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EDJ 2014/117375 SAP Alicante de 31 marzo de 2014

ANTECEDENTES DE HECHO

PRIMERO.- Por el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Orihuela en los referidos autos, tramitados con el número
132/04, se dictó sentencia con fecha 1 de octubre de 2012 cuya parte disposiva es del tenor literal siguiente: "Que
esmando la excepción de prescripción, debo desesmar y desesmo la demanda interpuesta por el Procurador sr. Marnez
Rico en nombre y representación de Nicolasa y Horacio, sobre acción de reclamación de candad basada en responsabilidad
extracontractual; absolviendo al demandado CIA MUTUA GENERAL DE SEGUROS representada por el Procurador sr. Penalva
Riquelme, sin condena en costas a ninguna de las partes"
SEGUNDO.-.- Contra dicha sentencia, se interpuso recurso de apelación por la parte actora, D. Horacio, en empo y forma
que fue admido en ambos efectos, elevándose los autos a este Tribunal, donde quedó formado el Rollo número 457/13,
tramitándose el recurso en forma legal. La parte apelante solicitó la revocación de la sentencia dictada y la apelada su
confirmación. Para la deliberación y votación se fijó el día 13 de febrero de 2014.
TERCERO.- En la tramitación de ambas instancias, en el presente proceso, se han observado las normas y formalidades legales.
VISTO, siendo Ponente el Ilmo. Sr. D. José Antonio Pérez Nevot.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO.- Objeto del recurso de apelación interpuesto.


La sentencia de primera instancia desesma íntegramente la demanda interpuesta por Dª Nicolasa y don Horacio por
considerar prescrita la acción entablada. Contra dicha resolución se alza el Sr. Horacio solicitando su revocación y el dictado de
una sentencia por la que se condene a MUTUA GENERAL DE SEGUROS a pagar la suma de 18.463,93.- Eur., más los intereses
del art. 20 LCS EDL 1980/4219 y las costas. Se funda el recurso en una errónea aplicación de la jurisprudencia aplicable
al cómputo de la prescripción de la acción de responsabilidad contractual cuando previamente se han seguido diligencias
penales sobre los mismos hechos.
MUTUA GENERAL DE SEGUROS se opone a la esmación del recurso de apelación interpuesto y solicita la confirmación
de la resolución recurrida
El recurso de apelación inicialmente interpuesto por Dª Nicolasa fue inadmido a trámite por auto de 6 de junio de 2013,
que devino firme por no ser recurrido. Debemos ceñirnos, por tanto, al planteado por el otro codemandante.
SEGUNDO.- Prescripción de la acción entablada.
El primer movo del recurso denuncia error en la fijación del dies a quo del cómputo del plazo de prescripción. La sentencia
recurrida lo establece el día 12 de marzo de 2002, fecha de la noficación de la sentencia dictada en el recurso de apelación
interpuesto contra la dictada en el juicio de faltas que se incoó con ocasión del accidente de tráfico que sirve de fundamento
a la acción civil. El recurrente, en cambio, considera que el primer día de cómputo debe ser el 23 de sepembre de 2002, que
es la fecha de noficación del auto de cuana máxima.
La parte apelada considera que el auto de cuana máxima no debe tenerse en cuenta para calcular la prescripción de la acción
porque el mismo nunca debería haber incluido una indemnización para los demandantes, que son la propietaria y el conductor
de uno de los vehículos implicados en el siniestro. Como tales, no se encuentran amparados por el seguro obligatorio de
responsabilidad civil. Dado que el error en el dictado de dicha resolución lo propiciaron los propios actores, no debe tenerse
en cuenta para decidir sobre el instuto de la prescripción.
El movo debe prosperar. El accidente de circulación que sirve de base a la demanda movó la incoación de un proceso penal
que finalizó con sentencia absolutoria, lo que dio lugar al dictado de un auto de cuana máxima con fecha de 31 de julio de
2002. Fue noficado a los demandantes el día 23 de sepembre de 2002 (f. 14 de autos). Ésta es la fecha que debe tenerse
en cuenta como dies a quo para el cómputo del plazo de prescripción. En este sendo, cumple citar la STS de 23 de marzo
de 2006 (rec. num. 3181/1999; Pte. Ilmo. Sr. González Poveda) EDJ 2006/31757 : "en numerosas sentencias de esta Sala en
que se ha tratado sobre el cómputo del plazo de prescripción de la acción indemnizatoria cuando ha sido emido el auto a
que se refiere el art. 10 del Decreto 632 de 1968, se ha mantenido el criterio acogido por la sentencia aquí recurrida. Es el de
la fecha de este auto de la que hay que parr para computar el plazo de prescripción ( sentencia de 2 de julio de 1979); no lo

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fija o no se cuenta desde la fecha o noficación del auto de sobreseimiento y archivo de las actuaciones penales, sino desde
la fecha o noficación del auto llamado de fijación de candad máxima ( sentencia de 23 de noviembre de 1981); para fijarlo
en las correspondientes al auto ejecuvo precepvo conforme a las normas que regulan el seguro obligatorio ( sentencia de
17 de marzo de 1982); tal actuación ha de entenderse concluida cuando se dicta el auto ejecuvo conforme a las normas que
regulan el seguro obligatorio ( sentencia 29 de marzo de 1982); es de fijar para el cómputo el de la noficación de dicho auto
( sentencia de 29 de marzo de 1983 y en igual sendo la de 28 de abril de 1983, con cita de las de 17 de diciembre de 1979,
14 de octubre de 1980 y 1 de marzo de 1982); manenen igual criterio las sentencias de 28 de abril y 19 de sepembre de
1983; 13 de abril, 6 y 26 de junio de 1984. La sentencia de 18 de junio de 1991, citando la de 8 de abril de 1983, afirma que el
cómputo del plazo para la prescripción de la acción de responsabilidad civil por los daños causados en accidente de vehículo
de motor comienza a parr del auto ejecuvo preceptuado por el art. 10 del Reglamento del Seguro obligatorio; y la sentencia
de 18 de octubre de 1993 afirma que es doctrina constante y uniforme de esta Sala la que proclama que la expedición del
tulo ejecuvo y su consiguiente noficación, determinan el comienzo del plazo prescripvo que fija el art. 1968.2".
En atención a lo expuesto, la acción no se encuentra prescrita, ya que la parte actora envió un burofax a la aseguradora
demandada con fecha de 5 de mayo de 2003 en el que se reclamaba el abono de los daños sufridos (f. 28 y 29), siendo
recepcionado el día 6 de ese mismo mes (f. 31). Es decir, la reclamación extrajudicial se efectuó antes de transcurrir un año
computado desde el día 23 de sepembre de 2002 y la demanda se registró el día 20 de febrero de 2004, antes de alcanzarse
el día 5 de mayo de 2004.
El hecho de que el Sr. Horacio fuera el conductor del vehículo siniestrado no altera lo dicho. La exclusión de cobertura prevista
en el art. 5.1 del Decreto 632/1968, de 21 de marzo EDL 1968/1241 , por el que se aprueba Ley sobre Responsabilidad Civil y
Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor EDL 2004/152063 , se refiere a los daños ocasionados al conductor responsable
del accidente, no a los inferidos al conductor del vehículo contrario, que ene la condición de vícma y perjudicado. Como tal
se encuentra cubierto por el seguro obligatorio de responsabilidad civil del vehículo causante del siniestro. En consecuencia,
debemos desechar los argumentos expuestos por la parte apelada.
Debemos entrar, por tanto, a conocer del fondo del asunto. No obstante, conviene aclarar con carácter previo la forma con
que quedó planteada la controversia en la primera instancia. No se pone en cuesón por las partes la existencia del accidente
de tráfico. Tampoco se discute la idendad de los conductores y vehículos implicados: el demandado Sr. Juan María conducía
un turismo marca Fiat Uno y el Sr. Horacio hacía lo propio con un Peugeot 309. El principal hecho controverdo consiste en
dilucidar cuál de los dos conductores ocasionó el siniestro. La parte demandante sosene que la colisión se produjo como
consecuencia de una invasión de la calzada por el vehículo conducido por D. Juan María. La compañía MUTUA GENERAL
DE SEGUROS defiende lo contrario y alega que el Sr. Horacio conducía con exceso de velocidad. Respecto de los daños
personales reclamados, sosene la demandada que debe tomarse como referencia el úlmo informe forense emido y que
no debe concederse el 10 % de factor de corrección reclamado al no encontrarse trabajando el accidentado en la fecha del
siniestro. Finalmente, de las facturas presentadas para reclamar una serie de gastos, se alega que existen conceptos que no
pueden ser concedidos por carecer de nexo causal con el accidente.
TERCERO.- Determinación del conductor causante del siniestro.
La prueba praccada en el proceso no ha sido suficiente para determinar cuál de los dos conductores implicados en la colisión
fue el causante de la misma. Tampoco para establecer en qué medida o porcentaje contribuyeron causalmente al siniestro.
Y ello, por los siguientes movos:
1º La declaración de la demandante Dª Nicolasa no arroja ninguna luz sobre esta cuesón, ya que dijo no haber presenciado
el accidente al no ocupar ninguno de los vehículos implicados (min. 3:30 y ss. de la grabación).
2º Las manifestaciones del otro codemandante, Sr. Horacio, tampoco pueden merecer valor probatorio, ya que se trata de
una de las partes del proceso y, aunque sí que presenció el siniestro por ser el conductor de uno de los automóviles, su
versión de los hechos está mediazada por su interés directo en el proceso. A ello se une que el Sr. Horacio no declaró bajo
juramento por no ser legalmente exigible, por lo que no existe la más mínima garana de que dijera la verdad. A diferencia
de los tesgos, que pueden enfrentarse a responsabilidades penales, el Sr. Horacio no podía esperar ninguna consecuencia
jurídica desfavorable del hecho de no ser veraz. Es por ello que su declaración, sin ninguna otra apoyatura probatoria, deviene
en intrascendente. En este sendo, cumple citar la STS de 7 de junio de 2010 (rec. num. 782/2006; Pte. Excmo. Sr. Xiol Ríos)
EDJ 2010/113281 : "las manifestaciones del recurrente sobre la importancia de su declaración son irrelevantes a los efectos
pretendidos, ya que el interrogatorio de la parte demandante no hace prueba de los hechos que la favorecen ( STS de 5 de
enero de 2010, RC núm. 1509/2005)".
3º El tesmonio de don Leoncio, don Secundino y don Jesús Ángel no es lo suficientemente creíble como para despejar
definivamente la cuesón que estamos examinando. Los tres tesgos sostuvieron que la colisión se produjo como
consecuencia de la invasión de la calzada por la que circulaban por parte de un turismo marca Fiat Uno. Sin embargo, existen
una serie de circunstancias que aconsejan ser cautelosos a la hora de establecer el valor de estas declaraciones:
a) Los tres deponentes son amigos del demandante Sr. Horacio, según reconocieron al ser preguntados por las generales de
la ley. Alguno de ellos, como el Sr. Secundino, desde la infancia (min. 19:03 y ss.). Esta circunstancia, por sí sola, no determina
que los tesgos sean inveraces, pero sí debe ser tenida en cuenta, ya que nadie desea responsabilizar a un amigo de una

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colisión frontal de un accidente de tráfico en el que ha intervenido un desconocido. El natural afecto que se deriva de la
amistad suele inclinar más a responsabilizar del siniestro a quien no se conoce.
b) Aunque la coincidencia sustancial de las declaraciones de los tesgos es un factor que favorece su credibilidad, no toda
coincidencia ayuda a tal fin. Algunas de ellas pueden poner de manifiesto una cierta falta de espontaneidad en el tesmonio
que acaba por desvirtuar su verosimilitud. Así, por ejemplo, llama la atención que tanto el tesgo Sr. Secundino como el
tesgo Sr. Jesús Ángel fijaran en 30 metros la distancia a parr de la cual el vehículo contrario invadió la calzada por la que
ellos circulaban (min. 19:50 y 24:19). Tratándose de dos automóviles en movimiento y siendo de noche -el accidente fue a las
4:30 horas aproximadamente- resulta llamava la precisión de que hacen gala los dos declarantes a la hora de apuntar un dato
por el que no habían sido específicamente inquiridos. Esta coincidencia podría ser expresiva de una previa preparación del
tesmonio por parte de los amigos, en aras de no incurrir en contradicciones. No decimos que haya sucedido así, sino más bien
que se trata de una circunstancia más a tener en cuenta a la hora de establecer qué grado de credibilidad merecen los tesgos.
c) El Sr. Secundino fue preguntado sobre si el día de autos sufrieron una segunda colisión por parte de otro vehículo y dijo
no recordar nada de esto, a pesar de constar en las actuaciones que así lo declaró ante el Juzgado de Primera Instancia e
Instrucción num. 1 de San Javier en el marco de las Diligencias Previas num. 3157/1998 instruidas con movo del siniestro: "al
despertarse vio cómo se produjo otro golpe al haber quedado el coche que les golpeó en medio de la carretera. El coche que
le golpeó por detrás se fue" (doc. num. 19, f. 115). Esta memoria selecva a la hora de relatar el curso de los acontecimientos
tampoco beneficia la credibilidad de su tesmonio.
d) En el croquis confeccionado por la Guardia Civil de Tráfico en los días sucesivos al siniestro se observa que existen unas
marcas de neumáco localizadas en la línea divisoria de la calzada y que la mayor candad de restos de cristal de la colisión se
encuentra en el carril de circulación del turismo marca Fiat Uno (f. 202). Estos datos objevos parecen sugerir que el impacto
se produjo en la calzada con sendo de circulación hacia Valencia, pues lo lógico es que el grueso de los cristales caiga en la
zona en que ambos vehículos se encontraron. Sin embargo, la declaración de los tesgos no concuerda con esta circunstancia.
4º Lo dicho en el punto anterior no permite, empero, sostener la hipótesis defendida por la MUTUA GENERAL DE SEGUROS:
a) El informe de la Guardia Civil de Tráfico señala que no es posible determinar a cuál de los vehículos pertenecen las marcas
de neumácos observadas en la calzada (f. 199). No podemos deducir de este dato, pues, cuál de los dos conductores fue
el que invadió el carril.
b) Si la existencia de una mayor candad de cristales en una de las calzadas de circulación fuera un hecho lo suficientemente
concluyente como para responsabilizar de la misma a alguno de los dos conductores la Fuerza Instructora lo habría hecho
constar en el atestado, como suele ser habitual. Sin embargo, no encontramos en el mismo ninguna conclusión en este sendo
ni diligencia de parecer que permita dotar de un cierto carácter técnico a tal inferencia.
c) La mera aplicación de máximas de la experiencia al caso enjuiciado no permite deducir cuál de los dos conductores invadió
el carril contrario, tomando como base los vesgios que se encontraron en la vía de circulación. Si los cristales se hubieran
encontrado más alejados de la línea divisoria de la calzada podría alcanzarse una conclusión más certera en este sendo, pero
en el caso de autos no sucede así, ya que los restos se encuentran muy próximos a la señalización horizontal.
d) El informe técnico aportado con la contestación a la demanda tampoco basta para esclarecer las dudas. Hay que señalar que
no se trata de un dictamen pericial, ya que no reúne los requisitos del art. 335 LEC. EDL 2000/77463 Es cierto que la mayoría
de las Audiencias aceptan la subsanación de la falta de consignación de la fórmula de juramento o promesa contemplada en
dicho precepto (sin ánimo exhausvo: SAP de Álava -Sección 1ª- num. 586/2010, de 17 de diciembre -rollo num. 395/2010;
Pte. Ilmo. Sr. Rodríguez Achutegui- EDJ 2010/348507 ; SAP de Madrid -Sección 21ª- num. 204/2010, de 20 de abril-(recurso
num. 40/2008; Pte. Ilma. Sra. Carrasco López- EDJ 2010/118606 ; y SAP de Valladolid -Sección 3ª- num. 333/2009, de 1 de
diciembre -recurso num. 309/2009; Pte. Ilmo. Sr. Sanz Cid-) EDJ 2009/314567 , pero no lo es menos que en el caso de autos
no se ha subsanado tal defecto. Además, debe tenerse en cuenta que las conclusiones del informe fueron expresamente
impugnadas en el acto de la audiencia previa (f. 142) y no fueron raficadas ni somedas a contradicción en el acto del juicio.
Atribuirles un valor concluyente sería demasiado aventurado.
e) El hecho de que el demandante pudiera estar circulando a una velocidad superior a la permida no se presenta, en este
caso, como causa eficiente del siniestro. Es pacífico que el impacto se produjo en una recta, por lo que no parece que la posible
velocidad excesiva pudiera tener incidencia en la invasión del carril contrario, como sí que es más habitual en trazados curvos.
Además, desconocemos a qué velocidad circulaba D. Juan María. En el atestado se hizo constar que los dos automóviles
tenían la aguja del cuenta kilómetros marcando "0" (f. 200). E insismos, si tan relevante era la declaración tomada al Sr.
Horacio por la Fuerza Instructora a la hora de dilucidar las responsabilidades, se habría consignado la pernente conclusión
en las actuaciones.
De todo lo dicho se desprende que resulta imposible conocer a ciencia cierta cuál de los dos conductores invadió la calzada
por la que circulaba el otro, lo que nos conduce a desesmar la excepción de culpa exclusiva de la vícma. También la
de concurrencia de culpas -para ser más exactos: concurrencia de causas-, ya que no consta probado que fueran los dos
conductores quienes recíprocamente contribuyeron al impacto. No se ha manejado en el proceso la hipótesis de que ambos
invadieran la calzada de circulación en sendo contrario. Tampoco hay prueba para sostenerla. Procede aplicar, por ello, la
llamada doctrina de las condenas cruzadas, en virtud de la cual cada uno de los conductores deberá de indemnizar al otro los

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daños personales que le haya causado. Se trata de la doctrina jurisprudencial adoptada por el Pleno de la Sala 1ª del Tribunal
Supremo para este po de supuestos en la sentencia de 10 de sepembre de 2012 (rec. num. 1740/2009; Pte. Excmo. Sr. Xiol
Ríos) EDJ 2012/254449 . Debido a su gran interés, procedemos a transcribirla in extenso: "A) De acuerdo con la constante
doctrina de esta Sala, que atribuye a la casación la exclusiva función de contrastar la correcta aplicación de la norma jurídica
sustanva, civil o mercanl, a la cuesón de hecho, tal y como fue definida por el tribunal de instancia ( SSTS de 25 de marzo
de 2011, RC núm. 754/2007; 19 de mayo de 2011, RC núm. 1783/2007 y 20 de julio de 2011, RC núm. 1496/2008, entre
las más recientes), es preciso parr de los hechos declarados probados por la sentencia recurrida, en los que se destaca,
en línea con lo afirmado por el Juzgado y antes, en sede penal, que, aunque el demandante sufrió lesiones a consecuencia
de la colisión de su vehículo con el vehículo conducido por el demandado que circulaba en sendo contrario, del análisis
de la prueba praccada en el proceso civil -donde se valoraron libremente los medios de prueba aportados al pleito penal,
como el atestado y las declaraciones de los agentes- no resulta posible conocer ni el punto de colisión entre ambos ni, por
consiguiente, cual fue el vehículo que invadió el carril opuesto y provocó el accidente.
La responsabilidad que se atribuye al conductor demandado por los daños corporales sufridos por el demandante debe
examinarse parendo de esta base fácca, que ha de permanecer inalterada en casación, lo que veda la aceptación de hechos
disntos de los acreditados, como la supuesta velocidad excesiva del vehículo conducido por aquel.
B) En supuestos de colisión recíproca de vehículos constuye jurisprudencia de esta Sala, a parr de la STS de 16 de diciembre
de 2008, RC núm. 615/2002, que el arculo 1.1 I y II LRCSVM 1995 (norma aplicable al presente supuesto por razones
temporales, dado que cuando se produjo el accidente no estaba en vigor el texto del 2004, citado por el recurrente) establece
un criterio de imputación de la responsabilidad derivada de daños a las personas causados con movo de la circulación
fundado en el principio objevo de la creación de riesgo por la conducción. Este principio solamente excluye la imputación
(arculo 1.1 II) cuando se interfiere en la cadena causal la conducta o la negligencia del perjudicado (si los daños se deben
únicamente a ella) o una fuerza mayor extraña a la conducción y al funcionamiento del vehículo, salvo, en el primer caso,
que concurra también negligencia del conductor, pues entonces procede la equitava moderación de la responsabilidad y el
reparto de la cuana de la indemnización (arculo 1.1 IV LRCSVM 1995). El riesgo específico de la circulación aparece así
contemplado expresamente en la ley como tulo de atribución de la responsabilidad, frente a la tradicional responsabilidad
por culpa o subjeva en que el tulo de imputación es la negligencia del agente causante del resultado dañoso. Esto es así
tanto en el supuesto de daños personales como de daños materiales, pues en relación con ambos se construye expresamente
el régimen de responsabilidad civil por riesgo derivada de la conducción de un vehículo de motor («daños causados a las
personas o en los bienes»: arculo 1.1 I LRCSCVM EDL 2004/152063). Respecto de los daños materiales, sin embargo, la
exigencia, que también establece la LRCSCVM EDL 2004/152063 , de que se cumplan los requisitos del arculo 1902 CC
EDL 1889/1 ( arculo 1.1 III LRCSCVM EDL 2004/152063 ) comporta que la responsabilidad civil por riesgo queda sujeta al
principio, clásico en la jurisprudencia anterior a la LRCSCVM EDL 2004/152063 sobre daños en accidentes de circulación,
de inversión de la carga de la prueba, la cual recae sobre el conductor causante del daño y exige de ese, para ser exonerado,
que demuestre que actuó con plena diligencia en la conducción.
De esta forma, como declara la citada sentencia, en el caso de que el accidente de circulación se produzca entre dos vehículos,
como aquí sucede, debe interpretarse que el principio de responsabilidad objeva por riesgo comporta el reconocimiento de
la responsabilidad por el daño a cargo del conductor del vehículo que respecvamente lo ha causado y en la proporción en
que lo ha hecho, pues resulta evidente que en este supuesto no puede hablarse con propiedad de compensación de culpas,
sino que únicamente puede examinarse la concurrencia de causas en la producción del siniestro por parte de los conductores
de los vehículos implicados. Esto es así porque cada conductor es arfice del riesgo creado por la conducción de su propio
vehículo - tulo de atribución de su responsabilidad- y como tal, no pudiendo cada uno acreditar la existencia de causa de
exoneración (esto es, que entre su conducta y el accidente se interfirió la culpa exclusiva del otro conductor o fuerza mayor
extraña a la conducción y al funcionamiento del vehículo o, en el caso de daños materiales, que se actuó con plena diligencia),
ha de afirmarse la recíproca responsabilidad civil por el accidente en la proporción en que cada conductor haya contribuido
a causarlo.
También, como se afirma en dicha sentencia, lo que se infiere de la doctrina fijada es que la parcularidad de la recíproca
colisión entre los vehículos de motor no reside en una supuesta alteración de las reglas sobre carga de la prueba (la inversión de
la carga de la prueba es aplicable solo para probar la concurrencia de causas de exoneración y, en el caso de daños materiales,
que el conductor ha actuado de manera plenamente diligente) o en la alteración de los criterios de imputación establecidos
en la LRCSVM 1995, sino en la necesidad de determinar a cuál de los dos corresponde la eficiencia causal en la producción
del daño, o si esta debe ser distribuida proporcionalmente entre ambos por haber actuado concurrentemente. En suma, una
recíproca colisión de vehículos no supone excepción alguna a la aplicación del principio de responsabilidad objeva por el
riesgo de la circulación que establece la LRCSVM 1995 y la vigente en la actualidad.
Por tanto, en el régimen de responsabilidad civil fundado en el riesgo creado por la circulación (una vez constatado que
el accidente tuvo lugar en la circulación y, por consiguiente, es imputable al riesgo creado por uno y otro conductor que
intervinieron en él), el mero hecho de que no haya podido constatarse en autos que solo una de las conductas generadoras
del riesgo ha sido la única relevante, desde el punto de vista causal, para la producción del resultado -excluyendo así la del
otro conductor- o que no haya sido posible probar la proporción en que cada una de ellas ha contribuido a causar el accidente
- excluyendo así parcialmente la contribución causal del otro conductor- (cuando se discuta que solo una de las conductas ha

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sido causalmente relevante o que ambas lo han sido en disnta proporción) no es razón que permita soslayar la aplicación de
los referidos criterios de imputación a ambos conductores ni constuye tampoco razón para no aplicar la regla de inversión
de la carga de la prueba en pro de las reglas tradicionales sobre el "onus probandi" (carga de la prueba), caracteríscas de los
regímenes de responsabilidad objeva y especialmente aplicables, cuando se trata de daños materiales, al conductor que alega
que actuó con plena diligencia. En este sendo se pronuncia, por ejemplo, la SAP Asturias, Sección 7.ª, de 20 de abril de 2010.
Esta interpretación no permite aceptar la solución que sigue la sentencia recurrida, que negó el derecho a la indemnización
solicitada con fundamento en que en supuestos de colisión recíproca no rige la inversión de la carga de la prueba -cuyas
consecuencias se anulan-, sino las tradicionales reglas que obligan a cada parte a demostrar los hechos constuvos de su
pretensión. De esta forma se atribuirían al demandante todas las consecuencias negavas de la falta de prueba sobre la
incidencia causal de la conducta del demandado en el accidente y en el resultado lesivo. Tal solución, obtenida mediante la
aplicación estricta de los criterios clásicos de la responsabilidad subjeva (independientemente de la opinión que merezca en
relación con las soluciones que se ofrecen en Derecho comparado para garanzar la efecvidad del sistema de responsabilidad
civil subjeva en situaciones de incerdumbre causal relava), no es acorde con las exigencias del principio de responsabilidad
objeva proclamada en el arculo 1.1 LRCSCVM EDL 2004/152063 , la cual es aplicable a los daños personales dimanantes
de la circulación (y, con la especialidad que se ha indicado, a los daños materiales), de forma que cada conductor responde
del riesgo creado por la conducción de su vehículo, a menos que pueda acreditar la concurrencia de alguna de las causas
legales de exoneración - caracterizadas en nuestra jurisprudencia como causas excluyentes de la imputación-. El principio
de responsabilidad objeva -en cuya legimidad constucional no es necesario entrar aquí-, en efecto, no solo supone el
establecimiento de criterios de imputación ajenos a la concurrencia de culpa o negligencia, sino que comporta también
establecer una presunción de causalidad entre las acvidades de riesgo y la consecuencias dañosas que aparezcan como
caracteríscas de aquellas, como ocurre con los daños derivados de una colisión cuando se trata de la responsabilidad objeva
por el riesgo creado por la conducción de un vehículo de motor. Esta presunción solo puede enervarse demostrando que
concurren las causas de exoneración configuradas por la ley como excluyentes del nexo de causalidad entre la acción y el daño.
La aplicación de esta doctrina al caso de autos determina la declaración de responsabilidad del demandado. Puesto que es un
hecho acreditado que en el siniestro se vieron implicados los dos vehículos, este dato es suficiente para presumir la vinculación
causal de su actuación generadora del riesgo y el resultado caracterísco. Como regla de principio, ambos conductores deben,
en consecuencia, responder del daño corporal causado a los ocupantes del otro vehículo en atención al riesgo creado por
su propio vehículo. En parcular el demandado debe responder, por el riesgo por él generado mediante la conducción, de
los daños personales causados al demandante. No puede exonerarse al demandado, pues no se ha probado que entre su
actuación y el resultado se interfiriese causalmente un elemento extraño (como la culpa exclusiva del demandante o la fuerza
mayor ajena al funcionamiento del vehículo del demandado y a la conducción) apto para excluir su imputación.
C) La solución apuntada traslada la controversia al tema de si procede o no que cada conductor resarza por completo los
daños corporales causados a los ocupantes del otro vehículo implicado en la colisión (lo que en caso afirmavo se traduciría
en la obligación de resarcir todos los daños personales acreditados por el demandante, por los que reclama).
La tesis favorable al resarcimiento pleno de los daños corporales recíprocos sin culpas probadas (aunque frecuentemente se
ha fundado en el principio, un tanto arficioso, de la doble inversión de la carga de la prueba), ha sido acogida por varias
audiencias provinciales (a modo de ejemplo, las SSAP de Badajoz, Sección 2.ª, de 10 de sepembre de 1998 y Baleares,
Sección 3.ª, de 22 de junio de 2004, 4 de marzo de 1997, 13 de enero de 1998 y 18 de julio de 2006). Este criterio, también
conocido por la doctrina cienfica como método de condenas cruzadas, acogido en el sistema francés como supuesto de doble
responsabilidad, supone que cada parte responda íntegramente (al 100%) del daño ocasionado a la otra parte interviniente
en el accidente, y, entre otros argumentos, se apoya en el régimen de responsabilidad objeva del arculo 1 LRCSCVM
EDL 2004/152063 , en la inexistencia de soporte legal para apreciar una especie de compensación de culpas en casos de
colisiones recíprocas, y en que la solución de la distribución por mitad implica necesariamente que ninguno de los implicados
obtenga la reparación íntegra de su perjuicio.
En sendo contrario, la doctrina de algunas audiencias provinciales ha acogido en varias ocasiones la tesis del resarcimiento
proporcional y no íntegro de los daños corporales recíprocos sin culpas probadas, por el efecto compensatorio de la inversión
de la carga de la prueba (entre otras, SSAP de Baleares, Sección 4.ª, de 6 de mayo de 2003 y Pontevedra, Sección 3.ª, de
15 de octubre de 1997 y 16 de enero de 1998). Entre las razones que llevan a esta solución se encuentra la de entender
que en este po de supuestos procede apreciar una concurrencia de causas, de tal manera que su resolución ha de ser la
prevista legalmente para los casos de concurrencia de culpas de igual grado (arculo 1.1 IV TRLRCSCVM) al no contarse con
datos que permitan, desde un punto de vista causal, atribuir mayor parcipación a uno de los conductores en detrimento del
otro. Esta postura considera, en suma, que los dos conductores implicados en la colisión mutua han de ser considerados co-
causantes del accidente, en cuanto que ambos contribuyen causalmente al resultado, entendido como la materialización del
riesgo movilizado por cada uno de ellos. Y que, a falta de prueba sobre el concreto porcentaje de parcipación causal de cada
uno, ha de entenderse que los dos contribuyeron en la misma proporción (al 50%).
D) Esta Sala -aunque, como se verá seguidamente, no la acepta- considera dignos de consideración los argumentos en que
se funda la doctrina de la indemnización proporcional en caso de una recíproca colisión de vehículos sin causas probadas,
pues no resultaría irrazonable entender que ambos conductores, en tal caso, puede presumirse que han contribuido a causar
el accidente en un 50% cada uno de ellos, para evitar el paradójico efecto de las condenas cruzadas, que supone el teórico

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desdoblamiento de un único siniestro en dos accidentes separados. Esta doctrina tendría, además, la ventaja prácca de
proporcionar una solución equilibrada para los supuestos de ausencia de prueba frente a aquellos supuestos en que se acredite
la proporción en que ambos conductores han contribuido a causar el accidente.
Sin embargo, en trance de unificar la doctrina existente con efecto de fijación de jurisprudencia, dada la divergencia existente
entre las disntas audiencias provinciales, nos inclinamos por entender que la solución del resarcimiento proporcional es
procedente solo cuando pueda acreditarse el concreto porcentaje o grado de incidencia causal de cada uno de los vehículos
implicados y que, en caso de no ser así, ambos conductores responden del total de los daños personales causados a los
ocupantes del otro vehículo con arreglo a la doctrina llamada de las condenas cruzadas".
Posteriormente esta doctrina ha sido reiterada en la STS de 4 de febrero de 2013 (rec. num. 588/2010; Pte. Excmo. Sr. Seijas
Quintana) EDJ 2013/4452 .
CUARTO.- Determinación del daño personal sufrido por el demandante.
Sentado lo anterior, la siguiente cuesón controverda en el proceso se refiere a la determinación del daño personal sufrido
por el apelante. La compañía demandada sosene en su escrito de contestación a la demanda que debe liquidarse la
indemnización atendiendo al período de curación y secuelas contenidos en el úlmo informe médico-forense obrante en el
juicio de faltas seguido como consecuencia del siniestro. Se opone también a la parda que se reclama en concepto de factor
de corrección por no estar trabajando el Sr. Horacio en la fecha del accidente. En cuanto a los gastos médicos y farmacéucos
solicitados en la demanda, se alega que parte de los mismos carecen de relación con el evento dañoso.
Le asiste la razón a la parte demandada. El informe médico-forense con arreglo al cual establece su daño personal el actor es
de fecha 25 de sepembre de 2000 (f. 101). Exisendo otro posterior de 6 de marzo de 2001 (f. 103) que fue raficado ante
la Juez de Instrucción (f. 104), consideramos que debe prevalecer, pues es de suponer que la médico-forense dictaminante
dispuso de mayores elementos de juicio que el compañero que confeccionó el informe anterior. A ello no obsta que en las
sentencias recaidas en el juicio de faltas y en el subsiguiente auto de cuana máxima se haya dado por bueno el período de
curación contemplado en el informe de 25 de sepembre de 2000, ya que tales resoluciones no vinculan al orden jurisdiccional
civil al ser de contenido absolutorio y no referirse a la inexistencia del hecho enjuiciado.
Sentado lo anterior, debemos proceder a cuanficar la indemnización que corresponde al actor, recordando la doctrina
jurisprudencial consolidada que establece que la fecha del siniestro será la determinante para fijar el régimen legal aplicable,
mientras que la cuanficación de los puntos se llevará a cabo atendiendo a la fecha en que las secuelas han quedado fijadas
con el alta definiva (por todas, STS num. 326/2009, de 7 de mayo -recurso num. 220/2005; Pte. Excmo. Sr. Sierra Gil de la
Cuesta- EDJ 2009/101650 ). Esta doctrina, sentada a parr de una sentencia del Pleno de la Sala 1ª de 17 de abril de 2007
EDJ 2007/39652 , resulta de aplicación incluso a accidentes y altas definivas ocurridos con anterioridad a dicha sentencia
(en este sendo, STS de 20 de junio de 2011 -rec. num. 820/2008; Pte. Excmo. Sr. Xiol Ríos EDJ 2011/204900 ).
Por razones de claridad disnguiremos entre los disntos conceptos reclamados:
1º Indemnización por incapacidad temporal.
Del dictamen médico-forense confeccionado por la Sra. Patricia se desprende que el Sr. Horacio tardó en curar de sus lesiones
418 días, de los cuales 143 estuvo impedido para sus ocupaciones habituales. A su vez, 25 de éstos se encontró hospitalizado.
Es decir, el accidentado recibió el alta definiva en el año 2000, por lo que debe tenerse en cuenta para cuanficar la
indemnización la resolución de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones de 2 de marzo de 2000.
a) Días de curación no impedivos: 275 días x 21,648455 = 5.953,32.- Eur..
b) Días de curación impedivos: 118 días x 40,195689 = 4.743,09.- Eur..
c) Días de hospitalización: 25 días x 49,475316 = 1.236,88.- Eur..
2º Indemnización por incapacidad permanente.
Aceptamos las secuelas y la valoración contenidas en el mismo dictamen pericial, ya que la prueba praccada en el proceso
no ha desvirtuado las conclusiones de la forense:
a) Callo deforme en segundo metatarsiano: 3 puntos.
b) Calcificación del glúteo (por analogía cadera dolorosa): 3 puntos.
c) Perjuicio estéco ligero: 4 puntos.
Del atestado instruido por la Guardia Civil de Tráfico se desprende que el Sr. Horacio nació el día NUM000 de 1978 (f. 282),
por lo que en la fecha del siniestro contaba con 19 años de edad. Es por ello que, aplicando las tablas actualizadas del Baremo,
le corresponden 685,947134.- Eur. por punto. Es decir, un total de 5.487,57.- Eur. (8 puntos x 685,947134.- Eur.).
3º Factor de corrección.

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La parte demandada considera que no debe aplicarse el porcentaje del 10 % que la actora reclama sobre la candad fijada en
concepto de indemnización por incapacidad permanente por no haber acreditado la vícma sus ingresos.
Tal argumentación no es de recibo. La Tabla IV del Baremo prevé un factor de corrección de hasta un 10 % a cualquier vícma
que se encuentre en edad laboral, como ocurre en este caso. Procede, por ello, conceder 548,75.- Eur. por este concepto. En
este sendo, cumple citar la STS de 20 de julio de 2011 (rec. num. 820/2008; Pte. Ilmo. Sr. Xiol Ríos EDJ 2011/204900 ):
"cuando de secuelas se trata (Tabla IV) el Sistema impone aplicar el factor de corrección por perjuicios económicos a toda
vícma en edad laboral, aunque no se prueben ingresos, esta previsión no aparece en relación a los perjuicios económicos
ligados a incapacidad temporal (Tabla V), lo que ha dado lugar a que la doctrina de las Audiencias haya venido exigiendo para
que proceda su aplicación que se acredite que se está realizando acvidad laboral en el momento del siniestro, así como los
ingresos derivados de la misma, aun cuando la falta de prueba sobre estos no provoque que no se conceda, sino únicamente
su aplicación en su tramo inferior, es decir, hasta un 10%".
4º Gastos acreditados.
Finalmente, por este parcular se reclaman un total de 2.310,30.- Eur., a cuyo pago se opone MUTUA GENERAL DE
SEGUROS por considerar que "existen conceptos que no pueden ser en ningún caso reclamados a los demandados por cuanto
falta la conexión exigida con el siniestro" (hecho duodécimo de la contestación, f. 53 vuelto).
Debe prosperar la demanda en este punto. Las partes del proceso enen la carga de exponer al tribunal sus alegaciones con
la debida claridad y precisión ( arts. 399 y 405 LEC EDL 2000/77463). Cuando del demandado se trata, debe pronunciarse
específicamente sobre los hechos alegados en la demanda admiéndolos o negándolos, pues caso contrario se pueden
considerar tácitamente admidos ( art. 405.2 LEC EDL 2000/77463 ). Lo mismo ocurre con los documentos aportados de
adverso (427 LEC EDL 2000/77463 ). No es función de los órganos jurisdiccionales adivinar cuál es la tutela jurisdiccional
impetrada por las partes, sino pronunciarse sobre la misma.
En el caso que ahora nos ocupa el demandante reclama una candad de dinero concreta y determinada en concepto
de gastos acreditados con los documentos que acompaña con su demanda. Dado que la aseguradora demandada no ha
especificado con cuál de esos gastos no está conforme, procede esmar la pretensión entablada en este punto ( art. 405.2
LEC EDL 2000/77463 ).
Por todo lo dicho, procede condenar a la demandada al pago de 20.279,91.- Eur., al ser un hecho pacífico que era la compañía
que aseguraba los riesgos derivados de la circulación del vehículo causante de los daños sufridos por el actor.
QUINTO.- Intereses.
El principal devengará el interés legal del dinero incrementado en un cincuenta por ciento desde el día 23 de noviembre de
1997, fecha del siniestro, hasta el día 23 de noviembre de 1999, en que no podrá ser inferior a un veinte por ciento nominal
anual hasta su completo pago ( art. 20 LCS EDL 1980/4219 ).
SEXTO.- Costas de la apelación.
No ha lugar a hacer especial pronunciamiento sobre las costas de la primera instancia al ser procedente la parcial esmación
de la demanda ( art. 394 LEC EDL 2000/77463 ). Tampoco procede imponer las costas de esta alzada a ninguna de las partes
( art. 398.2 LEC EDL 2000/77463 ).
VISTAS las disposiciones citadas y demás de general y pernente aplicación, en nombre del Rey y por la autoridad conferida
por el Pueblo Español.

FALLO

1º Que esmando parcialmente el recurso de apelación interpuesto por don Horacio contra la sentencia de fecha 1 de octubre
de 2012 recaída en el juicio ordinario número 132 de 2004 seguido ante el Juzgado de Primera Instancia num. 3 de Orihuela,
debemos revocar y REVOCAMOS TOTALMENTE dicha resolución, sin que proceda hacer especial pronunciamiento sobre
las costas de esta alzada y con devolución del depósito constuido para recurrir.
2º Que esmando parcialmente la demanda interpuesta por don Horacio, debemos condenar y CONDENAMOS a MUTUA
GENERAL DE SEGUROS a pagar al primero la suma de VEINTE MIL DOSCIENTOS SETENTA Y NUEVE EUROS CON
NOVENTA Y UN EUROS (20.279,91.- Eur.), que devengarán el interés legal del dinero incrementado en un cincuenta por
ciento desde el día 23 de noviembre de 1997 hasta el día 23 de noviembre de 1999, en que no podrá ser inferior a un po
del veinte por ciento nominal anual hasta su completo pago, y sin que proceda hacer especial pronunciamiento sobre las
costas de la primera instancia.
Noquese esta sentencia en legal forma a las partes personadas y, en su momento, devuélvanse los autos originales al
Juzgado de procedencia, de los que se servirá acusar recibo, acompañados de cerficación literal de la presente resolución a
los oportunos efectos de ejecución de lo acordado, uniéndose otro al rollo de apelación.

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Hágase saber a las partes que esta sentencia no es firme y que contra la misma, cabe recurso extraordinario por infracción
procesal y/o recurso de casación en los casos previstos en los arts. 468 y ss. y en la Disposición Final 16ª de la Ley de
Enjuiciamiento Civil EDL 2000/77463 que deberán ser interpuestos por medio de escrito dirigido a esta Sala en un plazo de
VEINTE DÍAS contados a parr del siguiente al de su noficación para ser resueltos por la Sala Primera del Tribunal Supremo
o el órgano competente, en su caso.
Junto con el escrito de interposición de los recursos antedichos deberán aportarse, caso de ser procedente, los siguientes
documentos, sin los cuales no se admirán a trámite:
1º Jusficante de ingreso de depósito por importe de CINCUENTA EUROS (50.- Eur.) en la "Cuenta de Depósitos y
Consignaciones" de este Tribunal num. 3575 indicando el "concepto 04" para el recurso extraordinario por infracción procesal
y el "concepto 06" para el recurso de casación.
2º El modelo 696 de autoliquidación de la tasa por el ejercicio de la jurisdicción prevista en la Ley 10/2012, de 20 de noviembre
EDL 2012/240441 , y normava que la desarrolla.
Así, por esta nuestra sentencia definiva que, fallando en grado de apelación, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
Publicación. La anterior resolución ha sido leída y publicada en el día de su fecha por el Iltmo Sr. Ponente, estando la Sala
reunida en Audiencia Pública, doy fé.
Fuente de suministro: Centro de Documentación Judicial. IdCendoj: 03065370092014100171

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