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MATERIAL DEL SEMINARIO SOBE LA RESPONSABILIDAD DE LA EMPRESA DE

TRANSPORTE POR ACCIDENTES DE TRANSITO CAUSADOS POR SU EMPLEADO.

a.- El accidente de tránsito: Concepto y las responsabilidades que engendra.


Se puede conceptualizar al accidente de tránsito como todo evento producido en la vía pública,
que ocasiona un daño a la vida, integridad física, cosas o bienes de un tercero.
Se trata de un hecho en donde quien lo produce no actúa de forma intencional, sin embargo el
accionar imprudente o negligente en el suceso, engendra responsabilidad tanto en el ámbito penal
como en la esfera civil.

b.- Responsabilidades que origina.


Cuando el referido suceso el causado por el conductor de un transporte público de pasajeros,
debemos decir dicho accionar tipifica delitos -en el ámbito penal- y causa la obligación de resarcir
-ello en la órbita civil-.
La conducta del conductor de transporte público de pajeros, en tales circunstancias, encuadra en
las siguientes figuras penales: lesiones culposas (art. 94 y 94 bis del Código Penal) u homicidio
culposo (art. 84 y 84 bis del Código Penal).
Los artículos 84, 84 bis, 94 y 94 bis del Código Penal establecen:
ARTICULO 84. - Será reprimido con prisión de uno (1) a cinco (5) años e inhabilitación
especial, en su caso, por cinco (5) a diez (10) años el que por imprudencia, negligencia,
impericia en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos o de los deberes a su cargo
causare a otro la muerte. El mínimo de la pena se elevará a dos (2) años si fueren más de una las
víctimas fatales.
ARTICULO 84 bis. - Será reprimido con prisión de dos (2) a cinco (5) años e inhabilitación
especial, en su caso, por cinco (5) a diez (10) años el que por la conducción imprudente,
negligente o antirreglamentaria de un vehículo con motor causare a otro la muerte. La pena será
de prisión de tres (3) a seis (6) años, si se diera alguna de las circunstancias previstas en el
párrafo anterior y el conductor se diere a la fuga o no intentase socorrer a la víctima siempre y
cuando no incurriere en la conducta prevista en el artículo 106, o estuviese bajo los efectos de
estupefacientes o con un nivel de alcoholemia igual o superior a quinientos (500) miligramos por
litro de sangre en el caso de conductores de transporte público o un (1) gramo por litro de
sangre en los demás casos, o estuviese conduciendo en exceso de velocidad de más de treinta
(30) kilómetros por encima de la máxima permitida en el lugar del hecho, o si condujese estando
inhabilitado para hacerlo por autoridad competente, o violare la señalización del semáforo o las
señales de tránsito que indican el sentido de circulación vehicular o cuando se dieren las
circunstancias previstas en el artículo 193 bis, o con culpa temeraria, o cuando fueren más de
una las víctimas fatales.
ARTICULO 94. - Se impondrá prisión de un (1) mes a tres (3) años o multa de mil (1.000) a
quince mil (15.000) pesos e inhabilitación especial por uno (1) a cuatro (4) años, el que por
imprudencia o negligencia, por impericia en su arte o profesión, o por inobservancia de los
reglamentos o deberes a su cargo, causare a otro un daño en el cuerpo o en la salud. Si las
lesiones fueran de las descriptas en los artículos 90 o 91 y fueren más de una las víctimas
lesionadas, el mínimo de la pena prevista en el primer párrafo, será de seis (6) meses o multa de
tres mil (3.000) pesos e inhabilitación especial por dieciocho (18) meses.
ARTICULO 94 bis. - Será reprimido con prisión de uno (1) a tres (3) años e inhabilitación
especial por dos (2) a cuatro (4) años, si las lesiones de los artículos 90 o 91 fueran ocasionadas
por la conducción imprudente, negligente o antirreglamentaria de un vehículo con motor. La
pena será de dos (2) a cuatro (4) años de prisión si se verificase alguna de las circunstancias
previstas en el párrafo anterior y el conductor se diese a la fuga, o no intentare socorrer a la
víctima siempre y cuando no incurriera en la conducta prevista en el artículo 106, o estuviese
bajo los efectos de estupefacientes o con un nivel de alcoholemia igual o superior a quinientos
(500) miligramos por litro de sangre en el caso de conductores de transporte público o un (1)
gramo por litro de sangre en los demás casos, o estuviese conduciendo en exceso de velocidad de
más de treinta (30) kilómetros por encima de la máxima permitida en el lugar del hecho, o si
condujese estando inhabilitado para hacerlo por autoridad competente, o violare la señalización
del semáforo o las señales de tránsito que indican el sentido de circulación vehicular, o cuando
se dieren las circunstancias previstas en el artículo 193 bis, o con culpa temeraria, o cuando
fueren más de una las víctimas lesionadas.
En el ámbito del proceso penal la responsabilidad recae exclusivamente en el conductor de
transporte público de pasajeros, se trata de una responsabilidad de carácter subjetiva e
intransferible.
Sin embargo, existen supuestos en los cuales puede extenderse la responsabilidad al propietario o
explotador del automotor afectado al servicio de transporte. Ello puede suceder, cuando en el
curso de la tramitación del proceso penal, se verifica pericialmente una falla mecánica que se
relaciona con la producción del resultado muerte o lesiones de la víctima.
En la esfera civil, la responsabilidad por un accidente de tránsito causado por el conductor del
trasporte público de pasajeros, se extiende al explotador o propietario de la unidad de quien éste
depende. Es decir, que existe obligación de resarcir el daño causado para el empresario del
trasporte pues el derecho civil no solo reconoce la responsabilidad subjetiva, también consagra
además, la responsabilidad solidaria y objetiva.
El fundamento legal de lo expuesto surge, fundamentalmente, de los artículos 1722, 1723 y 1753
del Código Civil y Comercial de la Nación.
Tales artículos textualmente establecen:
ARTICULO 1722.- Factor objetivo. El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del
agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se
libera demostrando la causa ajena, excepto disposición legal en contrario.
ARTICULO 1723.- Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la obligación, o de
lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado, su
responsabilidad es objetiva.
ARTICULO 1753.- Responsabilidad del principal por el hecho del dependiente. El principal
responde objetivamente por los daños que causen los que están bajo su dependencia, o las
personas de las cuales se sirve para el cumplimiento de sus obligaciones, cuando el hecho
dañoso acaece en ejercicio o con ocasión de las funciones encomendada. .La falta de
discernimiento del dependiente no excusa al principal. La responsabilidad del principal es
concurrente con la del dependiente.

c.- La posición jurídica de la empresa aseguradora:


Ante la ocurrencia de un accidente de tránsito, el empresario del transporte cuenta con una
compañía aseguradora, la que deberá -en los términos contractuales celebrados con su asegurado-
hacerse cargo de la reparación integral del daño causado por el conductor del transporte público
de pasajeros.
La normativa que rige en la materia emerge de la Ley 17.418 (Ley de Seguros), destacándose que
el contrato de seguros está considerado hoy en día, a raíz de la posición mayoritaria de la
jurisprudencia, como un contrato de consumo. En función de ello, resultan de aplicación las
disposiciones de Ley de Defensa al Consumidor (Ley 24.240), dictada con posterioridad a la Ley
de Seguro.
No obstante lo expuesto debe tenerse en cuenta algunas hipótesis, en donde la compañía
aseguradora, no responderá patrimonialmente ante la ocurrencia del accidente de tránsito referido.
Se trata de supuestos de exclusión de cobertura.
La exclusión de cobertura es una cláusula que se incluye en las pólizas de seguros para limitar la
responsabilidad de la compañía aseguradora en ciertas supuestos, por ejemplo: exonerarse a
resarcir el daño causado por culpa grave del asegurado (conducir el conductor alcoholizado, sin
registro profesional, etc.)
En tales supuestos, y sin perjuicio de la acción de repetición que posteriormente puede iniciar el
empresario del transporte a su aseguradora, lo más aconsejable es tratar de conciliar el juicio civil
antes que se incrementen las costas del proceso judicial (por ejemplo: en la audiencia de apertura
a prueba del art. 360 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

4.- Jurisprudencia.
Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 3 días del mes de julio de dos mil
dieciocho, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Excma.
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala B, para conocer el recurso interpuesto en los
autos caratulados: “C., A. M. Y OTROS C/ MICRO OMNIBUS MITRE S.A. Y OTROS S/
DAÑOS Y PERJUICIOS”, EXPEDIENTE N° 50580/2013, respecto de la sentencia de fs.
363/375 el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el siguiente orden: Señores Jueces
Doctores OMAR DIAZ SOLIMINE – ROBERTO PARRILLI – CLAUDIO RAMOS FEIJOO.
A la cuestión planteada el Dr. Díaz Solimine, dijo:
I. ANTECEDENTES
La sentencia de primera instancia resolvió hacer lugar a la demanda promovida por A. M. C. y
Héctor Antonio D. P., ambos en representación de su hija L. M. D. P., y la primera también por su
propio derecho; condenando a Micro Ómnibus Mitre S.A. al pago de una suma de dinero, más sus
intereses y costas. La condena se hizo extensiva a la citada en garantía, Metropol Sociedad de
Seguros Mutuos.
La litis tuvo su origen en la demanda que luce agregada a fs. 22/36. Allí, los pretensores relataron
que el 11 de abril de 2013 A. M. C. y su hija L. M. D. P. sufrieron diversos daños cuando se
disponían a descender del interno 6 de la línea de colectivos 318 -cuya explotación corresponde a
la empresa demandada-, en el cual venían circulando en calidad de pasajeras.
II. AGRAVIOS
Contra el referido pronunciamiento se alzaron ambas partes. La accionada y la citada en garantía
expresaron agravios en forma conjunta a fs. 430/458, que fueron replicados a fs. 479/381. Las
quejas de la parte actora lucen agregadas a 460/466 y su replica obra a fs. 468/474. La Sra.
representante del Ministerio Público de la Defensa de Cámara, por su parte, mantuvo la apelación
incoada por su par en primera instancia, planteando sus quejas a fs. 476/481, las que fueron
contestadas a fs. 484/488.
Las encartadas se agraviaron de la responsabilidad que el fallo les atribuye. Adujeron que no se
encontraba acreditada la existencia de un contrato de transporte entre las accionantes y la empresa
demandada, ni la ocurrencia del accidente por el que reclaman. En subsidio, impugnaron la
procedencia y montos de las indemnizaciones concedidas por “Incapacidad Sobreviniente”,
“Daño Moral” y “Tratamiento Psicológico”. También cuestionaron la tasa de interés aplicada al
monto de la condena y, por último, se quejaron de que el juez de grado declarara inoponible a la
víctima la franquicia pactada en el contrato de seguro que fuera celebrado entre la demandada y la
citada en garantía.
Por otro lado, los demandantes sostuvieron que el a quo incurrió en una subvaluación de los
rubros “Incapacidad Sobreviniente” y “Daño Moral”, objetaron que el resarcimiento por el daño
psicológico que padece la Sra. C. no se traduzca en una partida independiente y se opusieron al
cálculo de intereses determinado.
A su turno, la Sra. representante del Ministerio Público de la Defensa de Cámara refutó la cuantía
de las indemnizaciones concedidas por “Incapacidad Sobreviniente” y “Daño Moral”, a la vez
que se opuso a la fórmula de cómputo de los intereses, adhiriendo a los fundamentos de los
reclamantes.
Antes de entrar en el examen del caso, es menester efectuar una advertencia preliminar: en el
estudio y análisis de los agravios he de seguir el rumbo de la Corte Federal y de la buena doctrina
interpretativa. En efecto, claro está que los jueces no están obligados a analizar todas y cada una
de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean conducentes y posean
relevancia para decidir el caso (ver CSJN, “Fallos”: 258:304; 262:222; 265:301; 272:225; Fassi
Yañez, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado, Anotado y Concordado”,
Tomo I, pág. 825; Fenocchieto Arazi. “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Comentado y Anotado”, Tomo 1, pág. 620). Asimismo, en sentido análogo, tampoco es
obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino únicamente las que estime
apropiadas para resolver el conflicto (art. 386, in fine, del ritual; CSJN, “Fallos”: 274:113;
280:3201; 144:611).
Dicho ello, me avocaré al tratamiento de los agravios, principiando -por elementales razones de
orden metodológico- por los relativos a la atribución de responsabilidad.
III. RESPONSABILIDAD
III. a. El artículo 377 CPCCN es claro en cuanto dispone que cada una de las partes debe probar
el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como fundamento de su pretensión,
defensa o excepción. Esta directiva significa que se pone en cabeza de quien alega un hecho la
carga de su prueba.
Es que la obligación de afirmar y probar se distribuye entre las partes, dejando a la iniciativa de
cada una de ellas la posibilidad de hacer valer los hechos que pretendan sean considerados como
verdaderos en el proceso (Chiovenda, Giusseppe, “Principios de Derecho Procesal Civil”, t. II,
pág. 253).
Así las cosas, la parte actora tenía la carga de demostrar con las probanzas pertinentes los hechos
esgrimidos en el escrito inicial. A saber: que el 11 de abril de 2013 A. M. C. y L. M. D.
P.viajaban en un colectivo de la empresa demandada y que, cuando se disponían a bajar del
vehículo, ambas resultaron heridas, como consecuencia de una “violenta” maniobra de frenado de
su conductor.
Tras un análisis del asunto, adelanto desde ya que disentiré con las condenadas, en punto a que
sostuvieron que no se encuentra probado que las nombradas damnificadas hayan revestido la
condición de pasajeras de un vehículo de la línea 318, ni la efectiva ocurrencia del hecho dañoso.
Veamos.
Comenzaré por remarcar que no es cierto que la parte actora no haya acreditado la autenticidad de
los pases libres acompañados, como sostienen las agraviadas (ver f. 431). En efecto, la
autenticidad de los pases que lucen agregados a fs. 10 y 12 quedó verificada con la contestación
de oficio de la Dirección Provincial de Transporte de f. 227, aunque falte la verificación de
autenticidad del pase que obra a f. 8. Más allá de eso, no está controvertido en esta instancia que,
al momento de los hechos que aquí se tratan, ambas damnificadas revestían la condición de
discapacitadas. Precisamente por ese motivo, resulta razonable presumir que aquellas habían
tramitado los correspondientes permisos que las habilitaban a viajar en forma gratuita, conforme
los términos del art. 22 de la ley provincial n° 10.592 – vigente en la época de los hechos
analizados-, dirigida a neutralizar las restricciones de las personas con algún tipo de discapacidad.
En segundo lugar se comprueba, a través de una simple búsqueda de Internet, que existe una
parada de la línea 318 en la intersección de las calles Uriarte y Azara, señalada como lugar del
accidente.
En tercer orden, se encuentra demostrado que el 11 de abril de 2013 la Sra. C. recibió asistencia
médica en la Clínica Estrada, que se sitúa a tan solo 450 metros de la referida encrucijada (ver f.
232). Del certificado que adjuntó en copia la parte actora a f.17, surge que la nombrada co-actora
fue atendida en esa clínica, “(.) por accidente en colectivo (.) presentando traumatismo (.)”. No se
me escapa que la Clínica Estrada indicó que no podía expedirse sobre el contenido del
mencionado documento.
Sin embargo, reconoció que “(.) la fecha de atención coincide con nuestros registros (.)” y precisó
que el instrumento en cuestión “(.) tiene todas las características de autenticidad (.)”.
Precisamente por ese motivo, tendré por válida la información que surge de aquel, puesto que no
solamente exhibe el membrete de la nombrada entidad sino que también incluye signos difíciles
de imitar, como son el sello y firma de un profesional matriculado (ver el Plenario dictado en los
autos “López, Atilio c/ Carrera, José” , 25-10- 1962, LL, 108-809).
Asimismo, tenemos las constancias agregadas por el Sanatorio 15 de Diciembre, que corroboran
que ambas damnificadas recibieron asistencia médica en aquel centro de salud, con motivo de un
accidente sucedido el 11 de abril de 2013. En efecto, a f. 128 surge que la Sra. C. fue internada
ese mismo día a raíz de “traumatismos múltiples” -con fecha de egreso al día siguiente- y de f.
146 se desprende que la niña fue revisada por “múltiples contusiones musculares” tan solo tres
días después. En ambas historias clínicas se hizo referencia a un incidente automovilístico y en la
correspondiente a la Sra. C., se explicitó que el suceso había ocurrido en un colectivo,
describiéndose la mecánica del accidente en forma coincidente con el relato de la demanda.
A los elementos expuestos se le suma el testimonio de María Susana Agostino (ver f.126). La
deponente afirmó en esta sede que el siniestro había ocurrido en un interno de la línea 318, que
ella “(.) había tomado el colectivo en Camino Negro y Paris y se dirigía al centro de Lomas, que
(.) iba en el colectivo sentada, en el segundo o tercer asiento de dos (.) y de repente el colectivo
frenó, pero fuerte, había gente parada con dos o tres criaturas, que (.) la puerta de adelante del
colectivo estaba abierta, porque había gente que estaba por bajar, ya que la frenada fue a metros
de la parada, que toda la gente parada se fue para adelante y se asustaron porque una de las
criaturas se iba para el lado de la puerta que estaba abierta y una de las señoras que estaba la pudo
agarrar pero otra de las señoras quedó trabada entre el chofer y la máquina, que era la actora y la
intentaron ayudar ya que gritaba mucho por el dolor, cuando se la logró sacar, se la trató de
tranquilizar porque la nena había tenido un golpe contra los fierros de los colectivos cuando uno
sube, que luego el chofer estuvo con la señora, que la dicente le dio sus datos y que el chofer hizo
bajar a los pasajeros (.) que no recuerda las características del chofer pero no era un hombre muy
grande (.) que mientras la dicente estuvo no intervino ni policía ni una ambulancia (.) que el día
era feo” .
Es sabido que el hecho de que la Sra. Agostino haya sido la única testigo que depuso en la causa -
tal como los apelantes se ocuparon de destacar no ha de limitar el valor de su testimonio, aunque
deba ser analizado en forma estricta. El viejo aforismo testis unus, testis nullus fue dejado de lado
hace muchos años; pues en el sistema de la sana crítica -que es el adoptado por nuestro legislador-
no existen reglas fijas en cuanto al número de deponentes requeridos para formar la convicción
del sentenciante (cfr.386 y 456 del CPCCN).
Tampoco llama la atención que los actores no hayan propuesto como testigo al chofer
individualizado como conductor del colectivo -como postulan las agraviadas-, si se aprecia que
aquel, por su condición de empleado de la empresa demandada, podría haber albergado el temor
de perder su trabajo, si declaraba lo ocurrido.
Por otro lado, no es verdad que los dichos de Agostino hayan sido vagos e imprecisos -como
también argumentan las apelantes-, toda vez que la declaración transcripta aporta una cantidad
considerable de datos y es clara en cuanto a que afirma que madre e hija se accidentaron adentro
de un colectivo de la línea 318, en función de una maniobra de frenado desplegada por el chofer.
Además, cobra relevancia lo señalado por el a quo, quien destacó que la abogada apoderada de la
parte demandada estuvo presente al momento de la declaración testimonial, sin efectuar ninguna
repregunta. Teniendo en cuenta que los quejosos renunciaron tácitamente a su posibilidad de
reunir mayores detalles en el acto procesal oportuno, no pueden luego, en oportunidad de alegar,
pretender refutar la idoneidad del testigo por indeterminado, aún cuando la impugnación haya
sido efectuada dentro del plazo previsto en el art. 456 del ritual (cfr. art. 163 inc. 5 del CPCCN y
1198 del CCiv.).
Y aunque las damnificadas no hayan impulsado una investigación criminal del suceso, esa sola
circunstancia tampoco representa un impedimento para que el testimonio de Agostino sea
aceptado, considerando que los emplazados no colectaron probanza fehaciente que lo
descalifique.
Cabe agregar que la experticia médica realizada en estos actuados, para cuya confección la
profesional de la salud interviniente solicitó la realización de estudios complementarios, confirma
que los daños reclamados -y las incapacidades físicas correspondientes, que se identificarán mas
adelante guardan relación de causalidad con el hecho en análisis.
No desconozco que los apelantes observaron la mencionada experticia médica (f.254). Sin
embargo, tales discrepancias, a mi juicio, lejos están de conmover los fundamentos desplegados
en el informe de la perito, que fuera ampliado a f. 266. Sobre el punto, he de resaltar que los
discrepantes, pese a haber ofrecido a un consultor técnico, no han glosado al expediente ningún
informe del aludido consultor, quien, contando con la idoneidad correspondiente, hubiese estado
en condiciones de aportar -eventualmente- una contra experticia que llevase al judicante a disentir
con las afirmaciones volcadas por la experta oficial (cfr. art. 458 in fine del CPCCN).
En definitiva, considero que las constancias de autos, analizadas a la luz de las reglas de la sana
crítica (arts. 163, inc. 5°, y 386 del ritual) -fundadas en patrones jurídicos y máximas de
experiencia-, permiten tener por cierto el relato de los hechos esbozado en el escrito inicial.
III. b. Teniéndose por comprobado entonces que el 11 de abril de 2013 A. M. C. y L. M. D. P.
revestían la calidad de pasajeras de un colectivo de la línea 138 y que ambas sufrieron lesiones
durante el viaje, ello importa un incumplimiento de la empresa demandada de su obligación de
llevar a los pasajeros sanos y salvos al lugar de destino, de acuerdo con lo establecido por el
artículo 184 del Código de Comercio (derogado, pero aplicable al caso).
Conforme a la disposición mencionada, la transportadora está obligada al pleno resarcimiento de
los daños ocasionados; a menos que pruebe que el accidente provino de fuerza mayor o que
sucedió por culpa de la víctima o de un tercero por quien aquella no sea civilmente responsable.
A tal fin, no es suficiente la demostración de que no hubo culpa en el subordinado que conducía
la unidad de transporte público. Se trata de una obligación de resultado, cuyo incumplimiento
hace nacer la responsabilidad objetiva de la empresa de transporte por las lesiones sufridas por la
persona transportada.
En otras palabras, tratándose de daños ocasionados en dos pasajeros durante un viaje en un
vehículo cuya explotación corresponde a la parte demandada, nace automáticamente en favor de
las víctimas una doble presunción: a) la de causalidad, en cuanto queda inferido prima facie que
el daño sufrido tuvo conexión adecuada con el transporte; y b) la de responsabilidad de la
empresa en la producción del perjuicio. Como son presunciones juris tantum, el transportador, si
pretende eximirse de responder, deberá demostrar la presencia de alguna de las causas de
liberación de responsabilidad antes mencionadas (conf. Brebbia, Roberto, “Problemática jurídica
de los automotores”, Tomo 2, pág. 22).
El fundamento de la presunción legal de responsabilidad reside en la tácita obligación de
seguridad, la cual integra el plexo del contrato y deriva del deber de buena fe que indica el art.
1198, primera parte, del Cód. Civil. Se trata de una obligación accesoria de la principal, por lo
que se constriñe al transportador no sólo el deber jurídico de llevar al pasajero a su destino, sino
también de conducirlo sano y salvo; de manera que aquel es responsable por el incumplimiento
contractual, representado por cualquier daño que sufra el viajero en su persona o bienes.
Adicionalmente, el vínculo de autos puede encuadrarse en una relación de consumo,
correspondiendo la aplicación del art. 42 de la Constitución Nacional, que impone un deber de
seguridad con carácter objetivo, y de los arts. 5, 6, 40, 53 tercer párrafo, y concordantes de la ley
24.240 de Defensa del Consumidor (reformada por la ley 26.361).
En tal sentido se ha expedido la CSJN, remarcando que el trato digno al pasajero significa -según
el art.42 de la Constitución-, la adopción de medidas que garanticen que el trasportado sea
atendido con dignidad, dada su calidad de persona humana, contemplando la situación de quienes
tienen capacidades diferentes, o son menores, o no tienen la instrucción necesaria para
comprender el funcionamiento de lo que se le ofrece; lo cual incluye la adopción de medidas para
que el pasajero no descienda empujado por una marea humana con riesgo para su integridad física
y de modo que viaje en forma razonablemente cómoda (cfr. CSJN, Recurso de Hecho, “Ledesma,
María Leonor c/Metrovías S.A., del 22/04/2008).
Partiendo entonces de los mencionados lineamientos, claro está que no le correspondía a las
actoras demostrar la culpa del transportador, sino que era último quien debía patentizar la ruptura
del nexo causal, si pretendía eximirse de resarcir. Empero, se advertirá que la defensa de la
demandada y de la citada en garantía se ha encaminado a negar el carácter de pasajeras de las
damnificadas y la ocurrencia del accidente por el que reclaman, no habiendo intentado demostrar
alguno de los eximentes de responsabilidad dispuestos por el citado art. 184 del Código de
Comercio.
Por todo lo expuesto, he de proponer al Acuerdo que se confirme la atribución de responsabilidad
dispuesta en la sentencia de grado.
IV. RUBROS INDEMNIZATORIOS
IV. 1) INCAPACIDAD SOBREVINIENTE
Este rubro, para cuya fijación el juez de primera instancia sopesó únicamente el daño físico,
prosperó por la suma de $ 75.000 a favor de A. M. C. y por la suma de $ 50.000 en beneficio de
su hija L. M. D. P.
La partida fue apelada por la parte actora, por la Sra. representante del Ministerio Público de la
Defensa -en representación de la niña involucrada- y por ambas emplazadas.
Veamos que surge de la experticia médica de fs. 247/249, 251/254 y 266 y demás constancias de
autos.
La perito designada por el Juzgado sostuvo que A. M.C., quien tenía 48 años de edad al momento
del accidente, sufrió “(.) politraumatismo con traumatismo de miembro superior izquierdo,
miembro inferior izquierdo, mano izquierda, con foco en cuarto y quinto dedo, traumatismo
toráxico abdominal severo (.)”. La paciente fue inicialmente tratada en la Clínica Estrada de
Banfield y el mismo día quedó internada en el Sanatorio 15 de Diciembre, egresando al día
siguiente. La profesional de la salud refirió que, al momento del siniestro, la damnificada era
discapacitada, con antecedentes de “(.) aneurisma de aorta toraco abdominal operado,
hipertensión arterial, arritmia cardíaca, gastritis, várices de miembros inferiores, cuadro
depresivo, todas en control y medicadas (.)”. Luego de examinar físicamente a la Sra. C. y
analizar sus estudios complementarios, concluyó que el hecho de marras guarda relación de
causalidad con las siguientes secuelas que actualmente padece la víctima: “(.) una incapacidad del
8% por lumbalgia y del 8% por síndrome meniscal izquierdo (.)”.
En cuanto a L. M. D. P., de 7 años de edad al momento del siniestro, la médica actuante
especificó que la niña contaba con certificado de discapacidad, en función de padecer “Síndrome
de Turner” e “Hipoacusia no especificada”, además de ser celíaca. La actora fue atendida en el
Sanatorio 15 de Diciembre, en función de “múltiples contusiones musculares” (ver f. 146). Al
momento del examen físico, la perito constató que la paciente presentaba una limitación de la
movilidad del tobillo derecho que guardaba relación de causalidad con el accidente en cuestión,
estimando una incapacidad parcial y permanente del 10%.
Tales conclusiones fueron impugnadas por la demandada y la citada en garantía a f. 259, lo que
mereció la respuesta por parte de la perito, quien ratificó el contenido de su informe a f. 266.
En este sentido, considero que la experticia ha ilustrado al organismo jurisdiccional con su
asesoramiento técnico, brindando conclusiones que aparecen fundadas, derivadas de métodos
científicos.
Por el contrario, la impugnación de las apelantes no cuenta con entidad suficiente para
desmerecer la fuerza probatoria del dictamen. Vale la pena reiterar que las quejosas no adjuntaron
un dictamen de un consultor técnico -pese a haberlo ofrecido-, quien hubiese estado en
condiciones de aportar -eventualmente- elementos de igual o mayor tenor científico, de forma tal
de llevar al judicante a concluir que las afirmaciones volcadas por la profesional oficial eran
erróneas (cfr. art. 458 in fine del CPCCN).
Cuando el peritaje aparece fundado en principios técnicos y no existe prueba que lo desvirtúe, la
sana crítica aconseja, frente a la imposibilidad de oponer argumentos científicos de mayor valor,
aceptar las conclusiones del profesional (Cf. CNCiv. Sala H, 29-9-97 Del Valle, M. c/ Torales J,
s/ daños y perjuicios, en similar sentido CNCiv. Sala M, 19-3-96 Paradela d. c/ Malamud D. s/
daños y perjuicios).
La impugnación al peritaje requiere que se acredite la existencia de elementos que permitan
advertir fehacientemente el error o insuficiente aprovechamiento de los conocimientos científicos
por parte del idóneo y debe encontrar apoyo en fundamentos objetivamente demostrativos de que
la opinión del experto se encuentra reñida con principios lógicos o máximas de experiencia, o en
la concurrencia de medios probatorios de mayor eficacia que permitan desvirtuarla (Conf.
HIGHTON-AREAN, Cód. Procesal, Tomo 8, pags. 512 y sigs.).
No basta la mera discordancia a las conclusiones del perito, sino que cuando los datos aportados
por aquel no son compartidos por los litigantes, corre por cuenta de estos la prueba del desacierto
de lo informado. Son insuficientes las meras objeciones, es necesario aportar evidencias capaces
de convencer al Juez de que lo dicho por el especialista es incorrecto, que sus conclusiones son
erradas o que los datos proporcionados como sostén de sus afirmaciones son equivocados (Conf.
CNCiv.Sala F, 6/9/1989, LD textos versión 7.0).
Consecuentemente, considero que corresponde aceptar y valorar las conclusiones de la experticia,
en los términos de los artículos 386 y 477 del CPCC.
Como datos adicionales a tener en cuenta, a los fines de evaluar el impacto y magnitud de los
daños sufridos, se aprecia que las damnificadas -madre e hija- presentan recursos limitados, que
la Sra. C. es ama de casa y que es su marido quien representa el sostén económico de la familia
(ver Beneficio de Litigar sin Gastos n° 50.582/2013).
Por consiguiente, apreciando la existencia y entidad de las lesiones físicas que se derivan
exclusivamente del accidente, así como las restantes condiciones personales de las damnificadas y
circunstancias del caso en examen, considero que la suma concedida a favor de A. M. C. resulta
ajustada a Derecho, por lo que habré de proponer a mis colegas su confirmación; mientras que
estimo que la indemnización fijada en beneficio de L. M. D. P. resulta algo reducida, razón por la
cual propondré que se eleve a $ 70.000 el monto concedido en su favor (cfr. art. 165 del CPCCN).
Así votaré.
IV. 2.- DAÑO PSICOLÓGICO.
TRATAMIENTO
El juez de grado denegó otorgar una indemnización en carácter de perjuicio psicológico, por no
considerarlo un daño autónomo del moral. No obstante, admitió una suma de $ 16.000,
únicamente a favor de A. M. C., para cubrir el valor del tratamiento psicoterapéutico que le fuera
aconsejado.
La Sra. C. se queja, por cuanto considera que la lesión psíquica que padece constituye un daño
independiente del moral.
Los emplazados, por su parte, niegan que exista un daño de índole psíquico que se vincule con el
hecho de marras y por ende se oponen a la suma determinada para cubrir el costo de la terapia
recomendada.
Al respecto, adelanto que la confusión entre “daño psíquico” y “daño moral” no es admisible,
pues se tratan de conceptos disímiles.
El primero es un típico daño patrimonial, el cual se configura al padecer la persona un menoscabo
patológico en la salud psíquica, que se integra al concepto de “incapacidad sobreviniente”.
El daño moral, en otro orden, es de naturaleza extrapatrimonial y repercute en los sentimientos e
interioridad del reclamante, generando un daño en las legítimas afecciones, y siguiendo esta
postura se ha señalado que:” (.) el daño psicológico resulta independiente del daño moral (.)”
(CNCiv. Sala E, 20-12-97, Laniado I. c/ Rusell s/ ds. y ps.).
Desde esa perspectiva, a fin de examinar la cuestión me remitiré a lo informado por la perito
interviniente.
Al examinar a la niña involucrada, no halló indicadores de trauma ligados al accidente,
conclusión que fue consentida por los reclamantes (ver f. 276).
Por el contrario, la especialista sostuvo que la Sra. C. presenta, a raíz del suceso en estudio, un
“trastorno por estrés postraumático en grado moderado” que asimiló a una incapacidad del 20%,
para lo cual descartó la presencia de factores concausales (f. 338).
La perito recomendó a la damnificada un tratamiento de aproximadamente un año de duración,
con una frecuencia semanal y a un costo promedio de entre $ 300 y $ 400 la sesión, con la
finalidad de lograr la remisión de los síntomas derivados de la experiencia traumática,
especificando que “(.) la incapacidad que se soporta en la existencia de los síntomas es transitoria
(.)”.
Aquellas conclusiones fueron impugnadas por las apelantes. Sin embargo, la psicóloga respondió
debidamente la impugnación, justificando razonablemente los fundamentos desplegados en su
informe (ver fs. 315, 337/343). Habida cuenta que sus diagnósticos se basan en principios
técnicos y científicos, se deben aceptar sus conclusiones.
Ahora bien, toda vez que cabe esperar que un adecuado tratamiento haga evolucionar
favorablemente las secuelas que conlleva la Sra. C., hasta lograr su remisión, y que sólo es
posible indemnizar la incapacidad cuando ésta es definitiva, dado que la transitoria no genera un
daño resarcible, juzgo prudente confirmar el rechazo del rubro “Daño Psicológico”, confirmando
de todas formas la indemnización de $ 16.000 establecida para cubrir el tratamiento psicológico
que le fuera recomendado.
IV. 3.- DAÑO MORAL
Este rubro prosperó por la suma de $ 35.000 a favor de A. M. C. y por la suma de $ 22.000 en
beneficio de L. M. D. P.
Dicha partida fue apelada por ambas partes y por la Sra. representante del Ministerio Público de
la Defensa, en representación de la menor de edad involucrada.
Con relación al presente rubro, considero que se trata de un daño resarcible, ya que no tiende a
sancionar al autor del hecho, sino a reparar los padecimientos físicos y morales que debieron
soportar las damnificadas como consecuencia del accidente, procurándole una satisfacción o
compensación.
No es fácil traducir en una suma de dinero la valoración de los dolores, sufrimientos, molestias,
angustias, incertidumbres o temores padecidos por las víctimas. Sólo ellas pueden saber cuánto
sufrieron, pues están en juego sus vivencias personales.
Para estimar pecuniariamente la reparación del daño moral falta toda unidad de medida, pues los
bienes espirituales no son mensurables en dinero.
Sin embargo, al reconocerse una indemnización por este concepto, no se pone un precio al dolor o
a los sentimientos, sino que se trata de suministrar una compensación a quien ha sido
injustamente herido en sus afecciones íntimas (Conf. Orgaz Alfredo El daño resarcible pag.187;
Brebbia, Roberto “El daño moral” n* 116; Mosset Iturraspe, Jorge” Reparación del dolor:
solución jurídica y de equidad en LL 1978-D-648).
Si la indemnización en metálico no puede por sí restablecer el equilibrio perturbado del bienestar
de la víctima, puede sin embargo, procurarle la adquisición de otros bienes que mitiguen el daño
(Conf. Fischer Hans A. “Los daños civiles y su reparación” Pág. 228).
Concretamente, se debe sopesar el previsible dolor que madre e hija debieron atravesar al
protagonizar un accidente automovilístico como el ocurrido, tener que ser asistidas en un hospital
y sobrellevar las secuelas antes descriptas, incluso cuando el hecho no haya originado una
incapacidad de índole psicológica en cabeza de L. M. D. P.
Ello así, considero que el monto indemnizatorio otorgado en la anterior instancia se compadece
con los establecidos por esta Sala en casos similares, por lo cual corresponde confirmar la partida
en examen, lo que equivale desestimar los agravios en estudio.
V. INTERESES
El Sr. Juez de primera instancia dispuso que los intereses se calculen a un 6% anual desde la
fecha del hecho dañoso hasta la de la sentencia y que desde allí hasta el efectivo pago se aplique
la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual a treinta días del Banco de la Nación
Argentina. De ello se quejan tanto las encartadas, como los pretensores y la Sra. representante del
Ministerio Público de la Defensa.
Al respecto, he señalado en diversos precedentes que comparto la interpretación legal y los
fundamentos que resultan del voto de la mayoría del fallo plenario de esta Excma. Cámara
“Samudio de Martínez, L. c/ Transportes Doscientos Setenta SA s/ ds.y ps.” (20 de abril del año
2009), disponiéndose aplicar desde la mora (en este supuesto, el día del siniestro) la tasa de
interés activa cartera general (préstamos), nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina.
En efecto, como he explicado ya en numerosos precedentes, si bien pretéritamente sostuve que la
tasa pasiva era la que debía aplicarse sobre aquellas partidas fijadas a valores actuales desde que
cada perjuicio se originó hasta la fecha de la sentencia definitiva, un nuevo estudio del tema y el
cambio de las circunstancias de hecho existen tes al momento del dictado del plenario, me
indujeron a cambiar de posición.
En este entendimiento, considero ahora que debe aplicarse la tasa activa al capital de condena
desde el momento del hecho, toda vez que la misma no genera o configura un “enriquecimiento
indebido” ni una “doble actualización”. Si así fuera, e importara una situación excepcional que se
apartara de la regla general establecida en el mencionado plenario, debe ser probada en forma
clara y contundente por el deudor en el ámbito del proceso (cfr. art. 377 del C.P.C.C.N.),
circunstancia que no se verifica en el presente, por lo cual voto por modificar el fallo en crisis, de
forma tal que la aludida tasa activa se aplique desde el momento del hecho hasta el efectivo pago.
VI. FRANQUICIA
El judicante anterior resolvió hacer extensiva la condena a Metropol Sociedad de Seguros
Mutuos, declarando inoponible a las damnificadas la franquicia pactada en el contrato de seguro
celebrado entre la empresa de transportes demandada y la nombrada aseguradora citada en
garantía (ver f.367 vta.).
Ello motivó la crítica de las condenadas, quienes solicitan se modifique lo decidido sobre este
punto en la sentencia de grado, declarándose que la extensión de la condena se realice únicamente
en la medida del seguro.
El agravio habrá de rechazarse, en función de lo resuelto por fallo plenario de esta Cámara con
fecha 13 de diciembre de 2006 en autos “Obarrio María Pía c/Microómnibus Norte S.A. y otro
s/Daños y perjuicios” y “Gauna Agustín c/La Economía Comercial S.A. de Seguros Generales y
otro s/Daños y perjuicios” , en el sentido que “En los contratos de seguro de responsabilidad civil
de vehículos automotores destinados al transporte público de pasajeros, la franquicia como límite
de cobertura -fijada en forma obligatoria por la autoridad de control de la actividad aseguradora
conforme la Resolución N° 25.429/97- no es oponible al damnificado (sea transportado o no)”.
Con relación a las decisiones que emanan de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en esta
materia y que, en algún supuesto, aparecen como contradictorias con los plenarios referidos, debo
señalar que no es descalificable la sentencia fundada en un plenario cuya doctrina es
contradictoria a la jurisprudencia de la Corte en la materia.Es que, a pesar de la autoridad de que
están investidos y el respeto que merecen los precedentes de la Corte, en cuanto tribunal supremo
de la Nación toda, y las razones de economía procesal, certeza y seguridad jurídica que aconsejan
tender a la uniformidad de la jurisprudencia, en la medida de lo prudente y dentro de la ineludible
variedad de las circunstancias de tiempo y lugar, ha de reconocerse que los de la Corte carecen de
fuerza general legalmente vinculante para los tribunales locales.
Aún más, el hecho de que dichos tribunales y los nacionales de la Capital Federal puedan
apartarse fundadamente de aquellos precedentes no es, pues, a pesar de algunos inconvenientes
que de ello pudieran derivar, sino una consecuencia necesaria del sistema federal adoptado en la
Carta Magna. Es precisamente en virtud de la superior autoridad de que la Corte está
institucionalmente investida que le compete el deber de reconocer y hacer respetar el poder
jurisdiccional que la misma Constitución ha otorgado a los tribunales inferiores, en tanto lo
ejerzan razonablemente y dentro de la esfera de sus respectivas competencias, aunque sus
decisiones en materias que le son propias no concuerden con precedentes de la Corte (CSJN,
Fallos 304:1459; Díaz Solimine, Omar Luis, director de la obra “Teoría y práctica del Derecho
Procesal Civil, Comercial y Laboral”, La Ley, Tomo II, pág. 232).
Ahondado en el tema, no existe en la actualidad norma alguna que determine la obligatoriedad de
los fallos de la Corte Suprema, como lo hacía la ley 13.998 -dictada en consonancia con la
reforma constitucional de 1949-, que establecía en su art. 28 que “Las cámaras nacionales de
apelaciones, se reunirán en tribunal pleno: (.) b) Para unificar la jurisprudencia de las salas o
evitar sentencias contradictorias, cuando no exista interpretación de la Corte Suprema (.)”. Esta
referencia se explicaba porque el tercer párrafo del art.95 de la Constitución de 1949 expresaba
que “La interpretación que la Corte Suprema haga de los artículos de la constitución por recurso
extraordinario y de los códigos y leyes por recurso de casación será aplicada obligatoriamente por
los jueces y tribunales nacionales y provinciales (.)” (Almeyda Nazar, Miguel Angel en Análisis
de fallos plenarios del Derecho Procesal Civil, Omar Luis Díaz Solimine, dir., pág.3, “Sobre las
sentencias plenarias”, La Ley).
Asimismo, y volviendo sobre las razones de derecho expuestas en los fallos plenarios de esta
Cámara, no se puede dejar de señalar que es aplicable al caso en examen la ampliación de
fundamentos efectuada en dicha convocatoria plenaria.
Allí se expresó que nos encontrábamos frente a un régimen de aseguramiento obligatorio contra
la responsabilidad que pudiera derivarse por los daños ocasionados a terceros transportados o no.
Se dijo entonces que, más allá de un cierto laberinto jurídico, no se puede cohonestar que, a través
de ello, se intente burlar el espíritu originario de la ley de tránsito 24.449 plasmado en el art. 68:
el establecimiento de un seguro obligatorio, requisito sine qua non para poder circular.
Siguiendo los lineamientos de la doctrina trialista, se sostuvo en esa oportunidad que
correspondía en el ámbito normológico, una interpretación que tuviera en cuenta la realidad
actual -aspecto sociológico- y que, al mismo tiempo, no se desentendiera del aspecto dikelógico.
De ahí que, propiciando una interpretación de tal tipo, se sostuviera que el concepto de la
franquicia como la asunción de una parte del daño por parte del asegurado, no puede tener la
misma inteligencia cuando se trata de un seguro contratado voluntariamente, que cuando se
refiere a un seguro obligatorio, como es el impuesto por el art. 68 de la ley 24.449.Una
interpretación dinámica de la ley en cumplimiento del aspecto dikelógico determina la
incompatibilidad en mantener el mismo criterio para los dos supuestos.
Lo que es cierto en ambos casos es que la franquicia debería erigirse en un elemento disuasivo a
cargo del asegurado, de manera de tener mayor cuidado y previsión al momento de conducir. Sin
embargo, que ello se logre en el transporte que consideramos es cosa distinta.
De hecho, la más simple de las estadísticas demuestra acentuada despreocupación en aras de
evitar lesionados y muertos, no obstante la existencia de la mentada “franquicia”, que lejos está,
en consecuencia, de beneficiar a las víctimas por su carácter preventivo. Por el contrario, se ha
convertido en la práctica en un obstáculo para que los damnificados obtengan el condigno
resarcimiento que la normativa civil consagra a su favor y que hoy se ve reforzada tras la
incorporación de los tratados internacionales que se han sumado así al bloque de derechos
constitucionales que protegen a la persona humana, su salud y su integridad física, psíquica y
estética, a través de la recepción que de aquéllos ha hecho el inc. 22 del art. 75 de la Constitución
Nacional. Su operatividad no atañe sólo al Estado sino también a los particulares, y ello ha
implicado ensanchar el enfoque meramente patrimonialista del Código Civil, considerando la
salud, la integridad y la vida como un valor en sí mismos.
Pero aunque se descreyera de las estadísticas y se pusiera en duda las informaciones diarias de los
diversos medios de comunicación, no puede dejar de apreciarse que es decididamente diferente el
enfoque que la franquicia debe tener en los seguros voluntarios y en los obligatorios en cuanto a
su oponibilidad que es, en definitiva, la cuestión medular a decidir.
En el seguro voluntario, el asegurado en cumplimiento del contrato sólo podrá reclamar a su
aseguradora el daño que exceda el monto de la franquicia. Así lo convino y pudo hacerlo de modo
diferente. Además, en este tipo de seguros la franquicia está dirigida, en términos generales, a los
daños que sufre el propio asegurado en su patrimonio.
En el seguro obligatorio, el asegurado deberá contribuir frente a su aseguradora con el monto de
la franquicia prevista, participando así en el evento dañoso. En este caso, la franquicia se refiere a
un tercero que resulta dañado y que, por tanto, con esta interpretación, puede reclamar la totalidad
a la citada, quien se encuentra en condiciones de exigir la “participación” pactada, como parte que
es, en el seguro contratado.
La ley le impone a quien explota el transporte público la obligatoriedad de contratar el seguro, sin
que pueda válidamente argumentarse, entonces, que existe libertad para hacerlo. O se asegura, o
no circula. Así lo establece el ya citado art. 68 de la ley 24.449, que también preceptúa que la
contratación debe hacerse de conformidad con las condiciones que fije la Superintendencia de
Seguros de la Nación. Pasaré por alto si con ello el poder legislativo delegó facultades que le eran
propias y puso en cabeza del poder administrador la posibilidad de legislar sobre temas que la
Constitución reservó al Congreso de la Nación, por delegación de las provincias, como la
legitimación, el daño y la posibilidad de reembolso. Pero si me detengo en que la
Superintendencia de Seguros se extralimitó en sus facultades reglamentarias.
Así, no sólo la ley impide la libertad de contratación, sino que, además, quien la ha reglamentado
ha impuesto a ambos contratantes las condiciones y cláusulas en que deberá hacerse. Y entre
ellas, en el art.4, Anexo II, establecía en la Resolución 25.429/1997 que “el asegurado participará
en cada acontecimiento cubierto que se tramite por la vía administrativa o judicial con un importe
obligatorio a su cargo de $40.000”.
Desaparecida la libertad de contratación y la de fijar las cláusulas del concierto de v oluntades, no
puede aceptarse que mediante el arbitrio de una franquicia se desnaturalice totalmente la finalidad
tuitiva de la víctima y se impida aún al asegurado y a la compañía de seguros, formalizar otro tipo
de seguro distinto del establecido por un organismo que ha desorbitado sus discutidas facultades
reglamentarias.
Ello autoriza sin más, dada la abierta contradicción con el principio de división de poderes, base
del sistema republicano de gobierno que se ha adoptado en la Carta Magna, a declarar
inconstitucional tal artículo de la reglamentación que regía al momento de ser suscripta la póliza
de seguro -hoy derogada y reemplazada por el Anexo I, Cláusula 2, de la Resolución 38.218/2014
del mismo órgano de superintendencia-, y ello aún de oficio, dada la flagrante violación de la ley
suprema que se advierte de modo patente (por lo que deviene irrelevante que en su presentación
ante esta Alzada la actora no mantuviera expresamente el planteo de inconstitucionalidad que
efectuara en el apartado II.B) de su escrito de fs. 68/71).
En este sentido, me permito destacar algunas de las conclusiones a las que se arribó en la
Comisión de Contratos de las XXI Jornadas Nacionales de Derecho Civil, organizadas por la
Universidad Nacional de Lomas de Zamora, llevadas a cabo los días 27, 28 y 29 de septiembre de
2007. Allí, el despacho abrumadoramente mayoritario dijo “(.) 3. Cuando existe una imposición
legal de contratar un seguro de responsabilidad civil, la existencia de una franquicia, como la
dispuesta por la Res. 25.429/97, desnaturaliza la esencia del contrato de seguro. 4. La franquicia
cuando desnaturaliza la esencia del contrato de seguro resulta una cláusula nula o inoponible a los
damnificados. (.) 6. La franquicia regulada por la Res. 25.429/97 es inconstitucional (.)”.
Reitero, por tanto, que la delegación que el poder legislativo haya hecho en favor de la
Superintendencia de Seguros de la Nación en cuanto a la implementación de lo dispuesto
legislativamente, jamás puede ir en contra de la propia ley, en cuanto a su espíritu y su teleología.
Tal facultad, al haber sido empleada en contra de la ley, aparece como inconstitucional al violarse
la jerarquía de las normas, afectar el derecho de propiedad consagrado en el art. 17 de la Carta
Magna y los derechos de las víctimas consagrados en los Pactos Internacionales a través de la
defensa de sus Derechos Humanos (art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional).
Inexistente en la mayoría de los casos, por obra de la reglamentación, la función de garantía que
para las víctimas representa el instituto en análisis en orden a asegurarse la percepción de la
indemnización, aquéllas terminan financiando la situación de crisis que diera origen a la norma
que he tachado de inconstitucional, desconociéndose así no sólo los fines de solidaridad que en el
derecho de daños tiene el pertinente aseguramiento sino, además, los tratados internacionales de
rango constitucional.
Doble víctima: del accidente y de un contrato que no suscribió pero que le es opuesto y que la
obliga a hacerse cargo de las pérdidas.
A su turno, la contratación de un seguro obligatorio al que, además, se le ha impuesto una
franquicia, impide hacer referencia a que el transportador ha obrado conforme a la ley y en el
ámbito de la autonomía de la voluntad. La ley precisamente le exige asegurarse de modo
obligatorio y la reglamentación deja en la práctica sin efecto la norma a la que está subordinada.
La causa fin del contrato no existe.
El contrato de transporte es un típico contrato donde el transportador asume un deber expreso de
seguridad y autorizada doctrina extiende igual solución por aplicación del art.1113 del Código
Civil a los supuestos de responsabilidad extracontractual en los que quedarían subsumidos los
casos de víctimas no transportadas.
Respecto de la distribución de los costos y riesgos de la actividad, diré que si a los explotadores
del transporte público se les puede exigir, sin duda, la participación convenida, las compañías
aseguradoras considerarán de modo especial la calidad de su clientela y ésta atenderá con igual
celo la selección y vigilancia de su personal. Todo ello resulta extraño a las víctimas, a quienes,
de mantenerse la oponibilidad de la cláusula, se las obliga a cargar con los riesgos de una
actividad que les es ajena. Las víctimas no podrían hacer valer con igual intensidad su pretensión
resarcitoria de mantenerse una franquicia que las priva del derecho de cobrar de la aseguradora de
su deudor, no obstante reconocérsele a éste la posibilidad de recuperar de su asegurado el importe
que se viera precisado a abonar.
En virtud de todo lo delineado, y atendiendo al control de constitucionalidad que incumbe a todos
los magistrados y que éstos pueden ejercer de oficio, propondré al Acuerdo confirmar este
aspecto de la sentencia apelada y no sólo disponer la inoponibilidad a la parte actora de la
franquicia denunciada por la aseguradora, y por tanto extender la condena a la citada en garantía
en forma íntegra, sino, además, declarar la inconstitucionalidad del art. 4 del Anexo II de la
Resolución 25.429/97 de la Superintendencia de Seguros de la Nación que rige el vínculo
asegurativo de autos.
VII.- CONCLUSIÓN
Por lo expuesto, de compartir mi voto, propongo al Acuerdo: 1) Modificar la sentencia apelada,
elevando a $ 70.000 la suma destinada a enjugar la incapacidad sobreviniente de L. M. D.P.; 2)
Disponer la aplicación de la tasa de interés activa conforme los lineamientos esbozados en el
acápite V.; 3) Confirmar la declaración de inoponibilidad a la parte actora de la franquicia
denunciada por la aseguradora, y por tanto extender la condena a Metropol Sociedad de Seguros
Mutuos en forma íntegra, y, además, declarar la inconstitucionalidad del art. 4 del Anexo II de la
Resolución 25.429/97; 4) Confirmar todo lo demás que la sentencia decide y fue motivo de
agravio; 5) Imponer las costas de Alzada de igual forma que en primera instancia (art. 68 del
C.P.C.C.N.).
El Dr. Parrilli dijo:
Adheriré al fundado voto del distinguido Vocal preopinante, formulando parcial disidencia
respecto al alcance de la condena a la aseguradora, con el cual disiento.
En efecto, propiciaré la admisión de las quejas planteadas por los condenados, en punto a la
decidida inoponibilidad de la franquicia pactada en el seguro (v. f. 367 vta. y 447/458).
En la especie quedó probada la cobertura en los términos que surgen del detalle de la póliza
obrante a fs. 46/47, que se ajusta a lo dispuesto en el Anexo II, cláusula 4°, de la Resolución n°
25.429, dictada por la Superintendencia de Seguros de la Nación, para el transporte público de
pasajeros (cfr. ADLA LVII, pág. 6127), en cuanto a que “El Asegurado participará, en cada
acontecimiento cubierto que se tramite por la vía administrativa o judicial, con un importe
obligatorio a su cargo de pesos cuarenta mil ($40.000).”.
Y considero que el pronunciamiento de grado debe modificarse en este aspecto, pues si bien las
sentencias de la Corte Federal sólo deciden en los procesos concretos que le son sometidos, y sus
fallos no resultan obligatorios para casos análogos, los jueces inferiores tienen el deber de
conformar sus decisiones a aquéllas, ya que por disposición de la Constitución Nacional y de la
correspondiente ley reglamentaria, la Corte tiene autoridad definitiva para la justicia de la
República (art.100 -ahora 116- de la Constitución Nacional y art. 14 de la ley 48, Fallos 312:
2007; Sagües, Néstor Pedro, “Eficacia vinculante o no vinculante de la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación” en E.D. 93- 891).
En consecuencia, ante la doctrina sentada por nuestro máximo Tribunal en el sentido de que la
franquicia prevista en el contrato de seguro es oponible al tercero damnificado, y que la sentencia
no podrá ser ejecutada contra la aseguradora sino en los límites de la contratación (cfr.
precedentes “Nieto” , “Villarreal” y “Cuello”, Fallos: 329:3054 y 3488; 331:379 y 330:3483 y
0.166.XLIII. “Obarrio, María Pía c/ Microómnibus Norte S.A. y otros” y G.327.XLIII. “Gauna,
Agustín y su acumulado c/La Economía Comercial S.A. de Seguros Generales y otro” , sentencias
del 4 de marzo de 2008; in re, “Buffoni, Osvaldo Omar c/Castro, Ramiro Martín s/Daños y
perjuicios” del 8-4-2014, entre muchos otros), he considerado pertinente abandonar aquella
interpretación que venía siguiendo conforme a los lineamientos del plenario “Obarrio”, a fin de
no persistir en una solución que la Corte Federal ha descalificado por irrazonable (cfr. CNCivil,
Sala “E”, in re, “Blanco, Leoncia Valeriana c/El Puente S.A.T. y otros s/Daños y perjuicios” del
14/03/2013, publicado en La Ley Online AR/JUR/6187/2013. En el mismo sentido, se han
pronunciado: sala “J” in re, “M. M. R. y otro c/Transporte Sesenta y Ocho S.R.L. y otros s/Daños
y perjuicios” del 09/10/2014, publicado en La Ley Online, AR/JUR/57560/2014; Sala “I”, in re,
“O. O. B. c/Transportes Nueve de Julio S.A.C. s/Daños y perjuicios” del 14/11/2013, publicado
en La Ley on line, AR/JUR/82706/2013; Sala “G”, in re, “C., A. G. c/Línea Transp. Automot. P.
S. V. S. A.y otros s/Daños y perjuicios” del 19/08/2014, publicado en La Ley Online,
AR/JUR/44773/2014).
Coadyuva a esta decisión, la economía procesal que aconseja no hacer transitar a las partes por
una vía recursiva extraordinaria que, al estar a la jurisprudencia antes referida, inexorablemente
culminará declarando oponible a la actora la franquicia existente.
Por lo expuesto, voto por que se admita parcialmente la queja planteada, y se declare que la
responsabilidad de la citada en garantía no podrá exceder los límites del seguro, resultando
oponible a la actora la franquicia contenida en la póliza respectiva.
El Dr. Ramos Feijóo, por análogas razones a las aducidas por el Dr. Parrilli, votó en el mismo
sentido a la cuestión propuesta.
Con lo que terminó el acto: OMAR DIAZ SOLIMINE – ROBERTO PARRILLI – CLAUDIO
RAMOS FEIJOO.
Es copia fiel del Acuerdo que obra en la Pág. n° 1459 a n° 1473 del Libro de Acuerdos de esta
Sala “B” de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil.

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