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Historia del pensamiento:

Lección 15
Ramón Cortés Fernández, Sonia Lluesma Vila, Agustín Castillo Alallón,
Paula Jiménez Valero.

Para entender nuestra propia naturaleza hay que entender que la conciencia no es algo
natural, sino que se ha formado a lo largo de la historia. O dicho de otra manera, lo que
somos es producto del devenir histórico. Y que el despertar de la conciencia histórica y el
positivismo son productos de la revolución científica, que es el pilar fundamental de la
modernidad. El despertar de la conciencia histórica surge entre la oposición de las ciencias
naturales y las ciencias humanas. Es decir, el debate de si lo que hacen los historiadores se
puede considerar ciencia.

OPOSICIÓN CIENCIAS NATURALES Y HUMANAS


Charles Percy Snow, físico y novelista inglés de la modernidad, define en una conferencia
(1959) el enfrentamiento entre las dos culturas; la científica y la humana. Demuestra que
están mejor valoradas las ciencias naturales. Para conocer la jerarquía entre los saberes es
necesario determinar cómo surge la oposición. Esta oposición es producto o resultado final
del movimiento que surge en la modernidad llamado el positivismo. Los positivistas
establecen tres principios:
1. Monismo metodológico, el método de las ciencias es solo uno.
2. La matematización del saber, si algo es conocimiento debe ser posible
matematizarlo, procedente de la tradición copérnico-galileana.
3. Anticipar o predecir los fenómenos, el verdadero conocimiento permite la capacidad
de predicción, es propio del conocimiento científico. Esta obsesión por la precisión y
la predicción provoca que los conocimientos de los antiguos (autores anteriores a la
“modernidad”) se reduzcan,ya que si no se pueden cuantificar serán considerados
como conocimientos casi imaginarios e irreales. De esto trata, por ejemplo, la física
moderna de Newton.

Este hecho nos demuestra el destino que han sufrido las ciencias humanas que han
intentado automatematizarse, mientras que otras se basan más en la comprensión de los
fenómenos y no tanto en la perspectiva cuantificable. En este proceso, todo conocimiento
que no sea cuantificable o matematizable no es verdadero, por lo que se produce un
empobrecimiento de los propios conocimientos.
En el siglo XIX comienza a surgir la conciencia histórica y se presenta la necesidad de un
saber como la historia. Aunque en la Ilustración ya ocurriera una apertura del conocimiento
histórico para una idea de progreso de la humanidad, fue casi un traspaso de la concepción
providencialista del cristianismo (el desarrollo de la sociedad humana se determina por
fuerzas misteriosas y externas respecto al proceso histórico: Dios) pero desde una
perspectiva secularizada (laica).

La Ilustración se opondrá a las concepciones decadentista que dicen “lo bueno siempre
quedó atrás” o “cualquier tiempo pasado es mejor”, por lo que plantean una concepción
progresista. Estas ideas del siglo XVIII cobrarán importancia en el siglo XIX, donde autores
como Hegel, Marx, Darwin tienen un compromiso con ellas. En este momento la sociedad
que estaba comprometida con la ciencia moderna y el despertar de esta conciencia histórica
empieza a creer que somos resultado de un devenir histórico, y por lo tanto, de la
historicidad de la humanidad. Sin embargo, esto iba en contra del positivismo, ya que es
contradictorio a esa característica de la búsqueda de leyes generales, no es lo mismo una
ley de la física que una hipótesis de un historiador, por lo que plantean cuestiones como:
¿es necesario o se puede buscar leyes generales en la historia?, ¿no se pueden establecer
leyes generales ya que la historia solo sucede una vez?

Por lo que esa conciencia histórica que demuestra al ser humano como resultado del
devenir histórico es contraria con la idea de una ciencia de la naturaleza humana, que
establecía que la naturaleza humana siempre ha sido igual.

La conciencia histórica hizo comprender que si nos interesa saber lo que somos, esa
cuestión nunca se podrá cerrar absolutamente. En palabras de Ortega; “El hombre no tiene
naturaleza sino historia, lo que somos hoy sólo podemos explicarlo si consideramos el
pasado particular y colectivo”. Por todo esto, muy pronto resultó evidente que si queríamos
conocer la realidad humana no sería posible con el método propuesto por los científicos
naturales, ya que está realizado para realidades invariables y se quería utilizar para estudiar
un objeto de estudio que tiene como característica su capacidad de variación. Esto dio una
dicotomía entre el positivismo y el historicismo, y además, plantea el problema de
establecer una método para cada tipo de ciencia.

Todo esto se resume con la tensión entre el método de la explicación de los científicos
naturales y el método de los humanistas que es más una comprensión o interpretación del
fenómeno más que una explicación propiamente dicha. O como diría Dilthey la oposición
entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu.

EXPLICACIÓN DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL POSITIVISMO


1. MONISMO METODOLÓGICO
Se trata de una idea que está en los orígenes de la modernidad, el mismo Descartes se
desenvuelve hasta culminar en el positivismo. Su Discurso del Método, será el prólogo
metodológico de tres ciencias: la dióptrica, la geometría y los meteoros. Este discurso, que
según Descartes todo científico debería seguir para avanzar en un problema y un área del
conocimiento, es testimonio del monismo metodológico. Se basa en 4 reglas:
- La regla de la certeza/evidencia, nada puede considerarse verdadero si no se ha
demostrado totalmente evidente a mis ojos/conciencia.
- La regla del análisis, descomponer el problema en partes más simples para
encontrar la solución. Esta actitud ha dominado y domina el paradigma moderno
científico. Descartes no es el primero en expresar este análisis y la síntesis, Galileo
ya lo hizo en su estudio de las trayectorias de los proyectiles.
- La regla de la síntesis, después de descomponer el problema, se vuelven a juntar
las partes.
- La regla de la enumeración, recorrer el proceso para asegurarnos de no haber
dejado nada. La enumeración puede ser de dos tipos, si es del análisis se llama
recuento y si es de la síntesis se denomina revisión.

Además Descartes establece dos modos de conocimiento: la intuición y la deducción, y la


duda metódica. Esta última está configurada en tres “escalones”: la fiabilidad de los
sentidos, la hipótesis del sueño y el genio maligno. Con todo ello llegaría a obtener su
archiconocido criterio de certeza “Pienso, luego existo”.

Francis Bacon también estaba centrado en esta descomposición de problemas como


método de estudio. Él propondría el método inductivo (similar al de Descartes), el cual dice
que a partir de un principio se pueda generalizar. Este procedimiento le convirtió en uno de
los autores más importantes entre los empiristas.
Otro autor que está obsesionado con la metodología es Spinoza y su método basado en los
tratados geométricos, axiomas y generalizaciones. Diderot y D’Alembert también plasmaron
ese carácter universal metodológico en su obra de la Enciclopedia metodológica. Leibniz
era defensor de la characteristica universalis/mathesis universalis, y decía que una disputa
se resolvería como una suma, pero solo cuando se elaborara un método que diera a cada
idea un solo signo, por lo que una idea compleja equivaldría a la suma de las ideas sencillas
que la componen.
El autor Auguste Comte influirá de forma importante en el positivismo. Es el padre del
positivismo filosófico como concepto, ya que hasta el propio autor es consciente de que las
ideas del positivismo eran anteriores a él. Este escribe el Curso de Filosofía Positiva, y en
su prólogo escribe; por filosofía positiva entiendo solo el estudio propio de las distintas
ciencias pero en medida que se hayan establecido bajo un método único.

Un saber unificado porque la realidad es única, por lo cual el saber necesita solo un método.

Entonces, la ciencia moderna entiende como conocimiento todo lo que puede pasar por la
matematización. Aristóteles defiende que no tiene sentido aplicar a todo objeto de estudio el
rigor de la matemática porque esa exactitud no se puede plasmar en el debate de la moral,
por ejemplo.

1. MATEMATIZACIÓN DEL SABER


Desde los orígenes griegos las matemáticas son consideradas el canon del saber, como
saber ideal, y autores como Galileo, Descartes y Newton traspasaron esa teoría de la
matematización de la realidad (del mundo ideal) a la práctica (al mundo físico). Por tanto
volviéndolo real, por ejemplo Kepler sería el primero en aplicar la matemática en la física. La
física matemática se volvió un modelo para regir qué era una ciencia, hablando
epistemológicamente.
2. CAPACIDAD DE PREDICCIÓN
Aristóteles para predecir algo iba a su pasado, con su teoría de las cuatro causas con la que
se conoce científicamente un objeto (para él conocer algo es reconocer sus causas). En la
modernidad lo que cambia es que se mira al pasado para predecir, o mirar el pasado para
ver el futuro. Es por esto que para los positivistas la historia no es una ciencia ya que no se
puede saber lo que pasará en el futuro. Comte dijo: hay que saber para poder prever los
fenómenos, y se prevén los fenómenos para controlarlos, este será un principio fundamental
para la modernidad. Están tan obsesionados con la predicción que a veces predecir,
equivalía a conocer, por lo que a veces se sacrificaba la “verdad” en el altar de la exactitud,
un ejemplo de esto es la física newtoniana.

EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA HISTÓRICA


La idea de conocimiento antiguo es decapitada por la modernidad ya que para la ciencia
moderna todas las dimensiones de la realidad que no admiten un tratamiento estrictamente
cuantitativo van a ser tratadas como subjetivas e irrelevantes. Existen ciencias como la
psicología o sociología que han intentado asimilarse al verdadero planteamiento científico,
que a veces se tiene como estrictamente cuantitativo. Intentan obsesivamente tratar de
obtener sus conocimientos en una clave matemática por ejemplo con la estadística.
Mientras que hay otras tradiciones que adoptan una actitud más hermenéutica y de
compresión de los fenómenos intenciones y deseos, no tan solo de la cuestión objetivable.

El problema de la ciencia, para poder prever los fenómenos es necesario eliminar muchas
dimensiones de la realidad que no son susceptibles de cualificación. Por ejemplo, es
imposible establecer una medición precisa de dolor de fiebre, esa sensación subjetiva del
que sufre el dolor, de la experiencia, eso no se puede someter a cuantificación sin embargo
la temperatura del cuerpo para saber si tienes fiebre si puede dar una cuantificación exacta.
Ignorando la experiencia no cuantificable ponemos en riesgo el estudio de una parte de la
realidad.

Comienza a abrirse paso una conciencia histórica a finales del siglo XVIII, se hace presente
la importancia de un saber como la historia. Los europeos (ilustrados) tenían la clara
conciencia que había un inmenso progreso por delante que acometer si las sociedades se
dejaban guiar por el conocimiento y el saber. En ese sentido, un ideal del progreso no
puede nacer más que en un tiempo que acepta la linealidad del propio tiempo y admite que
el futuro está abierto y podemos darle forma.

La idea de progreso de la ilustración, la esperanza, la marcha de que la historia avanza


lentamente pero avanza inexorablemente hacia mejor en el fondo lo que intenta es
transformar la concepción providencialista que caracterizaba a la concepción de la historia
del mundo cristiano y judio en general. Concepción providencialista: la idea de lo que pasa
en la historia es en el fondo el resultado de los designios de un dios cuyos últimos decretos
son misteriosos para nosotros, las cosas ocurren porque Dios quiere que ocurran, la historia
tiene un sentido que es trascendente a la humanidad.
La ilustración transforma esa idea de providencia divina a una historia que hacemos
nosotros, los hombre y mujeres y por lo tanto puede ir hacia mejor, siempre que las
sociedades se dejen guiar por la razón.

La ilustración se opondrá a las ideas decadentistas de la historia, que lo bueno siempre


quedó atrás: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. La revolución francesa supuso para la
ilustración que las sociedades podían caminar por sí solas con valores más libres en los
gobiernos. Esta idea que los ilustrados promovieron en ensayos y disertaciones sobre el ser
humano y su progreso se profundizan y se visibilizan en el siglo XIX. Los ilustrados de este
siglo tienen un compromiso claro como Hegel y Marx.

La idea de que somos lo que somos como resultado de la histórica que nos ha hecho, es
decir, cobrar conciencia de la historicidad, está en conflicto con el positivismo.

En conclusión, la actitud positivista que entiende el conocimiento como algo que busca lo
universal y necesario frente a la actitud historicista en lo que respecta a los hombres y
mujeres a lo largo de la historia va concretando y transformándose como resultado del
devenir histórico. Esta actitud se confía en la naturaleza humana ilustrada y llevar a cabo
una ciencia de la naturaleza humana a lo largo de la historia que entra en conflicto en el
siglo XIX, porque los historiadores exponen que las cosas no vuelven a pasar dos veces de
la misma manera.

La conciencia histórica del siglo XIX comprende que si realmente lo que nos interesa en la
ciencia histórica es descubrir lo que somos los seres humanos, esa reconstrucción nunca
podrá ser cerrada.

Ortega: el hombre no tiene naturaleza, tiene historia. La concepción de Ortega sobre la


historia establece que solo podemos saber lo que somos hoy si tenemos en cuenta el
pasado. La idea de Ortega es que nosotros los seres humanos somos lo que somos en la
forma del haber sido, es decir, lo que somos hoy solo podemos explicarlo por lo que fuimos
en el pasado de manera individual y colectiva. Ese pasado es el que lanza una sombra
sobre nosotros, la cual no nos podemos quitar de encima, estamos formados por un tiempo,
nuestras decisiones pasadas de una forma están determinando lo que somos, por lo que si
alguien quiere conocer la identidad del sujeto no lo puede hacer sin comprender el proceso
por el cual ha llegado a su punto actual.

No podemos responder a la pregunta de quiénes somos, sin tener en cuenta nuestro


pasado. Aquí se consuma la secularización que caracteriza la modernidad, para la filosofía
pre moderna, la humanidad es obra de Dios, desde su punto de vista el lugar de Dios ahora
lo ocupa la historia, esta es la que ha hecho que la humanidad sea como es.

Marx dice que en el fondo es la violencia que acompaña a la historia la que se constituye en
parte de la humanidad. Resulta evidente que, para investigar la condición humana, no se
puede hacer mediante una ciencia positivista, sino a través de la historia. El siglo XIX, lugar
de choque entre el positivismo y el historicismo, cada disciplina necesita su propia
metodología. Existe la necesidad de distinguir entre ciencias de la naturaleza y las ciencias
del espíritu.

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