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La Ciencia Moderna

Desde el "Mundo del aproximadamente” de la Antigüedad y el


Medioevo hacia el “Universo de la precisión” de la Modernidad

En esta unidad tenemos por objetivos que los alumnos:

1. Distingan las diferencias que definen a la física antigua y medieval del saber
matemático de la precisión.
2. Reconozcan las características de la ciencia moderna.
3. Conozcan los pasos del método hipotético deductivo empleado por Galileo.
4. Comprendan las condiciones que hacen posible el principio de inercia y el tipo de
cuerpo concebido en el mismo.
5. Puedan comprender por qué en el experimento de la Torre de Pisa los aristotélicos y
galileanos observaron la misma prueba pero arribaron a conclusiones distintas.
6. Vislumbren la esencial interrelación que se da entre “historia interna” e “historia
externa” en el denominado “caso Galileo”.
7. Reconozcan la importancia la búsqueda de certeza en el pensamiento de Descartes
que marca un hito en la historia de la filosofía, inaugurando de este modo con su
proyecto filosófico las características esenciales del mundo moderno.
8. Se apropien del vocabulario específico de la filosofía.

Ideas centrales de esta unidad

En esta unidad nos proponemos señalar las características principales que definen
el surgimiento de la ciencia moderna.
La física antigua y medieval fue esencialmente descriptiva y no buscaba ni la
exactitud ni la certeza en el entendimiento de los fenómenos naturales, aquello que
caracteriza a la ciencia moderna será precisamente la interpretación de esos fenómenos en
términos matemáticos
Para el hombre moderno el saber matemático se basa en la razón humana y es el
único que nos brinda certezas. Fue Galileo (siglo XVII) quien consideró que la naturaleza
misma, en tanto creación divina, podía ser entendida en clave matemática.
Desde esta interpretación del universo los cuerpos pierden sus características
sensibles (la forma y materia aristotélicas) y pasan a ser concebidos matemáticamente.

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A ello responde el principio de inercia, el cual presupone un espacio abierto, infinito


y vacío (incomprensible para Aristóteles) como medio en el que desarrolla el movimiento.
Sin embargo, este modelo moderno del universo de la precisión no fue aceptado por
los seguidores de Aristóteles, quienes se atuvieron al modelo de universo de su maestro,
basado en una idea de cosmos cerrado, finto y ordenado de acuerdo a la naturaleza de
cada cosa.
La controversia, entre aristotélicos y galileanos, llevó a que en el año 1589 Galileo
realizase su conocido experimento de la Torre de Pisa. En el mismo, Galileo intentó
confirmar su teoría del movimiento, según la cual la velocidad de caída de los cuerpos es la
misma para todos y no depende de sus naturalezas internas, sus pesos o su pertenencia a
distintos lugares naturales, como sostenía la física aristotélica.
El resultado de dicho experimento no llevó a que los contrincantes se pusieran de
acuerdo, pues al partir de ideas previas diferentes comprendieron de modo diferente lo que
observaron. Este experimento nos muestra que no existen los hechos puros sino que
siempre cada hecho resulta interpretado a la luz de un marco teórico previo.
Las innovaciones científicas de Galileo produjeron una gran reacción social y cultural
en su tiempo. La Iglesia Católica aferrada al modelo geocéntrico aristotélico-ptolemaico se
resistió a sus revolucionarias teorías.
No solamente hubo personas que no quisieron observar un nuevo universo a través
del uso del telescopio tal como Galileo lo había sugerido, sino que incluso fue condenado
por la Santa Inquisición a retractarse de sus ideas. El “caso Galileo” es un claro ejemplo
que nos muestra cómo la “historia interna” interactúa siempre con una “historia externa”
que no resulta ajena a su evolución.

La física antigua y medieval: “el mundo del aproximadamente”

La física antigua es una física descriptiva, que no iba va en pos de laexactitud en la


consideración y medida de los fenómenos naturales. Para los griegos, era claro que “la
realidad, la de la vida cotidiana, en medio de la que vivimos y estamos, no es exacta ni
matemática. Por el contrario, es el dominio de lo mutable, de lo impreciso, del “más o
menos”, del “aproximadamente”.
El pensamiento griego permaneció fiel a la idea de que la exactitud no pertenece al
orden de este mundo y que el “querer aplicar las matemáticas al estudio de la
naturaleza" es cometer un error y un contrasentido.
Para los griegos, en la naturaleza no hay círculos, elipses o líneas rectas. Sería

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ridículo pretender medir con exactitud las dimensiones de un ser natural: el caballo es
sin duda mayor que el perro, y menor que el elefante, pero ni el perro, ni el caballo, ni el
elefante tienen dimensiones estricta y rígidamente determinadas: entodas partes hay un
margen de imprecisión, de “juego”, de “más o menos” y de “aproximadamente”.
Los cuerpos de los que habla la física antigua aristotélica poseen materia y forma,
es decir, están compuestos básicamente de los elementos primarios, en mayor o menor
medida en cada caso. La tierra, el agua, el aire o el fuego están en sus naturalezas, y
además, poseen una cierta forma que los define. Así, por ejemplo, lo pesado y lo
liviano, el arriba y el abajo, lo húmedo y lo seco, son todas ellas categorías de análisis en
la física de Aristóteles.

La ciencia moderna
La ciencia moderna surge en Europa entre los siglos XVI - XVII. Sus fundamentos
aún sostienen el saber de nuestros días, aunque ha habido muchos cambios y quizás no
se pueda hablar de la ciencia actual como una mera prolongación o desarrollo de la
moderna. Por ello, se habla de la Posmodernidad y de una ciencia posmoderna, pero no
podemos entrar aquí en esa polémica.

Entre los nombres de los grandes genios que le dieron forma, destacamos, en
orden cronológico a: Nicolás Copérnico (de quien hablamos en la unidad N° 2), Galileo
Galilei, Johannes Kepler, Isaac Newton, Albert Einstein, con éste último ya ingresamos al
siglo XX.
Al final de este texto, dedicamos un apartado a Galileo Galilei, que nos permitirá
tener una perspectiva amplia sobre la relación de la historia interna y externa de la ciencia.
Veremos ahora sus características:

 Indagar el micro y el macrocosmos y buscar las leyes que lo rigen.


 Intentar dar precisa cuenta de los fenómenos de la naturaleza partiendo de
considerar que la naturaleza posee una estructura matemática.

 Aplicar el saber científico para asegurarse una intervención eficaz en todos los
campos posibles.

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El saber matemático como clave de acceso al “universo de la


precisión”

El matemático es un tipo de conocimiento que surge exclusivamente de la facultad


racional y, por eso, es el único saber que ofrece certidumbre.
Esta posibilidad se debe a su carácter estrictamente formal, vale decir, vacío de
todo contenido empírico. El matemático es un tipo de saber que no se extrae de las cosas
ni depende en absoluto de la realidad empírica, sino que se sustenta tan sólo en la razón
y puede ser aprendido sin referencia a las cosas.
Los entes de la matemática son entes ideales. Pensemos en el concepto de
“triángulo”. El mismo está y estará siempre unido al concepto de figura de tres lados, de
manera que cada vez que me imagino un triángulo, no puedo dejar de representarme al
mismo tiempo, tres lados y tres ángulos, más allá de la particularidad que estas
constantes presenten, de acuerdo a qué tipo de triángulo se trate..

Según Galileo, la naturaleza misma es matemática, es decir, posee una estructura


matemática, más allá de todo lo cambiante y perecedero que ella contiene. 1 El universo
es como un gran libro abierto ante nuestros ojos, que ha sido creado (y escrito) por Dios
en caracteres matemáticos.

Para conocerlo, dice Galileo, debemos primero conocer la lengua en la que ha


sido escrito, esa lengua fundamental se compone de signos matemáticos. Para entender
a qué se refería Galileo, basta recordar cualquier libro de física o química que estudiamos
en el colegio: lleno de fórmulas que no son más que la traducción a expresión matemática
de los fenómenos naturales. Ese es el legado de Galileo a la ciencia.
Dios, creador de la naturaleza, dotó de razón a los seres humanos y esa razón es
algo así como una chispa o luz divina que habita en el alma de los hombres. El
conocimiento humano no puede abarcarlo todo, lo limitado de la vida no lo permite. La
razón divina sí lo comprende todo. Pero, si el humano logra alcanzar una certeza
matemática, entonces, su entendimiento no es inferior al entendimiento de Dios. El
hombre puede alcanzar conocimientos tan precisos y objetivos como los que posee el
mismo Dios.
Dicho de otro modo, si bien el entendimiento humano es una expresión limitada y
falible de la ilimitada e infalible racionalidad divina, cuando alcanza un saber
1
Así también lo considera Leonardo Da Vinci. Tres siglos más tarde, en esta línea de
pensamiento, Albert Einstein sostuvo que “Dios no juega a los dados”.

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enteramente cierto, es decir, matemático, la razón humana iguala a la divina.


En cuanto al estudio de los cuerpos, Galileo propone distinguir dos aspectos: las
cualidades primarias y las secundarias.
Llama primarias a las características de las cosas que pueden ser cuantificables,
es decir expresables mediante medidas, como el número de las cosas, la figura, la
extensión, el peso, el volumen, la altura o la distancia. Éstas representan características
que pueden ser expresadas en fórmulas cuyas letras representan variables numéricas
(Ejemplo: La segunda ley del movimiento de Newton: F= m.a (fuerza es igual a masa
por la aceleración). El objeto de estudio de la física se trata de estas cualidades, que
considera primarias o reales.
Las cualidades sensibles o secundarias, que considera la física antigua o
aristotélica, como son el color, el sabor, etc., no son medibles con precisión ya que al ser
subjetivas, su apreciación varía de individuo a individuo.

El método de Galileo se lo conoce como hipotético deductivo y consta de tres


momentos.

Éstos momentos son:


1. Resolución o intuición: se analiza el fenómeno en cuestión y se lo reduce a sus
cualidades primarias –extensión, figura, número.

2. Composición o demostración: se elabora una hipótesis de carácter matemático


(una fórmula) en la que se relacionan los elementos a los que fue reducido el
fenómeno y se deducen matemáticamente las consecuencias de la hipótesis
propuesta.

3. Experimento: se realizan experimentos con el fin de poner a prueba las


consecuencias antes deducidas (Ejemplo, la determinación de la velocidad y el
ángulo de un proyectil). El experimento es la puesta en escena de la ley, en función
de la cual habrá que organizar y disponer la realidad.

La ciencia moderna que funda Galileo, al proponer pensar la naturaleza


solamente en términos de las cualidades primarias, se vuelve anti-intuitiva y
matematizada: se trata de buscar en la realidad física, química, biológica, pero después
también en el hombre y la sociedad y, en última instancia en todo el universo, las fórmulas
que permitan volver a los fenómenos calculables, predecibles, controlables.
Es el proyecto de una Mathesis Universalis, cuya expresión culminante tal vez sea
la célebre fórmula de Einstein E = m c²2.

2
(La energía (E) es igual a la masa (m) multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz (c2)

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Ejemplo del carácter matemático de la ciencia moderna: el principio


de inercia.
El carácter matemático de la ciencia queda expuesto con claridad en la
formulación que hace Galileo del principio de inercia. En su formulación del principio
Galileo comienza con estas palabras:

“Concibo en mi mente”… -vale decir, “me imagino”, “me represento”,


“intuyo” y sigue más o menos así-… "un cuerpo abandonado a sí mismo,
sobre un plano horizontal e infinito… (Y sostengo que)…ese cuerpo tenderá a
permanecer en el estado en el que se encuentre, de reposo o de
movimiento… puesto en movimiento, desarrollará de ahí en más un
movimiento rectilíneo y uniforme, indefinidamente… Siempre y cuando, claro
está, ninguna fuerza exterior actúe sobre el mismo" (…).

¿En qué tipo de cuerpo se está pensando aquí?


Evidentemente, no en un cuerpo real, con cualidades sensibles, pues ninguno
cumpliría con la representación conceptual exigida: el rozamiento de un cuerpo real con el
plano sobre el que se desplaza, tanto como la acción del aire, impedirían que el
movimiento siguiera indefinidamente; Más aún, la velocidad disminuirá progresivamente
hasta llegar a cero.
La detención ocurrirá siempre, puesto que no hay cuerpos que no estén
sometidos a la acción de alguna fuerza. Y Galileo sabía esto, por eso señala que el
principio se cumple siempre y cuando ninguna fuerza actúe...

De modo que el cuerpo y el espacio de los que habla Galileo no son reales en
absoluto, sino ideales, como lo son los objetos de la matemática.

El principio supone, entre otras cosas:


1. La posibilidad de aislar un cuerpo de todo otro.

2. El vacío, como medio en que se desarrolla el movimiento.

3. El espacio, considerado abierto e infinito.

4. La consideración de que el reposo y el movimiento son estados en los que


nada tiene que ver la naturaleza sensible del cuerpo.
Galileo descubre que la estructura misma de la naturaleza es matemática se
inclina por un método predominantemente a priori de alcanzar la verdad, inspirado en la
deducción matemática, y con apoyo en principios físicos para deducir consecuencias en la

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realidad.

La comprobación experimental de lo que previamente ha sido demostrado en su


necesidad, suele hacerse sólo para satisfacer a los espíritus incrédulos. Pero tampoco
sería justo ensañarse con su apriorismo intelectual 3. La adaptación del telescopio permitió
verificar algunas de sus conclusiones a través de las observaciones.Y el mismo Galileo
dice no querer hacer ciencia sobre un mundo de papel sino sobre aquel donde se dan los
fenómenos empíricos.

¿Observamos “hechos puros”?: El experimento de la Torre de Pisa

Quedó como un hito en la


historia de la ciencia el experimento,
quizá legendario, que llevó a cabo
Galileo Galilei en la torre inclinada de
Pisa (ciudad de Italia), allá por el 1589,
cuando se desempeñaba como profesor
de matemática en la universidad.
El experimento estaba orientado a
confirmar su teoría del movimiento, según
la cual la velocidad de caída de los
cuerpos es la misma para todos y no
depende de sus naturalezas internas, sus
pesos o su pertenencia a distintos lugares
naturales, como sosteníala física
aristotélica.

El llamado “experimento de la Torre de Pisa” revestía una importancia crucial:


había que dirimir, de una vez por todas, las disputas entre las viejas y las nuevas ideas,
representadas por aristotélicos y galileanos respectivamente.

La física de Aristóteles, como vimos, toma en cuenta la naturaleza sensible de los


cuerpos. Así, sostiene que la velocidad de caída de los cuerpos es proporcional a la
naturaleza de los mismos. Vale decir, que los cuerpos más pesados tienden a caer más
rápidamente porque es la tierra su lugar propio, al que pertenecen “por naturaleza”. Los
cuerpos livianos, en cambio, que “por naturaleza” pertenecen al espacio aéreo, tienden a

3
Apriorismo intelectual: cuando el entendimiento postula algo en forma independiente de la
experiencia, atendiendo solo a su propia ley.

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subir y les lleva mucho más tiempo caer.


Galileo entendía el movimiento a partir de una representación matemática en la
que no intervenía para nada lo sensible. Su explicación y demostración del movimiento
resultaba totalmente ajena a la mentalidad de la época, que estaba regida casi en su
totalidad por la física aristotélica.
Por sí sola, la ley del movimiento de los cuerpos de Galileo era suficiente para
conmover toda la física precedente. Si el experimento confirmaba su teoría, se
derrumbaba lo que se tenía sabido con firmeza acerca del espacio y su relación con el
tiempo.
En otras palabras, se produciría una transformación radical de lo que el hombre
entendía por naturaleza, por movimiento y por corporeidad. Sería una nueva manera de
conocer y experimentar la realidad tan novedosa que destruiría lo que la antigüedad y la
edad media tenían por verdadero acerca del Cosmos.

Aristotélicos y galileanos contemplaron atentos la prueba. Vieron todos lo mismo


pero no comprendieron, sin embargo, lo mismo.

Los cuerpos no emplearon tiempos iguales en su caída, sino que llegaron al suelo
con un pequeñísimo intervalo, el más pesado inmediatamente antes que el más liviano. El
resultado obtenido, más allá de la mínima diferencia, refutaba a Aristóteles, pues no
había ninguna proporcionalidad entre las diferencias de pesos y los tiempos de caída.

Los partidarios de la concepción aristotélica sostuvieron la hipótesis de su


maestro al mismo tiempo que aumentaron el recelo y la desconfianza frente a la teoría de
su adversario (Galileo).

Por su parte, Galileo insistió con su teoría y afirmó más decididamente su


principio, esto es que las velocidades de caída son idénticas, pudiendo haber una mínima
diferencia que se debe a que los cuerpos no caen en el vacío.

¿Cómo es posible que ante un mismo hecho se produzcan interpretaciones tan


diferentes? Unos y otros “vieron” lo mismo, pero no “comprendieron”, sin embargo, lo
mismo.

¿Qué conclusión podemos extraer entonces de esta divergencia? Pues que los
hechos, por sí mismos, no bastan para explicar nada, o bien, que pueden explicarlo
todo.
Y es que los hechos adquieren sentido sólo cuando son comprendidos en el
contexto de sus relaciones con otros, cuando son incorporados a un determinado
esquema o modo de ver las cosas, donde los hechos se inscriben y ocupan su lugar.

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Los hechos se vuelven inteligibles cuando se los interpreta a la luz de un marco


teórico previo.

El experimento de la Torre de Pisa muestra que no hay hechos crudos y mudos,


sino más bien interpretaciones, modos de comprender la corporeidad y el movimiento, en
este caso, dos modos opuestos de “ver” y “comprender” las cosas.

Unos y otros, pese a haber “visto” lo mismo, llegaron, sinembargo, a conclusiones


opuestas e irreconciliables. Observaron lo mismo, pero no “comprendieron” lo mismo. Los
galileanos insistieron con la imposibilidad de extraer las leyes de la observación de los
hechos; los aristotélicos, en cambio, confirmaron la influencia de la naturaleza propia del
cuerpo en el movimiento.

Portada de "Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano" segundo texto en
defensa de la teoría de Copérnico.

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El caso Galileo

Oscar Cuervo

Las innovaciones específicamente astronómicas de la modernidad se las


debemos a Copérnico y a Kepler. La solución del enigma físico que explica el movimiento
del universo, en su versión moderna, lo encontró después de Galileo, el inglés Isaac
Newton (1642-1727).
El rol de Galileo en esta revolución fue el más resonante, dado que a él le
correspondió transformar una discusión de expertos en una polémica pública.
Su talento literario y su astucia política lo llevaron a poner el problema del
heliocentrismo al alcance de las personas comunes. Escribía libros en los que, en lugar
de los cálculos que usaban Copérnico y Kepler y que eran extraños e incomprensibles
para la mayoría, ponía a discutir a personajes que hablaban en una lengua comprensible
para la mayoría.
Por ello, se lo puede considerar un divulgador, pero además un activista de la
revolución copernicana. Galileo emprendió giras por las ciudades europeas en las que
explicaba a públicos no iniciados argumentos para hacer admisible la idea del movimiento
de la Tierra.
En 1609 se le ocurre una idea genial: observar el cielo a través del telescopio, un
instrumento que él no inventó.
Unos pulidores de lentes holandeses
habían combinado dos lentillas para aumentar
el tamaño de los objetos alejados. El telescopio
en un principio fue usado por los navegantes,
pero al enterarse de su existencia Galileo probó
sus propios modelos y apuntó con su
telescopio al cielo.
El resultado fue asombroso, porque el
cielo mostró un aspecto enteramente
desconocido hasta ese momento: los cráteres
de la luna, las manchas solares,nuevas
estrellas, los satélites de Júpiter (lo que le
permitió observar un modelo visible del sistema
solar), las distintas fases de Venus.
El cielo se mostró más rico y variado de lo que ningún astrónomo hasta el
momento había soñado. La Vía Láctea, que hasta ese momento se había considerado un
resplandor difuso, quizás un reflejo engañoso, era en realidad una gigantesca colección
de estrellas demasiado débiles y juntas como para ser percibidas a simple vista.

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De esta manera, Galileo desplazó la discusión entre el geocentrismo y el


heliocentrismo desde una especulación matemática hacia un universo concreto y tangible.
Con la fascinación de esas novedades, invitó a las personas comunes a observar
por el telescopio y ver un nuevo cielo. Incluso se atrevía a sugerir que cualquiera podía
construir, mediante una combinación de cristales, su propio telescopio.

Por ello la contribución decisiva de Galileo desbordó el plano de la hoy llamada


“historia interna” de la ciencia.

Casi un siglo después del inicio de este proceso con Copérnico, la innovación
muestra su carácter revolucionario, en el sentido más político del término.

En libros como Diálogo sobre los dos sistemas máximos, Galileo propone una
escena de lucha dialéctica. El contrincante a vencer es el escolástico que cree que en los
libros del Magister Aristóteles se hallan las respuestas a todos los enigmas de la
naturaleza.

Para Galileo, la verdad no hay que buscarla en los libros, sino en el mundo, al que
considera otro texto, distinto al de los libros escolásticos:
“La filosofía está escrita en este libro que tenemoscontinuamente
abierto ante nuestros ojos (el universo, yo digo), pero que no puede
entenderse si antes no se aprende a entender la lengua y conocer los
caracteres en que está escrito. Está escrito en lengua matemática, y los
caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas sin cuyo
medio esimposible humanamente entender una palabra: sin ellos, todo es
errar vanamente por un oscuro laberinto” ( Il Saggiatore, Galileo Galilei,
1623).

Este pasaje de es de una audacia que excede la dimensión astronómica en que


hasta entonces se había desenvuelto el problema.

Galileo pone en cuestionamiento toda la concepción medieval del saber, que


prefería suponer que la verdad ya estaba escrita y solo era necesario acudir a los libros
correctos.

Contra ese dogmatismo de la Escolástica, el pensador sugiere que hay un texto


que tenemos ante los ojos: el universo mismo.

Pero la idea de que el universo sea un "texto" contradice cualquier interpretación


simplificadora que diga que la ciencia moderna se basa en la directa observación. Un
texto requiere conocer la lengua en que está escrito. Por lo tanto, no se trata solamente
de observar sino de saber observar.

Al proponer una clave matemática para no perderse en las observaciones “como


en un oscuro laberinto” se advierte que también Galileo estaba inserto en una mentalidad

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neoplatónica: también para él debía irse más allá de las apariencias sensibles en
búsqueda de una estructura subyacente que les dé sentido.

Entonces, Galileo no solo superó a sus adversarios escolásticos sino se


adelantó a desmentir las posteriores interpretaciones empiristas 4 y positivistas5 que
concebirían a la ciencia como el resultado de la mera observación.

La prioridad matemática del saber moderno queda establecida desde la posición


galileana. Es fácil comprender que, además de contar con desconfianza radical hacia el
saber impuesto por la tradición, un sujeto moderno necesita cuestionar también la
apariencia inmediata de las cosas. Después de todo, la humanidad había vivido siglos
“observando” la inmovilidad de la Tierra y el movimiento del Sol.

No solo era preciso destituir la autoridad de Aristóteles, sino además la de las


apariencias inmediatas.

Galileo primero concibió la naturaleza y a partir de estos conceptos, requirió


encontrar las observaciones que la hicieran concreta.
Obviamente, la propuesta de Galileo demandaba una transformación en cuanto a
la concepción de la filosofía de la ciencia. No se trataba solo de que los aristotélicos
estuvieran equivocados porque estaban leyendo los libros incorrectos, sino de que
estaban errados porque no es en los libros que hay que buscar el saber.
Así, se desafiaba al mismo tiempo al geocentrismo y a la escolástica, para
proponer un nuevo modelo de saber y aceptar la propuesta galileana implicaba una
profunda subversión política: cada individuo podría producir el saber desde sus propias
facultades, sin apelar a las autoridades externas.
La Iglesia dejó durante algunos años a Galileo propagar sus ideas, su práctica
científica atentaba contra un orden establecido, dado que él respondía a un nuevo tipo de
científico ubicado fuera de la tutela de la Iglesia. Las jerarquías católicas se habían ido
endureciendo desde la época de Copérnico, sobre todo porque había ocurrido el cisma 6
teológico que dio lugar a la Reforma Protestante.
La respuesta católica fue iniciar una persecución de toda posible “desviación
herética”.
El tribunal de la “Santa Inquisición” emprendió, bajo el clima represivo de la
Contrarreforma, una caza de herejes en la que cualquier pensador mínimamente disidente
podía terminar en la hoguera. Galileo, consciente de sus riesgos pero a la vez
confiado de su poder persuasivo, declaraba que no poseía ningún ánimo de cuestionar a

4
Empiristas: corriente filosófica moderna (siglos XVII y XVIII) que sostiene que la base del conocimiento
humano proviene de la observación de los hechos.
5
Positivistas: posición filosófica del siglo XIX, cuyo principal exponente es Augusto Comte. Sostiene que la
ciencia es la forma de conocimiento más objetiva y mejor fundamentada porque se basa en la observación de
los hechos.
6
Cisma: separación, fractura
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la autoridad religiosa en materia de los dogmas de la fe, pero a la vez argumentaba que el
conocimiento de la naturaleza no se vinculaba a esta fe.
Para ello proponía distinguir entre verdades de fe (de orden sobrenatural, a las
que se accede mediante la revelación divina) y verdades de orden natural (a las que
cada individuo está en condiciones de acceder por sus propias potencias).
Hoy nos suena una salida razonable: se trataba de separar la fe de la ciencia,
como dos regímenes no opuestos sino autónomos.
Galileo trataba de convencer a sus interlocutores de que no hacía falta
desprenderse de las Escrituras (en las que decía creer), sino separar la religión de la
cosmovisión geocéntrica, que no se hallaba en la Biblia sino en el antiguo saber griego.
Por más razonable que hoy nos resulte, esta propuesta era inaceptable para la
Iglesia, habituada durante siglos a ejercer un control total de la producción y circulación
cultural y científica.
Después de diversas advertencias y amonestaciones, que en algún caso Galileo
había eludido gracias a sus contactos con jerarquías de la Iglesia, en 1633 el tribunal de
la Inquisición decidió procesar y finalmente condenar como una herejía la doctrina
heliocéntrica defendida por Galileo.
Él no había sido su autor, pero se había convertido en su más peligroso militante.
Dicho tribunal conminó7 a un Galileo ya anciano y casi ciego a desdecirse de la citada
doctrina.
Entonces, Galileo se retractó:
"Yo, Galileo, hijo de Vincenzo Galileo de Florencia, a la edad de 70 años,
interrogado personalmente en juicio y postrado ante vosotros, Eminentísimos
y Reverendísimos Cardenales, en toda la República Cristiana contra la
herética perversidad, Inquisidores generales; teniendo ante mi vista los
sacrosantos Evangelios, que toco con mi mano, juro que siempre he creído,
creo aún y, con la ayuda de Dios, seguiré creyendo todo lo que mantiene,
predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia.
Pero, como, después de haber sido jurídicamente intimado para que
abandonase la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no
se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no
podía mantener, defender o enseñar de ninguna forma, ni de viva voz ni por
escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de que se me comunicó que
la tal doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, escribí y dia la imprenta un
libro en el que trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones
con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado
por este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de
haber mantenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que

7
Conminar: requerir a alguien el cumplimiento de un mandato, bajo pena sanción determinada.

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la Tierra no es el centro y se mueve.


Por lo tanto, como quiero levantar de la mente de las Eminencias y de
todos los fieles cristianos esta vehemente sospecha que justamente se ha
concebido de mí, con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y
detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y cada
uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia. Y
juro que en el futuro nuncadiré ni afirmaré, de viva voz o por escrito, cosas
tales que por ellas se pueda sospechar de mí; y que si conozco a algún
hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al
Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre.
Juro y prometo cumplir y observar totalmente las penitencias que me han
sido o me serán, por este Santo Oficio, impuestas; y si incumplo alguna de
mis promesas y juramentos, que Dios no lo quiera, me someto a todas las
penas y castigos que me imponen y promulgan los sacros cánones y otras
constituciones contra tales delincuentes. Así, que Dios me ayude, y sus
santos Evangelios, que toco con mis propias manos.
Yo, Galileo Galilei, he abjurado, jurado y prometido y me he obligado; y
certifico que es verdad que, con mi propia mano he escrito la presente
cédula de mi abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el
convento de Minerva este 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he
abjurado por propia voluntad.

De no haberse retractado, es posible que él corriera la suerte de tantos otros que


encontraron la muerte en la hoguera. Dice la tradición oral (pero obviamente, a diferencia
de su retractación, no existen constancias irrefutables de ello) que al retirarse del tribunal
Galileo dijo en voz muy baja: “Y sin embargo se mueve”. En los pocos años de vida que
le quedaron, siguió defendiendo el modelo heliocéntrico.
Murió 9 años después y solo sus discípulos llegaron a ver el triunfo final del
heliocentrismo. Pero en el enfrentamiento entre Galileo y sus inquisidores, ¿quién ganó?
¿Acaso los inquisidores, que tuvieron una vez más la satisfacción de ejercer su poder,
obligando a humillarse ante ellos a uno de los hombres más brillantes de su época? ¿Tal
vez triunfó Galileo, que tuvo la astucia de fingir lo que no creía para salvar el pellejo y
seguir trabajando por su idea?
Galileo tuvo que volverse hipócrita para sobrevivir. Su decisión trazó el destino de
una ciencia moderna que dice una cosa y hace otra. Él decía que el hombre puede saber
por sus propios medios, en vez de repetir escolarmente lo que está escrito en los libros.
Hoy en nuestras aulas se repiten las ideas de nuestros nuevos textos sagrados,
que son las ideas que Galileo defendía. Entonces, ¿quién ganó?

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Epílogo
Entre las astucias de Galileo se encuentra la de percatarse de que no bastaba
con desechar la astronomía aristotélica- ptolemaica, sino que era necesario también
producir una nueva física acorde con la cosmología heliocéntrica.
No fue él quien logró desarrollar esta nueva física, aunque empezó a delinear
algunos esbozos con su primera formulación del principio de inercia, que luego sería
precisado por Isaac Newton en su libro Philosophiæ naturalis principia matemática, en el
que postuló además la fundamental ley de la gravitación universal a la que la ciencia
moderna le adjudicaría un alcance sin restricciones en todas las regiones del universo.
Con una sola ley Newton se propuso explicar la mecánica del universo entero, la
caída de los cuerpos en el espacio terrestre tanto como el movimiento de los planetas
alrededor del Sol y el de los satélites alrededor de los planetas.

Esto ocurrió en 1685, un siglo y medio después de que Copérnico postulara su


primera versión del heliocentrismo.
Así, finalmente, en el término de varias generaciones se desalojó
completamente la antigua cosmovisión de los griegos y se desencadenó la poderosa
maquinaria de la ciencia moderna.
El triunfo fue tan grande que hasta la Iglesia tuvo que aceptar finalmente el acierto
de Galileo y su propio error al condenarlo. Este triunfo conlleva el peligro de haber
desalojado un antiguo dogmatismo para poner en su lugar un dogmatismo más eficaz.

Introducción al Pensamiento Científico - Asti Vera Dufour - Mónica Giardina Página 15

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