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RIVALES EN DALLAS

HERMANOS WALKER #3

MARCIA DM
Rivales en Dallas © 2022 por Marcia DM
Todos los derechos reservados.
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medio electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y
recuperación de información, sin el permiso por escrito del autor, excepto para el
uso de breves citas en una reseña de un libro.
A las chicas del grupo de Facebook, gracias.
ÍNDICE

1. Oliver
2. Cala
3. Oliver
4. Cala
5. Oliver
6. Cala
7. Oliver
8. Cala
9. Oliver
10. Cala
11. Oliver
12. Cala
13. Oliver
14. Cala
15. Oliver
16. Cala
17. Oliver
18. Cala
19. Oliver
20. Cala
21. Oliver
Pasado
22. Cala
23. Oliver
24. Cala
25. Oliver
26. Cala
27. Oliver
28. Cala
29. Oliver
Epílogo
Adelanto San Francisco Inesperado
Agradecimientos
Acerca del Autor
Otras Obras de Marcia DM
SINOPSIS

Mi vida en el rancho era feliz, solitaria pero feliz.


Durante la mañana dirijo negocios millonarios en el centro de la
ciudad de Dallas, durante la tarde convivo con la naturaleza y cielos
estrellados.
Así es como me gusta.
Solo, lejos de la gente.
Hasta que Cala Saint-Clair entra en mi vida como un tornado en
invierno, haciendo destrozos en mi rancho, invadiendo mi espacio
personal, cambiando mi rutina y entibiando mi corazón.
Yo no quería esto, yo no lo buscaba, pero parece que mi
enemiga le hace oídos sordos a mis respuestas irritantes, mi frialdad
y energía sombría.
Ella rompe con todo y detesto cada momento.
1

OLIVER

P or la forma en que Eliza golpea mi puerta, puedo darme


cuenta que algo está mal.
–¡Oliver! –su voz afligida con emergencia.
Aparto las sábanas de mí con manos urgentes y salgo corriendo
de la cama. Todavía es noche cerrada. Escucho truenos y una lluvia
violenta golpea contra las ventanas de mi rancho. Abro las puertas
dobles y encuentro a mi ama de llaves, con sus ropas mojadas, su
cara sin maquillaje, sus ojos rojos.
–¡Oliver! ¡Es Lucien! ¡Los caballos!
Sin preguntar qué demonios ocurre, paso de largo y me echo a
correr hasta la puerta trasera.
Lucien es mi capataz, un hombre de unos sesenta años a quien
llamo amigo y eso es un título que no concedo libremente.
Trabajamos juntos en mi rancho desde hace cinco años y vive en su
pequeña casa dentro de mi terreno, una que construí
exclusivamente para él.
Mis botas con barro seco y resquebrajado están al lado de la
puerta, listas para que las use, también mi Land Rover verde militar,
que está aparcado a algunos metros lejos de la casa.
Corro bajo la lluvia con una linterna en la mano, entro al
todoterreno y salgo pitando hacia su casa. Los limpiaparabrisas del
todoterreno apenas logran seguirle el ritmo a esta lluvia torrencial,
las luces delanteras iluminan los primeros metros delante de mí,
pero nada más.
La noche es oscura como una boca de lobo.
De golpe, los caballos se cruzan por mi camino en pánico
absoluto, (estas criaturas no se llevan bien con los truenos o
cualquier cosa demasiado ruidosa).
No deberían estar sueltos.
Detengo el vehículo inmediatamente y puedo ver gracias a las
luces delanteras del coche un cuerpo tirado en el suelo en medio de
la oscuridad.
–¿Qué demonios?
Mis piernas arden mientras corro hacia mi capataz, esquivando a
los caballos que corren frenéticamente y sin rumbo a mi alrededor.
–¡Lucien! –grito cuando hinco las rodillas a su lado, el barro hace
que me hunda en el suelo.
Apoyo mis dedos en su cuello, el latido es apenas perceptible,
pero está allí.
Gemidos de dolor salen de su garganta. En su rostro y en su
cuerpo puedo ver las marcas de las pisadas de los caballos.
–¡Maldición!
Cargo el peso muerto de mi capataz sobre mi hombro, el agua
casi no me deja ver cuando camino por la noche y menos con esta
lluvia torrencial, pero logro acostarlo en los asientos traseros del
todoterreno.
Inmediatamente me subo y salgo directo al hospital más
cercano.

—¡L Saint-Clair! ¡Soy su hija!


Escucho a alguien gritar en la recepción.
Me levanto automáticamente del incómodo asiento del hospital y
voy en busca de esa voz aterrada. Giro en una esquina y donde
está la recepción encuentro una mujer pequeña en sus veintes, está
mirando a la recepcionista con ojos desesperados, mientras la
misma se toma todo su tiempo en buscar el nombre en el ordenador.
Su cabello es negro como los cuervos de mi campo, largo hasta
la cintura, su piel color oliva. Puedo ver los genes de Lucien en ella.
—¿Señor Walker? –Una voz mayor llama detrás mío.
Tanto la hija de Lucien, como yo, volteamos.
—Señora Saint-Clair —Su esposa—. Está en cirugía —Mi voz
suena acelerada y preocupada.
Según mis hermanos mi voz suena tranquila y pausada todo el
maldito tiempo.
—Oh, Dios mío —La mujer parece que está a punto de
desmayarse. Antes de que pueda asistirla, su hija está a su lado
para darle consuelo.
Por un segundo sus ojos me miran con curiosidad, son negros,
tan oscuros que no se distinguen de la pupila.
Señalo el camino de la sala de espera, donde estaba sentado
con anterioridad. Las dos me siguen en silencio y se sientan frente a
mí.
No sé mucho de la familia de Lucien, solo sé que su esposa
tiene una enfermedad autoinmune que la impide tener una vida
normal, por eso, mi capataz tomó el trabajo que le ofrecí hace cinco
años, yo pagaba bien y él necesitaba el dinero. Solo estaba en su
casa de lunes a viernes, los fines de semana solía ir a visitar a su
familia en Waco.
—Mamá, tranquila. —susurra su hija mientras le da pañuelos de
papel a su madre.
Apoyo mis codos sobre las rodillas mientras observo su
interacción. Las miro con tensión, porque lo que vi no era bonito y
no creo que las noticias sean buenas. Viendo a su esposa y su
reacción, realmente me preocupa cómo pueda reaccionar ante el
desarrollo de la operación.
—¿Qué ocurrió? —pregunta la señora Saint-Clair.
—No estoy seguro, pero los caballos se soltaron con la tormenta,
creo que Lucien intentó guardarlos, pero en la oscuridad de la noche
se lo llevaron por delante.
—Dios mío…
La hija ahora me mira como si quisiera matarme.
Trago saliva con nerviosismo.
—¿Hace cuánto que está en la sala de operaciones? —Escucho
su voz por primera vez, tiene un tono muy similar a su madre, habla
mucho más rápido de lo que esperaba, pero asumo que son los
nervios.
—Catorce horas.
Ella asiente, pero no agrega una sola palabra, ni hace más
preguntas, en cambio, sus ojos vagan por el hospital. Dudo que esté
observando todo, más bien está pensando frenéticamente.
Probablemente imaginando diferentes escenarios donde los
resultados de esta operación sean nefastos o poco alentadores.
Lo sé, porque mi rostro tiene la misma expresión.
Cinco horas después, un médico sale de la sala y busca entre
las personas que están allí.
Los tres nos levantamos rápidamente.
—¿Señora Saint-Clair? —pregunta el médico.
—Sí, sí, soy yo. —responde moviendo su pañuelo con
nerviosismo entre las manos.
—Bueno —dice el hombre de pelo marrón y uniforme mientras
mira una hoja–, Lucien está vivo, esa es la buena noticia.
—¡Oh! ¡Gracias Dios mío que estás en el cielo! —grita la señora.
Definitivamente es una señora muy nerviosa.
—¿Y la mala? –pregunta su hija.
El doctor exhala aire antes de responder, sus labios apretados y
tensos.
Aquí viene la mala noticia.
—La mala es que lamentablemente la médula espinal está
comprometida.
—¿Qué es eso? ¿Qué significa? –pregunta la señora
absolutamente confundida. Mira a su hija, esperando tener alguna
respuesta, lo cual es extraño porque el médico debería ser su base
de información.
Pero entiendo que tiene mucho estrés, las dos lo tienen, por eso
respondo yo:
—Parálisis. —Mis brazos cruzados sobre el pecho, mis ojos
concentrados en la mirada afirmativa del doctor.
Las dos me miran con la boca abierta.
El hombre asiente.
—¡Hija! —lloriquea— ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a
afrontar esto?
—No te preocupes mamá, lo solucionaremos. —responde su
hija, mientras acaricia su espalda.
Yo retrocedo unos pasos, para darles intimidad, pero también
para recuperar el aliento. Mis manos están sobre mi rostro y froto
mis dedos con fuerza por mis ojos.
No puedo creerlo.
Una culpa pesada y oscura cae sobre mis hombros, mientras
escucho a las dos perder la cabeza.
¿Esto es mi culpa? ¿Soy el responsable? Porque así se siente.
Lucien, mi amigo y confidente, la figura paterna más fuerte que tuve
en mi vida, estará postrado de por vida porque quería cuidar de mis
caballos. Caballos que ni siquiera son de carreras, son simples
caballos que adopté.
De golpe el aire desaparece de mis pulmones y por más que
respire con fuerza, el oxígeno no entra.
Necesito estar afuera.
Necesito cielo abierto y estrellas.
Necesito salir de aquí.
Dando tumbos, llego al ascensor y presiono el botón reiteradas
veces para que me lleve a la planta baja.
–Vamos…vamos… –gruño mientras el aparato baja lo más
rápido que puede.
En cuanto abre sus puertas de metal, camino con pasos largos a
la puerta y cuando salgo a la acera, al fin puedo tomar aire
profundamente.
Inhalo en cuatro.
Retengo en dos.
Exhalo en cuatro.
Repito eso al menos cuatro veces, hasta que siento mis
pulmones limpios.
Mis manos sosteniéndome de las piernas, mi espalda encorvada,
mis ojos fijos en el suelo mojado mientras siento el mundo sobre mis
hombros.
Todavía respiro con dificultad, pero la presión del pecho casi ha
desaparecido.
—¿Mejor? —pregunta alguien detrás de mí.
Busco el origen de la voz y veo a la señorita Saint-Clair parada al
lado de la puerta. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, sus
ojos hinchados y rojos por las lágrimas que derramó, su mirada
vulnerable le hace cosas extrañas a mi estómago...
Mi cuerpo se yergue e inmediatamente bloqueo cualquier
demostración de estrés. Carraspeo mi garganta para acomodar mi
voz y mis ojos se vuelven fríos de vuelta.
—Sí –¿No debería estar con su madre? ¿Qué demonios hace
aquí? —. ¿Necesita algo señorita Saint-Clair?
Lee entre líneas niña, vete de aquí.
—Sí, bueno…, necesito pedirle un favor. —Puedo ver que
tiembla en el frío y sus dientes rechinan.
No tengo nada para darle, es más, estoy en pijama delante de
una desconocida.
—No se preocupe por los gastos del hospital, ya me encargué de
eso. —Vete, aléjate de mí.
—Oh no, no era eso, aunque… gracias, no era su
responsabilidad.
—Si lo era. —agrego con dureza— ¿Qué necesita?
Detesto las conversaciones innecesarias.
—Yo… me gustaría…
—No tengo todo el día señorita Saint-Clair, vaya al grano. —Mis
ojos severos miran hacia abajo, ella se ve pequeña a mi lado, joven
incluso y yo no soy un viejo.
—Me gustaría que me considere como reemplazo de mi padre.
¿Qué?
¿Está loca? Una mujer no puede hacerse cargo de mi rancho.
—De ninguna manera.
Sus ojos negros me miran con pena y tengo que alejar la mirada
porque me incomodan.
—Señor Walker, mi madre no puede trabajar, mi padre va a estar
postrado de por vida, tengo que mantener a la familia de alguna
manera.
Chisto por lo bajo y comienzo a caminar sin sentido por la acera
mojada.
—¿Usted no estudiaba algo? —En mi cerebro busco razones,
busco deshacerme de ella— ¿O trabajaba? no debería abandonar
una carrera a esta altura.
—Sí, pero estoy dispuesta a dejar todo y comenzar a trabajar en
su rancho, si usted me lo permite.
—Dije no Señorita Saint-Clair, ¿no fui claro acaso?
Ella da un paso más cerca, yo la observo como si su sola
presencia fuese aberrante, no puedo evitarlo, no quiero gente cerca
mío.
—Prometo dar todo de mí.
—No, si el dinero es el problema aquí, no se preocupe, yo me
haré cargo de que no les falte nada.
—Señor Walker, usted conoce muy bien a mi padre, nunca
aceptaría dinero de caridad, necesito dar el paso adelante, hacerme
cargo de ellos.
Maldición.
—¿Tiene experiencia?
—No, pero…
—Entonces no hay nada más que hablar, ahora si me disculpa,
voy a ver a su padre. —paso a su lado, dejando una estela de ira
detrás y camino al ascensor más cercano.
¿Quién se ofrece a trabajar en un rancho cuando no tiene
experiencia? Está completamente fuera de lugar esta mujer.
Cuando las puertas se abren, la enfermera me lleva a la
habitación de Lucien, mi amigo está postrado en una cama,
debilitado y dolorido. Su mujer está a su lado, sosteniendo su mano.
Mis ojos rondan por sus manos entrelazadas, por un segundo
me pregunto qué se sentirá tener a alguien a tu lado cuando te
sientes así.
¿Será diferente? ¿O al fin y al cabo te sientes solo igual?
—Oliver… —gime Lucien mirando hacia la puerta.
Camino hasta mi capataz y lo observo con ojos angustiados.
—¿Por qué fuiste a buscarlos? ¿Por qué no me llamaste? —Las
preguntas que rondaban por mi cabeza todas estas horas de
espera.
—N-no pen… pensé que habían escapado to-dos.
Puedo ver que siente dolor solo por hablar.
—Shh, está bien, no hables, puedo gritarte cuando te sientas
mejor.
El hombre sonríe con pena, pero mueve su cabeza de un lado a
otro.
—Necesito… un favor.
¿Otra vez?
Sostengo su mano con fuerza.
—Lo que sea Lucien. —susurro.
—Dale u-una oportunidad, ella… ella es muy capaz.
Tomo aire y suelto todo de golpe.
Maldición.
—No va a poder con todo, es mucho trabajo. —insisto.
Su mujer me mira con ojos apenados pero expectantes, la
presión comienza a subir por mi pecho, hasta mi garganta.
Lucien asiente moviendo su cabeza con lentitud.
—Te sorprenderá, créeme…
El matrimonio espera por mi respuesta.
Tengo la mala fama de ser desalmado, cruel por momentos,
puede que sea verdad ahora mismo, pero ver el desamparo en esta
pareja adulta hace que mi corazón comience a estrujarse poco a
poco.
Esto es un error.
No lo hagas, solo traerá problemas.
Tendrás que trabajar el doble y no tienes tiempo para eso, tienes
una empresa que sacar adelante.
Joder.
Asiento.
—Está bien, pero tú tienes que enseñarle todo.
El viejo Lucien sonríe.
—No te preocupes por nada, no vas a enterarte de que no estoy
ahí.
Me río con amargura.
—Lo dudo, viejo amigo, lo dudo muchísimo.
2

CALA

—C ama, silla, ropa, libros, mmm, ¿qué es esto?, oh sí,


importantísimo, la vajilla de la abuela —señalo mientras
repaso todas nuestras pertenencias apiladas en un
pequeño camión —. Sí, estamos listos —le digo a nadie.
Hace un mes que mi padre tuvo un desafortunado accidente en
el rancho Walker. Una noche tormentosa, los caballos se soltaron
por el campo, mi padre decidió que era necesario cogerlos (no fue
su momento más brillante, debo reconocer). Lluvia torrencial,
truenos, relámpagos y noche cerrada; ni yo, que no entiendo nada
sé que era una mala idea salir, pero aparentemente, mi padre pensó
que era adecuado. Ahora va a pasar el resto de sus días en una silla
de ruedas.
No pienses Cala, no lo razones.
Mi vida un mes atrás era normal, simple, iba a la universidad
Baylor, en Waco, Texas, donde hacía un posgrado en periodismo
digital. Vivía con mi madre y la ayudaba con las cosas de la casa
mientras mi padre trabajaba para el famoso (o infame) Oliver
Walker, el multimillonario que vive como un ermitaño en su super-
mega-hiper rancho en Dallas. Esta persona que te habla salía con
un chico, Roger era su nombre, que conocí en la universidad y
salimos juntos por unos seis meses, un chico de familia adinerada
que estudiaba administración de empresas en la misma universidad
que yo. Trabajaba en el periódico local de Waco, hacía entrevistas a
los comercios que surgían por la nueva moda de remodelar casas
viejas y convertirlas en casas de campo estilo “Farmhouse”, gracias
a Johana y Chip Gaines, los pioneros de este cambio. Sí, mi vida
apuntaba a ser como una vida más de cualquier chica
norteamericana de veintiocho años, encaminada, organizada,
simple.
Excepto que ahora el mundo se puso patas para arriba y tengo
que abandonar absolutamente todo lo que conozco para trabajar en
el rancho Walker y no me malinterpretes, por mis padres soy capaz
de hacer lo que sea, solo que mi cerebro tiene que retroceder un
poco y acomodar las ideas de futuro que tenía para mí.
Tengo que reemplazar mi ordenador por una pala, mi ropa
entallada de oficina por un mono de trabajo y mis libros de
periodismo por libros de jardinería, trabajo de fuerza y animales.
Cierro las puertas dobles de la furgoneta y le doy una palmadita
como si me entendiera que tenemos cuatro horas de viaje hasta
Dallas.
Mi madre está en la casa donde solía vivir mi padre. Acordamos
que yo me encargaba de hacer la mudanza, mientras ella se
encargaba de preparar la pequeña cabaña para tres personas. ¿Por
qué? Porque mi padre quiere estar cerca para poder enseñarme
todo lo que no sé sobre cómo sacar adelante un rancho.
Enciendo el motor, me acomodo en el asiento mientras me
pongo el cinturón de seguridad y tomo aire profundamente.
—Allá vamos…
En la radio, suena “good 4 u” de Olivia Rodrigo y voy cantando a
los cuatro vientos por las carreteras de Texas, extirpando cualquier
energía negativa que tenía, mientras acaricio el collar que me regaló
mi abuela, uno de lapislázuli con manchas doradas. Sonrío
agradeciendo que mi padre sigue vivo y que la vida sigue.
Hago una parada para comer y mientras pincho una ensalada
con un tenedor de plástico, leo un mensaje de Roger en el móvil.
El día que le dije lo que había pasado, estaba más compungido
que yo, ofreció su ayuda, incluso dijo que se iba a mudar a Dallas
para estar conmigo, aunque creo que lo dijo de boquilla, porque su
vida entera está en Waco.
A ver, no quiero sonar mal, pero vi suficientes parejas fallar una y
otra vez cuando intentaban seguir la relación a distancia,
eventualmente alguien termina en los brazos de algún extraño y
todo explota por los aires, yo no quiero eso para mi futuro. De todas
maneras, le dije que iba a visitarlo cuando pudiera pero que no iba a
ser pronto porque tenía mucho que aprender.
“Ya te extraño” dice el mensaje de Roger.
Oh no, esto va a ser difícil, especialmente porque yo ya tengo un
pie fuera de la relación, mentalmente hablando al menos.
¿Mi respuesta?: ☺ ♥
Todos sabemos que si contestamos con emoticonos estamos
dando por terminada la conversación, ¿no? ¿O soy yo sola? En fin,
es preferible terminar con todo cuanto antes.
Dos horas más de viaje. Cambié la radio por un audiolibro que
recomendaron en un foro para aprender sobre la tierra, el señor que
relata todo tiene una voz calmada y profunda, me recuerda a la voz
del locutor de todos los documentales de animales que dan por
Netflix o la del señor Walker, que, por cierto, por un segundo casi me
engaña mostrándose sereno y lógico ante el día trágico que vivía mi
padre, pero cuando lo encontré afuera, regulando su respiración,
con ojos perdidos, me di cuenta que era una fachada, como lo debe
ser el resto de su personalidad. Esos tipos son falsos, todo el mundo
lo sabe, aunque mi padre lo defiende con uñas y dientes, puedo ver
cuando alguien tiene una mirada llena de superioridad, esas
miradas que intentan hacerte sentir diminuta. Por suerte soy inmune
y lo único que me interesa es hacer un buen trabajo, no necesito
que me caiga bien.
El GPS indica que estoy a menos de cinco minutos ya, miro a mi
alrededor con una mirada perdida y solo veo verde eterno. Pareciera
que no habita nadie en estas tierras desde hace mucho tiempo.
–¿Dónde está el rancho? –susurro con mis dos manos sobre el
volante, mirando de un lado a otro como una turista perdida.
“Gire a la derecha cuando sea posible” dice la voz del GPS.
—¡No hay derecha aquí, Patricia! –Así le puse a la voz del GPS,
Patricia, me hacía sentir que era más amigable, pero en este
momento quiero matarla.
Sin pensarlo y por instinto doblo a la derecha, el camino es de
tierra y tiene baches llenos de barro. Avanzo lentamente, hay una
arboleda que bloquea la vista, pero cuando avanzo un poco más…
—¡Allí! –le grito a Patricia– ¡Sí! ¡Lo encontré! –Canto con alegría
y avanzo por el camino de tierra, hasta que siento que el camión se
hunde en algo. —¿Qué demonios? —Aprieto el acelerador, pero
puedo escuchar una de las ruedas patinar y girar sin sentido. –¡Oh
no! No, no, no…
Por favor que no sea lo que pienso que es…
Por favor, Diosito, por favor.
Bajo con miedo en los ojos y palpitaciones descontroladas, mis
pies se entierran en barro, chapoteando agua sobre mis vaqueros.
—Genial…
La rueda tiene al menos quince centímetros hundidos en agua y
barro.
—Esto no puede ser un buen comienzo. —murmuro.
Con los brazos en jarras, miro la escena, pensando en qué haría
mi padre en mi situación. Llamarlo no es una opción, solo voy a
lograr que se ponga nervioso y eso no nos ayuda en absoluto.
—Piensa Cala, piensa, no puede ser difícil si los hombres lo
hacen todo el tiempo.
Miro hacia los costados, comprobando que nadie haya
escuchado ese chiste y me arremango.
Intento sacar las ruedas al menos dos veces más, las dos veces
siento que entierro el camión aún más profundo en el barro. En el
tercer intento comienzo a buscar una piedra lo suficientemente
grande para que la rueda consiga tracción y salga. Pero nada
parece adecuado a mi alrededor y si es muy grande entonces no
puedo moverla.
Camino y camino, siempre rodeando el camión para no
perderme.
Entonces la veo.
Perfecta, allí, sobre el césped, a unos diez metros de distancia
del camión.
Me pongo de cuclillas lista para levantarla, cuando escucho…
—¡¿Qué hace!? ¡Deténgase ya mismo!
—¿Eh? –Volteo y veo al señor Walker, caminando hacia mí
rápidamente, pasos firmes y enojados.
—¿Por qué hay una furgoneta obstruyendo la entrada de mi
casa, señorita Saint-Clair?
Sus ojos están ocultos tras unas gafas de sol muy opacas, su
barba está prolijamente cortada, debajo de un abrigo de paño, hay
un traje perfectamente entallado. No parece ser alguien que tiene un
rancho, más bien un hombre de negocios neoyorquino paseando
por Dallas.
—Buen día, señor Walker.
Exasperado, resopla.
—Estoy esperando una respuesta.
¿No es obvio? ¿No ve la furgoneta siendo tragada por la tierra?
—Bueno, claramente la furgoneta está atrancada en el barro,
estaba buscando una piedra para…
—¿Y a quién se le ocurre entrar a esta zona si no es con un
todoterreno? —murmura para sí mismo.
—Es… –Estoy mirándolo casi con preocupación por lo crispado
que está— Es una furgoneta alquilada, señor Walker, no había
muchas opciones más…
No sé si me mira o no, sus gafas son demasiado oscuras, lo que
sí puedo ver son sus cejas unidas en el centro de su frente, las
arrugas allí ya son permanentes por tener esa expresión todo el día,
probablemente.
—¿Y qué estaba haciendo aquí? —Señala su alrededor con la
palma de la mano abierta.
—Buscando una piedra para poder hacer…
—¿Y la encontró?
¡¿Este hombre tiene fobia a las frases completas o que!?
Señalo a mi nueva mejor amiga, la piedra, tirada en el suelo,
todavía no sé si esto va a funcionar o no, pero ya me siento
realizada.
Resoplando, camina hasta la piedra y la levanta como si fuese
una pluma. Sin decir más, se da media vuelta y vuelve al camino.
Yo lo veo irse con la boca abierta, nunca me tocó dialogar con
una persona tan agresiva y antipática y eso que vengo del
periodismo, donde los egos a veces abundan.
Antes de llegar se detiene y voltea.
—¿Va a venir o pretende que haga todo yo solo?
—No —respondo mientras salgo corriendo—, ya voy.
El antipático señor Walker apoya la piedra en el charco de agua
y limpia sus manos dando palmadas en el aire.
—Vaya, intente salir ahora. —ordena.
Me subo a la furgoneta sin rechistar y enciendo el motor. Miro
por el espejo retrovisor mientras acelero y puedo ver como la rueda
gira y salpica por completo al señor Walker, de la cabeza a los pies.
En ese mismo momento, la furgoneta avanza, saliendo del pozo.
Pero yo sigo petrificada en mi asiento, con mis dos manos sobre mi
boca.
Se quita las gafas y con la mano limpia el barro de su rostro y
camina lentamente hacia la ventanilla.
—Señor Walker, ¡lo siento muchísimo! —me tropiezo sobre mis
palabras— pero digamos la verdad, ¿quién se queda tan cerca
de…?
—Desaparezca de mi vista, señorita Saint-Clair. —gruñe, gira
sobre sus talones y camina hacia su lujoso todoterreno.
¡Mierda! ¿Por qué no puedo cerrar la boca?
3

OLIVER

E liza deja su boca abierta como si hubiese perdido la capacidad


muscular de sostener su mandíbula cuando me ve entrar,
completamente embarrado.
—No preguntes… —gruño sacando mis zapatos ya no tan
brillosos.
Camino directamente a mi dormitorio, con los puños cerrados y
palabras irritadas en mi aliento.
Me quito la ropa con cuidado de no manchar nada más, mientras
refunfuño:
—Todo completamente arruinado, debería tirarlo a la basura.
Yo sabía que era mala idea traer a esa chica, si no puede
manejar una furgoneta, entonces ¿qué demonios piensa hacer con
todas estas hectáreas de puro trabajo?
Camino al baño y me meto bajo la ducha, puedo ver pedazos de
barro cayendo sobre mis pies, barro que tengo en la cabeza,
mezclado entre mi pelo, bajo mis uñas, bah…
El baño tiene paredes de piedra, un ventanal con las mejores
vistas de mis hectáreas y una bañera que apunta a toda esa belleza
verde, bueno, ya no tan verde, el otoño está aquí y puedo ver cómo
los colores no vibran con la misma intensidad que la primavera,
algunos árboles incluso ya comenzaron a perder las hojas.
Primavera y otoño son las únicas épocas donde llueve sin parar
en Dallas, a pesar de que todo el mundo piensa que Texas es un
desierto sin vida, en esta zona en particular hay tanta belleza que a
veces arrebata el aliento.
El verde Dallas es definitivamente mi color favorito.
Envuelvo una toalla en mi cintura y camino de vuelta hacia el
dormitorio. Astro está a los pies de la cama y me mira con
curiosidad, como si sintiera la ira que tengo todavía.
—Ya se me va a pasar. —le digo a mi perro mientras acaricio
entre sus orejas.
Astro es un pastor ingles que rescaté de un refugio de animales
hace tres años, era un cachorro adorable y juguetón cuando llegó a
mi rancho, ahora si no lo conociera saldría corriendo en dirección
contraria; luce como un lobo aterrador, de pelaje negro y lacio, ojos
oscurecidos y orejas largas y puntiagudas.
Me siento a su lado y dejo caer mi espalda sobre la cama,
mirando al techo de madera, no se me quita la furia, pero tampoco
se me quita la manera en la que la señorita Saint-Clair me miró
mientras descargaba todo el estrés de esta mañana en ella.
Me miró como si estuviera mirando a un loco, pero también como
si le diera un poco de gracia.
—Puta madre… —murmuro tapando mi rostro con una
almohada.
Quizás se me fue un poco la mano.
Astro se acomoda a mi lado, haciéndose pequeño.
—No te pongas cómodo, sabes perfectamente que no puedes
estar sobre la cama, lo estoy permitiendo solo porque estoy agotado
—Se hace el sordo y suspira, ignorándome por completo.
Nada nuevo.
Mi habitación es de tamaño mediano, el techo es abuhardillado y
de madera oscura, el suelo es de un color similar, pero las tablas
son más gruesas y rústicas. Sobre el lado derecho de la cama hay
un ventanal del techo al suelo, sin cortinas ni acabados que me
digan que estoy dentro de una habitación. Siempre necesito estar
afuera, al aire libre. Por eso detrás de mi cama, sobre la pared, hay
una imagen gigante de un bosque en blanco y negro que simula el
exterior. También tengo una chimenea frente a la cama para cuando
llega el invierno y un cómodo sillón blanco con una pila de libros al
costado.
No necesito mucho más, ni quiero toda la tecnología del mundo
como tienen mis hermanos en sus hogares.
Mi hermano mayor, Silas, vive en Nueva York con su esposa
Lauren y su hijo Julián, ellos viven en un edificio completamente
ecológico, con paneles solares y la tecnología suficiente como para
no tener que usar las piernas en su propia casa. Mi otro hermano,
Luca, vive en Miami con su hija Mila y su mujer Emma, también
están completamente equipados, listos para tener un búnker en
caso de que llegase el fin del mundo. Ahora, mi hermano Killian es
otra historia, soltero como yo, vive solo en una mansión en las
colinas de Oakland, cerca de San Francisco y vive más tiempo fuera
de su casa que dentro.
No por las mismas razones que yo, al menos que yo sepa. Con
Kill tengo más relación, hablamos diariamente, es más, recuerdo
que me llamó esta tarde, pero estaba en una reunión y no pude
atenderlo.
Él descuelga la llamada rápidamente.
—¡Hey, cowboy! —grita del otro lado.
Volteo mis ojos con irritación, siempre me dice así y lo detesto.
—¿Llamaste? –Camino hasta la gran ventana y apoyo mi mano
en el cristal, la toalla sigue firmemente en mi cintura, mis ojos se
pierden en el paisaje...
—Sí, hombre, quería saber cómo estaba Lucien, la última vez
que hablaste de él fue hace un mes.
Se me retuerce el estómago de solo pensar en ese día, cuando
volví del hospital, eran las nueve de la noche, estaba desesperado y
lo único que se me ocurrió fue llamar a mi hermano, le conté lo
sucedido y me descargué con él.
—No lo sé —digo mirando hacia la casa de mi capataz, se ve
pequeña desde aquí, pero logro ver la furgoneta de la señorita
Saint-Clair en la entrada, agudizo la vista para ver mejor, pero es
imposible. —, creo que bien, al menos mentalmente.
Cojo los prismáticos que siempre tengo a mano para ver a mis
animales desde mi habitación y espío, sosteniendo el móvil entre mi
oreja y el hombro.
—Ya bueno, no quiero imaginarme una noticia peor que no poder
caminar cuando eras una persona activa como él —dice mi hermano
—, bueno cualquier persona.
Con los prismáticos puedo ver a la señorita Saint-Clair
intentando bajar una cama, ella sola.
—Está loca… –susurro.
—¿Quién?
—Nada, digo, nadie; escucha, tengo que irme, te llamo luego.
—¿Eh? ¡Acabas de llamarme Oli!
—Sí, lo siento, pero Eliza necesita algo, adiós.
Termino la llamada, me visto rápidamente con unos vaqueros y
una chaqueta.
Paso corriendo por la cocina y Eliza, mi ama de llaves, me ve
pasar.
—¿A dónde vas tan apurado?
—A ayudar a la chica más torpe que he conocido jamás. —
respondo.
En el momento que aparco el todoterreno en la puerta de Lucien,
la señorita Saint-Clair pierde el agarre de la cama y la deja caer.
Puedo escuchar el ruido de la madera quebrándose.
Dios, que torpe es.
Cierro la puerta y camino hacia ella.
—¿Tiene algo más para romper? –pregunto con las manos
dentro de la chaqueta.
Ella está mirando para abajo, a la cama rota, cuando levanta la
mirada, puedo ver sus ojos negros apenados.
Oh, mierda, ahora me siento mal.
Suspiro y evito hacer contacto visual cuando digo lo siguiente:
—No se preocupe, tengo camas extras en mi casa.
Baja de la furgoneta y examina la madera rota.
—Creo que puedo arreglarlo —dice—, nada que un video de
YouTube no explique. —Y así desaparece cualquier sentimiento
triste para lucir animada y chispeante otra vez.
¿Qué carajos? ¿Quién cambia tan drásticamente? Un bipolar…
—Bueno, si no funciona, hable con Eliza, ella puede conseguirle
una nueva cama.
Ella asiente con una sonrisa y limpia sus manos en el vaquero,
sobre sus muslos.
—¿Lo puedo ayudar con algo, señor Walker?
No, vengo a ayudarte a ti.
Con la cabeza señalo la cama.
—Parece que necesita una mano.
—Ah, la hospitalidad Texana… —dice como si fuese un atributo
que tenemos todos lo que vivimos aquí, me entran ganas de voltear
los ojos, pero lo resisto, en cambio, camino directo a la furgoneta y
me subo sin pedir permiso.
Está lleno de cajas, algunas ni siquiera están cerradas
apropiadamente, ropa suelta y electrodomésticos viejos.
—Ehh… ¿Segura que no se equivocó de furgoneta? Parece una
con destino al ejército de salvación.
Escucho que ella sube también, una risa cantarina aparece
dentro del estrecho espacio.
No intentaba ser gracioso .
—Son mis cosas, solo que no tuve mucho tiempo para embalar
todo. —Coge una caja y se la lleva.
Yo la imito y los dos vamos y venimos, dejando las cajas en la
puerta de la casa de Lucien.
Cuando terminamos, camino lejos de ella, cuando dice:
—¿Quiere ver a mi padre? Estoy segura que le va a gustar
charlar un rato.
Mierda.
Estoy evitando a Lucien como si fuese la plaga, no puedo mirarlo
a los ojos y no sentir un yunque sobre mi pecho.
Asiento una vez con mis hombros tensos y la sigo, hasta que
entro a la pequeña cabaña, diseñada para una persona.
Ahora son tres.
Huele a algo cocinándose, algo como sopa o verduras al horno.
El lugar es demasiado pequeño para los tres, tuvimos que
modificarlo para que Lucien viva en la planta baja con su mujer,
prácticamente al lado de la cocina, mientras que arriba solo hay un
dormitorio y un baño, que asumo que va a ser para la señorita Saint-
Clair.
—¡Oh! ¡Mira lo que Dios trajo, Lucien! —la señora Saint-Clair
grita con entusiasmo, siempre es muy dramática para hablar.
Entierro mis manos en la chaqueta otra vez y espero que mi viejo
capataz ruede hasta donde estoy yo, sintiéndome horriblemente mal
por verlo así, pero lo enmascaro.
—Hola, Lucien. —digo incómodamente.
Mi viejo amigo luce cansado, triste incluso.
Me agacho para estar a su altura y nos fundimos en un abrazo.
—Qué bueno verte. —dice con una sonrisa tímida, rueda hasta
una mesa con dos sillas y espera a que me siente a su lado.
La señorita Saint-Clair va y viene con sus cajas, subiendo por la
escalera y haciendo mucho ruido.
—¿Pudiste con la cama? —pregunta el padre.
Estoy por abrir la boca para contarle lo que vi, cuando su voz
interrumpe desde el primer piso.
—¡Sí! ¡Fue fácil como dije! —grita con un tono alegre.
Frunzo el ceño otra vez. Eso no fue lo que pasó, está lejos de
ser la realidad.
Parece que no soy el único que sabe enmascarar sentimientos y
situaciones.
—Ahora la ayudo a subirla, no te preocupes. —susurro para él
solo.
La mujer trae comida a la mesa, cosas saladas, poco saludables
y muy deliciosas y se retira a su dormitorio inventado, uno que está
separado con una cortina para darnos privacidad.
Tímidamente comienzo a hacerle preguntas a Lucien, sobre su
salud y la comodidad de esta casa. Me siento como la mierda
cuando veo lo apretados que están aquí y yo, en mi mansión, donde
Eliza tiene que limpiar habitaciones que nunca son usadas.
Especialmente esas que preparé para mis sobrinos, pero que
nunca usaron.
Detrás de mí escucho a la señorita Saint-Clair maldecir cuando
una caja se desfonda y todas sus pertenencias se caen a sus pies.
Lucien observa todo con pánico y por alguna razón me mira
apenado. Cuando volteo la veo levantando todo con rapidez.
—Déjeme ayudarla. —digo cuando me agacho a su lado.
—Oh, no por fa…
Tarde, en mi mano hay un tampón gigante.
Cuando presto atención a todo lo que está tirado, puedo ver la
higiene femenina por doquier. La señorita Saint-Clair arranca el
tampón en mi mano y lo arroja dentro de una bolsa.
—Por favor…—susurra—, déjeme seguir.
Algo en su tono me implora clemencia y por un segundo la siento
indefensa.
Me levanto y camino lejos de ella, como si fuese una bomba a
punto de explotar. Cuando vuelvo a la mesa Lucien sonríe con
tensión.
Quiero irme.
—¿Cómo está trabajando el peón temporal? —pregunta Lucien,
tomando una taza entre sus manos.
—No es tan eficiente como tú, si eso es lo que quieres saber. —
respondo tomando una aceituna que chorrea aceite.
Lucien se ríe, pero luego su mirada se endurece.
—Cala va a hacer un buen trabajo, créeme, voy a enseñarle
todo, sus huesos jóvenes van a ser más eficientes que los míos.
Asiento y tomo una taza también, porque no sé qué demonios
responder para no quedar como el ogro en todo esto, así que bebo
café para mantener mi boca cerrada. Verbalizar mis pensamientos
suena como una muy mala idea, primero porque usualmente son
bastante negativos, segundo porque no quiero decirle que alguien
así de torpe no puede llevar adelante este rancho. Es solo cuestión
de tiempo hasta que todos se den cuenta que tengo razón, una vez
más.
—El peón va a ayudarla al principio, hasta que encuentre el
ritmo. —declaro sin darle opción, no puedo dejar mi rancho en
manos de inexpertos… inexpertas.
Lucien asiente aceptando esta pequeña derrota.
Entonces escucho ruido otra vez, los pies de Cala Saint-Clair
bajan apresuradamente por la escalera.
—¿Está lista para subir la cama? —digo sobre mi hombro.
Por el rabillo del ojo, puedo verla asentir sin decir una palabra,
entonces me levanto y los dos salimos en búsqueda de la cama
rota.
Ella sostiene una esquina, completamente inclinada.
—Señorita Saint-Clair, así no puede levantar una cama, tiene
que flexionar sus rodillas para no lastimarse la espalda.
—Aquí viene el Mansplaining… —susurra.
—¿Qué?
—¡Nada! —flexiona sus rodillas— Estoy lista.
¿Qué es mansplaining?
Imito el movimiento y los dos levantamos la cama al mismo
tiempo. Ella camina hacia atrás y yo observo con nerviosismo cómo
está a punto de tropezarse todo el tiempo.
—Cuidado, hay un escalón. —indico.
Ella revira los ojos cuando piensa que no puedo verla y solo
despierta ganas de asesinar a alguien por primera vez en mi vida.
Sube por los dos escalones que llevan a su casa con rapidez,
haciendo que me choque contra la pared.
—¡Despacio! —gruño.
—¡Lo siento!
Cuando llegamos a la planta alta y el ángulo de giro no da.
—¿Midió la cama antes de subirla? —Mis brazos son fuertes,
pero no puedo sostener esta cama todo el maldito día.
—Ehhh…
Matar es ilegal, Oliver, es ilegal.
—No puedo creer esto… —susurro para que no me escuche
Lucien, pero sí ella.
—No se desespere señor Walker —escucho su voz del otro lado
de la cama—, podemos solucionarlo.
—Sí, ¡desarmándola!
Ignorándome, siento como comienza a hacer fuerza, haciendo
que la cama pase por encima de unas cajas, yo no tengo más
alternativa que seguirle el movimiento si es que no quiero caerme de
esta estúpida escalera. Pocos metros más adelante, encuentra lugar
para apoyarla en la diminuta habitación.
Mi baño es más grande.
Limpia sus manos en los vaqueros y sonríe.
—¡Hecho!
Mis ojos aburridos e irritados la miran con amenaza, pero ella
pretende que no estoy allí y comienza a acomodar sus cajas. Miro a
mi alrededor, por curiosear nada más, las cajas abiertas tienen
libros, grandes y pesados y ahora me siento mal porque esta chica
tendría que estar estudiando y no haciendo estos cambios.
Quizás pueda darle trabajo en mi oficina en vez de aquí…
No Oliver, ¿qué estás pensando? Es como llevar al demonio de
Tasmania a una habitación llena de vajilla lujosa.
4

CALA

E sta es mi primera semana en el rancho Walker y ya aprendí


varias cosas.
Por ejemplo, cuando mi padre me hablaba de rancho yo
visualizaba un lugar normalito. Bueno, nada más alejado de la
realidad, el rancho Walker es un paraíso, un lugar de lo más
increíble, todo parece ser nuevo o lujoso o las dos; como los
establos de los caballos, pintados de blanco inmaculado; y los
senderos que conectan un lugar con otro son de piedra y están
iluminados por la noche. Oh, mi parte favorita es la laguna con un
pequeño muelle donde hay canoas para al menos seis personas.
Los corrales tienen animales tranquilos pastando todo el día, el
césped tiene el mismo alto en casi todas las hectáreas, es verde
furioso y los árboles, no me dejes empezar a hablar de los árboles,
son inmensos, de grandes copas.
Luego está la mansión del señor Walker, que es como una
cabaña super-mega-archi grande y moderna con grandes
ventanales, balcones y terrazas. Hablando de mi jefe, aprendí que el
señor Walker se va a las siete y media de la mañana todos los días
y vuelve a las dos de la tarde. Puntual, ni un minuto más ni uno
menos, pero no pienses que eso no le quita tiempo para levantarse
a las cinco de la mañana y vigilarme desde su casa con unos
maldito prismáticos.
Sí, dije prismáticos.
Esa es la regla número uno de cualquier psicópata, tener los
mejores prismáticos del mercado.
Pero en el fondo sé que no lo hace por psicópata, lo hace por
controlador compulsivo, lo cual me lleva a lo segundo que aprendí.
El hombre tiene serios problemas de confianza, sus métodos son
sagrados y debo cumplirlos al pie de la letra.
Es básicamente un dictador, excepto que este dictador luce
como un dios griego escrito por Sherrilyn Kenyon.
Lo tercero que aprendí es que mi padre es muy malo explicando
procedimientos. Ejemplo:
—Es importante que los caballos coman antes de pastar.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo, Cala.
Apoyo el bolígrafo sobre la mesa y dejo de anotar todo lo que me
dice, en modo de protesta, algo que lo irrita muchísimo, él quiere
que tenga todo anotado.
—Porque nos tenemos que asegurar que los caballos coman los
nutrientes necesarios, sino después se llenan con pastizales poco
nutritivos.
Con una sonrisa asiento y escribo todo lo que dijo.
Como buena periodista, a mí me gusta entender los por qué y si
él quiere que lleve adelante este rancho con éxito tiene que
explicármelos.
Lo cuarto que aprendí es que me llevo muy bien con Ángelo, el
peón que el señor Walker contrató para que no prenda fuego a su
rancho. Es un chico dos años menor que yo, su padre es capataz en
un rancho en Dallas también y vino aquí a echarme una mano.
Resulta que nos llevamos muy bien, es divertido y muy parecido a
mí en cuanto a energías y humor.
No como algunos otros que suelen espiar desde su torre con
auras inquietantes.
Oye, las auras existen, todos podemos percibirlas, por eso
puedo detectar la de él a kilómetros de distancia. Hay demasiada
oscuridad dentro de ese hombre. Lo cual es difícil de comprender,
uno pensaría que un hombre como él, que lo tiene todo, no debería
tener problemas.
Pero yo los veo.
Casi que los puedo oler y no puedo evitar querer saber más…
—Así no Cala, debes tener cuidado, una patada de ese bicho
y…
Respiro profundamente cuando mi padre me dice esto, el pobre
hombre quedó traumado y no se acerca a los caballos desde esa
noche. Mi madre lo trajo hasta aquí y me pidió que lo dejara” al
menos a cinco metros de distancia, mientras yo cepillo a los
caballos antes de guardarlos en el establo.
Mi padre era un hombre sin miedo, era de esos tipos que se
creían invencibles, pero bueno, ya sabes cómo terminó la historia.
—Tranquilo papá, si se descontrola, yo corro lejos de él, no hacia
él . —La última parte la murmuro, no quiero hacerlo sentir mal
tampoco.
Hoy es mi quinto día y poco a poco estoy encontrando una
rutina. Aunque mi padre me advirtió que sábado y domingo tengo
prohibido hacer cualquier tarea en el campo. Esos son los días que
Oliver Walker trabaja en sus tierras y no quiere que nadie lo
interrumpa.
Lo entiendo y lo respeto.
Así que dejo todo preparado para que él juegue a ser cowboy
con su campito.
La dinámica dentro de nuestra casa no es muy distinta a cuando
vivíamos en Waco, la diferencia es que, en la otra casa, mi
habitación tenía puerta y eso me daba un poco de privacidad. En
esta casa mi dormitorio es más un altillo, así que todo lo que ocurre
abajo, se escucha arriba.
Me recuerda al libro que mi abuela me obligó a leer a los doce
años, el Kybalion, hablaba de las leyes del universo y una de ellas
decía: “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”.
Eso es lo que ocurre en mi nueva casa, viviremos todos en
diferentes niveles, pero pareciera que vivimos todos en una misma
habitación.
A los veintiocho años me imaginaba viviendo sola, en un
apartamento diminuto, viviendo la vida loca (comer, ver Supernatural
y vivir en pijama). Pero la vida te da sorpresas, como decía Rubén
Blade, y tengo que estar de acuerdo con él.
No pienses, Cala.
Acaricio el cabello de Ruby, una yegua con complejo de vaca,
tiene manchas blancas y negras sobre su lomo y sonrío. Pasar
tiempo con los caballos se volvió mi tarea preferida. No sé qué tiene
este animal, pero hay algo muy noble y místico.
O puede que me los imagine con un cuerno en la frente y alas
llenas de purpurina.
—Listo querida, quedaste hermosa. —Cojo las riendas y la llevo
hasta su espacio en el establo.
—Bueno —dice mi padre—, esta semana ya experimentaste
todo Cala, solo te queda mejorar el tiempo que te lleva cada
actividad.
Sabiendo que mi padre no me está viendo, suspiro con pesadez
porque sus comentarios nunca son alentadores, siempre tiene que
mencionar el error primero.
Abrigo a Ruby para la noche, cubriendo su lomo con una pieza
especial diseñada exclusivamente para ella y acaricio su nariz suave
y blandita.
—Buenas noches, vaquita. —Ella responde con un movimiento
vertical en su cabeza y me ve irme.
Cojo la silla de ruedas de mi padre y lentamente vamos hacia la
casa, no es tan lejos, pero mis pies están realmente cansados y
necesito llegar rápido para tirarme en mi cama y morir hasta el
lunes, donde empieza todo otra vez.
5

OLIVER

E l concepto ‘mansplaining’ es un neologismo que combina las


palabras ‘hombre’ y ‘explicación’, el cual consiste en que un
varón, por lo regular, explica de manera paternalista o
condescendiente algo a una mujer, pues la considera menos apta
que él.
¿Qué cojones?
Me quedo mirando la pantalla del móvil en la penumbra de la
noche con la boca abierta.
¿Me llamó paternalista? ¿En mi cara?
Siento que la rabia bulle y todavía no salió el sol, maldita sea.
Me desperté antes de que mi alarma sonara porque las
pesadillas de siempre volvieron. Suelen aparecer en mis épocas de
mayor estrés y a veces ya hasta las espero como cuando esperas
un pelotazo en la cara, eso no quita que me despierte en medio de
la noche y no pueda seguir durmiendo.
No está tan mal, son las cuatro de la mañana y mi alarma está
programada para que suene a las cinco todos los días, por eso
estoy googleando estupideces.
La única razón por la cual no salgo en la noche es por los
peligros que tiene Texas cuando la luna está en lo alto.
A Texas lo llaman “El Australia” de Estados Unidos por una
razón, tenemos serpientes, coyotes, escorpiones, cocodrilos,
hormigas asesinas, felinos… Sí, tenemos suficiente para que la
noche no sea la mejor opción. Tampoco quiero a mis animales
vagando por ahí, a la merced de lo que sea que quiera traspasar
mis hectáreas.
Antes de comenzar mi jornada, me pongo al día con algunos e-
mails que tenía pendientes y si mal no recuerdo, mi secretaria me
envió algunos papeles para que firme durante el fin de semana.
Sí, nunca estoy aburrido, o quieto, o con tiempo libre. Mi cabeza
necesita estar ocupada, mi cuerpo en constante movimiento.
Cuando el sol comienza a salir por el horizonte, bajo hasta la
cocina y abro la nevera. Por alguna razón me quedo mirando, sin
saber por qué estoy aquí.
—Desayuno, Oliver, desayuno… —murmuro cuando agarro la
leche y la bolsa de pan para hacer tostadas.
Durante el fin de semana quiero el rancho para mí solo, no
quiero que nadie invada mi único momento para hacer lo que más
me gusta. Cosechar, cuidar de mis animales, caminar por mi campo
y pasar tiempo a solas.
A solas…, ergo, con nadie.
Eliza sabe que no la quiero aquí.
Lucien solía irse a Waco, ahora con esta nueva realidad, sé que
están en su hogar, pero nunca los veo. No es que quiera evitarlos,
solo quiero… soledad.
Me pongo mis vaqueros de cosecha (normalmente son vaqueros
gastados y rotos), mis botas tejanas y una camisa. Quizás sea un
estereotipo, pero lo es por alguna razón, el vaquero gastado es
cómodo, por eso está gastado, las botas son de protección y la
camisa me da la temperatura perfecta entre el viento otoñal que
sopla a la mañana y el calor que genero por el movimiento.
La mañana en Texas es pacífica, todos los pájaros cantan al
mismo tiempo, algunos ciervos saltan los alambres y pastan por mis
tierras con delicadeza, huele a aire puro y al rocío de la mañana, es
mi momento preferido del día.
Lleno mis pulmones con el aire más puro que puedo conseguir
en Texas y camino directo hacia el establo. Astro trota a mis pies,
moviendo la cola con la misma alegría que siento yo. Los dos
preferimos el exterior, que una mansión; la compañía de los
animales, que la de los humanos; y el silencio del campo más que el
bullicio de la ciudad.
Tengo cinco caballos, que como dije antes son rescatados de las
manos de los despiadados que los usaban para fuerza o para
reproducción. Cuatro vacas de cuerno largo, también rescatadas,
tres ovejas, dos cabras (están demasiado locas para tener más) y
seis o siete gallinas, ya perdí la cuenta.
Dentro de la rutina, se alimentan primero a las vacas, los
paquetes de heno son sus preferidos, lo dejo en el medio del corral
y ellas lo comen con paciencia; lo segundo que tengo que hacer es
dedicarme a los caballos, la tarea me lleva el doble de tiempo, ya
que las herramientas están desorganizadas y esparcidas por todos
lados gracias a la señorita Saint-Clair. Las cabras, ovejas y gallinas
conviven en el mismo espacio, pero tengo que moverme rápido
porque usualmente tienen mal humor y empiezan a pegarme
cabezazos en las piernas.
Después del mediodía me dedico a la huerta, un gran espacio
donde Eliza obtiene todas las verduras de la temporada. Cuidar de
mis plantas y hortalizas es lo que más me gusta hacer, donde puedo
poner mi mente en pausa y no sentir absolutamente nada.
¿Todo ese dolor que cargo en mis hombros? No existe cuando
hago esto.
Cuando comienza el atardecer, tengo que empezar a guardar a
todos otra vez.
—Astro, despacio. —gruño, entre los dos guiamos a las cabras y
a las ovejas para que se metan en su cobertizo. Pero una de las
cabras, la más joven, se las ingenia para escapar de Astro y
comienza a correr lejos de nosotros. —Maldición, Astro, ¿qué te
dije?
Comienzo a correr tras el trastornado animal, que cocea sin
sentido al aire, mientras corre.
—Por esto es que entreno todos los días —murmuro mientras
corro—. Para atrapar animales desequilibrados como tú.
Cuando estoy a centímetros de atraparla, cambia de dirección y
se choca contra Astro, pero burla al perro también y corre
directamente hacia la casa de Lucien.
De soslayo puedo ver una bicicleta pasar a toda velocidad a mi
lado, directo hacia la cabra. La señorita Saint-Clair pedalea hasta
pasar a la cabra y cerrarle el paso. Y con una rapidez asombrosa,
atrapa al animal, dándole un abrazo.
—¡No! —grito, pero ya es tarde, la cabra en ese momento se
retuerce y toma carrera para cabecearla sin piedad.
La señorita Saint-Clair termina en el suelo, sosteniendo su
pierna, pero antes de seguir lamentándose, la toma del cuerno y la
reduce en el suelo justo cuando estoy a su lado, por eso puedo
cogerla y alejarla de ella.
—¿Está loca? ¡Podría haberla matado! —grito.
—Eso sigue repitiendo, si lo dice un par de veces más voy a
terminar creyéndolo. —dice, su respiración es agitada y se toma
unos segundos para recuperarse en el césped, sostiene su pierna y
puedo ver bajo su mano que hay una mancha de sangre que
traspasa la tela del vaquero.
—Bah… —Ato a la cabra en la tranquera más cercana y camino
hacia ella —Déjeme ver.
—¡Estoy bien!
—¡No era una pregunta! —grito con irritación, muevo su mano
bruscamente para ver qué demonios tengo que arreglar porque esta
niña no sabe absolutamente nada de cabras—. Vamos, déjeme
llevarla hasta su casa.
—¡Pero mi bici! —se queja mientras la levanto y paso su brazo
sobre mis hombros.
—¿Qué le puede pasar? ¿Que se la lleve un halcón? —Me burlo
mientras la cargo, apenas puede apoyar la pierna ¿y se preocupa
por su bicicleta?
Ella me mira con cara de pocos amigos y su cercanía me invade
lo suficiente como para que mire hacia otro lado.
Huele a flores, pero no puedo distinguir cuál.
No es desagradable, eso es todo lo que voy a decir.
—Una vez robaron la bicicleta que estaba en mi garaje, disculpe
si quiero ser precavida esta vez.
—Está en medio del campo señorita Saint-Clair, el humano más
cercano está a veinte minutos de aquí en coche. Por cierto, ¿qué
hace en bicicleta? ¿Dónde está su coche?
—¡Ese es mi coche! —señala hacia atrás.
¿Ese es su medio de transporte?
—¿Dónde está el coche de Lucien entonces?
No hay respuesta inmediata y cuando responde, se escucha
apagada.
—No importa.
Qué raro, siempre tiene una respuesta picante para todo.
Llegamos hasta la puerta y abro sin pedir permiso. Su madre y
padre están en la cocina hablando entre ellos. Cuando nos ven
entrar la madre reacciona tal como esperaba, dramática, gritona,
extra.
—¡Oh, virgen santísima!, Cala, ¿qué ocurrió, hija?
—Juana…
¿Se golpeó la cabeza y ahora cree que se llama Juana?
—¿Juana? —preguntamos todos a la vez, la única diferencia
entre los padres y yo, es que yo sueno alarmado.
Dejo su cuerpo sobre una silla y levanto su vaquero hasta la
rodilla para inspeccionar. Sus piernas son extrañamente elegantes,
fuertes, pero femeninas.
—Juana, la loca, así la llamo, dos veces se escapó esta semana,
pero la buena noticia es que inclusive a los expertos se les escapa.
—dice mirándome, levanta sus dos cejas, solo para irritarme más.
La madre deja en mis manos el kit de primeros auxilios como si
fuese el doctor de la sala y espera que la cure. Tiene un tajo
bastante largo, pero no tan profundo como para ir al hospital.
Supongo que no tengo otra alternativa más que limpiarla.
—Te dije que debes tener cuidado con ella. —dice Lucien
mirándonos a los dos.
—Fue Astro… —murmuro— Ese perro tiene más ansiedad que
un oficinista en Wall Street.
La carcajada de Cala explota y por un segundo me dedico a
escucharla, lamentablemente se silencia cuando apoyo el algodón
con alcohol sobre la herida. Ahí empieza a murmurar palabras que
no puedo reproducir, pero que están relacionadas con mi familia.
—¡Ay, ay, ay! —grita. Su primer instinto es poner la mano sobre
la herida, por suerte soy más rápido que ella y la detengo. —¡Arde
mucho!
—Lo sé, es lo que quiero… —digo por lo bajo, luego me siento
mal y comienzo a soplar sobre el tajo para calmar el ardor.
Cuando me doy cuenta, los tres están mirándome con
estupefacción, por eso detengo lo que estoy haciendo casi
instantáneamente.
—Gracias. —susurra, por primera vez su voz suena humilde y
tranquila.
Me levanto del suelo y acomodo la hebilla de mi cinturón con
soltura, ocupar mis manos normalmente ayuda a controlar mi
incomodidad.
—De nada señorita Saint-Clair, la próxima vez, déjela ir.
—¿Y perderme el show de verlo correr tras una cabra? Ni por
todo el oro del mundo.
Su sonrisa maligna se extiende por su rostro, no había notado
cuán grande y brillante es.
Lucien carraspea.
—Déjanos compensarte, Oliver, quédate a comer.
—Oh no —respondo rápidamente —. Gracias igualmente, fue un
día largo.
La esposa de Lucien abre el horno en ese momento y el aroma
de lo que sea que esté ahí dentro sale y me golpea directamente en
el rostro.
—¿Seguro? —pregunta la señorita Saint-Clair cuando me ve
reaccionar.
—Sí, si… —doy pasos hacia atrás, intentando salir por la puerta
lo más rápido posible —Que tengan una buena cena.
¿Buena cena? ¿De dónde saqué eso? No me importa su cena,
bah.
Abro la puerta con velocidad inhumana y voy en búsqueda de
“Juana”, tengo que admitir que el nombre le pega, pero nunca lo voy
a decir en voz alta y darle el placer a ella.
De camino a Juana (se me pegó, maldición) veo que algo brilla
en el suelo, me agacho y cojo un collar celeste y dorado. Uno que vi
en el pecho de la señorita Saint-Clair el día que la conocí, no es que
le haya mirado el pecho, no, simplemente me llamó la atención su
particularidad, es brillante y místico.
Seguramente Juana hizo que se le cayera.
Retrocedo unos pasos, pero detengo mi mano sobre el picaporte
cuando escucho gritos dentro de la casa de los Saint-Clair.
—¡Nunca escuchas! —grita Lucien con enfado en sus cuerdas
vocales, nunca lo escuché hablar así.
—Lo estaba ayudando, papá, no es que me metí en su mansión
y me hice un café, lo ayudé a atrapar a…
—No me importa, ¿quieres que nos eche? Te dije que no lo
interrumpas durante el fin de semana, Cala.
—¡Que no lo interrumpí! Yo solo…
—No quiero escucharlo, estoy demasiado furioso.
—Lucien por favor, cálmate. —Por primera vez su madre dice
algo.
—¡No puedo calmarme! ¡Nuestras vidas dependen de una chica
que no sabe seguir órdenes!
Auch, eso fue duro e injusto. La señorita Saint-Clair dejó su vida
para que ellos tengan un sustento, no me parece justo que le hable
así.
Unos pasos apresurados se dirigen a la puerta y no me da
tiempo a desaparecer.
La señorita Saint-Clair sale de su casa, cerrando la puerta como
si fuese giratoria y se encuentra conmigo, cara a cara, rígido al lado
de Juana.
—¿Escuchó todo? —En sus ojos negros hay lágrimas, la
expresión en su rostro es de enfado y frustración y algo más que no
puedo entender, nunca la vi así y no la culpo, Lucien fue demasiado
lejos, ni yo estaba enfadado ya.
Asiento, incómodo por admitir que estaba escuchándolo todo.
—Lo siento —Muestro el collar en mi mano—, encontré esto en
el césped y quería devolvérselo.
Ella coloca una mano sobre su pecho, buscándolo allí.
—Gracias —Extiende su mano y yo lo dejo caer sobre su palma,
por alguna razón siento que tocarla sería demasiado íntimo,
inclusive en un lugar tan básico como la mano—. No sé qué haría si
lo perdiese, es muy importante este collar para mí.
Con el revés de su mano se limpia las lágrimas y sonríe, otra vez
ocultando lo que siente.
En mi cabeza surgen preguntas: ¿Por qué es importante? ¿Qué
significa? ¿De dónde lo sacó?
Pero mi boca tiene otros planes.
—Lucien está siendo exagerado, nunca los dejaría en la calle —
digo con incomodidad, mis palabras parecen tocar alguna fibra del
corazón, porque su mirada se suaviza y una sonrisa aparece, me
siento satisfecho, pero mi tendencia autodestructiva no me permite
tener momentos así—. No significa que no haga notar mi
disconformidad cuando se trate de trabajo y eso que hizo antes
podría haber terminado en una herida más grave, no tengo que
recordarle lo que le pasó a su padre.
Cuando termino de decir eso, escucho mi tono paternalista y
quiero golpearme las pelotas con dos piedras por ser tan estúpido y
lo peor de todo, darle la razón cuando me dijo que hacia
mansplaining.
La chica acaba de tener una discusión con su familia, no tiene
dónde demonios escapar para tener un momento de soledad y
encima le hablo así. No tengo excusa.
Ella, sin embargo, asiente y absorbe mis malas formas.
Carraspeo un par de veces y cojo a Juana para llevarla a su
cobertizo. Comienzo a caminar lejos de ella, ¿pero qué demonios
me ocurre? La culpa me pesa mil kilos.
—¿Quiere ver cómo lo hago? —pregunto sobre mi hombro—
Imagino que no quiere estar en su casa en este momento.
Una vez más esa sonrisa, ¿no se le cansan los músculos? Por
suerte no.
Camina cojeando un poco, pero me sigue el ritmo.
—No es fácil tener una discusión en una casa sin puertas —dice
por lo bajo—, me falta dar el portazo cuando quiero dejar de hablar.
—se ríe.
—No sé si la puerta de entrada está de acuerdo. —susurro.
Ella vuelve a reír. Me llama la atención porque Kill siempre dice
que yo no puedo hacer reír ni a las hienas y hasta donde yo sé,
tiene razón.
—Es verdad. —Abre la entrada del corral para que pase con
Juana y una vez que la suelto, la maldita empieza a empujarme con
sus cuernos. —Veo que el maltrato no es solo conmigo.
—No, por eso no tengo cabras, son demasiado cascarrabias. —
Le doy un empujón a la cabra y entiende que tiene que dejar de
presionarme si no quiere encontrar mi lado más oscuro, por suerte,
lo comprende y se retira, molestando a la otra.
Preparo su comida y cambio el agua, ella me sigue con la
mirada, pero no interviene.
—Y ¿por qué tiene estas dos entonces?
Detengo lo que estoy haciendo y la observo, apoyada en la
tranquera cómodamente, acariciando su collar como si fuese su
mascota preferida. Su pelo parece pesado, lacio, sedoso y oscuro.
Sus ojos un poco hinchados y rojos pero sus facciones lucen
relajadas.
—Hay una asociación que rescata animales en Dallas, la dueña
sabe que cuando no tiene dónde ubicar animales me los puede
dejar a mí, bueno, es Lucien quien habla con ella, yo… yo no estoy
muy involucrado —Si puedo evitar hablar con gente, bienvenido sea
—, se supone que estarían aquí temporalmente, pero eso fue hace
un año ya.
Creo que esto es lo más extenso que he hablado con esta
mujer… Señorita, señorita, no mujer.
Cuando está a punto de abrir la boca para responder, Astro
aparece en la escena, como si todo esto no fuese su culpa.
—Hola, ¡perro cochino! —dice ella con entusiasmo, sus ojos se
iluminan y comienza a jugar con mi perro.
Mi perro , por otro lado, lame su rostro como… como… como
algo, no sé, no me gusta.
—¿Perdón? ¿Se conocen?
—Oh, sí, Astro siempre está a mi lado durante el día, creo que
hablo más con él que con… —La señorita Saint-Clair levanta la
mirada, se encuentra con la mía. Probablemente severa y
aterradora, digo, por cómo se ha callado. —Está… ¿mal?
Sí.
No.
¡No lo sé!
Niego con la cabeza y cruzo mis brazos sobre el pecho, ella
observa el movimiento y deja de acariciar a mi perro, mío.
—No, no sabía que andaba por el campo cuando yo no estoy en
el rancho. —mi perro gimotea como un niño cuando deja de sentir
sus manos.
Que, por cierto, sus manos son largas y finas, sus uñas están
cortadas prolijamente, pero no llevan ningún esmalte… ni anillo.
No sé por qué demonios observo eso.
—Astro, vamos. —silbo dos veces y mi perro no se mueve.
Traicionero.
—¡Ve! —indica la señorita Saint-Clair y mi perro levanta el
trasero del césped para venir a mi lado.
No puedo creerlo.
—Buenas noches, señorita Saint-Clair. —murmuro sobre mi
hombro y me alejo de esa mujer… chica .
6

CALA

L a convivencia es nefasta, el lado positivo de eso es que paso


más tiempo al aire libre que dentro de mi casa. Y más tiempo
del necesario, si son horas extras, pero a quién le importa.
El atardecer está aquí, el cielo es rosa furioso y la brisa fría
atraviesa mi ropa, pero estoy tan a gusto aquí, conversando con las
plantas y escuchando AURORA (mi banda favorita) con mis
auriculares, que no me dan ganas de volver.
La huerta del rancho tiene verduras de estación, Eliza, (alguien
con quien me llevo muy bien) me dijo que el señor Walker no quiere
frutas porque se llena de ratas. Sí, aparentemente el Cowboy le
tiene miedo a las ratas y por eso solo hay verduras.
Al menos esta es mi conjetura, no significa que sea verdad.
Por mi está bien, no puedo juzgarlo, no soy muy fanática de los
roedores, excepto las ardillas y los mapaches, pero no se ven
muchos de esos por aquí, ese tipo de roedor habita en lugares más
poblados, donde encuentran restos de basura.
—¡Cala! —Escucho a alguien gritar a lo lejos.
Me quito mis auriculares y asomo la cabeza entre las plantas.
Ángelo está buscándome entre el pastizal.
—¡¿Qué!? —respondo.
—¿Necesitas algo antes de que me vaya?
—Ya hablamos de esto, ¡no soy tu jefa! —grito.
Ángelo se ríe, tiene una sonrisa de esas que se hacen hoyuelos
en los cachetes, es adorable, pero para nada mi tipo.
Aunque todavía no tengo un tipo definido, Henry Cavil no cuenta
y Roger fue… entretenido, para nada algo que quisiera que sea fijo
en mi vida.
—Bueno, no importa. ¿Necesitas algo o no?
—¡No!
—Bueno, ¡hasta mañana!
—¡Arrivederci, Ángelo! —Se ríe una vez más, negando con su
cabeza, siempre le hablo con palabras italianas porque me dijo una
vez que venía de familia italiana y no paro de molestarlo con eso.
—Bueno como te decía —vuelvo a mi conversación con las
plantas, una en específico que se está amarronando y no quiero
verla morir. En el audiolibro que estoy escuchando dicen que
hablarles a las plantas les hace bien. —, esta carrera no era mi
primera opción, pero ahora que ya estoy aquí hace un tiempo, tres
semanas exactamente, le estoy encontrando el gustito a todo, hasta
me levanto con ansias de ver cómo están todos, es más, siento que
los caballos ya saben a qué hora los voy a buscar porque me llaman
a los gritos, es muy loco, porque ellos no tienen reloj y…
—¡Señorita Saint-Clair! —Su voz tensa todos los músculos de mi
espalda y me callo por completo, aunque me mantengo oculta entre
los pastizales, si me quedo quieta quizás piense que no existo—
Puedo escucharla, no hace falta que se oculte —grita —. No es que
tenga una voz baja tampoco.
Mierda.
Me levanto y sacudo la tierra de mi trasero.
—¿Qué hace ahí? —Todavía tiene la ropa de oficina, sus
carísimas gafas de sol y su cabello limpio, probablemente huela bien
incluso, tiene esos perfumes varoniles que le suben las feromonas a
mortales como yo.
—Hablando con las plantas.
Toma aire y lo suelta lentamente, como si mi respuesta lo irritara.
Coloca sus manos en jarras y mira al cielo.
—¿Puede salir de ahí? Se va a hacer de noche en cualquier
momento.
Caminando entre la cosecha, a centímetros suyo siento su
perfume y tal como lo recordaba es masculino y embriagador.
¿Por qué me gustan más los perfumes de hombres que los de
mujeres?
—¿Necesita algo?
—Aparte, ¿quién habla con las plantas?
Veo que también le gusta ignorar mis preguntas.
—Yo, ellas me escuchan y yo…
—Es ridículo. —¿Otra vez cortando mis frases?
Es un interruptor serial este hombre.
—No es ridículo, googléelo —Voltea los ojos y saca el móvil de
su bolsillo interno —. ¿Y?, ¿qué dice internet?
—No estoy buscando esa ridiculez, necesito responder este
mensaje —Se dedica a responder con una velocidad nunca antes
vista y cuando termina posa sus ojos sobre mí—. Como le decía, es
tarde, váyase a su casa.
De solo pensar en tener que reportarle todo a mi padre después
de un día de mucho trabajo solo quiero llorar.
—En un segundo, solo quiero terminar…
—Es una orden, señorita Saint-Clair, la noche es muy peligrosa y
no quiero lidiar con más accidentes esta semana.
Dice eso porque me caí de la escalera cuando intentaba bajar
una gallina del techo, ¡pero estoy bien!
Saco mis guantes y los apoyo sobre un espacio de guardado,
demostrando mi derrota.
—Y ordene todo, después deja todo desparramado y no
encuentro nada. —Se da media vuelta, con un resoplido de por
medio y se retira dramáticamente.
Era mucho más divertido cuando me espiaba por la ventana y no
tenía que escucharlo.

E con mi padre.
Esta vez fue porque hice carteles para cada uno de los caballos.
Verás, como me olvidaba en qué espacio iba cada uno y eso fue
razón de pelea, hice carteles adorables. Bueno, parece que estuvo
totalmente fuera de lugar y no voy a llorar otra vez, él está
conviviendo con otros demonios y tengo que recordarlo, por eso
decidí ir a cenar a la ciudad más cercana. ¿Creí que era una buena
idea? Claro que sí, por eso me subí a la bici y pedaleé hasta que me
ardieron las piernas.
El centro de la ciudad es adorable, hay pequeños bares y
restaurantes bohemios. Me decido por uno que se jactan de tener el
mejor sándwich de queso cheddar del país, no voy a desmentir esta
declaración, pero está bastante bueno.
Salir definitivamente fue una gran iniciativa, me siento despejada
y de buen humor. El problema es que ahora que tengo que volver
me doy cuenta que los caminos no tienen luz, que lo único que me
guía en las calles es la luz del móvil y que estoy sumamente
cansada.
Me lleva más tiempo de lo normal, no es fácil sostener el móvil y
el manillar al mismo tiempo, pero una vez que llego al camino de
tierra del rancho me relajo porque ya sé que estoy en el camino
correcto. Aparte, la mansión del señor Walker se divisa al final del
camino, muy iluminada e imponente.
Todavía no pude conocer más que la cocina, pero puedo darme
cuenta que es bellísima. Por fuera las luces la iluminan desde abajo,
haciendo que parezca altísima, las ventanas están apagadas y el
silencio de la noche rodea la mansión, bueno, excepto el sonido de
las ruedas de la bicicleta sobre la tierra.
Por el rabillo de mi ojo, noto movimiento en el balcón-terraza del
señor Walker. Algo me dice que apague la luz del móvil y detengo mi
pedaleo, mirando hacia arriba, buscando qué es lo que llamó mi
atención.
Lo diviso en su terraza, respirando con dificultad, tal como hizo el
día que mi padre tuvo el accidente.
—Árboles, arbustos, matas, hierbas… —dice con una respiración
entrecortada, recita nombres sin parar.
Tiene puesto el pijama, su cabello está alborotado, como si se
hubiera estado refregando en la almohada.
Lo observo con precaución, primero porque no quiero que me
vea, segundo porque parece necesitar ayuda, pero conociendo su
estado sombrío y latente, no creo que sea bienvenida.
—Plantas con flores, con semillas, vasculares, terrestres,
verdes… —Sigue recitando y paulatinamente deja de respirar tan
entrecortado, y su voz no suena tan entrecortada.
En un momento se sienta en algo que parece ser una tumbona y
se acuesta allí. Espero unos minutos, pero parece que se quedó
dormido. Entonces sigo mi camino a mi casa, aunque no puedo
sacarme la sensación de angustia, algo le ocurrió y me da pena que
esté solo en esa mansión sin que nadie lo ayude a sobrellevar esos
ataques.
Si tuviera que compararlo con un personaje literario, sería
Heathcliff, el protagonista de Cumbres Borrascosas, tiene ese porte,
ese no sé qué, oscuro y misterioso. Me parecía que en su cabeza
ocurrían mil cosas mientras me regañaba, pero ahora que lo vi así
de vulnerable y solo, creo que estaba en lo correcto. Solo espero
que la venganza no sea un tema que lo arrastre por la vida, como
escribió Emily Brontë.
7

OLIVER

L a historia de Property Group es un poco trágica, pero con final


feliz. Aquí va un resumen porque eso de hablar no es lo mío:
mi padre, quien solía ser el mandamás de la empresa, fue
prácticamente obligado por mi hermano mayor, Luca, a abandonar
el barco y nos quedamos a cargo de la nave. Fue un gran
movimiento de su parte, principalmente cuando nos enteramos que
mi padre era (o es) el causante de muchos de nuestros problemas,
como la competición entre nosotros, el estrés y decisiones que nos
vimos obligados a tomar en el transcurso de nuestras vidas solo
para complacerlo.
Ahora Silas tomó el mando definitivo y comenzamos a hacer las
cosas diferentes. Para empezar, la competencia entre las sucursales
murió. Ya no comparamos números, sabiendo perfectamente que
los mercados son diferentes y no me mal interpretes, en Texas hay
muchísimo dinero (por el petróleo mayormente) pero en Nueva York
es donde está la mina de oro y no hay manera que podamos
competir contra eso. Uno de los cambios drásticos que hizo Silas, es
que ahora las reuniones presenciales se redujeron a la mitad, lo cual
es un gran beneficio porque detesto, repito, detesto viajar a las
grandes ciudades.
Nueva York parece ser una pesadilla hecha realidad, Miami es
un poco más aceptable, especialmente cuando solo estoy en la
playa de Luca y San Francisco es complicado para mí, demasiada
gente positiva, alegre e hiperactiva.
En este momento estoy en una videoconferencia con mis
hermanos, cada uno en su oficina, llevando adelante la empresa con
profesionalismo y dedicación, algo que nunca pudimos demostrarle
a nuestro padre porque nunca nos dio la oportunidad.

Killian: Deja de bostezar, maldita sea, me lo contagias.

Escribe Kill por WhatsApp, mientras me mira por la cámara.


Estoy en mi oficina, el monitor es lo suficientemente grande para
ver a todos mis hermanos con detalle, Silas está hablando de los
cambios que quiere hacer y nos está invitando a que sigamos esos
cambios en nuestras oficinas. Gracias a Dios mi hermano mayor
decidió casarse con una ambientalista, si no, nunca hubiese tomado
las decisiones ecológicas que está tomando ahora.
Oliver: Lo siento.

Killian: ¿Pesadillas otra vez?

Oliver : Sí.
Mi hermano menor (por un año) no sabe por qué las tengo,
nunca preguntó más de lo que yo quise responder. Sé que se
preocupa, pero créeme, si supiese lo que me pasa, él tampoco
podría dormir.
Killian: ¿Cuándo vas a hacer algo al respecto?
—Sé que estáis hablando por detrás, estúpidos, ¿Por qué no me
decís qué os parece en vez de hacerme perder el tiempo? —Silas
está enfadado.
Kill se ríe y deja el móvil sobre su escritorio.
—No te enfades Silas, no estábamos hablando de tu idea.
—Me enfado porque podría estar con mi mujer y mi hijo en casa
y estoy en videoconferencia con vosotros, parecéis adolescentes
con el maldito móvil. —gruñe.
Luca sonríe, pero no dice nada, mi segundo hermano mayor,
desde que se casó hace dos años, sonríe más a menudo y me
alegro muchísimo por él.
—Imagínate cuando Julián esté mirando el móvil durante la cena
—Agrega Kill solo para molestarlo—, ¿Qué harías en ese momento?
Silas resopla largamente, visualizando eso en el futuro. Mi
sobrino Julián tiene cuatro años ya y parece que tiene el carácter del
padre.
—Probablemente lo castigue hasta que tenga veinte.
Kill ríe como suele hacer siempre, una carcajada explosiva…,
una que me recuerda a alguien ahora.
Alguien que me irrita muchísimo, la intrusa de mi pequeño
universo.
—¿Recuerdas cuando te pasabas toda la cena escribiéndote con
Lauren? —Le recuerda Luca, poniéndose de alguna manera, del
lado del sobrino.
—Eso es diferente —responde Silas, luce exasperado—, fue una
vez y porque ella… —Deja de hablar y sonríe.
—Está bien, está bien —dice Kill—, no queremos que relates ese
recuerdo que acaba de pasar por tu cabeza.
—Tienes razón —digo mirando el reloj, ya es la hora de volver y
realmente necesito dormir hoy —, ¿Por qué no votamos y
terminamos con esto?
Hace varias semanas que las pesadillas me asaltan una vez que
cierro los ojos y después no puedo dormir, a veces la única solución
es dormir una siesta a los pies de la laguna, pero la señorita Saint-
Clair está dando vueltas constantemente y no puedo dormir si está
ella allí, tarareando canciones que escucha en sus auriculares o
hablándole a cualquier ser viviente de mi rancho.
Menos a mí, claro.
Así no se puede vivir.
—Alguien tiene prisa por volver a su rancho… —dice Kill con una
sonrisa pícara en su rostro— Me pregunto quién te estará
esperando…
Mis dos hermanos mayores de golpe parecen estar muy atentos.
—Killian, termina con esto. —refunfuño, no sé qué busca.
—¡Quién!, ¡Quién! —Silas canta, golpeando su puño
rítmicamente sobre su escritorio.
—¡Nadie!, Dios, parecéis viejas de barrio buscando el chisme.
—Killian, dinos. —Exige Silas.
Killian me mira por la cámara y sonríe, teniendo compasión por
mí.
—Nadie, solo quería molestarlo. —Pero su mirada dice que hay
algo más, algo de lo que estuve hablando con él.
La señorita Saint-Clair.
Ella es el mayor problema que tengo en este momento, solo que
Killian considera que todo lo que me disgusta de ella en realidad me
encanta y ya le expliqué que tiene que dejar de ver películas
románticas porque así no es cómo funciona el mundo real.
Ella me cae mal, no hay que analizar nada más.
No importan sus ojos poblados de pestañas, ni la forma de reloj
de arena que tiene su cintura, nada de eso es importante si la
persona es irritante. Es que no puedo con esa mujer…. Hace todo al
revés de como lo tiene que hacer y sí, el resultado quizás sea el
mismo, pero no puedo perder tanto el tiempo cuando me toca
encargarme del rancho. Sé que Lucien la vigila de cerca, pero
parece que no es suficiente.
La llamada termina y rápidamente me subo a mi coche de
ciudad, un Land Rover todoterreno, que el único recorrido que hace
es de Dallas a mi rancho en menos de una hora. De camino
escucho un podcast llamado Dallas Today, donde hablan de
inversiones en la zona, es información que necesito para llevar a
cabo todas las ventas.
En los últimos años el mercado de Texas subió casi un cien por
ciento gracias a los bajos impuestos del estado y la vida lujosa. Sí,
el norte de Texas tiene las mansiones más caras, es donde está el
dinero y la gente quiere gastarlos en hectáreas infinitas con lagunas,
caballos de polo y ranchos lujosos y yo estoy aquí para darles eso.
Ese es mi trabajo, simple, fácil y fructífero.
Aparco en el garaje de cuatro coches y abro la puerta que me
lleva directamente a la cocina. Lo primero que huelo es un estofado
hecho por Eliza, gracias Dios mío por esa mujer, cocina como los
dioses.
Lo primero que veo cuando entro es un trasero...
Perdón, ¿qué?
Vuelvo la mirada y veo a la señorita Saint-Clair, acodada en la
isla de la cocina, chismoseando con Eliza. Tiene puesto un vaquero
de tiro alto que perfecciona las curvas, su trasero es redondo,
perfecto.
Demonios, Oliver, le estás mirando el culo.
Las dos se detienen cuando me escuchan carraspear, pero la
que luce más aterrada es la señorita Saint-Clair.
—Buenas tardes. —digo con precaución, parece que acabo de
cortar el conjuro del aquelarre.
—¡Oliver! Bienvenido a casa —Me recibe Eliza como todos los
días —. ¿Quieres un café?
¿La señorita Saint-Clair cree que porque está absolutamente
petrificada no puedo verla? No hay nada en ella que sea invisible
para mí.
—¿Qué hace aquí señorita Saint-Clair? ¿Necesita algo? —Mi
tono no es amigable.
—No, ya me iba —responde rápidamente—. Gracias Eliza por el
consejo. —Moviendo las caderas casi en cámara lenta, abre la
puerta y desaparece de mi vista.
Eliza me sonríe con complicidad, como si pudiera escuchar mis
pensamientos.
—¿Consejo? —pregunto sentándome en los taburetes.
—Sí, aparentemente su exnovio quiere venir a Dallas y ella no
sabe cómo hacer para decirle que no.
Miro hacia la puerta como si pudiera ver la estela de Cala Saint-
Clair, viéndola con otros ojos, ojos que la ven con una pareja, la
visualizan abrazada con un hombre caminando por la calle de una
avenida transitada, o sonriendo en una cama después de…
—¿Exnovio? —repito. Parece que de golpe tengo el cerebro
apolillado.
—Sí, el chico con el que salía en Waco, parece que quedó dolido
después de que ella terminara la relación. —Eliza relata todo como
si no tuviera capacidad alguna de guardar un secreto, mientras
acomoda la vajilla que sale humeante del lavavajillas.
—¿Y por qué la terminó? —¿Por qué pregunto esta mierda? No
me importa.
—Bueno, ella dice que sabe cuán difícil es tener una relación a
distancia, entonces quiso cortar por lo sano.
Miro otra vez hacia la puerta, esta vez pienso en todo lo que tuvo
que abandonar Cala para que sus padres tengan una vida
relativamente digna.
La culpa y la depresión caen sobre mí de golpe, casi como un
chorro de agua helada sobre mi rostro.
—¿Quieres un café? —Vuelve a preguntar Eliza, haciendo que
vuelva a la Tierra.
—No, gracias. —Sin explicar más, me retiro a mi habitación y
dejo que mi mente se apague al menos por un rato.
8

CALA

E l día antes de que muriera, mi abuela me entregó su collar


preferido.
—Cuando no sepas qué rumbo tomar, pregúntame,
sosteniendo este lapislázuli entre tus manos, yo te voy a guiar.
Ella siempre fue una persona mística y todo lo que ella sabía,
quedó grabado en mi cerebro, creí en ella, siempre lo hice. Nunca
tuve la necesidad de preguntarle nada, siempre supe qué rumbo
quería o debía tomar. Pero hoy por alguna razón lo hago.
—¿Qué mierda hago con Roger? —verbalizo, sosteniendo el
collar entre mis manos como ella dijo.
No hay mucho a mi alrededor que pueda usar mi abuela para
guiarme, solos las vacas pastando con aburrimiento y
probablemente esté molesta porque nunca le gustó cuando decía
mierda o puta madre.
Ya le expliqué que son más una terapia que otra cosa.
Estas últimas semanas la comunicación de Roger pasó a ser
mensajes de texto en WhatsApp, a audios y su última evolución fue
la llamada directa, sin avisos.
—¿Me extrañas también? —preguntó.
Entonces tomé el envoltorio de un caramelo y lo arrastré
frenéticamente por encima del micrófono del móvil e hice ruidos
como:
—Ehh, shhh, juuu, rrhhhh.
Y terminé la llamada.
Luego le mandé un mensaje diciendo que la recepción de
internet en este campo apestaba y que luego lo llamaba.
La realidad es que no lo extraño, puede que extrañe estar
acompañada, desde que tengo este trabajo la soledad comenzó a
pesar sobre mis hombros. Paso muchas horas sola, mayormente
hablando sola también, porque hasta ahora ni las plantas ni los
caballos me respondieron.
Mis padres están en crisis total. Para empezar, mi madre de
golpe se metió por el culo los derechos de las mujeres de los últimos
cien años, arrastrándose tras mi padre, literalmente limpiándole
hasta el culo y besando sus pies como si eso solucionara algo. Mi
padre es un ogro, su actitud ante la nueva vida que tiene no es para
nada positiva, más bien se lamenta y limita su movimiento dentro de
las cuatro paredes de la casa, ya ni viene a controlar lo que hago.
Así que charlar con ellos no es una opción.
Luego está Eliza, el ama de llaves del señor Walker, quien me
recuerda a una de las hadas madrinas de la bella durmiente, la de
vestido rojo, ¿era flora o fauna? No me acuerdo bien, creo que flora.
Ella es un amor, siempre está contenta, cocinándole al chico rico,
digo, al “Lord Walker” y normalmente da muy buenos consejos.
El otro día nos encontró hablando de Roger y no pude seguir la
conversación, pero lo poco que pude sacar de ella fue que debería
aclarar que no quiero nada serio, quizás un ‘touch and go’ , como le
dijo ella, pero nada más.
Levanto la mirada de mi collar y las vacas desaparecieron, en
vez de estar desparramadas por el corral, están todas apelotonadas,
buscando las caricias del señor Walker.
Miro hacia el cielo y levanto la ceja.
—¿De verdad? Eso no es una respuesta clara, ¡abuela!
Camino con cuidado hacia mi jefe y con una sonrisa tensa (no
demasiado brillante ni tampoco seria) le pregunto:
—¿Puedo ayudarlo con algo señor Walker?
Él levanta la mirada, la leve sonrisa que tenía por acariciar a las
vacas desaparece por completo.
—No. ¿Acaso no puedo pasar tiempo con mis vacas?
Okey…
¿Por qué siempre tiene ese tono de voz cuando me habla?
Cuando habla con el resto, habla pausado y calmo, cuando está
conmigo, crispado e irritado.
—Claro que sí, sólo me preguntaba si quería decirme algo,
darme alguna indicación… —Me doy media vuelta y susurro—
criticar las mil cosas que hago mal…
—Escuché eso, señorita Saint-Clair.
Mierda.
—¿No debería estar guardando las vacas ya? El sol casi
desaparece en el horizonte.
Ahí está.
Volteo y sonrío falsamente.
—Eso estaba a punto de hacer, pero ellas parecen estar muy
entretenidas.
No las culpo.
No soy ciega, sé que el señor Walker es extremadamente
apuesto, creo que la clave es su quijada fuerte y varonil, sus cejas
oscuras y anchas y esos ojos místicos. Tengo la teoría de que él es
uno del diez por ciento de la población que tiene feromonas que
generan el sex-appeal y por eso creo que es uno de los hombres
más atractivos que he visto en mi vida.
—Vamos, le ayudaré, ya es de noche.
¿Qué tiene este tipo con la noche?
El señor Walker hace magia, silbando enérgicamente, para
indicarles que deben volver a la zona segura del campo, las vacas lo
siguen como si fuese el flautista de Hamelin y él camina lentamente
hasta el cobertizo con su ropa exclusiva y costosa, le falta un cartel
de neón sobre su cabeza que diga: MUY MACHO.
Si le saco una foto ahora, me haría millonaria en Instagram.
—¿Falta algo más? —pregunta relajadamente mientras me pasa
una bolsa de heno para reponer.
—No, los caballos ya están durmiendo, los dejé pastar un poco
más porque soy buena solamente. —Sonrío, pero él no responde
acorde, solo me mira con aburrimiento.
Cuando estamos terminando, escucho el típico carraspeo que
hace cuando quiere corregirme algo.
—Señorita Saint-Clair…
Aquí vamos.
—Cala —digo—. Señorita Saint-Clair es muy largo, ¿no le
parece? Cala está bien.
Quiero romper el hielo que envuelve a este hombre de una vez
por todas. Pero vuelve a carraspear, de golpe incómodo, junta sus
manos en la espalda baja y suena sus tobillos entre sí antes de
comenzar a regañarme.
—Cala… —Pronuncia, rumiando mi nombre entre sus dientes
como hacen las vacas— buen trabajo.
Dejo de cargar los tachos de heno y me petrifico delante de él.
De golpe pareciera que los dos metros que nos separan son
centímetros.
—¿Qué?
Necesito escucharlo otra vez, no soy sorda.
—¡No me haga repetirlo! —refunfuña dando media vuelta.
Comienzo a reírme.
—¡Está bien! ¡No puede culpar a una chica por querer escuchar
un cumplido dos veces, señor Walker!
Se detiene en la puerta y cuando voltea cruza sus brazos.
—Oliver, tenemos la misma edad, es raro que nos llamemos de
usted.
Cierto, pero tenía que esperar a que él me diera permiso.
Asiento, calmando mi risa.
—Gracias, Oliver, necesitaba escuchar algo así.
Los ojos verde agua me miran con empatía, ahí es cuando
recuerdo que escuchó cómo mi padre me gritó sin guardarse un solo
pensamiento para él mismo. Entonces lo comprendo, lo dijo por
lástima.
—Ahí… —dice con sus cejas unidas en el medio de la frente—
¿Qué fue eso?
Miro a mi alrededor, nada parece fuera de lo normal.
—¿Qué cosa?
—Ese gesto —dice caminando hacia mí, sus manos ahora en los
bolsillos —. Es rápido y luego lo ocultas.
—No sé de qué hablas. —Ahora yo cruzo mis brazos, ¡es una
reacción normal cuando sientes un escrutinio sobre ti!
—Pareciera que no te permites tener un sentimiento negativo,
que lo tienes que enmascarar con una sonrisa rápidamente. ¿Qué
estabas pensando en ese momento?
¿Que me felicitó por mi trabajo solo porque siente lástima de mí?
—Nada, lo juro.
Presiona sus labios y mueve su cabeza negativamente como si
estuviera desilusionado de mí.
—Está bien, no tienes que decírmelo, soy tu jefe, no tu
psicólogo. —Ataca, pero creo que fue un mensaje para él más que
para mí.
Antes de darme tiempo a responder, da media vuelta y sale del
cobertizo hecho una furia.
Inflo mis pulmones, con mis manos en jarras y cuando exhalo,
tomo la peor decisión de todas.
Correr detrás de él.
9

OLIVER

S oy un estúpido, un imbécil, un… un…


—Estaba pensando que el cumplido está relacionado con
lo que dijo mi padre el otro día. Creo que lo dijo por lástima.
Me detengo.
Cala Saint-Clair corrió tras de mí y ahora está con sus dos pies
anclados en el césped, un poco agitada y con sus manos en las
caderas. Su piel cobriza tiene un color diferente con el atardecer y
su cabello parece brillar con los vestigios del sol.
Maldición, es hermosa, ¿cómo no lo noté antes? Bueno sí lo
noté, pero no creo que lo haya advertido con la misma intensidad.
—¿Volvemos a tratarnos de usted? —No puedo evitar notarlo.
Ella sonríe y mira al césped, evitando mis ojos, algo que noto
que hace seguido, usualmente escucho que mis ojos son
placenteros, no sé por qué no puede mirarlos.
—Es la costumbre.
Juego con el móvil dentro del bolsillo de mi chaqueta
nerviosamente, mientras pienso qué responder. Nunca fui bueno en
el factor humano, mis hermanos siempre me dicen que a veces
respondo como un robot o simplemente alguien que no tiene
empatía.
—Es la verdad, puede que no me guste la manera que hace las
cosas, pero mientras mis animales y mis plantas vivan, estoy
satisfecho.
Cala levanta la mirada, sus ojos brillan con emoción y una tímida
sonrisa aparece en sus labios.
—Gracias, señor Walker, digo, Oliver.
Asiento una vez, satisfecho por su respuesta, es la primera vez
que algo que digo le hace sonreír y la sensación no es del todo
desagradable, hasta podría decir que le hace cosas extrañas a mi
estómago.
—Buenas noches, Cala. —digo, suena solemne pero no me
siento así, me siento ligero y libre.
Hasta que escucho su voz otra vez.
—Si alguna vez quieres hablar de tus pesadillas, aquí estoy.
Me detengo otra vez, volteo inmediatamente.
—¿Qué?
Su sonrisa desaparece, ahora luce inquieta y deduzco que es
porque mi energía acaba de cambiar por completo.
—El otro día te vi, en el balcón, teniendo un ataque de pánico,
quiero que sepas que…
—Yo no tengo ataques de pánico, no sé de dónde sacó eso. —
Demonios, ¿cómo me vio?
Su mirada se vuelve suave, hasta penosa.
—Está bien, señor Walker —Presiona sus labios y sonríe sin
dientes—. Que tenga una buena noche.
No creas que no me he fijado en que ahora ella está hablándome
de usted, pero estoy tan enfadado que me doy media vuelta y
camino como un loco de vuelta a mi casa, para resguardarme de la
inquietante sensación de sentirme expuesto ante una mujer como
ella.

D por terminado el día laboral.


Mis ojos están perdidos en la ventana de mi oficina, mirando a la
ciudad con mis pensamientos puestos en alguien que está alterando
mi vida.
¿Por qué me vio?
¿Por qué estaba caminando cerca de mi casa a esas horas de la
noche?
Preguntas que no quiero verbalizar, porque si no pensaría que mi
interés por ella va más allá del laboral y no hay nada más alejado
que eso.
¿No?
El bolígrafo entre mis dedos choca compulsivamente contra mi
escritorio gracias a la ansiedad que tengo, y es primordial que la
libere de mi cuerpo de alguna manera.
Cuando miro hacia el resto de la oficina, puedo ver que todo el
personal ya se fue a sus casas, la mayoría tiene familia e hijos y
luego de un día duro, están ansiosos por volver a su núcleo familiar.
No es mi caso y probablemente nunca lo sea, por eso mi opción es
ir al bar más cercano y ver qué puedo hacer para solucionar la
tensión sobre mis hombros.
El Ritz de Dallas tiene uno de los bares más lujosos de la ciudad.
Paneles de madera en las paredes con cabinas de cuero marrón y
una larga barra donde generalmente encuentro mujeres de negocios
que vienen a la ciudad momentáneamente y buscan exactamente lo
que necesito, lo que busco. Alguien con quien pasar el rato, sin
ataduras, alguien que no vaya a volver a ver en mi vida.
Me siento en el taburete y apoyo mis codos en la barra,
esperando al bartender.
—Un whisky, sin hielo. —Fijo la mirada sobre la pantalla del
televisor, parece ser un debate político poco interesante, pero al
menos tengo algo más que mirar, algo que no sea mi patético reflejo
en el espejo delante de mí.
Pocos minutos después una mujer se sienta a mi lado, su copa
parece tener algún trago frutal, rojo y con una rodaja de limón
adornándolo.
Morena, de pelo corto a la altura de los hombros, lleva un traje
entallado con una falda y unos tacones negros muy altos.
No soy disimulado al observarla, si se ofende entonces no
entiende cómo funcionan los bares como estos.
—Hola. —suelto con cuidado.
Ella levanta la mirada de la pantalla del móvil y sonríe.
—Hola, guapo.
Sonrío falsamente y le indico al bartender que agregue su trago
a mi cuenta, el hombre asiente y se retira, dejándonos solos.
—¿Día largo? —pregunto.
—Eterno —resopla tomando un sorbo de su trago frutal—. ¿El
tuyo?
Deprimente.
Chispeante.
Nervioso.
Observo su mano, no hay anillo de compromiso. Eso es
importante, nunca estaría con una mujer casada, no quiero ser el
que rompe la familia por una follada nada más.
—Un poco largo, no puedo mentir. —Le doy el último trago al
vaso y lo apoyo sobre la barra, pidiendo una segunda ronda para los
dos.
—¿Estás alojado en este hotel?
—No, pero podría reservar una habitación. —digo con media
sonrisa.
Ella sonríe, es bonita, pero no exótica. No tengo un tipo de mujer,
por esa razón no busco algo en particular porque nada me interesa,
mucho menos una relación y eso es algo que aprendí hace ya
tiempo, solo necesito una cosa.
—No hace falta, yo tengo una habitación. ¿Tomamos esto y
vamos? —dice.
Me gusta, es decidida, sin rodeos.
Media hora después, entramos en su habitación, parece que es
su primera noche en Dallas, porque su ropa todavía está en su
maleta y no hay objetos personales desparramados por ahí.
No necesito su nombre, ella no preguntó el mío tampoco, así que
es de esperarse que sienta sus manos en mis hombros, buscando
seducirme inmediatamente después de cerrar la puerta.
Tomo sus manos y sonrío diabólicamente.
—Yo soy el que toca aquí, guapa.
Ella sonríe y deja que le quite la ropa. Cuando la última pieza
desaparece, la empujo sobre la cama y entierro mi boca en la de
ella.
Sabe a frutas y alcohol, y probablemente una mala decisión.
Antes de que ella lo intente, desabrocho mi cinturón, sin
esforzarme en quitar ninguna otra prenda de mi cuerpo, es mejor
así, genera una barrera entre los dos, una que necesito sí o sí. Pero
esta mujer sabe lo que quiere, sus manos decididas bajan a mi polla
inmediatamente y la detengo antes de que la toque.
Niego con la cabeza, sonriendo pícaramente. Eso siempre
funciona, si no empiezan a preguntar por qué no pueden tocarme y
nunca van a conseguir una explicación mía.
Ni yo tengo una explicación, solo sé que nadie puede tocarme,
ahí abajo, nunca .
El sexo es eso…, simplemente sexo, como lo es siempre que
estoy en la cama con una mujer. Una necesidad, algo diferente para
no vivir masturbándome constantemente.
Aunque tengo que admitir que algunas puñetas son mejores que
noches como estas.
A medida que mis embestidas se aceleran, me encargo de que
se corra más de una vez, siempre lo hago, por cortesía y respeto a
la otra persona. Justo después de correrme, tiro el condón, me subo
los pantalones (que ni si quiera me quité por completo) y abrocho mi
cinturón.
Coloco mi traje, acariciando las solapas y le sonrío
amablemente.
—Que mejore tu semana.
—La tuya también. —dice ella sosteniendo las sábanas sobre su
pecho.
Listo el intercambio, como siempre es frívolo, rápido y poco
personal.
Me sirve.
Conduzco en silencio, observando la ciudad de noche. Los
edificios de Dallas están iluminados con luces de colores, creando
un horizonte nocturno interesante, tecnológico y moderno. Pareciera
que la ciudad vive de noche, late con fiestas, bares y arte.
En cambio el coche va en silencio.
Siempre después de una sesión de sexo me siento deprimido, no
sé ni para qué lo intento ya. Debería simplemente renunciar a esto y
aceptar que nunca voy a poder tener una relación íntima real con
nadie. Una donde una mujer pueda tomarme completamente
desnudo, sentir lo que es tener una boca tibia en mi polla o unas
manos que no sean las mías moviéndose lentamente de arriba
abajo a lo largo de mi polla.
No, Oliver nunca va a saber lo que se siente.
Imágenes de una mujer haciendo exactamente eso invaden mi
mente y me dejo llevar por la fantasía, porque es exactamente eso,
una fantasía que nunca voy a llevar a cabo nunca. Mis dedos están
enterrados en el cabello negro, indicándole qué velocidad necesito
para sentir todo el placer que pueda, mis gemidos se escuchan en el
ambiente y los de ella también. Me corro intensamente y cuando la
miro para agradecerle me encuentro con sus ojos negros.
Tez cobriza.
Cintura de reloj de arena.
—¿Qué mierda me pasa? —gruño enojado con mi mente.
No puedo pensar así de ella, no es una opción, no importa que
su culo sea increíble o que su cintura sea ceñida, donde pueda
enterrar mis dedos y tomar posesión de su cuerpo.
No.
Cala Saint-Clair no es una opción, punto.
10

CALA

Á ngelo relata sus aventuras del fin de semana, yo lo escucho o


pretendo escucharlo, mientras miro a Oliver Walker con el
hacha en su mano, cortando troncos para el invierno. Tiene
una camisa a cuadros, el vaquero que usa los fines de semana y
unas botas negras.
Sí, definitivamente podría ser millonaria si subo estas fotos a
internet.
Noté que estas últimas semanas vuelve más temprano de la
oficina y sin dar apenas explicaciones, se pone a trabajar a la par
mío. No es de conversar, pero está ahí.
Orbitando a mi alrededor con su aura oscura.
Nosotros por otro lado, estamos haciendo algo similar, revisando
el cercado de todas las hectáreas porque el tiempo de Ángelo se
termina y quiero que todo esté listo antes de que se vaya, pero
especialmente porque viene el frío y todas mis tareas
probablemente me tomen más tiempo porque se me van a congelar
los dedos.
—Estas follándolo con los ojos, Cala. —susurra Ángelo con una
ceja arriba.
—¿Qué? ¿Estás loco? ¡Es mi jefe! —respondo mientras entrego
una caja de clavos con un poco más de violencia de la necesaria.
¿Tan evidente puedo ser?
—¿Y? ¿Me vas a decir que nunca viste una peli porno entre el
jefe y la empleada?
—¡Ángelo! —Lo empujo un poco para que se calle—. ¡Te puede
escuchar!
—No estoy diciendo nada que él no haya pensado ya, querida.
Créeme.
Miro una vez hacia donde está el señor Walker y lo atrapo
mirándonos, mi corazón da un salto cuando pienso que nos escuchó
y miro para otro lado rápidamente, dándole la espalda.
—Ángelo, concéntrate en esos clavos si no quieres que te parta
la cabeza con el martillo.
Mi amigo/compañero se ríe y sigue con su tarea. Pero yo vuelvo
a espiarlo, ahora está apoyado en la cerca mirando los caballos con
su perro Astro a su lado. Es la imagen de cualquier comercial del
vaquero solitario, mirando hacia el pasado, con un aura pesada y
gris.
El sueño mojado de muchas…
Mi abuela diría que este hombre viene con una mochila llena de
ladrillos y que deberíamos dejarlo solo. Pero, ¿qué pasa si quiero
descubrir cada uno de esos ladrillos? ¿Qué pasa si quiero ayudarlo
sin que me ladre? No puedo evitarlo, soy curiosa por naturaleza,
quiero saberlo todo.
—No te sientas mal, no eres la primera, ni la última que suspira
por el señor Walker.
Eso llama mi atención y me trae a tierra Texana otra vez.
—Suelta el chisme, vamos. —digo sentándome a su lado.
Ángelo se ríe y lo mira una vez más para verificar que sigue
estando lejos.
—Mi madre dice que nunca se le ha visto con ninguna mujer, ella
sostiene que está “en terreno vedado” o tiene un “secreto en la
montaña”.
Me rio, largo y tendido.
—El señor Walker no es gay, Ángelo, míralo.
Los dos miramos al vaquero, él nos mira con sus cejas unidas en
el medio de su frente y cuando voy a apurar a Ángelo para que siga,
escucho:
—¡Señorita Saint-Clair!
Adrenalina corre por mi espina dorsal, mientras dejo todo y salgo
corriendo hacia mi jefe, mi sexy, malhumorado, complejo de
Heathcliff, jefe.
Pocos metros antes de llegar, pongo mi voz más dulce e
inocente.
—¿Sí, señor Walker?
Sus ojos verde agua me miran con severidad, deja su hacha,
clavándola con fuerza en un tronco y cruza sus fornidos brazos
sobre el pecho.
Parece que su camisa está por explotar.
Ojalá pase.
—Le pago al peón para que trabaje junto con usted, no para que
estén de parloteo y risas.
Su tono no es tan severo como su mirada, es más, suena más a
desplante adolescente, que una conversación entre un jefe y una
empleada.
—Está bien, de ahora en adelante, haremos todo serios y con
cara de luto, ¿así es mejor? ¿Más el estilo Walker quizás?
Cala, deja de hablar, ¿qué mierda te pasa?
Su rostro de golpe cambia, parece constipado y muy enojado.
—¿Perdón? —Descruza sus brazos y da un paso más cerca,
achicando la distancia entre los dos—. ¿Qué dijo?
Mi cabeza tiene que tirarse hacia atrás para poder ver esos ojos,
creo que nunca me había dado cuenta cuán alto es.
—Que voy a hacer la tarea como a usted le gusta.
No puedo achicarme ahora, esto es una guerra, mi única arma
son las palabras frente a un rival tan… tan…fuerte.
—No se haga la tonta, ni juegue conmigo, señorita Saint-Clair, la
estoy mirando.
—Lo sé, todas las mañanas desde su balcón y con los
prismáticos.
¡Sí, lo dije!
Sus cachetes se vuelven rojos intensos, sus ojos se mueven por
mi rostro frenéticamente.
Abre la boca para responder, la cierra y la vuelve a abrir.
—Vaya a terminar su tarea —Finalmente dice entre dientes
apretados—. Luego vamos a establecer las bases de trabajo,
nuevamente.
Se da media vuelta, pero se detiene de golpe.
—Es más, deje que Ángelo termine solo, usted vaya a buscarse
otra actividad, lejos de él.
—Con gusto. —devuelvo, con mis puños apretados.
Este hombre me levanta el cortisol demasiado fácil.

E , es seco y fresco. Las hojas de los


árboles son inexistentes, solo tenemos los días nublados y las
famosas tormentas violentas de Texas.
Esto se puso difícil.
Hace dos meses que trabajo aquí y cuando creí que tenía todo
controlado, el clima cambia, haciendo todo más difícil y cansado.
Pero soy una persona adaptativa, puede que me queje más de lo
que debería al principio, pero el cambio siempre es bienvenido.
Para las siete de la tarde los caballos están en sus espacios, las
vacas también. Con las ovejas y las cabras me llevo mejor, al menos
me reconocen y vienen hacia mí voluntariamente, lo cual es una
ayuda enorme y los moretones en las piernas ya se están curando
del todo.
—¡A dormir todos! —les digo antes de irme del cobertizo.
Sacudo mis manos en mis vaqueros y doy por finalizado el día.
Gracias a Dios, ya que está tormentoso, el cielo tiene un color
gris-violeta que asusta.
En la cabaña de mis padres hace calorcito, mi madre cocina algo
que parece un estofado, bien calórico para sobrevivir a este clima y
mi padre la ayuda, cortando vegetales en la mesa. Solo hay silencio
en esta casa y la energía es tan baja que no veo la hora de tirarme
en la cama y hundir mi nariz en algún libro que me saque de aquí.
—Voy a darme una ducha —digo caminando directamente hacia
el baño—, huelo a caballo.
—Está bien —dice mi madre—, pero no tardes mucho, esto
estará listo en unos minutos.
—No lo haré. —Cierro la puerta del baño y disfruto de la poca
privacidad que tengo en la casa. Como dije antes, mi cuarto es más
un altillo que un cuarto y la puerta es imaginaria.
En la ducha puedo relajar mi mente y mi cuerpo de la tensión
muscular. Aunque debo admitir, que todo ese trabajo de fuerza se ve
reflejado en mi trasero, nunca estuvo tan firme y duro, mi cintura
está un poco más estrecha y mis piernas definidas.
—Todo tiene un pro y un contra. —Repito la frase de mi abuela
mientras abro el grifo y dejo que se caliente el agua de la ducha.
Mientras tanto, respondo algunos mensajes a Roger, que, por
cierto, me escribió como a las siete de la mañana, contándome que
tenía un examen a primera hora y que estaba muy nervioso. Lo
ignoré todo lo que pude, ya no tengo excusas, así que le pregunto
cómo le fue y él me responde inmediatamente, repite que me
extraña y que la universidad es aburrida sin mí.
Me meto en la ducha pensando en cómo hubiese sido mi vida si
no hubiésemos tenido una emergencia familiar. Me gustaba mi
trabajo y el posgrado era sumamente interesante, probablemente
hubiese llegado lejos o al menos eso me prometió mi exjefe.
No pienses, no pienses.
Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla gigante, que cubre
todo mi cuerpo. Esta vez no me tomo mi tiempo, me visto y cepillo
mi cabello, desenredando los nudos con violencia, para no escuchar
los quejidos de mi padre después porque tardé mucho.
Pero algo aparece en mi estómago, algo pesado e incómodo, mi
abuela lo llamaría mala energía.
¿Qué demonios es esto? ¿Nervios?
Abro la puerta del baño y la radio está encendida, mis padres no
suelen escuchar música, mucho menos un programa de radio, pero
una voz en baja calidad habla diciendo coordenadas y repitiendo
una frase:
Aviso de tornado.
En ese preciso momento, una bocina suena desaforadamente en
la puerta, puedo ver por la ventana las luces del todoterreno del
señor Walker.
Antes de darme tiempo a abrir la puerta, ya está adentro,
gritando órdenes.
—No hay tiempo, vamos, Lucien, agárrate a mis hombros.
El señor Walker nos evacua de la casa, conduciendo a toda
velocidad por el rancho hasta llegar a la suya. Nunca lo vi moverse
tan rápido, coge a mi padre entre sus brazos y se mueve con
agilidad. Yo llevo la silla de ruedas y arrastro a mi madre, mientras
ella reza en voz alta.
Todo es frenético y rápido, no hay tiempo para pensar en nada,
solo accionar.
Debajo de la escalera principal, hay una escotilla con otra
escalera subterránea. La habitación es mediana, con estanterías
llenas de comida, linternas, radios y tecnología que no sé para qué
demonios sirve.
Eliza está allí junto con Astro para recibirnos.
—¡Aquí! ¡Aquí! —Indica el espacio para la silla de mi padre.
El señor Walker y yo nos encargamos de que mi padre se siente
cómodamente, cuando termina, se dirige a la escalera y yo voy tras
él.
—¿Qué demonios hace!? ¡Vaya con su familia!
—¡No! ¡Los animales!
—¡Yo me encargo!
Lo empujo pasando por su lado, ignorando completamente su
orden.
—¡Cala! —grita exasperado, mientras atrapa mi brazo— Ve con
tus padres.
—¡Dije que no! —Me suelto de su agarre y lo escucho
maldecirme detrás, pero eventualmente hace las paces y me sigue.
Ante momentos urgentes como este, la mejor opción es soltar a
los animales, parece cruel y despiadado, pero están más seguros en
el exterior, que encerrados en un granero o establo donde los
escombros pueden golpearlos. A la intemperie al menos pueden
alejarse del peligro.
Tanto el señor Walker como yo nos dirigimos directamente al
todoterreno, cerramos las puertas al mismo tiempo y nos
preparamos para tener que movernos muy rápido en los próximos
minutos.
La lluvia está aquí, no es torrencial, más bien finita y molesta, los
relámpagos iluminan el cielo, los truenos me aturden.
—Vaya al granero, yo voy al establo. —indica cuando abre la
puerta del coche y sale disparando, los dos corremos en direcciones
opuestas, pero con un propósito definido, procurar que todos estén
seguros.
El viento es violento, mi pelo mojado se mueve
descontroladamente sobre mi rostro, pero me las arreglo para seguir
el camino correspondiente y abrir las puertas. Las cabras y las
ovejas corren tras de mí, las dejo pasar en el corral más grande,
donde también llegan las vacas que trae el señor Walker.
Cruzamos la mirada un segundo y no hace falta hablar, los dos
corremos al establo para liberar a los caballos. Uno a uno los vamos
soltando, el señor Walker les da una palmadita en las patas traseras
ya que muchos están dormidos y los necesitamos alerta.
Una vez en el gran corral volvemos a mirarnos. Algo
extraordinario ocurre, una sonrisa, sin dientes, pero al menos puedo
ver que los músculos de su rostro sí funcionan. Yo devuelvo el
mismo gesto, contenta por haber podido hacer todo en caso de que
llegue el tornado.
Oliver Walker es apuesto, pero cuando sonríe, aunque sea
tímida la sonrisa, brilla, su energía no me ahuyenta, me llama y
siento que estoy en aprietos por eso.
El viento se calma de golpe.
El silencio nos rodea.
La sonrisa del señor Walker desaparece y sus ojos miran sobre
mi hombro derecho, con terror y apuro. Toma mi mano
inmediatamente y comienza a correr.
—¡Vamos! ¡Vamos! —Exige, empujándome a correr más rápido
que nunca.
Vamos hacia el establo.
—¡No! ¡No es seguro!
—¡No hay tiempo! —grita.
Decido mirar hacia atrás y para qué… Los rayos iluminan el
cielo, dejándome ver un tornado finito y largo, el estómago se me
cae a los pies y sin cuestionarlo lo sigo a donde sea que él piense
que es seguro.
El señor Walker cierra la puerta con una traba que no creo que
haga mucho y empieza a buscar desaforadamente por algo.
—¡¿Qué hacemos?! —Mi cuerpo tiembla sin parar, mis
palpitaciones están descontroladas.
¿Es aquí donde muero?
—Aquí, ven. —ordena, tomándome de mis caderas me sienta al
lado de un caño, rodea mi cintura con una rienda de caballo y la
encadena al caño.
Él hace lo mismo y se sienta a mi lado.
—¡Este caño de agua está enterrado —grita, el viento silva
terroríficamente afuera—, tiene que aguantar en caso de que
cambie el rumbo y venga hacia nosotros!
Escucho cosas golpear contra las paredes exteriores del establo
y me siento más cerca de él, solo por instinto busco toda la
protección que pueda encontrar, él envuelve su cuerpo contra el mío
y me sostiene con fuerza.
Las paredes comienzan a temblar, puedo darme cuenta que el
tornado está más cerca y pienso en los animales, en mis padres y
Eliza que están en el refugio.
—Cala, tranquila, no voy a dejar que te ocurra nada. —dice
sobre mi oído.
Lágrimas se desparraman sobre mi rostro y me aferro a su
chaqueta con más fuerza que antes. Todo esto se siente como un
terremoto con mucho viento y ruidos aterradores.
El techo comienza a crujir y a temblar.
—¡Oh Dios! —grito aferrándome más fuerte.
Sus brazos cambian de posición, empujándome más cerca del
caño, su pecho y estómago están pegados a mi espalda y sus
brazos me rodean sujetando el caño.
—¡Aférrate! ¡Está cerca! —grita mientras su cuerpo me
comprime cerca de él.
El mismo caño de agua comienza a temblar.
Saco fuerzas de no sé dónde y me aferro a todo lo que puedo.
Mis ojos están cerrados, mi corazón desbocado.
Tengo mucho miedo.
Estoy aterrada y lo siento en cada parte de mi cuerpo, mi
estómago, en los latidos de mi corazón, en la tensión de mis
músculos. Nunca experimenté algo tan terrorífico y Oliver se une
más a mí, intentando que el caño no se mueva tan violentamente.
Está aquí, sobre nuestras cabezas.
Este es el momento donde todo termina.
Maldición, estoy mirando a la muerte a los ojos y lo único que
puedo pensar es en qué va a ocurrirle a mis padres si los dos
terminamos siendo chupados por un tornado.
Y cuando escucho que el techo no resiste más y va a salir
volando en cualquier segundo…
Todo se detiene.
11

OLIVER

S ilencio.
—Está pasando —digo en su oído— o ya pasó lo peor.
Ella está aferrada al ancho caño con un brazo, el otro hacia
atrás, sujetando mi cintura. No sé si cree que su brazo puede
protegerme o necesita abrazarme.
Ahora las cosas que golpean contra el establo son menos y sin
tanta fuerza. Así que lentamente aflojo mi agarre, prácticamente la
estaba estampando contra el caño.
—¡No! —grita ella agarrándose de mi pierna— No te vayas.
—No me iré —devuelvo, aunque sé que el tornado se disipó o se
movió hacia otra dirección, porque solo hay silencio—. ¿Estás bien?
Asiente frenéticamente, puedo sentir cómo su cuerpo tiembla
bajo el mío.
—Los animales… —gime con dolor.
—Seguramente están bien —miento—. Lo importante es que
todos están en el refugio y que nosotros estamos bien.
Asiente otra vez, nunca la vi así, tan petrificada e indefensa. Mis
brazos sueltan el caño un poco y la envuelven sobre su pecho para
darle contención. Ella al principio se tensa, pero lentamente
comienza a soltarse y derretirse sobre mi pecho. Su calor es
agradable, hace mucho que no siento tanta cercanía física con
alguien y se siente bien.
—Cala —susurro—, tengo que ir a ver qué ocurrió allí afuera.
—¿Y si vuelve?
—Poco probable.
Ella se libera con manos temblorosas la rienda que puse en su
cintura para que en caso de que el tornado nos chupara, mantenerla
en la tierra. Yo también lo hago y cuando nos soltamos los dos, nos
sentamos en el suelo, todavía asimilando lo que acaba de ocurrir.
Los tornados en esta zona no suelen ser violentos, es más, en
todos estos años, esta es la primera vez que tengo un encuentro
cercano con uno.
Escucho congestión en su voz y noto que Cala está llorando a
moco tendido. Es extraño lo que le provoca a mi cuerpo y cuando
me doy cuenta la estoy abrazando con fuerza. Ella devuelve el
abrazo, se siente pequeña y frágil, como que no puedo apretar
demasiado porque podría romperla.
—Gracias —solloza sobre mi pecho.
—¿Por qué?
—Por protegerme.
Mi instinto pide que la contradiga, pero mi boca se sella, al
menos hasta que conecto la mirada con ella y veo sus ojos rojizos y
brillantes. Mi mano acaricia su mejilla y limpia las lágrimas que caen
sin control. No sé si es la adrenalina o la necesidad de consolarla,
pero algo me pide que la bese, no lo sé, lo importante es que quiero
hacerlo.
Y a la mierda las consecuencias.
Apoyo mis labios sobre los de ella con cuidado, quiero leerla,
saber si estoy haciendo bien, si esto es lo que ella también tiene en
mente y cuando Cala cierra sus ojos y se aferra a mis hombros
poniéndose de puntillas, me enciendo instantáneamente y nos
fundimos en el beso más desesperado, volcánico y largo que
experimenté jamás.
Tomo control, sumergiendo mi boca con ferocidad mientras
atrapo su rostro entre mis manos, acariciando su lengua con la mía.
Cala envuelve mi cuello con sus manos y yo la agarro de su cintura
para atraerla a mí, la quiero más cerca, quiero frotarme contra ella,
maldición.
Mi corazón galopa sin parar.
Demonios, sus labios son firmes, sus dedos están enterrados en
mi cabello.
Quiero follarla aquí mismo, hacerla mía en el suelo de paja,
como animales, sucio, rápido, primitivo.
Mis manos descienden hasta llegar a su trasero firme e increíble
y entierro mis dedos allí. Sé que siente mi erección y ante la fricción
de mi polla sobre su estómago, gime desde su garganta.
Pierdo la jodida cabeza.
—Dime que pare —exijo entre besos y caricias—. Dímelo porque
no creo poder después.
—No pares —responde. Y es todo lo que necesito escuchar para
tumbarla en una montaña de paja en el suelo y trepar por su cuerpo
para tenerla presa entre mis brazos. Sus manos buscan el dobladillo
de mi camiseta y la sube lentamente, rozando mi cuerpo con los
nudillos de sus finos dedos.
Me preparo para detenerla, para rogarle que no me toque, pero
extrañamente no siento un ataque de pánico cuando siento su
proximidad y eso hace que quiera saber qué más puedo
experimentar con esta mujer que no haya hecho antes, pero a la vez
no quiero llegar al límite y romper esto que siento, esta necesidad
animal.
Levanto su chaqueta y su camiseta hasta su cuello, exponiendo
sus pechos turgentes con un sostén blanco, mi lengua viaja por
esos montes mientras mi mano desabrocha su vaquero. Ella me
ayuda a bajarlo, dejando su tanga de algodón blanca expuesta para
mis ojos. Inmediatamente después desabrocho mis vaqueros y
libero mi polla, necesito meterme entre las piernas de esta mujer.
Ya.
—Condón —gime cuando rozo sus partes contra las mías.
Demonios, ¡el condón! ¿¡Cómo cojones me olvidé del maldito
condón!?
Piensa Oliver, piensa, tú no eres así de impulsivo.
—No tengo —susurro apoyando mi frente sobre la de ella, mi
respiración entrecortada y mis ojos cerrados por la frustración que
siento.
Cala abre los ojos y puedo ver sus párpados pesados por la
lujuria y yo quiero romper todo a mi alrededor por olvidarme de algo
así.
—Yo… yo tomo la pastilla —dice con vergüenza, su orgullo no la
deja sonar desesperada por mí y no voy a permitirlo, porque no es la
única persona desesperada en este establo.
—Y yo nunca estuve con nadie sin condón —respondo mirando
sus ojos, analizando esos microsegundos donde ella revela su
pensamiento verdadero.
Pero todo lo que veo es aceptación.
Cala humedece sus labios, pasando su lengua por ellos y mi
estómago se contrae por ver algo tan erótico, lo que daría por ver
esa lengua en mi polla, fantasías imposibles para alguien como yo.
Por esa razón vuelvo a besar esos labios y desplazo su tanga para
adentrarme en ella.
Siseo como un animal cuando siento su calor rodeándome, ella
entierra sus uñas en mi espalda y suelta un gemido tímido.
—¿Estás bien? —Se siente muy apretado, puede que esté
lastimándola.
Cala Saint-Clair asiente y muerde su labio, así que empujo
dentro de ella lentamente para sentir cada centímetro a mi
alrededor. No sé si es que es la primera vez que tengo relaciones
sin la barrera del condón, pero nunca experimenté una sensación
más deliciosa.
Me aturde.
Me consume completamente.
Mi boca busca la suya y entramos en sincronización perfecta
mientras yo embisto y ella recibe todo de mí, esta adrenalina, este
fuego y descontrol que tomó control sobre mí.
Me odié todo este tiempo por desearla, por imaginarla bajo mi
cuerpo en mi cama en más de una ocasión, pero ahora que la
tengo, me quiero felicitar por no perderme este éxtasis.
La presión entre los dos se incrementa.
—Cala… —gimo dentro de su cuello —, maldición, se siente tan
bien.
—Oliver… Dios, si, se siente sublime —Su voz se corta de golpe,
toma una bocanada de aire y su cuerpo se tensa.
Puedo ver la ola de placer recorriendo completamente su cuerpo
mientras la embisto con rapidez. Su boca abierta, sus ojos
apretados me hacen llegar al orgasmo más impetuoso y explosivo
que sentí jamás.
Mierda.
¡Mierda!
Olas y olas de placer me arrebatan y me desahogo dentro de ella
sin piedad.
Los dos nos mantenemos en silencio, recuperando el aliento y la
conciencia. Cuando abrimos los ojos nos encontramos otra vez y
volvemos a tierra. Ella acaricia mi rostro con delicadeza y me sonríe,
yo devuelvo una sonrisa igual de abierta y cómplice.
—Ojalá sonrieras a menudo —dice —, te queda muy bien.
Su comentario solo me recuerda a por qué no sonrío tanto y eso
hace que la borre.
—Lo siento, soné como un viejo calentón.
Salgo de ella lentamente y me subo los pantalones.
—Está bien, estoy acostumbrado a que me digan eso.
Ella se sienta y baja sus ropas, hay paja en su pelo y comienza a
sacarla una por una.
Quiero darle un poco de tiempo a solas así que camino hasta la
puerta y la destrabo, pero cuando intento empujarla, la puerta no
cede.
—¿Qué demonios? —digo empujando con todas mis fuerzas,
pero la puerta ni se entera.
—¿Qué ocurre? —pregunta detrás de mí.
—La puerta, hay algo que la obstruye del otro lado, no podemos
salir.
Su rostro cambia de calmo a nervioso y viene hacia mí, como si
no me creyera, empuja con fuerzas.
—¿Qué será?
—Probablemente algo que trajo el tornado. —suspiro irritado,
mientras rozo mis párpados con las yemas de mis dedos.
Cala comienza a golpear la puerta con sus palmas abiertas.
—¡¿Hay alguien por ahí?! —Los golpes se vuelven más rápidos
y fuertes.
—Cala… —advierto encrespado— ¡Cala!
—¡¿Qué?!
—No va a venir nadie, Eliza tiene órdenes explícitas de no abrir
el refugio hasta que la radio avise que es seguro, tenemos que
esperar.
Balbuceando palabras incoherentes, camina hasta donde
estábamos y se sienta derrotada. Puedo ver cómo su preocupación
comienza a aumentar otra vez y no quiero que pierda la cabeza, al
menos no por eso.
Así que me siento a su lado y esperamos al rescate.
12

CALA

N o saber si mis padres están bien o no me pone


extremadamente ansiosa, no sé qué demonios ocurre afuera,
no sé si los animales están bien o si tenemos una casa donde
dormir mañana. Hasta donde yo sé, la mansión de Oliver podría
estar completamente destrozada.
—Hey, todo está bien, no dejes que te gane la mente —susurra
Oliver.
Está sentado a mi lado, sobre la paja, donde hace un momento
perdí la cabeza y lo dejé follarme como si no hubiera un mañana.
¿Por qué? Qué sé yo, ¿nervios? Después del ataque de pánico que
me dio cuando pensé que iba a salir volando, sentí su contacto
físico, su calor y consuelo, y bueno, ya sabes el resto.
—¿Cómo lo sabes? Podría estar todo devastado allí afuera.
—El refugio es extremadamente seguro, por eso los puse allí,
por más que la casa haya desaparecido, ellos están seguros.
Cruzamos la mirada por un segundo, puedo ver paz en sus ojos
y de alguna manera me relaja. Por fin me habla con la calma que
todo el mundo conoce.
—¿Y los animales?
—Tenemos que confiar que su instinto los protegió.
Más fácil decirlo que hacerlo, son animales de granja, lo más
instintivo que tienen es abrir los ojos por la mañana.
Apoya su mano en mi pierna, supongo que estaba moviéndose
frenéticamente, para detenerla.
—Confía en mí.
Suelto aire por mi nariz y asiento.
—Necesito una distracción —digo para mí misma—, háblame de
algo.
Oliver se silencia por unos segundos antes de hablar.
—No sé qué decir. —Frío, cortante y de acero, este hombre es
un cuchillo con dos lenguajes, o me reprende todo el tiempo o me
hace el amor despiadadamente, ¡no hay un punto medio!
—No lo sé, háblame del recuerdo más bonito que tienes.
Sus ojos verdes se mueven por el suelo, como si buscara en los
rincones más alejados de su cerebro. Tras varios segundos de
silencio, suelta palabras poco a poco.
—Creo que fue una Navidad… mis hermanos y yo éramos
pequeños y mis padres nos regalaron una Nintendo.
Sonrío, viéndolo recorrer el sendero de la memoria con una
muesca en la comisura de sus labios.
—Todos mis compañeros del colegio se morían por tener una —
respondo—. Entiendo que sea un buen recuerdo.
—Oh no, eso no es la parte buena —levanta la mirada, sus ojos
se ven afectuosos —, fue la primera navidad que pasamos todos
juntos, normalmente mis padres viajaban para esas fiestas.
—¿Por trabajo?
—No, por placer.
Oh demonios, ¿es este el típico momento de película donde te
das cuenta que el niño rico en realidad es el más pobre de todos?
Mi mano se apoya en su hombro y Oliver se tensa
inmediatamente, tanto, que quito mi mano de allí.
—Lo siento —murmuro sin saber bien qué hice mal, solo sé que
lo puse incómodo y no me gusta hacerle eso a nadie.
Oliver toma aire profundamente y mueve su cabeza de un lado a
otro. Su mirada se intensifica.
—Normalmente no me gusta que me toquen —dice.
—Entiendo, lo siento…
—Pero tus manos no me molestan tanto —agrega antes de que
termine de disculparme—. No sé por qué.
Parece asombrado por un descubrimiento que acaba de hacer,
algo poco usual y excepcional.
Sacude su cabeza, buscando volver a tierra y pregunta:
—¿Cuál fue tu momento más feliz?
Cruzo mis piernas justo sobre las rodillas, despatarrándome
sobre la paja y apoyo las palmas de mis manos para sostener mi
espalda.
—Tengo varios…, pero creo que fue cuando comencé la
universidad. En el colegio ser buena estudiante estaba mal visto, así
que cuando encontré finalmente el lugar donde ser buena estudiante
estaba bien, me sentí como en casa. —Los recuerdos de los últimos
años en la universidad empapan mi mente y me pierdo allí por un
segundo.
—Es injusto que estés aquí —gruñe—. No tendrías que estar
cuidando un rancho, deberías estar terminando tus estudios. No
tendría que haber prometido nada a tu padre.
Parece indignado y enojado, pero con él mismo.
—No es tan malo, me gusta cuidar de los animales.
Oliver imita mi postura y me da una media sonrisa, puedo ver
orgullo y ansias por charlar con alguien que tenga los mismos
gustos.
—Si fuese por mí, estaría todo el día a la intemperie.
Dejo caer mi espalda sobre la paja y coloco mis brazos bajo mi
cabeza para usarlos de almohada.
—¿Por qué?
—Hay cierta libertad en el exterior, una sensación que no puedo
reproducir bajo techo.
—¿Por eso sales al balcón a respirar? —suelto el pensamiento
por mi boca antes de filtrarlo, inmediatamente quiero golpearme la
cabeza contra la pared por arruinar una conversación perfectamente
normal.
Dándome la espalda, Oliver Walker asiente en silencio, sin
profundizar en el tema y yo lo dejo ir. Relajándome en la paja y
mirando el techo de madera con detalle.
—Sí, son ataques de pánico… —susurra—Estar en el exterior
me ayuda a respirar y a dormir a veces.
—¿Hace mucho que los tienes?
—Desde que tengo memoria —responde mientras se tira a mi
lado y suelta todo el aire de sus pulmones—. ¿Crees poder dormir
aquí?
—Puedo dormir en todos lados —me río—, es un superpoder
que tengo.
Oliver suelta una carcajada natural, su sonrisa es increíble y me
pierdo por un segundo en lo que me trasmite.
Un poco de alegría, un poco de amor.
¿Dije amor? nah, yo no dije amor, quise decir cariño.
—Duerme entonces, probablemente estemos encerrados aquí
hasta mañana por la mañana y no sabemos la cantidad de trabajo
que nos vamos a encontrar del otro lado de la puerta.
Quiero decirle que no, que estoy bien, pero entre el susto y el
inesperado, pero placentero , ataque de Oliver, estoy agotada. Así
que cierro mis ojos y lentamente me dejo ir.

L de Oliver Walker está apoyada sobre mi


estómago, todavía es de noche y el establo sigue sin luz, pero
puedo ver sus facciones, su barba de algunos días definen su
quijada, su nariz es de aspecto griego y está en perfecta armonía
con sus labios y sus ojos grandes. Parece profundamente dormido,
relajado y a gusto. Es casi una imagen nueva para mí, ya que
siempre parece sombrío y latente.
Una paja está enganchada en su pelo oscuro e
inconscientemente la quito de ahí. Cuando abre los ojos, parecen
enfocados en mí y solo en mí.
Recuerdo que me dijo que no le gusta que lo toquen y yo voy y
hago exactamente eso.
¿Quién me manda?
—Lo siento —susurro—, quería quitarla.
—¿Qué tienen tus manos Cala Saint-Clair? —susurra, su voz
pesada y ronca.
—¿Cayos?
Deja salir una risa liviana y apoya sus labios en los míos una vez
más en esta noche tan extraña. Intento no mover mis brazos y
contenerme. Sus hombros atléticos son imposibles de ignorar, pero
su boca… Dios mío, su boca se mueve sobre la mía con ferocidad y
seguridad. Como un experto saboreando su vino preferido.
Los besos de este vaquero son increíbles. No creo haber
experimentado jamás este nivel de sensualidad en solo un beso,
mucho menos cuán atraída me siento por él. No quería admitirlo a
los cuatro vientos, pero demonios, es que está más fuerte que un
tren.
Naturalmente mi cuerpo se enciende y pide más, quiere
cercanía, roce, gemidos y pasión. No le interesa haber
experimentado eso hace unas horas, quiere más de él.
De Oliver Walker.
El bulto en sus vaqueros se siente en mi pierna, quiero tocarlo,
pero tengo miedo que no le guste, por eso le ruego que lo haga él.
—Tócame —susurro abriendo las puertas de este nuevo
momento por completo.
Oliver no lo piensa ni un segundo, su mano izquierda masajea mi
pecho mientras su lengua explora mi boca casi pornográficamente.
—¿Quieres que te folle otra vez? —murmura mientras se coloca
entre mis piernas, empuja su bulto contra mí y me recorre
adrenalina desde mi espina dorsal hasta los dedos de los pies.
—Sí… sí… —ruego.
Desabrocha los botones y en cuanto tiene acceso a mi cuerpo,
se adentra otra vez.
—Podría vivir aquí dentro. —Sus movimientos son lentos,
espaciados, abrumadores —. Quiero vivir aquí dentro.
No parece estar hablándome a mí.
—¿Está bien si pongo mis manos aquí? —pregunto mostrándole
dónde quiero colocarlas, justo sobre sus hombros.
Parpadea esas pestañas pobladas y oscuras un par de veces
antes de responder y luego asiente con miedo. Lo siento demasiado
vulnerable y lejos ha quedado el ‘señor Walker’, rumiando
melancolía como solía verlo en estos últimos meses. Este nuevo
hombre está hambriento y parece que soy el único caramelo a
mano.
—Ya lo hiciste antes y quiero que lo hagas otra vez. —En un
segundo me da la vuelta, dejándome sentada sobre él—. Móntame,
Cala.
Oh Dios.
¿Qué hice para merecer este adonis tirado en el suelo lleno de
paja, con su polla dentro de mí y unos ojos como esos?
Sigo sus instrucciones, mis manos se apoyan en sus hombros y
me muevo sobre él. Él toma mis caderas y arroja su cabeza hacia
atrás, gruñendo y gimiendo de placer.
Mi orgasmo se gesta lentamente, subiendo la temperatura de mi
cuerpo, aunque hace mucho frío en este lugar, siento que hiervo.
—Maldición… —dice entre dientes apretados— Maldición,
¿cómo voy a hacer para dejarte ir una vez que abramos esa puerta?
Me detengo por completo y él levanta la cabeza, confundido.
Cuando ve que dudo si encabezar esta conversación o no, me
arroja sobre la paja y se hunde en mí hasta hacerme gritar.
—¡No me distraigas con embestidas! —me quejo.
—No nos engañemos, del otro lado de esa puerta está tu padre y
si supiera lo que le estoy haciendo a tu cuerpo me mataría. —Eso
igual no lo detiene —. Dame ese orgasmo, Cala, me lo merezco.
Si utilizase ese tono fuera de este contexto lo mataría. Aquí,
ahora, hace que me empape y pierda el hilo conductor de mi mente.
Así como lo pidió, me corro con una intensidad nunca sentida
antes.
Un tsunami arrasa sobre mi cuerpo.
Él da el último empujón, mordiendo sus labios en silencio,
mientras deja todo dentro de mí, experimenta su orgasmo con sus
ojos cerrados, y cuando vuelve a sí mismo me mira fijamente.
—No es lo que quise decir —agrega rápidamente—, yo…
—¡¿Hay alguien allí dentro?! —Una voz grita afuera del establo.
Los dos nos miramos, semidesnudos, con paja en el pelo y los
cachetes colorados. Sin decir nada más comenzamos a vestirnos
los dos con una velocidad poco humana.
—¡Si! —dice Oliver— ¡Aquí estamos! Hay algo en la puerta que
no nos deja salir.
—Tengo personal despejando los escombros, solo nos tomará
un segundo.
—Gracias oficial —responde Oliver.
—¿Oficial? —susurro.
—Sí, probablemente Eliza llamó a los bomberos. —Su mirada
ronda por mi cabeza—. Ven, déjame limpiar tu cabello —Y con una
media sonrisa, saca las pajas clavadas.
Antes de que la puerta se abra, apoya sus labios y me besa con
una ternura sin precedentes. Yo sonrío como una tonta, sintiendo un
nudo en el pecho que nunca sentí antes, especialmente cuando veo
el afecto en sus pupilas y justo en ese momento la puerta se abre.
—¡Cala! —grita alguien.
Y ese alguien es Roger.
13

OLIVER

E l bombero abre la puerta del establo, pero es otro hombre


quien entra dramáticamente, uno que llama a Cala como si
fuese una plegaria a la virgen.
¿Quién demonios es este idiota?
—¿Roger? ¿Qué haces aquí? —pregunta ella, estampada en el
pecho de este personaje.
—Vine anoche, quise darte una sorpresa, pero los del hotel me
advirtieron que no era seguro salir. Por eso vine lo más pronto que
pude, tu padre dijo que habían tenido un accidente.
Cala me mira de reojo y se aparta inmediatamente de él, como si
pudiera sentir mi ira desparramándose a su alrededor como una
neblina aterradora de media noche.
No estaría equivocada, internamente la siento, pero por fuera mi
rostro es imperturbable.
—¿Señor Walker? —pregunta el bombero, distrayéndome de la
situación— Soy el oficial Morales.
—Oficial, gracias por la ayuda —devuelvo estrechando su mano
con fuerza—. ¿Cómo está todo?
Paso caminando a su lado y salgo al exterior con un nudo en el
estómago. Hay pedazos de objetos que no puedo identificar, por
todos lados, es más, lo que impedía que saliéramos era el carrito de
golf que usamos para movernos por la propiedad, ahora
absolutamente destruido, por supuesto.
Eliza, Lucien y la madre de Cala, Lis están en la puerta de mi
casa, abrazándose cuando nos ven salir.
Astro corre hacia mí como nunca lo vi correr en su vida.
—Estoy bien… estoy bien —digo acariciando su lomo.
Cala saluda a sus padres desde lejos y corre hacia ellos.
—La única propiedad dañada es la casa del casero, señor
Walker, lo lamento mucho.
Busco a la lejanía la casa de Lucien, pero es como si Thanos la
hubiese hecho desaparecer en el aire. Solo hay una base y nada
más.
—Demonios —susurro.
No me afecta económicamente, sé que en pocos meses puedo
reconstruirla, lo que me apena son las pertenencias de los Saint-
Clair.
—Sí —concuerda conmigo el oficial Morales—, fue uno grande,
un F3, realmente extraño que se de en esta zona, pero últimamente
nada me sorprende, el cambio climático está aquí.
—Negarlo solo empeora todo —digo ausentemente mientras
observo a todos mis animales pastando como si nada hubiese
ocurrido, esquivan las maderas en el césped y siguen su camino.
Mis manos están en mis caderas, mis ojos viran y se enfocan en
el reencuentro de Cala con sus padres, los tres se abrazan con
fuerza, mientras ese idiota de Roger los mira con angustia en sus
ojos.
—Esta semana comenzaremos con la recolecta de escombros,
pero iremos inspeccionando los casos más severos primero.
—No hace falta, ustedes ayuden a los más damnificados, yo
puedo ocuparme de esto. —Estrecho su mano una vez más—.
Gracias otra vez.
El oficial Morales toma su casco amarillo y me saluda, volviendo
al camión de bomberos con sus compañeros.
Yo camino lentamente hacia mi casa, Eliza es la primera que me
recibe con un gran abrazo.
—¿Estás bien? —pregunto acariciando su espalda.
—Sabes que sí, casi me da un susto de muerte cuando no
volvíais, nos imaginamos lo peor. —Su voz se escucha cansada y
temerosa.
—Estamos bien —digo mirando de reojo a Cala, ella me mira
con una sonrisa— ¿Y ustedes?
—Perfectamente ahora que sabemos que están a salvo —
responde Lucien. Sostiene la mano de su hija mientras su mujer se
encarga de su silla.
—Lamento mucho la pérdida de la casa, voy a empezar la
expedición, a ver qué podemos rescatar.
Cala toma aire y cubre su boca con sus manos, sus ojos están
puestos en el espacio donde debía estar su casa. Estaba tan
preocupada por sus padres que no se había percatado que su hogar
ya no existe.
Mi instinto me obliga a caminar hacia ella, pero me veo
interceptado por ese tal Roger, quien la abraza.
—Tranquila, todo estará bien —dice acariciando su espalda.
Siento los ojos de Lucien en mi sien y cuando lo miro, lo noto
observando la situación con una ceja arriba.
—Eliza nos ayudará a encontrar un hotel —dice Lucien
cambiando de tema—, aunque con los destrozos que ocurrieron en
la zona, asumo que las habitaciones están todas ocupadas.
—De ninguna manera, ustedes vivirán aquí hasta que podamos
reconstruirla.
Lucien no dice nada, pero puedo ver como sus ojos brillan con
emoción, rápidamente lo esconde mirando al suelo, yo apoyo mi
mano en su hombro y le doy unas palmaditas para calmarlo.
Eliza toma el control de la situación, resolviendo todo, ella
propone su habitación ya que es la única que no se necesita la
escalera para llegar, mientras ella piensa mudarse al primer piso
junto con Cala.
—Hay suficientes habitaciones para todos, no hace falta
compartir —digo incómodamente, mis palabras intentan decir algo,
pero sé perfectamente que mis intenciones no son tan puritanas—.
Por ahora, necesitamos una ducha y una cama, fue una noche larga
para todos. —Miro de reojo a Cala, sus cachetes están tan
encendidos que hacen juego con el sol y me regocijo al saber que
ella está pensando lo mismo que yo, inclusive con su exnovio a su
lado.
¿Por qué sigue aquí?
Tomo la silla de Lucien y lo llevo a la casa, junto con su mujer y
Eliza, a medida que me alejo escucho a Cala hablar con él.
—Roger, voy a ayudar a mis padres a acomodarse, ¿podemos
hablar luego? Estoy realmente agotada.
Y con una sonrisa socarrona, me alejo de ella.

D llamadas con el seguro, finalmente


consigo que un agente venga a inspeccionar el desastre. Un hombre
de unos cincuenta años observa la casa de los Saint-Clair como si
no estuviera convencido si la casa estaba completamente dañada o
no.
Maldición, solo son tablas y escombros. ¿Qué más tiene que
ver?
Cala está detrás nuestro, de brazos cruzados, mirando sus
pertenencias completamente arruinadas. No creo que sea una
persona materialista, pero tampoco creo que sea inmune al impacto
que debe ser ver tu vida bajo los escombros. Puedo ver libros
arruinados, ropa mojada y rota, y esa maldita cama, hecha añicos.
Carraspeo un poco antes de comenzar a hablar.
—¿Necesita algo más? —insisto.
Quiero que se largue y ver si puedo rescatar algo.
—No, no —dice anotando cosas en un formulario—, ya puede
comenzar con la construcción, el seguro se pondrá en contacto con
usted en breve para terminar con el papeleo.
Tiendo mi mano, lo subo al todoterreno y lo llevo hasta su
vehículo. Cuando vuelvo, Cala sigue allí, con el pie mueve cosas
para ver qué hay debajo.
—Cuidado —reprimo mientras la tomo del brazo y la alejo—,
nunca sabes lo que puede haber debajo. La entrego unos guantes
de trabajo, casco y rodilleras.
—Gracias —devuelve, su voz está apagada y extraño a la
picante señorita Saint-Clair.
Quiero explorar el descubrimiento que hice, y sí, ya sé que le dije
que fuera del establo todo volvía a la normalidad, pero maldición,
ella me acarició y mi cuerpo no reaccionó, me hizo sentir una
cercanía física que nunca sentí y me muero por explorar.
—Cala… —Sus ojos tristes me miran, probablemente esperando
que le indique qué hacer— Si esto es muy difícil, puedo hacerlo yo,
no tienes que ver nada de todo esto. —Señalo los vestigios de su
vida.
Parece que de golpe se enchufa al dos veinte y tiene energía, ya
que sonríe falsamente y se coloca la protección que acabo de darle.
Me enfada un poco que siga pretendiendo ser quien no es,
especialmente después de lo que ocurrió ayer, pero sé mejor que
nadie, que cuando no quiero hablar de ciertas cosas, es mejor que
me dejen solo.
—De eso nada, comencemos, quizás sobrevivieron algunos
libros.
Lo dudo.
Pasamos al menos cuarenta minutos escarbando entre los
escombros, revolviendo la basura como si fuéramos dos sin techo
en la ciudad. No encuentro nada salvable y ella separa platos rotos
y los apila en un costado.
—No te preocupes, todo lo podemos reemplazar —digo mientras
le entrego algo que parece ser un plato partido a la mitad.
Ella sonríe con pena.
—No, estos no, eran de mi abuela.
—Oh, lo siento.
—Ella se los dio a mi padre para que yo los usara el día que
viviera sola, los guardé como un tesoro durante años, pero como
todo, uno no se da cuenta de cuánto valor tiene hasta que lo pierde,
¿no?
Asiento lentamente, mirando los detalles de su rostro, sus ojos
negros tienen una línea de lágrimas acumuladas. Cuando levanta la
mirada, me coge de improviso, algo se dispara en mi pecho y no
encuentro cómo detenerlo.
Doy un paso adelante, no sé por qué, pero quiero estar más
cerca, quiero probar sus labios otra vez y cuando voy a pedirle
permiso para besarla, digo:
—Así que… ¿Exnovio?
Cala me mira extrañada por la inesperada pregunta. Si Kill
estuviese aquí, me daría un golpe en la nuca por ser tan tosco.
—Sí, es complicado —devuelve sin agregar más.
—¿Vais a retomar la relación? —Vuelvo a mi tarea con tal de
encontrar qué hacer con mis manos, encuentro un sostén rosa y lo
suelto antes de que me vea con eso en la mano.
Cala detiene por completo lo que estaba haciendo y se desploma
lejos del tumulto, sobre el césped.
—No lo sé, ¿debería?
¿Y me pregunta a mí?
—¿Estás pidiéndome un consejo? —Limpio mis manos y quito
mis guantes.
—Sí, no, ¡no lo sé! —Parece tempestuosa— Claramente Roger
tiene un mal timing , no es el mejor momento para reaparecer en mi
vida.
—¿Por qué? —¿por mí?, ¿por la noche que pasamos juntos?
Ella señala el tumulto con irritación y aunque esté decepcionado,
me hace reír.
Me siento a su lado, más cerca de lo que debería y miro hacia
atrás, buscando ojos curiosos, especialmente los de Lucien. Cuando
veo que no hay peligro alrededor, me relajo un poco.
—Sé que está siendo un muy mal año para vosotros, pero
prometo hacer todo en mi poder para mejorarlo —digo arrancando el
césped del suelo, como hacía cuando era niño—. Podemos ir de
compras, aunque sea lo básico para empezar.
—No es tu responsabilidad, no somos nosotros tu
responsabilidad —repite con énfasis el nosotros—, siempre salimos
de los problemas, solo que, esta vez vinieron todos juntos y…
Suelta aire, ahogándose en la piscina de sus pensamientos.
—Tampoco es la tuya —Suelto.
Cala tiene un moño deshecho sobre su cabeza, unos mechones
caen rebeldes sobre su rostro y sin saber lo que hago, los coloco
detrás de su oreja.
—Lucien es muy necio a veces, lo que debería hacer es
adaptarse a su nueva vida, aplicar toda la ayuda que pueda
conseguir del gobierno, más lo que yo quiero hacer por él y
reorganizar todo, no obligar a su hija a hacerse responsable.
Cala frunce el ceño, nunca la vi poner esa cara, tan enojada.
—A mí no me molesta ayudarlos.
—Lo sé… lo sé, no es lo que quise decir. —Tomo aire—. Lo que
quiero decir es que ninguno de vosotros se deja ayudar, parece que
corre en la familia.
—¿Y tú sí? —Ataca—. Te ofrecí mi ayuda, mi oído y hombro y lo
rechazaste como si fuese una mosca curiosa.
Tiene razón.
—Lo mío es complicado —respondo.
—Todos tenemos una vida complicada Oliver, está en uno saber
cómo quiere sobrevivir. —Se levanta para caminar lejos de mí.
No estoy listo para terminar con este pequeño momento a solas
que tenemos.
—¡Tuve una infancia traumática! —grito mientras me levanto de
golpe— Y hablar del tema solo me trae más dolor, no quiero alejarte,
solo que no puedo hablar de ello, no todavía.
Ella se detiene, voltea y me observa. Tenemos al menos cinco
metros de distancia entre los dos.
—A veces, lo que uno se niega con más fuerza, es lo que uno
más necesita.
—Entonces déjame ayudarte.
Cala muerde sus labios, puedo ver su cabeza buscando
respuestas inteligentes y salidas rápidas. Pero está acorralada, por
mí y mi estúpida necesidad de ayudarla.
—Solo si tú te dejas ayudar también.
Estiro mi mano y la dejo en el aire esperando por la de ella.
Cuando llega a mi lado, la toma con fuerzas.
—Trato hecho.
Tiro de su brazo y la tengo tan cerca de mí que puedo oler su
perfume floral, sobre sus labios dejo una sonrisa diabólica y digo:
—Nos vamos de compras.

L , Lis y Cala están en el todoterreno conmigo y estoy


haciendo algo que nunca hice en mi vida, ir a un centro comercial.
Detesto las multitudes, las detesto tanto que contraté una
asistente personal para que se encargue de mi ropa y cuando debía
comprarme ropa para trabajar en el campo, siempre usé internet.
Así que esto de venir a un lugar físico me parece lo más arcaico del
planeta.
Parece que mi promesa de no entrar a un lugar como este, se
rompió en el momento que vi lágrimas en los ojos de Cala. De
alguna manera convencimos a los padres para que viniesen a
comprar lo básico, así tienen ropa hasta que puedan reponer su
guardarropa otra vez.
Cala me sonríe mientras llevo la silla de ruedas de Lucien y yo le
devuelvo la sonrisa o el intento quizás de sonrisa que tengo.
—¿Por qué tienes esta silla? —le pregunto a mi amigo.
—La eligió Lis —responde con un tono bajo, ya que su mujer
camina a pocos metros delante de nosotros—, dijo que era la única
que pudo conseguir.
—Bueno, tenemos que hacer algo al respecto, no puedes
depender de otros para que te lleven, necesitas una eléctrica.
—Oliver… —gruñe— No, estoy bien con esta.
—Ya veremos —respondo, guiñándole un ojo a Cala, ella me
mira con complicidad porque sabe lo que estoy pensando.
La primera tienda en la que nos detenemos es una de esas que
venden un poco de todo. Las mujeres buscan abrigos y ropa para
estar en mi rancho, mientras Lucien y yo las miramos pasar de un
lado a otro.
Cala nos muestra la ropa que se está probando, mayormente
vaqueros y camisas para el trabajo. En una oportunidad, mis ojos se
posan en el trasero de Cala y me pregunto cómo se verá mientras la
folle en cuatro.
—Oliver —dice Lucien.
Mierda, me vio mirándole el trasero a su hija.
—Lucien —repito con el mismo tono.
El hombre me mira de refilón, con una mirada desaprobadora.
—Sé lo que estás pensando.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—¿Qué estoy pensando?
—Sientes culpa por nosotros.
Suspiro aliviado y cruzo mis piernas, apoyando el tobillo sobre mi
rodilla, saco el móvil del bolsillo y me dispongo a responder algunos
mensajes de Killian.
—¿Ves lo que estoy haciendo ahora? —pregunto— Te estoy
ignorando, déjame trabajar ahora, que las mujeres se están
encargando de lo demás.
Lucien sonríe incrédulo de mí, no puedo culparlo, yo tampoco me
reconozco y sospecho que su hija, la intrusa, tiene mucho que ver.
14

CALA

T engo puerta.
Parece poco, pero es una pequeña victoria dentro de estos
meses de mierda que estoy experimentando.
“Mala racha” le diría mi abuela.
El dormitorio de huéspedes (uno de los muchos que pude
encontrar en esta mansión) es particular, sigue con el concepto de
rancho lujoso, pero tiene un toque aniñado, la cama tiene un tul que
la cubre delicadamente. El papel en la pared detrás de mí, es verde
oscuro con estampado de flores rosas muy bonitas, todo muy
femenino y formal. Se siente como que este dormitorio estaba
destinado para alguien en particular y no un invitado pasajero.
El colchón es increíblemente cómodo, tengo cuatro almohadas
solo para mí y un ventanal con vistas al campo maravilloso que tiene
Oliver. Desde aquí puedo ver el campo entero, aunque ninguno de
mis amigos animales está dando vueltas por ahí, por una simple
razón, yo soy la encargada de que estén allí y todavía sigo en esta
cama.
Cuando bajo a la cocina encuentro a Eliza haciendo el desayuno,
mi madre la ayuda y mi padre está en la mesa.
—Buenos días —digo mientras observo el nuevo dinamismo. Sé
que es temprano para todos, se siente en el ambiente y el aura
apagada.
—Buenos días hija —dice mi madre—, siéntate, ya tenemos todo
preparado.
Miro a mi padre, su mirada está perdida y me preocupa que su
salud mental se vaya definitivamente por el desagüe después de
este hecho fortuito.
—Papá —digo mientras me siento a su lado— ¿Qué tal la nueva
cama?
—Bien —responde secamente.
Genial.
Oliver entra a la cocina con su caminar recto y firme, se detiene
cuando nos ve a todos allí, probablemente se haya olvidado que
estábamos en esta casa.
Mi padre reacciona primero.
—Vamos, dejemos a Oliver desayunar en paz —gruñe rodando
su silla lejos de la mesa.
Oliver levanta una ceja y lo detiene, trabando su silla con el pie.
—¿A dónde vas, viejo?
—No quiero invadir, Oliver.
—No lo haces, nadie lo hace —dice mirándome fijamente, su
tono cambia de golpe— y necesito que la señorita Saint-Clair
desayune bien, tiene un día de mucho trabajo por delante.
Mi padre nos observa con detenimiento, yo aprovecho que mi
madre me deja un plato con tostadas y me lleno la boca para que no
se me note tanto la sonrisa.
Parece que Oliver no va a trabajar hoy, no está vestido con su
traje habitual, tiene sus vaqueros rotos y una camisa encima. Se
sienta a mi lado en la mesa, su pierna izquierda roza la mía y el
calor se disipa por todo mi cuerpo.
El día que dormimos tirados en la paja sentí lo mismo cuando se
acostó a mi lado, provocó una sensación pacífica y tierna con solo
su contacto. Había dormido con hombres durante mi vida, tengo
veintiocho años y no soy ninguna santa como podrás ver, pero en
todas esas experiencias nunca me sentí tan a gusto.
Mucho menos con Roger.
—Cala —llama Eliza—, ¿viene Roger esta noche? Tengo que
planificar la cena.
Inmediatamente Oliver quita la pierna y pretende leer noticias
desde su tablet con mucho interés.
Roger es un problema, claramente, sigue en la ciudad y yo sigo
evitándolo, le dije que hoy sí o sí nos íbamos a ver, probablemente
mi madre le dijo algo a Eliza.
—Oh no —respondo—, iremos al distrito Bishop a cenar,
escuché que hay un restaurante argentino que todo el mundo ama,
quiero probarlo.
—¿Distrito Bishop? —dice Oliver, resoplando— ¿De noche?
Suerte encontrando un lugar donde aparcar. —Sus ojos nunca se
despegan de la pantalla y el artículo que abrió sigue en el mismo
párrafo.
El tono… Madre mía, ese tono me lo conozco.
—Bueno, Oliver…
—Señor Walker —corrige mi padre con sus ojos entornados y
furiosos.
Sonrío abiertamente y prosigo, aunque Oliver tiene una media
sonrisa en su perfecta boca.
—Señor Walker, para su información, el hotel de Roger está a
solo unas calles, no es necesario buscar aparcamiento.
—¿Y cómo demonios piensas volver desde allí por la noche? —
Su mirada fija y penetrante, se intensifica a cada segundo, suena
más como un reto que una pregunta normal.
¿Por qué asume que voy a volver esta noche? Se lo diría, si no
estuviesen mis padres prestando mucha atención a esta
conversación.
—Uber.
—Uber no viene hasta aquí.
¡Ahhh!
—Bueno, ya encontraré la manera. —Doy por finalizada la
conversación, cuando me levanto con una tostada en la boca y otra
en la otra mano para la caminata hasta los establos.
—¡Cala! —escucho.
Oliver camina hacia mí, furioso.
Trago la tostada como un pingüino y me dispongo a empezar la
otra. Cuando llega a mi lado siento su energía pesada e inquietante.
—¿Qué?
Puedo ver las palabras atragantadas en su garganta, algo que
quiere decir, pero no verbaliza, hasta que dice:
—Llévate mi coche.
—Ni loca.
—Bueno, iré a buscarte.
—¡Menos! —devuelvo exasperada y sigo mi camino. Él se queda
detrás, lo sé porque sus siguientes palabras se escuchan lejanas.
—No vayas entonces.
Me detengo y giro sobre mis talones para enfrentarlo.
—¿Por qué?
Por un microsegundo puedo sentir poder, sus ojos me esquivan,
sus brazos están cruzados. Lo estoy poniendo a la defensiva.
—Porque… porque luego se hará tarde, no sabrás cómo
demonios volver y…
—Ya te he dicho que no te preocupes, que, si no puedo volver,
me quedaré con Roger. —Ahí, lo dije.
Coloca sus brazos en jarras y mira directamente a mis ojos con
furia, pero también con algo más, una promesa en una mirada
penetrante.
Estoy en aprietos.
En ese momento, una furgoneta aparece en el camino de
entrada, los dos la vemos aproximarse y nos mantenemos en
silencio hasta que aparca en la puerta de la mansión. Un hombre
bajito se presenta, me doy cuenta que es un texano nativo por su
acento. Establece una conversación con Oliver, presentándose
como la empresa que se va a hacer cargo de los escombros y Oliver
le hace preguntas que no me interesan porque estoy cabreada con
él. Así que comienzo a dar pasos hacia atrás, alejándome del
problema que se avecinaba segundos atrás.
—Cala —llama, interrumpiendo al texano—, no terminé contigo.
¿Qué quiere decir? ¿Habla de nosotros? ¿De la conversación?
¿De trabajo? Necesito un traductor.
—Yo sí —devuelvo y le doy la espalda, no voy a involucrarme en
este drama, tengo animales que atender, plantas que cuidar y un
corazón que proteger.

E B es un distrito artístico, bohemio e increíble.


Los bares tienen bandas de jazz, las galerías de arte están abiertas
hasta la madrugada y el barrio está iluminado con guirnaldas de
colores. Es acogedor el ambiente, me siento como cuando iba a la
universidad y salía por ahí, a empaparme de cultura.
El restaurante que elegimos se llama “Chimichurri”, tiene una
ambientación loca, con imágenes icónicas de Argentina y carteles
de neón rosas con frases típicas como “No llores por mí Argentina”.
El lugar está lleno y todo el mundo parece disfrutar mucho de la
comida.
Roger hizo un esfuerzo para esta noche. Se vistió con sus
mejores ropas, es más, puedo sentir su perfume del otro lado de la
mesa, pero este perfume no me pone de rodillas como el de Oliver,
qué extraño.
Roger relata todos los chismes de la universidad, de los cambios
en las asignaciones y del día a día. No me interesa nada de todo lo
que dice, de hecho, me aburre soberanamente. A veces intento
meter un bocado de lo nuevo que aprendí de mi podcast de botánica
o lo que me hizo Juana esta vez, pero él parece sentir pena por mí,
por mi nueva vida.
Extiende la mano sobre la mesa y aprieta con suavidad.
—Debes estar extrañando la vida de academia, lo siento Cala,
no paro de hablar de todo eso.
Mis cejas se unen en mi frente en confusión, pero también en
enojo.
—Me gusta el trabajo —defiendo—. Es recompensante, más allá
de una nota o una palmadita de algún académico pedante que
necesita dar clases porque no puede ejercer la profesión. En el
campo todo depende enteramente de ti, lo puedes ver en los brotes
cuando comienzan a salir, en cómo la tierra te devuelve el esfuerzo
con comida, ¿entiendes esa parte? Comida que nos nutre.
Honestamente no extraño la universidad, ni el trabajo, creo que
hasta siento pena por la gente que nunca va a experimentar
semejante recompensa.
Roger traga saliva con incomodidad.
—Lo siento Cala, no sabía que te sentías así. Me alegro, me
alegro muchísimo. —Su dedo pulgar acaricia el revés de mi mano,
pero me irrita y me saca de quicio y es hora de que deje de darle
esperanzas porque sé que esto no puede mejorar. Lo que pasa es
que a veces con tal de no lastimar a las personas, me pongo en
situaciones como estas, donde quiero salir corriendo.
Tengo que aprender a decir que no.
—Creo que voy a irme Roger, mañana tengo un día largo. —
Comienzo a recoger mis cosas.
—¡Espera! ¿No quieres que pidamos postre? Dicen que la
empanada de dulce de leche es genial.
—No, lo siento, el tiempo es oro, ya lo sabes.
Cuando salimos a la calle, Roger me sonríe con tensión en los
músculos de su rostro.
—¿Quieres venir a mi hotel?
—Roger… —resoplo.
—Lo sé, lo sé —dice derrotado—, al menos lo intenté, no mentía
cuando dije que te extrañaba, pero puedo ver que avanzaste con tu
vida.
—No solo eso, vivimos a cuatro horas de distancia, sabes que
esto es imposible. —Y que tampoco me muero por intentarlo , aclaré
dentro de mi mente, pero eso lo filtro.
—Entiendo. ¿Puedo besarte por última vez? —Escucho una
plegaria prácticamente.
La culpa que me inculcó mi madre resurge en mí, haciéndome
sentir mal por terminar todo (por segunda vez) con Roger. Asiento,
él da un paso adelante con una media sonrisa y cuando está a
milímetros de mis labios se sobresalta cuando una bocina comienza
a sonar desaforadamente.
Los dos miramos hacia un coche aparcado en la calle de
enfrente, el todoterreno hace luces como si fuese una discoteca.
—¿Es una broma? —murmuro.
Se baja la ventanilla tintada del vehículo y Oliver Walker florece,
con una sonrisa macabra en su rostro simétrico y perfecto.
—¿Necesitas transporte? —grita con un tono socarrón.
Voy a matarlo.
—¿Ese no es tu jefe? —pregunta Roger tan atónito como yo.
—Lamentablemente, sí —respondo—. Tengo que irme Roger —
Le doy un abrazo apretado y una media sonrisa—. Gracias por la
cena, fue increíble, pero adiós.
Ni me responde, simplemente me ve irme.
Oliver Walker sostiene el volante con las dos manos, su mirada
está fija al frente. Las luces de la calle iluminan su rostro, su barbilla
cuadrada, su barba de unos tres o cuatro días, sus cejas anchas, su
pelo oscuro como el de un cuervo.
—Eres increíble —resoplo.
—Gracias —responde.
—No es un cumplido —digo irritada—. Dije que iba a volver sola.
—Y yo dije que volver de noche es imposible, son cuarenta
minutos en autopista Cala, ¿ibas a usar tu bici?
¿Está siendo sarcástico conmigo?
Algunas calles del distrito Bishop son oscuras, pero Oliver
conduce con soltura, como si conociera la zona de memoria. Los
giros en las esquinas son un poco bruscos, pero estar crispado es
su estado natural, no debería sorprenderme si conduce de la misma
manera.
—¿Seguro que todo esto es por cuál iba a ser mi medio de
transporte?
Resopla y larga una risa sardónica.
—No leas entre líneas, solo estoy procurándome que mañana mi
empleada esté disponible para hacer su trabajo.
—Nunca llegué tarde a mi trabajo, Oliver, ni una vez.
—Ser puntual es llegar tarde, dicen. —Se incorpora a la
autopista y pone música para callarme.
Metallica suena por los altavoces y desisto en seguir esta
conversación. Así que me acodo junto a la ventana y observo a
Dallas brillar de noche.
Si él no quiere hablar como un ser humano y aclarar esta actitud
confusa e invasiva, entonces yo no quiero saber nada. Es más, lo
prefiero así y tengo transporte gratis.
Tres canciones después, el volumen se baja y yo sonrío por
dentro, porque no se aguantó mucho.
—¿Le rompiste el corazón al niño?
Parece que no tiene otro idioma para comunicarse, ataca en vez
de decirme la verdad.
—Va a sobrevivir —susurro mirando al frente.
—¿Por qué terminaste con él?
—¿De verdad quieres saberlo? O es solo para burlarte de mí.
Oliver despega los ojos de la carretera y los centra en mí.
—Nunca me burlaría de ti —dice seriamente mirándome a los
ojos.
Sí, claro.
Cruzo mis brazos suelto aire pesadamente.
—No somos compatibles, él quiere ser CEO algún día y yo ya no
tengo las mismas ambiciones.
El silencio cae otra vez entre los dos, la música violenta y gritona
sigue sonando de fondo, totalmente contraria a la música mística
que suelo escuchar.
—¿Cuáles son tus ambiciones ahora?
¿Está dándome charla porque quiere saber o porque no soporta
el silencio entre los dos?
—Vivir el momento, aprender todos los días un poco más,
perfeccionarme —respondo mientras me estiro, este todoterreno es
muy espacioso.
—No sé cuánto más puedes aprender, ya tienes todo muy
dominado.
—¿Es eso un halago, señor Walker?
Suelta una risita.
—Es la realidad, estás haciendo un buen trabajo, sigues entera
después de todo lo que te ocurrió en los últimos meses, que quieres
que te diga, eres malditamente perfecta. —La sonrisa en su rostro
se borra cuando dice eso, carraspea su garganta y vuelve a mirar al
frente con sus cejas unidas, parece como si se reprimiera por decir
lo que dijo.
—Gracias —susurro enterrando mis manos entre mis piernas—.
A veces necesito escuchar palabras de apoyo, mi padre puede
llegar a ser bastante estricto.
—Lo sé. Mi padre era igual con nosotros, nunca hacíamos
suficiente.
—¿Tienes hermanos?
—Sí, tres. Silas, Luca y Killian.
—Guau, siempre quise tener hermanos —digo mirando por la
ventanilla—. Ser hija única es muy solitario a veces.
—No me imagino mi vida sin ellos —agrega—. Quizás no
hablamos tan seguido ahora, porque están todos desparramados en
diferentes puntos del país. Pero ellos son mi familia.
—¿Y ellos son solteros empedernidos como tú?
Suelta una carcajada hermosa, fluye de su voz como una
canción.
—No, bueno Killian si, los mayores están casados y con hijos. Mi
sobrino Julián es el calco de Silas —comienza a relatar con una
sonrisa—, se exaspera fácil y le gusta la buena vida, mi sobrina,
Mila todavía es muy pequeña, pero… —se silencia.
—¿Qué ocurre?
—Nada, me di cuenta que estaba hablando sin parar, no quiero
aburrirte.
¿Eso es hablar sin parar? claramente este hombre nunca estuvo
en la presencia de mi madre y su hermana.
—No me estaba aburriendo.
Asiente y continúa:
—Mila ama los caballos, solo vino una vez, pero su madre me
prometió que la iba a traer más a menudo.
—¿Por eso el dormitorio de huéspedes está decorado así?
Asiente una vez más, el agarre del volante cambia y se tensa.
Mi corazón se rompe un poco por este hombre. Decoró el
dormitorio de huéspedes para esa niña y puedo darme cuenta que
está sin usar. Me da rabia pensar que los padres no vienen a
visitarlo, claramente el hombre quiere pasar tiempo en familia.
Cuando llegamos a la mansión, Oliver aparca el todoterreno en
la imponente entrada y los dos bajamos en silencio. Las luces en la
cocina están encendidas, aunque no hay nadie.
Oliver las apaga cuando pasa por al lado y sigue el camino hasta
las escaleras.
Mi dormitorio y el suyo están en el primer piso. Los dos subimos
los escalones en silencio. Cuando llegamos a mi puerta, me detengo
bajo el marco y sonrío.
—Gracias por traerme —susurro rindiéndome ante él.
La corta conversación en el coche fue mucho más entretenida
que la cena completa con Roger y eso es algo que tengo que
pensar bien. Es mi jefe, no puedo olvidarme de eso, no importa
cuántas mariposas tenga en el estómago.
Oliver asiente una vez y traga saliva con fuerza.
Lentamente acerca su mano a la mía, hasta que las puntas de
nuestros dedos se tocan, una vez que se acostumbra al tacto,
sostiene mi mano con suavidad y delicadeza. Cuando levanta la
mirada, presiento la confusión en él, la misma que deben transmitir
mis ojos, pero hay algo más, restricción, como si una soga lo
contuviera para no avanzar sobre mí.
Entonces miro los labios y eso es todo lo que necesita para dar
un paso adelante y besarme con tanta ternura que creo que me voy
a derretir a sus pies. Los movimientos son lentos, pero precisos y
extremadamente sensuales.
Su lengua aparece tímidamente y acaricia la mía.
Mi mano toma su cuello y él acaricia mi rostro, profundizando el
beso por varios minutos, hasta que se aleja de mí.
—Hasta mañana, señorita Saint-Clair —susurra sobre mis labios.
—Hasta mañana, señor Walker.
15

OLIVER

M e fui a dormir pensando en ella y ahora, que son las cinco de


la mañana, sigo haciendo exactamente lo mismo.
¿Qué demonios me ocurre? ¿Qué tiene Cala Saint-Clair
que me tiene así?
La respuesta no viene clara a mi mente, pero puedo hacerme
una idea, sus manos, hay algo en sus manos que hacen que quiera
gritarle que me acaricie, que me toque en las zonas donde nadie
nunca me tocó. Siempre soñé con encontrarme con alguien en mi
vida que me diese eso, alguien que silenciase los demonios del
pasado, los traumas que me hicieron quien soy hoy, los que me
aislaron del mundo y me privaron del sentimiento de pertenecer.
Pertenecer es un concepto tan lejano, una mera fantasía, como
la de un chico que quiere ser astronauta, algo pasajero y poco
realista.
Anoche después de comer, me quedé en la cocina, ayudando a
Eliza, ella suele ser muy charlatana, hasta el punto que a veces ni le
respondo y ella no lo nota, ella sigue y sigue. Bueno, anoche ella era
una tumba y cuando la entregué el último plato para colocar en el
lavavajillas me dijo una sola frase:
“Ve a buscarla.”
Me miró con una sonrisita adorable de señora mayor y me
entregó las llaves del todoterreno.
No tuve que batallar, ni explicarle que estaba malinterpretando
toda la situación. Simplemente fui al distrito artístico y esperé en la
puerta del restaurante por ella, como un obsesivo, como un hombre
que quiere reclamar algo que le pertenece. Cuando la vi salir, sabía
que estaba incómoda o aburrida, o las dos. Algo en su rostro lo
decía a gritos, ¡y me alegré! Como un idiota, me alegré de verla
irritada con ese… ese… niño. ¡Es que es un niño! No tiene ni pelos
en la cara, ¡por el amor de Dios!
El ataque apareció cuando vi sus intenciones, conocía muy bien
esa mirada lasciva y no podía soportar imaginar sus manos en ese
cuerpo, cuerpo que no pude explorar como quisiera, que apenas
desnudé en el establo, pero estaba decidido que tenía que explorar,
centímetro a centímetro. Así que mi mano viajó hasta la bocina
inmediatamente y comencé a tocarla como si fuese una batería y yo
un niño de cuatro años.
Las luces eran parte del show.
Quería detener esa cita a toda costa y eso es lo que me mantuvo
despierto el resto de la noche.
Ahora camino con un propósito, el gimnasio, necesito soltar un
poco la tensión que tengo en el cuerpo y principalmente necesito
dormir de noche para poder sacar adelante una compañía
millonaria. El problema es que, para poder llegar al gimnasio, tengo
que atravesar la cocina, donde Eliza y Cala están conversando con
una taza de café entre sus manos.
Las dos se quedan en silencio en cuanto me ven pasar.
—Buenos días… —digo con cuidado, al verlas a las dos tan
tensas.
Las dos responden al unísono.
Cala tiene una trenza que cae hasta su cintura, unos vaqueros y
una chaqueta azul, está lista para salir al frío, ella mira por encima
de su hombro y sus ojos se arrastran de arriba abajo, cargados de
deseo.
Demonios, no me mires así, Cala…
Sigo mi camino antes de que avisten el bulto en mis pantalones
de chándal grises.
Esta convivencia va a ser extremadamente difícil, ya puedo
sentirlo.

A la llamada de Killian mientras troto en la cinta andadora.


En el espejo puedo verme absolutamente sudado tras el
levantamiento de pesas.
Siempre el ejercicio es fundamental para personas como yo, las
que tienen TEPT (trastorno de estrés postraumático) por eso el
campo me hace bien, drena mi energía y aleja mi mente de los
lugares oscuros donde quiere transitar.
—¿Hola?
En vez de escuchar su voz, escucho el tema del “Llanero
solitario”, a Killian le encanta molestarme con esas cosas. Reviro
mis ojos, irritado por el comportamiento infantil que tiene mi
hermano menor.
—¿Terminaste? —pregunto deteniendo la cinta para bajar el
ritmo cardiaco.
La risa de Killian es una de mis favoritas, siempre es genuina y
abierta.
A mi, que suelo ser un poco más callado, siempre me dio envidia
mi hermano menor, él es enérgico y siempre cautiva a todo el
mundo con chistes y su liviandad. A veces creo que yo hubiera sido
así, si no me hubiese pasado lo que me pasó.
Un supuesto que nunca voy a saber.
—Al menos una vez por año tengo que hacer ese chiste —dice,
puedo escucharlo que está con los altavoces en su Tesla—. Es casi
una tradición.
—A mis expensas.
—Bueno hermano, el día que aprendas a reírte de ti mismo, vas
a ser un hombre nuevo.
Sí, claro.
—¿Necesitas algo?
—Sí, saber qué demonios ocurrió en Texas, hace días que te
llamo y no obtengo respuesta.
Detengo la caminadora y recupero el aliento.
—Un tornado arrasó con la casa de Lucien, no dejó nada en pie,
sólo escombros, lo demás está bien. —Seco mi rostro con una toalla
y miro mi reflejo en el espejo de cuerpo completo.
No es un gimnasio enorme, pero está bien equipado para mí
solo.
—¡Dios mío, Oli! ¿De dónde salió esta mala suerte?
—No lo sé, ni quiero saberlo a estas alturas. Los Saint-Clair
están viviendo en mi casa momentáneamente, hasta que podamos
reconstruir la de ellos.
—Así que la susodicha está bajo el mismo techo, interesante. —
Arrastra sus palabras, hasta que comienza a gritar de golpe—.
¡¿Qué haces!? ¡¿Así conduces por la ciudad?! ¡Ve a hacer el
examen de conducir otra vez, idiota!
Mi hermano siempre discute con los otros conductores cuando
conduce por San Francisco.
—No empieces Killian.
—¡Oh, vamos! ¡No has visto lo que hizo! ¡Casi me lleva por
delante!
—Hablo de tus comentarios de Cala.
—Ah, es Cala ahora… —se ríe—En tus treinta y dos años de
vida, nunca nombraste a una mujer, hasta que ella comenzó a
trabajar en tu campo, tiene que significar algo.
—Significa que… que… —Comienzo a formar una mentira con
ímpetu, pero luego algo se atraviesa en mi garganta—. ¡Me cago en
la puta mierda Killian! —grito.
Mi hermano se queda en silencio hasta que comienzo a hablar
otra vez.
—Follé con ella.
—¡¡Lo sabía!! —Puedo escuchar las ruedas del coche frenar de
golpe, bocinas a su alrededor—. Quiero saberlo todo, ahora.
¿Quién es el que conduce mal ahora?
Me siento en el banco de ejercicio y cubro mi rostro.
—Nos quedamos encerrados en el establo, casi nos traga el
tornado y cuando todo pasó, se fue todo a la mierda.
—Una vez vi una película porno así, ¿follasteis encima de la
paja?
—Sí.
—¡Qué! ¡Estaba haciendo un chiste! ¡Esa chica es salvaje! —No
te haces una idea — Demonios hermano, ¿fue bueno?
—El mejor sexo que tuve en mi vida. —Mi voz suena preocupada
más que contenta.
—¡Mierda! ¡Estoy sin palabras y eso que a mí no me cuesta
mucho hablar! ¿Y ahora? ¿Qué piensas hacer?
Me acuesto en el banco y coloco la toalla sobre mis ojos.
—No lo sé, no creo que pueda hacer mucho, ella es mi
empleada Kill, no puedo seguir con ella, solo terminará mal.
—O muy bien.
—Poco probable.
—Siempre eres negativo hermano, ¿por qué no te das una
oportunidad?
—Porque su padre me mataría, si lo vieras cómo nos mira
cuando estamos en la misma habitación.
—Es un hombre sabio entonces, sabe que los Walker solo
rompemos corazones.
Me río.
—Habla por ti, te dejo, tengo que ir a la oficina.
—¡Pero tengo más preguntas!
—Y yo no tengo tiempo.
—Bueno ahora que lo mencionas, yo tampoco, tengo que ir a la
oficina.
—¿No estabas conduciendo hacia allí?
—No, acabo de dejar a Giuliana en su casa, ¿te acuerdas de
ella? La modelo italiana.
—¿La de Milán?
—No, la de Roma.
Mi hermano, siempre probando mujeres nuevas, nunca
repitiendo.
—No, no se de quién hablas —me rio—, adiós Kill.
—Adiós, ¡hermano mayor!

É , simplemente toca, manosea donde no debe. Y


yo me retuerzo en la cama, buscando alejarme de su tacto, de sus
dedos rasposos, de sus ojos enfermos.
—¡Deja de tocarme! —grito— ¡Silas! ¡Luca!
Pero donde estaba la puerta hace un momento, ahora solo hay
una pared y un cuadro negro justo encima.
Sus manos están en todos lados y no importa cuánta fuerza
haga, no puedo quitarlas de mi piel, no puedo romper el contacto.
—¡Déjame en paz!
—Oliver… —susurra el viejo— Oliver…
—¡No!
—¡Oliver!
Abro los ojos.
Mi frente empapada, mis brazos tiemblan sin control, mi
respiración es irregular.
—Oliver, soy Cala.
Miro hacia el costado izquierdo de la cama, Cala Saint-Clair está
aquí, sus ojos grandes y oscuros me miran apenados.
Sin pensarlo, me levanto de la cama y corro hacia el balcón. El
frío golpea mi pecho, el sudor en mi piel hace que sienta el viento
por todos lados. Con mis manos en mis rodillas, comienzo mi ritual.
Inhalo en cuatro.
Retengo en dos.
Exhalo en cuatro.
Ella se agacha frente a mí, sus manos enroscadas en su
estómago.
—¿Qué puedo hacer? Dime algo, quiero ayudar.
—Quieta —murmuro entre respiraciones profundas.
Temo por ella, porque sé que cuando estoy así no sé cómo voy a
reaccionar.
Algo que tengo que reconocer es que es una persona paciente y
me observa con una paz pocas veces vista, mientras yo, por otro
lado, pierdo la jodida cabeza.
El corazón bombea tan fuerte en mis oídos que casi no puedo
escuchar a mi alrededor, mi cuerpo tiembla tanto que es difícil
sostenerme.
Esto no está mejorando y ella lo sabe también.
—Oliver, vamos juntos —dice arrodillándose frente a mí—. Inhala
—Ella toma aire profundamente e intento copiarla—, aguanta cuatro,
tres, dos, uno, exhala.
Repetimos lo mismo cuatro veces, mi visión vuelve a ser general,
abierta y receptiva, mi cuerpo percibe el frío y mis manos ya no
tiemblan tanto, al menos puedo disimular el temblor un poco mejor.
Estoy en el suelo hecho un ovillo, mi cabeza entre las piernas.
—¿Puedo acariciarte la espalda? —susurra.
Asiento.
Su mano se mueve de manera circular, de su garganta comienza
a salir un sonido melódico, casi como una canción de cuna que
relaja todos mis músculos. Nos quedamos así durante un rato largo,
no quiero levantar la cabeza por varias razones, la primera es
porque quiero seguir disfrutando esto sin que ella me vea a los ojos,
la otra razón es la vergüenza, pura, cruda y horrible.
Paralelamente, estoy preocupado por el frío y que ella solo lleva
su pijama puesto.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, mi voz suena ronca y agresiva,
pero no detiene las caricias en mi espalda.
—Escuché ruidos raros, vine a advertirte, pero luego me di
cuenta que provenían de aquí. ¿Estabas teniendo una pesadilla?
Asiento.
—¿Quieres volver adentro?
Niego con la cabeza.
Ella se levanta y se va, supongo que es lo mejor, que se aleje de
mí, este hombre roto y sin cura no va a sumarle nada a su vida que
está tan llena de colores y sonrisas.
Pero Cala me sorprende una vez más, cuando regresa, apoya
mantas sobre mi espalda y me envuelve. Levanto la mirada,
conmocionado por la amabilidad.
Ella también se está envolviendo, su cabello está atado
desprolijamente, su pijama es una camiseta de manga larga y un
pantalón de algodón gris.
Cuando me ve observarla sonríe cariñosamente.
—Hola —susurra.
—Hola —devuelvo con una voz ronca—. Gracias.
—De nada.
Los minutos pasan, la noche cerrada está sobre nosotros, los
grillos son ensordecedores a esta hora, algunos coyotes se mueven
por mi capo, lamentándose como hacen cada vez que llaman a su
manada.
—No quiero hablar de lo que acaba de pasar —refunfuño.
—Lo sé. ¿Quieres que me vaya?
Me tomo unos segundos de más para responder, mi mente dice
algo, mi lengua lo contrario.
—No.
Cala se acomoda y apoya su cabeza a los pies de la tumbona,
para mirar el cielo estrellado, yo la imito, dejándome llevar por las
constelaciones.
—Mi abuela me invitaba a su casa a mirar las estrellas —relata
—, ella conocía las constelaciones como si fuesen la palma de su
mano.
—¿Cuál era tu preferida? —Me encuentro haciéndole la
pregunta.
—El Dragón —responde soltando una risita—, supongo que era
el más fácil de encontrar.
Miro hacia arriba, el cielo está tan estrellado que parece saturado
de purpurina. Pero ante mis ojos se siente como estar en casa, el
lugar donde quiero estar mentalmente cada vez que sueño con él.
Esta vez, Cala está aquí y no parece ser tan mala alternativa. La
miro mirando las estrellas con una devoción que reconozco muy
bien.
—Siempre hablas de tu abuela, ¿estabais muy unidas? —
pregunto.
—Era mi mejor amiga —responde ella con una sonrisa, aunque
su cuerpo tiembla inclusive bajo la manta, su trasero está apoyado
en el frío suelo de mi balcón y la culpa me hunde—. Ella me dio el
collar que encontraste en el campo. —explica acariciándolo con la
punta de sus dedos, ahí es cuando noto que su mano está
temblando también, pero en su caso es de frío.
—Vamos —digo levantándome.
Estiro mi mano y ella la sujeta con fuerza. El calor de mi
habitación se siente automáticamente. La luz de mi mesa de noche
está encendida, probablemente la haya encendido ella y yo nunca lo
noté.
El reloj marca las tres de la mañana.
—¿Quieres agua o algo para comer? Sé que Eliza hizo unas
galletas para mañana que deben estar geniales.
Muevo mi cabeza de un lado a otro, tomo su mano y la llevo
hasta mi cama.
—Duerme, es tarde.
Puedo ver las mil preguntas rondando sobre su rostro cuando ve
que la llevo a mi cama y no a la de ella.
—¿Y tú?
—Yo no puedo volver a dormir, me conozco esta historia, pero tú
duerme, todavía tienes algunas horas.
Ella toma mi otra mano y me lleva con ella.
—Inténtalo.
Gruño por lo bajo, pero cedo, como hago cada vez que estoy
cerca de ella y me deslizo bajo las sábanas. Ella se arrastra hasta
mi lado y me envuelve desde atrás, descansando su mano en mi
cintura y su pierna entre las mías.
La suavidad y tibieza de su cuerpo me acobijan y poco a poco
cierro los ojos, sumergiéndome en el sueño más profundo.
16

CALA

E stoy tan cómoda en esta cama. Las sábanas son suaves y la


almohada parece estar abrazándome con amor verdadero,
como cuando una mujer mira una porción de pastel de
chocolate, así siento que me ama la almohada. Estoy relajada,
descansada y contenta por alguna razón desconocida.
¡Mala señal! Miro mi reloj inmediatamente.
—¡Oh no! —Me levanto corriendo, pero mis piernas no
responden tan rápido como mi cerebro.
Él se despierta de golpe.
—¿¡Qué pasa!?
—¡Son las siete!
—Ah, Cala, casi me das un infarto —gruñe tomando mi mano y
tirando para que vuelva a la cama.
—Es tarde, Oliver, en serio, mi padre va a matarme.
Él toma mis muñecas y las ancla en la almohada mientras se
coloca entre mis piernas.
—¿Quién es el jefe en este rancho? ¿Lucien o yo?
—Tú, pero…
—Nada de peros, déjame compensarte por lo que hiciste
anoche. —Su boca besa mi cuello y la adrenalina corre por toda mi
espina dorsal hasta las puntas de mis pies.
Alguien está de muy buen humor.
—Oliver… —jadeo, cuando en realidad lo que quería pedirle es
que me soltara— Si mi madre sube a mi habitación y no me ve allí,
se nos viene un problema gordo a los dos.
Eso lo detiene.
Me da un pico en los labios.
—Tienes razón.
Los dos salimos de la cama como adolescentes calenturientos y
sin más, salgo disparada a mi habitación para ponerme mi ropa de
trabajo. Bajo corriendo por las escaleras y cuando llego a la cocina,
agitada y probablemente mal vestida, me encuentro que solo está
Eliza, tarareando una canción ochentera mientras analiza el
contenido del refrigerador, pensando sus siguientes comidas para el
día.
—¿Dónde están mis padres? —Después de varios meses
siguiendo la misma rutina, es raro que no estén—. Buenos días —
agrego para no ser grosera.
—Oh, tu padre tenía cita con el cirujano, salieron temprano, vino
una camioneta especial a recogerlos, todo muy lujoso.
Cierto, era hoy. Con todo lo que ocurrió anoche, olvidé por
completo que tenían esa cita.
Oliver aparece detrás mío.
—¿Qué ocurre?
Su perfume navega por el aire directamente hasta mis fosas
nasales y tengo que cerrar los ojos, para calmar mis pensamientos
eufóricos y para nada puritanos.
—Olvidé que mis padres tenían cita con el médico hoy.
—Mmm... —responde con cara de pocos amigos—Tienes mal
abrochada la cazadora — Mi jefe pasa por detrás mío, su mano
acaricia mi cintura mientras lo hace, una sonrisa maligna y
prometedora aparece en su rostro.
Tiene puesto su traje, así que asumo que va a pasar el día en
Dallas.
Eliza deja una taza de café para cada uno, sus cachetes están
sobresalientes por la sonrisa que tiene, mientras nos mira a los dos
en la mesa.
—¿Dormiste bien? —le pregunta— Luces descansado.
—Sí, creo que es la primera vez que ignoro el despertador en
años.
Yo cojo la taza como si fuese un chupito de tequila mientras
siento ambas miradas, la de Eli y la de Oliver clavadas en mí.
Me siento demasiado observada.
—Riquísimo el café, Eli, gracias. —Sin más, salgo corriendo de
la cocina, lejos de esta sensación en mi estómago, algo que podrían
llamarse mariposas, pero sé perfectamente que es algo agresivo
que intenta salir de las paredes de mi estómago, algo como un alien
o un rinoceronte.
Cuando llego al establo, los caballos me reciben malhumorados.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo siento! —rezongo mientras les abro las
puertas uno a uno para que salgan a pastar—Fue una noche larga,
después os contaré lo que ocurrió, es interesante al menos.
El todoterreno aparece en la entrada y maldigo por lo bajo
cuando lo veo bajar con esa grandeza que poseen los hombres
millonarios.
—Cala… —Parece tan fuera de lugar en este establo, con su
traje, sus zapatos brillantes y su barba perfectamente cuidada.
Yo, por otro lado, tengo puesto la ropa de trabajo, sin una gota
de maquillaje y ni quiero pensar en mi cabello.
Las pisadas pesadas de Ruby suenan dentro del establo, la llevo
de las riendas hasta el corral y la dejo libre.
Me detengo frente a él y tomo aire, para recibir lo que sea que
quiere a comunicarme.
—Gracias.
¿Qué dijo?
—¿Por qué?
—Ya sabes por qué —acaricia su nuca—, fueron pocas horas de
sueño, pero fueron fantásticas y seguir negando que tu presencia
está cambiando algo en mí es incoherente.
Sonrío ante el inesperado comentario.
—Dije que te quería ayudar, me alegro de haberlo hecho.
Verlo en ese estado anoche fue difícil, no parecía el imponente y
malhumorado Heathcliff de siempre, lucía como un niño indefenso,
aterrado y débil. Moría por abrazarlo, decirle que todo iba a estar
bien, pero sabía perfectamente que tocarlo era lo peor que podía
hacerle.
Oliver toma mi mano y besa el revés con una pequeña sonrisa.
—Te veo a la noche. —Gira sobre sus talones y se sube al
todoterreno, listo para ir a la ciudad.
Cojo el collar lapislázuli entre mis manos y miro para arriba.
—Estoy en aprietos, abuela.
Al mediodía vuelven mis padres, tenemos un rápido almuerzo,
donde me cuentan lo que dijo el médico y cómo ve el panorama
para el futuro. Mucho no va a cambiar, pero el médico quería ver
cómo sanaba mi padre. Él, por otro lado, volvió más oscuro y
callado que nunca.
A la tarde me instalo en la huerta, esta vez pongo música del
móvil, Dancing in the Moonlight de Toploader, leí en internet que la
música también les hace bien y las plantas lucen cada día mejor, así
que voy a seguir haciéndolo. Quito todas las malas hierbas y reviso
hoja por hoja, canto la canción y bailo, usando la palita de mano
como micrófono.
Un carraspeo incómodo que conozco muy bien aparece detrás
mío y me detengo en el momento.
Oliver está con sus gafas de sol y su gabardina color gris,
observándome seriamente.
—Hola —digo tapando el sol con la mano (literalmente). El sol
está todavía alto en el cielo y no me deja verlo.
—¿Siempre tienen show las plantas? —Sus cejas están unidas
en el medio de su frente, no sé si está queriendo ser amigable o
está usando el sarcasmo otra vez.
—Lo que sea con tal de hacerles bien. —digo esperando algo,
no sé bien qué, algo que me diga con qué humor volvió de la oficina.
—Estoy seguro que tus manos son suficiente. —Una muesca
aparece en sus labios.
Sigue el buen humor entonces.
Está coqueteando conmigo y, espera, ya sé lo que estás
pensando, obviamente le resulto atractiva, si no, no me hubiese
follado como un animal en el granero, ni me hubiese besado en la
puerta de mi habitación hoy en la mañana, y seguramente me estaré
olvidando de alguna cosa más, pero me esperaba que el sexo
hubiera sido solo sexo y lo de anoche algo aislado e inusual, pero
¿coqueteo?, ¿sonrisas? Estoy verdaderamente confundida.
Sonrío y juego nerviosamente con la pala entre mis manos.
Él se queda mirándome, incómodo también.
—Te ayudaré a acabar la jornada —dice de golpe—. Voy a
cambiarme, ya vengo.
Asiento con una sonrisa apretada y lo veo montarse en su
todoterreno para salir hacia su casa.
Durante la siguiente hora, Oliver trabaja a la par mía, dándome
toques cuando nos rozamos, sonriendo como nunca y siendo extra
amable.
Oliver.
Lo repito por si no escuchaste bien, Oliver Walker.
Nos trasladamos con el nuevo carrito de golf (esta vez es un
Dune Buggy, que es como un carrito de Golf que ha tomado
esteroides) hasta su mansión y en la puerta nos encontramos con
un camión de FedEx. De allí bajan una caja inmensa.
—Ah —dice emocionado—, llegó.
—¿Qué es eso? —pregunto mientras Oliver firma un papel que
le da el repartidor y le desea buenas noches.
—Una silla nueva para tu padre, quiero que tenga autonomía,
que salga de la casa, así que le compré una todoterreno —dice con
una sonrisa.
—¿Todoterreno?
—Sí, es un chiste, lo siento, sé que no soy bueno con…
—¡Creí que hablabas en serio!
La sonrisa se ensancha sobre su rostro y Oliver me observa reír
como si fuese la primera vez que lo hago. Camina a mi lado y apoyo
una mano sobre su hombro, mientras mi estómago se dobla por mi
risa y él se suma a mi risa tentadora.
La puerta de la casa se abre, es mi madre y mi padre quienes
salen a ver lo qué ocurre. Yo quito la mano de su hombro y me
silencio, Oliver hace lo mismo, solo que él suma un paso hacia
atrás, generando distancia entre los dos.
—Oliver —saluda mi padre— ¿Todo bien?
Claro, nunca lo vio reír, por eso nos mira así.
—Sí —acomoda su garganta y borra la sonrisa—, sí, justamente
es a ti quien quería ver.
Señala a la caja y mi padre frunce el ceño
—¿Qué es eso, Oliver?
—Un todoterreno —digo por lo bajo, los dos explotamos otra vez.
—Es una nueva silla, una eléctrica que vas a poder usar por el
campo, mira —dice mostrando la imagen de la caja.
Mi padre mira la imagen y asiente una vez, sin decir más.
—Señor Walker, muchísimas gracias —dice mi madre, entre
angustia y alegría.
Mis ojos siguen clavados en mi padre, en la desaprobación que
tiene en su rostro y por primera vez siento que tengo que hablar,
ponerlo en su lugar por este comportamiento que tiene.
—Ahora vas a poder perseguirme por el campo —digo mirándolo
con atención, pero mi padre parece ignorarme por completo y solo
mira a Oliver.
—Descuéntalo del sueldo de Cala, Oliver.
—¿Qué? —digo hirviendo por dentro.
Oliver frunce el ceño, su aura malhumorada vuelve a él.
—¿Podéis dejarme solo con Lucien? —gruñe, con su mirada fija
en mi padre.
Tanto mi madre, como yo asentimos con miedo y nos vamos de
ahí lo más rápido posible, no por Oliver, él ya no me da tanto miedo
como antes, es más por mí y por la ira que estaba por explotar de mi
pecho.
17

OLIVER

S u mirada no conecta con la mía, sus manos sujetan la silla con


tanta fuerza que sus nudillos están blancos. Me pongo de
cuclillas frente a mi viejo amigo, ya no lo reconozco, está
amargado y resentido, y tengo que hacer algo al respecto.
—No puedo ponerme en tu lugar y tampoco puedo imaginarme
por lo que estás pasando, pero es hora de que alguien te diga cómo
son las cosas en este lugar y voy a sacrificar nuestra amistad,
porque prefiero que te enfades conmigo y no con tu familia.
—Oliver…
—No terminé de hablar —digo firmemente, Lucien asiente,
permitiéndome la palabra—. No puedes solo con esto y no puedes
encerrarte bajo techo y hundirte en la miseria. No lo voy a permitir y
sé que tu familia tampoco. Esto —digo señalando la silla—, no se
acerca ni a la mitad de lo que planeo hacer para que vivas una vida
normal o lo más cercano a la normalidad que podamos conseguir.
Así que, a partir del lunes, las cosas van a cambiar por aquí.
Me levanto y me dirijo a la caja, para abrirla y preparar la silla.
—¿A qué te refieres? —Su voz suena alterada o mejor dicho,
asustada.
—A que todos vamos a colaborar para que mejores, por
empezar, necesitas terapia, ejercicio y distensión. Me han
recomendado un centro especializado para personas que pasaron
por lo mismo que tú, quiero que…
—¡No soy tu responsabilidad, Oliver! —grita con dientes
apretados.
Lo ignoro, los berrinches no funcionan conmigo, en cambio abro
la caja y preparo la silla, es ergonómica, con acabados modernos y
futuristas, las ruedas son blancas y como dije antes, todoterreno. La
coloco a su lado con firmeza y comienzo a hablar.
—Eres mi familia —digo de brazos cruzados— y yo me hago
cargo de mi familia porque quiero, y lamento si tu autoestima se
arruina en el proceso, espero que en algún momento te des cuenta
que todos estamos intentando hacer esta situación más llevadera,
especialmente tu hija, que dejó su vida atrás para complacer tus
deseos de seguir en este lugar y tú se lo devuelves con críticas y
gritos. No señor, esto cambia hoy. Necesito una confirmación tuya.
Lucien asiente.
—Verbal, Lucien, quiero escucharte decirlo.
—Prometo dar todo de mí para mejorar esta situación.
—Excelente, ahora déjame cambiarte a la otra silla.

P siguiente ya hice la reserva en el centro de


rehabilitación. Lucien necesita salir de aquí, hablar con alguien que
no sea su mujer ni su hija y respirar otros aires, especialmente unos
donde no le recuerden constantemente que perdió la capacidad de
caminar.
Tengo que admitir que no soy del todo bueno, internamente me
di cuenta que menos tiempo de Lucien en la casa, equivale a más
tiempo a solas con Cala y odio tener ese pensamiento en la cabeza,
pero está ahí, latente.
Odio saber que me tiene así.
Kill tenía razón, nunca estuve así por una mujer y se me nota.
Hasta Lucien lo nota.
No sé a dónde pretendo ir con ella, o qué tan lejos estoy
dispuesto a ir, solo sé que necesito tenerla cerca, que ansío un
momento a solas con ella más que con nadie.
Parece peligroso, nocivo para mi salud, pero demonios, la
necesito.
Por suerte hoy fue un día productivo. Por la mañana fui a tres
obras que tenemos en este momento, todas en el condado de
Denton. El jefe de obra me llevó por todo el lugar, explicando los
avances que hicieron y lo que se aproxima, definitivamente es un
gran proyecto y estoy orgulloso de cómo está encaminado. Para el
mediodía, tuve la reunión con los inversionistas, tenemos un
complejo de viviendas en Flower Mound que está a punto de
estrenarse, casi todos los lotes están vendidos y es uno de los
barrios más esperados de ese año.
A las cinco de la tarde estoy agotado.
Suelo volver mucho antes a mi rancho, pero días como estos
ocurren y más seguidos de lo que me gustaría admitir.
Mis manos están en el volante y se sienten transpiradas,
ansiosas, perece que volver a casa es una necesidad física más que
mental y quiera admitirlo o no, Cala está en mi mente, aparece
como esas publicidades pop-up de las páginas web y solo
desaparece cuando hago clic en “cerrar”.
Sal de mi mente, intrusa.
Aparco en el garaje e impacientemente abro la puerta de la
cocina, quiero darle la noticia a Lucien de cómo será su nueva vida,
quiero ver a Cala, aunque sea de lejos y quiero que mi perro me
reciba como lo hace todos los malditos días, pero no está por ningún
lado, es más, nadie está a la vista.
—¿Hay alguien? —Miro a un lado y luego al otro dentro de la
cocina que está impoluta y sin Eliza parece gigante y abandonada.
Camino por la sala, el comedor para doce personas (nunca
usado) y subo a la primera planta, entro a mi dormitorio, esperando
ver a Astro desparramado en mi cama, pero tampoco está allí.
—¿Dónde demonios están todos? —murmuro mientras me quito
mi traje y lo dejo delicadamente sobre el sofá al lado de la
chimenea.
Entonces miro por la ventana y la veo a ella, a lo lejos, hablando
con un hombre.
Cojo mis prismáticos y veo movimiento cerca del granero, todos
están allí, apoyados en la cerca, Eliza, la madre de Cala, Lis y
Lucien con su nueva silla de ruedas, viendo cómo Cala y un hombre
que no reconozco inspeccionan a una cabra, Juana para ser más
exactos.
Hasta Astro los mira entretenido.
Sin dudarlo un minuto me subo al todoterreno y conduzco
decidido hasta allí con un inesperado mal humor. Cierro la puerta
con más fuerza de la que quería ejercer y eso llama la atención de
todos.
—Buenas tardes —digo con precaución.
—Oliver —responde Cala con energía desmedida, si no la
conociera mejor, diría que intenta enmascarar nervios—, ¿conoces
a Archie? Es el sustituto de Raúl, el veterinario.
Cruzamos la mirada con Archie, alguien demasiado joven para
ser un veterinario con experiencia. Tiene cabello rubio ceniza, ojos
verdes, pero no como los míos, más oscuros y una quijada
masculina que podría ser la envidia de Johnny Bravo. De cuerpo
fornido, tiene una camiseta negra, demasiado ajustada, unos
pantalones cortos (¿Hola? ¿Hace frío?) color caca y unas zapatillas.
¿A quién demonios envió Raúl?
Solo para aclarar, Raúl es el veterinario de confianza que viene
cada seis meses a revisar a los animales.
—¿Qué le ocurrió a Raúl? —Mi ceño está fruncido, más de lo
normal, mis buenos modales, completamente olvidados.
Astro lloriquea y se sienta a mis pies, como si percibiese la nube
negra sobre mi cabeza.
—Raúl tuvo una emergencia familiar —dice Cala.
—¿Y por qué no fuimos informados?
—Raúl estuvo hablando conmigo —responde de vuelta ella con
un tono irritado—. ¿Recuerdas que soy la nueva encargada de este
rancho?
Por primera vez la miro, la severidad en mí hace que devuelva el
doble de enojo solo con su mirada.
Archie se ríe ante la respuesta, pero se silencia cuando vuelvo a
él.
Lis y Lucien se retiran lentamente, Eliza hace lo mismo, como si
no pudiera verlos.
—Oliver Walker —digo estirando mi mano para estrecharla.
Archie la toma y comenzamos el juego de ver quién aprieta más
fuerte.
Naturalmente, el ganador soy yo.
—Un gusto, señor Walker, espero satisfacer las necesidades de
Cala con mi trabajo.
Qué carajos.
Qué…
Carajos…
Soy el único que satisface las necesidades de Cala, hijo de…
—Yo soy el que tiene que estar conforme con tu trabajo, Archie.
—Nuestras manos siguen apretadas—. No te equivoques.
Sonrío con los labios sellados y muy apretados.
Cala masajea el puente de su nariz como si yo fuese demasiado
para ella.
—Oh, sí claro, lo siento. —Me suelta y baja la cabeza, mirando
fijamente el césped.
Eso pensé.
Cala me mira con ojos entrecerrados.
—¿Comenzamos con la ronda? —pregunta Cala caminando
hacia el granero y lejos del denso y oscuro Oliver Walker.
Archie asiente y pidiendo permiso, camina tras ella.
Y yo tras ellos.
No me reconozco, pero sus intenciones no parecen muy buenas
y solo necesito proteger a mi empleada de idiotas que piensan que
se pueden follar cualquier cosa que se mueva.
Mis extraños sentimientos para con ella no tienen absolutamente
nada que ver con esto.
No.
En el transcurso, Archie es amable, sonríe todo el maldito tiempo
y hace chistes de doble sentido para que Cala ría sin parar.
Yo, por otro lado, los observo apoyado en la cerca, con mi ceño
fruncido y los músculos de mi rostro rígidos como piedra.
Archie inspecciona primero a las cabras, domándolas como si su
vida dependiera de ello, tiene el complejo del cazador de cocodrilos,
haciéndole show a Cala, pretendiendo que su vida está en peligro
por el cuernito del pobre animal.
Yo suspiro con irritación y sí, lo hago para que ella me escuche y
lo hace, por eso me lanza dardos envenenados con los ojos, en
cambio yo le sonrío con malicia.
Lo siguiente son las vacas y finalmente los caballos, le toma
mucho más tiempo de lo que le toma a Raúl y eso ya es un punto en
contra. Cala lo ayuda y le hace preguntas incesantes de lo que
hace, cómo lo hace y por qué lo hace así y él responde con
paciencia y encanto. Cuando termina intercambian números en
“caso de emergencia” y finalmente Archie se retira.
Mis hombros se relajan, hasta que Cala se para frente a mí, con
sus manos en jarras.
—¿Qué fue eso?
—¿A qué te refieres? —Cruzo mis brazos sobre el pecho.
—A ese show que hiciste, entiendo que todo tiene que pasar por
tu control, pero no hace falta maltratar a los empleados.
—Yo no maltraté a nadie.
Cala arquea una ceja y cruza sus brazos, imitando mi postura
rígida.
—Sí lo hiciste, fue notorio e incómodo. ¿No confías en mí? ¿En
mi criterio?
Ese no es el problema, Cala.
—Sí que lo hago.
—¿Entonces?
Me siento en peligro y temo por mi razonamiento lógico.
—Es quien soy.
Sonar como un idiota es mucho mejor que verbalizar mis
verdaderos pensamientos. Cualquier cosa es preferible a tener que
decirle lo que ocurre en mi cabeza, cosas que ni yo entiendo.
Cala da un paso más cerca, juntando nuestros cuerpos, su
perfume a naturaleza y libertad se mete por mis fosas nasales y
siento que pierdo el control.
Trago con fuerzas.
—El cuento a otro, señor Walker —susurra y se aleja de mí,
moviendo sus caderas como si su superpoder fuese encantarme
con magia y estrellas.
Esto se está descontrolando y no hablo solo del bulto creciente
en mis pantalones.
18

CALA

E l golpecito en la puerta es casi imperceptible, pero resulta que


estoy en completo silencio y con un libro entre mis manos.
Cuando abro la puerta, está Oliver con sus manos en las
caderas, una postura derrotada, mirando al suelo.
—Hola… —susurro.
—No sé por qué estoy aquí —suelta, evitando el contacto visual.
—¿Quieres pasar?
No quiero que nadie escuche que está tocando mi puerta tan
tarde por la noche.
Oliver asiente y se mete en mi dormitorio, mirando todo como si
fuese la primera vez que habita este lugar.
—Nunca vengo a este dormitorio —confiesa.
Se nota.
—Tiene puerta. —Señalo, eso es lo único que mi cerebro pensó.
Oliver me mira confundido.
—La casa de mi padre no tenía puerta, esto es un cambio
enorme.
Oliver se apoya sobre un pequeño escritorio, que cruje por el
peso de su cuerpo, cruza sus brazos y me mira con pena, me
molesta, no quiero que me mire así.
—Me alegra que lo disfrutes, alguien tiene que hacerlo.
—¿Por qué no viene tu familia? Este es un lugar increíble para
pasar las vacaciones.
Oliver levanta sus hombros y los deja caer.
—Están ocupados.
—¿Los invitaste alguna vez?
—Ellos saben que tienen un lugar aquí.
—No es lo que pregunté.
Sus ojos me atraviesan y eventualmente niega con la cabeza.
Sonrío y me siento en la cama, enfrentada a él.
—No sé cómo hacerlo.
—Bueno, una llamada a tus hermanos es un buen primer paso.
—Van a pensar que es aburrido, no los quiero aquí, sintiéndose
obligados.
—Un niño nunca va a aburrirse con una granja, tienes un lago
lleno de barcas, van a estar fascinados. Yo puedo ayudarte a
organizar todo, aunque todavía no sé montar a caballo.
—Yo puedo enseñarte si quieres. —En sus ojos pasa algo, un
brillo inesperado.
—Me encantaría.
Me duele el corazón de ver a este hombre, con poder adquisitivo,
una empresa líder en Texas y una belleza difícil de superar. Oliver
lucha contra sus demonios internos y sé que son muchos, más de
los que cualquier hombre pueda admitir.
Pero así es siempre, ¿no? Los problemas que nacieron en el
pasado, conviven en el presente, quizás se reflejan en nuestro
comportamiento o en nuestros hábitos. Mi abuela decía que todo ser
humano está luchando con sus problemas y que deberíamos ser
más considerados cuando vemos a alguien esforzándose para salir
de allí, aunque sea un rato.
Eso es lo que está haciendo Oliver ahora.
Su mirada no se aparta de mis ojos. Me pregunto si sabe que lo
estoy analizando.
Yo no sé qué hacer con mis manos, así que las entierro entre mis
muslos.
—No quiero, pero deberíamos hablar de lo que ocurrió ayer —
dice mirando al suelo—. No quiero que pienses que…
—Yo no pienso nada, no soy la mejor persona para juzgar a
nadie, así que no tienes que explicarme nada si no quieres.
—Eso es lo raro, creo que quiero, pero no encuentro las
palabras. —Se rasca su barba pensativamente, luego vuelve a mí,
esperando por mi reacción.
—No me iré a ningún lado, no hace falta que te apures.
Oliver intenta sonreír y yo trato de devolverle el gesto, pero
parece que algo nuevo se cruza por su mente.
—Siento haber sido un imbécil hoy, es que… —Niega con la
cabeza, parece que es una olla a presión, un volcán a punto de
erupcionar—. Estoy teniendo problemas personales y a veces me
desahogo con los demás.
Me levanto de la cama y camino hacia él.
Mis pies descalzos, mi pijama puesto. Oliver, por otro lado, lleva
una camiseta gris y un pantalón de chándal oscuro.
Tomo sus manos entre las mías.
—Siempre tienes un confidente en mí, Oliver.
Él mira nuestras manos detenidamente y de golpe me siento un
poco inhibida por los callos nuevos que aparecieron con el trabajo,
mis uñas no son perfectas ni femeninas y viejas heridas sanan con
colores borgoña o rosas.
—Quiero algo de ti Cala y me detesto por desearlo con tanto
fervor.
—Dime —susurro, mi voz pesada con algo que no sé si es
anhelo o miedo.
Susurra tan bajo que por un momento creo que dijo tócame .
—¿Qué?
—Tócame, necesito tus manos, quiero saber hasta dónde puedo
llegar.
Me silencio, procesando lo que pide. El corazón se me estruja
por verlo agonizando así, evitando la mirada, mendigando por una
caricia, como un perro de la calle despojado de amor.
—¿Dónde quieres mis manos?
Oliver vuelve a negar con la cabeza, batallando contra sus
propios pensamientos, sus ojos siguen fijos en nuestras manos
agarradas, su respiración pesada y rápida.
—En todas partes. —Finalmente levanta la mirada y sin vacilar,
busca mis labios, estrellándose en mí.
Yo lo recibo con la misma intensidad. Sus manos guían las mías
sobre sus hombros y me doy el lujo de sentir sus músculos duros
bajo las puntas de mis dedos.
De su garganta sale un gruñido bárbaro y presiento que me pide
más. Oliver sin usar palabras pide a gritos que rompa esa barrera
que no lo dejó disfrutar del contacto de nadie, probablemente
durante toda su vida. Así que, con cautela, deslizo mis manos por
debajo del fin de su camiseta, rozando su estómago.
Se contrae como si le hubiese tirado agua helada.
—¿Estás bien?
—Sí, sí, sigue —urge con dientes apretados.
Su estómago es duro y tiene vello, no mucho, pero lo suficiente
para que me guste la superficie áspera y varonil bajo mis manos.
—Quítatela —ordeno refiriéndome a su camiseta.
Él responde inmediatamente, quitándosela bruscamente por la
cabeza y dejándola caer en el suelo de mi dormitorio.
Abdominales, pectorales definidos y la V en su pelvis cubierta
con vello varonil y grueso, todo es acariciado por mí. Sus ojos
recorren con detenimiento el movimiento de mis manos, pero yo lo
observo a él y mido mi recorrido, en base a su reacción. La peor
parte está cerca de su miembro, allí es donde más se tensa, pero
cuando toco sus abdominales es cuando más se relaja.
Oliver apoya su frente sobre la mía y con los ojos cerrados busca
mi boca. Mis sentidos se enfocan solo en sus labios y cómo se
sienten sobre los míos, demandantes, fuertes, sedientos…
Sus manos buscan a ciegas mi pijama, busca arrancarlo de mi
cuerpo y con éxito, deja mi sostén al aire.
Cualquier hombre se concentraría inmediatamente en mis
pechos, Oliver no, sus ojos están clavados en el gran tatuaje de mi
brazo izquierdo.
Uno que lo mantuve oculto todo este tiempo.
Una constelación, estrellas de diferentes tamaños se
desparraman de mi hombro hasta mi codo, una media luna con un
rostro pacífico en el medio.
Las yemas de sus dedos acarician mi piel con fascinación.
—Mi cielo estrellado —susurra, parece confundido, sus cejas
están unidas, pero no con la severidad que demuestra cuando
estamos en el campo.
—Me lo hice hace muchos años —respondo, no sé por qué, no
me preguntó hace cuánto me lo hice o por qué, pero sigo explicando
—, cuando mi abuela murió, quería recordarla con algo.
Oliver toma con cuidado las tiras del sostén y las deja caer, su
boca besa mi cuello lentamente, hasta llegar a mi mandíbula.
—Cama —ordena sobre mis labios, sus pies me llevan hacia
atrás hasta que mis rodillas se vencen con el colchón y me caigo en
la mullida superficie.
Él gatea sobre mí hasta colocarse entre mis piernas y permitir
que nuestros torsos se acaricien.
—Tu piel —dice acariciando con su nariz el valle de mis pechos
—, tu piel me fascina.
Sonrío satisfecha, me gusta escuchar su devoción, nunca sentí a
un hombre apasionarse por mi cuerpo. Siempre estuve con hombres
que eran egocéntricos, se preocupaban más por cómo les podía dar
placer en vez de pasar un buen momento.
Por un largo rato, lo único que hacemos es acariciarnos, yo con
mis manos, él con su nariz y sus cachetes, sobre mis pechos, mi
cuello, mi estómago.
El calor entre mis piernas es insoportable, me siento empapada y
mi cuerpo se inclina ante su contacto.
—Quiero lamerte —susurra bajando por mi estómago—, hasta
que grites mi nombre.
Entierro las puntas de mis dedos en su cabello, es suave al
tacto.
—¿Quieres que nos escuche mi padre?
—A esta altura es lo que menos me importa —dice entre mis
piernas—, y aparte, estamos de acuerdo que nombrar a tu padre
cuando estoy por darme un festín entre tus piernas no es la mejor
idea, ¿no?
Libero una carcajada en el mismo momento que entierra su boca
en mí y de golpe jadeo con dificultad.
Oliver besa ahí abajo con la misma pasión que usó para besar
mis labios. Misma dinámica, misma velocidad y fogosidad.
Sus manos sostienen mi estómago para clavarme en la cama,
mientras yo acaricio sus hombros, su cuello…
La bola de energía que siento en la base de mi estómago se
potencia, se incrementa y se contiene por unos segundos, hasta que
hierve y explota con el nombre de Oliver en mis labios.
Él incrementa la velocidad y profundiza su lengua a medida que
mi orgasmo se expande por todo mi cuerpo como una onda
expansiva nuclear.
—Te dije que ibas a gritar mi nombre —dice el engreído,
limpiándose mis fluidos de su boca.
Se recuesta a mi lado, toma mi mano izquierda y la apoya sobre
su estómago.
—¿Cómo era tu vida antes de venir aquí? —pregunta.
Pienso mi respuesta con detenimiento antes de soltarla por mi
boca, porque ahora mi vida pasada parece tan poco significante,
aburrida y rutinaria, que prefiero no pensar en ella.
—Trabajaba para el periódico local de Waco, haciendo
entrevistas a los comerciantes durante la mañana, por la noche iba
a la universidad, estaba haciendo un postgrado de periodismo
digital.
—¿Lo extrañas?
—Honestamente no, ahora me doy cuenta que la vida era
sumamente aburrida antes de conocer a tus animales, tu campo y
esta vida. No sé cómo haces para marcharte a la ciudad, siento que
están cada vez más lejos mis días de chica de ciudad.
Oliver se ríe, liberando aire por la nariz.
—No lo pienso demasiado, hago mi trabajo con los ojos
cerrados, lidio con mis empleados y vuelvo lo más rápido que
puedo.
—Entiendo, creo que nunca estuve entusiasmada por comenzar
el día.
Oliver entrelaza nuestras manos. La cercanía física fluye con
naturalidad, su compañía es grata, pacífica y bienvenida por mi
cuerpo. No solo por los orgasmos cósmicos que me da, él tiene
mucho que ver, pero en la parte de atrás de mi mente, hay una
alarma sonando, una que me advierte que estamos llegando a un
nuevo territorio, uno que no tiene condiciones óptimas, más bien es
un camino rocoso y peligroso.
19

OLIVER

C ala Saint-Clair reposa a mi lado.


No hablamos, más bien decimos pocas palabras, pero
dentro del silencio, solo siento paz y comodidad. No tengo la
urgencia de irme, ni de terminar con esto para poder seguir con mi
existencia solitaria.
Emociones nuevas nacieron en mi cuerpo en los últimos
minutos, las paredes que levanté hace mucho se bajaron
momentáneamente, para dejarme disfrutar de ella, de lo que Cala
representa para mí, sorpresivamente.
Es curioso cómo alguien tan diferente a mí, tan opuesta, me
llame así, me vuelva loco de curiosidad y que arda de deseo.
Ella es de colores, yo soy gris, entonces ¿cómo es que existe
esta sinergia?
Hace unos minutos estaba en mi cama, sintiendo su perfume en
mi almohada de la noche anterior donde me rescató de una
pesadilla y cuando me di cuenta, estaba tocando la puerta de su
dormitorio.
Quiero pasar tiempo con ella, conversar con ella, conocerla y no
puedo admitirlo en voz alta.
Creo que es hora de que hable con Kill sobre esto, porque por
más que disfrute de esto nuevo que apareció en mi vida, sé que las
consecuencias pueden ser nefastas. Pero cierro la puerta de ese
pensamiento y me alimento del perfume de la intrusa, enterrando mi
nariz en su cuello.
—¿Qué planes tienes para el fin de semana? —pregunto.
Hoy es viernes por la noche y es su último día de trabajo.
—Probablemente leer y comer —responde con una risita
adorable.
Me gusta su sinceridad.
Hay un libro en su mesa de noche, es el único que pudimos
rescatar, parece gastado, probablemente sea su libro favorito y lo
leyó muchas veces. Es gordo y de tapa amarilla, no llego a leer el
título desde aquí y alejarme de su cercanía es lo último que quiero
hacer.
—Estoy pensando en usar mi cocina exterior, hacer una
barbacoa con tus padres.
Cala me mira de refilón, con una ceja arriba.
—¿Ya llegamos a esa etapa?
Me apoyo sobre mi codo, para verla mejor. Siento mis mejillas
hirviendo, no quiero asustarla, pero tampoco quiero demostrarle qué
tan idiota me siento.
—No, yo solo quería usarla y…
—Hey, no me tienes que explicar nada, si hay comida, allí me
tienes.
Sonrío satisfecho.
—Genial, nunca la usé —respondo acostándome de vuelta a su
lado e intentando calmar los latidos desmedidos de mi pecho.
Me gusta que los dos tengamos el torso casi desnudo, digo casi
porque sus pechos están guardados en el sostén, pero el gran
descubrimiento del día no fue eso, sino el tatuaje exquisito que tiene
en su brazo, uno que tiene estrellas y lunas y mi completa atención.
—¿Cómo no vi esto en el granero? —susurro mirando su piel.
—No hubo mucho tiempo, creo. —Su mirada pícara me hace
sonreír y le provoca cosas extrañas a mi estómago.
—Es verdad —respondo recordando cómo tomé control de
nuestros cuerpos ese día de tanto miedo y adrenalina.
—¿Tú tienes algún tatuaje?
—No, demasiado permanente para mí —respondo—. Mi
hermano Killian tiene, ya perdí la cuenta de cuántos.
Ahora es ella quien se apoya en su brazo para mirarme mejor.
—Creo que deberías invitar a tus hermanos, usar esa barbacoa
con ellos, enseñarles el lugar donde vives.
—Pero es con vosotros con quien quiero compartirla —respondo
mirando el contorno de sus labios, mis dedos acarician su cabello.
—Nosotros no deberíamos reemplazar a tu familia, Oliver,
llámalos, tienes habitaciones para todos, inclusive con nosotros
aquí, quién sabe, quizás el ruido de una casa llena es exactamente
lo que necesitas.

T el móvil entre mis manos, estoy solo en la oficina, mirando el


dispositivo como si fuese un trago difícil de pasar.
El día de acción de gracias está a la vuelta de la esquina y pensé
que sería una buena idea invitar a mis hermanos, bueno, “pensé”,
en realidad Cala pensó por mí, pero algo me detiene. Una parálisis
que creí que no existía, es como cuando los adictos dicen que “ellos
pueden detener la adicción en cualquier momento” pero cuando lo
tienen que hacer, pierden la cabeza. Bueno, siento que me pasa
algo similar, creí que no los llamaba por diferentes razones, pero
ahora que debería hacerlo, estoy petrificado.
—Son mis hermanos por el amor de Dios, no debería sentirme
así —susurro entrando al canal de chat que tenemos los cuatro.
El cursor titila, esperando que escriba algo, lo que sea, pero mis
dedos no se mueven. Una adrenalina que conozco muy bien
aparece y hago lo único que sé hacer cuando me siento así.
—Plantas vasculares, Licopodios, equisetos y helechos. Plantas
con semillas. Gimnospermas: cícadas, ginkgo, coníferas. Plantas
con flores o angiospermas: monocotiledóneas y dicotiledóneas…
Un mensaje aparece en la pantalla.

Cala Saint-Clair:
Hazlo.

—¿Cómo demonios sabe? —susurro, mientras escribo una


respuesta.
Anoche cuando me fui de su cama, inventé una excusa
cualquiera para pedirle su teléfono, siempre relacionado al trabajo,
pero los dos sabíamos que era una gran mentira. Me pregunto si
ella también desea tener acceso a mí cuando no estoy en la casa,
como me pasa a mí con ella.
Oliver:
Estaba en eso y me interrumpiste.

Cala Saint-Clair:
Prueba o no te creo.

Maldita sea.
Cierro el chat de Cala y vuelvo al de mis hermanos.
Oliver:
Hola. Buenos días. No, demasiado formal .
Hola, ¿ya tienen planes para el Día de Acción de Gracias?

Silas:
Nada.

Luca:
No tengo ni idea, tendría que preguntarle a Emma.
Killian:
Reunión con amigos.

Silas:
¿Por qué?
Demonios ahora sí tengo que invitarlos.
Prueba o no te creo.
Prueba o no te creo.
Oliver:
Estaba pensando en los niños, ¿quizás les apetece venir a
conocer mi campo?
El mensaje tiene los dos tics celestes, todos vieron el mensaje,
pero nadie responde. Yo sabía que era mala idea, me dejé llevar por
Cala, pero ella no conoce a mis hermanos como yo, ella cree que
somos una familia unida y no hay nada más alejado de la realidad.
Me voy a hacer escuchar cuando llegue a casa y le diga que no
pienso escuchar un solo consejo más de…

Silas:
Julián está saltando por la casa de la alegría.

Luca:
Creo que es una idea excelente.

Killian:
¡No vale! Ahora voy a tener que cancelar mis planes para ir.

M , mientras sus mensajes caen


delante de mis ojos, hablando de los planes que quieren hacer y
chistes sobre una semana de vida de vaquero.
Una media sonrisa aparece en mi rostro, incrédulo de lo que
estoy viendo.
—Maldita sea, tenía razón —digo pensando en Cala y su magia.
Mi risa comienza silenciosa, pero termina explosiva, liberando
toda la tensión que tenía en el cuerpo.
La puerta de mi oficina se abre, mi asistente entra con una ceja
arqueada.
—Señor Walker, ¿está todo bien?
La pobre debe pensar que me he vuelto loco, nunca me vio reír.
—Sí, sí —digo ignorando su reacción—. Puedes retirarte, Gina.
Ella se va, pero puedo ver que me observa a través del vidrio.
Luca tiene razón, tener los vidrios tintados ha sido la mejor
inversión que he podido hacer.
Sin dudarlo pulso “enviar”.
Cala atiende al cuarto tono de llamada.
—Señor Walker —dice seriamente.
Si supiera lo que le hace a mi entrepierna, no lo diría así.
—Los invité —suelto.
—¿Y?
Puedo escuchar a través de su móvil a los pájaros de mi campo,
vacas mugiendo y el viento golpeando el micrófono.
Mi cuerpo pide a gritos estar ahí, pero esta vez es por otra razón,
ella.
—Dijeron que sí, los tres. —Mi voz es seria, pero mi emoción es
desmedida dentro de mi pecho.
—¡Te lo dije, Oliver! —grita ella, puedo escuchar su sonrisa, está
feliz por mí y eso es nuevo para mí.
Siempre se me dio fatal crear amistades, especialmente después
de eso que pasó. Con ella parece que eso cambió.
—Sí, me lo dijiste y no te creí.
Gracias , quiero decirle, gracias por empujarme a hacer esto .
Pero mi boca está sellada, mi corazón desbocado en mi pecho.
Cuando llego al rancho, Eliza me espera como siempre en la
cocina, una sonrisa en su rostro, la batidora funcionando haciendo
algo que parece crema.
Astro se abalanza contento de verme y yo acaricio su pelaje.
—¡Cala me lo dijo todo! Estoy muy emocionada, ya tengo el
menú hecho, ¿crees que tus hermanos tengan alguna alergia?
Dejo mis pertenencias sobre la mesa, principalmente el móvil y
unos papeles que tengo que leer luego y la observo con una media
sonrisa.
—¿Quién eres y dónde está Eliza? —pregunto.
Normalmente es bastante medida.
Ella camina hacia mí y me abraza, es la primera vez que lo hace
y aunque mi cuerpo se vuelve rígido por un segundo, la dejo
demostrar su entusiasmo, la pobre me llega al pecho, así que me
agacho un poco.
—Estoy muy feliz por ti —dice en mi oído—. Y me gusta lo que
Cala provoca en ti, tengo grandes planes para vosotros dos.
La suelto inmediatamente.
—¿Planes?
Con las puntas de sus dedos, empuja mi pecho.
—No te hagas el tonto conmigo, yo veo cómo la miras.
—Somos… amigos —digo saboreando la palabra en la boca, se
siente rara—, nada más.
Amigos con beneficios, ¿no? amigos que se tocan y realmente lo
disfrutan.
Nada más.
¿No?
El futuro con Cala suena aterrador, poco profesional y
emocionante.
—Quiero que me confirmes cuántos sois Oliver —dice Eliza
volviendo a su tarea, detiene la batidora y levanta la crema con una
cuchara, espera a ver si la gravedad tiene efecto sobre la crema o
no y cuando está satisfecha, golpea la cuchara tres veces en el
cuenco—. Voy a hacer una lista de preguntas que necesito saber sí
o sí.
—Faltan tres semanas para el día de Acción de Gracias —
rezongo mientras miro por los ventanales a mi campo, buscándola.
—No importa —responde y sigue hablando.
Pero dejo de escucharla cuando la encuentro entre los caballos,
puedo verla hablar con ellos, porque mueve sus brazos
enérgicamente. Sonrío al verla ser tan ella, tan libre en este hábitat
que creé.
Eliza carraspea y cuando volteo tiene los brazos cruzados y una
ceja arriba.
—No es lo que parece, estoy vigilando que haga un buen
trabajo.
Antes de que me pueda responder, me enfoco en Astro y me voy
con él a mi dormitorio.
20

CALA

E n esta última semana ocurrieron muchas cosas.


La construcción de nuestro nuevo hogar comenzó. Oliver
modificó la vieja casa de mi padre en una adaptada para sus
nuevas necesidades, es una casa más grande, de un solo piso, para
que él pueda moverse por toda la propiedad sin restricciones. Oliver
me mostró el plano y pidió mi opinión cuando se encerró en su
oficina con el arquitecto. Los dos estábamos sobre el plano azul,
señalando cosas, aportando ideas como un equipo y me gustó
sentirme parte de su vida.
Lo segundo importante que pasó fue que Oliver tocó mi puerta
todas las noches, bueno casi todas, hubo una que tuvo que trabajar
hasta las doce, lo escuché entrar a la casa, vacilar si tocar mi puerta
o no y cuando se fue me sentí rara. Así que fui yo a su dormitorio y
charlamos hasta la madrugada otra vez.
Todas las noches me ruega que lo toque, que lo acaricie, a veces
termina en una sesión caliente de caricias, otras simplemente,
adorables y tiernas, hasta me atrevo a decir románticas.
Pero nunca sexo.
No volvimos a tener sexo y cada día me cuesta más no pedirle
de rodillas que me tome como aquella vez, que se hunda en mí con
pasión y fuego. Pero, al mismo tiempo, nuestras charlas se volvieron
cada vez más profundas, más peligrosamente cerca de conocerlo
desde su núcleo y no me puedo quejar. Oliver es como un puzzle,
pero las piezas están escondidas dentro de su mente, rotas o
resguardadas. Resolverlo se ha vuelto mi actividad favorita y espero
con ansias la noche y mi tiempo a solas con él.
Ahora estoy en mi descanso, con mi trasero en el césped. Astro
acostado a mi lado y mis manos le acarician entre sus orejas. El
cielo se está llenando de nubes, anunciaron lluvias para los
próximos días y eso hace mi trabajo un poco más difícil. Así que lo
importante es aprovechar el sol, aunque sea por unos minutos.
Por otro lado, mi padre comenzó terapia, pasa casi todo el día,
tres veces por semana, en un centro terapéutico donde charla con
hombres y mujeres que están en las mismas condiciones que él. El
primer día no se lo veía entusiasmado, para el segundo ya tenía otro
humor.
Mi madre por otro lado, encontró refugio en el campo, me ayuda
con algunas tareas, se está familiarizando con los animales y la
forma que tengo de trabajar, siempre con cuidado de que su
enfermedad no se meta en el camino. Puedo darme cuenta que
pasar tiempo juntas la recarga de energía para pasar tiempo con mi
padre cuando vuelve a casa.
Las cosas parecen estar estabilizándose, fluyen con naturalidad
como mi relación con Oliver.
Astro levanta la cabeza, sus orejas arriba, su mirada fija en un
punto. Cuando sigo con la mirada, veo a Oliver caminando hacia
nosotros, esta vez tiene un sombrero vaquero, su camisa de
cuadros tiene los cuatro primeros botones abiertos, su vaquero roto
y sucio a la altura de las rodillas.
Trago saliva y enmascaro el calor que siento en mis mejillas. Es
hermoso, no puedo creer no haber notado su belleza cuando lo
conocí.
—Estoy en mi descanso —digo defendiéndome, un ojo abierto y
uno cerrado, tratando de paliar el sol en mis pupilas.
Oliver acaricia a Astro en el mismo lugar donde lo acariciaba yo,
mientras el perro se le mueve entre las piernas.
—¿Puedo unirme?
Señalo el césped con una sonrisa.
Desde que los hermanos de Oliver confirmaron que venían para
el día de Acción de Gracias, el hombre no para de reparar el rancho,
acomodar, limpiar para que todo esté perfecto. Me gusta verlo tan
animado y quiero sentir un poco de orgullo propio por haberlo
empujado, los resultados son agradables de ver.
Se desploma a mi lado y con su sombrero negro, se cubre el
rostro para tapar el sol, mientras que coloca su brazo izquierdo bajo
su cabeza para sostenerse.
Ya no quiero vender sus fotos, las quiero todas para mí.
Esta semana está trabajando desde el rancho para poder
dedicarle más tiempo al lugar. Me gusta tenerlo aquí todo el día, a
veces lo encuentro espiando en la ventana de su estudio y ahora no
me molesta como antes, al contrario, siento que mis mejillas se
encienden.
Aprovechando el momento a solas (mi madre suele estar
conmigo ahora) le voy a decir algo que tenía atragantado.
—Oliver… —susurro— El centro de rehabilitación de mi padre
organiza una cena de Acción de Gracias, los tres vamos a ir, así os
damos espacio a vosotros.
Oliver se quita el sombrero de su rostro y se sienta a mi lado.
—¿Por qué?
—Bueno, ya sabes cómo es mi padre, no quiere estorbar y como
el centro está haciendo esta gran cena…
—Pero hay espacio para todos aquí, yo los quiero aquí. —Su
tono comienza a elevarse.
—Lo sé, pero ya sabes cómo es.
—Sí, voy a meter un poco de sentido común dentro de su
cerebro —susurra para el mismo—. Yo te quiero en la mesa, Cala.
Si no fuera por ti, no tendría una mesa llena este año.
Siento sus ojos posados en mí, pero yo evito la mirada, de golpe
los sentimientos se me atoran en la garganta, sentimientos que no
debería tener para con mi jefe, solo quiero tragarlos y hacerlos
desaparecer.
—Creo que es tu tiempo con tu familia, nosotros podemos…
—Vosotros sois mi familia también —interrumpe—. No quiero
hablar más de esto, no es una opción.
Lo miro de soslayo, a veces me hace sentir que pertenezco, que
le pertenezco a él, pero el encanto se rompe cuando están mis
padres o Eliza.
No quiero pensar cuando estén los hermanos.
Oliver se vuelve frío cuando estamos rodeados y un poco lo
entiendo, lo nuestro es poco conveniente y sabemos que si lo
dejamos evolucionar puede terminar en algo mucho peor.
—Es hora de tu entrenamiento —dice con un tono firme, lo puse
de mal humor, lo sé, pero necesitaba decirle esto yo antes de que mi
padre lo hiciera.
Esta última semana, entrenamos con los caballos una hora antes
del atardecer, las sesiones son de lo más entretenidas. Oliver sabe
muchísimo y tiene mucha paciencia conmigo.
Tomo su mano y me levanto para comenzar. Mi caballo preferido
es Ruby, la yegua con complejo de vaca, es mansa y paciente
conmigo.
Las manos de Oliver siempre se deslizan en los lugares más
intensos cuando me ayuda a subir o a bajar. Su tacto eléctrico a
veces me desconcentra y él se da cuenta porque me regala una
media sonrisa diabólica.
Ya siento que puedo dominar el animal y no estoy hablando solo
de Ruby.
—¿Sientes la libertad que existe encima de un caballo? —
pregunta cuando paso cabalgando cerca.
Sí, no hay mejor manera de describirlo y no quiero pensar lo que
se puede sentir cuando salga a campo abierto.
En la última vuelta dentro del corral, me detengo a su lado.
—Es una sensación única, nunca experimenté algo así —
respondo mientras siento sus manos en mi cintura para bajarme.
—Yo siento eso cada vez que estoy contigo —suelta en el
silencio del atardecer, su mirada me esquiva y se enfoca en la
yegua.
No puedo responderle nada, porque lo que salga de mi boca
puede condenarnos a los dos. Pero sí puedo ver que transmito algo
con la mirada, porque Oliver ata a la yegua en la cerca, justo para
ocultarnos de la mansión y camina hacia mí con decisión. Toma mi
quijada y la eleva para besar mis labios.
Suave.
Lento.
Oliver.
—Deseaba hacer eso desde que me levanté —murmura entre
besos.
Yo también.
Cada día me cuesta más pasar tiempo lejos de ti.
O pretender que no quiero tocarte.
Cuando rompe el beso, los dos estamos agitados y perdidos en
la lujuria. Los ojos de Oliver vagan por mi rostro, su mano acaricia
mi mejilla.
—¿Te veo después de la cena?
Asiento lentamente, tragando saliva, esperando que sea una
promesa.

L de Oliver golpean mi puerta con cuidado de que no


retumbe por el resto de la mansión.
Cuando abro la puerta me encuentro con que Oliver carga con
algo más en sus ojos esta vez y se abalanza sobre mí, tomando
posesión de mi boca, con sed, con fuerza y cierra la puerta de una
patada.
A la mierda el silencio.
Su cuerpo cae sobre el mío en mi cama y la desesperación de
hoy vuelve a explotar dentro de mi pecho.
—Tócame —ruega de vuelta y mis manos recorren su cuerpo.
Quita mi pijama y besa mi tatuaje con adoración.
Yo quito su camiseta de dormir y la arrojo en el suelo, pero me
congelo cuando lo veo quitando su pantalón por primera vez.
Sus calzones también.
Su miembro se despliega delante de mí, grande, grueso y listo
para anidar dentro de mí.
Quiero tocarlo, besarlo, pero tengo tanto miedo de arruinar este
momento, que lo único que puedo hacer es observar, admirando su
cuerpo.
Cuando termina de desnudarse, besa mi estómago, yendo
directamente a mi vagina.
—Oliver, espera. —Lo detengo.
Interrumpe sus planes y espera por mis órdenes.
—Quiero hacerlo yo. —Oliver me mira, de golpe aterrado, puedo
sentir que lo pierdo, así que agrego palabras atolondradas con
rapidez—. Probemos —digo con la voz más calma que tengo—, si
no puedes entonces no.
El vaquero asiente con inquietud y angustia en sus ojos y se
sienta en la cama.
Me arrodillo entre sus piernas y beso sus rodillas anchas,
lentamente moviéndome cerca de su miembro. Sus músculos están
tan tensos que se sienten un garrote.
—Espera, espera —dice sosteniendo mis hombros, su
respiración es irregular, puedo escuchar cómo construye una
ansiedad desmedida que termina en un ataque de pánico. No sé
quién lo lastimó, pero juro que si alguna vez lo conozco, soy capaz
de matarlo por dañar tanto el alma de este vaquero.
21

OLIVER

M i fantasía está a segundos de hacerse realidad.


Cala está entre mis piernas, dispuesta a tomarme en su
boca y yo la estoy deteniendo.
No pude evitarlo, el espasmo fue natural cuando sentí su aliento
cerca de mi polla y la detuve.
—Dame un segundo —digo cuando termino de respirar, aunque
por dentro estoy enumerando las plantas de mi campo.
Ella asiente con paciencia y con sus ojos cálidos. Me siento un
idiota por frenar esto, ardo por ella, pero no puedo, por culpa de él,
mis posibilidades de tener una vida normal fueron completamente
arruinadas.
Oliver, estás roto.
—No tenemos que hacerlo si no quieres —susurra, sus manos
acarician mis piernas, yo acaricio su rostro, con dolor en mis
pulmones y furia en mi sangre.
—No sabes cuánto quiero esto —gruño, no puedo ocultar la ira
que siento dentro de mí por arruinarme esto.
Ella inclina su rostro sobre mi mano y deja que acaricie su
mejilla, es el gesto más íntimo y cariñoso que vi de ella desde que
comenzamos esto.
Pareciera que la imagen le hace algo a mi estómago, ella tiene
magia y derriba con ella todas mis murallas. Mi boca se abre, hay
palabras que quieren salir, pero una serpiente se enrosca en mi
cuello y me calla para siempre.
—Quizás te ayude hablar sobre ello, Oli.
Oli…
Solo mi hermano Killian me llama así, pero cuando ella lo dice,
parece tener otro efecto en mí.
Niego con la cabeza, aunque mi mente pide a gritos que hable,
que abra mi corazón y se lo entregue.
—No puedo —verbalizo tapando mis ojos con mis manos.
—Mi abuela solía decirme que, si no decía lo que me carcomía
por dentro, un día iban a comerme entera —relata—, el día que
estaba lista para decirlas, se sentó a espaldas mía y esperó
pacientemente a que la contara todo.
—¿Y qué le dijiste? —pregunto develando mis ojos y observando
a la mujer más hermosa que vi en mi vida arrodillada humildemente
delante de mí.
—En aquel entonces salía con un chico de mi colegio, Agustín se
llamaba, me gustaba mucho y fue mi primer gran amor. Un día lo
encontré con mi mejor amiga, enrollados en el baño, me sentí muy
humillada, dolida y nunca le dije a él o a nadie que los había visto
juntos, simplemente seguí con mi vida, pretendiendo que todo
estaba bien, pero mi abuela podía verme como si fuese
transparente, sabía que algo me ocurría. Había dejado de ir a su
casa, perdí mucho peso porque no podía aguantar nada en el
estómago.
Escuchar tanto dolor en su voz me deja intranquilo.
—Cuando se lo conté a mi abuela —sigue relatando—, fue como
si se levantara el mundo de mis hombros y sé que esto no se
asemeja ni un poco a lo que has vivido tú, pero…
—Tenías el corazón roto —interrumpo—. Mi dolor no disminuye
el tuyo.
Cala voltea, apoyando sus brazos en mis piernas, su espalda
desnuda hacia mí.
Es curioso cuánto más fácil puede ser hablar cuando la otra
persona no puede mirarte a los ojos. El trabajo se aliviana y la
serpiente afloja su agarre intenso.
PASADO
TRECE AÑOS.

La situación tenía dos puntos de vista, uno positivo y uno negativo.


El positivo era que no estaba exagerando durante esta última
semana, realmente me sentía mal, muy mal, y mis padres pensaron
que estaba haciendo un berrinche porque se iban a las islas
Maldivas en una semana.
Los resultados llegaron y resulta que tengo mononucleosis.
El lado negativo era que tenía mononucleosis y ahora todos
saben que me andaba besando con Catherine bajo las gradas del
campo de fútbol.
Mi madre no intentaba silenciar la discusión que tenía con mi
padre en su estudio, estaban discutiendo a gritos. Uno pensaría que
unos padres responsables no tendrían que pensarlo dos veces, si el
hijo está enfermo, no hay nada más que hacer, se suspende todo.
Bueno, no es el caso de mis padres, ellos simplemente contrataron
a un enfermero, hicieron sus maletas y salieron pitando de nuestra
casa.
Un hombre de unos treinta años, de pelo grasoso y gafas
gruesas apareció en la puerta de mi habitación. Se hizo llamar Eder,
debía medir unos dos metros, era más alto y ancho que mi padre
incluso. El primer día anotó mis síntomas en un formulario, pero no
hizo mucho más. Al segundo día les ordenó a mis hermanos que
tomaran distancia porque tenía que hacer cuarentena durante dos
meses. No tenía ni idea que la puerta tenía llave hasta que me la
mostró, y por supuesto me encerró en mi propio dormitorio.
Al principio pensé que era genial, podía ver tele todo el tiempo
que quisiera, leer sin ser interrumpido, jugar con la Nintendo y hasta
pensar, sin escuchar constantemente las voces de mis hermanos
hablando estupideces todo el día.
Mis dos hermanos mayores no paraban de discutir, algo
relacionado con las hermanas Green y Killian me extrañaba en la
casa y se notaba, no tenía mucho que hacer sin mí. A veces se
sentaba del otro lado de la puerta y conversaba un rato conmigo.
El problema comenzó cuando la fiebre subió. Estaba irritable,
sudaba como un puerco y la cabeza me dolía tanto que tuve que
cerrar las cortinas. La última vez que escuché al enfermero hablar,
dijo que tenía más de cuarenta centígrados y que debía bajar la
fiebre.
¿No era ese su trabajo?
El delirio vino después y con el delirio las pesadillas. Pesadillas
que involucraban a un adulto, haciendo cosas que se supone que no
tenía que hacer, cosas que involucraban sus manos y mis partes
más privadas. Cuando tomaba conciencia estaba aterrado, fatigado
y con mucha tos. Realmente no podía abrir los ojos por más de
cinco minutos sin quedarme dormido otra vez y todo volvía a
empezar.
La risa.
El manoseo.
El miedo.
Durante la segunda semana la fiebre comenzó a bajar.
—Necesito salir afuera —gruñí entre las sábanas.
Sentía calor y frío, estaba muy malhumorado y me faltaba el aire.
—No puedes salir, si sales puedes contagiar a tus hermanos,
¿acaso quieres que ocurra eso? —respondió la voz del enfermero.
Por supuesto que no quería eso, aunque los quejidos seguían
saliendo de mi garganta, pidiendo por favor respirar aire puro.
Algo me despertó, una sensación rara. Abrí los ojos e
inmediatamente supe que algo estaba mal.
Moviendo las piernas frenéticamente y con la poca fuerza que
tenía, lo empujé lejos de mí.
—¿Qué demonios haces?! —grité, mis pulmones no aguantaron
mi exabrupto y empecé a agitarme. Aunque también podría ser por
miedo.
El enfermero sonreía, pero había algo que estaba mal en su
sonrisa.
—Estaba acomodando las sábanas, Oliver, nada más.
—¡Mentira! Estabas… estabas —No podía repetirlo, no quería
decirlo.
—Estaba cuidándote.
—¡No! No, estabas con… con la boca ahí. —No podía modular
bien y sospechaba que era la medicación que me daba.
No podía ser real, ¿no? No podía estar pasándome eso, él era
un adulto, los adultos no les hacen estas cosas a los niños,
¿verdad?
—Bueno, claramente la fiebre volvió, porque estás delirando,
ven, déjame darte algo para que la fiebre baje.
—¡No! —Mis pies se hincaron en la cama, intentaba generar
todo el espacio que podía entre ese hombre y yo. — Llama a mi
hermano, ¡Silas! —grité.
—Oh Oliver, no están, ¿recuerdas que ellos sí pueden ir al
colegio? Estamos solos en tu casa.
Algo en su tono estaba mal, lo que decía y hacía no
concordaban, tenía demasiado miedo como para contradecirlo.
—Quiero dormir, vete.
—Bueno, pero primero debes tomar la medicina que…
—No, no quiero nada, vete.
Su sonrisa se difuminó de su rostro, apretó sus labios y sus cejas
se unieron en el medio de su frente.
Su voz era más grave que antes.
—No estoy preguntando, Oliver. —Con la fuerza de diez
hombres, se arrojó sobre mí y apretó mis fosas nasales para que no
pudiera respirar, inmediatamente abrí la boca y aprovechando mi
incapacidad de respirar por la nariz, metió su mano hasta el fondo
de mi garganta—. Traga la pastilla, ahora.
No tenía alternativa.
La tragué y volví a soñar lo mismo que antes.
Tres semanas así.
Tres semanas donde sabía que mis sueños eran realidad, que
un adulto estaba abusando de mí. No sabía qué hacer y cuando mis
hermanos se acercaron a mí, no tenía palabras en mi garganta para
explicarles lo que estaba pasando.
Lo único que quería hacer era salir del dormitorio.
Mi hermano Kill rompió la cerradura una noche y me llevó al
jardín de mi casa. Nos sentamos en el césped y miramos las
estrellas. Yo sabía que Kill estaba preocupado, él me conocía mejor
que nadie, él sabía que algo estaba mal conmigo. Por suerte nunca
indagó, nunca asumió la realidad.
Solo le pedí un favor y fue que le dijera a nuestros padres que ya
estaba bien y que el enfermero no era necesario.
Kill involucró a Silas y a Luca, ellos se encargaron de despedirlo
y le quitaron la llave de mi dormitorio. Teníamos dos semanas más
antes de que volvieran nuestros padres y les rogué a mis hermanos
que me dejaran dormir afuera. Así que los cuatro llevamos la cama
al jardín y ese fue mi dormitorio por dos semanas. Las dos semanas
más felices de mi vida.
Aunque las pesadillas nunca se fueron, a veces volvían peor que
antes, lo bueno era que cuando despertaba, estaba solo, no había
manos sobre mí, ni un hombre sonriendo.
22

CALA

C uando Oliver termina de hablar, el silencio cae entre los dos,


como una neblina pesada y densa.
Lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas, el dolor
se siente como un cráter en mi estómago.
No hay mucho que decir, no hay palabras que puedan sanar las
heridas de Oliver, pero sí acciones, y estoy dispuesta a darle
resguardo.
Me levanto y volteo, sin dudarlo me siento a horcajadas y lo beso
hasta el infinito.
Las manos de Oliver se posicionan en mi cintura y me estruja
contra su cuerpo desnudo. Nunca lo sentí en tantos lados como
ahora, toca mi espalda, mi trasero, sostiene mi nuca para
mantenerme en el lugar y profundizar más un beso primitivo,
posesivo y muy nuestro.
—Quiero intentarlo de nuevo —jadeo—, quiero que sientas
placer allí.
Oliver asiente, hipnotizado por mi súplica y no pierdo un minuto
en esta pequeña ventana que me regala. Murmuro su nombre, mi
voz clara y fuerte para que recuerde quién es la que está dándole
esto, beso sus muslos y juego con él, acercándome a su miembro,
pero sin tocarlo. Mi plan tiene efecto porque construyo placer y
deseo, hasta mueve sus caderas, buscando que lo toque ahí, en la
zona prohibida.
Quiere que lo chupe y estoy más que dispuesta a ser yo quien lo
ayude.
Mi mano sostiene lentamente la base, Oliver se tensa, pero deja
sus manos a los costados de su cuerpo, sus puños apretados,
aguantando la necesidad de quitarme de encima.
—Aquí voy —digo cuando deslizo mi lengua desde la base hasta
la cabeza.
Grita.
Grita, asaltado por una oleada de placer.
—Oh Dios. —Sus ojos cerrados, con sus puños golpea el
colchón.
Lamo otra vez, como si fuese el mejor helado en el verano y él
jadea como nunca lo escuché.
Y esto solo es el comienzo . Quiero decir, pero no voy a
desconcentrarlo.
Cuando abro la boca y chupo la cabeza de su miembro, Oliver
gime tan fuerte que tiene que tapar su rostro con mi almohada para
suprimir el volumen.
Sonrío orgullosa de mí y comienzo con un movimiento constante
y rítmico. Se siente salado y grueso dentro de mi boca, pareciera
que no puede crecer más, pero lo hace.
—Cala, demonios. —Quita la almohada, arrojándola lejos, sus
caderas comienzan a moverse, buscando ir más profundo, tomar
control y lo dejo, porque eso es exactamente lo que necesita. Tomar
control de su sexualidad, obteniendo el placer que se merece.
Su mano se entierra en mi nuca y me mantiene allí, firme,
mientras me penetra sin piedad, sus ojos me observan y hacemos
contacto visual.
—Espera, espera, voy a... correrme, Cala. —Advierte
empujándome lejos de él, pero me aferro a sus piernas y…
Tarde.
Oliver se corre en mi boca, sus ojos cerrados, su cuerpo
contraído, su boca abierta pero ningún sonido sale de allí.
Cuando termina, me alejo de él y observo el momento cuando
abre los ojos y se enfoca en mí. Está agitado, sus ojos muy abiertos,
claros y enfocados en mí.
Mi teoría es la siguiente, que el único momento que una mujer
puede ver a un hombre vulnerable, es durante el orgasmo, ahora,
después de la conversación que tuvimos, de ser la afortunada quien
él eligió para conocer su historia, ya no estoy tan segura.
Aunque este orgasmo fue único para él, lo pude leer en su
rostro.
—Gracias —dice, toma mi mano y me coloca sobre sus muslos
—. Gracias, gracias. —Me abraza enterrando su rostro entre mis
pechos, puedo sentir que hay lágrimas mojando mi piel. Los dos
lloramos y entiendo que llorar por él es inevitable, tanto como
abrazarlo y decirle que aquí me tiene, que estoy enamorada de él y
que, si me acepta, puedo darle lo que necesita.
En cambio, me fundo en un abrazo desnudo y espero a que
extirpe todo lo que calló todos estos años.

C los ojos puedo ver que el sol está a punto de salir.


Los brazos de Oliver me encierran con firmeza, su nariz
enterrada en mi cuello, nuestras piernas enredadas. Me acurruco
empujando mi espalda contra su pecho. No creía poder estar más
unidos físicamente, pero él lo logra, apretándome contra su pecho.
Sonrío encantada de tenerlo conmigo, nunca pasa la noche aquí,
siempre se escabulle en cuanto me duermo.
Hoy no.
—Buenos días —susurro acariciando su brazo.
—No me des los buenos días, significa que terminó mi tiempo
aquí —responde besando mi cuello. Mi cuerpo reacciona
inmediatamente, el frío corre por mi cuello—. Y por el momento
tengo otros planes.
—¿Qué planes? —susurro, la casa está en silencio.
Oliver se coloca sobre mí con una media sonrisa y apoya su
miembro entre mis muslos para mostrarme cómo despertó. Esta vez
voy más allá y con valentia lo tomo con mis manos, para guiarlo
dentro de mí. Cuando me penetra sisea y cierra sus ojos para
perderse en este acto.
—Me gustan tus planes… —digo enterrando mis uñas en su
espalda.
—Follarte con sueño, lo tengo que borrar de mi lista. —Entierra
su rostro en mi cuello y traza la curva de mi oreja con la lengua.
—No sabía que había una lista.
—Muchas fantasías que tengo contigo y con tu cuerpo cuando
conduzco de vuelta a casa.
A casa.
Sus embestidas se incrementan, mis gemidos también, así que
tapa mi boca con su mano y se hunde más profundo dentro de mí.
Cierro mis ojos y doy gracias a Dios por su mano silenciando mis
gemidos porque son incontenibles. La conexión entre los dos se
solidifica hasta que por fin entramos en sinergia pura donde los dos
nos perdemos en la intensidad.
El orgasmo nos ataca al mismo tiempo y lo terminamos con un
beso sensible y lento.
Oliver me sonríe con devoción en sus ojos, puedo sentir su amor,
no necesito que lo declare, esa mirada lo dice todo. Abre su boca
para decir algo cuando de golpe…
Noc Noc.
Alguien toca la puerta.
—Cala, hija, ¿puedo pasar?
El momento tierno y mágico se detiene, los dos nos tensamos.
—Eh, no, ¡estoy cambiándome mamá! —digo levantando las
sábanas y corriendo como un pollo degollado por el dormitorio.
Oliver sonríe y parece que su compostura se mantiene intacta.
—Bueno, espero aquí.
—¡No! No, ve abajo, ahora voy, ¡solo necesito un segundo!
Oliver tapa su rostro dormido con la almohada para ocultar su
risa.
—¡No te rías! —susurro.
—Bueno, ¿seguro que estás bien?
—Claro que está bien, acabo de darle un orgasmo increíble —
susurra el maldito.
Lo golpeo con un almohadón.
—Sí, segura, ¡ve!
Apoyo mi oreja sobre la puerta y escucho los pasos de mi madre
alejarse por el corredor y luego bajar por las escaleras.
El alma me vuelve al cuerpo y me siento en el suelo, al lado de la
puerta.
Oliver se levanta con tranquilidad, toma su ropa con lentitud y se
viste como si nada hubiese ocurrido.
—¿Me parece a mí o estás un poco nerviosa?
Me levanto y lo empujo.
—¿Por qué estás tan tranquilo? —En mi intento de empujarlo,
Oliver toma mi mano y la lleva hasta su pecho, arrastrándome a mí
en el proceso.
Hasta que no me tiene a centímetros de su boca, no habla.
—Porque anoche fue la mejor noche de mi vida y eso fue gracias
a ti. —Deja un beso sobre mi nariz.
—Sí, pero mi madre no puede enterarse. —Camino hasta el
baño y abro la ducha, eso no detiene mi ataque de pánico—. Sabes
que mi padre va a poner el grito en el cielo.
Pongo un pie dentro de la ducha, pero las manos de Oliver me
detienen, voltea mi cuerpo y me empuja contra la pared.
—Es al jefe al que le tienes que temer, intrusa, aquí se hace lo
que yo ordeno. Si tu padre tiene un problema con eso, que venga a
hablar conmigo.
Con mi dedo índice, lo alejo de mí, no importa cuán sexy sea en
este momento.
—Puede que a ti no te diga nada, pero sabes que conmigo es
otra la historia y no estoy dispuesta a decepcionar a mi padre.
—¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Que nos escondamos para
toda la vida? —Sus ojos se oscurecen, su aura cambia a una oscura
otra vez.
—Sí.
—No —responde inmediatamente—, no es suficiente para mí.
Cruza sus brazos, su ceño está tan fruncido que profundiza las
arrugas en su entrecejo.
—Bueno, quizás algún día entiendas por lo que estoy pasando,
lo que yo quiero no importa en mi vida, tengo padres que mantener.
Señalo la puerta y lo echo de mi baño.
23

OLIVER

M i familia entra por la puerta del rancho con valijas, bolsos de


bebé, juguetes, niños dormidos en brazos y sonrisas y, aun
así, no puedo disfrutar el maldito momento.
Hace tres noches, tres noches exactas que no hablo con Cala,
no la toco, no la beso o la follo y eso me vuelve malditamente loco.
—¡Llegamos! —grita Kill siendo la estrella que siempre es, busca
ser el foco de atención de todo el mundo. Luca lo golpea por
despertar a Mila que la tenía dormida en brazos.
Silas lleva a Julián de la mano, Lauren está a su lado, su
hermana Emma consuela a Mila, la pequeña está quejándose con
irritación y Killian está fresco y de buen humor.
Uno a uno los abrazo, la última vez que nos vimos fue para la
última navidad, hace ya casi un año de eso.
—¡Bienvenidos al rancho Walker! —grita Eliza con energía
vibrante detrás de mí.
Todos la saludan como si fuese una más y se conocieran de toda
la vida.
Killian es el que más la conoce, él camina hacia ella y la levanta
en el aire abrazándola con fuerza.
—¡Eli! —grita, totalmente efusivo— ¿Perdiste años? ¡Pareces
una treintañera!
Eliza le sonríe, pero lo empuja.
—¿Te gusta hacerte el galán con una señora?
Sé que por dentro le encanta.
—Pasad —digo señalando la sala.
—¿Crees que podríamos buscarles una cama a los niños?
necesitan su siesta si no quieren que mamá los mate —dice Emma.
Eliza se va con Lauren y Emma, y los niños hacia sus cuartos.
Yo me quedo abajo con mis hermanos.
—Cuando decías rancho me imaginaba algo mucho peor, Oli,
esto es increíble —dice Silas observando la sala.
En estos momentos me alegro de haber contratado a un
decorador de interiores, sino sí que hubiese sido algo mucho peor.
La sala es la habitación más acogedora que tengo, encendí la
chimenea hace unas horas, así que el fuego genera un cálido
ambiente para sentarse en los sillones mullidos que la rodean y
generan un ambiente óptimo para las conversaciones. No lo había
notado hasta ahora, bueno, en realidad siempre me sentaba solo en
este gran espacio, parecía muy grande para uno.
—Yo nunca dije que vivía en el barro, esa fue tu imaginación —
respondo sirviendo cuatro vasos de mi gabinete.
Los cuatro brindamos en silencio.
Luca mira por los ventanales, Silas se sienta en los sillones y
Killian lo sigue.
—Me gusta mucho el verde —dice Luca dándonos la espalda—,
pero a este lugar le falta agua.
—La laguna está a un par de kilómetros —respondo observando
a donde mira mi hermano.
Luca me mira con una ceja arriba.
—¿Laguna? Impresionante.
Guiño un ojo y me siento con mis dos hermanos, Luca me sigue
segundos después.
—¿Y Lucien? —pregunta Kill mientras se lleva el vaso a la boca.
—En un centro de rehabilitación, pasa el día allí, tres veces por
semana.
Las hermanas Green entran a la sala y cada una se sienta al
lado de su pareja con un largo soplido, sé que la maternidad no es
fácil, pero se las ve felices.
—Esta casa es preciosa, Oliver —dice Emma.
—Gracias.
—Prepárate para cuando Julián esté más despejado, estoy
segura que querrá conocer todo el rancho —agrega Lauren.
—Estoy más que dispuesto a mostrarles todo cuando despierten.
Killian mira hacia todos lados y lo miro con ojos entrecerrados.
Él conoce este lugar… Entonces, ¿a quién busca?
—¿Te puedo ayudar con algo? —gruño.
—No hermano, estoy bien —sonríe con maldad y toma el vaso
de un trago.
En ese momento entra Eliza con una bandeja, con tazas y panes
que sé que hizo esta madrugada, deja todo en la mesa de café y me
sonríe abiertamente.
—Gracias Eli —dice Kill con una sonrisa exagerada— ¿Dónde
está el resto del staff?
Eliza me mira antes de responder, sospechando las intenciones
de mi hermano menor.
—Killian…—advierto.
Silas y Luca se sonríen con malicia.
—¡Sabes que soy una persona amigable!
Voy a matarlo.
Silas se levanta del sillón, como el hermano mayor y CEO de
Property Group y dice:
—Llévanos a recorrer tu templo, Oliver, que todos queremos
saber qué ocurre en estos pagos. —Estira su mano hacia atrás,
esperando que Lauren la tome y ella lo hace inmediatamente.
Miro sus manos enlazadas con un poco de celos y asiento,
tragando la necesidad inesperada de mi cuerpo por llevar a Cala
así, pero si seguimos así, probablemente nunca ocurra.
Que comience el tour por el Rancho Walker.

D todoterreno vamos apretados, pero me encuentro


cómodo rodeado de mi familia, creo que son las únicas personas
con las que puedo relajar mis barreras y disfrutar de la compañía de
otros humanos.
Cala es la excepción también.
Deja de pensar en ella, demonios.
Mis hermanos están impresionados por la extensión del terreno.
Mansión, granero, establo, corral para vacas, corral para caballos,
una laguna llena de patos, una huerta y varios kilómetros de césped
y árboles. En perspectiva puede que sea demasiado para mí, pero
para una familia, creo que es indicado.
Una familia que nunca voy a tener, pero prefiero no abrir esa
puerta.
—Oliver —llama Lauren, está sentada sobre las piernas de Silas
en el asiento trasero—, ¿qué es lo que está haciendo esa mujer?
¿Es tu empleada?
Todos y quiero decir todos , miramos a donde señala Lauren.
Cala está en la puerta del establo, cambiando las herraduras de
una de las yeguas. Está agachada, con su vaquero de tiro alto y su
trasero apuntando directo a donde estamos todos.
Lo primero que hago es mirar a Killian, quien tiene el tipo de
expresión que tenía el lobo calenturiento de la Warner Brothers, solo
falta que se desenrosque la lengua sobre el salpicadero del
todoterreno.
—¿Esa es Cala? —pregunta, su tono incrédulo.
Ignoro completamente su reacción y le respondo directamente a
Lauren mirándola por el espejo retrovisor.
—Sí es Cala, mi capataz y está cambiando la herradura de Ruby,
parece que la hace daño, pero es para proteger las pezuñas —
explico, Lauren es ambientalista y siempre está sumándose a
causas en protección de los animales.
Detengo el todoterreno cerca, imagino que todos quieren
saludarla, especialmente Killian quien parece demasiado
entusiasmado. Sé que va a ser incómodo, no hablamos desde hace
tres días y las pocas líneas que intercambiamos fueron meramente
relacionadas al trabajo.
Cuando Cala escucha las puertas cerrarse, detiene el trabajo y
mira hacia nosotros como hace siempre, tapándose el sol con la
mano, no sé por qué no usa gafas de una vez.
Porque sería mucho más difícil para ti mantener tus manos en
los bolsillos, Oliver.
—¡Señorita Saint-Clair! —grita Killian caminando hacia ella— Un
gusto finalmente conocerla.
—¿KillK? —dice ella estrechando la mano con mi hermano.
—¿Os conocéis? —Mis alarmas suenan internamente, creo que
todos se dan cuenta cuán tenso estoy de golpe.
—No, soy una fan —responde ella—. Lo sigo en Instagram
desde hace años, nunca imaginé que eras un Walker.
Killian ríe a carcajadas mirándome directamente a los ojos, sé
que por dentro está disfrutando esto, no quiero ni pensar lo que le
está haciendo a su ego.
—Me encanta conocer a mis seguidoras, te presento a los
hermanos menos famosos, Silas y su esposa Lauren. —Señala, los
dos levantan la mano y la saludan—. No les preguntes por el
colegio, es un tema sensible —susurra en su oído—, luego tenemos
a Luca y Emma, —Emma camina hacia ella y la abraza, Luca en
cambio, estrecha su mano con seriedad—. Antes la odiábamos,
pero ahora somos #TeamEmma, ¿verdad, Em? —Cala se ríe ante
los comentarios de mi hermano como nunca la escuché— ¿Y
conoces a Oliver? Es el más amargo de todos, aunque no tiene
dramas, todavía.
Si tan solo supieras…
Cala me mira y me sonríe, es la primera vez que veo una
expresión que no sea odio en estos días, no puedo evitar devolverle
la sonrisa.
—Un gusto —dice estirando la mano hacia mí.
Cuando la tomo, tiro de ella, alejándola de la cercanía de Kill.
—Igualmente.
Silas camina con sus manos en los bolsillos de vaqueros hasta
Ruby y acaricia su pelaje.
—Mi esposa estaba muy intrigada por tu trabajo, Cala —dice—.
Es impresionante cómo dominas a esta bestia.
—¿Hablas del caballo o de Oliver? —pregunta Kill.
Lo empujo y él se ríe a carcajadas, pero quiero asesinarlo.
Cala ignora el comentario y camina hasta la yegua, invita a
Lauren a acercarse y le explica todo el procedimiento, Emma corre
tras ellas para no perderse nada.
Mis tres hermanos se colocan a mi lado y observan a sus
mujeres.
Ruby se asusta ante la mano de Emma y las tres se ríen por un
chiste que dice Cala por lo bajo.
—¿Es la indicada? —pregunta Luca.
Lo miro con una ceja arqueada.
—¿Indicada?
—Sí, pretender que no existe tensión entre vosotros no tiene
sentido —dice señalando con la cabeza a Cala.
Yo la miro de vuelta, siento una expresión preocupada y
pensativa en mi rostro. Creo que nunca lo vi así o sí y lo estaba
negando constantemente.
Me dedico a mirarla y Cala sonríe mientras le enseña a Emma a
cepillar a Ruby con la delicadeza que usa siempre con los animales.
Conecto la mirada con Luca otra vez y suspiro con preocupación.
—Sí.
24

CALA

E l imponente y lujoso centro de rehabilitación de mi padre es


impresionante y me deja sin aire, luego entendí que, si Oliver
Walker era el encargado de pagar esto, estaba claro que iba a
ser lo mejor de lo mejor.
La entrada es imponente, el camino asfaltado está rodeado de
árboles tan altos que unen sus copas sobre nuestras cabezas, el
césped alrededor es verde furioso y genera un ambiente mágico, al
final del camino hay un edificio vidriado.
La furgoneta nos deja en la puerta y una rampa desciende para
que mi padre pueda bajar.
—¡Feliz día de Acción de Gracias! —dice una señora con una
gran sonrisa, su cabello rubio está alisado y cae pesado sobre sus
hombros— Lucien, que bueno verte con tu familia.
—Feliz día, Gloria, te presento a mi mujer Lis y a mi hija, Cala.
La mujer estrecha nuestras manos con firmeza, pero su rostro es
amable, creo que está sobreexcitada.
Hoy por la mañana nos escabullimos cuando Oliver estaba
ocupado con sus sobrinos. Mi padre a pesar de que Oliver le ordenó
estar en la mesa de Acción de Gracias, dijo que no teníamos ningún
lugar en la mesa de los Walker y que el transporte del centro de
rehabilitación venía por nosotros en media hora, obviamente esto lo
dijo a espaldas de mi jefe, así que nunca se enteró que nos
marchamos del rancho.
No tuve oportunidad de despedirme de él, ni de desearle un gran
día de Acción de Gracias y que encima, las cosas no están muy
bien entre nosotros después de esa pelea, me siento mal y con un
agujero en mi estómago. En el momento que lo eché de mi baño
sabía que acababa de cometer un gran error, pero ya era
demasiado tarde, no podía borrar el rostro de Oliver de mi mente,
estaba tan decepcionado conmigo y yo también lo estaba, por no
ser un poco más valiente y decirle lo que siento de una maldita vez.
—Gracias por invitarnos —dice mi madre, sonrío como ella me
enseñó, mostrándome contenta por estar aquí.
Por dentro solo pienso en cuán furioso se va a poner Oliver
cuando no nos vea en la mesa.
—Pasen, pasen, estamos a punto de empezar, tenemos al
menos cuarenta pavos humeantes para compartir entre todas las
familias.
Entramos a un gran salón, la pared de atrás está completamente
vidriada, pareciera que el cielo y el césped están dentro de este
lugar. Hay mesas por doquier y en cada una hay dos familias,
organizando sus platos y bebidas para comenzar.
Mi madre luce emocionada, mi padre también, nunca fueron una
pareja muy sociable, nunca invitaban amigos a casa, principalmente
porque cuando mi padre venía a casa los fines de semana, se
dedicaba a descansar y a pasar tiempo con nosotras, así que verlo
rodeado de personas que lo reconocen, llamándolo con sonrisas y
chocando puños, me hace feliz. Puedo verlo contento por primera
vez, cómodo, adaptado y me da mucha tranquilidad.
—¡Por aquí! —dice la señora, señalando una mesa, hay una
familia esperando allí, nos sonríe y nos dan la bienvenida.
Mis padres intercambian palabras con la otra familia, en su caso
es la mujer quien está en una silla de ruedas, ella es joven, más
joven que mi padre y luce como alguien que podría ser una modelo,
tiene un aura brillante y alegre, su marido también, es muy sonriente
y sostiene a una niña muy adorable con rulos dorados.
Mis padres se babosean con la niña, haciéndole juegos y caras
para entretenerla y me pregunto si alguna vez pensaron en ser
abuelos, nunca hablamos del tema y yo nunca me visualicé siendo
madre, pero verlos así por un bebe me hace replantearme muchas
cosas. Siempre me enfoqué en mis estudios y mi trabajo, ansiosa
por ver qué futuro iba a vivir, pero ahora que todo cambió, ya no sé
cuán realizable sería tener una familia si estoy más tiempo con Astro
y Ruby que con ese supuesto que acabo de inventar.
Una mano pesada cae sobre mi hombro y me sobresalta,
sacándome de mis pensamientos depresivos. Cuando volteo, la
sonrisa se difumina de mi rostro.
—Oliver.
—¿Por qué estáis aquí? Os estamos esperando… —dice
mirando a mi padre, pero mi padre no lo mira a él, sino a su mano
en mi hombro.
—Creí que Cala te había dicho que íbamos a venir aquí —dice
con un tono fingido, una sonrisa tiesa en su rostro.
—Sí y le dije que los quería en mi mesa, vosotros sois familia,
Lucien.
—Oliver —susurro despacio, sus ojos se posan en mí
inmediatamente—, no vas a cambiarle de parecer, ve a disfrutar de
tu familia.
—No puedo si tú no estas —devuelve con el mismo volumen.
Lo entiendo, me siento igual, en este día tan importante, no
pasarlo con él se siente mal, siento que algo falta.
Él.
Miro a mis padres con indecisión, la otra familia pretende
entretenerse con la niña para no interrumpir. Mi padre menea la
cabeza con advertencia, mi madre no dice nada, como siempre.
Me levanto.
—Cala —advierte mi padre—, no seas molesta.
—No lo soy, es donde él quiere que esté y es donde yo quiero
estar —devuelvo tomando coraje, me coloco al lado de Oliver, las
puntas de nuestros dedos se rozan y sé que los dos queremos
tomarnos de la mano, pero ninguno es tan valiente ahora o los dos
sabemos que quizás no es el mejor momento para confesar lo que
sea que ocurra entre los dos.
—Lucien, última oportunidad, ¿vienes?
—No Oliver, gracias, prefiero pasar el día aquí.
—Perfecto, vamos Cala.
Cuando llegamos al todoterreno, Oliver cierra su puerta con
ímpetu y suelta todo el aire retenido en sus pulmones, sus manos
sostienen el volante con tanta fuerza que sus nudillos están blancos.
—Es un necio… —dice por lo bajo— ¿Acabo de romper mi
relación con Lucien?
Coloco mi mano sobre su brazo.
—No, él realmente se lo estaba pasando bien allí.
—Pero acabo de prácticamente raptar a su hija…
—No hiciste semejante cosa y lo superará, no te angusties.
Oliver asiente y finalmente conecta conmigo, yo le sonrío para
calmarlo porque realmente se le ve preocupado.
—Hola.
—Hola, Oli.
Se inclina hacia adelante y me besa, sosteniendo mi nuca y
presionando mis labios sobre los de él.
—Estoy cansado de pelear por esto que siento, Cala.
Asiento.
—Quiero pasar el día en paz, pero mañana, mañana quiero que
hablemos.
Asiento otra vez, tragando con dificultad las palabras que quiero
decir.

C , los Walker adultos están en la


cocina y los pequeños en la sala, mirando Frozen en la gran
televisión, Astro a sus pies, mirando la pantalla como si entendiera
algo.
Eliza está a las carcajadas mientras lucha con Killian para que
no le robe el puré de arándanos, luce pequeña al lado de todos los
Walker, pero contenta y eso me hace sonreír. Silas está junto con
Lauren pelando patatas y Luca está amasando pan y su mujer lo
regaña por hacerlo mal.
Oliver sonríe abiertamente y sin mirarme toma mi mano con
fuerza, entrelazando nuestros dedos con fuerza. Nadie se percata
que entramos y él se puede dar el lujo de observar sin sus muros
altos y metálicos.
—Gracias —susurra.
Yo aprieto su mano y sonrío.
—Oh Cala, ¡te encontraron! —grita Killian desde atrás de la isla
— Todos estábamos preocupados, nadie quiere vivir bajo el mismo
techo que un Oliver malhumorado.
—No estaba malhumorado —protesta Oliver, llevándome hasta
el meollo de la gente —, estaba… preocupado.
Silas y Luca levantan la mirada, los dos haciendo el mismo
gesto, una ceja arriba, en total desacuerdo.
—¿Qué puedo hacer yo? —pregunto mirando a mi alrededor.
—¿Puedes entretener a Killian? —pregunta Eliza —Nunca voy a
poder revisar el pavo si tengo que controlar que no se coma nada.
—¡Hey! —se queja el menor de los Walker— Creí que te caía
bien.
—Lo haces, pero necesito avanzar. —Eliza intenta mover el
cuerpo de Killian lejos de ella y él la mira hacia abajo entretenido por
ver a la mujer fallar en el intento.
—Me iré, me iré… —Levanta las manos en rendición y camina
hacia mí, empuja a Oliver para romper nuestro agarre y descansa su
brazo sobre mis hombros—. ¿Qué tal si me enseñas el rancho?
Oliver lo mira con cara de pocos amigos.
—Killian…
—Puedes venir si quieres, pero una pequeña advertencia, pienso
hacerle preguntas relacionadas a mi Instagram, no suelo tener la
oportunidad de hablar con una fan y quiero saber qué cambios
puedo hacerle.
Oliver se toma el tabique de la nariz y suspira.
—Está bien, pero no hagas nada desubicado.
Killian sonríe con maldad.
—Desubicado es mi segundo nombre, hermano.

K al carrito de golf con esteroides y, aun así, la


máquina se hunde como si hubiese subido una vaca de cuerno
largo. Lo mismo que me pasa cuando Oliver se sube y por lo que
observé, los otros hermanos, son todos de cuerpos masivos
también.
Killian apoya su brazo en los respaldos de los asientos y aspira
aire puro.
—No consigues esta calidad de oxígeno en San Francisco —
dice mientras enciendo el vehículo y atravieso el campo.
—Lo sé, solía vivir en Wako que está a tan solo cuatro horas de
aquí y tampoco lo conseguía.
Mis manos sujetan firmemente el volante, por alguna razón me
siento nerviosa. No creo que sea porque él sea una persona famosa
o porque lo llamen “El adonis de San Francisco” en internet, sino
porque sé que nos vio de la mano y presiento que viene alguna
especie de prueba o cuestionario intensivo.
—¿Extrañas la ciudad? —pregunta.
Siento sus ojos clavados en mí, aunque en algún momento se
puso unas gafas Ray-ban con cristales redondos.
—No, creí que iba a pasarlo fatal para serte sincera, pero desde
que llegué al rancho comprendí que no podría vivir más en la
ciudad, espero fervientemente no tener que hacerlo.
—Interesante…
Estoy sudando, maldición.
—Así que, ¿qué preguntas tenías de tu Instagram?
—Ah, ninguna, solo lo dije para espantar a Oliver, odia mi
Instagram. —Se ríe.
Yo por otro lado, lo miro con preocupación.
—¿Dónde quieres ir? —Miro hacia adelante fijamente.
—Ningún lado en específico, solo conduce.
Siento una gota deslizándose por mi espalda.
Y estamos en otoño.
Paso por la puerta del establo, el granero, el cobertizo, doy la
vuelta en la laguna y retorno a la mansión, sin escuchar una sola
palabra de Killian Walker. Cuando me detengo en la mansión, nos
observamos y él sonríe abiertamente.
—¿Pasé la prueba? —susurro porque Oliver nos espera de
brazos cruzados en el porche.
—Oh, no era para ti, era para él —lo señala—. Míralo, como un
perro territorial mirándome así. ¡No asustas a nadie! —grita la última
parte.
Me rio silenciosamente, liberando toda la tensión que sentía.
Cuando Killian comienza a bajar su cuerpo masivo, voltea y por
sobre sus hombros dice:
—Si lo lastimas te bloqueo de mi Instagram.
Me río más fuerte todavía.
—Entendido.
25

OLIVER

E liza apoya el pavo humeante a mi lado, es dorado y se ve muy


delicioso. Por tradición el dueño de la casa es quien lo corta y
lo reparte entre los comensales. Así que agarro el cuchillo y lo
deslizo por la tierna carne.
Silas está a mi derecha, a su lado su hijo Julián y su esposa
Lauren, a mi izquierda esta Cala, la sigue Emma con Mila y Luca.
Eliza se sienta al lado de Lauren y Killian en el extremo contrario. La
mesa está llena y a medida que entrego los platos con pavo, los
brazos se mueven por arriba de la mesa, pasándose el puré de
arándanos y otras cosas exquisitas que hizo Eliza para los
vegetarianos de la familia.
Dentro de la tradición, es importante recapacitar el pasado y
agradecer por lo que uno tiene, por eso cada uno dice algo
diferente.
—Doy gracias por mi familia —dice Silas, dejando un beso sobre
la frente de Lauren.
Sigue ella:
—Estoy agradecida por tener salud —dice mirando a Silas—,
amor y una familia. —Mi hermano apoya su brazo sobre su hombro
y la atrae hacia él, estrujando a Julián entre los dos, el pequeño grita
en total desacuerdo y agrega:
—Yo estoy agradecido por poder respirar —dice Julián cuando
los dos padres salen de encima.
Todos se ríen.
Mis ojos se posan en Killian.
—Estoy agradecido por los millones que tengo en mi cuenta
bancaria. —Levanta su copa y traga el contenido de golpe.
—Doy gracias por este momento, es muy emocionante tener a la
familia de Oliver aquí —dice Eliza mirándome con una sonrisa, yo le
guiño un ojo.
—Estoy agradecido por las segundas oportunidades —dice Luca
mirando a su mujer.
—Yo también —sonríe Emma.
Mis ojos se posan en Cala, estoy muy ansioso por saber qué
tiene para agradecer, ya que fue un año muy duro para ella.
—Estoy muy agradecida por compartir una mesa con los Walker
—dice levantando su copa—. Por tener a mis padres y por las
nuevas experiencias.
Todos levantan la copa y toman un sorbo.
—Y yo estoy agradecido por tenerte en mi vida —digo chocando
nuestras copas.
Las mujeres de mis hermanos nos sonríen y hacen un “Ahh”,
mientras que los hombres festejan.
—Mila —digo mirando a mi sobrinita—, ¿tienes algo que
agradecer? —Todos esperamos las palabras de mi sobrina.
—Doy gracias por mis juguetes —dice tomando un vaso de
plástico e imitando lo que hicimos los demás.
Todos la miramos con ternura y nos reímos de su respuesta.
—Tío —llama Julián—, ¿el pavo era de la granja? —Su voz
pequeña es adorable.
—No Juli —respondo—, lo compró Cala a un vecino que los cría.
Julián mira a Cala con curiosidad, el pobre no debe entender
quién es la mujer a mi lado.
Lauren interviene.
—Julián está aprendiendo cómo aparece la comida en la mesa,
aunque a veces no está de acuerdo.
—Eso es porque tú lo hiciste vegetariano —murmura Silas
mientras mete un pedazo de pavo en su boca.
Lauren me mira con complicidad y levanta sus hombros
aceptando la derrota.
—Julián, si quieres podemos ir a ver a las vacas después. —Lo
invita Cala.
—¡Sí! —grita, entusiasmado— Quiero ver a los caballos también.
—Trato hecho.
—Quítate la baba de la boca —dice Killian desde el otro lado de
la mesa, tiene una mirada diabólica.
—Cállate, Kill —devuelvo.
Durante el resto de la comida, todos estamos charlando,
inclusive Eliza y comparte anécdotas embarazosas mías. Como
cuando una vaca me empujó a un charco de barro, o cuando
terminé en el hospital con dos puntos en la mano cuando arreglaba
el cerco de los caballos.
De vez en cuando miro a Cala de soslayo, la veo reír a
carcajadas cuando Emma le hace chistes o cuando las dos hablan
con seriedad sobre su collar lapislázuli. Verla ser parte de mi familia
le genera algo a mi pecho y me ayuda a decidir qué quiero para mi
futuro, particularmente cuando la involucra a ella.
Cuando llega el postre, estamos todos más que llenos, los niños
están en la sala viendo televisión con ojos entrecerrados y nosotros
conversando con menos energía que antes, creo que nadie puede
moverse.
—Oficialmente te adoptaremos como madre, Eli —dice Killian
acariciando su estómago, pretendiendo que tiene panza, cuando
todos sabemos que pasa horas en el gimnasio.
Su comentario despierta cosas en todos los hermanos creo,
nuestros padres nunca estuvieron presentes en nuestras vidas y
ahora que los nietos están aquí, puede que hagan un esfuerzo en
vernos más seguido, pero el hecho de que estemos sin ellos en este
día, dice mucho.
Eliza se ríe mientras limpia su boca con una servilleta de lino
blanca.
—Encantada de tenerlos.
La historia de Eliza es una solitaria, ella se quedó viuda muy
joven y nunca tuvo hijos, los años pasaron, jamás pudo encontrar a
nadie que llenara ese hueco que dejó su marido. Tiene una
hermana mayor que vive en Austin y la visita de vez en cuando,
pero prácticamente no tiene familia, por eso me alegra verla sonreír
con mis hermanos.
—Papá, papá, papá, papá… —llama Julián despatarrado en el
sillón de la sala.
Silas detiene lo que estaba diciendo y lo mira con ojos
incrédulos.
—Julián, ¿no ves que estoy hablando?
—Sí.
Todos nos reímos, inclusive Silas.
—¿Qué quieres?
—Ver a los caballos —demanda, balanceando las piernas que no
le llegan al suelo.
Me levanto.
—Yo me encargo —digo pasando por detrás de mi hermano y
dándole palmadas a su espalda.
—Mila, ¿tú también quieres ir a ver a los caballos? —pregunta
Luca y luego agrega por lo bajo— Así puedo tener un minuto a solas
con tu madre.
Emma lo empuja, pero tiene una sonrisa en su rostro.
—Nosotros nos encargaremos de los niños un rato —dice Cala
siguiéndome—, vosotros disfrutad.
Nos pasamos la tarde entreteniendo a los niños, jugaron con las
gallinas y las ovejas, luego los llevamos a ver a las vacas y
finalmente se montaron encima de los caballos y Cala y yo los
llevamos dentro del corral. Los primos chocan sus manos cuando se
cruzan y sonríen.
Con Cala nos robamos miradas y cuando la veo sonreír me
pregunto qué siente en este momento y si le cuesta describirlo como
a mí.
Al final del día terminamos en la laguna, los niños juegan en la
orilla y nosotros estamos sentados en el césped.
—Te gustan los niños —dice Cala, es más una afirmación que
una pregunta.
Asiento pensativamente mientras veo a mis sobrinos investigar
los peces que se mueven en la orilla.
—¿Y a ti?
Cala mira a mis sobrinos y luego a mí.
—¿Creo que sí? No lo sé, nunca fue una meta en mi vida, pero
con esos sobrinos adorables que tienes es difícil decidirse.
—Son adorables los malditos —confirmo mirándolos una vez
más, no puedo borrar la sonrisa de mi rostro.
Tomo la mano de Cala y la sujeto.
—Gracias por estar aquí hoy, no me imagino lo difícil que fue
llevarle la contra a tu padre.
—Lo fue, pero tú me haces sentir valiente, fue fácil. —Levanta
sus hombros, pretendiendo que todo está bien, como hace siempre.
—Tú me provocas lo mismo, siento que puedo enfrentar
cualquier cosa cuando te tengo cerca. —Cala me regala una
pequeña sonrisa, sus mejillas se vuelven rojizas de golpe—. Cuando
pregunté por vosotros, Eliza me dijo que se habían ido y creí que
estabas enfadada conmigo todavía.
—No estaba enfadada, estaba abrumada.
—¿Sientes que te estoy presionando?
Cala tarda en responder, piensa bien su respuesta, mientras
posa los ojos en los niños.
—No, si las circunstancias fuesen otras, no lo pensaría dos
veces, pero la realidad es que no creo poder encontrar otro trabajo
donde pueda mantener a mis dos padres, si lo nuestro no
funciona…
—Nunca os dejaría en la calle Cala, por más que nos odiemos
de aquí a dos años, nunca sería capaz de algo así.
—Qué futuro más oscuro. —Se ríe.
—Lo que quiero decir es que necesito que confíes en mí,
siempre serás especial para mí, porque tú eres la responsable de
que no tenga pesadillas, que duerma con alguien que deseo que me
toque, que me acaricie, tú no sabes cuánto anhelaba encontrarte. —
Mi estúpida voz se entrecorta y Cala se inclina, depositando un beso
rápido sobre mis labios. Cuando quiere terminar el beso, reclamo su
boca otra vez, y nuestras lenguas danzan con ardor.
—¡Qué asco! —escuchamos.
Con una carcajada rompemos el beso, pero nuestras manos
siguen sujetas y presiento que nuestros corazones también.

P , las mujeres se retiran con los niños y los


hermanos nos quedamos en la sala, con la chimenea encendida y
las luces tenues, el fuego chispeante ilumina la habitación, tiñendo
las paredes de naranjas y rojos. Los cuatro tenemos un vaso en la
mano y estamos enfrentados, dos en un sillón y dos en otro.
Astro está a mis pies, dormido plácidamente.
De todos mis hermanos, Luca suele ser el más silencioso, por
eso no me sorprende que no participe demasiado en las reuniones,
pero ahora…
—¿Deberíamos prepararnos para la boda? —Sus ojos fijos en
mí.
En ese momento, le doy un trago más largo de lo normal a mi
vaso, es whiskey, puro.
Mis tres hermanos me miran, esperando una respuesta.
—¿Acaso yo les metí prisa cuando estaban con las Green?
—Sí —responde Silas y Luca al mismo tiempo.
Meneo la cabeza a un lado y al otro y resoplo, ocultando la
sonrisa tras el vaso.
—No es tan fácil. —Miro hacia las escaleras, deseando subir
para verla.
Killian se apoya sobre sus rodillas, juega con su vaso, dibujando
círculos y haciendo sonar los hielos.
—Lo que sea que quieras hacer, tienes nuestro completo apoyo.
—Así es —responde Silas—, pero no te lo plantees por mucho
tiempo, no quieres que se te escape, al menos ese fue el consejo
que me disteis vosotros con Lauren y os lo agradezco todos los
días.
Asiento, pero por dentro siento más preocupación que otra cosa.
—Lucien no lo sabe y ella no se lo quiere decir —confieso, nunca
hablo de mi vida privada con mis hermanos, esta es la primera vez.
—¿Por qué no?
Me reclino, dejando caer el peso de mis problemas en el sillón.
—Cuando se trata de Cala, Lucien tiene un serio problema con la
perfección, sin mencionar un complejo de inferioridad muy
importante, para él, ellos son menos y deben devolverme más, algo
que intento remediar. Así que saber que estamos juntos sería algo
inadmisible para sus ojos.
—Demonios, creí que vosotros dos erais amigos —dice Killian.
—Lo éramos, pero desde el accidente él cambió y no lo culpo,
ahora hay factores nuevos en mi vida y no sé cuánto estoy
dispuesto a ignorarlos con tal de tenerlo contento.
—Me parece una estupidez… —agrega Silas.
Luca lo reprende con la mirada.
—Lo siento, pero lo es, dime algo, ¿cuántas veces estuviste con
una mujer y pensaste que era la elegida?
—Una —responde Luca—. Siempre fue Emma.
Ahora Silas me mira a mí.
—¿Y tú?
—Una.
Asiente una vez y apoya su vaso en la mesa de café.
—Habla con Lucien, dile como son las cosas, pero,
fundamentalmente déjale en claro que no puede entrometerse entre
vosotros y si no lo acepta, dile que tiene toda la libertad de estar en
desacuerdo, pero que tú no vas a negarte un día más estar con ella.
Escucho a mi hermano mayor con atención, los tres lo hacemos,
porque de los tres, él siempre fue el que era más resolutivo, el que
no le daba vueltas a nada, el que tiene que tomar decisiones claves
todos los malditos días de su vida desde que salió de la universidad.
Y quiera admitirlo o no, no hay nada como el consejo de tu
hermano.
26

CALA

O liver le dedica mucho tiempo a sus sobrinos, enseñándoles a


cabalgar con la misma paciencia que usó conmigo.
Creo que nunca lo vi tan feliz.
A sus hermanos, por otro lado, siempre los encuentro paseando
por los diferentes rincones verdes que tiene esta propiedad.
Killian por ejemplo siempre corre por las mañanas y sí, no
mirarlo es casi imposible, es un maldito modelo, no me puedes
culpar, su torso está absolutamente tatuado y sus músculos parecen
dibujados por un escultor italiano.
A Silas generalmente lo encuentras acostado en los sillones
exteriores, que, por cierto, Eliza tuvo que desempolvar porque nadie
los usaba, su esposa reposa a su lado, aunque siempre tiene su
ordenador a mano.
Luca usualmente es al primero al que veo cuando me levanto
temprano por la mañana, descubrí que cuando estamos solos en la
cocina es más charlatán que cuando están todos a su alrededor,
hasta nos pusimos a charlar sobre el libro que leía, ya que yo lo
había leído hace unos años, cuando le dije que era periodista,
comenzó con preguntas incesantes, hasta que tuve que irme a
trabajar. Su mujer, Emma, es una artista increíble, cuando llega el
atardecer la encuentro pintando la vista de su balcón y me prometió
que el cuadro iba a ser un regalo para mí y eso me hace mucha
ilusión.
Nunca fui de tener muchas amigas, pero las hermanas Green me
tratan como si nos conociéramos de toda la vida y me encanta.
Lauren me contó mientras me observaba alimentar a las vacas esta
mañana que las dos iban al mismo colegio que los Walker y que
Silas era su bully. Yo la miraba con la boca abierta cuando relataba
cómo la volvía loca, pero me dijo que, eventualmente, entendió que
en realidad la amaba y no lo dudo, lo puedo ver en sus ojos cada
vez que ella entra a la habitación, solo que no puedo imaginarlo
siendo hostil con ella ahora. Con Emma la historia era un poco más
trágica, ya que involucraba la mala comunicación entre ellos, pero
hace unos años se reencontraron y volvieron a ser pareja, una muy
feliz y se puede ver desde lejos.
Así que estoy conociendo toda la historia de la familia y estoy
absolutamente fascinada.
Mi padre detesta cada segundo que comparto con la familia.
Desde que elegí irme con Oliver en vez de quedarme con ellos en el
centro, me retiró el saludo y solo reconoce mi existencia cuando
quiere darme alguna orden o hacerme notar que está en total
desacuerdo. Intento ignorarlo, realmente lo intento, pero no puedo
hacer desaparecer la angustia que me genera que mi propio padre
quiera encasillarme en un mundo de cabezas agachadas, donde
deba considerar a Oliver de la alta sociedad y lo peor de todo, que
yo no me merezca tener un hombre así a mi lado.
Eso es lo que más me duele.
Porque yo no veo nivel social, ni económico gracias a que mis
padres me enseñaron a ver el mundo con una mente abierta,
entonces no entiendo por qué, ahora en la realidad más pura que
vivimos (y no la más feliz) no pueda alegrarse por mí y por Oliver
que es el hombre más solitario que conocí, alguien quien necesitaba
ayuda y que claramente yo necesitaba en mi vida.
En un mar apagado y lleno de aburrimiento, Oliver me dio algo
que nadie más me dio.
Amor puro, amor agradecido y nuevo.
Tras una sobremesa extensa y largas charlas con los Walker y
sus mujeres, me retiro a mi cuarto a descansar después de un día
largo. Estoy muy cansada, pero satisfecha de poder pasar el día con
personas tan extraordinarias.
Una vez que deslizo los pies bajo las sábanas, escucho el
familiar sonido en la puerta, el que me avisa que Oliver viene porque
me necesita y quiere pasar tiempo conmigo.
—Adelante —susurro.
La cabeza de Oliver aparece primero y me busca por la
habitación.
—¿Puedo? —musita.
Asiento y me muevo para darle lugar en la cama, él se acuesta a
mi lado y me abraza con esos brazos anchos, su perfume masculino
satura mi nariz y lo aspiro como una adicta.
—Quiero que duermas en mi cama de ahora en adelante —dice
con su boca apoyada en mi frente, deposita un beso y me aprieta
contra su pecho—. Sé que es aterrador, pero en cuanto todos se
vayan, voy a hablar con tu padre y…
—Oliver… —Comienzo, pero me silencia con las siguientes
palabras:
—Te amo, Cala y sé que tu sientes algo por mí también.
Me siento en la cama, mirándolo con los ojos muy abiertos.
—¿Me amas?
Su mano acaricia mi brazo cubierto de estrellas y cuando
alcanza mi mano, me pone a horcajadas.
—Lo hago y no sientas presión, no tienes que decirlo tú si no
estás lista…
Envuelvo su rostro con mis manos y beso su boca.
—Yo también te amo —susurro sobre sus labios.
Oliver se aparta unos centímetros de mí y me contempla con
ojos tan hambrientos que siento ardor en mi pecho. En un segundo
se apodera de mis labios y mi cabeza comienza a dar vueltas por
sentir cuán salvaje Oliver se convirtió con sólo esas palabras,
palabras que son evidentes para mí, cualquiera puede notar que lo
amo, pero él está alucinado por escucharlas y me lo transmite con
su beso feroz pero tierno a la vez. Sin dejar de abrazarme, me gira
sobre la cama, dejándome tendida boca arriba y arranca mi pijama
con apuro.
Sus manos acarician mis senos con suavidad y con su lengua
succiona mis pezones.
—Eres mía, Cala. —Su voz posesiva y enfocada en mi piel.
Una de sus manos recorre mi cintura hasta llegar a al centro de
mi cuerpo y con dos dedos juega conmigo.
Mi gemido se incrementa a medida que sus dedos me penetran
sin piedad y con su pulgar acaricia en círculos mi clítoris,
encendiendo el fuego que me consume, llevándome hasta el borde
del precipicio.
—Oliver… —jadeo— Te necesito.
Dentro de mí.
Sobre mí.
Donde quiera, pero él.
—Aquí me tienes —susurra mientras su lengua recorre mi
mandíbula, esparciendo escalofríos por mi piel.
El orgasmo se gesta e implosiona con sus dedos dentro mío.
Oliver silencia mis gemidos con un beso ardiente, donde nuestras
lenguas se acarician eróticamente.
Entonces envuelvo su polla suavemente con mi mano derecha y
esta vez no hay espasmos en sus músculos. Guío su miembro hasta
mi y él juega en mi entrada, penetrándome lentamente. Intento
quitar mi mano, pero la sostiene entre los dos.
—No, quiero sentirte mientras te follo, quiero tu mano cerca.
Asiento con ojos perezosos y una necesidad ardiente, estoy tan
encendida que soy capaz de decirle sí a todo lo que desee.
Oliver comienza a empujar hasta llenarme por completo. Hasta
que los dos jadeamos al unísono y una vez que mi cuerpo se adapta
a su tamaño, las embestidas se vuelven frenéticas y los ojos de
Oliver están enfocados solo en mí, en mi rostro, en mi placer con
devoción absoluta.
Baja la cabeza y me besa entre las embestidas salvajes, sin
romper el contacto de nuestros cuerpos. Nuestra respiración está
sincronizada, nuestras frentes con una capa de sudor, nuestros
quejidos bajos para que nadie nos escuche.
Dentro y fuera.
Cada embestida viene cargada con más placer, más sensibilidad
entre mis piernas hasta que una de ellas es una onda eléctrica en mi
cuerpo que me abre por la mitad y me hace gritar.
—¡Dios, Oliver!
—Lo sé, lo sé. —Su respiración es agitada, sus labios están
comprimidos y sé que está por correrse porque acelera su
movimiento, haciendo que nuestras partes choquen con violencia.
Los dos nos corremos al mismo tiempo.
Oliver disfruta con su cuerpo tenso y hundido en mí, yo entierro
mis uñas en su espalda.
Cuando despertamos del éxtasis más alucinante que haya
vivido, nuestros ojos se miran con gratitud y amor.
—Te amo tanto, intrusa —dice acariciando mis mejillas
enrojecidas hasta fundirnos en un abrazo y dormimos toda la noche
pegados uno al otro.
27

OLIVER

L a casa de golpe es demasiado silenciosa.


No hay niños gritando, ni la televisión con dibujos animados
chillones en un volumen insoportable.
Mis hermanos y sus familias se fueron hoy por la mañana y yo
camino por la casa, buscando los vestigios de una semana increíble.
No solo pude disfrutar de mi familia, sino que finalmente tuve el
coraje de decirle a Cala lo que siento, no solo eso, ella se confesó
también y fue perfecto.
Sería un ciego si no admitiese que mis hermanos tienen mucho
que ver con esto, me ayudaron mucho y quizás sin su pequeño
empujón no hubiera terminado haciendo el amor con ella de la
manera que lo hicimos, tan íntimo y normal y….
Maldición, todavía pienso en sus manos en la superficie de mi
piel, en cómo con su boca me provocó el placer más intenso y
exorbitante que sentí en mi vida.
Ella, la intrusa trajo no solo magia, sino milagros también.
Y yo, Oliver Walker, amo a alguien, alguien quien me toca, me
acaricia y me besa como si no hubiera un mañana, alguien con
quien puedo ver un futuro y no tan oscuro y solitario como solía
visualizar.
—Oliver, ¿estás bien? —escucho la voz de Lucien detrás mío.
Volteo y me encuentro con el padre de Cala, en una silla,
esperando mi respuesta con inquietud. Desde el día de Acción de
Gracias no tenemos una conversación real y los dos sabemos que
eso llegó hasta aquí.
—¿Tienes tiempo? —pregunto— Necesitamos hablar de algo
importante.
Estamos solos en la casa, porque Cala está en la huerta con
Eliza recolectando la verdura para esta semana y Lis, dijo que iba a
ayudarlas.
—Sí, claro. —Su silla me sigue hasta que llegamos a la sala,
estoy a punto de sentarme en uno de los sillones cuando encuentro
un juguete pequeño de Mila entre los almohadones y sonrío al
recordar cómo jugaba con él hasta hace solo unas horas.
—Alguien va a estar de muy mal humor cuando se dé cuenta
que le falta su juguete favorito —digo apoyándolo en la mesa de
café.
Lucien sonríe y acomoda su silla cerca de la chimenea.
—Tus sobrinos son maravillosos.
—Lo sé —respondo con una sonrisa—. Soy muy afortunado de
ser su tío.
Los dos nos mantenemos en silencio por un par de segundos.
Me pregunto si él sabe lo que estoy a punto de decirle.
—¿Qué ocurre Oliver? ¿Es el trabajo de Cala? —pregunta
apoyando sus brazos en la silla.
—No es sobre su performance , pero es sobre ella —respondo
haciendo contacto visual con él, apoyo la espalda en el sillón y tomo
aire profundamente—. Sé que no eres ciego, Lucien, todos estos
años de amistad nos dieron la honestidad necesaria para afrontar
esta conversación.
Lucien aparta la mirada y la deposita lejos de mí, puedo verlo
tragar con dificultad.
—Oliver, piensa bien lo que estás haciendo.
—La amo.
Los ojos viejos y cansados de Lucien me miran rápidamente.
—¿Qué?
—No estaría teniendo esta conversación si no lo sintiera, ella es
muy importante para mí y quiero que sea parte de mi vida
libremente, no quiero lidiar con tu desaprobación o miradas
irritantes, ella es mía y yo soy suyo. Lamento mucho si no estás de
acuerdo, pero eso no cambia nada, ya tomé mi decisión.
Apoya sus codos en sus rodillas y exhala todo el aire de sus
pulmones, luce atónito y confundido.
—Pero…, nosotros no podemos…, no tenemos los recursos para
irnos de aquí si se te pasa este enamoramiento que tienes.
¿Enamoramiento? Eso era quizás al principio cuando creía que
la odiaba, cuando mi propia inexperiencia me guió por el camino
equivocado. Nunca la odié, lo único que aberré fue qué tan rápido
me hizo dar cuenta que estaba de rodillas ante esta chica tan
salvaje. Ahora lo que siento es superior, infinito y real, tan real que
no pienso parar hasta que estemos casados.
—No es un enamoramiento, la amo —repito haciendo énfasis en
las palabras—, y yo no suelto esas palabras con liviandad. De todas
maneras, mi promesa siempre va a seguir en pie, siempre tendréis
mi protección, Lucien, no importa cómo termine esta historia,
vosotros aquí tenéis trabajo, un hogar y una vida.
Mi viejo capataz menea su cabeza de un lado a otro, procesando
esto con dificultad.
—¿Ella sabe que…?
—Sí, ella me ama también.
Eso hace que se yergue otra vez. Parece que todo lo que yo creí
que él sospechaba era paranoia mía, porque realmente se le ve
pasmado ante mis palabras. Y eso me hace sentir un poco de
lástima, porque nunca consideré que él estaba tan sumergido en su
propio mundo, que no pudo ver cómo nos miramos, cómo
anhelamos tocarnos y restringimos nuestras manos por él.
Me levanto y me pongo de cuclillas delante de su silla.
—No te estoy pidiendo permiso, ni su mano, pero como mi
amigo, quiero que te sientas contento por mí, porque por primera
vez encontré una mujer que me llena, que me guía y me hace feliz.
¿Entiendes eso? ¿Comprendes qué tan difícil fue para mí admitirlo?
Asiente una vez.
—Me alegro por vosotros —dice carraspeando sus palabras
como si le costara decirlas.
—Gracias. —Con cuidado lo abrazo y él lo devuelve con la
misma intensidad.
No se puede complacer a todo el mundo, lo que sí se puede
hacer es tomar decisiones, porque no pienso sacrificar mi corazón
para que otros estén cómodos y contentos.
Yo vengo primero, mi salud mental viene primero y a quien no le
guste que se vaya al demonio.

C , pero se detiene cuando me


ve aproximarme con determinación y sus ojos se ponen alertas. Su
cabello está recogido con una larga trenza negra y un sombrero del
mismo color hace juego.
Su madre y Eliza están cerca y ella las observa con pánico.
—¿Qué…? —La interrumpo con un beso en la boca, hambriento
y dominante.
Puedo escuchar a las otras dos mujeres jadear, la sorpresa no
es pequeña.
Cuando me aparto de ella, miro sus ojos oscuros, aterrados de
golpe y le sonrío con calma. Porque eso es lo que las parejas deben
darse, calma y paz, no angustia y pánico. Luego miro a su madre,
una media sonrisa aparece en sus comisuras, mientras Eliza tiene
una sonrisa ancha y abierta.
—¿Alguien tiene alguna objeción? —pregunto, las dos mueven
la cabeza de un lado a otro— Mejor así, Cala y yo estamos juntos
ahora, Lucien ya lo sabe, espero que vosotras podáis aceptarlo con
la misma calma.
¿Y para qué dije calma?
Las dos señoras adultas se ponen a gritar como niñas y vienen
hacia nosotros con los brazos abiertos.
Puedo ver cómo Cala afloja sus hombros y las abraza con una
risa liberadora.
Yo la miro a ella como un baboso y la tomo de la mano.
—Ahora si me disculpan, tengo cosas que hablar con mi novia.
Los dos nos alejamos de las matriarcas de la casa, por primera
vez camino de la mano con ella y es exactamente como lo imaginé.
Nuestros dedos se entrelazan y nos miramos como siempre creí que
una pareja enamorada debería mirarse.
—Tu padre está bien, se asustó al principio, pero le recordé que
hice una promesa y nunca voy a romperla, vosotros sois mi familia,
quizás todos estemos un poco rotos y traumatizados, pero
funcionamos así y planeo seguir viviendo de esta manera. Bueno,
excepto cuando terminen de construir la casa para tus padres y tú y
yo vivamos solos en la nuestra. —Detengo mi caminar y dejo que
mis manos recorran su cintura.
—¿Nuestra? Esa casa es tuya Oliver.
—No, no lo es —devuelvo firmemente—. Desde que vives en
esa casa, tiene otro color, otra energía, esa casa te desea tanto
como yo, te necesita tanto como yo, aparte una vez que firmes los
papeles del casamiento será tuya.
—¿Casamiento?
Trago saliva.
—No estoy diciendo que ahora mismo voy a esposarte, no te
preocupes, solo dejo la idea flotar entre los dos, para que sepas que
voy enserio, que esto no es pasajero para mí y que planeo hacerte
mía eventualmente.
Cala sonríe con sus mejillas rojizas y asiente, sin decir nada,
confirmando mi fantasía, dándome esperanza de que nuestra
historia tiene el final que nos merecemos los dos.
—Ahora ven —digo tomando su mano—, hay algo en el establo
que quiero mostrarte.
Y con una sonrisa diabólica, llevo a mi intrusa y la hago mía una
vez más sobre la paja.
28

CALA

U n año después

N dos es de ver la televisión, pero hoy fue un día


extremadamente agotador en el campo y necesito tirar mi cuerpo en
los sillones de la sala y babear mirando el estupidizador un rato.
Para empezar, tuvimos una emergencia, una de las vacas no
podía levantarse y tuvimos que llamar al veterinario para saber qué
le pasaba y éste cree que está embarazada. Por supuesto todos
miramos al nuevo toro que llegó hace unos meses con cara de
pocos amigos y el maldito miró hacia un costado y se fue.
¡Se alejó del problema! Como uno de esos hombres desalmados
que existen por ahí y la pobre vaca lo miraba con odio.
Fue todo muy dramático.
Luego descubrí una plaga en la huerta, no es grave, pero me
vuelve loca el hecho de que lastime mis plantas, así que le dediqué
toda mi concentración y conocimiento en curar a mis amigas. Puede
que me haya obsesionado un poco, pero no lo suficiente como para
que Oliver se dé cuenta de que paso menos horas dentro de la casa
solo por cuidarlas.
Algo que cambió en su vida es exactamente eso, ya no necesita
estar afuera, quiere pasar tiempo conmigo, normalmente encerrados
en nuestra habitación, pero ya no tiene ese impulso por salir al
exterior, ni tiene pesadillas como las de antes, eso me da mucha
alegría.
Siento su perfume primero y luego sus manos en mis hombros,
me deja un beso en el cabello y le pega la vuelta al sillón para
sentarse a mi lado.
Las noticias están sonando de fondo, realmente no estoy
prestando atención, más bien observo las llamas de la chimenea
que está justo debajo.
—¿Cansada? —dice descansando su brazo sobre mis hombros
y atrayéndome a él.
—La verdad, sí, fue un día de locos.
—Te dije que contratemos un ayudante, no tienes que hacer todo
sola.
—Mi madre me ayuda —susurro con una media sonrisa.
—Liz no puede levantar ni una piedrita Cala, necesitas ayuda de
verdad, del tipo que te permita pasar más tiempo aquí en casa o al
menos para lograr que no estés tan cansada físicamente para que
pueda aprovecharme de ti. —Desliza su otra mano por mi pierna y la
apoya sobre sus piernas, sigue con besos en el cuello y liberando
rayos de energía por todo mi cuerpo.
—Nunca me escuchaste decir que estaba cansada para eso . —
Me río y él también, pero de golpe se detiene.
Su agarre se afloja y sus ojos están fijos en la pantalla.
Escucho con atención a la reportera dar una noticia de última
hora.
—Aparentemente el hombre fue grabado por uno de los niños,
quien le mostró el video a su madre y le demostró que sus
acusaciones eran reales, aquí tenemos el testimonio de su padre…
La imagen cambia, un hombre de unos cuarenta años está
sentado en una sala de un hogar típico de una familia, el hombre
tiene un gesto muy apenado en su rostro, se le ve derrotado.
—Nuestros abogados recomiendan reunir todos los testigos que
podamos —responde una pregunta que no escuchamos y mira a
alguien detrás de la cámara.
—¿Por qué? —pregunta una mujer que no puedo ver.
—Tiene influencias, dicen, y el video donde maltrata a mi hijo no
lo pondría tras las rejas de por vida. Mi hijo no miente, ese hombre
es un pedófilo y necesita estar aislado de la sociedad —dice con un
tono enojado, deja de mirar a la reportera y se enfoca a la cámara
—. Si usted tuvo contacto con Eder Davis por favor, llamen al
número que aparece en pantalla, cualquier testimonio ayuda a
nuestra causa, ayúdanos a que mi hijo pueda dormir por la noche.
Miro a Oliver de soslayo, sus ojos están abiertos, sus labios
apretados, puedo escuchar su respiración y cómo se incrementa
cuando aparece el video en blanco y negro, donde hay un niño
encerrado en su habitación y el hombre lo empuja a la cama y le
grita que se duerma.
Eso hace que Oliver se levante de golpe y que se acerque a la
televisión.
—Oli… —susurro mientras me levanto y camino hacia él con
cautela.
—Es él… —gruñe.
—¿Él es tu enfermero?
Asiente.
—Oh Dios… —murmuro tapando mi boca y observando la
imagen que se repite una y otra vez.
Los puños de Oliver se cierran y sus nudillos se ponen blancos,
su mirada inamovible del video y del reportaje que continúa.
El padre rompe en llanto y la imagen cambia para volver a los
estudios.
—Si tienen información de esta persona, comuníquese al….
La reportera dicta un número telefónico y rápidamente lo escribo
en el móvil.
—¿Qué haces? —pregunta con tanta ira en sus ojos que
retrocedo.
—Guardo el teléfono por si…
—Por si nada, no voy a llamar. —Apaga la televisión y arroja el
control sobre el sillón—. Y tú tampoco, Cala.
—Oliver…—ruego— Necesitas detenerlo, no paró contigo, siguió
haciendo lo mismo que te hizo a ti a vete tú a saber cuántos niños
más, no puedes mirar hacia otro lado y no hacer nada.
—Sí que puedo, obsérvame hacerlo —responde con dientes
apretados, se da media vuelta y sube las escaleras con paso firme.
29

OLIVER

S entado a los pies de la tumbona, agarro mi cabeza entre mis


manos, mis ojos perdidos en el suelo.
En mi mente se repiten imágenes de ese hijo de puta,
tocándome cuando le rogaba que no lo hiciera. Imágenes de mis
sobrinos siendo atacados por él me invaden, ira y furia arrasan en
mi sangre, haciendo que hierva y pierda el control de mi
temperamento.
Me escapé de él toda la vida y ahora vuelve a arruinarla, no solo
la mía, la de ese niño también.
Ayúdanos a que mi hijo pueda dormir por las noches, dijo el
padre.
Y maldición, sí que conozco ese sentimiento.
Esa impotencia.
Pero no puedo, no puedo llamarlos, no puedo darme a conocer.
Escucho los pasos dentro de la habitación, debe estar
preocupada por mí y no fui justo con ella, no se merecía mi ira, por
eso cuando siento sus brazos a mi alrededor, la recibo con
necesidad, con humildad y me dejo llevar por su olor, su cuerpo
suave y caliente rodeándome por la espalda.
—Lo siento —murmuro.
—Está bien —susurra ella, acariciando mis brazos, no tiene idea
el bien que me hace sentirla.
—No puedo ir a la policía, soy una figura pública, los medios se
van a dar un festín.
—¿Y desde cuándo te importa lo que piensen los medios?
Tiene razón.
—Podría perjudicar a la empresa.
Las excusas son patéticas.
—Solo voy a hacerte una pregunta —dice— ¿Es realmente ese
el problema o tienes pánico que tus hermanos sepan lo que te
ocurrió?
Sus palabras me dejan helado y una pelota se forma en mi
estómago de solo pensarlo, de solo imaginarme sus rostros si
supieran lo que me hizo Eder.
—Ya sabes la respuesta —gruño, esta mujer me conoce
demasiado y es muy inteligente para mi estado mental actual.
—¿Crees que vale la pena que más niños perezcan a este
monstruo solo por no querer confesarles a tus hermanos lo que te
ocurrió cuando eras un niño indefenso?
—Cala, tú no sabes lo que…
—Lo sé, nunca voy a poder estar en tus pies, solo quiero que
pienses en ello, piensa en Julián, piensa cuánto necesitabas que un
adulto tomara el control de la situación cuando tú no eras capaz de
hacerlo. —Con eso, me deja un beso en mi hombro y se levanta—.
Dejé una manta por si necesitas dormir aquí.
Como dije antes, me conoce demasiado.
Las puertas se cierran y estoy solo otra vez, encerrado en mi
cabeza, buscando una solución a este problema, cuando creo que
tengo la solución, mi mente se arrepiente y vuelvo al principio.
Cuando vuelvo a la cama son las tres de la mañana. Cala está
de espaldas a mí y yo la envuelvo con mi cuerpo, la necesito cerca,
sentir la paz que me da, la calma cuando la tormenta dentro de mi
pecho me ahoga.
Ella acaricia mi brazo y se acurruca dentro mío.
—Te necesito —susurro en su oreja mientras dejo un camino de
besos en su mandíbula hasta el cuello—. Siento levantarte, pero te
necesito —imploro.
Sin decir una palabra, ella voltea y me abraza, dándome espacio
para hundirme en ella y recordar por qué estoy a punto de hacer
esto.
—Oli… —jadea Cala.
Yo me concentro en su rostro, en sus ojos pesados con lujuria y
sueño, que es la sensación más extraordinaria que puedo vivir todos
los días.
—Te amo —susurro besando su boca—. Gracias por estar aquí,
por ser mía.
Apoyo mi frente sobre la de ella, mis embestidas se apresuran,
buscando la punta del placer.
Cuando los dos nos corremos, Cala me regala una de esas
sonrisas que me derriten.
—Te amo Oli y estoy muy orgullosa de ti, no importa lo que
venga, lo enfrentaremos juntos.
Sus palabras me llenan, silencian mi boca, pero mi pecho se
siente lleno.

M me miran fijamente.
Los tres están en los sillones de la sala de mi hogar, porque
ahora es un hogar, no una casa. Estamos solos mientras relato con
ira y lágrimas que no puedo detener cosas del pasado.
Siento vergüenza, por más que Cala me haya explicado una y
otra vez que no fue mi culpa, que nada de eso era merecido y que el
problema viene por otro lado.
La escuché y le di la razón, pero por dentro todavía lo siento, la
impotencia, el “qué hubiese pasado si…”
Si llamaba a mis padres.
Si le pedía ayuda a mis hermanos.
Si lo enfrentaba.
No hay respuestas, porque esa no fue mi realidad. Pero el hoy y
el ahora son míos. El universo me dio una oportunidad de reivindicar
mi nombre, de darle un fin a esto y por, sobre todo, detenerlo y
ponerlo tras las rejas.
Termino de hablar y el silencio me ahoga.
El primero en decir algo es Silas, quien se agarra la cabeza con
las dos manos, sus codos apoyados en sus rodillas.
—Dios mío, Oliver, yo… yo era el encargado de vosotros, yo era
el responsable de que…
—No. —Lo detengo levantando la mano—. Nadie es
responsable, excepto nuestros padres quienes no debían dejar a
cuatro niños solos por un mes. No te culpes, porque yo no lo hago.
Luca se levanta en completo silencio, su energía es chispeante y
camina por la habitación como un león enjaulado, hasta que toma el
móvil de su bolsillo y lo arroja contra la pared, dejando un agujero
perfecto, la representación de la furia que siente ahora.
—¡Me cago en la puta mierda! —brama, con sus dos manos tapa
su rostro— ¡Ahhh! —grita sin consuelo dentro de sus manos.
Mis ojos están clavados en mis manos, allí, el collar lapislázuli de
Cala.
Mi abuela va a darte fuerzas , dijo ayer por la noche, cuando
organizamos la reunión con mis hermanos.
No sé si me siento fuerte ahora mismo, lo que sí sé es que debo
dejar a mis hermanos procesar esto como sea que ellos necesiten
hacerlo.
Killian también mira sus manos, ahora tatuadas, su rostro está
estoico.
—Lo sabía… —murmura, los tres lo observamos— Lo
sospechaba porque ese monstruo tomó control de la casa como
nadie, tu voz…, recuerdo tu voz detrás de la puerta, estabas
angustiado y sospechaba que era la enfermedad, pero dentro mío
sabía… sabía que algo más te ocurría.
Asiento sin decir nada.
—Recuerdo cómo nos rogaste dormir afuera —dice Silas— y
que a partir de ahí cambiaste.
—Sí —responde Luca—. Ya no eras el chico alegre de siempre,
parecía que la enfermedad había apagado tu luz, cuando en
realidad…
—Era él —suelto.
—Demonios Oliver… —solloza Luca con lagrimas en sus ojos—
¿Por qué no pediste ayuda?
La pregunta que me hacía todos los días, la que me sigo
haciendo hasta hoy.
—Sentía vergüenza, la sigo sintiendo.
—No —impone Kill— ¿Vergüenza tú? No, nada de eso hermano,
eres el hombre más valiente que conozco.
—Gracias —digo mirando el collar otra vez, no puedo mirarlo a
los ojos después de esas palabras.
—¿Lo sabe Cala? —pregunta Silas.
—Sí, lo sabe desde hace mucho, es más, ella fue quien me
convenció que debía hacer esto por mi bien y por el de los otros
niños.
—Es una mujer muy sabia —afirma Silas.
—Lo sé, soy muy afortunado.
Kill se mueve por primera vez y camina hacia mí. Sin
advertencia, me abraza con fuerza y me dejo abrazar por él,
sintiéndolo sobre mi piel, no queriendo explotar por el contacto.
Mis otros hermanos lo siguen.
—Estamos aquí para ti —dice Luca cuando me suelta—. Para lo
que necesites.
—Probablemente alerte a los abogados de una posible ola de
mala publicidad… —digo.
—A la mierda la empresa, Oliver —responde Silas con ojos
enfadados—. Ni por un segundo pienses eso, a ninguno nos
interesa una mierda, excepto que tú estés bien.
Asiento.
—Gracias, de verdad.
M se fueron esta mañana.
Después de la conversación, los tres se quedaron para una
comida casera y una charla larga hasta después de las doce,
hablamos de la vida y de nuestras aspiraciones. Nunca tuvimos una
conversación tan sincera y abierta, y descubrí muchas cosas de
ellos, escuché sus miedos reales, como cuando Luca dijo que teme
por el corazón de su hija porque es el ser más sensible y amable
que conoce o cuando Silas dijo que se quiere retirar y no sabe si
Julián aceptará la empresa o querrá seguir su propio camino.
Me sentí menos solo al escuchar sus pensamientos más íntimos,
a gusto y en familia, y por, sobre todo, sentí una red de contención,
una fuerte e inquebrantable que nunca pensé que iba a tener.
—¿Listo? —pregunta Cala recogiendo sus pertenencias de la
isla de la cocina.
Estamos a punto de ir al cuartel de policía de la ciudad donde me
crié, la misma ciudad donde ese niño fue maltratado y acosado por
ese hombre.
—Sí —respondo con una sonrisa tensa—, mis padres nos
encuentran allí.
—¿Ya les adelantaste algo?
—No, quiero verles sus rostros. —Mi tono suena sombrío y creo
que inconscientemente los culpo a ellos más que a nadie.
Cala asiente, camina hacia mí y me coge de la mano.
—Vamos.
Tras un vuelo de dos horas, me encuentro cara a cara con mis
padres en la comisaría. Escuchan el caso por la boca de la Oficial
Cruz, una mujer que es demasiado amable con mis padres, más de
lo que se merecen y les explica todo con mucha calma.
Mi madre llora.
Mi padre está absolutamente callado.
Cuando es mi turno para hablar, entro con mi novia a una sala,
donde hay una cámara y un micrófono y explico sin dejarme ningún
detalle cómo ese hombre arruinó mi vida.
La oficial me escucha y hace sus propias preguntas y
conclusiones.
Cuando abro la puerta, dejo que Cala salga primero y cuando
estoy por poner un pie afuera, escucho su voz.
—No se preocupe, señor Walker, hasta que no termine
pudriéndose tras las rejas, no dormiré.
La sonrío, apenas, sin fuerzas y asiento una vez.
Cuando cierro la puerta, decido que es mi momento de hacerlo
también, de finalizar este episodio, esta mancha oscura en mi
pasado y enfocarme enteramente en mi presente.
Observo a Cala y ella me devuelve una sonrisa.
Es fácil empezar de nuevo cuando mi vida es tan perfecta, con
ella, con su compañía, sus locuras, su piel suave y sus ojos negros.
Es hasta emocionante saber que mi vida en adelante será con ella,
juntos, disfrutando de la naturaleza y de nuestros animales.
Probablemente con una gran familia, hijos y perros corriendo a
nuestro alrededor.
Sí, estoy listo para todo eso.
—¿Estás bien? —pregunta.
Yo le sonrío abiertamente y la atrapo entre mis brazos.
—Mejor que nunca.
EPÍLOGO

C ala
—¡Oli! —grito desde la ducha.
El agua caliente cae sobre mi espalda, el vapor inunda
todo el baño.
Cuando Oliver llega corriendo, sus ojos ya saben lo que ocurre,
principalmente porque mi mano está en mi estómago y mi
respiración está descontrolada.
Oliver envuelve mi cuerpo en una gran toalla y me seca con
movimientos rápidos.
—El bolso está en el Land Rover, solo necesitamos vestirte y
partimos al hospital. —Su voz serena y pausada.
Mi cabeza corre a mil kilómetros por hora, sentimientos opuestos
danzan en mi estómago, ansiedad, miedo, alegría.
Agacharse es imposible, así que Oliver me coloca unas
zapatillas sin calcetines y me levanta de la cama.
Eliza está abajo y acata órdenes que Oliver le grita mientras me
lleva al todoterreno, yo no los escucho, simplemente lo sigo, bueno,
en realidad mis pies lo siguen, él sabe lo que hay que hacer.
Cuando logra sentarme y abrocharme el cinturón, sale arando
del garaje.
Cuando estamos saliendo de la propiedad cambia la música y
pone mi preferida, “The River” de AURORA suena bajito.
Oliver deja una mano sobre mi muslo izquierdo y me sonríe.
—Todo va a estar bien, mi amor —dice.
—Lo sé… —respondo con un tono tenso, pero mi sonrisa está
allí.
Una contracción comienza a dispararse por mi estómago y me
sostengo de la puerta.
—¡Ahh! —grito.
—Respira conmigo, Cala, inhala en cuatro, exhala en seis,
vamos —dice dividiendo su atención entre la carretera y mi persona.
Yo lo imito y el dolor se apacigua un poco, pero sigue allí, altente
y listo para partirme al medio.
Cuando llegamos al hospital, una camilla me espera y me
acuestan allí, la mano de Oli nunca me deja.
—Bueno Cala, llegó el momento de conocer a Astor —dice mi
médico dentro del quirófano.
Miro hacia arriba, Oliver me sonríe y me da aliento con caricias y
sé, en ese momento que todo va a estar bien, él está aquí, él va a
cuidar de nosotros.
—Puja, Cala, vamos —ordena el médico.
Y todo comienza.
Lo más doloroso, realizador y difícil que hice en mi vida.
Astor llega al mundo gritando con pulmones muy fuertes. Lo
envuelven en mantitas y me lo entregan. Apenas tengo fuerzas para
sostenerlo, pero parece que por él la energía sale de los lugares
más recónditos de mi ser y lo sostengo contra mi pecho.
—Hola Astor —susurro sosteniendo su pequeñísima mano, mi
dedo índice se ve gigante a su lado.
Oliver está a nuestro lado, cuando lo miro, puedo ver lágrimas en
sus ojos.
Acaricio su rostro con cuidado y él deposita un beso en mis
labios.
—Es tan pequeño —dice con una sonrisa—, tan hermoso,
gracias. —Su mano acaricia mi cabello empapado y yo me dejo
llevar por sus caricias.
—¡Felicidades mamá y papá!, ahora si me lo prestan un ratito,
tenemos que pesarlo. —La enfermera lo quita de nuestro pequeño
caparazón y los dos la seguimos con la mirada, atentos a todo lo
que le ocurre a nuestro hijo.
—Lo hiciste —susurra Oliver.
—Lo hicimos, Oli, juntos siempre, ¿recuerdas?

Oliver

A en su cuna.
Lo observo dormir con una sonrisa sentado en un sillón a su
lado.
Cala duerme en la cama, a estas alturas ya aprendimos que era
mejor que duerma cuando el bebe también lo hace.
El móvil explota a mensajes de mis hermanos.

Silas: ¡Queremos ver una foto!

Oliver: ya os envié una ayer.

Luca: Tú lo dijiste, ayer, pasado, ¡queremos una de hoy!

A la cámara del móvil y le saco una foto.


Killian: ¡Es tan adorable!

Luca : Tiene tus ojos.

Silas: Y la nariz de Cala.


Me río porque todos dicen que es igual que ella, lo cual estoy
extremadamente agradecido.
—¿De qué te ríes? —susurra mi esposa, mi amante, mi mundo
entero.
—¿Te desperté?
—No, entro y salgo del sueño, creo que todavía estoy
procesando todo esto.
Hace una semana que Astor llegó a nuestras vidas y nos puso el
mundo patas para arriba. Finalmente, Cala aceptó ayuda, Ángelo
viene todos los días a las seis de la mañana, hasta las cuatro de la
tarde. Eliza colabora con el bebe cuando los dos nos tomamos unos
minutos para recuperarnos y los padres de Cala están supervisando
el campo.
Camino hasta la cama y me acuesto a su lado. Envuelvo su
pequeño cuerpo con cuidado, ya que todavía está dolorida y entierro
mi nariz en su cuello.
—Mis hermanos me pidieron más fotos, dicen que tiene mis ojos
y los voy a creer, ya que todos dicen que es igual a ti.
Se ríe y en ese momento Astor se despierta.
—Hora de comer —digo llevándolo al pecho de Cala.
Mi hijo se agarra de ella enseguida y muy adorablemente
comienza a tomar.
—Gracias por hacerme padre —susurro mirándolos.
—Ya me agradeciste un millón de veces.
—Y el día que deje de hacerlo recuérdamelo, porque tú fuiste la
que hizo todo esto posible, la que me sacó de mi cueva oscura y me
llevó a la luz, lo dije en nuestros votos de casamiento, no supe lo
que era vivir hasta el día que entraste a mi vida, ese día encendiste
una llama que creí haber apagado hace mucho, me devolviste la
esperanza, me devolviste el control de mi cuerpo y me diste vida —
digo mirando a nuestro hijo—. Nunca voy a agradecerte lo
suficiente.
Cala me da una sonrisa, vestigios de cansancio en sus ojos tras
una semana de privación de sueño, pero con una felicidad infinita,
me acerca a ella para besar mis labios.
—Te amo, Oliver Walker. Nunca te apartes de mí.
—Te amo Cala Walker y no te preocupes, no pienso hacerlo.

F .
ADELANTO SAN FRANCISCO
INESPERADO

—¡H ola gente linda! Aquí Kill.K reportandome desde Muir


Woods, San Francisco, California —digo mientras enfoco
la cámara a mi rostro en lo más alto del camino.
El sol está justo frente a mí, mis ojos verdes parecen más claros
de lo que en realidad son gracias a como me da la luz. Mi cabello
oscuro está oculto con una gorra negra hacia atrás.Dentro del
cuadro de la cámara se puede ver mi camiseta negra sin mangas,
mis brazos tatuados están embadurnados en protector solar, así que
brillan un poco, haciéndolos parecer más grandes y definidos de lo
que en realidad son.
Oye, esto es internet, nada es lo que parece.
Detrás de mí se ven los árboles gigantes, altos y frondosos
típicos de California, el verde intenso de este microclima húmedo y
mágico brilla ya que el rocío de la mañana lo intensifica.
Usualmente tengo que poner el despertador para poder venir a
esta hora a filmar y sacar fotos sin todo el público metido en el
medio, arruinando el encanto de este lugar.
—Como pueden ver, estoy en el camino avanzado y este es el
pico más alto del bosque, para aquellos que estén interesados en
venir, recuerden que tienen que reservar primero —Comienzo a
caminar ligeramente mientras relato mi caminata—. Pájaros, paz y
verde, ¿qué más se puede pedir? Para los que vivimos en ciudad
esto realmente es…
Un sonido me alerta, algo que gime a lo lejos y no, no suena a
placer, mas bien dolor.
Apago la cámara, la guardo en el bolso cruzado sobre mi pecho
y agudizo mis oídos, mientras miro a mi alrededor, parece que no
hay nadie cerca.
Los siseos y gemidos vuelven, definitivamente alguien está con
una urgencia y vienen del norte.
—¿Hola? —grito.
Nadie responde, pero los sonidos siguen apareciendo, así que
me dispongo a caminar, buscando la fuente, lo que sea o quien sea
que necesite ayuda.
Debajo de las suelas de mis zapatillas se escucha como la grava
cruje, aunque el camino es de tierra y muy angosto.
—¡¿Hola?! —Vuelvo a gritar a medida que escucho el gemido
más alto y claro.
—¡Hola! Aquí! —grita una voz femenina.
Su voz me redirecciona y me lleva hacia la dirección correcta.
Me salgo del camino y detrás de unos arbustos que me llegan hasta
la cintura encuentro a una mujer en el suelo.
Se encuentra de espaldas a mí y su cabello rojo intenso cubre
casi toda su espalda hasta la cintura, está sentada sobre la tierra y
por la posición que tiene puedo darme cuenta que tuvo alguna
especie de herida, puntualmente en su tobillo ya que se lo toma con
fuerza.
—¿Estás bien? —pregunto a medida que la rodeo.
Ella levanta los ojos cuando aparezco en su rango de visión, por
su expresión puedo ver que está muerta de dolor.
—Si, no, ¡no lo sé! Me doblé el tobillo y no puedo caminar, lo
intenté, juro que lo intenté pero eso lo hizo mucho peor y ahora no
puedo levantarme —balbucea con velocidad.
Me pongo de cuclillas delante de ella y me enfoco en su tobillo
que por cierto está muy inflamado y rojo.
Su zapatilla está tirada a un lado con su calcetín
correspondiente.
—No se ve bien —digo tomando mi bolso y abriendo el cierre
para darle un poco de agua. —. Ten, bebe un poco.
—¿De…de la misma botella que has tomado tú? —dice mirando
mi botella con horror.
Me río por lo aterrada que se ve.
—Sí, toma…
—No, no gracias. —Mira lejos de mí.
Yo miro la botella con detenimiento, busco algo que la espante,
quizás baba o tierra, no lo sé, algo que justifique que no quiera
tomar agua cuando hace cuarenta grados a la sombra.
—¿Qué tiene mi botella?
—Mira, no te lo tomes mal, pero soy germofobica.
—¿Y…?—Insisto.
—Y no comparto botellas, no es personal, como dije, solo que…
—Ahh, eres de esas…—digo cerrando la botella y guardandola
en mi bolso.
—¿Esas? —Su tono cambia y una ceja roja se arquea.
Me dedico a observarla un poco mejor, sin el apuro que sentí
cuando creí que era de vida o muerte y encuentro sus ojos
llamativos, verdes con forma de almendra, pecas rojas se
desparraman por su nariz, pómulos y frente.
Para lo malhumorada que es, se ve muy adorable.
—No importa, concentrémonos en lo importante, voy a llamar al
guardabosque, para ver si él puede enviar a alguien—Meto mi mano
en el bolsillo de mi pantalón de chándal y quito el móvil de allí— Oh
demonios…
—¿Qué?
—No hay señal, estamos demasiado arriba
—Oh Dios ....—Se lamenta, apoyando su frente en la rodilla.
—Hey, tranquila, yo puedo llevarte.
Sus ojos se abren con terror, su cuerpo entero se contrae sin
moverse del lugar.
—No, no, esperaré, alguien seguro pasará por aquí para revisar
que no haya público, ¿eso pasa no? ¿Hacen eso?
—No —devuelvo con media sonrisa.
Su caos me hace sonreír.
—¡Demonios!
Miro de soslayo su tobillo, puedo ver como empeora por
segundo.
—Mira, no quiero alardear, pero levanto pesas más grandes que
tú, dos veces por día, déjame llevarte hasta abajo, allí podremos
llamar al 911.
Puedo ver como dentro de su cabeza roja debate si aceptar mi
ayuda o no, pero también sé que no tiene opciones. Casi nadie
viene hasta el pico más alto del bosque, se necesita experiencia y
estar preparado para cualquier imprevisto. Y si la analizo
rápidamente puedo darme cuenta que esta chica no tiene ni la
experiencia, ni el preparamiento para afrontar este lugar.
Pero por suerte para ella, aquí estoy yo, el caballero de la
armadura reluciente.
—Venga, vamos—Deslizo mis brazos por debajo de sus piernas
y la chica comienza a retroceder.
Me detengo porque no quiero estresarla, pero se me están
acabando las estrategias.
—No, no, de verdad, gracias, pero prefiero morir y que me
coman los carroñeros que hacerte pasar por esto.
Me río con su dramatismo.
—Primero, no te vas a morir, es un tobillo inflamado, segundo no
me cuesta nada y…
—¡Me da vergüenza! —dice arrojando sus brazos por el aire.
Sus mejillas están extremadamente coloradas y en su frente
puedo ver gotitas de sudor, así que me levanto y me pongo justo
donde le da el sol para darle sombra, soy un tipo alto y ancho así
que tiene bastante para aprovechar.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho y la miro confundido.
—¿Por qué te daría vergüenza?
—Soy pesada, ¿está bien? No puedo ocultar esos kilos de más
si me levantas, aparte es probable que te arrepientas a mitad de
camino.
La risa viene de mi estómago primero, luego termina en mi
garganta.
¡No sé qué es lo que dice esta mujer!
—Primero, no eres pesada, eres un ser humano, segundo,
prometo tomarme mis recreos si no puedo con tu peso descomunal
—digo irónicamente ya que es absurdo todo esto—, tercero, eres
graciosa, sé que podrías entretenerme de camino abajo.
Ella me mira con derrota en sus ojos y suelta todo el aire de sus
pulmones.
Si, derrota total.
Punto para Killian.
—Pero prométeme que dirás algo en caso de agotarte.
—Lo prometo —extiendo mi mano esperando por la de ella y
cuando las estrechamos me tomo más tiempo del necesario
sintiendo su piel solo para despertar su germofobia.
La ayudo a levantarse y con los movimientos ínfimos que hace,
sisea de dolor y se estremece.
—Ten, tú llevas mi bolso —Se lo entrego y su brazo cede con el
peso—. Cuidado, tengo una cámara muy costosa allí dentro.
—Se nota —devuelve cruzando el bolso con cuidado—. Oh, ¡mi
zapatilla! —dice y yo en un movimiento rápido la guardo en mi bolso.
Entonces yo volteo, dándole la espalda y preparo mis manos
para recibirla.
Ella pone una mano sobre mi hombro y con cuidado levanta la
pierna que tiene mala.
—¡Espera! —grito, ella se detiene inmediatamente—No puedo
cargar a alguien si no se su nombre.
Volteo solo para ver cuan irritada esta y en la escala de uno al
diez, es un veinte.
Suelta un bufido.
—Bianca.
—Hola Bianca, soy Killian —Estiro mi mano otra vez, pero ella
estira el puño.
Ganó esta batalla.
Punto para Bianca.
Chocamos nuestros puños y vuelvo a la posición inicial. Ella
escala por mi espalda y yo la sostengo sujetando la parte de atrás
de las rodillas.
—¿Lista?
—Si —se sujeta con fuerza por mi cuello.
—Aquí vamos…

P tu copia de San Francisco Inesperado AQUI


AGRADECIMIENTOS

Los agradecimientos son infinitos pero puedo empezar con mi


editora Natalia por hacerme la vida más fácil, a las fans (que palabra
mas rara) por darme fuerzas todo el tiempo. Pareciera que tienen un
sexto sentido y cuando más dudo de mí misma me llegan
comentarios increíbles que me impulsan a seguir escribiendo a
estos cuatro hermanos.

A las chicas del grupo de Facebook, gracias por siempre participar y


ayudarme cuando no puedo elegir qué camino tomar.

A mi familia que este año viajé a pasar las fiestas con ellos y los
obligué a mantener silencio así podía terminar este libro a tiempo y
a mi hermana por ayudarme con todo lo que yo no llegaba a hacer.

A mi marido por obligarme a visualizar grandes logros.

Y a cualquier lector o lectora que le dé una oportunidad a los


autores independientes, realmente hay mucho trabajo detrás de un
libro y no solo creativo.
Así que…
Muchas Gracias!
ACERCA DEL AUTOR

Marcia DM es una argentina que vive en


Estados Unidos hace seis años. En su
travesía por encontrar nuevos territorios,
Marcia retomó un gran amor que era la
escritura y hoy lleva publicados nueve libros
en español y tres en inglés.
Marcia vive en una pequeña ciudad de
Texas, le gusta mucho la decoración de
interiores, hacer proyectos en su casa (sus
manos lo pueden demostrar) y dibujar.
Puedes seguirla en tus redes sociales
favoritas, pero Marcia tiene que admitir que
Instagram y el grupo privado de Facebook
es donde más interactúa con sus
seguidoras.

. .
OTRAS OBRAS DE MARCIA DM

Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber
Rage
Carter

Saga Mujeres Robadas:


Mentiras Robadas

Romance distopico:

La Marca Del Silver Wolf

Romance Paranormal:

Príncipe Oscuro

Romance Contemporaneo:
Amor y Odio en Manhattan.
Segunda Oportunidad en Miami
Rivales en Dallas.
San Francisco Inesperado (2022)

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