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Universidad de Buenos Aires, Estetica, 2do cuatrimestre, 2020.

Juan Pablo Elgarrista, DNI 42.023.017 elgarristajuan@gmail.com


Existen dos clases de juicios: determinantes y reflexionantes. En los primeros el
universal está dado por el entendimiento y el Juicio subsume lo particular en este. El
juicio de reflexión en cambio consiste en hallar lo universal que está presente en lo
particular. En estos se encuentra el principio trascendental del juicio de una finalidad de
la naturaleza: surge el concepto de “conformidad a fines”, un concepto a priori que
sirve para reflexionar acerca de la conexión que pueden tener los fenómenos entre sí. El
“objetivo” es conocer las leyes particulares de la naturaleza, basadas en un sistema
regido por este principio de lo que tiene sentido, lo que tiene una finalidad.
Los juicios reflexivos se dividen en dos: los teleológicos y los estéticos. Los
teleológicos refieren al objeto mediante principios particulares del juicio reflexionante
para subsumir bajo la regla general. Sin embargo son juicios ilegítimos pues solo tienen
validez subjetiva. No pueden tener validez objetiva ya que los fines no son una
característica del objeto, sino que este es un concepto surgido en los juicios
reflexionantes. Por su pretensión de conocimiento los juicios teleológicos pertenecen a
la parte teórica de la filosofía.
Los juicios estéticos por su parte no refieren la representación al objeto ni expresan
ninguna cualidad objetiva de este, sino que refieren al sujeto y a su sentimiento de
placer o dolor, por lo que en este tipo de juicios no hay conceptos suministrados por el
entendimiento. Por ende no tienen una pretensión de conocimiento del objeto, no
pueden ser juicios teóricos. En los juicios estéticos, al ser reflexivos, se da la
“conformidad a fines”. Sin embargo, de los objetos que se profesan juicios estéticos, no
tienen un fin al cual llegar, no hay un concepto de, por ejemplo, La Gioconda: de
acuerdo a esto se da una “finalidad sin fin”. El concepto funciona como el fin que debía
alcanzar la imaginación, que, sin embargo, en la obra de arte está operando como una
aptitud para alcanzar un fin sin tal. Esta es la estructura de la obra de arte, la finalidad
sin fin, ni los genios ni los receptores tienen un concepto para determinar esa obra de
arte, por lo que se da un proceso similar, mediante imaginación y entendimiento, pero
sin concepto.
Dentro de los juicios estéticos se encuentran los juicios de gusto, entendiendo a éste
como la facultad de juzgar un objeto como bello. Para juzgar al objeto como bello no
refiero la representación al objeto sino al sentimiento de placer o dolor que este me
genera. Kant caracteriza en el primer momento de la Analítica de lo bello al juicio de
gusto como desinteresado, a saber, un juicio en el que la satisfacción no está conectada
con la representación de la existencia del objeto. Dicha satisfacción, cuando sí está en

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Universidad de Buenos Aires, Estetica, 2do cuatrimestre, 2020.
Juan Pablo Elgarrista, DNI 42.023.017 elgarristajuan@gmail.com
relación con la representación de la existencia del objeto, está relacionada con la
facultad de desear. En el juicio de gusto no importa la existencia de un objeto, sino
solamente el sentimiento que nos produce en su contemplación. En el juicio estético no
me refiero al objeto sino a lo que hago de esa representación en mí, no hay un interés
sino indiferencia. Contrapone así Kant el juicio de gusto al juicio sobre lo agradable y lo
bueno. Mientras que el juicio de gusto es desinteresado, el juicio acerca de lo agradable,
aquello que place a los sentidos, conlleva interés. En el juicio de lo agradable importa
que el objeto exista, la satisfacción está relacionada con la representación de la
existencia del objeto: es una clase de juicio en el que se quiere poseer al objeto. Lo
mismo pasa con la satisfacción en lo bueno, pero, en vez de satisfacer a los sentidos,
satisface por medio de la razón y el concepto. Lo bueno se divide en lo bueno para algo
y lo bueno en sí y en ambos está el concepto de un fin, de una satisfacción en la
existencia de un objeto, un interés. Mientras que en el juicio de gusto no tengo que saber
el concepto de aquello que predico que es bello, pues tampoco hay concepto, el juicio
de lo bueno depende de saber qué clase de cosa es el objeto sobre el cual predico.
Por este interés que tienen lo agradable y lo bueno, ambos están en relación con la
facultad de desear, en cambio el juicio de gusto solo tiene relación con el sentimiento de
dolor y placer, por esto, los juicios estéticos, los juicios de gusto, no son juicios
prácticos.
Del desinterés del juicio de gusto se desprende su caracterización positiva: su carácter
contemplativo “el juicio de gusto es meramente contemplativo, es decir, un juicio, que
indiferente en lo que toca a la existencia de un objeto” 1. En el juicio de gusto no importa
si el objeto existe, solo importa lo que genera en el sujeto y en su sentimiento de placer
y dolor. Es un juicio no solo contemplativo, sino libre, tanto de conceptos como de
sensaciones.

1 Kant, Immanuel, Crítica del juicio, trad. Manuel García Morente, México D. F., Ed. Porrúa,
1997, p 213.

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