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El reduccionismo de Dennett
La ciencia permite deducir principios generales que pueden ser precedidos y comprobables
de forma empírica. Para conseguir realizar su función, debe saberse con claridad cuáles
son sus objetos de estudio y qué tipo de naturaleza poseen. En el caso del dilema
mente-cerebro, es preciso distinguir entre los fenómenos fisiológicos y los mentales, y
descubrir cuál es el método óptimo que permita trazar la relación adecuada entre ambos
elementos.
Esta explicación que propone es malinterpretada por él mismo: cree que una explicación
bien elaborada debe suprimir un fragmento del concepto explicado. Con la convicción de
estar explicando, lo que hace realmente no es más que sustituir el predicado por el sujeto
como si, efectivamente, se tratara del sujeto en cuestión. De este modo, Dennett fuerza a
los objetos a perder su contenido cognoscitivo verdadero, y transforma el objeto conceptual
en el objeto mismo. Siguiendo esta línea argumentativa, según él, por ejemplo, la
percepción y el gusto también son conceptos: todos estos elementos (la percepción del
color, el propio testimonio...) deben ser explicados como equivalentes a conceptos, como
“falsas interpretaciones e ilusiones de procesos fisiológicos”. En mi opinión, los conceptos
que trata son más bien significativos y, como dice Balaban, “la conciencia intencional se
dirige a ellos”.
Todos estos “fenómenos percibidos, como el sonido o la visión, son, en el mejor de los
casos, meras metáforas y analogías (visión conceptual).” Lo único verdaderamente real
para Dennett son los mecanismos fisiológicos y los compuestos químicos sensibles a
aquellos fenómenos que no poseen las particularidades de dichas sustancias.
Al elaborar tales metáforas, creo que Dennett deja de lado la verdadera cuestión del dilema.
Con esta metodología, el pensador estadounidense solo es capaz de plantear sustitutos de
carácter mecánico o fisicoquímico, lejanos de lo que el sujeto llega a experimentar de forma
real y actual. Dennett, como reduccionista, obliga a la realidad a que se acomode a su
teoría, en vez de adaptar su teoría a la realidad. Tiene una fe ciega en su ciencia y no
admite posibles fallos y limitaciones. Con tal de mantener la veracidad de sus hipótesis y no
Maria Domingo Hernández, O. Balaban, Una crítica del problema mente-cuerpo, Psicología General