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Juan Pablo Elgarrista

DNI: 42023017

Peronismo: una afirmación de la vida en Argentina

¿No ocurre lo mismo cuando se habla de peronismo? Se lo rechaza objetivamente sin saber
que esencialmente forma parte de nuestra subjetividad.
(América Profunda, R. Kusch.)

Introducción

Con la aparición del peronismo, el ser-nacional se reconfigura de manera radical. Esta


afirmación es posible no solo teniendo en cuenta a las clases populares, sino también al
amplio espectro de subjetividades que colman /habitan el territorio nacional. Como afirma
Pandolfi, el peronismo “Es la dimensión del hecho argentino que no podemos rechazar, es la
dimensión incorporada para siempre a nuestra exigencia nacional”. En tanto dimensión
incorporada y en tanto reconfiguradora de sentido es desde donde nos vamos a centrar en
pensar el fenómeno “peronismo” en este trabajo.

Nos interesa trabajar la construcción de una nueva subjetividad -o nuevas subjetividades- a


partir del trabajo realizado por Rodolfo Kusch y sus conceptos de hedor, pulcritud, y
fagocitación. Estos conceptos junto con el sistema kuscheano nos pueden ayudar a
vislumbrar, en primer lugar, cómo, en palabras de Ismael Vinas (1956;15) el argentino pasó
de ser el “hombre de traje oscuro” al “hombre sin saco”. Y en segundo lugar, mostrar cómo
los intelectuales de la época no podían comprender el fenómeno peronista, ni, en términos
Kuscheanos, el hedor de América, personificado tanto por Perón como por el cabecita negra.

El antecedente, un comienza de afirmación a la vitalidad

Rodolfo Kusch, al igual que Ismael Viñas, Juan Jose Sebreli, y demás intelectuales formaron
parte de la revista Contorno, la cual circula desde 1953 a 1959 y que no tenía una mirada ni
una posición uniforme con respecto a la realidad argentina. Kusch participa en el número 4,
el dedicado a Martinez Estrada, y es desde ahí que queremos retomar el trabajo del autor.

En su artículo Lo superficial y lo profundo en Martinez Estrada (1954), retoma la herencia


que tiene la obra del escritor, que se da desde 1853 hasta Lugones. A partir de 1853 se da un
sentimiento de estabilidad y equilibrio sociales: cuando cae Rosas se oficializa una actitud
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absolutista, fomentada por la serenidad y la contemplación de un país que se engrandecía


mecánicamente. Este sentimiento llega hasta el suicidio de Lugones, a quien retoma Martinez
Estrada. Lugones, quien, afirma Kusch, se tuvo que enfrentar con la propia soberbia de haber
querido ser un “gran escritor” en el sentido europeo, comprendió que esto no era más que una
experiencia curiosa, la misma que había emprendido el país desde 1853. Una experiencia
curiosa en tanto que no había en lo más profundo una realidad y tampoco un país, porque ni
la moral, ni la inteligencia, ni el estado, ni la sociedad eran el país. Se quería ser algo que no
éramos, una mera fachada.

Martinez Estrada, en lugar de retomar a Jose Hernandez, decide seguir por el camino de
Joaquin V. González al igual que Lugones y esto es lo superficial en él: su herencia. Sigue el
camino de lo universal, lo objetivo. Todos los elementos que hacen a su herencia son también
los que mantienen la ficción argentina, la ficción que va de la caída de Rosas, y por ende
desde Roca, hasta el suicidio de Lugones: La moral burguesa y la búsqueda de la
europeización de nuestra tierra. Estos elementos son los que hacen a nuestra realidad según
Kusch, “una realidad dicha, pero no sentida ni vivida, en una realidad teórica, sin realidad,
precisamente porque se ponía la meta de nuestra acción en lo que nuestro país debía ser, pero
no era.” (Kusch, 1954)

Para toda la tradición que retoma Martinez Estrada en su Radiografía de la Pampa -su obra
más reconocida-, el país fue siempre una cosa distinta de lo que se quería hacer con él, había
una distancia enorme entre el ser y el deber ser -o podríamos decir, entre el estar y el ser1. En
esta superficialidad, Martinez Estrada pretende moldear nuestra realidad a partir de
antinomias occidentales tales como ideal-realidad, convivencia-soledad. Su Radiografía se
sitúa en el punto medio de estas antinomias, proponiendo una conciliación entre las
dicotomías. Pero en la que lo americano, eso necesariamente negativo, no tenía lugar o
incluso era pensado como un vacío – tal como su herencia piensa la Pampa- a llenar con los
modelos europeos, con una realidad mecánica, que no pueden explicar, según Kusch, la
realidad de esta tierra.

Sin embargo, afirma Kusch, a lo largo de toda la obra de Martinez Estrada, aunque aflore su
herencia superficial, también existe un supuesto implícito, un intento por tergiversar el orden
de las cosas, aunque “cuando quiere explicitar en un esquema inteligible la aprehensión de la

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Si bien los conceptos de ser y estar en el sistema kuscheano son imprescindibles, no serán
abordados en el trabajo, puesto que consideramos suficientes los conceptos de hedor y pulcritud,
que encarnan justamente dichos conceptos.
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verdad profunda del país, su verdad inversa a la convencional, el intelecto se encarga de


desbaratarla, tornando ambigua la sintaxis, oscureciendo los motivos y las intenciones como
si fuera víctima de una regresión en función del miedo.”

En este sentido, afirma Kusch, lo profundo en Martinez Estrada proviene no de su herencia,


sino de la distancia entre La Radiografía y su libro sobre Martin Fierro: en la distancia entre
el planteo mecanicista con una visión externa y un juicio de la realidad que se da desde
adentro. Este pasaje, esta distancia, el autor se la atribuye al paso del tiempo y al desarrollo
de la propia sociedad. Mientras que la Radiografía es escrita alrededor del 1930, su libro del
Martin Fierro nace cerca de 1943. Así, en tanto que los acontecimientos de la realidad social
se van sucediendo, su posición se va transformando. Martinez Estrada se convence de que
nuestro país es un país con una estructura prehistoria, ingobernable, anterior a la política.
Esto último no en un sentido pesimista, en una visión exterior y occidentalizada, sino que lo
afirma en un sentido positivo, como una suerte de afirmación vital.

Esta lectura que realiza Kusch sobre Martinez Estrada es un buen punto de partida para dos
cuestiones: primero, ver cómo se dan el hedor y la pulcritud en Argentina, cómo esta está
insertada en América, y segundo, cómo debemos salir de la realidad mecanizada de Europa.
Por otra parte, podríamos incluso hacer un paralelismo entre la actitud de Martinez Estrada,
su “vuelta de tuerca”, con la que realizan algunos de los miembros de Contorno en el numero
7 y 8 con respecto a la experiencia peronista en la Argentina, es decir, en ambos casos con
aquello que Kusch denomina como hedor. Veamos entonces si los conceptos kuscheanos nos
ayudan a comprender el cambio tanto de la(s) subjetividad(es) argentina(s) como el de la
visión de algunos miembros de Contorno, y si esta tiene alguna relación con el cambio que se
produce en Martínez Estrada.

Hedor, Pulcritud y Fagocitación

Hediento es en un principio aquello desde donde nos interesa partir. Este es un calificativo
que refiere a un prejuicio de las minorías -entendidas como clases altas- y la clase media:
nuestras minorías y clases medias son aquellas que suelen ver lo americano como lo
nauseabundo. Esto que es nauseabundo a la vez acosa, crea una inseguridad que molesta a la
clase media, aquella en la que está inmerso el mismo autor. Una inseguridad y una náusea que
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no se tienen costumbre de tolerar. Es algo que es insoportable, que está afuera -afuera de
nosotros, pero a la vez, de la ciudad- y que incluso puede ser tomado como un misterio.

En contraposición a lo hediento, Kusch afirma que se encontró un remedio, que es “el


remedio natural del que se siente desplazado, un remedio exterior que se concentra en el fácil
mito de la pulcritud, como primer síntoma de una negativa conexión con el ambiente.”
(Kusch, 2000:13) En este sentido es que, aunque para Kusch no logramos entender el hedor,
este es un signo que hace que se exprese por parte de las clases medias un estado emocional
de aversión irremediable. Así, el hedor es en algún punto todo lo otro: aquello que está más
allá de nuestra ciudad, como las villas miserias, aquello que está más allá de nuestra clase alta
y nuestra clase media y por lo que se siente un simple asco. Es una categoría que entra en
todos nuestros juicios sobre América y sobre todo aquello que esta representa, por lo que
siempre América es un rostro sucio, algo que se tiene que limpiar.

De esta manera, pone La Radiografía de Martinez Estrada como un ejemplo de pulcritud, en


tanto su afirmación de que todo lo que se da al norte de La Pampa es algo así como los
Balcanes. En ese contexto histórico, Rosas es el hedor de América. En el contexto en que
Contorno se escribe el hedor de América es justamente Perón, por esto “(...) Rozas, Penaloza,
Perón como signos salvajes. Todos ellos fueron la destrucción y la anarquía, porque eran la
revelación en su versión maldita y hedienta: eran en suma el hedor de América.” (ibid. pag.
17)

Contra Rosas y Perón -y tantas otras caracterizaciones y personificaciones del hedor- es que
aparece la pulcritud siendo la bandera de los buenos ciudadanos, quienes piensan que aquello
que no es ciudad, ni prócer ni pulcritud “no es más que un simple hedor susceptible de ser
exterminado…La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar
la suciedad e implantar pulcritud.” (Ibid. pag. 16) De esta oposición entre el hedor y la
pulcritud es que surge según Kusch la fagocitación -se podría decir también que de la
oposición de ser y estar, pero, como se ha dicho anteriormente, en este trabajo no viene al
caso trabajar dichos conceptos del autor.

La fagocitación es, como el concepto mismo indica, una absorción, pero no es una acción que
se da desde Europa hacia América, como se diera en el proceso de colonización, sino que la
fagocitación es la absorción de las pulcras cosas, de todo lo que representa la razón, lo
europeo, lo occidental, por parte de la hedienta América. Es una forma de reintegración y
equilibrio de lo propiamente humano en América. Esta reintegración y absorción se da por el
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hecho de haber calificado a las cosas de América como hedientas. Es justamente este proceso
de fagocitación, el cual Kusch afirma inevitable, aquello que es indecible en mayor o menor
medida para los intelectuales, sean Martinez Estrada en su contexto histórico o los
intelectuales de los años ‘60 y ‘70.

Martinez Estrada en algún punto no deja de pensar que La pampa son los balcanes, pero lo
que sí cambia radicalmente y es lo que muestra Kusch, es su interpretación acerca de eso: sí,
nuestro país es un país ingobernable, anterior a la política, pero esto es positivo, es una
afirmación a la vida, a la vida que se da en Argentina y en América. De esta forma, Rosas es
una afirmación de la vida en América y así lo es también Perón. Este viraje de Martinez
Estrada podría ser un buen punto de partida para observar la visión del hecho peronista por
parte de Contorno.

La aparición de una nueva subjetividad

Perón -o su figura, si se quiere- da lugar a la aparición de un nuevo sujeto, una nueva


subjetividad, el 17 de Octubre de 1945. En esa fecha se produce un viraje, que probablemente
ya se estaba gestando, que tiene como consecuencia la construcción de una nueva
subjetividad argentina, un pasaje del hombre que teme hacer el ridículo, al hombre -y mujer,
y niño- que mete las patas en la fuente, aquel que ya no es un argentino de traje gris, el
hombre triste, sino un ser-argentino que porta una afirmación vital, una afirmación en la que
no busca rememorar o defender aspectos propios de lo occidental, de lo pulcro. Este nuevo
sujeto que irrumpe en la escena pública -un sujeto que hasta ese entonces para aquella parte
de la sociedad que defendía lo pulcro prácticamente no existía- es el ser argentino que de
cierto modo hace vislumbrar que todo lo que se afirma en el territorio argentino de 1810 en
adelante es meramente una farsa, una imitación, una búsqueda de copiar un modo de existir
que se impuso y en que se basa en una dicotomía entre racionalidad e irracionalidad, entre
pulcritud y hedor.

El peronismo, en palabras de Kusch, absorbe a la gente del interior, pero no utilizando las
estructuras occidentales porque simplemente no supo hacerlo: pudo entrever la senda por la
cual tomar una estructura meramente Americana. Este es su carácter positivo, su capacidad
para abrir la puerta a aquello que constantemente se quiere acallar, aquello que se busca
aplacar con la racionalidad y con la occidentalización. Por esto es que, como afirma Acha “Es
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posible que lo decible del peronismo implique algo que sea indecible para los intelectuales, y
que ese enigma constituya una clave decisiva para pensar los saberes culturales.” (2007). De
esta manera es que se dan las condiciones para que el cabecita negra se convierta en un sujeto
parte del territorio. Como afirma Pandolfi, “El peronismo convirtió al obrero en señor, en
cuanto representó para él una fortaleza de seguridad en la cual podía refugiarse.” Y no solo
un señor, sino un sujeto que hasta entonces estaba invisibilizado, política y ontológicamente.

Retomando la afirmación de Acha, se podría afirmar también que el peronismo no solo es el


hedor de Argentina, sino que muestra justamente aquello que es, no lo oculta: visibiliza en
qué consiste. Esta visibilización es el punto de partida para evaluar si puede “romper el
caparazón de progresismo de nuestro ciudadano, su mito invertebrado de la pulcritud y ese
fácil montaje de la vida sobre cosas exteriores como ciudad, policía y próceres.”(Ibid, pag.
16)

Algunas lecturas de contornianas del peronismo

Las figuras de Contorno ¿pueden entender a partir de esta visibilización el hecho peronista?

En un primer momento, no. Su lectura de dicho hecho, su insistencia en separar lo bueno de


lo malo, de buscar constantemente una seguridad en reafirmarse como lo bueno, lo pulcro, da
cuenta de la incapacidad de miembros como Vinas, Pandolfi y compañía de comprender la
fagocitación que trae el peronismo. En este sentido, es que hay algo del orden de lo indecible
en ellos: no pueden comprender lo que para Sebreli son cabecitas negras y para Kusch el
hedor argentino. Figuras como Ismael Vinas son incapaces de comprender el mundo
simbólico que habilita el peronismo en tanto que no retoma lo occidental, sino lo amerindio:
en su movimiento de separar lo bueno de lo malo da cuenta de un rechazo al proceso de
fagocitacion que es inevitable.

Sin embargo, existen otras miradas en la revista. Sebreli afirma que “Toda una
generación…está indisolublemente unida al peronismo para siempre. Podemos apoyarlo o
combatirlo, cruzarnos de brazos creyendo que todo da lo mismo, pero no podemos prescindir
de él.” Juan Jose Sebreli es quien, al menos en el número 7-8 de Contorno, puede entender
más qué es lo que estaba ocurriendo, quien leía la realidad en términos del hedor, así puede
afirmar que:
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“El mismo desmantelamiento que el peronismo llevó a cabo con la moral


privada se efectuó en la moral pública. La Constitución, el parlamento, la gran
prensa, el poder judicial, la Universidad, todas las mistificaciones de la
sociedad se vieron desnudadas…Es que se había removido la basura —como
decía Martínez Estrada— y eso daba mal olor, y ellos estaban acostumbrados a
tapar la basura con un ramo de nenúfares. El peronismo no estaba destinado a
crear ni construir, sino a disolver, quebrantar y perturbar al viejo orden,
instándolos a crear uno nuevo.”

Conclusión

De esta manera, los hechos del 16 de Septiembre de 1955 harán tomar, en algún punto,
conciencia de lo producido por el peronismo, de su afirmación vital en Argentina, y si bien se
podría seguir la línea de Acha, también se puede ver que comienza a haber un viraje en este
buscar lo bueno, aunque sea, nuevamente, con una mirada occidental acerca de los hechos.
Lo que es indudable es que se toma conciencia de que existe un nuevo sujeto político, con el
cual se deberá empezar a construir un país y del que no se puede prescindir. Un sujeto, o una
subjetividad, que aflora a partir de dar cuenta de la vida en Argentina, en América: no se
puede pretender implantar modelos ajenos: esto lleva a construir una realidad dicha, pero una
realidad que no es vivida.

Bibliografía:

● Sarlo, Beatriz; “Los dos ojos de contorno” en Punto de Vista, Año IV, núm. 13,
noviembre de 1981, pp. 3-8.
● Terán, Oscar; “Peronismo y modernización” en Terán, O.; Nuestros años sesenta,
Buenos Aires, Punto Sur, 1991.
● Acha, Omar, “Revistas de las afueras del peronismo. Contorno e Imago mundi, entre
la renovación historiográfica y el proyecto generacional”, en Guillermo Korn (comp.)
(David Viñas, dir.) El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados, gorilas y
contreras. Tomo 4 de Literatura argentina Siglo XX, Buenos Aires,
Paradiso-Fundación Crónica General, 2007.
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● Cernadas, Jorge, “La revista Contorno en su contorno (1953-1959)”, en Hugo Biagini


y Arturo Roig (dirs.) El pensamiento alternativo en la Argentina del Siglo XX. Tomo
II Obrerismo, vanguardia, justicia social, (1930-1960), Buenos Aires, Biblos, 2006.
● Altamirano, Carlos, “Peronismo y cultura de izquierda”, Buenos Aires, Siglo XXI,
2011.
● Kusch, R. América Profunda, Rosario, Editorial Fundación Ross, 2009.
● Revista Contorno, números 4, 7-8. Buenos Aires, 1954,1956.

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