Lo que dice Jesús suena como una locura… Nadie ha dicho una cosa así antes ni Escuchen nuevamente;
nuevamente; el cambia la metáfora. “Manda” –él, Dios— “manda su lluvia
después. Es una enseñanza profundamente extraña. Porque no se trata simplemente
de una moralina. Es algo distinto. La clave la dijimos la semana pasada: sean perfectos
como es perfecto el Padre que está en el cielo. Sean santos como Dios es santo. T de
Aquino decía que “La santidad es una firme resolución de abandonarse en Dios”
¿Qué le interesa a Jesús? No está primariamente haciéndonos moralmente honestos
(aunque lo supone). En lo que está interesado es en la divinización: en que nos
convirtamos conforme al modo de ser de Dios.
Padres I: Dios se hizo hombre para el hombre se hiciera Dios. Una afirmación
extraordinaria que se remonta a los 1ros siglos. ¿Cuál es el propósito de la
encarnación? Dios se hizo uno de nosotros para que la naturaleza humana pudiera ser
elevada para participar en la vida misma de Dios.
Si esto es lo más importante, no en primer lugar la ética y la moral, si esto es lo más
importante: ¿cómo es Dios? ¿Cuál es la naturaleza de la perfección de Dios? Aquí hay
otra pista: para que sean hijos de su Padre celestial, escuchen, que hace salir su sol
sobre los buenos y los malos.
El sol brilla. ¿Por qué? Es su naturaleza. Eso es todo lo que el sol sabe hacer. ¿Acaso
dice el sol, bueno, permítanme primero revisar si son dignos de mi calidez y mi luz?
No, simplemente brilla, sobre la gente buena (Madre Teresa) pero brilló tb sobre
Hitler. Él hace que el sol brille igualmente sobre buenos y malos.
El amor de Dios, escuchen ahora, no es algo que se distribuye de acuerdo a nuestras
categorías de justicia. “Bueno, esa persona no merece el amor divino” no. Esa
persona, sí, es una buena persona, merece el amor divino, aquél no”. Así pensamos
nosotros. Así pensamos y actuamos.
T.S. Elliot, “mido mi amor con cucharas de café”. Te daré un poquito si te lo ganas. Si
fuiste bueno conmigo, fuiste amable conmigo, fuiste justo conmigo, voy a darte un
poquito de mi amor y mi afecto. No has sido amable conmigo, entonces he terminado
contigo, amigo. No recibirás nada de mi amor ni atención. Vean, ese es nuestro
sentido pecaminoso de lo que es la justicia. Pero así no es como ama Dios.
Su amor no está afirmado sobre alguna causa externa a él. Te amaré porque…,
te amaré en la medida que…, te amaré bajo estas condiciones. Bueno, esa es la
manera en que nosotros nos amamos, pero no es como actúa Dios. Y Jesús dice,
quiero que seas perfecto, como tu Padre celestial es perfecto.
sobre los justos y los injustos”. Dios hace que la lluvia (positiva) caiga ¿sobre aquellos
que lo merecen? No, la hace caer sobre justos e injustos. ¿Por qué? Porque esa es su
naturaleza. Dios es amor, eso es todo lo que sabe hacer. No juega el juego del amor
condicionado, un amor compartimentado, amor en migas y pedacitos, amor si me
amas. Sean perfectos, como el Padre celestial es perfecto.
De acuerdo, con todo eso en mente, ahora vemos estas prescripciones particulares.
“Han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo, diente por diente’”. Bueno, sí, esa es justicia
anticuada. Ey, si me haces daño, te dañaré. Si eres bueno conmigo, seré bueno
contigo. Si me quitas un diente, te quitaré uno tuyo. Esa es justicia anticuada en el
pecaminoso orden finito.
Pero vean, yo les digo, amen a sus enemigos, y “si alguno te golpea en la mejilla
derecha, preséntale también la izquierda”. Bueno, pero ¿de qué estás hablando? Eso
es una locura. Sí, sí, es un poquito loco, porque quiero, dice Jesús, que sean
divinizados y que amen precisamente del modo que Dios ama.
Alguien te hace un daño ¿qué diríamos todos? Bueno, contratacaríamos, o te
defenderías, tomaríamos revancha. Jesús dice, no, dale también tu manto.
Quizás lo resume en este mandato que conmociona: “Yo, en cambio, les digo: Amen a
sus enemigos”. “Han oído que se dijo, ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’”.
Bueno, esa es la justicia vieja. “Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos”.
¿Quién es un enemigo? Es alguien que por definición te ha hecho daño; por eso es tu
enemigo. Te ha lastimado de cierta manera. Por lo tanto, a partir de un instinto
profundamente arraigado, decimos, no, al menos voy a defenderme, si es que no
devuelvo el golpe. Amen a sus enemigos, deseen el bien a sus enemigos. Eso es difícil.
¿Pueden verlo? Es la prueba de amor definitiva. Si amar es desear el bien del otro
como otro, ¿cuál es la prueba? La prueba es amar a alguien que no me lo devolverá
posteriormente. Eso está también, por supuesto, en el Sermón de la Montaña. Si amo
a aquellos que me aman, si organizo una fiesta para aquellos que luego me invitarán
en retribución, bueno entonces no soy mejor, dice Jesús, que los paganos. En otras
palabras, que aquellos que no creen en el Dios verdadero. Si eso es todo lo que hago,
entonces no soy mejor que los paganos. No, no. El signo de los discípulos de Jesús es
el de quienes pueden amar incluso a sus enemigos.
El Hijo de Dios quiere no sólo que nosotros seamos solamente justos de cierto modo
humano ordinario. Quiere que seamos perfectos, como el Padre celestial es perfecto,
aquel que hace que el sol brille sobre buenos y malos por igual.