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Rol: 232-2022
Ministro: Arias Córdova, Claudio
Ministro: Gallardo García, Paulina
Ministro: Vigueras Seguel, Solón Rodrigo
Tribunal: Corte de Apelaciones de Chillán(CCHI)
Partes: Ministerio Público con Denis Villegas Retamal
Tipo Recurso: Recurso de Nulidad (Proceso Penal)
Tipo Resultado: Rechazado
Fecha: 29/07/2022
Cita Online: CL/JUR/29441/2022
Hechos:
Tribunal de Juicio Oral en lo Penal dicta sentencia condenatoria por el delito consumado de conducción de
vehículo en estado de ebriedad causando muerte, previsto y sancionado en el artículo 110 en relación al artículo
196 inciso 3° de la Ley de Tránsito. Defensa de condenado recurre de nulidad. La Corte de Apelaciones rechaza
el recurso deducido

Sumarios:
1 . En la especie, reviste especial importancia el análisis que a la luz de la teoría general del delito efectúan los
magistrados en el basamento Décimo Segundo en relación a la conducta desplegada por el imputado y la
víctima, específicamente, en cuanto abordan la causalidad y la imputación del resultado producido. Explican
que el delito que se incrimina al hechor es un delito de resultado, esto es, "aquel que realiza un cambio en el
mundo exterior causado por una acción, que materializa la lesión o puesta en peligro del bien jurídico tutelado
por el correspondiente tipo de injusto -Cury, Enrique-. Dentro de los delitos de resultado, se trata de un delito de
daño o lesión, pues la descripción típica exige un resultado lesivo. En este caso, debe también determinarse si el
resultado producido -muerte de la víctima- es posible atribuirlo a una conducta desplegada por el imputado
Villegas R. Ello, porque, indudablemente, en este caso, además de la conducta realizada por el encartado, esto
es, conducir ebrio y no atento a las condiciones de tránsito del momento, se aprecia una acción realizada por la
victima que, al desplazarse de noche, por la calzada y en contra del sentido del tránsito, lo expone
imprudentemente a un riesgo para su vida e integridad física. Precisan luego los sentenciadores, que para
desentrañar el problema, ha de recurrirse a la teoría de la imputación objetiva del resultado, la cual presupone
que "el autor, con su conducta, ha creado un riesgo jurídicamente desaprobado y este se ha realizado en el
resultado." -Roxin, citado por Cury-. De esta forma, resulta patente que, en caso sub júdice, el imputado al
conducir un vehículo motorizado en estado de ebriedad, no atento a las condiciones del tránsito e impactar con
su móvil a la víctima, ha creado un riesgo desaprobado por el legislador, precisamente, al tipificar el delito de
conducción en estado de ebriedad causando muerte ( artículo 196 inciso 3° de la ley 18.290) y el resultado
descrito en la norma efectivamente se concretó, al producirse el fallecimiento de la víctima, a causa del
atropello. Por consiguiente, hay relación de causalidad entre la conducta del sujeto activo -el imputado Villegas
R.- y el resultado producido - muerte de la víctima- y, por ende, aquel le es objetivamente imputable. En este
caso, concurre una conducta de la víctima que también crea un riesgo, al transitar de noche, por la calzada y en
contra del sentido del tránsito, más, a pesar de dicha acción riesgosa, la conducta que despliega el sujeto activo
-el imputado- genera un incremento del riesgo, que torna imputable a él, el resultado producido. Concluyen los
jueces que, si bien la víctima se puso en una situación de riesgo, el encartado creó una situación de peligro para
el bien jurídico de superior entidad, al conducir ebrio y no atento a las condiciones de tránsito del momento,
incrementando con ello la situación existente, resultando por ende atribuible a él, y no a la víctima, ni a otro
supuesto y eventual conductor que lo sustituyese, el resultado producido, esto es, la muerte de la víctima
(considerando 7° de la sentencia de la Corte de Apelaciones)
2 . En el fallo impugnado se constata certeramente que los jueces se hacen cargo del aspecto subjetivo del tipo
penal atribuido al acusado, precisando que se trata de un delito de resultado, estableciendo la existencia del
delito doloso materia del juicio y la participación del acusado. Sobre el particular, conviene agregar que la
conducción en estado de ebriedad protege por una parte un interés supraindividual, aquel sin el cual los sujetos
que intervienen en el tráfico no pueden desempeñarse con un mínimo de seguridad para su vida, salud o
propiedad. Entonces, quien se desempeña en este estado resta una parte de la seguridad que todos comparten -y
que el ordenamiento jurídico trata de garantizar a través de sus prohibiciones- pues las peculiaridades somáticas
de la ingesta alcohólica conllevan la disminución de ciertas capacidades físicas, estimadas como indispensables,
para una conducción apropiada y que en el caso concreto, tal como se establece en el fallo de primer grado,
generaron el atropello y la muerte de la víctima, cumpliendo de esta manera con las exigencias previstas en las
letras c) y d ) del artículo 342 del Código Procesal Penal. Además, cabe tener presente, que los artículos 296 y

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340 inciso 2° del Código Procesal Penal determinan respectivamente: "La prueba que hubiera de servir de base
a la sentencia deberá rendirse durante la audiencia del juicio oral..." y "El Tribunal formará su convicción sobre
la base de la prueba producida durante el juicio oral". Como corolario de lo anterior, el Tribunal está facultado
para hacer la apreciación conjunta de la prueba y conceder credibilidad a unas u otras declaraciones en todo o en
parte, pudiendo tomar datos de todas las manifestaciones prestadas según su personal criterio y valoración,
conforme al principio de la libre valoración establecido en el artículo 297 del cuerpo legal antes citado
(considerandos 13° y 14° de la sentencia de la Corte de Apelaciones)
3 . Conforme a los prescrito en el inciso tercero del artículo 196 de la Ley de Tránsito, la ley castiga al autor de
un delito de manejar un vehículo de tracción mecánica en estado de ebriedad causando muerte, con penas
copulativas, entre las que se cuentan, la privativa de libertad, la de carácter pecuniario y aquella sanción que
impide de manera perpetua al infractor contar con el documento que lo habilite legalmente para la conducción
de vehículos motorizados. Respecto de la inhabilidad perpetua para conducir vehículos de tracción mecánica,
cuya imposición reprocha el recurrente, debe precisarse que fue incorporada por la Ley N° 20.580, publicada en
el Diario Oficial el 15 de marzo de 2012, que modificó la Ley N° 18.290, aumentando las sanciones por manejo
en estado de ebriedad, bajo la influencia de sustancias estupefacientes o sicotrópicas, y bajo la influencia del
alcohol. Luego, la discusión parlamentaria, permite colegir que tras diversos debates sobre la extensión de la
inhabilitación en comento, el legislador arribó a la decisión que en aquellos casos en que como resultado de la
conducción en estado de ebriedad se produzca la muerte de una persona, el infractor -atendido las gravísimas
consecuencias personales (la víctima y su familia) y sociales de su conducta- debe quedar impedido de por vida
de la autorización para manejar vehículos motorizados. De lo cual se desprende inequívocamente que a su
respecto no procede la modificación que pretende el recurrente, por cuanto la concurrencia de circunstancias
modificatorias de responsabilidad penal no alteran en caso alguno la perpetuidad de esta sanción. En
consecuencia, los jueces del fondo al imponer el castigo en términos perpetuos, no infringen las normas citadas
por el defensor, sino por el contrario, actúan acorde al texto expreso de la norma y al espíritu de la ley que la
introdujo en el ordenamiento jurídico nacional (considerando 18° de la sentencia de la Corte de Apelaciones)
Texto Completo:
Corte de ApelacionesChillán, veintinueve de julio de dos mil veintidós.
Vistos:
En estos autos R.U.C 1800853226 1, R.I.T. 128 2021, del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Chillán, la
sala integrada por los jueces Raúl Romero Sáez y Juan Pablo Lagos Ortega y la jueza Roxana Salgado Salamé,
por sentencia de dieciséis de mayo pasado, condenó a Denis Humberto Villegas Retamal, como autor del delito
consumado de conducción de vehículo en estado de ebriedad causando muerte, previsto y sancionado en el
artículo 110 en relación al artículo 196 inciso 3° de la ley 18.290, cometido el día 1 de septiembre del año 2018,
en la comuna de Chillán, a las penas de tres (3) años y un (1) día de presidio menor en su grado máximo,
inhabilitación absoluta perpetua de derechos políticos y a la inhabilitación absoluta para cargos y oficios
públicos durante el tiempo de la condena, al pago de una multa de ocho (8) unidades tributarias mensuales; a la
inhabilidad perpetua para conducir vehículos de tracción mecánica y al comiso del vehículo automóvil Mazda
New 3, año 2015, Placa Patente única HGRD 81 1.
Por concurrir los requisitos establecidos en la Ley N° 18.216, se sustituyó el cumplimiento de la pena
privativa de libertad por la Libertad Vigilada Intensiva, Tanto para el cumplimiento del lapso de un año de la
pena temporal, a que alude el inciso 1ero del artículo 196 ter, de la Ley N° 18.290, así como para el caso que la
pena sustitutiva le fuera revocada y el sentenciado deba cumplir efectivamente la pena temporal impuesta, le
servirá de abono el tiempo que permaneció privado de libertad en esta causa, esto es 904 días, más aquellos que
permanezca el encartado sujeto a la medida cautelar, hasta que la sentencia se encuentre firme y
ejecutoriadaContra dicha sentencia, el abogado particular Sergio Torres Balbontín dedujo recurso de nulidad
invocando como causal principal la prevista en el artículo 373 letra b) del Código Procesal Penal, como primera
causal subsidiaria esgrimió la de la letra e) del artículo 373 en relación con los artículos 342 c), d) y 297 del
mismo cuerpo legal, y como segunda causal subsidiaria alegó la contemplada en el artículo 373 letra b) del
citado código.
Con fecha trece de junio del año en curso se declaró admisible el recurso, y se procedió a su vista en la
audiencia del día treinta del mismo mes, asistiendo el recurrente, el representante del Ministerio Público y el
apoderado de la parte querellante, fijándose como fecha para la comunicación de la sentencia el día de hoy.
Oídos los intervinientes y considerando:
Primero: Que, respecto de la causal principal, el recurrente expone que se efectuó una errónea aplicación del
derecho en lo que dice relación con la imputación del resultado muerte en el delito de conducción de vehículo

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en estado de ebriedad. Explica que entre los presupuestos fácticos que se dieron por acreditados, se estableció
que el día 01 de septiembre de 2018, aproximadamente a las 00:40 horas, el imputado Villegas Retamal condujo
en estado de ebriedad el vehículo de su propiedad, Marca Mazda, placa patente HGRD81, por calle Libertad,
entre calle Carrera y 18 de Septiembre de esta ciudad. Asimismo, quedó acreditado que en la misma
oportunidad, por calle Libertad, pero en dirección de oriente a poniente, se desplazaba por la calzada de la
mencionada vía, en silla de ruedas, la víctima Vladimir Urra Méndez, quien lo hacía en normal estado de
temperancia alcohólica. Señala que tampoco se controvirtió que, en las circunstancias señaladas, se produjo un
impacto, colisión o interacción entre el vehículo conducido por Denis Villegas y Vladimir Urra en su silla de
ruedas, en calle Libertad, al llegar a la intersección con Pasaje Herminda Martín, procediendo el vehículo a
arrastrar a la víctima por la calzada hasta la altura del Edificio del Gobierno Regional. A causa de la colisión,
atropello o impacto del vehículo, la víctima sufrió un politraumatismo grave que le provocó la muerte. Agrega
que el "Motivo Controversial" o "Hecho Controvertido" del juicio, tal como lo establece el CONSIDERANDO
DUODÉCIMO, estuvo relacionado con la causa inmediata de la colisión o atropello. Los acusadores
sostuvieron que el imputado conducía el vehículo motorizado en estado de ebriedad y no atento a las
condiciones del tránsito del momento, y por ende, no realizó ninguna conducta para evitar el atropello de
Vladimir Urra. Por su parte, el planteamiento defensivo sostuvo, en síntesis, que la colisión se debió a la
conducta imprudente de la víctima, hecho que propio Tribunal Oral asienta en el CONSIDERANDO
DUODECIMO Numeral 4, cuando dice: "...el mismo tribunal logró apreciar en este caso, esto es, que Vladimir
Urra circuló de manera imprudente por la calzada, exponiéndose a un riesgo." Explica que la conducta de la
víctima al desplazarse por la calzada en silla de ruedas, en tanto peatón, infringe la normativa del tránsito,
específicamente contraviene el artículo 162 numeral primero de la Ley N° 18.290, que dispone que el tránsito
de los peatones debe hacerse por las aceras, estas últimas, definidas precisamente como aquella parte de una vía
destinada al uso de peatones (art 2° numeral primero, Ley N° 18.290). Expone el letrado, que aun cuando la
sentencia no lo señala expresamente, es evidente que con su conducta la víctima contravino además lo dispuesto
en los numerales tercero y décimo del artículo 162 de la Ley del Tránsito, en cuanto los peatones no pueden
permanecer en las calzadas de las calles, caminos o ciclo vías, ni pueden transitar tan cerca de las soleras de
modo que se expongan a ser embestidos por los vehículos que se aproximen. En definitiva, está probado en el
juicio y refrendado por el mismo Tribunal Oral, que el peatón infringió el artículo 162 de la Ley del Tránsito;
así, conforme lo dispuesto en la normativa del ramo, debe presumirse la culpabilidad del peatón que cruce la
calzada en lugar prohibido y, en general, del que infringiere lo dispuesto en el artículo 162 (artículo 172 Ley N°
18.290). Hace presente que conforme la normativa del tránsito, constituye una infracción o contravención
menos grave, la circunstancia de transitar un peatón por la calzada, por su derecha en los caminos o cruzar
cualquier vía o calle fuera del paso para peatones o saltar vallas peatonales o pasar entre o sobre rejas u otros
dispositivos existentes entre calzadas con tránsito opuesto (artículo 200, numeral 17°, Ley Nro. 18.290). Añade
que al analizar la conducta desplegada por la víctima, a la luz de la Teoría General del Delito, específicamente
en torno a "la causalidad y la imputación del resultado producido", el sentenciador infiere que, además de la
conducta del encartado, la propia víctima se expuso imprudentemente al riesgo. La defensa concuerda con la
apreciación del Tribunal en cuanto a que la conducta de la víctima creó un riesgo, al transitar de noche por la
calzada y en contra del sentido del tránsito. La doctrina penal enseña que la personas tienen el derecho de
decidir si querrán poner en peligro sus bienes jurídicos por su propia conducta, y en qué medida (Frister
Helmut: Derecho Penal, Parte General, Hammurabi, 4° edición, 2009, p. 205). Por ello se excluye la
"Imputación Objetiva", cuando es la víctima quien adopta libremente la decisión de afrontar el riesgo. En una
explicación funcional de la imputación objetiva, las consecuencias de un hecho penalmente relevante deben ser
asumidas por la víctima, por cuanto ella ha "actuado a propio riego" (Jakobs, Gunter: La imputación objetiva en
el Derecho Penal, Editorial Ad hoc., Buenos Aires, 1996, p. 34.). El hecho riesgoso se presenta, por lo general,
en un contexto interactivo, en los cuales, como en el presente caso, la propia víctima tiene un ámbito de
responsabilidad. Por tanto, debe negarse la imputación en los casos en que la víctima contribuyó en forma
decisiva en la realización del resultado, sea porque su comportamiento fue contrario al deber o a sus intereses
(Frister: ob. cit. p. 205. En igual sentido, Righi, Esteban: Derecho Penal. Parte General, segunda edición,
Editorial AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2019, p. 213.). En consecuencia, este criterio excluye la imputación del
comportamiento del imputado, por cuanto, tal como quedó acreditado en el juicio oral, fue la víctima quien con
su conducta contraria a derecho e imprudente, se expuso al riesgo. Asevera el compareciente, que en mérito de
las consideraciones doctrinarias expuestas, el criterio del juzgador es erróneo en cuanto entiende que el
imputado generó un incremento del riesgo que fue creado por la propia víctima. Fluyó del juicio oral, que la
víctima se puso en una situación de riesgo, que el acusado no creó, y por eso, le resulta atribuible a la víctima y
no al conductor del vehículo, el resultado producido, esto es, la muerte de la propia víctima. Sostiene que el
error de derecho influye sustancialmente en lo dispositivo del fallo, porque el señor Villegas Retamal no debió
ser condenado por el delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad causando muerte previsto el
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artículo 196, inciso 3°, de la ley 18.290, sino que solamente debió imputársele responsabilidad penal por el
delito previsto en el artículo 196, inciso 1°, del mismo cuerpo legal, que castiga al que infringe la prohibición
establecida en el inciso segundo del artículo 110, cuando la conducción, operación o desempeño fueren
ejecutados en estado de ebriedad. De este modo, aplicando correctamente el derecho y considerando las dos
circunstancias atenuantes de responsabilidad penal concurrentes, de acuerdo con lo previsto en el artículo 67 del
Código Penal, se debió aplicar una pena de prisión en su grado máximo, una multa de dos unidades tributarias
mensuales y la suspensión de la licencia para conducir vehículos motorizados por el término de dos años.
Solicita a esta Corte, acoger el recurso, anular la sentencia definitiva dictando una de reemplazo que, aplicando
correctamente el derecho, condene a su representado como autor del delito previsto en el artículo 196, inciso 1°,
del mismo cuerpo legal, con penas en el mínimo legal, debidamente rebajadas conforme lo dispuesto en el
artículo 67 del Código Penal. Segundo: Que, el recurso de nulidad reglado en el estatuto procesal penal ha sido
instituido por el legislador para invalidar el juicio oral y la sentencia definitiva o solamente ésta, por las causales
expresamente señaladas en la ley, esto es, por contravenciones precisas y categóricas cometidas en cualquier
etapa del procedimiento o en el pronunciamiento de la decisión de los jueces del fondo, abriendo paso a una
excepcionalísima decisión de reemplazo y, dada la causal elegida por el recurrente, esta importa necesariamente
aceptar los hechos tal como han sido establecidos, sin cuestionar su construcción ni razonamientos valorativos,
por lo que el reproche solo se puede relacionar con aspectos de derecho.
Tercero: Que, asimismo, este medio de impugnación es de carácter extraordinario y de derecho estricto, en
que las infracciones alegadas deben ser de tal naturaleza que tengan la suficiencia para variar de manera
trascendente lo decidido.
Cuarto: Que, según consta del motivo Décimo Tercero del fallo impugnado, los jueces establecieron como
hechos acreditados los siguientes: "Que el día 1 de septiembre de 2018, alrededor de las 00:40 horas, el acusado
Denis Villegas Retamal, conducía en estado de ebriedad un automóvil marca Mazda, modelo 3, patente HGRD
81, por la segunda pista de circulación de la avenida Libertad de la ciudad de Chillán, en dirección al oriente y
al llegar a la intersección del pasaje Herminda Martín y debido a su estado de ebriedad y al no conducir atento a
las condiciones de tránsito del momento, no se percató de la presencia de la víctima don Vladimir Antonio Urra
Méndez, quien se desplazaba en silla de ruedas por la referida avenida en dirección al poniente; colisionando a
la víctima y su silla de ruedas, arrastrando a don Vladimir Urra Méndez hasta que detuvo su vehículo a la altura
del Edificio del Gobierno Regional, que se ubica frente a la Plaza de Armas de Chillán, causando la muerte de la
víctima por politraumatismo grave, compatible con accidente del tránsito; practicada la alcoholemia al
encartado arrojó dosificación de alcohol en la sangre de 1,37 gramos por mil".
Luego, en el basamento Décimo Cuarto, concluyeron los jueces que tales hechos son constitutivos del delito
de conducción de vehículo en estado de ebriedad causando muerte, previsto en el artículo 110 inciso 2° en
relación con el artículo 196 inciso 3° de la ley 18.290. Establecieron que el delito se encuentra en grado de
consumado, de conformidad al artículo 7° del Código Penal, desde que el sujeto activo, Villegas Retamal,
realizó con su actividad todas las exigencias del tipo delictivo, cuales son, conducir en estado de ebriedad un
vehículo motorizado, causando con ello la muerte de Vladimir Urra Méndez, correspondiéndole una
participación punible en calidad de autor ejecutor, de conformidad a lo previsto en el artículo 15 N° 1 del
Código Penal.
Quinto: Que el artículo 373 letra b) del Código Procesal Penal señala que "Procederá la declaración de
nulidad del juicio oral y de la sentencia: b) Cuando en el pronunciamiento de la sentencia, se hubiere hecho una
errónea aplicación del derecho que hubiere influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo". Esta causal
permite al litigante perdidoso instar para que el tribunal superior la Corte de Apelaciones respectiva controle
que la ley aplicada por el o los juzgadores de la instancia al caso concreto sea la correcta, o sea, constituye un
guardián del estricto cumplimiento de la ley por parte de los juzgadores del fondo. Lo anterior lleva a establecer,
necesariamente, que, tratándose de esta causal, los hechos fijados por los jueces del mérito son inamovibles para
el tribunal ad quem, o sea, que éste no puede alterar aquellos presupuestos fácticos que se han asentado. Sexto:
Que, para determinar si los jueces del fondo incurrieron en el yerro denunciado, conviene precisar que según se
lee en el motivo Décimo Segundo del fallo de primer grado, la controversia medular en el juicio fue la causa
inmediata de la colisión o atropello a la víctima.
Por una parte, los acusadores la atribuyeron a que el encartado conducía el vehículo motorizado en estado de
ebriedad y no atento a las condiciones de tránsito del momento y por ende, no realizó ninguna conducta para
evitar el atropello de Vladimir Urra. La defensa en tanto, reclamó que la colisión se debió a la conducta
imprudente de la víctima, quien se desplazaba por la calzada, en contra del sentido del tránsito, de noche, con
neblina, y desviándose del curso lineal que seguía, habría impactado el vehículo que conducía Villegas Retamal,
sosteniendo una eventual conducta suicida de Urra Méndez, introduciendo, a su entender, una duda razonable

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acerca de que el hecho fuese atribuido a la conducta desplegada por su defendido.


En relación a la dinámica del accidente, los jueces consignan que Urra Méndez, al desplazarse por la
calzada, lo hacía de manera incorrecta, pues, tal y como lo afirmó el perito De la Vega, como peatón que
transitaba con una silla de ruedas para movilizarse, debía hacerlo por la acera, conforme lo dispone el artículo
162 N° 1 de la ley de Tránsito. En consecuencia, Vladimir Urra se desplazaba contraviniendo la Ley de Tránsito
y además, de manera imprudente, pues, durante la noche, circulaba por el medio de la calle en contra del sentido
del tránsito. También establecen los sentenciadores, que el conductor del vehículo se desplazaba en estado de
ebriedad por calle Libertad hacia el oriente, en tanto que, la víctima, circulaba por la misma calzada, en
dirección contraria, en una silla de ruedas. En cuanto a las circunstancias ambientales, la sentencia precisa que
la visibilidad era correcta, tanto porque no había neblina a la hora del hecho, como porque existía alumbrado
público que permitía apreciar correctamente la vía y como todo lo que la rodea, pudiendo advertirse claramente
la presencia del peatón en la vía, aun cuando éste no llevase algún elemento luminoso o reflectante. Asimismo,
descartaron alguna conducta de tipo suicida de la víctima, o bien que éste se hubiese arrojado al vehículo en
movimiento.
Detalla el fallo en revisión, que el perito De la Vega concluyó que, ambos participantes, el imputado y
víctima, originan acciones para que se produzca el accidente, ya que el conductor se encontraba en estado de
ebriedad y no atento a las condiciones de tránsito del momento, en tanto el peatón se desplazaba en una zona no
habilitada para su tránsito, y sin adoptar medidas para resguardar su vida o integridad física. A continuación,
precisan los jueces, que aquí se encuentra la causa del accidente, pues más allá de la acción imprudente y
riesgosa de la víctima, el imputado, al conducir en una condición física deficiente, pues se encontraba en estado
de ebriedad, disminuyó a tal punto sus facultades que no estuvo atento a las condiciones de tránsito del
momento que implicaban las presencia de un obstáculo en la vía, a saber, la persona en silla de ruedas, y no
reaccionó en la oportunidad precisa para detener su vehículo o realizar una maniobra de frenado o evasiva, no
sólo impactándolo, sino que además, arrastrándolo por 79 metros por la calzada. Añaden que se pudo apreciar,
por los dichos del perito De la Vega, también por el relato del perito Maldonado, y directamente por el Tribunal,
que Vladimir Urra era perfectamente visible mientras circulaba por la calzada, tanto por el frente de la Plaza de
Armas y, aún con mayor claridad, cuando circulaba por calle Libertad, entre calle 18 de septiembre y el pasaje
Herminda Martín, por ende, un conductor, con sus facultades físicas no disminuidas a causa del alcohol y que
estuviese atento a las condiciones del tránsito del momento, perfectamente podría haber realizado alguna
maniobra para frenar y esperar que pase o bien, algún tipo de acción evasiva virando hacia la izquierda o
derecha , evitando así el atropello. Como se advierte también en el registro de video, Vladimir Urra no se
desplazaba a una gran velocidad, sino bastante lento, ya que lo hacía en silla de ruedas sin zigzaguear en la vía,
de modo que, para evitar impactarlo no se requería ni una maniobra ni una capacidad especial, ni tampoco poner
en riesgo la vida o integridad física del conductor, sino que realizar simples maniobras de frenado o viraje de
aquellas que realiza cotidianamente un hombre medio en el conducir habitual. En tal contexto, descartan alguna
acción imprevista o sorpresiva del peatón en la silla de ruedas como aquella que supone el perito Maldonado
pues su presencia en la vía era absolutamente visible y no se incorporó a la calzada de forma abrupta, de modo
que por la menor dimensión de su silla, pudiese no haber sido apreciado por el encartado. Por el contrario, su
presencia en la vía era visible, a varios metros de distancia y, ya sea que se hubiese desviado o no de su curso
lineal lo que no fue acreditado , para un conductor sobrio o atento, aun desplazándose en silla de ruedas, era
perfectamente visible. Sin embargo, el imputado Villegas Retamal no realizó ninguna conducta para evitar la
colisión, según quedó asentado con la prueba pericial de cargo, y también con la de descargo, e incluso con los
propios dichos del encartado, quien, simplemente, no se percató de la presencia de Urra Méndez en la vía, sino
hasta que descendió del vehículo y lo vio debajo de su móvil, lo cual ocurrió a 79 metros de distancia desde la
zona del impacto, y, por lo demás, según relató el perito De la Vega, el desplazamiento del vehículo de Villegas
Retamal se detuvo no a causa de alguna sospecha de haber ocasionado algún accidente, sino porque el
automóvil ya no podía avanzar debido a que el cuerpo de la víctima estaba atrapado debajo e impedía su avance.
Es decir, el imputado impactó a la víctima y la arrastró por 79 metros por la calzada sin darse cuenta de lo que
había pasado, lo que deja absolutamente en evidencia que, por su estado de ebriedad y la subsecuente falencia
de sus facultades físicas, no estuvo atento a las condiciones de tránsito del momento y atropelló a la víctima. De
ahí, entonces, que su conducta, sea la causa del impacto o colisión, y, por consiguiente, de la muerte de la
víctima.
Precisan los sentenciadores que lo razonado encuentra sustento normativo en diversas disposiciones legales,
citando el inciso 1° del artículo 109 de la ley 18.290, cuando consagra que: "ninguna persona podrá conducir un
vehículo cuando se encuentre en condiciones físicas o psíquicas deficientes". Por su parte, el artículo 110 del
mismo cuerpo legal, en su inciso 2° prohíbe la conducción de "...cualquier vehículo o medio de transporte...en
estado de ebriedad", estableciendo, el inciso 2° del artículo 111 de la misma ley que "...se entenderá hay
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desempeño en estado de ebriedad cuando el informe o prueba arroje una dosificación igual o superior a 0,8
gramos por mil de alcohol en la sangre." Por último, y en estrecha relación con lo anterior, el artículo 108 del
citado cuerpo legal, prescribe, en su inciso 2°, que "... los conductores estarán obligados a mantenerse atentos a
las condiciones de tránsito del momento".
Continua el razonamiento de los magistrados, explicando que la conducción en buenas condiciones físicas
psíquicas y de temperancia alcohólica, sumado a la atención permanente a las condiciones del tránsito del
momento, son deberes esenciales que el derecho positivo impone a quien conduzca un vehículo motorizado.
Ello, porque la conducción es una actividad dinámica, que se desarrolla dentro de una comunidad y que, por
consiguiente, se ve expuesta a situaciones de alerta, de cuidado y de riesgo, que todo conductor en el momento
que ellas se produzcan, debe tener la atención suficiente para captarlas y las condiciones físicas y psíquicas para
enfrentaras y evitarlas. Así, una detención o viraje sorpresivo del vehículo que antecede, un bache en el camino,
un obstáculo en la vía, un semáforo descompuesto, el cruce de un peatón, o bien una persona que circule por la
calzada, son situaciones que ocurren, y que el conductor atento y en buenas condiciones físicas y psíquicas,
debe solventar. Por ello, en este caso, un conductor sobrio y atento a las condiciones de tránsito, debió
claramente advertir la presencia del peatón en la calzada, y por ende, adoptar las medidas para evitar su
atropello, y si no lo hizo, fue porque estaba ebrio y no atento a las condiciones del tránsito, a causa,
precisamente, de su condición física deficiente. Por ende, no puede considerarse que, en este caso, el conductor
cumpla su obligación legal con una mera conducción lineal sin desviar su ruta, pues la conducción atenta y
sobria que legalmente se le impone, lo obliga también a realizar las medidas que fueran necesarias, posibles y
no perjudiciales para él, a fin de evitar el accidente y, en este caso, dichas medidas eran alguna acción de
frenado o desvío, que no hizo, precisamente, por encontrarse ebrio y no atento a las condiciones de tránsito del
momento. En consecuencia, es su conducta, la que genera la colisión o atropello y muerte de la víctima, y lo
hace responsable del delito incriminado.
Séptimo: Que, en relación a los reproches referidos en el arbitrio, reviste especial importancia el análisis que
a la luz de la teoría general del delito efectúan los magistrados en el basamento Décimo Segundo en relación a
la conducta desplegada por el imputado y la víctima, específicamente, en cuanto abordan la causalidad y la
imputación del resultado producido. Explican que el delito que se incrimina al hechor es un delito de resultado,
esto es, "aquel que realiza un cambio en el mundo exterior causado por una acción, que materializa la lesión o
puesta en peligro del bien jurídico tutelado por el correspondiente tipo de injusto (Cury, Enrique, Derecho
Penal, Parte General, Tomo I, 11 Edición, Ediciones UC, pág. 384). Dentro de los delitos de resultado, se trata
de un delito de daño o lesión, pues la descripción típica exige un resultado lesivo. En este caso, debe también
determinarse si el resultado producido muerte de la víctima es posible atribuirlo a una conducta desplegada por
el imputado Villegas Retamal. Ello, porque, indudablemente, en este caso, además de la conducta realizada por
el encartado, esto es, conducir ebrio y no atento a las condiciones de tránsito del momento, se aprecia una
acción realizada por la victima que, al desplazarse de noche, por la calzada y en contra del sentido del tránsito,
lo expone imprudentemente a un riesgo para su vida e integridad física. Precisan luego los sentenciadores, que
para desentrañar el problema, ha de recurrirse a la teoría de la imputación objetiva del resultado, la cual
presupone que "el autor, con su conducta, ha creado un riesgo jurídicamente desaprobado y este se ha realizado
en el resultado." (Roxin, citado por Cury, en la obra ya señalada, pág. 397). De esta forma, resulta patente que,
en caso sub júdice, el imputado al conducir un vehículo motorizado en estado de ebriedad, no atento a las
condiciones del tránsito e impactar con su móvil a la víctima, ha creado un riesgo desaprobado por el legislador,
precisamente, al tipificar el delito de conducción en estado de ebriedad causando muerte ( artículo 196 inciso 3°
de la ley 18.290) y el resultado descrito en la norma efectivamente se concretó, al producirse el fallecimiento de
la víctima, a causa del atropello. Por consiguiente, hay relación de causalidad entre la conducta del sujeto activo
el imputado Villegas Retamal y el resultado producido muerte de la víctima y, por ende, aquel le es
objetivamente imputable. En este caso, concurre una conducta de la víctima que también crea un riesgo, al
transitar de noche, por la calzada y en contra del sentido del tránsito, más, a pesar de dicha acción riesgosa, la
conducta que despliega el sujeto activo el imputado genera un incremento del riesgo, que torna imputable a él,
el resultado producido. Concluyen los jueces que, si bien la víctima se puso en una situación de riesgo, el
encartado creó una situación de peligro para el bien jurídico de superior entidad, al conducir ebrio y no atento a
las condiciones de tránsito del momento, incrementando con ello la situación existente, resultando por ende
atribuible a él, y no a la víctima, ni a otro supuesto y eventual conductor que lo sustituyese, el resultado
producido, esto es, la muerte de la víctima. Octavo: Que, en el mismo orden de ideas que se vienen señalando,
aparece como obstáculo procesal insalvable, que la causal de nulidad elegida supone necesariamente asumir la
base fáctica tal como quedó establecida en la sentencia, pretendiendo sólo un cambio en el derecho que debe ser
aplicado a los hechos, los que se aceptan como inamovibles.
Entonces, atendido el mérito de los antecedentes expuestos, concluye esta Corte, que los jueces han
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establecido y justificado el presupuesto fáctico y la concurrencia de los elementos del tipo penal por el cual
decidieron condenar al acusado, de tal manera que el correlato fáctico se aviene con su encuadre jurídico, no
siendo posible acreditar un error de derecho en la sentencia atacada.
Conviene destacar el meticuloso análisis efectuado por los sentenciadores en torno a la causalidad y la
imputación del resultado producido, labor en la que se hicieron íntegramente cargo de las particularidades del
hecho materia del juicio y de las alegaciones de la defensa, esclareciendo tanto en la construcción de los
aspectos fácticos como en la argumentación jurídica, que pese a la imprudencia de la víctima, fue la conducta
del acusado la que generó un incremento del riesgo que torna imputable a él, el resultado producido. Noveno:
Que, en definitiva, el arbitrio se reduce más bien a dar cuenta de una disconformidad con las motivaciones
vertidas en la sentencia para concluir de la manera en que se hizo, sin que se presente una real infracción de ley
con influencia sustancial en lo dispositivo del fallo recurrido, por lo que no existe motivo para invalidar la
sentencia en examen, al no ser efectiva la trasgresión denunciada, imponiéndose el rechazo de este extremo del
recurso.
Décimo: Que, el recurrente invoca como primera causal subsidiaria la contemplada en el artículo 374 e) del
Código Procesal Penal, en relación al artículo 342, letras c) y d), y artículo 297, todos del Código Procesal
Penal. Sostiene que el fallo recurrido carece de toda referencia a la faz subjetiva del delito de conducción de
vehículo en estado de ebriedad causando muerte previsto el artículo 196, inciso 3°, de la Ley 18.290. Indica que
la regulación de dicho tipo penal pertenece a la categoría de delitos calificados por el resultado, que desde el
punto de vista subjetivo, requieren satisfacer las exigencias del principio de culpabilidad, lo que a su vez exige
imputación subjetiva a título de culpa del resultado causado. En el campo penal la motivación completa y
exhaustiva, exigida tanto en los hechos como en el derecho, conforme lo dispuesto en el artículo 342 letra c) y
d) del Código Procesal Penal, viene dada por la debida acreditación y justificación de todos y cada uno de los
elementos del injusto penal. No solo los elementos del tipo objetivo deben encontrarse adecuadamente probados
y justificados, sino que también los elementos que componen el tipo subjetivo, en especial, el dolo debe
acreditarse y motivarse de manera exhaustiva. La discusión sobre el dolo, independiente de la perspectiva que se
asuma, pasa necesaria e ineludiblemente en el terreno procesal por una adecuada prueba y motivación en la
resolución judicial. El sentenciador debe justificar el tipo subjetivo, esto es, debe dar razones de por qué
considera una conducta como dolosa, realizando una rigurosa actividad probatoria tendiente a determinar su
estructura y contenido. Ello se debe a que el dolo es un elemento constitutivo del tipo penal que tiene un peso
por lo menos igual a cualquier otro elemento del delito, y, en particular, del tipo penal. Su demostración o no en
el proceso y en particular en la sentencia entronca con la vigencia del principio constitucional de culpabilidad y
el respeto a la dignidad de la persona humana. Asevera el letrado, que el fallo no contiene ninguna referencia a
la faz subjetiva del tipo penal por el que fue condenado su representado. Sólo se reafirma la postura asumida por
el juzgador en cuanto a la participación, describiendo los elementos objetivos del tipo penal. Según la Excma.
Corte Suprema de Justicia, la prueba del dolo ha de basarse en circunstancias anteriores, coetáneas y posteriores
al hecho, que demuestren al exterior el íntimo conocimiento y voluntad del agente, toda vez que como todo lo
que se guarda en lo más profundo del ser anímico, sólo puede probarse por una serie de datos que manifiesten la
intención querida (Rol 5.128 2088, en igual sentido, Rol 1179 2013). En la misma línea, el Máximo Tribunal ha
señalado que "la prueba del dolo, como elemento subjetivo del tipo penal, impone la acreditación de la voluntad
decidida del hechor encaminada a la obtención del resultado deseado" (Rol 5898 2008). Enfatiza que la
sentencia recurrida no cumple con la exigencia de contener una exposición clara, lógica y completa de los
hechos y circunstancias que se dieren por probados, como tampoco contiene razones legales o argumentos
doctrinarios o dogmáticos que los juzgadores hayan utilizado para calificar jurídicamente el delito en su faz
subjetiva, tal como lo exige perentoriamente el artículo 342, letra c) y d) del Código Procesal penal, en relación
al dolo como elemento de todo tipo penal. En el evento de acogerse el recurso por esta causal, el recurrente
solicita la nulidad del juicio y la sentencia, debiendo determinarse por el Tribunal ad quem el estado en que
hubiere de quedar el procedimiento y ordenar la remisión de los autos al Tribunal no inhabilitado, para que éste
disponga la realización de un nuevo juicio oral.
Undécimo: Que, el artículo 374 letra e) del Código Procesal Penal establece: "Motivos absolutos de nulidad.
El juicio y la sentencia serán siempre anulados: e) cuando, en la sentencia se hubiere omitido alguno de los
requisitos previstos en el artículo 342 letras c), d) o e). Por su parte, el artículo 342 del mismo Código en sus
letras c) y d) señala que: "Contenido de la sentencia. La sentencia definitiva contendrá: c) La exposición clara,
lógica y completa de cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados, fueren ellos favorables
o desfavorables al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas conclusiones
de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297 y d) Las razones legales o doctrinales que sirvieren para calificar
jurídicamente cada uno de los hechos y sus circunstancias y para fundar el fallo."Duodécimo: Que, a su turno, el
artículo 297 del citado Código Procesal Penal dispone en primer lugar, la facultad que tienen los tribunales de
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apreciar la prueba con libertad, lo que permite hacer una valoración de los antecedentes de juicio con mayor
latitud, puesto que el legislador no ha consignado en cada caso límites en dicha ponderación, la única exigencia
que se establece para tal raciocinio será la de no contradecir los principios de la lógica, las máximas de la
experiencia y los conocimientos científicamente afianzados.
Décimo Tercero: Que, contrario a lo sostenido por la defensa, en el fallo impugnado se constata
certeramente que los jueces se hacen cargo del aspecto subjetivo del tipo penal atribuido al acusado, precisando
que se trata de un delito de resultado, estableciendo la existencia del delito doloso materia del juicio y la
participación del acusado.
Sobre el particular, conviene agregar que la conducción en estado de ebriedad protege por una parte un
interés supraindividual, aquel sin el cual los sujetos que intervienen en el tráfico no pueden desempeñarse con
un mínimo de seguridad para su vida, salud o propiedad. Entonces, quien se desempeña en este estado resta una
parte de la seguridad que todos comparten y que el ordenamiento jurídico trata de garantizar a través de sus
prohibiciones pues las peculiaridades somáticas de la ingesta alcohólica conllevan la disminución de ciertas
capacidades físicas, estimadas como indispensables, para una conducción apropiada y que en el caso concreto,
tal como se establece en el fallo de primer grado, generaron el atropello y la muerte de la víctima, cumpliendo
de esta manera con las exigencias previstas en las letras c) y d ) del artículo 342 del Código Procesal Penal.
Décimo Cuarto: Que, además, cabe tener presente, que los artículos 296 y 340 inciso 2° del Código Procesal
Penal determinan respectivamente: "La prueba que hubiera de servir de base a la sentencia deberá rendirse
durante la audiencia del juicio oral..." y "El Tribunal formará su convicción sobre la base de la prueba producida
durante el juicio oral". Como corolario de lo anterior, el Tribunal está facultado para hacer la apreciación
conjunta de la prueba y conceder credibilidad a unas u otras declaraciones en todo o en parte, pudiendo tomar
datos de todas las manifestaciones prestadas según su personal criterio y valoración, conforme al principio de la
libre valoración establecido en el artículo 297 del cuerpo legal antes citado.
Décimo Quinto: Que, el control que esta Corte puede hacer sobre la prueba sólo cabe si la valoración
efectuada por el Tribunal Oral ha sido notoriamente irracional o arbitraria, en lo que evidentemente no se ha
incurrido. Por el contrario, del análisis de los antecedentes se desprende que junto con respetar la regularidad
formal del procedimiento se hizo una apreciación racional de la prueba para llegar a las conclusiones
consignadas en el fallo.
Décimo Sexto: Que el recurso de nulidad no constituye una instancia, de manera que estos sentenciadores
no pueden ni deben revisar los hechos que conforman el conflicto jurídico de que se trata, y, del mismo modo,
están impedidos de efectuar una valoración de la prueba rendida ante el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal,
como ya se dijo, ya que éste está dotado de plena libertad, con la sola limitación de no contrariar los principios
de la lógica, las máximas de la experiencia, y los principios científicamente afianzados, lo que en el caso en
estudio, no ha ocurrido, debiendo en consecuencia desestimarse este extremo del recurso.
Décimo Séptimo: Que en subsidio de las causales anteriores, el abogado defensor invoca la contemplada en
el artículo 373 letra b) del Código Procesal Penal, basado en que se efectuó una errónea aplicación del derecho
en lo que dice relación con la determinación de la pena accesoria de inhabilidad perpetua para conducir
vehículos de tracción mecánica.
Indica que el artículo 196, inciso tercero de la Ley del Tránsito, dispone que si se causare la muerte de
alguna persona, se impondrán la pena de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado
mínimo, la pena de multa de ocho a veinte unidades tributarias mensuales, la de inhabilidad perpetua para
conducir vehículos de tracción mecánica y el comiso del vehículo con que se ha cometido el delito. Por su parte,
el artículo 196 bis de la Ley N° 18.290, prescribe que para determinar la pena en los casos previstos en los
incisos tercero y cuarto del artículo 196, el tribunal no tomará en consideración lo dispuesto en los artículos 67,
68 y 68 bis del Código Penal. Sostiene que esta inaplicabilidad se vincula principalmente con la determinación
de la pena privativa de libertad, pues ella admite graduación en grado presupuesto de aplicación de los arts. 67 y
68 del Código Penal. La pena de comiso no admite graduación, rebajas o aumentos, razón por la cual es
impertinente. La pena de multa se determina según el artículo 70 del Código Penal y, en consecuencia, no
resultó alterada por la modificación introducida por la Ley N° 20.770. En cambio, la pena de inhabilidad
perpetua para conducir vehículos a tracción mecánica, se encuentra reconocida explícitamente en el artículo 21
del Código Penal, y en su carácter de perpetua, constituye una pena indivisible, cuya determinación debe
sujetarse a lo dispuesto en el artículo 65 del Código Penal, es decir, cuando la ley señala una sola pena
indivisible, la aplicará el tribunal sin consideración a las circunstancias agravantes que concurran en el hecho,
pero si hay dos o más atenuantes y no concurre ninguna agravante, podrá aplicar la pena inmediatamente
inferior en uno o dos grados. En el presente caso, se reconocieron en favor del condenado, las circunstancias

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atenuantes de responsabilidad penal contempladas en el artículo 11 N° 6 y N° 9 del Código Penal y no concurre


ninguna circunstancia agravante. Entonces, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 65 del Código Penal, el
juzgador debió aplicar la pena inmediatamente inferior en uno o dos grados. Para tal efecto, se debió rebajar al
menos en un grado la pena, aplicando analógicamente la escala gradual N° 4 del artículo 59 del Código Penal,
esto es, inhabilitación absoluta temporal en su grado máximo. Del mismo modo y aun sosteniendo una
interpretación diversa en relación a la rebaja en grado, debe recurrirse a la pena de multa según lo dispuesto en
el artículo 61 N° 5 del Código Penal.
Sin perjuicio de lo prescrito en el artículo 65 del Código Penal, el Tribunal aplicó la pena de inhabilidad
perpetua para conducir vehículos de tracción mecánica, sin considerar las dos circunstancias atenuantes
concurrentes en favor del acusado, error de derecho que influye sustancialmente en lo dispositivo del fallo, por
cuanto se condenó al señor Villegas Retamal a la pena de inhabilitación perpetua para conducir vehículos de
tracción mecánica, en circunstancias que aplicando correctamente el derecho, y en consideración a las
modificatorias de responsabilidad penal reconocidas, debió, al menos, condenársele a la pena de inhabilitación
absoluta temporal en su grado máximo para conducir tales vehículos. De este modo, la sentencia recurrida causa
agravio al acusado, por cuanto, se le condenó a una pena mayor que la que en derecho era procedente.
Finalmente, pide a este Tribunal de Alzada, acoger el recurso y anular la sentencia definitiva por incurrir en la
causal de nulidad del articulo 373 letra b) del Código Procesal Penal, dictando una de reemplazo que, aplicando
correctamente el derecho, condene a su representado a 3 años y 1 día de presidio menor en su grado máximo, a
la inhabilitación absoluta perpetua de derechos políticos e inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos
durante el tiempo de la condena, al pago de una multa de 8 unidades tributarias mensuales, a la inhabilidad
absoluta temporal en grado máximo para conducir vehículos de tracción mecánica y al comiso del vehículo
automóvil Mazda New 3, año 2015, placa patente única HGRD 1.
Décimo Octavo: Que conforme a los prescrito en el inciso tercero del artículo 196 de la Ley de Tránsito, la
ley castiga al autor de un delito de manejar un vehículo de tracción mecánica en estado de ebriedad causando
muerte, con penas copulativas, entre las que se cuentan, la privativa de libertad, la de carácter pecuniario y
aquella sanción que impide de manera perpetua al infractor contar con el documento que lo habilite legalmente
para la conducción de vehículos motorizados. Respecto de la inhabilidad perpetua para conducir vehículos de
tracción mecánica, cuya imposición reprocha el recurrente, debe precisarse que fue incorporada por la Ley N°
20.580, publicada en el Diario Oficial el 15 de marzo de 2012, que modificó la Ley N° 18.290, aumentando las
sanciones por manejo en estado de ebriedad, bajo la influencia de sustancias estupefacientes o sicotrópicas, y
bajo la influencia del alcohol. En el mensaje de la citada ley se lee: "Estos ilícitos cuya evitación consiste en el
simple acto de abstenerse de conducir cuando se consume alcohol o sustancias estupefacientes o sicotrópicas,
ponen en serio riesgo la vida, salud, propiedad y seguridad del propio conductor y de terceras personas. Lo
anterior obliga al Estado a utilizar todas las herramientas que estén a su alcance, a fin de generar conciencia en
el manejo responsable, instalando un claro mensaje sobre la gravedad de la conducta ilícita descrita. En este
contexto, la sanción penal, en su faz de prevención general, es uno de los principales recursos tendientes a dicho
propósito, particularmente, aquélla consistente en la sanción accesoria de suspensión y cancelación de la
autorización para conducir vehículos motorizados". Luego, una atenta lectura de la discusión parlamentaria,
permite colegir que tras diversos debates sobre la extensión de la inhabilitación en comento, el legislador arribó
a la decisión que en aquellos casos en que como resultado de la conducción en estado de ebriedad se produzca la
muerte de una persona, el infractor atendido las gravísimas consecuencias personales (la víctima y su familia) y
sociales de su conducta debe quedar impedido de por vida de la autorización para manejar vehículos
motorizados. De lo cual se desprende inequívocamente que a su respecto no procede la modificación que
pretende el recurrente, por cuanto la concurrencia de circunstancias modificatorias de responsabilidad penal no
alteran en caso alguno la perpetuidad de esta sanción.
En consecuencia, los jueces del fondo al imponer el castigo en términos perpetuos, no infringen las normas
citadas por el defensor, sino por el contrario, actúan acorde al texto expreso de la norma y al espíritu de la ley
que la introdujo en el ordenamiento jurídico nacional, debiendo por tanto desestimarse el recurso en este
aspecto.
Décimo Noveno: Que, por lo señalado en los motivos precedentes, se desestimará el recurso de nulidad
deducido por la defensa del sentenciado.
Por estas consideraciones y lo dispuesto en los artículos 383 y 384 del Código Procesal Penal, se rechaza,
sin costas el recurso de nulidad deducido por el abogado Sergio Torres Balbontín, en representación de Denis
Villegas Retamal, en contra de la sentencia dictada el dieciséis de mayo pasado, por el Tribunal de Juicio Oral
en lo Penal de Chillán en los autos R.U.C 1800853226 1, R.I.T. 1282021, declarándose que ella no es nula,
como tampoco lo es el juicio oral.

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Regístrese y comuníquese lo resuelto.


Redacción a cargo de la Ministra señora Paulina Gallardo García.

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