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El canon oficial filtra con criterios unívocos los textos que pueden ingresar a él -

necesariamente obedientes a políticas educativas - y los adecua al perfil del adolescente que
también necesita moldear para su propio sostenimiento.
Las editoriales completan este cuadro homogeneizador y de consagración de lecturas,
porque censuran políticas y lenguajes, silencian reflexiones teóricas y ausentan cuestiones
también teóricas que evitarían, por ejemplo, esa “ilusión de un lector empírico idéntico”
que generan. (Cf. Bombini, 1995)
Pero, en segundo lugar, la educación depende también de nosotros, docentes – y de
Literatura en particular - preocupados porque nuestro quehacer no se transforme en una
actividad a-social, neutra, desligada de lo social sino en un discurso clave e inmediatamente
político. Y son los “intersticios”, esas “zonas de incertidumbre” que acertadamente enuncia
Graciela Frigerio, los que nos permiten el desafío de generar algunas innovaciones.

Una didáctica literaria para las nuevas crónicas urbanas.


El propósito de este trabajo es pensar de qué manera juegan estos intereses a la hora de
nuestro compromiso con adolescentes - ávidos de reconocerse, en medio de una sociedad
que los desplaza - y escribir sobre la enseñanza de la literatura - práctica heterogénea, zona
de crisis, lógica atravesada por tensiones y negociaciones, debates y disidencias.
Supone, entonces, pensar en una teoría literaria - que permita la reflexión de la palabra -, en
la especificidad del objeto literario - su valor social a comienzos de este siglo XXI - y qué
sujeto de la práctica escolar puede emerger a partir de una elección sincrónica de la
Literatura.
Las nuevas crónicas se proponen a sí mismas como alternativas a la hegemonía
institucionalizada y convalidada por los aparatos académicos y, a la vez, como políticas
culturales de resistencia.
Las reúno porque me interesa poner en evidencia de qué manera en nuestros días, en los
que “avanza la insignificancia” (Cf. Castoriadis, 1997), se hace más imperioso que nunca
asociar productivamente las propuestas y las apuestas que marcan un posible rumbo
descolonizador para las culturas colonizadas y para que nuestros alumnos tomen conciencia
de ello.
Para un encuadre teórico, los Estudios Culturales1 que circulan desde mediados del siglo
pasado, vienen a convalidar un posicionamiento que fue siempre marginal y alternativo y
que, como tal, no encontró validación en el campo científico y significan un importante
cambio en el campo literario. Marco acorde, por lo tanto, para analizar la cultura que
emerge de esta sociedad posmoderna y fragmentada.
El análisis del lenguaje, una forma de mediación, entre otras, por la que lo textual
construye el mundo, las significaciones que de él emergen, permitirán articular las
condiciones sociales con las reales contradicciones del sujeto cultural quedando así
desenmarcado de las políticas que condicionan su vida cotidiana.
La lectura de esa fragmentación discursiva abre una mirada atenta a las minorías sociales,
descentralizadora, que puede aproximar alternativas a los problemas característicos de las
culturas latinoamericanas.
Los discursos de los nuevos cronistas urbanos cuestionan los cánones y las normas de la
literatura escolar, provocan a la reflexión y permiten, a partir de la cercanía de los hechos
que referencializan, que el alumno pueda producir los propios. Además, en el círculo

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comunicativo que instalan, permiten que la clase se transforme en un espacio de lecturas
heterogéneas y abierto a las significaciones.

¿Desde dónde leer?

En las sociedades latinoamericanas, fuertemente heterogéneas, la identidad cultural es un


referente que se objetiva a nivel del discurso.
Globalización, homogeneización y fragmentación son palabras que marcan presencia en el
nuevo juego del lenguaje con que las ciencias sociales y los estudios culturales proceden a
describir, explicar y evaluar la escena sociocultural que presenta hoy el mundo.
La globalización es un estado en la cultura contemporánea que afecta la vida en su
condición de posibilidad, y a la vida humana en la producción, el consumo y la
comunicación, en tanto modos específicos de su reproducción.
La homogeneización y la fragmentación son los efectos paradójicos de la globalización
planetaria. Se presentan como polos opuestos y complementarios, entre los cuales se
expresa el desdibujamiento y el colapso posible de las identidades tradicionales.
Los relatos de integración comienzan a cuestionarse en la década del 80 – Rama, Ludmer,
Cornejo Polar - incorporando otras voces en el territorio del Estado que quiebran el mapa
de una América Latina centrada y homogénea.
La cultura ya no es el territorio que garantiza la emancipación y la soberanía del sujeto
gracias a “la letra”: comienza a ser campo de fuerzas, contradictorio, disputado y ligado al
poder.(Cf. Julio Ramos, 1989)
¿Desde dónde analizar y evaluar lo real en la perspectiva de construcción de lo posible?
Los seres humanos de nuestra América, en la pluralidad de sus diferencias, como criterio
para discernir ideas, instituciones y sistemas económicos, políticos y culturales, se
presentan hoy atrapados en el marco del determinismo sistémico de la globalización
imperante. No alcanza con la utopía para construir un mundo mejor, aunque sin ella ¿qué
hacer? En la actual crisis de paradigmas, es necesario pensar críticamente la situación
cultural en los intersticios del sistema compulsivo dominante y actuar sin resignar aspectos
válidos del propio proyecto cultural para expresar las nuevas identidades, configurando una
forma de subjetividad articuladora de todas las diferencias que no impliquen asimetrías,
como identidad cultural y proyectos válidos para nuestra América de fin de siglo y del
nuevo milenio que comenzamos a andar.
Esta visión posmoderna ya no presenta los grandes relatos que ordenan y jerarquizan los
períodos del patrimonio, y en donde las clases reconocen y consagran sus virtudes.
Sin embargo, la caída de los relatos totalizadores no elimina la búsqueda crítica de los
sentidos de estos tiempos recientes cuando el drama se relativiza, la farsa se instala en la
memoria y se exalta el instante. Provoca, por el contrario, la búsqueda crítica de los
sentidos que dominan la inestabilidad social, que mezclan inevitablemente lo culto y lo
popular y que interactúan con la simbólica masiva.
El lenguaje migra y se cruza con otros: lo visual con lo literario, una escritura territorial de
la ciudad, la lucha por el control de los espacios, la relectura de la iconografía religiosa. El
graffiti y las historietas. El cine, la pintura y las artes plásticas. Esta operación de
dinamización de la Literatura permite leer su significación en ese préstamo de un discurso
desde otros lugares de la sociedad. Instala, además, la idea de que la Literatura está hecha
con lenguajes y con signos que nos remiten a una cantidad de significaciones posibles. El
cruce de la literatura y los medios, el humor que se desplaza y la indeterminación de los
límites ponen en evidencia la mezcla de los géneros artísticos: alternativas que cuestionan
el concepto de literatura escolar y ponen en crisis definiciones esencialistas y valores
universales. Su campo de lenguaje es un espacio propicio para analizar los cruces
discursivos.
La crónica como un tipo de literatura menor, fragmentaria, fue fundamental en el campo
literario de fin del Siglo XIX y como forma menor, imprecisa, posibilitó el procesamiento
de zonas de las que emergió la cotidianeidad hasta ese momento excluidas de la
representación literaria. Representó la indisciplina y flexibilidad del género. (Cf. Julio
Ramos, 1989)

En el siguiente texto, se va a describir un fenómeno de la narrativa hispanoamericana del


siglo XX, denominado “Boom latinoamericano”. Este suceso cambió en gran medida la
forma de narrar y de expresarse de muchos escritores y tuvo una gran repercusión a nivel
mundial. Además de esto, también se hará referencia a un libro en particular: El túnel, de
Ernesto Sábato, el cual es un claro ejemplo de los cambios producidos en la literatura a raíz
de este hecho histórico.

El fenómeno del “boom”

A mediados de la década de 1960, tras la publicación de una serie de novelas decisivas que
impactaron (y continúan haciéndolo) en los países hispanohablantes, estalló un extraño
fenómeno, posteriormente denominado “boom latinoamericano”. Este hizo recaer la
atención a nivel mundial sobre la literatura hispanoamericana, ya que durante su desarrollo
se había consolidado un nuevo estilo de narración. Este estilo apuntaba a mostrar de una
forma directa y concisa, la realidad social de América latina. Otras “novedades” que
presentaba este estilo eran: la ampliación de temas, indistintamente rurales o urbanos, la
integración de lo real y lo fantástico, la renovación de las técnicas narrativas y la frecuente
experimentación con el lenguaje. En el caso de Rayuela (1963), del argentino Julio
Cortázar, se aplicaron en forma notable las técnicas de la vanguardia literaria, al proponerse
diversas formas de lectura de la novela. El brillante estilo de Cortázar y su maestría en la
dislocación de situaciones familiares, así como la introducción de distorsiones espaciales y
temporales, pudieron expresarse enteramente en sus tan populares relatos. Otro escritor
argentino de muy alto nivel fue Ernesto Sábato quien escribiendo El túnel (1948), Sobre
héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974), afirmó en sus novelas, de gran
complejidad intelectual, la infelicidad del hombre en la sociedad contemporánea.

El túnel (1948)

Para llegar a hacer un arte verdadero, el escritor debe sumergirse en la problemática que
sufre y que su realidad le ofrece. En el caso particular del escritor argentino, este construye
una obra problemática, ya que su entorno político y social posee, en definitiva, esta
condición dramática.

Sábato era un hombre que estaba muy inmerso en la problemática humana de aquella
época. Sábato dice: “En este desorden, en este perpetuo reemplazo de jerarquías y valores,
de culturas y razas, ¿qué es lo argentino?, ¿cuál es la realidad que han de develar nuestros
escritores?”.

Según Sábato, el novelista argentino está inmerso en una doble problemática dramática. Por
un lado, es partícipe de la crisis de la civilización occidental; y por otro, sufre su propia
catástrofe como habitante de un país en el que la violencia es una diaria realidad. “La
literatura, esa híbrida expresión del espíritu humano que se encuentra entre el arte y el
pensamiento puro, entre la fantasía y la realidad, puede dejar un profundo testimonio de
este trance, y quizá sea la única creación que pueda hacerlo. Nuestra literatura será la
expresión de esa compleja crisis o no será nada”. 

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