Un poco irritado decidí tranquilizarme y repasar la información que ya tenía
de él. Comenzando con lo básico y más superficial: el sujeto mide apenas medio metro, tiene ojos de color marrón claro, una nariz chata, frente prominente, piel lechosa, extremidades cortas, dientes afilados y uñas de tamaño tal que, en lugar de manos, parece tener garras. Su comportamiento es digno de una aberración contra natura. Una mirada perdida y una sonrisa congelada mientras te ve y ríe de manera gutural. He tenido que soportarlo durante cinco meses, pues soy el encargado de cuidarlo. Soy el que más tiempo ha durado. No ha desarrollado una conciencia como tal, esto lo lleva a realizar actos tales como arañar, golpear y apuñalar con lo que tenga a mano a quien quiera que se cruce en su camino. Su actitud es dominante y se ha de hacer lo que ordene si no se quiere sufrir por mano suya, o escucharlo berrear como un demonio. Con todo esto en mente decidí salir de mi celda. Caminé a la cafetería y en el camino me crucé con un colega. -Buenos días, Mauricio. ¿Qué tal la noche? -Me preguntó Francisco. -Perfecta, como siempre. -Le respondí. -¿Estás seguro? No sé qué te tienen haciendo, pero te ves más jodido que la semana pasada. -Simulé una risa. -Te lo estás imaginando, siempre me he visto igual. -Tu comportamiento también parece más apagado. Te reíste, pero tus ojos no. -No exageres. Intento ser amable. Vas a ver los cultivos, ¿no? Si sigues aquí se te van a cocinar. -Con esa broma intentaba deshacerme de él antes de que hiciera más preguntas. -Mierda. -Francisco salió corriendo. Habiéndome librado de ese interrogatorio continué mi camino, pero ya no tenía hambre. Fui directo a mi área de trabajo. Un guardia de postura achaparrada y cabello cano cuidaba la entrada. -Buenos días Jaime. -Saludé. -Buenos días Doctor. ¿Por qué sigue viniendo aquí en lugar de pedir un cambió de área? -Me pregunto con, lo que me pareció, un poco de pena. -No lo sé. -Respondí abstraído. Mis manos sudaban. Entré. Es verdad que podría pedir que me trasladaran a otra área, incluso a una sucursal diferente. Como se puede inferir por lo que conté al principió, tengo miedo. Pero el miedo no es lo que me está acabando. Tengo que encontrar una manera de revertir lo que se hizo con el sujeto. Sujeto que yo proporcioné. Me detuve frente a la ventana de una habitación. Observé al sujeto un rato. Abrí la puerta del cuarto y al escuchar el ruido el sujeto despertó. Me detuve en la entrada esperando su reacción. Se sentó. Esperé un poco y al ver que no hacía nada más me acerqué. Me veía, con ese rostro de terror, y sentí miedo, pero no lo demostré. Me senté frente a él y coloqué una mano sobre su cabeza. Lo que me está acabando, lo que me impide abandonar este lugar, es la culpa. -Hola hermano. Ricardo Gutierrez Feregrino.