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de Giordano Bruno
INTRODUCCIÓN
Incluso, llegaba, esta religión, a ser una falsa Diana, la cuál engañaba a los amantes del
saber, a los Acteones.
Bruno muestra, como explica Nuccio Ordine5, que el cristianismo debía volver a tener
una función social, que claramente había ya perdido, de ligamiento y cohesión. Pues como su
palabra lo indica: religare, es ligar y unir. Era de gran importancia que la religión volviera a
unirse con lo civil. Es por esto, que los valores que siempre promueve Bruno en voz de Jove
buscan siempre ser útiles para el Estado, para el individuo como individuo civil. Los valores
siempre se acompañan por la ley. La religión cristiana debía ser evidenciada como lo que en
realidad era, para realizar una “puri cación” del individuo religioso. La reforma moral resultaba
indispensable.
En La expulsión de la bestia triunfante, a manera de alegoría, Jove o Júpiter, padre de todos los
dioses, convoca a sesión a todos los dioses habitantes del Olimpo. En este consejo, celebrado el
mismo día en que los dioses lograron vencer a los gigantes6, Jove propone realizar ciertas
modi caciones a las constelaciones celestes, pues según él, lo único que ellas representan son sus
vicios más arraigados. Vicios, que también, según Bruno, son los que imperan en la época. Sin
embargo, los dioses toman un caracter autoconsciente, racional, mediante el cual logran analizar
aquello con lo que éstos, los dioses, son identi cados; dándose cuenta de que no hay realmente
virtudes en aquellos animales y signos que les representan, sino sus más oscuros vicios.
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Allí se ven claramente los frutos, las reliquias, los relatos, las palabras,
las escrituras, las historias de nuestros adulterios, incestos,
fornicaciones, cóleras, desdenes, rapiñas y demás iniquidades y delitos;
y para premiar nuestros errores hemos llegado a cometer errores
mayores aún, elevando al cielo los triunfos del vicio y los tronos de la
maldad, habiendo dejado a las virtudes y a la justicia desterradas,
sepultadas y despreciadas en el in erno.7
Estos vicios, que avergüenzan a Jove, deberían avergonzar también a la Iglesia Cristiana,
pues según Bruno, ésta siempre anda llamándose a sí misma virtuosa, cuando realmente
lo único que hace es esconderse tras un disfraz de divinidad y de bondad. Los verdaderos
valores han sido hechos de lado y, lo mayores vicios se han puesto en alto, allí en el
cielo. “Ea, ea, oh dioses, arránquense del cielo estas larvas, estatuas, guras, imágenes,
retratos, procesos e historias de nuestras avaricias, lascivias, hurtos, enojos, despechos y
vergüenzas.”8
Bruno cali ca a éstos, hombres del clero, de pedantes; pues logran convencer a
otros de que ellos poseen el verdadero camino hacia la divinidad, de que basta con la fe y
el catecismo para poder alcazar el conocimiento y la gracia divinos; no obstante, el
hombre no puede en verdad ser digno de los dioses si no es a través del cumplimiento de
las leyes. Los dioses, han dado a los hombres las leyes para poder comunicarles su
gracia. Pero las leyes, al empezar a alejarse de la verdad y la bondad, ambas
características divinas, no pueden realemnte ser bene ciosas para la relación entre los
hombres. “No se debe aceptar ninguna ley si no está ordenada a la práctica de la humana
convivencia. Bien lo ha dispuesto y ordenado Jove; porque ya descienda del cielo o surja
de la tierra, no debe ser aprobada ni aceptada aquella institución o ley que no acarree
utilidad y comodidad, que no conduzca al n mejor.”9
El cielo, al igual que la tierra, estaba poblada de vicios, de bestias, las cuales
debían ser depuradas, para poder realizar una puri cación del espíritu del hombre.
Sin embargo, las bestias o animales expulsados por Jove, no son del todo dignos
de una expulsión. Aunque sus acientos son cedidos a las virtudes, a algunos de ellos les
sigue siendo permitido, por boca de Jove, el vagar y rondar por el cielo. Bruno explica,
que no puede haber algo absolutamente malvado. Los animales, por lo tanto, no pueden
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representar sola y únicamente a los vicios, pues su esencia muchas veces también
comprende ciertos valores. Éstos quedan existiendo a manera de metáfora, de signo.
Por tanto, [dice Jove] no pudiendo ni debiendo ser allí [en el cielo]
permanezcan en sustancia hipostática, quiero que ahí estén en retrato
que sea signo, indicio y gura de las virtudes que en esos lugares se
establecen. Y aunque algunos de ésos [animales celestes] signi can
expresamente los vicios, por ser animales propensos a la venganza
contra la especie humana, no por ello carecen de virtud divina siendo
muy favorables, de otro modo, a esa especie y a otras, porque nada es
absolutamente malo, sino sólo en cuanto cierto aspecto, como la Osa, el
Escorpión y otros.10
Aquí puede verse una idea de gran importancia, pues Giordano consideraba, en el
diálogo, a varios dioses, pero esto no implicaba que no hubiera, para él, una sóla
divinidad, un sólo dios; pues menciona que al igual que como se adoraban a los
animales en Egipto, también se adoraban a los múltiples dioses, no adorando a varios,
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sino a uno sólo a través de éstos. “No adoraban [los egipcios] a Jove como si él fuese la
divinidad sino que adoraban a la divinidad como si fuese en Jove.”13
Es entonces, que los animales no son necesariamente una etiqueta de vicio. Cada
uno de ellos representa tanto atributos buenos como malos. El ejemplo más importante
de esta ambigüedad es el del Asno. Bruno, no contento con La expulsión de la bestia
triunfante, porque, como explica Miguel Ángel Granada en la introducción a este otro
diálogo, lo consideraba incompleto, escribió La Cábala del Caballo Pegaso que
pretendía rellenar aquellos huecos dejados en La expulsión.
En La Cábala del Caballo Pegaso, el nolano pretende explicar por qué el asno
fue uno de los animales que, en La expulsión, fueron dejados como moradores del cielo,
pues al igual que otros no era absolutamente malo. Porque, incluso, en La Cábala se
explica que el burro fue colocado a un lado de la Verdad.
Bruno menciona la existencia de dos asnos. Idea de una ambigüedad que ya
presentaba anteriormente Erasmo de Rotterdam; pues en su Elogio a la locura, el autor
muestra dos caras de la locura: aquella locura verdadera e incluso divina, que lleva a los
hombres por una verdadera vía hacia lo divino, y aquella vil, la cual es propia de
ociosos, de los ignorantes, propia del clero, pues según Erasmo “parece evidente que la
religión cristiana guarda cierta a nidad con la necedad, y que, en cambio, se aviene muy
poco con la sabiduría.”14 Es de la siguiente manera en que Erasmo propone la existencia
de dos locuras:
Así como Sócrates, según dice Platón, enseñaba que en una Venus
pueden verse dos Venus, y en un Cupido dos Cupidos, de la manera
debieran estas dialécticos distinguir entre una y otra clase de locura, si
es que quieren pasar por cuerdos. […] Hay, pues, realmente dos clases
de locura. Una es la que las Furias vengadoras vomitan en los in ernos
cuando lanzan sus serpientes para encender en el corazón de los
mortales, ya el ardor de la guerra, ya la sed insaciable de oro, ya los
amores criminales y vergonzosos, ya el parricidio, ya el incesto, ya el
sacrilegio, ya cualquier otro designio depravado, o cuando, en n,
alumbran la conciencia del culpable con la terrible antorcha del
remordimiento. Pero hay otra locura muy distinta que procede de mí, y
que por todos es apetecida con mayor ansiedad, que a un mismo tiempo
libra al alma de angustiosos cuidados y la sumerge en un mar de
delicias. 15
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el caso de Libra la cual no queda en el cielo sino que baja a la tierra. Pues según Jove, no
es virtud ni vicio.
Ésta queda como prudencia terrenal, aquella que debe poner cada cosa en su lugar de manera
justa. Haciendo que cada hombre ocupe el espacio para el cual está hecho y que guste de estar en
él. Quedan de ella en el cielo: la Equidad, lo Justo, la Retribución, lo Razonable, la Merced, la
Distribución, la Gratitud, la Buena Conciencia, el Reconocimiento de sí mismo, el Respeto a los
mayores, la Ecuanimidad y la Benignidad. De ahí, continúan los dioses por expulsar de Escorpio
el Fraude, el Engaño, el Fingimiento Pernicioso, el Dolo, la Hipocresía, el Embuste, el Perjurio y
la Traición, poniendo en su lugar a la Sinceridad, el Cumplimiento de Promesas y la Observancia
de la Fe. Las virtudes que quedan de Sagitario de Capricornio son las siguientes: la Especulación
Figurativa, la Contemplación, el Estudio, la Atención, la Aspiración, el Impulso al n mejor, la
Libertad de Espíritu, el Yermo, el Monacato, la Soledad, la Buena Contracción y la
Contemplación. En Acuario se colocan la Templanza, la Civilidad y la Urbanidad. En Ceto, la
Ballena, se pone la Tranquilidad de alma.
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El cristianismo, según Bruno, no es digna de estar en la conformación del espacio celeste.
Jove deja a Cristo y con él al cristianismo con el estatuto de imaginarios. “Que se quede el
Erídano [contelación representante de la religión cristiana, según Gómez de Liaño] en el cielo,
pero nada más con el título de creencia e imaginación.”20 Quien bebe de este río no hace más
que llenarse la boca imaginariamente, dice el nolano.
CONCLUSIÓN
La religión cristiana nunca tuvo en apariencia, valores equivocados, pues la mayoría de los
valores y virtudes anunciadas por Bruno eran muchas veces iguales a las anunciadas por el
cristianismo, sin embargo, éste pasaba por una época caótica, desordenada y viciosa. Es por esto
que resultaba necesario intentar puri carla lo más posible. El fanatismo y fetichismo había
creado un velo que no permitía ver lo que realmente era una conducta cristiana, verdaderamente
religiosa, con la cual se volviera a establecer un diálogo entre ésta última y la moral, pero no una
moral falsa, conveniente únicamente para algunos, sino una moral verdadera, con leyes justas
para todos los individuos. Aquel que tenga el poder y el mando del Estado debe ser virtuoso,
pues de esta forma no hará más que procurar el bien y la paz de aquellos a quienes gobierna. Las
leyes deben estar siempre precedidas de la Sabiduría, la Prudencia y la Verdad.
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BIBLIOGRAFÍA
-Bruno, Giordano. Expulsión de la bestia triunfante. De los heroicos furores. Trad., introd., y
notas de Ignacio Gómez de Liaño. Madrid, Siruela, 2011.
-Bruno, Giordano. La Cábala del Caballo Pegaso. Trad., introd. y notas de Miguel Ángel
Granada. Madrid, Alianza, 1990.
-Benítez, Laura y Robles, José Antonio. (coords.), Giordano Bruno. 1600 2000. 1a ed. México,
UNAM, 2002.
-Platón, Banquete. Introd., trad., y notas de M. Martínez Hernández, 2a ed. Barcelona, RBA,
2007.