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ANTONIO MÉLICH
PUBLICADO
DURACIÓN LECTURA: 12min.
20 MAYO, 1998
Las relaciones ancestrales que sus familias puedan tener con un templo budista, por
ejemplo, no suelen afectar a su vida cotidiana. En la mayoría de los casos, la «religión
familiar» tiende a reducirse a ciertos actos que por costumbre se llevan a cabo de tal o
cual manera: imposición del nombre a los recién nacidos, bodas (funciones
generalmente sintoístas) y funerales (budistas).
La huella de Confucio
Estas enseñanzas hacían énfasis en un orden racional natural, del que el hombre era
un elemento armonioso, en un orden social basado en estrictas normas éticas y en un
Estado gobernado por hombres de elevada sabiduría. Tenía algunos textos
venerables, pero no concepto de deidad ni sacerdocio ni culto, y contaba sólo con un
sencillo ritual religioso. La honradez y corrección en el vivir se reflejaba de modo
particular en lealtad al soberano, en la piedad filial y en la estricta observancia de los
ritos sociales.
El confucianismo entró en Japón con la primera ola de influencia china entre los
siglos VI y IX. Pero fue pronto eclipsado por el budismo, hasta que el surgimiento del
gobierno centralizado de Tokugawa, en el siglo XVII, le hizo parecer más pertinente.
Desde entonces, las doctrinas confucianas impregnaron la sociedad de tal modo que,
a principios del siglo XIX, Japón se había convertido en un Estado profundamente
confucianista.
Los japoneses de hoy en día no son confucianos en el sentido en que lo fueron sus
antepasados, pero el confucianismo les influye quizá más que ninguna de las
religiones o filosofías tradicionales.
Mientras el fervor budista decayó después del siglo XVII, la asociación del sintoísmo
con los mitos de la fundación del Japón y el culto de los antepasados imperiales le
dieron una nueva vitalidad cuando el país se fue haciendo cada vez más nacionalista.
Desde entonces gran parte de la actividad del sintoísmo se reduce a los alegres
festivales que se celebran anualmente en fechas determinadas, en casi todos los
templos de alguna importancia, llevando con gran algarabía a las deidades locales por
las calles del pueblo o vecindario. De esta manera los elementos sintoístas siguen
formando parte de la sociedad japonesa. Pero pocos son los japoneses que buscan en
el sintoísmo un apoyo real para su vida cotidiana.
Pero quizá donde más han influido es en los principios éticos. A medida que los
japoneses fueron aceptando progresivamente los valores universales, adoptaron
muchas actitudes éticas que históricamente y también en la mente del japonés
moderno están asociadas con el cristianismo. Es bastante común que los japoneses
miren a los cristianos como gente con altos principios morales y que a menudo
envidien la aparente firmeza de sus creencias, aun cuando ellos se sientan incapaces
de aceptarlas en el plano personal.
Con fuerte contenido sincretista (en muchas ocasiones son mezcla de budismo,
sintoísmo, viejas supersticiones chinas, etc.), suelen poner el acento en los valores
terrenos más que en la vida futura: salud corporal, prosperidad, perfeccionamiento
de sí mismo y felicidad a través de la fe o por prácticas mágicas. Su finalidad no es
establecer una relación personal con Dios, sino más bien llenar la necesidad típica de
los japoneses de pertenecer a un ambiente social vinculante.
El primer motor en asuntos religiosos suele ser el corazón más que la mente. El
kimochi (sentimiento interno ante algo que atrae o que repele) es más decisivo que la
lógica de los argumentos.
Por otra parte, las tendencias sincretistas juegan un importante papel y a menudo
prevalecen. No es extraño encontrar personas que dicen sentirse -o incluso ser-
cristianos, budistas y sintoístas al mismo tiempo. Para este tipo de «paganismo», todas
las religiones tienen prácticamente los mismos valores y, a fin de cuentas, predican la
misma verdad.
Pero son pocos los que sienten por el cristianismo un interés que vaya más allá de la
curiosidad intelectual. En estos casos buscan sinceramente algo que creen que sólo el
cristianismo puede darles. Estos son los que generalmente llegan a la conversión y al
bautismo, toman en serio la práctica religiosa y son buenos católicos.
Su primer encuentro con Dios puede ser a partir de la lectura de la Biblia, o a través
del ejemplo y de la palabra de algún amigo. Se acercan a alguna parroquia y
empiezan a estudiar el catecismo. Los japoneses aprecian las enseñanzas concretas, y
la mayoría -aunque quizá no lleguen a bautizarse- admiran la consistencia de la
doctrina allí contenida. (El «Catecismo de la Iglesia Católica» no se ha publicado
todavía en japonés, aunque sí está traducido. Al parecer, la Conferencia Episcopal
piensa que esta versión es sólo para los obispos, pero no para el público en general).
No es raro encontrar a quienes ya desde el principio aceptan la idea de un Dios
único, omnipotente, creador de todas las cosas, aunque en Jesucristo vean sólo un
hombre. Estudiando con perseverancia el Catecismo, acompañado de la lectura del
Evangelio, acaban por reconocer en Cristo al Hijo de Dios hecho hombre, aun
cuando esto no es siempre suficiente para la conversión.
Hay quienes una vez convertidos, o incluso antes -principalmente los universitarios-,
procuran estudiar por cuenta propia. Quieren adquirir una formación más sólida y
buscan la manera de alcanzarla a través de alguien que les oriente espiritualmente.
Búsqueda que a veces requiere bastante sacrificio por su parte.
Budismo / Fe / Religión