Está en la página 1de 10

UNA TERAPIA QUE RESTABLECE EL ORDEN EN LAS

FAMILIAS
Por: Gloria Luz Cano

Toda estructura familiar se rige por un orden natural, cuando éste se


contraría surgen los conflictos. Esta teoría, tan sencilla como las leyes de la
naturaleza, es la base del método terapéutico creado por Bert Hellinger.
Sicólogos y siquiatras de numerosos lugares del mundo lo están aplicando
con sorprendentes resultados.

Javier es el hermano mayor de la familia Pérez. A propósito de una situación


económica difícil, los padres se vieron en la necesidad de entregar a uno de sus hijos
al cuidado de sus tías paternas. Mientras Javier se queda en casa, su hermano
mellizo es marginado, es decir, excluido del seno de la familia. Al interior de la
misma predominan sentimientos de tristeza y de culpa.

Cuando se da un desequilibrio como éste, una fuerza extraña se queda anidada en el


corazón. Al interior de la conciencia familiar, entre padres y hermanos, actúan
fuerzas que afectan lo que sucede en la familia.

Javier, por su parte, desarrolla una necesidad ciega de conseguir el equilibrio para
con su hermano mellizo. Lo hace, sin darse cuenta, perdiendo todo su dinero y sus
empresas. En el fondo se siente aventajando a su hermano y no se cree merecedor
del éxito. Tiene un sentimiento de culpa que le impide tomar su vida y su dinero. No
ha podido prosperar en las empresas que ha emprendido. Una creencia oculta lo
hace sentir que si él está mal, su hermano Gerardo estará mejor.

Y es que, el lugar que ocupan los miembros de una familia, las funciones que deben
desempeñar, lo que cada cual debe dar y recibir, así como el derecho a pertenecer al
sistema familiar, sin exclusiones, obedece a un orden natural y universal. Y mientras
éste no se dé, mientras exista desequilibrio, el orden familiar se verá alterado. Esto
es lo que expone el alemán Bert Hellinger, creador de una moderna forma de
solucionar los conflictos que afectan las estructuras familiares. Su método está
dando paso a una particular forma de hacer terapia familiar.

Dejar de respetar esas disposiciones universales no solo genera desequilibrios


internos en las familias, sino crea malestar en la conciencia familiar. Esto se traduce
a través de problemas de comunicación, distanciamiento y, en muchos casos,
enfermedades y destinos trágicos.

Quién es Bert Hellinger

Bert Hellinger es filósofo, psicoterapeuta, teólogo y pedagogo. Alemán, de 76 años.


Profundo en sus ideas, pero amigo de lo sencillo, simple y esencial. Del dejar sentir y
del obrar natural. Trabajó como misionero en una orden católica en tribus zulúes del
África. Luego, se hizo psicoanalista, lo que le permitió conocer a fondo terapias y
dinámicas de grupo. Desarrolló su propio sistema de trabajo de grupo, el que lo
acredita como uno de los terapeutas contemporáneos más innovadores.
Lleva más de 45 años practicando su técnica, enfocada especialmente a reorientar
órdenes alterados en las relaciones familiares. Su método terapéutico es conocido
con el nombre de Constelaciones Familiares. Éstas, afirman quienes trabajan en
salud mental, están cambiando la manera de hacer sicoterapia.

Su sistema de trabajo toma cada vez más fuerza en Europa, Estados Unidos y
Latinoamérica. Actualmente, está siendo aplicado en Colombia por la sicóloga Olga
Susana Otero, quien lleva más de 7 años haciendo talleres de Constelaciones
Familiares. La terapia destapa realidades que al ser observadas y comprendidas por
las personas, curan el sufrimiento y el dolor que causan, no solo en la personas
mismas sino en la conciencia familiar, explica Olga Susana.

La conciencia familiar

La conciencia familiar es un sentido de bienestar o malestar que se da al interior de


las familias. Es una especie de percepción oculta o fuerza común que está ahí, de
manera inconsciente, pero no se hace evidente porque no se ha hecho consciente.

Conocer la realidad familiar, por dura que parezca, no solo fortalece sino también da
paz y tranquilidad a la familia. Sicólogos, siquiatras y terapeutas se apoyan en los
resultados obtenidos de esta evidencia. Pues han confirmado que esto hace libres a
las personas y sana a quienes realmente se atreven a enfrentar su realidad
abiertamente y sin tapujos. Las Constelaciones Familiares realizan con eficacia y
prontitud el trabajo de comprender y compensar los desequilibrios que se dan entre
los miembros de las familias.

Orden en la familia

Muchas veces, por amor, se ocultan secretos (abortos voluntarios, viejos amores,
suicidios, etc.) que cuando se conocen dejan de desequilibrar el sistema familiar.
También, por amor, en el desempeño de las familias, con frecuencia, los padres o los
hijos asumen papeles que no les corresponden: el hijo hace las veces de padre, el
hermano menor de primogénito, el abuelo de padre del nieto que se cría sin papá.

Así mismo, sucede que en muchas familias no se respeta ni se honra a alguno de los
padres. Se le excluye inconscientemente. O se pretende desconocer el lugar que
debe ocupar la pareja de un segundo matrimonio. Se da, también, que los hijos de
una separación quedan bajo el cuidado de uno de los padres, sin tener en cuenta que
lo conveniente es que estén cerca del padre que más honre y respete al otro padre.
Cosas que establece el orden natural de la vida.

Lo propio, también es que los padres sean los que dan y los hijos los que reciben, no
al contrario. Y estos últimos, únicamente tienen la obligación para con sus padres de
amarlos, honrarlos y respetarlos. Todo lo demás que les den debe nacer del amor
hacia ellos y no como fruto de una obligación. La experiencia terapéutica ha
demostrado que conocer y admitir estos órdenes de la vida, permite que se
restablezca el equilibrio al interior de las familias.

Derecho a la vinculación o pertenencia


Así como respetar las leyes universales del cosmos es vital, reconocer el orden de la
vida del ser humano es una primera necesidad de toda persona. Una segunda
necesidad, explica la teoría, es pertenecer a su propia familia. El sentido de
pertenencia es innato a todos los miembros. Nadie debe ser excluido por ningún
motivo. Ni por sus actos (ser alcohólico, drogadicto, homosexual o estar enfermo,
etc.) ni por su estrato social, económico, cultural ni por sus creencias, raza o color.
Cuando alguien no es reconocido en su vínculo natural con la familia ni es respetado
en ese lugar, normalmente otro miembro de las generaciones siguientes repite la
historia de esa persona.

Luego de numerosas experiencias a través de haber configurado miles de


Constelaciones Familiares, Hellinger encontró que esas personas que son excluidas
de una familia, más adelante son representadas por otro miembro. Este se encarga
inconscientemente, por decirlo de alguna manera, de darle el lugar que le fue
negado. Así, entre los miembros de una familia, en generaciones posteriores, suelen
darse repeticiones de suertes ajenas: enfermedades, adicciones, suicidios,
accidentes. Y es que la conciencia familiar, de manera instintiva y natural, intenta
compensar las injusticias vividas en las familias con sus miembros de generaciones
anteriores.

Equilibrio entre el dar y el tomar

La tercera necesidad de todo ser humano es la de encontrar un equilibrio entre el dar


y el tomar (recibir), entre el ganar y el perder. Una relación se rompe cuando esto
no es proporcional. Si lo que se da no es compensado con lo que se recibe, siempre
surgirán problemas. En algún momento alguno de los dos no soporta el desequilibrio.
Por eso, no es natural ni conveniente dar mucho más de lo que el otro sea capaz de
devolver, porque éste siempre se sentirá en deuda. Aquél que no tiene la posibilidad
de conseguir la nivelación queda en desventaja, lo que finalmente genera serios
conflictos.

Una forma de sembrar paz en las familias

Por último, el objetivo de la terapia, a través de las Constelaciones Familiares, es


restablecer el orden natural de las cosas para que las tres necesidades básicas de
todo ser humano se compensen. Esto permite que al interior de la conciencia familiar
se pueda dar mayor armonía, de tal manera que se facilite el restablecimiento de las
fuerzas del amor, que son las que estrechan los vínculos. En resumen, las
Constelaciones Familiares no solo son una contribución a la solución de conflictos,
sino otra forma de sembrar paz en las familias.
¿Qué son las
Constelaciones Familiares?
Por: Gloria Luz Cano ©

El psicoanalista Bert Hellinger descubrió una manera particular de explorar


la conciencia familiar a través de una dinámica de grupo. Así, los miembros
de una familia pueden identificar rápidamente los asuntos ocultos que les
generan conflictos. Las Constelaciones Familiares son terapias que ayudan a
enfocar la situación y a encontrar inmediatamente la solución.

Toda persona que quiera hacer consciente la psiquis de su propia familia, la cual
gobierna las conductas que asumen sus miembros, puede hacerlo a través de las
Constelaciones Familiares.

Con la participación de 12 y hasta mil personas, que no se conocen entre sí,


sentadas en semicírculos concéntricos en una sala grande, se hace una Constelación
Familiar. Pueden asistir en calidad de observadores, como representantes de los
miembros de una familia o como clientes directos de una representación familiar.

Quien desea explorar la dinámica oculta en su familia tan solo tiene que formular, de
manera breve, una pregunta acerca de lo que desea averiguar. Por ejemplo: "Por
qué no logro encontrar una pareja estable en mi vida?". Basta con que la persona
mencione unos pocos hechos que han sucedido en la familia: muertes, accidentes,
matrimonios anteriores, etc., y con esos datos, el terapeuta conforma una
constelación que pretende descubrir las implicaciones familiares a su dificultad.

Un proceso anónimo

Las Constelaciones Familiares son sesiones de grupo en las que cualquier miembro
de una familia selecciona entre las personas participantes -desconocidas para él y su
familia- representantes de cada familia. Los ordena siguiendo su intuición y de
acuerdo con la relación cercana o distante que existe entre ellos.

Esas personas, dirigidas por una fuerza interna común, a través de la analogía y de
la asociación, asumen actitudes similares a quienes representan. Configuran
vivencias y expresiones físicas semejantes al cuadro familiar real. Por una razón que
actúa más allá de lo racional, cuando los representantes son situados en la
constelación, experimentan en sus cuerpos sensaciones y sentimientos que reflejan,
de alguna manera, las emociones de las personas que interpretan.

Es sorprendente cómo exteriorizan natural y espontáneamente sentimientos tan


semejantes a los reales. Así testifican quienes han asistido a sus propias
constelaciones. Las evidencias que surgen durante la constelación son tan
convincentes, que los asistentes rápidamente entienden que la experiencia
realmente es para tomar en serio. Con frecuencia, fluyen de forma simple y natural
lágrimas o expresiones de amor, con emociones tan legítimas como las de los
miembros de la familia representada. Mediante esta dinámica particular, los
participantes revelan una muestra de lo que está sucediendo al interior de la familia
del consultante, la cual en todo el proceso permanece anónima.

Con la utilización de frases curativas y ritos de lenguaje corporal, el terapeuta


orienta la dinámica y enfoca la solución. Muestra cómo, con amor, es posible sanar lo
que se ha dañado. Crea una conciencia de aceptación de la realidad, de equilibrio y
de compensación.

¿Por qué se llaman Constelaciones Familiares?

En sentido figurado, la terapia tomó su nombre de las constelaciones del universo,


por tratarse de agrupaciones de personas en un sistema donde cada uno, como las
estrellas, tiene su propia posición. Es decir, el lugar que le corresponde en la familia.

Estos talleres son dirigidos por terapeutas, sicólogos o siquiatras preparados para
conducirlos. Son considerados como una técnica breve y profunda para solucionar
conflictos. Es una "sicoterapia rápida", tal y como la define Olga Susana Otero,
sicóloga y terapeuta colombiana.

TESTIMONIO

Un hijo que ocupa el lugar del padre

A la separación de sus padres Álvaro ocupó el lugar de adulto y remplazó al padre.


¿Por qué no puedo tener una pareja estable?, se pregunta. "Siempre he tenido la
sensación de que no existe la pareja apropiada para mí. Me casé dos veces y me
separé, he estado enamorado en varias oportunidades y de repente conozco a otra
mujer y dejo la anterior".

"Miremos qué pasó", dice la terapeuta y lo invita a configurar la constelación de su


familia.

En el cuadro aparece la madre y la hermana. Álvaro se ubica en el lugar que debería


ocupar el padre. "Ese no es tu lugar", le dice la terapeuta. "El lugar de un hijo no
está remplazando al padre o a la madre en separaciones o ausencias por cualquier
razón. La solución a tu problema es que ocupes tu lugar".

La terapeuta mueve el cuerpo del representante de Álvaro al lugar que le


corresponde, al lado de su padre y no en vez de éste. Cuando un hijo ocupa este
lugar, no puede hacer pareja propia. Es como si estuviera haciendo pareja ajena
todo el tiempo.

Álvaro comenta, "es cierto, mis parejas siempre se quejan de lo mismo, dicen que yo
no les doy la importancia que se merecen. Que antes de comentar mis
preocupaciones ya las sabe mi mamá, y aquellas decisiones trascendentales las tomo
con mi mamá y mi hermana, y no con ellas".

La terapeuta explica: "estar eternamente enamorado es una forma de ser leal al


papel de hombre de la casa, de padre. Y, es de esta manera como Álvaro conformó
su espacio de pareja y de familia, dentro de su familia de origen. No hay, entonces,
lugar para una esposa ni para una familia nueva.
La Solución

Se logra en tanto Álvaro conoce y toma su realidad. Al colocarse en el lugar que le


corresponde, el de hijo, acepta dejar el de padre. Se hace evidente el vacío del
padre; la madre se siente sola, pero aliviada; la hermana advierte que ya tiene
hermano, y sus sentimientos de miedo y de distanciamiento se convierten en
cercanía. Álvaro se nota libre y liviano. Con el cambio se produce un equilibrio sano
en la familia. Acepta el vacío, lo que permite el duelo por la ausencia real del padre y
el esposo.

Cada persona tiene la fuerza para su problema y su solución. Álvaro ahora puede
tomar su realidad y llevarla hacia un resultado satisfactorio, a través del
desprendimiento y de la liberación interior. Luego de las Constelaciones Familiares
una nueva imagen empieza a brotar en su corazón y una fuerza interna va gestando
la claridad en su conciencia.

Sin hacer nada, las cosas comienzan a ser distintas para él. Toda buena descripción
de un problema contiene su solución. Y ésta comienza en el momento en que se
descubre la fase nociva de la situación.
"La Conciencia Familiar"

¿Cuánto influye en su vida?

Por: Gloria Luz Cano ©

Cuando estamos en una relación nos guía una voz interior que reacciona
automáticamente si hacemos algo que podría dañarla o ponerla en peligro.

Esa instancia es la que llamamos conciencia. La que regula el equilibrio en nuestras


relaciones personales y familiares. Si perdemos el rumbo que ella nos dicta, surge
una sensación de malestar que nos predispone a hacer algo para restablecerlo. En
consecuencia, es fácil deducir que la conciencia regula las relaciones y que se rige
por una sensación de malestar o de placer interior.

Aunque no nos demos cuenta, la conciencia tiene un poder enorme sobre nuestra
vida. Dirige nada menos que nuestras relaciones con los demás. Para hacerlo, se rige
por unos órdenes naturales determinados. Si quiero saber cómo marchan las cosas
en mi familia, con mi pareja o con quien quiera, puedo fijar mi atención en lo que me
está señalando la conciencia. Mas, sin embargo, esto no es tarea fácil. Aquí
pretenderemos entenderla.

Si estoy en armonía con los órdenes naturales puedo permanecer en una relación.
Me siento liviano, en paz y en equilibrio. Si, por lo contrario, me desvío de las
condiciones que me permiten estar en la relación, inmediatamente la hago peligrar.
Siento una sensación de malestar que actúa como un reflejo y que, sin que lo
advierta, me obliga a hacer algo. Este proceso lo experimento como una deuda hacia
otro u otros.

Y esa sensación de deuda es lo que llamamos culpa. En oposición está la sensación


de paz y liviandad, libre de culpa, la que llamamos inocencia. Culpa e inocencia, las
experimentamos únicamente en las relaciones con los demás. La culpa se refiere a la
otra persona. Me siento culpable si hago algo que perjudica la relación. La inocencia
me libera. Me siento inocente si hago algo en provecho de la relación.

La conciencia tiene la tarea de vigilar que exista armonía en las tres necesidades
elementales de todo ser humano: la vinculación o pertenencia al sistema familiar, la
nivelación entre el dar y el recibir, y la necesidad de mantener el orden natural de la
vida y del amor. Si se conserva un equilibrio en todas tres, podemos conseguir
buenas relaciones.

Esto es algo complejo si tenemos en cuenta que cada una de estas necesidades se
impone en nuestra conciencia con una sensación particular de culpa o de inocencia.
Así, nuestra experiencia de culpa es diferente, dependiendo de si proviene de una
alteración o violación a las leyes de la vinculación, a las de dar y el tomar (recibir) o
al orden natural.

Culpa e inocencia, ¿Cómo obran?


1- En cuanto a la vinculación o pertenencia, la culpa se siente como miedo a sufrir
una pérdida o expulsión, también como lejanía; mientras que la inocencia se vive
como cobijo o cercanía.

La pertenencia al sistema familiar o a la relación personal siempre peligra. La


seguridad no puede experimentarse sin miedo a vivir lo contrario: la pérdida. Cuanta
más seguridad se da, tanto más miedo se tiene a dejar de tenerla. Por eso, mientras
mejores sean unos padres, tanto mayor es el miedo (culpa) del hijo a perderlos.

En la seguridad que da la inocencia (cobijo o cercanía) está implícito el derecho a


formar parte de un grupo, pero nunca se sabe por cuánto tiempo. De esta manera es
fácil concluir, que la inseguridad es parte de la vida. Y que los padres no tienen culpa
del miedo que los hijos sienten al experimentarla. Pues la pertenencia o vinculación
se tiene que ganar permanentemente una y otra vez; nunca es una propiedad
segura, para nadie.

Conciencia familiar vs. Conciencia social

Para la conciencia, la vinculación al grupo de origen tiene prioridad ante cualquier


otra razón o moral. Por lo tanto, no nos podemos fiar de la conciencia, si se trata de
discernir entre el "bien" y el "mal". Debido a que ésta es la que asegura la
pertenencia al sistema familiar, tiene la tarea de defender la vinculación sin importar
lo que haya que hacer.

Para la conciencia lo válido es lo que es inherente al sistema de origen. Por eso,


actos malvados muchas veces son realizados con plena conciencia, en la medida en
que son admitidos dentro del grupo familiar. Lo que para un sistema puede ser
válido para otro es posible que no lo sea, pues cada grupo familiar tiene su propia
conciencia. Así, por ejemplo, si para pertenecer a una familia de criminales debo
asesinar, lo hago sin cuestionarme, pues ese es un valor en mi familia, aun cuando
sea inaceptable moralmente para la sociedad.

La conciencia nos sensibiliza hacia nuestro propio sistema familiar y nos hace ciegos
para la de otros grupos. Las reglas del juego son distintas para cada familia y todo
miembro las conoce, y se atiene a ellas. Una familia de negociantes, por ejemplo,
explota y abusa de los demás sin cuestionarse, si ése es un valor que se respeta al
interior de la conciencia familiar.

La conciencia familiar muchas veces puede oponerse a la social, y ahí es donde


surgen los problemas. Pues la conciencia familiar no puede estar por encima de la
social. Es decir, no puede primar sobre lo que reconcilia a la sociedad. Sin embargo,
es corriente que la conciencia familiar se imponga. Una familia de pescadores piensa
que por encima de la conservación de las especies para el bien ecológico y social,
está la necesidad de su familia de pescar, así sea con dinamita, son sus valores y
sobre éstos no tiene reservas.

Es así como la conciencia familiar se enfrenta continua e ineludiblemente con la


conciencia social. No tiene en cuenta que lo que reconcilia y establece la paz es que
la conciencia social esté por encima de la familiar.
2- En cuanto se refiere al equilibrio entre el dar y tomar (recibir), experimentamos la
culpa como obligación (deuda) y la inocencia como libertad de cualquier obligación.

Lo primero que hay que señalar es que no existe tomar (recibir) sin que se pague un
precio por ello (quedar en deuda). Viene así, la obligación como culpa.

Ahora bien, si tomamos la inocencia que da libertad de obligación, nos encontramos


con que ésta desvincula, corta la relación. Si no doy ni recibo nada no hay
interacción. Luego, para que se conserve una relación tenemos que estar en
permanente dar y tomar.

Y, si decido que recibo y devuelvo tanto como recibí, también quedo libre de
obligación. Detengo la fuerza que tiene el proceso de dar y el tomar. Me siento ligero
de obligación, pero ya no conservo ninguna vinculación.

Y, si decido dar mucho más de lo obligado, ¿qué pasa? La libertad de obligación se


aumenta y experimento la inocencia acrecentada. Un sentimiento que me da derecho
a la reivindicación y a la búsqueda de compensación. Así, lo que logramos es
desviamos mucho más de las condiciones que mantienen el equilibrio.

De manera que, para que se mantenga una relación tenemos que recibir y después
dar lo que nos dieron y un poco más. Enseguida, el que recibe devuelve lo que
recibió y un poco más. Este dar en mayor proporción permite que las relaciones
continúen, pues siempre habrá alguno en deuda, presionado a devolver. Es decir, se
establece un intercambio sano que ayuda, que hace crecer el vínculo. Hay un dar y
un tomar permanente.

La conciencia y el equilibrio

La conciencia familiar no solo facilita que estemos vinculados al grupo sino que sirve
para satisfacer la necesidad de equilibrio dentro de éste. Muchas veces, dar más en
el grupo familiar nos permite liberarnos de culpa. Es el caso de los que tienen el
sentimiento de aventajados, con mejor suerte o preferidos. Buscan la compensación
a su sentimiento, dando mucho.

También, la conciencia puede guiarnos hacia un sentimiento de deuda con el grupo


por tener un destino menos difícil que el que experimenta el núcleo familiar. Por
ejemplo, el hijo no adicto en una familia de alcohólicos. Al tener el sentimiento de no
deber nada a la familia y estar libre de toda obligación, corta la vinculación. La
persona no adicta se siente sin familia, sola y excluida o con una inmensa necesidad
de hacer algo por ayudar a sus miembros, y así lograr la compensación.

Para mantener satisfecha la necesidad de vinculación o pertenencia al sistema


familiar necesitamos encontrar equilibrio entre el dar y el tomar. La conciencia regula
estas instancias y sostiene un tire y afloje. Proceso que no solo nos permite sentirnos
vinculados sino que contribuye a impulsar la relación. A manera de necesidad de
compensación, esta dinámica tan difícil de intuir, regula el intercambio en el grupo
familiar.

3- En cuanto al orden, teniendo en cuenta que la conciencia está al servicio de las


disposiciones sociales que nos rigen para mantener condiciones predeterminadas
(normas, ritos, convicciones, tabúes comunes), sentimos la culpa como infracción y
miedo al castigo, y la inocencia como lealtad a la conciencia y cumplimiento.

La culpa nos indica hasta qué punto podemos ir para seguir manteniendo nuestra
vinculación al grupo familiar; nos pone los límites. No obstante, podemos movernos
dentro de un margen de libertad sin sentir culpa ni ver amenazada nuestra
pertenencia. Esos márgenes varían con cada relación, Y así como a veces se vuelven
estrechos, otras se hacen muy amplios. Pero lo cierto es que si traspasamos los
limites hacia cualquiera de los extremos, el precio que pagamos es la culpa, con las
respectivas consecuencias para nuestra felicidad y la de otros.

Reconocer la culpa

La conciencia, al servir a las tres necesidades básicas: vinculación, equilibrio y orden,


lo hace de diferentes maneras. Así, lo que nos exige al servicio del vínculo, nos lo
prohibe cuando sirve al equilibrio entre el dar y el tomar. Y lo que nos permite por el
bien del orden, quizás nos lo impida al considerar el vínculo o pertenencia.

Si se impone una de las tres necesidades, las otras quedan insatisfechas. Por eso,
cuando la conciencia nos declara culpables por una parte, por otra nos absuelve. De
manera que, nunca podemos tener la conciencia del todo tranquila. Y, si hay
injusticias ocultas, la conciencia las repara a través de mecanismos especiales.

La culpa que existe no la advertimos porque los sentimientos de culpabilidad se dan


ahí, justo en lo que rehusamos reconocer. Aceptar la culpa es una forma de reparar
desequilibrios. Cuando ésta es reconocida y asumida deja de sentirse. Se transforma
en una fuerza interior que actúa para el bien propio.

En la medida en que convalidamos nuestra culpa interrumpimos la energía negativa


que proviene de ésta. Nos llenamos de fuerzas que nos aligeran y nos permiten
realizar acciones que antes no podíamos efectuar. Es una reparación interior. Ese
reconocimiento es la fuente que reconcilia a las víctimas con los victimarios y les
permite lograr que del sacrificio al que fueron sometidos, surja algo que ayuda y
beneficia a la persona y a la relación.

También podría gustarte