Está en la página 1de 328

MENTIRAS ROBADAS

Little Rock Saga

MARCIA DM
Mentors Robadas © 2020 by Marcia DM
Todos los derechos reservados
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña de un libro.
ÍN DICE

ADVERTENCIA

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Epílogo

Nota de Autor
Agradecimientos
Otras Obras de Marcia DM
ADVERTENCIA

Esta historia es de Romance Oscuro, abarca temas sensibles, tales como


depresión, suicidio y violencia. Si estos temas son disparadores fuertes de
tus emociones, te recomiendo que no avances en la historia.
Gracias!
1
S IMON E DU P ON T

Exclusión: acción y efecto de excluir.

— ¡¿P or qué no puedes ser más como tu hermana?! —grita mi padre


en mi rostro.
Mantengo mis labios sellados, debo detener la avalancha de respuestas
que quieren salir de mí.
Mi padre cree que conoce a mi hermana Margot, ¿por qué? Porque ella
es una gran actriz al momento de vender el personaje a cualquiera que la
esté mirando, ella es la imagen que todos esperan ver.
Ante los ojos de mi padre Margot es emprendedora, impenetrable y sin
escrúpulos como él.
Lo que mi padre no entiende es que eso que quiere que sea, es
exactamente lo que no quiero ser.
Ser o no ser, esa es la cuestión.
Margot vive constantemente en un escenario. Delante de bambalinas
exhibe una mujer de clase, elegante, sonriente y la viva imagen de mi padre
(según algunos) pero detrás de bambalinas, Margot podría hacerse pasar
con una mujer salvaje, rea y ¿por qué no? Criada en la calle.
Nada más alejado de la realidad.
Nuestra familia es una de las familias de “primeros inmigrantes” más
ricas del país. Algunos periódicos llamaron a mi abuelo “el surtidor oficial
del gobierno” o también “La máquina expendedora letal”.
Si suena importante, es porque lo es.
La organización que mi abuelo Edmond fundó, actualmente provee al
gobierno de los Estados Unidos las armas, máquinas y explosivos más
letales del mundo. Los aviones, helicópteros y barcos son algo aparte (y
menos vergonzoso si me lo preguntas).
Mi padre tomó la posta de la empresa el día que me abuelo murió y
espera que Margot y yo hagamos lo mismo. Lo que mi padre no sabe es que
las dos hijas despreciamos la empresa con el alma y todo lo que representa.
Por el momento las dos vivimos como títeres, sonriendo y asintiendo a
mi padre sin parar.
Mi hermana es más astuta que yo, eso es indiscutible, nunca demostró
sus convicciones delante de mi padre.
Eso es solo para mí.
Margot finalizó sus estudios y comenzó a trabajar inmediatamente como
pasante en la empresa de mi padre, por solo unos meses, hasta que mi padre
decidió involucrarla cada día un poco más. Hoy en día, Margot lleva a cabo
sus tareas como la dama empresaria que todos creen que es y por la noche,
maneja uno de los clubes más exclusivos de la ciudad.
Sí, mi padre André Du Pont está orgulloso de su hija mayor.
Pero la hija menor… ¡Oh! La hija menor salió “arisca” y “complicada”,
ese es el término que usa mi madre, Caterina Du Pont, siempre lo dice con
la sonrisa que inspiró a Walt Disney a dibujar a todas sus villanas.
Caterina Du Pont es la esposa trofeo que todos quieren tener, maneja
beneficencia, habla solo cuando le piden su opinión, sonríe constantemente,
usa ropa de diseñador y no eleva su voz, nunca.
Jamás escuché a mi madre discutir con mi padre, ni siquiera el día que
se enteró que su esposo tenía un hijo por fuera del matrimonio.
Bastián, mi medio hermano, el único que parece tener la mente
conectada a la tierra por estos lugares.
—No va a volver a ocurrir papá, te lo prometo. —respondo mirando al
suelo.
La raíz de esta discusión se está dando porque llegué tarde a la gala de
beneficencia anual de la empresa. ¿Qué? ¿Creíste que era algo más
importante? No, mi padre odia que la gente no responda sus órdenes en los
siguientes tres segundos, por eso, cuando me buscó anoche entre la multitud
para presentarme al hijo de su amigo, se enfureció cuando no me encontró.
Mi padre camina por su oficina con sus dos manos sobre la espalda
baja, usando ese caminar “real” que tiene cuando está enojado. Mira por la
ventana y suspira, cansado de tener una hija tan descarriada.
Yo por mi lado, terminé mis estudios hace un año exactamente. Tal
como mi hermana, comencé a trabajar desde abajo. Hasta hace una semana
atrás era la secretaria de Margot, el mejor trabajo que tuve hasta ahora.
Lo que más aprendí de ella, fue a verla cambiar máscaras como uno
cambia de ropa interior.
Solo cuando estábamos solas, usa su verdadero rostro.
Margot es graciosa, (asquerosa por momentos) y real. Dentro de la
oficina usa ropa de diseñador, siempre cubriendo sus brazos, que por cierto
están enteramente tatuados. Algo que mis padres nunca vieron.
Yo en cambio, no exhibo rastro de otra personalidad y eso es
simplemente porque no tengo otra. No se ser alguien que no soy, no me sale
fingir con naturalizad o sonreír ante cualquier chiste que me haga un
hombre.
Menos aún cuando son sexistas.
—Solo quiero que seas la mejor versión de tu misma, Simone.
—Ya lo sé papá. —murmuro.
Déjame traducirte lo que mi padre está intentando decirme: necesito ser
menos yo y más mi hermana, de hecho, lo dijo explícitamente hace un
segundo atrás.
Hace una semana mi padre me dio mi propia oficina. Suena
emocionante, pero estar encerrada en ese lugar solo trae estrés y frustración.
Mis tareas comenzaron a ser más y más complejas, reuniones, llamadas,
eventos y ya no sé qué más. En todas y en cada una de esas tareas tengo que
demostrar ser capaz, que el puesto no me lo regalaron (cosa que si pasó),
que tengo la madurez suficiente para llevar adelante la empresa y que mi
vida social está completamente controlada y encaminada.
Todo es una gran mentira, todo está absolutamente alejado de la
realidad.
Comencemos a ver por qué: Idónea soy, eso lo sé, no dudo de mi
inteligencia, ni de mis capacidades, ¿Qué más? Ah, sí, demostrarles a los
inversionistas que esta cara bonita también es capaz de mantener la empresa
a flote.
¿A quién no le gusta que una mujer este a cargo? A los hombres
mayores de cincuenta años, en su mayoría son reacios a que una mujer sea
capaz de llevar a cabo algo con éxito, a menos que sea un embarazo o la
limpieza de la casa.
Y, por último, mi vida social, la cual es prácticamente nula. Mis únicos
amigos son Margot, Bastián y mi piano.
Mi experiencia con el sexo opuesto es inexistente. Tengo veintitrés
malditos años y lo máximo que hice fue besar a un chico.
Una vez.
Y fue horrible, todavía puedo recordar la saliva resbaladiza y la lengua
de Tomy, mi compañero de colegio. (Tomy hoy es el vice presidente de la
compañía de su padre, está casado y con un bebe en camino, si, con
veintitrés años) así son los círculos de la alta sociedad.
Mi abuelo decía: Crea tu fuerte, llénalo de soldados y sobrevive hasta el
final.
Ese es el lema con el que se manejan en estos círculos.
¡Ah! ¿Cómo puedo llevar a cabo una empresa, tener una familia y
mantenerme saludable, si ni siquiera puedo tener una conversación de más
de cinco minutos con un hombre sin entrar en colapso nervioso?
El celular de mi papá suena y me hace señas para que me retire de la
oficina. Y eso hago, porque a mi padre se lo obedece sin peros.
Una vez que cierro la puerta detrás de mí, bufo fuertemente eliminando
todas las palabras atoradas en mi garganta.
—¿Así de mal te fue? —pregunta Winston.
Uno de los hombres más cercanos a mi padre.
Tenemos facciones muy parecidas él y yo, los dos venimos de familias
francesas por empezar.
Su cabello es aún más rubio que el mío, su piel blanca y perfecta, sus
ojos celestes brillantes, su cuerpo es alto y esbelto tengo que mirar hacia
arriba cuando le contesto. Winston es uno de los empleados más jóvenes de
mi padre, hijo del mejor amigo de André Du Pont y potencial candidato
para Margot. Crecieron juntos y compartieron veranos enteros en el viñedo
de Burdeos de mi tío Cesar.
—No quieres saberlo, pero te doy un consejo gratis, nunca llegues tarde
a la gala benéfica de la compañía, es un pecado capital. —aclaro con un
tono burlón.
Winston se ríe entre sus dientes.
—Si sirve de consuelo, hoy no tiene un buen día.
Nunca tiene un buen día, conmigo.
Escucho tacos que se aproximan detrás de mí y por la mirada lasciva de
Winston, sé que mi hermana camina hacia nosotros. Una media sonrisa se
desparrama por su rostro, mientras la mira dé la cabeza a los pies.
—¿Y ahora qué pasó? —pregunta mi hermana acariciando el cabello
sobre mi espalda.
Ella siempre es protectora conmigo, sabe que mi padre espera más de
mí que del mismísimo Dios y eso la angustia.
—Nada importante —sonrío falsamente. —, no te preocupes. —deslizo
mi mano por su cintura y la abrazo con cariño.
Hoy mi hermana lleva puesto un traje rojo que le combina
perfectamente con sus labios. Margot es hermosa por donde la mires, tiene
confianza de sí misma y audacia.
A veces le tengo un poco de envidia, su vida parece demasiado fácil.
—Del uno al diez ¿qué tan difícil esta hoy? —pregunta.
Con Winston compartimos una mirada cómplice.
—Veinte. —decimos los dos al mismo tiempo, haciendo que los tres
explotemos de risa.
—Bueno, deséenme suerte entonces, porque los números que llevo no
son buenos. —dice mi hermana con una mirada preocupada.
Mi padre abre la puerta y nos encuentra a los tres conversando
tranquilamente. Cuando posa los ojos sobre Margot y Winston, se le llenan
los ojos de esperanza.
Futuros nietos, los soldados que tanto necesita.
—Mis dos mejores empleados…—dice mientras camina y los abraza a
los dos al mismo tiempo, no tengo otra alternativa más que correrme para
que los pueda abrazar con más espacio.
—Papá —lo saluda Margot —, estaba por entrar. —dice ella ignorando
por completo las intenciones de mi padre de acercarlos físicamente.
Hablé sobre este tema millones de veces con ella. Margot nunca quiere
aclarar demasiado y la historia siempre llega al mismo final.
Algo pasó en un verano que hizo que Winston ya no sea tan indicado a
los ojos de Margot. Nunca me dijo que fue, ni que hizo, solo me dijo que
era algo entre los dos y que no quería contarme para que no cambie mi
opinión de él.
No puedo imaginarme que hizo él para desencadene una ruptura tan
drástica en su amistad.
Ella dice que son amigos, pero no amigos como lo eran antes.
—Sí, pasa hija…—mi padre se aleja de la puerta para que pueda entrar
— ah, Simone, —me llama —¿la harías el inmenso favor a tu padre de
traerle un café? Todavía no puedo recuperarme de la noche de póker que
tuvimos con los muchachos.
Guiña un ojo hacia mí con una sonrisa socarrona.
—Si papá. —respondo girando sobre mis talones y alejándome de la
familia feliz.
2
S IMON E DU P ON T

Control: dominio, mando, preponderancia.

A pago el motor de mi Mercedes Benz y me preparo para mi clase.


Manuel es el nombre de mi profesor y solía venir a mi casa
una vez por semana a enseñarme piano, pero cuando comencé la
universidad, me mudé y empecé a venir a su loft a practicar.
Después de casi diez años de práctica, ya no necesito venir, es más una
terapia que una clase. En los apartamentos donde vivo, tienen una política
fuerte sobre los ruidos e instrumentos.
Eso es lo que sucede cuando vives en el edificio más exclusivo de Little
Rock, la ciudad donde me crie y donde probablemente muera.
Little Rock es una ciudad a una hora de Los Ángeles, tiene los paisajes
de California y el dinero de Hollywood. En esta ciudad, tus vecinos son
personas que creen tener más privilegios que el resto y dictan reglas como
un dictador cambia las leyes. Aquí viven las personas plásticas que viven de
la apariencia, autos lujosos, mansiones mediterráneas extremadamente caras
y cabelleras rubias con extensiones. Sí, de aquí soy.
Manuel vive a media hora de mi casa, este barrio no es como el mío,
aquí viven personas que aspiran a ser actores o actrices y no tienen dinero
para vivir en Los Ángeles todavía.
Subo las escaleras del viejo edificio con olor a humedad y toco el
timbre. Puedo ver movimiento por debajo de la puerta.
Manuel tiene el cabello negro y largo hasta los hombros, usualmente lo
lleva recogido a la altura de su cuello, actualmente tiene treinta años, pero
su rostro aparenta de un hombre de cuarenta, cansado y triste. Nunca habla
de su pasado, pero más de una vez me dio a entender que su familia le trae
problemas constantemente.
Cuando abre, encuentro que lleva una sonrisa tensa en su rostro.
—Oh-oh, ¿qué pasó? —pregunto con una ceja arriba.
—¿No leíste mi mensaje?
—No, mi mamá quiere que la acompañe a tomar el té a la casa de su
amiga, “accidentalmente” deje el celular en mi casa, —hago comillas en el
aire— pero si es un mal momento, puedo volver otro día.
—No, no, —dice apresuradamente— ¿recuerdas el hermano menor que
siempre trae problemas?
—Sí, ¿Agustín era su nombre?
—El mismo, apareció en mi casa anoche, con la cara toda magullada,
dice que fue una pelea entre clubes, aparentemente ahora quiere entrar a
uno, pero viene corriendo a su hermano mayor cuando algo malo pasa, —la
última parte la dice más fuerte, gritando sobre su hombro para que lo
escuche. —si no te molesta que este aquí, comencemos.
—Ningún problema. —es más, me siento un poco curiosa de esta
persona.
El apartamento de Manuel es el típico hogar de soltero. No hay
decoración, no hay limpieza y no hay colores claros. Solo tiene un sillón
con un televisor lleno de cables enmarañados por detrás y una mesa para
comer. Bueno y por supuesto el piano que lo lleva pulido como un premio.
Cuando entro, encuentro al hermano de Manuel, sentado en el sillón, un
ojo violeta, el otro negro. Se levanta y estira su mano.
—Hola, soy Agustín. —se presenta con una sonrisa.
Tatuajes, chaleco y barba.
Hola Agustín.
—Hola, Simone. —tomo su mano y la estrecho, sus manos son rasposas
y masculinas.
—¿Empezamos? —pregunta Manuel detrás de mí.
Salgo del trance que Agustín puso en mi mente y le respondo.
—Sí, sí, estoy lista.
Caminamos hasta la habitación y comenzamos a practicar.
—Quiero practicar algo de Chopin hoy. —dicta Manuel.
—¿Por qué? —pregunto con sospecha.
Sonríe, porque sabe que sospecho de alguien.
—Me llamó tu madre, dijo que quiere que practiques para la gala del
próximo sábado.
¡Maldición!
Suspiro pesadamente y coloco mis dedos sobre las teclas. Comienzo a
deslizarlos para hacer sonar los acordes de Nocturne en mi bemol majeur.
Acordes lentos.
Angustiosos.
La mano izquierda tiene una secuencia ininterrumpida de corcheas en
arpegios simples a lo largo de toda la pieza, mientras que la mano derecha
se mueve con libertad en patrones de siete, once, veinte y veintidós notas.
Extremadamente sentimental y si no la tocas bien, puede sonar hasta
cursi.
Manuel me observa de brazos cruzados y su espalda apoyada contra la
pared, su cabeza se mueve al ritmo de la melodía. Sus ojos se cierran y
siente la música.
El mundo se apaga.
Solo escucho el piano, no hay pensamientos, no existen las ansiedades,
solo la conexión con el instrumento y la música que transita por mis venas
como la droga más eficiente del mundo. Por esta razón es que vuelvo todas
las semanas, el piano es mi cable a tierra.
El silencio que esconde al caos.
El orden dentro de mi enmarañada mente.
Presiono la última tecla que da por finalizada la melodía y los dos nos
mantenemos en silencio un segundo, es difícil salir tan rápido del trance que
provoca la música.
—Debería pagarte para escucharte Simone, no al revés. —dice con
media sonrisa en su rostro.
—No todo en esta vida es sobre el dinero. —respondo pensativa, mis
ojos siguen mirando las teclas.
—Cuando te sobra no es importante, cuando lo necesitas se vuelve todo.
—responde, colocando una mano sobre mi hombro.
Manuel sabe qué clase de persona soy, yo no ostento el dinero que tiene
mi familia, quizás tenga la mejor vista de la ciudad, uno de los autos más
caros del marcado, pero no soy como aquellas personas que usan el dinero
para sentirse mejor consigo mismos o peor, para hacer sentir a los demás
que son menos, pero él siempre sostiene que saber que el dinero siempre
estará a tu alcance, hace que le restes importancia y pase a ser algo insípido.
Puede que tenga razón, nunca me faltó nada en esta vida, nunca tuve que
pedirle algo a mis padres, generalmente ya lo tenía antes de saber qué lo
necesitaba.
El celular de Manuel suena y mira la pantalla rápidamente.
—Atiende, prometo que sigo practicando. —sonrío sin mostrar los
dientes.
—Solo me tomara un minuto. —responde y sale de la habitación.
Que mi mamá haya llamado a mi profesor no es algo nuevo para mí, la
intrusión de mis padres es algo cotidiano. Nunca en mi vida tomé una sola
decisión sin tener en cuenta que quieren o necesitan mis padres. Por eso
termino complaciendo a todos, menos a mí.
—Que aburrido…—escucho detrás de mí y me detengo
automáticamente.
Volteo encuentro a Agustín detenido bajo el umbral de la puerta con sus
brazos y piernas cruzadas.
—Bueno, no todo es divertido en esta vida. —respondo a la defensiva.
—Sí que lo es, deberías explorar el mundo reina, sino, no lo vas a
descubrir nunca. —detengo mis dedos por completo y le dedico mi
completa atención.
—¿Y terminar con la cara como una berenjena? No, gracias. —
respondo a la defensiva haciendo alusión a los moretones en su rostro.
Agustín se ríe entre los dientes, su actitud de chico malo me atrae como
todo lo prohibido, pero me resisto. ¿Qué diría mi padre si me viera con un
hombre así?
—Si alguna vez quieres experimentar lo que es el mundo exterior,
puedes llamarme. —arroja un papel sobre las teclas con su número de
teléfono y la palabra MAC.
—¿MAC? —pregunto extrañada.
—Sí, ese es mi nombre de la calle, nadie me conoce por Agustín en el
club.
Que ridículo.
—Bueno, gracias por la oferta, MAC. —digo de mala gana, mientras
alejo el papel de mis dedos.
Levanta sus hombros y se va de la habitación.
En cuanto me aseguro que sus ojos están lejos, tomo el papel y lo
guardo en mis vaqueros antes de que vuelva Manuel y lo vea.
3
S IMON E DU P ON T

Exhibición: acción y efecto de exhibir.

C omo buena esposa de multimillonario, mi mamá lleva adelante


diferentes organizaciones de caridad. En esta particularmente se
recauda dinero para los damnificados de Puerto Rico. Los ricos y
famosos de la ciudad vienen a estos eventos, a vanagloriarse como pavos
reales, exhibiendo cuánto dinero tienen, cuantas nuevas esposas o cuantas
cirugías. Usualmente son en lugares extravagantes como este museo de
ciencias naturales.
Los ricos necesitan sentir exclusividad, sino ¿cómo se distinguen del
resto de la sociedad?
Hablando de mi madre, que raro que no esté aquí ya.
Esta vez estoy media hora más temprano en la gala. Espero en mi
Mercedes mientras espío hacia la puerta de entrada del gran museo.
No llego nadie aún, pero puedo ver a los empleados yendo y viniendo
con caras de estrés.
Hoy llevo un vestido (de los miles que tengo para este tipo de eventos),
negro, ajustado y que muestre un poco de piel.
¡Pero no todo! “hay que dejar algo para la imaginación” dice mi
mamá.
Alguien golpea los nudillos en mi ventana y me hace saltar en el lugar.
Últimamente estoy muy asustadiza.
Mi mamá está del otro lado, mirándome con ojos enfurecidos. Bajo la
ventana mirándola fijamente.
—¿Qué hice ahora? —pregunto con ojos aburridos.
—Nada, pero si vas a estar aquí, al menos ayúdame. —dice ella
mientras se acomoda el vestido, miro por detrás y veo su vehículo aparcado
en un lugar donde no había nadie hace segundos atrás.
—Acabas de llegar, literalmente. —declaro mientras busco mi bolsa y
salgo del auto.
Cuando voy a preguntarle qué puedo hacer, ella ya está llegando a las
escalinatas del museo.
En serio, a veces me pregunto porque demonios tuvo hijas esta mujer.
Cuando entro, encuentro un grupo de gente ultimando detalles. Mi
madre dispara órdenes para todos lados, pero no se mueve mucho, porque
su vestido de noche no se lo permite.
—¡Simone! —me llama.
Camino hacia ella y señala el piano.
—Necesito que en cuanto empiece la recepción estés tocando, necesito
sonido.
—Lo pides, lo tienes…—susurro.
Me siento delante el piano forte y comienzo a tocar. Dejando que mi
mente se dispare para diferentes mundos donde solo existe la música y
todas las voces de fondo que me rodean son solo murmullos lejanos.
—Hija —escucho a mi madre detrás de mí, usando la voz de madre
amorosa que usa cuando este enfrente de sus amigos—, toca algo más
alegre que nos estamos deprimiendo aquí. —dice entre risas con una copa
de champagne en la mano.
El resto se ríe también.
Asiento una vez y acelero el rimo de la melodía. No había notado que
sonaba tan melancólico.
Media hora después puedo ver de reojo a mi padre observándome con
un vaso de whisky en la mano. Se detiene detrás de mí y coloca su mano en
mi hombro.
—Hermosa pieza Simone, —dice dándome palmaditas cariñosas. Baja
su boca hasta mi oído —Siéntate derecha que pareces un paréntesis.
Muerdo mi labio inferior para no explotar y hago un esfuerzo para
sonreír mientras me siento erguida.
¿Dónde está Margot? Usualmente es el único ser humano que detiene
una explosión cuando está a punto de ocurrir. Porque ya ocurrieron en el
pasado, repetidas veces.
Cuando la recepción termina, mis servicios ya no son requeridos, todo
el mundo pasa al salón principal donde sirven platos diminutos, con
nombres extraños y texturas viscosas.
—¡Simone!
¡Ah! mi mamá otra vez, que suerte.
Está hablando con su amiga, la señora Torre, su hijo está a su lado.
Oh no…
Conozco a Martin, el joven que pretende ser su padre. Todos los hijos
varones de los millonarios buscan copiar el comportamiento de sus padres
como si fueran iconos gloriosos.
Mi mamá intenta emparejarme con él desde que estábamos en la cuna.
Martin es atractivo, sus facciones son duras, cabello negro, barba cuidada y
prolija. Usa un traje a medida y una media sonrisa que provoca a más de
una, caer a sus pies. Entiendo que vean el exterior y que les guste, pero es
tan frio y desalmado que lo único que quiero hacer es correr hacia el sentido
contrario.
—¿Llamaste mamá? —pregunto pretendiendo ser idiota que todos creen
que soy en este lugar.
—Oh, sí, aquí estamos hablando de lo maravilloso que sonó el piano,
definitivamente esto se tiene que repetir. —dice mi madre.
No se me escapa la semántica que usa.
Si me acompañan, podemos analizar la frase juntos: El piano “Sonó”.
Según mi madre, el piano sonó sin la ayuda de nadie, hizo el trabajo
solo y apretó sus teclas solo. Yo no tuve nada que ver en el proceso, solo era
un paréntesis pretendiendo mover los brazos como una mala actriz de
Hollywood.
—Eres muy talentosa Simone, ¿o no Martin? —dice la amiga de mi
mamá.
Martin rueda los ojos, entendiendo perfectamente lo que intentan hacer.
—Si, lo que sea…—dice mirando para otro lado.
Sonrío tensamente.
—Gracias. —respondo intentando contener mis puños, que ganas de
golpearlo.
Bueno para nada. Al menos yo toco el maldito piano, ¿tú qué haces? Te
rascas los huevos y juegas a la Play Station todo el día, maldito desg—
—Ese vestido es divino Simone, ¿de quién es? —pregunta la señora
torre, interrumpiendo mis pensamientos asesinos.
—Valentino.
—Impecable, siempre quise tener una nena para poder comprarle
vestidos así. —ríe.
Vestirla como una muñeca quiso decir señora Torre, eso es exactamente
lo que hizo mi madre siempre, bueno, hace.
—¡Estas a tiempo! —dice mi mamá haciendo el típico chiste de mujeres
mayores de cincuenta años.
Las dos se ríen muy fuerte mientras Martin y yo miramos para otro
lado. Lo que sea para no mirarnos a los ojos.
Estudio la habitación y lo veo a mi papá hablando con Bastián al lado
de la barra.
Mi medio hermano, Bastián, es un espécimen superior, eso es lo que
siempre le digo. Suele odiar a todo el mundo, excepto a mi familia (mi
mamá no está incluida dice). Su cabello es más oscuro que el nuestro, casi
diría que es color caramelo, lleva puesto un traje negro, pero él siempre se
destaca usando un moño, en vez de corbata.
Camino hacia él sin dar explicaciones a mi madre, necesito un poco de
normalidad. Cuando me ve aproximarme, me sonríe abiertamente. No todo
el mundo puede ver una sonrisa así, Bastián solo sonríe cuando nos ve a mí
y a mi hermana. Un día me dijo que siempre estuvo muy solo y saber que
tenía dos hermanas le cambio la vida. Cuando llego a su lado me abraza,
dejando un beso sobre mi cabello.
—Tocaste increíble. —dice sobre mi oído.
No agrega nada más, nunca escuché una sola critica viniendo de su
parte.
—Gracias hermano. —susurro apoyándome sobre su hombro.
Mi padre observa nuestra interacción sonriendo, siempre le gusta vernos
juntos.
—¿Comiste algo? —pregunta frunciendo sus cejas marrones.
Cuando no respondo inmediatamente, levanta su mano y llama a la
camarera que lleva una bandeja con comida. La mujer responde a mi
hermano como si fuera un perro adiestrado.
Me pregunto si responde tan rápido con los viejos que andan pululando
por aquí.
—Suflé de salmón. —dice ofreciéndole a mi hermano.
Bastián me mira con ojos desafiantes, esperando que tome una cazuela.
Lo hago sin chistar y como lentamente, mientras los dos hablan de
negocios. Cuando voy por la mitad, mi hermano detiene lo que está
diciendo y me perfora con la mirada.
—Termínalo, Simone.
Ruedo mis ojos.
Nada se le escapa a la mirada de Bastián. Tienes que tener un
entrenamiento para lograr estar a su altura.
—Tiene razón hija, podía ver tu columna vertebral cuando estabas
tocando, no seas como tu madre y come más.
—Si papá…
No es que no como, yo me alimento bien, bueno de bien para abajo, lo
que pasa es que la ansiedad consume todas las calorías que trago.
Eso y las clases de tenis, pilates y Soul Cicle que mi mamá me obliga a
tomar.
La gala termina a las once de la noche, somos los últimos en irnos.
Mi hermano saluda a mi madre con la frialdad de siempre y a mí con un
beso en mi cabello.
—¿Necesitas transporte? —pregunta volviendo sus pasos.
—No, está bien, vine con el mío.
—Está bien, directo a tu casa. —me señala con ojos desconfiados.
Me rio y asiento una vez. Lo sigo con la mirada, en la escalinata del
museo lo espera una rubia despampanante de vestido rojo. Mi hermano
siempre se va con compañía.
En estos círculos, Bastián tiene la reputación de ser un buen partido para
todas las mujeres que buscan un hombre con dinero, fama y un buen
cuerpo. Así que la compañía nunca falta, por supuesto siempre es
momentánea, nunca lo vi con la misma mujer dos veces seguidas.
Por cierto, ¿Dónde está Margot?
Tomo mi celular mientras camino a mi vehículo y rápidamente escribo
un mensaje.
“¿Por qué no estás aquí?”
Ella responde en menos de un segundo.
“Rebeldía.”
¡¿Rebeldía?! ¡Te levantaste y decidiste que hoy podías darte el lujo de
escaparte de tus responsabilidades?!
Una rabia incontrolable sube como fiebre y comienzo a atorarme con
preguntas.
¿Por qué ella puede tomarse momentos de desobediencia?
¿Por qué ella puede vivir su vida y probar cosas nuevas?
Comienzo a golpear en volante con mis puños cerrados.
¿Por qué?
¿Por qué?
¡Ahhh!
Necesito…necesito…
Una idea cae sobre mi cabeza como una gota inesperada en verano o
como caca de una paloma, depende cómo lo mires.
Busco el papel en la guantera.
Envío un mensaje.
“No quiero estar aburrida.”
4
S IMON E DU P ON T

Decepción:no responde a lo que se esperaba.

M “OK.”
AC contesta en menos de un minuto.
“Paso por ti. ¿Dónde estás?”
“Museo de ciencias naturales.”

Quince minutos después, escucho una motocicleta. MAC busca en el


estacionamiento rastros de mí.
Antes de darme a conocer, lo observo con detenimiento, lleva puesto un
chaleco de algún club que no conozco (obviamente, porque no conozco a
nadie que no sea de las altas cúpulas de la sociedad). Su cabello es un
descontrol, su actitud de chico malo me atrae desesperadamente.
Necesito esto, necesito descontrol, solo un poco, solo por una noche,
que nadie espere nada de mí.
Salgo de mi vehículo y levanto mi mano para que encuentre. Cuando
pone sus ojos en mí, levanta la cabeza sin mucho entusiasmo. Así se deben
comportar las personas “Cool” supongo.
Cuando me acerco me mira de arriba abajo, casi midiendo mi cuerpo.
De repente me siento muy expuesta.
—No quieres aparecer en una fiesta vestida así, ¿no tienes algo para
cambiarte? —señala mi vestido.
—Es un Valentino, todo el mundo quiere tener esto… —respondo sin
entender cuál es el problema.
—Bueno, como quieras, vámonos.
—¡No! Espera, creo que tengo algo para cambiarme. —obviamente no
quiero resaltar en una fiesta, cuanto más pueda mezclarme mejor.
Con apurados pasos me vuelvo a cambiarme.
Mi mamá siempre me obligó a tener ropa preparada para diferentes
ocasiones en el baúl de mi coche. Dice que nunca puedes predecir cuándo
va a surgir una situación donde requieras un atuendo en particular.
Maldición esta vez tuvo razón.
Entre mi ropa de tenis y algunas raquetas, encuentro un vestido floreado
que no suelo usar nunca, pero que sirve para ese tipo de eventos donde mi
mamá me lleva a tomar el té y a mostrarme con sus amigas. Cierro la puerta
trasera y rápidamente me cambio pasando de un vestido negro de Valentino
a un vestido floreado inocente y alegre. No será lo mejor, pero tampoco es
tan arreglado.
Cuando me acerco a MAC otra vez, sonríe satisfecho. Me toma de mi
cintura y me deposita sobre el asiento de su motocicleta.
—¿No tienes casco? —pregunto mirando hacia todos lados.
MAC se sube, mirándome con ojos aburridos y niega con la cabeza.
—No se preocupe majestad, no le va a pasar nada. —se burla.
Tú quieres hacer esto Simone, no puedes retroceder ahora. Tengo que
recordarme para no volver lloriqueando a mi casa con la cola entre las
piernas.
MAC enciende su motocicleta dando una patada hacia el pavimento y
acelera el motor contusionando su muñeca.
Nos alejamos del museo dejando atrás a la vieja Simone.
El viento de frente hace que mi cabello se mueva alocadamente y sin
control. La velocidad de la moto comienza a ir más y más rápido.
Me llena de emoción.
Me corre adrenalina.
¡Quiero gritar!
—¡Ahhhh! —grito como el alma liberada que soy.
MAC sonríe, negando con la cabeza, posiblemente planteándose ¿por
qué demonios me eligió para ir a esta fiesta?
Sonrío abiertamente y me sujeto de su cintura enterrando mis dedos en
su chaleco de cuero. Quiero deslizar mis manos sobre su pecho, pero
todavía no me atrevo a tanto, apenas conozco al tipo por el amor de Dios.
—¿Falta mucho? —grito sobre su hombro.
—Ya falta menos Reina…—responde.
Debería considerar tener una motocicleta quizás.
Sí, definitivamente voy a hablarlo con papá cuando vuelva.

R UIDO .
Mucho ruido.
Las únicas fiestas que asistí en mi vida fueron galas de beneficencia,
excepto el casamiento de mi prima que fue exactamente lo mismo. Esto
aquí delante mío es lo opuesto a todo eso.
La música no denota clase, denota descontrol.
Las bebidas no son sofisticados tragos y los champanes más viejos del
mercado, aquí es bebidas blancas y de marcas que no conoce nadie.
La gente no usa las ropas más costosas y a la moda, algunas hasta no
usan ropa.
Los hombres gritan y estrellan botellas contra el suelo.
Las mujeres ríen excesivamente, pero ríen al menos.
Esto es un mundo paralelo a menos de una hora de mi casa.
—Saca esa cara de miedo reina, ¿no querías des-aburrirte? —pregunta
MAC mientras me entrega una botella abierta de algo.
—¡S-si! ¡Sí! Ignora mi rostro, ¡vine a divertirme! —grito, pero apenas
puede escucharme.
MAC me toma del brazo y me arrastra a dónde sería la pista de baile.
Hay solo cuatro personas bailando, dos son hombres que no se pueden
mantenerse de pie y luchan con el mareo y el equilibrio, las otras dos si
están bailando.
El chico malo delante mío comienza a bailar, invitándome con sus
manos a moverme cerca de él. Por primera vez sonríe y eso, por alguna
razón me deja más tranquila.
Voy a necesitar calmar estos nervios.
Miro la botella en mi mano y la tomo toda de golpe. MAC me alienta
moviendo sus brazos en el aire, la tiro al suelo y veo cómo se estrella en mil
pedazos, me siento libre y alocada. ¡Un sentimiento que nunca conseguí en
mi vida!
—¡Eso es reina! —dice MAC sobre mi oído para que lo pueda escuchar
— Baila para mí, déjame ver cómo te mueves.
Nunca bailé en mi vida, a menos que sea una canción lenta, por eso al
principio mis movimientos son robóticos e incomodos, pero poco a poco,
me voy sintiendo cómoda dentro de mi propia piel.
—¿Qué es esta música? —grito.
—AC/DC, la mejor banda de rock de todos los tiempos. —responde en
el mismo tono.
MAC se coloca detrás de mí y desliza sus brazos sobre mi cintura,
haciendo que nuestros movimientos se sincronicen. Puedo sentirlo sobre mi
trasero, pero no digo nada, porque me gusta sentirlo allí. ¡Nunca nadie se
atrevió a tanto!
Nunca un hombre toco mi cuerpo así, nunca me sentí tan sensual y
encendida.
MAC apoya sus labios en mi cuello y comienza a besarlo, yo levanto mi
mano y entierro las puntas de mis dedos en su cabello oscuro, atrayéndolo
más cerca de mí. Quiero que me bese, quiero sentir el calor del que hablan
en los libros que leo.
—¿Quieres ir a un lugar más privado? —susurra con una voz llena de
lujuria. Mis ojos están cerrados.
Solo lo siento sobre mí, solo escucho su voz.
Asiento una vez y antes de darme cuenta, me toma de la mano y me
aleja de la multitud. Voltea cada tanto para mirarme y sonreírme mientras
caminamos por un camino de tierra donde solo encuentro parejas
escondidas entre los arbustos.
Mis pies siguen a MAC sin pensar en nada más. Siento nervios en mi
estómago, nunca besé de verdad a nadie en mi vida.
Llegamos a un cobertizo, me deja tranquila saber que no puede haber
ojos espiándonos allí dentro. MAC abre la puerta y me arrastra
juguetonamente y con una sonrisa. No hay luz y el aire no es fresco, puedo
oler químicos aquí. Mi espalda se golpea contra la puerta de entrada y la
boca de MAC invade la mía de golpe.
—Oye, oye…espera. —le digo esquivando su boca.
—¿No es lo que querías? Aquí me tienes reina…
Si es verdad, no sé porque estaba esperando un poco de cortejo antes de
que intentara besarme.
Tengo que dejar de leer las historias de Jane Austen.
Asiento frenéticamente, diciéndome a mí misma: No pienses, no
pienses, no pienses.
MAC vuelve a mí, esta vez más calmado y apoya sus labios sobre los
míos. Se sienten fríos y su lengua acaricia la mía, muy baboso todo.
Su mano se mueve por mi cuerpo hasta que llega a mis tetas, aprieta mis
pezones y los retuerce fuertemente.
—¡Ay!¡Cuidado! —grito.
Ríe siniestramente y sigue tocándome hasta que llega a mi trasero y lo
aprieta fuertemente.
—Que bien se siente tocarte, reina…—gime en mi cuello.
¿Por qué no me despierta nada? Debería sentir algo, ¿no?, digo, aunque
sea calor, pero lo único que siento es frio.
Cuando su mano intenta meterse por debajo de mi vestido, la atrapo en
el aire con fuerza.
—No tan rápido…—susurro esperando que entienda.
—Lo que ordenes…—dice concentrándose en mi boca otra vez.
Mis ojos se mantienen abiertos y los de él cerrados, lo observo como si
fuera una película de esas que incomodan, pero quieres seguir mirando para
ver qué pasa. De su boca salen sonidos extraños, no son muy atractivos, me
recuerdan a Barty Crouch Jr. de Henry Potter, su lengua incontrolable y
asquerosa.
Detén esto, detén esto, no está funcionando.
—Oye, espera, espera…—esta vez bufa pesadamente, cansando de mí.
—Hey, lo siento, pero no estoy disfrutando esto…—al menos soy honesta.
—¿No estas disfrutando? —su tono no es feliz. Comienza a caminar por
el estrecho espacio que hay en este lugar. Demasiadas herramientas y
productos. —¿No estoy al nivel de la reina?!
—No es lo que quise decir, yo solo…
Escucho ruido a metal, MAC toma algo del suelo y lo sostiene.
Levanto las manos por instinto.
—MAC, lo siento, sigamos, sigamos. —¿qué haces Simone?
Cuando da un paso al frente, luz del exterior entra por una pequeña
ventana, iluminándolo, su rostro no está feliz.
—¿Estás borracha?
¿Qué clase de pregunta imprevista es esa?
—No, ¿por qué?
—Debería haber hecho efecto ya…
¿De qué habla?
Y de repente lo recuerdo, la botella de cerveza.
¡Corre! ¡Corre!
Atino la puerta, pero MAC la cierra de golpe, impidiéndome salir.
Sujeto el picaporte y lo sacudo fuertemente, esperando un milagro.
Oh Dios, oh Dios, ¡¿por qué soy tan idiota?!
—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Golpe.
Dolor.
Inconsciencia.
5
S IMON E DU P ON T

Pesadilla: preocupación grave y continua que siente alguien a


causa de alguna adversidad.

¿E sta es mi primera resaca? El dolor de cabeza es palpitante y no me


deja abrir los ojos. El problema de tomar siempre el mejor champagne es
que nunca da resaca (es el único alcohol al que tuve acceso alguna vez.)
Pero anoche tomé cerveza, recuerdo el gusto amargo, no me pareció
para nada rica y refrescante como dicen los comerciales en la tele. ¿Cuántas
botellas tomé?
Una.
¿Y siempre da esta resac—?
¡No!
¡Lo recuerdo!
Abro los ojos inmediatamente.
Estoy en un lugar metálico, oscuro, pero puedo ver a mi alrededor
porque un poco de luz entra por el fondo.
¿Es un contenedor de envíos marítimos?, se siente caluroso, oloroso y
extenso, debe tener al menos veinte metros de largo.
A mi lado hay dos chicas más, sentadas con ropa de fiesta estropeada y
sus manos atadas, ambas están dormidas.
Muevo mis brazos y si, yo también lo estoy.
Oh no…
Nonononononono.
El pánico toma control. Muevo mis brazos frenéticamente escuchando
el sonido y la sensación de una cadena sobre mi piel.
—¡Maldición! —grito, sacudiéndome furiosamente.
Esto tiene que ser un chiste, no puede tener otra explicación más que
esa.
Obviamente mi bolsa ya no está en mi posesión, sin mi estúpido celular
y sin mi estúpida tarjeta de crédito, no tengo ningún poder aquí.
Una de las chicas abre los ojos y pasa por el mismo ataque de nervios
que yo.
Sus ojos comienzan dormidos, luego confusión y finalmente, terror.
—¡Hijo de puta! —grita zarandeándose. Me mira un segundo
descubriendo que no es la única en este lugar. —¿Dónde demonios
estamos?
—No lo sé, acabo de despertar, igual que tú.
La mujer frente a mí tiene pelo castaño, piel color oliva y ojos verdes
claros. Ella tiene furia en sus ojos en vez de terror como los míos.
—¿Recuerdas cómo llegaste aquí? —pregunto intentando recolectar
imágenes que pasaron hace unas horas.
—Sí, el hijo de puta de Louis me trajo aquí. —gruñe con los dientes
apretados.
Esta mujer es puro fuego, encandila tanto que me mantengo en silencio,
intimidada por ella.
Cuando renuncia a las cadenas en sus muñecas, intenta levantarse y
camina trastabillándose hasta lo que sería la entrada del contenedor. Con su
hombro comienza a golpear una y otra vez, intentando abrir.
El estruendo metálico perfora mis oídos y hace eco por el estrecho
lugar.
—¿Vas a quedarte ahí y observar?! —grita sobre su hombro.
Me levanto inmediatamente y camino hacia ella, imitando sus
movimientos.
Las dos empujamos la puerta a la vez, pero puedo escuchar del otro
lado, el candado rebotar por nuestros golpes.
—Hay un candado, no vamos a poder abrirla. —digo agitada.
Ella asiente una vez mientras coloca su frente sobre el metal.
—Tiene que haber alguna manera. —susurra con ojos apretados. —
¡Maldición!
No quiero decir en voz alta lo que estoy pensando, pero hasta que
alguien decida abrir esa puerta, vamos a estar aquí dentro.
—Tenemos que pensar algo para cuando abran la puerta. —susurro,
arrastro la mirada por la caja de metal, buscando algo que nos sirva como
defensa.
La mujer frente a mí me observa incrédula.
—Cuando abran esa puerta va a ser demasiado tarde.
Un gemido detrás nuestro provoca que las dos volteemos y encontramos
a la otra mujer despertando. Camino hacia ella y me pongo de cuclillas a su
lado.
Su cabello es colorado y puedo darme cuenta por sus pecas distribuidas
por todo su rostro y por el color de sus cejas, que es natural. Cuando abre
sus ojos, son verde esmeralda, están irritados e hinchados.
—¿Cómo te sientes? —pregunto sin saber cómo comenzar esta
conversación.
Ella levanta los ojos y cuando es consciente de que esta en un lugar
desconocido, retrocede lejos de mí, pero al tener sus manos atadas pierde el
equilibrio y golpea su rostro sobre el sucio metal del suelo. —Trata de
tomarlo con calma, no quiero dañarte.
—¿Quién eres? —pregunta, su voz es temblorosa.
—Mi nombre es Simone y desperté aquí, tal como lo acabas de hacer.
—escucho pasos detrás mío y encuentro a la otra chica de pie detrás de mí.
—¿Quién te trajo aquí? —pregunta la chica con mala actitud.
No sé su nombre todavía.
—N-no lo sé, no recuerdo mucho. —observa sus manos y las cadenas
que la hacen presa. — ¿Qué es este lugar?
—Esto es un contenedor y probablemente nos vayan a transportar a
algún lugar. —responde la otra.
Mis ojos la juzgan pidiéndole que no sea tan negativa y ella en respuesta
levanta los hombros dándole poca importancia a lo que yo piense.
No importa, estoy acostumbrada.
—¡¿Llevarnos a dónde?! —pregunta la pelirroja.
Me siento en la pared contraria y respondo:
—No lo sabemos. Pero no puede ser bueno, la puerta tiene un candado y
no podemos salir.
La pelirroja apoya su cabeza contra la pared y cierra los ojos, algunas
lágrimas se escapan de allí y eso hace que note que yo no lloré todavía.
—No, no puede ser. —murmura— No puede estar pasándome esto a mí,
tiene que ser una pesadilla. —comienza a golpear su cabeza contra el metal
y la chica la morocha la detiene.
—¡Para ya! Esto es real, solo resta encontrar una solución. —se sienta a
mi lado, apoyando los codos sobre sus rodillas. —Soy Billie.
—Emma. —dice la pelirroja.
Billie, lleva cierto carácter difícil de ocultar, supongo que en situaciones
de alto estrés como esta, muestran que clase de persona eres y Billie aquí es
la más dura de las tres, lo puedo ver a la legua. Tiene miedo, sí, pero
también está decidida a no terminar en manos de algún desconocido.
—Dijiste que un tal Louis te trajo aquí. ¿Qué recuerdas de eso? —
pregunto.
Busco recolectar piezas para entender cuál es la razón por la cual
estamos aquí y así quizás encontrar una salida.
—¡Ni lo nombres! —grita— En cuánto lo tenga adelante, pienso
cortarle la polla con mis tijeras.
—Entiendo que estés enojada, pero necesito entender. —ruego.
—Sí, lo sé, lo siento, —murmura sabiendo que su reacción es
desmedida— fui a la fiesta de los ‘Ángeles del infierno’.
Sé quiénes son, lo sé porque MAC tenía ese nombre en su chaleco.
—Pasó lo mismo conmigo. —deslizo mis ojos a Emma y ella nos mira
como si habláramos en otro idioma, entonces Billie se explaya.
—Son un grupo de moteros, controlan una porción del estado, aunque
todos saben quiénes son los que tienen el poder aquí.
—¿Los conoces? A estos moteros digo, —pregunto— porque yo
conozco solo a uno.
—¿Quién?
—MAC.
Billie suspira y mueve su cabeza de un lado a otro, indignada por lo que
acabo de decir.
—MAC es el nuevo prospecto, escuché que la fiesta era decisiva para
determinar si iban a ser miembros o no, supuse que había alguna prueba que
tenían que pasar, pero nunca creí esto.
—¿Louis es miembro también?
—Sí, vitalicio, es alguien con quien suelo…ya sabes. —asiento una vez.
Emma mira para el suelo, inesperadamente sonrojada.
—¿Y por qué te encerraría aquí entonces? —pregunta ella con una voz
tímida.
—Porque anoche me acosté con su hermano, es una historia larga, a
Louis no le gustó y tuvimos una discusión. Este es el resultado.
¿Quiénes son estos moteros?
Mi padre siempre dijo que los moteros son el cáncer de esta sociedad,
como buen conservador multimillonario, asumí que era algo que acarreaba
su personalidad, pero esto realmente pone todo en perspectiva.
—Quizás puedas convencerlo cuando abran la puerta. —digo mirando
las cadenas.
—¿Crees que va a ser él quien abra? No lo creo.
Las tres nos quedamos en silencio por un momento, hasta que Emma
rompe en llanto otra vez, cruzando sus brazos sobre sus rodillas y
maceándose hacia adelante y atrás.
—Emma, —la llama Billie— no te preocupes, vamos a salir de aquí. —
dice con una voz segura y autoritaria, pero cuando sus ojos se posan en mí,
su mirada es preocupante.
—Sí, lo siento. —dice limpiándose la nariz son su brazo.
—¿Recuerdas cómo llegaste aquí? —pregunto.
Ella posa sus ojos detrás de mí, pero sé que lo que observa es el pasado.
—Estaba en la librería, — dice, su rostro denota que le está costando
recordar— tuve que quedarme hasta tarde estudiando porque la semana
próxima tengo un examen muy importante. Cuando me di cuenta ya era
entrada la noche y volví a mi dormitorio en la universidad, pero un hombre
me detuvo para preguntarme la hora, —levanta la mirada y conecta con la
mía— lo siguiente que recuerdo es un golpe detrás de mi cabeza.
—Déjame verte. —dice Billie, levantándose para ir hacia ella.
Emma le muestra, torciendo el cuello hacia la izquierda.
—Eso luce mal Emma, te dieron muy fuerte. —dice mirando la herida.
En ese momento un sonido retumba por el contenedor y nos alerta a las
tres.
Alguien está abriendo el candado del otro lado.
6
S IMON E DU P ON T

Pánico: miedo muy intenso y manifiesto, especialmente el que


sobrecoge repentinamente a un colectivo en situación de peligro.

U
escudo.
n hombre abre la puerta.
Luce sudado y una sonrisa se desparrama por su rostro.
Billie se acomoda delante de nosotras, se prepara para ser el

Cuando el hombre pone un pie dentro del contenedor, Emma comienza


a llorar, quiero consolarla, pero mis brazos atados no me lo permiten.
—¡Ni te acerques basura! —grita Billie perdiendo la fuerza de las
cuerdas vocales. Ella también está asustada.
—Tienes los brazos atados, ¿crees que presentas un problema para mí?
—finalmente habla, su voz suena como alguien que fuma desde que nació.
Avanza hacia nosotras.
—Mis rodillas en tus pelotas van a ser tu problema si te acercas un paso
más. —dice.
Me petrifico.
¡Tengo miedo que lo enfade aún más!
El hombre no escucha, avanza sin miedo a las amenazas de Billie y se
acerca a nosotras.
—¡Hey! —grita alguien detrás de él, pero sus ojos se mantienen
clavados sobre nosotras, me trasmiten hambre y perversión— ¡Hey idiota!
Tenemos que irnos, vamos.
Miro hacia afuera y un hombre lo espera con sus brazos en la cintura.
—Dame solo cinco minutos. —dice, sediento por algo que no quiero
enterarme que es.
—¡No! Sabes que no puedes tocar la mercadería y estamos atrasados,
¡sal de ahí antes que te saque a patadas!
Sudadera empapada nos sonríe otra vez, observando a cada una de
nosotras, probablemente mirando a quién va a atacar primero.
—Hay tres botellas de agua para ustedes, si alguna se rehúsa a tomarla y
se desmaya por deshidratación, la mato, ¿entendido? —gruñe.
Emma y yo asentimos violentamente, pero Billie lo perfora con su
mirada.
Retrocede sin darnos la espalda dando pasos lentos y esforzándose por
darnos terror. Antes de que baje, Billie rompe su quietud y sale corriendo
hacia él, arrojándose como su fuera un meteorito enfurecido cayendo sobre
la luna.
La adrenalina patea mi estómago, haciendo que me levante
automáticamente y corro detrás de ella.
Estamos en un bosque de árboles altos. Los dos están en el suelo, hojas
rojizas debajo de ellos hacen ruido mientras los dos forcejan.
Billie lucha contra algo imposible, sus brazos están amarrados pero sus
piernas se mueven sin control, pateándolo cada vez que puede, la imito sin
pensar en que estoy haciendo, nunca patee a nadie en mi vida, pero sé que
no es momento de pensar en eso ahora. El de sudadera comienza a gritar
pidiendo ayuda.
—¡Oigan! —escuchamos una segunda voz.
Las dos nos detenemos y cuando vemos que tiene un arma en la mano,
salimos corriendo.
Corremos.
Corremos sin mirar atrás y sin pensar en el futuro inmediato.
Un disparo suena en el aire, las dos nos agachamos, sin saber de dónde
viene, nos observamos y cuando notamos que nada ocurrió, volvemos a
correr, siento que mis piernas arden, mi respiración es precisa, pero respiro
frio y hace que duela mi nariz y garganta. El miedo hace que no me detenga
por nada, debo correr y alejarme de estos hombres.
Otro disparo.
¡Bang!
Billie cae casi sin vida sobre el colchón de hojas muertas de otoño.
—¡No! —grito.
Retrocedo hasta estar a su lado, se sostiene el muslo mientras sangre
sale a borbotones.
Nunca vi tanta sangre en mi vida.
—¿Qué haces aquí? ¡Corre! —grita en mi cara. Sudor cae por su frente,
lágrimas en los ojos.
—¡No voy a dejarte desangrando aquí! ¡Vamos, arriba! —me acerco a
ella para que de alguna manera se sostenga contra mí y así poder levantarla,
pero es imposible con nuestras manos limitadas, las dos caemos sobre las
hojas secas. — ¡demonios Billie! —grito.
Escucho pasos detrás de nosotras.
—Quietas. —gruñe.
—Necesita ayuda, ¡por favor! —grito al ver que la herida de Billie no
deja de sangrar.
Si no hacemos algo urgente no va a sobrevivir.
El hombre del arma, rompe su camisa y la ata alrededor de su pierna.
—Vas a aprender a obedecer. —dice mientras aprieta la herida, cortando
la circulación.
Billie ya está ida y amarilla.
El hombre la carga sobre su hombro como un costal y me apunta con el
arma.
—Camina.
No reacciono.
—Camina o esta vez apunto a tus ojos bonitos.
—¡Esta bien! ¡Está bien! —marcho delante de él.
Volvemos al contenedor, Emma está en el rincón opuesto a la entrada,
llorando sin parar.
¿no salió corriendo? ¿Por qué? ¡Tuvo la oportunidad perfecta y la dejo
ir!
El hombre del arma, deja a Billie en el suelo metálico y se enfoca en
que yo suba también, apuntándome con el arma, obviamente.
—¡Oye! ¡No puedes dejarla así! ¡No va a sobrevivir! —grito mientras
me acerco a Billie y coloco su cabeza en mis piernas.
El hombre mira por encima de su hombro.
Antes de cerrar las puertas dice:
—Esta es su primera lección, de ahora en más, la supervivencia es
crucial.
7
S IMON E DU P ON T

Sobrevivir: vivir después de la muerte de otra o después de un


determinado suceso.

N o sé cuántas horas de viaje llevamos, dos, cuatro, ocho o veinte.


Billie durmió de manera intermitente durante todo el viaje, el
agua que nos dieron la reservé casi enteramente para ella. Le di
sorbos pequeños y la refresqué cuando sentí que la fiebre comenzó a subir.
Con Emma golpeamos las paredes, gritamos, nada importó, porque las
horas transcurrieron hasta este momento, donde el camión se detiene.
El camión se detiene de golpe y nos miramos con preocupación,
sabemos que de ahora en más las cosas solo pueden empeorar…y mucho.
Las puertas se abren y del otro lado está el mismo hombre que tenía la
pistola, nos está apuntando. Mueve la cabeza, haciéndole señas a dos
hombres detrás de él, para que suban a retirarnos de allí.
No tengo fuerzas para pelearlos, el calor durante el viaje fue insufrible,
el hambre perforó mi estómago y el estrés terminó de eliminar cualquier
chispa que me mantenía desafiante.
Emma luce igual que yo, su cabello rojo está pegado a su cráneo de lo
transpirado que está, tiene bolsas bajo sus ojos y ese verde que tiene en el
iris está apagado.
Un hombre me carga sobre su hombro. Miro con la poca fuerza que me
queda como levantan Billie entre dos y se la llevan hacia una dirección
contraria a la mía. A Emma la empuja uno con una pistola, obligándola a
seguirnos.
Cierro los ojos.
Los abro y el techo es blanco.
La superficie donde me encuentro es mullida.
El ruido es inexistente.
Me siento en menos de un segundo y recolecto donde estoy.
Es una habitación cuadrada, de mediano tamaño. Las paredes son
blancas, pero ahora la pintura luce vieja. El suelo está lleno de huellas de
zapatillas con barro. Estoy en un colchón sobre el suelo, una manta yace a
mis pies, a mi lado duerme Emma.
Hay una puerta que está cerrada obviamente.
—Emma, —la llamo tocando con suavidad desde su brazo.
No importa el cuidado que intente ejercer, ella se despierta y comienza a
alejarse de mí como una ardilla sobresaltada.
—Soy yo, Simone.
Ella mira a su alrededor, haciendo lo mismo que hice yo hace un
segundo.
—¿Dónde estamos ahora?
—No lo sé, pero Billie no está aquí.
—Oh no…—dice, sus cejas rojas caen hacia abajo en preocupación.
—Lo sé, tenemos que encontrarla. —digo levantándome del colchón.
Mi boca se siente pastosa como si me hubiese metido barro allí, pero no
hay agua a la redonda que me pueda ayudar a bajar esa sensación. Mis
piernas todavía tiemblan y mi estómago gruñe desesperado por comida.
—¿Qué? ¿Encontrarla? ¿Estás loca? ¡Nos van a matar!
Volteo para observarla, su rostro trasmite pavor y aunque sé que yo
también estoy asustada, ella gana este concurso. Mientras la ignoro por
completo, camino hacia la puerta y apoyo mi oído allí. No hay sonidos del
otro lado.
Me pongo de cuclillas y espío por la hendidura del picaporte.
—¿Qué es eso? —murmuro para mí misma. Cuando mis ojos se
adaptan a la oscuridad del otro lado, puedo ver un árbol frondoso a
aproximadamente diez metros de nosotras, tierra en el suelo. ¿Dónde
estamos?
—Déjame ver…—dice Emma que aparece a mi lado.
Ella se asoma y observa moviendo su ojo a un lado y a otro.
—¡Alguien viene! ¡Corre! —me empuja atropelladamente, corriendo
hacia los colchones.
La puerta se abre.
Un hombre entra a la habitación y no reacciona ante las dos mujeres
asustadas en el suelo. Tiene una bolsa de plástico en su mano, la arroja
sobre nuestras piernas y se retira sin más.
—¡Hey! —grito.
Emma aprieta mi brazo, pidiendo que me calle.
El hombre voltea con una ceja arriba, parece que llamarlo fue algo
completamente fuera de lugar.
—¿Dónde está la otra chica? La que vino con nosotras. —mi voz ya no
suena valiente.
—No te importa, —dice— coman.
La puerta se cierra y las dos nos miramos desanimadas, pero eso no nos
detiene cuando comenzamos a atacar la bolsa como dos hienas.

C UATRO COMIDAS PASAN , EN TOTAL FUERON CUATRO EMPAREDADOS Y


cuatro botellas de agua.
Con Emma juntamos nuestros colchones para estar más cerca una de la
otra.
Estos últimos dos días logramos conectar un poco más. Ella es de Little
Rock como yo, estaba estudiando intensamente para adelantar su ingreso a
la universidad, aparentemente es una de esas chicas prodigio que solo vi en
televisión, es extremadamente asustadiza y en momentos de estrés las
palabras se le acoplan en la lengua y tartamudea sin parar, sus padres son
agentes de bienes raíces y como todo habitante de Little Rock, están
forrados de dinero. Estuve tentada en más de una ocasión preguntarle si
acaso me reconocía de los medios, pero cuando estaba por formular la
pregunta, me la tragaba, sabiendo que decirla en voz alta iba a sonar mucho
más vergonzoso que pensarla.
En el medio de la noche, escucho la puerta abriéndose y al mismo
tiempo, siento el cuerpo de Emma alejándose contra la pared como hace
cada vez que vienen a dejarnos comida. Me siento rápidamente y encuentro
a Billie caminando con una cojera.
—¡Billie! —grito corriendo hacia ella.
Emma corre detrás de mí, las dos nos colocamos a su lado para que
pueda sostenerse en nosotras.
Billie luce mucho mejor comparado a como la vi la última vez. Sus ojos
están abiertos por empezar, su cabello luce igual de enmarañado y sucio que
el nuestro, pero sus ropas son otras, tiene pantalones.
—Acuéstate aquí. —señalo el colchón al lado del mío y el de Emma.
—Gracias, —dice entre quejidos mientras se sienta— ¿Cómo están?
—Nosotras bien, ¿Cómo estás tú, como está tu pierna?
—Mejor, me la trataron, pero tengo una infección para una fiesta
completa. —se queja apoyándose contra la pared extendiendo su pierna con
cuidado.
—¿Qué pasó cuando nos separaron? —finalmente Emma abre la boca.
Billie levanta la mirada y conecta con nosotras, nos observa con tristeza
en sus ojos.
—Me llevaron a un cuarto no muy lejos de aquí, un médico me atendió
el primer día, pero no lo vi más después de aquella vez, creo que lo trajeron
aquí a punta de pistola. —dice mirándome fijamente.
Emma cubre su boca y toma aire bruscamente, asustada.
—¿Dónde crees que estamos? —pregunto arrodillada a su lado.
—En algún tipo de casa de campo, no muy lejos hay una mansión, pero
no me permitieron mirar mucho, el único momento donde salí del cuarto
fue para venir aquí.
—Aquí solo nos dejan comida y se van.
—No entiendo, —dice ella— ¿qué están esperando?
—No lo sé…—digo mirando mis rodillas sucias.
Billie refriega sus ojos fuertemente y suspira.
—¿Necesitas descansar? —pregunta Emma con su dulce voz—
podemos ayudarte a acostarte si quieres.
—No, necesito escuchar sus voces, tres días allí dentro completamente
sola hizo que el silencio sea el sonido más insoportable. —dice con la
mirada perdida.
Billie volvió, pero Billie ya no tiene ese fuego que tenía el primer día y
me pregunto si van a apagar mi fuego también.
O CHO COMIDAS DESPUÉS , LA PUERTA SE ABRE FUERA DE LOS HORARIOS
donde suele abrirse, cuatro chicas son empujadas dentro y la puerta se cierra
otra vez.
Todas nos quedamos quietas y mudas.
Hasta que me levanto lentamente.
—Hola…—susurro.
Las cuatro se mantienen juntas, tomadas de la mano y retroceden
cuando avanzo, así que detengo mi caminar.
—Soy Simone, ellas son Emma y Billie. —señalo sobre mi hombro a
mis dos compañeras.
Las dos observan a las nuevas integrantes del Club de las Despojadas.
Silencio.
—Déjalas, están muy asustadas —gruñe Billie detrás de mí.
Cuando vuelvo a mi lugar en el colchón, escucho la voz de una de ellas.
—Soy Olympia, —dice— ellas no hablan en español, no sé sus
nombres.
Olympia parece estar en sus veintes igual que nosotras. Su cabello es
claro como el mío, pero sus ojos son color almendra. Tiene puestas ropas
deportivas sucias y rotas.
Camina hasta nosotras y se sienta cerca pero no tan cerca como nosotras
tres, nosotras estamos acostumbradas a la proximidad de nuestros cuerpos.
Las otras la siguen y se sientan en los colchones desparramados por el
suelo.
—¿Ustedes fueron raptadas también? —pregunta y las tres asentimos.
—Estamos aquí hace un tiempo ya, no sabemos cuánto, pero creemos
que una semana aproximadamente.
Olympia asiente una vez, pero no agrega mucho más. La desesperanza
provoca eso supongo, la voz se apaga, los pensamientos solo viven en tu
cerebro, no vale la pena discutir estrategias, ni siquiera entender porque
estamos aquí.
Me pregunto si ese es su plan desde el principio, despojarnos de todo,
seguramente una mente vacía es mucho más fácil de manipular.
E STA VEZ CUANDO LA PUERTA VUELVE A ABRIRSE , NO ENTRAN MÁS CHICAS ,
entran cuatro hombres.
Tres de ellos tienen armas colgadas de sus cuellos.
Uno de ellos viste de traje, resaltando claramente del resto. Un tatuaje
en su cuello le adorna la piel, creo que son alas de algún tipo.
No me atrevo a mirar mucho más, mis ojos se clavan en el colchón,
como el resto de las chicas.
Sus zapatos costosos se mueven entre nosotras, sus manos en los
bolsillos y un caminar lento. Observa una por una.
—¿Por qué están tan sucias? —pregunta con asco en su voz.
—Llegaron hace poco, necesitan preparación. —responde otro.
Sus pies finalmente llegan a donde estamos nosotras. Puedo ver por el
rabillo de mi ojo a Emma sujetando el colchón con tanta fuerza que sus
nudillos se ponen blancos.
Sus pies están frente a mí.
Mi cuerpo comienza a temblar involuntariamente, no puedo detenerlo.
El hombre se agacha y toma un puñado de mi cabello obligándome a
levantar la mirada.
Las chicas lloriquean asustadas por la violencia repentina. Emma se
queda atónita, pero Billie se acomoda, lista para accionar en caso de
necesitarlo.
Mis ojos se posan en los de él, tiene facciones atractivas, pero se borran
por su horrible mirada lujuriosa.
No me elijas por favor.
No me elijas.
Por favor, no me elijas.
Sus ojos miran mi rostro, moviéndolo de un lado a otro como si fuera
una muñeca. Luego recorren mi cuerpo lentamente, absorbiendo todo de mí.
Mi mamá diciendo que solo muestre un poco de piel viene a mí mente y
solo puedo pensar cómo quisiera estar completamente cubierta y a salvo de
la mirada de este hombre.
—La mercadería esta vez es magnífica. —dice sobre su hombro— Buen
trabajo.
—Gracias señor. —responde uno de los que llevan armas.
—¿Cómo te llamas? —pregunta mientras sujeta con más fuerza mi
cabello.
—S-Simone.
—Me vas a hacer multi millonario, Simone. —sonríe abiertamente, sus
dientes lucen costosos, son muy blancos y perfectos.
Mi rostro se mantiene muerto, mis ojos lo miran con desprecio hasta
que me suelta y se aleja de mí. El hombre del tatuaje mira una vez más por
la habitación y se retira sin decir más nada.
Lagrimas se desparraman en mis mejillas y mis amigas envuelven sus
brazos en mí.
8
Y U R I VOLKOV

Hipocresía: fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a


los que verdaderamente se tienen o experimentan.

M
prostituta.
i padre me dio un solo consejo durante su vida: “Nunca dejes
de ser familia.”
Dos años después apareció muerto en manos de una

Creo que el concepto de “familia” no lo tenía muy claro. Nunca fuimos


una familia, mi padre solo nos tuvo para tener herederos, mi madre para atar
a mi padre y no dejarlo ir nunca, así que, “familia” es algo desconocido
para mí, no tengo una, no aspiro a tener una tampoco.
Mi madre siempre está en Europa con sus amigas y mi hermano Alexei
se traslada de continente en continente sin importarle mucho donde cae
muerto. Por eso soy yo quien hace el esfuerzo de visitarlo cuando tengo
tiempo libre o cuando tengo una emergencia.
Con mi mano sosteniendo mi mandíbula, miro por la ventana de mi
avión pensativo, intento razonar en qué demonios estará metido ahora Alex
para ganar el dinero que está ganando.
Déjame ponerte al día, mi padre hizo la división de poderes bastante
bien antes de morir y por suerte, a mí me tocó la mejor parte y no me puedo
quejar.
Mi hermano genera dinero sucio.
Yo lo lavo.
Es tan simple como eso.
Entonces, cuando vi la cantidad de dinero que entró el último trimestre,
le dije a Alex que teníamos que hablar, algo está mal, es demasiado dinero y
no logro lavarlo todo con rapidez.
—Señor Volkov. —me llama la azafata.
Su nombre es Sonia y en la cama también me llama “Señor Volkov”.
Levanto mis ojos, ella me mira mientras acomoda la camisa para que
vea mejor sus pechos.
—El piloto dio luz para descender, en pocos minutos llegaremos a
México. —su sonrisa practicada aparece sobre su operado rostro.
Asiento una vez dándole a entender que la escuché y se retira a su
asiento.
Sí, mi apellido es Volkov y no Ivanov como el de mi hermano, cuando
tomé el mando de este negocio, tomé el apellido de mi madre.
Mi reputación es demasiado importante como para asociarme con mi
hermano, si es que alguna vez logra llegar a las tapas de los periódicos por
la razón que sea, es de suma importancia no estar relacionado con él.
México es donde mi hermano decidió vivir este año, aunque escuché los
rumores de que esta en tratas de comprar una hacienda en los Estados
Unidos. Eso es lo que pasa cuando tienes más dinero que tiempo de vida,
compras y compras propiedad. Yo lo puedo entender más que nadie, ya que
me mudé de Moscú a Inglaterra en cuanto tuve oportunidad. Mis negocios
están allá, mis amigos y mis amantes, todo centralizado en un solo lugar,
conveniente para alguien tan ocupado como yo.
En Inglaterra soy un empresario prestigioso, admirado por muchos,
deseado por muchos otros. Es donde quiero estar, en mi campo, en la paz
que me rodea, moviéndome en los circuitos más altos del Reino Unido
cuando debo hacerlo y no rodeado de hombres sudados con armas que
probablemente no sepan ni manipular.
El avión toca suelo mexicano y un coche me espera para llevarme hacia
él. Sus hombres me esperan con armas desmedidas en sus manos y una
camioneta blindada. Estas son las cosas que detesto de esta parte del
negocio. La exposición a tus enemigos y meter la mano en el barro, no, eso
no es para mí, yo estoy bien donde estoy.
U NA HORA DE VIAJE HASTA LLEGAR ALLÍ , DONDE REVISO MAILS DESDE MI
celular y tomo algunas reuniones que necesitaban de mi presencia.
Cuando llego, encuentro a mi hermano esperándome en la puerta, su
camisa blanca abierta hasta sus pectorales muestra algunos de los tatuajes
que carga con orgullo.
Nuestro rostro es similar, ojos verdes, nariz ancha y cabello castaño
claro. La diferencia más grande entre los dos es que él lleva un color mucho
más bronceado en su piel, mientras yo llevo un color más pálido, típico de
un clima depresivo como es el de Inglaterra.
—¡Hermano! —grita levantando las manos.
Alguien abre las puertas de la camioneta y camino hacia él, los dos nos
abrazamos dándonos manotazos pesados sobre la espalda.
—Hermano —digo en un tono más calmado—, que bueno verte.
La otra diferencia fundamental es que mi hermano es de usar muchas
palabras abultadas en poco tiempo, mientras yo siempre soy más callado,
podríamos decir que soy “cuidadoso” al momento de elegir las palabras
exactas que necesito y no derrochar ni un poco de saliva.
—¿Qué tal tu vuelo? —pregunta mientras indica el camino a su casa.
A simple vista, veo ventanas con formas de arcos, plantas tropicales,
paredes blancas y cortinas moviéndose al ritmo de la brisa de verano.
—Bien, como siempre. —respondo con una media sonrisa.
Sus hombres entran mi equipaje, (que consiste en una valija de mano,
no planeo quedarme mucho tiempo) y lo veo desaparecer para el ala este de
la casa.
—Ellos se encargarán de todo, no te preocupes.
Eso es exactamente lo que me preocupa, mi hermano no es alguien
confiable.
Golpea mi espalda otra vez, enseñándome el camino hasta una mesa
repleta de comida tropical y dos mozos esperando que nos sentemos. Alex
sonríe abiertamente mientras se sienta en la cabecera de la mesa, yo me
siento sobre su derecha, no necesito sentarme en la cabecera opuesta para
sentirme importante, los dos sabemos quién es el cerebro de esta operación.
—Debes estar exhausto, comencemos, —dice colocando una servilleta
sobre su regazo e indicándole a los mozos que comiencen a servirnos.
Coloco mis manos sobre el respaldo de la silla a mi lado, apoyándome
relajadamente. El traje comienza a sentirse pesado en toda esta humedad. El
clima de verano no me desagrada, pero prefiero el invierno.
—¿Cómo esta mamá? —pregunta mientras se mete un pedazo de carne
a la boca.
—En este momento en Portugal, —respondo tomando la copa de vino
que tengo delante. —la última vez que hablamos dijo que se iba a quedar en
la casa de una amiga por unos meses.
Mi hermano mastica con la boca abierta, lo hizo siempre de chico y me
molesta muchísimo. Mi madre le enseñaba sus modales y él se los pasaba
por el culo, a decir verdad. La relación entre ellos siempre fue tensa, nunca
entendí porque Alex la odiaba tanto, lo sigue haciendo hoy en día. La única
razón por la cual pregunta por ella, es porque no sabe de qué demonios
hablar conmigo, sé que le importa poco donde se encuentre o si está viva de
hecho. De hecho, creo que la última vez que hablaron fue en el velorio de
mi padre.
El almuerzo transcurre en cámara lenta, preguntas innecesarias y
escrupulosas son disparadas de nuestras bocas, mientras bandejas de
comida entran y salen.
Dejo mi servilleta sobre la mesa y me levanto lentamente.
—Tengo que tomar algunas llamadas, pero luego necesito que hablemos
de números. —digo abrochándome el saco.
—Claro, durante la cena soy todo tuyo. —responde con comida en su
boca.
Camino hacia mi habitación, el suelo de cerámico color bordo llama mi
atención y me pregunto si se sentiría pisarlo con los pies descalzos.
La habitación de invitados tiene un balcón apuntando al océano
turquesa, respiro profundamente el aire, abriendo mis pulmones. Miro hacia
abajo para ver las copas de las palmeras verdes, las flores y el viento
moviéndolas.
Este es un estilo de vida completamente opuesto al mío.
Esto quizás sea un paraíso, pero no es mi paraíso, yo vivo en una
mansión inglesa, rodeada de campo, caballos, neblina y bosques. Los
colores son más tenues y sobrios, no tan brillantes como los de esta casa.
El baño de mi habitación tiene una ducha y un spa, la pared es de piedra
coralina y el suelo de cerámico de un turquesa gastado y añejado. Me baño
rápidamente, ya estoy fresco y con ropas nuevas, no tan informales como
las de mi hermano, pero tampoco como las mismas con las que llegué. Un
pantalón vaquero azul con una camisa blanca es más que suficiente para la
reunión que estamos por tener. Me siento delante de mi ordenador y
continúo con mi día de trabajo. Disfruto de esto, me gusta trabajar. Me
gustan mis negocios como mi casa, limpios y ordenados, nada tiene que
estar fuera de lugar, nada puede estar lejos de mi control.
Excepto la parte de donde proviene el dinero, la misma parte que se
mantiene en secreto en mis círculos.
Y gracias a mi obsesión, el funcionamiento de esta extraña dinámica es
lo que nos mantuvo en marcha todos estos años. Nadie sabe en Rusia ni
Inglaterra que lavo dinero, nadie sospecharía que un hombre tan firme y
ético como yo, esté involucrado en algo tan desordenado y sucio como el
lavado de dinero.
Nuestra fortuna viene de drogas y armas, eso trae un ingreso lineal
durante todo el año, pero como dije antes, estos últimos meses algo nuevo
comenzó y vengo a investigar de qué demonios se trata. No me gusta no
saber, necesito conocer la información para tener poder. Y si Alex está
juntando dinero en bolsas, tengo que estar preparado para afrontarlo.
Dentro de mis empresas, Alex es un inversor anónimo, nadie sabe quién
es, ni que está relacionado conmigo, mucho menos el hecho de que es mi
hermano de sangre. Eso es el fruto de un arduo trabajo y no solo
relacionado a mis empresas, sino a mi imagen ante el resto.
Nadie puede ni nadie debe saber de dónde proviene el dinero.
Nadie.

C UANDO BAJO , MI HERMANO ESTÁ SENTADO EN LA MESA CON CUATRO


hombres conversando con un tono enojado. No lucen como los hombres
con los que me manejo, ellos lucen peligrosos y puedo sentir su mal olor
desde lejos.
—Caballeros. —saludo, me mantengo de pie en la cabecera opuesta a
donde se sienta mi hermano.
Está claro que no voy a sentarme hasta que se vayan, mi hermano lo
sabe, por eso mueve su mano en el aire para echarlos de la habitación.
Alex está tirado sobre su silla, una mano sostiene su mandíbula, luce
aburrido.
—¿Te gusta tu cuarto? —pregunta en ruso mientras chasquea sus dedos
para llamar a los mozos. Cuando hablamos de negocios, usamos nuestro
idioma nativo.
—Es muy acogedor, gracias. —respondo.
Tomo una servilleta de tela y la coloco sobre mis muslos, otra vez, el
mozo sirve mi copa de vino, otra vez.
Alex mira hacia la ventana.
—Siempre odié el invierno de Moscú, —habla mirando fijo hacia el
mar— por esa razón, mis casas solo están en los lugares más calientes del
mundo, aunque debo admitir que me estoy hartando de esta humedad.
—Eso escuché…—digo y voltea a mirarme finalmente— ¿Estados
Unidos?
—Si, en algunos meses quizás.
Odio las conversaciones de este estilo, donde los dos danzamos cerca
del tema que queremos hablar, al menos yo estoy interesado.
—Necesito entender qué cambió. —pregunto de golpe.
Mi hermano sonríe siniestramente.
—¿No te gusta el dinero que te mando, hermanito?
—Es demasiado, —respondo mirándolo directamente a los ojos, juego
con la copa entre mis dedos, moviendo el vino para airearlo. —Ya te dije
que no puedo administrarlo si llega todo junto.
El primer plato llega, salmón fresco con vegetales.
—Es tu trabajo Yuri y de la manera que hablas de tu mismo, eres
completamente capaz de seguirme el rimo.
—No esta vez, —respondo, cortando el salmón como si fuera una
operación de corazón. — dime de dónde viene el dinero.
—Después de la cena puedo mostrarte. —responde enigmático.
¿Mostrarme? ¿Qué demonios está tramando ahora?
Aprendí a ignorar el hecho de que el dinero es ilegal y la mayoría de las
veces no quiero saber de dónde viene, por dos razones principalmente,
primero por seguridad, segundo para mantener a mi conciencia ciega.
Si no lo veo, no existe. Ese es mi lema.
Pero esta vez algo dice que observe con cuidado estos últimos meses,
mucho dinero significa mucha atención, mucha atención significa tener a
las autoridades tocando la puerta y no puedo estar involucrado en un
escándalo de lavado de dinero, especialmente cuando circulan fotos mías en
internet con el príncipe Henry.
Mi hermano desvía mi interés, y comienza a relatarme cómo va a ser su
siguiente casa, finjo escucharlo con atención y hago las preguntas precisas
para que sienta que estoy interesando.
Por ejemplo, en este caso, pregunto:
—¿Cuántas hectáreas son?
Hacer preguntas que requieran una respuesta puntual demuestran
interés.
—Es una gran inversión, deberías considerarlo para cuando la vendas,
¿qué arreglos piensas hacerle?
Otros quince minutos de charla, ahí, fácil y sin esfuerzo.
Como dije antes, la clave es demostrar interés y no hay nada que la
gente disfrute más que sentirse interesante.
Si logras eso, el resto del trabajo se hace solo.
Cuando le cena termina, mi hermano me invita a su salón de
entretenimiento. Un juego de sillones blancos con una mesa de café llena de
postres miniatura y café. Nos sentamos con mi hermano allí, mientras tomo
el primer sorbo de café, Alexei llama a su mano derecha.
—¡Iván! —el gigante con cruza de homo-sapiens aparece en la
habitación —Tráeme a una.
Iván asiente una vez, pero mi hermano lo detiene antes de que se vaya
hablando por encima de su hombro.
—La rubia, ya sabes, la bonita.
—Está bien.
¿Rubia? Espero que este hablando de cervezas.
Mi hermano me mira y sonríe.
—Un comerciante reconocido fue derribado hace un tiempo atrás, vi
una oportunidad y la tomé.
Esta vez sí hay un millón de preguntas que quiero hacerle.
Escucho sonidos violentos del otro lado de la puerta, escucho gritos
pidiendo ayuda y eso tensa mi cuerpo.
Iván entra arrastrando una mujer del brazo.
No…
No,no,no,no…
Me atraganto con el café por un segundo.
—Alexei…—mi tono de advertencia le hace reír.
La chica se detiene donde Iván le indica.
Lleva un vestido floreado roto y sucio. Su cabello es rubio y largo hasta
su cintura. Mira al suelo con lágrimas cayendo sobre la alfombra costosa de
mi hermano.
Alexei se levanta y camina hacia ella, toma un puñado de cabello en la
base de su cuello y levanta su cabeza para que pueda ver su rostro.
No puedo reaccionar, mi cuerpo está absolutamente paralizado.
No puedo expresar lo espantado que estoy.
Mi hermano me muestra con orgullo la mercadería.
—Quinientos mil dólares sale esta. —dice en ruso, toma su quijada y la
mueve de un lado a otro para que vea todos los ángulos de su cara.
Me levanto rápidamente, pero mis pies no se mueven.
Ella posa sus ojos rojos e hinchados sobre los míos, nunca vi ojos tan
grandes y verdes.
—¿Trata de personas? —finalmente digo en voz alta. — ¿esto es un
chiste de mal gusto, Alex?
Estoy casi seguro que ella no habla en ruso, pero no me arriesgo en
absoluto y evito usar la palabra hermano, estoy muy entrenado para ocultar
información.
—No es un chiste, es el negocio del momento, mira… —baja las tiras
de su vestido, exponiéndola por completo ante mí.
Por respeto miro hacia otro lado, pero mis ojos se posan en ella sin mi
permiso, lleva un sostén negro de encaje, puedo ver sus pechos a través de
la tela.
Ella me mira con terror y bajo la mirada ultrajado, para que no me vea
observándola.
Trago saliva como un animal y me avergüenzo de mí mismo.
Mi hermano la mira de arriba abajo y quiero arrancarle los ojos, ella
llora con gimoteos, su boca desciende como un bebe haciendo pucheros.
—Alexei, para ya. —digo con un tono elevado.
Mi hermano se ríe.
—Yo sé que cuesta al principio, pero no tienes idea lo rápido que se
venden, está por ejemplo ya tiene un comprador, no me dio ni tiempo a
probarla.
Mis pies obedecen los gritos de mi mente, camino hacia ellos y empujo
a mi hermano alejándola de él. En cuanto Alexei sale de su alcance ella
sube su vestido, cubriéndose otra vez.
—No, esto no Alex, todo menos esto.
Mi hermano le hace una seña a Iván y el grandote la toma del brazo,
arrastrándola lejos de mí.
No…
—¡¿Dónde la llevas?! —grito.
—Tengo varias en el depósito, esta semana ya empezamos a exportarlas.
—explica mientras se sienta otra vez y toma su café como si nada hubiese
ocurrido.
—¡¿Exportarlas?! —grito— No, deshazte de ellas ahora.
—Ya está hecho, hermano, no te preocupes, cuando veas como se
engrosa tu cuenta, ya no vas a sentirte tan culpable. —Toma un puro y
comienza a encenderlo.
Me mantengo de pie con ojos desorbitados y mi respiración esta fuera
de control.
El miedo en sus ojos verdes, Dios, no voy a borrarme eso de mi mente
nunca más.
—No voy a ser parte de esto, búscate otro administrador. —digo
mirando la puerta por donde se la llevaron.
—Bueno, no te preocupes, si esto es demasiado para ti, ya tengo alguien
en vista.
—¿No puedes ver que no se trata de que es “demasiado para mí”? ¿No
ves lo mal que está esto?
Mi hermano se levanta y camina hacia mí, con un andar relajado, pero a
mí no me engaña, está furioso.
Sus ojos se ponen violentos demasiado rápido, su rostro se enrojece.
—¿De dónde crees que sale el dinero para tus mansiones o para tus
caballos de polo? ¿Crees que esas armas que se venden son para cazadores?
No Yuri, esas armas son para niños en Siria que los ponen a matar solados
en la calle. La droga, ¿sabes dónde se vende? Principalmente en los Estados
Unidos, a adolescentes y adultos jóvenes. ¿Eso no te indigna hermano?
—Dije que no quiero saber nada sobre ello. —gruño con los dientes
apretados.
Necesito recolectar el control, tengo que enfocarme en terminar esto.
—Bueno, ahora lo sabes. —gira sobre sus talones y camina lejos de mí.
—Termina con esto ya mismo, Alex, esto sobrepasó la línea. Son
mujeres jóvenes, seres humanos, no puedes venderlas, ¿entiendes eso?
—Sí, pero no me importa, —levanta sus hombros metiendo las manos
en sus bolsillos. — como dije antes, si esto es mucho para ti, puedes
alejarte, prometo que no va a haber represaría.
Maldición.
Sin decir una palabra más, tomo mi celular y hago los arreglos para
irme de este lugar inmediatamente, no puedo estar conectado a él. Esto
puede arruinarme por completo.
Tengo planes de contención por si la información se derrama, pero no
tengo un plan para esto, no hay manera de sobrevivir algo así.
Cuando tengo todo confirmado, vuelvo a mirar a mi hermano.
—Esto va a ser tu muerte Alex, tarde o temprano, el karma tocara tu
puerta. —digo sobre su rostro.
Mi hermano ríe, soplando aire de su nariz.
Quiero irme, pero no puedo sabiendo que hay mujeres encerradas,
sabiendo que ella está encerrada, llorando como la acabo de ver.
Es hora de pensar en frio, Yuri, vete de aquí.
Mi hermano enciende la televisión y se tira en su sillón, resoplando
como si fuera un hombre cansado de un arduo día de trabajo.
—¡Ah! ¿Yuri? —dice mirando sobre su hombro— ,ya no somos socios,
no esperes ver más dinero en tu cuenta el próximo mes.
9
S IMON E DU P ON T

Viajar: trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por


cualquier medio de locomoción.

C
Emma.
uando me devuelven a la habitación, las chicas me reciben con un
grito de alivio y abrazos desesperados por abrazarme.
—Pensamos que…— te habían llevado para siempre, dice

No quiere decir las palabras, creo que es nuestro miedo más grande.
—¿Qué pasó? —pregunta Billie mientras nos sentamos las tres en un
mismo colchón.
Olympia se acerca a nosotras, pero las otras mujeres se quedan en sus
lugares y nos miran de reojo.
—Me llevaron a su casa, —todas saben de quién me refiero, el causante
de todo esto— creo que lo que quería era mostrarle a alguien…ya sabes, lo
que sea que esté haciendo con nosotras.
—¿Viste alguna salida en el camino hacia allá? —pregunta Olympia.
—No, es de noche y las plantas no me deja ver más allá, pero sí,
escuché el mar.
—¿Estamos en la costa entonces? —pregunta Billie.
—Sí, escuché las olas romperse y sentí el viento húmedo. —Tomo aire
profundamente, intentando calmar mi cuerpo, creí que me iba a llevar lejos
de ellas.
No entendí una sola palabra de lo que dijeron, pero no las necesito, el
otro hombre desaprobaba completamente lo que ocurría en la habitación.
Fueron sus ojos, sus ojos claros gritaban cuando me vieron, tenían horror,
desesperación.
Gracias a mis nervios su imagen ahora es como un recuerdo borroso,
pero sí recuerdo que tenía puesto una camisa blanca y unos vaqueros.
—Simone, háblanos, ¿qué pasó allí dentro? —demanda Billie
observándome con sospecha. —No importa que fue, dinos.
Lagrimas explotan de mí y ellas se preparan para escuchar lo peor.
—No entendí nada, hablaban en ruso o al menos sonaba como ruso, el
hombre que vino aquí el otro día me presentó como si fuera un producto,
pero el segundo hombre parecía muy enojado. —mi garganta esta tan tensa
que mi voz sale distorsionada. —no estoy segura, pero creo que intentó
venderme a ese hombre, me mostró ante el como si fuera un perro de
competición, quitó mi vestido y tocó…—me silencio, las lágrimas me
arrebatan.
Las tres llevan la mano a la boca, no hay palabras, no hay que decir
nada.
Billie se levanta y comienza a caminar por la habitación.
—En el momento que nos separen ya no vamos a tener más
posibilidades para salir de aquí.
—Pero Billie, ¿cómo lograremos eso? Tienen armas, son hombres,
¡tienen más fuerza! —dice Emma.
—No si todas tomamos control de la situación, mira, —Señala la
habitación, incluyendo a las mujeres que nos miran confundidas— somos
siete mujeres, tenemos que poder si todas nos trabajamos juntas.
—No lo sé Billie, siempre entran armados. —puedo escuchar la
desesperanza en mi voz.
—Pero si nos organizamos, podemos quitarles las armas. —responde
posicionando sus manos en forma de plegaria.
Me pregunto si inconscientemente está rezándole a su Dios.
—¿Y qué hacemos con ellas? —interfiere Olympia— no podemos
explicarles el plan.
Billie se da vuelta y las mira.
—Todo el mundo entiende el miedo.
UN GOLPE .
Mi mente se despierta antes que mis ojos.
La puerta.
Antes de que pueda sentarle en la cama, veo dos grandes brazos sobre
mí. Comienzo a gritar y a patear hacia todas las direcciones posibles, pero
me sujetan con fuerza.
Escucho las voces de mis amigas, chillando.
Alguien se arroja sobre el hombre que me arrastra haciendo que los dos
caigamos al suelo, cuerpos comienzan a apilarse sobre mí, casi que no
puedo respirar. Todas mis amigas gritan y golpean sin sentido, algunas
llegan a mi rostro.
El hombre grita insultos.
No puedo respirar.
—N-no pu—quiero hablar, pero no lo consigo.
Un disparo.
¡Bang!
Silencio absoluto.
Todas se alejan de mí y mis pulmones toman aire profundamente.
—¡¿Alguien más quiere intervenir?! —grita con ira en sus ojos.
Cuando focalizo la mirada, están todas en el suelo con sus brazos sobre
la cabeza. Emma llora sin control mirando fijamente a un punto de la
habitación, Billie mira hacia el mismo lugar, sus ojos acarrean horror y
asco.
Una de las chicas que no hablaba español yace muerta en el suelo. Sus
ojos están abiertos, una herida en su frente.
—Levántate. —gruñe hacia mí, pateando mi pierna.
Acato la orden sin chistar, no quiero que nadie muera por mí.
—¡Simone! —grita Billie.
Cuando la miro, sus ojos angustiados me piden perdón.
—Está bien…estoy bien Billie, tranquila. —no está bien, ni estoy bien,
pero si fuera ella la persona muerta en la habitación, perdería la cabeza.
Me levanto con el cuerpo dolorido de tanto golpe y el hombre me toma
del brazo, arrastrándome lejos del pequeño nido de contención que tenía.
Volteo y grito:
—¡Gracias!
Lo que no puedo decir por falta de tiempo es:
Gracias por ser mi soporte, por darme fuerzas, gracias por contenerme
cuando iba a perder la cordura, gracias por ser mis amigas, gracias por
ser mi familia en tan poco tiempo.

—I VÁN , ¿Q UÉ FUE ESE DISPARO ? — PREGUNTA EL HOMBRE QUE SIEMPRE NOS


trajo la comida.
Iván se detiene, obligándome a frenar.
—Se arrojaron encima mío, tuve que desenfundar el arma para
detenerlas. Felicitaciones, tienes una deuda con Alex ahora.
—¿Yo por qué? ¡Tú la mataste!
—¡Porque no supiste ponerlas en raya! Este es el precio que hay que
pagar, sí es que Alex no decida arrancarte la cabeza. —Iván sujeta mi brazo
con más fuerza que antes y sigue caminando.
Llegamos a un sector de la casa que parece solo para el servicio, camino
con los pies descalzo sobre un suelo limpio y moderno.
—Báñate. —dicta, empujándome a una ducha.
Estiro mi brazo para abrir el agua, mi mano tiembla incontrolablemente.
El agua cae fría sobre mí, haciendo que los músculos se tensen lo suficiente
para apretar mis dientes.
Hay dos botellas de champú y un jabón.
El agua comienza a calentarse y dejo que corra sobre mí.
—¡Rápido! —grita desde afuera de la habitación.
Al menos me da intimidad.
Cuando termino, envuelvo mi cuerpo en una toalla y salgo a su
búsqueda. Sin prestarme atención, arroja un vestido hacia mi lado, lo atrapo
en el aire.
—Vístete.
El vestido es blanco y no es de mi tamaño, seguramente son dos talles
menos de lo que suelo usar, apenas logro ponérmelo.
Cuando termino, me entrega un cepillo para mi cabello.
—Vamos, apúrate, tienes un avión que subir.
Cuando termino encuentro una camioneta con el motor encendido, las
luces rojas traseras iluminan el fondo de una de las casas más impresionante
que vi en mi vida. Iván me sienta atrás y él se sienta adelante.
—No intentes arrojarte, las puertas están trabadas. —Indica.
¿Cuántas mujeres se arrojaron entonces? ¿Cuantas sobrevivieron y
cuantas no?
La camioneta maneja hacia un destino desconocido y yo me quedo
quieta en el asiento, sin saber qué hacer.
¿Cuáles son mis opciones? Esperar a que se detengan y correr en el
momento que abran esta puerta. ¿Y después qué? ¿Un tiro en la frente como
esa pobre chica?
¿Qué hago?
Necesito Billie, ella sabría qué hacer.

L LEGAMOS A UNA PISTA DE ATERRIZAJE EN MAL ESTADO Y COMPLETAMENTE


abandonada. Las grietas que tiene en el pavimento, están llenas de césped.
No hay luces y el amanecer está aquí.
—Espera aquí. —gruñe Iván.
Estoy de pie a su lado, no estoy ofreciendo resistencia, pero igual me
apunta con el arma.
La misma pistola que eliminó a una de mis compañeras. No la conocía,
pero su perdida pega tan fuerte como cualquier otra.
Un sonido a lo lejos roba mi atención.
Un motor, no lo encuentro a simple vista, pero el sonido está allí y se
incrementa cada minuto.
De repente un avión aparece frente a nosotros, aterrizando con poca
gracia sobre esa pista.
Un jet 225, modelo antiguo, sí, es un avión que conozco muy bien, fue
uno de los modelos más vendidos de la década de los 90, gracias a mi
abuelo.
Se detiene delante nuestro sin apagar motores. La puerta se abre y la
escalera se despliega delante de mí.
Miro hacia la izquierda y luego a la derecha, buscando salidas para
comenzar a correr, siempre fui buena corriendo, quizás tenga una
oportunidad.
—Ni lo sueñes. —dice Iván.
El arma esta en mi espalda y me empuja hasta el avión. Él camina detrás
de mi hasta sentarme en uno de los asientos de cuero color negro.
Iván grita unas palabras en ruso y el avión avanza como si fuera un
taxista en el medio de la avenida.
Cuando me doy cuenta, ya estamos en el aire.
Destino: desconocido.
10
S IMON E DU P ON T

Ansiedad: estado mental que se caracteriza por una gran inquietud,


una intensa excitación y una extrema inseguridad.

“N i el más sabio conoce el fin de todos los caminos” dijo


Tolkien.
Por cada hora y kilometro que avanza el avión, más
me doy cuenta que me alejo de mi vida tal como la conocía y esta vez es
para siempre.
Me alejo de mi piano, de mi familia, de Bastián y Margot. Lagrimas
asaltan mis ojos, ahogándome en la desesperación.
Yo no quería, buscaba o esperaba esto, solo quería tener una noche
normal, besarme con un chico bonito y volver a casa. ¿Fui demasiado
ambiciosa acaso?
Deja de hacer preguntas que no tienen respuesta.
Lo que sea que pasó está en el pasado, allí se enterró, no hay posibilidad
de volver atrás, de cambiar mis decisiones, es hora de aceptar mi nuevo
destino.
A L FIN VEO UNA CIUDAD POR LA VENTANA , BUSCO ENTRE LOS EDIFICIOS ,
algo que me diga donde estoy, pero no reconozco nada de la arquitectura,
cuando de repente, registro algo.
El coliseo.
¡¿Roma?! ¡¿Estoy en Roma?!
El avión continúa su vuelo, dejando atrás un monumento que había
visitado varias veces con mis padres y Margot y se transforma en cuadrados
con diferentes tonos de verdes.
En cuanto tocamos tierra, Iván toma mi brazo y me baja del avión como
si fuera una muñeca de trapo. Un auto de vidrios tintados nos espera. Me
arroja dentro y el conductor avanza a toda velocidad.
—¿Dónde vamos? —pregunto.
Silencio.
—¿Por qué estoy aquí?! ¡Háblame! —suplico.
Bufa, irritado por mis palabras.
—Cuanto menos sepas, mejor, créeme.
¡¿Qué clase de respuesta es esa?! La peor, la más angustiante.
Nos detenemos en otra mansión.
Pero esta tiene el típico estilo mediterráneo donde solíamos vacacionar
con mis padres, la diferencia fundamental es que no estoy aquí para
vacacionar y no sé si estoy lista para decirlo en voz alta todavía.
Iván me lleva hasta la puerta. Una mujer abre lentamente y por un
segundo abre sus ojos cuando me ve.
¿Aliada?
¿Enemiga?
—Entrega para el señor Bonelli. —dice Iván.
¡¿Entrega?!
La señora asiente una vez y abre la puerta por completo para dejarnos
pasar. Lleva puesto un uniforme de ama de llaves, su cabello es rubio ceniza
y sus ojos marrones. Debe tener la edad de mi madre, pero sin las
operaciones.
Iván la sigue por la casa hasta detenerse frente a una puerta.
Escucho la voz de un hombre gritando por teléfono.
La voz de un hombre mayor, alguien real está del otro lado de la puerta,
alguien que va a lastimarme.
Despierto de la calma inducida por el miedo y comienzo a sacudir mi
brazo como una desquiciada, buscando la manera para que Iván me deje ir.
—¡Quieta! —grita apretando los dedos profundamente en mi brazo.
—¡Por favor! ¡Por favor! —imploro poniéndome de rodillas— No me
dejes aquí, ¡Iván por favor!
—¡Silencio! Esto ya está sellado, ¡no tienes escapatoria!
—¡Dile que me escapé! ¡Dile que robé tu arma y no tuviste oportunidad
Iván! ¡Por favor! —su mano no me suelta y mi brazo ya me duele.
La mujer me observa, las comisuras de sus labios caen ligeramente, ella
también sabe que no tengo salvación.
La puerta se abre y todos nos detenemos.
Un hombre de unos sesenta años aparece, cabello gris, anteojos grandes
y un estomago enorme me mira con ojos encendidos.
—¿Que tenemos aquí? —dice en italiano.
Idioma que reconozco a la perfección, gracias a la educación que me
dieron mis padres.
—¿Sr. Bonelli? —pregunta Iván confirmando su identidad.
—Sí, soy yo. —responde en español.
—Se la envía Alexei Ivanov. —me empuja hacia adelante, sin soltarme.
—Alexei tenía razón —dice inspeccionándome —, es de altísima
calidad.
Dios, no por favor no.
—Donde quiere que la deje, es una corredora, le sugiero un lugar
seguro.
Maldito.
El viejo se ríe entre los dientes.
—Eso se le va a pasar eventualmente. —dice mirándome a los ojos—
En el mientras, tengo el lugar donde dejarla, sígame.
Caminamos por una casa antigua, pero con ese encanto italiano
irreproducible, veo grandes ventanales y vistas infinitas a un campo.
Subimos por unas escaleras, la pared es de ladrillo de piedra gris y me
hace sentir que camino por un castillo. Pero aquí no hay un príncipe que me
pueda rescatar, en este castillo vive el villano.
Una puerta de madera con revestimientos de hierro aparece delante
nuestro. El viejo abre y le indica a Iván con la cabeza que me deje allí
dentro.
Y eso hace.
Me empuja con fuerza, arrojándome directo al suelo de madera oscura.
Antes de darme vuelta para implorar, la puerta está cerrada.
El cuarto es de tamaño mediano, las ventanas parecen tener un
mosquitero negro que opaca la vista al exterior, pero si no me equivoco esto
es una torre y el lugar donde guardan cosas inservibles en esta mansión.
Hay cajas apiladas en el suelo, muebles cubiertos con sábanas, telas de
arañas y mucho polvo (que puedo verlo suspendido a través de un pequeño
haz de luz que entra por la ventana).
Lagrimas silenciosas se deslizan sobre mis mejillas, mientras miro al
campo inmenso delante de mí y pienso, si esta vista es lo más cercano a la
libertad que voy a tener a partir de ahora.
11
Y U R I VOLKOV

Mal: lo contrario al bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto.

L a reunión transcurre de fondo como una melodía en un elevador


eterno y aunque mi cabeza este a miles de kilómetros de aquí, se
dónde estoy y de que están hablando. Sé que estoy en una mesa
con hombres y mujeres que discuten el presupuesto para el año entrante. Sé
que alguien no está de acuerdo con algo en particular y como siempre,
asiento y hago preguntas donde la respuesta es absurda y aburrida.
Debería prestar atención. Debería estar siguiendo paso a paso que van a
hacer con mi dinero, pero no puedo.
Una sola cosa se reproduce en mi cabeza una y otra vez.
Sus ojos verdes implorando por ayuda.
Sus lágrimas incontrolables.
Su miedo.
Ella es lo único que pienso desde el día que me subí a mi avión y salí
pitando de la casa de mi hermano. Desde ese día que no puedo dormir,
comer o hacer ejercicio, maldición, ni siquiera puedo pasar tiempo con mis
caballos sin fantasear con ella.
No puedo involucrar a la policía en esto sin quedar pegado a la
ilegalidad que corre detrás de bambalinas. No puedo hablarle a mi hermano
sin querer asesinarlo con mis manos.
¡No puedo dejar de pensar! ¡Maldición!
Intenté reproducir los diferentes escenarios donde ella no sufriera el
destino que escribió mi hermano y en cada uno de ellos, me perjudica.
No puedo comprarla. Los movimientos de dinero tienen que ser legales
y cristalinos, los inversores de mis empresas exigen transparencia y eso es
lo que debo entregar.
No puedo reclamarla. Es un ser humano, no puedo subirla a un avión y
traerla a mis dominios, al contrario de mi hermano, yo no podría dormir
sabiendo que arrebaté la libertad de alguien.
No puedo obligar a mi hermano a detener esta locura. Dejó bien en
claro que perdió su cabeza y que no piensa retroceder su plan macabro.
No puedo traerla. ¿Qué le explicaría a la gente? Los medios respiran
sobre mi cuello cada vez que salgo en público.
Maldición, estoy atado de manos.
—¿Señor Volkov? —la voz de mi secretaria me despierta.
La sala está vacía.
¿Qué demonios?
—¿A dónde mierda se fueron todos? —pregunto mirando hacia
diferentes direcciones.
—La reunión terminó hace media hora, usted no salía de la sala y vine a
comprobar de que este todo bien.
Holly me mira con sus ojos celestes perfectamente delineados, ella
comenzó a trabajar hace un año atrás cuando mi ex secretaria se dio cuenta
que lo nuestro no iba a terminar en matrimonio.
Por eso renunció y Holly la reemplazó, pero mis manos se mantienen en
mis bolsillos con esta, ya aprendí mi lección. Eso no significa que ella no se
esfuerce todos los días a querer generar una buena impresión conmigo.
Me levanto de la silla y abrocho mi traje.
Me siento abrumado e irritado, no me gusta, esto es el resultado de la
intranquilidad que el descontrol me genera.
—Cancela las reuniones del día, no quiero ser interrumpido, solo
contáctame si ocurre una urgencia. —digo mientras camino por los
corredores de mi oficina.
Algunas cabezas me siguen con la mirada. Es normal, no suelo venir a
la oficina seguido. Usualmente trabajo desde mi casa, donde puedo estar
cerca de mis caballos, pero al menos una vez por semana vengo a mostrar
mi cara.
—Sí señor. —responde ella, deteniendo sus pasos apresurados para
seguirme.
Presiono el botón del ascensor con fuerza.
Necesito respirar.
¡Ding!
Las puertas del ascensor se abren, ingreso rápidamente a la caja vidriada
y con mis manos enterradas en los bolsillos, miro mi reflejo. Veo un hombre
en sus treintas, una barba cuidada y prolija, camisa Armani haciendo juego
con el traje. Los ojos celestes de mi madre y la mirada fría de mi padre no
me permiten olvidar de dónde vengo y quien soy.
Las enseñanzas de mi padre fueron siempre sobre poder, dinero y
mujeres. Nunca sobre lo que está bien o mal en esta vida, nunca sobre lo
que es moral y correcto, por esa razón me encuentro confundido con esto
que está pasando.
¿Qué es el mal? Bueno, según los millones de libros de filosofía que he
leído en estos últimos años, el mal es un accidente que interrumpe la
esencia del humano, que por naturaleza es bueno.
Todos entendemos lo que está bien o mal, vimos castigos y premios a
través de la historia, y comprendimos dónde está la raya que divide estas
dos entidades. Entonces, ¿Qué está mal conmigo que sigo cruzando la raya
sin el menor remordimiento? y ¿Por qué ahora si siento culpa y no antes?
Porque lo que dijo mi hermano es verdad, puede que pretenda que no es
tan nefasto vender armas, pero ¿quién las usa después? ¿En manos de quién
termina la droga que vende mi hermano? ¿Qué consecuencias tiene en la
sociedad? Quizás un drogadicto este manejando por la calle totalmente
intoxicado y acaba de atropellar a una embarazada, o quizás si no tienen
armas los grupos terroristas a bajo precio no tendrían con que infundir
terror.
Maldición, soy un monstruo, un humano abominable y fácil de
corromper.
Refriego mi rostro con las dos manos buscando borrar
desesperadamente esta culpa y vergüenza que siento.
Las puertas se abren y camino directo a mi Tesla, cuando cierro la
puerta, abrocho el cinturón y lo enciendo sin perder un segundo, cuando
digo que no quiero estar acá, no es mentira.
Mi casa está en el “Countryside” de Inglaterra, a las afueras de
Londres. Muchos la conocen como Willow Hall, yo la llamo mi pequeño
universo, (pequeño si llamas más de cien hectáreas de campo solo para mí,
pequeño).
Mis caballos y yo, bueno y mis empleados quienes me conocen lo
suficiente como para ignorarme en días tormentosos como estos. Días
donde acarreo una tempestad a donde quiera que vaya.
Sus ojos.
Sus lágrimas.
Su miedo.
¡Basta!
—Yuri, llegaste temprano. —dice mí ama de llaves, la señora Orlov.
Ella solía ser el ama de llaves de mis padres, y cuando el imperio se
reorganizó, la mudé conmigo para que sea parte de Willow Hall. Ella me
vio crecer, soportó mis años de adolescente y ahora está completamente
adapta a mi estilo de vida, al igual que su hijo Viktor, quien es el encargado
de los establos. Vera Orlov luce como una madre debería lucir a esta edad,
sé que tiene sesenta y tres años, (aunque pretendo no saberlo), de estatura
pequeña y algunos kilos de más. Las arrugas más pronunciadas son en la
frente y entre sus cejas. Fue más madre para mí que nadie en mi familia de
sangre, nuestra relación es de familia y nos entendemos lo suficiente como
para no abrumarnos con la presencia del otro.
—Sí, finalicé el día antes de lo esperado. —digo mientras camino hacia
mi habitación, ella me sigue con pasos cortos y rápidos.
—¿Quieres comer algo? Puedo preparar—
—No, está bien, gracias —volteo para enfrentarla y ella se detiene en
seco— vete a tu casa, no es necesario que estés aquí.
—¿Seguro?
—Sí, ve a leer uno de esos libros que tanto te gustan.
Ella me mira con una mirada cómplice y se ríe un poco, ella tiene la
colección de libros románticos más grande que vi en mi vida.
Cuando digo que vaya a su casa, me refiero a la casa que le construí en
mis tierras, una casa pequeña si la comparo con la mía, pero diseñada
exclusivamente para sus necesidades. La comparte con Viktor y juntos
viven allí.
—Me gustaría dejarte algo para la cena antes de irme. —dice alisando
su delantal.
Ella necesita sentirse útil, sino se pone nerviosa, por esa razón sigue
trabajando a esta edad.
—Bueno déjamelo en la heladera. —digo acariciando su brazo en forma
de agradecimiento.
Ella asiente una vez, se da la media vuelta y sale corriendo hacia la
cocina.
Su dominio.
Mi habitación es mi dominio, mi cuarto tiene algo que me arrastra a
quedarme aquí por horas. Los ventanales ingleses dan al campo, desde aquí
puedo ver a Viktor abriendo la tranquera para que mis caballos salgan a
correr libremente.
Todos corren alegremente, disfrutando de la libertad que tienen aquí,
veo sus músculos marcarse, las crines moviéndose con el viento, maldición,
amo estas criaturas.
Estos caballos tienen más libertad que ella.
Actualmente tengo quince caballos en mis establos, de los cuales diez
son adoptados y no tienen otro propósito en esta vida más que disfrutar del
tiempo que les queda sin una mano dura sobre ellos. Ellos provienen de
mercados ilegales de polo o granjas donde los usaban para fuerza y otras
actividades, esos son los que corren más rápido, los que juegan y saltan
como niños pasados en azúcar.
Mis otros cinco son mis caballos de polo, mis hijos, me gusta
consentirlos con todo lo que puedo, especialmente cuando compiten. Sé que
tienen una vida de lujos, una vida que no cualquier humano tiene, pero son
parte de mí y así me gusta tenerlos. Ellos no corren por el campo, ellos
caminan con elegancia y cierto sentimiento de superioridad. Aunque por
dentro son solitarios y mansos.
Tenemos más cosas en común de las que podría imaginarme.
Quito mi corbata, camisa y pantalones, y lo reemplazo con mi ropa de
polo. Mis botas altas marrones, mi pantalón blanco y mi remera de polo
Ralph Lauren negra.
Viktor me recibe levantando su mano y sonriendo, él siente la misma
pasión que yo cuando se trata de los caballos y evita a los humanos con la
misma intensidad.
—Veo que los consientes. —digo apoyándome sobre el cercado.
Él me sonríe levantando sus hombros, como si lo hubiera atrapado
haciendo una travesura.
—Los días de verano se empiezan a acortar y necesitan moverse. —dice
cruzando sus brazos sobre su pecho.
Viktor, creció con los caballos y ahora es el cuidador y amigo. Tiene mi
edad, sus ojos son marrones como los de Vera, pero su cabello es rubio,
aparentemente su padre lo tenía del mismo color.
Respiro profundamente, absorbiendo una de las pocas cosas en mi vida
que me hacen bien, el aire de campo, el sonido furioso de los pájaros y el
galope de mis caballos.
—Hiciste bien, —respondo dándole palmadas en su hombro— estos
caballos se merecen este espacio.
—Sí, son libres.
Libres, todos libres, menos ella.
—¿Cómo esta Ebony hoy?
Ebony es mi caballo predilecto, el semental. De cabello negro brillante
y una actitud arisca.
—Tranquilo, ¿quieres que lo prepare? —pregunta Viktor, impaciente
por trabajar y dar un buen servicio.
—No, tranquilo, es más, recién le pedí a tu madre que se vaya, voy a
pedirte lo mismo a ti, yo me encargo de ellos hoy.
Viktor me mira con ojos sospechosos.
—¿Mal día?
—Sí.
Asiente una vez, conociendo mi temperamento, sabe que necesito estar
solo.
Cuando ingreso al campo, muchos de los caballos vienen a recibirme,
ellos me reconocen y son agradecidos conmigo.
Ebony juega a ser duro de atrapar, está lejos y pretende no verme
cuando estoy con otros caballos, por eso lo llamo con un silbido que uso
solo para con él y el maldito responde instantáneamente cabalgando hacia
mí.
—Hola viejo amigo, —digo mientras acaricio su pelaje— Hoy tenemos
mucho que meditar, vamos.
Su estatura es tan alta que me pasa por dos cabezas, pero ya no me
intimida como al principio, él sabe cómo manejar su cuerpo cuando está a
mi alrededor. Caminamos hasta el establo y lo preparo colocando todo lo
necesario para cabalgar por muchas horas.
Ebony y yo crecimos juntos, lo compré hace muchos años cuando
comencé a incorporarme en el polo, fue mi primer caballo y después de
tantos años de amistad, a veces siento que estamos en sintonía cuando se
trata de nuestro estado de ánimo.
En un rápido movimiento subo a su lomo y los dos salimos disparados
hacia la infinidad de mi estancia.
Ebony corre rápido y pesado, sus músculos resaltan en su pelaje, el aire
en mi rostro se siente como si estuviera montando una motocicleta a un
millón de kilómetros por hora.
—¡Vamos! ¡Más rápido! —grito indicándole con mis tobillos que
necesito más velocidad.
Mas adrenalina.
Menos ella.
Ebony responde esforzándose como el caballo de primera categoría que
es. Relincha un poco para demostrarme que esta tan encendido como yo.
Pero mis pensamientos hacen lo que quieren.
¿Dónde está?
¿Qué le está pasando en este preciso momento?
¿Quién es su nuevo dueño?
—¡Más rápido!
Ebony comienza a sudar, manchas blancas de transpiración se
desparraman como aureolas sobre su cuerpo.
—¡Ohh! Tranquilo, ya está. —digo dándole palmadas a su cuello.
Estamos en las puertas del bosque y Ebony odia caminar por allí, está
lleno de coyotes y de vez en cuando lobos. Su trote comienza a volver, pero
puedo sentir que esta tenso.
—Estoy bien amigo. —digo mientras miro el verde infinito que nos
rodea— Volvamos a casa, tengo unas llamadas que hacer.

D URANTE EL RESTO DEL DÍA ME DEDICO A MIS CABALLOS , NECESITAN ESTAR


todos en el establo, alimentados, peinados y contentos para cuando caiga el
sol. Puedo pasar horas en el establo, trabajando en ellos, leyendo sus
emociones, viendo mi reflejo en sus ojos llenos de pestañas.
Las estrellas de este establo son Ebony, Marquis, Fiona, Queen y Juliet,
ellos son los más costosos, los que tienen que entrenar y ser los mejores
para mis campeonatos de polo. El más lujoso fue Marquis, con un total de
ocho millones de dólares, es el caballo más sofisticado que tengo. Por eso
tiene una actitud llena de soberbia, nació en la realeza y así fue tratado toda
su vida, no le gusta estar con el resto.
—Tome, emperador. —le digo llenando su bolsa de comida.
Hace un sonido lleno de ansiedad, esperando que quite la mano para
poder llenar su estómago.
El resto ya tienen sus mantas, algunos duermen de pie, otros prefieren
en suelo. Miro hacia atrás una vez más y cierro la puerta, para protegerlos
de los animales de la noche.
Camino hacia mi hogar y me dirijo directo a la cocina a buscar la
comida que Vera dejó para mí.
El silencio de la casa me relaja, calma mi mente turbulenta. Me gusta
estar solo, puedo convivir con mis pensamientos en paz, bueno, podía.
Hoy algo cambió.
Ella acaba de generar una grieta en mi mente y ya la odio por eso, por
despertar algo que tenía muy enterrado en mí. Quizás sea mejor eliminar
este pensamiento y seguir con mi vida como la conozco, sin
preocupaciones, con ocho horas de sueño y una mente calma.
Camino hasta mi oficina y marco el número de teléfono que necesito, el
único que puede ayudarme. Cuando termino la llamada, le envió un
mensaje a Viktor.
“Salgo de madrugada de viaje, déjale saber a Vera que no voy a estar.”
“¿Vas a resolver lo que sea que no te deja vivir contigo mismo?”
Maldito.
“Si.”
“Ok.”
12
Y U R I VOLKOV

Decisión: determinación, resolución que se toma o se da en una


cosa dudosa.

U no de los consejos que siempre le doy a mis amigos empresarios


es lo siguiente: rodéate de los mejores, gente que sabe más que
tú, más inteligente, joven, avanzada, experimentada, porque eso
es lo que trae resultados exitosos.
Bueno, el consejo lo estoy aplicando ahora mismo. Mi avión privado
está lleno de mercenarios listos para llevar a cabo este plan.
¿Cómo los encontré? Contactos.
Mi amigo Elías Müller, (conocido polista de Suiza), fue quien me
recomendó esta organización King Security hace unos años, solo restó hacer
una llamada para conseguir el número de Thomas King, ex-mercenario. El
hombre llevó a cabo una organización de seguridad hace muchos años atrás,
consiguió trabajos con los millonarios más importantes de Europa y
América, entre ellos varios amigos míos. Hablé con él personalmente ayer
por la noche y después de firmar contratos digitales sobre confidencialidad,
le comenté mi situación y que era lo que quería llevar a cabo, dijo que le de
veinticuatro horas para resolver el plan, lo cual acepté bajo una cifra
millonaria. Por eso él está aquí, está supervisando a sus empleados.
Aparentemente la nueva actividad de mi hermano no es tan silenciosa
como él cree, ya que Thomas King en muy poco tiempo encontró a la mujer
que no me dejó dormir por días.
—Señor Volkov. —me llama.
Levanto la mirada y lo encuentro de pie a mi izquierda.
Thomas y yo tenemos varias cosas en común, aparentamos la misma
edad, vestimos un traje a medida y destilamos poder, la diferencia
fundamental entre los dos es que él sabe cómo acabar con la vida de alguien
en menos de tres segundos, yo solo sé hacer dinero.
—Llámame Yuri. —le digo mientras señalo el asiento delante mío.
Thomas se sienta asintiendo una vez, trae con él una carpeta negra, la
abre y comienza a hablar.
—Yuri, necesito tu autorización en caso de que nos encontremos con
algo inesperado. —dice entregándome un documento.
Rápidamente lo leo y entiendo a qué se refiere, en caso de defensa
personal, les debo dar autorización para apretar el gatillo.
Me entrega una la lapicera dorada y firmo al final de la hoja.
—Como acordamos por teléfono, la única víctima oficial será Adriano
Bonelli, lo demás es daño colateral.
—Entiendo.
—En cuanto tengamos contacto visual con el objetivo, lo confirmare
contigo por vía telefónica.
—Quiero estar allí. —digo.
Quiero ser yo el que la encuentre.
—Bueno, entonces necesito que uses chaleco antibalas. —levanta la
mano y le hace señas a uno de los hombres para que arrime uno.
Thomas tiene una herida en su ojo izquierdo que corre desde su frente
hasta la mitad de su mejilla. Sus ojos son marrones y su cabello negro como
un cuervo. Tiene una imagen cuidada como la mía, noto una barba de dos
días tratada por un profesional, su cabello no tiene ni un pelo fuera de lugar.
No parece ser un mercenario, no como sus empleados, que lucen
exactamente como esperaba, marcas por doquier, pantalones anchos y
cargos, remeras oscuras, gorra, chaleco. No necesitan más, no necesitan
vestirse bien para sentir poder.
El empleado de Thomas entrega el chaleco y me lo coloco rápidamente.
Thomas mira mis movimientos, supervisando que lo esté poniendo bien.
—Este no es mi primer rodeo. —aclaro mientras termino de abrochar el
abrojo.
—Rusia tiene carácter fuerte.
—Exactamente, cualquier persona que tenga dinero es el enemigo.
Crecí en Moscú y mi padre era alguien importante, por supuesto que se
cómo usar un chaleco anti balas.
Thomas asiente una vez.
—Llegamos a Roma en una hora, te dejo seguir con tus cosas. —dice
mientras se levanta y camina de vuelta hacia el grupo.
No puedo evitar sentirme nervioso, supongo que entiendo que la razón
por la cual mi carrera esté a punto de terminarse está a unas horas de aquí.
13
S IMON E DU P ON T

Apagar: hacer que el fuego, la luz u otra cosa dejen de arder o de


lucir.

L a primera noche el italiano vino a verme. Mis ojos lo miraron


todo el tiempo de manera desafiante, creí que estaba haciendo lo
correcto, creí que mostrándome intrépida iba a alejarlo de mí, al
menos creí que lo iba a considerar dos veces si acercarse.
¿Sabes cuándo me di cuenta que había cometido el error más grande de
todos? Cuando sonrió.
La segunda noche terminé en un rincón, rodeada de cajas abolladas por
mi caída, donde me dejó inconsciente hasta que desperté la mañana
siguiente.
Le gusta golpear, eso es lo que lo excita.
La oscuridad y el ahogo de saber que esta iba a ser mi vida de ahora en
más, hizo que intente colgarme del techo con una sábana atada en mi cuello,
pero la señora que entra y sale con comida ingresó en el mismo momento
donde mi mente empezó a vagar lejos de mi cuerpo, la silla a mis pies
estaba tirada, lagrimas caían incontrolablemente de mis ojos. Ella mandó a
quitar todos los objetos que había en este altillo y con ellos se fueron mis
planes de escapar de alguna manera de aquí.
En este momento el sol se está poniendo en el horizonte, puedo verlo
por una pequeña ventana rectangular. El calor entra por el vidrio y se siente
como una estufa en mi rostro. Pocos altillos tienen aire acondicionado y
este no es la excepción, por eso el vestido blanco se pega a mi piel
absolutamente mojado.
Estoy sedienta y los vasos de agua vienen dos veces por día, asumo que
el próximo vendrá cuando caiga el sol.
Y después, él.
El dolor en mi cuerpo todavía no se borra de la última sesión y hoy
probablemente cumpla la promesa de tomar mi cuerpo en la única manera
que ningún hombre lo tomo jamás.
Pero tengo otro plan.
Usualmente la señora espera a que termine todo para llevárselo otra vez,
un hombre siempre esta con ella, custodiando mis movimientos. Pero, si
rompo el vaso con suficiente rapidez quizás pueda usarlo como arma,
quizás pueda escapar de aquí.
Escucho la puerta abrirse y mis sentidos se despiertan listos para
intentarlo.
La señora entra con una bandeja, el hombre de siempre detrás de ella.
—Ecco qua, —aquí tienes, dice dejando la bandeja en el suelo.
No entra del todo al cuarto, la deja en el suelo y retrocede rápidamente,
como si me tuviera miedo.
Gateo hasta la bandeja, ignoro por completo el plato de comida y tomo
el vaso con las dos manos para que no vean cuando termino, trago el agua
como si estuviera en el medio del Sahara. El último trago desaparece en mi
boca, pero pretendo seguir tragando.
Los dos me miran con mucha atención, necesito que se relajen antes de
hacer un movimiento repentino, porque eso es exactamente lo que voy a
hacer.
Los cubiertos son de plástico, obviamente, no van a arriesgarse a darme
algo que puede convertirse en un arma, por eso no entiendo por qué no
creen que un vaso puede serlo también.
Supongo que, en la desesperación, todo es una oportunidad.
Comienzo a comer, aunque mi estómago lo rechaza, mi garganta se
aprieta, haciendo muy difícil el simple movimiento que es tragar. Mis
nervios no me permiten pretender.
¿Cómo me veré desde sus ojos? Me pregunto, porque estoy demasiado
nerviosa, mis manos tiemblan y no logro mover los cubiertos con
naturalidad.
Come lento, Simone. Me aconsejo. Tienes que aburrirlos.
Cada bocado me lleva unos diez minutos, mastico cincuenta veces cada
uno, mis movimientos se estiran en el tiempo, ellos empiezan a
impacientarse.
—¡Presto! —Grita el hombre de golpe. ¡Rápido!
Lo miro confundida, pretendiendo no entender lo que dice, así que
continúo comiendo.
Él quita el celular de su bolsillo y comienza mover su pulgar
rápidamente, mirando algo que lo entretiene.
La señora me observa fijamente, ella no me pierde de vista, pero no creo
que presente un obstáculo su fuerza.
¡Ahora, Simone, ahora!
Tomo el vaso y lo lanzo contra el suelo.
Miles de pequeños pedazos salen disparados hacia todos lados, la
mayoría terminan en mis pies.
Tomo el pedazo más grande y corro hacia ellos.
El hombre empuja a la señora detrás de él, se pone de escudo. Toma mi
brazo y lo detiene antes de que pueda clavarlo en su pecho.
—¡No! —grita la señora de fondo.
El hombre quita el vidrio de mi mano y me arroja hacia atrás. Caigo
sobre los pedazos de vidrios, los siento en mis pies, mis piernas, espalda y
las palmas de las manos. El dolor es agudo y puedo sentirlos incrustados en
mi piel.
Camina furioso hacia mí, pero antes de que llegue, tomo otro pedazo,
(no sé si es para defenderme o para terminar con todo esto) este es más
pequeño y tiene forma triangular.
—¡Basta!
Imágenes de mi futuro se incrustan en mi cabeza, como flechas
prendidas fuego, imágenes de lo que me depara si no actúo ahora.
Rápido. No hay tiempo.
Antes de que llegue a mi lado, deslizo el vidrio sobre mis muñecas.
Ambas.
El hombre se detiene en seco, observándome con horror.
—¡¿Cosa hai fatto!? —¿¡qué hiciste!? Grita sujetando mis brazos
ensangrentados.
Mi cuerpo tiembla, no por el dolor, sino por ver lo que acabo de hacer,
no hay vuelta atrás.
¡Oh Dios! ¿¡Qué hice!?
Aterrada, miro la sangre salir de mi como nunca vi en mi vida, es tanta
sangre, ¡tanta sangre!
Un ruido, algo como un estruendo, distrae al hombre solo por un
segundo, haciéndolo mirar sobre su hombro, grita palabras rápidas a la
señora que todavía cubre su boca por la conmoción de la escena. Mientras
él sale del ático, ella intenta parar el sangrado con su uniforme.
No sé qué ocurre allí fuera, pero algo está mal escucho golpes y gritos.
Si esto fuera una canción sonaría con acordes mayores y mis manos se
moverían frenéticamente por las teclas.
Siento frio por primera vez desde que llegué a este lugar. Mi cuerpo
comienza a debilitarse, haciendo que caiga sobre el hombro de ella.
Escucho pasos correr por el suelo de madera.
Ella grita y sale de mi alcance, mi cuerpo está cayendo directo al suelo,
pero unos brazos me atajan antes de golpearme contra la superficie dura.
No puedo abrir los ojos, pero siento mi cuerpo ser maniobrado por
alguien, un hombre tiene que ser, son brazos fuertes. Seguro volvió el
guardia y está trasladándome a algún lugar.
No estoy segura de querer ser salvada, quiero morir, pero no quiero
morir aquí.
Los ruidos se vuelven distantes, casi como un eco.
La canción suena melódica y calma.
Cada vez más lejos.
¿Nos estamos alejando de la mansión? ¿O estoy muriendo?
Creí que iba a morir de vieja, con dedos atrofiados de tanto tocar el
piano.
¿Que pensara Billie de mí, cuando se entere que fui una cobarde?
¿Llorará por mí? ¿Se sentirá decepcionada? ¿enojada?
Sea lo que sea, no se puede volver el tiempo atrás.
Finalmente, el sonido se apaga.
La canción terminó.
14
Y U R I VOLKOV

Obsesión: perturbación anímica producida por una idea fija.

—¡K ing!
Ella está mis brazos, muriendo. El mercenario camina entre cuerpos
para llegar a mí.
Llegué demasiado tarde.
—¡Medico! —grita y en menos de un segundo, alguien aparece con un
maletín.
El medico empuja un cuerpo inerte del sillón, dejándolo caer en el suelo
sin cuidado y me indica que le acueste allí.
Tiene las venas cortadas verticalmente, la sangre se escapa sin parar,
sangre que se desparrama en sus piernas también. Su rostro está
transparente, sus labios carecen de cualquier color. Sus ojos, los cuales me
atormentaron por una semana, están cerrados.
Demasiado tarde.
¡Maldición!
El médico o lo que parece ser un médico, le toma el pulso.
—Está viva.
—La herida no es profunda, —explica mientras abre su maletín y busca
algo— no aplicó suficiente fuerza o no tuvo el tiempo para abrir sus venas,
eso no quita que haya perdido mucha sangre y que tengamos que hacer un
torniquete. —mira sobre su hombro, esperando alguna especie de
aprobación.
—Lo que sea necesario. —digo caminando de un lado a otro.
—Controla la situación y continúa su tratamiento desde el avión, no
podemos seguir aquí. —dice su jefe observando la situación con sus manos
en los bolsillos. Envidio lo relajado que se ve, mientras yo siento que pierdo
la cabeza.
Cuando entramos a esta mansión tan solo quince minutos atrás, todos
tenían armas en las manos, algunos guardias intentaron intervenir la
invasión, pero claramente no lo consiguieron o no eran tan buenos como el
ejercito de King.
El nefasto que hizo negocios con mi hermano se llama Adriano Bonelli,
conocido personaje de estos pagos, “El Capo” lo llaman por aquí. El
mafioso estaba en su oficina cuando King pateo la puerta y apuntó
directamente a los ojos, le preguntó dónde estaba la chica que había
comprado en perfecto italiano y el hombre rápidamente contestó.
Salí corriendo, subiendo escaleras de dos en dos, la encontré
desangrándose en el suelo con una mujer arrodillada junto a ella.
Alguien le avisó a King que la información que Bonelli le había dado
era correcta y no pasó ni un segundo más cuando escuché el tiro que
finalizaba la vida de ese hijo de puta.
Bonelli ya no existe.
El medico envuelve sus muñecas, deteniendo la hemorragia, hace señas
para todos lados y comienza a levantarla.
—No, la llevo yo. —gruño por lo bajo, mientras lo empujo imponiendo
mi cuerpo y comienzo a cargarla.
Las camionetas con las que llegamos, nos llevan hasta el aeropuerto
donde dejamos mi avión, en menos de veinte minutos estamos en el aire.
La acuesto en un asiento reclinado con mucho cuidado, el medico se
sienta a su lado y comienza a mover cosas, quita el torniquete que había
aplicado y comienza a curar las heridas, quitando vidrios de su piel y
desinfectándola por completo.
Para cuando el medico termina, sé que su nombre es Ian y fue medico
en el ejército, se retira cuando termina, dejándome solo con ella.
Estoy a su lado mirándola fijamente, me sentí posesivo cuando la vi la
primera vez y me siento igual ahora. Mi mano sujeta la de ella, como si
fuésemos conocidos de toda la vida, me pregunto si ella estuviera despierta,
¿me dejaría tocarla así? Solo intento dale un poco de calor a ese cuerpo tan
frio.
—No va a ir a ningún lado. —Escucho la voz de King detrás mío.
El ex mercenario se mueve delante de mí junto con Ian y se sientan
cerca de mí. King no lo hace por ser camarada, lo hace para supervisar que
todo esté saliendo bien, por eso es el mejor.
No hago alusión a su comentario, él sabe que no tengo ningún tipo de
relación con ella, lo único que me acarrea es la culpa.
—¿Cuándo va a despertar? —pregunto ansioso a Ian.
—Puedo despertarla ahora si quieres, no lo hice porque creo que estar
en un avión no ayudaría.
—Despiértala, necesito hablar con ella. —el medico asiente una vez y
abre un frasco bajo sus orificios nasales.
¿Y decirle qué?
¿Qué planeo hablar con ella? No lo sé.
Se despierta, abriendo los ojos lentamente.
El medico es lo primero que ve.
—Intenta no levantar nos brazos. —indica, sosteniéndola sus hombros
con delicadeza.
¿Está mal que quiera que deje de tocarla?, maldición. ¿De dónde
salieron estos pensamientos tan posesivos?
—¿Qué? ¿cómo?, ¿dónde estoy? —pregunta.
El medico se aleja, dándome lugar para responder y aclarar su
confusión, cuando ella posa sus ojos verdes sobre mí, me estudia con
cuidado.
No sé su nombre todavía, pero su rostro lo tengo forjado en mi mente
desde el día que la vi por primera vez en la casa de Alex. Sus ojos verdes
son muy grandes, de forma redonda, su cabello es ondulado con chorros
dorados y otros más oscuros. Tiene pecas desparramadas sobre sus
cachetes, nariz y en la frente.
Me acerco a ella lentamente, ruego que no me reconozca de aquel día.
—Dime tu nombre. —suena más como una súplica que una orden.
Ella me mira confundida y luego recorre el lugar.
Tanto el médico, como King retroceden y cierran la cortina para darnos
privacidad.
—Tu…te conozco. —dice en un tono muy bajo. Pero su rostro se
mantiene enmarañado.
Maldición.
—¿Por qué te hiciste esto? —señalo sus heridas ocultas tras las gasas
que usó Ian.
La sed por conocer su mente es abrumadora, necesito saber por qué
intentó quitarse su vida.
Ella mira hacia abajo y comienza a levantar sus brazos para ver mejor,
pero la detengo, presionando la punta de mis dedos sobre la palma de su
mano. Igual logra ver lo que hizo. Observa sus muñecas por un segundo y
parece una hora, luego responde en un tono muy bajo, apenas audible.
—Necesitaba escapar antes de que empiece.
Mi pulso ya está fuera de control, el arrebato lo siento en mi garganta,
necesito hacerla sentir segura y decirle que ahora está a salvo, que no va a
volver a vivir algo así en su vida.
—Bonelli está muerto. —digo las palabras con cuidado, esperando ver
la reacción en sus ojos con ansias.
Ella toma aire profundamente y exhala.
Ian se asoma por la cortina, pidiendo permiso para entrar, asiento a
regañadientes porque mi tiempo a solas con ella acaba de terminar. Él se
sienta a su lado y comienza a explicarle algunas cosas técnicas sobre su
herida y que va a pasar a partir de esto.
—Dadas las circunstancias, el hospital no es una opción, así que
debemos seguir esto en un domicilio seguro.
—Mi casa. —respondo rápidamente.
Sus ojos verdes viajan hasta mí y me estudian hasta que Ian comienza a
hablarle otra vez.
—Vamos a usar un poco de suero y a vigilar tus signos vitales, nada
más. —cierra su maletín y se levanta— te recomiendo que te quedes
haciendo reposo hasta que lleguemos a Inglaterra.
—¿Inglaterra? —finalmente vuelve a hablar.
—Sí, allí es donde vivo.
Ella asiente una vez sin decir una palabra. ¿Por qué no me pelea? ¿Por
qué no demanda que la lleve a su casa, a su familia? ¿A su novio? ¿Marido?
¿Hijos? Demonios, necesito saber quién es esta mujer.
—¿Tienes hambre? —pregunto sentándome en un sillón frente a ella.
—Sed.
Levanto el intercomunicador y hago el pedido.
—Necesito agua natural con sorbete, cuanto antes.
Cuando llega la azafata, lleva en sus manos una bandeja de plata con
una jarra de vidrio y dos vasos con sorbetes rojos.
—Gracias. Por favor, pregúntale a los hombres qué necesitan, lo que sea
que pidan, que lo tengan. —agrego mientras tomo la bandeja.
—Sí, señor Volkov.
La azafata, Sonia, la observa con intriga, pero cierro la cortina en su
rostro. No tiene por qué mirar nada.
Mi apellido hace que sus ojos me estudien con detenimiento.
Sirvo el vaso hasta la mitad y le acerco el sorbete a sus labios pálidos y
quebrajados. Ella estira su cuello y comienza a tomar agua como si no
hubiera un mañana.
—Despacio, de a sorbos. —digo repitiendo la frase que mi madre usaba
cuando era pequeño.
Ella calma el ritmo, pero de todas maneras termina el vaso con rapidez.
—¿Puedo tomar más? —su voz suena inocente y tímida.
—Puedes tomar la cantidad que quieras, pero despacio.
Sus ojos descienden y dejan de mirarme con suplica, antes de darme
cuenta, estoy sirviendo el segundo vaso.
—¿Te privaron del agua? —pregunto.
—Dos vasos por día.
—Malditos…—digo por lo bajo, mientras vuelvo para hidratarla.
Ella toma con desesperación.
Las voces de los hombres riendo (y probablemente tomando todo el
alcohol que tiene el avión) entra y ella se alerta.
—Son mis hombres, no van a hacerte nada.
Me deslizo hacia atrás, sentándome recto en mi asiento y cruzando mis
piernas. Lleva puesto un vestido distinto al que llevaba en la casa de mi
hermano, este es blanco y le queda muy ajustado, tiene manchas de sangre y
tierra por doquier.
La mujer que esta frente a mi mira al techo como si viera algo más,
sospecho que su mente vaga lejos de aquí. No quiero mirarla fijamente
como un desequilibrado, pero no estoy pudiendo quitar mis ojos de ella, de
sus heridas.
Sus ojos comienzan a cerrarse y lucha contra el sueño. No me extraña,
está en un avión lleno de hombres y uno en particular es un enfermo que no
para de observarla.
—Nadie va a hacerte daño en este avión, —digo y sus ojos vuelan a mi
otra vez— si necesitas dormir, hazlo con tranquilidad, tienes mi palabra,
aparte tenemos algunas horas más hasta Inglaterra.
Asiente, pero no duerme, su mirada se mantiene fija en el techo y muero
por saber qué es lo que ve.
15
S IMON E DU P ON T

Llegada: acción y efecto de llegar a un sitio.

U na sacudida me despierta y mi cuerpo reacciona lo


suficientemente rápido para sentarme en el sillón.
Él sigue aquí, sentado delante mío.
—Tranquila, acabamos de aterrizar.
Vuelvo a apoyar mi cabeza en el mismo momento que el medico entra.
El hombre me recuerda a mi hermano Bastián, excepto por las
imperfecciones que tiene en su rostro, especialmente en el labio, tiene una
herida de un labio leporino.
—¿Cómo estás? —pregunta poniéndose de cuclillas delante de mí. —
¿Sientes algún tipo de dolor?
—Solo en las muñecas. —respondo con voz ronca.
—Tomó mucha agua.
El doctor voltea y lo escucha con atención.
—Pero no quiso comer nada.
Cuando vuelve a enfocarse en mí, me da una sonrisa cómplice. No
entiendo por qué, no compartimos ningún chiste, ni tenemos una amistad
para que me mire así.
—No importa, con el suero va a sentirse mucho mejor.
Otro hombre aparece, no deposita sus ojos en mí, simplemente deja una
silla de ruedas a mi lado.
Miro hacia la pared, con la única intención de sentirme menos cohibida,
demasiados hombres juntos, demasiado cerca. No quiero usar una silla de
ruedas, no me corte los pies, me corte las malditas muñecas y encima lo
hice mal.
La vergüenza que siento por haber intentado semejante cosa hace que
quiera sumergirme en la tierra y no salir nunca más. Aun no entiendo que
ocurrió, ni por qué estoy en este avión.
Todo fue tan rápido que procesar las cosas no era de mi prioridad.
Ahora el dolor en mis brazos me resulta incómodo y sirve como un
recuerdo constante de mi cobardía. Ya puedo imaginarme a las chismosas
amigas de mi madre hablar de las heridas, mi madre probablemente haga lo
posible para meterme en un quirófano y borrarlas.
—Puedo caminar. —digo con los dientes apretados.
El médico no tiene la culpa de que sienta resentimiento ahora, no se
merece que le hable así.
El doctor abre su boca para responder cuando Volkov, (como lo llamó la
azafata), se pone de pie y habla por encima.
—No te lo estábamos consultando, —dice mientras la prepara para que
me siente allí. — vamos, arriba.
Presionando mis labios para no responder, intento levantarme, pero con
mis brazos dañados es mucho más difícil de lo que parece.
El medico desliza su mano por debajo de mi brazo, me levanta y me
sienta en la silla de ruedas.
Volkov quita su traje y lo coloca sobre mí, sin preguntarme si lo
necesito o no. No entiendo si lo hace porque quiere cubrir mi cuerpo o
porque me vio tiritar.
Empuja la silla hacia la salida de la nave, en los pasillos puedo oler
alcohol y sentir un dejo a olor a hombre, pero las voces que escuché antes,
ya no están aquí.
Cuando llegamos a las escaleras, Volkov detiene la silla y se coloca
delante de mí. Su mirada dice que me está regañando, pero todavía no hice
nada, ni dije nada para que reaccione así.
—Voy a levantarte, no hagas fuerzas con los brazos, deja que me
encargue yo. —se agacha y me carga entre sus brazos.
Baja los escalones con cuidado, el medico lleva la silla.
Volkov mira al frente y yo miro hacia su torso, porque no sé dónde
demonios poner los ojos, la proximidad es demasiada y me amedrenta. En
un acto de valentía, levanto la mirada y encuentro ojos celestes como el
hielo. El traje sobre mi nariz emana su perfume, masculino y probablemente
costoso, siento que reconozco ese olor de algún lugar. Supongo que no
cambió mucho desde aquel día que nos vimos, pero ahora puedo observarlo
un poco más.
Llegamos hasta la pista y el medico coloca la silla para que me deje allí.
—Está bien, puedo llevarla hasta la camioneta. —dice con una voz fría.
El medico asiente sin decir una palabra y camina junto a nosotros.
Su cuerpo se siente duro contra el mío, sus ojos descienden como si
hubiera escuchado mi corazón latiendo alocadamente y me atrapan
espiándolo, desvío la mirada otra vez, pero cuando miro su boca, una
pequeña sonrisa se asoma por las comisuras de su boca.
Llegamos a una camioneta y me sienta en el asiento trasero, toma el
cinturón de seguridad me abrocha al asiento, segundos después, aparece
adelante y se sienta en el asiento del acompañante. En el mismo momento
el medico se sienta a mi lado.
—A Willow Hall. —dice Volkov al conductor.
El vehículo avanza por la pista y luego sale del pequeño aeropuerto.
Nadie habla con nadie, los tres hombres en la camioneta tienen una
mirada seria y concentrada en algo más, parece que nadie está pasando por
una crisis nerviosa como yo.
Los envidio.
16
Y U R I VOLKOV

Tiempo: magnitud física que permite ordenar la secuencia de los


sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.

— ¿Q ué piensas hacer con ella? —pregunta mi ama de llaves.


La mujer aún no puede procesar que una muchacha
apareció mágicamente en mi mansión.
—No lo sé. —respondo observando la taza de café entre mis manos.
Estoy en la cocina, es de madrugada, el sol comienza a asomarse en el
horizonte, es la mejor hora para salir a preparar a los caballos, están
hambrientos y ansiosos por comenzar su día, pero mi trasero no se mueve
de la maldita silla de mi cocina.
Compré esta casa a una vieja familia de duques, la casa fue de
generación en generación, hasta que alguien decidió que era demasiado para
ellos. Hice muchas refacciones, la mayoría adaptaciones de mi estilo de
vida.
Menos siglo XV, mas estilo campo-contemporáneo.
La casa tiene una cocina amplia, diferentes hornos para diferentes
propósitos están distribuidos por el lugar, con el solo propósito de
entretener de la Vera Orlov. Una isla con un fregadero blanco y un grifo que
según Vera, detecta cuánta agua debes usar para diferentes tareas. En el
techo hay tirantes de madera que corren de principio a fin. La mesa de
madera clara es para ocho personas, aunque soy el único que come allí.
Vera nunca quiere comer conmigo, dice que no es su lugar compartir la
mesa con un hombre “Tan ocupado”, (esto es una discusión que tuvimos
repetidas veces ya y me cansé de batallar con ella).
Las amplias ventanas van del suelo al techo y rodean la habitación,
dejando entrar la luz y el paisaje es siempre uno de mis preferidos. Quizás
no tenga los colores vibrantes del paraíso donde vive Alex, pero yo soy
feliz entre los verdes, marrones y amarillos de mi campo.
—¿Crees que los padres la estén buscando?
—No lo sé…
—¿Es americana?
—¡No lo sé! ¡Deja de hacerme preguntas! —me exaspero y ella se
mantiene en silencio luego de mi exabrupto.
La mujer en mi habitación de invitados durmió toda la noche, lo sé
porque estuve allí, monitoreándo compulsivamente cada vez que escuchaba
un ruido, lo cual fue nunca, porque esta casa es realmente silenciosa durante
la noche. Puede ser que los ruidos los haya inventado, ¡puede ser!
En algún punto del viaje se quedó dormida e Ian recomendó que la
dejemos, la cague hasta la habitación y no volvió a despertar.
Me metí en un gran problema solo porque no podía dormir y accioné sin
pensarlo demasiado, ahora no sé qué hacer con ella. Lo que sea que decida,
va a ser mucho mejor que los planes de los malditos que son capaces de
involucrarse en algo como la trata de personas, esos hombres son
incorregibles, no hay ley que los asuste, nada los detiene, ellos toman lo que
quieren sin pensar en las consecuencias. Bueno, supongo que en cierto
grado yo soy parte de eso también, porque hice lo mismo tomándola como
si fuera una pieza valiosa robada por un villano.
Luego de unos minutos de silencio en la cocina, comienzo a dar
indicaciones, necesito controlar esto.
—El doctor va a volver en unas horas o al menos eso dijo, que vaya
directamente a su habitación. —digo mientras le devuelvo la taza vacía—
ah, y avísame inmediatamente, quiero estar allí cuando la revise.
Vera asiente una vez, sin decir una palabra, lo cual significa que aún
esta dolida por mi cambio de temperamento, pero no tengo tiempo para
suavizar sus sentimientos.
Me encierro en mi oficina por horas, ocupando mi cerebro con números,
correos y firmas, pero en la parte de atrás de mi cabeza, corre como una
proyección su rostro, sus ojos asustados, maldición, hasta las heridas en sus
muñecas. Cierro mi ordenador portátil y suspiro, ya casi de mal humor por
no entender qué demonios sucede en mi mente.
Me levanto y camino hasta la habitación, ansioso por saber si esta
despierta o no, abro la puerta lentamente, noto que su habitación comienza
a iluminarse con el color de la mañana.
Ella sigue en la cama, boca arriba, durmiendo como la Bella Durmiente,
su cuerpo está todavía cubierto por las sabanas, inmóvil y con una
respiración relajada.
Quizás ella sea como la princesa de Disney, pero este hombre no es
ningún consorte. Quizás pueda relacionarme más a La Bestia dentro del
universo de príncipes.
Cada vez que el medico la tocaba ayer, pude ver el miedo que le
provocaba, no quiero que se sienta amenazada, pero tampoco sé cómo hacer
para que entienda que, bajo este techo, nada va a ocurrirle.
Muevo mis pies hasta colocarme a su lado. Su rostro tiene moretones
violetas y amarillos, su labio inferior está partido y el ojo derecho hinchado.
Ver una chica tan frágil así de golpeada, hace que apriete mis dientes.
Bonelli no se merecía una muerte rápida, tendría que darle la muerte de
Héctor en las manos de Aquiles, Atado a Ebony y arrastrando su cuerpo por
mi campo por doce días consecutivos hasta aburrirme.
Ella se mueve, incomoda en un sueño perturbador, sus piernas
comienzan a moverse frenéticamente y gemidos salen de su boca.
—¡No! —murmura, peleando con alguien en su mente.
Coloco mi mano lentamente sobre su brazo, lejos de su herida y la
acaricio en un intento de despertarla y sacarla de esa pesadilla.
Funciona o eso creo, ella abre los ojos y se aleja de mi tacto como un
ciervo asustado.
—Soy yo. —digo como si eso le garantizara algo.
No pretendo que confíe en mí solo por el hecho de que la removí de ese
lugar, ella no sabe porque está aquí, ni cuáles son mis intenciones.
Yo tampoco.
—¿Cómo te sientes? —pregunto dando pasos hacia atrás.
Su mirada es fija y vacía, está dañada y no solo físicamente. Levanta su
mano derecha y con la punta de los dedos toca su rostro hinchado.
—Ay…—sisea.
—No sería la mejor idea tocarte el rostro. —digo con un tono burlón.
A ella no le gusta que le hable así, sus cejas se unen en el medio de su
frente, cuanto antes sepa que no soy un buen hombre, mejor.
—¿Dónde estoy?
—Inglaterra. —respondo en un segundo.
—¿Por qué…?
La pregunta que todos nos hacemos aquí, ponte en la fila muchacha, no
eres la primera que necesita la respuesta.
—No lo sé, —respondo honestamente —¿Cómo te llamas?
Esta es la segunda vez que se lo pregunto y todavía no me da la maldita
respuesta.
—¿Me robaste? —pregunta evitando mi pregunta, otra vez.
Guardo las manos en mis vaqueros y doy un paso al frente más cerca de
ella.
—¿Querías quedarte en ese lugar? —mis cejas se elevan esperando su
respuesta.
—No es lo que pregunté. —se sienta con dificultad en la cama, llevando
las sabanas hacia su pecho, todavía lleva ese maldito vestido de mal gusto
que mi hermano le dio.
—Bueno, parece que los dos somos buenos es esquivar respuestas
entonces, quiero saber tu nombre, dime cómo te llamas.
Sus labios se abren para responder, pero vuelven a sellarse.
—Te propongo algo, —digo caminando hacia la ventana y veo a mis
caballos pastar en tranquilidad. —tú me das respuestas y yo comienzo a
contestar tus preguntas, ¿qué me dices?
Vuelvo a mirarla y puedo advertir que lo está pensando, tiene la mirada
fija en sus muñecas lastimadas. Su cabello rubio cae sobre su rostro y lo usa
de escudo, su rostro está casi oculto, si dije casi, nadie se puede ocultar de
mí en esta casa.
Sin resistir la ansiedad que gatea por sobre mi cuerpo, camino hacia la
cama y me siento a sus pies, dejando una distancia prudente entre los dos,
pero al mismo tiempo, ocupando el espacio que quiero tener en su vida. Ella
observa mis movimientos sin mirarme a los ojos.
Finalmente asiente, aceptando mi pequeño trato.
—¿Puedo bañarme? —dice con una voz temblorosa. Lagrimas aparecen
de golpe, como si escucharse a sí misma pidiendo permiso a una necesidad
tan básica para el ser humano, la angustiara.
Maldición, quiero consolarla, ¿qué demonios me pasa?
—No tienes que pedirme permiso, no eres una esclava aquí. —vuelvo a
mirar por la ventana, viendo como Ebony juega con Queen. Sonrío para mis
adentros, viéndolos divertirse, usualmente no se llevan muy bien.
Algo despierta su curiosidad y sigue la línea de mi mirada hacia la
ventana, intentando encontrar que es lo que me roba la atención. Me levanto
y abro las cortinas completamente para que vea.
Desde el segundo piso de la casa, el campo parece más inmenso aún.
Señalo a los caballos.
—Ebony y Queen no suelen llevarse muy bien, verlos jugar es algo
nuevo para mí. —digo, están apartados del resto, claramente Viktor ya se
encargó de ellos.
Sus ojos verdes los miran galopar, de golpe ya no lucen tan vacíos,
lucen calmos y adorables.
Continuo con la pregunta que me hizo:
—No estoy cómodo sabiendo que puedes empeorar las heridas
sumergiéndolas en el agua, me gustaría esperar al médico y que escuchemos
su parte.
Asiente una vez y baja la mirada a sus piernas.
Quizás es como yo y es de usar pocas palabras, pero estoy desesperado
por escucharla hablar, por eso hablo y hablo sin parar, es un patético intento
de hacerla sentir cómoda. Creo que más de un amigo se sorprendería al
escucharme hablar tanto.
—¿Tienes hambre? —siento que hago las mismas preguntas una y otra
vez.
Asiente otra vez, sin usar palabras.
Tomo el inter-comunicador que está en su mesa de noche y le aviso a
Vera. Los dos nos quedamos en silencio hasta que escucho cómo tocan la
puerta. Me levanto y voy en la búsqueda de algo que rompa en silencio.
Vera habla sin parar, quizás le quite una palabra o dos. La mujer que me
crio la mira con una sonrisa tímida, ignorando mi intento de tomar la
bandeja, camina hasta el centro de la habitación y deja la comida en la
mesita de noche.
—Hola, soy la señora Orlov. —dice con sus manos juntas sobre su
estómago. — si necesitas algo, solo debes buscarme, siempre estoy en la
cocina, pero también puedes encontrarme por la casa, aunque a veces estoy
en la huerta, me gusta mucho la—
—Gracias Vera, ya entendió. —interrumpo.
Sonrío tensamente, quizás no sea tan buena idea traerla aquí.
—Oh, lo siento. —lleva la mano a su boca.
Ansioso la observo a ella, esperando por su respuesta.
Una sonrisa apenas perceptible aparece en sus labios.
—Gracias. —susurra.
—No hay de qué, querida. —le sonríe amablemente y luego se dirige a
mí.
—¿Necesitas algo más?
—No, estamos bien, gracias. —la despido, preparando la comida.
Arroz y pollo hervido, que asco. Pero reconozco que en situaciones
como esta, siempre es mejor ir a lo seguro.
—¿Quieres comer en el escritorio? ¿O prefieres la cama?
—Puedo levantarme. —dice.
¿Acaso no responde directamente mis preguntas a propósito? Cualquier
empleado mío que se comporte así estaría sin trabajo en menos de un
segundo y aquí estoy, sirviéndole la comida como la princesa que creo que
es.
Levanta las sabanas y se pone de pie con movimientos lentos y
quejidos. Sus piernas están muy lastimadas, entiendo que el dolor debe ser
insoportable.
Muevo la silla y espero a que se siente, una vez que lo logra, la arrimo a
al escritorio con cuidado. Yo me siento en la silla contraria y pretendo leer
mails de mi celular.
El silencio usualmente es mi aliado, pero ahora, no hay nada que desee
más que escucharla hablar.
Disimuladamente la observo comer, sus movimientos son entrenados,
casi como si supiera cuál es la manera correcta de comer frente a la realeza,
su espalda esta recta, sus codos por fuera de la mesa, los movimientos del
brazo son agraciados y medidos. Eso me dice lo que menos quiero escuchar,
esta mujer viene de la alta sociedad, (una muy mala noticia para mí).
¿Por qué?
Riqueza + Poder = Medios para rastrearla.
Alguien golpea la puerta.
El medico de King aparece con un maletín.
—Volkov. —saluda fríamente mientras camina hacia ella.
Me levanto inmediatamente de mi asiento y estrechamos la mano.
—Ian, gracias por venir.
Asiente una vez y se dirige a ella con una sonrisa. Si no fuera por el
anillo en su dedo, creería que tiene cierto afecto por ella.
Mi invitada detiene lo que está haciendo, para limpiarse la boca con
cuidado con la servilleta y le regala una pequeña sonrisa como modo de
saludo mientras él se coloca en cuclillas frente a ella.
—¿Cómo estás? —pregunta mientras comienza a desarmar las gasas
que le puso ayer.
Ella antes de contestarle, me mira por un segundo. No entiendo por qué.
—Bien. —responde con una voz ronca.
El medico termina y las heridas están expuestas. Ella se avergüenza de
ellas y mira hacia otro lado, pretendiendo que no están allí.
—No hay signos de infección, eso es bueno. —murmura por lo bajo. —
Me gustaría ver el resto de las heridas.
Me observa otra vez.
Creo entender de qué va esto.
—¿Quieres que me vaya? —no puedo evitar sentirme un poco dolido.
Ella asiente en silencio.
Asiento una vez, con mis labios apretados, espero que mi rostro no
muestre ningún signo de desaprobación y camino hacia la puerta dando
largas zancadas.
—Estaré afuera si me necesitas. —digo y cierro la puerta.
En cuanto estoy en el corredor, dejo mi cuerpo caer sobre la pared y
suspiro profundamente. No me había dado cuenta que estaba conteniendo la
respiración.
Ella no me debe nada, pero creí que iba a sentirse más cómoda conmigo
que con él. Maldición, ¡¿qué son estos planteos adolescentes?! Necesito
ponerme a trabajar cuanto antes y no estar merodeando por aquí.
La voz del médico se escucha alto y claro, pero la de ella no, casi como
si un ratón intentara no hacer ruido.
Pocos minutos después, la puerta se abre y él me encuentra esperándolo
ansioso.
—¿Cómo se encuentra? —pregunto cruzando mis brazos sobre mi
pecho.
Hoy los dos vestimos parecidos, yo llevo un pantalón vaquero y una
camiseta polo color blanca. El viste con unos vaqueros y una camisa del
mismo color.
—Bien, como dije no hay signos de infección, de todas maneras, yo les
pondría un ojo especial a las heridas de las muñecas, ya sabes, revísalas
todos los días, cualquier signo de infección o temperatura llámame, estoy en
el país por unas semanas.
Le señalo el camino y los dos caminamos lento mientras lo acompaño a
la puerta.
— ¿Tiene algún medicamento? Dijo que le dolía.
—Sí, —dice mientras comenzamos a bajar por las escaleras— un
calmante que no solo la va a ayudar a soportar el dolor, sino también va a
ayudarla a calmar sus nervios, es normal si se la pasa durmiendo, solo dale
tiempo.
—Sí, entiendo. —digo mientras abro la puerta y caminamos hasta su
vehículo (claramente rentado).
Nuestros zapatos hacen ruido mientras caminamos por la grava.
—Los moretones del rostro se van a ir con el tiempo.
— Esta bien, ¿puede bañarse?
—Sí, de hecho, dijo que eso iba a hacer ahora mismo.
Asiento y saco mi celular del bolsillo.
“Necesita ropas, ¿puedes llevarle mías por el momento?” escribo a
Vera. Ella responde rápidamente diciendo que ya se está encargando del
tema.
—Gracias.
—No hay de que, solo, ya sabes, estas cosas necesitan sanar con el
tiempo.
—Sí, claro. —concuerdo y miro hacia su ventana en el segundo piso—
Tiempo es todo lo que tengo.
Sonrío tensamente y estrecho mi mano con él.
El médico me saluda y sube al vehículo.
Tiempo.
Tiempo para conocerla, saber quién es, saber si está bien, si esta
recuperada, sí, tengo tiempo para eso.
¿Pero cuánto tiempo tengo hasta que ella sepa quién soy?
17
S IMON E DU P ON T

Salvación: solución de un problema grave o liberación de un


peligro, de una amenaza, de una situación difícil, etc.

E l baño de la habitación es exquisito. Tiene un estilo campo, pero


moderno a la vez.
Una cortina blanca perfectamente planchada, cuelga de ambos
lados de la ventana apuntando al paisaje. El suelo es de madera oscura, la
tina de baño es blanca con detalles en plata y una toalla perfectamente
acomodada sobre el toallero cerca para tener al alcance. Las paredes están
pintadas de verde agua y hay un juego de cuadros con dibujos de aves en
colores pasteles.
El espejo es cuadrado, con un marco de ornamentos dorados. Me
detengo delante y observo mi rostro.
El moretón que más me duele es de color violeta, sobre mi pómulo
derecho, mi ojo esta purpura y casi cerrado. Mi labio esta levemente
partido.
Estás viva. Me recuerdo. Estas lejos de allí.
Sí, es verdad, pero ¿dónde estoy?
¿Por qué estoy aquí?
¿Significa qué va a ir por mis amigas también?
¿Por qué me rescató de ese lugar?
¿Me rescató o espera algo a cambio?
Frio corre por mi espalda de tan solo pensar en eso.
Camino hacia la tina y abro el grifo, el chorro de agua sale rápido y con
tanta violencia que me asusto un poco.
Mientras se llena, camino hacia la ventana y miro a la inmensidad
delante de mí.
El campo es fértil, tiene el césped es color verde furioso, a lo lejos
puedo ver un pequeño bosque, cercando el dominio que este hombre tiene,
no luce como el campo en Italia, estas tierras no parecen tener otro
propósito más que lucir bonitas.
Veo movimiento debajo de la ventana, encuentro al médico y Volkov
conversando cerca de un automóvil. Los dos aparentan tener la misma edad,
pero reconozco el estatus de Volkov por sobre el médico, no lo puedo
explicar, es algo que emana.
Poder.
Riqueza.
Rigidez.
De golpe, como si mi mirada lo llamara, mira hacia arriba y me oculto
rápidamente detrás de la cortina blanca, observa por unos segundos la
ventana y luego vuelve a conversar con el médico.
El agua llega hasta arriba y cierro la canilla.
Lentamente sumerjo mis pies y continúo hasta que el agua llega a mi
pecho. Esta caliente y eso le gusta a mi cuerpo, mis músculos tensos se
relajan al menos por un segundo. Mi mente está tranquila, porque trabé la
puerta del baño y sé que, por unos minutos, nadie va a increparme.
Apoyo mis manos sobre los costados de la tina, tomo aire y sumerjo mi
cabeza.
Sumerjo mis pensamientos.
Mis moretones.
Mi voz.
Dejo que el agua me cubra todos los sentidos, y disfruto del silencio y
de esa paz tan extraña que solo consigues debajo del agua. Cuando mis
pulmones comienzan a arder, salgo a la superficie y tomo aire
profundamente. Apoyo mi cuello y mi espalda, y comienzo a limpiar mi
cuerpo con los aromas más ricos. Varios jabones de colores están listos para
mi, lavanda, limón y naranja.
Cuando termino, mi cuerpo se siente fresco y renovado, siento que el
proceso de curación comienza.
Vuelvo a ser yo, mi cabello vuelve a brillar, la tierra debajo de mis unas
desaparece.
Envuelvo una toalla mullida sobre mi torso, lavo mis dientes y cepillo
mi cabello.
—Dejé ropas limpias sobre la cama. —escucho la voz de la señora
Orlov del otro lado de la puerta del baño.
—Gracias. —murmuro con un tono de voz tan tímido que apenas es
audible.
Espero al sonido de la puerta cerrándose para salir en búsqueda de ropas
nuevas.
Ropas de hombre.
Camiseta y sudadera blanca, y unos pantalones de chándal color azul.
Los coloco rápidamente y aspiro el olor de la camiseta.
Lleva su perfume.
La sudadera me queda grande y se siente reconfortante poder ocultar mi
cuerpo bajo esta ropa tan suave. Cruzo los brazos sobre mi pecho y acaricio
mis antebrazos diciéndome que todo está bien.
Me siento en la cama, con mi cuerpo apuntando al ventanal y dejo que
la mirada se clave en las nubes y la sombra que proyectan sobre el verde.
Este lugar me recuerda a los paisajes que Jane Austen relataba en
Orgullo y Prejuicio. Pacifico, abierto, soleado y silencioso.
Golpean la puerta y volteo para ver quién entra.
Sus ojos de hielo me miran pidiendo permiso.
—¿Estas decente?
Asiento.
Me levanto y me paro a los pies de la cama, con mis menos enlazadas
sobre mi estómago.
Él se detiene en el medio de la habitación y me observa detenidamente
mi rostro, luego mis ropas.
—La señora Orlov se está encargando de tus ropas, esperemos que
mañana a más tardar estén aquí. —dice con sus brazos cruzados.
¿Ropas? ¿Eso significa que voy a quedarme aquí?
—Estoy bien con estas, —quiero que mi voz suene firme, pero parece
que mis cuerdas vocales no están listas todavía, carraspeo un poco antes de
seguir. —son cómodas.
Las mira una vez más, como si no reconociera sus propias ropas y
asiente. Camina hasta el sillón y se sienta allí, yo me siento a los pies de la
cama. Ahora estamos enfrentados.
Sé que viene una interrogación.
—Tu primero. —dice mientras cruza sus piernas, el tobillo se apoya
sobre su rodilla.
—¿Por qué me trajiste aquí? —mis manos descansan sobre mi regazo,
más que nada porque la herida duele.
Piensa su respuesta y cambia de posición, dejando sus codos apoyarse
sobre las rodillas esta vez.
—Aparentemente mi cargo de conciencia no lo soportó, —dice como si
no le gustara su conciencia. —y necesitaba dormir de una maldita vez.
Asiento una vez y me mantengo en silencio, es su turno.
—¿Cómo te llamas? —la única pregunta que le interesa.
No estoy segura de decirle mi verdadero nombre, pueden pasar muchas
cosas malas si se entera que mi nombre es público, o al menos conocido.
—Billie. —respondo rápidamente, pensando en mi amiga.
Resopla una sonrisa.
—No te llamas Billie, dime tu nombre. —su tono es serio, sus ojos
están clavados en mí, lucen furiosos.
Tomo aire y miro al suelo, no sé qué hacer. Observo sus ojos una vez
más y siento que me imploran por una respuesta.
—Simone. —digo finalmente evitando mi apellido.
Deja caer su cuerpo sobre el respaldo del sillón blanco y apoya su codo
en el apoyabrazos, complacido por mi respuesta. Con el dedo índice
acaricia su labio inferior, mientras me estudia con detenimiento.
—¿Llegué tarde? —pregunta.
Junto mis cejas en el medio de mi frente, no entiendo su pregunta.
—¿Te violó?
Muevo mi cabeza de un lado a otro y él vuelve a tomar aire, como si eso
lo calmara.
—Tu turno. —me recuerda.
—¿Tu apellido es Volkov? —asiente— ¿y tu nombre?
—Yuri. —suelta esperando ver una reacción, no tengo ninguna.
Yuri, ¿eso es ruso? Pero ¿dónde está su acento?
—¿Soy prisionera aquí?
Mi pregunta lo desconcierta por un segundo.
—Es mi turno. —dice esquivando mi pregunta, no es buen señal. —
¿Aún quieres quitarte la vida?
La pregunta cae sobre mí como un piano y me descoloca por un
segundo, abro mi boca para responder, pero no salen palabras. No estoy tan
segura de la respuesta.
—Depende de la respuesta que me des a mi última pregunta.
Sonríe.
—¿Que si eres prisionera aquí?
Asiento
—No.
Eso hace que mi corazón lata rápido. Pero no es de emoción, es terror.
¿Significa que voy a volver a mi vida en los Estados Unidos?, el estómago
se retuerce y nauseas atacan mi garganta. En lo único que puedo pensar
cuando veo mis brazos, es en la mirada de asco de mi madre y la de
desaprobación de mi padre. Margot me miraría con lastima y mi hermano
Bastián alejaría la mirada, no soportando verla.
No estoy lista para volver, definitivamente tengo que mejorar hasta que
me vean mis padres.
—No te estoy echando, solo quiero que entiendas que en esta casa nadie
es prisionero.
¿Acaso se dio cuenta de mi malestar? Quizás mis nervios se notaron
fácilmente, me detengo en su rostro simétrico y masculino por un segundo,
analizándolo.
Es frio y distante, pero creo que intenta no serlo.
—No tienes que verme si necesitas estar sola, —aclara con un tono
nervioso— puedes recuperarte y partir cuando estés lista.
—Gracias. —digo honestamente.
—No te preocupes. —dice levantándose del sillón— Puedes explorar lo
que gustes, si necesitas algo, lo que sea, puedes pedírselo a la señora Orlov,
no hay manera que la pierdas de vista ella está en todos lados.
—¿Y a ti? —la pregunta se escapa de mi boca y quiero que me trague la
tierra.
Se detiene un segundo, se ve descolocado, como si dudara de su
capacidad de audición.
—A mí, ¿qué?
—¿Dónde te encuentro a ti?
—Solo llámame. —dice y sale de la habitación.
18
Y U R I VOLKOV

Soborno: cosa que mueve, impele o excita el ánimo para inclinarlo


a complacer a otra persona.

P sicología inversa.
No puedo creer que haya funcionado.
Cuando me preguntó si era prisionera, mi mente dictaba que sí,
pero mis palabras dijeron otra cosa. Tenía miedo que deje de verme como
su salvador y me compare con los hombres que le hicieron esto. Tenía
miedo que se dé cuenta que mi hermano y yo no somos tan distintos
después de todo o que se diera cuenta somos hermanos.
Su rostro se calmó cuando dije que no una cautiva, esa declaración no
es totalmente mentira, tampoco es totalmente cierta. No puedo liberarla y
que los medios se enteren de quién soy y qué hice. No puedo dejarla decir
mi nombre por ahí, ni volver a su hogar mencionando que un ruso la
rescató. Eso solo puede llevar a la prensa a atar cabos y a relacionarme con
Alexei.
Necesito entender cómo voy a solucionar esto, antes de que ella parta y
lo va a hacer, solo que no ahora.
¿Me hace sentir como un maldito? Sí, pero detecte en su rostro cierto
pavor y eso me hace pensar que quizás no esté tan apurada por volver.
No tengo tiempo para viajar a Londres, por eso estoy frente a mí
ordenador en mi oficina, con diez caras observándome detenidamente
mientras finalmente les comunico que perdimos al “Inversor” más grande
que teníamos. Mi hermano.
Nadie se atreve a gritarme, ni a cuestionar qué hice para perderlo, ellos
simplemente se concentran en la solución.
—Reducción de personal, —dice Leslie— a un diez por ciento, al
menos por un año.
Me levanto de mi silla, lejos de la cámara y camino hasta la ventana con
mis brazos unidos en mi espalda baja.
Hay muchas decisiones que tomar y mucho que resolver.
Mi oficina es un pequeño estudio, con una biblioteca del suelo al techo
y una vitrina en el medio que conserva los más importantes, caros y
antiguos. Uno de los lugares de la casa que había conservado su fachada
original, típica de la vida de campo inglesa. Las paredes son de color verde
oscuro, algunas plantas están distribuidas en el suelo, supongo que siguen
vivas gracias a Vera, porque nunca las regué en mi vida.
El escritorio es estilo inglés, madera oscura y brillante. Un pequeño
juego de living con una chimenea hacia el lado derecho, sobre la chimenea
cuelga una foto de Ebony que tomó un reconocido fotógrafo en la primera
carrera. Su cabello brilla increíblemente y sus músculos sobresaltan
mostrando la bestia hermosa que es.
La ventana da a la parte trasera de la casa, desde aquí puedo ver la
piscina de forma rectangular, creo que nunca la usé en mi vida. El agua se
mueve haciéndola tentadora, el sol esta arriba y las sombras del campo
ingles le dan esa imagen tan pacifica a mi propiedad. Pero estos son los
últimos días de verano, el otoño se aproxima.
Detrás de mis pensamientos, corre el pánico de mis inversores, puedo
escucharlos solucionando el error (o acierto depende como lo mires) más
grande que cometí en mi vida.
Interrumpo de golpe la discusión.
—¿Cuánto podemos abaratar de costo sin despedir a nadie? Necesito
esos números. —Ellos no me ven, pero pueden escucharme.
—Necesito sentarme a ver eso. —dice uno de mis socios.
—Bueno, ¿cuánto tiempo necesitas, entonces? —pregunto con la
mirada perdida en el campo.
Una figura se mueve y llama mi atención inmediatamente.
Ella camina lentamente, rodeando la piscina. Su cabello rubio esta
suelto y la brisa lo mueve sobre su espalda como si tuviera vida propia.
Lleva mis ropas, (que le quedan demasiado grandes), pero puedo ver lo
cómoda que se siente en algo tan grande, mullido y protector.
—Yuri…—Llaman.
Camino hasta la cámara y vuelvo a la reunión.
—Disculpa, ¿puedes repetirme?
—En veinticuatro horas puedo conseguir la información.
—Está bien, entonces hazlo, por el momento no quiero ningún despido.
—los miro a todos aquellos ansiosos por despedir a alguien que tiene una
familia. —mañana reanudamos la reunión a la misma hora.
Mi padre solía destruir familias todo el tiempo, eliminando empleados
que ya no le servían o despidiéndolos sin explicación algunas, el nunca
entendió lo que es un núcleo familiar, yo tampoco, pero vi suficientes
películas navideñas para reconocer cuando el villano intenta destruir la
navidad.
Todos asienten, cerrando cuadernos, levantándose de la silla y
despidiéndose.
Corto la video-llamada y camino largos pasos hasta la ventana otra vez.
Ella sigue allí, mirando hacia el sol y toda la naturaleza que la rodea. Cruza
sus brazos sobre el pecho, o al menos eso intenta, porque se detiene antes
de terminar el movimiento, olvidó sus heridas.
Eso es bueno supongo, significa que el dolor no es tan intenso o que
dejó atrás su intento de suicidio.
Algo la sobresalta y eso me sobresalta a mí.
Viktor aparece detrás de ella. Se quita la gorra que usa siempre y la
estruja sobre su pecho, mientras estira la mano para saludarla.
Ella duda de él y mira a su alrededor, buscando alguien más a la
redonda que pueda vigilarla, pero dentro del vasto campo solo están ellos
dos.
Giro sobre mis talones y salgo de mi oficina caminando rápidamente.
Cuando llego, ellos conversan con un tono amigable.
Viktor me ve caminar hacia ellos e instintivamente da un paso hacia
atrás. Ella nota su cambio de actitud y lo observa con curiosidad, pero sus
ojos siguen siendo cálidos.
—Yuri. —saluda Viktor.
Lo saludo con un leve movimiento de cabeza, mis manos en los
bolsillos y una mirada firme, luego la miro a ella, quien baja la mirada,
avergonzada por alguna razón.
¿De qué? No sé.
—Viktor —lo saludo, mi tono es un poco seco, solo un poco — ,veo
que ya conociste a Simone, mi invitada.
Mi invitada.
—Oh, sí, me estaba presentando.
Vuelvo a enfocarme en ella, explorando su rostro magullado. Luego del
baño, su cabello brilla bajo el sol y se la ve mas liviana.
—Viktor es el encargado de los establos. —explico.
—Eso me estaba diciendo. —responde incomoda por mi intromisión.
Retuerce sus manos sobre su estómago.
—La estaba invitando a hacer un recorrido cuando quiera. —dice Viktor
orgulloso de sí mismo.
Ah, ¿sí? Viktor de golpe es un extrovertido.
Ella asiente en silencio, siento que los dos hijos le están dando excusas
al padre.
—¿Te gustan los caballos? —inclino mi cuerpo para enfrentarme a ella,
dándole mi espalda deliberadamente a este Viktor tan bondadoso.
—Sí, me encantaría verlos.
—Yo puedo llevarte sí quieres. —digo de golpe.
Tengo un millón de cosas que hacer, pero quizás pueda hacerme un
espacio.
Otra vez asiente sin usar palabras y con la mirada baja, algo que suele
hacer cuando esta abrumada, creo.
Coloco una mano pesada sobre el hombro de Viktor y con una sonrisa le
digo:
—Nos vemos luego.
Con mucho cuidado coloco las puntas de mis dedos sobre la espalda
baja de Simone y le indico el camino con la mano.
—¡Adiós! —lo saluda ella levantando su mano tímidamente.
Viktor responde de igual manera.
Simone camina junto a mí, dando pasos lentos sobre el césped recién
cortado. El silencio nos gobierna, necesito hacerla hablar.
—¿Cómo te sientes hoy? —finalmente decido abrir mi boca.
—Mucho mejor, las drogas son milagrosas. —su voz es baja, apenas
puedo oírla. —El rostro es lo que más me molesta, dormir no es tan fácil.
Detengo mi caminar y ella me imita, estamos uno enfrente del otro.
Atrapo su rostro con mis dos manos para inspeccionar los golpes,
delicadamente muevo su rostro de un lado a otro. Eso me recuerda que eso
mismo hizo mi hermano y la suelto como si me daría miedo tocarla.
—Puedo darte un poco de hielo para bajar la inflamación. —susurro.
—Está bien. —dice, asintiendo lentamente.
—El medico dijo que inspeccione las heridas todos los días, —relato
mientras continúo mi caminar— después de este recorrido podríamos ver
cómo están.
—Oh, no es necesario, puedo hacerlo sola, me imagino que debes estar
muy ocupado.
¿Es esto un intento para quitarme del medio?
—No me molesta en absoluto. —respondo secamente, ya no me siento
tan seguro en su presencia. Lo que menos busco es incomodarla, pero no
puedo evitar querer participar en su recuperación.
¿Por la culpa quizás?
Cuando llegamos a los establos, me resulta inevitable sonreír, mis
caballos son todo para mí, los siento familia y amigos.
Ella me mira y sonríe solo un poco.
—Por aquí. —indico.
Estos caballos duermen en un establo de lujo, es más, puedo decir que
este establo es más lujoso que cualquier apartamento en Los Ángeles.
El techo a dos aguas es de madera clara traída de Noruega, el suelo de
un material exclusivo para que las rodillas del caballo tengan menos
impacto. Los compartimientos están sobre ambos lados, sobre la izquierda
los caballos de carrera y sobre la derecha los rescatados. Las rejas están
pintadas de verde botella y su nombre está escrito en negro.
—Increíble. —susurra para ella misma, cuando nota que la escuché
perfectamente, se le encienden los cachetes.
Ebony me escucha entrar y me recibe asomando su cabeza
enérgicamente. Camino hacia él y le acaricio la cara.
—Hola amigo. —susurro sobre su oreja, que se mueve al ritmo de mis
palabras como si me entendiera. —Hoy no vamos a pasear, te estoy usando
para impresionar a alguien.
Cuando ella se coloca a mi lado, lo mira embelesada.
—Es hermoso. —dice— Nunca vi un caballo tan alto.
—Ebony compite hace unos años ya –explico mientras acaricio el
cuello —, me dio muchos premios.
—¿Carreras?
—No, Polo.
—Oh, mi hermano intentó jugar polo una vez, no le fue muy bien.
Hermano.
Un hermano que la está buscando seguro, un hermano que cuando sepa
dónde está, va a querer golpear mi rostro como si fuera una bolsa de boxeo.
Necesito encontrar su apellido para investigar quién es a fondo.
—Bueno, el polo no es para todos.
Ella intenta tocarlo, pero Ebony se excita demasiado, entonces quita la
mano rápidamente.
—No me hagas quedar mal Ebony —lo reprendo —, deja que Simone te
acaricie.
Simone queda asustada, por eso tomo su mano y la coloco en el pómulo
de mi oscuro y malhumorado amigo.
Ella sonríe y sus ojos brillan con emoción.
—Tan suave…—murmura dándole pequeñas caricias.
Dentro de las aureolas violetas en su pómulo, encuentro pecas
desparramadas. Hoy sus ojos verdes lucen más despiertos que ayer, bueno
uno, el otro todavía sigue hinchado.
Queen relincha celosamente para captar nuestra atención. O, mejor
dicho, la atención de Simone dirigida a Ebony, la mía estaba completamente
enfocada en uno de los rostros más bonitos que vi en mi vida.
Conseguir mujeres no es algo complicado para mí, tengo el rostro y el
dinero. Pero nunca vi una belleza tan particular como la de Simone, y eso
que tiene el rostro magullado.
—Esta es Queen. —aclaro mientras camino hacia la hembra de color
blanco.
Simone me sigue en silencio.
—Hola Queen…—susurra mientras acaricia su cuello con más
confianza que antes.
La explicación que encuentro es que Queen no intimida como Ebony.
La hembra la recibe con gusto, mientras Simone la acaricia por todos lados,
hasta que Queen engancha su quijada en el hombro de Simone y la atrae
hasta ella.
—¡Despacio Queen! —grito alejándola solo un poco.
Simone se ríe disfrutando del cariño del animal.
—Lo siento, ella suele ser más tranquila, creo que le gustaste
demasiado.
Somos dos, Queen.
—El sentimiento es mutuo. —dice ella disfrutando de la excitación de
Queen.
—¿Cabalgas? —curioseo, puedo imaginarla sobre Queen, sería una foto
increíblemente bella.
—Mi mamá me obligó a tomar clases cuando era pequeña. —comienza
a relatar, mientras juega con el pelo blanco de Queen. Sus ojos ruedan como
si el pensamiento la irritara —Luego la convencí de que era más productivo
si estudiaba piano.
—¿Y cómo la convenciste? —pregunto mientras apoyo el codo sobre la
reja que mantiene a Queen en su compartimiento.
—Bueno, le dije que la cabalgata no era algo que podía mostrar en
sociedad, piano en cambio…—sigue compenetrada en la hembra, creo que
no se dio cuenta de lo mucho que está hablando. —y mi mamá necesitaba
asegurarse que la gente me vea.
Coloca sus ojos sobre mí y de golpe se enmudece, pero es demasiado
tarde, yo ya estoy completamente hipnotizado con ella.
—¿Tocar el piano es algo que disfrutas al menos? —comienzo a
caminar hacia la salida.
Asiente otra vez.
—Últimamente era lo único que disfrutaba, hasta que…bueno, ya sabes.
Mi hermano.
Ahora soy yo el que asiente en silencio.
Cuando llegamos a la casa, no la quiero despedir, quiero seguir
haciendo preguntas, disfrutando de su voz, de sus ojos, pero no encuentro
más excusas.
Cuando entramos, Vera nos espera ansiosa en la base de la escalera.
—Llegaron tus ropas. —intenta camuflar su tono entusiasmado, pero
falla estrepitosamente.
Camina hasta Simone y le entrega bolsas repletas.
Ella le da una media sonrisa.
—De verdad no precisaba nada de esto…
—No digas disparates —digo en un tono firme —, necesitas ropas,
especialmente en este lugar.
El estilo de vida del campo no suele ser muy pulcro, fundamentalmente
los días de lluvia donde el barro a veces llega hasta las rodillas.
—Bueno, gracias. —sonríe tímidamente mientras toma una de las
bolsas entre sus brazos, pero reacciona al dolor de sus heridas.
—Déjame —digo tomando las bolsas del suelo—, las llevare a tu
habitación.
Sin discutir ella me sigue. Dejo las bolsas sobre su cama y volteo para
verla.
—Es un buen momento para mirar esas heridas. —digo mientras me
dirijo al baño para limpiar mis manos.
Cuando vuelvo a la habitación, entro secándome las manos con un
pequeño paño blanco. Ella se encuentra sentada en la cama y con mucho
cuidado quita la gasa blanca.
Me coloco delante de ella y sin pensarlo, me arrodillo como un siervo,
tomo sus manos y observo las heridas. Aún inflamadas, pero no veo ningún
rastro de infección.
—Muy bien —susurro para mí mismo —, están sanando.
Ella asiente y rápidamente busca las gasas nuevas para taparse.
—Déjame hacerlo. —digo quitándoselas de las manos.
Ella busca apurarse porque odia verse las heridas.
Con cuidado, las limpio y hago lo necesario para taparlas, ella mira
hacia el costado, evitándolas a toda costa.
Cuando termino, una lagrima corre por su mejilla y la imagen de una
mujer golpeada, llorando en silencio se siente como un cuchillo clavándose
en mi corazón lentamente. Tomo su quijada con cuidado y la obligo a
mirarme.
—Hiciste lo que creíste necesario Simone, deja de martirizarte. —en
cuanto digo las palabras, su llanto rompe y lo oculta mirando hacia sus
piernas.
Dejo mi mano caer sobre mi rodilla.
—¿No crees que es de cobarde? —pregunta, mientras limpia las
lágrimas con mi sudadera, ahora de ella.
—No. Yo hubiera hecho exactamente lo mismo en tu lugar.
Asiente otra vez, su cabello lacio oculta su rostro.
Me levanto lentamente y ella se queda sentada allí. Se ve muy pequeña
sentada en la cama, tan magullada y dañada psicológicamente. No me gusta
lo que le hace a mi pecho verla así.
—Ven, tengo algo que quizás pueda borrar esas lágrimas. —quiero
estirar la mano y llevarla, pero me acobardo y camino hacia la puerta
sintiendo cierto vacío en mi mano.
Sin chistar, se levanta y viene conmigo.
—La agente de bienes raíces llama esta habitación “El cuarto de dibujo”
lo cual es ridículo, porque nunca voy a dibujar algo en mi vida. —digo
mientras caminamos por los pasillos.
Ella libera una pequeña risa por su nariz.
Cuando llego a la puerta blanca, abro lentamente y le hago señas para
que entre.
Este es uno de los tantos cuartos donde solo hay muebles decorándolo,
lo uso solo una vez al año.
—Cuando hago fiestas solemos usar esta habitación, pero fuera de eso,
nunca piso este lugar.
En el fondo está el piano blanco que vino con la casa.
—¡Oh! —camina hasta el piano de cola blanca y acaricia las teclas con
las puntas de sus dedos— ¿Puedo usarlo?
¿Cómo decirle que no? Si sus ojos me miran así. Antes de responder me
tomo un momento para memorizar esta expresión en su rostro, una mezcla
de felicidad, admiración y ruego. Seguramente va a llegar el día donde no
me mire así y esa mirada hermosa, será reemplazada con odio y espanto.
Por eso la memorizo, para el futuro.
—Es tuyo. —meto mis manos en los bolsillos delanteros y levanto los
hombros, pretendiendo que no me emociona tanto dárselo. —Úsalo cuanto
gustes, aquí nadie toca el piano.
Ella se sienta inmediatamente y lo mira como si fuera una reliquia.
—Gracias.
—No me agradezcas, espero escucharte alguna vez. —camino lejos de
ella, alejándome de la intensidad que siente mi cuerpo por tomarla en mis
brazos. — Tengo que tomar unas llamadas.
—Sí, si claro. —dice rápidamente.
Nuestros ojos se conectan hasta que cierro la puerta, misión cumplida,
las lágrimas desaparecieron.
El siguiente problema es mi corazón, que no para de palpitar
furiosamente.
19
S IMON E DU P ON T

Recelar: temer, desconfiar o sospechar.

M i padre siempre repetía la frase, “Nadie hace nada gratis,


siempre esperan algo a cambio.” No puedo evitar escucharlas
resonando en mi cerebro cuando sospecho del altruismo de
Yuri Volkov, ¿espera algo de mí?
Coloco mis dedos en las teclas y mi mente turbulenta se calma
automáticamente.
Yann Tiersen es lo primero que mi mente demanda tocar. Las claves
corren como agua en un rio, calmas y profundas.
Un poco de nostalgia.
Un poco de miedo.
Un poco de no sé qué, que me solidifica en el lugar.
El sonido combina perfectamente con la paz de la mañana, con las
nubes que parecen pintadas por los artistas más famosos y los olores puros
de un aire sin contaminación.
Little Rock es todo lo contrario, tiene el ruido de los autos más caros del
mercado, las risas saturadas de personas falsas, olor a los perfumes
importados y el murmullo de los rumores incesantes, por eso encuentro este
lugar como un cuento de hadas.
Mientras transcurre la melodía, se va transformando en un sonido un
poco más perturbado cuando pienso en el rostro enojado de mi padre al ver
mis heridas, casi que escucho sus gritos como si estuviera aquí.
Hace dos años escapé de mi hogar cuando mi padre intentó
emparejarme con el hijo de su amigo empresario, George Sandrigam, al
principio pensé que era un chiste, que solo era un intento más que iba a
dejar escapar cuando dijera que no, pero mi papá se enojó tanto ante mi
negativa, que me asuste por lo real que parecía todo.
Me escondí por tres días, viví en un hotel a dos ciudades de Little Rock
y no salí de allí en ningún momento, fue mi hermano quien convenció a mi
padre de que no intervenga en mi vida y con eso pude volver. Mi papá no
me miró ni habló por un mes completo.
Cierro los ojos y me concentro en el sonido otra vez.
El canto de los pájaros.
El sol de la mañana.
La brisa que trae calma a la piel.
Los caballos de Yuri.
Los ojos de Yuri.
Su voz gruesa.
Sus manos.
Abro los ojos otra vez rápidamente.
¿Qué estoy pensando?
Margot y Bastián deben estar caminando por las paredes a estas alturas,
pero no estoy lista para hablarles todavía. Sé que ninguno de mis dos
hermanos sería capaz de hacerme algún planteo sobre lo que hice, pero no
puedo evitar sentirme avergonzada y lo único que quiero es que me vean
bien. Y si de solo pensar en la voz de mi hermana, se me llenan de lágrimas
los ojos, no quiero pensar lo que va a ocurrir cuando la vea otra vez.
No, necesito calmarme primero, necesito volver a sentirme Simone y
Yuri dijo que no tenía apuro, sé que lo dijo de verdad.
No entiendo cómo un hombre como él (joven, apuesto y rico) no tiene
una vida más social. Aquí parece estar aislado de todos, lejos de la urbe que
es Londres y de todo lo que conlleva, pero sospecho que Yuri está donde
quiere, los hombres tienen esa suerte, lo único que se espera de ellos es
tener dinero y poder, con las mujeres en cambio, se espera que encuentren
ese tipo de hombres.
Tres canciones luego, mis heridas comienzan a llamar mi atención.
Tener los brazos en movimiento hacen que duelan un poco. Me detengo y
camino por la habitación, explorando los cuadros antiguos en la pared, los
muebles elegantes y las alfombras persas. Un sillón verde oscuro está
directamente al frente de las ventanas. Con cuidado empujo las cortinas
pesadas de terciopelo verde para poder ver el paisaje y me siento allí.
Absorbiendo todo.
Pensando en nada.

—S IMONE . — ALGUIEN LLAMA .


Abro mis ojos y encuentro a Yuri de pie con su cabeza inclinada para
verme mejor. Me acomodo rápidamente y de golpe me mareo lo suficiente
para perder el equilibrio.
Yuri me sujeta en menos de un segundo.
—¿Estas bien?
—Sí, no sé qué me pasó. —digo con los ojos cerrados, esperando que
pase el mareo.
—Te moviste muy rápido, recuerda que hace solo dos días perdiste
mucha sangre. —indica mientras se sienta a mi lado. —Lo que me recuerda,
que Vera me dijo que no estas comiendo.
Abro un ojo y veo que Yuri me mira con desaprobación, una ceja está
más arriba de la otra.
Mi estómago estuvo cerrado desde que me fui de ese lugar, no puedo
negarlo. Nada me incentiva a comer.
—El apetito no volvió. —me excuso mirando sobre el rabillo de mi ojo.
—No es excusa, tienes que comer, nunca vas a recuperarte sino. —se
levanta y camina hasta la ventana.
Quizás no quiera recuperarme.
Quizás quiera quedarme aquí.
Yuri espía hacia la noche cerrada, pero presiento que lo que observa es
mi reflejo en la ventana. De golpe mi boca se siente seca, rápidamente mojo
mis labios y comienzo a levantarme lentamente.
—Tienes razón, lo siento.
Cuando voltea algo brilla en sus ojos, algo que no brillaba antes allí. Su
barba es un poco más incipiente que hace unos días, su cabello llevado
hacia atrás naturalmente de tantas veces que enterró sus dedos allí. Noté que
Yuri viste enteramente de Ralph Lauren, excepto cuando lleva un traje.
Ahora tiene puesta una camiseta polo color azul profundo, con unos
pantalones blancos y unos zapatos negros. Luce sencillo y cómodo pero
vestido con las ropas más caras del mercado.
—No me pidas perdón, entiendo que no debe ser fácil recuperar el
apetito, pero al menos inténtalo, ¿sí? —implora— Vamos, Vera dejó comida
en la heladera. —estira su mano hacia mí y lentamente la tomo, sintiendo su
piel tibia.
Luce sorprendido por el simple hecho de que tomé su mano, pero lo
enmascara rápido, mientras me lleva por su mansión.
La casa de Yuri parece aún más grande dentro de tanto silencio, para
algunos puede ser ensordecedor, lo único que se escucha son grillos y ranas
a lo lejos.
Cuando entramos a la cocina, suelta mi mano y señala la larga mesa,
ordenando sin palabras que me siente allí.
—¿Puedo ayudarte con algo? —pregunto antes de sentarme.
—No, no hay nada qué hacer.
Me siento entonces, dándole la espalda al ventanal. La oscuridad
profunda de la noche me da un poco de ansiedad y mi reflejo es fácil de ver.
Puedo diferenciar a simple vista que baje de peso y eso solo me recuerda a
una cosa, el por qué.
Yuri se mueve por la cocina con liviandad, presiento que no es un
hombre acostumbrado a que lo sirvan, como mi padre, por ejemplo, que no
sabe dónde están los platos de la cocina de su propia casa.
—¿Dónde está la señora Orlov?
—En su casa. —responde por encima de su hombro, mientras apoya un
paño allí— ella vive solo a unos kilómetros de aquí, junto con su hijo,
Viktor.
—Creí que no había nada cerca de aquí. —digo mientras tomo un limón
del frutero en el centro de la mesa y comienzo a jugar con él, moviéndolo
de un lado a otro.
—No, no hay nada, ella vive dentro de mi propiedad, cuando nos
mudamos, construí una casa para ellos.
—¿Mudarse? ¿De dónde?
—Moscú, somos oriundos de allí.
Increíble, no detecto ni un poco de acento.
—Oh, mi padre es capaz de cortarse las manos antes de construirle una
casa al personal.
Yuri voltea cuando termina de colocar la fuente en el horno y se apoya
en la mesada gris detrás de él.
—Bueno, no todos se pueden dar los lujos que me doy. —dice cruzando
sus brazos sobre su pecho. Por alguna razón sus brazos me llaman la
atención, no había notado lo grandes que son.
—Oh, él puede, solo que no quiere. —levanto mis hombros, restándole
importancia.
Yuri saca la bandeja del horno y la deposita sobre la mesada. Corta una
porción de lo que parece ser una lasaña gigante y la coloca en un plato
blanco frente a mí.
Pincho la lasaña y comienzo a tragar pedazos que mi cuerpo todavía no
quiere recibir.
Yuri se sienta delante de mí y come en silencio. A veces levanta la
mirada y observa mi plato, vigilando que coma.
—¿Tu padre es empresario? —pregunta inesperadamente.
—Si. —respondo mientras meto comida en mi boca. Estoy evitando
estas preguntas a propósito.
No estoy segura de querer darle información tan delicada. Es posible
que sepa quién es mi padre y eso solo va a darle una imagen errónea de
quien soy yo.
Una vez cometí el error de buscar mi nombre en la internet. Las fotos
que encontré me mostraban vestida con las mejores ropas en las galas, con
una copa de champagne en la mano. Otras, de algún paparazzi entrometido
cuando salía de compras con mi hermana, la peor es que la me sacaron en el
club de Margot un día que había tomado de más. Todas me hacían ver como
la nueva Paris Hilton, vacía, superficial y aburrida. Esa no soy yo, yo soy
mucho más, pero nadie se detiene a mirarme lo suficiente para notarlo, ni
siquiera mis propios padres.
—¿Tú también? –pregunto yo esta vez, para continuar con el patrón que
llevamos sobre las preguntas y respuestas.
El patrón normal de cualquier conversación de los seres humanos, pero
con Yuri parece especial o al menos eso me gusta creer.
—Sí, principalmente finanzas, no lo más entretenido, pero lo más
rentable. —dice terminando el ultimo bocado.
Me levanto a juntar los platos, pero levanta su mano y me detiene.
—No puedes cargar peso. —se excusa levantándose rápidamente.
—Un plato no es peso, Yuri. —rio por lo bajo.
Los apoya en la mesada y cuando voltea tiene una media sonrisa.
—Dijiste mi nombre. —coloca sus manos en los bolsillos y se detiene
en el medio de la cocina.
— Sí… ¿y qué tiene? No entiendo.
—Es la primera vez que lo escucho de tu boca.
Oh.
20
Y U R I VOLKOV

Fijación: obsesión o idea fija.

O bservar a Simone moverse en el verde del campo Ingles se volvió


uno de mis pasatiempos predilectos, me resulta fascinante verla
evolucionar tan rápido.
Hace siete días que vive aquí, conmigo, el cambio es notorio y
vertiginoso.
Y no es solo ella la que cambia, pero eso es un tema que no pienso
abarcar ahora.
Su rostro está casi curado, los rastros de los golpes ya no son purpuras,
son amarillos y algunos comenzaron a desvanecerse.
Las heridas en sus muñecas se curan a la velocidad de la luz y ya no le
cuesta tanto mirarlas. Normalizarlas era lo mejor que podía hacer, por
alguna razón las heridas le preocupan mucho e hice lo posible para
demostrarle que a mí no me molestaban en absoluto y que son solo una
prueba más de sobrevivencia. Me pregunto si lo que teme es la opinion de
su familia con respecto a eso.
Ella está ahora apoyada sobre el cercado, observando cómo los caballos
juegan entre ellos, corren, pastan o simplemente observan su alrededor con
esos ojos gigantes e infinitos.
Noté que Simone no usa las ropas que le compré, por eso comencé a
dejar piezas sobre su cama cuando no estaba cerca. Algunas sudaderas,
pantalones de chándal y cosas agradables al tacto.
Ninguno de los dos hizo alusión a eso, ella las usa sin preguntarme nada
y yo nunca dije nada al respecto, es como un pacto silencioso que
compartimos. Y verla con mis ropas despierta algo en mí, siento que
estamos más cerca, que la protejo inclusive cuando no estoy con ella. Más
de una vez la encontré oliendo la ropa y cerrando los ojos con placer, ¿me
pregunto si piensa en mí cuando lo hace? Aparte de quedarles grandes y
cómodas, supongo que después de pasar un trauma como el que vivió,
cubrir tu cuerpo es esencial.
Ah, puedo observarla por horas deambular por mis dominios. ¿Qué
demonios me ocurre? Debo lucir como un desquiciado desde la ventana.
Volteo y me concentro en mi trabajo.
Mañana tengo que volver a la oficina, como todos los miércoles, pero
esta vez es algo que me preocupa, como si dejarla sola fuese a ponerla en
peligro, lo cual es ridículo, pero no quiero irme de su lado.
¿Qué pasa si me necesita?
¿Qué pasa si se lastima?
No puedo llevarla conmigo, exponerla ante el mundo no es una opción
para ninguno de los dos.
Ella no quiere salir y yo no puedo dejarla volver. Que combinación más
rara somos.
No saber porque está evitando contactar a su familia es algo que me
inquieta.
Cuando mencionó a su padre encontré una pista más, dentro de la
incógnita que es Simone. Es muy cuidadosa cuando me da información,
nada de lo que dice es lo suficientemente importante como para poder
investigar sus orígenes. Por ahora mencionó a su madre, a su padre y a su
hermano.
Mi celular comienza a sonar y me saca de mis pensamientos.
“John Smith” es el código que le puse a mi hermano. Si, cuando dije
que era meticuloso con mi relación con él, no estaba mintiendo.
Sabía que esta llamada iba a llegar eventualmente.
Llevo el teléfono a mi oído.
—Alex…
—Yuri…—su tono no es tan alegre como suele ser, sabe algo.
Estoy preparado, es un plan que tenemos en pausa con Thomas King,
por eso abro mi ordenador y preparo el correo electrónico para el
mercenario, antes de que mi hermano me diga porque demonios me llama.
—¿Qué quieres?
—Fui demasiado duro, quiero disculparme.
Oh…su tono no es enojado, es sumiso, quizás no sepa lo que hice
entonces.
Me levanto de mi silla, ahora más tranquilo y vuelvo a mi lugar
predilecto, cerca de la ventana. Simone ahora acaricia a Queen, mientras
sonríe abiertamente. Nunca le vi esa maldita sonrisa antes.
—¿Qué quieres decir? —se puede escuchar la sonrisa en mi voz, quizás
crea que me rio de él, pero en realidad es verla a Simone sonreír.
—No te hagas el tonto, quiero reanudar nuestros negocios.
Ahora sí me rio en voz alta por él.
—¿Y por qué crees que estoy interesado?
—Porque sé que me necesitas tanto como yo a ti. Deja de hacerte el
difícil.
No importa qué tan tentador sea el dinero, verla a Simone golpeada fue
suficiente para despertar. No quiero ni pensar en los destinos de las otras
mujeres que terminaron en manos de él.
—No, tú mismo me hiciste dar cuenta que no estoy de acuerdo con esto,
no hay vuelta atrás.
—¿Qué? ¿Te volviste loco? ¡Necesito limpiar esto!
Se refiere al dinero y por mas que esta línea sea segura, los dos
cuidamos mucho las palabras.
—Dijiste que ibas a trabajar con alguien más, ¿no funcionó?
—No, no funcionó, estoy viajando a los Estados Unidos ahora, estoy
armando una organización, va a funcionar perfectamente, solo necesito
donde limpiar.
—Bueno, no soy yo tu salvador esta vez. ¿Necesitas algo más? Tengo
cosas que hacer. —como ir por ella, por ejemplo.
—¡Yuri! —grita enardecido— ¡No puedes abandonarme, ¡soy tu
maldito hermano!
Silencio.
Dijo palabras que no debería decir. Por eso corto la llamada sin
responder. Sabe que no puede llamarme hermano por teléfono, es muy
riesgoso.
—Maldito idiota.
Abro mi celular, arranco el chip y lo destruyo. Camino hasta mi caja
fuerte detrás del cuadro de Ebony y busco uno nuevo, de los millones que
tengo allí.
Cuando vuelvo a la ventana, me apoyo en el marco y entierro mis
manos en los bolsillos de mi pantalón.
Los caballos son criaturas sumamente curiosas (como Simone supongo)
por eso de a uno y lentamente empezaron a acercarse a ella a buscar el
cariño que puede darles.
Simone los acaricia a todos, riendo y besando sus trompas. Quiero
correr por las escaleras y sumarme a ese afecto, quiero que me sonría igual
y que su mano me acaricie de la misma manera.
¿En qué demonios estoy pensando?
Simone tiene su mente cerrada, probablemente ni me vea cómo alguien
con quien pasar un buen rato, alguien atractivo, un hombre de verdad.
Y si soy realista, sé que desear algo así solo puede traerme problemas,
pronto llegará el día donde quiera volver y cuando sepa que no tiene
escapatoria de este lugar, (al menos no por ahora) va a verme como el
maldito que soy.
Una hora después, me encuentro golpeando mi lapicera nerviosamente
contra mi escritorio.
—A la mierda…—susurro mientras camino hacia afuera, dejándome
llevar por lo que mi cuerpo reclama.
Cuando llego a Simone ya no pienso en mi hermano, ni el gravísimo
error que cometió llamándome así por la línea. Ella tiene ese raro efecto en
mí, roba mi atención, bloquea cualquier consecuencia.
—Estoy empezando a sentirme celoso. —digo a unos metros detrás de
ella.
Cuando voltea me encuentra con una postura neutral y mis brazos
cruzados sobre mi pecho.
—Oh, estoy segura que ellos reaccionan igual cuando tú los acaricias.
—quiere voltear para enfocar su atención en mí, pero Queen relincha,
reclamándola.
—No hablaba de ellos.
Eso hace que voltee definitivamente y se enfoque en mí. Sus mejillas se
encienden y me da una sonrisa embarazosa.
Frunzo mis cejas en confusión, ¿acaso tengo algún efecto en ella?
Siempre reacciona con indiferencia conmigo, pero sus mejillas rosas dicen
lo contrario.
—¿Estás lista para montar?
—¿Q-que? —sus mejillas empeoran.
—A Queen, claramente tiene afinidad por ti, deberías montarla. —
camino hacia la hembra y acaricio su cara blanca.
—Oh, no lo sé, hace muchos años que no interactúo con un caballo,
desde arriba al menos.
—Ven, —señalo el camino— vamos a pedirle a Viktor que la prepare.
—¡Oh! ¡No por favor! De verdad, no estoy lista.
Levanto una ceja y la analizo de arriba abajo.
—Tienes razón, esas heridas podrían abrirse otra vez. Yo te llevo. —
giro sobre mis talones y camino hacia el establo.
—¿Qué? No Yuri, no tienes que hacerlo, de verdad. —ella corre detrás
de mí, intentando seguir mi ritmo, por eso camino más rápido y con una
sonrisa comprimida en mi rostro.
—Tengo que hacerlo de todas maneras, lo necesito, fue un día largo de
trabajo. —mentira, lo único que hice fue responder dos correos y tener una
llamada.
—Pero son recién las doce del mediodía…
—Justamente.
Viktor aparece en cuanto escucha nuestras voces, como si estuviera allí,
listo para actuar.
—¿Cómo esta Queen hoy? —pregunto mientras comienzo a armar la
montura.
—Lista para salir. ¿Preparo a Fiona?
Fiona es especial, una hembra muy mansa y de buen carácter, Viktor
sabe qué es la mejor opción para un principiante.
—No, vamos a ir con Queen. —digo mientras me siento en el pequeño
living que tengo para prepararme y coloco mis botas de montar.
Viktor se queda en silencio y observa de reojo a Simone por más tiempo
del que me gusta, ella retuerce los dedos nerviosamente mirando al suelo.
—¿Sabes qué? No te preocupes, voy a aprovechar esto como una
lección para Simone. —espero que al menos como hombre, Viktor entienda
mi indirecta.
—Continúo con lo mío entonces. —le da una sonrisa a Simone y
desaparece de mi vista.
Buen chico.
Termino de calzar mis botas y me levanto.
—¿Lista para tu lección?
—Si.
—Primero tenemos que ir a buscarla, viendo cómo se comporta cuando
estas cerca, probablemente venga sola. —camino hasta el campo abierto y
Simone viene detrás.
Queen la detecta en el corral en menos de un segundo. La yegua viene
trotando con gracia hasta detenerse delante nuestro.
—La conexión entre ustedes es increíble.
Llevo a Queen al establo y la coloco en el lugar preciso para prepararla.
Paso a paso le voy mostrando cómo se hace, ella escucha todo lo que le
digo y asiente a medida que coloco la montura sobre Queen.
Sin dar aviso, tomo a Simone de su cintura y la cargo sobre la yegua, yo
subo segundos después encastrando nuestros cuerpos. El pequeño cuerpo de
Simone se siente tieso y pequeño, mis manos la envuelven por ambos lados
para tomar las riendas.
—Si tú estas nerviosa, ella también. — susurro sobre su oído izquierdo.
—Oh, lo siento.
Lentamente paseamos por mi propiedad. El silencio es algo que me
agrada, pero sé que no todos tienen la misma preferencia, algunas personas
necesitan llenar los silencios con charlas sin sentido, hablan del tiempo, del
nuevo show que todos quieren ver, banalidades y trivialidades, pero con
Simone, el silencio es sorpresivamente cómodo, puedo sentir que lo
encuentra pacífico y amansador como yo.
—¿Quieres llevarla? —ofrezco las riendas y ella las toma con miedo. —
No te preocupes, Queen no va a correr porque sí.
—¿Por qué razones si correría?
—Bueno, algún sonido inesperado, una serpiente…
—¡¿Serpiente?! —voltea rápidamente y estamos tan cerca que casi
puedo sentir su aliento sobre mis labios.
Ella vuelve a mirar al frente cuando nota lo cerca que estamos.
—Los caballos pueden identificar una amenaza a kilómetros de aquí,
muchas veces ni te enteras por qué demonios se asustan.
—Es extraño que un animal tan imponente sea tan asustadizo, ¿no?
—No me parece, —digo sobre su hombro– por regla general, los que
aparentan ser más fuertes son en realidad los más débiles.
Ella suelta una pequeña risa.
—¿Eso significa que eres débil en realidad y me estuviste engañando
todo este tiempo?
—¿Eso significa que soy un hombre fuerte ante tus ojos, Simone? —
devuelvo rápidamente, mi risa suena desde el fondo de mi garganta, aspera
y maliciosa.
Ella sonríe, pero no contesta, como tampoco lo hice yo anteriormente.
Ya casi llegando al bosque, vuelvo a retomar nuestra placentera
conversación.
—¿Puedo preguntarte algo? —digo mientras tomo las riendas y jalo
hacia la derecha para indicarle a Queen que es tiempo de volver.
—Sí, claro.
–¿Puedes explicarme que ocurrió ese día? —no necesito aclarar, ella
sabe a qué día me refiero.
Expulsa aire, preparándose para relatar uno de los días más horrendos
de su vida.
—Todo empezó porque me quise revelar.
—Como todo acontecimiento importante de la historia. —agrego.
—Supongo, conocí a alguien, (quien yo sabía que eran malas noticias),
tenía una vida muy…muy…
—¿Diferente a la tuya? —termino la frase por ella, es demasiado
educada, inclusive como para insultar a su raptor.
—Sí, mis padres estaban presionándome más que de costumbre esa
semana, —dice mientras acaricia el cuello de Queen —no significa que lo
justifique, pero ayudó a que tome la peor decisión.
—¿Siempre te presionan?
—Sí, —suspira— ellos quieren lo mejor para mí, pero a veces pueden
ser un poco sofocantes.
—Mis padres fueron igual conmigo. —confieso mirando el horizonte
montañoso.
—¿Y te revelaste? —pregunta mirando hacia atrás.
Nuestros ojos conectan por primera vez.
Mientras analizo su pregunta observo sus labios rosas y eso hace que
vuelva a mirar al frente, tensa ante mi mirada obscena.
La pregunta me hace pensar en mi situación actual, liberarme de mi
hermano al final del día, terminó siendo una rebelión supongo, solo que eso
es algo que ella no puede enterarse nunca.
Ella es mi rebelión.
Mi revolución y motín.
—Tuve algunos episodios de adolescente, nada importante. —miento.
—por favor, continúa.
Los pasos de Queen se escuchan sobre el pasto, pesados y continuos. El
sol en lo alto, la brisa y su voz hacen que me olvide de todo lo que no me
deja dormir por la noche.
—Fui a una fiesta que no debería haber ido. —guarda un mechón de
cabello detrás de su oreja.
—¿Mala junta?
—Sí, solo quería experimentar, ¿sabes? Hacer…cosas sin pensar en las
consecuencias.
—Entiendo, creíste que era el hombre indicado para dejarte llevar.
—¿El indicado? Suenas como mi madre. —ríe por lo bajo.
Honestamente no me gusta que me compare con una mujer a la cual ella
odia o al menos creo que odia.
—No encuentro las palabras para decirlo. —digo pensativo, no quiero
que crea que hablo como un viejo.
—No, me refiero a un hombre libre, los hombres de mi edad, en mi
circulo particularmente, son muy cuidadosos con lo que hacen y con quien,
tienes que pensar todo mil veces antes de hacer…algo, yo solo quería ser
libre, aunque sea por una noche.
La ironía de que buscaba ser libre y no solo termino en las manos de mi
hermano, sino que en las mias.
Claramente Simone no tiene suerte con los hombres.
Quiero decirle que es libre en mi casa, que puede ser ella misma, pero
no quiero que me mal interprete y crea que puede irse, porque no puede.
Al menos tengo una pista más, solo los millonarios dicen “mi circulo”
claramente viene de una familia importante.
—¡Oh! ¿Esta es la casa de la señora Orlov? —pregunta mirando hacia
la izquierda. La casa se ve a lo lejos.
—Si. —no quiero desviarme del tema, necesito saber. — ¿Y qué ocurrió
con ese maldito?
—Bueno, me dio algo en mi trago, claramente me durmió y cuando
desperté estaba en un contenedor junto con dos chicas más. —baja la
mirada y su cuerpo se achica como si algo la entristeciera.
—No tienes que seguir si no quieres. —tomo las riendas sigilosamente,
deteniendo el rimo de Queen, no quiero llegar todavía, cuando el animal
aminora el paso, dejo mis manos sobre su regazo, pretendiendo que no
están allí.
—No, es que…no paro de pensar en ellas, ¿entiendes? No sé qué les
pasó ni dónde están y terminamos muy unidas, el día que me llevaron…—
suspira pesadamente y detiene lo que está a punto de decir, porque su voz
comienza a perderse.
Mis entrañas se retuercen con su relato, como si un cuchillo entrara y
saliera sin parar, es un sentimiento nuevo e inesperado. Inconscientemente
estoy sujetando a Simone cerca de mí, desesperado por compensar lo que
mi hermano le hizo.
—¿No sabes dónde están? —probablemente mi hermano si sepa.
—No, fui la primera que se llevaron.
El establo está cerca, a pesar de mis intentos por retener el tiempo
cuando estoy con ella.
Nos mantenemos en silencio por unos minutos y agrego:
—Siento mucho que hayas pasado por eso, Simone.
—No es tu culpa.
Si lo es.
Sorpresivamente y sin advertencia, se deja caer hacia atrás y apoya su
nuca sobre mi pecho. La proximidad hace que cierre mis ojos y aspiro
profundamente en el perfume de su cabello. Qué fácil sería perderme en
ella.
—Gracias por esta salida, fue justo lo que necesitaba. —susurra.
Quiero ser yo justo lo que necesita, pero tengo que detenerme, no puedo
estar con ella, no puedo permitirme tocarla si ella no sabe quién soy.
—Fue un placer. —respondo con el mismo tono.
21
S IMON E DU P ON T

Atracción: persona o cosa que produce atracción.

M e encuentro vagando por la casa, inconscientemente buscando


por Yuri.
Usualmente, él me encuentra donde sea que esté, en el
momento del día donde él quiere verme, pero hoy no lo veo por ningún
lado.
Su presencia es cada día más bienvenida, parecía un hombre de
superficie impenetrable, pero lentamente estoy encontrando que no es así.
Se interesa por mi salud y mi estado mental. Se esfuerza por hacerme sentir
a gusto y no está pendiente de mis imperfecciones, ni físicas ni mentales. Es
tan refrescante no sentirse bajo una lupa inquisidora constante.
Lo cual me recuerda a mis padres y que tengo que contactarme con
ellos. Pero algo me detiene, es como una fuerza invisible, una soga en mi
cuello que no me deja respirar.
No estoy lista para verlos y Yuri me recuerda todos los días que no debo
sentir culpa por ello.
El día transcurre lento, durante la mañana paso tiempo con los caballos.
Viktor está allí, haciendo las tareas de todos los días, es un hombre de pocas
palabras y a él sí le siento un acento grueso que encuentro musical por
momentos, disfruto de su compañía, creo que dentro la sencillez que tiene,
encuentro confort.
La señora Orlov me encuentra en la habitación del piano por la tarde.
Todos los días vengo aquí a tocar libremente, algo que no podía hacer en mi
casa porque a mi madre le molestaba. Pero hoy me encuentro sentada
delante del instrumento, con dedos petrificados en las teclas, hoy no hay
melodía. Ninguna canción quiere salir de mí.
—¿Quieres que lave tus ropas? —pregunta con un tono amable, sus
labios están comprimidos en una sonrisa tensa.
—Oh, no tiene por qué preocuparse, puedo hacerlo yo. —respondo
nerviosamente.
Me levanto del asiento, estar sentada delante de ella me hace sentir
perezosa.
—No hace falta, es mi trabajo, —dice entrando a la habitación—
podrías usar la excusa para probar las ropas que Yuri te compró.
Sospeché que eso era algo que le molestaba, cada vez que la cruzaba en
la cocina, miraba mi cuerpo de arriba abajo, juzgando el hecho de que
todavía uso las ropas inmensas de Yuri. No entiendo porque está en
desacuerdo, si es ella quien las deja en mi cama.
—Tiene razón. —digo intentando complacerla a pesar de mis deseos.
Parece que complacer a las personas es una vocación que mi mamá
tatuó en mi piel y ahora no puedo detenerme.
Ella asiente con una sonrisa, complacida por mi respuesta.
—Cuando la tengas lista, déjala en tu cama, más tarde paso a recogerla.
Asiento una vez, tragando mi incomodidad.
Espero a que sus pasos se esfumen en el aire, recién allí asomo mi
cabeza por el corredor y corro a mi habitación.
La ropa apareció mágicamente en el closet, otro movimiento de la
señora Orlov supongo. Nunca me dediqué a ver lo que había allí. Voy
moviendo las perchas, observando qué tipo de ropa poseo ahora, encuentro
vaqueros, sweaters, camisetas polo, pantalones de vestir y hasta chaquetas
de invierno.
Mi boca se abre por cada percha que muevo, cada prenda en más bonita
que la otra. Todas siguen con el estilo de la campaña inglesa, la equitación y
el tiempo en el exterior. Tomo una en particular, un sweater color azul
oscuro, con el símbolo de Ralph Lauren bordado en el pecho en dorado.
Honestamente, creo que Yuri tiene amor puro por esta marca (o
acciones en la bolsa).
Nunca usé ropa así, mi madre nunca permitiría que use vaqueros con
sweaters dos veces más grandes que mi cuerpo.
Cuando me cambio de ropa, voy hasta el espejo del baño y me observo.
Casi encontrándome conmigo misma. Puedo ver que Simone comienza a
brotar otra vez. Mi cabello esta suelto, lacio y limpio. El rubio se ve
brillante después de tantas horas bajo el sol. El pantalón me queda al
cuerpo, pero no me hace sentir expuesta, las curvas que resaltan están
ocultas bajo el sweater.
Me siento bien, me siento libre.
Sin presiones de cómo debo verme, sin sentir toneladas de maquillaje en
mi rostro, sin la mirada inquisitiva de los otros. Sin decepcionar a nadie.
Sonrío viendo mi reflejo.
Salgo de mi habitación, con la ropa de Yuri en mis brazos, sé que la
señora Orlov me pidió que la deje allí, pero no me siento cómoda haciendo
eso, prefiero llevarla.
Cuando llego a la cocina la llamo.
—¿Señora Orlov?
Ella está allí, preparando la cena. Cuando voltea toma aire de repente.
—Oh…—susurra mirando mi cuerpo. —¡Qué bonita te ves Simone! —
dice con una sonrisa.
Sonrío tímidamente, sé que lo dice para subir mi autoestima y aprecio
mucho el gesto.
—Gracias, —respondo mirando al suelo— traje la ropa, ¿Dónde puedo
dejarla?
—Oh, ¡te dije que no te preocupes! —deja el paño que tiene en su
hombro y camina hacia mí, dando pasos cortitos y toma las ropas usadas de
Yuri.
Ella desaparece tras una puerta, que asumo es el cuarto de lavado y me
quedo en la cocina, sin saber qué hacer.
—¿Simone?
Escucho su voz y volteo rápidamente como si estuviera haciendo algo
mal.
Yuri me observa con una mezcla de sorprendido y decepcionado a la
vez. Lo cual hace que cruce mis brazos sobre el pecho y me achique
físicamente.
¿Qué hice?
Él lleva puesto un traje de diseñador y su camisa está abierta en el
cuello, luce completamente diferente a cuando está a gusto en su hogar.
—Yuri…hola. —saludo mirando al suelo.
Camina hacia mí lentamente, su mirada recorre mi cuerpo.
—Estas usando tus ropas. —su tono es frio y distante, exactamente
opuesto al que uso en nuestra salida hace unos días. No entiendo que está
pasando, ¿acaso no aprueba las ropas que él mismo me compro?
—La señora Orlov insistió en que quería lavar tu ropa, así que—
Su rostro se enfurece y en ese mismo momento entra su ama de llaves.
—¡Hecho! En poco tiempo—cuando lo ve se silencia ante la tormenta
que se está formando delante de ella.
—¡¿Por qué tienes que empujarla a hacer algo que no quiere?! —
comienza a gritar.
Las dos nos petrificamos por el repentino cambio de actitud, nunca
escuche a Yuri elevar la voz, mucho menos a ella.
—Yuri, no es nada, no te preocupes. —quiero intervenir, pero sus ojos
están muy enfurecidos y fijos en ella.
—Lo siento, —comienza a defenderse la señora Orlov—yo solo—
—No Vera, me interesa escuchar tus excusas, no vuelvas a presionarla.
Yuri camina hacia mí y coloca una mano sobre la base de mi cuello
desde la espalda, indicándome que camine con él.
Sus pasos son rápidos, su mano quema sobre mi piel.
—Yuri…—susurro.
¿A dónde vamos?
—¡Yuri! —me detengo en el medio de las escaleras. —¿Qué ocurre?
—Si estabas cómoda con mi ropa, entonces usa mi ropa, no quiero que
hagas algo que no quieras hacer.
Sigue subiendo las escaleras, esta vez no me indica para qué lo siga, de
todas maneras, corro detrás de él.
—Ella solo estaba queriendo ayudar, aparte, ella es la que me
proporciona las ropas, no veo porque deberi—
—¿Ella? —se detiene en el corredor de golpe, haciendo que hinque los
pies en la alfombra— ¿Crees que es ella quien deja las ropas en tu cama? —
rueda los ojos y sigue su caminar frenético, hasta que llega a una puerta
cerrada, la abre violentamente y entra a la habitación.
Me detengo bajo el marco de la puerta para saber dónde me estoy
metiendo antes de dar un paso más.
Bueno, claramente es su habitación, su cama es vergonzosamente
grande. Yuri desaparece tras una puerta, asumo que es el vestidor. Camino
lentamente hasta allí y lo encuentro arrancando ropas de las perchas y
arrojándolas sobre una isla que tiene en el medio de la gran habitación.
—Yuri, —su nombre se escucha como un ruego y eso hace que lo
detenga. — me estas asustando.
Escucho mis palabras en voz alta sin entender si fui yo la que las dijo o
no, cualquiera sea la respuesta, tiene un efecto en él y lo hace detener.
— Lo siento— susurra, sus ojos cargan tormento —, no era mi
intención.
—¿Puedes decirme que ocurre? —cruzo mis brazos sobre mi estómago,
sin presionar para que no me duelan las heridas.
Toma aire y exhala profundamente antes de comenzar.
—Quiero que te sientas a gusto en mi casa.
—Estoy a gusto, tanto ella, como tu hicieron que me sienta más cómoda
que en mi propio hogar y te agradezco por la preocupación, puede ser que al
principio me negué a cambiarme de ropa, pero cuando me cambié, me sentí
mucho mejor y tengo que darle las gracias.
Yuri da pasos lentos hacia mí, con una mirada firme sobre mí.
—No me mal intérpretes, te vez hermosa, pero yo…—estira su mano
hacia mi rostro y arrastra sus nudillos por mi mejilla, se sienten calientes.
—me gustaba verte con mis ropas puestas, eso es todo.
—¿Por qué?
—No lo sé, —con su pulgar acaricia mi labio inferior, observándolo con
vehemencia en los ojos— creo que me gustaba ver algo mío sobre ti.
Inconscientemente muerdo mi labio y sus ojos de hielo se posicionan en
ellos.
No tengo mucha experiencia con los hombres, (para no decir nada), no
sé cómo leer comportamientos, ni se atajar indirectas, pero de alguna
manera, siento que Yuri me ve como una mujer. Una mujer que desea.
Eso me excita y asusta la vez.
Analizo su aspecto con otros ojos, percibiéndolo por primera la primera
vez, no cómo una posible amenaza (como lo sentí el día que lo vi por
primera vez), sino como un hombre.
Ojos de hielo, pestanas gruesas y oscuras.
Cuerpo fornido, manos masculinas.
Quijada fuerte, alto.
Yuri es hermoso.
—¿Alguna vez alguien te besó? —pregunta en un susurro.
—Una vez cuando era chica, la otra vez fue el hombre que me condenó.
—¿Y?
—Lo odié. —respondo con honestidad, por un segundo creo que eso lo
va a alejar de mí, pero Yuri no se mueve.
Está a centímetros de mi rostro.
—¿Quieres intentarlo otra vez?
22
Y U R I VOLKOV

Problema: conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la


consecución de algún fin.

S imone tarda en darme una respuesta y deseo con todo mi cuerpo que
diga que no está interesada en mí, pero a la vez siento que, si no
pruebo sus labios al menos una vez, voy a arrepentirme por el resto
de mi vida.
Finalmente, una respuesta.
Asiente lentamente, sus ojos me miran con miedo, pero prepara sus
labios, deslizando su lengua rosa por sobre el labio inferior, luego se
entreabren solo unos centímetros, inventándome a consumirlos.
Oh Dios, no.
Dando un paso adelante, apoyo mis labios sobre ella, presionando con
mucho cuidado.
Suave.
Simone está completamente quieta, no estoy seguro de que este
respirando si soy sincero.
Nuestros ojos están abiertos y nos miramos con curiosidad.
Lento, muy lento comienzo a moverme sobre ella.
Tímidamente empujo mi lengua, penetrando su boca mientras tomo su
rostro con mi mano derecha y profundizo el beso.
Ella gimotea cuando se deja llevar por la electricidad y cierra los ojos.
Yo la imito, un gruñido sale de mí, mientras envuelvo su cintura en mis
brazos y la presiono contra mi pecho.
Nuestras lenguas se acarician y nuestros labios están hambrientos por
más. La empujo contra la puerta y encerrándola con mi cuerpo, poseyendo
sus labios y su mente.
El mundo se aleja y desaparece.
Dios, siento fuego en las venas. Quiero consumirla por completo,
quemarme con ella.
Si continúo besándola así, voy a terminar arrancando sus ropas y
arrojándola sobre mi cama. Tengo que detenerme, pero no puedo, no quiero
y ella tampoco quiere, lo sé, lo siento en su respiración, en la forma en la
que me besa, en como su mano acaricia mi rostro. Siento que se derrite
entre mis dedos y yo la consumo.
Lentamente nos despegamos y nos observamos, ella luce preocupada y
yo perturbado.
Ninguno de los dos esperamos sentirnos así.
Maldición, sabía que no debía besarla.
¿Cómo voy a hacer para no besarla durante cada segundo del día? ¿Para
hacer de ella mi único alimento? ¿Cómo voy a hacer para no obsesionarme
con sus ojos? ¿O para no tocarla como un depravado?
Maldición Yuri, que gravísimo error acabas de cometer.
Enmascarando mis pensamientos, sonrío engreídamente, ocultando el
torbellino que es mi mente.
—¿Y ahora? —pregunto sobre sus labios, ahora rojos, gracias a mí.
Simone asiente rápidamente.
—Usa tus palabras Simone.
—Ahora me gustó más.
En cuanto termina de pronunciar la última palabra, vuelvo a estrellar
mis labios sobre ella.
No necesito una bola de cristal para saber que esto termina en tragedia,
cuando se entere quién soy, ella va a sentirse traicionada y yo voy a
sentirme aún más culpable. Probablemente quiera desaparecer, ocultándose
de mí y pensando que todos los hombres de esta tierra son unos malditos
hijos de puta.
Y no esta tan errada.
Simone envuelve sus brazos en mi cuello, sintiéndose segura de sí
misma, mientras nuestra respiración se vuelve irregular y desesperada. Mis
brazos rodean su cintura y mis manos se deslizan sobre su baja espalda,
rozando con las puntas de mis dedos su redondo trasero.
Esta vez no soy cuidadoso, esta vez este villano atrapa a su víctima en
sus brazos y profana su boca como un incivilizado.
Seguimos en un rincón de mi vestidor, enredados como dos
adolescentes calientes.
Censuro cada palabra que quiere salir de mi boca.
Te deseo.
Quiero hacerte mía.
Quiero tocarte.
Chuparte.
Adorarte.
Enseñarte lo que puedo hacerle a tu cuerpo.
Quiero que no te vayas de mi lado.
Que no te vayas nunca.
Mi mano acaricia su cabello rubio y luego su rostro a medida que
desconecto el momento de suspensión que vivimos los dos.
Cuando abro mis ojos, ella aún los tiene cerrados.
—Quiero que escuches con atención lo que voy a decirte Simone, a
partir de este momento, ese fue tu primer beso, borra todo recuerdo, rastro o
huella de aquellos que hayan puesto sus sucias manos sobre tu cuerpo, a
partir de ahora, yo fui tu primer beso.
Finalmente abre los ojos y se encuentra con la severidad sofocante que
transmiten mis ojos,
Hasta yo estoy sorprendido de sentir lo que siento.
—Dime qué entendiste lo que acabo de decirte.
—Fuiste mi primer beso.
—Exacto.
Retrocedo unos pasos, sabiendo qué es lo mejor que puedo hacer por los
dos. Si fuera cualquier otra mujer ya la tendría en mi cama, pero Simone…
maldición, ella observa mis pies alejándose de ella con ojos confundidos,
como que no comprende porque terminaría algo tan perfecto y excitante
como besarla.
Deberías agradecerme, si digo las cosas que quiero hacerte,
probablemente estés galopando lejos de mí.
Vuelvo a las ropas que deje sobre la isla y las preparo para dárselas.
—¿Qué hiciste hoy? —cambio de tema, dándole la espalda.
Al principio se mantiene en silencio, pero una vez que se recompone,
comienza a hablarme.
—Por la mañana estuve con los caballos, Viktor me enseñó a peinarlos,
de hecho, me enseñó la mayoría de las tareas que hace, lo estuve ayudando.
—¿Viktor? —mis cejas se unen en el centro y volteo para enfrentarla.
— creí que no te gustaba Viktor. —mi tono es tenso y demanda por mas
respuestas que las preguntas que hice.
Ella imita el mismo movimiento de cejas.
—¿Cuándo dije eso?
—No lo dijiste, puedo leer tu cuerpo, no estas cómoda a su alrededor.
Viktor es mi amigo, confío en sus intenciones, pero igual no lo quiero a
solas con ella cuando estoy en Londres.
Simone luce sorprendida.
—Al principio quizás, como ocurrió contigo, pero ahora—
¿Perdón?
—¿Conmigo? —camino dos pasos hacia ella, eliminando la distancia
que generé hace unos momentos— ¿crees que vas a terminar besándolo a él
también?
Simone profundiza sus cejas, sus mejillas se encienden en furia,
descruza sus brazos y me empuja lejos de ella.
—¡Eres un...! —sin decir ningún adjetivo calificativo, comienza a
caminar hacia la salida, enfurecida y con pasos apresurados.
—Simone…—la llamo suspirando pesadamente, no sé porque me
comporte como un idiota. —¡Simone!
Comienzo a caminar detrás de ella cuando mi celular comienza a sonar.
Miro la pantalla de reojo y lo guardo, pero luego lo vuelvo a quitar.
Thomas King.
—Volkov. —atiendo.
Camino detrás de Simone y la veo alejarse, lo siguiente es un portazo en
mi rostro.
Demonios.
—Necesitamos hablar de algo. —no me gusta su tono, por eso vuelvo a
mi habitación.
Hasta no cerrar la puerta no vuelvo a hablar.
—Te escucho. —comienzo a caminar con un ataque de ansiedad
inesperado.
—Sabía que la conocía de algún lado y luego de investigar un poco,
pude acordarme de dónde.
Mis pies de hincan en el medio de mi habitación.
—¿Quién es?
—Es la hija de André Du Pont.
¿André du Pont? ¿Por qué me suena? André du Pont…André…
—Oh, demonios.
—Sí, creo que esa es la reacción correcta. Su hermana es la que encara
su búsqueda, mis fuentes me dijeron que tiene un ejército de mujeres
buscándola por los Estados Unidos, todavía no sospechan dónde está.
Me siento a los pies de la cama, mirando hacia el ventanal, pero mis
ojos no observan nada de lo que está frente a mí.
Tengo que enviarla de vuelta.
—¿Volkov? ¿Sigues ahí?
—S-sí, aquí estoy, ¿Está la policía involucrada?
—No, lo están manteniendo bajo perfil, parece que no es la primera vez
que desaparece, su hermano está haciendo una investigación paralela, fuera
de los Estados Unidos, yo prestaría atención a él primero, tiene los recursos
ilimitados y la cabeza fría, ese hijo de puta es capaz de encontrarla, aunque
este escondida en Marte.
—Entiendo.
—Creí que querrías saber eso, si necesitas ayuda con el traslado,
déjamelo saber.
—Está bien, gracias King, nos mantenemos al habla.
La comunicación se termina.
El silencio satura la habitación, pero mi cerebro esta ruidoso y lleno de
pensamientos.
André Du Pont es uno de los empresarios más reconocidos en la
industria del transporte, registrado por todos lados como una celebridad, al
igual que su familia.
Demonios.
Me concentro en mi celular otra vez y rápidamente tecleo su nombre.
Fotos de Simone con su familia aparecen en la búsqueda, ella sonríe sin
dientes y fríamente con ojos muertos en la mayoría de las imágenes. Su
hermana se llama Margot y su hermano Bastián, los tres lucen como la
maldita familia perfecta.
Un nudo en el estómago no me deja respirar.
Si Bastián está buscándola, puede que no tarde mucho en atar cabos.
Tengo que enviarla de vuelta.
Quiera o no, tengo que hacerlo, no tengo opción, si mi nombre se ve
involucrado en este escándalo, puedo perderlo todo y no puedo tomar ese
riesgo, trabajé muy duro para llegar a donde estoy, para tener esta vida.
Quizás el hecho de que Simone esté enojada sea beneficioso para mí.
Quizás sea el momento de mostrarle que tipo de persona soy
verdaderamente.
23
S IMON E DU P ON T

Apercibir: percibir, observar, caer en la cuenta.

E stoy sentada en el balcón de mi habitación, observando el


atardecer con la mirada perdida.

cómo me siento.
Tres días pasaron desde el beso y todavía no puedo decidirme

Por momentos enojada, por otros momentos confundida.


A veces asustada.
No esperaba ser besada por Yuri Volkov, no sabía qué era algo que yo
deseaba hasta que me lo propuso. Mi cuerpo parecía apagado y alejando de
cualquier necesidad de afecto, pero cuando la oferta de Yuri estuvo sobre la
mesa, fue como que una pequeña chispa hizo la combustión suficiente para
que mi cuerpo ardiera por él.
Su beso fue como soñé que serían los besos con amantes de fantasía que
tuve durante mi adolescencia. Yuri fue pasional, tierno y respetó nuestro
momento sin arruinarlo pretendiendo cosas de mí que no estaba dispuesta a
dar.
Si lo comparo con el beso de esa persona desagradable que no quiero
mencionar, puedo decir que este fue perfecto. Pero luego tenía que
arruinarlo, haciéndome sentir una mujerzuela. Aparte, ¿qué tiene de malo si
quiero experimentar con otros hombres?
¡Ah! Yuri sí que sabe disolver un momento especial.
No volví a hablar con él, los dos estamos haciendo lo imposible para
evitarnos. Cada vez que me encuentra en la cocina hablando con la señora
Orlov, saluda cordialmente y se retira a su estudio.
Quizás sea hora de irme.
Quizás mi beso fue tan malo que no quiere ni verme la cara.
Quizás esta es su manera de alejarme para que tome la decisión de una
vez.
Pasaron tantos días ya que llamar a mi hermana me da vergüenza. Sé
que debe estar sumamente preocupada por mí y yo solo me comporto como
una egoísta, manteniéndome en mi burbuja.
Oh, Bastián va a gritarme cuando me vea, igual que mi papá.
El sonido de un motor rugiendo en la propiedad de Yuri detiene mis
pensamientos, un coche comienza a rodar sobre el camino de graba.
Disimuladamente espío quién es y hacia dónde va.
Puedo ver el rostro de Yuri de refilón dentro del vehículo, es un Tesla de
color negro.
Mi estómago comienza a molestarme a medida que desaparece a la
lejanía.
¿A dónde va?
¿Por qué quiero saberlo?
¿Por qué tengo una mala sensación al respecto?
Arrastrando los pies, camino hasta la cama y finalmente tomo la
decisión que debía haber tomado desde el día que llegue.
Una lagrima se escapa. No lloro por él, lloro porque me da vergüenza
ofuscarme con cosas como estas, cuando mis amigas están vaya uno a saber
dónde, siendo lastimadas por hombres desalmados, mientras yo me
preocupo por Yuri y las cosas que me hace sentir.
Es hora de decir adiós.
Esta soy yo, despidiéndome de este pequeño descanso que me dio la
vida.
Este segundo donde fui apreciada, cuidada, malcriada por un hombre
que no sabe mi apellido, ni mi fortuna, no sabe qué clase de futuro me
espera, ni qué tan sola me siento rodeada de la gente que se hace llamar
familia.
Maldigo el momento donde lo besé.
C UANDO SALE EL SOL , ME SIENTO LISTA PARA DEJAR IR ESTO ATRÁS .
Hoy se puede sentir el cambio de estación, el fresco está aquí y ahora
necesito abrigarme. Me pongo mis ropas, esta vez uso un vaquero negro,
con un pulóver del mismo color y una chaqueta encima también negra.
Quizás inconscientemente estoy pasando por duelo.
Bajo las escaleras y camino directamente a la cocina, creo que Yuri va a
estar contento con mi decisión.
—Buen día nena. —dice la señora Orlov de espaldas a mí. — ¿Cómo
dormiste?
No dormí.
—Buen día, bien, gracias, estoy buscando a Yuri ¿dónde lo puedo
encontrar hoy?
Finalmente voltea y con ojos inquietos responde.
—Todavía no llegó.
Un agujero se taladra en mi estómago por alguna razón.
—Oh…
—Anoche tenía una fiesta, bueno creo que era una gala en realidad.
No puedo ocultar mi decepción, preocupación y angustia, por eso
comienzo a caminar hacia atrás, alejándome de ella.
—Simone…—susurra extendiendo su brazo hacia mí.
¿Por qué me duele?
No es tuyo. Simone, no puedes sentir este dolor, ese hombre no te
pertenece.
Con labios apretados, fabrico una sonrisa para tranquilizarla, de esas
que le regalo a todo el mundo.
—No pasa nada. —escucho mis palabras como si fuera una voz lejana.
—¿Necesitabas algo urgente? ¿Puedo ayudarte?
—Oh no, está bien, solo déjale saber qué quería avisarle que estoy lista
para irme.
La señora Orlov junta sus cejas en el medio de sus ojos.
—¿Irte? ¿A dónde?
—A mi casa, creo que es tiempo ya.
—No puedes irte. —dice caminando hacia mí.
Sus palabras me confunden.
—¿No puedo?
—Yo creí que…pensé que ustedes…—no termina ninguna frase, puedo
ver qué se contiene, no las quiere decir.
—¿Qué nosotros qué?
Ella suspira, resignada, no puede escaparse ahora.
—Creí que ustedes iban a hacerse felices mutuamente.
No tengo respuesta para lo que acaba de decir, mi boca se cierra
automáticamente.
—En otra vida quizás. —sonrío solo un poco.
Esta conversación abre mis ojos más de lo que me gusta admitir.
Siento cosas por él.
Demonios, siento celos, un sentimiento asfixiante estrangula mi
corazón.
Oh no, necesito detener esto.
—Él solo se está resistiendo, si quizás tu…
—No, lo siento, no va a pasar nada entre los dos. —estoy hablando más
rápido de lo normal, necesito extirpar las palabras antes de que me lastimen.
Sin decir más, camino hacia atrás y me voy de la cocina.
Necesito poder respirar aire puro.
Con pasos acelerados camino hacia afuera, abriendo las puertas dobles,
camino rápido como si escapara de algo.
—¿Simone? —escucho a Viktor hacia mi derecha y lo ignoro.
Antes de darme cuenta comienzo a correr, corro lejos de este lugar y me
sumerjo en el verde del césped, los arboles densos y las sombras más
pintorescas que vi en mi vida.
Pierdo foco de todo, ignoro a los caballos, a Viktor, escucho los gritos
de la señora Orlov llamándome con miedo.
Corro lejos de este sentimiento que apareció en mi pecho como un
invasor sanguinario. No puedo enamorarme de él.
Corre Simone, corre.
Pierdo el foco.
Necesito irme.
24
Y U R I VOLKOV

Renunciarse: privarse, por motivos religiosos o éticos, de hacer la


propia voluntad.

C uando estaciono el Tesla, Vera sale a recibirme inmediatamente,


no me gusta su expresión, algo está mal y lo primero que pienso
en el bienestar de Simone.
—¿Qué ocurre? —digo mientras salgo del vehículo.
—¡Es Simone!
Mi corazón empieza a galopar.
Con pasos rápidos comienzo a caminar hacia la casa, enfocándome
solamente en un destino, su habitación.
—¿Qué ocurrió, Vera? —pregunto sobre mi hombro.
Cuando veo que no me sigue me detengo en mi lugar, tiene miedo en su
rostro, sus manos se retuercen entre sí.
—¿Qué demonios ocurrió?! ¡Dónde esta!
—Ella salió hoy a la mañana, se fue corriendo, pero no volvió, Viktor la
está buscando hace horas.
Frio corre por mi espina dorsal, miro hacia afuera y la noche está
cerrada.
Refriego mis manos por mi rostro, intentando contener la explosión
dentro de mí.
—¡¿Por qué no me llamaste?! —grito.
Sin esperar por una respuesta, doy la vuelta y camino dando grandes
zancadas directo al establo, en búsqueda de mi caballo.
—¡Lo hice, pero nunca me respondiste! —grita detrás, puedo escuchar
sus pasos cortos y rápidos intentando seguirme el ritmo.
Ebony relincha cuando me ve, abro su puerta y lo saco de allí.
—Vamos, ayúdame a encontrarla.
Sin montura y sin tiempo, le doy un pequeño golpe con mi talón,
comienza a galopar, pero mi corazón va más rápido.
—¡Vamos! —grito forzándolo a correr a toda velocidad.
El galope de Ebony se escucha fuerte contra la tierra, su respiración es
agitada y gruesa.
Maldición, maldición, maldición.
El cielo esta negro y estrellado. El frio hace que salga vapor de los
orificios de Ebony. No quiero pensar si Simone esta vestida para afrontar
este frio o no.
El aullido de un coyote se escucha a lo lejos y eso altera al caballo.
—Tranquilo —le digo acariciando su cuello negro—, no voy a dejar que
te pase nada.
No es seguro, hay mil criaturas que usan la noche para cazar,
aprovechando la desventaja de las presas. Simone es una de ellas ahora.
—¡Simone! —grito mirando hacia todos lados.
¿¡Por qué se fue!?
¿Por qué no volvió?
—¡Simone!
Las orejas de Ebony se mueven cuando grito, como si estuviera
esperando la respuesta de ella.
Una hora y media después, llego al bosque y comienzo a preocuparme
realmente.
Detengo a Ebony y el caballo camina nervioso a un lado y al otro.
—¡Simone!
Contéstame maldición, contéstame.
—¿Yuri? —escucho su voz a la lejanía, dentro del bosque.
Desciendo de Ebony y comienzo a caminar hacia la oscuridad absoluta.
Los sonidos de la noche son aterradores para Ebony, se inquieta y tengo
que tirar de las riendas para obligarlo a caminar.
—Simone, ¡¿dónde estás?! —grito mientras camino por el colchón de
hojas y ramas que se parten.
—¡Aquí! —puedo escuchar que siente dolor y eso me altera, haciendo
que camine más rápido.
—Háblame, ¡no puedo ver nada!
—¡E-estoy aq-aquí! —escucho hacia mi derecha.
Saco mi celular y enciendo el flash para ver mejor.
A diez metros aproximadamente, la veo a Simone en el suelo, hecha una
bola.
—¡Simone! —grito corriendo hacia ella.
Se toma de la pierna con fuerza, sus ojos están mojados con lágrimas, su
color es muy pálido.
Me agacho a su lado, apoyando mis rodillas sobre el suelo mojado. Con
su mano oculta una herida en la pierna.
El vaquero no me deja ver, pero puedo ver que esta mojado con sangre.
—¿Qué ocurrió? —susurro.
Elevo el celular apuntando hacia el costado para no encandilarla con la
luz blanca. Simone mira hacia otro lado, evitando mirarme.
—Respondedme. —mi tono es exigente y eso hace que sus ojos verdes
se posen en mí, están irritados e hinchados.
Su mirada me transmite cosas que me dejan sin habla, está enojada
conmigo, dolida.
Sin esperar un segundo más, deslizo mis manos por debajo de sus
rodillas y su espalda baja. La cargo hasta Ebony, sentándola delante de mí.
En silencio cabalgamos de vuelta a la casa. Solo la localizo por las luces
en su exterior, casi que parece una estrella más en el horizonte.
Ninguno de los dos dice nada hasta llegar allí.
Viktor me recibe sujetando a Ebony para que pueda cargarla dentro de
la casa.
—Simone, ¿estás bien? —pregunta él, está preocupado.
—Ella está bien Viktor, gracias. —respondo con un tono severo, no
quiero que nadie le hable, mire o toque.
Simone esconde su rostro en mi pecho mientras la llevo a su habitación.
Vera corre detrás de mí, mientras susurra palabras agradeciéndole a Dios
por traerla de vuelta.
Una vez que apoyo a Simone en la cama, la cubro con mantas para que
deje de temblar.
Vera deja el botiquín de primeros auxilios en la mesita de noche y yo
camino al baño a limpiarme las manos.
Cuando salgo al cuarto, Simone tiene la mirada hacia abajo y Vera le
hace mil preguntas.
Con delicadeza apoyo mi mano en su hombro y la guío hasta la puerta.
—Pero…
—Adiós. —cierro la puerta en su rostro.
Necesito tiempo a solas.
Camino hacia Simone y empujo las mantas para quitar los pantalones,
ella atrapa mi mano en el botón del vaquero.
—Necesito ver qué demonios te pasó, ya que no abres la boca. —quito
su mano de allí y desabrocho el pantalón con movimientos bruscos.
Mientras lo deslizo por sus piernas, intento concentrarme en lo que
tengo que hacer, ignorando la braga roja que tiene y sus piernas largas.
Sobre el gemelo derecho tiene una mordedura, el animal que le haya
hecho esto tenia colmillos largos y grandes.
Chisto por lo bajo mientras observo el desastre.
Me levanto y camino al baño, no puedo tratarla todavía, esta mojada del
rocío de la noche, tiritando de frio y con una mordedura. Abro la canilla y
dejo que el agua caliente llene la bañera.
Cuando está relativamente llena, vuelvo a ella y la cargo hasta el baño.
—Necesito calentar tu cuerpo y voy a lavar la herida.
Ella asiente, algunas lágrimas se caen de sus ojos e ignorarlas es una
tarea imposible cuando se trata de ella.
—¿Por qué lloras? ¿Te duele? —abro su chaqueta y la deslizo por sus
brazos.
—Un poco. —su voz tiembla
—Entonces, ¿por qué lloras? —quito su ropa.
En ropa interior y lastimada es como la vi por primera vez, ahora está en
mi casa, en la misma condición.
—No lo sé. —responde.
Sin avisarle y con dos dedos rápidos, desabrocho su sostén. Ella se
cubre automáticamente.
No la miro.
Luego deslizo sus bragas hasta que tiene que levantar los pies para salir
de ellas.
A medida que me levanto, observo sus piernas hasta llegar a la parte
que hace que se llene de saliva mi boca.
Nuestros ojos se encuentran y trago fuertemente.
Tomo su mano y la guío hasta el agua caliente.
Su cuerpo es la fantasía de cualquier hombre adulto, sus pechos son de
tamaño mediano, su trasero tiene forma de corazón invertido, mis ojos se
detienen en las curvas de su cintura, su espalda y su cuello.
Una vez que se sienta, lleva las piernas a su pecho y las abraza,
apoyando su pera sobre la rodilla.
Luce pequeña y triste, y verla así me molesta en el maldito pecho.
Tomo la esponja y comienzo a lavarla con cuidado y en silencio. Al
cabo de un rato, no soporto mas no saber lo que está pasando dentro de su
cabeza.
—Necesito saber que te ocurrió. —me escucho como un hombre
desesperado.
—Me perdí.
Sus ojos están fijos en el agua.
—Para perderte, tienes que alejarte primero, ¿por qué te alejaste de la
casa?
Silencio.
—Simone, ¿por qué te fuiste?
—Necesitaba aire.
—¿Por qué?
—Porque me estabas ahogando. —dice y luego me mira, como si sus
propias palabras la sorprendieran.
—¿Ahogando? Si no estaba aquí.
—Precisamente.
Un dolor punzante perfora mi estómago, ¿qué quiere decir con esto?
Vuelvo a tomar la esponja, sumergiéndola en el agua y acaricio su
hombro con la misma.
—Lo siento. —susurro.
No hace falta que disimule, hice todo lo posible para alejarla, quería que
conecte con el odio y el enojo, pero solo logré que retroceda y vuelva al
comienzo.
—No es tu culpa, fue tu manera de decirme que es tiempo de irme, solo
que…
—No quiero que te vayas —observo sus pecas sobre su nariz, sus ojos
verdes sorprendidos, su boca entreabierta. —, creí que era lo que
necesitabas, pero me equivoqué.
Hay una gran diferencia entre lo que corresponde hacer y lo que es
mejor para todos. Enviarla de vuelta es lo que corresponde, no significa que
sea lo mejor para los dos. La quiero aquí, no sé si voy a ser capaz de
enviarla de vuelta a su casa.
Parece que mi conciencia no esta tan activa como pensé.
Enjuago su cabello, escurriéndolo con cuidado. El agua tiene un extraño
color, mezcla de sangre y barro.
Tomándola de la mano, la ayudo a levantarse y trasladarse sobre la
pequeña alfombra. La envuelvo con una toalla gigante. Lentamente la seco,
evitando la herida de la pierna.
—¿Dónde pasaste la noche? —dice en un susurro, sus mejillas se
vuelven rosas.
—Tengo un apartamento en Londres, lo uso cuando tengo algún evento
y reuniones presenciales a la mañana siguiente.
Ella baja la mirada y no dice más nada.
—¿Creíste que había pasado la noche con alguien? —me detengo
delante de ella y levanto su rostro para que me mire a los ojos, ella asiente
lentamente.
—¿Y eso te angustió?
No responde, solo mira detrás de mí.
¿Simone siente algo por mí? Mi corazón da un galope inesperado ante
semejante realización.
Vuelvo a levantarla y la llevo a su cama.
Tomo el algodón y el alcohol, me siento en la cama y le indico que
apoye su pierna en mi regazo para que pueda tratarla.
—¿Fue un coyote o un lobo? —pregunto mientras limpio las marcas en
su piel, ella gimotea cada vez el que alcohol toca la herida.
—No lo sé, estaba oscuro y me sorprendió, pude ahuyentarlo con una
rama. Intente caminar, pero no sabía que rumbo tomar.
Suspiro, intentando calmar las imágenes de mi mente de ella teniendo
miedo ante un peligro semejante.
—No vuelvas a irte así Simone, prométemelo. —detengo mis
movimientos, esperando por una respuesta.
—Te lo prometo.
No vocifero mis pensamientos verdaderos: De todas maneras, no va a
ocurrir, no pienso perderte de vista.
Mis cejas están juntas, mi mandíbula apretada.
—Lo siento mucho.
Cubro la herida con una gasa y la arropo en la cama.
Me levanto, abro la puerta y me retiro.
25
S IMON E DU P ON T

Prisionera: persona que está dominada por un afecto o pasión.

E n cuanto Yuri cierra la puerta, subo el acolchado hasta mi nariz y


aprieto mis ojos.
¡Qué estúpida!
Debe pensar que soy una pequeña niña que busca atención. Tengo que
irme, tengo que alejarme de esto o voy a terminar volviéndome loca,
mañana tengo que hablar con él, tengo que decirle que quiero irme de aquí
antes de que sea demasiado tarde.
La puerta se abre otra vez y me sobresalto.
Yuri entra con una bandeja.
—Quiero que tomes esto.
Un plato hondo con sopa rebalsándose aparece frente a mí.
—Yuri, de verdad, no quiero robar tu tiempo, estoy segura que después
de un día de trabajo debes estar cansado.
—Siéntate, quiero colocar la bandeja sobre la cama. —ignora por
completo lo que acabo de decir.
Deja la sopa delante de mí y se retira otra vez.
¿Qué hace?
Pocos minutos después, vuelve a entrar, esta vez usa una camiseta negra
y unos pantalones de chándal grises.
Mira de reojo la sopa, supervisando que este comiendo. Rodea la cama,
abre las sabanas y se desliza a mi lado sin decir una sola palabra. Lo
siguiente que hace es tomar su celular y comienza a leer correos.
Tomo la cuchara y comienzo a tomar esta sopa, en silencio.
Él siente que es responsable de mi persona y quiero eliminar eso cuanto
antes, pero si sigo comportándome como una adolescente no lo voy a
lograr.
Cuando termino, se levanta y retira la bandeja de mi regazo, dejándola
en el escritorio a los pies de la cama.
Cuando vuelve a la cama, se acomoda a mi lado.
—Ven, quiero darte calor. —desliza su brazo sobre mi estómago y me
arrastra hacia él sin ningún tipo de impedimento.
Me pongo de costado y Yuri sigue la silueta de mi cuerpo, encastrando
el suyo a la perfección con el mío.
—No eres solo una invitada, Simone. —dice sobre mi oído. — Creo que
a estas alturas ya sabes eso.
Asiento.
El hecho de que yo esté completamente desnuda y él completamente
vestido dice más de cualquier palabra que pueda decir. Siento su
preocupación, ¿pero me pregunto si lo hace porque es una persona de buen
corazón o por otra razón?
—Usa tus palabras.
—Sí, lo se Yuri, gracias.
—Bien, ahora durmamos, fue un día muy largo para los dos.
Quiero preguntarle si va a pasar la noche aquí o si me va a hacer
compañía por un rato, pero ya no puedo resistir más humillación. Por eso
cierro mis ojos y me concentro en el calor que siento en mi cuerpo y la
presencia de Yuri.

C UANDO ABRO LOS OJOS EL SOL ESTA EN LO ALTO .


Estoy acostada boca arriba y un brazo pesado está apoyado sobre mi
estómago. Giro la cabeza hacia la izquierda y lo veo a Yuri dormir
plácidamente.
Las cortinas están abiertas y el campo que ayer parecía terrorífico, hoy
vuelve a ser un libro de Jane Austen, solo que llueve sin parar.
Aunque la imagen más bonita de todas es la de Yuri, lo observo con
curiosidad, su boca esta entreabierta solo un poco y un ronquido adorable
sale de allí.
Como si lo hubiera llamado con la mente, abre sus ojos de hielo, se
enfoca en mí y vuelve a cerrarlos. Su brazo se sujeta con fuerza sobre mi
estómago y se acomoda más cerca.
Mi cuerpo esta tieso y mi boca sellada.
—¿Cómo te sientes? —pregunta, todavía con sus ojos cerrados.
—Mucho mejor, gracias.
Se apoya sobre el codo y sostiene su rostro con la mano.
—¿Qué me querías decir ayer?
—¿Qué?
—Vera dijo que estabas buscándome para decirme algo, ¿Qué era?
Miro hacia los pies de la cama y carraspeo mi garganta.
—Quería dejarte saber qué estoy pensando en que es tiempo ya de irme.
La mano de Yuri en mi estómago se tensa, cuando busco sus ojos, me
atraviesan y sus cejas están unidas en el centro de su frente.
—No.
—¿No?
—Eso dije, no puedes irte.
—Hace tres días que no me hablas, no quiero estar donde no me
quieren.
—Y me arrepiento, pensé que estaba haciéndote un favor, ahora me doy
cuenta que estuve a punto de cometer el error más grande de mi vida.
—Yuri…
—No estoy dándote una opción, no puedes irte. —no parece estar
bromeando, por eso mis alarmas comienzan a sonar dentro de mí.
—¿Soy una prisionera entonces?
—Sí, todavía necesito mostrarte muchas cosas, necesito más tiempo.
—¿Qué cosas?
—Las cosas que un hombre puede hacerle a tu cuerpo. —levanta su
mano y acaricia mi mejilla. — Todavía no termine contigo, algunos quizás
arruinaron tu vida, pero voy a hacer lo posible para mostrarte que no somos
todos así.
—Y-Yuri…
—Dijiste que querías una noche alocada y que salió mal, bueno déjame
mostrarte lo que podría haber salido bien. —acaricia con su pulgar mi labio
inferior mientras lo mira con deseo.
En un segundo, Yuri entierra su boca y me besa con tanto fuego que
siento que me quemo. Se mueve hasta quedar entre mis piernas. Su beso se
profundiza y sus manos no tocan nada excepto mi rostro.
Respondo gimiendo como lo hice la última vez, levanto las caderas y
ruego por mas, algo en el beso de Yuri hace que pierda control de mi
cuerpo, como si el mismo estuviera esperando con ansias por el músico a
tocarlo finalmente.
Entiende mi mensaje y lentamente comienza a descender sus manos
hasta rozar mis senos, va dejando rastros de besos sobre mi mandíbula hasta
que llega mi cuello y lo besa con la misma intensidad.
Otro gemido.
Parece que funciona como un detonante en sus oídos, porque sus
movimientos se vuelven más frenéticos y ansiosos que antes.
Arrastra su lengua hasta mis pezones y comienza a jugar con ellos,
succionando y chupándolos mientras sus manos los aprietan contra su
rostro.
Gruñe sobre mi pecho.
Yo entierro las puntas de mis dedos en su cabello, atrayéndolo hacia mí
con necesidad.
Yuri de golpe me suelta.
—Déjame probarte, Simone. —dice mientras besa mis muslos internos.
Espera por mi aprobación y luego siento su lengua en la parte más
privada de mi cuerpo y mis ojos ruedan hasta mi nuca cuando siento esta
nueva sensación.
Yuri se sujeta desde mis nalgas y entierra su rostro en mí.
—Oh Dios…—gimo, apretando la almohada sobre mi cabeza.
—No Dios, Yuri. —murmura para él mismo.
—¡Yuri! —grito mirando hacia abajo.
Me encuentro con sus ojos celestes mirándome fijamente, cuando
nuestras miradas se traban, habla sobre mi piel.
—Déjate llevar, Sim.
Sim.
Nunca me llamo así.
Una chispa se enciende.
Un remolino en mi estómago, que toma forma, algo frio, algo sobre lo
que no tengo control.
—¡Yuri! —cierro mis ojos, apretándolo con fuerza.
El remolino explota, haciendo que todo mi cuerpo comience a
convulsionar, mi boca está abierta pero no salen palabras, mis ojos cerrados,
pero veo mil colores.
—Maldición. —gime, lamiendo sus labios y mirándome con ojos
caóticos. Luce poseído, ido, fuera de control.
Instintivamente comienzo a alejarme de él, pero toma mi tobillo y no
me deja moverme del lugar.
—No termine contigo, Sim.
Escalando sobre mí, me besa, obligándome a sentir mi propio sabor,
mientras se coloca entre mis piernas, presionando su polla sobre mi cuerpo
desnudo.
—Quiero…—susurro mirando a todos lados menos a él.
—¿Qué quieres, moya lyubov? —dice una palabra en ruso que no sé
qué significa, estoy tan perdida en la excitación que no me interesa conocer
el significado.
—Devolverte el favor…
—No estas obligada a hacerlo, solo lo haces si realmente quieres
probarme.
—Sí, quiero probarte, siempre…siempre me dio curiosidad.
Yuri me estudia, intentando leer alguna trampa en mis palabras, pero no
hay ninguna.
—Está bien. —se sienta en la cama, apoyando su espalda en el cabezal.
—Pero tienes que desnudarme tu.
—Puedo hacer eso, es fácil.
Gateo hacia él y entierro mis dedos bajo el elástico de su pantalón de
chándal, deslizando hasta que su polla se libera, golpeando su estómago.
La observo por unos segundos, contemplando el tamaño.
¿Entra eso en mi boca?
—¿Ya te arrepentiste?
—¡N-no! —miento.
Yuri estira su mano y acaricia mi rostro.
—Podemos ir de a poco.
—No, dije que quiero hacerlo.
—¿Alguna vez lo hiciste? Probar otro hombre.
Niego una vez, tragando saliva con nerviosismo.
—Yo te enseño entonces. —sonríe complacido.
Desciendo mi boca y lentamente comienzo a imitar algo que vi mil
veces en las películas porno y algún que otro libro que leí a escondidas.
—Oh, maldición. —gruñe Yuri, acariciando mi rostro a medida que
subo y bajo.
—¿Estás segura que es tu primera vez? —gime. — Oh, Sim…
Creo que eso es señal de que lo estoy haciendo bien.
Cuando espío a Yuri, tiene la mirada fija en mí, el placer está escrito
sobre su rostro, puedo ver que lo disfruta al punto del sufrimiento. Muerde
sus labios y sus cejas están unidas. Su mano se traslada a mi cabeza y con
cuidado me empuja contra él, follando mi boca, hasta que golpea contra mi
garganta.
—Oh…si, Sim, mierda. —gimotea.
Mis movimientos se apuran, siguiendo el ritmo que Yuri me indica.
—Mas, más rápido. —dice entre dientes mientras me mira inmutable.
—¿Puedo?
¿Puedo? ¿A qué se refiere?
Pero cuando me doy cuenta es demasiado tarde, Yuri se viene en mi
boca, gritando mi nombre con sus ojos cerrados.
Su mano me sujeta fuertemente contra él hasta que su torbellino se
calma y comienza a soltarme de a poco.
—¡Oh! lo siento, Sim, yo—se ve completamente apenado.
—Está bien, no te preocupes. —lo digo de verdad, no fue algo que me
molestara.
Al contrario.
Tomándome de la muñeca, Yuri me arrastra sobre él, hasta tenerme a su
lado. Yo entierro mi nariz en su cuello y envuelvo mi brazo sobre su pecho,
como lo hacen en las películas, él acaricia mi cabello lentamente.
Los minutos pasan.
Una neblina silenciosa nos rodea.
—Creo que la que acaba de enseñarme eres tú, nunca nadie me hizo
venir tan rápido.
Sonrío, pero no responde nada.
—¿Cómo dormiste? –susurra.
—Bien.
—Pensé que iba a perder la maldita cabeza anoche cuando no te
encontraba.
—Perdón, nunca fue mi intención perderme.
Yuri baja la cabeza para mirarme, por eso yo la levanto.
—Siempre voy a buscarte Simone, sea tú intención o no perderte de mi
vista.
Escalofríos corren por mi cuerpo, no sé si es por sus palabras o la
seriedad con la que las dijo.
Deposita un beso en mi frente y vuelve a relajar su cuerpo.
Pero por alguna razón, la que no logra relajarse soy yo.
26
Y U R I VOLKOV

Desviación: tendencia o hábito anormal en el comportamiento de


alguien.

—K ing, cambio de planes.


¿Qué mierda estoy haciendo? Arriesgando todo
por ella, eso es lo que estoy haciendo.
Thomas King se queda en silencio ante la estupidez que acabo de decir.
No puedo dejarla ir, en el momento que ella salga de mi pequeño
mundo, va a saber quién soy. Es muy arriesgado cuando la alternativa es
perderlo todo, o eso es lo que me digo todos los días.
Estos últimos tres días fueron un maldito tormento, donde lo único que
hice fue espirarla desde la ventana como un fantasma en la mansión
embrujada y evitarla como si fuera la plaga.
Fue raro como me sentí, (solo y abandonado), cuando ella no venía a
mí, estaba dolida y lo único que hice fue empeorar todo al desaparecer.
Durante mi tiempo en Londres lo único que pensaba era que demonios
hacía, con quién y si me extrañaba tanto como yo a ella.
Todo cambio por la noche y cuando abandoné su cama hoy por la
mañana, me di cuenta que estoy absolutamente cagado. Su cuerpo tibio es
donde quiero estar, su cabello rubio alocado sobre mi pecho lucia perfecto,
sus pecas, sus ojos dormidos. ¡Dios! ¿Qué voy a hacer?
—Está bien. —finalmente dice King— ¿Quieres que haga algo con
respecto a sus hermanos?
—Todavía no, pero si te enteras algo, déjamelo saber.
—Entendido, mi recomendación es que tengas un plan para cuando todo
se vaya a la mierda, porque no te confundas Yuri, va a pasar.
—Lo sé, maldición, lo sé.
Termino la llamada y apoyo el celular sobre el escritorio, con la mirada
perdida en la nada. Refriego mi rostro con las dos manos, pero la puerta
suena y me recompongo rápidamente.
—Adelante.
Simone se asoma con una actitud insegura.
Me levanto automáticamente y camino hacia ella.
—¿Qué haces aquí? No puedes caminar. —gruño mientras me coloco a
su lado para que se apoye en mí.
—Lo sé, pero se sentía un poco solitario mi cuarto, quería preguntarte si
tienes algún libro para poder pasar el rato.
—Creo que esa biblioteca puede ayudarte. —señalo detrás de mí.
Simone nunca entró a mi oficina, como tampoco a mi cuarto hasta que
tuve un episodio de locura y la besé en mí vestidor.
Cuando enfoca su mirada en la biblioteca, sus ojos se abren
impresionados ante la inmensidad de libros. Maldición, se ve malditamente
adorable.
—Ven, son muchos pasos hasta llegar allí.
¿Me pregunto si se da cuenta que uso cualquier excusa con tal de
tomarla en mis brazos?
La llevo hasta estar frente a una de las colecciones que más me llena de
orgullo.
—Gracias. —susurra mientras desliza las puntas de los dedos sobre los
lomos de los libros.
Retrocedo para absorber su belleza mientras entierro las manos en mis
bolsillos y me apoyo en mi escritorio.
Simone tiene un vestido de verano, porque ponerse pantalones hacía que
le molestara la herida, pero como el clima está más frio, lleva una de mis
sudaderas, lo cual me hace sonreír. Su cabello cae como una cascada sobre
su espalda y antes de darme cuenta que estoy haciendo, lo estoy acariciando
entre mis dedos.
¿Qué tiene que me embelesa así? No tengo una sola respuesta, tengo
mil.
Ella voltea, extrañada por la sensación de tenerme tan junto. Tal como
un caballo sabe que es presa y el cazador está cerca. Voltea y me mantiene
en la mira, esperando a ver cuál son mis intenciones.
Desliza su lengua por sus labios, ansiosa por mi cercanía.
—Eres malditamente hermosa, moya lyubov. —susurro.
—¿Qué significa eso?
—Mi amor.
Ella se sonroja y desciende la mirada, escapando de la energía oscura
que derramo sobre ella, pero con el dedo índice levanto su cabeza.
—Mírame. —ordeno.
Con delicadeza apoyo mis labios sobre los de ella y saboreo su
presencia en mi oficina.
Simone respira con dificultad a medida que profundizo mi beso, un beso
con bozal. Creo que cuando se trata de ella, no tengo saciedad.
Simone gime cuando la empujo contra la biblioteca y la tomo entre mis
brazos.
—¿Por qué no quieres volver a tu mundo? Dime la verdad. —susurro
sobre sus labios.
No sé por qué hago esa pregunta, quizás sea porque secretamente no
quiera dejarme, pero sé que hay algo más, algo que no exterioriza, se escapa
y se esconde entre mis brazos.
—No creo que me extrañen.
Frunzo el ceño y doy un paso hacia atrás, alejándome solo un poco de
ella.
—Imposible, cualquier padre se volvería loco si su hija desapareciera.
—Sí, pero mi padre no es cualquier padre. —suspira y apoya su nuca
sobre los libros detrás de ella. Los pensamientos que está a punto de
verbalizar son demasiados pesados. — Probablemente me grite, va a buscar
las palabras más dolorosas para describir que tan decepcionado esta de mí y
como no puedo ser más parecida a mi hermana y todo ese discurso que ya
sé de memoria.
—¿Y tu hermana?
—Ella sí probablemente esté perdiendo la cabeza. —dice mientras se le
entrecortan las palabras, puedo ver cariño verdadero cuando se trata de
Margot.
—¿Y por qué no la contactas a ella?
—No lo sé. —lagrimas se acumulan en sus ojos— Lo único que sé, es
que no quiero verlos todavía.
—Entiendo, —doy un paso de vuelta hacia ella y escondo un mechón de
su cabello detrás de la oreja, deposito un beso en su cuello y le sonrío— en
el mientras, pienso disfrutarte todo el tiempo que quieras estar aquí
conmigo.
No estoy siendo del todo sincero, lo que no le digo es que pienso
aprovechar el tiempo hasta que vengan a patear mi puerta y se la lleven
lejos de mí.
—Gracias por dejarme estar aquí. —dice con su dulce voz.
Quédate para siempre, pienso, pero no lo digo en voz alta, en cambio
sonrío y entierro ese pensamiento en lo más profundo de mi mente.
—Elige el libro que quieras, puedes usar los sillones si quieres estar
cómoda.
—¿Estás seguro? No quiero molestarte si tienes que trabajar.
—Sí, estoy seguro, me gusta tu compañía, espero que no te moleste
escuchar cómo le grito a la gente.
Simone deja salir una risita totalmente encantadora y comienza a buscar
algo para leer, mientras yo vuelvo a mi escritorio.
En el momento que apoyo el trasero sobre la silla, Simone jadea de
golpe, lo cual hace que me levante otra vez.
—¿Qué ocurre? —pregunto mientras vuelvo a su lado, una vez que
estoy sobre su hombro puedo ver que observa mi colección del señor de los
anillos con las dos manos sobre el vidrio.
Voltea y me observa con ojos abiertos.
—¡¿Primera edición?!
Sonrío con orgullo.
—Sí, un regalo que me hice hace unos años.
Abro la vitrina y los tomo con cuidado.
—No puede ser…—susurra con sus manos cubriendo su boca.
—También tengo “El hobbit”, primera edición. —nunca me sentí tan
impaciente por impresionar a alguien.
—¿Puedo tocarlos?
Puedes tocarme todo lo que quieras, moya Lyubov.
—No tienes que preguntarme Sim, —extiendo el libro hacia ella.
—Mi hermano me regaló una versión, pero impresa hace algunos años
atrás. —dice mientras inspecciona el delicado libro.
Esto es otro de los placeres de mi vida que no puedo compartirlo con
nadie y verla tan anonadada por esto hace que quiera hablar horas y horas
con ella sobre algo que nos conecta.
—Nadie se impresiona con ese libro, de hecho, pocas personas saben
que lo tengo. —digo estudiando su rostro.
Ella levanta la mirada y me observa confundida.
—Claramente tienes que buscarte nuevos amigos. —sonríe.
Claramente debo quedarme contigo.
—Claramente. —digo en vez de mis pensamientos, mientras vuelvo al
escritorio y comienzo a trabajar.
Las horas pasan y Simone esta acostada cómodamente en el sillón de mi
oficina, ella lee “El señor de los anillos” mientras yo trabajo sin parar.
Tenerla aquí conmigo es algo nuevo, acostumbrado a estar cómodo en la
soledad, de golpe me sorprende como mi cuerpo reacciona con placer ante
su compañía.
De vez en cuando la encuentro espiándome por encima del libro, pero
pretendo no darme cuenta, aunque por dentro disfruto de la sensación. Es
como sentirme alto y completamente drogado, el problema va a ser cuando
comience la desintoxicación.
27
S IMON E DU P ON T

Conexión: enlace, atadura.

H oy Yuri dijo que íbamos a cabalgar. Lo estoy esperando en el


establo mientras converso con Viktor y lo veo interactuar con los
caballos.
—¿Todos son de carrera? —pregunto con mis brazos cursados sobre la
cerca de madera.
—No, solo Ebony, Fiona, Queen y Juliet. Los demás son adoptados.
—¿Adoptados?
—Sí, Yuri está en contacto constante con organizaciones donde rescatan
caballos, cuando los encuentran desnutridos o en mal estado, lo llaman a él
para que vengan a vivir aquí.
—Increíble. —murmuro para mí misma.
Yuri entonces no solo me recató a mí, es algo que extiende a los seres
vivientes que más lo necesitan. Mi corazón se agranda, generando más
espacio para rellenarlo con un nuevo sentimiento que flota en la superficie.
Uno que no pienso etiquetar.
—Sí, es un buen hombre.
—¿Quién es un buen hombre? —escucho a Yuri detrás de mí.
—No le respondas Simone —dice Viktor con una media sonrisa —, que
se le sube el ego a la cabeza.
Me rio con complicidad. Yuri se queja por lo bajo mientras camina
hacia Ebony.
—¿Lista?
—Sí, Queen ya está lista para mí. —digo acercándome a ella.
Hoy vamos a ir cada uno con su caballo, Yuri me dijo que tiene una
sorpresa para mí.
Me ayuda a subirme, mientras me sostiene con sus grandes manos, algo
que últimamente no puedo dejar de mirar, las manos de Yuri. Son
masculinas, sus uñas cuidadas, algunas venas sobresalen entre su piel y su
vello.
Una vez que nos alejamos del establo, Yuri comienza a soltarse un poco
más, jugando conmigo y con los caballos, hasta que comenzamos a cabalgar
y llegamos a la sorpresa.
A lo lejos puedo ver una pérgola blanca con una mesa debajo.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Nuestro almuerzo. —Yuri sonríe complacido.
A medida que Queen avanza, puedo ver la mesa armada con un gran
almuerzo, sillones en los costados y flores de muchos colores decorando
cada rincón.
—¿Tú hiciste esto? —pregunto sin aliento.
Yuri desciende de Ebony y camina hacia mí para ayudarme a bajar.
—Por supuesto que no, Vera fue la que dispuso de esto. —ríe mientras
caminamos hasta allí.
El lugar parece mágico, me roba el aliento y cuando poso mis ojos en
Yuri, el pecho se me aprieta en un remolino de mil sentimientos. Hoy tiene
puesto un suéter de cuello alto negro con las insignias bordadas en blanco
sobre su pecho, sus pantalones son blancos no es la primera vez que se los
veo puestos, son los que usa generalmente cuando va a ir a cabalgar.
—Es hermoso. —digo mientras me siento, Yuri se sienta frente a mí y
observa el trabajo de la señora Orlov con ojos curiosos— ¿Es una cita esto?
Me mira con sus ojos de hielo.
—Creo que fue la intención de Vera, sí. —sonríe, pero su sonrisa se
borra de golpe— la pregunta es, ¿Quieres que sea una cita?
Muerdo mis labios, conteniendo la respuesta, aunque Yuri sigue
esperándola.
—Quizás.
—Puedo trabajar con un “Quizás”, gracias por ser sincera.
Yuri destapa las fuentes delante nuestro y comienza a servirse, yo lo
imito, cargando mi plato.
Nuestra conversación es ligera y Yuri no para de sonreír ante cualquier
intento de broma que hago, hablamos de nuestra infancia, libros, música y
cuestiones filosóficas. Estamos cómodos con la presencia del otro, inclusive
cuando estamos en silencio.
—Me dijo Viktor que rescatas caballos.
Yuri asiente, me doy cuenta que, si puede evitar usar palabras, lo hace,
aunque a mí me obliga a usarlas todo el tiempo, especialmente cuando
quiere tener control de lo que estamos haciendo.
—Tengo el lugar, tengo el dinero, no es tanto trabajo. —levanta sus
hombros, desestimando completamente la caridad que hace.
—No todo el mundo que tiene esas dos variables quieren ayudar. Mi
padre tiene todo eso y lo único que hace es empeorar al mundo.
Yuri frunce su ceño
—¿Qué quieres decir?
—Mi papá fabrica armas. —digo mientras tomo un vaso de agua —El
tipo de arma que ves en la guerra o en grupos terroristas.
Es la primera vez que le digo algo tan preciso sobre mi padre, supongo
que es el efecto Yuri.
—Todos tenemos que ganarnos la vida de alguna manera.
—Sí, pero tú no andas vendiendo armas por allí, Yuri, él sí y sin
escrúpulos.
Yuri mira hacia abajo, con una mirada perdida, algo lo inquieta, solo
que no sé qué es. Espero no estar asustándolo con lo que digo.
—Nadie es puritano en los negocios, Sim, todos tenemos nuestro lado
oscuro.
Antes de responder pienso bien mi respuesta, no sé si lo que intenta
hacer es defender a mi padre o advertirme algo.
—¿Cuál es tu lado oscuro entonces?
—Eso es información para otro día. —responde, esquivando mi
pregunta.
Se levanta y camina lejos de la mesa, desplomando su cuerpo en el
sillón blanco detrás nuestro.
—Ven aquí.
Con mariposas en el estómago, me levanto y camino hacia él. Está
sentado con sus piernas bien abiertas, demostrando quien tiene el poder
aquí. Su mirada me persigue con cada movimiento que hago hasta sentarme
a su lado y aunque creo que espera que me siente más cerca de él, no
protesta.
—Yo tampoco me llevaba bien con mi padre, —dice pensativo—
intenté ser lo más alejado de lo que él representaba.
—¿Y lo lograste? —pregunto mientras coloco mi brazo sobre respaldo,
sosteniendo mi cabeza, escuchándolo atentamente.
—No.
No agrega más información, pero su mirada antártica dice que hay más
y que debo escarbar todo lo que pueda.
—Estoy segura que estas a tiempo.
—No lo creo, mi lugar en el infierno está reservado hace muchos años,
pero tú si estas a tiempo Sim. —dice mientras toma un mechón y comienza
a jugar con él.
—Después de esto, no creo que quiera verme. —rio con tristeza.
—Siempre tienes un lugar aquí.
—Si es que dejas que me vaya. —rio continuando con el chiste que hizo
antes.
—Exacto, —responde seriamente— sinceramente, no creo ser capaz a
estas alturas.
—¿Por qué?
Ya no hay juegos aquí, esto es honestidad cruda.
—Porque te hice mía sin darme cuenta.
Muerdo mis labios, sin saber qué responder, pero Yuri hace todo más
fácil cuando deposita su boca sobre la mía. Mis preocupaciones se esfuman
en el aire oxigenado del campo inglés.
Su mano se desliza en mi cintura, presionando nuestros cuerpos hasta
que los dos estamos completamente acostados en este acogedor sillón.
¿Cómo voy a poder besar otros labios cuando los de él son exactamente
los que quiero? ¿Cómo voy a poder alejarme del calor y la protección que
Yuri me brinda? No quiero pensar en el día que finalmente ocurra.
Yuri besa con brutalidad, con un corazón roto. Gruñe como animal y me
toca como si fuera de porcelana.
—Podría besarte por horas. —susurra sobre mi boca. —¿Qué me estás
haciendo, Simone?
Acaricia mi garganta con su nariz y yo envuelvo mis brazos sobre sus
hombros, abrumada por el fuego que me transmite.
Su mano se arrastra por mi pierna hasta llegar a mi trasero y aprieta.
—Voy a ser tu primero, Sim.
Mis ojos se abren de golpe con ansiedad y miedo. ¿Cómo sabe que soy
virgen?
—No hoy, no mañana, va a pasar cuando estés lista, pero va a pasar.
—Está bien. —susurro mirando a su pecho, entonces me toma de la
quijada y me obliga a observarlo.
La sesión de besos continua hasta que Yuri se aleja de mí.
—Tengo que detenerme, sino, no voy a poder frenar.
Toma un poco de distancia, camina hasta los caballos y juega con ellos
un rato, hasta que vuelve a mí y se entierra en mi boca de vuelta.
La tarde transcurre entre besos intermitentes y charlas profundas.
Cuando el sol comienza a posarse, volvemos a la casa, diferentes,
conectados a otro nivel.
Mas intimidad.
Deseo.
Sentido de pertenencia.
Por la noche miro el techo, sintiendo que vuelo sobre mi cama.
Todo lo que Yuri representa, se vuelve una tela araña que no me deja
despegar de este lugar, por primera vez alguien disfruta de mí y no espera
perfección a cambio.
¿Quién querría volver a una familia fría cuando tengo un incendio a mi
lado?
28
Y U R I VOLKOV

Impresionar: fijar por medio de la persuasión en el ánimo de


alguien.

C uando cierro mi notebook a las tres de la mañana, este es el precio


que tengo que pagar por pasar el día entero con Simone.
Valió la pena, sí, valió la pena. Cada minuto con ella se vuelve
más atrapante, intrigante y placentero. A veces quiero pedirle que deje de
ser ella, que detenga esto que provoca en mi pecho, pero me silencio
besándola por horas.
¡Ah! ¿Qué demonios voy a hacer? Estoy pisando suelo minado.
Trabajo hasta estas horas, porque mi empresa se acomoda luego de la
sacudida que fue dejar de tener la inyección de dinero constante de mi
hermano, el daño fue menor y eso me da placer.
Quiera decirle a Simone que estoy haciendo lo posible para dejar de ser
el hombre que era, quiero que sepa que me esfuerzo y que la razón principal
es ella, porque quiero impresionarla. Pero mis esfuerzos se van a esfumar,
cuando se entere de las mentiras más grandes, que se comportan como una
bola de nieve y ya no sé cómo detener.
Disfrútala mientras la tienes.
El día que se quiera ir va a llegar y ya no voy a tener más excusas para
retenerla conmigo, recluidos del mundo.
Dentro del silencio de la noche, se escuchan mis pasos caminando hasta
mi habitación y abro la puerta para encontrarme con mi cama, las sabanas
completamente estiradas, perfecta, estática y vacía.
No quiero estar solo.
Giro sobre mis talones y camino hacia su habitación. Abro la puerta con
cuidado, Simone está durmiendo, con una mano bajo su almohada y en
posición fetal.
Mis pies avanzan solos, a medida que me arranco la ropa y la dejo tirada
en el suelo. Cuando me deslizo bajo las sabanas, me escabullo cerca de ella,
envolviendo mi brazo sobre su estómago para adherirla a mí, ella hace unos
ruiditos completamente encantadores y yo entierro mi nariz en su cabello,
quedándome dormido con su perfume en mi mente.

D ESPIERTO DE LA MANERA MÁS DELICIOSA DE TODAS , BESOS DE S IMONE


dejando rastro en mi espalda descubierta. Mis piernas están enredadas entre
las sabanas y estoy rodeado de almohadas y almohadones.
—Buen día. —susurra.
Sonrío contra la almohada y con los ojos cerrados. Hasta que la arrastro
a mis brazos y beso su cuello. Cada momento a solas con ella, se vuelve
más íntimo, pero no doy el último paso, (no hasta que ella me ruegue).
— ¿Qué quieres ser cuando seas grande? —pregunto y comienzo a
reírme cuando veo la confusión de Simone.
—¡Ya soy grande! —arroja una almohada directo a mi rostro.
Cuando la quito, estoy riéndome a carcajadas.
—Veintitrés años no es grande Simone, vamos.
Achica los ojos, mirándome con recelo.
—¿Cuántos tienes tu entonces?
—Treinta y dos. —casi diez años de diferencia, maldición.
Simone abre su boca y me mira exagerando su sorpresa, por eso es mi
turno de arrojar un almohadón y en el momento que golpea su rostro la
atrapo entre mis brazos y la beso.
—En serio, ¿cuáles son tus planes? —pregunto acomodando la
almohada bajo mi cabeza.
Simone hace lo mismo.
—Lo único que disfruto es tocar el piano. —dice mirando al techo.
—Dices eso, pero tu tono suena a que solo disfrutas cambiar los canales
del televisor.
—Tengo un legado que proteger, según mi padre.
—Pero odias ese negocio.
—Si.
—No te entiendo. —gateo por sobre su cuerpo hasta que nuestras
narices casi se tocan.
—No puedo dejar a mi hermana sola con los inversionistas, cuando
aprenda el negocio—
Interrumpo.
—La vida es una sola Sim, no puedes desperdiciarla con cosas que no te
gustan, no hay tiempo para eso.
Ella me da una media sonrisa, ese tipo de sonrisas que le das a un
cachorro torpe, nadie puede mirarme así fuera de esta casa.
—Simone, hablo en serio, si tocar el piano es lo que te hace feliz,
entonces comienza una carrera en base a eso.
—Lo dices como si fuera fácil y como si no hubiera millones de
personas intentando lo mismo.
—Millones de personas no son Simone, te escucho tocar todos los días,
sé que tocas con el alma.
Esta vez sonríe con cariño.
Dejo un beso sobre su nariz y empujo a mi cuerpo a salir de la cama,
por más que lo odie. El día de trabajo debió comenzar una hora y media
atrás.

T RES VIDEO - LLAMADAS , QUINCE MAILS Y DOS CAFÉS DESPUÉS , ESCUCHO EL


piano y sonrío.
Ella está practicando.
Me levanto de mi asiento para ir a verla, cuando mi celular suena y veo
que es mi asistente.
—Señor Volkov, necesito ultimar los detalles del evento.
—¿Evento? ¿Qué evento? —me siento otra vez y abro mi calendario, no
recuerdo ningún evento próximo.
—El evento anual que organiza en su casa, la gala benéfica que auspicia
la empresa.
¡Oh! ¡Demonios! Olvide la gala por completo.
Presiono mis cejas con las puntas de mis dedos, mientras pienso en
Simone y en toda la gente que va a venir ese día.
¡Mierda! No puedo llevar a cabo ese evento, ¡no aquí!
—Solo quería informarle que esta todo encaminado, las reservas están
listas y las invitaciones enviadas, lo único que necesito ultimar con usted es
la ejecución de los pagos, acabo de enviarle por correo todos los servicios
para que los apruebe.
¡Mierda!
Abro mi casilla de correo y allí esta, solo un botón aprobando todo.
—Quier—
—Oh, el 80% de los invitados ya están confirmados.
¡Ahh! ¡Quiero estrellar el celular contra la maldita pared!
—Ya entendí, luego lo apruebo, ¿algo más?
—Eso es todo por hoy.
Corto la llamada sin decir nada, porque si habría mí boca iba a
despedirla y no es su culpa que sea un maldito encubridor.
Quizás Simone no esté aquí para cuando llegue la Gala o quizás las
detesta tanto que prefiere mantenerse en su habitación toda la noche.
No está todo perdido, debo recordarme.
El piano sigue sonando y ahora no me complace como antes, ahora me
hundo en culpa y odio propio.
Decido sumergirme en trabajo toda la tarde, ver a Simone no es una
opción, si ella no puede ver la mejor versión de mí, entonces prefiero
esconderme.
¿Desde cuándo me interesa como me ve la gente?
Pero todos sabemos que Simone no es “Gente” y que su opinión me
importa más de lo que me gusta admitir.
Cuando mi estómago gruñe de hambre, salgo de mi oficina, caminando
con decisión hacia la cocina, con suerte Simone ya comió y no tengo que
enfrentarla ahora.
Me detengo de golpe.
El sonido del piano continua y cuando miro mi Rolex veo que son las
once de la noche. Apoyo mi cuerpo en la puerta de la sala de dibujo y
escucho el lamento de Simone.
Ella toca con tristeza cruda y es tan evidente que está dañada que me
duele el alma. Cierro los ojos y los comprimo, intentando contener la
desesperación por ayudarla. Quiero socorrerla, ser su salvador, quiero ser la
razón por la cual quiera mejorar, como ella me provoca a mí. Quiero
protegerla de esa familia que la trata como un estorbo, quiero que este aquí
siempre.
Lo quiero todo.
—Maldición. —se escapa de mi boca, ante semejante realización.
29
S IMON E DU P ON T

Complacencia: satisfacción, placer y contento que resulta de algo.

L o siento escabullirse bajo mis sabanas y sostenerme cerca de su


cuerpo. Su agarre no es sexual, es más bien protector y posesivo.
Tentador (y peligroso) para alguien quien no recibe este tipo
de protección o atención si lo pienso mejor.
Algunas horas pasan y no puedo dormir, al contrario de Yuri que está
completamente relajando entre almohadas blancas mullidas y acolchados
gordos.
Lentamente me muevo, saliendo de las sabanas tibias, deslizo mis pies
fuera de la cama y cuando estoy por irme, Yuri me sostiene de la muñeca
con fuerza.
Con ojos cerrados pregunta:
—¿A dónde vas, moya lyubov?
—No puedo dormir.
—Bueno —dice abriendo los ojos y apoyando se espalda en el cabezal
de la cama—, no durmamos entonces.
Su cabello esta alborotado, sus ojos un poco hinchados y más hermoso
que nunca.
Sonrío hacia él, cuando arrastra mi cuerpo a la cama otra vez. Apoyo mi
cabeza sobre su pecho y el acaricia mi cabello con delicadeza.
—¿Por qué no puedes dormir?
—No lo sé —respondo rápidamente. —, pero tú si puedes, duerme un
poco más.
—No quiero dormir si estas despierta y marchando por ahí, voy a
disfrutar cada momento que pueda contigo.
Maneja mi cuerpo, colocándolo de costado y me abraza fuerte,
dejándome sentir la dureza que tiene entre las piernas.
Un cosquilleo aparece en la base de mi estómago, junto con ansiedad y
excitación. Al cabo de un rato de silencio, volteo y lo enfrento.
Yuri me observa, esperando que diga algo. Pero lo único que hago es
apoyar mis labios sobre los de él y deja que lo bese, sin mover un solo
centímetro de su cuerpo. Sus labios son suaves y tibios. Dulces y tranquilos,
como si supiera que necesito mi tiempo para explorarlos, para entender que
si lo que estoy por hacer es lo que quiero realmente. Deslizo mi lengua
entre sus labios, algo despierta la quietud y una fuerza devuelve el beso con
desenfreno. Escala sobre mí y besa mi cuello como si fuera la última
reserva de agua en el planeta.
Nuestras respiraciones se vuelven difíciles de manejar, creo que los dos
sabemos qué queremos del otro y que va a pasar en los próximos minutos.
—Yuri. —jadeo.
Quita mi camiseta y luego la de él, arrojándola lejos de nosotros.
—¿Sí? —se zambulle en mis pechos y los besa cómo besaba mis labios
hace menos de un minuto.
—No quiero esperar más.
Se detiene.
—¿Qué?
—Dijiste que ibas a ser mi primero.
—Sí, pero, yo…—sus ojos se enfocan moviéndose de un ojo al otro. —
No necesitas apurarte.
—Esperé toda mi vida ya y quiero estar contigo.
Su rostro afligido comienza a disiparse y una sonrisa surge en esa boca
tan perfecta que tiene.
Juega con mi ansiedad, tocándome y sintiéndome en lugares que nunca
nadie tocó en mi vida. Cuando desliza sus dedos por debajo de mi braga,
muerde su labio y me mira como si fuera un espejismo.
Esa mirada sola hace que me sienta empapada por él.
—Voy a empezar de a poco, Sim. —murmura sobre mi boca y cuando
termina desliza su lengua por mí labio inferior— Uno.
—¿Uno?
De golpe un dedo entra en mí y entiendo a lo que se refería, juega con
él, entrando y saliendo de mí.
Ahora entiendo de lo que hablaban los libros, es muy difícil razonar
cuando tu cuerpo experimenta placer extremo.
—Dos.
Abro los ojos y lloriqueo solo un poco mientras Yuri me penetra con dos
dedos. Mira fijamente mis ojos que están pidiendo perdón por todos mis
pecados.
Quiero gemir a los gritos, pero tengo miedo que la señora Orlov nos
escuche al pasar.
—Maldición, ruborizada eres aún más hermosa, Sim. —su voz ronca
suena cargada de deseo.
Deslizo mis brazos por sobre sus hombros y lo atraigo a mí, besándolo
con el ardor desmedido que me hace sentir.
¿Acaso todos sienten esto cuando están con alguien? Si es así, ahora
entiendo porque todo el mundo está obsesionado con el sexo.
—Tres. —susurra.
—¡Oh! —grito sintiéndolo dentro de mí.
—Dios, Sim, estas empapada. ¿Quieres que te tome aquí y ahora?
Asiento.
—Dame tus palabras.
—Sí, si.
Una sonrisa siniestra se desarrolla en su boca.
—Escucharte rogar me enciende como la mierda.
Yuri se levanta de la cama y camina hacia la puerta.
—No te muevas ni un centímetro, ya vuelvo. —abre la puerta y espía
hacia un lado y hacia el otro del corredor, cuando está seguro que no hay
nadie, sale corriendo.
Segundos después aparece con un condón en su mano, cierra la puerta
con un fuerte sonido y lo rompe con sus dientes. Con seducción sube a la
cama y me rodea, apoyando sus codos al lado de mis orejas.
—Voy a empujar, tu me dices si necesitas que pare, ¿está bien?
Asiento, pero rápidamente agrego.
—Si. —antes de que pida mis palabras otra vez.
Yuri se empuja a sí mismo y puedo sentir como va llenando mi interior.
—¿Estas bien? —pregunta con desconfianza.
Debo tener una expresión difícil de distinguir, entre placer y dolor al
mismo tiempo, porque nunca lo vi tan indeciso a Yuri.
—S-sí, estoy bien. –sonrío.
Más tranquilo, se arrima a mi boca y me besa con lentitud, mientras
entra y sale de mi cuerpo con el mismo ritmo lento y pausado que lleva su
cuerpo.
—Oh, Dios, –gime.
Me siento llena y poseída por él. Yuri está en cada rincón de mi cuerpo,
lo siento en todos lados, mi piel, mi interior y mi mente.
—Simone, mírame a los ojos. —gruñe con una voz ronca. — Quiero
que cada vez que estés con algún idiota en el futuro, recuerdes el rostro del
ruso que tomó tu virginidad.
No hay risas, no es un chiste lo que está diciendo. Yuri luce decidido,
serio y posesivo, sin ser engreído y eso es lo que más amo sobre él, no
necesita publicitar alguien que no es, como el resto de los hombres con los
que me encontré en mi vida.
Yuri es real y no necesita fingir nada.
Es control, entereza, altura y sobriedad.
Es generosidad, dulzura y es todo.
Desliza un dedo en el punto más sensible de mi cuerpo, mientras sus
embestidas se vuelven eufóricas.
—Sim, dime que estas por venir, no puedo aguantarlo más. —dice entre
dientes.
No llego a responder, un orgasmo me arrebata cada célula de mi cuerpo,
haciendo que se paralice en el delirio más agonizante que sentí en mi vida.
Yuri me atraviesa con ojos poseídos, mientras me observa venirme,
segundos después, él es el que pierde el control de su cuerpo, abrazándome
fuerte contra él, vierte todo dentro de mí.
Agitado y escondido en mi cuello, me da besos donde sea que pueda.
—Gracias. —suspira.
Lo cual me hace reír.
—¿Gracias? ¿Por qué?
Sale de ese rincón que tanto le gusta y con seriedad contesta.
—Por darme algo tan preciado.
30
Y U R I VOLKOV

Amenaza: delito consistente en intimidar a alguien con el anuncio


de la provocación de un mal grave para él o su familia.

E ncuentro un poco de sangre, por eso preparo un baño para


Simone. Sé que vamos a tener muchas sesiones más como esta y
necesita recuperarse.
Cuando vuelvo a la habitación, todavía está en la cama, sonrojada y
bien follada, como fantaseé durante todo este mes que la tuve en mi casa, lo
cual me hace sonreír como un idiota.
—Esta es la parte donde debes levantarte, Sim. —camino hacia ella y
dejo un beso en su frente— ¿Estas bien?
—Si. —sonríe juguetonamente y siento que se me abre el pecho.
Maldición, esta mujer está haciéndome sentir cosas impronunciables.
—Vamos. —quito las sabanas del medio y la levanto de la cama.
Cuando la deposito en el agua la observo mientras su cabello rubio flota
a su alrededor. Me siento en el borde de la tina y apoyo mis codos en mis
rodillas.
—¿Tú no vienes?
—No confío en mí ahora mismo y tú tienes que recuperarte. —no estoy
mintiendo, Simone es sinónimo de falta de autocontrol.
No sé si irme y dejarla sola con sus pensamientos o quedarme y
demostrarle que esto no fue solo una follada para mí.
—¿Qué tienes? —pregunta.
—No sé si prefieres mi compañía o no.
Sonríe.
—Estoy bien, me sentí bien, ve tranquilo.
—¿Segura?
—Sí, ve. —arroja un poco de agua a mi rostro.
—Ah, ¿así es cómo quieres que sea? —respondo sonriendo como ella.
En un salto me meto en la profunda bañadera y comienzo a mojarla
tirando salpicaduras hacia su dirección.
Los dos reímos como adolescentes, hasta que la atrapo entre mis manos
y la siento sobre mi regazo.
Besar esos labios rosas es una de mis actividades favoritas.
Simone me abraza envolviendo sus brazos y piernas en mí, jugando con
la proximidad de nuestros cuerpos.
—Me estas llevando al límite. —advierto mordiendo su labio inferior.
—Oh, lo siento Yuri. —retrocede con una mirada picarona, hasta estar
en el lado opuesto.

D UCHA FRÍA , ROPA NUEVA Y ESTOY LISTO PARA ENFRENTAR MI DÍA .


Me siento liviano por primera vez en años.
Contento.
Feliz.
Simone.
Salgo silbando para mi oficina y paro.
Escucho una conmoción abajo, Vera está a los gritos. Salgo corriendo,
bajando las escaleras lo más rápido que puedo y me detengo en seco antes
de llegar hasta el último escalón.
La sangre se hiela.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, presentándote en mi hogar?
Estoy apretando los dientes, mis puños están cerrados y mi corazón
palpita como un neurótico.
Termino de bajar y me coloco frente a frente con mi hermano.
—¡No me atiendes el maldito teléfono! —grita como un nene
caprichoso.
Sin perderlo de vista, le hablo a Vera directamente.
—Ve arriba, no salgan hasta que yo lo diga.
No hace falta aclarar, ella sabe quién me refiero.
Mi hermano me mira fijamente, curioso por el ataque de ira que siento.
Abre la boca para seguir acusándome, pero levanto mi dedo índice,
silenciándolo por completo.
Estoy esperando a que Vera se vaya, hasta que no la escucho subir las
escaleras, caminar hasta la habitación de Simone y cerrar la puerta no
vuelvo a respirar.
—Sabes que no tienes permitido venir.
—¿Estas avergonzado de tu hermano?
No respondo esa pregunta, él sabe que si lo estoy.
—¿Qué quieres Alex? Se concreto, tengo un día ocupado.
Lo único que tengo que hacer es sacar a mi hermano de aquí antes de
que lo vea Simone o peor, que mi hermano la vea a ella y sepa lo que hice a
sus espaldas.
—Te dije que quiero volver a hacer negocios.
—Y yo te dije que no estaba interesado, es más, creo que las mil
llamadas perdidas son un mensaje claro.
Alex sonríe y camina hacia el sillón del living, demostrando que mi
autoridad se la pasa por el culo. Cuando se sienta, apoya sus brazos sobre el
respaldar del sillón, sintiéndose como en su casa.
—Vamos Yuri, no seas así, sabemos que tenemos un carácter fuerte los
dos, tuvimos un arrebato en el momento, ahora en frio tenemos que pensar
cuál va a ser nuestro siguiente paso.
Camino hacia el sillón y me detengo justo frente a él.
—No fue un arrebato, dije que no iba a participar y dejaste en claro que
no me precisabas, ahora es tarde Alex, vete de mi estancia.
—¿A quién tienes escondida arriba, Yuri?
Tengo que pelear la furia que siento dentro, la frustración, el miedo.
Estas emociones están destruyendo todo a su paso.
—¿De qué demonios estás hablando? —cruzo mis brazos.
—Bueno, las noticias vuelan y alguien me contó que Bonelli apareció
muerto en su mansión junto con cada integrante de su finca, la única que no
fue vista por ningún lado fue la misma mujer que viste en mi casa. ¿Te
gustaría explicarme?
—¿Qué quieres que te explique? Tú eres el experto en los negocios
sucios.
—Oh, vamos Yuri, —se levanta y comienza a inspeccionar la casa,
mirando cada rincón— vi cómo te brillaron los ojitos cuando la viste, si la
querías solo para ti, solo tenías que decirlo.
Gracias a Dios estamos hablando en ruso, porque estoy seguro que
Simone puede oír nuestros gritos del comienzo, solo espero que no
reconozca su voz.
Lo sigo con la mirada y rápidamente repaso la habitación, buscando
cualquier rastro de Simone que mi hermano pueda encontrar. Ella es una
persona ordenada, no hay nada en este lugar que diga que esa mujer ahora
vive conmigo, excepto mi pecho a punto de explotar.
—¿Me estás diciendo que alguien la rescató? —pregunto, haciendo el
esfuerzo de mostrarme poco interesado. — Te estás volviendo descuidado,
Alex.
Se ríe por lo bajo.
—Puede ser, será que tengo que concentrarme en un nuevo aspecto del
negocio, tengo que lidiar con agrupaciones interrumpiendo mis envíos y en
sobornar a la policía, ¿sabías que las autoridades de los Estados Unidos son
difíciles de sobornar? Debería haberme quedado en Latino América.
¿Agrupaciones? ¿De quién habla? ¿Será la hermana de Simone?
—No sé porque me cuentas todo esto, te dije repetidas veces que ya no
somos socios.
—Hermano…
—No, Alex, deja de rogarme como una novia necesitada, dije que no.
Eso borra su sonrisa socarrona y su actitud de ganador en menos de un
segundo. Camina hacia mí y se coloca justo frente de mi nariz. Intenta
intimidarme, esta es la última estrategia que tiene.
—Ya no estoy preguntando amablemente, te estoy diciendo que voy a
enviar el dinero hoy mismo a tu cuenta, espero que lo comiences a procesar
sino…
—Sino, ¿qué? —gruño.
—Los medios van a estar escuchando mi voz pronto, no solo van a
saber quién eres de verdad, sino que van a conocer el paradero de tu
pequeña muñeca.
Mis músculos se ponen rígidos y frio corre por mi espina dorsal.
—Oh, ¿qué es lo que veo allí? —pregunta— ¿Es miedo?
—Es asco. —lo corrijo.
Mi hermano coloca una mano sobre mi hombro y me mira directamente
a los ojos.
—No te preocupes hermano, nada va a salir mal, ah y es un gusto hacer
negocios contigo otra vez.
Sin decir más, camina directo a la puerta de entrada.
—¡Salúdala de mi parte Yuri! —grita sobre su hombro antes de pegar el
portazo.
Escucho el auto moverse por la graba de la entrada y hasta no ver a
Viktor frente a mí no me muevo del lugar donde estoy parado.
—¿Quieres que haga algo? —susurra— tengo la escopeta a mano.
Deposito mis ojos sobre él.
—Gracias, pero esto es algo que se soluciona sin armas.
—¿Cómo entonces?
—Moviendo las piezas de ajedrez.
Escucho los pasos bajar por la escalera y tengo miedo de voltear y ver la
desilusión de Simone, cuando finalmente volteo solo es Vera.
—¿Lo vio? —pregunto en ruso.
Ella asiente.
Maldición.
31
S IMON E DU P ON T

Traición: falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad


que se debe guardar o tener.

L os gritos de Yuri del otro lado de la puerta me hacen llorar más


fuerte que antes.
—Por favor, ¡déjame explicarte! —ruega.
Puedo visualizarlo con el puño cerrado, golpeando la puerta trabada, los
ruidos son violentos y nerviosos.
Cuando la señora Orlov entró al cuarto, yo estaba bañándome, dijo que
estaba cambiando las sabanas, lo cual me dio apuro, porque no había
mirado si había sangrado o no. Cuando salgo, la encuentro apoyada sobre
de la puerta, escuchando un griterío.
—¿Qué está pasando? —susurré sin saber por qué, perece que debemos
quedarnos en silencio.
Cuando apoyé la oreja, escuché a Yuri gritar palabras imposibles de
descifrar. La única vez que lo escuché hablar en ruso fue aquella primera
vez que nos vimos.
—No lo sé. —murmuró, pero su rostro lucía preocupado.
Los minutos pasaron y las voces se volvían calmas y distantes.
Escuché un portazo, corrí hacia la ventana para ver el rostro del hombre
que sacó de las casillas a Yuri y…
—¡No! ¡Espera! —gritó ella.
Pero era demasiado tarde.
Entendí porque Yuri gritaba como el primer día que lo vi, estaba
hablando con la misma persona.
Todavía no puedo quitar el frio que sentí en el momento que lo vi, el
miedo que sentí porque mi primer pensamiento fue:
Vino a recolectarme.
—Necesito estar sola. —digo por lo bajo a la señora Orlov.
Ella responde sumisamente, en el momento en el que se va, cierro la
puerta con traba.
Eso fue hace media hora aproximadamente. Ahora estoy sentada a los
pies de la cama, escuchando desesperación en la voz de Yuri.
—¡Vete! —grito.
¿Cómo pude olvidarme de todo? ¡Claro que trabajaba con Ivanov!
¿Cómo no lo vi antes?
—Simone, solo dame cinco minutos, déjame explicarte.
—¡Ya te di demasiado Yuri! —grito apretando el colchón bajo mis
dedos— ¡vete!
No puedo creer que tan solo media hora atrás, me sentía extasiada de
Yuri, me sentía valorada, querida, sexy, todo lo que Yuri me hace sentir
cuando está conmigo.
Maldición, ¡acabo de perder mi virginidad con alguien que trabaja con
Ivanov! ¡Y por voluntad propia!
—No digas eso, por favor. —se lamenta sabiendo bien a lo que me
refiero. — Solo cinco minutos.
—No.
Silencio.
Creo que Yuri finalmente desiste, pero comienza a hablar otra vez.
—No trabajo con él, Simone, tienes que creerme.
No le creo nada, él mismo dijo que tuvo que hacer cosas no tan éticas
para sobrevivir, la respuesta estuvo siempre allí, solo que fui tan ingenua
que nunca la vi.
—¡No quiero escucharte Yuri! Vete, necesito estar sola, ¡al menos dame
eso!
Silencio otra vez.
—Está bien, —murmura al lado de la puerta— está bien, pero volveré
Sim, necesitamos hablar.
¡Ah! ¡Solo vete de una vez!
El silencio se extiende por un periodo largo de tiempo, relajo mis
hombros y dejo caer mi cuerpo en la cama.

C UANDO ESCUCHO SU RONCA VOZ OTRA VEZ , YA ES DE NOCHE . Y SÉ , POR LA


hora y mis espiadas por la ventana, que estamos solos en la casa. La Señora
Orlov se retiró hace una hora aproximadamente.
—Sim, abre por favor.
—No.
Suspira.
—Bueno entonces, hablare de todas maneras. —escucho un golpe en la
puerta y luego el sonido del suelo de madera.
¿Se sentó a los pies de la puerta?
—Solía hacer negocios con él, sí, por eso me viste ese día, —confiesa—
fui a conocer su nueva propuesta de trabajo y cuando me presentó a ti…
Sim, no pude soportarlo, tienes que creerme.
—Nada de lo que hace es correcto, no pretendas enterarte ahora. —miro
fijamente a la puerta, con una valentía que sé que no tendría en caso de
tenerlo frente a mí.
—Lo sé, no todo lo que hago es correcto Sim, eso te lo dije ya, no soy el
caballero de la armadura reluciente, no me pongas en un papel que no soy.
Silencio cae entre los dos otra vez.
Puede ser que yo haya decidido otorgarle cierto estatus en mi mente,
¡pero eso no me quita el derecho a enojarme por hacer negocios con él!
—¿Traficas mujeres?
—¿Qué? ¡No! Sim, tú me conoces bien, sabes que no sería capaz.
—No Yuri, no te conozco en absoluto y ahora que lo pienso bien, tiene
sentido, Ivanov me presentó ante ti como mercadería nueva y luego tú me
recolectas de ese lugar. ¿Planearon todo esto desde el principio para que me
en…? —cierro mi boca.
—¿Tu qué?
¿Para qué me enamore de ti?
Esas son palabras que no pienso decir nunca.
—¿…Para que me sienta cómoda en Willow Hall? —ahh, no sirvo para
mentir.
—Sim, abre la puerta.
Oh-oh.
— ¡No!
—No me hagas abrir, Sim. Quiero que me abras tú.
—Yuri, no te atrevas, ¡no quiero verte!
Escucho llaves moverse y corro a la puerta, empujándola con mis dos
brazos.
—Simone, quítate, voy a abrir y si no te mueves voy a lastimarte.
—Bueno, no abras y no me va a pasar nad—
Abre la puerta rápido y me atrapa en el aire para alejarme de allí.
¿Cómo demonios hizo eso?
Yuri luce muy mal, sus ojos irritados y su cabello revuelto. Todo lo
opuesto a lo soberano
que suele lucir.
Algo en mi debe detectar, porque estudia mi rostro con detenimiento,
¿exhibiré rastros de estrés también?
—Sim…—es más un gemido o una súplica.
—No, ¡vete!
—¿Qué ibas a decir? Dime la verdad. —camina hacia mí y yo retrocedo
cada paso que el avanza.
—Dije exactamente lo que intentaba decir.
—¡Mientes!
Llego a la cama y me caigo cuando mi tobillo toca el marco. Ahora Yuri
esta frente a mí, con ojos encendidos y una respiración entrecortada.
—Yuri…
—No, no puedes ocultarme semejante sentimiento, ¡usa tus palabras y
dilo!
Lagrimas asaltan de golpe, por la frustración y el miedo de expresarme,
de decir en voz alta que me enamoré de alguien como él.
—No…—bajo la mirada y se agacha frente a mí.
—Por favor, necesito escucharlo. —susurra mientras esconde un
mechón tras mi oreja.
—No me hagas decirlo, por favor, no me humilles más de lo que ya me
siento.
—¿Humillarte? Sim, nunca haría algo así, pero necesito saber que pasa
por tu mente, antes de decir una locura.
Eso roba mi atención y me enfoco en sus ojos celestes, hay algo detrás
de ellos, algo que ninguno de los dos se anima a decir en voz alta.
—Ya lo sabes, no me hagas decirlo Yuri. —ahora mi llanto se vuelve
feo y descontrolado.
—Entonces lo voy a decir yo.
—¿Qué? no, por favor, no lo digas. —ruego, no voy a poder escucharlo.
No me escucha, comienza a hablar y como un hechizo, me hipnotiza
entre bellas palabras y una voz gruesa.
—Sim, fui en contra de todo para buscarte, contraté mercenarios y te
robé de ese hombre sin culpa, porque sabía que eras mía, tú también lo
sabias, desde que nos vimos por primera vez en ese lugar, sé que lo sentiste.
Sabía que ibas a ser mi perdición, sabía que me iba a enamorar y lo hice de
todas maneras.
Lo dijo.
—Yuri, yo…
—Entiendo que no quieras decirlo, pero quiero que sepas que esto
nunca fue planeado, nada de todo lo que pasó entre nosotros lo fue,
maldición, sé que tu familia debe estar desesperada buscándote, pero soy
demasiado egoísta, te quiero para mí solo.
Sus manos se deslizan por mi pierna, se detienen en mi cadera y apoya
su frente contra la mía. Estiro mi mano y acaricio su mejilla casi
inconscientemente, se siente rasposa por la barba de dos días que tiene.
Yuri cierra los ojos, como si mi tacto lo angustiara, como si pudiera
sentir el remolino en mi corazón.
Antes de saber qué estoy haciendo, lo beso con angustia, excitación,
odio, amor y miedo. Y Yuri reacciona rápido, escalando para terminar
encima de mí, encerrándome en una jaula entre su pecho y el colchón.
Devuelve el beso hambriento, con brutalidad y dolor.
Mis lágrimas mojan su rostro, pero a Yuri no le molesta, está muy
enfocado en besar con devoción, con un amor insaciable.
—Sim, no vuelvas a dejarme afuera. —gruñe mientras toma mi rostro
entre sus grandes manos. —nunca me dejes afuera de tu mente.
Niego con la cabeza y esta vez no demanda por mis palabras
Quita mi ropa y la de él en menos de un segundo, besa mi cuerpo, lo
venera, lo maneja como si fuera propio y así se siente. Ya no tengo
restricción cuando se trata de este hermoso hombre delante de mí.
Ya perdí esta batalla.
Muerde, succiona y toca cada rincón de mi cuerpo, da placer sin esperar
nada a cambio, sin demandar cosas de mi.
Nunca se desliza dentro de mí, no me toma sin control. Por un lado,
estoy aliviada, no estoy segura de soportar presión allí después de tan poco
tiempo de recuperación, pero por el otro lado, quiero sentirlo dentro de mí.
Sus codos están a la altura de mis orejas, su mirada de hielo me trasmite
algo que estuvo restringido antes.
Amor.
Amor puro y real.
—Duerme Sim. —susurra—mañana tenemos todo el día para nosotros.
Se levanta y se aleja de la cama.
—¿A dónde vas? —susurro, no quiero que piense que estoy desesperada
por él, pero lo estoy.
—A darme una ducha fría, no voy a poder dormir con esta erección. —
sonríe y me muestra en qué estado está.
Me tapo con la sabana y finalmente rio, dejando salir la presión que
sentí hace unas horas por creer que el mundo se me caía a pedazos.
32
Y U R I VOLKOV

Sentenciar: destinar o pronosticar un final generalmente funesto.

L a luz de la mañana entra por la ventana y veo a Simone


durmiendo plácidamente a mi lado, abrazando la almohada.
Yo miro el techo, como si la respuesta de todos mis males
estuviera escrita allí. La culpa y la angustia no me dejan dormir.
No es justo para Simone lo que estoy haciendo, pero ¿qué otra opción
tengo? Ya es muy tarde, mi corazón ya está encantado con ella, dejarla ir ya
no es una opción, no lo fue desde el principio.
Anoche me escabullí en mi habitación y lo llamé a King.
—Sé que mi hermano tiene enemigos en los Estados Unidos, quiero que
conozcan su locación.
—Conozco a alguien que lo busca, podría hacer algo al respecto.
—Hazlo.
Por esa razón me la pasé toda la noche pensando en lo que acababa de
hacer. Literalmente decrete sentencia de muerte a mi hermano.
¡Hermano!
Estas son las acciones de un hombre desesperado, mi nombre está en
juego, perder a Simone está en juego, solo encontré una solución.
Busqué diferentes salidas, iniciativas y en todos los escenarios nadie
gana, todos perdemos (especialmente mi hermano).
—Buen día. —Escucho su dulce voz.
Dejo de mirar el techo y me enfoco en ella. Sus pecas por la mañana
siempre resaltan, puede ser que sea porque dejé de notarlas durante la
noche, pero cuando aparecen frente a mí, sonrío, porque son encantadoras,
son Simone.
—Buen día, hermosa. —susurro, pasando un brazo por debajo de su
cuello.
—¿Hace mucho que estás despierto?
Nunca me dormí.
—No, solo un rato. —la mentira sale fácil de mi boca y me odio por
eso.
Dentro de mis largas horas de insomnio, resolví que hoy voy a
dedicarme a Simone, (más de lo que venía dedicándome) cancelé mis
reuniones, le avisé a mi secretaria que no voy a estar disponible hoy y pensé
todo un día de actividades que podemos compartir.
Lo cual me recuerda que necesito a Vera en su casa y lejos de aquí.
Necesito privacidad, tiempo y Willow Hall despoblado de los ojos curiosos
de la mujer que me crio.
Beso la frente de Simone y me levanto de su cama. Creo que es hora de
mudarla a mi habitación, la cama es más grande y…bueno no se me ocurre
otra excusa.
—Vístete, voy a hacernos el desayuno.
Una vez que termino de preparar la comida y de escribir a Vera y a
Viktor para que se tomen el día, Simone baja vestida con mis ropas.
Una sudadera que le llega a la mitad de los muslos y pantalones cortos,
sé que debe tener frio, pero mi polla se retuerce con posesión por verla con
mis ropas.
Las amantes que entraron y salieron de mi cuarto como un desfile de
modelos sabían muy bien que mi tiempo era limitado, no buscaba pareja,
nunca lo hice en realidad y no compartía mi ropa, cuando me pedían alguna
camisa o camiseta para cubrir sus cuerpos, simplemente evitaba la
situación. Porque sé muy bien lo que significaba.
Pero ahora con Simone…
Todo con ella es distinto, lo que antes era una regla prohibida, ahora es
mandatorio y lo que le huía ahora corro hacia ello. Gracias a la magia de
Simone supongo.
Cuando la tengo cerca, deslizo mis brazos por su cintura y la atraigo
hacia mi pecho, colocando mi mentón sobre su cabeza.
—Tenemos la casa para nosotros hoy. –digo depositando un beso en su
cabello.
Sonríe.
—¿Qué significa eso?
—Que, si quiero tomarte arriba de la mesa como desayuno, lo voy a
hacer.
Una risita se escapa de sus labios y aprovecho para besarlos, los dos
gemimos ante el tacto del otro. Cuando termino de probar su boca, le doy
una nalgada cariñosa y la llevo hasta la mesa, donde espera el desayuno.
Charlar con Simone siempre es fácil y fluye con naturalidad, claramente
tuvo una educación muy superior, porque no hay ningún tema que la deje
fuera de una conversación. Meramente hablamos de los libros y el amor que
compartimos por las historias de Tolkien, pero sus ojos brillan solo cuando
habla de su piano y de cómo la hace sentir.
Escucho sus anécdotas y sonrío, me cuenta como le pidió a su profesor
que le enseñe Jerry Lee Lewis, solo para molestar a su madre, pero que en
realidad Chopin era su predilecto. O como pretendía necesitar más clases de
piano, solo para poder escapar de la madre por algunas horas, ella ríe
mientras relata esto, siento que no le pesa como le pesaba hace un mes atrás
y verla feliz me hace feliz a mí y eso es un sentimiento que nunca sentí en
la solitaria vida de mi hogar.
Todavía no le dije que concreté una entrevista con alguien que trabaja
en la sinfónica de Londres, un hombre que conocí en un evento hace
algunos años, Adam usualmente es el que se encarga de llevar a cabo los
eventos de la sinfónica, le dije que tenía una mujer muy prometedora y lo
invité al evento para que la conozca.
Cuando terminamos de desayunar, levantamos los platos y antes de que
Simone pueda escaparse de mí, la siento sobre la mesa.
—No estaba bromeando cuando dije que te quería sobre la mesa. —la
siento en la cabecera, con un dedo abro sus piernas y me siento en la silla,
listo para mi festín.
En respuesta ella muerde sus labios, haciéndome sentir un salvaje a
punto de comer su primer plato después del invierno.
Beso por sobre sus pantalones cortos justo sobre el centro de su cuerpo,
molestándola con mi nariz. La empujo hacia atrás y la acuesto sobre una
mesa de cinco mil dólares.
Valió cada centavo.
Lentamente deslizo los pantalones cortos y encuentro que no lleva ropa
interior.
—¿Quieres matarme de felicidad, moya lyubov? —murmuro besando
sus muslos internos, mis ojos fijos en su rostro.
—Quizás. —responde, sus ojos miran mi boca, viendo como me acerco
centímetro a centímetro a su hermoso coño.
Deslizo mi lengua sobre sus pliegues una vez, no mentí cuando dije que
iba a ser mi desayuno. Relamo sus labios, chupando toda su esencia,
succiono, trago y vuelvo a empezar.
Los gemidos de Simone son como un placer doloroso, ella toma mi
cabello y empuja para que le dé más placer.
Con gusto.
—¡Yuri! —grita mi nombre.
Abro más sus largas piernas.
Lamo más profundo.
Mi lengua la penetra.
Simone aprieta sus piernas, mientras canta mi canción preferida: mi
nombre en un orgasmo.
Me levanto, libero mi miembro y empujo directamente en ella.
—Oh, Dios…—gimo mientras entro y salgo de ella.
Y de golpe.
—¡Maldición! —salgo de ella— ¡el condón!
Simone tapa su boca, su cara es de susto.
¿Cómo me pude olvidar algo tan importante? ¡Nunca en mi vida olvide
ponerme un maldito condón!
Cargo a Simone sobre mi hombro y la llevo a mi habitación como un
cavernícola llevando su presa directo a la caverna. Todavía con una sonrisa
en sus labios, arrojo su cuerpo sobre la cama y abro el cajón de mi mesita
de noche. Una vez puesto y seguro, me coloco entre sus piernas otra vez y
por primera vez, la tomo en mi cama.
Mi dominio.
Entrar en Simone es cabalgar directamente hacia el atardecer en un día
de primavera. Mierda, se siente tan bien y tan correcto, como si su cuerpo
estuviera diseñado solo para recibirme a mí.
—Odio este maldito condón. —gruño entre dientes apretados.
Movimientos profundos y penetrantes embisten contra Simone,
mientras besos lunáticos la consumen.
Esta chispa no se puede ignorar.
Lo que siento no se puede excluir.
No hay otra Simone en el mundo, nadie puede reemplazar esto que
sentimos.
Su piel es mi superficie preferida, sus ojos lo único que quiero mirar. Su
coño el último lugar donde quiero estar.
Los sonidos que vienen de ella son salvajes y locos, los míos suenan
primitivos y posesivos.
—Maldición, ¿qué me hiciste? —balbuceo mientras siento mi orgasmo
gestarse en la base de mi estómago. —quiero estar dentro tuyo por el resto
de la eternidad.
—Lo mismo va para ti, Yuri. —dice en una sonrisa.
Tomo su quijada y la arrastro hasta mi boca por más.
Sus gritos se vuelven altos, sé que estamos por acabar, solo que no
quiero que termine.
—Oh, Dios…—gimo con dientes apretados mientras me vengo como
nunca en mi vida.
La tensión de Simone la puedo sentir en mi polla, la veo venirse como
la explosión más hermosa que vi en mi vida.
Apoyo mi frente en su pecho, intentando regular mi respiración.
—¿Siempre es así? —pregunta agitada.
—No.

L E HICE EL AMOR A S IMONE EN MI CAMA , BAÑO , SALA DE DIBUJO Y LA


cocina.
Con piernas temblorosas, la arrastro al establo para hacer las tareas que
Viktor suele hacer, pero como le di el día, me tengo que encargar yo.
Simone está bañando a Queen, mientras cepillo a Ebony. La espío entre
las patas de mi semental, ella está murmurando una canción, mientras
conecta con la yegua.
Maldición, no puedo dejar de mirarla.
Lo único positivo que puedo sacar de estos últimos dos días, es que, en
el miedo encontré valentía y finalmente le dije a Simone cómo me sentía.
Sé que ella siente algo por mí, solo que todavía no está lista para decirlo.
Porque los dos entendemos, que en el momento que sellemos nuestros
sentimientos en voz alta, todo se vuelve real.
Y no sé qué planea hacer con su familia todavía.
—¿En qué estás pensando? —dice con una pequeña sonrisa.
—En ti.
—Pero estoy adelante tuyo. —ríe mientras quita un poco de agua del
lomo de Queen.
—No es suficiente. —respondo con honestidad.
Tomo a Ebony y lo llevo hasta su cuarto, cuando vuelvo me detengo en
el marco de madera del cuarto de lavado y cruzo mis brazos sobre mi
pecho.
Simone esta agachada limpiando las patas blancas de Queen y yo
aprovecho para observar su perfecto trasero. Mis pies se arrastran hasta ella
y me coloco justo detrás, tomándola con mis dos manos por su cintura.
Ella se ríe.
—Hey, esto es abuso, estoy trabajando.
—Este jefe quiere más de ti, Simone. —protesto mientras le dejo sentir
lo duro que estoy por ella (otra vez).
—Bueno, esta empleada quiere terminar de bañar a esta bestia.
Se yergue y voltea para empujarme lejos de ella, pero atrapo su mano y
la arrastro hasta mí, besando su boca.
—Mmm, —susurro— no hay nada mejor que besar a mí empleada.
—¿A Viktor también lo besas? —pregunta suprimiendo una risita.
Simone la perspicaz, esperó todo este tiempo para devolverme aquella
acusación que le hice hace ya tanto tiempo.
—Oh, ¿te crees graciosa, Sim? —en un solo movimiento, la cargo sobre
mi hombro y la llevo al establo— Queen, ¡ya venimos!
—¡Yuri! ¡Bájame! —patalea riendo sin parar.
—No.
—¡Pero tengo que terminar!
—Queen puede esperar. —respondo dándole una nalgada que retumba
dentro del establo.
Llego a uno de los boxes limpios y la arrojo sobre la paja del suelo.
Sin darle tiempo a pensar, me tiro sobre ella y beso cada centímetro de
la piel que tiene expuesta.
La risa de Simone se disipa mientras cae en el embrujo de mis manos y
comienza a sollozar mi nombre.
Rompo el vestido que lleva, exponiendo sus pechos.
Se me hace agua a la boca de solo ver sus pezones rosas rebotando
frente a mí. Los tomo con mis dos manos y entierro mi rostro en ellos.
Simone me rodea entre sus brazos, dejándome hacer lo que quiera con ella.
Esta vez la tomo sin condón, no hay tiempo para ir a buscarlos a la casa.
—Oh, maldición. —gruño sintiéndome dentro de Simone.
Nada nos separa ahora.
—Yuri, —llorisquea cuando siente mí polla en ella— oh Dios, ¡Yuri!
—Lo sé, hermosa, lo sé. —murmuro en su oído mientras embisto en
ella.
El sonido de la paja haciendo fricción bajo nuestro me excita,
parecemos animales follando en el establo.
Gracias a Dios que envié a Viktor a su casa.
Cuando Sim se viene, salgo de ella y la volteo para tomarla en cuatro,
tomo su cadera y embisto con violencia en ella, ella sujeta la paja entre sus
dedos, intentando contener mis movimientos.
—Mierda. —digo entre dientes, cuando me estoy por venir, salgo de
ella y termino sobre su trasero y espalda.
¿Es arriesgado? Sí, ¿valió la pena sentirá? Totalmente.
Cuando llega la noche, cenamos mirando una película como una pareja
normal de cualquier rincón del mundo, la llevo a mi cama y la arropo para
dormir.
—Quiero que te mudes a mi habitación. —susurro en la oscuridad de la
noche.
—Esta bien.
33
S IMON E DU P ON T

Rutina: costumbre o hábito adquirido de hacer las cosas por mera


práctica y de manera más o menos automática.

M udé mis cosas a la habitación de Yuri.


Hace una semana que dormimos juntos todos los días, no
es que haya cambiado mucho de lo que veníamos haciendo.
Conseguimos una rutina también, por la mañana Yuri se interna en su
oficina, mientras yo practico con el piano hasta que me duelen las manos.
Por la tarde salimos a cabalgar hasta que cae el sol y cenamos juntos en su
imponente mesa de la cocina, aunque no hay una sola noche donde no me
acuerde de lo que me hizo allí.
La vida es buena.
Me siento querida, apreciada y eso hace que la culpa por no llamar a
mis hermanos se esfume un poco más todos los días. Sé que les debo una
llamada, pero tengo la sensación que en el momento que me comunique con
ellos, esta burbuja va a estallar y pensar en eso me da pavor.
Cada día caigo un poco más.
Cada día estoy más cerca de decirle te amo cuando me toma entre sus
brazos, pero callo mis palabras.
No sé bien por qué.
Hoy es domingo y Yuri preparó un almuerzo al lado de la pileta. Dijo
que era el único día de sol de la semana y que yo necesitaba vitamina D.
Lleva puesto un suéter blanco con unos vaqueros y anteojos negros. Su
belleza todavía me roba el aliento, ¿Alguna vez me voy a acostumbrar a
verlo?
—El invierno es cruel por estos pagos, tenemos que comprarte ropa
adecuada. —dice mientras toma la copa de vino.
—Ya me compraste ropa adecuada, Yuri, tengo una cazadora y muchos
pulóveres.
Estamos sentados en una mesa redonda blanca, hay platos vacíos con
sobras del almuerzo sobre ella.
Yuri niega con la cabeza.
—No me dejas hacerte regalos. —refunfuña.
—Vivir en este paraíso es el mejor regalo que podrías darme. —
respondo con una sonrisa.
Yuri se detiene un segundo, descolocado por mi declaración. Apoya sus
codos sobre la mesa, quita sus anteojos y engancha sus ojos azules contra
los míos verdes.
—Tu eres mi paraíso, Sim. —responde seriamente.
Un nudo en mi estómago se forma.
Trago saliva.
No se lo digas, no todavía.
En vez de decirle las palabras que quiero expresar, me levanto y me
siento sobre sus piernas. Las manos de Yuri me rodean y me atrae más cerca
de él.
Apoyo mis labios en los suyos y con un beso intento comunicar lo que
siento por él.
—Yuri…—oh no, lo voy a decir.
—¿Sí? —dice sobre mis labios.
No nos tocamos y los dos ya estamos agitados solo por la presencia del
otro.
—Yo…—miro su boca con intensidad.
Desliza sus dedos por mis labios.
—Dilo, Sim. —suplica.
—Yo te…—
El celular de Yuri comienza a sonar sobre la mesa. Vibra con intensidad,
haciendo muchísimo ruido.
Miro hacia atrás para buscarlo, pero Yuri me toma de mi quijada y me
obliga a mirarlo otra vez.
—Dímelo Sim. —sus ojos trasmiten fuego ardiente.
—Atiende el celular, esto puede esperar. —respondo saliendo de la
mirada hipnotizarte de Yuri y vuelvo a mi sillón.
A regañadientes Yuri toma el teléfono y sin mirar lo coloca en su oreja.
Sus ojos siguen enfocados en mí, está dolido por mi falta de valentía
seguro.
—Volkov.
Su dura mirada se ablanda cuando escucha la voz del otro lado y sonríe.
—¿Cuándo? ¿solo unos días? Sabes que me gusta la soledad.
¿Con quién habla?
Un pensamiento posesivo pica en la parte de atrás de mi cabeza,
¿hablara con una mujer?
Agudizo mi oído y presto atención al sonido que se escucha desde aquí.
No, definitivamente un hombre, un hombre que no para de reír y eso me
hace sonreír a mí. Finaliza la llamada y deja el celular sobre la mesa.
¿Espero que me diga quién era? ¿Debería preguntarle?
Levanta una ceja desafiante, invitándome a decir algo, pero siento que
todo lo que puede salir de mí boca será un error. Así que organizo mis
pensamientos y pretendo no ser la persona curiosa que soy.
—Qué lindo día, ¿no?
—No me hables del clima, Sim. —devuelve enfadado. —Pregúntame.
Muerdo mi labio y juego con mis dedos nerviosamente.
—¿Quién era?
Una sonrisa diabólica se desparrama por el rostro de Yuri, haciéndolo
aún más hermoso.
—Un amigo, dice que viene a pasar unos días y necesita practicar para
un torneo de polo.
—Oh…—respondo, no sé bien cómo reaccionar.
—No te preocupes, es de confianza. —Yuri se pone de pie y extiende su
mano para que la tome.
Eso hago y volvemos caminando hasta la casa, sujetados fuertemente.
G RITOS ME DESPIERTAN , NO SON GRITOS DE DESESPERACIÓN , SON GRITOS DE
alegría plena.
Cuando abro los ojos, lo veo a Yuri salir de su vestidor. Por primera vez
lo veo vestido un poco más jovial de lo que acostumbra. Lleva unos
vaqueros rotos a la altura de la rodilla, una camisa blanca sin corbata y una
chaqueta negra.
—Buenos días, hermosa. —camina hasta mí y deposita un beso en mi
frente— siento mucho los gritos, prometo callarlo.
—¿Quién es el que grita? —me siento en la cama, dejando caer las
sabanas y exponiendo mi cuerpo desnudo.
Yuri me observa con apetito, abre la boca para hacer algún comentario,
cuando otro grito lo interrumpe.
—Ese es Elías Müller, ¿recuerdas hace una semana cuando dijo que iba
a venir? Bueno está aquí.
Automáticamente cubro mi cuerpo, sintiéndome más expuesta sabiendo
que hay un desconocido en la casa.
Yuri sonríe.
—Me gustan esos instintos. —toma mi quijada y me besa rápidamente
— baja cuando estés lista.
Una vez cambiada, comienzo a sentir nervios. Esta es la primera vez
que voy a ver a alguien que no sea Yuri, la señora Orlov o Viktor.
Bueno y el hombre que no quiero recordar.
Cuánto cambio mi vida en poco tiempo, de ser una persona híper social
a una ermitaña dentro de este castillo encantado.
Cuando bajo las escaleras, escucho a Yuri reír junto con su amigo, están
en el salón desayunando.
Me encuentro con la señora Orlov en la entrada y ella se va riendo
también, con sus cachetes más colorados que de costumbre.
Yuri esta de espaldas a mí, pero su amigo me encuentra inmediatamente,
ya que está apuntando hacia la puerta.
Su sonrisa disminuye y eso hace que Yuri voltee rápidamente para ver
qué distrae a su amigo.
—Simone. —murmura Yuri, hoy hice un esfuerzo y vestí con las ropas
más bonitas que encontré.
Un vaquero con una camisa y una chaqueta al cuerpo.
Esta vez los dos se levantan y Yuri toma mi mano para atraerme más
cerca.
—Elías, ella es Simone, mi novia.
La palabra silba en mí como un eco infinito, novia, supongo que lo soy,
solo que no habíamos puesto etiquetas a esto que estamos experimentando.
Novia.
Extiendo mi mano hasta Elías y él la estrecha cálidamente.
—Un gusto. —digo. Su piel el suave, sus manos masculinas y grandes.
—Yuri, —dice el invitado mientras estrecha mi mano. —No me dijiste
que robaba el aliento. Hola, soy Elías. —su sonrisa es blanca y brillante.
Elías tiene unos años más que yo. De apariencia jovial y con una actitud
menos señorial que la de Yuri. Tiene el cabello de color caramelo y ojos
marrones. Lleva puesto un traje negro sin corbata. Luce lujoso y puedo
darme cuenta que es alguien con mucho dinero, solo por su actitud.
—Gracias. —respondo usando las técnicas que mi madre me enseñó
para encantar hombres en las fiestas. Una sonrisa medida, actitud sumisa,
ya sabes cómo es a estas alturas, ¿no?
Yuri me observa con curiosidad por un segundo, pero lo enmascara
invitándome a sentarme junto a él.
Cuando todos nos sentamos, la señora Orlov viene con una taza de té
para mí y rellena las tazas de café para los hombres.
—Dime algo, Simone, ¿no te cansas de vivir en el medio de la nada con
este ermitaño? —pregunta Elías con una media sonrisa, toma su taza y se
recuesta en el sillón frente a mí.
Lo miro a Yuri y él observa a Elías con una mirada jocosa, sabe que su
amigo lo está molestando a propósito.
—Por ahora no, parece que nunca tengo suficiente de este lugar. —
encojo mis hombros y me acerco un poco más a Yuri, el responde
deslizando su mano por sobre mis hombros y atrayéndome hacia él.
Elias nos mira con una sonrisa dulce.
—¿Ves? —pregunta Yuri cómo si eso respondiese una pregunta que se
hicieron cuando yo no estaba.
—Veo. —responde Elías.
—Sim, Elías se va a quedar unos días, necesita un lugar donde practicar
antes del torneo de polo.
—Sí y tú me vas a entrenar. —señala Elias a Yuri.
—Bueno, eso viene con otro precio. —Yuri responde mientras toma su
taza de café. Los dos se ríen con complicidad.
—Simone, ¿te dijo mi amigo que ganamos el torneo el año pasado
gracias a él?
Lo miro a Yuri con ojos bien abiertos.
—No me dijo nada.
—No fue así, —interrumpe Yuri cruzando las piernas, puedo ver sus
rodillas en el agujero del vaquero rasgado. —Fue un trabajo en equipo.
Me pregunto si hoy eligió ropas más joviales porque Elías es más joven
que él. Ese pensamiento solo me hace reír.
—Estas siendo humilde, no te queda bien. —lo señala Elías. —El señor
decidió que este año no iba a participar, Henry estaba muy desilusionado.
¿Henry? ¿el príncipe?
— ¿Y porque no participaste este año? —pregunto.
—Tenía que atender otras cosas. —responde misteriosamente Yuri.
A partir de allí, la conversación entre ellos se vuelve técnica, hablan de
cosas relacionadas al polo que no entiendo y Yuri percibe mi aburrimiento.
—Sim, Elías fue el que me ayudó a rescatarte.
Mi estómago se contrae ante su inesperada declaración.
—¿Si?
—Sí, él tiene muchos contactos, entre ellos Thomas King.
Lo observo a Elías, toda liviandad que tenía antes se evapora.
—Siento mucho que hayas pasado por eso.
—Gracias. —respondo sin saber qué decir, de golpe la habitación se
vuelve lenta y silenciosa.
—¿Había más mujeres contigo? —pregunta, apoyando sus codos sobre
sus piernas.
—Sí, muchas más, pero cuando me enviaron no supe que pasó con ellas.
Yuri se vuelve rígido.
—Nunca te agradecí lo suficiente Elías, —dice mirando a su amigo con
seriedad— no tienes idea como cambiaste mi vida.
Mi estómago reacciona otra vez, Yuri luce honestamente agradecido y
su mano en el hombro me estruja contra él. Sus ojos de hielo se posan en mí
y me clavan en el asiento, una leve sonrisa se asoma por la comisura de sus
labios. Hay tantas cosas que nos queremos decir y ninguno de los dos las
verbaliza.
—Sabes que vas a pagármelo con entrenamiento. —dice Elías
interrumpiendo nuestro pequeño momento.
Yuri despega sus ojos de mí y vuelve a su mirada engreída.
—Si es que puedes seguirme el ritmo.
34
Y U R I VOLKOV

Muerte: separación del cuerpo y el alma.

V amos tres días de entrenamiento, tres días que odio porque me


quitan el tiempo con Simone, aunque está muy entretenida
viéndonos entrenar. Pero como dije antes, Elías cambio mi vida, si
no tuviera a Simone conmigo no sabría lo que es preocuparse por alguien,
amar a alguien, dar tu vida por esa persona.
Cada día que pasa, Simone se mete más y más profundo dentro de mí
pecho, al punto donde a veces me pregunto si es una opción convencerla de
quedarse conmigo toda la vida.
La bola viene hacia mí y le indico a Ebony que comience a correr, Elías
viene detrás de mí, intentando alcanzarme. Mi amigo no sabe que el hecho
de que la mujer que ame este mirándome desde el otro lado de la cerca, me
hace inalcanzable.
Cuando gano esta partida, volteo a mirarla, no hay nada que me guste
más que impresionarla con mis habilidades sobre el caballo, pero esta vez
Simone mira con curiosidad un vehículo estacionar en la puerta de mi casa.
Mi ceño se frunce a ver el automóvil desconocido.
Algo en la parte detrás de mi cabeza dice que no lo ignore, mi corazón
comienza a galopar más rápido que Ebony en un buen día.
—Vamos. —le indico al caballo para acercarme a Simone.
Quiero estar cerca de ella.
—¿Quién es? –murmuro.
—No lo sé, la señora Orlov está recibiéndolo.
Elías se acera a nosotros, está usando a Marquis (un caballo inquieto) y
no logra hacerlo detenerse.
—¿Por qué miramos todos para el mismo lado? —pregunta.
El hombre que habla con la señora Orlov tiene puesto un sobretodo, ella
me señala y él voltea para encontrarme en la arena.
Algo no está bien.
—Espera aquí. –le indico a Simone y luego agrego palabras a Elías —
cuida de ella.
—Claro.
Simone abre la puerta y salgo cabalgando con Ebony hasta la mansión.
A medida que me acerco galopando, su rostro se vuelve más claro.
Siento que lo conozco de algún lado.
—Yuri, —dice mi ama de llaves– el caballero quiere hablar contigo.
Bajo de Ebony y Viktor está allí listo para recibirlo, cuando entrego las
riendas, intercambiamos ideas con solo una mirada.
Él sabe que estoy nervioso y asiente una vez para dejarme saber que
estará pendiente de lo que pase en segundos.
Quito mi guante y estrecho la mano con el hombre.
—Señor Volkov, lamento informarle que vengo con malas noticias.
—Vamos adentro. —miro por encima de mi hombro veo a Simone
mirándome a la distancia.
Algo me dice que las cosas van a cambiar drásticamente.

E STOY EN MI OFICINA CON EL HOMBRE DE SOBRETODO SENTADO FRENTE A


mí.
—Dilo.
—Su hermano señor, está muerto.
Mi sangre se hiela.
—Fue asesinado por un grupo de moteros en los Estados Unidos.
Maldita sea King y su eficiencia.
—¿Quién eres?
—Su abogado, el señor Ivanov me pidió que ante cualquier imprevisto
se lo comunique.
Apoyo mis codos sobre el escritorio, enlazo mis manos y apoyo mi boca
allí.
Necesito mantenerme entero y no dejar salir a mis emociones.
—¿Fue una represaría?
Aquí vengo con las preguntas que muestran interés, es todo lo que
puedo hacer en estos momentos, sabía que esta noticia iba a llegar
eventualmente, pero nada te prepara para tu conciencia cargada con
pensamientos culposos.
Tú lo mandaste a matar.
Papá debe estar revolcándose en la tumba.
—Tengo entendido que son un grupo de personas que están…anulando
los intentos de negocios de su hermano, si sabe a lo que me refiero.
Abro mi ordenador y comienzo a enviar mails.
Otro problema a resolver.
—¿Iván también?
—No quedo nadie señor Volkov.
—¿El nombre del responsable, lo sabe? —tengo que dejarle saber a
King que información se dice por los pasillos.
—La responsable, son un grupo de moteras que se hacen llamar
Amazons, la líder se llama Big Kahuna y trabaja con mujeres con mucho
poder.
Desliza una carpeta amarilla sobre la mesa.
La tomo inmediatamente y la investigo.
—La caja fuerte estaba abierta cuando llegué. —dice con una voz
lúgubre.
—No entiendo, ¿qué había? ¿Dinero?
—No, información de las mujeres, destinos, nombres, todo.
¡Oh, maldición!
Cierro la carpeta y me pongo de pie. Estiro mi brazo y el hombre
rápidamente se levanta para tomar mi mano.
—Gracias por la información.
—¿Qué? Pero espere, ¿no quiere saber qué va a pasar con el dinero?
—No quiero saber nada con ese dinero.
—Pero tengo instrucciones claras, tengo que transferirlo en las
próximas veinticuatro horas.
Suspiro pesadamente.
—Está bien, transfiéralo a mi cuenta, tengo una idea de que puedo hacer
con ello.
35
S IMON E DU P ON T

Descuido: omisión, negligencia, falta de cuidado.

D esde el día que llegó el hombre del sobretodo, Yuri se mantuvo


distante conmigo. Sé que trajo noticias trágicas, porque la
tristeza de Yuri es difícil de enmascarar.
No presioné sobre el tema, entendí que eventualmente iba a abrirse
conmigo y contarme que ocurría.
Frio por momentos, extremadamente caliente por otros.
Millones de veces le pregunté qué ocurría y millones de veces me
sonrió, besó mi frente y dijo: Nada, moya lyubov.
Le dije que contaba conmigo para lo que sea, que mi hombro estaba allí
para él y solo para él, respondió haciéndome el amor sobre el piano con una
dulzura que pocas veces usó.

EL DÍA DE LA COMPETENCIA DE E LI ESTÁ AQUÍ .


Nos dio boletos exclusivos para ver el partido, Yuri me preguntó hace
unos días si estaba interesada en ir y en el momento me pareció algo
emocionante, pero ahora, a minutos antes de irnos, me siento nerviosa.
Temerosa.
Nunca me moví por fuera de la protección de Yuri y salir al mundo
exterior me da una congoja que no estoy pudiendo manejar.
¿Qué pasa si alguien me reconoce?
¿Qué pasa si conozco a alguien allí?
Sé que estamos a miles de kilómetros de casa, pero igual, la
preocupación comenzó hace dos días y no la puedo detener. Decidí que mi
vestuario va a incluir un sombrero y anteojos, es un día soleado, así que no
hay mejor excusa que esa.
Alguien toca la puerta.
Yuri se asoma del otro lado.
—¿Sim?
Sus ojos celestes, me encuentran sentada a los pies de la cama,
moviendo mi pierna derecha sin control.
—¿Qué ocurre? —frunce su ceño, camina hasta mí y se pone de
cuclillas frente a mí, como hace siempre.
—Nada. —respondo jugando con mis dedos.
—Sim, vamos, ¿qué es?
—Hay algo que no te dije antes. —murmuro mirando al piso.
—Bueno, ¿qué es? —no se ve nervioso, casi como si asumiera que lo
que salga de mi boca no va a ser tan grave, pero…
—Yuri, en mi país, los medios reconocen mi rostro porque vengo de una
familia famosa.
Lo dije, después de meses ocultando esa información, acabo de
declararle que su reputación puede estar en peligro si alguien me reconoce.
—A-ha, ¿y?
Bato mis pestañas un par de veces, confundida con su reacción.
—Que tengo miedo que alguien me reconozca y piense que estas
involucrado en mi desaparición, tengo miedo que alguien le avise a mi
familia donde estoy. No quiero que sepan Yuri, no todavía. —la angustia
aprisiona mi garganta, haciendo que mi voz salga distorsionada.
Desliza sus manos por sobre mis rodillas y con el pulgar me acaricia.
—Sim, si esto es algo que te preocupa, no vamos y ya.
—Pero quiero estar contigo, quiero compartir un momento, tener una…
—me silencio de golpe.
—¿Una qué?
Simone, maldición, ¡dilo! Esta de rodillas frente a ti.
—Una cita, quiero ver a tus amigos, ver cómo le va a Elías. —respondo
mirando sus grandes y venosas manos sobre mí.
Sonríe.
—Gracias por querer compartir un momento conmigo, pero no tienes
que empujarte a hacer nada que no estés cómoda.
—Pensé en usar un sombrero y anteojos.
—Si eso te hace sentir a gusto, bienvenido sea. —dice levantándose—
nadie va a mirar tu rostro con el cuerpo caliente que tienes, de todas
maneras.
Sonríe pícaramente y extiende la mano para levantarme.
Una vez arriba, jala hacia él, para atraparme con su boca.
Nos besamos apasionadamente por un largo rato.
Estos últimos tres días, Yuri me despertaba en el medio de la noche y
tomaba mi cuerpo con una necesidad angustiosa, algunos días hacia el amor
y otros me follaba simplemente, luego de acabar, sin decir mucho volvía a
dormir.
La voz de Elías llamándonos suena por la mansión.
—Maldición, voy a arrancarle la maldita cabeza. —gruñe con dientes
apretados.
Yo sonrío y lo empujo juguetonamente lejos de mí.
—Vamos, que no podemos llegar tarde.

U NA VEZ SOLA MI MADRE ME LLEVO A UN PARTIDO DE POLO , FUE


estresante e incómodo seguir cada regala que ella murmuraba en mi oído.
Párate derecha.
Sonríe mas
No importa que el chiste no sea gracioso, tú debes reírte.
Yuri me lleva de la mano hacia unas carpas abiertas llenas de gente, no
puedo creer lo relajado que está y más aun habiendo confesado mi pequeño
estatus.
A medida que pasamos entre sillones, observo a las personas riendo y
tomando champagne como cualquier otro día. Las cámaras y los medios no
están permitidos aquí, ya que se rumora que el príncipe vino a ver el partido
(eso es algo que dijo Elí al pasar de camino aquí)
Hombres y mujeres saludan a Yuri con sonrisas, él responde
educadamente, pero sigue su camino hasta llegar a la zona VIP. Allí dentro
hay menos personas y respiro un poco mejor, estoy más tranquila.
La carpa es cerrada y hay mesas con comida y mozos con bandejas por
donde mire.
Yuri detiene un mozo y toma dos copas, dándome una a mí, la levanta y
la choca contra la mía con una sonrisa seductora en sus labios.
—Estas hermosa. —dice sobre mí frente antes de dejar un beso allí.
Estoy por decirle que él no está nada mal cuando una voz nos
interrumpe.
—¡Yuri Volkov!
Los dos volteamos hacia la voz y mi estómago se contrae cuando veo
quién es, alguien que reconozco muy bien.
—Henry. —Yuri estrecha su mano con firmeza.
El príncipe se encuentra entusiasmado por verlo, está vestido con una
camisa rosa y unos vaqueros. Simple, elegante y sonriente.
—Te extrañamos este año. —dice.
—Bueno, quizás el próximo, —Yuri señala hacia mí y dice, — te
presento a mi novia, Simone.
—Hola, encantada. —estrecho manos con él.
—Un gusto, Simone. ¿Cuál es su mesa? —mira hacia todos lados.
—Creo que la diez, —responde Yuri imitando sus movimientos, ¿Qué
buscan?
—Bueno, déjame hablar con alguien para hacer los arreglos, ustedes
vienen a mi mesa. —el príncipe voltea y llama a alguien para hacer los
arreglos.
Yuri sonríe nerviosamente y aprieta mi mano.
—Puedo decirle que nos deje solos si quieres. —susurra sobre mi oído.
Su comentario hace que abra mis ojos.
—¿Y decirle que no al príncipe? No, gracias, prefiero seguir viviendo
en este país. —digo riendo.
Yuri vuelve a acercar su boca a mi oído.
—Y no hay nada que me guste más que eso.
En ese mismo momento Henry le hace señas a Yuri y caminamos hacia
él.
Nos sentamos en una mesa con un mantel blanco y un arreglo floral
elegante en el medio de la mesa. A medida que la comida llega, Yuri y el
príncipe comienzan a charlar sobre el partido y lo que esperan ver hoy.
La gente pasa cerca de la mesa y los saludan a los dos con entusiasmo,
especialmente mujeres que lucen como modelos. A mí me observan con
curiosidad y me hacen sentir que soy una extraña, pero Yuri nunca me
pierde de vista y está demostrando cariño constantemente.
Quité mis anteojos hace media hora, pero mi sombrero sigue puesto
solo por si acaso.
—Simone, —me llama el príncipe— es una lástima que no hayas
podido ver a Yuri competir el año pasado, pateo mi trasero repetidas veces.
—Fue un juego justo. —dice Yuri tomando de su copa, escondiendo su
sonrisa detrás de la copa.
—Elías me pidió que lo convenza para que juegue el año entrante. —
digo tomando el brazo de Yuri.
—¡Si, por favor! Yo solo compito cuando sé que él también lo hace,
sino prefiero observar.
Yuri me mira con una sonrisa llena de amor y desliza un brazo sobre
mis hombros.
—Solo Simone puede convencerme. —deposita un beso en mi boca,
corto pero lleno de promesas.
Cuando el almuerzo termina, caminamos hacia una plataforma donde
solo nos sentamos los tres. A medida que el partido transcurre, Yuri hace
apreciaciones y Henry escucha todo lo que tiene para marcar o criticar del
jugador. Nunca deja de tenerme bajo su mirada, aunque su conversación
está casi completamente dirigida a Henry, Yuri nunca me suelta, por
momentos apoya su mano en mi pierna, o mi brazo, o directamente me
arrastra cerca de él y me sostiene a su lado, eso me hace sentir protegida y
valorada.
Nunca nadie demostró tanto afecto en público antes.
Yo observo a Elías y presto atención cuando Yuri marca algún error que
hizo su amigo.
El partido termina, Eli levanta la copa, apuntando a Yuri y a mí me
manda un beso desde la distancia. Yo rio y aplaudo orgullosa del amigo de
Yuri y aunque mi novio está contento, no muestra mucha emoción.
Los genes rusos se hacen notar a veces.
Cuando todo termina, Yuri toma mi mano rápidamente y me lleva lejos.
—¿A dónde vamos?
—A dónde pueda aprovecharme de ti. —susurra.
Detrás de las carpas, hay generadores portátiles y pabellones donde el
personal descansa después de un evento muy largo, por allí vamos.
Yuri me empuja hacia un rincón entre cajas y un tráiler y come mi boca
con un hambre voraz, cuando termina el beso, gruñe:
—Dios, todo el día quise hacer eso, quiero llevarte a casa.
Rio.
—Bueno, pero ¿no quieres festejar con Elías?
—A la mierda Elías, ya le di demasiado de mi tiempo. Vamos. —toma
mi mano y me lleva volando hacia la salida.
—¡Señor Volkov! —grita alguien y cuando volteamos una luz blanca
nos encandila.
Un fotógrafo.
Mejor dicho, un paparazzi.
Yuri suelta mi mano instantáneamente y camina hacia el fotógrafo con
sus puños cerrados y una mirada completamente alterada.
Toma al hombre por la camisa y lo empuja a la pared más cercana.
—Bórrala. —dice
—¿Por qué? —el fotógrafo intenta soltarse, pero no puede contra la
fuerza de Yuri.
—Porque yo lo digo, —vuelve a golpearlo contra la pared sonoramente
— bórrala si no quieres que tu cámara termine en mil pedazos.
—¡Está bien! ¡Está bien, hombre! Tranquilo.
El fotógrafo muestra la pantalla de la cámara y le enseña cómo elimina
la imagen.
Lo suelta.
—Llego a ver esa foto en cualquier medio, no importa cuán chico sea y
tu carrera se acaba, ¿entendido?
—S-sí.
Yuri acomoda su chaqueta y retorna a mi lado.
—Vamos. —toma mi mano y me lleva hasta la salida.
Nunca vi a Yuri tan enojado, sinceramente, por un segundo pensé que le
iba a arrancar la cabeza. Pero no puedo negar que estoy absolutamente
aliviada por su reacción, cuando reconocí el sonido del flash, lo único que
pude pensar fue en mi familia.
El viaje de regreso es en silencio.
Los nudillos de Yuri en el volante están blancos. Sus orificios nasales
abiertos y respira fuertemente.
Una vez llegados, detiene el auto y se mantiene rígido en su asiento.
—¿Yuri?
—Lamento mucho si ese idiota te asustó. —sus ojos miran al frente.
—Me asustó, pero lo resolviste, gracias.
Eso lo hace mirarme por primera vez desde que salimos de allí.
Deposita su mano sobre mi mejilla y me arrastra hasta su boca para
besarme.
—Simone, —gime mientras desliza sus manos posesivas por mis
piernas hasta encontrar mi trasero y sentarme sobre sus piernas en el
estrecho espacio del vehículo— maldición, te amo.
36
Y U R I VOLKOV

Incredulidad: dificultad en creer algo.

S imone se vuelve rígida, siento que su corazón se detiene por


completo.

Lo dije.
Interrumpe nuestro beso y enfoca sus ojos en mí.

Lo dije porque sé que nuestro tiempo es limitado y necesito que lo sepa,


antes de que alguien venga y la arranque de mis brazos.
—Yuri…—suspira.
—No tienes que decirlo, yo solo, necesitaba decírtelo. —apoyo mi
frente en la de ella, cierro mis ojos y respiro profundamente su perfume.
Ella huele a todo lo que quiero tener y no puedo. A lo único que no puedo
comprar.
—Yo también te amo. —susurra acariciando mi barba.
Mis ojos la observan, incrédulos.
Quiero decirle que se detenga, que no diga más porque mi corazón no lo
soporta, sabiendo que eventualmente voy a perderla, pero soy demasiado
egoísta y callo mis pensamientos con un beso.
La noche ya está aquí y sé que Vera no está en la casa, por eso abro la
puerta del vehículo mientras la beso y la llevo a upa hasta la casa.
—Necesitamos seguir hablando de esto. —digo seriamente.
En el palier de entrada, la deposito en el suelo, mientras arranco su
bléiser y devoro su boca como un loco recién salido del manicomio.
Como si nunca la hubiese besado en mi vida.
Ella hace lo mismo conmigo y si seguimos así, no creo que llegaremos a
la habitación con ropa puesta. Antes de darme cuenta, la arrojo sobre la
cama, mi cama, nuestra cama.
—Desde el primer día, Simone. —susurro en su cuello mientras lamo su
piel— no podía dejar de pensar en ti por días y días, hasta que decidí ir por
ti.
Entro en ella en un solo movimiento y Simone gimotea, envuelve sus
brazos en mi cuello y me comprime contra sus pechos desnudos. El placer
en su rostro me arrastra hasta el borde de la locura y quiero más de ella, más
para mí.
No sé cómo detener esto que siento ya.
—Oh, Yuri, —gime cuando salgo y vuelvo a embestir en ella. —nunca
quiero irme de tu lado.
—Y no lo harás. —Miento, tomando su quijada para que me mire— No
importa lo que pase, no importa si estas a miles de kilómetros de mí, vas a
seguir siendo mía Simone.
Salgo de ella y volteo su cuerpo, tomándola fuertemente de la cintura,
tan fuerte que siento que marco mis dedos en su piel.
Este soy yo marcándola para toda la vida.
¿Quién iba a decirlo que iba a volverme loco por la chica de ojos verdes
que pedía por mi ayuda tantos meses atrás?
Los dos contraemos nuestros cuerpos cuando nos venimos gritando
nuestros nombres.
Caigo en la cama agotado, física y mentalmente.
Simone gatea hasta mí y apoya su cabeza en mi pecho, que se mueve
arriba y abajo sin control.
Acaricio su cabello lacio y juego con el mismo entre mis dedos.
—Te voy a amar toda la vida, no te olvides, moya lyubov —susurro al
mismo tiempo que apago la luz.
La realización deja amargura en mi cuerpo, pero no le doy espacio a
Simone para comprender qué quiero decir con eso, en cambio vuelvo a
tomarla en la oscuridad de la noche.
37
S IMON E DU P ON T

Canción: composición en verso, que se canta, o hecha a propósito


para que se pueda poner en música.

W illow Hall se volvió mi casa, Yuri, mi hogar y los caballos mis


hijos.
No hay nada que odie de este templo, ni siquiera el coyote
que me mordió aquella vez.
La nieve llegó y ahora el paisaje desde la ventana es blanco. No deja de
ser hermoso y encantador, casi mágico diría, con los copos de nieve en el
aire, el sonido chispeante del fuego en la chimenea y la taza de café entre
mis manos.
Yuri está en su oficina, hablando por teléfono, hace algunos días que lo
escucho hablar en ruso sin parar, no puedo evitar sentir que algo malo pasa,
porque cada vez que lo escuché hablar en su idioma, malas noticias
aterrizaron en Willow Hall, a veces sé de qué se trata, otras no tengo idea,
pero sé que son malas.
Apoyo la taza sobre el piano, subo mis mangas hasta los codos y
comienzo a tocar.
El clima ayuda, me conecta con una nostalgia de un lugar y personas
que no quiero volver a ver, ¿es raro eso?
Día a día la culpa comienza a disiparse, mis padres ya no vienen a mi
mente tan seguido, sé que mi hermano siguió con su vida luego de la noticia
de mi desaparición y Margot…bueno, ella sí está en mi mente.
Todos los días me pregunto si superó mi perdida, si lloró por mí, si
continuó con su vida o si tiene algún tatuaje nuevo. Pero luego Yuri
aparece, con su rostro hermoso, sus palabras de amor y su devoción por mí
y ya no me siento tan mal.
Siento que hice lo correcto, pero cuando me doy cuenta que fingí mi
muerte lloro sin consuelo por la culpa que me carcome. Debo recordarme
que probablemente sea para mejor, así mi padre deja de preocuparse por
dejarme la compañía y puede enfocarse solo en mi hermana o mi madre
deja de tomar las pastillas para dormir porque “todavía nadie me eligió”.
—Sim, —escucho la voz de Yuri, no lo escuché entrar. —Quiero decirte
algo.
Su rostro luce estresado y eso me alerta.
¿Están aquí? ¿Vinieron por mí?
Se sienta en el sillón frente a mí y dice:
—Ven aquí.
Despego mis dedos de las teclas. Camino hacia Yuri y me indica que me
siente sobre sus piernas.
—¿Qué ocurre? —pregunto con urgencia en mi voz.
—Nada ocurre, quiero avisarte algo. —cuando me siento, sus brazos
musculosos me envuelven con sus manos masculinas a la altura de mi
cadera. Lleva puesta una camisa blanca, abierta a la altura de su cuello y
unos pantalones negros.
—Sé que las galas de beneficencia son solo un mal recuerdo de tu vida
pasada, pero mi empresa organiza una todos los años, usualmente hacen el
evento aquí.
Trago forzosamente el nudo en mi garganta.
—No tienes que participar si no quieres, de hecho, intenté cancelarlo,
pero mi secretaria ya había enviado las invitaciones y…—
—¿Por qué me estás dando explicaciones Yuri? Esta es tu casa.
—¿Cómo, por qué? Tú vives aquí y no quiero que se sientas expuesta a
nada.
—¿Va a haber fotógrafos?
—No, eso es algo que cancele, los celulares van a estar prohibidos
también.
Me mantengo en silencio, intentando calmar los niveles de ansiedad que
está manejando mi cuerpo.
—No tienes que participar, puedes quedarte en nuestra habitación, nadie
va a ir allí.
Nuestra.
¿Acaso se dio cuenta lo que acaba de decir?
Abro la boca para responder, cuando me interrumpe.
—Pero antes de que tomes una decisión quiero que sepas que hice algo.
—Que…
—Puede que haya invitado al director de la sinfónica de Londres y
puede que sepa que una mujer prodigio vive conmigo.
Me levanto de sus piernas.
—¡¿Qué?!
Yuri ríe, dejando su cabeza caer haca atrás.
—Quiero que te escuche tocar, quiero que empieces tu carrera. —Se
levanta y camina hacia mí, tomándome de la cintura. —Quiero que hagas lo
que te hace feliz.
—Pero…
—Piénsalo, el evento es en una semana.
—¡Una semana! ¡No tengo el tiempo suficiente para practicar!
Sonríe ante mi arrebato como si lo que acabo de decir le resultara
adorable.
—Pero si tocas todos los días ¡por horas!
—Eso no es suficiente, ¡necesito practicar más! —Volteo y me siento en
el piano, pero mi mente arroja palabras hacia todos lados, mezclándolas con
notas musicales y sentimientos.
Levanto la mirada y Yuri está sonriendo.
Corro hacia él y me arrojo en sus brazos.
—¡Gracias!
Yuri ríe y me abraza fuertemente contra él.
—Lo que sea que te haga feliz, moya lyubou.

T ODA LA SEMANA , TUVE EL TRASERO PEGADO AL BANCO DEL PIANO HASTA


que Yuri me cargaba sobre su hombro y me llevaba a la cama, reclamando
que el piano pasaba más horas conmigo que él.
Aún no estoy satisfecha con mi práctica, siento que me falta más para
presentarme ante alguien tan importante. Pero Yuri me asegura que todo va
a ir bien y eso me calma un poco más.
La casa está llena de sonidos, hoy es la gala y hay más personas en la
casa de la que estoy acostumbrada.
La señora Orlov resopla cada diez minutos, incomoda por la cantidad de
gente en su cocina, está dando indicaciones a los gritos y bufando cuando
alguien toca algo que no le corresponde. Camino hasta ella y la abrazo con
cariño.
—Tranquila, es solo por hoy.
—Ay, lo sé, ¡pero mira lo que hacen! —señala hacia los empleados
ocupados cortando cosas y preparando todo.
—¿Por qué no te tomas el día? No hay mucho que hacer aquí. —las dos
volteamos ante la inesperada voz de Yuri detrás nuestro.
Camina hasta ella y se coloca adelante para bloquearle la vista.
—Vera, ve a prepararte para esta noche.
—Pero…
—No quiero peros, ve a tu casa, haz las cosas que tienes que hacer. Si te
veo aquí, más vale que sea para disfrutar al menos una vez por año ser
servida y no al revés.
Sonrío ante las palabras de Yuri, me gusta que sea así con ella, tienen
una relación adorable. Yuri me contó que ella era la ama de llaves de su
casa cuando era niño, sé que ella lo quiere como si fuese su madre y
viceversa.
Cuando finalmente la ve irse, cerrando la puerta detrás de ella, Yuri se
concentra en mí.
—Lo mismo va para ti.
—¿Yo qué hice?
—Nada, pero tienes prohibido practicar, hoy tengo el día absolutamente
planeado para nosotros. —estira su mano y la tomo con firmeza (y una
sonrisa).
Yuri me lleva hasta su habitación, hay dos camillas con mantas blancas,
velas encendidas y dos masajistas esperándonos.
Un hombre y una mujer.
Los dos nos sonríen, nos entregan batas blancas y salen de la habitación
para darnos privacidad.
—Quiero que te relajes todo lo que puedas hoy, necesitas estar fresca
para la noche. —dice mientras abre su camisa y comienza a enseñarme su
pecho tonificado.
Cada músculo en su estómago resalta, dice que es por cabalgar tanto.
—Gracias, —sonrío y lo imito en el proceso— ¿A mí me toca el
masajista masculino?
Eso lo hace detener y su tranquilidad se evapora.
—Absolutamente no. —camina hasta mi mientras suprimo una
carcajada— ¿Por qué pondrías imágenes en mi cabeza de otros hombres
tocándote?
Toma mi quijada y espera mi respuesta.
—Fue una pregunta genuina, aparte quería comprobar si iba a
observarte interactuar con otra mujer.
—No quiero las manos de nadie, excepto las tuyas sobre mi piel, pero si
voy a tener un masaje, al menos que sea de un profesional masculino. —
apoya sus labios sobre los míos y explora mi boca.
Yuri gruñe y se aleja de mí.
—Voy a parecer un degenerado cuando entren. —se acuesta en la
camilla y oculta si miembro erecto.
Muy erecto.
Yo suelto una sonrisa y lo imito acostándome boca abajo.
Los masajistas hacen un trabajo espectacular, para cuando terminan, los
dos lucimos relajados y contentos.
Después de eso, Yuri me lleva a la tina y prepara un baño con velas y
pétalos para los dos.
El agua está caliente y mi cuerpo se relaja aún más contra el pecho de
Yuri.
Mientras acaricia mi brazo, susurra:
—No importa cómo te vaya esta noche, quiero que nunca dejes de
intentar alcanzar tu sueño, ¿está bien?
Asiento.
—Usa tus palabras, Simone.
—Sí, si, lo prometo.
Nadie me obligo tanto a hablar como lo hace Yuri, mi madre siempre
dijo que cuanto menos hable mejor, eso causa misterio y a los hombres les
gusta eso.
—Bien, porque sé que tienes todas las de ganar, solo necesitas encontrar
a la persona indicada para que eso pase, tienes talento y dedicación, no
puede fallar.
—Gracias por las palabras de aliento, nunca nadie me empujó a darle
una oportunidad al piano, mi destino estaba sellado antes de estar en la
panza de mi mamá.
Eso hace que me apriete contra él, mientras deposita un beso en mi
cabello.
—Para eso estoy aquí, para empujarte cuando nadie lo hace, ese es mi
único propósito, bueno eso y tocar tu cuerpo.
Me rio.
—Dos cosas que haces muy bien. —miro hacia arriba y me encuentro
con su mirada, una gota de agua cuelga en su quijada. Sus ojos celestes
hielo miran hacia abajo, sus pestañas están mojadas y lucen más oscuras de
lo normal.
Yuri comienza a besarme y las cosas escalan demasiado rápido entre los
dos, para cuando me doy cuenta, el agua sale disparando de la bañera por el
movimiento de nuestros cuerpos erráticos.
Cuando terminamos, Yuri me seca con una toalla esponjosa y mucha
concentración. Esta tarareando una canción que practiqué toda la semana,
claramente metí la melodía en su cerebro de tanto tocarla.
—Yuri…—susurro.
Sus ojos conectan con los míos.
—Te amo.
Su mirada se ablanda y una sonrisa se desparrama en su rostro.
—Yo también Sim. —acaricia mis pómulos con sus nudillos y observa
mi boca. —No tienes idea cuánto.
38
S IMON E DU P ON T

Encuentro: acto de coincidir en un punto dos o más cosas, a veces


chocando una contra otra.

Y uri encargó un vestido para esta noche, es negro, simple y poco


revelador. Me gusta, me siento cómoda y sé que a él también le
agrada, eso suma puntos.
Willow Hall se trasformó en pocas horas en un lugar completamente
diferente. Hay arreglos florales gigantes en cada rincón de la casa, mesas
donde apoyar las copas, mozos y meseras, música y por supuesto, los
invitados.
Yuri ya está abajo, recibiéndolos, mientras yo todavía me miro en el
espejo, dándome palmadas en el hombro para tener el coraje de abrir la
puerta.
Eventualmente lo hago y bajo por las escaleras.
Todo el tumulto de gente está bajo mis pies, con champagne en la mano
y risas.
Rápidamente busco a Yuri, quien se encuentra hablando con dos
hombres mayores que él. Cuando me ve bajar, puedo leer sus labios
diciendo:
—Si me disculpan…—y camina directamente a mí.
Me recibe a los pies de la escalera y toma mi mano para ayudarme a
bajar los últimos escalones.
—Rajas la tierra con ese vestido. —dice cerca de mi oído.
Eso me hace sonrojar, pero no digo nada, solo sonrío, estoy demasiado
nerviosa.
—¿Lista?
Asiento y rápidamente agrego:
—S-sí. —antes de que me haga decirlas en voz alta.
—Así me gusta, vamos. —me lleva de la mano entre el tumulto de
gente.
Las miradas curiosas nos siguen, muchas mujeres me miran con desdén
y algunos hombres con curiosidad.
Llegamos a un circulo de personas, un hombre a espaldas, sostiene una
copa y habla sobre el último viaje a África que hizo para ayudar a una tribu
a tener agua potable.
—Adam, —el hombre voltea rápidamente con una sonrisa— Déjame
presentarte a mi novia, Simone.
Todos en el círculo me observan de arriba abajo, por suerte, estas
miradas no son nuevas para mí, nací en un mar de gente así.
—Oh, ¡Simone! —dice enérgicamente— un gusto finalmente conocerte,
Yuri no para de hablarme de ti. —dice Adam.
El concertista debe tener al menos cincuenta años, le falta cabello en
algunas partes superiores de su cabeza. Tiene unos anteojos redondos y sin
marco.
—Es un placer. —saludo estrechando mi mano con él. — Siento mucho
si Yuri te agotó. —sonrío mirándolo a mi novio con ojos cómplice.
Él me mira orgulloso.
—En absoluto, estoy ansioso por escucharte, dijo que ve un futuro muy
prometedor delante de ti y si Yuri ve éxito, entonces no quiero perderme la
oportunidad de escucharte. No quiero ser uno de esos engreídos que dejan
pasar la oportunidad de sus vidas.
Todos nos reímos, el circulo se abre y Yuri me lleva desde la cintura
para integrarme.
—Me recuerda a la película “Rapsodia Bohemia” —dice moviendo su
mano libre enérgicamente— Mike Meyes interpreta a Ray Foster, un
productor que rechazó la canción cuando Freddy se la presento por primera
vez, ¿pueden imaginarse algo tan patético como eso? —dice al resto.
—Aunque no hay registros de que eso sea verdad, —dice Yuri con una
mano en el bolsillo y la otra reposando en mi cadera— Lo más cercano a
eso fue el productor de EMI quien pensó que la canción era una mierda,
pero al poco tiempo se dio cuenta que iba a ser un éxito.
Adam lo observa por un minuto con curiosidad, no sé si es porqué lo
corrigió delante de los demás o porque lo considera atractivo.
Adam es gay, claramente.
—Yuri, tienes que dejar de internarte en tu biblioteca, ¡me estás
haciendo quedar mal! —ríe mientras acaricia el brazo de Yuri.
Las dos opciones eran correctas entonces.
La conversación vira a diferentes tópicos, un hombre aparece y se
integra, dice que es italiano, así que comienzo a hablarle en su idioma para
hacerlo sentir cómodo.
Yuri sonríe ante la sorpresa de todos.
La primera parte de la noche transcurre como todas las galas, lo único
que cambia es el nudo en mi estómago, que se vuelve más grande por cada
hora que se aproxima mi presentación.
—Es hora. —susurra Yuri sobre mi cabello. — Va a estar todo bien, voy
a estar ahí mismo, a tu lado. —besa mi frente cuando se pone delante de mí
y toma mi mano.
Todos están en la sala del piano, algunos sentados en los sillones y la
mayoría parados.
Adam está sentado en el sillón donde hice el amor con Yuri una docena
de veces, de solo recordarlo se me encienden las mejillas.
Me siento en el piano y conecto mis ojos con Yuri, que tiene una copa
de champagne en su mano y la otra descansando en el bolsillo, como
siempre. Guiña un ojo y modula te amo.
Sonrío abiertamente, sintiendo paz y tranquilidad. Miro hacia la
izquierda y veo a la señora Orlov vestida con un elegante vestido negro, a
su lado Viktor con un traje y creo que es la primera vez que lo veo vestido
con algo que no sean sus ropas de establo. Los dos me sonríen y me
saludan, dejándome saber qué también están aquí.
—Cuando estés lista, Simone. —dice Adam con una sonrisa. Me gusta
que no esté en el papel de un hombre pomposo, más bien es alentador.
Uno de los temas del repertorio que elegí hoy es Suite Bergamasque de
Debussy, lo elegí porque creo que transmite completamente lo que Willow
Hall representa. Contrastes dinámicos al comienzo y un final vigoroso. Es
una pieza festiva, muy del estilo barroco.
Mientras miro la partitura, siento el sonido atravesarme por completo,
sintiendo esa paz que me liga con el instrumento y la unión tan fuerte que
tengo con la música. Debussy la escribió en fa mayor.
Para la mitad de la canción, mis ojos están cerrados y me dejo ir por la
melodía más fantástica que escuché en mi vida. Debussy se inspiro en el
poema de Paul Verlaine, Claro de luna.

Vuestra alma es un exquisito paisaje,


Que encantan máscaras y bergamascos,
Tocando el laúd y danzando y casi
Tristes bajo sus fantásticos disfraces.

Abro los ojos y lo primero que veo en mi rango de visión es a Yuri. Su


sonrisa es majestuosa, sus ojos cargan emoción y admiración.
Luego miro a Adam que esta con los ojos cerrados todavía.
Nadie dice una palabra, todos esperan el veredicto de Adam.
Finalmente abre los ojos.
—Perfección. —dice moviendo su mano con un movimiento lento.
Todos aplauden y siento que mi corazón se agranda.
—Pero quiero más Simone, muéstrame que más tienes.
Sigo con Chopin, Ravel (solo para pavonear) y para darle un toque más
moderno, Yann Tiersten.
Algunos invitados charlan mientras toco, pero Adam y Yuri están
completamente concentrados en mí.
Es todo lo que necesito.
Luego de una hora, Adam se levanta y camina hacia mí. Yuri lo sigue.
—Yuri, tengo que decirte que no estabas exagerando cuando dijiste que
era prodigio, —voltea hacia mí— Simone, ¿dónde estuviste todos estos
años?
Suprimida.
Oculta.
Alejada.
No digo nada de todo eso, simplemente sonrío.
—Gracias Adam. —siento la mano pesada de Yuri en mi hombro, lo
miro y aprovecha para besarme rápidamente.
—No quiero dejar pasar mucho tiempo, hay un piano disponible en la
sinfónica, me gustaría que los directores te escuchen.
—Claro, —respondo con una sonrisa de oreja a oreja— solo dime
dónde y allí estaré.
—Voy a comunicarme con tu novio durante la semana, puedes quedarte
tranquila. —señala un dedo a Yuri apoyándolo sobre su pecho— No dejes ir
a esta Yuri, no encuentras mujeres así.
Yuri sonríe tensamente.
—No lo haré, Adam. —responde tensamente, lo cual hace que lo mire
unos segundos de más, preguntándome porque luce tan tenso de golpe.
Adam se va de la habitación para unirse con el resto de los invitados
que se trasladaron abajo otra vez. En cuanto la puerta se cierra, Yuri me
toma de la cintura y me carga sobre su cuerpo.
—¿Qué te dije? —dice, mientras yo grito como una adolescente
mirando a Justin Bieber—Simone ¡estuviste absolutamente increíble!
Nunca te vi tocar así, tan…tan…enamorada de la música.
—Fue gracias a ti, pretendí que eras solo tú en la habitación y funciono.
Yuri me da una vuelta en el aire hasta que comienza a besarme con
ardor.
—Estoy muy orgulloso de ti. —dice— y si no fuera que abajo hay al
menos cien personas, se estaría follando sobre ese piano ahora mismo.
—Siempre habrá tiempo para festejar luego, ve, yo bajo en unos
minutos, tengo que bajar mis pulsaciones.
—Bueno, pero antes…—me sienta en el piano y entierra su boca en mi
—te amo.
—Yo más. —sonrío como una tonta.
¿Estoy en las nubes?
Yuri se despega de mí, ayudándome a bajarme y camina hasta la puerta.
—Te espero abajo. —guiña un ojo y sale de la habitación.
Todavía con la sonrisa clavada en mi boca, acaricio el piano,
recolectando recuerdos de algo que pasó hace tan solo minutos atrás, pero
parecen una eternidad.
Mi alma se siente elevada.
Creo que soy feliz, no creo no, ¡soy feliz por primera vez en mi vida!
Me siento en el piano otra vez y acaricio las teclas frías con las puntas
de mis dedos y una sonrisa. Lo único que falta es compartir un momento
como este con mi familia. Imágenes de sus reacciones se vienen como
flashes delante de mí.
“No puedes hacer una carrera tocando el piano”
“Tu solo enfócate en la empresa”
Mis dedos se tensan otra vez, mejor no pensar en ellos, mejor disfrutar
el momento, pero de repente, una mano tapa mi boca con brusquedad. Otra
me toma del estómago y me arrastra lejos del instrumento.
Comienzo a gritar, mis gritos se escuchan lejanos saliendo de mi
garganta. La persona que me lleva me arrastra hacia otro cuarto, sale de la
casa y se dirige a los establos.
Sigo gritando y haciendo fuerza para que me suelten y no hay caso, el
hombre es muy fuerte, los sonidos de la fiesta ocultan mi desesperación y
ya no sé qué hacer para captar la atención de alguien.
A medida que entra al salón ecuestre, escucho a los caballos ponerse
nerviosos ante mis gritos y los movimientos bruscos.
Alguien relincha sin parar.
El hombre camina hasta el final y finalmente me suelta.
Cuando volteo para correr hacia el lado contrario, me detengo en seco
cuando veo ese rostro que tanto me atormentó desde que llegue aquí.
Margot Du Pont.
Mi hermana.
39
Y U R I VOLKOV

Desesperación: pérdida total de la esperanza.

E —¿Sim?
l ultimo invitado se retira y miro hacia la escalera, preguntándome
¿por qué Simone no bajo a despedir a los invitados?
Subo la escalera mientras la llamo:

No hay respuesta.
Abro la puerta de la sala de dibujo y la habitación está vacía. Quizás
estaba agotada luego de semejante concierto. Camino hasta nuestra
habitación y tampoco la encuentro allí.
—¿Moya lyubov? —grito más fuerte mirando hacia el corredor,
esperando una respuesta.
De la nada mi corazón comienza a latir con histeria. Esta vez comienzo
a caminar un poco más rápido, recorriendo cada habitación de esta mansión.
Nunca odié tanto tener tantos cuartos.
Saco el celular de mi bolsillo y llamo a Viktor.
—Viktor, ¿viste a Simone?
—No. —responde— ¿Pasó algo?
—No está en la casa, algo está mal.
—Voy a recorrer la zona. —dice y escucho el vehículo encendiéndose.
Camino hasta la ventana y a lo lejos veo los establos, la luz está
encendida como siempre, pero algo me llama hasta allí.
—Está bien, yo voy al establo.
Sin tiempo para tomar el abrigo, abro la puerta y me aventuro en la
nieve que cubre el camino hasta el establo. Cuando llego, encuentro que los
caballos están nerviosos.
Acaricio el rostro de uno y hago un sonido para calmarlo, aunque mis
nervios están peor que los de ellos.
—¿Sim? —la llamo.
Escucho un llanto, femenino.
Comienzo a correr hasta el final del establo y la encuentro, con una
postura defensiva, abrazándose a su misma, su rostro mojado de las
lágrimas y está temblando.
—Sim, —camino hacia ella— ¿Qué ocurr…? —me detengo cuando
siento un arma apoyada en mi sien.
—Quieto ahí, semental. —escucho la voz de un hombre detrás de mí.
—Mis ojos recorren la habitación y me detengo en la persona que da un
paso adelante.
Simone, pero más grande, con una mirada dura y actitud pendenciera.
Su hermana.
Mi estómago se contrae.
La encontró.
Ignorándola por completo, me enfoco en Simone que se ve
absolutamente destruida.
—Sim…—susurro.
Ella niega con la cabeza, pero no exterioriza ninguna palabra.
—Sabe todo. —dice su hermana.
Nunca la pierdo de vista, ella espera mi reacción y cuando ve que no
objeto en nada, comienza a llorar con más agonía que antes.
—Sim, lo siento, yo…—ahora de golpe soy yo quien le falta las
palabras.
—Dile, Ivanov —dice Margot— ,dile quien eres, porque le está
costando creerme.
—Ese no es mi apellido. —gruño sintiendo violencia hacia ella, quiero
matarla.
—Es el apellido de tu padre y tu hermano. —dice el hombre detrás,
todavía no vi su rostro.
—No significa que sea el mío. —digo con los dientes apretados— Sim,
déjame explicarte.
Margot asiente y el hombre detrás mío me empuja hacia Simone.
Quiero tomar su rostro como hago siempre, pero ella camina hacia atrás,
su mirada va hacia el suelo y sus brazos tiemblan incontrolablemente.
Quito mi traje y lo envuelvo en sus hombros. Ella se deja cuidar, pero
desde lejos.
—Quiero hablar a solas con Simone. —reclamo hacia Margot y el
hombre que está a su lado.
—¿Y dejarte que la manipules como hiciese todos estos meses? Ni lo
sueñes.
Vuelvo mis ojos al amor de mi vida, rogando que me vea, que mire el
dolor y el pánico que me da perderla.
—Sim, yo no soy como es mi hermano.
—Era —interrumpe Margot con una ceja arriba —, ¿o también evitaste
decirle que está muerto?
Aprieto mis puños y el hombre sonríe, como si estuviera esperando la
excusa perfecta para atacarme.
No tengo tiempo para decirle que lo encontraron gracias a mí, solo
puedo enfocarme en Simone.
—Sim, tienes que creerme, dame dos minutos para explicarte porqué
hice lo que hice.
—No. —finalmente verbaliza algo, levanta la mirada y conecta
conmigo— El tiempo de escucharte lo desperdiciaste todos estos meses,
Yuri.
Lagrimas caen de su rostro y es lo único que se mueve en la habitación.
—Sim, por favor…—mi voz comienza a distorsionarse, sé que todo lo
que vaya a salir de mi boca va a sonar como una excusa.
Y eso es lo es, solo tengo excusas para darle.
Margot da un paso al frente y toma a su hermana del brazo,
arrastrándola lejos de mí y de mis caballos.
El hombre levanta el arma y me apunta, pero no le presto atención, solo
la veo alejarse de mí por el pasillo del establo, los caballos relinchan y
hacen ruidos extraños, como si supieran que algo sumamente trágico está
pasando delante de ellos. Simone voltea y me mira con angustia y dolor
antes de desaparecer con su hermana.
—La única razón por la cual tu corazón todavía funciona, es porque
Simone me hizo prometer que no iba a matarte, pero no dudes, ni por un
puto segundo, que, si te veo otra vez o cerca de ella, voy a apretar el gatillo.
—el hombre tiene una campera de cuero, cabello revoltoso y unos vaqueros
desgastados.
—No te preocupes, —digo mirando hacia donde Simone desapareció.
— el gatillo lo apreté yo hace mucho tiempo.
Doy tres pasos atrás, dándole espacio para que se vaya tras ellas. El
hombre camina hacia atrás, todavía apuntándome.
Un automóvil se detiene en la puerta del establo, el hombre se sube y
salen arando. Sé que Simone esta allí, puedo imaginarla mirándome detrás
de los vidrios tintados con el mismo dolor que vi antes.
El dolor que yo generé.
Me siento en el suelo helado y apoyo mi espalda contra la pared,
destrozado y atormentado, acabo de perderla para siempre.
Cuando Viktor me encuentra, ya es de día, me ayuda a levantar mi
cuerpo rígido y me deposita en el sillón delante del hogar el fuego está
encendido y chispeante, con una taza de algo caliente y unas mantas.
Escucho murmurar a la madre y al hijo, palabras de consuelo, pero mi
mente no está aquí.
Está pensando en cómo recuperarla.
40
S IMON E DU P ON T

Piano: instrumento musical de cuerdas generalmente metálicas


dispuestas dentro de una caja de resonancia, que son golpeadas por
macillos accionados desde un teclado.
M
SEIS MESES DESPUÉS.

uevo el telón solo un poco, para ver la cantidad de gente en el


teatro.
Sip, que son muchos.
Hoy es mi primer día en la sinfónica y mis nervios me consumen
completamente viva.
—¿Nerviosa? —pregunta Paul, (mi compañero de orquesta) cuando me
ve espiando.
—¿Existe una palabra superior a nerviosa? —cierro la cortina y me
cruzo de brazos frente a él.
—Creo que pánico es una buena palabra.
—Sí, definitivamente esa es la que necesito. —los dos reímos y
volvemos a donde están el resto de mis compañeros.
—Las primeras veces son duras —continua—, pero con el tiempo te vas
acostumbrando, créeme, va a llegar un punto donde lo único que aspiras es
la fiesta después del concierto.
Ah sí, las fiestas, varios compañeros me advirtieron que esas fiestas son
exclusivamente para la alta sociedad y que nos llevan para pavonearse con
nosotros.
Asiento y sonrío, pretendiendo estar emocionada por algo tan
insignificante como una fiesta.
Obviamente luego de mi experiencia, ya nada me deslumbra y
curiosamente, los lugares con mucho tumulto de gente me resultan
sofocantes. Sé que Willow Hall tiene mucho que ver con eso, extraño el
silencio del amanecer o los grillos de la noche. Aquí en Nueva York es
imposible encontrar silencio.
Cuando volví a los Estados Unidos, vi algo que no pensé que iba a ver
en mi vida. Los ojos de mis padres llenos de lágrimas. Ninguno sabía que
mi hermana estaba buscándome por Europa, así que cuando me vieron
entrar los dos reaccionaron como dos padres normales. A mi madre se le
vencieron las rodillas y mi padre corrió hacia mí y me abrazo como nunca
en la vida.
Lloré junto con ellos, por la emoción de sentirlos aliviados por verme.
Les dije con la verdad todo lo que ocurrió, que Yuri me salvó y que viví en
uno de los lugares más hermosos de este planeta.
Margot no les contó la parte donde ese hombre era el hermano del que
me raptó en primer lugar y se lo agradezco, porque ellos iban a reaccionar
muy mal y mis sentimientos aún no estaban definidos. Lo que sí saben es
que Yuri siempre fue consciente de que mi familia me buscaba, pero nunca
hizo nada para dejarles saber que yo seguía con vida.
En parte entiendo que si hizo algo así fue porque él sabía que yo no
quería verlos, pero no debo olvidarme que también lo hizo porque no quería
que se conozca la información de que su hermano traficaba mujeres.
La herida que Yuri dejó atrás sigue sangrando, no hay un día que no me
pregunte qué estará haciendo o si los caballos están bien. Pienso en la
señora Orlov y Viktor también y me duele el estómago cuando recuerdo que
me fui sin despedirme de ellos.
A la semana de estar en mi casa, Adam apareció en la puerta, diciendo
que estaba desesperado por introducirme en este mundo tan maravilloso de
la música, no le pregunté cómo consiguió mi contacto porque sabía que
Yuri estaba involucrado. Antes de darme cuenta, estaba audicionando para
la orquesta de Nueva York.
Mi hermano Bastián fue otra grata sorpresa, desde que volví, pasa
mucho más tiempo conmigo que antes, nos volvimos más amigos y
eventualmente le expliqué por qué sentía que mi alma se arrastraba por el
suelo. Al contrario de lo que creí, Bastián fue muy comprensivo, casi como
si supiera lo que es perder un gran amor. Nunca le pregunté si mis dudas
eran reales, pero en el fondo sé que lo son.
Mis padres aceptaron mi amor por el piano y cuando les dije que la
propuesta de trabajo con la sinfónica de Nueva York (no voy a volver a
Londres sabiendo que Yuri está allí) era lo que quería hacer, ellos me
apoyaron completamente.
Sé que esta noche están aquí, junto con Margot y Carter, (quien es su
nuevo novio/chico malo de Margot) y asumo que Bastián también, aunque
dijo que su vuelo de Alemania llegaba solo unas horas antes del show.
Todos sabemos que el tráfico de Nueva York hace cualquier hazaña, algo
imposible.
Ojalá Yuri sepa lo mucho que me ayudó y lo que estoy a punto de hacer
en estos momentos, quiera o no, él fue el que me consiguió este trabajo y si
no fuera por él, seguiría ahogándome en las imponentes oficinas de mi
padre.
No creo encontrar a nadie como él, mi corazón está puesto en la única
persona que me hizo sentir espacial en este mundo y, así y todo, termine
herida. Mi hermano me recomendó comenzar terapia después de semejante
golpe, según él estaba perdiendo peso y lucia como una muerta en vida.
Podría decir que la terapia ayuda, cuando lo único que hago es hablar de
Yuri, de cuánto lo extraño y cuánto dolor me provocó su traición.
—¡Cinco minutos! —grita la productora, empujando su micrófono hacia
el costado para no aturdir a quien sea que esté del otro lado.
El nudo en mi estómago se aprieta más.
En fila nos colocamos para entrar al escenario. Todos llevamos puesto
un traje negro, algunas mujeres llevan una pollera, pero yo decidí que
quería pantalones por un tema de comodidad.
Los aplausos comienzan.
—¡Vamos! ¡Vamos! —gritan empujándonos para ir al escenario.
Todos mis compañeros se sientan en sus respectivas sillas, yo entro
ultima, ya que me toca el lugar en el medio del escenario.
Rápidamente escaneo la primera fila, encuentro a mi familia
aplaudiendo y de pie.
Mi papá sonríe.
Mi mamá tiene los ojos llenos de lágrimas.
Margot y Carter gritan mi nombre.
Bastián aplaude con una pequeña sonrisa.
Todos están aquí, bueno casi todos.
Me siento y me acomodo frente al instrumento.
El primer instrumento que suena es el violín, el director de orquesta nos
indica nuestros tiempos con movimientos fluidos y sutiles. Cuando
comienzo a tocar, sumándome al resto de la sinfónica, mis nervios se
tranquilizan gracias al efecto del sonido.
Puedo sentir las miradas de al menos veinte mil personas sobre
nosotros, pero hay una en particular que se siente más pesada que el resto,
eso hace que eleve la mirada por un segundo al palco superior izquierdo.
Mi estómago se contrae cuando lo veo a Yuri sentado solo en el
distinguido balcón. Lleva puesto un traje elegante con un moño negro de
satín. Su mirada me atraviesa y me toma tan por sorpresa que por un
segundo oprimo la nota incorrecta.
El director me mira, pendiente de lo que hago, nunca cometí un error
desde que comenzamos a ensayar.
Una hora de concierto sin mirarlo, pero lo siento sobre mí en cada
segundo que transcurre. Como si tuviera un poder aplastante, control sobre
mi mente y mi cuerpo.
Para el final, todos se ponen de pie y rosas caen a mis pies. Mi familia
me alienta como nunca, pero mi atención solo se dirige a un solo lugar.
Yuri está de pie, con una sonrisa completamente brillante, aplaude sin
parar con el mismo amor y orgullo que tenía en la última noche que lo vi.
Mi hermana sigue con la mirada a mi nueva obsesión y la saludo
rápidamente solo para quitarla de allí y que se concentre en mí otra vez.
No quiero que lo vea ella menos aún Carter.
Cuando el show termina, nos cambiamos y nos dirijamos a la fiesta
donde mi familia me espera.
Una vez allí, lo único que hago es observar mis alrededores,
preguntándome dónde está (en el caso de que este aquí).
Mis hermanos hablan de lo bien que estuve y conversan entre ellos,
mientras mis padres hacen negocios con la creme de la creme de Nueva
York.
—Deja de rascarte, pareces sarnoso. —susurra Margot a Carter, quien se
mueve raro y afloja su corbata.
—No puedo, odio usar trajes. —gruñe por lo bajo.
Bastián lo mira con una ceja arriba, sé que no entiende a Carter, Bastián
es exactamente lo opuesto al novio de mi hermana. Es elegante, medido y
serio, Carter por otro lado, se viste como motero, se la pasa haciendo
chistes todo el tiempo y es ruidoso.
—Estás distraída. —susurra Bastián hacia mi lado, mientras Margot y
Carter discuten sobre la ropa. —¿Por qué?
Me acerco a su oído y digo:
—Estaba en el teatro. —no necesito decir quién, él ya sabe.
Bastián no es de mostrar las emociones en su rostro, pero logra levantar
una ceja inquisidora.
—Solo espero que Margot no lo vea, —dice y apoya la flauta de
champagne en sus labios.
Eso es lo que me temo yo también.
Margot me contó la historia de su grupo de moteras y como las mujeres
que necesitaban ayuda, se unieron en mi búsqueda y en la búsqueda de otras
chicas que pasaron por algo similar que yo. También me dijo que cuando
invadieron la casa de Ivanov, encontró las carpetas de las mujeres que había
raptado y comprado eventualmente. Todavía estoy esperando recibir
noticias de Billie, Emma y Olympia.
Alguien me toma por la cintura y mi adrenalina se dispara sin control,
cuando volteo lo encuentro a Paul con una sonrisa y los cachetes colorados.
Me sorprendo al sentirme desilusionada por su presencia.
—Ven, Simone, estamos por hacer un brindis. —dice tomando mi mano
y arrastrándome lejos de mi familia.
—Ve. —Alienta mi hermano con media sonrisa.
Cuando llego a un pequeño salón, todos están allí, brindado por un gran
comienzo. Converso con mis compañeros sobre el show y reímos ante las
anécdotas de algunas de las chicas que tuvieron problemas con las polleras.
¡Les avise!
Paul está muy suelto gracias al alcohol que estuvo tomando durante toda
la noche y no para de tocar sutilmente mi cuerpo. Sonrío y asiento, pero
solapadamente me escapo un poco de su agarre, en su último intento de
acaparar mi atención, toma mi cintura y susurra en mi oído que quiere
hablar conmigo.
Lo escucho mirando detrás de él y frio atraviesa mi espina dorsal. Yuri
está allí, observando todo con una mirada colérica.
—¿Podemos hablar luego? Tengo que saludar a alguien. —me excuso
con una sonrisa tímida.
Sin esperar la respuesta de Paul, camino hacia él, como si su cuerpo
emanara una melodía que me arrastra directo a sus brazos.
Está absolutamente quieto, su expresión se suaviza cuando me tiene
delante.
—Hola. —dice.
Su voz hace que mis rodillas no se sientan tan firmes.
—Si mi hermana te ve, vamos a tener problemas.
—Tocaste hermoso. —dice, ignorando por completo mi intento de
asustarlo.
—Gracias.
No sé cómo comportarme ante él, los dos estamos fríos, pero sé que en
cuanto nuestros cuerpos se toquen, calor va a explotar de los dos.
Silencio.
—Cinco minutos. —dice remontando la última conversación que
tuvimos.
—No Yuri.
—Tres.
—Dije que no.
Da un paso al frente, esta tan cerca que siento su calor en mi rostro.
—Dos minutos y te prometo que no me vuelves a ver, lo prometo. —
dice mirando mi boca.
Esa frase sola hace que entre en pánico, ¿no volverlo a ver? ¡No quiero
no volverlo a ver! Me asfixia pensar en no volver a ver sus hermosos ojos
otra vez.
—Está bien. Pero no aquí, esta mi familia y mis amigos.
—Ven a mi hotel cuando termines. —suena como una súplica.
¿Está loco? Ir a su hotel solo significa una cosa y tengo que tener
cuidado cuando se trata de Yuri.
Me pierdo rápido en sus manos.
—No, —respondo enfadada, si quiere que lo escuche, entonces va a
tener que adaptarse a mi agenda— mañana por la mañana, en el café de la
esquina de mi departamento.
A estas alturas no tengo ninguna duda que sabe dónde vivo.
—Paso por ti a las ocho. —dice con confianza.
Besa el revés de mi mano con sus ojos fijos en mí.
—Felicitaciones, esta noche brillaste como nunca.
Sin dejarme responder, se da la media vuelta y desaparece tras la puerta
de emergencias.
41
Y U R I VOLKOV

Confesión: declaración que alguien hace de lo que sabe,


espontáneamente o preguntado por otro.

M e mostré confiado y tranquilo ante ella, pero por dentro sentía


que un terremoto derrumbaba toda mi entereza. Estuve a
segundos de reaccionar como un maldito homosapien cuando
vi a ese…niño deslizando su mano por la cintura de Simone, pero me
detuve cuando ella me vio y caminó hacia mi ignorándolo por completo, de
golpe me concentré en otras cosas.
Estaba muy nervioso por verla, tenía miedo que solo con verme su
rostro se transformara en puro odio y sus ojos me arrojaran bolas de fuego.
No pasó nada de eso, al contrario, sentí que ella pretendía estar tan
entera como yo, pero pude ver en sus ojos la misma necesidad, brillando
detrás de sus pestañas delicadas.
Intentar dormir fue en vano, lo único que hice fue tomar whiskey en la
oscuridad de la habitación del hotel y esperar a que el sol despierte.
(Nada muy alejado que lo que hice en Willow Hall estos últimos seis
meses)
Mi hotel está a solo unas cuadras de su apartamento, gracias a Thomas
King y sus recursos estuve al tanto de todo lo que pasaba en la vida de
Simone. Sé que sus padres cambiaron luego de pensar que su hija había
muerto, su relación mejoro gracias a eso y comenzaron a valorarla por lo
que es y no por lo que debe ser.
King dijo que perdió peso y lo comprobé en el momento que la vi en el
escenario, mi parte más egoísta quiere creer que es por mí, por lo que le
hice y lo que nos hice, a los dos, como pareja.
Podría decirse que por mis lados fue igual.
De pasar a amar el silencio de Willow Hall, pasé a odiarlo por completo
cuando no escuchaba las melodías que Simone tocaba. Fue ensordecedor y
sofocante.
Vera me seguía por la casa, como a un fantasma lamentándose por su
propia muerte, obligándome a consumir algo que no sea alcohol.
—Tienes que terminar con esta sesión de lamentos, Yuri. —dijo en el
tono más autoritario que espiché en mi vida. —Ve a Nueva York y tráela de
vuelta, ella pertenece aquí, con nosotros.
—¿No te enteraste? Ella me odia. —murmuro palabras alcoholizadas
mientras miro el fuego de la chimenea moverse.
—No te odia, esta lastimada, necesita tiempo y eso le diste, ahora
súbete a tu avión y trae a mi pequeña de vuelta. —sus ojos se llenaron de
lágrimas y ahí me di cuenta que Simone había devastado a más de una
persona en Willow Hall.
Me baño y cambio mis ropas para ir a buscarla. Llevo puesto unos
vaqueros y una simple camisa blanca, nada demasiado extravagante, por
más que quiera impresionarla, también necesito lucir relajado, creo que eso
nos va a ayudar a los dos.
Simone vive en uno de los edificios más exclusivos de Nueva York, con
seguridad veinticuatro horas y personal para asistirla constantemente.
Imagino que André Du Pont aprendió la lección cuando casi la pierde para
siempre. Sé que el resto de su familia todavía vive en California y que el
que más viaja a visitarla es su hermano Bastián, pero sus padres y hermana
no se quedan atrás en la lista.
—Simone Du Pont. —le indico al conserje detrás del escritorio.
Este levanta el teléfono y oprime un solo botón, luego de dos pitidos,
ella contesta. El hombre, viejo y serio, cuelga y me informa que ella bajara
próximamente.
Asiento y camino hasta los elegantes sillones hacia mi derecha y me
siento pacientemente allí.
Miro el reloj, las ocho en punto.
Es sábado y Nueva York esta tan viva como cualquier otro día por la
mañana. Aquí la gente trabaja sin parar y corre de aquí para allá sin que
nada los detenga. Totalmente opuesto a la vida que llevo. De mas esta decir
que odio este tipo de ciudades frías, impersonales y sin caballos,
(obviamente), pero si para reconquistar a Simone tengo que vivir en la
jungla de cemento, entonces estoy completamente dispuesto a hacerlo.
El asesor se abre y una Simone tímida y nerviosa asoma la nariz,
buscándome en el lobby. Ella lleva un vestido floreado que le llega a los
muslos, con unas zapatillas y un morral atravesado.
Cuando me ve sentado cómodamente, con mis piernas cruzadas y mi
brazo derecho apoyado en el respaldo, traga saliva con fuerza.
Me gusta que, a pesar de pasar seis meses separados, ella todavía
reaccione a mí.
Me levanto mientras ella camina hacia mí.
—Luces cansado. —acusa.
—Y tú te vez nerviosa. —redoblo la apuesta con una sonrisa maliciosa.
Una risita sale por su nariz y comienza a caminar hacia la salida, yo voy
detrás de ella como un perrito necesitado.
Caminamos hasta el café en silencio y nos sentamos en la mesa al lado
de la ventana, el café luce antiguo, una de esas reliquias escondidas de
Nueva York que los millennials aman. Levanto la mano para ordenar, pero
ella me detiene.
—Tienes dos minutos, no ordenes nada. —dice firmemente.
—Está bien. —cruzo mis piernas y me acomodo en la silla de madera.
Simone esquiva la mirada, intentando no conectar con mis ojos, cuando
ve que no hablo, finalmente me mira exasperada.
Apoyo los codos sobre la mesa y con un tono bajo y tranquilo,
comienzo a decir mi versión de la historia.
—Mi padre nos dejó un imperio cuando murió, pero antes de
desaparecer, lo organizó de cierta manera para que mi hermano y yo nos
dividamos los poderes, mi hermano controlaba el negocio y yo lavaba el
dinero. Por años funcionó a la perfección, yo sabía que el dinero venia de
drogas y armas, decidí hacerle la vista gorda porque lo único que quería
hacer era cuidar de mis caballos y disfrutar de Willow Hall. —explico con
honestidad pura— Un día algo cambió, la cantidad de dinero era excesiva y
sabía que mi hermano había comenzado a explorar un nuevo negocio, viajé
hasta su casa para buscar explicaciones porque sospechaba que era algo a
gran escala y no me gusta lo inesperado.
Dejo mi espalda caer sobre el respaldo, Simone esta tan concentrada en
mi que me inquieta, no sé qué está sintiendo o pensando.
—¿Fue el día que nos vimos?
—Sí, ese día le dije a mi hermano que cancele todo, que yo no iba a ser
parte de eso, pero la única respuesta que recibí de su parte fue un no
rotundo. Mi hermano dijo que no íbamos a trabajar más juntos y por un lado
estaba tranquilo de que al fin iba a poder hacer negocios por derecha, lejos
de todo lo que acarrea ese negocio, pero a la vez, no podía dormir, comer o
cabalgar pensando en que iban a venderte.
Suspiro, porque estoy extirpando toda la carga que acarreo hace un año
ya.
Simone sigue rígida y atenta.
Los dos minutos ya pasan, si ella no se levantó y se fue, es una buena
señal.
—Mi miedo más grande el día que llegaste, era que los medios sepan de
que familia vengo, tenía miedo de perderlo todo y con mi hermano
desligado de mí, el pánico fue peor. Cuando empecé a conocerte mi miedo
viró y no quería que sepas quien era, no quería que pienses que era como él,
por eso cuando me llamó casi suplicando por hacer negocios conmigo de
vuelta le corte el teléfono, me gustaba ser el hombre quien tu creías que era,
amaba ver tu mirada cuando me veías entrar a la habitación, como si fuera
tu caballero de la armadura brillante. —finalmente digo algo que había
negado rotundamente en el pasado. —Quería ser esa persona con tanta
desesperación, que la mentira se volvió cada vez más grande e
incontrolable. Mi hermano se volvió más descuidado que antes y allí es
cuando decidí que iba a intervenir en mi futuro y en el de mi hermano.
—¿Qué quieres decir?
—Fui yo quien le dejo saber a la gente de tu hermana donde vivía mi
hermano.
Sus ojos se abren por un momento, entendiendo que quiere decir todo
esto.
—Pero Carter me dijo que una mujer de servicio le vendió todos sus
datos a cambio de protección.
—Sí, pero fue Thomas King quien la contacto con Carter, tenía mi
permiso para hacerlo.
Simone recorre la habitación, con una mirada paralizada.
Solo escucho el sonido de la vajilla, la cafetera y los murmullos de las
personas.
—Eso significa que…
—Asesiné a mi hermano, sí.
Ella se mantiene pensante y cautelosa, al fin sabe lo que soy capaz de
hacer por ella.
—Lo hice porque me amenazó diciendo que iba a ir a los medios, pero
eso no fue lo que no me dejaba de carcomer la cabeza, lo que hizo que
tomara esa decisión fue cuando insinuó que iba avisarle a tu familia donde
estabas, no estaba listo para perderte. Mi miedo más grande fue saber que
un día alguien iba a venir por ti y a llevarte lejos de Willow Hall, sigue
siendo mi miedo más grande y parece una pesadilla que no termina.
Simone se mantiene en silencio, inclusive cuando dejo de hablar.
—Yuri…—suspira.
Oh no…
—No puedo volver a confiar en ti.
Asiento.
—Estoy más que agradecida que me hayas rescatado de ese lugar, no
sabes cuánto, —estira la mano para encontrarse con la mía sobre la mesa,
sin pensarlo y como un desesperado me estiro a tomarla. —pero no puedo.
—Dame una oportunidad para mostrarte quien soy en realidad. —ruego
desesperadamente, la estoy perdiendo. —Solo conociéndome puedes juzgar
si me quieres en tu vida o no.
—Yuri…
—Simone, solo conóceme, déjame demostrarte que tan loco estoy por ti.
Si en un mes me sigues odiando, me iré y como dije ayer, no tienes que
verme nunca más.
Suspira, intentando relajar su cuerpo.
—No te odio Yuri. —dice mirando nuestras manos— no puedo dejarte
lastimarme otra vez.
—Lo siento, realmente lo siento, nunca creí que…ninguno de los dos
creímos que nos íbamos a sentir así.
—Y no puedes estar un mes en Nueva York, no puedes sobrevivir a
semejante jungla.
—Tu estas aquí, lo demás no importa.
—¿Los caballos?
—Están bajo el cuidado de Viktor.
—¿Tus negocios?
—Los puedo continuar desde aquí.
Aprieta sus labios, enojada porque no encuentra más excusas.
—Solo un mes. —vuelvo a rogar.
Traga saliva con fuerza y termina asintiendo mirando hacia la mesa.
—Palabras…—reclamo.
—Bueno, ¡está bien! Está bien, solo un mes. —me señala con el índice.
Sonrío.
—Solo un mes.
—Y los fines de semana toco con la sinfónica.
—No hay problema, puedo adaptarme a tu agenda. —digo y ella levanta
la mirada, sorprendida por algo que dije.
Si, Simone, vengo para llevarte.
42
S IMON E DU P ON T

Paciencia: facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.

M e detengo en seco cuando veo a Yuri en la puerta de mi edificio


esperándome pacientemente. Son las seis de la mañana, ¿qué
demonios hace aquí?
Está distraído mirando hacia la izquierda y eso me da tiempo a
observarlo de la cabeza a los pies. Siempre viste a la perfección, siempre
luce elegante, aunque use ropa deportiva. Esta vez lleva unos vaqueros con
una camiseta azul, con bordados en dorado.
Mujeres y hombres pasan a su lado y lo observan como si fuera un
caramelo listo para consumir y no puedo evitar sentirme un poco posesiva
al respecto.
—¿Qué haces aquí? —digo cuando me acerco a él y eso lo hace voltear.
Me sonríe.
—Vengo a invitarte a desayunar.
—Ya desayuné. —digo cruzando los brazos. — Y estoy llegando tarde
al ensayo.
—Bueno, puedo caminar contigo hasta donde tengas que ir, si me dejas.
—mi corazón se estruja un poco pero no lo demuestro.
—Está bien. —sin esperarlo, comienzo a caminar con pasos rápidos.
Tengo que mantenerme firme.
Yuri sigue mi caminar con sus manos enterradas los bolsillos, se
mantiene en silencio las seis cuadras que me lleva llegar al conservatorio.
Cuando llegamos, lo despido con una sonrisa incomoda y abro la puerta y
me voy sin mirar atrás.
Seis horas después, salimos a tomarnos nuestra hora de almuerzo, Paul
camina a mi lado, junto con dos compañeras más, Jane y Amanda. Puedo
decir que estos últimos meses las tres nos volvimos cercanas, pero nunca
van llegar a ser tan importante como Emma, Billie y Olympia.
Con las chicas tenemos una pequeña rutina, siempre vamos al mismo
restaurant y la mayoría de las veces, ordenamos el mismo emparedado, lo
único que cambia esta vez es la presencia de Paul. Nuestra mesa suele ser la
que está cerca de la puerta, pero hoy está ocupada, por nada más que Yuri
Volkov.
Está sentado con un hombre que no conozco, conversando seriamente,
mira hacia arriba cuando me ve y sonríe maliciosamente hacia mí, por
supuesto que sabe mis preferencias en cuanto a los lugares de comida de
esta ciudad.
Yuri detiene la conversación y se pone de pie para saludarme.
—Sim.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a almorzar con un amigo que no veía hace mucho, te presento a
Sasha Lenkov. —Yuri pronuncia el apellido a la perfección, con un tono
natural y firme como es el ruso.
Su amigo Sasha se levanta de la silla y estira su mano para saludarme, la
estrecho y sonrío tensamente. Su cabello es rubio caramelo, sus ojos
marrones y es más alto que Yuri
—Encantado. —dice con un acento grueso.
Yuri mira detrás de mí.
—¿No vas a presentarme a tus amigos? —dice mirando directamente a
Paul.
—Oh, sí, lo siento, —respondo pretendiendo no darme cuenta el odio
que sale de sus ojos— Estos son Paul, Jane y Amanda.
Se saludan entre ellos y Yuri se esfuerza en estrechar la mano de Paul
con más fuerza de la necesaria.
Los celos de Yuri no son algo nuevo para mí, sé que es alguien muy
posesivo, pero dadas las circunstancias en la que nos encontramos, no me
parece que se pueda dar el gusto de presentarse celoso ante ningún hombre.
—Por favor, siéntense con nosotros. —dice Saha apuntando a la mesa.
—Oh no, estamos—me interrumpen.
—¡Claro! —responden Amanda y Jane al unísono, impidiendo el
intento por esquivar a Yuri.
Maldición.
Todos nos acomodamos en la pequeña mesa, que claramente no está
diseñada para albergar seis personas. Termino sentada en el medio, hacia la
derecha Yuri y a la izquierda Paul.
Sasha es un hombre que la gente llamaría playboy o un don Juan. Es
encantador, genera conversación todo el tiempo y sonríe abiertamente.
Al contrario de Yuri que lo único que hace es destilar energía sobre mí,
aplastándome en mi asiento sin decir demasiado.
Cuando todos están muy envueltos en una conversación sobre política,
siento la mano de Yuri descansar sobre el respaldo de mi silla.
—¿Qué haces? —gruño por lo bajo.
—No entro en esta silla, Sim. —responde seriamente. —Lamento
mucho si mi cuerpo no entra en esta maldita ciudad.
Quiero reír cuando lo veo luchar contra su tamaño, pero muerdo mis
labios para impedirlo.
—¿Y te ríes de mí? —dice pretendiendo estar ofendido.
—No me estaba riendo.
—Dile eso a tu boca. —dice mirándome fijamente allí.
Esta vez si sonrío y eso hace que mantengamos la mirada fija en el otro
por varios segundos. Creo que la comodidad que existe entre nosotros es
innegable.
Paul quiere participar en nuestra intima charla, sumándose
inesperadamente.
—¿De dónde se conocen? —pregunta inocentemente. —Todos en la
mesa se detienen a escucharnos.
Con Yuri nos miramos desconcertados, buscando qué decir.
—Tenemos amigos en común. —comienza a decir —Creo que la
primera vez que nos vimos fue en una gala que hice en mi casa, ¿no Sim?
Mi boca está abierta y no responda nada, hasta que con su pierna me
empuja un poco, como señal para que le siga la corriente.
—Oh sí, —digo guardando un mechón de cabello detrás de la oreja—
creo que esa fue la primera vez.
—Yuri, —lo llama Amanda— ¿fuste a nuestra presentación?
—Por supuesto, nunca me perdería el estreno de Sim. —la mano que
descansaba inocentemente en el respaldo, de golpe aparece sobre mi
hombro. —los felicito, fue impecable.
Paul lo mira con curiosidad.
Mis cachetes se encienden.
— ¿Y tú Sasha? —continua Jane.
—Lamentablemente me lo perdí. —dice tomando un vaso de agua.
—No te preocupes, —dice Yuri— tengo boletos para el resto del mes,
puedes venir conmigo al siguiente.
—Con mucho gusto. —sonríe.
¿Resto del mes? ¿Quiere decir que va a ir a todos los recitales?
—¡Oh! ¡Si! —dicen las dos aplaudiendo con una emoción desmedida—
¿Podríamos hacer algo después no?
Oh Dios…
Sasha sonríe hacia Yuri y él me mira a mí.
—¡Es una cita! —dice Sasha.
Yuri sonríe complacido, especialmente por el rostro enojado de Paul.

C UANDO TERMINO MI JORNADA DE TRABAJO , MI ESTÓMAGO ESTA RÍGIDO


como una roca, me la pasé preguntándome si Yuri estará en la puerta o no.
Por un lado, quiero que esté, ¿pero para qué?
No lo sé.
Cuando salgo a la calle, no hay nadie.
Qué mezcla rara de decepción y alivio que siento.
Miro hacia la izquierda y luego a la derecha antes de comenzar a
caminar por la calle concurrida. Por cada paso que doy, mis ojos recorren
las calles, atentos a cualquier ruso que inesperadamente aparezca frente a
mí. Entro al lobby del edificio con pasos acelerados y saludo a Martin (el
conserje que cuida el edificio a esta hora) moviendo mi mano en el aire.
—¡Oh! ¡Señorita Du Pont! —me llama.
Volteo mientras presiono el botón del asesor, esperando que me hable
—Un hombre espera por usted.
Miro hacia los sillones y mi estómago se contrae.
—Gracias Martin. —le sonrío al hombre volviendo mis pasos hacia la
zona de espera con un nudo en mi estómago.
Yuri se levanta rápidamente, mientras guarda su celular en el bolsillo.
—Sim…—dice como si encontrarme aquí fuera una sorpresa para él.
—¿Vas a seguirme a todos lados? —digo con un tono enojado.
—¿Suma o resta eso?
—Resta, definidamente.
Hace una mueca de “Lo siento” pero eso no lo espanta.
—¿Qué necesitas Yuri? Estoy cansada y quiero estar en mi casa.
—Yo…quería saber si quieres cenar conmigo hoy.
—Está por llover.
—Podríamos pedir comida.
Suspiro pesadamente, buscando excusas.
—No te quiero en mi casa, Yuri, yo no…confío en nosotros solos. —
susurro para que no me escuche nadie.
—No pienso hacer ningún movimiento, lo prometo.
Miro hacia arriba, buscando algo de verdad en sus ojos de hielo.
—¿Lo dices enserio?
—Sí, lo juro, vamos. —coloca una mano muy familiar en mi espalda
baja y me lleva hacia el elevador.
Subimos los doce pisos son en absoluto silencio, cada uno está en un
extremo opuesto del gran elevador, pero al estar rodeados de espejos, es
difícil no observarnos. Yuri no me pierde de vista tras sus pestañas pesadas
con una expresión neutra y eso hace que mi estómago duela un poco más
que antes. Es extraño verlo en un ambiente como mi casa, Yuri es de
espíritu libre, un apartamento parece algo ínfimo para alguien como él.
Una vez dentro, observa todo con detalle, la decoración, fotos y
cuadros, desliza un dedo por mi piano y sonríe cuando me encuentra
mirándolo.
—¿Es extraño verme aquí?
—Si…—digo de brazos cruzados, detrás de él, en el ventanal, se ve
Nueva York resplandeciendo.
—Me siento extraño en esta ciudad, si…—dice en un tono bajo y
calmado— no por nada le dicen la jungla de cemento.
—No es mi favorita tampoco, —digo quitando mi abrigo y colgándolo
al lado de la puerta— pero Adam no me dio muchas opciones tampoco.
—Lo se…—murmura.
Ignoro por completo el hecho de que sabe todo lo que pasa en mi vida y
comienzo a moverme por mi casa.
Toma su celular y rápidamente comienza a mover sus dedos por sobre la
pantalla.
—¿Comida italiana está bien? —pregunta sin mirarme.
—Sí, claro. ¿Te molesta si voy a tomar un baño mientras?
—En absoluto, te espero aquí. —se sienta en el sillón y toma el control
remoto del televisor —tengo entretenimiento de sobra. —dice mirando la
pantalla.
—Ya vuelvo. —giro sobre mis talones y salgo disparada hacia mi
habitación.
Una vez dentro de la ducha, lo único que puedo pensar es en cómo
reaccionaria mi cuerpo si Yuri decidiera entrar sin dar aviso. De solo pensar
en sus manos sobre mí, mi cuerpo reacciona con calor y palpitaciones.
Estos últimos meses fueron de absoluto celibato, mentalmente no estoy
abierta a nadie, el solo hecho de pensar en otro hombre se siente mal e
incómodo, pero no puedo negar que más de una noche fantasee con las
manos del ruso que está en mi sala tocando mi cuerpo atrevidamente.
Cuando salgo, hago el esfuerzo de usar la ropa más grande y poco
atractiva que tengo, no quiero ni por un segundo que piense que me vestí
para él. Me detengo bajo el marco de la puerta de la cocina, viéndolo
preparar la mesa y sirviendo dos platos de pasta.
—¿Mejor? —pregunta sin mirarme.
Asiento y eso hace que levante la mirada de golpe.
—Sí, si mejor, gracias.
Vuelve a su tarea, complacido por obligarme a usar mis palabras.
Me siento y espero por él. Veo que encontró el vino que me regaló mi
hermano hace como dos meses.
—En el cajón a la derecha. —digo cuando veo que busca el destapador.
—¡Ah!, gracias.
En cuanto se sienta en la silla disparo la primera pregunta.
—¿Quién es Sasha? —clavo el tenedor en el plato y comienzo a girarlo.
Yuri sirve un poco de vino en los dos vasos mientras me explica.
—Sasha es un amigo de la infancia, lo ayudé a comenzar su negocio
hace muchos años atrás y ahora es multimillonario.
—Oh, ¿qué negocio? —mi tono es desafiante, pero eso no detiene a
Yuri para seguir usando el mismo tono calmo y desinteresado.
—Bienes raíces principalmente, comenzó a invertir en Rusia y luego se
pasó a Inglaterra, ahora maneja sus negocios desde Nueva York, de hecho,
este edificio es uno de sus proyectos.
—Oh…—me detengo con el tenedor cargado en el aire.
—Lo vi muy interesando en Amanda, —dice— parece que hubo una
buena conexión hoy.
—¿Si? No lo note.
—No, porque mi mano en tu espalda robaba toda tu atención. —dice
con una muesca en su boca.
Engreído.
Sigo comiendo con tranquilidad aparente.
—¿Dónde te estas hospedando?
—El hotel Conrad.
Me detengo. Eso es a solo unas pocas cuadras de aquí. Uno de los
hoteles más caros de Nueva York.
Toma la copa de vino y le da un sorbo, yo lo imito.
—¿Qué haces aquí? —finalmente hago la pregunta que quise hacerle
desde que lo vi en el concierto.
Antes de responder, piensa la respuesta con cuidado, mientras juega con
la copa entre sus dedos.
—No tengo una sola respuesta.
—Tengo tiempo.
Asiente.
—Te extraño. —dice apoyando la copa sobre la mesa y enfocando sus
ojos en mí. —Te extraño tanto, extraño tenerte en la casa, extraño el sonido
del piano, tu cuerpo, tus ojos, tus pecas, no puedo comer ni dormir si no sé
qué estás haciendo o si estás bien. Entiendo si no te sientes igual, te lastimé
y es natural que te protejas de mí, pero Sim, no funciono si no estás a mi
lado y tengo la sospecha que tu tampoco.
Trago fuertemente saliva, tengo un cosquilleo en el estómago que me
incomoda y hace que me mueva en la silla incómodamente.
—Quería verte en el escenario, sabía que eras natural y estaba dispuesto
a verte y desaparecer de tu vida, pero luego me viste en el palco y tus ojos
dijeron algo que no pude descifrar del todo, pero lo que si entendí fue que
no me querías fuera de tu vida.
—Eso no significa nada.
—Lo sé —murmura mirando hacia el plato. —, y con eso me basta.
—¿Por qué ahora? Pasaron seis meses.
—Creo que el tiempo es la mejor medicina, sabía que tenías que
procesar lo que nos pasó, lo que te hice, tenías que re conectar con tu
familia y darte una oportunidad para el éxito, por eso esperé pacientemente
hasta ahora, aunque Vera seguramente no esté de acuerdo con eso.
—¿Por qué?
—Bueno, digamos que ella tuvo que soportarme durante todos estos
meses e insistió más de una vez que debía venir a buscarte.
Sonrío cuando la imagino gritándole como le gritaría a un nene
caprichoso.
Comenzamos a hablar de la señora Orlov y Viktor. Yuri dice que están
bien y que me mandan saludos, luego hablamos de los caballos y que
llegaron cinco nuevos, por eso esta ampliando el establo.
Para cuando la botella de vino esta vacía, los dos estamos conversando
con la misma naturalidad de siempre, hasta me encuentro riendo de vez en
cuando.
Yuri mira la hora en su reloj y levanta las cejas sorprendido, eso hace
que haga lo mismo, pero mirando mi celular.
Son las doce de la noche.
—Debería irme. —dice levantando los platos de la mesa y dejándolos
en el fregadero.
No lo detengo, porque sé que es lo mejor.
Me levanto e incómodamente lo observo moverse por mi cocina. Toma
una chaqueta, camina hacia mi seriamente y deja un beso en mi frente,
cumpliendo con su promesa de no intentar nada.
—Buenas noches, Sim.
—Buenas noches. —susurro antes de que cierre la puerta.

D URANTE LOS SIGUIENTES CUATRO DÍAS , Y URI ME ESPERÓ EN LA PUERTA DEL


edifico para acompañarme hasta el conservatorio y lo mismo para caminar
de vuelta a mi casa.
A veces hablamos del clima, otras veces me pregunta cómo me fue y
otras simplemente caminamos en silencio. Nunca pidió subir a mi casa, ni
propuso hacer cualquier otra cosa juntos, lo cual me extrañó ya que lo vi tan
decidido a conquistarme otra vez, que esperaba más presión de su parte.
No deja que lo aprecie por darme mi espacio.
El viernes por la mañana no tengo ensayo porque el concierto es a la
noche, así que a Yuri no lo vi hasta que me senté en el piano y miré hacia el
mismo palco.
Esta vez está acompañado por Sasha, los dos lucen elegantes, superiores
y perfectos. Me pregunto si Yuri compró todo el palco por el mes completo.
Cuando el concierto termina, recibo un mensaje en mi celular de un
número desconocido.
“Las esperamos a la salida del teatro.”
Oh no, olvide por completo que habían quedado en una salida,
maldición.
Sé quién es y me tienta preguntar de donde saco mi número, pero ser tan
hostil con Yuri se siente forzado e incómodo por momentos.
A la salida, están los dos en la puerta, Amanda y Jane sonríen
abiertamente cuando los ven, ninguna me hizo ningún comentario sobre
ellos, solo espero que ninguna crea que Yuri está disponible.
El pensamiento me hace detenerme, ¿no está disponible? Yuri está
soltero, puede hacer lo que quiera y tengo que recordarme eso, por más que
se sienta como un cuchillo en el pecho.
Sasha nos felicita a todas, pero Yuri no dice nada, solo me entrega un
ramo de rosas. Lo cual hace que Amanda y Jane me miran con una gran
sonrisa.
—¿Tienen algo en mente? —pregunta Sasha.
— Estoy hambrienta. —responde Amanda.
—Hay un restorán que quiero probar hace un tiempo ya, ¿podríamos ir
allí?
Todos asienten excepto yo, pero escaparme no se siente bien, sería
dejarlos con la estructura perfecta para una cita doble y no estoy lista para
eso.
Yuri pide un taxi y cuando el vehículo se detiene dice:
—Sasha, tu ve con las chicas, no entramos todos aquí. —coloca una
mano en mi baja espalda, indicándome el camino al vehículo.
—¡Seguro! —responde su amigo con una sonrisa picarona.
Una vez adentro, Yuri le indica al conductor el restaurant y se acomoda
en el asiento.
—Si no querías ir podrías haber puesto una excusa. —dice mirando por
la ventana.
¿Y dejarlos solos con las dos? No gracias.
—No me molesta ir. —miento.
Lo cual hace que Yuri resople con una sonrisa sabelotodo.
Cuando el taxi se detiene, caminamos hasta un restorán hermoso, de
luces tenues, piso de madera desgastada y cabinas para sentarnos.
Yuri me deja pasar primero y luego se sienta a mi lado.
La camarera llega con los menús y Yuri le explica que estamos
esperando más gente, en el mientras pidió la carta de vinos.
—Tocaste increíble hoy. —dice mientras mira la lista.
—Gracias. —¿está ignorándome a propósito? ¿Piensa que esto funciona
conmigo?
Pide una botella de vino y mientras espera desliza el brazo sobre el
respaldo.
—¿Ahora también tienes poco espacio? —pregunto a la defensiva.
—No, ahora quiero sentirte cerca. —susurra sobre mi oído, haciéndome
sonrojar.
43
Y U R I VOLKOV

Fuego: excitación producida por una pasión, como el amor o la ira.

S asha llega con las compañeras de Simone y se sientan en nuestra


cabina, al poco tiempo llegan nuestros platos y comenzamos a
comer.
La conversación más fuerte se da entre ellos tres, yo agrego algo de vez
en cuando y Simone se mantiene en completo silencio. Muero por saber qué
piensa, qué siente y qué desea. No me gusta sentirme tan perdido cuando se
trata de ella, es casi imposible de leer por momentos. Esta tan lejos de mí
que ya casi no la veo.
—Yuri, —me despierta Sasha de mi letargo— cuéntales sobre tus
caballos.
—¿Tienes caballos? —pregunta Jane con los ojos muy abiertos.
— Sí, en mi casa en Inglaterra. —respondo mientras siento el cuerpo de
Simone tensándose, no entiendo por qué.
—¡Siempre quise tener caballos! —dice Jane— Quizás cuando estemos
de gira pueda ir a visitarte para conocerlos. —guiña un ojo y en ese
momento los cubiertos se caen de las manos de Simone.
Interesante.
—Willow Hall está abierto para cualquiera que disfrute los caballos. —
digo con educación, aunque sé que no voy a volver a verla en mi vida, pero
un poco también lo hago para ver la reacción de Simone.
La cual es impagable porque nunca la vi tan tensa en mi vida.
—Definitivamente, muero por verlos, ¿cabalgas bien? —dice en un tono
donde claramente quiere decir algo más.
—Eso creo. —respondo riendo nervioso.
Como si se despertara de la hibernación, Simone comienza a responder.
—Es el mejor. —dice con una sonrisa maliciosa. — la última vez que
estuve en Willow Hall me enseñó a cabalgar y fue increíble.
¿Qué está pasando?
Jane luce desilusionada por un segundo y luego lo enmascara con una
sonrisa.
—¡Qué emocionante!
—Yuri juega al polo también. —dice mirándome por primera vez a los
ojos desde que comenzó la noche.
—Me dijeron que este año no jugaste. —dice Sasha.
—Oh no, no tenía tiempo, tenía cosas más importantes que prestarle
atención en mi casa. —respondo tomando la copa entre mis dedos.
—¿Qué es más importante que competir con el príncipe? —dice Sasha
riendo.
Miro hacia abajo a Simone quien juega con la comida, moviéndola de
un lado al otro del plato.
Abro la boca para responder su nombre, cuando la camarera llega con la
cuenta, prácticamente la arranco de sus manos para pagarla.
Sasha nos invita a el club que abrió hace tan solo un mes, las dos
compañeras de Simone dicen que si con mucho entusiasmo.
Yo espero por su respuesta y siento que ella espera por la mía también.
Me mira un segundo y me acerco a su oreja para susurrarle que no tiene que
ir si no quiere.
—Vamos, solo un rato. —dice Sasha viéndonos dudar a los dos.
Lo que menos quiero es estar en un lugar cerrado con música alta y
rodeado de personas.
—Bueno…—dice Sim sin mucho entusiasmo.
Maldición., todo sea por pasar tiempo con Simone.
E N EL CLUB TENEMOS UN LUGAR RESERVADO SOLO PARA NOSOTROS , CASI
aislados del tumulto de gente gracias a Dios.
A mi izquierda Simone.
A mi derecha Jane, la entusiasta.
Sasha está completamente embelesado con Amanda y hablan sin parar,
no puedo escucharlos desde aquí, pero por sus expresiones puedo ver que se
llevan muy bien.
Espero que Sasha encuentre a alguien alguna vez, su vida de soltero es
lo que más le gusta en la vida, pero sé que cuando conozca el sentimiento
de tener a una persona que asalte tu mente, no se va a arrepentir.
Jane me habla sin parar y solo le respondo para verla a Simone tirando
dardos con los ojos.
Estoy disfrutando de esto, verla celosa significa que mi esperanza no
está completamente perdida.
—¿Sasha? —lo llama Simone, casi gritando por la música. Puedo ver a
Simone usando su celular, mierda, estoy perdiendo su atención.
Mi amigo voltea con una sonrisa.
—Un amigo está en la puerta, pero dice que la cola es interminable,
¿hay alguna posibilidad de que lo dejes pasar?
¿Amigo? ¿Qué demonios?
—Seguro, dime el nombre. —dice Sasha tomando su celular del bolsillo
interno del traje.
—Paul Webster.
Sasha llama por teléfono a alguien y dice su nombre.
¿Quieres una guerra Simone? Lo pides lo tienes.
Paul llega con esa cara de cumpleaños feliz que tiene siempre, saluda en
general y se sienta al lado de Simone, por supuesto. Ellos comienzan a
charlar sin parar y siento mi sangre hervir por dentro.
Termino dándole la espalda, enfocándome completamente en Jane,
cuando pasan varios minutos, volteo y ya no están allí.
¡Maldición! Le voy a arrancar la maldita cabeza al maldito Paul.
Con el corazón en la garganta, me levanto sin decir más y voy en su
búsqueda. Los encuentro en la pista, bailando y sonriendo como si fuera el
día más feliz de sus vidas.
Qué difícil es no reaccionar como un retrógrado y arrancarla de los
brazos del maldito Paul.
No, no tengo este cerebro para reaccionar así.
Piensa Yuri, piensa…
Vuelvo a Jane y la invito a bailar, ella dice que si inmediatamente.
A propósito, y con malicia, me coloco cerca de ellos para que Sim nos
vea. Su rostro se transforma cuando lo hace.
Odio bailar y odio esta música, pero hago lo que sea para despertar a la
Simone posesiva que conocí en el restaurant.
Un par de temas después, me choco deliberadamente con Paul y
pretendo no saber qué estaban allí durante todo este tiempo. Cuando poso
mis ojos sobre ella, tomo su mano y la arrastro hasta mi, para bailar.
Simone me mira con mala cara y yo sonrío victorioso.
—Había maneras más efectivas para hacerme enojar, Sim. —digo sobre
su oído.
—El mundo no gira a tu alrededor, Yuri.
Ouch.
—¿Y por qué lo llamaste entonces? No puedes decirme que te interesa
ese niño. —digo señalándolo.
—¿¡Y a ti qué demonios te importa si me interesa o no!? Ve con Jane, al
menos ella está interesada en cabalgarte.
—No estoy aquí por ella, lo sabes. —mi tono comienza a ponerse cada
vez más pesado.
—¡No lo parece! —se aleja de mí y comienza a caminar hasta la puerta.
Camino detrás de ella, hecho una furia. Por un momento la pierdo entre
la multitud, pero cuando salgo a la calle la encuentro abriendo la puerta de
un taxi. Corro hacia ella y me meto antes de que pueda arrancar.
—¿Qué haces?! —dice exasperada.
—¿Qué parece que estoy haciendo? Acompañándote a tu casa, no voy a
dejarte sola en esta maldita ciudad.
El taxi avanza por la quinta avenida.
—Vivo aquí hace cinco meses Yuri, ¡no te necesite antes y menos
ahora!
El taxista nos mira por el espejo retrovisor con curiosidad, pero los dos
lo ignoramos.
—¿Por qué eres así? —grito exasperado en el momento que se detiene
el taxi.
Simone se baja rápido antes de que pueda pasar la tarjeta por el lector,
cuando salgo la encuentro caminando por el lobby.
—Simone, detente. —grito, pero ella sigue caminando.
Cuando las puertas se abren oprime el botón rápido para cerrarla en mi
rostro. Sin perder el tiempo llamo al ascensor próximo y oprimo botones
con la misma desesperación de ella.
Cuando llego a su piso, está cerrando la puerta, pero coloco mi pie para
impedírselo.
—Vete.
—No. —digo del otro lado.
Empujo la puerta y ella se aleja, dando pasos hacia atrás.
La cierro de golpe detrás de mí.
Simone esta agitada y de pie a pocos metros de mí, sus puños cerrados,
su mirada hirviente.
En dos zancadas la tengo entre la pared y mi cuerpo, mi beso
desesperado estrella en sus labios y la saboreo como imaginé desde el día
que la perdí. Simone se derrite entre mis manos mientras las beso con
violencia, reteniéndola con fuerza. Sé que quiere esto, no me rechaza
porque me necesita tanto como yo a ella, solo que es demasiado orgullosa
para admitirlo.
Deslizando mi mano hasta su trasero, la levanto sobre mi pelvis.
—¿Hacia dónde? —pregunto sobre sus labios.
—Derecha. —responde agitada.
Sin ver hacia dónde vamos, camino chocando con muebles y sillas,
ningún golpe puede detener el deseo que siento por ella y esos labios que
tanto extrañé.
Cuando encuentro su cuarto, dejo caer nuestros cuerpos sobre la cama.
Presiono mi polla en su centro, casi pidiendo por favor que me deje entrar.
Arranco su ropa como un animal en celo y ella pelea con mi cinturón
para quitármelo con rapidez.
En cuanto sus largas piernas están descubiertas, deslizo su braga y me
doy un festín en ella.
Simone grita y se mueve con violencia, ante la inesperada intrusión de
mi lengua en su centro.
—Maldición, extrañaba tu sabor. —protesto entre besos y lamidas.
Ella no responde, solo toma control de su orgasmo, moviéndose sobre
mi rostro sensualmente.
—¡Yuri! —advierte que está a punto de venirse en mi boca.
Más profundo, más rápido, más animal.
Antes de que su orgasmo se termine por completo, escalo sobre ella y
me introduzco en un solo movimiento. Mis embestidas son frenéticas y
poco controladas por mi mente, aquí el único que tiene control es mi
maldita polla.
Los talones de Simone se entierran en mi espalda, sosteniéndome cerca
de ella mientras mi boca recorre su cuello y mi mano acaricia su rostro,
alabándola como una deidad.
Oh Dios, soy adicto a esta mujer.
—Sim, se siente tan bien estar dentro tuyo…—digo sobre su oído. —
pero no creo poder aguantar mucho más.
Ella suelta una risita adorable. ¿Pensó qué estaba haciendo un chiste?
—Tomo la pastilla Yuri ahora. —susurra dándome luz verde para
perderme en ella.
Tomo su cabeza entre mis manos y la beso profundamente mientras
embisto en ella con desesperación.
Ella grita, gime y lloriquea.
Yo no puedo pensar cuando me vengo en ella, llenándola de mí por
primera vez.
Cuando abro los ojos, la encuentro observándome con curiosidad.
—¿Qué?
—Eres hermoso. —susurra con sus mejillas sonrojadas.
—Y tú eres el maldito amor de mi vida.
44
S IMON E DU P ON T

Conclusión: fin y terminación de algo.

Y uri se fue después de tres orgasmos.


Internamente no quería que se vaya, pero sabía que era lo
mejor, necesito que esto vaya lento, por más que me transforme
en el mismísimo diablo cuando otra mujer le da su completa atención.
Sé con quién tengo que hablar sobre esto, es la persona más neutral de
mi familia.
Bastián atiende en teléfono en el segundo pitido.
—Simone. —dice con su tono estricto— ¿Qué ocurre?
Desde mi desaparición Bastián se volvió mucho más protector de lo que
ya era, no somos de hablar mucho por teléfono, sino más de mensajes y
audios.
—Nada, —rio— solo me gustaría hablarte de algo.
—Suena serio.
—Lo es.
—Puedo ir mañana si quieres, tengo que resolver cosas en Nueva York
de todas maneras.
—¡Excelente! te espero en casa entonces.
—¿Tengo que prepararme?
Rio con fuerza.
—No lo sé.
Le dije a Yuri que no iba a poder verlo y que por favor no se presente en
mi edificio porque no sé cómo va a reaccionar Bastián a todo esto. Por sus
respuestas cortas y monótonas, llegué a la conclusión que debe estar
interpretando todo esto muy mal, pero eso es algo que puedo resolver
después de hablar con mi hermano.
El lunes por la mañana tocan el timbre de mi puerta y salgo corriendo.
Mi hermano está del otro lado con el traje que parece que lo tiene cocido al
cuerpo y una media sonrisa.
Salto sobre él y lo abrazo con fuerza, la última vez que lo vi fue hace un
mes exactamente.
Bastián devuelve el abrazo, pero de manera un poco más rígida, no es
de esos hombres que muestren mucha emoción, es más, a veces tiene una
expresión tan neutra que me resulta imposible leerlo.
Mi hermano entra mi casa y deja caer su cuerpo en el sillón, tomando el
celular entre sus manos y tocando algunas teclas antes de darme su
completa atención.
—Soy todo oídos.
Me siento a su lado mientras le entrego una taza de café. Le explico
todo lo que pasó en estas últimas semanas.
—Espera, espera, ¿se va a quedar en Nueva York?
—Si, por un mes, bueno ya paso ese mes, en realidad.
—¿Y qué está esperando para volver?
—Una respuesta mía.
Bastián recorre la habitación con sus ojos, pensando en vaya uno a saber
qué.
— ¿Y por qué estoy aquí?
—¡Porque no sé qué hacer! —digo dejando caer mi cuerpo sobre el
sillón— No puedo olvidar sus mentiras Bastián, pero a la vez…
—¿Lo amas? —interrumpe de golpe.
—¿Cómo se si realmente lo amo? — pregunto de vuelta.
—Bueno, no tengo mucha experiencia en ese tema Simone, ya lo sabes.
Nos mantenemos en silencio por un segundo y luego continua.
—Pero supongo que sí amas a alguien hay cosas que en una balanza
mental pesan más que otras.
—No entiendo, explícame.
— Por ejemplo, la mentira que te dijo en un lado y lo que te hace sentir
en el otro.
Me detengo a pensar en ello por un segundo, cuando pienso en lo que
siento por Yuri, veo colores brillantes, luz y movimiento frenético, pero
cuando pienso en su mentira todo eso se vuelve gris y lánguido.
Cuando termino mi reflexión, observo a Bastián, casi tan perdido como
yo en un pensamiento profundo e íntimo. Me pregunto si alguna vez amó a
alguien o si tiene alguien en su vida ahora.
—No crees que, si fue capaz de mentirme con algo así, ¿es capaz de
cualquier cosa?
—Creo que si te mintió tan crudamente fue por una razón, por más que
lo deteste por retenerte tanto tiempo allí, sé que hombres como él no suelen
ponerse de rodillas, lo cual significa que va en serio con lo que siente.

Y URI APARECE EN LA PUERTA HORAS DESPUÉS DE QUE B ASTIÁN SE FUERA .


Un movimiento arriesgado sí me lo preguntas.
Su rostro luce cansado, su cabello un poco descontrolado, ¿qué ocurrió?
—Yuri, ¿qué pasó? —abro la puerta para dejarlo pasar.
Camina delante de mí y deja detrás una estela de olor a alcohol fuerte.
¿Estuvo tomando?
Voltea y se detiene a unos metros de mí, su cuerpo se mueve de un lado
a otro.
—¿Por qué lo preguntas?
Cierro la puerta sin perderlo de vista y me cruzo de brazos.
—Por empezar te ves en mal estado y hueles peor. —lo señalo con la
palma abierta.
Se ríe totalmente fuera de carácter, Yuri no se ríe así.
—Debe ser porque pasé las ultimas cuarenta y ocho horas sin dormir.
—¿Por qué?
Me mira y resopla, ofendido de alguna manera.
—¡No lo sé Sim! —dice arrastrando las palabras— ¿Será porque me
evitas desde que puse mi polla dentro de ti? ¿Porque nunca estuve tan
perdido en mi vida? ¿Porque siento que te escapas entre mis dedos y no sé
si voy a poder sobrevivir la caída? ¡NO LO SE!
Comienza a caminar de un lado a otro entre los sillones, se tropieza más
de una vez y aunque me muero por asistirlo, mis pies están clavados en el
suelo.
—Nunca me enamore en mi vida y la única mujer que me vuelve loco
me ignora. ¡Estoy dispuesto a todo por ti, pero ni siquiera quieres saber que
tan lejos estoy dispuesto a llegar con tal de hacerte feliz! —se sienta en el
sillón y apoya sus codos sobre las rodillas— Solo te pido un poco de guía,
algo que me enseñe a enamorarte.
Nunca deje de amarte Yuri.
—Puedo decírtelo si quieres. —digo dando pasos lentos hacia él.
—Lo que sea, dímelo.
Extiendo mi mano y la toma inmediatamente.
—Primero quiero que duermas. —lo llevo como a un nene hacia mi
habitación.
—No quiero dormir, —lloriquea— quizás Simone me llame y no puedo
perdérmelo.
Oh Dios, está realmente borracho.
—No te preocupes, —digo con calma mientras lo acuesto en la cama y
quito sus zapatos— Yo me voy a encargar de despertarte si ella llama.
Toma mi brazo de golpe.
—¿Segura? No pierdas el celular de vista.
—Tranquilo, no lo haré, ahora duerme un poco Yuri.
Se acomoda en la cama, abrazando la almohada y en menos de un
segundo escucho su respiración lenta y pesada.
45
Y U R I VOLKOV

Batalla: agitación o inquietud suscitada por un conflicto del ánimo.

S iento tengo una roca en vez de un cerebro.


¿Qué demonios?
Abro los ojos y observo una habitación delicada, femenina y
llena de perfume.
Simone.
¿Cómo demonios llegue aquí? Me siento en la cama y de golpe todo se
mueve.
Claramente llegue aquí en un estado totalmente embriagado, porque no
recuerdo absolutamente nada, excepto la parte donde me pareció que un
poco de alcohol iba a ayudarme dormir de una maldita vez.
No soy una persona que se interese en alcohol, me parece innecesario y
aburrido tomar por el solo hecho de emborracharse, así que las alarmas
comienzan a sonar dentro mío, porque esto es muy inusual en mí.
Yo no hago esto.
Nunca.
Sobre la mesa de luz hay un vaso de jugo de naranja y una píldora, obra
de Simone, asumo. Dejando caer mi mano sobre la superficie, tomo la
píldora y la bajo sonoramente con el jugo en un segundo. Una vez hidratado
comienza a bajar el mareo hasta el punto donde me puedo sentar sin
moverme como una boya en el medio del mar.
Huelo mi camisa.
—Oh, por Dios…—gruño quitando la nariz de allí.
Definitivamente necesito un baño, ya.
Una vez limpio y fresco, no quiero ponerme las mismas ropas todavía,
por eso envuelvo mi cadera con una toalla y vuelvo a la habitación.
La cama esta mitad hecha y la otra mitad no y me pregunto cuánto
tiempo pasé en esa cama. Tomo mi celular y miro la hora.
06:15pm
Abro la puerta lentamente y cuando no escucho nada comienzo a
caminar por el pasillo.
—¿Sim? —pregunto.
Cuando llego a la sala, asomo mi nariz y encuentro a la última persona
que quería que me viera así.
Bastián.
De brazos cruzados, traje, corbata y una ceja arriba, burlándose de mi
desnudez.
—Sorpresa. —dice sin mover un solo músculo de su rostro.
La única opción que tengo, es pretender que su presencia no me
intimida tanto como lo hace. Sujeto mi toalla con fuerza para no hacer de
este momento uno más patético en caso de que se caiga.
—Bastián Du Pont. —digo despreocupadamente —¿Dónde está Sim?
—Simone. —me corrige como si le molestara que tenga un
sobrenombre para ella. — Fue a buscar comida para tu trasero borracho.
—Entonces tenemos tiempo para que me amenaces con matarme si me
acerco a ella, ¿no?
Una sonrisa intenta asomarse en sus labios, pero nunca aparece por
completo, en cambio, con su seriedad camina hasta el sillón y se sienta
elegantemente cruzando las piernas. Conozco hombres poderosos de todo
tipo, este tipo en particular es el tipo de los que tienes que tener cuidado.
Su poder viene de su inteligencia, las palabras cortan más que una
navaja.
—No, lo que va a pasar es lo siguiente, voy a hacerte una serie de
preguntas, tú vas a contestar y en base a cuan sinceras sean tus respuestas,
voy a tomar la decisión de que quiero hacer contigo.
Ahora yo levanto la ceja, ¿cree que tiene poder sobre mí?
—¿Te di la impresión que puedes tomar decisiones por mí, Bastián?
—Creo que al menos puedes sacarme de mi aburrimiento crónico y
darme una buena pelea, pero al final del día, soy yo quien aconseja a
Simone qué hacer con su vida.
Asiento entendiendo a donde va y me apoyo sobre la pared más cercana,
invitándolo a preguntar.
—¿Qué haces aquí? —pregunta y luego agrega, — Y recuerda, si tengo
la más mínima duda de que me mientes—
—Vine a reclamarla. —interrumpo su amenaza.
¿Quiere sinceridad? Aquí la tiene.
—Conociendo tu fortuna y tus contactos, estoy seguro que no faltan
mujeres en tu puerta, ¿Qué hace a Simone diferente del resto que hace que
quieras reclamarla?
—La amo y quiero tenerla a mi lado.
—No pregunte qué quieres para ti ,ni tus sentimientos, Volkov. —gruñe
exasperado de golpe.
—Simone es…—escaneo la habitación, buscando las palabras exactas
que necesito para convencerlo— la persona más desinteresada, generosa y
hermosa que conocí en mi vida, no la deslumbran las riquezas, ni las tierras,
ni las ropas, —sonrío recordando como usaba mi ropa deportiva— Simone
es la razón por la cual me obligo a mejorar todos los días, porque quiero ser
el hombre que ella se merece tener a su lado.
Bastián se mantiene en silencio por unos segundos, absorbiendo lo que
dije, si nunca amó en su vida, entonces no va a entender a qué voy con esto,
pero si, si amó entonces…
—Y si ella te acepta en su vida, ¿qué planeas?
—Esperar a que termine la gira y proponerle matrimonio.
Eso hace que se muestre sorprendido por un mili-segundo.
—Sabes que todos te odian en su familia, especialmente Margot quien
tu hermano intentó violar, en caso que no lo supieras.
¿Qué?
—¿Violarla? —pregunto dando un paso adelante. —no sabía que había
llegado tan bajo. Entonces significa que hice bien en darle su ubicación a tu
hermana.
Bastián me analiza, entendiendo que hice.
—No puedo culparla si no quiere ver mi rostro nunca más en su vida,
pero eso no va a detenerme de perseguir a Simone hasta el fin del mundo,
quizás tenga que recordarle a ella y a cualquiera que intente detenerme que,
sin saber dónde demonios la había enviado mi hermano o quien era, moví
cielo y tierra y fui a por ella, la busqué y déjame aclararte algo Bastián,
siempre la voy a encontrar, por más que se esconda en esta ciudad, Little
Rock o Hong Kong, siempre voy a ir por Simone.
Desliza su dedo índice por su barbilla, observante y pensativo.
—¿Tus negocios?
Quiere saber si sigo usando dinero ilegal.
—Blanqueados todos, el dinero que heredé de mi hermano fue
directamente a Thomas King para que encuentre al resto de las mujeres que
secuestró.
—Thomas King, ¿eh? Que contactos más interesantes tienes.
—Si reconociste el nombre entonces hablamos el mismo idioma. —digo
con media sonrisa.
Sí, hombres como nosotros identificamos rápido al par.
—Está bien, —se levanta y camina hacia mí. —voy a hacer lo posible
para que mi hermana no intente matarte o que mi padre no busque arruinar
tus negocios, pero quiero que sepas que en cuanto escuche un dejo de
tristeza en la voz de mi hermana, voy a ir por ti y voy a ir fuerte.
—Mensaje recibido —estiro mi mano para estrecharla —, algo me dice
que nos vamos a llevar bien.
Bastián mira mi mano y la toma.
La puerta se abre en ese momento y Simone entra a su apartamento, nos
encuentra estrechando nuestras manos, algo en su rostro se suaviza, aunque
no musita ni una sola palabra.
Bastián toma su chaqueta y camina hacia ella.
—Buena suerte hermana —dice mirándome sobre su hombro—, tienes
mucho de qué hablar con él.
Deposita un beso en su frente, abre la puerta y desaparece.
46
S IMON E DU P ON T

Comienzo: principio, origen y raíz de algo.

D ejo las bolsas del mercado sobre la mesada de la cocina. Los ojos
de Yuri me siguen en cada movimiento que hago. Intento no
disparar preguntas sin parar para no agobiarlo, pero es más difícil
de lo que creí.
—¿Cómo te sientes? —logro decir con entereza.
—Mi cabeza se siente como una comparsa brasileña.
Me rio mientras abro la heladera y dejo la botella de leche dentro.
—El jugo y la píldora ayudo mucho, gracias, al menos me enfocaron
para hablar con tu hermano.
—Oh si, Bastián, no planeaba dejarte a solas con él, pero…
—No tienes que explicarme nada, me gusta que alguien de tu familia se
preocupe por ti, sé que, si en el futuro ya no estoy en tu vida, él va a
protegerte de cualquier otro idiota que intente cortejarte.
—Sí, Bastián es sobre-protector, supongo que el secuestro lo hizo así.
Camino hasta Yuri, manteniendo la distancia prudente para no mirar su
cuerpo semi-desnudo.
—¿Quieres que lave tu ropa?
Yuri junta sus cejas.
—Depende.
—¿De qué?
—De cuánto tiempo me dé para estar aquí contigo antes de que me
eches por la escena que seguramente hice ayer.
—Entre lavado y secado, dos horas aproximadamente.
Yuri sonríe.
—Con eso me basta.
Una vez que pongo la maquina a funcionar, Yuri toma mi mano y me
lleva al sillón del living.
—Sim, no sé qué hice ayer, ni como llegué aquí, solo sé que quiero
pedirte perdón.
Me mantengo en silencio, dejándolo extirpar todo lo que tiene para
decir.
—Luego del otro día, creí que algo había reflotado entre nosotros, sé
que lo sentiste también, fue como si nuestros cuerpos supieran que fuimos
hechos el uno para el otro. Pero me evitaste por varios días y no quiero que
sientas que tienes que aplazar la sentencia.
Toma mi mano, que luce pequeña entre las suyas gigantes y dice:
—Tu indiferencia solo me vuelve impredecible, impulsivo y
desagradable, si no me quieres solo di la palabra y me vuelvo a Willow Hall
para siempre.
Aprieto su mano y la acaricio, observando las venas que sobresalen, su
bello negro y su piel blanca.
—No puedo ir a Willow Hall.
Su cuerpo se tensa y asiente lentamente.
—Te prometo que esta noche estoy fuera de tu ciudad. —intenta
levantarse, pero lo sostengo más fuerte, deteniendo su caminar.
—No me dejas terminar, no puedo ir ahora porque tengo un contrato,
tres semanas más en Nueva York y luego la gira por Europa.
Yuri luce más confundido que nunca.
—Se clara.
Me pongo de pie para estar a su altura, aunque Yuri me pase por una
cabeza al menos.
—Quiero darte una oportunidad Yuri, pero mi vida ahora está saturada,
entiendo que no puedas esperarme, pero—
Sus labios chocan contra los míos y sus manos se mueven sobre mi
cintura, sosteniéndome con firmeza.
El último beso de Yuri fue violento y necesitado, este es desesperado y
posesivo. Cuando lo rompe dice:
—No me importa cuánto tiempo estés de gira, uno, dos, cinco años,
siempre voy a estar esperándote. Te amo, lo hice desde el primer día que te
vi y lo voy a hacer hasta el día que me muera, Sim, recuérdalo.
Las dos horas que teníamos libres las usamos para reencontrarnos entre
las sabanas, una y otra vez, sabemos que vienen tiempos difíciles, una gira
conlleva muchas cosas que ni las parejas más fuertes y estables pueden
sobrevivir, pero sabemos que podemos lograrlo, no hay manera que con el
amor que sentimos se nos escape esto que tenemos.
47
Y U R I VOLKOV

Propuesta:idea que se ofrece a alguien para un fin.

M
amantes.
i actividad favorita es mirarla interactuar con los caballos por
las mañanas desde mi oficina.
Llevamos un año viviendo juntos, esta vez como pareja y

Simone da conciertos esporádicos con la sinfonía de Londres y ahora


está descansando por dos semanas en nuestro hogar.
Este es el único momento que tengo para preguntárselo, no puedo
esperar ni un día más.
Mis pasos acelerados y firmes se escuchan por los corredores, voy en
busca de Vera.
—¿Está todo listo?
—Sí, Viktor está llevando todo.
—Perfecto. —le digo con una sonrisa— Deséame suerte.
Vera camina hasta estar frente a mí y coloca sus dos palmas en mis
mejillas. Su sonrisa tiene el orgullo de una madre que ve crecer a su hijo.
—Ella va a decir que sí.
—Esperemos.
Acomodo mi camisa y camino hacia el establo. Simone está acariciando
a Queen, lleva puesta la ropa que le compre para pasar tiempo con los
caballos. Botas, vaqueros y una camisa muy apretada.
—¿Vienes a cabalgar conmigo?
—¿Ahora? Tengo que…
—Si ahora, vamos, no tenemos otro momento para hacerlo juntos. —
tomo su mano y la arrastro hasta el cuarto de cambiado.
Una vez que tenemos nuestro equipamiento, subimos a nuestros
respectivos caballos y cabalgamos libremente. Sim piensa que no tenemos
un destino en particular, pero yo sé a dónde la llevo.
La pérgola esta lista, las flores, la comida y el anillo.
Simone me sonríe, probablemente recordando la vez que la traje aquí a
pasar el día conmigo, no podíamos quitarnos las manos de encima.
—¿Es una ocasión especial?
—Depende a qué llames especial, pasar tiempo contigo siempre es
especial.
—Es verdad.
Los dos nos sentamos en la mesa y compartimos un almuerzo lleno de
risas y conversaciones. Al estar en gira casi la mitad del año, hace que
cualquier momento juntos sea especial y único. Es increíble cuánto valora
uno el presente cuando a veces solo tienes la imaginación para vivirlo otra
vez.
Cuando terminamos el postre, la invito a movernos a los sillones. Con
solo recordar las cosas que hicimos aquí la última vez, mi cuerpo se
despierta, desesperado por repetir, pero tengo otras prioridades hoy, otra
agenda.
—Sim, —comienzo— este último año fue tan perfecto e increíble que
no sé qué palabra usar para describirlo.
Ella se acurruca bajo mi brazo y relaja su cuerpo contra el mío, no creo
ser el único en recordar lo que paso aquí antes.
—¿Por qué siento que se va a acabar entonces?
Miro hacia abajo para encontrarme con sus grandes ojos.
—Porque comienza una nueva etapa.
—¿Ah sí? —se sienta y se acomoda a mi lado. Su rostro es intranquilo y
confuso, ¿realmente no sabe lo que estoy por hacer?
Me pongo de rodillas. Sim me observa cuidadosamente y cuando ve la
caja negra entre mis dedos, se lleva las manos a la cara, atónita.
—Sim, ¿quieres casarte conmigo?
Ella se pone de rodillas para estar a mi altura y cubre su rostro, algunas
lágrimas se escapan por debajo de sus manos.
—No estoy seguro si es un sí o un no. —digo esperando una respuesta.
—¡Sí! —grita riendo y soltando su rostro— ¡Sí! ¡Claro que quiero!
Sellamos el trato con un beso lleno de amor y pasión y porque no
promesas, de un futuro que nos espera, de planes que tengo para los dos y,
sobre todo, lo que sea que sea necesario para hacerla feliz.
Simone rompe el beso.
—Pero yo no le digo a mi hermana, eh. —ríe sobre mis labios.
—Ya me ocupé de decirle a Bastián que le diga, solo está esperando mi
confirmación.
—¿!Bastián sabe!? —pregunta indignada.
—Lo sabe desde que nos conocimos, moya lyubov.
EPÍLOGO
S IMON E DU P ON T

Equilibrio:mesura y sensatez en los actos y juicios.

E l día de la boda está aquí.


Mi madre se encargó de todo, aunque con Yuri la vigilamos
constantemente para que no se extralimite con sus gustos,
cantidad de invitados y lujos para algo que queríamos que fuera una
celebración más que ostentación.
Mis padres están aquí hace una semana viviendo en Willow Hall. Mi
hermano Bastián llegó hoy por la mañana junto con Margot y Carter. La
tensión con ellos mejoro, pero mi hermana ya me dijo varias veces que, si
me arrepiento, que tiene un plan de evacuación para escapar de este lugar.
Por supuesto que no lo necesito, soy feliz con Yuri, estoy en mi hogar y
esta es mi vida ahora.
La madre de Yuri llegó ayer, es una mujer muy extraña y nada de lo que
imaginaba en mi cabeza. Es independiente, con carácter y con una
mentalidad excepcional, sé que se lleva bien con mi madre (según Caterina
Du Pont, la madre de Yuri es una mujer que se debe observar y aprender).
No sé bien a qué se refiere con eso.
—¿Moya lyubov? —llama Yuri del otro lado de la puerta.
—¡No puedes entrar! —grito, cubriendo mi vestido.
—No pienso entrar, solo quería avisarte que llegaron tus damas de
honor.
¿Damas de honor? No tengo damas de honor, ¿de qué habla?
—¿Qué?
—Voy a abrir la puerta, pero no voy a entrar, ¿está bien?
El picaporte se mueve y la puerta se abre, por instinto camino hacia
atrás, solo por precaución, (no soy una persona supersticiosa pero tampoco
hay que tentar al diablo).
Tres rostros me miran del otro lado.
Billie, Emma y Olympia.
En conmoción absoluta, cubro mi rostro y tomo aire por mi boca.
Las tres entran con una sonrisa y corren hasta mí para abrazarme. Nos
fundimos entre brazos y lágrimas. Ninguna palabra sale de nuestra boca, las
cuatro estamos sin habla.
—No lo puedo creer. —digo entre sollozos. — ¿Cómo?
Nos soltamos y nos observamos como si fuera la primera vez que nos
vemos en la vida.
—Deja de llorar que vas a arruinarte el maquillaje. —dice Billie con su
tono firme de siempre mientras limpia mis lágrimas.
Las tres están bien, las veo en buen estado, sonrientes y eso es todo lo
que necesito.
—Fue gracias a Yuri que estamos las tres vivas. —dice Billie.
—¿Yuri? —pregunto— No entiendo.
—Él le pago a Thomas para que nos encuentren.
—¿Thomas King?
—Si —responde Emma— nos rastreó a las tres y nos trajo de vuelta a
Little Rock, bueno, excepto a Billie. —se sonríe con complicidad.
Miro a la persona más valiente que conozco esperando una explicación
más profunda.
—No les prestes atención, hoy es tu día y vinimos a festejarlo contigo.
Miro hacia la puerta y me pregunto si Yuri está allí, tengo que
agradecerle como sea.
Emma camina hasta allí y asiente diciéndome que está apoyado en la
pared, escuchando lo que está pasando aquí.
Estiro mi mano y él la atrapa, depositando un beso en mi palma.
—Gracias. —susurro apoyando mi frente en la pared y deseando poder
abrazarlo con fuera.
—Todo para ti, Sim. —responde en el mismo tono. Me suelta y escucho
sus pasos caminar por el corredor.
Cuando volteo las tres se miran con sonrisas adorables.
—¡Es tiempo de cambiarnos! —dice Emma, haciendo aparecer vestidos
de no sé dónde para las tres.

L A BODA TRANSCURRE TAN RÁPIDO QUE PARECE QUE EL TIEMPO SE


escabulle en mis manos. Cuando me doy cuenta, estoy en el avión de Yuri
atravesando el canal Ingles para ir a la Costa Azul de Francia donde vamos
a pasar dos semanas de luna de miel.
Mi esposo está sentado frente a mí, con una copa de champagne en su
mano y una sonrisa en su rostro.
—Estamos casados. —dice como si fuera noticia.
—Estuve allí, ¿recuerdas?
—No lo voy a olvidar en la vida Sim, fue el día más feliz de mi vida. —
Deja la copa y se estira para tomar mis manos entre las de él.
—El mío también. —sonrío mirando nuestras manos con los anillos—
todavía no puedo creer haber visto a las chicas.
—King hizo todo el trabajo. —dice levantando un hombro, se recuesta
otra vez, acomodando su traje en el camino.
—Eso debió salir una fortuna Yuri.
—No lo sé, uso el dinero que herede de mi hermano, una parte fue a
Seguridad King, la otra a diferentes organizaciones en contra de la trata.
Me levanto y me siento en su regazo, Yuri me recibe envolviendo sus
manos en mi cadera.
—No sabes cuan agradecida estoy, fue el mejor regalo que podrías
haberme dado para este día.
—Es hora que tú me des el mío. —susurra sobre mi oído, su voz
cargada de deseo.
—¿Aquí?
Asiente lentamente.
—Es hora de hacerte mía, oficialmente.
—Fui tuya desde el primer día.
—Fuiste robada por mí —aclara— engañada y retenida, pero quiero que
sepas, que siempre lo hice con la intención de protegerte, amándote
inclusive cuando no habíamos hablado ni una sola palabra. Eres la razón
por la cual quiero mejorar todos los días, quiero ser el hombre que te
mereces y el esposo que te de placer hasta que pierdas la cabeza.
—Yuri, —digo acariciando su rostro — ya eres todo eso y mucho más,
tú me mostraste lo que es sentirse respetada y amada por alguien, me
mostraste un mundo nuevo, me diste vida cuando creí que estaba condenada
a una existencia robótica y vacía, me mostraste lo que era sentir sin usar la
lógica y me enseñaste a amar. Solo espero poder devolver el mismo amor
que me das cada día de nuestras vidas.
—Bésame mujer. —gruñe sobre mis labios. —antes de que robe tú boca
también.
Y eso hago.

F IN .
NOTA DE AUTOR

Algo que siempre intento resaltar cuando escribo estas historias, es la bipolaridad en los personajes.
Me resulta imperioso remarcar que todo lo bueno tiene algo malo y que todo lo malo tiene algo
bueno. Nadie está en un solo lado, no existen los villanos o los héroes en mis historias, solo personas
muy complejas que no siempre hacen lo que está bien y algunas veces hacen lo que está mal.
Así es la vida y siempre quiero remarcar eso, por más que esto sea Romance Oscuro, (lo cual
significa que no es ético, ni correcto, pero es una historia y hay que tratarla como tal) me gusta que el
villano termine tomando buenas decisiones y que el héroe tenga serios problemas con la brújula
moral. (Bruno te estoy mirando).
Gracias por entender este tipo de historias y disfrutarlas tanto como lo hago yo.
AGRADECIMIENTOS

Amiga lectora:

¡Gracias por apoyar a las autoras independientes!


Quiero agradecerles a las chicas que siguen de cerca lo que hago, a las
que hacen preguntas y las que dejan las reseñas.
¡Me incentivan a seguir haciendo esto que amo!
¡Recuerden que cada libro tiene su lista en Spotify!
Las invito a pasar por mi grupo de Facebook, donde publico
actualizaciones de todos los libros, cambios y novedades.
¡Las espero allí!
OTRAS OBRAS DE MARCIA DM

Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber

Solos:
Rage
Mentiras Robadas
Carter (2021)

Romance distopico:
La Marca Del Silver Wolf

Romance Paranormal:
Príncipe Oscuro

También podría gustarte