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Hoy vi mi reflejo en el espejo y mis ojos eran más tristes de lo normal.

Los últimos días han corrido


de manera turbulenta. No he actuado de la manera más optima, pero tampoco creo haber
actuado del todo mal. Me encontré con la persona a la que se supone que amo y hace pocos
meses que nuestra relación caducó, por lo que fue muy incomodo para mí. No quedamos en malos
términos, pero tampoco en buenos. Me negué a darle mi versión, sólo acepté la culpa y la decisión
que tomó aunque no sabía cual era, sabía que consistiría en distanciarnos y que recuperar su
confianza sería difícil, pero no imaginé que tanto. A pesar de que en apariencia lo acepté de buena
manera, lo que en realidad quería era rogar que me perdonara, llorar y repetirle cuánto me
arrepentía, prometerle lo que fuera porque siguiera conmigo, pero sabía que nada de eso
funcionaría y opté por la opción que complicaría menos las cosas. Reprimí todos los
comportamientos que me parece son propios de un niño berrinchudo, insanos en una relación
madura. Las personas no son objetos de los que te puedas apropiar, no puedes sólo verlas, decir
que te gustan y querer adueñarte de ellas. Bajo está premisa decidí establecer mi ultima relación.
No funcionó porque no conseguí mantener esta convicción. Conseguí acercarme de a poco, sin
presionar a que las cosas pasarán de manera inorgánica y sin esperar que algo realmente se diera.

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