Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
nada mientras piense ser algo. Si me engaña, quiere decir que existo, porque pretende
engañarme. La duda hiperbólica no llega a la apodicticidad del cogito. La proposición
“yo soy, yo existo” es necesariamente verdadera siempre que la pronuncie o la conciba
en mi espíritu, por más de que haya un genio maligno o un Dios engañador (los
problemas se presentarán en la demostración de la existencia de Dios).
sentidos y movido de muchos modos no por él mismo sino por otras cosa por la cual es
tocado y cuya impresión recibe.
Ahora que supongo que un genio maligno me engaña, no puedo estar seguro de tener
la menor cosa que le sea atribuido a mi naturaleza corporal. Del mismo modo, sin
cuerpo, no puedo ahora moverme, alimentarme o sentir; no son estos atributos del alma.
Examinando el pensar, sí encuentro que el pensamiento es un atributo que me pertenece,
el único que no puede ser separado de mí: yo soy, yo existo tanto tiempo como piense
pues podría suceder que si cesara de pensar cesase simultáneamente de ser. No admito
ahora nada que no sea necesariamente verdadero: soy una cosa que piensa, es decir un
espíritu, un entendimiento, una razón.
Soy una cosa verdadera y verdaderamente existente, ¿qué cosa? Una cosa que piensa.
¿Qué más? Recurro a imaginación: no soy cuerpo, ni aire volátil, ni nada que pueda
fingir ni imaginar, pues suponiendo que todo eso sea nada, yo sigo siendo algo. Tales
cosas podrían ser efectivamente parte de mí como no serlo, pero no disputo ahora sobre
eso, pues sólo puedo forjar juicio sobre cosas que me son conocidas y no dudosas.
Entonces, el conocimiento que tengo de mí no depende de las cosas cuya existencia
todavía no conozca ni de aquellas que la imaginación finge e inventa. Si imaginase que
soy, sería una ficción, pues imaginar no es más que contemplar la figura o la imagen de
una cosa corporal y en este momento, lo atribuido a la naturaleza corpórea no es más
que sueños y quimeras. Nada de cuanto puedo comprender por la imaginación pertenece
a este conocimiento que tengo de mí mismo y es necesario que mi espíritu se aparte de
ella si quiere conocer distintamente su propia naturaleza.
Pero, ¿qué soy yo? Una cosa que piensa: una cosa que concibe, afirma, niega, quiere,
no quiere, imagina y siente. ¿Hay algún de esos atributos que puede distinguirse de mi
pensamiento o pueda ser separado de mí mismo? Es evidente de que soy quien duda,
entiende y desea y no es necesario agregar una explicación más. Si bien lo imaginado
puede ser falso, no deja de ser cierto que la potencia de imaginar es en mí y forma parte
de mi pensamiento. Y yo soy el que siente, incluso si lo que percibo por los sentidos es
falso porque duermo: me parece que siento, y por lo tanto, el sentir no es más que
pensar.
6. ¿Cómo se llega a conocer que “este trozo de cera” es “algo extenso, flexible,
mudable”?
Creo que las cosas corporales se conoce más distintamente que aquella parte
inimaginable, no sé cuál, de mi ser. Mi espíritu se complace en extraviarse. Aflojémosle
las riendas para contenerlo y conducirlo con facilidad; analicemos las cosas corporales.
Creo comprender con mayor distinción las cosas que tocamos y vemos no de forma
general sino particular: este pedazo de cera tiene en ella [cualidades secundarias + su
figura], posee todas las cosas que permite conocer distintamente un cuerpo. Fuego. Las
cualidades cambiaron y es preciso admitir que es la misma cera. ¿Qué era lo que
conocía con tanta distinción de ese trozo de cera? Lo que conocía no era lo que haya
podido notar por los sentidos, pues lo percibido por los sentidos ha cambiado y no así la
cera misma; la cera no es esas cualidades, sino solamente un cuerpo que se me aparecía
bajo esas formas. Apartándolas, ya que no le pertenecen, vemos que queda algo extenso,
flexible y mudable. Pero no se trata de que imagine que pueda mudar de forma, puesto
que es capaz de recibir una infinidad de modificaciones semejantes que mi imaginación
nunca podría agotar. Esta concepción que tengo de la cera no resulta de la facultad de
imaginar, sino solo del entendimiento o el espíritu. Y la cera que concibo con el
entendimiento es la misma que siento e imagino, mas la acción por la cual se percibe la
cera no es una visión ni un taco ni una imaginación, sino solamente una inspección del
UBA – HFM – Descartes – Meditaciones Metafísicas 1-5 – Guía de estudio
Prof. M. Mendoza Hurtado
espíritu que puede ser imperfecta y confusa o clara y distinta, como ahora, puesto que
mi atención se dirige a aquello que es en ella y la constituye.
Para Descartes todo lo que es posee cierto grado de realidad formal: las sustancias
poseen mayor realidad que los modos y las sustancias infinitas mayor que las finitas. En
este sentido, las ideas, en tanto modos del pensamiento, poseen todas el mismo grado de
realidad formal y no se distinguen una de otras. Pero, en tanto imágenes que representan
otra cosa, posee la realidad objetiva de aquello representado: las ideas de sustancias
“participan por representación de un grado mayor de ser o de perfección” que las ideas
de modos. Las ideas son de tal naturaleza que no requiere ninguna otra realidad formal
que la que reciben de mi espíritu. Pero si una idea contiene cierta realidad objetiva se
debe a alguna causa en la cual se encuentra por lo menos tanta realidad formal como
realidad objetiva tiene la idea.
11. Con respecto a las razones, previas a las MM, para creer que algunas ideas que
tenemos son adventicias y semejantes a sus modelos, (1) formularlas y (2) explicar las
críticas cartesianas contra ellas.
Al examinar las razones por las que las ideas que parecen venir de cosas externas de
mí son semejantes a dichas cosas, Descartes halla dos razones: porque la naturaleza me
lo enseña y, la segunda, porque se trata de ideas que no dependen de mi voluntad, pues
se presentan en mí a pesar mío.
Por “naturaleza” se entiende cierta disposición a creer en tales ideas adventicias y su
origen, no una luz natural que me hace conocer que es vedad; no puedo dudar de lo que
la luz natural ha juzgado verdadero, pues no tengo en mí ninguna otra facultad para
distinguir lo verdadero de lo falso que puede mostrar que lo que la luz natural muestra
como verdadero no lo es. En cambio, las inclinaciones naturales me han guiado tanto a
lo malo como a lo bueno; por esto, no estoy obligado a seguirlas con respecto a lo
verdadero y lo falso. En cuanto a la segunda razón, del mismo modo en que tales
inclinaciones se hallan en mí a pesar de mi voluntad, quizá hay en mí alguna facultad
que me es desconocida, capaz de producir tales ideas sin la ayuda de cosa exterior; pues,
cuando duermo, las ideas que se forman en mí lo hacen sin la ayuda de los objetos que
representan.
Pero a pesar de todo, si las ideas fueran causados por objetos exteriores, no se sigue
necesariamente que deban ser semejantes a ellos, puesto que muchas veces presentan
grandes diferencias: tengo la idea del sol, en tanto esfera diminuta que veo y a su vez en
tanto esfera gigantesca que conozco por la astronomía. Dos ideas distintas no podrían
ser semejantes a la misma cosa –sin mencionar que la idea que viene de la cosa es la
menos plausible. No había sido un juicio cierto y premeditado lo que me llevaba a crear
que había cosas fuera de mí, sino una impulsión ciego y temeraria.
aumentando mi conocimiento gradualmente sin parar, y por este medio todas las demás
perfecciones de la naturaleza de Dios, pronto comprendería que nunca llegaría a tal
objetivo ya que las perfecciones infinitas son actuales en Dios, no en potencia. Además,
no es posible alcanzar el infinito ya que siempre se podría alcanzar un grado mayor de
perfección. Dios es actualmente infinito, e grado tan alto que nada puede agregarse a su
soberana perfección.
14. Con respecto a la idea de Dios, explicar (1) la definición o caracterización según
su realidad objetiva, (2) todas las objeciones que el mismo Descartes formula contra esa
idea en el contexto de sus dos pruebas de la existencia de Dios, y (3) las respuestas que
ofrece a cada una de esas objeciones. Segunda demostración y objeciones
siempre a algo mejor de lo que soy, sino también conozco aquél de quien dependo, que
posee todas las cosas a las que yo aspiro y cuyas ideas encuentro en mí.
17. Con respecto a las causas finales, ¿cuál es la posición adoptada por
Descartes? ¿Podrían excluirse completamente de la metafísica?
Mi inteligencia no es capaz de comprender por qué Dios hace lo que hace, pues Él
puede una infinidad de cosas cuyas causas sobrepasan el alcance de mi espíritu. Por eso,
las causas finales no son útiles para la física o la medicina, pues no puede conocer los
fines impenetrables de Dios.
Tanto más me inclino por una cosa, sea porque considera que el bien y la verdad
están en ella, sea porque Dios dispone así el interior de mi pensamiento, tanto más libre
soy. Cuanto más indiferente entre dos contrarios estoy, cuanto menos libre soy y
manifiesta antes un defecto del conocimiento que una perfección de la voluntad: si
conociese siempre con claridad aquello que es verdadero y bueno, nunca debería liberar
sobre qué juicio realizar: sería enteramente libre sin ser jamás indiferente. La gracia
divina y el conocimiento natural jamás disminuyen mi libertad, sino que la aumentan y
fortifican.
19. Dado que podemos equivocarnos y nos equivocamos, ¿cómo podemos evitar el
error?
Absteniéndonos de hacer juicio sobre algo que no concibo con bastante claridad y
distinción. Incluso si afirmara lo verdadero no por entenderlo sino por azar, estará
haciendo un mal uso de mi libre arbitrio, pues la luz natural enseña que la percepción
del entendimiento debe preceder siempre la determinación de la voluntad. Primero
entendiendo, luego afirmando, ya que de lo contraría juzgaría con verdad por azar,
utilizando mal mi libre arbitrio. Si bien no me ha dado la virtud de no errar, me ha dado
la potencia de mantenerme firmemente en la resolución de no emitir nunca juicio alguno
sobre las cosas cuya verdad no conozco claramente, de forma tal de imprimir esa
resolución en mi memoria hasta que se torne en hábito.
Quinta meditación
20. ¿En qué consiste la esencia de las cosas materiales?
Descartes pretende, antes de examinar si hay cosas fueras de mí, considerar sus ideas
que son en mi pensamiento. Concibo con distinción la cantidad continua o extensión y
sus modos (movimientos, figuras, magnitudes, situaciones, duraciones, número), cuya
verdad se manifiesta con tanta evidencia y es tan acorde a mi naturaleza que me parece
que no aprendo nada nuevo cuando las descubro, sino que recuerdo lo que ya sabía,
percibo cosas que ya estaban en mi espíritu.
Hay en mí innumerables ideas de cosas que si bien quizá no existan fuera de mi
pensamiento, no pueden ser estimadas por pura nada; tales tampoco fueron inventadas
por mí, sino que éstas cosas poseen naturalezas verdaderas e inmutables. El triángulo,
por ejemplo, por más de que no existe ni haya existido en algún lugar del mundo fuera
de mi pensamiento, no deja de poseer cierta naturaleza o forma o esencia determinada y
propias, inmutable y eterna, que no depende de mí ni que he creado. Esto se manifiesta
al poderse demostrar del triángulo diversas propiedades que reconozco en él muy clara
y evidentemente, aunque no las haya descubierto cuando primera vez consideré tal cosa
21. ¿Por qué las ideas claras y distintas que poseemos de las cosas materiales son
innatas y no ideas facticias ni adventicias?
La idea de triángulo no es adventicia, pues puedo formar en mi espíritu múltiples
figuras que no cabe sospechar que son adventicias: puedo demostrar diversas
propiedades de sus naturalezas las cuales deben ser todas verdaderas –las propiedades–
ya que las concibo clara y distintamente. Por lo tanto, tampoco son facticias. El criterio
de demostrabilidad permite realizar una prueba de la existencia de Dios a partir de su
esencia.
Sin embargo, trata de un criterio muy débil, pues permite considerar como ideas
innatas a ideas que Descartes consideraría meramente inventadas, como un caballo
alado. Por eso, agrega Descartes: Dios es lo único a cuya esencia le pertenece el existir
necesariamente; además me es imposible concebir otro dios, sino que Él es único. Por
UBA – HFM – Descartes – Meditaciones Metafísicas 1-5 – Guía de estudio
Prof. M. Mendoza Hurtado
último, conozco una infinidad de otras cosas en Dios a las que no puedo modificar o
sustraer algo. Por eso, comentadores sugieren que el criterio para distinguir entre meras
invenciones e ideas innatas podría ser otro: la inseparabilidad lógica o conceptual entre
las partes de un todo. Éste es justamente el criterio que el mismo Descartes ha venido
empleando desde sus análisis de M2, para determinar con claridad y distinción la
independencia conceptual del concepto de pensamiento con respecto al concepto de
extensión: el concepto de “pensamiento” puede pensarse clara y distintamente, sin
contradicción, aislado del concepto de “extensión”, de modo que ambos no son partes
necesarias de un mismo todo.
La idea de Dios “no es una pura creación o ficción de mi espíritu, pues no está en mi
poder quitarle ni agregarle nada”, por lo tanto se puede considerar este otro criterio para
determinar el carácter innato de una idea.
23. Explicar las objeciones que Descartes formula contra el argumento ontológico y
sus respuestas.
Si la existencia de Dios no puede concebirse fuera de su esencia de la misma forma
en que una montaña no puede concebirse separada de un valle, pareciera que no se sigue
que existan, sino que tan solo no pueden separarse, pues mi pensamiento no impone
ninguna necesidad a las cosas. Podría atribuirle la existencia a Dios por más de que Dios
no existiese. Pero esto es un sofisma. Es imposible concebir a Dios sin existencia, su
existencia es inseparable de Él: existe verdaderamente, no porque mi pensamiento
imponga necesidad, sino porque la necesidad de la existencia de Dios me determina a
concebirlo existiendo. No soy libre de pensarlo sin existencia.
Tampoco se puede decir que el supuesto de que Dios posee todas las perfecciones,
siendo la existencia una de ellas, no es necesaria. Si bien no es en absoluto necesario
que yo tenga algún pensamiento de Dios, toda vez que lo pienso a partir de su idea
innata, es necesario que le atribuya todas las perfecciones aunque no pueda enumerarlas
todas. Y por tal necesidad, Dios existe necesariamente. Sucede lo mismo con la
naturaleza de un triángulo: no es necesario que lo conciba, pero si lo hago,
necesariamente le debo atribuir todas sus propiedades esenciales. Si supongo un círculo
cuadrado, no se sigue de él propiedades necesarias, puesto que incluso es imposible
imaginarlo.