Tarea para el Círculo de estudio (Libro, Miedo de Tich Nat Ham) Margarita estaba sospechando que algo no estaba bien con su marido. Se le estaban olvidando ciertas cosas y reiteraba insistentemente sobre otras. Ciertamente él ya era un adulto mayor, tenía 80 años y ella 64. Pero aun así, era importante estar atenta porque Antonio tenía familia con una enfermedad grave que empieza por A y termina en mer, tal vez una de las enfermedades más crudas que borra los afectos, los nombres y los recuerdos con un olvido de sí, que deprime todo el sistema nervioso e inunda de soledad a los acompañantes de quienes la padecen. Sentada en la mesita de la cocina cogió el celular y empezó a mirar que Antonio había dejado de mandarle los mensajes de buenos días que acostumbraba a hacer. Eso la puso más en alerta. Un día que fueron al médico Antonio tuvo una pérdida de equilibrio en la calle tan evidente que Margarita debió hacer acopio de toda su fuerza para no dejarlo caer. Dado ese y otros síntomas, a empujones sutiles logró que su esposo aceptara controles ya no anuales sino semestrales. En esa consulta de enero 24 de 2023, Margarita refirió a la doctora circunstancias diversas de pérdida de rutinas de Antonio; él ya estaba bastante molesto con la entrada a dúo en la consulta, pero ella dijo que era necesario la compañía debido al aparente deterioro que había empezado a presentar su esposo Le enviaron varios exámenes, entre ellos un tac cerebral que salió malo. Fue así como la médica decidió enviar una pesquisa más profunda a la que Antonio se opuso sistemáticamente produciéndose entre la pareja una tensión muy grave. Margarita por su parte venía de una familia nuclear en la cual hubo presencia de enfermedades mentales que le produjeron un estrés crónico, porque aunque había sido la menor de cuatro hermanos, ella se había hecho cargo de su hermano más enfermo (con esquizofrenia) y, de su otro hermano artista que aunque bordeaba la enfermedad mental y la adicción, permanecía en una rutina que le permitía estar a flote en la relación que había formado con su mujer de la cual tenía dos hijos. El mayor con adicción y trastornos de personalidad y vida en calle Po su parte su padre que había dejado el hogar y que ya no estaba en este plano, había sido alcohólico y había sufrido de bipolaridad. Sobre esta sombra de enfermedades Margarita empezó a sentir el infierno cuando advirtió la posibilidad de que su esposo tuviera esa enfermedad dolorosísima que ni siquiera se atrevía a nombrar pero que empezaba a navegar en su interior. Claramente avistó no su miedo sino su pánico al tener que enfrentar nuevamente una situación trágica en su vida relacionada con la enfermedad mental. Verdaderamente no solo era pánico sino una profunda ira que no podía controlar y la superaba, aspecto que empezaba a presentarse no solo por las circunstancias penosas de la enfermedad sino por los impactos psicológicos y la sombra de sufrimiento que supuso haber sido abandonada por su padre. En toda su vida Margarita había conocido varias terapias para manejar el miedo, pero últimamente estaba practicando los ejercicios de respiración recomendados en el libro “Miedo” de Tich Nat Ham, sobre cómo poder transformar esa emoción. Ese martes de septiembre después de conversar con Antonio y recibir de él toda la resistencia para observar que verdaderamente sí estaba pasando algo serio con su salud, subió a su estudio, se sentó en su cojín de meditación y empezó a inspirar y espirar. Después siguió el recorrido de esa ruta desde su nariz y se concentró en ese mero acto, de donde obtuvo una visión profunda de su ser; haciendo esto, advirtió que eso, la ponía en contacto con su presente y con la circunstancia penosa por la que estaba pasando, pero adicionó una cosa más al inspirar, fue consciente de la abrumadora tensión pero también de la paz que al momento de exhalar sentía; pudiendo por ello liberarla y calmarla, supo en ese momento, que debía seguir con el procedimiento indicado por el precioso monje, y, era crear una sensación de viva alegría. Entonces Margarita fue a su infancia y recordó las veces que se puso su vestidito de ballet para jugar con su perro Rasputín a las Hadas, un juego que había inventado en el que saltaban con garrocha la quebrada que quedaba al lado del estanque y que servía de espejo a sus amigas las libélulas. Después, siguiendo la indicación de Tich, empezó a observar el sufrimiento que le producía pensar que nuevamente sería abandonada ya no por su padre quien se fue de ella cuando tenía tres meses en el vientre de su madre sino que, Antonio su única familia, el amor de su vida, se olvidaría de ella, sin embargo el precioso monje recomendaba después, anotar las condiciones que pueden hacer feliz a cualquier ser humano ( tener ojos, un corazón incondicional que late las 24 horas etc.) y pensó en la oportunidad que había tenido de tener sus visión sana para haber disfrutado y gozado de todos los paisajes maravillosos que la vida le había regalado, pero no solo esto, desempolvó todas las veces que había escuchado la música de los pájaros, el fresco ulular del viento sobre los arboles de su infancia, el amor de su madre y el de Antonio su gran amor. No aferrarse, ni a la penosa circunstancia por la que pasaba, pero tampoco al recuerdo esplendido de su infancia, posibilitaba según el monje, ser consciente de que estamos en un mundo donde su naturaleza esta cruzada por la impermanencia, todo está sometido al cambio y que “…la plena consciencia te permite reconocer la presencia de tu corazón que funciona correctamente…lo único que tenemos que hacer es volver a nosotros mismos. Reconocer una sensación dolorosa o placentera sin aferrarnos a ninguna… solo reconocer su presencia”. Margarita permaneció un buen rato en esa dinámica de plena conciencia sentada en su cojín azul turquesa y advirtiendo la diferencia que el maestro había escrito en el texto sobre la diferencia entre alegría y felicidad… (Alegría es cuando un caminante va por el desierto y observa a lo lejos un oasis, pero felicidad es lograr llegar al oasis y tomar agua de él), decidió emprender una búsqueda de su alegría y su felicidad, las dos atravesadas por el desafío que la vida le estaba señalando. Deshizo su postura con la reverencia que acostumbraba a hacer después de meditar. Se paró frente a la ventana, miró las montañas y pensó si alegría podría ser, que frente al desafío de salud de su esposo, ella estaba allí para apoyarlo, y que felicidad, en tal caso, sería lograr la aceptación de ese hecho, como una oportunidad de servicio y gratitud a él, a su amado esposo por todos los momentos de dicha y de franco apoyo que había dado a su vida llena también de desafíos. Tomó las llaves se puso su abriguito gris, salió a caminar como acostumbraba en las tardes sobre las 5. Antonio dormía plácidamente mientras sonaba en su radiecito transistor una de sus tangos preferidos : “Volver, volver “. Ana María Velásquez R
MMC: Motivación y Mente Consciente: Un programa de 6 pasos enfocado a la apertura de la consciencia, al adiestramiento mental, a la productividad, a la plenitud y a la trascendencia