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CONSERVACIÓN DEL HERBARIO

El objetivo último de un herbario, y posiblemente podríamos considerarlo


como su origen, es cuidar los especímenes custodiados de tal manera que
duren indefinidamente. Desde un primer momento se identificaron cuáles
eran los principales peligros capaces de arruinar una muestra vegetal: la
humedad y los insectos (Bridson, D. & Forman, L., 1998).
Las muestras, a pesar de estar deshidratadas, son muy sensibles a la
humedad del ambiente que puede provocar su putrefacción. Se hace
necesario, por tanto, su conservación en un ambiente seco que impida la
proliferación, por ejemplo, de mohos u otros elementos que puedan
deteriorarlos. En nuestro clima, las condiciones son muy favorables, lo que
per se, reduce este riesgo, a lo que sumamos la adecuación y continua
vigilancia del espacio donde se almacenan y de los propios pliegos, con el
fin de detectar precozmente, cualquier incidencia que se pueda producir.
Minimizado este riesgo, nuestra principal labor de conservación es evitar
la aparición de plagas de insectos que se pueden ver muy favorecidas si la
temperatura y humedad son elevadas.
En cualquier caso, la existencia de insectos cuya alimentación se basa en
las plantas, hace necesaria la “limpieza” permanente del herbario y de las
muestras. Para ello, lo primero que se ha de garantizar es la desinfección
del ambiente donde se alojan las muestras. Con este fin, el Herbario de la
Universidad de Granada, tiene establecida la desinfección profesional del
centro cada tres meses. 32
Estructura y composición del herbario Respecto a los pliegos, a lo largo de
la historia se han sucedido diversas técnicas: envenenamiento mediante el
uso de potentes insecticidas que finalmente acababan deteriorando la
muestra y poniendo en riesgo la salud del personal o mediante la
aplicación de repelentes que si bien eran menos nocivos, también eran
menos eficaces. Como alternativa a estos tratamientos y tras su aplicación
con éxito en la década de los 70 en Londres, concretamente en el Herbario
de los Reales Jardines Botánicos de Kew (Cowan, R.S.,1980) se ha
impuesto la congelación como método de control de plagas más eficaz y
limpio. Todo espécimen, ya montado y preparado para su ubicación en el
herbario, ha de someterse a una temperatura al menos de 18ºC bajo cero
durante, mínimo, 48 horas. Igualmente, todo el material que sale de la
zona de almacenamiento, ha de someterse a este procedimiento antes de
retornar a la misma.
Paralelamente, y lote a lote, se repite este procedimiento
sistemáticamente, para los materiales que no han sido movilizados, de tal
manera que, en nuestro caso, hemos medido que, aproximadamente,
cada dos años, todo el material (usado o no) vuelve a ser depurado
mediante congelación.
En general hay dos formas de controlar los insectos: mediante productos
químicos y por congelación (S IMPSON,2006).
Los primeros implican el uso de insecticidas químicos volátiles o como en
el pasado, de bolas anti-polillas. Estos métodos, aunque se emplean en
muchas colecciones, deben ser usados con extremada precaución: los
insecticidas son perjudiciales para la salud del personal que manipula el
material envenenado e incrementan la toxicidad ambiental. Como
inconveniente añadido, los insectos son susceptibles de desarrollar una
tolerancia específica. Todo ello sin olvidar que resultan muy costosos.
La congelación es de aplicación más sencilla, más económica y no
contamina. Mantener el material seco al menos a -20ºC durante varios
días, de forma periódica para evitar contaminaciones, o bien seguir
manteniéndolo después en cámara fría a una temperatura y humedad
controladas que evite la eclosión de las posibles larvas como actualmente
se realiza en LEB-, es una solución amplia-mente extendida para reducir
ataques y conservar colecciones de plantas, hongos, etc.

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