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RELATOS
ATENEO DE INTERPRETACIÓN Y DEBATE
Avellaneda, Junio 2019
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La Red: un mapa
en (permanente) Nodo Jujuy
Nodo ENS N° 1
Nodo Facultad de Filosofía y Letras, UBA
Nodo IMA – Red Salesiana
Nodo ISTLyR
Nodo TIUD - AMIA
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Relatos del Nodo Los tres textos que compartimos del Nodo Avellaneda fueron
CIIE Avellaneda elaborados en articulación con el Laboratorio de Experiencias Pe-
dagógicas del Centro de Capacitación, Información e Investigación
Por Gabriel Roizman Educativa de Avellaneda (CIIE Avellaneda), dedicado a la Formación
Coordinador del Nodo Docente Continua, y la cátedra de Psicología del ISFD N°100 donde
desarrollamos la línea de documentación narrativa en la formación
docente inicial.
El primero de los textos es un ensayo de texto autobiográfico don-
de se le propuso a los estudiantes de primer año rastrear el interés
por la ciencia y la enseñanza en su propia decisión de estudiar el
profesorado en una disciplina científica como la Biología y a veces
resulta que la escritura ayuda a descubrir núcleos de sentido en la
memoria autobiográfica sobre los cuales los sujetos no tenían regis-
tro. Agradecemos a Nadia el compartirnos parte de su historia y los
descubrimientos que hizo a partir de su biografización.
El segundo texto, de Cecilia Paoletti, representa la búsqueda de
combinar la narrativa pedagógica y el ensayo con otros lenguajes
lúdicos y expresivos, es decir, diferentes juegos del alma puestos en
juego.
Por último, el texto de María Jesús Teira Romano, de alguna for-
ma representa una docente que habiendo transitado la experiencia
del Nodo en otra oportunidad, se apropió de la documentación na-
rrativa para seguir dando cuenta de lo que le pasa y le pasó en su
profesión, de lo que aprendió y enseñó, de alguna forma empodera-
da como Ana la protagonista del relato.
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Juegos del Alma “Todo tiene, todos tenemos, cara y señal. El perro y la serpiente y la
gaviota y tú y yo, los que estamos viviendo y los ya vividos y todos los
Cecilia Paoletti
que caminan, se arrastran o vuelan: todos tenemos cara y señal. Eso
Nodo Avellaneda creen los mayas. Y creen que la señal, invisible, es más cara que la
cara visible. Por tu señal te conocerán.”
(Galeano, 1993)
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Ana Yoni y Sasha eran alumnos del jardín y Ana su mamá –no era Ana,
Maria Jesús Teira Romano eso no importa, tampoco son Yoni y Sasha, es mejor así. Aparecieron
Nodo Avellaneda una mañana como cualquier otra, esta vez cada uno con su mochila,
un peluche, una bolsa, venían del parque. Habían pasado la noche
fuera de su casa. Ana tenía unos anteojos oscuros, grandes, de esos
de sol berreta. Muchas veces los usaba. A veces desconfiamos.
Vuelvo a empezar.
En el Jardín habíamos rifado la hamaca de madera de dos asien-
tos y la calesita; los chicos se peleaban por sentarse más de lo que
jugaban y con esa plata en la Cooperadora compraríamos otras co-
sas. El numerito de Sasha y Yoni era el ganador de la hamaca. No
tenían quien la fuera a buscar, dijo Ana. Ahí fue Eduardo, el marido
de la directora, con su camioneta a llevarla.
La casa estaba a pocas cuadras, un poco vieja o descuidada. Pi-
las de papeles antes del comedor, cosas de los chicos por ahí pude
ver, no mucho más. El hombre fue amable a la fuerza, pinta de po-
licía nos dio, a mi esposo y a mí. Había una camioneta en la puerta
y los medio hermanos adolescentes. Él vende los papeles, dijo Ana,
sus hijos lo ayudan y son unos pesos más. En el patio delantero que-
dó la calesita con Yoni y Sasha felices. ¿Felices?
Empiezo de nuevo.
Sasha era tranquila, Yoni más ruidoso. No me acuerdo cuál de los
dos era el más grande, parecían mellizos. Siempre limpios, prolijos,
puntuales. Los dos queribles desde el primer día. Y también Ana. De
esas madres dedicadas, como a nosotras nos gustaría que fueran
todas las madres. Pagaba la Cooperadora, pedía el recibo. A veces
se disculpaba, el marido todavía no le había dado la plata. Siempre
amable. No ‘hacía puerta’ con las otras mamás. Cuando llenamos
la ficha nos dijo que era huérfana, que no tenía familia y que había
crecido en un orfanato. A sus hijos sólo los podían retiran ella o el
papá; cuando insistimos en que buscara a alguien más dijo que no
hacía falta, que ella no trabajaba y se encargaba de sus hijos y que,
bueno, podría ser el hermano mayor…
Ese día en que tocó muy temprano el timbre del jardín y nos pidió
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Relatos del Nodo Los relatos aquí reunidos interpelan, abren interrogantes y, fun-
Facultad de damentalmente, nos sumergen en ese espacio único y singular que
es el aula. También, nos involucran en esas relaciones intensas y
Filosofía y Letras, elegidas como lo son las relaciones entre estudiantes y docentes.
UBA Las autoras de estos relatos, al narrar su primera experiencia do-
Por Yanina Caressa y cente o un día cualquiera de un año escolar, comparten diferentes
Gladys Zarenchansky aspectos de lo que les pasó y fundamentalmente nos entregan sus
Integrantes del Nodo reflexiones, sus aciertos, sus dudas y posicionamiento frente al he-
cho educativo.
“La escuela era y es eso: agarrar la mano y ayudar”
“Preferí relatar la escena de juego impermeable a condiciona-
mientos, a coletazos de pobreza y marginalidad”
“El cine foro quería ser una experiencia lúdica y de reflexión que
aprovechara el espacio escolar por las tardes cuando nadie lo utili-
zaba y acercara de otra manera a los jóvenes con la escuela; que les
ofreciera otras historias, otras narrativas, que los involucrara en un
momento creativo y de expresión”
Estas frases tomadas prestadas de los relatos dejan abierta la
invitación a su lectura, al involucramiento con lo que éstos plantean,
a reflexionar sobre la propia práctica y a dejarnos llevar, de la mano
de las autoras, por los sentidos pedagógicos que los relatos abren,
muestran y enuncian con las bellas palabras que una buena narrati-
va tiene para ofrecernos.
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Durante ese año, Valentín transitó primer grado con todas las co-
sas que un niño aprende en primer grado: se alfabetizó, aprendió
a sumar y restar. Yo también aprendí con él, reí y lloré con él, me
frustré con él, fui su alumna (aunque él no lo supiera). Él, me brindó
la posibilidad de pensar en estrategias que no estaban en los libros,
me permitió reinventarme. Hoy me pregunto: ¿acaso él no me ayudó
a mí? Pero eso no es todo, también se sumaron más niños y niñas a
su grupo, ya no fue el único.
Valentín es uno de los tantos niños que transitan o han transitado
el sistema educativo de manera inmigratoria por no adecuarse a lo
esperado en las instituciones a las que van perteneciendo. Sus tiem-
pos en el aprendizaje, su aceptación o no a las normas de las institu-
ciones, y hasta sus (sobre)edades son algunos de los elementos que
acompañan a tantos “Valentines” que son desplazados de muchas
escuelas por no saber cómo ayudar. Por esta razón, existen escuelas
como la 6. Hoy Valentín, ya en tercer grado, está sostenido y alber-
gado por una escuela que lo invitó a ser querido y le enseñó que, con
aciertos y desaciertos, conocimiento y desconocimiento siempre hay
que estar dispuesto a ayudar.
Escribo estas palabras luego de haber sido convocada a una re-
unión de maestros titulares de esta escuela por un cambio en su mo-
dalidad que, en la teoría intenta dar respuesta al problema de la baja
matrícula, pero que, a la vez, en la práctica, dejará sin posibilidades
de educarse a 105 niños y niñas. Yo ya no pertenezco activamente a
ella, pero aún sigue siendo el espacio de Valentín y de muchos otros
niños que ayudan y se ayudan en la Escuela 6.
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Doña, ¿me Era la hora del almuerzo. Carmen llevó a los niños y niñas al co-
compra una medor. Mientras tanto, me quedé en la sala armando el espacio para
las propuestas de la tarde. En un sector, junto a la ventana, algunas
rosquilla? colchonetas, almohadas y mantas dobladas a los pies para Juana,
María Laura Galli Ismael y Ale que, en vez de jugar, prefieren hacer una siesta después
Nodo Facultad de Filosofía y Letras, UBA de comer.
En otro sector de la sala, cerca de la puerta, coloqué dos “go-
mas”, esas que se colocan en el piso para resguardar las caídas pero
que al mismo tiempo ofician de base de color para la presentación
de los materiales que ofrecemos. Sobre esas gomas azules coloqué
cilindros de cartón duro de diferentes diámetros y alturas. Algunos
parados, otros como si rodaran, algunos apilados, en fin, dispuestos
de una manera que sea atractiva, que guarde cierta estética. Agre-
gué luego algunos recortes de cartón con diferentes formas: círculos,
rectángulos y cuadrados. Algunas de esas piezas las dispuse interca-
ladas entre los cilindros apilados, otros como abanico de naipes so-
bre la goma. Otros, sencillamente dispuestos sin ninguna geometría.
Frente a ese sector, acomodé una mesa contra la pared, cubierta
con una tela brillante y libros expuestos sobre ella. Seguidamente,
una mesa más, con algunas sillas alrededor para que los niños/as
puedan mirar y leer las imágenes de los libros. A veces, hay quienes
prefieren llevárselos a las colchonetas y mirarlos antes de dormirse.
Se abre la puerta, Ismael y Juana se acercan a la mesa de libros.
Hojean algunos de parado y luego, casi en simultáneo se recuestan
en las colchonetas y se arropan. Carmen, la maestra de la sala, entró
con Ale de la mano, con los ojos medio entreabiertos. Lo recuesta en
las colchonetas y se sienta a su lado. Una o dos caricias en la frente
y ya se quedó dormido.
Byron hace un recorrido por toda la sala. Florencia lo sigue. Mira
a Ale, su hermano, y lo ayuda a taparse. Se acerca a la mesa de
libros. Mira las tapas, intenta abrir el “Sapo enamorado”, pero no
convencido se dirige al sector de construcciones donde estaban pre-
parados los cilindros y cartones. Florencia, lo sigue.
Los mira, toma uno y luego otro, los suelta. Así sucesivas veces,
probando, mirando, pensando… tal vez. Derriba los dos que estaban
apilados. Luego, selecciona los cilindros más cortos, los que vienen
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la imagen del director leyendo esta nueva propuesta: otra vez una
larga y contundente justificación teórica sobre el cine como herra-
mienta de crítica, aprendizaje y diversión. El cine foro quería ser una
experiencia lúdica y de reflexión que aprovechara el espacio escolar
por las tardes cuando nadie lo utilizaba y acercara de otra manera a
los jóvenes con la escuela; que les ofreciera otras historias, otras na-
rrativas, que los involucrara en un momento creativo y de expresión.
Sin pensarlo mucho el director dijo que sí y lanzamos la invitación
a todos los grupos para armar el equipo del cine foro. Yo iba con
“refuerzos”, amigos míos que también querían sumarse: dos diseña-
dores, un educador, un cineasta; de los estudiantes, se presentaron
ocho voluntarios. Sépase que años después, dos de ellos estudiaron
cine, uno más es diseñador gráfico, y de los buenos.
“Perrón” es sinónimo de “chingón”, de “chido”, de “copado”,
había otras opciones que fuimos lanzando pero votamos por ese
nombre, alguien dibujó el logotipo y muy rápido nos acoplamos. Nos
reuníamos en una pequeña plaza en el centro de la ciudad, los uni-
versitarios “proponíamos-imponíamos” la película para ver, prepará-
bamos unas líneas para empezar la reflexión, se hacía el bosquejo
del cartel, el profesional en el tema se encargaba del photoshop,
imprimíamos varios en gran formato, tres días antes pegábamos los
carteles en los pasillos, pasábamos a invitar de salón en salón, co-
brábamos la entrada (“¡a sólo un pesito!”, era el slogan), y hasta
llegamos a vender pochoclo con limón y chile en una función.
Todavía conservo algunos carteles que diseñábamos en el equi-
po, llegaron a ser tan cotizados que vigilábamos en los pasillos al
interior de la escuela para que los mismos estudiantes no se los
llevaran. El “ganador” en este sentido, fue el de Humberto, el primer
estudiante que se animó a diseñarlo solo. No quedó ni uno, a pesar
de que la imagen estaba pixeleada y medio mocha, y la combinación
de colores y tipografía no era muy armónica. Cuando llegó corriendo
y me dijo: “ya ve maestra, todos dijeron que mi cartel era el más feo,
¡pero fue el que más se robaron!”, fue una de las tantas veces que
sentí la revuelta en mi cabeza y en el corazón. Esa tarde el “Cineforo
Perrón” tuvo lleno total.
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Relatos del Los textos que acá se presentan corresponden a una colección
Nodo ISTLyR de escritos realizados en la Diplomatura en desarrollo profesional
docente centrado en la investigación-acción de la práctica que tuvo
Por Cecilia Tanoni lugar durante 2016-17 en el marco de un acuerdo de colaboración
Integrante del Nodo entre la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires y el ISTLyR.
La diplomatura fue cursada por graduados de la carrera de Tiem-
po Libre y Recreación y en su transcurso se escribieron tres tipos de
textos: 1) Los que daban cuenta de cómo llegaron a la carrera de
recreólogxs; 2) Los que daban cuenta de alguna experiencia como
recreólogos; 3) Los que daban cuenta de lo sucedido al coordinar
grupos de narradorxs del campo de la recreación.
Los que se presentan en este Ateneo son los segundos, que pre-
tenden dar cuenta de experiencias en el campo de recreación en-
tendidas como definitorias del campo en algún aspecto. La consig-
na implicaba que el texto debía poder ser acompañado por la frase
“...y de esto trabajo yo”.
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Palabras “Prohibidas”
Santiago y Valeria, los coordinadores del grupo, se detienen
abruptamente ante la puerta de la biblioteca para proponer un juego.
Julián, quien va primero, tropieza con la torpeza que lo caracteriza,
provocando risas afectuosas entre sus compañeros. El juego se trata
de un clásico: el “Tabú”, o “Palabras prohibidas”. Pero con la diferen-
cia de que fue elaborado artesanalmente por los coordinadores.
Siete tarjetas, una para cada participante del grupo, contienen
las palabras prohibidas, y por turnos y en el menor tiempo posible
deben comunicarlas a sus compañeros sin nombrarlas. Iara toma la
delantera y decide comenzar. Ante ella aparece la palabra escuela, y
debajo estudiar, edificio, pizarrón, maestra.
— Es un lugar donde vamos todas las mañanas, algunos, y otros
a la tarde – dice Iara.
La velocidad con que el grupo acierta la palabra y las siguientes,
da cuenta del tiempo que hace que los adolescentes se conocen
entre sí. Entre las palabras descubiertas, se encuentran profesor;
directora; libros; estudiantes...
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El despacho de la Directora
Logrado el desafío en esa primera práctica, los coordinadores le
comunican al grupo que al cruzar la puerta de la biblioteca, dejarían
de ser sus coordinadores para convertirse en los asistentes de la te-
mible Directora Socorro, un personaje imaginario de gran presencia
e importancia durante el juego. Ella se encuentra esperándolos en
su despacho, del otro lado de la puerta.
Los coordinadores preparan al grupo: “ustedes se pusieron de
acuerdo en algo muy importante, y van a entrar con un objetivo: con-
vencer a la Directora Socorro, de que desean crear un Centro de
Estudiantes. ¡Pero cuidado! Esas son palabras que no le gusta escu-
char, intenten no nombrarlas. Adentro van a encontrar una lista de
palabras que le molestan. Si las dicen, o se dirigen de forma irres-
petuosa a la Directora, nosotros, sus fieles asistentes, los vamos a
expulsar de la mesa.”
Al entrar a la antigua biblioteca, los adolescentes observan en
el centro de la sala una gran mesa de madera, con una silla vacía
detrás. Los coordinadores, ahora devenidos en asistentes de Soco-
rro, ocupan sus lugares parándose a los lados de la silla, donde se
“encuentra” la Directora. Del otro lado de la mesa, a dos metros, una
línea blanca de cinta separa al grupo de la mesa.
— ¡Formen una hilera detrás de la línea! – exige la coordinadora/
asistente, en un tono casi irreconocible para el resto del grupo.
— Nuestra amada Directora Socorro los va a recibir. ¡Puede pasar
el primero! Julián, el primero de la hilera, cruza la línea blanca y tro-
pieza nuevamente. Esta vez no despierta risas por parte de sus com-
pañeros. Se respira cierta tensión y nerviosismo en el ambiente. Al
llegar frente a la mesa y enfrentar la silla vacía, Julián intenta erguir
su postura, lo que para su aspecto desgarbado y vestimenta de joven
Emo, da por resultado un cuadro casi surrealista.
Con la misma estética de las tarjetas, Julián descubre sobre la
mesa una cartulina con la palabra prohibida centro de estudiantes, y
una lista de palabras debajo (organización, delegados, política, agru-
paciones, entre otras).
El coordinador interrumpe la lectura agresivamente: — Por favor
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Porfirio “Y ella es Marina, ella es Jodóloga”. Así, una y mil veces, cual
Marina Vera si fuera un paso de comedia, he sido presentada por mi socio-ami-
Nodo ISTLyR go-guardaparques Ricardo. Ya sea en San Isidro, en Corrientes o en
Misiones. Sin importar si el público es docente, guía de turismo o
poblador originario. Esa soy yo: la jodóloga.
Por supuesto que inmediatamente después, ya sea en palabras
de mi compañero o mías, viene la presentación formal: soy recreólo-
ga. Y lo soy en cualquiera de esos ambientes, con cualquiera de esos
públicos y con cualquiera de mis compañeros de trabajo.
La profesión del recreólogo es tan amplia como nuestro país que
tiene tantos tonos distintos, tantas manifestaciones culturales y tan-
tos otros con quienes compartir el territorio.
Esta diversidad con la que trabajo lucha contra la planificación.
Ese día estaba todo planificado: objetivos, tiempos, espacios y activi-
dades. Nos habían cedido un aula en una de las escuelas del pueblo
de San Ignacio, Misiones. Me parecía que la actividad de presenta-
ción que había elegido iba a cumplir con su objetivo de romper el
hielo. Había seleccionado algunas de las tarjetas con consignas que
me parecían más apropiadas para las características del grupo.
A medida que los participantes iban llegando, Paula (quien es-
taba en la coordinación general del curso) me los iba presentando.
Así fui saludando a docentes, comunicadores, guías de las ruinas
jesuíticas, jóvenes de las tres comunidades guaraníes con las que
trabajamos. Pero algo me llamó la atención, entre esos jóvenes ha-
bía un señor, muy delgado, de cara angulosa de unos 60 años. Esto
nunca sucedía, los caciques de las comunidades enviaban a sus hi-
jos o a los jóvenes (todos medianamente escolarizados) a tomar el
curso. Paula me lo presentó: “él es Porfirio, el segundo cacique de la
comunidad Tapé-Porá”.
Dijo segundo cacique, eso bastó para despertar a los hombreci-
tos y mujercitas internos. Inmediatamente empezaron a sembrar sus
dudas: “segundo cacique suena importante… pero viste que no ha-
bla con nadie... ¿hablará castellano o sólo guaraní?… ¿me entende-
rá?”. Tuvieron que callarse rápidamente porque comenzamos el cur-
so. Primero las presentaciones formales e institucionales y luego el
momento de conocernos. Expliqué el juego: debían sacar una carta
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Relatos del Los cinco relatos que se comparten, son autoría de algunos de
Nodo La Plata los integrantes del Nodo Región I: La Plata, Berisso, Magdalena y En-
senada, que comenzó a gestarse en el año 2014 y tiene su epicentro
Por Pamela Vestfrid en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Univer-
Coordinadora del Nodo sidad Nacional de La Plata, siendo sus dos coordinadoras Pamela
Vestfrid y María Susana Felli.
La documentación narrativa de las experiencias docentes, reva-
loriza el saber y el rol del educador como un actor clave que tiene
mucho por aportar en el oficio de enseñar. Es por ello, que desde el
Nodo Región I se articulan múltiples estrategias, como: seminarios,
cursos, jornadas, investigaciones, conversatorios, publicaciones,
entre otras modalidades, que permiten la circulación de la palabra
entre pares docentes y estudiantes, la reflexión y el aprendizaje co-
lectivo.
En ese sentido, compartimos las producciones de Sofía Dorre-
go, Alberto Ivern, María Antonieta Teodosio, Patricia Villada y Pamela
Vestfrid, donde el lector podrá conocer acerca de dos experiencias
que desde la mirada del educador nos permiten problematizar el
vínculo docente alumno, y entender que los encuentros pedagógi-
cos sorprenden muchas veces por lo inesperado -no solo a los es-
tudiantes- sino también a los propios docentes. Por otra parte, se
comparten otros escritos más ligados a lo autobiográfico. Es decir,
no responden a experiencias puras que transcurren en un momento
puntual del desarrollo de una clase. No obstante, son significativas
porque los docentes autores han efectuado miradas retrospectivas
de sus pasos como alumnos o docentes, realizando reflexiones que
les posibilitan pensar y repensarse como actores centrales del pro-
ceso educativo. Hay un hilo conductor en los relatos que tiene que
ver con el rol del docente, como un actor que experimenta prácticas
con un fuerte sentido ético político. Así, la pasión por el oficio de en-
señar recorre los párrafos de los cinco relatos, como el motor esen-
cial que lleva a cada uno de los autores a hacer lo que hacen cada
día, habitando las instituciones educativas.
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Elegir es “Vos vas a ser profesora y vos artista plástica” nos dijo a una
transformarse amiga y a mí, una maestra particular a la que íbamos juntas casi
todos los días durante el último año del secundario. El tema de qué
Sofía Dorrego “queríamos ser de más grandes” o qué podíamos estudiar era fre-
Nodo La Plata cuente durante esos tiempos donde una etapa se cerraba y otra se
avecinaba.
La maestra, le dio con la tecla. Yo elegí un profesorado en comu-
nicación y mi amiga, es artista plástica y estudia en Bellas Artes. Me
intriga mucho qué habrá visto en mí en aquel momento esta maestra
ya que yo elegí la carrera casi 6 años después de ese día.
Pienso por qué elegí ser docente y también tengo que ir hacia
atrás, pero un poco más reciente, justo en el 2015, y recordar esos
momentos en dónde pensaba elegir una orientación en la facultad
de periodismo. Recuerdo que el profesorado me resultaba lo más
obvio; primero porque era lo único claro dentro de la oferta educativa
de la facultad (ya que planificación en su momento no se entendía
mucho qué era y periodismo no me gustaba) y segundo, era claro
porque yo veía un lugar posible para mí forma de ser, mis anhelos y
mis preguntas.
Hoy, tres años después y muy cerca de recibirme, no puedo dejar
de pensar en ello, como cuando me dieron el papelito de certificado
de inscripción a la orientación y de lo importante que resultó ser;
si bien era un papel simple, completado por mí y con el sello de la
facultad por el que atiende en la secretaría, su valor fue desde lo
simbólico, desde lo afectivo. Todavía lo tengo guardado. Hoy pienso
que quizá tuvo que ver con que mis papás no fueron estudiantes uni-
versitarios y yo soy primera generación de estudiante universitaria
en mi familia.
Sentí que había avanzado, que había crecido. Sentí que tenía un
propósito, que lo había encontrado, que era una meta clara que po-
día lograr. Tanto que ese día llegué y lo pegué en la heladera, era un
evento que me impulsaba a mostrarlo por el orgullo y la alegría que
me daba a la vez.
Creo que esto me pasó, porque en los primeros años de la facul-
tad no entendía bien qué era ser comunicador, cuál era mi función
en el futuro en la sociedad. Se me aparecían preguntas como: ¿Cuál
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algo que nos una, algo que nos lleve a la identificación, y a acostum-
brarnos a trabajar con la alteridad.
Antes de terminar, no puedo dejar de mencionar, algo puntual: y
es que, en la dificultad de los primeros años en la facultad, tomé en
aquel tiempo la decisión de ser perseverante, y aquí estoy. Bastante
orgullosa y totalmente transformada por el recorrido académico y
humano en la facultad: la búsqueda incesante, la mirada crítica que
más que un abismo sin respuestas, ha sido contención, la maestra
visionaria o mi perseverancia (quizá intuición), el papelito que aún
conservo; todo partiendo de una misma historia que espero que más
adelante sea la historia que se comparte con otras historias que son
búsquedas y quizá yo sea como ese cuento que leímos en donde
constantemente me esté cambiando los ojos, para caminar con otrxs
protagonistas en otras historias.
Me embarco en un compromiso político como comunicadora,
pensando que las ideas son el motor de la historia y de los días que
vivimos y que la comunicación y el aprendizaje, hoy más que nunca,
son un derecho de todxs.
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Frío Tomo una lapicera y esta se desliza como si tuviera vida propia.
María Antonieta Teodosio La detengo, hago fuerza para retenerla como si fueran las riendas de
Nodo La Plata
un caballo; me digo que tiene demasiado brío y eso es por mi culpa.
Enderezo el trazo y negocio: “Bueno, docencia sí, pero elijo el
para qué”. Y arranca. “No, esperá”, y ya vuelve a estar al mando,
como de costumbre.
Saca de su galera un recuerdo que no entiendo… Iba en tren ha-
cia Bernal, hacía mucho frío y todavía no se trataba de los trenes
nuevos: recuerdo las puertitas que se abrían y hacían estremecer a
todos, hasta que un vendedor o un guarda se compadecía y al pasar
las cerraba con un golpe fuerte. Y yo pensaba. Mis pensamientos
iban y volvían por la ventanilla, se confundían con el viento de ésas
que no se cerraban y revueltos volvían a mí para despeinarme.
Creo que estaba tratando de justificar ese frío que estaba toman-
do, segura de que sobrevendrían una fiebre o un catarro intenso.
Yo iba al trabajo y tal vez fuera el tren de las 6.30 hs. Me apretaba
contra los huesos ordenando todo lo que no se quisiera aferrar a
ellos; por momentos sentía un breve calor y otra vez el golpeteo de
la puerta.
¿Y yo, qué hago acá? Pensaba que llevaba años en esto, que
podía elegir otros espacios, más cercanos, más abrigados, pero no.
Este era, y era el mío.
La convicción iba ganando paso. Llevaba calor al cuerpo. Claro,
iba proyectando eso que es un cuerpo más un cuerpo más otro cuer-
po… Y esa masa resultante estaba llena de sentido. En ella no sentía
frío. Me sentía alguien más, alguien que estaba poniendo lo suyo
para los otros.
Mi certeza escribió palabras: “Para bien de los demás”. Entré al
aula y apreté el bolígrafo retráctil.
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Bibliografía
Batthyany, K. y Cabrera, M. (2011).
Metodología de la Investigación en Ciencias
Sociales. Montevideo: Universidad de la República.
Guber, R. (2012).
La etnografía. Método, campo y reflexividad.
Argentina: Siglo XXI.
Kreimer, P. (2007)
“Sobre el nacimiento, el desarrollo y la demolición
de los papers”, en: Golombek, D. Demoliendo pa-
pers. La trastienda de las publicaciones científicas.
Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
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Michael había hecho las dos cosas: analizó un texto y escribió una
nota en la que exponía por qué no estaba de acuerdo con lo que
su texto analizado planteaba. Había hipótesis, argumentos, recur-
sos, palabras difíciles (como decían ellos). Quedé sorprendida. No
lo conocía. Ese chico que se sentaba atrás y participaba lo justo y
necesario tenía mucho para decir y sabía cómo hacerlo.
El último día lo único que quería era que Michael viniera a cla-
se. Tenía que decirle lo que me había pasado. Entré al aula y no
estaba, hasta que uno de sus compañeros me dijo: “Ahora viene
profe. Está en el kiosco”. Fui entregando los trabajos y las notas
finales, como siempre nos pusimos a charlar de la vida hasta que
entró y me pidió su trabajo. Cuando se lo entregué le conté lo que
me había pasado, le conté de mi sorpresa, en el sentido de que
no sabía que escribía de esa forma, que tenía esa capacidad de
análisis. Lo felicité. Me observó como sorprendido él también, fue
la primera vez que me miró a los ojos, y me agradeció. Aproveché
para preguntarle qué iba a hacer cuando terminara la escuela, a
lo que contestó que se iba a anotar en la Vucetich porque quería
ser policía.
Tuve un proceso de cuatro meses para conocer a un alumno,
para relacionarme realmente con él y su cara de sorpresa me hace
pensar que él también sufrió un cambio. Tuve la sensación, en esa
mirada, de que por primera vez alguien le decía que lo de él era
distinto, era muy bueno y no podía dejarlo.
La educación es un proceso transformador o por lo menos debe
serlo. Tal vez la transformación no pase por los grandes cambios
sino por los pequeños, los del día a día, alumno por alumno, profe-
sor por profesor.
En el contexto actual, la educación y el sistema escolar están
siendo bombardeados desde diferentes frentes. El discurso hege-
mónico recalca que no hay calidad educativa, que los alumnos no
saben nada, que los docentes no quieren trabajar. En este marco,
la idea de no poder modificar el contexto a gran escala, es el primer
obstáculo que apaga los pensamientos, que lleva a los docentes a
convertirse en autómatas, en piezas de la maquinaria escolar que
se limitan a cumplir con su función.
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El corazón en Corría el año 2014, primer año del equipo de inclusión con sede
las manos en una escuela secundaria de Bernal oeste.
Ximena Ferrari
La elección de tomar cargo en el EDI fue algo arbitraria, “a ver
que queda”, soy provisional de equipos de distritos, mucho no que-
Nodo Narrativas al Sur
daba y uno busca “lo que le queda más cómodo”, a los equipos de
distrito nos pasa esto.
Primer año en el que, mi compañera y yo arrancaríamos a tran-
sitar la inclusión como nueva forma de trabajo. ¿Qué sería incluir?
¿Qué le puedo aportar a este nuevo rol? Recordemos que soy Orien-
tadora Educacional y que “patear” el barrio no era lo mío. ¿Tengo
que entrar a las casas? ¿Tengo que hablar con los chicos o con los
padres? ¿Tengo que articular con otras escuelas? ¡¿Qué tengo que
hacer?! Bueno le preguntaré a mi inspectora, pensé. O leeré las co-
municaciones y estudiaré de memoria mi rol. Hice todo eso, busqué,
pregunté, estudié. Divinamente y con toda la información acerca de
mi nueva función en el sistema educativo, fui con carpetas relucien-
tes a una escuela en donde nadie me esperaba, donde nadie nos
esperaba, ni hablar de querernos allí.
Esta secundaria, en donde Bernal está más lejos que cerca, tenía
pisos impecables, paredes sin graffitis, pizarrones con mucha tarea y
una estructura edilicia que no es tan común de ver cuando la escue-
la es realmente de los chicos.
Al llegar, nos recibe con desgano la directora y una profesora con
cambio de funciones, que ayudaba en secretaría.
“No hay aulas disponibles para ustedes, ni lugar físico para que
se puedan quedar” fue el destaque en la apertura de la incipiente
relación que entablaríamos. Conversamos de la organización de la
escuela y se les explicó que nuestro trabajo dentro de la institución
sería incluir en el sistema a aquellos chicos que por alguna razón
habían dejado de concurrir. Este “cambio de funciones”, comiendo
galletitas que ahogaba en su café, nos aclaró, antes que se nos ocu-
rriera pensar siquiera en incluir a alguien en esa institución, que “la
escuela está así, porque no hay de esos pibes”. El corazón se me
estrujo como cuando perdía una figurita con brillantina de mis pre-
feridas. ¿Qué le había pasado a “ese cambio de funciones” que no
podía ver pibes en vez de paredes limpias y bancos impolutos? ¿Qué
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¿Qué ves Ni bien me desperté tuve presente que hoy no era un día como
cuando me ves? todos los días. Hoy es un día especial. Un día esperado, ansiado,
soñado, un día para estar de fiesta. A las siete de la tarde en el Ins-
Ivana Murgia tituto de Formación Docente N°54 de Florencio Varela se llevará a
Nodo Narrativas al Sur cabo el acto académico para las carreras del profesorado de Inicial
y Primaria. ¡¡Las y los egresados del 2018 - marzo 2019 junto a sus
familiares y seres queridos recibirán orgullosxs sus títulos de maes-
tras y maestros!! Muchxs de ellxs son la primera generación dentro
de sus familias en obtener un título profesional. ¡Qué indescriptible
momento! - pensaba mientras me iba despabilando.
Abrí las ventanas, el día estaba lluvioso pero en ese momento
un interrogante como un destello atravesó mi mente, entonces me
pregunté: ¿Será que hoy le darán el título también a ella? Qué ganas
profundas me dieron de verla esta noche recibiendo su título. Mis
ansias ya vienen de lejos. Silvia comenzó a estudiar en 2007. Todo
le costó mucho, muchísimo. Yo la conocí desde la cercanía (de vista,
desde su ingreso) cuando tuvo que hacer las Prácticas en Campo 3.
Ella ya había desaprobado en dos ocasiones, era su tercer intento.
El tema es que Silvia tenía la fama, devenida en fama institucio-
nal con el transcurrir de los años, de que en primer lugar le costaba
horrores comprender y que, en segundo lugar, su actitud no la ayuda-
ba. Tenerla en el grupo me movilizó profundamente y, yo también me
pregunté, ¿Será verdad todo lo que cuentan? Entonces pensé en la
necesidad de re afirmar que toda situación educativa debe construir
una mirada sobre lxs estudiantes que parta de reconocerlxs como
inscriptxs en identificaciones que rompan con la idea de un ser edu-
cable único y monolítico. Pero una cosa es decirlo y otra cosa es
actuarlo, sentirlo, vivirlo.
Por suerte, rápidamente comenzó nuestro mutuo proceso de
reconocimiento. Luego de un tiempo, Silvia comenzó a aflojarse y
a entrar en confianza. Ella que siempre estuvo con la guardia alta,
se aflojó. Por mi lado, tenía el ferviente deseo de que ella pudiera
(aprender a planificar, lograr cumplir con los objetivos requeridos,
manejar los contenidos, elegir los recursos, buscar estrategias, inte-
grarse con sus compañeras, a la escuela asociada, al grupo de niñxs
del año asignado, etc., etc.) Las dos tirábamos muy fuerte del mismo
carro (perdón por la comparación, pero el dicho es más que ilustrati-
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Bibliografía
Alliaud, A. (2019).
El Campo de la Práctica Docente.
Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires
Cornu, L. (1999)
La confianza en las relaciones pedagógicas.
Buenos Aires: Novedades Educativas.
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menos pagar, y que por tanto la única que nos queda es “bancar los
trapos”. Por eso muchos, muchas y muches, salimos a defender la
bandera de la educación”. (Egresada de la UNQUI)
En palabras de Jorge Larrosa, la experiencia es “eso que me
pasa”, supone un acontecimiento de algo que pasa y que no soy yo,
no depende de mí, no es resultado de mis palabras, ni de mis ideas,
es otra cosa que no soy yo. La experiencia es “eso que me pasa” que
pasa “en mí”. Es un pasaje el paso de lo exterior. La experiencia es
una relación, lo importante no es el texto sino la relación que entablo
con ese texto, no es la lectura sino la relación que entablo con esa
lectura.
En los encuentros, la escritura ensayó maneras de decir, pero lo
más importante fue que ese decir pasó por el cuerpo, atravesó los
sentimientos y transformó las ideas. La lectura hizo lo suyo, alzó su
voz para discutir, para pensar en alto, para poner en duda dejando
las sospechas suspendidas en tiempo. La lectura enriqueció la mira-
da, amplió el mundo. La lectura “nos pasó”.
Durante los talleres la hospitalidad entró y nos acompañó duran-
te todo el proceso. El yo, tú, él o ella se trasformaron en un “noso-
tros”. El lugar, acompañado de mate, té o café, algunos caramelos y
galletitas nos facilitó un clima cálido, la acogida del Otro fue el motor
del intercambio. La irrupción del Otro, la escritura derrotada que sale
a la luz para ser dicha, significaron y colmaron de sentido cada letra
escrita, cada letra leída, cada letra compartida.
Bibliografía
Cullen, C. (2013).
Perfiles éticos-políticos de la educación.
Buenos Aires: Paidós.
Skliar, C. (2016).
La educación (que es) del otro. Argumentos y
desierto de argumentos pedagógicos.
Buenos Aires: Noveduc.
Skliar C. y Larrosa J. (2016).
Experiencia y alteridad en educación.
Rosario: Homo sapiens.
Skliar, C. (2018).
Pedagogías de las diferencias.
Buenos Aires: Noveduc.
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Un metarrelato a Una serie de acontecimientos fortuitos han dado lugar a esta his-
dos voces escrito toria de alumnxs y maestrxs, que en primer lugar reviste interés para
sus protagonistas pero al mismo tiempo puede ser material útil para
a cuatro manos la investigación en el campo educativo.
Virginia González y Silvia Sunsi Por coincidencias inesperadas, los vínculos creados a partir de la
Nodo Narrativas al Sur documentación narrativa originaron esta historia, y al mismo tiempo
se convierten en eje de escritura del presente trabajo. Somos dos do-
centes del Nodo Narrativas al Sur, que integra la Red de Formación
Docente y Narrativas Pedagógicas de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA y hemos decidido iniciar un epistolario que desempolvan-
do nuestra memoria pedagógica nos permita traer al presente nues-
tras experiencias escolares enlazadas por la condición de alumnx y
maestrx. Sin serlo la una de la otra, nuestras vivencias desde esos
lugares tienen un fuerte presente de reencuentros con compañerxs,
maestrxs, y alumnxs siendo el motor que impulsa este contrapunto a
dos voces o a cuatro manos como lo estamos nombrando.
Así como los relatos se echan a rodar y nunca se sabe bien qué
recorridos realizan, la finalidad de este escrito se le asemeja bastan-
te. Los relatos que conforman este corpus, son material de análisis
que refieren a distintos momentos de encuentro entre las autoras
y sus memorias. Así se comienza a abrir un camino en ese sentido.
Con ciertas ideas anticipatorias, pero al mismo tiempo dando lugar
a su fluir, se inicia una búsqueda en la relectura de los textos, que
intentando aclarar sentidos y construir significado, permita elaborar
reflexiones como parte de un proceso de investigación acción.
Este escrito hace referencia a los relatos que ambas autoras es-
cribimos pensándonos como sus destinatarias con la intención que
nos provoquen nuevas escrituras y que sean fuente de inspiración
para reconstruir nuestras respectivas biografías profesionales. Tal
vez lo logremos, por lo pronto los relatos que componen esta presen-
tación corresponden a nuestros respectivos encuentros con otros
personajes de las historias que contamos.
Son dos textos que se presentan ordenados cronológicamente
por el tiempo en que fueron escritos y es en este trabajo que por pri-
mera vez se encuentran. Con el estilo propio de cada autora, el con-
trapunto en esta presentación, adopta la forma de una invitación al
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Bibliografía
Alliaud, A. (2005)
“La biografía escolar en el desempeño profesional
de docentes noveles. Proceso y resultados de un
trabajo de investigación”, en: Revista del Instituto
de Investigaciones en Ciencias de la Educación.
Año XIII, N° 23.
Caporossi, A. (2009).
“La narrativa como dispositivo para la construc-
ción del conocimiento profesional de las prácticas
docentes”, en: Sanjurjo, L. (comp). Los dispositivos
para la formación en las prácticas profesionales.
Buenos Aires: Homo Sapiens.
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Mónica Landolfi Allá por 1986, el primero de abril, se creó la Escuela de Educación
Nodo San Fernando | Norte Media N° 6. El personal designado: la directora, el secretario y una
preceptora, organizaron la institución que empezó a funcionar den-
tro del edificio del colegio privado José Hernández. Coincidiendo con
la fundación de la escuela también empezaba mi vida como profeso-
ra de Lengua y Literatura.
El espacio de la escuela constaba de dos aulas y una pequeña
bohardilla que oficiaba de dirección y secretaría. Era tan pequeña
que había que mantenerse preferentemente sentado para no gol-
pearse la cabeza contra el techo.
El edificio escolar estaba ubicado en la calle Avenida del Trabajo,
paralela a las vías del ferrocarril Belgrano, frente al matadero, del
cual emanaban acres olores que los días de calor, perfumaban las
narices de alumnos y docentes.
Esto fue en los comienzos. Yo acompañaba como docente de ta-
lleres referidos a redacción comercial, teatro y técnicas de estudio y
expresión.
Como la escuela crecía, al año siguiente fue necesario otro espa-
cio para nuevos cursos y talleres, por lo cual el “improvisado edificio”
se extendió a una cuadra, al club de bochas “Juventud Unida”.
Allí, con el ingenio de los docentes se armaron dos aulas con
machimbre al lado de la cancha de bochas. Así que cuando los so-
cios venían a jugar debían “bochar” más silenciosamente para no
interrumpir las clases.
Era una escuela particular. El aula que estaba al final de la can-
cha, no tenía puerta ni ventana, sólo el hueco que le correspondía.
¿Será por eso que siempre me sentí tan libre para crear en mis cla-
ses de teatro o de literatura? ¿El ambiente me habrá condicionado?
No tengo respuesta a esta pregunta, lo que sé es que la ductilidad
en mis clases se veía favorecida.
En el año 1989, ya contábamos con una notable concurrencia y
tanto las dos aulas iniciales como el anexo en el club, nos quedaban
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chicos. Así que nos mudamos a una casa alquilada por la asociación
cooperadora que tenía dos locales en su parte de adelante y que es-
taba ubicada en la calle Burgos, a diez cuadras del colegio José Her-
nández, donde permanecían dictándose las clases para los alumnos
de primer año. Segundo y tercero comenzaron a funcionar en la casa
de Burgos. Por esto los profesores que dictábamos clases en pri-
mero y segundo año debíamos practicar caminata obligada hasta la
segunda sede. Este “ejercicio” lo realizábamos en el momento del
recreo que separaba una hora de otra. De esta manera el personal
docente se puso agilísimo y muy bien entrenado, aunque su asigna-
tura nada tuviera que ver con Educación Física, como es mi caso.
Finalmente, al año siguiente, y para el bien del nunca mejor lla-
mado “cuerpo docente” la institución se trasladó completamente a
la sede de Burgos y allí empezó otra historia…
La Escueli-casa quedó acondicionada de la siguiente forma: las
habitaciones oficiaron de dirección/regencia y preceptoría, uno de
los baños: biblioteca y dos habitaciones, como salones de clases.
En el patio, donde había un hermoso alcanfor, los chicos disfru-
taban del recreo y, a veces, cuando hacía calor, sacábamos las sillas
al aire libre y dictábamos clases. Por allí corrían vientos de cambios y
de sabiduría que me impregnaron en mi hacer docente.
En el frente de la casa había dos locales donde funcionaban dos
cursos y uno más pequeño que había sido en algún momento una
carnicería, ya que había quedado el gancho para colgar la media res.
La imaginación daba uso a todos los elementos porque nada era
desechado. Ese gancho se usó para las representaciones teatrales,
de donde se colgaba el telón o una horca para la representación de
“La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca. Los recursos
pedagógicos siempre estaban en primer lugar.
En esta casa recibimos a nuestra primera promoción de egresa-
dos en 1990. Permanecimos hasta el año 1994, cuando debimos
mudarnos. Y, otra vez a trasladar las sillas, los bancos, los pizarro-
nes, los papeles y todo lo que formaba parte de la escuela, entre
todos: profesores, alumnos y padres.
Nuestro nuevo domicilio fue Santos e Italia, una esquina que ha-
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bía sido un centro comercial, con locales vidriados, más tres aulas
modulares de fibra de vidrio que instalamos en el patio sobre piso
de concreto. El resto de las aulas se instalaron en los locales, uno de
los cuales, curiosamente, también había sido una carnicería. Y, otra
vez el gancho del carnicero se hacía presente en nuestro derrotero.
Como las mudanzas incidían en la personalidad móvil y dúctil de
la escuela, la plasticidad para adaptarnos nos otorgó una personali-
dad artística y no nos faltó en el patio un escenario e innumerables
reconocimientos en concursos de pintura, literatura, video, poesía.
Con el paso del tiempo se iban sumando generaciones de alum-
nos que egresaban de nuestra escuela y ella, a pesar de las inco-
modidades edilicias, seguía albergando saberes. En este edificio se
incorporó el turno vespertino con el Bachillerato para Adultos y nos
poblamos de alumnos de edades diversas con ganas de superarse.
Después de numerosísimas idas y venidas el esperado edificio
se hacía realidad a media cuadra de donde estábamos, frente a la
Estación Vicealmirante Montes.
Final y merecidamente en el año 2000 nos mudamos a nuestro
edificio definitivo y dejamos de ser una “escuela móvil” para seguir
creciendo con el bagaje de recuerdos de nuestros comienzos.
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Y Colorín “Ojalá hayan disfrutado de estas historias, ojalá las sigan disfru-
Colorado, estos tando: que vuelvan a ellas, las comenten, las discutan y se identifi-
quen con alguna.... Que se hayan encontrado con algunos protago-
relatos… ¿Se han nistas y reconocido en un hacer.” (Spiridonov, Et al., 2015)
terminado?1 Frigerio (2003:9) dice que “Es el poder del lenguaje el que porta
el mundo y puede volvernos a todos extranjeros en todas partes y en
Marina Spiridonov
casa (...) huéspedes y anfitriones”.
Nodo San Fernando | Norte
Ojalá, porque al finalizar el III Congreso de Educación Inicial, eva-
luamos, analizamos, leímos datos y sensaciones, discutimos lo que
faltó y lo que impactó…
Entonces surgieron nuevas preguntas: ¿Cómo seguimos? ¿Cómo
profundizamos este vínculo de aprendizaje con las maestras y las
preceptoras? ¿Cómo hacer para documentar todo lo que aprendi-
mos? ¿Cómo sumar nuestro entusiasmo a otros?
Y en aquel momento, en el ámbito semi oscuro del Centro Univer-
sitario de San Fernando, entre recuerdos, discusiones y alternativas,
aparecieron nuevamente las imágenes maravillosas que todo este
trayecto nos dejó: la escritura de anécdotas pedagógicas… los lazos
que construimos con profes y futuras maestras… y en Reunión de
Directivos, luego de disfrutar las fotos e imágenes que capturamos
en diciembre, compartimos la lectura de la “Carta Invitación ¿Vale la
pena relatar experiencias pedagógicas” (Suárez, 2003:9), poniendo
intención cómplice en cada párrafo.
La leí yo.
En la medida que leía, el silencio se hacía más espeso… podía
percibir la emoción, el susto, las miradas, la vibración… Y propusi-
mos el nuevo desafío:
Escribir y publicar este libro que hoy compartimos…
Silencio.
Como en film de suspenso y acción, Andrea rompió el silencio al
exclamar a viva voz:
[1] Este texto fue publicado originalmente en
Spiridonov, Et al. (2015) Relatos Polifónicos en la Y en 2015...: Propuestas y Desafíos. ¡La película!
Educación Inicial de San Fernando.
San Fernando: Ed. Grafito. Nos atrevimos a asumir desafíos, hacer propuestas y romper ba-
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Y no se habían terminado…2
Y Colorín Colorado… “Ojalá hayan disfrutado de estas historias,
ojalá las sigan disfrutando: que vuelvan a ellas, las comenten, las
discutan y se identifiquen con alguna... Que se hayan encontrado
con algunos protagonistas y reconocido en un hacer.” (Spiridonov, Et
al., 2015)
Así finalizaba en 2014 esa publicación en la que las directoras
de los Jardines de Infantes de San Fernando eran protagonistas del
relato de su propia historia, en ese intento de “hacer carne” el diseño
curricular en sus prácticas con las maestras: evaluando, analizando,
leyendo datos y sensaciones, discutiendo lo que faltó, lo que impac-
tó; las nuevas preguntas: ¿Cómo seguimos? ¿Cómo hacer para docu-
mentar todo lo que aprendimos? ¿Cómo sumar nuestro entusiasmo
a otros?
[2] Este texto fue publicado originalmente en "Narra-
tivas Pedagógicas San Fernando y Norte de Buenos Ensayamos cómo sería esto de escribir algo de nuestro hacer do-
Aires", coordiando por Marina Spiridonov. Disponible
en: https://www.tramared.com/revista/files/original/ cente a través de pequeñas anécdotas que cada una eligió rescatar.
35cbfcf5ed4fe7de70aac62a1fdb4690.pdf Las recopilamos y las hicimos públicas en un “Anecdotario pedagógi-
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Relatos del Nodo El Nodo AMIA está formado por representantes de distintas es-
TIUD - AMIA cuelas de la Red Escolar Judía de Argentina, por un grupo de 13 coor-
dinadoras, y sus docentes narradores, maestras, maestros, profeso-
Por Karina Korob res y profesoras de los tres niveles de enseñanza obligatoria. Desde
Coordinadora del Nodo TIUD - AMIA el año 2016 las coordinadoras se están formando en la coordinación
narrativa, al mismo tiempo que acompañan a distintos colectivos en
la escritura de sus experiencias pedagógicas.
Desde el Nodo disfrutamos los encuentros de docentes narra-
dores por lo que decidimos sumarnos este año al intercambio con
educadores de otros espacios, fuera de las escuelas que pertenecen
a nuestro Nodo, a partir de los relatos narrativos.
Para el presente Ateneo, seleccionamos 6 relatos. Los mismos
están enmarcados en realidades similares, son relatos de experien-
cias sucedidas en escuelas de Gestión Privada por docentes del área
judaica, que se dedican a la enseñanza y transmisión de contenidos
vinculados a la historia del pueblo judío, al hebreo, a las tradiciones
y costumbres de las festividades y días de recordación.
En los relatos se ve reflejada la cultura y tradiciones escolares,
y la forma en que cada docente adapta y adecua sus tareas a la
identidad institucional. Hay un lema que se puede leer en uno de
los relatos “acompañar y enseñar”, el cual se ve reflejado en las seis
narraciones presentadas.
Esta selección refleja mucho trabajo didáctico en la planificación
de las clases y proyectos, con un amplio conocimiento de la edad y
las características de cada grupo destinatario o de un niño sobre el
cual se relata. Se observa buen vínculo con los estudiantes y respeto
a sus características y las realidades por las que atraviesan.
Finalmente, consideramos que, además de hacer aquello que co-
rresponde a su rol docente, el ser respetuosos con sus alumnos y
fieles a la identidad judía institucional, los relatos elegidos por los au-
tores reflejan la sensibilidad, el compromiso, la capacidad de revisar
sus prácticas y la responsabilidad hacia la tarea que desempeñan.
Los mismos forman parte de una publicación digital, de relatos
escritos durante el año 2017 y se pueden encontrar en su formato
digital, presionado aquí.
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Pasó ese año y otro más. En quinto se les propuso a los alum-
nos que eligieran un seminario para cursar, relacionado con la ma-
teria hebreo. Apuntaba a que aquellos que no querían seguir con el
idioma pudieran aprender, en castellano, temas que los convocaran
más. Él eligió el mío: “La shoá y su transmisión a la luz de la literatu-
ra hebrea”. Transitamos la cursada con tranquilidad. Él participaba
activamente de las clases, le gustaba opinar acerca de los textos
estudiados y yo alentaba sus pertinentes intervenciones. Me sentía
muy contenta de que hubiera crecido y madurado y de verlo compro-
metido con la materia. Me acordaba de las situaciones vividas con
él cuando era chico y a veces me costaba creer que nuestro vínculo
hubiera cambiado tanto.
Finalizó el año lectivo. Tomi egresaba de la escuela secundaria.
— Hola, morá, te hago venir el lunes.
— Sí, me avisaron que me elegiste para que te entregue el diplo-
ma.
En el acto de egresados le entregué su diploma con una alegría
inmensa y con mucha emoción. Le regalé un bolígrafo que tenía gra-
badas dos palabras: “¡Felicitaciones, Tomi!”.
— Gracias, morá.
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¿Qué sos? Cada año, el colegio se prepara para el gran evento: el Iom
Tamara Langsam
Sport1. Los días previos se huele un clima de preparativos, se co-
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mienzan a colocar las banderas, se retoca la pista de atletismo y
se está pendiente del clima que tocará. ¿Lloverá o hará muuucho
calor?
Ese día, toda la escuela se transforma en un arco iris de cuatro
colores: rojo, azul, verde y amarillo.
El color es un sentimiento. Si tu familia fue o es rojo, por ejem-
plo, te tocara también ese color, y si no hay una relación familiar,
el destino te deparará uno de los cuatro, que sentirás y vivirás a lo
largo de toda la escolaridad. Un sello.
Para esa jornada, los chicos vienen vestidos “del color”. Pero
no solo la ropa, también el pelo, tatuajes en el cuerpo, accesorios.
Toda una marca.
Llega la apertura y ¡¡cada equipo se prepara para el desfile!!
Es “el momento” ya que cada color se compromete con el espíri-
tu deportivo y fairplay. Se escuchan los alientos de los padres, las
canciones particulares de cada equipo y la alegría de los chicos por
haber llegado el día.
Y les llega el turno a los chicos de primer grado; es su primer
Iom Sport, pero como parte de la tradición ya saben todo lo que va
a pasar, de eso se habla durante todo el año: ¡¡¡el Iom Sport es el
mejor día!!! Sí, es el mejor día porque todo el colegio está unido,
también los padres y maestros.
Se ven filas de colores: azul, rojo, verde y amarillo. No importa si
sos del “A” o del “C”. Importa que en este día nos une el color.
El moré2 de educación física los ayuda a organizarse: azul por
acá, rojo más allá. Verde en el medio y amarillo al final.
Joaquín está parado, vestido con su uniforme de color azul, en
ninguna fila en particular, mirando lo que pasa a su alrededor. Tie-
ne seis años y es bastante disperso en las clases ya que su inte-
rés pasa siempre por el juego. Él quiere jugar. Siempre que tiene
[1] Día del deporte, jornada deportiva con
participación de toda la comunidad educativa
un objeto en la mano, lo transforma en espada, en poderes mági-
[2] Maestro cos, etc. Todavía su juego es muy simbólico y se lo ve disfrutar. La
[3] Pascuas
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[4] Moisés
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¡Así, no! Hace diez años, luego de tomarme licencia por maternidad, me
reincorporé a la escuela en la que trabajaba, justo a la vuelta del
Eli Vishnopolska
receso escolar de las vacaciones de invierno. Durante doce años
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consecutivos, yo había tenido grupos de niños de 18 meses, 2
años y bebés jugando con mamás. Por primera vez, me otorgaban
una sala de 5 años.
Me sentía muy desconectada con la tarea, y además, muy an-
siosa y temerosa por asumir una labor con chicos de una edad que
nunca había tenido antes y que por ende, no contaba con experien-
cia previa.
Uno de los proyectos de ese año era contar los relatos de la
Torá1, empezando por el de Bereshit2, la creación del mundo: “Tou
Babou3” (todo revuelto).
Mientras yo estaba en el parque jugando con los chicos, le pedí
a mi compañera que subiera a la sala y la desordenara un poco.
(Este recurso, lo habíamos planificado con mis compañeras del ni-
vel, y supervisado por mi coordinadora y directora).
Al regresar a la sala, nos encontramos con bloques de madera,
muñecos, sillas, hojas, crayones, pinceles, una mesa dada vuelta y
unas cuantas cosas más, tirados y amontonados todos en el cen-
tro.
La sensación al verlo era muy fea, de angustia. De repente, una
alumna muy asustada dijo: “¡Entraron los chicos de primaria y tira-
ron todo!” Y el resto asintió: “¡Sí! ¡Fueron los de primaria!”
La cara de ellos me impactó, estaban desconcertados. Sin dar-
les de inmediato ninguna explicación, les pedí que nos sentáramos
en un costadito y les relaté la historia de la creación del mundo.
Al finalizar, hice un paralelismo entre lo que vieron y cómo es-
taba el mundo en sus comienzos. Y entonces sí, les contamos que
mientras ellos jugaban en el parque, nosotras, las morot, había-
[1] Biblia
mos desordenado. Que no habían entrado los chicos de primaria.
[2] Génesis, primer libro de la Biblia
[3] Desorden Luego entre todos pusimos la sala en orden.
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