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LITERATURA JUVENIL
Los filólogos alejandrinos ya utilizaron el término canon para designar la lista de obras
escogidas por su excelencia en el uso de la lengua, obras que se consideraban modélicas y
por ello dignas de imitación; y en el ámbito religioso, la palabra canon se aplicó a textos
dignos de permanente atención y exégesis qué se diferencian de los menos auténticos o
apócrifos.
La palabra canon tiene dos aspectos: regla o modelo, y lista de escritores con autoridad o
dignos de estudio. Enric Sullá (1998) el canal literario sería una “lista o elenco de obras
consideradas valiosas y dignas por ello de ser estudiadas y comentadas”. Lo asumimos
como espejo cultural e ideológico de la identidad propia (local, nacional u occidental). Es el
resultado de un proceso de selección en el que han intervenido instituciones públicas y
minorías dirigentes, culturales y políticas. Hay una estrecha conexión entre el canon y el
poder y se considera como emblema de la mentalidad conservadora. Algunos lo analizan
como núcleo cultural colectivo. Debido al descenso generalizado del nivel cultural, las
carencias en el manejo de la lengua por parte de la población y su pobreza de comprensión
lectora obligan a considerar la pertinencia de elaborar una lista de autores cuyas obras
configuran la cultura humanística esencial o básica.
El canon cultural no se deriva directamente de los gustos del lector medio de una época
determinada. Ciertos autores fueron muy leídos en un momento dado para ser
completamente olvidados pocos años después. El canon literario no viene sustentado por
criterios de evaluación objetivos y atemporales, sino es una estimación de la capacidad de
ese texto para satisfacer las necesidades cambiantes de los individuos y las sociedades
(Bárbara Herrnstein Smith). Cada generación añade las obras que quiere destacar, sea por
un patrocinador convincente o por su maleabilidad para adaptarse a los intereses del
momento.
En conclusión: hay una serie de elementos que interactúan para determinar cuánto interés
puede suscitar un texto y por cuánto tiempo: sus resonancias históricas y su capacidad para
interactuar con otros textos de interés; la posible multiplicación de sus significados y su
consiguiente afinidad con las inquietudes de sucesivas y distintas generaciones; el acierto
con qué es introducido en el coloquio crítico... todo ello constituye un conjunto de factores
variables diacrónica y geográficamente, por lo que difícilmente se habla de un canon
absoluto en literatura.
El canon cumple una serie de funciones o tiene una serie de ventajas entre las que
destacan la provisión de modelos expresivos y de líneas discursivas, la transmisión de la
herencia cultural o la creación de marcos de referencia colectiva, entre otros.
Desde la segunda mitad del siglo XX se ha modificado la actitud pasiva ante los grandes
monumentos literarios y en el seno de las universidades se debate sobre qué es un texto
literario, cómo leer y consecuentemente cómo contar la historia de la literatura. Tratan de
reescribir la historia de la literatura desde una perspectiva actual y se han abierto a formas
normalizadas y menos convencionales de análisis de los textos: no solo tratamos de leer un
clásico sino de preguntar por qué es canónico, qué formas de vida y pensamiento proyecta,
cómo y quién lo potencia y qué proyección ofrece en tiempo y espacio.
Jose Maria Pozuelo Yvancos (2006) nos recuerda que la obra literaria puede ser vista como
un intercambio en que intervienen no solo quiénes la leen y los sentidos de esa lectura sino
también quienes la trabajan y la administran, administradores que operan tanto en la
selección de textos como en la determinación de las interpretaciones admisibles. En los
procesos de canonización y eliminación, son pertinentes la cuestión pedagógica y la política
cultural. Las esferas político-institucionales intervienen en las disciplinas ligadas al estudio y
estimación de los textos literarios, pero no se pueden convertir los estudios literarios en una
simple vía de vindicación política. Genaro Talens dice que la historia no es más que la
reconstrucción del pasado desde los intereses del presente. La literatura desborda su
dimensión estética y ofrece además un lugar para la reflexión ética y política pero hemos de
tener siempre en cuenta que no se reduce a esta última.
Este libro logra grandes tiradas y ventas en un corto lapso de tiempo. Su éxito fulminante
está ligado al marketing y a la moda, y es completamente independiente de su valor
literario. El best seller no es un género literario, puede ser o no un texto de gran valor
artístico, interesa al estudioso en cuanto a fenómeno perteneciente al ámbito de la lectura,
su aparición está vinculada a la potencia de la industria editorial y a la existencia de grandes
masas lectoras, solo ocasionalmente presenta además un importante valor estético capaz
de interesar al estudioso de la literatura.
Hoy día el libro se ve obligado a competir para llenar el ocio cultural con la televisión, la
radio, revistas, periódicos, juegos de ordenador o exposiciones. El libro se torna una
mercancía y las editoriales se ven obligadas a conjugar sus pretensiones culturales con los
afanes empresariales, en un mundo, el del mercado del ocio, cada vez más competitivo. Se
ve escindido entre dos polos: La necesidad de arrojar beneficios comparables a los de
cualquier otra clase de empresa so pena de perder a sus inversores y la pretensión de
intervenir satisfactoriamente en la marcha cultural. El departamento comercial es una
sección que cada vez pesa más en la política de las editoriales.
Los clásicos literarios son textos y autores que, según explicaba el latinista Carlos García
Gual, han sido “leídos con una especial veneración a lo largo de los siglos”, es decir, son
reconocidos como núcleo canónico a través de los tiempos y constituyen la base de nuestro
imaginario cultural.
Este imaginario se asocia al arrimo de factores ideológicos, sociales, literarios artísticos, etc.
que pesan en la apreciación de los textos así como en las estrategias de la práctica
educativa, y varían notablemente de un periodo histórico a otro (Sotomayor, 2013). Los
autores clásicos constituyen modelos y referentes de la cultura nacional en los procesos
educativos de todas las épocas. Siempre pueden ofrecer interés renovado y esto justifica su
inclusión en un itinerario destinado a proporcionar educación y literaria; pero es notorio que
los clásicos no son buscados y preferidos sino por una minoría educada.
El valor de los clásicos como modelo de expresión, como análisis de las preocupaciones y
conducta humana, así como su capacidad para servir como espejo cultural de la
comunidad, están fuera de duda pero su lectura viene dificultada por su distancia temporal y
cultural con respecto al lector medio: los especialistas, los profesionales o los muy
apasionados, disfrutan abierta y directamente de los clásicos; pero el lector común, la mayor
parte de la población, prefiere consumir otro género de lecturas más fáciles y más
consolatorias o más de moda.
La complejidad de los clásicos exige un enorme esfuerzo lector a los adolescentes: debe
desentrañar una lengua de otra época y también poseer los instrumentos necesarios para
lograr una cabal comprensión: nociones de Historia e Historia del Arte, historia de las
mentalidades, filosofía, sociología, historia del libro, etc. Se trata de una preparación
pluridisciplinar compleja. De ahí las dificultades del profesorado en provocar en los
adolescentes actitudes de estima e interés hacia los textos clásicos.
Hoy día entendemos que no se trata tanto de transmitir datos sobre periodos, movimientos
estéticos y autores como de procurar al educando la capacidad de participar en la
comunicación literaria, desarrollar su competencia literaria. Pedro Cerrillo y otros expertos
insisten en que se debe ofrecer a niños y jóvenes la lectura de obras clásicas de la literatura
universal y no negarles las grandes riquezas de nuestro patrimonio cultural. Pero no debe
verse como una barrera sino un reto y tampoco debe confundirse la lectura de clásicos con
medios para crear hábito lector en los adolescentes. La lectura del clásico puede conducir a
actividades y comentarios guiados que mejoren la habilidad lectora y la comprensión, pero
solo excepcionalmente darán paso inmediato a la afición lectora de los estudiantes de
secundaria.
Una opción que prueban algunos profesores es el manejo de adaptaciones: ese tipo de
solución permite a los educandos conocer al menos el esqueleto de la obra original, aunque
los profesores piensen al aplicarlo que ninguno conocerá el texto íntegro.
Sobre el canon ideal, este no existe. La lista de lecturas escolares que conviene aplicar en
nuestra clase dependerá de factores ligados a la concreción geográfica de nuestras aulas,
de las facultades ya trabajadas en nuestro grupo de clase, de las imposiciones curriculares
de nuestro sistema educativo, de los criterios que caracterizan nuestro centro... Hay ciertas
unidades casi constantes: el Cid, Macbeth, La Celestina, el Lazarillo, Ulises, Peter Pan o
Alicia en el País de las Maravillas...
Se incluyen obras de literatura juvenil, clásicos o no, que según María Dolores Duarte
también tienen en cuenta el canon disponible, es decir, los libros que fácilmente se
consiguen y son ofrecidos por unas pocas editoriales. Los docentes las integran para
intentar un mayor acercamiento a las formas de ocio de sus alumnos, alimentadas por
diversos productos mediáticos.
Además los actuales docentes de Literatura a menudo han recibido una insuficiente
formación literaria, no se les brindó una aproximación a la literatura juvenil, o se escatimó
atención al estudio de los textos contemporáneos, obviaron cuestiones de teoría literaria
como las relativas a los procesos de formación del canon y análisis de las consiguientes
tensiones en torno a él. Como resultado, numerosos profesores están sumidos en la
incertidumbre y el desconcierto, porque no conocen con profundidad los soportes
históricos-teóricos sobre los que descansan sus enseñanzas.
Las adaptaciones pueden evitar la experiencia negativa. María Victoria Sotomayor dice que
son la reescritura de un texto con el objetivo de acomodarlo a un colectivo de lectores, sea
ese colectivo juvenil o no. Las adaptaciones pueden ser de carácter comercial, ideológico y
estético, pero permiten divulgar contenidos de referencia entre lectores de competencia
literaria limitada. Cumplen la función social educativa y divulgadora.
Las adaptaciones juveniles utilizan unos mecanismos de transformación que son habituales
en reescrituras dirigidas a un público mayoritario y añaden algunas otros en atención al
sentido del humor atribuido a los niños son cambios:
Todos estos recursos ofrecen referentes históricos, culturales y contextuales que permitirán
profundizar en la comprensión del texto y que pueden ser empleados en una metodología
didáctica activa y participativa capaz de mover a un adolescente a redescubrir los clásicos.
La literatura juvenil puede ser considerada una continuación de las obras dirigidas a la
infancia, al encontrarse definido el lector por su edad. Existen marcas específicas de que
tiene en cuenta a un destinatario adolescente, ya que psicológicamente este se encuentra
dentro de una etapa evolutiva conducente a un proceso de maduración. Es difícil establecer
un límite para la entrada en la edad adulta, y desde una perspectiva sociológica se perfila la
idea de que la adolescencia se funde con una nueva etapa, la juventud, sin que se haya
producido un cambio de estatus y responsabilidad social. El mercado editorial presenta una
oferta literaria que intenta ir más allá de un lector de 15 o 16 años para abarcar a un nuevo
sector enmarcado todavía en una cultura juvenil al que se quiere fidelizar y la justificación
no es otra que ensalzar la práctica lectora frente a otras actividades o aficiones en el tiempo
libre que parecen tener más atractivo entre los jóvenes.
Sagas como Harry Potter, Crepúsculo, Divergente o Los Juegos del Hambre, incrementados
por el éxito de las correspondientes versiones cinematográficas, han puesto de manifiesto la
extensión de la lectura entre los jóvenes, convirtiéndolos en consumidores de best sellers a
la carta. Desde el punto de vista de la calidad existen variables, Harry Potter, así, se impone
por su calado a otras producciones más planas y estereotipadas que han aprovechado el
éxito masivo de esta serie entre el público adolescente.
El fenómeno de los booktubers ha calado en la sociedad como una forma de acceder a los
libros al margen de la crítica literaria tradicional, y se suma la potenciación de la lectura a
través de un canal donde prima lo visual, la puesta en escena y un lenguaje que conecta
con su forma de hablar. La recomendación entre iguales y las posibilidades de interacción, a
partir de desafíos o concursos sobre las obras comentadas, facilita el acercamiento de una
generación de lectores acostumbrada a las pantallas y a participar en las redes sociales.
Las editoriales les hacen formar parte de sus tácticas de venta y, en ocasiones, se interesan
por sus creaciones en busca de nuevos superventas.
El planteamiento de una lectura extensiva, voraz y evasiva, frente a una lectura intensiva,
entendida como acercamiento profundo a pocos libros, no es algo nuevo y va unido a un
proceso de comercialización en el que el libro se convierte en objeto de consumo. Lyon, en
su historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental (2012) sitúa a finales del
siglo XVIII una revolución significativa en las prácticas lectoras debida al libre mercado.
También influye el avance de las técnicas de imprenta y el desarrollo incipiente de la prensa
moderna. En esta época es el género en expansión por excelencia. Comienza la
identificación emocional de los lectores con los personajes de ficción, permitiendo generar
un vínculo personal con los escritores que a veces se materializa mediante cartas.
También cobra importancia la publicación literaria por entregas, lo cual permite acceder a
los libros a un público con menor poder adquisitivo. Entre otras obras publicadas se
encuentran autores del canon, como Zola o Dickens, y también verdaderos expertos en ir
componiendo la trama a partir de los comentarios de los lectores. La crítica sobre el interés
lucrativo que mueve a muchos editores y la imposibilidad de crear verdadero arte es
expuesta por críticos como Sainte-Beuve y escritores como Balzac.
Autores representativos del realismo como Galdós, Pardo Bazán o Valera, no desdeñan
este tipo de publicación, pero lo común es que se conviertan en productos para literarios ya
que la dependencia de la respuesta de los lectores para su continuación fuerza las tramas,
genera mecanismo incesantes de intriga y repite asuntos, expresiones y lugares hasta la
saciedad, a lo cual se une el maniqueísmo y el estereotipo de los personajes. Esto puede
llevar al mimetismo de las publicaciones en cualquier época. No se puede negar la
incidencia sobre los hábitos lectores, pero es más incierto el desarrollo de la competencia
literaria vital dentro del contexto de la educación secundaria en relación con otras
expresiones artísticas y culturales.
8.3.2 La lectura intensiva y la educación literaria
A partir de cierta edad, los lectores deberían estar preparados para leer todo tipo de libros, y
desde la creación y la producción se incide en el carácter efímero de las publicaciones y su
falta de hondura, así como en la renovación constante de los catálogos editoriales como
parte de una operación de mercadotecnia.
Los libros young adults según Nielsen (2013) abarcan una franja de 12 a 18 años y existen
también las producciones cross-over, libros capaces de atraer la atención de distintas
generaciones. Todos los clásicos de la literatura infantil y juvenil serían crossovers debido a
que generan distintos niveles de lectura. También hay obras ganadas por los más jóvenes
como Robinson o Los viajes de Gulliver que en principio no estaban destinadas a los
jóvenes y otras que parten de un intento de acercamiento a la infancia como las obras de
Carroll pero que presuponen un receptor más competente para captar toda su significación.
Editoriales como Siruela dirigen su colección “las tres edades” a lectores entre 8 y 80 años y
el mismo intervalo se explicita en la narración de Luis Sepúlveda historia de una gaviota y
del gato que le enseñó a volar. Otras obras como el niño del pijama de rayas o el curioso
incidente del perro a medianoche publicados por Salamandra quedan al margen de las
recomendaciones de edad. Otras colecciones que intentan atraer al lector joven son las de
la Biblioteca Furtiva de Seix Barral, que contiene la nueva edición de sin noticias de Gurb de
E. Mendoza. Millás destaca la importancia de no caer en encasillamientos determinados por
la edad de los lectores, así como la repercusión de la metáfora, la indeterminación entre la
realidad y la ficción y la atracción por el misterio en la adolescencia.
El género es importante en las producciones para la juventud de esta época. Los clásicos
juveniles de aventuras centrados en entornos exóticos o las peripecias de piratas se dirigen
a los chicos mientras que obras más costumbristas como mujercitas encuentran eco entre
las jovencitas. Muchos de estos clásicos se difunden primero por entregas en revistas o En
España las colecciones juveniles Cronos, de la galera, y gran angular, DSM, fueron
priorizadas en la década de los 80 coma ampliándose la oferta de obras juveniles en los
90.obras llegan a un público más joven aunque en principio se planteará una audiencia
adulta como las aventuras de Huckleberry Finn de 1875 de Mark Twain, que crean
problemas con la censura. Siendo una crítica del Estado esclavista y la familia con un
lenguaje peculiar provoca reacciones adversas y otras obras como mujercitas pueden
presentar alteraciones significativas para adaptarse a las convencionalismos a las que
debía someterse el público femenino suprimiendo los capítulos en los que se reivindica la
libertad de las mujeres y su derecho a una vida fuera del matrimonio al tiempo que se
dulcifica su lenguaje.
Otro hito lo constituye Rebeldes de Susan Hinton publicada en 1967 para un público general
pero también recomendada por los profesores para adolescentes. Trata de los problemas
de un grupo de jóvenes en un entorno marginal en una sociedad desestructurada donde no
triunfa el bien ni la justicia. Así, el mercado young adult va adquiriendo un espacio propio en
diferentes frentes: la crítica, la enseñanza, las bibliotecas…
También la frescura está presente en el personaje Manolito de Elvira Lindo punto con los
trapos sucios la autora obtiene el Premio Nacional en 1998 y la historia continua con mejor
Manolo en el que el niño de Carabanchel ya adolescente ofrece una nueva óptica en un
entorno en el que ya se deja sentir la crisis económica en España.
Otra obra protagonizada por un niño es un hijo de Alejandro Palomas donde un niño de 9
años se alterna con personajes adultos para mostrar la marginación sufrida en el ámbito
escolar y la incomprensión de un padre condicionado por sus propias carencias.
Narrativa fantástica, Joan Manuel Gisbert en los 80 explora los sentidos con el Museo de los
sueños la trama gira en torno al misterio de una colección de objetos como la lágrima de la
inmortalidad, de increíbles propiedades. En el subgénero de la fantasía épica se sitúa la
obra de Laura Gallego Donde Los Árboles Cantan, una novela protagonizada por una joven
que huye de un matrimonio impuesto y se enamora de una criatura del bosque mitad
humano mitad árbol.
Los espacios pretéritos favorecen muchas veces la apertura a los mundos imposibles
característicos de la narrativa fantástica. En Verne y la vida secreta de las mujeres planta de
Ledicia Costas los datos históricos de la visita del autor francés a Vigo en el siglo XIX se
combinan armoniosamente con el origen mágico de las mujeres de una familia de
boticarios. Está anécdota está recogida en el tesoro del capitán Nemo de Paco Climent
novela en la que se alude a Julio Verne, al igual que en la isla de Bowen de César
Mallorquí, cuya trama gira en torno a una historia de aventuras ambientada en 1920 a partir
de una travesía hacía una isla más allá del círculo polar ártico, el autor realiza un homenaje
a los clásicos del género mezclando explicaciones científicas como elementos típicos de la
ciencia-ficción.