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Cada noche, Agustin un adulto joven se despertaba empapado de sudor, con múltiples dolores

que recorrían todo su cuerpo. Con 23 años, vive con su madre, quien disfruta de la vida, ahora
que su hijo era mayor, se disponía a gozar de la vida que le fue arrebatada cuando se
embarazó a una edad temprana, ya que tuvo que cuidar sola de Agustin, pues sus padres y el
novio que la embarazo se desentendieron de ella, quedando completamente sola. Todos los
días Rubina salía de fiesta, ya fuera con amigas o hombres, llegaba en las madrugadas
armando un escándalo por toda la casa, de ella emanaba un intenso aroma de alcohol,
marihuana y cigarrillos. Agustin ya se había acostumbrado a las fiestas destructivas de su
madre, pero de lo que no se había acostumbrado aún, eran a los constantes reclamos de su
madre. Rubina reclamaba siempre en su estado de ebriedad el haberle arruinado su vida,
recordaba con mucho dolor su juventud, una juventud que se desvaneció hace mucho tiempo.
Estos reclamos hacían sentir mal a Agustin, para calmar sus ansiedad y depresión, tomaba
varias pastillas que le había recetado el psiquiatra. Un viernes Agustin tuvo una pesadilla, se
despertó sudando frío, el corazón le dolía con cada latido que daba. Trató de sentarse, pero un
intenso dolor en la espalda lo hizo gritar, cayendo al piso en donde se quedó desmayado. Las
noches siguientes, eran más de lo mismo, se despertaba, sudando frío, el temblor se esparcía
con cada latido que el corazón daba, sentía que el corazón se le iba a salir en cualquier
momento. Cuando no sabía qué hacer respiraba profundo, soltaba un suspiro, pero en sus
desesperación por calmarse se ahogaba sintiendo que iba a morir. En los días siguientes, le
comentó a su psiquiatra lo que le estaba pasando, el psiquiatra le pidió que se internara en su
hospital por una semana, para ayudarlo, Agustin accedió, pero comentó que tendría que ser en
dos semanas, pues tenía que juntar algo de dinero antes de renunciar, pues en su trabajo no le
darían permiso de faltar tantos días y para sus vacaciones faltaban varios meses todavía. Ese
mismo día habló con su madre, quien le pidió no hablar de sus problemas, ya estaba grande y
tenía que valerse por sí mismo. Los siguientes días Agustin tuvo la misma pesadilla, sentía
como una aguja penetraba su cuerpo, que lo dejaba inmovil, después sentía una mascarilla
sobre su cara con la que no podía respirar bien, en su sueño era consciente, respiraba
profundo, o trataba de moverse, pero un médico lo diseccionaba o eso es lo que él sentía, ya
que no podía abrir los ojos, siempre estaba a oscuras. En algunas ocasiones cuando se
despertaba, sentía mucho dolor en el pecho, espalda, ojos o en los pies. Dos días antes de
que lo internaran, despertó ciego de un ojo, acudió con un oftalmólogo, quien con una voz sería
y rígida le preguntó si había tenido una operación de córneas. Agustin respondió con un, no, el
oftalmólogo explicó que le faltaba una córnea, por tal motivo no tenía visión de un ojo. Ese
mismo día, al llegar a su casa, Agustin habló por teléfono con su psiquiatra, para pedir más
tiempo, antes de ser internado, el psiquiatra, molesto, no tuvo más opción que aceptar de mala
gana. Agustin había desarrollado un miedo a dormir, le aterraba soñar los mismo todas las
noches, al saber que le faltaba una córnea, su preocupación, era más intensa, no tenía a quien
contarle cómo se sentía, los abusos y maltratos que recibió de niño por parte de su mamá lo
habían convertido en una persona antisocial. Su mente era un caos total, una bomba sin el
cable rojo o azul, en cualquier momento iba a explotar, cuando el contador estaba casi en cero,
la puerta de su casa fue golpeado dos veces, se levantó de su cama, camino hacia la puerta, al
abrirla encontró a su psiquiatra, quien venía acompañado de otras dos personas. El psiquiatra
en un tono desesperado le pidió su otra córnea, Agustin entró en pánico, cerró la puerta, sentía
que le faltaba el aire,tratando de respirar, justo cuando daba el último suspiro falleció de un
paro cardíaco.

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