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La reforma celeste y la reforma moral en La expulsión de la bestia triunfante

de Giordano Bruno

Lucía Miridiel Esnaurrizar Escalante


Historia de la Filosofía IV. Gema Ivette Sarmiento
3 de Junio de 2013

INTRODUCCIÓN

En el diálogo bruniano, La expulsión de la bestia triunfante, el lósofo nolano se propone


presentar una serie de reformas a las distintas formas astrológicas, que en total se reparten en 316
estrellas, tanto en la zona boreal como en la zona austral. El diálogo comienza cuando Sofía
conversa con Saulino (representante de Bruno), diciendo ella lo siguiente: “Si en los cuerpos, la
materia y el ente no hubiera mutación, variedad y vicisitud, nada sería adecuado, nada bueno,
nada deleitable.”1 Esta frase es una de las más relevantes del diálogo, porque muestra la
importancia del cambio, aquel movimiento con el cual se permitirá que la reforma de los cielos.
Si se tiene la idea de que nada debe cambiar, entonces la eliminación del dogma no sería ninguna
tarea primordial, pues siempre se mantiene igual, conservando las cosas como son. Sin embargo,
para Bruno, los valores dispuestos por la iglesia cristiana, no eran valores verdaderos, pues
resultaban de la conveniencia de aquellos que las proponían, estableciéndolas como dogmas.
Es por esto que resultaría fundamental reformar el conjunto de valores, determinando, por
medio de la razón, cuáles son verdaderamente aquellos que permiten que los hombres puedan
llevar una buena vida, digna de lo más divino, aquellos que permiten que el hombre logre una
mayor perfección. Lo que propone Bruno, no es más que una reforma humana, que puede verse
de manera análoga con la reforma de los cielos. Bruno explica, incluso, que es necesario hacer
una reforma individual para después poder hacer una reforma colectiva, exterior.
“Dispongámonos, digo, primero en el cielo que intelectualmente está dentro de nosotros, y luego,
en este mundo sensible que corporalmente se ofrece a los ojos.”2
Pero, ¿por qué la Iglesia cristiana era, según Bruno, más un obstáculo que una vía
conducente a los verdaderos valores? Para el nolano, el cristianismo había dejado de ser aquel
Sileno, que como explicaba Alcibíades en El Banquete de Platón, era aquel que buscando
engañar como un sátiro burlón, se llamaba a sí mismo ignorante, cuando debajo de su imagen no
era más que un gran sabio, un profeta”3, llegando a ser, realmente, un sileno “invertido”, el cual
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era una imágen vacía, falsa; poniéndose en el lugar del objeto deseado por el que busca un
conocimiento verdadero, aquel que busca acercarse a la divinidad.

Para Bruno, Cristo y el cristianismo ya no eran Silenos auténticos,


realidades esencialmente positivas y valiosas, sino silenos invertidos
que con su revestimiento aparente de divinidad han seducido a la
humanidad, produciendo una completa subversión de valores y dando
orígen [...] al periodo histórico de tinieblas y de vicio (la «bestia
triunfante») que llega a su culminación en el momento contemporáneo,
en el que la civilización está a punto de perecer en manos del fanatismo,
la intolerancia y la subversión civil.4

Incluso, llegaba, esta religión, a ser una falsa Diana, la cuál engañaba a los amantes del
saber, a los Acteones.
Bruno muestra, como explica Nuccio Ordine5, que el cristianismo debía volver a tener
una función social, que claramente había ya perdido, de ligamiento y cohesión. Pues como su
palabra lo indica: religare, es ligar y unir. Era de gran importancia que la religión volviera a
unirse con lo civil. Es por esto, que los valores que siempre promueve Bruno en voz de Jove
buscan siempre ser útiles para el Estado, para el individuo como individuo civil. Los valores
siempre se acompañan por la ley. La religión cristiana debía ser evidenciada como lo que en
realidad era, para realizar una “puri cación” del individuo religioso. La reforma moral resultaba
indispensable.

REFORMA CELESTE. REFORMA MORAL

En La expulsión de la bestia triunfante, a manera de alegoría, Jove o Júpiter, padre de todos los
dioses, convoca a sesión a todos los dioses habitantes del Olimpo. En este consejo, celebrado el
mismo día en que los dioses lograron vencer a los gigantes6, Jove propone realizar ciertas
modi caciones a las constelaciones celestes, pues según él, lo único que ellas representan son sus
vicios más arraigados. Vicios, que también, según Bruno, son los que imperan en la época. Sin
embargo, los dioses toman un caracter autoconsciente, racional, mediante el cual logran analizar
aquello con lo que éstos, los dioses, son identi cados; dándose cuenta de que no hay realmente
virtudes en aquellos animales y signos que les representan, sino sus más oscuros vicios.
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Allí se ven claramente los frutos, las reliquias, los relatos, las palabras,
las escrituras, las historias de nuestros adulterios, incestos,
fornicaciones, cóleras, desdenes, rapiñas y demás iniquidades y delitos;
y para premiar nuestros errores hemos llegado a cometer errores
mayores aún, elevando al cielo los triunfos del vicio y los tronos de la
maldad, habiendo dejado a las virtudes y a la justicia desterradas,
sepultadas y despreciadas en el in erno.7

Estos vicios, que avergüenzan a Jove, deberían avergonzar también a la Iglesia Cristiana,
pues según Bruno, ésta siempre anda llamándose a sí misma virtuosa, cuando realmente
lo único que hace es esconderse tras un disfraz de divinidad y de bondad. Los verdaderos
valores han sido hechos de lado y, lo mayores vicios se han puesto en alto, allí en el
cielo. “Ea, ea, oh dioses, arránquense del cielo estas larvas, estatuas, guras, imágenes,
retratos, procesos e historias de nuestras avaricias, lascivias, hurtos, enojos, despechos y
vergüenzas.”8
Bruno cali ca a éstos, hombres del clero, de pedantes; pues logran convencer a
otros de que ellos poseen el verdadero camino hacia la divinidad, de que basta con la fe y
el catecismo para poder alcazar el conocimiento y la gracia divinos; no obstante, el
hombre no puede en verdad ser digno de los dioses si no es a través del cumplimiento de
las leyes. Los dioses, han dado a los hombres las leyes para poder comunicarles su
gracia. Pero las leyes, al empezar a alejarse de la verdad y la bondad, ambas
características divinas, no pueden realemnte ser bene ciosas para la relación entre los
hombres. “No se debe aceptar ninguna ley si no está ordenada a la práctica de la humana
convivencia. Bien lo ha dispuesto y ordenado Jove; porque ya descienda del cielo o surja
de la tierra, no debe ser aprobada ni aceptada aquella institución o ley que no acarree
utilidad y comodidad, que no conduzca al n mejor.”9
El cielo, al igual que la tierra, estaba poblada de vicios, de bestias, las cuales
debían ser depuradas, para poder realizar una puri cación del espíritu del hombre.
Sin embargo, las bestias o animales expulsados por Jove, no son del todo dignos
de una expulsión. Aunque sus acientos son cedidos a las virtudes, a algunos de ellos les
sigue siendo permitido, por boca de Jove, el vagar y rondar por el cielo. Bruno explica,
que no puede haber algo absolutamente malvado. Los animales, por lo tanto, no pueden

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representar sola y únicamente a los vicios, pues su esencia muchas veces también
comprende ciertos valores. Éstos quedan existiendo a manera de metáfora, de signo.

Por tanto, [dice Jove] no pudiendo ni debiendo ser allí [en el cielo]
permanezcan en sustancia hipostática, quiero que ahí estén en retrato
que sea signo, indicio y gura de las virtudes que en esos lugares se
establecen. Y aunque algunos de ésos [animales celestes] signi can
expresamente los vicios, por ser animales propensos a la venganza
contra la especie humana, no por ello carecen de virtud divina siendo
muy favorables, de otro modo, a esa especie y a otras, porque nada es
absolutamente malo, sino sólo en cuanto cierto aspecto, como la Osa, el
Escorpión y otros.10

Esta defensa y propuesta de la ambigüedad animal, comienza cuando, en el diálogo, se


expone al culto egipcio. Los dioses se habían sentido ofendidos por ser representados por
animales, cosa que en la religión egipcia se realizaba casi siempre. Sin embargo, Bruno
muestra que el ser representados por una bestia, no es más que ser representados por la
naturaleza, lo cual no es digno de llamarse ofensa.
Para Bruno, era de hecho normal que los egipcios adoraran a los dioses a través
de imágenes animales, pues realmente no adoraban a la bestia, sino la divinidad que cada
ser de la naturaleza poseía, pues Dios se encuentra hasta en las cosas más insigni cantes,
en las más pequeñas.11

Diversas cosas vivas representan a los divinidades y potestades divinas.


Pues además del ser absoluto que poseen, tienen también del ser que se
comunica a las cosas según su capacidad y medida. De ahí que Dios
esté todo él en todas las cosas. [...] De ahí que con ritos mágicos y
divinos ascendieran a la altura de la divinidad por la misma escala de la
naturaleza por la cual la divinidad, comunicándose a sí misma,
desciende hasta las cosas más pequeñas.12

Aquí puede verse una idea de gran importancia, pues Giordano consideraba, en el
diálogo, a varios dioses, pero esto no implicaba que no hubiera, para él, una sóla
divinidad, un sólo dios; pues menciona que al igual que como se adoraban a los
animales en Egipto, también se adoraban a los múltiples dioses, no adorando a varios,
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sino a uno sólo a través de éstos. “No adoraban [los egipcios] a Jove como si él fuese la
divinidad sino que adoraban a la divinidad como si fuese en Jove.”13
Es entonces, que los animales no son necesariamente una etiqueta de vicio. Cada
uno de ellos representa tanto atributos buenos como malos. El ejemplo más importante
de esta ambigüedad es el del Asno. Bruno, no contento con La expulsión de la bestia
triunfante, porque, como explica Miguel Ángel Granada en la introducción a este otro
diálogo, lo consideraba incompleto, escribió La Cábala del Caballo Pegaso que
pretendía rellenar aquellos huecos dejados en La expulsión.
En La Cábala del Caballo Pegaso, el nolano pretende explicar por qué el asno
fue uno de los animales que, en La expulsión, fueron dejados como moradores del cielo,
pues al igual que otros no era absolutamente malo. Porque, incluso, en La Cábala se
explica que el burro fue colocado a un lado de la Verdad.
Bruno menciona la existencia de dos asnos. Idea de una ambigüedad que ya
presentaba anteriormente Erasmo de Rotterdam; pues en su Elogio a la locura, el autor
muestra dos caras de la locura: aquella locura verdadera e incluso divina, que lleva a los
hombres por una verdadera vía hacia lo divino, y aquella vil, la cual es propia de
ociosos, de los ignorantes, propia del clero, pues según Erasmo “parece evidente que la
religión cristiana guarda cierta a nidad con la necedad, y que, en cambio, se aviene muy
poco con la sabiduría.”14 Es de la siguiente manera en que Erasmo propone la existencia
de dos locuras:

Así como Sócrates, según dice Platón, enseñaba que en una Venus
pueden verse dos Venus, y en un Cupido dos Cupidos, de la manera
debieran estas dialécticos distinguir entre una y otra clase de locura, si
es que quieren pasar por cuerdos. […] Hay, pues, realmente dos clases
de locura. Una es la que las Furias vengadoras vomitan en los in ernos
cuando lanzan sus serpientes para encender en el corazón de los
mortales, ya el ardor de la guerra, ya la sed insaciable de oro, ya los
amores criminales y vergonzosos, ya el parricidio, ya el incesto, ya el
sacrilegio, ya cualquier otro designio depravado, o cuando, en n,
alumbran la conciencia del culpable con la terrible antorcha del
remordimiento. Pero hay otra locura muy distinta que procede de mí, y
que por todos es apetecida con mayor ansiedad, que a un mismo tiempo
libra al alma de angustiosos cuidados y la sumerge en un mar de
delicias. 15
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Para Bruno, existen dos tipos de asinidad: la asinidad positiva y la asinidad


negativa. La asinidad positiva es la ignorancia que permite la ciencia y el conocimiento,
aquella que también Nicolás de Cusa proponía en La docta ignorancia, y que incluso era
la ignorancia de Sócrates. “La ignorancia, como mediadora entre el saber y la verdad, es
un atributo de la verdadera sabiduría humana. Gracias a esta conciencia de la propia
limitación, así como el espíritu paciente, humilde y constante, el hombre puede alcanzar
la verdad mediante su acción permanente sobre la naturaleza.”16 La ignorancia permite
que los hombres busquen el conocimiento, pues es como el amor platónico, se busca
porque se es carente.
El hombre que busca debe ser igual que el burro: manso, humilde. “A quien
quiere penetrar en los secretos y ocultos receptáculos de aquélla le es absolutamente
necesario ser sobrio y paciente y tener mostacho cabeza y espalda de asno; debe tener el
ánimo humilde, contenido y bajo.”17 Al igual que en Erasmo, la ignorancia positiva es
aquella mediante la cual se logra el ascenso hacia lo divino, pues el momento es extático
e irracional. El asno debe ser montado por Dios, pues éste es el verdadero guía.
Por otro lado, está la asinidad negativa, con la cual se identi ca la “santa
asinidad” que no es más que la verdadera ignorancia del cristianismo. Aquella ignorancia
de la que no se saca ningún bene cio.
Al igual que el burro, muchas otras constelaciones son semi-expulsadas. Por
ejemplo, Hércules, hijo de Jove, el cual es sustituído por la Fortaleza, atributo que
ciertamente también es atributo de Hércules. Aquello que se quita y es expulsado, son las
caracteríticas negativas de cada constelación. De Tauro se expulsa la Ira, la Indignación y
la Furia para dejar paso a la Paciencia, la Tolerancia, el Sufrimiento y la Longanimidad;
de Aries se va el Escándalo, el Mal Ejemplo y la Necia Credulidad, quedando la Virtuosa
Emulación, la Ejemplaridad y el Buen Consentimiento; de Cáncer se remueve el Mal
Progreso, la Obstinación y la Pertinacia, y se colocan en su sitio a la Enmienda, la
Represión y la Retracción; de Leo se quitan la Soberbia, la Presunción, la Insolencia, y
quedan la Magnanimidad y la Generosidad heroica; de Virgo se van la Incontinencia, el
Impudor y la Desfachatez, quedando la Castidad, el Pudor, la Continencia, la Pureza, la
Modestia, el Recato y la Honestidad. Uno de los buenos ejemplos para mostrar lo que
explicábamos anteriormente sobre la importancia del Estado, la República y las leyes es

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el caso de Libra la cual no queda en el cielo sino que baja a la tierra. Pues según Jove, no
es virtud ni vicio.

Que se vaya por las repúblicas, a n de que las cargas de la


administración se contrapesen, con la su ciencia y capacidad de los
sujetos; y no se distribuyan las responsabilidades pesando los grados
de sangre, de la nobleza, de los títulos y de la riqueza, sino los de las
virtudes que engendran los frutos de las empresas; de suerte que
presidan los justos, los pudientes contribuyan, los sabios enseñen,
guíen los prudentes, combatan los fuertes, aconsejen los que tienen
juicio y manden los que tienen autoridad.18

Ésta queda como prudencia terrenal, aquella que debe poner cada cosa en su lugar de manera
justa. Haciendo que cada hombre ocupe el espacio para el cual está hecho y que guste de estar en
él. Quedan de ella en el cielo: la Equidad, lo Justo, la Retribución, lo Razonable, la Merced, la
Distribución, la Gratitud, la Buena Conciencia, el Reconocimiento de sí mismo, el Respeto a los
mayores, la Ecuanimidad y la Benignidad. De ahí, continúan los dioses por expulsar de Escorpio
el Fraude, el Engaño, el Fingimiento Pernicioso, el Dolo, la Hipocresía, el Embuste, el Perjurio y
la Traición, poniendo en su lugar a la Sinceridad, el Cumplimiento de Promesas y la Observancia
de la Fe. Las virtudes que quedan de Sagitario de Capricornio son las siguientes: la Especulación
Figurativa, la Contemplación, el Estudio, la Atención, la Aspiración, el Impulso al n mejor, la
Libertad de Espíritu, el Yermo, el Monacato, la Soledad, la Buena Contracción y la
Contemplación. En Acuario se colocan la Templanza, la Civilidad y la Urbanidad. En Ceto, la
Ballena, se pone la Tranquilidad de alma.

En este momento, se da también la reubicación de Orión, el cual tanto Miguel Ángel


Granada como Ignacio Gómez de Liaño interprentan como imagen de Cristo. En esta
reubicación, Bruno explica como Cristo se ha ido convirtiendo en una completa desvaloración de
la actividad losó ca, incluso de la magia. “Con esto les persuadirá [Orión] de que toda losofía,
toda contemplación y toda la magia que podrían hacerles semejantes a nosotros no son más que
locuras, que todo acto heroico no es más que una bellaquería; y que la ignorancia es la ciencia
más hermosa del mundo, porque se conquista sin fatiga.”19 Según el nolano, la imagen de Cristo
está sobrevalorada, porque incluso llega a tener más importancia que el mismo Dios, pues Orión
nos hace creer que Jove no es Jove y que Orión es Jove.
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El cristianismo, según Bruno, no es digna de estar en la conformación del espacio celeste.
Jove deja a Cristo y con él al cristianismo con el estatuto de imaginarios. “Que se quede el
Erídano [contelación representante de la religión cristiana, según Gómez de Liaño] en el cielo,
pero nada más con el título de creencia e imaginación.”20 Quien bebe de este río no hace más
que llenarse la boca imaginariamente, dice el nolano.

Estas tantas constelaciones reformadas, a pesar de que en su lugar se colocan


innumerables virtudes, no son más que la base del cielo, pues Bruno, coloca, en la parte más alta
y divina de éste, a las más grandes virtudes, aquellas realmente dignas y valiosas. Coloca, éste,
cuatro virtudes, ubicadas en los cuatro puntos más altos, donde se encuentran la Osa menor, el
Dragón, Cefeo y el Boyero, las cuales son las siguientes: Verdad, Prudencia, Sabiduría y Ley.
Estas virtudes máximas deben entenderse como virtudes que no pueden ir nunca separadas, pues
cada una de ellas implica a la otra.

CONCLUSIÓN

La religión cristiana nunca tuvo en apariencia, valores equivocados, pues la mayoría de los
valores y virtudes anunciadas por Bruno eran muchas veces iguales a las anunciadas por el
cristianismo, sin embargo, éste pasaba por una época caótica, desordenada y viciosa. Es por esto
que resultaba necesario intentar puri carla lo más posible. El fanatismo y fetichismo había
creado un velo que no permitía ver lo que realmente era una conducta cristiana, verdaderamente
religiosa, con la cual se volviera a establecer un diálogo entre ésta última y la moral, pero no una
moral falsa, conveniente únicamente para algunos, sino una moral verdadera, con leyes justas
para todos los individuos. Aquel que tenga el poder y el mando del Estado debe ser virtuoso,
pues de esta forma no hará más que procurar el bien y la paz de aquellos a quienes gobierna. Las
leyes deben estar siempre precedidas de la Sabiduría, la Prudencia y la Verdad.
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BIBLIOGRAFÍA

-Bruno, Giordano. Expulsión de la bestia triunfante. De los heroicos furores. Trad., introd., y
notas de Ignacio Gómez de Liaño. Madrid, Siruela, 2011.
-Bruno, Giordano. La Cábala del Caballo Pegaso. Trad., introd. y notas de Miguel Ángel
Granada. Madrid, Alianza, 1990.
-Benítez, Laura y Robles, José Antonio. (coords.), Giordano Bruno. 1600 2000. 1a ed. México,
UNAM, 2002.

-Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura. Traducción de A. Rodríguez Bachiller e introducción


de Jaques Lafaye. México, UNAM, 2000.

-Granada, Miguel Ángel, La reivindicación de la losofía en Giordano Bruno. Barcelona,


Herder, 2005.

-Platón, Banquete. Introd., trad., y notas de M. Martínez Hernández, 2a ed. Barcelona, RBA,
2007.

-Ordine, Nuccio, EL umbral de la sombra. Barcelona, Siruela, 2008.


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