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La historia de este libro tiene una anécdota muy especial, que se las
resumiré brevemente; Nelly llevaba traducidos como 50 capítulos de este libro
(yo pensaba que eran 31) cuando nos avisaron que el libro le pertenecía al foro
Paradise Summerland, se imaginan como quedamos, pero felizmente luego de
nuestras explicaciones entendieron nuestra posición y tuvieron el
desprendimiento de cedernos el libro y así logramos salvar el trabajo de Nelly
y hacer que todas las lectoras que seguían el libro pudieran seguir respirando.
Había que mencionar este detalle, ¡Muchas gracias Mew!
Traducido y Moderado por:
Nelly Vanessa
Correctoras:
Maria_Clio8 Karen' s 4
8 Caronin84 Dennars
Abby Galines
Revisión final:
Fatima85
D i s e ño
Roxx
Sinopsis Capítulo 18 Capítulo 37
Prólogo Capítulo 19 Capítulo 38
Capítulo 1 Capítulo 20 Capítulo 39
Capítulo 2 Capítulo 21 Capítulo 40
Capítulo 3 Capítulo 22 Capítulo 41
Capítulo 4 Capítulo 23 Capítulo 42
Capítulo 5 Capítulo 24 Capítulo 43 5
Capítulo 6 Capítulo 25 Capítulo 44
Capítulo 7 Capítulo 26 Capítulo 45
Capítulo 8 Capítulo 27 Capítulo 46
Capítulo 9 Capítulo 28 Capítulo 47
Capítulo 10 Capítulo 29 Capítulo 48
Capítulo 11 Capítulo 30 Capítulo 49
Capítulo 12 Capítulo 31 Capítulo 50
Capítulo 13 Capítulo 32 Capítulo 51
Capítulo 14 Capítulo 33 Capítulo 52
Capítulo 15 Capítulo 34 Capítulo 53
Capítulo 16 Capítulo 35 Autor
Capítulo 17 Capítulo 36
Las cosas bonitas no están hechas para ser rotas.
Pero yo la rompí, y ahora los dos tenemos que pagar el precio.
Soy su pesadilla.
Soy su salvador.
Y ahora que tengo su firma en un contrato blindado, soy dueño de su
cuerpo y alma.
No me recuerda.
Lo hará.
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Es inevitable.
Porque aun sabiendo que debo mantenerme alejado, por temor a
desbloquear los recuerdos que su padre ayudó a enterrar, no puedo.
Es la manzana en el Edén colgando frente a mí, con su núcleo tan tentador
y dulce.
Una voz susurró: Solo. Una. Mordida.
Un mordisquito.
Una probadita.
Y caí.
Bienvenidos al mundo de la mafia rusa, donde la muerte, es tu único
futuro.
La muerte te responde antes que le preguntes. –Proverbio ruso.

Estaba en la sala de espera… podía verla. Infiernos, podía olerla. Después


de todo, el olor era el vínculo más fuerte con los recuerdos. Estaba nerviosa,
golpeteando una pluma azul contra su pierna. Tap, tap, tap. Sentía cada
movimiento, oía cada golpe en mi mente como si fuera un reloj, diciéndome que
nuestro tiempo casi se acababa, incluso antes de que hubiera comenzado
verdaderamente.
Cuando se levantó, su vestido abrazó cada curva de su exuberante cuerpo.
Debería haberla echado. Un hombre inteligente lo haría.
Pero el masoquista en mí necesitaba que se quedara, o tal vez era solo el 7
pequeño músculo irritante en el centro de mi pecho, ese que la medicina
moderna afirma que realmente no puede sentir emoción.
Por segunda vez en mi vida, sentí emoción, la sentí a ella, justo en el centro
de mi pecho, como si hubiera sido colocada allí, como si fuera mi trabajo
mantenerla a salvo.
Tamborileé las yemas de los dedos sobre la puerta, sin dejar de observar,
esperando. Parecía irritada y alcanzó su teléfono.
Con un suspiro, me acerqué al intercomunicador y levanté el teléfono.
—Que se vaya.

Unos meses después...

—No me importa si tienes que borrarle toda la maldita memoria,


simplemente hazla olvidar. Te pago para hacer que la gente olvide.
El sabor a sangre llenó mi boca, haciéndome sentir sucia. No tenía idea
de porqué me sentía así, solo lo hacía, algo estaba mal, muy mal. Parpadeé,
pero no pasó nada, y mis pestañas se quedaron atrapadas contra la venda en
mis ojos. Más sangre de sabor metálico jugó en mi lengua mientras trataba de
lamer mis secos labios.
Sabía que una de las voces pertenecía a mi padre.
Por qué me había atado a una silla, sangrando… no tenía ni idea.
Por otra parte, él era un horrible ser humano, así que ahí estaba. Le
había temido toda la vida… y ahora solo estaba demostrándome cuán
trastornado estaba en realidad.
Tenía dieciséis años.
Dos años más y huiría.
Dos años más y podría ir a la universidad.
Fue lo único que me prometió. La universidad, siempre y cuando la
pagara por mi cuenta.
Me aferré a la idea de escapar, incluso mientras sentía una pesadez
descender por la habitación.
—Maldita sea, Petrov, tiene dieciséis años. Simplemente sobórnala con un
auto nuevo.
—No. —Mi padre juró en ruso—. Es una carga. Haz que desaparezca o
morirá, y su muerte estará en tus manos.
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Se me atoró la respiración en el pecho.
¿Mi padre era capaz de eso? ¿De matarme?
Sí. En lo más profundo de mi alma sabía que sí.
Porque él carecía de una.
—Bien —dijo la voz suave en un susurro—, pero trabajo solo, déjame.
Pasos sonaron sobre el suelo en sucesión rápida.
Una puerta se cerró.
Y estaba sola.
Levanté la barbilla en desafío. No iba a ceder al miedo a pesar que era
algo real y tangible, lamiendo la parte trasera de mi cuello, provocando que se
me erizara todo el vello hasta los brazos.
Era una Petrov.
Tal vez esta era la forma que tenía mi padre de castigarme por
escaparme la semana pasada. Pero quería libertad.
Una maldita cita.
Algo. Cualquier cosa para sentirme viva. Para escapar de la vida en
blanco y negro que había construido a mi alrededor, el castillo de cristal en el
que me atrevía a lanzar algo contra la pared solo para poder sentir cómo se
rompía.
Una cálida mano tomó mi barbilla.
—Eres hermosa. Creo que es lo primero que debemos establecer.
Me negué a responder. Tendría que hacerlo mejor que eso.
—En segundo lugar. —Dejó caer la mano. Odié la sensación de frío que la
ausencia de su mano en mi rostro dejó—. Esto va a doler, pero después no
recordarás nada, ni siquiera el sonido de mi voz. Porque, Maya, soy muy
bueno en lo que hago. Se podría decir que soy el mejor.
Parecía joven.
Casi tan joven como yo, pero eso sería imposible.
Su voz era suave y ronca a la vez, como si cuando hablara tuviera que
esforzarse para evitar que las palabras sonaran demasiado bonitas… tal vez
era porque lo que hacía era feo.
—No me importa —susurré—. Haz lo que quieras.
—Dijo que serías valiente.
—Soy rusa. —Mi respuesta a todo.
—No, en realidad —suspiró—, no lo eres.
—¿Qué? —La primera punzada de dolor en mi brazo fue como cortarse,
realmente profundo, con papel. Siseé dejando escapar un suspiro e hice mi
mejor esfuerzo para mirar a través de la venda en mis ojos.
—El primer corte —dijo suavemente—, siempre es el más fácil ya que no 9
lo esperas. Pero siempre hay un segundo. —Un fuego lento goteó por mi
muñeca y luego un dolor intenso me golpeó de nuevo, esta vez en mi otro
antebrazo—. Incluso el segundo no es tan horrible, porque ¿quién hace sólo un
corte? Es casi más esperado que el primero. Pero el tercero... —Hizo otro corte,
esta vez en mi palma abierta—. Es el peor, porque es cuando te das cuenta…
Que no ha hecho más que empezar.
—No puedes romperme —siseé—. Y no he hecho nada malo.
—Tienes razón en una cosa... No has hecho nada malo. Excepto que
naciste, y eso... de acuerdo a tu padre... es un problema.
—¿Y en segundo lugar? —pregunté con voz tranquila e indiferente, ya
intentando refugiarme en mí misma, así no sentiría la sensación de escozor, o
de la tibia sangre corriendo por mis brazos.
—Los expertos necesitan setenta y dos horas como máximo para lavar el
cerebro de una persona, borrar su memoria para que sea una persona
totalmente nueva.
—¿Y…? —gruñí, sacudiéndome en la silla.
—Ah, Maya... Rara vez me lleva doce horas.
Mi corazón se estrelló contra mi pecho.
Cálidos labios rozaron mi oreja.
—En el momento en que te trajeron... ya te habían roto.
Me desperté del sueño envuelta en un sudor frío. Siempre era el mismo.
Alguien cortando mi brazo, y una voz suave burlándose de mí. El mensaje era
siempre el mismo.
Voy a romperte.
Me estremecí y miré mi reloj.
Era el momento de pedir un favor. Estaba cansada de las pesadillas, pero
más cansada de poner mi vida en suspenso... Necesitaba terminar mi
investigación aunque fuera lo último que hiciese. Entonces, con terror, tomé mi
celular y marqué el número de mi padre.

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El Asesino del Muelle ha vuelto, reclamando su primera víctima en dos años... –
The Seattle Tribune.

El reloj en la esquina de la chimenea marcaba el mediodía. Esperé que las


puertas se abrieran, su secretaria había dicho que estaría fuera cinco minutos.
Habían pasado seis, no es que estuviera paranoica ni nada, solo un poco
asustada por estar a punto de conocer a Nikolai Blazik. Se le consideraba un
Dios en la comunidad médica.
Y un miembro de la realeza si le preguntabas a cualquier otra persona.
Graduado con honores de la Universidad de Harvard a la temprana edad 11
de quince años, obtuvo un título en Ciencias Humanas y Tecnología, lo que
básicamente significaba que era un genio certificado. Su investigación sobre la
enfermedad y sus efectos en el cuerpo le dio el maldito Premio Nobel a los
diecinueve años.
Lo que naturalmente, fue seguido por la portada de la revista Time,
seguido por Forbes, creo que captan la imagen. Era ridículamente inteligente y
extremadamente difícil para conseguir una entrevista.
La única razón por la que me daría la hora, era porque mi padre había
hecho una llamada y mi tesis de maestría se basaba en las investigaciones más
recientes del Sr. Blazik sobre enfermedades de transmisión sexual.
Exhalé y miré el reloj de nuevo.
Ocho minutos.
Tenía tres minutos de retraso.
¿Y si no hacía la entrevista? Necesitaba terminar mi tesis con el fin de
graduarme, y tenía que graduarme para pagar mis préstamos estudiantiles.
Independientemente de la cantidad de dinero y poder que mi padre tenía, era
firme en hacer mi propio camino.
Excepto en esta situación en particular.
Estuve condenadamente cerca de vender mi riñón para poder organizar la
reunión. Irme no era opción. Me rechazó en varias ocasiones y, finalmente, esta
mañana tomó el teléfono y me dijo que me encontraría en las oficinas Blazik del
centro al mediodía.
No estaba segura de porqué finalmente había cedido después de todos
estos años de básicamente ignorarme. Mi familia era disfuncional. Dejé de
tratar de descifrarlos hace años. Mi hermano Pike había muerto hace unas
semanas, dejando a mi madre con el corazón roto, y siempre se ha rumoreado
que mi hermana había sido asesinada por otra familia del crimen cuando era
bebé, dejándome solo a mí.
Me sentía como la decepción del montón, no es que mi padre alguna vez
me hubiera dicho que era una decepción. Sus palabras eran siempre frágiles,
frías e indiferentes, habría matado por algún tipo de emoción del hombre, pero
no recibía nada más que sonrisas vacías y cejas arqueadas.
Con otro suspiro, metí mi cabello marrón oscuro detrás de mis orejas y
tamborileé los dedos a lo largo de mi falda negra.
Me puse el traje nuevo de negocios de Nordstrom con la esperanza de que
me diera confianza, y cuando eso falló tras ver la mirada petrificada de mi rostro
en el espejo, me puse un tanga rojo y crucé los dedos.
La ropa interior siempre hacía el truco. Como un secreto que nadie más
conocía... Podía caminar en la oficina confiada de que, a pesar de que parecía
correcta y formal en el exterior, era escandalosa debajo.
El timbre del teléfono casi me hace caer de la silla.
—¿Srta. Petrov? 12
Me puse de pie, mis rodillas golpeando la mesa de cristal frente a mí.
—¿Sí?
Su sonrisa era tensa, casi tan tensa como el nudo torturando actualmente
su cabello.
—La está esperando.
¿Está esperando? ¿Como si fuera yo la que hubiera llegado tarde y hubiera
estado sentada aquí perdiendo su tiempo?
—Gracias. —Me las arreglé para decir, yendo hacia las grandes puertas
negras.
Abrió las dos, haciendo que mi entrada pareciera mucho más grandiosa de
lo que realmente era.
Ventanas de piso a techo forraban cada centímetro de la pared, excepto la
que estaba detrás de mí, que conducía de regreso al vestíbulo.
Una gran mesa de conferencias de roble estaba en la esquina izquierda, y
un escritorio que se parecía más a una nave espacial a punto de emprender el
vuelo que a un escritorio real, había sido colocado en el centro de la habitación.
Dos sofás de cuero negro se apoyaban contra la pared de la derecha, con
una alfombra de piel blanca rematando la apariencia masculina.
La oficina gritaba dinero.
Y por alguna razón, la hacía parecer fría.
La puerta se cerró detrás de mí.
Hice un círculo, golpeando mis tacones contra las baldosas de mármol.
—¿Um, hola?
—Um —dijo una voz amenazadora y oscura desde algún lugar de la
habitación que no podía localizar—. No es una palabra. Inténtalo de nuevo.
—Me llamo…
—Sé quién eres —cortó la voz con impaciencia—. Ahora, inténtalo de
nuevo.
Intenté poner mi agitación bajo control, esperando que no se notara en
mis siguientes palabras.
—¿Dónde quiere que me siente? ¿Para su entrevista?
Estática llenó el silencio que siguió durante unos segundos antes de oír un
suspiro irritado y agudo.
—¿No hay suficientes opciones, señorita Petrov?
Lamí mis labios y eché una rápida mirada alrededor de la habitación
tratando de decidir qué era lo mejor, finalmente, me acomodé en el sofá,
dejando el bolso en el suelo y sacando mi cuaderno.
—Interesante. —La voz contenía poco humor, y apostaría mi ojo derecho a
que encontró mi elección de asientos cualquier cosa menos interesante. Lo que 13
sea, no es mi problema. Había esperado que fuera más agradable, o por lo
menos, ya saben, ¿presente?
¿Dejaría de actuar como el gran y poderoso Oz? Todavía no sabía dónde
diablos estaba, ni por qué había elegido no mostrar su rostro.
Primero llega tarde.
Entonces, de alguna manera, es mi culpa.
Y ahora se está burlando de mí desde lejos.
Jódete, Oz. Hice clic en mi pluma y esperé.
—Te hubiera tomado por el tipo de chica de mesa de conferencias —dijo la
voz suave, esta vez sonando más cerca—. Por otra parte, los sofás son más
cómodos.
Abrí la boca, pero las palabras no salieron. En su lugar, un graznido, un
crujido o algo que se pareció mucho a un jadeo estrangulado surgió cuando el
Sr. Blazik caminó a través de lo que había pensado que era una pared, pero en
realidad era una puerta que llevaba a otra parte de la oficina.
Sin camisa.
Bueno, no sin camisa, me refiero a que tenía una camisa puesta, de corte
alto y seda roja, pero no estaba abotonada. Estaba en el proceso de hacer eso,
cubriendo los abdominales tensos y pectorales bien definidos.
Y lo estaba mirando.
Descaradamente.
Rápidamente aparté los ojos y me quedé mirando el cuaderno en blanco
frente a mí mientras mis mejillas crepitaban con conciencia.
Se acercaba silenciosamente. No podía oírlo, pero lo sentía, sentía el calor
de su cuerpo. Mantuve la mirada baja. Estudié sus bonitos zapatos italianos,
negros, brillantes, parecían nuevos, caros.
—¿Estás pensando entrevistar a mis pies? —Una risa oscura surgió de él—.
¿O podemos seguir adelante?
Seguir adelante con... Sí, la entrevista. Parpadeé, luego moví lentamente la
mirada por su cuerpo.
Pantalones negros que eran más ajustados de lo que deberían, abrazaban
piernas musculosamente decentes que conducían a un amplio, y parcialmente
expuesto, pecho desnudo, hombros anchos, grandes bíceps y fuerte mandíbula.
Me detuve en su mandíbula, casi con miedo de terminar lo que mis ojos
habían comenzado, temerosa de que realmente fuera tan guapo en persona
como parecía.
Tenía la mandíbula afilada, definida, con sombra que había olvidado
afeitarse, o tal vez solo poseía tal carga de testosterona que tenía que afeitarse
todos los días.
Tomé una respiración para estabilizarme mientras finalmente levantaba la
mirada a sus sorprendentes ojos color ámbar. Cabello castaño que se rizaba en
su nuca, como una caricia. Era peligrosa perfección.
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Sonrió.
Y mi estómago se apretó como si estuviera a punto de vomitar.
No había previsto que fuera tan precioso en la vida real. Debido a que los
hombres de la vida real tenían espacios entre los dientes y olor extraño en el
cuerpo, al menos en mi experiencia, siempre había algunos defectos que los
hacía humanos.
Así que, mi única conclusión después de tomar su perfecta, musculosa
figura de uno noventa, era que el Sr. Blazik era un extraterrestre... enviado a
torturar a las mujeres de la tierra con su perfección.
Quiero decir, ¿qué otra explicación habría para esos ojos tan hipnóticos
que no solo me atraían físicamente, sino emocionalmente también? ¿O piel tan
suave que parecía que acababa de ser encerada? Incluso la línea de su
mandíbula era malditamente perfecta.
Estaba ocupado abotonándose la camisa roja perfectamente planchada,
con los ojos fijos en sus dedos. Odiaba admitir que me pregunté qué otra cosa
haría con esas manos. Tragando, suprimí un escalofrío y traté de recuperar mi
concentración.
—Eres diferente de cómo te describió. —El Sr. Blazik inclinó la cabeza
hacia un lado—. Más... ratonil.
Hizo una mueca de disgusto que me hizo querer darle una patada en la
espinilla.
¡Ding ding ding! ¡Tenemos un ganador! ¡El gran defecto ha sido
descubierto! Sufría síndrome de asno. Lástima, con esa cara... Suspiré e hice clic
en mi pluma de nuevo.
—Creo que estás lista. —Se rio.
Contemplé apuñalarlo en el muslo, pero le ofrecí una sonrisa en su lugar.
—¿Vestirse frente a estudiantes graduados es un hábito, u hoy es mi día de
suerte?
Lamió lentamente sus labios y se sentó, con las rodillas tocando las mías.
Rápidamente me alejé.
—Eso depende. ¿Es un hábito faltar el respeto a tus mayores antes de
pedirles una entrevista?
—Tiene treinta y dos años, apenas es mayor que yo —dije con voz dulce.
Bien, ahora estaba discutiendo con él. Hasta el momento, ¿la entrevista? No iba
tan bien.
—Injusto. —Juntó las manos y se inclinó—. Sabes mi cumpleaños y yo no
sé el tuyo.
—Sí, bueno, yo no estoy por todo Internet. —De hecho, gracias a mi padre,
mi huella digital virtual era inexistente. Me aclaré la garganta—. Entonces, solo
tengo algunas preguntas sobre su investigación en relación a las redes de
prostitución aquí, en Bellevue, y sus conclusiones.
Su cara no lo traicionó, ¿pero sus ojos? Sus ojos parecieron oscurecerse
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aún más. Apretó los dientes y se echó hacia atrás, creando un espacio muy
necesario entre nuestros cuerpos.
—¿Sabes por qué estás aquí?
—Para entrevistarlo. —Asentí lentamente—. Para mi tesis de maestría.
¿Esta es su forma de asegurarse de que conozca mi lugar? ¿O realmente solo
tenía curiosidad?
—Eres hija de tu padre. —Sus labios se curvaron en una deliciosa sonrisa—.
Se parecen entre sí, no en apariencia, pero sin duda en actitud. —Su mirada no
era de disculpa mientras inclinaba la cabeza y comenzaba a deslizar su mirada
desde mis pies, pasando por mis piernas, hasta asentarse finalmente en mi cara.
Apreté las piernas y forcé una sonrisa.
—Si no le importa, señor Blazik, realmente me gustaría seguir con la
entrevista, sé que su tiempo es muy valioso.
Igual que el mío, quise hacer hincapié, pero no lo hice, apenas frenándome
y apretando los dientes para no darle el latigazo verbal que tanto necesitaba.
—Desocupé mi día entero.
¿Quería aplausos?
—Sí, bueno, le aseguro que puedo ser rápida.
Su risa oscura me hizo sentir escalofríos y querer acercarme al mismo
tiempo. Los hombres tan guapos no deberían ser bendecidos con risas como
esas: un maldito llamado de sirena, eso es lo que era.
—Increíble... Realmente no sabes por qué estás aquí, ¿verdad?
¿Cuántas veces tenía que repetirle las cosas, y por qué estaba teniendo la
súbita impresión de que el chico estaba en algunas drogas duras en serio? Miré
más de cerca, ¿sin pupilas significaba que estaba drogado o algo?
—Te aseguro que no estoy borracho, ni drogado, si eso es lo que estás
pensando. —Rio de nuevo y se frotó las manos—. Aunque la idea tiene mérito,
teniendo en cuenta todas las cosas. —Un músculo se apretó en su mandíbula.
Oh, bueno, era un médico al que le gustaban las drogas y tenía más dinero
que Dios. Eso debería ir bien con los problemas de adicción.
Me moví hacia atrás contra el cuero e hice clic en mi pluma por, oh, no sé,
la décima vez.
—Si no va a responder a mis preguntas, probablemente debería irme.
—No irás a ninguna parte —dijo en voz baja—. Y lo siento de verdad por
ello. —Sus ojos se encontraron con los míos, y parecieron... disculparse.
—¿Perdón? —¿Me estaba amenazando? Señales de alarma se encendieron
en mi cabeza mientras una inyección de adrenalina atravesaba mi sistema.
—Tu padre… —Inclinó la cabeza—. Tiene una deuda conmigo... de
gratitud... Pedí algo irremplazable, algo que se me debe desde hace mucho
tiempo. 16
Mi estómago se hundió mientras mi corazón comenzaba a martillar en mi
pecho.
—¿Qué fue exactamente lo que le dio mi padre? —Me atraganté, odiando
que probablemente ya supiera la respuesta, porque mi padre era implacable, era
un hombre de negocios después de todo, y nunca se retiraba de un acuerdo.
Eran los negocios sobre la familia, y nuestro negocio era la misma oscuridad,
horrible, algo que bloqueaba porque me hacía sentir mejor cuando me
despertaba por la mañana y me quedaba dormida en la noche.
—Bueno… —El Sr. Blazik se paró—. Pensé que sería obvio. —Me dio la
espalda y se acercó a su mesa, luego presionó un botón causando que las
persianas se deslizaran por todas las ventanas. Cuando se volvió, la habitación
ya estaba empezando a tener una manta de oscuridad, por lo que sus dientes
prácticamente brillaron—. Me dio a ti.

La noche anterior.
Centro de Seattle.
Drip, drip, drip. El sonido era una cadencia rítmica de locura que
amenazaba con destruir mi existencia. Drip, drip, drip. La sangre era el
combustible, era la vida. También era la muerte.
La cara de la mujer estaba vacía de emoción, sin embargo, sabía que
sentía cada corte del cuchillo mientras trabajaba.
Finalmente, quité el órgano enfermo y sacudí la cabeza.
—Has sido muy, muy mala, ¿no?
Una solitaria lágrima corrió por su mejilla.
Arrojé el órgano lejos, disgustado con el tipo de mujer que era, con el tipo
de humano que representaba.
Enfermo.
Maldito.
Una completa pérdida para la humanidad.
—Ahora... —Alcancé mi bisturí—. Te diré exactamente por qué vas a
morir.
Más lágrimas.
—Por tus pecados. —Llevé la hoja a su garganta—. Por vender tu alma al
diablo. Te enviaré a la boca del infierno.
Corté. 17
Un gorgoteo.
Y no respiró más.
Un suave mareo me sacudió y exhalé mientras el mundo se enderezaba de
nuevo. Una enfermedad menos caminando por las calles.
Una menos.
Gracias a mí.
La policía local solicita que cualquier persona con información sobre los
Homicidios del Muelle dé un paso adelante. La recompensa ha sido elevada a
cincuenta mil dólares. –The Seattle Tribune.

Era un rompecabezas, uno de los que disfrutaba solucionar, jugar, tocar.


Maldita sea, poner mis manos sobre ella sería un dulce pecado, algo que no
podía hacer, algo que tenía que negarme sin importar lo mucho que quisiera
tocarla, sentirla, cualquier cosa humana, cualquier cosa cálida. Tal vez es ahí
cuando te das cuenta que realmente perdiste toda humanidad, cuando deseas el
toque de una extraña más de lo que anhelas tu próxima comida o trago de agua.
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Sería agua para mí.
Pero me envenenaría.
Tocarla sería la muerte para ambos. Él se aseguró de ello, el muy bastardo.
Me aclaré la garganta y me las arreglé para mantener mi expresión
tranquila a pesar de que mi corazón iba a toda marcha. Se había convertido en
una mujer hermosa, suave en los lugares importantes. Tenía caderas, labios
carnosos, una tez que se jactaba de su rico patrimonio y altos pómulos
acentuados por sus grandes ojos.
Mi declaración la había asustado.
Casi pude saborear el miedo en el aire. Era un regalo poder leer a la gente,
poder medir las emociones en la habitación y controlarlas con el fin de sacar
beneficio.
Por un segundo jugué con la idea de dejarla marchar. Si no fuera tan
egoísta le daría una nueva identificación con un pasaporte y la enviaría lejos.
Pero siempre fui un bastardo egoísta, y ella era mi premio.
El que había esperado, más que eso, una parte del contrato indicaba que
tenía que estar en su sano juicio antes de ser liberada, y yo sabía que mi trabajo
no siempre era una garantía.
Me incliné para accionar el interruptor bajo el escritorio y encendí las
luces. Esperaba que parpadeara desorientada. En cambio, me miró
directamente a los ojos.
—No entiendo —dijo con calma.
Por supuesto, estaría calmada en esta situación. Era del tipo que peleaba
antes que renunciar, o al menos eso recordaba de ella.
—No te lo estoy pidiendo —dije simplemente. Mis ojos se centraron en su
cuello suave y luego en sus labios—. Y no tienes ninguna opción en el asunto,
nada que decir, ni siquiera voz.
Apretó la mandíbula.
Mi corazón se aceleró. Me encantaba la pelea. Era como agitar una
bandera delante de un toro. Me afiancé en el escritorio apretando los dedos en
la caoba mientras calmaba mi respiración.
—No soy algo que se pueda poseer o comprar o adquirir. —Sus fosas
nasales se abrieron—. Me voy.
—Creo que no —dije en voz baja.
Se puso de pie con las rodillas juntas y luego se sentó y buscó en su bolso.
Iba por su teléfono.
Porque una parte de ella me creía, lo que estaba bien, porque todo lo que
necesitaba era una parte. No la quería toda, y no era mi lugar tomar más de lo
que ella tenía para dar.
Quería una pieza.
Con el fin de darle paz. 19
Con el fin de que se descubriera a sí misma.
Y para morir sin remordimientos, sin que se cerniera sobre mi cabeza.
Es curioso, siempre creí ser un sociópata. Los médicos no me entendían.
Mis padres estaban aterrorizados de mi inteligencia. Esa que me hacía muy
bueno en todo lo que emprendía.
Y por un tiempo había estado bien con eso.
Hasta ella.
Y entonces mi mundo, el mundo que siempre había sido tan blanco y
negro, empezó a gotear en rojo.
Maya Petrov había sido mi cambio de juego, pero todavía no estaba seguro
si la iba a hacer pagar, espiar mis pecados, o a destruirnos a ambos.
Pero, ¿qué tenía de divertido jugar al ajedrez si se conocían todos los
movimientos?
Seguía buscando en su bolso con manos temblorosas.
Su cabello era más largo de lo que recordaba, su cuerpo más pleno.
Alexander Petrov sabía lo que hacía cuando la envió. Me lo imaginé del otro lado
del tablero sonriendo como un tonto.
Suspiré y miré hacia otro lado murmurando en voz baja:
—Jaque mate.
El amor es el mal. Te hará enamorarte de una cabra. –Proverbio ruso.

Mi respiración era irregular, fuera de control en realidad. Sabía que huir


no era una opción, además de que no era realmente una corredora. Mi padre me
lo había enseñado, el mismo padre que me vendió al mejor postor. Hice una
pausa, ¿hubo una subasta por mi vida? ¿Mi cuerpo? Mi estómago se encogió
mientras los recuerdos me asaltaban, sabía lo que él hacía, lo que implicaba.
Que mi padre trabajaba para la mafia rusa no era un secreto en nuestra
familia, o algo que tratáramos de ocultar. Después de todo, peleó demasiado
duro para hacer las cosas de la manera correcta, apoyando importantes 20
universidades, dirigiendo partidos políticos. Desde el exterior, éramos
normales.
Pero siempre hubo esos momentos en los que oía conversaciones entre mis
padres que me hacían preguntarme... ¿Mi padre era tan bueno como quería
aparentar o era todo una mentira?
Tuve mi respuesta cuando mi primer novio de la secundaria perdió su
mano en un trágico accidente.
La misma mano que mi padre había visto moverse por mi cuerpo mientras
trataba de alejarlo.
No le di muchas vueltas en ese momento, hasta que cada vez que me
quejaba de algo, un accidente ocurría. Por eso mantenía a la gente a distancia,
porque cuando se acercaban, terminaban lastimados.
También era el motivo de que fuera una nerd certificada, vertiendo todo lo
que tenía en los estudios y alejándome de las garras de mi familia.
Con un suspiro, saqué mi celular.
—Yo no haría eso. —El Sr. Blazik vino desde el escritorio al sofá y sostuvo
mi mano, evitando que marcara—. Realmente no lo haría.
—Ha ido demasiado lejos. —Levanté mi mano y marqué el número de mi
padre.
No sonó. En su lugar, una voz robótica me informó que el número que
estaba marcando actualmente ya no estaba en servicio.
Con manos temblorosas metí el teléfono en mi bolso y me quedé mirando
el suelo.
—¿Cuánto?
—¿Cuánto, qué? —El sofá se hundió bajo su peso mientras se sentaba.
—¿Cuánto valgo? —susurré, con voz ronca.
Se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder.
—¿Para un hombre como yo? Todo.
Mi respiración se atoró en mi pecho. Todo dolía, desde la traición de mi
padre al hecho de que probablemente no podría terminar mi educación porque,
en algún momento, me había convertido en un peón en lugar de una hija.
—No estás llorando —observó el Sr. Blazik—. Esperaba más... emoción.
—¿Lo haría sentirse mejor sobre poseerme? —espeté—. ¿O son lágrimas lo
único que quiere conseguir?
—Estarás atendida. —Ignoró mi reproche mientras sacaba un nuevo
iPhone y lo ponía sobre la mesa. Luego abrió una carpeta negra, colocó una hoja
de papel al lado del teléfono, y me dio una pluma que tal vez costara más que los
autos de algunas personas—. Firma en la línea, por favor.
—¿Está pidiéndome en serio que firme por mi vida en este momento?
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—No es tuya en primer lugar… —Su suave suspiro se llenó de resignación—
. Es mía. Me perteneces... Pero prefiero que seas una participante dispuesta.
—Estás tan enfermo como él —dije en voz baja, alcanzando la pluma y
escribiendo mi nombre en la parte inferior del contrato sin leerlo.
—Espero que te arrepientas de decir eso. —Apenas miró hacia el papel que
ahora llevaba mi firma—. Ahora, vamos a hablar de tus... servicios.
—No te serviré.
Alzó las cejas.
—Lo siento, ¿te lo pregunté?
—N-no, pero…
Levantó la mano.
—Vas a presentarte a trabajar cada mañana a las 8 a.m. Te irás cuando
diga que puedes hacerlo, y todo lo que hagas para mí es completamente
confidencial. Si alguna información se filtra al público... bueno…
Sí, conocía la mirada. Yo sería filtrada al sector público, de una manera
muy accidental.
—Así que, ¿trabajo para ti? —Me pongo de pie y me cruzo de brazos—. ¿Por
cuánto tiempo?
Su sonrisa se tuerce.
—Un año. —Se estira e inclina mi barbilla hacia su boca—. Tal vez más... si
te encuentro agradable.
—No voy a acostarme contigo.
—No recuerdo solicitar eso.
Mis ojos se estrechan.
—¿Eso es todo? ¿Solo necesitas una secretaria glorificada?
—Algo así… —Pasa una mano por su cabello y la desliza hacia su bolsillo,
sacando una llave—. ¿Vamos a comer?
—Espera. —Negué—. ¿Eso es todo? Mi horrendo padre básicamente me
vendió y, ¿ahora iremos a Wendy’s?
—Odio las hamburguesas. —Apreté los dientes—. Pero si tú quieres… —
Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me dirigió hacia la puerta. Me
moví para recoger mi teléfono—. Déjalo, eso es de tu vida pasada, Maya.
Odiaba que supiera mi nombre de pila, pero la forma en que lo decía me
hacía temblar.
—¿Mi vida pasada? —dije con voz ronca—. ¿Y hoy es qué? ¿El primer día
del resto de mi vida?
Sus ojos se oscurecieron.
—Esperemos que vivas lo suficiente para disfrutar de ella.
22
Se ha producido otro asesinato, según los informes, cerca del Starbucks en la
calle Pike. La policía pide a los residentes de Seattle que confíen en ellos para resolver
el caso, la recompensa por el Asesino del Muelle se ha elevado a setenta y cinco mil
dólares. Cualquier información es útil. –The Seattle Tribune.

Una carpeta negra fue cerrada de golpe sobre la mesa frente a mí,
pudiendo muy bien haber sido un martillo, el sonido emitido llevaba cierto tipo
de finalidad. El clavo en el ataúd. La señora gorda cantando. El cerdo volando.
Era mi fin, y estaba horrorizada de que el poderoso hombre frente a mí tuviera
algo que decir sobre ello.
23
No podía decidir si estaba aterrada o simplemente asustada.
—¿No vas a leerla? —preguntó el Sr. Blazik, con los ojos encendidos con
humor. Lo más probable era que fuera a mi costa, idiota.
Metí la carpeta aún más fuerte en mi bolso y lo miré.
—Prefiero no hacerlo.
—Tú te lo pierdes. —Se encogió de hombros, presionando el piso del
penthouse.
—Pensé que íbamos a comer. —El ascensor empezó a moverse. Presa del
pánico, me pegué a la pared.
—Lo hacemos —respondió, sacando el celular de su bolsillo y enviando un
texto—. Dime, ¿siempre eres tan callada? —Guardó el celular de nuevo en sus
pantalones negros ajustados y me niveló con una mirada curiosa.
—Sí —espeté. Tal vez si era horrible con él me dejaría en paz, o me liberaría
de cualquier contrato que hubiera hecho con mi padre.
Con una sonrisa asintió una vez, y apretó la parada de emergencia del
ascensor.
En la mayoría de las películas o libros este es el momento donde la chica o
muere, o la besan.
No estaba segura de lo que esperaba, o por qué mi cuerpo tenía interés en
el asunto mientras se acercaba, pero me arqueé, como si estuviera lista para su
toque.
Lo cual era ridículo.
Porque me poseía.
Literalmente.
Y, honestamente, no me importaba lo que dijeran, puede parecer atractivo
cuando aparece en televisión, pero no lo es, es horrible. Absolutamente
degradante. Te hace sentir menos que una persona, menos que una mujer, más
como una posesión.
Y había estado luchando toda mi vida por ser algo más que eso.
Porque eso era exactamente lo que mi padre siempre hacía con mi madre.
Y lo repudiaba por ello.
—Escucha. —El Sr. Blazik apoyó las manos a ambos lados en la pared.
El pitido en ascensor estaba empezando a hacer que me zumbaran los
oídos. Mi cabeza daba vueltas, y me di cuenta que había dejado de respirar.
Tomé una bocanada de aire que olía a su picante colonia.
—Esto no tiene que ser difícil.
—Entonces déjame ir —susurré, empujando su pecho.
Miró hacia abajo a mi mano, todavía apoyada en su cuerpo, casi con
curiosidad, como si no lo hubieran tocado en sus treinta y dos años.
—Tus manos... están calientes. 24
Moví la mano hacia atrás.
—¿Qué? ¿Sueles trabajar con cadáveres?
Sus ojos brillaron mientras su cuerpo presionaba el mío con fuerza contra
la pared. Mi cabeza a punto de chocar contra una lámpara mientras miraba
hacia arriba a sus fríos ojos.
—A partir de ahora, me importa una mierda quién sea tu padre, o quién
seas tú. Trabajas para mí. Soy tu dueño. Dame actitud, y solo vas a hacer las
cosas más difíciles para ambos. Ahora —dijo, dando un paso atrás y tirando de
su cuello—. Déjame al menos alimentarte ya que puedo oír tu estómago gruñir
desde aquí. Después, te voy a mostrar donde te quedarás por el próximo año.
Mi estómago cayó.
—Quedarme como… —Tragué—. ¿Viviendo?
—¿Qué es vivir… realmente? —Se encogió de hombros y apretó el botón
rojo, el ascensor continuó moviéndose hacia arriba, finalmente deteniéndose en
el penthouse—. Después de ti. —Asintió.
Di un paso hacia el pasillo. El suelo era de mármol negro, las paredes eran
una combinación de color gris, y otra vez, se sentía frío, como si alguien lo
hubiera decorado con una sola idea en mente, que fuera fácil limpiar el
desorden dejado por las víctimas de armas o de otras heridas de la baldosa en
lugar de la alfombra.
—Es… —Tragué—. Bonito.
—Es horrible. —Caminó a mi alrededor—. Sin embargo, absolutamente
necesario.
—Correcto. —Soplé aire entre mis labios—. ¿Por los vampiros? —Su mano
se congeló en la cerradura.
—Así que tienes sentido del humor.
—Solo con mis amigos.
Giró su cabeza, ofreciéndome una visión de la leve sombra de su
mandíbula y sus labios gruesos.
—No tengo muchos de esos.
—Qué horrible. —Crucé los brazos.
Con una sonrisa, giró la cerradura y abrió la gran puerta negra y blanca.
Blanco.
Todo era blanco. Si el pasillo era la localización de un aquelarre de
vampiros, entonces el apartamento era algo directamente sacado del cielo.
Cuero blanco cubría la mitad del espacio frente a la sala de estar con un
televisor de pantalla plana. Grandes alfombras grises de piel cubrían el mármol
blanco.
Cortinas blancas desde techo hasta el suelo en las ventanas. 25
Una lámpara de diamantes colgaba encima de mi cabeza.
Casi me quemaba los ojos al parpadear, todo era tan brillante. Hice un
pequeño círculo, mis ojos descansando en la cocina gourmet. Doble horno de
acero inoxidable, estufa de gas, y una increíblemente gran nevera que parecía
que podría contener por lo menos a cuatro personas en su interior,
empequeñeciendo el resto de la cocina.
—¿Te gusta? —preguntó el Sr. Blazik, dejando la llave en la encimera de
granito blanco.
—Es... algo... —Me estremecí—. ¿Sin color?
—No aquí —gruñó, sin embargo sus ojos parecían penetrarme, como si
estuviera esperando a que corriera y gritara.
Levanté las manos, en serio, un minuto el chico estaba en calma, no
necesariamente cálido pero al menos algo bueno, y al siguiente parecía a punto
de clavarse un cuchillo a sí mismo, me estremecí, o a mí.
—Sr. Blazik…
—Nikolai —me corrigió—. Si no te importa.
Apreté los dientes.
—Nikolai, ¿hay alguna razón por la que estemos aquí?
—Para comer. —Me lanzó una sonrisa con dientes blancos que coincidía
perfectamente con la decoración que nos rodeaba—. Y para asegurarme de que
te instales.
Se movió sin esfuerzo a través de la cocina y empezó a sacar cosas del
refrigerador tamaño dinosaurio, no podía dejar de pensar en él como un T-Rex,
la cosa era grande. Puso un poco de queso, pan y uvas en el mostrador, luego
sacó un poco de carne en rodajas. Todo parecía haber sido elaborado o proveído
para un evento específico.
Realmente esperaba no ser ese evento tan especial, pero sospechaba que sí.
Silenciosamente puse mi bolso en el sofá blanco y me dirigí a la cocina.
Nikolai sacó del T-Rex una botella de champán helado, quitó el corcho, sin
lastimarme a mí o cualquier otra cosa en el apartamento y sirvió dos copas.
Mis manos todavía sacudiéndose cuando empujó suavemente una copa
contra mis temblorosos dedos. Odiaba ceder tan fácilmente, pero ¿qué mujer,
sin importar qué tan fuerte fuera, no se estaría volviendo loca?
Todo era como un mal sueño.
¿El magnífico multimillonario secuestrándome de mi narcotraficante
familia? Síp, bien, creo que leí eso en algún libro.
Pero esto no era un libro.
Era tan real como la muerte, y algo me decía que si lo presionaba
demasiado, se rompería y estaría atrapada en la tempestad, incapaz de salvarme
a mí o algo a mi alrededor. 26
El terror estaba regresando con más fuerza. No tenía idea de quién era este
hombre, además de leer revistas y verlo en entrevistas de televisión. Era
brillante, era rico, y algo en él estaba claramente... fuera de lugar.
—Hagamos un brindis —dijo Nikolai, sus ojos oscuros fijos en mi boca.
—¿Un brindis? —Apartó la mirada de mi boca como si hubiera hecho algo
ofensivo, como respirar o algo así—. Un brindis —repetí—. ¿Se supone que debo
fingir que este es un momento feliz en mi vida?
Nikolai dejó la flauta y presionó sus palmas contra el granito, su expresión
dura, su boca en una línea sombría.
—La vida no siempre sale según lo planeado. Piénsalo de esta manera,
querías hacerme una entrevista y ahora tienes un puesto de interna. Si superas
el próximo año, ¿quién sabe qué puertas podrían abrirse para ti?
—Así que es eso… —Mantuve el champán en mis labios—. ¿Quieres que
finja que estoy bien con esto durante un año, y cuando termine de ser tu
secretaria conseguiré mi libertad?
—La libertad… —Levantó su copa de nuevo, su mirada encontrando la mía,
oscura, penetrándome hasta el alma—. Tiene que ser ganada.
—Entonces —dije, irritada de que mi voz saliera en un graznido ronco—.
¿Cómo me la ganaré?
Tomó un largo trago de champán y sonrió.
—Tal vez deberías leer lo que está en esa carpeta... pide y recibirás, Maya.
Me terminé toda la copa de champán de un trago.
—Come. —Golpeó los dedos bien cuidados contra el mostrador—. Vuelvo
en tres horas para comprobarte y asegurarme de que todo está bien. —Comenzó
a caminar hacia la puerta y luego se detuvo—. Ah, ¿y Maya? Realmente leería
esa carpeta si fuera tú.
—Si la leo significará que esto realmente está sucediendo. —Mi voz
temblaba, no podía controlarla más de lo que podía controlar mis emociones.
Nikolai dejó caer la cabeza.
—Cariño, algunas cosas se pusieron en marcha hace siglos, cosas que no se
pueden descifrar o comprender. Este momento, aquí, es a causa de cosas sobre
las que no tienes control. Que hayas venido aquí hoy es prueba de ello. Cuando
pecas... —Sus ojos brillaron—. Es solo una cuestión de tiempo que haga que te
arrepientas.
—¿Arrepentirme? —repetí—. ¡Pero no he hecho nada!
—Tal vez no. —Abrió la puerta—. Sin embargo, tu padre lo hizo. Y la hija
cargará con los pecados del padre... —Con una última mirada en mi dirección
cerró la puerta tras él.
Con cerrojo.
Corrí hacia el mostrador buscando desesperadamente la llave. Nada. 27
Tal vez solo sonó como un mecanismo de bloqueo, corrí hacia la puerta y
tiré. No hubo suerte.
Golpeé mis puños contra la pared. ¿Y si hubiera un incendio? ¿Qué si
empezaba a ahogarme con un cacahuate y necesitaba el 911?
—¡Bastardo! —siseé, pateando la puerta con mi tacón alto y caminé de
nuevo hacia la sala de estar.
No podía disfrutar de la belleza porque se sentía mal, así que... golpeé,
porque al final, era una jaula cara con barras invisibles. En su mayor parte
parecía que estuviera manejando las cosas. Es decir, no estaba teniendo un
ataque de nervios, pero claro, no era el tipo de persona que normalmente lo
hacía.
Era lógica, realista. Comprendía que lo que él estaba haciendo era ilegal,
pero sabía de primera mano que los hombres como Nikolai, hombres como mi
padre, estaban por encima de la ley, tenían la ley en sus bolsillos traseros.
Con un estremecimiento, me acerqué a la cocina y me serví otra copa de
champán para calmar mis nervios. Mis ojos se posaron en el sofá y mi bolso con
la carpeta negra sobresaliendo.
Soltando una pesada respiración, bebí el resto de la copa y me dirigí hacia
allí. Podía hacer esto.
Leer. Podía leer. Las palabras no tenían ningún poder sobre mí y Nikolai
tampoco, a pesar de que lo creyera así.
La carpeta era gruesa y pesada. Me senté en el sofá y abrí la primera
página.
Era el contrato que me había pedido firmar, me imaginé que habría sacado
copias del mismo así que romperlo no serviría de nada. Era un básico ABC
diciendo que si hablaba con la prensa o con alguien acerca de los
acontecimientos de Blazik Enterprises sería demandada.
Me salté la letra pequeña y pasé a la siguiente página.
Título del puesto: Interna.
Claro. Entonces, no estaba mintiendo acerca de esa parte. Sintiéndome un
poco más optimista seguí leyendo debajo de la letra negrita.
—No hacer preguntas. Nunca.
—No dar su opinión.
—Código de vestimenta: Negro. Si se produce un error durante
las operaciones y necesita obtener algo seco y limpio, debe esperar
que le sea enviado.
—No hay llamadas telefónicas externas.
—Jornada de ocho horas diarias. Vacaciones disponibles, pero
los viajes deben ser aprobados primero por el Sr. Blazik y serán
monitoreadas. 28
Arrugué la nariz, ¿qué quería decir? ¿Monitoreadas? Por lo menos me iba
a dejar tomar vacaciones, aunque tenía la sensación de que teníamos dos
definiciones muy diferentes de la palabra.
—No relaciones.
—No familia.
—No internet.
¿En serio? Así que básicamente iba a ser encerrada en un apartamento de
lujo por un año entero, vistiendo de negro, y haciendo... ¿qué? ¿Su colada?
Apreté los dientes y seguí leyendo, mis ojos casi se salen de mi cabeza con la
siguiente línea.
—No relaciones sexuales. Debe mantenerse pura todo el año.
Mis mejillas se calentaron de vergüenza. ¿Cómo demonios sabía que era
virgen, y, en primer lugar, por qué era de su incumbencia? La rabia se apoderó
de mí mientras tiraba los papeles sobre la mesa y maldecía.
No era por falta de intentos, todo el asunto de la cosa de la virginidad.
Pero mi padre se había asegurado de que ningún hombre me tocara. Y cada vez
que salía en una cita era como que los hombres entraban en pánico y daban
marcha atrás. La única vez que había conseguido estar cerca de conectar con un
individuo al azar en un bar, no preguntes, un punto bajo de mi vida, me fui a
casa con él y tuvo un ataque al corazón, a los veintiocho, en mi dormitorio.
Vivió.
Pero me culpó.
¿Qué? ¿Como si mi sola presencia pudiera causar que su corazón se
detuviera?
Las lágrimas pican en la parte trasera de mis ojos mientras miro los
papeles. Quería una vida lejos de mi padre, fuera de su control, lejos de mi
familia. Esta mañana había estado entusiasmada por mi investigación, por
conocer a un hombre que era mi ídolo.
Apesta conocer a alguien que idolatraste durante cinco años solo para
descubrir que no es el héroe después de todo, sino un monstruo disfrazado
completamente.
Dos horas y media y mi monstruo volvería.
Estaría lista.
Solo necesitaba decir eso frente al espejo cerca de cincuenta veces más,
cuando me termine la botella de champán.

29
La policía sospecha que el Asesino del Muelle podría ser una mujer basándose
en el ensañamiento con los órganos reproductores femeninos revelados en los
informes. –The Seattle Tribune.

Las puertas del ascensor se cerraron. Miré mi reflejo en la lisa superficie


metálica y aparté la vista rápidamente.
Durante toda mi vida había evitado los espejos y superficies brillantes,
cualquier cosa que me revelara lo que ya sabía sobre mí mismo.
Que era un monstruo.
30
Los ojos son la ventana del alma, y sabía mejor que nadie que la mía era un
lugar muy oscuro. En el intercambio por la vida de Maya, no había pensado ni
una sola vez en qué haría cuando terminara con ella.
Por supuesto, primero tenía que sobrevivir ese tiempo.
Y muchas piezas tenían que caer en su lugar para que ocurriera, sabía que
apegarme sería casi una condena a muerte, posiblemente destruyendo la última
pizca de humanidad que me quedaba.
Cuando las puertas se abrieron forcé una sonrisa, se sentía incómoda,
siempre lo hacía porque la felicidad era una emoción tan extraña para mí, que
no estaba seguro si la reconocería incluso si viniera y me golpeara en la cabeza.
—Señor Blazik. —Tom Mikelson, uno de los consejeros, se acercó
haciéndome un ligero gesto con la mano.
—Tom. —Asentí y me obligué a una sonrisa más amplia—. ¿Cómo está tu
esposa? ¿Recuperándose de su cirugía de cadera?
—Oh, sí. —Tom se balanceó sobre los talones, luego empujó sus gafas
sobre su gran nariz. Parecía una versión más joven de Santa Claus, con el
cabello canoso, mejillas sonrosadas y labios y nariz pronunciados, era lo más
parecido a un amigo que tenía.
Lo que era patético cuando pensabas en ello.
—Le encantaron las flores. —Golpeteó, con nerviosismo, su pluma contra
su pierna, era propenso a hacerlo cuando manteníamos una conversación.
Estaba inquieto, siempre inquieto al ser abordado por la autoridad—. Realmente
no tenía que hacerlo.
—Lo hice —dije en voz baja, tratando de que se sintiera cómodo—. Y estoy
feliz de que esté mejorando.
—Sí, bien. —Tom se aclaró la garganta.
—¿Hay algo más?
Suspiró y metió las manos en sus bolsillos.
—El señor Petrov lo está esperando en su oficina. Vi que entró cuando iba
a entregar algunos contratos.
—Gracias. —Toqué su hombro—. Lidiaré con él. ¿Por qué no tomas un
almuerzo largo? —Lo retiré—. De hecho, tómate la tarde, visita a esa esposa
tuya.
Sus ojos se estrecharon de la forma protectora que lo hacían a menudo,
cuando sentía la necesidad de salir en mi defensa, puede que yo fuera el jefe,
pero tenía un hijo de mi edad y siempre tenía la necesidad de ir a la batalla si era
necesario.
—Escucha Nikolai, si Petrov está husmeando de nuevo puedo…
—Está bien. —Me reí—. Lo prometo. Ahora, ve a cuidar de tu esposa y nos
veremos mañana.
Se humedeció los labios, los ojos como dardos de ida y vuelta con
incertidumbre antes de dar un paso atrás y asentir. 31
—Bien. Eso haré.
—Buenas tardes, Tom.
—Nikolai.
Rara vez me llamaba por mi nombre. Todavía lo hacía sentirse incómodo y
solo lo tiraba por ahí cuando quería decirlo. Pensaba en ello como un instinto
paternal, pero no estaba seguro. Mis padres estaban muertos.
Me enderecé la corbata y me dirigí a mi oficina.
Sheila, mi asistente, compartió una mirada de desdén conmigo antes de
sacudir la cabeza y agarrar su bolso.
—Una hora debería ser suficiente. —Abrí la puerta para que se fuera y
escuché sus tacones sonar contra el suelo de mármol. Por lo general, tomaba sus
descansos cada vez que Petrov estaba en el edificio. No quería que hiciera
preguntas, y seguro como el infierno no necesitaba que supiera lo que estaba
pasando, para no incriminarla no solo a ella, sino a toda mi compañía.
Llegué a la puerta de mi oficina y la abrí.
La música clásica flotó por el aire. El olor característico a puros caros y a
mi mejor whisky dio paso al aroma familiar de Petrov. Estaba sentado en mi
escritorio como si fuera el maldito dueño del mundo, haciendo girar un puro
entre sus dedos.
—¿Cómo te fue? —preguntó.
—Tan bien como podría esperarse. —Me acerqué al bar, me serví un
saludable vaso de whisky y me senté en el sofá, mostrándole mi comodidad con
su visita incluso mientras me preguntaba, en el fondo de mi mente, si realmente
cumpliría su parte del trato.
—Bien. —Se puso de pie—. Estaba preocupado.
—Tonterías. —Tomé un trago de whisky—. Inténtalo de nuevo.
Movió sus labios hacia atrás, revelando unos dientes blancos mientras
formaba una sonrisa amenazadora contra su pálida tez y cabello oscuro. Petrov
era un hombre alto, disfrutaba de las cosas buenas de la vida y lo demostraba en
su piel y en su incapacidad para usar un traje que no se hiciera estrictamente
para su gran cuerpo.
—¿Puede un padre no estar preocupado por su hija?
Apreté los labios para evitar insultarlo y me puse de pie. ¿Qué pasaba con
su otra hija? ¿La que actualmente se estaba muriendo de cáncer? ¿Le
importaba? Solo pensar en Andi me hacía querer pasar mi puño a través de la
cara arrogante del hombre, pero ahora no era el momento de actuar, todavía no.
—Entonces, ahora que sabes que está bien, ¿te irás? ¿No era parte del
trato?
—El trato… —repitió, exhalando humo por la boca—. He venido a
renegociar.
—No. —Caminé lentamente hacia la puerta.
—Pocas veces escucho esa palabra.
32
—Me pregunto si es porque matas a los individuos antes que tengan la
oportunidad de decirla. —Incliné la cabeza divertido—. Ahora, si eso es todo…
—Esto no ha terminado. —Petrov apagó su puro en mi escritorio de caoba
y se pavoneó hacia la puerta—. Con el tiempo vas a renegociar, necesitas que te
haga el favor de seguir manteniendo oculto tu pequeño secreto.
No fue miedo lo que experimenté en ese momento, era más como terror.
Luché durante años para mantener mi identidad en secreto, para mantener a
salvo el apellido de mi familia.
—Según el acuerdo, no tienes otra opción. —Crucé los brazos—. Así que a
menos que uno de nosotros rompa dicho contrato...
—Ah. —Inclinó su cabeza hacia atrás y soltó una risa ahogada—. ¿Has visto
a mi Maya? Me sorprende que el contrato no sea nulo ya.
—Tengo autocontrol. —Disgustado porque mis sospechas fueran correctas,
me aparté de él, darle la espalda era básicamente como entregar un arma al
hombre. Era una falta de respeto, pero era todo lo que tenía. Tenerlo en el
mismo edificio, por no decir en la misma ciudad que Maya, no me sentó bien.
Siempre había sido más un peón que una hija, y estaba empezando a darme
cuenta de cuánto.
—Hasta la próxima —dijo Petrov con voz tranquila. La puerta de mi oficina
se cerró con un clic silencioso.
Me quedé mirando el puro en mi escritorio. Preguntándome cómo
demonios iba a cumplir mi parte del trato, cuando hace diez minutos estaba
contemplando todas las maneras en que podría ponerle fin.
La última víctima ha sido identificada como Mary Smith, drogadicta y
prostituta. Era VIH positivo. –The Seattle Tribune.

Tres horas después aún estaba en estado de incredulidad. Busqué por todo
el piso. Ningún ordenador. Ni teléfono, ni siquiera una toma para la línea, sí, en
realidad estaba lo suficientemente desesperada como para buscar una.
Estaba atrapada en un maldito apartamento.
Por lo menos tenía comida. Y alcohol.
Caminando por el suelo de mármol blanco, empecé a morderme la uña del 33
pulgar. Era una chica inteligente, lógica, capaz de poner las piezas juntas, pero
cada vez que trataba de hacer que las piezas encajaran, parecía que se
rechazaban unas a otras y volvía a sentirme tan confundida como al principio.
¿Quién era Nikolai Blazik? ¿Y por qué yo era tan importante?
¿Qué demonios hizo mi padre para estar en el punto de mira de este tipo?
Y por otra parte, ¿cómo es que Nikolai estaba en posición de ejercer poder sobre
mi padre, uno de los individuos más espantosos que había conocido?
Nada tenía sentido.
Excepto una cosa... Si mi padre hizo un trato con Nikolai, significaba que
era un hombre temible, un mal hombre, alguien que podrían matarme y hacer
que pareciera un accidente.
Aún me dolía la cabeza.
El sonido de la cerradura hizo que mi ritmo cardíaco corriera a toda
velocidad, como si fuera a ser la testigo de mi propio asesinato. Era gracioso
cómo me veía en este momento, mientras comprendía lo reales que mis
palabras podrían ser.
Pero ahora mismo, con el giro del seguro, lo único que podía pensar era
que todo esto parecía una especie de broma de mal gusto, o que seguramente
Nikolai se replantearía su decisión. No tenía absolutamente nada para él, aparte
de ofrecerle mi cerebro ¿y no podía encontrar a cualquier otra chica para hacer
lo que sea que necesitaba?
El aire abandonó mi cuerpo al volver a verlo. Debería ser delito ser tan
hermoso, era como si cada parte de su cuerpo estuviera en perfecta sincronía
con el universo mientras caminaba lentamente por el suelo de mármol, sus
zapatos golpeando en perfecta cadencia con los latidos de mi corazón.
Poco a poco, sus labios se estiraron en una impresionante sonrisa. Una que
me hizo tambalear hacia atrás y desear que fuera feo para poder odiarlo.
Pero era difícil odiar lo bonito. Incluso yo tenía que admitirlo. ¿Y Nikolai?
Era más que bonito, era hermoso. Toda la vida nos enseñan que lo feo, lo
deforme, es malo, pero es mentira. A veces, las cosas más terribles que se
puedan encontrar son también las más bellas.
—¿Veo que leíste la carpeta? —Señaló la mesa de café donde básicamente
hice una matanza con todas las páginas del documento.
—Sí. —Mi cuerpo y mi voz no estaban en sincronía en ese momento, y mi
corazón latía con tanta fuerza que temí que me atacara como un vampiro al ver
el pulso en mi cuello, parecía de ese tipo. De hecho, todo el lugar parecía sacado
de una película mala de vampiros.
—¿Alguna pregunta? —Su mano derecha rozó mi hombro empujándome
suavemente hacia el sofá. Sin ninguna otra opción, excepto escuchar su charla
loca, me senté.
—Preguntas. —Resoplé—. ¿Por qué no puedo tener acceso al mundo
exterior? Te das cuenta de que esto es secuestro, ¿verdad?
Nikolai apretó los labios como si estuviera luchando por no reír. 34
—Un secuestro implicaría que eres una simple chica a la que habría traído
aquí engañada. Te recuerdo que pasaste la mayor parte del año llamando a mis
oficinas rogand…
—No rogué.
—Rogando… —Desestimó mi protesta como un insecto insignificante y
continuó—: Para una entrevista durante diez minutos de mi tiempo, en un
primer momento creo que solicitaste una hora, pero cuando eso no funcionó
estuviste dispuesta a reunirte conmigo durante veinte minutos, quince y,
finalmente, diez, y creo recordar que la última llamada rozaba la necesidad de
pedir una orden de restricción cuando amenazaste a mi secretaria.
El calor se precipitó en mi cara.
—Bueno, no estaba segura de que te estuviera dando mis mensajes.
—Lo hacía.
Incomodo. Mordí el lápiz labial, o lo que quedaba de él, de mi labio
inferior.
—Insinúas que estoy aquí por elección.
—¿Fue tu elección venir a la oficina esta tarde?
—Sí pero…
—Y fue tu elección pedir una entrevista.
—Sí. —Apreté los dientes—. Pero si hubiera sabido que serías mi dueño,
impidiéndome hacer la entrevista, te habría dicho que no.
Inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos de color marrón oscuro
volviéndose completamente negros.
—Esa es una mentira.
—¿Así que ahora soy una mentirosa?
—Sí. —Lo dijo tan simple, con tanta confianza, que quise estrangularlo—.
Habrías estado demasiado curiosa para rechazarme.
—Ah, la curiosidad mató al gato. —Hice un gesto de corte a través de mi
garganta.
Sus ojos se centraron en mi cuello, como si estuviera viendo cómo mi pulso
comenzaba a acelerarse de nuevo.
—Tienes una piel preciosa, es muy… suave ¿no es así? —Sus dedos se
estiraron y golpearon ligeramente el ritmo de las pulsaciones en mi garganta—.
Hmm...
—Um… —Mis labios temblaron en previsión de algo más conmovedor—.
Sobre el trabajo…
—Es tuyo —susurró, todavía sin apartar los ojos de mi cuello.
—Dios, gracias, porque eso es por lo que vine aquí, un trabajo en el que
esté encerrada sin internet, sin poder hacer llamadas de teléfono o ver Netflix,
oh, y aparentemente, sin opciones de mantener cualquier tipo de relación
sexual.
35
Retiró su mano.
—¿Así que eso es de lo que se trata?
—Sí —dije con dientes apretados—. Estar encerrada en solitario no me
molesta, pero no poder tener sexo sí.
¡El idiota era insoportable!
Con las fosas nasales abiertas, se dio la vuelta.
—Es imposible.
—¿Qué?
—Una relación. —Tragó, la nuez de Adán subió y bajó en ese precioso
cuello suyo. Realmente necesitaba detener mi mirada. Era el enemigo.
Creo que en esos primeros momentos pude reconocer cosas que deberían
haberme advertido. La forma en que se puso de pie, la forma en que me tocaba,
incluso sus ojos. Mi subconsciente me había estado advirtiendo, pero estaba
demasiado horrorizada por las circunstancias para escuchar.
Hasta que fue demasiado tarde.
—La paga es extravagante. —Se lamió los labios—. Medio millón.
—¿Por un año? —grité. Había estado rodeada de dinero toda mi vida, pero
el dinero, como decía mi padre, tenía que ser ganado, no dado libremente. El
maldito dinero por encima de todo, siempre se ganaba.
—No —interpuso Nikolai—. Por un mes.
—¿Qué? —Me puse de pie—. ¿Medio millón al mes? ¿Qué diablos es lo que
tengo que hacer? ¿Enterrar cuerpos?
Echó la cabeza hacia atrás y rio.
—¿Lo harías? ¿Por medio millón al mes?
—No. —Sí, probablemente, ¡maldita sea!
—Otra mentira. —Inclinó la cabeza en la otra dirección—. Vamos, ¿no
somos lo suficientemente cercanos para que al menos puedas ser sincera sobre
cuánto te emociona...? —Se movió hasta que estuvo frente a frente conmigo,
hasta que hubo, tal vez, un centímetro de espacio entre nuestros labios. Luché
contra el impulso de inclinarme. Olía muy bien y algo en él, tal vez su
indiferencia, me hacía querer machacar todas sus piezas.
¿Ven? Estaba de vuelta en el escenario del rompecabezas.
—Apenas te conozco —dije con voz tensa.
—¿Quieres hacerlo? —Sus ojos se oscurecieron.
—Si me dejas ir... volveré a trabajar todos los días. Lo juro, solo quiero
tener algún tipo de libertad y…
—Me temo que el contrato no es negociable. Estás de acuerdo o... —Con 36
sus facciones inescrutables, ofreció un débil encogimiento de hombros.
—¿O…? —Crucé los brazos, dando un paso atrás—. ¿Me matarás y
enterrarás mi cuerpo?
—¿Me pagarás el medio millón? —respondió con una sonrisa que llegó a
sus ojos—. Todo el mundo tiene un precio, Maya.
—Yo no.
—Lo tienes. —Asintió, y su sonrisa se redujo un poco—. Tu precio era una
entrevista, y mira lo generoso que estoy siendo... te daré un año en mi presencia.
—¿Así que ahora se supone que debo darte las gracias?
—Sería educado. —Sonrió—. Pero soy un hombre paciente. Voy a esperar
hasta que digas las palabras.
—Nunca lo haré.
—Mentira tras mentira... ¿Nunca aprendes?
—¿Qué eres, un detector de mentiras humano?
Sus ojos me bebieron durante unos segundos antes de susurrar:
—Conozco a la gente.
Un escalofrío me recorrió, pero me las arreglé para suprimirlo.
—Al menos dame internet.
—Te diré qué… —Se cruzó de brazos, imitándome—. Te daré internet...
después de haber trabajado durante unos días y comprobar que tu trabajo es
aceptable.
—¿Y si no lo es?
—Entonces volvemos a lo de enterrar cuerpos, ¿no? —Otra sonrisa levantó
sus labios. Eso significaba que era una broma, ¿verdad?
—Está bien.
—Fabuloso. —Se frotó las manos—. Ahora, ve a vestirte.
—Estoy vestida.
—Para trabajar —dijo en modo todo negocios—. Comenzarás esta tarde
porque no tengo toda la semana para enseñarte. Necesito estar en Chicago el
viernes.
—¿Irás a Chicago mientras yo me siento en régimen de aislamiento?
—¿Te haría feliz si te diera acceso a la biblioteca?
—¿Biblioteca? —Me animé.
—Amas los clásicos, ¿estoy en lo cierto?
—Deja de ser espeluznante.
Echó la cabeza hacia atrás y rio.
37
—No creo que nunca me hayan llamado así.
—En tu cara, probablemente no.
—Me gustas.
Controlando mi expresión, le dirigí una mirada fría y, a pesar de que
estaba a punto de perder la cordura, intenté que mi voz sonara calmada.
—Bueno, el sentimiento no es mutuo.
Sonrió.
—Créeme, lo será. Ahora, ve a vestirte. El armario en el dormitorio
principal debe tener la ropa adecuada. Usa todo negro y por favor trata de no
tardar demasiado, no queremos llegar tarde.
—Eres el jefe. Es imposible llegar tarde.
—Maya —espetó—, vístete. Ahora.
¿Estaba llegando a él? Un pequeño escalofrío me recorrió ante la
posibilidad.
—Di por favor.
—No he pronunciado esas palabras en diez años.
—Inténtalo.
Con un largo suspiro apartó la mirada y murmuró.
—Por favor.
—Mejor.
Señaló al final del pasillo.
—Ve.
—Está bien. —Arrastrando los pies en dirección a la habitación principal,
rápidamente encontré un traje que funcionaría. Mayas negras, un suéter largo
negro y botas negras.
Varias máscaras se alineaban en la pared de mi armario, del tipo que se
usarían en un baile. ¿Tenía fiestas aquí arriba? ¿O estaba pensando que también
me pondría una máscara? Bueno, antes daría un infierno de pelea, porque no
me iba a vestir como si fuera Halloween con el fin de hacer un trabajo que ni
siquiera quería. Golpeé accidentalmente una de las máscaras de la pared
mientras caminaba. Con una maldición me agaché y la tomé. Había algo
familiar en su blancura, algo como... rojo. No tenía absolutamente ningún
sentido, pero era casi como si pudiera ver la sangre manchándola. Con un
movimiento de cabeza me incorporé, colocándola de nuevo en la pared y me
puse las botas.
Diez minutos más tarde, salí con paso decidido de la habitación e hice un
pequeño círculo frente a él.
—¿Este funcionará?
—Lo hará. —Sus ojos me devoran—. Creo que lo hará muy bien. Recuerda,
no puedes hablar. 38
—¿En absoluto?
—A los pacientes.
—A los pacientes. —Me quedé helada—. Como… Pacientes reales.
—No, a los muertos.
Me reí.
Él no.
—Vamos. —Su mandíbula crujió mientras la apretaba y me llevaba hacia la
puerta—. No queremos llegar tarde a nuestra primera cita.

Centro de Seattle.
Seis horas más tarde.
—¿Te arrepientes? —El aire crujía con entusiasmo mientras el cuchillo
brillaba a la luz de la luna que atravesaba las ventanas—. ¡Respóndeme!
Pero no podía, responder al menos, sus músculos estaban completamente
inútiles gracias a las drogas en su sistema.
—¿No? —El cuchillo cortó el aire—. ¿Debería ayudarte a que te
arrepintieras?
Una solitaria lágrima bajó por la mejilla de la mujer, mezclada con la
sangre del corte en su labio.
—Está bien. —El cuchillo se reunió con la piel.
Perforó.
La sangre era de color rojo. Puro.
Y todo estuvo bien en el mundo una vez más.

39
Los cortes encontrados en el cuerpo eran perfectos, los órganos se extrajeron
como si el asesino tuviera la mano de un cirujano. La policía está trabajando
actualmente en conjunto con los hospitales locales. –The Seattle Tribune.

—No llevas todo negro —dije una vez que estuvimos en el garaje. Observé
el botón blanco de los mismos pantalones negros que había llevado a nuestra
reunión inicial.
—Muy intuitiva, Maya —dijo Nikolai en tono reflexivo mientras colocaba
su mano en mi espalda baja.
—Idiota. 40
Sus labios se torcieron.
Al menos tenía sentido del humor.
—Entra. —Abrió la puerta de un Audi A8 negro. Me deslicé en el asiento de
cuero y miré el interior. El auto parecía más pesado que los automóviles o los
deportivos normales. Siempre había amado los Audi, pero este no era como los
demás.
La curiosidad pudo más que yo.
—¿Qué tipo de Audi es este? —pregunté en cuanto se subió al auto y giró la
llave.
—Uno seguro —dijo con un simple encogimiento de hombros y los labios
en una línea firme—. Tira una granada contra él y se alejará sin un rasguño.
—Tú eh… ¿A menudo te lanzan granadas?
—Uno nunca es demasiado cuidadoso.
—Hmm. —Me eché hacia atrás y crucé los brazos mientras la música
clásica flotaba en el auto—. Entonces, la ubicación de nuestra primera cita.
—Una simple oficina en un edificio sin nada especial.
—Correcto. —Empecé a hacer crujir los nudillos con nerviosismo.
—No. —Sus dientes se apretaron mientras deslizaba una sólida y caliente
mano sobre la mía—. Simplemente... no, no ahora.
—Um, está bien. —Su mano no se retiró—. Lo siento.
—Debes sentirlo —gruñó, apartándose de mí como si tocar mi piel lo
ofendiera.
Correcto. Volvía la teoría loca.
Condujimos el resto del camino en silencio, excepto por la música de violín
de fondo.
Parecía melodramático conducir por el centro de Seattle con un
multimillonario en un auto que podría soportar la tercera guerra mundial, para
simplemente ser entrenada en mi nuevo trabajo.
Donde no tenía ningún derecho como ser humano.
Sí, una mala novela romántica estaba a punto de empezar.
Detuvo el auto en el Muelle 44 y apagó el motor.
—¿Vamos?
No esperó a que contestara, simplemente se bajó del auto. Sin decir nada,
lo seguí. ¿Qué otra opción tenía?
Todavía estaba vestido con sus apretados pantalones de botones blancos y
negros. ¿Por qué yo tuve que cambiarme y él no? El aire húmedo y salado picó
en mis fosas nasales mientras caminábamos por el muelle. Finalmente, se
detuvo frente a una puerta roja.
Miré a mi alrededor mientras sacaba una llave y la metía en la cerradura. 41
¿Qué podía estar haciendo un hombre como él en un muelle? ¿En la oscuridad
de la noche? ¿Y por qué necesitaba mi ayuda?
—No hables —siseó antes de tomarme del codo y llevarme a la entrada.
Mantuvo su brazo envuelto alrededor del mío. No estaba segura de si era porque
tenía miedo de que me zafara y corriera, o porque estaba tan malditamente frío
como si fuera un congelador.
Me estremecí.
—Te acostumbrarás —susurró en mi oído.
—Pero no quiero hacerlo —dije en voz baja.
Sus dientes brillaron en lo que supuse era una sonrisa. No quería pensar
que estaba rechinándome los dientes tan pronto en nuestra relación de trabajo.
Estaba tratando de mantener una actitud positiva.
Me estremecí de nuevo y crucé los brazos, tratando de evitar que el calor
de mi cuerpo se evaporara en la pesadilla infernal en la que acababa de entrar.
Nikolai caminó hasta una de las paredes y accionó un interruptor.
Las luces se encendieron, una por una, recordándome esas películas de
terror, donde el zumbido de las luces era casi tan extraño como las luces
apagadas.
Dondequiera que miraba era blanco.
Suelos de mármol blanco.
Sofás blancos.
Y un servicio de recepcionista blanco con una J roja en la parte delantera.
Si no estuviera tan asustada, probablemente pensaría que todo parecía
moderno y fresco, no exactamente atractivo, pero tampoco aterrador.
Las revistas cubrían la mesa de café en el centro de la habitación, y en el
costado, un gran ventanal fabricado contra ruidos.
—Quirúrgico —dije en voz baja.
El sonido de un timbre me hizo chocar contra el sofá más cercano y casi
caer sobre él.
—Teléfono —dijo Nikolai con voz divertida—. Es solo un teléfono Maya.
—Sí —me las arreglé para murmurar. ¿Pero había algo parecido a eso por
aquí? No, no en absoluto, así que perdóname por volverme loca con el timbre
del teléfono.
—Sí —respondió al segundo timbrazo con la aguda mirada enfocada en el
suelo. Miró su reloj y me hizo señas para que me acercara al escritorio de la
recepcionista—. No, debe salir bien, tengo una nueva... empleada. —Sus ojos se
encontraron con los míos.
No estaba muy segura de que me gustara la forma en que dijo empleada,
como si estuviera disponible.
O comestible.
42
Se humedeció los labios, mirándome de arriba a abajo antes de mirar al
suelo otra vez.
—Dame veinte minutos, luego lo habitual.
Colgó el teléfono y maldijo.
—¿Problemas en la tierra de los locos? —pregunté con dulzura.
—No creo que el contrato que firmaste esta tarde dijera algo sobre
sarcasmo. O sobre hablar.
—Tal vez debería haberlo agregado antes de que yo firmara en la línea
punteada... señor.
Sus ojos se estrecharon.
—Desafortunad…
—¿Qué?
—Eso no quiere decir que el término de respeto deba ser subestimado...
podría acostumbrarme.
—Sí, lo apuesto.
—Vuélvete.
—¿Perdón?
—Date la vuelta. —Puso las manos sobre mis hombros y me dio la vuelta
hacia una puerta blanca con dos ventanas—. Tengo exactamente dieciocho
minutos y medio para enseñarte lo fundamental antes de que tengamos a
nuestro primer paciente.
—¿Estaré viendo pacientes reales?
Nikolai no contestó. Había empezado a notar eso. Si no quería responder,
simplemente... no lo hacía, como si no me debiera nada.
Abrió la puerta que conducía al pasillo y me hizo pasar, las luces se
encendieron solas, iluminando las habitaciones a cada lado de mí. Cada una de
ellas se veía tan estéril que probablemente podría lamer el suelo y seguiría
siendo más seguro que comer mientras escribía en mi impoluto portátil.
—Detrás de la puerta número uno —susurró Nikolai en mi oído, haciendo
que un escalofrío me erizara el vello de los brazos.
Abrió la puerta haciendo un ruido de succión y luego la cerró detrás de
nosotros. Estiró los brazos por encima de la cabeza y movió el cuello, luego sacó
un par de guantes de látex.
Tragué y traté de detener el repentino pánico que me desbastó.
—¿Vamos a examinar a alguien?
Se detuvo, con las manos cerniéndose sobre el fregadero en la mesa de la
esquina.
—Sería prudente que recordaras los términos del contrato, Maya. 43
Correcto. Sin preguntas ni palabras.
—¿Necesito guantes?
—¿Sigues preguntando? Además, si sigues hablando podría quitarte la
lengua, se te dio una advertencia justa.
¿Acaba de decir que iba a cortarme la lengua? Mierda, ¡en realidad era una
locura! ¿Las revistas médicas sabían eso? ¿La sociedad? ¿La gente de la tierra?
¿Cómo ocultaba esa faceta?
Estaba llena de pánico en ese momento.
En lugar de dar órdenes a mi alrededor como pensé que haría, dio dos
palmadas, el polvo voló de sus guantes, más música de violín comenzó a través
de un sistema de sonido invisible.
Para ser completamente honesta, era espeluznante.
No calmante. Algo así como la música que sonaba en el ascensor con la
esperanza de que olvidaras que podrías caer en picado hacia la muerte en
cualquier momento.
Me apoyé en la pared y lo vi sacar los instrumentos de metal. Dos bisturís,
lo que me hizo pensar en una cirugía. Me mataba no preguntar y, cuando sacó
un respirador y agarró una bolsa de suero, mis manos comenzaron a temblar.
¿Qué era exactamente lo que estaríamos haciendo? ¿Realizando una
cirugía? ¿Y en qué mundo yo era siquiera capaz de hacer algo por el estilo?
Había estudiado las enfermedades, pero no en el sentido literal, donde cortaban
cuerpos y miraban dentro. Había una gran diferencia, yo era alguien totalmente
diferente.
Libros. Me gustaban los libros.
¿Experiencia práctica? No, gracias.
—Solo me vas a ayudar durante unos minutos cada vez. Cuando te pida
que te vayas, vas a salir por la puerta. La cerrarás detrás de ti y no mirarás atrás.
No harás preguntas. Cuando el teléfono suene otra vez, lo responderás y les
dirás el tiempo estimado con el fin de que traigan al nuevo paciente. Sabrás el
tiempo estimado porque te enviaré un SMS al teléfono que te di esta tarde.
La sangre rugía en mis oídos. Tanta información y aún nada de esto tenía
sentido o estaba conectado a un hecho.
—¡Maya! —gruñó—. Presta atención. —Tragué y asentí—. Cierra la puerta,
no mires hacia atrás, no haga preguntas, buzón de mensajes, respondes el texto.
¿Lo tienes?
Mis hombros se hundieron un poco.
—¿Qué pasa si no recibo tu texto?
—Y esa… —sonrió—, es una buena pregunta.
—Estoy llena de ellas, solo déjame empezar.
—Estoy seguro de que las harás. —Sus cejas se levantaron con diversión—.
Si no te envío un texto, me esperarás. Si después de dos horas no recibes nada.
Busca la caja negra situada debajo del escritorio de la recepcionista y sigue las
44
instrucciones. Es importante que hagas exactamente lo que dicen esas
instrucciones.
—¿Y si no?
—Esa no es la pregunta correcta. —Un músculo se tensó en su mandíbula
mientras me miraba y apretaba los puños—. ¿Crees poder manejar todo esto?
—No.
Nikolai ladeó la cabeza y dio dos pasos hacia mí. Lamiéndose los labios se
inclinó y susurró, tan cerca de mi boca que casi lo podía probar.
—Mentira. —Con miedo a respirar, respondí con un asentimiento rígido y
di un paso atrás—. Ahora, abre la puerta.
—Pero no hay…
Un fuerte golpe sonó en algún lugar del edificio.
—Final del pasillo, abre la puerta, traen a nuestro paciente. Una vez más,
sin preguntas.
Con más confianza de la que sentía y las piernas de goma, salí de la oficina
caminando lentamente hacia el final del pasillo. Abrí la puerta.
No sé lo que estaba esperando. ¿Al monstruo del saco?
¿E.T.?
¿Un jodido zombi de The Walking Dead?
Pero una chica de mi edad estaba al otro lado de la puerta. Llevaba la falda
más corta que jamás había visto. Era negra y envuelta con tanta fuerza
alrededor de sus muslos que parecía pintada. Sus tacones eran altos y de color
rojo, a juego con su lápiz de labios y uñas de color rojo brillante.
El cabello rubio estaba desordenado.
Me evaluó igual que yo la estaba evaluando a ella. Sus ojos se estrecharon.
Un hombre de un metro noventa estaba detrás. Tenía gafas de sol oscuras
y vestía todo de negro como yo. El Lexus sin placas detrás de ellos seguía en
marcha.
—Um... —Encontré mi voz—. Por aquí.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó el hombre con acento ruso.
—No estoy segura, solo voy a tener…
Levantó la mano y se burló, luego se frotó la calva con la misma mano.
—No importa.
Abrí la puerta un poco más y dejé que la chica entrara.
Olía a goma de mascar. Y se veía como una stripper y caminaba como una
stripper, si no supiera lo que hacía, pensaría que Nikolai tenía algún tipo de
acuerdo... con sus pacientes. O los pacientes no lo eran en absoluto. 45
Una sensación enfermiza comenzó en mis entrañas mientras la llevaba a la
habitación y le abría la puerta.
—Hola, doc. —Hizo un guiño y se sentó en la mesa—. Esto no puede tomar
mucho tiempo porque tengo unos clientes esta noche, mucho dinero.
—Ah, ¿mucho dinero? —repitió Nikolai. Se volvió y asintió mirándome.
Cerré la puerta y esperé con la espalda apoyada en la pared más lejana, por
si acaso hacía algo que me obligara a huir lo más rápido posible.
No es que hubiera un lugar donde pudiera desaparecer sin que él o mi
padre, jefe de la mafia, me encontraran.
Muerta si me iba.
¿Torturada si me quedaba?
Negué alejando la idea y vi cómo se dedicaba a la chica como si fuera la
cosa más linda del planeta.
Le sonrió, malditamente le sonrió, coqueteó con ella y la tocó. No estaba
celosa, solo... irritada, lo que sea, estaba cansada y todavía asustada.
—Entonces, Natalia —ronroneó—. ¿Cómo va el negocio? ¿Alguna queja?
—Nunca recibo quejas. —Se rió detrás de la mano y luego se inclinó hacia
adelante, precipitando sus pechos prácticamente fuera de su escotada camisa
blanca brillante—. Deberías saberlo...
Asqueroso.
—Por supuesto que sí —contestó con una voz suave como el pecado—. Abre
para mí solo un poco.
Abrió la boca y Nikolai miró el interior y frunció el ceño.
—¿Cuánto tiempo hace que las llagas regresaron?
¿Llagas?
—A los pocos días. —Se encogió de hombros—. Pero siempre desaparecen
cuando me das la medicina.
—Como todo buen médico. —Le sonrió de nuevo—. Bien... Maya.
Levanté la cabeza atenta.
—¿Sí?
—Al otro lado de la habitación está el armario de almacenamiento.
¿Puedes por favor conseguirme un pequeño frasco de 88 JR?
—Claro.
Tragando saliva caminé rápidamente por el pasillo para conseguir el
frasco.
El armario de almacenamiento era más bien el paraíso de un drogadicto.
Había suficientes pastillas para drogar a una persona durante eones. En la parte
superior tenía botellas con cosas que ni siquiera podía pronunciar. Finalmente 46
localicé la correcta y me apresuré a volver a la habitación.
Justo a tiempo para ver a Nikolai meter el bisturí en la solapa de su
chaqueta y sacar una aguja. Le entregué el vial y esperé.
Con precisión, sumergió la aguja en la botella y succionó una pequeña
cantidad, tal vez del tamaño de un guisante.
—Ahora, sé que odias las agujas.
—Ah, pero tu auscultación siempre me hace sentir mejor, doc. —Le hizo un
guiño. Y una vez más luché contra el impulso de vomitar sobre sus pisos
perfectos.
—Todas las chicas lo dicen. —Le hizo un guiño a su vez.
¿Era la única que no guiñaba ojos? ¿Que no coqueteaba?
Nikolai se humedeció los labios y metió la aguja en su brazo inyectando
lentamente lo que sea que me había dicho que le trajera.
Quitó rápidamente la aguja una vez que la medicina se terminó.
Ella dejó caer las piernas y la boca se le abrió como si hubiera perdido el
deseo de controlarla. Sus ojos rodaron, se quedaron en blanco y emitió un
resoplido, ¿o tal vez una risa? y se deslizó hacia atrás.
Nikolai colocó el vial sobre la mesa, sacó una vía intravenosa y la insertó en
su muñeca con cinta adhesiva.
Todavía estaba tratando de averiguar lo que estaba haciendo cuando su
cabeza se levantó.
—¿Qué estás haciendo aquí todavía?
—Yo…
—Vete. —Me despidió con un gesto de mano.
Con una última mirada a la chica drogada, puse la mano en el pomo de la
puerta y le di vuelta. Me dijo que nunca mirara hacia atrás.
Pero tenía demasiada curiosidad para no hacer un intento.
Y mi curiosidad solo empeoró cuando vi el reflejo del bisturí en su mano a
través de la ventana de la puerta.
—Maya —su voz estaba ronca—. Haz tu trabajo.
No miré hacia atrás, pero la música, la misma música de violín que me
había vuelto loca, se hizo más fuerte, como si necesitara el ruido para bloquear
lo que estaba haciendo.
No es mi asunto, no es mi problema.
Rápidamente regresé a la zona de la recepcionista y me senté. El protector
de pantalla de J estaba en la computadora. Hice clic en ella.
¡Internet!
Genial.
Y sospechosamente fácil. 47
—Yo no lo haría —dijo una mujer con voz afilada—. Por otra parte, también
me gustaba retarlo.
Miré por arriba de la pantalla y me encontré cara a cara con la anciana más
hermosa que jamás había visto en toda mi vida.
—¿Puedo, eh, ayudarla?
—No. —Su sonrisa era cálida—. Pero creo que puedo ayudarte a ti. Eres mi
reemplazo.
—Oh.
—Uno de los treinta que he tenido en los últimos dos años. —Sus hombros
se sacudieron con diversión—. Este hombre no puede mantener a una mujer ni
para salvar su vida. —Y se echó a reír como si fuera la cosa más divertida del
mundo—. Y uno pensaría que con esa mirada, ese cerebro y ese cuerpo… —Se
abanicó y se asomó por el pasillo—. Aún en ello, ¿eh?
—Um, la primera del día. ¿Quién dijo que era?
—Una amiga. —Sonrió y me tendió la mano—. Me puedes llamar Jaclyn, o
simplemente Jac para abreviar.
—Jac —repetí estrechando su mano suavemente. La mujer tenía tantos
diamantes adornando sus dedos que no lo podía creer. Cada uno de ellos
brillaba como si contaran su propia historia de amor y riqueza—. Entonces soy
la interna número treinta ¿eh?
—¿Eso te dijo?
—No exactamente.
—Interna. —Se rio—. Suena bien. ¿Te ha enviado el mensaje ya?
—No, pero…
—Lo hará, siempre lo hace. Solo tuve que usar la caja negra una vez. —
Asintió y bajó los ojos—. Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo.
—Um…
—¡Oh! —Aplaudió y todo su atuendo se balanceó. Uff, ¿llevaba campanas o
algo? Me puse de pie y miré por encima del mostrador.
La mujer no medía más allá del metro cincuenta. Tenía botas vaqueras de
color rojo con campanas en las borlas y pantalones vaqueros ajustados que
combinó con un suéter blanco. Lo que debería verse estúpido y sin gracia lucía
elegante y con estilo, como si acabara de salir de Urban Outfitters1. Ouch.
—¿Por qué no te muestro la agenda?
—Está bien, pero Nikolai no dijo…
—¿Nikolai? —Apretó los labios—. ¿Entonces te lo permitió?
—¿Qué?
—Usar su primer nombre.
—Aparentemente. 48
—Debes ser especial. —Sonrió más brillante—. Soy la única que lo llama
así... y también soy la única que ha visto alguna vez al hombre detrás de la
máscara.
—¿Así que hay dos? —bromeé.
—Oh, sí. —Asintió con seriedad—. Nunca olvides lo importante que es
separarlos a los dos. Cuando está aquí es un dios.
—¿Y el otro?
—En cualquier otro lugar… —Puso su mano sobre la mía y la apretó—. No
es más que un hombre. Nunca debes olvidar eso, corazón. —Soltó mi mano y me
miró a los ojos como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento—. Rayos,
mis emociones me abruman en estos días. Ahora vamos a ver ese horario y a
tratar de resolver cualquier duda que puedas tener antes de que llegue el texto
difícil.
—Y entonces, ¿qué?
—¿Qué, querida?
—¿Después de que llegue el texto?
—Oh, llevarás a la siguiente chica.
—¿Son… —balbuceé tragando saliva—, prostitutas?
—Las etiquetas realmente no me dicen nada. —Se encogió de hombros y
sacó una silla justo a mi lado—. Si realmente eres buena, mañana por la mañana
te traeré un café con leche, ¿cuál es tu favorito?

1Urban Outfitters: Tienda de moda de alta gama a escala mundial.


—Cualquier cosa con cafeína.
Ella se detuvo y me miró con los ojos húmedos de nuevo.
—Espero que dures, querida.
—¿Y las demás? ¿Renunciaron?
Sus ojos se posaron en el teclado mientras sacaba un pañuelo de su bolso y
se sonaba la nariz.
—Ahora, el programa...

49
El jefe de policía López recomienda que no caminen solas. Se cree que el Asesino
del Muelle se aprovecha de mujeres que salen del trabajo tarde o que lo hacen sin
compañía. Si trabajan hasta tarde, permanezcan en el interior de sus edificios hasta
que la seguridad del mismo sea capaz de acompañarlas. –The Seattle Tribune.

Increíble... cuán habituales se han convertido mis actividades. No sentí


nada. Incluso cuando la sangre goteaba por su brazo, solo pude mirar el
pigmento rojo y preguntarme de qué tipo sería.
¿Será O Negativa?
¿AB Positiva? 50
¿Tomar esa sangre me llevaría más cerca de una cura? ¿O la oscuridad
finalmente me consumiría, haciendo que mi costumbre, mis opciones de vida,
terminaran matándome como a tantos que he estudiado?
Su rostro estaba desprovisto de emoción.
Me imaginaba que tenía como máximo unas semanas más.
Y entonces estaría muerta como el resto de ellos.
Supe que algo estaba mal conmigo mucho antes de la escuela de
medicina… Mucho antes de trabajar con cadáveres o perder a mi primer
paciente en el quirófano.
Me limpié las manos con la toalla e inyecté flumazenil en su sistema.
Natalia se sacudió y despertó.
—¿Todo listo?
—Sí. —Le ofrecí una sonrisa—. Las cicatrices deben desaparecer al cabo de
unas horas, trata de tener cuidado con eso esta noche.
—Siempre lo tengo. —Su labio inferior temblaba lo suficiente para que lo
notara—. Hey, hum, ¿doctor?
—¿Sí, Natalia?
—¿Cuánto tiempo?
—Bueno… —Me incliné hacia delante—. Eso depende totalmente de ti. Lo
sabías desde que empezaste a venir a la clínica.
Sus ojos vacilaron mientras se mordía el labio inferior.
—Todavía no he decidido qué quiero hacer.
—Cuando llegue el momento, voy a preguntártelo una vez más, solo tú
puedes tomar esa decisión, Natalia.
Asintiendo, se bajó de la mesa y caminó a la puerta.
—La chica nueva… —Su mano se deslizaba sobre el pomo de la puerta—. Es
bonita.
Suspiré.
—Todas las enfermeras que contrato son bonitas.
—Sí, pero ella no es enfermera, y no es una de nosotras.
Me quedé en silencio durante un minuto. Dejando a Natalia averiguar el
por qué Maya era diferente. Era hermosa como el resto, solo más... pura e
inocente de un modo en que Natalia nunca entendería.
—No. —No le debía una respuesta o explicación.
—Espero que siga siendo así. —La voz de Natalia fue apenas un susurro—.
Realmente lo espero.
—Yo también. —Tenía la esperanza de que fuera más de lo que pudiera
describir. Fue por eso que puse algunos términos en mi contrato. Porque estaba
fuera de los límites. Porque estaba fuera de mi alcance. Estaba tratando de 51
dirigir su vida por ella, creando un camino férreo para que lo recorriera y
atravesara viva.
Para que llegara a su próximo cumpleaños sin ser exactamente lo que su
padre quería. Porque independientemente de eso, Maya no lo recordaría.
Seguía siendo una responsabilidad, una que él me dejó a cargo.
—Ten una buena tarde, Natalia.
Se fue.
Y la habitación de inmediato se sintió fría.
Me pregunté cuánto tiempo podría seguir así antes de que la oscuridad de
mi realidad me consumiera. Después de todo, no estaba realmente vivo para
nada más que intentar dejar una huella en el mundo. Un legado. Eso es lo que
quería.
Y, ¿después de descubrir lo que corría por mis venas?
Por fin era el maldito momento de que alguien en nuestra familia intentara
algo diferente. La sangre siempre había manchado nuestras manos.
Todavía moriría con ella en las mías, solo esperaba que no fuera en vano.
Un enemigo estará de acuerdo, pero un amigo argumentará. –Proverbio ruso.

Envió un texto exactamente noventa minutos después, sus instrucciones


eran claras.
N: Trae a la siguiente, terminaré en cinco.
Sentí que mis cejas se levantaban en confusión. ¿La siguiente? Jac me
había estado mostrando cómo hacer la programación durante la pasada hora y
media, no es que algo de eso tuviera sentido. Había nombres y números de
contacto pero no había apellidos, y no había información privada sobre sus
condiciones. 52
Solo nombres y números.
Algunos nombres tenían una pequeña X roja junto a ellos. Jac me dijo que
una vez que el paciente tenía tres X era eliminado del sistema. Le pregunté si
todos los pacientes finalmente tendrían tres X, cambió de tema y comenzó a
hablar de las decoraciones de Navidad.
—Te dije que enviaría un texto. —Jac asintió—. Siempre lo hace.
—Entonces… —Le mostré mi teléfono—. ¿Dónde consigo a la siguiente
chica?
Hizo una pausa, sus labios se juntaron en una sonrisa.
—Bueno, no eres simplemente adorable.
—Sí… —murmuré. Nunca en mi vida me habían llamado adorable. Ni mis
padres que me ignoraban, ni los novios que me odiaron una vez que mi padre
los atrapaba.
Me habían llamado atractiva. Linda.
Bonita, al menos un puñado de veces.
Pero nunca adorable. Adorable significaba inocente, y no lo era, estaba
contaminada.
—Las chicas siempre esperan fuera de la puerta. —Señaló hacia el pasillo—.
Cuando recibas el texto para la siguiente chica, solo tienes que abrir, llevarla al
final del pasillo y salir cuando te digan.
—Está bien. —Pasé la lengua por mis labios secos y me levanté de mi
asiento—. Supongo que vuelvo enseguida.
—Recuerda —gritó Jac detrás de mí—, no hagas preguntas.
No estaba segura de por qué era tan importante que me recordara esa
pequeña regla, por lo que le resté importancia y suspiré mientras iba por el
pasillo.
La siguiente chica esperando tenía un corte de cabello pixie, colocó un
cigarrillo entre los dientes antes de mirarme de arriba a abajo y sonreír.
—Eres nueva.
—Síp. —Suspiré.
—¿Ya se acostó contigo? —Sus cejas subieron hasta el nacimiento de su
cabello.
—Soy su empleada.
—Todas lo son. —Puso los ojos en blanco, y caminó más allá de mí—.
Conozco el camino.
La seguí, porque ¿qué otra opción tenía? Cuando se detuvo en la
habitación y se asomó, su rostro se suavizó.
La puerta se abrió.
53
Nikolai salió.
—Anastasia. —Sonrió—. ¿Cómo te sientes?
—Mejor ahora —dijo con un suspiro entrecortado.
Puse los ojos en blanco.
—¿Algo te molesta? —espetó Nikolai.
Mierda. Me vio.
—No. —Aclaré la garganta—. Solo estoy cansada.
Sus ojos se estrecharon.
—Eso es todo, Maya.
—Correcto. —Apreté los puños y pasé delante de ellos, esta vez no miré
hacia atrás, no quería saber. Algo estaba muy mal con lo que estaba haciendo,
no sabía qué. Y no era como si él hubiera dejado un gran rastro de papel para
que lo siguiera en su estúpida computadora. Todo lo que tenía que hacer era
repasar nombres, y un número de contacto.
Cuando entré de nuevo en el vestíbulo principal Jac estaba poniéndose el
abrigo de nuevo y comprobando su celular.
—Vas a mejorar —dijo sin levantar la vista de su teléfono—. Siempre lo
hacen.
—Claro. —Apreté los dientes, preguntándome si debería correr el riesgo y
decirle sobre el contrato, preguntarle si las otras chicas tuvieron que firmarlos, o
simplemente soltar un débil “ayuda” en su dirección y ver si se apiadada de mí y
me rescataba de sus garras.
—Lo prometo. —Jac se inclinó sobre el mostrador, colocando sus manos
sobre el escritorio—. Parece abrumador ahora, pero es una gran oportunidad.
—¿En serio? —repetí.
—¡Por supuesto! —Sus ojos brillaron—. Basta pensar en las oportunidades
de trabajo que vas a recibir después de trabajar con Nikolai durante unos pocos
meses.
—Un año —la corregí.
Se congeló.
—¿Perdón?
¿Había dicho algo malo? Coloqué un mechón de cabello que se había
escapado detrás de mi oreja y me encogí.
—Mi contrato dice un año.
Su boca se abrió, luego se cerró. Cuando habló, su voz parecía un poco
tensa.
—Un año es mucho tiempo.
—Dime sobre ello. —Forcé una sonrisa—. Es um… ¿No es lo normal? 54
—Normal. —Se encogió de hombros—. ¿Qué es normal? —Apartándose del
mostrador movió su cabeza en mi dirección—. Te veré mañana Maya.
—Está bien. —La puerta se cerró detrás de ella, envolviéndome de nuevo
en el silencio mientras me sentaba allí preguntándome qué diablos iba a hacer.
Mi alerta de texto sonó.
N: Listo.
M: Grandioso.
¿Qué más quería que dijera? ¿Felicitaciones?
N: Voy a necesitar tu ayuda para limpiar.
M: Está bien...
N: ¿Debo deletrearlo para ti? Maya. Ven.
Murmurando una maldición empujé el teléfono lejos de mi mano, me puse
de pie, y fui pisoteando hasta la habitación.
Tiré de la puerta abriéndola y me congelé cuando lo vi desechando sus
guantes con sangre.
—Maya —dijo Nikolai sin darse la vuelta—. Haz algo útil y vuelve a colocar
la ropa de cama.
Le saqué la lengua tras su espalda y fui a la cama, tiré de las sábanas
tratando de no centrarme en las salpicaduras de sangre en ellas. ¿Por qué habría
sangre en primer lugar?
Sin preguntas. Cierto.
—Curiosa, ¿verdad? —Su suave voz penetró mis pensamientos—.
Prácticamente puedo oír trabajar tu mente. Cuidado, o vas a lastimarte con
todas tus… teorías.
—¿Teorías? —Me encogí de hombros y tiré las sábanas en un cesto cercano
que decía lavandería—. ¿Por qué tendría alguna teoría? Eres un médico de
renombre mundial, ves pacientes en la noche, pacientes que lucen como
prostitutas, y no tienes absolutamente ningún rastro de sus papeles en la
computadora. Ahora, ¿qué te parece que voy a hacer con eso?
—No estoy seguro… —Su mano se movió a mi hombro, y me dio la vuelta
para enfrentarme—. ¿Qué vas a hacer con esa información?
—Ir a la policía —solté.
Su divertida sonrisa hizo que quisiera apuñalarlo.
—¿Y decirles qué? ¿Que te estoy pagando medio millón al mes para hacer
un trabajo en el que te inscribí? Ah, y por cierto, mi padre es Alexander Petrov,
¿tal vez tengan su expediente a mano?
—Eres un hijo de puta —susurré.
—Y tú eres… —Inclinó una mirada especulativa hacia mí—. Interesante.
—Lo que sea que estás haciendo, no puede ser legal.
55
—Ah, así que la hija de un jefe de la mafia rusa tiene... ¿moral? —Sus ojos
se burlaron cuando susurró con voz ronca—: Es una pena.
—¿Necesitas algo más?
—¿Esta noche? —Se lamió los labios—. Sí, creo que sí.
Se movió demasiado rápido para que me preparara. En un segundo se
elevó sobre mí, y al siguiente me empujó contra la pared, su boca a centímetros
de la mía.
—Soy tu dueño.
—Así lo has dicho. —Apenas pude soltar las palabras, mi garganta estaba
tan seca y tirante.
—Puedo hacer lo que quiera contigo... y nadie te oiría gritar, Maya, es más,
a nadie le importaría. Sería prudente para ti recordar quién tiene tu preciosa
vida en sus manos. Lo que haga aquí no es de tu maldita incumbencia. Haz el
trabajo por el que te pago una cantidad aberrante de dinero, y cuando todo esto
haya terminado, te escribiré una resplandeciente recomendación.
—¿Eso será antes o después de que me obligues a acostarme contigo como
al resto de las chicas que tuviste trabajando para ti? —Las palabras salieron de
mi boca antes de que pudiera detenerlas.
Sus ojos brillaron.
—Si te deseara, lo sabrías.
Eso fue todo. Una frase que me paralizó. Me hizo sentir no solo pequeña,
sino rechazada de una manera tan vil que quise llorar.
—Ah y, ¿Maya? —Inclinó la cabeza—. Solo en caso de que no puedas leer
entre líneas, no hay nada acerca de ti... que desee.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba hacia el suelo blanco.
Tenía la garganta atorada. ¡Era un idiota! ¿Por qué me importaba lo que
pensara? La soledad de mi situación me estaba ahogando.
—¿Eso es todo, Nikolai? —Me encontré con sus ojos de nuevo.
—Sí. —Dio un paso atrás—. Ahora, apaga las luces y nos vemos en la
entrada.
Corrí fuera de la habitación, secándome las lágrimas rebeldes, y tomé mis
pertenencias de la mesa. Lo seguí dos minutos más tarde.
Una vez que la puerta estuvo cerrada, su mano estaba en mi espalda,
guiándome al “seguro” Audi, y antes de que lo supiera estábamos conduciendo
en silencio de regreso al edificio de oficinas, de regreso a mi apartamento, de
regreso a mi horrible existencia en la que realmente no existía, no vivía para mí
misma sino para un completo extraño psicópata con complejo de Dios.
Era tan extraño, pasar junto a personas que reían y caminaban a casa del
trabajo, notar las pequeñas cosas como las luces parpadeantes en el frente de los
edificios, las personas de la mano, el estúpido chico de Starbucks dando
muestras gratis. Todas esas cosas eran símbolos de libertad, algo que yo no tenía
56
y no tendría por todo un año.
¿Qué había hecho mal? En todos mis años de vida, tenía que haberle hecho
algo horrible a mi padre para obtener este tipo de castigo.
Tal vez era eso.
Que simplemente había existido. Y eso había sido suficiente.
No tenía más lágrimas. Solo desesperación mientras él metió el auto en el
garaje y apagó el motor.
Supuse que me acompañaría a mi habitación.
Lo hizo.
El viaje en el ascensor fue una absoluta tortura. Me quedé de pie en un
extremo, él en el otro. La música emitía un pitido agudo feliz en mis oídos, y
deseé que la maldita cosa se desplomara al suelo y me dejara morir.
Cuando finalmente llegamos al apartamento, esperé a que se fuera. Pero
no lo hizo, en cambio, abrió la puerta, me llevó adentro, y fue a la nevera,
sacando una botella de vino.
¿Qué quiere?
¿Y por qué no simplemente se iba y me dejaba en paz?
—¿Asumo que conociste a Jac? —No hizo contacto visual, no reconoció mi
existencia, simplemente sacó dos copas y comenzó a servir.
—Es dulce... hermosa.
Se detuvo en medio de servir, su mano tembló un poco antes de que dejara
la botella de vino y se apoyara en el mostrador.
—Es irremplazable.
—Voy a... tratar. —Era todo lo que tenía—. Lo haré lo mejor que pueda.
—Todos lo intentan —se burló—. ¿Cómo vas a tener éxito donde ellos
fracasaron?
—¡Qué si me dices más acerca de tus expectativas y así no fallaré! —grité
de regreso.
Su rostro estalló en una sonrisa.
—Ah, ahí estás.
—¿Qué? —Tiré de mis manos con exasperación—. He estado aquí todo el
tiempo.
—Necesitas que tu espíritu dure... Las mujeres... cuando pierden su
espíritu, pierden todo.
—No tiene sentido —me quejé y agarré la copa de vino que me dio.
Estar tan cerca de él de nuevo me hacía tanto querer estrangularlo como
tirar de él aún más cerca. Olía muy bien, y aunque su aspecto era frío, el calor de
su cuerpo estaba prácticamente saltando hacia mí.
57
Nikolai se encogió de hombros.
—No tiene que tener sentido… para ti.
—No le respondes a nadie. —Levanté mi copa en el aire—. Lo entiendo.
—No pierdas tu fortaleza, Maya, incluso cuando la guerra parezca
desalentadora... simplemente sigue luchando, deja que la pelea te amolde, no
que te rompa. Hay demasiadas personas que se dan por vencidas frente a la
derrota. Necesito a alguien dispuesto a empujarse a través de eso.
—Lo he hecho… —Tragué y miré hacia otro lado—. Durante toda mi vida.
—Lo sé —susurró—. Es por eso que te necesito.
Era la primera vez que oía esas palabras de sus labios. Casi se me cae la
copa al suelo. ¿Acababa de decir que me necesitaba? ¿Después de toda la
arrogancia, de toda la intimidación, de las burlas, de mandarme?
Tomó un sorbo de vino y sonrió con esa sonrisa cegadora que hacía que mi
corazón palpitara demasiado rápido.
—No estés tan sorprendida.
—Lo estoy —dije sin rodeos—. Sorprendida de que necesites algo.
Se encogió de hombros.
Al parecer, la conversación se había acabado.
—Come algo —me instó, dejando su copa de vino sobre la encimera de
granito—. En mis oficinas, mañana por la mañana, a las ocho, recuerda que es el
piso treinta y dos.
—Claro.
—Viste de negro.
Apreté los dientes.
—No es como si me hubieras dado muchas opciones en ese armario de
todos modos.
Su sonrisa estuvo de vuelta con toda su fuerza.
—Tendrás opciones cuando demuestres que puedo confiar en ti.
—¿No piensas que soy digna de confianza?
—Tu padre no lo es.
—No soy mi padre.
Suspiró, pasándose las manos por el cabello.
—Demuéstralo.
Y ese fue el final de la conversación.
Se acercó a la puerta y la cerró de golpe al salir, dejándome más
confundida que antes, que ya era condenadamente confundida, considerando
todas las cosas. Decidí que no valía la pena el dolor de cabeza, él no valía la pena
el dolor de cabeza. Tenía exactamente trescientos sesenta y cuatro días más del 58
diablo, entonces podría volver a la normalidad... De regreso a una época en que
no sabía nada de Nikolai Blazik.
Volver a un momento en que en realidad, me conocía a mí misma.
Se cree que El Asesino del Muelle busca durante el día, atacando al atardecer. –
The Seattle Tribune.

La mujer no tenía idea de lo que estaba haciendo. Sería tan fácil


romperla… otra vez.
Necesitaba que fuera fuerte.
Le di reglas con el fin de mantener las cosas dentro de mi control. La peor
parte fue que, ¿me veía como un monstruo cuando en realidad, en este
escenario, era lo más cercano a un caballero blanco que iba a encontrar?
59
El ascensor bajó con un gemido y se paró en el piso justo debajo del de
Maya. Cuando las puertas se abrieron, el olor a cloro quemó mis fosas nasales.
Era un olor familiar, uno que contenía recuerdos, dolor, vergüenza… Tantas
emociones, que me encontré deseando aguantar la respiración y cerrar los ojos,
pero no había funcionado todas esas veces anteriores, y desde luego no
funcionaría ahora.
La caminata hasta mi puerta se sintió solitaria.
Y estar solo no era un sentimiento al que estaba acostumbrado. Siempre
había tenido mi trabajo, mis metas, una de las cuales muy probablemente
estaba condenándome al infierno en este mismo momento, pero me gustaba
pensar que era una que había logrado maravillosamente.
La había salvado.
Simplemente no era consciente de que su prisión… era su libertad.
Abrí la puerta que conducía a mi ático y caminé aturdido a la cocina.
Sobre la mesa estaba un trago de whisky canadiense ya servido en un vaso
con el periódico al lado.
Tenía que reconocérselo, Jac no se perdía una noche, incluso si estaba
haciendo lo que mejor sabía hacer, siempre se ocupaba de mí.
Nunca pedía nada en lo que a ella se refería.
Sin embargo, una parte de mí se preguntó si utilizaría eso como una forma
para mantenerse firmemente unida a mi vida, donde no había espacio para
ninguna otra mujer, independientemente de cuán inofensiva pudiera ser.
—¿Qué es exactamente lo que estás haciendo, Nikolai?
La voz de Jac goteaba desaprobación.
—Beber —respondí en tono cortante—. ¿Y tú?
—Lo mismo. —Rió entre dientes—. Acompáñame.
Sabía dónde estaría. Sentada al piano, copa en mano, con los ojos nublados
por la emoción.
Agarrando mi vaso me dirigí hacia ella y me senté en silencio, rozando
brevemente las teclas de marfil con mis dedos antes de tomar su mano y darle
un apretón.
—¿Noche dura?
La mano que no estaba sosteniendo llevó la copa a sus labios, se sacudió
violentamente.
—¿Cuándo no lo son?
—Cierto.
—No estoy segura acerca de ella.
Y allí estaba.
—No tienes que estarlo. Lo que hace para mí no tiene nada que ver contigo
y la familia. 60
—Te gusta. —Jac se lamió los labios rojos rubí y bajó su bebida—. Eso la
hace diferente.
—Estoy protegiéndola. Hay una gran diferencia.
—¿Y cuando la protección se convierta en algo más? —Inclinó la cabeza y
me dio una ligera sonrisa, la forma en que la luz de la luna se reflejó en sus
rasgos, emitiendo un resplandor pálido, envejeciéndola, me recordó una vez
más, cuán frágil era realmente—. ¿Entonces qué?
—Entonces la libero.
Jac inclinó la cabeza hacia atrás y se rió, y el sonido me heló la sangre.
—¿Cuándo has sido bueno en dejar libre tus cosas favoritas? ¿Recuerdas
esa ave cuando eras pequeño? Lo nombraste Fred y te negaste a dejarlo salir de
su jaula, incluso cuando te dijimos que era seguro dejar que volara alrededor de
la casa.
Negué ante el recuerdo. Había temido tanto de que volara lejos, que mi
miedo finalmente lo mató, o al menos eso creí. No maduró lo suficiente y murió
a una edad temprana a causa de ello.
—No es un ave —susurré finalmente—. Es una persona.
—Oh. —Jac acarició mi mano—. ¿Así que ahora realmente ves a las
personas como personas reales y no como tu propia versión humana de
Operación2?
Algo estaba mal con Jac esta noche. Entrecerré los ojos.
—Es suficiente.

2 Operación: Juego de mesa, también conocido como Operando.


Su sonrisa se desvaneció, sustituida por lo que parecía ira, antes que se
encogiera de hombros y se levantara.
—Ambos estamos cansados, y me temo que la noche aún no ha terminado
para mí.
—Tal vez así debería ser. —Nunca le decía a Jac qué hacer, no me
correspondía, pero sabía que su estilo de vida la desgastaba, el secreto del
mismo nos desgastaba a ambos.
—Tengo un legado que continuar —dijo en voz lejana—. Tal vez deberías
empezar a pensar en cómo vas a continuar con el tuyo... una vez que me haya
ido.
—No te estás muriendo. —Puse los ojos en blanco y besé su mano.
—Todavía no. —Retiró la mano y tomó su chaqueta—. Pero me iré, y
pronto. ¿Qué vas a hacer entonces, Nikolai?
La pregunta hizo que mi corazón golpeara con fuerza contra mi pecho. No
lo sabía. Todavía no había hecho mi elección. Todavía no estaba seguro de cómo
podría cumplir con el legado de mi familia, manteniendo mi propia cordura
intacta. Parecía que era el único heredero que veía una diferencia entre el bien y
el mal, lo que era realmente enfermo cuando pensaba en ello. Si yo era la
brújula moral para empezar, ¿qué esperanza tenía realmente mi familia? Me
61
estremecí por dentro.
—La elección llegará. —Jac asintió en complicidad—. Y más pronto de lo
que crees. Tal vez una distracción sea buena. —Señaló hacia el techo—. Pero algo
me dice que está involucrada, ¿estoy en lo cierto?
—Siempre están ahí. —Contraté a los mejores estudiantes de enfermería
durante tres meses, les pagué, juraron guardar el secreto, y se fueron. Maya no
era estudiante de enfermería, y no la había contratado por las mismas razones
que a los demás. Simplemente era conveniente que pudiera matar dos pájaros
de un tiro.
—Pero es diferente, ya que deseas que no fuera el caso.
—Buenas noches, Jac. —Ignoré su púa a pesar que se las arregló para
colarse entre mis costillas, golpeando su marca bastante bien.
Ignorada, me dio un rápido movimiento de cabeza y se dirigió hacia la
puerta.
—Ten cuidado Nikolai, nunca antes te he perdido por algo tan tonto como
una emoción… y tus cambios, se están mostrando.
—Sangro como todos los demás.
Jac mantuvo la puerta abierta y gritó en respuesta.
—Es una lástima.
Cuando reinó el silencio una vez más, me moví al sofá y miré mi
apartamento.
Estaba decorado en púrpuras y negros. Tenía una fascinación por los
colores oscuros, quizás porque era la única cosa que me traía comodidad,
sabiendo que el exterior era tan oscuro como mis entrañas.
Era la única paz que parecía encontrar.
El blanco me recordaba lo que no tenía.
La pureza, la inocencia, y una princesa rusa de ojos brillantes que no se
detendría ante nada para tentarme más allá de mis capacidades.
Su habitación era blanca por una razón.
Era un recordatorio.
No tocarás.
Porque si lo hacía, ella no viviría más allá de la primera caricia.
Me negaba a tentar a la suerte dos veces.
Y esta vez, sería mi culpa.

62
La policía continúa investigando los asesinatos en serie ocurridos en Pikes
Market. Se ha hallado el cuerpo de otra víctima con los órganos reproductivos
extraídos de su cuerpo, y en su cara una sonrisa hueca. Se recomienda
encarecidamente a las mujeres que no salgan solas por la noche. –The Seattle
Tribune.

El sueño no llegaba, aunque oré y pedí por él cada hora que me despertaba
y veía la alarma del reloj mirándome.
Me dolía la cabeza.
Me dolía el cerebro. 63
Y después de registrar nuevamente el apartamento por, ya sea un lugar por
el cual escapar o poner un S.O.S gigante en la ventana, caí en un pozo de
desesperación. Porque sabía que, al final, firmé un contrato en el que mi padre
me había vendido. Realmente no tenía argumentos a los que agarrarme.
Además, como dijo Nikolai, ¿realmente me creerían? Probablemente
pensarían que me había vuelto loca.
Con un gemido, rodé hacia un lado y finalmente logré salir de la cama.
Nikolai dijo que debía presentarme a trabajar a las ocho, que vistiera de negro.
No estaba segura de si el trabajo sería en sus oficinas o en un centro, pero me
imaginé que hacer preguntas lo molestaría otra vez.
No era lo que había esperado.
Claro, era precioso, titulado y controlando, pero cada cosa que salía de su
boca era calculada. Una parte de mí, la parte estúpida, estaba curiosa, mientras
el resto de mí quería empujarlo del balcón más alto que pudiera encontrar.
La ducha hizo maravillas con mi actitud, y cuando fui de nuevo al armario
para encontrar un conjunto, admití que en realidad eligió algo de ropa bonita y
ridículamente genial para mí. Me puse un vestido negro de Diane Von
Fustenburg con tacones negros y agarré una cadena de oro del vestidor.
Tomé un abrigo de lana, solo en caso de que lloviera y de alguna manera
consiguiera permiso para salir a la calle a tomar un descanso, y luego fui a la
cocina.
Me congelé.
—¿Cómo estuvo tu noche? —preguntó Nikolai, revolviendo huevos sobre la
estufa, como si hacerme el desayuno en la cocina fuera la cosa más natural del
mundo. Otro recordatorio no tan sutil de que podía entrar y salir de mi vida a
voluntad. Incluso mi espacio privado no era realmente mío. Imaginaba que
nunca lo sería, siempre y cuando él estuviera en mi vida.
—Horrible —dije con sinceridad—. Y odio los huevos.
—No mientas.
Eso fue todo. Solo un “no mientas”, y continuó lanzando pimientos picados
y queso.
Con un resoplido me senté en el taburete de la barra y vi sus músculos
doblarse debajo de la camisa mientras se movía alrededor de la cocina. Se veía
bien allí, cómodo, no tan poseído como normalmente.
Sabía que estaba mirándolo descaradamente, pero era imposible no
hacerlo, el hombre era tan hermoso que era frustrante.
¿Por qué los guapos tenían que ser sociópatas?
Su cabello rizado de rico chocolate detrás de las orejas, ojos oscuros
centrados en la comida delante de él y su musculoso cuerpo estirado y tenso
contra la apretada camisa a rayas azul pálido.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté—. ¿No se suponía que debía
encontrarte? 64
—Tenía hambre. —Se encogió de hombros.
—¿Y todos los Starbucks del vecindario estaban cerrados? —Mis cejas se
arquearon. Rió entre dientes.
La risa escapó de entre sus labios.
Apreté los dientes solo porque era una risa agradable, cálida como la miel.
Maldita sea.
—No. —Finalmente se dio la vuelta, con la sonrisa todavía en su lugar—.
En realidad, estaba pensando que sería bueno que tuviéramos una charla antes
del trabajo.
—Una charla, ¿eh? —Me removí en el asiento.
—Sí. —Su sonrisa brilló de nuevo, y mis rodillas se debilitaron. Lamí mis
labios y aparté la mirada.
—Entonces habla.
—Mandona.
—Mira quién habla —murmuré.
—Te ves bien. —Sacó un plato, sirvió los huevos y luego me dio un
tenedor—. Me gusta el negro en ti.
—Al parecer, te gusta el negro en las personas y el blanco en las paredes.
Su sonrisa se congeló.
—¿Perdón?
—Las paredes. —Apunté a mi alrededor—. En todo lo que vives es prístino,
blanco, hace a una chica preguntarse si no te gusta ensuciarte.
Sus ojos se oscurecieron mientras se inclinaba hacia adelante y pasaba la
lengua por sus labios.
—¿Estás preguntando si me gusta ensuciarme?
No. No, no lo hacía. Porque estaba bastante segura de que estábamos
hablando de dos diferentes tipos de sucio, y no estaba en absoluto preparada
para su respuesta, no si me miraba como si pudiera devorarme en un instante.
—Um… —Metí un bocado de huevo en mi boca y asentí—. Buenos huevos.
Su expresión cambió de depredadora a inocente.
—Gracias.
¿Estábamos realmente teniendo una conversación normal, no
espeluznante? Me aclaré la garganta y seguí comiendo para no arruinarla
hablando.
—Ayer… —Pasó los dedos por su cabello. Lo hacía mucho, casi como si lo
usara para darse poder cuando tenía que hablar de cosas de las que no quería
hablar—. Fue un día duro…
—¿Puedo preguntar por qué?
—Puedes hacerlo. —Se encogió de hombros—. Pero voy a mentir. 65
—Muy bien, entonces. —Dejé el tenedor y crucé las manos—. Así que fue
un día duro. Eso no significa que tengas derecho a poseer a una chica y hacerle
firmar sobre su vida, todo esto dentro de la hora siguiente a conocerla, y luego
gritarle.
—Nunca te grité.
Suspirando, puse los ojos en blanco.
—Bueno, seguro que no te gusta usar tu voz interior.
Su cara se quebró en una sonrisa.
—Como dije antes, necesito a alguien de tus talentos.
—No tengo sexo por dinero.
—¿Por qué estás tan preocupada por tener sexo conmigo? —Sonrió—. En
serio, quiero saberlo.
—Eh, solo pareces ser el tipo de hombre que…
—¿No puede conseguir a una mujer sin tener que pagar por sus servicios?
—terminó—. ¿De ese tipo?
—Pues no, pero…
—¿El tipo de hombre que necesita hacer a una mujer firmar un contrato
con el fin de participar en una relación ilícita?
¿Me estaba preguntando eso en serio? Mis mejillas ardían de vergüenza
mientras mi corazón latía con una curiosidad natural. Imágenes de bondage y
vendas de ojos bailaron en mi mente... y esas máscaras.
—Eso no es lo que es esto. —Sus ojos eran amables, maldito, y sentí que
quería llorar. Podía manejar a un idiota, ¿pero alguien sensible a mis
sentimientos? No tanto. Debido a que no lo había experimentado mucho en mi
corta vida... Mi madre me ignoró tanto como pudo, prestándole toda su atención
a mi padre. Y mi padre, es seguro decir que si alguna vez le daban el premio al
padre del año sería porque malditamente pagó por él.
—Así que me necesitas —dije finalmente después de unos momentos de
tenso silencio—. ¿Por qué me necesitas exactamente?
—Tu investigación… —Tamborileó los dedos a lo largo del mostrador—.
Entre otras cosas, es absolutamente brillante.
Mi corazón se disparó.
—¿De verdad lo crees?
—Por supuesto. —Sonrió—. Veo una promesa real, y quiero que estudies
bajo mi ala, pero algunas de las formas en que hago mi investigación no son
exactamente… —Se encogió de hombros—. Legales.
—Por eso lo del contrato.
—Exactamente.
—Pero, ¿treinta chicas?
66
Se congeló, respiró profundamente, y luego se encogió de hombros.
—No siguieron las reglas, por lo que fueron despedidas. Decidí que lo que
necesitaba no era necesariamente un asistente para reemplazar a Jac, sino
alguien que pudiera identificarse con lo que estaba haciendo.
Era la mayor cantidad de información que me había dicho en dos días. Me
aferré a eso como a un salvavidas.
—¿Y si lo hago bien?
—Entonces, el mundo es tuyo. —Esbozó una sonrisa—. Pero todas las
reglas de ayer siguen en pie... El tema es muy sensible y desconocido por el
público. Haz tu trabajo con una sonrisa en la cara y a medida que construyamos
la confianza... poco a poco, voy a modificar el contrato.
—Así que, ¿si puedo demostrarte mi confianza, conseguiré Netflix?
Rió en voz baja.
—Sí, algo por el estilo, pero una cosa... todavía no puedes salir en citas... o
acostarte por ahí. No me puedo imaginar que vaya a ser un problema para ti
teniendo en cuenta todas las cosas, pero no puedo mezclar los negocios con el
placer.
Y así, todos los momentos de felicidad compartidos se fueron por la
ventana.
—No soy una santa.
—Mentira. —Se inclinó y me guiñó—. Sé todo sobre ti. Ahora, vamos a
trabajar. Tenemos un día corto antes de entrar... en la pesca.
—¿Pescar?
—Algo así. —Se encogió de hombros—. Pacientes.
—¿Qué?
—Mantén el ritmo. —Golpeó la encimera con las manos—. Te voy a
mostrar lo que harás durante el día y durante la noche... serás mía.
—No puedo esperar —dije con sequedad.
—La mayoría de las mujeres estarían… complacidas. —Sacó un par de
llaves del bolsillo, viéndose sexy como el infierno mientras lo hacía—. Imaginé
que preferirías apuñalarme.
—Bien pensado —dije con voz dulce.
—Rusas. —Negó—. Siempre tan despiadadas.
—No lo sé.
—Demuestra que lo vales, Maya. Vámonos.

67
El miedo tiene ojos grandes. –Proverbio ruso.

El teléfono no había dejado de sonar en mi bolsillo toda la mañana.


En el mismo segundo en que Maya tomó el ascensor y la acompañé a mi
oficina lo supe, algo estaba muy, muy mal.
Lo sentí en la boca del estómago.
Lo vi en el cielo fundido y gris.
Estaba muerta.
68
Con manos temblorosas, prácticamente empujé a Maya a un escritorio, le
di instrucciones sobre alguna mierda de investigación y me excusé para entrar
en una de las salas de conferencias.
Siete llamadas perdidas.
Todas de Sergio Abandonato, primo de una de las más influyentes familias
de la mafia italiana en Chicago. Estaba casado con Andi, la media hermana de
Maya.
Básicamente me había criado con Andi. Mientras que Maya había sido
mantenida lejos de lo que su padre hizo, Andi fue utilizada como una
herramienta brillante para el FBI, infiltrándose en sus sistemas a una edad tan
joven que ni siquiera había tenido identificación.
Después de vender a su padre y a uno de los agentes corruptos de la
oficina, los Abandonato le habían ofrecido protección por medio del
matrimonio.
Esperaba que matara a Sergio la primera noche.
No lo hizo.
Esperaba que lo volviera loco de deseo.
Lo hizo.
Su matrimonio se suponía que era un arreglo, una manera de protegerla de
su familia con su nombre mientras se enfrentaba a una batalla perdida contra la
leucemia.
En su lugar, se había vuelto mucho más.
Hace unos meses, había ido de visita para la boda y entonces lo supe. Lo vi
en la forma en que hablaba con él, su lenguaje corporal cada vez que estaban
juntos en una habitación.
Y bien, era Andi. Ningún hombre cuerdo podía negarle algo.
—¿Lo amas? —le pregunté una vez que estuvimos solos en su habitación
nupcial.
Ella giró hacia mí, se encogió de hombros y me extendió una mano.
Agarré sus dedos mientras la ira se apoderaba de mí de nuevo. Fríos como el
hielo. Era doctor. Sabía lo que le estaba pasando, maldición. Era casi como si
pudiera ver la sangre enferma en su sistema, e incluso siendo lo que era, una
de las mentes más brillantes en la medicina moderna, no podía hacer nada
para detener la enfermedad. Nada.
Era como si estuvieran retorciendo un cuchillo afilado en mi pecho
mientras ella sonreía como si tuviera todo el tiempo del mundo.
El día de la boda, las chicas normales se miraban en el espejo y hacían un
escándalo por su maquillaje o la forma en que les quedaba el vestido, ¿pero
Andi? no tenía una sola queja. Y de todos los que conocía, era la que más
razones tenía para ello, pero nunca lo hizo.
—¿Nik? —Andi me dio un apretón en el hombro—. Estás haciendo esa
69
cosa extraña de mirar fijamente el espacio y arrugar la frente. —Presionó la
piel entre mis cejas y arrugó la nariz—. Un centavo por esos pensamientos
oscuros y vagos.
Con un suspiro aparté la mano, la arrastré a mis brazos y acerqué la
boca a su oído.
—Él nunca te merecerá.
—¿Y tú sí? —contraatacó rápidamente.
Suspiré y me aparté.
—Supongo que me lo merezco.
—Sí. —Sonrió.
Me mojé los labios y aparté la mirada de su boca.
—Haré lo que pueda para mantener a tu padre lejos, Andi. Pero sabes que
ni siquiera yo puedo prometerte eso.
—Todavía te posee... ¿no es así? —No le respondí—. Nik, me preocupas.
Como debería. La Cosa Nostra estaba organizada de una manera que la
Mafia rusa solo podía soñar, había un cierto respeto entre los italianos, una
lealtad, no solo por los lazos familiares, sino por la sangre.
—No —dije con indiferencia mientras frotaba con ansiedad el tatuaje de
la hoz negra grabada con tinta en mi mano—. La última cosa que necesitas
hacer es añadir más preocupación a tu vida. Solo prométeme que si los
italianos no cumplen su parte del trato, dejarás un rastro de sangre.
Tenía que decir eso, a pesar de que sabía que lo harían. Era justo lo que
hacían.
Andi soltó una carcajada.
—Ruso violento.
—Mitad ruso —la corregí.
—Todavía cuenta. —Me guiñó un ojo y luego se puso seria—. ¿Aún eres un
Boevik2 para mi padre, Nik? Dime…
La emoción obstruyó mi garganta. Una mezcla de disgusto e ira. Tuve
que mirar lejos.
—Simplemente sé feliz Andi, y si necesitas algo, alguna vez...
—Hay una cosa. —Andi elevó la voz.
—¿Por qué tengo la sensación de que no me va a gustar lo que vas a
decir?
—Debido a que así es. Siempre confía en tu intestino, Nik.
Puse los ojos en blanco en un intento de que me pidiera el favor en lugar
de concentrarse en mis muchos pecados, o la forma en que el Pakhan 3, su 70
padre, todavía me tenía por las bolas.
—¿Qué es Andi?
—Ven a mi funeral.
—¡Andi!
—¿Qué? Es lo justo. Te invité a mi boda, y realmente eres la única
verdadera familia que tengo.
La culpa carcomió el centro de mi pecho. Eso no era cierto. Tenía una
hermana a la nunca conoció.
—¿Por favor? Necesito a la madre Rusia presente.
—Está bien. —Me mojé de nuevo los labios obligándome a sonreír. Lo
último que quería era prometerle que estaría en su funeral. Había vivido para
la muerte, nunca me había molestado. Hasta ella—. Lo haré.
—Genial, y ¿Nik?
—¿Hmm?
—Ella debe ser muy bonita.
—Maldita lectora de mentes —murmuré sacando un vaso corto para
servirme un whisky. Estaba en el trabajo. Bebiendo. Algo que mientras estaba
en la escuela de medicina obviamente critiqué. No es que estuviera practicando
una cirugía justo en este momento.

2Boevik (ruso): Células criminales dentro de la Mafia rusa integradas por soldados
especializados en varios tipos de acciones criminales o funciones como las drogas, robos,
contrabando, prostitución, o contactos políticos.
3Pakhan (ruso): El jefe supremo de la Mafia.
Me temblaban las manos, haciendo que la copa estuviera a punto de
caerse. Con una maldición me tragué todo el contenido y llamé a Sergio.
—¿Sergio? —le grité en el teléfono.
Se quedó en silencio durante unos segundos.
—Se ha ido.
Hueca, su voz era tan hueca como si su mundo hubiera dejado de
funcionar correctamente. Por otra parte, ¿cómo el mundo continuaría girando
sin el sol para conducirlo o la luna para seguirlo?
—Mi oferta —dije mojándome los labios, saboreando el whisky dulce
todavía pegado en ellos—, sigue en pie.
Hace pocos meses le había dicho que lo haría olvidar de la única manera
que sabía. No lo comprendió en ese momento, pero era como un apretón de
manos, un regalo, una oferta de servicio, de gratitud, de lealtad.
Sergio suspiró pesadamente.
—Rusos.
—¿Y?
71
—Prefiero sentir —susurró—, porque eso significa que ocurrió. Y merece
ser recordada de la forma más dolorosa posible. Entonces, hoy mi respuesta es
no. Mañana ¿mi respuesta?, seguirá siendo no.
—Si estás seguro…
—Te quería en el funeral.
—Lo sé. —Me aclaré la garganta. No hice nada para evitar que la tristeza
goteara de mi voz—. Haré los arreglos.
La línea se cortó.
Arrojé el teléfono al mostrador y me pasé las manos por el rostro mientras
una sensación de asfixia por la pérdida se apoderaba de mí.
Andi, la única amiga que alguna vez había tenido, la hija de uno de mis
enemigos más odiados, la hija del hombre que tenía gran parte de mi mundo en
sus manos, se había ido para siempre.
Miré la puerta cerrada. Maya estaba del otro lado, ajena al hecho de que el
mundo se había vuelto un poco más oscuro sin su hermana.
No quería tener esta conversación.
No estaba preparado para ella.
¿Alguna vez lo estaría?
Todavía había tantos secretos que le escondía, tantos cabos sueltos, que
estaba teniendo problemas para recordar cuáles guardar y cuáles compartir. Ella
hacía que me fuera imposible alejarme.
Y eso es lo que tenía que hacer.
Había hecho crujir sus nudillos.
Estúpido de mi parte a una edad tan joven decirle eso, pero era
completamente necesario.
—Cuando sientas que regresan los recuerdos... simplemente haz crujir tus
nudillos y todo será un pensamiento fugaz. ¿Me entiendes?
Maya había parpadeado con fuerza, con los ojos vidriosos.
—No.
Sostuve el cuchillo para cortar su muñeca lentamente.
—No duele ya, ¿verdad?
—No. —Se ahogó—. Se siente…
—Liberador —respondí por ella—. Como debería. Ahora, ¿qué sucederá
cuando crujas tus nudillos?
Sus ojos se movieron adelante y atrás, incapaces de concentrarse en una
sola cosa por mucho tiempo.
—Significa… —Volvió a parpadear—. Significa... significa que estaré
recordando, pero no sé qué.
—Estarás recordando lo mucho que te encanta el helado. 72
Asintió.
—Sí... de vainilla.
—Te encanta la vainilla.
Maldiciendo, alejé el recuerdo y me levanté, asegurándome de mirar el
espejo. Cada pieza oscura de cabello estaba en su lugar, mi traje negro se
adaptaba a la perfección, mi camisa a rayas azul estaba abotonada en todos los
lugares correctos.
Y mi mirada era la de siempre.
Sin alma.
Y hoy, de todos los días, estaba preocupado por eso. Debido a que era solo
otro recordatorio de que el mundo no era justo.
Que a un hombre se le permitiera vivir, cuando a gente como Andi se la
llevaban demasiado pronto.
Nada era justo.
Apreté los puños. Este era el por qué estaba trabajando tan duro para
salvar a Maya, por eso firmé ese maldito contrato con su padre, y me estaba
jugando el culo para mantenerla lejos.
Así, cuando llegara el momento, la oscuridad no se volvería su prisión.
Sino su libertad.
El Asesino del Muelle sigue en libertad a pesar de que no ha habido muertes
reportadas en una semana. –The Seattle Tribune.

Esa mañana descubrí algo sobre Nikolai, tenía múltiples personalidades.


No, en serio, era la única explicación del porqué, cuando las puertas del
ascensor se abrieron, de repente se volvió tan imponente y aterrador que hasta
tomó la planta de una recepcionista y la regó.
Sí, la regó.
Me habría reído si hubiera sido divertido, pero era más confuso que otra
cosa. Era algo así como ver a un político dirigir una campaña de “Soy tan 73
normal como cualquiera”.
Casi esperaba que empezara a besar bebés y regalara cachorros.
Calmadamente, con la madre de todas las crisis, me describió lo que haría
durante el día en la oficina de al lado.
Una investigación.
Y entonces, como si tuviera múltiples personalidades, solo... se rompió.
Con su celular en la mano miró hacia abajo, palideció, y luego me dio
instrucciones sobre hacer valer lo que me estaba pagando.
—Las nuevas cepas de las enfermedades de transmisión sexual. —Lanzó un
archivo en mi escritorio—. Estudia la información recogida e investiga sobre
posibles curas.
Comenzó a sudar.
Casi caí sobre la pared mientras se dirigía a esa extraña puerta secreta y la
cerraba de golpe.
Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho mientras un silencio
incómodo descendió. ¿Qué estaba haciendo?
Me tragué el nudo de miedo en mi garganta, debido a que no era extraño,
sino más bien, completamente impredecible.
Apreté mis manos firmemente en la gran mesa de roble y observé la Keurig
a mi izquierda. Bueno, al menos sabía cómo hacer café. Podía hacer eso. Al no
tener idea de cuándo iba a salir de su extraña habitación de súper villano, hice
dos tazas dejando una en su escritorio y trayendo la mía a mi silla y comencé a
revisar las carpetas.
Diez minutos después de su extraño arrebato, Nikolai salió por la puerta
con su postura rígida y los puños herméticamente cerrados a sus costados.
—¿Todo bien? —le pregunté.
Ignorándome, se dirigió rápidamente hacia su escritorio, mirando
fijamente con el ceño fruncido la taza de café que había hecho.
La ansiedad se apoderó de mí. ¿El café había sido mala idea?
—¿Qué es esto? —Señaló, con las cejas juntas en lo que parecía
incredulidad.
—Café —dije—. Algunas personas lo necesitan para funcionar, pero siendo
quien eres, no estaba segura de si necesitabas algo aparte de sangre o almas de
vírgenes para hacerlo, por lo que tomé la oportunidad.
Sus labios se torcieron.
—No puedo recordar la última vez que alguien me hizo café.
—¿Ni siquiera uno de Starbucks?
No respondió, simplemente se sentó en su escritorio, todavía mirando el
café como si tuviera miedo de beberlo.
74
—No lo envenené, si es lo que te estás preguntando. —Regresé a mi trabajo
y continué leyendo la gruesa carpeta de estudios de casos y pacientes cuando lo
sentí.
Miré hacia sus hipnóticos ojos marrones.
—¿Sí?
Nikolai me dio su café.
—Está frío.
Arqueé mis cejas.
—Hice café para ser agradable no porque sea mi trabajo.
—Correcto. —Sonrió completamente esta vez—. Pero las cosas siempre
tienen mejor sabor cuando alguien más las hace.
—¿Por qué tengo la sensación de que simplemente no quieres apretar un
botón?
—Lo hice anoche.
—Realmente lo dudo.
Había sombras debajo de sus ojos. Y por alguna razón, me sentí culpable.
Era solo una taza de café, y no valía la pena discutir por eso. Me puse en pie con
gracia, agarré su café y fui a la Keurig para hacer otro.
A las tres de la tarde me había bebido cinco cafés, Nikolai se bebió el que le
hice y luego se fue con prisa, hablando en voz baja en su teléfono. Me puse de
pie cuando se fue, queriendo preguntarle qué otra cosa se suponía que debía
hacer, pero me dio una mirada de advertencia que me heló hasta la médula.
Casi me caigo de la silla tratando de volver a sentarme y luego me quedé
mirando la pantalla del ordenador hasta que mi vista comenzó a desdibujarse.
A la hora del almuerzo su secretaria trajo una bolsa de Wendy’s con una
hamburguesa y papas fritas, y un helado de vainilla.
Gimiendo de placer, fui por el helado primero. Era gracioso porque
siempre había odiado lo frío. El helado me había hecho llorar cuando era niña,
pero una vez que llegué a la secundaria no podía tener suficiente.
Cada vez que tenía una prueba en la escuela, tenía que conseguir un helado
primero, de lo contrario estaba ansiosa.
Cuando me gradué, celebré con más helado.
Era una adicción que no podía dejar, una que, cuando pensaba en limitar
el azúcar o los productos lácteos para perder peso, causaba que realmente
tuviera ataques de pánico, como si de alguna manera muriera sin él. Lo que era
demasiado estúpido para ponerlo en palabras, pero no. Era mi único vicio.
—Hora de descanso —dijo una profunda voz masculina desde la puerta.
Miré hacia arriba para ver a Nikolai sosteniendo su propia bolsa de Wendy’s.
—Lindo. —Rodé mis ojos y me aparté de la mesa—. Pensé que odiabas
Wendy’s. 75
—Sí, bueno. —Su sonrisa se volvió presumida—. Pensé que te haría sonreír
después de mirar la pantalla del ordenador durante horas y horas. —Sus ojos se
dirigieron al helado—. ¿Te estás comiendo el postre primero?
—Síp. —Lamí la cuchara—. Piensa en ello como un calmante para el estrés
después de un día tan largo, suerte que conseguiste el sabor correcto.
Algo oscuro se deslizó por su rostro antes de que se encogiera de hombros
y empezara a cavar en su propia bolsa sacando una fritura.
—Pareces más de vainilla que de chocolate.
Todo mi cuerpo se entumeció.
—¿Disculpa?
—Vainilla —La forma en que lo dijo hizo que mis ojos se volvieran borrosos
como si una especie de hechizo hubiera sido lanzado en el aire delante de mí.
—Yo… —Mis brazos empezaron a doler. Poco a poco, me miré las muñecas,
no había nada a excepción de las cicatrices del accidente de auto que había
tenido a los dieciséis años.
—Entonces —continuó hablando, pero su voz había cambiado a algo
hipnótico, suave y seductor, dolorosamente dominante—, vainilla, ¿siempre ha
sido tu favorito?
—Mi favorito —repetí, parpadeando hacia él a través de mis pestañas.
—Sí. —Nikolai se inclinó hacia delante, moviendo la cabeza hacia un lado—
. Tu helado favorito.
Mis manos se movieron, y luego mis nudillos tronaron, un hábito nervioso
y él me estaba haciendo sentir... nerviosa, inquieta, como si estuviera drogada.
—Sí —respondí finalmente.
Nikolai asintió.
—Con sirope de caramelo.
Mi visión borrosa se aclaró.
—Siempre he sido adicto al caramelo, pero solo lo tienen en lugares
seleccionados y ya que estabas tan interesada en Wendy’s… —Su sonrisa fue
fácil.
Y solo así, me sentí normal de nuevo, de vuelta a mi propio cuerpo. Podía
contar con mi mano cuántas veces me había sentido de esa manera en mi vida,
siempre durante conversaciones simples, y siempre con mi padre.
Nerviosamente, me levanté y empecé a guardar mi comida.
—¿Sucede algo? —La voz de Nikolai era preocupada, pero algo en la rígida
forma que estaba sentado me llevó por el camino equivocado.
—Sí. No. —Negué, mi mirada cayó a su mano izquierda.
El tatuaje negro falciforme se burló de mí.
—Dime. —Señalé su tatuaje—. ¿No te molesta que te haya marcado 76
también?
—¿Perdón? —La mandíbula de Nikolai se apretó mientras se levantaba.
—Mi padre. ¿Te molesta que te haya marcado así?
—¿Te tocó? —Los ojos castaños de Nikolai estaban enloquecidos—. Maya...
no me mientas. ¿Te tocó? ¿Alguna vez?
—No donde alguien pudiera verlo —dije finalmente—. Y a veces, esos son
los peores tipos de dolor, ¿no te parece? Las cicatrices que no se pueden probar
son generalmente las que más duelen.
—Maya…
—Yo eh… —De repente me encontré de nuevo sintiendo náuseas—. Tengo
que tomar un descanso más largo. ¿Está bien?
—Por supuesto. —Nikolai me acompañó hasta la puerta—. ¿Por qué no vas
a dar un paseo y te tomas otro café?
—¡Ah! —Asentí—. Tal vez sea la cafeína lo que me hizo esto.
—¿Hizo qué? —preguntó.
Abrí mis nudillos y mentí.
—Nada.

Me instalé frente la computadora de la oficina de nuevo. Después de ir a


dar un paseo de media hora y tomar un café, realmente me sentí mejor, por fin
fui capaz de verter toda mi energía nerviosa en algo. Aunque honestamente, el
hecho de que la marca de mi padre estuviera en la piel de Nikolai no me
gustaba. Me revolvía el estómago, de hecho. Era consciente de su libre
asociación, pero ver la marca era un recordatorio sombrío de que mi precaución
estaba en correcto orden.
Me pregunté, ¿si no le daba a Nikolai lo que quería de mí, porque no podía
creer ni por un segundo que me estuviera ofreciendo un trabajo por la bondad
de su corazón, me mataría? ¿O me llevaría a mi padre, quien me vendió
primero?
¿Me convertiría en una de las chicas sin alma con ojos desesperados que
estaban anoche en su clínica?
De repente, las cosas empezaron a encajar en su lugar.
Los hombres afuera de la puerta eran guardias.
Las chicas... ya había deducido que eran prostitutas, debía estar en lo
correcto.
Sabía que mi padre poseía varias empresas, muchas de ellas... sospechosas.
¿Dirigía un lugar de prostitución? Un escalofrío recorrió por mi columna.
¿Nikolai lo estaría ayudando? 77
Correcto. Sin preguntas.
Era difícil concentrarse en la computadora cuando mi mente estaba en
todo tipo de posibilidades, y me dolió la cabeza al tratar de sumar dos más dos,
porque nada estaba saliendo bien. Nada.
—¿Maya? —Nikolai entró en la oficina, con su rostro sin emoción como de
costumbre—. ¿Cómo fue tu primer día oficial en el trabajo?
Extraño. Raro. Loco.
—Bien. No era lo que esperaba —mentí.
—Es una transacción. —Se sentó y se apoyó en la silla de cuero, una de las
dos en mi oficina. Mis ojos registraron su perfecto rostro, la ropa color azul
claro, en busca de algo que pudiera insinuar que estaba trabajando para mi
padre de una... manera más violenta. La mayoría de los hombres que había
conocido que trabajaban junto a mi padre eran grandes hombres robustos,
hombres que no se veían en el ring de pelea de la UFC, eran más como réferis, y
él nunca tenía los nudillos rojos ni los ojos negros. Me estremecí. Era médico
por el amor de Dios.
¿De verdad estaba tratando de encontrar indicios de que era un asesino a
sueldo?
—Trabajarás para mí durante el día, te daré todo lo que puedas necesitar,
no solo para que termines tu tesis, sino para que te vuelvas famosa en el mundo
y me ayudes... en la noche.
Aspiré y cambié de tema.
—Cierto, ¿te auxiliaré a ayudar... a otras mujeres en la noche? ¿Es así como
vamos a llamarlo?
—Lo que hago en la noche hace que seas capaz de sentar tu buen trasero en
esta oficina y que en realidad realices investigaciones —espetó, una vez más,
recordándome que tenía el poder de mi futuro.
—Está bien. —Levanté mis manos—. No necesito saber lo que haces con
esas mujeres detrás de las puertas cerradas, realmente no quiero.
—Tienes razón. —Suspiró, con los ojos brillantes por remordimiento—. Las
cosas no saldrían bien si lo hicieras. Piensa como si con eso te estuviera
protegiendo.
—¿Protegiéndome? —repetí—. ¿De... ti y tu raro trabajo nocturno?
—Del mundo. —Se encogió de hombros—. De las cosas feas.
—Demasiado tarde, he estado expuesta a las cosas feas por mucho
tiempo... estoy cansada.
—No lo suficiente. —Su rostro palideció—. Créeme.
Sus manos comenzaron a temblar. De pronto se puso de pie y comenzó a
caminar delante de mí.
Me incliné más cerca, observando sus erráticos movimientos
preguntándome si volvería a ser el idiota condescendiente que había sido antes. 78
—¿Ya puedo usar internet?
—Claro que no. —Soltó una carcajada, y transformó su rostro de
indiferente a guapo. Intenté evitar que mi cuerpo respondiera físicamente a su
perfección. Fue casi malditamente imposible—. Pero buen intento.
Miré hacia otro lado.
—La cena —espetó—. Esta noche, te llevaré a cenar después de…
—Después —repetí—. ¿Después de terminar en el Pier?
—Sí. —No me miró, en su lugar se dirigió hacia la puerta y gritó por encima
de su hombro—. Recuerda que debes usar negro, no quiero que algo termine en
tu ropa.
—Ya que hay un alto riesgo de mancharme de sangre mientras estoy
sentada en un escritorio —contraataqué.
Sus manos se apoyaron en el marco de la puerta.
—¿Qué dijiste?
—Eh, ¿manchas de sangre? Estaba haciendo una broma, sabes... ¿del
consultorio médico?
Bajó su cabeza, y luego maldiciendo, salió de la habitación.
En el momento que eran las cinco, estaba lista para terminar el día,
demasiado malo que no tuviera ese lujo. Nikolai específicamente dijo que tenía
que estar lista justo después del trabajo.
Será una noche agitada.
Eso es todo lo que decía el texto.
Si no me daba de comer iba a matarlo.

79
El hombre que está lleno no puede entender al hombre que tiene hambre. –
Proverbio ruso.

El viaje hasta el muelle fue tenso. Me culpé por ello. Mis pensamientos
estaban por todo el lugar. Petrov me había enviado un texto temprano esa
mañana con las palabras RIP sobre una imagen de Andi.
Casi perdí mi mierda, conduje a su casa con una bomba en el auto y
solo...terminé las cosas, no me importó si había mujeres, niños, gatos, perros o
periquitos en las cercanías, era necesario demostrar un punto. No debería, no
podía, dejar que faltara el respeto a mis amigos o familia. 80
¿Y una falta de respeto o burla a su memoria?
Me heló la sangre.
La culpa y la ira, mis compañeros constantes, ahogaban la vida en mí. Andi
fue la única razón por la que tuve conciencia. Después de dar un lavado de
cerebro a mi primera víctima, fuimos a tomar un helado con su padre como si
no hubiera pasado nada. A los dieciséis años ya era mejor que la mayoría de los
hombres que él había usado, y estaba desesperado, tan desesperado por dinero
para ir a la universidad…
Habría hecho cualquier cosa por él.
Cualquier cosa que pudiera pagar los libros de texto porque
independientemente de las escuelas a las que fui, el dinero todavía era necesario
para vivir, y yo era huérfano.
Él me había buscado.
A los doce.
Mi padre había sido su Kassir4, básicamente ayudándolo a cocinar los
libros. Cuando Petrov, en un ataque de rabia, los mató a él y a mi madre, fui el
que quedó para arreglar los libros, recoger los pedazos, y alejarme.
Pero Petrov no me dio ninguna opción en el asunto, y Jac había sido ajena
a lo que estaba ocurriendo, sin idea de que mi padre estaba profundamente
implicado. Tal vez había sido su manera enferma de tratar de quedar fuera de
nuestro oscuro legado familiar. No la culpo, cualquier cosa era mejor que el
lugar del que provenía… cualquier cosa. Incluso Petrov.

4
Kassir (ruso): Cajero o contable. El que lleva las cuentas.
—¡Come! —Andi me había dado instrucciones, con los ojos como dardos
entre yo y su padre. Ya estaba en serio con el FBI al haber sido “adoptada” por
uno de los directores después de que él y su esposa no pudieron tener hijos. Qué
broma.
Había elegido helado de vainilla porque era blanco, un recordatorio de que
las cosas no siempre estarían manchadas de sangre. Un día, la sangre se
asemejaría a la salvación en lugar de a la muerte.
Ella había escogido caramelo.
Estúpido, pero en el momento tuvo un completo y total sentido usar esos
dos sabores como palabras de activación.
Maya suspiró y trató de cambiar la música, moviendo su mano ligeramente
mientras entraba en mi lugar de estacionamiento habitual.
Donde Andi era luz, Maya era oscuridad, el contorno de sus ojos era
hipnótico, cautivador, haciendo que el verde de sus iris se viese tan grande que
casi parecía dibujado, falso. Su largo cabello oscuro estaba recogido en un moño
bajo.
Pasar tiempo con ella era como cortarme a mí mismo a propósito, solo
para observar la acumulación de sangre a mis pies con asombro. Tenía que
protegerla, pero al hacerlo, estaba permitiendo que estuviera con la única
81
persona más peligrosa que su padre.
Yo.
El clic-clac de los tacones de Maya fue una distracción bienvenida de mis
pensamientos mientras íbamos a la oficina.
Jac estaba esperando en el interior, su chaqueta de cuero ajustándose
alrededor de su cuerpo. La marca de sus vaqueros brillaba con la luz.
Su estado de ánimo mejoró en gran medida desde la última vez que la
había visto, lo que significaba que las cosas debían estar yendo correctamente. Y
si iban bien, significaba que no me molestaría para que me ocupara del negocio
de la familia. Sangre en ambos lados, ¿no tenía suerte?
—¡Jac! —Estiré las manos hacia ella—. Es bueno verte.
—Y a ti. —Besó mi mejilla y luego me dio unas palmaditas con la otra mano
mientras sus ojos se estrechaban—. No has estado durmiendo, ¿cierto?
—Duermo. —Es evidente que era una mentira. Una de mis mejores amigas
estaba muerta, Petrov estaba esperando que fallara para poder matar a la hija
que le quedaba, de quien tenía que mantener las manos lejos no solo a causa del
maldito contrato, sino por cualquier cosa que pudiera desencadenar su pasado,
y lo último que necesitaba era que lo recordara.
Por su bien, no por el mío.
Jac soltó una maldición.
—Estas noches te están alcanzando, sé que lo hacen. Tu abuelo estaría…
—Satisfecho —interrumpí, irritado de que estuviera mencionando a mi
abuelo delante de Maya—. ¿No?
—Sí. —Asintió y acarició mi mejilla de nuevo, esta vez dando golpecitos con
el dedo sobre mi mandíbula, diciéndome que quería hablar conmigo después—.
Estaría orgulloso de llamarte su nieto, Dios lo tenga en su gloria.
La miré mientras simplemente se encogía de hombros.
—Tienes a dos nuevas esta tarde, Nikolai —dijo Jac, cambiando de tema—.
No están bien.
—¿Y sus síntomas? —Que no estuvieran bien significaba que estaban cerca
del momento en que ya no eran necesarias para Petrov.
—El mismo de las semanas pasadas... Parece estar propagándose. —
Mierda.
—Hmm —dije, fingiendo pensar en voz alta, comprando algo de tiempo,
mientras pensaba qué hacer con ellas—. Continúa instruyendo a Maya con el
calendario y veré lo que puedo hacer, si es una línea roja te avisaré.
—Es el segundo día —dijo Jac con voz tensa—. Una línea roja sería…
—Te avisaré —dije bruscamente, cerrando la puerta detrás de mí, una línea
roja significaba que eliminaría la amenaza antes de que Petrov lo hiciera.
Él no permitía que las mujeres murieran con dignidad. 82
Yo sí.
El Asesino del Muelle sigue en libertad. Se encontró otro cuerpo sin identificar.
Los oficiales de la ley no tienen comentarios sobre la víctima. –The Seattle Tribune.

El rostro de Jac se veía afligido antes que hiciera una cruz sobre su pecho y
luego se volviera hacia mí. Forzando una sonrisa, juntó sus manos.
—¡Entonces! Vamos a continuar donde lo dejamos ayer por la noche, ¿de
acuerdo?
—Ehm, está bien. —Corrí mi silla a un lado para que pudiera sentarse
junto a mí. 83
Durante una hora me explicó el resto de la agenda, la forma de contestar el
teléfono cuando sonara, y por supuesto, nunca hacer preguntas. Sería el cerebro
de una operación de la que no sabía nada, y esa era la forma en que se suponía
que debía ser.
Estaba a punto de preguntarle si alguna vez me iban a permitir saber lo
que realmente pasaba, cuando Nikolai atravesó la puerta, con los ojos oscuros
de miedo.
—¡Jac! Hablemos un momento.
Ella acarició mi mano y se levantó, después siguió a Nikolai por el pasillo.
Tenía demasiada curiosidad para quedarme en mi asiento. Poco a poco,
moví un poco mi silla hacia atrás y fui hacia la puerta.
Nikolai estaba gritando.
Jac estaba gritando.
Pero no en inglés.
Sonaba… ruso, como cuando escuchaba las conversaciones de mi padre
con algunos de sus hombres, pero el dialecto sonaba apagado.
Sonaron pasos, así que corrí de regreso a mi asiento.
Jac entró por la puerta y tomó su bolso de la mesa. Echó un último vistazo
hacia mí, sacudió la cabeza, y se fue.
¿Qué estaba pasando?
Tenía miedo de ir con Nikolai. Por el sonido de su voz, no estaba contento
y había perdido totalmente su compostura indiferente, y había gritado a Jac.
Me retorcí las manos y miré el reloj. Esto era ridículo. Si necesitara ayuda
habría buscado ayuda, ¿verdad?
¿No era mi trabajo ayudar?
Comprobé el calendario, las dos chicas que Jac había mencionado eran los
únicos nombres que figuraban para la noche.
Mi celular no sonó.
No hubo textos.
Finalmente, me aparté del escritorio y me levanté. Si me despedía por
preguntarle si necesitaba ayuda entonces... al menos tendría Netflix, ¿verdad?
Chistes. Necesitaba hacer chistes sobre mi situación mientras poco a poco
caminaba por el pasillo.
Porque si pensaba realmente en ello, estaría aterrada, más que aterrada,
de que convertirme en una de las chicas registrándose en la oficina.
Obsesionada con el hombre de la bata de médico para simplemente dejar de
existir un día. Todo porque me enamoré del peligro.
Y él era eso... peligroso.
Cada célula de mi cuerpo estaba iluminada, como en Navidad, mientras 84
extendía la mano hacía el mango metálico de la puerta y la abría, encontré el
primer cuarto vacío, en el que por lo general estaba él.
Retrocediendo, fruncí el ceño, luego fui a la habitación contigua.
También estaba vacío.
Quedaba una habitación.
—Bueno, ahora o nunca.
Si el doctor cura, el sol lo ve. Pero si mata, la tierra lo esconde. –Proverbio ruso.

El sonido de pasos calmó mi respiración lo suficiente para que bajara el


maldito escalpelo y me centrara en el hecho de que Maya estaría en mi oficina
en cuestión de segundos y yo lucía como si hubiera peleado y perdido contra un
jabalí salvaje.
—¿Nikolai?
—Siéntate —instruí, quitándome los guantes ensangrentados de las manos.
Natalia había decidido, en contra de mis deseos, terminar las cosas, lo que
significaba que Jac tenía que limpiar el desorden que yo había comenzado. La
85
última cosa que queríamos era que Natalia muriera en las calles o, Dios no lo
quiera, pasara sus últimas semanas drogándose y diciéndole a todo el mundo lo
que pasaba en mis oficinas.
Era justo el tipo de cosas que volverían loco a Petrov, y ya era una bomba
de relojería en este momento.
Maya se sentó y cruzó las manos.
—¿Todo bien, Doc?
—Lindo. —Apreté los dientes—. No vuelvas a llamarme Doc.
—¿Frankenstein?
—Vamos a saltarnos los apodos.
—Está bien, idiota.
Dejé escapar un gemido lastimero.
—La agenda, necesito que encuentres el nombre de Natalia y pongas una
marca roja sobre él. Imprime la documentación, ponla en la caja de seguridad,
después elimina sus archivos en la computadora. ¿Puedes hacer eso?
—Espera. —La cola de caballo de Maya dio un pequeño balanceo mientras
negaba—. ¿Quieres un rastro en papel?
—En la caja fuerte. Para mis propios propósitos, no necesitas más
información. Elimina los archivos de la computadora únicamente después de
haber imprimido lo que necesito.
—Bien…
—Y por el amor de Dios, no leas su archivo.
—Pero acabas de decir que necesito imprimirlos.
—Imprímelos. Aprietas imprimir. Los eliminas una vez que el papel salga
de la impresora. ¿Debo explicarte todo como si fueras una niña, o puedes
manejar una tarea sencilla para mí? —Traté de mantener mi voz calmada—. Una
vez que los datos sean destruidos, asegúrate de que la unidad —dije apuntando a
la computadora—, me es entregada al final del día para su inspección. —Nada
era destruido de forma permanente, los datos tenían una manera de perdurar,
igual que la vida, y necesitaba asegurarme de que desapareciera de la única
manera que sabía.
Los ojos de Maya se llenaron de lágrimas.
—Correcto. Haré eso en este momento.
—Cuando hayas terminado, cierra la puerta delantera. Nos encontraremos
en el vestíbulo, enciende las luces.
—¿Terminamos por esta noche?
—Sí —me quejé—. Por esta noche.
La puerta se cerró detrás de ella. Mierda. Me pasé las manos por el cabello
después de patear el basurero de metal. No tenía intención de atacarla de esa
manera, pero cuantas más preguntas hacía, más irritado me ponía, no podía 86
permitir que llegara a mí emocionalmente. Era instintivo protegerme, proteger
lo que hacía, protegerla a ella. Y si siendo cruel lograba eso, que así fuera.
Me quité la bata blanca y saqué mi teléfono.
Nikolai: Natalia estará en su lugar habitual.
Jac: Me encargaré de ella.
Nikolai: Sabía que lo harías.
Metí el teléfono en mi bolsillo y me dirigí hacia el vestíbulo.
La espalda de Maya estaba frente a mí.
Su vestido negro abrazaba cada deliciosa curva. La devoré, porque sabía
que era todo lo que me estaba permitido.
Podía mirar.
Pero nunca tocar.
Su padre se había asegurado de ello.
No me di cuenta que estaba apretando las manos hasta que intenté colocar
una en su hombro. Soltando la tensión en mis dedos, le golpeé ligeramente el
hombro.
—¿Lista para irnos?
Se volvió lentamente, estrechando los ojos.
—Escucha esto. —Levantó un dedo golpeando el centro de mi pecho—.
Puedo captar que eres brillante, que tienes dinero, que todo en este mundo
olvidado de Dios te ha sido entregado en una maldita bandeja de plata, ¡pero eso
no te da derecho a tratarme como si fuera una niña!
Realmente no tenía idea, tuve que esforzarme para no sonreír.
Y luego tuve que esforzarme para no tomarla en mis brazos y besar la
mueca de sus labios.
—Dejaré de tratarte como una niña cuando dejes de actuar como tal.
Si pensaba que estaba enojada antes, estaba más allá de enfurecida ahora.
Sus ojos se abrieron cuando me dio un pequeño empujón.
—¡Idiota!
Me enderecé la corbata.
—Nunca te prometí ser lo contrario. Ahora, si terminaste de ponerme en
mi lugar, me gustaría ir a cenar. Tenemos una reserva.
—No tengo hambre.
—Mentira. —Revisé mi Rolex—. ¿Vamos a sentarnos y a discutir toda la
noche o quieres pan?
Sus ojos se iluminaron brevemente antes de darse la vuelta y envolver sus
brazos alrededor de su cuerpo.
—Como dije, no tengo mucha hambre. 87
Caminé detrás de ella, mi pecho casi tocando su espalda, y me incliné, mi
boca acarició su oreja.
—Sabes que simplemente puedes decir gracias y terminar con todos estos
resoplidos de una vez.
—¿Gracias? —Su cuerpo se estremeció, pero no se dio vuelta—. ¿Por qué?
—Por el mejor pan que tendrás alguna vez en toda tu vida y el suficiente
vino para que olvides lo muy idiota que he sido.
La respiración de Maya se atoró. Se dio la vuelta, su cara curiosa.
No iba a pasar. Me negué a regalarle algo.
—O podrías obligarme a pagar por tu compañía, ya que estás tan
convencida de que es lo que hago en mi tiempo libre.
Puso los ojos en blanco.
—Bien, pero ordenaré lo que quiera.
—No esperaba menos de ti.
Gruñó y se dirigió hacia la puerta. La seguí y cerré detrás de mí. Mi alerta
de texto sonó.
Rápidamente vi el mensaje de Jac.
Y después, una imagen apareció con la palabra “confirmado”.
—¿Pasa algo? —preguntó Maya.
Le ofrecí una sonrisa ensayada.
—No, no, todo está bien.
Me temblaban las manos mientras abría la puerta y metía la llave en el
encendido. Jac estaba ahí fuera haciendo lo que debería hacer, lo que mi familia
había estado haciendo durante años, y yo estaba llevando a una chica que estaba
completamente fuera de los límites a cenar.
No porque se lo debiera.
O porque la poseyera.
Sino porque realmente quería pasar tiempo con ella, algo que nunca antes
había experimentado.
Lo sentí entonces, el cambio en el viento mientras apretaba el acelerador
del Audi y me obligaba a calmarme.
Ya se estaba metiendo debajo de mi piel.
Y ella no tenía idea de lo peligrosa que era esa simple acción.
Para los dos.

88
El éxito y el descanso no duermen juntos. –Proverbio ruso.

Actuaba enojado y loco de nuevo. Era como Jekyll y Mr. Hyde. Traté de
esforzarme para juntar las diferentes piezas de su personalidad, pero la única
imagen que se me ocurrió fue una pintura de Picasso. Me pregunté si alguna vez
realmente conocería al verdadero Nikolai, o si valdría la pena tratar de hacerlo.
Algo en su teléfono lo había hecho sentirse incómodo.
O tal vez era solo tristeza. La noté en sus ojos mientras conducía en
silencio. Intenté no mirar, realmente me esforcé, pero era difícil. Cuando
Nikolai estaba melancólico o triste, creaba un enigmático tirón que llenaba la 89
atmósfera. Era casi imposible no querer inclinarse y susurrar: Dime tus
secretos.
Había estado triste y tenso durante todo el día, desde que había
desaparecido en su despacho.
—¿Por qué el contrato? —le pregunté finalmente una vez que el silencio
llegó a ser insoportable. Supuse que estando lo suficientemente enojado ya,
podría preguntar también cómo moriría, ya que mi destino había sido sellado.
—No hablemos de trabajo.
—No es trabajo —argumenté—. Es mi vida.
—Una vida que muy gentilmente te permito vivir en una suite de mi ático.
—Su voz era plana—. Y no nos olvidemos de tu pago.
Apreté los dientes.
—Verás Nikolai. La cosa es... que la mayoría de la gente quiere tener una
opción de dónde vivir y cómo vivir, dependiendo del trabajo que desempeña. Lo
sé, es raro, ¿verdad?
Su cara se quebró en una sonrisa.
—No te di opción.
Lo dijo como un hecho, no una pregunta.
—¿Y por qué?
—Dime, ¿tienes hermanos? ¿Hermanas?
—No puedo creer que realmente no sepas todo lo que hay que saber sobre
mí y mi familia, pero si quieres saberlo... tuve una hermana. Murió cuando era
un bebé, y el año pasado, mi hermano Pike fue despiadadamente asesinado por
unos bastardos italianos que claramente subestimaron el deseo de venganza
ruso.
—Mmm, interesante.
Bien, aceptaría el cebo. Suspiré.
—¿Qué?
Sus labios se torcieron brevemente.
—Tu versión de la historia.
—¿Hay más de una?
—Varias. —Tomó la salida hacia Everett—. Dependiendo de quién la
cuente.
—Quiero tu versión.
—Apuesto a que sí.
—¿Por qué sacas el tema cuando no me vas a decir nada? No tiene sentido.
Su ceño se convirtió en una sonrisa.
90
—¿Estás haciendo pucheros?
—¿Está funcionando?
Dejó escapar una risa baja que vibró en el auto y se adhirió a mis
terminaciones nerviosas, provocando que un escalofrío recorriera mis venas.
—Quizás.
—¿Y? —Apreté las manos para evitar acercarme a él, sería otra terrible
idea, teniendo en cuenta la frecuencia con la que el hombre me rechazaba y me
regañaba.
—Lo de tu hermana menor lo discutiremos en otro momento. —Su rostro
palideció—. Tu hermano Pike estuvo en el lugar equivocado en el momento
equivocado, y tu padre pensó que sería prudente eliminarlo antes de que la
mafia italiana decidiera embarcarse en una guerra entre las dos familias.
—Italianos —dije con desprecio.
—Salvaron tu trasero —finalizó—. Y son más leales de lo que podrías
entender.
—¿Mi hermana? —le pregunté con voz esperanzada. Nunca la había
conocido, para mí era una desconocida pero aun así, era familia—. ¿Qué hay de
ella?
Vaciló.
—Es complicado —dijo en voz baja.
—Está muerta. —Se sentía tan definitivo decirlo en voz alta.
—No.
Mi corazón se paró y mi sangre se volvió fría.
—¿Qué quieres decir con no?
—No —dijo de nuevo—. No muerta. Al menos, no de bebé. —Dudó, como si
no supiera qué debía decir—. Por ahora tendremos que dejar las cosas así —
terminó con la voz quebrada.
—¿Por qué?
—Porque —dijo cerrando los ojos sin dejar de conducir, luego los abrió—.
Su vida fue muy diferente a la tuya... Vamos a comer y luego discutiremos las
cosas sobre tu hermana.
—¿Así que mi padre mintió?
Nikolai soltó un suspiro entre dientes.
—¿Tú qué piensas? También te vendió a un bastardo como yo. Es un
monstruo. Simple y llanamente. Por otra parte tengo espejo, así que... —Puso fin
a la declaración con un pequeño y entusiasta encogimiento de hombros.
—No eres un bastardo —le repliqué, luego cerré los ojos con humillación.
No me hacía falta defenderlo ni sentir lástima por él.
—Estamos aquí.
El auto desaceleró y se detuvo. Miré hacia arriba. Estábamos en el muelle 91
Everett.
—¿Más trabajo? —dije arqueando las cejas.
—Comida. —Abrió la puerta del auto—. Te prometí pan.
—Será mejor que sea bueno —me quejé.
Abrí la puerta y me uní a él en la parte delantera del auto.
El restaurante parecía pequeño. Las puertas dobles de hierro estaban
decoradas con grandes peces esculpidos, y una señal encima de la puerta decía
Confetti’s.
Inmediatamente me sentí a gusto. Realmente, ¿quién va a cenar a un lugar
que se llama Confetti’s y luego mata?
Vaya, ¿realmente estaba obsesionada con la idea de que era un asesino en
serie?
Lo miré por el rabillo del ojo. ¿Guapo? Comprobado. ¿Brillante?
Comprobado. ¿Rico? Comprobado.
¿Posible sociópata? Volver a comprobar. Estupendo. Estaba cenando con
Ted Bundy5.
Mi cuerpo se rebeló contra mí y me estremecí mientras el pensamiento me
helaba.
—¿Tienes frío? —Nikolai se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de
mis hombros antes de que pudiera decir no. Y todos los pensamientos sobre Ted

5Theodore "Ted" Robert Cowell Bundy fue un asesino en serie de mujeres. Los analistas
estiman que el número de sus víctimas podría rondar las cien mujeres, muy lejos de los números
oficiales de alrededor de treinta y seis.
Bundy volaron por la ventana. La chaqueta olía como si hubiera pasado el día
colgada en una tienda cara solo para que la usara el Señor Malditamente-Sexy
durante unas horas y luego fuera rociada con la más deliciosa colonia especiada
que jamás había olido en toda mi vida.
—¿Vas a oler mi chaqueta o atravesarás la puerta, Maya?
Solté la solapa de la chaqueta mientras un rubor enviaba calor a mis
mejillas.
—Es que me pareció ver un... hilo suelto.
Ya saben, en la solapa, donde en realidad no había ningún botón, por lo
tanto ningún hilo. Estuvo buena esa.
—Ah, los molestos hilos —bromeó. Y aunque su voz sonó indiferente, su
postura decía que se estaba divirtiendo a mi costa.
Ted Bundy. Ted Bundy. Ted Bundy.
Necesitaba la distancia, tenía que pensar lo peor porque por alguna razón,
todas sus acciones me llevaban a cuestionar el tipo de hombre que era y mi
posición en su vida.
—Señor Blazik. —La recepcionista era una rubia bajita con lápiz labial de
color rojo brillante—. Tenemos su mesa lista, por aquí por favor.
92
—Gracias, Carly.
De pronto sentí una cálida mano en la parte baja de la espalda. Cada dedo
parecía chamuscar mi piel haciéndome híper consciente de su presencia, y de
nuevo, lo increíble que olía. La mano izquierda dejó mi cuerpo, haciendo que
sintiera una pérdida que no tenía derecho a sentir. Nikolai sacó la silla de
terciopelo negro. Me senté mientras Carly colocaba una servilleta blanca sobre
mi regazo.
—¿Con o sin gas?
Levantó dos botellas de vidrio con agua.
—Eh… —Me lamí los labios nerviosa y miré a Nikolai.
—Tranquila.
¿De verdad me hacía sentir tan nerviosa que no podía decidir qué tipo de
agua prefería?
—Eso es todo, Carly.
Al ser despedida, simplemente asintió y se fue. Miré alrededor del
restaurante con nerviosismo. Estaba completamente vacío.
—¿Está cerrado? —susurré, sin entender por qué hablaba en voz baja, mi
voz se sentía demasiado alta por alguna razón.
—No.
Nikolai alcanzó mi copa y le dio la vuelta. Como por arte de magia,
apareció un mesero y nos sirvió a cada uno una copa de vino.
—Entonces… —Alcancé el vino. Ahora lo necesitaba más que la comida—.
¿El negocio es privado?
—No.
Lo miré.
—Intentemos hacer un esfuerzo para dar una respuesta de más que de una
palabra.
Se inclinó y sus rasgos faciales brillaron bajo la luz de las velas. El maldito
hombre era hermoso. Sus labios se relajaron en una sonrisa fácil, segura.
—Soy el propietario del restaurante. Quería que estuviera vacío. Por lo
tanto, esta noche está vacío.
—Casi esperaba que chasquearas los dedos y terminaras con una risa
malvada diciendo algo como... “Y cuando conquiste el mundo todo será mío”.
Nikolai se atragantó con el vino.
—¿Fue algo que dije?
Su sonrisa estaba de vuelta con toda su fuerza.
—¿Tú crees? 93
—No sonríes a menudo —solté antes de poder detenerme. Las palabras
salieron al universo sin importar las ganas que tenía de regresarlas a mi boca.
No podía. Simplemente observé fascinada cómo se hundían poco a poco,
provocando que la sonrisa de Nikolai se desvaneciera y su postura se volviera
rígida.
—No es algo que deberías decir de tu jefe. —Se recargó en su silla—. Hoy
ha sido un día duro.
La oscuridad había vuelto. Traté de cambiar el tema.
—¿Todos los dueños de restaurantes pueden cerrarlos para tener un
tiempo a solas con sus empleados favoritos?
—¿Dije que fueras mi favorita?
—Me nominé a mí misma. —Asentí con entusiasmo y tomé otro sorbo de
vino.
—Ya veo.
—Señor Blazik. —Un mesero que debía tener alrededor de diecisiete años,
con un parche negro y cabello oscuro, trajo otra botella de vino y dos vasos
nuevos—. Los aperitivos.
Un nuevo vaso reemplazó al viejo y me sirvió un elaborado coctel de
camarones.
El olor del pan recién horneado llegó a mi nariz. Toda la hogaza se colocó
en medio de nosotros.
Se me hizo la boca agua cuando el vapor alcanzó mi nariz.
—Adelante… —dijo Nikolai con un gesto—, antes de que hagas el tonto y
empieces a aplaudir o algo.
—Siempre aplaudo antes de comer.
—La mayoría de las mujeres lo hacen. Creo que es un último esfuerzo por
quemar calorías antes de consumir una aberrante cantidad de carbohidratos.
—Ah.
Alcancé el pan.
Nikolai tomó la mantequilla y cortó una generosa cantidad, después
embarró mi pan y me lo dio.
—No te olvides de la mejor parte.
—Debería aplaudir.
—La vida está llena de pesar. —Sonrió—. Come tu pan, Maya.
—Come tu pan, Maya. Firma el contrato, Maya. No hagas preguntas, Maya.
Eres un mandón.
Tomé un enorme bocado de pan y casi me desmayo del éxtasis.
—¿Imagino que ya me perdonaste? 94
Preparó su pedazo de pan y me observó comer, no de manera
espeluznante, sino de una manera que me hizo pensar que nunca había visto a
nadie disfrutar de la comida tanto como a mí.
Y probablemente era cierto.
La comida era vida. Y la vida está destinada a disfrutarse, ¿verdad? Al
menos mi padre hizo que captara muy bien esa parte.
Comer era algo que debía ser disfrutado, saboreado.
—¿Qué? —Tragué el último trozo de pan y alcancé mi vino blanco—. ¿Qué
es tan divertido?
Se echó hacia atrás. Parte de su cabello oscuro de estrella de rock se había
deslizado hacia su frente.
—Creo que quiero esto cada noche.
—¿Perdón?
—Agregaré eso al contrato.
—¿De qué estamos hablando? —Alcancé otra pieza de masa fermentada.
Nikolai sonrió.
—Quiero todas tus cenas... Tal vez tus desayunos también... ¿Siempre
comes pan con tal abandono?
—¿Siempre tratas a tus asistentes con tanta extravagancia?
—No. —Se puso serio—. No creo que alguna vez me hayan acusado de eso.
—No. —Me mojé los labios sintiéndome repentinamente tímida—. Es la
comida... Me encanta la buena comida.
—¿Y la buena compañía?
Incliné la cabeza.
—Hmm, ¿es buena compañía un hombre que nunca me permite
preguntar?
—¿Y si te doy pase libre? Pregúntame lo que quieras.
Casi me atraganté con el vino.
—¿En serio?
—No, mentí. —Rodó los ojos—. Sí, Maya, haz una pregunta... Elige con
cuidado.
—Maldita sea, entonces, ¿no puedo preguntarte si eres un vampiro o un
asesino en serie?
—Estás haciendo trampa —dijo sonriendo—, pero lo haré fácil para tu
mente. No, no soy un vampiro, no me puedo imaginar chupar sangre de otra
persona... Ahora ¿de tu piel? Podría lamer y chupar tu piel… ¿la sangre?
95
Se encogió de hombros mientras yo sufría un leve ataque al corazón con la
visión de chupar... cualquier cosa.
—Y asesino en serie no da la talla, ¿verdad?
Nikolai se detuvo, su mano se cernió sobre la copa de vino.
—La vida es demasiado valiosa para desperdiciarla.
—Bien… —Me reacomodé en la silla. El vino me había relajado—. ¿Por qué
el contrato?
—Sabía que lo preguntarías.
—Mmm, ¿en serio?
—Demasiada curiosidad para tu propio bien, señorita Petrov.
—Gracias, señor Blazik.
Rodó los ojos de forma exagerada y levantó la mano. El pan y los aperitivos
fueron inmediatamente retirados de nuestra mesa y fueron reemplazados por
dos ensaladas César.
—El contrato te mantendrá a salvo, eso ya lo sabes.
—Correcto. —Lo apuñalaría si me respondía con evasivas en lugar de
darme respuestas claras.
—Piénsalo de esta manera —susurró—, si tengo algo firmado legalmente,
entonces la única manera de salir de eso, ¿cómo sería?
—Umm... ¿La muerte o la anulación del contrato?
—Así que estás bajo un contrato que nos protege tanto a ti como a mí.
Necesito tu lealtad absoluta y sumisión. El contrato se hace de manera que
aquellos que lo deseen… no puedan lastimarte.
—¿Y de alguna manera hice un montón de enemigos en mi corta vida?
—Tú no —dijo de manera críptica.
—Entonces mi padre.
—¿No todo es así? —Su voz estaba teñida con un poco de tristeza, incluso
de lamento—. Los pecados del padre…
—Sí, bueno, por lo visto el haber nacido fue suficiente para ofenderlo, lo
que a su vez me sumió en esta preciosa novela romántica. —Levanté mi copa de
vino—. Salud.
—Internet. —Nikolai se aclaró la garganta—. Una pantalla plana y un
equipo nuevo ya están esperando en tu apartamento.
Abrí la boca sorprendida.
—Estás mintiendo.
—Yo no miento.
96
—Te amo.
Su respiración se atoró y su sonrisa se volvió agria.
—Guau, y todo lo que se necesitaba era un poco de tecnología para ganarse
ese amor... Parece demasiado fácil.
—Te olvidaste del pan.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Maya, espero que algún día veas... que todo lo que hago, lo hago por ti...
por tu seguridad. Para mantener mis secretos y para protegerte de ellos. La
Primera razón de que tengas un contrato no es para protegerte de tu padre, sino
para protegerte de su mayor amenaza. —Sus ojos se entristecieron. Los cerró,
los abrió, y desvió la mirada de mi rostro—. Yo.
No debes tenerle miedo a un perro que ladra, en cambio debes tenerle miedo a
un perro callado. –Proverbio ruso.

Ahora voy, y la aterrorizo. El rubor que había estado disfrutando


previamente distribuido por su piel se puso pálido. Probablemente estaba
pensando que era como su padre, implacable, sin corazón, o cualquier otra cosa.
A pesar de que hace mucho tiempo que había perdido la esperanza de
poseer corazón, de ser más humano, todavía quería creer que tenía uno, o
quería que ella creyera que podía tenerlo.
Cada año, el Día de San Valentín, Andi me enviaba una tarjeta de corazón.
97
Pensaba que era divertido, las había guardado todas y cada una de ellas.
—Señor. —Carly se acercó a nuestra mesa, con las manos hacia delante—.
Sus platos saldrán en un momento, ¿le gustaría cenar en el patio con los
calentadores y el pozo de fuego abierto?
—Sí. —Soltó Maya antes de que tuviera la oportunidad de hablar.
Me obligué a contener la risa cuando su rostro se volvió de un color
carmesí mientras fingía jugar con la servilleta.
El día había sido difícil, pero ella me hacía reír, igual que Andi. Lo
necesitaba más que al oxígeno.
—Lo que la dama quiera, la dama tendrá. —Me puse de pie y le tendí la
mano—. ¿Vamos?
—Oh, sí, tenemos que hacerlo. —Sus ojos bailaron con diversión mientras
apretaba mi mano.
Los recuerdos me asaltaron en ese momento.
Los recuerdos de un tiempo no hace mucho, cuando fui insensible en mi
trato con ella y su padre, cuando destruí algo tan hermoso a causa del dinero,
porque él tenía algo que tendía sobre su cabeza, pero lo más grave es que hubo
un tiempo en que lo había disfrutado, porque era muy, muy bueno en lo que
hacía y me había sentido demasiado orgulloso de ello.
—Rómpela. —Me había dicho.
—Mira cómo lo hago —respondí.
—¡Oye! —Maya me dio un codazo—. Caminemos hacia la agradable puerta
acristalada o volveremos a la teoría de que no eres de este mundo... ¡Guau! No
debo pensar que eres un fantasma, ¿cierto?
—Hilarante —murmuré, luego abrí la puerta y puse mi mano en su espalda
guiándola hacia el patio exterior.
Un pozo de fuego crepitante parpadeaba a la izquierda, mientras una
versión en miniatura del mismo brillaba en el centro de la mesa en la que
estaríamos comiendo. Los calentadores nos rodeaban y mantas de exuberantes
pieles estaban sobre cada sillón solo en caso de que Maya tuviera frío. En
realidad, quería hacer la noche corta. Solamente quería mostrarle una cierta
amabilidad para que confiara en mí, que dejara de hacer preguntas, y me sacara
de mi miseria.
Cuanto más tiempo pasaba con ella, más la deseaba.
Y eso era más peligroso que tenerla trabajando para mí.
Era más peligroso que el que supiera mis secretos.
Era más peligroso que si descubriera su pasado.
—Está bien… —Hizo un giro rápido y golpeó mi pecho—. Tengo otra
suposición. 98
Mis cejas se arquearon.
—Esto debe ser bueno.
Dio un paso hacia mí, y luego otro. Quería desesperadamente alejarme de
eso y durante un breve momento, contemplé correr.
De una inofensiva mujer.
Que Dios me ayude.
—Tú. —Dio otro paso hacia mí—. Eres. —Un paso más y casi estaríamos
pegados el uno al otro—. Un…
Su siguiente paso no fue tan estable, lo que la hizo caer en mis brazos. La
tomé de los hombros.
—¿Un qué?
Los ojos de Maya se fijaron en los míos.
—Yo… se me olvidó lo que iba a decir. —Su respiración se atoró
rápidamente mientras sus ojos se dirigieron hacia mis labios y se quedaron allí.
En mi mente la alejé.
Pero en la realidad... la acerqué más.
—Es una pena —dije en voz baja, mis labios rozando los suyos, pidiéndole
que me besara también y que alejara todo de una vez.
—Lo es. —Deslizó su lengua por sus labios, donde los míos acababan de
rozarlos, luego se inclinó más cerca.
Tenía una elección.
Ambos la teníamos.
Un hombre más fuerte se hubiese apartado.
Un hombre más fuerte recordaría el maldito contrato y todas las razones
por las que era imperativo que no se anulara.
En ese momento me di cuenta de dos cosas...
Siempre la había deseado, incluso en aquel entonces.
Y no era tan fuerte como siempre había creído.
Cedí a mi debilidad.
Y la besé.
Los brazos de Maya se deslizaron alrededor de mi cuello mientras incliné
mi boca contra la de ella, tratando desde otro punto, no sé por qué tenía que
hacerlo, excepto porque no era suficiente. Cada ángulo, cada colisión de boca, la
fusión de nuestro calor no era suficiente.
Las alarmas sonaron en mi cabeza como disparos flotando a través del
cielo nocturno.
Ella estaba fuera de los límites. 99
Era peligrosa.
Podría ser la muerte no solo la mía, sino del legado de mi familia, del
trabajo de mi vida, y peor aún, de todos mis secretos.
—Nikolai. —Su lengua se deslizó contra la mía.
Suprimí un gemido y me retiré, poniéndola de pie. Los ojos de Maya
estaban cargados de lujuria.
Mis dedos se morían de ganas por tocarla de nuevo.
En su lugar, junté las manos en mi espalda y di dos pasos hacia atrás.
—Debemos cenar... Tenemos que levantarnos temprano mañana.
El rechazo atravesó sus facciones antes de que diera una simple inclinación
de cabeza y tomara asiento.
El resto de la noche fue un infierno.
Cada vez que intentaba probar algo nuevo le preguntaba si le gustaba. Su
respuesta era un simple encogimiento de hombros.
Rusos.
Cuando le ofrecí más vino...
Otro encogimiento de hombros.
Cuando estuve a punto de cortar el mantel por la mitad y tirar todo el
vidrio al suelo con frustración, ella simplemente bostezó y dijo que se estaba
haciendo tarde.
Repitiendo mis propias palabras.
La noche terminó cuando cerró la puerta de su apartamento justo en mi
rostro, y la miré fijamente durante unos cinco minutos antes de dirigirme al mío
y mirar el techo.
El cuál sería su piso.
La oí caminar.
Y si escuchaba con más detenimiento...
También podía oír su llanto.
Era fácil descifrarlo en medio del ruido de su televisor porque hace
muchos años había estado arraigado en mi conciencia, sin irse nunca.
Le había causado lágrimas antes, y hace años juré que nunca le traería esas
lágrimas de nuevo. Y sin embargo, aquí estaba…
Teníamos dos días de contrato y ya había saltado al precipicio del olvido.
El pánico me ahogaba, porque sabía que, si por alguna razón ese beso provocaba
algo, ambos moriríamos.
Que Dios me ayude si continuaba de esa manera, ya que no habría más que
culpa carcomiéndome, y el absoluto terror de que su vida terminara así.
Su padre nunca podía saber que la había tocado. 100
Le di una última mirada al techo y de golpe regresé todas mis emociones a
una caja, cerrándola, y lanzando lejos la llave.
Fuera de los límites.
No era mía.
Si verdaderamente me importaba, le haría creer que era un bastardo sin
corazón, sin alma.
No tenía elección.
Un hombre es juzgado por sus acciones, no por sus palabras. –Proverbio ruso.

La cena fue un desastre... En realidad no, eso no es cierto. La cena fue


increíble, la comida impresionante, la compañía en cambio, fue un desastre y
solo puedo culpar de ello a mis hormonas.
Estúpidas, tontas, idiotas hormonas.
Mi cerebro decía, “cuidado con él, podría ser el próximo Ted Bundy”.
Y ese mismo timbre de alarma detuvo su repicar en el momento en que el
hombre se lamió los labios y se apoyó en mí. 101
Me encontré con él a mitad de camino.
Así que, técnicamente, la mitad de la culpa había sido mía. Pero solo la
mitad.
Mis noches pasadas habían estado llenas de sueños, de sueños horribles
sobre helado, cuando el hombre me lo ofreció, me ofreció un sabor, que se
volvió sangre, justo antes de tocar mis labios.
—¡Maya! —espetó Nikolai—. ¿Tengo que pagarte por el día que pasas
durmiendo?
Mierda. ¿Cuánto tiempo había estado allí? No había dormido mucho
durante toda la semana. Habían pasado oficialmente dos días desde nuestra
cena fallida.
Desde que su boca tocó la mía.
Desde que me marcó, eso es.
Y por mucho que lo intentaba… no podía escapar del sabor de Nikolai.
Tampoco me daba vergüenza admitir eso, que realmente lo deseaba.
—Trabaja —dijo lentamente, con la cabeza señalando hacia el portátil en
mi escritorio—. Necesito que continúes con la investigación de las nuevas cepas
de enfermedades de transmisión sexual y tengas un informe sobre mi escritorio
a las cinco de la tarde. Busca algo que se considere resistente al tratamiento.
—Correcto. —Tiré de mi blusa mientras revisaba su reloj y maldecía.
Ese no era el comportamiento típico de Nikolai. Siempre estaba a punto,
siempre educado, especialmente en el trabajo. Así que algo tenía que estar mal,
pero no estaba segura de si al hacerle una pregunta iba a conseguir meterme en
problemas, o si se rompería y me diría lo que podía hacer para ayudar.
Hace unos días parecía que habíamos hecho progresos, y ahora estábamos
de nuevo en el punto de partida.
Miró el reloj de nuevo y comenzó a golpear su pie contra el suelo de
mármol.
Traté de concentrarme en la pantalla de la computadora, pero el golpeteo
continuó.
Apretando los dientes le lancé una mirada.
—¿Algo está mal?
—Todo está mal.
—¿Te importaría no ser una perra al respecto? —le dije con voz dulce.
Frunció el ceño y luego consultó el reloj.
—Llega tarde.
—¿Quién?
—Jac. 102
Fruncí el ceño.
—¿Tienen una reunión?
—En Chicago. —Suspiró—. Mi avión privado sale en una hora.
—Pero es tu avión —le expliqué.
—Creo que soy consciente de que es mío. —Puso los ojos en blanco.
—Dile al piloto que espere. —Me encogí de hombros—. No es ingeniería
aeroespacial.
El golpeteo se detuvo. Se volvió y se acercó lentamente a mi escritorio.
Colocando las manos sobre la parte superior, se inclinó hasta que su rostro
estuvo a centímetros del mío.
—Que le diga al piloto que espere.
—S-sí.
—¿Y qué les digo exactamente a las personas con las que se supone que
tengo que reunirme?
—Eh…
—¿O qué tal la cena con los inversores? ¿Debo decirles que esperen
también?
—¿No?
—¿Estás preguntando o diciendo?
—Um...
—Olvídalo —dijo entre dientes y sacó su teléfono—. Jac, soy yo, sé que es
probable que estés ocupada haciendo limpieza, pero llegarás tarde y tengo que
irme. Llámame cuando puedas. —Tiró el teléfono contra la silla más cercana y
maldijo de nuevo—. Ella iba a… —Después de una breve pausa, dijo con voz
ahogada—: Ayudarme el fin de semana, por si acaso necesitaba… —Tragó—.
Ayuda.
—Entendí esa parte. —Asentí y luego levanté el lápiz en el aire en pregunta.
Cerró los ojos y gruñó.
—No estamos en clase. No necesitas levantar la mano cuando quieres
hablar. Si tienes algo que decir, ¡dilo!
—Yo iré.
Palideció.
—Como el infierno que lo harás.
—Tienes bastante mal genio.
Con eso su rostro se suavizó.
—Lo siento. Es solo que es... Chicago.
103
—Guau, ¿dos disculpas en qué? ¿Una semana? ¿Es Navidad?
—¿Estás tratando de irritarme hasta la muerte? —Me levanté de la silla y
tomé mi bolso—. El trabajo termina a las cinco.
—Soy consciente de eso.
Señaló el gran reloj.
—Son las tres.
—Debo empacar.
—¿Para tus vacaciones?
Puse los ojos en blanco y mi mano sobre su brazo.
—Necesitas una asistente. Te ayudaré. Después de todo me pagas una gran
cantidad de dinero. Lo menos que puedo hacer es ayudarte a seleccionar tus
corbatas y verme bonita de tu brazo mientras le pides a los multimillonarios que
sigan invirtiendo en Nikolai Enterprises.
—No eres graciosa.
—No intentaba serlo.
Vaciló y miró su reloj de nuevo, mientras yo empezaba a tararear la
canción del tema de Jeopardy.
—¿Cuándo dejaste de tenerme miedo? Creo que me gustabas más cuando
tenías tus teorías de vampirismo y fantasmas.
Pasé a su lado empujándolo.
—Muy maduro. —Giró su cabeza—. ¿Qué diablos pasa, Maya?
—Hoy me mostraste una grieta en tu armadura.
—¿Sí? —Se frotó el brazo—. ¿Cuál?
—Que en realidad necesitas a alguien. —Nuestros ojos se encontraron
brevemente antes de que él apartara la mirada, sus labios formaron una línea
fina.
—Un error…
—Uno que no puedes permitirte el lujo de hacer enfrente de personas que
no firmaron un contrato por su vida. —Me dirigí hacia la puerta y dije por
encima del hombro—: Dame diez minutos. Empacaré rápido. Podrás
interrogarme en el avión.
—No dije que sí.
—¡No tienes que hacerlo! ¡Todo lo que necesito es un agradecimiento y un
teléfono como muestra de tu aprecio! —Entré en el ascensor y dije adiós con la
mano.
Las líneas de ira de su ceño fruncido le daban un aspecto tan atractivo que
casi se me escapa un pequeño gemido.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Podría ser un demente. 104
Podría ser un psicópata.
Malditamente me poseía.
Y una vez más me estaba poniendo en una posición en la que podría
terminar muy lastimada. Por otra parte, ¿cuál era mi otra opción? ¿Ver Netflix
con una botella de vino?
Mierda. Debería haber mantenido la boca cerrada.
No bajes tu arco hasta que tu flecha esté perfecta. –Proverbio ruso.

Estaba preocupado por Jac. Siempre enviaba un mensaje. Siempre


llamaba. No sabía nada de ella desde nuestra pelea de ayer, cuando descubrió
que había estado cenando con Maya.
—¿Mezclando negocios con placer? —Los labios de Jac se convirtieron en
una sonrisa burlona—. ¿Crees que eso es inteligente?
—Fue solo una cena.
—Nada es simplemente cenar contigo. 105
—Voy a mantener mis manos lejos de ella, si es lo que te preocupa.
Jac resopló.
—Leí el contrato. Si no lo haces, estás jodido y lo sabes.
Puse los ojos en blanco.
—¿Te encargaste de la situación?
—Depende. ¿Vas a seguir tratándola como la pequeña mascota que es, o
en realidad le dirás a tu dulce chica lo que haces? ¿Qué es lo que hacemos?
—Nunca decimos nuestros secretos. —Tomé un gran sorbo de vino.
—Lo sé... Solo comprobaba que aún lo sabías, también.
—¿Eso es todo Jac?
—Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos más cerca. —Dio una
breve inclinación de cabeza—. No pierdas la cabeza, Nik. No me gustaría ver
que te hicieran daño por un enamoramiento sin sentido.
Me eché a reír.
—El enamoramiento es para los niños.
—Mi punto exactamente. —Se encogió de hombros—. Así que sé un
hombre.
Me pellizqué el puente de la nariz y miré por la ventana mientras Maya
continuaba comentando sobre cada pieza de equipamiento que veía.
—¡Sillas de cuero! —susurró con reverencia—. Champagne. —Sus cejas se
arquearon—. ¿Eso es caviar?
—Los comentarios continuos son innecesarios, Maya —me quejé. Aquí es
donde mis débiles momentos me trajeron. Atrapado en un avión con una mujer
a la que no se me permitía tocar, de camino a un funeral al que no quería ir. En
absoluto.
Rara vez perdía mi enfoque.
Y rara vez perdía los estribos delante de los demás.
¿Qué demonios me había poseído para hacerlo delante de Maya?
—Entonces. —Se dejó caer en el asiento junto a mí y cruzó sus largas
piernas. Me esforcé para alejar mis ojos—. Ilumíname, qué estaremos haciendo
exactamente en Chicago.
Abrí una carpeta y la deslicé sobre la mesa.
—No estaremos haciendo nada. Yo, sin embargo, estaré dando un discurso
en una iglesia...
No me perdí su resoplido, o la forma en que trató de ocultar su diversión.
—¿Algo gracioso?
—Sí. —Asintió—. En la iglesia.
106
—¿De dónde viene esa actitud?
—Me besaste. —Sus ojos se estrecharon mientras se inclinaba hacia atrás
en su asiento, sin perder detalle mientras dejaba que su mirada vagara por mi
cuerpo como una caricia. Estaría mintiendo si dijera que no se sentía bien ser
deseado, querido, y era una distracción bienvenida al nudo en mi estómago. De
verdad, realmente no quería ir a Chicago.
—Me devolviste el beso —repliqué.
—No importa, todavía me besaste. La línea entre la bestia y su pequeño
juguete ha sido cruzada, por lo tanto, creo que te poseo como tú me posees a mí,
de una manera más... irritante. Tengo tus pelotas en un tornillo de banco.
—Vamos a dejar mis pelotas fuera del discurso, si no te importa —dije
ignorando su pequeña estratagema para conseguir meterse bajo mi piel otra vez.
—Oye. —Su sonrisa se extendió con suficiencia a través de su bonito
rostro—. Tal vez las inspire, nunca se sabe.
Esta era una conversación que Andi hubiera amado, de hecho, entre más
hablaba Maya más veía a Andi en ella, lo que hacía que fuera mucho peor. Aquí
Maya pensaba que iba a Chicago a darles la mano a médicos ricos y a dar
discursos, cuando en realidad, iba porque le hice una promesa a una chica
moribunda.
Una chica más, a la que había fallado en salvar.
—Dejemos todas las referencias de las partes del cuerpo fuera de mi
discurso, ¿hmm?
—Lo intentaré.
—Yo soy el jefe.
—Entonces sé el jefe.
—He creado un monstruo. Si hubiera sabido que alimentarte me ganaría
esta respuesta, te hubiera atado al sótano con una barra de proteína y algunos
Gatorades.
—No es tu culpa. Es Netflix. Orange es el Nuevo Negro combinado con las
pesadillas... —Bostezó y fue entonces cuando me di cuenta de lo cansada que
estaba.
Me moví incómodo en mi asiento queriendo presionar aún más las cosas,
¿qué tipo de pesadillas había estado teniendo?
—No he estado durmiendo mucho. Por otra parte, te culpo por haberme
mantenido lejos de la tecnología durante tanto tiempo.
—Lo que nos lleva de nuevo al tema. Nunca debí haberte dado los
privilegios. —Mi voz salió áspera.
—Es un derecho, no un privilegio —espetó.
—Así que esto… —¿Qué demonios era esto? ¿Un elogio? En realidad no,
esto fue Sergio, pero me había pedido que dijera unas pocas palabras. Mierda.
Luché con cómo preguntar, no sabía nada acerca de estar en un funeral, ponía a
personas en el ataúd, no las visitaba después que tomaban su último aliento. 107
Mis ojos se llenaron de agotamiento—. Necesito que me ayudes a escribirlo.
—Espera… —Palideció visiblemente—. ¿Qué dijiste?
—Escribir. —Asentí alentadoramente, mi rabia surgiendo, rompiendo a
través de todos mis muros cuidadosamente construidos. La ira no tenía lugar en
mi negocio, en mi vida, y la ira hacia ella, no hacía nada excepto ponerla en
peligro—. Sabes, palabras en un papel, tú las escribes, yo las digo.
—No seas idiota.
—Maya… —Chasqueé la lengua—. Soy lo que soy.
—Pon eso en tu discurso.
—Maya. —Apreté los dientes para evitar gritarle—. Necesito un discurso,
algo... alentador, inspirador, feliz.
Maya sacó su ordenador portátil y lo abrió.
—Inspirador... Puedo hacer algo inspirador. ¿Cuándo estuve inspirada por
última vez…? —Sus mejillas se enrojecieron.
—¿Qué fue eso? —Respiré, bajando los ojos a la extensión del escote, era
una buena distracción de mis pensamientos taciturnos y desordenados—. No
capté lo que acabas de decir.
—Yo, eh, no dije nada. —Colocó un mechón de cabello detrás de su oreja
nerviosamente, con las mejillas aún más rojas.
—Tu boca no... Tu rostro sí.
—No hablemos acerca de mi boca...
—¿Por qué? —Me incliné—. ¿Te inspira demasiado?
—¡Idiota! —dijo entre dientes.
—Creo que diste en el clavo. —Me reí, apoyando las manos en los
apoyabrazos. Diez centímetros, y nuestras bocas se tocarían. No solo estaba
jugando con romper el contrato, estaba rasgándolo, quemándolo. Justo cuando
nuestras bocas estaban a punto de tocarse, hice una pausa, deteniéndome donde
se mezclaban nuestros alientos, el de ella caliente en mis labios, el mío desigual
y necesitado. Tenía razón en una cosa, sería una distracción bienvenida, una que
no permitiría que me sintiera triste o molesto por el hecho de que estaba
volando hacia el funeral de una amiga.
Y esa historia, si no era cuidadoso, podría repetirse.
Se movió, quitando su botella de agua. Aterrizó con un golpe suave en el
suelo.
Giré la cabeza y me quedé mirándola.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Y la suerte quiso que las gotas de agua cayeran en cascada contra mi mano
izquierda, en mi tatuaje, la marca de la hoz, la marca que decía a todos los que
conocía sobre el lado oscuro de la vida.
Lo que hice. 108
Para quién trabajaba.
Lo que era capaz de hacer.
Lo que haría para proteger no solo mi propia identidad, sino la de los más
cercanos a mí.
Mi teléfono sonó.
Me agaché listo para silenciarlo, cuando me di cuenta del número.
Encogiéndome, lo respondí con un saludo suave.
—Sabes que tengo ojos en todas partes.
—Buenas tardes a ti también.
Maya pretendió no escuchar a escondidas.
La última cosa que necesitaba saber, era que estaba hablando con su
padre, corrección, recibiendo otra amenaza.
Esta no tan infundada como el resto.
—Dime algo que no sepa —dije, esperando su respuesta.
—Ha sido tocada.
Puse los ojos en blanco.
—¿Estás seguro de eso?
La línea crujió.
—Se ruboriza cuando estás cerca.
—La mayoría de las mujeres lo hacen.
—Engreído hijo de puta. —Se rió—. Recuerda los términos de nuestro
acuerdo, Nikolai, te rasco la espalda, tú rascas la mía. Ella no significa nada
para mí. Tú eres quien tiene todas las de perder. Has desarrollado un complejo
de Dios, pero sé todos tus secretos. Haría falta la mínima cosa para destruirte.
Firmaste con sangre. Y será tu sangre la que se derrame si te echas atrás de tu
promesa.
Mis fosas nasales se abrieron, el calor se apoderó de mi cuerpo mientras
observaba a Maya felizmente sacar una revista y cruzar las piernas. Maldita sea,
él tenía razón. ¿Qué demonios estaba haciendo?
Mi falta de autocontrol terminaría consiguiendo que la mataran.
Lo sabía, tanto como él.
Estaba atrapado.
Y él lo sabía. Una parte de mí se preguntaba si era consciente de que había
desarrollado una conciencia, entonces de nuevo, había dejado de trabajar
directamente con él hace mucho tiempo, pero eso no quería decir que no era de
su propiedad.
—Estaremos en contacto. —El teléfono se cortó.
Maldita mafia rusa. 109
Y que me condenen por ser uno de los mejores. No tenía el apodo de “El
Doctor” por mi buen trato al paciente.
Y me preguntaba, tratando de no mirar demasiado a Maya mientras leía su
revista, ¿seguiría con vida si no hubiera tomado el trabajo que lo cambió todo?
¿La había condenado, entonces?
¿Realmente la había salvado?
Dejé escapar un gruñido de frustración apretando mi teléfono en la mano,
listo para romperlo por la mitad. Deseaba tanto protegerla del destino de Andi
pero, ¿sería mejor que muriera?
Mi cuerpo se tensó.
¿Estaría extendiendo su misericordia, al apagar su vida?
Maya frunció el ceño hacia la revista, sus cejas se levantaron cuando el
avión aumentó la altitud.
No me sacudí, ni siquiera un temblor. Era médico, después de todo, y cada
vez que tomaba una decisión de vida o muerte, estaba en calma. La humanidad
no se deslizaba. No tenía un momento de ven-a-mí-Jesús, donde me preguntaba
si lo que estaba haciendo me sentenciaría a las profundidades más oscuras del
infierno.
Estaba... claro.
Era la única manera en que podía explicarlo.
—¿Algo más para beber? —le pregunté a Maya mientras se tronaba los
nudillos de nuevo. Mierda, ¿dos veces en unos pocos minutos? ¿Había algo
sobre el avión? ¿O en mi conversación?
—Vino —dijo rápidamente—. Si tienes.
Asentí, ya caminando al bar. Miré a mi izquierda para asegurarme que no
me estaba mirando, entonces metí la mano en el armario y saqué una jeringa de
pentotal sódico. No le haría daño. Si acaso, la relajaría aún más, haciendo que
pudiera mantener una conversación con ella... sin que recordara absolutamente
nada, aunque la dosis debía ser precisa. La última cosa que necesitaba era que
terminara inconsciente.
—¿Qué hora es? —le pregunté mientras servía el vino, manteniendo la
pequeña jeringa en la mano derecha.
—Oh. —Bostezó Maya, luego echó un vistazo a su reloj—. Son casi las
cuatro de la tarde, ¿por qué?
—Pensaba en nuestros planes para la cena —mentí. Dos horas y media
desde la última vez que comió algo. Mentalmente repasé sus estadísticas, peso:
sesenta y tres kilos, altura: uno setenta. Necesitaría una dosis y media a lo sumo.
Aclarándome la garganta, me di la vuelta, deslizando la jeringa en la parte
superior de mi manga y tomando las dos copas de vino, la suya más llena.
—Guau, generoso en todas las áreas, ¿eh, Nikolai? —Maya miró la copa de
vino y bebió un largo trago. 110
—Bébelo todo —le indiqué con una media sonrisa—. Órdenes del médico.
—¿Todo esto? —Se rió levantando la copa en el aire—. Esto es por lo menos
dos copas.
—Al menos la mitad —dije en tono más suave—. Pareces estresada, y sé...
que no soy el mejor compañero de viaje.
Maya parpadeó y luego tomó otro sorbo de vino.
—No, ¿lo crees?
—Es un… —Tosí en mi mano dejando que la jeringa se deslizara hasta la
punta de mis dedos—. No eres tú. Soy yo.
—Está bien —dijo lentamente, dejando su vino en el brazo del asiento.
—Nop. —Le ofrecí una sonrisa alentadora—. Unos cuantos sorbos más,
confía en mí, te sentirás mucho mejor.
Maya puso los ojos en blanco, pero lo bebió todo.
El alcohol funcionaría muy bien con el pentotal sódico. Los sueros de la
verdad no necesariamente trabajaban solos, se utilizaban en conjunto con otras
herramientas y medicamentos, lo que permitía a la mente humana estar abierta
a la sugestión.
Pero ninguna mente o cuerpo humano era igual, es decir, el resultado
siempre era diferente.
Si Maya tenían algún tipo de... secreto que callara, algo que quisiera
decirme, pero que no podía o se rehusaba a hacerlo, lo más probable es que
saliera en algún momento en la próxima media hora.
Si estaba teniendo recuerdos, oscuros, los que le daban miedo, y le ofrecía
un oído atento, saltarían de ella.
Y lo sabría.
Si estaba siendo activada y cómo.
Sonaba enfermo.
Pero era de suma importancia que se mantuviera en la oscuridad, sobre
todo porque su padre, evidentemente, seguía manteniendo sus ojos en ella.
Me dije eso mientras bebía más vino.
Pero, convencer al monstruo de que lo que estaba haciendo era correcto,
nunca fue difícil. Había estado justificando mis acciones desde que nos
habíamos conocido.
El día después de su cumpleaños dieciséis.

111
Aunque no se han producido nuevos asesinatos, el Asesino del Muelle sigue en
libertad. Si tiene algún dato o pista, póngase en contacto directo con la policía. –The
Seattle Tribune.

El vino estaba ayudando, aunque no lo suficiente para que me olvidara de


la mala situación en la que me encontraba. Avión privado o no, todavía estaba
con Nikolai, y como de costumbre, estaba siendo muy vago acerca de por qué
estaba tan increíblemente estresado y claramente no había dormido. Sus ojos
tenían más oscuridad que antes, casi como si estuviera en una batalla perdida
con algún tipo de enfermedad terminal y supiera que el futuro era sombrío.
112
Suspiré, tomé un saludable trago del vino tinto, y dejé mi vaso sobre la
mesa junto a mí.
El calor inundó mis venas mientras cerraba los ojos. Nikolai se inclinó
hacia delante, sus ojos se centraron en mi boca. Mariposas estallaron en mi
estómago mientras lentamente daba un beso a un lado de mi boca.
Un dolor agudo estalló en mi cuello. Un calor punzante, y luego algo se
apoderó de mí.
—¿Qué demonios? —Lo empujé lejos, dejando caer mi copa de vino al
suelo mientras frenéticamente presionaba mis dedos en la delicada piel de mi
cuello. Cuando los aparté, no había sangre.
Por un segundo hubiera jurado que me clavó algo. Con el ceño fruncido, mi
visión se duplicó mientras miraba las puntas de mis dedos por cualquier rastro
de... Mi mente se quedó completamente en blanco mientras oleadas de calor
rodaban por mi cuerpo como una caricia.
—¿Pasa algo? —preguntó Nikolai con voz maravillosamente suave, como
de terciopelo, o del vino más exótico. Se colocó directamente frente a mí, con
parte de su camisa negra abierta en el cuello, exponiendo la piel bronceada y
una proporción de músculos que sabía se extendían hacia abajo.
Mi mirada cayó para examinar sus pectorales, deseando que su camisa
estuviera más apretada. Lamí mis labios mientras mis ojos se centraban en la
hebilla de su cinturón.
—¿Maya?
—¿Hmm? —Parpadeé un par de veces y luego encontré su mirada—. Lo
siento. —Mis labios se sentían difusos—. Creo que el vino me hizo... marearme.
—Espera, ¿había tomado vino? Miré hacia la copa caída. Estaba claro que había
tomado vino, quizá demasiado—. Lo siento —repetí, aunque no estaba segura de
por qué me estaba disculpando.
—Estás agotada. —La voz de Nikolai había cambiado, algo en su tono era
diferente, me llamaba, o tal vez era un recuerdo dentro de mi cabeza. El miedo
goteaba por mi columna mientras agarraba el reposabrazos de mi asiento—.
¿Por qué no me dices lo que te tiene tan estresada, Maya?
Mi nombre en sus labios era bastante sexy.
Se rió entre dientes.
—Bueno, gracias.
—¿Dije eso en voz alta? —pregunté avergonzada.
—Sí.
—Grandioso. —Sonreí, aunque mi cara todavía se sentía algo rara—. Tienes
que saber que trabajar debajo de ti, espera, si estuviera debajo de ti sería... una
prostituta, como las que ves. Son prostitutas, ¿verdad?
—En cierto modo —respondió finalmente.
—¡Lo sabía! —Traté de empujarme contra su pecho, pero mis manos no se
movían tan rápido como quería—. Tú y las prostitutas. ¿Por qué coqueteas con 113
ellas y no conmigo?
Sus cejas se levantaron.
—¿Eso es lo que te tiene estresada? ¿Quieres que te ligue?
Fruncí el ceño. ¿Lo hacía?
—No lo... sé —dije finalmente—. Quiero decir, me besaste y después...
actuaste como si no existiera.
—Hmm. —Nikolai se sentó enfrente de mí y tiró de mi mano a su regazo—.
¿Lastimé tus sentimientos?
Asentí sin decir nada.
—O tal vez yo lastimé los tuyos.
—¿Perdón? —Su sonrisa fue diabólica.
Quería pasar mi lengua por sus labios, tanto que no podía concentrarme en
otra cosa. Solo quería saborearla.
—¿Maya? —Su tono era bajo y grave—. Aparte del flirteo, ¿hay algo más
que te moleste, tal vez en tus sueños?
—Que tú estás en ellos. —No me di cuenta que era verdad hasta que las
palabras salieron de mi boca, como si mi cerebro hubiera optado por recordar
algo que otra parte de mí había jurado olvidar. Presioné la mano contra mi
brazo derecho mientras una sensación de escozor crecía desde mi muñeca hasta
mi codo.
—¿Las cicatrices? —Nikolai tiró de mi brazo a su regazo y pasó los dedos
delicadamente sobre las cicatrices de mi accidente automovilístico.
Asentí.
—Accidente automovilístico. Tenía dieciséis años, bueno, casi dieciséis y
tuve un accidente. Fue mi culpa. Todo. Mi padre me había dicho que podía
conducir después de mi cumpleaños, pero mi auto estaba allí. Así que... lo
conduje directamente a un edificio de oficinas.
—Tienes suerte de estar viva —dijo Nikolai en un tono que solo podía
describir como enojado. ¿Por qué? ¿Porque estaba viva?
Troné mis nudillos con nerviosismo.
—Sí, creo que sí.
Nikolai agarró mis manos para que dejara de crujirlas.
—¿Por qué haces eso?
—Hábito nervioso. —Me encogí de hombros y luego recordé—. O… —
Nudillos tronando, sangre en ellos, justo frente a mi cara.
—¿Maya?
Negué.
—Lo siento, solo tengo una pesadilla recurrente sobre manos con sangre. 114
—Maya, esto es importante, ¿hay alguna marca que defina esas manos con
sangre?
—Sangrientas. —Mi corazón comenzó a golpear contra mi pecho mientras
una sensación de ahogo se apoderaba de mí—. Tanta sangre. —Dejé escapar un
gemido y comencé frenéticamente a buscar mi salida del asiento del avión. —
¡Tengo que escapar! ¡No es seguro! ¡No estoy segura! —Las lágrimas nublaron
mi línea de visión—. ¡Me matará! —Estaba gritando, incapaz de controlar el
creciente pánico en mi pecho—. ¡Me matará, a ti también! ¡Nos va a matar!
—¿Por qué? —preguntó Nikolai con calma, como si no estuviéramos a
punto de morir—. ¿Por qué iba a matarnos? ¿Qué viste?
—Sangre. —Mis dientes castañetearon—. Mucha. Sangre. Y ella solo
estaba... yaciendo allí, después de que él… —Con temblores incontrolables, salí
de mi asiento y fui al regazo de Nikolai mientras empezaba a limpiar las
lágrimas de mis mejillas, lágrimas que ni siquiera sabía que había derramado.
—Shhh —susurró en mi cabello—. Es solo una pesadilla.
—No —argumenté—. No. ¡Es real!
—Maya —dijo mi nombre lentamente—. Abre los ojos, realmente ábrelos.
Mira a tu alrededor. Estás segura, en mi avión, y estás en mis brazos. Bebiste
demasiado vino, te quedaste dormida y despertaste gritando.
—Pero… —Miré a mi alrededor, con la garganta seca, tenía razón, pero aun
así, sentía... como si algo me faltara, algo importante—. Algo... se siente mal.
—Estabas aterrada, estoy seguro. Pero ahora estoy aquí... —Los profundos
ojos marrones de Nikolai buscaron los míos mientras levantaba un caramelo en
el aire y decía en un susurro—: ¿Caramelo de azúcar con mantequilla?
Una puerta abierta puede tentar a un santo. –Proverbio ruso.

Era un bastardo enfermo.


Siempre lo había sabido.
Pero no fue hasta que estuvo temblorosa en mis brazos que comprendí lo
mucho que me había presionado, y a aquellos que me importaban, con tal de
proteger a todos los involucrados, proteger mi nombre, proteger su salud
mental.
Estaba recordando, aunque lentamente. Tenía que tomar una decisión. Si 115
la hipnotizaba otra vez me arriesgaba a causarle más que un trauma a su
sistema límbico, las implicaciones de lo que podría ocurrir eran suficientes para
frenarme.
Caray, realmente estaba desarrollando una maldita conciencia si de
repente estaba considerando la idea de dejar que se fuera.
Maya era un desastre de sollozos. Sus ojos estaban frenéticos y su
respiración enrarecida. No recordaría nada una vez que la pusiera a dormir, por
lo menos podía hacer eso por ella, hacerla dormir. Mentalmente estaba agotada,
físicamente su cuerpo no podía aguantar mucho más, porque cada vez que un
individuo movía eventos traumáticos en su subconsciente, su cuerpo respondía
como si estuviera ocurriendo todo de nuevo, activándose en una respuesta de
pelear o huir.
Maya bajó la cabeza contra mi cuello.
—Estoy tan avergonzada. Me quedé dormida.
—Nos pasa a todos —dije suavemente.
La realidad de lo que estábamos haciendo finalmente me golpeó con toda
su fuerza. ¿Cómo demonios se supone que debe mantener sus falsos recuerdos
intactos, si simplemente estar conmigo estaba causando que tuviera una
recaída? No tenía nada que ver con el sexo, como originalmente había pensado,
porque no la estaba tocando. Besarla no sería un disparador lo suficientemente
fuerte. El sexo debía ser la única cosa con fuerza suficiente para activar el
recuerdo.
Y la única manera de comprobarlo era probar esa teoría.
Infiernos.
No lo recordaría por la mañana. Mi cerebro se burló de mí, evocándome
que lo estaba haciendo por su propio bien. Protegiéndola, salvándola. Además,
por la forma en que ya se arqueaba contra mí, esa parte de su subconsciente se
había desatado y... me deseaba. No estaba seguro de si debería estar aún más
disgustado conmigo, o emocionado.
Sería demasiado riesgo.
Porque si tenía una recaída en el avión, tenía la sensación de que su padre
se enteraría, que tenía realmente ojos en todas partes, que no era un ambiente
controlado. No me sentía cómodo con eso.
Maldición.
Era de naturaleza desconfiada.
Me pregunté, ¿él habría visto señales en su casa? ¿Era esa la razón por la
que finalmente me permitió tenerla? ¿Porque sabía que se rompería? ¿Porque
no era más que otro cabo suelto que finalmente podría acallar?
Demasiados pensamientos.
Demasiadas posibilidades que de repente me hacían sentir agradecido de
que estuviéramos volando a Chicago, debido a que los únicos hombres que
potencialmente me ayudarían eran los italianos, y en ese momento comprendí... 116
Iba a tener que pedirle un favor al jefe Nicolasi. El miedo se extendió por mi
pecho, haciendo que mis lentos latidos tomaran velocidad. Necesitaba mantener
el control. Demasiadas emociones estaban en guerra unas contra otras. El plan
nunca había sido llevar a Maya a la boca del lobo y pedirle que aceptara con
calma la suerte de tener más en común con ellos que cualquier otro.
Sentí sus labios cálidos y húmedos en mi cuello. No estaba actuando como
ella misma. En realidad, sin la droga ¿me besaría? Posiblemente. ¿Estaría sobre
todo mi cuerpo? No. Preferiría cortarme el cuello.
—Maya —dije con voz ronca y rasposa—, ¿por qué no duermes?
La moví en mis brazos, listo para hipnotizarla con uno de sus factores
desencadenantes. Hace años le había implantado varios virus mentales.
Esa era la forma más fácil de explicarlo. Una persona podía vivir toda su
vida con mensajes hipnóticos o virus incorporados a su subconsciente a la
espera de que alguien de mi experiencia interviniera y los invocara, o
simplemente los llamara. Era el mejor en lo que hacía, lo que naturalmente me
hacía su salvaguarda, y en este momento, egoístamente necesitaba proteger mi
nombre, evitando perder la vida, así como la de Maya.
La historia.
Se repetía.
Y no estaba seguro de poder salvarnos a los dos de nuevo, en absoluto.
Abrí los labios para iniciar el trance cuando de repente su boca se presionó
contra la mía, con calor, con hambre. Sus brazos se entrelazaron en mi cuello, y
sus dedos se clavaban en mi cráneo. Con un tirón agresivo casi nos saca a ambos
de nuestros asientos y nos lleva al suelo.
—Te deseo —susurró contra mis labios, su lengua lamió mi labio inferior
antes de ir de vuelta a mi boca añadiendo la cantidad perfecta de presión para
volverme loco.
—Maya…
Traté de apartarme, a pesar de que solo quería ceder a cada maldito
sentimiento que había guardado a través de los años que había pasado oculto en
las sombras, observando, esperando.
Mantener mis emociones bajo llave cuando estaba cerca había sido más
que doloroso. A veces se había sentido imposible. Y ahora era peligroso.
Maya dejó de besarme y luego presionó su frente contra la mía, sus labios
rozando los míos mientras hablaba.
—Me haces sentir segura.
Mierda.
Cerré los ojos.
—Maya, bebiste una gran cantidad de vino, no sabes lo que estás diciendo.
—Sí sé. —Se movió sobre mis muslos de una manera que me excitó más
allá de lo que ya estaba. 117
Me mordí la lengua para no gemir. Su risa, sensual y baja, hacía que cada
uno de mis nervios se incendiara, que cada músculo saltara.
—Puedo sentir que me deseas también.
—¿Qué hombre no te desearía?
Me dio la espalda, con el trasero colocado directamente sobre mí mientras
clavaba los tacones en el suelo y se movía con fuerza contra mí. El asiento
bloqueaba cualquier tipo de fuga, y mi cuerpo quería que se frotara arriba y
abajo hasta que no pudiera soportarlo más, o bien la penetrara o muriera de
deseo.
—Por favor… —Maya se arqueó hacia atrás contra mí—. Te sientes tan
bien, me haces sentir bien.
Dejé escapar un gemido cuando detuvo el movimiento y alcanzó la hebilla
de mi cinturón. Mis caderas subieron mientras tiraba del cuero provocando una
fricción explosivamente erótica entre los dos cuerpos. Tiró de nuevo, deslizando
el cinturón de la hebilla. En este punto, todavía estaba sentada sobre mí,
haciendo su mejor trabajo sin mirar sus manos.
—Nik… —Estaba usando mi seudónimo. Solo dos personas me decían Nik.
Mi abuela y Andi.
Mi amiga muerta.
La tristeza se apoderó de mí de nuevo.
¿Cuándo había dejado de ser normal? ¿Alguna vez lo había sido? Un
hombre normal podía tomar a la mujer que le importaba sin pesar. Sin
preguntarse si sería la última decisión que jamás hiciera antes de que alguien se
preocupara por matarlo.
Maya estaba inquieta en mi regazo. El vino mezclado con el fármaco era la
causa más probable de que hubiera perdido toda su inhibición. En
circunstancias normales, la habría metido en la cama o la habría encerrado en
su habitación.
Pero estábamos en un avión.
A menos que la pusiera un paracaídas y nos fuéramos, solo teníamos una
opción. El único dormitorio que ya estaba pensando sería una barricada.
—Vamos. —Me puse de pie, se deslizó de mi regazo casi fundiéndose en un
charco en el suelo antes de que la levantara en mis brazos y nos llevara a la
habitación, cerrando la puerta detrás de mí mientras la colocaba suavemente en
la cama.
Con el rostro arrebolado, Maya se levantó la camisa y se la pasó por la
cabeza arrojándola directamente a mi rostro antes caer de nuevo sobre los codos
y empujar el pecho hacia adelante.
—¿Me besas?
Se veía tan hermosa.
Y yo era hombre.
Un hombre que la había deseado.
118
Incluso cuando estaba prohibida, todavía la deseaba.
Llegué a ella.
—¿Qué tal si hacemos un trato?
—¿Cómo un juego? —Sus cejas se levantaron—. No te tomé por ese tipo de
hombre.
—Digamos que tú me inspiraste —confesé, tratando de no dejar que mi
mirada se quedara demasiado tiempo en la turgencia de sus pechos.
—Estoy dentro. —Se rió suavemente—. ¿Cuál es el juego?
—Sabes cómo me gustan las reglas —declaré—. Hay solo dos.
—Dos, ¿eh? —Se mordió el labio inferior—. Bien, estoy escuchando.
—La primera regla... sin hablar.
—Bien.
—La segunda regla —dije sonriendo—, el primero que grite pierde.
Maya se levantó de la cama y se puso de puntillas, sus labios rozaron mi
oreja mientras susurraba:
—Estoy dentro.
Es mejor ser golpeado con la verdad que besado con una mentira. –Proverbio
ruso.

Estaba soñando. Tenía que ser. Él era tan... agresivo, no había nada suave
en la forma frenética en que la lengua de Nik se deslizaba contra mi cuello
mientras daba otro acalorado beso justo bajo mi oreja.
—¿Cederás?
—Jamás. —Me reí, sintiéndome más libre que nunca. No era el vino,
porque el vino no explicaba su actitud, ni la forma en que me sostenía en sus
brazos como si fuera lo más hermoso que alguna vez hubiera encontrado, y lo 119
más peligroso.
Borracha de poder, me alejé mientras inclinaba su cabeza para besarme de
nuevo.
—Mi turno.
—Oh, Maya. —Nikolai se rió oscuramente—. Ni siquiera hemos empezado.
—Pero…
Algo sobre esa frase se sintió como un rayo de electricidad a través de mis
piernas, enfriándome hasta despertar, haciéndome colapsar en sus brazos
mientras imágenes de sangre destellaban en mi línea de visión.
Me aparté.
—¿Maya? —Nikolai frunció el ceño—. ¿Estás bien?
—Sí. —Asentí mientras el miedo una vez más corría por mi espina como si
hubiera recibido una inyección de hielo a través de mis venas—. Lo siento, es
que... creí ver algo.
—Hmm, tal vez lo mejor es que vayamos a dormir.
—¡No! —grité, desesperada por la intimidad que siempre parecía fuera de
mi alcance. Luego me sentí estúpida y me tapé la boca para evitar soltar más
verdades acerca de lo que sentía cuando estaba cerca de él. Cada palabra estaba
en la punta de mi lengua esperando ser liberada. Era un infierno tratar de
mantenerlo todo dentro, y siempre me había enorgullecido de tener mis
emociones ocultas, me hacían vulnerable, y eso era algo que no podía ser
cuando estaba alrededor de mi padre, por lo que había aprendido el arte de
suprimirlas.
—Sabes... —Nikolai lentamente comenzó a desabrocharse la camisa, y mi
boca se secó al verlo, mi cuerpo estaba en el borde, mientras anticipaba lo que
vería después. No estaba segura de si quería mirar su boca e imaginar todas las
cosas que podría hacerme, o esperar a verlo sin camisa, desnudo frente a mí.
La camisa cayó al suelo.
Y mi cerebro tuvo dificultad en evocar cualquier tipo de pensamiento que
no fuera: Dulce Señor, ¿cómo? ¿Cómo un hombre podía estar construido así?
—Hmm, ¿sin gritar? —Dio un paso hacia adelante y luego tiró de mí a sus
brazos, con mis manos presionadas en contra de su firme y cálido pecho—.
Pensé que el truco de la camisa lo haría.
—Cerca. —Inhalé, el aire se agitó con electricidad—. Muy cerca.
—No se puede ganar siempre. —Suspiró, deslizando su boca a la mía en un
beso lento, tentador, que sabía a vino tinto. Su lengua era suave y se deslizó
contra la mía, degustando y acariciando de una manera que nunca había
experimentado antes.
Nos besamos por lo que parecieron horas. Tal vez fueron minutos. ¿Quién
sabe? El tiempo pareció reducir la velocidad y luego acelerarla para reducirla de
nuevo. 120
Mi espalda se reunió con el suave colchón mientras Nikolai sostenía su
musculoso cuerpo sobre el mío. Esto, esto es lo que había deseado, a él, solo a él.
¿Por qué sentía que siempre lo había hecho?
¿Cómo si siempre lo hubiera anhelado?
Se inclinó, dando un beso en el lóbulo de mi oreja mientras susurraba:
—Cede.
Incapaz de controlar mi respuesta, dejé escapar un gemido lento mientras
el recuerdo, un recuerdo muy realista de sus manos deslizándose por mi cuerpo,
me atravesó.
—Será un placer romperte —susurró Nikolai—. Me gustaría que no
tuvieras tanto miedo... Primero vendrá el dolor.
—¿Y después? —Era un milagro que mi voz no temblara.
—Solo placer. —Su oscura mirada se encontró con la mía—. Lo juro.
—¿Por qué? —Tiré contra las bandas de sujeción—. ¿Por qué ambos?
—Van de la mano con lo que has visto, la única manera de fusionar los
recuerdos... es hacerte pensar que fuiste tú... en lugar de ella.
—Por lo que me torturarás... Y luego…
—Te daré el placer más increíble que hayas experimentado.
—¿Eso es incluso legal? —Traté de bromear a pesar de que mis entrañas
estaban gritando que huyera, todavía no podía ver su rostro, llevaba una
máscara blanca, como la que alguien se pondría en un carnaval o en un baile
de disfraces, pero sus ojos, sus ojos eran malos en contraste directo con el
blanco.
—Nada de lo que hago aquí es legal. Pero puedo prometerte esto, seguirás
siendo pura... Tienes que permanecer pura.
—¿Pura?
—El placer es algo completamente diferente.
—¿Cómo debo llamarte? —Traté de cambiar el tema.
—Como quieras.
—Necesito un nombre. —Estaba seca de lágrimas, el miedo ya había
comenzado a disiparse con la comprensión de que saldría de ahí con vida.
—Nik —susurró—. Llámame Nik.
Solté un jadeo, incorporándome en la cama, mi cabeza casi chocando con
la de Nikolai.
—¡Fuiste tú!
Su cuerpo se puso rígido encima de mí.
—¿Disculpa? 121
—Tú...tú, tú... —Me atraganté con las palabras—. Te vi, o… —Sentí el
recuerdo deslizarse de nuevo—. Quiero decir, el hombre, tenía los ojos oscuros.
—¿Qué te hizo? —preguntó Nik con calma—. ¿Te lastimó?
—Sí... Al principio, y luego… —El calor me llenó hasta la médula, tanto
calor que si me tocaba estaba segura de que me rompería en mil pedazos y
nunca estaría completa de nuevo—. Me volvió a unir.
—¿De qué manera? —Nikolai me tomó con sus manos mientras me llevaba
a horcajadas sobre su cuerpo, sus labios dejando ligeros besos en mi frente.
—Él me hizo… —Todo estaba en blanco—. Me hizo olvidar lo malo...
—¿Y?
Cerré los ojos.
—Lo reemplazó con lo bueno.
—Puedo hacerlo mejor —Nikolai prometió en voz baja—. ¿Dejarás que te
enseñe?
Asentí, queriendo que el recuerdo se fuera, irritada porque cada vez que
Nikolai me tocaba, más recuerdos venían para luego desaparecer como si
estuviera drogada, pero lo había visto servir mi vino.
Cada vez que parpadeaba lo sentía con más claridad.
Hasta que la boca de Nikolai se deslizó sobre la mía y cada fragmento de
lógica me dejó. Lo tenía... Lo probé…. Lo deseaba. Era por eso que estaba
acostada en sus brazos, porque en un mundo lleno de terror e incertidumbre
había una cosa que era cierta.
Nikolai me mantendría a salvo.
Lo haría.
Y me daría placer.
¿Cómo lo sabía?
Mi cuerpo respondía por propia voluntad mientras Nikolai profundizaba el
beso y luego deslizaba su mano por mi cuerpo, sus dedos encontrando mi
núcleo.
Me tocó como si fuera un instrumento, un arpa melódica, cada dedo en
una cuerda diferente, cada cadena sacando una nota que me llevaba más y más
alto en el olvido... Para detenerse y traerme de vuelta.
—Vamos, Maya, déjate ir para mí.
Dejarlo ir... Significaba algo grande.
Algo que significaría más de lo que quería. ¿Pero qué?
—Déjate ir —susurró, su beso se profundizó mientras cabalgaba su mano, y
luego sentí calor, tanto calor pasar sobre mí mientras mi centro de gravedad se
desvanecía.
122
Mi cuerpo cayó hacia atrás.
Lentamente, como capas de secretos lanzadas ante mis ojos, Nikolai hizo
un familiar gesto con la cabeza, inclinándola hacia un lado, y dándome un beso
justo antes de susurrar:
—Y ahora duerme... —No hubo palabras después de eso, pero mis oídos se
cerraron, junto con mis ojos, mientras mi cabeza tocaba algo suave.
Y mi mundo se volvió negro.
Las enfermedades más peligrosas son las que nos hacen creer que estamos bien.
–Proverbio ruso.

Mis manos no dejaban de temblar. Dos horas habían pasado, y mi cuerpo


todavía estaba conspirando contra mi cerebro, diciéndome que todo lo que tenía
que hacer era despertarla y confesar.
Sonaba fácil.
Debería ser fácil.
Todo lo que tenía que hacer era abrir la boca y decir las palabras, palabras 123
que sabía que destruirían cualquiera que fuera la amistad o relación que
habíamos tenido el uno con el otro, que el hombre con el que soñaba, era a la
vez su héroe y su villano en una misma persona. Jekyll era Hyde y viceversa.
No tenía necesidad de entrar en su psique para saber qué pasaría si de
repente me ponía una de las máscaras blancas y entraba en su habitación.
Estratégicamente, las había colocado allí para ver si se activaban algo. Pero por
lo que sabía, para ella, eran simples accesorios, trajes.
No tenían nada que ver con las veinticuatro horas más importantes de la
vida de ambos, y si me salía con la mía, nunca lo harían.
Revisé mi Rolex. Estaríamos haciendo nuestro descenso en Chicago
pronto. Tenía que despertarla y darle la noticia.
Tomé un sorbo de mi vino y esperé unos minutos más, aún no estaba listo
para romper el hechizo, sabiendo que en el momento en que abriera los ojos no
recordaría nada más que beber vino y luego quedarse dormida.
Siempre era posible que recordara fragmentos, pero podría explicarlos con
sueños, pesadillas, hagan su selección.
No me recordaría dándole placer.
Y eso me hacía hostil hasta el límite, simplemente pensar en el hecho de
que no sería consciente de que fue mi beso el que la hizo recordar tanto y desear
poder olvidar, mis labios los que le trajeron bendiciones, los que nos habían
recordado a ambos la maldición.
El avión bajó un poco. Con movimientos lentos, me levanté del asiento,
dejando el vaso en una mesa cercana, mientras iba a la parte trasera del avión y
abría la puerta de la habitación.
Estaba tal como la dejé.
Sin camisa.
Con el brazo escondido debajo de su cabeza mientras una cascada de
cabello oscuro caía sobre su rostro, besaba sus labios y acariciaba su barbilla.
Maldición.
Dudé, no quería romper el momento de felicidad en el que podía mirarla e
imaginar que se había dormido a causa de nuestro amor, no porque la hubiera
forzado.
Después de haberla drogado.
Me agaché y le di un beso en la sien y le susurré al oído:
—Despierta bella durmiente. —Chasqueé los dedos dos veces y luego di un
paso atrás mientras se agitaba.
Con un gemido, Maya parpadeó abriendo los ojos y frunció el ceño en mi
dirección.
—¿Dónde estoy?
—A treinta y cinco mil pies de altura, más o menos a unos cientos de 124
kilómetros —respondí en tono seco—. ¿Tal vez lo tomes con calma con el vino la
próxima vez?
Maya se sacudió y se sentó en la cama, luego miró hacia abajo y
rápidamente se cubrió con la manta.
—¿Me emborraché?
—No. —Le ofrecí una sonrisa educada—. ¿Recuerdas... algo?
—¡Oh, no! —Maya se cubrió la cara con las manos—. ¿Yo... te ataqué?
—Define atacar —dije con una risa suave.
—¡No! —Maya gimió en la manta y luego presionó su cara en ella, su voz
amortiguada—. Dime que no te besé o simplemente… me lancé en tu dirección y
te pedí que me atraparas.
No pude evitar que mi sonrisa se ensanchara mientras estaba sentado a su
lado en la cama y dejé escapar una risa ligera.
—No hay nada tan horrible como eso, aunque la próxima vez que quieras
sexo, probablemente sería mejor que lo pidieras sobria, y no vomitaras después
de hacer la oferta. —Se puso blanca como el papel—. Estoy bromeando. —Me
reí—. Bebiste dos grandes copas de vino, dijiste que tenías sueño, y te traje a la
habitación del fondo donde caíste en un… sueño sin sueños.
—No. —Maya frunció el ceño—. No sin sueños. —Se estremeció y su piel
fue de pálida a enrojecida—. Quiero decir... —Se llevó una mano a la frente—.
¿No hace calor aquí?
—¿Estás bien? —¿Sería en vano desear que recordara algo? ¿Cualquier
cosa?
—Sí —dijo rápidamente—. Yo, eh, solo tuve unos sueños muy extraños.
—El alcohol tiende a tener ese efecto en la gente —dije en tono relajante y
esperaba que con voz medio convincente.
—¿Me pregunto cuántas veces has tenido que decirle eso a un paciente? —
murmuró.
—Más de las que puedo contar.
Maya se rió, entonces sus ojos se estrecharon en mi cara.
—¿Estás…? No importa.
—¿Qué?
—Nada… —Hizo caso omiso—. Se sintió realmente real. Mi sueño.
—Realmente real, ¿eh?
—Oye, acabo de despertar, no corrijas mis palabras.
Levanté mis manos con inocencia.
—¿Por qué no te vistes? entonces podremos hablar, ¿de acuerdo?
—¿Hablar?
—Acerca del motivo por el que estamos en Chicago. 125
—¿Sin más secretos?
—No. —Por lo menos en eso podía ser honesto.
—¿Qué cambió?
Todo, quise decirle. En su lugar, simplemente ignoré la pregunta como
hacía cuando normalmente no quería contestar algo.
—Vístete, Maya. No tenemos mucho tiempo, y quiero que estés lista antes
de que nos bajen a punta de pistola.
Rió.
Yo no.
—Cualquier cosa es más segura que mi padre y sus matones —dijo en voz
baja.
—¡Ah! —Me reí sin humor—. Entonces, claramente, nunca has conocido a
las Cinco Familias.
—¿Cinco… Familias? —repitió.
—Las Cinco Familias. —Traté de mantener la amargura fuera de mi voz—.
De Sicilia. Si crees que tu padre da miedo... Tendrás una desagradable llamada
de atención, y me disculpo por adelantado... Se ven bien vestidos, atractivos,
ordenados, seguros.
—¿Es un truco?
—Son lobos con piel de cordero... Hasta el último. Hablaremos más en
unos minutos, cuando no esté distraído por el hecho de que no estás usando
camisa. —Miró hacia abajo—. Maya, eso solo me hace querer mirar más.
Dejó caer la manta.
Eso no era parte del plan. Apreté los puños.
—¿Qué estás haciendo?
—Esto se siente familiar. —Sus palabras eran huecas, como si estuviera
tratando de recordar.
—¿Estás diciendo que te visité en tus sueños? —pregunté, manteniendo un
borde ligero, divertido, en mi tono.
—Sí. —Resopló—. Pero créeme, no fueron reales, no hay manera de que un
hombre sea así de experto en el dormitorio con sus manos.
Fue un golpe directo a mi ego.
Debido a que era yo.
Soy yo.
Pero decir algo lo arruinaría más de lo que estaba dispuesto a arriesgar… al
menos en este momento. Pronto. Pronto lo sabría.
Y tendría que rezar porque no saliera corriendo en otra dirección.
O peor... Levantara el arma y apretara el gatillo. 126
—Esperaré afuera. —Cerré la puerta con rapidez detrás de mí, con las
manos todavía temblando, como siempre cuando la adrenalina corría a través
de mí, como antes de mi primer paciente en la clínica.
Como hicieron cuando Jac se acercó a mí por mi herencia familiar.
Mierda... Todavía no había tenido noticias de Jac.
Hice una nota mental para llamarla en el momento en que aterrizáramos o
al menos enviarle un texto para asegurarme de que todo estaba bajo control en
su lado, porque si no lo estaba… tendría un infierno esperando cuando regresara
a Seattle.
Haz la paz con el hombre y la guerra con tus pecados. –León Tolstoi.

Esperaba no estar tan roja como me sentía. Nunca había tenido sueños
sexuales gráficos que tuvieran que ver con hombres, o con mi jefe para el caso,
quien estaba semi-secuestrándome y relacionado con la mafia rusa en formas
que no quería saber.
¿En serio? Experimento mi primer orgasmo. En. Mi. Sueño. ¿Con un
hombre que jura que nunca va a besarme otra vez? ¿Cómo es esa una regresión
sexual?
Todavía podía sentir sus manos en mi cuerpo. Me estremecí mientras 127
revivía el vívido sueño de tirar de su camisa por su cabeza. ¿Realmente había
evocado el cómo se vería completamente sin camisa? ¿En qué tipo de
desvergonzada me había convertido?
Mis labios zumbaron por su beso como si el recuerdo los quemara. Apreté
los muslos mientras otro estremecimiento sacudía mi cuerpo.
—¿Maya? —Nikolai llamó a la puerta—. ¿Estás lista?
No, lo siento, solo estaba pensando en montar a mi jefe, ¡ya voy! Me
golpeé mentalmente y rápidamente me puse mi camisa, metiéndola en mis
ajustados jeans y atando mi cabello en una cola de caballo baja. Eso tendría que
ser, sabía que probablemente me veía como un lío caliente, pero no quería
hacerlo esperar.
De hecho, nunca quería hacer esperar a Nikolai.
No porque pensara que me lastimaría, sino que algo en su impaciencia me
hacía sentir nerviosa.
Abrí la puerta y encontré sus brazos cuando el avión entró en alguna
turbulencia. Su boca se abrió, y me quedé mirándola como si nunca antes
hubiera visto una boca, o dientes blancos perfectos o bronceada piel lisa.
Su sabor había sido caliente, imposible de describir, tenía que
experimentarlo al menos un centenar de veces más antes de poder encontrar las
palabras adecuadas.
Las palabras. ¿Por qué desencadenaban algo en mi cabeza?
—¡Oh, no! —gemí—. ¡Se supone que debo ayudarte con un discurso!
—Maya…
—¿Por qué me dejaste beber?
—Maya. —Nikolai me llevó a uno de los asientos, y no tuve más remedio
que sentarme—. De eso es de lo que necesito hablarte.
Mentalmente, revisé las cosas alentadoras e inspiradoras que podía decir
en la iglesia mientras me hablaba, al menos podía realizar varias tareas de esa
manera.
—Está muerta.
—Espera… —Se estaba haciendo difícil respirar—. ¿Quién está muerta?
—Andi... tu hermana. Murió.
—¿Mi hermana?
—No es tu hermana, no de sangre. —Los ojos de Nikolai buscaron los
míos—. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
—¿La que dijiste que no murió cuando era bebé? ¿Fue adoptada en vez de
eso? —Negué, sin esperar tener sentido—. Pero ahora, ¿ahora está muerta?
¿Cómo murió?
—De leucemia... —Nikolai alcanzó mi mano—. Y Maya, no sé cómo decirte
esto, pero no fue adoptada. Era Petrov hasta la médula. 128
—¿Qué quieres decir exactamente? —Le di un tirón a mi mano hacia atrás.
—Tu madre te dio a luz. —Nikolai asintió—. Pero tu padre... no es tu padre.
—Sus ojos cayeron a nuestras manos, agarró mis dedos de nuevo y los apretó—.
Tu madre tuvo un romance antes que se embarazara de Andi, tu padre, una vez
que descubrió a quién pertenecías realmente, mantuvo a Andi a distancia como
castigo para tu madre, usándola para presionarla.
—¿Pero por qué? —Estaba tratando de procesar la información, pero era
como si una bomba hubiera explotado en mi mente. Siempre supe sobre mi
hermana, pero se había ido a una edad tan joven y la única vez que pregunté
sobre ella, me habían dicho que estaba muerta. Solo había supuesto... Ahora no
sé lo que había supuesto. Siempre que trataba de evocar recuerdos de mi
pasado, era un borrón gigante, como si tuviera algún tipo de bloqueo mental.
¿Y mi padre? ¿El hombre que básicamente me había vendido como
esclava, ni siquiera era mi padre? ¿Cómo era justo eso? En un extremo, estaba
encantada de no compartir sangre con el hombre que me había vendido a un
completo desconocido, por otro lado, una sensación de pérdida me golpeó justo
en el pecho. ¿A dónde pertenecía?
—¿Realmente importa? —Los ojos de color marrón oscuro de Nikolai
buscaron los míos—. El punto es que... tu hermana, la hermana con la que estás
relacionada, a través de tu madre, se ha ido, y estaremos presentes en el funeral.
Demasiados pensamientos se mezclaron en mi cabeza. Quería llorarla,
pero ¿cómo podía llorar por alguien a quien no recordaba? ¿Cómo podía hacer
justicia a esta vida que fue arrebatada?
—Era joven, ¿no? Lo recuerdo muy bien.
—Tenía veintidós.
Mi estómago se encogió.
—¿Había alguna posibilidad de que yo pudiera...? —No podía formar las
palabras mientras lágrimas brotaban de mis ojos. Tan joven. Era tan joven.
—No. —Nikolai me tomó en sus brazos y me abrazó con fuerza—. No eran
compatibles en médula ósea.
—¿Cómo lo sabes?
Nikolai pasó sus manos a lo largo de las cicatrices en mis brazos y susurró.
—Soy doctor... Y como sabes, he trabajado muy de cerca con tu padre los
últimos diez años. Tengo maneras de descubrir esas cosas.
No estaba del todo satisfecha con su respuesta.
—Tengo… muchas preguntas. ¿Cómo era? ¿Tenía novio? ¿Estaba…?
—Por favor, tomen sus asientos para el descenso a Chicago —dijo el
capitán por el intercomunicador.
Me abroché el cinturón de seguridad, fallando tres veces antes que Nikolai
finalmente se apiadara de mí y me lo abrochara y luego tirara con fuerza. Me
sentía como una niña pequeña que había sido regañada.
129
—No llores. —Los pulgares de Nikolai secaron las lágrimas que no me di
cuenta habían caído—. Ella tuvo… el más bello final.
—¿Un bello final?
—Uno feliz... agridulce. —Nikolai asintió—. Y creo que te aliviará saber que
tu padre nunca pudo romperla o a su marido.
—¿Marido? ¿Estaba casada?
—Sergio Abandonato. —Nikolai sonrió.
¿Por qué sonaba tan familiar ese nombre?
—Deja de fruncir tanto el ceño —dijo Nikolai en tono de broma. Estaba
haciendo eso cada vez más en este viaje, me hizo pensar qué había cambiado en
las últimas horas para que pasara de todo sombrío a relajado. ¿Tal vez tomó una
siesta también?—. Es el primo de una de las familias de la mafia más poderosas
en Estados Unidos.
—¿Más poderosa que…?
—Sí —gruñó Nikolai—. Pero en una forma más… profesional, si tiene
sentido.
—No. No tiene ningún sentido. —Ya nada era lógico, nada.
—Tu padre le dispararía a uno de sus propios hombres a sangre fría.
Demonios, mataría a tu madre sin parpadear, simplemente limpiaría las huellas
de su arma, se la daría a su mano derecha, se marcharía y permitiría que las
aves profanaran su cuerpo.
Un fuerte estremecimiento recorrió mi cuerpo.
—¿Los italianos? —Nikolai dijo su nombre casi con reverencia...
acompañado de un suave suspiro—. Solo matarían a sangre fría si no tuvieran
otra opción, e incluso entonces, dicen una oración para ellos una vez que la
sangre se enfría... Y le dan el derecho de entierro a la familia. Eso es
profesionalismo verdadero, en un mundo rodeado por el crimen y el asesinato.
El avión aterrizó con un fuerte golpe seco. Agarré el brazo derecho de
Nikolai, teniendo problemas para procesar sus palabras, que seguían cayendo
una sobre la otra en mi cabeza.
Nos encontraríamos con Los italianos.
Mi hermana estaba involucrada con ellos.
Nikolai estaba involucrado con ellos.
Mi padre no era mi padre.
Y la hermana que había pensado que había estado muerta, perdida para
siempre… no lo había estado pero ahora, real y verdaderamente, se había ido.
¿Qué se suponía que debía hacer con toda esta información? ¿Cómo se
suponía que debía evitar tener un ataque de nervios?
Tomé unas cuantas respiraciones profundas. En cualquier caso, todavía
era rusa, y los rusos no se acobardaban cuando afrontaban circunstancias
130
imposibles, sabía eso acerca de mi herencia, de mi sangre.
Me levantaría.
Caminaría a la puerta del avión con la cabeza en alto.
No tendría miedo.
Nikolai lo sentiría.
Y algo me decía que mostrar debilidad ante él, era igual que sangrar en
aguas infestadas por tiburones.
Esperamos unos minutos en silencio, y luego se abrieron las puertas del
avión.
Agarré mi bolso y me lo eché al hombro.
Nikolai agarró un maletín negro, después procedió a meter la mano en su
bolsillo y sacar una brillante pistola negra. Quería creer que era falsa, pero sabía
que sería una mentira. Estaba armado, pero ¿por qué?
—¿Qué estás haciendo? —susurré.
Me dio una mirada que decía cállate, le puso el seguro y la mantuvo en la
palma de su mano, entonces usó su mano libre para guiarme hacia la puerta.
Estaba oscuro excepto por las pocas luces en la pista de aterrizaje privada.
Un Range Rover negro.
Un Mercedes AMG negro.
Un Escalade negro.
Cuatro hombres y una mujer. Todos de pie con sus armas, literalmente,
apuntando hacia nosotros como si estuviéramos a punto de iniciar una guerra
en la pista.
¿Esperaban que Nikolai hiciera estallar una bomba? ¿O qué?
—Solo es una suposición —hablé por encima del rugido de los motores
mientras mi cabello daba vueltas sobre mis mejillas—. Pero... ¿Los italianos?
—En vivo y en carne y hueso —se quejó.
—Podías haberme dicho que te odiaban. —Agarré su mano con más fuerza.
—¿Qué? ¿Y arruinar la cálida bienvenida para ti? —Sus labios se curvaron
en una sonrisa—. Nunca.
Poco a poco, bajamos las escaleras, de la mano.
Un hombre alto de unos veinte años se acercó a nosotros, su cabello
castaño rojizo ondeando en el viento, con dos armas semiautomáticas atadas a
su fornido pecho. Si había pensado que Nikolai era grande, este hombre era
francamente letal. Al menos uno noventa y tres, y más de noventa kilos de rabia
musculosa, hizo una mueca de desprecio en el momento en que entramos en la
pista, como si nuestra presencia lo ofendiera tanto que estaba teniendo
problemas para respirar. 131
—Campisi —dijo Nikolai con voz irritada—. Buenas noches.
El hombre llamado Campisi gruñó en dirección de Nikolai y luego volvió
su mirada fría y dura en mi dirección. Me encogí contra el cuerpo de Nikolai y
me aferré a su pecho con la mano libre, fría hasta la médula. No estaba segura
de si este hombre quería que hablara o solo estaba tratando de ver si me echaría
a llorar.
Había visto miradas como esa antes.
De mi padre.
Y sus idiotas.
Años de entrenamiento se activaron, años de tener que defenderme de
burros, así que, en lugar de reducirme más contra Nikolai, tomé una respiración
profunda, enderecé mis hombros, me separé de él y me quedé mirando a la
bestia de hombre.
Y en el mismo momento en que encontré mi confianza, él sonrió.
—Así que, realmente es una Petrov después de todo. Estuve preocupado
por un minuto.
—Tex preocupado —dijo una voz ronca detrás de él—. Ahora, realmente me
gustaría verla. —El hombre que parecía de mi edad, se acercó al lado de este tipo
Tex Campisi, y entrecerró los ojos hacia mí. Tenía un anillo en el labio,
penetrantes ojos azules y cabello oscuro.
Ambos hombres tenían una belleza aterradora.
—Nixon. —El hombre sonrió—. Abandonato —finalizó—. Bienvenido de
nuevo a Chicago, Nikolai.
—Me gustaría que fuera en mejores circunstancias —dijo Nikolai en voz
baja—. Casi vengo pero…
—Es lo que ella quería. —Una chica dio un paso adelante. Tenía el cabello
negro y sedoso que caía justo debajo de sus hombros, llevaba una cazadora de
cuero rojo, botas de aguja negras que abrazaban sus jeans oscuros deslavados.
Al menos me ofreció una sonrisa de cortesía, antes de arrojar su arma en un
gran bolso Prada, después hizo un guiño en mi dirección.
¿Guardaba la pistola en un Prada?
Por otra parte, ¿dónde más iba a mantenerla? ¿En el bolsillo?
¿Por qué tenía un arma?
En realidad, ¿por qué cualquiera de ellos tenía armas?
—No se parece en nada a ella —Nixon habló con Nikolai—. Parece estar
más relacionada con nosotros que con los Petrov.
—Te dije de su parentesco. —Nikolai se encogió de hombros—. ¿Cómo está
él?
Nixon frunció el ceño.
—Lo está tomando tan bien como se puede esperar. 132
—¿Él? —repetí, hablando por primera vez desde que nos encontramos con
los italianos.
—Sergio. —Nixon asintió—. El esposo de tu hermana.
Mi estómago se encogió.
—Acaba de descubrir que… —dijo Nikolai con voz de disculpa.
—Hace diez minutos —me quejé.
—Bastardo sin corazón. —Campisi se echó a reír—. Estarás muy bien en
Chicago. Es en momentos como éstos que recuerdo por qué te dejé vivir.
—Tú no me dejas hacer nada —dijo Nikolai con dientes apretados, dando
un paso hacia el hombre que parecía haberlo amenazado sin ponerlo en
palabras.
Agarré la mano de Nikolai y tiré de él hacia atrás. No es que no creyera que
pudiera mantenerse firme, pero no creo que fuera sabio comenzar una pelea con
alguien que se parecía a él, o alguien que le daría una palmada simplemente
para poder tener una razón para disparar.
—Basta, Tex —murmuró Nixon en voz baja—. Tenemos suficientes
problemas con nuestra propia familia. ¿Qué tal si mantenemos la paz entre los
rusos que al menos nos gustan?
—Bien —se burló Campisi, entonces dio un paso hacia atrás—. Bueno,
puedo ver los ojos de Frank dar espasmos desde aquí, lo que significa que
tenemos que ponernos en marcha. —Un señor de la tercera edad junto a Nixon
soltó un resoplido y comenzó a caminar hacia la Escalade.
Miré a Nikolai en busca de ayuda.
Agarró mi mano y me llevó al Range Rover. Un hombre de negro se puso
de pie al lado de la puerta y la abrió para mí. No hizo contacto con los ojos, ni
siquiera parpadeó. Me deslicé a través del cuero lujoso de los asientos y traté de
evitar entrar en pánico. Esto era normal. Estaban siendo amables o tan atentos
como podían ser, ¿verdad?
Normal.
Lo normal se había ido por la ventana en el momento en que acepté este
trabajo con Nikolai y firmé su ridículo contrato.
Como si sintiera mi angustia Nikolai dio unas palmaditas en mi pierna y
luego susurró en mi oído:
—Estás segura con ellos, más segura con ellos de lo que nunca estarías
conmigo.
Mi corazón se aceleró. ¿Qué quería decir?
¿Estaba más segura con las personas que apuntaban sus armas a mi
cabeza, que con Nikolai? No tenía ningún sentido.
En absoluto.
Y para empeorar las cosas, solo el hecho de que estuviera tocando mi
pierna me recordaba mis sueños.
133
Sin embargo, a medida que empezamos a alejarnos del aeropuerto, no
pude sacudirme un pensamiento... Que todo mi sueño había involucrado al
avión y una habitación, que de acuerdo a Nikolai, ni siquiera había visto hasta
después que me quedé dormida.
Fruncí el ceño el resto del camino.
Haz la paz con el hombre y la guerra con tus pecados. –Proverbio ruso.

Jac: ¿Por qué diablos estás en Chicago? Y, una vida se perdió. ¡Tienes
trabajo que hacer!
Nikolai: Ella era importante. ¿Cómo está… el negocio?
Jac: El negocio no va bien. Varias mujeres han venido a la clínica solo
para ver sus puertas cerradas por primera vez en cinco años. Las envié de
vuelta y les dije que las ayudarías cuando volvieras.
Dejé escapar un suspiro de alivio. 134
Nikolai: Gracias.
Jac: Si tu abuelo pudiera verte ahora...
Nikolai: Déjalo fuera de esto.
Jac: ¡Es gracias a él que tienes todo lo que tienes!
Nikolai: Tengo que irme. Gracias, Jac.
No respondió. No esperaba que lo hiciera. Era la primera vez en años que
cerraba las oficinas. Traté de mantener mi expresión nula de cualquier tipo de
emoción, a pesar de que mi interior estaba tan apretado que sentía deseos de
gritar. Parecía que entre más quería ayudar, más profundo era el agujero que
excavaba.
Miré a Maya por el rabillo del ojo. Tenía la espalda erguida, con los ojos
fijos en Nixon, el jefe de la familia Abandonato, mientras nos conducía a través
de las puertas acorazadas de su casa y compuesto.
Solté el primer suspiro de alivio en lo que parecían años, jugando con la
idea de dejar a Maya con las únicas personas que realmente podrían hacerla
desaparecer.
Quiénes podrían mantenerla a salvo de su padre.
Quiénes podrían ayudarme a fingir su muerte.
La idea tenía mérito.
Y tal vez si fuera una persona menos egoísta, seguiría adelante con ello,
posiblemente limpiando su memoria por completo de mí y de su vida pasada,
pero siempre me preguntaría si la sensación de mis labios contra los suyos sería
lo suficientemente fuerte como para permanecer entre los recuerdos que no
podría erradicar.
Nixon detuvo la camioneta y apagó el motor. Me desabroché el cinturón de
seguridad e hice un gesto a Maya para que nos siguiera a la gran casa. Era una
mansión de ladrillo de dos pisos que había estado en su familia durante más de
cincuenta años, aunque todo había sido modernizado, por lo que es probable
que no pudiera utilizar el baño sin tener una cámara en el trasero.
Maya apretó mi mano con fuerza entre las suyas mientras caminábamos
en silencio hacia la puerta principal. Dos hombres estaban a ambos lados, con
micrófonos en los oídos.
Sonreí, asintiendo en su dirección.
—¿Me imagino que la seguridad adicional es para mi beneficio?
Nixon puso los ojos en blanco.
—Mi esposa está embarazada, por lo que es cincuenta por ciento rusa de
mierda, y cincuenta por ciento paranoia.
—Gracias. —Les sonreí con suficiencia a los dos hombres, deseando iniciar
una pelea, una que sabía que iba a terminar, no había mucho que me podía
parar. Mi especialidad podría ser más del tipo de terrorismo emocional, pero mi 135
padre, mientras se encontraba viviendo conmigo, me había obligado a aprender
a boxear.
En el momento en que entramos en la casa, se desató el infierno.
—¡Hijo de puta! —gritó una mujer—. ¿Siquiera estás vestido?
Los ojos de Maya se abrieron mientras Chase, asesino de profesión, se
cernía sobre la estufa y llevaba una cuchara de madera a su boca.
—Maldita sea, es una buena salsa.
—¡Chase Winter! —gritó Mil—. ¡Tenemos invitados!
—Estoy haciendo la salsa, nena, te lo dije, ¡no grites cuando estoy haciendo
salsa! —Estaba gritando con mucha claridad, tan fuerte como ella, aunque en los
breves momentos que había estado con alguna de las familias, había llegado a
notar que era la forma en que se comunicaban. Ruidosamente. Y a menudo.
—¡Chase! —Mil rodó los ojos—. ¿No ves que tenemos compañía?
—Rusos… —Phoenix, el jefe Nicolasi asintió en mi dirección—. No son
realmente compañía, son más como…
—¿Un mal necesario? —soltó Maya.
Chase se volvió lentamente, con los ojos reduciéndose en Maya y a la
forma en que se movió a mi lado.
—Tú. —La señaló con la cuchara cubierta de salsa—. Puedes quedarte a
cenar.
—Chase ha hablado. —Frank, el jefe de la familia Alfero, caminó a nuestro
alrededor, se sentó en la cabecera de la mesa y empezó a servirse una generosa
cantidad de vino.
—Nikolai… —Se aclaró la garganta—. ¿Cómo está el negocio?
Toda la charla cesó.
Sin problemas, de manera eficiente, saqué la pistola de la parte trasera de
mis pantalones, la deslicé sobre la mesa, dándosela a Maya, después apreté mis
manos contra la madera.
—El negocio está demasiado bien para estropearlo recibiendo un disparo...
Me sorprende que no me registraras antes.
—Considéralo una rama de olivo —dijo Nixon en mi espalda, sus manos
palmeando mi pecho, piernas y después los brazos.
Cuando terminó, todas las miradas se volvieron hacia Maya.
—¿Qué? —susurró—. No piensas...
—Lo haré. —Mil dio un paso adelante—. A pesar de que los chicos están
felizmente casados, no confiaría en que no se aprovecharan, sobre todo en mi
marido.
—Mierda, Mil, sabes que no soy así.
—¡Estás tirando la salsa en el suelo, Chase! —espetó ella mientras él le
lanzó un beso y se mantuvo agitando la olla. 136
Todo estaba lleno de vida a pesar de que por doquier había muerte. Maya
probablemente no tenía idea que estábamos haciendo precisamente eso,
cortejando a la muerte por el simple hecho de cenar con esta gente, pero lo
hacíamos. Y no era tan estúpido como para pensar que un movimiento en falso
no terminaría con nuestras vidas.
En eso eran buenos los italianos, en el control de la situación, podrías
pensar que simplemente estabas en una sencilla cena familiar, cuando en
realidad, cada persona tenía un arma diferente apuntándote, a la espera de que
hicieras un movimiento en falso para tener una excusa de infligirte daño
corporal, y con una sonrisa mientras lo hacían. Era su manera. Tan
completamente extraña de la forma en que siempre había hecho las cosas, que
toda la situación se sentía rara.
—Limpia. —Mil se puso de pie y luego hizo un guiño en mi dirección—.
Buen trabajo, Nikolai, tiene un gran trasero.
Maya se sonrojó profusamente.
Sonreí, me tomó un esfuerzo gigante no echarme a reír. Siempre me había
gustado Mil. Me recordaba a Andi en muchos sentidos.
Solo recordar el nombre de Andi hizo que un dolor familiar se extendiera
desde el centro de mi pecho hacia mis extremidades.
Y como una nube oscura, la habitación una vez más se llenó de un silencio
tenso.
—Murió bien —dijo Frank unos segundos después, levantando su copa de
vino a mitad de camino en el aire—. Murió como una valiente.
—¿Sufrió? —preguntó Maya, su voz apenas un susurro.
—No. —Los ojos azules de Frank se pusieron borrosos por las lágrimas—.
Si hubiera tenido dolor, Sergio se habría encargado de ello.
Quería estar enojado porque Sergio se ofreciera a matar a Andi... Pero
sabía que, en su mente, en la mente de la mafia, aún sería una muerte
honorable, algo que se merecía.
—Me gustaría haberla conocido —dijo Maya en un hilo de voz.
No sé consolar, no estaba seguro de si era emocionalmente capaz de hacer
algo más que envolver mi brazo alrededor de ella, sobre todo delante de
personas que, hasta hace seis meses, había jurado eran mis enemigos.
Mil fue la primera en hablar.
—Siempre estará contigo, así de persistente era... Sergio dice que la ve en
la forma en que cae la lluvia, constantemente golpeando su cara hasta que no
tiene más remedio que levantar la barbilla hacia el cielo. —Sus ojos se llenaron
de lágrimas—. Por otra parte, también la ve en un bate de béisbol, así que tal vez
se está desquiciando.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó Maya.
Phoenix compartió una mirada mordaz conmigo antes de mirar a Maya.
Mi estómago se apretó con malestar. Phoenix y yo teníamos un dolor 137
compartido. Era demasiado fácil leer las emociones en su cara, y se veía no solo
preocupado, sino cansado.
—Probablemente, lo mejor es que te reúnas con él más tarde, en el funeral,
justo antes de irte.
Maya no presionó, aunque esperaba que lo hiciera.
—¿Nos sentamos? —Frank hizo un gesto a las sillas vacías—. Chase
preparó una comida para compartir.
Me pregunté si Maya entendía la importancia detrás de comer el pan con
tu enemigo, o su significado. Si Frank no nos hubiera ofrecido comer,
estaríamos en el extremo opuesto de un arma en su lugar.
Una vez que la pasta fue servida, todo el mundo empezó a comer, todo el
mundo, excepto Tex. Debería haber sabido que el capo tendría sus dudas acerca
de mí. Era, en esencia, el padrino, aunque joven, tan joven que me habría reído
de su poder. Pero no era un acto, era un Campisi. Había matado a su propio
padre a sangre fría, luego le disparó dos balas entre los ojos por si acaso.
Era despiadado, de corazón frío, se rumoreaba que no tenía conciencia. A
veces me preguntaba si estaríamos relacionados, ya que las mismas cosas se
habían dicho de mí.
—Campisi —espeté—. Sigue mirándola de esa manera y te haré graznar
como un pollo cada vez que alguien chasquee los dedos.
Nixon se rió entre dientes con la boca llena de pan, mientras los ojos de
Tex se reducían a pequeñas rendijas.
—Hazlo y meteré tus intestinos en tu trasero.
—Adorable —dijo una voz femenina desde la cocina, mientras entraba con
otras dos mujeres en la habitación—. ¿Los intestinos? ¿En serio? —Mo
Abandonato, la esposa de Tex se sentó en una silla seguida por la esposa de
Phoenix, Bee, y la esposa de Nixon, Trace.
Hicieron las presentaciones de rigor con Maya.
Tex se mordió el labio y luego tomó la mano de Mo mientras le decía algo
al oído.
—¿Graznar como un pollo? —preguntó Maya en voz baja—. ¿Qué significa
eso?
—Significa —intervino Chase desde el otro lado de Maya—, que él es un
maldito hipnotizador, entre otras cosas. Oí que el año pasado hizo que uno de
los hombres de Petrov entrara en un voraz incendio de buen grado. Se quemó
vivo, se pudo oler por horas la piel chamuscada.
Gemí, apretando los dientes de rabia, mientras Maya se tensaba a mi lado.
Por supuesto que lo hizo, no era exactamente una alusión entusiasta a mi
humanidad.
—Entonces, ¿cómo se conocieron? —cambió de tema Chase. Hubiera sido
un cambio bienvenido, a excepción de que la historia no era exactamente una
conversación de mesa. Suspiré. Por otra parte, tampoco se hablaba de los
138
intestinos que salían de los asnos.
—Trabajo para él —dijo Maya con voz lenta y constante.
Frank se atragantó con el vino y empezó a golpear su pecho.
Mierda. Sabía exactamente lo que Frank estaba pensando.
—Empleada —dije en voz alta—. No paciente.
—Eso es asunto de ustedes —respondió Frank.
Dejé escapar un suspiro, la sensación era como un ladrillo en mi estómago.
—Está trabajando en su tesis de maestría sobre la propagación de
enfermedades de transmisión sexual. Durante el día lleva a cabo investigaciones
para mí. Por la noche…
—Dilo. —Chase se rió oscuramente—. ¿Qué hace para el buen doctor por la
noche?
Maya no se perdió nada.
—¿Quieres decir antes del examen desnuda, o después de acostarme con él
en mi traje de enfermera?
Sus ojos se abrieron.
Mil rió.
—Te mereces eso.
—Oh. —Él frunció el ceño—. ¿Estás bromeando?
Sonreí.
—Creo que, si estuviera hablando en serio, sería mucho más emocionante
que un simple revolcón en una mesa de examen, ¿no lo crees?
Los ojos de Chase se estrecharon.
Noté que Frank comprobaba su reloj con el rabillo del ojo.
—Llegó el momento. —Se puso de pie, y los jefes lo siguieron mientras las
cónyuges permanecían sentadas.
—¿Vienes? —desafió Phoenix.
—Sí. —Me levanté, tomé la mano de Maya, presionando un beso en sus
nudillos—. Estarás a salvo. Te lo prometo.
Sus ojos llenos de pánico no me lo hicieron fácil.
—¿Dónde vas?
—No te preocupes. —Guiñó Bee hacia Maya—. Vamos a ver películas y a
comer basura... Los chicos estarán muy bien. —Maya no estaba acostumbrada a
este lado de la mafia.
Siempre había estado viéndolo desde fuera.
Nunca al revés. 139
—Volveré —dije con un simple encogimiento de hombros, recogiendo mi
arma de Chase y siguiendo a los hombres a la oscuridad.
No hay vergüenza en saber. La vergüenza radica en la ignorancia. –Proverbio
ruso.

Quería respuestas.
Pero no estaba segura de que las esposas no fueran tan peligrosas como
sus maridos. No escapó a mi atención que Mo estaba cortando rebanadas de
manzana con una daga, o que Bee había escondido una pistola debajo del cojín
del sofá y luego me hizo un guiño.
Trace parecía la más normal. Al menos hasta que se deshizo en lágrimas
con el comercial de neumáticos. 140
—Pasó el primer trimestre —dijo Bee sin mirarme—. Está teniendo un
momento difícil con las hormonas.
—¿Qué tan avanzada estás? —pregunté tratando de no mirar su vientre
redondeado—. Si no te importa que pregunte.
—Veintidós semanas —dijo suspirando Trace—. Por lo menos ya superé las
náuseas matutinas. En este punto, solo quiero papas. Montones y montones de
papas con queso extra y sal. ¿Sabes de esas piscinas de pelotas en los parques
infantiles? —Asentí—. Si pudiera reemplazarlas con Cheetos y luego
simplemente hacer un pequeño salto en picada, mi vida estaría completa.
—Me encantan los Cheetos. —Mo sonrió y luego me ofreció un trozo de
manzana. Tuve que tomarla de la punta del cuchillo, así que evité que mis dedos
temblaran. ¿Quiénes eran estas personas? Era como si hubiera entrado en un
universo alternativo.
Entendía por qué estábamos allí. Claramente Nikolai conocía a mi
hermana.
Pero, ¿qué tan cercanos habían sido?
Los nervios pudieron más que yo y crují los nudillos.
—¿Estás bien? —preguntó Mo rápidamente mirando hacia mis manos con
el ceño fruncido.
—Sí. —Dejé de tronarme los nudillos y sacudí la cabeza—. Es solo que ha
sido un día muy largo y confuso.
—Bienvenida a la mafia —dijo Trace desde su lugar en el sofá donde se
había acurrucad abrazando una almohada.
—Mi padre es Petrov. —Se sentía como si tuviera que aclararlo, es decir,
probablemente sabían eso por Andi, pero aun así.
—Tu padre no es Petrov —dijo Mo en tono aburrido—. Pudo haberte
criado, pero no es tu padre.
Me sorprendió que Mo pareciera saber más acerca de mi filiación que yo.
Por otra parte, me parecía que era la única en la oscuridad y no tenía ni idea de
por qué estos extraños parecían tener la biografía memorizada de mi familia
mientras que yo todavía ni siquiera sabía quién era mi verdadero padre.
Ahogué un sollozo.
—Hasta hace dos semanas... Todavía era semi-normal.
—La mayoría de los monstruos usan disfraces hasta que ya no los
necesitan. —Mo me dio una mirada de disculpa—. Siento decir eso, pero es la
verdad.
Asentí.
—¿A dónde fueron los chicos?
Las chicas se quedaron en silencio.
—¿Por qué no vemos la película? —Bee subió el volumen. 141
—¿Por favor? —Estaba desesperada por saber—. ¿Nikolai estará bien?
—Ah —dijo Bee riendo. Luego se calmó inmediatamente—. ¿Realmente
sabes tan poco del hombre que te mira como si hubieras colgado la luna y las
estrellas mientras bailabas desnuda bajo la lluvia?
El calor floreció en mis mejillas.
—Él no... me ve de esa manera.
—¡Claro que sí! —dijeron las tres al unísono.
—Estará más que bien… —respondió Bee a mi pregunta—. Es Nikolai
Blazik, uno de los bastardos más temibles trabajando alguna vez para la mafia
rusa, no solo es conocido por su falta de conciencia, sino que puede hacer creer
cualquier cosa a quien sea con el simple chasquido de sus dedos.
—¿Qué quieres decir?
—Mentalista —explicó Bee—. Hipnotista... Un extraordinario lava-
cerebros... Qué bueno que mi dinero está en el extranjero... Es un maestro de la
manipulación. Chase no estaba bromeando con eso de saltar sobre el fuego y
arder hasta la muerte. No estoy diciendo que sería una lucha justa, cinco contra
uno, solo digo que ni siquiera sueñan con hacerle daño, mantenerlo de nuestro
lado compensa de lejos el riesgo de tener a Petrov tras nosotros.
—Pero, ¿qué tiene esto que ver con Andi?
—¿Él te dijo algo? —dijo Trace con voz agitada. Luego se puso la mano en
la boca para bostezar—. Nikolai se reporta con los jefes al menos una vez al
mes… sus… jefes. —No me perdí las comillas en el aire—. Está jugando en
ambos lados... Está fingiendo trabajar para tu padre, pero nos proporciona
información. Incluso bebe más vino que vodka. Chase está convencido de que es
italiano.
—Alguien consiga una bandera —bromeó Bee.
—Pero… —Una sensación de ahogo me envolvió la garganta—. Eso es
imposible... Ha estado fuera... de la mafia durante años, realmente trabaja todo
el día y luego dirige un negocio completamente legítimo. —Cejas levantadas
respondieron al unísono ante la defensa—. Está bien, son negocios semi-
legítimos por la noche... No es... Es decir, está tratando de mantenerme segura
de mi padre.
—Correcto —susurró Trace—. Pero, ¿quién exactamente te está
manteniendo a salvo de él?
No tenía respuesta.
¿Cuántas veces Nikolai había dicho lo mismo?
Estaba empezando a pensar que la propuesta de negocios había sido una
excusa, una forma de conducirme a algo más. Podría contratar a cualquiera para
ayudarlo con la investigación. Cualquier pasante estaría encantado de hacer mi
trabajo, y trabajarían por diez dólares la hora con una alegre sonrisa.
Lo mismo con el trabajo nocturno. 142
Incluso Jac lo había dicho.
Entonces, ¿por qué yo?
¿Y por qué negociar conmigo? ¿Por qué arriesgarse a perder tanto con mi
padre?
¿Y con los italianos?
¿Por qué era tan malditamente valiosa?
—Yo, eh… —Me levanté abruptamente—. Tengo dolor de cabeza, ¿hay
algún sitio al que pueda ir?
—Claro. —Bee estiró los brazos por encima de la cabeza—. Una habitación
ya estaba preparada para ustedes dos. —Una habitación. Única—. Está al final
del pasillo a la derecha. Sus maletas deben estar ya desempacadas. —¿Alguien
había revuelto mis cosas?—. Buenas noches, Maya —susurró—. Y recuerda, al
menos por ahora, aquí... estás segura.
—¿Y mañana? —pregunté sin poderlo evitar.
—Será un nuevo día —declaró sin hacer contacto visual.
Otro cuerpo ha sido hallado cerca del mercado Pike. La autopsia se llevará a
cabo este fin de semana para descubrir si el Asesino del Muelle es sospechoso. –The
Seattle Tribune.

—Sutil —dije finalmente una vez que estuve con Frank en la camioneta—.
¿Al menos podrías haber dicho una pequeña mentira piadosa?
—¿Y decirte que íbamos por un helado? —Frank rió—. No. Además, no
suelto mis mentiras fácilmente. Me imagino que Dios solo da unas pocas a
hombres como yo. No, puedo guardar mis mentiras hasta no tener otra opción
más que usarlas. 143
Dejé que el resto de los jefes me hicieran pasear con el mayor de los cinco,
el filósofo que actualmente conducía más rápido que todos los demás juntos.
—La casa de Sergio fue allanada dos veces mientras Andi estaba con él.
Necesitamos saber cómo consiguieron los códigos, y si Petrov planea tomar
represalias.
Tomé una respiración profunda y moví el cuello.
—Podría hacerlo con los ojos vendados.
—Soy muy consciente de tu conjunto de habilidades —dijo Frank con voz
severa—. Solo hazlo rápido, tengo el ojo puesto en un Cabernet 1955.
—Los italianos y su vino.
—Los rusos y su vodka.
—Touché.
Frank entró en el oscuro estacionamiento. Dos luces parpadeaban en la
calle vacía, una sobre una puerta de metal, y la otra encima de un garaje.
—Luce tentador —dije con voz hueca.
—Está insonorizado —dijo Frank antes de apagar el vehículo—. Nadie
podrá oír los gritos.
—Me quito el sombrero ante el arquitecto.
Nixon ya estaba abriendo la puerta del garaje en el momento en que Frank
y yo salimos del auto, el resto de los jefes nos siguieron en silencio, el único
sonido eran nuestros pasos contra el polvo del piso de cemento.
Nos detuvimos frente a una segunda puerta, de metal, pero totalmente
nueva. Nixon marcó un código, y la puerta se abrió haciendo un ruido de
succión mientras la deslizaba diez centímetros lejos de la pared y nos permitía
entrar a todos.
No había nada reconfortante en la habitación estéril y desnuda.
Una sola luz iluminaba a un hombre sentado en una silla de metal, con las
manos atadas a la espalda y con la boca amordazada.
Con sangre seca en las mejillas.
En el momento en que puso sus ojos en mí, empezó a gritar blasfemias
contra la mordaza, meciéndose en su silla de ida y vuelta.
—Hmm. —Tex se tocó la barbilla—. Diría que está enojado porque te
pasaste al lado oscuro.
—Gracioso —reflexioné—. Y yo pensando que lo había dejado.
—¿Con la mordaza puesta? —preguntó Tex, siendo más útil de lo que
esperaba.
Mil, Frank, y Chase estaban cerca de la puerta, cada una de sus manos
estaban en un arma, observando, esperando. 144
—Necesitamos información, por lo tanto, la necesitamos fuera, solo cabe
esperar una gran cantidad de saliva y gruñidos, es decir, hasta que pueda
sedarlo.
—¡Suki6! —Boris rechinó los dientes y luego escupió a mis pies—. ¡Suki! —
Siguió repitiendo la palabra una y otra y otra vez, aburriéndome hasta las
lágrimas. Ruso traidor. Por otra parte, realmente había cavado su propia tumba.
Después de averiguar todo lo que pudo de Petrov, comenzó a vender la
información al FBI provocando algunas detenciones inesperadas en San
Francisco. Boris tenía suerte de que los italianos lo encontraran antes de que
Petrov le hubiera quemado vivo, u obligado a saltar de un edificio mientras
todavía respiraba. Habría sido un Byki7 en un futuro, no simplemente un matón
de Petrov, sino uno de sus individuos más fiables, llevando su propia banda de
criminales alrededor de Estados Unidos.
Vender secretos no era la mejor manera de ganar confianza.
—Boris —dije su nombre con calma—. ¿Me recuerdas?
—Tú. —Su acento era grueso—. ¡El doctor! ¡Petrov te matará por esto!
—¿Qué te hace pensar... que no me envió para hacerte frente?
Boris pareció procesar esa información, su piel palideció más, el mundo se
acabaría antes de que los italianos y los rusos unieran fuerzas, pero no
necesitaba saber eso. Solo tenía que plantar una semilla de duda para que
estuviera lo suficientemente tranquilo y poder manipularlo.
—Pero… —Los ojos de Boris se deslizaron a los jefes detrás de mí—. Él
preferiría estar en la cárcel.

6 Suki (ruso): Perra. Término utilizado por la mafia rusa para denominar a un traidor.
7 Byki (ruso): Toro. Término utilizado para los guardaespaldas.
—Tal vez. —Me encogí de hombros y enrollé las mangas de mi camisa, y
luego respiré con mucha calma, exagerando mis gestos para que Boris los
imitara sin pensar. Siempre era fácil manipular a las mentes débiles, y la mente
de Boris era de plastilina.
Sería muy fácil llegar a las profundidades de su conciencia.
Por otra parte, era fácil con cualquiera de los soldados de Petrov.
Debido a que cada Byki era controlado... Por mí. Otra razón por la que
Petrov había decidido que necesitaba vivir, tenía a cincuenta soldados restantes
que había probado y alterado con un lavado de cerebro, permitiéndome probar
mis teorías sobre ellos hasta que los poseí.
Y podría poner a esos hombres contra él, con un sencillo chasquido de mis
dedos.
Con solo desearlo.
—Boris… —Incliné la cabeza hacia la derecha, mirándolo—. ¿Qué has
estado haciendo?
Se retorció en su asiento. Siempre lo hacían cuando hacía contacto visual.
—Spokoystviye. —Apenas susurró antes de parpadear y luego, parpadeó
más duro, como si no pudiera mantener los ojos abiertos.
145
—Ah, no, eso está mejor. ¿No te sientes mejor, Boris?
—¿Qué clase de vudú acaba de hacer? —Escuché murmurar a Chase detrás
de mí.
—Es la palabra para calmarse en ruso —explicó Frank, sorprendiéndome
con su conocimiento de mi idioma—. Es probablemente uno de sus
desencadenantes.
—Boris. —Le di una palmada al lado de la cabeza—. No te duermas, Boris.
Te dejaré dormir cuando me des respuestas.
—Estoy cansado —respondió.
—¡Por supuesto que sí! —Me reí en alto—. ¡Has estado haciéndolo durante
siete días seguidos!
—¿Sí? —Negó—. Tiene sentido, estoy muy cansado.
—Y hambriento. Te has estado quejando por la falta de comida durante
días... Pero lo peor es... la sed, ¿no?
Inmediatamente su voz se volvió ronca como si no tuviera nada de saliva
en la boca.
—Se siente como papel de lija.
—Y continuará sintiéndose de esa manera hasta que me des las respuestas
que necesito, pero no las que quieres que oiga, sino la verdad, ¿entiendes, Boris?
Asintió, o pareció hacer un movimiento cuando su cabeza cayó hacia
adelante, con la barbilla tocando su pecho.
—Sí, Nik.
—Sergio Abandonato. Entraste en su casa... dos veces. ¿Cómo?
—¿Cuál… vez? ¿Voy a recibir agua?
—Dame la respuesta primero, después discutiremos sobre el agua.
—Andi. —Su cabeza cayó hacia delante de nuevo.
Le di una palmada en la mejilla derecha.
—Permanece despierto, y explícate. ¿Andi sabía que te estaba ayudando?
—No. —Empezó a lloriquear—. ¡Tengo sed, Nik, dame agua!
—Boris. —Mi tono fue degradante—. Vody8 —Troné los dedos delante de
su rostro—. Buen trabajo, Boris. Tienes tu agua, ahora dime cómo irrumpiste en
la casa de Sergio.
—Andi tenía un dispositivo rastreador en su maleta, una cámara fue
colocada cerca de la manija. Era un regalo de su padre adoptivo, que fue traído y
dejado en la entrada de la cocina. —Boris respiró profundamente—. Fue pura
suerte.
—¿Y la segunda vez? —exigí.
—¡Estúpidamente! —gritó Boris—. No tenía protección en la casa. El 146
italiano pensó que había presionado los botones correctos, pero funcionó mal.
La alarma no se apagó como debería. Nuestro plan inicial era disparar la alarma
y agarrarlo, sabíamos que teníamos segundos, y que podíamos desarmar al
menos a cinco de los hombres que dejamos atrás. Enviaría a sus hombres con
ella, no con él.
Suspiré.
—Lo hiciste bien, Boris.
—Gracias por el agua.
—De nada, Boris.
—Una pregunta más y te permitiré dormir.
—Estoy tan cansado, Nik.
—Lo sé, Boris. Lo sé. —Me incliné y le susurré al oído—. ¿Petrov ya
terminó con los italianos?
—Por ahora —respondió Boris rápidamente—. Para lamerse las heridas...
Su hija necesita su ayuda.
—¿Hija?
—Maya. —Boris echó a reír—. Él va a matarla.
—Gracias, Boris. —Saqué un cuchillo de mi bolsillo y corté sus ataduras,
luego se lo entregué.
—Gracias por tu ayuda.
—¿Puedo dormir ahora?

8 Vody (ruso): Agua.


—Por supuesto, Boris. —Di un paso hacia atrás—. Nunca despertarás de
nuevo.
—¡Gracias! —Las lágrimas corrían por su rostro—. ¡Oh gracias!
Otro paso atrás.
—Degüéllate.
Antes de que los hombres que estaban detrás de mi pudieran decir algo,
Boris pasó el filo del cuchillo por su garganta y luego cayó muriendo en un
charco de sangre.
—Le podíamos haber disparado —ofreció Tex.
—No podía permitir que la sangre rusa estuviera en manos italianas.
Las arterias de Boris continuaron bombeando sangre por sus venas
cortadas... Lo vi, indiferente, la parte médica dentro de mí quería asumir el
control mientras él hipaba, luchando por un último aliento.
La muerte, en mi experiencia, siempre debía ser rápida.
Suspirando, me acerqué a él, agarré el cuchillo del suelo y corté el resto de
la arteria carótida debajo de su oreja izquierda. La sangre bombeó más
rápidamente, él gorgoteo se detuvo, y se quedó quieto, mientras los últimos 147
restos de vida lo dejaban.
—Tengo que admitir —dijo uno de los chicos, no podía decir quién era sin
darme la vuelta—. Hay algo extremadamente calculado en saber exactamente
qué arteria cortar. ¿Sabes algún otro truco?
Me di la vuelta para encontrar a Chase, mirando hacia mí, con una sonrisa
en su rostro. El hombre amaba aprender nuevas formas de tortura, me
sorprendió que no estuviera de rodillas a mi lado apuntando a la masa
sangrienta y haciendo preguntas como un estudiante entusiasta.
—Muchos. —Me puse de pie, limpiando el cuchillo en mis pantalones, y
haciendo una nota mental para quemarlos más tarde, eliminando así cabos
sueltos—. Pero necesitaría toda una vida para enseñártelos, y por la manera en
que manejas tu boca no creo que vayas a vivir mucho.
—Tiene razón. —Nixon resopló una carcajada y luego se apartó de la
pared—. Gracias Nikolai, te lo debemos.
—No. —Tragué el nudo de emoción en mi garganta, no porque la sangre
estuviera fresca en mis manos, la sangre estaba siempre fresca en mis manos,
sino porque nunca podría pagarles lo que hicieron por Andi—. Creo que todavía
yo les debo.
—En ese caso. —Frank sacó sus llaves—. Puedes comprar una caja de vino.
—Siempre con el vino. —Negué.
—El vino para Frank es a la vez una oferta de paz y una necesidad de vida.
Tómala. —Chase me dio una palmada en la espalda.
Salimos de la habitación mientras algunos hombres entraban, me
imaginaba que eran el equipo de limpieza de los Capos. Hablaron en voz baja
con Tex y Nixon, luego le dieron una mirada a Phoenix, mientras se dirigían
delante de nosotros hacia la salida.
Estaba claro que todavía había descontento entre las familias si no estaban
reconociendo a Phoenix.
Él había tomado el control como el jefe Nicolasi a pesar de que no era un
Nicolasi de sangre, y la sangre para los italianos, lo era todo.
Frank estuvo en silencio en el camino de vuelta a la casa de Nixon. Cuando
el auto se apagó, alcancé el mango, pero Frank puso una mano en mi brazo.
—Hablarás. En el funeral.
—Estaba pensando en ello. —También estaba horrorizado.
—Está bien —Frank soltó mi brazo—. Gracias.
—¿Cómo es que él...? —pregunté—. La verdad.
Frank se rió entre dientes.
—Ofrece todo lo que quieras... Tu poder de lavado de cerebro, la promesa
de ayudarlo a olvidarla. Siempre va a decir que no. ¿Por qué iba a querer olvidar
la parte más clara de su existencia?
148
—Porque de hecho… —Apreté los labios—. La oferta se mantendrá en pie
para él, es lo mínimo que puedo hacer... Si el dolor es demasiado.
—El dolor siempre será demasiado —susurró Frank—. La vida está llena de
dolor, igual que está llena de lamento. Es la forma en que reaccionamos a ese
dolor lo que define qué tipo de persona seremos. Si dejamos de sentir dolor...
¿Si dejamos de querer sentirlo? Es ahí donde pierdes tu humanidad. La
pregunta no debe ser, ¿debo olvidar el dolor? La pregunta correcta debería ser,
¿debería seguir viviendo, cuando ya no tengo ganas?
Sus palabras me persiguieron toda la noche mientras compartimos un par
de botellas de vino. Habían pasado años desde que me había permitido perder el
control y beber más de lo que mi cuerpo podía manejar.
Pero los italianos y su sonoridad tenían una manera de hacerme sentir
como de la familia, algo que nunca había tenido realmente.
Tenía a Jac.
Pero, ¿realmente contaba?
Nuestra sangre estaba manchada.
La sangre había arruinado mi línea entera.
Medio caminé, medio tropecé hacia el dormitorio que Nixon había
reservado para mí, me quité las botas, y tiré de mis pantalones, luego me saqué
la camisa. Completamente desnudo, jalé las sábanas y noté la figura de Maya.
La miré.
Desde los dedos de sus pies todo el camino hacia su boca.
Y casi me da un infarto cuando abrió sus ojos y dijo mi nombre.
—¿Sí? —le contesté.
—Estás desnudo.
—Estás en mi cama.
—¿Se suponía que debía estar desnuda también?
Apreté los dientes. Oh sí. Desnuda. Podría hacer mucho con su cuerpo
desnudo, retorciéndose, podía hacer muchas cosas, cosas que en realidad
recordara.
Con un suspiro, se movió a un lado, sus ojos mirando fijamente mi cuerpo,
sentía su mirada, sentía el calor del deseo crecer mientras se lamía los labios.
—Maya —dije entre dientes—. No podemos.
—Está bien. —Me alcanzó.
Traté de alejarla con suavidad, pero no estaba controlando mis
movimientos, y fue capaz de agarrar mi mano y deslizarme en la cama.
Caí sobre ella.
Quería hacer mucho más que estar sobre ella.
—Esto se siente... 149
—¿Correcto? —pregunté.
—No. —Frunció el ceño—. Se siente familiar.
Escucha más, habla menos. –Proverbio ruso

—¿Estabas soñando conmigo, zvezda moya9?


La calidez llenó mi pecho.
Mi madre solía llamarme su pequeña estrella. Era uno de mis recuerdos
favoritos de niña, una de las cosas raras que en realidad sí recordaba antes de
mi cumpleaños dieciséis. Los recuerdos de antes de esa fecha habían sido...
encerrados, o al menos eso parecía. Recordaba fragmentos, mi padre decía que
era debido al accidente de auto, al parecer el trauma había sido demasiado, y mi
conmoción cerebral me había causado efectos a largo plazo. 150
—Maya —Nikolai susurró mi nombre entre nuestras bocas, la mía unida a
la de él, haciéndome desear nada más que darle un beso, lo que no solo era
familiar, sino justo como él dijo, era... como si nos ajustáramos, como si
estuviéramos destinados a ser.
El miedo seguía allí.
Pero no era de él.
Era de nosotros.
Y no tenía idea por qué.
—¿Por qué frunces el ceño? —preguntó, con una mano acariciando mi cara
mientras la otra tomaba la parte posterior de mi cabeza, tirando de mí más cerca
de él.
—Dijiste que nunca hiciera preguntas —bromeé.
Sus labios se torcieron.
—Me lo merezco.
—No sé por qué… —Me mordí el labio inferior mientras las lágrimas se
acumulaban en mis ojos—. No tengo idea de por qué mi padre me envió a tus
oficinas, o por qué firmó sobre mi vida... Por qué lo aceptaste. Estoy confundida
más que nunca acerca de lo que realmente estamos haciendo con los italianos y
por qué juraron proteger a un odiado enemigo. Hay tantas preguntas que mi
cabeza da vueltas, pero sé la respuesta a una. Y si sé la respuesta a una, entonces
estoy bien, ¿verdad?

9Zvezda moya (ruso): Mi estrella.


—Por supuesto. —Se tensó ligeramente, como si estuviera conteniendo el
aliento—. ¿Y cuál es la respuesta?
—Tú —dije simplemente—. Todo lleva a ti. Todo. Y creo que, por ahora... —
Me moví hacia arriba, pasando mis labios por los suyos—. Eso es todo lo que
importa.
—Y si soy la clave tanto para tu supervivencia como para tu destrucción,
¿entonces qué?
—¿Quieres decir si el agua es veneno? —pregunté.
No respondió.
—Entonces quiero beber.
Pasaron dos segundos.
Dos breves momentos en el tiempo.
Cuando sentí que mi corazón se aceleraba y me pregunté si se igualaría al
suyo mientras Nikolai respiraba estabilizándose, entonces tragó.
Un latido en mi pecho, y sus labios estaban tocando los míos.
Dos latidos mientras mi corazón se aceleraba, y podía sentir el calor de su 151
boca mientras deslizaba su lengua a través de mi labio inferior.
Gemí en respuesta, estirándome y rodeando su cuello, agarrando puñados
de su cabello y tirando mientras su cuerpo se movía contra el mío. Sin romper el
beso, Nikolai encontró el dobladillo de mi camiseta de algodón, la levantó y la
pasó por mi cabeza, su boca se fue por unos segundos y con un chisporroteo de
calor, se encontraron otra vez, y otra vez. Cada vez que nuestros labios se
rozaban se sentía nuevo, y sin embargo familiar, como si hubiéramos
compartido cientos de besos, miles de abrazos.
Se echó hacia atrás y me ayudó a sentarme, sus músculos sosteniendo su
propio peso. La luz de la luna brillaba en todos los planos de su firme pecho.
Algo sobre la belleza masculina de Nikolai era letal, tan peligroso que mi
corazón se aceleró aún más. Frunció el ceño, presionando su palma en mi pecho
como si estuviera tratando de calmarme.
No estaba segura.
No en sus brazos.
Pero estaba donde debía estar.
Estaba completa.
La sensación se apoderó de mí con tanta verdad que quise llorar, como si
hubiera estado esperando toda la vida por este momento. Imágenes de nosotros
besándonos destellaron en mi mente.
Toqué los lados de su cara, mis manos se sumergieron en el calor de sus
mejillas.
—Nunca voy a ser libre de ti. —Nikolai giró su cabeza, susurrando contra
mi palma abierta, entonces su cabeza descendió lentamente mientras besaba mi
cuello, cada respiración hacía cosquillas en mi piel mientras su lengua dejaba
posesivos senderos húmedos en mi clavícula, sus labios chupaban mientras sus
manos se movían hacia mis caderas y abría mis pantalones cortos.
Tenía razón en una cosa, mientras sus suaves manos bajaban por la
sensible piel de mis muslos, ninguno de nosotros se liberaría de este momento,
nos iba a unir para siempre.
La respiración de Nikolai aumentó a medida que sus manos tomaban mi
trasero, y tiraba de mi cuerpo más abajo a la cama y luego apoyó una mano a
cada lado de mí. Sosteniendo su peso por encima, continuó besando mi brazo,
deteniéndose en mis manos, y luego chupando cada dedo, como si quisiera
saborear cada parte de mí y no se conformara con mi boca.
Casi salté de la cama cuando se movió a mis caderas.
—Sensible —reflexionó, pude sentir su sonrisa contra mi piel mientras
seguía besándome—. Podría tomarte así... —Su boca se movió a mi núcleo—. Y
así. —Dejé escapar un gemido lastimero mientras sensaciones hormigueaban en
espiral hacia el exterior, donde su boca me acariciaba—. Cada maldito día.
—Nik…
Con un gruñido extendió sus manos sobre mis caderas forzando mi cuerpo
hacia abajo cuando quería ir hacia arriba, para estar contra él. Era la tortura
más dulce, y un dolor creció dentro de mí. Cerré los ojos mientras una explosión
152
caliente se apoderaba de mí.
Se sentía de la misma forma que en mis sueños.
Solo que mejor.
Quería más de esas sensaciones, más de Nikolai. No, no más. Todo.
Necesitaba todo de él.
La policía ha confirmado que el Asesino del Muelle no es el sospechoso del
reciente homicidio en Pikes Market. –The Seattle Tribune.

—Moy10 —susurré contra su piel—. Moy. —Mi cuerpo gritaba mientras la


marcaba con besos. Mía, mía, mía, siempre había sido mía.
Nunca la había querido en papel.
Nunca necesité un contrato para saber a quién pertenecía.
Su cuerpo siempre me había pertenecido, desde ese primer beso, ese
primer contacto cuando reemplacé el dolor con placer, cuando la rompí. 153
Me maldije interiormente mientras borraba los recuerdos de una época
hace tiempo, cuando había sido la manzana en el Edén, colgando frente a mí, su
núcleo tan tentador y dulce. Una voz susurró en la distancia. Solo. Una.
Mordida.
Mordí.
Probé.
Caí.
Tal vez ahí fue donde me equivoqué. En el momento en que la vi, la había
deseado, añorado, y en toda mi existencia nunca había codiciado algo tanto
como la había codiciado a ella.
Era un pecado.
Desear a alguien tan desesperadamente que sacrificarías cualquier cosa,
vidas humanas reales, posiblemente tu propia alma, para tenerla.
Hice retroceder los recuerdos al hueco más alejado de mi mente,
centrándome en nada más que su placer, su liberación, mientras en silencio
esperaba que esto no fuera el catalizador para el desbloqueo de esa preciosa caja
de Pandora que había ayudado a cerrar hace tanto tiempo.
Su cuerpo respondió a cada uno de mis besos, a cada uno de mis toques...
Era adictiva para un hombre como yo, un hombre que rara vez mostraba
emoción, alguien que mataba de hambre la humanidad de otros, descubriendo
que deseaba su propio momento normal.
Chico conoce a chica.

10
Moy (ruso): Mía.
Chico se enamora.
La chica nunca se va.
Maya gritó de placer, besé la parte interna de su muslo, luego subí poco a
poco por su cuerpo, disfrutando de la forma en que se retorcía debajo de mí,
deseando más que nada llevarla a las mayores alturas.
—Eso se sintió... demasiado bien —susurró, con la boca hinchada.
Mi dureza contra su suavidad era casi demasiado doloroso de soportar.
Estiró sus manos, envolviéndolas con fuerza a mi alrededor. Siseé una
maldición.
—Muéstrame qué hacer.
—Tu cuerpo… —Susurré, moviéndome contra sus manos—. Siempre sabrá
qué hacer.
—Pero…
—Siente —ordené mientras me movía contra ella, luego retiré muy
suavemente sus manos, a pesar que se sentían tan bien. Dudé, disfrutando de la
mirada de odio en su rostro mientras jugaba con ella, frotándome contra su
cuerpo, chupando y mordiendo su labio inferior, desviándome a sus pechos. 154
—Nik...
Dudé, normalmente recurría a ese nombre solo cuando estaba recordando.
Mi cuerpo entero se tensó.
—Necesito... más. —Se movió contra mí, y luego cruzó los pies en mi
espalda.
Me deslicé contra ella, riéndome en su cuello antes de presionar un beso
con la boca abierta en su hombro y avanzar lentamente al interior de los cielos.
Su cabeza cayó hacia atrás, contra la almohada, mientras me movía.
No era suficiente.
Nunca sería suficiente.
¿Qué demonios estaba pensando? ¿Una vez con ella? ¿Un momento?
¿Había sido suficiente hace todos esos años?
No, había alimentado la adicción, la obsesión.
Y estaba añadiendo un líquido más ligero a las hojas secas y lanzando un
fósforo al aire, orando porque de alguna manera no iniciara un incendio.
Cada segundo que pasaba, me deslizaba más profundo, deteniéndome
cuando una mirada de puro asombro cruzó su rostro.
Nuestras bocas se encontraron en un frenesí de besos calientes mientras
me movía en su interior, estableciendo un ritmo rápido, solo para reducir la
velocidad mientras ajustaba el agarre de sus manos a mi cuerpo.
Fuimos hechos el uno para el otro.
Siempre lo había sabido.
Y ahora ella también lo sabía.
Traté de parar, queriendo que la sensación de plenitud en su interior
durara una eternidad, pero fue imposible.
Con una última estocada gasté lo que quedaba de mi energía, tal vez lo
último de mi alma, en ese momento.
La oscuridad de nuestra realidad descendió sobre mí, con un asfixiante
recordatorio de que lo que acabábamos de compartir tenía el poder de destruirlo
todo.
Pero en lugar de gritar de horror porque acababa de hacer el amor con un
monstruo... Maya abrió los ojos y mientras las lágrimas corrían por su rostro,
susurró:
—Igual que mis sueños.
Si tan solo supiera...
Nunca fueron sueños.
Sino recuerdos reales.
—Te amo —susurró—. Siempre te he amado.
155
Sus ojos se cerraron.
—Y ahora… —dije con voz temblorosa—. Podrás dormir.
Podía permitirle eso.
Los pequeños ladrones son colgados, los grandes escapan. –Proverbio ruso.

Mis sueños estaban llenos de Nik... No estaba segura de por qué su


presencia en ellos me resultaba tan familiar. Era como si en el momento en que
me pusiera a reír o llorar, él vendría a abrazarme y limpiaría mis lágrimas
diciéndome que todo estaría bien.
Su calor me rodeaba, y mi mirada buscó el reloj. Marcaba las 02:00 a.m.,
lo que significaba que todavía tenía unas horas más en sus brazos. Mis pesados
párpados se cerraron.
—¡Me duele! —grité—. Mucho. 156
—¿Sabías… —sonó a disculpa—... que algunos filósofos creen que el dolor
es solamente otro estado de conciencia? ¿Que podemos trascender si
permitimos que nuestra mente vea más allá de él?
—¿Cómo? —Apreté los dientes—. ¿Cómo puedo ver más allá del dolor?
—Céntrate en mi voz —instó, haciendo otro corte en mi brazo—. Me
detendré cuando dejes de reaccionar.
—Pero…
—Por favor. —Sonaba como si sufriera—. Por favor, inténtalo.
—¿Por qué? ¡Eres el único que puede parar esto! ¡Eres el que me está
lastimando!
—¿Qué pasa si te prometo placer después del dolor? ¿Y si te prometo algo
más?
Mi visión se volvió borrosa mientras el hombre de la máscara blanca
inclinaba la cabeza, examinándome, estudiándome.
—Te dije que lo intentaría.
—Te he sacado muy poca sangre, Maya.
—Voy a tener cicatrices.
—Las cicatrices nos ayudan a recordar... También son una manera de
hacernos olvidar... Te doy cicatrices en los brazos con el fin de imprimir algo
nuevo... Es imposible que tu cerebro recuerde eventos que nunca han ocurrido.
Por lo tanto, debo causar su aparición, ¿entiendes? —Otra marca. Grité—. No
se grabará si no te causo placer o dolor.
—Elijo placer.
Rió oscuramente.
—Todos eligen placer. Y yo siempre elijo dolor.
—Pero…
—Por ti… —Casi podía imaginar su sonrisa detrás de la máscara—. Te
regalaré ambos. El dolor debe ocurrir. De lo contrario, nos matarán a ambos.
Pero te puedo dar placer para que cuando sueñes, no haya oscuridad... —Tomó
mi mano y chupó cada dedo antes de besar mi palma abierta—. Sino luz.
Me desperté bruscamente con un jadeo.
Nikolai agarró inmediatamente mis hombros, moviendo mi barbilla hacia
él, mirando fijamente mis ojos como si esperara que me convirtiera en un
monstruo o algo así.
—Lo siento. —Tragué mientras mi corazón golpeaba contra mi pecho—.
Fue un sueño raro…
—Dime... —Su voz era ronca, con las manos clavándose en mis brazos
mientras me llevaba de vuelta a su regazo. Me senté con su cuerpo envuelto
alrededor del mío, con su barbilla apoyada en mi cabeza mientras frotaba arriba
y abajo mis brazos—. ¿Qué persigue tus sueños en la noche?
157
Me estremecí.
—Placer… —Suspiré—. Y dolor... Siempre juntos.
—Algunos dirían que son uno mismo.
—Eres doctor —dije en un susurro—. ¿Qué piensas?
Se quedó en silencio. Juro que casi podía oír los engranajes girar en su
cabeza.
—Tendría que decir que uno no puede existir sin el otro.
—Hmm.
Mi cuerpo se sentía pesado, pero no estaba segura de por qué, casi como si
hubiera tenido un sueño inducido por fármacos, tal vez eso es lo que causaba el
sexo en una persona.
Tan solo recordar cómo se había sentido estar en sus brazos, se me ponía
la piel de gallina por todas partes.
—¿Tienes frío? —Su boca encontró mi sien.
—No. —Sonreí—. Se me ocurre una muy buena manera de olvidarme de los
extraños sueños... Si estás dispuesto.
—Maya —gruñó en mi oído, sus manos ya vagando libremente por todo mi
cuerpo desnudo—. ¿No lo sabes? Cuando se trata de ti... soy completamente
incapaz de decir que no.
—¿Eso significa que por fin puedo hacer preguntas?
—Si puedes hablar, entonces no soy tan bueno en la cama como pensé.
Sus manos se posaron en mis pechos antes de que se riera contra mi cuello
y de un tirón me tumbara sobre mi estómago, después susurró contra la parte
trasera de mi cuello:
—Pero seguro, pregunta.
La deliciosa presión de tenerlo encima de mí era casi insoportable, no lo
podía ver, pero podía sentir su dura longitud cuando entró en mí.
—Yo…
—¿Sí?
Tenía tantas preguntas, y simplemente no tenía sentido restringirlas pero,
si dijo que respondería una...
—¿Cuánto tiempo hace que trabajas para mi padre?
Aumentó los movimientos. Gimoteé mientras respondía.
—Desde que tenías dieciséis años.
—Tú… —Apreté los muslos, luchando contra él, manteniéndolo fuera—.
Solo tenías veintitrés.
—Tenía alrededor de tu edad actual cuando empecé a trabajar a tiempo 158
completo para tu padre, sí...
—¿Qué tiene sobre ti?
Otro empuje.
—Me parece que sabes eso a estas alturas.
—¿Qué? —Mi visión se nubló mientras el placer explotaba por todo el
cuerpo.
—A ti. —Redujo sus movimientos con un beso en mi espalda desnuda y
susurró—: Siempre has sido tú.
No temo a mis enemigos porque lo más que pueden hacer es atacar. No temo a
mis amigos porque lo más que pueden hacer es delatarme. Pero tengo mucho que
temer de las personas que son indiferentes. –Proverbio ruso.

Petrov: Tengo dos chicas nuevas para ti cuando estés listo, se quejan de
dolor de estómago. Confío en que cuidarás del asunto.
Nikolai: La clínica está cerrada hasta que regrese.
Petrov: Saluda a los hijos de puta italianos por mí.
Nikolai: No iba a provocar a la misma bestia que te acecha, pero a cada
uno lo suyo.
159
Petrov: Ya no tengo interés en los italianos... El negocio es demasiado
bueno sin ellos cerca. ¿Envío a las chicas?
Nikolai: Le enviaré un SMS a Jac, les puede inyectar los primeros
tratamientos.
Petrov: Dale un beso a mi hija.
Nikolai: Pensé que eso estaba contra las reglas de nuestro acuerdo.
Petrov: Un pajarito me ha dicho que ya no importa. Tic-tac, Nikolai,
¿vas a confesar tus pecados? Espero tu regreso a Seattle.
No le contesté. Consiguió lo que quería. Sabía que no podía demostrar una
mierda, pero odiaba que me hubiera hecho sentir culpable y temeroso a la
mañana siguiente en lugar de emocionado.
Debería sentirme contento.
En cambio me sentía enfermo.
Estaba en el funeral de Andi, agarrando la mano de Maya tan fuerte como
era físicamente posible, y lo único que pensaba era en esos breves momentos de
placer entre sus brazos y en que quería más.
Si me hubieran dado la opción hace ocho años, aún hubiera estado en la
misma maldita posición.
Siempre había sido de ella. Siempre lo sería.
Y nunca podría decirle lo importante que era para mí sin exponer mis
secretos, poniéndola en peligro, y haciendo que me odiara para siempre.
Solté su mano y luego pasé los dedos a lo largo de la parte interior de sus
brazos, donde permanecían las cicatrices.
Seis cortes en cada brazo.
Doce cortes en total.
Todos menos dos eran laterales.
Hechos con el vidrio del automóvil en el que supuestamente se estrelló.
Los fragmentos fueron arrastrados por sus brazos para asegurarme de que
pareciera que habían arañado allí e hicieron los cortes.
El plan perfecto.
Ver algo que nunca debería haber visto.
El plan perfecto para forzar a una chica de veintitrés años al servicio de un
tirano.
—Un intercambio. —Petrov se encogió de hombros—. Tu padre dijo que
estabas de acuerdo.
Mi padre mintió, lo que significaba que le debía algo a Petrov mucho
antes de su muerte. Pero Petrov nunca aceptó el dinero, aceptó sangre. 160
Independientemente de lo rico que fuera, nunca podría pagar la deuda.
—Por supuesto —mentí sin problemas. Era tan bueno mintiendo,
haciendo que cualquiera creyera cualquier cosa, que resultaba casi aburrido—.
¿Qué es lo que quieres que haga Petrov? Además de dirigir una de tus
compañías de miles de millones de dólares y asegurarme de mantener tus
prácticas... privadas.
—¿Dije que necesitaba un contador? —Se me erizó la piel de los brazos.
No era bueno, no sería nada bueno—. Me dijeron que deseas llevar a cabo una
investigación ilegal sobre la propagación de enfermedades de transmisión
sexual, pero no consigues suficientes mujeres infectadas para poner a prueba
tus drogas ilegales.
—Esas drogas —escupí—. ¡Algún día curarán el SIDA! Bastardo. —Me
lancé contra él, pero fui detenido por dos hombres y luego recibí una patada en
el estómago.
Me doblé tratando de recuperar el aliento.
—Exactamente. —Sonrió Petrov—. Tengo chicas para darte... Pero
primero, deberás hacer algo para mí. Es fácil, realmente. Me han dicho que
puedes manipular la mente de la gente... Que estudiaste el poder de la
sugestión, la terapia de hipnosis. —Alzó un hombro—. Lavado de cerebro.
Las únicas almas a las que se lo había contado eran mi padre y la abuela.
Uno o ambos habrían tenido que decir algo.
A la persona más peligrosa que jamás había conocido.
—¿Y? —Sonreí—. ¿Necesitas que te haga olvidar tus pecados, Petrov?
—¿Los míos? —Rió en alto—. No, pero algunos de mis hombres...
necesitan ser controlados... Haz algún trabajo para mí aquí y allá, y asegúrate
de que tenga un control adecuado sobre mi negocio, y las chicas aparecerán
mágicamente en tu clínica en las noches.
—Un intercambio —susurré.
—Te rasco la espalda y tú rascas la mía. ¿Cuál es el problema? Necesito
gente en la que pueda confiar... Y tú necesitas salvar al mundo... ¿Por qué no
me permites ayudarte a hacerlo?
Le di la mano a Satanás ese día, y nunca miré hacia atrás por miedo de
enfrentarme a mi propio orgullo y convertirme en piedra.
—Y ahora, unas palabras de un buen amigo de Andi, Nikolai Blazik.
Sonó un jadeo colectivo, al parecer, no todos tenían conocimiento de mi
presencia.
Solté la mano de Maya y poco a poco me dirigí a la parte delantera de la
gran iglesia católica. Todavía estaba sorprendido de no haber llamado la
atención por las cosas que había hecho en esta vida.
Cosas que pagaría en la próxima.
No había escrito un discurso.
161
Tenía la esperanza de que mis palabras hicieran justicia a su vida.
—Andi —empecé, mi voz nunca vaciló mientras miraba sobre una multitud
de ciento cincuenta miembros de las más antiguas familias de la mafia italiana
en Estados Unidos. No parpadearía si alguien sacaba una pistola y apretaba el
gatillo. Lo esperaba, pero nadie hizo ningún movimiento brusco. Tal vez era
porque temían al Capo, o se sorprendieron al verme, un ruso, en su preciosa
Iglesia Católica—. Andi —comencé de nuevo—, era la luz en la oscuridad, el
sonido en el silencio y la risa en el viento. Estar a su lado era experimentar la
vida por primera vez, y sé que el mundo se ha vuelto un lugar más oscuro sin
ella. Como médico, me culpo por no haberla salvado. Es demasiado fácil estar
profundamente perdido en el orgullo de tus habilidades hasta que te enfrentas a
algo como el cáncer, algo tan devastador para el cuerpo humano que no tienes
más remedio que sentarte y mirar mientras corroe a los que más quieres. Ella
murió, pero su alma sigue viva en las vidas que tocó en las Cinco Familias. Pudo
haber tenido raíces rusas, pero su sangre —dije sonriendo—, era italiana, y Dios
ve la verdad, ¿no? —Algunas risas—. Bog vidit pravdu, Dios ve la verdad —
traduje—, y la verdad es que un ángel se ha unido al tribunal de los cielos.
Blagosloveniya11, Andi, vamos a echarte de menos.
Bendiciones, Andi, bendiciones mi querida amiga. Besé mis dedos alzando
la mano con el tercer dedo apretado a mi pulgar y luego levanté el puño y golpeé
mi pecho. El primero era un antiguo gesto de bendición, el segundo, de lealtad.
Se merecía eso.
Cuando tomé asiento, Maya tomó mi mano y la apretó. ¿Cómo había
pensado que alguna vez podría seguir viviendo sin ella?

11Blagosloveniy (ruso): Bendiciones.


No podía.
Ya no.
Incluso si eso significaba que me odiara para siempre.
La amaba lo suficiente para querer su mente libre.
Libre para elegirme.
Libre para maldecirme.
Solo... Libre.
—Estuviste maravilloso —susurró en mi oído.
—Moy —susurré—. Siempre serás mía. Gracias por estar aquí.
—Ah. —Sonrió—. Me las arreglé para hacer preguntas, ¿y ahora me estás
dando las gracias?
Mis labios se apretaron para no sonreír.
—Sí, bien, no te acostumbres a eso.
—Ruso duro de pelar ¿eh? —bromeó.
Nunca la dejaría ir de nuevo. Mi corazón latía por ella. 162
Una vez que la procesión del funeral terminó, fui hacia Sergio para
despedirme y Maya se unió a mí, ofreciendo sus condolencias.
De repente me sentí agradecido de que no hubiera conocido a Phoenix
hasta hace poco, habría descubierto una familiaridad entre ellos que yo aún no
estaba dispuesto a revelar.
Sus facciones le recordarían a las propias.
Conectar los puntos sería imprudente.
Por muchas razones. La principal es que el recuerdo también estaba
encerrado dentro de su cerebro, y sabía que si caía, todo lo demás lo seguiría.
Estaba claro que el sexo no había sido un gran detonante para ella, pero el
día era emocional y retador. Y no había terminado. Sabía que cuanto más
cansada estuviera, más tentada a bajar la guardia se encontraría.
Y cuando las protecciones de tu cerebro están abajo, no hay manera de
saber lo que puede entrar... o salir.
—Un paseo. —Phoenix me hizo una señal—. Haré que Bee lleve a Maya de
regreso al auto.
Besé la mano de Maya, y los dos esperamos hasta que estuvo fuera del
alcance del oído.
—Te preguntarás acerca de las casas de putas. —Phoenix deslizó un trozo
de papel en mi mano—. En las que mi padre estuvo involucrado, ya quedaron
atrás, pero hay dos direcciones que no han sido investigadas completamente...
Ambas son construcciones nuevas en las afueras de Seattle. Sergio intervino las
cámaras y pudo conseguir una transmisión en vivo. Diecisiete autos en poco
más de dos horas. Todos hombres de negocios, entrando en el pequeño edificio
por un rato, y luego saliendo.
Asentí, y mi vientre se tensó.
—Las chicas han estado mostrando más contusiones últimamente, la
enfermedad está comenzando antes que nunca. Las condiciones deben ser
nefastas.
—Es tu única pista, ten cuidado. —Phoenix se volvió hacia Maya y Bee—. A
Petrov no le gusta el hecho de que estés tratando de salvar a Maya y
exponiéndola a los federales al mismo tiempo.
—Petrov puede irse al infierno.
Phoenix se rió.
—No puedo decir que no esté de acuerdo, pero ten cuidado. Rara vez el
primer golpe es el que tira al gigante…
—No quiero destruirlo con un golpe... quiero lastimarlo, infligirle tanto
dolor a su persona que se olvide de su propio nombre —dije con voz tranquila.
Las cejas de Phoenix se elevaron.
—Bien entonces, con esa observación... te dejo, si necesitas un equipo de 163
limpieza, avísanos. Es lo menos que podemos hacer.
—Gracias.
Le tendí la mano. Él la estrechó.
—No significa que seamos amigos.
—¿Los rusos y los italianos? No me hagas reír. —Sonreí.
Phoenix se mordió el labio, dejó escapar otra risa y me enseñó el dedo
medio antes de alejarse.
Al llegar al auto, Maya estaba bostezando y haciendo crujir los nudillos con
nerviosismo.
—Entonces, ya comienza… —dije en voz baja.
—¿Eh? —Crujió los de la mano derecha y luego la izquierda como si notara
por primera vez que lo estaba haciendo. Hizo una mueca—. Lo siento, sé que no
te gusta. Es malo para las articulaciones ¿verdad?
—Sí. —Asentí—. Y esa no es la razón por la que lo odio.
—¿Es por el sonido?
—Más por el sonido al que me recuerda.
—¿Tronarse las articulaciones?
Me quedé mirando al frente y respondí.
—El sonido de un reloj en marcha.
No me beses y no me harás pecar. –Proverbio ruso.

El vuelo a casa transcurría sin incidentes. No dejaba de pensar en que


Nikolai me besaría, pero cada vez que me inclinaba, dejaba un beso en mi
mejilla y me decía que tenía que ir a dormir.
—¿Qué pasa contigo y dormir? —Mis ojos se humedecieron mientras
dejaba escapar un gran bostezo y trataba de cubrirlo con el dorso de mi mano.
Las cejas de Nikolai se elevaron.
—¿Cansada? 164
Lo miré.
Con una ligera risa me levantó en sus brazos y me llevó de vuelta a la
habitación.
—Dormiré justo a tu lado. Ha sido un largo día. Descansa.
—Pero quiero besarte.
—¿Y que bosteces mientras te doy un orgasmo? —bromeó, con la boca
curvada en una magnífica sonrisa—. En realidad, eso no hace mucho por el ego
de un hombre, Maya.
—Tu ego está muy bien, Harvard.
—Vi eso venir.
—Lo hiciste.
—Duerme. —Me besó en la frente—. En el momento en que despiertes,
estaremos de vuelta en Seattle y te sentirás mejor.
—Está bien. —Me quejé—. Pero no te vayas. Me siento más segura contigo
a mi lado.
—No deberías —dijo con voz cansada.
—¿Por qué? —Me di la vuelta sobre mi costado, y lo enfrenté, trazando el
contorno de su rostro con la yema de mi dedo—. Nunca me lastimarías.
—¿Qué pasa si ya lo hice? ¿Me perdonarías?
—Pero no lo has hecho. —Mi cabeza estaba empezando a palpitar—. Nunca
me has lastimado, y no creo que seas capaz de hacerlo.
—¿Qué pasa si escondí ese lado de ti con la estúpida creencia de que, si te
enamorabas del hombre que tienes delante, aceptarías incluso el más oscuro de
sus secretos?
—Me dijiste que durmiera, y ahora estás hablando de secretos. —Negué—.
Cualesquiera que sean los secretos que tengas, puedes confiar en mí.
—¿Y si mis secretos nos lastiman a ambos?
—Entonces los descubriremos juntos.
—Si tan solo… —Suspiró, moviéndose de un tirón sobre su espalda y
poniendo sus brazos detrás de su cabeza—. Fuera tan sencillo.
—Pero…
—Descansa —dijo poniendo dos dedos en mis sienes. Tenía razón... Tenía
sueño. No pude aguantar abiertos mis pesados párpados por más tiempo.

165
—Estaré allí —dijo Nikolai en el teléfono—. Acabamos de aterrizar.
Estaba tumbada en la cama. ¿Habíamos aterrizado? Y, ¿no tenía el
cinturón de seguridad? ¿Eso era legal?
—Te dije que estabas cansada. —La sonrisa de Nikolai era estrecha—. Haré
que alguien te lleve de regreso al apartamento. Surgió algo en la clínica.
—Iré contigo. —Me levanté y un fuerte mareo me hizo impactar contra el
suelo.
—Estás mareada. No serás de absolutamente ninguna ayuda.
—¿Por favor? —Sentía que me estaba alejando, como si no tuviera otra
opción, y no iba a dejarlo, no si podía evitarlo. Me empujó hacia él. Parecía que
tal vez me necesitara tanto como yo lo necesitaba, posiblemente más.
Bajó la cabeza.
—Bien, pero…
—Sé que no estoy vistiendo de negro.
—¿Cómo lo supiste?
—Tienes una cosa con la sangre manchando lo blanco.
—La tengo. —Pareció sorprendido de que hubiera sumado dos más dos.
—En realidad, tienes una cosa con la sangre derramada, pero creo que es
porque eres doctor. Tal vez te parezca un desperdicio.
—Tal vez. —Estaba perdido en sus pensamientos, o pareció estarlo, luego,
tomó mi mano y me ayudó a bajar las escaleras del avión.
Al cabo de treinta minutos estábamos en la clínica Pier. Jac nos estaba
esperando en el interior. Al instante en que puso sus ojos en mí, frunció el ceño.
—¿Qué está haciendo Maya aquí?
Nikolai abrió la boca para hablar, pero lo interrumpí.
—Le rogué que me dejara trabajar. No quería que me enviara sola a casa.
—¿A casa? —repitió—. ¿Están viviendo juntos ahora?
—No. —Sentí mi rostro sonrojarse—. No exactamente. ¿Sabes qué?
Todavía estoy realmente cansada, creo que iré a sentarme junto a la
computadora mientras ustedes dos conversan.
Jac parecía enojada. Su ceño era permanente y le temblaban las manos.
Me di la vuelta y me dirigí a la computadora. Ella caminó rápidamente detrás de
mí, con los tacones de sus botas golpeando el piso.
—Las dos nuevas pacientes fueron introducidas en el ordenador. ¿Por qué
no vas a recibirlas a la puerta como una buena asistente mientras hablo con
Nik? —Entrelazó cada palabra.
Me puse de pie con mis piernas temblorosas y caminé por el pasillo blanco
prístino mientras las luces se encendían por encima de mí. 166
Se escucharon dos golpes en la puerta.
Un guardia de gran cuerpo con la cabeza afeitada estaba apoyado contra la
pared de ladrillo, con un cigarro colgando de su boca.
—Ya era hora. —Sus palabras fueron pronunciadas con acento ruso. Me
recordó mucho a mi padre. Di un paso atrás con miedo—. ¡Vyydite iz
avtomobilya Suka! —Escupió, lo que se traducía libremente como sal del auto,
perra. Estupendo. Tal vez debería haberme ido a casa como Nikolai sugirió.
La puerta del auto se abrió, dos largas piernas pálidas salieron, las piernas
estaban unidas a una hermosa rubia alta en un vestido de cuero negro ceñido,
sus ojos azules brillaron con reconocimiento.
Miró al hombre, luego a mí, y luego de vuelta al hombre.
—¿Esto es una broma?
—Um, solo sígueme. —Metí mi cabello detrás de mi oreja y mantuve la
puerta de la clínica abierta.
—Perra. —Escupió, pasando y yendo por el pasillo hacia la sala de pruebas.
No entré con ella, me detuve en la puerta y se volvió hacia mí—. No te acuerdas
de mí, ¿cierto?
—Lo siento… —Hice una mueca—. No te conozco.
—Oh, que gracioso. —Puso los ojos en blanco—. No me digas que tu padre
te lavó el cerebro como a tu madre.
La miré sin comprender.
—Lo siento señorita, creo que se equivoca de persona.
—Maya. —Se rió de mi nombre—. Sabes, siempre me pregunté si
terminaría usándote como lo hizo con el resto de nosotros, pero al parecer no,
ya que trabajas para el doctor. Por otra parte, trabajas para él también, así que
sigues siendo una puta, solo que de un tipo diferente. —Me lancé hacia ella, pero
Nikolai me agarró por la cintura y me puso al otro lado de la chica.
—Maya, ¿por qué no vas con Jac?
—Está bien. —Me tragué la rabia y caminé por el pasillo con furia. Cuando
llegué al escritorio de la recepcionista, Jac ya estaba sentada en la silla, levantó
sus cejas cuando me senté con un ruido sordo y detuvo la hoja de cálculo.
—¿Tienes las bragas volteadas? —preguntó, su rostro parecía alegre pero
sus palabras se deslizaron a través del aire, como si estuviera siendo
pasivamente agresiva.
—Ahora no, Jac.
Se encogió de hombros y se inclinó hacia atrás en su silla mientras me
movía a través de las citas, encontré la hora correcta y marqué la visita de la
chica.
Era su tercera cita.
¿Jac no había dicho que rara vez llegaban más allá de la tercera cita? 167
—Ella es… —susurré, luego entrecerré los ojos a su nombre—. Galina
Ivanov. —Una visión de una pequeña chica dirigiéndose con exceso de velocidad
hacia mí en una bicicleta roja se deslizó en mi consciencia.
—¡Galina, espera! —grité riendo tras ella—. ¡Se supone que las amigas no
hacen trampa en las carreras!
—¡Te gané! —Rió, sus trenzas rubias volaron en el aire. Finalmente la
alcancé y me crucé de brazos.
—¡Eso está mal! —la regañé, medio tentada a empujarla de la bicicleta.
—Lo siento, Maya. ¿Aún somos mejores amigas? —Extendió su dedo
meñique.
Negué estirando mi dedo meñique y se rió.
—Mejores amigas para siempre, Galina, ¡lo sabes!
—¡Chicas! —gritó mi madre—. Entren por dulces... Maya, tienes que
cambiarte de ropa antes de que llegue tu padre, ya sabes cómo se siente acerca
de que te ensucies la ropa.
Me quejé en respuesta y entrelacé mi brazo con el de Galina mientras
íbamos a la casa.
Imposible. Me aparté del escritorio. Estaba teniendo algún tipo de crisis...
O algo así.
¿Por qué mi cerebro de repente recordaba eso? Y, ¿por qué Galina estaba
en la clínica?
Presa del pánico, ni siquiera pensé en las reglas. Tenía que saber. Corrí por
el pasillo con Jac detrás de mí. Cuando encontré la sala de prueba correcta,
empujé la puerta y entré sin aliento mientras Nikolai insertaba una jeringa en el
brazo de Galina.
Tenía los ojos abiertos.
Como si estuviera despierta.
Pero no se movía.
—Maya —dijo Nikolai con voz desinteresada—. ¿Hay alguna razón por la
que estés aquí?
—La conozco.
Se congeló, sus movimientos se detuvieron lentamente mientras
encontraba mi mirada.
—Disculpa, ¿qué dijiste?
—Galina. —Señalé a la chica inmóvil—. Ella fue... Creo... creo que fuimos
amigas, cuando éramos pequeñas. Tenía una bicicleta roja, ella también, ambas
tenían cestas... —Traté de aferrarme al recuerdo, pero se estaba escabullendo.
Nikolai dejó la jeringa.
—No te concentres en toda la imagen, céntrate en los detalles, en cómo olía 168
el aire, cómo sabía, qué sostenías en la mano ¿Te reías?
—¿Me crees?
—Lo hago. —Sus ojos se volvieron tristes.
—Lo siento. —Negué—. No… no puedo recordar nada más.
Sus hombros se tensaron.
—Muy bien, ya que eran amigas es posible que quieras permanecer aquí
durante el procedimiento.
—¿Procedimiento? —repetí.
—Está en un estado alterado de conciencia —explicó—. Muchas veces
hipnotizo a las pacientes para que no recuerden nada de lo que sucede después,
sienten dolor en el momento, pero no recuerdan lo que sintieron después. La
suya será breve, solo necesito sacar un poco de sangre, y la sangre siempre las
hace desmayarse.
—¿La hipnotizaste? —El miedo se deslizó por mi columna.
Nikolai se humedeció los labios.
—Sí... Porque al menos en su estado alterado, si le hago una pregunta va a
responder sinceramente, y cuando uno está relajado...
—Pregúntale sobre mí —espeté, sabiendo que estaba perdiendo la cabeza o
tenía algún tipo de descompostura. ¿En qué universo alternativo había entrado?
¿Uno donde había fragmentos de recuerdos de una niña con cola de caballo? Y,
¿por qué mi cuerpo no quería que recordara? No tenía idea que el accidente me
había hecho tanto daño.
Nikolai negó.
—No, podría ser peligroso.
—¿Por favor?
Con un profundo suspiro, Nikolai chasqueó los dedos, mirándome por el
rabillo del ojo.
Había algo familiar en sus movimientos, como una danza, un baile que me
hubiera enseñado y que había memorizado.
—Galina, soy Nik... ¿De qué conoces a Maya?
—Petrov —explicó Galina con voz adolorida—. Pensó que era bonita. —La
habitación pareció inclinarse y me dejó sin aliento, con la sangre golpeando mis
oídos—. Me dijo que podía ganar dinero una vez que mis padres murieran.
Nikolai sacó otro frasco de sangre, tiró de la banda de su brazo y luego
presionó una bola de algodón en la parte interior de su codo.
—¿Qué pasó, Galina? Puedes confiar en mí.
Galina sacudió la cabeza vigorosamente y luego comenzó a salir de la
mesa.
Maldiciendo, Nikolai chasqueó los dedos y dijo:
169
—Duerme.
Dejó de moverse.
Me quedé horrorizada, no por lo que hizo, sino por la facilidad con la que
lo hizo... ¿Alguna vez me había hecho eso? ¿Me lo haría?
No podía mirarlo.
El miedo y la culpa me invadían mientras la miraba sin expresión en mi
rostro.
—Mi padre... No lo haría... ¿Verdad?
—Es dueño de varios negocios lucrativos que tienen que ver con chicas
como Galina... No solo lo creo, lo sé. Ayudo a todas las que puedo, Maya, y eso
es todo lo que puedo decirte con seguridad.
—Está bien. —Di dos pasos hacia la puerta—. Yo... Tengo que ir a casa.
—Dile a Jac que está bien si cierra temprano para llevarte.
—Gracias. —Asentí y me alejé, porque no sabía qué más hacer, y gritar
parecía estar fuera de cuestión debido a que encontrar mi voz era casi imposible.
¿En qué estaba involucrado?
¿En qué tipo de mentira vivía?
Y la pregunta más importante...
¿Hubiera terminado como Galina… si me hubiera quedado con mi padre?
Uno no afila las hachas en el momento correcto, si no en el momento que son
necesarias. —Proverbio ruso.

Galina estaba enferma, muy enferma. La cepa de la sífilis había


permanecido en estado latente en su cuerpo durante demasiado tiempo. La
nueva cepa había sido rampante en los prostíbulos, infectando al menos a
cuatro chicas, matando a dos, aunque su desaparición no fue a causa de la
enfermedad, al menos no completamente.
No era algo con lo que pudiera ayudarla. Podría darle antibióticos, algunos
tratamientos con mi suero, pero la infección ya había debilitado su corazón. 170
Esta nueva cepa se había vuelto menos y menos sensible a cualquier tipo de
droga. Mi preocupación era doble, era importante mantener la enfermedad
contenida, pero también asegurarme de estar fuera del radar de Petrov para
tener más tiempo de estudiarla.
Si todavía estaba trabajando con el resto de las chicas, y le ponían otra
dosis de heroína, o la droga que sea que les daban con el fin de mantenerlas
leales, podrían hacer que su corazón se detuviera.
No vi ninguna marca, lo que me preocupó. Era la forma más barata para
inyectar droga a una persona.
¿Se habrían movido a otra cosa?
¿O simplemente estaba conectando una sonda intravenosa y
suministrando la droga así? Bastardo enfermo.
Limpié los últimos restos de sangre y traté de no pensar en lo que Maya
había visto. No podía detenerme ahora, no podía evitar que el resto de sus
recuerdos salieran a la superficie. Es curioso que uno de sus primeros recuerdos
fuertes fuera de la infancia y no de la experiencia más traumática de su vida.
Galina dejó escapar un suave gemido mientras volvía en sí.
—¿Nik?
—Galina. —Forcé una sonrisa—. Necesito que te muevas lentamente. Tu
cuerpo está muy enfermo. Débil.
—Dime algo que no sepa.
Con un suspiro, me quité los guantes y me lavé las manos en el fregadero,
mi cuerpo se tensó con disgusto mientras luchaba con mi conciencia para
hacerle la oferta que hacía a todas las pacientes.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó.
—No puedo decirlo, pero tu corazón podría detenerse si te obligan a
consumir más drogas... Podría ser esta noche, cuando estuvieras trabajando,
podría ser en meses a partir de ahora. Todo lo que sé es que pasará, con el
tiempo.
Se quedó callada.
—Confié en él.
Mi estómago se encogió.
—Fue agradable conmigo cuando mis padres murieron, ¿sabes? Siempre
llevando comida a casa de mi abuela. Incluso me compró una bicicleta de color
rojo para que coincidiera con la de su hija. Me trató como si lo fuera. Crecí
adorándolo, y luego... Cuando mi bahba12 murió, no me quedó nada. Solo tenía
quince años.
Mierda.
—Me dijo que tenía un negocio, pero que no era legal contratar a alguien
tan joven como yo, así que tendría que firmar un contrato y guardar silencio.
Pero el dinero... —Su sonrisa fue hueca—. Era increíble. Estaba ganando más de
lo que mis padres podrían soñar... Me quedé por el dinero, y cuando empecé a 171
odiarme a mí misma, me quedé por las drogas.
Bajó la cabeza mientras el agotamiento se apoderaba de sus facciones.
—Galina, sabes lo que voy a preguntarte.
—Sí —susurró.
—Tienes una opción. Puedes elegir la forma de morir. —¿Por qué estaba
teniendo problemas para pronunciar las palabras, ofreciéndole honor en su
muerte? Tal vez, por una vez en mi vida me estaba cuestionando si dar esa
elección estaba dentro de mi poder. Pero ir en contra de los deseos de mi
familia, en contra de Jac, parecía como pedir más problemas de los que valía la
pena. Además, no iba a vivir con miedo, ya no.
—¿Tú lo harías? —dijo Galina, sorprendiéndome.
En un rápido movimiento, le di una botella de píldoras que a todas luces
parecían de morfina, pero eran un placebo, azúcar y polvo. Entonces la
acompañé hasta la puerta.
—¿Terminaste? —El guardia, uno nuevo, le gruñó.
—Está limpia, pero tuve que recetarle algo para el dolor. Dígale a Petrov
que le dé lo mismo que ha estado suministrándole, que no duplique su dosis o
matará una cara bonita.
El hombre agarró la prescripción y asintió.
—¿La otra paciente? —pregunté, mientras miraba alrededor del callejón
oscuro.
Puso los ojos en blanco.
12 Bahba ruso): Abuela.
—Entró en la clínica hace horas, no ha salido desde entonces, y no puedo
esperar, póngala en un taxi o duérmala.
—Solo vi a Galina.
—La mujer se acercó y la agarró, dijo que se la llevaría.
—Claro. —Una sensación de hormigueo se apoderó de mí. Jac nunca había
hecho eso antes, sabía que iba contra las reglas, sabíamos lo que pasaría si
Petrov descubría su participación y la forma en que dirigíamos nuestra parte del
negocio.
—A la misma hora mañana por la noche, doc. —La puerta del auto se cerró
de golpe.
Poco a poco, entré de nuevo en el edificio y busqué en cada sala de examen
por la chica desaparecida.
Nada.
Las luces del vestíbulo estaban apagadas, pero la computadora estaba
encendida. Me acerqué para comprobar el nombre, pero solo uno estaba en la
lista, Galina. ¿Quién demonios era la otra chica? ¿Y dónde estaba?
Mis ojos comenzaron a ver borroso. Era el momento de volver a casa, pero
primero tenía que hablar con Jac y decirle que nunca se implicara de nuevo en
172
mis asuntos. Si necesitaba poner la ira de Dios sobre ella, que así fuera. Lo
último que necesitaba era perder a más familia.
Con el objetivo de evitar delincuencia en el centro, la policía duplicará sus
agentes de servicio durante las horas de la noche. –The Seattle Tribune.

Jac echó un vistazo a mi rostro pálido y me indicó que la siguiera hasta la


puerta.
—Nikolai dijo que podías llevarme... —Mi voz no dejaba de temblar.
¡Maldición! ¿Qué estaba mal conmigo?
—Claro que sí, cariño —dijo Jac con voz dulce, como si su actitud de antes
hubiera sido encendida con un interruptor. Me sentí cómoda una vez que
estuvimos en su Buick Encore negro. 173
Me estremecí a pesar de no tener frío.
Cuando llevábamos unos minutos en la carretera Jac comenzó a tararear,
era... extraño, el hecho de que no estuviera hablando.
Abrí la boca para decir algo cuando estiró la mano y me tomó del brazo,
sus uñas se clavaron en mi piel.
—Así que ya lo sabes.
—¿Saber? —repetí—. ¿Qué quieres decir? —Traté de liberar mi brazo, pero
era monstruosamente fuerte para estar a finales de sus sesenta.
—Lo que él hace, cariño. —Sus palabras eran agradables, su voz, sin
embargo, sonaba amargada, enojada, y dolida—. Trabaja con chicas que abren
las piernas, es por eso que su investigación es tan buena. ¿Nunca te lo
preguntaste? Es el único doctor que existe que puede estudiar enfermedades de
esa forma, que puede utilizar sus propios medicamentos no aprobados por la
FDA13. Lo que hace es importante, lo que hagas con esa información salvará tu
vida o la terminará.
Finalmente soltó mi brazo.
Me lo froté y me alejé de ella, de modo que la puerta y el cinturón de
seguridad quedaron a mi espalda.
—Nunca lo delataría.

13 FDA (Food and Drug Administration): Agencia del gobierno de los Estados
Unidos responsable de la regulación de alimentos (tanto para personas como para animales),
medicamentos (humanos y veterinarios), cosméticos, aparatos médicos (humanos y animales),
productos biológicos y derivados sanguíneos.
—Bien. —Jac asintió—. Aunque a veces, una promesa no es suficiente.
¿Quién puede decir que no se lo dirías a tu padre si amenaza tu vida?
—A mi padre… —Mantuve la voz indiferente—. No podría importarle
menos. Confía en mí, soy la última persona en el mundo que le importa.
—Una cortina de humo. —Jac se carcajeó.
Mierda, ¡estaba loca! ¿Nikolai lo sabía?
Miré mi brazo y fruncí el ceño, había una huella ensangrentada donde Jac
había estado agarrando.
Y dos huellas de manos más en el volante del auto.
Llegamos al edificio.
Con calma, abrí la puerta, le expresé mi agradecimiento, y me moví tan
rápido como me permitieron mis piernas hasta el ascensor, apretando el botón
más de lo necesario.
—Vamos, vamos. —Pisoteé un par de veces, y luego casi me da un ataque al
corazón cuando las puertas se abrieron y una persona tropezó frente a mí.
Estaba siendo ridícula. No era una virgen perdida en una película de
terror, subiendo las escaleras en lugar de bajarlas, o escondiéndose en el sótano. 174
Solo era Jac, había estado trabajando con Nikolai durante años.
Justo cuando estaba enderezando mis hombros y preparándome para
entrar en el ascensor, una mano agarró mi hombro desde atrás.
Me di la vuelta y grité.
Jac dio un paso atrás, con una sonrisa en sus labios mientras balanceaba
mi bolso.
—Supuse que querrías tus cosas.
—Lo siento. —Puse mi mano contra mi pecho mientras agarraba el bolso
con la otra—. Esta noche estoy un poco nerviosa.
—Eso digo yo también. —Su sonrisa congelada no se rompió. Me dio un
asentimiento y luego se dirigió de regreso al auto en marcha.
Sus manos estaban limpias de sangre.
Y cuando miré hacia abajo a mi brazo, solo tenía un ligero remanente de
color rojo.
¿Habría imaginado todo?
¿O ella estaba realmente loca como una cabra?
Mis nervios se dispararon en el momento en que llegué a mi piso y a mi
apartamento. Cerré la puerta, entonces comprobé, dos veces, que las cerraduras
estuvieran en su lugar. Una vez hecho eso, me acerqué a la nevera, saqué una
botella de vino frío y comencé a beber directamente de ella.
Un golpe en la puerta sonó diez minutos después de mi llegada y brinqué.
—¿Quién es? —pregunté, en lo que esperaba sonara como una voz
tranquila.
—Nikolai.
Segura.
Mi mente me susurró esa palabra una y otra vez, hasta que finalmente, di
los pasos a la puerta, la abrí y lo dejé entrar.
Se veía como el infierno.
Desde los círculos oscuros bajo sus ojos hasta la camisa blanca fuera de sus
pantalones.
Nikolai echó un vistazo a la botella de vino, la cogió de la encimera y
repitió lo que yo había hecho, beber directamente de ella.
—¿Cómo estás? —pregunté, uniéndome a él en el sofá de cuero blanco,
metiendo los pies debajo de mí mientras me devolvía la botella. Tomé un trago y
esperé.
Verificó su reloj, lo que era extraño, entonces me miró con completa
indiferencia.
—En exactamente cuarenta y dos minutos, estará muerta. 175
Di un grito ahogado mientras me arrebataba la botella de la mano y
tomaba al menos tres largos tragos.
—Tú... ¿La mataste?
Nikolai se rió, se rió como si estuviera haciendo una broma.
—¿Tú qué piensas?
Tragué y sacudí mi cabeza.
—Realmente no sé qué pensar.
—¿Apreté el gatillo? ¿Detuve su débil corazón? —maldijo entre dientes y se
pasó las manos por el cabello. Estaba haciendo tiempo, me di cuenta con aire
ausente, encrespando la parte de atrás de su cabello. Me gustaba eso; le daba un
aspecto menos controlado, más humano.
Tenía un hermoso perfil, algo por lo que imaginaba, los artistas matarían
por pintar o esculpir. Estiré la mano y toqué su rostro.
Sus ojos se cerraron como si mi toque lo calmara, y luego puso su mano
sobre la mía, sosteniéndola contra la aspereza de su barba de las cinco en punto.
—¿Me puedes tocar? ¿Puedes soportar verme? Incluso después de todo lo
que has visto hoy.
—Las ayudas —dije con voz débil—. O estás tratando de hacerlo...
—Ayudar… —Masticó la palabra—. Es una palabra tan débil, molesta, con
una miríada de tales significados que simplemente ya no la entiendo. Tal vez
nunca lo hice.
—¿Ya estás borracho? —bromeé.
Sonrió contra mi mano. Entonces, mientras la dejaba caer de su rostro,
apretó mis dedos con los suyos.
—Eres importante para mí, espero que lo sepas.
—Sí… —dije con voz ronca—. Creo que lo sé.
Acarició mi brazo y luego frunció el ceño mientras se inclinaba hacia abajo
y examinaba las marcas que las uñas de Jac habían hecho en mi piel, además de
la sangre que aún no había lavado.
—¿Qué es esto? —Su voz fría me dejó llena de temor.
Intenté zafarme.
—Nada.
—Maya —gruñó—. ¿Quién diablos se atrevió a ponerte una mano encima?
—Su voz era furiosa mientras sus ojos brillaban con rabia—. Dímelo. Ahora.
—Jac —dije con voz temblorosa—. Es como si simplemente... Se volvió loca
en el auto, me amenazó y luego no dejaba que me fuera... Creo que tal vez
trabajó demasiado o algo, porque ha estado actuando raro toda la noche, al
principio fue muy agradable, yo solo…
Nikolai me interrumpió con un beso, su boca presionada contra la mía tan 176
duro que caí de espaldas contra los cojines del sofá, su cuerpo caliente era a la
vez ardiente al tacto y reconfortante de un modo extraño. Cuando nos
separamos en busca de aire, tomó mi barbilla obligándome a mirarlo
directamente a los ojos.
—Yo me encargo de Jac. Solo hazme un favor... No te quedes a solas con
ella. La locura corre en la familia.
—¿Conoces a su familia?
Nikolai dudó, luego lo confirmó en un susurro tan bajo que casi no lo oí.
—Yo soy su familia.
Miró hacia otro lado y luego se movió para sentarse, separando nuestros
cuerpos.
—Soy su nieto.
Una risa nerviosa brotó de mi garganta, pero la suprimí.
—No vi ese giro en la trama. —Por lo general, suavizaba una situación
tenebrosa con una broma. Realmente necesitaba dejar de hacer eso—. Así que
debe ser muy protectora contigo.
Frunció el ceño, mirando a lo lejos.
—Le importo un comino. —Su risa era hueca—. Se preocupa por... la
tradición.
—No te entiendo.
—Todo hombre y mujer en nuestra familia, ha tenido la misma profesión
desde que tengo memoria... Mi padre rompió la tradición obligando a mi abuela
a asumir el... —Suspiró profundamente—. Negocio familiar. Seguí los pasos de
mi padre, no los de ella. Me ha estado presionando para hacer lo contrario.
Le tendí la botella de vino.
—Es probable que quieras más de esto.
—Probablemente. —La apartó—. Pero preferiría beber de ti.
—¿Quieres que vierta vino en mi boca para que puedas beber de mí? —
bromeé.
Se rió, una risa real que resonó en las paredes y el techo, solo para
envolverme con tanta fuerza, que supe que nunca sería libre de él, libre de la
sensación que tenía cuando estaba cerca.
Su risa se desvaneció cuando sus ojos se oscurecieron y se encontraron con
los míos.
—Quiero beberte. —Se inclinó hacia delante, y su lengua se deslizó en mi
cuello—. Degustarte... —Sus labios me dieron un beso en la mandíbula—. Y no
tener ningún sabor atenuado por el vino o algo tan común como la comida o
bebida. Quiero que tu singularidad ahogue mis sentidos, y lo quiero ahora.
Emociones corrieron a través de mí. 177
—Exigente. —Fue la única respuesta que pude darle mientras comenzaba a
tirar de la camisa blanca por encima de mi cabeza. Una vez que mis brazos
estuvieron libres, se encogió y luego siguió desnudándome. No protesté porque
no quise. Lo deseaba.
Y cuanto más tenía de él, más lo necesitaba.
Troné mis nudillos mientras un recuerdo en blanco pasaba ante mis ojos
para ser reemplazado por oscuros ojos cafés.
—Déjame probarte.
—¿Ahora lo pides? —Gemí—. ¿Cuando no has estado haciendo nada más
que ordenarlo en las últimas horas?
—Dolor que doy... Placer que busco —respondió—. ¿Dejarás que te toque,
Maya? ¿Lo permitirás? Por favor, di que sí, no creo que pueda sobrevivir sin
ello.
—Sí. —Me moví para que me alcanzara—. Sí. —Nuestras bocas se
encontraron. Sí, sí, sí.
—Déjame darte placer —susurró Nikolai—. Deja que te vea, toda, bajo la
luz, contra el blanco.
Hice lo que me pidió, quitándome el resto de mi ropa.
Nikolai se deslizó del sofá, arrodillándose, luego agarró mis muslos, los
separó y susurró:
—Y ahora, me arrodillo ante ti.
—Blasfemia.
—No, en absoluto. —Sus ojos se clavaron en los míos con reverencia—. La
blasfemia sería reemplazar a Dios... Simplemente hago honor a su creación más
perfecta, en la única forma que conozco.
—¿Con placer?
—Siempre... Placer es lo que busco.
Me paralicé.
Él también.
Su boca se abrió y cerró.
Pero en lugar de preguntarle, o permitirme sumar dos más dos, cerré los
ojos y dije:
—¿Qué estás esperando?
—Oh Maya, parece como si hubiera estado esperando años y años.
El último pensamiento cognitivo que tuve antes que su boca estuviera en
mí, fue la familiaridad de sus suaves movimientos.
Y cómo estar con él se sentía como volver a casa.
Como si hubiera escapado y me hubiera perdido. 178
Él me había dado un mapa.
Y había encontrado mi camino de regreso.
Antes de correr, hay que aprender a caminar. –Proverbio ruso.

Se durmió en mis brazos... Traté de fijar la vista en su ceño fruncido


mientras soñaba, igual que intentaba no sentirme culpable por el hecho de que
toda su existencia a mi lado era una mentira.
Una prueba gigante.
Todo llevaba de nuevo a mantenerla a salvo.
Miré alrededor de la habitación blanca.
Tan parecida a la que había ocupado tras ser secuestrada. 179
Idéntica a todas las habitaciones que Petrov utilizaba.
Igual que las máscaras blancas que el bastardo enfermo obligaba a la gente
a usar en sus fiestas.
Sus hombres nunca se daban cuenta de que eran traídos a mí, siempre
asumían que las máscaras significaban que irían a otra orgía. En su lugar, el
auto tomaba un desvío a uno de los muchos apartamentos.
No tenía fijación con la sangre, como ella había imaginado.
Odiaba el blanco más que a nada. Lo odiaba con una pasión tan ardiente,
que me tomó años disciplinarme para no vomitar cada vez que entraba en una
oficina moderna con accesorios blancos, o en un moderno apartamento. Tuve
que rodearme de él para dejar de reaccionar.
A Petrov le gustaba ver la sangre... Él eligió el blanco, no yo. Le encantaba
ver cuánto podía hacer a la gente sufrir. Y sangrar.
Y siempre mantenía cámaras vigilándome cuando hacía mi trabajo.
Excepto una vez.
En una ocasión, hizo una excepción.
No debería haberlo hecho.
Pero me negué a trabajar de otra manera.
Fue mi regalo para ella. El único que fui capaz de darle.
Gimió en su sueño, sabía de las pesadillas que la perseguían por la noche, y
era incapaz de detenerlas.
Con un suspiro, comprobé mi teléfono.
Jac: Me encargué de ello.
Nikolai: Gracias.
Jac: Es mi trabajo. Nuestro trabajo.
Nikolai: ¿Algo que decir sobre la chica que afirmas escapó cuando la
dejaste en la clínica?
Sabía que Jac estaba mintiendo, que tenía sangre en las manos, las mismas
manos que habían tocado a Maya.
Mi abuela finalmente había sido mordida. Añadí eso a la lista de cosas por
las que podría culparme a mí mismo.
Jac: No sé de lo que estás hablando.
Nikolai: Me voy a la cama.
Jac: ¿Ella está contigo?
Nikolai: Buenas noches, Jac.
No respondió. Si no hacía algo, frenarla, haría algo estúpido o terminaría
lastimándose a sí misma.
Después de haber desaparecido durante tanto tiempo, no pensaba que 180
fuera sabio tomar repentinamente otras vacaciones extendidas, ya sea para
matar a los miembros de mi propia familia, o para tirarla a los lobos. No sería
tan insensible, pero alejaría sus recuerdos lo suficiente para establecerla en un
hogar de retiro... Merecía paz. Al menos podía dársela de la manera correcta.
Las pesadillas del pasado de mi familia la habían perseguido durante
mucho tiempo, los pecados que solo ella cargaba sobre sus hombros, no eran su
responsabilidad, ya no. Era mía.
Una que seguro como el infierno terminaría conmigo.
Levanté a Maya en mis brazos y la llevé al dormitorio, la puse sobre el
edredón deseando decirle la verdad, pero ahogado en el temor de lo que eso
significaría para ambos.
Su padre accedió a nuestras condiciones siempre y cuando pudiera
demostrar que los falsos recuerdos habían quedado intactos.
Se suponía que le informaría después de un año.
¿Qué demonios le iba a decir ahora? Ella recuerda, pero ¿está bien porque
estoy vigilándola?
—Sin cabos sueltos. —Había dicho una y otra vez.
La única respuesta era encontrar las dos últimas casas en Seattle y
quemarlas. No terminar mi investigación era un pequeño precio a pagar para
salvar su vida... Si las casas se iban, entonces ella ya no sería una amenaza.
Lo que estaba encerrado en su mente era la clave para la ruina de su
padre... Ya que vio a una chica a la que nunca debería haber visto.
—Entiérralo —exigió—. No me importa cómo. Entiérralo, o ella muere.
—¡Es tu hija! —grité, ya en trance con la chica que había visto un puñado
de veces al lado de su padre. Yo la protegía, era parte de mi trabajo, y ahora
me estaba pidiendo retroceder de mi juramento.
—¡Sabe demasiado! —espetó—. O la matas, o la haces olvidar...
—Es demasiado joven —argumenté—, para alterar sus recuerdos a esta
edad... Para reemplazarlos tendría que crear un verdadero trauma, recuerdos
reales para encubrir los otros, ¿no lo ves? Su cerebro es demasiado fuerte, no
es uno de tus soldados de infantería. ¡Podría morir!
—No me importa si tienes que borrar toda su maldita memoria,
simplemente hazla olvidar. Te pago para hacer que la gente olvide.
Le vendaron los ojos, la ataron a una de las sillas de metal en la sala
blanca, sangrando profusamente. Si no detenía la hemorragia, estaría
demasiado débil para pasar por el proceso.
—Maldita sea, Petrov, tiene dieciséis años. Simplemente sobórnala con un
auto nuevo.
Caminé a un lado de la habitación, el cuchillo apretado en mi mano.
Nunca debí decirle que sí, nunca debí permitir que me sobornara. Por otra
parte, si no lo hubiera hecho, Maya habría muerto. Él no daba el trasero de
una rata por ella. Era una abominación para él, nacida fuera del matrimonio
181
entre su esposa y un mafioso italiano.
—No. —Su padre pronunció una maldición en ruso—. Es una carga. Haz
que se vaya o muere, y su muerte estará en tus manos.
No tuve elección.
—Bien —dije en voz baja—, pero trabajo solo, vete.
Petrov vaciló brevemente. Crucé los brazos.
—Sin cámaras. La última cosa que necesitas es que esto regrese a ti.
Ella gimió, su cabeza cayó hacia adelante. Mierda, iba a perder el
conocimiento pronto. ¿Qué diablos le había hecho? El médico en mí dio un
grito de indignación, el monstruo se frotó las manos. Petrov se dirigió a la
puerta y desconectó la cámara. Con una última mirada de advertencia, salió y
cerró la puerta tras él, dejándonos en la oscuridad.
Alcancé la máscara blanca con manos temblorosas, luego la até muy
lentamente alrededor de mi cabeza.
Me disculpé con ella, en mi cabeza por supuesto, y juré que algún día la
salvaría. Simplemente no ahora. Recé para que comprendiera, para que un
día me diera las gracias.
Esperaba que Maya se desmayara. Tenía dieciséis años, hermosa, pero
tan joven. Levantó la barbilla como queriendo decir, ¡Hazlo peor! Y tuve que
respetarla en ese momento. Cariño, lo haría peor, y luego, cuando jurara
fidelidad... Haría mi mejor trabajo y salvaría su vida.
Paré de mirar su figura durmiendo y, de espaldas a la cómoda, una de las
máscaras de color blanco cayó al suelo.
Puse detonantes simples por todas partes en el apartamento y nada,
habíamos hecho el amor un par de veces... Y todavía nada extraordinario aparte
de Maya recordando a su amiga de la infancia.
Tal vez, solo tal vez, era mejor de lo que pensé originalmente.
Me aferré a ese pensamiento mientras levantaba la máscara a mi cara y la
miraba por última vez, como el monstruo del que no tenía ni idea que había
invitado a su cama, a su corazón.

182
La lengua del tonto corre más que sus pies. –Proverbio ruso.

Estaba calentita. Me acurruqué en los fuertes brazos y dejé escapar un


suspiro de felicidad. Nikolai besó mi sien y me dio la vuelta.
—Eres tan hermosa —susurró con los ojos vidriosos, como si no hubiera
dormido en toda la noche.
—¿Qué pasa? —Empecé a levantarme.
Abrió la boca para hablar y sacudió la cabeza.
—Tenemos que volver al trabajo hoy... Y me va a tomar un montón de 183
esfuerzo mantener las manos lejos de ti.
Me reí, escondiendo el rostro en su firme pecho.
—Tengo que admitir que siempre me ha gustado la idea del prohibido
romance de oficina... ¿Quieres que me recoja el cabello con un lápiz y use
tacones altos?
Gruñó. Cubrió mi boca con la suya y me empujó contra las almohadas.
—Vamos a llegar tarde.
—Mírate... Tan puntual —bromeé amorosa, finalmente estaba bajando la
guardia conmigo, sonriéndome, haciéndome creer que aunque estuviera hasta el
cuello profesionalmente con mi padre, no haría absolutamente nada para
lastimarme.
—¿Por qué puntual suena tan erótico cuando viene de esa malvada boca
tuya?
Mordió mi labio inferior y luego profundizó el beso, tirando de las mantas
para descubrir mi cuerpo desnudo mientras intentaba despojarse de las prendas
arrugadas con las que se había quedado dormido.
En cuestión de minutos se había ido la barrera de la ropa, y me levantaba
en brazos para llevarme a la ducha. Dejé escapar un chillido.
—Pensé que íbamos a tener una mañana tranquila. ¿Qué pasó con el sexo?
—¿Quién dijo que el sexo tiene que ser siempre en la cama? —respondió
justo antes de que, literalmente, me lanzara a la ducha, entonces me inmovilizó
contra la pared y metió la lengua en mi boca.
Eso. Era. Todo.
Sabía cuándo ser agresivo, cuándo ser suave, y necesitaba agresividad esta
mañana después del episodio con Jac.
Me levantó con facilidad en el aire, empujando mi espalda contra la fría
pared de azulejos y luego se sumergió en mí.
—Guau. —Casi me deslicé hasta el suelo porque la fuerza de sus golpes me
hizo ver estrellas.
—Esto… —Capturó mi boca una y otra vez, haciendo coincidir sus
movimientos sin esfuerzo, lo que me hizo perder la razón, era solo sensaciones—
. Quiero esto de ti... Todos los días... Te quiero... Así... Es solo que… —Dejó de
hablar, permitiendo que su cuerpo se moviera dentro del mío.
Era perfecto.
Él era perfecto.
Estaba tan cerca, mis manos trataban de agarrar con avidez todo lo que
pudieran para conseguir más roce cuando finalmente encontré mi liberación.
—Te amo —dije accidentalmente en voz alta.
Era imposible ver su rostro mientras me deslizaba por la parte delantera
de su cuerpo mojado, esperé a que el monstruo saltara. 184
—Bien. —Me besó suavemente, luego exhaló como si se sintiera aliviado—.
Porque te he amado por un largo tiempo.
—¿Qué?
—Debemos prepararnos. —Se apartó de mí, y luego me dio una palmada
en el trasero juguetonamente—. No querrás que tu jefe te despida.
—Nikolai, ¿no deberíamos hablar…?
—Lo haremos —me interrumpió—. Ahora no... Pero pronto.
Sus palabras me dijeron que estaba contento, pero su lenguaje corporal no.
Sus movimientos eran rígidos, y luego dejó escapar otro suspiro mientras se
quitaba el resto del jabón.
¿Qué acaba de suceder?

Las cosas se pusieron más raras según avanzaba el día. Cuando estaba en
mi oficina estaba nervioso, callado. Luego se disculpaba. Yo le decía que estaba
bien, pero algo me decía que era mi culpa. Si no hubiera dejado escapar esas dos
palabras…
—Idiota —murmuré para mí misma. ¿Le digo te amo al primer chico con el
que duermo? Puede que mi padre estuviera en lo cierto al mantener a todos los
chicos lejos de mí, al menos Nikolai no se había enfrentado a algún tipo de
accidente loco por compartir mi cama.
Solo podía imaginar lo que haría mi padre si supiera que Nikolai y yo
estábamos involucrados, teniendo en cuenta que el contrato lo advertía
específicamente.
Hablando del contrato... ¿Ahora era nulo? ¿Seguía siendo una prisionera?
¿Importaba? ¿Me quedaría si me hacía pedazos? Tragué con fuerza el nudo en la
garganta. Sí. Me quedaría. Porque lo amaba. No podía explicarlo, pero era como
si una parte de mí estuviera atada a él. Era un pensamiento aterrador, uno que
no importaba cuántas veces tratara de justificar, no podía. Era un sentimiento
en el fondo de mi alma, un sentimiento de rectitud.
—¡Esfuérzate más! —gritó Nikolai en el teléfono. Se apretó el puente de la
nariz mientras miraba por la ventana de espaldas a mí—. Tienes razón. Lo
siento. Tal vez no está en Seattle. —Dio una breve inclinación de cabeza—. Sé lo
que dice su información, pero necesitamos... —Un suspiro de impaciencia
terminó en una maldición—. Bien.
—¿Todo bien? —le pregunté, esperando que no me arrancara la cabeza por
preguntar—. ¿Estás bien?
—No. —Metió las manos en los bolsillos y miró por la ventana el paisaje
urbano de Seattle cubierto por los rayos del sol estallando entre las nubes—. No
lo estoy.
185
—Puedes hablar conmigo. —Me puse de pie y lentamente fui hacia él—. Lo
sabes ¿verdad?
—De eso se trata… —Suspiró, frotando la parte posterior de su cuello—. No
puedo... Realmente no puedo.
—Pero…
—Maya —dijo volviéndose—, ojalá pudiera. Créeme.
Me quedé mirando el suelo, crujiendo los nudillos con nerviosismo
mientras Nikolai se mecía sobre los talones, atrás y adelante.
El movimiento, tan familiar... Hipnótico.
Ida y vuelta, ida y vuelta.
Me crují los nudillos de nuevo.
Nikolai me agarró la mano con firmeza.
—¿Que está pasando?
—Tus zapatos… —Sentí que mi visión se desenfocaba—. No. No son tus
zapatos. Lo siento, es la forma en que estás moviéndote.
La comprensión cruzó sus facciones, aunque no tenía idea de por qué. Miré
de nuevo hacia abajo a sus zapatos. No pude evitarlo.
Poco a poco, Nikolai levantó la mano hasta mi rostro. Pensé que iba tocar
mi frente, ¿tal vez estaba enferma?
En su lugar, me cubrió los ojos con la mano, por lo que mi única opción fue
mirar hacia abajo, al movimiento de sus zapatos, mientras se balanceaba atrás y
adelante.
Igual que en una película de terror, algo pasó por mi mente.
Vi sangre en sus zapatos, gotear, gotear, gotear.
Con un jadeo me separé.
—Maya, ¿qué viste?
—Sangre. —Di un grito ahogado—. En tus zapatos.

186
Llámame como quieras, pero dame un poco de vodka. –Proverbio ruso.

Dejé salir una maldición y retiré mi mano, sus ojos estaban vidriosos por
las lágrimas contenidas.
—¿Me estoy volviendo loca? Sé honesto.
Ojalá fuera así de simple, hacer un sencillo diagnóstico sobre la
inestabilidad mental, escribirle un guion y seguir adelante con nuestras vidas.
No, su realidad era mucho más trágica, por lo que me dolía todo mi ser
pensar en ello. 187
—¿Nikolai? —suplicó, su voz suavizándose con miedo.
—No. —Suspiré, alcanzando su mano, y entrelazando nuestros dedos.
Podía sentir mi corazón golpeando contra mi pecho. Exhalé. Inhalé. Exhalé. ¿Y
cuando la miré? Fue como si todas las funciones naturales de mi cuerpo
necesitaran esforzarse más. Tuve que decirme que debía respirar, obligándome
a pensar correctamente.
La información que Phoenix me había dado era inútil. Aunque habían
tenido éxito pirateando las cámaras de Petrov, seguían teniendo problemas para
localizar las ubicaciones reales.
Cada ubicación investigada era una pista falsa.
Phoenix creía que la ubicación real estaba en algún lugar dentro de la
cabeza de Maya, estaba de acuerdo con él, porque fui yo el que cerró la puerta y
tiró la llave, maldición.
—Si te pidiera un favor… —Iba a mentirle, otra vez—. Pero no pudiera
decirte el porqué...
Se encogió de hombros.
—Depende del favor.
—Maya, soy muy bueno en lo que hago, ¿por qué no te induzco un estado
alterado de conciencia? Podemos hablar de la sangre, probablemente
descubriremos por qué estás teniendo esas visiones.
Frunció el ceño.
—No sé… —Entonces miró hacia otro lado—. Mi padre siempre era muy
supersticioso con la hipnoterapia. Decía que era trabajo de demonios.
Irónico que el diablo le advirtiera del diablo.
—Es completamente seguro. —La tranquilicé—. Y tengo un motivo ulterior.
—Oh. —Dio un paso hacia atrás—. ¿Y cuál es?
Me preparé para la mentira, forzando a mi cuerpo a relajarse, permitiendo
que una sonrisa fácil se deslizara en mi rostro.
—Bueno, Phoenix cree que tu padre todavía tiene a algunas chicas
encerradas en prostíbulos, pero cada ubicación que comprobamos es un callejón
sin salida. Por lo visto, aún hay dos casas en operación. Pudieron engancharse a
la señal de la cámara en vivo, pero la ubicación es confusa.
—¿Y piensas que sé dónde están? —preguntó dudosamente—. Mira, mi
padre rara vez me permitía estar cerca de sus negocios, y eran los legales... Mi
madre y yo éramos trofeos desfilando en las cenas con políticos, no teníamos
que guardar sus secretos porque nunca los decía. No hay razón de que nos dijera
nada.
Presioné más.
—Sin embargo, la mente… —Lamí mis labios, odiándome de nuevo por
tratar de manipularla, pero necesitaba que dijera que sí. Si decía que no, lo haría
de todos modos, y no estaba seguro de querer seguir viviendo sabiendo que todo 188
lo que teníamos estaba basado en mentiras. Quería decírselo, y lo haría, después
de destruir todo, después de darle una razón para quedarse. Después de
demostrarle que iba a pelear contra su padre y ganar—. Es poderosa, puedes
haber visto algo y no ser plenamente consciente.
Maya sostuvo mi mirada en silencio durante unos segundos.
—¿Me amas?
Eso no era lo que esperaba. Ni un poco. Por lo menos en eso podía darle
una respuesta honesta.
—Sabes que sí.
—Entonces confío en ti.
No debería.
No debería amarme.
Pero estaba demasiado profundo en las aguas oscuras sobre mí, sobre
nosotros. La única salida era tomar aire, juntos.
—Gracias. —Tendí la mano y la conduje fuera de la oficina, diciéndole a mi
recepcionista que tomara mis mensajes mientras llevaba a Maya hasta su
apartamento.
Nunca había estado nervioso por volver a entrar en la mente de una
persona, en raras ocasiones ocurría. Solo tenía que recordarme no pasar a la
siguiente caja, así era como se lavaba el cerebro. No cerrabas y alejabas todo,
sino que lo hacías por separado, dándole a cada recuerdo un disparador
diferente.
El detonante principal era el sexo, ver a su padre teniendo sexo con las
prostitutas mientras los hombres observaban.
Tenía que pasar por alto ese recuerdo con el fin de llegar al anterior, que
era lo que sucedió en la casa de prostitutas en primer lugar. Dijo que estaba
buscando a su padre, lo que significaba que sabía a quién preguntar y a dónde ir
con su auto nuevo.
—Pareces nervioso —dijo Maya con voz tensa, luego rió torpemente—.
¿Debo preocuparme?
Sonreí con confianza.
—Será igual que si tomaras una corta siesta. Lo juro.
Exhaló una vez deslicé la llave en la cerradura y entramos al apartamento.
—Entonces, ¿dónde me tumbo?
—Te quedarás de pie.
—¿Qué?
—Es broma. —Su aturdida expresión no tuvo precio, y me tranquilizó—.
¿Por qué no vamos al dormitorio?
189
Sus tacones hacían clic sobre el suelo de mármol. Seguí el balanceo de sus
caderas mientras caminaba delante de mí y luego se quitaba los zapatos y se
acostaba sobre la cama, su cabello parecía una corona sobre la almohada.
Estaba teniendo segundos pensamientos.
Terceros pensamientos.
¿Quizás cuartos pensamientos? ¿Era posible?
—¿Así está bien? —preguntó, tragando.
Cerré la puerta detrás de mí y bajé las luces, luego me aclaré la garganta.
—Perfecto, Maya.
Se estremeció.
—Tienes frío. —Noté la piel de gallina que brotaba en sus brazos,
rápidamente tomé la sábana de una silla cercana y la cubrí—. No tienes que
estar nerviosa, seré rápido.
—Apuesto a que dices eso a todas las chicas en la cama. —Me lanzó un
guiño. Su sonrisa confiada casi me hizo ceder.
Casi.
—Muy divertido. —Puse mis manos en su brazo derecho, sobre el primer
corte, la presión le sería familiar, aunque solo en lo profundo de su mente, en la
parte superior simplemente estaba tocando su brazo, nada más—. Ahora, cierra
los ojos.
Hizo lo que le pedí.
—Voy a contar hasta cinco, con cada número ascendiendo necesito que
tomes una respiración profunda y luego exhales, ¿puedes hacer eso?
—Sí.
—Fantástico. —Bajé la voz—. Uno. —Inhaló y luego exhaló lentamente—.
Dos. —Repitió el proceso—. Sigue respirando Maya, quiero que pienses en tu
lugar favorito en el mundo. Quiero que vayas allí, en tu mente, en este
momento. —Suspiró—. ¿Tienes ese lugar en tu mente?
—Sí.
—Tres. Inhala de nuevo, exhala lentamente. —Siguió mis instrucciones—.
Quiero que te sientes en ese lugar, y mientras te sientas, quiero que te
concentres en tu respiración dentro y fuera, dentro y fuera... Existes para
respirar, existes para eso simplemente.
Su cuerpo empezó a relajarse, presioné más fuerte su brazo.
—Cuatro. Inhala, exhala. Tu cuerpo está comenzando a sentirse muy
pesado, es normal, la presión que sientes en tu brazo es como arena dentro de
tus extremidades, mientras presiono, imagina la arena añadiendo peso,
permitiendo que tu cuerpo se relaje totalmente en la cama. Estás tan relajada
que incluso tu respiración se ha ralentizado, tu pecho sube y baja con lentitud.
Sientes que tu ritmo cardíaco coincide con tu respiración mientras tu cuerpo se
vuelve más pesado. —Moví mi mano a su pecho y presioné—. Y más pesado.
Su respiración se ralentizó.
190
»Bien Maya, lo estás haciendo muy bien. Recuerda, estás en un lugar
seguro, nadie puede hacerte daño ahí. A la cuenta de cinco voy a chasquear mis
dedos y vas a entrar en un sueño tranquilo, cuando chasquee los dedos dos
veces seguidas, te despertarás fresca y con energía. —Sostuve en el aire mi mano
derecha, inseguro de si debería continuar. Pero era nuestra única esperanza
para descubrir dónde llevaban a las chicas, destruirlos antes de que Petrov
descubriera que estaba recordando. Tenía que estar un paso delante de él.
—Cinco —susurré, y entonces chasqueé mis dedos. Su cuerpo se quedó
completamente flojo—. Es el día de tu cumpleaños número dieciséis —susurré—.
Estás muy emocionada de encontrarte con tus amigos para una fiesta en el
centro de Seattle. Quieres conducir, tu madre te dijo que necesitas pedir
permiso primero a tu padre pero no lo puedes encontrar, ¿dónde está?
—No lo sé —dijo Maya con voz clara—. ¡Lo busqué por todas partes! Le
envié mensajes de texto, lo llamé, todo se iba al buzón de voz.
—¿Qué haces Maya? ¿Me puedes decir lo que estás haciendo?
Todo lo que necesitaba saber era cómo descubrió su paradero. Si la llevaba
demasiado al pasado, a la siguiente caja donde vio a su padre en la casa de citas,
todos los recuerdos que había encerrado apretarían el gatillo, y eran frágiles ya,
ella era demasiado frágil.
—A mi madre no le importa, y si no salgo pronto voy a llegar tarde... Mi
padre siempre se niega a dejarme entrar en su oficina, está siempre cerrada de
todos modos, pero fuerzo la cerradura... Los hombres se han ido y también él.
Siempre ha sido paranoico sobre la tecnología, mi madre le hace una nueva
agenda cada año para Navidad. Tal vez esté en su oficina.
—Bien, Maya, ¿qué sucede después de que fuerzas la cerradura?
—Es fácil. Demasiado fácil. —Maya se movió un poco en la cama, con los
brazos fuera del colchón, como si estuviera caminando—. Su oficina es muy
básica, sin computadora, solo archivos y un escritorio. El cajón del medio tiene
un cerrojo. Fuerzo esa cerradura también. Cuando el cajón se abre, veo su
agenda.
—¿La recoges?
—Sí. —Maya empieza a temblar—. La recojo y encuentro rápidamente la
fecha, dice que tiene una cita a las tres de la tarde.
—¿Dónde Maya? —Increíble, su estabilidad mental es asombrosa. No
contesta—. Maya, ¿dónde está?
—Está en… —Sus ojos se aprietan como si estuviera tratando de repeler el
recuerdo—. Está en… —Mierda tal vez bloqueé el recuerdo y lo oculté muy
profundo—. En Seattle. —Sacude la cabeza—. No, espera... Hay números... Y
debajo dice nueva construcción. Recuerdo que habló de unos edificios de
oficinas que estaban en Everett, junto a los muelles.
—Bien hecho Maya, ¿hay una dirección con los números?
—Está… —Su respiración comienza a acelerarse—. Tan oscuro.
—No vayas tan rápido Maya, recuerda que estás a salvo, no necesitas 191
visitar ese lugar, solo dime dónde es.
—¡Está muy oscuro! —Se retuerce en la cama—. Entro, no debería entrar,
pero voy. ¿En qué me estoy metiendo? Parece abandonado, pero abro la puerta
de todos modos. Está oscuro a mi alrededor, lo intento con la primera puerta, la
segunda, la tercera y veo el Lexus de mi padre, después, la puerta se abre. Huele
raro.
—Maya, vamos a centrarnos en tu entorno, ¿observas algo diferente?
—Pescado. —Sus dientes castañetean—. Huele a pescado, y hay muelles
detrás de nosotros, una construcción, pero nada está construido aún o tal vez es
demasiado tarde por la noche. Camino por la puerta…
—Maya, da un paso atrás, no pases por la puerta.
—¡Tengo que hacerlo! —gritó—. ¡Tengo que ir!
—No. —Me senté en la cama y agarré su brazo, presionando firmemente
las cicatrices, con la esperanza de que mentalmente su cuerpo recordara el dolor
físico que se manifestó la última vez que estuvo ahí y retrocediera, en cambio,
trata de alejarse de mí.
—¡Por favor! Por favor, déjame entrar. Algo pasa ahí, hay alguien herido.
—Mi instinto se apretó—. ¡Tengo que ayudarla! ¡Está gritando!
Maya había ido demasiado lejos. La solté rápidamente y traté de hablarle.
—Voy a chasquear mis dedos dos veces, cuando lo haga vas a despertar,
descansada y…
Maya dejó escapar un grito que heló mi sangre y sus ojos se abrieron.
—¡Mierda! —grité, sujetándola con mis manos—. Maya, concéntrate,
concéntrate en mi voz, voy a ayudarte. Sé que da miedo.
—¡Son niñas! —gritó—. ¡Niñas! Yo las cuidé una vez, yo… —Su cuerpo
temblaba mientras sus ojos se quedan en blanco.
—¡Maya! —grité con severidad en su oído—. Dos chasquidos y estarás a
salvo, dos chasquidos, ¿lista? —Chasqueé los dedos dos veces para sacarla del
trance.
De inmediato cayó contra mí.
Pero no despertó.
El miedo se deslizó por mi espina. ¿La había roto? ¿Era demasiado?
¿Había fracasado en mi intento de salvarla?
¿En salvarnos?
—Maldición. —Le di un beso en la frente—. Estás a salvo Maya, despierta.
Parpadeó.
—Tengo sed.
—Te daré agua. Quédate aquí. 192
Corrí a la cocina, llené un vaso de agua y luego rápidamente regresé. Se
estaba sentando y le entregué el vaso.
Con manos temblorosas bebió y luego me devolvió el vaso. Fui a ponerlo
sobre la cómoda y accidentalmente golpeé una de las máscaras blancas. Sin
pensar, la recogí con los ojos cerrados y luego encontré los ojos de Maya
mientras dejaba escapar un grito directamente de la boca del infierno.
Uno reservado para villanos y monstruos.
Para gente como yo.
Quien se lo merecía.
El amor no puede ser impuesto. –Proverbio ruso.

No podía dejar de gritar. El sonido procedente de mi boca no sonaba


normal, estaba perdiendo la cabeza, porque de repente tuve visiones de Nikolai
lastimándome, de él... quitándose la máscara.
—Placer —susurró.
Nikolai extendió las manos.
—Puedo explicarlo.
—¿Explicarlo? —Mis dientes castañeteaban mientras tiraba de la sábana 193
alrededor de mi cuerpo—. ¿Explicar qué, bastardo? ¡Que me torturaste cuando
tenía dieciséis años! Las máscaras... —Señalé las máscaras que cubrían la
cómoda—. ¿Las mantuviste como trofeos? ¿Vas a matarme?
Aterrorizada y con náuseas, traté de trepar fuera de la cama, pero mis pies
se enredaron en la sábana, lo que me hizo caer de rodillas al suelo. Me dolía el
pecho por el esfuerzo de respirar. ¡Le había dicho que lo amaba! ¡A mi captor! A
la persona que me… había hecho… que olvidara.
Todo.
Era demasiado, los recuerdos, como si alguien hubiera abierto la caja de
Pandora, el dolor en mi cráneo era tan intenso que estaba viendo doble.
—Shh. —Nikolai levantó las manos en señal de rendición y se arrodilló a mi
lado en el suelo—. Es normal que sientas dolor después de que los recuerdos
reprimidos salgan a la luz.
—¡No me toques! —grité.
Las cicatrices en mis antebrazos palpitaban. ¿Cómo era posible?
Las rasqué.
—No, no, Maya. —Nikolai agarró mis manos—. Vas a hacerte daño. Tu
cerebro vuelve a vivir los recuerdos y trata de manifestar algo en el presente
para que el dolor tenga sentido. No lo hará, y... Vas a terminar matándote.
Movió mis manos detrás de mi espalda.
Me retorcí y grité mientras las lágrimas calientes corrían por mi cara.
Escapar. Tenía que escapar. Tenía que irme.
El apartamento era blanco, siempre había sido blanco. Todo era blanco.
Las máscaras.
El sofá.
La bilis subió hasta mi garganta.
Antes de que pudiera reacciona, Nikolai metió la mano en la parte superior
de la cómoda y sacó una jeringa.
Me agité contra él con más fuerza, pero era demasiado fuerte.
—¡No! ¡Por favor! —Sollocé sin control—. ¡Por favor! ¡Nikolai, si me
amaras en absoluto, no me lastimarías!
Sus oscuros ojos se cerraron brevemente mientras apartaba la mirada y me
clavaba la aguja directamente en el brazo empujando el émbolo.
Mi visión se volvió borrosa. Y era raro, en ese momento, no tuve miedo de
lo que iba a hacerme. No, en cambio, mi corazón se rompió, porque significaba
que no me amaba.

194
Estaba atada a la silla. Me había cortado seis veces en cada brazo. Las
conté. El dolor era horrible.
Dijo que el dolor era una de las pocas maneras de lavar el cerebro
rápidamente a una persona porque mentalmente pensaba que no podía
manejar la situación, a pesar de que físicamente sí podía hacerlo.
Hice un montón de preguntas.
Respondió a cada una.
—¿Por qué haces esto? —Jadeé cuando Nik hizo su último corte en mi
brazo.
—Estuviste en un trágico accidente de auto —dijo en voz baja—. Tienes
suerte de estar viva, ¿sientes éstos cortes? Son profundos, del cristal del
parabrisas.
—No. —Negué—. No, ¡tú hiciste esto! No quise verlo, ¿de acuerdo? Se lo
diré a mi padre, le explicaré que no era mi intención.
—Viste cosas —dijo Nik con fuerza—. Tu padre no confía en que no se lo
dirás a nadie. Tus opciones son morir, o esto. —Presionó su mano contra mis
antebrazos, estaba perdiendo más sangre.
—Me golpeaste.
—No, fue él —dijo Nik con tristeza—. ¿Cómo se sienten tus brazos?
—Pesados.
—Es por el impacto contra el volante, el cristal del accidente dio en tus
arterias principales, tienes suerte de estar viva.
—Ya lo dijiste.
—Repite después de mí. —Me ignoró.
Me negaba a repetirlo.
Entonces sentí más presión contra mis antebrazos.
—Repítelo, Maya.
—Tengo suerte de estar viva.
—¿Por qué?
—Por el vidrio. —Fruncí el ceño. ¿Por qué sentía que estaba reviviendo
algo que no ocurrió?—. Dañó mis arterias.
—El edificio con el que chocaste estaba vacío, gracias a Dios —dijo.
—Sí. —El edificio. ¿Qué edificio?
—Era una tienda de motocicletas, ¿recuerdas? Condujiste ahí con el fin de
llegar a tu fiesta de cumpleaños.
—Mi cumpleaños. —Sentí lágrimas en mis ojos.
—Feliz cumpleaños, Maya. 195
Me sentía deshidratada, cansada. Esperen, ¿dónde estaba?
—Maya. —Algo se envolvió alrededor de mis brazos, creo que la
hemorragia se había detenido—. ¿Recuerdas lo que pasó?
—Sí… —Fruncí el ceño contra la venda en mis ojos, solo era capaz de ver
un destello de movimiento por debajo de ella, zapatos negros adelante y atrás,
adelante y atrás, estaban cubiertos de sangre, ¿era la mía?—. Yo um, tuve un
accidente.
—Con suerte de estar viva —dijimos al unísono.
—Mucha suerte —susurró Nik—. Es bueno que tu padre te encontrara a
tiempo, estaba muy preocupado.
—¿Mi padre?
—Maya, ¿qué piensas sobre el helado?
—¿Eh? —Mi boca se hizo agua. Quería algo de beber y algo de comida.
¿Por qué no había alguien alimentándome? ¿Por qué tenía una venda en los
ojos?—. Me encanta —respondí finalmente.
—A mí también. —Suspiró como si el pensamiento lo entristeciera—. Voy
a quitarte la venda de los ojos ahora... Y hará que te sientas mucho mejor.
—¿Me podré ir?
Vaciló.
—Todavía no, te daré un regalo en su lugar. Recuerda que te vas a sentir
mucho mejor una vez que retire la venda de tus ojos.
—Me voy a sentir mucho mejor —repetí, luego sacudí mi confusa cabeza—
. ¿Dijiste regalo?
—Algo para que no recuerdes el dolor, para que cuando sueñes, solo haya
luz.
Asentí, mi cuerpo temblando, no estaba segura de si era por miedo o por
excitación.
—Me gustaría eso.
—Además. —Sus manos llegaron alrededor de mi cabeza aflojando la
venda de mis ojos—. Lo hiciste tan bien, que mereces un regalo. Has sido
valiente, muy valiente. Y quiero recompensarte por eso.
—¿De verdad?
La venda cayó.
Su máscara era blanca, como algo que se ve en un baile histórico, la nariz
era alargada, al menos a diez centímetros de su cara, apuntando hacia abajo,
con la boca abierta para poder ver sus labios plenos y su cegadora sonrisa
blanca. Que coincidía con la máscara.
Ojos marrones oscuros se volvieron líquidos a través de los dos grandes
agujeros cerca de su nariz.
—¿Vas a quitarte la máscara? 196
—No me quitaré la máscara.
—¿No puedes?
—No —dijo asintiendo, su sonrisa fácil—. Por ti me gustaría hacerlo, pero
no puedo.
Mi cuerpo era pesado, muy pesado.
—Estás cansada —dijo—. En este punto has estado despierta durante más
de treinta y dos horas.
—¿Qué? —Traté de saltar de la silla, pero mi cuerpo estaba demasiado
pesado, demasiado cansado y lleno de dolor.
—El accidente de auto —afirmó Nik—. Fue muy traumático para tu
cuerpo.
—¿Voy a estar bien?
—Por supuesto. Soy cirujano entrenado. Vas a estar muy bien, pero es
importante que te mantengas despierta durante las próximas doce horas por
si acaso, ¿crees poder hacer eso?
—Sí. —Asentí una, dos, ¿tal vez tres veces?
Cada vez que me movía él imitaba mis movimientos, lo que era raro,
como si estuviera mirándome en un espejo a pesar de que era ridículo
¿verdad? Mi cerebro me decía que era ridículo, pero por alguna razón, me
hacía estar relajada, me hacía pensar que él era igual que yo, atrapado en una
habitación blanca, rara.
Miré hacia abajo, pero me encontré con dedos suaves.
—Yo no lo haría, hay una gran cantidad de sangre de tu accidente.
—Está bien —dije en voz baja, hipnotizada por los ojos oscuros y la forma
en que sus pestañas parecían extenderse más allá de los confines de la
máscara blanca, que era hermosa, tan hermosa, parecía un ángel caído.
—Eres preciosa, ¿lo sabes?
—No.
—Tan joven. —Suspiró, sonando casi decepcionado.
—Tengo dieciséis, creo.
—Es tu cumpleaños dieciséis, ¿recuerdas? ¿El accidente? En tu nuevo
auto...
—Mi padre me dijo que no condujera. —Fruncí el ceño—. Pero lo hice,
porque quería llegar a la fiesta.
—Por supuesto que querías llegar a la fiesta. Ibas a llegar tarde, después
de todo. —Sus dedos acariciaron mi cara.
—Eso se siente bien.
—Me alegro.
—¿Vas a seguir tocándome? 197
Su mano se cernió cerca de mi mejilla, como si estuviera dudando.
—Te prometí un regalo... Y placer.
—Sí —susurré—. Sí. —Esta vez lo dije más fuerte.
—Sí —repitió—. Cierra los ojos.
—Pero…
—Te dije que te daría un regalo.
—Bueno…
—Pero no te duermas.
—Bien…
—Prométeme, Maya, que no te dormirás... O no habrá regalo.
—Lo prometo —dije con voz temblorosa, cerrando los ojos. Sería
imposible conciliar el sueño sentada en una silla de todos modos.
—Mi regalo es una historia.
—¿Una historia? —Abrí los ojos.
—Shh, ¿no quieres oírla?
—Sí. —Quería algo para distraerme de los latidos en mis brazos o de la
forma en que mi cuerpo sentía como si alguien lo hubiera llenado de arena—.
Lo siento.
—Nunca te disculpes conmigo, Maya.
—Entonces… —Negué—. Está bien.
—Bien. —Suspiró y luego pasó los dedos por mi rostro—. Eres hermosa,
joven, con talento. Podrás hacer cualquier cosa que quieras con tu vida, ¿me
crees?
Me encogí de hombros. Siempre había estado en la ciencia, pero no
conseguía las calificaciones suficientes, no es que fuera a admitirlo.
—Si pudieras hacer cualquier cosa en el mundo, ¿cuál sería?
—Creo que… —Me mordí el labio inferior, el dolor fue tan intenso que
tuve que tomarme un minuto y recordar respirar—. Creo que me gustaría
ayudar a la gente, ¿tal vez convertirme en veterinaria o doctora?
—Doctora —dijo—. Te queda.
—¿Lo crees? —Nadie me había felicitado por mis opciones de vida, por lo
menos que pudiera recordar, que no era mucho, todo era borroso y fuera de
contexto.
—Lo sé —dijo en voz baja, sus dedos todavía acariciando mi rostro como
si fuera preciosa, deseable.
—Mantén los ojos cerrados.
Los apreté cerrados mientras su áspera mejilla rozaba la mía. Dejé
escapar un pequeño jadeo mientras su boca encontraba mi cuello.
198
—¿Tus ojos todavía están cerrados, Maya?
—Sí. —Exhalé mientras la sensación de su boca contra mi piel se sentía
como la más maravillosa cosa en el mundo—. Sí, tengo los ojos cerrados.
—Al salir de este lugar... Te sentirás determinada, muy decidida a
trabajar duro, para tener buenas calificaciones, para estudiar, para
demostrarle a todo el mundo lo inteligente que realmente eres. ¿Me crees,
Maya?
—Sí. —Por alguna razón lo hacía. Le creía. Era el único salvavidas que
tenía después de estar en el infierno por lo que parecieron días. Me había dado
agua, ¿no? Y me había tomado en sus brazos después de disculparse. Era... era
mi todo en este momento, mi vida—. Te creo.
—La gente va a tratar de detenerte, pero deberás continuar con tus
objetivos, incluso tu padre puede tratar de disuadirte, y aquí está el regalo que
te dejo. Él nunca tendrá ningún poder sobre ti. ¿Entiendes?
—¿Poder?
—Tu padre, Alexander Petrov nunca te poseerá, nunca podrá decirte qué
hacer, no habrá ningún miedo cuando lo mires a los ojos, solamente tristeza de
que esté perdiendo a la hija más maravillosa que podría conocer por no ver
más allá de su propio egoísmo. El regalo que te dejo, es paz.
—Nik, no me siento en paz.
Su boca besó mi cuello de nuevo y luego sus labios cálidos se movieron a
través de los míos en un abrasador beso caliente. Envolví mis brazos alrededor
de su cuello mientras me levantaba de la silla en el aire. El cuerpo me dolía por
todas partes pero se sentía tan bien, tan caliente, y repentinamente tuve frío,
mis dientes castañeteaban entre los besos.
Me puso en un sofá y profundizó el beso y luego pasó las manos por mis
caderas. Se sentía bien que llegara a esos lugares que estaban lastimados,
sabiendo que estarían mejor.
Me pareció oírlo murmurar una maldición mientras pasaba sus manos
arriba y abajo por mi estómago.
Era dolor.
—Fractura de costillas... No por mi mano, Maya, nunca te lastimaría de
esa manera. De hecho… —Casi podía oírlo pensar, mantuve los ojos cerrados
con fuerza por temor a que desapareciera o me dejara si los abría—. Cada vez
que truenes los nudillos significa que estarás recordando el mal, no el bien. Si
truenas tus nudillos quiero que prestes especial atención a tu respiración y
luego cuentes hasta cinco y trates de concentrarte en tus objetivos,
concentrarte en atravesar la escuela, concentrarte en asentarte, y
concentrarte en permanecer lejos de tu padre.
—¿Mi padre?
—Prométemelo, Maya. 199
—Está bien. — Tragué la sequedad en mi garganta—. Lo prometo.
—Bien.
—Una cosa más... Y luego no más charla.
—¿Sí?
—Acuérdate de mí —susurró, seguido de otra caricia de su boca—.
Recuérdame en tus sueños... No con dolor, o el estado en el que fuiste traída a
mí, recuerda el placer, no el dolor.
—Recordar el placer —repetí como un juramento—. No el dolor.
—Bien.
—¿Ahora qué?
—Oh Maya, ahora te mostraré lo que quiero decir con placer.
Mi mente avanza rápidamente a través de momentos en los que me
acunó y besó mi cabeza, para moverse hacia abajo a mi boca de nuevo. Lo
único que alguna vez me dio fue un beso, apenas me tocó, pero fue suficiente
para alimentar el fuego por la obsesión de este hombre, el hombre que me
salvó.
El hombre que pensé que me había lastimado.
Pero que me había rescatado en su lugar.
Las horas pasaron rápido, mi cerebro no podía ponerse al día.
Cuando se abrió la puerta de la habitación, la venda fue puesta de nuevo
en mi rostro, y oí la voz de mi padre.
—¿Está hecho?
—Por supuesto —dijo Nikolai con voz suave—. Me la trajiste hambrienta,
privada de sueño, y casi muerta, me tomó menos de doce horas terminar tu
tarea.
—Se ve bien —dijo mi padre—. ¿Por qué ya no sangra?
—No creo que sea necesario —respondió Nikolai—. Ahora, si ya no
necesitas mis servicios…
—Una última cosa… —gruño mi padre—. Si me entero de que me
traicionaste, la voy a matar.
—¿Por qué debería importarme su vida?
—Porque... No me fío de ti, y nunca apagué la cámara, aunque el sonido
era demasiado amortiguado, vi que la tocaste, vi tu necesidad. Y no soy
estúpido, fácilmente podría ser activada por cualquiera de las cosas que le
hiciste. Si recae, si recuerda, la mataré y sé, que lo último que quieres es su
muerte en tu conciencia. Por otra parte, ¿qué importaría? Ya que no solo la
mataré, sino que revelaré la verdadera identidad de tu familia a los medios de
comunicación. Imagina lo que harían si descubrieran quiénes fueron tus
antepasados. Sabes, todavía no han encontrado al asesino en serie del año
pasado, de nuevo ¿cuál era su nombre?
—Está bien —dijo Nikolai con voz fría—. Pero no tienes nada de qué
200
preocuparte, hice todo lo posible para que funcionara. —Estaba
escuchándolos, pero era casi como un sueño.
Más pasos, entonces Nik está a mi lado, susurrándome al oído:
—Caramelo de azúcar con mantequilla.
Fue imposible mantener mis ojos abiertos.
Lo siguiente que recuerdo, es que estaba en una habitación de hospital
despertando de un coma, y mi madre estaba llorando junto a mi cama, mi
padre dijo que sufrí un trauma psicológico con daño en el cerebro y que tuve la
suerte de no ser un vegetal. Cuando mencioné al hombre de la máscara blanca,
mi padre rió y llamó a la enfermera por medicamentos anti-psicóticos. Me
dijeron que me diera un tiempo.
Así enterré el recuerdo y pronto, no era nada más que un sueño extraño
inducido por la medicina, o eso pensé.
Con un jadeo, desperté, para encontrar a Nikolai sentado en el borde de la
cama, con la cabeza entre las manos.
—Así que ahora ya lo sabes.
—¿Cómo lo hiciste? No entiendo.
—¿Todavía tienes miedo?
—No —le dije con voz tranquila—. Pero estoy confundida.
—La hipnoterapia y el lavado de cerebro pueden trabajar de la mano, pero
es imperativo que el lavado de cerebro se lleve a cabo antes que la hipnoterapia.
De lo contrario, no durará. Tienes que estar abierta a sugerencias y una mente
fuerte no está nunca lo suficientemente abierta a la sugestión o a la sustitución
de recuerdos, a menos que un trauma severo haya tomado su lugar. En el
momento en que dejaste el prostíbulo de tu padre, fuiste golpeada hasta estar
cerca de perder la vida, muerta de hambre por una semana consecutiva, solo se
te daba suficiente agua para sobrevivir, y hasta dejaste de recordar tu propio
nombre, cuando pedías a gritos la muerte, te trajeron a mí.
»Siempre estoy en blanco. —Negó torciendo los labios en una sonrisa—.
Como un ángel vengador. Tu padre siempre ha sido dramático. La idea era
sencilla, sacarlas de las profundidades del infierno, llevarlas al cielo y ofrecerles
paz y, después, pasarlas por las etapas de la hipnoterapia. ¿Sabías… —se rió sin
humor—… que el noventa por ciento de la gente está de acuerdo con la mayoría
de los estados si se los repites más de tres veces? Tienes que estar seguro, ser
convincente, pero eso es sin lavado de cerebro, ¿imagina lo que podría suceder
si estuvieras debilitada físicamente?
—Pero… —Apreté los dedos en mi cabeza—. Recuerdo el accidente.
—Te mostré fotos. —Suspiró—. De tu auto destrozado, y yo… —Tragó—. Te
infligí un poco de dolor, haciéndote cortes en el brazo, porque
independientemente de tu estado mental, necesitaba demostrarte quién estaba
en control y por lo general, la única manera de hacerlo es a través de algún tipo
de dolor, puede ser menor, siento que el tuyo no lo fuera.
Era demasiado para procesar. Casi.
201
—¿Cómo me tienes de regreso? —susurré—. ¿Por qué estoy contigo ahora?
—Mentí y le dije a tu padre que los italianos sabían dónde estaba el resto
de los prostíbulos. Me creyó porque desde que atacaron a uno de los suyos hace
unos meses, algunas piezas clave de información se encuentran desaparecidas.
Pregunté por ti y le dije que me encargaría de los italianos a cambio.
—Pero no lo hiciste.
—No. Y hubo… términos. Me dijo que podría tenerte por un año, pero que
si te tocaba y desencadenaba uno de los recuerdos reales de lo que habías visto
en la casa de citas nos mataría a los dos, así que... —Se puso de pie y extendió los
brazos—. Volví a crear un ambiente casi idéntico al que te llevaron, incluso
mantuve las máscaras cerca. —Se acercó a la cómoda entonces, con un grito
arrojó todo a un lado y se dejó caer al suelo.
Estaba perdiendo la cabeza.
O tal vez solo permitiéndome ver que no estaba en control, como siempre
había pensado.
Poco a poco, me deslicé de la cama y me uní a él en el suelo.
—Tienes que irte —susurró.
—¿Y a dónde podría ir? ¿A la casa de mi padre? ¿El mismo que me torturó
durante una semana? No gracias, creo que tomaré mi oportunidad con la
persona que intentó salvarme.
Mi cuerpo tembló de nuevo con el pensamiento. Puede que no fuera mi
carne y sangre, pero aún era un padre, se suponía que debía protegerme, no
romperme y esparcir las cenizas, mientras se reía.
Cálidas lágrimas corrían por mi rostro.
Nikolai me atrajo hacia él, envolviendo un musculoso brazo alrededor de
mi cuerpo a medida que continuaba sollozando en silencio contra su pecho.
—No lo hice. —Nikolai maldijo entre dientes—. No te salvé. Hice algo peor,
mucho peor. Salvarte habría sido tratar de sacarte del edificio, salvarte habría
sido entregarte a los italianos y fingir tu muerte, salvarte… —Se dio la vuelta
para acunar mi rostro, sus ojos se llenaron de lágrimas—. Sería permitirte ir, en
lugar de querer mantenerte para mí.
—¿Qué pasa si quiero quedarme?
—Te darás cuenta —dijo, y luego tragó lentamente, su boca a centímetros
de la mía—. Que dices que quieres quedarte con el mismo monstruo que te hizo
creer que estuviste en un accidente de auto, la misma persona que se aprovechó
de una chica de dieciséis años porque no pudo evitarlo.
—Me besaste, casi un crimen.
—No solo te besé. Te deseaba. Te deseé desde el momento en que te vi con
tu padre ese año, y me disgustó haber sido mucho más mayor y aun así haberme
sentido atraído por alguien tan joven, tan brillante. Llevabas tus emociones en el
exterior, mientras a mí me habían enseñado que las emociones eran frívolas
cosas malas que no me llevarían a ninguna parte en la vida.
202
—Y sin embargo, la bestia de alguna manera se las arregló para convertirse
en un príncipe.
—No soy tu príncipe.
—Tienes razón. —Asentí—. Creo que la bestia es más atractiva de todos
modos.
Esbozó una sonrisa.
—Deberías estar durmiendo, huyendo, posiblemente gritando y sacando
un arma contra mí.
—Pero recuerdo —susurré besando su boca—. Recuerdo que me dijiste que
trabajara duro en la escuela, recuerdo que me dijiste lo especial que era, me
acuerdo de todo.
—Puedo hacer que lo olvides otra vez, podría ser peligroso, y tendría que
desaparecer de tu…
Besé su boca con fuerza, tirando de él a mis brazos, nuestras lenguas
enredadas en un frenesí salvaje.
Nos separamos.
—Tenía tu foto en mi habitación —solté.
Sus cejas se juntaron sorprendidas.
—¿Tú qué?
—En mi cuarto. ¿Sabes cómo algunas personas tienen fotos de bandas o de
estrellas de cine? Yo tenía fotos de ti... Siempre habías sido mi ídolo, tal vez por
eso estaba tan loca por conocerte, o tal vez…
—Tal vez solo querías volver a casa.
—Tú eres mi casa —susurré tirando de su camisa.
—Dios, he esperado años para oírte decir eso. —Sus labios se encontraron
con los míos de nuevo, y entonces estaba desgarrando mi ropa, quitándola de mi
cuerpo mientras me ponía de espaldas contra el suelo frío. No me importaba, lo
necesitaba, lo deseaba tan desesperadamente que era difícil respirar.
La ropa voló sobre su cabeza y luego su cuerpo caliente estaba presionando
contra el mío, nuestras bocas fusionadas mientras se empujaba dentro de mí sin
previo aviso.
Mi cabeza cayó hacia atrás, acariciando el suelo mientras me hacía el
amor.
La pieza que siempre había estado ausente, finalmente, con un sonoro clic,
encajó en su lugar.

203
Pide mucho, pero toma lo que se te ofrece. –Proverbio ruso.

Aparté el cabello oscuro de su rostro y besé su mejilla deslizando mis


labios hacia su boca. Ansiaba más de ella con cada aliento que tomaba.
—¿Nik? —Me había estado llamando de esa forma desde que hicimos el
amor en el suelo, y ésta vez, cuando se refirió a mí de la forma en que
originalmente le había dado instrucciones que hiciera hace mucho tiempo, me
pareció bien, sabiendo que no estaba regresando a un estado alterado de
conciencia, sino completamente consciente de que era mi sobrenombre
cruzando sus labios. 204
—¿Sí?
—Háblame de la clínica.
Suspiré, mientras la última pizca de pesadez se apoderaba de mí. Era mi
carga para llevar, no la de ella, y decírselo solo añadía más tensión a lo que ya
estaba enfrentando.
—Estudio a las chicas, las que me da tu padre, y cuando ya no pueden
trabajar debido a la enfermedad, la enfermedad... —Mi voz se apagó.
—¿Nik?
—¿Sí?
—No tienes que decirme el resto.
Me relajé, como si mi cuerpo diera un gran suspiro, contra el de ella.
—¿Maya?
—Sí.
—Cuando estuviste bajo hipnosis, te pregunté por las direcciones,
¿recuerdas?
Fue su turno de tensarse, y luego se dio la vuelta en mis brazos mientras
un ceño fruncido estropeaba su bonito rostro.
—Era en el muelle, y reconocí Everett, pero no recuerdo la dirección, solo
pensar en ello me provoca dolor de cabeza.
—Lo siento. —La besé en la frente.
—¿Por qué es importante?
Cargas, tantas cargas que estaba compartiendo que me odiaba por ello,
pero tal vez era momento de extender el peso y confiar en que la otra persona no
lo dejaría escapar de sus manos.
—Nunca estarás segura, nunca mientras existan esas casas. Quiero
destruirlas. Si desaparecen, entonces espero que no seas una amenaza tan
grande para tu padre como piensa. Si te viera en la calle en este momento,
reconocería el miedo, incluso si trataras de ocultarlo. Te echarías hacia atrás,
correrías en otra dirección, te quedarías boquiabierta, tus ojos se ampliarían,
hay una gran cantidad de respuestas físicas que tendrías. Y lo sabría, y, o bien te
mataría o te capturaría, después lo haría delante de mí para dar un ejemplo. El
único modo de ser libre es eliminar la amenaza, y en este momento, con esas
dos casas existiendo, haciéndolo ganar muchísimo dinero. —Miré hacia otro
lado.
Maya ladeó la cabeza pensativamente.
—Dijiste que los italianos te deben.
—Yo les debo.
—Eso no es lo que dijeron.
—Realmente no creo que lo vean de esa manera, Maya. Están siendo
amables.
205
—¿Los italianos? ¿Los que tienen armas aterradoras y extraños tatuajes
aún más aterradores, y se burlan? ¿Esa gente? Viste al gigante ¿verdad? ¿El que
tenía el ceño fruncido permanente en su rostro?
—¿Nixon?
—No, no el tipo del anillo en los labios. —Agitó la mano en negación—. El
otro.
—¿Tex?
—No, el otro. —Chasqueó los dedos—. Con la… —Tragó—. La oscuridad, sé
que suena loco, pero tiene esa aura... extraña sobre él.
Asentí y dije en voz baja.
—Estás hablando de Phoenix.
—Aterrador. —Se estremeció.
Y en ese momento fue como si todas las posibilidades, el cómo podrían
ayudarme realmente, salieran a la luz.
—Su padre y el tuyo solían trabajar juntos. —No quería dar demasiada
información, sería mejor que nunca averiguara sobre eso—. Podría ayudar más,
pero su esposa está embarazada de seis meses. —Suspiré—. Lo llamaré. Creo
que esa podría ser la única opción que tenemos.
—Aparte de huir juntos —susurró Maya dándome un beso en la boca—.
Eso también suena bien.
—Alguien como yo no puede desaparecer sin salir en CNN.
Suspiró, alejando su boca.
—Lo sé.
—Pero… —Levanté su barbilla—. Podemos quedarnos aquí. Por lo menos
durante un tiempo más, dejar que el mundo se vaya al infierno mientras te doy
probaditas del cielo.
—Bastardo arrogante.
—Nunca he pretendido ser de otra manera. —Sonreí de lleno.
Se quedó sin aliento.
—Eres sexy cuando sonríes.
—Es por eso que no lo hago a menudo, es demasiado difícil ser tomado en
serio. —Jugué con un mechón de su cabello.
—Guau, mírate. De tan buen humor, me pregunto por qué.
—Sexo —dije con sinceridad—. Pero primero, amor.
—¿Primero viene el amor?
—Sí, Maya. —Cerré los ojos, tomando una respiración—. ¿Contigo? En
primer lugar, siempre va el amor.
206
Otro cuerpo ha sido hallado en Pikes Market, Jane Doe no llevaba
identificación, y no hay informes presentados de alguna persona desaparecida. Se
cree que era una prostituta sin hogar. –The Seattle Tribune.

Hablamos de cosas sin sentido. Y luego, cuando nos quedamos sin qué
decir y el silencio llenó el aire, nos besamos, comunicando con nuestras bocas,
manos y cuerpos lo que sentíamos.
La luz del sol se deslizó a través de la ventana por la mañana. Forcé mis
ojos a cerrarse, no queriendo salir de la cama ni lidiar con cosas pesadas, las
preguntas seguían dando vueltas en mi cerebro, los recuerdos, los flashbacks. 207
En el transcurso de unas pocas horas sentía que había recuperado toda mi
infancia solo para desear que hubiera seguido bajo llave por toda la eternidad.
Me estremecí.
No era agradable.
Mis recuerdos siempre habían sido sobre los últimos años, cuando me
esforcé en la escuela y los deportes.
¿Los primeros años? Fueron llenados con imágenes de cómo era sacada de
casa a los cinco años porque los socios de mi padre venían de visita. ¿Por qué es
importante?, preguntaba a mi madre mientras jugaba tranquilamente.
A una edad tan joven no entendía que aquellos hombres, los que estaban
en nuestra casa una vez a la semana, trataban con pornografía infantil para las
masas, ganando millones a costa de una adicción enferma que, para mí, debería
recibir la pena de muerte.
Tropecé pasando a uno de los hombres mientras mi madre me hacía salir
por la puerta trasera, la agarró del brazo, después me miró con el ceño fruncido.
—Suéltame —espetó.
Mi madre rara vez era grosera, especialmente con los socios de mi padre.
El hombre se inclinó para quedar a mi nivel, su aliento olía amargo y su
rostro estaba blanco como un fantasma.
—Así que tú eres la bastarda.
Esas fueron sus palabras. No sabía lo que significaba, pero la forma en que
lo dijo hizo que creyera que no era bueno ser llamado así. También su mirada
lasciva me hizo sentir como si tuviera que esconderme detrás de las faldas de
mamá, o simplemente desaparecer por completo.
Cuando se lo conté a Nikolai, simplemente me dio un beso y me dijo que
sentía no haber podido mantener lejos lo malo, que sentía haber fracasado.
Si alguien falló en este escenario fue mi padre. Era un completo lunático.
Lo único positivo era que no estaba realmente emparentada con él, solo con mi
madre.
Gracias a Dios.
Mis entrañas se tensaron. ¿Estaría mi madre a salvo?
—Luces profundamente perdida en tus pensamientos —mencionó Nikolai
sin abrir los ojos.
—Ni siquiera puedes verme.
—Puedo sentirlo —murmuró—, y te sientes estresada.
—No estoy estresada —gruñí, frunciendo más el ceño.
Sus ojos se abrieron parpadeando.
—Dios, eres hermosa.
—Será mejor que lo sea, me puse brillo labial y ahuequé mi cabello al
menos un centenar de veces durante la noche temiendo que te despertaras y 208
gritaras.
—Muy graciosa.
—¿No me crees?
Pasó la mano izquierda por mi cabello, y por supuesto, sus dedos se
quedaron atrapados en la maraña, traté de alejarlo, pero continuó peinándolo
con los dedos.
—Creo que me gusta desordenado... Menos pulido. Te queda.
—¿Estás diciendo que soy un desastre?
—Un desastre sexy. El adjetivo lo cambia todo ¿no te parece? —Las
comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa que tenía puesta todo su
corazón.
Un enemigo estará de acuerdo, pero un amigo discutirá. –Proverbio ruso.

Odiaba llamarlo casi tanto como odiaba el hecho de tener que pedirle
ayuda.
La ayuda siempre había sido una debilidad, como si estuviese mal,
sangrando, y necesitara a alguien para presionar sobre la herida con el fin de
seguir con vida.
Mi sangre se calentó con el pensamiento, con la mera idea de que
necesitaba llamar a un italiano para que me ayudara.
209
Miré hacia atrás, a Maya, mientras dormía en la cama.
Haría cualquier cosa, cualquier cosa, por ella. Legal. Ilegal. No había una
línea que no cruzaría, un trabajo que no haría. Una vida que no tomaría.
El teléfono sonó una vez.
—¿Sí? —La voz se entrecortó en un extremo.
—Te necesito. —Las malditas palabras salieron antes de poder detenerlas,
mi mano apretaba el teléfono como si fuera el único objeto en mi existencia, y la
presión de mis dedos ayudara a persuadir a la voz en el otro extremo a decir sí, a
asegurarse de mantener segura a la mujer que amaba.
—Bien.
Clic. Y la conversación terminó. Sin persuasión. Sin bromas, nada que me
hiciera entender más la situación, solo un simple bien.
Hubiera sido un infierno mucho más satisfactorio si hubiera cuestionado.
Dejé escapar un suspiro de frustración. No tenía intención de confiar en
nadie más. No confiaba en la gente, pero sí en los italianos. Y tal vez eso me
hacía el peor traidor de todos. El hecho de que confiara tan fácilmente en otros
aparte de los rusos, la familia por la que mi padre dio su propia vida.
Con un suspiro me aparté de Maya mientras dormía, y marqué el número
de Jac.
—¿Hola? —contestó enseguida.
—Jac —dije aliviado—. ¿Cómo estás?
Se quedó en silencio y después:
—No he sabido nada de ti en todo el día, ¿será esta noche?
Miré nerviosamente a Maya.
—Por supuesto, ¿por qué no?
—Bueno, muchas cosas han ido cambiando últimamente.
Puse los ojos en blanco.
—Jac, siempre haré mi investigación. Lo sabes.
—¿Lo sé?
Un reto.
—Sí. Lo sabes.
—Está bien. —Suspiró pesadamente—. Te veré esta noche a la hora de
siempre.
—Sí —susurré—. Y tal vez, durante ese tiempo, ¿puedas ayudarme a
localizar a la chica desaparecida?
—¿Chica desaparecida?
—¿La que llevaste a la clínica la otra noche? ¿La que no podemos
encontrar? Esa chica.
210
—¿Qué pasa con esa chica, Nik?
—¿Qué pasa con esa chica, Jac?
—¿Qué insinúas?
—No estoy insinuando nada, simplemente pregunto. Tú la recogiste, ¿viste
a dónde corrió?
La línea se quedó mortalmente silenciosa, como si Jac estuviera
conteniendo la respiración.
—No me gusta ser atacada por mi propia familia, por mi propio nieto.
—¿Eso es lo que sientes? Te estoy haciendo una pregunta. Eso es todo.
Jac maldijo.
—Me estás acusando. Hay una diferencia, ¿piensas que no noto el tono que
estás utilizando? La chica salió corriendo, tal como te dije. Si pusieras más
atención a tus malditos registros, lo sabrías. Ahora. ¿Puedo, por favor, volver al
trabajo? ¿El verdadero trabajo que se supone debemos hacer? ¿Como una
familia? —No me perdí la forma venenosa en que dijo la última parte,
escupiendo la palabra, disgustada por tener que discutir conmigo en primer
lugar.
—Sí. —Asentí, aunque no podía verme—. Sí, vuelve al trabajo.
La línea se cortó.
Maya hizo un pequeño ruido en su sueño. La había agotado, estuve tan
aliviado por poder estar con ella que no le di ni un descanso, solo tomé mi
placer, le ofrecí el suyo, y seguí con la vida.
El reloj marcó las tres de la tarde.
Nuestro tiempo terminaría pronto.
Nuestro número sería marcado.
Y como si su padre pudiera leer mi mente, sonó un texto en mi teléfono.
Petrov: Tsk, tsk, tsk buen doctor. Tienes las manos en la masa, ¿verdad?
Nos vemos esta noche en Pier 49, a las 10:00. Si llegas tarde, significará su vida.
La voy a encontrar, siempre las encuentro. Siempre tengo éxito.
Con una maldición arrojé mi teléfono sobre la cama y pasé las manos por
mi cabello.
Maya despertó y me miró.
—¿Está todo bien?
—Por supuesto —mentí sin problemas—. Solo... Estoy ansioso por estar a
tu lado, por sostenerte en mis brazos. ¿Puedo hacerlo?
—Claro. —Bostezó, se estiró, y luego abrió los brazos—. ¿Seguro que está
bien que te tomes el día libre?
—Sí —espeté sin querer—. Órdenes del jefe, es un idiota después de todo.
Estiró un brazo y me pellizcó el trasero. 211
—Sí, sí que lo es. Será mejor que le pongamos una venda sobre los ojos
mientras podamos.
Besé su atractiva boca.
—Sí —gruñí—. Mientras podamos.
Deseé que momentos como este duraran para siempre.
Pero mi deseo fue en vano.
No podía volver a nacer y pedir una familia diferente, pedir ser algo
distinto de lo que era.
Me encogí solo de pensar en lo que Jac estaba haciendo.
En lo que había estado haciendo.
Maya gimió.
—Hazme el amor de nuevo.
—Está bien —susurré contra sus labios—. Está bien. —Oré porque nunca
averiguara la otra parte, el por qué negocié con Petrov en primer lugar, por qué
todavía me permitía ser controlado.
No es el dinero lo que hace girar al mundo.
Es el conocimiento.
¿Y en lo referente a mí?
Él tenía todo lo que necesitaba saber.
No solo la mitad.
Todo.
Tan cerca y a la vez tan lejos. –Proverbio ruso.

Me dolían todos los lugares correctos. ¿Sentía Nikolai el mismo delicioso


resplandor que estaba experimentando yo? Busqué su cuerpo caliente, pero mis
manos solo encontraron sábanas frescas. Con un bostezo me senté,
parpadeando contra la luz que flotaba en el pasillo.
Se había ido.
Debería haber ido con él, pero estaba tan cansada cuando mencionó algo
sobre trabajar en la clínica, que me dio un beso en la cabeza y me dijo que
volviera a dormir, esta vez con la promesa de permitirme hacerlo de la manera 212
correcta, de forma natural, sin chasquido de dedos o palabras de activación.
¿Había sido hace horas? ¿Minutos?
Mis pies tocaron el suelo frío mientras una garganta se aclaró.
—Tenía la esperanza de que estuvieras vestida.
Con un grito me eché hacia atrás contra la cabecera, tirando a mi alrededor
las sábanas sobre mi cuerpo desnudo.
Era uno de los italianos, el que daba miedo, el que tenía nombre de pájaro,
me miraba a través de una taza de cerámica, su rostro era una máscara fría de
indiferencia.
Mis ojos se dirigieron a la puerta, planeando mi escape, por si necesitaba
escapar de lo que fuera.
Suspiró.
—Si quisiera matarte, ya estarías muerta. —Tomó un largo sorbo de su
taza.
—Que tranquilizador —me quejé.
—Ese soy yo —dijo en voz baja—. Tranquilizador.
Y una mierda.
—¿Por qué estás aquí? ¿De pie en mi habitación?
—Haciendo guardia. —Miró hacia otro lado—. Nikolai me llamó hace
horas. Me subí en un avión privado, y aquí estoy.
Mis cejas se elevaron con sorpresa.
—¿Para protegerme mientras duermo?
Sus labios se presionaron juntos en lo que parecía un indicio de sonrisa.
—Algo así. —Pasó una mano por su cabello semi-enredado—. Soy Phoenix
De Lange, es probable que no recuerdes mucho de mí, ya que cuando nos
conocimos fue una traumática… —pareció ahogarse con la palabra—... semana,
pero soy el jefe de la familia Nicolasi y... —Sus ojos se movieron de mí al suelo
como si estuviera incómodo—. ¿Sabes qué? por qué no te vistes primero, te voy
a hacer café, y podremos charlar.
—¿Charlar? —repetí—. ¿Por qué necesitamos charlar? ¿No estás aquí solo
para protegerme o lo que sea?
Sonrió.
—Claro, puedo hacer eso, y mientras estoy en ello, me voy a asegurar de
hacerte saber quién es tu padre, quiero decir, si es que quieres saberlo.
—¿Qué? —Apreté la sábana con más fuerza—. ¿De qué estás hablando?
—Soy bueno —susurró Phoenix con una amenaza velada—. Matando.
Haciendo que parezca un accidente. Soy el mejor en la clandestinidad cuando lo
necesito... Pero mi especialidad, al menos la especialidad que me dieron, es la de
los secretos, cómo hacer ofertas, la forma de intercambiarlos. No es dinero lo
que mueve este mundo, Maya, sino la información. Si eres dueño del pasado de
alguien, eres dueño de tu futuro.
213
Tragué las náuseas acumulándose en mi pecho.
—¿Me estás diciendo que sabes cosas sobre mi pasado?
—Lo digo, sé todo. Y lo mismo ocurre con Nikolai. Mira, mi esposa no
apreciaría que hablara contigo mientras no tienes más que una maldita sábana
cubriéndote, y de hecho me gusta mi vida. Y tampoco me extrañaría que Nikolai
se volviera loco y me disparara, o que me inyectara la maldita nueva invención
médica que tiene para hacerme hablar como un pollo el resto de mi vida.
Vístete, luego hablaremos, hermanita.
—¿Hermanita? —espeté.
Asintió lentamente.
—El café está enfriándose. —Y se fue.
Enamorarse es como un ratón que cae en una caja, no hay forma de salir. –
Proverbio ruso.

Dos camionetas negras esperaban en el muelle, tan tópico como irritante.


Mantuve el motor en marcha y salí lentamente del auto mientras cerraba la
puerta detrás de mí sin prisa, yendo hacia las dos camionetas. A cada paso, la
grava crujía bajo mis zapatos.
Cuando estaba a unos diez metros de distancia, se abrió la puerta y Petrov
salió. Su estómago sobresalía bajo un largo abrigo de cuero, el interior estaba
forrado de piel. Increíble que todavía necesitase calor, uno supondría que la 214
grasa asfixiando sus órganos sería más que suficiente.
Su Sovietnik14 se acercó desde la otra camioneta junto con su musculoso
acompañante o Byki.
Sonreí y asentí hacia los cinco hombres, cada uno tenía las manos
colocadas frente a sus cuerpos, como si quisieran demostrar que no tenían
armas, cuando todos sabíamos que tenían munición suficiente para tirotear toda
la calle.
—¿Eran realmente necesarios, Petrov?
—Dímelo tú. —Nunca apartó su mirada fría de la mía.
No contesté y me negué a permitir que mi cerebro registrara que
realmente estaba asustado, no por mí, sino por ella, por lo que le haría si supiese
la verdad.
Si estaba muerto no podría salvarla.
Por otra parte, si estaba muerto, Phoenix sabría qué hacer. Esa había sido
parte de la conversación que habíamos tenido justo antes de que su avión
aterrizase. No podría darle la bienvenida a Seattle, pero le di instrucciones
estrictas de que lo iban a recoger en el aeropuerto y que se suponía que debía
proteger a Maya a cualquier precio.
—¿Cuánto sabe? —preguntó con voz tranquila, sabía que necesitaba
mucho control por su parte.
—Sabe de las chicas, recuerda que la lastimé, pero más allá de eso no le
dije nada. Pensé que era mejor no volcar todo en ella de inmediato.

14 Sovietnik (ruso): Consejero. Es el asesor y la persona más cercana al Pakhan.


Phoenix suspiró pesadamente en el otro extremo.
—¿Así que no sabe nada... de mí?
Maldije.
—Esos no son mis secretos que contar. Son tuyos y solo tuyos.
—Maldita sea. —El sonido de algo rompiéndose cortó nuestra
conversación y luego Phoenix comenzó a hablar de nuevo—: Quería dejar esto
atrás, es mi pasado. Hablar de ello es casi tan malo como volver a vivirlo,
¿sabes?
Sí, lo hacía. El mero hecho de hablar de un evento traumático era como
experimentarlo todo de nuevo, la mente humana era incapaz de decirle con
lógica al individuo que solo era un recuerdo.
—Phoenix, lo sé. No te pediría que hicieras esto si no estuviese
desesperado.
—Claro —siseó entre dientes, haciendo que el simple acuerdo sonase
amenazante—. ¿Alguna cosa que necesites de mí? Ya sabes, ¿que no sea
ayudarte a salvar el mundo?
Con eso reí. 215
—Al diablo el mundo. Mataría a toda persona en este planeta para
salvarla, lo sabes, debido a que harías lo mismo por proteger a la mujer que
amas.
Phoenix se quedó en silencio y luego:
—¿La amas?
—Lo hago.
—Bien. —Rió entre dientes—. Creo que eso cambia las cosas. La gente va
a la guerra por menos...
—No hay mayor razón para detener el corazón de alguien. —Cerré los
ojos, los abrí y volví a mirar la puerta del dormitorio—. Así otro puede latir sin
interrupción. —La amaba. El pensamiento era lo único que le traía calor a mi
cuerpo congelado—. Protégela a toda costa mientras estés aquí. Necesito que
la protejas como si fuera sangre.
Sabía lo que le estaba pidiendo.
A los italianos les importaba la sangre. Cualquier cosa fuera de eso era
un juego de azar en función de su estado de ánimo.
—Tienes mi palabra —aseguró Phoenix rápidamente, sorprendiéndome—
. La protegeré como si fuera mi propia sangre, porque lo es.
Suspiré.
—Gracias.
—Debería estar en tu apartamento dentro de aproximadamente dos
horas. Si no tengo noticias de ti en veinticuatro horas, le pondré seguridad y
pediré refuerzos.
—Me gustaría mantener esto dentro de la familia. —Tragué la
indignación de referirme a su familia y no a la mía.
—Las Cinco Familias son una —recordó Phoenix—. Estamos separados
cuando tenemos que estarlo, pero últimamente estamos más unidos de lo
habitual. Al parecer, los rusos nos obligan a mantener las reuniones familiares
—bromeó—. Ve y haz lo que tengas que hacer. En este momento, Sergio está
trabajando en piratear todo el imperio Petrov. No solo quiere ayudarnos a
descubrir la ubicación de los dos prostíbulos. Lo que quiere es drenar todos los
recursos de Petrov y hacer que parezca que son los federales.
Solté una risa oscura.
—Maravilloso, ¿debo asumir que los federales mirarán hacia otro lado
cuando se den cuenta de nuestra participación?
—Pero, por supuesto —respondió Phoenix—. Trata de no morir, Nik. El
amor tiene una manera de hacer que las cosas parezcan menos oscuras... No
me gustaría que dejaras de respirar antes de tener la oportunidad de
experimentar la luz por primera vez.
El corazón me latía con fuerza en el pecho por la mujer que dormía en la
otra habitación. Viviría. Tenía qué vivir. Por ella. Encontraría la forma de
hacerlo. 216
Petrov les hizo un gesto a sus hombres para que dieran un paso atrás
mientras se llevaba la mano al bolsillo, sacó un cigarro y se tomó su tiempo
encendiéndolo, dando unas bocanadas antes de dirigirse a mí de nuevo:
—Mi hija... Murió.
Por un momento me entró el pánico, luego recordé que Maya no era
técnicamente suya, por lo que tenía que referirse a Andi.
—Murió bien. —Asentí—. Asistimos al funeral.
—Porque, ¿debo asumir que llevaste a Maya contigo?
—Trabaja para mí —contesté con voz aburrida—. Así que, a menos que
quieras que la encierre en una torre durante el próximo año, viajar será
necesario.
—La tocaste.
Petrov hizo un gesto a uno de sus hombres, lanzó un teléfono móvil al aire,
lo tomó y luego me enseñó dos fotografías de nosotros subiendo al avión.
Afortunadamente, mi mano estaba en su espalda baja.
¿Lo mejor?
Ella se veía molesta.
—Mis disculpas. —Luché por ocultar mi sonrisa—. Al tocarla pensé que te
referías a sexo y que eras demasiado educado para decirlo. Sí, la toqué, en la
espalda, incluso he tocado su mano por accidente al abrir la puerta para ella. —
Chasqueé los dedos—. Maldición, incluso he visto sus pies descalzos. Por lo que
si quieres matarme por una infracción de esas o romper el contrato
simplemente porque teníamos diferentes definiciones de la palabra tocar,
entonces, por supuesto, saca tus armas y haz explotar mi trasero, pero quiero
que sepas esto. —Di un paso adelante—. Siempre tengo un mecanismo de
seguridad. Siempre. ¿Realmente quieres correr el riesgo de que al morir, llueva
el infierno en tu imperio mediante la liberación de cada pieza de información
que he recogido en los pasados años? Peor aún, ¿realmente quieres correr el
riesgo de que haya ido a los italianos en busca de ayuda?
—No irías tan lejos. —Petrov se sonrojó intensamente—. Trabajar con los
italianos... —Entrecerró los ojos y luego, sonrió mientras me palmeaba el
hombro—. Basta de negocios. Simplemente quería asegurarme de que entendías
los términos de nuestro acuerdo. Si la tocas de una manera que la lleve a
recordar… No te mataré a ti, pero podría matarla a ella. —Di un respingo—. Y
creo que sería peor para ti, ¿verdad? Sabiendo que fue culpa tuya. ¿Saber que le
fallaste dos veces?
—No recuerda nada —mentí—. Incluso puse las mismas máscaras en su
dormitorio. No ha desencadenado nada, todavía.
—¿Todavía?
—Soy doctor. No Dios. —Cerré los puños—. Y no puedo leer la mente.
Simplemente les digo a los débiles qué hacer. —Con una sonrisa me incliné
hacia delante y chasqueé los dedos dos veces—. Así.
217
—¡Basta! —Petrov se tambaleó hacia atrás. Siempre había temido que
alguien controlase su mente, temido que su conciencia no fuese suya; sobre todo
después de ver lo que podía hacer, lo que le hacía a sus soldados por él. Tenía un
miedo muy real a verme chasquear los dedos desde que ayudé a que su último
Sovietnik saltase de un edificio de doce pisos.
Sonreí.
—¿Creo que terminamos?
Petrov se ajustó el abrigo y luego se metió lentamente en la camioneta
negra, me imaginaba el cuero crujiendo mientras su peso se instaló en su contra.
Cerró la puerta.
Estaba preparándome para dar la vuelta y salir cuando bajó la ventanilla.
Mierda.
Resonó un disparo y luego gritó:
—Un recordatorio.
Subió la ventanilla y el auto se alejó con el gruñido amenazador de su
motor.
Nunca des la espalda a un ruso.
Caí al suelo, apretándome el costado, la bala había entrado y salido de
forma limpia, pero necesitaba coserme. Cojeé hasta el auto y luego fui golpeado
en la parte posterior de la cabeza con algo duro.
La grava crujió por los pasos mientras mi cuerpo caía al suelo. Levanté la
mirada mientras cinco hombres se agachaban.
Podría matar. Podría pelear.
Pero no contra cinco.
No con una herida de bala fresca.
Le di una patada a uno ellos y se detuvo, mientras unos brazos me
rodeaban. Dos de los hombres se turnaron para pegarme en el estómago. Siseé
una maldición mientras mi herida se abría más.
Se rieron cuando mi cabeza cayó hacia atrás contra los dos hombres que
me sujetaban. Casi perdiendo el conocimiento, probé doblarme, preparándome
para los golpes, pero siguieron llegando y mi visión estaba empezando a
desvanecerse.
Una bala detuvo al siguiente hombre cuando iba a golpearme. Al principio
pensé que me habían disparado de nuevo, pero con dos de los hombres sobre
mí, dos golpeándome y uno observando, nadie tenía una pistola.
Se miraron unos a otros con confusión, mientras, yo intentaba pensar en
una manera de escapar.
Alguien silbó y luego Tex Campisi salió de entre las sombras, con una
gigante sonrisa en el rostro mientras sostenía una semiautomática en una mano
y un bate de béisbol en la otra.
Se encogió de hombros y comentó: 218
—¿Qué? Tengo problemas para elegir mis armas. —Su sonrisa creció—.
¿Quién irá primero?
Los hombres se rieron, dando un paso adelante.
—Somos cinco. Y ustedes dos, uno medio muerto.
—Maldición. —Tex negó—. ¿Sabes? Para ser ruso, eres súper inteligente,
apuesto que incluso fuiste a la secundaria, mientras la mierda de por allí no
pudo llegar más allá de primer grado. Aquí tienes un consejo, apunta el arma
hacia el objetivo.
Uno de los chicos comenzó a cargar contra él, sonó otro disparo, pero el
arma de Tex apuntaba al suelo.
El chico cayó presionándose el pecho. No pudo haber sido el disparo de
una semiautomática, teniendo en cuenta que su cuerpo no había sido cortado
por la mitad.
—¿Sabes cuánto tiempo ha pasado desde que he disparado a algo tan
estúpido? —Chase, salió de la oscuridad.
—Disparaste a Tex ayer —indicó Nixon, uniéndose a la línea donde estaban
Tex y Chase.
—Eso creo. —Tex se rascó la cabeza y miró a su alrededor—. Eso hace,
¿qué? ¿Tres contra cuatro?
—Los mataremos. —El hombre que me sostenía escupió en el suelo—.
¡Bastardos italianos!
—Oye, eso es ofensivo —gritó Chase—. Algunos de nosotros somos hijos de
puta.
El hombre que me sostenía me empujó al suelo. Tosí más sangre, mucha, y
alcé la mirada conmocionado mientras Frank Alfero se colocaba en medio de los
chicos y luego abría fuego.
Dos disparos, tres, cuatro, cinco, seis y luego más.
—Creo que están muertos. —Tex palmeó la espalda de Frank.
—Sí. —Frank asintió, con el rostro serio—. Sin embargo, no he tenido
objetivos vivos en un tiempo y tengo que viajar pronto a Nueva York. Trace ha
estado diciendo que mi visión no es la que solía ser. —Se giró hacia ellos y se
encogió de hombros—. Y no me gustan los doctores.
—Grandioso —murmuré entre un chorro de mi propia sangre—. ¿Eso
significa que puedo ser otro objetivo?
—Hola, Nikolai, no te había visto. —Chase se rió.
Puse los ojos en blanco.
—No tengo energía para nada, excepto irme pitando de aquí. Ahora.
Nixon se movió delante de los chicos y se inclinó.
—¿Por qué no te defendiste?
219
Puse los ojos en blanco, tratando de ponerme de rodillas.
—Probablemente porque primero me dispararon en el costado y luego el
imbécil me golpeó por la espalda antes de que tuviese una oportunidad.
Nixon masculló mientras me ayudaba a levantarme.
—Gracias. —Me apoyé en él más de lo que me gustaría.
—Servicio de ambulancia. —Chase abrió la puerta—. Nos llevaré.
—¿Nos? —repetí.
—Puede que a Phoenix se le escapara a dónde iba... Y nos gusta matar
como familia. Es más significativo de esa manera —aseguró Tex, entonces tomó
la escopeta mientras Frank le daba patadas a algunos de los cuerpos, después
sacó su teléfono.
—Sí. —Frank asintió—. Cinco cuerpos... Justo al lado del océano, muy
convenientes. Matones, un accidente fácil. Gracias, jefe. —Se rió—. Se lo diré.
Mis oídos me estaban jugando una mala pasada, ¿o no?
—¿Equipo de limpieza?
—Claro que no —gritó Nixon—. Los policías.
—Llamaste a la policía. —Aun diciéndolo, no lo podía creer—. ¿Por qué
diablos llamaste a la policía? ¿Por los rusos? Los policías no pueden hacer
mierda con Petrov. Es su ciudad.
—Ja. —Frank se subió junto a mí en el auto—. En una hora, será mía.
Compramos seis de sus puertos, entregamos pruebas en el FBI. Todavía
tenemos algunas preciosas conexiones allí, simplemente preciosas. —Tenía la
sospecha de que la nueva cabeza de la división del crimen organizado en
Chicago era una mujer, una muy atractiva mujer—. Y he conocido a Bart
durante años.
—¿Quién diablos es Bart? —Le di una mirada de disculpa a Nixon luego le
arranqué parte de su camisa y comencé vendarme.
Se la quitó y entonces comenzó a ayudar sin un parpadeo.
—El jefe de policía —contestó Frank—. Lo conozco desde hace veinte años.
—Jugaban juntos al golf —comentó Chase con tono aburrido—. Todos los
fines de semana del día del trabajo en Florida.
Mascullé una maldición cuando me toqué mi rostro magullado.
—Sí, te ves como una mierda —indicó Nixon sin complejos—. Lo bueno es
que no te mató, Phoenix estaría molesto de tener que proteger a otra rusa.
—Técnicamente… —jadeé—. Es medio italiana. —Toda charla en el auto
cesó—. Mierda. —Estaba empezando a desmayarme—. Mantenme despierto.
—Entonces, Maya es atractiva. —Chase, me guiñó un ojo en el espejo
retrovisor justo cuando me lanzaba hacia él, chorreando sangre en los asientos
de cuero.
Nixon le dio un golpe en la parte posterior de la cabeza. 220
—Pidió que lo mantuvieras despierto, no que hicieras que te disparara.
—Estoy casado. Estaba bromeando y mira, su color ya está mejor —
argumentó Chase.
Gemí en mis manos.
—¿Cómo compraste a Petrov?
—Sergio, averiguó algunos de sus... secretos, y diablos, se enojó, realmente
se molestó —contestó Chase.
Correcto. Sabía que el marido de Andi era un hacker experto que trabajaba
para el FBI, pero también sabía que los chicos le habían dado tiempo para llorar.
—En el momento en que te fuiste, comenzó a trabajar en la localización de
las dos últimas casas y terminó encontrando una gran cantidad de otra
información que sabíamos que podía resultar sumamente útil. —Hizo una pausa
y luego agregó—: No te ofendas, pero tu abuela da miedo como el infierno.
—¡Mierda! —Golpeé la mano contra el cuero mientras el brazo se me
entumecía completamente—. Necesitaba estar en la clínica esta noche.
—En tu condición... —Nixon negó—. No irás a ninguna parte, a menos que
desees puntos de sutura con forma de pene, probablemente me quedaré
despierto para asegurarme de que uno de los chicos pueda ayudarte a detener la
hemorragia.
Se me volvió a nublar la visión.
—Solo envíale un texto por mí diciéndole que me dispararon... Diablos,
dile que casi muero, solo asegúrate de no... —Traté de encontrar las palabras
adecuadas, no estaba seguro de cuánto sabían. Si Sergio realmente había
desenterrado esos archivos, entonces mi nombre estaba en ellos, igual que el de
ella, el de mi familia, todos nuestros secretos. Estaba empezando a sudar por
una razón completamente diferente.
Nixon me hizo una señal y luego dijo en voz baja:
—La evidencia en contra de tu familia... de tu dinastía... —Parecía que
estaba tratando de elegir cuidadosamente sus palabras—. Fue destruida. Sergio
mencionó algo acerca de tu estado mental. Me aseguraré de que Frank envíe el
mensaje de texto. Puede manejar las cosas más delicadamente. ¿Dónde está el
teléfono?
Otro gemido mientras metía la mano en el bolsillo, escribía mi código de
seguridad y le daba el teléfono a Nixon.
—¿Sabe la definición de la palabra delicado? Porque acaba de dispararles a
cuatro hombres a sangre fría como prácticas de tiro.
—Buenos tiros también. En la cabeza y el pecho —alabó Tex con
aprobación mientras Chase se reía entre dientes.
Nixon centró su mirada en la mía.
—Lo enviaré.
—A Jac. —En ese momento, sentí vergüenza por mi familia, vergüenza y
221
alivio, de que por primera vez en mi vida, ya no tenía que soportar yo solo los
secretos sobre los hombros.
—Te tenemos. —Nixon asintió y comenzó a escribir furiosamente en mi
teléfono mientras yo cedía ante la oscuridad.
Cuando conoces a un hombre lo juzgas por su ropa, cuando lo dejas, lo juzgas
por su corazón. –Proverbio ruso.

Me asustaba. Toda su presencia se sentía… enojada, tensa. Y también me


recordaba a alguien, algo, no estaba del todo segura de qué, tal vez solo era su
manera de moverse por la habitación. Parecía un depredador, fingiendo calma
en el exterior, mientras una guerra se estaba librando en su interior.
—Siéntate. —Phoenix estaba reclinado en el sofá de cuero blanco, con las
piernas apoyadas sobre la mesa, todo en su postura parecía relajado, pero tenía
el rostro tenso, atravesándome con sus ojos penetrantes. Pasó una mano por su
cabello casi rapado y masculló una maldición antes de murmurar algo en
222
italiano y levantarse—. ¿Sabes qué? Me levantaré para esto. Creo que necesito
estar de pie.
Me senté en el otro extremo del sofá y crucé las manos en mi regazo.
—Vino —comentó sin mirarme—. Pensé que podría ser mejor que café.
—¿Mejor para mí o para ti?
—Para ambos. —Se giró, escondiendo una sonrisa mientras maldecía y,
finalmente, se sentaba, inclinándose sobre las rodillas—. Voy a decírtelo una
vez, no dos, necesitas escuchar y esperar con tus preguntas hasta el final. Es la
única manera en que atravesaré esto. Quiero que sepas que hablar de mi pasado
no es solo algo que no me guste hacer, es algo que no hago por nadie más que
por mi esposa, solo porque la amo y sé que ayuda a sanar las heridas que, de
otra manera, se darían un festín si no alejara la oscuridad con besos.
—¿Sabes?, creo que voy a beber primero. —Alcancé el vino esperando en la
mesa, le di cuatro tragos y luego me senté de nuevo.
—¿Mejor? —preguntó Phoenix.
—No.
Se rió, sonaba divertido, como si no estuviera acostumbrado a ello. Inclinó
la cabeza hacia mí.
—Hay mucha oscuridad en este mundo, una gran cantidad de mal... Desde
hace mucho tiempo, mi familia es parte de ella. A diferencia de la mafia rusa, los
italianos tienen un conjunto de reglas muy estrictas con las que dirigen la
organización. Una de las primeras que aprendemos en nuestro entrenamiento
es que nunca nos involucramos con drogas o prostitución.
Resoplé.
—¿Y qué? ¿Acaban involucrándose en blanqueo de dinero? ¿Extorsión?
Sonrió.
—¿Te sorprendería saber que la mayoría de nuestras familias tienen sus
propias compañías legales?
—Sí.
—Bueno, entonces sorpréndete. —Se encogió de hombros—. Nuestra
familia no es lo que solía ser. Las Cinco Familias se han visto obligadas a
cambiar con los tiempos, pero cuando era más joven... Mi familia, los Langes,
fueron los más odiados porque estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa con
tal de obtener un beneficio. Y mi padre, dándose cuenta de que estábamos
perdiendo el respeto de los otros jefes, así como el dinero, decidió hacer algo
diferente...
Tenía una idea de lo que significaba diferente, pero quería oírselo decir.
—Los círculos de prostitución y drogas... Ambos fueron introducidos tan
fuertemente que no solo se enganchó a su propio producto, sino que comenzó a
vender chicas, su virginidad, al mejor postor. Él… —Phoenix tosió, luego agachó
la cabeza—. Trató de vender a mi hermanastra. Y para cuando tenía diez años, 223
había visto más mal del que la gente ha visto en toda su vida. Era mi mundo,
todo lo que sabía. La oscuridad era mi manta, mi santuario. Se convirtió en mi
templo, porque sabía que si no lo hacía, me mataría. Hay cosas que no necesitas
saber, pero lo que tienes que saber es que en un momento, mi padre, de hecho,
vendió a su propia hija.
Se me tensó el estómago, como si fuese a vomitar.
—¿Por qué haría eso?
—Por dinero. Siempre por dinero —contestó Phoenix con voz amarga—.
Por supuesto, no supe de su existencia hasta que me hice cargo de la familia
Nicolasi el año pasado. Los secretos, como ya he dicho, son de lo que me ocupo.
Luca Nicolasi era uno de los jefes más conocidos de las Cinco Familias y me dejó
todo, pero hizo negocios en secreto, tiene a tanta gente por las pelotas, que las
personas ni siquier… —Se levantó repentinamente—. Tiene lo que llamo
carpetas negras sobre cientos de individuos.
Phoenix se acercó una bolsa y sacó una carpeta lisa negra, luego la dejó
caer directamente en la mesa, al lado de mi vino. No era muy gruesa, pero era
desalentadora, casi como si abrirla desbloqueara cosas que no estaba segura de
que debiese conocer.
—La verdad, siempre sale. —Phoenix se cernió sobre mí. Era esbelto y
musculoso, intimidante y oscuro, muy oscuro—. Una de las mentiras más
grandes que creerás es que puedes pecar en silencio y salirte con la tuya. Dado
que la mayoría de las veces, el silencio es más fuerte, exige ser conocido, ser
escuchado.
Suspiró y se inclinó abriendo la primera página de la carpeta.
Me incliné, el corazón me latía con fuerza.
Era una fotografía mía.
Y debajo de ella había un nombre.
Maya De Lange.
Era yo, pero había un nombre diferente. Sabía que mi padre no era
realmente mi padre, pero eso... significaría...
Miré a Phoenix.
—¿Eres mi hermano?
Hizo una mueca, como si la palabra no guardara nada más que dolor para
él.
—No lo entiendo —susurré—. No… —Sentía la mirada borrosa, mi cuerpo
pesado.
—Recuéstate —ordenó en voz baja—. No voy a dejar que te pase nada. Te lo
prometo.
—Tengo un hermano aterrador —murmuré mientras sentía la boca
pastosa, un sonido siseante hizo que cerrase los ojos.
—Gracias por el cumplido. —Rió. 224
Fue lo último que registré antes de que mi cuerpo cediera a la oscuridad.

Parpadeé e hice una mueca de dolor mientras un hombre que solo había
visto una vez, ponía una linterna sobre mis ojos. Le empujé el brazo, mientras
las lágrimas llenaban mi visión.
—Los rusos no lloran —dijo con una pequeña sonrisa y luego inclinó la
cabeza hacia un lado—. ¿Estás bien, Maya?
—Sí. —Me apreté las sienes con las manos mientras Sergio me ayudaba a
sentarme lentamente en el sofá—. ¿Dónde está Phoenix?
—Aquí —respondió Phoenix desde algún lugar detrás de mí, pronto
apareció junto a Sergio con café—. Le añadí whisky.
Apreté los labios en una sonrisa.
—Hombre inteligente.
—Mi esposa cree que sí. Eso es todo lo que importa. —La voz de Phoenix
todavía era ronca, él y Sergio compartieron una mirada.
—Está bien. —Sergio se levantó―. Solo un poco estresada.
—No me digas —murmuró Phoenix—. Todavía no puedo creer que hayas
venido, ¿qué haces aquí?
—Me sentí excluido. —Sergio se encogió de hombros—. Y es hora.
Phoenix tragó saliva, apartó la mirada y luego, golpeó el brazo de Sergio
mientras la puerta de mi apartamento se abría de golpe, revelando a un Nikolai
sangrando y a más italianos.
—¡En el sofá no! —gritó Chase—. ¡Es blanco!
—¿A quién diablos le importa? —contraatacó Tex—. ¡Muerto es muerto!
¿Salvarás el sofá o al ruso?
Todos se detuvieron, como si de hecho estuvieran pensándose si mantener
el sofá blanco prístino.
—¿Qué? —chillé, mientras Nikolai casi se desploma contra el suelo.
—Lo siento. —Nixon sujetó a Nikolai—. Viejos hábitos y todo eso.
—¡Maldita sea, deja que me siente! —gritó Nikolai, su rostro estaba
ensangrentado, con la boca hinchada.
Me lancé a él, pero Sergio me sujetó del brazo.
—Deja que lo arreglen primero, que detengan la hemorragia y le den algo
para el dolor.
—Pero…
225
—Maya. —Sergio negó una vez—. Lo sé. Créeme. Y de todos estos tarados
soy el único que, en realidad, tiene algún conocimiento médico para que no vaya
a terminar pareciendo Nikolai Frankenstein.
—Ja, ja. —Chase me guiñó un ojo—. ¿Dime que no sería hilarante si
tuviéramos que empezar a llamarlo así?
Nikolai masculló una sarta de maldiciones, luego trató de apoyarse en el
mostrador mientras la sangre goteaba de una herida en su brazo.
—Puedo caminar —se quejó, en parte alejándose y en parte tropezando al
pasar junto el mostrador y casi cayendo en los brazos de Sergio, en un valiente
esfuerzo de evitar el sofá blanco.
Nuestros ojos se encontraron.
Sabía por qué iba a evitarlo.
Debido a que la sangre en el blanco lo ponía enfermo; era su manía, todos
las teníamos. Me golpeó, porque en ese momento, tal vez estaba tan
traumatizado sobre nuestro pasado conjunto como yo.
—Aquí. —Me moví rápidamente a su lado y ayudé a Sergio a llevarlo al
dormitorio, a mi dormitorio.
Es el lugar al que pertenecía, conmigo, en mi cama. Una vez que lo
colocamos sobre la cama, tomé una de las mantas afganas rojas de la silla y la
arrojé sobre el edredón de color blanco, en un esfuerzo por asegurarme de que
no viera su propia sangre en el blanco, no quería añadir el estrés emocional a su
estado ya menguado físicamente.
—Sergio. —Nikolai pronunció su nombre como una maldición enojada—.
¿Por qué demonios tengo a seis italianos en mi casa?
—Siete —corrigió Sergio con tono aburrido mientras Phoenix entraba en la
habitación con un gran maletín, se lo entregó y salió—. Técnicamente hay siete
de nosotros. Ocho si contamos a Maya. —Me dio un guiño—. Phoenix se lo
contó.
Nikolai hundió los hombros.
—Siento no haber estado aquí para ti durante ese momento.
—Está bien. —Me senté a su lado en la cama y sostuve su mano
ensangrentada—. Estabas demasiado ocupado siendo golpeado.
—Y por lo que se ve —Sergio arrancó el resto de la camisa de Nikolai con
las manos—, también te dispararon.
—¿Qué? —chillé, sujetando la mano de Nik con más intensidad de la
necesaria.
—Estoy bien —aseguró—. Me atravesó limpiamente.
—¿Qué demonios? —Sergio se inclinó para examinar la herida, después
maldijo de nuevo—. ¿Cómo se desgarró una simple herida de bala?
—Me dieron una paliza y traté de defenderme. ¿Cómo si no, crees que se
rasgó? 226
Sergio lo ignoró y puso el maletín en el suelo, lo abrió y sacó una jeringa.
Abrí los ojos como platos, tal vez demasiado, porque Sergio sonrió en mi
dirección.
—No te preocupes, no voy a matarlo, solo le daré una buena dosis de
morfina que debe hacer que sueñe con unicornios y esas cosas.
—No necesito morfina —se quejó Nik mientras el sudor comenzaba a
gotear de sus sienes.
Asentí a Sergio.
—Dásela.
—Maya no necesito… —Siseó mientras Sergio le clavaba una aguja en la
parte interior del codo—. Odio las drogas.
—Es bueno que un médico que inventó sus propios medicamentos
especiales realmente los odie. De esa manera no puede convertirse en un adicto
—mencionó Sergio amablemente—. Bien, solo te dispararon una vez, pero estoy
pensando... —Colocó las manos sobre el pecho de Nik y las bajó—. ¿Dos costillas
rotas?
Nik se quedó en silencio y, después:
―Un ojo morado, tres costillas rotas en el lado derecho, posible sangrado
interno, un riñón lastimado y una gigante herida abierta donde me dispararon.
Eso es. ¿Ves? —Intentó levantarse, pero cayó de nuevo sobre la cama y jadeó—.
Estoy bien.
—Los médicos siempre son los peores pacientes. —Sergio tomó otra aguja
y la clavó en el cuello de Nik, en cuestión de segundos se estaba desplomando
hacia atrás y luego durmiendo.
—¿Qué le diste? —pregunté con una voz llena de pánico. Estaba rodeada de
la mafia italiana y aunque quería confiar en ellos, porque Nik lo hacía, porque
mi hermana lo hizo, todavía estaba preocupada. Ahí había siete, siete enormes
hombres aterradores en mi apartamento. ¿Y si decidían que no valía la pena?
No es que no fuera consciente de lo que Nikolai hizo ahora, o lo que mi padre les
había hecho, a Andi.
—Oye. —Sergio llamó mi atención—. ¿Por qué no ayudas limpiando la
sangre para que pueda ver dónde tiene que coserse?
—¿Él?
—Dudo mucho que un cirujano con tanto talento como Nikolai vaya a
querer que lo cosa alguien que se retiró en el cuarto año de carrera de medicina.
Además, estoy esperando que no parezca tan malo una vez que lo hayamos
limpiado.
Asentí y fui al baño para tomar un paño con agua tibia, después regresé al
dormitorio y comencé a limpiar suavemente la sangre del costado de Nikolai.
Trabajamos en silencio. Lavé la sangre y Sergio hizo pequeñas suturas sobre
unos cortes mientras examinaba simultáneamente los hematomas y los bultos a
lo largo del cuerpo de Nikolai.
Después de unos minutos de silencio amigable. Sergio habló: 227
—Ella te habría adorado.
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
—¿Crees... que es posible extrañar a alguien a quien nunca conociste?
Las manos de Sergio congelaron.
—Sí. Lo hago. Creo que es posible extrañar a alguien simplemente al
escuchar los recuerdos de otras personas, sabiendo cómo era esa persona,
viendo a alguien hablar de ellos mientras sus rostros se iluminan con placer o
excitación, casi como si la persona siguiera respirando… viviendo. —Se aclaró la
garganta y comenzó a trabajar de nuevo—. Está bien sentir su pérdida, a pesar
de que no fueron parte de tu vida. —Fijó la mirada en mí—. Sé que si la situación
fuera a la inversa, ella sentiría lo mismo por ti. Te guardaría luto, porque la
sangre es la sangre, Maya. Y todos somos humanos... muy frágiles, la mayoría ya
rotos; y ella lo sabía mejor que nadie que jamás hubiera conocido. Veía el
mundo como merecía ser visto.
—¿Cómo?
―Con respeto… con belleza.
Una lágrima se deslizó por mi rostro. Traté de limpiármela, pero Sergio me
sujetó la mano.
—Es más difícil para los que se quedan que para los que se van. Solo sé...
que se reía mucho y que me volvió loco.
Me lamí los labios secos, formando una sonrisa a través de ellos.
—Este mundo necesita más risa.
—Realmente es así —concordó, mientras ambos mirábamos a Nikolai—. Y
él va a necesitarte...
—Me tiene.
—¿De verdad? —Sergio entrecerró los ojos—. Es un asesino.
—Tú también.
―Las mismas manos que utiliza para dar vida, la toman. Vas a tener que
hacer la vista gorda... Porque siempre estará en su sangre.
—¿Qué?
Sergio se encogió de hombros.
—Una vez que estás en esta vida, no te alejas, incluso cuando lo deseas.
Esto te sigue, te tienta, te hace señas, te promete el mundo. Siempre será la
mafia. Por lo tanto, deberías irte ahora si es demasiado. Puedo hacerte
desaparecer y por Andi, voy a darte esa opción. —Se levantó—. Estarías en
Canadá antes de la medianoche, o en México si lo prefieres, en una casa junto al
mar, con una nueva identidad, con pasaporte, con una nueva vida, solo di la
palabra.
—Pero Nikolai… 228
—Se queda. Esta oferta es para ti. No para él.
Presa del pánico, me quedé mirando a Nikolai y me levanté, era lo que
habría querido para mí, para nosotros, que desapareciera, que estuviese segura,
pero no quería estar segura si eso significaba que estaba lejos de él.
—Mi padre, ¿seguirá yendo tras Nik? ¿Tras de mí? —Sergio no respondió—
. ¿Qué haría Andi?
Una vez más, no hubo respuesta, se limitó a mirarme, con los ojos azules y
cristalinos como ardientes agujeros atravesándome.
Tragué saliva, cuadrando los hombros y susurrando:
—Si él se queda. Yo me quedo.
—Gracias a Dios —replicó Nikolai con voz ronca—. Y Sergio, vete antes de
que te patee el trasero.
—Ah. —Sergio sacó una aguja e hilo—. En tu estado es más probable que
caigas sobre tu trasero y te veas estúpido frente a la chica que amas. —Le
entregó la aguja a Nikolai—. Voy a dejar que hagas los honores.
—Gracias —se quejó—. ¿Y Sergio?
Sergio se giró.
—Si me clavas una aguja de nuevo, te arrancaré la garganta mientras estés
despierto.
—Ajá. —Sergio asintió—. Propranolol15, no sabía que eras fan.
—Fuera. —Nikolai hizo un ruido extraño de gruñido.
Sergio cerró la puerta y gritó:
—¡De nada!

229

15
Propranolol: Fármaco beta-bloqueante usado principalmente para tratar la hipertensión.
También atenúa manifestaciones físicas de la ansiedad tales como temblores, taquicardia,
sudoración, etc.
No nos preocupamos cuando lo tenemos, pero lloramos cuando lo perdemos. –
Proverbio ruso.

Por lo menos podría estar agradecido de que Sergio no había usado una
dosis completa para noquearme, solo lo suficiente para hacer que los pasados
diez minutos parecieran difusos. Se sintió bien cerrar los ojos y relajar la
espalda contra el colchón mientras los medicamentos se filtraban a través de mi
sistema, la morfina quemaba a lo largo de mis venas. Siempre había tenido una
terrible reacción a cualquier opiáceo. Por lo general me hacían enfermar, lo que
era una bendición, teniendo en cuenta que tenía fácil acceso a ellos en todo
momento y pensaba como químico cuando se trataba de hacer mi suero JR. 230
No me sorprendió que le hubiera ofrecido su santuario.
Lo que me impactó fue que ella declinara su oferta y se quedara.
Una mujer inteligente se alejaría, tomando la segunda oportunidad de un
nuevo comienzo y nunca mirando atrás.
Literalmente, no había nada más que terror en su pasado y tampoco podía
imaginar que el futuro serían rosas y cuentos de hadas, no si se quedaba
conmigo. Nunca, ni una vez en su vida, dejaría de recordar su pasado, nuestro
pasado, y tendría que preguntarme si habría un impacto continuo en nuestro
presente, filtrándose hacia nuestro futuro.
Con un suspiro, me senté tanto como pude.
—Maya, ¿podrías por favor tomar un espejo de mano del baño?
Con el ceño fruncido, hizo un gesto sencillo, fue al baño y regresó con el
espejo.
—Excelente. Apunta a mi costado por favor, con el ángulo hacia abajo, un
poco más lejos. —Tenía las manos temblorosas. No la culpaba. Yo era un
desastre—. Gracias.
No hablamos mientras ágil y rápidamente cosía mi herida con suturas
perfectas que dejarían una leve marca blanca, como si hubieran rayado sobre
ella.
Maya se balanceó sobre sus pies.
—¿Maya? —La alcancé con la mano libre, solo necesitaba cortar el hilo—.
¿Vas a desmayarte?
Se mordió el labio inferior e hizo que mi cuerpo, incluso insensible con las
drogas, se tensase de lujuria.
—No. —Sacudió la cabeza—. Eso es muy... atractivo.
—¿Qué? —Bajé la mirada a mi vientre desnudo. Seguramente no se refería
a que estuviera sin camisa. Me había visto desnudo. Dudaba que mi cuerpo
magullado le hiciera algo.
—Eso. —Señaló la mano con la que aún sostenía la aguja—. Simplemente te
cosiste a ti mismo, a la perfección, mejor que, bueno, yo ni siquiera sabría, pero
es solo... Lo siento, es que ¿es inapropiado?
—Mucho. —Asentí serio—. Vamos a ser profesionales, Maya. —Apreté los
labios en una sonrisa apenas contenida.
—Claro —concordó, cruzándose de brazos—. ¿Eso es todo, doctor?
Dejé escapar un gemido sordo.
—Date prisa y corta este maldito hilo para poder besarte.
—No sabía que los rusos besaban a los italianos sin protección. —Pasó las
manos por su cuerpo, maldición, haría casi cualquier cosa por una probada,
mejor que cualquier droga. 231
—Muy divertido. —Señalé las tijeras con la cabeza—. Ahora, antes de que
accidentalmente te atrape.
—Ja. —Movió su dedo en mi rostro—. ¿Quieres decir como anoche?
Puse los ojos en blanco y me apoyé contra el colchón.
—Adelante, acaba conmigo, mátame. Esperaré.
Se arrastró suavemente sobre mí, evitando poner ningún peso sobre mi
cuerpo mientras alcanzaba las tijeras y cortaba el hilo.
Tomé su mano en el momento en que se liberó, llevando sus dedos a mis
labios, sabía a casa.
—¿Cómo estás? —No era ese hombre, el que hacía preguntas emocionales.
Nunca me había importado, no hasta ella.
Maya se lamió los labios, estudiando mi boca durante unos segundos antes
de responder:
—Sosteniéndome.
—Bien, al menos no has corrido y gritado todavía.
—Eso haría que me mataran.
—Tu padre puede estar demasiado ocupado para matarte ahora. O al
menos demasiado ocupado para amenazarnos, y cuando lo haga... no creo que
tengamos problemas para encontrar a personas dispuestas a pelear por
nosotros. Al parecer, los italianos se han aburrido esta semana pasada,
¿imaginas eso?
Maya se estremeció.
—¿Aburridos significa que no han tenido algo a lo que dispararle en un
tiempo? ¿Y siete días es mucho tiempo? Vaya, hablando de autocontrol.
¿Quieres darles una medalla? ¿O les regalo un poco de vino?
Me eché a reír, sorprendido por el hecho de que no pude aguantarme más.
Consiguió sacarme la mierda, cuando uno de mis más oscuros secretos estaba a
punto de ser revelado, podía reír.
Porque la amaba.
Y cuando se tiene amor, todo lo demás parece desaparecer en el fondo, el
ruido de los latidos de su corazón sofocando los gritos del pasado.
—Los italianos —susurré colocándole un mechón de cabello detrás de la
oreja con la mano buena—, no aman su vino.
Se inclinó poniendo sus labios contra los míos.
—Yo te amo a ti.
Mi cuerpo vibró de placer y cantó con integridad por su proximidad.
—¿Puedes decir eso…? ¿Después de todo? ¿Incluso después de esta noche?
¿Después de descubrir tu parentesco?
—No tuviste nada que ver con mi madre siendo infiel y acostándose con la 232
mano derecha de Petrov, absolutamente nada.
—No. —Tragué el nudo de culpa—. Pero lo sabía. Él era un extraño
tratando de escapar de la presión de su propia familia del crimen y el
sentimiento de vergüenza que sentía al ser el más pobre, que le faltaran al
respeto. Sabía esa información debido a mi padre.
—Al parecer, todo el mundo lo sabía. —Maya suspiró—. En el gran
esquema de las cosas, ¿realmente importa?
—No sé, ¿lo hace?
—Realmente no. No. Si hay algo que agradezco es que no estoy
emparentada con un mafioso ruso.
Abrí la boca para hablar, pero presionó dos dedos y susurró:
—Pero estoy enamorada de uno.
No estaba seguro de si eran las drogas o simplemente tenerla cerca, pero
mi cuerpo se sintió caliente en el momento en que dijo eso. Aun así, tenía que
entender.
—Nunca voy a ser libre.
Maya giró la cabeza y tuve una visión de su cuello largo y precioso. Quería
recorrerlo a besos, desde el cuello hasta su ombligo, y luego más abajo, bebiendo
su néctar hasta que estuviera borracho de él. Su mano acarició suavemente el
tatuaje falciforme.
—No creo que ninguno de nosotros sea libre de nuestro pasado, pero eso
no quiere decir que no podemos tener un futuro, ¿verdad?
Me quedé rígido. Había una cosa más, un secreto más que había
mantenido oculto, un secreto de mi familia que había mantenido aún más cerca.
No era algo que pudiese decirle, tendría que mostrarle el diario, explicarle las
razones y lo peor de todo, tendría que hablar con Jac primero.
Ella era la bala perdida en todo esto, la última parte de mi vida que podría
desentrañar y destruir todo lo que tenían en gran estima.
Con unas simples palabras, ensartadas en una frase poderosa, toda mi
carrera terminaría, la vida de Maya, mi reputación.
Me estremecí.
—¿Tienes frío?
—No —respondí rápidamente, tal vez demasiado rápido si el ceño fruncido
de Maya era alguna indicación—. Solo estoy pensando.
—Bien, detente. —Maya se mordió el labio inferior.
Dejé escapar un gemido y traté de acercar su cuerpo, pero me dolía
moverme más de un centímetro.
Sonrió contra mi boca.
—Es algo agradable, que estés semi-paralizado mientras me aprovecho de 233
ti.
Me quedé congelado por una razón completamente diferente mientras mi
cuerpo pasaba de caliente a frío. No tenía idea lo que significaba que me dijera
eso.
Paralizado, pero despierto.
Los gritos de la mujer se hicieron eco en mi cabeza. Nunca había estado
presente en ello, ¿hacía que disminuyera mi participación? ¿Me hacía menos
asesino?
—Maya, necesito hablar contigo de algo. —Le sujeté la muñeca apartándola
tanto como pude sin dejar escapar un agudo grito de dolor.
—Las palabras pueden venir mañana —argumentó, bebiéndome con la
mirada—. En este momento, permíteme amarte. Lo que tengas que decir puede
esperar, ¿no?
Estaba demasiado cansado para discutir.
—Sí. Puede esperar.
—Bien. —Me besó en la frente—. Ahora duerme y sueña conmigo.
—Eres todo lo que he soñado... Desde que te vi en el otro lado de la
habitación y mi corazón latió. —Las visiones de la sonrisa de Maya comenzaron
a desaparecer.
No hay maldad sin bondad. –Proverbio ruso.

Pasó una semana, una semana donde Jac se negó a responder a mis
mensajes y los periódicos confirmaron mis peores temores.
El Asesino del Muelle actúa de nuevo, los crímenes han sido más
perversos. Dos estudiantes universitarias han sido encontradas en el distrito
U, sus bocas selladas, sus ojos arrancados de sus rostros junto con todos los
órganos femeninos. La policía ofrece una recompensa monetaria por cualquier
información. Las víctimas conocidas de este asesino en serie hasta ahora
ascienden a doce mujeres. 234
Fruncí el ceño y alejé el periódico. La mayoría de los italianos se habían
ido, excepto Phoenix. No podía esperar a que se fuera. Era nauseabundo oírlo
hablar con su esposa por teléfono a todas horas del día. Le aseguré que
manejaríamos las cosas, ya que Sergio ayudaría a derribar los imperios de
Petrov, no había oído nada de él o de sus Byki.
Fui a la clínica cuatro veces en busca de cualquier cosa sobre Jac, pero
estaba como la dejé. El único cambio era que ya no estaban llevando a las
mujeres a mi puerta, lo que me entristeció, no porque fueran parte de mi
investigación, sino porque me importaban, me preocupaba por las mujeres que
a veces solo atravesaban la noche, porque sabían que cuando vinieran a mi
clínica haría que olvidaran.
Era mi regalo para ellas.
Debido a que era todo lo que tenía que ofrecer.
Sanarlas tanto física como mentalmente y si no podía hacerlo... Les ofrecía
otra opción.
Moví los dedos contra el periódico mientras la ansiedad crecía en mi
pecho. Maya se estaba duchando. Había estado en el apartamento durante toda
la semana y pensé que sería bueno para ella, al menos, salir y tomar un café o
algo así.
Phoenix regresó a la habitación y echó un vistazo al periódico.
—¿Cuándo vas a contárselo?
Pregunta pesada para las siete de la mañana.
—Iba a decírselo la semana pasada, después al siguiente día, y el día
después de ese, no sé ni cómo empezar.
Phoenix sacó una silla y se sentó.
—Bueno, siempre puedes empezar con... ¿Sabes de las historias de terror
de los setenta...?
—No eres divertido.
Phoenix se encogió de hombros.
—No estaba tratando de serlo. Es la verdad, ¿no es así? Sergio encontró
algo de mierda interesante en tu casa, le di permiso para leer esa historia... Pero
algunas cosas es mejor quemarlas.
—Sí. —Con voz ronca dejé el diario sobre la mesa y me tapé el rostro con
las manos—. Tengo que matarla.
—No tienes otra opción —acordó Phoenix—. Es lo mejor.
—Pero la quiero.
―Nunca dije que no lo hicieras... Pero no puede seguir así, ha habido
demasiado daño psicológico, va a volverse loca, y…
—Lo sé. —Estaba disgustado con toda la situación—. Solo... Dame algo de
tiempo.
235
Negó.
—No es algo que tenga, hombre. Hazlo esta noche, o lo haré por ti.
Me puse de pie.
—¡Y una mierda lo harás!
—Entonces, sácate la cabeza del culo y logra que se haga —bulló, pisando
fuerte hacia el salón.
Golpeé la mano contra la encimera mientras Maya giraba por la esquina
tropezando con la silla que Phoenix había pateado accidentalmente. Estaba
pálida.
—¿Te sientes bien? —pregunté.
—Sí. —Asintió vigorosamente—. ¿Sabes?, realmente me estoy sintiendo…
—Tiró de su camisa—. Calurosa y encerrada. ¿Podría bajar al vestíbulo y tomar
un café? ¿Tal vez sentarme afuera? —Tragó saliva como si estuviese nerviosa—.
Sola.
Entrecerré los ojos. No es que no quisiera que tuviera su libertad,
simplemente no me gustaba la idea de que fuera abajo sin escolta y el plan
original había sido conseguir un poco de aire fresco juntos. Por otra parte, hay
guardias de seguridad en todas partes; también tenía acceso a todas las
cámaras.
—Claro. —Incluso mientras lo decía, la duda se deslizaba, por lo que me
angustié. Me encogí de hombros—. Solo mantente segura y lleva tu teléfono.
—¡Genial!
Sonrió y se dirigió a la puerta, la abrió y luego la cerró de golpe mientras
me quedaba pensando por qué algo se sentía mal.
Dos minutos más tarde todavía estaba mirando la puerta cuando Phoenix
entró de nuevo en la cocina.
—¿Qué se arrastró por tu trasero y murió?
—No me dio un beso de despedida —susurré.
—¿No es normal?
—Maya siempre ha sido... emocional. —Me senté y crucé los brazos, luego
negué—. Estoy imaginando cosas.
Phoenix puso un vaso de jugo de naranja sobre la mesa y luego puso su
Glock justo al lado.
—Entonces, ¿qué será? ¿Quieres sangre en tus manos o que haga tu trabajo
sucio?
—Te lo debería.
—Me debes millones de favores, solo tienes que añadirlo a la lista,
¿recuerdas? Me siento muy bien sin secretos.
—No. —Empujé su arma—. Haré que sea sin dolor, solo tiene que ir a
dormir y no despertar.
236
—¿Dónde está la diversión en eso?
―¿Diversión? —Tenía dificultades para controlar mi voz mientras me
inundaba la rabia—. No hay absolutamente nada divertido en matar a tu propia
carne y sangre, matar a la persona que, básicamente, te crió.
Me enderecé por completo, para estar iguales. Tenía ganas de pelear, podía
sentir mi sangre en aumento por la presión mientras sonreía e inclinaba la
cabeza.
—Bien. Mantén esa rabia en su lugar, que es la única manera en que
podrás hacer esto sin tener que vivir con la culpa por el resto de tu vida. A veces
es mejor alimentar la rabia con ira de modo que cuando uno mire hacia atrás,
no sea con pesar.
—¿Cuándo diablos te volviste tan inteligente?
—He leído un montón de libros, doc. —Phoenix me dio una palmada en la
espalda—. Ahora, parece que tenemos a una mujer que cazar.
—Sé donde espera normalmente a las víctimas. —Suspiré—. Solo…
—Vamos a separarnos y la encontraremos en cualquier momento. —
Phoenix sacó el teléfono del bolsillo—. Pero primero tenemos que encontrar una
niñera para Maya.
—¡Mierda!
Lo aparté de un empujón y cojeé hacia el cuarto de atrás donde había
dejado el iPad, rápidamente conectándolo a las cámaras y viendo las del
vestíbulo.
Maya estaba sentada en una silla tomando café, al instante me relajé.
Hasta que vi un rostro conocido con botas de vaquero acercarse a su mesa y
sentarse.
—¡Phoenix! —grité—. ¡Jac está aquí!

237
La lengua habla, pero la cabeza no sabe. –Proverbio ruso.

Tomé un sorbo de mi bebida, ni siquiera estaba segura de lo que había


pedido, el entumecimiento me había superado en el momento que me topé con
Nik y la conversación de Phoenix. Después de todo lo que habíamos pasado
juntos, iba a matarme.
¿De quién más podría estar hablando?
¿Y por qué no me iba corriendo y gritando? No es como si pudiese ir a la
policía. Quiero decir, podía hacerlo, pero ¿qué les diría? Tendrían que presentar
una orden de restricción y en realidad, ¿quién me creería? 238
Me estremecí al mirar mi café con leche, que no sabía a nada.
¿Era tonto por mi parte estar todavía en este edificio?
Estúpida por pensar en ir al piso de arriba y convencerlo de que no tenía
tantos daños psicológicos como para romperme.
¿Cómo podía creer eso? ¡Después de todo lo que había dejado caer en mi
regazo durante las pasadas semanas! ¡Cualquier persona se habría vuelto loca!
Había hecho todas las cosas bien.
—Te amo —me había susurrado.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, haciendo que mi visión fuera borrosa
mientras trataba de ahogar un sollozo, me dolía la garganta, pero no era nada
comparado con el dolor que sentía cortando a través de mi pecho mientras mi
corazón se rompía en un millón de pedazos.
La mayoría de las chicas llorando por corazones rotos no tenían que
preocuparse de que las matasen, pero tal vez fuera menos doloroso.
Porque, ¿cómo, después de saber todo lo que sabía, podría vivir sin él?
Algunas lágrimas se me escaparon mientras me cubría el rostro con las
manos. Por supuesto, eso era todo.
Estaba certificablemente loca.
Porque estaba de luto por mi asesino.
Tal vez merecía morir.
Tal vez solo me tumbaría en la cama como si hubiera perdido toda
sensatez y le entregaría el cuchillo para apuñalarme.
Estaba siendo dramática mientras el miedo y la tristeza me mantenían
clavada en ese asiento, como si no tuviera más opción que tomar un café y
pensar en todas las veces que había susurrado su amor con su boca, mientras el
resto continuaba avisándome, advirtiéndome del peligro en el que estaba.
Sergio había dicho que Nik siempre sería mafioso, siempre sediento de
sangre.
Y ahora quería la mía.
No había nada de romántico, nada.
Me hacía enojar, frustrarme, aterrarme y si era honesta, sentía pena por mí
misma, sabiendo que el mismo hombre que me dio una nueva vida, iba a ser el
que me la quitara.
¡Corre! Gritó mi mente.
Quédate. Susurró mi corazón.
—¡Maya! —Una voz femenina interrumpió mi batalla interna—. ¡Por aquí!
—Jac agitó una mano hacia mí y se acercó a la mesa—. Oh querida, te lo dijo,
¿verdad?
—¿Me dijo? —Todo sobre Jac me ponía en el borde, como si fuese una
funambulista borracha a la espera de dar el paso.
239
—Acerca de mí —murmuró con tristeza—. Acerca de nuestra familia.
—Eh, no, pero, ¿sabes?, realmente debería volver.
Este era el peligro. Esta mujer sentada frente a mí con una sonrisa y el
lápiz labial de color rosa brillante. Esto estaba mal, todo lo relacionado con la
forma en que sus fríos ojos miraban a través de mí me daba pánico.
Correría de nuevo a los brazos de mi asesino, lejos de ella, cualquier día de
la semana.
Hice un movimiento para levantarme, mientras algo pinchaba el interior
de mi muñeca.
Con una maldición retiré mi mano.
—¿Qué demonios acabas de hacer?
—Shhh. —Jac sonrió cálidamente—. Finalmente vas a estar bien. Ahora
estarás a salvo. Lo prometo. Finalmente estarás a salvo.
—¡Estoy a salvo! —Con él, estaba a salvo. Más segura que con ella.
Mi visión se volvió borrosa mientras mi pesado cuerpo se inclinaba contra
la mesa, traté de mantenerme con la mano pero perdí por completo. Jac muy
suavemente pasó por debajo un brazo y empezó a caminar fuera del edificio.
La gente nos veía ¿verdad? Verían mi pelea.
Luché por mantener los ojos abiertos y mientras pasábamos dos grandes
figuras, gemí:
—Ayuda.
No hicieron nada.
—¡Ayuda! ―Probé esta vez más fuerte.
Mientras, Jac hablaba por encima de mí sobre los peligros del consumo de
alcohol por la mañana, regañándome por estar intoxicada públicamente. ¡Y
luego diciendo lo bueno que era tener familiares como ella para ayudarme!
—No. —Negué pesadamente mientras mi barbilla caía a mi pecho.
—Ah, funciona mucho más rápido de lo que pensaba. Solo robé tanto como
pude sin que se diese cuenta, a pesar de que a ciencia cierta sé que ahora lo
sabe.
Estaba respirando pesadamente y luego nos quedamos en el callejón entre
los dos edificios de oficinas, el maletero de su auto ya estaba abierto. No tenía
fuerzas, una sensación de picazón corría por mis piernas y luego cedieron
mientras me empujaba contra la parte posterior.
¿Por qué nadie venía detrás de mí? ¡Esto no era normal! ¡Era de día!
Tal vez ese era el peligro, mi mente se revolvió, mi boca parecía estar llena
de algodón, el pánico se perfilaba. Siempre asumías que el hombre sin hogar en
la calle tenía un cuchillo, sin mirar a la mujer de setenta años con tacones y con
una pistola. 240
—Shhh, ahora. —Jac apretó un dedo contra mis labios—. Asegúrate de
tomar respiraciones largas, no quiero que hiperventiles o algo.
Gemí.
—Eso es, cariño. —Me abofeteó la mejilla, duro, muy duro. Me di cuenta
debido a la fuerza, pero la picadura no estaba allí, ¿por qué mi mejilla era
insensible? Como si hubiera ido al dentista y perdido toda sensibilidad de la
boca, mi lengua también estaba pesada. Estrechó sus ojos azules plata—. Eso es,
querida.
El maletero se cerró sumiéndome en la oscuridad, asustándome
muchísimo. Quería que mis pies se levantaran para patear la luz trasera, como
había visto en las películas, pero no importaba cuántas veces lo intentara, mi
cuerpo no respondía.
Podía respirar, pero ¿cuánto tiempo? ¿Que mis músculos estuvieran
paralizados, significaba que mis órganos también lo harían?
Se me llenaron los ojos de lágrimas, la única razón por la que sabía que
estaba llorando era porque ya no podía ver, solamente borroso y negro.
Pasaron minutos que parecieron horas y entonces, el auto se detuvo.
Intenté gritar, pero solo unos pequeños quejidos y gemidos escaparon. La luz
del sol me quemó los ojos cuando el maletero se abrió de nuevo.
Jac se puso las manos sobre las caderas y se me quedó mirando.
—Bien, ahora a sacarte. ¡Ese siempre es el truco! ¡Vuelvo enseguida!
Se alejó, no podía ver a dónde, solo el cielo azul me decía que no estaba
completamente fuera de la ciudad, si las gaviotas y el ruido eran alguna
indicación.
Jac empujó una camilla que estaba al nivel del maletero hasta el auto y
luego tiró de mi cuerpo hacia ella. Peleé, o por lo menos lo intenté, pero era más
fuerte de lo que parecía, fácilmente poniéndome en la camilla.
En ese momento, el terror se disparó a través de mí.
Estaba completamente loca.
E iba a matarme. No tenía ninguna duda de que esto no era una especie de
broma divertida, o una idea que había tenido porque toqué de alguna manera a
su nieto y la molesté.
Tarareando, Jac empujó la camilla hacia la parte posterior de una gran
casa roja. ¿Por qué estábamos pasando la casa? Escuché el sonido de una
cascada y cerré los ojos, esperando y rezando para que no significara que vivía
en el agua y estaba a punto de empujarme a ella. El ahogamiento me
aterrorizaba, no respirar o no poderme mover hacia lo alto. Continué luchando
contra las restricciones, pero de nuevo mi cuerpo no se movió.
—La succinilcolina16. —Jac se inclinó y dio unas palmaditas en mi mejilla,
luego se echó a reír en alto—. Cien miligramos o menos hacen el truco, aunque
nunca quieres administrar demasiado, no sea que mates a la paciente antes de
que la limpieza comience.
¿Limpieza?
241
—Sin embargo, debes poder hablar. —Inclinó la cabeza—. Creo que puede
que te haya dado un poco de más, lo que simplemente significa que tendremos
que esperar hasta que puedas participar.
¿Participar?
—Siempre es mejor confesar los pecados en alto antes de morir.
Abrió una gran puerta y empujó la camilla a una sala poco iluminada.
Luces parpadearon hacia mí, luces brillantes alrededor, como las que se
verían en una sala de operaciones.
Todo era blanco.
Se me revolvió el estómago, pero mantuve el café abajo. Si vomitaba me
ahogaría, ¿verdad?
Volví a cerrar los ojos y pensé en Nik, en la forma en que me besó, que me
tocó.
¿Realmente era así como iba a acabar mi vida? ¿En manos de una señora
loca?
Quería hacer algo, cualquier cosa para estar de vuelta en ese apartamento,
incluso si eso significaba que estaría en el otro extremo del gatillo, a la espera de
mi destino. Era mejor morir de amor, que de miedo.
Jac continuó tarareando mientras oía el ruido de metal contra metal.
Finalmente, después de unos minutos, empezó a hablar de nuevo:

16
Succinilcolina: Sustancia química que se utiliza como relajante muscular.
—Se lo advertí. Realmente lo hice. Advertí a todos los hombres de mi
familia. No se acerquen demasiado, pero lo hicieron, todos, se acercaron
demasiado.
¿Qué demonios?
—Tenemos que mantener el recuerdo de nuestros antepasados vivos y
limpiar el mundo del mal... De la promiscuidad. Es la única manera de hacerlo,
para redimir la tierra. Depende de nosotros. Lástima. —Suspiró—. Porque
verdaderamente me gustaban. Me gustaban todas.
¿Todas?
—Oh, no las maté a todas, simplemente tenía miedo de que salieran
corriendo, fue fácil. Aunque a las malas, a las que tenían la enfermedad, siempre
terminé con ellas. Después de todo, es nuestro legado. —Me miró desde arriba,
sus pupilas no eran más que puntitos—. ¿Sabes quién soy, querida?
Satán. Era Satanás.
—Fue en agosto de 1888, la fecha de la primera muerte. Es divertido cómo
tantos historiadores y estudiosos asumen que solo un hombre podía hacer ese
trabajo. —Frunció el ceño—. Mary Ann Nichols, la perra se lo mereció. —La luz
parpadeó en un cuchillo plateado que Jac agitó en el aire—. Pero él fue débil, tan
débil que engañó a mi bisabuela. En realidad, la engañó varias veces. A pesar de
242
que tomó años encontrar a todas las mujeres y, oh, tuvo que tener cuidado,
mucho cuidado. Esa primera muerte fue su primer sabor de venganza, de la
sangre y cuando volvió a casa Andrew preguntó qué había hecho, por qué estaba
cubierta de tanta sangre.
Jac sacó un taburete con ruedas y puso el cuchillo sobre la mesa.
—¿Y sabes lo que le dijo? Le dijo que iba a limpiar la ciudad de su
oscuridad. Una a una. Y comenzaría con cada mujer con la que alguna vez
hubiera estado. Por supuesto, su respuesta inmediata fue pedirle perdón, pero
¿sabes lo que hizo el bastardo la noche siguiente? Se fue a visitar a otra mujer, lo
que llevó a la buena abuela a su próxima víctima. No la atacó esa noche,
simplemente observó y esperó, fue paciente, muy paciente. Ha sido un problema
en nuestra familia, la infidelidad. Ahora ya no importa.
¿De qué estaba hablando?
—Oh… —Me dio unas palmaditas en la cabeza—. Te ves confundida.
¿Nunca prestaste atención en la escuela, querida? Escucha atentamente. Mi
abuela no era cualquier asesina, era una asesina en serie. —Jac rió, un siniestro
sonido que disparó el terror en mi corazón—. Todas las mujeres de nuestra
familia han continuado la tradición... ¿Ahora sabes quién soy?
No. Y no quería saberlo. Solo quería escapar, volver atrás en el tiempo a
donde estaba tumbada en la cama de Nikolai.
Cerré los ojos.
—Abre los ojos —ordenó.
Traté de mover la cabeza.
La repentina presión en mi cuello me hizo abrir los ojos.
—Oh, bien, estás empezando a sentir de nuevo, pero la parte triste es que
todavía no podrás moverte, simplemente sentirás todo, pero no podrás huir.
Maravilloso, ¿verdad?
—No. —Finalmente encontré mi voz.
Sonrió cálidamente.
—Cariño, al menos tu muerte será honorable, una penitencia de los
pecados de nuestra familia. Si no te mato, entonces nuestro legado no tendrá
éxito, la única mujer que trató de ir en contra de la tradición terminó muerta en
un monstruoso accidente de tren junto con todos los miembros de su familia,
excepto sus dos hijas, mi hermana y yo, que su alma descanse. Estamos
haciendo historia. Piensa detenidamente... Las prostitutas muertas, en Londres.
Solté un jadeo.
—Soy Jack el Destripador —susurró en mi oído derecho—. Y voy a escuchar
tu confesión, antes de cortarte.

243
El fin es la corona de cualquier trabajo. –Proverbio ruso.

Llegamos al vestíbulo justo a tiempo para ver el auto de Jac alejarse a toda
velocidad. No podía correr por la calle, terminaría haciéndole más daño a mi
cuerpo y sospechaba que iba a necesitar mis fuerzas para la siguiente batalla.
Phoenix tomó su celular y comenzó a dar órdenes, mientras sacaba mi
propio teléfono y miraba hacia él. Si Jac realmente se había ido, solo había dos
lugares a los que llevaría a Maya, dos lugares en el que podría hacer su trabajo.
La clínica.
244
O su casa.
La que yo había comprado y pagado.
Junto con su sala de operaciones, donde habían tenido lugar los asesinatos
de las chicas enfermas y ahora, imaginaba, muchas más. Hice la vista gorda a
causa de la culpa, a causa del amor que todavía tenía por la mujer que había
ayudado a criarme.
Pero había robado mi razón de vivir.
Así que iba a sacarle los pulmones por la garganta mientras observaba.
—Phoenix. —Chasqueé los dedos—. Te enviaré mensajes de texto con la
dirección de la clínica. Si Maya está allí, asegúrate de llamar a una ambulancia
después de derribar a Jac, no sé qué medicamentos le dio. Por lo general, da del
tipo que paraliza tu cuerpo, pero si le da demasiado Maya podría morir.
—¿A dónde vas? —Los ojos de Phoenix estaban enloquecidos.
—A su casa. Solo hay dos lugares seguros donde cuenta con los
instrumentos adecuados para... —Torturar. Matar. Mutilar. Destruir—. Hacer
lo que hace.
—Sé fuerte.
Phoenix me dio una palmada en el hombro y luego se fue corriendo por la
puerta mientras yo iba en la dirección opuesta medio tropezando al garaje, así
podría tomar mi auto.
La rabia llenó mi línea de visión, maldita rabia, una rabia que apenas podía
controlar cuando finalmente di con mi auto, lo puse en marcha y aceleré hacia la
casa de Jac.
Terminaría con ella. Y lo haría lentamente.
El reloj de mi tablero parpadeó y rogué, recé para que Maya fuera fuerte,
que pelease. Pero sobre todo oré por tener tiempo de salvar su vida, incluso si
eso significaba alejarla para que el recuerdo de la sangre que pulsaba a través de
mi cuerpo no la atormentara con cada respiración.

245
Uno no busca la bondad desde la bondad. –Proverbio ruso.

Mantenerse con vida, mantenerse con vida, mantenerse con vida. Estaba
cantando el mantra en mi cabeza. En realidad, recitándolo con la esperanza de
que si seguía haciéndolo, sería verdadero y Jac no usaría el cuchillo que sostenía
actualmente sobre mi cabeza.
Cerré los ojos y recé mientras el cuchillo atravesaba mi mano. Grité tan
fuerte como pude, lo que gracias a las drogas, no fue muy ruidoso.
—Solo comprobaba si el medicamento se había disipado. —Jac me dio una
sonrisa extraña—. ¿Sabes?, no elegí esta vida. Se eligió para mí. —Limpió mi 246
sangre con su mano y luego se la llevó a la boca—. Si no fuera por mí, Nik no
tendría la carrera que tiene, ni el éxito. Depende de él continuar con el nombre
de la familia, o del nacimiento de una mujer que sea más fuerte y pueda hacerlo
por él.
—¡Estás enferma! —grité—. Te atraparán.
Jac se echó a reír.
—No hemos sido atrapados durante más de un siglo. La abuela estuvo
casada con un cirujano, que le ayudó en toda su investigación. Era más brillante
que nosotros cualquier día de la semana. Siempre hemos sido una familia de
medicina y los que practican medicina bien pueden ser dioses mientras tienen la
vida en la palma de la mano. —Mi sangre goteaba de sus dedos, se la frotó,
examinándola—. Me cansé de matar prostitutas... Me cansé de matar enfermas.
¿Dónde está la diversión en matar a las que ya están a las puertas de la muerte?
—Su mirada se encontró con la mía—. Pero ¿matar a las puras? Eso es todo un
reto. Se necesita finura, encontrar a las personas adecuadas, apagar sus vidas en
el último momento. —Se inclinó y su aliento sopló sobre mi rostro—. Vas a
gritar. Te dolerá. ¿Y luego? —Se encogió de hombros—. Habrá más. Siento que
tenga que ser así, pero no puedo permitirme desarrollar una conciencia. No
puedo darme el lujo de perder a mi nieto solo porque cree estar enamorado de
ti.
—Te matará —le aseguré, con voz titubeante.
—¡Ah! —Jac agitó el cuchillo sobre mi cuerpo—. Me adora. Lo criaron para
ser lo que es hoy. Yo lo salvé y tú no has hecho más que confundirlo. —Estrechó
los ojos—. Y por ello, vas a morir.
La luz parpadeó en el cuchillo mientras se elevaba por encima de su
cabeza.
—Un corte, ligeramente a la izquierda del ombligo. Luego, te abriré y
quitaré hasta el último órgano femenino que tengas... Haré eso primero, en
honor a mi familia, en honor a mi abuela. Luego te mataré.
Bajó el cuchillo hacia mi piel, después lo apretó mientras lo inclinaba y
clavaba, atravesando mi estómago. Un dolor insoportable se apoderó de mí.
Quería mover las piernas, en su lugar grité hasta que mi voz quedó ronca y me
quemó la garganta, la sensación de desgarro empeoró.
—Suelta el cuchillo. —La voz autoritaria de Nik sonó en la puerta—. Ahora.
Jac se volvió, con el cuchillo ensangrentado en la mano.
—¡Oh Dios! Llegaste a tiempo. Necesitaba un ayudante, si te pones el
delantal para que no te llenes de sangre la ropa yo…
Nik se lanzó hacia Jac empujándola contra la camilla y quitándole el
cuchillo de las manos, luego cerniéndose sobre ella. Su expresión fue de
sorpresa, incredulidad.
—No quieres lastimarme, ¿verdad?
—No, para nada —aseguró con voz vacía. Lo que confirmó mi peor miedo,
que me quería muerta, que tal vez era tan malo como había dicho. Se inclinó y
entonces dirigió el cuchillo muy lentamente a lo largo de su cuello y dijo en voz 247
baja—: Quiero matarte.
Ella abrió los ojos como platos y luego, un corte en su cuello. Fue rápido,
demasiado rápido para que Jac hiciera otra cosa que gorgotear sangre.
—Nik… —Antes de caer al suelo mientras se atragantaba.
No podía ver, pero podía oír y esos sonidos probablemente perseguirían
mis sueños por una eternidad.
Nik pasó por encima de ella y volvió los ojos hacia mí.
—¡No! —chillé—. ¡No me hagas daño por favor, no me hagas daño!
Su expresión se desmoronó.
—Maya, te amo, nunca te haría daño.
Presa del pánico, mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Lo dijiste esta mañana... —No podía retener las palabras—. ¡Qué me
matarías, eso dijiste!
Nik maldijo, tomando mi rostro entre sus manos.
—Dije que iba a matarla. A Jac. No a ti. No podría dañar un cabello de tu
cabeza. Te amo.
Las lágrimas hacían que fuera casi imposible distinguir su rostro.
—Sin embargo, dijiste que tu pasado…
—Me imagino que te dijo suficiente para que sepas lo loca que estaba... Tan
loca como es mi línea de sangre. —Tragó saliva—. Pero esa es mi carga, no la
tuya. Mi padre... —Se lamió los labios y poco a poco comenzó a desatar las
correas alrededor de mi cuerpo—. Estuvo enfermo por lo que hizo nuestra
familia, se unió a la mafia con la esperanza de protegernos cuando Jac se
volviera loca, cuando fuera tras nosotros. También necesitaba la protección de
los federales, de la policía, si es que alguna vez se descubría la verdad. Un
intercambio tuvo lugar, pero a mi padre, que sabía demasiado, lo mataron y me
dejaron para recoger los pedazos y hacer un trato con el diablo para proteger a
la mujer que había ayudado a criarme. Nunca lo creí, nunca creí que fuera a
volverse loca.
Mi cuerpo estaba libre de sus restricciones, pero todavía no podía
moverme en absoluto.
Nik me alzó en sus brazos y me llevó fuera del edificio. Pude ver más, ver el
gran granero junto a la casa y el Audi de Nik esperando.
En el momento en que me acomodó de forma segura en el asiento de atrás,
alcanzó mi estómago y sus manos se cubrieron de sangre.
—No es profunda, sino superficial, probablemente te duele muchísimo.
Me comenzaron a castañear los dientes.
—S-sí.
—Shhhh. —Me besó en la frente—. Estás en estado de shock, solo escucha
mi voz. Quiero llevarte lejos de aquí, a un lugar seguro, será mejor que te cure... 248
¿Entiendes?
No pude asentir, pero di un gemido débil.
Me besó en la boca.
—Solo aguanta despierta, habla conmigo.
Enamorarse es como caer en una piscina. –Proverbio ruso.

La hice hablar de cosas frívolas como sus restaurantes favoritos en Seattle,


todos los lugares que deseaba visitar; cualquier cosa para que siguiera hablando
y fuese coherente. Ya le había enviado un mensaje de texto a Phoenix diciéndole
que estábamos de camino al apartamento. Conseguí suministros de emergencia,
suficientes como para poder coserla sin tener que preocuparme de que tuviera
cicatrices o dolor.
Finalmente, me tomó un cuarto de hora llegar al apartamento y al sofá.
249
—¡No! —jadeó—. Es blanco. No en el sofá.
La culpa me golpeó en el pecho, quitándome el aliento.
—Maya, está bien... Tengo que bajarte ahora.
—Odias el rojo en el blanco.
—También odio las mariposas.
—¿Qué? —masculló.
—Era una broma. —Sonreí—. Ahora acuéstate.
—Pero…
—No discutas con tu doctor.
—Trato horrible con los pacientes. —Se estremeció.
—Ahora, Maya.
La dejé en el suelo con cuidado, mientras Phoenix compartía una mirada
conmigo y salía de la habitación.
—Sabes que no es verdad.
Sus dientes no paraban de castañetear.
—Maya. —Tomé una jeringa de morfina—. Solo voy a darte un poco para
aliviarte el dolor mientras te doy los puntos, pero también para que te relajes.
Sin esperar respuesta, la pinché.
Se quedó en silencio, con los agujeros de sus aburridos ojos silenciosos en
mí mientras le cosía lentamente el estómago. Seis puntos de sutura.
Nada enorme, nada alterador de vida, pero lo suficiente para orar y que Jac se
pudriera en el infierno por hacerla pasar esto.
—Puedo quitarlo —murmuré, odiando que las palabras salieran de mi
boca—. Pero tendría que lanzar todo por la borda.
—¿De qué estás hablando? —Maya parpadeó, trató de incorporarse, luego
hizo una mueca y se tumbó mientras me arrodillaba a su lado en el sofá.
—Los recuerdos. —Era un idiota—. Solo di la palabra y haré que pienses
que tuviste otro accidente de auto. No sé si funcionará, pero puedo intentarlo,
puedo quitarte lo malo.
—Oh, Nik. —Maya puso una mano sobre la mía—. No puedes hacer eso.
—Puedo probar.
Sonrió.
—La vida es un infierno.
—Sí.
—Es un asco.
―Estos no son exactamente puntos a tu favor. 250
—Mi punto... —Le tembló el labio inferior—. Es que no puedes quitar lo
malo sin quitar lo bueno. Lo bueno eres tú. Si necesito mantener los malos
recuerdos con el fin de mantenerte a ti. Entonces elijo lo malo.
—Pero…
Puso un dedo en mis labios.
—Bésame.
—Mi abuela casi te mató. No solo soy parte de la mafia rusa, sino también
el culpable de hacer la vista gorda mientras mi propia carne y sangre hacía una
masacre. ¿Y lo que es peor? La animé, porque no quería saber nada de eso. ¿Y tú
quieres que te bese? ¿Todavía?
—No solo todavía —susurró Maya—. Siempre.
—Pero…
—Maldito, quieres discutir. ¿Ves? Tratas de forma horrible a los pacientes.
Puse los ojos en blanco.
—Maya, sé seria. Nuestra vida... nunca será fácil.
—¿Quién quiere lo fácil? —Se encogió de hombros—. Dámelo duro. —Con
una sonrisa deslizó la mano hasta el botón de mi pantalón.
—Muy divertida.
Deslizó más la mano.
—Y seria.
Mascullé.
—¿Qué diablos voy a hacer contigo?
—Ámame —susurró—. Mantenme a salvo.
—Con mi vida —juré—. Haré ambas cosas.
Maya se quedó dormida, no un sueño inducido por fármacos, no uno que
le fue obligado, sino uno de agotamiento absoluto. Su cuerpo necesitaba sanar,
su mente aún más.
—¿Cómo está? —Sergio fue el primero en preguntar cuando salí de su
habitación dos horas más tarde por algo para comer.
Todavía estaba durmiendo, pero me había olvidado de comer y sabía que si
no me cuidaba no habría manera de que pudiera cuidar de ella.
El resto de los chicos se había ido al hotel al otro lado de la calle. Sergio se
había quedado atrás para asegurarse de que la seguridad en mi apartamento no
hubiera sido comprometida. Le aseguré que tenía lo mejor de lo mejor.
Eso me valió una sonrisa y un:
—Claro que no, si no fui yo quien lo hizo por ti.
Dejé que el idiota arrogante echara un vistazo, demasiado agotado para
hacer nada más que gruñir y darle todas mis contraseñas, recordándome 251
cambiarlas después debido a que el bastardo probablemente las había
memorizado mientras se las decía.
—Bien. —Asentí finalmente, hurgando en la nevera por algo para comer
que no fuera fruta o vegetal.
Sentí una palmada en la espalda mientras Sergio me daba un Panini
caliente.
—¿Eso apareció de la nada? —cuestioné, tomando el bocadillo.
—Phoenix dejó comida. —Se encogió de hombros—. Mantuve la tuya
envuelta en papel de aluminio en el horno por si tardabas.
—¿El mismo Phoenix que mata por diversión y tiene una sonrisa
permanente mientras apunta un arma a tu cabeza? ¿Ese Phoenix? —pregunté
con sequedad.
—El mismo. —Sergio logró una pequeña sonrisa—. ¿Me creerías si te dijera
que solía alimentarse solo de cosas verdes? Increíblemente asustado de comer
cualquier cosa colorida, como si no mereciera color en su vida. Por lo tanto, no
lo merecía en su comida.
Saqué un taburete de la barra y me senté.
—He oído cosas peores que eso.
—¿Ah, sí? —Sergio se sentó a mi lado y continuó escribiendo en su
computadora portátil, la pantalla estaba en negro, sus dedos estaban
escribiendo el código tan rápido que era difícil mantener el ritmo—. Vamos a
oírlo.
—No me gusta el vodka.
Sergio detuvo los dedos inmediatamente sobre el teclado mientras
levantaba la barbilla en mi dirección.
—¿No me digas?
—Prefiero el vino.
—Diablos, Tex está en lo correcto. De verdad eres italiano ¿no?
Puse los ojos en blanco.
—No me insultes.
—Tienes suerte, Rusia —comentó Sergio, luego bajó la cabeza y susurró—:
Se me escapó llamarte Rusia. Era mi apodo para Andi. —Se le rompió la voz—.
¿Sabes?, para un médico psicópata realmente tienes un buen punto. Algunos
días los recuerdos duelen tanto que es difícil respirar.
—Solo los recuerdos reales pueden hacer eso —murmuré—. Los falsos no le
hacen daño a la cortina de humo, rara vez causan una reacción física que se
sienta desde la barbilla hasta tus pies. Cuanto más potente sea el recuerdo, más
fuerte será la conexión.
—Es bueno saber que es normal que me den ganas de vomitar todo el
tiempo cuando pienso en lo que me falta, cuando me despierto y el espacio junto
a mí no está ocupado, cuando mis manos duelen por el recuerdo de su piel.
252
No podía hablar. Nunca había entendido el amor, en realidad no. No hasta
Maya, ese momento en que pensé que iba a perderla, no pude pensar en nada
excepto en ¿qué pasaría si no llegaba a tiempo, si moría, si perdía la única razón
que tenía para respirar?
—Tengo esperanza —respondí finalmente con un suspiro—. De que eso
mejore y que una chica como Andi estaría increíblemente molesta porque
estuvieras aquí sentado lloriqueando como una niña.
Sergio se echó a reír.
—Mierda, me mataría si alguna vez derramara una lágrima por ella. Le
prometí que no lo haría y he roto esa promesa más de lo que me gustaría
admitir. —Escribió algunas cosas más en la computadora, entonces cerró
lentamente la tapa, se volvió hacia mí y se levantó—. Me gustaría decirte que ha
sido un placer, pero...
Le tendí la mano.
—¿Pero?
—Ha sido interesante. Tus muros cortafuegos son sólidos, el gran
hermano17 no está vigilándote y borré tu huella digital virtual de la familia a
través de Internet. Podrás agradecérmelo más adelante. —Se puso la bolsa al
hombro—. Me voy a Nueva York, envíame un texto si me necesitas.
—¿A Nueva York? —repetí—. ¿No a Chicago?

17
Gran hermano (Big Brother): Concurso de tele-realidad en el que un grupo de
desconocidos conviven en una casa aislados del exterior y son grabados en directo las 24 horas
del día.
—Secretos. —Sergio asintió—. Me parece que una parte de nuestra familia
se salió... de las manos. ¿Adivina por quién votaron para que fuera a hacer
cumplir la ley?
—Trata de no dejar demasiados cuerpos a tu paso.
—¿Es verdadero o falso, que le dices a alguien que camine sobre el fuego y
observas cómo se quema vivo? ¿Jalando el hilo, doc?
No contesté, en su lugar cambié mi peso de un pie a otro.
—Eso es lo que pensé. —Sonrió y luego volvió a decir—: Mantente fuera de
la cárcel... ¿Y Nik?
—¿Sí?
Sergio contempló el gran apartamento, con los ojos parpadeantes de un
objeto a otro.
—Habría estado orgullosa de ver que te establecías... que te habían
domesticado.
—Ah. —Asentí—. Andi se habría partido el trasero de risa y luego habría
preguntado a quién hipnoticé para que tuviese una relación conmigo, en el peor
caso, habría preguntado si le habría pagado a alguien. 253
—Suena como ella —susurró Sergio, luego me dio un saludo con el dedo
medio, no es que esperara algo diferente, y cerró la puerta tras él.
Fui y la cerré con llave, después terminé de comer mi bocadillo.
Solo entenderás tu desgracia cuando te enamores. –Proverbio ruso.

La habitación estaba oscura, lo que hacía imposible saber qué hora era, ni
cuánto tiempo había estado durmiendo. Los recuerdos me asaltaron como
armas automáticas; de mi ataque, de Jac, de Nikolai rescatándome. Me
estremecí mientras la puerta de la habitación se abría.
La luz inundó la habitación, proyectando la sombra del atractivo cuerpo
delgado de Nikolai. Dejé escapar un suspiro cuando se dirigió hacia mí, su
postura de cautela, como si fuera un animal a punto de atacar.
Extendió la mano, acariciando mi mejilla con sus dedos. 254
—¿Estás bien?
—Todavía no —contesté con sinceridad—. Pero más tarde... sí.
—Te amo —susurró—. ¿Me perdonas?
—¿Perdonarte?
Con un profundo suspiro, se sentó en la cama junto a mí.
—¿Perdonarme por no decirte la verdad completa sobre mi familia?
¿Acerca de Jac?
Solo escuchar su nombre enviaba temblores de miedo a través de mi
cuerpo.
—¿Quieres decir acerca de que era...? —No pude terminar la frase.
—Jack el Destripador. —Nikolai se humedeció los labios mirando la pared,
lejos de mí, su cuerpo ya no tocaba el mío—. ¿Te dijo cómo empezó? ¿Por celos?
—Al parecer es una emoción poderosa. —Se me entrecortó la voz—. ¿Todas
las mujeres fueron así? ¿En tu familia?
—No —aseguró Nikolai rápidamente—. Jac fue incapaz de tener más hijos
después de mi padre, dejándole el trabajo a él. Pero se negó a continuar la
tradición. Para entonces Jac todavía estaba trabajando y mi padre se dio cuenta
que quería más para nuestra familia, pero le retiró la herencia, necesitaba
dinero... Y así comenzó a trabajar para Petrov.
Nikolai se echó hacia atrás, levantando la barbilla hacia el techo e
inhalando profundamente por la nariz.
—Es una historia larga y complicada. Créeme cuando te digo que ahora lo
sabes todo.
Volvió su mirada a la mía.
Ojos tan oscuros, tan perseguidos, como si me estuviera pidiendo que lo
entendiera, rogándome que lo aceptara a pesar de que tenía tanto equipaje que
era difícil ver todo lo que llevaba sobre su espalda.
—Sí —susurré.
Frunció el ceño.
—Sí, ¿qué?
—Todavía te amo.
—No te lo pregunté.
—Tus ojos lo hicieron —indiqué en voz baja, tratando de alcanzar su
mano—. No es tu culpa que estuviera loca y sería estúpido usar tu pasado en tu
contra, arruinando nuestro futuro.
—Te dejaría ir. —A pesar de que dijo eso me estaba llevando a su regazo,
besándome el cuello, sus labios yendo a mi pulso—. Me destruiría, pero si es lo
que quieres, estar lejos de los recuerdos, de mí, de tu padre, de Jac, te dejaría ir. 255
—Mi lugar está aquí. —Giré la cabeza para poder encontrar su boca. Nos
besamos y luego moví la mano a su pecho—. Y aquí.
Su abrazo fue tan fuerte que me resultó difícil respirar.
—Te protegeré con mi vida.
—Bien. —Me reí a través de mis lágrimas—. Porque al parecer soy una
mujer bastante deseada.
Un gruñido bajo salió de su garganta.
—Te amaré cada segundo. —Llevó su boca a la mía y luego se retiró—. De
cada día.
—Esos son un montón de segundos.
—Ochenta y seis mil cuatrocientos. —Me besó en el cuello—. Pero, ¿quién
lleva la cuenta?
—¿Quién sabe esas cosas?
—Soy doctor.
—¿Es que esa será tu respuesta a todo lo que no entienda?
—Sí. —Se lamió los labios, donde acababa de besarlo. Su toque me estaba
volviendo loca. Traté de tirar de mi camisa, pero me sujetó las manos.
—Oh, lo siento, pensé que toda esa charla de matemáticas era el juego
previo —bromeé, preguntándome cómo podía incluso hacer eso después del
traumático día que había tenido.
—Cuando sea el juego previo, lo sabrás. —Deslizó su brazo a mi alrededor y
movió mi cuerpo contra las almohadas—. Ahora, voy a forzar un poco de sopa de
fideos con pollo en tu garganta.
—¿Por qué siempre fideos con pollo? ¿Qué tal si quería sopa de pescado?
—Entonces te conseguiría sopa de pescado.
—¿De verdad?
Sacó el teléfono de su vaquero oscuro y lo levantó en el aire.
—De verdad.
—En ese caso... Quiero sopa de pescado, pan de masa fermentada, y un
nuevo Mercedes.
Su sonrisa fue preciosa, deslumbrante, cuando se inclinó hacia adelante y
me besó la barbilla.
—Un Mercedes ¿eh?
—Uno nuevo.
—Imagina eso.
—¿Parte del nuevo contrato? 256
—Eso desearías.
—Aún me estás pagando medio millón… —bromeé—. A pesar de que
técnicamente ahora soy tu novia.
—Vamos a empezar poco a poco, con la sopa de pescado. Más tarde
hablaremos de autos y... de pago.
—¿Un tipo que no quiere hablar de autos en la cama? Mi… ¿Dónde has
estado toda mi vida?
Me miró a los ojos.
—Estoy aquí ahora. Eso es lo que importa.
—Mi contrato dice específicamente que no debo tener ningún tipo de
relación de pareja. —Era divertido molestarlo, hacer caso omiso de la oscuridad
del día y centrarse en nosotros, en nuestra realidad, en nuestro futuro.
—Una pequeña indiscreción después de una experiencia cercana a la
muerte no cuenta. —Su boca encontró la mía de nuevo—. Se lo explicaré a ese
jefe pretencioso tuyo.
—Por favor hazlo, y mientras estás en ello dile que me compre algo rojo.
Nikolai gruñó bajo en su garganta.
—Mataría por verte en rojo.
—Es una pena, el jefe dice que solo puedo usar negro.
—El jefe tenía sus razones.
—El jefe es un idiota.
—Tiene razones para eso también.
―Hmm. —Lamí su labio inferior y lo saboreé. Estaba actuando como una
loca. Nunca me cansaría de su sabor ni de la forma dominante en que devolvía
cada beso como si estuviera tratando de recordarme que era suya.
Mi vida dejó de tener sentido hace mucho tiempo.
Pero sus besos siempre aliviaban las telarañas y me ayudaba a enfocarme
en lo que era importante.
—Maya… —gimió—. Si sigues besándome de esa manera, no podré
controlarme.
—Entonces pierde el control.
—Es más fácil decirlo que hacerlo. —Se echó hacia atrás ligeramente—.
Necesitas comer y luego hablaremos de todas las... actividades de dormitorio.
—Ah, el jefe quiere ponerse sus pantalones de irritable de nuevo.
—¿Cuándo se quitó los pantalones de jefe? Solo tengo curiosidad.
Bajé la mirada.
—Debe haber sido mi imaginación hiperactiva. 257
—Eres linda.
—¿Lo soy?
—Y peligrosa… —Suspiró—. Muy, muy peligrosa.
—Tal vez por eso Jac me quería muerta.
—No —dijo Nikolai tan rápido que era como si supiera que iba a decir eso—
. Estaba clínicamente loca, fuera de sí. Finalmente se quebró, en el momento en
que te dejé entrar en mi vida, en el momento en que no fue la número uno, pero
comenzó antes de eso. No hice caso y nunca voy a perdonármelo.
—¿Y mi padre? ¿Si alguna vez me encuentra? ¿Si descubre que estoy viva y
respirando?
—Morirá... Además de que estará demasiado centrado en quedarse fuera
de la cárcel. Sergio realmente hizo un número con tu familia. —Nikolai se
encogió de hombros—. Vas a estar feliz de saber que tu madre no estuvo
implicada.
—Dejé de tener madre hace mucho tiempo.
Un dolor fresco se apoderó de mí, pero empujé los pensamientos lejos.
¿Qué bien me harían de todos modos?
—¿Todavía quieres quedarte? ¿Conmigo?
—Todavía estoy sosteniendo tu mano ¿no es así?
—Sí. —Me la apretó y luego bajó la cabeza para darme un beso en los
nudillos—. Lo haces.
La vida no es una cama de rosas. –Proverbio ruso.

Hice una llamada rápida para pedir sopa y pan; y me aseguré de arreglar el
baño para Maya, para que pudiese acostarse y relajarse.
Media hora más tarde, llamé a la puerta de la habitación y luego la abrí con
el pie mientras llevaba la bandeja de comida dentro.
—Al fin. —Maya estaba completamente desnuda delante de mí.
La bandeja cayó al suelo.
No tuve tiempo para detenerla. 258
—Vaya... ¿Incluso sangrando y herida me veo tan bien?
—Maya —gruñí su nombre—. Tienes puntos de sutura... Necesitas… —No
podía hablar—. Descanso.
—¿Descansarías conmigo? —Estiró la mano.
—Estás loca si piensas que voy a poder mantener las manos fuera de ti.
—Entonces no lo hagas.
Dio un paso hacia mí.
Di un paso hacia atrás.
—¿El gran Nikolai Blazik, asustado? ¿De una simple mujer?
—Nunca has sido una simple mujer... Eres mi fantasía, mi amor, mi
perfección, de vida y de respiración. Una mujer que no merezco, pero a la que
amo de todos modos...
Sus labios se separaron cuando dejó escapar un pequeño suspiro.
—Nik... Te necesito.
—Pero…
—Tu abuela casi me mata mientras estaba atrapada en mi cuerpo
paralizado, mi padre casi te mata, hemos tenido a grandes italianos locos con
armas y ningún respeto por la censura en nuestra casa por dos días. —Me
encantó lo que dijo de nuestra casa—. Y aun así no estoy asustada. Te quiero
dentro de mí, justo ahora.
Estaba caminando y luego la tomé en mis brazos y suavemente la puse
sobre la cama.
—Te amo. —Mi boca encontró la suya en un frenesí mientras rasgaba su
ropa.
—También te amo —jadeó, nuestros dientes juntos mientras se esforzaba
tirando de mi camisa.
La aparté suavemente, quitándole la ropa lo más rápido posible y luego la
tomé entre mis brazos, nuestros cuerpos adaptándose, nuestra piel crepitante
por el contacto.
—Ahora.
—No estás lista para mí…
—Nik. —Me acarició la mejilla suavemente con la mano, luego con más
fuerza—. He estado lista por horas. Te necesito tan desesperadamente. No me
hagas rogarte.
Sonreí.
—Pero lo haces tan bien.
—Eres un idiota. —Empezó a mover su cuerpo contra el mío—. Y te haré 259
pagar por ello más tarde.
Levanté las caderas en el aire y la coloqué en la parte superior, empujando
en su interior mientras la colocaba sobre mi regazo.
—Hmm, me harás pagar por ello ahora.
La moví con fuerza encima de mí, teniendo cuidado de no tocar ninguno
de los moretones de su cuerpo, hematomas por los que me culpaba.
Las manos de Maya encontraron mi cabeza, y luego sus labios estaban en
los míos, y nos movimos en perfecta sincronización.
El mundo que nos rodeaba se desvaneció.
Y me di cuenta de que la necesitaba tanto… Incluso más, ya que en ese
momento comprendí que si todo lo demás se iba al infierno, todavía nos
teníamos el uno al otro. Todavía tendríamos esta conexión tan real.
Con un pequeño grito, se deslizó, besó mi rostro con cada movimiento de
cabello, besé su cuello y luego la mantuve en su lugar a pesar de que trató de
moverse.
—Siénteme —dije con dientes apretados—. Siente.
Dejó escapar un sollozo mientras su cuerpo se apretaba alrededor de mí.
—Fuimos hechos uno para el otro, Maya.
La abracé durante unos segundos más, hasta que exploté, después me
empujé por última vez.
Su grito ahogado se mezcló con el mío mientras nos aferrábamos uno al
otro, la sopa estaba por todo el suelo, el baño probablemente se había enfriado.
Y el mundo seguía siendo un lugar malo.
Pero con ella, no veía la sopa derramada, ni el agua fría, ni a los asesinos ni
la sangre... Por primera vez en toda mi vida, miré el mundo.
Vi esperanza.
La esperanza era algo peligroso... Una idea hermosa, maravillosa y
peligrosa.
Una que debía aferrar, siempre y cuando la tuviera en mis brazos, de la
mano. Simplemente, antes no lo sabía.

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Rachel Van Dyken es una de las escritoras
del New York Times y USA Today más vendidas en
romance histórico y contemporáneo.
Cuando no está escribiendo, puedes
encontrarla en Starbucks tomando café y
planeando su próximo libro mientras observa The
Bachelor.
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Vive en Idaho junto a su esposo y su bóxer,
que ronca, Sir Winston Churchill.
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