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Reg. n° 592/2016
VISTOS:
RESULTA:
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Concretamente, las críticas al fallo en estudio pueden
sintetizarse en: a) la arbitrariedad con la que el tribunal rechazó el
planteo de nulidad formulado durante el debate respecto de las actas
de secuestro labradas a fs. 5, 85 y 86; b) arbitraria valoración de la
prueba al momento de subsumir el hecho en la figura del art. 166, inc.
2°, segundo párrafo del CP y respecto de su grado de ejecución. En
conexión con ello, la violación al principio de igualdad de armas,
principio acusatorio y a la garantía de imparcialidad del juzgador, por
la convocatoria de peritos al juicio para que aclaren ciertos extremos
cuya declaración no había sido ofrecida por la fiscalía en la
oportunidad procesal correspondiente; c) errónea aplicación del art.
41 quater CP; d) arbitraria mensuración de la pena.
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Y CONSIDERANDO:
1
CNCCC, Sala II, rta. 03/09/2015, Reg. n° 406/15.
2
CNCCC, Sala II, rta. 18/11/2015, Reg. n° 670/15.
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Sentado lo expuesto en torno a la admisibilidad del
recurso, corresponde emprender el análisis de la sentencia recurrida
de acuerdo al orden en que fueron planteados los agravios por la
recurrente.
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Chattich por presentar excoriaciones en el escroto y esguince en el
tobillo derecho.
Los móviles 926 y 226 se abocaron a la persecución del
rodado en el que se daba a la fuga Villodres, quien había logrado
salir del local simulando ser un cliente, ascendiendo al referido
automóvil que lo aguardaba a metros de la puerta del comercio.
Tras un breve seguimiento, y habiendo sido obligado a detener
la marcha a raíz del tránsito existente en el lugar, se materializó la
detención de Daniel Esteban Villodres, quien viajaba como
acompañante.
Durante el procedimiento se incautó una campera de colores
negro, gris, blanco y rojo con su correspondiente alarma de sistema
de seguridad para prendas colocada, un teléfono celular Motorola y
un reloj pulsera. Asimismo, un bolso tipo morral en cuyo interior se
halló un arma de fuego tipo pistolón, de doble caño superpuesto,
calibre .32 marca ‘Sportman’, nro 3994, que presentaba cartuchos
percutidos en la recámara.
Asimismo se secuestró vainas servidas, proyectiles, trozos y
piezas de armamento detalladas en el acta de fs. 86. Finalmente,
tanto el marinero de la Prefectura Naval Argentina Darío Francisco
Spaciuk y el Oficial Mayor Chattich hicieron entrega de sus
respectivas armas reglamentarias”.
En sus agravios expuso, no obstante, que ese reconocimiento
expreso de responsabilidad en los hechos no debía extenderse en la
medida pretendida por la acusación, puesto que a diferencia de lo
argumentado por la Sra. Fiscal de juicio, ni el coimputado Martínez,
ni su defendido, habían reconocido haber efectuado disparos de arma
de fuego ni haber concurrido al lugar de los hechos con armas en
condiciones aptas para producir disparos.
Sobre la base de esa premisa, y luego de impugnar de nulidad
las actas de secuestro labradas por las distintas fuerzas de seguridad
intervinientes en el episodio, tildó de arbitraria la fundamentación que
el tribunal brindó en el acápite dedicado a la subsunción legal del
caso. Cuestionó el modo en que se tuvo por acreditada la utilización
de armas de fuego y su aptitud para el disparo, como así también la
valoración efectuada por el tribunal para tener por consumado el
hecho. Por último, se agravió de la aplicación de la agravante prevista
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resulta suficiente a criterio de la defensa para plantear una duda
respecto de la preexistencia de la vaina en el lugar en el que se afirma
que fue secuestrada, según lo consignado en el instrumento de fs. 86,
al que pretende restarle valor convictivo.
El tribunal oral rechazó este primer planteo de nulidad
formulado por la defensa en su alegato, afirmando que:
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Ahora bien, más allá de la vía procesal escogida por la
defensa para formular el planteo (nulidad o redargución de falsedad),
y de la extemporaneidad con la que habría sido introducido al pleito
habida cuenta de la preexistencia del defecto apuntado desde el
comienzo mismo de esta investigación, sin que nada se haya dicho al
respecto en las anteriores etapas del proceso, lo cierto es que la
contradicción entre las actas de secuestro obrantes a fs. 5 y 85 es
notoria a los ojos de cualquier intérprete mediante una simple
operación de confronte, y la prueba producida durante el debate no ha
contribuido a despejar las dudas sembradas en derredor a esta
cuestión.
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pretensión del recurrente es rebatir el grado de ejecución del hecho
que el tribunal tuvo por probado en la sentencia, he de dejar en claro
desde ya que su planteo no tendrá favorable acogida. La consecuencia
práctica de las deficiencias apuntadas en torno a la confección de las
actas puede representar, a todo evento, una merma sensible del valor
probatorio que corresponde asignarles, únicamente en lo que se
refiere al secuestro del dinero, en tanto instrumentos públicos que
hacen plena fe de su contenido. Incluso podría prescindirse de ellas
por completo; pero en tal caso, restaría todavía analizar los restantes
elementos de prueba colectados, porque a través de ellos podría
arribarse, de manera independiente, a la misma conclusión a la que se
llegó en torno al grado de ejecución alcanzado por la conducta ilícita
reprochada.
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3
Sancinetti, Marcelo A. “La apropiación de cosa perdida como hurto atenuado. A propósito del
plenario ‘Adrián González’”, Doctrina Penal, Año 7, Ed. Depalma, 1984, págs. 299 y sgtes.
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de Martínez como consecuencia de la irregularidad detectada en las
actas que documentan su secuestro, se torna en verdad irrelevante. En
tal caso, habrá ya consumación por el mero hecho de que Villodres
tuvo la posibilidad de disponer, “aunque más no fuere por breve
tiempo” de la mercadería sustraída del local y de los bienes
personales del damnificado Pavón, ello de acuerdo a lo que surge de
las diversas declaraciones recabadas en el debate, que dan cuenta de
que la detención del imputado se produjo a ocho o nueve cuadras del
lugar de los hechos, una vez que el rodado en el que fugaba había
sido perdido de vista por los agentes policiales que iniciaron la
persecución, secuestrándose luego del interior del vehículo los
objetos aludidos.
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recaudación alcanzaba una suma que oscilaba entre los cuatro mil y
cinco mil pesos, sino también que, pese a la detención de los autores,
el monto sustraído no había podido ser recuperado en su totalidad. Se
valora primordialmente el testimonio de Rocío Cristina González
Broin (fs. 1057 vta/1058), encargada del local, quien pudo dar cuenta
con mayor precisión del monto desapoderado en razón de que se
encontraba a cargo del negocio y, en esa específica función, había
podido realizar un arqueo de caja. Durante la etapa de instrucción, el
día de la ocurrencia de los hechos, la testigo hizo referencia a una
suma que rondaba los cuatro mil ochocientos pesos ($4.800) y luego,
en el juicio, es decir más de un año y medio después, habló de
aproximadamente cuatro mil pesos. La diferencia cuantitativa que
emerge entre sus dos declaraciones a lo largo del proceso, además de
no ser sustancial, se justifica en razón del lapso transcurrido entre
ellas; pero así todo, coincide también con lo narrado por las testigos
Minoni y Vázquez Rojas, quienes se pronunciaron en esa misma
dirección. Así las cosas, y aunque no fuere posible para los
empleados que depusieron en el debate expedirse con exactitud en
torno a esta cuestión, las sumas de dinero indicadas por cada uno de
ellos se aproximan en sus montos, y ello le otorga un alto grado de
verosimilitud a sus dichos por resultar concordantes entre sí.
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obedeció nada menos que a los actos de disposición que sobre aquél
ejerció el joven Martínez previo a que se produjera su aprehensión.
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argumentación. En este caso era indispensable proceder por la vía
procesal indicada, pues a falta de una irregularidad evidente como la
que se ha puesto de manifiesto en el caso de las actas anteriores, la
única forma de poner en duda el contenido intrínseco de la de fs. 86
era a través del mecanismo previsto por el art. 395 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, ya que conforme lo
dispuesto en el art. 296, CCCN, “El instrumento público hace plena
fe: a) en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los
hechos que el oficial público enuncia como cumplidos por él o ante él
hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal” (el
destacado me pertenece).
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aún más la posibilidad de repeler la acción ilegítima a las víctimas.
Se instala así un mayor peligro, actual, real y concreto pues el
empleo de un objeto que para causar daño, genera la razonable
expectativa de que ello efectivamente ocurra provocando la muerte o
lesiones en el ofendido. Para que se configure el delito en cuestión,
las armas deben ser un instrumento para la ejecución del robo,
constituyendo precisamente su uso y la violencia ejercida por el
autor para cometer el delito.
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agravió de la forma en que el tribunal procuró subsanar esas
inconsistencias, puntualmente por la convocatoria de peritos al juicio
que no habían sido propuestos en su oportunidad por la acusación.
Entiende que ello importó una afectación al principio de igualdad de
armas y a la garantía de imparcialidad del juzgador, por un lado
porque el pedido de la fiscalía se fundó en la discrepancia existente
entre los testimonios de los agentes Dávalos y Caballero en la
audiencia de debate, que debió conocer desde antes y actuar en
consecuencia en la oportunidad procesal indicada, y por el otro,
porque fue el tribunal el que interrogó a los declarantes acerca de la
capacidad de carga del armamento, incurriendo en un exceso de
facultades al arrogarse funciones propias de la acusación. Finalmente,
destacó que más allá de lo afirmado por los peritos en el juicio, no
existió una prueba empírica tendiente a demostrar la capacidad de
carga aludida.
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Por el contrario, ha utilizado una vía indirecta por la que
pretende instalar un marco de duda insuperable en relación a si ese
disparo del que da cuenta la pericia balística puede atribuírsele a
Martínez, que principalmente se sostiene en el secuestro del
armamento con nueve cartuchos en el cargador y una bala en la
recámara. Frente a ello, se preguntó la defensa cómo pudo ser posible
que el imputado haya efectuado la detonación que dejó como rastro la
vaina calibre .22 si el arma fue hallada con su carga completa.
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4
D’Albora, Francisco J. “Código Procesal Penal de la Nación”. 8ª edición corregida, ampliada y
actualizada por Nicolás F. D’Albora, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2009.-
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Por todo lo expuesto, este agravio tampoco habrá de
prosperar.
CP.
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la gravedad de los hechos discernidos, impuso una pena que se ajusta
a la culpabilidad del autor, la que vale remarcar, ha sido
sensiblemente inferior a los catorce años solicitados por el Ministerio
Público fiscal. De esta manera, no advierto arbitrariedad en la
decisión del tribunal ni una errónea aplicación de las pautas
mensurativas que establecen los arts. 40 y 41 CP, sino que a mi juicio
ha fundado correctamente la decisión, arribando a una pena acorde a
derecho.
Así voto.
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Americana sobre Derechos Humanos y 14.5 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos) no se limita a cuestiones de
valoración probatoria, sino que comprende también a todas las
consideraciones vinculadas a la interpretación y aplicación de la
normativa que en la sentencia confieran sustento a la decisión de
condena impugnada, sin que requisitos formales, relativos a la
presentación del recurso o del agravio del cual se trate, resulten un
obstáculo para el ejercicio imperativo de esa clase de revisión (cfr.
Corte Suprema de Justicia de la Nación en el precedente “Casal”,
Fallos:328:3399, en especial considerandos 27° y 28° del voto de los
jueces Petracchi, Maqueda, Zaffaroni y Lorenzetti; 10° del voto de la
juez Highton de Nolasco; 8° del voto del juez Fayt y 12° del voto de la
juez Argibay).
III
Pues bien, la interpretación de la agravante contenida en el
artículo 41 quater del Código Penal ha sido discutida tanto en
doctrina como en jurisprudencia, tal como bien señala la defensa en el
recurso, por lo que para su correcto tratamiento se impone, de manera
previa, determinar su fundamento y, en consecuencia, los supuestos
de aplicación.
A tal fin, corresponde establecer el significado y alcance de
los términos legales que determinan el incremento de la escala penal
para los mayores que toman parte en la comisión de cualquier delito,
cuando sea ejecutado “con la intervención de menores de dieciocho
años de edad” (cfr. art. 41 quater del Código Penal). Es necesario
pues constatar, ante todo, el significado de la palabra “intervención”
para llevar a cabo la hermenéutica.
Si se recurre al método gramatical de interpretación de la
norma, se observa que el diccionario de la Real Academia Española
define “intervención” como “acción y efecto de intervenir”, y a su vez
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examen, más allá de las puntuales diferencias entre cada uno de esos
proyectos. De ese modo fue señalado por la diputada Stolbizer al
proponer el tratamiento “sobre tablas” del asunto, y expresar que: “…
también se propone la incorporación de un artículo 41 ter al Código
Penal, la comisión ha dictaminado sobre los expedientes de los
señores diputados Fayad, Roy, Silvia Martínez, Martínez Llanos y
Saredi, por los que se incorpora al código Penal el citado artículo 41
ter, que se refiere al aumento de las penas en el caso de los adultos
que cometen delitos con intervención de menores” (cfr. Diario de
Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, Sesión del 14 de
agosto de 2002, 18° reunión, 11° sesión).
Ahora bien, de los fundamentos de los diversos proyectos que
desembocaron en la sanción del artículo 41 quater del Código Penal,
surge la voluntad arriba referida. En efecto, del expediente 3143D
2001 (proyecto de Víctor Fayad) se desprende de la lectura de los
fundamentos que lo precede que: “con frecuencia la sociedad se
encuentra indefensa ante actos que afectan su seguridad en donde sus
autores, verdaderas organizaciones criminales, para lograr su
impunidad se valen de menores para delinquir”, “Si bien es necesario
proteger a la sociedad en su conjunto, tanto más lo es proteger a los
menores del grave perjuicio al que quedan expuestos en este tipo de
actos delictivos a los que son inducidos por inescrupulosos adultos, y
en cuya reiterada comisión ven gravemente afectado su desarrollo
psíquico y social, con la consiguiente exposición a indudables
peligros físicos” (sin destacado en el original).
En el expediente 1350D2002 (Proyecto de Irma Roy) se
expuso que: “Los hechos que acontecen asiduamente, en los que
vemos en su mayoría la participación de menores de edad, apoyados o
instigados por mayores, nos obligan a tomar decisiones que conlleven
la intención de disminuir este tipo de situaciones delictivas”, “Es
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“La razón esencial del presente proyecto no es amparar las diferentes
situaciones en las que pueda perpetrarse un delito, sino amparar, a la
persona menor de edad para que sea tratada como un sujeto de
derecho y no como un objeto de derecho. Ergo penar a quienes así lo
hicieren al intentar reducir a un menor de edad en un instrumento
delictivo. En ese sentido, creo que debemos responsabilizar y penar a
todo aquel que especula con menores o los promueve a delinquir”, “A
todas luces la actualidad nos solicita velar, proteger y rescatar a
nuestros menores de las maniobras fraudulentas para las cuales son
utilizados”. Para finalizar, se expresó: “la intención de este proyecto
es amparar al menor de edad, penando a quien pueda poner en riesgo
su persona y su moral” (el destacado se agrega).
Por último, los fundamentos del expediente 4624D2002
(Proyecto de Miguel R. Saredi) fueron desarrollados, centralmente,
en los siguientes términos: “Los mayores que incumplen sus deberes,
en muchos casos, aprovechan los beneficios de los ilícitos impunes
cometidos por los incapaces, configurándose una especie de autoría
mediata merced al déficit de actividad de quienes tienen el deber
jurídico de obrar para gobernar la persona de los incapaces
menores de edad” (el destacado se agrega).
Ya en el recinto senatorial, el senador Agúndez indicó que:
“Esta es una forma de proteger a los menores. Es decir, disuadir a los
mayores para que no utilicen a los menores de edad en sus delitos”.
Finalmente, el senador Pichetto señaló que: “el proyecto tiene alta
razonabilidad porque busca aumentar en un tercio las penas que les
corresponderían a aquellos mayores que usen a menores, lo que
constituye un hecho habitual y reiterado” (cfr. Diario de Sesiones de
la Cámara de Senadores de la Nación, 6 de agosto de 2003, 16°
reunión, 10° sesión ordinaria, el destacado se agrega).
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ubican entre los 16 y los 18 años (artículo 2 de la ley n° 22.278), la
condición de instrumento no es posible derivarla directamente de la
edad del menor, razón por la cual, la aplicación de la calificante
dependerá de la verificación, en cada caso, de circunstancias que
determinen una efectiva instrumentalización del menor (responsable)
por parte del mayor (autor mediato).
De modo tal que la condición de instrumento del menor (de
entre 16 y 18 años) no es posible derivarla aquí, como en el caso del
menor de 16 años, de la inimputabilidad definida por la ley en virtud
de la edad, sino de alguna circunstancia, verificada en el caso
concreto, que dé lugar a afirmar un supuesto de autoría mediata por
parte del mayor, fundado en otra razón (a modo de ejemplo, el hacerlo
obrar en error de tipo, o de prohibición inevitable, o el aprovechar el
padecimiento de una insuficiencia de facultades mentales, en los
términos del artículo 34 inciso 1° del Código Penal, etc). Por lo tanto,
la agravación de la escala penal halla razón, también en este supuesto,
en el carácter tuitivo que el legislador contempla en función de la
instrumentalización de un menor.
Ahora bien, la interpretación aquí propuesta supone
distanciarse, por un lado, de aquellas posturas que han afirmado que
el artículo 41 quater comprende también supuestos de instigación (cfr.
en este sentido, el voto del juez Sarrabayrouse en el precedente
dictado por la Sala II de esta Cámara in re “Baiz, Jorge Mario y Baiz
Martínez, Emanuel s/ recurso de casación” resuelta el 30 de junio de
2016, registro n° 492/2016).
En tal sentido, cabe advertir que en los supuestos en que “el
instigado” fuere un menor inimputable, dada la redacción de la norma
que contempla a la instigación a cometer un delito en el Código Penal
argentino, esto es, “los que hubiesen determinado directamente a otro
a cometerlo” (cfr. última parte del artículo 45 de la ley de fondo), de
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citada, dejar sin efecto su aplicación respecto del nombrado y remitir
las actuaciones a fin de que, mediante el correspondiente sorteo, se
asigne el asunto a otro tribunal oral de menores que determine el
monto de pena a imponer a Daniel Esteban Villodres, conforme la
escala legal aplicable al caso; sin costas (artículos 456, inciso 1°, 470,
530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
El juez Horacio L. Días dijo:
Adhiero en lo sustancial al voto del juez Bruzzone.
En virtud del acuerdo que antecede, la Sala III de la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la
Capital Federal, por mayoría, RESUELVE:
RECHAZAR el recurso de casación interpuesto por la
defensa y, en consecuencia, CONFIRMAR la resolución recurrida,
sin costas (arts. 456, 469, 470, 471 –los dos últimos a contrario sensu,
530 y 531 CPPN).
Se hace constar que el juez Gustavo A. Bruzzone
participó de la deliberación llevada a cabo el día fijado para celebrar
la audiencia prevista en los arts. 465 y 468 del Código Procesal Penal
de la Nación y emitió su decisión en el sentido indicado, pero no
firma la presente por encontrarse actualmente en uso de licencia
(artículo 399 in fine del Código Procesal Penal de la Nación)
Regístrese, notifíquese, comuníquese (acordada 15/13
C.S.J.N. y lex 100) y devuélvase al tribunal de procedencia, sirviendo
la presente de atenta nota de envío.
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Ante mí:
PAOLA DROPULICH
SECRETARIA DE CÁMARA
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