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UNIDAD 10: IMMANUEL KANT

ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Y METAFÍSICA
3. ÉTICA
4. POLÍTICA
5. ACTIVIDADES

1. INTRODUCCIÓN
Kant es el último gran pensador de la Filosofía Moderna. Nace en 1724 en Königsberg
(actual Kaliningrado), en lo que entonces era Prusia Oriental. Siempre residió en esta ciudad, en
cuya universidad estudió matemáticas, física, teología y filosofía. Dedica toda su vida al estudio de
la filosofía y a su enseñanza: en su juventud como profesor particular y, posteriormente, como
profesor en la universidad de su ciudad natal.
Kant era un hombre de profunda religiosidad, educado en el protestantismo pietista. Esto
se ve reflejado en el enfoque filosófico de Kant, especialmente en su ética, que es un modelo de
rigor, seriedad y respeto hacia los valores cristianos asumidos conscientemente y con tolerancia. Se
dice que la rigurosidad de sus hábitos incluso permitía a sus vecinos poner los relojes en hora.
Pacifista y antimilitarista, mantuvo siempre una gran entereza moral. Profundamente imbuido de los
ideales de la Ilustración, profesó una simpatía profunda por los ideales de la Independencia
Americana y de la Revolución Francesa.
Buena parte de su obra la escribió bajo el reinado de Federico II El Grande, cuyo
despotismo ilustrado hizo posible que penetraran las ideas de la Ilustración en Prusia. A la muerte
del monarca (1786), el nuevo régimen prohibió toda actitud que pudiera hacer vacilar la fe,
estableciendo una rígida censura. Esto planteó algunos problemas a Kant, retrasando la publicación
de algunas obras.
Se pueden señalar dos períodos importantes en la producción filosófica de Kant:
a) Período precrítico: hasta 1770, donde Kant se sitúa en línea con la metafísica
racionalista de Descartes, Leibniz y Wolff.
b) Período crítico: desde la publicación de su Disertación: De la forma y principios del
mundo sensible e inteligible, donde se vislumbra un nuevo enfoque que dará lugar a la conocida
1
como filosofía crítica o criticismo. Kant había recibido una formación racionalista, pero la lectura
del Tratado de la Naturaleza Humana del filósofo empirista David Hume le hizo abandonar su
confianza en el racionalismo. En palabras de Kant, refiriéndose a Hume: “Me despertó de mi
sueño dogmático”. Junto a la influencia de Hume, Kant se sintió impresionado por la física
newtoniana, modelo de conocimiento riguroso y que, a la vez, aportaba un modelo de
combinación magistral entre razón y experiencia. En cualquier caso, el contexto filosófico en el
que se ubica la filosofía kantiana es la disputa entre racionalistas y empiristas por establecer cuál
es la fuente y el alcance del conocimiento humano. En este contexto, el proyecto filosófico
kantiano es encontrar el fundamento del conocimiento humano. Para ello, se propone hacer un
juicio a la razón para descubrir cuáles son las leyes y principios que esta impone desde sí misma de
acuerdo con su propia naturaleza y, así, determinar cuál es el alcance del conocimiento humano.
Así, se entiende su visión de la filosofía como búsqueda de respuestas a las siguientes preguntas:

1ª. ¿Qué puedo conocer? Cuáles son los principios Resumiendo, la filosofía habría cubierto
y límites dentro de los que es posible el todos sus objetivos si lograse contestar a
conocimiento. esta cuarta pregunta:
2ª. ¿Qué debo hacer? Establecer y justificar los 4ª. ¿Qué es el hombre? Contestándola, las
principios de la acción y las condiciones de la respuestas a las otras preguntas caerían por
libertad. su propio peso, de modo que la filosofía
concluye en una antropología: el hombre es
3ª. ¿Qué me cabe esperar? Ver el destino del ser conocimiento, acción y esperanza.
humano y sus posibilidades de realización.

En cualquier caso, este es el mayor período de producción filosófica. Destacamos, según su


orden de publicación: Crítica de la razón pura, Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?,
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio,
Hacia la paz perpetua.
Kant murió en 1804, pronunciando las palabras: Es ist gut (está bien) y en su tumba se
grabaron las palabras con que concluye su Crítica de la razón práctica: "Dos cosas llenan mi ánimo
de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se
ocupa de ellas mi reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí".

2. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Y METAFÍSICA1


La pregunta “¿qué puedo conocer?” tiene como objetivo delimitar el ámbito gnoseológico
en el que es legítimo el uso teórico de la razón. Esta es la cuestión con la que debe empezar toda
filosofía y a la que dedica su obra principal: Crítica de la razón pura. Los antecedentes filosóficos
de los que Kant parte para resolver dicha cuestión son el racionalismo y el empirismo, que
intentará superar con su filosofía crítica. Según Kant, tanto el racionalismo como el empirismo
ofrecen una respuesta errónea e incompleta:
Por un lado, los racionalistas, centrados en la actividad del entendimiento, construyen el
conocimiento deductivamente a partir de ideas innatas. La falta de consideración de la experiencia
supone un alejamiento de la realidad, pues supedita el problema de la objetividad al de la mera
certeza racional, cayendo en el dogmatismo al apelar a Dios como fundamento de lo objetivo.
Por el otro lado, el empirismo pone el énfasis en las impresiones sensibles para explicar el
conocimiento. Por ello, no puede obtener juicios universales y necesarios, los propios del

1
En el pensamiento kantiano resulta inevitable presentar la epistemología y la metafísica unidas, pues el estudio de las
condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento tiene como objetivo y como resultado el esclarecimiento de si
la metafísica es posible como ciencia, es decir, si es posible un conocimiento objetivo de las cuestiones metafísicas.
2
conocimiento científico. Además, al no poder ir más allá de la experiencia nos conduce a una
postura casi escéptica que acaba convirtiendo nuestro conocimiento en una mera creencia.
Para Kant, tanto la experiencia como el entendimiento juegan un importante papel
cuando conocemos. Está de acuerdo con los empiristas en que todos nuestros conocimientos sobre
el mundo provienen de la experiencia. Sin embargo, hay ciertas condiciones en la mente humana
que contribuyen a la hora de captar el mundo a nuestro alrededor, sin las cuales el conocimiento no
sería posible, este es el punto de confluencia con los racionalistas. Así pues, para que haya
conocimiento verdadero será necesario el concurso tanto de la sensibilidad como del entendimiento.
En palabras de Kant: “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la
experiencia”. Pero, “aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso
procede todo él de la experiencia”.
La pregunta que se va a hacer Kant es si cuando hablamos de Dios, alma, libertad, del
universo, etc. podemos obtener la misma seguridad que Newton en la física. Kant se lamentaba de
que ciencias como la matemática y la física habían avanzado mucho desde sus orígenes, pero no la
metafísica, que siempre está dando vueltas y respuestas contrapuestas a los mismos problemas. ¿Por
qué sucede esto? ¿Acaso no es la metafísica una ciencia?
Siguiendo el ejemplo de la nueva ciencia, Kant tratará de armonizar racionalismo y
empirismo2, superándolas gracias a su giro copernicano. La originalidad de Kant estriba en dar un
nuevo giro al problema del conocimiento. Hasta el momento, el problema del conocimiento se había
centrado en el objeto. Con Kant cambia el centro de gravedad: el problema del conocimiento tendrá
como piedra angular al sujeto transcendental: “No es la existencia de un mundo de cosas lo que
hace que exista para nosotros un mundo de conocimientos y verdades, sino a la inversa, son los
principios o condiciones generales del sujeto los que posibilitarán el conocimiento”. Ocurre aquí
como con los primeros pensamientos de Copérnico: este, viendo que no conseguía explicar los
movimientos celestes si aceptaba que las estrellas giraban alrededor del espectador, probó si no
obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en reposo.
En el sujeto hay unos elementos a priori, independientes de la experiencia, que se aplican
necesariamente al conocer, es decir, hacen posible el conocimiento; por eso es denominado sujeto
“trascendental”, porque él es la condición de posibilidad del conocimiento. Kant revolucionó así el
sentido de la realidad. No hay acceso directo a la realidad. El noúmeno o cosa en sí (la realidad tal
y como es objetivamente) es incognoscible, lo que conocemos es el fenómeno (la realidad como
aparece o se manifiesta ante el sujeto).
Kant estudia la posibilidad y límites del conocimiento al tratar de resolver la cuestión de si
la metafísica es posible como ciencia. Para ello, primero se plantea cómo es posible una ciencia,
es decir, de qué tipo de juicios está formado su corpus de conocimiento, para después examinar si
ese tipo de juicios es posible en el ámbito de la metafísica.
Según Kant, para que un juicio pueda ser considerado científico debe cumplir dos
condiciones:
1.- Ser extensivos, es decir, que aumenten nuestro conocimiento.
2.- Que posea validez necesaria y universal.
Un juicio se define como la relación de sujeto y predicado bajo la forma “S es P”, es decir,
un enunciado en el que se afirma o se niega algo de un sujeto. Antes de Kant, se distinguían dos
tipos de juicios:
- Analíticos a priori: Ser analíticos significa que el predicado está incluido en el sujeto, aunque
sea implícitamente, por lo que no añaden conocimiento nuevo. Y “a priori” significa que su verdad
o falsedad puede ser conocida sin recurrir a la experiencia. Y puesto que ninguna experiencia puede
invalidarlos, son universales y necesarios. Por ejemplo: “El triángulo tiene tres lados”.
2
Pero sería una falsa conclusión considerar el planteamiento kantiano como una mera síntesis entre racionalismo y
empirismo y no reconocer su originalidad en la solución que aporta al problema del conocimiento.
3
- Sintéticos a posteriori: Ser sintéticos significa que el predicado no está incluido en el sujeto,
por lo que añaden conocimiento nuevo. Y ser a posteriori significa que su verdad o falsedad solo
puede ser conocida a partir de la experiencia. Y puesto que solo recurriendo a la experiencia de los
casos concretos pueden comprobarse, no pueden ser universales y necesarios. Por ejemplo: “Los
canarios son simpáticos”.
El problema de estos dos tipos de juicios es que no satisfacen las condiciones propias de los
juicios científicos. Sin embargo, Kant admite un nuevo tipo de juicio: los juicios sintéticos a
priori3(de aquí en adelante JSAP), que son los propios de la ciencia. Pero, ¿cómo es posible que
existan JSAP, esto es, que amplíen nuestro conocimiento y que, a su vez, no procedan de la
experiencia? Es decir, ¿cómo es posible que podamos conocer algo a priori acerca de la realidad?
Kant responde a estas cuestiones en la primera parte de la Crítica de la razón pura, en la
que destacan tres apartados fundamentales:
a) Estética transcendental: en ella Kant estudia la sensibilidad, esto es, la facultad de
recibir representaciones de los objetos a través de los sentidos. Nuestra sensibilidad no capta el
objeto pasivamente, sino que al percibirlo impone en él un orden ajeno al mismo mediante el
espacio y el tiempo, coordenadas que pertenecen a la estructura del sujeto trascendental. Espacio y
tiempo son las intuiciones puras o formas a priori de la sensibilidad, condición de posibilidad del
conocimiento sensible, pura estructura desprovista de contenido que precede a la experiencia, que
actúa como una especie de “filtro” o “lente” a través de la cual, necesariamente, pasa nuestra
percepción de la realidad. Así pues: por un lado, las formas a priori de la sensibilidad hacen posible
el conocimiento (como realidad fenoménica); pero a la vez, impiden el acceso al objeto como es en
sí mismo, la realidad nouménica.
Al ser espacio y tiempo las condiciones transcendentales del conocimiento sensible, puestas
por el propio sujeto, no dependen del objeto, por lo que no pueden ser invalidadas por la
experiencia, siendo por ello universales y necesarias. Por este motivo hacen posibles los JSAP en
matemáticas (geometría y aritmética), como conjunto de las leyes obtenidas del análisis del espacio
y del tiempo: por un lado, la existencia del espacio como forma a priori de la sensibilidad posibilita
los JSAP en geometría; por otro lado, la existencia del tiempo como forma a priori de la
sensibilidad posibilita los JSAP en aritmética, puesto que la aritmética trabaja estableciendo leyes
sobre el número. Y la esencia del número y del tiempo es la misma: la pura sucesión. La serie
numérica no es sino una sucesión temporal: 1, 2, 3, 4...

b) La analítica transcendental, en la que estudia el entendimiento, la facultad del juicio4. El


entendimiento es la facultad de emitir juicios sobre la pluralidad de los datos de la sensibilidad,
ordenándolos y posibilitando su comprensión. De este modo, la multiplicidad de los datos de los
sentidos queda unificada bajo los conceptos que aplicamos en los juicios.
Los conceptos por los que unificamos los datos de la sensibilidad son de dos tipos:

3
Ejemplos de juicios sintéticos a priori: La recta es la distancia más corta entre dos puntos; Todo lo que comienza a
existir tiene una causa; 7+5=12.
4
Un juicio es todo enunciado con la forma: A es B. Por ejemplo, “Kant (A) es buena gente (B)”.
4
- Conceptos empíricos o a posteriori, obtenidos a través de la experiencia: casa, perro,
montaña, etc.
- Conceptos puros (a priori) o categorías, preceden a la experiencia y son su condición de
posibilidad, hacen posible el conocimiento. Para Kant hay tantas categorías como tipos posibles de
juicios: doce en total5.
No podríamos entender las características y sucesos que la naturaleza nos presenta de no ser
aglutinados como sustancias, causas y efectos, cosas existentes, etc. Las categorías por sí mismas
están vacías (son pura forma o estructura) y han de llenarse con las impresiones sensibles que
constituyen la materia del entendimiento, “las intuiciones sin conceptos son ciegas” y “el
entendimiento sin contenido sensible está vacío”.
Así pues, si la naturaleza sigue leyes a priori es porque solo puede ser concebida por medio
de las categorías. La existencia de estos conceptos puros del entendimiento posibilita los JSAP en
física, es decir, que la física sea una ciencia.
c) La dialéctica transcendental, en la que estudia la razón como la facultad de la
suprema unificación del conocimiento6, remitiéndolo a algo absolutamente primero e
incondicionado. El uso legítimo de las categorías debe limitarse a la experiencia porque solo aquí es
posible el conocimiento objetivo y científico. Si aplicamos las categorías más allá de la experiencia,
caemos necesariamente en errores o ilusiones. Sin embargo, la razón tiende a traspasar los límites
de la experiencia, formando así las ideas transcendentales de la razón:
- Idea de yo o alma (la sustancia pensante del racionalismo), unifica la totalidad de la
experiencia interna.
- Idea de mundo (la sustancia extensa del racionalismo), unifica la totalidad de la experiencia
externa.
- Idea de Dios (la sustancia infinita del racionalismo), unifica la totalidad de la experiencia
posible.
Alma, mundo y Dios no son ideas innatas pero tampoco derivan de la experiencia, surgen
como resultado del impulso natural de la razón por completar las síntesis realizadas por el
entendimiento, alcanzando la máxima unificación de los juicios. Estas tres ideas son el objeto de la
metafísica, pero no son cognoscibles. Son ideas nouménicas por estar más allá de la experiencia, de
modo que no es posible afirmar ni negar su existencia. En conclusión, no hay juicios sintéticos a
priori en metafísica, de modo que la metafísica no es posible como ciencia, excepto si se
entiende como criticismo trascendental.
Las ideas trascendentales no ofrecen ningún conocimiento, pero no por ello carecen de
valor, pues al unificar los conocimientos del entendimiento tienen un uso regulativo. En su uso
regulativo, las ideas trascendentales señalan, negativamente, los límites que el conocimiento no
puede traspasar. Y positivamente, impulsan al ser humano a seguir investigando, tratando de
encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos. Por ello, resultan
fructíferas para la ciencia. En psicología, resulta práctico proceder como si los fenómenos psíquicos
se relacionaran con un sujeto permanente. En la investigación científica general es útil actuar como
si el mundo fuera una totalidad que se extiende indefinidamente hacia el pasado en series causales;
y como si la naturaleza en su totalidad fuera obra de un creador inteligente, pues esto implica la idea
de la naturaleza como un sistema inteligible. Además, pese a no ser accesibles a la razón teórica,
estas ideas adquieren un valor práctico en el uso práctico de la razón, posibilitando la ética.

5
Cantidad, cualidad, relación y modalidad, cada una de las cuales se subdivide a su vez en tres más.
6
Buscando juicios, leyes e hipótesis cada vez más generales que abarquen y expliquen un mayor número de fenómenos.
El conocimiento intelectual no se limita a formular juicios, sino que conectamos unos con otros, formando
razonamientos cada vez más generales. Así es como se construye la ciencia.
5
La repercusión del criticismo kantiano en la historia de la filosofía es enorme. Por un lado,
propuso una manera de escapar al callejón sin salida que enfrentaba a racionalistas y empiristas; y,
por otro, es el desencadenante del idealismo alemán, corriente filosófica que, a través de Hegel, si
bien es cierto que en mayor medida como reacción al mismo que como influencia positiva, marca el
curso de la historia de la filosofía hasta nuestros días.

3. ÉTICA
La razón posee dos funciones diferentes: la razón teórica se
ocupa de conocer cómo son las cosas y la razón práctica de
determinar la voluntad; mientras que la ciencia se expresa en juicios,
la moral lo hace mediante imperativos. La ética kantiana se condensa
principalmente en dos obras: Crítica de la razón práctica y
Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
La segunda pregunta a la que debe responder la Filosofía:
“¿Qué debo hacer?”, delimita el estudio del uso práctico de la
razón. En su uso práctico, la razón se ocupa del deber ser, es decir,
de algo que todavía no existe pero es posible realizar. Pero entonces, si las acciones tienen que ver
con estados de cosas que todavía no existen, ¿cómo podemos conocerlos y realizarlos? Para ello son
decisivas dos facultades:
- La facultad apetitiva, es decir, el deseo, estimulado por el sentimiento de agrado o
repugnancia que me inclina hacia unos objetos y me aleja de otros.
- La voluntad, que como facultad racional, puede ser ejercida porque la razón práctica le
suministra principios que la guían para conseguir lo deseado.
La razón práctica tiene por tarea determinar la voluntad mediante principios prácticos
o reglas que orienten nuestras acciones. Lo habitual en la determinación de la voluntad por la razón
práctica es que se efectúe por principios extraídos de la experiencia, esto es, principios empíricos,
orientados a la satisfacción de algún deseo que surge de la utilidad o felicidad en que resultaría su
satisfacción, ya sea esta entendida como ataraxia, placer, éxito, riqueza, salvación del alma, etc.
Según Kant, todas las teorías éticas anteriores a la suya se centran en seleccionar una serie
de deseos o fines y establecen las normas que deberían llevar a su consecución, entendiendo que un
acto es moral si sigue estas directrices. Sin embargo, como la concepción de la felicidad y de la
utilidad varían entre diferentes sujetos, las teorías éticas que siguen este esquema están abocadas al
subjetivismo, perdiendo la posibilidad de constituir una ética universal. Además, al condicionar la
dirección de la conducta a la consecución de determinados fines, anulan la libertad humana, que se
ve condicionada por los bienes que persigue. Por estos motivos, en contraposición a las teorías
éticas anteriores, que Kant denomina materiales por perseguir un bien/fin concreto, Kant afirma
que una teoría ética universal solo puede ser una ética formal, que funde una moral pura, es decir,
sin referencia al mundo empírico, autónoma y a priori.7
Antes hemos dicho que la moral se expresa en imperativos, pues bien, existen dos tipos de
imperativos o principios prácticos que determinan la voluntad y que corresponden,
respectivamente, con las teorías éticas materiales y con la ética formal:
a) Los imperativos hipotéticos. Son principios prácticos condicionados por la experiencia
y orientados a la consecución de determinados bienes o fines. Este condicionamiento pone de
manifiesto la heteronomía de la voluntad y hace imposible la plena libertad de la misma. Se trata

7
Como vemos, en el caso de la razón práctica se da la situación contraria a la de la razón teórica: mientras que la
segunda tiende a ir más allá de los límites de la experiencia; la primera tiende a quedar ligada a la experiencia.
6
de una voluntad interesada heterónomamente por lo empírico. Estas máximas carecen de
universalidad por lo que no pueden ser leyes morales. De ahí, el rechazo y crítica de Kant a las
éticas materiales o empíricas, que formulan imperativos hipotéticos o condicionados, a posteriori.
El deber que establece un imperativo hipotético no es absoluto ni incondicionado, sino que
se expresa mediante la estructura: “Si quieres... (“x”, tal cosa), entonces... (“y”, haz esto o lo otro).
Los imperativos hipotéticos expresan un deber que no tiene su fin y su valor en sí mismo, sino en
aquello que se quiere conseguir.
b) El imperativo categórico o ley moral. El imperativo categórico constituye plenamente
una ley moral universal y necesaria, pues carece de toda referencia a la experiencia sensible del
sujeto, siendo formulado a priori por la razón pura práctica8 para determinar como principio
práctico y de manera absoluta e incondicionada a la voluntad en su obrar. El imperativo categórico
no expresa ningún contenido material, sino la forma de todo acto para que sea moral.
Kant propone varias formulaciones del imperativo categórico cuyo denominador común es
la exigencia de validez universal y autonomía de la razón por ser un mandato a priori que la razón
extrae de sí misma con independencia de la experiencia:
a) “Obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda valer de ley universal”.
b) “Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma, mediante su máxima,
como legisladora universal”.
c) “Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona, como en la de cualquier
otra, siempre como un fin y nunca como un medio”.
Si se reconoce que gracias a la existencia a priori de la ley moral en cada persona, esta es
autónoma, es decir, libre para autodeterminarse independientemente de todo contenido empírico,
entonces nunca nadie debiera tratar a otra persona como un objeto (medio) para sus fines, pues de
ser así no la estaría reconociendo como sujeto moral libre y digno, ni la máxima que inspira dicha
acción podría valer de ley universal. Lo único que es fin en sí mismo es el hombre, en tanto que ser
racional. No ha de ser utilizado nunca, por tanto, meramente como medio, pues todos los hombres
forman parte del mundo de la libertad o del reino de los fines.
La relación inseparable entre libertad y moralidad que establece Kant conduce a que solo
será moral una acción cuando, desde su autonomía, el sujeto decida actuar por respeto al deber
expresado por la ley moral, sin referencia a sentimientos o emociones, y sin tomar en
consideración las consecuencias de la acción; tan solo por deber. Kant distingue tres tipos de
acciones: a) acciones contrarias al deber; b) conformes al deber; y, c) acciones por respeto al deber.
Y solamente estas últimas poseen valor moral9, pues aunque en apariencia para un observador
externo los resultados de actuar por deber o conforme al deber sean los mismos, lo que determina la
moralidad de una acción no son las consecuencias, sino su atención al imperativo categórico.
Solo aquel que interiormente reconozca que su acción obedece a una voluntad desinteresada,
esto es, a una buena voluntad, que actúa respetando la ley, obrará moralmente. Kant llega a afirmar
que no existe nada bueno sin limitación excepto la buena voluntad: la que actúa por puro respeto
al deber, sin razones distintas al cumplimiento de la ley moral. De hecho, podemos hablar de un
segundo giro copernicano en Kant, en el sentido de que el concepto de “bien” tampoco
determina la ley moral, sino que sucede a la inversa, lo bueno es lo determinado por la
voluntad pura.

8
Kant califica como pura a la razón práctica cuando determina la voluntad mediante el imperativo categórico, es decir,
sin referencia a contenido empírico.
9
Supongamos que un comerciante no cobra precios abusivos. Ahora bien, si lo hace para asegurarse clientela, su acción
es conforme al deber, pero no actúa por respeto al deber moral, ya que actúa según un fin (asegurarse la clientela).
7
Ahora bien, quien obra moralmente (por respeto al deber) no promueve su felicidad, al
no satisfacer plenamente sus deseos egoístas de bienes naturales. Efectivamente, en la ética formal
kantiana el bien o la felicidad no pueden fundamentar a la ley moral, que expresa un deber
incondicionado. Por tanto, no debemos actuar moralmente para ser felices, sino que solamente
podemos esperar que obrando moralmente nos hagamos dignos merecedores de la felicidad. Esta
situación, según Kant, provoca una situación absurda, pues obrar moralmente nos hace merecedores
de la felicidad pero no la garantiza, lo cual conecta con la tercera pregunta que debe responder la
Filosofía: “¿Qué me cabe esperar?” y nos conduce a hablar del último apartado de esta exposición:
los postulados de la razón práctica.
En su Crítica de la razón pura, Kant había concluido que no podemos conocer las
cuestiones metafísicas, sin embargo, algunas realidades metafísicas inaccesibles para la razón
teórica cobran sentido adquiriendo una realidad moral desde el enfoque de la razón práctica. De
hecho, la ética kantiana solo es posible asumiendo tres postulados de la razón práctica10:
- Libertad del alma. Desde el punto de vista de la razón práctica, lo relevante no es demostrar
la existencia de la libertad, pues cuando un sujeto se pregunta: “¿qué debo hacer?”, se reconoce
como sujeto libre, es decir, postula su condición de ser libre. En otras palabras, la moral solo es
posible si se postula algo que a nivel teórico es indemostrable: la libertad de la voluntad.
Pero Kant reconoce que el ser humano en su vida cotidiana no es moralmente bueno, ya que
la buena voluntad a menudo no está presente en nuestros actos. Ello es así porque somos seres
finitos, limitados y necesitados de bienes materiales. Obrar siempre según una buena voluntad sería
lo propio de la santidad, la cual, para alcanzarse, exigiría que dispusiéramos de un tiempo infinito
para vencer nuestro egoísmo y respetar la ley moral. Pero como esto no ocurre en la vida terrenal,
Kant considera necesario postular también:
- La inmortalidad del alma, porque la razón nos ordena aspirar a la virtud, a la santidad, a la
concordancia perfecta de nuestra voluntad con la ley moral. Pero esta perfección es inalcanzable en
una existencia limitada, por lo que su realización solo puede tener lugar en un proceso indefinido,
infinito, que por tanto, exige postular una duración ilimitada, es decir, la inmortalidad.
- La existencia de Dios ha de ser postulada también porque la virtud (actuar por deber) nos
hace merecedores de felicidad, pero no la asegura. Esto genera una situación absurda, contraria a la
razón, que se supera postulando a Dios como garantía de que en el otro mundo sea compensada la
felicidad que corresponde a la virtud en este.
En conclusión, la ética kantiana supone un colosal esfuerzo racional por alcanzar una
comunidad humana que, considerando a cada sujeto como un fin en sí mismo (pues en ser un fin y
no un medio es en lo que radica la dignidad humana), hace compatible el respeto a la libertad
individual con la formulación de un proyecto ético universal. Más allá de si la ética kantiana está o
no sujeta a críticas desde un punto de vista filosófico, su repercusión histórica es innegable. La
propia Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 constituye un intento por vertebrar
una moralidad para toda la humanidad que recoge, en gran medida, la propuesta kantiana de una
ética universal centrada en la defensa de la dignidad humana que nos debiera situar en el reino de
los fines, tal y como se aprecia en su Artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”.

10
El término “postulado” ha de entenderse como algo que no es demostrable pero que es supuesto como condición de la
moral misma.
8
4. POLÍTICA
Kant no escribió nunca una gran obra sobre filosofía política al estilo de las tres Críticas,
sino que su propuesta política se encuentra dispersa entre algunas obras que habitualmente se han
considerado de menor relevancia. Sea como fuere, las obras que de forma directa o indirecta
permiten conocer la postura política de Kant son, principalmente: Ideas para una historia universal
en clave cosmopolita, La paz perpetua, Metafísica de las costumbres y ¿Qué es la Ilustración?
El último escrito mencionado muestra la fuerte asociación del pensamiento kantiano con los
ideales políticos y emancipatorios de la Ilustración, al hacer una apología del uso de la razón y
del “abandono de la minoría de edad”, es decir, el estado en el que por pereza o cobardía, nos
negamos a ser autónomos pensando por nosotros mismos. Esta conexión del pensamiento kantiano
con la Ilustración, además, se refleja en la reacción de Kant ante algunos hechos históricos, pues es
conocido que acogió con entusiasmo la declaración de Independencia de los Estados Unidos y fue
firme defensor de los ideales de la Revolución Francesa. El pensamiento político de Kant está
imbuido, en efecto, de los ideales de libertad, igualdad y valoración del individuo, propios del
movimiento ilustrado. Al igual que en la ética, donde se le confiere al individuo, en cuanto sujeto
moral, la capacidad de convertirse en legislador moral desde su autonomía; en la política el
individuo será considerado también, en cuanto ciudadano, el sujeto creador del campo de la
actividad pública común.
La capacidad normativa del ser humano se funda en el carácter formal y autónomo con el
que Kant concibe la ética, expresada en el imperativo categórico. Este imperativo, como principio
formal de la razón práctica, se extenderá a todos los campos de aplicación de esta, incluida la
actividad política. Así, no es de extrañar que Kant haya propuesto tres definiciones del imperativo
categórico, subrayando el carácter universal de la norma moral, la autonomía de la voluntad, o el
valor intrínseco del individuo como fin en sí mismo, dada su naturaleza racional y su autonomía.
La política, como espacio público del ejercicio de la libertad, posibilita el derecho o ley
positiva. Sin embargo, en consonancia con el carácter formal de la ética kantiana, el derecho no se
concibe como un sistema normativo de regulación de la convivencia que establezca leyes que dicten
cómo debe actuar el individuo, sino como el marco formal en el que se establecen las
condiciones y los límites de la acción en el campo de la convivencia, del ejercicio de la libertad.
La ley jurídica ha de tener, por lo tanto, al igual que la moral, un carácter universal y a priori; sin
embargo, mientras la ley moral se la autoimpone el individuo, la ley jurídica se impone mediante
una coacción externa.
La ley jurídica, siguiendo el imperativo categórico, ha de ceñirse a la naturaleza racional
del ser humano, por lo que Kant afirmará la existencia de derechos naturales (propios de tal
naturaleza racional), que serán el límite de la acción del Estado. La filosofía política kantiana
entronca así con la filosofía política moderna del iusnaturalismo11 y de las teorías del contrato
social. Hay una naturaleza, anterior a la organización política de los seres humanos, que es la fuente

11
El iusnaturalismo es una doctrina filosófica que afirma la existencia de una serie de derechos naturales intrínsecos a
la propia naturaleza humana.
9
de derechos universales contra los que no se puede legislar, y que actúan por sí mismos como
principios de organización de la vida política, que según Kant debería tender a una República
universal. No obstante, el legislador, en función de las necesidades históricas, podrá desarrollar
leyes (el derecho positivo) que correspondan al desarrollo de la sociedad civil, pero nunca en contra
de los derechos naturales.
En Estado de naturaleza, los seres humanos se encuentran en una situación de inseguridad,
debido a las amenazas de individuos que siguen su propia voluntad sin tener en cuenta la voluntad
de los demás. Viviendo en familia o en pequeñas comunidades, los seres humanos se encuentran a
merced de las violencias de otros seres humanos ajenos a su comunidad. En el interior del grupo
hay normas de convivencia y una autoridad que sanciona su incumplimiento, pero no hay una
autoridad que se imponga a todos los grupos dispersos, por lo que no hay seguridad. El Estado
civil, instaurado mediante un contrato entre los sujetos que lo componen para garantizar su
seguridad, supone la sumisión a una autoridad común, por lo que pasa a ser el terreno del derecho.
En ese paso del estado natural al estado civil no hay ruptura, para Kant, sino continuidad: mediante
la imposición de una autoridad común, los derechos naturales, que ya se poseían en estado natural,
quedan garantizados pudiendo ejercerse realmente con seguridad.
Kant admite un derecho natural prioritario: la libertad, del que deriva el derecho natural de
igualdad. El derecho de libertad, al tiempo que garantizado, queda limitado por el derecho de los
demás, según el acuerdo tomado por la voluntad pública en el pacto. La idea de voluntad pública
es claramente de corte rousseauniano, pero en Rousseau la voluntad general representa el interés
común, mientras que en Kant representa la garantía de la libertad individual, es decir, se establece
como un vínculo jurídico formal entre los ciudadanos en el que se funda el Estado.
No obstante, cabe mencionar que para Kant el mencionado contrato social no tuvo nunca
lugar, no es un hecho histórico, sino una categoría o principio racional que opera como un eje de
referencia en la construcción de lo político y del Estado.
Vemos, pues, cómo de forma análoga a la propuesta epistemológica kantiana, que puede
entenderse como un intento por superar las limitaciones del racionalismo y del empirismo; Kant
intenta sintetizar armónicamente los elementos centrales de los dos bloques en que se pueden
catalogar las teorías políticas en función de la preeminencia de los derechos individuales o el interés
colectivo: por un lado, de las teorías liberales, entre cuyos representantes destaca Locke, en su
defensa de los derechos individuales, de la libertad individual; y por otro, de las teorías
democráticas o comunitaristas, entre cuyos representantes destaca Rousseau, en su defensa de la
soberanía de la voluntad colectiva, que todavía sigue inspirando en la actualidad a autores como J.
Rawls y J. Habermas, en sus intentos por fundamentar sus respectivas teorías del consenso.
En cualquier caso, para Kant la paz es el sentido último de la historia. En el opúsculo
Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, explica el curso de la historia a partir del
concepto teleológico de intención de la Naturaleza: los antagonismos entre los hombres se
convierten en causa de orden. En efecto, el individuo es movido por una “insociable sociabilidad”
que le inclina: por un lado, a entrar en sociedad; pero a la vez, por otro, a oponer (o encontrar)
resistencia egoísta ante los demás. Son las resistencias las que estimulan la creatividad y terminan
por encontrar un acomodo en un orden social adecuado. Pero, una vez creada la sociedad, el
antagonismo se traslada a los Estados, que entran en conflicto unos con otros. La esperanza de Kant
es que este sistema de antagonismos conduzca a “una gran federación de naciones” y a la paz
perpetua: “Todas las guerras son otros tantos intentos (no en la intención de los hombres, pero sí de
la Naturaleza) de procurar relaciones entre los Estados [...] y formar cuerpos políticos”.
Análogamente al caso de la ética, la propuesta política kantiana supone un esfuerzo racional
por alcanzar una comunidad humana que, considerando a cada ser humano como un fin en sí
mismo, racional y digno, hace compatible el respeto a la libertad individual con la formulación de

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un proyecto político universal. Más allá de si la política kantiana está o no sujeta a críticas desde un
punto de vista filosófico, su repercusión histórica es innegable. En el opúsculo Sobre la paz
perpetua Kant traza ya el esbozo de un Derecho Internacional: la paz debe ser el objetivo del
ordenamiento político. La firmeza que Kant mostró en la defensa de la libertad personal y de la
convivencia pacífica, como exigencias de la condición racional humana, iluminó muchas teorías
políticas posteriores. Por ello, entre otras cosas, podemos considerar a Kant el precursor de la
Sociedad de Naciones y, después, la ONU.

5. ACTIVIDADES
El enunciado siguiente se aplica a todos los textos de este apartado:
Lee el siguiente texto y contesta a las cuestiones que hay a continuación:
1. Realiza un resumen del texto.
2. Explica la frase subrayada y relaciónala con dos nociones del pensamiento del autor.

TEXTO A:
Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos. Sin embargo,
todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, mediante conceptos,
algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaba en el fracaso.
Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo
que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la
deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende
establecer algo sobre estos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí como con los primeros
pensamientos de Copérnico. Este, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes
alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar el espectador y
dejando las estrellas en reposo.
Kant: Crítica de la Razón pura.
TEXTO B:
Hemos pretendido afirmar que todas nuestras intuiciones no son más que una representación
fenoménica; que las cosas que intuimos no son en sí mismas tal como las intuimos, ni sus relaciones
tienen en sí mismas el carácter con que se nos manifiestan; que si suprimiéramos nuestro sujeto o
simplemente el carácter subjetivo de los sentidos en general, todo el carácter de los objetos, todas
sus relaciones espaciales y temporales, incluso el espacio y el tiempo mismos, desaparecerían.
Como fenómenos, no pueden existir en sí mismos, sino solo en nosotros. Permanece para nosotros
absolutamente desconocido qué sean los objetos en sí, independientemente de toda esa receptividad
de nuestra sensibilidad.
Kant: Crítica de la Razón pura
TEXTO C:
Por tanto, la razón práctica parece haber establecido firmemente verdades que la razón pura no
puede llegar a ‘conocer’, sino únicamente a ‘pensar’. No hay aquí contradicción alguna. La razón
práctica no consigue probar teóricamente nada, ni tampoco llegar a un verdadero conocimiento. Los
postulados son, ciertamente, exigencias de la razón práctica, pero no conducen a un conocimiento,
sino a una ‘fe racional’. Y la fe no es certeza de conocimiento. Por eso, el esfuerzo moral tiene
sentido. Los postulados no permiten decir "yo sé", pero hacen verosímil que se pueda decir ‘yo
quiero’: El hombre honesto puede decir: quiero que exista un Dios, que mi existencia en este mundo
sea -aparte de la conexión natural- una existencia en un mundo puro del entendimiento, y,
finalmente, que mi duración sea infinita.
Kant: Crítica de la razón práctica.
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TEXTO D:
Una acción hecha por deber no tiene su valor moral en el propósito que por medio de ella se quiere
alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta; no depende, pues, de la realidad del objeto
de la acción, sino meramente del principio del querer según el cual ha sucedido la acción,
prescindiendo de todos los objetos de la facultad de desear. Por lo anteriormente dicho, se ve
claramente que los propósitos que podamos tener al realizar las acciones, y los efectos de estas,
considerados como fines y motores de la voluntad, no pueden proporcionar a las acciones ningún
valor absolutamente moral.
Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
TEXTO E:
La autonomía de la voluntad es el estado por el cual esta es una ley para sí misma,
independientemente de cómo están constituidos los objetos del querer. En este sentido, el principio
de la autonomía no es más que elegir de tal manera que las máximas de la elección del querer
mismo sean incluidas al mismo tiempo como leyes universales. [...] El citado principio de
autonomía es el único principio de la moral, pues de esta manera se halla que debe ser un
imperativo categórico [...]. Cuando la voluntad busca la ley que ha de determinarla en algún otro
lugar diferente a la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por lo tanto, sale
fuera de sí misma a buscar esa ley en la constitución de alguno de sus objetos, se produce entonces,
sin lugar a dudas, heteronomía. No es entonces la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino que
es el objeto, por su relación con la voluntad, el encargado de dar tal ley. [...] Esta relación no hace
posibles más que imperativos hipotéticos, tales como debo hacer esto o lo otro porque quiero alguna
cosa.
Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres.

TEXTO F:
Donde haya de ubicar cada cual su felicidad, depende en cada uno de su particular sentimiento de
placer y dolor, y, aun en un mismo sujeto, de las necesidades provenientes de las modificaciones de
este sentimiento, y en consecuencia una ley necesariamente subjetiva [...] Es objetivamente un
principio práctico muy contingente que puede y debe ser muy diferente en sujetos distintos y, por lo
tanto, nunca puede producir una ley, puesto que en el afán de felicidad, lo que importa no es la
forma de legalidad sino simplemente la materia, a saber, si y cuánto placer puedo esperar siguiendo
la ley.
Kant: Crítica de la Razón práctica.

TEXTO G:
Ni en el mundo ni, en general, fuera de él es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno
sin restricción excepto una buena voluntad. El entendimiento, el ingenio, la facultad de discernir, o
como quieran llamarse los talentos del espíritu; o el valor, la decisión, la constancia en los
propósitos como cualidades del temperamento son, sin duda, buenos y deseables en muchos
sentidos, aunque también pueden llegar a ser extremadamente malos y dañinos si la voluntad que
debe hacer uso de estos dones de la naturaleza y cuya constitución se llama propiamente carácter no
es buena. [...]
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice ni por su aptitud para alcanzar algún
determinado fin propuesto previamente, sino que solo es buena por el querer, es decir, en sí misma,
y considerada por sí misma es, sin comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que por medio
de ella pudiéramos realizar.
Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres.

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Contesta a las siguientes cuestiones:
1. Explica la distinción entre fenómeno y noúmeno en Kant.
2. Define y relaciona imperativo hipotético e imperativo categórico en Kant.
3. Explica la distinción entre la autonomía y la heteronomía moral en Kant.

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