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En 2009, fundaste el MFA de Escritura Creativa en español en Iowa, uno

de los más reconocidos al respecto. ¿Qué crees que le puede aportar este
tipo de formaciones a una persona que quiera escribir? ¿Sirve para todo
el mundo? 
-Hay una cosa fundamental: la educación desde preescolar. La pulsión
literaria y el interés por la literatura procede de la educación. El aprender a
leer, la comprensión lectora y el desarrollo de la imaginación viene de un
esfuerzo educativo y también de una responsabilidad de los padres.

Mi padre, por suerte, tenía una biblioteca espectacular tanto de libros como de
cómics. En mi casa se hablaba de libros, se contaban historias: eso es clave.
Ese gusto por la literatura que estaba en los planes de estudio de antes (yo me
aprendí Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique a los 8 años) tiene
que seguir estando; la poesía, los textos literarios en todo momento como
formación educativa, tienen que perdurar.

Si tienes un poso de respeto y valor por la literatura, va a ser mucho más fácil
formarte como escritor. El gusto por la ficción reside en el ser humano, igual
que el gusto por la representación, como nos demuestran las cuevas de
Altamira, o toda la oralidad humana de la ficción y del relato, incluso
remontándonos a la historia de Roma y Grecia. Lo que hay que hacer es
potenciar que no se pierda.

Un espacio como el que proporciona un máster ayuda muchísimo a eclosionar


el talento. En el caso de Elisa [Ferrer] se ve. Obviamente tenía talento, pero
desarrolló un proyecto en dos años que podría haberle costado hacer siete u
ocho en otras circunstancias.

Respecto al estilo, trabajarlo supone mucho trabajo, mucha práctica, y mucha


lectura. Tienes que ver cómo han trabajado otros autores, cómo han resuelto
problemas de personajes, de puntuación, de ritmo de palabra… Para mí, eso es
clave.

-Has sido pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic.


Ahora parece que comienza a aceptarse más que antes, incluso en esferas
más generalistas, ¿crees que es una moda pasajera o ha llegado para
quedarse? 
-Va a quedar muy de abuela cebolleta [ríe]. He hecho toda mi carrera
académica sobre eso. En los 90, cuando empecé a dedicarme a los estudios
culturales en Estados Unidos, descubrí que allí era un mundo importantísimo
y que sí protegían sus cómics clásicos, underground, de superhéroes... Pero
nosotros, en la cultura hispánica, no apreciábamos la riqueza que teníamos; es
más, se estaba destruyendo porque no había un esfuerzo por recuperar nuestra
tradición.

A partir del siglo XXI y los 2000, el mundo editorial literario se dio cuenta de
que el cuadernillo, el cómic, los álbumes tenían un potencial. Y abrieron esos
espacios. En España también arrancaron editoriales muy importantes, como la
fabulosa Sinsentido; desgraciadamente, la crisis se la llevó por delante.
Sinsentido, de alguna manera, fue antecedente de Astiberri, que sí logró
consolidarse. O Ediciones La Cúpula, que sacaron El víbora y sus cómics
propios.

En España existían editoriales de cómic que sacaban cuadernillos,


proyectos… Y, de pronto, adquirieron el formato libro, con su ISBN; es decir,
que empezaron a pasar por el mercado de la librería y a asentarse en las
bibliotecas. Sucedió a partir de los 2000. Han pasado ya veinte años de eso,
que se dice pronto [ríe].

Paralelamente, las editoriales de libros literarias también vieron que había un


espacio para el cómic de la misma forma que existía para los libros de
autoficción, ensayo o poesía (ahora más popular también). El cómic podía
acomodarse, por tanto, en ese espacio generalista y no quedarse solo con un
único perfil de lector.

El cómic ha ido evolucionando como espacio expresivo que se construye y


consolida en el siglo XX. En el siglo XXI va a continuar con mucha fluidez.
Por supuesto que ha llegado para quedarse [ríe].

-¿Por qué te fuiste a Estados Unidos y qué te ha llevado a permanecer allí


24 años? 
-Lo cierto es que una cosa fue llevando a otra. Me fui a estudiar a Holanda, y
fue un año revelador, de descubrir Europa. Allí terminé mi primer libro de
poemas, Preparativos para un viaje, con el que gané el Adonais de Poesía al
año siguiente. Después iba a hacer el doctorado con una profesora, Tere
González Calvet, pero desgraciadamente murió muy joven de un derrame
cerebral. Eso me dejó un poco huérfana.

Un hispanista, a raíz del premio, me contactó y me dijo que en Columbus


tenían un sistema de becas para estudios hispánicos. Y me dije: “Pues voy”.
Me dolía mucho la ausencia de esta profesora y no sabía muy bien qué hacer,
así que tiré por ahí. “Voy a ver qué pasa, voy a ver qué pasa…” y pasaron 24
años [ríe]. La vida es así.
Hay algo que me llama la atención de Estados Unidos, y es cómo entienden,
como imperio, que la cultura es poder. El conocimiento es poder, al menos, en
el ámbito institucional (otra cosa sería hablar del político). En los espacios
intelectuales de las universidades lo tienen muy claro.

El semestre pasado estuve en Harvard dando una charla. Allí tienen el original
de Fortunata y Jacinta en la biblioteca, escrito a mano. Yo soy una forofa de
Galdós e, inevitablemente, me pregunté qué habría pasado para que una de las
novelas más importantes de nuestra literatura hubiera ido a parar allí. Nos da
pistas: allí saben qué es realmente valioso.

Cuenta Ana Merino que su mundo poético se construye a través de su


capacidad para enamorarse, de sentir pasión. No en vano, la gran
poesía nos sacude las entrañas, nos emociona. Su poesía explora el
mundo de la infancia. La poesía es el amor, sintetiza Ana, mientras
que la prosa, habida cuenta de que también es narradora, está
relacionada con la curiosidad, la imaginación, con ese afán por contar
lo humano.

Reconoce que le gusta experimentar la creatividad desde muchos


espacios, tal vez por eso se ha dedicado y se dedica a varios géneros
literarios. En este sentido, cree que el saber nos humaniza a todos.

Como profesora de escritura creativa, está convencida de que se


puede enseñar a escribir. "La escritura tiene mucho de taller", aclara
ella. Y sus clases son interactivas, en las que se establece un continuo
intercambio de ideas y sugerencias, un diálogo fluido con el
alumnado.

"Soy una humanista y reivindico a la literatura y a los procesos


creativos como partes indispensables del ser colectivo que puede
redimir este planeta. La empatía, el amor, la ilusión por el
conocimiento son parte de ese espacio humanista lector y creador
que hay que reivindicar", afirma.

En la revista digital, 'Iowa Literaria', se pueden leer trabajos de los


estudiantes que asisten a los talleres de escritura creativa de español
que imparte Ana Merino.

Qué cualidad prefieres en una persona?


Que sea buena persona. Creo que necesitamos que el mundo tenga
buenas personas. Suena pueril, pero necesitamos que la gente sea
buena.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Aquí es importantísimo la bondad, el trabajo en equipo y el talente


generoso y dialogante. Necesitamos políticos bien formados y una
sociedad que busque el bien común y proteja a su gente.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Muchas cosas. Me encanta leer y escribir, pero también montar teatro


y trabajar con actores. También me gusta muchísimo hacer talleres
comunitarios con niños. Me divierto con cualquier cosa. Viajar,
pensar... pasear... soy un espíritu muy afable.

¿Por qué escribes?

Me da serenidad y me entretiene. Me gusta ordenar mi pensamiento,


es una experiencia en cierto modo terapéutica que me encanta.

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