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EL ARTE del antiguo

japón

Guía por Prof. Sergio Carrasquel

CARACAS, 2021

EL ARTE DEL ANTIGUO JAPÓN


Japón. Etimología

Ambos términos Nippon y Nihon literalmente significan el origen del sol o la base
del sol), 日 (Sol) y 本 (base, comienzo, origen). Eso es, donde el sol nace, y son a
menudo traducidos como Tierra del Sol Naciente. Ambos están escritos en
japonés con el kanji 日本 .

La palabra Nippon apareció en la historia solo a finales del Siglo VII. El Libro de
Tang (舊唐書), una de las Veinticuatro Historias, afirma que al enviado japonés le
disgustó el nombre de su país Woguo ( 倭 國 ), cambiándolo a Nippon ( 日 本 ), u
Origen del Sol. Otra crónica del Siglo VIII, El verdadero significado de Shiji
(史記正義), afirma que la Emperatriz China Wu Zetian ordenó al enviado japonés
cambiar el nombre a Nippon.

El nombre japonés Nippon se utiliza para la mayoría de los propósitos oficiales,


incluyendo el dinero japonés, sellos de correo japoneses, y para muchos de los
eventos deportivos internacionales. Nihon es un término más informal y de uso
más frecuente en el discurso contemporáneo. Se usa frecuentemente en las
noticias japonesas; esta nomenclatura proviene de la correspondencia imperial
con China en la Dinastía Sui refiriéndose a la posición al este de Japón respecto a
China.

Cabe destacar que antes de que el término Nihon empezara a ser usada
oficialmente, Japón era conocido como (倭 Wa) o (倭国 Wakokiu). Wa era el primer
nombre usado en China para el pequeño grupo étnico que vivía en Japón durante
el Periodo de los Tres Reinos. Aunque la etimología de Wa permanece incierta,
los textos antiguos chinos registran un antiguo pueblo residente en el Archipiélago
del Japón (probablemente en Kyūshū), llamado Wā o Wər 倭. Las investigaciones
recientes proponen que la etimología de Wa va en un rango posible desde (la
transcripción del pronombre japonés en primera persona waga 我が mi; nuestro y
las utilidades 我 Yo; nosotros; uno mismo) la vergüenza (escribiendo en japonés
Wa como 倭 lo que implica enano, inservible), y resume las implicaciones para el
Wā Japonés en variaciones de las dos etimologías: comportamiento sumiso o
físicamente corto La primera explicación sumisa, obediente, se inició con el
diccionario Shuowen Jiezi del año 121 de su era. Define 倭 como shùnmào 順皃
apariencia obediente/sumiso/dócil/obediente, que gráficamente explica a la
persona; humana radical con una fonética wěi 委 se, y cita el poema Shi Jing. Es
concebible que, cuando los chinos encontraron por primera vez a los japoneses,
se sugiere que los transcribieron como Wa que significa espalda doblada. Wa es
compatible con inclinación / obediencia. Esta característica se observó a principios
de referencias históricas a Japón. Ejemplos incluyen: El respeto se demuestra en
cuclillas, y ellos ya sea en cuclillas o de rodillas, con las dos manos en el suelo.
Éste es el modo en que muestran el respeto. Koji Nakayama interpreta wēi 逶
sinuosidad como llevada demasiado lejos y eufemísticamente traduce Wō 倭
como separado desde el continente. La segunda etimología de wō 倭 significa
enano; persona corta tiene un posible cognado en ǎi 矮 persona de baja estatura;
mirmidón, enano; bajo, wō 踒 cepa; esguince; piernas dobladas, y wò 臥
acostarse, agacharse, sentarse (animales). Historias tempranas dinásticas chinas
se referían a Zhūrúguó 侏儒國 , país pigmeo/enano, localizado al sur de Japón,
asociado posiblemente con las islas de Okinawa o Ryukyu. Se cita el precedente
histórico de construir Wa como pueblo sumiso y la leyenda del País de los Enanos
como evidencia de la etimología de gente pequeña como desarrollo secundario.

Japón. Ubicación geográfica.

Es un país insular de Asia Oriental ubicado en el noroeste del océano Pacífico.


Limita con el mar de Japón al oeste y se extiende desde el mar de Ojotsk en el
norte hasta el mar de China Oriental y Taiwán en el sur. Parte del anillo de Fuego
del Pacífico, Japón comprende un archipiélago de 6.852 islas que cubren 377.975
kilómetros cuadrados; las cinco islas principales del país, de norte a sur, son
Hokkaidō, Honshū, Shikoku, Kyūshū y Okinawa.
Mapa antiguo de Japón

La religión en Japón

La religión en Japón no es un concepto definido, pues los japoneses no creen en


una religión en particular. En cambio incorporan los rasgos de muchas religiones
en sus vidas diarias en un proceso conocido como sincretismo. Las calles
japonesas se decoran en Tanabata, Obon, Halloween y Navidad. Una oración
reconocida cuando se tienen problemas es Kami-sama dōka otasuke kudasai.
(Dios, ayúdame de alguna forma, por favor), que parece implicar una creencia
sincretista.

Según datos oficiales de 2017, el sintoísmo es la religión con mayor número de


adeptos, seguida por el budismo y en tercer lugar se encuentra el cristianismo. Sin
embargo, muchas personas se declaran budistas y sintoístas.
Shinto o sintoísmo

La religión shinto proviene de tiempos prehistóricos, como una religión con respeto
a la naturaleza y en particular a ciertos lugares sagrados. La adoración del shinto
se realiza en lugares considerados santos. Sobre todo es importante el acto de
purificación antes de la visita a estos lugares sagrados. Estos sitios al principio
pueden haber sido usados para adorar al sol, formaciones de roca, árboles, e
incluso a sonidos. Ya que cada una de estas cosas fue asociada con una deidad
esto causó un complejo politeísmo religioso. Se conocen a las deidades en el
sintoísmo como kami, y shinto.

El shinto es como una religión indígena: no tiene ningún libro santo, ningún
fundador ni canon alguno. El Nihonshoki y el Kojiki, sin embargo, contienen un
registro de mitología japonesa. Es una de las religiones más grandes de Japón
siendo a su vez la religión natal. Esta se originó en Japón y es casi exclusiva de
allí.

Budismo

El budismo llegó a Japón en el siglo VI, de la parte meridional del reino coreano de
la península de Baekje, donde el rey Baekje envió al Emperador japonés una
pintura de buda y algunos sutras. Los aristócratas japoneses construyeron muchas
estatuas y templos budistas en la capital en Nara, y posteriormente en la capital de
Heian (ahora Kioto).

El budismo está dividido en tres formas:

 El budismo más ortodoxo e impersonal Budismo Theravāda, que es


frecuente en la India y Asia Sur-oriental.
 El budismo más personal, Budismo Mahāyāna que extiende a India del
Norte, China, el Tíbet, y desde allí se dirigió a Corea.
 El budismo esotérico o también conocido como tántrico, el Budismo
Vajrayāna.
Otras religiones

Irreligión

Es el hecho de no practicar o seguir una religión organizada. En particular, ser


irreligioso no implica necesariamente una falta de creencia en una o más
deidades. En los estudios demoscópicos la irreligión se expresa como sin religión
o sin afiliación religiosa.

Cristianismo

El cristianismo también está muy presente en la cultura japonesa. Éste llegó en


1549 de parte del misionero español Francisco Javier, y fue difundido por
misioneros europeos, sobre todo por jesuitas; éstos fueron conocidos en Japón
como Kirishitan ( 切 支 丹 ). Al principio, las autoridades japoneses apoyaban la
presencia de la religión como una forma de contrarrestar el budismo; sin embargo,
poco después vieron que los europeos estaban conquistando territorios en Asia a
base de la conversión religiosa y los veían como una amenaza. Por ende, a
comienzos de la era Tokugawa, en el siglo XVII, se prohibió el cristianismo durante
dos siglos hasta la Restauración Meiji, cuando se permitió la llegada de misioneros
cristianos.

De 1900 a 1930 se produjeron algunos movimientos cristianos sincretistas, como


el Movimiento de la No-Iglesia o Mukyokai, una fusión entre la sensibilidad cultural
japonesa con una visión protestante cristiana, basada en el estudio directo de la
Biblia. El Mukyokai es un movimiento cristiano sin organización aparente propia.
No tienen templos, sacerdotes o cualquier tipo de organización.

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se proscribió el cristianismo en


todas sus formas. Desde 1947 se considera una religión libre de practicar, y
actualmente consiste en el 1% de la población japonesa, a pesar de que la
mayoría celebra fiestas de origen cristiano como la Navidad o el día de San
Valentín.

Shinshūkyō
También en Japón ha surgido otras religiones como las Nuevas Religiones
Japonesas o Shinshūkyō ( 新宗教 ), y que tienen origen en el shinto, el budismo,
tradiciones folclóricas y algunos elementos sociales. Surgieron a partir de la Era
Meiji, y existen centenares de sectas, muchas de estas con mucho arraigo con el
shinto, consideradas a veces como sectas shinto, y no tienen una gran
membresía. La más notable es la Soka Gakkai, y que tiene una pequeña
presencia política en Japón; otras religiones son la Seicho-No-Ie ( 生 長 の 家 ), la
Shinreikyo ( 神 霊 教 Shinreikyō?), la Kōfuku-no-Kagaku ( 幸 福 の 科 学 ?), Mahikari,
Oomoto ( 大 本 ?), Konkokyo ( 金 光 教 ), Tenrikyo ( 天 理 教 ), y el famoso Aum
Shinrikyo, que realizó un atentado terrorista en 1995 en Tokio.

Fe Bahá'í

La Fe Bahá'í en Japón comienza después de un par de menciones del país por


Abdu'l Bahá por primera vez en 1875. Japón se contactó con la religión que viene
del oeste, cuando Kanichi Yamamoto (山 本 寛 一), que vivía en Honolulu, Hawái,
se convirtió en 1902, y el segundo fue Saichiro Fujita ( 藤田 左 弌 郎 ). El primer
converso bahá'í en suelo japonés era Kikutaro Fukuta ( 福 田 菊 太 郎 ) En 1915.
Casi un siglo después, la Asociación de Religión Archivos de Datos (basándose en
la Enciclopedia Mundial Cristiana) estima que unos 15.700 bahá'ís en 2005,
mientras que el CIA World Factbook estima que cerca de 12 000 bahá'ís
japoneses en 2006.

Islam

Las estimaciones de la población musulmana se han colocado alrededor de


115.000 a 125.000, de los cuales aproximadamente el 90% son residentes
extranjeros, y el resto son japoneses étnicos. Indonesios, bengalíes, pakistaníes e
iraníes, constituyen las mayores comunidades de musulmanes extranjeros en
Japón.

Hinduismo

El hinduismo es una minoría en Japón. Sin embargo, ha desempeñado un papel


algo significativo en la cultura japonesa.

Arte de Japón

El arte de Japón ( 日 本 美 術 Nippon bijutsu) es una expresión de la cultura


japonesa, desarrollado a lo largo del tiempo en diversos períodos y estilos que se
han ido sucediendo de forma cronológica, en paralelo al devenir histórico, social y
cultural del pueblo japonés. La evolución del arte nipón ha estado marcada por el
desarrollo de su tecnología, siendo una de sus señas distintivas el uso de
materiales autóctonos. Como en el arte occidental, las principales manifestaciones
artísticas han tenido su origen en la religión y el poder político.
La Gran Ola de Kanagawa (1830 - 1833), grabado de Katsushika Hokusai,
Metropolitan Museum of Art, Nueva York, Estados Unidos.

Una de las principales características del arte japonés es su eclecticismo,


proveniente de los diversos pueblos y culturas que han arribado a sus costas a lo
largo del tiempo: los primeros pobladores instalados en Japón –conocidos como
los Ainu– pertenecían a una rama caucásica procedente del norte y este de Asia,
llegados posiblemente cuando Japón aún estaba unido al continente. El origen de
estos pobladores es incierto, barajando los historiadores diversas hipótesis, desde
una raza uralo-altaica hasta un posible origen indonesio o mongol. En todo caso,
su cultura parecía corresponder al paleolítico superior o mesolítico. Posteriormente
arribaron a las costas japonesas —al tiempo que a Corea y diversas zonas de
China— varios grupos de raza malaya procedentes del sudeste asiático o islas del
Pacífico, que se fueron introduciendo paulatinamente desde el sur, desplazando a
los Ainu hacia el norte de Japón, mientras que en una posterior oleada llegaron a
Japón varios grupos de la misma etnia procedentes de China y Corea. A esta
mezcolanza racial se debe añadir la influencia de otras culturas: debido a su
insularidad, Japón ha estado aislado buena parte de su historia, pero a intervalos
ha ido recibiendo la influencia de las civilizaciones continentales, sobre todo de
China y Corea, especialmente desde el siglo V. Así, a la cultura ancestral nipona
derivada de las sucesivas oleadas inmigratorias se añadió la influencia foránea,
forjando un arte ecléctico y abierto a la innovación y el progreso estilístico.
También cabe destacar que gran parte del arte producido en Japón ha sido de tipo
religioso: a la religión sintoísta, la más típicamente japonesa, formada alrededor
del siglo I, se añadió el budismo en torno al siglo V, forjando un sincretismo
religioso que aún hoy perdura, y que también ha dejado su reflejo en el arte.

El arte japonés es pues reflejo de estas distintas culturas y tradiciones,


interpretando a su manera los estilos artísticos importados de otros países, que
asumen según su concepto de la vida y el arte, reinterpretando y simplificando sus
características peculiares, como los elaborados templos budistas chinos, que en
Japón sufrieron un proceso de reducción de sus elementos superfluos y
decorativos. Ello da muestra del carácter sincrético del arte japonés, por lo que
siempre ha asumido con naturalidad cualquier innovación procedente de otros
países.

El arte tiene en la cultura japonesa un gran sentido introspectivo y de interrelación


entre el hombre y la naturaleza, representada igualmente en los objetos que le
envuelven, desde el más ornado y enfático hasta el más simple y cotidiano. Esto
se pone de manifiesto en el valor otorgado a la imperfección, al carácter efímero
de las cosas, al sentido emocional que el japonés establece con su entorno. Así,
por ejemplo, en la ceremonia del té los japoneses valoran la calma y la
tranquilidad de ese estado de contemplación que consiguen con un sencillo ritual,
basado en elementos simples y en una armonía proveniente de un espacio
asimétrico e inacabado. Para los japoneses, la paz y la armonía están asociadas a
la calidez y la comodidad, cualidades a su vez que son fiel reflejo de su concepto
de la belleza. Incluso a la hora de comer, no importa la cantidad de alimentos o su
presentación, sino la percepción sensorial de la comida y el sentido estético que
otorgan a cualquier acto. De igual manera, los artistas y artesanos japoneses
tienen un elevado grado de vinculación con su obra, sintiendo los materiales como
parte esencial de su vida y de su comunicación con el ambiente que les rodea.

Fundamentos del arte japonés

Santuario Itsukushima, entre los años 593 y 811, de origen sintoísta, con su
torii (arco de acceso a un espacio sagrado), situado sobre el Mar Interior de
Seto, isla de Itsukushima, cerca de la ciudad de Hatsukaichi, en la prefectura
de Hiroshima, en Japón.

El arte japonés, como el resto de su filosofía –o, simplemente, su forma de ver la


vida– es propenso a la intuición, la falta de racionalidad, la expresión emocional y
la sencillez de actos y pensamientos, expresados a menudo de forma simbólica.
Dos de sus características distintivas son la simplicidad y la naturalidad: las
manifestaciones artísticas son reflejo de la naturaleza, por lo que no requieren una
elaborada producción, sino que se basan en una economía de medios que otorga
al arte una gran trascendencia, como reflejo de algo más elevado que queda tan
solo esbozado, sugerido, siendo posteriormente interpretado por el espectador.
Esta simplicidad provocó en pintura una tendencia hacia el dibujo lineal, sin
perspectiva, con abundancia de espacios vacíos, que sin embargo se integran
armoniosamente en el conjunto. En arquitectura, queda plasmada en diseños
lineales, con planos asimétricos, en una conjunción de elementos dinámicos y
estáticos. A su vez, esta simplicidad está relacionada con una innata naturalidad
en la relación entre el arte y la naturaleza, que para los japoneses es reflejo de su
vida interior, y la sienten con un delicado sentimiento de melancolía, casi de
tristeza. En especial, el transcurrir de las estaciones les provoca una sensación de
transitoriedad, viendo en la evolución de la naturaleza lo efímero de la vida. Esta
naturalidad se refleja especialmente en la arquitectura, que se integra de forma
armoniosa en su entorno, como se denota en la utilización de materiales naturales,
sin trabajar, mostrando su aspecto rugoso, áspero, inacabado. En Japón,
naturaleza, vida y arte están indisolublemente unidos, y la realización artística es
un símbolo de la totalidad del universo.

En Japón, el arte pretende conseguir la armonía universal, yendo más allá de la


materia para encontrar el principio generador de vida. La estética japonesa busca
encontrar el sentido de la vida por medio del arte: belleza equivale a armonía, a
creatividad; es un impulso poético, un camino sensorial que lleva a la realización
de la obra, que no tiene finalidad en sí, sino que va más allá. La belleza es una
categoría ontológica, que remite a la existencia: consiste en alcanzar el sentido
con el todo. Como dijo Suzuki Daisetsu, la belleza no está en la forma exterior,
sino en el significado que expresa. El arte no está basado en las cualidades
sensibles, sino en las sugestivas; no ha de ser perfecto, sino expresar una
cualidad que lleve a la totalidad. Se pretende captar lo esencial a través de la
parte, que sugiere la totalidad: el vacío es un complemento de aquello que existe.
En la filosofía oriental hay una unidad entre materia y espíritu, predominando la
contemplación y comunión con la naturaleza, por vía de adhesión interior, de
intuición. En Japón, el arte (gei), tiene un sentido más trascendente, más
inmaterial que el concepto de arte aplicado en Occidente: es cualquier
manifestación del espíritu –entendido como energía vital, como esencia que
insufla vida a nuestro cuerpo–, haciendo que éste se desarrolle y evolucione,
consiguiendo una unidad entre cuerpo, mente y espíritu.

En la Fiesta del Hanami, tradición japonesa de observar la belleza de las


flores, pero por lo general se asocia esta palabra al período en que florecen
los cerezos y en el que los japoneses acuden en masa a parques y jardines a
contemplar sus flores (sakura).

El sentido del arte se ha ido desarrollando en la estética japonesa a lo largo del


tiempo: las primeras reflexiones sobre el arte y la belleza provienen de la
antigüedad, cuando se forjaron los principios creadores de la cultura japonesa y
surgieron las principales obras épicas de la literatura japonesa: el Kojiki (Relatos
de cosas antiguas), el Nihonshoki (Anales de Japón) y el Man'yōshū (Colección de
diez mil hojas). En esta época predominó el concepto de sayakeshi (puro, claro,
fresco), que hacía referencia a un tipo de belleza caracterizada por la simplicidad,
el frescor, una cierta ingenuidad, perceptible en el uso de materiales ligeros y
naturales, como la tierra cocida de las estatuillas haniwa o la madera en
arquitectura. Buen ejemplo de ello es el templo sintoísta de Ise, construido en
madera de ciprés, y que se reconstruye cada veinte años desde el siglo VIII para
preservar su pureza y frescura. De este concepto se desprende una de las
constantes del arte japonés: el valor otorgado a la belleza efímera, transitoria,
fugaz, que evoluciona con el tiempo. En el Man'yōshū el sayakeshi queda
reflejado en los sentimientos de fidelidad y honestidad, así como en la descripción
de elementos naturales como el cielo y el mar, que inspiran una sensación de
grandiosidad que sobrecoge al hombre. El sayakeshi está ligado al concepto de
naru («devenir»), donde se valora el tiempo como una energía vital que confluye
en el devenir, en la consumación de todos los actos y todas las vidas.

Posteriormente, durante los periodos Nara y Heian, la estética japonesa


evolucionó rápidamente gracias a su contacto con la cultura china, así como a la
llegada del budismo. El principal concepto de esta época fue el aware, un
sentimiento emotivo que sobrecoge al espectador y le lleva a una profunda
sensación de empatía o piedad. Está ligado a otros términos como el okashi,
aquello que atrae por su alegría y carácter agradable; el omoshiroshi, propiedad
de las cosas radiantes, que llaman la atención por su brillo y claridad; el yūbi,
concepto de gracia, elegancia; el yūga, calidad de refinamiento en la belleza; el
en, la atracción del encanto; el rei, la belleza propia de la calma; el yasashi, la
belleza de la discreción; y el ushin, el sentido profundo de lo artístico. Un hito en la
cultura japonesa de esta época fue la Historia de Genji de Murasaki Shikibu, que
plasmó un nuevo concepto estético denominado mono-no-aware –término
introducido por Motōri Norinaga–, que transmite un sentimiento de melancolía, de
tristeza contemplativa derivada de la transitoriedad de las cosas, de la belleza
efímera, que dura un instante y perdura en el recuerdo. Es un estado de
recreación derivado de la fugacidad de las cosas y de una agridulce tristeza a su
paso, equivalente en cierta medida al pathos griego y al término virgiliano lacrimae
rerum (lágrimas de las cosas). Dice el autor Kikayama Keita, es el sentimiento
profundo que embarga al ser humano al contemplar una hermosa mañana de
primavera, y también la tristeza que le sobrecoge al mirar un atardecer otoñal.
Pero, ante todo, es un sentimiento de delicada melancolía que puede derivar en
una profunda tristeza al sentir hondamente la belleza caduca de todos los seres de
la naturaleza. Esta idea de una búsqueda ideal de la belleza, de un estado de
contemplación donde se unen el pensamiento y el mundo de los sentidos, es
característica de la innata sensibilidad japonesa para la belleza, y queda patente
en la fiesta del Hanami, basada en la contemplación de los cerezos en flor.

Jardín de Kenroku-en, Período Edo, ciudad de Kanazawa, prefectura de Ishikawa,


Japón. En la meditación zen, la labor cotidiana es una manifestación espiritual,
reflejada en el movimiento y el paso ritual del tiempo. Así el jardín representa la
visión del cosmos, donde el gran vacío (mar) se llena con objetos (islas),
plasmados en arena y rocas, y en el que la vegetación evoca el paso del tiempo.

Durante la Edad Media japonesa (periodos Kamakura, Muromachi y Momoyama),


en paralelo al militarismo de la sociedad feudal japonesa, se impuso el concepto
de dō (vía), que ponía énfasis en el proceso creativo del arte, en la práctica
ceremonial de los ritos sociales, como se pone de manifiesto en el shodō
(caligrafía), el chadō (ceremonia del té), el kadō o ikebana (el arte de los arreglos
florales) y el kōdō (ceremonia del incienso). En estas prácticas no importa el
resultado, sino el proceso evolutivo, el devenir en el tiempo –nuevamente el naru–,
así como el talento demostrado en la perfecta ejecución de los ritos, que denota
destreza, así como un empeño espiritual de búsqueda de la perfección. En estos
nuevos conceptos tuvo una influencia decisiva una variante del budismo llamada
zen, que hacía hincapié en unas determinadas reglas de vida, basadas en la
meditación, donde la persona pierde la conciencia de sí mismo. Así, cualquier
labor cotidiana trasciende su esencia material para significar una manifestación
espiritual, la cual queda reflejada en el movimiento y el paso ritual del tiempo. Este
concepto queda reflejado igualmente en la jardinería, que llega a un grado tal de
trascendencia donde el jardín es una visión del cosmos, con un gran vacío (mar)
que se llena con objetos (islas), plasmados en arena y rocas, y donde la
vegetación es evocadora del paso del tiempo. La ambivalencia zen entre el
carácter sencillo y la profundidad de una vida trascendente imbuyó de un espíritu
de elegancia sencilla (wabi) no sólo al arte, sino al comportamiento, las relaciones
sociales y los aspectos más cotidianos de la vida. El maestro Sesshū decía que el
zen y el arte son uno.

El zen se basa en siete principios estéticos: fukinsei (asimetría), forma de negar la


perfección para conseguir el equilibrio presente en la naturaleza; kanso
(austeridad), eliminar lo innecesario y superfluo para descubrir la simplicidad de la
naturaleza; kokō (dignidad solitaria), cualidad que las personas y objetos
adquieren con el paso del tiempo y les proporciona una mayor pureza de su
esencia; shizen (naturalidad), que está ligada a la sinceridad, lo natural es
auténtico e incorruptible; yūgen (profundidad), esencia verdadera de las cosas,
que trasciende su mera materialidad, su aspecto superficial; datsuzoku
(desapego), libertad en la práctica de las artes, cuya misión es liberar el espíritu,
no controlarlo –así, el arte prescinde de todo tipo de normas y reglas–; seiyaku
(serenidad interior), estado de quietud, de sosiego, necesario para que fluyan los
seis principios anteriores.
En la ceremonia del té se relacionan las cosas pequeñas con el orden cósmico, lo
temporal con lo espiritual. La sala del té es una construcción efímera sin
ornamentación e inacabada, pues lo imperfecto se debe completar en la
imaginación. La belleza sólo puede descubrirla quien mentalmente completa lo
incompleto.

Especialmente significativa es la ceremonia del té, donde se sintetiza de forma


magistral el concepto japonés del arte y lo bello, creando una auténtica religión
estética: el teísmo. Esta ceremonia representa la adoración de lo bello en
oposición a la vulgaridad de la existencia cotidiana. Su filosofía, tanto ética como
estética, expresa la concepción integral del hombre con la naturaleza. Su
simplicidad relaciona las cosas pequeñas con el orden cósmico: la vida es una
expresión, y los actos reflejan siempre un pensamiento. Lo temporal es igual a lo
espiritual, lo pequeño a lo grande. Este concepto queda igualmente reflejado en la
sala del té (sukiya), construcción efímera debida a un impulso poético, despojada
de ornamentación, donde se da culto a lo imperfecto, y siempre se deja algo
inacabado, que completará la imaginación. Es característica la ausencia de
simetría, por la concepción zen de que tiene más importancia la búsqueda de
perfección que la propia perfección. La belleza sólo puede descubrirla quien
mentalmente completa lo incompleto.

Por último, en época moderna –iniciada con el período Edo–, aunque perduran los
conceptos anteriores se introducen algunas nuevas categorías estéticas,
relacionadas con las nuevas clases urbanas que surgen a medida que Japón se
va modernizando: el sui es una determinada finura de corte espiritual, hallada
principalmente en la literatura de Osaka; iki es una elegancia honesta y directa,
presente sobre todo en el teatro kabuki; el karumi es un concepto que ensalza la
ligereza como cualidad esencial bajo la cual se alcanza lo «profundo» de las
cosas, reflejada especialmente en la poesía haiku; el shiori es una belleza
nostálgica; el hosomi es una delicadeza que llega hasta la esencia de las cosas; y
el sabi es la belleza simple, despojada, sin adornos ni artificios, ensalzando
valores como la pobreza y la soledad. Esta última entroncó con el concepto
anterior de wabi, creando una nueva noción llamada wabi-sabi, la trascendencia
de la simplicidad, donde la belleza reside en la imperfección, en lo incompleto,
basada en la fugacidad e impermanencia. En todos estos conceptos subyace
nuevamente la idea del arte como proceso creativo, y no como realización
material. Según el autor Okakura Kakuzō, sólo los artistas persuadidos de la
imperfección congénita a su alma son capaces de engendrar la verdadera belleza.

Periodización

Para su estudio, el arte de Japón se divide en grandes períodos en términos de


producción artística y desarrollos políticos importantes. La clasificación suele
variar dependiendo del criterio del autor, además de que muchos de ellos pueden
ser subdivididos. Por otro lado, también existen divergencias en cuanto al principio
y final de algunos de estos periodos. La clasificación realizada por el arqueólogo
Charles T. Keally es la siguiente:
Períodos históricos en la arqueología japonesa

Prehistoria Paleolítico Jōmon 13/9.500 - Yayoi Kofun300 -


50/35.000 - 2.500 a. P. 500 710
13/9.500 a. P. a. C.
- 300

Antigua ( 古代 Nara 710 - Heian 794 - 1185


Kodai) 794
Medieval(中世 Kamakura 1185 - 1392 Muromachi 1392 - 1573
Chūsei)
Moderna Azuchi-Momoyama Edo 1600 - 1868
temprana o 1573 - 1600
Premoderna
(近世 Kinsei)
Moderna Meiji Taishō Shōwa
(近代 / 現代 1868 - 1912 1912 - 1926 1926 - 1989
Kindai /
Gendai)

Artes plásticas

Período Jōmon (11000 a.C.-500 a.C.)

Durante el mesolítico y el neolítico Japón se mantuvo aislado del continente, por lo


que toda su producción fue autóctona, aunque de escasa relevancia. Eran
sociedades semisedentarias, que habitaban en pequeñas aldeas con casas
excavadas en la tierra, obteniendo sus recursos alimentarios principalmente del
bosque (ciervos, jabalíes, frutos secos) y del mar (peces, crustáceos, mamíferos
marinos). Estas sociedades tenían una elaborada organización del trabajo, y
estaban preocupadas en la medición del tiempo, como lo demuestran diversos
restos de disposiciones circulares de piedras en Oyu y Komakino, que actuaban
como relojes solares. Al parecer, tenían unidades de medida estandarizadas,
como dan fe diversos edificios construidos según determinados patrones.

Recipiente de terracota, período Jōmon, hacia 3000-2000 a. C.

En los diversos yacimientos Jōmon se han hallado instrumentos de hueso y


piedras pulimentadas, cerámica y figuras antropomorfas. Cabe señalar que la
cerámica Jōmon es la más antigua producida por el ser humano: los primeros
restos de una rudimentaria alfarería datan del 11.000 a.C., en pequeños
recipientes trabajados a mano, de lados pulidos e interiores amplios, con un
sentido funcional y decoración austera. Estos vestigios corresponden a un período
denominado prejōmon (11000-7500 a.C.), al que sucedió el Jōmon arcaico o
temprano (7500-2500 a.C.), donde se elabora la más típica cerámica Jōmon,
hecha a mano y decorada con incisiones o impresiones de cuerda, sobre una base
de un tipo de vasos profundos en forma de jarra. La decoración básica consistía
en impresiones hechas con cuerdas elaboradas con fibras de plantas, que se
presionaban sobre la cerámica antes de cocerla. En diversas zonas estas
incisiones llegaron a un elevado grado de elaboración, con bordes perfectamente
cincelados, dibujando una serie de signos de corte abstracto de gran complejidad.
En pocas ocasiones se han hallado restos de escenas figurativas, generalmente
dibujos antropomórficos y zoomórficos (ranas, serpientes), destacando una
escena de caza presente en un vaso hallado en Nirakubo, al norte de Honshū.

Por último, en el Jōmon tardío (2500-400 a.C.), los recipientes vuelven a ser de
formas más naturales, menos elaboradas, con boles y vasijas de fondo
redondeado, ánforas de cuello estrecho y cuencos con asas, a menudo con pie o
base elevada. Los principales yacimientos de cerámica Jōmon son: Taishakukyo,
Torihama, Togari-ishi, Natsushima, Kamo y Okinohara en la isla de Honshū;
Sobata en la isla de Kyūshū; y Hamanasuno y Tokoro en la isla de Hokkaidō.

Aparte de vasos, se construyeron en cerámica diversas figurillas en forma humana


o animal, construidas por partes, por lo que se han hallado pocos restos de piezas
enteras. Las de forma antropomórfica pueden tener atributos masculinos o
femeninos, y también se han hallado algunas de signo andrógino. Algunas
presentan un vientre abultado, por lo que posiblemente estaban ligadas al culto a
la fertilidad. Es de remarcar la precisión en los detalles que muestran algunas
figuras, como peinados elaborados, tatuajes y vestidos decorativos. Parece ser
que en esas sociedades tenía gran relevancia el adorno corporal, principalmente
en las orejas, con pendientes de cerámica de diversa manufactura, decorados con
pigmentos rojos. En Chiamigaito (isla de Honshū) se han encontrado más de 1000
de estos adornos, lo que hace suponer un taller local de elaboración de estos
productos. También datan de esta época diversas máscaras que denotan un
trabajo individualizado de los rostros. Igualmente, se elaboraban diversos tipos de
abalorios de jadeíta verde, y conocían el trabajo de la laca, como demuestran
varias horquillas halladas en Torihama. También se han hallado restos de espadas
de marfil, hueso o astas de animales.

Período Yayoi (500 a.C.-300 d.C.)

Esta época supuso la implantación definitiva de la sociedad agrícola, que


comportó la deforestación de amplias zonas del territorio. Esta transformación
conllevó una evolución de la sociedad nipona en los terrenos tecnológico, cultural
y social, con una mayor estratificación social y especialización del trabajo, y
supuso el aumento de los conflictos bélicos. El archipiélago nipón estaba jalonado
de pequeños estados formados en torno a clanes (uji), entre los que prevaleció el
de Yamato, que dio origen a la familia imperial. Apareció entonces el sintoísmo,
religión de corte mitológico que hacía descender al emperador de Amaterasu, la
diosa del sol. Esta religión propició el sentido original de pureza y frescura del arte
japonés, con predilección por los materiales puros, sin decorar, con un sentido de
integración con la naturaleza (kami o supraconciencia). Desde el siglo I a. C.
empezó a introducirse la civilización del continente, a causa de las relaciones con
China y Corea.
Vaso Yayoi procedente de Tokio.

La cultura Yayoi apareció en la isla de Kyūshū en torno al 400-300 a.C., pasando a


Honshū, donde fue desplazando progresivamente a la cultura Jōmon. Durante
este período se difundió un tipo de sepulturas de gran tamaño con cámara y
túmulo ornamentado con cilindros de terracota con figuras humanas y de
animales. Los poblados estaban cercados por zanjas, y aparecieron diversos
utensilios relacionados con la agricultura (especialmente una herramienta de
piedra en forma de media luna usada para la cosecha), así como diversas armas,
como arcos y flechas con punta de piedra pulida. La cerámica se producía con
torno, principalmente tarros de cuello ancho, botes con tapa, platos anchos, tazas
con asas y botellas de cuello estrecho. Eran de superficie pulimentada, con
decoración simple, principalmente de incisiones, punteados y serpentinas en zig-
zag. La principal modalidad fue un vaso con forma de jarra denominado tsubo.

Destacó el trabajo con metales, principalmente el bronce, como las campanas


denominadas dotaku, que servían de objetos ceremoniales, decoradas con
espirales (ryusui) en forma de agua que fluye, o bien animales en relieve
(principalmente ciervos, pájaros, insectos y anfibios), así como escenas de caza,
pesca y trabajos agrícolas, especialmente los relacionados con el arroz. El ciervo
parece ser que tenía una especial significación, quizá ligada con alguna divinidad:
en muchos yacimientos se han encontrado multitud de omóplatos de ciervo con
incisiones o marcas hechas con fuego, por lo que estaría ligado a algún tipo de
ritual. Otros objetos decorativos hallados en yacimientos Yayoi son: espejos,
espadas, diversos abalorios y magatama (piezas de jade y ágata en forma de
anacardo, que servían de joyas de la fertilidad).

Período Kofun (300-552)

Vista del Naikū, la zona más sagrada del Santuario de Ise. También conocido como
el Gran Santuario de Ise (伊勢大神宮 Ise-Daijingū) y oficialmente como El Santuario
( 神 宮 Jingū), de la religión sintoísta, localizado en la ciudad de Ise, prefectura de
Mie, en la región central-sur del Japón. La fundación legendaria del Santuario fue
realizada en el año 4 a. C., por la princesa Yamatohime-no-mikoto, hija del
Emperador Suinin.

Esta era supuso la consolidación del estado central imperial, que controlaba los
principales recursos, como el hierro y el oro. La arquitectura se desarrolló
preferentemente en el terreno funerario, con unas características tumbas de
cámara y de corredor llamadas kofun (tumba antigua), sobre las que se elevaban
túmulos de tierra de grandes proporciones. Destacan las grandes sepulturas de
los emperadores Ōjin (346-395) y Nintoku (395-427), donde aparecieron diversas
joyas, armas, sarcófagos de piedra o terracota, cerámica y unas figuras
antropomórficas de terracota llamadas haniwa, formadas por un pedestal cilíndrico
y un medio busto. Estas estatuillas eran de unos 60 centímetros, sin apenas
expresión, tan solo unas hendiduras en los ojos y la boca, aunque constituyen una
muestra de gran relevancia del arte de esta época. Según su vestimenta y
utensilios se distinguen diversos oficios en estas figuras, como granjeros,
soldados, sacerdotisas, cortesanas, músicos y bailarines. A finales de este período
también aparecieron figurillas de animales, especialmente ciervos, perros,
caballos, jabalís, gatos, pollos, ovejas y peces. Se han hallado gran variedad de
armas (equipos de arqueros, coronas con joyas matagama, estribos de bronce), lo
que denota la importancia del estamento militar en esta época, cuyos rasgos
estilísticos están emparentados con la cultura Silla de Corea, al igual que un tipo
de cerámica denominada Sueki, oscura y de gran finura, con accesorios
tintineantes.

Haniwa de gobernante (Funazuka Kofun), figura de terracota que fue elaborada para
su uso en rituales y enterrada como objetos funerarios durante el período Kofun de
la historia de Japón.
Haniwa de soldado (Funazuka Kofun), figura de terracota que fue elaborada para su
uso en rituales y enterrada como objetos funerarios durante el período Kofun de la
historia de Japón.

La diferenciación social comportó el aislamiento de las clases dirigentes en


recintos exclusivos dentro de las ciudades, como en Yoshinogari, para acabar
segregándose definitivamente en recintos aislados como el de Mitsudera o los
complejos palaciegos de Kansai, Ikaruga y Asuka-Itabuki. En cuanto a arquitectura
religiosa, los primeros templos sintoístas (jinja) fueron en madera, sobre una
plataforma elevada y paredes desnudas o tabiques corredizos, con pilares que
sostienen el techo, que es inclinado. Uno de sus elementos característicos es el
torii, arco de entrada que señala el acceso a un lugar sagrado. Cabe destacar el
santuario de Ise, que se reconstruye cada veinte años desde el siglo VIII.
Comprende dos complejos, el occidental (Naikū), dedicado a Amaterasu (diosa del
sol), y el oriental (Gekū), dedicado a Toyouke no Ōmikami (diosa del vestido, el
alimento, la vivienda, la agricultura y la industria), con un total de unos 125
santuarios. El edificio principal (Shoden) es de planta alzada y tejado a dos aguas,
sobre nueve columnas, al que se accede por una escalera exterior. Es de estilo
shinmeizukuri, que refleja el estilo Shintō tardío, previo a la llegada del budismo a
Japón. El santuario es centro de peregrinación (o-ise-mairi), ya que, según la
tradición, los practicantes del Shintō deben acudir al santuario al menos una vez
en su vida.

Otro templo mítico de origen incierto es el Izumo Taisha, cerca de Matsue,


fundado legendariamente por Amaterasu. Es de estilo taishazukuri, considerado el
más antiguo entre los santuarios, caracterizado por la elevación del edificio sobre
pilastras, con una escalinata como acceso principal, y acabados sencillos de
madera sin pintura. Según las crónicas, el santuario original tenía una altura de 50
metros, pero debido a un incendio fue reconstruido con una altura de 25 metros.
Sus edificios principales son el Honden (santuario interior) y el Haiden (santuario
exterior). A esta época pertenece igualmente el Kinpusen-ji, el templo principal del
shugendō, una religión ascética que combina el sintoísmo, el budismo y creencias
animistas. En su estructura destaca el templo principal o Zaōdō, que es la
segunda construcción de madera más grande de Japón, solo superada por el
Daibutsuden de Tōdai-ji; junto a la Puerta de Niō, ha sido catalogado como Tesoro
Nacional de Japón.

En este período existe las primeras muestras de pintura, como en el enterramiento


real de Ōtsuka y las tumbas en forma de dolmen de Kyūshū (siglos V-VI),
decoradas con escenas de caza, guerra, caballos, pájaros y barcos, o bien con
espirales y círculos concéntricos. Eran pinturas murales, elaboradas con rojo
hematites, negro carbón, amarillo ocre, blanco caolín y verde clorito. Uno de los
dibujos representativos de esta época es el llamado chokkomon, compuesto de
líneas rectas y arcos trazados sobre diagonales o cruces, y presente en paredes
de tumbas, sarcófagos, estatuas haniwa y espejos de bronce.
Período Asuka (552-710)

Templo de Hōryū-ji, entre 607 y 1603, templo budista localizado en Ikaruga,


prefectura de Nara, Japón. Su nombre completo es Hōryū Gakumonji (法隆学問寺 o
Templo de la Enseñanza de la Ley Floreciente), debido a que este sitio sirve como
un monasterio.

El estado de Yamato forjó un reino centralizado siguiendo el modelo chino,


plasmado en las leyes de Shōtoku-Taishi (604) y la Taika de 646. La llegada del
budismo produjo en Japón un gran impacto a nivel artístico y estético, con fuerte
influencia del arte chino. Fue especialmente fructuoso para el arte el gobierno del
príncipe Shōtoku (573-621), que favoreció el budismo y la cultura en general. La
arquitectura, en forma de templos y monasterios, se ha perdido en su mayoría,
suponiendo la sustitución de las líneas sencillas sintoístas por la magnificencia
proveniente del continente. Como edificio más destacable de este período hay que
mencionar el templo de Hōryū-ji (607), representante del estilo Kudara (Paikche en
Corea). Se construyó en el recinto del templo Wakakusadera, erigido por Shōtoku
e incendiado por sus enemigos en 670. Construido con una planimetría axial, está
formado por un conjunto de edificios donde destacan la pagoda (Tō), el
Yumedomo (Salón de Los Sueños) y el Kondō (Salón Dorado). Es de estilo chino,
utilizándose por vez primera un tejado de azulejos de cerámica. Otro ejemplo
característico es el Santuario Itsukushima (593), construido sobre el agua, en el
Mar Interior de Seto, destacando entre el conjunto de sus edificios el Gojūnotō
(pagoda de los cinco niveles), el Tahōtō (pagoda de los dos niveles) y varios
honden (edificios con altares). Fue nombrado Patrimonio de la Humanidad en
1996.

Estatua del príncipe Shōtoku, Asuka-dera, Nara, Japón.

La escultura, de tema budista, era en madera o bronce: las primeras imágenes de


Buda fueron importadas del continente, pero luego se instalaron en Japón gran
número de artistas chinos y coreanos. Proliferó la imagen de Kannon, nombre
japonés del bodhisattva Avalokiteśvara (llamado Guanyin en chino), como el
Bodhisattva Kannon, obra del coreano Tori; el Kannon situado en el Yumedomo
del templo de Hōryū-ji; y el Kannon de Kudara (siglo VI), realizado por un artista
desconocido. Otra obra de relevancia es la Tríada de Sâkyamuni (623), en bronce,
obra de Tori Busshi instalada en el templo de Hōryū-ji. En general, eran obras de
un estilo severo, anguloso y arcaizante, inspirado en el estilo coreano Koguryŏ,
como se aprecia en la obra de Shiba Tori, que marcó el estilo oficial del período
Asuka: Gran Buda Asuka (templo Hoko-ji, 606), Buda Yakushi (607), Kannon Guze
(621), Tríada Shaka (623). Otro artista seguidor de este estilo fue Aya no
Yamakuchi no Okuchi Atahi, autor de los Cuatro Guardianes Celestes (shitenno)
del Salón Dorado de Hōryū-ji (645), que pese al aire arcaico presentan una
evolución volumétrica en las formas más redondeadas, con rostros más
expresivos.

La pintura seguía los patrones chinos, en tinta o pigmentos minerales sobre seda
o papel, en rollos de pergamino o colgando de la pared. Denota un gran sentido
del dibujo, con obras de gran originalidad, como el relicario de Tamamushi (Hōryū-
ji), en madera de alcanfor y ciprés, con bandas de filigrana de bronce, presentando
varias escenas en óleo sobre madera lacada, en una técnica denominada
mitsuda-i procedente de Persia y relacionada con la pintura china de la dinastía
Wei. En la base del relicario se muestra un jataka (relato sobre las vidas anteriores
de Buda), que muestra al príncipe Mahasattva ofreciendo su propia carne a una
tigresa hambrienta. En esta época empezó a cobrar relevancia la caligrafía, a la
que se otorgó el mismo nivel de artisticidad que a las imágenes figurativas.
También destacaron los tapices en seda, como el Mandala Tenjukoku dedicado a
Shōtoku (622). La cerámica, que podía ser esmaltada o no, tuvo escasa
producción local, valorándose más la de importación china.

Período Nara (710-794)

Durante este período se estableció la capital en Nara (710), primera capital fija del
mikado. En esta época tuvo su apogeo el arte budista, continuando con gran
intensidad la influencia china –los japoneses veían en el arte chino una armonía y
perfección similares al gusto europeo por el arte clásico grecorromano–. Los
escasos ejemplos de arquitectura de la época son construcciones de aire
monumental, como la Pagoda del Este de Yakushi-ji, los templos de Tōshōdai-ji,
Tōdai-ji y Kōfuku-ji, y el almacén imperial Shōso-in de Nara, que conserva multitud
de objetos de arte de la época del emperador Shōmu (724-749), con obras
procedentes de China, Persia y Asia central. La ciudad de Nara se construyó
según una planimetría reticular, siguiendo el modelo de Chang'an, la capital de la
dinastía Tang. Se otorgó igual importancia al palacio imperial que al monasterio
principal, el Tōdai-ji (745-752), construido según un plano simétrico en un gran
recinto con dos pagodas gemelas, y donde destaca el Daibutsuden, el Gran Salón
de Buda, con una gran estatua de bronce del Buda Vairocana (Dainichi en
japonés), de 15 metros, donada por el emperador Shōmu en 743. Reconstruido en
1700, el Daibutsuden es el edificio de madera más grande del mundo. Otro
importante recinto del templo es el Hokkedō (Salón del Loto, también llamado
Sangatsudō, Salón del Tercer Mes), que cuenta con otra magnífica estatua, el
Kannon Fukukenjaku, un bodhisattva de ocho brazos realizado en laca, de cuatro
metros de altura e influencia Tang, perceptible en la serenidad y placidez de los
rasgos faciales.

Pagoda del Este de Yakushi-ji, Nara, Japón.


En cambio, la Pagoda del Este de Yakushi-ji supuso el intento de los arquitectos
japoneses de buscar un estilo propio, alejándose de la influencia china. Destaca
por su verticalidad, con una alternancia de tejados de distinto tamaño, dándole la
apariencia de un signo caligráfico. En su estructura destacan los aleros y
balcones, formados por barras de madera entrelazadas, en colores blanco y
marrón. En su interior alberga la imagen del Yakushi Nyorai (Buda de la Medicina).
Está inscrito como Patrimonio de la Humanidad bajo la denominación de
Monumentos históricos de la antigua Nara. Igual grado de asimilación nacional
tuvo el Tōshōdai-ji (759), que muestra un claro contraste entre el Kondō (salón
dorado), de una solidez, simetría y verticalidad de influencia china, y el Kodō
(salón de conferencias), de una mayor simplicidad y horizontalidad que denotan la
tradición autóctona.

Otro exponente fue el Kiyomizu-dera (778), cuyo edificio principal destaca por su
enorme baranda, sostenida por cientos de pilares, que sobresale de la colina y
ofrece impresionantes vistas de la ciudad de Kioto. Este templo fue uno de los
candidatos en la lista a Nuevas Siete Maravillas del Mundo, aunque no salió
elegido. Por su parte, el Rinnō-ji es famoso por el Sanbutsudō (Salón de los Tres
Budas), en donde se encuentran tres estatuas laminadas en oro de Amida,
Senjūkannon (Kannon de los mil brazos) y Batōkannon (Kannon con cabeza de
caballo). Como santuario sintoísta destacó el Fushimi Inari-taisha (711), dedicado
al espíritu de Inari, especialmente conocido por los miles de toriis rojos que
delimitan el camino por la colina en la cual se encuentra situado el santuario.
Santuario de Fushimi Inari-taisha (711), Fushimi-ku, Kioto, con sus
característicos torii de color rojo.

Pintura mural de la tumba Takamatsuzuka.


Obtuvo gran desarrollo en escultura la representación de Buda, con estatuas de
gran belleza: Sho Kannon, Buda de Tachibana, Bodhisattva Gakko de Tōdai-ji. En
el período Hakuhō (645-710), la destitución del clan Soga y el afianzamiento
imperial comportó el fin de la influencia coreana y su sustitución por la china
(dinastía Tang), produciéndose una serie de obras de mayor magnificencia y
realismo, con formas más redondas y gráciles. Este cambio es perceptible en el
grupo de estatuas de bronce dorado del Yakushi-ji, compuesto del Buda sedente
(Yakushi) flanqueado de los bodhisattvas Nikko (Luz de Sol) y Gakko (Luz de
Luna), que muestran un mayor dinamismo en su postura de contrapposto, y una
mayor expresividad facial.

En cambio, en Hōryū-ji continuó el estilo Tori de origen coreano, como en el


Kannon Yumegatai y la Tríada Amida del Relicario de la señora Tachibana. En el
templo de Tōshōdai-ji se encuentra una tríada de estatuas de tamaño colosal,
hechas de laca seca hueca, destacando el Buda Rushana central (759), de 3,4
metros de altura. Se encuentran también representaciones de espíritus guardianes
(Meikira Taisho), reyes (Kamokuten), etc. Son obras en madera, bronce, arcilla
cruda o laca seca, de gran realismo.

La pintura está representada por la decoración mural de Hōryū-ji (finales del siglo
VII), como los frescos del Kondō, que muestran similitudes con los de Ajantā en la
India. También surgieron diversas tipologías como el kakemono (pintura colgante)
y el emakimono (pintura en rollo), historias pintadas en un rollo de papel o seda,
con textos que explican las distintas escenas, llamados sutras. En el Shōso-in de
Nara existe una serie de pinturas de tema profano, con diversos géneros y
temáticas: plantas, animales, paisajes y objetos de metal. A mediados del período
se puso de moda el estilo pictórico de la dinastía Tang, como se vislumbra en los
murales de la tumba Takamatsuzuka, de alrededor del año 700. Por el decreto
Taiho-ryo de 701 el oficio de pintor quedó regulado en gremios artesanales
controlados por el Departamento de Pintores (edakumi-no-tuskasa), dependiente
del Ministerio del Interior. Estos gremios eran los encargados de la decoración de
palacios y templos, y su estructura perduró hasta la era Meiji. La cerámica
evolucionó notablemente gracias a diversas técnicas importadas de China, como
el empleo de colores brillantes aplicados sobre la arcilla.

Período Heian (794-1185)

Templo de Byōdō-in, entre 998 y 1053, de origen budista, también llamado


del Fénix, Uji, Japón.
En este período se produjo el gobierno del clan Fujiwara, que implantó un estado
centralizado inspirado en el gobierno chino, con capital en Heian (actual Kioto).
Surgieron los grandes señores feudales (daimyō), y apareció la figura del samurái.
En esta época surgió la escritura hiragana, que adaptó la caligrafía china al
lenguaje polisilábico japonés, utilizando los caracteres chinos para los valores
fonéticos de las sílabas. La ruptura de las relaciones con China produjo un arte
más típicamente japonés, surgiendo junto al arte religioso un arte seglar que sería
fiel reflejo del nacionalismo de la corte imperial. La iconografía budista tuvo un
nuevo desarrollo con la importación de dos nuevas sectas del continente, Tendai y
Shingon, basadas en el budismo tántrico tibetano, que incorporaron elementos
sintoístas y produjeron un sincretismo religioso característico de esta época.

El Shingon era un tipo de budismo esotérico centrado en la relación entre materia


y espíritu, que se reflejó en los mandalas, imágenes pictóricas o esculpidas que se
centraban en el Diamante (mundo espiritual) y el Seno Materno (mundo material),
así como representaciones del Dainichi Nyorai (el Gran Sol). Por su parte, el
Tendai se centró en la salvación del hombre, con una cierta moralidad de origen
confuciano y un gran sincretismo con la religión sintoísta. Otorgó gran relevancia
al arte, llegándose a afirmar que el Tendai convertía la religión en arte y el arte en
religión. Uno de sus principales cultos fue al Paraíso Occidental de la Tierra Pura
de Amida, del que se realizaron numerosas imágenes. Una de las que más
prosperaron fue la imagen del raigo-zu, Buda transportando almas al Paraíso, que
proliferó en numerosas pinturas, como el panel central del Tríptico de Amida en
Hokkeji (Nara).

La arquitectura sufrió un cambio en la planta de los monasterios, que se erigían en


lugares apartados, pensados para la meditación. Los templos más importantes
son el Enryaku-ji (788), el Kongōbu-ji (816) y el santuario-pagoda de Murō-ji. El
Enryaku-ji, situado en el entorno del monte Hiei, forma parte del conjunto de
Monumentos históricos de la antigua Kioto, declarados Patrimonio de la
Humanidad en 1994. Fue fundado en 788 por Saichō, que introdujo la secta
budista Tendai en Japón. Enryaku-ji llegó a tener unos 3000 templos, y fue un
enorme centro de poder en su época, siendo destruidos la mayoría de sus
edificios por Oda Nobunaga en 1571. De la parte que sobrevivió destacan hoy día
el Saitō (Salón del Oeste) y el Tōdō (Salón del Este), donde se encuentra el
Konpon chūdō, la construcción más representativa de Enryaku ji, donde se
conserva una estatua de Buda esculpida por el propio Saichō, el Yakushi Nyorai.
Amida Nyorai, hacia 1053, pan de oro y laca sobre madera, obra de Jōchō,
monasterio de Byōdō-in, Japón.

En arquitectura civil destacó la construcción del Palacio Imperial, de puro estilo


japonés. Durante el período Fujiwara (897-1185), el templo volvió a situarse en la
ciudad, siendo centro de reunión de las clases dirigentes. La arquitectura religiosa
imitó a la de los grandes palacios, con una decoración muy desarrollada, como en
el monasterio de Byōdō-in –también llamado del Fénix–, en Uji (fundado en 1053).
En este templo destaca el Hōōdō (Salón del Fénix), situado al borde de un
estanque que le proporciona una apariencia lírica y espiritual, con unas líneas
dinámicas y elegantes donde destacan los tejados de esquinas curvilíneas, que
otorgan un aire ascensional al conjunto. Este salón conserva una imagen del Buda
Amida (Señor de la Luz Infinita), de 2,5 metros, en madera lacada, obra del
maestro Jōchō.
La escultura sufrió un ligero descenso en comparación con las épocas anteriores.
De nuevo destacan las representaciones de Buda (Nyoirin-Kannon; Yakushi
Nyorai del templo de Jingo-ji en Kioto; Amida Nyorai en el monasterio de Byōdō-
in), así como algunas diosas sintoístas (Kichijoten, diosa de la felicidad,
equivalente de la Lakshmī india). La excesiva rigidez de la religión budista limitaba
la espontaneidad del artista, que se veía circunscrito a rígidos cánones artísticos
que mermaban su libertad creativa. Entre 859 y 877 se produjo el estilo Jogan,
caracterizado por figuras de una severidad casi intimidatoria, con cierto aire
introspectivo y misterioso, como el Shaka Nyorai de Murō-ji. Durante el período
Fujiwara cobró preeminencia la escuela fundada por Jōchō en Byōdō-in, con un
estilo más grácil y esbelto que la escultura Jogan, logrando unas perfectas
proporciones anatómicas y un gran sentido del movimiento. El taller de Jōchō
introdujo las técnicas yosegi y warihagi, consistentes en dividir la figura en dos
bloques que posteriormente se unían para tallarlas, evitando así su posterior
resquebrajamiento, uno de los principales problemas de las figuras de gran
tamaño. Estas técnicas permitían igualmente un montaje en serie, y se
desarrollaron con gran éxito en la escuela Kei del período Kamakura.

Escena del Genji Monogatari, inspirada en la novela homónima, clásico de la


literatura japonesa, escrito alrededor del año 1000 por Murasaki Shikibu.
La pintura al inicio de este período estaba poco desarrollada, con poca libertad
creativa y ausencia del concepto de espacio. La aparición de la escuela de
yamato-e (pintura japonesa) supuso la independencia de la pintura japonesa de la
influencia china. Se caracteriza por su armonía y su concepción diáfana y
luminosa, con colores vivos y brillantes, líneas simples y decoración geométrica.
Las obras principales se encuentran en los monasterios budistas (Byōdō-in,
Kongōbu-ji).

Son de remarcar los murales del Salón del Fénix del Byōdō-in, cuyos paisajes
sintetizan por primera vez el gusto estético más propiamente japonés, con su
sentido de melancólica emotividad. Se sustituyen los elementos típicos chinos por
otros de gusto nipón, como los cerezos en flor en vez de los ciruelos nevados de
moda en la pintura Tang, o los arrozales en vez de las elevadas cumbres
montañosas chinas. Junto a otros elementos como glicinas, orquídeas, peonías,
bambú, la luna, la niebla, el mar, la lluvia, etc, se creó en esta época la más típica
imaginería paisajística japonesa. Igualmente, la composición asimétrica, el espacio
vacío, el ambiente etéreo, el movimiento ondulado, los detalles anecdóticos, la
aplicación del color más por manchas que en pinceladas, el carácter lírico y
emotivo del conjunto serán típicos de la pintura japonesa, tanto mural como en
grabados y biombos. Pese a ello, la influencia china continuó en edificios públicos
y oficiales, ya que estaba ligada al prestigio funcionarial. Denominada kara-e, la
pintura china prosperó en el círculo imperial, como se percibe en obras como el
Biombo de los sabios y el Biombo del lago Kunming.

La pintura yamato-e se desarrolló notablemente en los rollos manuscritos


denominados emaki, que conjugaban las escenas pictóricas con la elegante
caligrafía katakana. Estos rollos narraban pasajes históricos o literarios, como la
Historia de Genji, novela de finales del siglo X de Murasaki Shikibu. Mientras que
el texto era obra de reputados calígrafos, las imágenes fueron ejecutadas
generalmente por cortesanas de la corte, como Ki no Tsubone y Nagato no
Tsubone, suponiendo una muestra de estética femenina que tendría gran
relevancia en el arte japonés. Surgió entonces una distinción entre pintura
femenina (onna-e) y masculina (otoko-e), que marcaba una distinción perceptible
entre el mundo público, considerado masculino –cuyo arte mantenía la influencia
china– y el privado, de carácter femenino y estética más propiamente nipona. En
onna-e, además de la Historia de Genji, destacó el Heike Nogyo (Sūtra del loto),
encargado por el clan Taira para el Santuario Itsukushima, con un total de 33
rollos sobre la salvación de las almas pregonada por el budismo. El otoko-e era
más narrativo y enérgico que el onna-e, más lleno de acción, con más realismo y
movimiento, como en los rollos Shigisan Engi, sobre los milagros del monje
Myoren; el Ban Danaigon E-kotoba, sobre una guerra de clanes rivales en el siglo
IX; y el Chōjugiga, escenas de animales de signo caricaturesco y tono satírico,
criticando a la aristocracia.

En esta época, la cerámica no tuvo una especial relevancia, destacando en


cambio las obras en laca –generalmente cajas para cosméticos– y los objetos de
metal, donde destacan los espejos. En laca surgió la técnica maki-e, consistente
en espolvorear polvo de colores, oro y plata sobre la laca húmeda, creando
dibujos de gran finura y sutil tonalidad. A veces incluía incrustaciones de nácar
(raden). También adquirieron relevancia los abanicos, decorados con textos de los
sutras budistas y con escenas de género.

Período Kamakura (1185-1392)

Tras diversas disputas entre los clanes feudales, se impuso el de los Minamoto,
que instauraron el shogunato, un tipo de gobierno de corte militar. En esta época
se introdujo en Japón la secta zen, que influiría poderosamente en el arte
figurativo. La arquitectura era más sencilla, funcional, menos lujosa y recargada.
La influencia zen provocó el llamado estilo Kara-yo: los monasterios zen seguían
la planimetría axial china, aunque el edificio principal no era el templo, sino la sala
de lectura, y el lugar de honor no lo ocupaba una estatua de Buda, sino un
pequeño trono donde el abad enseñaba a sus discípulos. Destacan el conjunto de
cinco grandes templos de Sanjūsangen-dō, en Kioto (1266), así como los
monasterios Kennin-ji (1202) y Tōfuku-ji (1243) en Kioto, y Kenchō-ji (1253) y
Engaku-ji (1282) en Kamakura. El Kōtoku-in (1252) es famoso por su estatua de
bronce del Buda Amida, de 13 metros de alto y un peso de 93 toneladas, siendo el
segundo Buda más grande en Japón después del de Tōdai-ji. En 1234 se
construyó el templo de Chion-in, sede del budismo Jōdo shū (Secta de la Tierra
Pura), que desataca por su colosal puerta principal (Sanmon), que es la estructura
más grande de su tipo en Japón. Uno de los últimos exponentes de este período
fue el Hongan-ji (1321), formado por dos templos principales: el Nishi Hongan-ji,
que incluye los salones Goei-dō (Salón del Fundador) y Amida-dō (Salón del
Buda), junto a un pabellón de té y dos escenarios de teatro nō, uno de los cuales
presume de ser el más viejo que se conserva; y el Higashi Hongan-ji, donde se
encuentra el famoso el jardín de Shosei-en.

Puerta Sanmon del templo Chion-in, 1234, de naturaleza budista, Kioto,


Japón.
Estatua de bronce del Buda Amida, 1252, templo Kōtoku-in, Kamakura,
Japón.
Uno de los Kongo Rikishi, 1203, esculpidos por Unkei,Tōdai-ji, Nara, Japón.

La escultura adquirió gran realismo, encontrando el artista mayor libertad creativa,


como se denota en los retratos de nobles y militares, como el de Uesugi Shigefusa
(de artista anónimo), un militar del siglo XIV. Las obras zen se centraron en la
representación de sus maestros, en un tipo de estatua llamada chinzo, como la del
maestro Muji Ichien (1312, de autor anónimo), en madera policromada, que
representa al maestro zen sentado en un trono, en actitud de relajada meditación.
Cobró especial importancia por la calidad de sus obras la escuela Kei de Nara,
heredera de la escuela Jōchō del período Heian, donde destacó el escultor Unkei,
autor de las estatuas de los monjes Muchaku y Seshin (Kōfuku-ji de Nara), así
como imágenes de los Kongo Rikishi (espíritus guardianes), como las dos
colosales estatuas situadas en la entrada del templo Tōdai-ji (1199), de 8 metros
de altura. El estilo de Unkei, influido por la escultura china de la dinastía Song, era
de gran realismo, captando a la vez el más detallado estudio fisonómico con la
expresión emotiva y la espiritualidad interior del individuo retratado. Se llegó
incluso a incrustar cristales oscuros en los ojos, para dar mayor expresividad. La
obra de Unkei supuso el inicio del retratismo japonés. Continuó su obra su hijo
Tankei, autor del Kannon Senju para el Sanjūsangen-dō.

Rollo con descripciones del ataque nocturno al palacio Sanjō, detalle de los
Rollos ilustrados de los sucesos de la era Heiji (siglo XIII), anónimo, Museum
of Fine Arts, Boston, Estados Unidos.
La pintura se caracterizó por un mayor realismo y por su introspección psicológica.
Se desarrolló principalmente el paisajismo (La catarata de Nachi) y el retratismo
(El monje Myoe en contemplación, de Enichi-bo Jonin; conjunto de retratos del
templo Jingo-ji de Kioto, obra de Fujiwara Takanobu; retrato del emperador
Hanazono, de Goshin). Continuó el estilo yamato-e y la pintura narrativa en rollos,
algunos de hasta 9 metros de longitud. Estos rollos reflejaban aspectos de la vida
cotidiana, escenas urbanas o rurales, o bien ilustraban acontecimientos históricos,
como la guerra de 1159 en Kioto entre ramas rivales de la familia imperial. Se
presentaban en escenas sucesivas, siguiendo un orden narrativo, con una
panorámica elevada, como a vista de pájaro. Destacan los Rollos ilustrados de los
sucesos de la era Heiji (Heiji monogatari) y los rollos Kegon Engi, de Enichi-bo
Jonin. La pintura relacionada con la secta zen era de influencia más directamente
china, trazada en sencillas líneas de tinta china siguiendo la máxima zen de que
demasiados colores ciegan la visión.

En esta época se inició la producción de la que sería la cerámica más típicamente


japonesa, destacando la figura de Toshiro. Creció la artesanía destinada a la vida
militar, especialmente armaduras y espadas (katana), confeccionadas con dos
capas de hierro y acero sometidas a ignición e inmersión, con una característica
marca templada al vapor denominada ni-e.

Período Muromachi (1392-1573)

Templo de Kinkaku-ji, 1397, Kioto, Japón.

Durante este periodo el shōgunato fue ostentado por los Ashikaga, cuyas luchas
internas favorecieron el creciente poder de los daimyō, que se repartieron el
territorio. La arquitectura era más elegante y típicamente japonesa, destacando las
mansiones señoriales, monasterios como el de Zuiho-ji, y templos como los de
Shōkoku-ji (1382), Kinkaku-ji o Pabellón de Oro (1397) y Ginkaku-ji o Pabellón de
Plata (1489), en Kioto. El Kinkaku-ji fue construido como villa de descanso del
shōgun Ashikaga Yoshimitsu, como parte de su propiedad llamada Kitayama. Su
hijo transformó el edificio en un templo de la secta Rinzai. Es un edificio de tres
plantas, con las dos superiores recubiertas con hojas de oro puro. El pabellón
funciona como un shariden, guardando las reliquias de Buda. También contiene
varias estatuas de Buda y figuras de bodhisattvas, y en el techo está ubicado un
fenghuang o fénix chino dorado. También posee un magnífico jardín adyacente,
con un estanque llamado Kyōko-chi (espejo de agua), con numerosas islas y
piedras que representan la historia de la creación budista. Por su parte, el
Ginkaku-ji fue construido por el shōgun Ashikaga Yoshimasa, quien buscaba
emular el Kinkaku-ji construido por su abuelo Yoshimitsu, pero lamentablemente
no pudo recubrir el edificio con plata tal y como lo había planeado. También es
característica de la arquitectura de esta época la aparición del tokonoma,
habitación reservada a la contemplación de una pintura o un arreglo floral, en
consonancia con la estética zen. De igual forma, se introdujo el tatami, un tipo de
alfombra confeccionada con paja de arroz, que hizo más agradable el interior de la
vivienda japonesa.

Jardín japonés del Museo de Adachi.


En esta época se desarrolló notablemente el arte de la jardinería, sentando las
bases artísticas y estéticas del jardín japonés. Surgieron dos principales
modalidades: tsukiyama, alrededor de una colina y un lago; y hiraniwa, jardín
plano de arena rastrillada, con piedras, árboles y pozos. La vegetación más
habitual consiste en bambú y diversos géneros de flores y árboles, ya sean de
hoja perenne, como el pino negro japonés, o de hoja caduca, como el arce
japonés, siendo igualmente valorados elementos como helechos y musgos. Otro
elemento típico de la jardinería y el interiorismo es el bonsái. A menudo los
jardines incluyen un lago o estanque, diversos tipos de pabellones (generalmente
para la ceremonia del té) y linternas de piedra. Uno de los rasgos típicos del jardín
japonés –como en el resto de su arte– es el aspecto imperfecto, inacabado,
asimétrico. Hay diversos tipos de jardines: de paseo, que se contemplan
caminando por un sendero o en torno a un estanque; de aposento, que se
disfrutan desde un lugar fijo, generalmente un pabellón o cabaña tipo machiya; de
té (rōji), alrededor de un camino que conduce a la casa de té, con baldosas o
piedras para marcar el camino; y de contemplación (karesansui, paisaje de
montaña y agua), que es el más típico jardín zen, que se contempla desde una
plataforma ubicada en los monasterios zen. Un buen ejemplo es el denominado
Paisaje sin agua del jardín de Ryōan-ji, en Kioto, obra del pintor y poeta Sōami
(1480), que representa un mar –hecho con arena rastrillada– plagado de islas –
que son rocas–, elaborando un conjunto que aúna realidad e ilusión y que invita a
la quietud y la reflexión.

También floreció la pintura, enmarcada dentro de la estética zen, que recibió la


influencia china de las dinastías Yuan y Ming, reflejada principalmente en el
decorativismo. Se introdujo la técnica de la aguada, perfecta trascripción de la
doctrina zen, que pretende reflejar en los paisajes lo que significan, más que lo
que representan. Surgió la figura del bunjinso, el monje intelectual creador de sus
propias obras, estudiosos y seguidores de las técnicas chinas en tinta monocroma,
en pinceladas breves y difusas, que reflejaron en sus obras elementos naturales
como pinos, juncos, orquídeas, bambúes, rocas, árboles, pájaros y figuras
humanas inmersas en la naturaleza, en actitud de meditación. Algunos de estos
monjes-artistas fueron: Mokuan Reien, Gyokuen Bompo, Ue Gukei, etc.

Vista de Ama-no-hashidate, de Sesshū Tōyō.

En Japón, esta técnica con tinta china recibió el nombre de sumi-e. Basado en los
siete principios estéticos del zen (véase el apartado Teoría y estética), el sumi-e
(«pintura a tinta») pretendía reflejar las más intensas emociones interiores por
medio de la sencillez y la elegancia, en líneas simples y modestas que trascienden
su aspecto externo para significar un estado de comunión con la naturaleza. Para
los monjes zen, el sumi-e era una vía (dō) para buscar la paz interior, la
realización espiritual. Las propiedades tonales de la tinta, sutiles y difusas,
permitían al artista captar la esencia de las cosas, en una impresión sencilla y
natural, pero a la vez profunda y trascendente. Es un arte espontáneo y de rápida
ejecución, imposible de retocar, hecho que lo vincula con la vida, donde es
imposible volver al pasado. Cada pincelada expresa la energía vital (ki), ya que es
un acto de creación, donde se pone el espíritu en acción, y donde importa más el
proceso que no el resultado.

Los principales artistas del sumi-e fueron: Muto Shui, Josetsu, Shūbun, Sesson
Shukei y, sobre todo, Sesshū Tōyō, autor de retratos y paisajes, primer artista que
pintó del natural. Sesshū era un gaso, un monje-pintor, que viajó a China entre
1467 y 1469, donde estudió el arte y el paisaje natural. Sus paisajes están
compuestos por estructuras lineales, iluminados por una luz súbita que refleja el
concepto zen del instante trascendental. Son paisajes con presencia de elementos
anecdóticos, como templos en la lejanía o pequeñas figuras humanas,
enmarcados en parajes recónditos como acantilados.

Surgió igualmente un nuevo género de pintura-poema, el shigajiku, donde un


paisaje ilustra un poema de inspiración naturalista. Cabe mencionar también la
escuela Kanō, fundada por Kanō Masanobu, que aplicó la técnica de la aguada a
temas tradicionales, ilustrando de esta manera temas sagrados, nacionales y
paisajes. La aguada también se aplicó en biombos y en paneles pintados en las
puertas correderas fusuma, características del interiorismo japonés. En cerámica
destacó la escuela de Seto, siendo la tipología más popular el llamado temmoku.
También son muestras remarcables de esta época los objetos de laca y metal.

Período Azuchi-Momoyama (1573-1603)

En esta época Japón fue de nuevo unificado por Oda Nobunaga, Toyotomi
Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, que eliminaron a los daimyō y se sucedieron en el
poder. Su mandato coincidió con la llegada de comerciantes portugueses y de
misioneros jesuitas, que introdujeron el cristianismo en el país, aunque llegando
solo a una minoría. La producción artística de esta época se alejó de la estética
budista, remarcando los valores tradicionales japoneses, con un estilo
grandilocuente. La invasión de Corea en 1592 comportó el traslado forzoso de
numerosos artistas coreanos a Japón, instalados en centros productores de
cerámica aislados del resto. Asimismo, durante este período se recibieron las
primeras influencias de Occidente, reflejadas en el estilo Nanban (bárbaros del
sur, nombre dado a los europeos), desarrollado en la escultura miniaturista, de
tema profano, objetos decorativos en porcelana y biombos decorados en estilo
yamato-e, con colores brillantes y pan de oro, en escenas que narran la llegada de
los europeos a las costas japonesas. La influencia occidental introdujo la pintura al
óleo y el uso de la perspectiva, aunque en general no tuvieron mucho éxito en el
arte tradicional japonés.

Castillo Himeji, Himeji (1601-1608).

En arquitectura destacó la construcción de grandes castillos (shiro), que fueron


fortificados por la introducción en Japón de armas de fuego de origen occidental.
Buenas muestras de ello son los castillos de Himeji, Azuchi, Matsumoto, Nijō y
Fushimi-Momoyama. El castillo de Himeji, una de las principales construcciones
de la época, combina unas macizas fortificaciones con la elegancia de una
estructura de aspecto vertical, en cinco pisos construidos en madera y yeso, con
tejados de suaves formas curvilíneas similares a los de los tradicionales templos
japoneses. También proliferaron las villas rústicas para la ceremonia del té,
compuestas de pequeñas villas o palacios y amplios jardines, y se construyeron
en algunas ciudades teatros de madera para las representaciones de kabuki.
La llegada de los portugueses (siglo XVI), de Kanō Naizen, Kōbe Shiritsu
Nanban Bijutsukan, Kōbe.
En pintura, la escuela Kanō recibió la mayoría de encargos oficiales, desarrollando
la pintura mural de los principales castillos japoneses. Figuras destacadas son los
nombres de Kanō Eitoku y Kanō Sanraku. Para los castillos, con poca iluminación
debido a sus estrechas aberturas defensivas, se creó un tipo de mamparas con
fondo dorado que reflejaban la luz y la esparcían por toda la estancia, con grandes
murales decorados con escenas heroicas, animales como tigres y dragones, o
bien paisajes con presencia de jardines, estanques y puentes, o sobre las cuatro
estaciones, un tema bastante frecuente en la época. Continuó el estilo yamato-e
principalmente entre la clase burguesa, representada por la escuela Tosa, que
continuó la tradición épica japonesa de escenas históricas y paisajes, destacando
las figuras de Tosa Mitsuyoshi y Tosa Mitsunori. También se desarrolló
notablemente la pintura en biombos, generalmente en tintas aguadas, siguiendo el
estilo sumi-e, como se aprecia en la obra de Hasegawa Tōhaku (Bosque de pinos)
y Kaihō Yūshō (Pino y ciruelo a la luz de la luna). Destacó igualmente la figura de
Tawaraya Sōtatsu, autor de obras de gran dinamismo, en rollos manuscritos,
biombos y abanicos. Creó un estilo lírico y decorativo inspirado en la escritura
waka de la época Heian, que fue llamado rinpa, produciendo obras de gran belleza
visual e intensidad emocional, como Historia de Genji, La senda de la hiedra, Los
dioses del trueno y del viento, etc.

La alfarería alcanzó un momento de gran esplendor, desarrollándose la cerámica


destinada a la ceremonia del té, inspirada en la cerámica coreana, cuya rusticidad
y aspecto inacabado traducían perfectamente la estética zen que impregna el rito
del té. Surgieron nuevos diseños como los platos nezumi y las jarras de agua
kogan, generalmente de cuerpo blanco bañado en una capa de feldespato y
decorado con sencillos dibujos realizados con una barbotina de hierro. Era una
cerámica gruesa y de aspecto vidriado, con un tratamiento inacabado, dando una
sensación de imperfección y vulnerabilidad. Seto continuó siendo uno de los
principales centros de producción, mientras que en la localidad de Mino nacieron
dos importantes escuelas: Shino y Oribe. También destacaron la escuela de
Karatsu y dos originales tipos de cerámica: Iga, de burda textura y una espesa
capa de vidriado, con profundas rajaduras; y Bizen, loza de un marrón rojizo y sin
vidriar, retirada aún tierna del torno para producir unas pequeñas grietas e
incisiones naturales que le daban un aspecto quebradizo, nuevamente según la
estética zen de imperfección.

Uno de los mejores artistas de esta época fue Honami Kōetsu, que destacó tanto
en pintura como en poesía, jardinería, laca, etc. Educado en la tradición artística
procedente del período Heian y en la escuela Shorenin de caligrafía, fundó una
colonia de artesanos en Takagamine, cerca de Kioto, gracias a unos terrenos
cedidos por Tokugawa Ieyasu. La colonia se nutrió de artesanos de la escuela
budista Nichiren, y produjo una serie de obras de gran calidad. Se especializaron
en objetos de laca, principalmente accesorios de escritorio, decorados con
incrustaciones de oro y nácar, así como en diversos utensilios y vajillas para la
ceremonia del té, destacando el cuenco fujisan, con un cuerpo rojizo cubierto de
una barbotina negra y, en la parte superior, un blanco vidriado opaco que da el
efecto de nieve que cae.
Período Edo (1603-1868)

Este período artístico se corresponde con el histórico de Tokugawa, en el que


Japón se cerró a todo contacto exterior. La capital se estableció en Edo, futura
Tokio. Los cristianos fueron perseguidos y los comerciantes europeos expulsados.
Pese al sistema de vasallaje, proliferó el comercio y la artesanía, apareciendo una
clase burguesa que fue creciendo en poder e influencia, y que se dedicó al
fomento de las artes, especialmente grabados, cerámica, lacas y productos
textiles.

El Puente Ōhashi en Atake Bajo Una Lluvia Repentina (1857), de Utagawa


Hiroshige, Brooklyn Museum of Art, Nueva York.
Los edificios más importantes son el Palacio de Katsura de Kioto y el mausoleo de
Tōshō-gū en Nikkō (1636), que forma parte de los Santuarios y Templos de Nikkō,
Patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO en 1999. De formas
híbridas sinto-budistas, es el mausoleo del shōgun Tokugawa Ieyasu. El templo es
una estructura rígidamente simétrica con relieves coloreados que cubren toda la
superficie visible. Destacan sus edificios coloristas y adornos sobrecargados que
se distancian de los estilos de los templos de aquella época. Los interiores están
adornados con laqueados, minuciosas esculturas de vivo colorido y magistrales
paneles pintados. El Palacio de Katsura (1615-1662) fue construido con un plano
asimétrico de inspiración zen, donde las líneas rectas de la fachada exterior
contrastan con la sinuosidad del jardín circundante. Villa de descanso de la familia
imperial, incluye un edificio principal (Shoin), varios pabellones, casas de té y un
parque de siete hectáreas. El palacio principal, que tiene una sola planta, se divide
en cuatro pabellones unidos por las esquinas: Shōkintei, Shōkatei, Shōiken y
Gepparō. Todos están elevados sobre pilares y construidos en madera con
paredes encaladas y puertas deslizantes que conducen al jardín, y contienen
pinturas de Kanō Tan'yū. También son características de esta época las casas de
té (chashitsu), generalmente pequeñas construcciones de madera con tejado de
bálago, rodeadas de jardines en un estado de aparente abandono, con líquenes,
musgo y hojas caídas, siguiendo el concepto zen de imperfección trascendente.

Se desarrolló notablemente la pintura, que adquirió gran vitalidad. Se trabajaba en


diferentes formatos, desde paneles murales y biombos hasta pergaminos,
abanicos y pequeños álbumes. Cobró un gran auge el grabado en madera,
surgiendo una importante industria en núcleos urbanos especializada en textos
ilustrados y estampas. Inicialmente eran grabados en tinta negra sobre papel
coloreado a mano, pero a mediados del siglo XVIII surgió la impresión en color
(nishiki-e).
Dios del Viento, Dios del Trueno, de Ōgata Kōrin. En esta pintura se muestra
a las deidades del trueno (izquierda) y del viento (derecha), al inicio de un
combate celestial.
Continuó el estilo rinpa iniciado por Sōtatsu en la obra de Ōgata Kōrin, uno de los
más grandes artistas de la época. Su producción, alegre y sardónica, se dirigió a
las clases mercantiles, con obras de una elegancia urbana y un realismo un tanto
irreverente, aunque con un gran virtuosismo y un profundo conocimiento de los
maestros clásicos, como demuestra en los biombos Ciruelos rojos y blancos, Olas,
Lirios y La historia de Ise. La escuela Kanō recibió los principales encargos
oficiales del gobierno, con un estilo de estética zen de fuertes pinceladas. Su
principal representante fue Kanō Tan'yū, nieto de Kanō Eitoku, que trabajó en el
palacio imperial y en el castillo Nagoya, al tiempo que realizó una notable labor
erudita recogiendo notas sobre todo tipo de obras de arte, con comentarios y
esbozos (shukuzu) de las obras, gran fuente de información para la historiografía
del arte. Por su parte, la escuela Tosa estuvo representada por Tosa Mitsuoki, que
continuó la tradición épica del yamato-e.

En el siglo XVIII apareció la escuela nanga o pintura idealista, de signo confuciano


patrocinado por el shogunato Tokugawa, muy influida por el arte chino, que
consideraban la cuna de su civilización. Se adoptó el estilo wenren de los eruditos-
pintores aficionados chinos, reducido a pequeños círculos intelectuales formados
por profesionales de diversa procedencia, desde samuráis hasta monjes,
mercaderes y funcionarios. Su principal punto de referencia fue la escuela de Li
Guo de la dinastía Song, de pincelada ancha y curvilínea, que llegó a Japón a
través de la escuela coreana de An Kyon. El centro neurálgico del nanga fue el
monasterio Mampuku-ji, fundado en 1661 a las afueras de Kioto, que se convirtió
en el centro de la cultura china en Japón. El principal tema representado fue el
paisaje, a menudo con elementos como flores y pájaros, y era usual la
combinación de pintura y poesía (haiga). Esta escuela dio varios artistas de gran
calidad: Ikeno Taiga, Yosa Buson, Uragami Gyokudō, Aoki Mokubei, Tani Bunchō,
Gibon Sengai, Hakuin Ekaku, etc.

Tigre y dragón (1781), biombo de dos pantallas, de Maruyama Ōkyo, Detroit


Institute of Arts.
En Kioto nació otra interesante escuela pictórica, fundada por Maruyama Ōkyo,
que combinó diversas técnicas e influencias, desde la china hasta la occidental,
que conoció a través de grabados holandeses. Realizó rollos y biombos con
paisajes y fondos dorados, siendo una característica de su estilo la plasmación del
paisaje con apuntes tomados directamente de la naturaleza. Fueron discípulos
suyos Matsumura Goshun, cofundador con Ōkyo de la escuela Maruyama-Shijō;
Itō Jakuchū, artista de gran personalidad que se dedicó al género de la naturaleza
muerta, poco frecuente hasta entonces en Japón; y Nagasawa Rosetsu, que llegó
a dominar con maestría las técnicas occidentales de la perspectiva y el claroscuro.
La escuela más conocida y notable fue la de ukiyo-e (estampas del mundo que
fluye), que destacó por la representación de tipos y escenas populares.
Desarrollada alrededor de la técnica del grabado –principalmente xilografía–, fue
un estilo de corte laico y plebeyo, eminentemente urbano, que inspirándose en
temas anecdóticos y escenas de género les otorgaba un lirismo y una belleza
extraordinarias, con una sutil sensibilidad y un gusto refinado de gran modernidad.
El fundador fue Hishikawa Moronobu, al que siguieron figuras como Okumura
Masanobu, Suzuki Harunobu, Isoda Koryūsai y Torii Kiyonobu, fundador de la
escuela Torii. Varios artistas se especializaron en la reproducción de los actores
del teatro popular japonés kabuki (yakusha-e, cuadros de actores), con un cierto
aire caricaturesco, entre ellos Torii Kiyomasu, Torii Kiyomitsu y, sobre todo,
Tōshūsai Sharaku. Otro género bastante corriente fue el bijin-ga (cuadros de
mujeres hermosas), que representaba a geishas y cortesanas en actitudes íntimas
y escenas de tocador, con gran detallismo, principalmente en sus ropajes, como
se denota en la obra de Torii Kiyonaga, Kitagawa Utamaro y Keisai Eisen. Otra
variante fue el shunga (estampas primaverales), de contenido más explícitamente
erótico. El paisajismo fue introducido por Utagawa Toyoharu –fundador de la
escuela Utagawa–, que aplicó la perspectiva occidental al paisaje japonés.

Tres Señoras Sentadas con Linternas, Tetera, Candelero e Instrumento de


Cuerda (siglo XVIII), de Kitagawa Utamaro, Brooklyn Museum of Art, Nueva
York, Estados Unidos.
En La Orilla del Río Sumida, de Utagawa Kuniyoshi, siglo XIX.

Estación 16: Yui, de la serie 53 Estaciones de Tōkaidō, de Utagawa


Hiroshige.
El Fuji Visto desde El Mirador de Sasayedo, de Katsushika Hokusai,
Brooklyn Museum of Art, Nueva York, Estados Unidos.

A principios del siglo XIX, cuando el arte ukiyo-e parecía declinar, apareció la gran
figura de Katsushika Hokusai, autor de unos 30.000 dibujos que recopiló en 15
volúmenes, que tituló Manga (1814). Reflejó especialmente la vida urbana de Edo,
con un cierto toque humorístico, en un estilo enérgico de fuertes trazos. También
fue un gran representante del paisajismo, siendo uno de sus motivos
fundamentales el monte Fuji, en escenas de gran colorido, con un sello
fuertemente personal, ni realista ni idealizado, reflejando siempre la visión interna
del artista. Uno de sus últimos exponentes y gran maestro de la escuela fue
Utagawa Hiroshige, igualmente un gran paisajista, como denota en sus Cien
famosas vistas de Edo. Tenía un estilo más realista que Hokusai, pero más lírico y
evocador, utilizando a menudo una perspectiva de fondos encuadrados en un
primer plano de ramas, hojas u otros objetos.
Porcelana de Imari, siglo XVIII, Arita, prefectura de Saga, Japón.

La cerámica tuvo uno de sus mayores centros de producción en Kioto, con


influencia del arte chino y coreano; su principal artista fue Nonomura Ninsei. En
Hagi surgió una escuela de influencia coreana, caracterizada por el uso de formas
sencillas y tonalidades claras, destacando la figura de Ōgata Kenzan, hermano de
Ōgata Kōrin. Continuó la cerámica destinada a la ceremonia del té, decorada con
elementos aparentemente irregulares y asimétricos, como signos y líneas de corte
casi abstracto, según el ideal de imperfección de la estética zen. En este período
se produjeron las primeras porcelanas, con un primer centro productor en Arita, en
la prefectura de Saga (llamada porcelana de Imari), donde el alfarero coreano Yi
Sam-pyeong halló en 1616 un tipo de arcilla blanca ideal para porcelana.
Destacaron las escuelas de Kakiemon, Nabeshima y Ko-Kutami, que produjeron
una serie de platos, cuencos y botellas de sake de gran calidad y refinamiento,
con vidriado de esmalte decorado en color azul, verde, amarillo, rojo, beige y
berenjena pálido. También proliferaron los objetos de laca, metal, marfil y nácar, y
alcanzaron gran calidad artística objetos como los inro (cajas de medicamentos),
los netsuke (dijes esculpidos) y los tsuba (guardias de sable).
Camille Monet Vestida de Japonesa (1876), de Claude Monet, Museum of
Fine Arts, Boston.
De igual manera, cobró gran relevancia el arte textil, principalmente en seda, que
llegó a cotas de altísima calidad, de tal manera que a menudo las túnicas (kimono)
en seda con brillantes colores y refinados dibujos eran colgadas para separar
habitaciones, como si fuesen biombos. Se usaban diversas técnicas, como el tinte,
el bordado, el brocado, el repujado, los apliques y el pintado a mano. La seda
estaba al alcance tan solo de las clases altas, mientras el pueblo vestía en
algodón, confeccionado según la técnica indonesia ikat, hilado por secciones y
teñido en color añil alternado con el blanco. Otra técnica de menor calidad era el
entrecruzamiento de hilos de algodón de diversos colores, con tintes caseros
aplicados al modo del batik mediante una pasta de arroz y salvado de arroz
hervido y apelmazado.
Cabe destacar que, así como en el siglo XIX el arte japonés recibió la influencia
del arte occidental, también éste se vio influido por el exotismo y la naturalidad del
arte nipón. Surgió así en Occidente el llamado japonismo, desarrollado
principalmente en la segunda mitad del siglo XIX sobre todo en Francia y Gran
Bretaña. Se puso de manifiesto en las llamadas japonaiseries, objetos inspirados
en las estampas, porcelanas, lacas, abanicos y objetos de bambú japoneses, que
se pusieron de moda tanto en la decoración interior como en numerosas prendas
personales que recogían la fantasía y el decorativismo de la estética japonesa. En
pintura, se recibió con entusiasmo el estilo de la escuela ukiyo-e, siendo muy
apreciadas las obras de Utamaro, Hiroshige y Hokusai. Los artistas occidentales
imitaron la simplificada construcción espacial, los contornos sencillos, el estilo
caligráfico y la sensibilidad naturalista de la pintura japonesa. Algunos de los
principales artistas que recibieron esta influencia fueron: Édouard Manet, James
Abbott McNeill Whistler, James Tissot, Mary Cassatt, Pierre Bonnard, Georges
Ferdinand Bigot, Claude Monet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir, Camille
Pissarro, Paul Gauguin, Henri de Toulouse-Lautrec, Vincent van Gogh, Gustav
Klimt, etc.

Época contemporánea (desde 1868)

En el período Meiji (1868-1912) se inició una profunda renovación cultural, social y


tecnológica en Japón, que se abrió más al exterior y empezó a incorporar los
nuevos adelantos conseguidos en Occidente. La Carta de 1868 abolió los
privilegios feudales y las diferencias de clase, lo cual no propició una mejora de las
clases proletarias, sumidas en la miseria. Se inició una época de fuerte
expansionismo imperialista, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Tras
la contienda, Japón ha vivido un proceso de democratización y desarrollo
económico que la ha convertido en una de las principales potencias económicas
mundiales y centro puntero en producción industrial e innovación tecnológica. A la
era Meiji sucedieron las eras Taishō (1912-1926), Shōwa (1926-1989) y Heisei
(1989).
Desde 1930, la progresiva militarización y la expansión por China y el sur de Asia,
con el consiguiente incremento de recursos destinados al presupuesto militar,
provocó una caída en el mecenazgo artístico. Sin embargo, con el despegue
económico de la posguerra y la nueva prosperidad conseguida con la
industrialización del país, las artes renacieron, inmersas ya plenamente en los
movimientos artísticos internacionales debidos al proceso de globalización cultural.
Asimismo, la prosperidad económica favoreció el coleccionismo, creándose
numerosos museos y centros de exposiciones que han ayudado a la difusión y
conservación del arte japonés e internacional.

En el ámbito religioso, la instauración durante la era Meiji del sintoísmo como


única religión oficial (Shinbutsu bunri) propició el abandono y la destrucción de los
templos y obras de arte budista, que habría sido irreparable sin la intervención de
Ernest Fenollosa, catedrático de filosofía de la Universidad Imperial de Tokio, que
junto al magnate y mecenas William Bigelow rescataron gran cantidad de obras
que nutrieron la colección de arte budista del Museum of Fine Arts de Boston y la
Freer Gallery of Art de Washington D.C., dos de las mejores colecciones de arte
asiático del mundo.

La arquitectura presenta una doble dirección: la tradicional (santuario Yasukuni,


templos de Heian Jingu y de Meiji, en Tokio) y la de influencia europea, que
incorpora las nuevas tecnologías (Museo Yamato Bunkakan, de Isohachi Yoshida,
en Nara). La occidentalización conllevó la construcción de nuevos edificios como
bancos, fábricas, estaciones de tren y edificios públicos, construidos con
materiales y técnicas occidentales, emulando en un principio (finales del siglo XIX)
la arquitectura victoriana inglesa. También trabajaron en Japón algunos
arquitectos extranjeros, como Frank Lloyd Wright (Hotel Imperial, Tokio).
La arquitectura y el urbanismo recibieron un gran impulso tras la Segunda Guerra
Mundial, debido a la necesidad de reconstruir el país. Surgió entonces una nueva
generación de arquitectos encabezada por Kenzō Tange, autor de obras como el
Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, la Catedral de Santa María de Tokio, el
Estadio Olímpico para los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, etc.

En escultura existió igualmente la dualidad tradición-vanguardia, destacando los


nombres de Yoshi Kinuchi y Romorini Toyofuku, además de los abstractos
Masakazu Horiuchi y Yasuo Mizui, este último instalado en Francia. Isamu
Noguchi y Nagare Masayuki recogieron la rica tradición escultórica de su país en
obras que estudian el contraste entre la rugosidad y la pulidez de la materia.

La Orilla del Lago (1897), de Kuroda Seiki, pintura de estilo occidental (yōga).

La pintura también siguió dos corrientes: tradicional (nihonga) y occidentalista


(yōga), aunque independiente de ambas destacó a principios del siglo XX la figura
de Tomioka Tessai. El estilo nihonga fue promovido a finales del siglo XIX por el
crítico de arte Okakura Kakuzō y por el educador Ernest Fenollosa, buscando en
el arte tradicional la forma de expresión arquetípica de la sensibilidad nipona,
aunque este estilo también recibió alguna influencia occidental, sobre todo del
prerrafaelismo y el romanticismo. Estuvo representado principalmente por Hishida
Shunsō, Yokoyama Taikan, Shimomura Kanzan, Maeda Seison y Kobayashi
Kokei.

La pintura de corte europeísta se nutrió en principio de las técnicas y temáticas


vigentes en Europa a finales del siglo XIX, vinculadas principalmente al
academicismo –como en el caso de Kuroda Seiki, que estudió nueve años en
París–, pero más adelante siguió las distintas corrientes que se fueron
produciendo en el arte occidental: el grupo Hakubakai recogió la influencia
impresionista; la pintura abstracta tuvo como figuras principales a Takeo
Yamaguchi y Masanari Munai; entre los artistas figurativos destacaron Fukuda
Heichachirō, Tokuoka Shinsen y Higashiyama Kaii. Algunos artistas se
establecieron fuera de su país, como Genichiro Inokuma en Estados Unidos y
Tsuguharu Foujita en Francia.

En el período Taishō predominó el estilo yōga sobre el nihonga, aunque el


aumento en la utilización de la luz y la perspectiva occidentales disminuyó las
diferencias entre ambas corrientes. Así como el nihonga adoptó en buena medida
las innovaciones del postimpresionismo, el yōga manifestó una inclinación por el
eclecticismo, surgiendo una gran diversidad de movimientos artísticos divergentes.
Durante esta época se creó la Academia de Bellas Artes de Japón (Nihon
Bijutsuin). La pintura de la era Shōwa estuvo marcada por la obra de Yasurio
Sotaro y Umehara Ryuzaburo, quienes introdujeron los conceptos de arte puro y
pintura abstracta a la tradición nihonga. En 1931 se creó la Asociación de Arte
Independiente (Dokuritsu Bijutsu Kyokai) para promover el arte de vanguardia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la censura y los controles gubernamentales


permitieron únicamente la expresión de temas patrióticos. Tras la guerra, los
artistas japoneses prosperaron en las grandes ciudades –particularmente en
Tokio–, creando un arte urbano y cosmopolita, que fue siguiendo con devoción las
innovaciones estilísticas producidas a nivel internacional, especialmente en París y
Nueva York.

Otras expresiones artísticas

Literatura

Páginas del Nihonshoki, 720. Es el segundo libro más antiguo sobre la


historia de Japón. Describe desde el periodo de los dioses hasta el tiempo
de la emperatriz Jitō en 697.
No se conservan testimonios de una escritura autóctona japonesa. El japonés era,
pues, una lengua sin escritura o ágrafa hasta la llegada de los ideogramas chinos,
los kanji, cuya introducción no se documenta hasta en el año 538, aunque sin
duda, eran conocidos por los japoneses con mucha anterioridad. Por ello, las
primeras muestras de literatura japonesa pertenecían a la tradición oral.

Su origen, como el de otras culturas, se remonta a un conjunto de ritos donde


folclor y religión conformaban una rica y antiquísima tradición oral. Alrededor del
año 300 a. C. se documentan narraciones, canciones y danzas populares sobre
los ciclos del cultivo del arroz que celebraban ya la llegada del dios en primavera o
su despedida en el otoño. Con el tiempo estas canciones y relatos serían
recogidos de manera escrita, formando parte de las primeras producciones
literarias como el Kojiki, Nihonshoki y Fudoki o de las representaciones de teatro
kabuki y el teatro NO (Ver la sección de artes escénicas de esta misma guía).

Una figura importante en esta tradición oral primitiva fue la del kataribe. Se trataba
de un recitador o recitadora de historias que cumplía la función de conservar y
transmitir hechos, mitos y leyendas que una determinada comunidad consideraba
parte esencial de su identidad. El de kataribe era un oficio con frecuencia
desempeñado por mujeres probablemente asociadas a funciones chamanísticas.
La expresión para describir su actividad era monogataru (contar cosas), base de
los futuros monagatari o narraciones escritas que surgieron en la época Heian. La
labor de los kataribe llegó a ser tan importante que, con el tiempo, algunos se
profesionalizaron y llegaron a ocupar un puesto oficial en la Corte, creando lazos
entre la literatura oral arcaica y la nueva literatura escrita.

Algunas expresiones del Japón antiguo, por su carácter mágico-religioso, no


podían ser transcritas en caracteres extranjeros. Su conservación se realizaba en
el yamato kotoba o palabras de Yamato, uno de los nombres del antiguo Japón. El
género poético más antiguo, el waka, solo podía ser compuesto en el yamato
kotoba, única lengua empleada por los kataribe. Este hecho suele interpretarse
como una reacción ante la omnipresencia de la cultura china, en un afán por
conservar la propia identidad y una pervivencia de la filosofía kotodama, el poder
mágico de las palabras, de la que se nutría la antigua poesía oral.

Los inicios

La transición de la antigua poesía oral a la nueva literatura escrita está


representado por el Kojiki (Memorias de los sucesos de la humanidad) de 712 y
Nihonshoki (Crónicas de Japón) del 720. Ambas obras constituyeron empresas
oficiales, vinculadas al objetivo político de construir un país regido por un poder
central y de entroncar las familias imperiales con las deidades del Japón antiguo,
reuniendo datos históricos y tradicionales del linaje imperial y dejar una única
historia para los descendientes. El Kojiki surgió del esfuerzo del Emperador
Tenmu por compilar las narraciones orales del kataribe Hieda no Are, mientras
que Nihonshoki fue encargado por la emperatriz Gensho, un intento de historia del
Japón en treinta tomos.

La poesía del periodo Nara está representada por el Manyoshu (Colección de diez
mil hojas) probablemente concluida en la segunda mitad del siglo VIII. Se
desconoce la identidad de los antólogos, aunque se le atribuye al poeta Ōtomo no
Yakamochi un papel importante. La colección reúne cerca de 4500 poemas de
finales del siglo VII y la primera mitad del VIII. El Manyoshu representa el triunfo
del poema breve: de los cuales 4200 eran poemas tanka, 260 choka y 60 sedoka,
todos ellos escritos en caracteres chinos. La temática de estos poemas pueden
agruparse en tres categorías: somonka (poemas de amor), banka (elegías) y zoka
(misceláneos) dedicados a celebrar viajes, banquetes o leyendas. Entre los poetas
destacados de esta antología se hallan, además del propio Ōtomo no Yakamochi,
Kakinomoto no Hitomaro (finales del siglo VII), Yamabe no Akahito (primera mitad
del VIII), Yamanoue no Okura y Ōtomo no Tabito, considerados los cinco grandes
hombres del Manyô.

Período clásico

El período Heian (794-1186) es considerado como la etapa clásica de la literatura


japonesa. Es una época de decreciente interés hacia la cultura china que desde el
siglo VI había moldeado de manera decisiva la cultura japonesa. En este lapso de
tiempo se comenzó a escribir con caracteres japoneses, ya que anteriormente se
utilizaban los caracteres chinos.

La literatura de la época Heian refleja los sólidos valores del mundo de la Corte y
en ellas la combinación de artes plásticas y literatura hace difícil encuadrar las
obras de artes en categorías estancas. Por otro lado, se trata de una producción
literaria realizada tanto por hombres como por mujeres. Las damas japonesas,
desde el mundo cerrado de sus alcobas y mansiones, ofrecerán una rica obra
literaria llena de sensibilidad y, a veces, de humor.

Entre las obras destacables en la poesía, debe señalarse el Kokinshu (Colección


de Poemas japoneses antiguos y modernos) antología ordenada por el emperador
Daigo en 905. Esta antología representa la elevación a obra artística de uno de los
géneros poético más antiguos y genuinos del Japón, el waka o canción japonesa,
y, con ello, la reivindicación nacional y la afirmación de la identidad japonesa tras
siglos de influencia china. El Kokinshu constituirá a la postre una especie de canon
del clasicismo japonés. Junto al Kokinshu existieron otras antologías imperiales:
Gosennshu (Colección escogida posteriormente) y el Shuyshu (Colección de
fragmentos reunidos). Estas tres antologías constituyen el Sanndayshu (Colección
de los tres reinos), es decir Daigo, Murakami y Kwazan.

En la prosa, en la época Heian sobresalen los diarios privados (nikki) y libros de


impresiones (shôshi), el relato poético (uta monogatari) y la novela lírica. Como
obra cumbre de los nikki (diario) suele citarse el Tosa Nikki (Diario de Tosa),
redactado en el año 935 por Ki no Tsurayuki. Especial importancia en estos
géneros tuvo la literatura escrita por mujeres (Nyōbō Bungaku), en la que destaca
la obra de Sei Shōnagon Makura no Sōshi (Libro de la almohada), escrita a
principios del siglo XI. Libro autobiográfico, que muestra muchos rasgos de la
cultura japonesa de la época, como el ideal de belleza de hombres y mujeres entre
la aristocracia japonesa. Otros diarios privados escritos por mujeres de la época
son el Diario de una mujer efímera de Fujiwara (siglo X), el Diario de Sarashina
(mediados del XI) y el Diario de una dama de honor del siglo XII.

Bajo el nombre genérico de monogatari se inicia en el siglo X el género de relato


breve escrito en kana. Entre los uta monogatari o narraciones con poemas
intercalados se encuentran los Ise Monogatari (Cantares de Ise) y los Cantares
del Yamato (960). Los tsukuri-monogatari o relatos de ficción quedan
representados por el Taketori Monogatari (Cuento del cortador de bambú).

La otra gran obra del periodo Heian, y sin duda una de las obras más importantes
de la literatura japonesa de todos los tiempos, corresponde a una novela
cortesana, el Genji Monogatari (La historia de Genji) de Murasaki Shikibu,
aparecida en el año 1000. Se trata de un inmenso relato de más de 4000 páginas,
que narra la historia del hijo de un mikado (emperador japonés) y que refleja los
valores de la élite aristocrática del período Heian.

Lejos del refinamiento estético del mundo de Genji, se encuentra a la otra


sociedad en el Konjaku Monogatarishū (Cuentos de antaño), una recopilación de
más de mil historias de China, la India y Japón. Estos manuscritos quedaron
abandonados en un templo budista, hasta que fueron descubiertos en el siglo
XVIII.

En la misma época hay que situar situar a Sugawara no Michizane, autor de Suga-
ke Bunsō ( 菅 家 文 草 , Suga-ke Bunsō) escrito en 900 y el Suga-ke Goshū
( 菅 家 後 集 , Suga-ke Goshū) en 903 que introducen una tímida aparición de la
literatura de crítica social.

Período medio

Esta etapa que abarca de fines del siglo XII, hasta principios del siglo XVII, fue
muy pobre, debido a las constantes guerras y hambrunas, hubo poca producción
literaria la cual recayó sobre los monjes. Así, son de digna mención las obras
Heike-monogatari (Cantar de los Taira) y Tsurezuregusa de Yoshida Kenkō.
En el siglo XIV aparecen las representaciones teatrales llamadas No, que tenían
como propósito la exaltación patriótica y la propaganda religiosa, recordemos que
la literatura de estos tiempos fue elaborada por monjes budistas.

Aislamiento japonés

Los primeros europeos en tener contacto con la cultura japonesa, fueron los
marinos, mercaderes y misioneros del siglo XVI. Ante estos primeros encuentros,
los japoneses mostraron bastante tolerancia, incluso aceptando el catolicismo.
Pero los dirigentes del país, el shogunato Tokugawa, desconfiaron de las
intenciones de los europeos, expulsándolos y llevando al país a un aislamiento de
más de 200 años.

Esta etapa dio inicio en el siglo XVII prolongándose hasta mediados del XIX, que
fue cuando Japón abrió de nuevo sus puertas al mundo. Dentro de la producción
literaria del país, se hace notable en cuanto a poesía, novela y teatro.

En la poesía, destaca Matsuo Bashō, quien compuso los haiku, pequeños poemas
que con la mínima cantidad de palabras, se trata de expresar el máximo de cosas.
En cuanto a novela, destaca Saikaku Ihara, escritor de Hombre lascivo y sin linaje,
su obra más conocida, donde se muestra un vivido reflejo de la vida de la época.
Causa por la cual estuvo cerca de morir en la hoguera.

En el caso del teatro hubo dos tendencias distintas en ejecución, una el kabuki,
representado por personas y el joruri, donde se empleaban marionetas. El más
grande representante del teatro en esta época fue Chikamatsu Monzaemon.

Período imperialista

Después de 250 años de aislamiento, con la llegada al poder de Meiji, los


escritores gozaron de cierta libertad para escribir. Hubo evolución en el aspecto
lingüístico, se simplificó la estructura del lenguaje japonés y se agregaron palabras
para designar ideas tan comunes en Occidente como deporte o derechos
humanos. Esto gracias a la disposición del país a aprender del mundo occidental,
siendo los escritores los principales promotores de la comunicación entre la cultura
japonesa y la ciencia occidental.

Ryunosuke Akutagawa, cuentista que recuperó la obra de Cuentos de antaño,


entre los cuales se pueden destacar el cuento titulado El tabaco y el demonio,
donde se explica cómo fue introducido el tabaco en el Japón. Otro de esos
cuentos es El biombo del infierno, donde induce al lector a reflexionar sobre qué
es la belleza de Japón.

Junichiro Tanizaki, escribió todas sus novelas alrededor de un solo tema, el sexo.
Por su parte, Yasunari Kawabata se centró en el amor no correspondido. En 1968,
este escritor fue el primer nipón en ganar el premio Nobel de Literatura. Una de
sus obras más conocidas fue Mil grullas, basado en el Romance de Genji, pero en
un contexto moderno. Se suicidó en 1972.

La literatura japonesa tiene una fuerte influencia china, debido sobre todo a la
adopción de la escritura china. El testimonio más antiguo conservado es el Kojiki
(Relatos de cosas antiguas), especie de historia universal de corte mítico y
teogónico. Otro testimonio de relevancia es el Nihonshoki (Anales de Japón). La
poesía está representada por el Man'yōshū (Colección de diez mil hojas),
antología de poemas de diverso signo, con gran variedad temática y estilística,
redactado por varios autores entre los que destacan Otomo Yakamochi y
Yamanoue Okura.

Durante la Edad Media japonesa la literatura continuó bajo el influjo de la china,


sobre todo en poesía, donde la mayor producción fue en lengua china,
considerada más culta: tenemos así el Kaifuso (Tiernos recuerdos de poesía,
751), antología de varios poetas. En época Heian hubo un renacer de las letras
japonesas, destacando la narrativa: Genji Monogatari (Relato de Genji), de
Murasaki Shikibu, es un clásico de la literatura nipona, describiendo el mundo de
la nobleza en un lenguaje sencillo, de tono a veces erótico. La poesía de la época
fue compilada en la antología imperial Kokinshu, donde se exaltaba
preferentemente la naturaleza, escrita en waka (composición de 31 sílabas). En el
período Kamakura la literatura se vio afectada por las constantes guerras
feudales, reflejadas en una narrativa de tono pesimista y desolado: Hojoki
(Narración de mi cabaña), de Kamo no Chomei. Del período Muromachi cabe
destacar el Tsurezuregusa (Ensayos en ocio), de Yoshida Kenkō, y el Sannin
Hoshi (Los tres sacerdotes), anónimo.

Durante el período Edo la literatura evolucionó hacia un mayor realismo,


generalmente de tono costumbrista y con una sutil vena humorística, como se
aprecia en la obra de Saikaku Ihara, Jippensha Ikku y Ejima Kiseki. En poesía, la
principal modalidad es el haiku, composición de 17 sílabas, generalmente de tono
bucólico, centradas en la naturaleza y el paisaje, destacando Matsuo Bashō, Yosa
Buson y Kobayashi Issa. Continuó el género de la waka, generalmente en chino,
representada principalmente por Rai Sanyo. En el siglo XIX destacó el novelista
Takizawa Bakin, autor de Satomi Kakkenden (Vidas de ocho perros).

Las formas literarias

 El relato/ cuento/ epopeya o monogatari


 La anécdota o setsuwa
 Las memorias/ diario o nikki
 La poesía de corte o waka y tanka
 Los cantos o uta
 Los relatos de viaje
 El poema corto o haiku
 El ensayo shi-shōsetsu o zuihitsu
 La novela moderna o shōsetsu

Autores significativos y obras

Algunos autores famosos y obras literarias de significativas cualidades, son


listadas en orden cronológico enseguida:
Literatura clásica

Anónimo: Cantares de Ise

Sei Shōnagon (~966 - 10??): Libro de la almohada

Murasaki Shikibu (973 - 1025): El príncipe Genji

Literatura del período medio

Heike-monogatari (1371)

Literatura moderna

Ihara Saikaku (1642 - 1693)

Matsuo Bashō (1644 - 1694)

Chikamatsu Monzaemon (1653 - 1725)

Ueda Akinari (1734 - 1809)

Santo Kyoden (1761 - 1816)

Jippensha Ikku (1765 - 1831)

Kyokutei Bakin (1767 - 1848)

Música

La música japonesa tuvo sus primeras manifestaciones en las honkyoku (piezas


originales), que se remontan al siglo XIX a. C., así como el min'yō, canciones
folklóricas japonesas. Los ritos sintoístas tenían coros que recitaban un trino lento
acompañado de flauta de bambú (yamate-bue) y cítara de seis cuerdas (yamato-
goto). La principal modalidad de música y danza sintoísta es la kagura, sobre el
mito de Amaterasu, diosa del sol. Se ejecuta con los instrumentos mencionados, y
otros como el hichiriki (oboe) y tambores como el o-kakko y el o-daiko.

La llegada del budismo comportó la influencia extranjera, surgiendo dos corrientes:


la música izquierda, de origen indio y chino; y la música derecha, de origen
manchú y coreano. Estas modalidades empleaban instrumentos como el biwa
(laúd de cuello corto), el taiko (tambor japonés), el kakko (tambor chino), el shôko
(gong), el sô-no-koto (cítara), el koma-bue (flauta), el hichiriki (oboe), el ôteki
(flauta travesera) y el shô (órgano soplado). Asimismo había una gran variedad de
tipos de música tradicional: dos de los estilos más antiguos eran shōmyō (hombre
gordo que canta) y gagaku (música graciosa), ambos provenientes de los períodos
Nara y Heian. Adicionalmente, el gagaku se divide en sōgaku (música
instrumental) y bugaku (música y danza).

Durante el período Edo la música fue principalmente de cámara, de tipo profano,


desarrollada con diversos instrumentos entre los que destacan el shamisen (laúd
de tres cuerdas), el shakuhachi (flauta de bambú) y el koto (cítara de 13 cuerdas).
El koto, principalmente, tuvo un gran auge a partir del siglo XVII, siendo
popularizado por el músico ciego Yatsushashi. Se tocaba solo, con diversas
variaciones (dan) de 52 compases (hyoshi), o acompañado de voz (kumi). Japón
posee una rica cultura musical que comprende una variada paleta de estilos
tradicionales. La música tradicional japonesa se conoce con el nombre de hōgaku
(邦楽), mientras que la palabra ongaku (音楽) designa a la música en general.

En el siglo XVI, los komuso, un grupo de monjes budistas Zen, desarrollaron una
práctica de meditación sonora. A esta práctica de meditación individual, que
consistía en meditar mientras soplaban ciertos sonidos en un Shakuhachi -una
flauta tradicional de meditación japonesa que se sujeta verticalmente como una
flauta dulce en lugar de como la tradicional flauta traversa- y la llamaron suizen.
Los sonidos no eran improvisados y el objetivo de estos monjes Zen era llegar a la
iluminación a través del sonido del shakuhachi. El shakuhachi no era considerado
un instrumento musical, gakki, sino uno de práctica religiosa budista, hooki.

En 1871, este grupo de monjes japoneses es proscripto y entonces el sonido del


shakuhachi comienza a ser transmitido en calidad de música con el nombre de
música original, honkyoku.

En Japón existe una innumerable variedad de tipos de música tradicional. Dos de


los estilos más antiguos son shōmyō, o "voz clara", y gagaku o música orquestal
de la corte. Ambos estilos provienen de los períodos Nara y Heian.

El gagaku es un tipo de música clásica que ha sido ejecutada en la Corte Imperial


desde el período Heian. Kagurauta (神楽歌), Azumaasobi(東遊) y Yamatouta (大和
歌 ) son repertorios relativamente autóctonos. Tōgaku ( 唐 楽 ) y komagaku se
originaron a partir de la dinastía china Tang por transmisión por la península de
Corea. Adicionalmente, el gagaku se divide en kangen ( 管 弦 ) (música
instrumental) y bugaku (舞楽) (danza acompañada de gagaku).

Las honkyoku ("piezas originales") se remontan al siglo XIX a. C. Estas son piezas
para solo de shakuhachi ejecutadas por los monjes de la secta mendicante Fuke
de budismo Zen. Estos monjes, llamados komusō (monjes de la vacuidad),
ejecutaban honkyoku para las limosnas e iluminación. La secta Fuke dejó de
existir hacia finales del siglo XIX, pero actualmente continúa una tradición escrita y
oral de numerosos honkyoku, si bien esta música es hoy a menudo ejecutada en
conciertos o escenarios musicales.

Los samurái a menudo escuchaban y tomaban parte en la ejecución de


actividades musicales como parte de sus prácticas para enriquecer sus vidas y
conocimiento; el teatro musical se desarrolló en Japón desde épocas muy
antiguas. El noh ( 能 ) o nō se generó a partir de varias tradiciones populares y
hacia el siglo XIV se había convertido en un arte altamente refinado. Kan'ami
(1333-1384) y Zeami (¿1363?-1443) lo elevaron a su posición de máxima
sofisticación. En particular, Zeami fue autor del núcleo del repertorio noh y fue
autor de muchos tratados sobre los secretos de la tradición nō (que recién fueron
ampliamente difundidos a partir de la edad moderna).

Otra forma de teatro japonés es el teatro de títeres o marionetas, a menudo


llamado bunraku ( 文 楽 ). Este teatro de marionetas también posee raíces
populares y se desarrolló especialmente durante Chonin en el período Edo (1600-
1868). Generalmente es acompañado por versos recitados, en varios estilos de
jōruri acompañados de música shamisen.

Durante el período Edo, los actores (a partir de 1652 sólo adultos varones)
actuaban en el teatro kabuki, que era muy popular y colorido. El kabuki incluía
todo tipo de representaciones, desde obras históricas hasta piezas musicales con
números de danza; era a menudo acompañado por cantos en estilo nagauta y
actuaciones shamisen.

Biwa Hōshi, Heike Biwa, MOSO y Goze


El biwa, que es una forma de laúd de cuello corto, era tocado por grupos de
músicos itinerantes (biwa hōshi) que lo usaban para acompañar sus historias. La
más famosa de dichas historias es el Cantar de Heike, un relato del siglo XIX a. C.
sobre el triunfo del clan Minamoto sobre el Taira. Hacia el siglo XIII los Biwa hōshi
se comenzaron a organizar en una especie de asociación de oficios (tōdō) para
hombres con deficiencias visuales. Esta asociación eventualmente llegó a
controlar una gran porción de la cultura musical de Japón.

Adicionalmente, numerosos grupos más pequeños de músicos ciegos itinerantes


se formaron en la zona de Kyushu. Estos músicos, llamados mōsō (monjes
ciegos) recorrían la campiña y ejecutaban una variedad de textos religiosos y
semireligiosos para purificar las casas y traer buena salud y suerte. Ellos también
tenían un repertorio de géneros seculares. El biwa que ellos tocaban era
considerablemente más breve que el Heike biwa tocado por los biwa hōshi.

Desde la era medieval, las mujeres ciegas que eran músicos, llamadas goze,
también recorrían los campos, entonando canciones y tocando música
acompañadas por un tambor pequeño. A partir del siglo XVII ellas tocaban el koto
o el shamisen. Las organizaciones Goze se difundieron por toda la región, y hasta
hace muy poco tiempo existieron en lo que hoy es la prefectura de Niigata.

Taiko

El taiko es un tambor japonés que es utilizado en la ejecución de varios géneros


de música, existen diversos modelos que se diferencian por su tamaño. Ha
alcanzado gran popularidad en épocas recientes como el instrumento de
percusión central de numerosos conjuntos musicales, el repertorio se basa en
música folclórica del pasado. Dicha música taiko es tocada por conjuntos con
grandes tambores llamados kumi-daiko. Sus orígenes son un tanto inciertos,
aunque se lo puede rastrear hasta los siglos VI y VII, a partir de una figura de
arcilla de un músico con tambor. Aunque después tuvo influencias china y
coreana, el instrumento y su música permaneció unido a sus raíces
auténticamente japonesas. Los tambores taiko durante este período fueron
utilizados durante las batallas para intimidar al enemigo y pasar órdenes de
comando. El taiko fue posteriormente adoptado para la ejecución de música
religiosa budista y shintō. Antiguamente los ejecutantes de taiko eran hombres
santos, que solo tocaban en ocasiones especiales y en pequeños grupos, aunque
posteriormente también hombres seculares (muy rara vez mujeres) tocaron el
taiko en festivales semireligiosos como bon dance.

Se dice que los conjuntos de ejecutantes modernos de taiko fueron inventados por
Daihachi Oguchi en 1951. Oguchi que tocaba el tambor en eventos de jazz,
incorporó sus conocimientos musicales en la constitución de conjuntos con gran
número de ejecutantes. Su estilo energético hizo que su grupo alcanzara gran
popularidad en Japón, convirtiendo a la región de Hokuriku en el centro de la
música taiko. Entre los músicos que surgieron por dicha época se destacan
Sukeroku Daiko y su compañero Seido Kobayashi. Hacia 1969 surgió el grupo Za
Ondekoza que fue fundado por Tagayasu Den; Za Ondekoza promovió la
incorporación de ejecutantes jóvenes que plantearon algunas innovaciones a la
música taiko, y se difundió en festivales y fiestas comunales. Durante la década de
1970, el gobierno japonés proveyó de soporte económico a ciertas actividades que
formaban parte de la cultura japonesa, y como consecuencia se formaron muchos
grupos de taiko. Hacia finales del siglo XX, los grupos taiko se difundieron por el
mundo, especialmente en Estados Unidos. GOCOO es el nombre de una banda
moderna de taiko.
Min'yō: Música folclórica

Las canciones folclóricas japonesas ( min'yō) pueden ser clasificadas de diversas


formas, en general se distinguen cuatro categorías principales: canciones sobre el
trabajo, cantos religiosos (tales como sato kagura, un tipo de música sintoista),
canciones para acontecimientos tales como casamientos, funerales y festivales
(matsuri, especialmente Obon), y canciones para niños (warabe uta).

En el minyō, los cantantes se suelen acompañar con el laúd de tres cuerdas


llamado shamisen, tambores taiko, y una flauta de bambú llamada shakuhachi.
Otros instrumentos que a veces se utilizan son una flauta traversa conocida por el
nombre de shinobue, una campana llamada kane, un tambor pequeño llamado
tsuzumi, y una cítara de 13 cuerdas llamada koto. En Okinawa, el principal
instrumento es el sanshin. Si bien todos estos son instrumentos tradicionales
japoneses, en instrumentaciones modernas se observa a veces el uso de guitarras
eléctricas y sintetizadores, dependiendo del estilo y edad del cantante, a veces los
cantantes enka incorporan elementos del repertorio tradicional min'yō (Enka es un
género musical japonés).

Existen varios términos comúnmente asociados al min'yō tales como ondo, bushi,
bon uta, y komori uta. Un ondo por lo general es una canción folclórica con una
melodía distintiva que puede ser entendida como teniendo un ritmo de 2/4 (si bien
los músicos por lo general no agrupan las notas). La música folclórica típica que
se escucha en las danzas de los festivales Obon por lo general es un ondo. Un
fushi es una canción con una melodía característica. Su nombre, que se pronuncia
bushi, significa melodía o ritmo. Muy raras veces la palabra se utiliza aislada, en
cambio es acompañada por un prefijo que se refiere a una ocupación, ubicación o
nombre personal. Bon uta, tal como lo indica su nombre son canciones para Obon,
el festival de faroles de los muertos. Komori uta son canciones de cuna para niños.
Los nombres de las canciones min'yo a menudo incluyen un término descriptivo
por lo general al final, por ejemplo Tokyo Ondo, Kushimoto Bushi, Hokkai Bon Uta,
y Itsuki no Komoriuta.
Muchas de estas canciones enfatizan ciertas sílabas como también incluyen gritos
agudos (kakegoe). Por lo general el kakegoe son gritos de alegría pero en el
min'yō, a menudo son incluidos como parte del coro. Hay numerosos kakegoe, y
varían según la región. Por ejemplo en Okinawa Min'yō, se escuchará la expresión
ha iya sasa!. Mientras que en las zonas centrales de Japón, son más comunes las
expresiones a yoisho!,sate!, o a sore!. Algunas otras son a donto koi!, y dokoisho!

Recientemente se ha utilizado un sistema para formación musical basado en


gremios conocido como sistema iemoto a algunas formas de min'yō. Este sistema
fue inicialmente desarrollado para transmitir géneros musicales clásicos tales
como nagauta, shakuhachi, o koto, pero dado que mostró ser redituable para los
profesores y contó con el apoyo de los estudiantes que deseaban obtener
certificados de aprendizaje el método se extendió para abarcar a otros géneros
tales como min'yō, Tsugaru-jamisen y otras formas de música que eran
transmitidas tradicionalmente de manera informal. Hoy en día algunos min'yō son
transmitidos a través de este tipo de organizaciones pseudofamiliares, y son
comunes los aprendizajes por períodos prolongados.

Artes escénicas

En teatro apareció en el siglo XIV la modalidad denominada nō, drama lírico-


musical en prosa o verso, de tema histórico o mitológico. Su origen se sitúa en el
antiguo baile kakura y en la liturgia sintoísta, aunque posteriormente fue asimilado
por el budismo. Está caracterizado por una trama esquemática, con tres
personajes principales: el protagonista (waki), un monje itinerante y un
intermediario. La narración es recitada por un coro, mientras los actores
principales se desenvuelven de forma gestual, en movimientos rítmicos. Los
decorados son austeros, frente a la magnificencia de vestidos y máscaras. Su
principal exponente fue Chikamatsu Monzaemon.
Interpretación de teatro nō en el Templo Itsukushima (Hiroshima).

Durante el período Edo surgió la modalidad del kabuki, que sintetizó las antiguas
tradiciones tanto musicales e interpretativas como de mímica y danza, con
temáticas desde las más mundanas hasta las más místicas. Así como el nō era de
tono aristocrático, el kabuki sería la expresión del pueblo y la burguesía. La puesta
en escena era de gran riqueza, con decorados donde destacaba la composición
cromática, vestidos de lujo y maquillaje de tono simbólico, representando según el
color diversos personajes o estados anímicos. La dicción era de tipo ritual, mezcla
de canto y recitativo, en ondulaciones que expresaban la posición o el carácter del
personaje.
REFERENCIAS

-AA.VV. (1991). Enciclopedia del Arte Garzanti. Barcelona: Ediciones B.

-AA.VV. (1997). Enciclopedia Salvat, tomo 10. Barcelona: Salvat Editores.

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