a lo largo de mi cuello, y me estremecí. Lo escuché gemir,
el sonido yendo directo a mi entrepierna.
Apreté mis muslos juntos mientras Alessio continuaba explorando mi boca. Su
beso se hizo más agresivo. Más demandante. Más posesivo.
Y lo dejé entrar. Lo dejé tomar lo que quisiera... lo que necesitara.
Yo también lo necesitaba a él.
Alessio mordisqueó mi labio inferior, tirando de él entre sus dientes. Y luego lo
besó mejor.
Caliento y frío. Suave y duro. Así era como me besaba.
Mis manos se apretaron alrededor de sus hombros, acercándolo. Mis dedos
fueron a su cabello, agarrando. Le devolví el beso con la misma pasión.
Sus dedos continuaron recorriendo un camino cálido por mi cuello,
descansando justo en el medio del pecho, entre mis senos.
Me aparté, sin aliento pero necesitando más.
Los labios de Alessio arrastraron besos por mi mandíbula, llegando a mi cuello.
Mordisqueó la piel antes de chuparla entre sus labios, dejando su marca allí.
Gemí, mis dedos apretando su cabello. Continuó besándome el cuello, dejando
un rastro húmedo. Mi cabeza cayó hacia atrás, dándole un mejor acceso.
Él gimió en gratitud, y mis ojos se cerraron cuando sus dedos se movieron
sobre mi pecho, sintiendo mi pezón a través de mi vestido.
Alessio bajó la correa de mi vestido, más y más, hasta que mis senos fueron
liberados de mi vestido.
—Alessio —me quejé mientras él movía mis puntos duros—. ¿Aquí?
—Aquí —dijo.
— ¿Ahora?
—Te deseo, Ayla. Te deseo muchísimo.
Se me cortó la respiración cuando él me desabrochó el sujetador y lo tiró. Mis
pechos estaban expuestos a él, y él bajó la cabeza, sus labios se cerniéndose sobre mi
pezón izquierdo.
Me estremecí con anticipación, y cuando lamió mi punto endurecido, un
gemido desvergonzado abandonó mis labios. Sus dedos jugaron con mi otro pezón,
dando vueltas, pellizcando y tirando... volviéndome loca.
Su lengua continuó jugando magistralmente conmigo. Tuvo cuidado de no
lastimarme. Sus toques encendieron chispas entre mis piernas.
Temblé contra él, acercándolo. —Alessio.
Estaba perdida en sus toques... perdida en el fuego que creaba en mí. Mi piel se
sentía cálida y enrojecida. Me sentía sin aliento.
Sus labios exploraron mis senos. Besando, chupando, sin dejar que una pulgada
de piel quede intacta y sin amor.
Alessio acunó mis senos y gemí. Siseó cuando tiré de su cabello con urgencia.
—Me encanta verte así, perdiendo el control —susurró contra mi piel.
—Alessio... por favor...
Se puso de pie en toda su altura y tiró de mi vestido sobre mi cabeza en un
movimiento rápido. Me mordí los labios mientras sus dedos jugaban con el hilo de
mi lencería.
—Te quiero desnuda a mis ojos. Quiero deleitarme con tu cuerpo, Ayla. Me voy
a comer tu coño, luego voy a hacerte el amor —dijo bruscamente en mi oído—. Tal
vez te follaré más tarde también.
Presionó su dedo contra mi núcleo ardiente. A pesar de que no estaba tocando
mi piel, la delgada barrera de mi lencería lo detenía, lo sentía.
Presionó contra mi clítoris, haciendo círculos con su pulgar. Alessio empujó
lentamente la tela de encaje a un lado, su dedo empujando contra mi humedad.
—Ya estás tan mojada para mí, gatita.
Empujó un solo dedo dentro de mí, y mi cabeza se echó hacia atrás. —Oh…
Alessio metió su dedo dentro de mí. Dentro y fuera. Despacio. Burlándose de
mí. Gemí, queriendo más.
Cuando presionó otro dedo, apreté a su alrededor. Siseó, moviendo sus dedos
dentro de mí. Me llevó al borde, tan cerca. Pero él me impidió caer.
Su pulgar giraba sobre mi clítoris cada vez más rápido. Me mareé por la
necesidad, pero aun así... no me dejaba caer.
Arañé con mis dedos su espalda, pero Alessio era implacable. Continuó su
asalto tortuoso, y luego se detuvo, sacando sus dedos de mí. Dejándome vacía.
Un pequeño gruñido de frustración escapó de mis labios, sorprendiéndome.
Alessio empujó un dedo dentro de mí. Me mordí los labios con fuerza,
reprimiendo mi gemido. Se detuvo nuevamente y sacó su dedo. Mis ojos se abrieron
de golpe para verlo sonriendo, lamiéndose los dedos.
Sus labios se encontraron con los míos en un beso duro. Podía saborearme en
sus labios. Sus palabras me llevaron cerca del borde, mi cuerpo enrojecido. —Sabes
tan jodidamente bien, bebé.
Alessio me tomó en sus brazos, acunándome contra su pecho. Nos llevó hasta
las mantas y las almohadas. Acostándome sobre la suavidad, se arrodilló entre mis
piernas abiertas.
Sin previo aviso, me quitó la ropa interior hasta que estuve completamente
desnuda ante sus ojos. Con las piernas abiertas, vio todo.
Traté de cerrar mis piernas, pero él las extendió más con sus muslos,
deteniendo mi movimiento. Sus ojos se deleitaron sobre mí con hambre y mucho
deseo.
Alessio se quitó rápidamente la chaqueta y la camisa. Casi se las arrancó con
prisa. Antes de que pudiera moverme, él estaba inclinando su cabeza hacia mi
núcleo goteante.
No hubo advertencia antes de sentir su lengua lamiendo mi humedad,
lamiendo los jugos reunidos allí.
Solté un pequeño grito cuando presionó su lengua contra mi abertura. Sus
dedos apretaron mis muslos con más fuerza, abriéndome. Empujó mis rodillas hacia
arriba y se inclinó.
Podía escuchar lo mojada que estaba mientras él continuaba lamiendo y
chupando. Su lengua rodeó mi clítoris mientras mis piernas temblaban con la
necesidad de liberarme.
—Juega con tus pezones —exigió—. Finge que es mi mano.
Tímidamente llevé mi mano a mis pechos, haciendo lo que me dijo. Me imaginé
que eran sus dedos dando vueltas y tirando de mis pezones endurecidos.
—Alessio... necesito...
Me interrumpí con un gemido cuando presionó un dedo dentro de mí otra vez.
Su lengua nunca dejando de hacer magia en mi núcleo.
Cuando su dedo se curvó dentro de mí al mismo tiempo, mordió suavemente
mi clítoris, mi espalda se inclinó hacía el suelo. Se me escapó un pequeño grito, mis
ojos se cerraron cuando me vine.
Me entregué a Alessio. Ola tras ola de éxtasis me atravesaron.
Cuando se apartó, mis ojos se abrieron soñadoramente para encontrarse con
los de él. Parpadeé hacia él. Se limpió la barbilla con el dorso de la mano y
rápidamente se quitó los pantalones.
Cuando finalmente estuvo desnudo, se acomodó entre mis muslos abiertos
nuevamente.
—Voy a hacerte el amor, Ángel.
—Por favor, Alessio. Te necesito.
Sus ojos se llenaron de amor mientras sus labios descendían a los míos. Me
besó por mucho tiempo.
—Ponme dentro de ti —ordenó con voz ronca contra mis labios.
Mi corazón se aceleró cuando mi mano pasó por entre nuestros cuerpos.
Envolví mis dedos alrededor de su dura longitud, y Alessio gimió, empujando contra
mí.
Pulsaba en mi mano mientras frotaba mi pulgar sobre la cabeza, sintiendo un
poco de humedad allí. —Necesito estar dentro de ti. Ahora mismo.
Alessio empujó sus caderas más cerca, empujando en mi mano. Nuestras bocas
se fusionaron, las lenguas lamiendo y chupando.
Estaba al tanto de su piel caliente contra la mía. La forma en que se sentía
encima de mí me hacía temblar de anticipación y necesidad.
Pasé mi otra mano sobre su espalda, sintiendo sus tensos músculos. Un gemido
bajo vino de él mientras continuaba acariciando su polla.
Alessio se arrodilló frente a mí. Fue cauteloso con mi vientre. Sus caderas se
acurrucaron entre mis piernas cuando lo acerqué a mí. Levantó mis caderas
ligeramente, alineándonos.
Cuando la punta de su polla presionó contra mi entrada, me mordí los labios y
cerré los ojos.
—No —siseó Alessio—. Necesito tus ojos en mí. Necesito que me veas. Sólo yo.
Al darme cuenta de lo que estaba haciendo, mis ojos se abrieron de golpe.
—Solo tú —susurré.
Mi corazón dio un vuelco y mi boca se abrió en un jadeo silencioso cuando él
empujó suavemente dentro de mí. Nuestros cuerpos temblaban y supe que se estaba
conteniendo.
Empujó dentro. Profundo y lento. Su polla descansaba dentro de mi núcleo
caliente, y gemí. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, instándolo a que
diera más.
Y él me dio más.
Su longitud me llenó por completo hasta que me sentí imposiblemente llena. Su
dura polla me estiraba. Mis caderas se levantaron contra mi propia voluntad,
moviéndose con Alessio.
La respiración de Alessio era desigual cuando el sudor se formó en su frente y
cuello. Sus brazos tensos lo sostenían por encima de mí, y besé sus labios.
—Tómame, Alessio.
Las caderas de Alessio se sacudieron contra las mías. Se movió dentro de mí,
tirando casi por completo antes de empujar de nuevo.
Un pequeño grito de alivio salió de mis labios.
Alessio se movió de nuevo, su polla se derramó antes de empujar
profundamente dentro. Una y otra vez, se movió dentro de mí.
Empujando más profundo y más rápido. Nuestros gemidos se derritieron
juntos.
Alessio enterró su cabeza en mi cuello, su ritmo aumentó. Cuando se movió,
descansando profundamente dentro de mi núcleo, me moví contra él, queriendo
más fricción.
Él se retiró y yo jadeé. En cambio, me giró hacia mi lado derecho, así que estaba
detrás de mí. Alessio me tomó en sus brazos como si fuera una joya preciosa.
Jadeé suavemente, me quedé sin aliento cuando sentí que Alessio volvía a estar
entre mis piernas. No podía ver su rostro en mi posición.
Nos pusimos de lado. Alessio jaló mi muslo sobre el suyo, abriéndome a él. Su
longitud entró en mi apertura de nuevo.
Sin previo aviso, empujó con fuerza hacía dentro. Un jadeo de sorpresa se
quedó atrapado mi garganta cuando él comenzó a moverse. Desde esta posición,
este ángulo, lo sentí más profundo dentro de mí.
Apreté las mantas mientras él continuaba golpeando dentro de mí, cada vez
más fuerte. Un escalofrío me atravesó y lo sentía rígido detrás de mí.
Su fuerte respiración estaba al lado de mis oídos. —Estás tan apretada y
húmeda.
—Gira tu cabeza. Quiero tus labios.
Giré la cabeza y sus labios tomaron los míos. Me devoró con su beso. Sus labios
tomaron los míos con hambre y desesperación mientras su empuje se volvía
desigual.
Él estaba cerca. Yo también.
Le devolví el beso con tanta hambre como él se movía dentro de mí.
Su dedo rodeó mi húmedo clítoris, y mis gritos se escucharon a través del
arroyo. Mi cuerpo tembló con mi liberación.
Mi mente se quedó en blanco por unos minutos. Cuando regresé, Alessio seguía
empujando dentro de mí.
Un último empuje y se instaló en lo más profundo de mí. Me dejó sin aliento.
Sentí su calor, cubriendo mis entrañas cuando se vino. Sus caderas temblaban
contra las mías mientras gemía su liberación.
Nos quedamos abrazados juntos así, de espaldas a su pecho. Mi pierna sobre la
suya, su polla aún latía dentro de mí.
Cerré los ojos soñadoramente mientras Alessio colocaba besos húmedos a lo
largo de mi cuello.
—Gracias por amarme, Ayla Ivanshov.
Ayla Ivanshov.
Sonaba tan hermoso.
—Y gracias por amarme, Alessio Ivanshov.
Ayla y Alessio Ivanshov.
Tan hermosa.
Mi mente se adormeció. Alessio me rodeó con sus brazos y me abrazó.
Así fue como me quede dormida.
Envuelta en sus brazos. Amada por él.
Capítulo 30
Mi cuerpo se sentía lánguido y relajado cuando se abriendo mis ojos. Podía
escuchar el cantar de los pájaros desde muy lejos. Una sensación de serenidad me
llenó mientras me despertaba.
Estaba abrigada. Muy abrigada. Como si estuviera envuelta en un suave
capullo.
Los brazos de Alessio se envolvían protectoramente, casi posesivamente,
alrededor de mi cintura. Mi espalda estaba frente contra su pecho, haciendo
cucharita. Puse mi mano sobre la suya mientras sonreía.
Sus dedos acariciaban mi desnudo vientre bajo la suave manta. Nos debió
hacer tapado mientras dormía. Eso me hizo sonreír más.
Me moví en su abrazo y me volteé para poder mirarlo. Sus ojos ya me estaban
mirando, su rostro se veía pacifico.
—Hola —murmuró, acercándome tanto como pudo con mi vientre entre
nosotros.
— ¿Por cuánto tiempo dormí? —pregunté, llevando mi mano a su rostro.
Toqué su áspero rastrojo, mis dedos rascando suavemente su barbilla.
—Alrededor de una hora y media. Vi que te había agotado. Y pensé que
podríamos quedarnos aquí por unas horas —Bromeó Alessio con un brillo travieso
en sus ojos azules.
Acaricie su mejilla. —Sin embargo, tengo hambre.
Suspiró y se levantó. Me estremecí ante el frío aire cuando la manta fue alejada
de mi pecho. Rápidamente la envolví a mi alrededor de nuevo.
Alessio me guiñó un ojo antes de entregarme mi vestido. Me di cuenta que ya
tenía los pantalones y la camisa puestos.
Ahora eso era una triste vista. O no. Se veía realmente sexy en traje.
Alessio retiró la manta. Acunó mi redondo estómago y se inclinó, colocando un
beso justo encima de mi ombligo. Tan pronto como sus labios hicieron contacto con
mi piel desnuda, la Princesa pateó.
Alessio se rio entre dientes. —Eres una luchadora —susurró contra mi vientre.
Después de otro beso, se apartó y me ayudó con mi vestido. Cuando me sentí
cómoda contra las almohadas, Alessio trajo la canasta.
—Lena nos preparó unos emparedados. Creo que a estas alturas podrían estar
un poco fríos —explicó Alessio.
Me encogí de hombros y prácticamente me zambullí en la canasta. Tuve un
bocado en cinco segundos. —Estoy realmente hambrienta —murmuré mientras
comía un bocado.
Alessio levantó una ceja y luego se encogió de hombros. —Bien.
Nos acurrucamos cerca mientras comíamos en silencio. Cuando la canasta
estuvo vacía y toda la comida se había ido, cerré los ojos. —Creo que comí
demasiado.
—Lo hiciste —Alessio estuvo de acuerdo con una sonrisa—. Supongo que la
Princesa tenía mucha hambre.
Asentí antes de alejarme. —Vámonos. Estoy seguro de que todos nos están
esperando.
Alessio me ayudó a levantarme. Sus brazos instintivamente rodearon mis
caderas. Sus labios encontraron los míos en un beso duro y contundente.
—Me haces perder el control, Ayla —dijo contra mis labios—. Te veo y todo lo
que quiero hacer es besarte. Hacerte el amor. Follarte tan fuerte que todo lo que
puedes ver, pensar y recordar sea yo.
Me derretí en su abrazo, sus palabras haciendo que mi corazón latiera más
rápido. —No puedo decidir si eso es realmente dulce.
Me besó de nuevo. Y de nuevo. Alessio me besó hasta que ambos nos quedamos
sin aliento.
Me miró con amor. —Quiero ser tu primer pensamiento cuando te despiertes y
tu último pensamiento antes de dormir. Demonios, quiero estar en tus
pensamientos todo el tiempo.
Puse mi mano sobre su corazón. El corazón que me había dado con tanta
confianza y con tanto amor. —No tienes nada de qué preocuparte. Porque siempre
estás en mis pensamientos, Alessio. Incluso en mis sueños. Estás conmigo todo el
tiempo —respondí.
—Bien.
Y luego sonrió con una sonrisa impresionante. Me robó el aliento.
En ese momento, me di cuenta de que siempre quise ver esa sonrisa. Haría
cualquier cosa por ver esa hermosa y alegre sonrisa una y otra vez.
Alessio entrelazó nuestros dedos y caminamos de regreso a la casa como una
pareja casada.
Puede que no haya sido oficial, pero no necesitábamos que fuera oficial.
Hicimos nuestros votos y nos aceptamos. Estábamos casados. Nadie nos podría
negar eso.
Cuando llegamos a la puerta principal, Alessio se detuvo y sonrió. —Bueno,
tengo que hacer esto. No quiero que Maddie me mate mientras duermo —dijo con
una pequeña risa.
Mis ojos se abrieron y solté una risita cuando él me acunó en sus brazos. Mis
manos fueron alrededor de su cuello, sujetándolo con fuerza.
Conmigo en sus brazos, nos adentró a la casa. Hubo una gran ovación cuando
entramos. Alessio no me bajo hasta que estuvimos en la sala de estar.
Todos estaban parados allí, rodeándonos de risas, sonrisas y mucho amor.
Necesitaba esto. Necesitaba a esta familia. Mi hija los necesitaba.
No sabía lo que habría hecho sin todas estas personas.
Tan pronto como Alessio me puso de pie, Maddie estaba sobre mí. Ella me
abrazó fuerte antes de alejarse. Sus ojos contenían lágrimas, pero no lloraba. —
Felicitaciones, cariño.
Lena y Evaline me abrazaron a continuación. Su felicidad hizo que mi corazón
se desbordara de amor. —Gracias —susurré cuando se alejaron también.
Por el rabillo del ojo, vi a los chicos abrazando a Alessio. Hubo algunos golpes y
luego risas.
Alessio volvió a mi lado. Nos paramos juntos mirando a todos celebrando
nuestro amor. Incluso vi a Isaak y Lyov parados en una esquina mirándonos desde
lejos. Saludé y me devolvieron la sonrisa.
Cuando la calma finalmente se estableció a nuestro alrededor, vi a Viktor,
Phoenix y Nikolay caminando hacia mí.
Se detuvieron a solo unos metros de distancia, mirándome mientras estaban en
una fila. Detrás de ellos, vi a varios de los hombres de Alessio amontonándose.
No había notado a Nina antes. Estaba parada lejos, escondida en las sombras.
Pero ahora ella se acercó.
Ella se paró al lado de Nikolay, parada al frente con los hombres más confiables
de Alessio.
La atmósfera cambió repentinamente, el aire se sintió mortal y frío. La mirada
de determinación en sus rostros me confundió.
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando los vi sacar un cuchillo pequeño.
Cada uno sostenía uno en sus manos.
Miré a Alessio, pero él solo parecía orgulloso. Sus ojos sostuvieron los míos por
un momento antes de inclinarse para un beso.
—Eres su Reina —susurró en mi oído antes de alejarse.
— ¿Que está pasando? —Pregunté con curiosidad.
Los cuatro dieron un paso adelante sin decir una palabra.
Lamí mis labios nerviosamente, esperando. Mi corazón latía con fuerza en mi
pecho cuando dieron su siguiente paso.
Y luego se arrodillaron.
Los hombres detrás siguieron su ejemplo, inclinando las cabezas. En respeto
— ¡Oh no! ¿Qué están haciendo? Por favor, levántense —dije rápidamente.
Miré a Alessio en busca de ayuda, pero él negó con la cabeza.
—Déjalos hacer esto, Ayla. Es un ritual que todos defienden mucho —explicó,
señalando a los hombres arrodillados.
Incluso Nina estaba arrodillada, su cabeza inclinada en respeto.
Vi a Maddie sonriendo. Lena tenía lágrimas en los ojos.
Viktor sostuvo una daga contra su palma derecha. Pude ver que no era una
daga normal. Había cristales rojos alrededor del mango. Un emblema estaba en la
cuchilla.
Levantó la cabeza y sus oscuros ojos se encontraron con los míos.
Y luego habló.
Su voz era profunda y fuerte mientras recitaba lo que parecía un voto. Pero mis
cejas se fruncieron ante el diferente idioma.
Él estaba hablando ruso.
Lo vi presionar la cuchilla contra su palma. Mis ojos siguieron el rastro de
sangre, mi corazón latía más rápido y más duro en mi pecho.
Sentí a Alessio a mis espaldas. Envolvió sus brazos alrededor de mí. Su cálido
aliento me hacía cosquillas en la oreja mientras traducía las palabras de Viktor.
—Prometo protegerte. Como tu guerrero, mi vida es tuya. Sangraré por ti. Tu
vida antes que la mía. En todos los sentidos, eres mi Reina. Con esta sangre, hago
este voto.
Cuando Viktor terminó, Phoenix hizo un corte similar en su palma mientras
recitaba las mismas palabras.
Nikolay tomó su turno. Y luego Nina.
Me quedé sin palabras y completamente inmóvil mientras me hacían sus votos.
Cuando terminaron, los hombres detrás de ellos hicieron su juramento de
sangre juntos. Sus voces eran fuertes y resonaron por toda la casa.
Cuando el silencio volvió a caer sobre nosotros, Viktor, Phoenix, Nikolay y Nina
colocaron sus dagas a mis pies e inclinaron la cabeza nuevamente.
—Están esperando que hables —murmuró Alessio, dándome el pequeño
empujón que necesitaba.
¿Qué puedo decir? Nunca en mis sueños pensé que una escena como esta
hubiera sido posible.
Tener hombres tan fuertes arrodillándose ante mí, jurando como si sus vidas
no importaran.
Me sorprendió y me dejó sin palabras. Pero esperaron pacientemente a que yo
hablara.
No, esperaban mi orden.
Cuando finalmente encontré mi voz, sostuve la mano de Alessio con fuerza. Con
su firme apoyo y fuerza, hablé.
—Por favor, levántense. Todos ustedes —dije suavemente.
Mis ojos se nublaron cuando todos se pusieron de pie.
—No necesito esto —dije—. No necesito sus vidas. No quiero que sangren por
mí. Así no es cómo funciona. Somos una familia. Solo porque soy la esposa de
Alessio, no significa que sean menos que yo.
El brazo de Alessio se apretó alrededor de mis caderas. —Es nuestra tradición,
Ayla. Es un ritual que se ha tomado en serio durante siglos. Por cada Reina que ha
sido traída a esta familia, nuestros hombres prometen sus vidas por la de ella. Fue
así para mi madre. Ahora es tu turno. Algún día, será la esposa de nuestro hijo. O
nuestra hija.
Viktor vino a pararse frente a mí. —Esta es una tradición que todos apreciamos
mucho, Ayla. Concédenos este deseo. Permítenos servirte de la manera que te
mereces.
—El amor que todos ustedes me dan es suficiente. No necesito guerreros; Solo
necesito amigos. Una familia —contesté entre lágrimas—. Nunca tuve una familia.
Pero esta familia es todo lo que necesito. Nada más.
Viktor sonrió. Lo vi mirando a Alessio, como pidiéndole permiso.
Cuando sus ojos volvieron a los míos, supe que lo que sea que él quisiera hacer,
Alessio le había dado su permiso.
Se inclinó y me dio un beso en la frente. —Ya nos tienes a todos.
Se apartó y me mostró su palma ensangrentada. —Nunca volverás a estar sola.
Esta sangre significa que somos una familia. Somos uno. Si quieres tomarlo así,
entonces podrías decir que este es nuestro voto para ti.
Mi corazón se apretó y la Princesa golpeó la mano de su padre. Una sola
lágrima se deslizó por mi mejilla mientras miraba a Viktor. Me sentí ahogada por la
emoción. Mi garganta se cerró mientras intentaba hablar.
Miré por encima de sus hombros a los demás. Todos me miraban expectantes.
Respiré hondo y luego asentí. —Bien.
Sus hombros se hundieron en lo que parecía alivio. Como si mi aceptación
fuera todo lo que necesitaban.
—Te amo, Ángel —dijo Alessio en mi oído. Sus palabras fueron solo para mí.
Cerré los ojos y me hundí en sus brazos, dejándolo soportar mi peso—. Estoy tan
orgulloso de ti. Me dejas más asombrado cada vez.
—Este tipo de rituales siempre me hacen llorar—escuché decir a Evaline. Hubo
algunas burlas y risas.
Abrí los ojos para ver a Maddie sosteniendo su mano sobre su boca. Parecía
que ella también estaba conteniendo las lágrimas.
— ¡Supongo que lo único que queda es la ceremonia de la boda! —ella anunció
en voz alta.
—Ya estamos casados —respondió Alessio.
Las lágrimas de Maddie desaparecieron repentinamente. En su lugar, ella
fulminó con la mirada a mi hombre.
Oh no. Esto estaba a punto de ponerse feo.
—Me refiero a una boda real —siseó Maddie.
— ¿Estás diciendo que Ayla y yo no estamos casados?
—No dije eso.
—En realidad, no es oficial. Tu matrimonio no es legal —comentó Viktor.
— ¿Disculpa? —gruñó Alessio.
—Necesitas firmar los papeles para legalizarlo. Tampoco tuviste testigos —
explicó Lyov.
—Bueno, en realidad, sobre eso... —comenzó Maddie.
Mis ojos se abrieron cuando la vi morderse los labios nerviosamente. Alessio
también debe haberlo notado porque se puso rígido.
Viktor, Phoenix, Nikolay y Evaline parecían repentinamente culpables.
Oh no. No. No. No.
— ¡No lo hiciste! —Me quedé sin aliento.
— ¡Solo estuvimos allí la mitad! ¡Lo juro! —Evaline rápidamente trató de
alegar inocencia.
Maddie asintió con la cabeza. —Tan pronto como se intercambiaron los anillos,
nos fuimos.
—Estoy a punto de dispararle a alguien —espetó Alessio.
Todos retrocedieron varios pasos.
—Solo queríamos asegurarnos de que mantuvieras el plan y no lo estropearas
—Phoenix intentó razonar—. Tuviste dificultades para memorizar las líneas la
noche anterior.
—No es que hayas dicho algo remotamente cercano a lo que practicaste de
todos modos —continuó Viktor.
—Pero fue muy dulce. Si no estuviera enamorada, juro que me habría
enamorado de ti, Alessio —dijo suavemente Evaline.
La cabeza de Viktor se giró hacia Evaline. — ¿Qué dijiste?
Nikolay palideció y parecía que había comido algo enorme y estaba atorado en
su garganta.
No estaba bien. En absoluto.
—Sobre eso —salté —. Alessio, dijiste que practicaste. ¿Con quién practicaste?
—No, Ayla —comenzó Alessio, pero ya era demasiado tarde.
— ¡Conmigo! —Anunció Viktor, su atención nuevamente en nosotros. Se
hinchó su pecho y sonrió como el gato de Cheshire—. Yo fui su novia.
Alcé una ceja y miré a Alessio sobre mis hombros. Maldijo en voz baja.
—Oh, ¿enserio? —Pregunté, escondiendo una risita detrás de mi mano.
Viktor se paró junto a Alessio y le echó un brazo por los hombros. —
Practicamos todo.
—Y por todo, quiero decir... todo. Si sabes a lo que me refiero.
— ¡Qué mierda! —Bramó Alessio.
Alessio me soltó. Cuando escuché a Viktor gritar de dolor, no tuve que darme la
vuelta para saber qué pasó.
—Me rompiste la nariz. ¿Qué mierda?
—Te lo merecías —suspiró Evaline.
No pude aguantar más. Mi risa burbujeó en mi pecho, y la dejé salir, riéndome
incontrolablemente de todos ellos.
Estaban locos. Dementes.
Pero los amaba. Realmente me hacían la mujer más feliz.
—Ustedes están locos —jadeé entre mi risa.
Alessio había vuelto a mi lado. Me envolvía en sus abrazos mientras yo sonreía,
mirando a todos.
Mi mirada encontró a Maddie y le envié una pequeña sonrisa. —Maddie, no
importa si tenemos la boda. No será oficial de todos modos. Se supone que debo
estar muerta, ¿recuerdas? No tengo identidad.
Su expresión se volvió triste al recordar mi vida anterior. —Está bien, no hay
papeles entonces. Pero, ¿podemos seguir teniendo una boda grandiosa? ¿Por favor?
¡He estado planeando esto por meses! ¡Incluso años! Por favor, Alessio. Ayla —rogó.
Era imposible decir no a sus ojos de cachorrito. Hizo un puchero y vi a Evaline
haciendo lo mismo.
—No —Alessio simplemente dijo.
Suspiré y me encogí de hombros. — ¿Cuán grande?
— ¿Unas mil personas? Solo los cercanos —sugirió Evaline.
Woah
— ¿Me pondré un vestido de novia? —Pregunté, sintiéndome repentinamente
emocionada.
— ¡Si! —Chilló Maddie.
Sabía que Alessio y yo ya estábamos casados. Realmente no quería otra boda.
Pero la idea de caminar por el pasillo hacia Alessio, confesándole mi amor,
diciendo mis votos delante de todos... me hizo sentir un poco mareada.
Además de eso, no creía que fuera posible decirles no a Maddie y Evaline.
Me di vuelta en el abrazo de Alessio y lo enfrenté. —Ya nos consideró casados.
No necesitamos otra boda. Los votos que hicimos el uno al otro ya son suficientes. —
Me detuve.
— ¿Quieres la boda? —preguntó Alessio.
— ¿Tú sí? —Disparé de vuelta—. Si no lo haces, entonces no tendremos una.
—No me importa de todas maneras, Ángel. Ya eres mi esposa. Nadie puede
decir lo contrario. —Lanzó una mirada fulminante a todos.
—Quiero usar un vestido de novia —susurré con timidez, sintiéndome
repentinamente nerviosa—. Y caminar por el pasillo hacia ti. De nuevo.
Respiré rápido antes de que Alessio me besará con fuerza. —Entonces
tendremos una boda —anunció en voz alta.
Evaline y Maddie chillaron detrás de mí.
Solo le sonreí a mi esposo.
Mi corazón rebosaba de amor por este hombre.
¿Cómo podría ser un asesino y ser tan dulce al mismo tiempo? No lo entendía.
Pero no tenía que entenderlo. Solo lo necesitaba como era.
Peligroso, despiadado, pero dulce y amoroso.
Él me guiñó un ojo y mi estómago se revolvió en respuesta. Mi corazón latía
más rápido ante su sonrisa y sus ojos azules.
—Pero disminuye la cantidad de invitados, y después de que nazca la Princesa
—le dije cuando me giré para mirar a los demás.
—Trato hecho —Maddie rápidamente estuvo de acuerdo.
Parecía que estábamos teniendo una boda después de todo.
Alessio besó mi sien. —Eres tan dulce, esposo.
Bromeó mordiéndome la oreja. —Solo para ti, esposa.
Me reí... sintiéndome tan libre... tan amada... tan apreciada.
En los brazos de Alessio, estaba completa.
Capítulo 31
Dos semanas después

— ¿A dónde estamos yendo? —pregunté probamente por décima vez.


—Ya verás. —Respondió Alessio simplemente.
Nuestras manos estaban entrelazadas y él me jalaba hacia algún lado. Aunque
no tenía idea de donde estaba ese lugar… porque él no me lo diría.
Bajamos por el pasillo que llevaba a su oficina. — ¿Vamos a tu oficina?
—No.
Estaba a punto de preguntar nuevamente cuando nos detuvimos dos puertas
antes de su oficina. Mire a Alessio, esperando su explicación.
—Nunca has estado aquí, ¿verdad? —preguntó, mirándome intensamente.
Sacudí mi cabeza. —No. Siempre está cerrado.
—Hoy es un día importante. Supongo que se puede decir que esta es otra
tradición —explicó Alessio.
Confundida, miré la puerta mientras él la abría. Me llevo hacia adentro y cerró
la puerta detrás de nosotros.
La habitación estaba oscura, las cortinas bajadas, ocultando el sol. Alessio
caminó hacia la ventana y retiró las cortinas, dejando que la luz del sol se infiltrara
en la habitación. Entró un brillo dorado a nuestro alrededor.
Tuve que parpadear varias veces, tratando de ajustar mis ojos a la repentina
luz.
Alessio se había asegurado de colocarme hacia la pared. Debido a esto, lo
primero que vi fueron los grandes retratos.
Mis ojos se abrieron y solté un jadeo apenas audible. Me di cuenta de que había
dos retratos de Lyov y Maria. Parecían jóvenes en las fotos.
El primer retrato tenía a María sentada en una silla mientras Lyov estaba de pie
junto a ella, su mano sobre su hombro. Ambos estaban mirando a la cámara. Maria
tenía una pequeña sonrisa en su rostro mientras que Lyov se veía intenso y serio.
Casi perverso.
En el segundo retrato, solo había una adición. Un niño pequeño sentado en el
regazo de María. Cuando vi su vientre embarazado y redondo, instantáneamente
supe que el niño era Alessio.
Ese retrato fue tomado cuando María estaba embarazada de su princesa. Las
lágrimas nublaron mis ojos ante el pensamiento. Una princesa que nunca llegaron a
conocer.
Lyov tenía la misma expresión que la primera. No me sorprendió que se viera
como el asesino que era.
Observé el segundo retrato durante mucho tiempo, mis ojos en Maria y Alessio.
Era un niño gordito. Que hermosura.
Se veía tan serio en esa imagen, como si supiera que esto era algo importante.
Me dolía el corazón al pensarlo. Alessio tuvo que crecer muy rápido. Nunca
tuvo la oportunidad de disfrutar de su infancia. La muerte de su madre lo había
llevado a descender tan rápido hacia el lado oscuro.
Sentí su calor a mis espaldas antes de que incluso me abrazara. Alessio
envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, sus labios colocaron besos húmedos en
mi cuello.
Siempre me estaba tocando, sosteniéndome, bañándome de amor. Era la más
feliz cuando estaba en sus brazos.
—Eras tan lindo —murmuré, sin dejar de mirar el retrato.
— ¿Si? —preguntó con curiosidad.
—Si. Espero que la Princesa tenga tus ojos —respondí.
—Hmm... Espero que ella tenga los tuyos.
Me acurruqué más cerca de sus brazos. — ¿Quieres hacer una apuesta?
Alessio hizo una pausa. —Necesitas dejar de pasar tiempo con los chicos.
Me reí de eso. —Eres lindo.
—No. Soy caliente. Pecaminosamente delicioso y sexy. ¿Recuerdas?
Sacudí mi cabeza. —Nunca debí haber dicho eso. Siempre me lo recordarás,
¿no? —Dije con un suspiro.
Este hombre. Tenía un ego tan enorme y era muy arrogante. No debería
alimentar esa arrogancia.
Pero, de nuevo, lo que dije era verdad. Y él lo sabía.
—Dilo de nuevo —exigió.
—No. —Me reí de la demanda.
Me mordisqueó el cuello juguetonamente. Sentí sus caderas moverse contra mi
espalda, y mi boca se abrió. Alessio empujó contra mi espalda, dejándome sentir su
dura longitud.
—Oh, Dios mío —siseé cuando se rio.
—Dilo —ordenó juguetonamente Alessio. Su mano llegó hasta mi pecho y me
congelé cuando sus dedos hicieron contacto con mi pezón.
Suavemente pasó la punta de su dedo a través mi vestido.
—Eres imposible, Alessio.
No pude detener un gemido cuando jugó con mi duro pezón, pellizcando y
tirando.
—No es exactamente lo que quiero escuchar, gatita —respondió con voz ronca.
—Tu cuerpo está hecho para pecar. Eres pecaminosamente sexy —dije
rápidamente mientras él continuaba burlándose de mí.
Su lenta tortura se detuvo. — ¿Entonces quieres pecar? ¿Ahora mismo? ¿Aquí
mismo?
Tomé una profunda respiración. La invitación era bastante atractiva. Me
encantaba la idea, pero sacudí la cabeza. —No. Porque no es por eso que me trajiste
aquí. Después de que me expliques, entonces tal vez podamos volver a nuestra
habitación, y te dejaré seguir tu plan conmigo.
—Hmm... Creo que es un buen trato. Sin embargo, no podrás caminar mañana.
¿Eso está bien para ti?
Estaba haciendo más imposible resistirse a él. Dándome la vuelta en sus
brazos, sonreí ante la tonta sonrisa en su rostro. Besé sus labios lentamente antes de
alejarme. —Solo puedes cargarme alrededor. De todos modos, eso es lo que haces la
mayor parte del tiempo.
—Has hecho un buen trato, Ayla Ivanshov —dijo con orgullo. Le encantaba
llamarme por mi nombre completo. Tal vez era una forma de recordarse a sí mismo
que era realmente suya.
Después de toda la agonía, finalmente era suya en todos los sentidos.
—Me enseñaste bien, Alessio Ivanshov —le respondí.
Nos miramos el uno al otro, ambos con sonrisas tontas. Su mirada amorosa
finalmente se movió de la mía al retrato detrás de mí.
Su expresión cambió, y una ola de dolor se hizo cargo. Lo abracé contra mí,
tratando de tomar algo de su dolor como mío.
—Lo siento, Alessio —le susurré en el pecho.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor. —No te disculpes, Ayla. No tienes nada
por lo que lamentarte.
Hipé un sollozo en respuesta. Su amor inquebrantable por mí siempre me
dejaba sin palabras. Lloré suavemente en su pecho, tratando de encontrar mis
palabras.
—Todavía me persigue, Alessio. Saber que fue mi familia quien destruyó la
tuya. Todavía me pregunto cómo puedes mirarme y no odiar la simple vista de mí.
¿Cómo puedes amarme cuando soy la descendencia del hombre que mató a tu
madre?
Su mano acarició mi espalda con dulzura. Cuando habló, sus palabras tenían
poder y fuerza. —No es tu culpa. No te voy a culpar por eso. Me preguntas cómo
puedo amarte. Bueno, no lo sé. Realmente no lo sé, Ayla. No necesito una razón para
amarte. Todo lo que sé es que no puedo vivir sin ti. Cuando te miro, cuando veo tu
sonrisa o escucho tu risa... es suficiente para hacerme sentir en paz. Me calmas. No
puedo estar sin ti. Es simple... no hay yo sin ti.
Me quedé en silencio, dejando que su amor me envolviera en un abrazo seguro.
— ¿Querías saber por qué te traje aquí? —preguntó.
Asentí y esperé a que continuara.
Alessio suspiró y se apartó un poco. Él limpió mis lágrimas. —Es porque nos
toca a nosotros estar en ese muro.
—Es tu turno de tomar ese asiento como Reina. Es otra tradición para la familia
Ivanshov. Algo que hemos estado haciendo durante décadas. Para algunas familias,
sus mujeres no tienen poder. Pero para nosotros, nuestras esposas son nuestras
reinas. Nuestros Ángeles. —Alessio hizo una pausa, luciendo un poco aturdido por
las emociones.
—El fotógrafo estará aquí en unas pocas horas. Para mañana por la mañana,
nuestro retrato estará en esa pared —continuó Alessio antes de besar dulcemente
mi frente.
—Realmente soy tu esposa... en todos los sentidos —dije entre lágrimas.
—Sí, lo eres, Ángel —respondió con una pequeña sonrisa.
Me dio la vuelta para darle la espalda. Manteniéndome cerca, miramos los dos
retratos.
—Y no solo eres la Reina de la familia Ivanshov, sino que tienes miles de
hombres debajo de ti. Cuatro familias rusas. Todos te pertenecen a ti.
Sus labios estaban tan cerca de mi oído mientras susurraba sus siguientes
palabras. —Y los italianos también son tuyos. Están a tus pies. Estás por encima de
ellos, Ángel. Me aseguré de eso.
Un escalofrío me recorrió. Su voz era áspera y tenía un toque de fuerte
dominio. Tragué nerviosamente. —Esto es un poco abrumador, Alessio. Meses atrás
no tenía nada. Y ahora tengo más de lo que quiero.
—Tienes todo lo que te mereces, Ayla.
Alessio acunó mi vientre embarazado. —Nunca dejaré que nuestra hija pase
por lo que pasamos.
Se me aceleró el corazón y cerré los ojos con un suspiro de alivio y alegría. —
Eres maravilloso; ¿lo sabes? A veces siento que todo es un sueño. Como si no fueras
real. No puedes ser real.
Se puso rígido detrás de mí, y mis ojos se abrieron de golpe ante el cambio
repentino.
—No soy maravilloso, Ayla. Estoy lejos de ser maravilloso. Si supieras lo que
hice... entonces no dirías eso.
Me giré en sus brazos, mirando su frío rostro. — ¿De qué estás hablando?
—Soy un asesino, Ayla —dijo, mirándome fijamente. Estaba buscando mi
reacción.
—Lo sé —respondí suavemente.
—He matado durante años, y lo seguiré haciendo por esta familia. Para
proteger mi imperio. Y para protegerte a ti y a nuestros hijos. Es quien soy —
explicó en voz baja.
—Lo sé.
—No. No lo haces. No lo sabes, Ayla. No tienes idea de las cosas que he hecho.
No soy un hombre maravilloso. Soy un monstruo —continuó, parecía que estaba en
agonía—. No te merezco.
Mis manos fueron a su pecho. —Deja de decir eso. Solo detente, Alessio. Yo soy
la que debe decidir si me mereces o no. Y digo que me mereces. Justo como yo te
merezco.
Alessio dejó escapar una risa seca. —Eres tan inocente, Ángel. Estoy tentado a
mantenerte así. No quiero arrastrarte al lado oscuro conmigo, pero tampoco puedo
dejarte ir.
—Alessio… —comencé, pero él negó con la cabeza, interrumpiéndome.
—Si fuera un buen hombre, te habría dejado ir a tener una buena vida. No te
atraparía aquí conmigo.
—Pero es mi elección. Decidí quedarme aquí contigo. Te elegí a ti —me defendí
rápidamente. Él estaba siendo simplemente ridículo ahora.
Alessio acercó su mano a mi cara. Su pulgar acarició la parte inferior de mi ojo,
arrastrando lentamente su dedo hacia mi mejilla. —No soy mejor que tu padre o
Alberto. Terminaste enamorándote del Diablo.
Mis ojos se abrieron, mis labios se separaron en estado de shock. —No quieres
decir eso. ¡Detente! —Grité—. Nunca te compares con ellos. ¿Lo entiendes?
Sosteniendo su cuello, miré al hombre que amaba desesperadamente. ¿Cómo
se atrevía a rebajarse al nivel de aquellos?
—Dime algo, Alessio. ¿Alguna vez has tomado a una mujer en contra de su
voluntad? ¿Alguna vez has golpeado a una mujer? ¿Violarla hasta que estuviera
inconsciente y no podía moverse? ¿Violarla mientras estaba embarazada del bebé de
otro hombre? ¿Alguna vez has encadenado a una mujer a una pared y la golpeaste...
la golpeaste hasta que vomitó por llorar demasiado? —Pregunté ferozmente.
Antes de que él pudiera responder, continué. —Alberto me hizo todo eso y más.
Sé la diferencia entre un buen hombre y el Diablo. Puede que seas un asesino, pero
eres un buen hombre.
Mis lágrimas corrían libremente por mis mejillas. Quería que Alessio me
creyera. Estaba desesperada porque él me creyera.
Agarrando sus mejillas, me puse de puntillas hasta que nuestros rostros
estuvieron más cerca. Nuestros labios estaban a escasos centímetros de distancia. —
Dijiste que me has atrapado aquí. Pero dime, si alguna vez quiero irme... si alguna
vez quiero llevar a nuestra hija y dejar este lugar, ¿me dejarás ir? ¿Qué pasa si no
puedo soportar permanecer en esta propiedad por más tiempo... o quedarme
contigo? ¿Y si decidiera irme, me dejarías ir?
Respiró hondo y parecía dolido. Como si le hubiera disparado, quitado el
corazón y pisoteado.
— Incluso si eso me matara y estuviera tan tentado de atarte a nuestra cama, te
dejaría ir. Solo si eso es lo que quieres y te hace feliz. Pero no después de luchar por
nosotros —se ahogó, como si las palabras fueran difíciles de decir.
Asentí, sabiendo que esa sería su respuesta. Tomé sus labios y él me dejó guiar
el beso. Besé a mi esposo lenta y suavemente, derramando todo mi amor en ese
beso.
—Y eso es exactamente por lo que eres diferente de Alberto. Ustedes dos ni
siquiera pueden ser comparados en lo más mínimo, mi amor — respiré contra sus
labios.
Sus brazos me envolvieron con tanta fuerza que era casi imposible respirar.
— ¿No me vas a dejar?
Sacudí mi cabeza. —No. No lo haré Fue utilizado solo por un ejemplo —
murmuré. Su corazón latía más rápido contra el mío, y froté su pecho, tratando de
calmarlo.
—Nunca te compares con ellos. Sé que has matado, y sé que volverás a matar.
No me asusta. Porque sé que al final, cuando vuelvas a casa, me abrazarás y me
harás el amor dulcemente... mostrándome cuánto me amas —continué suavemente,
esta vez mis labios en su pecho, justo sobre su latente corazón.
—Siempre — prometió.
Sonreí. —Exactamente.
—He hecho cosas horribles, Ayla, pero mi amor por ti es verdadero —confesó.
— ¿Qué tan horribles? Dime —exigí.
—Casi mato a un hombre frente a su esposa e hija. Las hice mirar mientras lo
torturaba. He matado a más hombres de los que podría contar. Le corté la lengua a
Artur. — Hizo una pausa cuando me estremecí ante la imagen que se proyectó en mi
mente.
—Lo hice sangrar por horas. Le corté la polla a Enzo. Los torturé hasta que
estuvieron inconscientes y apenas podían respirar. —Alessio inclinó la cabeza hacia
abajo.
—Y arranqué el puto corazón de Alberto de su pecho con mis propias manos —
siseó en mi oído—. ¿Es eso lo que querías oír, Ángel?
—Todos eran malos hombres. Se lo merecían, Alessio. —dije.
—No todos fueron malos —dijo secamente.
Me quitó el aliento y me congelé. — ¿Qué?
Alessio permaneció en silencio, y lo miré en estado de shock. — ¿Alguna vez...
has… matado a un inocente?
Me miró con duros ojos azules. —No lo sé. Tal vez. Tal vez no. Hago lo que
tengo que hacer por mi familia. Por mi imperio. Cuando tengo un propósito, una
meta... voy por ello. Tomo lo que tengo que tomar. Tomo lo que quiero. No importa
quién esté frente a mí. Todos los que están en mi camino terminan sin alma. Voy por
mi objetivo, sin importarme el desastre que dejo atrás.
Me temblaron las manos y respiré hondo varias veces. —Entonces, no. No sé
quién es inocente o quién no. No me importa Es lo que quiero y lo que tengo que
hacer para conseguirlo. ¿Eso me hace una mala persona? Tal vez. ¿Me importa? No,
no lo hace. ¿Pero me importa lo que pienses de mí? Entonces sí, me importa.
Llevé una mano temblorosa a mis labios y sacudí la cabeza, tratando de
encontrar las palabras adecuadas. Él se rio por lo bajo y parecía herido cuando no
dije nada.
—Adelante. Dilo, Ayla. Soy un monstruo. Tu esposo es un asesino —incitó.
Sacudí mi cabeza otra vez.
—Sé exactamente quién eres. Me casé contigo sabiendo lo que haces y cómo lo
haces. No me sorprende. Solo estoy un poco abrumada con la información. Tienes
razón. Eres un asesino. Eres un monstruo. —Me detuve.
Abrió mucho los ojos y dio un paso atrás, como si lo hubiera quemado.
Dando un paso adelante, invadí nuevamente su espacio personal. —Pero tú
eres mi monstruo.
Alessio contuvo el aliento sorprendido, sus hombros caídos. — ¿Entiendes lo
que te estoy diciendo? Te acepto por quien eres. Eres mío. Todo de ti. Así que
realmente agradecería si dejaras de rebajarte. Decido lo que merezco, y digo que nos
merecemos el uno al otro.
Alessio guardó silencio por un momento, su expresión mortal.
Y luego echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. Tirándome a sus brazos,
enterró su cabeza en mi cuello. —Estás loca por amarme. No puedes retractarte
ahora. Es demasiado tarde. Nunca te dejaré ir, Ángel.
—No quiero que me dejes ir —murmuré, enterrándome más profundamente
en su pecho.
—Bien —respondió con arrogancia.
Nos abrazamos, los dos nos negábamos a dejarnos ir. Me sentía tan cálida y
amada en su abrazo que si alguien intentara separarnos, pelearía contra ellos.
Capítulo 32
Casi tres meses después

Desperté con una sensación incómoda en mi región inferior. Mi estómago se


apretó por un momento, y me moví, tratando de deshacerme de la rigidez.
Mi estómago y los músculos de mi espalda se contrajeron, y mis ojos se
abrieron de golpe cuando sentí un chorro entre mis piernas.
Oh. Oh.
No otra vez.
Cerré los ojos con vergüenza.
Esta sería la segunda vez que me orino en la cama esta semana.
Que mortificante.
Mis mejillas se calentaron y me acomode para sentarme. Gracias a Dios que
Alessio estaba abajo. La última vez, tuvo mala suerte.
Los dos estábamos durmiendo y, en medio de la noche, tuve muchas ganas de
orinar. Sin embargo, llegué demasiado tarde. Para cuando pude levantarme, ya había
orinado. Justo en la cama.
Lloré de vergüenza y Alessio se despertó. Las lágrimas seguían fluyendo por lo
vergonzoso que era.
Pero siendo el caballero que era, Alessio no se quejó.
Me besó suavemente en la frente y se levantó de la cama. Después de ayudarme
a levantarme, nos guío al baño y me llevó a la ducha.
Mientras estaba allí llorando, él me cuidó, me bañó con cuidado y luego me
secó con una toalla suave. Alessio me había vuelto a vestir con un camisón limpio.
Incluso había quitado la sábana húmeda y luego puso una limpia.
Y luego me rodeo con sus brazos hasta que me volví a dormir.
Esta vez estaba sola. Estaba un poco agradecida por eso.
Me levanté de la cama y miré la sabana mojada. Mis cejas se fruncieron cuando
el líquido seguía goteando de mí.
¡Todavía estaba haciendo pis!
¿No era ya demasiado?
Pisoteé mi pie con frustración pero luego me detuve.
El fluido goteaba por mis piernas mientras miraba la cama. Esto no era normal.
El fluido era claro... incoloro.
Toqué el punto húmedo con dos dedos y me lo llevé a la nariz.
No olía
Cuando me di cuenta, mi boca se abrió.
¡OH!
Ignorando el rastro mojado que estaba dejando atrás, me dirigí al baño tan
rápido como pude... lo que no fue demasiado rápido.
Mi barriga era enorme. Incluso Ivy había dicho que era realmente grande para
el tamaño de mi cuerpo.
Sin embargo, a Alessio le encantaba. Él llenó mi vientre embarazado con mucho
amor. Mencionó un par de veces que me amaba embarazada.
Porque les mostraba a todos que yo era suya.
Nunca pude entender a los hombres y sus tendencias posesivas.
Me dolía la espalda cuando me desvestí y me di una ducha rápida. Después de
ponerme un vestido limpio, me até el cabello en un moño y salí.
Eché un vistazo a la cama por última vez y salí de la habitación. La criada
tendría que limpiarlo.
Lentamente, bajé las escaleras. Alessio se iba a poner histérico, pero tenía una
manera perfecta de callarlo.
Me detuve en el último escalón cuando noté a los hombres en la sala de estar.
Maddie y Lena también estaban allí. Ambas cosían botitas de bebé para la Princesa.
Perfecto. Tenía a todos en un solo lugar.
Cuando Alessio se dio cuenta de mí, se puso de pie de inmediato.
— ¡Ayla! ¿Por qué caminas sola por las escaleras? —bramó, dirigiéndose hacia
mí. Parecía realmente enojado, y casi me estremezco ante su fuerte tono.
Alessio me agarró por la cintura y me medio cargó al sofá. Puse mis pies en el
suelo antes de que él pudiera empujarme a sentarme.
—Espera —murmuré.
Él se detuvo.
Tragué saliva y me sentí repentinamente nerviosa.
Tomó mi silencio de mala manera y comenzó a entrar en pánico. — ¿Qué pasa,
Ayla? ¿Hay algo mal? ¿Es el bebé? ¿Estás herida? ¿Estás adolorida?
—No. Estoy bien. Todos, mantengan la calma. Todo está bien.
Levantó una ceja y esperó a que continuara.
Mi mirada se dirigió a todos antes de encontrarme nuevamente con Alessio.
—Mi fuente se rompió —Podía escuchar la emoción en mi voz mientras
esperaba su reacción.
Hubo unos cinco segundos de conmoción y silencio antes de que todos
explotaran juntos.
— ¿Qué?
— ¡Mierda!
— ¡No estamos jodidamente listos!
—Oh, querida.
— ¡Dios mío!
— ¡Se supone que aún faltan otros dos días!
Ese último fue Alessio. Por primera vez, parecía casi sin palabras.
Me miró como si me hubieran crecido dos cabezas. En realidad, todos los
hombres tenían la misma expresión en sus caras.
Viktor parecía que estaba a punto de desmayarse. Nikolay estaba
prácticamente listo para correr. Phoenix ya estaba retrocediendo unos pasos.
—No estás lista. No estamos listos. No se supone que el bebé nazca ahora. ¡Ivy
lo dijo! Otros dos días ¡Tenemos otros dos días, Ayla! —Alessio divagó.
Sus ojos estaban llenos de miedo cuando acunó mi muy embarazado vientre.
Hubo una fuerte patada, una que sentí en la parte baja del estómago, y mi espalda se
contrajo dolorosamente.
—Ouch —murmuré, frotando el punto dolorido.
— ¿Qué pasa? —Los ojos de Alessio se abrieron aún más con pánico. Me atrajo
más cerca y miró a Viktor.
—Trae el auto —exigió.
Viktor me miró sin moverse ni una pulgada.
—Creo que está en estado de shock —le susurré a Alessio.
— ¡Viktor! —Alessio bramó esta vez. Hice una mueca y suspiré ante la
catástrofe frente a mí.
Viktor regresó al presente, tropezó con sus propios pies, rompió el jarrón
favorito de Lena y cayó al suelo.
Se quedó allí por un segundo antes de volver rápidamente a salir corriendo.
—Phoenix, ve a buscar la bolsa de Ayla. El bolso de la Princesa está en la sala
del piano —ordenó Maddie mientras se paraba a mi lado.
—Nikolay, ¿puedes asegurarte de que Viktor no choque con el auto? No creo
que pueda conducir en este momento —le dije.
Parecía el más calmado. Bueno, tan calmado como podía estar en esta
situación. Si fuera su elección, ya habría salido por la puerta.
A sugerencia mía, asintió y rápidamente salió corriendo a ver a Viktor.
— ¿Tienes alguna contracción? —Preguntó Lena, empujando a Alessio.
Alessio frunció el ceño antes de venir a pararse frente a mí.
—No. Nada aún. Mi fuente se rompió hace unos veinte minutos. O un poco
menos —expliqué.
—Hmm... Probablemente tus contracciones comenzarán antes de llegar al
hospital —continuó.
Asentí en comprensión. — ¿Qué tan malo será?
Mientras hablaba, mi mirada se quedó en Alessio.
—Es diferente para todos, querida. No podría decirte con certeza.
Tarareé en respuesta, mirando a mi hombre asustarse en silencio al pensar en
su esposa dando a luz. Ya estaba sudando mucho, y noté que le temblaban las manos
a los costados.
Extendiendo una mano, esperé a que Alessio la tomara. Cuando lo hizo, lo
atraje hacia mí. Mi vientre redondeado estaba acunado contra la parte inferior del
abdomen de Alessio mientras lo abrazaba.
—Voy a estar bien. Necesitas respirar o te vas a desmayar, y no puedo dejar
que te desmayes sobre mí, Alessio —dije suavemente contra su pecho.
Podía sentir a Lena y Maddie a mi lado. Estaban prácticamente pegadas a mí,
no es que me estuviera quejando. Me alegré por su apoyo. Lo necesitaba más de lo
que admitiría.
Los brazos de Alessio me rodearon, abrazándome fuerte. Lo sentí relajarse
mientras exhalaba. Con mi oreja sobre su pecho, podía escuchar y sentir su corazón
palpitar.
Al mismo ritmo que el mío.
Estaba nerviosa por dentro, en pánico pero tratando de actuar lo más tranquila
posible. Si todos los demás se estaban volviendo locos, necesitaban que alguien
estuviera tranquilo.
Parecía que la mujer embarazada iba a ser la pacificadora.
— ¿Te duele? —preguntó en voz baja. Podía escuchar el tinte de miedo en su
voz.
Sacudí mi cabeza antes de alejarme. —Estoy bien. Por ahora. Solo necesitamos
llegar al hospital.
— ¡Tengo la bolsa! —Phoenix prácticamente gritó desde lo alto de las
escaleras.
—El auto está aquí. Está estacionado. —Nikolay entró corriendo, gritando
también.
— ¿Dónde diablos está la bolsa del bebé? —Alessio espetó.
— ¿Eh? —Phoenix miró estúpidamente la bolsa que sostenía—. Tengo la bolsa
de Ayla.
—Eres un inútil. —Con un gruñido, Alessio fue el mismo. Lo vi correr escaleras
arriba cuando sentí otro dolor en mi columna vertebral.
Hice una mueca, mi mano frotando mi espalda.
— ¿Qué pasa? —Maddie preguntó nerviosamente.
—Me duele la espalda. —Finalmente admití.
Justo entonces sentí que me dolía el estómago. No fue demasiado doloroso,
pero fue suficiente para hacerme jadear en estado de shock. Se sentía como si mi
piel se estuviera estirando y mi bajo vientre se sentía pesado. Era un sentimiento
incómodo.
—Las contracciones han comenzado, ¿no? — Lena dijo con una mirada de
complicidad.
Asentí.
— ¿Vendrás con nosotros? —Le pregunté a Lena, con un puchero.
Ella sacudió su cabeza. —Maddie estará allí para ti. Me quedaré en casa y
prepararé todo para la gran bienvenida a casa.
Lena presionó su palma dramáticamente contra su frente y suspiró. Puse los
ojos en blanco porque era un movimiento que Maddie hacía.
—Hay mucho que hacer —suspiró Lena, pero con una mirada feliz y serena en
su rostro.
—Mientras mamá está ocupada, sacaremos al bebé. Es un plan justo —agregó
Maddie.
Más como que sería yo la que sacaría al bebé.
Me estremecí al pensar justo cuando otro dolor intenso me recorrió la espalda
y la parte inferior del abdomen. ¡Eso dolía!
Y era solo el comienzo.
Sentí un ligero temblor de miedo, y el pánico continuó aumentando. —Maddie,
no puedes dejar mi lado, ¿de acuerdo?
Ella me acarició suavemente el brazo. —No me voy a ir. Incluso cuando
amenaces con matarme.
—Está bien, bien.
Cuando finalmente me tranquilicé, Maddie y yo salimos de la cocina. Fui lento,
mucho más lento ya que cada paso se sentía demasiado incómodo. Se sentía como si
mi estómago se fuera a caer en cualquier momento.
Escuché un grito. Fruncí mi frente en confusión.
¿Alessio?
—Tengo la bolsa —bramó.
Maddie y yo estábamos caminando hacia la sala de estar cuando lo vimos
prácticamente corriendo en línea recta hacia la puerta sin siquiera mirarnos.
¿Eh?
Me dirigí a la entrada con Maddie a mi lado. Justo cuando llegamos afuera,
vimos los dos autos salir acelerando como si algún tipo de demonio los estuviera
persiguiendo.
Espera, ¿qué? ¿QUÉ?
— ¿Se fueron sin nosotras? —Maddie gruñó en el lugar de estacionamiento
vacío—. ¿Quién va a sacar al bebé? ¿Alessio? ¿O Viktor? Malditos idiotas.
Me froté la sien con cansancio. Esto era un desastre... un desastre total.
Cuando otro dolor atravesó mi bajo vientre y me doblé, los autos volvieron.
Alessio y Viktor saltaron, casi cayendo en su prisa.
— ¿Qué carajo? ¿Por qué no estás en el auto? —espetó Viktor.
Alessio se dirigió en silencio hacia mí, y lo fulminé con la mirada. Había una
expresión avergonzada en su rostro, y pronunció un rápido perdón.
Por el rabillo del ojo, vi a Lyov e Isaak saliendo del patio. Miraron a todos los
reunidos y sus pasos se apresuraron hacia mí.
— ¿Qué pasa? —Lyov preguntó rápidamente.
—Es hora. El bebé está por nacer. Pero es dos días antes. Eso no es bueno. No
es normal, ¿verdad? —Alessio retrocedió, su mano moldeándose sobre mi estómago
protectoramente.
Los ojos de Isaak y Lyov se abrieron, y se detuvieron con la boca abierta.
Excelente. Justo lo que necesitaba. Dos mafiosos más en pánico.
—Alessio, dos días antes no es nada. Estoy segura de que todo está bien —traté
de razonar.
Las bocas de Isaak y Lyov se cerraron de golpe.
—Es hora —murmuró Isaak—. Mierda.
—Está bien. Tenemos esto. Es genial. Todos mantengan la calma. Mantén la
calma. Isaak, hemos hecho esto antes. Estamos bien —murmuró Lyov.
Estaba sorprendentemente calmado. ¿Eh?
Isaak asintió con la cabeza. —Si.
— ¿Dónde diablos está el auto? —Lyov bramó de repente.
O no. Definitivamente no estaba calmado.
—El auto está justo detrás de ti —respondió Maddie, con una expresión de
exasperación en su rostro.
—Correcto. Correcto. Vamos a llevarla al auto. Adelante, muchachos —ordenó
Lyov con dureza. Sonaba sin aliento.
Alessio me levantó y me acunó en su pecho. —Te tengo, Ángel.
Cerré mis brazos detrás de su cuello y me sostuve. Nos llevó al auto. Después
de colocarme en el asiento, se subió a mi lado. Envolvió su brazo alrededor de mi
hombro y me abrazó a él antes de ladrar su orden. —Vámonos.
Maddie estaba medio sentada, con las piernas aún fuera cuando el auto arrancó
saliendo de la finca. — ¡Idiota!
—Tira de tus jodidas piernas dentro—espetó Viktor.
—Si puedes darme el tiempo, estúpido —espetó ella ferozmente.
Presioné mi frente en el hueco del cuello de Alessio y respiré su varonil olor. El
olor de Alessio. El aroma de su costosa colonia tocó mi nariz, y suspiré mientras mis
hombros se relajaban lentamente.
Estaba tenso debajo de mí; sus piernas se sentían como una roca. Una de sus
manos estaba apretada en mi cadera mientras que la otra estaba frotaba
suavemente mi vientre embarazado.
Desde mi posición, podía sentir su salvaje corazón y la vena palpitante en su
cuello. Colocando un beso allí, cerré los ojos. —Va a estar bien. —Mi voz era
tranquila, solo para que él la oyera.
Su mano se detuvo en mi estómago. Sentí que respiraba hondo varias veces,
pero no dijo nada.
El resto del viaje fue rápido y silencioso. Nadie dijo una palabra, y el aire tenso
era sofocante.
Cuando Alessio me ayudó a salir del auto, sentí que finalmente podía respirar
normalmente. Me acunó una vez más en sus brazos y nos llevó al hospital.
— ¿Dónde está la doctora Cooper? —gritó dentro de la entrada.
Había médicos, enfermeras y pacientes por todas partes, y todos se detuvieron
ante su grito.
—No se supone que grites —murmuré. Mis mejillas se calentaron bajo la
mirada escrutadora de todos. Alessio estaba completamente ajeno a la atención que
nos hizo tener.
— ¿Eres Alessio Ivanshov? —preguntó una enfermera mayor.
—Sí —gruñó, dándole a la mujer una mirada dura, aunque ella no parecía
asustada. Ella solo parecía enojada porque Alessio estaba causando una conmoción.
—La doctora Cooper ya ha preparado una habitación para tu esposa. Yo
lideraré el camino —continuó antes de darse la vuelta sin una segunda mirada.
La seguimos al ascensor. Al entrar, Alessio no soltó su agarre sobre mí. Ni
siquiera cuando intenté moverme libremente.
—Puedes bajarme ahora —dije suavemente—. Soy demasiado pesada.
Me fulminó con la mirada y yo le devolví la mirada, esperando que se calmara.
—No —espetó.
Bien, ahora sonaba como un hombre de las cavernas.
—Puedo cargarte —continuó, sonando mucho más calmado ahora.
Con un suspiro, me callé. No tenía sentido discutir. Él ganaría al final.
Cuando salimos del ascensor, la enfermera nos condujo a una habitación en la
esquina. —Serás la única en este piso. Tu marido lo tiene reservado para ti.
Mis ojos se abrieron cuando me di cuenta de que me estaba hablando.
¿Reservado? ¿Todo el piso?
Miré a Alessio, pero él se estaba concentrando mirando al frente mientras nos
conducía a mi habitación. La habitación no se parecía en nada a lo que esperaba.
Era una habitación enorme. Sofás en la esquina con una mesa de café. La cama
tampoco era pequeña. Probablemente era una cama doble. Incluso las almohadas
parecían demasiado suaves. Las máquinas parecían al lado de la cama en la gran
habitación.
Supongo que Alessio realmente se había preparado para esto.
Me acomodó en la cama y me empujó contra la almohada. — ¿Dónde está Ivy?
—Alessio preguntó de nuevo.
Sin embargo, sus ojos azules se quedaron en los míos.
—Ella está haciendo una cirugía en este momento —respondió la enfermera
con calma mientras se ocupaba de mí.
— ¿Qué? Se supone que ella debe estar aquí. Con Ayla ¿Quién va a dar a luz al
bebé? —Alessio gritó.
Me froté la frente mientras lo veía perder el control una vez más.
Por el rabillo del ojo, la vi revisando las máquinas, y luego volvió a mi lado con
una jeringa.
—Esto no dolerá —murmuró, empujando la aguja en mi brazo. Cerré los ojos,
negándome a mirar lo que estaba haciendo. Hice una mueca, pero ella tenía razón.
No me dolió. Solo una pequeña sensación punzante.
Pero Alessio siendo Alessio vio mi mueca y se volvió loco con la enfermera.
— ¿Qué le hiciste? ¿Qué estás haciendo?
Si Viktor no lo hubiera retenido, Alessio probablemente habría saltado sobre la
enfermera.
Oh Dios. Alguien haga algo. Esto estaba a punto de ponerse feo.
—Señor, por favor, ¿podría calmarse? Solo estoy haciendo mi trabajo. Dicho
esto, su esposa acaba de comenzar sus contracciones. Ella no dará a luz por muchas
horas. Pero, de nuevo, eso solo depende de su cuerpo y del bebé. He tenido algunas
mujeres cuyo trabajo de parto duró hasta dieciocho horas —explicó la enfermera
tan amablemente como pudo.
Pero era obvio que estaba perdiendo la paciencia. Y rápido.
—Tu esposa no es la primera mujer en dar a luz. Estará bien —murmuró antes
de salir de la habitación.
—Bueno, ella es mi mujer. Y está dando a luz por primera vez —respondió
Alessio—. ¡Existe una gran diferencia!
Cerré los ojos, mi cabeza se hundió en la almohada.
Este iba a ser un viaje largo.
Un largo y agotador viaje con seis mafiosos despiadados y portadores de
armas.
Quienes inmediatamente entraron en pánico ante la idea de una mujer dando a
luz.
Capítulo 33
Cuando las contracciones me sacudieron nuevamente, fue imposible contener
mi grito. Dejando escapar un grito, apreté mis dedos alrededor de la mano de
Alessio.
Tal vez los estaba aplastando imposiblemente apretados. Demasiado
apretados.
Incluso lo pillé haciendo una mueca varias veces.
No tuve tiempo de preocuparme cuando sentí otro dolor en la parte baja del
abdomen. Sentía que mi estómago iba a reventar en cualquier momento.
—Ay. Ahh... —Grité cuando otra contracción golpeó. Esta vez, estaba
sollozando completamente—. Duele... —gemí, tratando de encontrar la cara de
Alessio a través de mi visión borrosa.
Cuando algo frío tocó mi frente, suspiré. Muy relajante. Maddie había estado
haciendo esto por un tiempo ahora.
Estaba sudando, hacía demasiado calor y me dolía. Después de envolver un
poco de hielo en una toalla, la presionó sobre mi frente y la arrastró suavemente
sobre mi cara.
Solo Alessio y Maddie estaban conmigo en la sala de partos. No es que
detuviera a los demás de irrumpir en la habitación cada vez que gritaba.
Como ahora.
—Mierda. ¿Es hora? —Viktor prácticamente rompió la puerta a toda prisa.
—No. Todavía no está completamente dilatada —respondió Maddie, sonando
cansada.
—Oh, está bien —murmuró, cerrando la puerta de nuevo.
—Alessio, duele... demasiado... —resoplé cuando sentí otra contracción venir.
—Está bien. Respira. Respira. Ivy dijo que respiraras —dijo con rigidez. Podía
escuchar el miedo y el pánico en su voz. Su voz era demasiado baja... demasiado
suave para mi gusto.
El dolor me golpeó más fuerte que antes, y grité una vez más, estrujándome
ante el dolor.
Su voz estaba al lado de mi oído. —Respira, Ayla. Respira.
— ¡Estoy respirando! —Le grité. La ira de repente se hinchó dentro de mí, y
agarré su mano con más fuerza.
Siseó dolorosamente.
¿Eso dolía? ¿Eh? ¿Eh?
Estaba empujando a su bebé fuera de mi vagina, ¿y se estaba quejando de su
mano?
Apreté mis dedos aún más, tal vez demasiado.
— ¡Alessio! —Siseé enojada.
¿No eran mis contracciones demasiado fuertes y rápidas?
Alessio estaba diciendo algo incorregible, y escuché a Maddie discutiendo con
él. Mis oídos no podían distinguir las palabras. El dolor era demasiado.
Cuando Alessio me soltó la mano, quise llorar.
¿Por qué me soltó la mano? ¿Fui demasiado mala?
No. ¡Vuelve!
Al abrir los ojos, vi a Alessio pasear por lo largo de la habitación. Se agarraba el
cabello con fuerza por la frustración, y de repente me sentí mal por sacar mi ira
contra él.
Por primera vez, noté que su chaqueta ya no estaba puesta. Su corbata colgaba
flojamente de su cuello, y los dos primeros botones de su camisa estaban abiertos.
Su cabello descansaba sobre su frente, y el sudor enmascaraba su piel.
Parecía tan cansado como yo me sentía. Como si sintiera mi dolor.
— ¿Dónde está Ivy? —gruñó por centésima vez.
Ivy vino y se fue un par de veces. Pero debido a que no estaba lista y la Princesa
aún no estaba lista para hacer su aparición, fue a ver a sus otros pacientes.
—Alessio, ¿puedes ayudarme para levantarme? —gruñí. Mi garganta se sentía
seca por horas de gritar de dolor.
Su cabeza se giró hacia mí y sus ojos se encontraron con los míos. Esos intensos
ojos azules nunca dejaban de llamar mi atención, incluso cuando tenía un dolor
imposible.
Se apresuró a mi lado nuevamente y empujó una mano detrás de mi espalda,
ayudándome a sentarme. Ivy dijo que podía caminar; podría hacer que el trabajo
vaya más rápido.
Y eso era exactamente lo que iba a hacer.
La inteligente pequeña princesa saldría pronto de mí, le gustara o no.
— ¿Estás segura? —Alessio preguntó en voz baja. Parecía casi asustado de
hablar conmigo.
Asentí en silencio mientras él me ayudaba a salir de la cama, con Maddie
siempre a mi lado.
Me ayudaron a rodear la habitación hacia la enorme pelota hinchable azul. Con
Alessio frente a mí, me ayudó a sentarme en él. Se arrodilló entre mis piernas, sus
manos a cada lado de mis caderas, sosteniéndome con seguridad.
Pude ver las líneas de estrés en su frente. Parecía haber envejecido cinco años
en solo unas horas.
Sostuve las mejillas de Alessio mientras rebotaba suavemente en la pelota. —
Voy a estar bien. Princesa también estará bien. Ten un poco de fe en mí, ¿quieres?
Puedo hacer esto. Podemos hacer esto.
—No puedo verte con un dolor como este, Ángel —murmuró con voz ronca.
Justo entonces, otro dolor me atravesó. Mis uñas se clavaron en sus mejillas
antes de alejar rápidamente mi mano.
Se sentía como si me estuvieran desgarrando desde allí abajo. Mi respiración
era trabajosa, mi pecho agitado por el esfuerzo.
—Oh... oh... —exhalé a través del dolor mientras otra contracción golpeaba
justo después de la otra. Una y otra vez, mi estómago se onduló de dolor. Viajó todo
el camino hasta mi espalda. Parecía que toda la mitad inferior de mi cuerpo estaba
contraída por el dolor.
La mano de Alessio fue a mi estómago y vi un destello de dolor en su rostro. —
¡Estoy bien!
Estaba destinado a ser calmante, pero terminó como un grito cuando otra
contracción me atravesó la parte inferior del vientre.
Mi Princesa ya no estaba feliz allí. Parecía que estaba lista para salir, incluso si
eso significaba atravesar mi vientre y mi vagina.
—Ayúdame. —Resoplé a través de mi respiración agitada—. Duele…
Alessio se puso en acción, y en cuestión de segundos me encontré recostada en
la suave cama. Mis dedos encontraron su camino alrededor de su muñeca,
negándose a dejarlo ir.
Tenía un agarre mortal sobre Alessio mientras las contracciones seguían
llegando, una justo después de la otra. No tuve descanso ni oportunidad de respirar
a través de la agonía.
Un repentino impulso de empujar me atravesó. Mis piernas se abrieron, y con
Alessio ayudándome a sentarme hasta la mitad, puje ante el dolor.
Finalmente, Ivy hizo su entrada.
Suspiré y luego grité. Abrió mucho los ojos y se apresuró hacia mí, mirando
debajo de mi vestido.
—Oh. Veo la cabeza. Una cabeza llena de cabello negro —cantó alegremente.
—Al menos no es calva —musitó Maddie con un guiño.
—Mi hija no es calva —respondió Alessio, bastante ofendido de que Maddie
pensara tal cosa.
Yo también estaba bastante ofendida.
Pero no hubo tiempo para pensar en ello cuando fui golpeada con otra
contracción agónica.
—Ahh...
Mi grito probablemente se escuchó por todo el piso. Jadeé, pero aun así mi
princesa no logró salir al mundo.
Testaruda. Ella iba a ser testaruda como su padre.
Justo lo que necesitaba... otro Alessio.
Sentí el cálido aliento de Alessio junto a mi oreja mientras susurraba palabras
relajantes y de apoyo. Era gentil, amable y muy amoroso.
Me enamoré más de él en ese momento.
Pero luego lo odiaba el siguiente.
Cuando llegó otro dolor, trató de animarme con: —Respira, Ángel. Puja. Sólo
respira. Está bien.
¿Respira? ¿Sólo respira?
Apreté su mano en la mía justo cuando Maddie gritó: — ¡Cállate!
—Bien. Lo siento. No respires. No está bien. No respires.
¿QUÉ? ¿QUÉ?
Eso le valió otro apretón en la mano.
Tal vez también bramé que lo odiaba y que nunca me volvería a tocar.
—Alessio, cállate —gruñó Maddie cuando comencé a llorar por el dolor.
Ivy, desde su posición entre mis piernas, me lanzó palabras de apoyo,
diciéndome que pujara en cada contracción.
Ella había estado repitiendo eso por mucho tiempo ahora. ¡Había estado
pujando! Pero todavía no había bebé.
Sollozaba con cada vez que pujaba. Incluso alejé a Alessio.
Vi la expresión de pánico en su rostro. Parecía herido. Y el miedo... estaba en
toda su expresión. Estaba temblando ligeramente por ello también.
Mis emociones eran un desastre. Un minuto odiaba a Alessio y no podía
soportar que me tocara, mientras que al minuto siguiente lloraba porque estaba a
unos pasos de distancia.
—Lo siento —grité en otra contracción—. Soy... una mala... esposa. Lo...
siento... vuelve aquí.
Alessio estuvo a mi lado en un segundo. Me agarró la mano otra vez, pero esta
vez sus labios estaban en mi frente.
Puso besos sobre mi sudorosa cara, dulces besos mientras yo pujaba y gritaba a
través de cada contracción.
Alessio susurró contra mi piel. Cuánto me amaba. Qué fuerte era. Estaba
orgulloso de mí y me amaba más cada minuto.
Se me aceleró el corazón e incluso sonreí una vez.
—Te amo, Ángel —susurró contra mis labios. Un beso tan dulce. Palabras
dulces. Todo lo que necesitaba.
—Me sorprendes todos los días. Cada uno de ellos. Eres mi Ángel fuerte. Sé que
puedes hacerlo. Sé que puedes traer a nuestra hija a este mundo como un verdadero
ángel guerrero. Puja. Solo una vez más —dijo contra mi frente.
Su brazo me sostuvo mientras gritaba y pujaba. Sentí que algo se movía pero
no lo suficiente para que mi bebé saliera.
—Arggg —jadeé y luego bramé.
Me estaba muriendo. ¿Era posible morir?
No. No podía morir. Todavía tenía que conocer a mi princesa. Todavía tenía que
caminar por el pasillo con un vestido de novia hacia mi esposo.
— ¿Qué estás haciendo? ¿No ves que tiene dolor? ¡Haz algo! —Alessio
finalmente gritó, perdiendo la paciencia.
Él vertió su miedo y enojo sobre Ivy, quien solo negó con la cabeza.
— ¡Alessio, deja de gritar! ¡Te van a echar! —Espetó Maddie, sus manos
sosteniendo las mías firmemente.
— ¡No pueden echarme! ¡Soy dueño del maldito hospital!
¿Eh? Eso era nuevo. ¿Desde cuándo?
Lo miré confundida, cuando otro dolor me atravesó. Esta vez me mordí los
labios y traté de respirar por la nariz.
—Alessio compró el hospital hace unas semanas. Para asegurarme de que fuera
seguro, y todo para ti y la Princesa. Estuvo bastante obsesivo al respecto —explicó
Maddie en mi oído.
Wow. Simplemente wow.
Pero no tuve la oportunidad de quedar completamente impresionada porque
Alessio seguía gritándole a Ivy. Parecía que quería dispararle a la mujer. O tal vez
estaba tramando su asesinato de muchas maneras diferentes.
Oh, querido. No estaba bien.
—El nacimiento natural es así, señor Ivanshov. Por favor sea paciente. Un
empujón más y su hija estará aquí —dijo calmadamente.
Su mirada se volvió hacia la mía. —Deberías haber aceptado las drogas para el
dolor, Ángel.
Sus ojos me rogaban. Justo como lo hicieron cuando vino una enfermera y me
preguntó si quería las drogas. Grité un no y salieron corriendo de la habitación.
Alessio estaba furioso, tratando de traerlos de vuelta para que me pusieran las
drogas. Casi los obligó y arrastró a una de las mujeres adentro.
Me negué una vez más.
Lamenté mis decisiones algunas horas después, pero ya era demasiado tarde.
Otra contracción estaba llegando a mi vientre. Al mismo tiempo, Ivy me gritó
que pujara.
Con los labios de Alessio al lado de mi sien, las palabras Te amo resonando en
mis oídos, pujé con un grito.
Seguimos yendo y viniendo así. Un impulso de pujar, un gemido de agonía, otra
vez a pujar. Finalmente, sentí una fuerte presión en mi región inferior, luego algo,
alguien, se deslizó. Se sintió raro, pero no tuve la oportunidad de pensar en el dolor.
La presión finalmente se alivió y luego... el silencio. Por unos dos segundos.
Porque cuando terminaron mis gritos, se escucharon los lamentos de mi hija.
— ¡Es una niña! —Ivy anunció con orgullo, sosteniendo a mi niña en sus
brazos.
Una hija. Una princesa. Una pequeña niña que era nuestra. Alguien a quien
bañaríamos con tanto amor y cuidado.
—Señor Ivanshov, ¿quiere cortar el cordón umbilical?—preguntó Ivy.
Se acercó y trajo a nuestra hija al lado de Alessio. Quien parecía completamente
en estado de shock y perdido mientras seguía las instrucciones de Ivy y cortaba el
cordón umbilical de nuestro bebé, mientras aún sostenía mi mano en una de las
suyas.
Ivy colocó a la Princesa sobre mi estómago desnudo mientras seguía llorando.
Un fuerte lloriqueo. Uno que todos escucharon porque escuché un grito de
victoria proveniente de afuera de mi habitación.
Mi bebé todavía estaba húmeda y empapada de sangre, pero no me importaba.
Tenerla contra mi piel, en realidad sostenerla, hacía que mis ojos se nublaran de
lágrimas mientras lloraba.
Estaba abrazando a mi hija.
Hace meses, pensé que nunca tendría una oportunidad. Pero ahora, ella estaba
aquí.
Presioné mi palma contra su coxis ensangrentada mientras sus gritos
comenzaron a calmarse lentamente.
Débilmente, noté que Alessio besaba mi cara. Salpicando mi cara de besos, sus
labios nunca dejaron mi piel. Temblaba contra mí mientras lloraba suavemente.
—Te amo —susurró una y otra vez. Con cada beso, esas palabras eran
susurradas contra mi piel—. Ángel.
Mi hija fue sacada de mis manos. Los vi limpiarla cuando ella comenzó a llorar
de nuevo. Tan gruñona. Tan ruidosa. Tan adorable.
—Alessio... —susurré, mi voz ronca y suave.
—Eras tan fuerte—dijo contra mi frente.
—Gracias, mi amor.
—Te amo.
—Lo sé.
Escuché un sorbo silencioso a mi lado y vi a Maddie llorar suavemente. —Ella
está aquí. —Asentí con la cabeza hacia el bebé.
Maddie asintió con la cabeza. —Estoy muy orgullosa de ti, cariño.
—Gracias por estar aquí conmigo. Te necesitaba —respondí, sosteniendo su
mano fuertemente.
Cuando mi bebé estuvo limpia y su llanto se detuvo de nuevo, le sonreí a
Maddie. — ¿Por qué no vas a verla?
Se escabulló de mi lado y se dirigió a mi hija. La pequeña princesa fue colocada
en su cuna.
Maddie echó un vistazo a la princesa y sonrió alegremente. —Aww... ¡Es la más
linda!
¿Mi corazón se aceleró un poco?
¡Por supuesto, ella era la más linda! Después de todo, ella era mía y de Alessio.
Giré la cabeza hacia un lado y me miré a Alessio. —Tienes que ir a verla, Alessio
—murmuré contra sus labios.
Me besó profundamente, rompiendo mis palabras. Me besó hasta que me
quedé sin aliento.
Alessio todavía no había visto a nuestra hija. ¿Qué estaba esperando?
—Tengo miedo, Ángel —murmuró.
— ¿De qué? El hombre que conozco no tiene miedo de nada.
—No lo sé. Es solo que mi pecho se siente un poco extraño y demasiado
apretado —respondió. Su mirada todavía estaba en la mía.
Sus ojos azules se clavaron en los mis ojos verdes. Ambos nos miramos
fijamente, mostrando el mismo amor.
—Ella te necesita.
Alessio tragó saliva y asintió. Se puso de pie justo a tiempo para que Ivy le
trajera a nuestra hija.
Un segundo sus manos estaban vacías, y al siguiente estaba sosteniendo a
nuestra princesa.
Bueno, sosteniendo de alguna manera.
Él entró en pánico y sostuvo al bebé, lejos de él.
—No... sé... como... Tú... —tartamudeó.
—Así —Ivy explicó pacientemente. Ella lo ayudó a envolver sus brazos con
seguridad alrededor de nuestra pequeña, mostrándole cómo abrazarla
adecuadamente.
Alessio instintivamente acercó a nuestra Princesa a su pecho, y la acunó allí.
Sus ojos ya no estaban en los míos.
No, sus ojos estaban en nuestra preciosa hija.
No parpadeó. No pronunció una sola palabra.
Ivy me limpió y terminó la última etapa del parto. Cuando me lavaron y
limpiaron, me hundí contra la almohada y vi a mi esposo sostener a nuestra hija.
Lo vi mirar a nuestra princesa.
Estaba completamente perdido en ella. Hipnotizado por la pequeña bebé en sus
brazos.
Vi sus brazos apretarse un poco. ¿Fue un agarre protector? ¿O uno posesivo?
Qué dulce vista. Mis ojos cayeron un poco cuando el cansancio se hizo cargo.
La barbilla de Alessio tembló y parpadeé.
Una lágrima se deslizó por su mejilla.
Parpadeé de nuevo.
Otra lágrima.
Él estaba llorando.
—Mi princesa —susurró bruscamente.
Su mirada volvió a la mía. —Nuestra princesa. Ella es tan hermosa, Ayla. Muy
muy hermosa.
Hizo una pausa y luego frunció el ceño. —Y muy pequeña. ¿Eso es normal? ¿Por
qué es tan pequeña?
Maddie resopló. Ivy se echó a reír.
Sonreí... mi corazón estaba lleno de mucho amor.
Alessio tenía razón. La princesa era un bebé pequeña. Ella se perdía entre los
brazos de su padre. ¿Era el brazo de Alessio más grande que su pequeño cuerpo? Si
probablemente. Estaba prácticamente oculta en su pecho.
Extendí mis manos. —Quiero sostenerla.
Ivy salió de la habitación en silencio. Maddie me dio un beso en la frente y
también salió silenciosamente.
Alessio se acercó y se sentó en la cama a mi lado. Colocó a la Princesa en el
hueco de mi brazo. La acuné amorosamente contra mi pecho.
Ella se movió y se quejó suavemente. Su frente estaba arrugada, como si
estuviera a punto de llorar.
Tenía los ojos cerrados. Me preguntaba de qué color serían.
Mi pequeña estaba envuelta firmemente en una suave manta. Apenas tenía
lugar para moverse. Su cabeza estaba cubierta con un sombrero rosa, tan suave
como la manta. Moví el sombrero y mis ojos encontraron cabello negro.
—Ella tiene el cabello negro —murmuré. Inclinándome, le puse un dulce beso
en la cabeza.
Con la ayuda de Alessio, movimos la manta. Diez dedos pequeños en sus manos
y diez dedos pequeños en sus pies. Perfecto. Absolutamente perfecto.
Era tan pequeña que me dolía el corazón. La imaginé dolorida y mi corazón se
rompió.
No, mi hija nunca sentiría dolor. No como yo.
Ella tenía un ejército para protegerla. Un ejército despiadado.
Su padre se había asegurado de ello.
Sus pequeños brazos se agitaron un poco, su pierna pateada. Sus lindos labios
rosados estallaron en un puchero. Muy adorable.
Y entonces ella comenzó a llorar.
—Aww... no llores, princesa —dije suavemente—. ¿Qué quieres? ¿Tienes
hambre? Shhh... Mamá está aquí —la tranquilicé cuando continuó llorando.
Alessio rápidamente envolvió la manta alrededor de ella nuevamente. —Creo
que tiene hambre.
Asentí. — ¿Puedes ayudarme? —Mi cabeza señaló mi corpiño.
Mi esposo se movió y desabrochó mi vestido desde el frente. Cuando mi pecho
se liberó de la tela, acerqué a Princesa a mi pecho.
Su cabeza se movió lentamente, buscando algo. Sus labios hicieron un sonido
de succión. Definitivamente tenía hambre.
Con mi mano debajo de su pequeña cabeza, llevé su boca a mi seno izquierdo.
Al instante se pegó a mi pezón y chupó. Fuerte.
Hice una mueca y solté un grito.
—Esa es mi chica —dijo Alessio. Orgullosamente, debo agregar.
— ¿En serio? —Resoplé cuando mi bebé comenzó a succionar.
El brazo de Alessio me envolvió mientras enterraba su nariz en mi cuello. Puso
un beso allí, dejando que su cabeza descansara sobre mi hombro. —Te amo, Ángel.
Su otra mano se levantó y descansó sobre nuestra bebé.
Abrazamos a nuestra hija, acunándola en nuestro abrazo mientras se
alimentaba.
Mientras todavía amamantaba, hizo un pequeño ruido... tal vez fue de
satisfacción. Pero también sonaba somnoliento.
Y luego lentamente parpadeó para abrir los ojos.
Oh.
Un pequeño jadeo escapó de mis labios.
Entonces sonreí. Tan hermosa.
Nuestras miradas se encontraron. Y me enamoré por segunda vez.
Azul contra verde.
Las lágrimas nublaron mi visión. —Ella tiene tus ojos, Alessio.
Los mismos ojos que su padre.
Sus llantos y movimientos se detuvieron.
Unos gigantes ojos azulados parpadearon hacia mí, enmarcados con pestañas
largas y gruesas.
Su pequeña boca rosada se frunció alrededor de mi pezón, y creo que ella
suspiró.
Espera... ¿sonrió? ¿Eso fue una sonrisa?
—Ella sonrió —dijo Alessio, completamente enamorado ante la vista de
nuestra hija.
Sabía que alguien discutiría y nos diría que fue causado por un gas o que los
bebés recién nacidos no sonrían... pero ella sonrió. A mí.
Y luego a su padre cuando sus ojos se encontraron con los de él.
Mi corazón se contrajo cuando padre e hija se miraron. Se me cortó la
respiración y contuve las lágrimas.
Su succión se había detenido y parpadeó.
—Realmente es tu hija —murmuré, abrazándola aún con fuerza.
—Ella es... Ella es nuestra —respondió Alessio, pasando un dedo suavemente
sobre la regordeta mejilla rosada de Princesa—. Es tan perfecta —continuó.
Estuve de acuerdo. Perfecta. Eso era lo que ella era.
Cuando quedó claro que se había saciado y estaba casi dormida, Alessio me
ayudó a atar mi corpiño nuevamente.
Princesa parpadeó sus ojos adormilada y luego los cerró. Estuvo dormida en
unos segundos.
La levanté y enterré mi nariz en su pequeño cuello. Respirando su dulce olor a
bebé, sonreí y luego susurré muy suavemente: —Te amo, mi dulce bebé.
La abracé todo el tiempo que pude. Pero el sueño y el cansancio se apoderaron
de mí. No había forma de evitarlo. Me estaba venciendo más rápido de lo que quería.
Alessio silenciosamente la sacó de mis brazos, y lo vi llevándola a su cuna.
Después de colocarla, él volvió a mi lado.
—Duerme, Ángel. Las estaré cuidando, a los dos —murmuró suavemente en mi
oído.
Me besó en los labios. Saboreé su sabor antes de cerrar los ojos y sucumbir al
sueño.
No tenía miedo. Ni pánico.
Solo amor. Me sentía realizada.
Me sentía segura bajo la mirada vigilante de mi esposo.
Sabía que nos protegería a mí y a Princesa. Estábamos a salvo y amadas por
este despiadado hombre.
Capítulo 34
Tenía la cabeza adormilada cuando desperté. Parpadeando varias veces abrí
mis ojos, traté de mirar alrededor del oscuro cuarto.
Solo había una lámpara encendida.
Gire mi rostro hacia un lado para ver a Alessio sentado en el sofá al lado de mi
cama. Sin embargo, no estaba solo.
En sus brazos estaba Princesa. En realidad, ella estaba acostada sobre su pecho.
Alessio tenía una mano apoyando su cabeza y la otra sobre su trasero.
Su linda mejilla redonda estaba presionada contra el pecho de Alessio, sus ojos
cerrados mientras dormía profundamente.
—Estás despierta —murmuró Alessio en voz baja.
— ¿Estaba llorando? —Pregunté en voz alta.
Alessio sacudió la cabeza. —No. Simplemente tenía ganas de sostenerla.
Parecía que esto sería un hecho cotidiano.
— ¿Cuánto tiempo estuve dormida? —Pregunté, tratando de sentarme.
Se puso de pie con nuestra niña todavía apretada en sus brazos. —Alrededor
de una hora. Todos esperan conocerte a ti y a Princesa
Mis ojos se abrieron y me golpeé la frente. —Oh no. Me quedé dormida. Lo
siento mucho. ¿Por qué no entraron? Podrían haber conocido a Princesa mientras yo
dormía.
Alessio volvió a colocar a Princesa en su cuna y vino a mi lado. Colocando un
beso en mi frente, sonrió. —Les prohibí que entren. Habrían perturbado tanto tu
sueño como el de nuestra hija.
—Eso no es agradable. Han estado esperando tanto tiempo para conocerla —
dije con una dura mirada.
Alessio se encogió de hombros. —No me importa. Estabas cansada, y eso es
más importante.
—Llámalos ahora. Es hora de que se encuentren con la pequeña —respondí
con un suspiro. Sin embargo, no pude evitar sonreír.
Con un suspiro, fue e hizo lo que le dije.
La puerta se abrió y, unos minutos después, todos comenzaron a entrar
amontonados.
Lyov e Isaak prácticamente empujaron a todos a un lado y entraron
emocionados. El pobre Viktor fue aplastado contra el costado de la puerta.
Luego entraron Viktor y Phoenix. Nikolay y Maddie fueron los últimos.
— ¿Cómo te sientes? —Preguntó Lyov, acercándose a mi cama.
—Cansada pero feliz. No puedo esperar para volver a casa — respondí.
El asintió. —Por supuesto.
Vi sus ojos buscando la cuna. Cuando su mirada la encontró, me miró, como
pidiendo permiso. Con mi asentimiento, caminó hacia allí.
Alessio ya estaba parado al lado de la cuna protectoramente.
Isaak vino a mi lado y me dio un beso en la frente. — Gracias por darles a todos
este regalo. No he visto a Lyov tan emocionado y feliz en años. Décadas.
Mis ojos se nublaron con lágrimas no derramadas mientras veía a Lyov mirar a
Princesa. Estaba sin palabras y se llevó un puño a la boca. Sabía que estaba tratando
de contener las lágrimas.
Isaak también se acercó a la cuna, de pie junto a Lyov.
—Ella es una belleza —Isaak anunció con orgullo.
— ¿Por qué todos la llaman hermosa? Los recién nacidos parecen un montón
de papas —dijo Viktor con una sonrisa.
¿Acaba de llamar fea a mi hija? Eso le valió una mirada feroz de mi parte.
—Muévanse. Déjenme ver a la papa —dijo Viktor. Se acercó a la cuna y se paró
junto a Alessio.
Y luego silencio.
—Papa, mi trasero —se rio Maddie en mi oído.
Los ojos de Viktor se abrieron y se congeló. Parecía completamente
hipnotizado, al igual que los otros tres hombres de pie alrededor de su cuna.
Noté que Phoenix también había llegado hasta allí. Solo faltaba una persona.
Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, lo encontré apoyado contra la
pared en la esquina más alejada. Siempre solo. Siempre solitario.
— ¿Por qué estás ahí? —Pregunté suavemente.
Nikolay se encogió de hombros y miró a la cuna. Parecía que quería estar allí,
pero se quedó quieto.
—No quiero asustarla —respondió finalmente, señalando sus cicatrices.
Mi corazón tartamudeó ante sus palabras. ¿Realmente creía eso?
Tenía la necesidad de ir a él y envolverlo en un fuerte abrazo.
Sacudiendo mi cabeza, volví a mirar a los cinco hombres reunidos. Nikolay
pertenecía allí. Con ellos, cuidando a mi hija.
Phoenix se alejó. Se dirigió hacia su primo. —Deja de ser una nenita —dijo a la
ligera.
Sonreí cuando Phoenix arrastró a Nikolay a la cuna. El pobre hombre parecía
asustado.
Y luego todos estaban parados alrededor de la cuna.
Era una vista impresionante. Seis hombres grandes y musculosos parados
alrededor de una cuna que contenía solo a una pequeña bebé.
Desde mi cama, ni siquiera podía ver la cuna... y mucho menos a ella.
Viktor tenía la cabeza prácticamente metida dentro de la cuna. Alessio hinchó
el pecho, luciendo muy orgulloso.
—Mierda. Esto no está bien. No está bien —murmuró Viktor en voz baja. Vi a
todos los hombres asentir de acuerdo.
¿Eh?
—Definitivamente no está bien —agregó Lyov con el mismo tono. Mis cejas se
fruncieron en confusión.
—Ya los tiene envueltos alrededor de sus pequeños dedos —murmuró Maddie,
sentada a mi lado.
Simplemente asentí. Eso era cierto. ¿Era posible decir que yo era la madre más
feliz del mundo en este momento?
Mi princesa tenía todo el amor que necesitaba. Todo el amor que nunca tuve.
—Lo hiciste bien —continuó Maddie.
Tomé sus manos en las mías mientras observamos a los hombres que miraban
a la princesa.
Un golpe sonó en la puerta, y grité un suave: —Adelante.
Evaline entró con un gran ramo de flores. — ¡Hola, cariño! —dijo alegremente,
viniendo a mi lado.
— ¿Cómo has llegado hasta aquí? —Pregunté, asombrada mientras me
abrazaba.
—Viktor me envió el jet privado. Vine tan pronto como recibí la noticia —
murmuró en voz baja.
Sus ojos se dirigieron a los hombres y levantó las cejas en cuestión. Maddie se
rio entre dientes.
—Ni siquiera quieres saber, chica.
—Parece que los guiará con solo mover un dedo. Puedo imaginarlos moviendo
la cola y siguiéndola —respondió ella con una risa humorística.
— ¿Ya han pensado en un nombre? —Evaline continuó.
—Uh huh. Alessio y yo lo anunciaremos cuando lleguemos a casa.
Teníamos el nombre perfecto para nuestra princesa. Y no podíamos esperar
para compartirlo con todos.
—Solo esperaré a que los chicos terminen con su admiración para poder ver a
la princesa —dijo con un suspiro.
—Estarás esperando por horas. No los veo moverse pronto —se rio Maddie.
Me reí porque Maddie tenía toda la razón.
—Bueno, no importa entonces. Mi turno para abrazar a la princesa. —Evaline
guiñó un ojo antes de caminar hacia la cuna. Se abrió paso entre los hombres y se
inclinó.
Sosteniendo a mi niña en el hueco de sus brazos, sonrió. —Mira a la pequeña
lindura. Ella es tan adorable y tan pequeña.
—Se supone que debes sostener su cuello —dijo Alessio con urgencia. Se
movió e intentó sostener a Princesa con su mano.
—Emm... Sé cómo sostener a un bebé, Alessio. Y le estoy sosteniendo el cuello.
—Asegúrate de que la manta esté bien envuelta alrededor de ella. Ivy dijo que
la mantiene caliente. Como si todavía estuviera en el vientre de su madre. No la
muevas demasiado. Ella está durmiendo…
Oh bueno.
Me recosté y vi el desarrollo del drama.
Capítulo 35
Cuando el auto se detuvo, salí. Alessio ayudó a la Princesa a salir de su asiento
infantil. Colocándola en mis brazos, me dio un beso rápido.
Mi corazón latía como siempre cuando Alessio estaba cerca o me tocaba. Su
brazo me rodeó la cintura cuando entramos en la casa con los chicos, Maddie y
Evaline siguiéndome de cerca.
Tan pronto como estuve adentro, mi bebé ya no estaba en mis brazos.
No. Un segundo ella estaba allí y luego Lena me la robó. Tampoco tuve la
oportunidad de parpadear.
Todos estaban reunidos, tratando de echar un vistazo a la pequeña princesa.
—Aww, solo mírala. Una cara tan inocente y adorable. Es difícil creer que sea la
hija de Alessio. Pero definitivamente es obvio que ella es de Ayla —bromeó Lena,
sus ojos prácticamente brillaban de felicidad.
—Oh, solo espera hasta que abra los ojos. Ella es toda de Alessio —respondí.
Alessio tenía sus manos a cada lado de mis caderas, y me recosté contra él, mi
espalda hacia su estómago mientras recostaba mi cabeza sobre su pecho.
—Oh, sí. Maddie dijo que tiene los ojos de Alessio.
—Los ojos de María —agregó Lyov. Fue a pararse junto a Lena, mirando el
pequeño bulto de alegría.
Ante la mención de la madre de Alessio, me dolía el corazón por Lyov. Pero
sabía que iba a estar bien. Había sonreído más de lo que podía contar en las últimas
veinticuatro horas de lo que lo había visto.
Isaak dijo que era lo más feliz que había estado desde la muerte de María.
No tuvimos que ir muy lejos para ver cuánto admiraba Lyov a su nieta. Su
mirada estaba llena de ternura y calidez, algo que no estaba acostumbrada a ver en
Lyov.
Pero allí estaba él, completamente envuelto alrededor de su dedo meñique.
Con Lena todavía sosteniendo a la bebé, entramos en la sala de estar. Alessio
me hizo sentarme en el sofá mientras Lena se acomodaba a mi lado. Alessio se
quedó de pie mientras Maddie se sentaba a mi otro lado.
Lena movió suavemente las yemas de sus dedos sobre el labio de Princesa. Y
luego su linda nariz de botón. Ella emitió un pequeño y adorable sonido de graznido
y se movió con impaciencia en su apretada manta.
Para una recién nacida, ella se movía mucho. No es de extrañar que siempre
estuviera practicando en mi vientre.
— ¿Cuál es su nombre? —Preguntó Lena.
Miré a Alessio y su sonrisa se ensanchó. El hoyuelo en su mejilla hizo que mi
estómago se apretara. Podía sentir mi propia sonrisa.
—Maila Lena Ivanshov.
El nombre salió de mis labios sin esfuerzo. Se sintió tan bien. Alessio había
aceptado el nombre al instante cuando le pregunté sobre eso hace unos meses.
Todavía recuerdo claramente cuán afectado se veía cuando le expliqué el
significado detrás del nombre. Me había besado profundamente, fuerte y
bruscamente. Y luego procedió a hacerme el amor toda la noche.
—Es por las tres madres —explicó Alessio, su voz cálida y profunda.
—Maila es por la madre de Alessio y la mía. Maria y Leila. Pusimos ambos
nombres juntos para obtener Maila. Y suena muy hermoso. Lena... bueno, Lena es
por nuestra segunda madre —continué.
Mi mirada encontró la de Lena y ella estaba llorando en silencio. —Ella
también lleva tu nombre. Por ser nuestra madre y por darnos el amor que nuestras
madres nunca tuvieron la oportunidad de darnos.
—Maila Lena Ivanshov —dijo Lyov lentamente. Miró a Maila, nuestra
princesita.
Lyov sonrió y la tomó en sus brazos. Él la sostuvo, con una palma debajo de su
cuello mientras sus pequeños pies descansaban contra su pecho. —Un nombre tan
hermoso. Un nombre fuerte también. Proveniente de tres fuertes mujeres. Apto para
una verdadera princesa guerrera.
—Es hermoso —coincidió Isaak. Su voz también sonaba un poco rara, como si
estuviera tratando de no llorar.
—Sus madres estarían orgullosas de ustedes dos —dijo Lena—. Mírense.
Después de todo, han salido más fuertes.
No dije nada, solo porque no sabía qué decir. Sentía un nudo en la garganta por
las emociones, y parecía que Alessio estaba teniendo el mismo problema.
—Está bien... ¡Momento de regalos! —Maddie anunció cuando todos se
callaron.
Sonreí. Supuse que era momento de regalos.
Todos presentaron sus regalos, y mi corazón dio un salto de felicidad. Mi
familia. Finalmente, fue el turno de los muchachos.
—Su regalo está arriba —anunció Nikolay—. En la sala del piano.
Oh. Sintiéndome emocionada ante la idea, me levanté del sofá.
Finalmente me di cuenta de que Alessio había desaparecido. Mirando a mi
alrededor, me detuve y lo busqué.
—Está arriba, esperándote —dijo Maddie suavemente. Con un empujón, me
dirigí a la sala del piano... con todos detrás.
Entré para encontrar a Alessio parado en el medio. Guiñó un ojo y sonrió antes
de abrir sus brazos. Mis pies me llevaron directamente a sus brazos abiertos.
Acurrucada en su abrazo, suspiré completamente satisfecha.
— ¿Lista para su regalo? —murmuró en mi oído. Asentí contra su pecho antes
de alejarme.
Dio un paso atrás y se alejó de mí. Fue entonces cuando mis ojos notaron algo
nuevo al lado del piano. Estaba cubierto con una manta, así que no podía verlo.
— ¿Qué es esto? —Pregunté, ya yendo hacia allí.
—Es para la princesa. Nuestro regalo para ella —dijo Viktor, su voz seria.
Aparté la manta, y un pequeño jadeo escapó de mis labios.
Oh, que hermoso
—Esto es... estoy sin palabras... —dije, pasando mi mano sobre el material de
seda suave.
Era una linda cuna de bebé. Pequeña pero muy hermosa.
Para mi sorpresa, era una cuna oscilante. La ropa de cama era suave y de color
rosa pálido. Las cortinas estaban hechas de encaje y caían a ambos lados de la cuna.
El resto estaba hecho de madera, pero todo estaba prácticamente cubierto con
cortinas y sábanas de seda.
Froté mi mano sobre la madera y sonreí. Ahora Maila tenía un hermoso lugar
para descansar cuando tocaba el piano.
Era simplemente perfecto.
Avancé y mi sonrisa se amplió. En la parte superior, desde donde se unían las
cortinas y se ataban, había un pequeño trozo de madera.
En ella, PRINCESA estaba escrita en letras cursivas.
Sentí a Alessio a mis espaldas, y me apoyé en su cálido cuerpo.
—Esto es tan hermoso y considerado. Mantendré la cuna aquí, para que Maila
pueda escucharme tocar mientras descansa —dije suavemente.
—Ese es el plan —respondió Phoenix. Podía escuchar la descarada sonrisa en
su voz.
—Pasaron dos meses construyéndola —murmuró Alessio contra mi sien.
Mi boca se abrió. — ¿Ustedes lo construyeron? —Pregunté en estado de shock.
Girándome, me enfrenté a los tres. Parecían repentinamente tímidos.
—Nos llevó algo de tiempo y muchos intentos. Pero lo entendimos bien al final.
Maila merece un regalo hecho por nuestras propias manos —dijo Nikolay.
Parpadeé para contener las lágrimas. Me picaba la nariz y me ardían los ojos.
Lágrimas de felicidad. Me acordé de que Alessio me prometió solo lágrimas felices.
Cumplió su promesa.
Lena me entregó a Princesa y le di un beso en su frente pequeña. Alessio hizo lo
mismo. Un dulce beso suave.
Sus labios se fruncieron en un lindo puchero, y sonreí. Completa y
extremadamente feliz. Finalmente estaba completa.
La coloqué suavemente en la cuna. Alessio envolvió su brazo alrededor de mis
caderas, su cabeza enterrada en mi cuello.
Esto era lo que necesitaba. Lo que había soñado desde que era niña.
Mientras que cada día en el cual vivía una pesadilla, había soñado con esto.
Esperaba esto.
Y ahora era mi realidad.
Amor, felicidad y paz.
Lo tenía todo.
Y mi hija también lo tenía todo.
Gracias a Dios, Alessio estacionó su auto allí ese fatídico día.
Estaba destinado a ser desde el principio.
Estábamos hechos el uno para el otro.
Capítulo 36
Alessio

Cinco semanas después

Un llanto tranquilo pero repentino me despertó. Gemí adormilado y acerqué a


Ayla a mi cuerpo. Mi rostro estaba enterrado en su cuello, mi brazo envuelto
fuertemente alrededor de su cintura. La escuché gemir, y moverse.
El llanto continuo.
Al abrir los ojos, la oscuridad me dio la bienvenida. Excepto por la pequeña
lámpara que brillaba detrás de mi espalda.
La princesa siguió llorando suavemente. Parecía molesta y agitada.
Definitivamente no tenía hambre. Ayla acaba de alimentarla hace unas horas.
Ayla suspiró, su cuerpo desnudo moviéndose contra el mío. —Es mi turno. Me
encargaré —susurró adormilada.
Ella comenzó a sentarse, pero la empujé hacia la cama. —Vuelve a dormir. Yo
me encargaré.
Ayla me miró adormilada, una pequeña sonrisa curvó sus labios. Tan
jodidamente hermosa.
Murmuró un rápido agradecimiento cuando me levanté. Se acurrucó alrededor
de mi almohada, sus ojos se cerraron con un suspiro. Supe que estaba dormida en
segundos.
Dándole una última mirada, me acerqué a la cuna. Ayla y yo decidimos
mantener a Maila con nosotros hasta que tuviera unos meses. No estábamos listos
para que la Princesa durmiera sola.
Aunque con ella durmiendo en la misma habitación, nos fue más difícil
enrollarnos. Pero encontramos nuestra manera. Creatividad en su mejor momento.
Al detenerme al lado de la cuna, vi a Maila moverse agitada, sus piernas dando
patadas de ira, sus pequeños puños moviéndose con frustración. Parecía que tardé
demasiado en llegar a ella. Pequeña princesa exigente.
Sonreí al pensarlo. A Maila le encantaría la atención, pero era una buena bebé.
Apenas lloraba y dormía la mayoría de las noches. Ayla y yo estábamos agradecidos
por ello.
La Princesa se dio cuenta de que estaba allí y sus movimientos se detuvieron.
Ella yacía allí, haciendo pequeños maullidos. Ella era la cosita más linda del mundo.
Me incliné por la cintura y recogí a la princesa. Mis brazos la rodearon a salvo y
la acerqué a mi pecho. Al instante dejó de llorar.
Su pequeño puño descansaba contra mi pecho mientras parpadeaba hacia mí.
Sus ojos azules estaban borrosos por las lágrimas, haciendo que me doliera un poco
el corazón.
Odiaba las lágrimas en sus ojos. Me hacía cosas en el corazón, ver llorar a mi
bebé.
Mi hija nunca experimentaría dolor. No como su madre. No como yo lo hice.
Sería amada y ferozmente protegida.
La idea de que alguien lastimara a mi princesa me hizo querer enojarme.
Mataría a cualquiera que le hiciera daño. Cualquiera que la hiciera llorar una lágrima
dolorosa. Ellos morirían. Sencillo y simple.
Limpié sus lágrimas y dejé que mi pulgar permaneciera sobre sus suaves
mejillas. —Cálmate ahora, pequeña —canturreé al lado de su oreja.
Ella retrajo un pequeño grito, y sus labios se fruncieron en un puchero. Una
risa seca se escuchó de mí. Maila nos tenía a todos envueltos alrededor de su dedo.
Girando la cabeza hacia un lado, miré a Ayla. Ella estaba durmiendo
profundamente. Con una sonrisa, le di una última mirada antes de salir de la
habitación.
La puerta de la guardería de Maila estaba parcialmente abierta, así que me abrí
paso. La Princesa continuó mirándome, parpadeando adormilada. Sabía que ella
también estaría dormida en poco tiempo.
Sus piernas pateaban e hizo otro sonido de hipo. —Si. Si. Lo sé. Necesitas un
cambio de pañal.
Podía sentir lo lleno que estaba su pañal. Probablemente, por eso se despertó.
Sacudiendo mi cabeza, la puse en el cambiador. Ella arrulló, y sus labios se torcieron
en la más pequeña sonrisa.
Maldita sea, ella era la más linda.
Y ella también había jodido mi mente. Tal como lo había hecho su madre hace
tantos meses.
Si hace un año me hubieras preguntado si estaría arrullando y cambiando los
pañales de un bebé, me habría reído y te habría pateado las tripas por hacer la
pregunta más estúpida.
Pero ahora, no podría imaginar mi mundo sin Maila.
Se había envuelto alrededor de mi corazón y estaba allí para quedarse. Justo
como mi Ángel.
Ambas me pertenecían, hacían que mi corazón se volviera a llenar.
Era un pensamiento risible... difícil de imaginar. Todo se sentía surrealista.
Como un sueño.
Pero luego me despertaba junto a Ayla, su cuerpo envuelto alrededor del mío
como un tornillo. Ella abría los ojos, mirándome con una mirada tan amorosa. Desde
la distancia, Maila estaría llorando o arrullando.
Y recordaría que nada de esto era un sueño.
Encontré a mi Ángel... y ella me dio una princesa.
Salí de mis pensamientos cuando sentí la pierna de Maila patear
impacientemente contra mi pecho. Estaba acostada, moviéndose agitada.
—Eres impaciente —le dije mientras le quitaba el enterizo.
Alcancé el cambiador y agarré un pañal. Respirando profundamente, me puse a
hacer la imposible tarea.
—Bueno. Hagamos esto, princesa.
Con eso, rápidamente quité el pañal y limpié a Maila. Mientras contaba los
segundos en mi cabeza, le puse un pañal limpio y lo arreglé correctamente.
¡Treinta segundos!
Y ella no se orino en mí. Joder sí.
La última vez, Viktor no tuvo tanta suerte.
Pero en serio, ¿quién coño juega con un bebé desnudo?
Me reí en silencio para mí mismo. Sus gritos horrorizados aún resonaban en
mis oídos.
¿Moraleja de ese día? Nunca juegues con un bebé desnudo. O mejor aún, nunca
tardes demasiado en cambiar sus pañales. Te orinarán.
Después de vestir a Maila de nuevo, la acuné en el hueco de mi brazo. Se
acomodó contra mi pecho y pensé ver que suspiró.
Sus ojos se cerraron instintivamente, haciéndome sonreír. Tenía el amor de
Ayla, pero hace unas semanas me di cuenta de que también tenía el amor de mi hija.
Me instalé en la mecedora y vi a mi princesa dormir. Su pequeño cuerpo se
relajó en mis brazos mientras me mecía de un lado a otro.
Mis ojos se volvieron más pesados cuando el sueño comenzó a vencerme.
Apoyé mi cuello contra el respaldo de la silla, cerrando los ojos en el proceso.
Mi último pensamiento fue lo afortunado que era. Recordé mis días antes de
Ayla... y luego después de conocerla. Cuánto he cambiado, pero también cuánto
seguía igual.
Mi Ángel podría haberme hecho más humano, pero también aceptó el lado del
monstruo. Ella me amaba a pesar de todo.
Ella me dio una familia, una princesa que podía amar y adorar. Ayla ha
completado esta familia rota. Ella me hizo un mejor hombre. Para ella y nuestra
princesa.
Mis labios se torcieron en una sonrisa cuando acerqué a Maila a mi pecho.
Con mi hija durmiendo a salvo en mis brazos, también me quedé dormido.
***

Ayla

Desperté en una cama vacía. Sorprendida, me senté rápidamente. Mis ojos se


acostumbraron a la luz de la mañana con gran esfuerzo mientras parpadeaba la
somnolencia.
Al levantarme de la cama, me dirigí a la cuna para encontrarla vacía también.
Recordé a Alessio despertando para cuidar a Maila. ¿No volvieron a la cama?
Me puse la bata mientras entraba al baño. Rápidamente me lavé los dientes y la
cara. Después de atar mi cabello en un moño rápido y desordenado, me dirigí a la
habitación de Maila, la de al lado.
La puerta ya estaba abierta. Cuando miré dentro, lo primero que vi fue la
espalda de Alessio.
Estaba inclinado sobre el cambiador y murmuraba palabras suaves a nuestra
hija. Sonreí al verlo. Realmente era un padre cariñoso.
Apoyada contra la puerta, admiraba a mi esposo mientras bañaba a nuestra
bebé con amor. Alessio la cargó y vi su cabecita sobre sus hombros. Tenía puesta
una pequeña diadema de flores rosadas.
Alessio se volvió y noté que Maila llevaba un vestido rosado. Parecía que su
padre ya la había vestido esta mañana.
—Buenos días —le dije, entrando a la habitación.
Alessio se dio la vuelta, mirándome mientras movía a la princesa en sus brazos.
—Buenos días —respondió, su voz profunda—. Pensé en vestirla antes de que
despertaras.
Sonriendo, caminé hacia ellos. —Puedo ver eso.
Cuando extendí mis brazos, Alessio me dio a Maila. La acerqué a mi pecho e
incliné la cabeza hacia ella, oliendo su dulce aroma a bebé.
—Debería alimentarla antes de llevarla abajo —le dije, volviendo la cabeza
hacia Alessio. Me acerqué a él y enganché un brazo alrededor de su cuello.
Nuestra hija estaba acunada entre nuestros cuerpos cuando puse un dulce beso
en sus labios. Él sonrió antes de tomar mis labios en un beso más exigente,
obviamente sin importarle que Maila estuviera pegada entre nosotros.
Cuando ella arrulló, me alejé, sintiéndome sin aliento mientras miraba a
Alessio. Guiñó un ojo antes de besarme en la frente y acercarnos a la mecedora.
Me acomodé en su regazo, sosteniendo a Maila contra mi pecho. Después de
que Alessio me desatara la bata, acerqué a la princesa a mi pecho. Se prendió
inmediatamente y se llenó. Mi cabeza descansaba sobre el hombro de Alessio
mientras Maila se alimentaba.
—Maddie y yo discutiremos la boda hoy. Lo hemos pospuesto por mucho
tiempo. La boda es dentro de tres semanas, y todavía no he hecho ningún tipo de
preparación —dije en voz baja.
—No lo has hecho, pero Maddie sí. Estoy seguro de que tiene todo preparado
—respondió Alessio, apretando sus brazos alrededor de mi cintura.
Sonriendo al pensar en ello, sacudí mi cabeza. —No me sorprende. ¿Quieres
estar allí cuando discutamos las decoraciones? No es solo mi boda. Es nuestra. ¿No
deberías tener algo que decir?
El pecho de Alessio vibró con una risita tranquila mientras colocaba un beso en
mi frente. —Haz lo que quieras, Ángel. No me importa. Lo único que me importa es
que te estaré esperando al final del pasillo. Mientras el día termine con nosotros
diciendo nuestros votos y conmigo haciéndote el amor, estoy bien.
Eso me causó otra sonrisa. Realmente tenía talento con las palabras. —Hmm…
¿Haciéndome el amor? Me gusta cómo suena eso —respondí antes de cambiar a
Maila a mi otro seno.
Alessio gimió, apoyando su cabeza contra la mía. —Esto es tortura. ¿Por qué
nadie me dijo que teníamos que esperar?
Una risa escapó de mis labios mientras alejaba mi cara. —Paciencia, Alessio.
Él resopló, dándome una mirada dura. — ¿Te parece divertido?
—Un poco —respondí encogiéndome de hombros.
Nos miramos por un segundo antes de reírnos. Maila saltó en mis brazos, su
boca se abrió con un fuerte grito. Mis ojos se abrieron, y rápidamente tranquilicé a
mi asustada bebé.
La risa de Alessio se redujo a una risa tranquila. —La asustamos —murmuré
cuando ella continuó amamantando hambrientamente.
Alessio y yo estuvimos callados mientras veíamos a Maila alimentarse. Sus ojos
estaban cerrados, su pequeño puño descansaba contra mi otro seno.
Mis ojos se movieron alrededor, admirando la habitación que Maddie me había
ayudado a armar. Alessio también ayudó en ella.
La habitación era grande, demasiado grande para un bebé. Pero era la más
cercano a nuestra habitación, así que esa fue nuestra primera opción.
Las paredes estaban pintadas de un suave color beige. La cuna de Maila estaba
contra la pared en medio de las dos grandes ventanas.
La cuna era apta para una princesa. Suaves cortinas rosadas caían a ambos
lados. Al lado de la cuna, había un sofá y una otomana. La mecedora estaba al otro
lado de la cuna.
Mi mirada fue a la pared detrás de la cuna, donde las cortinas no cubrían. Mi
corazón latió con la cita allí.

Tu primer aliento se llevó el nuestro.

Oh, cuán sinceras eran esas palabras. Ella era nuestro milagro, nuestra luz.
Había dos citas más alrededor de la habitación. Mi mirada se dirigió a la
segunda. Estaba en la pared al lado de la ventana, donde estaba el tocador.
Te amamos antes de que nacieras.
Y ahora, nuestro amor por ti es más brillante.

Cuando mis ojos se dirigieron a la última cita, tuve que reprimir mi risa.

No hay Príncipe Azul para mí. Mi Papi es mi único Rey.

En realidad, esa no era la cita original. El original decía:

Algún día encontraré a mi Príncipe Azul pero mi Papá siempre será mi Rey.

Pero Alessio siendo Alessio, cuando entró en la habitación y encontró esa cita
pintada en la pared, bajó las escaleras y regresó con pintura.
Ninguna discusión lo detuvo de volver a pintar esa pared y escribir su propia
cita.
Y ahora teníamos la nueva versión.
Decir que Alessio era protector y posesivo era quedarse corto. Me preguntaba
qué pasaría con el primer novio de Maila. La idea dejó un escalofrío en mi columna.
No era solo la posesividad de Alessio. Ese chico también tendría que lidiar con
tres tíos agobiantes y dos abuelos.
No era bueno. No era bueno en absoluto. Parecía que no habría Príncipe Azul
por mucho tiempo.
Fui sacada de mis pensamientos cuando Maila dejó de mamar.
Me puse de pie, notando que ella había terminado. Meciéndola en mis brazos,
miré a Alessio.
— ¿Puedes llevarla abajo mientras me visto?
Alessio también se levantó. Me dio un beso rápido en la punta de la nariz antes
de alejarse.
Le entregué a Maila y él la sostuvo suavemente en sus brazos. —Tengo que
ocuparme de algunas cosas, así que no te veré para el desayuno.
Simplemente asentí. Con los Italianos bajo el reinado Ivanshov, Alessio había
estado ocupado. Alberto había dejado un desastre atrás. Un desastre que Alessio
tenía que limpiar ahora.
Vi las sombras detrás de sus ojos. Quería mantenerme alejada de todo esto,
pero era imposible. Vivía y respiraba esta vida con él.
Por mucho que esta vida fuera parte de él, también era parte de mí. Nací en la
vida de la Mafia. Simplemente tuve la desgracia de tener que experimentar el lado
más oscuro. Pero también he encontrado el amor en esta vida.
Después de todo, mi esposo era el jefe. Él era el Rey. Y yo era su Reina.
Le sonreí, tratando de aliviar la tensión en sus ojos. Sus hombros estaban
rígidos, pero ante mi sonrisa, sus músculos se aflojaron.
—Te veré más tarde —murmuré. Él asintió mientras yo caminaba hacia la
puerta.
Mis piernas se congelaron en la entrada. Mirando sobre mis hombros, le envié
una sonrisa burlona. —Solo tres semanas más, señor Alessio Ivanshov. Y luego soy
todo suya... para hacer lo que quiera.
Sus ojos ardieron peligrosamente, la mirada de deseo y pura lujuria sin
adulterar me hizo morderme los labios.
Alessio gruñó bajo en su pecho, y salí rápidamente de la habitación.
Pero no antes de escuchar su voz de advertencia. —Te arrepentirás de esas
palabras, gatita.
Me reí, mi corazón latía salvajemente de emoción. Mis mejillas se calentaron
mientras esperaba impacientemente a que terminaran esas tres semanas.
Capítulo 37
Bajé las escaleras para encontrar a Maddie, Nina y Evaline en la sala de estar.
Nina se balanceaba de rodillas con Princesa sentada en su regazo, tratando de
mantenerla entretenida.
Una sonrisa apareció en mi rostro al ver la escena. ¿Quién lo habría imaginado?
Tía Nina
Era difícil de creer, pero Nina era una tía cariñosa. Ella no siempre lo mostraba,
pero estaba claro como el día que se preocupaba por Maila.
No era dulce y gentil como Evaline o Maddie. No, su rostro siempre estaba frío.
Ella miraba sin emoción. Sus sonrisas vacías y oscuras.
Pero hubo algunas ocasiones en que noté un desliz en su carácter duro. Una
pequeña sonrisa genuina en su rostro cuando jugaba con Maila. Una mirada suave
en sus ojos. No siempre estaba allí... pero me daba cuenta. Lo vi y supe que Maila
también era amada por Nina.
Para colmo, Nina la consentía demasiado.
Evaline me envolvió en un abrazo cuando me detuve a su lado. —Bienvenida a
casa. ¿Cuándo llegaste aquí? —Pregunté, después de alejarme.
—Hace pocos minutos. Tenemos la boda planeada. Sin embargo, estoy aquí
solo unos días. Mi jefe está siendo un gilipollas. Tenemos un proyecto para firmar
con otra empresa, así que me tengo que ir. Pero volveré un día antes de la boda —
explicó con una mueca triste.
Sonriendo, la abracé de nuevo. —Bien. Eso es lo suficientemente bueno.
Mientras estés aquí para la boda. Después de todo, eres mi dama de honor.
El arrullo de Maila me alejó de Evaline. Cuando vi su barbilla cubierta de saliva,
di un paso adelante. Pero Nina ya la entendió.
Tomando una pequeña toalla en la mano, limpió la barbilla de Maila. —Lista —
murmuró.
— ¿Quién la vistió esta mañana? ¡El vestido es tan lindo! — cantaleó Evaline,
agitando su dedo frente a Maila.
—Alessio —respondí, tratando de ocultar mi propia risa.
Maddie se echó a reír. —Oh, Señor. Ella los tiene a todos envueltos alrededor
de sus dedos. ¡Es tan lindo!
Asentí por lo cierto que era. Viktor, Nikolay y Phoenix eran sus padrinos. Fue
difícil elegir entre ellos. Y también se amenazaron mutuamente. Estalló una gran
pelea sobre quién era el padrino. Al final, me decidí por los tres. Cuanto más, mejor,
¿verdad?
Después de todo, todos la amaban igual.
Mis ojos fueron a Maddie. La vi mirando a Maila, sonriéndole. Mi propia sonrisa
se ensanchó. Desde el principio, siempre se supo que ella sería la madrina.
Todavía me dolía el corazón por su pérdida. Pero cada vez que le sonreía a
Maila, su amor puro, lentamente me olvidaba del pasado. Sabía que todavía estaba
sufriendo, su pérdida aún era fresca, pero sus heridas estaban sanando, lento pero
seguro.
Nos sentamos y discutimos la boda. Deben haber pasado horas cuando
finalmente tomamos una decisión. Maddie y Evaline finalmente se fueron para
llamar a los diseñadores y hacerse cargo de todo lo demás.
Mi mirada se dirigió a Nina. Ella estaba extrañamente callada. Con los meses,
nos hicimos cercanas. No tan cerca como estaba con Maddie o Evaline, pero podría
decir que éramos amigas.
Nina no era quien yo creía que era.
Sí, ella era ruda, mala y, a veces, completamente fría.
Pero después de guardar nuestras diferencias, nos llevamos bien. Contra sus
deseos, Maddie y Evaline la unieron al grupo. Ella no tuvo más remedio que
aceptarnos.
—Puedo sostenerla, si quieres —le dije, señalando a la durmiente Maila en sus
brazos.
Nina sacudió la cabeza. —Está bien. La sostendré.
Estuvimos en silencio por unos segundos antes de aclararme la garganta. Me
moví al lado de Nina y froté suavemente los dedos sobre la cabeza de Maila. A ella le
encantaba cuando hacía eso.
—Quiero que seas mi dama de honor, con Evaline.
Nina se congeló a mi lado, y luego hubo un silencio absoluto. Lamí mis labios
nerviosamente antes de finalmente mirarla a la cara.
— ¿Quieres que sea tu dama de honor? —Preguntó incrédula.
—Sí, somos amigas. Quiero que seas parte de esta boda —respondí en voz baja.
Nina me dio una risa seca. Tuvo cuidado de no sacudir a Maila. —Ayla, me follé
a tu marido y quieres que sea tu dama de honor. Sabes que eso no tiene sentido,
¿verdad? Podemos ser amigos, pero no estamos tan cerca.
Endurecí mis rasgos ante sus palabras.
Encogiéndome de hombros, le di una sonrisa. —Tienes razón, pero me
importas. No trates de actuar fría conmigo, Nina. Puedo ver más allá de esa falsa
fachada. Te importa y quieres tener amistades aunque trates de ocultarlo. Todos
necesitamos amigos, Nina. Significas mucho para mí. Como Maddie y Evaline. Así
que debes aceptar esto y dejar de luchar contra ello.
Las palabras eran ciertas, y durante semanas había estado desesperada por
decirlas.
Nina me miró en silencio antes de respirar profundamente. Ella sonrió y, por
primera vez, su genuina sonrisa se dirigió hacia mí. —Recuerdo un tiempo en que
solías odiarme.
Yo también sonreí. —También me odiaste —respondí secamente.
Nina sacudió la cabeza y miró a Maila en su regazo. —Odiar es una palabra
fuerte, Ayla. No te odiaba. Tal vez la palabra que estás buscando es celos.
Mis ojos se abrieron ante su elección de palabra. — ¿Celosa? ¿De mí? ¿Por qué?
Nina perdió su sonrisa y se encogió de hombros. —Viniste y todo cambió. No
me gustaba. No me gustaba cómo de repente Alessio pasó de ser esta persona fría a
amarte, mientras que yo había estado con él durante diez años.
Antes de que pudiera decir algo, ella continuó con la misma voz monótona. —
Tenía quince años cuando conocí a Alessio. Quince cuando me encontró en ese
callejón oscuro, golpeada y sangrando. Él me salvó. Lo admiré. ¿Sabes lo que pasó
dos semanas después? Me llevó al sótano, me empujó hacia adelante y me entregó
un cuchillo. Me di cuenta de que el hombre atado a la silla frente a mí era el mismo
hombre que me torturó. No le hice ninguna pregunta a Alessio. No importaba. Todo
lo que importaba era el hombre frente a mí. Tenía quince años cuando me
presentaron esta vida y me di cuenta de que era lo que necesitaba. Lo que quería.
Su mirada fría atravesó la mía, y casi me estremezco. —Me vengué esa noche.
Lo maté a sangre fría mientras Alessio estaba parado detrás de mí. Estaba orgulloso
de mí. Por matar a un hombre. Alessio es el diablo disfrazado, Ayla. Él es cruel y
despiadado. No tienes absolutamente ninguna idea. Y yo era su igual.
Mi corazón se encogió y miré al suelo. Mi mente trató de comprender la
historia que me estaba contando. Sabía quién era Alessio... pero Nina, esa era otra
historia.
—Todavía lo soy y siempre lo seré —continuó. Levanté la vista para ver una
pequeña sonrisa en su rostro.
—Pero solo en el campo. —Sus palabras quedaron colgadas mientras levantaba
su mano y tocaba mi pecho con un dedo.
—Porque tienes su corazón. Nunca tendré eso. La cosa es que tampoco lo
quiero. No siento. No me importa nada. Me gusta de esta manera. Insensible y fría.
Pero luego llegaste y boom, todos comenzaron a sentir. Alessio se preocupaba.
Quizás estaba celosa. Estuve con él durante tanto tiempo y nunca le importe, pero
tú... llegaste y te envolviste en él.
Tragué fuerte contra la bola de la emoción. —Le importas. Eres parte de esta
familia. Se preocupa por todos, Nina. Incluyéndote.
Nina asintió y me dio otra sonrisa. —Lo sé. Entonces, no, no te odiaba.
Simplemente no entendía por qué todo estaba cambiando tan rápido. Pero ahora lo
hago. No sabemos la definición de amor, Ayla. No fuimos criados para amar y ser
amados. Tú cambiaste eso.
— ¿No tienes ningún rencor contra mí? —Pregunté en voz baja.
Nina se rio entre dientes. —No. Tenías razón. Alessio y yo solo teníamos sexo.
Eso era todo. No tenemos ningún sentimiento el uno por el otro. Nunca lo tuvimos.
No dije nada. Mi mente seguía tambaleándose por todo lo que Nina me había
dicho. ¿Estaba celosa de que Nina lo tuviera antes que yo? Sí, lo estaba, pero ya no
importaba.
Alessio me eligió.
—Seré tu dama de honor. —La voz de Nina me sacó de mis pensamientos.
— ¿Lo serás? —Pregunté, mis cejas se alzaron sorprendidas.
Ella asintió, su mirada se dirigió a Maila, quien lentamente se despertaba. Nina
me entregó a mi hija y acurruqué su pequeño cuerpo contra mi pecho.
—Realmente no tengo otra opción ahora, ¿verdad? Ya decidiste que somos
amigas —murmuró ella.
A pasos pequeños. Pero finalmente todos nos uníamos lentamente.
Capítulo 38
Tres semanas después

Alessio me arrastró hacía él hasta que prácticamente estuve acostada sobre él.
Mis brazos rodearon su cintura mientras enterraba mi rostro en su cuello. Puse una
pierna sobre sus caderas mientras su mano ardía en mi muslo con su agarre
posesivo.
Me quedé allí, respirándolo, escuchando los latidos de su corazón. Alessio
dibujaba patrones aleatorios en mi espalda, y mis ojos se cerraron lentamente por la
calma.
— ¿Dónde quieres ir para la luna de miel? —preguntó en mi oído.
Me acerqué a él, intentando acercarme lo más posible. Con mi cabeza sobre su
pecho, respondí en voz baja. —A la casa de la playa.
Alessio se puso rígido debajo de mí, todo su cuerpo se congeló ante mis
palabras. Sabía que reaccionaría de esta manera, pero mi decisión era definitiva.
Tenía que hacer esto. Tenía que seguir adelante.
—No —espetó en voz alta, sus dedos se apretaron imposiblemente alrededor
de mis caderas. Hice una mueca y me moví en su abrazo.
—Alessio… —comencé, pero él me interrumpió con un gruñido enojado.
—No vamos a volver allí de nuevo —me susurró al oído. Su tono era enojado,
su cuerpo rígido por la tensión.
Sabía que estaba tratando de mantener el control pero podía ver que
rápidamente lo perdía.
—Pero…
Me interrumpió de nuevo. — ¡Dije que no!
Alessio se apartó y nos dio la vuelta hasta que estuve debajo de su firme
cuerpo. Sus dedos rodearon mis muñecas, tirando de ellas sobre mi cabeza. —Ayla,
no lo volveré a repetir. No vamos a volver allí. Nunca más. ¿Entendido? Ni siquiera
está en discusión.
Pude ver las líneas de tensión alrededor de sus ojos y de su frente. Mi corazón
se apretó cuando vi dolor en la profundidad de sus ojos azulados.
—Alessio —comencé de nuevo. Él ya estaba sacudiendo la cabeza, pero
continué—. Por favor, déjame hacer esto. Necesito hacerlo. Es importante para mí
seguir adelante. Compraste para mí la casa de la playa, ¿verdad?
Él no respondió, su mandíbula se apretó con el esfuerzo de mantener su ira
bajo control.
—Sí—siseó finalmente.
Retiré mis manos de su agarre. Con gran renuencia, me dejó ir. En lugar de
alejarme, lo acerqué aún más.
Mi mano acarició su áspero rastrojo mientras hablaba. —Bueno, entonces
quiero ir a mi casa en la playa. No puedes detenerme. Quiero hacer esto, Alessio.
Tengo que seguir adelante, y no podemos permitir que lo que pasó nos impida vivir.
Si siempre voy a encogerme de miedo y esconderme detrás de ti, ¿cómo enfrentaré
mi pasado? Me duele pensar en ello... nuestros momentos felices fueron
interrumpidos por él. Nunca tuvimos la oportunidad de disfrutarlo.
Me detuve cuando las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. Mi
garganta se sintió apretada mientras hablaba. —Pero quiero regresar. Quiero
enfrentarlo y seguir adelante, contigo a mi lado. Sé que estarás allí para mí,
abrazándome cuando lo necesite. Tenemos que seguir adelante, Alessio.
Mis dedos acariciaban sus mejillas cuando me incliné y lo besé. —Tengo que
luchar contra ello... contra mi pasado. Se fue, pero todavía vive dentro de mí. A veces
vuelven las pesadillas. A veces, vuelvo a caer al fondo. Siempre me alejas de ello.
Pero yo tengo que luchar contra él. Esta soy yo luchando contra él. No dejaré que me
impida vivir y disfrutar mi vida con mi esposo... mi familia.
La garganta de Alessio se movió. Parecía que quería hablar, pero su voz le fue
robada. Su mandíbula se apretó, sus ojos ardiendo de ira y dolor.
—Por favor, déjame hacer esto. Quiero volver a la casa de la playa. Esta vez,
será diferente. Seremos felices —murmuré contra sus labios.
Él gimió, su frente tocando la mía mientras cerraba los ojos. Envolví mis brazos
alrededor de su espalda, sosteniéndolo contra mí. Casi podía sentir su dolor
desangrándose.
Volver allí... iba a ser difícil para los dos.
—Ángel —susurró muy suavemente.
Mi mano acarició su espalda suavemente, esperando que él estuviera de
acuerdo conmigo. Finalmente, abrió los ojos, pero su frente seguía descansando
contra la mía.
Sus labios se curvaron con desagrado cuando respondió. —Bien. Vamos a ir.
Pero no te quiero fuera de mi vista ni por un minuto. Va a ser una locura. Te volveré
loca. Pero por mi propia cordura, Ayla... por el amor de Dios, no puedes alejarte de
mi vista.
Sabía que no quería estar de acuerdo conmigo. Pero no tenía otra opción.
Íbamos a pasar nuestra luna de miel en la casa de la playa.
—Gracias —respondí, con el corazón en alto y lleno de amor por este
hombre—. No me alejaré de tu vista. Tendrás que seguirme al baño también.
Sus labios se torcieron, y luché contra el impulso de reír también. —Eres
jodidamente imposible, Ayla.
—Me amas —respondí, esta vez una sonrisa curvó mis labios.
Los labios de Alessio rozaron los míos mientras hablaba. —Malditamente
demasiado.
Luego tomó mis labios en un beso profundo, sin aliento y sin sentido.

***

Desperté para encontrar la cama vacía. Alessio debe haberse ido hace algún
tiempo, porque su lugar ya estaba frío a mi lado.
Después de refrescarme, fui a buscar a Maila. Finalmente, la encontré en la
habitación de Maddie.
Ambas estaban durmiendo en su cama, con Maddie abrazada y sosteniendo a
Princesa cerca de su pecho.
Una dulce escena. Una que también hizo que me doliera el corazón.
Maddie también habría estado sosteniendo a su bebé. Justamente así. Pero
ahora... solo podía sostener a Maila.
Las lágrimas picaron mis ojos mientras continuaba observándolas. Con el
corazón encogido, cerré la puerta suavemente, dejando que tuvieran su momento.
La siguiente parada fue la oficina de Lyov. Llamé a la puerta y oí un: —
Adelante. Al entrar, encontré a Isaak allí también.
Ambos se miraban profundamente en discusión, pero todo se detuvo cuando
entré. Sonrisas fueron enviadas hacia mí mientras me acercaba.
—Ayla —Lyov me reconoció.
Sonriendo, asentí con la cabeza antes de que Isaak me tomara en sus brazos.
Me abrazó y luego dio un paso atrás, Lyov tomó su lugar.
Fue una sorpresa ver a Lyov cambiar de alguien duro y odioso a amarme como
una hija.
Los últimos meses, se había transformado en alguien totalmente diferente. Él e
Isaak eran los abuelos perfectos. No podría haber pedido mejores abuelos para guiar
a Maila y apoyarla.
Además demostró que incluso los asesinos despiadados tenían un corazón.
Nunca hubiera pensado que encontraría consuelo y una familia amorosa con mis
enemigos. Sin embargo, aquí estaba, viviendo con ellos. Siendo amada por ellos.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó Isaak.
—Quería preguntarle algo a Lyov. Esperaba que no te importara —comencé
suavemente, observando la reacción de Lyov.
—Por supuesto. ¿Qué pasa? —preguntó, tomando asiento detrás del escritorio.
Abrí la boca para responder, pero rápidamente la cerré de nuevo. Parecía que
mi voz no podía salir. Había querido decir esto durante tanto tiempo, pero ahora
que estaba aquí, no sabía cómo empezar.
Mi garganta se sacudió mientras tragaba varias veces. El nerviosismo me
recorrió mientras ellos esperaban que hablara. Sus ojos estaban sobre mí,
mirándome intensamente.
Después de unos segundos de silencio, intenté nuevamente.
—Se supone que Isaak me acompañará por el pasillo mañana —dije
suavemente, mirando hacia Isaak por un breve momento. Él sonrió, su pecho
hinchándose con orgullo.
No había duda de que Isaak me acompañaría por el pasillo. Era su derecho, algo
con lo que había soñado. Un cuento de hadas hecho realidad.
Pero había alguien más que merecía ese momento también.
Nunca tendría esa oportunidad, pero quería que él lo experimentara. Algo que
le fue robado hace tantos años, quería devolverle esa felicidad.
Mis ojos volvieron a Lyov. —Pero también quiero que me acompañes por el
pasillo. Los dos.
Su boca se abrió. Hubo silencio, solo el sonido de nuestra respiración se podía
escuchar en la habitación.
— ¿Quieres que te acompañe por el pasillo? —Preguntó, con los ojos muy
abiertos en estado de shock—. Pero…
Lo interrumpí antes de que pudiera continuar. —Es algo que quiero y espero
que formes parte de ello, Lyov. Puede que no sea tu verdadera hija. Puede que no
sea tu princesa, pero solo por esta vez, quiero darte este momento. Tanto Isaak
como tú se lo merecen.
Isaak se frotó el pecho, como si lo estuviera lastimando. Bajó la mirada hacia
sus pies, pero no antes de que viera la cruda emoción en su rostro. Lyov tenía un
aspecto muy similar.
—Así que, ¿lo harás? ¿Me acompañas por el pasillo con Isaak? —Pregunté de
nuevo.
Lyov me miró y luego sacudió la cabeza. Mi corazón cayó y mis manos se
pusieron húmedas. Torcí el final de mi vestido, tratando de calmar mi respiración.
— ¿De dónde diablos viniste? —Preguntó, sus labios se torcieron
en una pequeña sonrisa.
Lyov se levantó y empujó la silla hacia atrás. Rodeó el escritorio y me envolvió
en un abrazo.
—Sería un honor para mí —susurró.
Mis ojos se abrieron y mi aliento estaba atrapado en mi garganta. Las lágrimas
cegaron mi visión cuando le devolví el abrazo. —Gracias —le susurré.
Cuando nos alejamos, fui a darle un abrazo a Isaak. —Y gracias por ser mi
padre y por elegir acompañarme por el pasillo. Es algo por lo que siempre estaré
agradecido.
Isaak me palmeó la espalda y se aclaró la garganta. Ambos hombres me
miraron con una pequeña sonrisa en sus rostros.
Sentí que la mía se ensanchaba, y luego me reí. —Alessio se reiría de ustedes si
los viese ahora.
Perdieron sus sonrisas, su rostro se volvió oscuro y serio. —Joder, no —
murmuró Lyov—. Si le dices algo a él...
Cerré la boca de golpe, intentando contener la risa.
—Ve. Ve. Ve… —Isaak me ahuyentó.
Mis pies me sacaron por la puerta mientras mi risa burbujeaba. Los escuché a
ambos maldecir cuando la puerta se cerró detrás de mí.

***

—Está bien, cierra los ojos, cariño. Voy a volverte hacia el espejo —murmuró
Evaline.
Podía escuchar la sonrisa en su voz. Mi propia sonrisa hizo su aparición. Cerré
los ojos y, con las piernas temblorosas, me volví hacia el espejo.
— ¿Lista? —Preguntó Maddie.
—No me convirtieron en un payaso, ¿verdad? —Bromeé.
Hubo risas. Me reí y luego finalmente abrí los ojos. Parpadeé y luego jadeé.
—Te ves hermosa, cariño —dijo Maddie. Desde el espejo, vi a Evaline y Nina
asintiendo.
Realmente hicieron su magia. Perfectamente, debería decir.
Lo primero que noté fue mi cabello. Maddie no se excedió. Era simple pero muy
hermoso. Mi cabello todavía estaba suelto, pero en cambio estaba diseñado en una
trenza desordenada pero con rizos.
Flores blancas fueron fijadas a lo largo de la longitud, con una tiara de cristal
simple y elegante en la parte superior de mi cabeza.
Bajé la mirada y agradecí ver que Nina mantuvo mi maquillaje natural. Mis
pestañas estaban cubiertas con rímel y parecían muy largas. Mis labios estaban
pintados y lustrados con un ligero tono rojo. Incluso mi sombra de ojos era de color
marrón claro, aunque parecía un poco brillante. El delineador parecía un granate
profundo. Mis ojos verdes brillaron con los colores elegidos.
Mi cuello sostenía un único colgante de diamantes, la cadena hecha con perlas
blancas. Mis aretes eran similares.
Y luego mi vestido. Cuando lo elegí, estaba nerviosa, asustada de que a Alessio
no le gustara. Pero ahora, mientras me miraba en el espejo, sabía que le iba a
encantar.
Me veía hermosa. Me sentía hermosa.
El vestido de novia era casi sin mangas. Solo había una delgada correa de
encaje que me cubría los hombros. Mi corpiño era en corte V, y el color era un beige
claro. El encaje blanco lo cubría con cuentas esparcidas por todas partes. El vestido
estaba apretado sobre mi pecho, pero fluía alrededor de la mitad de mi estómago. Se
acampanaba en ambos lados. El final del vestido estaba cubierto con el mismo
diseño de encaje que mi corpiño.
Me volví hacia un lado, mirando el vestido que se arrastraba detrás de mí. Era
largo por detrás, arrastraba. El vestido no era exactamente blanco. La tela debajo era
de color beige claro, pero tenía encaje blanco que cubría todo el vestido.
Mi espalda estaba medio cubierta con el encaje, mientras que la parte superior
estaba sin respaldo. El vestido se ensanchaba en mi espalda también, luciendo muy
fluido.
—Me encanta este vestido. Es simple pero muy elegante y hermoso —dijo
Evaline, sus ojos en mi vestido.
—Gracias —susurré, mirándome en el espejo.
—Aquí, déjame ponerte el velo —dijo Maddie. Me agaché un poco para que
pudiera fijar mi largo velo detrás de mi tiara. Se arrastraba a mis espaldas, incluso
más que el largo de mi vestido. El velo estaba hecho con el mismo material de
encaje, cubierto con cuentas y diseños florales.
Lena lo diseñó y lo hizo para mí. Era el algo nuevo de su parte, que
representaba sus bendiciones para mi feliz futuro.
Justo cuando estaba a punto de susurrar otro agradecimiento, llamaron a la
puerta. Maddie fue a abrir. Se movió hacia un lado cuando Isaak y Lyov entraron.
Ambos se detuvieron en sus pasos al verme, y sentí una sonrisa en mis labios.
—Mírate —dijo Isaak, acercándose—. Te ves hermosa, Ayla.
Me abrazó, y mis brazos lo rodearon, abrazándolo con la misma fuerza. —Me
recuerdas mucho a tu madre. Ella estaría muy orgullosa de ti, Ayla —me susurró al
oído antes de alejarse.
Me picaron los ojos, pero rápidamente pestañeé las lágrimas. Mientras Lyov me
abrazaba, hice todo lo posible por no llorar.
— ¿Estás lista? —preguntó, alejándose. Asentí y me miré.
—Tan lista como puedo estar—murmuré—. ¿Está listo Alessio?
Ambos se rieron y levantaron una ceja. — ¿Qué crees? Lleva horas listo y está
muy impaciente. Los muchachos tuvieron que encerrarlo en la habitación para
evitar que te viera —explicó Lyov con una sonrisa.
Una risita escapó ante la idea. Solo podía imaginarlo. Alessio era imposible.
Bueno, eso era quedarse corto.
—Es hora, Ayla —dijo Isaak.
Respirando profundamente, asentí. Con las piernas temblorosas, di un paso
adelante solo para ser detenida con la mano de Lyov sobre mi brazo.
—Tenemos algo para ti —dijo. Mis cejas se fruncieron en confusión mientras lo
miraba, esperando.
Fue entonces cuando noté que cada uno sostenía una pequeña caja de regalo en
sus manos. Oh.
Isaak se adelantó primero y abrió la caja. Dentro, encontré un par de aretes de
cristal en forma de lágrima. —Eran de tu madre. Son lo único que tengo de ella. Creo
que deberían ser tuyos ahora.
Me quedé mirando los pendientes con la boca abierta. —Esto podría ser tu algo
viejo. Si aún no tienes uno.
Sacudí mi cabeza, sin palabras.
—No, no tengo uno —murmuré, volviendo a mirar a Isaak—. ¿Estás seguro de
que quieres que tenga esto?
Él asintió y me entregó los pendientes. —Gracias —susurré, sintiéndome tan
abrumada por la emoción que apenas podía hablar.
Me quité los pendientes y usé los que Isaak me regaló, los pendientes de mi
madre. Cuando estuvieron en su lugar, mi corazón se sintió pesado y mi estómago se
revolvió con mariposas.
Eran lo único que tenía de mi madre y, por primera vez, me sentí cerca de ella.
Se sentía como si ella estuviera aquí, mirándome. Cerrando los ojos, me lo imaginé.
La imaginé con un vestido blanco, de pie detrás de Isaak, sonriéndome, sus ojos
llenos de tanto amor.
La vi soplando un beso y luego saludándome. La vi mirando a Isaak, sus ojos
sosteniendo el mismo amor profundo. En mi visión, ella colocaba su mano sobre su
espalda y besaba sus labios muy suavemente.
Y luego ella desapareció. Como si ella nunca hubiera estado aquí. Pero aún
podía sentir su presencia.
Al abrir los ojos, miré a Isaak con ojos llenos de lágrimas. —Desearía que ella
estuviera aquí. Ojalá la hubiera conocido, Isaak. Desearía que ella estuviera aquí
ahora, abrazándome —dije, mis dedos rosando los aretes.
Él respiró hondo, como si estuviera controlando sus propias emociones. Isaak
me frotó los brazos suavemente antes de responder. —Lo sé. Desearía que ella
estuviera aquí ahora también. Pero Ayla, puede que no la veas, pero ella está aquí.
Estoy seguro de que ella te está cuidando. Tu madre te amaba tan profundamente.
Eras su todo. La luz en su mundo jodido. Nunca olvides eso.
Asentí, presionando una mano sobre mi corazón. Mi respiración se calmó y
sollocé, parpadeando para quitar las lágrimas no derramadas. Evaline me entregó
un pañuelo en silencio, y pronuncié un rápido agradecimiento.
Cuando Isaak volvió a moverse, Lyov abrió su caja. Dentro había una horquilla.
—Esta era de la madre de Alessio. Si no tienes un algo prestado, puedes usarlo.
Pensé que era apropiado para ti usar la horquilla para el cabello de María. Ella es mi
Ángel, y tú eres la de Alessio. Sería un honor si la incluyeras en esta boda.
Tomé la horquilla, agradecida por esto. —Por supuesto, Lyov. Estoy honrada.
Gracias —respondí, entregándole la horquilla a Maddie. Lo colocó en mi cabello y
arregló mis rizos alrededor.
—Ella te hubiera amado —continuó Lyov cuando Maddie terminó de arreglar
mi cabello.
—No tengo dudas de que también la hubiera amado. Gracias a ella, tengo a
Alessio. Por eso estaré eternamente agradecida —susurré, besando su mejilla en
agradecimiento.
Después de alejarme, miré mi muñeca. La pulsera que me dio Evaline brillaba a
la luz. —Parece que tengo dos algo prestado.
Todos sonrieron, el momento emocional anterior se rompió.
— ¿Tienes tu algo azul? —Preguntó Isaak.
Asentí, sonriendo en el proceso. —Los ojos de Alessio.
Mis mejillas se calentaron cuando tanto Isaak como Lyov levantaron una ceja,
con la diversión bailando en sus ojos.
—Es hora, cariño —dijo Maddie.
Mis ojos se posaron en los de ella mientras rápidamente arreglaba su cabello.
Todas mis chicas estaban listas. Tanto Evaline como Nina llevaban un vestido beige
hasta los tobillos. Eran simples y sin mangas. Los vestidos no eran ajustados, sino
que fluían alrededor de sus caderas y hacia abajo.
El vestido de Maddie era un poco diferente. El mismo diseño y color, pero había
cuentas doradas sobre su corpiño. Ella era mi dama de honor principal.
Respirando hondo, miré a Isaak y Lyov. Sus rostros estaban serios, sus
espaldas enderezadas y sus pechos hinchados con orgullo.
Maddie me entregó mi ramo en cascada, hecho con peonías blancas y rosas.
Cuando ambos hombres me presentaron sus codos, tragué nerviosamente, respiré
profundamente y luego tomé sus brazos.
Apreté mi agarre en sus brazos cuando dimos un paso adelante. Mis talones se
tambalearon con mis primeros pasos, pero con la ayuda de Isaak y Lyov, finalmente
me estabilicé y pude caminar sin ningún problema.
Salimos de la habitación y luego bajamos las escaleras, decoradas con flores.
Tantas flores cubrían cada escalón y la barandilla. Apenas podíamos ver el bosque.
Solo las flores rosadas y blancas eran visibles. En cada paso, había dos velas a cada
lado.
Bajamos las escaleras sin esfuerzo y luego continuamos fuera de la casa, hacia
el jardín trasero donde se celebraba la ceremonia.
La puerta se abrió y nos detuvimos. Podía escuchar tocar el piano, una melodía
que no reconocí, pero sonaba igual de hermosa.
— ¿Lista? —Isaak me palmeó la mano. Asentí y los tres dimos un paso
adelante. Juntos, salimos.
Me golpeó la luz del sol, el calor se extendió a través de mí. Parpadeé, mi
corazón se aceleró.
Palpitó más rápido al ver frente a mí. Nada más importaba. No veía nada...
nadie excepto el hombre parado al final del pasillo.
Me quedé sin aliento mientras caminaba hacia Alessio. No podía recordar la
caminata. Todo lo que podía ver y sentir eran sus ojos sobre mí.
Sus ojos azulados me miraron intensamente, siguiendo cada paso, cada
movimiento.
Su traje negro era similar a lo que siempre llevaba, excepto por la corbata
dorada. Tenía el pelo liso sobre la cabeza, pero no se afeitó. Le dije que no lo hiciera.
Se veía mucho mejor con unos pocos días de rastrojo.
Sus ojos estaban en mí mientras me dirigía hacia él... mi esposo.
Mi corazón latía en mi pecho, tan fuerte que estaba segura de que todos podían
escucharlo. Mis manos se pusieron húmedas y sostuve mi ramo más fuerte.
Respiré por la nariz, tratando de actuar normal cuando todo lo que quería
hacer era correr hacia él y saltar en sus brazos.
Aceleré mi ritmo un poco. Escuché la baja risa de Isaak en mi oído, pero
coincidieron con mi ritmo, ni una sola vez quejándose.
Cuando finalmente llegamos al final del pasillo florido, nos detuvimos. Lyov me
dio un beso en la mejilla, sobre el velo.
Cuando me susurró al oído, su voz era baja, solo para que yo la escuchara. —
Sigue sonriendo así. Y sigue haciendo feliz a mi hijo. Él se lo merece. Los dos lo
hacen.
Lyov se alejó, dejándome un desastre lloroso. Isaak me besó en la otra mejilla
antes de susurrarme al oído también. —Es un honor para mí tener la oportunidad
de ser tu padre, Ayla. Eras mi dulce niña y siempre lo serás. Sé feliz, mi dulce niña.
Te lo mereces todo... todo el amor y la felicidad.
Me agarré a su brazo, negándome a dejarlo ir cuando él se alejó. —Gracias,
papá.
Sus ojos se llenaron de lágrimas ante las palabras, y asintió, besando mi frente.
Esta vez, lo dejé ir.
Después de entregarle mi ramo a Maddie, Isaak tomó mi mano. Alessio ya
estaba extendiéndose hacia adelante e Isaak colocó mi mano en la suya.
Cuando mi palma hizo contacto con la de Alessio, instintivamente envolvió sus
dedos alrededor de los míos, sosteniendo mi mano firmemente en la suya.
Isaak sostuvo nuestras manos juntas. —Te estoy entregando a mi hija, Alessio
Ivanshov. La haces llorar, solo una vez, y yo iré tras tu corazón. Esto no es una
broma. Tengo más de una década de experiencia que tú. No eres nada comparado
conmigo.
Alessio levantó una ceja. —La arrogancia no te queda bien, viejo. Pero te hago
saber que Ayla nunca llorará una lágrima de dolor mientras sea mía. Mientras yo
respire, ella solo conocerá la felicidad.
Isaak asintió con la cabeza. —Bien. Les deseo a los dos muchos años de
felicidad.
Con eso, se alejó, dejando ir nuestras manos.
Solo éramos Alessio y yo. Solo nosotros, de pie, mirándonos el uno al otro.
Tomados de la mano del otro.
Su agarre se apretó y me atrajo más cerca. Alguien se aclaró la garganta, pero a
Alessio no le importó. A mí tampoco. Estaba perdida en sus ojos.
Alessio también levantó mi otra mano, sosteniendo ambas cerca de su pecho.
Dio un paso adelante hasta que nuestros cuerpos se tocaron. Tan deliciosamente
cerca.
Podía sentir su aliento cerca de mis labios, mi velo era la única barrera entre
nosotros. Alessio me soltó las manos y me cubrió la cabeza con el velo.
Una sonrisa estiró mis labios cuando él se inclinó más cerca, como para
besarme.
—Te ves tan hermosa, Ángel. Me dejaste sin aliento cuando saliste por esas
puertas —murmuró él, acercándose aún más—. Pero te verás más hermosa sin el
vestido.
—Jefe, no puedes... —dijo Mark, uno de los hombres de Alessio y nuestro
ministro por hoy.
—Vete a la mierda, Mark. No quieres morir —gruñó Alessio.
Un segundo después, sus labios tocaron los míos en el beso más dulce. Sin
embargo, fue solo por un momento, porque presionó más fuerte, más exigente. Mis
labios se separaron, dándole acceso. Su lengua se deslizó dentro, bailando conmigo.
Nos besamos, ambos perdidos el uno en el otro cuando Alessio fue
repentinamente alejado de mí. Jadeé, mis ojos se agrandaron.
—Está bien, creo que un beso es suficiente. Puedes hacer lo sucio en privado.
¡Joder! —Espetó Viktor, reteniendo a Alessio.
Podía sentir mis mejillas arder bajo la mirada de todos. Hubo risas y miré hacia
abajo, repentinamente tímida y nerviosa. Así se hace, Ayla.
Alessio lo fulminó con la mirada y se apartó del agarre de Viktor antes de
acercarse nuevamente. Esta vez, no hizo un movimiento para besarme. Gracias a
Dios.
En cambio, me atrajo más cerca, sosteniendo mis manos contra su pecho. —
Haz lo que tengas que hacer, Mark. Y apura la mierda.
Pellizcándole el pezón, siseé en voz baja. —Detente.
Cerró la boca de golpe pero parecía inquieto. Sabía cuánto no quería estar aquí
ahora, haciendo esto. Pero bueno... tenía que seguir con eso.
Al pensarlo, sonreí. Al final le iba a encantar. Sería un día que recordaría para
siempre. Me iba a asegurar de ello.
—Amigos y familiares de los novios, bienvenidos y gracias por estar aquí en
este día tan importante. Hoy nos reunimos para celebrar el amor muy especial entre
Ayla Abandonato...
—Ivanshov —gruñó Alessio, interrumpiendo a Mark.
—...Y Alessio Ivanshov uniéndose en matrimonio —continuó sobre Alessio.
Sonreí, sintiéndome más feliz en ese momento. Mi corazón se desbordó de
amor por el hombre parado frente a mí.
Mientras Mark continuaba con su discurso, lo desconecté. Pensé en todo, desde
el principio y hasta este momento.
El momento en que estaba asustada y huía de casa. El momento en que me
escondí en el auto de Alessio y debajo de su cama. Y luego cuando me encontró.
La primera mirada, el primer toque, la primera palabra, cuando el azul se
encuentro con el verde... el comienzo de nuestra historia de amor.
Cómo él me cambió... y me ayudó con mi pasado. Su innegable amor me hizo
vivir.
Cómo yo lo cambié. De alguien sin corazón, de alguien que solo me quería como
un juguete a alguien que me ama incondicionalmente.
Los dos estábamos rotos. Dos mitades rotas haciendo un todo.
Aprendimos a amar juntos, dando pequeños pasos. Unos pasos tan pequeños
que nos habría parecido imposible estar de pie aquí mismo en este momento. Pero
aquí estábamos, casándonos frente a nuestros amigos y familiares.
Delante de nuestra hija.
Mi mente viajó de regreso y luego a este momento. Miré fijamente sus ojos
azules mientras sus dedos frotaban hacia atrás y adelante sobre el dorso de mis
manos.
Me devolvió la mirada, sus ojos tenían la misma cantidad de amor, si no más.
La voz de Mark rompió mis pensamientos y mi corazón retumbó. —Se
enamoraron por casualidad, pero hoy están aquí porque están haciendo una
elección. Ambos se eligen el uno al otro. Han elegido estar con alguien que los haga
sonreír y reír. Alguien que los eleva y los convierte en alguien mejor. Están a punto
de hacer promesas que pretenden cumplir. Sus votos son sagrados, algo que
mantendrán hasta su último aliento.
Hizo una pausa, respiró hondo antes de continuar. —Entonces, Alessio Lyov
Ivanshov, ¿tomas a Ayla Abandonato como tu esposa, para amarla, honrarla,
consolarla y apreciarla a partir de hoy? ¿Prometes abrazarla, ser su fuerza y limpiar
sus lágrimas, apreciando cada momento con ella? ¿Prometes compartir todo lo que
eres y todo lo que tienes con ella y prometes continuar amándola y apoyándola a
través de la enfermedad y la salud? ¿Dolor y felicidad?
Alessio abrió la boca, su agarre se apretó alrededor de mis manos.
—Acepto —dijo. Su voz sonó fuerte y clara, conteniendo cada gramo de
seriedad.
En ese momento, me di cuenta de que esto significaba tanto para él como para
mí.
Mi corazón dio un vuelco y mi estómago se encogió con demasiadas mariposas
ante sus palabras. Una simple palabra, pronunciada frente a cientos de personas. Su
amor por mí... fue mi ruina.
Mark se giró hacia mí. — ¿Ayla Abandonato...
—No —dije rápidamente.
Los ojos de Alessio se abrieron y contuvo el aliento. Se hizo un silencio
absoluto.
Al darme cuenta de que la había liado, me aclaré la garganta. —Quiero decir
espera.
Miré a Mark y él también me estaba mirando con los ojos muy abiertos.
Sonriéndole convincentemente, terminé rápidamente. —Quiero decir mis propios
votos, si eso está bien.
Sentí que los músculos tensos de Alessio se relajaban bajo mi palma, y rodé los
ojos internamente. Hombre tonto. ¿Realmente pensó que iba a detener nuestra
boda?
—Por supuesto que puedes —respondió Mark, sonriendo amablemente.
Cuando me asintió, volví a mirar a Alessio. Me miraba intensamente, sus ojos
azules cada vez más oscuros por la necesidad.
Sintiéndome repentinamente nerviosa, tragué y me lamí los labios. —Bien,
tenía esto memorizado, pero ahora estoy un poco nerviosa. Espero no estropear
esto —comencé.
La gente se rio entre la multitud y vi los labios de Alessio temblar. Cerré los
ojos y respiré hondo.
Abriéndolos de nuevo, miré a Alessio y finalmente encontré el coraje de hablar.
—Cuando nos conocimos, no creí que estaríamos parados aquí en este momento.
Parecía imposible en aquel entonces. Eras malo y grosero. Y yo tenía miedo de todo.
Ambos teníamos miedo de dar este paso. Pero cuando lo hicimos, descubrimos cuán
hermoso es realmente el amor.
Él sonrió entonces. Una sonrisa impresionante que me dejó sin aliento. Sus
manos soltaron las mías y me rodearon las caderas, sujetándome a él.
—Me enseñaste a amar, Alessio. Me enseñaste a vivir. Cómo ser yo misma. Me
diste la oportunidad de ver este mundo. Cuando todo parecía imposible, lo hiciste
posible. Hiciste que el sol brillara más para mí. Eras la pequeña luz en mi oscuridad,
tirando de mí hacia adelante, diciéndome que estaba bien dejar atrás la oscuridad y
abrazar la luz, nuestro amor.
Escuché sollozos detrás de mí, y supe que era Maddie. O incluso Evaline. Desde
detrás de Alessio, vi a sus hombres... sus hombres más confiables, luciendo
profundamente afectados.
Mis ojos volvieron a mi esposo. Mi voz sonó clara para que todos la escucharan
mientras continuaba. —Cuando renuncié a todo... a nosotros, aun así no te rendiste.
Luchaste y me dijiste que luchara por nosotros. Me salvaste y me trajiste de vuelta.
Alessio, me abrazaste cada día, y cada momento, tu amor me hizo olvidar el dolor.
No creo que pueda agradecerte lo suficiente por amarme y por luchar por nosotros.
Pero todo lo que sé es que nunca te dejaré. Siempre estaré a tu lado, tal como
estábamos destinados a estar. Desde el principio, estábamos destinados.
Mirándolo, mis dedos rozaron su pecho, su corazón latía salvajemente. —
Entonces este es mi voto para ti. Alessio Ivanshov, tu amor es mi ancla. Eres mi
fuerza. Prometo darte todo mi amor desde ahora hasta que termine la eternidad.
Prometo cuidar de ti, confiar en tu amor, ser lo que necesites, asegurarme de que tus
sentimientos siempre sean considerados. Prometo mostrar mi amor y respeto.
Quiero vivir mi vida contigo. Yo, Ayla Abandonato, prometo tomarte como mi
esposo, amarte, honrarte, consolarte y cuidarte desde el día de hoy. Somos uno y
siempre lo seremos.
Lamiendo mis labios, dije mis últimas palabras. —Hago este voto porque mi
corazón es tuyo.
— ¿Podemos traer los anillos, por favor? —Dijo Mark.
Me di la vuelta para ver a Lena caminando por el pasillo, sosteniendo a Maila
en sus brazos. Mi dulce bebé llevaba el vestido de tutú blanco más lindo, con una
diadema de flores en la cabeza.
Nuestros anillos fueron intercambiados, y no pude evitar la forma en que mi
corazón latía.
Finalmente, palmeé las mejillas de Alessio, sosteniéndolo contra mí. —Te amo,
Alessio Ivanshov. Te amo demasiado.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas sin vergüenza. Esas palabras...
anhelaba decirlas, y sabía que este día era perfecto.
Sentí que Alessio respiraba con dificultad y luego me estaba besando,
devorándome frente a todos nuestros amigos y familias.
No le importó nada en el mundo cuando sus labios se encontraron con los míos
en un beso duro y contundente. Alessio mordisqueó mis labios y le devolví el beso
con la misma pasión.
Mis manos fueron a su cuello, acercándolo a mí. —Te amo, Ángel. Joder, te amo
muchísimo.
Su aliento se mezcló con el mío, su lengua se deslizó a lo largo de la mía. Mis
labios se sintieron hinchados, pero todavía no lo dejé ir.
Mark se aclaró la garganta, pero Alessio todavía no me dejó ir. Lo intentó una y
otra vez, pero no tuvo éxito. Alessio y yo estábamos perdidos el uno en el otro.
—Jefe —dijo, tratando de llamar la atención de Alessio.
Otro aclaramiento de garganta. —Bueno... emm... por el poder conferido en mí,
ahora los declaro marido y mujer. Puede seguir besando a la novia.
Se escucharon risas y sentí mi propia sonrisa. Alessio estaba sonriendo contra
mis labios.
—Ahora eres mía —susurró contra mis labios.
—Siempre lo he sido y siempre lo seré. Solo tuya, Alessio —le susurré.
Finalmente nos alejamos, los dos sin aliento. Mis mejillas se sentían cálidas, mis
labios hinchados... y mi corazón... bueno, estaba salvaje.
Alessio me agarró la mano y nos volvimos para mirar a la audiencia. Mark se
paró detrás de nosotros y pude escuchar la sonrisa en su voz mientras hablaba de
nuevo.
—Es un gran honor presentarles al señor y la señora Alessio Ivanshov.
Todos se pusieron de pie y aplaudieron. Hubo gritos y rugidos de felicidad.
Alessio se agachó y me levantó, acunándome contra su pecho mientras bajaba
de la plataforma. Le rodeé el cuello con las manos y él nos sacó.
—Te amo, Alessio —le dije. Colocando un beso en su mejilla, dejé que mis
labios permanecieran allí—. Prometo seguir amándote hasta que tome mi último
aliento.
Su agarre se apretó a mi alrededor, y sonreí.
Mi esposo. Mi rey. Mi amor. Mi Salvador. Mi monstruo. Mi mafioso.
Y yo, su Ángel.
Capítulo 39
Alessio

Mientras llevaba a Ayla fuera de la plataforma, todo lo que deseaba era que
estuviéramos en privado. Pero no, teníamos más de quinientas personas
mirándonos.
Ayla era tan hermosa en este momento que todo lo que quería hacer era
alejarla, esconderla de los ojos de todos... para que solo yo pudiera deleitarme con
ella.
Cuando salió por esas puertas, se sintió como si mi corazón se hubiera
detenido. Me resultó difícil respirar mientras caminaba por el pasillo hacia mí.
Y luego dijo sus votos, tomándome por sorpresa pero jugando con mi cabeza al
mismo tiempo. No pensé que podría amarla más de lo que lo hacía, pero en el
momento en que escuché esas palabras de sus labios, sentí que mi corazón estallaba.
Los brazos de Ayla se apretaron alrededor de mi cuello, sus labios presionaban
contra mi piel en el beso más dulce.
La acerqué aún más. — ¿Podemos irnos ahora? —Murmuré en su oído.
Ella se rio y sacudió la cabeza. —No. Maddie nos perseguirá.
Jodida Maddie.
Cuando llegué a la mitad del jardín, donde estaban todas las mesas y sillas, baje
a Ayla. Ella agarró mi brazo para estabilizarse.
Acercándola a mí, agarré sus caderas posesivamente. Los invitados vinieron a
nuestro encuentro, emocionados de conocer finalmente a Ayla.
Con Ayla a mi lado, la presenté al resto de la Bratva.
—Alessio —dijo Dmitry, acercándose con su esposa e hijos a su lado.
Me dio una palmada en la espalda y me felicitó. —Ayla, este es Dmitry Agron.
Jefe de la familia Agron. Él es parte de la Bratva.
Ella sonrió amablemente y le estrechó la mano. —Y esta es su esposa, Lidiya. La
niña en sus brazos es Anastasia —continué presentándolos.
Lidiya se adelantó y abrazó a Ayla. —Es muy agradable conocerte finalmente,
Ayla.
—Me gustaría decir lo mismo. He oído mucho sobre la familia Agron —
respondió Ayla, besando la mejilla de Lidiya.
—Y este es mi hijo —dijo Dmitry, empujando a Grigory hacia adelante. Tenía
catorce años, el siguiente en la fila como Jefe después de su padre.
—Es un placer conocerla, señora—dijo con una leve reverencia.
Grigory asintió con la cabeza a Ayla, su rostro severo y duro. Sin emociones
Bien entrenado Asentí a Dmitry en aprobación.
Detrás de Dmitry, vi a Valentin dirigiéndose hacia nosotros. Maldito Solonik.
Acerqué a Ayla a mí y ella me miró confundida.
—Alessio, hijo... me duele que tuve que escuchar de la boda de otra persona —
dijo, acercándose y parándose junto a Dmitry.
Sus ojos fueron a Ayla, su mirada ardiendo en ella. Una pequeña sonrisa
apareció en sus labios, y todo lo que quería hacer era golpearlo.
Sentí una mano en mi espalda. —Contrólate, Alessio —dijo Viktor en voz baja,
acercándose a mí.
—Una esposa encantadora la que tienes allí —continuó Valentin, su voz espesa
con su acento ruso.
Avanzó, tomando la mano de Ayla antes de que ella pudiera reaccionar. Mis
dedos presionaron sus caderas, tratando de controlarme al verlo tocar a mi esposa.
Valentin inclinó la cabeza y le dio un beso en el dorso de la mano. —Es un
placer, Ayla Abandonato —dijo, sus ojos se oscurecieron.
—Ivanshov. Ayla Ivanshov. Esa es mi esposa con la que estás hablando —gruñí,
alejando a Ayla de él.
—Por supuesto. Mis disculpas —dijo rápidamente, sus cejas arqueadas en
diversión.
—Valentin, qué bueno verte después de tantos años —dijo Lyov en ruso, de pie
junto a Ayla. Isaak se puso de su lado, ambos clavando dagas a Solonik.
Ayla me miró, exigiendo respuestas. —Es Valentin Solonik —fue mi única
respuesta.
Sus ojos se abrieron y se acercó a mí. Solonik podría ser parte de la Bratva.
Pudo haber sido un jefe, pero yo seguía siendo el Padrino. Él lo odiaba. Odiaba que
los Ivanshov dirigieran a las otras familias.
Valentin siempre había tratado de encontrar la manera de hacerse cargo, pero
nunca tuvo la oportunidad. No ahora y nunca.
Valentin y Lyov continuaron la conversando en ruso.
— ¿Dónde está tu esposa? —Preguntó Isaak.
—Ella está en casa —respondió Valentin secamente.
Podría haber tenido la edad suficiente para ser mi padre: su reinado comenzó
casi al mismo tiempo que Lyov, pero su esposa era años más joven que yo.
— ¿Están hablando ruso? —Susurró Ayla.
Asentí y bajé un poco la cabeza para poder susurrarle al oído. —Sí, el
patrimonio de Valentin está en Rusia. Él se encarga del negocio allí. Apenas llega a
los Estados Unidos o Canadá.
Nos alejamos de la multitud, Dmitry asintió con la cabeza en comprensión.
Tomó a su esposa por las caderas, besándola en los labios antes de alejarlos.
— ¿Puedes hablar ruso? —preguntó en voz baja, sus brazos rodearon mi
cintura.
Me reí de las preguntas. —Por supuesto que puedo, Ayla.
—Di algo en ruso —exigió—. Emm... sonaba... agradable cuando los demás lo
hablaban.
Tirando de mi esposa contra mí, mis dedos rozaron su cuello. Ella se
estremeció ante mi toque, sus ojos medio cerrados mientras yo arrastraba mi dedo
hacia abajo.
—Kotyonok —le susurré bruscamente antes de morder el lóbulo de su oreja.
Ella saltó en respuesta, sus brazos se apretaron a mi alrededor. — ¿Qué
significa eso? —susurró ella sin aliento.
—Gatita —le respondí, mis dientes rozaron su cuello, mordiendo suavemente.
—Oh. —Sus labios se separaron, y otras ideas saltaron a mi mente.
—Alessio, hombre, ¿necesitas una habitación?
Gruñí y me alejé de Ayla. Erik Gavrikov sonrió mientras nos miraba.
—Ayla, este es...
—Puedo presentarme —dijo, alejándome.
—Vete a la mierda, Erik —espeté en respuesta.
Se echó a reír y abrazó a Ayla. Él le guiñó un ojo sobre sus hombros antes de
retroceder. —Soy Erik Gavrikov. Estoy seguro de que has oído hablar de mí. El jefe
más atractivo —bromeó.
Las mejillas de Ayla se pusieron rojas y la vi nerviosa por Erik.
—Emm, sí... Alessio me ha hablado de ti —respondió ella.
—No puedo creer que estés atrapado, Alessio. ¿Soy el único soltero que queda?
—dijo, pasándose los dedos por el pelo.
—Lo eres. Si no cuentas a mis hombres —respondí, rodando los ojos.
—Bueno, me gustan mis coños variados. No me puedo conformar con solo uno.
—Él se encogió de hombros. Sus ojos se dirigieron a una mujer cuando ella pasó
junto a nosotros.
—Voy a tocar esto en cualquier momento —dijo, golpeándola en el trasero—.
Esta noche, Kotik. ¿Qué dices?
Lástima para él, la mujer resultó ser Nina.
Ella se dio la vuelta; su mirada podría matar a cualquiera en el acto. —Tócame
otra vez y te arrancaré los brazos y te golpearé con ellos —gruñó.
Erik levantó las manos. —Maldición, Nina. Pensé que éramos buenos. Te gustó
anoche.
Ayla tosió, escondiendo su risa detrás de su mano.
Sin responder, Nina comenzó a alejarse, solo para detenerse nuevamente. —
Ah, y llámame gata otra vez y no podrás hablar. ¿Entendido?
Erik la miró sin palabras. — ¿Qué se metió en su trasero? ¿Necesita que le
quiten el palo o qué?
Él sonrió entonces. —Se lo quitaré... y luego lo reemplazaré con otra cosa.
Él empujó sus caderas hacia adelante y guiñó un ojo. Pude ver a Ayla
sonrojarse y miró hacia abajo.
— ¿Dónde está Viktor? —Preguntó Erik—. No puedo ver al padrino en ningún
lado.
—Debe estar en alguna parte —respondió Ayla—. Estaba justo a nuestro lado
hace unos minutos.
Erik asintió y comenzó a retroceder. —Los veré a ambos más tarde.
Ayla saludó y luego se hundió contra mí. — ¿Siempre es así?
—Sí —respondí secamente.
—Parece que he conocido a todas las familias —dijo, mirando a los invitados
mezclarse—. Parecen... muy entusiastas. No puedo explicarlo. Es extraño.
—La mayoría de nosotros aquí somos asesinos, Ayla. Por supuesto que es
extraño. No nos mezclamos ni festejamos.
Ayla asintió entendiendo mientras otros invitados se dirigían a nosotros. Ella
habló, sonrió y se rio con todos.
La vi llevarse bien con todos, y el orgullo llenó mi pecho. Ella había recorrido
un largo camino. Ambos lo habíamos hecho.
Ayla se lo merecía más que nadie.
Salí de mis pensamientos cuando Ayla se dirigió hacia mí. Apoyándose sobre
los dedos de los pies, me dio un beso rápido en los labios y me sorprendió.
Te amo, articuló ella.
Escuché a la gente reír y aplaudir cuando la puse en mi regazo. Si. Jodidamente
amaba a esta mujer.
Y ella iba a ser follada deliciosamente esta noche.

***

Ayla

Mi corazón latió con fuerza cuando Alessio me empujó sobre su regazo.


Me mordí los labios, sintiendo mis mejillas calentarse bajo sus ojos. Sus ojos
siguieron mi movimiento, y si era posible, su mirada se estaba volviendo más
lujuriosa. Se veía tan sexy en este momento.
Por el rabillo del ojo, vi a Maddie que indicándome algo. —Supongo que es hora
de nuestro primer baile —dije suavemente.
Alessio me acunó contra su pecho y se levantó. Me llevó a la plataforma antes
de ponerme de pie. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, me acerqué.
Alessio sostuvo mis caderas cuando comenzamos a movernos con la canción.
Fue lento y perfecto. Me hizo girar y luego me hizo retroceder.
Nos movimos juntos cuando los demás comenzaron a unirse a nosotros.
Colocando mi cabeza sobre el hombro de Alessio, lo dejé dirigir el baile.
El momento se sintió tan surrealista, tan perfecto que las lágrimas cegaron mi
visión. Bailamos durante mucho tiempo, ninguno de los dos quería soltarse.
Cuando mis pies estuvieron cansados y adoloridos, finalmente me aparté. El sol
se estaba poniendo, proyectando un hermoso resplandor anaranjado en el cielo.
Por el rabillo del ojo, vi a Evaline bailando con alguien que no reconocí.
Maddie chasqueó su lengua a mi lado. — ¿Qué está haciendo esta chica?
No respondí. Mi mirada se quedó en Evaline, que bailaba demasiado cerca. Oh.
Sus brazos rodearon su cuello mientras se reían, el hombre disfrutaba de su
cercanía.
Maddie se echó a reír. —Está loca.
Eché un vistazo a Nikolay.
No estaba bien. No estaba nada bien.
Parecía que estaba listo para cometer un asesinato.
Miré a Evaline de nuevo. Esta vez, sus ojos estaban en Nikolay mientras
continuaba bailando. Ella se acercó mientras giraba las caderas contra la ingle del
hombre.
—Emm... —comencé.
—Está jugando con fuego —respondió Maddie antes de que pudiera decir
algo—. ¡Pero Dios, me encanta esto!
Nikolay finalmente se rompió y yo hice una mueca.
Se acercó a la pareja de baile y agarró al chico por el cuello, prácticamente
tirando de él. Lo empujó lejos, el hombre cayó.
Oh querido.
Nikolay agarró las caderas de Evaline y la atrajo hacia él. Él inclinó la cabeza
hacia abajo y le susurró algo al oído. Su rostro parecía áspero y enojado.
Él empujó sus caderas contra ella antes de girarla. No era un baile lento y
romántico. No, era enojado y sensual.
Incluso me sonrojé ante la escena.
Evaline se estaba riendo, claramente no afectada por la ira de Nikolay. Ella se
apartó de él, pero no antes de que la viera palmeándolo entre sus piernas.
Ella le guiñó un ojo y luego se alejó.
Nikolay se quedó allí por un segundo antes de seguirla.
— ¿Va a estar bien? —Pregunté preocupada.
Maddie se rio entre dientes. —Cariño, ella definitivamente va a estar bien. Ella
simplemente no podrá caminar durante días.
Cuando finalmente me di cuenta, mis ojos se abrieron y tuve que esconder mi
sonrisa detrás de mi mano.
¿Podría este día mejorar? No lo creía.
Capítulo 40
Mientras me sentaba en el avión, miré a Alessio con curiosidad. Era su jet
privado, aunque me preguntaba por qué lo estábamos usando.
—La última vez fuimos en coche —le dije.
El asintió. —Necesitaba hacer algunas paradas en el camino. Pero esta noche,
no lo necesito. El jet es más rápido. Estaremos allí en unas tres horas.
Asentí con la cabeza en comprensión y me acomodé en el lujoso sofá. Alessio se
sentó frente a mí, sorprendentemente. Él extendió sus piernas, empujándolas hacia
adelante y enjaulando las mías entre las suyas.
Los dos estábamos callados cuando el avión despegó. Mi mirada se movió hacia
la pequeña ventana, mirando hacia afuera. Podía sentir la mirada de Alessio
ardiendo en mi piel.
Después de unos minutos de silencio, tragué nerviosamente y volví a mirar a
Alessio.
Sus ojos eran intensos y oscuros por la necesidad. Mi piel se sentía cálida, mi
corazón se aceleraba bajo su mirada.
Ansiosa y esperando una reacción, jugué con el dobladillo de mi vestido, pero
Alessio estaba completamente en su elemento.
El aire a su alrededor crepitó con dominio mientras se recostaba, con una
pequeña sonrisa en sus labios.
Me vio lamer mis labios y tragar contra la bola de nerviosismo. Sus ojos
siguieron todos mis movimientos, como un depredador cazando a su presa.
Odiaba admitir que me mojaba, su sola mirada me excitaba. Apreté mis piernas
juntas tratando de detener el hormigueo entre ellas.
Él sonrió como si supiera el efecto que tenía en mí.
—Levanta tu vestido —finalmente exigió.
Mi boca se abrió antes de cerrarse de golpe. Sacudí mi cabeza en negación.
—Alessio —siseé, mirando hacia la puerta que nos separaba de la tripulación
de cabina—. Ellos van a…
Ladeó la cabeza, esperando que terminara. Cuando no lo hice, levantó el
teléfono, el que estaba a su lado.
Golpeó algo y luego se llevó el teléfono a la oreja. Con su mirada todavía fija en
la mía, Alessio habló. Su voz baja y profunda, incluso ronca.
—No quiero que nadie entre en la cabina hasta que los llame específicamente.
Escuchó hablar a la otra persona y luego sonrió, peligrosamente debería decir.
—Oh, definitivamente voy a disfrutar mi vuelo.
Mis ojos se abrieron cuando colgó. ¡No dijo eso!
—Ahora, ¿levantarás tu vestido y me mostrarás tu coño, Ayla? —preguntó de
nuevo, levantando una ceja.
Jadeé, mi corazón acelerándose.
— ¿O debería hacerlo por ti, gatita? —él continuó.
Sacudiendo la cabeza, agarré al dobladillo de mi vestido de encaje. Esperó, pero
aún no podía moverme.
—Gatita —advirtió, inclinándose hacia mí.
Con manos temblorosas, lentamente levanté el vestido sobre mis muslos y
luego mis caderas.
Mi respiración aumentó, mi corazón se volvió loco.
— ¿Te moja saber lo que voy a hacer contigo? —preguntó, sus ojos todavía en
mi cara.
Tragué saliva e hice un ruido suave en el fondo de mi garganta. Fue en algún
lugar entre un jadeo y un gemido.
Finalmente, su mirada viajó hacia mi cuello, mi pecho y luego entre mis
piernas. Todavía tenía mi ropa interior de encaje ocultándome de su vista.
Chasqueó la lengua mientras movía la cabeza. —Quítate las bragas, Ayla.
Quiero ver tu coño mojado —murmuró con brusquedad.
No podía decir que no. Sus palabras eran suficientes para llevarme al límite.
Lentamente, baje mis bragas por mis piernas.
Alessio extendió la mano y se la entregué. Se las guardó en el bolsillo y solo
pude mirar con los ojos muy abiertos.
—Abre las piernas, gatita.
Los abrí sin ninguna queja. —Mírate… Estas goteando por mí. Puedo ver lo
mojada que estás desde aquí.
—Alessio —gemí, tratando de apretar las piernas.
Me detuvo, empujando sus piernas entre las mías, abriendo mis muslos.
—Mírate —exigió.
Bajé la cabeza y lamí mis labios, tratando de calmar mi respiración.
—Hermosa —dijo con brusquedad—. Tan jodidamente hermosa.
—Quiero que coloques un pie sobre el reposabrazos —ordenó.
Me enderecé, mirando hacia la puerta. —No me repetiré, gatita. No saldrán. No
hasta que se lo pida.
Asentí lentamente, mis mejillas se calentaron. Me negaba a creer que estaba de
un color rojo brillante.
Alessio era dominante en la cama pero nunca así.
Con los ojos cerrados, me sentí gotear entre los muslos. Mi pecho se apretó
cuando levanté mi pierna y puse un pie en el reposabrazos.
Estaba completamente abierta a sus lujuriosos ojos.
—Abre los ojos. Mírame, gatita.
Mis ojos se abrieron de golpe para verlo mirándome. Se cruzó de brazos,
mirándome.
Eché un vistazo a su regazo para ver su longitud dura presionando contra su
cremallera, pareciendo listo para correrse. Parecía incómodo.
Alessio esperó a que mis ojos volvieran a encontrarse con los suyos antes de
bajar su mirada a entre mis piernas. Él gimió ante la vista, el sonido viajando
directamente a mi húmedo núcleo.
—No voy a tocarte, gatita. Vas a follarte el coño con los dedos mientras yo miro.
Mi corazón se aceleró ante sus palabras, mi boca se abrió en estado de shock.
— ¿Sorprendida, gatito? —preguntó, levantando una ceja.
Estaba jadeando ahora, y estaba segura de que mi rostro era una máscara de
pura lujuria no adulterada. Alessio me estaba volviendo loca de necesidad.
—Vamos, gatita. Juega contigo misma. Finge que son mis dedos los que te
follan.
Ante sus palabras, empujé mi mano entre mis muslos. Los ojos de Alessio
brillaron y tragué. Lamiendo mis labios, presioné un dedo contra mi centro.
Mi espalda se inclinó y gemí, masajeando mi clítoris. Alessio se ajustó entre sus
piernas, su mirada inquebrantable.
Una sacudida de placer electrizante me recorrió mientras empujaba un dedo.
Mi pecho se agitaba con cada respiración mientras la presión dentro de mí se
intensificaba.
Presioné mi pulgar sobre la cima, dando vueltas mientras empujaba otro dedo
dentro de mí.
—Joder... justo así —gimió Alessio, con las manos en los costados.
Mis paredes húmedas latían, apretándose alrededor de mis dedos mientras me
retiraba y empujaba hacia adentro. Mis caderas empujaron hacia adelante con el
movimiento. Rodeé mi clítoris más fuerte, más rápido, esforzándome por llevarme al
límite.
Mis labios temblaron, mis ojos se cerraron. Podía escuchar lo mojada que
estaba. Cada vez que empujaba mis dedos, mi coño se apretaba alrededor de ellos
con avidez.
Me sentía avergonzada, incluso tímida... pero estaba demasiado lejos para
preocuparme.
Necesitaba el alivio pero no podía encontrarlo.
— ¡Abre los ojos, Ayla! —Gruñó Alessio.
Se abrieron de golpe a su orden. Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras
sus ojos quemaban agujeros en mi piel. Las mariposas estallaron en mi estómago, y
palpitaba entre mis piernas.
Una y otra vez, empujo mis dedos dentro y fuera, cada vez más fuerte, tratando
de aliviar el dolor que se acumula dentro de mí.
— ¿No puedes venirte, gatita? —preguntó a sabiendas.
Alessio sonrió, luciendo complacido consigo mismo. Confundida, sacudí la
cabeza.
Cuando lo vi moverse, gemí, desesperada porque se acercara.
Él me recompensó con ello.
Alessio se arrodilló entre mis muslos abiertos, su cabeza acercándose a mi
núcleo goteante. Antes de que pudiera decir algo, su cálida boca cubrió mi clítoris.
Su lengua salió disparada y pasó la punta sobre mi núcleo.
Un grito ahogado resonó en mi garganta. Mi cuerpo tembló y latió. Grité de
nuevo cuando mi orgasmo me golpeó.
Quité mis dedos cuando Alessio hizo girar mi clítoris con su lengua, lamiendo
mis jugos.
Cerrando los ojos, me desplomé contra el sofá. Todavía me temblaban las
piernas.
Cuando Alessio se apartó, abrí los ojos para verlo limpiarse la boca con el dorso
de la mano. Metió mis dedos mojados en su boca y chupó la crema. Él gruñó bajo en
su pecho.
—No puedes venirte sin mí, gatita —dijo, sonriendo—. Tu codicioso coño
necesita de mi toque.
Aturdida, solo pude mirarlo. Se recostó en su asiento, sin verse afectado en lo
más mínimo por lo que acababa de suceder.
—Ven aquí, Ayla.
Extendió la mano, esperando que yo la tomara. En silencio, tomé su mano, y él
me tiró bruscamente sobre su regazo hasta que me senté a horcajadas sobre él.
Jadeé cuando mi núcleo aún sensible presionó su dura longitud. Sus pantalones
se movieron bruscamente contra mi piel desnuda, y gemí ante la nueva sensación.
Era hipersensible a cada uno de sus toques.
Él empujó sus caderas hacia arriba, y mis ojos se abrieron, mi boca se abrió en
un grito silencioso.
—Alessio —me quejé, sosteniendo su hombro. Mis dedos rasguñaron su piel
mientras trataba de agarrar mi entorno.
Él balanceó sus caderas contra las mías, sus manos palmearon mis nalgas
desnudas. Alessio me arrastró de un lado a otro sobre su polla aún cubierta.
La acción era muy sucia, pero me excitó más. Me puso más húmeda, mis
gemidos se hicieron más fuertes.
—Móntame como si tuvieras mi polla dentro de ti ahora mismo —ordenó.
—Oh... —gemí, levantándome y luego empujando hacia abajo, redondeando
mis caderas sobre su regazo.
Él gimió, su agarre se hizo más fuerte a mi alrededor. —Alessio... no puedo...
—Sí, puedes... te vendrás para mí otra vez—gruñó bruscamente en mi oído
antes de morderme el cuello.
Me sentí sobrecaliente. Estaba hormigueando por todas partes, cerca de caer
de nuevo al borde. Cuando Alessio presionó una mano entre nosotros, su mano
ahuecando mi sexo, mi cabeza se echó hacia atrás y mi espalda se arqueó de placer.
Su palma presionó contra mi clítoris al mismo tiempo que empujaba su polla
entre mis muslos, enviando miles de sacudidas electrizantes dentro de mí.
Grité de nuevo, presionando mi boca en sus hombros. Mis gritos fueron
amortiguados, pero era obvio que me acababa de venir.
Todos deben haberlo escuchado.
Mis ojos cerrados, mi cuerpo flácido sobre el de Alessio. Lo sentí dándome un
dulce beso en el cuello y tarareé suavemente.
Nos quedamos así por mucho tiempo. No pude moverme, y Alessio tampoco
tenía prisa por hacerlo.
Cuando finalmente pude captar mi entorno, abrí los ojos y retrocedí. Alessio
me miró íntimamente, su mirada tan oscura y lujuriosa como antes.
—Yo... —comencé pero luego me detuve.
No tenía nada que decir. No podía encontrar ninguna palabra.
—Lo sé, gatita —dijo suavemente, besando mis labios.
—Me escucharon—murmuré, sintiendo que todo mi cuerpo se ponía rojo de
vergüenza.
—Por supuesto que lo hicieron. Y sé con certeza que te excitaba más saber que
podían escucharte y sabían exactamente lo que estábamos haciendo —respondió,
mordiéndome los labios.
Jadeé, alejándome. —No. —Sacudí mi cabeza, sintiéndome completamente
horrorizada ante la idea.
Alessio se rió descaradamente. —Gatita, conozco tu cuerpo más que tú. No se
puede negar que te excitó más.
Escondiendo mi rostro en su cuello, me negué a responder. Solo porque no
sabía la respuesta.
Alessio se rió por lo bajo en su pecho. Este irritante hombre. No podía creer
que él me hiciera venirme así.
—Te tengo —susurró, abrazándome a él. Alessio arrastró mi vestido hacia
abajo nuevamente y me movió para que estuviera sentada en su regazo, mi lado
contra su pecho.
Todavía podía sentir su dureza contra mí. Cuando me moví sobre su regazo, él
siseó, su dedo apretando mis caderas.
— ¿Qué hay de ti? —Susurré, mirándolo con timidez.
—Más tarde. Lo que he planeado para ti... necesitaremos más privacidad.
Mis ojos se abrieron y contuve el aliento, sorprendida.
Oh, querido Señor. ¿En qué me he metido?
Pero incluso entonces, la emoción me recorrió al pensarlo.
Sonreí y besé sus labios. —Hmm, ok.
Cerrando los ojos, descansé mi cabeza sobre sus hombros. La fatiga se hizo
cargo, e incluso cuando intenté detenerlo, el sueño me envolvió.

***

Alessio me despertó cuando el avión comenzó a aterrizar. Parpadeé mis ojos


varias veces para abrir los ojos. Me miró fijamente, su mirada amorosa.
— ¿Cuánto tiempo estuve dormida? —Pregunté adormilada.
—Alrededor de dos horas —respondió, colocándome en el asiento a su lado.
Me abrochó el cinturón y luego se abrochó el suyo.
Alessio tomó mi mano cuando el avión aterrizó. Minutos después, nos estaban
haciendo bajar y luego pasar por todos los otros procesos antes de finalmente
subirnos a un auto.
—La casa de la playa —ladró Alessio, tirando de mí sobre su regazo.
Sin decir una palabra, el conductor salió del estacionamiento. Estuvimos en
silencio durante el viaje, los dos perdidos en nuestros pensamientos.
Sabía que estar de vuelta aquí era difícil para Alessio. Mi estómago ya me dolía
dolorosamente y empecé a sentir náuseas.
Los dos estábamos sintiendo dolor... el pasado todavía nos perseguía.
Cuando el auto finalmente se detuvo, Alessio salió conmigo todavía acunada
contra su pecho. La puerta estaba abierta, y nos hizo pasar, llevándome por debajo
del umbral una vez más.
Besé su mejilla, dejando que mis labios permanecieran allí. —Te amo, Alessio.
Su agarre se hizo más fuerte. No me había dado cuenta de cuánto significaban
esas palabras para él.
Alessio volvió la cabeza hacia un lado, sus labios a escasos centímetros de los
míos. Gruñó antes de besarme. Duro y exigente. Tomó mis labios, devorándome con
hambre. Le devolví el beso con el mismo fervor.
Por un momento, supe que estaba sacando su frustración en el beso, y tomé el
beso de castigo con gusto.
Alessio me bajo y envolví mis manos alrededor de su cuello. Me empujó contra
la pared, apretando mi cabello con fuerza mientras continuaba besándome.
Gemí contra sus labios, mi mano ahora intentaba quitarle la chaqueta. Se la
quitó rápidamente, ni un solo segundo rompió el beso.
Cuando traté de desabotonar su camisa, me mordió los labios. Su agarre en mi
cabello se apretó, y dio un suave tirón hacia atrás, mostrándome exactamente quién
tenía el control.
Eché la cabeza hacia atrás mientras él dejaba besos por mi mandíbula y luego
por mi cuello, mordisqueando y chupando la piel, dejando su marca.
Él dejo salir un gemido gutural que hizo que mis piernas temblaran de deseo.
Impuso una de sus piernas entre las mías, separando mis muslos.
Mis ojos se cerraron cuando me empujó hacía él dureza, mi cuerpo palpitaba de
necesidad. Mi coño desnudo se arrastró sobre su muslo hasta que prácticamente
estaba a horcajadas sobre su pierna.
Su entrepierna rozó mi estómago y sentí su duro bulto presionándome. Su otra
pierna se metió entre mis muslos, abriéndome hasta que solo estuve sostenida en su
agarre.
Un suave gemido escapó de mis labios mientras me sostenía a él como si mi
vida dependiera de ello.
Su mano se deslizó por mi muslo, dejando una sensación de ardor en mi piel.
Me hormigueaba en todas partes, mi mente estaba nublada por la necesidad.
—Te gusta esto, ¿no? ¿Estar completamente indefensa a mi toque? —Su voz era
profunda y áspera, llena de tanta lujuria.
Gemí en respuesta, mis palabras me fallaron. Su mano pasó rozando mi muslo y
llegó a entre mis piernas.
Pero no me tocó. Alessio se burló de mí, su mano tan cerca pero nunca
tocándome donde más lo necesitaba.
Me dejó colgando, precariamente cerca del borde pero sin dejarme caer.
—Voy a ser dueño de cada centímetro de este delicado cuerpo, gatita —
susurró contra mi cuello.
Se inclinó ligeramente, su boca sobre mis senos. A Alessio ni siquiera le
importó que todavía tuviera mi vestido puesto. Su boca se cerró alrededor de un
pezón erecto a través de mi vestido, y chupó con fuerza.
Mis gritos se escucharon alrededor de la habitación. Él tarareó, sus dedos
jugando con mi otro pezón.
— ¿Sensible? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—Sí —murmuré mientras él continuaba jugando magistralmente conmigo.
—Incluso mejor —gimió mientras continuaba chupando mi pezón a través de
mi vestido. No creía que algo así pudiera ser tan sensual, tan excitante.
Cuando su caliente boca dejó mi pecho, mis ojos se abrieron de golpe. Pero fue
demasiado tarde. Un sonido de desgarro hizo eco a través de la habitación, y miré mi
cuerpo.
Alessio me había rasgado el vestido, dejando la parte superior de mi cuerpo
desnuda. Mis senos actualmente estaban retenidos solo por encaje blanco
transparente.
Lo vi lamiéndose los labios, sus ojos ardiendo con pasión. Sin romper el
contacto visual conmigo, bajó las copas y los liberó.
Se inclinó, se llevó un pezón a la boca y lo mordió suavemente antes de chupar.
Jugó conmigo, lamiendo, chupando y mordiendo hasta que estuve goteando y
rogándole.
— ¿Qué quieres? —Preguntó contra mi piel.
—Por favor... Alessio...
—Hmm... ¿Qué?
— ¡Fóllame! ¡Por favor!
Me balanceé contra sus muslos, buscando alivio, pero él se rio entre dientes
antes de alejarse.
—Qué boca tan sucia, gatita. —Él chasqueó la lengua y me miró—. ¿Qué voy a
hacer con eso?
—Alessio... Te necesito.
—No, gatita. Es mi turno —dijo, sonriéndome.
Alessio dio un paso atrás y se quitó la camisa, prácticamente arrancándola
rápidamente.
—Quítate el vestido —ordenó.
Haciendo lo que me ordenó, me quité el vestido y lo tiré al suelo. Él asintió con
la cabeza a mi sostén que colgaba de mi cuerpo. Lo quité también hasta que estuve
completamente desnuda ante sus hambrientos ojos.
—Te ves tan hermosa, Ayla. Fascinante —murmuró, desabrochándose el
cinturón.
Se desabrochó los pantalones y luego bajó la cremallera. Estaba desnudo
debajo, su polla dura empujándose libremente a través de la ranura.
Apreté mis piernas juntas, y él sonrió al verlo.
—Ven aquí, gatita.
Caminando hacia él como si estuviera bajo un hechizo, me moví contra él.
Presionó su pulgar contra mis labios, deslizándose de un lado a otro sensualmente.
Él chasqueó la lengua de nuevo. —Ya no eres un Ángel, ¿verdad? ¿Sabes lo que
voy a hacer contigo?
Sacudí mi cabeza, mi corazón latía violentamente. —Voy a hacerte venir hasta
que me ruegues que pare. Frotaré mi polla por toda tu raja húmeda hasta que me
supliques que te folle. Y luego te voy a follar tan fuerte que no podrás hacer nada
más que someterte a mí.
Su voz se convirtió en un murmullo bajo. —Te voy a corromper, Ángel.
Sus sucias palabras me hicieron girar la cabeza. Debería haber estado huyendo,
esas palabras eran una clara advertencia. Pero no pude.
En cambio, me acerqué, queriendo que me tocara.
Este era mi Alessio. Aunque sus palabras deberían haber sido aterradoras,
sabía que no me haría daño. No, él me daría placer hasta que no pudiera soportarlo
más.
Su mano envolvió mi cintura y me ancló a él. Sentí su aliento caliente al lado de
mi oído mientras susurraba sus siguientes palabras.
—Ponte de rodillas, gatita.
Mi aliento me dejó por la sorpresa, mis ojos se abrieron. Oh.
Se apartó, sus dedos tomaron mi cuello en un agarre posesivo. —Quiero que
esos bonitos ojos verdes me miren mientras follo tu boca.
Cerré los ojos, pero cuando su agarre se hizo más fuerte, se abrieron de golpe.
Su pulgar se movió sobre mis labios. —Y quiero ver tus labios hinchados por
chuparme la polla.
Mi cuerpo vibraba de necesidad, hormigueando por todas partes. Su mano
sobre mi hombro me empujó hacia abajo, y mis rodillas se rindieron. Me arrodillé
frente a él.
Mi boca estaba frente a su polla mientras él bajaba un poco sus pantalones. Él
palmeó su longitud dura mientras cubría la punta con su líquido preseminal.
—Abre —exigió bruscamente.
Mis labios se separaron cuando él puso su otra mano alrededor de mi cabello,
acercándome más. Lentamente abriendo mis labios, permití que se deslizara dentro
de mi boca.
Mis labios se cerraron alrededor de él, absorbiendo todo lo que podía. Echó la
cabeza hacia atrás y las venas se hincharon en sus brazos y cuello.
Él gimió cuando su punta golpeó el fondo de mi garganta. Por un pequeño
momento, luché contra la invasión cuando él se retiró un poco y luego empujó hacia
adentro.
Lo miré, su rostro era una máscara de innegable placer. Mis músculos
comenzaron a relajarse mientras lo dejaba tomar el control, follando mi boca como
él quería.
Empujó en mi boca una y otra vez, su respiración superficial mientras me
miraba. Abrí mucho la boca, chupándolo cuando era necesario. Lamí la punta, mi
lengua giraba, siguiendo las gruesas venas que lo recorrían.
Lo escuché gruñir, sus caderas moviéndose hacia adelante. Empujó con fuerza
en mi boca, manteniéndose allí por un segundo antes de retirarse y repetir el
proceso nuevamente.
—Ahh... ¡Joder, Ayla! —él gimió cuando mis dientes lo rozaron ligeramente—.
Justo así... ¡joder, sí!
Sus muslos se contrajeron, sus músculos se encogieron y supe que estaba
cerca. Doblé mi esfuerzo mientras él continuaba empujando.
Pero antes de que Alessio se pudiera venir, se apartó. Su respiración era
irregular cuando me levantó, poniéndome contra la pared.
Con un movimiento experto, tenía una de mis piernas envuelta alrededor de
sus caderas, su polla descansando contra mi húmeda hendedura.
Mis labios se separaron con un gemido cuando él presionó ligeramente dentro,
solo su punta en mí.
Mis ojos se abrieron cuando se vino, cubriendo mis paredes interiores, su
venida corriendo por mis muslos.
Me quedé sin aliento cuando él gimió, sus caderas se sacudieron contra las
mías. Alessio descansó su cabeza sobre mi hombro, su pecho se agitaba con cada
respiración.
Cuando sentí su mano entre nosotros, agarré su cabello con más fuerza. No
creía poder aguantar más.
Sus dedos rozaron mi muslo, empujando su semen dentro de mí. Apreté
alrededor de sus dedos, mi cabeza golpeando a un lado.
Retiró su mano y la levantó, empujando dos de sus dedos más allá de mis labios
separados.
—Chúpalo. Chúpalo como si chuparas mi polla.
Mi corazón se aceleró ante la orden, y cerré mis labios alrededor de sus dedos,
chupando tentativamente.
Moví mi lengua sobre sus dedos, chupando, limpiándolo de nuestra corrida.
Arrastró sus mojados dedos por mi cuello antes de tomar mis labios en un beso
profundo.
Alessio pasó mi otra pierna alrededor de sus caderas y nos llevó a la habitación.
Caímos juntos en la cama, con él encima de mí.
Mis piernas se abrieron para acomodarlo. Se inclinó sobre mí, tomando mis
labios en un beso largo y exigente.
Cuando lo sentí presionar contra mí, contuve el aliento. Mis gemidos llenaron
la habitación mientras se movía de arriba hacia abajo, cubriéndose con nuestra
corrida.
Apreté y luego él entró lentamente, llenándome por completo. Mi espalda se
arqueó en la cama, mis manos fueron a sus hombros en busca de apoyo.
Alessio me presionó contra el colchón, saliendo completamente antes de volver
a entrar. Empujó mis piernas hacia arriba, doblando mis rodillas para que estuviera
completamente abierta a él.
Se deslizó más profundo, su ritmo cada vez más rápido y más duro con cada
empuje dentro de mí.
Me estiré dolorosamente a su alrededor pero lo amaba tanto.
—Te sientes tan bien —dijo mientras se estrellaba dentro. Mis paredes se
apretaron alrededor de él cuando se retiró de nuevo.
Palpitaba entre mis piernas, pulsando con necesidad. Con cada empuje, su
pelvis rozaba mi clítoris, y tuve que morderme los labios, tratando de detener mis
gritos.
—Alessio...
Mi respiración era superficial. Comenzó a bombear dentro de mí con más
fuerza, cada vez su pene llegando muy profundo, que me dejaba sin aliento.
Mis manos se deslizaron hacia su espalda, mis uñas clavándose en su piel.
Arañé su espalda, mis caderas se alzaron para encontrar cada uno de sus empujes
con los míos.
Él gimió, empujando más fuerte.
—Dime lo que necesitas —susurró bruscamente, besándome sin sentido.
—Hazme el amor —le susurré, levantando la espalda de la cama mientras él
empujaba dentro de mí otra vez.
—Lo esto haciendo—dijo, con los ojos brillantes de amor y deseo.
Alessio se echó hacia atrás un poco, solo para poner mis piernas sobre sus
hombros, abriéndome a sus empujes duros e implacables.
Sentía que me iba a romper, y con mucho gusto lo recibí.
Mi cuerpo se tensó y estaba deliciosamente cerca. Los músculos de Alessio se
tensaron, su cuerpo también se tensó.
Se agachó y deslizó su dedo sobre mi núcleo, presionando hacia abajo mientras
se estrellaba dentro de mí al mismo tiempo.
Mis labios se separaron cuando un grito escapó de mis labios. Mi cuerpo se
tensó y hormigueó cuando mi orgasmo me golpeó como una interminable ola.
Floté, mis ojos se cerraron mientras Alessio continuaba bombeando su polla en
mi apretado coño.
Se vino con un rugido, llenándome hasta el borde. Estaba increíblemente llena
cuando me vine una vez más.
Agotada, apoyó su frente contra la mía. Respiré por la nariz, tratando de
recuperar el aliento. Los dos nos quedamos sin aliento, y no podía quejarme ni un
poco.
Nuestra manera de hacer el amor era explosivo, algo que necesitaba y ansiaba
de Alessio. Sabía que él sentía lo mismo.
Lo miré a los ojos azules mientras él permanecía enterrado dentro de mí.
Después de unos segundos de silencio, se retiró, nuestra esencia mixta goteaba de
mí.
Alessio me miró, su mirada bajando entre mis piernas. —Te ves tan
jodidamente sexy en este momento. Tus piernas se abiertas con mi semen goteando.
Te ves hermosamente usada, gatita.
Parpadeé, una lenta sonrisa apareció en mi rostro. Alessio se inclinó y me besó
gentilmente, suavemente y tan dulcemente.
—Te amo Ángel.
—Te amo, Alessio.
Nuestras palabras fueron dichas en un tono bajos, susurradas solo del uno al
otro. Un momento hermoso, algo que recordaría hasta el final de mis días.
—Te dejaré dormir por ahora. Pero más tarde... —Su voz tenía una promesa
cuando mis ojos se cerraron adormilados.
Tarareé mientras nos volvía a nuestros lados. De espaldas a él, se acurrucó a mi
alrededor, abrazándome protectora y posesivamente.
Epilogo
La próxima vez que desperté estaba sola. La luz del sol entró en el dormitorio y
pude escuchar las olas estrellándose en las orillas desde la distancia.
Rodé en la cama y busqué a Alessio, pero no se encontraba por ningún lado. Me
di la vuelta, me dolían los músculos y me negaba a moverme. Me dolía por todas
partes, pero era un buen dolor.
Cuando me puse de pie, la voz de Alessio se escuchó desde abajo. Hubo algunos
ruidos de platos, y sonreí cuando me di cuenta de que mi esposo estaba en la cocina.
Me metí rápidamente en la ducha, me lavé y me di un baño. Después de
refrescarme, salí y me miré en el espejo.
Mi cuerpo estaba cubierto con las marcas de Alessio. Ya sea por sus besos o su
fuerte abrazo, me encantaba. Me encantaba su posesividad sobre mí. Me hacía sentir
que le pertenecía... y era exactamente eso.
Yo era suya.
Y él era mío.
Me envolví en una toalla y salí de la habitación. Mis piernas me llevaron a la
ventana y vi el océano, las olas chocando juntas.
Una vista tan hermosa y pacífica.
Mi garganta se obstruyó y las lágrimas cegaron mi visión.
Era feliz. Finalmente era feliz.
Lo sentí incluso antes de verlo. Su presencia causaba un hormigueo sobre mi
cuerpo. Sus brazos rodearon mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo.
Descansando mi cabeza contra el hombro de Alessio, me quedé mirando.
—Gracias por traerme aquí —dije en voz baja—. Borraste todos los malos
recuerdos, Alessio. Ni una sola vez tuve la oportunidad de pensar en lo que había
sucedido. Me hiciste sentir viva anoche. Me hiciste sentir amada, adorada y
apreciada —continué, mis manos recorrieron las suyas.
Alessio colocó un suave beso detrás de mi oreja. —Me salvaste, Alessio. Me
hiciste estar completa nuevamente.
—Yo soy quien debería decir eso, Ángel.
—Gracias por amarme —continué.
—Nunca me agradezcas por amarte, Ayla —respondió.
Nuestros corazones se habían elegido como compañeros. No había forma de
detenerlo, y me alegré de que Alessio y yo no hubiéramos luchado.
Todavía no estaba curada. No completamente.
A veces las pesadillas todavía me atormentaban el sueño. Algunas veces,
todavía tengo ataques de pánico.
Mi pasado no era algo fácil de olvidar. Estaba grabado profundamente dentro
de mí. Estaba arraigado a mí, sin importar cuánto intenté deshacerme de él.
Pero lo estaba superando. Aprendí a alejarlo y a concentrarme en lo bueno. En
la felicidad y el amor a mi alrededor.
Nunca sería completamente normal. Alberto me había cambiado... me había
arruinado eso. Dejó sus cicatrices en mi mente y cuerpo.
Pero con Alessio... estaba completa. Podía vivir y amar.
Y a cambio, Alessio me había entregado su corazón.
Éramos uno.
Finalmente podría ser feliz, y por eso, viviría el resto de mis días amando con
todo mi corazón.
Dándome la vuelta en sus brazos, lo miré.
Nos miramos el uno al otro.
Azul contra verde.
Alessio me sonrió, mi propia sonrisa se amplió.
—Tú eres mi ángel —susurró.
Sí, eso era.
Yo era su Ángel al igual que él era mi salvador.
El comienzo de todo...
La Mafia y su Ángel.

EL FIN
¿Lo es?

Puede pasar a la siguiente página para obtener un extracto del próximo libro en Tainted
Hearts Series.
***Vistazo***

The Mafia and His Obsession: Parte 1


(Tainted Hearts, #4)

ÉL

Algunos dicen que somos crueles. Seres humanos repugnantes. Despiadados.


Implacables.
Estoy de acuerdo.
Pero me gustaba más la palabra bárbaro. Indiferente. Sádico. Perverso.
Después de todo, éramos asesinos.
Nacimos en esta vida. Desde el principio, lo respiramos.
Desde el primer aliento... hasta el último.
Sus gemidos me sacaron de mis pensamientos. ¿Era orina lo que olía?
Muy probablemente. Siempre se convertían en repugnantes cuerpos cuando su
muerte aparecía frente a sus ojos. Lástima por ellos, siempre era demasiado tarde.
Abrió la boca para hablar, pero nunca le di una oportunidad. Mis dedos se
apretaron alrededor del cuchillo antes de hundirlo, justo en el medio de su garganta.
El hombre gorgoteó su último aliento cuando su sangre se derramó a su
alrededor... y sobre mí. Sacudiendo la cabeza con disgusto, le escupí.
—Tonto. Conocen las consecuencias, pero aun así intentan jugar con nosotros
—me burlé de él.
Su pecho se expandió mientras tomaba su último aliento... y luego el silencio.
Nadie dijo una palabra mientras mirábamos al hombre muerto, sus ojos aún
abiertos. Todavía mirando a los míos.
La única diferencia era que los suyos estaban vacíos, mientras que los míos
todavía estaban muy vivos, brillando con poder.
Escuché a Phoenix hablando por teléfono mientras me levantaba. Mi pañuelo
ya estaba fuera de mi bolsillo, y me limpié las manos, tratando de eliminar la sangre.
Mi cara fue la siguiente. Se sentía pegajoso donde la sangre había salpicado.
Asquerosa suciedad. Necesito una jodida ducha ahora.
¿Por qué Alessio no lo hizo él mismo?
Oh, espera... porque no quería ensuciarse las manos esta vez. Su Ángel lo estaba
esperando en casa.
Como si eso lo hiciera menos malo.
Él estaba igual de jodido.
Todos estábamos jodidos.
Pero la teníamos para traernos algo de luz. Un poco de felicidad Algunas
sonrisas... algunas risas ocasionales. Algunos trozos de amor.
Ella nos lo dio todo sin esperar nada a cambio. Ella amaba tanto y tan fuerte
que a veces nuestros corazones no eran lo suficientemente grandes como para
tomarlo todo.
Alguien maldijo detrás de mí. Mis cejas se fruncieron en confusión cuando me
trajeron de vuelta al presente.
Irritante, me había perdido demasiado en mis pensamientos últimamente. Muy
malo.
Me matarán si no junto toda mi mierda.
—Jefe —escuché a Phoenix advertir.
¿De qué mierda le está advirtiendo a Alessio? Me di la vuelta, mirando a los
demás.
Solo para encontrarme cara a cara con Alessio apuntándome con su arma.
— ¿En serio? No tenemos tiempo para esto —dije, con los ojos en el arma.
Ladeó la cabeza y levantó las cejas divertido.
— ¿Podemos hacer esto más tarde? ¿Después de haber movido el cuerpo?
Vamos, hombre.
Puse los ojos en blanco, sabiendo que Alessio no iba a hacer algo estúpido. Él
no lo haría. No después de todo.
Dándole la espalda, puse mi vida... todo en sus manos. Le di toda mi confianza.
Ese fue mi primer error.
Escuché el disparo primero. Sonó tan fuerte en el silencioso callejón. Mi
corazón latió en respuesta.
Entonces lo sentí. El dolor indescriptible y las quemaduras que vinieron
después de que la bala atravesará mi cuerpo.
Me disparó.
Realmente me disparó.
En el culo
¿Qué maldita mierda?
No solo malditamente me disparó.
Me di la vuelta para enfrentarlo, ignorando el dolor. Intentando ignorar el
hecho de que me acababan de disparar por el culo. ¡Tenía un agujero en una mejilla
del culo!
Esto no era una mierda de Deadpool. Y estoy seguro de que no era un súper
mutante que podía sacar las balas del culo.
Sí... él es un hombre muerto.
—Ayla se enojará cuando volvamos a casa y nos encuentre a los dos disparados
—arrastré las palabras, revisando mi trasero.
Nunca tuve la oportunidad de obtener mi arma. Ahora apuntaba a mi pecho,
justo sobre mi corazón.
Me congelé. Mis músculos se bloquearon mientras miraba a Alessio con
sorpresa. Él no lo haría...
Levantando mis manos en señal de rendición, di un paso atrás. "Alessio,
podemos hablar de esto".
Al menos no en mi corazón. Podía disparar a cualquier parte menos al corazón.
O mi polla
—No. No podemos —respondió simplemente. Sus ojos parecían más oscuros
de lo habitual, la ira brillaba en ellos. Alessio se ponía loco cuando se enojaba.
Él desenfocaría las líneas entre lo correcto o lo incorrecto. Nada le importaba
excepto su venganza. Haría cualquier cosa... todo.
En ese momento, estaba del otro lado. No a su lado. Sino contra él. Por primera
vez desde que lo conocía.
En lugar de nuestras armas apuntando a otros bastardos, su arma me
apuntaba. Y solo una razón tenía sentido.
— ¿Creías que no lo averiguaría? —siseó. Vi sus dedos apretarse alrededor del
arma. Su índice se posó en el gatillo, esperando el momento correcto, arrastrando el
suspenso.
Le encantaba la persecución, la adrenalina al hacer que otros temblaran y
gimieran de miedo. Excepto que no estaba temblando ni lloriqueando.
Eso probablemente lo enojó más.
— Te lo iba a decir —respondí.
Mentira. No lo iba a hacer.
Porque no había nada que contar. Nada era lo que parecía ser. Cada acción,
cada palabra tenía un significado detrás.
Nada en nuestro mundo era la imagen perfecta. Todo estaba en pedazos y
teníamos que ponerlos todos juntos para encontrar la verdad. Una pieza en el
rompecabezas para obtener toda la visión.
Todo era una mentira.
Todos eran una mentira.
Cada jodido día era un juego para jugar. Un juego que habíamos dominado.
No creas en nada. Lo que ves o escuches es una mentira.
Esa era una de las lecciones aprendidas y una lección para recordar.
—Déjame explicarte —traté de convencerlo. Cualquier cosa menos otra bala en
mi cuerpo.
—Sabes muy bien que nunca le doy a nadie la oportunidad de explicar —
espetó. Empujando su arma hacia mi pecho, sus labios se curvaron con disgusto—. Y
no eres diferente.
—Jefe —escuché decir a alguien. Había una advertencia en su tono. ¿Quizás
estaba tratando de salvarme? Éramos una hermandad, después de todo.
Alessio sonrió, solo la esquina de sus labios se alzó, y lo supe. Mi muerte
acababa de ser firmada y no tenía otra opción.
Las venas de mi cuello palpitaban. La sangre corría en mis oídos hasta que lo
único que podía oír era el latir de mi corazón.
Sus voces sonaban como si estuvieran bajo el agua cuando mi terrible vida
apareció frente a mis ojos. Esto era todo.
El fin.
¡BANG!
Cerré los ojos cuando el arma se disparó, sonando tan fuerte, tan malvada para
mis oídos. La conexión del metal y mi piel fue rápida. Tan rápida que podría
habérmela perdido.
Pero cuando el dolor llegó más tarde... no hubo forma de escapar.
El sudor goteaba por mi frente mientras mi sangre goteaba por mi cuerpo. La
bala fría penetró mi pecho y recé para que no me golpeara el corazón.
Fue un pensamiento risible.
Alessio tenía una puntería perfecta. Si él me quería muerto, disparado en el
corazón, no había escapatoria de la muerte.
Él era la muerte.
Mis ojos se abrieron mientras miraba a mi jefe por última vez. Su mano cayó a
su lado, todavía sosteniendo el arma.
La ira en sus ojos había desaparecido, reemplazada por dolor y sufrimiento. Su
expresión cambió a una de arrepentimiento. —No quería hacer esto, pero no me
diste otra opción. La cagaste. Y te jodiste mucho.
¡Sabía eso!
Quería gritar, pero tenía los labios entumecidos. Mi garganta se apretó cuando
el dolor se extendió por mi cuerpo. Se sentía como si me estuviera quemando por
dentro mientras el suelo se volvía más oscuro con el tono rojo de la sangre.
A través de una visión borrosa, vi a Alessio apuntándome con el arma
nuevamente. Cerré los ojos, esperando que terminara esto. Esperando a que este
dolor indescriptible finalmente termine.
La bala disparada parecía flotar en el frágil aire, mis oídos apenas registraron
el disparo. Me atravesó el pecho sin consideración, sin significado o relevancia real.
Un sacrificio hecho de mi parte. Un sacrificio que estaba dispuesto a hacer. Para
mi familia. Por ella.
Las pequeñas heridas gotearon sangre de forma similar a cómo los ojos
llorosos filtraban lágrimas.
Me puse de rodillas, mi cuerpo demasiado débil para mantenerme fuerte por
más tiempo. Me quedé sin aliento, suplicando por aire.
Tal vez lo escuché susurrar perdón. Tal vez mi mente me estaba jugando una
mala pasada, pero no había duda de la angustia en su voz.
Quería abrir los ojos para darles una última mirada. Un último adiós. Pero mi
debilidad ganó.
—La única razón por la que puedo arrepentirme de esto es porque Ayla va a
ser lastimada. Ella va a llorar y no podré hacer nada —dijo Alessio. Su voz sonaba
más cerca pero aún tan lejos.
Estaba a la deriva. Cayendo más y más en el oscuro abismo.
De repente, todo quedó en silencio. Todo movimiento a mi alrededor
disminuyó a un ritmo insoportable. Podía sentir mi pulso golpeándome mientras las
visiones destellaban detrás de mis ojos cerrados.
Las imágenes se arremolinaban ante mí hasta el final, dejando esa última
escena de ella impresa en mi mente sin el oxígeno para sostenerla.
Su sonrisa. Su risa. La mirada de amor mientras lo miraba. Nunca a mí. Siempre
a él.
Me desangré, perdiendo la conciencia más rápido... cayendo más rápido... hasta
que toqué tierra firme.
Me empujaron y el dolor me atravesó. Se sentía como si mi corazón comenzara
a latir de nuevo, bombeando sangre a través de mi cuerpo.
Morí. Supe que morí... luego las voces...
¿Qué está pasando?
Abrí la boca para hablar, pero no encontré palabras. La sensación de ardor en
mi pecho nunca terminó. Dolía más y más cada segundo.
— ¡Está muriendo!
Los ruidos se hicieron más fuertes sobre los latidos de mi corazón.
— ¡No lo dejes morir!
Nuevas voces. No pertenecían a Alessio ni a ninguno de nuestros hombres.
— ¡Mierda! ¡Lo necesito vivo, maldita sea!
No. Estaba muerto.
—Necesita vivir —siseó la voz.
—Necesitas vivir. ¿Me oyes, hijo? —Eso sonaba más cerca.
¿Me estaba hablando?
Mi cuerpo fue movido, empujado, jalado, y me aferré a la agonía.
¿Qué demonios está pasando?
Déjame en paz, quería gritar. Estaba con ella... al menos en mi momento de
muerte, ella me amaba.
Pero ahora unos estúpidos bastardos me llevaban lejos. Podía verla
desvanecerse... alejándose de mí.
La alcancé, pero ya era demasiado tarde. Ella se había ido, desvaneciéndose en
la oscuridad. Ella me dejó solo de nuevo.
—Esto es lo que sucede cuando eliges el lado equivocado.
¿Eh?
—Jodido Ivanshov. Pagarán por esto. Todos ellos.
No.
—Te dije que te unieras a nosotros, pero no me escuchaste. Ahora soporta el
dolor de ser traicionado por tu hermano. ¿Sobre quién? Alguna jodida blyad italiana.
No la llames puta.
La ira se arremolinó dentro de mí, antes de que finalmente me diera cuenta.
Estaban hablando ruso.
Ah, maldita mi vida.
—No te preocupes. Tendrás tu venganza. Todos te traicionaron. Vivirás y
obtendrás tu venganza.
Sus palabras penetraron en mi mente, y las sostuve cerca, envolviéndome con
las palabras.
Todos te traicionaron.
Se murmuraron otras palabras, pero las ignoré.
Vivirás y obtendrás tu venganza.
Sonreí internamente. Oh si, lo haré.
Iba a vivir... a la mierda la muerte. Todavía no era mi hora.
—Llévalo a la finca. Cuando se despierte, pondremos nuestros planes en
acción. Ha llegado el momento de que mi heredero se una a mí.
La sonrisa se convirtió en una burlona. Era hora.
La sangre se derramaría, y solo los fuertes vivirían. Solo podría haber un
conquistador. Todos los demás iban a estar a tres metros bajo tierra fría y dura.
Engaño. Traición. Mentiras. Traidores. Odio. Venganza. Fraude.
Vivíamos con ellos todos los días. Los respiramos. Los jugamos. Y les dábamos
la bienvenida.
El juego ha comenzado.
Sobre la Autora
Lylah James vive con sus padres y su hermano menor en algún lugar de Canadá. Usa todo
su tiempo libre para escribir. Si no está estudiando, durmiendo, escribiendo o trabajando,
se la puede encontrar con la nariz enterrada en un buen libro de romance, preferiblemente
con un macho alfa caliente.
Escribir es su pasión. Las voces en su cabeza no se detendrán y ella cree que merecen ser
escuchadas y leídas. Lylah James escribe sobre machos alfa dignos de baba, con heroínas
fuertes y dulces. Hace llorar a sus lectores, sollozar, desmayarse, maldecir, enojarse y
enamorarse. Principalmente conocida como la Reina del Cliffhanger y el
#evilauthorwithablacksoul, a ella le gusta romper los corazones de sus lectores y luego
repararlos nuevamente.
Sangre y Rosas
(Tainted Hearts #3.5)

Maria

Estaba atrapada. No quedaba nada de mí.


Luego él vino y quiso hacerme suya.
Él me salvó. Me dio un hogar, una familia.
Me hacía el amor dulcemente.
Yo era su Ángel. Él era mi todo.
Creía que viviríamos felices para siempre,
pero no hay finales felices en la vida de la
mafia.
Descubrí esto de la manera difícil,
mientras la sangre fluía, roja como las
rosas...

Lyov

Ángel. La palabra no significaba nada hasta


que la vi.
La encontré en un lugar peor que el
infierno. Ella me llama su salvador.
Pero no la salvé. Capturé a la bonita Ángel
y la hice mía.
La vida era perfecta. Tenía todo lo que
quería.
Yo fui su salvación. Ella fue mi redención.
Hasta que la perdí.
Los Ángeles merecen finales felices, pero los monstruos como yo no.
Mi oscuridad se convirtió en la de ella, y nuestro feliz para siempre se contaminó.

Sugerencias de traducciones a: nathsworldt@gmail,com

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