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Presentación del relato El latido de una idea, de Claudia Sciutto

Publicado en Revista Novedades Educativas Año 22 | N° 238 | Octubre de 2010

Claudia Sciutto nos cuenta sobre un proyecto de fortalecimiento de los


procesos de aprendizaje de la lectura y la escritura, desarrollado por el
Municipio de Quilmes y la Jefatura Distrital, destinado a 50 escuelas primarias y
secundarias básicas de ese distrito de la provincia de Buenos Aires.
Escribe con generosidad para el lector docente. Cuenta desde ella misma sus
dudas y su involucramiento. Nos permite conocer algunas de las voces de sus
estudiantes, las que se escucharon en el aula y otras más allá de la escuela
misma. No esconde su propia “receta”, su manera de hacer al enseñar a escribir
a través de las clases. Nos muestra su “escena habitual”. Así, al leerla, permite
que pensemos con ella una forma de enseñar a escribir y a leer en la escuela
secundaria.

Cecilia Tanoni
Red de Formación Docente y Narrativas Pedagógicas -Nodo Quilmes-

El latido de una idea

Todo empezó con eso, con una idea que fundó un proyecto distrital, y que se
multiplicó por las escuelas, en las ideas de muchos docentes y de muchos
alumnos.
En nuestra escuela, en la E.S. 17 de Ezpeleta, la bibliotecaria, comprometida en
el proyecto de Cultura/Quilmes, nos comunicó la propuesta (que confieso
primero sentí impuesta): ESCRIBIR UN LIBRO ENTRE TODOS... En realidad no
fueron todos, pero sí un grupo, el de mis alumnos de 2do. Año A/2009. Ellos
son los autores de “HECHOS INEXPLICABLES EN LA 17”, un libro con 26 cuentos
fantásticos.
Narrar esta experiencia podría adoptar distintos ejes temáticos. Yo prefiero el
testimonial, el de las pequeñas-grandes vivencias que compartimos en el
ámbito escolar.
Recuerdo las críticas que los propios autores escribieron. Por ejemplo, la de
Karen Vargas, una jovencita de 13 años, afirmando que ella y sus compañeros
habían descubierto que podían ser “buenos escritores”. No es poco descubrir
que podemos escribir a los 13; que podemos encontrar algo propio para decir,
que podemos hacer Literatura... Por lo menos a mí me pasó mucho después de
esa edad. Indudablemente el peso de la experiencia personal es ineludible... y
felizmente en estos casos. Creo que los docentes podemos proponernos un
buen ejercicio antes de encarar proyectos con nuestros alumnos: el de hacer el
esfuerzo de ponernos en su lugar. Porque si partimos desde ahí, si podemos
actualizar la sensibilidad con la que transitamos el desequilibrante camino de
nuestros aprendizajes, entonces quizás los podamos acompañar mejor y
además seguir aprendiendo desde otro rol.
En esas críticas también manifestaron el paso del sentirse obligados, al de
disfrutar de la escritura; y el gusto por haber expuesto sus cuentos en una
muestra compartida con otras escuelas y con autoridades del distrito. No puedo
olvidar la cara que puso Marcos Cruz (que no fue a la exposición) cuando le
contamos que el intendente visitó el stand y que justamente leyó completo su
cuento “El problema de ser adoptivo”. Sé también de la importancia que dieron
a eso en su hogar, porque su madre se acercó a preguntarme dónde podía
comprar una copia del libro. Así como el papá de Juan Montaño, autor de “Del
presente al futuro”, un chico que presentó su obra casi a último momento pero
la trajo terminada, lista para la edición. Por esto cada vez que aparece un padre
de ese grupo en la escuela, lo llamo y lo felicito por lo que hizo su hijo. Y en
verdad considero muy bueno el resultado. En el libro hay relatos enmarcados,
uso del narrador en primera persona con la clara diferenciación entre narrador y
autor; hubo una búsqueda de la forma de hablar de lo realmente deseado (el
amor, la muerte, los miedos, las relaciones familiares, las peleas entre
adolescentes, la pertenencia o no a un grupo, el acoso escolar-bullying1, el
aborto...) sin por ello desatender el encuadre pedido para la escritura (crear
cuentos fantásticos)
Ahora bien, ¿cómo desarrollamos este proyecto “Leer y escribir es cosa nuestra”
en nuestra escuela?:
Personalmente primero pensé en focalizar la propuesta. Yo creo mucho en la
necesidad de acompañar los procesos en los principiantes. Temo desalentarlos
en el camino, no intervenir correctamente.
Elegí a 2do. A, porque con ellos habíamos trabajado PARATEXTO de los
libros, y estábamos leyendo y caracterizando obras fantásticas. Pensé que sería
mejor que el proyecto se adaptara a nosotros y no al revés. Habíamos leído
cuentos y teatro incluidos en el terreno de “lo extraño” y de la alteración del
mundo real. Además tuve a este grupo en 1ro.; habíamos trabajado con la
Ciencia ficción y comenzamos 2do. leyendo cuentos realistas; fue entonces que
apareció lo fantástico para contrastar y definirse.
Al leer las pautas orientativas del proyecto, en las que se aclaraba
exactamente cuál era la propuesta de escritura, comprobé que justamente se
refería a un proceso, al valor de la reescritura y a los borradores revisados pero
no descartados. Simplemente, entonces, adherí ideológicamente. Confío en esa
metodología, siempre me dio buenos resultados. Creo que es la forma de
propiciar la escritura y de alentarla como medio de expresión.
Entonces nos pusimos a trabajar. El marco teórico me apoyaba y me
alentaba a mí también. Comenzaba la tarea de coordinar, de orientar, de
respetar la inventiva de los chicos, de ayudarlos a expresarse, de brindarles

1
Se llama así al hostigamiento y maltrato verbal o físico entre escolares en forma reiterada en el
tiempo. Implica la existencia de un acosador y una víctima. Su presencia en los colegios y sus secuelas
psicológicas constituyen un campo de investigación de importancia en la actualidad.
tácticas y estrategias, de aportar algo, en definitiva, de lo que a alguna vez a mí
me ayudó a escribir.
Nuestro proceso de escritura consistió en ir armando ciertas “reglas de
juego”2. Con la pretenciosa, tal vez, intención de emular mínimamente el
“Decálogo del perfecto cuentista” de Horacio Quiroga3, comenzamos a
establecer pautas para la escritura:

REGLA 1: Escribirían un cuento fantástico


Para ello se necesitaba “una idea fantástica”. Crearla fue la consigna con la que
cerramos el 2do. Trimestre a mediados de setiembre. Debían pensar un
escenario real en el que debería ocurrir un hecho extraño, inexplicable,
misterioso. Las primeras ideas que surgieron tuvieron que ver con viajes en el
tiempo y con la incorporación de seres extraños en la realidad.
REGLA 2: El hecho inexplicable debería ocurrir en nuestra escuela.
Esta decisión se originó en la intención de que los alumnos valoren conserven
nuestro edificio escolar. ¿Cómo? Mediante la transmisión de nuestras vivencias
como docentes que participamos en la larga gestión del espacio actual (el
edificio nuevo se construyó en dos etapas, la última concluyó hace cinco años).
Por otro lado esa era una forma de enmarcar los cuentos en un contexto real y
común a todos. Contamos con fotografías de las distintas épocas y reformas de
la primitiva escuela rancho creada en 1956.
Entonces nuestros escenarios de ficción comenzaron a configurarse y la
imaginación de los chicos completó muchas de aquellas ideas fantásticas
requeridas para el cierre trimestral. A eso se sumó la recorrida del edificio para
buscar espacios aptos para la ubicación de hechos misteriosos.
Así apareció “El extraño baño de damas” de Melany Lucero, uno sin uso en la
planta alta, donde se escondía un “hombre árbol”. O un depósito donde Bruno
Castillo ubicó un portal que conducía al pasado y donde su abuelo se encontró
con él mismo de pequeño.
La escena habitual en las clases era la siguiente: uno de mis alumnos se sentaba
por turno frente a mí y me brindaba un borrador en el que había una historia
con un ser querido ya fallecido, o un supuesto descendiente suyo, o un crimen
en la vieja escuela rancho... Lo interesante de esta parte del proyecto fue que
cuando el autor se apropiaba de su idea comenzaba a defenderla. Los
personajes ya tenían una conducta, una forma de ser, un objetivo claros para él.
En ese momento me di cuenta de lo que empezaba a ocurrir. A mí se me podía
ver salir rauda del salón para mostrarle a mi compañera bibliotecaria algún
cuento, en laboratorio, genial. En este punto, la propuesta de escribir comenzó

2
La ventaja de nuestra materia, la Literatura es que si bien necesita de la lengua formal o escolarizada,
en su marco “está permitido” romper ciertas pautas. Entonces el habla real de los jóvenes puede tener
un espacio y esto hace que el juego de escribir sea más divertido.
3
Horacio Quiroga (1878-1937), escritor uruguayo pero afincado en nuestro país y más precisamente en
la selva misionera, creó historias donde “el color local” brilló. Escribió el mencionado decálogo con 10
recomendaciones para el oficio de escribir cuentos.
a tener vuelo propio. No eran una o dos historias buenas, sino que se
multiplicaban clase a clase.
REGLA 3: El cuento quedaría mejor en primera persona, con un narrador
protagonista.
Confiamos en que el efecto logrado en los lectores sería de mayor desconcierto,
que los atraparía más. Esta conclusión se instaló en el grupo luego de comentar
muchas historias fantásticas. Yo les hablé de algunas de mis preferidas: “la
invención de morel”, de Bioy Casares; “Flor, teléfono, muchacha”, de Drummond
de Andrade; “La insolación” de Quiroga; “El duelo” de Borges; “La galera” de
Mujica Láinez; “La noche boca arriba” de Cortázar; la película “Los otros”; etc.,
etc., Alguna clase fue de pura charla, de comentarios.
Confiamos, decía, en el postulado de Todorov4 : “el yo pertenece a todos” y el
lector podría compartir la incertidumbre con el personaje. Se lograría más la
vacilación entre una explicación natural y otra sobrenatural. Cabe destacar que
esta regla no se planteó desde el inicio, sino que surgió sobre la marcha.
Algunas reescrituras tuvieron que ver con este acuerdo.
Fue interesante en la historia de Micaela Vélez cómo ella combinó el uso de la
1era. Con la 3era. Persona, porque su personaje escribía sin saberlo su propia
historia en su diario íntimo; al darse cuenta, lo abandona, pero al encontrarlo
después de un año, descubre que el diario había seguido escribiéndose solo y
que ella, la protagonista era sólo un personaje más...
- ¡Excelente!- exclamé al leer su borrador y al escuchar cómo me contaba que
lo terminaría- Micaela sonrió y se fue a sentar para continuarlo.
REGLA 4: Es básico que en el relato fantástico el por qué del misterio nunca se
aclare. Los finales son imprecisos, la duda perdura y permanece en la historia y
en la interpretación del lector. Esto sí lo tenían claro desde el principio, y si no,
lo terminaron de comprender en el transcurso.
- “Y eso no se sabe”
- “Eso no lo tengo que aclarar”- me decían mis propios alumnos, dejándome a
mí con la incertidumbre y con la duda. Claro que eso, lejos de enojarme, me
enorgullecía.
Así fueron apareciendo unas fantásticas historias fantásticas.
Una clase nos convocó la idea de crear el marco del cuento. Otra, iniciamos el
conflicto. Algunos chicos para ese momento completaron el cuento. A otros les
costó más. Hasta hubo casos en los que esa primera idea se descartó y otra
ocupó su lugar. Por ej. : Karen no avanzaba. Por ello le propuse que tratara de
pensar, de inspirarse en la experiencia de campamento próxima (22-23 de oct.).
Y dio buen resultado. De hecho regresó con su cuento “Campamento” en
mente.

4
Tzevetan Todorov: investigador búlgaro, naturalizado francés, formó parte del grupo de
estructuralistas franceses. Dirigió con Roland Bathes la revista “Poetique”. Escribió una “Introducción a
la literatura fantástica”.
Y finalmente, la ardua tarea de las correcciones de los borradores: reescrituras,
revisiones de fragmentos o de cuentos enteros. La edición implicó a veces
sentarse junto al autor para releer y corregir juntos casi párrafo por párrafo.
En definitiva, los chicos escribieron su idea respetando reglas establecidas, la
revisaron, la compartieron (hubo una clase de lectura de los cuentos de todos),
la corrigieron, la sostuvieron, la reescribieron y la quisieron. Hoy leen su libro
con orgullo y piden más, porque también crearon una dosis de autoestima y se
la inyectaron.

Claudia Sciutto
Presentación del relato Memorias de un docente 1: el “pico seco”, de
Gerardo Álvarez
Publicado en Revista Novedades Educativas Año 23 | N° 250 | Octubre de 2011

Gerardo Álvarez trabajó como orientador social y fue docente en EGB 3, en


escuelas medias de adolescentes y de adultos y en nivel superior en el área de
Ciencias Sociales. Actualmente, ya no da clases y es integrante del grupo de
docentes jubilados de Quilmes que hacen documentación narrativa.
En su texto trae una realidad común a muchos educadores en el inicio de su
actividad. Una situación a veces negada desde los modelos de formación
docente tradicionales pero ampliamente compartida por los nóveles que por
primera vez se enfrentan a un grupo de estudiantes.
De trazado sencillo y amable y con un toque de humor nos permite ponernos
en su lugar, el de un profesor que con título y cargo inicia su tarea. Tal vez, este
escrito sea en sí mismo un argumento más de los que circulan a menudo en las
conversaciones del grupo de docentes jubilados; conversaciones en las cuales
se plantea y discute la responsabilidad y la necesidad que tienen los
educadores más experimentados de dejar legado en las escuelas para asegurar
que el saber construido con tanto trabajo siga circulando en ámbitos donde
también los maestros necesitan aprender.

Cecilia Tanoni
Red de Formación Docente y Narrativas Pedagógicas
Nodo Quilmes

Memorias de un docente 1: “El “pico seco”


Hace algún tiempo, mi compadre y amigo, Juanca, me llevó a su programa de
radio, en Misiones, para hablar sobre educación. En un momento, me preguntó:
“Y vos, ¿cuándo decidiste ser docente?”. La respuesta, que seguramente no
esperaba, fue: “Nunca”…
Todavía es un misterio para mí cómo llegué a ser docente. Durante la carrera
universitaria de Sociología, comenzada en mi adolescencia, la posibilidad de
dedicarme a enseñar siempre fue desechada de la mente como algo no
deseado. Ansiaba fervientemente salir de una vez del ambiente universitario y
escolar, estar “en el mundo”, dedicarme a la investigación, a fomentar el cambio
social (¿quizás “la revolución”?), etcétera.
En realidad, cuando conseguí el título, lo metí en un tubo plástico, lo guardé en
un cajón y seguí con mi actividad de siempre: las ventas, la publicidad, algo de
relaciones públicas. Yo me había casado hacía poco, empezaron a nacer mis
hijos, y ya transcurrían los “años de plomo”, donde los egresados de Filosofía y
Letras éramos, necesariamente, y como nunca, sospechosos de ser peligrosos
guerrilleros.
Comprar una vivienda, mudarme de Capital al conurbano, ver crecer a los
chicos… en mis trabajos no ganaba mal, trabajaba mayormente “en la calle”, con
gran libertad de horarios, haciendo negocios para mí o para empresas, y lejos
del encierro de aulas u oficinas.
Pero todo cambia, o todo tiene un fin, y el advenimiento feroz del
neoliberalismo y la globalización, el comienzo de la era Menem, recortaron mis
alas de libertad laboral y me hicieron buscar otras cosas para sobrevivir.
Una necesidad urgente fue la de tener una cobertura de obra social para una
familia ya numerosa, con cinco miembros. Una prima política, profesora de
Geografía, que encontré en un colectivo, me arrimó una solución: tomando
unas pocas horas en una escuela secundaria, para las que me habilitaba mi
olvidado título, podríamos tener una cobertura médica apropiada para todos y
podría hacer además aportes para jubilarme algún día (que, como casi todos
saben, ya llegó).
Ella me indicó dónde ir, que viera allí a una conocida suya que me orientaría en
mi completa ignorancia sobre esos temas de listados, puntajes e inscripciones,
en fin… en unos días me asignaron unas horitas de Educación Cívica en una
media nocturna de Bernal, no famosa especialmente por lo aplicado de sus
alumnos.
Cuando entré a la Secretaría con mi papelito, ya sentí una rara comezón cada
vez que me llamaban “profesor”…Yo miraba alrededor mío y me daba cuenta
de que, en realidad, se referían a mí.
El día llegó y una noche, con muchos temores e incógnitas, un preceptor abrió
ante mí la puerta de un aula y me vi presentado ante una multitud de
adolescentes que me miraban con gesto torvo y sobrador, y yo, que no tenía ni
media hora de experiencia. Nunca olvidaré lo que me pasó: mi boca, mi lengua
y mi garganta se secaron completamente y de inmediato, no podía hablar casi.
Desde entonces, siempre llevé caramelos.
Gerardo Álvarez
Presentación del relato Marini, de Beatriz González
Publicado en Revista Novedades Educativas Año 23 | N° 251 | Noviembre de 2011

En el Municipio de Quilmes, cada 15 días aproximadamente, se reúne un grupo


de docentes jubilados convocados por la tarea de documentar en forma
narrativa sus experiencias pedagógicas. En la mayoría de los encuentros, los
temas de conversación tienen origen en las aulas que habitaron hace un tiempo
los integrantes de ese grupo. Muchas veces, esas conversaciones son las que
motivan la escritura; otras, el impulso lo da una consigna desde la coordinación
del grupo; y en algunas ocasiones, aparecen ciertas preguntas fundamentales
que provocan los escritos. Son interrogantes que estas personas
experimentadas se plantean sobre la propia trayectoria, sobre la motivación
para ser docentes y sobre la trascendencia de su trabajo. Son preguntas que
surgen en este momento de sus vidas o que sostuvieron como duda pendiente
hasta ahora que se encuentran con colegas en un tiempo que parece apto para
preparar y discutir respuestas.
Beatriz González se formó como profesora de Lengua y Literatura, trabajó
mucho tiempo en escuelas secundarias y hoy integra este grupo experimentado
de docentes. Su texto, delicado y emotivo trae preguntas desde su edad de la
adolescencia y respuestas construidas en esta edad que contiene algunas
juventudes vividas.

Cecilia Tanoni
Red de Formación Docente y Narrativas Pedagógicas -Nodo Quilmes-

Marini
Tenía quince años y estaba muy triste. ¿Por qué? No recuerdo. Por la forma en
que estallé en la clase de Matemática, pienso que me asediaba la constante
pregunta: “¿Por qué los que te dicen que te aman te hacen sufrir?”. O quizá no.
Quizá había sido otra pelea de mi mamá… lo que era lo mismo.
El hecho es que en plena clase de Matemática, en una conversación sobre el
egoísmo que tenía con nosotras la profesora, yo me puse a llorar y dije:
“Cuando alguien se muere, nadie llora por él sino por sí mismo, por el vacío y la
nostalgia que el muerto le deja”. Sé que lo que dije estaba dentro del contexto
de la charla, pero mis compañeras se quedaron mudas por la sorpresa, y a mí
me arrasó la vergüenza de llorar así, delante de todos y especialmente delante
de la Señorita Marini, tan seria, tan equilibrada, tan elegante…
Me miró desconcertada y me dijo: “¿Leyó a José Ingenieros? Él dijo eso mismo”.
Yo ni lo había oído nombrar. Aunque era una lectora insaciable, tenía enormes
huecos en mi cultura. Negué con la cabeza. Todo era silencio. Yo me sentía
hundir en una miserable y pegajosa soledad. De pronto, mi admirada profesora,
me dijo: “¡Cómo me gustaría ser su amiga, Beatriz, para poder ayudarla!”. Como
un viento cálido y lleno de vida, sus palabras me acariciaron por dentro y me
reconfortaron. La miré con gratitud y sentí que eso era todo lo que yo
necesitaba. Ella quería ser mi amiga. Era suficiente. No me atreví a usar el
permiso que me daba de acercarme más a ella. Pero me dije: “Yo quiero hacer
esto mismo que Marini ha hecho conmigo. Hacer esto para otros chicos”.
Y cumplí. A lo largo de mi carrera mantuve contacto con algunos alumnos
especialmente necesitados de calor humano. Unas veces partía de una
confesión en o al pie de un trabajo, y entonces se establecía un ir y venir de
notas, o de un pedido de charla privada. En fin, mi materia ayudó a que la
adolescente que mantengo viva en mí, como un punto de contacto con mis
alumnos, cumpliera su palabra.
Y este consuelo que recibí un día y que quise devolver en otros fue una de las
dos razones por las que quise ser profesora.

Beatriz González
Presentación del relato Patricio, de Helga Aquino
Publicado en Revista Novedades Educativas Año 24 | N° 252-253 | Diciembre de 2011-
Enero 2012

Maestra y bibliotecaria escolar, Helga Aquino trabajó en diferentes escuelas


primarias públicas. Es una de las docentes que aceptaron la invitación a trabajar
en el proyecto de fortalecimiento de los procesos de enseñanza de la lectura y
la escritura “Leer y escribir es cosa nuestra”, que comenzó a fines de 2008 y que
luego dio origen al grupo “Ex Libris Quilmes – Palabras de Maestr@s5”. Desde
ese ámbito, reflexiona, indaga y escribe con sus colegas acerca de diferentes
eventos pedagógicos. En sus escritos demuestra un fuerte compromiso con la
tarea de enseñar a leer y escribir, de entregar palabras y repartir las llaves de la
lectura a estudiantes y docentes. Hay en sus conversaciones una confianza en la
posibilidad de aprender de los otros y en el poder liberador de la palabra, y eso
se traduce en sus documentos narrativos. Podríamos preguntarnos qué
aspectos de su formación le otorgaron esa confianza; cómo construyó, a través
de su trayectoria profesional, ese compromiso que a veces es casi
empecinamiento. Cómo aprendió a enseñar desde la confianza en las
posibilidades de los otros. Este escrito encierra algunas pautas interesantes
para quienes indagan estas cuestiones.
Cecilia Tanoni
Red de Formación docente y Narrativas Pedagógicas-Nodo Quilmes

Patricio
La escena que decido compartir hoy y que es imposible olvidar se desarrolla en
el año 1997 en la Escuela Primaria Nº 11 de San Francisco Solano, en el partido
de Quilmes (provincia de Buenos Aires).
Debido a las modificaciones en el sistema educativo y la implementación de la
Nueva Ley de Educación, yo quedo fuera del 3º ciclo de la Enseñanza Primaria,
ya que hasta ese momento había trabajado como maestra suplente en 7º grado,
condición esta que no me permitía acceder a la muy famosa capacitación para
reconvertir mi título.
Gracias a este traspié, me asignan 4º grado. ¡Qué susto! ¡¡¿Qué haré con los
chicos tan chicos?!!, me decía… Había tenido una experiencia con 2º grado que
me había resultado tremendamente difícil por todas las problemáticas que
tenían los alumnos de ese curso.
Reconozco mi debilidad, me involucro tanto afectivamente que es imposible
tomar distancia y enseñarles algo. ¡¡¡Pero ahí estaba!!! 4º C con 35 alumnos;

5
El grupo Ex libris Quilmes trabaja en documentación narrativa de experiencias pedagógicas e integra el
nodo Quilmes de la Red de Formación Docente y Narrativas Pedagógicas. Para obtener más información
acerca de este colectivo de docentes se puede visitar su blog en:
http://www.exlibrisquilmes.blogspot.com
algunos muy pequeñitos, otros ya casi adolescentes y Patricio, con 14 años,
¡cursando por tercera vez cuarto grado!
Dentro del proyecto educativo institucional (PEI) teníamos incluida la
participación de la escuela en una muestra de huertas escolares que se hacía en
el distrito de Quilmes y como yo había trabajado en huerta con los alumnos de
7º… adivinen…: me asignan para trabajar con 4º C el proyecto de la huerta.
Pero esto no es todo… teníamos que elaborar un texto para que los alumnos
contaran sobre la experiencia en la muestra.
El desafío estaba hecho… ¡¡manos a la obra!!, dije, y ahí empezamos.
¿Cómo hacer para integrar a todos?, me preguntaba.
Bien, empecemos por el trabajo más duro, pensaba cándidamente, y fuimos al
pequeño pasillo que quedó sin construir y que era de tierra, este era el lugar
asignado para la huerta. Sacamos yuyos, organizamos el lugar: dónde
pondríamos la abonera, dónde los tablones, dónde da el sol la mayor cantidad
de tiempo, etcétera. ¡¡Los chicos súper entusiasmados!! Alborotados,
desordenados, pero felices.
Ahora viene lo más simple, pensaba, los ordeno dentro del aula, intento que
armen grupos sin pelearse, pero… ¡qué arduo, un caos total!... ¡¡Nooo!! ¡Con vos,
noo!... ¡Con él, sí!... no! ¡Con Patricio, no! ¡No sabe leer!, se escuchaba por todos
lados…
¡¡¡Guau!!! ¡¡¡Cuántas cosas para atender!!!
Cuando por fin logramos organizarnos, empezamos a intentar leer y escribir. Mi
práctica pedagógica consistía en leerles algún texto corto muy despacio, en voz
alta y parada delante de todos. Luego los invitaba a que voluntariamente
leyeran algo ellos… y así empezaban las cargadas, los miedos, ¡yo nooo!, decían.
Pero de a poco se iban animando.
Fuimos trabajando de esta manera todos los días. Patricio no participaba,
solamente escuchaba, bajaba la cabeza, se escondía debajo de su pelo largo
como signo visible de su incipiente adolescencia.
Me acerqué a él, poco a poco fuimos entablando un vínculo. Les confieso que
me “enamoré” profundamente de él. Tan tierno, tan desamparado, tan
temeroso y callado. Hasta que un día, siguiendo con nuestra rutina de trabajo,
pregunté: “¿Alguien quiere leer?”.
Patricio levantó la mano, libro en mano pasa al frente. ¡Sus compañeros, mudos!
Empezó a silabear, a temblar… “No puedo”, dijo. De pronto, ¡todo el grado lo
alentó! “¡¡¡Vamos, Patricio!!!”, dijeron todos… ¡y Patricio siguió!
¡Qué alegría indescriptible! Para mí, ¡¡para todos!!
De ahí en más, Patricio leía siempre.
Y como broche de oro, Patricio fue elegido por sus compañeros para leer en la
muestra ¡¡y así lo hizo!!
Les aseguro que nadie leyó mejor que él.
Helga Aquino

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