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DEL S. XX
1. M. Buber
2. E. Levinas
3. La logoterapia de V. Frankl
a) Perfil y obras.
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a la familia, a la educación, a la sociedad2… con el diálogo, la ética…, pues todas
esas aperturas son segundas respecto de la apertura constitutiva y más relevante
que es la persona humana en su intimidad, la cual ya es abierta, trascendente. El
hombre es ‘social’ por naturaleza porque es ‘relación trascendental’ como perso-
na. Con palabras clásicas cabe decir que no se desea atender al ‘tener’ humano,
sino al ‘ser’ personal. Esto comporta que se está preguntando si, en antropología,
el psicoterapeuta vienés ha advertido que la persona (el ‘acto de ser’ humano) es
realmente distinta, por superior, a lo común de los hombres, es decir, a lo psíquico
(la ‘esencia’ humana) y al cuerpo humano (la ‘naturaleza’ humana).
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persona tampoco es un ‘medio’, porque las nociones de ‘medio’ y ‘fin’ son pro-
pias de la metafísica, que trata del fundamento necesario y de lo fundado necesa-
riamente por él, pero no lo son de la antropología trascendental, que versa sobre lo
libre, que la persona ni puede ser fundada ni fundamento, pues de serlo sería
contradictoria; por ende, tales nociones no sirven para hablar de la persona.
Pero si el lector no tiene tiempo para, o deseo de, seguir el examen antropo-
lógico que aquí se va a llevar a cabo, o quiere ya un adelanto del desenlace, se le
puede anunciar que la respuesta a la precedente pregunta es en parte afirmativa y
en parte negativa. En efecto, la antropología de Frankl es trascendental en su plan-
teamiento, a saber, en la medida en que distingue en el hombre la persona de lo
psíquico y de lo corpóreo; o dicho de otro modo, en cuanto que estima que el ser
del hombre es distinto, superior e irreductible a lo que conforma el tener humano.
No es trascendental, en cambio, en su descripción del tema en cuestión, la perso-
na, en cuanto que las notas que atribuye a la intimidad personal humana no están
del todo bien perfiladas, pues en muchos textos las entiende como características
que admiten confusión con dimensiones manifestativas humanas. Tampoco lo es,
por lo general, en los métodos o niveles de conocimiento que ejerce para hacerse
cargo de dicho tema. En lo que sigue se procederá a la fundamentación de estas
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Las observaciones que se harán en este trabajo deben su orientación a los descubrimientos de la antropología trascen-
dental de Leonardo Polo. Cfr. de este autor sus dos tomos cumbre de antropología: Antropología trascendental, I. La per-
sona humana, Pamplona, Eunsa, 1999, Antropología trascendental, II. La esencia de la persona humana, Pamplona, Eun-
sa, 2003. Como introducción a esos volúmenes pueden servir sus libros: Quién es el hombre, Madrid, Rialp, 5ª ed., 2003, y
Presente y futuro del hombre, Madrid, Rialp, 1993, aunque también pueden ser útiles en esta dirección estos otros trabajos
de dicho autor: La persona humana y su crecimiento, Pamplona, Eunsa, 1996, Persona y libertad, Pamplona, Eunsa, 2007
y La esencia del hombre, Pamplona, Eunsa, 2011.
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dos tesis, una temática y otra metódica. Pero antes de adentrarnos poco a poco en
los entresijos de su antropología repasemos brevemente su vida, obra y su encua-
dramiento.
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FRANKL, V., PAT, 23-4. Las obras de Frankl, citadas en siglas en este trabajo, corresponden a las siguientes referen-
cias: AVE: Ante el vacío existencial. Hacia la humanización de la psicoterapia, Barcelona, Herder, 1980. BDSV: Búsqueda
de Dios y sentido de la vida. Diálogo entre un teólogo y un psicólogo, Barcelona, Herder, 2005. EJ: Las raíces de la logo-
terapia. Escritos juveniles, Barcelona, Herder, 2007. HBS: El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herder, 1980.
HBSU: El hombre en busca del sentido último. El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano, Barcelona
Herder, 1997. HD: El hombre doliente, Barcelona, Herder, 1987. IPH: La idea psicológica del hombre, Madrid, Rialp,
1984. LAE: Logoterapia y análisis existencial, Barcelona, Herder, 1990. M. Lo que no está escrito en mis libros. Memo-
rias, Buenos Aires, San Pablo, 1997. PaE: Psicoterapia y existencialismo. Escritos selectos sobre logoterapia, Barcelona,
Herder, 2ª ed., 2001. PAT: La psicoterapia al alcance de todos, Barcelona, Herder, 1986. PDE: La psicoterapia y la digni-
dad de la existencia, Buenos Aires, Almagesto, 1992. PES: En el principio era el sentido. Reflexiones en torno al ser hu -
mano, Barcelona, Paidós, 2000. PH: Psicoterapia y humanismo, México, FCE, 1992. PID. La presencia ignorada de Dios,
Barcelona, Herder, 1977. PPM: La psicoterapia en la práctica médica, Buenos Aires, Plantín, 1955. PsE: Psicoanálisis y
existencialismo, México, FCE, 4ª ed., 1963. RV: Raisons de vivre, Bellegarde, Ed. du Tricorne, 1993. SB: Sincronización
en Birkenwald, Barcelona, Herder, 2013. SSV: Sacerdocio y sentido de la vida, Milano, Ares, 1970. THL: Tras las huellas
del logos. Correspondencia con Viktor E. Frankl, Buenos Aires, San Pablo, 1996. VS: La voluntad de sentido, Barcelona
Herder, 1988.
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más, en lo que precede cabe ver más un mérito de Frankl que un demérito, pues si
fue capaz de alcanzar lo trascendental de lo humano, a saber, la persona, esto indi-
ca que tal saber también está al alcance de otros filósofos, de modo que son menos
excusables los pensadores que a lo largo de la historia de la filosofía no lo han al-
canzado y los que ni siquiera consideran dicha temática; o expuesto ‘sin acritud’
pero en lenguaje propiamente filosófico: éstos otros pensadores son menos filóso-
fos que uno que no fue filósofo ‘de profesión’: Frankl. En efecto, los pensadores
más profundos son aquellos que abordan los temas reales más radicales y que lo
llevan a cabo con mayor acierto. Como no existe realidad (creada e increada) su-
perior a la personal –actos de ser personales–, y como Frankl acierta al sostener
que dicha realidad es la superior en el hombre, ergo…
Que Frankl no usa el lenguaje técnico de los filósofos, patet. Por eso no lla-
ma a los temas antropológicos que descubre en la intimidad de la persona como
los pocos filósofos que han dado con ellos. Por tanto, no encontraremos en él alu-
siones, por ejemplo, al intelecto agente, a la libertad trascendental… Pero como
descubre que la persona humana es superior a lo psíquico y corpóreo, la designa
algunas veces con palabras apropiadas y certeras (persona, espíritu, corazón…).
Tampoco conoce cómo se ha llamado por parte de la tradición filosófica a los di-
versos niveles de la teoría del conocimiento humano que nos permiten conocer las
diversas capas de lo humano. Por eso, no encontraremos en sus escritos ni una pa-
labra referente, por ejemplo, al hábito de sabiduría o a la sindéresis. Sin embargo,
es obvio que ejerce dichos niveles noéticos humanos cuando sus descripciones de
los temas humanos son acertadas, ya que estos temas sólo pueden ser conocidos
por tales niveles, a los cuales llama con sus propias palabras, respectivamente, sa-
biduría del corazón y conocimiento premoral. De modo que estamos ante un autor
cuya antropología confluye en parte con los descubrimientos filosóficos más radi-
cales sobre el hombre habidos en la historia del pensamiento occidental, tanto los
de la tradición clásica como los del s. XX; un autor, por tanto, aprovechable de
cara a la posteridad, es decir, para seguir ahondando en sus descubrimientos. Con
todo, junto con la exposición de estos aciertos, se indicarán asimismo otros puntos
que no son tan acertados.
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entre el modo de ser humano único y las variadas maneras de ser de las que parti-
cipa. En pocas palabras la existencia humana es unitas multiplex, para hablar con
las palabras de Santo Tomás. Pero cuando se trata de la existencia humana no con-
viene ni el pluralismo ni el monismo”11. Esta tesis la encontramos repartida en
otras partes de su obra12. Como se ve, esa unidad la entiende como ‘totalidad’
(Gesamtheit), término que es legítimo predicar del sustantivo común ‘hombre’,
puesto que éste es genérico y designa las características comunes al género huma-
no, pero no de la ‘persona’, porque no existe persona en común, ya que cada una
es distinta. De otro modo cabe decir que existe una ciencia humana común a la
que llamamos ‘antropología’, pero no cabe otra a la que se pueda llamar ‘persono-
logía’.
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sin cuerpo (tras la muerte). Dicha distinción es sumamente certera, y contraria a
las antropologías compositivas usuales del s. XX (Stein, el último Scheler, Mar-
cel, Buber, Ricoeur, Ortega, Zubiri, Marías, Millán-Puelles14, etc.). Se puede de-
cir, que Frankl repara en esta distinción.
Sin embargo, más que distinguir lo que le interesa a Frankl es unir a modo
de totalidad. Además, en esa totalidad –a distinción de Binswanger–, Frankl su-
braya más la diversidad de capas en lo humano que la unidad 15, sencillamente por-
que advierte que dichas dimensiones humanas son jerárquicamente distintas y es
la superior, la persona, la que vincula a las inferiores (nunca de otro modo): “La
totalidad incluye lo espiritual, la persona, es justamente aquello que funda la uni-
dad del hombre. No basta hablar de lo corporal y de lo anímico: tertium datur”16.
Frankl sabe que “lo espiritual es precisamente lo que el psicologismo ignora” 17, a
lo que habría que añadir que en el mismo cajón que el psicologismo cabe incluir,
debido a esta ignorancia, a muchas otras corrientes de pensamiento del s. XX y a
numerosos autores. Tal desconocimiento provoca, según Frankl, lo que él llama
homunculismos18, es decir, visiones reductivas del hombre.
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hombre no es hombre si no es persona, la plenitud humana la recibe el hombre del
ser personal, no del cuerpo o del psiquismo.
Con todo, la visión ‘totalizante’ que Frankl mantiene sobre el hombre tiene
dos reparos: a) Uno, que en algún texto admite que tal distinción es más teórica
que práctica, porque –escribe– “en la práctica fluyen en el hombre uno dentro del
otro, simplemente porque el ser humano es una unicidad y su pertenencia a los di-
ferentes estratos es integral”20. Pero esto no es correcto, porque es el estrato supe-
rior el que fluye en el inferior, no a la inversa. b) Otro, que no acaba de admitir
que se puedan dar una de las franjas de lo humano al margen de las demás 21. Sin
embargo, es claro que, por inmateriales, la persona y lo psíquico se pueden dar se-
paradas del cuerpo.
1º) Ofreciendo diez tesis sobre la persona. De entre éstas consideramos que
son correctas, las siguientes: la persona es ‘novedad’, es ‘espiritual’; ‘se trasciende
a sí’, y ‘es abierta a la trascendencia’. Por otra parte, son matizables, estas otras: la
persona es ‘insumable’; es ‘existencial’; ‘brinda unidad y totalidad’; es ‘dinámi-
ca’. Y son corregibles, en cambio, estas dos: la persona es un ‘individuo’; es ‘yoi-
ca’.
20
FRANKL., V., THL, 30.
21
“A pesar de esta diferencia ontológica entre lo noético y los psíquico, entre espíritu y mente, la totalidad y singulari -
dad antropológica no sólo se mantiene con nuestro concepto de hombre multidimensional, sino que se apoya en él. Hablar
del hombre en términos de sus niveles o estratos, espirituales, mentales y corporales puede llevarnos a suponer que cada
uno de estos aspectos puede separarse de los otros. Pero nadie puede sostener que la visión de un ser humano en sus múlti-
ples dimensiones ha de destruir la totalidad y la singularidad inherente al hombre”. FRANKL., V., PaE, 84.
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na, aunque están vinculados entre sí de manera que no cabe uno sin otro, en rigor,
son distintos, y lo son de modo jerárquico, pues el sentido es el norte de la libertad
y a donde se debe dirigir la responsabilidad; por su parte, el amor atrae al sentido.
La libertad está unida a la responsabilidad porque son como dos caras de una mis-
ma moneda, ya que la responsabilidad es el sí personal o respuesta de la apertura
personal libre. Aunque, bien entendidas, todas estas notas se pueden considerar
como ‘trascendentales personales’, la manera como el pensador vienes las descri-
be no siempre da pie a entenderlas como tales. Por tanto, se puede concluir que la
exposición frankliana de cada una de ellas es susceptible de revisión en el siguien-
te sentido:
1º) La nota de ‘libertad’, porque más que una ‘cualidad’ o ‘facultad’ huma-
na de orden categorial, especialmente vinculada a la voluntad, como muchas veces
la entiende Frankl, hay que entenderla como un rasgo trascendental de la persona,
como el mismo autor parece admitir otras veces. La de ‘responsabilidad’, porque
más que responder en concreto en situaciones particulares, como Frankl reitera, el
ser personal humano ‘es siempre respuesta’.
2º) La nota de ‘sentido’, porque más que buscar el sentido concreto en los
diversos momentos y circunstancias de la vida, como reiteradamente afirma
Frankl en muchos textos, cada persona humana ‘es siempre búsqueda’ de su senti-
do personal propio durante esta vida, y eso porque no lo conoce de modo comple-
to; sentido que es permanente y creciente, concreto y distinto en cada persona, y
que marca toda su existencia, como el mismo logoterapeuta admite en algunos
textos.
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1º) Se puede conocer en cierto modo a la persona a través de lo sensible, es
decir: a) Por medio de su corporeidad. b) Por medio de sus manifestaciones –por
la ‘acción’ dice Frankl–. c) Por medio de su ‘biografía’. Sin embargo, estos cono-
cimientos son escasos para tal empresa, porque atienden a lo periférico del hom-
bre y, por ende, requieren de otro método que penetre en la intimidad personal.
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Asimismo, el tiempo biográfico humano recibe su sentido desde el final.
Ahora bien, para Frankl, “en el ‘instante’ de la muerte, el concepto de tiempo des-
aparece automáticamente”. Según esto, parece claro que admita que en la vida
post mortem no habrá ni pasado ni futuro. Sin embargo, se abre la pregunta de si,
para él, habrá presente. En rigor, se pregunta si, para el pensador de Viena, hay
que distinguir el presente como dimensión temporal, real por tanto, del presente
concebido como una dimensión del conocer humano, el cual actúa al margen del
tiempo real, es decir, como presencia mental. Pero a esto no responde nuestro au-
tor. Lo que sí afirma es que Dios es eterno, y que el fin de la vida humana es Dios,
pero este fin lo alcanzará, tras la muerte, el hombre que ha encontrado sentido en
su vida. Con todo, de ese postrero y nuevo tipo de vida sólo nos dice que será sin
tiempo.
En HD se nota que Frankl salta de la ciencia natural a la fe sin pasar por las
diversas partes de la filosofía que accede a Dios: “Las ciencias naturales sólo pue-
den explicar un ser natural; el sentido sobrenatural no se puede ‘explicar’, sino só-
lo ‘comprender’, y esto no lo pueden hacer las ciencias naturales. Esa compren-
sión no se apoya en una ‘ciencia de la naturaleza’, sino en una fe en la sobrenatu-
raleza, entendida la palabra en un sentido más amplio” 26. Este planteamiento es
netamente fideísta. Con todo, esta fe no tiene en Frankl la carga de falta de cono-
cer y de aceptación de lo absurdo que se encontraba en las descripciones de Kie-
rkegaard de ella, porque el pensador vienés matiza en algún pasaje que “la fe no
es un pensamiento del que se ha quitado la realidad de lo pensado, sino un pensa-
miento al que se ha añadido la existencialidad del pensante”27.
11
luz la que es elevada por la fe sobrenatural. Sin embargo, los anteriores matices
franklianos parecen entrar en contradicción con otros pasajes de su obra en los que
manifiesta a las claras su fideísmo28. Pero ésta palaba, Fideismus, no aparece en su
obra. Ante estas discordancias cabe afirmar que la teoría del conocimiento no es
lo fuerte en la filosofía de Frankl; de otro modo: el pensador vienés desconoce el
alcance de los niveles superiores del conocer humano. Pero esto también es com-
prensible, porque dichos niveles están olvidados a lo largo de la filosofía moderna
y contemporánea, ceñida en exclusiva a alguna vertiente racional y a algunos de
sus actos.
A lo que precede se puede objetar que Frankl tiene en cuenta los niveles su-
periores del conocer humano al menos cuando él distingue el ‘intellectus’ de la
‘ratio’. Sin embargo, a esta objeción hay que replicar que Frankl no sólo niega
que la ‘ratio’ alcance lo divino29, sino que también lo alcance el ‘intellectus’30.
Pero decir que tanto una como otro no están abiertos naturalmente a Dios es incu-
rrir en un error, pues ambas dimensiones conocen que Dios existe y asimismo
algo de él, aunque el ‘intellectus’ conoce más de Dios que la ‘ratio’. Más aún,
dentro de lo que en la tradición medieval se llamaba en general ‘ratio’ e ‘intellec-
tus’ existen diversos niveles o caminos de acceso a la divinidad, y en unos se co-
noce más del ser divino que en otros. Es comprensible que tras esta negación del
alcance del conocer superior humano, Frankl lo sustituya por la fe 31. Pero con este
reemplazo incurre en fideísmo, siendo éste demasiado manifiesto en sus escritos.
28
“También vemos que la supervivencia de lo espiritual es ‘impensable’: no la podemos concebir ni representar”.
Ibid., 163. “Las afirmaciones sobre lo puramente espiritual, sobre el espíritu en sí, sólo pueden ser negativas”. Ibid. “El
hombre no sólo es incapaz de conocer el sentido absoluto, sino que tampoco bajo ningún otro aspecto está en condiciones
de conocer lo absoluto. El hombre puede alcanzar un conocimiento absoluto; pero no posee un conocimiento de lo absolu -
to”. Ibid., 246.
29
“El que duda de la existencia de un supersentido y por ello cae en la desesperación, está endiosando algo: la ratio
como única posibilidad de búsqueda y de interpretación del sentido”. Ibid., 280.
30
“También se puede endiosar el intelecto, y también este endiosamiento conduce a la desesperación, cuando el hom-
bre lo subordina todo a la comprensión del ser y del sentido. El sacrificio del entendimiento significa simplemente el reco-
nocimiento de que hay algo más elevado que él, que es preciso estar dispuesto a sacrificarlo, a renunciar a él. El sacrificium
intellectus, en efecto, no es la renuncia al intelecto, a la ratio como tal, sino sólo la renuncia a su endiosamiento, una renun-
cia, por tanto, condicionada, la renuncia a elevar la ratio, la razón, al rango de valor incondicionado”. Ibid., 380.
31
“Lo que libra de la desesperación ante el aparente absurdo es su confianza en el supersentido oculto. Una confianza
que incluye la renuncia a la cognoscibilidad del supersentido a favor de la fe en él”. HD, 280.
32
Cfr. mi estudio: “El hombre como relación a Dios según Kierkegaard”, Scripta Theologica, 44/3 (2012) 561-582.
33
HD, 289.
12
rigirse a una persona y no a una cosa; debe ser amor a un quién y no a un qué, a
un tú y no a un ello, y por eso no puede ser un amor panteísta” 34. Es verdad que el
amor personal es respecto de personas, no de cosas; pero también lo es que el co-
nocer personal lo es respecto de personas, no de cosas. Y en uno y en otro caso, el
primer referente es el Dios personal.
Desde la intimidad personal humana Frankl barrunta que ésta se debe co-
rresponder con una persona capaz de vincularse a ella y dotarle de sentido. Pero
cierra prematuramente el camino de acceso natural a Dios, el que podríamos lla-
mar de teología natural desde el núcleo personal humano, para abrir rápidamente
el sobrenatural: “¿cómo se salva el tú? ¿Qué es capaz de respetar a Dios como un
tú? La oración: es el único acto del espíritu humano que puede hacer presente a
Dios como un tú… Como hay canciones sin palabras, hay también oraciones sin
palabras, y como aquéllas son las más hermosas, éstas pueden ser las más reli-
giosas”35. Por eso sostiene que toda teodicea es aporética 36, o también, que no
cabe teología natural alguna desde la antropología37. Como se recordará, la teolo-
gía natural (tanto la de corte tomista como las de perfil moderno) suele estar plan-
teada desde la metafísica, no desde la antropología, es decir, se ha procedido a de-
mostrar la ‘existencia’ divina, y en menor medida su ‘esencia’, mirando hacia fue-
ra, es decir, partiendo de ser del cosmos, no desde el ser personal humano. No es
que este tradicional camino metafísico le parezca a Frankl escaso comparado con
el antropológico, sino que estima que ambos son problemáticos, pues, en rigor,
piensa que no acceden a Dios38. Esta hipótesis, que es errónea, le lleva de la mano
al fideísmo.
13
entre religión natural y sobrenatural está oscurecida en el pensamiento frankliano,
hasta el punto de negar que el conocer natural humano acceda a Dios 41. En esto su
influjo y afinidad con Kierkegaard es manifiesto. No obstante, frente a este pare-
cer hay que mantener que el conocer natural humano accede a Dios 42, además con
múltiples niveles de conocimiento, descubriendo más de Dios los superiores que
los inferiores. Añádase que, por encima de ellos, está la fe sobrenatural que es,
ante todo, un nuevo modo de conocer otorgado por don divino y cuyo tema es ex-
clusivamente el ser personal divino.
***
41
Cfr. RV, 136-7.
42
Cfr. al respecto mi trabajo: “El acceso a Dios del conocer personal humano”, Studia Poliana, 14 (2012) 83-117. El
acceso noético a Dios no sólo es propio de la razón (por diversas vías operativas de esta potencia), sino también a través de
los hábitos innatos superiores a esta facultad y, por encima de ellos, a través del conocer personal o conocer a nivel de acto
de ser.
43
LAE, 149.
44
BDSV, 103. Previamente en esta obra ha indicado: “El mundo religioso incluye al que podríamos llamar ‘mundo se -
cular’. No tiene por qué haber en ello contradicción alguna. Por eso hablo de dos dimensiones, pues así se acentúa tanto la
diferencia esencial como la correlación, la relación inclusiva entre lo teológico y lo antropológico”. Ibid., 59. Y más ade-
lante añade: “En la escuela primaria se nos decía constantemente que creer significa no saber, y que, por otra parte, no sa-
ber equivalía a ser un borrico. Creer se presentaba, en consecuencia, como la variante pobre de un acto del espíritu. Ahora
pienso que lo correcto es precisamente lo contrario”. Ibid., 103.
14
mana. Además, no siempre se mantiene fiel a las exigencias que tal nivel de reali-
dad requiere en las aplicaciones prácticas de su logoterapia a la vida humana.
Para un ‘demócrata intelectual’ que considera que toda teoría, filosofía, an-
tropología, vale lo mismo y está en el mismo plano y que la preferencia por una u
otra hay que relegarla exclusivamente a la elección voluntaria, lo que precede,
además de sonar a pretencioso, carecerá de sentido. Pero no; se quiera o no, las
distinciones reales son necesariamente jerárquicas; y como el conocimiento huma-
45
“De la misma manera como estos tres momentos son fundamentalmente diferentes y por consiguiente hay que sepa-
rarlos desde el punto de vista ontológico, también se pertenecen por principio unos a otros, por lo que se refiere al hombre,
siendo inseparables desde el punto de vista antropológico”. LAE, 69-70.
46
“Al fin y al cabo, esto constituye la extraña marca dialéctica del hombre: ‘existencia y facticidad’, dos momentos
que se exigen mutuamente, y la interdependencia de los mismos. Siempre están ensamblados uno en otro y por eso sólo se
pueden separar uno de otro por la fuerza. Frente a esta unidad y totalidad dialéctica, a la que la facticidad psicofísica y la
existencia espiritual están soldadas en la existencia humana, se muestra que la separación clara entre lo espiritual y lo psi -
cofísico, en última instancia, sólo puede ser una separación heurística. Tiene que ser una segregación heurística simple-
mente porque lo espiritual no es ninguna sustancia en sentido habitual. Representa más bien una entidad ontológica y nun -
ca se debería hablar de una entidad ontológica como de una realidad óntica. Por esta razón, hablamos de ‘lo espiritual’
siempre con la expresión pseudo-sustantiva, con un adjetivo sustantivado y evitamos el sustantivo ‘el espíritu’: pues con un
auténtico sustantivo sólo se puede designar una sustancia”. LAE, 69-70.
15
no es una realidad, también son jerárquicos los diversos niveles de conocimiento
con que se alcanzan las diversas realidades, y asimismo lo son las teorías que se
formulan sobre lo real según el nivel noético empleado para formularlas. Por lo
demás, que la precedente hipótesis ‘democrática’ es contradictoria es patente, por-
que implícitamente se constituye a sí misma como superior a la opuesta, y esto, se
quiera o no, es admitir –aunque erróneamente– la jerarquía veritativa. De modo
que es mejor admitir que la antropología de Frankl ofrece un aporte de plantea-
miento superior a la mayoría, pero que es inferior a otras pocas en su desarrollo,
alcance y método noético.
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