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Reg. n° 2034/2021
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Asimismo, la defensa plantea la inconstitucionalidad de los artículos
16, 30 y 31 de la ley 26485, de protección integral de la mujer, por
considerar que “violan el principio de igualdad ante la ley colocando
a la mujer en un estado de supremacía, por encima del hombre, en
claro desmedro de éste, discriminándolo, todo ello con el pretexto de
terminar con los actos de violencia ejercidos contra la mujer” y, por
último, ha insinuado, pero no desarrollado, una crítica contra la
subsunción legal escogida por el a quo.
III. Durante el término de oficina la Dra. López se
presentó enfatizando la crítica ya desarrollada en su recurso y se
remitió a sus consideraciones en el sentido de que surgen dudas, a su
criterio, para poder justificar una condena como la impuesta a su
asistido.
El 6 de diciembre de 2021, se puso en conocimiento de
las partes que en virtud de las medidas adoptadas mediante Acordada
27/2020 de la CSJN (en particular considerandos 12 y 13) y la
Acordada 11/2020 con remisión a la Acordada 1/2020 de esta
Cámara, se concedió el plazo de cinco días hábiles para la
presentación de un memorial sustitutivo de la audiencia, en virtud de
la situación sanitaria actual.
El 13 de diciembre pasado, tanto la fiscalía como la
defensa presentaron escritos, a los que nos remitimos en honor a la
brevedad. Sucintamente, la Dra. María Luisa Piqué (MP fiscal)
solicitó que se rechace el recurso de casación interpuesto, mientras
que la Dra. Gabriela López (defensa) pidió que se absuelva al
acusado.
Superada esta etapa, y luego de la deliberación pertinente
que se llevó a cabo a través de medios electrónicos, el tribunal se
encuentra en condiciones de resolver.
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El juez Bruzzone dijo:
Admisibilidad
El recurso de casación deducido por la defensa es
admisible, pues se dirige contra una sentencia definitiva (art. 457,
CPPN), fue interpuesto por quien se encuentra legitimado para
hacerlo (art. 459, CPPN), y satisface los requisitos formales de
procedencia y admisibilidad (arts. 444 y 463, CPPN).
Los agravios, referidos a la arbitraria valoración de la
prueba han sido encauzados adecuadamente, por vía de los dos
supuestos previstos en el art. 456 CPPN. Asimismo, es decisivo
recordar que la doctrina del conocido fallo “Casal”, donde la tacha de
arbitrariedad en la valoración de la prueba, determina que se debe
agotar la capacidad de revisión de todo aquello que sea “revisable” en
esta instancia, en donde el límite lo traza la percepción directa que los
jueces del tribunal de juicio, o el juez como en este caso, obtienen de
la prueba a través de la inmediación, para la determinación de los
hechos que acreditan la imputación. En definitiva se trata de eliminar
todos los errores que la sentencia pueda contener y legitimar, si
corresponde, la imposición de una pena, donde su determinación
también se tacha de arbitraria.
Agravio vinculado a la arbitrariedad en la valoración de
la prueba
A efectos de analizar este agravio, corresponde tener
presente qué se tuvo por acreditado en la sentencia. En el apartado 11
de los considerandos, se tuvo por acreditado que:
“11. Hecho acreditado: Tengo por acreditado que hacia
el mes de abril de 2014 Diego Marchesini inició una convivencia con
Guadalupe F. B. en el departamento de ésta última, sito en la calle
Francisco Seguí […], piso 9°, departamento ‘C’ de esta ciudad.
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También tengo por acreditado que, como mucho desde el mes de
septiembre de 2014, las prácticas sexuales se tornaron claramente
abusivas consistentes en abusos sexuales por vía anal, bucal y
vaginal contra la voluntad de su pareja. Además, tengo por cierto que
ello continuó hasta el día 13 de mayo de 2015, momento en que
aconteció el último episodio de abuso sexual por vía anal y vaginal
en la bañadera del baño de ese departamento, luego de lo cual F. B.
pudo irse del lugar, hacer la denuncia y lograr la exclusión de
Marchesini de allí. En tal sentido, considero que se demostró que el
día 13 de mayo de 2015, alrededor de las 7 hs, F. B. se estaba
bañando y Marchesini ingresó a la ducha y comenzó a decirle
‘tocate, tocate, tocate’. A pesar que ella le dijo que no quería, ingresó
a la bañadera y la penetró por vía anal y vaginal haciendo que se
tomase de las canillas de la ducha agarrándole las manos con las
suyas, a la vez que le decía ‘sos una puta, esto te gusta y vas a ver
que te voy a acabar adentro’. Además, se demostró que ese tipo de
situaciones había ocurrido durante varios meses anteriores. Entre
otras situaciones se determinó que en las ocasiones en que los hijos
del imputado se quedaban a dormir en la vivienda fin de semana de
por medio, la obligaba a tener relaciones sexuales contra su
voluntad, tapándole la boca para que los niños no escucharan.
También se demostró que en numerosas oportunidades la obligó a
tener relaciones sexuales por vía anal, vaginal y oral y que, pese a la
negativa de F. B., continuaba con su accionar diciéndole frases tales
como ‘vas a ver que te va a gustar, perra’, tapándole la boca o
atándole las manos.”
La tacha de inconstitucionalidad de los artículos 16, 30 y
31 de la Ley 26485
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sean, por lo tanto, pasibles de reproche…..la violencia contra la
mujer, en importante cantidad de casos, no está constituida por un
hecho aislado que se resume en los elementos de la tipicidad, sino
por una situación dinámica y más o menos perdurable, multiforme, y
no necesariamente típica, que debe ser aprehendida de modo
contextual como un continuum, aunque para la punibilidad solo sea
licito tomar en cuenta los hechos aislados que satisfacen una figura
legal determinada2”.
En consecuencia, el agravio genérico de afectación de
derechos por la manera en que se valoró la prueba por hacer
referencia a lo establecido en la ley 26485 debe ser descartado, por lo
que debe analizarse en concreto cómo se determinó la responsabilidad
del autor en este caso concreto.
Valoración probatoria efectuada en la sentencia
En su apartado 12 se efectúa la “Valoración probatoria”
del caso y se puede adelantar que las críticas presentadas por la
defensa, tanto en su escrito originario como el presentado en el
término de oficina de fs. 772/779 vta., no se hacen cargo de poner en
crisis su desarrollo. La crítica planteada como si fueran cuestiones de
detalle las que definieran la suerte del caso discriminadas en 34
apartados, las omisiones en que se habría incurrido en la sentencia, y
15 acreditaciones fácticas que, a su criterio, carecerían de soporte
probatorio. Al pretender criticarlo de esa forma no se hace cargo del
contexto general acreditado que es aquello que, precisamente, se
señala como el abordaje adecuado de esta clase de casos, como se
destacó unos párrafos atrás: “la violencia contra la mujer, en
importante cantidad de casos, no está constituida por un hecho
aislado que se resume en los elementos de la tipicidad, sino por una
2 Piqué, cit. pág. 213 y 214.
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pesar de ello, Marchesini la sujetó e hizo que se tomara de las
canillas de la ducha presionándole las manos con las suyas, para
penetrarla por vía anal y vaginal, en contra de su voluntad. También
relató qué fue lo que le ocurrió psíquica y emocionalmente luego de
ese suceso. Sostuvo F. B. que ese día Marchesini ingresó al baño
cuando ella estaba bañándose, y que lo hizo con una toalla con algo
envuelto. Dijo ‘…lo que me extrañó, por eso me llamó la atención,
fue que en el baño había toallas en un estante, y no se entendía por
qué entró con una toalla envuelta, fue una situación muy sospechosa,
yo me estaba bañando, abre la cosa, me voy a bañar con vos mi
amor, yo ya temblaba, yo ya no estaba bien, y ahí él siempre me
ponía las manos en las canillas, y me lo hacía, me penetraba, por la
vagina y por la cola’. Agregó que ‘…me movía para todos lados, él
era más alto y tenía fuerza. Yo soy más chiquita y en ese momento
pesaba mucho menos. Yo soy de menor contextura, entonces él me
podía poner de la posición que quería, a mí me daba miedo
patinarme, le decía por favor acá no, ni quiero acá, aparte era muy
grotesco el tema, me he bañado con mis ex, y no era así, tan fuerte,
era como muy fuerte todo, agarrarme las canillas, de hecho, a veces
me golpeaba contra los azulejos y le decía no la estoy pasando bien,
no quiero hacer eso, cortala y me tenía que poner la mano así y ahí
me penetraba’” (sin resaltado en el original).
Como ya se adelantó, la defensa en su recurso afirma en
un acápite titulado “b) Hechos no acreditados fehacientemente por
el juez”, por ejemplo, que “2. El a quo ha considerado como
acreditado que desde el mes de septiembre de 2014 las prácticas
sexuales entre F. B. y Marchesini se tornaron claramente abusivas,
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tales como procesos de constipación, pero también son compatibles
con la penetración”.
Y agrega: “Aclaró que, si el esfínter está tonificado
voluntariamente hacia el cierre, la penetración anal produce lesión
(lo cual se compatibiliza con una relación sexual no consentida,
como ocurre en este caso). En ese sentido, debe tenerse en cuenta
que, además, Pagliarino dijo que ‘el hábito de constipación muchas
veces se acompaña de la formación de fisuras, pero tienen
características propias (…) y eso tiene una caracterización
anatómica e histopatológica con signos particulares. Ahora, si uno
tuviera que pensar que ese proceso puede producir una lesión grave,
diría que no. Los procesos o signos o consecuencias graves que uno
ve en el ano en este contexto, se dan por forzamiento” y a su vez
“descartó el vínculo que pretendió introducir la defensa de esa
lesión con los problemas de hemorroides que tenía la denunciante”.
Para destacar en este sentido que: “De todas formas, vale
mencionar que, durante el juicio no se comprobó que F. B. hubiera
atravesado procesos de constipación, pero en cambio sí fue por ella
manifestado que nunca en su vida había querido tener relaciones
sexuales anales, porque para ella ‘era un conducto que era para
otra cosa’”, lo que evidencia la ausencia de consentimiento por esa
vía a lo largo de toda la relación.
No obstante lo expuesto, la sentencia se hace cargo de lo
manifestado por el perito y destaca que: “Cierto es que sostuvo
Pagliarino que es habitual hallar fisuras en hora 6 y lesiones en
glúteos o brazos en casos de penetración anal violenta, lo que aquí
no aparecería. Ahora bien, si bien el informe médico en el CMF no es
un indicador unívoco y concluyente de que hubo penetración anal
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forzada, sí es un elemento compatible con el relato de F. B. y que
apoya sus manifestaciones”.
Aclarando la sentencia que “la falta de indicadores que
Pagliarino atribuye a la penetración anal violenta es comprensible a
través del propio relato de F. B. y de profesionales de la salud que la
han tratado. La presuposición de Pagliarino pareciera tener como
premisa la de un ataque con la consiguiente resistencia física de la
mujer. En el caso, no es ese el cuadro que se ha presentado y, menos
aún, hacia el final de la convivencia. Vale aquí recordar las palabras
de la actual psicóloga de la damnificada cuando sostuvo que posee
los mecanismos de defensa devastados. En tal sentido es razonable
considerar que F. B. no ejerció una resistencia física a la
penetración, sino que fue sometida casi sin dificultades por
Marchesini, tal como lo logró con cierta sistematicidad en el período
de convivencia. Por otra parte, basándose en la descripción médica
de Pérez Coloumbier que revisó a F. B. en la OVD, la defensa
destacó que las lesiones que tenía se correspondían con días
anteriores al suceso y que no tenía lesiones en la frente.
Al respecto debe destacarse que dijo que a veces la
golpeaba con los azulejos y que se tenía que poner las manos en la
frente para no golpear su cabeza. Ello responde la manifestación de
la defensa de la falta de correlación física con el relato. F. B. no dijo
que le golpeó la cabeza contra los azulejos sino que debió tomar
precauciones en algún momento del suceso, para que ello no
sucediera”, lo que explica la ausencia de otras lesiones.
A partir de esta adecuada valoración de los dichos del
perito Pagliarino, se analizan otros elementos que dan cuenta del
relato de la víctima: “Fue clara la psicóloga Olivieri cuando dijo que
en la sesión del 13 de mayo, estimulada por sus preguntas,
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Guadalupe F. B. comenzó a relatar episodios de violencia verbal que
evidenciaban violencia permanente de parte de su pareja. Era
tratada de inútil en cualquier tarea que realizara, le decía que era
mala en la cama y le efectuaba críticas permanentes en las que
ninguna de sus acciones era valorada como positiva. También hizo
referencia a que la decisión de convivir no fue hablada, sino que él
comenzó a quedarse y a llevar sus cosas hasta alojarse
definitivamente su casa a los tres meses de conocerse. Interrogada
sobre su vida sexual, le dijo que no deseaba tener relaciones sexuales
con él porque le causaba rechazo y él la obligaba porque ‘tenía que
descargar’. La sometía por la fuerza penetrándola en contra de su
voluntad, a veces vía vaginal y otras, anal, cuando ella estaba
dormida o se iba a bañar. Incluso relató una escena en donde él le
golpea la cabeza en los azulejos del baño mientras la toma por la
fuerza. También relató que cuando los hijos de él se quedaban a
dormir, él proponía tener sexo aunque los chicos fueran a escuchar o
ver si pasaban al baño, ya que tenían poco espacio de privacidad en
el departamento y ella se negaba y él la obligaba”. Oliveri relató que
la impulsó a hablar de lo que le estaba pasando porque era nocivo
para ella quedarse en el lugar de víctima silenciada, a que venciera
su vergüenza y ese pacto de silencio” y que “F. B. evidenciaba un
‘shock postraumático’, lo cual coincide con lo expresado por su
psiquiatra Mariano Outes, quien vinculó el estrés postraumático
que presentaba con esa situación sexual no autorizada por ella”.
De este cuadro de sometimiento también se consideró lo
relatado por sus familiares en tanto “la madre de F. B. y su tía, Silvia
y Beatriz Muslera, también coincidieron en lo que les contó el día en
que se fue a la casa de la familia con un bolso y el perro. La madre
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recordó que le dijo que no aguantaba más y que la violaba todo el
tiempo”.
Es evidente, como se razona en la sentencia “que recién
en la entrevista con Olivieri, F. B. pudo ponerle un nombre a esas
prácticas que le disgustaban, que no aceptaba y que por la
conducta de Marchesini tenía que soportar pese a su oposición”.
“Asimismo, debe señalarse que, además, y luego de consultar con un
abogado, concurrió a la OVD y allí sostuvo el mismo relato de los
hechos. En ese contexto la atendieron profesionales entre quienes
vale destacar a Karina Matera, que señaló que la damnificada lloró
la mayor parte del relato, que tenía temblores que se observaban y
que, más que temor, evidenciaba signos de terror. No es menor que
Matera hubiera advertido una altísima vulnerabilidad pero,
conjuntamente, un discurso coherente, y sumamente verosímil. En ese
contexto, destacó que inició su relato por el último hecho y luego
pudo relatar lo ocurrido con anterioridad, lo que es esperable en
estos casos. Que presentaba sentimientos de cierta inhibición, que su
estado emocional era de angustia y daba cuenta de estar sumergida
en una situación de entrampamiento emocional”.
En síntesis, dijo que su relato tenía todas las
manifestaciones psicosomáticas que acompañan el estado
emocional que evidenciaba”.
Asimismo, aparte de la constatación de la lesión en la
zona anal “la médica Pérez Coloumbier (OVD), constató que
presentaba lesiones equimóticas amarronadas en la cara posterior
tercio medio del brazo izquierdo y en la línea media axilar del lado
izquierdo en la región abdominal, cuya data ubicó entre siete y diez
días y con un mecanismo de producción de choque o golpe contra
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cuerpo duro” lo que permite acreditar lo manifestado por F. B. en
cuanto a “cómo el imputado durante el período en que la abordaba
sexualmente, la sujetaba con fuerza y esto permite correlacionar esas
lesiones con sus afirmaciones, en el sentido de que “él me hacía
fuerza en el cuerpo y me dejaba marcas’. ‘Me decía, si repregunta tu
mamá o algo, decile que es porque somos fogosos. Me dejaba
marcas y él lo sabe’”.
La valoración del hecho puntual denunciado ante la OVD
y el contexto de la relación permiten considerar “el resto del relato de
F. B., y la correlación que tiene con otros elementos de prueba.
Tramos centrales del relato de F. B. han sido, por ejemplo, los
siguientes: ‘…me violaba. Yo no sabía si yo era violada o no, porque
en realidad no estaba consciente, me manipulaba fuerte, como que
las relaciones así son normales, decir que no, decía bueno, vas a ver
que te va a gustar, después empezó a subir el tono, me decía puta,
esas cosas, viste puta que te va a gustar, y yo le decía que no me
gustan mucho las palabras así fuertes. El hacía esas cosas, yo no
estaba acostumbrada a eso y él me decía tenemos que ser más
salvajes, me decía yo no quiero ser esa gente que no tiene sexo’.
También es relevante destacar que dijo ‘Cuando yo me
bañaba, él entraba de prepo. Y ya no me gustaba bañarme, porque
cada vez estaba más sucia. Después de seis o siete meses sólo me
bañaba cuando después venían los chicos, para tener una imagen
mejor pero no para él, a él quería darle asco para que no me toque
más. A mí me parecía raro que cuando yo dormía, él de repente
estaba adentro mío y yo le decía no quiero, salí, déjame dormir y dice
bueno, pero tengo ganas ¿para qué está la mujer? cuando yo tengo
ganas, tengo ganas. Y yo decía bueno, no sé, yo no quiero, estoy
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durmiendo, y ahí empecé a tener miedo de dormir cuando se venía la
noche, pero no era consciente de por qué tenía miedo en realidad’.
F. B. también sostuvo que ‘…él llegaba y tomaba
alcohol, a veces si, a veces no, pero yo se lo tenía prohibido, porque
me daba taquicardia porque yo sabía que después algo malo me iba a
pasar, como hacerlo repetidamente, sin mi consentimiento, era
mucho. De hecho, muchas veces me sangraba, como que tenía
períodos raros, o tenía poco flujo, y si me secaba o algo, y me decía
no, pero esto es normal, y me mojaba con la lengua o lo que sea’”.
Como dice la sentencia: “Ese relato está, además,
acompañado por múltiples otras circunstancias que lo refuerzan y
que, a la vez, desvirtúan el relato de Marchesini y los planteos de la
defensa”, que como ya dijimos se limitan a sostener, sin argumentos,
que lo reseñado en detalle por la sentencia no estaría probado lo que
debe ser descartado.
El relato de la víctima de cómo se inició la relación y
cómo fue cambiando se corrobora, incluso, con cuestiones de detalle
como el hecho de que “la hacía ver películas de contenido
pornográfico durante las relaciones sexuales. Marchesini negó esa
situación y dijo que no tenían acceso a canales con esos contenidos
en el cable. Sin embargo, ello quedó demostrado con el informe de la
empresa Telecentro que dio cuenta de que F. B. había contratado el
servicio de cable en el año 2009, pero que fue recién en el mes de
abril de 2014 cuando se contrató el ‘pack adultos’, lo cual coincide
con lo que sostuvo la damnificada”. Valorando la sentencia que “esta
cuestión, que también aisladamente es menor en comparación con
todo lo debatido sobre la cuestión probatoria de los hechos
concretos, no hace sino mostrar cómo las numerosas afirmaciones
de la damnificada se fueron corroborando en el juicio por informes
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o por manifestaciones de otras personas, y cómo las negativas de
Marchesini se fueron desvirtuando una a una”.
A su vez, se valoró lo declarado por F. B. respecto de lo
que le relataba a Patricia Estrada, que fue su psicóloga al comienzo de
la convivencia con Marchesini y de qué manera la aconsejó en ese
momento. “Dijo la damnificada que a esa psicóloga no le contaba
sobre algunas cuestiones o se lo decía en forma ‘ligth’, pero que sí
requería que le diera ‘tips’ para ser una ‘buena pareja’. En ese
marco, dijo que la profesional le decía que en algunas cosas ‘había
que ceder’. Pero incluso, en esa particular relación profesional
paciente, la propia Estrada indicó cómo, después de un tiempo, F. B.
dio cuenta de su relación con Marchesini al usar la frase de aquélla
en cuanto a que se trataba de ‘coger por coger’, queriendo significar
que no había ningún deseo en ella de tener ese tipo de relaciones”.
La conclusión que se obtiene de ese confronte es que “no
había una decisión de F. B. de participar en las prácticas sexuales
que le practicaba Marchesini y que, pese a sus resistencias, él
continuaba”, en coincidencia con lo declarado con la propia psicóloga
del acusado, Alicia Branca, quien en el contexto de una declaración
con “numerosas referencias favorables al imputado, que su paciente
le había dicho que F. B. ‘se negaba a tener relaciones sexuales’”,
circunstancia que abona la tesis de la acusación.
A ello debe sumarse “la situación de maltrato de la que
F. B. dio cuenta (…) que, al dormir, muchas veces y de golpe se
despertaba advirtiendo que Marchesini ‘estaba dentro mío’. En ese
contexto dijo la damnificada que le decía ‘no quiero, salí’ y que él le
respondía ‘para esto está la mujer’, lo que podía ocurrir porque la
sometía por su mayor tamaño y fuerza y, al aprisionarla de espaldas,
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se levantaba de la cama y se iba a la cocina, que a veces no sabía
dónde ir, y que él iba a buscarla y le pedía disculpas y le prometía
‘no lo voy a hacer más’”. Concluyendo en que “(e)stas formas de
actuar son compatibles con las manifestaciones que están
consignadas en las cartas referidas”.
Todo este análisis se intenta relativizar por la defensa a
partir de las características de la personalidad de ambos, sosteniendo
que “(a)l momento de fallar no se tuvo en cuenta que eran dos
pacientes psiquiátricos”.
La sentencia también se ocupa extensamente de ello para
descartar la duda que se pretende introducir por esa vía. Dice el fallo:
“En este marco también debe relevarse una situación
que permite analizar la cuestión en su conjunto. La pareja anterior
de Marchesini concurrió a la OVD en el año 2013 y fue atendida allí
por Karina Matera. Laura Bouilly denunció que Marchesini la
abordó un día y le imputó que tenía otra relación de pareja, y en ese
contexto abusó sexualmente de ella atándole las manos y los pies.
Específicamente ella dijo que Marchesini le dijo que se iba a matar y
que ella lo tomó como una forma más de manipulación, pero luego
ocurrió que ‘…con la cuchilla levanta unas esposas y me las
muestra… me acerca la cuchilla hacia mi cuello. 'A vos no te va a
pasar nada, pero callate', me dijo. Me hace poner las manos atrás,
me pone las esposas, me pone precinto en las dos manos. Después me
saca las esposas, me ata los pies con unos cables que estaban en las
patas del somier y me amordazó con un pañuelo…’. Agregó que,
luego de sacarle la mordaza y las ataduras de los pies porque ella le
pidió tomar agua e ir al baño, Marchesini le dijo ¿te puedo pedir un
favor? ¿Podemos estar juntos para devolverme mi dignidad de
hombre? Yo accedí para no empeorar la situación, se hubiese
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más allá de la violencia sexual, también rescataba como relevante la
violencia psicológica”, concluyendo de esa forma en que “no hay
dudas que las relaciones sexuales que mayoritariamente se
sucedieron, al menos desde el mes de septiembre de 2014, no eran
ni buscadas ni aceptadas por F. B.”.
En ese sentido se deja constancia en la sentencia de la
impresión que les provocó su testimonio en el debate: “durante su
declaración en el juicio se mostró sincera y no evidenció motivo
alguno de animadversión en contra del imputado, pero sí una cierta
inmadurez afectiva, a punto tal de manifestar que al conocerse,
cuando él le contó que se había querido suicidar al separarse de su
anterior pareja, a ella le provocó pena y ahí comenzaron la relación;
al igual que manifestó que una de las causas por las que no se podía
separar era que le daba lástima porque se iba a quedar en la calle y
tenía dos hijos que mantener. Esto también demuestra, sostiene el
fallo, la fuerte manipulación que el imputado ejercía sobre ella”.
La psicóloga Oliveri dijo que F. B. “relató los sucesos
dando cuenta de que el abuso se fue dando paulatinamente, lo que
resultaba compatible con el cuadro de vulnerabilidad y afectación
que presentaba. En ese contexto destacó que estaba con extrema
delgadez, aspecto demacrado, temblor corporal, insomnio, miedo,
imposibilidad de hablar por teléfono con Marchesini delante, mucho
llanto y angustia, etc. Que las situaciones de sexualidad no
consentida le provocaban una sensación muy fea, se sentía un objeto
sexual, se sentía que ‘no tenía alma’. Habló de una anestesia
emocional y de la forma en la que le quitaba valor como mujer”.
Con relación al discurso y su coherencia, y la calidad de
verosimilitud también se expidieron Portnoy y Norry, psiquiatra y
psicóloga del CMF, respectivamente. Y, por su parte, Matera
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estaba duchando para abusarla, lo que ocurrió puntualmente en la
oportunidad que tomó la decisión de dejarlo como ya se analizó.
La sentencia se ocupa de analizar las personalidades de
ambos donde la defensa sostiene que F. B. no podía comprender lo
que sucedía debido a cuestiones psíquicas y a la medicación que
tomaba y que Marchesini no podía ser autor de lo que se le
reprochaba. Señala el fallo extensamente, ocupándose de la
información aportada por los expertos que los trataron que: “Esas
defensas también quedaron desvirtuadas. Por un lado, en lo atinente
a las características de personalidad y las prácticas de budismo por
parte de Marchesini, no es posible negarlas. De hecho, su madre dijo
que era un chico muy tranquilo, sumiso, retraído, y los informes
psicológicos dieron cuenta, por ejemplo, que ‘los montos de
impulsividad se observan en aceptable control defensivo, tendiendo
más a la inhibición que a la agresividad’ (hoja 216). Asimismo, la
propia F. B. dijo que concurría a un sitio donde desarrollaba
actividades vinculadas al budismo.
Ahora bien, ello no impide necesariamente que
Marchesini en contextos de privacidad con sus parejas muestre otra
cara de sus formas de interacción –actitud que, por cierto, tal como
lo afirmó Oliveri resulta uno de los rasgos habituales de las
personalidades manipuldoras. De hecho, ello no sólo lo dijo F. B.
sino su pareja anterior, Laura Bouilly. Esta última, al igual que la
damnificada dijeron que no era violento entendiendo eso como
alguien que ejerciera violencia física consistente en golpes sin otra
finalidad que agredir. Sin embargo, coincidieron en las otras formas
de violencia (psicológica, simbólica, sexual).
En una línea compatible con ello, Haeberli dijo que no
presentaba impulsos agresivos y que tenía inhibido lo vinculado a la
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violencia. Sin embargo, añadió que Marchesini tenía escasa fortaleza
con las dificultades de la vida y que fabricaba un orden externo que
podía estar bien para los sistemas informáticos, pero que en la vida
de relación lo llevaba a situaciones de angustia e irritabilidad.
Cierto es que también dijo que no surgía de sus estudios
una tendencia compatible con la imputación, pero lo basó en que no
debería tener energía para ello ya que había en el cuadro algunas
características de desborde, pero dirigidas hacia sí mismo.
Sin embargo, el propio Marchesini dio cuenta de
aquellas dificultades conductuales ante los profesionales que lo
atendieron. Así García Alva lo consignó en la historia clínica ya
referida.
Por su parte, Herrán sostuvo que Marchesini
evidenciaba una personalidad inmadura, egocéntrica, que generaba
vínculos simbióticos y dependientes y que tendían al entrampe
vincular. Con relación a la esfera de la sexualidad, si bien sostuvo
que no se evidenciaban indicadores que denominó ‘patológicos’,
también dijo que ello no implicaba relación de causalidad alguna con
la existencia o inexistencia de los sucesos acusados.
A su vez, es importante considerar en este plano otras
cuestiones que se han probado. En tal sentido, las cartas ya
mencionadas aportadas por F. B. dirigidas a ella por Marchesini,
también dan cuenta de las características que solía tener en la
interacción con su pareja.
Con relación a los tratos con términos como ‘puta’,
Marchesini dijo que no era su terminología y que eso no le generaba
mayor excitación. Por su parte, F. B. sostuvo que así la trataba y que
eso lo hacía en la misma línea de los pedidos de la visualización de
películas con contenido pornográfico. Sobre esa cuestión hay dos
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aspectos a destacar. El primero es que la damnificada dijo que no le
gustaba, que se lo había dicho muchas veces y que lo había
exteriorizado. Sostuvo que se sentía un objeto y agregó ‘se me caían
las lágrimas’. El otro punto relevante que toca la cuestión de la
credibilidad de las manifestaciones de F. B. es que la anterior pareja
de Marchesini también dio cuenta de mecanismos de manipulación,
celos y agresiones sexuales de similar entidad.
Vinculado a ello, como ya fue mencionado, se encuentra
la práctica relacionada a atar manos o colocar pañuelos en la boca.
Al respecto F. B. dijo que, inicialmente parecía un juego, pero luego
se transformó en algo que denominó un vicio. Agregó que no le
gustaba, que se lo decía a Marchesini, pero que éste no escuchaba
sus pedidos. La situación compatible con lo denunciado por su pareja
anterior, también es un indicador de la credibilidad de lo dicho por
la damnificada en este caso.
Con relación a las dificultades eréctiles y, como
consecuencia, la imposibilidad de mantener relaciones sexuales,
debido a la medicación que ingería, corresponde señalar que no hay
elemento alguno de las pruebas que permitan considerar que
Marchesini en el período de tiempo imputado tomaba esa
medicación. De hecho, se lo había medicado en el año 2013 y volvió
a consulta con profesionales de la psiquiatría en abril de 2015. Más
precisamente García Alva le indica determinada medicación el 30 de
abril de 2015, es decir, menos de dos semanas antes del último
suceso. Ello, sumado al tiempo que Outes dijo que tarda la
medicación en hacer efecto, hace que la defensa no pueda ser
considerada para desvirtuar la acusación.
Además, Outes, dijo que lo que se puede ver más
frecuentemente con ese tipo de medicación es un retraso del orgasmo,
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pero no una imposibilidad de erección. Es suma, tampoco por la vía
de las probabilidades es posible considerar lo alegado, aun
soslayando que no está claro si había tomado esa medicación en el
período imputado y con la antelación previa para que los principios
activos comiencen a hacer sus efectos –en este caso, secundarios o
adversos que sólo se dan, según el propio García Alva, en pequeños
porcentajes de los individuos que la ingieren.
Por otra parte, vale decir al respecto que su psiquiatra,
el nombrado García Alva, a preguntas que se le formularon en el
debate, dijo que Marchesini nunca le refirió tener problemas en el
marco sexual. Incluso dijo que había repasado la historia clínica
poco tiempo antes de declarar y que allí no estaba consignado.
Respeto de las posibilidades de F. B. de comprender lo
que ocurría, han sido de gran claridad las declaraciones de las y los
profesionales de la salud que la han atendido antes, durante y
después de los sucesos. Así dijo Outes que en el segundo período en
el que atendió a F. B. advirtió otra clase de complejidad, señalado
que advertía indicadores de estrés postraumático, y que la cronicidad
del cuadro depresivo no evolucionaba precisamente por ese estrés
que era producto de lo traumático de la relación con Marchesini. De
hecho, Outes sostuvo que no le dijo demasiado pero sí que había
habido situaciones perjudiciales para su ‘buen honor’ y que muy
posteriormente sí dijo que había habido ‘abusos no autorizados’. En
ese sentido, de enorme relevancia es que un profesional con el
recorrido y la trayectoria de la que dio cuenta Outes respondiera,
con contundencia, que había una relación evidente entre los hechos
acusados y el estrés postraumático que ella presentaba.
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No resulta menos relevante en este contexto que Outes
advirtiera que en los últimos tiempos, y después del tratamiento y del
tiempo transcurrido, F. B. pudo mejorar su situación.
Por otra parte, en cuanto a la referencia de la defensa de
que F. B. tenía un estado de vulnerabilidad psíquica previa,
corresponde señalar que ello quedó demostrado desde varias
perspectivas. A modo de ejemplo basta señalar lo dicho por Outes,
que sostuvo que cuando la atendió consideró que F. B. estaba sobre
medicada, y que bajó algunas dosis. Pero ello no implica que esa
situación le impidiera comprender lo que ocurría, ni que por ello no
pudiera expresar sus sentimientos y sus deseos. Muy por el contrario,
ello quedó evidenciado en la audiencia por quienes la trataban.
En esa línea es posible sostener que las situaciones en el
plano psíquico se vieron profundamente agravadas a partir de las
conductas de Marchesini, tal como lo afirmaron, por ejemplo, Outes
y Laspuchin, quienes dieron cuenta de las secuelas que quedaron en
F. B.. Outes manifestó en ese sentido que ella quedó incapacitada de
tener una relación vincular perdurable. ‘Le quedó afincado el
trauma’. A su vez, Laspuchin sostuvo que tenía un bloqueo
emocional, que al día de hoy perdura, aunque en forma transitoria.
Por último, y con relación a algunas referencias de la
defensa en el alegato, basta responder algunas pocas palabras. En
efecto, el uso o no de preservativos, la vía anal como forma de
relación sexual, la presencia de niños en la casa y otras cuestiones
que la defensa puntualizara como decisiones individuales sobre las
cuales el estado no puede inmiscuirse, resultan impertinentes al
caso”.
Para concluir en que “se ha demostrado que las acciones
descriptas fueron hechas por Marchesini sin el consentimiento de F.
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B., lo que las convierte en delictivas por encuadrar típicamente en el
art. 119 párrafo tercero del Código Penal”, porque F. B. no sólo no
quería tener relaciones anales o bucales, sino que “no quería
mantener relaciones sexuales de ningún tipo, y que se lo decía a
Marchesini pero que él insistía sin escucharla hasta que avanzaba sin
importarle la negativa de su pareja”.
Como sostiene la sentencia “en el marco de las reglas de
la sana crítica, y considerando además las conceptualizaciones que
deben tenerse en cuenta por imperativo legal, constitucional e
internacional sobre relaciones atravesadas por la violencia de
género, hacen que la prueba sea muy sólida en favor de la
acusación”, por lo que el agravio genérico de la defensa de que los
hechos denunciados no se encuentran acreditados, y que se debe
resolver conforme el in dubio pro reo, debe ser descartada.
Bajo estos lineamientos, y no habiendo otras cuestiones a
tratar frente al desarrollo efectuado por la parte, propongo al acuerdo
rechazar el recurso en todos sus términos, con costas, atento el
resultado.
El juez Rimondi dijo:
Adhiero al voto del juez Bruzzone.
El juez Divito dijo:
Atento a que en el orden de deliberación los jueces
Bruzzone y Rimondi han coincidido en la solución que cabe dar al
recurso de casación intentado, he de abstenerme de emitir voto, por
aplicación de lo establecido en el art. 23, último párrafo, del CPPN
(texto según ley 27.384, B.O. 02/10/2017).
En virtud del acuerdo que antecede, la Sala 1 de la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la
Capital Federal, RESUELVE: RECHAZAR el recurso de casación
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interpuesto por la defensa oficial, con costas (arts. 456, 465, 468, 570
y 471, a contrario sensu, 530 y 531, CPPN).
Se deja constancia de que los jueces Rimondi y Divito se
expidieron en el sentido indicado pero no suscriben la presente en
cumplimiento de la acordada n° 4/20 de la CSJN, y de las acordadas
n° 1, 2, 3 y 4 de 2020, de esta Cámara.
Regístrese, notifíquese a las partes intervinientes en esta
instancia, comuníquese (acordada 15/13 CSJN y lex 100) y, tan
pronto como sea posible, remítase al tribunal de procedencia, quien
deberá notificar personalmente al imputado. Sirva la presente de
atenta nota de envío.
GUSTAVO A. BRUZZONE
Ante mí:
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