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Graciela Perriconi: Literatura

infantil, arte desde la cuna


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Publicado: 30 mayo, 2016 por: Fundación La Fuente en: Ponencias

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La argentina Graciela Perriconi es Licenciada en Letras y Filosofía y Doctora en Filosofía. Se ha


especializado en literatura para niños y cuenta con una extensa trayectoria como docente, editora y
autora de ensayos educativos y literarios. Algunos de sus libros son El libro infantil: una
propuesta crítica, Cómo formar chicos lectores, La poesía infantil y, junto a Emilia
Digistani, Los niños tienen la palabra. Desde la adquisición de la lengua materna hasta el
disfrute literario. Perriconi fue parte del primero simposio Troquel –Libros y lecturas para la
infancia– realizado los días 27 y 28 de octubre en la Feria del Libro de Santiago 2015. Aquí
compartimos completamente su ponencia, llamada “Literatura infantil, arte desde la cuna”.

“Pasión de leer, linda calentura que casi alcanza a la


del amor, a la de la amistad, a la de los campeonatos.
Que los ojos se vayan al papel impreso como perro al
amo; que el libro, al igual de una cara, llame en la
vitrina y haga volverse y plantarse delante de un hechizo real;
que se haga el leer un ímpetu casi carnal…”
Gabriela Mistral. Pasión de leer.

Deseo comenzar este intercambio con la idea de que leer, escuchar y narrar literatura desde los
primeros años de vida son prácticas necesarias para desarrollar el capital simbólico y lingüístico de
los niños en forma temprana y sostenida.
Dice Michèle Petit –una especialista francesa en lectura- que son tres los mecanismos que se
entretejen en el acto de leer y se activan en los receptores, niños y adolescentes:

1. El primero reside en partir de situaciones intersubjetivas gratificantes, que la escuela, la


biblioteca u otro espacio posibiliten. Son encuentros personalizados que aseguran calidez, abrigo y
contención.
2. El segundo es el poder que tiene la lectura de abrir paso a distintos universos culturales, a
otros mundos.

3. El tercer mecanismo se materializa cuando la lectura da pie a la narración interior. Leer


permite desencadenar una actividad narrativa y entablar conexiones entre los elementos de una
historia.

Veamos estos elementos en acción: para los niños es de suma importancia ser reconocidos en su
singularidad, ser llamados por su nombre y ser escuchados. Y además, si esto lo hace alguien que
no es de la familia, que lo observa con una mirada nueva, es más revelador aún. Saber que hay
alguien que nos conoce y nos reconoce, construye subjetividad. Hay un otro que devela nuestra
imagen y esto no es un tema menor, me atrevo a decir que tiene una proyección filosófica que
conlleva alteridad/ otredad.

De manera similar, los libros anticipan, resuenan adentro sin que sepamos muy bien cómo. Este
gesto de compartir: autor con lector, niño con libro, este intercambio, constituye el comienzo de la
interioridad, que es algo que se construye de a dos. El libro es el otro que nos interpela, nos
divierte, nos asombra, nos aburre, es un objeto que cobra vida narrativa en los lectores.

La lectura funda un espacio íntimo, a partir del cual cada uno concibe ideas, emociones de las que
se sabe dueño.

La lectura funda un espacio íntimo, a partir del cual cada uno concibe ideas, emociones de las que
se sabe dueño. Los textos ayudan a simbolizar, a elaborar una suerte de relato, hablo de textos
leídos y narrados. La palabra se instala para movilizarnos.

Practicar la escucha hace que estos actos comunicacionales den cabida a la existencia de otros
discursos además del propio, abre la puerta a lo distinto. Practicar la escucha, es un acto de
implicancia social pues autorizamos a otros a decirnos cosas y callamos para hacerlo.
Compartimos nuestro interés y nuestro tiempo.

Las lecturas crean una actividad narrativa que se inicia cuando escuchamos un cuento, una
leyenda, una poesía, o una canción. Hablo de la literatura infantil, que es como la definía la autora
argentina Graciela Cabal, la literatura de la que se apropian los niños.

En concreto, hablo de una transacción de niños y libros unidos en un texto. En esa transacción el
lenguaje es protagonista. Dejo de lado los escritos literarios deliberadamente escolarizados
concebidos para ser consumidos en un ámbito específico, ya que en estos escritos el lenguaje
pierde valor como insumo insoslayable de una obra. Afirma la escritora brasilera Ana María
Machado que “Escribir es un hecho de creación solitaria e individual. Cada escritor es único. Como
cada lector es único. (…) Quiero decir- agrega- que el único compromiso del artista y del escritor
en particular es consigo mismo. La acción de escribir es por lo tanto una acción de expresión que
no tiene compromiso con la educación, ni con el mercado, el público o el mensaje. (…) Escribir es
esto: estar uno siempre atento a la realidad (dentro y fuera de sí mismo), enamorarse de las
palabras y compartirlas con los otros”. (Literatura Infantil, creación, censura y resistencia, 2003;
coautora con Graciela Montes. Sudamericana, Buenos Aires)

Así la LIJ, crea un campo imaginativo que “contamina” de palabras y significados los actos diarios y
asegura la tramitación simbólica necesaria para la nutrición del cerebro y del psiquismo.
María Teresa Andruetto

La sicoanalista argentina Silvia Bleichmar explica la importancia de esta nutrición simbólica en la


primera infancia: “La crudeza de la crisis actual, centra la atención de los adultos en los problemas
mayores sin percibir que nos encontramos en un momento de riesgo o de genocidio psíquico de los
chicos si sólo nos ocupamos de su nutrición biológica descuidando sus necesidades tempranas de
asistencia libidinal que marcan el camino de la riqueza intelectual futura”. (…) “Distintas
producciones científicas señalan que la riqueza libidinal de estas relaciones primeras con los
símbolos son las que atesoran y suministran confianza básica necesaria,(…) por eso es
imprescindible comenzar desde muy temprano con activadores libidinales sencillos, como pueden
ser cantos y poemas, para asegurar la tramitación simbólica necesaria para la nutrición del cerebro
y psiquismo”. (…) “Se ha comprobado que la falta de palabras y las restricciones en los procesos
de simbolización son una carencia que deja secuelas irreparables en las posibilidades de
comprender y ser comprendidos para un extenso grupo de niños escasamente asistidos cuando
son pequeños. Los escasamente asistidos de hoy, serán los simbólicamente pobres del
mañana.”(Entrevista de Sandra Carli, 2003 Revista FFyL, UBA)

La propuesta, canto, cuento y poema, es la cara de una misma moneda, mucho mejor si va
acompañada por la ternura, esta unión será imborrable en la infancia. Los chicos necesitan y
desean ser emocionalmente asistidos. Urge recuperar gestos de ternura, de acunamiento, de
sostén. La ternura- y no me disgrego- como dijera alguna vez Gabriela Mistral, refiriéndose a la
canción de cuna que entona la madre con el niño entre sus brazos- es una caricia que nosotros
mismos nos proporcionamos, pues la madre es tierna con el niño solo cuando lo es consigo misma.
A diferencia del agarre, la caricia es una práctica cogestiva. Si alguien llega a tener un plan previo
para acariciar el más probable es que acabe tornando la caricia en violencia. Podemos hablar de
ternura si nos aceptamos como personas fracturadas para quienes la única forma de relación
válida es la cogestión.

La propuesta, canto, cuento y poema, es la cara de una misma moneda, mucho mejor si va
acompañada por la ternura, esta unión será imborrable en la infancia.
¿Quiénes pueden proveer al niño de ternura y literatura? Los adultos: madres, padres, abuelas,
tías, maestras solidarias con las palabras y la infancia. Cuando hablo de literatura, me refiero a ella
desde la cuna. Luego, o en muchos casos al mismo tiempo cuando la institucionalización es
temprana, es en la escuela donde se redefine la relación del niño con la sociedad y donde se
generan por primera vez metas que no están marcadas por el entorno primario.

Es en la escuela donde se reajustan nuevos articuladores que pueden producir formas de


simbolización diferentes a las que se arrastran. Son los adultos, los lectores activos que les
acercan a los niños los primeros libros, los que median entre el objeto y el sujeto, en el hogar, en el
parvulario, en la visita a la librería, en la biblioteca.

Lleva tiempo, muchas lecturas y compromiso social cumplir con los tres aspectos que enunciaba al
comienzo: contar con un libro que genere relaciones de intersubjetividad, en el que el niño se
reconozca, se sienta incluido y que a la vez le facilite elaborar una narración interna. Lleva tiempo
respetar las pautas culturales que cada niño recibe y nutrirlas amorosamente de otras.

Hay que abrir el mundo a experiencias artísticas de todo tipo, plásticas, sonoras, corpóreo-
expresivas, y literarias. Variados son los estímulos que conducen a esas experiencias. Explorar
este camino, de eso se trata.

¿Cómo se logra? Quizás como se logra con toda lo que se desea leer, siendo un ser curioso,
indagador, atrevido, algo que parecería simple en los primeros años si lo reducimos a juegos
lingüísticos, rimas, repertorio de canciones nanas, y juegos rítmicos.

Si extiendo su importancia a la posibilidad de simbolizaciones más complejas, a la dimensión


estética y al contenido, y me alejo del juego del niño en los primeros años entonces ingreso a una
búsqueda de texturas y tonos. Porque un libro- dice la autora argentina María Teresa Andruetto- es
un viaje que se hace a partir de capas y capas de escritura, de sucesivas obediencias a la forma,
para lograr un tono, para buscar un ritmo, para que suene bien, para que se vuelva familiar lo que
era extraño, para que se vuelva extraño lo que era familiar, buscando que lo conocido se rompa, se
esmerile, estalle, buscando en fin una ruptura que deje ver por debajo algún resplandor de eso que
llamamos vida. (Imaginaria, revista digital. 2003 Pasajero en tránsito)

Puesto que la literatura es una metáfora de la vida, nos congrega para hacer que nazca una
historia que al menos por un instante nos cure de palabra, como este poema:
Duele sobre la mesa
El aire
Lleno de jazmines

Así el dibujo
El jazmín intenso
Y dos rosas
Demasiado
Abiertas
En una taza blanca.

Traje el jazmín del patio


-el primero este diciembre-
Ahora no puedo
Dejar de mirarlo
La casa se ha vuelto agua
De perfume

El contraste denso
Entre el jazmín
Recién de blanco
Y las dos rosas
Abiertas
Cediendo a la muerte.

Paso la noche velando


Esta imagen
Y no hay forma
De retenerla.

Laura Forchetti. Temprano en el aire, 2012.

O acaso este otro que Andruetto ofrece como una receta:

Mejor
que la leche pase
tibia
por obra de tus manos,
desde la vaca
al cuenco
asentado de tu vientre.
Si es así,
Sólo bastará espesarla
A fuerza de harina
O de fécula,
mareándola blancura
con una vara
de madera.
No olvides perfumarla
con naranja seca,
con limón,
con ramas de canela.
Y volverás a ser niño,
cuando la comas
bajo la luna llena.

María Teresa Andruetto. Mujeres, artes y oficios, 2013.

La poesía es la expresión literaria más acabada y obligada para iniciar el capital simbólico del que
tanto les he hablado. Es una expansión de la palabra elaborada. Lo es, más que la narrativa, por
su condensación semántica, y sus recursos. Me quiero quedar con las muchísimas poesías que
conozco y conoceré, que leo en forma silenciosa o leo en voz alta donde me parece que adquieren
otra dimensión donde la voz desplaza el silencio Escucharlas, reiterarlas, las pone en mi memoria.
Bien lejos esa práctica olvidable: las aprendo de memoria.

La poesía es la expresión literaria más acabada y obligada para iniciar el capital simbólico.

Me quedo con las que me leen otros, con la que escribo para satisfacer mi necesidad de hacerlo.
Con las que leo para mí que es la más genuina de las lecturas, sin reparar edad ni destinatario, me
detengo en aquello que me da disfrute, que me demora, entonces selecciono. Ahora con la
existencia de las redes sociales, puedo comunicarme con otros lectores, socializar mi selección y a
la vez enriquecerme.

¿Cuál es mi plan? Leer y poner a disposición lo que leo, generar proyectos que difundan la
literatura, siempre entusiastas. Quizás allí esté la certeza de que mi selección será acertada. No
abandonar mi objetivo, a pesar de los muchos estímulos que reciben los chicos desde los medios
de comunicación, internet, y otros distractores de la palabra y de la imaginación.

Seguir para nutrirme, en una búsqueda personal y profesional en la que comprometo tiempo y
esfuerzo y por encima de todo hacerlo, hacerlo por el placer que me ofrece.

La lectura literaria brinda gratuidad y si se sabe implementar, es un motivo de reunión. Este gesto
de guardar la palabra para ponerla a disposición de otros, da un secreta felicidad bien lejos del
maltrato verbal tan presente en lo cotidiano, donde la lengua muchas veces se vacía de sentido, se
achica, se empequeñece y nos empequeñece. Y cuánto de importante es en la primera infancia
donde los niños se impregnan del mundo que conocen por un lado por sí mismos cuando caminan,
hablan, se hacen entender y comienzan a elegir sus lecturas, y por otro de la mano de un adulto de
la que se toman para sentirse seguros.

Por eso hay que Leer, y leerles, compartir arte desde los primeros meses. Sin temor y de forma
sostenida. Hacer propia estas palabras de la poeta Gabriela Mistral con las que quiero cerrar mi
trabajo y si bien se refiere a la poesía es extensiva a toda la literatura: “La poesía es en mí,
sencillamente, un rezago, un sedimento de la infancia sumergida. Aunque resulte amarga y dura, la
poesía que hago me lava de los polvos del mundo y hasta no sé qué vileza esencial parecida a lo
que llamamos el pecado original, que llevo conmigo y que llevo con aflicción. Tal vez el pecado
original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género
humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua
de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano.”

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