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MODULO I

1-Introducción Espacio Temporal


La historia de la humanidad, en el siglo V a. C., tuvo un cambio trascendental porque
iluminó todo el orbe conocido de manera paulatina y cuyos efectos perduran aún en
nuestros días. Europa es la consecuencia y Grecia fue la llave de este proceso. Lo que se
produjo en Grecia en el siglo V a. C. formó parte de un largo proceso que comenzó en los
mismos albores de la humanidad, con mojones tan importantes como la invención de la
escritura.
Desde el punto de vista histórico, la antigüedad se establece desde la aparición de la
escritura hasta el año 476 (fin del Imperio Romano de Occidente), pero filosóficamente no
está tan señalado. La Edad Antigua comienza con la escritura (3000 a.C.), por lo que en
filosofía se tendría que considerar pensamiento aquellas actividades intelectuales de los
pueblos antiguos como una forma de pensar muy próxima a la filosofía, lo que plantea un
problema. Esta posibilidad se obvia, afirmando que éstas son filosofías previas a la Historia
de la filosofía. El primer filósofo fue Tales de Mileto (VII y VI a. C.).
El final del período Antiguo tampoco está bien definido filosóficamente. Con la
oficialización del cristianismo (Edicto de Milán, 313 d. C. [1], se crea una nueva época, con
San Agustín como filósofo medieval. Esta nueva filosofía convive con la antigua en Grecia y
Roma durante algún tiempo. Otra señal del fin del pensamiento antiguo es la decadencia
del griego como lengua oficial, y la aparición de un nuevo centro cultural: Bizancio,
después Constantinopla (a pesar de que la lengua oficial era el griego, lo que indica una
continuación del pensamiento griego).
Hay un hecho trascendental que marca la división de la filosofía que es la aparición del
Cristianismo, con la característica que no es una religión más, sino es aquella que se
presenta como la única y verdadera religión. Su contenido más que ser un conjunto de
ideas o teorías, son una salvación y plantea una nueva forma de analizar políticamente el
mundo.
A partir de ello, el cristianismo surgió como una revolución real y profunda de todos los
valores de la civilización pagana. Conceptos como el de un sólo Dios, originador de todo, la
redención, el amor, el perdón, el arrepentimiento, la humildad, la fraternidad y la igualdad
de todos los hombres, etc. presentaban nuevas posturas ante la vida, y que no estaban
considerados en el pensamiento griego.
Si esta nueva forma de ver el mundo (el cristianismo) no es filosofía, dio lugar a una nueva
cosmovisión. Esta nueva perspectiva era tan inusitada que los primeros predicadores,
desde los apóstoles, tendrían que mantenerse atentos para evitar falsas interpretaciones.
Desde los escritos elaborados por los apóstoles se observa un deseo por explicar los
distintos principios de esta nueva religión, intentando estructurar la nueva visión del
mundo frente a las otras existentes en ese momento.
De tal manera que aparece el primer período de la filosofía medieval llamado la
Patrística [2], luego apareció la Escolástica [3], tratando de armonizar en algunos casos
ideas árabes y judías.
Después de la decadencia de la Escolástica, aparece el Renacimiento con una filosofía
diferente a los valores de la filosofía cristiana y preparando el terreno para el Edad
Moderna con Descartes y su método.
Será durante el Renacimiento, a partir finales del siglo XV, con el inicio de la Modernidad,
donde podrán identificarse con claridad las condiciones históricas que permiten la
aparición del Estado Moderno como organización y estructura soberana que reclamará
para sí la concentración de distintos instrumentos de poder: militar, económico, jurídico y
técnico burocrático.
2. Antigua Grecia: organización socio política de las ciudades estados.
Atenas: Ciudad estado y la unidad persona/estado

La mayoría de los ideales políticos modernos –como


por ejemplo la justicia, la libertad y hasta el respeto
por el derecho– o al menos sus primeros esbozos,
comenzaron con la reflexión de los filósofos griegos
sobre las instituciones de la Ciudad - Estado. Cabe
advertir que estos términos se han ido modificando
de manera diversa. Es en esa misma Ciudad - Estado
donde los filósofos griegos reflexionaban sobre
diferentes prácticas políticas, a la vez que debatían
sobre las ideas de ciudadanía, democracia y
magistratura, por citar las más importantes.

Énfasis
Todo este pensar se desarrolló principalmente en la ciudad de Athenas, cuna y base de
partida de la civilización griega, lugar donde se cultivaron los primeros ideales griegos.
Ser ciudadano era un honor importantísimo, las actividades de la polis siempre se
realizaban con la cooperación voluntaria de los propios ciudadanos, generando siempre
un clima de discusión. Esto fue lo que hizo de los atenienses creadores de la filosofía
política, dado que fueron los mismos ciudadanos los creadores de la famosa frase que
resumía el ideal ateniense: “la ciudadanía libre en un estado libre”. De esta manera, se
transformó a Athenas en el ejemplo de ciudades, a tal punto que el propio Pericles llegó a
decir que “Athenas es la escuela de la Hélade”.
Es en ese escenario donde los principales pensadores y filósofos desarrollaron sus ideas y
pensamientos.
Pueden encontrarse en Atenas los precedentes de mayor impronta para el estudio de la
política y los principales exponentes teóricos en esta materia, a quienes se los identifica
con el nacimiento de la ciencia política.
Sin embargo, no solo de su construcción teórica se desprende la importancia en la política,
sino en el diseño y planificación estratégica del orden político y social de Atenas, quien
junto a Esparta, constituyen las ciudades estados referentes de la Grecia Antigua.
Recién a partir del año 507 a.C. con las reformas políticas establecidas por Clístenes, que
se instaura un régimen de gobierno de naturaleza democrática, transformando no sólo la
práctica política sino generando una nueva cosmovisión ciudadana en la participación
política.
El legado conocido como “constitución de Clístenes”, es lo que nos permite hoy analizar la
organización política y social ateniense como modelo democrático universal. Pese a
constituir un sistema más idílico que real en la práctica (será Platón, su discípulo
Aristóteles y las demás escuelas criticas quienes observarán las deficiencias de dicho
sistema), permite afirmar que fue Atenas la cuna de los estudios políticos.
Las Reformas de Clístenes tendieron a establecer entre todos los ciudadanos un régimen
de gobierno en la ciudad estado sustentado en la igualdad, la libertad, la unidad, la
participación y la responsabilidad entre los ciudadanos.
Entre las disposiciones de su reforma puede encontrarse:
La división del territorio de la ciudad estado ateniense en 100 demos.
La abolición del sistema social clasista y en su lugar la creación de 10 tribus.
Procuro el debilitamiento de las facciones internas y la instauración de un sistema de
participación directa a través de una asamblea general.
Extensión del concepto de ciudadanía.
La creación de instituciones de gobiernos para un sistema de control y rendición de
cuentas entre sí.
El establecimiento de un sistema de renovación de autoridades públicas a través del
sorteo y en otros casos de elección directa.
Las instituciones más importantes pueden resumirse en: Asamblea general (ecclesia),
Consejo de los 500 (boulé), Magistrados (arcontes), Tribunales (helia, areópago, etc.) y
Generales estrategas. En los gráficos a continuación se pueden visualizar estas categorías.
Fuente: Kinder, H y Hilgerman, W. (1970) (Modificado)
[4]
Durante el periodo en que la organización político social que las reformas de Clístenes se
mantuvieron vigentes (el debilitamiento comenzó luego de la derrota de las Guerra del
Peloponeso 431-404, y su caída se materializó con la supresión de las instituciones
democráticas a causa de la hegemonía macedonia en 322 a. C y el desarrollo de las
escuelas criticas); la polis ateniense resultó un modelo para todo el mundo Antiguo.
Junto a Atenas, otras ciudades-estados también establecieron el sistema democrático
(quienes conformaron la liga de Delos) para su organización política - militar interna, pero
fueron de menor importancia.
No obstante, la democracia encontró su mayor exponente en Atenas, y fue el precedente
histórico vinculado con el origen del término. Fue la forma de gobierno impuesta durante
esos años en la ciudad estado griega, constituyó en realidad un modelo que dista mucho
de los componentes institucionales, las categorías éticas-morales y la cosmovisión
ideológica que sustenta y legitima lo que hoy podemos denominar democracia entre
nosotros.
La misma idea de libertad e igualdad, bases que sustentaban la democracia ateniense
(isonomia), distan mucho de su concepto actual y no eran entendidos como derechos
poseídos en carácter personal y propios de una esfera privada, sino más bien como
componentes de la idea de ciudadanía vivida en conjunto.
El ideal ateniense establecido a partir de las reformas de Clístenes (con anterioridad a
éste, las reformas de Solón anticiparon una idea más débil de democracia que luego
consolidaría Clístenes) y que encuentra su mayor esplendor a través del Discurso Fúnebre
de Pericles, procuraba la participación continua de la ciudadanía en los asuntos públicos,
es decir en todas aquellas cuestiones que hacían a la vida en comunidad y que podían
afectar a los atenienses.
El ciudadano en la Antigua Grecia no gozaba de un espectro de derechos personales para
ejercer contra el estado y sus demás pares, sino que en realidad su condición de
ciudadano estaba dada por un cierto número de prerrogativas y ventajas, de obligaciones
y exigencias que le diferenciaban de los no ciudadanos: los extranjeros o metecos, los
esclavos y las mujeres, quienes también vivían dentro de la polis.
Estas prerrogativas políticas, jurídicas, religiosas, sociales, y obligaciones militares y
fiscales procuraban una unión y una vinculación directa e inmediata del ateniense para
con sus pares y para con el estado. Resultado de ello: una comunidad de ciudadanos
unidos entre sí a partir de un ideal común de interacción y participación.
Junto a ello, la idea de igualdad, libertad y responsabilidad sustentaban la vitalidad de este
régimen procurando que todos los ciudadanos participaran de manera activa en la
comunidad, sea ya reuniéndose en la Asamblea o en los consejos, ejerciendo las
magistraturas u otros cargos, rindiendo cuentas de su gestión o solicitando a otros su
rendición.
Así las cosas, la idea de ciudadanía estaba ligada a funciones deliberativas y legislativas,
ejecutivas, judiciales y bélicas, que demandaban una participación y un compromiso
continuo, determinando una interacción permanente de los ciudadanos entre sí y para
con el estado.
De todo esto se coligue lo que llamamos como cosmovisión ideológica del todo/parte o
estructura todo/parte que sustentaba la comunidad de vida ateniense de la democracia.
Así, la democracia o fisonomía, distaba de ser únicamente un sistema de organización
político y social, sino una forma de vida anclada y sustentada por la participación continua
de todos los ciudadanos: La identificación de la ciudad-estado ateniense con el conjunto
de sus ciudadanos supuso la realización de la politike areté, que significa que todos los
ciudadanos se ponen en relación de cooperación e inteligencia en el espacio vital de la
polis. Las exigencias políticas, sociales y militares que la democracia ateniense demandó a
sus ciudadanos sirven para entender qué significa realmente ser ciudadano de una
comunidad política.
El estado como estructura organizativa de poder existía en la medida de la participación
continua de su ciudadanía, en cuyo contexto, la persona no era un ente privado de
derechos y obligaciones tal como la conocemos hoy, es decir, un sujeto individualmente
reconocido; sino un eslabón no autónomo ni autosuficiente.
Solo el estado resultaba una entidad autárquica, y el ciudadano solo existía y era tal en la
medida que participaba de la dinámica política diaria.
Esto producía una unidad indisoluble entre persona y estado, vinculados íntimamente
entre sí, en donde el sujeto no gozaba de una identidad personal propia, sino que era el
componente activo, la PARTE del TODO.
Tal como será expuesto luego, fue precisamente esta condición de unidad indisoluble y
continua, lo que transformó a la idea de ciudadanía en una carga demasiado pesada para
el ateniense, y que luego comenzaría a debilitarse y evidenciarse con las ESCUELAS
CRÍTICAS y llegar a romperse definitivamente con la dominación macedonia.

Lectura complementaria
Para ampliar en relación a este tema, puede leer, de manera complementaria, el Discurso
fúnebre de Pericles. Fuente: Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, libro 11, 34-
46.
3. El nacimiento de lo político: Sócrates y los Sofistas, Platón y Aristóteles
Sin lugar a dudas, si hablamos de la época previa a la aparición de Platón, debemos aludir
a los sofistas y a Sócrates.
Los sofistas y Sócrates
Los sofistas florecieron básicamente en el siglo V a.C., destacándose en primer lugar como
hombres prácticos. Las circunstancias de la democracia atheniense bajo Pericles (S. V a.C.)
fue el escenario para la puesta en práctica de sus habilidades.
Cabe advertir aquí que bajo Pericles, la aristocracia había sido remplazada por la
democracia, lo que intensificó la vida 'política de Atenas, con la participación de los
ciudadanos libres en la discusión política y en la elección de dirigentes. Pero la educación
aristocrática más antigua no había prepara-do a los hombres para las nuevas condiciones
democráticas de vida ya que la educación se había fundado en su casi totalidad en la
tradición familiar. No hubo capacitación teórica ni práctica en las áreas de la religión, la
gramática y la cuidadosa interpretación de los poetas. Los sofistas se movieron en 'este
vacío cultural y su interés práctico por enseñar llenó una urgente necesidad. Se volvieron
así maestros populares y fueron la principal causa de la nueva educación. Lo que
profesaron, sobre todo, fue el arte de la retórica, del discurso persuasivo.
El poder de la persuasión se había convertido en una necesidad política en la Atenas
democrática para cualquiera que aspirara a puestos directivos. Debido a su amplio
conocimiento de la gramática y a su información sobre diversas culturas, tanto como a la
amplia experiencia derivada de sus viajes y el ejercicio de la docencia en diversos lugares,
los sofistas poseían lo necesario para adiestrar a los nuevos ciudadanos atenienses.
La reputación de los sofistas fue al principio muy favorable; prestaban un inmenso servicio
capacitando a los hombres con claridad de ideas y fuerza expresiva. El discurso claro y el
poder de persuasión eran especialmente indispensables en una asamblea popular donde
resultaría desastroso un debate entre oradores inhábiles, incapaces de exponer las ideas
propias o descubrir los errores del oponente. La retórica se convirtió en un cuchillo que
podía emplearse para un fin bueno o malo, para cortar el pan o para matar. Quien poseía
este poder de persuasión podía usado tanto para resolver un problema difícil o vencer la
resistencia psicológica a una buena idea, como para imponer un criterio a su favor o la
bondad intrínseca de algo cuestionable. El empleo de la retórica en un sentido u otro fue
ampliamente facilitado por el escepticismo inherente de los sofistas. Y fue ése su
escepticismo, así como su relativismo, lo que los volvió sospechosos. Nadie los hubiera
criticado, por formar abogados, como lo hacían, por ser hábiles en ver todos los lados de
un caso. En verdad, una persona merece defenderse con la misma habilidad con que es
acusada. En tanto el arte de la persuasión se vinculó prosecución de la verdad no hubo
guerra contra los sofistas; pero cuando trataron la verdad como algo relativo, fue
inevitable que se los acusara de enseñar a los jóvenes cómo mostrar bueno un caso malo
o hacer que pareciera justa una causa injusta. Además, ganaron fama de reunir a jóvenes
de buenas familias solo para inducidos a un crítico y destructivo análisis de sus ideas éticas
y religiosas tradicionales. Sumaron a esto el apartarse de la antigua imagen del filósofo
desinteresado que no se ocupaba de la filosofía para ganar dinero. Por contraste, los
sofistas cobraban por su enseñanza y buscaban a los ricos que pudieran pagada. Sócrates
estudió con ellos pero, a causa de su pobreza, solo pudo hacer un "breve curso". Esta
práctica de cobrar por enseñar movió a Platón a acusarlos de "traficantes de mercadería
espiritual".
Sócrates

La vida de Sócrates transcurrió en Atenas entre los años 470 y


399 a.C. Él no escribió nada y todo lo que se sabe de él se debe a
tres jóvenes contemporáneos: Aristófanes, Platón y Jenofonte.
De esas fuentes él emerge como un genio poseedor de un gran
encanto personal y un gran sentido del humor.

Muchos son los aportes que se le deben a Sócrates, y si bien en materia política no se
saben exactamente sus conclusiones, él tiene que haber sido un crítico franco de la
democracia ateniense y de su presunción de que cualquier hombre puede desempeñar
cualquier puesto. Así lo sugiere la Apología y lo afirma prácticamente Jenofonte en las
Memorabilia y en cualquier caso el proceso y la condena de Sócrates son difíciles de
entender si no andaba tras ellos, de alguna manera, la “política”. Puede haber ocurrido
que una parte considerable de los principios políticos desarrollados en la República sea de
Sócrates y que Platón los aprendiera directamente de su maestro. Sea como quiera, el
tono intelectualista de la República es, sin duda, una consecuencia de la certidumbre
socrática de que la virtud – sin excluir la virtud política – es conocimiento.

Lectura básica
Para continuar con el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el material básico
relativo a Sócrates, Platón y Aristóteles y las ciudades estados en Bonetto de Scandogliero,
María Susana y Juárez Centeno, Carlos A. Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed.
Advocatus. Córdoba, 2001.

Platón y Aristóteles
La necesidad de Ciencia Política

La vida de Sócrates transcurrió en Atenas entre los años 470


y 399 a.C. Él no escribió nada y todo lo que se sabe de él se
debe a tres jóvenes contemporáneos: Aristófanes, Platón y
Jenofonte. De esas fuentes él emerge como un genio
poseedor de un gran encanto personal y un gran sentido del
humor.
Con Platón el genio griego se realiza con extraordinaria
plenitud. Nació en Athenas en el 428 a.C. y murió ochenta
años más tarde.

Platón consideraba que había cinco formas de gobierno y postulaba la existencia de cinco
formas de constituciones mentales del individuo. Las cinco formas de gobierno son la
aristocracia, la timocracia, la plutocracia, la democracia y el despotismo.
Platón considera la transición de la aristocracia al despotismo como una declinación paso
a paso en la calidad del Estado, correspondiente a un gradual deterioro del carácter moral
de los gobernantes y ciudadanos. El Ideal para un Estado es la aristocracia, porque en ella
se ordenan jerárquicamente todas las clases.
Aun si este Ideal se alcanzara, existiría la probabilidad de cambiar, pues nada es
permanente, y la aristocracia declinaría en timocracia (amor al honor) que es una de
generación, puesto que significa que un miembro ambicioso de la clase gobernante
antepone su propio honor al bien común; la parte espiritual del alma ha usurpado el lugar
de la razón. Aunque ésta sea una pequeña ruptura en la estructura del alma, inicia un
proceso en el que lo irracional pasa a jugar un rol cada vez mayor. Del amor al honor al
deseo de riquezas hay solo un corto paso.
Aun bajo la timocracia hay un comienzo de propiedad privada, y este deseo por las
riquezas prepara el camino para el sistema llamado plutocracia, en el cual el poder reside
en manos de los ricos. Y "cuando el rico se levanta en la estima social, el virtuoso se
hunde". La plutocracia quiebra la unidad del Estado en dos clases: los ricos y los pobres.
Además, el plutócrata es un consumidor de bienes que, cuando ha usado su dinero, se
toma peligroso, pues necesita más de aquello a lo que estaba acostumbrado. El plutócrata
es una persona que busca el placer constante, pero el placer; por naturaleza, es algo
momentáneo y debe ser repetido. Nunca hay un momento de perfecta satisfacción. El
buscador de placer jamás puede satisfacerse, como un balde agujereado no puede ser
llenado nunca. Sin embargo, aunque el plutócrata es tentado por muchos deseos -
"habitualmente el mayor es sacar ventajas"-, "el plutócrata se muestra más decente que
otros".
La democracia es otra degeneración, según Platón, porque sus principios de igualdad y
libertad reflejan la degeneración humana de la búsqueda de apetitos. Sin duda, el
concepto de democracia de Platón, y su crítica de éste se basaba en su primera
experiencia con la especial forma de democracia existente en la pequeña ciudad. Estado
de Atenas, forma de democracia directa en la que todos los ciudadanos tenían derecho a
participar en el gobierno. La asamblea ateniense estaba formada, teóricamente al menos,
por todos los ciudadanos mayores de dieciocho años. Platón no tenía delante, por lo
tanto, la moderna democracia representativa y liberal. Lo que conoció en su momento fue
más bien un modo de gobierno popular directo que claramente violaba su noción de que
el gobierno de un Estado debe estar en manos de gente especialmente capacitada para
ello. Lo que originó ese espíritu igualitarista fue la legitimación de todos los apetitos bajo
la plutocracia, donde predominó el objetivo de llegar a ser lo más rico posible, "y este
insaciable deseo lleva a la democracia", porque "una sociedad no puede aspirar a las
riquezas y al mismo tiempo pretender el autocontrol de sus miembros". Hasta los perros
en una democracia pretenden igualdad e independencia y se niegan a apartarse de las
calles al paso de los hombres. Frente al rico gana el pobre, y "cuando el pobre se impone,
el resultado es una democracia". Entonces, "la libertad y la libre expresión se imponen en
todos lados; cualquiera puede hacer lo que quiere". "Ya no se está obligado a ser
autoridad o a someterse a la autoridad, si ello no agrada." Toda esta igualdad y libertad
políticas nacen de un alma cuyo orden ha sido alterado, cuyos apetitos han quedado en
libertad y actúan como un "tumulto" de pasiones. La vida de libertad e igualdad declara
que "un apetito es tan bueno como otro, y todos deben tener iguales derechos".
Pero la permanente indulgencia con los apetitos conduce inevitablemente al predominio
de una pasión que esclaviza al alma. No se puede ceder a los deseos sin terminar esclavo
de uno de ellos. Decimos entonces que una persona está bajo la tiranía de una pasión
poderosa. De igual modo, en la sociedad, la pasión por el dinero y los placeres lleva a las
masas a despojar al rico y, como éste se resiste, las masas buscan a un hombre fuerte que
sea su conductor. Pero este hombre demanda y logra poder absoluto y convierte a los
pueblos en esclavos; y sólo cuando ya es tarde los hombres comprenden cómo se han
hundido en el sometimiento. Esta es la sociedad injusta, consecuencia del alma injusta. El
natural desemboque de la democracia es el despotismo.
(Reconstruido de Samuel Enoch Stumpf “De Sócrates a Sartre. Historia de la Filosofía”.
Editorial El Ateneo. 1980, Buenos Aires. pp. 59-60)
Cabe advertir que el ideal de gobernante para Platón era el rey – filósofo. Para llegar a
serlo, el gobernante debía haber recibido una educación adecuada y ser capaz de
distinguir entre el reino de la opinión y el del conocimiento, entre la apariencia y la
realidad. Esto último sólo podía lograrse tras pasar por diversos estadios de educación, de
tal modo que a los cincuenta años los más capaces alcanzaran los más altos niveles de
conocimiento, estando ya en condiciones de gobernar.
Todo este conjunto de aportes e ideas estaban elaborados y desarrollados en la República,
obra fundamental, cuyo objetivo final era que todo debía subordinarse al ideal del filósofo
rey, teniendo este último el único título de autoridad de saber lo que es bueno para los
hombres y para los Estados. En este sentido, la primera forma de la teoría o Ciencia
Política de Platón era su natural devoción a un solo principio que no era otro que su
devoción a la Ciudad Estado, regida por el filósofo rey, donde la relación entre
gobernantes y súbditos era una relación entre sabios e ignorantes.
Los ideales políticos

Aristóteles vivió en el siglo IV a.C., específicamente entre los


años 384 y 322. Fue maestro de Alejandro Magno y discípulo de
Platón durante veinte años en la Academia.

Desde el punto de vista de sus ideales, Aristóteles consideraba que La polis, es la forma
suprema de organización social y tiene su origen en la naturaleza. La capacidad de hablar
(Iogos) permite a los hombres decir lo que es bueno y malo, justo e injusto, y, por tanto,
relacionarse entre sí; de ese carácter social, surgen las comunidades humanas. Pero de
entre ellas es preciso saber cuál es la mejor y la más perfecta, aquella hacia la que todas
las restantes tienden y se subordinan. Los instintos guían a los hombres a asociarse entre
sí. Así surge la familia, que es la asociación mínima establecida por la naturaleza para
satisfacer las necesidades más elementales. El paso siguiente es la unión de varias familias
en una aldea, para satisfacer necesidades más complejas, como una protección más eficaz
contra los demás hombres y las bestias.
Por último, de la asociación de varias aldeas surge la ciudad, polis, forma perfecta y
autosuficiente de asociación humana, que se orienta no a la satisfacción de las
necesidades, sino a la vida buena.
De acuerdo con sus teorías --éticas y metafísicas- de que el todo es anterior a las partes,
Aristóteles considera que la ciudad es anterior a las otras formas de asociación, pues en
todos los procesos hay, como hemos visto, un objetivo final (telos) hacia el que todas las
cosas naturalmente tienden. Esto no debe interpretarse como si el fin del hombre fuera el
Estado. Nada más lejos del Estagirita que pensar que la felicidad del hombre debe
sacrificarse a los intereses del Estado. Sólo el individuo existe concretamente y, por tanto,
no hay nada bueno para el Estado que pudiera adquirirse a costa de los miembros que lo
forman. Lo que sí cree Aristóteles es que el fin natural del hombre, aquello hacia lo que
tiende en el desarrollo orgánico de sus capacidades, es la felicidad, y ésta sólo es posible
en el marco de la polis y el hombre que vive fuera de ella es una bestia o un dios.

Énfasis
Al afirmar el carácter natural de la polis, Aristóteles combate tanto la afirmación de los
sofistas de su carácter convencional y arbitrario, como la de los cínicos, según la cual el
hombre sabio debe bastarse a sí mismo y sólo ser ciudadano del mundo.

Por otra parte, Aristóteles postulaba que ni siquiera el gobernante más sabio puede
prescindir de la ley, ya que esta tiene una calidad impersonal que ningún hombre, por
bueno que sea, puede alcanzar. La ley es la razón desprovista de pasión, y todo ello debía
desarrollarse en el Estado ideal, que a su criterio no era otro que aquel en donde los
ciudadanos no asuman todas las funciones, ya que algunas como las agrícolas debían estar
a cargo de los esclavos u obreros, incluyendo fuera de la categoría de ciudadanos a los
comerciantes, mientras que los ciudadanos sólo debían ocuparse de la defensa, el culto y
gobierno de la ciudad.
Escuelas críticas: epicúreos, cínicos y estoicos
Los epicúreos, escuela filosófica fundada por
Epicuro[5] , presentan una idea socio – política diferente ante
la decadencia de la ciudad estado o Polis de los siglos IV y III a.
C. Consideraban que los problemas que atravesaban las
ciudades debían ser resueltas por el individuo de manera
personal.

Probablemente ante la impotencia del propio Epicuro de no poder cambiar o modificar


prácticamente nada en la vida política y social en el Estado, lo llevó a retirarse de la vida
política, actitud contraria al ideal clásico de la participación del ciudadano. De alguna
manera coincide con sus predecesores (Platón y Aristóteles), que por la corrupción política
de la Polis, se vuelcan a la filosofía plena. Frente a la esperanza de Platón y Aristóteles de
algún cambio, Epicuro, totalmente escéptico y desconfiado del cualquier cambio,
simplemente se reunió con sus discípulos y amigos en comunidades creando formas de
vida alternativas a la ciudad-estado, donde las personas puedan vivir los ideales de vida
buena.
Por su parte los cínicos, que inicialmente vivían en las calles como perros (del griego kyon,
que significa perro) también fueron famosos por criticar la política y su corrupción que se
había generado por las costumbres adquiridas en la civilización.
Finalmente los estoicos, que cultivaban la virtud, buscaban la felicidad personal como
respuesta a la situación que había quedado el ciudadano tras la pérdida del contexto de la
polis[6] en los siglos IV al III a.C.

Actividad
En este momento usted está en condiciones de realizar la actividad 1 que integra todos los
contenidos estudiados hasta este punto.

Cristianismo: el camino hacia la Edad Media y la ruptura del todo/parte. San Agustín y
Santo Tomás.
1. El Pensamiento Cristiano
Después del gran momento creativo de los griegos debieron pasar varios siglos hasta la
aparición de un pensamiento que llamaremos cristiano.
En este contexto, llegando los últimos momentos del Imperio Romano, transcurre la vida
de San Agustín.
Mientras que el cristianismo vivía un momento de gran desarrollo, en especial tras el
Edicto de Milán (313) y el Concilio de Nicea (325), el saqueo de Roma (410) por los
bárbaros mostraba el real estado de su debilidad, y los paganos atribuyeron esta
catástrofe al cristianismo y al culto a un dios erróneo.
2. San Agustín y Santo Tomás
Todas estas acusaciones inducen a San Agustín a escribir la Ciudad de Dios, donde pasa
revista al devenir de los acontecimientos y al progreso de la humanidad, en un recorrido
que ha sido considerado la primera formulación coherente de una filosofía de la historia.
Revisa la evolución de ambas ciudades, aunque la que le interesa es la celestial. En ésta
distingue seis etapas: J) desde Adán hasta el diluvio; 2) del diluvio a Abraham; 3) de
Abraham hasta el rey David; 4) de David a la cautividad en Babilonia; 5) de Babilonia al
nacimiento temporal de Cristo, y 6) su presente, que finalizará con el retorno del Señor y el
Juicio Final. Los seis períodos corresponden a los seis días de la creación y cada uno implica
un aumento o desarrollo con nuevos aspectos en la revelación de la Ciudad de Dios. Todo
el proceso, que llevará finalmente al destino eterno, está presidido por Cristo, mediador
entre los cristianos y Dios, el cual da continuidad y unidad a la historia. Paralelamente,
Agustín presenta la historia terrena a través de los imperios asirio y romano, y de breves
menciones a Egipto, Grecia y Macedonia, pero sin prestarles excesiva atención, lo que
resulta coherente con su propósito -está explicando una historia que es la historia de la
salvación- y con el fin de ambas ciudades, en que la celestial derrota a la terrena.
Finalmente, agrega que la Historia de los Estados deriva del plan divino, que les otorga en
cada época el régimen que les conviene. Esta afirmación se concretará en posteriores
autores en la negación de resistir a los gobernantes: un gobierno injusto se correlacionaría
con la mala conducta de los súbditos, mientras que Santo Tomás desarrollo su
pensamiento en la plena Edad Media.

Actividad
En este momento usted está en condiciones de realizar la actividad 2 que le permitirá
profundizar en los aportes de San Agustín y Santo Tomás.
Lectura básica
Le sugiero incorporar al estudio del presente módulo, los textos sobre el Cristianismo, San
Agustín y Santo Tomás. Del material básico: Bonetto de Scandogliero, María Susana y
Juárez Centeno, Carlos A. Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus. Córdoba,
2001.

Edad Media: organización socio política y la dualidad del poder.


Durante este largo período existe una estrecha relación entre la política y la religión (la
dualidad del poder), de tal modo que su análisis permite advertir el complejo juego de
relaciones entre la Iglesia y los que ejercían el poder secular, y los conflictos generados
por debido a la competencia entre ambos durante más de diez siglos.
La oleada de bárbaros sobre el Imperio Romano no hace desaparecer la noción de Imperio
que se mantiene viva en el Imperio Romano de Oriente, con Constantinopla como capital,
e inclusive los mismos reinos semi-romanizados medianamente respetaban.
De todos modos, la Iglesia sigue justificando el ideal de Imperio como mejor defensor del
cristianismo, y tendrá su revitalización con Carlomagno en el 800 d. C.
Tal como usted deberá considerar, a lo largo de este extenso período, diversas figuras
como San Isidoro de Sevilla (570-636), el mismísimo Carlomagno en el siglo VIII y IX, el
papa Gregorio VII (papa entre 1073-1085) y Santo Tomás de Aquino (1224-1274) harán sus
aportes al pensamiento.
Cabe advertir que, de todos ellos, sin lugar a dudas Santo Tomás es el que dejó un aporte
especial, basado en el estudio aristotélico.
El pensamiento tomista consideraba como algo natural que el hombre viva en sociedad.
Su criterio enlaza con las tesis del Estagirita y se desvincula de las tesis pesimistas
anteriores. Su inclinación natural le hace integrarse en diferentes comunidades: la familia,
la aldea..., que el de Aquino considera comunidades imperfectas porque no satisfacen sus
necesidades. Frente a ellas, la ciudad-diferente de la polis griega- constituye una
comunidad perfecta, dado que puede atender íntegramente las necesidades humanas. No
obstante, y teniendo presente la realidad agitada de su época, él contempla el Reino que
agrupa varias ciudades como comunidad perfecta paradigmática, pues es la más adecuada
en cuestiones defensivas.
Énfasis
El Estado debe velar por la paz -Santo Tomás recoge la idea de paz que vimos en San
Agustín-- y ha de procurar que los hombres tengan todo lo necesario para vivir. Pero no
basta con el bienestar material, debe intentar que los hombres vivan conforme al bien.
Como Aristóte!es, Santo Tomás cree que al Estado le corresponde un fin y que ese fin es el
bien del Estado: ha de ser un bien común (bonum commune), que es distinto al de los
individuos (privado) y prima sobre éstos. El Estado ha de tener un propósito ético: la
verdadera felicidad no es humana, sino que consiste en la posesión de Dios en la eterna
vida celeste. A ella hay que tender.

En cuanto a su concepción de ley, sigue las ideas de Aristóteles al decir que la ley es como
«una ordenación de la razón dirigida al bien común, promulgada por aquel que tiene el
gobierno de la comunidad». Esta definición vale para cualquiera de las categorías de ley
que él distingue: ley eterna, ley natural y ley humana. Por encima de ellas está la ley
divina, identificada con la Revelación, sin interés en el campo político. La ley eterna es la
fuente de la cual se derivan todas las demás, y que él contempla como la razón de la
divina sabiduría; la segunda consiste en la participación del hombre, por su razón, en la ley
divina. Por ello, la ley natural participa de las notas que definen a aquélla: la inmutabilidad
y la universalidad. El primer precepto que prescribe es que debe hacerse el bien y evitar el
mal. Pero el de Aquino sabe de su posibilidad de adaptarse a circunstancias específicas.
Por eso diferencia en la ley natural entre primeros principios, inmutables, y segundos
principios, que se ajustan a las circunstancias de espacio y tiempo. Por último, analiza la
ley humana, que no añade nada a la ley natural, sino que la define y precisa a los
innumerables casos particulares que surgen en las comunidades políticas. Si no es
congruente con la ley natural y no atiende al bien común, estaremos ante una corrupción
de la ley.
La visión de la justicia de Santo Tomás integra las tesis de Aristóteles y los juristas
romanos. Se trata de un concepto que se predica en el seno de la sociedad: exige una
pluralidad de hombres, a los que coordina en vistas al bien común. Él recoge la distinción
aristotélica entre justicia conmutativa y distributiva, que le permite explicar las diferencias
entre los hombres.
Finalmente, en cuanto a las distintas formas del Estado, considera que son los diferentes
modos en que actúa y se manifiesta el poder. Santo Tomás las ordena a partir de la
coordinación de dos criterios: por un lado, atienden al número de sujetos que ostentan el
poder y al criterio que preside su designación -la igualdad o determinadas cualidades-; por
otro, examina si el poder que se ejercita tiende o no al bien común. Por tanto, diferencia
tres formas buenas u orientadas al bien común: la monarquía, que es el gobierno de una
persona especial; la aristocracia, que supone el mandato de varios notables, y la
democracia o política, que equivale a gobierno del pueblo. Como formas corruptas,
enumera la tiranía, si impera un único sujeto; la oligarquía, cuando mandan varios, y la
demagogia, cuando es el pueblo quien ejerce dolosamente el poder. Debemos señalar que
su terminología varía en diferentes textos, en especial respecto a la forma de gobierno del
pueblo: a veces yuxtapone política como forma justa con democracia como forma
corrupta, y otras vincula el término «política» al régimen popular en general, que luego
subdivide en democracia como forma recta y en tiranía como corrupta. Paralelamente, la
tiranía a veces se confronta únicamente con la monarquía y otras se refiere a todos los
regímenes corruptos.

Lectura básica
Le sugiero incorporar al estudio del presente módulo, los capítulos sobre la organización
de la Edad Media del material básico Bonetto de Scandogliero, María Susana y Juárez
Centeno, Carlos A. Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001.

Francisco Vitoria y Francisco Suárez


En los comienzos de la Edad Moderna, o en el período transicional entre ambas edades –
siglos XVI y XVII–, se desarrolló en España una pléyade de teólogos y juristas que
actualizaron la filosofía del Derecho y del Estado, y sentaron las bases del futuro derecho
internacional.
Basados en la tradición escolástica, aunque con una visión diferente, formarán la
llamada “Segunda Escolástica”. Estos teólogos, desarrollaron su actividad en el contexto
histórico de la Contrarreforma o Reforma Católica, coincidiendo simultáneamente con la
conquista de Indias por España.
Francisco Vitoria (1483 – 1546) consideraba a la forma de gobierno de la sociedad por
excelencia a la monarquía hereditaria, pero si se apartaba del bien común, podía ser
separada de sus funciones.
Este aspecto social del hombre comporta la existencia de un derecho de comunicación, es
decir el derecho de desplazarse libremente de un lugar a otro. Esta sociabilidad culmina
en una sociedad universal de todos los hombres y las naciones (el orbe), dando el esbozo
de una comunidad que abarca todo el orbe: integra en igualdad de condiciones a los
Estados cristianos y a los paganos--como los del Nuevo Mundo--, lo que implica reconocer
a los segundos personalidad jurídica propia. Esa sociedad internacional se orienta hacia la
consecución de un bien común supranacional que puede no coincidir con el de cada
Estado particular.
Se ha objetado que, al formular Vitoria la idea de orbe frente a la anterior noción de
cristiandad, consagraba un derecho internacional secular. En realidad, Vitoria continúa
considerando la cristiandad como la forma idónea para la convivencia de los pueblos, pero
con sus escritos deslinda la esfera natural de la sobrenatural
en el ámbito jurídico internacional.

Énfasis
Vitoria no se limita a presentar unos Estados soberanos sujetos a las normas de un
derecho internacional coordinador, sino que atisba la instauración de un orden mundial al
que se subordinen las soberanías estatales.

Finalmente presenta tres condiciones tradicionales para una guerra justa: la causa justa
(esa injusticia grave no reparada), la autoridad legítima (sólo podrá promoverla el Estado
como tal) y, por último, la recta intención (se prohíbe la búsqueda de otros fines que no
sean el restablecimiento del derecho violado). Para Vitoria, la guerra tiene un carácter
punitivo; sólo es legítima si constituye el único medio para reprimir la injusticia. Acorde
con su concepción del derecho de gentes, Vitoria señala que el príncipe de un país puede
actuar contra quien delinque como delegado de la comunidad internacional. Y añade
que si a los súbditos del monarca que declara la guerra les resulta evidente que no es
justa, deben negarse a participar.
Lo importante es la salvaguarda del bien común internacional, que en última instancia
justifica la noción de guerra justa. Este bien supranacional es superior al de cada Estado y
así, Vitoria señala que si la guerra fuese útil a un Estado con perjuicio del orbe, sería
injusta; pone como ejemplo una contienda entre españoles y franceses en que los
primeros tengan justos motivos, pero que se hace con mayor daño para la cristiandad
porque facilita a los turcos la ocupación de territorios cristianos.
Por otra parte, Francisco Suárez (1548 -1617), considera, al igual que Vitoria, que el
hombre es un ser sociable que, por naturaleza, desea vivir en comunidad. En ese sentido
considera que el hombre se integra, en primer lugar, en la familia, pero ésta se revela
insuficiente para asegurar la satisfacción de sus necesidades materiales y sobre todo
espirituales. Por ello deriva hacia la comunidad política.
Énfasis
Suárez, diferencia entre comunidades imperfectas y perfectas: las primeras son aquellas
sociedades que no posibilitan la realización plena de la sociabilidad humana y necesitan
que su tarea se complemente con otras comunidades. Las las perfectas permiten la plena
realización.

Por ejemplo, a familia es una sociedad imperfecta porque no basta para procurarse la
felicidad humana. Por el contrario, la comunidad política que denomina «cuerpo místico",
es una comunidad perfecta ya que tiene aptitud para satisfacer las apetencias del hombre:
le proporciona «el necesario conocimiento de todas las cosas ".
El paso de la pluralidad de familias a la comunidad política se realiza por un
convenio expreso o tácito que suscriben voluntariamente los individuos. Como
veíamos en Vitoria, no cabe identificar este pacto con las tesis contractualitas posteriores
.dado que el jesuita que lo analiza con mayor detenimiento lo considera una exigencia de
la naturaleza y no convención artificial
En ese primer pacto, cada particular cede aquellos derechos precisos para la convivencia
con sus semejantes en la actividad pública, Suárez: señala que los hombres solo someten
aquel ámbito preciso para la vida política conservando la independencia de su esfera
personal. El Estado ha de respetar la autonomía de cada una de las comunidades que en él
se integran de modo que, por ejemplo, solo podrá intervenir en la vida económica que
vincula a la potestad dominante del pater familias- cuando así proteja objetivamente el
bien común
Suárez: analiza los fines específicos del Estado: debe procurar la paz y la justicia, la
suficiencia de bienes para que sus miembros puedan satisfacer su existencia corporal - lo
que se vincula a esa excepcional intervención en la esfera económica-, la probidad de
costumbres que garantizara la paz externa y la felicidad de la república. En suma debe
facilitar la felicidad de la Comunidad humana perfecta y el mejor mecanismo para
conseguirla es la elaboración de un ordenamiento jurídico adecuado. Esta solución
muestra que el jesuita concibe el estado con un componente jurídico notablemente
superior al de anteriores teóricos. Además. Al fijar más funciones concretas del
Estado tuteladas por las leyes {que promulga lo separa definitivamente de la esfera
espiritual competencia de la iglesia (la dualidad del poder)
BOTELLA, Juan; CAÑEQUE, Carlos y GONZALO, Eduardo (editores). El pensamiento político
en sus textos. De Platón a Marx. Editorial Tecnos, Madrid, 1994.pp147-148
En lo relativo al poder, Suárez considera que toda potestad era otorgada a los hombres de
Dios, cuando ellos han constituido la comunidad. A su vez, en la entrega del poder,
pueden fijarse condiciones y restricciones pero, una vez transferidos, la comunidad no
puede alterar a su antojo los términos de la cesión. En ocasiones, Suárez habla de
donación perfecta de la potestad en el mandatario, o señala que este recibe el poder
“para que use de él de la manera que le parezca más conveniente”, pero es preciso que
usted no comprenda esto como una dejación absoluta.

Actividad
En este momento se recomienda resolver la actividad 3.

Coincidiendo también con Vitoria, afirma que existe una pluralidad de Estados o
comunidades perfectas con sus regímenes políticos. Su diversidad no impide que integren
una unidad cuasi política. Suárez, coincidiendo nuevamente con Vitoria, estudia y admite
la guerra justa; afirma que está íntimamente relacionada con el derecho de gentes, del
que el derecho de guerra es una parte. Con esto quiso decir Suárez que el derecho de
guerra y de gentes se integran en un derecho, que él ha llamado derecho positivo.
Por tanto, la legitimación para emprender la guerra es una cuestión de derecho positivo,
lo que implica que los monarcas podrían renunciar a la guerra para dirimir los conflictos y,
en su lugar, optar por otros procedimientos, como por ejemplo, encomendar su
resolución a árbitros.

Lectura complementaria
Para realizar la actividad 3 del módulo 1, junto con el material general, se sugiere
consultar a Vittoria y a Suarez. Texto: El pensamiento político en sus textos. De Platón a
Marx. Juan Botella, Carlos Cañeque y Eduardo Gonzalo (editores).

Nos encontramos nuevamente en el módulo 2. ¡Adelante!

[1] Edicto de Milán: fue promulgado en Milán en el año 313, en el que establecía la
libertad de religión en todo el Imperio romano, lo que dio fin a las persecuciones llevadas
a cabo por las autoridades contra ciertos grupos religiosos, especialmente los cristianos. El
edicto fue firmado por Constantino I el Grande y Licinio, emperadores de los imperios
romanos de Occidente y Oriente, respectivamente.
[2] Patrística: Se desarrolló en los primeros siglos del cristianismo con la elaboración
doctrinal de las creencias religiosas cristianas y la defensa contra los ataques de las
religiones paganas primero y luego de las interpretaciones que dieron lugar a las herejías,
es decir una duda de alguna verdad divina.
[3] Escolástica: es una corriente de pensamiento teológico y filosófico que apeló, para
comprender la revelación religiosa del cristianismo, a parte de la filosofía grecolatina
clásica.
[4] Disponible en http://atenas-estoes.blogspot.com.ar/2011/01/surge-clistenes.html
[5] Epicuro: nació en Samos, 341 a. C. y falleció en Atenas, 270 a. C., fue un filósofo griego,
fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo).
[6] En esta época (IV – III a.C.) la polis había el concepto de Ciudad Estado debido a las
guerras internas (Guerra del Peloponeso y luego la conquista Macedónica) que se
produjeron en Grecia y su ámbito había totalmente reducido algo simbólico.

Módulo 1: Glosario
Agente (o actor social): Es aquel que tiene la aptitud de producir una diferencia, es decir
de ejercer una clase de poder.
Anarquismo: Es la liberación de todo poder superior, fuese este de orden ideológico
(religión, doctrinas políticas, etc.), de orden político (estructura administrativa
jerarquizada), de orden social (pertenencia a una clase o casta determinada), de orden
económico (propiedad de los medios de producción) o, finalmente, de orden jurídico (la
ley). El anarquismo defiende los principios básicos libertarios. La doctrina anárquica se
resume en una sola palabra: libertad.
Cesuras: Divisiones o separaciones.
Condotieros: Jefes de soldados mercenarios.
Cosmopolita: Dícese del que considera al mundo como su patria.
Corporativismo: Es una doctrina que propugna la organización de la colectividad sobre la
base de asociaciones representativas de los intereses y las actividades profesionales
(corporaciones). Este propone neutralizar o remover los elementos conflictivos: la
competencia en el plano económico, la lucha de clases en el plano social, la diferenciación
ideológica en el plano político.
Cultura: Conjunto de modos de vida, valores, costumbres, creencias y grado de desarrollo
científico, industrial y artístico en una época y en un grupo determinado.
Dialéctica: Arte de razonar metódica y justamente.
Dialéctica del control: El carácter de doble vía del aspecto distributivo del poder (poder
como sinónimo de control), el modo en que los poderosos administran recursos como
para ejercer un control sobre las más poderosos dentro de relaciones de poder
establecidas.
Dualidad de estructura: Estructura en tanto es el elemento y el resultado de la conducta
que ella organiza recursivamente; las propiedades estructurales de sistemas sociales no
existen fuera de la acción, sino que están envueltas inveteradamente en su producción y
reproducción.
Economía: Ciencia social que estudia los procesos de producción, distribución,
comercialización y consumo de bienes y servicios. Los economistas estudian cómo
alcanzan en este campo sus objetivos los individuos, los distintos colectivos, las empresas
de negocios y los gobiernos.
Empirismo: Sistema filosófico que toma la experiencia como base del conocimiento.
Epígono: El que sigue las huellas de otro, el que continúa un estilo o una escuela de la
generación anterior.
Escuela de Frankfurt: La llamada Escuela de Frankfurt surge con la fundación, en 1923, del
Instituto para la Investigación Social, como centro canalizador de una serie de intereses
comunes: se trataba de reunir, fundamentalmente, a autores interesados en el marxismo.
Debido a la particular libertad del ambiente universitario, Frankfurt era la ciudad ideal
para el desarrollo de líneas de investigación interesadas en las ideas centrales del
marxismo, y, de un modo prioritario, en transformar la sociedad de su tiempo. El instituto
encontró su germen en reuniones anteriores sobre el marxismo, en las que intervenían
autores de la talla de Friedrich Pollock, Georg Lukacs o Felix Weil, por nombrar a algunos
de los que después se integrarían en el Instituto. La idea de desarrollar un Instituto en el
que los estudios interdisciplinares inspirados en el marxismo contribuyeran a lograr una
visión adecuada de la sociedad, fue desarrollada por Weil, Pollock (amigo de juventud de
Horkheimer) y Kurt Albert Gerlach. El objetivo era práctico antes que teórico: el
conocimiento de los mecanismos sociales debería conducir a una superación de sus
antagonismos, de modo que se trascendiera la vieja oposición teoría/práctica. Y todo esto
desde una imprescindible perspectiva interdisciplinar, dirigida por un marxismo de
pretendido carácter científico. Tal y como formulara Gerlach (su primer director) en 1922:
se trataría de investigar “los efectos del cambio entre la infraestructura económica y los
factores político - jurídicos hasta las últimas bifurcaciones de la vida espiritual en la
comunidad y la sociedad” (Discurso de Fundación de la Escuela). A la inesperada muerte
de Gerlach, Carl Grünberg, padre del llamado “austromarximo”, fue llamado a dirigir el
Instituto. Su objetivo era apoyar teóricamente y de un modo científico la superación
socialista del capitalismo. La difusión del trabajo del Instituto se veía garantizada por el
ambiente cultural de la ciudad, que daba cabida, por ejemplo, a emisiones radiofónicas,
entrevistas, artículos de prensa, etc. Grünberg impulsó el proyecto de una forma
determinante: creación de la cátedra de sociología, fundación del Instituto psicoanalítico
de Frankfurt, como una rama más dentro del IIS, creación de lazos intelectuales con
autores como Karl Mannheim o Norbert Elías. El instituto se convertía así en un centro de
libertad al margen del nacionalsocialismo. En 1931 Max Horkheimer fue nombrado
director debido a los problemas de salud de Grünberg. Amigo de Pollock desde la
juventud, el nombramiento de Horkheimer fue posibilitado además por la creación de una
cátedra de Filosofía social. La concepción del proyecto de Horkheimer era distinta a la de
Grünberg: el trabajo interdisciplinar debía estar guiado por la reflexión filosófica,
determinada desde las preguntas de la filosofía social. Con la colaboración de Leo
Löwenthal, Erich Fromm, Theodore W. Adorno y Pollock, se puso en marcha la Revista
para la Investigación Social (RIS). El fondo teórico y los estudios prácticos de los
frankfurtianos no eran compatibles con el ascenso del nacionalsocialismo, de modo que
en los años 30 se fue gestando el traslado de la escuela. A través de Ginebra y París,
Horkheimer la estableció en Nueva York, dentro de la Universidad de Columbia, que
apoyó la labor de los frankfurtianos y la publicación de la RIS. Un tercio del personal de la
Universidad de Frankfurt fue expulsado de su trabajo por motivos racistas, y el edificio del
IIS se cerró el 13 de marzo de 1939 y fue destruido por las bombas durante la guerra. Al
término de la guerra, se comenzó la reconstrucción. Esta no fue sólo arquitectónica, sino
que también se intentó que todos los profesores exiliados regresaran lo más pronto
posible a sus puestos de trabajo: así lo hicieron Pollock, Horkheimer y Adorno. El nuevo
edificio, levantado justo enfrente del originario, se inauguró el 14 de noviembre de 1951.
Con la interdisciplinariedad y la filosofía social como guías, el primer objetivo fue
recuperar todo el trabajo que los autores diseminados en el exilio habían realizado.
Reinicio de la actividad y nuevos temas de estudio: En los años 50 aparecieron dos nuevos
objetos de investigación: la sociología de la industria y la sociología de la formación,
centrada en la relación entre universidad y sociedad. En estos años, por ejemplo,
Habermas realizó un estudio sobre la relación entre el movimiento universitario y la
política, titulado Estudiantes y política. El número de alumnos que querían ampliar sus
estudios teóricos con las clases de Adorno y Horkheimer aumentaba cada año. Así, Adorno
publica en 1966 su Dialéctica negativa, y en Estados Unidos Herbert Marcuse (que fue
apartado de la escuela en los años 30 por haberse formado con Heidegger) publicaba una
obra que gozó de una excelente recepción: El Hombre Unidimensional. En 1958 Adorno
sucedió a Horkheimer al frente del ISS, se convirtió en un punto de referencia del
movimiento estudiantil del 69. En los años 70, bajo la dirección de Gerhard Brandt,
surgieron dos nuevos temas que fueron el centro de la reflexión de los frankfurtianos: los
problemas de género y los procesos de racionalización industrial de las sociedades
occidentales. En los 80 se produciría un giro hacia la sociología política. La estructura del
IIS sufrió modificaciones en 1973. El cargo de director fue ocupado por un consejo, en el
que participaba el director y representantes de los profesores y trabajadores.
Escuela de Frankfurt: www.boulesis.com/especial/escuela de frankfurt
es.wikipedia.org/wiki/escuela_de_frankfurt
Estado: Una definición de Estado comporta numerosos problemas que derivan de la
dificultad de analizar completamente las múltiples relaciones que se han ido instaurando
entre el Estado y el conjunto social para detectar después los efectos en la racionalidad
interna del sistema político. El cambio fundamental lo ha representado, a partir de la
segunda mitad del siglo XIX, la gradual integración del Estado político con la sociedad civil,
que ha terminado por alterar la forma jurídica del primero, los procedimientos de
legitimación y la estructura de la administración. Desde la perspectiva marxista, el Estado
se concibe como una derivación de la lógica de valoración del capital. En ese sentido, debe
crear las condiciones generales de la producción (infraestructura), reglamentar los
conflictos entre asalariados y capital y afirmar y expandir el capital nacional global en el
mercado mundial. Una definición más simple es que un Estado es la nación jurídicamente
Problemas con el nacionalsocialismo y exilio Edificio destruido tras la II Guerra Mundial
organizada y políticamente libre.
Estructura: Reglas y recursos que recursivamente intervienen en la reproducción de
sistemas sociales. Una estructura existe sólo como huellas mnémicas, es decir, la base
orgánica de un entendimiento humano y actualizado en una acción.
Estructuración: La articulación de relaciones sociales por un tiempo y un espacio, en virtud
de la dualidad de estructuras.
Estructuralismo: Busca explorar las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales
se produce el significado dentro de una cultura. De acuerdo con la teoría estructural,
dentro de una cultura el significado es producido y reproducido a través de varias
prácticas, fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. Un
estructuralista estudia actividades tan diversas como la preparación de la comida y los
rituales para servirla, ritos religiosos, juegos, textos literarios y no literarios, y otras formas
de entretenimiento para descubrir las formas profundas de producción y reproducción de
significado en una cultura.
Después de la Segunda Guerra Mundial y especialmente en los sesenta, el estructuralismo
adquirió preeminencia en Francia y fue la popularidad inicial en este país la que hizo que
se expandiera por todo el mundo.
Al principio de los ‘60, el estructuralismo como movimiento estaba en pleno desarrollo y
algunos creyeron que podría ofrecer un enfoque unificado para el estudio de la vida
humana que abarcaría todas las disciplinas. Roland Barthes y Jacques Derrida se
concentraron en cómo el estructuralismo podía ser aplicado a la literatura. Lacan lo aplicó
a la psicología, mezclando a Freud con Saussure. El libro de Foucault Las palabras y las
cosas examinó la historia de las ciencias humanas para estudiar cómo las estructuras de la
epistemología forjaron la manera en que se utiliza el conocimiento (aunque
posteriormente Foucault negaría explícitamente cualquier vinculación con el movimiento
estructuralista). Louis Althusser combinó el marxismo con el estructuralismo para crear su
propio modo de análisis social. Otros autores dentro y fuera de Francia han extendido el
análisis estructural a prácticamente cualquier disciplina.
Fenomenología: Etimológicamente significa ciencia de los fenómenos o apariencias.
Actualmente se la toma de la filosofía de Husserl, el cual considera al fenómeno,
prescindiendo de la realidad subyacente que le corresponde y ve en él, el objeto total que
se da a una conciencia cognoscitiva, sin ninguna distinción entre fenómeno y contenido
real, como una esencia inteligible captable por medio de una intuición. La tarea
fundamental es la descripción de este fenómeno, eliminando los presupuestos de toda
clase; este proceso se denomina “epojé” o reducción fenomenológica, que llevado a su
más alto grado logra una esencia pura en una conciencia pura.
Fuerzas productivas: Los medios instrumentales que participan en el proceso de
producción, medios naturales, tecnología, etc.
Hermeneútica doble: La intersección de dos marcos de sentido como parte lógicamente
necesaria de una ciencia social, el mundo social provisto de sentido tal como lo
constituyen unos actores legos y los metalenguajes por los especialistas en ciencia social;
hay un constante “deslizamiento” entre un marco y otro, inherente a la práctica de las
ciencias sociales.
Historicismo: Este término no tiene un significado unívoco. Constituye una actitud del
pensamiento que surge de modo consciente a partir, aproximadamente, del período que
abarca los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. Para comprender mejor su
significado se incluyen dos posturas distintas: En el caso de Hegel, que coincide con la
escuela romántica alemana en el concepto del espíritu de los pueblos, definió este
término de un modo muy diverso al decir que el espíritu de los pueblos se concibe como
encarnación del espíritu del mundo y de la razón universal que gobierna la Historia y se
lleva a cabo a través de los pueblos históricos, es decir aquellos pueblos que ejercen una
función de guía en una determinada época histórica y en los que se manifiesta el grado de
progreso alcanzado por el espíritu de ese momento. A esta idea le agrega la idea de
sociedad civil, es decir el sistema de las necesidades y del trabajo de los hombres. Frente a
esta postura, está el planteamiento de Marx y Engels, que niegan todo componente
idealista y metafísico de Hegel, y que lo definen como el proceso de revolucionamiento
ininterrumpido de todos los aspectos de la vida colectiva humana, cuya fuerza motriz
central está constituida por la evolución del modo de producción.
Humanismo: Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina
como medio de restaurar los valores humanos.
Inductivismo: Según éste, cuando una ley física resulta repetidamente confirmada por
nuestra experiencia podemos darla por cierta o, al menos, asignarle una gran
probabilidad.
Imperialismo: Se incorpora al vocabulario político y periodístico durante la década de
1890 en el curso de los debates que se desarrollaron sobre la conquista colonial. Fue
entonces cuando adquiere la dimensión económica que no ha perdido desde entonces.
Régimen y doctrina de los imperialistas. Dicese del partidario de extender la dominación
de un Estado o Estados sobre otros.
Masa: Personas que, por su número, por su indiferencia o por ambos motivos, no pueden
ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos
políticos, en el gobierno municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos.
Metafísica: Según Auguste Comte representa un estadio inevitable para llegar al estadio
definitivo del conocimiento humano, representado por las ciencias positivas, en las que
sólo se atiende a las conexiones entre los fenómenos de la experiencia.
Modernismo: Es el término con el que se designa a una corriente de renovación artística y
literaria desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX. Según los distintos países,
recibió diversas denominaciones: Art Nouveau (en Bélgica y Francia), Modern Style en
Inglaterra, Sezession (en Austria), Jugendstil (Alemania), Liberty o Floreale (en Italia), y
Modernisme o Estil modernista (en Cataluña). Si bien existe cierta relación que los hace
reconocibles como parte de la misma corriente, en cada país su desarrollo se expresó con
características distintivas. Modos de producción: Son estructuras que facilitan la
comprensión del proceso histórico y no realidades tangibles. También tiene un segundo
significado, que constituye el ámbito de lo económico.
Movimiento totalitario: Es una organización de masas de individuos atomizados y aislados.
En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua
característica externa es su lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del
miembro individual.
Mundo de la vida: Las teorías de la modernidad temprana y clásica coinciden en que la
sociedad de la modernidad se ha desarrollado a partir de la comunidad. A partir de la
postmodernidad hubo una destrucción de dicha comunidad. A partir de esa situación,
Habermas considera que, si bien la comunidad o sociedad o mundo de la vida se vio
perjudicado, también se vio beneficiado porque quedó descargado de los manejos o
cálculos del poder y funciones económicas, y pudo transformarse en el escenario de un
nuevo entendimiento normativo entre los sistemas (Estado y economía) y los distintos
ámbitos privados y públicos, que no sería otro lugar que el propio mundo de la vida.
Neomarxismo: El término “neomarxismo” es una designación cronológica, pero responde
a concretas determinaciones lógicas: el movimiento de renovación del marxismo que ha
tenido lugar a mediados del s. XX. Aunque los representantes del movimiento han surgido
en los más diversos países, su foco corresponde a una definida área geográfica: Europa
central. Tomado el término neomarxismo en sentido lato, su significado cubre una
extensión de intereses aproximados a los que abarca el de revisionismo. De aceptar este
sentido lato puede hablarse de un neomarxismo desde la segunda generación marxista,
figurando en esa corriente nombres que adquirieron relieve ya en vida de Engels, como es
el caso de Bernstein. Pero entonces más bien debería hablarse de neosocialismo de un
modo genérico. Lo que ante todo preocupaba a Bernstein, y con él a sus coetáneos
Kropotkin, Bebel, etc., era la cuestión práctica relativa al proceso evolutivo del capitalismo
al socialismo, problema más de política que de teoría filosófica. De ahí que a esos autores
no les ofreciera demasiada preocupación el asunto de salvar la ortodoxia de un sistema
como el de Marx. Esta cuestión surge algo más tarde con respecto a quienes, como
Mehring, Plejanov, Deborin, Kautsky y Rosa Luxemburg, al aliarse con todo lo que
propugnaba el ideal revolucionario, cualquiera que fuera su fuente, quedaban convertidos
a los ojos de los seguidores estrictos de los textos de La Ideología alemana o El capital en
revolucionarios ilusos o idealistas, incapaces de superar con las armas de su socialismo
vulgar o utópico el orden de cosas montado por el capitalismo.
El neomarxismo propiamente dicho sobreviene cronológicamente cuando las doctrinas de
Marx se han afianzado como socialismo científico, recibiendo su expresión oficial en los
programas comunistas que se desarrollan en la U.R.S.S. desde la revolución de 1917. El
neomarxismo surge así con la intención de proponer una interpretación de la obra de
Marx no condicionada a los dictados del aparato oficial, erigido a través del partido en
intérprete autorizado de la misma. Este movimiento corre, pues, paralelo a la
consolidación de las doctrinas de Marx en sistema rígido bajo la inspiración del partido
como lo exigió Lenin, y bajo la política cultural del régimen jerarquizado como lo
estableció Stalin. Con la muerte de este último (1953) y con la denuncia de la dictadura
personalista que caracterizó su mandato hecha por Kruschov (1956), los esfuerzos
dispersos del movimiento salen a plena luz, tomando carta de naturaleza la tendencia
agrupadora de muchas figuras que ofrecen profundas diversidades entre sí, pero que
coinciden también en muchos rasgos. Esta tendencia genérica es la que propiamente
merece el calificativo de neomarxista. En ella coinciden viejos disidentes desarticulados en
la época del comunismo monolítico y jóvenes intelectuales que se dan a conocer en el
ambiente de las tendencias policéntricas y liberalizadoras que vienen después.
Geográficamente este neomarxismo puede tenerse por fenómeno europeo continental. A
él se suman figuras como las del francés Lefébvre, el italiano Gramsci, el alemán
Habermas, el húngaro Gyórgy Lukács, el suizo Goldmann, el polaco Schaff, el checoslovaco
Kosik. Podrían añadirse otros muchos nombres: Garaudy, Mury, Korsch, Adorno, etc. Sigue
siendo pieza central de la corriente neomarxista, el materialismo, pero paliando algunas
de sus consecuencias, denunciadas por la historia y puestas de especial relieve al
difundirse en los ambientes culturales europeos los intereses antropológicos y
existenciales mediante el recurso a algunas ideas sobre la creatividad humana. Ya los
mismos Marx y Engels se sintieron incómodos ante el problema de interpretar la Historia y
sus contenidos partiendo de una base rígidamente económica, y es precisamente en las
oscilaciones de éstos donde se apoya el neomarxismo.
Características concretas de este pensamiento.
a) El neomarxismo implica un intento de vuelta a Marx, para darle una interpretación
diversa de la oficial. Frente a la línea dogmática se invoca el núcleo de la doctrina,
tratando de podar al sistema de aquellas partes que, a juicio de los neomarxistas, no son
esenciales, sino que –dicen– respondían a las condiciones de la época en que se formuló,
pero no son exigidos por su lógica interna; y, en cambio, subrayar otras que –según ellos–
tendían a quedar en segundo plano en la interpretación dogmática de Marx; entre ellas, la
dialéctica.
b) Del conjunto de la obra. de Marx adquieren especial relieve para estos autores los
escritos de la época de juventud, gran parte de los cuales fueron desconocidos para los
primeros teóricos del marxismo. Entre otros títulos se insiste en los Manuscritos
económico - filosóficos. Pero se tiende a salvar la continuidad, buscando, p. ej., en El
capital el desarrollo de tesis que presiden todos los análisis anteriores, aunque en
ocasiones obren implícitamente.
c) La vuelta al Marx joven significa colocar en primer plano los intereses antropológicos,
bajo la forma de una filosofía humanista. Los neomarxistas hablan así de trasformar el
sistema marxista para llegar a un «humanismo total». Las nociones de cosificación,
alienación, subjetividad, persona, tienen así un gran relieve en la polémica entre estas dos
corrientes del marxismo.
d) El tema del hombre total es interpretado por los neomarxismo como la «autocreación
del hombre» mediante la praxis. De esta forma la discusión se centra sobre las relaciones
entre la infraestructura socioeconómica y las superestructuras culturales. La idea de una
resultancia mecánica de estas últimas a partir de las primeras –propia de la interpretación
dogmática del marxismo– cede el puesto –en el neomarxismo– a la afirmación de una
interacción dinámica. La mayor parte de los neomarxistas son intelectuales de formación
humanista, que no se resignan a aceptar la especie de volatilización del «mundo del
espíritu» que se deriva de la interpretación economicista de Marx: de ahí su postura. Son
criticados por los marxistas oficiales, que les acusan de liquidar el materialismo histórico –
una de las dos aportaciones fundamentales de Marx, según Engels–, derivando así hacia
una nueva forma de idealismo. Los neomarxismo se defienden diciendo que el tema
suscitó escrúpulos en el propio Marx como manifiesta la ya citada «Introducción» a la
Crítica de la economía política.
e) En dos esferas incide fundamentalmente este subrayado de lo supraestructural: en la
del arte y en la de la moral. La cuestión relativa al arte significa una toma de posiciones
respecto al «realismo socialista». Entronizado como estética oficial del marxismo desde
1934, implica entender el arte como reflejo exacto de los cambios históricos hechos
conciencia en la jerarquía inspirada del partido. La inteligencia tenía asignado el cometido
de fabricar armas para la lucha en vistas al triunfo comunista: su ley era la disciplina y el
servicio.
f) Las consecuencias prácticas de esta toma de posiciones son amplias. Así los
neomarxistas sostienen que en el terreno político se impone hoy el policentrismo
revolucionario; en el terreno social, la coexistencia, y en el cultural, el diálogo. El
marxismo oficial ha denunciado estas tomas de posición como una capitulación; quienes
las defienden afirman que se trata de una realista vuelta a Marx para revalidar sus tesis en
las condiciones históricas del presente.
g) Visión general de conjunto. Un juicio valorativo sobre la corriente neomarxista puede
hacerse tanto desde el punto de vista político como del filosófico. Por lo que respecta a lo
primero hay que señalar que si bien el neomarxismo ha tenido amplio eco en ambientes
universitarios e intelectuales, no ha conseguido hasta ahora dar lugar a un movimiento
político de envergadura o a una revisión de las posiciones de los partidos comunistas. Su
influjo se ha mantenido en los ámbitos académicos, alcanzando todo lo más a grupos
minoritarios o a movimientos de juventud cuya consistencia o posibilidad de incidir
fuertemente en la acción política aún no ha sido demostrada. Desde la perspectiva
filosófica el neomarxismo representa un intento de renovar el marxismo poniéndolo en
relación con ideas antropológicas provenientes tanto del antiguo pensamiento ilustrado
como del moderno existencialismo. Ese intento puede a su vez ser juzgado o desde la
perspectiva de la historia interna del pensamiento marxista y de las perspectivas
sociológicas con él relacionados, o, más radicalmente, desde la perspectiva de la verdad
filosófica sin más.
En cuanto momento de la historia del pensamiento marxista, el neomarxismo tiene un
indudable interés, ya que implica la pretensión de clarificar la substancia del pensamiento
del propio Marx distinguiendo entre el núcleo de su mensaje teórico y aquellos elementos
circunstanciales no derivados de ese núcleo, sino producto de los condicionamientos
culturales y sociales de la época en que vivió. Eso desemboca en un intento de repensar
las relaciones entre estructuras y superestructuras, entre economía y capacidad crítica y
creadora del hombre.
Es así -en síntesis- como Marx llega a la afirmación de la identificación entre filosofía y
economía: es la historia económica -la historia de las relaciones de producción- lo que
realiza la conquista de la identidad entre hombre y naturaleza que la filosofía hegeliana
lleva a concebir como ideal. Prolongando esa conclusión, y basándose en lo que creía
percibir dada la situación económica de su tiempo, Marx desarrolla algunas de sus tesis
más clásicas: el convencimiento de que la humanidad iba a entrar en una inmediata fase
revolucionaria; el asociar la revolución a un alto grado de industrialización; el suponer
como necesaria e inminente la descomposición mecánica del capitalismo; el imaginar una
fase de progresiva depauperación del mundo asalariado, etc. Sus discípulos vieron que la
historia desmentía las profecías de Marx: el capitalismo ha sobrevivido, encontrando
fórmulas y recursos internos para integrar los antagonismos; el comunismo se ha aliado
con una de las más poderosas máquinas estatales; el proletariado ha perdido su fuerza
revolucionaria, incluso y particularmente en los países socialistas, etc. Ante esa realidad se
impone a los continuadores de Marx la necesidad de realizar una renovación del
marxismo. Eso puede realizarse por vía de mera actualización: es decir, sosteniendo que
permanece intacto todo el sistema intelectual de Marx y que sólo han variado las
circunstancias de aplicación; es decir, afirmando que Marx no acertó en algunas de sus
predicciones empíricas pero que eso no afecta a ninguna de sus ideas centrales. Puede
darse un paso más, llegando así a un revisionismo: es decir, sosteniendo que esas
deficiencias en las predicciones de Marx son signo de una deficiencia de los mismos
principios y, por tanto, emprendiendo la tarea de revisar el sistema entero.
Es esto lo que hacen en realidad los neomarxistas; de ahí su vuelta al joven Marx, el
intento de detectar líneas de fondo que –dicen–, presentes en el Marx inicial, han sido
poco subrayadas por el Marx maduro. Así se llega a la posición descrita, y que podría
calificarse de marxismo de conocimiento o marxismo humanista; rechazan que el
marxismo se resuelva en una teoría económica omnicomprensiva y subrayan el factor
superestructural como elemento de acción histórica, insistiendo en la creatividad humana.
Hasta qué punto eso es coherente con el núcleo del marxismo (es decir, con la visión
materialista de la historia) que ellos pretenden mantener, es algo que puede dudarse. Y en
ese sentido las acusaciones de incoherencia que los marxistas dogmáticos dirigen a los
neomarxistas no carecen del todo de fundamento. En cualquier caso - y esto interesa
especialmente ponerlo de relieve - estos autores, en la medida en que no acaban de
superar el materialismo de Marx, inciden más o menos netamente en el ateísmo, y, por
tanto, se incapacitan para fundamentar un auténtico humanismo. Han advertido las
contradicciones que existen entre la praxis marxista y la creatividad y la libertad humanas,
pero no han sabido elevarse hasta la percepción de la raíz filosófica de esas
contradicciones (que no es un mero error de juicio histórico, sino el ateísmo que domina
todo el pensamiento de Marx, tanto el joven como el adulto), y, por tanto, continúan en
realidad sometidos a ellas.
h) Nuevas Corrientes: Derivación en cierto modo de la tendencia neomarxista estricta que
se ha descrito, es el escatologismo de Ernest Bloch o el utopismo de Herbert Marcuse. La
posición de estos autores podría calificarse también de neomarxista, o, tal vez mejor, de
novísimo - marxista. Pero, como van más lejos que los anteriores –que los calificarían de
humanistas un tanto alejados de la realidad–, deben ser citados aparte. Un movimiento de
revisión de las ideas de Marx muy diverso de los mencionados hasta ahora, es el derivado
de la filosofía estructuralista. El estructuralismo sustituye la dialéctica por modelos
formales significativos en función de los cuales se explica la historia. El antihumanismo de
este movimiento le coloca en el extremo opuesto de los existencialistas y de muchos
neomarxistas.
Neomarxismo: Lukacs, Gyögy. Historia y conciencia de Clases. Edit. Hachette, 1960, Paris.
Althuser, Luis. Por Max. Edit. Hachette, 1967, Paris.
Pensamiento funcionalista: Desde Comte en adelante, miró la biología como aquella
ciencia que ofrecía el modelo más afín y compatible con la ciencia social. Se tomaba a la
biología como patrón para conceptualizar la estructura y el funcionamiento de sistemas
sociales y para analizar procesos evolutivos que respondían a mecanismos de adaptación.
Positivismo: Doctrina de Augusto Comte, según la cual sólo podemos conocer los
fenómenos y su conexión; se va a abandonar la pretensión metafísica de conocer la
realidad en su esencia y en sus causas reales. Luego se llamó positivismo lógico a la
postura básica del Círculo de Viena, según la cual todo verdadero conocimiento ordinario
o científico se reduce a lo que puede verificarse experimentalmente mediante los recursos
del conocimiento ordinario o científico y toda pretensión metafísica de superar estas
posibilidades en un sinsentido lógico.
En las polémicas de inspiración marxista, se ha llamado positivismo a toda actitud según la
cual la filosofía se centra en los aspectos lógicos del conocimiento y prescindiría de los
factores histórico-socio-materiales que serían los más importantes –según la línea
marxista– para determinar la naturaleza de los problemas filosóficos y sus verdaderas
soluciones.
Postmodernismo: La postmodernidad designa generalmente un amplio número de
movimientos artísticos, culturales y filosóficos del siglo XX, definidos en diverso grado y
manera por su oposición o superación del modernismo. En sociología en cambio, los
términos postmoderno y postmodernización se refieren al proceso cultural observado en
muchos países en las últimas dos décadas, identificado a principios de los 70.
Las distintas corrientes del movimiento postmoderno aparecieron a lo largo del tercio
central del siglo XX. Histórica, ideológica y metodológicamente diversos, comparten sin
embargo un parecido de familia centrado en la idea de que la renovación radical de las
formas tradicionales en el arte, la cultura, el pensamiento y la vida social impulsada por el
proyecto modernista fracasó en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, y
de que un proyecto semejante es imposible o inalcanzable en las condiciones actuales.
Frente al compromiso riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las
vanguardias artísticas, intelectuales y sociales, al que considera una forma refinada de
teología autoritaria, el posmodernismo defiende la hibridación, la cultura popular, el
decentramiento de la autoridad intelectual y científica.
Si bien la acepción más usual del posmodernismo se popularizó a partir de la publicación
de La condición posmoderna de Jean Francois Lyotard en 1979, varios autores habían
empleado el término con anterioridad.
La identificación del posmodernismo en filosofía y cultura como una entidad distinta del
modernismo, y el esclarecimiento de los vínculos entre ambos, es una cuestión aún
abierta en la teoría contemporánea. La crítica de las nociones lineales de la historia ha
llevado a sus partidarios a definir como posmodernos autores del siglo XIX —sobre todo
Nietzsche.
La idea de un pensamiento postmoderno ha sido fuente de arduas discusiones y aún lo
continúa siendo. Una de las fuentes de esta discusión se encuentra en que no es capaz de
definirse en términos precisos, pues son el resultado de diferentes ideas, pensamientos y
percepciones en los distintos campos de la cultura occidental. Así en el campo científico, la
teoría de la relatividad y posteriormente la física cuántica, revolucionaron la física
gravitacional newtoniana y la forma de interpretar el universo.
Lo mismo ha ocurrido en el área de la psicología y de la psiquiatría con el devenir del
psicoanálisis y sus diferentes escuelas hasta llegar a Jacques Lacan. En cuanto a la filosofía
y a la literatura el aporte postmoderno es muy parecido al que en su momento produjo el
romanticismo, como por ejemplo Kafka y Kundera.
El filósofo italiano Gianni Vattino lo define como aquel pensamiento en él que lo
importante no son los hechos sino sus interpretaciones. Así como el tiempo depende de la
posición relativa del observador, la certeza de un hecho no es más que eso, una verdad
relativamente interpretada y por lo mismo, incierta. El modelo determinista de la
causalidad, de la verdad absoluta y de la teoría del tiempo lineal o la vigencia de la
geometría euclidiana, fueron hasta hace poco paradigmas ahora superados por el
conocimiento de un espacio de cuatro dimensiones, en el cual la variable tiempo entonces
no había sido tomada muy en serio.
Uno de los síntomas sociales más significativos de la postmodernidad se encuentra en la
saga de películas Matrix, donde el realce de la estética y la ausencia de culpa causal,
unidos a la percepción de un futuro y una realidad inciertos, se hacen evidentes.
Los ideólogos más destacados en el área de la postmodernidad son Theodoro Adorno, el
ya citado Jean Francois Lyotard, Michel Foucault, Jacques Derrida y Gianni Vattino, entre
otros.
Aun así, éstos son solo pensadores que giran en torno a lo que se conoce como
posmoderno, y cabe recordar que la posmodernidad como periodo (muy separado de lo
que podrían ser filósofos u otros humanistas de años u épocas anteriores) se vuelve
mucho más notoria (notoria porque no hay un acuerdo acerca de cuándo empezó) con la
caída del muro de Berlín.
Jurgen Habermas considera que la posmodernidad en realidad se presenta como
antimodernidad. Él define a los posmodernistas como ‘jóvenes conservadores’ y dice que
estos recuperan la experiencia básica de la modernidad estética; ‘reclaman como suyas las
confesiones de algo que es subjetivo, liberado de las obligaciones del trabajo y la utilidad y
con esta experiencia dan un paso fuera del mundo moderno. Este autor defendía el
multiculturalismo, y que la humanidad debe tender hacia la modernidad. Jean Francois
Lyotard critica a la sociedad actual postmoderna y dice que va más allá de lo estético,
como también a la desaparición de los relatos marxistas porque estamos determinados
por factores económicos y hay ausencia de libertad que es lo que caracterizaba a este
movimiento, y finalmente criticaba los relatos idealistas, iluministas, el cristiano y el liberal
así como la desaparición de los mandatos. La cultura posmoderna también se caracteriza
por desconfiar en esos relatos y buscaban las verdades de esos relatos basándose en sus
efectos prácticos. El defiende la pluralidad cultural y que la humanidad no ha de tender a
la modernidad, lo contrario que Habermas.
Von Beyme, Klaus. Teoría Política del Siglo XX. De la Modernidad a la Postmodernidad.
Alianza Editorial, 1994. Madrid.
Racionalismo: Doctrina filosófica que sostiene la omnipotencia de la razón.
Renacimiento: Época que comienza a mediados del siglo XV, en que se despertó en
Occidente un vivo entusiasmo por el estudio de la Antigüedad clásica griega y latina.
República: Sistema de gobierno representativo en que el poder reside en el pueblo, al que
personifica un jefe supremo llamado presidente.
Revolución: Cambio violento en las instituciones políticas, económicas y sociales de una
nación.
Rutinización: El carácter habitual, y que se da por supuesto, del grueso de las actividades
de una vida social cotidiana; la prevalencia de estilos y formas familiares de conducta que
sustentan un sentimiento de seguridad ontológica y que reciben sustento de este.
Sistema de Stajanov: Stajanov es el nombre de un trabajador soviético que en septiembre
de 1935, en la Región Carbonífera del Denetz, logró extraer más de 100 toneladas de
carbón durante su turno. En esa oportunidad superó catorce veces el rendimiento normal
de un minero. Fue tomado como modelo a seguir por el aparato soviético, ansioso de
lograr la industrialización de la U.R.R.S.
Soberano: Que ejerce o tiene la autoridad suprema; puede ser un Estado o alguien que
representa a ese Estado.
Sociedad dividida en clases: Estados agrarios en los que existe una división en clases
discernible, pero donde esa división en clases no es la base capital del principio de
organización de la sociedad.
Sofisma: Razón aparente o argumento falaz.
Sofista: Quien argumenta con sofismas.
Teocentrismo: Teoría filosófica que sitúa a Dios como centro del Universo.
Teleológico: Relativo a la teleología. Doctrina de las causas finales.
Tipos ideales: Son aquellos que se obtienen mediante la acentuación de uno o algunos
puntos de vista, a través de la asociación de un conjunto de fenómenos individuales
difusos y discretos, que en algunas ocasiones se dan menos y en otras no se dan en
absoluto. Estos se amoldan a aquellos puntos de vista acentuados en una imagen mental
unitaria que nunca puede encontrarse empíricamente en la realidad.
MODULO II
Fin de la Edad Media y Transito a la Modernidad: las transformaciones del poder y la
aparición del estado moderno.

El escenario político, económico y social de la Edad Media inicia, desde fines del siglo XIII,
un proceso de reconfiguración. A su vez, en el siglo XV, la caída del imperio romano de
oriente (1453), el descubrimiento de América (1492), la aparición de la imprenta y el
desarrollo armamentístico, permitirían el ingreso hacia la Modernidad, y con ello, la
aparición del Estado.

La quiebra del orden político medieval, caracterizado por la fragmentación y la


desconcentración de las fuerzas políticas territoriales (poliarquías), un sistema económico
feudal y la organización social del tipo estamental; darían lugar a un régimen de
concentración de los instrumentos del poder en manos del estado, una economía de tipo
mercantilista-capitalista, y un sistema social de naturaleza clasista.

El dualismo de poder propio de la Edad Media (compartido entre el Papa y el Emperador),


se debilitó y en su lugar fue reemplazado por un sistema monárquico, fortaleciendo las
unidades de poder concentrado sobre un territorio, ocupando el Monarca y la burguesía un
lugar central en el proceso de reordenamiento social, político y económico.

Las condiciones históricas que permiten la aparición del estado moderno en reemplazo
del sistema poliárquico medieval pueden resumirse en:

 El poder durante el medioevo era compartido, intermitente y mediato, lo cual hacia


la modernidad se transformaría en único (monárquico), permanente e inmediato.
 Aparición de un ejército mercenario permanente: la defensa a través del pago de la
soldada se vuelve una actividad profesional regular; en contraposición al sistema
defensivo de la edad media ligada a vínculos de amistad o protección interesada.
 Organización jerárquica burocrática administrativa: el estado y el monarca necesitan
de una organización de funcionarios de manera jerárquica, para asegurar la toma de
decisiones ordenada y regular sobre el territorio. Aparecería así la idea de
subordinación.
 Creación de un sistema impositivo regular: para su subsistencia el estado necesita
de ingresos permanentes, un patrimonio para sostener su funcionamiento. Los
tributos con carácter regular y permanente aseguran esto.
 Diferenciación de un patrimonio público: el estado reclama bienes propios, un
patrimonio diferenciado del monarca y de los privados para su propia existencia.
 Ius certum: derecho cierto. La modernidad se caracteriza por la aparición de un
sistema normativo ordenado, previsible de reglas. Contrario a la disgregación
jurídica de la edad Media, el estado moderno reclama unidad en el derecho.
 Operadores técnicos jurídicos: para la aplicación del derecho es necesario la
existencia de especialistas en el derecho en reemplazo de la práctica oral de la edad
media y de los juzgadores no especializados ni técnicos.
 Desarrollo del capitalismo.
 Consolidación de la burguesía.

Lectura básica
Para el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el material relativo a La quiebra del
orden político medieval. Aspectos y factores de la transformación. En el material
obligatorio: Bonetto de Scandogliero, María Susana y Juárez Centeno, Carlos A. Temas de
Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001.

Federico II escribía en el siglo XIII: “La majestad imperial es libre de todas las leyes, de
cualquier clase que sean, y no tiene que rendir cuentas más que al juicio de la razón, que es
la madre del Derecho”.

Con estas palabras se iniciaba una nueva tendencia dentro de la monarquía que se
cristalizará en siglo XV. Frente a la fragmentación del poder político de la Edad Media, los
príncipes del Renacimiento inaugurarán una nueva etapa en la organización del Estado en
la que, a la concentración del poder en sus manos, se unirá la extensión de territorios afines
por su geografía, su cultura y su evolución histórica. Como resultado de estos procesos,
surge el Estado moderno.

La nueva modalidad de la economía europea exigía una autoridad firme para regular,
fiscalizar y acrecentar la vida comercial e industrial de una nación. A su vez, los príncipes
dirigían sus miradas a una decidida política exterior, aunque muchas veces tuvieron que
resolver esto en forma revolucionaria. En muchos casos, se van incorporando a los Estados
nacionales territorios que han tenido vida autónoma. Generalmente, en estos casos, se
mantenían las instituciones tradicionales, pero se centralizaba y uniformaba la vida del
Estado mediante instituciones comunes, leyes generales y un ideal colectivo.

Es preciso advertir que la concentración de poder fomenta una mayor libertad para
individuo. El Estado autoritario significó el quebranto de monopolios y privilegios,
ofreciendo facilidades para las iniciativas individuales y la expansión de los valores
económicos.

A partir del mosaico de Estados feudales, surgieron los Estados modernos.


A continuación, veremos tres pensadores que hicieron su aporte al pensamiento político
del periodo moderno, dejando para el final a Maquiavelo, debido a que sus ideas fueron las
que en definitiva primaron en el pensamiento posterior.

Desde el punto de vista cultural se desarrolla el Renacimiento, cuyo origen se debe a los
cambios que comienzan a producirse en Europa en el siglo XII. En un primer momento, toda
Europa comparte esta nueva concepción, pero luego se desarrolla con mayor fuerza en
Italia.

Énfasis
La palabra Renacimiento, pese a que muchas veces se restrinja el uso del término sólo a lo
cultural, engloba el conjunto de hechos económicos, sociales, políticos y culturales que se
producen en el siglo XV.

Junto con el valor de la naturaleza, aparece el interés por el hombre que aspira a la
autonomía de su propio ser y su individualización completa, una exaltación a lo individual.
Lo importante es el triunfo del hombre en la sociedad del momento; se valoran sus acciones
bélicas, su maestría artística o literaria en un espacio terrenal.

Las ideas renovadoras se hallaron en contacto con la espiritualidad legada por el hombre
de la Antigüedad clásica. A medida que fueron surgiendo los principios básicos del
Renacimiento, se buscaban las bases filosóficas en las que pudiera apoyarse este nuevo
impulso, y lo encontraron en la Antigüedad. Por este motivo es que se habla de un renacer
de la cultura antigua.

En el proceso cultural renacentista, lo literario, el lenguaje y la educación se cristalizaron en


lo que se llamó el Humanismo. Este último conoció dos etapas en su evolución. La primera
de ellas abarca el fenómeno renacentista hasta principios del siglo XV, y se inspiró
decididamente en la cultura romana; la segunda se distingue por la rápida asimilación de la
civilización helénica original.

El pensamiento y el hombre político del Renacimiento: Moro y Campanella

El Renacimiento en el sentido estricto de la palabra es un movimiento intelectual que


comienza a fines del siglo XV, se desarrolla durante el primer cuarto del XVI y trata de
sacudir las disciplinas intelectuales de la Edad Media, para volver a la antigüedad clásica. En
lo temporal se afirman los grandes estados monárquicos unificados: Francia, Inglaterra,
España.
Énfasis
En este período se produce una crisis de conciencia tratando de dejar todo vestigio
medieval, la era de las técnicas está al servicio del hombre, reemplazando a la era medieval
de la contemplación, orientada y dominada por Dios.

En Italia aparece el individuo renovado y emancipado de los moldes medievales, mofándose


del reino del cielo y adoptando una postura totalmente terrenal.

Es en este escenario que se desarrollan los Principados, que son algunos hereditarios y otros
nuevos. En el caso de los primeros son estables, predecibles, mientras que los segundos al
ser nuevos, tienen la dificultad de permanecer o mantenerse frente a los hereditarios. Es
en este escenario político europeo en general e italiano en particular en que se desarrolló
el pensamiento moderno con hombres como Moro y Campanella.

En el caso del primero, Tomás Moro, nació en Londres en 1478, fue ante todo un humanista
y un sabio, fue un político de carrera brillante, representante de los comerciantes de
Londres, tesorero de la Corona, canciller de Lancaster y por último Gran Canciller en
1529. Este humanista inglés, autor de Utopía (Vicens Vives, J., 1982), preconiza un sueño
irrealizable alrededor del cual, con distintos matices, irá girando la polémica de las
generaciones sucesivas: hacer compatible el bien de todos sin sacrificio considerable de la
integridad física y espiritual del individuo. Nadie es rico en Utopía, pero a nadie le falta nada.
Una legislación liberal evita las discrepancias religiosas mediante la tolerancia y aunque la
familia es el engranaje de la sociedad, se admite el divorcio para evitar incompatibilidades

Aquello que en Maquiavelo (Vicens Vives, J., 1982) es proyección política pura, en Moro es
evasión, disgusto por la mezquindad del mundo que lo rodea, perturbación por una crisis
que desquicia voluntades y llena de amargura a los espíritus selectos.

Tommaso Campanella (1568-1639), por su parte, nos presenta la Utopía más compleja y
rigurosamente estructurada. Campanella fue un sabio y un enemigo de la escolástica.
Campanella compuso su utopía La Ciudad del Sol en la cárcel, primero en italiano (1602) y
luego una segunda versión en 1611. Su obra, tan utópica como la de Moro, presenta un
pensamiento o un proyecto político irrealizable, con vestigios del propio Moro y Platón, y
fruto de su experiencia personal de la vida monástica. Algunos creen ver a Campanella y a
Moro como precursores del comunismo moderno, lo cual constituye una anacronía debido
a que, en realidad, en sus obras en ningún momento subyace la preocupación económica,
y su comunismo recuerda más al de los monjes despegados de los bienes materiales.
Actividad
En este momento se sugiere resolver la actividad 1 de este módulo.

Maquiavelo y lo stato.

Fundamentos para una teoría política realista

Las teorías de Maquiavelo (1469 – 1527) se encuentran en relación directa con lo que
ocurría en Italia en las postrimerías del siglo XV. Ella aparece devastada por profundas
disensiones y crímenes y por el creciente poder de los condotieros, que vendían sus fuerzas
y la de sus mercenarios al mejor postor. Es en este escenario donde Maquiavelo escribe su
obra más importante: El Príncipe (1513).

El Príncipe es un texto que invita a pensar que es a los hombres a quienes hay que hacerles
trampas, eliminando el consustancial moralismo. A su vez, ofrece al gobernante un manual
sobre cómo hacer trampas sin ser descubierto. De él deriva el concepto de maquiavelismo.

Énfasis
En el pensamiento de Maquiavelo la religión y la moral pueden ser herramientas para
asegurarse el poder. Pese a ser inmorales, los fines políticos justifican siempre los medios
empleados: el problema de base de Maquiavelo no es legitimar el poder, sino mantenerlo
a base de la fuerza y la astucia. Con su obra pretende enseñar los medios para fortalecer el
Estado y los errores que llevan a la ruina a los imperios. Su texto tan particular lo presenta
como el verdadero precursor de la Ciencia Política.

Para Maquiavelo TODOS los estados, todos los dominios que han tenido y tienen soberanía
sobre los hombres, han sido y son o repúblicas o principados. Los principados o son heredi-
tarios -es el caso de aquellos en los que impera desde hace tiempo el linaje de su señor-, o
son nuevos, -como es el reino de Nápoles para el rey de España-. Los dominios así
adquiridos o están acostumbrados a vivir sometidos a un príncipe o acostumbrados a ser
libres; y se gana o con las armas ajenas o con las propias, o por fortuna o por virtud.
La fuerza es el único lenguaje que considera necesario para conservar el poder, y está
íntimamente ligada a la ambición de los hombres y los Estados. Por eso, si un príncipe
descuida el arte de la guerra, su camino hacia el fracaso será una certeza absoluta.

Frente a las vicisitudes de la suerte o azar, el florentino propone:

Frente a las vicisitudes del azar, frente a lo que la fortuna nos impone sin que quepa apenas
controlo contrapeso, Maquiavelo propone la virtud, un concepto que no define pero que se
compone de fuerza, valor, capacidad de resolución, y también de astucia, inteligencia y
estrategia: «Yo imagino que puede ser verdad que la fortuna disponga de la mitad de
nuestras acciones, pero que deje aproximadamente la otra mitad en nuestro poder». El
príncipe que consiga imponerse a la adversidad de la fortuna mediante su virtud será más
respetado que el que esté en el poder únicamente por su linaje. Saber mandar es también
demostrar saber imponerse a la fortuna, ya que el gobernante respetado por su destreza y
su valor será, con menos probabilidades, objeto de conspiraciones. Maquiavelo emplea el
concepto de fortuna con cierta ambigüedad: en ocasiones nos remite a lo inesperado de lo
contingente, caótico y casual, mientras que en otras lo utiliza para describir tramas
racionalmente explicables urdidas por los hombres. En cualquier caso, es evidente que hace
referencia a la imposibilidad del poder humano de preverlo y dominarlo todo. La
contraposición fortuna-virtud es paralela a la lucha que el hombre mantiene por ser su
propio amo en un mundo cambiante que escapa con frecuencia a sus dominios. Ese
descontrol humano frente a la fortuna, sin embargo, no llega a sugerir nunca en Maquiavelo
un pesimismo determinista y negativo. Al contrario, mediante la virtil-tan lejana a las
virtudes cristianas que los humanistas recomendaban practicar- se debe superar la fortuna,
pues «ésta es como una mujer dispuesta a ceder si se la trata con dureza.

Actividad
Se sugiere resolver la actividad 2, relativa a estos contenidos.

Pensadores modernos y el contractualismo: Bodin, Hobbes, Locke, Rousseau y


Montesquieu.

 Concepto de república y de soberanía en el pensamiento de Jean Bodin


 Thomas Hobbes: El método único para el conocimiento de la materia, el hombre y el
Estado.
 El ensayo sobre el gobierno Civil.
 El Contrato Social y el Espíritu de Las Leyes
Lectura básica
Para el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el material relativo a EL ESTADO
MODERNO. Bonetto de Scandogliero, María Susana y Juárez Centeno, Carlos A. Temas de
Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001.

a. Concepto de república y de soberanía en el pensamiento de Jean Bodin

Los últimos textos sobre temas políticos en Francia en el


último cuarto del siglo XVI fueron publicaciones polémicas sin
relevancia y sin originalidad filosófica. Hubo, sin embargo,
una obra –titulada Los seis libros de la República– de Jean
Bodin, publicada en 1576, de carácter menos efímero. El
motivo de esta obra fueron las guerras civiles acaecidas en
Francia en ese período entre católicos y hugonotes
(protestantes) y con un claro objetivo de robustecer la
autoridad del monarca. Además, trató de sacar al monarca de
la órbita de la teología. En su intento llegó a un análisis del
concepto de soberanía.

El pensamiento de Jean Bodin era una amalgama de superstición, racionalismo, misticismo,


utilitarismo y tradicionalismo. A su vez, no resiste el tipo de política utópica que encuentra
en Tomás Moro, y si bien considera que en política se debe ser pragmático, este
pragmatismo no debe ser similar al de Maquiavelo, considerado por Jean Bodin como cínico
e inmoral. En ese sentido, este último sostenía que el Estado no podía existir si no tenía un
poder real y efectivo que proviniera de un grupo de familias.

Énfasis
En términos generales, la soberanía significaba para Jean Bodin un derecho perpetuo,
humanamente ilimitado e incondicional, de hacer, interpretar y ejecutar las leyes (también
es una fuerza de cohesión, de unión de la comunidad política, sin la cual esta se dislocaría).
Consideraba como algo necesario de todo Estado ordenado la existencia de tal derecho (que
es perpetua – la soberanía – porque es la potestad absoluta de toda república donde los
príncipes soberanos la ejercen vitaliciamente), y creía que ello constituía la diferencia
característica entre un cuerpo político desarrollado y los grupos más primitivos. Este poder
de todos modos no era ilimitado, ya que por encima del rey estaba la ley de Dios y la de la
naturaleza, aunque esta última no termina de ser aclarada concretamente; de todos modos,
una violación flagrante a esta última (la ley natural) sería el respeto a los pactos y el respeto
a la propiedad privada.

Finalmente, consideraba que el único Estado bien ordenado es aquel en que la soberanía
es indivisa porque reside en una sola persona. Esta distinción entre los Estados posibles y el
Estado bien ordenado se encuentra en toda su obra, aunque el mismo Jean Bodin no se
encuentra totalmente seguro sobre si la soberanía es una cualidad deseable en los Estados
–pero que falta a veces en los Estados reales– o si es una cualidad que tiene que existir
necesariamente en todo Estado[1] .

b- Thomas Hobbes: El método único para el conocimiento de la materia, el hombre y el


Estado

Los últimos textos sobre temas políticos en Francia en el


último cuarto del siglo XVI fueron publicaciones polémicas
sin relevancia y sin originalidad filosófica. Hubo, sin
embargo, una obra –titulada Los seis libros de la
República– de Jean Bodin, publicada en 1576, de carácter
menos efímero. El motivo de esta obra fueron las guerras
civiles acaecidas en Francia en ese período entre católicos
y hugonotes (protestantes) y con un claro objetivo de
robustecer la autoridad del monarca. Además, trató de
sacar al monarca de la órbita de la teología. En su intento
llegó a un análisis del concepto de soberanía.

La vida de Thomas Hobbes se prolongó durante noventa y un años entre 1588 y 1679.
Oriundo de Inglaterra, educado en Oxford, muy vinculado a los pensadores
contemporáneos a él, como Galileo; según algunos, hasta llegó a conocer al propio
Descartes.

Consideraba la necesidad de la existencia de un Estado sin límites que protegiera a la


sociedad (organización artificial) de la guerra y, en última instancia, en la gran solución para
conservar el género humano. Esta protección, según Hobbes, nace del contrato de los
hombres que establecen los mismos hombres y por el que se someten al soberano, quien
nace del contrato, pero no es parte de él.
Es decir que a partir de este contrato nace un Estado todopoderoso, considerado como una
persona artificial. El titular de esa persona artificial es el soberano, que pasa a tener a los
ciudadanos como súbditos.

El soberano hobbesiano sólo tiene el deber -que no la obligación- de garantizar la paz y la


seguridad de los ciudadanos, pues tanto el Estado como el soberano que lo dirige perderían
todo el sentido de su existencia de no ser capaces de garantizar la seguridad. Si el soberano
no es capaz de mantener el Estado con la fuerza que lo debe caracterizar, si el Leviatán se
debilita hasta tal punto que ya no puede garantizar a los súbditos su protección, éstos
quedan liberados de toda obligación. Éste es el único caso de reversibilidad del contrato que
devolvería a cada uno la irrevocable transmisión del derecho natural hecha al Estado. El
debilitamiento del Estado, es decir, la incapacidad de ejercer un poder absoluto sobre los
ciudadanos, termina destruyendo la sociedad civil y devolviendo a los súbditos a su terrible
y anárquico estado de naturaleza.

Como titular del poder, el soberano se convierte en el verdadero garante de la justicia y de


la moral, ya que lo justo y lo bueno pasan a definirse armónicamente con la voluntad del
soberano. Su poder es absoluto porque, si existiera otro poder que lo limitase, ese poder
sería el soberano y no él. Goza de total inmunidad y no puede ser acusado por los súbditos.
Para Hobbes, como para Bodino, el soberano es el único poder legislativo. Sin embargo,
Hobbes va más allá que Bodino al no limitar al soberano por el derecho divino. El soberano
de Hobbes, única fuente de poder capaz de hacer y deshacer las leyes, no está, sin embargo,
sujeto a ellas, ya que «nadie puede obligarse a sí mismo l...], el que está obligado ante sí
mismo carece de compromiso». Debemos recordar que, para Hobbes, sólo existe ley
propiamente dicha cuando responde al mandato de una autoridad (por ello no considera
realmente leyes a las naturales, reducidas a meros dictados de la razón en un mundo de
seres iguales): el Estado crea en su totalidad el ordenamiento jurídico-afirmación que hace
del filósofo uno de los primeros exponentes del positivismo jurídico--. Por ello,
contrariamente a Bodino, la propiedad no pertenece al ámbito privado de los hombres en el
que no puede entrar el Estado, sino que se convierte en una concesión del soberano,
prescrita en la ley. [2]

e. El ensayo sobre el gobierno Civil

Los últimos textos sobre temas políticos en Francia


en el último cuarto del siglo XVI fueron
publicaciones polémicas sin relevancia y sin
originalidad filosófica. Hubo, sin embargo, una obra
–titulada Los seis libros de la República– de Jean
Bodin, publicada en 1576, de carácter menos
efímero. El motivo de esta obra fueron las guerras
civiles acaecidas en Francia en ese período entre
católicos y hugonotes (protestantes) y con un claro
objetivo de robustecer la autoridad del monarca.
Además, trató de sacar al monarca de la órbita de
la teología. En su intento llegó a un análisis del
concepto de soberanía.

La filosofía de John Locke consiste en un acuerdo encaminado a combinar el pasado con el


presente para los hombres razonables de todos los partidos. A diferencia de Hobbes, cuyo
soberano era absoluto, Locke está de acuerdo en que debe haber un poder supremo, pero
se preocupa por ponerlo en manos de la legislatura que representa, en todo sentido, la
mayoría del pueblo.

Destaca la importancia de la división de los poderes, especialmente en cuanto ello asegura


que quienes ejecutan o administran las leyes no son los mismos que las elaboran, ya que
"podrían exceptuarse a sí mismos de la obediencia debida a las leyes que dictan y adaptar
la ley, tanto en su preparación cuanto, en su ejecución, de la manera más ventajosa para
ellos. . ." El poder ejecutivo debe estar, por lo tanto, "sometido a la ley". Ni siquiera la
legislatura es absoluta aun cuando sea "suprema", ya que el poder de legislar es un
fideicomiso y, por lo tanto, solo un poder fiduciario. Por lo tanto, "continúa quedando en el
pueblo el poder supremo de remover o alterar el cuerpo legislativo cuando crea que los
actos legislativos son contrarios a la confianza depositada en él". Locke jamás aceptaría que
los hombres trasferirán irrevocablemente sus derechos al soberano. Se conserva el derecho
a la rebelión, pero la rebelión únicamente se justifica cuando el gobierno se disuelve yeso
sucede no solo cuando lo derroca un enemigo externo sino cuando, internamente, se ha
producido una alteración en la legislatura. La rama legislativa puede alterarse, por ejemplo;
si el poder ejecutivo sustituye sus leyes por las propias o si se muestra remiso en el
cumplimiento de las leyes oficiales; en estos casos se justifica una rebelión en su contra.
Mientras Hobbes afirmaba que el soberano debía ser juzgado por Dios, Locke sostiene que
"el pueblo juzgará".

Todos ellos, de una u otra manera, contribuirán a socavar los cimientos de las monarquías
absolutistas y del pensamiento político europeo vigente en el siglo XVIII, lo que confluirá
definitivamente en la Revolución Francesa de 1789, que contagiará primero a Europa y
luego al mundo en la próxima centuria.

Para comprender mejor el tema referido a la división de poderes lo invito a que consulte el
asistente correspondiente.[3]

Algunos autores hablan de una doble revolución, porque estamos ante la revolución
europea, pero también la atlántica. Lo que si es importante es que el pensamiento del
hombre – ciudadano ya no será más el mismo, después de haber sido impregnado de las
ideas de la Revolución Francesa y de pensadores como Voltaire, Rousseau y Montesquieu
y, del otro lado del Canal de la Mancha, John Locke.
f. El Espíritu de Las Leyes y El Contrato Social

La época donde vivieron pensadores como Voltaire [4], Rousseau y Montesquieu


correspondió a la Ilustración, que más que un movimiento cultural, creador e inédito, fue
un proceso de divulgación y aplicación práctica de los grandes principios establecidos por
la filosofía y la investigación científica del siglo precedente, que tuvo dos principios
renacentistas que contribuyeron de algún modo al nacimiento del pensamiento ilustrado:
el racionalismo y el naturalismo. Ambos habían triunfado en la última generación del siglo
XVII.

La primera generación ilustrada en Francia estuvo representada por Voltaire y


Montesquieu. En el caso del primero; Voltaire, al estar exiliado en Inglaterra entre 1726 y
1729, sorprendido de las costumbres inglesas y decidió contar sus experiencias en dicho
país exaltando la tolerancia religiosa. Desde el punto de vista de su pensamiento, creía en
los encadenamientos sucesivos de momentos de esplendor y de etapas de decadencia,
vislumbrando según su criterio cuatro momentos de perfección en el espíritu de los
hombres: en el Siglo de Pericles, en los tiempos de Augusto, en la época del Renacimiento
Italiano y en el siglo de Luis XIV, considerando esta última época como la más ilustrada de
todas, mientras que el segundo, Montesquieu (1689 – 1755) tuvo en su obra más
importante, El Espíritu de las Leyes, un antes y un después en el pensamiento de Francia,
ya que él demostraba que las leyes nacían de la concurrencia de varias condiciones físicas,
sociales e históricas, que las formas de gobierno se basaban en conceptos espirituales
distintos y que la mejor sería aquella en la que existiera un gobierno moderado, es decir en
la que el poder solo se detiene con el poder.

Con esto, Montesquieu estaba dando la idea de la necesidad de la división de poderes, con
un legislativo encargado a los representantes del pueblo, un ejecutivo a cargo del monarca
y un poder judicial en manos de jueces independientes.

Con estos elementos, que caracterizan lo que Montesquieu denomina “el gobierno
moderado” se asegura la garantía de las libertades. A pesar de lo que dirá
Marat[5] (<<Montesquieu es el hombre más importante del siglo>>), Montesquieu no es un
revolucionario: su ideal es más bien el de una “constitución equilibrada”, con poca
participación del elemento popular, con un equilibrio político y social que asegure la
participación en el poder de la vieja aristocracia junto a la nobleza de toga y a la nueva
burguesía mercantil. Pero justamente por eso, por esa combinación de aristocratismo y
liberalismo, Montesquieu contribuirá poderosamente a la aceptación del nuevo orden
social por parte de la nobleza tradicional y, en última instancia, a la vinculación de sectores
aristocráticos a futuros procesos revolucionarios.

El otro pensador destacado fue Jean Jacques Rousseau (1712-1778) que lo llevó a, a partir
de su concepción naturalista, a considerar al hombre como un ciudadano libre, bueno y con
plenos derechos. Su modelo político fue la ciudad – Estado, un total anacronismo para la
época, lo que en la práctica llevaba a considerar al Estado como único propietario, pero no
tenía nada de comunista en el sentido moderno del concepto.

Su modelo político fue la ciudad – estado, que para la época era un total anacronismo, lo
que en la práctica llevaba a considerar al estado como único propietario, en donde todo el
pueblo participa y concurre en el poder. Con esta idea sienta las bases de las futuras
revoluciones al decir que la soberanía solo pertenece al pueblo, y nada tenía que ver con el
significado moderno de comunista y que fuera aplicado en los sistemas de poder de la Unión
Soviética. Esta soberanía que pertenece a todos y no tiene un solo dueño, es inalienable,
indivisible, infalible y absoluta: Es inalienable porque no puede cederse o delegarse
(Rousseau niega que el poder legislativo pueda ser representado por diputados o
parlamentos, dejando solo al gobierno el poder de representatividad, el cual esta a su vez
sujeto a la voluntad general); es indivisible porque no puede dividirse en diversos poderes
(legislativo, ejecutivo y judicial) y es absoluta porque a través del Estado hace acatar las
órdenes de la voluntad general. Con esta explicación Rousseau negaba la división de
poderes y el gobierno era el encargado de utilizar los medios necesarios para hacer cumplir
la voluntad del soberano.

Él no pretendió abolir la propiedad. Por el contrario, Rousseau consideraba que ésta debía
formar parte de la comunidad al igual que el propio hombre que, de esa manera, gana más
individualmente que si viviera aislado. Al decir que vive en comunidad, está diciendo que
vive en una sociedad que no es una suma sino una asociación, en donde el Estado debe
garantizar la libertad mediante las leyes, promoviendo una equitativa distribución de la
riqueza y creando un sistema educativo que desarrolle en los niños un amor por la
colectividad o comunidad. Con esta tesis, Rousseau nos presenta una sociedad que no
encadena, sino que es conveniente pertenecer a ella.

Así definido, el contrato social genera una nueva persona, un cuerpo moral colectivo (un «yo
común») formado por todos los «ciudadanos» (hombres que han llevado adelante el
contrato social). En la filosofía política rousseauniana es preciso distinguir entre el hombre
y el ciudadano. Mientras que el primero remite a la naturaleza, el segundo se presenta en el
terreno de lo convencional. Sólo el ciudadano-y no, como había insistido toda la tradición
del derecho natural, el hombre como ta/- tiene realmente derechos como el de la libertad,
el de la igualdad o el de la propiedad. De esta forma, Rousseau no se contradice cuando
ataca y venera al mismo tiempo la sociedad: ataca la sociedad que ve en el progreso y en la
razón de los ilustrados la forma de superar la naturaleza mediante el cálculo individual y
egoísta que llevará a los grandes privilegios y desigualdades; venera a la sociedad si se
convierte en el medio para llevar a los hombres a la obtención de la «libertad civil» como
proyecto solidario capaz de mejorar la mera condición de «libertad natural» del hombre
animal: «Este paso al estado civil produce en el hombre un cambio muy notable,
sustituyendo en su conducta el instinto por la justicia y dando a sus acciones la moralidad
que les faltaba antes. Solamente entonces, cuando la voz del deber sucede al impulso físico
y el derecho al apetito, el hombre, que hasta entonces no había mirado más que a sí mismo,
se ve forzado a obrar según otros principios y a consultar su razón antes de escuchar a sus
inclinaciones.

Esta comunidad que tanto defiende Rousseau tiene una voluntad propia, que es la de todos
o general, que no se inventa sino que se descubre. La voluntad general es una sola, se aplica
a cuestiones generales y no particulares, de ahí que derive del interés general.

Finalmente, el planteo de Rousseau gira en torno a lo siguiente:

Una voluntad general que nos obliga a ser libres

La comunidad, como sujeto independiente, tiene una voluntad propia, la voluntad general.
Esta voluntad se diferencia tanto de la voluntad particular, que es la que aplica cada uno a
sus intereses particulares, como de la voluntad de todos. La voluntad general no se identifica
con el sufragio universal ni con la suma de voluntades particulares. Como afirma Rousseau,
«la voluntad general no se crea, se descubre». Así, se distingue por su procedimiento de
elaboración (o de «descubrimiento») y por su contenido. La voluntad general es, por
definición, una; se aplica sólo a las cuestiones generales, nunca a intereses particulares. Su
carácter de generalidad deriva del interés común. Pero la formulación del ginebrino es
ambigua, y es precisamente la opacidad de algunos textos lo que ha posibilitado las
interpretaciones posteriores tan dispares.

El problema que se presenta es si la libertad civil que se articula en la voluntad general puede
admitir disidencia. La respuesta es negativa. La voluntad general «nos obliga a ser libres» y
el que discrepa con la voluntad general discrepa consigo mismo. Esta libertad civil,
consecuentemente, implica unos costes y desventajas que el hombre convertido en hombre-
ciudadano debe asumir.

Éste es el gran juego al que estamos sometidos cuando pensamos en el problema de la


libertad que plantea la voluntad general, como dice en El contrato social: «Cada uno de
nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad
general, y recibimos en cuerpo a cada miembro como parte indivisible del todo.» Así, la
libertad del estado social --«libertad desnaturalizada>>-- se define como la tendencia que
tiene cada uno de hacer predominar la voluntad «general» sobre la voluntad «particular».
Consecuentemente, acatar las órdenes del soberano, es decir, del pueblo como ente
unitario, equivale a ser realmente libre en el estado social. En otras palabras, ser libre es
depender de la voluntad de todos los ciudadanos y no de algunos.

Pero esa dependencia-o libertad desnaturalizada-debe ser fija, invariable, inflexible e igual
para todos. De lo contrario, las instituciones sólo servirán para reproducir la arbitrariedad y
los privilegios. Esa dependencia, finalmente, sólo puede estar mediatizada por la frialdad y
generalidad de la ley. Ella contempla a todos por igual porque, como expresión de la
voluntad general, no atiende a los intereses particulares, sino que se convierte en el medio
para garantizar «la igualdad moral y legítima» que no hubiese sido posible en el estado de
naturaleza.

Las leyes son «registros de nuestras voluntades» y a través de su cumplimiento podemos


garantizar nuestra libertad, pero ¿quién escribe unas leyes que tienen que ser el reflejo de
todas nuestras voluntades?, ¿cómo se lleva a cabo el acto físico de la escritura? El autor nos
sorprende con una nueva metáfora parecida a la de «el buen salvaje»; tras haber dicho
reiteradamente que el poder legislativo jamás puede ser delegado a parlamentos o
diputados, nos dice ahora que un legislador se hace necesario para concretar el reflejo de la
voluntad general.

Estafigura mítica dellegislador-él evoca a Moisés, Salón y Licurgonos vuelve a presentar al


Rousseau místico, radical y escéptico que parece dudar de los hombres: «Ser(an menester
dioses para dar leyes a los hombres [...J. La gran alma del legislador es el verdadero milagro
que debe justificar su misión.» El pueblo, el soberano, votará las leyes redactadas por el
legislador, por este ser inspirado capaz de estar por encima de los hombres.

Rousseau quiere una voluntad general que signifique un consenso permanente de los
ciudadanos, porque, siendo así, la voluntad general siempre encarnará la justicia y el bien
social. Por ello se opone a las «sociedades parciales», ya que, si una parte de los miembros
de la comunidad tienen entre sí compromisos, han formado entonces una voluntad general
a un nivel inferior al conjunto social, lo que obstaculiza la formación de la voluntad general
de la población. Consecuentemente niega los grupos políticos, en una crítica que
fundamenta algunas de las objeciones al fenómeno moderno del partido político

Otro aspecto importante de Rousseau es el rol que le cabe a la soberanía, la que considera
absoluta porque hace acatar mediante el Estado las órdenes de la voluntad general

Finalmente es importante mencionar el aporte de Imanuel Kant (1724-1804) que, sin estar
ajeno a la idea de Estado de Bodino, Locke y Hobbes, él lo considera como la garantía del
derecho, entendiendo este último como el conjunto de condiciones bajo las cuales el
arbitrio de uno puede conciliarse con el de otro y según una ley universal de libertad; y
cuando hace alusión al propio Estado lo hace en el sentido de Estado en general,
concibiéndolo como algo nacional en sí.

Otro aspecto interesante del pensamiento de Kant es aquel referido a la relación entre los
pueblos (Estados). En ella, el autor considera la necesidad de finalizar el enfrentamiento
entre los Estados, para dar lugar a una sociedad cosmopolita, en donde se permita la
máxima libertad, pero que a la vez se aseguren los límites de dicha libertad. Esto se logra,
según Kant, a través de lo que él llama el derecho cosmopolita.

Para lograr la consecución de esta sociedad, que no es utópica, (porque en la visión de Kant
se puede lograr concretamente) se deben superar los conflictos destructivos y lograr un
equilibrio que permita alcanzar lo que él llama la paz perpetua AA6 entre las naciones. Para
comprender los aspectos más importantes de la Paz Perpetua, lo invito a leer los artículos
más importantes de la Paz Perpetua

Kant reconoce las débiles huellas de una gradual aproximación a esa meta final de la Historia
en el hecho de que ningún Estado puede dejar de lado la cultura, de la cual sólo pueden
llegar las indicaciones exactas sobre la Constitución jurídica capaz de garantizar la libertad
de todos.

Además cree advertir una débil señal de su llegada en el entusiasmo político de todo el
pueblo. Por otro lado, la libertad civil no puede ser violada sin que el daño se refleje en los
intereses colectivos y se dé una disminución de las fuerzas del Estado.

Por último, las guerras son cada vez más costosas y su resultado incierto. La solidaridad de
intereses que corren el riesgo de verse afectados hace que los Estados neutrales se ofrezcan
como árbitros de controversias internacionales.

Actividad
Ud. está en condiciones de resolver la actividad 3 de este módulo.

I. FIN DEL ABSOLUTISMO MONÁRQUICO, revolución francesa, el estado de derecho


y la democracia en América.

a. La Revolución Francesa

Todos los pensadores, de una u otra manera, contribuirán a socavar los cimientos de las
monarquías absolutistas y del pensamiento político europeo vigente en el siglo XVIII, lo que
confluirá definitivamente en la Revolución Francesa de 1789, que contagiará primero a
Europa y luego al mundo en la próxima centuria.

Algunos autores hablan de una doble revolución, porque estamos ante la revolución
europea, pero también la atlántica. Lo que sí es importante es que el pensamiento del
hombre – ciudadano ya no será más el mismo, después de haber sido impregnado de las
ideas de la Revolución Francesa y de pensadores como Voltaire, Rousseau y Montesquieu
y, del otro lado del Canal de la Mancha, John Locke.
En muchos casos algunos pensadores como Edmund Burke (1729 – 1797) partidario de la
libertad política y del parlamentarismo ingles criticaba abiertamente esta revolución
porque la consideraba como algo abstracto. Él decía que Inglaterra había dado al continente
europeo un ejemplo de deísmo, de ateísmo, de libre pensamiento entre otras ideas.
Además en su crítica hacia la revolución sostenía que el sistema político inglés era un
sistema natural consecuencia del desarrollo histórico.

Además consideraba que la igualdad, tan admirada por los revolucionarios, no era algo
natural sino impuesta. Gran admirador de Montesquieu, cuya lectura confirmo su idea de
libertad privilegio frente a su desprecio a toda igualdad democrática en una monarquía
libre.

LA REVOLUCION FRANCESA

Fue el proceso social, político y económico ocurrido en Francia entre 1789-1799, y que
produjo la ruptura del orden monárquico absolutista moderno y el destierro de los últimos
vestigios feudales de Francia.

Sus principales consecuencias fueron:

 El derrocamiento de Luis XVI.


 La abolición de la monarquía en Francia, instauración de la República en Francia.
 dictado de la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y la
constitución.
 inicio de la edad contemporánea.

Causas

 La incapacidad de las monarquía, nobleza y clero para resolver los problemas


sociales y económicos del estado francés.
 Los excesivos impuestos sobre la población no privilegiada y su empobrecimiento
 El desarrollo de nuevas hipótesis teóricas en contra del estado absoluto (Locke,
Rousseau) – siglo de las luces (ilustración).
 La guerra de la Independencia estadounidense: afectación de las finanzas francesas
por impulsar la independencia de las colonias norteamericanas.

Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había
sufrido periódicas crisis económicas motivadas por:

 Largas guerras emprendidas durante el reinado de Luis XIV


 Mala administración de los asuntos nacionales en el reinado de Luis XV
 El aumento de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de
Norteamérica durante la guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783).

Durante el reinado de Luis XIV (1643-1715), Francia se hallaba bajo el dominio de una
monarquía absolutista, el poder de rey y de la nobleza era la base de este régimen, pero en
realidad el estado se encontraba en una situación económica bastante precaria, que se
agravó por el mal gobierno de Luis XV (bisnieto de Luis XIV), y que tocó fondo durante el
reinado de Luis XVI, gobernante bien intencionado, pero de carácter débil, por lo que se lo
llamaba el buen Luis.

El mantenimiento de un estado absolutista demandaba mucho dinero, ya que:

* Existía un gran número de funcionarios en el gobierno


* Se tenía que mantener un gran ejército permanente.
* La corte vivía rodeada de lujos.

Se recurrió al tradicional intento de aumentar los impuestos.

Se trató de conseguir que la nobleza también aporte su correspondiente diezmo, medida


que provocó la ira y oposición de esta última clase social, que estaba dispuesta a defender
sus privilegios feudales, hasta el punto de enfrentar la monarquía.

Para que no se empeorara su situación económica la nobleza trató de acaparar más cargos
en la burocracia estatal, y además, aumentó la explotación de los campesinos que
trabajaban en sus tierras, exigiéndoles mayores contribuciones.

La sociedad estaba compuesta por tres sectores sociales llamados estados.

El primer estado era la Iglesia; sumaba unas 120.000 personas, poseía el 10% de las tierras
de Francia y no pagaba impuestos. Recibía de los campesinos el “diezmo”, es decirla décima
parte del producto de sus cosechas. Sólo la Iglesia podía legalizar casamientos, nacimientos
y defunciones, y la educación estaba en sus manos. El segundo estado era la nobleza,
integrada por unas 350.000personas. Dueños del 30 % de las tierras, los nobles estaban
eximidos de la mayoría de los impuestos y ocupaban todos los cargos públicos. Los
campesinos les pagaban tributo y sólo podían venderles sus cosechas a ellos. Tenían
tribunales propios, es decir que se juzgaban a sí mismos.

El tercer estado comprendía al 98% de la población, y su composición era muy variada. Por
un lado estaba la burguesía, formada por los ricos financistas y banqueros que hacían
negocios con el estado; los artesanos, funcionarios menores y comerciantes. Por otra parte,
existían campesinos libres, muy pequeños propietarios, arrendatarios y jornaleros. El
proletariado urbano vivía de trabajos artesanales y tareas domésticas. Finalmente estaban
los siervos, que debían trabajo y obediencia a sus señores. El tercer estado carecía de poder
y decisión política, pero pagaba todos los impuestos, hacia los peores trabajos y no tenía
ningún derecho. La burguesía necesitaba tener acceso al poder y manejar un estado
centralizado que protegiera e impulsara sus actividades económicas, tal como venía
ocurriendo en Inglaterra.

Viendo la difícil situación económica que se asomaba, la nobleza exigió que se llamara a
Estados Generales, para el tratamiento de una ley de impuestos. La monarquía
prácticamente arruinada económicamente y sin el apoyo de gran parte de la nobleza,
estaba en la ruina.

El pueblo exigía la convocatoria de los Estados Generales (una asamblea de notables


formada por representantes del clero, la nobleza y el tercer estado), cuya última reunión se
había producido en 1614, para tratar la problemática social existente y sobre todo evitar la
imposición de nuevos impuestos sobre el estado llano (3er estado) como única medida
posible para su solución.

Para solucionar los problemas económicos, Luis XVI convocó a los Estados Generales del
Reino (una asamblea consultiva) que no se reunían desde 1614.

Esta convocatoria fue aceptada por el clero y la nobleza quienes se negaban a pagar los
tributos indispensables para solucionar la crisis económica. Los burgueses (componentes
más ricos pero sin participación política del 3er estado) se aprovecharon de estas
circunstancias y, ante la amenaza de la nobleza armada que pretendió mantener sus
privilegios, movilizaron a toda la nación.

El 14 de julio de 1789, se apoderaron de la Bastilla. Esta prisión era el símbolo del


absolutismo político (cárcel y depósito de armas).

Cuando se reunieron en los Estados Generales (1789), la situación de Francia estaba


sumamente comprometida, ya que el pueblo no soportaba más tan penosa vida, y existía
un gran descontento social. Como se dijo, las clases sociales existentes en ese momento
eran: la nobleza, el clero y la burguesía, pero al contar los votos de la nobleza y del clero,
que pertenecían a un estamento privilegiado, superaban en número a la burguesía, y por lo
tanto siempre se tomaban las decisiones que a esta sector le convenía. Solucionado este
sistema de conteo, el tercer estamento (la burguesía) pudo tomar el control de la situación,
y comenzó a sesionar como Asamblea Nacional, y juraron solemnemente que ésta no se
disolvería hasta tanto no se logre conformar una Constitución Nacional.

En 14 de Julio de 1789, la burguesía se vio apoyada por un gran sector explotado por la
nobleza, los campesinos, que en medio de una agitada multitud revolucionaria formada por
hombres y mujeres, saturados de injusticias y de hambre, se dirigen violentamente a la
Bastilla, símbolo del régimen absolutista, donde funcionaba como cárcel de los opositores
al sistema de gobierno, y toman la toman por la fuerza. Esta demostración atemorizó a los
partidarios del antiguo sistema, y sirvió para inclinar la balanza en favor de los
revolucionarios, desplazando así del poder a los nobles y partidarios del absolutismo.

Paralelamente se produjo en las zonas rurales levantamientos de los campesinos contra los
señores feudales, lo cuales fueron asesinados, y sus castillos saqueados e incendiados. A
este movimiento social por la justicia y fraternidad de los hombres en 1789, se lo conoce
como el Gran Miedo.

La Asamblea Nacional estaba formada por la burguesía, que inicialmente para luchar contra
la monarquía, lo hizo en forma unificada, pero en realidad la burguesía no era una clase
social homogénea, sino que estaba dividida en la alta burguesía –banqueros, financistas,
comerciantes, propietarios- y en la baja burguesía formada por los profesionales (abogados
y médicos), pequeños comerciantes y dueños de talleres.

Cuando llegó el momento de decidir por la forma de gobierno, la alta burguesía apoyó a los
girondinos, oriundos de la provincia de La Gironda, que querían llegar a un acuerdo con la
monarquía e instaurar una monarquía constitucional, es decir, tenía una actitud
moderadora respecto a los cambios políticos.

Por otro lado, estaban los jacobinos, que tenían ideas más revolucionarias y de cambios
radicales, con tendencia a la instauración de una república democrática, con derechos a la
participación política y con la aplicación de medidas más equitativas para la repartición de
la riqueza y la lucha contra el hambre popular. Dicho nombre proviene de que se reunían
en asambleas, llamadas clubes, en un convento ubicado sobre la calle San Jacobo.

Los diputados de la asamblea decidieron eliminar los privilegios de la nobleza, se les obligó
a pagar impuestos y se eliminó el diezmo a la Iglesia. Pocos días después la asamblea dicta
la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, esta proclama se transformó en
la síntesis de las ideas revolucionarias, basadas en tres banderas: igualdad, fraternidad y
libertad.

Les interesaba la libertad para comerciar, la defensa de la propiedad privada y la igualdad


de los ciudadanos ante la ley.

El 3 de septiembre de 1789, se proclamó la Constitución de carácter moderado, en donde


la alta burguesía había logrado prevalecer sus ideales, de negociar con el antiguo régimen,
quedando a cargo del poder ejecutivo el rey (Luis XVI), el poder legislativo lo ejerció una
asamblea formada por la burguesía y el poder judicial, se compuso de jueces electos. Se
estableció que sólo podían votar aquellos que pagaban ciertos impuestos, y de esta manera
se pone en evidencia que las banderas de igualdad proclamada por los revolucionarios
tenían ciertas limitaciones.

En la Revolución francesa podemos distinguir cuatro etapas (RESUMEN DE LO ANTERIOR)


1.- La Asamblea Constituyente (1789-1791): formada por decisión de los miembros de la
burguesía en el seno de la Asamblea de los Estados Generales convocados por el Rey; abolió
los privilegios, sometió al clero al poder civil y secularizó sus bienes, ordenó la redacción de
la "Declaración de los derechos del hombre", y estableció el imperio de la Constitución de
1791.

2.- La Asamblea Legislativa (1791-1792): elegida por sufragio censitario y donde se impuso
la tendencia republicana de los moderados girondinos y los extremistas jacobinos sobre los
defensores de la monarquía; creó el ejército nacional para defender el proceso
revolucionario contra los demás monarcas europeos, ya que los nobles que habían
emigrado trataban de conseguir la ayuda de Prusia y Austria para restablecer el "Antiguo
Régimen".
El rey fue privado de sus poderes durante un breve periodo, pero la mayoría moderada de
la Asamblea Constituyente, que temía que se incrementaran los disturbios, restituyó a Luis
XVI con la esperanza de frenar el ascenso del radicalismo y evitar una intervención de las
potencias extranjeras.
El 14 de septiembre, el rey juró respetar la Constitución modificada. Dos semanas después,
se disolvió la Asamblea Constituyente para dar paso a las elecciones sancionadas por la
Constitución. Durante este tiempo, Leopoldo II y Federico Guillermo II, rey de Prusia,
emitieron el 27 de agosto una declaración conjunta referente a Francia en la que se
amenazaba veladamente con una intervención armada.
La Asamblea Legislativa, que comenzó sus sesiones el 1 de octubre de 1791, estaba formada
por 750 miembros que no tenían experiencia alguna en la vida política, debido a que los
propios integrantes de la Asamblea Constituyente habían votado en contra de su
elegibilidad como diputados de la nueva cámara. Ésta se hallaba dividida en facciones
divergentes.

3.- La Convención (1792-1795): que reclamó la República, dio muerte al monarca e impuso
un régimen de terror. La Convención pretendió borrar todo vestigio del pasado más, la
posición extremista de Robespierre unió a todas las fuerzas contra él y se le ajustició, junto
a sus colaboradores que habían llevado la violencia al paroxismo mediante la implantación
de ese régimen de terror.

4.- El Directorio (1795-99): que fue un gobierno moderado y que, ante el peligro de un
retorno de la reacción o de un rebrote del terror, acabó por ceder el poder a un joven
general que se había distinguido por sus victorias contra los austríacos en Italia: Napoleón
Bonaparte.

Obra de Bonaparte

Este general dirigió y condujo la política francesa durante quince años. Las campañas
militares de sus ejércitos difundieron los principios de la Revolución por todo el continente
europeo.
Gracias al prestigio que le dieron sus campañas de Italia y de Egipto, pudo dar un exitoso
golpe de Estado que le permitió derrocar al Directorio y crear el Consulado, en el cual
asumió el cargo de Primer Cónsul. Tres años más tarde, se declaró cónsul único y vitalicio,
y un decreto senatorial de 1804, ratificado por un plebiscito, lo proclamó "Emperador de
los franceses".

Consecuencias de la Revolución Francesa

 Se destruyó el sistema MONARQUICO ABSOLUTISTA FEUDAL


 Surgió la creación de una República de corte liberal
 Se creó y difundió la declaración de los Derechos del hombre y los Ciudadanos
 La burguesía amplió cada vez más su influencia en Europa
 Los derechos y privilegios de los señores feudales fueron anulados
 Comenzaron a surgir ideas de independencia en las colonias americanas
 Se fomentaron los movimientos nacionalistas

Lectura complementaria
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero leer Entrevista: La revolución
francesa de 1789 tomada de la página oficial del partido de los trabajadores socialistas –
PTS: http://www.pts.org.ar/La-revolucion-francesa-de-1789 Esta lectura es optativa y
complementaria.

b. El Estado de Derecho y la democracia en América

Énfasis
El estado de derecho y la democracia en América consisten básicamente, según el
pensamiento de Tocqueville, en que los angloamericanos son esencialmente democráticos.
El propio pensador quedó fascinado con la igualdad de condiciones que observó en la
sociedad.
En ese aspecto, la sociedad aristocrática de ayer en América murió, mientras que la
sociedad democrática que triunfó sobre este antiguo sistema, al ser bien guiada marcha
hacia un funcionamiento pacífico para que los hombres logren una felicidad superior.

Mientras que el estado igualitario fuese regulado y canalizado por la ley, todos los hombres
lo mirarían como propio. Este estudio que hace Tocqueville lo hace en EE.UU donde la
revolución democrática alcanzó su desenvolvimiento más completo con una revolución
pacífica. Este proceso de libertad e igualdad da naturalmente a los hombres el gusto por
las instituciones.

Los pueblos democráticos se lanzan hacia la libertad con impulsos rápidos y grandes
esfuerzos, pudiendo fracasar y sufrir, pero hacen hincapié por la igualdad porque la sienten
con una gran pasión. Es decir que la igualdad es la razón de ser de estos hombres según
Tocqueville.

En el caso de la soberanía del pueblo en América se la ve y reconoce en las costumbres y se


la proclama en las leyes, y se extiende con libertad.

Desde el punto de vista de la organización estatal, hay una diferencia entre la centralización
gubernamental y la administrativa. En EE.UU. no hay centralización administrativa fuerte,
pero si gubernamental porque la patria se siente se siente en todos lados con el apoyo de
los gobernadores hacia el gobierno central.

De todos modos ambas administraciones se fusionan y hacen que los habitantes respeten
las normas de manera permanente mediante sus hábitos.

Todas estas observaciones que hace Tocqueville muestra que el Estado norteamericano se
presente como plenamente descentralizado en el plano administrativo (no hay presencia
de un ejército permanente y en su lugar utiliza funcionarios municipales o de los condados
para actuar sobre los ciudadanos) Para completar estos conceptos lo invitamos a que lea al
propio Tocqueville.

Lectura básica
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero consultar los fragmentos del
propio Tocqueville. La Democracia en América.
Actividad
Luego de haber profundizado en la mirada de Tocqueville, lo invitamos a resolver la
actividad 4.

Evaluaciòn
A continuación, se lo invita a realizar la Parte I de la Evaluación integradora, referida a los
contenidos de los módulos I y II

[1] Bodino precisa que el Estado no puede existir como tal a menos que se establezca un
poder soberano que surja a su vez de un grupo de familias y «de lo que les es común». El
poder soberano se entiende, aquí, como emanación directa de la propia idea del Estado.
Así, lejos de la factualidad del maquiavelismo, Bodino quiere que su soberanía relacione al
Estado «rectogobierno>>-- con la sociedad siguiendo una serie de valores y normas -el
derecho natural y las leyes de Dios ocupan aquí un papel fundamental- que superen y
trasciendan las finalidades puramente materiales. Se pueden entender por estos valores
todos aquellos que, finalmente, tienen que ver con la justicia, con el orden y con la moral.
Si en Maquiavelo lo único que contaba era el arte de mantener el poder, en Bodino aparece
un interés por justificarlo y utilizarlo bien. Es aquí, precisamente, donde radica una notable
incoherencia entre lo absoluto de la soberanía, su característica capacidad de «hacer la ley
sin el consentimiento de los súbditos», de un lado, y la necesaria sintonía o sujeción al
derecho natural ya las leyes de Dios a la que la somete, de otro: «pero, en cuanto a las leyes
divinas y naturales, todos los príncipes de la tierra están sujetos a ellas».
La soberanía es una fuerza cohesiva y unificadora de lo político y social: la médula que se
dilata «perpetuamente» a lo largo de la historia «en forma vitalicia sucediéndose sin
interrupción en el trono». Bodino insiste en el carácter perpetuo de la soberanía y la
distingue del poder de los magistrados y de los funcionarios, a quienes les es concedida una
potestad durante un tiempo determinado.
La soberanía, además, está considerada como algo inherente a la propia noción de
comunidad política: «Así como el navío no es más que madera sin forma de barco cuando
la quilla, que sostiene los costillajes, la proa, la popa y el combés son quitados, así también
el Estado sin potestad soberana, que une todos los miembros y partes de aquélla y todas
las familias y colegios en un cuerpo, no es ya República.» Bodino es consciente de que nadie
antes que él ha sabido hacer resaltar los verdaderos fundamentos de la soberanía, aquellos
que permiten a los gobernadores reconocer su gobierno.
Además de su carácter perpetuo, la soberanía es absoluta en el sentido de que, para Bodino,
es necesario que aquel que la encarne no esté sujeto a ningún otro poder. Por ello, el
príncipe soberano «está absuelto del poder de las leyes». En la posibilidad de hacer y
deshacer la ley reside precisamente el verdadero signo de la soberanía; en el caso del
príncipe que tenga que dar cuenta a otro, ese otro será el soberano y no él. El príncipe
soberano, puntualiza Bodino, puede incluso, mediante la imposición de la ley, cambiar las
costumbres y las tradiciones: «La ley puede anular las costumbres mientras que las
costumbres no pueden anular la ley.»

[2] De las causas, generación y definición de una república

La causa final, meta o designio de los hombres (que aman naturalmente la libertad y el
dominio sobre otros) al introducirse entre ellos esa restricción de la vida en repúblicas es
cuidar de su propia preservación y conseguir una vida más dichosa; esto es, arrancarse de
esa miserable situación de guerra que se vincula necesariamente (como se ha mostrado) a
las pasiones naturales de los hombres cuando no hay poder visible que los mantenga en el
temor, o por miedo al castigo atarlos a la realización de sus pactos y a la observancia de
aquellas leyes de la naturaleza expuestas en los capítulos XIV y XV.

Porque las leyes de la naturaleza (como justicia, equidad, modestia, misericordia y (en
suma) hacer a otros lo que quisiéramos ver hecho con nosotros) son por sí mismas contrarias
a nuestras pasiones naturales, que llevan a la parcialidad, el orgullo, la venganza y cosas
semejantes cuando falta el terror hacia algún poder. Sin la espada los pactos no son sino
palabras, y carecen de fuerza para asegurar en absoluto a un hombre. En consecuencia, a
pesar de las leyes de la naturaleza (que cada uno observa cuando quiere y cuando puede
hacerlo sin riesgo), si no hubiese un poder constituido o no fuese lo bastante grande para
nuestra seguridad, todo hombre podría legítimamente apoyarse sobre su propia fuerza y
aptitud para protegerse frente a todos los demás hombres. Y en todos los lugares donde los
hombres han vivido en pequeñas familias, robar y despojar a los otros, era un comercio; y,
lejos de considerarse contrario a la ley de naturaleza, cuanto mayores botines se obtenían
mayor era su honor; y los hombres no observaban allí otras leyes sino las de honor, esto es,
abstenerse de la crueldad dejando a los hombres sus vidas e instrumentos de labranza. Y
así como hicieron entonces las pequeñas familias mayores (por su propia seguridad),
amplían sus dominios ante todo con el pretexto de peligro y miedo de invasión, y basándose
sobre la asistencia que puede prestarse a los invasores se esfuerzan todos lo posible por
someter o debilitar a sus vecinos, mediante fuerza abierta o artes secretas, cosa justa a falta
de otra precaución; en edades posteriores son recordados por ello con honor.
Es cierto que algunas criaturas vivientes, como las abejas y las hormigas, viven
sociablemente entre sí (por lo cual Aristóteles las enumera entre las criaturas políticas)
aunque no tengan dirección alguna fuera de sus juicios y apetitos particulares, ni palabra
mediante la cual pudiera una significar a otra lo que considera oportuno para el beneficio
común. Y, en consecuencia, algún hombre puede quizá desear conocer por qué la
humanidad no puede hacerlo. A lo cual contesto.
Primero, que los hombres están continuamente en competencia de honor y dignidad, lo
cual no sucede entre esas criaturas; y, en consecuencia, entre los hombres surgen sobre ese
fondo la envidia y el odio; y finalmente la guerra, pero entre esas criaturas no sucede así.
En segundo lugar, que entre esas criaturas el bien común no difiere del privado, y estando
por naturaleza inclinadas a lo privado, se procuran con esto el beneficio común. Pero el
hombre, cuyo goce consiste en compararse con otros hombres, nada puede gustar salvo lo
eminente.
En tercer lugar, que esas criaturas, careciendo del uso de la razón (como el hombre) no ven
ni piensan ver ningún defecto en la administración de su negocio común. En cambio, entre
los hombres hay muchos que se piensan más sabios y más capaces de gobernar lo público,
y éstos se esfuerzan por reformar e innovar, uno de este modo y otro del otro, y con ello lo
llevan a la distracción y a la guerra civil.
El único modo de erigir un poder común capaz de defenderlos de la invasión extranjera y
las injurias de unos a otros (asegurando así que, por su propia industria y por los frutos de
la tierra, los hombres puedan alimentarse a sí mismos y vivir en el contento), es conferir su
poder y fuerza a un hombre o a una asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus
voluntades, por pluralidad de voces, a una voluntad. Lo cual equivale a elegir un hombre, o
asamblea de hombres, que represente su persona; y cada uno poseer y reconocerse a sí
mismo como autor de aquello que pueda hacer o provocar quien así representa a su
persona, en aquellas cosas que conciernen a la paz y la seguridad común, y someter así sus
voluntades, una a una, a su voluntad, y sus juicios a su juicio. Esto es más que
consentimiento o concordia; es una verdadera unidad de todos ellos en una e idéntica
persona hecha por pacto de cada hombre con cada hombre, como si todo hombre debiera
decir a todo hombre: autorizo y abandono el derecho a gobernarme a mí mismo, a este
hombre, o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú abandones tu derecho a
ello y autorices todas sus acciones de manera semejante. Hecho esto, la multitud así unida
en una persona se llama REPÚBLICA, en latín CIVITAS. Ésta es la generación de ese gran
LEVIATÁN o más bien (por hablar con mayor reverencia) de ese Dios Mortal a quien
debemos, bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y defensa. Pues mediante esta autoridad,
concedida por cada individuo particular en la república, administra tanto poder y fuerza que
por terror a ello resulta capacitado para formar las voluntades de todos en el propósito de
paz en casa y mutua ayuda contra los enemigos del exterior. Y en él consiste la esencia de
la república, que (por definirla) es una persona cuyos actos ha asumido como autora una
gran multitud, por pactos mutuos de unos con otros, a los fines de que pueda usar la fuerza
y los medios de todos ellos, según considere oportuno, para su paz y defensa común.

[3] El poder legislativo es aquel que tiene el derecho de determinar cómo habrá de ser
empleada la fuerza del Estado, a fin de preservar a la comunidad y a los miembros de ésta.
Pero como esas leyes (que han de ejecutarse constantemente y han de estar siempre en
vigor) pueden ser hechas en muy poco tiempo, no es necesario que la legislatura haya de
estar permanentemente en activo, ni que tenga siempre algo que hacer. Y como, debido a
la fragilidad de los hombres (los cuales tienden a acumular poder), éstos podrían ser
tentados a tener en sus manos el poder de hacer leyes y el de ejecutadas para así eximirse
de obedecer las leyes que ellos mismos hacen; y como podrían también tener tentaciones
de hacer las leyes a su medida y de ejecutarlas para beneficio propio, llegando así a crearse
intereses distintos de los del resto de la comunidad y contrarios a los fines de la sociedad y
del gobierno, es práctica común en los Estados bien organizados (donde el bien de todos es
debidamente considerado) que el poder legislativo sea puesto en manos de diversas
personas, las cuales, en formal asamblea, tiene cada una, o en unión con las otras, el poder
de hacer leyes; y una vez que las leyes han sido hechas, la asamblea vuelve a disolverse, y
sus miembros son entonces simples súbditos, sujetos a las leyes que ellos mismos han
hecho; lo cual es un nuevo y seguro modo de garantizar que tengan cuidado de hacerlas
con la mira puesta en el bien público.
Pero como esas leyes que son hechas de una vez y en poco tiempo tienen, sin embargo,
constante y duradera vigencia y necesitan ser ejecutadas y respetadas sin interrupción, es
necesario que haya un poder que esté siempre en activo y que vigile la puesta en práctica
de esas leyes y la aplicación de las mismas. De ahí el que los poderes legislativo y ejecutivo
suelan estar separados.

Hay en todo Estado otro poder que podríamos llamar natural, y que responde al que todo
hombre tiene naturalmente antes de entrar en sociedad. Pues aunque en un Estado los
miembros de éste son personas distintas las unas de las otras y como tales son gobernadas
por las leyes de la sociedad, ocurre, sin embargo, que, en referencia al resto de la
humanidad, constituyen un cuerpo que está, como cada uno de sus miembros estaba antes,
en estado de naturaleza con relación al resto del género humano. De esto proviene el que
las controversias que tienen lugar entre un hombre cualquiera de la sociedad y otros
hombres que se encuentran fuera de ella, sean de la competencia del pueblo; y, así, una
injuria cometida contra un miembro del cuerpo político hace que la comunidad entera
participe en la reparación de ese daño. De modo que, así considerada, toda la comunidad
viene a ser un solo cuerpo en estado de naturaleza con respecto a todos los demás Estados
o personas que están fuera de dicha comunidad.
Esto conlleva, por tanto, un poder de hacer la guerra y la paz, de establecer ligas y alianzas,
y de realizar tratos con todas las personas y comunidades fuera del Estado. A este poder
podríamos llamarlo «federativo», si tal apelativo resulta aceptable. Con tal que se entienda
la sustancia de lo que digo, me resulta indiferente el nombre que queramos darle.
Estos dos poderes, el ejecutivo y el federativo, aunque en realidad son distintos el uno del
otro, pues el primero se refiere a la ejecución de las leyes municipales de la comunidad,
dentro de ella y en referencia a las partes que la componen, y el segundo atañe a la
seguridad y al interés en asuntos exteriores con respeto a los beneficios o daños que la
comunidad pueda recibir desde fuera, ambos están siempre casi unidos. Y aunque la buena
o mala administración de este poder federativo es de gran importancia para el Estado, es
mucho menos susceptible de regirse por previas y vigentes leyes positivas, que el poder
ejecutivo; y por eso ha de dejarse a la prudencia y sabiduría de aquellos que lo tienen en
sus manos la misión de administrarlo para el bien público. Pues las leyes que se refieren a
las relaciones entre súbditos como son dictadas para dirigir el comportamiento de dichos
súbditos, pueden preceder a las acciones de éstos; mas lo que se hace en referencia a
súbditos extranjeros, al depender en gran medida de lo que éstos hagan y de los cambios
que tengan lugar en sus intenciones e intereses, ha de dejarse a la prudencia de aquellos a
quienes se les ha encomendado ese poder, a fin de que lo administren como mejor sean
capaces de hacerlo, y para ventaja del Estado.
Aunque, como he dicho, los poderes ejecutivos y federativos de toda comunidad son
realmente distintos entre sí, difícil es que estén separados y que se depositen
simultáneamente en manos de personas distintas; pues como ambos requieren para su
ejercicio la fuerza de la sociedad, casi resulta prácticamente imposible poner la fuerza del
Estado en manos distintas que no estén subordinadas, o entregar los poderes ejecutivo y
federativo a personas diferentes que puedan actuar separadas. De hacerlo así, la fuerza
pública estaría bajo mandos diferentes, lo cual causaría tarde o temprano el desorden y la
ruina.

[4] Voltaire
Este filósofo francés, Francois Marie Arouet, más conocido como Voltaire, estuvo exiliado
en Inglaterra entre 1726 y 1729, donde quedó sorprendido de las costumbres inglesas y
decidió contar sus experiencias en dicho país exaltando la tolerancia religiosa. Desde el
punto de vista de su pensamiento, creía en los encadenamientos sucesivos de momentos
de esplendor y de etapas de decadencia, vislumbrando según su criterio cuatro momentos
de perfección en el espíritu de los hombres: en el Siglo de Pericles, en los tiempos de
Augusto, en la época del Renacimiento Italiano y en el siglo de Luis XIV, considerando esta
última época como la más ilustrada de todas.
Voltaire recogió las corrientes racionalista y empirista del siglo XVII.

[5] Marat, Juan Pablo: (1743-1793): famoso por su actuación en la Revolución Francesa.
Murió asesinado por Carlota Corday.

Módulo 2: Glosario

Agente (o actor social): Es aquel que tiene la aptitud de producir una diferencia, es decir de
ejercer una clase de poder.

Anarquismo: Es la liberación de todo poder superior, fuese este de orden ideológico


(religión, doctrinas políticas, etc.), de orden político (estructura administrativa
jerarquizada), de orden social (pertenencia a una clase o casta determinada), de orden
económico (propiedad de los medios de producción) o, finalmente, de orden jurídico (la
ley). El anarquismo defiende los principios básicos libertarios. La doctrina anárquica se
resume en una sola palabra: libertad.
Cesuras: Divisiones o separaciones.

Condotieros: Jefes de soldados mercenarios.

Cosmopolita: Dícese del que considera al mundo como su patria.

Corporativismo: Es una doctrina que propugna la organización de la colectividad sobre la


base de asociaciones representativas de los intereses y las actividades profesionales
(corporaciones). Este propone neutralizar o remover los elementos conflictivos: la
competencia en el plano económico, la lucha de clases en el plano social, la diferenciación
ideológica en el plano político.

Cultura: Conjunto de modos de vida, valores, costumbres, creencias y grado de desarrollo


científico, industrial y artístico en una época y en un grupo determinado.

Dialéctica: Arte de razonar metódica y justamente.

Dialéctica del control: El carácter de doble vía del aspecto distributivo del poder (poder
como sinónimo de control), el modo en que los poderosos administran recursos como para
ejercer un control sobre las más poderosos dentro de relaciones de poder establecidas.

Dualidad de estructura: Estructura en tanto es el elemento y el resultado de la conducta


que ella organiza recursivamente; las propiedades estructurales de sistemas sociales no
existen fuera de la acción, sino que están envueltas inveteradamente en su producción y
reproducción.

Economía: Ciencia social que estudia los procesos de producción, distribución,


comercialización y consumo de bienes y servicios. Los economistas estudian cómo alcanzan
en este campo sus objetivos los individuos, los distintos colectivos, las empresas de
negocios y los gobiernos.

Empirismo: Sistema filosófico que toma la experiencia como base del conocimiento.

Epígono: El que sigue las huellas de otro, el que continúa un estilo o una escuela de la
generación anterior.

Escuela de Frankfurt: La llamada Escuela de Frankfurt surge con la fundación, en 1923, del
Instituto para la Investigación Social, como centro canalizador de una serie de intereses
comunes: se trataba de reunir, fundamentalmente, a autores interesados en el marxismo.
Debido a la particular libertad del ambiente universitario, Frankfurt era la ciudad ideal para
el desarrollo de líneas de investigación interesadas en las ideas centrales del marxismo, y,
de un modo prioritario, en transformar la sociedad de su tiempo. El instituto encontró su
germen en reuniones anteriores sobre el marxismo, en las que intervenían autores de la
talla de Friedrich Pollock, Georg Lukacs o Felix Weil, por nombrar a algunos de los que
después se integrarían en el Instituto. La idea de desarrollar un Instituto en el que los
estudios interdisciplinares inspirados en el marxismo contribuyeran a lograr una visión
adecuada de la sociedad, fue desarrollada por Weil, Pollock (amigo de juventud de
Horkheimer) y Kurt Albert Gerlach. El objetivo era práctico antes que teórico: el
conocimiento de los mecanismos sociales debería conducir a una superación de sus
antagonismos, de modo que se trascendiera la vieja oposición teoría/práctica. Y todo esto
desde una imprescindible perspectiva interdisciplinar, dirigida por un marxismo de
pretendido carácter científico. Tal y como formulara Gerlach (su primer director) en 1922:
se trataría de investigar “los efectos del cambio entre la infraestructura económica y los
factores político - jurídicos hasta las últimas bifurcaciones de la vida espiritual en la
comunidad y la sociedad” (Discurso de Fundación de la Escuela). A la inesperada muerte de
Gerlach, Carl Grünberg, padre del llamado “austromarximo”, fue llamado a dirigir el
Instituto. Su objetivo era apoyar teóricamente y de un modo científico la superación
socialista del capitalismo. La difusión del trabajo del Instituto se veía garantizada por el
ambiente cultural de la ciudad, que daba cabida, por ejemplo, a emisiones radiofónicas,
entrevistas, artículos de prensa, etc. Grünberg impulsó el proyecto de una forma
determinante: creación de la cátedra de sociología, fundación del Instituto psicoanalítico
de Frankfurt, como una rama más dentro del IIS, creación de lazos intelectuales con autores
como Karl Mannheim o Norbert Elías. El instituto se convertía así en un centro de libertad
al margen del nacionalsocialismo. En 1931 Max Horkheimer fue nombrado director debido
a los problemas de salud de Grünberg. Amigo de Pollock desde la juventud, el
nombramiento de Horkheimer fue posibilitado además por la creación de una cátedra de
Filosofía social. La concepción del proyecto de Horkheimer era distinta a la de Grünberg: el
trabajo interdisciplinar debía estar guiado por la reflexión filosófica, determinada desde las
preguntas de la filosofía social. Con la colaboración de Leo Löwenthal, Erich Fromm,
Theodore W. Adorno y Pollock, se puso en marcha la Revista para la Investigación Social
(RIS). El fondo teórico y los estudios prácticos de los frankfurtianos no eran compatibles con
el ascenso del nacionalsocialismo, de modo que en los años 30 se fue gestando el traslado
de la escuela. A través de Ginebra y París, Horkheimer la estableció en Nueva York, dentro
de la Universidad de Columbia, que apoyó la labor de los frankfurtianos y la publicación de
la RIS. Un tercio del personal de la Universidad de Frankfurt fue expulsado de su trabajo por
motivos racistas, y el edificio del IIS se cerró el 13 de marzo de 1939 y fue destruido por las
bombas durante la guerra. Al término de la guerra, se comenzó la reconstrucción. Esta no
fue sólo arquitectónica, sino que también se intentó que todos los profesores exiliados
regresaran lo más pronto posible a sus puestos de trabajo: así lo hicieron Pollock,
Horkheimer y Adorno. El nuevo edificio, levantado justo enfrente del originario, se inauguró
el 14 de noviembre de 1951. Con la interdisciplinariedad y la filosofía social como guías, el
primer objetivo fue recuperar todo el trabajo que los autores diseminados en el exilio
habían realizado.

Reinicio de la actividad y nuevos temas de estudio: En los años 50 aparecieron dos nuevos
objetos de investigación: la sociología de la industria y la sociología de la formación,
centrada en la relación entre universidad y sociedad. En estos años, por ejemplo, Habermas
realizó un estudio sobre la relación entre el movimiento universitario y la política, titulado
Estudiantes y política. El número de alumnos que querían ampliar sus estudios teóricos con
las clases de Adorno y Horkheimer aumentaba cada año. Así, Adorno publica en 1966 su
Dialéctica negativa, y en Estados Unidos Herbert Marcuse (que fue apartado de la escuela
en los años 30 por haberse formado con Heidegger) publicaba una obra que gozó de una
excelente recepción: El Hombre Unidimensional. En 1958 Adorno sucedió a Horkheimer al
frente del ISS, se convirtió en un punto de referencia del movimiento estudiantil del 69. En
los años 70, bajo la dirección de Gerhard Brandt, surgieron dos nuevos temas que fueron el
centro de la reflexión de los frankfurtianos: los problemas de género y los procesos de
racionalización industrial de las sociedades occidentales. En los 80 se produciría un giro
hacia la sociología política. La estructura del IIS sufrió modificaciones en 1973. El cargo de
director fue ocupado por un consejo, en el que participaba el director y representantes de
los profesores y trabajadores.
Escuela de Frankfurt: www.boulesis.com/especial/escuela de frankfurt
es.wikipedia.org/wiki/escuela_de_frankfurt

Estado: Una definición de Estado comporta numerosos problemas que derivan de la


dificultad de analizar completamente las múltiples relaciones que se han ido instaurando
entre el Estado y el conjunto social para detectar después los efectos en la racionalidad
interna del sistema político. El cambio fundamental lo ha representado, a partir de la
segunda mitad del siglo XIX, la gradual integración del Estado político con la sociedad civil,
que ha terminado por alterar la forma jurídica del primero, los procedimientos de
legitimación y la estructura de la administración. Desde la perspectiva marxista, el Estado
se concibe como una derivación de la lógica de valoración del capital. En ese sentido, debe
crear las condiciones generales de la producción (infraestructura), reglamentar los
conflictos entre asalariados y capital y afirmar y expandir el capital nacional global en el
mercado mundial. Una definición más simple es que un Estado es la nación jurídicamente
Problemas con el nacionalsocialismo y exilio Edificio destruido tras la II Guerra Mundial
organizada y políticamente libre.

Estructura: Reglas y recursos que recursivamente intervienen en la reproducción de


sistemas sociales. Una estructura existe sólo como huellas mnémicas, es decir, la base
orgánica de un entendimiento humano y actualizado en una acción.

Estructuración: La articulación de relaciones sociales por un tiempo y un espacio, en virtud


de la dualidad de estructuras.

Estructuralismo: Busca explorar las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales
se produce el significado dentro de una cultura. De acuerdo con la teoría estructural, dentro
de una cultura el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas,
fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. Un estructuralista
estudia actividades tan diversas como la preparación de la comida y los rituales para
servirla, ritos religiosos, juegos, textos literarios y no literarios, y otras formas de
entretenimiento para descubrir las formas profundas de producción y reproducción de
significado en una cultura.
Después de la Segunda Guerra Mundial y especialmente en los sesenta, el estructuralismo
adquirió preeminencia en Francia y fue la popularidad inicial en este país la que hizo que se
expandiera por todo el mundo.
Al principio de los ‘60, el estructuralismo como movimiento estaba en pleno desarrollo y
algunos creyeron que podría ofrecer un enfoque unificado para el estudio de la vida
humana que abarcaría todas las disciplinas. Roland Barthes y Jacques Derrida se
concentraron en cómo el estructuralismo podía ser aplicado a la literatura. Lacan lo aplicó
a la psicología, mezclando a Freud con Saussure. El libro de Foucault Las palabras y las cosas
examinó la historia de las ciencias humanas para estudiar cómo las estructuras de la
epistemología forjaron la manera en que se utiliza el conocimiento (aunque posteriormente
Foucault negaría explícitamente cualquier vinculación con el movimiento estructuralista).
Louis Althusser combinó el marxismo con el estructuralismo para crear su propio modo de
análisis social. Otros autores dentro y fuera de Francia han extendido el análisis estructural
a prácticamente cualquier disciplina.

Fenomenología: Etimológicamente significa ciencia de los fenómenos o apariencias.


Actualmente se la toma de la filosofía de Husserl, el cual considera al fenómeno,
prescindiendo de la realidad subyacente que le corresponde y ve en él, el objeto total que
se da a una conciencia cognoscitiva, sin ninguna distinción entre fenómeno y contenido real,
como una esencia inteligible captable por medio de una intuición. La tarea fundamental es
la descripción de este fenómeno, eliminando los presupuestos de toda clase; este proceso
se denomina “epojé” o reducción fenomenológica, que llevado a su más alto grado logra
una esencia pura en una conciencia pura.

Fuerzas productivas: Los medios instrumentales que participan en el proceso de


producción, medios naturales, tecnología, etc.

Hermeneútica doble: La intersección de dos marcos de sentido como parte lógicamente


necesaria de una ciencia social, el mundo social provisto de sentido tal como lo constituyen
unos actores legos y los metalenguajes por los especialistas en ciencia social; hay un
constante “deslizamiento” entre un marco y otro, inherente a la práctica de las ciencias
sociales.

Historicismo: Este término no tiene un significado unívoco. Constituye una actitud del
pensamiento que surge de modo consciente a partir, aproximadamente, del período que
abarca los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. Para comprender mejor su
significado se incluyen dos posturas distintas: En el caso de Hegel, que coincide con la
escuela romántica alemana en el concepto del espíritu de los pueblos, definió este término
de un modo muy diverso al decir que el espíritu de los pueblos se concibe como encarnación
del espíritu del mundo y de la razón universal que gobierna la Historia y se lleva a cabo a
través de los pueblos históricos, es decir aquellos pueblos que ejercen una función de guía
en una determinada época histórica y en los que se manifiesta el grado de progreso
alcanzado por el espíritu de ese momento. A esta idea le agrega la idea de sociedad civil, es
decir el sistema de las necesidades y del trabajo de los hombres. Frente a esta postura, está
el planteamiento de Marx y Engels, que niegan todo componente idealista y metafísico de
Hegel, y que lo definen como el proceso de revolucionamiento ininterrumpido de todos los
aspectos de la vida colectiva humana, cuya fuerza motriz central está constituida por la
evolución del modo de producción.

Humanismo: Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina


como medio de restaurar los valores humanos.

Inductivismo: Según éste, cuando una ley física resulta repetidamente confirmada por
nuestra experiencia podemos darla por cierta o, al menos, asignarle una gran probabilidad.

Imperialismo: Se incorpora al vocabulario político y periodístico durante la década de 1890


en el curso de los debates que se desarrollaron sobre la conquista colonial. Fue entonces
cuando adquiere la dimensión económica que no ha perdido desde entonces. Régimen y
doctrina de los imperialistas. Dicese del partidario de extender la dominación de un Estado
o Estados sobre otros.

Masa: Personas que, por su número, por su indiferencia o por ambos motivos, no pueden
ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos
políticos, en el gobierno municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos.

Metafísica: Según Auguste Comte representa un estadio inevitable para llegar al estadio
definitivo del conocimiento humano, representado por las ciencias positivas, en las que sólo
se atiende a las conexiones entre los fenómenos de la experiencia.

Modernismo: Es el término con el que se designa a una corriente de renovación artística y


literaria desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX. Según los distintos países,
recibió diversas denominaciones: Art Nouveau (en Bélgica y Francia), Modern Style en
Inglaterra, Sezession (en Austria), Jugendstil (Alemania), Liberty o Floreale (en Italia), y
Modernisme o Estil modernista (en Cataluña). Si bien existe cierta relación que los hace
reconocibles como parte de la misma corriente, en cada país su desarrollo se expresó con
características distintivas. Modos de producción: Son estructuras que facilitan la
comprensión del proceso histórico y no realidades tangibles. También tiene un segundo
significado, que constituye el ámbito de lo económico.

Movimiento totalitario: Es una organización de masas de individuos atomizados y aislados.


En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua
característica externa es su lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del
miembro individual.

Mundo de la vida: Las teorías de la modernidad temprana y clásica coinciden en que la


sociedad de la modernidad se ha desarrollado a partir de la comunidad. A partir de la
postmodernidad hubo una destrucción de dicha comunidad. A partir de esa situación,
Habermas considera que, si bien la comunidad o sociedad o mundo de la vida se vio
perjudicado, también se vio beneficiado porque quedó descargado de los manejos o
cálculos del poder y funciones económicas, y pudo transformarse en el escenario de un
nuevo entendimiento normativo entre los sistemas (Estado y economía) y los distintos
ámbitos privados y públicos, que no sería otro lugar que el propio mundo de la vida.

Neomarxismo: El término “neomarxismo” es una designación cronológica, pero responde


a concretas determinaciones lógicas: el movimiento de renovación del marxismo que ha
tenido lugar a mediados del s. XX. Aunque los representantes del movimiento han surgido
en los más diversos países, su foco corresponde a una definida área geográfica: Europa
central. Tomado el término neomarxismo en sentido lato, su significado cubre una
extensión de intereses aproximados a los que abarca el de revisionismo. De aceptar este
sentido lato puede hablarse de un neomarxismo desde la segunda generación marxista,
figurando en esa corriente nombres que adquirieron relieve ya en vida de Engels, como es
el caso de Bernstein. Pero entonces más bien debería hablarse de neosocialismo de un
modo genérico. Lo que ante todo preocupaba a Bernstein, y con él a sus coetáneos
Kropotkin, Bebel, etc., era la cuestión práctica relativa al proceso evolutivo del capitalismo
al socialismo, problema más de política que de teoría filosófica. De ahí que a esos autores
no les ofreciera demasiada preocupación el asunto de salvar la ortodoxia de un sistema
como el de Marx. Esta cuestión surge algo más tarde con respecto a quienes, como Mehring,
Plejanov, Deborin, Kautsky y Rosa Luxemburg, al aliarse con todo lo que propugnaba el ideal
revolucionario, cualquiera que fuera su fuente, quedaban convertidos a los ojos de los
seguidores estrictos de los textos de La Ideología alemana o El capital en revolucionarios
ilusos o idealistas, incapaces de superar con las armas de su socialismo vulgar o utópico el
orden de cosas montado por el capitalismo.
El neomarxismo propiamente dicho sobreviene cronológicamente cuando las doctrinas de
Marx se han afianzado como socialismo científico, recibiendo su expresión oficial en los
programas comunistas que se desarrollan en la U.R.S.S. desde la revolución de 1917. El
neomarxismo surge así con la intención de proponer una interpretación de la obra de Marx
no condicionada a los dictados del aparato oficial, erigido a través del partido en intérprete
autorizado de la misma. Este movimiento corre, pues, paralelo a la consolidación de las
doctrinas de Marx en sistema rígido bajo la inspiración del partido como lo exigió Lenin, y
bajo la política cultural del régimen jerarquizado como lo estableció Stalin. Con la muerte
de este último (1953) y con la denuncia de la dictadura personalista que caracterizó su
mandato hecha por Kruschov (1956), los esfuerzos dispersos del movimiento salen a plena
luz, tomando carta de naturaleza la tendencia agrupadora de muchas figuras que ofrecen
profundas diversidades entre sí, pero que coinciden también en muchos rasgos. Esta
tendencia genérica es la que propiamente merece el calificativo de neomarxista. En ella
coinciden viejos disidentes desarticulados en la época del comunismo monolítico y jóvenes
intelectuales que se dan a conocer en el ambiente de las tendencias policéntricas y
liberalizadoras que vienen después.
Geográficamente este neomarxismo puede tenerse por fenómeno europeo continental. A
él se suman figuras como las del francés Lefébvre, el italiano Gramsci, el alemán Habermas,
el húngaro Gyórgy Lukács, el suizo Goldmann, el polaco Schaff, el checoslovaco Kosik.
Podrían añadirse otros muchos nombres: Garaudy, Mury, Korsch, Adorno, etc. Sigue siendo
pieza central de la corriente neomarxista, el materialismo, pero paliando algunas de sus
consecuencias, denunciadas por la historia y puestas de especial relieve al difundirse en los
ambientes culturales europeos los intereses antropológicos y existenciales mediante el
recurso a algunas ideas sobre la creatividad humana. Ya los mismos Marx y Engels se
sintieron incómodos ante el problema de interpretar la Historia y sus contenidos partiendo
de una base rígidamente económica, y es precisamente en las oscilaciones de éstos donde
se apoya el neomarxismo.
Características concretas de este pensamiento.
a) El neomarxismo implica un intento de vuelta a Marx, para darle una interpretación
diversa de la oficial. Frente a la línea dogmática se invoca el núcleo de la doctrina, tratando
de podar al sistema de aquellas partes que, a juicio de los neomarxistas, no son esenciales,
sino que –dicen– respondían a las condiciones de la época en que se formuló, pero no son
exigidos por su lógica interna; y, en cambio, subrayar otras que –según ellos– tendían a
quedar en segundo plano en la interpretación dogmática de Marx; entre ellas, la dialéctica.
b) Del conjunto de la obra. de Marx adquieren especial relieve para estos autores los
escritos de la época de juventud, gran parte de los cuales fueron desconocidos para los
primeros teóricos del marxismo. Entre otros títulos se insiste en los Manuscritos económico
- filosóficos. Pero se tiende a salvar la continuidad, buscando, p. ej., en El capital el
desarrollo de tesis que presiden todos los análisis anteriores, aunque en ocasiones obren
implícitamente.
c) La vuelta al Marx joven significa colocar en primer plano los intereses antropológicos,
bajo la forma de una filosofía humanista. Los neomarxistas hablan así de trasformar el
sistema marxista para llegar a un «humanismo total». Las nociones de cosificación,
alienación, subjetividad, persona, tienen así un gran relieve en la polémica entre estas dos
corrientes del marxismo.
d) El tema del hombre total es interpretado por los neomarxismo como la «autocreación
del hombre» mediante la praxis. De esta forma la discusión se centra sobre las relaciones
entre la infraestructura socioeconómica y las superestructuras culturales. La idea de una
resultancia mecánica de estas últimas a partir de las primeras –propia de la interpretación
dogmática del marxismo– cede el puesto –en el neomarxismo– a la afirmación de una
interacción dinámica. La mayor parte de los neomarxistas son intelectuales de formación
humanista, que no se resignan a aceptar la especie de volatilización del «mundo del
espíritu» que se deriva de la interpretación economicista de Marx: de ahí su postura. Son
criticados por los marxistas oficiales, que les acusan de liquidar el materialismo histórico –
una de las dos aportaciones fundamentales de Marx, según Engels–, derivando así hacia
una nueva forma de idealismo. Los neomarxismo se defienden diciendo que el tema suscitó
escrúpulos en el propio Marx como manifiesta la ya citada «Introducción» a la Crítica de la
economía política.
e) En dos esferas incide fundamentalmente este subrayado de lo supraestructural: en la del
arte y en la de la moral. La cuestión relativa al arte significa una toma de posiciones respecto
al «realismo socialista». Entronizado como estética oficial del marxismo desde 1934, implica
entender el arte como reflejo exacto de los cambios históricos hechos conciencia en la
jerarquía inspirada del partido. La inteligencia tenía asignado el cometido de fabricar armas
para la lucha en vistas al triunfo comunista: su ley era la disciplina y el servicio.
f) Las consecuencias prácticas de esta toma de posiciones son amplias. Así los neomarxistas
sostienen que en el terreno político se impone hoy el policentrismo revolucionario; en el
terreno social, la coexistencia, y en el cultural, el diálogo. El marxismo oficial ha denunciado
estas tomas de posición como una capitulación; quienes las defienden afirman que se trata
de una realista vuelta a Marx para revalidar sus tesis en las condiciones históricas del
presente.
g) Visión general de conjunto. Un juicio valorativo sobre la corriente neomarxista puede
hacerse tanto desde el punto de vista político como del filosófico. Por lo que respecta a lo
primero hay que señalar que si bien el neomarxismo ha tenido amplio eco en ambientes
universitarios e intelectuales, no ha conseguido hasta ahora dar lugar a un movimiento
político de envergadura o a una revisión de las posiciones de los partidos comunistas. Su
influjo se ha mantenido en los ámbitos académicos, alcanzando todo lo más a grupos
minoritarios o a movimientos de juventud cuya consistencia o posibilidad de incidir
fuertemente en la acción política aún no ha sido demostrada. Desde la perspectiva filosófica
el neomarxismo representa un intento de renovar el marxismo poniéndolo en relación con
ideas antropológicas provenientes tanto del antiguo pensamiento ilustrado como del
moderno existencialismo. Ese intento puede a su vez ser juzgado o desde la perspectiva de
la historia interna del pensamiento marxista y de las perspectivas sociológicas con él
relacionados, o, más radicalmente, desde la perspectiva de la verdad filosófica sin más.
En cuanto momento de la historia del pensamiento marxista, el neomarxismo tiene un
indudable interés, ya que implica la pretensión de clarificar la substancia del pensamiento
del propio Marx distinguiendo entre el núcleo de su mensaje teórico y aquellos elementos
circunstanciales no derivados de ese núcleo, sino producto de los condicionamientos
culturales y sociales de la época en que vivió. Eso desemboca en un intento de repensar las
relaciones entre estructuras y superestructuras, entre economía y capacidad crítica y
creadora del hombre.
Es así -en síntesis- como Marx llega a la afirmación de la identificación entre filosofía y
economía: es la historia económica -la historia de las relaciones de producción- lo que
realiza la conquista de la identidad entre hombre y naturaleza que la filosofía hegeliana
lleva a concebir como ideal. Prolongando esa conclusión, y basándose en lo que creía
percibir dada la situación económica de su tiempo, Marx desarrolla algunas de sus tesis más
clásicas: el convencimiento de que la humanidad iba a entrar en una inmediata fase
revolucionaria; el asociar la revolución a un alto grado de industrialización; el suponer como
necesaria e inminente la descomposición mecánica del capitalismo; el imaginar una fase de
progresiva depauperación del mundo asalariado, etc. Sus discípulos vieron que la historia
desmentía las profecías de Marx: el capitalismo ha sobrevivido, encontrando fórmulas y
recursos internos para integrar los antagonismos; el comunismo se ha aliado con una de las
más poderosas máquinas estatales; el proletariado ha perdido su fuerza revolucionaria,
incluso y particularmente en los países socialistas, etc. Ante esa realidad se impone a los
continuadores de Marx la necesidad de realizar una renovación del marxismo. Eso puede
realizarse por vía de mera actualización: es decir, sosteniendo que permanece intacto todo
el sistema intelectual de Marx y que sólo han variado las circunstancias de aplicación; es
decir, afirmando que Marx no acertó en algunas de sus predicciones empíricas pero que eso
no afecta a ninguna de sus ideas centrales. Puede darse un paso más, llegando así a un
revisionismo: es decir, sosteniendo que esas deficiencias en las predicciones de Marx son
signo de una deficiencia de los mismos principios y, por tanto, emprendiendo la tarea de
revisar el sistema entero.
Es esto lo que hacen en realidad los neomarxistas; de ahí su vuelta al joven Marx, el intento
de detectar líneas de fondo que –dicen–, presentes en el Marx inicial, han sido poco
subrayadas por el Marx maduro. Así se llega a la posición descrita, y que podría calificarse
de marxismo de conocimiento o marxismo humanista; rechazan que el marxismo se
resuelva en una teoría económica omnicomprensiva y subrayan el factor superestructural
como elemento de acción histórica, insistiendo en la creatividad humana. Hasta qué punto
eso es coherente con el núcleo del marxismo (es decir, con la visión materialista de la
historia) que ellos pretenden mantener, es algo que puede dudarse. Y en ese sentido las
acusaciones de incoherencia que los marxistas dogmáticos dirigen a los neomarxistas no
carecen del todo de fundamento. En cualquier caso - y esto interesa especialmente ponerlo
de relieve - estos autores, en la medida en que no acaban de superar el materialismo de
Marx, inciden más o menos netamente en el ateísmo, y, por tanto, se incapacitan para
fundamentar un auténtico humanismo. Han advertido las contradicciones que existen entre
la praxis marxista y la creatividad y la libertad humanas, pero no han sabido elevarse hasta
la percepción de la raíz filosófica de esas contradicciones (que no es un mero error de juicio
histórico, sino el ateísmo que domina todo el pensamiento de Marx, tanto el joven como el
adulto), y, por tanto, continúan en realidad sometidos a ellas.
h) Nuevas Corrientes: Derivación en cierto modo de la tendencia neomarxista estricta que
se ha descrito, es el escatologismo de Ernest Bloch o el utopismo de Herbert Marcuse. La
posición de estos autores podría calificarse también de neomarxista, o, tal vez mejor, de
novísimo - marxista. Pero, como van más lejos que los anteriores –que los calificarían de
humanistas un tanto alejados de la realidad–, deben ser citados aparte. Un movimiento de
revisión de las ideas de Marx muy diverso de los mencionados hasta ahora, es el derivado
de la filosofía estructuralista. El estructuralismo sustituye la dialéctica por modelos formales
significativos en función de los cuales se explica la historia. El antihumanismo de este
movimiento le coloca en el extremo opuesto de los existencialistas y de muchos
neomarxistas.

Neomarxismo: Lukacs, Gyögy. Historia y conciencia de Clases. Edit. Hachette, 1960, Paris.
Althuser, Luis. Por Max. Edit. Hachette, 1967, Paris.

Pensamiento funcionalista: Desde Comte en adelante, miró la biología como aquella


ciencia que ofrecía el modelo más afín y compatible con la ciencia social. Se tomaba a la
biología como patrón para conceptualizar la estructura y el funcionamiento de sistemas
sociales y para analizar procesos evolutivos que respondían a mecanismos de adaptación.

Positivismo: Doctrina de Augusto Comte, según la cual sólo podemos conocer los
fenómenos y su conexión; se va a abandonar la pretensión metafísica de conocer la realidad
en su esencia y en sus causas reales. Luego se llamó positivismo lógico a la postura básica
del Círculo de Viena, según la cual todo verdadero conocimiento ordinario o científico se
reduce a lo que puede verificarse experimentalmente mediante los recursos del
conocimiento ordinario o científico y toda pretensión metafísica de superar estas
posibilidades en un sinsentido lógico.
En las polémicas de inspiración marxista, se ha llamado positivismo a toda actitud según la
cual la filosofía se centra en los aspectos lógicos del conocimiento y prescindiría de los
factores histórico-socio-materiales que serían los más importantes –según la línea
marxista– para determinar la naturaleza de los problemas filosóficos y sus verdaderas
soluciones.

Postmodernismo: La postmodernidad designa generalmente un amplio número de


movimientos artísticos, culturales y filosóficos del siglo XX, definidos en diverso grado y
manera por su oposición o superación del modernismo. En sociología en cambio, los
términos postmoderno y postmodernización se refieren al proceso cultural observado en
muchos países en las últimas dos décadas, identificado a principios de los 70.
Las distintas corrientes del movimiento postmoderno aparecieron a lo largo del tercio
central del siglo XX. Histórica, ideológica y metodológicamente diversos, comparten sin
embargo un parecido de familia centrado en la idea de que la renovación radical de las
formas tradicionales en el arte, la cultura, el pensamiento y la vida social impulsada por el
proyecto modernista fracasó en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, y de
que un proyecto semejante es imposible o inalcanzable en las condiciones actuales.
Frente al compromiso riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias
artísticas, intelectuales y sociales, al que considera una forma refinada de teología
autoritaria, el posmodernismo defiende la hibridación, la cultura popular, el
decentramiento de la autoridad intelectual y científica.
Si bien la acepción más usual del posmodernismo se popularizó a partir de la publicación de
La condición posmoderna de Jean Francois Lyotard en 1979, varios autores habían
empleado el término con anterioridad.
La identificación del posmodernismo en filosofía y cultura como una entidad distinta del
modernismo, y el esclarecimiento de los vínculos entre ambos, es una cuestión aún abierta
en la teoría contemporánea. La crítica de las nociones lineales de la historia ha llevado a sus
partidarios a definir como posmodernos autores del siglo XIX —sobre todo Nietzsche.
La idea de un pensamiento postmoderno ha sido fuente de arduas discusiones y aún lo
continúa siendo. Una de las fuentes de esta discusión se encuentra en que no es capaz de
definirse en términos precisos, pues son el resultado de diferentes ideas, pensamientos y
percepciones en los distintos campos de la cultura occidental. Así en el campo científico, la
teoría de la relatividad y posteriormente la física cuántica, revolucionaron la física
gravitacional newtoniana y la forma de interpretar el universo.
Lo mismo ha ocurrido en el área de la psicología y de la psiquiatría con el devenir del
psicoanálisis y sus diferentes escuelas hasta llegar a Jacques Lacan. En cuanto a la filosofía
y a la literatura el aporte postmoderno es muy parecido al que en su momento produjo el
romanticismo, como por ejemplo Kafka y Kundera.
El filósofo italiano Gianni Vattino lo define como aquel pensamiento en él que lo importante
no son los hechos sino sus interpretaciones. Así como el tiempo depende de la posición
relativa del observador, la certeza de un hecho no es más que eso, una verdad
relativamente interpretada y por lo mismo, incierta. El modelo determinista de la
causalidad, de la verdad absoluta y de la teoría del tiempo lineal o la vigencia de la
geometría euclidiana, fueron hasta hace poco paradigmas ahora superados por el
conocimiento de un espacio de cuatro dimensiones, en el cual la variable tiempo entonces
no había sido tomada muy en serio.
Uno de los síntomas sociales más significativos de la postmodernidad se encuentra en la
saga de películas Matrix, donde el realce de la estética y la ausencia de culpa causal, unidos
a la percepción de un futuro y una realidad inciertos, se hacen evidentes.
Los ideólogos más destacados en el área de la postmodernidad son Theodoro Adorno, el ya
citado Jean Francois Lyotard, Michel Foucault, Jacques Derrida y Gianni Vattino, entre otros.
Aun así, éstos son solo pensadores que giran en torno a lo que se conoce como
posmoderno, y cabe recordar que la posmodernidad como periodo (muy separado de lo
que podrían ser filósofos u otros humanistas de años u épocas anteriores) se vuelve mucho
más notoria (notoria porque no hay un acuerdo acerca de cuándo empezó) con la caída del
muro de Berlín.
Jurgen Habermas considera que la posmodernidad en realidad se presenta como
antimodernidad. Él define a los posmodernistas como ‘jóvenes conservadores’ y dice que
estos recuperan la experiencia básica de la modernidad estética; ‘reclaman como suyas las
confesiones de algo que es subjetivo, liberado de las obligaciones del trabajo y la utilidad y
con esta experiencia dan un paso fuera del mundo moderno. Este autor defendía el
multiculturalismo, y que la humanidad debe tender hacia la modernidad. Jean Francois
Lyotard critica a la sociedad actual postmoderna y dice que va más allá de lo estético, como
también a la desaparición de los relatos marxistas porque estamos determinados por
factores económicos y hay ausencia de libertad que es lo que caracterizaba a este
movimiento, y finalmente criticaba los relatos idealistas, iluministas, el cristiano y el liberal
así como la desaparición de los mandatos. La cultura posmoderna también se caracteriza
por desconfiar en esos relatos y buscaban las verdades de esos relatos basándose en sus
efectos prácticos. El defiende la pluralidad cultural y que la humanidad no ha de tender a la
modernidad, lo contrario que Habermas.
Von Beyme, Klaus. Teoría Política del Siglo XX. De la Modernidad a la Postmodernidad.
Alianza Editorial, 1994. Madrid.

Racionalismo: Doctrina filosófica que sostiene la omnipotencia de la razón.

Renacimiento: Época que comienza a mediados del siglo XV, en que se despertó en
Occidente un vivo entusiasmo por el estudio de la Antigüedad clásica griega y latina.

República: Sistema de gobierno representativo en que el poder reside en el pueblo, al que


personifica un jefe supremo llamado presidente.

Revolución: Cambio violento en las instituciones políticas, económicas y sociales de una


nación.

Rutinización: El carácter habitual, y que se da por supuesto, del grueso de las actividades
de una vida social cotidiana; la prevalencia de estilos y formas familiares de conducta que
sustentan un sentimiento de seguridad ontológica y que reciben sustento de este.
Sistema de Stajanov: Stajanov es el nombre de un trabajador soviético que en septiembre
de 1935, en la Región Carbonífera del Denetz, logró extraer más de 100 toneladas de carbón
durante su turno. En esa oportunidad superó catorce veces el rendimiento normal de un
minero. Fue tomado como modelo a seguir por el aparato soviético, ansioso de lograr la
industrialización de la U.R.R.S.

Soberano: Que ejerce o tiene la autoridad suprema; puede ser un Estado o alguien que
representa a ese Estado.

Sociedad dividida en clases: Estados agrarios en los que existe una división en clases
discernible, pero donde esa división en clases no es la base capital del principio de
organización de la sociedad.

Sofisma: Razón aparente o argumento falaz.

Sofista: Quien argumenta con sofismas.

Teocentrismo: Teoría filosófica que sitúa a Dios como centro del Universo.

Teleológico: Relativo a la teleología. Doctrina de las causas finales.

Tipos ideales: Son aquellos que se obtienen mediante la acentuación de uno o algunos
puntos de vista, a través de la asociación de un conjunto de fenómenos individuales difusos
y discretos, que en algunas ocasiones se dan menos y en otras no se dan en absoluto. Estos
se amoldan a aquellos puntos de vista acentuados en una imagen mental unitaria que nunca
puede encontrarse empíricamente en la realidad.

MODULO III
I. LIBERALISMO VS. SOCIALISMO/MARXISMO

El pensamiento contemporáneo se debate entre 2 extremos ideológicos: el liberalismo y las


corrientes socialistas, cuyo principal exponente es el marxismo.

Las características centrales de ambas posiciones pueden resumirse –preliminarmente- de


la siguiente forma:

• Liberalismo: propone e la fundación de un orden político diferente al que


representaban las monarquías absolutas de corte tradicional. Se originan en la Ilustración
europea e inspiran las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. Resaltan
el papel protagonista del individuo: su libertad es el valor supremo, que no tiene otro límite
que la libertad de los demás. Del acuerdo entre los individuos libres nace la comunidad
política. El progreso de esta comunidad no puede ser programado: hay que dejarlo al
resultado espontáneo de la competencia entre individuos libres y racionales, porque de esta
tensión de intereses nace el equilibrio beneficioso para todos. La autoridad política debe
limitarse a garantizar las reglas básicas de aquella competencia. Su legitimidad deriva de la
adhesión libre que obtiene entre los miembros de la comunidad. Sin embargo, a finales del
siglo XIX, algunos sectores liberales –especialmente, en Gran Bretaña- se percataron de que
la evolución del capitalismo industrial y financiero había generado grandes desigualdades
sociales, que dejaban sin sentido la defensa de la libre iniciativa individual propuesta por el
propio liberalismo.

• Socialismo. Los resultados del liberalismo: explotación, desigualdad, marginación,


prodecen una reacción critica, refundacional del pensamiento ideológico contemporáneo.
El orden social no se basa ni en la competencia libre, ni en la tradición: se basa en la
solidaridad humana y en una comunidad igualitaria de bienes y recursos. Para alcanzar este
orden solidario, la intervención de la autoridad política es decisiva. El debate sobre esta
intervención dividió desde un principio al movimiento socialista entre los partidarios de la
vía revolucionaria y de la imposición drástica y por la fuerza de sus propuestas y los
partidarios de introducirlas gradualmente mediante la participación en el sistema político
liberal-democrático. Comunismo marxista y socialdemocracia representan las dos versiones
del socialismo como ideología.

1. El pensamiento socio – político de la Edad Contemporánea, o la Era del Capital y del


Imperio (1848- 1945)

a. Antecedentes

El sistema capitalista de las sociedades occidentales contemporáneas es producto de una


evolución que resulto lenta en sus orígenes, pero luego se precipitó y consolidó con el correr
de los siglos XVIII, XIX y principios del siglo XX. Este sistema, basado en la ganancia y en la
actividad del mercado, se ha caracterizado por su expansión a escala mundial y por la
complejidad creciente de las actividades que formaban parte del mismo.

La evolución a la que se viene aludiendo, fue posible gracias al desarrollo y al


perfeccionamiento de los medios técnicos, y a la adopción de un régimen de libertad
económica.

La expansión de la economía, al igual que la expansión del mercado, se produce en dos


etapas. La primera de ellas se centra en la formación de un mercado nacional, mientras que
la segunda se caracteriza por la conformación de un mercado mundial.

El mercado nacional se completa, a partir del siglo XVI, con la consolidación de los Estados
centralizados; tal es el caso de Francia, Inglaterra y España. Cuando llegó a lograrse cierta
unidad en el interior de los Estados, el intercambio entre regiones se vio favorecido. No
obstante, aún persistían numerosas limitaciones, producto de la existencia de aduanas
interiores y del primitivo desarrollo con el que contaban los medios de transporte y las vías
de comunicación.

Hacia el siglo XVIII, muchos de estos impedimentos comenzaron a desaparecer


paulatinamente. Al triunfo de las ideas liberales se le suma el explosivo desarrollo de la
técnica, que implicó el surgimiento de las vías férreas y de los canales, posibilitando con ello
mejoras en las comunicaciones.

La consolidación del mercado mundial se ha visto favorecida por los descubrimientos


marítimos, que abrieron al comercio nuevos mercados y nuevas fuentes de abastecimiento.
En ese contexto, cada país procuró intensificar al máximo su comercio con el exterior. Esta
práctica económica se desarrolló principalmente en Inglaterra y Francia, y más tarde en
Estados Unidos y Alemania.

Posiblemente, usted se preguntará aquí acerca de cuál ha sido el origen del capitalismo.

A este punto del desarrollo del contenido, estamos en condiciones de afirmar que el
antecedente directo del capitalismo moderno fue el desarrollo del capitalismo comercial y
financiero. A su vez, tal como usted habrá analizado en el módulo anterior, la primera
actividad económica que comenzó a reactivarse fue el comercio, trayendo como
consecuencia inmediata la acumulación de capitales.

Los grandes inventos mecánicos se desarrollaron inicialmente en Inglaterra. Este hecho,


lejos de ser casual, podría explicarse teniendo en cuenta que en aquellos tiempos Inglaterra
era el centro de las principales corrientes comerciales del mundo.

El capitalismo existe como un todo solo desde el siglo XVIII, no obstante, sus formas
comerciales y financieras han aparecido mucho antes.

Podríamos decir que el capitalismo industrial se desarrolla cuando los capitales, producto
del intercambio comercial, buscan posibilidades de inversiones productivas, y las
encuentran gracias a la revolución industrial. La economía capitalista, tal como se la conoce
en épocas modernas, se constituirá recién cuando los principios de ese sistema hayan
llegado a la industria. Es por ello que su advenimiento tiene lugar al finalizar el siglo XVIII,
gracias a una doble revolución:

 La revolución en la técnica con el desarrollo del maquinismo, conocida con el


nombre de Revolución Industrial.
 La revolución en el derecho que se desarrolla en las instituciones jurídicas, con la
aparición del liberalismo.

b. Revolución Industrial.
La gran transformación técnica conocida como Revolución Industrial se manifiesta en
primer lugar en Inglaterra. Este país contaba con un comercio marítimo sumamente activo,
que le aseguraba la posibilidad de obtención de materias primas y mercados, a la vez que
le permitía constituir una poderosa industria gracias a la acumulación de capital que ya
había obtenido y al gran crecimiento de la mano de obra.

El maquinismo se desarrolló prodigiosamente, y reemplazó poco a poco al trabajo manual.

En este contexto tienen lugar las primeras invenciones que aparecen en la industria textil;
hacia 1733 puede aludirse a la lanzadera volante de John Kay; en 1765 a la máquina de hilar
de Hargreaves; en 1784 al telar de Cartwright. Todos estos descubrimientos posibilitarán el
surgimiento de la industria textil en gran escala.

El impulso determinante en este período viene dado por la utilización de la fuerza motriz.

La gran transformación fue el descubrimiento de la máquina a vapor, que poco a poco se


fue aplicando a los distintos sectores de la industria y que permitió en Inglaterra la
supremacía de la industria.

Cabe advertir que la Revolución Industrial trajo como consecuencia profundas


transformaciones en distintos aspectos. Para que ella pudiera lograr tal desarrollo fue
necesaria, por un lado, la acumulación de capital, y por el otro la concentración de mano
de obra. Lo primero se logró a través de los comerciantes, grandes impulsores de la
industria, que realizaban intercambios con India y América. Por otra parte, usted debe tener
presente la relevancia en este proceso de la creación de bancos y entidades financieras,
dado que dejaban grandes beneficios en los negocios.

En segundo lugar, la concentración de mano de obra fue una consecuencia de los cambios
producidos en la agricultura. La industria lanera fue la primera en desarrollarse, y condujo
a los grandes propietarios a cambiar el cultivo por la ganadería, que necesita menos
inversión y menos personal. Muchos pequeños propietarios vendieron sus campos,
concentrando mano de obra en las ciudades, por lo que numerosos grupos de personas
afluían sin cesar a estas últimas.

Todas estas circunstancias permitieron el desarrollo de las industrias algodoneras y las


metalúrgicas, a la vez que hicieron posible el surgimiento de la industria con fisonomía
moderna.

Las técnicas manuales fueron progresivamente dejando el lugar a la gran industria, a las
máquinas y a la división del trabajo en las fábricas modernas. En un período relativamente
breve de tiempo, se hicieron visibles las transformaciones que trajo la Revolución Industrial,
tales como el crecimiento ilimitado de la producción, la aparición de grandes empresas, las
exportaciones en masas, entre otros, lo que trajo como consecuencia, el advenimiento del
capitalismo.
Otra revolución que resulta sumamente significativa en el desarrollo del capitalismo, es
aquella que tiene relación con una corriente ideológica: el liberalismo.

c. El liberalismo como sostén ideológico

El desarrollo de la técnica resultó fundamental como impulsor de la Revolución Industrial.


A su vez, este desarrollo se vio complementado y potenciado por la aparición de una
corriente de pensamiento que preparó al terreno con el espíritu de empresa. La actividad
económica que existió en el siglo XVIII no hubiera podido desarrollarse de la manera en que
lo hizo sin un consecuente régimen de libertad.

Las reglamentaciones del sistema mercantilista, que trababan de manera permanente las
acciones de intercambio, fueron reemplazadas por las doctrinas fisiócratas.
La fisiocracia fue una doctrina que surgió por primera vez en Francia en el siglo XVIII. Su
representante más destacado fue Francois Quesnay (1694-1794), quien explicó con claridad
los fundamentos de esta nueva teoría. La doctrina establecía básicamente que los
fenómenos económicos obedecían a ciertas leyes derivadas de la misma naturaleza. En
contraposición a los sistemas empíricos, tal como el mercantilismo, elaboró la economía
científica.

A diferencia del riguroso control estatal que proponían los mercantilistas, la escuela
fisiócrata creía que las leyes de la economía se asemejaban a las de la naturaleza. Si no se
interfería con ellas, los procesos económicos terminarían generando por sí mismos, y de
manera espontánea, una sociedad rica y próspera. El conocido lema francés laissez-
faire, laissez-passer, le monde va de lui mème (dejar hacer, dejar pasar) era una expresión
de esta concepción. La misma filosofía se regía para el comercio internacional, donde no se
aceptaba ningún tipo de trabas y protecciones; por el contrario, eran partidarios del libre
cambio. Establecían que la base de la economía de un país era la agricultura,
diferenciándose así de los sistemas mercantilistas que sostenían que las naciones eran ricas
de acuerdo con la cantidad de metales preciosos que hubieran acumulado.

Esta doctrina sentó las bases para el desarrollo de los movimientos ideológicos que
cambiarán la historia del pensamiento. Este proceso culminó durante la Revolución
Francesa, cuando se establecieron los principios de libertad e individualismo, y los derechos
del hombre y del ciudadano.

El liberalismo se convirtió en la ideología de la clase burguesa, y se ha visto beneficiada con


el movimiento revolucionario de fines del siglo XVIII, la Revolución Francesa. Los principios
del liberalismo fueron expuestos por Adam Smith (1723 - 1790) en su famoso
libro Consideraciones sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776),
donde logra realizar una simbiosis entre las ideas de Quesnay y la realidad inglesa. Smith
sostuvo que la división del trabajo era indispensable para el proceso económico, y que el
intercambio era la base del desarrollo comercial y de la riqueza. Este intercambio al que se
alude, debía realizarse con la mínima intervención del Estado y la máxima de la iniciativa
privada.

En este contexto, irrumpió una visión del trabajo como elemento constitutivo de lo
humano, y contribuyó a fortalecer la perspectiva sobre la naturaleza a la que se había dado
lugar con estas posturas ideológicas. La sociedad debía buscar el mejor rendimiento en el
trabajo de todos sus miembros, sin tener en cuenta su posición social. De esta manera, se
pretendía potenciar el esfuerzo de cada hombre, bajo el supuesto de que el progreso y la
libertad harían más rico y más tolerante a cada hombre.

Junto a Smith podría considerarse otro pensador que contribuyó a sentar las bases de la
teoría liberal. Se trata de David Ricardo (1772 – 1823), autor de Principios de Economía
Política.

En este estudio se desarrolla la teoría del salario natural y la doctrina de los costos. Smith
postulaba que la tierra era un factor productivo muy importante, aunque no desconocía el
valor de los adelantos técnicos. En contraposición a ello, David Ricardo sostenía que la
industria manifestaba un crecimiento muy rápido y podía dar grandes beneficios. Por su
parte, consideraba al trabajo como origen de todo “valor“, y su cantidad como medida que
regula el valor de una mercancía, distinguiendo así distintas clases de trabajo.

En relación a los salarios que debería recibir el trabajador, el autor ofrece una
diferenciación. El “salario natural” es el salario mínimo indispensable, aquello que necesita
un obrero y su familia para mantenerse. A su vez, puede distinguirse del anterior el “salario
corriente”, que es el que recibe el obrero realmente; este depende de la oferta y la
demanda, pero siempre tiende a acercarse al precio natural.

d. Análisis de las estructuras del capitalismo

Es interesante puntualizar los rasgos característicos del sistema capitalista y remarcar


ciertos aspectos que lo diferencian de otros sistemas. El sistema capitalista se caracteriza
por una técnica perfeccionada que se utiliza en los procesos de producción. Esta técnica
posibilita el reemplazo del trabajo manual por métodos que resultan más productivos,
utilizando medios de producción –instrumentos para transformar la materia prima–. A su
vez, el maquinismo y la división del trabajo acrecientan el rendimiento individual y de la
producción en general.

El sistema capitalista reposa en la propiedad privada de los medios de producción. Estos


medios generalmente pertenecen a hombres que no son los que realizan las tareas de
ejecución, reservadas para los asalariados. Esta forma de producción, se diferencia de las
economías artesanales donde el dueño de la industria colabora, con el resto de sus
empleados, en la ejecución de las tareas. Se diferencia también en que el valor del producto
no pertenece solamente al productor, como en sistemas anteriores, por el contrario debe
repartirse entre los distintos participantes del proceso de producción: salario para los
obreros, ganancia para el empresario, etc. Todas estas rentas se establecen de acuerdo al
precio obtenido de los productos en el mercado. El mercado, a través de los precios, es el
encargado de establecer la parte que le corresponderá de cada uno.

Podríamos postular a continuación dos principios que identifican al sistema capitalista: el


de la libre competencia, que rige las relaciones de los productores entre sí, y el de
la libertad de trabajo, que rige las relaciones entre éstos y sus obreros. En 1791 se establece
por decreto la libertad de comercio, en el sentido más amplio del término, esto implica que
toda persona tendrá libertad para realizar el negocio o ejercer la profesión u oficio que
encuentre a su gusto.

La característica más distintiva del sistema capitalista es la permanente búsqueda de la


ganancia, el objetivo del productor no es satisfacer las necesidades sino obtener la mayor
ganancia posible. Por todo ello se sostiene que, en última instancia, es el precio el que
orienta la producción. Al presentarse un producto en el mercado, la oferta y la demanda
establecen el precio.

En lo social, el sistema capitalista traerá como consecuencia la división de la sociedad en


clases sociales, si bien ésta ya había existido en épocas anteriores, pero en función de otros
criterios. En ese momento aparecen los patrones, que tienen la propiedad y la tarea de
gestión y dirección de la empresa, y por otro lado los asalariados o proletarios con las tareas
de ejecución.

Las condiciones en que trabajaban estos asalariados fueron desde el comienzo deplorables.
La jornada laboral era sumamente extensa; los lugares donde desenvolvían sus tareas
generalmente eran insanos. Por otra parte, se utilizaba la mano de obra femenina y la de
niños, por resultar más barata. Existen informes, tanto de Francia como de Inglaterra, en
los que se explica la situación en la que vivían los obreros. En muchos casos las horas de
trabajo se extendían hasta diecisiete por día. A estas irregularidades y abusos, el mismo
sistema respondió con recursos de protección para una u otra clase. Este es el caso del
surgimiento de los sindicatos, gremios, tanto patronales como obreros, que velaban por los
intereses de sus afiliados.

Por otra parte, desde el mismo Estado se delinearon soluciones a estos problemas con leyes
que regulaban los trabajos y las relaciones laborales. Tras un largo período de luchas y
desencuentros, este proceso culminó en el llamado constitucionalismo social que, a partir
del siglo XX, estableció en las constituciones liberales las relaciones patrón – obrero, no
contempladas hasta el momento. Es aquí donde aparecen los primeros críticos al sistema
imperante, los socialistas.

2. El Socialismo Premarxista
En la segunda mitad del siglo XIX, el capitalismo y las corrientes liberales han sido
frontalmente atacados en toda Europa por los pensadores socialistas, Marx y las corrientes
anarquistas.

La denominación de Socialistas Utópicos viene de Engels, ya que según él trataron de


describir las características de la sociedad futura, tomando la posta dejada por Campanella
y Moro (temas desarrollados en el módulo I), oponiéndose a la vez a un socialismo más
científico, en el que se ubicaban Marx y el propio Engels.

De todos modos todos están de acuerdo en que condenan éticamente a la sociedad en que
viven, también coinciden en que hay que crear un nuevo orden social sin propiedad privada,
y que ese nuevo orden puede ser planificado hasta los más mínimos detalles. Luego de estos
puntos en común, las diferencias son notables, entre ellos es posible mencionar a:

ROBERT OWEN (1771 –1858) esboza una reforma de la sociedad con el fin de remediar la
pobreza y desventuras de los asalariados. Organiza sociedades utópicas en Escocia. Tuvo
mucha influencia en el desarrollo de la legislación obrera.

En Francia también tuvieron eco estas nuevas corrientes. El más destacado fue el CONDE
DE SAINT SIMON (1760 - 1825), que se apartó del practicismo de OWEN y propuso un nuevo
orden social bajo la dirección de las clases productoras, con el fin de conseguir el mayor
progreso de la industria. Su ideario se caracteriza por un industrialismo con una ligera
mezcla de socialismo.

CHARLES FOURIER (1772 – 1837) también criticó el orden existente y propuso el


establecimiento de un número de “falanges” o grupos de 500 familias reunidas en
comunidades, donde debía reinar la armonía natural, sin una autoridad coactiva. A todos
los individuos se les garantizaba una recompensa y se distribuía el exceso en arreglo con
una proporción.

Entre 1830 y 1848 el proletariado comenzó a formarse como una fuerza activa de la política.
El régimen de la industria había permitido la formación de una clase obrera importante, que
se sentía desposeída. Poco a poco la concentración de trabajadores fue desarrollando un
espíritu de masas entre ellos, y comenzaron a percatarse de la posibilidad de una acción
conjunta. Las doctrinas socialistas se fueron extendiendo por toda Europa, pero se fueron
abandonando las corrientes utópicas ya que habían fracasado sus experiencias El nuevo rol
de las clases trabajadoras y el ambiente favorable a la formación de un movimiento
unificado dieron lugar a un movimiento de carácter inminentemente proletario que se
enorgullecía de su espíritu científico y realista. Abogaba por la extensión de las funciones
del Estado, en contraposición con la postura de los utópicos de organizar asociaciones
voluntarias. El movimiento socialista pasó de un humanitarismo moderado a un punto de
vista revolucionario y político fundado en una inevitable lucha de clases.

a. El pensamiento de Karl Marx (1818 – 1883)


El marxismo [1] se presenta como una interpretación completa de la vida humana, y no sólo
de la vida humana sino también de la naturaleza. Ofrece una versión del presente del
hombre, y de su pasado y futuro.

Marx nació en Treveris (Alemania). Luego de finalizar sus estudios universitarios, y


relacionado con los discípulos de Hegel, Marx se dedicó activamente al periodismo y a la
acción política. Animador de diversos círculos políticos internacionales, junto con su amigo
y colaborador Friedrich Engels (1820-1895) fundo una sociedad secreta (la Liga de los
Justos), que en 1848 l e encargo la redacción de un programa político formal, el Manifiesto
Comunista.

Después del fracaso de la Revolución de 1848, Marx partió al exilio sucesivamente a Bélgica,
Francia y por último Inglaterra, en donde viviría hasta el final de sus días.

Como integrante, en su juventud, de la llamada izquierda hegeliana, es decir aquel grupo


de discípulos de Hegel, tanto Marx como Engels trataron extraer el núcleo racional de la
filosofía hegeliana, es decir poner a Hegel con los pies en la tierra, es decir privarle a la
dialéctica hegeliana de su idealismo y de la consideración de la Historia como el proceso de
sucesivas encarnaciones de la idea que tiene su culminación en el Estado.

Para Marx, la Historia es un camino de cambios y transformaciones, todas ellas de diverso


contenido y forma. Todo este proceso no es un caos, sino que puede ser comprendido en
tanto este enmarcado por grandes estructuras. Estas estructuras no son otra cosa que los
“modos de producción”, los cuales al irse sucediendo forman la clave del devenir histórico
de la humanidad.

Y si tienen incidencia en la economía, esta última se desarrolla en el proceso productivo, en


el que distingue dos elementos importantes, las fuerzas productivas y las relaciones sociales
de producción.

Son en estas últimas donde Marx distinguirá las clases sociales, definida cada estructura de
clase por un modo de producción: El esclavismo, contrapone esclavos con terratenientes;
el feudalismo, siervos a señores feudales y el capitalismo confronta proletarios con
burgueses. En todos los casos las diferencias son entre propietarios y no propietarios de los
medios de producción. Y tal como mencionamos más arriba, la suplantación de un modo de
producción son los que generan la clave del devenir histórico.

Finalmente dos son los factores para que un modo de producción entre en crisis: la
transformación técnica y la lucha política. En el caso de la primera, se refiere al desarrollo
de las fuerzas productivas, mientras que la segunda hace alusión a la lucha política, es decir
el enfrentamiento entre las clases implicadas en un sistema dado. Con esto, tanto Marx
como Engels dirán que el motor de la Historia es la lucha de clases, donde al finalizar dicha
lucha, seguramente quedará destruido el viejo orden y quedará construido un nuevo modo
de producción.
b. La Sociedad Capitalista

La característica del modo de producción capitalista, es la desvinculación entre el trabajador


y los medios de producción, quedándole a los obreros solamente su trabajo, y todos ellos
bajo la dirección del capitalista que les paga su salario.

En este sentido, Marx no critica al capitalismo, como lo hacían los socialistas anteriores a él,
sino que está atravesando por tendencias contradictorias que generan una sociedad en
tensión permanente, donde los capitalistas no roban ni engañan a los trabajadores, y
sometida a cambios e innovaciones.

Como todos los modos de producción, el capitalismo está atravesando por tendencias
contradictorias que se manifiestan entre la clase dominante (burguesía) y la clase dominada
(proletariado). La búsqueda de beneficios de los capitalistas genera una sociedad en tensión
permanente, una sociedad sometida a cambios permanentes, donde los capitalistas
individuales se pasan a las empresas locales, de estas a las nacionales y finalmente a una
internacional (el capital no tiene patria, según Marx).

De tal modo que la dinámica propia de un modo de producción está caracterizada por dos
clases sociales, una propietaria y otra asalariada, y por un conjunto de contradicciones, de
irracionalidades en el proceso económico: autoritarismo en el seno de la empresa y
anarquía en el mercado, riqueza creciente y a la vez, miseria creciente, importantes
recursos desaprovechados, desempleados (ejército industrial de reserva, según Marx) que
presionan sobre los ocupados por la productividad.

Finalmente una de estas crisis cíclicas, la definitiva, será la expresión de estas


contradicciones, y dará lugar a una revolución que abrirá el camino para un nuevo modo de
producción, el comunista.

Lectura básica
Para comprender de un modo más cabal la idea de la teoría de la teoría del materialismo
histórico, lo invito a que lea las ideas de Marx en Sabine, George. Historia de la Teoría
Política. Fondo de Cultura Económica. 1970, México.

c. El Comunismo
Para Marx el comunismo es el sentido de la evolución de la sociedad. Las luchas intestinas
de la sociedad capitalista darán lugar a una sociedad diferente, en la que no exista la
propiedad privada de los medios de producción, la economía esté planificada y el
proletariado sea la clase dominante.

La sociedad comunista estará basada en la libre satisfacción de las necesidades humanas,


en donde la abundancia será el denominador común, no habrá ni clases sociales ni Estado
(hay coincidencia con el anarquismo), pero habrá plena libertad y la humanidad, por
primera vez, saldrá del reino de la necesidad, comenzando la verdadera historia humana.

Esta sociedad no es alcanzable inmediatamente, es necesario una fase intermedia, que


Marx llama Socialismo, donde cohabitan las clases sociales y el Estado y en la que cada
individuo recibirá proporcionalmente de acuerdo al trabajo que realiza. Aquí la clase
dominante será la clase trabajadora, y el Estado será la herramienta en sus manos para
conseguir la transformación social. Este Estado es de transición, ya que en su seno se
realizará la transformación para llegar al Estado Comunista. Ahora bien este Estado se
logrará merced al conjunto de todos los proletarios (proletarios de todos los países uníos,
frase con la que acaba el Manifiesto Comunista).

El legado Marxista está caracterizado por una pluralidad marxista, de ahí que se produjo la
ruptura entre socialistas y anarquistas y después de la Revolución Rusa de 1917 también se
produjera la ruptura entre comunistas y socialistas.

3. Los Caracteres Principales del Estado. La Razón y la Historia

El devenir es el concepto fundamental del pensamiento de Hegel (1770-1831) que conoció


tres grandes acontecimientos políticos: La Revolución francesa, el Imperio de Napoleón y la
guerra prusiana de liberación. Su filosofía política está caracterizada por el intento de
conciliar la polis griega (donde la vida comunitaria y la relación del hombre con la
comunidad eran prioritarias frente a cualquier situación particular) con la subjetividad que
proviene de la Revolución Francesa. En ella ve Hegel el intento más importante para realizar
los dictados de la razón humana en el mundo. Para él la razón humana es el lugar donde los
hombres han de rehacer las cosas a partir de una libertad, que considera absoluta. Por tal
razón abjura del terror, que lleva a una lucha de intereses particulares junto con la
incapacidad de recrear una nueva sociedad que reemplace a la que destruyó el terror. En
este intento de conciliación entre el ciudadano y la polis, estaría presente la autonomía
moral radical de Kant y de Rousseau.

Los Caracteres Principales del Estado

La Constitución de Alemania escrita por el en 1801 es el primer intento de dar una definición
real al Estado frente a las guerras de la Revolución Francesa sobre el sistema político alemán
tradicional. En función de esto, la Constitución es una realidad viviente e histórica que
emana de la ética del Estado. Es el espíritu del pueblo y cada pueblo tiene la constitución
que es adecuada a él.

En cuanto a la soberanía, esta pertenece al Estado y no al pueblo. El pueblo, sin sus


monarcas y sin la articulación del todo, es una masa carente de forma, que no forma un
Estado y por lo tanto no tiene acceso a la soberanía, gobierno, tribunales, clases, etc.

En cuanto a la forma de gobierno, considera a la monarquía como la más importante, la que


a su vez debe ser hereditaria por ser racional, más allá del derecho de sucesión. Si fuera
electiva, se estaría entregando el poder del Estado a la discreción de la voluntad particular,
lo que implicaría un debilitamiento y pérdida de la soberanía.

En cuanto a la división de poderes, no la acepta como tal, porque llevaría de algún modo a
la desintegración del Estado; y en cuanto a su clasificación, a diferencia de la tradicional de
los tres poderes, el considera que el poder de determinar lo universal, es el poder
legislativo; el poder que se ocupa de la subunción de las esferas particulares y los casos
individuales bajo lo universal, el poder gubernativo; y la subjetividad como última decisión
de la voluntad, es el poder del príncipe. En este último se reúnen los diferentes poderes en
una unidad individual, que es la culminación y el comienzo del todo, constituyendo a la vez
la monarquía hereditaria.

La Razón y la Historia

Su filosofía del derecho termina con un capítulo sobre historia universal que el propio Hegel
desarrollaría como la Filosofía de la Historia. Esta última es considerada como la marcha
hacia la libertad. El Estado adquiere trascendencia como parte del progreso histórico, que
lo articula como paradigma de las instituciones políticas, culturales y religiosas de una
comunidad. A esta sumatoria de características, Hegel le llama “el espíritu del pueblo”. En
este proceso histórico, los hombres no ven claramente su papel ni lo que están haciendo al
decidirse por una u otra norma (es el avanzar dialéctico). Aquí Hegel agrega su concepto de
la “astucia de la razón”, que es presentada como usando las pasiones de los hombres para
lograr sus propósitos. Esta astucia está presente en hombres que alcanzaron gran relevancia
(Alejandro, César, Napoleón) y que abrieron y marcaron una época. Es en este contexto en
que Hegel apeló a su famosa cita, “lo racional es real, lo real es racional”. Con esta frase,
Hegel quiso decir que es racional lo que tiene potencial de realizarse por sí mismo; por lo
que el desarrollo histórico tenga una estructura racional. Para comprender mejor la idea de
Hegel, lo invito a que incursione en algunos de sus pensamientos.
Lectura básica
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero consultar los fragmentos de
Hegel.

II. PODER, SOCIEDAD, ECONOMIA Y ESTADO.

Lectura complementaria
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el libro de J.
Valles. Ciencia Política, una introducción; en el capítulo sobre EL PODER.

1- Entre el Siglo XIX y el XX

La sociedad burguesa a partir del tercer cuarto del siglo XIX estuvo ya segura de sí misma y
especialmente de sus logros. Las dos principales corrientes de pensamiento se
subordinaban a la ciencia, el positivismo francés, relacionado sin lugar a dudas con Augusto
Comte y el empirismo británico, relacionado con John Stuart Mills, sin dejar de mencionar
al, según Eric Hobsbawm, mediocre pensador y de gran influencia Herbert Spencer (1820 –
1903). La doble base de la filosofía positiva de Comte fue la inmutabilidad de las leyes de la
naturaleza y la imposibilidad de alcanzar un conocimiento infinito y absoluto. El positivismo
se transformó en una justificación filosófica del método convencional de las ciencias
experimentales. El método positivo era el triunfo del último estadio por el que debe pasar
la humanidad, los cuales eran según Comte el teológico, el metafísico y el científico. Del
último de ellos, la expresión más adecuada era el liberalismo, coincidiendo tanto Spencer
como Mills.

Nadie dudaba del progreso de la época, aunque había una división fundamental entre los
que pensaban que sería continuo y lineal y que lo consideraban que debía ser discontinuo
y contradictorio (en este caso lo ubicamos a Marx).

Aunque este progreso fue masivo, hubo ciertos campos donde el avance fue notable, tal es
el caso de la Teoría de la Evolución, reconocida como crucial, donde la figura de Charles
Darwin (1809-1882) fue la dominante.

En el campo de las ciencias sociales, el aporte de la Historia fue bastante escaso porque la
mayoría de los historiadores estaban abocados a las batallas, los gobernantes, los tratados,
etc.; es decir un apolítica retrospectiva, sobre la base de los documentos contenidos en los
archivos públicos y centraron sus publicaciones alrededor de dos polos, el de las tesis
académicas y el de la publicación especializada: Simplemente querían reconstruir y
conservar el pasado.

Finalmente esta etapa del triunfo liberal comenzó con una revolución fracasada, la
Revolución de 1848 y culminó con una depresión económica fracasada, estuvo
caracterizada por el triunfo del monopolio industrial británico. Desde un punto de vista
demográfico, la población europea paso entre 1870 a 1910 de 38,5 a 92 millones. La etapa
que sigue a este triunfo liberal estará caracterizada por la aparición de un Imperialismo
Feroz, tanto en el aspecto económico, bélico como político.

a. Imperialismo

En el último tercio del siglo XIX comenzó lo que es habitual llamar “la época de la Segunda
Revolución Industrial y del capitalismo financiero”. El término es aplicado a las grandes
transformaciones que sufrió la industria a partir de 1850.

Se caracterizó por el descubrimiento de nuevas fuentes de energía –especialmente la


electricidad– y grandes inventos científicos, que afectaron especialmente las
comunicaciones. Las consecuencias inmediatas fueron la producción masiva y su rápida
extensión por todas partes. Los procesos fueron notablemente acelerados. La maquinaria
se hizo cada vez más de mayor complejidad y tamaño, y aparecieron los instrumentos de
precisión. Los productos sintéticos reemplazaron a los materiales utilizados hasta ese
entonces.

Presionada por la demanda de la industria, la técnica ha tenido que ir dando soluciones a


las necesidades que su desarrollo fue planteando por estos años. Por lo tanto, la ciencia se
convirtió en uno de los colaboradores más vitales de la industria moderna. Una de las ramas
que más influyó fue la química, con el descubrimiento de productos sintéticos y de nuevos
métodos para fertilización y refrigeración, aplicados luego a la conservación de carnes,
vegetales y otros alimentos. Entre los negocios más importantes dependientes de la
química, figura la industria petrolera, sobre todo desde la aparición de los motores de
combustión interna. Aumentó mucho su demanda cuando se remplazó el carbón como
combustible en las locomotoras, vapores y calefacción doméstica.

Es interesante resaltar que otra de las aplicaciones de la química fue la industria del caucho.
Este material existía antes de la mitad del siglo XIX, pero con muy pocas aplicaciones. En
1839, Carlos Goodyear descubrió la vulcanización del caucho, sometiéndolo a grandes
temperaturas asociado con el azufre. Mejorando este método se pudo aplicar en los tejidos
y las botas modernas impermeables. La aplicación que más trascendencia tuvo fue en las
ruedas de automóviles y bicicletas.
Considero que algunos de los cambios de la Segunda Revolución Industrial que pueden
considerarse más trascendentes fueron los que se dieron en los transportes y
comunicaciones. Gracias a ellos el mundo se achicó, acortándose las distancias. Con la
aparición de los ferrocarriles se logró unir puntos geográficos muy distantes en un tiempo
tan corto que años anteriores hubiera sido propio de una imaginación fantástica.

También fueron notables los progresos en los medios de comunicación y de transmisión de


noticias. La conquista del espacio para lograr mandar mensajes por aire está asociada a
Guillermo Marconi. Este físico italiano pudo mandar un mensaje a través del Canal de la
Mancha en 1899, y en 1901 transmitió su primer mensaje inalámbrico a través del Océano
Atlántico, una distancia de más de 3000 millas. A partir de este descubrimiento comenzó
una carrera desenfrenada en los inventos donde podían aplicarse estos avances técnicos,
como el telégrafo, el teléfono y la radio, entre otros de mucha importancia.

La producción en masa fue una de las características más notables de esta etapa, y dependía
fundamentalmente de la eficacia en el proceso de elaboración. Uno de los primeros que se
preocupó por la eficiencia de la producción fue John Rockefeller en la industria del petróleo.
Se dedicó especialmente a eliminar el despilfarro y los gastos innecesarios en la producción
y distribución de productos petroleros, centralizando todo el proceso. Pero quien puso todo
el empeño en lograr la mayor eficiencia posible fue Henry Ford. En 1908 consiguió acelerar
la producción de partes de automóviles e inventó un aparato para montarlas con la mayor
velocidad. Los resultados de esos nuevos métodos de producción en masa fueron notables.
En 1914 Ford fabricó 700 unidades por día; en 1922 se lograron 4000 (BARNES, Harry
Ellmer, Historia de la economía del mundo occidental, Ed. Hispano-Americana, 1955, p.
567.).

Estas modificaciones cambiaron el ideal que hasta entonces había sido la libertad del
mercado por el de la rentabilidad industrial, para lo cual era necesaria la concentración del
poder económico en pocas manos, grandes inversiones y penetración de la banca en la
estructura industrial, control del mercado a través de trusts, cartels y otras asociaciones.
Una de las consecuencias más importantes fue el desarrollo de luchas cada vez más duras
para obtener nuevos mercados y la hegemonía económica, con el fin de influir sobre el
poder público de cada una de las naciones y procurarse también la preponderancia y éxito
en materia de relaciones internacionales. Surgió por lo tanto un nuevo colonialismo,
esencialmente económico, como consecuencia de la necesidad de nuevos mercados para
colocar los productos de la industria, nuevas zonas de inversión de capital y de obtención
de materias primas a bajo costo.

Desde el punto de vista de sus implicancias políticas, el despliegue de la Segunda Revolución


Industrial motivó una creciente intervención del Estado, o bien para poner freno a la
competencia o buscando fines políticos.

En el mundo de los trabajadores se logró una sostenida, aunque lenta, mejora en las
condiciones de vida y de trabajo de los obreros industriales en la mayoría de los países
adelantados, aunque hubo excepciones. Se obtuvo, por las duras luchas, la libertad sindical
y con ella distintas organizaciones obreras, variados modelos de movimientos sociales y de
relaciones laborales.

Naturalmente, todos estos factores hicieron sentir su directa influencia sobre la clase que
constituía el fundamento del Estado liberal –la clase media– que perdería su fuerza frente
a los intereses opuestos del proletariado.

Frente a todas las modificaciones que fue sufriendo el capitalismo liberal del siglo XVIII y
comienzos del XIX, surgirá el imperialismo a fines de este siglo.

A comienzos del siglo XIX, existía un único imperio verdaderamente mundial: el Imperio
Británico, debido a la caída de la dominación hispanoportuguesa en América.

El crecimiento del nacionalismo moderno intensificó el deseo de conseguir colonias. El gran


ciclo revolucionario atlántico tuvo como consecuencia un reflujo de la colonización europea
en el nuevo mundo. En Norteamérica aún se mantuvieron como colonias el Canadá
británico y Alaska, propiedad del zar de Rusia; pero en la América hispana tan solo
permanecieron como tal la Guayana y el islario caribeño.

Otro caso, como la conquista del Oeste y la lucha contra los indios, se considera una
colonización propia de la historia nacional de los EE.UU, según la declaración de Monroe de
1823, y no como una parte más del gran ciclo del colonialismo del siglo XIX.

Una vez cumplido el ciclo colonizador del periodo moderno, de orientación americana, la
expansión colonial contemporánea se dirigió hacia Asia, Oceanía y África. A partir de ese
momento, la expansión europea se interesó por las zonas intertropicales, concentrándose
en India e Insulindia.

Varias décadas más tarde, debido al desarrollo tecnológico, ya sea en transportes


ferroviarios y marítimos como en medios técnicos puestos al servicio del expansionismo
europeo, el imperialismo logró extenderse a todos los territorios que aún no habían sido
ocupados por el hombre blanco.

Gran Bretaña, debido a su poderosa armada, su intenso comercio y la extensión de sus


territorios ultramarinos, se convirtió en el modelo para todas las naciones industrializadas.
Según el grado de desarrollo industrial y poderío militar, las naciones que subseguían a Gran
Bretaña eran: Francia, Alemania, Rusia, Estados Unidos y Japón.

Junto a estos Estados pervivían viejos imperios, que en otro tiempo habían tenido gran
importancia y que ahora estaban próximos a desaparecer: Holanda, resignada a ser una
pequeña nación europea; Portugal con sus colonias del este y el oeste de África, codiciadas
tanto por británicos como por alemanes; y España, que tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico
y las Filipinas, solo conservaba algunas posesiones africanas.
Gran Bretaña representaba justicia, la bonanza y el próspero fruto de la expansión colonial,
situación creada por los hombres de estirpe anglosajona que habían asentado por todo el
mundo su bandera, su cultura, su raza y su manera de vivir.

La burguesía tuvo una participación reducida en los gobiernos durante un largo tiempo,
pero gracias al imperialismo la misma tomó un papel importante en la participación de
asuntos exteriores, coloniales y lentamente se extendió a la política interior. Antes que
súbditos de una monarquía y ciudadanos de un Estado se habían considerado personas
particulares. De esta manera, la burguesía pasó de ser una clase social económica a ser una
clase también política, con su mirada puesta en la expansión colonial.

Diversos partidos políticos vieron nutridas sus filas por esta clase, y comenzaron a aceptar
el imperialismo como una realidad.

Por su parte, las clases trabajadoras apoyaban plenamente el sentimiento imperial,


logrando así que toda la nación tuviera una causa común: la expansión colonial. Esta se
presentaba entonces como una empresa nacional. Además, esta aventura parecía ser la
solución para todos los problemas internos, porque presentaba posibilidades ilimitadas. O
sea que el imperialismo no fue solamente un factor de comercio y de inversiones en el
exterior –en una palabra: solamente un hecho económico–, sino que afectó profundamente
el campo de la política. Como bien asiente HOBHOUSE (HOBHOUSE, L.T., Democracy and
Reaction, Cap. VIII.), “ningún país puede dedicar parte de su energía y recursos a la
adquisición y dominio de países o pueblos ultramarinos y conservar una política interior
libre de las responsabilidades e inconvenientes correspondientes al dominio de los países
ultramarinos”.

Existía un creciente interés de las sociedades europeas (especialmente Inglaterra, Francia,


Alemania) y de EE.UU. por aquellos territorios susceptibles de ser colonizados.

La ideología colonialista fue propagada por todo el viejo continente a través de asociaciones
que se esforzaban en convencer a la opinión pública e intentaban persuadir a los gobiernos
europeos de participar en la expansión colonial. Estas asociaciones estaban constituidas por
negociantes, intelectuales, religiosos y políticos. A finales de la década de los setenta del
siglo XIX, contaban en Europa con más de 30.000 socios.

La expansión colonial tuvo también sus adversarios. El socialismo tomó claramente


posiciones contra el colonialismo porque lo consideraba como un procedimiento del
capitalismo. Entre 1840 y 1860 hubo una fuerte corriente de sectores de la opinión pública
británica, francesa o alemana contrarios a la extensión de la colonización.

Dos acontecimientos del siglo XIX tuvieron consecuencias trascendentales para el mundo
entero. Uno de ellos fue el progreso y poder alcanzado por los pueblos y naciones
poseedores de las nuevas tecnologías fruto de la Revolución Industrial; la otra, la
dominación y explotación de África, gran parte de Asia y el Pacifico por los europeos.
El imperialismo europeo ochocentista se diferenciaba de los viejos modelos coloniales de la
Edad Moderna en dos aspectos: su extensión y su legado. En el año 1800 los europeos
ocupaban un 35% de la superficie terrestre, en 1878 un 67%, y en 1914 el 84% del planeta
era de dominio europeo.

Los presumibles motivos de la extensión de la colonización europea fueron principalmente:

 Económicos y financieros: la búsqueda de nuevos campos de expansión económica


y de inversión, la obtención de materias primas, así como la ampliación de mercados
para la venta de manufacturas.
 Políticos: la ocupación de bases y territorios que consolidaran las grandes rutas de
comercio y comunicaciones, la conquista de nuevas colonias para asignar las ya
existentes (imperialismo periférico), la ocupación de territorios por motivos de
prestigio y estratégicos.

Factores secundarios:

 Afán de descubrimientos.
 Acción misional y de defensa del cristianismo.
 Acción filantrópica.
 Por necesidades generadas por la presión demográfica metropolitana o de alguna
colonia de poblamiento.
 Para la creación de empleo y la promoción de funcionarios.
 Por iniciativas particulares.

El siglo XIX es sin lugar a dudas el siglo de las guerras coloniales. Se producían expediciones
de corta duración y con importantes éxitos, pero la mayoría de ellas ocurrían enfrentándose
a condiciones difíciles (feroz resistencia de los nativos; clima adverso; enfermedades
endémicas; ignorancia del medio geográfico donde operaban las tropas; conocimiento
superficial de los pobladores, de sus lenguas y modos de combatir). Sin embargo, la
superioridad técnica de los europeos era aplastante, lo que hacía prácticamente imposible
su derrota.

El importante costo económico y social que significaba tener importantes contingentes de


fuerzas europeas en ultramar fue solventado por el reclutamiento de tropas nativas,
convirtiéndose así los mismos colonizados en el instrumento clave del éxito militar, político
y económico de la colonización.

Durante todo el siglo XIX, exploradores llegados del Viejo Mundo, alentados por intereses
científicos y estratégicos sobre todo, fueron descubriendo las líneas maestras de la
geografía africana en dos fases principales:
1. la exploración de la cuenca del Níger y del Nilo (principios y mediados del s. XIX);
2. la exploración del África Central (fines del s. XIX). Hacia 1880 el interior del continente
era totalmente desconocido por los europeos, pero a partir de esa fecha la actitud de las
potencias europeas cambió y se produjo el reparto de África.

El cambio de actitud obedeció a factores diversos:

 El nacionalismo que desarrolló Francia después de la derrota con Prusia, a la que


quiso compensar con la expansión colonial.
 Factores netamente económicos, en especial el descubrimiento de las minas de oro
y diamantes.
 Factores estratégicos derivados principalmente de la apertura del canal de Suez en
1869.

Sería equivocado concebir el imperialismo solo en términos económicos. Es verdad que


muchos países buscaron extender sus territorios para exportar mercaderías y buscar
materias primas, pero esto sería una simplificación del problema. Por ejemplo, los clientes
más importantes de Estados Unidos eran el Canadá, Europa y Sudamérica, sobre los cuales
no había propósito de un control político. La expansión económica ha conducido al
imperialismo debido principalmente al nacionalismo. El Congo Francés y la Indochina han
constituido cargas económicas para el Estado francés, y lo mismo puede decirse de las
colonias africanas de Italia. El imperio colonial alemán fue más bien fruto del nacionalismo
que de intereses económicos, aunque sí debemos reconocer que el imperio británico y el
norteamericano han tenido su origen en motivos económicos. El imperialismo no conduce
exclusivamente a la dominación política o anexión de territorios. Muchas veces, evitando
las cargas del control político, los países llevan a cabo las pretensiones imperialistas
(BARNES, Harry Ellmer, op. cit., p. 778.).

Primero Inglaterra, luego Francia, Holanda, Bélgica y hasta Alemania tenían intereses muy
firmes en el territorio africano. Todos estos países lograron un dominio en esta zona,
conformando los distintos imperios coloniales tal como los encontró la Primera Guerra
Mundial.

Igualmente, tanto el Medio Oriente como el propio Oriente sufrieron ocupaciones por parte
de las potencias colonialistas.

b. La Temática del Poder

Considerado como el creador de la sociología religiosa, Max Weber (1864-1920), trató de


establecer un nexo entre la religión y la realidad económico-social. Su sociología general es
una filosofía de la Historia en la que examina empíricamente los períodos históricos, los
cuales serían incomprensibles sino pudiera trascendérselos hasta alcanzar las esencias que
de ellos se desprenden y a las que denomina tipos ideales, que no pueden ser intuidas a
priori, sino que son elaboraciones a priori.
En su obra no está ausente el estudio de la importancia del poder y su ejercicio. Para ello el
comienza explicando que la política es una actividad general del ser humano, es decir que
llena nuestra historia. En el transcurso del tiempo ha adoptado diversas caras, originando
las más variadas instituciones. No corresponde confundirla con el Estado, porque este
último es una manifestación histórica, que hemos conocidos a través de distintas
manifestaciones como la ciudad estado o el imperio. Por lo que la política es anterior al
Estado, aunque en la actualidad la actividad política tienda a reducirse a la actividad estatal
o a tomar como modelo sus aspectos particulares.

El Estado, según Weber, es la estructura o grupo político que reivindica con éxito el
monopolio de la legítima restricción física. A este aspecto específico se le agrega la
racionalización del Derecho, canalizado a través de los poderes legislativo y judicial, así
como la institución de una política encargada de proteger la seguridad de los individuos y
de asegurar el orden público junto con una administración racional fundada en reglamentos
específicos, y por último debe disponer de una fuerza militar permanente.

Es este Estado el que ejerce el control a través del poder, entendiendo este último como la
probabilidad con que un agente podrá realizar sus propios objetivos aún frente a la
oposición de otros con los cuales se encuentra en relación social. Si bien esta idea es muy
amplia, Weber la específica con la idea de dominación que ejerce el Estado, en donde un
agente acata un mandato específico emanado de otro. La aceptación de este dominio
puede obedecer a motivos diferentes, que van desde el puro habito de hacerlo hasta la
cínica promoción de las propias prerrogativas. La posibilidad de obtener recompensas
materiales y de asegurarse la consideración social se vincula a un líder y a sus seguidores.

La base de toda dominación se funda en la creencia por parte de los subordinados en la


legitimidad de la subordinación.

La relación entre mando y obediencia hace que toda obediencia se ejerza por un pequeño
número de personas, por una minoría que impone de una u otra manera sus puntos de vista
a la mayoría. No existe gobierno de todos sobre todos, ni siquiera de los más sobre los
menos. El régimen democrático puede eventualmente dar el cambio gracias a las elecciones
u otras formas de consulta de la mayoría., aunque de hecho siempre es la minoría la que
decide y orienta según su criterio la actividad política del grupo.

Él distingue tres tipos ideales de legitimidad o dominación sobre los cuales se puede dar
una relación de dominio:

a) La autoridad tradicional se basa en la creencia en la santidad de las tradiciones en vigor


y en la legitimidad de quienes se llama al poder en virtud de la costumbre. Muchas veces
en las pequeñas comunidades rurales, la autoridad es ejercida por los ancianos del poblado:
se considera que los más viejos están más impregnados de sabiduría tradicional y por ende
más calificados para ejercer la autoridad. Las variantes de esta forma de legitimidad son la
gerontocracia (explicada más arriba) y el patrimonialismo, es decir donde hay funcionarios
administrativos, subordinados a un jefe por vínculos de lealtad personal. Un ejemplo de
esta clase fueron los gobiernos despóticos tradicionales de Oriente, como el Próximo
Oriente y Europa Oriental.

b) El segundo tipo de autoridad legal – racional se tiene en función de normas impersonales


que se han fijado dentro de un contexto de racionalidad con arreglo a fines o de racionalidad
con arreglo a valores. Los que obedecen lo hace, no por dependencia personal, sino por
aceptan normas impersonales que definen esa autoridad, es decir obedecen porque las
normas así lo establecen. Cada funcionario tiene su ámbito claramente definido y los límites
de autoridad están bien delimitados y todo se mueve según normas. El funcionario que
trabaja en este tipo de legitimidad obtiene su puesto sobre la base de sus cualidades
técnicas y no es elegido. Su remuneración es fija y regular y su perspectiva a largo plazo es
de una carrera claramente ascendente hacia la jerarquía de autoridad, donde tienen un
valor fundamental la capacidad demostrada, a la que se le suma antigüedad. Ejemplos
históricos de este tipo, antes de la aparición del capitalismo moderno, fueron el Antiguo
Egipto, China, la Iglesia Católica Medieval. Con el advenimiento del capitalismo moderno, la
burocratización se agudizó aún más por la división del trabajo en varios ámbitos de la vida
social. La separación del trabajador del control de sus medios de producción, que Marx
consideró como el aspecto distintivo del capitalismo moderno, no se limita a la industria,
sino a la política, el ejército y demás sectores de la sociedad. El Estado capitalista actual
depende pura y exclusivamente de la burocracia para mantener su existencia.

c) La dominación carismática weberiana difiere de las otras dos porque es extraordinaria e


inclusive el mismo define el carisma como la cualidad, que pasa por extraordinaria, de una
personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas extraordinarias y no
asequibles a cualquier otro.

El poseedor de un carisma es considerado por los demás como una persona dotada de
facultades extraordinarias notablemente no comunes y lo ubican por encima de lo
ordinario.

Esta clase de dominación puede surgir en los contextos históricos y sociales más variados,
por lo que las figuras carismáticas pueden ser desde caudillos políticos hasta profetas
religiosos cuyas acciones han influido en el curso del desarrollo de pueblos enteros. Su
legitimidad se funda en la creencia de su destino como caudillo. Sus seguidores más
próximos están junto a él por su carisma y su sostén económico, que carece de una
infraestructura propia, proviene de alguna donación o de un pillaje.

Su organización judicial no está basada en principios fijos, sino que cada resolución se toma
en relación a cada caso y situación particular. El carisma es una fuerza creativa, impersonal,
a la que Weber la ve como irracional, porque su legitimidad deriva de las mismas
pretensiones del propio dirigente. Otro aspecto importante, es que el carisma tiene que
sufrir permanentemente modificaciones, sino al volverse rutinario indefectiblemente se
transforma en una organización legal o tradicional.
Uno de los problemas del carisma es la sucesión, en donde el designado es elegido porque
también posee su carisma propio. Según Weber, esta fue la significación original de la
coronación de monarcas y obispos en Europa Occidental. Aunque también se consideraba
que podía ser hereditario, en especial por los familiares cercanos al portador del carisma
original.

Finalmente la teoría de la dominación carismática ha dado lugar a errores o falsas creencias,


puesto que se ha pretendido encontrar en ella una prefiguración del régimen nazi. Algunos
han intentado hacer de Weber un precursor de Hitler, cuando lo real es que Weber sólo se
limitó al análisis sociológico de una forma de dominación que ha existido siempre. Hubo
regímenes carismáticos antes de Hitler. Esta clase de dominación fue casi siempre el medio
para derribar un régimen tradicional y legal, muchas veces enquistado en el poder por
siglos. Este cambio en general estaba encabezado por un líder natural u oportunista que
creyó ver una oportunidad o coyuntura para hacerse del poder contando con un
instrumento o arma excepcional, que fue su carisma.

Actividad
En este momento, se sugiere realizar la actividad 1 de este módulo.

c. Las Reglas del Método Sociológico

Cuando uno pasa de Marx a Durkheim, uno observa un cambio total en lo que se refiere al
contexto institucional como generacional. Emile Durkheim (1858 – 1917) a diferencia de
Marx y / o Weber, fue el que estuvo menos implicado a nivel personal en los
acontecimientos más importantes de su época, sus obras tienen un carácter más académico
y por ende mucho menos disperso y propagandístico que Marx y Weber.
En su método, es posible considerar los conceptos de hecho social, exterioridad y coerción,
los cuales de algún modo condicionan a la sociedad.
El hombre hace mucho que renunció a aquel poder ilimitado que se atribuyó sobre el orden
social, ya que nace condicionado a reglas colectivas, que debe sufrirlas, sin poderlas
modificar.

Pues bien, todo este orden de hechos “sociales” que presentan caracteres muy especiales,
consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo y están dotadas
de un poder coercitivo, exteriores al individuo. A partir de esta realidad es que un hecho
social es toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo (o
sociedad) una coacción exterior, conservando una existencia propia, independiente de sus
manifestaciones individuales.
Esta definición de hecho social se basa en sus famosos criterios de <<exterioridad>> y
<<coerción>>. Esta exterioridad se refiere a que todos los hechos sociales son externos al
individuo en dos sentidos conexos. En cuanto a la exterioridad, considera:

En primer lugar, todo hombre nace dentro de una sociedad que ya tiene una organización
o estructura determinada, condicionando su propia personalidad, en segundo lugar, el
hecho social es externo al individuo porque cualquier individuo es sólo un elemento dentro
del conjunto de las relaciones que constituyen una sociedad. Ningún individuo, en su
singularidad, crea estas relaciones, simplemente las vive.

El segundo criterio para especificar los hechos sociales, es un criterio empírico, es decir una
coerción moral y aquí Durkheim recurre al ejemplo de la paternidad, al decir que un
individuo al convertirse en padre, se ve obligado a actuar de una manera determinada en
la relación con sus hijos. Estos modos de actuar no los crea el individuo, sino que forman
parte de un conjunto de deberes morales en cuya red está prisionero como los demás
hombres.

Para comprender los hechos sociales, considera que hay tratarlos como cosas, de tal modo
que los asimila al mundo de la realidad natural sólo en la medida en que, como los objetos
de la naturaleza, sus propiedades no pueden conocerse inmediatamente por intuición
directa y por lo tanto la voluntad humana individual no los puede modelar a su criterio. Con
esto, nos quiso decir que al igual que las cosas, los hechos sociales no pueden ser
modificados por un simple decreto de la voluntad, sino que tienen su proceso.

Además al conocer la función social del hecho, no necesariamente podemos saber el porqué
de su existencia, es decir que debemos distinguir las causas de la función que tiene un hecho
social, lo que nos permitirá deducir algún discernimiento de sus posibles funciones.

Finalmente cuando nacemos, lo hacemos condicionado a un medio, donde los hechos


sociales nos manejan, y en muchos casos el ordenador de dicho manejo será el propio
Estado, más allá de la ideología que este profese.

Este pensador a partir de su obra La División Internacional del Trabajo, confronta con el
Socialismo, donde critica no solamente el individualismo utilitarista de los economistas
ingleses sino que también tiene diferencias con el Socialismo. Según él, estas crisis que
afectan a la sociedad no tienen raíces económicas ni pueden solucionarse con medidas
económicas, porque el tipo de programas que ofrecen los socialistas no alcanzar a cubrir o
visualizar los problemas que con que se enfrenta la sociedad contemporánea.

Él considera que las doctrinas socialistas deben estudiarse en relación con el contexto con
que proceden, y para ello hay que distinguir entre socialismo y comunismo. Según él, el
comunismo existió en distintas épocas de la Historia, identificándolo con las utopías de
Moro y Campanella (En ese sentido, lo invito a que relea el tema correspondiente al Módulo
1), y donde la causa fundamental de los males sociales es la propiedad privada.
En el caso del socialismo es consecuencia del pasado reciente y se debe a los cambios
sociales que modificaron a las sociedades europeas del siglo XVIII y XIX. Durkheim considera
que mientras en el comunismo la política y la economía deben estar separados, en el
socialismo deben estar asimiladas, y la función del Estado en ese sentido será la de
administrar la economía.

Con todo el objetivo del socialismo es la reglamentación y el control de la producción en


provecho de todos los miembros de la sociedad y agrega como detalle fundamental, y aquí
difiere con el comunismo, que las ganancias de la producción deben ser usadas para la
realización personal del individuo.

La lucha de clases, ya desarrollada por Marx (y el único camino para conseguir sus
objetivos), no es según palabras de Durkheim, algo inherente a las doctrinas socialistas, sino
más bien secundario ya que el socialismo debe ante todo llevar a la práctica la
reglamentación centralizada de la producción, y sólo de ella, los obreros conseguirán
mejorar su suerte. Tanto el comunismo como el socialismo tienen importantes diferencias,
pero coinciden en mejorar la situación de los individuos dentro de la colectividad.

A partir de todo esto, considera que el socialismo es un movimiento de importancia


primordial en el mundo actual, porque han formulado programas globales para llevar a cabo
la reorganización necesaria para superar la crisis ocasionada por la transición de lo antiguo
a lo nuevo.

También analiza la función del Estado y de la Democracia: En cuanto al primero, que debe
desempeñar una función tanto moral como económica y que el alivio de la mala situación
general del mundo moderno debe buscarse en medidas que son más morales que
económicas. En este aspecto, considera que la Edad Moderna debe tratar de reconciliar las
libertades individuales que han aparecido de la disolución de la sociedad tradicional con el
manejo del control moral del cual depende la esencia misma de la sociedad.

De todos modos considera importante la participación política como importante y en ese


sentido dice que hay tres componentes fundamentales en el Estado, que son la existencia
de una autoridad constituida, que se ejerce dentro una sociedad, la cual está de algún modo
diferenciada; y que es aplicada por un grupo definido de funcionarios. Con esto intenta
diferenciarse del idealismo hegeliano y del socialismo. Finalmente es el Estado el que debe
ejercer funciones morales (tratar de reconciliar las libertades individuales, tal como se
mencionó anteriormente), aunque el individuo deba estar subordinado al Estado (influencia
de Hegel). Del segundo aspecto, la Democracia, Durkheim considera que una sociedad es
democrática cuando hay una doble comunicación entre el propio Estado y los distintos
niveles de la sociedad. Con esto rechaza la idea tradicional de democracia que la masa de
la población participe directamente en el gobierno y la función del Estado en dicho sistema
debe ser originador de nuevas ideas y guía de la sociedad, a la vez que es guiado por ella.
Todo este conjunto de ideas dadas por él se ajustan a la determinación específica de las
formas o hechos sociales que el propuso en las Reglas del Método Sociológico.

d. El Abuso del Historicismo

Los pensamientos de Nietzsche (1844 – 1900) son intempestivos porque pretenden ser
opuestos a su época y sin embargo influir en ella para beneficio de una época posterior.
Vario de sus ensayos son una crítica de una falla y un defecto específicos de su tiempo, el
historicismo, al que él llama el movimiento histórico, la corriente histórica o el sentido
histórico. Sostiene que su época está padeciendo una fiebre histórica maligna.
Su crítica al historicismo, no sólo es una crítica a esa idea, sino también a Hegel y a su
postura.

En ese sentido, Hegel considera al hombre contemporáneo como la perfección de la Historia


de la Universal, el hegelianismo establece la soberanía de la Historia sobre los otros poderes
espirituales, como el arte o la religión. Contra esta opinión, Nietzsche afirma que el proceso
histórico no ha terminado ni puede terminar, que la conclusión de la Historia no sólo es
imposible sino deseable porque conduciría a una degeneración del hombre y que la Historia
no es un proceso racional sino un proceso del todo ciego, demente e injusto.

De todos modos la crítica nietzscheniana no niega la validez de las premisas esenciales del
historicismo y su crítica al propio Hegel se basa en un decisivo punto de acuerdo con Hegel,
tal como lo presenta en su obra analítica Usos y abusos de la Historia.

Este ensayo comienza con una visión de la vida de los animales, los cuales olvidan cada
momento en cuanto este pasa, es decir que su vida transcurre sólo en el presente, lo que
significa que viven ahistóricamente. Por su parte el hombre recuerda el pasado y no puede
escapar de él, es decir que vive históricamente. Su felicidad depende de la capacidad de
olvidar y de entregarse por completo al presente: Un hombre que no pudiese olvidar, sería
un hombre infeliz porque sólo vería flujo y cambio y no tendría puntos fijos para orientarse
para el pasado.

Además el hombre no sería como tal si no tuviera memoria del pasado, y si no pusiera el
pasado al servicio del presente. Al hacerlo se eleva por encima de los animales y llega a ser
hombre, de ahí que deberá tener un equilibrio entre recordar y olvidar, que le permitirá
tener una mejor vida de hombre. Agrega que un organismo sano es aquel que sólo asimila
la parte del pasado que le sirve, mientras que el resto no lo ve, lo que nos lleva a que la
línea imaginaria entre lo histórico y lo ahistórico es el horizonte del organismo, donde el
hombre para vivir mejor, debe hacerlo dentro de cierto horizonte.

La zona apropiada para que viva el hombre se encuentra debajo de una atmósfera ahistórica
que debe envolver al hombre, si este quiere sobrevivir.
En cuanto a la Historia considera la existencia de tres clases de Historia, la monumental ( en
la que los modelos de grandeza se presenta al hombre como ejemplos, con la presencia de
grandes hombres y hechos del pasado), la anticuaria (que apunta al elemento conservador
y reverente que hay en el hombre, con un gran amor a la tradición, dirigidas a los pueblos y
razas menos dotados) y la crítica (hace el juicio de los aspectos caducos del pasado,
condenándolos, muestra las injusticias que sobreviven del pasado, pudiendo ser abolidas
estas últimas en beneficio del presente.

Nietzsche se interesa más en los abusos que en los usos de la Historia. Además muestra con
qué facilidad se puede abusar de los tres tipos de Historia y ofrece al lector un conjunto de
calamidades resultantes de un exceso, en donde los hombres, ante un espectáculo histórico
tan vasto que pierde sentido para ellos, llegan a considerarse epígonos, recién llegados a un
escenario donde ya no tienen nada que hacer.

El historicismo afirma la abrumadora importancia de la Historia, la determinación de la vida


y el pensamiento del hombre por la Historia. Al afirmar esto Nietzsche, está coincidiendo
con Hegel. Las calamidades que Nietzsche atribuye a un exceso de conocimiento histórico
pueden resumirse diciendo que un exceso de conocimiento histórico destruye el horizonte
del hombre. Todo lo que supone el hombre sobre las cosas no son evidentes, porque son
históricamente variables y determinadas por la Historia. Sólo hay fluir y cambiar, lo que
Nietzsche llama la finalidad del devenir.

Si la vida humana puede disminuir dentro de ciertos horizontes, que los hombres creen que
son como verdades absolutas, se presenta el conflicto entre verdad y vida o lo que es lo
mismo sabiduría y vida, a lo que Nietzsche le agrega una esperanza por afirma que hay una
armonía entre la vida y la sabiduría, porque sin ambas no se puede vivir.

En definitiva Nietzsche considera que el hombre puede recuperarse la enfermedad de la


Historia si demuestra que el historicismo es falso. Para lograrlo es necesaria una Historia
que sea científica y objetiva. Y la pregunta, es ¿dónde situamos esta historia, o al menos
donde la sitúa Nietzsche?

El cenit de Historia fue alcanzada cerca del comienzo de la historia registrada, que
coincidiría con la cultura alcanzada por los griegos, además el entiende el concepto de
cultura como la perfección de la naturaleza. Una cultura es grande, cuando hay en ella
hombres grandes y creadores, que enaltecen a los hombres.

SI Grecia fue el cenit de la Historia escrita, la tragedia fue el cenit de ese cenit. La cultura
griega que Nietzsche admira es la presocrática, al igual que los filósofos. Agrega que
Socrates y Platón son la antesala de una calamidad mayor para el hombre: el advenimiento
del cristianismo. El triunfo moral del cristianismo sobre Roma es el triunfo de la m oral de
los esclavos sobre la moral de los amos, que es la afirmación de la fuerza del fuerte. Además
distinguen lo bueno de lo malo, mientras que la moral del esclavo es negativa, reaccionaria
y vengativa.
Cuando Nietzsche compara la época de los griegos con su época, la encuentra deficiente en
casi todos los aspectos, porque no hay individuos auténticos. Y cuando se refiere a los
gobiernos de su época, dice que son inherentemente democráticos y ceden ante la opinión
pública.

También critica al estado moderno porque es un poderoso ídolo nuevo y a él no le interesan


los ídolos; además agrega que su maquinaria impersonal despersonaliza al hombre.

Toda esta crisis (en el pensamiento, en individuos y en instituciones) que según Nietzsche
tiene su tiempo las sintetiza en una frase, Dios ha muerto, en donde queda sentado su
ateísmo.

Con la muerte de Dios, el hombre se encuentra en un desierto que es la crisis total de la


época de Nietzsche, por lo que los hombres ya no son capaces de creer en algo, por lo que
la crisis es total.

Finalmente en cuanto a su pensamiento político, las políticas de izquierda son un síntoma


de la crisis total y agravación de ellas, mientras que las de derecha, los conservadores,
también la rechaza porque tuvo que hacer concesiones a los movimientos democráticos de
los tiempos modernos, además el conservadurismo abraza los ideales del nacionalismo, que
es un fenómeno inherentemente democrático y en tercer lugar este conservadurismo
depende la nobleza, que hoy está decrépita. Solo acepta, que es un concepto vago en su
pensamiento, la política del futuro, que es la moral.

d. El Neopositivismo

Corriente de pensamiento identificada con Karl Popper (1902-1994), el cual estaba alejado
del Marxismo, porque según él, el marxismo convertía en un deber arriesgar la vida de otras
personas al propugnar la lucha de clases como medio para acelerar la llegada del socialismo,
en base al pretendido conocimiento científico de unas leyes necesarias del desarrollo
histórico social, advirtiendo a la vez que no había ninguna garantía que justificase las teorías
marxistas. De este modo Popper concluiría que el marxismo tiene un carácter pseudo –
científico.

Después de su separación del marxismo, continuó guardando cierta simpatía con el


socialismo, hasta que se convenció que era imposible armonizar el socialismo con la libertad
individual, base fundamental para que haya igualdad.

Su origen judío y sus críticas a los sistemas totalitarios lo llevaron a tener que trasladarse a
Nueva Zelanda hasta 1946 y de ahí a Inglaterra, que sería su lugar de residencia definitivo.
De sus críticas a los sistemas totalitarios el sostenía que la actitud crítica en el campo del
conocimiento corre paralela a la sociedad abierta que él defiende, se trata de oponerse al
cualquier tipo de totalitarismos social: así como en el plano teórico Popper sostiene que no
pueden alcanzarse verdades absolutas y que el progreso del conocimiento se realiza
mediante la crítica de teorías conjeturales, en el plano social esta actitud llevará a renunciar
a cualquier teoría que pretenda poseer la verdad acerca de los problemas prácticos,
evitando así toda postura totalitaria.

III. DEMOCRACIA Y TOTALITARISMOS.

Lectura complementaria
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el material
complementario: J. Valles. Ciencia Política, una introducción; en el capítulo sobre ESTADO,
MONOCRACIA Y DEMOCRACIA.

1. Democracia

La vulgarización en el uso de este término ha provocado, como veremos, un vaciamiento de


sentido y contenido tal que hoy dicha palabra parecería ser inclusiva de casi cualquier
manifestación de poder o forma de vida social, llevando en su consecuencia a un
desmembramiento de su verdadero significado como forma de organización del estado.

De tal manera, la palabra democracia, se vincula hoy no solo a la representación, a la


participación política, y a un diseño organizacional del poder estatal; muy por el contrario,
la democracia ha superado ampliamente su conceptualización ligada a la ciencia política e
ingresa en el debate mundano de las problemáticas diarias; cuando no, como simple
estrategia discursiva de persuasión y marketing político.

A poco menos de 100 años de su publicación, aun hoy resultan vigentes las palabras del
propio HANS KELSEN al referirse a este proceso degenerativo del concepto de democracia
en su obra ESENCIA Y VALOR DE LA DEMOCRACIA:

“la democracia es la consigna que durante los siglos XIX y XX domina totalmente sobre los
espíritus. Precisamente esta es la razón de que haya perdido, como todos los lemas, su
sentido intrínseco. Copiando la moda política, este concepto –el más explotado entre todos
los conceptos políticos- resulta aplicado a todos los fines y en todas las ocasiones posibles,
y adopta significados contradictorios en ciertos casos, cuando no ocurre que la irreflexión
usual del lenguaje político vulgar lo rebaja a una frase convencional que no responde a
ningún sentido determinado”.

Tradicionalmente vinculada al gobierno de la ciudad estado ateniense durante la


constitución de Clístenes, la palabra democracia carece hoy de una conceptualización
unívoca y monolítica, asociada vaga y preliminarmente a la idea del “gobierno del pueblo”,
como usualmente se menciona sin dimensionar las implicancias de dicha expresión.

Tal como fue expuesto previamente (ver módulo I), puede encontrarse en Atenas los
precedentes más próximos a la idea actual de democracia, fundado en una organización
política que toma como base la participación de su ciudadanía en las decisiones que hacen
a la cuestión pública.

Así, el legado conocido como “constitución de Clístenes”, es lo que nos permite hoy analizar
la organización político y social ateniense como modelo democrático universal, que pese a
constituir un sistema más idílico que real en la práctica, permite afirmar que fue Atenas la
cuna de la democracia.

Las Reformas de Clístenes tendieron a establecer entre todos los ciudadanos un régimen de
gobierno en la ciudad estado sustentado en la igualdad, la libertad, la unidad, la
participación y la responsabilidad entre los ciudadanos; presupuestos medulares de
nuestras democracias contemporáneas.

No obstante la democracia encontrar su mayor exponente en Atenas, y ser el precedente


histórico vinculado con el origen del término, la forma de gobierno impuesta durante esos
años en la ciudad estado griega, constituyó en realidad un modelo que dista mucho de los
componentes institucionales, las categorías éticas-morales y la cosmovisión ideológica que
sustenta y legitima lo que hoy podemos denominar democracia para nosotros.

La misma idea de libertad e igualdad, bases que sustentaban la democracia ateniense distan
mucho de su concepto actual y no eran entendidos como derechos poseídos en carácter
personal y propios de una esfera privada, sino más bien como componentes de la idea de
ciudadanía vivida en conjunto.

El ideal ateniense procuraba la participación continua de la ciudadanía en los asuntos


públicos, es decir en todas aquellas cuestiones que hacían a la vida en comunidad y que
podían afectar a los atenienses, pero el ciudadano no gozaba de un espectro de derechos
personales sino de prerrogativas políticas, jurídicas, religiosas, sociales, y obligaciones
militares y fiscales que procuraban una unión y una vinculación directa e inmediata del
ateniense para con sus pares y para con el estado, resultado de ello una comunidad de
ciudadanos unidos entre sí a partir de un ideal común de interacción y participación.

Así, la democracia distaba de ser únicamente un sistema de organización político y social,


sino una forma de vida anclada y sustentada por la participación continua de todos los
ciudadanos: de allí que los orígenes de la democracia en Grecia estén asociados a una idea
más utópica o modelo ideal de participación directa, inviable e imposible de realizar en
nuestros días.
Sin embargo, la el concepto mismo de democracia no resultaba unívocamente compartido,
tal como podemos ver entre los propios autores griegos como por ejemplo Aristóteles, para
quien la democracia (el termino) representaba una forma de gobierno desviado o
degenerado y que no buscaba el bien común.

Así, esta palabra no mantuvo una evolución histórica lineal en cuanto a su significado y
utilización, más aun por su utilización fue invisibilizado durante mucho tiempo, y solo
excepcionalmente mencionada entre los autores que recorren los siglos III a XV con el
advenimiento de la modernidad.

Entre dicho periodo puede verse solo en los escritos de Santo tomas de Aquino, para
finalmente encontrarse en la obra de Locke (ensayo sobre el gobierno civil, capitulo X),
Montesquieu y Rousseau, siendo considerado este último como el padre moderno de la
democracia al referir este a la soberanía en cabeza del pueblo como única forma legítima
de gobierno.

Con el advenimiento de la revolución francesa y el estado de derecho, el liberalismo racional


impregnará todo el pensamiento político con sus principios protectorios hacia la libertad y
la igualdad (en un sentido formal), resultando de ello una construcción de democracia
liberal de rasgos participativos, volviendo a esta forma un simple mecanismo indirecto.

Así, existe una considerable diferencia entre la concepción moderna y la antigua de libertad
y de democracia.

En la polis ateniense la distinción entre la esfera pública y privada era desconocida. El estado
de derecho moderno tiene por finalidad proteger la libertad del individuo en cuanto
persona, una esfera propia, donde la voluntad decisional del estado se lleva adelante a
través de sistemas de representación indirectos: el pueblo no delibera ni gobierna sino a
través de sus representantes.

Esto, cae en una encrucijada difícil de resolver, puesto que las formas actuales de
democracia son en realidad incompatibles con la idea de participación directa que
propugnaba el modelo ateniense.

De todo esto se desprende la complejidad para conceptualizar la palabra democracia, no


solo por la vaguedad e imprecisión que su incorrecta utilización ha provocado, sino por las
diferentes perspectivas teóricas que pretenden su descripción.

Forma de gobierno y estilo de vida. Vigencia sociológica de la democracia. contenido formal


y sustancial de la democracia. Reglas y condiciones. Principio de la mayoría y la minoría.
Lectura complementaria
Lo invitamos a leer el siguiente material complementario: ¿Qué es la democracia?, artículo
periodístico Giovanni Sartori. Disponible en http://www.elcultural.com/revista/letras/Que-
es-la-democracia/20845

En primer lugar es necesario clarificar que la democracia es una forma de gobierno y no


como usual y erróneamente se expresa, una forma de estado.

Así las cosas, las formas de estado responden a la organización espacial del poder en el
territorio de un estado, de lo cual devienen las formas federales, unitarias y confederativas.
Por el contrario, las formas de gobierno representan el diseño institucional y organizacional
del estado, esto es, la decisión sobre quién y cómo se tomaran las decisiones que hacen a
la voluntad del estado.

De esta manera la democracia es una forma de gobierno, ya que hace al diseño institucional
del poder dentro del estado.

Tradicionalmente, los modelos que se contraponen en los extremos son las democracias y
las autocracias o monocracias. Estas últimas constituyen un sistema organizacional
verticalista descendente, es decir, el proceso decisional se lleva adelante y se aplica por
sobre la población (súbditos) sin procurar su participación, desde el extremo superior hacia
las bases. Las ideologías que legitiman esta autoridad excluyen la idea de libertad e igualdad
como presupuestos de funcionamiento.

Por el contrario, la democracia constituye un mecanismo de formulación de las decisiones


estaduales horizontal, es decir ascendente, procurando la mayor participación posible de
los destinatarios de dichas decisiones, en todos los asuntos que le conciernen.

Así, los súbditos en la democracia se transforman en ciudadanos que participan de la


formación de la voluntad del estado a través de la idea de la representación, esto es, una
democracia indirecta.

Sin embargo, la democracia no es simplemente una forma de gobierno sino un régimen


político. Ello, en la medida que incluye un mecanismo decisional (forma de gobierno) y el
conjunto de valores, principios y reglas que dan sustento y sustancia a dicha forma, lo que
comúnmente se denomina contenido sustancial o vigencia sociológica de la democracia.

El régimen político representa un esquema de mayor profundidad y amplitud que la simple


forma de gobierno, incluyendo tanto el orden jurídico institucional como el conjunto de
creencias y valores que permiten informar y legitimar a dicha forma de gobierno.
Desde esta perspectiva, la democracia como régimen político manifiesta una determinada
concepción del hombre y la comunidad política, sustentando la igualdad y la libertad como
presupuestos esenciales.

Así las cosas, es posible graficar lo antes expuesto de la siguiente manera

Régimen político = Forma de gobierno + Forma de vida

Los presupuestos apriorísticos de la democracia suponen la igualdad y la libertad como


valores fundantes, infiriéndose de ello que nadie goza de un derecho natural superior de
mandar por sobre otro; y de su racionalidad, se desprende la idea de que pueden
gobernarse a sí mismos.

Sin embargo, la cuestión del autogobierno se traduce hoy en la creación de un mecanismo


de representación susceptible capas de imputar voluntades de ausentes en los procesos
decisionales: el pueblo delibera y gobierna a través de sus representantes, e imputa su
decisión a los ciudadanos como su fueran estos quienes hubiesen actuado.

La problemática de esta ficción, constituye sin más, la problemática de toda la democracia


como sistema idílico de pacificación social en la cual los ciudadanos participan de la creación
del orden social y político que los va regir en su vida, reivindicando el ideal roussoniana de
la libertad en sociedad.

La representación es la única forma posible de que las democracias actuales se manifiesten,


siendo inviable una pretensión de participación directa siguiendo el modelo idilio ateniense.

Para atenuar el rigorismo formal de la representación y en su consciencia, la distancia entre


representantes y representados, los regímenes actuales diseñan mecanismos de semi
representación, permitiendo a los representados ampliar su margen de participación
directa en los procesos decisionales del estado: plebiscitos, consultas populares, iniciativas
populares, revocatorias, etc.

La democracia como forma de gobierno

Un análisis parcial de la democracia como régimen político, refiere a la definición de la


forma de gobierno, es decir, lo que llamaríamos democracia en sentido formal o
mecanicista.

Una aproximación a este concepto es ofrecido por Norberto Bobbio al decir "por régimen
democrático se entiende primeramente un conjunto de reglas de procedimiento para la
formación de decisiones colectivas, en el que es prevista y facilitada la más amplia
participación posible de los interesados".
Así, la democracia como forma de gobierno constituye un simple mecanismo formal de
adopción de decisiones sobre la cuestión pública, procurando la mayor participación posible
de los afectados. Esta referencia formal o meramente procedimental no satisface el
verdadero sentido que la democracia asume hoy como régimen político integral, ya que
reclama un contenido sustancial para su plena vigencia y funcionamiento.

La democracia como forma de vida

La forma de vida o vigencia sociológica, representa la estructura socio política, el conjunto


de valores y creencia de los interesados que fundamentan la sustancia.

Así, la forma de gobierno requiere de un especial estilo de vida, un consenso fundacional


sobre su importancia y validez que implica participación y conciencia social sobre ciertas
cuestiones: pluralismo, dialogo, oposición, competencia, etc. Que son los denominados,
requisitos o condiciones democráticas.

Requisitos y condiciones

Tal como ha sido expuesto, el régimen político democrático reclama la coexistencia y


retroalimentación de ambos extremos, la institucionalización de la forma de gobierno y la
forma de vida como sustancia que permite su vitalidad. Así, el elemento procedimental o
formal entra en comunión con el elemento sustancial que posibilita su puesta en marcha y
funcionamiento.

Muchos son los autores y teorías que se han expuesto sobre los requisitos y condiciones de
la democracia, sin embargo, al efecto analítico seguiremos aquí la clasificación efectuada
por Mario Justo López, quien diferencia 2 categorías de requisitos:

a) Extra políticos o condiciones objetivas:

• Factores demográficos
• Factores geográficos
• Factores culturales
• Factores económicos

b) Políticos

- Sociopsicologicos

• Consenso fundamental o acuerdo mínimo


• Ideologías compatibles
• Idoneidad de los actores
• Competencia leal

- Instituciones políticas

• Régimen electoral
• Sistema de partidos
• Libertades y garantías

De esto e concluye que la democracia como régimen político implica no sólo un formalismo
procedimental para la toma de decisiones, esto es, un conjunto de reglas que admitan y
promuevan la participación de los interesados; sino un especial escenario de creencia y
valores sobre la utilidad de dicho sistema y un especial comportamiento de los actores
involucrados.

La democracia como modelo idílico de participación directa de todos los interesados resulta
inviable, y su forma de concreción implica la necesidad de un mecanismo de representación
que al menos de forma ficta permita imputar las decisiones que unos pocos toman, a la
comunidad entera.

De esta manera, las democracias hoy son de naturaleza representativa, para cuyo
funcionamiento efectivo requieren la implementación de un mecanismo decisional
transaccional, conocido popularmente como sistema de mayorías y minorías debido a la
imposibilidad del unanimismo en la toma de todas las decisiones. Así, en los Estados
modernos la “democracia indirecta, parlamentaria, en la que la voluntad colectiva
normativa sólo es creada por la mayoría de aquéllos que son elegidos por la mayoría de los
titulares de los derechos políticos”.

El mecanismo de mayorías y minorías garantiza y promueve un proceso dinámico de


negociación y participación, procurando que la mayoría no solo gane por su fuerza
numérica, sino porque resulta de un proceso negocial y deliberativo en el cual se visibilizan
posiciones y perspectivas para la formación de la mejor decisión posible (en la teoría
roussoniana, la mayoría determina la mayor aproximación a la idea de libertad y
unanimidad del contrato social original fundacional de la sociedad).

Tal como hemos visto, la democracia es, primeramente, un mecanismo procedimental para
tomar decisiones colectivas o aplicables para toda una sociedad. De manera más puntual,
es un modo de gobernar. En el mundo contemporáneo, la democracia ya no solamente se
entiende desde esa perspectiva mínima procedimental; su significado, difusión y aceptación
incluye también una expectativa de cumplimiento de fines u objetivos de desarrollo
humano, que supuestamente la hacen “mejor” o “preferible” a otras formas de gobernar.
La democracia constituye un modelo idílico de organización del gobierno de un estado, en
cuyo extremo final encontramos un precoz deliberativo con la participación de todos los
integrantes de una comunidad quienes resuelven sobre todo lo concerniente a los asuntos
públicos.

Dicho modelo idílico sin embargo, de imposible realización practica; encuentra a un


sinnúmero de modelos intermedios que intentan llevar a delante una mayor y mejor
aproximación práctica, conjugando de diferentes formas los valores de la libertad e
igualdad.

Allí reside precisamente el amplio espectro de modelos posibles de democracia, según sea
la concreción y efectivización de los componentes antes señalados y la conjugación de las
ideas de libertad e igualdad.

Representación y participación política. Gobernabilidad y Democracia. El poder limitado.

La democracia es un sistema de poder delegado; pero también limitado. Los gobernantes


sólo tienen un determinado poder, en tanto gozan de la confianza de los ciudadanos. Se
trata por tanto de un sistema de gobierno consentido y renovable, pero limitado, que
otorga atribuciones provisionales y acotadas temporalmente.

El obligado tránsito que las democracias han efectuado, desde modelos de participación
directa hacia sistemas representativos de naturaleza indirecta, no altera el elemento central
definitorio de este sistema: la voluntad decisoria reside en el pueblo o comunidad.

Los diferentes modelos que la historia ha conocido, y que incluso en la actualidad siguen
proyectados, pretenden el diseño del mejor mecanismo para garantizar la participación del
mayor número posible de afectados por las decisiones del estado. Así, la idea de la
democracia es la búsqueda perpetua de la herramienta que posibilite generar las decisiones
que hacen a la cosa pública integrando a todos los interesados.

De allí, quien circunstancialmente está a cargo del proceso decisional lo hace en


representación de un colectivo comunitario que lo ha embebido de las potestades
suficiente para hacerlo. Sin embargo, la renovación de autoridades y alternancias cumple
precisamente con la misión de la democracia, hacer que todos participen del proceso
decisional.

De esta manera, se rechaza el derecho natural e inmanente de toda persona a pretender


un dominio perpetuo o al menos prologando en el ejercicio de una misión concedida
temporal y circunstancialmente.

Todo régimen político implica una trama de relaciones de mando y obediencia, pero en la
democracia, dicho vínculo implica un sistema de representación temporal y limitado.
Tal como hemos referido previamente entre los requisitos o condiciones para el
funcionamiento de una democracia, resulta fundamental el diseño de las instituciones que
garanticen el régimen electoral y el sistema de partidos como mecanismos para encauzar la
democracia representativa.

2- Los totalitarismos

El desarrollo de la modernidad se caracterizó por la diferenciación de los subámbitos de la


sociedad. La encargada de interpretar esa diferenciación era la teoría política, cuya unidad
(la de las Ciencias Políticas) se deshizo, quedando la sociología como una de las pocas
ciencias que tenían una vaga concepción de la totalidad y hablaba de la sociedad. Es en esa
vorágine de ciencias donde la teoría política tenía que encontrar su propio camino
intermedio, entre el amplio enfoque de la sociología y el estrecho enfoque de la teoría del
Estado.

La teoría política no se desarrolló por igual en Europa. En la medida que los sistemas
tradicionales fueran alterados por la transformación democrática, tanto mayor era el
peligro que los conflictos sociales terminaran desembocando en una dictadura. No es casual
que las naciones (Italia y Alemania) que se demoraron en transformarse en Estados
nacionales fueran las que rindieran culto y gloria a la política en la sociedad. El ejemplo
alemán es más que elocuente, porque luego de la derrota de 1918 en la Primera Guerra, la
sociedad alemana (en plena descomposición) quiso reentroncarse con sus tradiciones más
antiguas. Para Carl Schmitt las teorías políticas (Sistemas Políticos, 1987) eran aquellas que
justificaban al poder para dominar la perversa naturaleza humana, como las ideas de
Maquiavelo, Hobbes, Hegel entre otros, relacionándose a la vez con la primacía de la política
exterior y por ende con un imperialismo sin límites.

El último intento de reinstalación violenta de la primacía de la política concluyó en 1945 con


sangre y lágrimas. Posteriormente, y en plena posguerra, la teoría política guardaba
simpatías por la democracia parlamentaria (muy diferente a la década del treinta, cuando
los sistemas y repúblicas parlamentarias se mostraban incapaces de solucionar los
problemas básicos a la población). En la posguerra el Estado decisionista se retrajo a la
administración del mismo. Posteriormente sería el Estado quien se encargaría de tomar las
decisiones contra la codicia de los intereses sociales. Las elites políticas que alternaron
después de la guerra ya no podían compararse con la dominación de un Fuhrer (conductor)
concebida unitaria y absolutamente.

El concepto de totalitarismo o sistema totalitario comenzó formalmente en la Italia al


comienzo de la etapa fascista, específicamente luego de la marcha sobre Roma en octubre
de 1922 y la posterior toma del poder por Mussolini. Conceptualmente, y siguiendo a
Marcuse, se produce una transformación del Estado Liberal en Estado total autoritario y en
ese sentido por ejemplo mientras la burguesía alemana controla el aparato productivo
(industrial) en la década del treinta, Hitler maneja el Estado total – autoritario, es decir que
lo político (el Estado) prevalece sobre la base material.

Serán sistemas totalitarios los que tienen las siguientes características extremas:

 Concentración del poder en una sola persona o grupo muy reducido,


compacto que se atribuye la representación e interpretación de la
raza, la nación o clase.
 Su actuación política esta respalda por una doctrina global que aspira
a influir en todos los órdenes de la vida humana: economía, política,
cultura, religión, etc.
 El uso del terror en cualquier de sus formas para eliminar cualquier
clase de critica u oposición. (por ejemplo purgas, campos de
exterminio, etc.).
 Los ejemplos históricos más claros fueron las experiencias nazis –
fascistas de Italia (1924-1945) y la Alemania nazi (1933-1945) y el
estalinismo (1927-1956).

Por su parte los sistemas autoritarios muestran características similares a los totalitarios
pero menos intensos con algunas características que los diferencian:

 El poder está concentrado en una coalición reducida de actores de


actores por ejemplo militares, burócratas, empresarios, etc.)
 Su legitimación de basa en principios fundantes (patricia, familia,
orden, justicia, etc.)
 La represión colectiva apela a la policía, justicia, etc. pero sin llegar a
la idea de exterminio colectivo o sistemático del opositor.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno totalitario en la URSS no sólo


continuó, sino que también se dio una bolchevización de Europa Oriental, es decir se
extendió el gobierno totalitario. El paso decisivo se produjo con la muerte de Stalin ocho
años más tarde, iniciándose un proceso de destotalización.

En esta clase de gobierno las formas de control eran impresionantes y sus tentáculos
llegaban hasta los lugares más impensados. De todos modos, hay una serie de
características que muestran cómo estaban estructurados y cómo funcionaban:

# Las masas

Una característica de los movimientos totalitarios es la celeridad con que


son olvidados y reemplazados sus dirigentes. Lo que Stalin logró después de años de luchas
partidarias fue legitimarse en el poder, merced a un gigantesco aparato partidario y
propagandístico, desconocido en tiempos de su antecesor Lenín. Lo mismo cabe decir con
Hitler, que durante su vida ejerció una fascinación a la que nadie se hallaba inmune. En ese
sentido lo invito a que lea las propias palabras de Hannah Arendt sobre esa cuestión.
Después de la derrota, ha caído en el olvido, y esto se debe a la volubilidad de las masas
(muy fáciles de ser seducidas), como también el deseo de perpetuarse de estos
movimientos totalitarios en el poder, pues sólo lo pueden lograr cuando estén en marcha y
pongan en movimiento a todo lo que exista alrededor de ellos.

Tanto Hitler como Stalin no hubieran podido mantenerse en el poder, pese a crisis internas
y externas, guerras y problemas graves en general, si no hubieran contado con
la confianza de las masas.

En general, el populacho no verá con malos ojos el mal y el delito, ya que los aceptará con
la siguiente observación administrativa: serán malos, pero muy hábiles. Estos movimientos
totalitarios pretenden organizar a las masas, no a las clases, tampoco a los ciudadanos con
opiniones diversas acerca del gobierno o asuntos de interés.

De todos modos esta corriente totalitaria barrió con los sistemas democráticos desde Italia
a casi todos los países de Europa Oriental y Central, con la característica del régimen
unipartidista y dictatorial, pero no totalitarias, ya que no abarcaban en muchos casos la
totalidad del control (incluso los mismos nazis adoptaron el carácter totalitario cuando
dominaron gran cantidad de personas después de las conquistas iniciales, iniciando una
crueldad totalitaria nunca vista). En ese sentido, los nazis advertían la diferencia, y si bien
veían con buenos ojos a sus aliados fascistas, no dejaban de comentar desdeñosamente las
imperfecciones de sus regímenes, a la vez que demostraban una gran admiración de su
aliada, la URSS, como un gran respeto a Stalin.

Dentro de las medidas tomadas por el gobierno bolchevique, la liquidación de las clases fue
fundamental: comenzó, por razones ideológicas y de propaganda, con las clases
poseedoras, la nueva clase media de las ciudades y los agricultores del campo. En el caso
de estos últimos se apeló a la colectivización forzada y el hambre artificial. Esta liquidación
quedó completada a comienzos de la década de 1930.

La siguiente clase fue la obrera, que al ser más débil ofreció menos resistencia que los
campesinos. El sistema de Stajanov rompió la solidaridad entre los obreros y la conciencia
de clase, concluyendo este proceso en 1938 con la introducción del Código de Trabajo.

Esta liquidación de clases fue desastrosa para la economía soviética porque trajo un
desequilibrio caótico en la naciente industria soviética, por la falta de una planificación
general y por la falta de mano de obra a raíz de los procesos de liquidación.

Este sistema de liquidación, que invariablemente terminaba en las purgas humanas, se


basaba en el método de la culpabilidad por acusación, es decir que tan pronto un hombre
era acusado, todos sus amigos se transformaban en sus más feroces enemigos, que para
salvar sus propias vidas formulaban denuncias que corroboraban las pruebas inexistentes
contra él. Incluso la relación con su antiguo y acusado amigo era en realidad sólo una excusa
para espiarlo y ver su actitud de saboteador.

# Propaganda, terror y control en el sistema totalitario

La propaganda es parte inevitable de la guerra psicológica, pero el terror lo es más. El terror


sigue siendo utilizado por los regímenes totalitarios incluso cuando ya han sido logrados sus
objetivos psicológicos: su verdadero horror estriba en que reina sobre una población
totalmente sometida. Allí donde es llevado a su máxima perfección el dominio del terror,
como en los campos de concentración, la propaganda desaparece por completo; quedó
incluso enteramente prohibida.

El terror, como contrapartida de la propaganda, desempeñó un papel más grande bajo el


nazismo que bajo el comunismo. Los nazis no asesinaron figuras prominentes; en vez de
ello, matando a pequeños funcionarios socialistas o a miembros influyentes de los partidos
adversarios, trataron de demostrar a la población los peligros que implicaba la simple
afiliación.

Un rol especial desempeñaban las fuerzas que ejercían el control, que no coincidían con el
ejército de los sistemas totalitarios, sino que tenían fuerzas paralelas cuyo poder y alcance
eran superiores al mismo ejército.

La policía secreta soviética, tan dispuesta a convencer a sus víctimas de su culpabilidad de


su culpabilidad por delitos jamás cometidos, aislaba, eliminaba y estigmatizaba a los
perseguidos, cuya situación se volvía insostenible. Un aspecto importante de estas fuerzas,
sobre todo la nazi, era que el poder sobrepasaba los límites del propio Estado, ya que
cuando los ejércitos habían conquistado tal o cual país, la policía entraba y realizaba su
misión, que en muchos casos consistía en deportaciones masivas o persecuciones, según
cada situación particular.

Finalmente, y para lograr un eficiente control, está la duplicación del Estado o


administrativa. En el caso de la U.R.R.S. el poder de la burocracia del partido contra el poder
real de la policía secreta corresponde a la duplicación originaria del partido y del Estado. La
Policía Secreta era una red extremadamente complicada y ramificada de agentes, dentro
de la cual a un departamento se le asignaba una tarea de supervisar y espiar la de otro. Cada
área de la U.R.R.S. tenía su departamento especial de Policía Secreta, la que su vez era
espiada por un organismo superior, y siempre todos espiándose unos con otros. En
Alemania, la duplicación de su maquinaria administrativa también era una realidad:
coexistían Estados y provincias con una división nazi, aunque sus fronteras no coincidieran
geográficamente, existiendo también y simultáneamente los funcionarios de ambas
divisiones administrativas, los cuales eran espiados o eran potencialmente sospechosos.

Lo interesante de todas estas formas de gobiernos era que el Estado y el culto al jefe
estaban por encima de cualquier derecho individual del ciudadano, e inclusive el mismo
ciudadano no lo era como tal, sino que era integrante de la masa.
Actividad
A esta altura de la lectura, se sugiere realizar la actividad 2.

Evaluaciòn
A continuación se lo invita a realizar la Parte II de la evaluación integradora, referida a los
contenidos de este módulo.

[1] Marxismo: Por marxismo se entiende el conjunto de las ideas, de los conceptos, de las
tesis, de las teorías, de las supuestas metodológicas científicas y de estrategia política, en
general la concepción del mundo, de la vida asociada y de la política, considerada como un
cuerpo homogéneo de proposiciones hasta llegar a constituir una verdadera doctrina que
se puede extraer de las obras de Karl Marx y Friedrich Engels.

MODULO IV
I. LA GLOBALIZACION

Lectura básica
Para complementar el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el libro básico:
Bonetto de Scandogliero, M.S. y otros. Las Transformaciones del Estado. De la modernidad
a la globalización. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001. Capítulo V: El estado y los desafíos de la
globalización.
La instancia final de la asignatura se completa con el estudio de la globalización en el mundo
posmoderno y su impacto por sobre las estructuras de poder analizadas a lo largo de la
asignatura.

A partir del siglo XX, profundos procesos de transformación tecnológicos provocaron una
interconexión e interrelacionamiento global, con un marcado impacto en los aspectos
sociales, culturales, geográficos, demográficos, económicos y políticos del estado soberano
moderno.

Frente a ello, los tradicionales esquemas modernos se vieron convulsionados e inmersos en


un proceso aceleración y cambio irreversible; y lo que inicialmente fue asociado a una
transformación comunicacional tecnológica, rápidamente fue extendido hacia un complejo
proceso de naturaleza integral.

En sentido coincidente, la propia Organización de las Naciones Unidas se refiere a la


globalización al decir que es un fenómeno inevitable en la historia humana que ha acercado
el mundo a través del intercambio de bienes y productos, información, conocimientos y
cultura.

En las últimas décadas, esta integración mundial ha cobrado velocidad de forma


espectacular debido a los avances sin precedentes en la tecnología, las comunicaciones, la
ciencia, el transporte y la industria.

Si bien la globalización es a la vez un catalizador y una consecuencia del progreso humano,


es también un proceso caótico que requiere ajustes y plantea desafíos y problemas
importantes.

En el contexto de nuestra asignatura, la globalización ofrece una perspectiva de estudio


insoslayable, no sólo como análisis teórico alternativo en el pensamiento político, sino
como un fenómeno de enorme impacto en la reconfiguración de las estructuras modernas
de poder estatal.

Así como desarrolláramos con detenimiento el proceso de reconfiguración de las fuerzas


políticas durante fines del medioevo a partir de la identificación y relevamiento de las
condiciones históricas de aparición del estado moderno; la globalización ofrece hoy un
nuevo escenario para la trasformación de esas mismas condiciones, mutando el estado
moderno hacia una nueva unidad de poder globalizado.

En tal sentido, estudiaremos la globalización a partir de 2 ejes medulares:

 Como proceso complejo e integral, esto es, identificando todos los aspectos que ella
envuelve.
 Como proceso de reconfiguración política del estado moderno.
A través de ambos ejes lograremos un estudio general de la globalización y sus efectos en
el mundo posmoderno.

a. La globalización como proceso complejo e integral

Pese a no existir coincidencia entre los autores sobre el origen de la Globalización, hay
acuerdo en ubicar a la intensificación del fenómeno a partir de 1970 con el auge tecnológico
comunicacional y su impacto por sobre la dinámica internacional de los estados nacionales.

Sin embargo, y con el objetivo de clarificar esta disyuntiva existente entre los autores sobre
el origen de la globalización, es preciso diferenciar 2 cuestiones conceptualmente
diferentes que a menudo son confundidas:

 El expansionismo o interrelacionamiento comunitario:

Sus orígenes pueden remontarse al origen mismo de las comunidades políticas y el proceso
de vinculación. Así, en la antigüedad el proceso de relacionamiento entre comunidades y
culturas fue dado por el comercio, la expansión bélico-territorial, la navegación y el
colonialismo.

Esto, sin embargo, no puede ser identificado como globalización en el sentido que hoy
asignamos a dicho termino para señalar un proceso tecnológico de interrelacionamiento
integral y múltiple.

El proceso de relacionamiento comunitario constituye una cuestión natural presente en


toda la historia de la humanidad, desde los fenicios hasta los romanos, transitando por las
tribus indígenas latinoamericanas que ocuparon desde México hasta el norte de Argentina.

 La globalización como fenómeno de la modernidad:

Este es el sentido que asignamos propiamente a la globalización, originado durante el siglo


XX e impulsado por el advenimiento de la tecnología comunicacional durante la década de
1970 y que pronto impactó en la economía mundial, siendo esta hoy su faceta central.

De tal manera, y como analizaremos, la globalización como proceso contemporáneo puede


ser analizada desde una perspectiva positiva y otra negativa conforme sus efectos
económicos, ambientales, culturales y políticos que ha provocado en el escenario mundial.

Este último será analizado en relación al proceso de reconfiguración soberana del estado
nacional.

Preliminarmente, las notas caracterizantes de la globalización pueden resumirse en:


I. Extensión y profundización de la interconexión entre los estados mundiales y las
sociedades y comunidades.
II. Interdependencia comunicacional.
III. Internalización y externalización de productos, procesos y servicios sin límites
políticos-geográficos.
IV. Desarrollo tecnológico creciente.
V. Debilitamiento de la centralidad del Estado en las relaciones internacionales.
VI. Desaparición de la separación y distinción entre el mundo interno del Estado y el
mundo internacional, entre la política interior y la política exterior.
VII. Desarrollo de nuevos actores no estatales.
VIII. Nuevos tipos de conflictos y problemáticas: seguridad y terrorismo, conflictos
humanitarios, delitos transfronterizos, etc.
IX. Revalorización de la cuestión humanitaria como dimensión de las relaciones
internacionales.
X. Reconfiguración espacio – territorial.
XI. Polarización y diferenciación entre desarrollo y subdesarrollo.

La globalización como proceso de interdependencia resulta irreversible y continuo,


haciendo que las relaciones se vuelvan más complejas, y multiplicando los actores que
participan del escenario internacional: el estado pierde su posición de dominio central y
junto a este las empresas transnacionales, las organizaciones internacionales y los
ciudadanos adquieren preminencia en un espacio que tradicionalmente sólo estaba
reservado para los estados.

De tal manera, la globalización representa un proceso de conjugación de fuerzas y centros


de poder: así las fuerzas locales, históricamente representadas por el estado moderno y la
concentración de los instrumentos de fuerza (militares, económicos, políticos y
decisionales) sobre una base territorial cierta y definida, van viéndose superadas por
instancias de superposición de fuerzas foráneas superiores.

Así, la complejización de este proceso de transformación es asociada por el sociólogo


Manuel Castells a la acumulación de 3 procesos coincidentes temporalmente: "la
coincidencia histórica, hacia finales de los años sesenta y de mediados de los setenta de tres
procesos independientes: la revolución de la tecnología de la información; la crisis
económica tanto del capitalismo y del estatismo y sus reestructuraciones subsiguientes; y el
florecimiento de los movimientos sociales y culturales, como el antiautoritarismo, la defensa
de los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo"

Para David Held, en cambio, la Globalización denota "expansión y profundización de las


relaciones sociales y de las instituciones a través del espacio y tiempo, de tal forma que las
actividades cotidianas resultan cada vez más influidas por los hechos y acontecimientos que
tienen lugar del otro lado del globo y, por otro lado, las prácticas y decisiones de los grupos
y comunidades locales pueden tener importantes repercusiones globales”.
Sin embargo, la claridad con que esta puede definirse no deja a salvo la contraposición que
existe sobre sus efectos, mientras que sus beneficios resultan evidentes, también lo son sus
efectos nocivos representados por la profunda polarización que provoca a nivel mundial la
perdida de identidades locales.

Conforme ello, analizaremos brevemente 2 los extremos sobresalientes del fenómeno de


interdependencia global a partir del aspecto económico y el social.

 Económicos: constituye el eje central del proceso de la globalización a través de la


universalización de los mercados y el avance del capitalismo
posindustrial implicando la adopción de políticas económicas liberales por la
mayoría de los países del mundo.

Esto se manifiesta a través de la internacionalización de la producción y el consumo, y desde


allí, la interconexión económica de todos los países, produciendo impactos inmediatos las
decisiones o situaciones que tuviesen lugar en un país geográficamente muy distante de
otro.

El desarrollo de mercados globales ha flexibilizado las fronteras políticas y normativas


locales constituyendo el principal atractivo para agentes económicos transnacionales que
han logrado debilitar los principios protectorios laborales de los países.

En la actualidad, el orden económico se construye en el macromercado transestatal, un


mercado productivamente virtual. Así la economía migrante, con sus propias lógicas de
regulación y acumulación, relativiza la soberanía y sus fronteras.

El desarrollo de una economía global ha sido el agente responsable del proceso de


polarización mundial entre los estados, resultando así un sistema de clasificación de países
desarrollados y subdesarrollados en orden a la satisfacción de necesidades de sus
habitantes en clave globalizada.

 Sociales: la dimensión social abarca las cuestiones relativas a la cultura y la identidad


local, a la inclusión o la exclusión social, al desarrollo demográfico, y al impacto
ambiental del proceso de globalización.

Así, históricamente la idea de un poder soberano estatal de base territorial y cohesionado


en lo interno desde la idea del estado-nación, reclamaba una dominación efectiva sobre
una comunidad de hombres.

La cuestión social era un asunto local, limitado a las fronteras estatales. La globalización
produjo una permeabilización de las fronteras políticas de los estados, y en su lugar, la
cuestión social dejo de ser un asunto dominado localmente para transformarse en un
asunto de escala mundial.
Así, el mundo aparece ahora más como un sistema físico, biológico y antropológico
integrado donde las consecuencias de la intervención del hombre no respetan fronteras y
la información y la cultura están íntimamente relacionadas en un sistema global

Las ideas de la identidad cultural local y de ciudadanía ligada a los vínculos políticos en el
marco de un estado, han dado paso a los conceptos de cultura y ciudadanía global,
referenciado a un proceso de masificación de contenidos impulsada por patrones o
modelos de referencia mundiales obligados (“lo accidental”, “lo norteamericano”).

De esta manera, el proceso de la globalización supone un espacio de interconexión mundial,


debilitando la perspectiva tradicional de cultura local geográficamente delimitada y
eliminando las barreras de anclaje territorial.

Junto ello, los procesos migratorios y el crecimiento de la población mundial afectan


también la cuestión demográfica y ambiental, dejando de ser los estados los puntos de
referencia en cuyo reemplazo la “aldea global” pasa a ser el escenario central.

A partir de allí, toda una serie de nuevos o renovados tipos de conflictos, derivados de
problemas como, entre otros, la pobreza, la marginación, la inmigración, el nacionalismo,
el narcotráfico, el blanqueo de dinero, la xenofobia y el racismo, han pasado a marcar
profundamente el escenario mundial, demandando una atención creciente de los actores
gubernamentales y no gubernamentales.

 El estado frente a la globalización

Lectura básica
Para el estudio de los contenidos, le sugiero la lectura 1 - Artículo periodístico del diario EL
PAIS. “EL FIN DEL ESTADO NACION”, DE MANUEL CASTELLS. Disponible también
en http://elpais.com/diario/1997/10/26/opinion/877816803_850215.html

La globalización como proceso integral, tal como fue analizada previamente, ha provocado
una erosión en el concepto tradicional de soberanía estatal, afectando la estructura de
poder concentrada de estado-nación propia de la modernidad y debilitando su capacidad
de toma de decisiones territoriales autónomas y su preeminencia como actor central del
escenario mundial.
Actividad
En este momento sugerimos que realice la actividad 1 de este módulo.

Así, y tal como afirma Giddens, el destino de las localidades débiles no está siendo
determinado por el Estado-Nación, sino por decisiones, actividades y eventos que ocurren
más allá de su jurisdicción territorial.

Aunque el Estado continúa siendo un elemento esencial del sistema internacional y su


condición de máxima autoridad a nivel internacional continua formalmente vigente, su
autonomía y su protagonismo, tanto a nivel internacional como interno, se ha visto
disminuido como consecuencia de la interdependencia, la transnacionalización, la
globalización y del desarrollo de nuevas fuerzas y actores, que han erosionado su soberanía,
sus fronteras, sus funciones y su relación con los ciudadanos.

Todo ello ha traído consigo un fenómeno de transnacionalización e interdependencia de las


relaciones sociales a todos los niveles y ámbitos, de internacionalización de los problemas
internos y de internalización de los problemas internacionales, que ha trastocado las
estrategias y políticas tradicionales, obligando a importantes innovaciones en el trabajo de
los actores internacionales, tanto estatales como no estatales.

Los actores no estatales han conocido un espectacular desarrollo a partir especialmente de


la Segunda Guerra Mundial, pasando a desempeñar papeles y funciones cada vez más
significativas e importantes en la sociedad internacional. Su espectacular crecimiento y
protagonismo es consecuencia directa de las dinámicas de interdependencia, globalización
y transnacionalización, que han erosionado las fronteras del Estado y debilitado su cohesión
interna, alentando en sus ciudadanos lealtades nuevas, y su protagonismo internacional.

La realidad de nuestros días es que el poder es un fenómeno multidimensional y de


naturaleza cambiante en función de los distintos escenarios.

El poder ya no es solo un fenómeno relacional sino también y cada vez más, como
consecuencia de las dinámicas de interdependencia y globalización, que en cuanto
importantes fuentes del poder han traído consigo un cambio en la naturaleza del poder y
en la forma de ejercerlo, un fenómeno estructural, mucho más sutil, consistente en el
control o la capacidad para influir o determinar las estructuras y dinámicas del sistema o
conseguir que los demás quieran lo que uno quiere.

Finalmente, el poder se distribuye, se reparte cada vez más, y se hace más difícil de
identificar, no solo como consecuencia de la naturaleza cambiante del poder y de la
multiplicación de los Estados, sino sobre todo como consecuencia de la proliferación de
actores transnacionales que participan en el reparto y en el ejercicio del poder, entendido
especialmente en términos de poder blando o poder estructural.

Frente a este escenario, el estado asiste a un proceso de reconfiguración de su capacidad


soberana, y el tradicional dominio territorial. En su lugar, los elementos constituyentes del
estado moderno: pueblo, territorio, derecho y poder se ven sujetos a nuevas definiciones:

I. Pueblo

Un multiculturalismo creciente, propio de nuevas demandas identitarias debilitan el vínculo


unilateral de estado-nación.

En su lugar, los procesos de cohesión identitarios que permitían el fortalecimiento de una


nación dentro de un espacio territorial soberano (estado), se ven permeados bajo
pretensiones foráneas de ampliar dichos límites.

La dinámica de la globalización ha traído consigo flujos migratorios causados por la


movilidad laboral, la pobreza, los conflictos bélicos y la seguridad, provocando hoy que los
estados no puedan disponer unilateral y soberanamente de su capacidad de regulación de
movimientos migratorios.

Durante la modernidad, la idea de estado nación refería al proceso de unión y coordinación


de los vínculos sociales del estado como estructura de poder por sobre su población,
generando sentimientos de cohesión y adhesión entre todos los habitantes y el espacio
sobre el cual se asentaban para realizar su proyecto de vida.

La globalización ha permeado dichos vínculos de unidad, debilitando la capacidad del


estado como constructor del proceso de integración social local, y reconfigurando el
concepto de ciudadanía.

II. Territorio

El territorio como espacio físico donde sedimenta la población ha constituido


tradicionalmente el ámbito de competencia soberana, el margen de delimitación de
dominio formal efectivo (jurídico), donde el estado reclamaba exclusividad y permanencia.

Tal como fue referido, la globalización ha provocado la flexibilización y desdibujamiento de


las fronteras como limites efectivos.

Primeramente, tal desdibujamiento fue de carácter virtual y político, mientras que hoy se
materializa no sólo a partir de los procesos de integración regionales y con ello la creación
de normativas de tránsito más flexibles, sino a través de procesos coactivos que el propio
escenario internacional marca, como por ejemplo con el tema de la recepción obligatoria
de migrantes en la UE.
Sumado a ello, nuevos conflictos y problemáticas originas en la globalización vuelven
insuficientes las capacidades de los estados para su resolución, y sus efectos trasciendes las
fronteras territoriales, haciendo necesarias soluciones que debilitan el control estatal
fronterizo: daños ambientales, terrorismo transnacional, etc.

III. Derecho

Desde la misma perspectiva analizada, el derecho como ordenamiento jurídico producto de


un proceso decisional soberano de alcance territorial exclusivo se ha visto afectado
producto de la globalización.

El monopolio de la elaboración y aplicación de las leyes como atributo soberano de un


estado cumplió desde sus inicios la función de unificación de conductas y cohesión social,
orientando a sus habitantes hacia los valores y fines del propio estado, estimulando
identidades y cultura local.

Hoy, el proceso de integración jurídico transnacional (tanto universal como regional)


protectorio de los derechos humanos a través de organismos internacionales ha provocado
3 cuestiones:

 La delegación de facultades y potestades jurisdiccionales locales de los estados a


órganos internacionales
 La participación de todas las personas (cualquier nacionalidad) ante organismos
internacionales para la defensa de los derechos humanos
 El proceso de readecuación normativa de los estados a los principios y pautas
internacionales sobre los derechos humanos.

IV. Poder

No obstante haber explicado ya el proceso gradual de debilitamiento del estado frente a la


globalización, el elemento poder traduce de manera efectiva la reconfiguración del estado
en el escenario global.

Así, la soberanía estatal como atributo de autodeterminación en lo interno y externo se ha


flexibilizado ante un conjunto de fuerzas tanto foráneas cuanto internas que interactúan de
manera combinada limitando su capacidad decisional.

La interconexión global del estado y la internacionalización de funciones que


tradicionalmente fueron domesticas - locales hacia un espacio exterior ha provocado
afecciones en un doble marco: en el aspecto interior el estado nacional moderno ha perdido
el monopolio exclusivo de establecer las leyes y reglas dentro de su territorio; mientras que
en el aspecto externo, otros estados y organismos internacionales participan e intervienen
en políticas internas de los demás estados.

De allí, que las ideas que piensan en la soberanía como un poder público ilimitado e invisible
que se encontraba en los estados nación individuales resultan obsoletas, en vista de los
dominios políticos y estructuras de autoridad interconectadas y la reformulación de las
diversas concentraciones de poder que se articulan, curiosamente con dominios fracturados
de autoridad pública.

Así, y siendo la globalización un proceso irreversible, la soberanía debe ser


reconceptualizada en coherencia con los nuevos desafíos, abandonando la creencia de un
poder ilimitado, absoluto y excluyente y reconfigurándolo en coherencia con dimensiones
espacio temporales más flexibles que contemplen la dinámica real del mundo global y sus
habitantes.

II. LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LA POLITICA: El rol del Estado en las mismas

Lectura complementaria
Para el estudio de los contenidos, le sugiero consultar el libro de J. Valles. Ciencia Política,
una introducción; en el capítulo sobre la acción colectiva: los medios de poder.

En el marco del análisis presentado en este módulo, nos encaminados hacia el estudio dos
componentes de fundamental importancia en el mundo posmoderno: la política y las
relaciones internacionales.

Las relaciones internacionales se han modificado sustancialmente a lo largo de la historia,


impactando sobre la sociedad; pero sobre todo por constituir una herramienta de poder. La
política en la historia de las relaciones internacionales adquirió especial transcendencia en
la medida que no puede pensarse de manera separada (política y relaciones
internacionales), ya que precisamente la política como actividad ligada a lo público nos
indica que políticas de estado puede llevar un Estado en relación a sus relaciones
internacionales.

En un sistema democrático, las relaciones internacionales deben plasmar lo manifestado


por los ciudadanos en las urnas y el respaldo al propio estado. Esto genera una
retroalimentación entre los que gobiernan y los gobernados. Ejemplos de esta clase lo
podemos ver en muchos momentos de la Historia de las Relaciones Internacionales cuando
los propios ciudadanos se manifestaban a favor de tal cual o cual política de estado
internacional.

De allí que el rol que tenga la comunicación en el sistema democrático como una
herramienta para la toma de las decisiones y la ciudadanía recibiendo esa información, que
como actor central de los procesos democráticos, necesita de la comunicación como
herramienta decisional, de manera que todo el sistema democrático, fundado en la
participación debe girar en torno a ella. Las sociedades (especialmente a partir de mediados
del siglo XX en adelante) son participantes activos y protagónicos de la construcción
ciudadana y de la vida política y las estrategias de comunicación no son meros
procedimientos de transferencia de información. Son intercambios para garantizar el
debate, hacer visible tanto el consenso como la diferencia y generar sentidos superadores
en el diálogo social.

Es en este escenario, que hay que comprender el rol de las relaciones internacionales en el
contexto que funciona el estado e interpretar el desempeño que efectivamente juegan a
través de las políticas de estado.

Actividad
En este momento puede realizar la actividad 2 de este módulo.

Con todo ello, el presente módulo pretende generar una reflexión crítica sobre el papel de
los medios, los comunicadores y la política en el escenario democrático y la construcción de
los consensos y/o disensos en la ciudadanía como consumidores comunicacionales.

Lectura complementaria
Para reflexionar se sugiere la lectura del material complementario sobre la modernidad y
los medios de comunicación en Cuba, en La globalización liberadora

Antes de finalizar con el contenido los invitamos a ver el video de cierre de la asignatura.
Evaluaciòn
A continuación, se lo invita a realizar la Tercera Parte de la evaluación integradora, referida
a los contenidos de este módulo. ¡Éxitos!

Referencias

Bonetto de Scandogliero, M., Pinero, M. (2003). Las transformaciones del estado: de la


modernidad a la globalización. Advocatus. Pp. 145.

Borja, J., Castells, M. (1997). Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la
información. Taurus. Pp. 369-370.

Giddens, A.. (2001) Más allá de la izquierda y la derecha: el futuro de las políticas
radicales. Catedra.

Lopez Ayllon S., Fix Fierro H. (1997). Estado y derecho en la era de la globalización. UNAM.

Módulo 4: Glosario

Agente (o actor social): Es aquel que tiene la aptitud de producir una diferencia, es decir de
ejercer una clase de poder.

Anarquismo: Es la liberación de todo poder superior, fuese este de orden ideológico


(religión, doctrinas políticas, etc.), de orden político (estructura administrativa
jerarquizada), de orden social (pertenencia a una clase o casta determinada), de orden
económico (propiedad de los medios de producción) o, finalmente, de orden jurídico (la
ley). El anarquismo defiende los principios básicos libertarios. La doctrina anárquica se
resume en una sola palabra: libertad.

Cesuras: Divisiones o separaciones.

Condotieros: Jefes de soldados mercenarios.

Cosmopolita: Dícese del que considera al mundo como su patria.


Corporativismo: Es una doctrina que propugna la organización de la colectividad sobre la
base de asociaciones representativas de los intereses y las actividades profesionales
(corporaciones). Este propone neutralizar o remover los elementos conflictivos: la
competencia en el plano económico, la lucha de clases en el plano social, la diferenciación
ideológica en el plano político.

Cultura: Conjunto de modos de vida, valores, costumbres, creencias y grado de desarrollo


científico, industrial y artístico en una época y en un grupo determinado.

Dialéctica: Arte de razonar metódica y justamente.

Dialéctica del control: El carácter de doble vía del aspecto distributivo del poder (poder
como sinónimo de control), el modo en que los poderosos administran recursos como para
ejercer un control sobre las más poderosos dentro de relaciones de poder establecidas.

Dualidad de estructura: Estructura en tanto es el elemento y el resultado de la conducta


que ella organiza recursivamente; las propiedades estructurales de sistemas sociales no
existen fuera de la acción, sino que están envueltas inveteradamente en su producción y
reproducción.

Economía: Ciencia social que estudia los procesos de producción, distribución,


comercialización y consumo de bienes y servicios. Los economistas estudian cómo alcanzan
en este campo sus objetivos los individuos, los distintos colectivos, las empresas de
negocios y los gobiernos.

Empirismo: Sistema filosófico que toma la experiencia como base del conocimiento.

Epígono: El que sigue las huellas de otro, el que continúa un estilo o una escuela de la
generación anterior.

Escuela de Frankfurt: La llamada Escuela de Frankfurt surge con la fundación, en 1923, del
Instituto para la Investigación Social, como centro canalizador de una serie de intereses
comunes: se trataba de reunir, fundamentalmente, a autores interesados en el marxismo.
Debido a la particular libertad del ambiente universitario, Frankfurt era la ciudad ideal para
el desarrollo de líneas de investigación interesadas en las ideas centrales del marxismo, y,
de un modo prioritario, en transformar la sociedad de su tiempo. El instituto encontró su
germen en reuniones anteriores sobre el marxismo, en las que intervenían autores de la
talla de Friedrich Pollock, Georg Lukacs o Felix Weil, por nombrar a algunos de los que
después se integrarían en el Instituto. La idea de desarrollar un Instituto en el que los
estudios interdisciplinares inspirados en el marxismo contribuyeran a lograr una visión
adecuada de la sociedad, fue desarrollada por Weil, Pollock (amigo de juventud de
Horkheimer) y Kurt Albert Gerlach. El objetivo era práctico antes que teórico: el
conocimiento de los mecanismos sociales debería conducir a una superación de sus
antagonismos, de modo que se trascendiera la vieja oposición teoría/práctica. Y todo esto
desde una imprescindible perspectiva interdisciplinar, dirigida por un marxismo de
pretendido carácter científico. Tal y como formulara Gerlach (su primer director) en 1922:
se trataría de investigar “los efectos del cambio entre la infraestructura económica y los
factores político - jurídicos hasta las últimas bifurcaciones de la vida espiritual en la
comunidad y la sociedad” (Discurso de Fundación de la Escuela). A la inesperada muerte de
Gerlach, Carl Grünberg, padre del llamado “austromarximo”, fue llamado a dirigir el
Instituto. Su objetivo era apoyar teóricamente y de un modo científico la superación
socialista del capitalismo. La difusión del trabajo del Instituto se veía garantizada por el
ambiente cultural de la ciudad, que daba cabida, por ejemplo, a emisiones radiofónicas,
entrevistas, artículos de prensa, etc. Grünberg impulsó el proyecto de una forma
determinante: creación de la cátedra de sociología, fundación del Instituto psicoanalítico
de Frankfurt, como una rama más dentro del IIS, creación de lazos intelectuales con autores
como Karl Mannheim o Norbert Elías. El instituto se convertía así en un centro de libertad
al margen del nacionalsocialismo. En 1931 Max Horkheimer fue nombrado director debido
a los problemas de salud de Grünberg. Amigo de Pollock desde la juventud, el
nombramiento de Horkheimer fue posibilitado además por la creación de una cátedra de
Filosofía social. La concepción del proyecto de Horkheimer era distinta a la de Grünberg: el
trabajo interdisciplinar debía estar guiado por la reflexión filosófica, determinada desde las
preguntas de la filosofía social. Con la colaboración de Leo Löwenthal, Erich Fromm,
Theodore W. Adorno y Pollock, se puso en marcha la Revista para la Investigación Social
(RIS). El fondo teórico y los estudios prácticos de los frankfurtianos no eran compatibles con
el ascenso del nacionalsocialismo, de modo que en los años 30 se fue gestando el traslado
de la escuela. A través de Ginebra y París, Horkheimer la estableció en Nueva York, dentro
de la Universidad de Columbia, que apoyó la labor de los frankfurtianos y la publicación de
la RIS. Un tercio del personal de la Universidad de Frankfurt fue expulsado de su trabajo por
motivos racistas, y el edificio del IIS se cerró el 13 de marzo de 1939 y fue destruido por las
bombas durante la guerra. Al término de la guerra, se comenzó la reconstrucción. Esta no
fue sólo arquitectónica, sino que también se intentó que todos los profesores exiliados
regresaran lo más pronto posible a sus puestos de trabajo: así lo hicieron Pollock,
Horkheimer y Adorno. El nuevo edificio, levantado justo enfrente del originario, se inauguró
el 14 de noviembre de 1951. Con la interdisciplinariedad y la filosofía social como guías, el
primer objetivo fue recuperar todo el trabajo que los autores diseminados en el exilio
habían realizado.

Reinicio de la actividad y nuevos temas de estudio: En los años 50 aparecieron dos nuevos
objetos de investigación: la sociología de la industria y la sociología de la formación,
centrada en la relación entre universidad y sociedad. En estos años, por ejemplo, Habermas
realizó un estudio sobre la relación entre el movimiento universitario y la política, titulado
Estudiantes y política. El número de alumnos que querían ampliar sus estudios teóricos con
las clases de Adorno y Horkheimer aumentaba cada año. Así, Adorno publica en 1966 su
Dialéctica negativa, y en Estados Unidos Herbert Marcuse (que fue apartado de la escuela
en los años 30 por haberse formado con Heidegger) publicaba una obra que gozó de una
excelente recepción: El Hombre Unidimensional. En 1958 Adorno sucedió a Horkheimer al
frente del ISS, se convirtió en un punto de referencia del movimiento estudiantil del 69. En
los años 70, bajo la dirección de Gerhard Brandt, surgieron dos nuevos temas que fueron el
centro de la reflexión de los frankfurtianos: los problemas de género y los procesos de
racionalización industrial de las sociedades occidentales. En los 80 se produciría un giro
hacia la sociología política. La estructura del IIS sufrió modificaciones en 1973. El cargo de
director fue ocupado por un consejo, en el que participaba el director y representantes de
los profesores y trabajadores.
Escuela de Frankfurt: www.boulesis.com/especial/escuela de frankfurt
es.wikipedia.org/wiki/escuela_de_frankfurt

Estado: Una definición de Estado comporta numerosos problemas que derivan de la


dificultad de analizar completamente las múltiples relaciones que se han ido instaurando
entre el Estado y el conjunto social para detectar después los efectos en la racionalidad
interna del sistema político. El cambio fundamental lo ha representado, a partir de la
segunda mitad del siglo XIX, la gradual integración del Estado político con la sociedad civil,
que ha terminado por alterar la forma jurídica del primero, los procedimientos de
legitimación y la estructura de la administración. Desde la perspectiva marxista, el Estado
se concibe como una derivación de la lógica de valoración del capital. En ese sentido, debe
crear las condiciones generales de la producción (infraestructura), reglamentar los
conflictos entre asalariados y capital y afirmar y expandir el capital nacional global en el
mercado mundial. Una definición más simple es que un Estado es la nación jurídicamente
Problemas con el nacionalsocialismo y exilio Edificio destruido tras la II Guerra Mundial
organizada y políticamente libre.

Estructura: Reglas y recursos que recursivamente intervienen en la reproducción de


sistemas sociales. Una estructura existe sólo como huellas mnémicas, es decir, la base
orgánica de un entendimiento humano y actualizado en una acción.

Estructuración: La articulación de relaciones sociales por un tiempo y un espacio, en virtud


de la dualidad de estructuras.

Estructuralismo: Busca explorar las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales
se produce el significado dentro de una cultura. De acuerdo con la teoría estructural, dentro
de una cultura el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas,
fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. Un estructuralista
estudia actividades tan diversas como la preparación de la comida y los rituales para
servirla, ritos religiosos, juegos, textos literarios y no literarios, y otras formas de
entretenimiento para descubrir las formas profundas de producción y reproducción de
significado en una cultura.
Después de la Segunda Guerra Mundial y especialmente en los sesenta, el estructuralismo
adquirió preeminencia en Francia y fue la popularidad inicial en este país la que hizo que se
expandiera por todo el mundo.
Al principio de los ‘60, el estructuralismo como movimiento estaba en pleno desarrollo y
algunos creyeron que podría ofrecer un enfoque unificado para el estudio de la vida
humana que abarcaría todas las disciplinas. Roland Barthes y Jacques Derrida se
concentraron en cómo el estructuralismo podía ser aplicado a la literatura. Lacan lo aplicó
a la psicología, mezclando a Freud con Saussure. El libro de Foucault Las palabras y las cosas
examinó la historia de las ciencias humanas para estudiar cómo las estructuras de la
epistemología forjaron la manera en que se utiliza el conocimiento (aunque posteriormente
Foucault negaría explícitamente cualquier vinculación con el movimiento estructuralista).
Louis Althusser combinó el marxismo con el estructuralismo para crear su propio modo de
análisis social. Otros autores dentro y fuera de Francia han extendido el análisis estructural
a prácticamente cualquier disciplina.

Fenomenología: Etimológicamente significa ciencia de los fenómenos o apariencias.


Actualmente se la toma de la filosofía de Husserl, el cual considera al fenómeno,
prescindiendo de la realidad subyacente que le corresponde y ve en él, el objeto total que
se da a una conciencia cognoscitiva, sin ninguna distinción entre fenómeno y contenido real,
como una esencia inteligible captable por medio de una intuición. La tarea fundamental es
la descripción de este fenómeno, eliminando los presupuestos de toda clase; este proceso
se denomina “epojé” o reducción fenomenológica, que llevado a su más alto grado logra
una esencia pura en una conciencia pura.

Fuerzas productivas: Los medios instrumentales que participan en el proceso de


producción, medios naturales, tecnología, etc.

Hermeneútica doble: La intersección de dos marcos de sentido como parte lógicamente


necesaria de una ciencia social, el mundo social provisto de sentido tal como lo constituyen
unos actores legos y los metalenguajes por los especialistas en ciencia social; hay un
constante “deslizamiento” entre un marco y otro, inherente a la práctica de las ciencias
sociales.

Historicismo: Este término no tiene un significado unívoco. Constituye una actitud del
pensamiento que surge de modo consciente a partir, aproximadamente, del período que
abarca los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. Para comprender mejor su
significado se incluyen dos posturas distintas: En el caso de Hegel, que coincide con la
escuela romántica alemana en el concepto del espíritu de los pueblos, definió este término
de un modo muy diverso al decir que el espíritu de los pueblos se concibe como encarnación
del espíritu del mundo y de la razón universal que gobierna la Historia y se lleva a cabo a
través de los pueblos históricos, es decir aquellos pueblos que ejercen una función de guía
en una determinada época histórica y en los que se manifiesta el grado de progreso
alcanzado por el espíritu de ese momento. A esta idea le agrega la idea de sociedad civil, es
decir el sistema de las necesidades y del trabajo de los hombres. Frente a esta postura, está
el planteamiento de Marx y Engels, que niegan todo componente idealista y metafísico de
Hegel, y que lo definen como el proceso de revolucionamiento ininterrumpido de todos los
aspectos de la vida colectiva humana, cuya fuerza motriz central está constituida por la
evolución del modo de producción.
Humanismo: Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina
como medio de restaurar los valores humanos.

Inductivismo: Según éste, cuando una ley física resulta repetidamente confirmada por
nuestra experiencia podemos darla por cierta o, al menos, asignarle una gran probabilidad.

Imperialismo: Se incorpora al vocabulario político y periodístico durante la década de 1890


en el curso de los debates que se desarrollaron sobre la conquista colonial. Fue entonces
cuando adquiere la dimensión económica que no ha perdido desde entonces. Régimen y
doctrina de los imperialistas. Dicese del partidario de extender la dominación de un Estado
o Estados sobre otros.

Masa: Personas que, por su número, por su indiferencia o por ambos motivos, no pueden
ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos
políticos, en el gobierno municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos.

Metafísica: Según Auguste Comte representa un estadio inevitable para llegar al estadio
definitivo del conocimiento humano, representado por las ciencias positivas, en las que sólo
se atiende a las conexiones entre los fenómenos de la experiencia.

Modernismo: Es el término con el que se designa a una corriente de renovación artística y


literaria desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX. Según los distintos países,
recibió diversas denominaciones: Art Nouveau (en Bélgica y Francia), Modern Style en
Inglaterra, Sezession (en Austria), Jugendstil (Alemania), Liberty o Floreale (en Italia), y
Modernisme o Estil modernista (en Cataluña). Si bien existe cierta relación que los hace
reconocibles como parte de la misma corriente, en cada país su desarrollo se expresó con
características distintivas. Modos de producción: Son estructuras que facilitan la
comprensión del proceso histórico y no realidades tangibles. También tiene un segundo
significado, que constituye el ámbito de lo económico.

Movimiento totalitario: Es una organización de masas de individuos atomizados y aislados.


En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua
característica externa es su lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del
miembro individual.

Mundo de la vida: Las teorías de la modernidad temprana y clásica coinciden en que la


sociedad de la modernidad se ha desarrollado a partir de la comunidad. A partir de la
postmodernidad hubo una destrucción de dicha comunidad. A partir de esa situación,
Habermas considera que, si bien la comunidad o sociedad o mundo de la vida se vio
perjudicado, también se vio beneficiado porque quedó descargado de los manejos o
cálculos del poder y funciones económicas, y pudo transformarse en el escenario de un
nuevo entendimiento normativo entre los sistemas (Estado y economía) y los distintos
ámbitos privados y públicos, que no sería otro lugar que el propio mundo de la vida.
Neomarxismo: El término “neomarxismo” es una designación cronológica, pero responde
a concretas determinaciones lógicas: el movimiento de renovación del marxismo que ha
tenido lugar a mediados del s. XX. Aunque los representantes del movimiento han surgido
en los más diversos países, su foco corresponde a una definida área geográfica: Europa
central. Tomado el término neomarxismo en sentido lato, su significado cubre una
extensión de intereses aproximados a los que abarca el de revisionismo. De aceptar este
sentido lato puede hablarse de un neomarxismo desde la segunda generación marxista,
figurando en esa corriente nombres que adquirieron relieve ya en vida de Engels, como es
el caso de Bernstein. Pero entonces más bien debería hablarse de neosocialismo de un
modo genérico. Lo que ante todo preocupaba a Bernstein, y con él a sus coetáneos
Kropotkin, Bebel, etc., era la cuestión práctica relativa al proceso evolutivo del capitalismo
al socialismo, problema más de política que de teoría filosófica. De ahí que a esos autores
no les ofreciera demasiada preocupación el asunto de salvar la ortodoxia de un sistema
como el de Marx. Esta cuestión surge algo más tarde con respecto a quienes, como Mehring,
Plejanov, Deborin, Kautsky y Rosa Luxemburg, al aliarse con todo lo que propugnaba el ideal
revolucionario, cualquiera que fuera su fuente, quedaban convertidos a los ojos de los
seguidores estrictos de los textos de La Ideología alemana o El capital en revolucionarios
ilusos o idealistas, incapaces de superar con las armas de su socialismo vulgar o utópico el
orden de cosas montado por el capitalismo.
El neomarxismo propiamente dicho sobreviene cronológicamente cuando las doctrinas de
Marx se han afianzado como socialismo científico, recibiendo su expresión oficial en los
programas comunistas que se desarrollan en la U.R.S.S. desde la revolución de 1917. El
neomarxismo surge así con la intención de proponer una interpretación de la obra de Marx
no condicionada a los dictados del aparato oficial, erigido a través del partido en intérprete
autorizado de la misma. Este movimiento corre, pues, paralelo a la consolidación de las
doctrinas de Marx en sistema rígido bajo la inspiración del partido como lo exigió Lenin, y
bajo la política cultural del régimen jerarquizado como lo estableció Stalin. Con la muerte
de este último (1953) y con la denuncia de la dictadura personalista que caracterizó su
mandato hecha por Kruschov (1956), los esfuerzos dispersos del movimiento salen a plena
luz, tomando carta de naturaleza la tendencia agrupadora de muchas figuras que ofrecen
profundas diversidades entre sí, pero que coinciden también en muchos rasgos. Esta
tendencia genérica es la que propiamente merece el calificativo de neomarxista. En ella
coinciden viejos disidentes desarticulados en la época del comunismo monolítico y jóvenes
intelectuales que se dan a conocer en el ambiente de las tendencias policéntricas y
liberalizadoras que vienen después.
Geográficamente este neomarxismo puede tenerse por fenómeno europeo continental. A
él se suman figuras como las del francés Lefébvre, el italiano Gramsci, el alemán Habermas,
el húngaro Gyórgy Lukács, el suizo Goldmann, el polaco Schaff, el checoslovaco Kosik.
Podrían añadirse otros muchos nombres: Garaudy, Mury, Korsch, Adorno, etc. Sigue siendo
pieza central de la corriente neomarxista, el materialismo, pero paliando algunas de sus
consecuencias, denunciadas por la historia y puestas de especial relieve al difundirse en los
ambientes culturales europeos los intereses antropológicos y existenciales mediante el
recurso a algunas ideas sobre la creatividad humana. Ya los mismos Marx y Engels se
sintieron incómodos ante el problema de interpretar la Historia y sus contenidos partiendo
de una base rígidamente económica, y es precisamente en las oscilaciones de éstos donde
se apoya el neomarxismo.
Características concretas de este pensamiento.
a) El neomarxismo implica un intento de vuelta a Marx, para darle una interpretación
diversa de la oficial. Frente a la línea dogmática se invoca el núcleo de la doctrina, tratando
de podar al sistema de aquellas partes que, a juicio de los neomarxistas, no son esenciales,
sino que –dicen– respondían a las condiciones de la época en que se formuló, pero no son
exigidos por su lógica interna; y, en cambio, subrayar otras que –según ellos– tendían a
quedar en segundo plano en la interpretación dogmática de Marx; entre ellas, la dialéctica.
b) Del conjunto de la obra. de Marx adquieren especial relieve para estos autores los
escritos de la época de juventud, gran parte de los cuales fueron desconocidos para los
primeros teóricos del marxismo. Entre otros títulos se insiste en los Manuscritos económico
- filosóficos. Pero se tiende a salvar la continuidad, buscando, p. ej., en El capital el
desarrollo de tesis que presiden todos los análisis anteriores, aunque en ocasiones obren
implícitamente.
c) La vuelta al Marx joven significa colocar en primer plano los intereses antropológicos,
bajo la forma de una filosofía humanista. Los neomarxistas hablan así de trasformar el
sistema marxista para llegar a un «humanismo total». Las nociones de cosificación,
alienación, subjetividad, persona, tienen así un gran relieve en la polémica entre estas dos
corrientes del marxismo.
d) El tema del hombre total es interpretado por los neomarxismo como la «autocreación
del hombre» mediante la praxis. De esta forma la discusión se centra sobre las relaciones
entre la infraestructura socioeconómica y las superestructuras culturales. La idea de una
resultancia mecánica de estas últimas a partir de las primeras –propia de la interpretación
dogmática del marxismo– cede el puesto –en el neomarxismo– a la afirmación de una
interacción dinámica. La mayor parte de los neomarxistas son intelectuales de formación
humanista, que no se resignan a aceptar la especie de volatilización del «mundo del
espíritu» que se deriva de la interpretación economicista de Marx: de ahí su postura. Son
criticados por los marxistas oficiales, que les acusan de liquidar el materialismo histórico –
una de las dos aportaciones fundamentales de Marx, según Engels–, derivando así hacia
una nueva forma de idealismo. Los neomarxismo se defienden diciendo que el tema suscitó
escrúpulos en el propio Marx como manifiesta la ya citada «Introducción» a la Crítica de la
economía política.
e) En dos esferas incide fundamentalmente este subrayado de lo supraestructural: en la del
arte y en la de la moral. La cuestión relativa al arte significa una toma de posiciones respecto
al «realismo socialista». Entronizado como estética oficial del marxismo desde 1934, implica
entender el arte como reflejo exacto de los cambios históricos hechos conciencia en la
jerarquía inspirada del partido. La inteligencia tenía asignado el cometido de fabricar armas
para la lucha en vistas al triunfo comunista: su ley era la disciplina y el servicio.
f) Las consecuencias prácticas de esta toma de posiciones son amplias. Así los neomarxistas
sostienen que en el terreno político se impone hoy el policentrismo revolucionario; en el
terreno social, la coexistencia, y en el cultural, el diálogo. El marxismo oficial ha denunciado
estas tomas de posición como una capitulación; quienes las defienden afirman que se trata
de una realista vuelta a Marx para revalidar sus tesis en las condiciones históricas del
presente.
g) Visión general de conjunto. Un juicio valorativo sobre la corriente neomarxista puede
hacerse tanto desde el punto de vista político como del filosófico. Por lo que respecta a lo
primero hay que señalar que si bien el neomarxismo ha tenido amplio eco en ambientes
universitarios e intelectuales, no ha conseguido hasta ahora dar lugar a un movimiento
político de envergadura o a una revisión de las posiciones de los partidos comunistas. Su
influjo se ha mantenido en los ámbitos académicos, alcanzando todo lo más a grupos
minoritarios o a movimientos de juventud cuya consistencia o posibilidad de incidir
fuertemente en la acción política aún no ha sido demostrada. Desde la perspectiva filosófica
el neomarxismo representa un intento de renovar el marxismo poniéndolo en relación con
ideas antropológicas provenientes tanto del antiguo pensamiento ilustrado como del
moderno existencialismo. Ese intento puede a su vez ser juzgado o desde la perspectiva de
la historia interna del pensamiento marxista y de las perspectivas sociológicas con él
relacionados, o, más radicalmente, desde la perspectiva de la verdad filosófica sin más.
En cuanto momento de la historia del pensamiento marxista, el neomarxismo tiene un
indudable interés, ya que implica la pretensión de clarificar la substancia del pensamiento
del propio Marx distinguiendo entre el núcleo de su mensaje teórico y aquellos elementos
circunstanciales no derivados de ese núcleo, sino producto de los condicionamientos
culturales y sociales de la época en que vivió. Eso desemboca en un intento de repensar las
relaciones entre estructuras y superestructuras, entre economía y capacidad crítica y
creadora del hombre.
Es así -en síntesis- como Marx llega a la afirmación de la identificación entre filosofía y
economía: es la historia económica -la historia de las relaciones de producción- lo que
realiza la conquista de la identidad entre hombre y naturaleza que la filosofía hegeliana
lleva a concebir como ideal. Prolongando esa conclusión, y basándose en lo que creía
percibir dada la situación económica de su tiempo, Marx desarrolla algunas de sus tesis más
clásicas: el convencimiento de que la humanidad iba a entrar en una inmediata fase
revolucionaria; el asociar la revolución a un alto grado de industrialización; el suponer como
necesaria e inminente la descomposición mecánica del capitalismo; el imaginar una fase de
progresiva depauperación del mundo asalariado, etc. Sus discípulos vieron que la historia
desmentía las profecías de Marx: el capitalismo ha sobrevivido, encontrando fórmulas y
recursos internos para integrar los antagonismos; el comunismo se ha aliado con una de las
más poderosas máquinas estatales; el proletariado ha perdido su fuerza revolucionaria,
incluso y particularmente en los países socialistas, etc. Ante esa realidad se impone a los
continuadores de Marx la necesidad de realizar una renovación del marxismo. Eso puede
realizarse por vía de mera actualización: es decir, sosteniendo que permanece intacto todo
el sistema intelectual de Marx y que sólo han variado las circunstancias de aplicación; es
decir, afirmando que Marx no acertó en algunas de sus predicciones empíricas pero que eso
no afecta a ninguna de sus ideas centrales. Puede darse un paso más, llegando así a un
revisionismo: es decir, sosteniendo que esas deficiencias en las predicciones de Marx son
signo de una deficiencia de los mismos principios y, por tanto, emprendiendo la tarea de
revisar el sistema entero.
Es esto lo que hacen en realidad los neomarxistas; de ahí su vuelta al joven Marx, el intento
de detectar líneas de fondo que –dicen–, presentes en el Marx inicial, han sido poco
subrayadas por el Marx maduro. Así se llega a la posición descrita, y que podría calificarse
de marxismo de conocimiento o marxismo humanista; rechazan que el marxismo se
resuelva en una teoría económica omnicomprensiva y subrayan el factor superestructural
como elemento de acción histórica, insistiendo en la creatividad humana. Hasta qué punto
eso es coherente con el núcleo del marxismo (es decir, con la visión materialista de la
historia) que ellos pretenden mantener, es algo que puede dudarse. Y en ese sentido las
acusaciones de incoherencia que los marxistas dogmáticos dirigen a los neomarxistas no
carecen del todo de fundamento. En cualquier caso - y esto interesa especialmente ponerlo
de relieve - estos autores, en la medida en que no acaban de superar el materialismo de
Marx, inciden más o menos netamente en el ateísmo, y, por tanto, se incapacitan para
fundamentar un auténtico humanismo. Han advertido las contradicciones que existen entre
la praxis marxista y la creatividad y la libertad humanas, pero no han sabido elevarse hasta
la percepción de la raíz filosófica de esas contradicciones (que no es un mero error de juicio
histórico, sino el ateísmo que domina todo el pensamiento de Marx, tanto el joven como el
adulto), y, por tanto, continúan en realidad sometidos a ellas.
h) Nuevas Corrientes: Derivación en cierto modo de la tendencia neomarxista estricta que
se ha descrito, es el escatologismo de Ernest Bloch o el utopismo de Herbert Marcuse. La
posición de estos autores podría calificarse también de neomarxista, o, tal vez mejor, de
novísimo - marxista. Pero, como van más lejos que los anteriores –que los calificarían de
humanistas un tanto alejados de la realidad–, deben ser citados aparte. Un movimiento de
revisión de las ideas de Marx muy diverso de los mencionados hasta ahora, es el derivado
de la filosofía estructuralista. El estructuralismo sustituye la dialéctica por modelos formales
significativos en función de los cuales se explica la historia. El antihumanismo de este
movimiento le coloca en el extremo opuesto de los existencialistas y de muchos
neomarxistas.

Neomarxismo: Lukacs, Gyögy. Historia y conciencia de Clases. Edit. Hachette, 1960, Paris.
Althuser, Luis. Por Max. Edit. Hachette, 1967, Paris.

Pensamiento funcionalista: Desde Comte en adelante, miró la biología como aquella


ciencia que ofrecía el modelo más afín y compatible con la ciencia social. Se tomaba a la
biología como patrón para conceptualizar la estructura y el funcionamiento de sistemas
sociales y para analizar procesos evolutivos que respondían a mecanismos de adaptación.

Positivismo: Doctrina de Augusto Comte, según la cual sólo podemos conocer los
fenómenos y su conexión; se va a abandonar la pretensión metafísica de conocer la realidad
en su esencia y en sus causas reales. Luego se llamó positivismo lógico a la postura básica
del Círculo de Viena, según la cual todo verdadero conocimiento ordinario o científico se
reduce a lo que puede verificarse experimentalmente mediante los recursos del
conocimiento ordinario o científico y toda pretensión metafísica de superar estas
posibilidades en un sinsentido lógico.
En las polémicas de inspiración marxista, se ha llamado positivismo a toda actitud según la
cual la filosofía se centra en los aspectos lógicos del conocimiento y prescindiría de los
factores histórico-socio-materiales que serían los más importantes –según la línea
marxista– para determinar la naturaleza de los problemas filosóficos y sus verdaderas
soluciones.

Postmodernismo: La postmodernidad designa generalmente un amplio número de


movimientos artísticos, culturales y filosóficos del siglo XX, definidos en diverso grado y
manera por su oposición o superación del modernismo. En sociología en cambio, los
términos postmoderno y postmodernización se refieren al proceso cultural observado en
muchos países en las últimas dos décadas, identificado a principios de los 70.
Las distintas corrientes del movimiento postmoderno aparecieron a lo largo del tercio
central del siglo XX. Histórica, ideológica y metodológicamente diversos, comparten sin
embargo un parecido de familia centrado en la idea de que la renovación radical de las
formas tradicionales en el arte, la cultura, el pensamiento y la vida social impulsada por el
proyecto modernista fracasó en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, y de
que un proyecto semejante es imposible o inalcanzable en las condiciones actuales.
Frente al compromiso riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias
artísticas, intelectuales y sociales, al que considera una forma refinada de teología
autoritaria, el posmodernismo defiende la hibridación, la cultura popular, el
decentramiento de la autoridad intelectual y científica.
Si bien la acepción más usual del posmodernismo se popularizó a partir de la publicación de
La condición posmoderna de Jean Francois Lyotard en 1979, varios autores habían
empleado el término con anterioridad.
La identificación del posmodernismo en filosofía y cultura como una entidad distinta del
modernismo, y el esclarecimiento de los vínculos entre ambos, es una cuestión aún abierta
en la teoría contemporánea. La crítica de las nociones lineales de la historia ha llevado a sus
partidarios a definir como posmodernos autores del siglo XIX —sobre todo Nietzsche.
La idea de un pensamiento postmoderno ha sido fuente de arduas discusiones y aún lo
continúa siendo. Una de las fuentes de esta discusión se encuentra en que no es capaz de
definirse en términos precisos, pues son el resultado de diferentes ideas, pensamientos y
percepciones en los distintos campos de la cultura occidental. Así en el campo científico, la
teoría de la relatividad y posteriormente la física cuántica, revolucionaron la física
gravitacional newtoniana y la forma de interpretar el universo.
Lo mismo ha ocurrido en el área de la psicología y de la psiquiatría con el devenir del
psicoanálisis y sus diferentes escuelas hasta llegar a Jacques Lacan. En cuanto a la filosofía
y a la literatura el aporte postmoderno es muy parecido al que en su momento produjo el
romanticismo, como por ejemplo Kafka y Kundera.
El filósofo italiano Gianni Vattino lo define como aquel pensamiento en él que lo importante
no son los hechos sino sus interpretaciones. Así como el tiempo depende de la posición
relativa del observador, la certeza de un hecho no es más que eso, una verdad
relativamente interpretada y por lo mismo, incierta. El modelo determinista de la
causalidad, de la verdad absoluta y de la teoría del tiempo lineal o la vigencia de la
geometría euclidiana, fueron hasta hace poco paradigmas ahora superados por el
conocimiento de un espacio de cuatro dimensiones, en el cual la variable tiempo entonces
no había sido tomada muy en serio.
Uno de los síntomas sociales más significativos de la postmodernidad se encuentra en la
saga de películas Matrix, donde el realce de la estética y la ausencia de culpa causal, unidos
a la percepción de un futuro y una realidad inciertos, se hacen evidentes.
Los ideólogos más destacados en el área de la postmodernidad son Theodoro Adorno, el ya
citado Jean Francois Lyotard, Michel Foucault, Jacques Derrida y Gianni Vattino, entre otros.
Aun así, éstos son solo pensadores que giran en torno a lo que se conoce como
posmoderno, y cabe recordar que la posmodernidad como periodo (muy separado de lo
que podrían ser filósofos u otros humanistas de años u épocas anteriores) se vuelve mucho
más notoria (notoria porque no hay un acuerdo acerca de cuándo empezó) con la caída del
muro de Berlín.
Jurgen Habermas considera que la posmodernidad en realidad se presenta como
antimodernidad. Él define a los posmodernistas como ‘jóvenes conservadores’ y dice que
estos recuperan la experiencia básica de la modernidad estética; ‘reclaman como suyas las
confesiones de algo que es subjetivo, liberado de las obligaciones del trabajo y la utilidad y
con esta experiencia dan un paso fuera del mundo moderno. Este autor defendía el
multiculturalismo, y que la humanidad debe tender hacia la modernidad. Jean Francois
Lyotard critica a la sociedad actual postmoderna y dice que va más allá de lo estético, como
también a la desaparición de los relatos marxistas porque estamos determinados por
factores económicos y hay ausencia de libertad que es lo que caracterizaba a este
movimiento, y finalmente criticaba los relatos idealistas, iluministas, el cristiano y el liberal
así como la desaparición de los mandatos. La cultura posmoderna también se caracteriza
por desconfiar en esos relatos y buscaban las verdades de esos relatos basándose en sus
efectos prácticos. El defiende la pluralidad cultural y que la humanidad no ha de tender a la
modernidad, lo contrario que Habermas.
Von Beyme, Klaus. Teoría Política del Siglo XX. De la Modernidad a la Postmodernidad.
Alianza Editorial, 1994. Madrid.

Racionalismo: Doctrina filosófica que sostiene la omnipotencia de la razón.

Renacimiento: Época que comienza a mediados del siglo XV, en que se despertó en
Occidente un vivo entusiasmo por el estudio de la Antigüedad clásica griega y latina.

República: Sistema de gobierno representativo en que el poder reside en el pueblo, al que


personifica un jefe supremo llamado presidente.

Revolución: Cambio violento en las instituciones políticas, económicas y sociales de una


nación.

Rutinización: El carácter habitual, y que se da por supuesto, del grueso de las actividades
de una vida social cotidiana; la prevalencia de estilos y formas familiares de conducta que
sustentan un sentimiento de seguridad ontológica y que reciben sustento de este.
Sistema de Stajanov: Stajanov es el nombre de un trabajador soviético que en septiembre
de 1935, en la Región Carbonífera del Denetz, logró extraer más de 100 toneladas de carbón
durante su turno. En esa oportunidad superó catorce veces el rendimiento normal de un
minero. Fue tomado como modelo a seguir por el aparato soviético, ansioso de lograr la
industrialización de la U.R.R.S.

Soberano: Que ejerce o tiene la autoridad suprema; puede ser un Estado o alguien que
representa a ese Estado.

Sociedad dividida en clases: Estados agrarios en los que existe una división en clases
discernible, pero donde esa división en clases no es la base capital del principio de
organización de la sociedad.

Sofisma: Razón aparente o argumento falaz.

Sofista: Quien argumenta con sofismas.

Teocentrismo: Teoría filosófica que sitúa a Dios como centro del Universo.

Teleológico: Relativo a la teleología. Doctrina de las causas finales.

Tipos ideales: Son aquellos que se obtienen mediante la acentuación de uno o algunos
puntos de vista, a través de la asociación de un conjunto de fenómenos individuales difusos
y discretos, que en algunas ocasiones se dan menos y en otras no se dan en absoluto. Estos
se amoldan a aquellos puntos de vista acentuados en una imagen mental unitaria que nunca
puede encontrarse empíricamente en la realidad.

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